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CONFIGURACIÓN CON CRISTO PACIENTE Pedro Trigo, sj TESIS QUE SOSTENEMOS Y PASOS PARA DESARROLLARLA La tesis que sostendremos es la siguiente: La configuración con Cristo paciente no es un objetivo que un cristiano de hoy tenga que perseguir de modo directo, absoluto. Es, sin embargo, la consecuencia inevitable del seguimiento fiel a Jesús de Nazaret con su mismo Espíritu. Así pues, el objetivo que debe focalizar la vida cristiana hasta configurarla completamente es el seguimiento de Jesús, participando de su misión. Pero quien sigue a Jesús obedeciendo el impulso de su Espíritu, se encontrará con dosis crecientes de sufrimiento, que deberá sobrellevar pacientemente. Estudiaremos el asunto, que es realmente decisivo en la vida cristiana, primero en Jesús de Nazaret y luego en sus seguidores. Pero antes de remontarnos a las fuentes, vamos a referirnos al estado de la cuestión que estaba vigente ambientalmente en nuestra infancia y adolescencia, ya que provenía al menos de la baja Edad Media con intensificación en el barroco y con un nuevo reflorecimiento en la restauración de la cristiandad que culmina en vísperas del Concilio. A pesar de que el Concilio planteó este tema desde una óptica distinta, sin embargo, esta manera de concebir nuestro tema, aún sigue siendo propuesta con autoridad en la Iglesia; e incluso en no pocos que la han superado a nivel conceptual, sigue operando soterradamente. Por eso, y no sólo por un interés meramente histórico, es necesario explicitar ese planteamiento. LA PASIÓN EN LA TEOLOGÍA Y EN LA ESPIRITUALIDAD TRADICIONALES ¿CONCENTRACIÓN O CORTOCIRCUITO? El tema de la pasión de Cristo había sido el tema preferido en la espiritualidad cristiana desde la baja Edad Media. Se había operado una concentración de la vida de Jesús en su doloroso final. Esta condensación se evidencia en la omnipresencia de los crucifijos que presidían las iglesias y los altares, las salas donde se efectúan reuniones y se deciden los asuntos del Estado y de las corporaciones, los cruces de los caminos y hasta las alcobas matrimoniales. El predominio de la pasión es patente también en los retablos de las iglesias, en los cuadros e

TESIS QUE SOSTENEMOS · alrededor de la pasión, y para ellas se compusieron también muchísimas oraciones y cantos, devocionarios y libros de meditación. Todo este mundo se sistematizó

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Page 1: TESIS QUE SOSTENEMOS · alrededor de la pasión, y para ellas se compusieron también muchísimas oraciones y cantos, devocionarios y libros de meditación. Todo este mundo se sistematizó

CONFIGURACIÓN CON CRISTO PACIENTEPedro Trigo, sj

TESIS QUE SOSTENEMOS

Y PASOS PARA DESARROLLARLA

La tesis que sostendremos es la siguiente: La configuración con Cristo paciente no es unobjetivo que un cristiano de hoy tenga que perseguir de modo directo, absoluto. Es, sin embargo,la consecuencia inevitable del seguimiento fiel a Jesús de Nazaret con su mismo Espíritu. Asípues, el objetivo que debe focalizar la vida cristiana hasta configurarla completamente es elseguimiento de Jesús, participando de su misión. Pero quien sigue a Jesús obedeciendo elimpulso de su Espíritu, se encontrará con dosis crecientes de sufrimiento, que deberá sobrellevarpacientemente.

Estudiaremos el asunto, que es realmente decisivo en la vida cristiana, primero en Jesús deNazaret y luego en sus seguidores. Pero antes de remontarnos a las fuentes, vamos a referirnosal estado de la cuestión que estaba vigente ambientalmente en nuestra infancia y adolescencia,ya que provenía al menos de la baja Edad Media con intensificación en el barroco y con un nuevoreflorecimiento en la restauración de la cristiandad que culmina en vísperas del Concilio. A pesarde que el Concilio planteó este tema desde una óptica distinta, sin embargo, esta manera deconcebir nuestro tema, aún sigue siendo propuesta con autoridad en la Iglesia; e incluso en nopocos que la han superado a nivel conceptual, sigue operando soterradamente. Por eso, y no sólopor un interés meramente histórico, es necesario explicitar ese planteamiento.

LA PASIÓN EN LA TEOLOGÍA

Y EN LA ESPIRITUALIDAD TRADICIONALES

¿CONCENTRACIÓN O CORTOCIRCUITO?

El tema de la pasión de Cristo había sido el tema preferido en la espiritualidad cristianadesde la baja Edad Media. Se había operado una concentración de la vida de Jesús en su dolorosofinal.

Esta condensación se evidencia en la omnipresencia de los crucifijos que presidían lasiglesias y los altares, las salas donde se efectúan reuniones y se deciden los asuntos del Estadoy de las corporaciones, los cruces de los caminos y hasta las alcobas matrimoniales. Elpredominio de la pasión es patente también en los retablos de las iglesias, en los cuadros e

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imágenes que poco a poco las fueron repletando para fomentar y satisfacer la devoción de losfieles, desde la oración del Huerto al santo sepulcro, pasando por la flagelación, el Ecce Homo,las diversas escenas del Vía Crucis en las que aparece siempre el Nazareno con la cruz a cuestas,y la escena del Calvario, en la que se contempla a Jesús crucificado en medio de los dos ladronesy a sus pies la soldadesca y las santas mujeres, y entre ellas su Madre y el discípulo amado, losCristos en agonía o muertos, el descendimiento y Jesús en brazos de la Dolorosa. Muchas deestas imágenes fueron esculpidas o pintadas para dar pábulo a multitud de devociones que giranalrededor de la pasión, y para ellas se compusieron también muchísimas oraciones y cantos,devocionarios y libros de meditación.

Todo este mundo se sistematizó y fundamentó en tratados eruditos, pero sobre todopatéticos, mezcla de una teología que se remontaba a san Anselmo, descripciones minuciosísimasen las que se exacerbaba lo dolorista y un torrente de afectos de un patetismo desbordado.

Esto ocurrió por diversos motivos: El más inmediato eran las calamidades que estabandesolando Europa, desde las pestes hasta las incesantes guerras. Los dolores personales y socialesencontraban sublimación al verlos también en el Cordero inocente. Otro fue el cambio violentodel orden que había fraguado en la Edad Media, que entraba ciertamente opresión, pero tambiénseguridad y protección, estabilidad y un sentido de la vida compartido. La desorientación, laincertidumbre, los peligros, con la consiguiente angustia, se veían también representados en elHijo de Dios y así se volvían más llevaderos.

Otro motivo teológico, muy enraizado en la cultura ambiental, fue la deshistorización dela vida de Jesús, que sólo tenía un papel edificante, ya que la salvación nos había sido otorgadaa través de su pasión, en la que el sacrificio de la víctima humano-divina había satisfecho a ladivinidad. Por eso la contemplación de la pasión servía para desentra ar el misterio de pecado ysalvación que late en la historia y para agradecer al que nos amó y se entregó por nosotros, yllevaba también a sufrir sus dolores con la esperanza de participar de su triunfo.

No puede descartarse tampoco el gusto de la época por el patetismo, por escenificar la vidaconvirtiéndola en un espectáculo, gusto que va desde la vida de las cortes a los acontecimientospúblicos, desde la coronación de un rey al ajusticiamiento de un reo, a las procesiones, lasperegrinaciones y hasta la misa mayor dominical, para no hablar del carnaval. Este gusto por loceremonial y el espectáculo da lugar, obviamente, también al teatro en toda su gama: desde lafarsa y la comedia hasta la tragedia o el auto sacramental. En este último caso, quecronológicamente fue el primero, la representación pretende ser de algún modo actualización paraque los asistentes, que no son meros espectadores, lleguen a la catarsis, es decir al sufrimientomimético purificador.

Tal vez lo determinante sea la doctrina teológica de la satisfacción vicaria. El monarcadivino, que nos creó por amor y en vistas a que participáramos de su vida en su hijo Jesús, estáencolerizado por nuestros pecados. El problema que se plantea a la humanidad es que puedeofender a la majestad divina, pero no tiene capacidad para reparar la ofensa. Por eso Dios, que,aunque ofendido, sigue siendo un Padre, determinó que su Hijo se hiciera ser humano para que,como uno de nosotros, pudiera pagar en vez nuestra, y como uno de la Trinidad su satisfacciónestuviera a su altura.

La satisfacción fue su muerte en cruz. Una satisfacción dolorosísima, tanto para Jesús, quela sufrió en su cuerpo y en su espíritu, como para su Padre, que tuvo que soportar cómo su Hijoera rechazado, como cargaba con nuestros pecados y sufría en su cuerpo una tortura bárbara. Deeste modo la cruz evidenciaba, el horror de nuestro pecado que no sólo quita vida de diversasformas y en diversos grados y destruye nuestra humanidad sino que afecta hasta la agonía al

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espíritu del Hijo de Dios y le causa la muerte. Pero más hondo que el misterio del mal, la cruzpregona el amor de Dios, que soporta tanto mal por amor nuestro y para nuestra salvación.

VALORACIÓN DE LA TEORÍA ANSELMIANA

DEL SACRIFICIO REDENTOR

Es cierto que este esquema ha presidido desde las tesis de teología hasta los sermones a lasmultitudes y las exhortaciones en la dirección espiritual. No podemos negar la grandeza delesquema, que patentiza tanto el horror del pecado, como el amor infinito de Dios que triunfasobre él. En cualquier otra construcción explicativa que se intente, esto ha de ser retenido. Perotambién es inocultable lo que este esquema tiene de proyección del esquema de una sociedadpiramidal cuyo valor supremo es el honor, en la que la ofensa contra el honor del que estabaarriba y por eso merecía ese honor, se pagaba con un precio terrible, que muchas veces llegabaa la muerte afrentosa.

Podemos preguntarnos con toda razón si el Padre de nuestro Señor Jesucristo, tal como élnos lo revela, vive obsesionado por su honra como los señores de este mundo, si tenemos queentender su gloria como la entienden los grandes de este mundo. El sentido de los mandamientos¿es que reconozcamos que él es el que manda; más aún, que su poder es absoluto y que ante élnosotros tenemos que agachar la cabeza y someternos?

Nosotros pensamos que la revelación de los mandamientos no va encaminada alreconocimiento de su señorío sino a nuestro provecho: es la revelación de los cauces de la vidapara que, siguiéndolos, vivamos una vida plenamente humana. De esa vida forma parte larelación con Dios, pero no porque él es el que manda sino porque es su relación constante deamor la que nos hace vivir; por eso vivir apegados a él es vivir de la fuente de la vida.

Nuestra inferioridad manifiesta respecto de él ¿es la que sentimos respecto de alguien queestá arriba en la escala social? ¿Somos menos que él en ese sentido? ¿Nos humilla con supresencia? ¿Se regodea en que sintamos que nosotros dependemos de él y él para nada necesitade nosotros? ¿Tenemos que estar a bien con él, como tenemos que estarlo con un personaje quepor su dinero y poder o por su puesto o por sus relaciones e influencias nos puede catapultarhacia arriba o hundirnos en la desprotección?

Dicho en tesis, el Padre de nuestro Señor Jesucristo ¿es el Dios de los dioses y el Señor delos señores? ¿Es el que corona, trascendiéndolas, las jerarquías sociales? Tenemos que respondercon un rotundo no. Si así fuera, los que están más arriba serían los más cercanos a él, los que porrecibir directamente su irradiación serían los que más se parecen a él y por eso sus representantes.Así ha sido sostenido teórica y prácticamente en la cristiandad. Pero no puede ser validado en lasfuentes cristianas.

Repitamos que es indispensable hacer este desmontaje porque no sólo queda mucho de estamentalidad de una manera más bien soterrada sino sobre todo porque es una sensibilidad muyarraigada, que resiste tenazmente muchos intentos de depuración.

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MODOS DE VIVIR ESTE ESQUEMA

Ahora bien, un mismo esquema teológico-espiritual puede ser vivido de maneras muydiversas. Y también lo ha sido este esquema. Para unos él ha dado lugar a una existenciarealmente doliente. Disfrutar sencilla y sanamente de la vida como don de Papadios era tenidobajo sospecha y vivido como una especie de traición. El que el corazón del mensaje de Jesúsfueran las bienaventuranzas, el que Jesús viniera a hacer feliz a la gente, el que él mismo enpersona fuera evangelio, quedaba opacado ante su final atroz. Si nuestro Señor estabacrucificado, nosotros, sus fieles, no podíamos vivir en paz ni reír. Este tono, el que imprimióFelipe II a su corte, toda vestida de negro, ha sido el tono de no pocas propuestas espirituales.Este ambiente lúgubre es el que ocasiona el reproche de Nietzsche: “si ustedes aseguran queestán redimidos ¿por qué ponen esas caras tristes? ¿Por qué no lo demuestran con expresionesde felicidad?” Esta acusación no puede ser respondida con ninguna razón. La única respuestafehaciente es el cambio de tono vital.

Sin embargo, muchas personas, sobre todo populares, se han esforzado a través de lossiglos por vivir con la mayor paz y plenitud posible. Saben intuitivamente que “todo don perfectodesciende de arriba, del padre de las luces” (St 1,17) y lo reciben y disfrutan con toda el alma.Pero también experimentan que en la vida hay mucho de esfuerzo continuo y desgastante y aveces frustrante. Experimentan también muchos contratiempos debidos al ambiente adverso, aque ellos se encuentran abajo y son discriminados y sobre ellos cae sobre todo el peso social.También, por esta desventaja, sufren las enfermedades de pobres. Todas las personas tienenmomentos de sufrimiento y sobre todo los pobres se ven envueltos en muchos sufrimientos dediversa índole. En estas circunstancias no pocos cristianos auténticos no se hacen las víctimas,pero sufren estas adversidades con la mayor entereza posible, y saben que en esas situaciones sonacompañados y acompañan a Jesús en su pasión, y reciben de él la fuerza para ser pacientes comoél y con él.

Así pues, participando del mismo esquema, unos cristianos viven una existenciadisminuida, por lo que el esquema se les convierte en una trampa, en tantos que otros asumensólo lo que les parece congruente para vivir su vida superadoramente.

Refirámonos ahora, más allá del esquema, directamente a la vida de Jesús.

JESÚS NO VIENE A PROCLAMAR EL JUICIO

SINO LA BUENA NUEVA DE LA CERCANÍA

INCONDICIONAL DE DIOS QUE SALVA

Jesús viene a proclamar una buena noticia, por eso su nacimiento se anuncia como causade una gran alegría para todo el pueblo. Esa buena noticia es que Dios viene ya, como anunciabaJuan; más aún, está viniendo. Pero no viene, como él había imaginado, para ajustar cuentas, paraentablar el juicio inexorable y definitivo. Viene a consumar la alianza de modo superabundantey gratuito, viene a ser nuestro Dios y a que seamos su pueblo. Pero viene a ser nuestro Dios comonuestro papá con entrañas maternas, como la vida de nuestra vida; y esto de modo incondicional,

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de manera que lo único que nos pide es que nos abramos a su venida, que también nosotrosqueramos vivir de su vida como verdaderos hijos suyos.

La conversión que predica Jesús no es un cambio de la vida de pecado al cumplimiento dela ley. Es dejar la normalidad del cumplimiento de la ley para atender a esta inaudita oportunidadde intimar con Dios que él nos brinda; o abandonar el intento de vivir por cuenta propia, fundadoen las riquezas o el poder, para pasarse a este negocio fabuloso que Jesús propone de tener a Dioscomo nuestro tesoro y vivir fundados en él; o dejar la resignación a la lejanía e incluso lamaldición de Dios por considerarse un pecador sin remedio, y acudir confiado al Dios de Jesúsque acoge sin condiciones.

Pero Jesús no es sólo el heraldo de esa noticia tan única e inigualable en su positividad. Estambién su mediador: Dios llega a ser nuestro papá materno, al hacerse Jesús nuestro hermano.En este sentido Jesús es él mismo la buena noticia de Dios. Jesús es pura gracia, pura positividad.En palabras de Pablo, él es el sí de Dios (2Cor 1,19). Por eso el talante de Jesús es positivo,afirmativo, constructivo. Lo suyo es la simpatía.

Él no es un asceta, autoexcluido de la vida normal y del contacto con los pecadores eincluso con los seres humanos, ni un ministro de lo sagrado, atenido a los ritos del templo. Noes Juan que ni come ni bebe. Él es el acusado de comilón y borracho, amigo de recaudadores deimpuestos y pecadores; el que ha sido enviado, no a juzgar sino a salvar al mundo, el que havenido a salvar lo que estaba perdido, el que viene a proclamar el año de gracia del Señor y noel día del desquite de nuestro Dios (Lc 4,19; cf Is 61,2).

LA SIMPATÍA DE JESÚS,

AL EJERCERSE SOBRE LOS NECESITADOS,

SE TIÑE DE MISERICORDIA

Ahora bien, como la simpatía de Jesús, esa versión, esa respectividad, esa inclinaciónpositiva hacia los demás, se ejercía sobre todo respecto de quienes estaban sobrecargados yabatidos como ovejas sin pastor, la simpatía se teñía de compasión, sin dejar de serlo. A Jesússe le conmovían las entrañas, como a su Padre (Os 11,8), al ver el estado calamitoso de sushermanos. La misericordia lo llevaba, no a socorrerlos desde arriba, dándoles cosas, sino, sobretodo, a estar con ellos, en su mundo, a su disposición, a ser en verdad de ellos. Y en efecto ellosse creían con derecho sobre él, sobre su tiempo y su espacio, de manera que no tenía tiempo nipara comer. Esta ubicación social y personal, esta opción primordial, equivalía a cargar con elloscomo la contraparte a la actitud de ellos de disponer de él (Mt 8,17). Desde esta actitudprimordial, Jesús se encargó de ellos, no sustituyéndolos sino por el contrario, dándoles quepensar, liberando su mente, poniéndolos en movimiento de manera que salieran de su postración,se pusieran en pie y se movilizaran. En eso consistió la autoridad de Jesús: en su capacidad deayudarlos a crecer humana y espiritualmente.

En eso consiste ante todo el mesianismo de Jesús, que no fue el mesianismo davídico deimponerse por las armas, con el poder de Dios, sobre los opresores de la nación, sino elmesianismo asuntivo del Siervo. Jesús asumió a las personas concretas con sus problemas, consus enfermedades de pobres, con sus deudas, con su horizonte cerrado a la esperanza, con supostración, pero también con esa reserva de confianza última en Dios, con esa esperanza contratoda esperanza, con esa apertura a lo que se podía presentar.

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Asumió a las personas, insisto, no sustituyéndolas sino provocando una reacción, undesbloqueo, un proceso. Presentando esa determinación de Dios de reinar gratuita e íntimamentesobre ellos, revitalizando con su presencia la vida y cualificando la humanidad.

EL SACRIFICIO GOZOSO

DE LA DISPONIBILIDAD CONSTANTE

Esa proclamación fehaciente la llevaba a cabo Jesús con una inmensa alegría, mucho másal ver la reacción de la gente, y su alegría ante ese tesoro encontrado.

Pero también era obvio que ese ministerio resultaba tremendamente desgastante. Esaapertura continua a cada persona, esa sintonía personalizada con las multitudes, esadisponibilidad completa, suponía un tremendo desgaste y exigía no sólo una creatividadconstante sino, no menos, una infinita paciencia. Y conllevaba todo género de incomodidadesy molestias. No cabe duda de que un amor concreto y generoso como el de Jesús conllevasacrificio, inmensas dosis de sacrificio. Pero era un sacrificio gozoso, era un precio que se pagabacon alegría. Jesús se daba por bien pagado con la sintonía de la gente, con su respuesta: verlossalir de su desesperanza y su postración, contemplar cómo se ponían en pie, en marcha y semovilizaban, resultaba para él tremendamente estimulante.

También se necesitaba una gran paciencia para entablar el proceso desde el punto de partidaen que se encontraban. Había que darle tiempo al tiempo. Desde la postración total de los pobresy de los excluidos, las primeras demandas son bastante elementales: sobre todo existir paraalguien, saber que hay alguien que se interesa por mí, tener esperanza de poder satisfacer lasnecesidades, encontrarse con otros como pueblo reunido. Por su parte, los que se creíandesahuciados por Dios, antes de dar ningún paso necesitaban experimentar que no eran unosleprosos que manchaban con su contacto, que un hombre de Dios podía acogerlos de su parte sincomenzar exigiendo condiciones sino derramando sobre ellos la simpatía humana sin segundasintenciones, como ejercicio desnudo de humanidad. Y Jesús ciertamente daba tiempo a laspersonas. Al ser el Mesías Siervo, que asume a las personas en el estado en que se encontraban,era el Cristo paciente.

Una paciencia que a veces parece que se colma, como cuando regresa del monteentristecido porque los discípulos que han visto a Jesús con los ojos con que lo ve el Padre, nohan sido capaces de ver que ésa es la gloria de su camino y asumen que ya han llegado y que lobueno es permanecer allí, y cuando el Padre, ante su incomprensión, les tapa la visión, lo únicoque se les ocurre es preguntarle si no tenía que venir Elías a ponerlo todo en orden, se entiendeque a la fuerza. Jesús está rumiando la impotencia de que ni el Padre ha logrado que acepten sucamino, cuando se acerca uno echándole en cara lo poco hábiles que son sus discípulos que nohan podido hacer el trabajo que les había pedido de sacar el demonio de su hijo, sin querer asumirque no se trataba de arte de magia sino de fe, fe que parte de asumir personalmente el problemay ponerlo en manos de Dios a través de Jesús. Saturado por tanta incomprensión, Jesús pronunciala frase más dura: “generación adúltera ¿hasta cuándo tendré que estar con ustedes? ¿Hastacuándo tendré que soportarlos?” (Mc 9, 19). Aunque a continuación se sobrepone y les dice quele traigan la muchacho. Como se ve, la paciencia de Jesús no fue algo ingenuo y candoroso, elsentimiento angelical de alguien que estaba en una serenidad olímpica, más allá de las

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alteraciones humanas. Era por el contrario la paciencia que sólo el amor puede dar: la pacienciaproverbial de una madre.

EL CRISTO PACIENTE

ANTE LA CEGUERA PROGRESIVA

DE LOS DISCÍPULOS

En los evangelios, sobre todo en el de Marcos, aparece consignada con toda minuciosidadla incomprensión progresiva de los apóstoles a medida que Jesús les hacía ver que no se iba aimponer sobre los enemigos sino que iba a caer en sus manos, aunque eso no iba a significar elfracaso del designio de Dios.

Al principio se mostraron contagiados por el entusiasmo de las multitudes. Eran testigosde la creciente autoridad de su Maestro y estaban orgullosos de él. Se sintieron todavía máscontentos y halagados cuando Jesús los hizo partícipes de su misión y ellos regresaron felices dela acogida de la gente y de su autoridad delegada sobre los demonios. Pero Jesús no logróatraerlos a su modo asuntivo de ejercer el mesianismo. Servir y entregarse desarmada ycreativamente a los demás dando de sí mismos hasta dar la propia vida, no entraba en elhorizonte de los apóstoles. Ellos estaban dispuestos, eso sí, a pasar trabajos y combates, pero pararestablecer la soberanía de Israel, formando parte del partido de Dios que hace frente a susenemigos hasta derrotarlos por completo. Pero veían como una afrenta para el Dios de losEjércitos y una deshonra para ellos, no combatir por la fuerza hasta imponerse.

En el evangelio de Marcos el Cristo paciente es el Cristo que no echa fuera a sus discípuloscuando se convence de que no quieren ir detrás de sí, es decir que no quieren dejarse guiar porsus criterios. Ese Cristo que sube a Jerusalén delante de sus discípulos, halándolos, llevándolosa remolque, seguido materialmente por ellos, pero humana y espiritualmente solo, ya que ellosvan discutiendo sobre quién era el que tendría mayor rango en el reino que suponían que seavecinaba. Ese Cristo paciente, que desde que entran en Jerusalén los ve completamente ciegos,entusiasmados por la acogida de las multitudes y por la victoria de su maestro en las disputas conlas autoridades, sin querer ver que le están estrechando el cerco y que ya han decretadodeshacerse de él. Esa incomprensión fue un dolor muy íntimo para Jesús, además del dolor dela soledad cada vez más espesa.

SACRIFICADO

POR EL ORDEN ESTABLECIDO SACRALIZADO

Pero a medida que avanzaba su ministerio iba resultando evidente para él que lasautoridades no iban a aceptar su propuesta del reinado de Dios como camino hacia el Reino.Ellos preferían atenerse a la normalidad religiosa de la ley y el templo, y no se abrieron a la ofertaque Dios les hacía por su medio de entregarse a la consumación de la alianza, de recibir al Señorque venia como gracia a cumplir las promesas de poner la ley en sus corazones, de conocerlos,

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es decir de tener esa relación íntima con él, en la que él iba a perdonarlo todo y, no contento coneso, iba a derramar su Espíritu en los corazones para que, desde la fuente misma del obrar,naciese esa determinación de corresponderle.

Los sacerdotes no parecen haberse interesado por su propuesta, y por eso no intervienenen los evangelios hasta el acto de destrucción simbólica del templo. Los maestros de la ley, almenos parte de ellos, habían tomado una postura ambivalente y por eso lo habían invitado ahablar en las sinagogas y se habían animado a discutir con él. Sin embargo su preferencia por lospobres, incluso por los considerados como chusma, y su aceptación de los tenidos comopecadores públicos, su interpretación de la ley de la pureza de modo completamente opuesto altradicional, que por un lado la concentraba en el corazón y por otro la hacía consistir en elejercicio de la misericordia, los enajenó.

Jesús sufrió muchísimo por esa ceguera de los que tenían la misión de iluminar a su pueblo.Pero además ellos lo hicieron sufrir a él. Intentaron en vano desacreditarlo ante el pueblo. Y porfin, al constatar la envergadura de su liderazgo, y cómo él ponía en peligro la normalidadreligiosa, por la creciente personalización del pueblo y su movilización, que podía alarmar a losromanos, decretan que debe morir para evitar que perezca la nación. En la sesión del sanedríndonde se decidió su suerte (Jn 11,47-50) no se lo acusó de ningún delito. Se lo condenóexclusivamente porque así convenía para que se mantuviera el orden establecido con susinstituciones y estructuras.

Además del sacrificio gozoso de su disponibilidad constante, Jesús tuvo que cargar con elsufrimiento que le causaron los que decidieron sacrificarlo. ¿Qué significa en esa hora de laverdad el Cristo paciente?

Lo fundamental es que Jesús vivió su pasión continuando y así consumando esa actitud quelo había constituido en buena noticia. Así pues, lo salvífico de la pasión no fue el dolor, que desuyo nada tiene de salvífico ni menos aún el haber sido sacrificado por los dirigentes religiososy políticos, que es pura negatividad, la negatividad mayor de la historia. Si Dios no quieresacrificios, es decir que se sacrifique a un animal, muchísimo menos quiere que se sacrifique porningún motivo a ningún ser humano. Y muchísimo menos que sacrifiquen a su Hijo. En estesentido preciso el sacrificio de Jesús nada tiene de positivo, de salvador. Es pura negatividad.Jesús no se ofreció a sí mismo como un sacrificio ritual. Ni Dios quiere sacrificios ni Jesús quieresacrificarse. En este sentido preciso hay que negar el esquema de san Anselmo.

En la pasión actuaron dos fuerzas: una negativa, la que encarnaron los dirigentes, quesacrifica a una persona para que siga el orden establecido, y otra positiva, encarnada por Jesús,que no se constituye en la contracara de lo que hacían con él sus torturadores. En este sentidoantropológico, víctima es la persona que, al sucumbir a manos del victimario, es reducida pro éla la condición de estar poseído por los sentimientos que el agresor inocula. El que condena ytortura produce abatimiento, postración, resentimiento, rabia, terror. El poder del agresor noconsiste sobre todo en agredir corporalmente sino en reducir al otro a la condición de agredido,quitándole su propia sustancia.

Pues bien, Jesús nos salvó en su pasión porque no lo redujeron a la condición de víctima.Porque durante la pasión continuó con sus mismas actitudes, con su misma propuesta vital.Continuó llevando en su corazón a los pobres y a los estigmatizados como pecadores públicoscertificándoos que el Dios de la alianza los acogía, y pidiendo perdón a su Padre por sus asesinos.Pero continuar con esas actitudes en presencia del rechazo significaba llevarlas la máximo, yaque sólo así podía sobreponerse a la violencia antropológica de la agresión que busca anular.

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JESÚS HA VENIDO A LIBERAR

A LOS QUE POR TEMOR A LA MUERTE

PASABAN LA VIDA ENTERA COMO ESCLAVOS

(Hbr 2,15)

Veamos el mecanismo que Jesús había practicado durante toda su vida y que llevó alextremo en su pasión y muerte. Quienes mandan no deliberativamente, someten a las personas,es decir las llevan a hacer lo que no quisieran hacer porque sienten que va en contra de sudignidad, poniéndolos en cada caso bajo el dilema de que, si lo hacen obtendrán ventajas y si noles sobrevendrá algún género de muerte. La muerte más pequeña es hacer el ridículo, por estasituación embarazosa la sentimos como una muerte. Por eso decimos: “tierra, trágame”; es quequisiéramos desaparecer para no sufrir el bochorno. Otra muerte mayor es el temor a quedarsesolo. Todos lo hacen; si no lo haces tú, te van a abandonar. ¿Cómo vas a vivir solo? El miedo aquedarse solo lleva a no pocos a ceder. Una muerte mayor aún es la inseguridad económica y porconsiguiente vital. Si no lo haces, te vas a quedar sin estas ventajas, vas a poner en peligro elempleo, te puedes quedar en la calle. El miedo a quedarse sin piso hace que no poca genteabdique su dignidad. Claro está que el miedo mayor es a la muerte física. Y en nuestrassociedades periféricas esto no es un peligro remoto, ni mucho menos. ¿Cómo no voy a hacer loque no quisiera si, en caso de resistirme, me pueden matar?

Como se ve, en cada caso se nos presenta una falta de alternativa y por eso no hay másremedio que ceder. Pues bien, en cada caso dice Jesús: “no temas, basta que tengas fe”. Nada delo que te proponen como lo último, lo es. Aun poniéndote en la peor de las posibilidades, si nocedes tu dignidad, puedes vivir una vida auténticamente humana. Lo único que tiene que temerrealmente es perder tu dignidad. “¿Qué puedes dar a cambio de tu alma?”. Ella vale más que elmundo entero.

Eso que dice Jesús es, ante todo lo que hace Jesús. Él abandonó su precario establecimientoen el lugar más bajo del sistema, pero dentro de él, para asumir una existencia itineranteabsolutamente desprotegida: no tenía dónde reclinar la cabeza. Y, aunque algunos días no tendríanada para comer ni donde dormir, su Padre no lo abandonó, aunque no hizo para él ningúnmilagro. Recibió la hospitalidad de los que le abrían la puerta y se sentían contentísimos con eldon de su presencia liberadora. Jesús no buscó sistemáticamente a los ricos e influyentes para queampararan su persona y su causa. No excluyó a nadie, pero se dirigió de preferencia a la gentepopular, y en efecto, en las horas menguadas, ellos, aparentemente sin poder, fueron su escudocontra los dirigentes. Jesús siguió su camino, con gran prudencia, pero sin ceder un ápice de supropuesta, que sabía que era la del Padre, la única propuesta realmente salvadora. Se mantuvoen las buenas y en las malas.

Esta manera desarmada, pero absolutamente libre, con que vivió, culminó en la cruz. Poreso venció a los poderes diabólicos, es decir a los que dividen al ser humano de su dignidad y portanto a los seres humanos entre sí y los separan de Dios, soportando su embate sin doblegarse.Por eso cuando vio que de seguir así lo iban a asesinar, él no cambió de método. Por ejemplo,si se hubiera confinado a sus discípulos, como hacían los grupos sectarios y elitistas de sutiempo, lo habrían dejado en paz. Pero su Padre lo había enviado a todos, empezando por los deabajo y los alejados, pero incluyendo también a las autoridades. Por eso siguió su camino. Loconsumó precisamente cuando las autoridades descargaban sobre él todo el peso de su poder. Asíquedó evidenciada su impotencia.

Page 10: TESIS QUE SOSTENEMOS · alrededor de la pasión, y para ellas se compusieron también muchísimas oraciones y cantos, devocionarios y libros de meditación. Todo este mundo se sistematizó

En la cruz se evidencia el poder y la impotencia de las autoridades. Su poder porque lomataron. Su impotencia porque no pudieron quebrarlo, porque la vivir la tortura desde sulibertad, colmó su humanidad y abrió incluso para sus asesinos la posibilidad de rehabilitarse.El fin de Jesús es realmente admirable. Pero también podríamos decir que su heroísmo no esfácilmente replicable. Incluso podríamos preguntarnos si no fue un iluso. Nosotros respondemosque esa vida es la más digna y más humana que haya pisado la tierra y que merece la pena vivirasí.

Pero es que además la vida de Jesús no acabó en el Calvario. El Padre en le que habíaconfiado, al que había revelado, ese Padre que no se imponía, pero que daba capacidad para viviruna libertad constructiva, lo resucitó, es decir lo recreó con su misma vida y en su mismo seno.No lo recreó como un premio personal sino que salvó la vida que había culminado en la cruz: lavida fraterna del Hijo de Dios. Si lo salvó como hermano nuestro, está garantizada la esperanzade que se vivimos como él, seremos con él resucitados. Y para que en efecto podamos hacerlo,para que tengamos la luz y la fuerza necesarias, Jesús derramó desde el seno del Padre a sumismo Espíritu.

Ese Espíritu habilitó en efecto a sus discípulos a vivir también ellos con la misma actitudde Jesús.

Si tenemos fe, nadie tiene poder sobre nosotros. Nosotros tenemos la fuerza del Espíritupara seguir con Jesús su camino de humanización.