Spleen, tedio y ennui. El valor indiciario de las emociones en la literatura del siglo XIX1

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    Revista de Literatura, 2012, julio-diciembre, vol. LXXIV, n.o148,pgs. 473-496, ISSN: 0034-849X

    doi: 103989/revliteratura.2012.02.310

    Spleen, tedio y ennui.El valor indiciario de las emociones

    en la literatura del siglo XIX1

    Mara do Cebreiro Rbade VillarUniversidad de Santiago de Compostela

    RESUMEN

    El artculo se propone explorar las implicaciones semnticas del concepto de tedioa travsde un anlisis comparado de la novela Flavio, de Rosala de Castro, y del cuento The Man ofthe Crowd, de Edgar Allan Poe. Al igual que el spleen y el ennui, el tedio hispnico es unconcepto emocional indisociable de la dinmica industrial instaurada en la ciudad moderna. Eneste sentido, puede leerse como sntoma de una profunda modificacin en el horizonte estticoy sociolgico de la narrativa en la segunda mitad del siglo XIX.

    Palabras Clave:Literatura comparada, Historia de las emociones, Edgar Allan Poe, Char-les Baudelaire, Rosala de Castro, Flavio, The Man of the Crowd.

    Spleen, tedio and ennui.The Evidential Value of Emotions

    in XIX Century LiteratureABSTRACT

    This article explores the semantic implications of the concept of tedio through a compara-tive analysis of Rosalia de Castros novel, Flavio, and Edgar Allan Poes tale, The Man of theCrowd. Like spleen and ennui, hispanic tedio is an emotional concept inseparable from the

    industrial dynamic of the modern city. In this sense, it can be read as a symptom of the pro-found modification of aesthetic and sociological aspects of narrative which took place in thesecond half of the XIX century.

    Key words:Comparative Literature, History of Emotions, Edgar Allan Poe, Charles Baude-laire, Rosala de Castro, Flavio, The Man of the Crowd.

    1 Artculo vinculado al proyecto de investigacin Un anlisis de la obra narrativa deRosala de Castro: fundamentos tericos y metodolgicos (10 PXIB 204 239 PR), del PlanGallego de Investigacin de la Xunta de Galicia.

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    Reinhardt Koselleck, principal terico de la denominada historia de los

    conceptos (Begriffsgeschichte), mostr en su obra la importancia de examinarlas implicaciones semnticas e ideolgicas del lxico en la emergencia de lamodernidad (Koselleck, 2002). Los estudios literarios podran beneficiarse deuna de las principales enseanzas de la Begriffsgeschichte: la historia es unaconstruccin compleja en la que a menudo los fenmenos se entretejen de unmodo sutil con las palabras. Afirmar que la historia no slo se compone dehechos, sino tambin de conceptos, obliga a examinar con detalle el sustratode conocimiento y experiencia que cobra forma en la expresin verbal, y deun modo privilegiado en la expresin literaria. Con los nombres deSchwer-mut, spleen, tedio, noia, mal de vivre, kedsomhed, Langweiteo ennui la lite-

    ratura de los siglos XVIII y XIX reconoci una forma emergente de sensibi-lidad parcialmente diferenciada de la melancola. Situado a medio camino entrela tristeza y el aburrimiento, el tedio nombra un continuo emocional y estti-co estrechamente vinculado al mal de siglo y a la conciencia de la moderni-dad2. En su estudio sobre el ennui, George Steiner reconoca la complejidadlxica y semntica del concepto:

    El motivo que quiero precisar es el del ennui. Aburrimiento no es una traduc-cin adecuada, ni tampoco Langweite, excepto, quiz, en Shopenhauer; la noiase aproxima mucho ms. Tengo en mente mltiples procesos de frustracin, dedsouvrementacumulativo. Energas rodas hasta la rutina a medida que aumentala entropa. El movimiento o la inactividad repetidos, cuando se prolongan losuficiente, segregan un veneno en la sangre, un torpor cido. Letargia febril; lanusea amodorrada (descrita con tanta precisin por Coleridge en la BiographiaLiteraria) del hombre que falla un escaln en la escalera: hay muchos trminos eimgenes aproximados. El uso del spleenpor Baudelaire es el que ms se aproxi-ma: transmite el parentesco, la simultaneidad de la espera exasperada, vagapero de qu? con el desgarro gris (Steiner, 1977: 20).

    El fragmento citado nos previene del riesgo del nominalismo. Es tal lariqueza de las connotaciones asociadas a este conjunto sensible que tratar decaracterizarlo implicar antes un ejercicio de analoga que un ejercicio dediscriminacin. Desde el punto de vista etimolgico, la palabra ennuiha sido

    emparentada con la expresin latina esse in odio3. Por su parte, spleen espalabra de origen ingls, a su vez procedente del griego antiguo splnsple-n,trmino mdico relacionado con la teora de los humores corporales. Debe to-marse en consideracin, adems, que los trminos spleeny ennui, a pesar de

    2En relacin con la melancola, es ya clsica la monografa de Klibansky, Panofsky ySaxl (1964), aunque su tratamiento iconolgico de la acedia ha sido parcialmente objetadopor Agamben (1977). La melancola ha sido vista tambin como forma discursiva (Huguet,1984). Desde el punto de vista de la filosofa esttica, resultan valiosas las monografas deBartra (2004) y de Svendsen (2006).

    3Vase Kuhn (1976: 5). La importancia del ennuien la literatura occidental ha llevadoa algunos autores a elegirlo como marcador historiogrfico (Jonard, 1998).

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    su origen respectivo, son a menudo intercambiables en los autores de habla

    inglesa y francesa.Por analoga haba procedido Ramn Joaqun Domnguez, cuando en suDiccionario nacional o gran diccionario clsico de la lengua espaola(1848)estableca un paralelismo semntico entre el tedio y el spleen, vinculadosambos al cansancio moral y al desprecio por la vida. En los estudios litera-rios ingleses y franceses el anlisis de estos trminos y de los conceptos a ellosasociados ha permitido dibujar el clima intelectual y sentimental de determi-nadas pocas. Del mismo modo, una caracterizacin del tedio hispnico pue-de ayudar a revelar algunas de las implicaciones histricas y estticas de laliteratura del siglo XIX, explorando los valores que le han sido asignados por

    algunos autores y el modo en que los sentidos que porta lo convierten en sn-toma de un determinado momento cultural4.De las citadas reflexiones de Steiner es posible inferir, adems, que el spleen

    de Baudelaire es una de las formas literarias ms afortunadas de la gama deemociones a la que estamos aludiendo, tanto por su capacidad de condensacincomo por su valor histricamente indiciario5. Al reconocimiento de la centrali-dad de Baudelaire en el canon de la literatura y de la sensibilidad moderna hacontribuido, sin duda, la obra del crtico Walter Benjamin, responsable directode una serie de lecturas que vinculan el spleeny el ennuicon las condicionespropias de la ciudad industrial6. El tedio, afeccin de naturaleza urbana, sera la

    enfermedad propia del paseante (flneur), que ya no es capaz de procesar la vidametropolitana como un todo, sino como un complejo mltiple y fragmentariode sensaciones. Del mismo modo, los nuevos ritmos urbanos originaran unaprofunda modificacin de los lmites perceptivos del sujeto. El tedio experimen-tado por el flneursera al mismo tiempo causa y consecuencia de una profun-da crisis de la sensibilidad moderna, que la literatura expresa a menudo bajo laforma de un embotamiento sensitivo. La figura del paseante melanclico ha dadopaso a valiosas reflexiones en mbitos tan diversos como la crtica de la mo-dernidad, la sociologa de la cultura, la teora esttica, la historia de las emo-ciones, la cartografa cultural o el urbanismo.

    4Entendida la ficcin, al modo del segundo Wittgenstein, como un tipo especfico dejuego de lenguaje, la vecindad semntica entre el tedio, el spleeny el ennuipermitira ha-blar de un aire de familia entre estos trminos. Vase, para los conceptos de Juegos delenguaje y aire de familia Wittgenstein (1988).

    5En esta lectura del tedio como sntoma o indicio de la modernidad me atengo en bue-na medida a lo que Carlo Ginzburg (1989) ha venido denominando paradigma indiciario.

    6Walter Benjamin analiz el spleen en Sobre algunos temas en Baudelaire (1939),Zentralpark (1940), El Pars del Segundo Imperio en Baudelaire, as como en los cap-tulos dedicados a Baudelaire y al spleen en el inacabado Libro de los Pasajes(1927-1940).Pero el desarrollo de las categoras melanclicas en la obra de Benjamin, y su vinculacincon los escenarios metropolitanos y con la figura del flneur, deben tambin mucho a suslecturas de Poe. Vase, a este respecto, Cunningham (2009).

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    A travs de un anlisis comparado de algunos textos de Baudelaire, Ed-

    gar Allan Poe y Rosala de Castro, tratar de mostrar el fondo comn que, pesea las diferencias lingsticas y culturales, late en ciertos autores de la segun-da mitad del siglo XIX. Esta mirada de conjunto, proyectada sobre un mbi-to literario supranacional, pretende reforzar una concepcin historiogrficamenos dependiente de las dinmicas de explicacin basadas en los conceptosde influencia, adelanto o atraso. El surgimiento de un lxico emocional co-mn al corpusexaminado muestra, por una parte, que la articulacin de nue-vas experiencias sensibles puede ser leda como un sntoma de las nuevascondiciones vinculadas al proceso histrico de la modernidad y, por otra par-te, que la respuesta literaria a estas condiciones fue en buena medida, y a pesar

    de las diferencias de matiz, un fenmeno de carcter global.Una perspectiva como esta pretende reforzar, adems, la necesaria reubi-cacin de la produccin narrativa de Rosala de Castro, tarea crtica de la queen los ltimos aos han participado especialistas como Catherine Davies,Kathleen March, Lou Charnon-Deutsch, Susan Kirkpatrick o Marina Mayo-ral. Mayormente conocida y valorada como poeta, las novelas de Rosala deCastro siguen demandando un proceso de actualizacin crtica que reconozcasu papel en la forja de una nueva sensibilidad, en buena medida ya distantedel romanticismo. Lo cierto es que la dedicacin de la autora a la narrativano fue un empeo marginal. As lo demuestran obras como La hija del mar

    (1859), Flavio(1861),Ruinas(1866), El caballero de las botas azules (1867)y El primer loco (1880), estampas costumbristas como El cadiceo (1866),relatos breves como Conto gallego(1903) y otras incursiones prossticas, porveces no ajenas al marco ficcional del relato epistolar como Las literatas(1865). Debido a su carcter en cierta medida descentrado con respecto alcanon del XIX hispnico, las novelas rosalianas permiten problematizar cate-goras crticas fundacionales de la historiografa decimonnica tales comoromanticismo, realismo, costumismo o, en el plano de los gneros li-terarios, novela sentimental y folletn.

    Resulta innegable que la narrativa de Castro participa de algunas de las prin-

    cipales convenciones de la literatura decimonnica. Se acogi claramente almolde genrico del folletn en sus novelas Flavio y Ruinas, y trat en su obrael modo en que las nuevas condiciones de produccin editorial transformaronla circulacin de los libros de ficcin en la segunda mitad del siglo XIX7. Sinembargo, el tratamiento que la autora confiere a las emociones en su novelsti-ca difiere notablemente del canon sentimental propio de la novela por entregas.Este proceso se halla sin duda muy ligado a la irrupcin de las nuevas ideas sobrela imaginacin y la fantasa, que hacen entrar en crisis el antiguo paradigmamimtico de la representacin literaria, y de las que participar en buena medi-

    7 Sobre este ltimo aspecto, vase Lozano de la Pola (2008) y Fernndez (2005), quesigue de cerca la sociologa literaria de Pierre Bourdieu.

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    da su obra narrativa. No es de extraar que a menudo en sus novelas se esta-

    blezca una correlacin explcita entre quienes sienten y quienes escriben8

    . Estacorrelacin entre sentimiento y creacin verbal abre horizontes de pensamientoy percepcin inditos hasta el momento y permite establecer una compleja teo-ra literaria del sentir. El vnculo entre historia de las emociones y teora de laficcin, en cierta medida todava inexplorado, promete arrojar nuevas perspec-tivas en el estudio de la novela decimonnica9.

    Aplicada al anlisis de la novela del siglo XIX, la historia de las emocio-nes permite vislumbrar adems la funcin de ciertos trminos que trasciendenel valor tradicionalmente concedido al lxico de lo sensible en la ficcinmoderna. Lejos de circunscribirse al mbito de lo sentimental, entendido como

    reino de la pura efusin lrica, los conceptos emocionales portan a menudosignificados desestabilizadores, tanto desde el punto de vista esttico comodesde el punto de vista sociolgico. A esta luz, el tedio se revela como unconcepto que porta una fuerte carga simblica, toda vez que en l confluyenal menos tres rdenes de experiencia: a) el intelectual o cognitivo; b) el est-tico o sensitivo y c) el poltico o ideolgico. Es digno de ser notado el hechode que en los tres rdenes la funcin del tedio sea negativa, pues seala pre-cisamente la incapacidad del sujeto para conocer, para sentir y para actuar. Eneste sentido, su expresin literaria sera indisociable de una fisura en el or-den de la representacin potica y narrativa, fisura presente, aunque con dis-

    tintas modulaciones, en Baudelaire, Edgar Allan Poe y Rosala de Castro. Elspleen, el ennui y el tedio pueden ser vistos como sntomas de una concep-cin ambigua de la modernidad, proceso histrico que los tres escritores con-sideraron tan inevitable como problemtico. Conscientes de la lgica de lasnuevas relaciones sociales, defensores de las nuevas formas literarias y part-cipes, tal vez a su pesar, en el nuevo rgimen de la profesionalizacin de laescritura, puede afirmarse que Baudelaire, Poe y Castro fueron a la vez mo-dernos y antimodernos10.

    8Es significativo que tanto en Flavio como en La hija del mar los protagonistas mascu-linos y femeninos sean caracterizados reiteradamente como poetas. Y es ya convencin cr-tica subrayar el carcter metaliterario de El caballero de las botas azules. Vase en estesentido Gulln (1986).

    9 En el anlisis de la interaccin entre teora de la imaginacin y sensibilidad, para elperodo comprendido entre la Antigedad griega y el siglo XVIII, es sumamente valioso elartculo de Sers (1994).

    10Tanto en el trmino antimodernos como en su caracterizacin, parto de Compagnon(2007). Su estudio sobre la relacin dialctica entre modernidad y antimodernidad, que el au-tor aborda explcitamente en el siguiente pasaje: los verdaderos antimodernos son tambin, almismo tiempo, modernos, todava y siempre modernos, o modernos a su pesar. Baudelaire esel prototipo, su modernidadl fue quien invent la nocines inseparable de su resistenciaal mundo moderno [...] Los antimodernosno los tradicionalistas por tanto, sino los antimo-dernos autnticosno seran ms que los modernos, los verdaderos modernos, que no se de-jan engaar por lo moderno, que estn siempre alertas (Compagnon, 2007: 19).

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    FLAVIO Y THE MAN OF THE CROWDEs conocida la estrecha filiacin entre Poe y Baudelaire. El francs dedi-

    c al americano numerosas menciones, notas y ensayos, adems de traduciry compilar sus cuentos. Y aunque en principio no hay testimonios explcitosde un influjo de Baudelaire sobre Rosala de Castro, en su epistolario dejaconstancia de su aprecio por Poe. En una carta dirigida a su marido ManuelMurgua, la autora escribe: He ledo ayer un cuento de Poe, precioso aun-que sencillo. All comprenders que era poeta. Otro que he ledo de l, de ungnero opuesto, se parece al modo de escribir de Larra (Castro, 1982: 535).El carcter mutilado de la carta, as como la ausencia de menciones ms ex-plcitas a la obra de Poe, son factores que impiden saber a ciencia cierta a qudos cuentos podra referirse Castro. Pero es posible aventurar que uno de ellosfuese La semana de los tres domingos, publicado el 15 de febrero de 1857en El Museo Universal, revista con la que haban colaborado tanto ella comosu marido, y en la que llegara a publicar por entregas su novela Ruinas.Desdicha de tres vidas ejemplares (1866).

    En su fundacional Edgar Allan Poe in Hispanic Literature(1934), John E.Englekirk haba defendido que el primer cuento de Poe traducido al castellanoera Three Sundays in a Week. A su vez, Englekir se basaba en el estudioAmerican Literature in Spain(1916), de John Langley Ferguson, que afirmabaque el cuento se trataba de una versin directa del original ingls. Pero en unanota reciente, Juan Gabriel Lpez Guix (2009) revocaba de forma convincenteestos dos presupuestos. En primer lugar, demuestra que La semana de los tresdomingos se trata de una versin indirecta hecha a partir de una traduccinfrancesa de Lon de Wailly. En segundo lugar, da noticia de un cuento de Poetraducido con anterioridad a La semana de los tres domingos. En efecto, enel primer nmero de El Correo de Ultramar(3-9 de enero de 1853) haba apa-recido ya una versin del cuento A Tale of the Ragged Mountains (Unaaventura en las montaas Rocheuses). Esta versin aparece firmada con la le-yenda: Traduccin dEdgard Poe, por Carlos Baudelaire. Aqu puede hallarse

    la clave para la localizacin del segundo cuento ledo por Rosala de Castro. Yde paso, tal vez la documentacin de la nica relacin literaria, aunque indirec-ta, entre la autora gallega y Baudelaire.

    Sea cual sea la trama explcita de relaciones literarias entre los tres auto-res, el inters de Rosala de Castro por Edgar Allan Poe resulta revelador deuna bsqueda literaria comn, que la autora hace extensible a Larra, y quedebera ser tomada como acicate para una ms ajustada ubicacin del XIXhispnico en el horizonte de la primera modernidad literaria europea. En lamedida en que no se trata aqu de rastrear la influencia directa de Poe sobreCastro, sino ms bien de subrayar lo que Daro Villanueva (1991), en una de

    sus aproximaciones a la literatura comparada, ha denominado polen de ideas,

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    me centrar en mostrar la afinidad temtica y estilstica que comparten el

    cuento de Poe titulado The Man in the Crowd, publicado simultneamenteen las revistasAtkinsons Caskety Burtons Gentlemans Magazine, en el mesde diciembre del ao 1840, y las descripciones urbanas de los captulos XXVIy XXVII de la novela Flavio, publicada por entregas en La Crnica de Am-bos Mundosen el ao 1861.

    El cuento de Poe, traducido al francs por Baudelaire, y estmulo decla-rado de Le Peintre de la vie moderne (1863), ha sido objeto de mltiplesaproximaciones crticas. Se ha subrayado, por ejemplo, su importancia en laconformacin de una narrativa fundamentada en la forma espacialo el modoen que las categoras de la percepcin acstica y auditiva establecen una co-

    rrelacin entre legibilidad literaria y legibilidad del espacio urbano (Hayes,2002). En cambio, apenas ha sido objeto de atencin la modulacin emocio-nal del relato, y ello a pesar de que los elementos anmicos son presentadospor el narador como estmulos directos de la accin. Al comienzo, el prota-gonista se define a s mismo como convaleciente de una enfermedad que nose especifica, aunque la polaridad dibujada entre el ennuique lo haba man-tenido alejado de la actividad y la exaltacin febril que incita al intelecto ainteresarse por todo permite al lector conocer casi desde el principio la im-portancia de su carcter en el desarrollo del cuento:

    Not long ago, about the closing in of an evening in autumn, I sat at the large bow-window of the D... Coffee-House in London. For some months I had been ill inhealth, but was now convalescent, and, with returning strength, found myself inone of those happy moods which are so precisely the converse of ennui-moodsof the keenest appetency, when the film from the mental vision departs-achlus osprin epeen- and the intellect, electrified, surpasses as greatly its everyday condi-tion, as does the vivid yet candid reason of Leibnitz, the mad and flimsy rhetoricof Gorgias. Merely to breathe was enjoyment; and I derived positive pleasure evenfrom many of the legitimate sources of pain. I felt a calm but inquisitive interestin every thing. With a cigar in my mouth and a newspaper in my lap, I had beenamusing myself for the greater part of the afternoon, now in poring over adver-tisements, now in observing the promiscuous company in the room, and now inpeering through the smoky panes into the street. (Poe, 2000: 255).

    Resulta iluminador confrontar este prrafo con el arranque del captuloXXVI de la novela Flaviode Rosala de Castro, fragmento situado estratgi-camente en el meridiano de la novela. En el primer captulo, el protagonistahaba abandonado la casa familiar en busca de una ampliacin de su horizon-te vital, impulsado por el lema universalista que da comienzo a la narracin:La verdadera patria del hombre es el mundo entero. Pero el ansia de liber-tad del hroe se ver progresivamente truncada por una serie de episodios quedesvelan el carcter siempre paradjico e inestable del proceso de construc-cin de la individualidad. En el pasaje que nos disponemos a citar, Flavio se

    encuentra en el momento ms crtico de su aventura. Despus de algunos in-

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    cidentes adversos, cree haber perdido el favor de la joven Mara, a quien cor-

    teja. La siguiente descripcin es sintomtica de su estado de nimo:Una lluvia menuda y penetrante caa sobre la ciudad de..., triste y sombra comoel sepulcro. Era la hora del crepsculo cuando Flavio atravesaba sus calles de-siertas y mudas como el silencio, sin que nada viniese a arrancarle de su malhumor y de su abatimiento.Al cruzar aquellas calles, enlodadas y angostas; al contemplar aquellas casas deabigarrado color, que pareca iban a derrumbarse las unas sobre las otras; al ver elpequeo pedazo de cielo que las cubra, encapotado y sombro, tanto que poda creer-se no llegara jams a iluminarlo un sol claro y transparente, el corazn de Flaviose oprimi y experiment tedio y disgusto de la vida (Castro, 1982b: 156).

    Esta ser la primera aparicin de la ciudad en la novela, cuya accin hatranscurrido hasta el momento entre pazos, bosques, posadas, caminos y quin-tas aldeanas. Aunque la tendencia crtica dominante ha sido interpretar Fla-vio como una alegora de la desigualdad de los sexos (Garca Negro, 1986),no debieran descartarse otras lecturas. Adems de representar crticamenteciertas convenciones sociales, y seguramente en confluencia con este objeti-vo, la novela supone una puesta en escena de la crisis de la sociedad rural,as como de sus relaciones de antagonismo con el mundo urbano. Es sabidoque el problema de la propiedad campesina atraviesa el siglo XIX en Espa-a, y hay razones sobradas para interpretar ciertos episodios de la novela comouna toma de posicin explcita a favor de los derechos del campesinado. Desdelas primeras pginas de la novela quedar claro el origen social de Flavio: unahidalgua semirural cuyo desclasamiento condiciona en buena medida la am-bigedad de su conducta. Hasta el captulo XXVI el protagonista ha sido pre-sentado bajo la tpica roussoniana del buen salvaje, aunque como veremos msadelante esta presentacin tiene mucho de engaoso. El propsito de la auto-ra es mostrar el trnsito que conduce desde el estado originario (vale decir,arcdico) de Flavio hacia el contexto civilizatorio de la vida urbana para ter-minar subvirtiendo la misma idea de una evolucin moral del personaje. Aesta luz, y como tendremos ocasin de mostrar ms adelante, la novela sedibuja como un contra-Bildungsroman.

    En trminos de la experiencia de la lectura, la entrada de la ciudad en elrelato resulta tan sbita para Flavio como para los receptores. Tal vez estaextraeza permita explicar mejor el nimo del personaje. Malhumor, abatimien-to, opresin, tedio y disgusto de la vida son sus respuestas a la configuracinde la ciudad. En el prrafo citado, su carcter sombro la hace aparecer antesus ojos como un sepulcro, al modo en que en Les Fleurs du mal CharlesBaudelaire compara Pars con un cementerio (LXXV, Spleen I):

    Pluvise, irrit contre la ville entire,De son urnne grands flots verse un froid tnbreux

    Aux ples habitants du voisin cimetireEt la mortalit sur les faubourgs brumeux (Baudelaire, 1975a: 72).

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    En Rosala de Castro y en Baudelaire la bruma y la lluvia contribuyen a

    desdibujar el espacio descrito, en un locusretrico que ha sido observado pormuchos tericos del spleen, del tedio y del ennui. Ms relevante puede serpreguntarse en qu medida lo crepuscular, lo sombro y lo neblinoso estnsugiriendo la entrada en la literatura de nuevas categoras perceptivas. El se-gundo prrafo del captulo XXVI de Flavio, arriba citado, introduce hasta dosverba sentiendi: ver y contemplar. Y ambas acciones son directamente rela-cionadas con el hasto. El paseante literario no se define como tal nicamen-te por sus desplazamientos en el espacio urbano, sino tambin porque, en suspaseos, mira. Pero lo que ve (y, como veremos ms adelante, lo que escucha)le conduce inevitablemente al tedio. Este fastidio del corazn, vinculado al

    sentido de la vista, y ms en concreto a una visin nublada, describe nuevostrayectos en la configuracin del mapa perceptivo.Como el nombre del caf londinense desde el que el narrador de Poe contem-

    pla la ciudad, Rosala de Castro usa los puntos suspensivos como representacinformal del escenario urbano. En Poe y en Castro esta apuesta es, sin duda, unadecantacin por el carcter abstracto de los espacios invocados, unida al misterioy a la potica del asombro que introduce en los relatos ese principio de incerti-dumbre. Basndose en el epistolario de la autora, es posible identificar el refe-rente textual de estos captulos de Flaviocon la ciudad de Santiago de Compos-tela. En su edicin de la novela, Mauro Armio remite a una carta de Rosala,

    fechada en Santiago, el 16 de diciembre de 1861 y dirigida a su marido ManuelMurgua, en donde Santiago es comparada tambin con un sepulcro:

    En Santiago hace un fro espantoso y apareci a mis ojos tal cual lo he descritoen Mauro. Jams he visto tanta soledad, tanta tristeza, un cielo ms plido [...]Por ahora me encuentro aqu en extremo descontenta. Santiago no es ciudad, esun sepulcro. No vayas a creer, sin embargo, que ya tengo melancola, que voy aenfermar (Castro, 1982b: 534)11.

    Rosala de Castro establece en esta carta una correspondencia entre laangostura del espacio fsico y la angustia del corazn, entre la enfermedad delalma (melancola epistolar, que ser fastidio novelesco en Flavio) y la ex-

    periencia del paisaje urbano. La figura retrica de la evidentia, el ad oculosmostrarede la oratoria clsica (apareci a mis ojos) refuerza una vez msla idea de un tedio que entra por la vista: Jams he visto tanta soledad.

    EMOCIN Y ESCRITURA EN LA LITERATURA MODERNA

    La lexicalizacin de la metfora del corazn como asiento del sentir nos

    11En la misma pgina el editor, bajo la palabra Mauro, aclara: al parecer fue el primerttulo pensado para Flavio.

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    Revista de Literatura,2012, vol. LXXIV, n.o148, 473-496, ISSN: 0034-849X, doi: 103989/revliteratura.2012.02.310

    impide percibir la complejidad de sus usos en la literatura del siglo XIX. Por

    ceirnos a las novelas y a los ensayos de Rosala de Castro, a menudo elcorazn condensa las actividades perceptivas, sensitivas e intelectivas del serhumano. Mas lo hace de un modo a menudo misterioso. As, en el captuloXIV de El caballero de las botas azules, la narradora describe en los siguientestrminos al Duque de Gloria: Su corazn y su pensamiento son una inmen-sidad en donde la ms penetrante mirada no encuentra lmites. Quin sabelo que hay all? (Castro, 1982a: 458). O, de un modo todava ms explcito,y como prueba de que la incognoscibilidad del corazn no es propia nica-mente del caballero, sino tambin de la cndida Mariquita: Toda la experien-cia de los hombres no basta muchas veces para adivinar siquiera los secretos

    de un corazn inocente (Castro, 1982a: 409). Incognoscibilidad del coraznque parece devolvernos al final de The Man of the Crowd de Edgar AllanPoe: The worst heart of the world is a grosser book than the Hortulus Ani-mae, and perhaps it is but one of the great mercies of God that er lasst sichnicht lessen (Poe, 2000: 262).

    El corazn moderno opera, pues, como expresin de la ambigedad y delvaco. As lo sugiere el ttulo de Mon coeur mis nu, diario fechado en 1887que Baudelaire escribi bajo el influjo de las observaciones de Poe en Mar-ginalia. Pues aunque ha sido notado con frecuencia el carcter anti-sentimen-tal de las propuestas literarias de Poe (factor especialmente enfatizado por

    Baudelaire), no es menos cierto que los procesos emocionales ocupan un pa-pel central en su potica. Ocurre que la irrupcin en su obra de una sensibi-lidad abiertamente moderna implicar un proceso muy consciente de transva-loracin de los contenidos anteriormente asignados al sentir. Sobre todo elloel autor se detiene con detalle en los escritos dedicados a la teora potica.Citar, por su oportunidad en este contexto, aqul que estimul el citado dia-rio de Baudelaire, reflexin originariamente publicada en el Grahams Maga-zine, en enero de 1848:

    If any ambitious man have a fancy a revolutionize, at one effort, the universalworld of human thought, human opinion, and human sentiment, the opportunity

    is his own-the road to immortal renown lies straight, open, and unencumberedbefore him. All that he has to do is to write and publish a very little book. Itstitle should be simple-a few plain words- My Heart Laid Bare. But-this littlebook must be true to its title.Now, is it not very singular that, with the rabid thirst for notoriety which distin-guishes so many of mankind-so many, too, who care not a fig what is thought ofthem after death, there should not be found one man having sufficient hardihood towrite this little book? To write, I say. There are ten thousand men who, if the bookwere once written, would laugh at the notion of being disturbed by its publicationduring their life, and who could not even conceive why they should object to itsbeing published after their death. But to write it-there is the rub. No man dare writeit. No man ever will dare write it. No man could write it, even if he dared. The paper

    would shrivel and blaze at every touch of the fiery pen (Poe, 1984: 1423).

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    Revista de Literatura,2012, vol. LXXIV, n.o148, 473-496, ISSN: 0034-849X, doi: 103989/revliteratura.2012.02.310

    Poe desafa a los escritores ambiciosos a escribir un libro que juzga de

    ejecucin imposible. Un libro que osase ofrecer un corazn al desnudo sera,para el autor, tan fcil de publicar como difcil de escribir. Pero el talento deBaudelaire, tan proclive a la hybris, quiso desafiar esa certeza, escribiendo undiario ntimo que ha de leerse al mismo tiempo como homenaje y subversin.Aparece aqu, explcitamente formulado, el motivo literario de la correlacinentre el sentir y el escribir, ligada al tpico romntico de la inefabilidad. Enbuena medida, la metfora del corazn como libro explica algunas de las prin-cipales paradojas de la literatura moderna, situada entre la aspiracin a la in-finitud y la conciencia de los lmites. Lo que el Poe de Marginaliay el Bau-delaire de Mon coeur mis nu ponen de relieve es que la tensin entre

    totalidad y finitud no afecta nicamente a la transformacin moderna de la ra-cionalidad, sino tambin a la emergencia de un nuevo rgimen emocional. Laimagen del papel que se arrugara y ardera a cada toque ardiente de la plu-ma, que finaliza el citado aforismo de Poe, hace pensar en uno de los pasajesms metapoticos de Follas Novas: Mollo na propia sangre a dura pruma /rompendo a vena inchada / E escribo..., escribo..., para que? (Castro, 2004:51). Y sobre la interpenetracin entre teora del poema y teora del relato enambos autores no estar de ms recordar que, en su carta a Murgua, refie-rindose a los dos cuentos que haba ledo, la autora escribi: All compren-ders que era poeta.

    En las novelas de Rosala de Castro son caracterizados con gran profusinde detalles los procesos del imaginar, del recordar, del conocer y del sentir,as como sus complejas interrelaciones. En ltima instancia, todos estos pro-cesos hacen del corazn su inestable morada. Cuando en El caballero de lasbotas azules el Duque de Gloria trata de convencer a Melchor de la necesi-dad de que reconquiste a Mariquita, este, desconcertado, le responde: Esasideas me confunden y lo que veo al travs de ellas parece darme alguna es-peranza, mientras por otro lado deja vaco dentro de mi corazn un hueco queyo llenara con ilusiones y creencias bien distintas por cierto (Castro, 1982a:512-513). Este vaco del corazn prefigura en verdad un giro importante en

    la expresin literaria del siglo XIX. Desprovisto de contenido, el corazndesnudo es la imagen misma de la reflexividad, de un vuelco de la represen-tacin literaria hacia la tierra incgnita de lo ntimo.

    La vida exterior, entendida como correlato objetivo de la vida interior, seruno de los fundamentos del captulo XXVI de Flavio. Volcados el sentir ylos sentidos del protagonista hacia el escenario urbano, el propsito fundamen-tal de la narracin no ser slo la captacin detallada de la fisonoma de laciudad, sino mostrar el modo en que los pasos del caminante resuenan tantoen las calles como en su nimo:

    Bajo los angostos soportales, apiados los transentes para preservarse de la llu-via, semejaban silenciosas y medrosas sombras que llegaban y huan consecuti-

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    vamente; una luz melanclica, que pareca iluminar un subterrneo, dejaba perci-bir, en el fondo de aquella especie de tumbas, alguna vieja durmiendo amorosa-

    mente en compaa de un soberbio Micifuz, o el rubicundo mancebo, que con susgrandes, manos, lastimosamente laceradas por los fros de invierno, envolva pa-cficamente y con suma escrupulosidad las telas que curiosos compradores habanhecho desdoblar en vano (Castro, 1982b: 156-157).

    El prrafo anuncia una sutil transformacin de la perspectiva narrativa quese manifestar con plenitud en el siguiente captulo. La mezcla de irona y deternura empleada en la breve caracterizacin de la vieja que duerme bajo lossoportales en compaa de un soberbio Micifuz obedece a un descriptivis-mo urbano distante de la retrica romntica12. Por no hablar del mancebo quedobla y desdobla sus telas ante los curiosos compradores. La melancola si-gue planeando por entre las calles, llenas de sombras, pero el dinero ha he-cho su entrada en esta escena, determinando por completo un cambio de orien-tacin en el discurso.

    La representacin de las actividades comerciales en la literatura modernaes a menudo sintomtica de un cambio de sensibilidad que merece la penaobservar en detalle. En este contexto, la referencia al fro que lastima lasmanos del joven vendedor es uno esos fogonazos de crtica social que ilumi-nan sombramente numerosos pasajes de la obra de Rosala de Castro. Lostransentes empiezan siendo caracterizados como figuras espectrales (seme-jaban silenciosas y mederosas sombras que llegaban y huan consecutivamen-

    te) y una vez la luz melanclica ilumina los soportales-tumbas pasan a sercaracterizados como curiosos compradores indiferentes a la suerte del man-cebo. Esta atmsfera espectral, tan querida a Rosala de Castro, viene a reforzara su vez el carcter fantasmtico de las relaciones en la ciudad moderna. Enpalabras de David Cunningham, que sigue de cerca la obra del socilogoGeorg Simmel: la metrpoli constituye ese nuevo mundo urbano en el quela experiencia social viene configurada o producida por el intercambio (Cun-ningham, 2009: 77).

    NUEVOS SUJETOS URBANOS. LA REPRESENTACIN DE LA MULTITUD

    En el captulo XXVI de Flavio el orden narrativo haca confluir la expre-sin del disgusto con la economa del dinero y la atmsfera espectral con elsentimiento de vaco. La ficcin mostraba as el modo en que la experienciamoderna surge como resultado de una integracin de aspectos inteligibles ysensibles, experiencia que, en ltimo trmino, tiende a cuestionar la distincin

    12Sin embargo, es obligado sealar que cuando menos en el mbito angloamericano, elromanticismo literario haba empezado a incorporar una atencin demorada a las condicio-nes productivas de la vida social, como lo demuestra Gilmore (1985: 12).

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    Revista de Literatura,2012, vol. LXXIV, n.o148, 473-496, ISSN: 0034-849X, doi: 103989/revliteratura.2012.02.310

    entre objetividad y subjetividad. En buena medida, la descripcin urbana no

    slo presupone la presentacin de nuevos escenarios, sino tambin la emer-gencia de nuevos sujetos.La pregunta que surge en este contexto es de qu modo se va forjando

    literariamente lo que entendemos por individuo moderno, proceso extremada-mente ligado al auge de la narrativa a lo largo del siglo XIX. Algunas de lasrespuestas a esta cuestin las encontramos en el captulo XXVII de la nove-la, que va preparando el trnsito del hroe romntico al dandyy del dandyalflneur. Veamos su arranque:

    Al siguiente da se paseaba nuestro hroe por las calles de la ciudad, solitario,meditabundo y con el mismo desdn y abandono que si errara lentamente por las

    solitarias alamedas de su olvidado parque.Al verle caminar con aquella lentitud cansada y negligente, al ver su rostro oje-roso y macilento, en el que se descubran las huellas del insomnio, y sus cabellosmedio en desorden, que el viento agitaba levemente bajo el ala de su sombrero,pudiera tomrsele por alguno de esos hombres para quienes es aborrecible la nuevaluz que cada da viene a iluminar su frente, ajada y marchita por la incontinenciay el desorden.Y, en verdad, qu era para l la vida en aquellos instantes? (Castro, 1982b: 170).

    La soledad, el desdn, el abandono, la incontinencia, el desorden, la pali-dez, el insomnio y el desprecio por la vida son signos caractersticos del h-roe romntico. Todas estas afecciones, inducidas por lo que Flavio juzga in-

    diferencia de su amada, podran leerse como sntomas del fastidio universal,definido por Sebold como aquel conjunto de emociones contradictorias ex-perimentadas por quien se compadece de las sufridas masas, cumple con lospreceptos del culto religioso y busca el amor, y, sin embargo, se goza exqui-sitamente acariciando el dolor que le ahoga al verse abandonado por los hom-bres, por su Dios y por la mujer (Sebold, 1989: 99). Ni siquiera faltara, paraconfirmar la aparente adscripcin del texto al rgimen romntico, una men-cin a las alamedas de su olvidado parque, a esos jardines con que el Ro-manticismo sell su alianza entre naturaleza y cultura. Dirase que la autoraha reunido en un solo fragmento todas las afecciones posibles del caballero

    doliente, brindndonos ms una caricatura que una etopeya. Mas a medida queel texto avanza, el dolor romntico abre paso a una nueva modalidad del sentir,que enseguida se convierte en perplejidad de los sentidos:

    El ruido de los carros, lecheras y vendedores, que no cesaban de aturdirle con susvoces discordantes y chillonas y de rogarle con sus mercancas, del modo msimportuno y tenaz; el incesante ir y venir de las gentes, y el sonido penetrante delas innumerables campanas, entre las cuales algunas doblaban de un modo lgu-bre y lastimero, causaron en Flavio una impresin desagradable que aument elsombro humor que le devoraba. Sin saberlo, era un verdadero misntropo a quienla algazara y el ruido desagradaban por instinto, pues slo poda vivir contentocon sus eternos sueos, y hubo instantes en que pens si la mayor parte de loshombres seran verdaderamente locos cuando podan resistir aquella agitacin y

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    Revista de Literatura,2012, vol. LXXIV, n.o148, 473-496, ISSN: 0034-849X, doi: 103989/revliteratura.2012.02.310

    movimientos no interrumpidos, aquellos rumores, discordes e incesantes, bajo cuyainfluencia parecan hallarse como en su principal elemento de vida y felicidad

    (Castro, 1982b: 172).

    Obsrvese la curiosa inversin propiciada por la voz narrativa. No es elhroe de la novela, aquejado de tedio, quien se presenta ante los lectores comoenfermo, sino la multitud que camina con paso acelerado y que, adems deaturdir la vista, aturde el odo. En Les Foules (Le Spleen de Paris, XII),Baudelaire haba mostrado que las posiciones del sujeto y de la multitud po-dan ser intercambiables: Multitude, solitude: termes gaux et convertiblespour le pote actif et fcond. Qui ne sait pas peupler sa solitude, ne sait pasnon plus tre seul dans une foule affaire (Baudelaire, 1975b: 291). Este es

    precisamente el caso de Flavio. Al no saber habitar su soledad, tampoco sabeestar solo entre la muchedumbre. A travs de un hbil empleo de la focaliza-cin interna, Rosala de Castro propicia una redistribucin de las posicionessubjetivas. Lo que el flneur, en su deambular, pone de relieve es no slo supropia enajenacin como individuo separado de la multitud, sino tambin laenajenacin de una multitud capaz de hallar acomodo en el ritmo frenticopropio de las grandes poblaciones:

    Al ver a la multitud caminar con paso acelerado, como es costumbre en las grandespoblaciones, y cuyo movimiento y agitacin tanto contrastaba en aquellos instantescon su desesperada calma, crea a todas aquellas gentes en un estado de inquietudenfermiza y recelosa, y pensaba que aquellas altas casas, las unas tan cerca de lasotras, y aquellas revueltas y estrechas calles, que apenas dejaban paso al aire co-rrompido que se infiltraba por ellas, deban hacer precisamente a los hijos de aque-lla capital cobardes, pusilnimes, y su vida, corta y trabajosa (Castro, 1982b: 172).

    La multitud que camina con paso acelerado es, desde su mismo ttulo, unode los elementos ms presentes en The Man of the Crowd. Del Pars de laComdie humaine de Balzac a La Curede mile Zola, de la ciudad hormi-guero de Les Fleurs du Mal a la multitud que pasaba por el puente de Lon-dres de The Waste Land, pocos aspectos han determinado de un modo tan claroel trayecto hacia la modernidad narrativa como la representacin de la mu-

    chedumbre. Este trayecto, uno de cuyos jalones ms definitivos ser el una-nimismo de la narrativa experimental del siglo XX, encuentra en el cuento dePoe uno de sus ms singulares exponentes. En primer lugar, interesa el reco-nocimiento de una relacin dialctica entre individuo y multitud: en virtud dela observacin generalizadora, la multitud emerge como unidad regida porrelaciones de afinidad, pero es preciso descender al detalle para percibir suvariabilidad interna:

    At first my observations took an abstract and generalizing turn. I looked at thepassengers in masses, and thought of them in their aggregate relations. Soon,however, I descended to details, and regarded with minute interest the innumer-able varieties of figure, dress, air, gait, visage, and expression of countenance (Poe,2000: 255-256).

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    Revista de Literatura,2012, vol. LXXIV, n.o148, 473-496, ISSN: 0034-849X, doi: 103989/revliteratura.2012.02.310

    Esta variabilidad no atae slo a la indumentaria, a la expresin o a la

    fisonoma del rostro. Una de las cualidades ms incisivas del protagonista delcuento es su capacidad para revelar el peso de una fuerte estratificacin so-cial en el escenario urbano. En efecto, no hay clase a la que el narrador nopase un minucioso e irnico examen. En un inacabable fresco humano, anteel lector desfilan comerciantes, abogados, rentistas, hombres de negocios,aptridas, empleados, rateros, tahres, caballeros, obreras, prostitutas, borra-chos, barrenderos, organilleros, artistas, pasteleros, recaderos, cargadores decarbn... Una monumental enciclopedia del ocio y del negocio, de la divaga-cin, del hurto o de la explotacin del hombre por el hombre. Una vez ms,la respuesta del narrador es de orden sensitivo. La proliferacin de estmulos

    conduce a la saturacin de la vista y del odo: and all full of a noisy andinordinate vivacity which jarred discordantly upon the ear, and gave an achingsensation to the eye (Poe, 2000: 258). Esa es tambin la confusin de Fla-vio, cuya exposicin a los sonidos de la ciudad lo haba conducido casi a lasordera.

    Pero a pesar de todas las analogas posibles entre Poe y Rosala de Cas-tro, la multitud de Flaviono es representada segn estos principios de distin-cin interna y jerarqua. En la autora la multitud es a menudo simplementemasa, tal vez porque la representacin unnime de la pluralidad porta en sunarrativa un claro propsito de corte ideolgico. Ha sido estudiada con deta-

    lle la relacin de la autora con el ideario de Proudhon y de Krause y con lademocracia radical del siglo XIX (Davies, 1987). Bajo esta perspectiva tal vezpueda comprenderse mejor el hecho de que en sus novelas la multitud seaconcebida, bien como sujeto de las injustas condiciones propiciadas por lamonetarizacin de la vida social, bien como agente de un futuro cambio so-cial y poltico. La primera posibilidad se concretaba con nitidez en uno de losfragmentos citados de Flavio. El urbanismo angosto de la ciudad generaba porfuerza tipos humanos aquejados de debilidad moral y de vida corta y traba-josa. En el captulo anterior, el salvaje hroe no haba dudado en sostenerante Mara la creencia de que las ciudades son un infierno, en donde es ne-

    cesario educar hasta el corazn. Para aadir, como conclusin: y si esto esas, renuncio a civilizarme y prefiero vivir salvaje (Castro, 1982b: 166). Peroen El caballero de las botas azulesla multitud depone su carcter pasivo paramostrarse como de sujeto del cambio revolucionario. El siguiente pasaje, queha sido concebido como extraa anticipacin literaria de la Gloriosa, lo mues-tra claramente:

    Y cuando all llegaron los primeros, vieron ya que el palacio resplandeca de talmanera que semejaba un vasto incendio, y que desde los balcones se arrojaba ala muchedumbre multitud de pequeos objetos, que caan en torno a ella seme-jantes a una granizada interminable [...]Hubo con esto cabezas rotas, magullamientos, rias..., vino la guardia... mas quincontena aquella oleada de furiosos? Los libritos encuadernados en terciopelo y

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    con broches de oro encerraban un encanto irresistible para todos... Cmo que erantan lindos y se daban de balde! Las puertas del palacio se abrieron despus de

    par en par, y comprendiendo la multitud que se abran para ella, se precipit dentrocomo una horda salvaje (Castro, 1982b: 564-565).

    La multitud, ya plenamente despersonalizada, deviene en esta novela mu-chedumbre furiosa y horda salvaje. En Flavio el salvajismo era todava lacondicin de quien precede o de quien renuncia a la civilizacin, identificadade modo inequvoco con la vida ciudadana. En uno de los combates dialcti-cos entre el protagonista y Mara, el hroe afirma: Yo aborrezco el mundo...pero t amas el mundo (Castro, 1982b: 259). Y este ser precisamente unode los nudos del conflicto entre los personajes. Pero en El caballero de lasbotas azules los salvajes ya no sern quienes antecedan o rechacen el ordensocial, sino quienes se apresten a destruirlo. En cierto modo, se dira que Elcaballero de las botas azules, con sus desafos pardicos y sus inversionesburlescas, comienza donde haba terminado Flavio. Y el final de Flavio noes otro que un inesperado carnaval cortesano, que como todo carnaval acabapor sacar a la luz la verdadera naturaleza de los personajes.

    No debe ser pasada por alto la querencia de la autora por lo carnavales-co. La farsa y la inversin pueden fcilmente ser interpretadas como crticaacerba al fundamento del nuevo contrato social. La novelstica rosaliana mues-tra a menudo la alianza, tan inestable como opresiva, entre los rgidos con-vencionalismos de la vida social y la injusta artitrariedad instaurada por el librecomercio. En este contexto, la representacin de la vida emocional del persona-je alcanza un valor muy superior al que tradicionalmente le ha sido conferido.No es slo que la persona aquejada por el tedio experimente determinadassensaciones y sentimientos, sino que la presencia de una interioridad social-mente inadecuada en el entramado ficcional es capaz de desafiar como po-cos aspectos el orden representativo convencional.

    TEDIO Y AZAR. LA NOVELA COMO CRTICA DE ARTE

    Al igual que en The Man of the Crowd, el protagonista de Flavio, pri-mero observador y luego paseante, desafa la normatividad social es unextranjero que persigue a otro extranjero, deambulando entre la multitud yel principio de productividad industrial. Frente a la laboriosidad regular delempleado, elflneurno se rige por ninguna otra ley que el azar. La angostu-ra del trazado urbano descrito por Rosala no hace pensar en las grandes ave-nidas de Pars ni en las anchos paseos de Londres, pero en cambio acentalo que de laberntico pueda haber en los desplazamientos del caminante ocio-so. El azar resulta determinante para vincular el trayecto de Flavio a la no-cin moderna de deriva, iniciada por Poe y Baudelaire en el siglo XIX, rein-terpretada por Walter Benjamin en la primera parte del siglo XX y culminada,

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    ya en el escenario de la ltima vanguardia, por el situacionismo. Vase el peso

    del acaso en el siguiente pasaje:Se visti con desalio, compuso apenas sus desordenados cabellos, y cuando lapuerta se abri, sali el primero y recorri al azar toda la vieja ciudad. Ni busca nadie que le guiase a travs del intrincado laberinto de las tortuosas calles, nipens en dirigirse hacia aquel o el otro punto; sin rumbo fijo, le era indiferentecaminar hacia un lado o hacia el otro y recorrer los barrios ms elegantes o losms sucios y ruinosos de la antigua ciudad. (Castro, 1982b: 171-172)

    Primero, el descuido personal y luego, como sntoma externo de ste, laindiferencia13. Una indiferencia que, es digno de ser notado, tiene como re-percusin primera la desorientacin espacial y la prdida del sentido de la

    jerarqua esttica. El pasaje lo muestra a partir de un sutil tropo locativo querelaciona valores artsticos y puntos de la geografa urbana: a Flavio le da igualmoverse hacia un lado que hacia otro o, siguiendo la metfora espacial, ha-cia lo bello y elegante que hacia lo sucio y ruinoso. El saber esttico del fl-neur es un saber no jerarquizado, un saber que confunde centro y periferia.Pero al igual que Baudelaire, Castro est mostrando en este pasaje que todopaseo es un acto de lectura, una actividad de expectacin o, como quera Fran-cesco Carreri (2002), una prctica esttica. Y lo que determina la moderni-dad del pasaje es la certeza de que esta expectacin puede quedar truncadapor la indiferencia, en un pulso de signo ambiguo entre el rechazo a la con-

    templacin y lo que es digno de ser observado. Desde el punto de vista de laconfiguracin de nuevos lectores en la narrativa del siglo XIX, resulta tenta-dor comparar al Flavio que, desdeoso, mezcla el centro con la periferia y loviejo con lo nuevo con el lector moderno que, de modo vacilante, empieza aforjar nuevos caminos en el proceso de la interpretacin literaria.

    En todo caso, la salida del laberinto urbano, prefigurada en el prrafo si-guiente, supondr una nueva entrada del protagonista en el orden de la natu-raleza:

    Anduvo as mucho tiempo, sin pensar siquiera que haba recorrido ya la mayorparte de la ciudad; salironle al encuentro, digmoslo as, inmensos y sombrosedificios, soberbias obras de arte que una generacin eminentemente artista habalevantado, y no lograron cautivar su atencin, y sigui al acaso una sucia y an-gosta calle que desembocaba en los alrededores de la ciudad, que eran verdade-ramente hermosos (Castro, 1982b: 172-173).

    Por oposicin a la naturaleza, el espacio urbano es definido como un es-pacio de opresin. La clave anmica era hasta ahora la falta de jerarqua en-tre centro y periferia, relacionada con la indiferencia ante lo bello o ante lofeo. El sentido esttico del pasaje se acenta cuando el narrador hace referencia

    13Para la lectura sociocrtica de la ambivalencia y la indiferencia novelesca vase Zima(1980).

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    explcita a lo que debera suscitar la atencin de Flavio: las obras de arte. Esta

    falta de atencin es caracterstica del tedio, sentimiento que, en sutil apora,podra definirse como pasin desapasionada. El paseante, al desdear lasobras de arte que una generacin eminentemente artista haba levantadorompe el orden civilizatorio de la sucesin histrica. En el debate entre lo bellodel arte y lo sublime de la naturaleza, que haba permeado la filosofa estti-ca desde el siglo XVIII, Flavio se decanta por el encanto libre del paisaje dela periferia semirural. Ecos del sentimiento romntico de lo natural hermoso,vinculado a la inmensidad y al infinito, pueden hallarse en el siguiente prrafo:

    Jams haba parecido al viajero tan hermosa la naturaleza; embriagse con el airepuro que pasaba azotando su rostro; tuvo intenciones de besar la fresca hierba que

    hallaba a su paso, humedecer sus manos en el agua de los arroyos y correr comoun loco por la pradera. Le pareci entonces que haba vuelto de nuevo a la vida,al aire puro, a la hermosa libertad; y el recuerdo de Mara ya no fue entonces tanpenoso para l y tan desconsolador (Castro, 1982b: 173).

    El crculo que abra el captulo XXVI de la novela parece haberse cerra-do. Convertido en flneurpor su deambular errtico y dandyen virtud de lacrtica (acerba y nihilista, por cierto) a la escultura y a la arquitectura urba-nas, el hroe romntico volvera en este pasaje idlico a su ser primero. Perola amorosa comunin con la naturaleza no es sino una breve ilusin en elrgimen emocional del personaje. En las cercanas de este locus amenus tie-ne lugar el entierro de una joven y la contemplacin del cadver y del corte-jo fnebre devuelven a Flavio la conciencia de su propia mortalidad, concien-cia que anticipa su voluntad de atentar contra su propia vida. En el ya citadoDiccionario nacional o gran diccionario de la lengua espaola, Domnguezhaba visto en tedio la antesala de la muerte autoinducida, al definirlo comoun estado de aversin natural a todo, como si se hubiera estragado el gustode la vida, como el espln de los ingleses que, llevado al estremo, conducesin remedio al suicidio (Domnguez, 1848: 1620). Pero ni tan siquiera estasalida trgica le ser reservada al personaje. Cuando Flavio trate de ahogarseen el ro luego de enrevesadas cavilaciones sobre el fantasma de la muerte yla futilidad de la existencia, un desconocido irrumpir en la trama para impe-dirle cumplir con su destino trgico.

    UN FOLLETN TRUNCADO. LA DESTRUCCIN DEL PACTO EMOCIONAL

    Al fracasar como hroe romntico en virtud de un calculado recurso alDeus ex machina, a Flavio no le quedar ya sino fracasar tambin como ama-dor. Luego de su intento de suicidio, se ir consumando lentamente el cami-no del personaje hacia la degradacin moral. El prrafo final de la novela esimplacable. El lector tiene noticia de que Flavio, luego de abandonar a Mara,

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    contrae matrimonio con una mujer que es vieja y horrible, pero tiene ocho

    millones de capital. Y cada vez que alguien le recuerda las penas pasadas,l se limitar a replicar, riendo: Pero, amigos mos, no creis que miento;aqu en donde me veis, esas pequeas historias me han causado sus disgusti-llos en otro tiempo... No me arrepiento, sin embargo, y nunca est de ms unahistoria para contar en la vejez... (Castro, 1982b: 284).

    La imposibilidad de escapar del tedio tal vez sea el sentido ltimo de unade las sentencias ms citadas de Walter Benjamin: Cualquiera que sea lahuella que elflneur persiga, le conducir a un crimen(Benjamin, 1980: 56).Al igual que el extrao caminante de Poe, tambin el viajero de Rosala deCastro viajaba hacia el crimen. En ambos casos, la razn ltima de su com-portamiento parece ser tan insondable como su corazn. En la misma medidaen que se relacionan soledad y multitud, en la ficcin moderna se relacionanperseguido y perseguidor, castigo y crimen. La radical ambigedad de TheMan of the Crowd reside en que en l terminan por confundirse el narradory el lector, el supuesto detective y el supuesto asesino. A este juego de apa-riencias y efectos se entregar tambin la novela rosaliana. Cmo interpre-tar si no este sorprendente final, que obliga a releer la conducta del hroe auna luz distinta de la que hasta el momento se les haba ido mostrando a suslectores? Hasta la llegada del ltimo captulo, Flavio podra ser culpado porsu naturaleza infantil e indomable, as como por haber restringido con suscontinuas exigencias la libertad conquistada por el personaje femenino. Perola voz narrativa, a menudo cmplice de la perspectiva de Mara, insiste confrecuencia en la sinceridad y autenticidad de sus emociones.

    Del carcter subversivo del relato informa sobradamente el hecho de que loslectores hayan sido llevados a identificarse con un personaje que, en una inver-sin pardica del Bildungsroman, empieza por ser salvaje y termina por ser c-nico. El final de la novela no puede sino truncar la esperanza, al comienzo in-cluso previsible, en una resolucin favorable a la dignidad del hroe. Lo quesignifica, en ltimo trmino, que la autora ha elegido violentar deliberadamentelas expectativas de la lectura, alterando las reglas del melodrama y la sucesinde lances patticos propia de la novela por entregas, que invitan a la identifica-

    cin emptica con el hroe. La irona de la palabra asuntillos, con que Flavioalude a su pasado emocional, obstaculiza de modo definitivo la posibilidad deuna lectura inocente de cuanto ha sido expuesto ante el lector.

    En este contexto el tedio desempea un papel determinante. Su irrupcinen la ficcin sentimental anuncia que la resolucin del conflicto novelesco notransitar por los lugares emocionales propios de la ficcin sentimental, quevan desde el desgarro por la separacin hasta la reunin de los amantes. Alregistrar el uso y las modulaciones de la palabra tedio, al ilustrar el modo enque se ala con ciertos espacios y con ciertas peripecias o al describir el rgi-men de relaciones sociales al que permanece asociado en la ficcin, es posi-

    ble mostrar su valor sintomtico. Esta y otras tareas tal vez sirvan para co-

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    rregir una tendencia sealada por Steiner en El Gran Ennui, al constatar el

    hecho de que todava carecemos de historias del sentido interno del tiempo,del mudable comps que en la experiencia humana tienen los ritmos de lapercepcin (Steiner, 1977: 15).

    En alianza con la historia de los conceptos, la historia de las emocionespermite vislumbrar lo que, en el terreno de la expresin sensible, ha de aguar-dar a ciertas configuraciones literarias para aflorar plenamente. Sera posi-ble hablar del tedio, tal y como en la actualidad lo conocemos y lo experi-mentamos, sin tener en cuenta lo que sabemos o sobre Madame Bovary?Responder afirmativamente implicar, con certeza, aventurarnos en el estudiopormenorizado de otros captulos menos conocidos de la novela decimonni-ca espaola que, como la narrativa de Rosala de Castro, aguardan todava poruna comprensin ms ajustada.

    CODA

    Son varias las conclusiones que es posible extraer de esta confrontacinentre los textos de Charles Baudelaire, Edgar Allan Poe y Rosala de Castro.En primer lugar, la presencia de una estrecha correlacin entre espacios yafectos. Tradicionalmente, el anlisis del spleeny del ennuise vinculaba a laemergencia de una nueva temporalidad, determinada por el paso fugaz delflneury de los transeuntes. Sin negar el peso del sentimiento de la fugaci-dad en la caracterizacin de lo moderno, se hace cada vez ms preciso exa-minar el modo en que la ficcin literaria ha tendido a vincular la expresinafectiva con la contruccin espacial. En el caso del tedio, elementos visualescomo la bruma, el humo o la lluvia superan claramente la funcin de decora-do, acompaando la expresin del hasto de tal modo que se diran casi indi-sociables de l. Pero en la medida en que el hasto se traduce no slo en tris-teza y abatimiento, sino tambin en aislamiento y en conciencia de la alteridad,su expresin literaria puede llegar a independizarse por completo de cualquierreferente externo. En el captulo que sigue a la primera descripcin de la ciu-

    dad brumosa, el sentir de Flavio ya no guarda relacin alguna con aquello quecontempla. En su malestar, le es indiferente centro o periferia, lluvia o sol.El hasto invade y determina la lgica de sus sensaciones, blindadas al reco-nocimiento objetivo de la realidad.

    Los nuevos afectos son as expresados en una polaridad de signo ambi-guo. Por una parte, ya hemos hecho referencia al carcter paradjico del te-dio, vinculado simultneamente al vaco emocional y a la saturacin sensiti-va. Por otra parte, con frecuencia al entusiasmo sigue el hasto; y al tedio, laenerga. Esta polaridad se manifiesta tanto en el cuento de Poe como en Fla-vio, si bien en Rosala de Castro la declinacin del sentimiento de vaco a la

    felicidad demuestra ser breve y engaosa.

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    Hay otra conclusin especialmente pertinente en el anlisis de estos cap-

    tulos del Flavio. Aun aceptando la convencin biogrfica que establece unreferente real para la ciudad representada en Flavio, parece claro que Santia-go de Compostela no es equiparable, ni en estructura urbanstica ni en posi-cin geopoltica, a Pars o a Londres. Que la autora se refiera a este espacioconcedindole casi el rango de metrpolis no hace sino confirmar la funcinclaramente indiciaria de estos pasajes. Yendo un poco ms lejos, la descrip-cin del paisaje urbano en ciertas novelas decimonnicas, especialmente enlas anteriores a la consolidacin del modelo realista, no ha de verse como unarepresentacin fidedigna de los espacios reales, sino como un fenmeno radi-calmente sintomtico de las nuevas afectividades, que alcanzarn en la ficcinliteraria una de sus ms acendradas expresiones.

    Por ltimo, la emergencia de la multitud en estos textos induce a pensar quela expresin del hasto es correlativa de la aparicin de nuevos sujetos urbanos enel espacio literario. Mauro Ponzi ha definido la multitud en la ciudad moderna comoun conjunto de soledades de comportamiento uniforme (Ponzi, 2009: 117). Nopor casualidad, The Man of the Crowd daba comienzo con una mxima de LaBruyere: Ce grand malheur, de ne pouvoir tre seul (Poe, 2000: 255). La citainicial describe el trnsito del saber ilustrado sobre la condicin humana hacia elennui del siglo XIX. La infelicidad de no poder estar solo es, en trminos deci-monnicos, el spleen. El hasto del Flavio rosaliano tiene tambin su origen en lasensacin de estar rodeado de una multitud de la que se reconoce apartado, unamultitud que dificulta todo sosiego y toda reflexin es decir, todo encuentro delsujeto consigo mismo. Pero de qu es representacin esa multitud ciega y adn-de se dirige? Este vnculo entre subjetividad y afectividad informa de una nuevarelacin entre el individuo y el mundo, que debe ser remitida a los profundos cam-bios sociales y polticos que tuvieron lugar en el siglo XIX, cambios de los queparticip activamente Rosala de Castro. Su narrativa emerge como espacio privi-legiado para indagar en los vnculos entre espacialidad, subjetividad y percepcin,as como en la correlacin entre la ficcin y la forja de una nueva comunidadsociopoltica. Mostrar estos vnculos demanda un modelo crtico sumamente aten-to a la configuracin verbal de los sentimientos o, si lo preferimos, al sentido lite-

    ral y literario de los conceptos sensibles; un modelo ajustado, por tanto, a lo quepodramos denominar la vida emocional de las palabras.

    Aplicada al estudio de la literatura, la historia de las emociones invita areflexionar sobre las categoras de conocimiento y sensibilidad que las obrasde ficcin han ido forjando a lo largo del tiempo. En Flavio, el tedio puedeser visto como un parpadeo en el camino hacia una nueva esttica literaria,como vislumbre de concepciones avanzadas de la sociedad y de sus posibili-dades o imposibilidades de transformacin futura. Que el protagonista seaun viajero no hace sino reforzar la voluntad regeneradora de la propuesta li-teraria de Rosala de Castro. Pero en la medida en que el mbito de actua-

    cin por ella elegido es la ficcin sentimental (y no, por ejemplo, la prosa de

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    ideas) no hay que hacerse ilusiones sobre el carcter confiado y literal de su

    proyecto crtico. Si en su Anatomy of Melancholy (1621) Robert Burton ha-ba recomendado viajar al triste como nico y duradero remedio para su en-fermedad, el viaje ya no podr curar a Flavio. Pues como ya hemos visto, alpaseante moderno que pretenda huir del tedio paseando, el paseo lo devolve-r inevitablemente al tedio. Por decirlo de nuevo en palabras de Rosala deCastro (Follas Novas, 1880), Este barro mortal que envolve o esprito, / queno entender, Seor? (Castro, 2004: 40).

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