Una nacion católica

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    UNA NACIN CATLICA: 1880-1946Luis Alberto Romero

    (en Carlos Altamirano (ed), La Argentina en el siglo XX. Buenos Aires, Ariel, 1999, p.314-324).

    Ocupar el centroEs catlica la Argentina? Recientes medidas laicas no alcanzan a disimular el lugar centralde la Iglesia catlica en nuestra nacin. Es claro en comparacin con el Uruguay, quesepar la Iglesia del estado en 1919, o con Chile, donde a pesar de la fuerte catolicidad de

    la sociedad, Iglesia y Estado estn igualmente distanciados.

    No fue siempre as. La Iglesia avanz desde los mrgenes hacia el centro de la nacin a lo

    largo del siglo XX. Hubo opciones, como en los 30, cuando disputaba la legitimidad conuna alternativa liberal y progresista, de fuerte impronta socialista, y hubo combates

    importantes, como los de la laica y la libre, en 1958. Hoy su posicin es admitida, sin

    mayores discusiones, y los ejes de la conflictividad pasan por otros lados. Esta pacificacintiene un beneficio: nos permite a muchos mirar a la Iglesia y al mundo catlico con menos

    apasionamiento, y advertir no solo su diversidad sino su fuerte conflictividad. En ese

    mundo, las alternativas locales se potencian con las de la Iglesia ecumnica; hay distintasopciones pastorales, que el ltimo Concilio Vaticano legitim, y sobre todo, circulan en su

    interior muchas corrientes, posturas y alternativas polticas e ideolgicas, mayores en tanto

    la Iglesia y los catlicos postulan que existe una manera catlica de resolver cada uno de

    los problemas de este mundo. Sobre todo, hay una fuerte tensin, siempre mal resuelta,entre la institucin -y su jerarqua- y el mundo de los laicos: las apelaciones a la unidad y la

    disciplina chocan con los reclamos de una autonoma creativa que el ltimo Concilio ha

    robustecido y alentado. En suma, apenas disimulado por los postulados esenciales de launidad y la jerarqua, el mundo catlico es tan conflictivo y fragmentario como cualquier

    otro mundo, y su identidad es a la vez una y muchas. Las opciones del siglo lo fragmentan,

    mientras que la unidad rara, salvo en la percepcin de sus adversarios- es construida condificultad, a veces por la apelacin jerrquica a la disciplina y otras por una suerte de

    electricidad moral que, en momentos especiales, pone a los catlicos en movimiento y los

    encolumna en un ejrcito, si no disciplinado, al menos espiritualmente unido.

    Qu significa ocupar el centro de la nacin? La religiosidad ntima no parece ser lo

    esencial: la sociedad argentina no se destaca ni por la fe ni por la observancia: por otra

    parte, la Iglesia es capaz de soportar sin problemas el desarrollo de creencias alternativas.Importa si, la existencia de densos cuadros de militantes catlicos, formados en su interior y

    con una definida marca de pertenencia; no solo son los conductores del catolicismo

    movilizado, sino que a travs de ellos la Iglesia y el mundo catlico estn presentes en cadauno de los actores de la vida social y poltica.

    Ms importante es la pertenencia general de los argentinos, aquella que permite afirmar

    estadsticamente que somos un pas catlico: los actos formales de inclusin bautismo,primera comunin, casamiento- o los de reconocimiento, como el persignarse delante de

    una Iglesia, que mantienen an quienes no conservan ni la observancia ni la fe. Sobre todo,

    la Iglesia ha llegado a colocarse en el eje de la definicin de nuestra identidad nacional, y

    aunque renunci a identificar unvocamente nacin con catolicidad, ha logrado que sereconozca su derecho a establecer los lmites de lo aceptable, manifiesto en la naturalidad

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    con que se admite la presencia de emblemas religiosos en cualquier espacio pblico.Finalmente, ha configurado los marcos lcitos para el desarrollo del conflicto social; cada

    uno de los actores an en sus manifestaciones extremas- suele reclamar su identificacin

    con la doctrina social de las Iglesia, y adems son frecuentemente los eclesisticos losnicos mediadores aceptados.

    La marcha al centroHacia 1880 la Iglesia argentina era institucionalmente esculida, y se haba desarrolladomucho menos que el estado. Por entonces catlicos laicos, militantes y contagiados por lamovilizacin catlica europea, reeditaron localmente los combates contra la definicin laica

    del estado. No lo hicieron en nombre de una alternativa eclesial, que no exista; slo

    pidieron poder encabalgarse y tener un lugar en el formidable proyecto educativo estatal.

    Todava eran pocos, estaban mal organizados y fracasaron. Desde entonces la Iglesia fuecreciendo: su nueva jerarqua comenz a formarse en el Colegio Pio Latinoamericano, en

    Roma; llegaron numerosas rdenes religiosas, algunas expulsas, y los catlicos laicos

    comenzaron a actuar organizadamente en la alta poltica. Pero la mayor novedad se asociacon la presencia desde 1884 del padre Federico Grote, redentorista, alemn. Con l, surgi

    del catolicismo una respuesta a la cuestin social, o sea al creciente conflicto de la

    sociedad aluvial y a la presencia cada vez ms activa de anarquistas y socialistas. Aunquetolerado, Grote actu al margen de la institucin eclesistica. Con los Crculos de Obreros

    desarroll los principios ms generales de la democrazia cristiana, los de Toniolo: vincular

    a los trabajadores con las clases cultas, y unir el mutualismo con la moralizacin, una

    propuesta aceptable para los sectores ms tradicionales del catolicismo. Pero a la vez, atravs de la Liga Democrtica Cristiana introdujo las ideas ms radicales de ese campo, que

    en Italia impulsaron primero Romolo Murri y luego Luiggi Sturzo: formar militantes,

    sociales y polticos, capaces de enfrentar en su propio terreno a los socialistas y anarquistas,e impulsar, como ellos, la organizacin social y poltica de los trabajadores, que en algn

    momento chocaran, no solo con los patrones en general, sino con los patrones catlicos.

    Grote un organizador notable- logr hacer florecer el laicado catlico; quiz no lleg aconstituir una alternativa equivalente a la de otras militancias, pero con seguridad estimul

    en el campo catlico la diversidad y el conflicto, propios de quienes enfrentan opciones

    polticas. El caso de la Opera dei Congressi en Italia, disuelta por Pio X, es al respectoejemplar; lo fue sin duda para la jerarqua eclesistica local.

    En 1912 Grote fue reemplazado en la direccin de los Crculos de Obreros por monseor

    Miguel de Andrea, secretario del arzobispo de Buenos Aires. Con influencia creciente en laconduccin de la Iglesia, y mucho predicamento entre los sectores altos de la sociedad, De

    Andrea se dedic a la poltica. Desde 1910, en recordadas alocuciones, enlaz la tradicin

    patria con la de la Iglesia; en 1916 sac a la calle a los catlicos muchos y bienorganizados-, para celebrar el centenario de la Independencia y la clausura del Primer

    Congreso Eucarstico. Celebr con entusiasmo la nueva democracia y se propuso organizar

    la participacin de los catlicos a travs de un partido, que deba ser no solo una alternativapoltica, sino la nica legitimada por la Iglesia. Por eso se hizo cargo del complicado

    emprendimiento de unificar y disciplinar las distintas expresiones del laicado, que -como en

    el caso de Emilio Lamarca- incluso competan con su Partido Constitucional. Ese sentido

    tiene el desplazamiento de Grote, y luego, en 1919, la creacin de la Unin PopularCatlica Argentina, un tipo de organizacin que por las mismas razones el Papa impulsaba

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    en Italia. Al igual que Grote, De Andrea quera una militancia catlica que disputara palmoa palmo con los socialistas, en la calle, en los sindicatos, en la universidad, pero

    subordinados a una estrategia nica, que en parte era de la Iglesia y en parte era propia,

    pues hay mucho de personal en la aventura de esta especie de Julin Sorel.En 1916 no ha tenido xito; no hay una alternativa catlica, ni siquiera un frente comn de

    las clases propietarias. En 1919, en el contexto de la gran crisis social de la posguerra, suvoz tuvo ms predicamento: llam a la unin de las fuerzas catlicas en un gran ejrcito

    unificado, y convoc a los propietarios para salvar a Roma de los brbaros. Es la hora dedar dice- y de dar mucho, para salvar el resto: propone un vasto programa de serviciossociales, empezando por la vivienda, costeado por una Gran Colecta Nacional; el programa

    para enfrentar la crisis se complementa con otras acciones propias del repertorio del

    catolicismo social, en sus distintas variantes: discutir en las esquinas, formar sindicatos,

    romper huelgas. Todo se detiene bruscamente en 1923: el comienzo de los aos dorados depaz social coincide con la estrepitosa cada de De Andrea, incapaz de dominar la oposicin

    interna a su proyecto de unificacin, y se inicia un interregno en la Iglesia local.

    A su fin, emerge una nueva Iglesia, estrictamente subordinada a las lneas del papa Pio XI,

    transmitidas por el Nuncio, monseor Cortesi. Desde entonces, y a lo largo de dos dcadas,

    la Iglesia argentina tuvo un notable crecimiento institucional: se duplicaron los obispados,se multiplic la parroquializacin (en Buenos Aires se cuadruplican las parroquias en 20

    aos), se afirm una conduccin institucional la conferencia episcopal-, y una jefatura casi

    monrquica de Copello, que a falta de otras luces, debe de haber sido un buen organizador.

    La constitucin de la Accin Catlica el gran proyecto de Pio XI- subordin todas lasorganizaciones de laicos a la jerarqua eclesistica y les asign un papel especficamente

    pastoral, lejos de los combates polticos que gustaban tanto a Grote como a De Andrea. La

    Accin Catlica se dedic a formar cuadros, seleccionados con rigor, para realizar elproyecto de Pio XI:Instaurare omnia in Christo. Tras Cristo Rey, el Papa convoc a un

    gran ejrcito, disciplinado y militante, para colocar a cada Estado en la senda de Cristo. El

    combate deba desarrollarse en las conciencias, contra el mal en sus mltiples formas: elliberalismo, la masonera, el protestantismo, el socialismo y el comunismo, los judos, pero

    tambin todas las manifestaciones de la vida moderna.

    Hay un combate celular: desarrollar la catequesis infantil -cine parroquial mediante-, cuyoxito se mide con precisin, ao a ao, en el nmero de primeras comuniones, y cuya

    formalidad y vacuidad es a menudo lamentada por los eclesisticos. La prueba de que

    somos un pas catlico empieza a ser irrefutable. Para el otro combate, se organiza a los

    jvenes, atrados por las asociaciones marianas mezcla de devocin y sociabilidad-, losateneos deportivos, como el que organiza el padre Meinvielle en Versailles, o las cofradas

    de ex alumnos, todo encuadrado por la Accin Catlica. Esos jvenes son la levadura de

    una movilizacin catlica que, desde el Congreso Eucarstico de 1934, no deja de crecer,ganando la calle, amalgamando diversas ideologas y discursos polticos y conformando un

    catolicismo nacionalista e integrista que electriza el cuerpo catlico y lo convierte en

    disciplinado ejrcito. Por primera vez en mucho tiempo la unidad es real, y la fuerzacontribuye, en la Argentina dividida de fines de los 30, al combate grande: la conquista del

    ejrcito primero, y del estado despus, un proceso que ha seguido paso a paso Loris

    Zanatta. En 1943, Iglesia, ejrcito y estado coinciden en proclamar la realizacin del ideal

    de la nacin catlica, cuya prenda ms preciada es la enseanza religiosa en la escuelapblica, smbolo del detestado estado laico.

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    A lo largo de ese proceso, la definicin de la nacin se ha ido rehaciendo. Su identidad

    esencial deriva de la tradicin conquistadora hispana y la accin civilizadora de la Iglesia:

    la espada y la cruz, que modelan un territorio esencialmente argentino. Las fuerzasarmadas, que nacieron con la patria, son las forjadoras de su historia, instauradoras de una

    unidad permanentemente amenazada por las discordias de los civiles, entre las que serpeanlas ideologas forneas. Sus prceres asumen la realizacin del plan divino; entre ellos el

    general Sarmiento, a quien la Iglesia invita a celebrar en 1938, a 50 aos de su muerte,como el autor de una Vida de Jess.

    Sin embargo, esa conquista del estado sin pasar por la poltica es efmera. Los catlicos,

    laicos y religiosos, militan activamente en una Argentina politizada y dividida: nadie

    recuerda los lmites pastorales puestos a la Accin Catlica. Los infinitos conflictos queatraviesan el gobierno militar, y los que lo enfrentan con la sociedad, desgarran a la Iglesia

    y al mundo catlico, lo fragmentan, lo envenenan y pulverizan. Muchos catlicos se

    enrolan en el antiperonismo. La jerarqua, y la mayora de los catlicos, optan por Pern, node manera triunfal sino resignada: Pern se apropia, y no como vicario, de la Doctrina

    Social de la Iglesia, mantiene la enseanza religiosa en las escuelas pero empieza a dictar

    ctedra de autntico cristianismo a la jerarqua.

    III. Perspectivas: un paso al costadoLuego de la experiencia del estado peronista, se abandon el sueo clerical de fundar un

    estado integralmente catlico. Desde entonces el mundo catlico exhibe sin pudores susdivisiones y desarrolla pblicamente sus conflictos. La electricidad moral recorre partes de

    su cuerpo, pero rara vez lo unifica. Y sin embargo, su presencia es contundente. Luego de

    1955 es fcil la identificacin con el peronismo proscrito; la siempre elstica Doctrinasocial de la Iglesia le ofrece el marco para desplegar un activismo insospechable de

    comunismo; a sus contrincantes, en cambio, el mismo discurso los exime del pecado de

    egosmo. Luego de renunciar a controlar el estado, la Iglesia se convierte en un lobbistams, y como otros grupos de inters, hace crecer su aparato educativo a costa de los

    recursos fiscales.

    La militancia catlica, resurgida en la lucha contra Pern, discurre por diferentes vertientes,

    sin perder sus vasos comunicantes: el padre Meinvielle asesora espiritualmente a Tacuara,

    luego escindida en una Guardia Restauradora Nacionalista y en otra faccin, acaudillada

    porJoe Baxter. En efecto, quienes han sido formados en el integrismo catlico puedensuministrar cuadros civiles a las fuerzas armadas, y fusionar fcilmente sus antiguos

    argumentos en las nuevas necesidades de la guerra fra: finalmente, la versin de nuestra

    identidad nacional catlica termina de forjarse en 1976. Pero tambin en quienes en lossesenta y setenta desafan el poder del estado hay mucha militancia catlica, convencida de

    que existe una frmula catlica para solucionar los males de la sociedad: finalmente el

    tercermundismo no es tan distinto de la Accin Catlica militante. Hay luego una versincatlica del resurgimiento democrtico, que critica a la subversin y a la represin y no

    vacila en colocar en la picota a clrigos y laicos catlicos. Tambin, en otro plano, una

    versin catlica de curas carismticos o sanadores, capaz de contener el brote de

    religiosidad que alimenta a los movimientos evanglicos o sectarios. En conflicto,disputando agriamente, desmintiendo cada da la aspiracin a la unidad y la jerarqua, hay

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    sin embargo versiones catlicas para todo. En los treinta, y an en los cincuenta, haba enotro lugar de la Argentina un mundo claramente distinto; hoy no lo veo.