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Basta echar un vistazo a sus manos para asociar de inmediato que don Ángel Parra trabaja con pieles; gruesas, amari- llentas y con una uña (la de su pulgar iz- quierdo) un poco más larga que las de- más. Su lugar de trabajo es su casa, donde designó un pequeño espacio para montar su taller. Ángel Parra es talabartero desde los 14 años de edad, y Guadalajara lo adoptó como uno de los mejores de la Entidad. Su quehacer ha sido reconoci- do por diferentes instituciones guber- namentales a lo largo de su trayectoria; se trata pues, de un guarnicionero –co- mo también se les conoce a quienes practican este oficio– en toda la exten- sión de la palabra. A simple vista parece un hombre cansado; su rostro un cuanto ajado así lo denota, pero basta con charlar unos mi- nutos con él para darse cuenta que no es así, que sus ganas de trabajar y, sobre to- do, de hacer las cosas bien, siguen igual de firmes que cuando empezó. Su inicio en la profesión ocurrió en su adolescencia, de aprendiz por cerca de cinco años, y comparte: “Trabajába- mos como grandes y nos pagaban como chicos; es una carrera larga”. Para don Ángel parece que no ha cambiado mucho el método de trabajo, pues las herramientas que desde hace más de 50 años utiliza siguen vigentes en su taller y no hay más. Una cuchilla, una chaira, un pedazo de madera de mezqui- te que alisa las vaquetas, y su uña, son los elementos indispensables para casi todo el tipo de trabajos que realiza. “Todo es hecho a mano, de la mane- ra tradicional; hoy en día muchos tala- barteros se han renovado y han puesto en sus talleres máquinas que hacen el trabajo, pero creo que lo bonito de este oficio es que nuestras manos hacen obras de arte. Yo prefiero seguir así, con mi método tradicional, porque eso da calidad y permite darle gusto al cliente en todos los sentidos. Hoy es difícil en- contrar un talabartero que sólo haga, por ejemplo, una montura; ahora son varios los que meten mano y el que gana al final, pues es el que la vende”, afirma don Ángel. Satisfacción personal La fuerte inclinación de Ángel Parra por fabricar prioritariamente artículos charros, le permitió hace algunos años re- alizar trabajos para personajes de la talla de Antonio Aguilar y Vicente Fernández. En su cuarto de trabajo, además de un no- table aroma a piel tratada, una mesa de pino y cueros por doquier, se aprecian fo- tografías del talabartero con los artistas. “A Vicente Fernández le hice como 20 monturas, muchas de ellas de gala; la mayoría de las sillas que tiene en exhibi- ción las hice yo, y eso es parte de las sa- tisfacciones de mi trabajo. Me he dedica- do más a la fabricación de artículos de charrería, porque desde niño siempre en mi casa hubo aunque sea un burro, y a la par eso me enseñó a saber ensillar, y por ende, eso se ve reflejado en el trabajo que haces, porque sabes qué se necesita y có- mo deben de ir las cosas”. Hoy en día parece que el oficio va en picada. Es probable que se trate de un trabajo generacional, y don Ángel es la prueba más contundente. Actual- mente es padre de nueve hijos, seis de ellos varones; a ellos les transmitió sus conocimientos y siguen con el trabajo que él realiza. Y es que la talabartería es un oficio añejo del cual se desconoce su inicio, pe- ro sí se sabe que siempre ha tenido una fuerte afinidad con las faenas de campo; hay quienes probablemente recuerden a sus abuelos que se dedicaban a este tra- bajo y que, además de monturas y fajos, armaban fundas de pistola, rifle y hasta carrilleras, pues desde la Cristeada, in- cluso mucho antes, ya se requería de un trabajo así. A nuestros días, lo que tal vez inició como un trabajo casi obligado, se ha con- vertido en un oficio que llega hasta la pretensión, pues, afirma don Ángel: “aquí he elaborado monturas desde los dos mil 500 pesos, que es la más barata, hasta de 150 mil pesos; ya sea con fuste de plata y trabajada con bordado de pita, cincelado u otros terminados”. Sentado en su mesa de pino y fu- mando de vez en vez, Ángel Parra con- tinúa así, elaborando desde un simple barbiquejo, hasta la más detallada y lu- cida silla de montar. Y el trabajo es así, con sus altas y sus bajas, pero, especial- mente el de don Ángel, se distingue por la calidad. “Tengo clientes y amigos, como por ejemplo don Héctor González que viene de vez en cuando y trae consigo fajos que hace años yo les hice. Él tiene un cinto que le hice hace 25 años y sigue como nuevo”. por: David Izazaga I. Son las 12:00 del medio día del jue- ves. Un grupo de personas espera, bajo el rayo del Sol, a que pase el minibús ruta 380. Están sobre el Periférico, a la altura de El Colli. Allá a lo lejos se puede obser- var que se acerca. Todos se preparan: una señora toma con sus dos manos una bolsa que tenía en el piso; un hombre de gorra con mochila al hombro deja de leer el periódico que ahora dobla arrebatada e incomprensiblemente de una forma que sólo él conoce en el mundo; unos ni- ños son conminados por su madre a que no se alejen, a que se preparen, porque todo indica que ha llegado la hora de par- tir, de cambiar la tortura de los rayos del Sol por la del horno en el que seguramen- te estará convertido el interior del 380. Y mientras todos ven al camión acercarse, también observan que no pa- rece disminuir su velocidad y en apenas unos segundos les pasa por enfrente y la desilusión, la impotencia, el coraje se manifiestan de muy diversas maneras. Sobre todo porque es el segundo 380 que hace exactamente lo mismo. Ellos no lo saben, pero si hubiera una patrulla de tránsito cerca, podrían quejarse de que el camión no hizo la parada donde debía haberlo hecho y eso es multa. Pero nadie se los dirá, porque si así lo hiciera alguien, parecería burla. Las cosas serias muchas veces parecen bur- la. Más cuando se trata de hacer cumplir la ley. II. ¿Se le ha ocurrido a alguno de estos desesperados ciudadanos que esperan a que pase el camión y no pasa (o pasa y se pasa)? ¿O se le ocurrió a un taxista pers- picaz? No sabemos si fue primero el hue- vo o la gallina, el caso es que –como dije- ra mi abuelita– se juntó el hambre con la necesidad. Hay ahí un taxista que se para donde están ellos y les dice, así sin tapu- jos: 10 pesos cada uno, me voy por todo el Periférico. La propuesta no se escucha del todo mala: el pasaje en el camión cuesta seis pesos, cuatro pesos más y ya está, va uno sentado seguro, sin la inco- modidad del calor perruno del camión, mucho más rápido, más cómodo… y ya van trepados cuatro atrás y uno adelan- te. Cincuenta pesos para el taxista, que se la juega, porque igual y no baja nadie hasta Tonalá o con suerte bajen pronto y puedan subir algunos más y alcanza a llegar a Tonalá con al menos unos 300 pe- sos en el bolsillo, que igual y no los hu- biera ganado en esta hora haciendo su rutina normal. Digamos que todos salen ganando: los pasajeros, que llegan rápi- do y bien, y el taxista que no sólo brinda un servicio, sino que asegura que le entre algo de lana, cuando a lo mejor parado en su sitio no iba a tener llevada. Pero todo parecía ser muy lindo pa- ra ser verdad. III. Tal como lo consigna la nota publi- cada en este mismo diario (EL INFOR- MADOR, sábado 11 de junio: Sancionan a taxis colectivos por operar en el anillo Periférico), llegaron unidades de Viali- dad y multaron a 23 taxistas cuyo pecado fue brindar a la ciudadanía el servicio que los camioneros de la ruta 380 no pu- dieron o no quisieron. El servicio que dan los taxistas es contra la ley y las patrullas de Vialidad vigilan que se cumpla la ley. Nadie subió a fuerzas a los pasajeros, to- dos estuvieron conformes con el cobro, pero es contra la ley. También es contra la ley que la gente maneje al mismo tiempo que habla por celular. Y que los autos se estacionen so- bre las banquetas en toda la colonia Americana. ¿Entonces? [email protected] PÁGINA 10-B Sábado 18 de junio de 2011 Supervisora: Aimeé Muñiz • [email protected] Fundadores Jesús Álvarez del Castillo V. • Jorge Álvarez del Castillo Z. Editor-Director Carlos Álvarez del Castillo G. Entre carnazas y vaquetas El trabajo que va de piel en piel Con pocas herramientas, entre ellas la uña de su pulgar izquierdo, Ángel Parra tiene cinco décadas como talabartero en Guadalajara • Ángel Parra muestra un pecho pretal ya terminado, como prueba de la transformación de la vaqueta. EL INFORMADOR • E. FLORES PARA SABER La guarnicionería o talabartería es el arte de trabajar diversos artículos de cuero o guarniciones para caballerías. Se considera guarnición a todos los elementos de la espada que sirven para sostenerla o para prote- ger a la mano o manos que la empuñan. El oficio se enfoca también en la fabricación o arreglo de sillas de montar de caballería, al- bardas y aparejos: las monturas para los caballos, y las albardas y aparejos (para montar los animales) para asnos y mulos. Fatiga crónica Un caso de la vida real o no la chifles que es cantada • El servicio que dan los taxis en el Anillo Periférico ante la falta de atención de los camioneros es penado. EL INFORMADOR • E. PACHECO

Tapatio 18 de Junio

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Tapatio 18 de Junio

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Page 1: Tapatio 18 de Junio

Basta echar un vistazo a sus manospara asociar de inmediato que don ÁngelParra trabaja con pieles; gruesas, amari-llentas y con una uña (la de su pulgar iz-quierdo) un poco más larga que las de-más. Su lugar de trabajo es su casa,donde designó un pequeño espacio paramontar su taller.

Ángel Parra es talabartero desdelos 14 años de edad, y Guadalajara loadoptó como uno de los mejores de laEntidad. Su quehacer ha sido reconoci-do por diferentes instituciones guber-namentales a lo largo de su trayectoria;se trata pues, de un guarnicionero –co-mo también se les conoce a quienespractican este oficio– en toda la exten-sión de la palabra.

A simple vista parece un hombrecansado; su rostro un cuanto ajado así lodenota, pero basta con charlar unos mi-nutos con él para darse cuenta que no esasí, que sus ganas de trabajar y, sobre to-do, de hacer las cosas bien, siguen igualde firmes que cuando empezó.

Su inicio en la profesión ocurrió ensu adolescencia, de aprendiz por cercade cinco años, y comparte: “Trabajába-mos como grandes y nos pagaban comochicos; es una carrera larga”.

Para don Ángel parece que no hacambiado mucho el método de trabajo,pues las herramientas que desde hacemás de 50 años utiliza siguen vigentes ensu taller y no hay más. Una cuchilla, unachaira, un pedazo de madera de mezqui-te que alisa las vaquetas, y su uña, son loselementos indispensables para casi todoel tipo de trabajos que realiza.

“Todo es hecho a mano, de la mane-ra tradicional; hoy en día muchos tala-barteros se han renovado y han puestoen sus talleres máquinas que hacen eltrabajo, pero creo que lo bonito de esteoficio es que nuestras manos hacenobras de arte. Yo prefiero seguir así, conmi método tradicional, porque eso dacalidad y permite darle gusto al clienteen todos los sentidos. Hoy es difícil en-contrar un talabartero que sólo haga,

por ejemplo, una montura; ahora sonvarios los que meten mano y el que ganaal final, pues es el que la vende”, afirmadon Ángel.

Satisfacción personal

La fuerte inclinación de Ángel Parrapor fabricar prioritariamente artículoscharros, le permitió hace algunos años re-alizar trabajos para personajes de la tallade Antonio Aguilar y Vicente Fernández.En su cuarto de trabajo, además de un no-table aroma a piel tratada, una mesa depino y cueros por doquier, se aprecian fo-tografías del talabartero con los artistas.

“A Vicente Fernández le hice como20 monturas, muchas de ellas de gala; lamayoría de las sillas que tiene en exhibi-

ción las hice yo, y eso es parte de las sa-tisfacciones de mi trabajo. Me he dedica-do más a la fabricación de artículos decharrería, porque desde niño siempre enmi casa hubo aunque sea un burro, y a lapar eso me enseñó a saber ensillar, y porende, eso se ve reflejado en el trabajo quehaces, porque sabes qué se necesita y có-mo deben de ir las cosas”.

Hoy en día parece que el oficio vaen picada. Es probable que se trate deun trabajo generacional, y don Ángel esla prueba más contundente. Actual-mente es padre de nueve hijos, seis deellos varones; a ellos les transmitió susconocimientos y siguen con el trabajoque él realiza.

Y es que la talabartería es un oficioañejo del cual se desconoce su inicio, pe-

ro sí se sabe que siempre ha tenido unafuerte afinidad con las faenas de campo;hay quienes probablemente recuerden asus abuelos que se dedicaban a este tra-bajo y que, además de monturas y fajos,armaban fundas de pistola, rifle y hastacarrilleras, pues desde la Cristeada, in-cluso mucho antes, ya se requería de untrabajo así.

A nuestros días, lo que tal vez iniciócomo un trabajo casi obligado, se ha con-vertido en un oficio que llega hasta lapretensión, pues, afirma don Ángel:“aquí he elaborado monturas desde losdos mil 500 pesos, que es la más barata,hasta de 150 mil pesos; ya sea con fustede plata y trabajada con bordado de pita,cincelado u otros terminados”.

Sentado en su mesa de pino y fu-

mando de vez en vez, Ángel Parra con-tinúa así, elaborando desde un simplebarbiquejo, hasta la más detallada y lu-cida silla de montar. Y el trabajo es así,con sus altas y sus bajas, pero, especial-mente el de don Ángel, se distingue porla calidad.

“Tengo clientes y amigos, comopor ejemplo don Héctor González queviene de vez en cuando y trae consigofajos que hace años yo les hice. Él tieneun cinto que le hice hace 25 años y siguecomo nuevo”.

por: David Izazaga

I.Son las 12:00 del medio día del jue-

ves. Un grupo de personas espera, bajoel rayo del Sol, a que pase el minibús ruta380. Están sobre el Periférico, a la alturade El Colli. Allá a lo lejos se puede obser-var que se acerca. Todos se preparan:una señora toma con sus dos manos unabolsa que tenía en el piso; un hombre degorra con mochila al hombro deja de leerel periódico que ahora dobla arrebatadae incomprensiblemente de una formaque sólo él conoce en el mundo; unos ni-ños son conminados por su madre a queno se alejen, a que se preparen, porquetodo indica que ha llegado la hora de par-tir, de cambiar la tortura de los rayos delSol por la del horno en el que seguramen-te estará convertido el interior del 380.

Y mientras todos ven al camiónacercarse, también observan que no pa-

rece disminuir su velocidad y en apenasunos segundos les pasa por enfrente y ladesilusión, la impotencia, el coraje semanifiestan de muy diversas maneras.Sobre todo porque es el segundo 380 quehace exactamente lo mismo. Ellos no losaben, pero si hubiera una patrulla detránsito cerca, podrían quejarse de queel camión no hizo la parada donde debíahaberlo hecho y eso es multa.

Pero nadie se los dirá, porque si asílo hiciera alguien, parecería burla. Lascosas serias muchas veces parecen bur-la. Más cuando se trata de hacer cumplirla ley.

II.¿Se le ha ocurrido a alguno de estos

desesperados ciudadanos que esperan aque pase el camión y no pasa (o pasa y sepasa)? ¿O se le ocurrió a un taxista pers-picaz? No sabemos si fue primero el hue-vo o la gallina, el caso es que –como dije-

ra mi abuelita– se juntó el hambre con lanecesidad. Hay ahí un taxista que se paradonde están ellos y les dice, así sin tapu-jos: 10 pesos cada uno, me voy por todoel Periférico. La propuesta no se escuchadel todo mala: el pasaje en el camióncuesta seis pesos, cuatro pesos más y yaestá, va uno sentado seguro, sin la inco-modidad del calor perruno del camión,mucho más rápido, más cómodo… y yavan trepados cuatro atrás y uno adelan-te. Cincuenta pesos para el taxista, quese la juega, porque igual y no baja nadiehasta Tonalá o con suerte bajen pronto ypuedan subir algunos más y alcanza allegar a Tonalá con al menos unos 300 pe-sos en el bolsillo, que igual y no los hu-biera ganado en esta hora haciendo surutina normal. Digamos que todos salenganando: los pasajeros, que llegan rápi-do y bien, y el taxista que no sólo brindaun servicio, sino que asegura que le entrealgo de lana, cuando a lo mejor parado

en su sitio no iba a tener llevada.Pero todo parecía ser muy lindo pa-

ra ser verdad.

III.Tal como lo consigna la nota publi-

cada en este mismo diario (EL INFOR-MADOR, sábado 11 de junio: Sancionana taxis colectivos por operar en el anilloPeriférico), llegaron unidades de Viali-dad y multaron a 23 taxistas cuyo pecadofue brindar a la ciudadanía el servicioque los camioneros de la ruta 380 no pu-

dieron o no quisieron. El servicio que danlos taxistas es contra la ley y las patrullasde Vialidad vigilan que se cumpla la ley.Nadie subió a fuerzas a los pasajeros, to-dos estuvieron conformes con el cobro,pero es contra la ley.

También es contra la ley que la gentemaneje al mismo tiempo que habla porcelular. Y que los autos se estacionen so-bre las banquetas en toda la coloniaAmericana. ¿Entonces?

[email protected]

PÁGINA 10-B Sábado 18 de junio de 2011

Supervisora: Aimeé Muñiz • [email protected]

Fundadores • Jesús Álvarez del Castillo V. • Jorge Álvarez del Castillo Z. • Editor-Director • Carlos Álvarez del Castillo G.

Entre carnazas y vaquetas

El trabajo que va de piel en piel

Con pocas herramientas,entre ellas la uña de su pulgar izquierdo, Ángel Parra tiene cinco décadas

como talabartero en Guadalajara

• Ángel Parra muestra un pecho pretal ya terminado, como prueba de la transformación de la vaqueta.

EL INFORMADOR • E. FLORES

PARA SABER� La guarnicionería o talabartería es el

arte de trabajar diversos artículos de cueroo guarniciones para caballerías.

Se considera guarnición a todos los elementos dela espada que sirven para sostenerla o para prote-

ger a la mano o manos que la empuñan.

El oficio se enfoca también en la fabricación oarreglo de sillas de montar de caballería, al-bardas y aparejos: las monturas para loscaballos, y las albardas y aparejos(para montar los animales)para asnos y mulos.

Fatiga crónica

Un caso de la vida real o nola chifles que es cantada

• El servicio que dan los taxis en el Anillo Periférico ante la falta de atenciónde los camioneros es penado.

EL INFORMADOR • E. PACHECO

Page 2: Tapatio 18 de Junio

Con la coordinación del Fondo Nacional parael Fomento de las Artesanías (Fonart), se llevará acabo el Tercer Congreso Nacional para la Adop-ción de la Alfarería Vidriada Libre de Plomo, unevento que busca reunir a productores alfareros,representantes de instancias municipales, estata-les y federales, así como casas e institutos dedica-dos a la atención del sector artesanal.

El objetivo primordial del encuentro que sellevará a cabo en Tlaquepaque, Jalisco, aseguraMario Alberto Reyna Bustos, director general delInstituto de la Artesanía Jalisciense (IAJ), “es in-formar a los artesanos para que se den cuenta deque existe un riesgo latente ante el uso de la greta,el material abrillantador que hasta hoy la mayoríausa para barnizar y que contiene plomo. La inten-ción es que, mediante incentivos y motivación, selogre generar un cambio para que en lugar de lagreta puedan usar un esmalte diferente”.

Además de ayudar a la salud de los artesanosproductores, este cambio traería consigo la posi-bilidad de exportar el producto artesanal mexica-no a Estados Unidos.

“Hace poco nos reunimos con restauranterosde Chicago y les propusimos la comercializaciónde nuestro producto jalisciense para sus negocios,se mostraron muy interesados. Así que ese será un

incentivo para que nuestros artesanos se abran aeste cambio”, detalló Reyna Bustos.

PARA SABER� En el Estado, se convoca a cerca de 60 artesanospara que acepten esta transición. Actualmente son 10los productores que ya elaboran sus productos libresde plomo, mismos que serán comercializados en Es-tados Unidos el próximo mes de agosto.

Sábado 18 de junio de 2011 PÁGINA 11-BEL INFORMADOR

LOCALArtesanía jalisciense

Mediante el tercer congresonacional, Fonart pretende

motivar a los artesanos paraque adopten materiales que

no dañen su salud

Diariode un espectador

por: Juan Palomar

De la sierra a la laguna queda, en algunas ver-tientes, una tenue línea invisible que mantiene elpaisaje en alto, papalote entre las nubes. La sierradespliega la sucesión de sus cerros a lo largo de undilatado trecho que, mirando al sur, cobija las aguaslivianas de la laguna de Chapala. Baja de allí unviento que en algunas tardes roza los árboles de laorilla, se lleva a los pájaros aire abajo, hace pensaren cosas que vienen. Desde la cresta alguna vez re-corrida se avista, muy blanco su remate, el volcán.De esa sierra, pues, bajan las faldas pródigas consus hondas gargantas insospechadas, después lastierras del Huasoyo, la cinta de la carretera y luegolos sembradíos de chayotes que aún subsisten, elcamino real, la cumbrera de la vieja casa y su jardín,la calle inmutable desde hace siete decenios y al fin,la orilla y el sonido hipnótico de las olas mansas einsistentes. Inscrita con precisión en esa línea, sos-tenida por esa frágil seguidez, como en la exacta ca-dencia de un soneto, la casa navega inmersa en unafelicidad que viene muy de lejos. Así viva.

**Gabriel Zaid sobre José Alvarado, en su cente-

nario. El poeta regiomontano escribe un luminosoartículo –a los que nos tiene acostumbrados– en elnúmero que corre de Letras Libres. Viene el recuer-do de los primeros años setenta, del Excélsiorde en-tonces que llegaba con puntualidad y olor de cosabien hecha a la casa paterna. Cada semana, al cen-tro de la página cuatro o cinco –la memoria no esmuy precisa–, José Alvarado –otro regiomontano–entregaba un espléndido artículo. Llamaba la aten-ción sobre todo, su estilo: desparpajado, ceñido,ágil. Sobre todo, elegante, opina de nuevo la memo-ria. Años después, la benemérita serie de LecturasMexicanas publicó un volumen de su prosa, ahoradesbalagado, y extrañado. Total, Zaid dice:

“Hay lujos de la vida cotidiana que despiertanel agradecimiento. Como ver claro y lejos, cuandolos vientos y la lluvia barren con el aire sucio deMéxico. Como aquel lujo de leer a José Alvaradolos domingos”.

Y luego, ya encarrerado: “Cuando se toma en serio el quehacer de todos

los días, los milagros suceden: el inesperado heroís-mo, la inesperada cortesía, el cielo despejado de laciudad de México. Pueden pasar inadvertidos, perohay que agradecerlos. Más realidad tiene un día cla-ro que muchos siglos de Historia.

Dicho sea por un hombre que hizo más claroeste país con su prosa admirable. Que se tomó eltrabajo de escribir bien para los lectores de perió-dicos. Que hacía milagros con el aire sucio”.

**Como leer a Conrad. Ya se ha escrito en estos

renglones, pero regresa: Álvaro Mutis ha dicho aquien quiera oír su ilimitada veneración por JosephConrad. Tan es así que el ilustre poeta colombianoafirma luego tener guardado, sin leer, un último librodel escritor que fue polaco y también inglés. “Paracuando me esté muriendo…”, dice. Viene esto otravez al caso por una narración de Conrad, empacadaen un copioso volumen de las Wordsworth Editions,y que se llama Juventud: una narrativa. Fue escritaen 1898. En sus pocas páginas refrenda con toda po-tencia el mundo magnetizado por el mar, la maravillay el azoro de las novelas de mayor aliento de Conrad.Marlow, su personaje impar, cuenta a un puñado dehombres, en una cantina, la peripecia del Judea, vie-jo y ruinoso navío inglés. “Pasen la botella”, repite elnarrador cada dos o tres parrafadas. Y discurre asíla imposible travesía del Marlow de los 20 años rum-bo al Lejano Oriente. La renqueante embarcación,cargada de carbón, emprende desde Londres unasingladura de 150 días con destino a Bangkok. Zarpados veces en falso, regresada a puerto por las tor-mentas que la acercan al mismo borde del naufragio.Largos meses para reparar y rearmar el barco. Zarpaotra vez por fin y, tras varias semanas, el cargamentose incendia. Es difícil decir la suprema elegancia, laandadura contenida y jovial, la maestría sin costurasde la prosa de Conrad. La manera augusta con queapela a los grandes gestos, las palabras definitivas,los detalles entrañables. Difícil decir el hondo gozo,pues, de leer a Conrad.

Y, así, ante el escritor y “el hombre de finanzas,el hombre de cuentas, el hombre de leyes”, Marlowdice cosas como éstas hablando de la embarcación,(a la que en el inglés siempre se le refiere como“ella”, siempre “she”, nunca “it”):

“¡Oh juventud! ¡Su fuerza, su fe, su imaginación!Para mí ella no era una vieja cáscara acarreando porel mundo un montón de carbón por carga –para mí ellaera la devoción, la prueba, el juicio de la vida. Piensoen ella con placer, con afecto, con remordimiento, co-mo pensarías de alguien muerto a quien has querido.Nunca la olvidaré… Pasen la botella”.

“¿Qué podrías esperar? Ella estaba cansada, esavieja embarcación. Su juventud estaba en donde lamía está –en donde la de ustedes está–, ustedes, com-pañeros que oyen este lamento; ¿y qué amigo arro-jaría sus años y su fatiga en su cara? No se lo recla-mábamos. Para nosotros, al menos, parecía quehabíamos nacido en ella, criados en ella, vivido enella por años, nunca habiendo conocido otra embar-cación. Más bien antes habría yo insultado a la viejaiglesia de mi pueblo por no ser una catedral”.

“Había grietas, detonaciones, y del cono de fla-mas las chispas volaban hacia arriba, como el hom-bre nace para el quebranto, para barcos que hacenagua, y para barcos que arden”.

“Y me acuerdo de mi juventud y del sentimien-to que no habrá de volver jamás, del sentimiento deque yo podría durar por siempre, sobrevivir al mar,a la tierra, y a todos los hombres; el engañoso sen-timiento que nos conduce a los gozos, a los peligros,al amor, al vano esfuerzo, a la muerte; la conviccióntriunfante de la fuerza, del calor de la vida en el pu-ñado de polvo, del resplandor en el corazón que concada año decrece, se enfría, se empequeñece, y ex-pira –y expira tan pronto, tan pronto– antes que lavida misma. El buen viejo tiempo, el buen viejotiempo. La juventud y el mar. El encanto y el mar. Elbuen, fuerte mar, el salado, amargo mar, que puedesusurrarte y rugirte y dejarte sin aliento. Un golpede Sol sobre una playa extraña, el tiempo de recor-dar, el tiempo de un suspiro, y adiós”.

**Renato Leduc y el eclipse de luna:Rueda la noche y en la noche el tren,el uno y la otra por distinta vía,alguien habrá que en el desierto andénconsigne fardos de melancolía.

[email protected]

Transición al éxito ¿CUÁNDO, DÓNDE?� El congreso se llevará a cabo los días 23 y 24 dejunio en las instalaciones del Centro de Diseño e In-novación Artesanal (Cedinart).

� Calle Independencia #237, Zona Centro, Tlaque-paque, Jalisco.

•Este cambio es en beneficio de la salud y eltrabajo de los artesanos alfareros.

ESPEC

IAL