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texto y fotos por M arta C illero T urquía y el segundo sexo

Turquía y el segundo sexo · de la Condición Masculina Luis Bonino en su artículo para la revista La Cibeles, son “dispositivos mentales y corpo-rales incorporados y automatizados

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texto y fotos por

Marta

Cillero

Turquía y el segundo sexo

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El fin de semana del 14 de febrero de 2015 la céntrica plaza de Taksim en Estanbul, Turquía, estaba adorna-

da con grandes corazones de plástico rojo y guirnaldas de colores. Globos y luces decoraban los escaparates en la comercial avenida de Istiklal, siempre abarrotada de gen-te procedente de todos los rincones de Turquía y del resto del mundo, donde los turistas alzan sus Smartphones para tomar fotos de una aglomeración que llega a tener encanto. Es 14 de febrero, día de los enamorados. Fin de semana romántico en el que millones de parejas en todo el mundo deciden celebrar, comprar y regalarse porque es bonito decir de vez en cuando “que somos novios y que viva el amor”. Ese mismo fin de semana de “amor comercial”, a casi mil kilómetros de Estambul, un conductor de 26 años, casado y con un hijo, intentó violar a la única pasajera que quedaba en el dolmus (o taxi colectivo en turco) que la llevaba de vuelta a casa. La joven se llamaba Özgecan Aslan, tenía 20 años, estudiaba Psicología, y como tantas mujeres en Tur-quía, llevaba gas pimienta (pepper spray) en el bolso para defenderse precisamente de hombres como el que acabó con su vida tras resistirse a ser violada. El asesinato de Özge-can es uno de los tantos desenlaces de la violencia machista contra las mujeres. Una violencia que en Turquía, como en otros países, moldea las relaciones entre hombres y muje-res de múltiples formas, desde los peores homicidios hasta sus manifestaciones más sutiles, menos visibles, pero casi igual de dañinas, que surgen de una violencia basada en el género. En el año 2014, según datos recogidos por el medio

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Una joven habla por teléfono en una galería de arte del barrio de Cihangir en Estambul

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de comunicación independiente Bianet, 281 mujeres fue-ron asesinadas por hombres en Turquía. Bianet contabiliza desde el año 2009 el número de casos de violencia machista que aparecen publicados todos los días en las agencias de noticias y medios de comunicación nacionales y locales, para dar a conocer la magnitud de la violencia contra las mujeres en el país. Pero antes del asesinato, la violencia contra ellas se manifiesta de otras formas: actitudes, com-portamientos y costumbres diarias que minan en lo cotidia-no la integridad de la mujer. Cuando Pelin salga a cenar con su novio y sea ella quien entregue el dinero para pagar la cuenta, observará que el camarero le devolverá a su no-vio el cambio de 50 liras turcas que no le corresponden a él. Cuando Sinem coja el autobús por la mañana para ir a la universidad, no estará tranquila al tener que preocuparse de que algunos hombres se le acerquen demasiado. Si Esra sale con sus amigas por la noche, evitará volver a casa ca-minando por las desiertas calles de Estambul: pasadas las diez de la noche una chica no anda sola. Situaciones que muchas mujeres hacen frente cada día, a veces sin darse cuenta del reto que suponen, y otras asumiendo como nor-males patrones de comportamiento aceptados, inculcados y extendidos en todos los sectores de la sociedad turca.

Pocas semanas después del asesinato de Özgecan, des-pués de las múltiples manifestaciones que en muchas

ciudades del país movilizaron a varios sectores de la so-ciedad turca en protesta por la violencia de género, Sezai Ozan Zeybek les enseñaba a sus alumnos y alumnas de So-ciología en una universidad liberal en Estambul, el video elaborado por la redacción del medio español eldiario.es en el que se muestran distintos ejemplos de “micromachis-mos”. Los micromachismos son comportamientos que no siempre suponen mala voluntad ni planificación delibera-da del ejercicio de violencia sobre las mujeres, sino que, como define el psicólogo y director del Centro de Estudios de la Condición Masculina Luis Bonino en su artículo para la revista La Cibeles, son “dispositivos mentales y corpo-rales incorporados y automatizados en el proceso de ″ha-cerse hombres″, como hábitos de funcionamiento frente a las mujeres.” Estos comportamientos no son exclusivos de las sociedades occidentales; son modos de estar, de reafir-marse ante el mundo, de relacionarse con el entorno y de identificarse frente a la mujer dentro de la estructura de la sociedad patriarcal. En el caso de Turquía, los patrones de reproducción y mantenimiento de los micromachismos va-rían dependiendo del papel que juegan las mujeres según qué regiones. La complejidad de la sociedad turca nace de

las diferencias culturales existentes entre estas regiones: a grandes rasgos, dentro del país se distingue entre ‘el Este’ (región que incluye el noreste, centro y sudeste de Anatolia) y el resto de Turquía. En los últimos años se ha extendido la creencia de que las mujeres del Este son reprimidas en mayor medida que en otras partes del país. La fácil dico-tomía entre las zonas “rurales y atrasadas” y las “ciuda-des modernas y desarrolladas” fue parte del discurso de la modernidad que predominó durante décadas en Turquía. Poco a poco esta diferenciación ha sido sustituida por una nueva división: ‘Este’ frente a ‘Oeste’. Ayse Gül Altinay, antropóloga y profesora en Sabanci University (Turquía), y Yesim Arat, doctora en Ciencias Políticas por la Princeton University, elaboraron en la primavera de 2007, la segunda gran encuesta en Turquía a nivel nacional, a partir de entre-vistas con más de 1.800 mujeres procedentes de un total de 56 provincias. Los resultados de la encuesta se recogieron en tres partes diferenciadas: primero, la opinión de las pro-pias mujeres hacia la violencia doméstica por parte de sus maridos; segundo, las experiencias personales de dichas mujeres; y tercero, su visión sobre las posibles medidas de prevención y penalización para desarrollar por parte del Es-tado. Entre las conclusiones del estudio, se observó que la falta de diferencias estadísticas significativas entre el Este

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de Turquía y el resto del país, cuestionaba la extendida creencia de que “son las mujeres del Este las que su-fren violencia machista y maltratos”. Las autoras de la encuesta señalaban en el estudio que, aun teniendo en cuenta que el alcance de los resultados no era suficiente para sacar conclusiones detalladas de todos los aspec-tos relacionados con violencia de género, los hallazgos sí fueron suficientes para cuestionar “el mito de que la violencia de género sea un asunto exclusivo del Este de Turquía”. En general, tanto en materia política como so-ciológica, Turquía también representa un caso de estudio particular por su eterna condición de ‘país puente’ entre dos culturas. Un país donde casi el cien por cien de la población es musulmana, y que, desde los restos del Im-perio, ha aspirado a ser miembro de la Unión Europea.

El gobierno de AKP y sus polí-ticas en violencia machista A

lo largo del siglo XX, Turquía fue testigo de la consoli-dación de una hegemonía secular y del posterior desa-fío islamista contra ella. ¿Cómo se hizo frente a dicho desafío? El actual partido en el gobierno, Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), lleva en el poder desde

que en 2002 ganara las elecciones generales. Durante sus primeros años, el partido de Recep Tayyip Erdoğan, primer ministro desde 2003 hasta 2014, construyó una hegemonía secular a partir del corporativismo capitalis-ta, un sistema de partidos políticos, el establecimiento de una autoridad burocrática y la creación de una iden-tidad moderna y urbana. Erdoğan no sólo aprobó varias reformas democráticas y liberales, también utilizó su liderazgo para constituir patrones de autoridad con los que gobernar y dirigir la sociedad civil hacia un cambio importante en la regulación de la vida cotidiana, el espa-cio social y las relaciones civiles. Los miembros del par-tido utilizan en sus discursos políticos referencias a las mujeres y se repite continuamente el ideal de “tres hijos por familia”. La intención es penetrar en los hogares, en las familias, fomentar el aumento de mujeres-madres.

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En enero de este año, Mehmet Müezzinoğlu, ministro de Sanidad, provocaba a la opinión pública declarando que la maternidad debería ser la única carrera que si-guieran las mujeres. Ante las críticas recibidas después de sus declaraciones, el ministro aclaraba sus palabras diciendo que la maternidad no es carrera para los hom-bres: “Las madres tienen la carrera de la maternidad, un camino que nadie más en el mundo puede seguir; por ello las mujeres deberían elegir la maternidad como centro de sus vidas”. Añadía que estas mismas reco-mendaciones son las que él da a sus hijas, con quienes comparte su visión del camino a seguir por las mujeres, encontrar un hombre a los 22 o 23 años y casarse con él.

Conservadurismo y tradi-ción, ¿ inseparables del

Islam? La retórica utilizada por el gobierno está perfectamente estudiada, y el propio presidente se en-carga de multiplicar el efecto del discurso añadiendo comentarios dirigidos a la sociedad turca, a la cual trata de convencer de que las mujeres no son ni serán nunca igual a los hombres, que la maternidad es la más alta de las aspiraciones para las mujeres, y que “las feministas”, a las que se refiere y a las que acusa y critica directamen-te, no pueden concebir el valor de tan alta aspiración. Podría verse como un intento de promover los valores tradiciones o de adherir en la sociedad turca costumbres musulmanas, pero el discurso que promueven desde el

gobierno no se basa únicamente en fomentar y exten-der la religión entre la sociedad turca. Etin Anwar es doctora en Filosofía e Interpretación de Estudios Islámi-cos por la State University of New York in Binghamton. Está comprometida con el análisis del papel de la mujer en la sociedad dentro de las tradiciones del pensamiento islámico, y en su libro Gender and Self in Islam, Anwar

“EL IDEAL DE MUJER ‘ESPOSA Y MADRE’ SIGUE OCUPANDO EL CENTRO DENTRO

DEL PROCESO DE CONTRUCCIÓN DE GÉNE-RO EN LAS SOCIEDADES MUSULMANAS”

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Una anciana vende bisutería y ropa en la Capadocia, región de la Anatolia Central que abarca parte de las provincias de Kayseri, Aksaray, Niğde y Nevşehir

Tres estudiantes turcas estudian en la biblioteca de la Bilgi University en Estambul

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analiza el papel del feminismo, la interpretación del Corán y el lugar de los sistemas jerárquicos de género en el mismo. Según Anwar, la ideal de mujer “esposa y madre” sigue ocupando el centro dentro del proceso de construcción de género en las sociedades musulmanas. Ser esposa y madre, no se asocia simplemente a los órganos reproductivos de la mujer, sino que marca su existencia e identidad en el mundo. Lo que Anwar denomina “mistificación cultural y religiosa de ser esposas y madres”, limita el ámbito de las mujeres a la casa de sus padres pri-mero, y a la de sus maridos después. Muchas mujeres tienen acceso a la vida pública para trabajar o estudiar, pero no gozan de la misma liber-tad y oportunidades que sus homólogos masculinos. En este sentido, las mujeres siguen siendo objeto de muchas restricciones y limitaciones al ser consideradas una potencial amenaza para el orden social. Pero Anwar también señala que, independientemente de la afiliación religio-sa, la maternidad se sigue viendo socialmente como una prioridad en la vida de las mujeres. En las sociedades musulmanas, la identidad y el género se inculcan primero en la familia, donde las mujeres reciben su estado extensional como esposas, madres e hijas. Aprenden a controlar su voz, a distinguir entre disciplina, culpa y responsabilidad. También aprenden a aceptar la percepción pública de lo que es social, cultural y religiosamente apropiado en términos de ética y no ética, vergüenza y dignidad, honor y deshonor, o la responsabilidad y la irresponsabilidad. Pero no es posible hablar de un prototipo de mujer en Turquía: las dife-rencias de clases, costumbres y educación y la convivencia entre ellas son más notables que en otros países de Europa o de Oriente Medio. Según el informe del Instituto turco de estadística (TUIK), la edad me-

dia para contraer matrimonio, tanto de hombres como mujeres, ha au-mentado desde la llegada al gobierno del AKP en 2002. Sin embargo, Pinar Uyan Semerci, profesora en el departamento de Ciencias Sociales y Humanidades en la Bilgi University en Estambul, señala que, bajo su punto de vista, el interés que en general muestran sus alumnas hacia el matrimonio parece mayor que el que existía cuando ella era estudiante. Recelosa de las generalizaciones, Pinar se muestra prudente al respon-der sobre qué tendencia percibe en la sociedad turca con respecto a la asignación de roles en la familia: “A veces la opinión pública se pre-gunta por qué tenemos en Turquía un gobierno tan sesgado en religión; pero es obvio que este gobierno es un espejo de la propia sociedad. Por ejemplo, el hecho de que un hombre y una mujer vivan bajo el mismo techo sin estar casado es algo todavía inaceptable socialmente inclu-so para las nuevas generaciones. Es interesante analizar las reacciones de los jóvenes: a la mayoría les gustaría vivir con sus novias, pero si les preguntas sobre sus hermanas, probablemente no se muestren tan dispuestos a aceptar que vivan con sus novios fuera de los límites del matrimonio.” Cuando se hacen referencias al Este del país como región conservadora y de valores tradicionales, es difícil definir con precisión cuáles son los pilares de esos “valores tradicionales”, quién los de-fiende y qué los mantiene; dónde empieza la religión y dónde termina la tradición. Dentro del paraguas del conservadurismo se recogen los valores tradicionales de la sociedad musulmana que, a su vez, inclu-yen la estructura patriarcal de la familia. Esta estructura está aceptada e integrada en la sociedad turca tanto entre hombres como mujeres. Para el gobierno de AKP, la religión y la preservación de los valo-

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“ES INEVITABLE PER-CIBIR EL PATRÓN DE

FALSEDAD CUANDO DESDE EL GOBIERNO DE AKP COMEN-TAN SOBRE LOS DERECHOS DE LAS MUJERES: HABLAN SOBRE ELLAS DE UNA FORMA QUE CONDUCE A LA DEVALUACIÓN DE SU CUERPO”

res tradicionales son la justificación, la excusa creíble y efectiva para promover su discurso sobre el rol de las mujeres. En sus declaracio-nes, Müezzinoğlu dijo que había recomendado a sus hijas casarse a una temprana edad; pero es que sí, sus dos hijas están casadas, pero ade-más, tienen carreras universitarias y trabajan jornada completa. Otro ejemplo: el actual pri-mer ministro, Ahmet Davutoğlu, declaraba en diciembre de 2014 la importancia de que las mujeres permanezcan en los hogares al cuida-do de sus familias (otra vez, referencias a la familia); su mujer se llama Sare Davutoglu y es ginecóloga de reconocida trayectoria en su clínica privada y otros hospitales en Estambul.

Hombres en cargos políticos que lanzan men-sajes sobre comportamientos sociales, valores morales y materia de derechos de las mujeres. Pinar Tremblay es columnista para el medio turco independiente T24 y para Almonitor y en varios de su artículos de análisis del país, acusa a los dirigentes políticos en Turquía de no apli-car sus propias reglas en sus vidas personales, evidenciando hipocresía en sus palabras y fal-ta de convicción ideológica en los valores que difunden. De nacionalidad turca y casada con un americano, Pinar vive en Estados Unidos donde trabaja como profesora en la Califor-nia State Polytechnic University. Cuando se le pregunta sobre por qué habla de “hipocresía”

al referirse al discurso del gobierno de AKP, se reafirma en lo que en varias ocasiones ha argumentado: “Es inevitable percibir el patrón de falsedad cuando comentan sobre los dere-chos de las mujeres. Hablan sobre las mujeres de una forma que conduce a la devaluación del cuerpo de ellas cuando todos tienen esposas o hijas que se benefician de los servicios educa-tivos y públicos seculares.” A nivel nacional, los dirigentes de AKP han logrado implemen-tar el discurso social más conveniente para ellos; han logrado cambiar la rutina de la gen-te, su actitud ante la política y su relación con ella. Esta falta de actitud hacia la participación activa y el poco afán de empoderamiento po-

lítico entre los ciudadanos y ciudadanas tur-cos, es evidente para cualquier observador que mire desde fuera; una actitud que afecta direc-tamente a la condición de la mujer. Después de más de una década con Recep Tayyip Erdoğan en primera línea política, el pulso social es prácticamente nulo y los movimientos popula-res están desorientados y desmovilizados. No hay instituciones ni mecanismos intermedia-rios para conectar a las instituciones públicas con la sociedad turca; así, los dirigentes man-tienen débiles los sectores sociales, segmenta-dos y desconectados entre sí dificultando las posibilidades de empoderamiento civil. La parte de la sociedad más crítica con el gobier-

Un hombre se lamenta mientras discute con su pareja en un ferry a Üsküdar, parte asiática en Estambul

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no siente que no hay alternativas, no hay opciones reales; hay una clase dominante que controla sus vidas a partir de intere-ses creados. Es un ambiente ciudadano que, emocionalmente, recuerda a la España de antes del 15M, donde no existen esos vínculos políticos, activos y fuertes para tomar las riendas y ser parte de cambio. Sin embargo, en este contexto de falta de movilización entre la sociedad, la cuestión de género juega con cierta ventaja con respecto a otras cuestiones políticas.

ONGs: las organizaciones civiles

más fuertes En comparación con otros sectores, hay mucha más actividad y movimien-

to en defensa de los derechos de las mujeres y una mejor organización en la demanda de ampliar de libertades. Una parte importante de las ONGs defensoras de los derechos de

la mujer no vieron con buenos ojos el camino que el gobierno de Erdoğan tomaba en cuestión de protección de estos dere-chos. Women for Women Rights (WWHR) es una de estas organizaciones. Derya Kaya es coordinadora de desarrollo en WWHR y, en su opinión, la cuestión de género debe abor-darse como un problema general en la estructura social del país y en la concepción de la misma, y no únicamente como una forma de violencia. Kaya argumenta que, según qué or-ganizaciones, se define “violencia contra las mujeres” desde distintas perspectivas y algunas solo consideran y tratan la violencia dentro de las familias; para WWHR, violencia es un concepto más amplio que incluye las dimensiones físicas, sexuales, económicas o emocionales. “Intentamos crear una red de comunicación y actuación fuerte entre las mujeres, no solo nos centramos en erradicar la violencia sino que la dis-

minución de esta vendría de la implementación de medidas que buscan operar en múltiples contextos y desde diferentes perspectivas.” El tono de Derya durante la entrevista fue apa-ciguador y evitó posicionarse tajantemente en ningún aspecto dejando claro en todo momento cuándo hablaba a nivel per-sonal y cuándo lo hacía en nombre de WWHR. Desde la web oficial, el tono es mucho más beligerante cuando describen sus estrategias y prioridades. Por ejemplo, en el apartado Soluciones y Estrategias puede leerse lo siguiente: “A través de la aplicación de políticas conservadoras, las mujeres están subyugadas a instituciones como el matrimonio, la religión, la familia. Además, los roles tradicionales pueden ser consi-derados como una amenaza que conduce al ostracismo so-cial.” ¿Por qué esta diferencia en la forma de comunicar sus propósitos? Las distintas líneas de posicionamiento en torno a

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Fundada en por Sümeyye Erdoğan, hija del ex presidente turco. Entre

sus objetivos destaca el proporcionar apoyo a las mujeres a ser productivas dentro de sus familias y en la sociedad.

Desde otras ONGs se le acusa de ser una gongo, una organización crea-

da por un gobierno con el objetivo de que se vea como una ONG con el fin de beneficiarse de la ayuda exterior.

La presidenta de Kadem, Sare Aydin, acusó a los grupos feministas de no

apoyar a las mujeres religiosas: “aque-llas ONG que dicen ser el apoyo a la representación de las mujeres ... esta-ban en silencio cuando se prohibió la entrada en las universidades a miles de chicas que llevan el hiyab (pañuelo).”

Fundada en 1993 con elobjetivo de promover los derechos huma-

nos de las mujeres en los niveles na-cional, regional e internacional. Ha contribuido de manera significativa a las reformas legales en Turquía y la promoción de los derechos sexua-les en las sociedades musulmanas .

Después de la reforma del Código Ci-vil de Turquía en 2001, WWHR inicia

y coordina un grupo de trabajo sobre la reforma del Código Penal, a partir de la perspectiva del género. La amplia campaña coordinada por WWHR duran-te tres años transformó el punto de vis-ta del Código Penal para reconocer la propiedad de las mujeres en sus cuer-pos y su sexualidad como individuos.

Aunque no sigue la línea de defensa de derechos de la mujer impues-

ta por el gobierno, WWHR colabora en algunos proyectos junto al ministe-rio por alcanzar objetivos communes.

Una de las primeras organizacio-nes fundadas en Turquía para lu-

char contra la violencia hacia las mu-jeres. Se estableció poco después de la ‘Solidaridad de la Campaña Mujeres contra la Violencia Doméstica’, dirigi-do por feministas e involucró a cien-tos de mujeres en Estambul en 1987.

Se sitúa muy en contra de la línea seguida por el gobierno para de-

fender los derechos de la mujer den-tro del rol que tienen en las familias y no como individuos independientes.

Es la ONG turca por los derechos de las mujeres con más proyección y pres-

tigio internacional por su trayectoria.

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los derechos y libertades de las mujeres dificultan el establecimiento de pautas de actuación conjunta y ralentizan la implementación de accio-nes conjuntas con las que aumentar la eficiencia de las ONGs. También aquí la tensión política está presente, y la polarización de la sociedad también se reproduce entre las organizaciones. Según Derya Kaya, las ONG se posicionan como ‘anti’ o ‘pro’ gobierno: “En nuestro caso, tra-bajamos con el gobierno implementando diferentes programas que pro-mueven la protección y el entrenamiento de mujeres; pero no podemos estar de acuerdo con el discurso político cuando solo se quiere enfatizar en la protección de la mujer dentro del núcleo familiar. Además, cada vez hay menos margen para las críticas a las políticas de gobierno y hay varios casos en proceso judicial contra movimientos feministas. Esto hace que desde las organizaciones sintamos mucha presión desde el go-bierno.” Pero las mayores divisiones entre las organizaciones no vienen de su posicionamiento con respecto al gobierno, sino de su implicación en la defensa de derechos transversales a la cuestión de género como los derechos del colectivo LGTB, la rama feminista kurda y la religión. Muchas organizaciones no se definen como ‘feministas’ pero sí traba-jan para promover la mejora en la protección de derechos de mujeres. Otras organizaciones realizan su defensa desde ramas más conserva-doras de la condición de la mujer, por ejemplo en círculos religiosos.

¿Qué dice la legislación?A pesar de las divisiones, las diferentes ONGs han sido capaces

de colaborar unidas para alcanzar sus objetivos básicos en común. Turquía fue el primer país en ratificar el llamado “Convenio de Es-

tambul” (Council of Europe’s Istanbul Convention on Preventing and Combating Violence and Domestic Violence against Women), para la prevención y lucha contra la violencia hacia las mujeres y desde 1986 se ratificó la CEDAW o Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, promovida desde Naciones Unidas. Después de la reforma del Código Civil turco en 2001, la ONG WWHR inició una campaña para cambiar el Código Penal desde la perspectiva del género a la que se sumaron otras organizaciones defen-soras de derechos. Se creó un grupo de trabajo integrado por represen-tantes de organizaciones no gubernamentales, juristas y académicos de todas las regiones del país. Desde el comienzo de la campaña, se exigió una reforma integral para cambiar la filosofía y los principios básicos del código penal con el fin de proteger los derechos de las mujeres, su integridad física y su autonomía sexual. Tras tres años de trabajo, el 26 de septiembre de 2004, el Proyecto de Ley del Código Penal de Turquía fue aceptado en la Asamblea Nacional del Parlamento. En él se incluyeron más de treinta enmiendas, entre ellas, la eliminación de conceptos como ‘castidad’, ‘vergüenza’, ‘moral pública’ o ‘decencia’, se criminalizó la violación dentro del matrimonio y se añadieron nue-vas medidas para evitar la concesión de rebajas en las penas para los autores de los llamados ‘crímenes de honor’. Varios países siguen man-teniendo en sus códigos penales disposiciones que reducen la sentencia aplicable por asesinato en los casos en los que el autor ha sido testigo de adulterio o se demuestra que la víctima había cometido adulterio. Además de la reducción de la sentencia o la exoneración en los casos de asesinato cometido por adulterio, las legislaciones de varios países

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mantienen vigentes disposiciones referidas específica-mente al “honor” como motivo para reducir la senten-cia. Entre los expertos hay consenso sobre el hecho de que los crímenes de honor tienen su base en la tradición cultural y no en la religiosa, lo cual significa que estos casos de violencia serían propios de las sociedades pa-triarcales y no de las musulmanas en general. Pero aquí también es complicado separar qué parte depende de la tradición y cuál de la religión. De entre todas las deman-das y propuestas para reformar el código penal, una de las más complejas y que mayores controversias suscitó fue precisamente el concepto de honor, a pesar de ser parte de un debate presente en la opinión pública turca desde la década de los ochenta. Poco a poco, las cerca de cincuenta propuestas de las ONGs fueron aceptadas por el comité encargado de redactar el nuevo código.

De nuevo prudente, cuando se le pregunta a Derya si la realidad que viven las mujeres en Turquía ha mejorado o empeorado en los últimos años, dice que no se pue-den negar algunas mejoras evidentes, por ejemplo, en el aumento del número de mujeres presentes en política. Esta mejoría es la que también destaca Betül Altınsoy Yanılmaz, presidenta de la Comisión de Derecho y Le-gislación en The Women and Democracy Association (Kadem), la ONG fundada hace dos años por Sümey-ye Erdoğan, hija del actual presidente turco. El nombre de Kadem fue mencionado en la entrevista con Selime Büyükgöze, quien colabora con la ONG Mor Çati, una de las organizaciones turcas con más prestigio y proyec-ción internacional y a su vez, más radicalmente opuesta a la línea que sigue el gobierno en su discurso por la defensa de derechos de la mujer. Según Selime, el he-

cho de que Sümeyye Erdoğan sea fundadora de Kadem e hija del presidente, es una evidencia de qué proyectos son más propensos a recibir financiación: “Uno de los pilares fundamentales de la financiación para desarrollar proyectos en las ONGs procede de la Comisión Europea. Actualmente estos fondos son distribuidos y repartidos a través de centros administrativos dentro del gobierno turco, de forma que los ministerios interfieren en las de-cisiones de financiar unos u otros proyectos.” Kadem fue fundada poco después del mes de agosto de 2012, mes en el que se aprobó la ley de violencia doméstica 6248 para la Protección de la Familia y Prevención de la Violencia contra la Mujer. Según el texto, la disposición de la ley protege a todas las mujeres, independientemen-te de su estado civil, del abuso y la represión machista estableciendo centros de observación y prevención de

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violencia de género para las víctimas. Además, autoriza a los oficiales de policía a hacer cumplir la ley protegiendo a la víctima tan pronto como lo necesite sin tener que esperar los largos procesos judiciales. En Mor Çati se refieren a esta ley por su número. Se niegan a aceptar la denominación que se le ha dado porque consideran que el texto debería ser exclusivo para la protección de las mujeres y no en relación con la familia. En este sentido, después de las elecciones de junio de 2011 el Ministerio de la Mujer y la Familia pasó a llamarse Ministerio de la Familia y Políticas Sociales, cambio que suscitó importantes protestas entre los colectivos y organizaciones de mujeres. Desde varias ONGs se interpretó este cambio como un desplazamiento de la condición de la mujer como centro clave del ministerio y de la protección de sus derechos como individuo independiente a la familia. Hay algo en lo que todas las ONGs defensoras de los derechos de la mujer están de acuerdo: el aumento en los casos de violencia machista en Turquía no nace de fallos en la legislación en sí misma, sino de la falta de medidas y complicidad entre los organismos implicados para implementarlas. Tanto Kadem como Mor Çati coinciden en que no existe coordinación efectiva entre las diferentes instituciones activas que buscan la protección de las mujeres, de forma que policía, hospitales y centros de ayuda y protección terminan desarrollando sus propios métodos, independientemente los unos de los otros. Tampoco se cuenta con fondos suficientes para una adecua-da cobertura económica para las víctimas. Los miembros de las ONG insisten en que para abordar la violencia de género en Turquía se requiere un esfuerzo conjunto y coordinado por parte de las autoridades y de las instituciones relaciona-das. Un esfuerzo dirigido a invertir en una adecuada infraestructura legislativa de apoyo a las víctimas, pero también, a orquestar un proyecto que ayude a aumentar la conciencia pública para promover un posible cambio en los roles .

#sendeanlat: el hashtag que dio voz a millones de mujeres en Turquía El asesinato de Özgecan suscitó la proliferación de una serie de protestas en las calles sin

precedentes en un país donde las manifestaciones y el activismo en política no son habituales. Según la BBC, el nombre de Özgecan Aslan fue tuiteado 4,6 millones de veces y miles de usuarios se unieron al hashtag #sendeanlat, traducido al inglés como “tell your story” (cuenta tu historia). Selen Lermioğlu, activista y feminista turca, aclaraba en las redes sociales que hasta el asesinato de Özgecan, nunca antes casos de violación y acoso sexual se habían hecho públicos de acuerdo a las pautas de comportamiento que marca el código de honor turco: “El miedo que sientes cuando eres la última en bajar del dolmus (minibús) y el conductor gira el retrovisor hacia ti”, “cuando fui a la policía después de haber sido

“EL HECHO DE QUE SELIME ERDOGAN SEA FUNDADORA

DE KADEM E HIJA DEL PRESIDENTE ES UNA EVIDENCIA DE QUÉ PROYEC-TON SON MÁS PROPENSOS A RECI-BIR FINANCIACIÓN. LOS FONDOS QUE PROCEDEN DE LA UNIÓN EURO-PEA SON DISTRIBUIDOS Y REPARTI-DOS A TRAVÉS DE CENTROS DE LA ADMINISTRACIÓN DEL GOBIERNO”

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“ Hay demasiados hom-

bres merodeando por

ahí;vamos por otro camino”

(@diehimbeertonis)

“Turquía es

un país don-

de la ca

stidad de u

na

mujer se

mide p

or la lon-

gitud de s

u falda!”

(@han

de_aydin)

“ Cuando fui a la policía des-

pués de haber sido acosada

sexualmente, me dijeron: no me

extraña si llevabas esa ropa”

(@dxmla)

“Poners

e la ca

pucha cuan-

do caminas h

acia tu

casa

por la noche p

ara que n

adie

vea que eres

mujer

(@ozummoner)

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acosada sexualmente me dijeron: no me extra-ña si llevabas esa falda” o “ponerse la capucha cuando caminas hacia su casa por la noche para que nadie vea que eres mujer”, son algunos de los tuits que acompañaron al hashtag #sendean-lat en esos días de febrero de 2015 que siguie-ron al brutal asesinato de Özgecan. Selen lleva trabajando desde hace más de una década con muchas de las organizaciones defensoras de de-rechos de la mujer y fue miembro del comité encargado de elaborar la reforma del código pe-nal entre los años 2001 y 2002. Dice que gra-cias a las redes sociales, el caso Özgecan sirvió de base para generar la campaña por la cual las mujeres debatieron y compartieron públicamen-te, y por primera vez, sus experiencias sobre esa violencia cotidiana a la que se ven someti-das aceptándola como inherente a la estructura social: “No hace falta llegar al extremo de los asesinatos para hablar de violencia contra las mujeres. Desde las organizaciones defensoras de derechos de la mujer decimos que matar es el último paso de la violencia pero que antes de ella existan muchas otras formas de ejercerla. Si

no abordamos estos pasos antes de que se pro-duzca el último, los asesinatos se repetirán una y otra vez. Para hacer frente a la violencia ma-chista tenemos que cambiar la estructura y los roles con los que funciona esta sociedad; esto significa cambiar las reglas y claro, los secto-res más conservadores, representados a través del actual gobierno, no están interesados.” La represión y la censura sobre los medios de co-municación, tampoco han facilitado la promo-ción del debate que promueve la protección y ampliación de derechos para las mujeres, ni el fomento del discurso feminista o anti patriarcal que la sociedad turca necesita para generar el cambio en la condición de las mujeres en Tur-quía. El pasado 7 de junio de 2015, millones de hombres y mujeres en Turquía acudieron a su cita con las urnas para decidir quién quieren que les representen en la Asamblea Nacional del Parlamento hasta 2019. Aunque actualmente 97 partidos se encuentran activos en Turquía, solo cuatro tienen presencia real en política: el parti-do de AKP, el socialdemócrata y principal opo-sitor CHP con Kemal Kılıçdaroğlu como líder,

el MHP nacionalista y el HDP, partido con una cuota del 50% para las mujeres y del 10% para la comunidad LGBT al presentar sus candidatos. Selen estimaba que un buen resultado sería, al menos, una reducción en la actual mayoría abso-luta que ostenta AKP; en estas elecciones, con un 40,8% de los votos, el AKP sigue siendo el par-tido más fuerte del país, pero ya no cuenta con el poder absoluto de los últimos años, cuando con-taba con casi el 60% de los escaños. Después de trece años en el poder, el partido de Erdoğan ha perdido esa mayoría que les ha permitido aprobar las leyes más favorables para ellos sin encontrar oposición. La entrada en el parlamento del HDP con 80 escaños, puede ser la cristalización en po-lítica de la lucha de miles de mujeres en Turquía que trabajan cada día por ese cambio en su país.

En el texto se han utilizado nombres falsos para citar las experiencias personales de las distintas personas cuyos

testimonios han servido para la elaboración del reportaje.