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Revista del Centro de Investigación. Universidad La Salle ISSN: 1405-6690 [email protected] Universidad La Salle México Durán, Francisco Bitácora Médica del Doctor Falcón la medicina y la farmacia en el siglo XIX Revista del Centro de Investigación. Universidad La Salle, vol. 4, núm. 15, agosto, 2000, pp. 5-16 Universidad La Salle Distrito Federal, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=34241501 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Durán, Francisco

Bitácora Médica del Doctor Falcón la medicina y la farmacia en el siglo XIX

Revista del Centro de Investigación. Universidad La Salle, vol. 4, núm. 15, agosto, 2000, pp. 5-16

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Bitácora Médica del Doctor FalcónLa medicina y la farmacia en el siglo XIX*Francisco Durán. Coordinación General de Investigación<[email protected]>

RESUMEN

El presente trabajo es el prólogo de una investigación en la que se transcribieron, paleografiaron y aco-taron las recetas que día con día escribiera un minucioso médico durante la segunda mitad del siglo XIX.Lo que aquí se presenta es la historia del autor así como el devenir que tuvo esta bitácora. El rescate deeste tipo de trabajos enriquece tanto a la historia científica como a la historia social de México.Palabras clave: Herbolaria, medicina, farmacia.

ABSTRACT

This research is the foreword of an extensive transcription of a Medical diary, written over the second halfof the 19th Century, by a patient and dedicated physician. What we inculde here is the history of DoctorFalcón, and the history of the diary itself. This kind of work is relevant as it is a part of the rescue of thescientific and social history of Mexico.Keywords: Herbs study, medicine, pharmacy.

PROEMIO El ejercicio médico, mezcló tanto los conoci-mientos académicos, como los del saber popu-lar. Los galenos hacían uso de los remediosmás inauditos, para proporcionar la cura nece-saria, que iban desde las fórmulas magistraleshasta los remedios populares; lo que fuera ycomo fuera con tal de curar al paciente, el que,a fin de cuentas, acababa sanando con el médi-co, sin el médico y a pesar del médico.

LA MEDICINA DECIMONÓNICA

"La labor del médico cuando no deja escritos,sólo pervive enel agradecimiento y en la vida del paciente".Germán Somolinos d'Ardois, Capítulos de His-toria Médica. vol. 11,p. 120

En México, la medicina, lo mismo que supoblación, costumbres y tradiciones, es mesti-za. Sus raíces son, naturalmente, la indígena yla española. Y en ellas se mezclan la sabiduríaprehispánica, con la farmacopea, la medicinagalénica e hipocrática tradicional. Podríamosdecir que el devenir de la medicina mexicana esúnico. Mientras que el arte galénico se impartíaen la Real y Pontificia Universidad de México,bajo todos los cánones y tradiciones, por otrolado vamos a tener el saber de los curanderos,la sabiduría de las yerberas, y la infinita gamade remedios populares que se aplicaban y quegozaban de mayor prestigio y credibilidad quela misma medicina.

La formación de nuestros médicos era prácti-camente la misma que tenían los europeosdurante el siglo XV o la primera mitad del sigloXVI "...aspirante a médico tenía que conocer, yestudiar durante los cuatro o cinco años de sucarrera los Aforismos de Hipócrates, variasobras de Galeno, De usu partum, Métodomedendi y la Articella o Ars parva, el Canon deAvicena y algunos fragmentos de otros autoresárabes como Averroes y Razes. Esta es la base.. .de los estudios médicos en México, ya parafines del siglo, encontraremos el mismo esque-ma con muy ligeras variaciones." Sin embargo,una cosa era estudiar medicina y otra graduarsede médico. En aquel entonces muchos, por nodecir que la mayoría, eran bachilleres que se

* Extracto del libro Bitácora Médica del Doctor Falcón. Lamedicina y la farmacia en el siglo XIX, editado por Univer-sidadLa Salle, OFIL y Plaza y Valdés, México, 2000.

1 Somolinos d'Ardois, Germán, Capitulas de Historia Médi-

ca Mexicana. "Elfenómenodefusiónculturaly sutrascen- .

dencia médica", vol. 11,p. 112.

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decían cirujanos, cuando no eran más que sim-ples sangradores o barberos. Así que una cosaera el conocimiento de la medicina en sí y otraeran sus intérpretes. De ahí que Voltairecomentara que: "El arte de la medicina consisteen distraer al paciente, mientras la naturalezacura el mal"2 Y para entonces no estaba nadaerrado. "No obstante hubo médicos con estu-dios universitarios, cirujanos de calidad aproba-dos por el Tribunal del Protomedicato enEspaña; barberos sangradores de formaciónempírica, pero suficiente para la práctica diaria.Boticarios, no siempre graduados, en generaltrapisondistas, que trajeron de cabeza a los visi-tadores del Cabildo. Ensalmadores, algunosalgebristas, curanderos y aficionados, unos conaureola de prestigio o santidad y otros conespíritu de la picaresca en el cuerpo."3y es quela medicina formal de aquel entonces es, enojos del siglo XX, una cuestión tan esotéricaque nos resulta más familiar el remedio caseroque la metodología científica de aquella época.Los médicos para externar un diagnóstico,primero observaban la condición, complexión ytemperamento de los enfermos, según la tradi-ción galénica. "[os coléricos son prestos y dili-gentes, los flemáticos flojos y perezosos, lossanguíneos, alegres y los melancólicos tristes"4.Ya establecido el temperamento del enfermohacían uso de sus conocimientos de astrologíapara saber la gravedad de la dolencia, así apli-caban las enseñanzas de Ptolomeo, Hermes yBethem. "Si en el principio la enfermedad estu-viere la luna en Libra en conjunción en Saturnoo Marte, es señal de muerte. Las enfermedadestienen principio, o las heridas y caídas sucedi-das en la conjunción de sol y luna, suelen serpeligrosas; mayormente si alguna de éstas tienesu principio antes de la conjunción u hora de laluna nueva, que todo es uno mismo."5 No con-tentos con eso había que ver la época del añoen que caía enfermo el paciente, pues tambiéncontribuía a corroborar el temperamento y porende la cura. Así: "En marzo, abril y mayo, quees el verano, reina en el cuerpo humano la san-gre. En junio, julio y agosto, que es el estío, lacólera. En septiembre, octubre y noviembre,

2Baños Urquijo, Francisco (comp.), Florilegio médico mexi-cano, p. 17.

3

Somolinos, Op. cit., p. 142.

4 Baños Urquijo, Op. cit., p. 14.5 Ibidem.

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.--

que es el otoño, reina la melancolía. Y endiciembre, enero y febrero, que es el invierno, la

flema."6 Ya establecida la época, había que vera qué hora del día había comenzado la dolen-cia, para poder afinar el origen y evolución delmal. "Y así mismo en el día natural de veinticua-tro horas reinan en el cuerpo humano estoscuatro humores, porque desde las tres de lamañana hasta las nueve de la mañana, la có-lera. Y de las nueve de la mañana hasta las tresde la tarde, la sangre. Y desde las tres de latarde hasta las nueve de la noche reina la me-lancolía. Y desde las nueve de la noche hastalas tres de la mañana, la flema. Y así veremosque los buenos médicos se informan a qué horacrece o mengua el accidente o calentura quetiene el enfermo para juzgar bien la enfermedady de qué humor es causada."7

Caminado todo este trayecto se llegaba a lapeor parte, el diagnóstico y la terapéutica, sibien el pobre del enfermo se sentía mal, con lamedicina se iba a sentir peor. Las medicinasdebían ser clasificadas en húmedas, secas,calientes y frías, y servían para equilibrardebidamente los excesos y las carenciashumorales. Si tuviere ronchas, le sangran de lavena de todo el cuerpo y darle un sudor con yer-bas calientes, como la sábila, maguey, eneldo.Para el dolor de cabeza, un sahumerio delcopal. Contra el dolor de vejiga o riñones, unaspiedras calientes colocadas en la parte afecta-da. Para la diarrea un pulque. Para la calor y lasangustias la izeleua cruda, molida y revueltacon agua, que actuaba como vomitivo. Las san-guijuelas eran como la aspirina de la época, seusaban para cualquier mal y ocasión, tan popu-lares llegaron a ser que la lírica callejera lesdedicó el siguiente versito:

"A mí me duelen las muelas;Mi hijo tiene tabardillo;Papá se quebró un tobillo.Pues a todos sanguijuelas"8

Para las amputaciones se usaba la mandrá-gora como anestésico, teniendo el cuidado deno darle de más al enfermo, pues moriría de

6 Ibid, p. 20.

7lbid.

a Ibid. p. 48.

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envenenamiento y cuando se daba lo adecua-do, había que volverlo de inmediato a sus cincosentidos por medio de un vomitivo o friegas enel cuerpo. Así, el anestesiado era obligado avolver en sí y a sufrir no sólo el vómito o las frie-gas, sino los dolores de la amputación. Anteestos remedios no quedaba más que volver lavista al cielo y depositar la fe en todos los san-tos, los que resultaban el recurso más seguropara recuperar la salud, pues si bien ponerse enmanos de un galeno era un riesgo, el milagroera, sin peligro alguno, la mejor solución. De ahíla popularidad que gozaban muchos santos yque fungieran como especialistas de la medici-na, pues había santos para cada uno de losmales.

"San Cristóbal y santo Domingo Loricano,eran abogados magníficos para el dolor decabeza; san Eusebio Samosetano, para lasjaquecas; san Javier para las pesadillas y lograrun buen sueño; santa Ludovina secaba el ca-tarro; santa Apolonia y san Francisco Javierextinguían el dolor de muelas; santa Lucía y sanTobías los males que caen a los ojos, y para losriñones era inmejorable san Zoilo; san AndrésAvelino sosegaba los ataques; san Juan Canciodábale fin a las úlceras y a la tisis másgalopante; san Luis Beltrán y san Gonzalo deAmarante volvían sanos a los atacados del terri-ble cólera; san Bernardo hacía que tornara elapetito; contra el hambre no tenían rivales tantosan Nicolás Tolentino como santa Tiricia y losReyes Magos; san Bias daba remedio inmedia-to a las enfermedades de la garganta; san Anto-nio de Padua hacia a los tullidos de veolcísimaandadura; san Pedro Tomás extinguía eltabardillo más pintado que un cuadro deEchave, el viejo; las tercianas y cuartanas serendían al benéfico influjo de san Alberto; sanJuan de Dios volvía a meter en quicio a los quecon la locura perdieron el entendimiento."

Las enfermedades que causaban mayor mor-tandad en México, sin tomar en cuenta lasepidémicas, ya que éstas se llevaban la esta-dística por delante, fueron: "1° la pleuresía ypulmonía; 2° diarrea; 3° disentería; 4° eclamp-sia; 5° fiebre tifoidea; 6° tisis pulmonar; r

9 Ibid. p. 65.

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apoplegía; 8° hepatitis, y 9° enfermedades delcorazón"10

Este era el Gólgota de cualquier enfermo querecurriera a los médicos, sin mencionar lassituaciones de extrema necesidad como cuandose soltaban las epidemias; que no fueron pocas,contra las que no había, remedio, santo, o pro-cesión que salvara a nadie.

El Códice De la Cruz-Badiano nos relata losmétodos de diagnóstico de la medicina indíge-na, que ahora nos parece más lógica y menoselaborada que la clásica, al menos más.atentosa la observación y características del paciente.

"Un médico prudente puede pronosticar porlos ojos y la nariz del enfermo, si ha de morir oha de sobrevivir. Por lo cual, según su opiniónprobable, ojos enrojecidos, sin duda que sonsigno de vida; los pálidos y blancuzcos, indiciode salud incierta...lndicios de muerte son: uncierto color de humo que se percibe en mediode los ojos.. ."11

La enseñanza de la medicina cambió hastala época de la independencia, y gracias a ellose volvió hacia un patrón académico más cientí-fico o al menos más tendiente a la cientificidad.Así, después de la supresión de la Real y Ponti-ficia Universidad de México, en 1833 se re-abrieron nuevamente los programas académi-cos con materias más enfocadas al arte médicoy menos teológicas y humanísticas. Se intro-ducen como parte de las materias la física ylaquímica, que antes se estudiaban sólo en elColegio de Minería, obligando así al médico aconocer la parte referente a la química aplicadaa la farmacia, e iniciando así esta materia comouna parte esencial del arte de' la medicina. Y esque: "Recién concluida la conquista, el ejerciciode la farmacia tuvo que ser posterior al de lamedicina; se comenzó por usar simplemente lasplantas y demás producciones del jardín deOaxtepec, para hacer las primeras prepara-ciones farmacéuticas que en su hospital seusaron. Por lo mismo, empezó su ejercicio enmanos del más absoluto empirismo. Las cáte-dras de Farmacia no llegaron a existir en la

10 De Gortari, Hira y Regina Hernández, Memorias y en-~uentros: La Ciudad de México y el Distrito Federal (1824-

1928), vol. 111,p. 302.

11 Ibid, p. 20.

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Nueva España ni en la naciente República; losboticarios no tuvieron escuela ni estudios;adquirirían esa profesión con sólo una prácticade cuatro años; y en los últimos tiempos apenassi mal seguían en el Jardín Botánico de Palacioun curso de cuatro meses de botánica, yalgunos (rarísimos) solían tinturarse, dicen lascrónicas, en química, antes de presentar suexamen. Con tales conocimientos salían al ejer-cicio. Estando las ciencias físico-químicas en unestado de atraso absoluto, y la historia naturalguardando uno no menos lamentable, el profe-sor de farmacia, que ni siquiera así las estudia-ba, mal podía desempeñar dignamente en lasociedad el papel que le correspondía. Por esopermaneció la farmacia tan abatida aquí comoen otras partes, mientras tal estado guardarontan interesantes ciencias accesorias."12

En la ciudad de México el libro de consultaobligado para cualquier boticario que se precia-ra de tal, era la Farmacopea Matritense que,ordenada su publicación por Felipe 11en 1593,no vio la luz sino hasta 1739. Entre los produc-tos farmacéuticos que aconsejaba este textoencontramos como esenciales y muy impor-tantes: tela de araña, pene de toro lobo, víbo-ras, sapos y ranas, orina de vaca, pulmón dezorra, cola de tlacuache, caca de perro, lom-brices de tierra, estiércol de pavo real, enjundiade gallina y caca de negro.

La medicina comenzó a cambiar, en el sigloXVIII, gracias al espíritu científico de la ilus-tración y en el siglo XIX a causa de las guerrasnapoleónicas, ya que fue entonces cuandosurgíeron los grandes anatomistas y patologis-tas como Marie-Franyois-Xavier Bichat, NicolásCorvisart, Phillipe Pinel, Jean Reybard,Franyois Magendie o el mismo René TheophileLaennec entre otros, quienes con los heridos ymuertos de guerra tuvieron material de sobrapara experimentar y estudiar realmente al cuer-po humano. En México los cambios científicosque comenzaron en 1833 con la apertura de laEscuela de medicina, cambiaron radicalmentela enseñanza y los programas de estudio en losque se impartieron materias como: Farmaciateórico práctica, Anatomía descriptiva y pato-

12 Flores, Francisco, Historia de la medicina en México,vol. 1, p. 61.

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logía, Fisiología e Higiene, Patología externa,Operaciones y obstetricia, Patología interna,Materia médica, Medicina legal, Clínica externay Clínica interna.13 Pero el impulso realmentecientíficose percibió hasta que Gabino Barredaestableció el positivismo en México, a travésde la educación y quien trasladó a nuestro paísla corriente filosófica de Augusto Comte. Gra-cias a esto: "...el positivismo impulsó el desar-rollo de la ciencia en México. Pero al advertir elplanteamiento, podría decirse que quizá el pen-samiento científico y un cierto ambiente'ciencista' prepararon los medios para difundirel positivismo. Sin embargo, no podríamosexcluir lo uno de lo otro, y sí, en cambio, señalarque las condiciones para que pudieran desarrql-larse las distintas ciencias estuvieron determi-nadas por la estabilidad política y por la recu-peración económica, que no se habían dado ennuestra República durante los casi setenta

años de vida independiente.',14 Muchos y muynotables fueron los médicos que siguieron eimpulsaron las ideas de Comte: Gabino Barre-da, Francisco Díaz Covarrubias, José MaríaDíaz Covarrubias, Pedro Contreras Elizalde,Agustín Bazán y Caravantes, Antonio Tagle yAlfonso Herrera, entre otros.

Esta época fue, sin duda alguna, muy fértil encuanto a los avances científicos nacionales, o almenos fue la época de rompimiento con el sis-tema medieval que se seguía en nuestro país.Sin embargo, no es sino hasta finales del siglopasado cuando despuntó realmente el avancecientífico a nivel mundial, gracias a los des-cubrimientos de Pasteur, Koch y el resto decientíficos que aportaron una nueva visión a lamedicina e hicieron que sus avances fuerandramáticos.

La Bitácora del Doctor Falcón que es la queahora transcribimos, paleografiamos y acota-mos responde a este último momento de lamedicina nacional. Va aproximadamente desde1840 hasta 1872, es decir corresponde a latransición de las estructuras coloniales y a losprimeros pasos del positivismo. Y resulta impor-tante por ser un testimonio de lo que fue la me-dicina, la farmacia, la herbolaria, la patología y

13 Baños, Op. cit., pp. 36, 37.

14 Flores, Op. cit., vol. 1,p. XXXVIII.

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en última instancia un reflejo de la vida social ennuestro país, vista a través de las enfer-medades, comentarios y situaciones de unmédico de su época.

EL DOCTOR FALCÓN

"Y yo siempre parto deeste principio: que nada mando a mis enfermosque no tomaría yo en igual caso"

Dr. Falcón, Bitácora, p. 78.

Poco sabemos del autor de esta Bitácora, unascuantas referencias que éste hace de sí mismo,algunas fechas que cita e incluso recetaspropias. Su escrito no manifiesta tendenciapolítica ni preferencia religiosa, se constriñeúnica y exclusivamente a la materia médica. Nosabemos si profesó el liberalismo o el conser-vadurismo, si estuvo en favor de Santa Anna ono. Si simpatizó con las leyes de reforma o estu-vo en contra. Si el gobierno de Comonfort o elImperio le fueron favorables o contrarios. En finque encontramos a un científico que se dedicó alo suyo y que evitó emitir opinión política o reli-giosa, actitud que, en el apasionado siglo XIX,era muy difícil de tener.

Posiblemente estudió, hacia el año de 1833,en la recién abierta Escuela de Medicina, puesmenciona a algunos de los fundadores comosus maestros. De los primeros datos que tene-mos de él son su residencia en tierra calientehacia 1849, él mismo nos lo citó:

"Yo vi curaciones sorprendentes en latierra caliente donde es endémica esta enfer-medad [la diarrea]".

Vivió en Cuernavaca y posteriormente setrasladó a la ciudad de México, ya que en 1853o 1854, procuró sus servicios como médico a laleva que estaba "reclutando" el General AntonioLópez de Santa Anna. Para 1858, cuando Igna-cio Comonfort aplicó las leyes de Reforma y serealizó la exclaustración religiosa, nuestrogaleno atendió a las monjas del convento deRegina, en concreto a la madre MarianitaNoguera, que residía entonces, en la 2a. calledel Puente de laAduana núm. O,y a quien curódel temible cólera, con pequeñas dosis de ron.

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Articulo

Menciona Falcón la existencia de una her-mana a la que curó y pasó a ser parte del regis-tro que llevaba. Posteriormente se trasladó alpueblito de Mixcoac desde donde dio consultaa enfermos de los poblados de San Angel, Tlal-pan y Tacubaya. Luego residió nuevamente enla ciudad de México.

Entre los médicos contemporáneos que men-ciona en la bitácora tenemos al Dr. Hidalgo Car-pio, Dr. Lucio, Dr. Pascua, Pedro Montes deOca, y entre sus maestros a don Pedro Escobe-do, de quién dice:

"Este emplasto, desde que en la cátedra nos lorecomendó tanto dicho señor [Pedro Escobedo]lo he usado y usaré siempre, pues he visto todala vida sus bueno efectos yo lo uso desde el añode 1839"15Lo que nos dio una pauta para verque ya en 1839 estaba ejerciendo, y que susmentores fueron los que introdujeron la medici-na positivista. Como dijimos antes, posible-mente se formó entre las primeras genera-ciones de la Escuela de Medicina, la que tuvo elsiguiente cuerpo académico:

"...profesor de anatomía a GuillermoCheyne; de fisiología e higiene a Manuel Car-pio; a Ignacio Erazo de patología interna; aPedro Escobedo de patología externa; a IsidoroOlvera de materia médica; a Francisco Ro-dríguez Puebla de clínica interna; a Ignacio Tor-res de clínica externa; a Pedro del Villar deoperaciones y obstetricia; a Agustín Arellanopara medicina legal y a José Vargas para farma-cia."16Para ese entonces los requisitos para sermiembro de la Facultad de Medicina eran:"Tener treinta años cumplidos y seis de ejercerla profesión. Esto fue ya un paso de progreso;se acabó con el monopolio científico; se quitóuna supremacía que no tenía razón de ser, enlos tiempos que corrían y en plena República, aciertos títulos que bien pudiéramos llamar denobleza médica, y se acarreó la nueva era quese iniciaba en el año de [18]33.. .Ias atribu-ciones que aquella corporación tuvo a sucargo... formar su reglamento y sustituir al pro-tomeqicato en algunas de las pocas atribu-ciones que tenía al extinguirse -pues que según

15 Bitácora, Véase nota 848.

16 MartínezCortés, Fernando,La medicinacientíficay elsiglo XIX mexicano, México, FCE, p. 69.

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la nueva organización que se dio entonces atodos los tribunales, las demás pasaron a otrascorporaciones-, especialmente en las de veri-ficar los exámenes de las profesiones médicas

y anexas.,,17

Los textos a los que el doctor Falcón recurriócon más frecuencia para emitir sus diagnósti-cos y fórmulas fueron: ElAnuario de Bouchardaten primer lugar, el Anuario de Wahu en segun-do término y La Nueva farmacopea mexicana,amén de los recortes que encontraba en diariosde la época, de las recetas que le propor-cionaron por tradición oral y los remedios case-ros que aplicó. En aras de la curación delpaciente nuestro autor no se cerraba o restrin-gía al saber científico de la época, cualquierremedio que tuviera efectos probados lo aplica-ba o al menos lo acotaba. Así, la Bitácora, fuedesde un cúmulo de remedios caseros, fórmu-las, recetas magistrales, casos médicos, opin-iones científicas, propiedades de ciertas plan-tas, baños, enfermedades, noticias, epidemias,hasta las curaciones de los callos, la alopecia,o los dolores de cabeza. El texto escrito conuna intención personal, cuyo objetivo fue elcrear un Vademécum propio y rápido de consul-ta, que facilitara el diagnóstico. En este texto semezclaban las recetas de la farmacopea france-sa junto con la herbolaria popular, los tratamien-tos más científicos hasta las observaciones per-sonales en la cama del enfermo, en donde seconjugaban el conocimiento médico y la experi-encia propia del autor. Si bien el Doctor Falcónno fue positivista de nacimiento, sí llegó a tenerla influencia de esta filosofía. Su método cientí-fico basado en la observación se ve claramenteen los retratos que nos deja de los pacientes aquienes trata. Veamos un ejemplo:

"Una mujer de proporciones muy varonilque residía en su rancho a extramuros de Cuer-navaca, de 29 años de edad, de temperamentosanguíneo y constitución activa y mediana esta-tura"18Aquí ya tenemos al paciente descrito enedad sexo y condición, temperamento, actitud yestatus social. Primera observación sobre elfísico y carácter del paciente. ¿Qué le pasó aesta joven mujer? "... una mañana a las cuatro

17 Flores, Op. cit., vol. 11,pp. 206-209.

18 Véase Bitácora, "Cornada de un toro", p. 320.

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salió de su habitación para ordeñar a sus vacas,(por gusto, pues tenía criados suficientes que lohicieran)". Segunda observación, a qué horaocurre el accidente y nos aclara además que susituación económica pudo habérselo evitado. "Ycuando menos lo pensaba salió de repente untoro, quien dirigiéndose a ella la derribó al suelo(donde estaba sentada con un jarro en unamano y con la otra mano estaba cogiendo elpezón de la vaca) introduciéndola una de susastas en el abdomen por su parte inferior, y laarrojó a una grande distancia. Inmediatamentey con gran velocidad ella se levantó y viéndosecon sus intestinos fuera con mucha sangre fríalos envolvió en sus enaguas y echó a correrporque el toro de nuevo la seguía, a pesar de loque le llamaban la atención todos los de sufamilia, pero ese animal por fin la alcanzó y de.una fuerte cornada en la espalda la derribó alsuelo y le metió la asta entre los muslos a lolargo de los grandes labios del lado derecho,ocasionando una herida de cuatro pulgadas delargo sobre una y media de profundidad. Estadesgraciada permaneció tirada debajo del ani-mal por algún tiempo y la embestía furiosa-mente sin que nadie se la pudiera quitar y todostemían a cada momento que la atravesara departe a parte. Mas de repente ella se pudoescapar de debajo de la fiera arrastrándose ycorrió con extraordinaria velocidad y salvó unatapia..." Ya tenemos la tercera observación conheridas, profundidad de las mismas y estadotraumático. Ahora entra en escena el Dr. Fal-cón. "A mi llegada la encontré en su cama, pá-lida, sus vestidos empapados en sangre yhechos pedazos; los intestinos esparcidosalrededor y cubiertos de sangre y tierra, la caratoda arañada y varias contusiones en los bra-zos y en la cabeza." Viene ahora la Curación:"limpié los intestinos lo mejor que pude yobservándolos con atención noté que enalgunos puntos estaban rojos inyectados, seveían perfectamente los vasos con motivo de ladilatación de los intestinos por los gases quecontenían. Procedí a la reducción de los intesti-nos, lo que conseguí después de muy penososesfuerzos pues la masa de intestinos salidosera muy grande y fue indispensable cortar algu-nas porciones de epiplón que estaban dilacera-das y rotas en varias partes. La herida eratransversal situada a dos traveses de dedodebajo del ombligo de seis pulgadas de longi-*tud, un poco inclinada hacia la ingle izquierda,de manera que una porción de los músculos

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oblicuo externo e interno, todo el grueso delexterno pubiano del lado izquierdo, con unagran parte del derecho así como el peritoneo,se encontraban dilacerados, los dos extremosdel externo pubiano izquierdo estaban retraídosen el lugar de la división, una pulgada más quela piel que los cubría. Practiqué la reunión in-mediata por medio de la sutura entortillada,apliqué vendoletas de tela emplástica en losintervalos de la sutura y sostuve el todo con unvendaje de cuerpo; la enferma estaba muy débily estropeada, y había algo de calentura ycefalalgia. Prescripción = Solución de gomaendulzada con jarabe de naranja, dieta rigurosay atole. Reuní la herida del muslo con tiras detela". Hasta aquí aplicó lo que equivaldría a lasala de urgencias de cualquier hospital. Obvia-mente sin antibióticos -que aún no se des-cubrían- una asepsia bastante deficiente yesperando que la condición física del pacientehiciera todo lo demás. El seguimiento que el Dr.Falcón dio al caso fue diario, y así acotaba laevolución del paciente. "Día 2° de observación.La noche fue muy mala, la enferma estuvo agi-tada, inquieta y quejándose mucho, hoy el pulsoestá lleno y frecuente, la piel caliente, el vientresensible y meteorizado. Prescripción. Sangríade brazo, fomentaciones emolientes al vientre yla misma bebida." La dieta equivalente a lo queahora sería una dieta blanda, atoles y caldo. Alos ocho días la cicatriz ya se iba formando y alos diez y seis ya había cicatrizado, a los 18días se levanta la enferma completamentesana. A este seguimiento agregó el Doctor susreflexiones personales, sus temores y lo quequizá no se atrevió a mencionar siquiera a losfamiliares del enfermo. "Reflexiones. Lo quetemí inmediatamente que hice la primeracuración fue (como era muy natural) la peritoni-tis y ella indudablemente hubiera sobrevenido si

(como en otros tiempos se hacía) hubiera yolavado el intestino con vino, que no hubiera san-grado, y que en vez de bebidas gomosas,hubiera administrado tónicos y antiespasmódi-cos, entonces la enferma hubiera sucumbido,pues desde los primeros días amenazaba laperitonitis y cuales hubieran sido sus conse-cuencias. Cedió el mal a un tratamiento enérgi-camente antiflogístico y no fue necesario usardel mercurio al interior y al exterior. La robustezde la enferma, su valor a toda prueba y sobretodo su docilidad a todo lo que yo le ordenabacontribuyeron mucho al buen éxito de la

curación, pues de lo contrario acaso nada se

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hubiera conseguido". Estas observaciones degran valor nos explicitan la lógica para el diag-nóstico y el tratamiento a seguir. Medicina mila-grosa podríamos decir, cuando hoy día, todosestos casos se tratarían en quirófano de urgen-cias, con un equipo quirúrgico adecuado, con laasistencia de ayudantes y enfermeras, luegopasaría el enfermo a sala de cuidados inten-sivos hasta que finalmente llegara a su cuartoen donde lo atenderían, bien o mal, las enfer-meras de piso. Y el bueno del doctor Falcónprácticamente sin ayuda, sin quirófano, con sumaletín que contenía todo el instrumental de lasala de operaciones salva, a esa mujer. Épocasde la medicina heroica que hacían que el galenoactuara en las circunstancias más adversas,con lo más rudimentario, que tenían quepreparar sus propias medicinas y cuidar, comoacabamos de ver, personalmente del paciente.Si bien el contenido general de este documentoes de sí importante, los casos particularesgozan de un encanto singular, ya que en ellosvemos al paciente, sus dolencias, los tratamien-tos y la salud o la muerte y poseen un aire tanpersonal que acaba uno creando una empatíacon el médico, el paciente y el caso.

Las observaciones del Doctor Falcón de las

enfermedades son por demás interesantes, yaque toca dolencias que para nosotros resultandesconocidas y que actualmente ya no se oyennombrar, como la alferecía, el cólico miserere,la anafrodisia, el coqueluche, el corea o mal deSan Vito, la tisis, catarro pulmonar, jiotes,panarizo, gota serena, anasarca, garrotillo,coriza o romadizo entre otras. Entre los reme-

dios que cita, hay algunos que siguen teniendoel mismo principio químico que hoy día conoce-mos y otros que nos resultan completamentenovedosos en su aplicación; entre las plantasque menciona tenemos: Chirimoya, mandrágo-ra, toloache, flor de muerto, valeriana,ipecacuana, raíz de begonia, tabaco, romero,carrizo machacado, esparto, granada, semillasde acacia, jícama, yerbabuena, dalia, manzanil-la, diente de león, hierba de la princesa, floresde naranjo, flores de durazno, chautle, salvia,marrubio, mostaza, ruibarbo, canchalagua,doradilla, lechuga, chicoria, nenufar y agnuscastus, entre otras que son del dominio común ycuya aplicación, hoy día, sigue siendo lamisma.

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A las enfermedades a las que dedica másinformación son las epidémicas, el cólera es unejemplo de ello. Según la época, el cólera erauna enfermedad recurrente cada 11 años ycada 4 años. La epidemia, según el insignecientífico don Francisco Díaz Covarrubias,dependía de las manchas solares. "Las man-chas solares, como se sabe, están sujetas ados periodos de aparición, uno de 11,11 años,próximamente,que correspondea su mínimum,yotro de 4,77 años después de cada mínimum,que corresponde al máximum. Ahora, Jenkinshizo notar que: las máximas y las mínimas delas manchas solares corresponden a las máxi-ma y las mínimas del cólera."19 Según estospronósticos en el año 2000 se tendría otra epi-demia. Falcón no ajeno a las teorías de suépoca, también nos adelantó sus conclusiones:

"He reunido datos y resulta que: en elaño de 1833, del primer cólera que invadió a lacapital murieron de cólera once mil; en el añode 1850, murieron: siete mil, y en el año de1854, murieron tres mil, esto es, en cadainvasión cuatro mil menos".20

Los métodos para combatir esta mortal epi-demia fueron muchos y muy variados, lo quenos indica que ninguno fue el efectivo. Estosremedios iban desde el aceite de lavanda; lascucharaditas de ron o aguardiente; el arroztostado con cuerno de ciervo; el carbonato desosa con agua de yerbabuena y láudano;linaza, almidón yagua; pimienta de Cayena conesencia de yerbabuena y alcanfor, hasta losbaños y los ungüentos; en total sumabanveinte, de los cuales no se hacía uno. La enfer-medad albergaba en sí pocas esperanzas, y loque se hacía para aliviar la triste condición delenfermo era puro requisito, quizá nomás paradecir que: "Se le hizo la lucha", y la consulta nose fuera en blanco.

19 Flores, Op. cit., vol. 111,p. 280.

20 Falcón, Op. cit., p. 315.

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EL DOCTORBITÁCORA

RANGEL LAPEDRO y

"La suya es /a generación que, aferrándose alos principios formales del método positivo,siente la obligación de plasmarlo en hechosconcretos, de demostrar su consistencia, suoperabilidad;que insensiblementelo va tracandode método puramente intelectivo en métodoexperimenta/."

Francisco Flores, Historia de la medicina en México,

vol. 1 , p. LXII.

Las bitácoras del Doctor Falcón durmieron elsueño de los justos, entre el polvo y el aban-dono en el consultorio que fuera del Dr. PedroRangel Alcántara, médico del pueblo de Mix-coac, el que al morir las dejó como parte de suacervo bibliográfico personal. Ahí estuvieronhasta que un día el techo del consultorio colap-só y fue entonces cuando su hijo, el Dr. PedroPablo Rangel y Navas pidió a su nieto Dr. Car-los Roberto Rangel Vadillo, recogiera los librosque habían sido de su padre y que los conser-vara en aras de la profesión que los tres tenían.Así, entre,basura, excremento de paloma, tier-ra, vigas apolilladas, ratones y cucarachasfueron saliendo uno a uno los textos quepertenecieron al primero de los doctoresRangel, y así aparecieron los libros, el viejoescritorio de cortina, parte del instrumentalmédico, una vitrina de estilo eduardiano con unesqueleto articulado, -de nombre Atanasia-,con el que convivieron más de una generaciónde Rangeles que pasaron por la calle deRomeritos y Cuauhtémoc, -hoy Fragonard eIreneo Paz- en el pueblo de Mixcoac.

El año de 1848, México firmó los Tratadosde Guadalupe Hidalgo con los que perdió losterritorios de California, Arizona, Nuevo México,Colorado y Texas. "Una vez aprobado el Trata-do, Manuel de la Peña y Peña abandonó lapresidencia y el Congreso eligió al general JoséJoaquín Herrera, quien tomó posesión el 3 dejunio de 1848 y se estableció en Mixcoac mien-tras las tropas americanas evacuaban la ciu-dad. El 15 de junio los poderes federalesvolvieron a la ciudad de México."21Ese mismo

21 De Gortari Rabiela, Hira y Regina Hernández Franyuti, La:iudad de México y el Distrito Federal. Una historia com-

partida. México: DDF- Instituto Mora, pp. 28-29.

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año, el 25 de septiembre, nació Pedro RangelAlcántara, sus padres originarios de Pueblafueron don Agustín Rangel Toledo y doña Con-cepción Alcántara22, directora de una escuelaque, debido a las disposiciones de instrucciónpública que implantó Benito Juárez durante suúltimo periodo, en que estableció que los maes-tros y directores de escuelas que carecieran delos papeles que estipulaba la ley y que losacreditara como maestros, iban no sólo a perdersu trabajo, sino también la casa en donde habi-taban, ya que en aquel entonces a los directoresde escuela se les proporcionaba casa habi-tación. Doña Concepción que carecía de dichosdocumentos legales, se encontraba desespera-da, pues el plazo estipulado llegaba a su final;así, pidió al Santo Niño Perdido su ayuda paraconservar empleo y casa:

"Niño perdido, Niño graciosoA pedirte vengo como generosoQue esta pena que tengoMe la vuelvas g020"23

Solicitó el favor toda la noche, al día siguientese despertó con la noticia de que Juárez habíamuerto, a lo que doña Concepción exclamójubilosa: ¡Milagro del Niño Perdido! La señoraconservó su profesión, su casa y tiempodespués hasta logró su jubilación.24

El hijo de doña Concepción y don Agustín fuebautizado como Pedro Francisco de PaulaRangel Alcántara, aunque firmaba en un princi-pio como Pedro Rangel, sin embargo, cambiósu nombre a Pedro Pablo, cuando un ilustrebandolero homónimo de él, comenzó a seraparato publicitario y noticia en los diarios. Y unconocido del doctor le dio por recortar de losperiódicos cuanta nota salía del tristemente ce-lebrado ladrón, y enviárselas al galeno, con elafán, evidentemente, de molestarlo. Entonces,el doctor, decidió adoptar a san Pablo que se ce-lebraba el mismo día de san Pedro, y con estoevitar la coincidencia con el amigo de lo ajeno.

22

Datos proporcionados por las señoras Carmen y SusanaJuambelz Rangel el día 21 de febrero de 1999.

23 Datos proporcionados por la Maestra Ma. AntonietaRegangnon el día 27 de febrero de 1999.

24 Archivo personal de Pedro Rangel. Municipio de Mixcoac.

Recibo de la pensión de doña Concepción Alcántara, por$30.00 mensuales. 1 f. 10 de junio de 1899.

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La infancia y juventud de nuestro biografiadotranscurrió durante los años más críticos de lahistoria de México, pues abarcó los últimos pe-riodos de actividad política de Santa Anna, losgobiernos de Juan Álvarez, Ignacio Comonfort,Benito Juárez, Zuloaga, el imperio de Maximi-liano y la restauración de la república. Sus añosuniversitarios coincidieron exactamente con elúltimo gobierno de Juárez y los primeros añosdel Licenciado Sebastián Lerdo de Tejada.

Estudió en la Escuela de Medicina de la Uni-versidad, cuando el año de 1868, el presidenteJuárez: "...ordena, de acuerdo con la LeyOrgánica de la Instrucción Pública en el DistritoFederal, que la carrera de medicina se curse encinco años." Siendo el director de la Escuela eleminente Dr. Leopoldo Río de la Loza, impulsorde las cátedras de física y química, y como se-cretario Luis Martínez del Villar. Para el año de1869 se estableció como requisito de la escuelala presentación de tesis. "El tema escogido parala tesis manuscrita o impresa del alumno, nopodía ser cambiado 'si no por muy justasrazones', teniendo que registrarse en la Secre-taría de la Escuela al realizar la inscripción alúltimo año de estudios." Así, la formación médi-ca bajo la que estudiaron estas generacionesfue la del positivismo, cuyo más grande impul-sor en México fue el doctor Gabino Barreda ysus alumnos Porfirio Parra y Luis E. Muñoz.Pedro Rangel obtuvo su título de médico ciru-jano el año de 1874 con la tesis en obstetricia:Distocia por malas presentaciones y manera decorregirla, dirigida por el Dr. Juan María

Rodríguez.27Si bien sus padres no eran gentede recursos, tal vez el haber tenido a una madrededicada al magisterio, sirvió para que Pedro,con gran tenacidad y esfuerzo, concluyera susestudios de medicina, ya que había veces queestudiaba hasta debajo de los faroles de lacalle.28

25 Castañeda, Carmen (Coord.), Catálogo de tesis de me-

dicina del siglo XIX, México: CESU-UNAM, 1988, p. 20.

26 Ibid, p. 18.

27 Ibid,p.28.28

Datos proporcionados por el Sr. Javier Gutiérrez Beteta.

2 demarzode 1999.

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Don Pedro casó en primeras nupcias conConsuelo Chapela, aproximadamente el año de1881, con la que tuvo una hija: María RangelChapela, quien nació en 1882. Radicaron en elcentro de la ciudad en los altos de la Botica deNuevo México, que era del señor Benjamín Liz,compadre del doctor; el establecimiento seencontraba en las calles de Artículo 123, entreDolores y José María Marroquín. En aquelentonces las boticas siempre contaban con unconsultorio médico. La botica no sólo era elexpendio de medicinas, sino la antesala de lavisita médica, el punto de reunión para la com-pra de perfumería y esencias o la compra debolitas de naftalina para que no se apolillara laropa. "Había en las boticas de mis tiempos-escribió Guillermo Prieto- la piadosa costum-bre de dar medicinas gratis a los pobres, mien-tras duraba el toque de las ánimas a las ocho dela noche. Entonces eran los pedidos de ungüen-to amarillo para un grano, agua cefálica para lasmuelas, tripa de judas, aquilón gomado,cuernecillo para los alumbramientos, cuerno deciervo, flor de ganado; sin que dejara de obse-quiar el galante farmacéutico a las muchachasbonitas y los niños con trocitos de azúcar candeo con codiciados tamarindos, con un puñito dealhucema para sahumar la ropa o unos trocitosde muitle, salvia para evitar el insulto a un abue-lo. Por último, el boticario era al médico lo queel dependiente de juzgado o tinterillo al licencia-do. Recibía consultas, enderezaba entuertos,se iniciaba en secretos, disfrazaba deslices, y alniño chico y la niña con sueño y desgano, laesposa estéril, el fraile destanteado y el tene-broso beato, tenían su tesoro en las confiden-

cias y drogas del boticario." 29

El matrimonio Rangel Chapela duró pocotiempo ya que Consuelo enfermó de tuberculo-sis, y a pesar de los medicamentos y la ali-mentación rica en lácteos tuvieron que tomarsemedidas más radicales y buscar un clima mássano para la paciente, que aliviara su condiciónen un ámbito más saludable, y como a la ciu-dad de México le "llegaba el perfume de las flo-res de Tacubaya, de Mixcoac y de San Ángel

29 De Gortari, Hira y Regina Hernández (comps.) Memoriay encuentros: La ciudad de México y el Distrito Federal(1824-1928), vol. 111,p. 252.

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hasta el centro de la capital."30 Don Pedrodecidió mudar a su mujer a Mixcoac y para ello,compró al Sr. José Banderas, que era dueño decasi todo el pueblo, un lote de media manzanaen lo que fueron los maizales de San Nicolás,en donde construyeron una casa en la calle deCuahutémoc núm, 68. Ahí se trasladaron paraque Consuelo se recuperara con aires bonda-dosos. En aquel entonces este poblado contabacon la cabecera que llevaba el mismo nombre ylos barrios de San Juan Maninaltongo, SantaCruz Tlacoquemeca, la Candelaria, Tecoyotitla,Atepuzco, Actipan, la hacienda de San Borja,que pertenecía también a los Banderas, los ran-chos de Castañeda y San José, y el molino deRosas. Este pueblo, al igual que Tacubaya, SanÁngel y Tlalpan fue un lugar de veraneo, que secaracterizó por las grandes casonas, los sem-bradíos, las muchas lad,rilleras entre las quedestacaban las del Seboruco y la Guadalupana,lo fresco y saludable de su clima y las muchashuertas, pues "había muchos árboles de peras,manzanas, moras y venían a comprar flores de

allá del centro",31 Sin embargo, el acceso alpueblo era de caminos de terracería, que con lamenor lluvia se hacían prácticamente intransita-bles.

No obstante el cambio a esta población, elfatal desenlace de Consuelo no tardó ensobrevenir. Don Pedro quedó viudo y con unaniña. Poco tiempo después entabló noviazgocon Ana María Navas y Domínguez, que era deuna familia radicada en Tlalpan que se dedica-ban al cultivo del maguey pulquero. Estarelación de un hombre de 45 años con unamuchacha de 29 fue muy mal vista por doñaMaría Domínguez de Navas, descendiente delilustre regidor de Querétaro, don MiguelDomínguez. La oposición de la madre de AnaMaría a este matrimonio fue definitiva, ya que lamuchacha estaba destinada a cuidar a su pro-genitora; sin embargo, en octubre de ese mismoaño, falleció dicha señora y un mes después, el22 de noviembre de 1890, don Pedro y AnaMaría32,se casaron, ella de luto riguroso, salvoel blanco ramo de azahares. Y se fueron a vivir

30 Pensado, Patricia y Leonor Correa. Mixcoac un barrio enla memoria, México, Instituto Mora, 1996, p. 19.

31 Ibidem.

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a Mixcoac, en donde habitaron los cuartosbajos de la casa, mientras la adaptaban a susnecesidades.33

En este ambiente campestre comenzó a cre-cer la familia Rangel Navas, los nueve hijos quenacieron de esta unión fueron: Ana, Concepción,Pedro Pablo, Agustín, Francisco, Víctor,Carmen, Guadalupe -que murió de meses- yAlfonso.

La estancia del doctor en el pueblo de Mix-coac fue definitiva, para él y para el poblado, yaque su vida como científico se vio complementa-da con su actividad política. En 1892 fue invita-do a participar en la Comisión de panteones delpueblo, por el entonces presidente Municipal,Tomás Reyes Retana, y un año después fueelecto regidor de aguas y encargado de todo elproblema que causaba el abasto del líquido a lapoblación, trabajo que le llevó bastantes años yque comenzó con los pleitos del dueño de lahacienda de San Borja, sobre los derechos delagua de la presa de Mixcoac. Posteriormente sevio la necesidad de entubar el agua y don Pedrotambién fue parte importante de este proyecto.En 1894 fue miembro del proyecto que seencargó de reglamentar el alumbrado de faros,que en 1900 cambió al alumbrado eléctrico quetambién tocó al Dr. Rangel. En 1895 tramitó yreglamentó la construcción del rastro municipal.y para 1900, el poblado de Mixcoac adquirió unterreno para la construcción del mercado en elbarrio de Atepuxco. La primera piedra la colocóel Capitán primero de ingenieros y Jefe del esta-do mayor presidencial, Félix Díaz, firmaron elacta el Presidente Municipal Patricio L. León, yPedro Rangel como testigos. Al mercado se lellamó Félix Díaz y fue construido por el con

32Las versiones sobre este matrimonio son contradictoriasentre los informantes. Una de ellas dice: Eran noviosdesde la infancia, hecho difícil por la diferencia de edadentre ambos. Otra versión dice que la madre de AnaMaría, en el lecho de muerte, le pidió al doctor Rangel secasara con su única hija para que no quedara desam-parada. Y la última versión es la que citamos en el texto.la verdad es que el doctor viudo y con una hija de 6 o 7años necesitaba una madre para la niña y una esposapara él.

330atos proporcionados por la Srita. María AntonietaRegagnon. 27 de febrero de 1999.

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A rlíclI/o

tratista Ricardo Carlos Bateman. Para 1903,Mixcoac, "quedó ya como municipalidad inde-pendiente de Tacubaya, según la Ley de Orga-nización Política y Municipal del Distrito Fede-ral, conservando los límites señalados pocosaños antes." En 1901 tramitó nuestro biografia-do la construcción de terraplenes para el pasodel tranvía. En 1903 viajó a San Louis Missourirepresentando a la Delegación mexicana queasistió a la Exposición mundial, y ese mismoaño fue electo Concejal y ratificado en su cargopor el presidente de la República, general Por-firio Díaz, función que desempeñó hasta 1908,en que fue electo Presidente Municipal, cuandoprecisamente: "la urbanización moderna em-pezó a darse.. .cuando se inició el fracciona-miento de la colonia del Valle en los terrenos deranchos antiguos como el de Los Amores."Entre las tareas que desempeñó en su cargo, letocó la instalación del alumbrado de la fachadadel Palacio municipal, y seguir tramitando elabasto de agua a los vecinos; la preparación yparticipación de los festejos para el centenariode la independencia. Empedró las calles delpoblado utilizando como mano de obra a losreos de la prisión y reforestó con truenos lazona, algunos de los cuales aún sobrevivenhasta nuestros días, y que todavía recuerdanlos vecinos: "Había una característica que meencantaba en las calles de San Juan, Rodin,Millet, Rubens, Holbein, Fragonard: estabancubiertas de árboles de trueno, y en este tiempoera un olor maravilloso, porque cuando se mojala florecita blanca del trueno al llover, despide

un olor muy bonito.,,36

Don Pedro, conservó siempre su consulta enla Botica de Nuevo México, así que diariamentese transportaba de Mixcoac a la ciudad de Méxi-co, pues ya se había acreditado como médicode la capital y su consulta siempre lo esperaba.Como médico atendió a las religiosas que vivíanen el poblado: como las reparadoras, teresia-nas, concepcionistas, y a los padres de la igle-sia de san Juan. Con esto decía: "Pagaba eldiezmo", ya que no les cobraba un centavo. No

34 Pensado, Patricia, Op. cit., p. 18.

35 Ibidem.

36 Ibid, pp. 19-20

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obstante ser juarista37, su religión fue la católica,y lo demostró cuando la persecución religiosa,en que abrió las puertas de su casa para queahí enseñaran las religiosas que habían saca-do de su convento. Y una hija suya, Ana casadacon Antonio Regagnon las asiló en su casa.Según testimonio de Ángel Hernández vecinode Mixcoac: "Había muchos hombres también,muchos que dijeron: 'Vamos a cuidar que no selleven a nuestras monjitas, que no toquen elcolegio, no tienen que molestarlas'. Y al grito de:

¡Viva\Cristo Rey! Sacaban lo que llevaba: pisto-la o puñales grandes, armas de filo."38 Estecapítulo de la historia se vivió muy intensamenteen Mixcoac, debido a la cantidad de conventos yal arraigo de las religiosas.

Además de su profesión de médico y políti-co, fue cronista taurino y firmaba con el seudó-nimo de P. Orín.Y era bastante leído y comenta-do entre los aficionados a la tauromaquia. Sufiliación política fue la portirista ya que fuesocio del Círculo porfirista de Mixcoac, y comomédico, miembro fundador con el número 5 dela Asociación Médica Mexicana. Mantuvo estre-cha amistad con el Dr. Vértiz, Portirio Parra,Eduardo Liceaga, Dr. Lucio, con Guillermo Prie-to tenía un vínculo tan estrecho que el ilustre

escritor lo trataba de herman039. Entre sus pa-cientes y amigos estaban el industrial Carlos B.Zetina, don Pedro Rincón Gallardo, Gobernadorde la ciudad de México, Rodriga Limantour, her-mano de José Yves Limantour, Secretario deHacienda, Felipe Martell, dueño de las casas dejuego de Tacubaya, Marte R. Gómez, IgnacioBanderas, todos ellos habitantes permanentes otemporales de Mixcoac.

37 Las versiones de los entrevistados se contradicen

mucho. Parte de la familia dice que no era juarista decorazón; tanto así, que tenía un retrato de benito Juárez,que ahora se encuentra en casa de uno de sus hijos.

38 Pensado, Patricia, Op. cit., p. 77.

39 Archivo Pedro Rangel Alcántara. Municipio de Mixcoac.Foto autógrafa dedicada a Pedro Rangel por GuillermoPrieto, que dice: "A mi hermano Pedro Rangel". GuillermoPrieto. México, 28 de noviembre de 1885.

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Murió don Pedro, el 6 de mayo de 1934, a laedad de 86 años. La historia del doctor Rangelabarcó toda una época de la historia mexicana,desde Santa Anna hasta Lázaro Cárdenas, unavida dedicada a su profesión, a cumplir al pie dela letra su juramento Hipocrático, velar por sufamilia, sus pacientes y por el bienestar delpueblo de Mixcoac.

La Bitácora del Dr. Falcón le pudo haber lle-gado por varios caminos: el primero, y por elque más nos inclinamos, fue que recibió partede los libros que fueron de la biblioteca del Dr.Nicolás Ramírez de Arellano, entre los que lle-garon tesis impresas y autografiadas a estemédico por el Dr. Liceaga, la colección completade Gacetas médicas desde 1869. Otra fue quealgún paciente se los regalara como agradeci-miento o como un libro que a él no le valía grancosa, que lo comprara o que lo recibiera enpago de una consulta. ¿Cómo fue a dar ahí? Loignoramos, el caso es que ahí se conservó gra-cias al lema familiar, "Todo se aprovecha y nadase desperdicia", y para el año de 1972, cuandose desplomó el techo del consultorio, el únicohijo médico del Dr. Rangel, Pedro Pablo, regalóesta valiosa biblioteca a su nieto, también médi-co, para que salvaguardara la memoria galénicade su antecesor.Así esta bitácora ha pasado demano en mano y se ha conservado, gracias aque siempre ha existido ese celo profesional deque las cosas de un médico queden en manosde otro.

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