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Un viaje en tero 2015

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Los invitamos a recorrer este “Viaje en tero” de la mano de Sofi, Rúben y otros personajes que se suman a esta historia. Un viaje que pretende, de manera entretenida, hacerlos reflexionar sobre temas de ambiente, que resultan clave para nuestro presente y para nuestro futuro. Del cuidado del agua, de nuestras especies autóctonas, del cambio climático, de cómo ordenar todo aquello que tenemos en el territorio para que el desarrollo sea ambientalmente sustentable y de las pequeñas acciones que cada uno puede realizar para contribuir al cuidado del ambiente, trata este libro.

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Un viaje en tero

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Dirección Nacional de Medio AmbienteGalicia 1133Tel: 2917 07 10www.mvotma.gub.uy

ISBN: 978-9974-658-16-5Imprenta:Depósito Legal:

Todos los derechos reservados.

Esta publicaicón no puede ser reproducida, ni en todo ni en parte, ni regis-trada en, o trasmitida por, un sistema de recuperación de información, de ninguna forma, ni por ningún medio, sea mecánico, fotoquímico, electróni-co, magnético, electroóptico, por fotocopia o cualquier medio conocido o por conocer, sin el permiso precio por escrito de Mvotma.

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Estimados lectores:

Es un gusto invitarlos a vivir este “viaje en tero”, se trata de un recorrido por varios lugares y temas de actualidad de la mano de Sofia, Ruben y sus amigos.

Ustedes, los niños, tienen esa avidez de preguntar permanen-temente sobre el porqué de las cosas, y eso nos obliga a los adul-tos, y en particular a los responsables de definir y gestionar políti-cas de Estado, a trabajar para dar las mejores respuestas posibles y promover los mejores ejemplos.

Del cuidado del agua, de nuestras especies autóctonas, del cambio climático, de cómo ordenar todo aquello que tenemos en el territorio para que el desarrollo sea sostenible, y de las peque-ñas acciones que cada uno puede realizar para contribuir al cui-dado del ambiente, trata este libro que hoy los invitamos a leer y compartir.

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Esa mañana Sofía llegó a la escuela temprano y entusiasmada por mostrarle a su maestra los deberes. Les habían pedido que investigaran sobre la vida de algún animal autóctono y pegaran su foto en el cuaderno de deberes.

—¡Autóctono! Al principio Sofi no tenía ni idea qué era eso, pero buscó en el diccionario y encontró: “Que ha nacido o se ha originado en el mismo lugar donde se encuentra”, y recordó que en la clase la maestra había hablado del tema. Buscando entre revistas y enciclopedias eligió el tero, un ave pequeña, de colores poco llamativos, pero muy elegante y estilizada, que tiene un pe-queño y fino copete, patas largas y delgadas. Pero seguramente lo que hizo que Sofi se decidiera por el tero fue su canto tan par-ticular, que la hacía recordar las bromas de su abuelo cuando ella corría por el campo y no dejaba de gritarle: Tero tero.

Cuando por fin la maestra pidió los cuadernos, ¡la foto del tero ya no estaba! —Pero si estoy segura que la pegué, -pensaba Sofi con rabia.

De regreso a su casa, entre sorprendida y triste, comenzó a sentir un sonido extraño que salía de su mochila, miró hacia atrás y más se sorprendió cuando la mochila se empezó a mover cada vez más fuerte. Con cuidado abrió el cierre y por la pequeña ranu-ra se asomó un tero.

CAPÍTULO RUBEN Y LAS ÁREAS PROTEGIDAS

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¡Sí! el tero de sus deberes había cobrado vida y salió de su mochila todo pegoteado y rezongando a Sofía.

— ¡Te pasaste de goma de pegar!, mirá como me dejaste las alitas -decía mientras se sacudía. Sofi, que seguía preocupada por sus deberes, ni se inmutó por lo raro de la situación, en lugar de eso aprovechó el momento para recriminarle al tero su ausen-cia.

— ¡Yo sabía que te había pegado!, ¿por qué te saliste del cua-derno?, ¡ahora me van a poner mala nota!

— ¡Uyyyyyyyyyyyy perdoname! -le dice Ruben, el tero de la foto que ahí mismo se presenta y para consolarla y disculparse, la invita a conocer el lugar donde se encontraba en el momento de la foto, donde tiene más amigos: la Laguna de Rocha.

— ¡Qué bueno!, esta todo junto, el océano y la laguna -dijo Sofi.

— ¡Claro! por eso es un área protegida, un lugar donde se cuida de manera muy especial el ambiente y la biodiversidad. Acá viven un montón de aves acuáticas: rayadores, gaviotas, chorlos, golondrinas, patos, garzas, chajaes, gansos blancos y flamencos, hacen nido aquí, reposan y tienen alimentos por donde mires. Los cisnes de cuello negro son un montonazo, es uno de los lugares donde hay más en el mundo. También, nos visitan compañeros desde Alaska y de las islas Malvinas.

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— ¿Y qué hacen? -preguntó Sofi intrigada.

— ¡Ah de todo!, pero sin dañar nada porque si no arruinamos el lugar donde vivimos, además no somos los únicos, también hay nutrias, lobitos de río, ñandúes, mulitas y sapitos de Darwin -le explicó Ruben.

— ¿Y ésta es la única área protegida de Uruguay?

— No, nuestro país tiene un Sistema Nacional de Áreas Prote-gidas con 13 áreas.

— ¿Y en todos esos lugares viven tantos animales?

— Claro. ¿Viste los animales que nombraron tus compañeros de clase en sus tareas? Todos ellos habitan en estas áreas prote-gidas.

— ¿Como cuáles? -interrumpió Sofi.

— Vamos a jugar a las adivinanzas. Cerrá los ojos…imagina un lugar que se inunda temporal o permanentemente donde viven muchos animales y plantas. Se le llaman humedales o bañados; en Farrapos, por ejemplo, vive un animal que muchos de tus compa-ñeros nombraron, tiene varias características que facilitan su vida en el agua, por ejemplo su hocico, boca y orejas están ubicadas en la parte superior de su cabeza para poder nadar y respirar a la vez.

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— ¿Cuál?

— Dale, recordá es un roedor grande, muy grande, el más grande del mundo.

— Ya sé, ¡el carpincho! -exclamó contenta.

— ¡Muy bien Sofi! Una más: imagina ahora un lugar sobre el océano, se llama Cerro Verde y tiene islas, planicies, dunas, cam-pos y cañadas y habitan un montón de animales marinos entre ellos el mamífero más grande del mundo.

— ¿Quién?

— Mmm me parece que tenés que hablar un poco menos con Bruno y estar un poco más atenta en clase ¡eh!

— Esperá, ya sé, la ballena. Siempre me pregunté cómo es la vida en el mar.

A Ruben se le ocurrió una idea. Sí, llevaría a Sofi volando hasta Cerro Verde para conocer el océano y a su amiga la ballena Niko-mi, nadie mejor que ella para contarle cómo es su vida.

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Al principio, mientras Ruben planeaba por los aires, camino a ver a Nikomi, Sofi no quería ni mirar, le daba mucha impresión ver todo tan chiquito allá abajo. Pero al rato, ese susto se transformó en intriga…

— ¿Qué es eso que está allá abajo Ruben? Esas cosas redon-das que se ven.

— Son silos Sofi. Ahí guardan los granos de trigo que luego muelen y se transforman en harina.

— ¿Y de dónde sacan los granos?

— ¿Ves ese campo amarillo? Ahí se cultiva el trigo. Y ahí, en el campo de al lado, esas manchitas que se ven son vacas. Estás viendo de donde sale nuestra comida.

— ¿En serio? -dijo Sofi a la que se le ocurrieron miles de pre-guntas… ¿Cómo eso pasa del campo a la torta de chocolate y dul-ce de leche riquísima que le hace su abuela?, pero la pregunta que salió de su boca fue otra… — ¿Y por qué acá no hay edificios para que viva la gente?

— Ahora yo te hago una pregunta que te ayudará a responder la tuya. -Sofi miró a Ruben con los ojos bien grandes sin entender

CAPÍTULO DESDE EL AIRE

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mucho y esperó su pregunta — ¿Por qué la comida se hace en la cocina y no en el cuarto?

— Porque la comida no puede hacerse en cualquier lado, es preciso contar con un lugar que tenga las cosas necesarias para cocinar: una mesada, un horno, una pileta para lavar los alimen-tos y bueno… todas esas cosas que hacen que la cocina sea una cocina y no un cuarto.

— ¿Ves? Lo mismo pasa con el territorio donde vivimos. Las cosas no pueden hacerse en cualquier lugar, cada cosa se hace en el lugar que sea adecuado para eso. Este lugar es el ideal para plantar y criar vacas porque el suelo es muy fértil.

— ¿Fértil?

— Sí, lo que quiero decir es que esta tierra es muy buena para producir alimentos, por ejemplo plantar trigo. ¡Y los alimentos son muy importantes, necesitamos cosas para comer! Así como también necesitamos casas para vivir y en otra parte del territorio donde vive mucha gente, las ciudades y pueblos, se hace necesa-rio construir edificios.

Sofi asintió con la cabeza, esa respuesta era suficiente por ahora, pero le seguía rondando la pregunta de antes: —¿cómo se transformaba el trigo en los fideos que ella compraba en el sú-per?- Y se la zampó a Ruben.

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— Lo que hay en el medio Sofi -dijo Ruben- son muchas cosas, mucho trabajo de mucha gente, para empezar alguien cosecha ese trigo, lo traslada a los silos, allí lo muelen y lo colocan en gran-des bolsas. Esas bolsas las compran las fábricas y con esa harina y grandes máquinas hacen los tallarines, tienen otras máquinas para hacer las bolsas y muchas máquinas para varias cosas, y al final, recién después de todo eso, la fábrica los lleva en camiones a los súper para venderlos.

— Pahhhh!! -dijo Sofi asombrada.

Nunca había pensado en todo lo que existía atrás de cada producto del súper. Y si los fideos llevaban tanto trabajo, con todo lo que había ahí, seguro que las fábricas eran muchísimas.

—¿Y esas fábricas dónde están?

— Bueno, antiguamente muchas fábricas estaban próximas al centro de la ciudades. Hoy en día ya quedan pocas allí, ahora es más común encontrarlas en las afueras de las ciudades.

— ¿Y por qué se encuentran en las afueras?

— Por esto mismo que veníamos hablando de que es muy importante que cada cosa esté en un lugar que sea adecuado para realizar esa actividad. Las fábricas deben estar cerca de las ciuda-des, porque necesitan mucha gente para que trabaje en ellas. Pero también es mejor que ellas estén en las afueras de las ciudades,

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porque cuando trabajan hacen mucho ruido y además pueden desprender elementos contaminantes. Entonces en estos lugares donde vive menos gente los ruidos no molestan y es más sencillo tomar algunas precauciones para cuidar el ambiente.

— ¡Qué interesante!

— Sí, y hay muchas personas en nuestro país que trabajan mucho y analizan en qué lugares y de qué manera deberían desa-rrollarse las actividades, de forma que podamos tener todo lo que necesitamos para vivir y, a su vez disfrutemos de toda la naturale-za que nuestro territorio nos ofrece. Por eso es muy importante que nuestro territorio esté bien ordenado.

— ¿Ordenado?

— Sí, los especialistas lo llaman ordenamiento territorial, es esta tarea que desarrollan donde analizan y proponen en qué lu-gares y de qué forma debe ir cada cosa dentro de nuestro territo-rio.

— Ruben, ¡sos un genio! Vos sí que la tenés clara. Me encanta hablar contigo.

Cuando Sofi volvió a mirar para abajo, ya casi no se veían cam-pos de trigo ni vacas, y en su lugar había agua y arena, —Ya esta-mos llegando -dijo Ruben- mirá atenta a ver si ves a mi amiga la ballena Nikomi.

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Nikomi es una ballena franca austral, que todos los años visi-ta nuestras costas entre julio y noviembre. A Nikomi, como a sus amigas ballenas, les encanta la costa uruguaya, por eso la eligen para venir a cuidar sus crías.

Ruben recuerda, que no hace mucho tiempo, ella le contó que nuestros 670 km de costa eran bien diferentes en la época de su madre:

— Los hombres encerraron los médanos, construyeron sus torres y cambiaron los montes. Donde antes había sólo madera, plantas y animales, ahora hay humanos y esa tierra dura y gris con la que tapan el suelo. También pusieron árboles altos y en punta, en lugar de los antiguos, que eran más gordos y bajos, y levanta-ron esas altas construcciones que apuntan al cielo, -le había expli-cado Nikomi.

La última vez que vió a Nikomi ella estaba muy preocupada por su amiga Quilla, de la especie Siete Quillas, también conocida como gigante, que de las siete especies de tortugas marinas en el mundo, pertenece a una de las cuatro que llega a Uruguay. Tan solo unos días antes, Quilla había vivido una experiencia terrible cuando se confundió una bolsa de nailon con una medusa y casi se muere atragantada. En aquel momento fue difícil encontrar a alguien que le ayudara a sacar la bolsa de su garganta, no querían ir con los hombres, porque son ellos los que tiran bolsas y otros

CAPÍTULO NIKOMI

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residuos, ponen redes en donde se quedan trancadas y contami-nan el agua en donde viven. Pero en medio de aquel problema fue un pescador el que ayudó a Quilla y le salvó la vida.

Ruben decidió volver a visitarla con Sofi, para saber cómo an-dan sus cosas.

— ¡Hola Nikomi! -le gritó Ruben desde el islote donde dejó a Sofi.

Y en cuanto Nikomi, que había llegado a los 18 metros de lon-gitud, lo máximo que alcanzan las ballenas franca austral adultas, se fue acercando, pudieron ver un poco más atrás dos pequeñas ballenas saltarinas que la seguían haciendo piruetas.

— Ruben, ¡no lo puedo creer!, hacía tiempo que no te veía, -exclamó Nikomi- ¿Esta hombre quién es?

— No se dice “esta” hombre, se dice esta mujer, aunque en realidad todavía soy una niña -le explicó Sofi y comenzó a reírse a carcajadas.

— Es una amiga humana que está muy interesada en conocer más sobre nuestra forma de vida. Y como me acordé del cuento de Quilla con las bolsas de nailon la traje para que te conociera -explicó Ruben.

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— ¿Es cierto que somos malos? -interrumpió Sofi, que había quedado muy preocupada con la historia de Nikomi, incluso se sentía un poco culpable al darse cuenta de todo lo que los seres humanos afectamos su vida y la de sus amigos.

— No Sofi, lo que pasa es que no todos los humanos saben cuán importante son para nosotros sus pequeñas acciones positi-vas -intervino Nikomi.

Sofía la miraba con cara de preocupación y sin entender mu-cho qué quería decir la ballena con eso, por lo que Nikomi se dió cuenta y siguió hablando.

— Cada día hay un montón de cosas que pasan afuera del agua que nos pueden cambiar la vida, cosas que se hacen bien y otras que no tanto. Son muchos los hombres y hombras, digo mujeres, que nos tratan con respeto y nos cuidan. ¿Ves esa casilla que está en la playa?, ahí se juntan varias personas que cuidan tortugas y otros animales que sufren accidentes, pero también les enseñan a los pequeños cómo vivimos. Un poco más allá, hay una torre que se hizo con pedazos de árbol y cada vez que llegamos la gente nos mira desde allí y nos saluda, ya no nos cazan tanto ni se meten con nosotros. A veces en la arena se reúnen un montón de ellos y juntan toda la basura que otros tiraron y con el viento y las lluvias llegan a las playas.Eso que parece tan poco es muy im-portante para nosotros, porque si esa basura llega al agua otros animales pueden confundirla con comida, como le pasó a Quilla, o enredarse entre residuos de hilos y cuerdas de pesca.

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— Te prometo Nikomi que en cuanto llegue a la escuela les voy a decir a todos mis amigos lo importante de cada una de nues-tras acciones. Y nunca más voy a dejar nada tirado en la playa.

— Las acciones de los humanos no solo afectan a los animales marinos, muchos otros, e incluso ellos mismos se afectan sin dar-se cuenta -agregó Ruben, quien vió que Sofi estaba preocupada y motivada.

Sofía lo miró con cara de desconcierto, pensaba que juntando los envoltorios del alfajor era suficiente. Ruben la invitó a visitar a otro amigo, Ricoleto, una rana macho que hacía poquito se había casado después de un gran periplo.

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Mientras volaban se cruzaron con una gaviota que iba en sen-tido contrario y bastante malhumorada. Ruben le preguntó qué le pasaba y Renata, la gaviota, le contestó:

—No puede ser, miren esas nubes.

Sofía la miraba tentada de tirarle de una pluma a Ruben para que siguiera el camino. Pero Ruben en lugar de seguir acompañó el vuelo de Renata, ella siguió hablando:

— En cualquier momento explotan.

— ¿Explotan?, -preguntó asustada Sofi.

— Es una forma de decir -dijo Ruben para tranquilizarla- se refiere a que está por llover, y nosotros sin paraguas.

— No hay paraguas que resista la lluvia que se viene -aclaró Renata.

Sofía se acordó de inmediato de sus padres conversando y en la radio diciendo que hacía falta que lloviera y lo comentó en voz alta.

— Claro que es necesario -dijo Ruben- los campos de trigo que vimos antes, con los que se hacen tus tallarines necesitan agua, las vacas necesitan agua, los ríos necesitan agua.

CAPÍTULO RENATA Y EL AGUA

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— ¿Cómo que los ríos necesitan agua? ¿No tienen ya?

Renata acompañaba el vuelo y comentó:— En momentos como estos cuando hace meses que no llue-

ve los ríos ya no tienen tanta agua, y pensá que de los ríos y los acuíferos se saca el agua que sale por tu canilla, el agua que nece-sitas para cocinar tus tallarines, para bañarte, para beber.

Sofía estaba desorientada. —¿Entonces es bueno que llueva no? -preguntó, sin saber la

que se le venía encima.

—Es bueno, si llueve en su justa medida y no nos pasamos para el otro lado... Ni tan poco como para que haya sequía, ni tan mucho como para que haya inundación -dijo Renata-. Lo que nadie duda es que el agua es importante y hay que saber admi-nistrarla para que dé para todos, para los de ahora y para los que vienen después.

Sofi estuvo a punto de aplaudir a Renata, ella sabía que el agua era importante, porque en la escuela habían hablado del ci-clo del agua y de que somos 70% agua, pero nunca había entendi-do de verdad por qué era tan importante cuidarla, si estaba cada vez que abría la canilla.

Ruben interrumpió diciendo, — ¿sabías que Uruguay decla-ró en su Constitución el acceso al agua potable y al saneamiento como un derecho fundamental?

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— ¡Mirá! -dijo Sofi y se hinchó de orgullo- ¿Y eso que signifi-ca? -preguntó después.

Pero fue Renata la que tomó la palabra para responderle, — lo que significa es que la gente se dió cuenta que el agua es

esencial para la vida y por eso hay que aprender a usarla y a com-partirla, para eso se crearon espacios donde se reúnen todos los que usan el agua y se ponen de acuerdo cómo es la mejor manera de cuidarla.

— Pero ¿para qué se usa el agua además de bañarnos y coci-nar? -preguntó Sofi.

— Se usa en el campo para regar y para que tomen los anima-les, todas las industrias necesitan agua, para generar energía en las represas, en fin, son muchos los usos que se le da más allá del que ves en tu casa. Por eso es importante cuidar nuestros cursos de agua. Porque son como las venas del mundo, nos conectan y llevan la vida a cada rincón.

Ruben interrumpió. — Tanto hablar de agua me hace acordar a la historia de Ricoleto.

Se despidieron de Renata y siguieron viaje.

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En el camino Ruben le contó a Sofi la historia de Ricoleto, una rana macho, que se quería casar.

— La historia fue así. Un día Ricoleto salió a buscar esposa convencido de que había llegado la primavera cuando vió el sol y los pajaritos cantando, y todos saben que en primavera las ranas se alborotan, como casi todos los animales, porque es la época más linda para encontrar pareja y tener hijitos. Pero lo que pasó es que cuando terminó de arreglarse y salió a la búsqueda de una novia, el cielo se llenó de nubes negras y al ratito un gran temporal de lluvia, viento y rayos iluminando todo. El agua llenó los charcos e incluso se inundaron partes del bosque donde vivía y se cayeron algunos árboles. Después de la tormenta ¡un frío de morirse!; ha-bía vuelto el invierno. Ricoleto estaba muy confundido, era la pri-mavera más corta que recordaba. Su amiga Furibunda, la caracola, le explicó que algo extraño pasaba con el clima y que eso tenía a todos los animales confundidos; algunos se iban buscando calor o frío. Ricoleto lo intentó varias veces pero siempre le pasaba lo mismo, salía en primavera y al rato venía el frío. En una de esas oportunidades conoció a Cachirula, pero la lluvia les aguó el casa-miento. Ricoleto no era de darse por vencido y volvió al charquito cada vez que salía el sol, y al final pudo casarse con Cachirula y tuvieron un montón de renacuajitos.

— ¡Que linda historia! -suspiró Sofía.

CAPÍTULO RICOLETO Y EL CAMBIO CLIMÁTICO

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— No tanto -dijo Ruben-, lo que pasó después es que vino el calor, “un calor de asarse” y todo se secó y la lluvia no llenaba los charcos, y encima a los hombres se les dio por hacer fuego a cada rato y con tanto calor el fuego en el bosque es peligrosísimo.

En ese momento llegaron a la Quebrada de los Cuervos, un lugar espectacular, los dos quedaron en silencio volando sobre un paisaje donde la sierras parecían de terciopelo verde intenso, sua-ve, con juegos de luces y sombras que dibujaba el sol de la tarde que caía. La cima de cada sierra terminaba decorada por un mar de piedras que se desbordaba sobre las laderas. Ruben dio un giro en el aire que trajo una brisa húmeda del arroyo Yerbal Chico, lle-na de aromas a flores, hierbas y monte. Ambos cerraron los ojos para respirar hondo, cuando...

— ¡Epa! -gritó Ruben.

— Aaaayyyy, me caigo -dijo Sofía agarrándose fuerte.

Algo muy oscuro les había pasado a toda velocidad y de un aletazo casi los tira.

— Perdón -dijo un ave muy grande, con pico de gancho, unas pocas plumas en la cabeza y de cuello calvo-. ¡Tienen que andar con más cuidado!, ustedes están en medio de una población muy grande de cuervos- continúo luego, ya en tono de regaño.

— ¿Cuervos? -preguntó Sofía.

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— Bueno... así nos dicen, somos muy importantes acá, le da-mos nombre al lugar. Aunque nosotros venimos de una familia muy aristocrática: los Buitres Americanos -dijo el cuervo dándose importancia.

— ¿Y cuál es el apuro que lleva para casi tirarnos? -preguntó Ruben haciendo caso omiso a la arrogancia del ave.

— ¡Ah! con el choque se me olvidaba. Debo impedir que mi esposa se ponga bufanda y gorra, se le ha metido eso en la cabeza solo por querer estar a la moda.

— ¿Y qué tiene de malo?, le va a venir bien, ya llega el invier-no- opinó Sofía.

— Nooooo, sería fatal para nosotros. Hemos realizado una larga adaptación de nuestra especie para eliminar las plumas en la cabeza y en el cuello. De esta forma, evitamos contraer infeccio-nes por el contacto con nuestro alimento, que es la carne de los animales muertos.

— ¡Puf que dieta tan extraña! -exclamó Sofía.

— Así somos nosotros... excéntricos -respondió el cuervo con voz misteriosa, mirándola de reojo, y con un solo aleteo se mar-chó planeando por el aire con magnificencia.

— Aunque parezca extraño me dio hambre -dijo Ruben-, des-

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cendiendo en busca de algunos bichitos, intentando con su vuelo ser tan elegante como aquel extraño cuervo.

En un charco encontraron a Ricoleto disfrutando de su hábitat junto a sus ranitas.

Sofi le preguntó por Cachirula y cómo andaban con los cam-bios en el clima. Ricoleto le explicó que después de todo lo que pasaron se puso a estudiar el tema, habló con muchos animales e incluso una tarde acompañó a un grupo de turistas y escuchó las explicaciones que les daban los guardaparques.

— Ellos están muy preocupados por el fuego, cuando todo está seco una chispita puede armar un lío bárbaro, ¿y vos viste lo lindo que es acá? -resaltó Ricoleto-. Yo antes vivía cerca de la playa, ahí también es precioso, pero con esto del cambio climático es más complicado, porque con los vientos, las lluvias fuertes y el aumento del nivel del mar, las playas se van dañando y con ello se pierden ecosistemas.

— ¿El cambio climático? -preguntó Sofía un tanto desconcer-tada.

— Claro, lo que te estuvo contando Ruben, que nos tiene des-orientados, eso de pasar del verano al invierno en un “plis”.

— ¿Y hay algo que podamos hacer nosotros?

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— Por lo que estuve escuchando, ustedes tienen mucho que ver en todo esto, algunas cosas pueden hacer para que el cambio sea más lento como tratar de utilizar energías renovables, como la del sol, el viento y las mareas, caminar o usar la bicicleta para dis-tancias cortas, usar más el transporte público y compartir el auto con más personas. Otra cosa que pueden hacer es realizar cam-bios en su forma de vida que les permitan adaptarse a las variacio-nes extremas del clima (sequías, inundaciones, vientos fuertes). Evitar poner casas en las zonas bajas de los ríos, arroyos o áreas costeras, estar atentos a los informes metorológicos y así poder hacer cosas para que los vientos fuertes, las sequías y lluvias les hagan menos daños.

— ¿Adaptarse? -Sofi estaba cada vez más sorprendida-. Yo lo que quiero es que el fondo del mar esté limpio, coser ese agujero y que no haya más cambios bruscos en el clima. Pero lo que veo es que sola no puedo hacer nada.

Ruben la miró y se dió cuenta que los ojitos de Sofi se llenaba de lágrimas, estaba agobiada con todo lo que estaba aprendien-do. Entonces, para tranquilizarla le dijo:

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— Vos sola no, pero sí muchos como vos conocen estas his-torias y se deciden, como lo hicieron los que limpian la playa o cuidan los animales, los que dejaron de usar químicos dañinos, los que eligen productos que no afecten la capa de ozono, se pueden cambiar las cosas. Acordate siempre que depende de nosotros, porque nuestro ambiente lo hacemos todos.

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Sofía respiró profundo y se dio cuenta que tenía que ponerse en movimiento.

—¡Tengo una idea! -dijo Sofi casi a los gritos- ¿Y si construi-mos una aspiradora gigante que aspire toda la contaminación, los gases de efecto invernadero y los que rompen la capa de ozono?

Ruben la vio tan entusiasmada que le propuso conocer a un nuevo amigo, Masay el zorro gris:

— Él te puede ayudar a encontrar las mejores ideas para cui-dar nuestro ambiente, es un gran conocedor de la vida, es ligero, astuto y conoce a muchos animales y hombres.

Entonces, la llevó hasta el Valle del Lunarejo bien al norte de nuestro país.

— ¿Cómo vamos a encontrar a Masey en este lugar tan in-menso, cómo vamos a hacer para recorrer todas estas quebradas y encima parece que no hay nadie a quién preguntarle? -preguntó Sofi desde el lomo de Ruben.

Ruben no le respondió y descendió despacio entre los cerros. A medida que bajaban, la vegetación se hacía más densa, se escu-chaba el sonido del agua correr y cantos de muchas aves diferen-tes.

CAPÍTULO MASAY Y PEQUEÑAS ACCIONES

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— ¡Parece una selva! - exclamó Sofi.

— Sí -dijo Ruben- en estas importantes pendientes podemos encontrar cuevas, altas paredes de piedra donde el agua cae en pequeñas cascadas, por eso observas una exuberante vegetación de selva subtropical. Aunque de lejos parece que aquí no hay nada ni nadie, este lugar está lleno de vida.

En cuanto tocaron el suelo, comenzaron a moverse unos ar-bustos cercanos, al mismo tiempo se oyó una voz ronca que de-cía:

— Fala Ruben, ¿esta guria quién es?

— Hola Masay!, es Sofía una pequeña amiga que tiene gran-des ideas y muchas preguntas.

Al mismo tiempo Ruben miró a Sofía, que se escondía entre sus plumas un poco asustada.

— El es Masay, el zorro gris, está hablando en carimbao, un dialecto mezcla de español y portugués, que nació en la época de la Banda Oriental y aún se usa mucho en esta zona.

—¡Que raro! -dijo Sofi.

— No tanto, nosotros también usamos muchas palabras en carimbao, como chamuyo, curtir o choto.

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Sofi no pudo evitar la carcajada y enseguida le tiró su idea a Masay, se la zampó sin decirle buenos días; es que estaba muy ansiosa por encontrar soluciones.

Al darse cuenta que Sofi no entendía ni una palabra en ca-rimbao, se pasó al español y luego de pensar varios segundos, contestó lentamente:

—Mmm no es lo mejor, sin los gases del efecto invernade-ro nos moriríamos de frío, estos gases mantienen la temperatura que necesitamos para vivir.

— ¡Ufffaaaa! -resopló Sofi, que se sintió un poco defraudada porque pensó que tenía la solución.

Entonces Sofi y el zorro fueron descartando varias ideas:

— Hacer una capa para la capa de ozono

— ¿Y cómo la colocaríamos?

— Hacer una cerca que no le permita a la gente acercarse a la playa.

— ¿Y vivir sin playas?

— Si nos dejamos de bañar cuidamos el agua.

— Pero seguramente contraerán enfermedades.

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De repente comenzaron a surgir algunas ideas, que no eran tan locas o imposibles de realizar.

— En todas las casas deberíamos tener un tanque para juntar el agua de lluvia y aprovechar esea agua para regar las plantas o usar en el baño.

— No deberíamos lavar las veredas ni el auto con manguera ya que se gasta mucha agua, en lugar de eso, habría que usar un balde.

— Cerrar todas las canillas que vemos abiertas o mal cerradas y pedirles a los mayores que arreglen aquellas que pierden agua.

— Usar más el ómnibus, la bicicleta, o incluso caminar. De esta manera, gastamos menos combustible, emitiremos menos gases contaminantes y hacemos ejercicio que es muy saludable.

— Cuando vamos al supermercado siempre tendríamos que llevar una bolsa propia para que no nos den las de plástico que ensucian las calles, plazas, parques y hasta los ríos y lagunas; y demoran muchos años en desintegrarse.

— No tener todo el día prendido el televisor, la radio o la com-putadora, solo lo necesario. Pedir a los mayores que las apaguen cuando vemos que dejan estas cosas prendidas.

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— Usar lo menos posible el agua del calefón para bañarse, así se gastará menos energía.

— No tirar basura a la calle o en espacios verdes.

— No pescar o cazar solo por diversión, no tener animales o pájaros encerrados en jaulas, no maltratar a los animales.

— No arrancar flores y plantas.

— Llevar una bolsa entre los juguetes que bajamos a la playa para poder tirar ahí los envoltorios, las cáscaras de frutas y cual-quier otro residuo que generemos.

Al fin habían encontrado una lista de acciones que ayudarían a cuidar nuestro ambiente, ahora había que contarle a todos los amigos y la familia para ser cada día más los que se sumen.

Ruben decidió que era hora de volver a casa. Sofi empezaba a bostezar y tenían un largo camino por delante. Saludaron a Masay con un fuerte abrazo y salieron volando.

Al poquito rato Sofi ya estaba dormida sobre las suaves plu-mas de Ruben; al llegar a casa el tero la dejó despacito sobre su cama para no despertarla. Esa noche Sofi durmió profundamente.

Cuando sonó el despertador Sofía saltó de la cama, no tenía ni idea dónde estaba, pero se le vino todo junto a la cabeza y se

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acordó de todo lo que tenía que hacer para convencer al resto de sus amigos de las pequeñas acciones; así que se levantó rápido y cuando pasó por al lado de la mochila no se aguantó la tentación de abrir el cuaderno de deberes.

La sorpresa vino cuando vio que no estaban corregidos y la foto del tero estaba ahí, perfectamente pegada.

— ¿Qué día es hoy? -se preguntó- ¿habrá sido todo un sue-

ño?, miró nuevamente la foto, no lo podía creer pero algo había cambiado en la expresión del tero y ella ya no era la misma. Ahora sabía que tenía mucho trabajo por delante, así que dejó de preo-cuparse y empezó a ocuparse, porque como le enseñó su amigo Ruben: “Nuestro ambiente lo hacemos todos”.

FIN

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CRÉDITOS Y AGRADECIMIENTOS

La elaboración de este cuento es fruto de un trabajo colectivo, iniciado hace varios años, quizá antes de que tu aprendieras a leer, la semilla la plantó La Lata en un trabajo para el SNAP y la regó Roy Berocay cuando escribió Nikomi y Ricoleto para EcoPlata y Cambio Climático.

Ahora decidimos hacer este contenedor de cuentos y juntar en uno a todos los personajes, pero también creamos nuevos personajes como Masay y Renata. Y todos ellos felices de estar acá y que vos los conozcas. Ojalá te hayamos transmiti-do lo importante que son tus acciones y cuánto te necesitamos para hacer nuestro ambiente del presente y del futuro. ¡Pasalo! ¡Contalo! ¡Sumate! Y acordate siem-pre que nuestro ambiente lo hacemos todos.

Disfrutá la versión en audiocuento y ponete a prueba en la trivia especial-mente diseñada para “Un viaje en Tero” en http://www.mvotma.gub.uy/jugatela/

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