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Alberto Fortea Laguna y Laura Beltrán Felipe 1º Grado en Historia, 2010-2011. Cuando el periodismo hace o deshace historia El periodismo y la historia son dos disciplinas que comparten un mismo objetivo, la narración y la interpretación de hechos que ocurren en el seno de una sociedad. Ambas son imprescindibles para la formación de una conciencia crítica que permita a los ciudadanos conocer lo que sucedió y sucede en el mundo en el que viven y forjarse una opinión contrastada a partir de datos objetivos. Pero ¿realmente existe esta objetividad? La teoría nos dice que sí, aunque no es oro todo lo que reluce. No hemos de olvidar que tanto el historiador como el periodista son parte de una cultura, de una sociedad que desde la cuna les ha amamantado mediante creencias y prejuicios difíciles de dejar al margen a la hora de realizar su labor. Por tanto, resulta complicado, por no decir imposible, abstraerse del entorno al interpretar un hecho. Muchos intentan lograrlo, pero no son menos los que encuentran en esto la excusa perfecta para imponer su ideología. Sin embargo, es misión de estos dos oficios ser conscientes de estas debilidades para hacerles frente y tratar de contar los hechos de la forma más parecida a como sucedieron.

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Alberto Fortea Laguna y Laura Beltrán Felipe

1º Grado en Historia, 2010-2011.

Cuando el periodismo hace o deshace historia

El periodismo y la historia son dos disciplinas que comparten un mismo

objetivo, la narración y la interpretación de hechos que ocurren en el seno de una

sociedad. Ambas son imprescindibles para la formación de una conciencia crítica que

permita a los ciudadanos conocer lo que sucedió y sucede en el mundo en el que viven y

forjarse una opinión contrastada a partir de datos objetivos. Pero ¿realmente existe esta

objetividad?

La teoría nos dice que sí, aunque no es oro todo lo que reluce. No hemos de

olvidar que tanto el historiador como el periodista son parte de una cultura, de una

sociedad que desde la cuna les ha amamantado mediante creencias y prejuicios difíciles

de dejar al margen a la hora de realizar su labor. Por tanto, resulta complicado, por no

decir imposible, abstraerse del entorno al interpretar un hecho. Muchos intentan

lograrlo, pero no son menos los que encuentran en esto la excusa perfecta para imponer

su ideología. Sin embargo, es misión de estos dos oficios ser conscientes de estas

debilidades para hacerles frente y tratar de contar los hechos de la forma más parecida a

como sucedieron.

Esto se debe al compromiso que la historia y el periodismo tienen con sus

contemporáneos. La primera nos permite conocer nuestro pasado para, a partir de él,

construir el futuro sin caer en errores anteriores. El segundo ejerce una labor de

contrapoder e informa sobre lo que acontece en el mundo. De esta forma, los dos sirven

para construir una democracia en constante desarrollo donde todos los individuos

conozcan sus derechos y obligaciones.

Periodismo e historia tienen otro elemento en común: la interacción entre el

presente y el pasado. El historiador no es un fósil que sólo se dedica al pasado, sino que

vuelca sus conocimientos de los hechos que ya ocurrieron y que forman parte de su

estudio sobre el presente. El periodista tampoco ha de que quedarse en la superficie del

ahora, sino que tiene que indagar más en los antecedentes que rodearon al hecho

noticioso para darles un contexto y aportar una información más reflexiva.

No obstante, a pesar de que ambas disciplinas deben abarcar un periodo de

tiempo largo, que incluya antecedentes y consecuencias, es en este punto en el que

encontramos la principal diferencia entre periodismo e historia. A nadie se le escapará

que el periodismo cubre hechos de actualidad, acaecidos recientemente y que aportan

algo novedoso e interesante para la sociedad actual. Si quiere tratar estos hechos

correctamente, deberá situar unos antecedentes pasados, no para adentrarse en ellos,

pero sí para aclarar el porqué del asunto. En cambio, es precisamente en estos

antecedentes en los que la historia centra su estudio. El fenómeno es justamente el

contrario. A partir del estudio de épocas pasadas conocidas en profundidad, lo que se

establecen son unas consecuencias, que es el hecho actual del que se ocupa el

periodismo. Vemos que el fenómeno es inverso, pero lo que está claro es que

periodismo e historia mantienen una interdependencia mutua al realizar sus

investigaciones.

A la hora de abordar este trabajo de investigación del periodista, sale a la luz una

ventaja con la que la historia no cuenta, la posibilidad de utilizar el testimonio de

fuentes directas para reconstruir los acontecimientos. De este modo, los hechos

adquieren mayor verosimilitud a la vez que las memorias de aquellos que cuentan sus

experiencias confieren al relato una riqueza extraordinaria. Sin embargo, esta aparente

fortaleza puede convertirse en debilidad en el supuesto de que las vivencias personales

sustituyan por completo la reflexión del periodista. Dicha reflexión es la esencia de una

profesión que no puede vivir sin ella pero que, por desgracia, cada vez se echa más en

falta en los medios de comunicación.

Para subsanar esta desventaja, la historia ha de incrementar el esfuerzo en las

labores de investigación. Los historiadores han desarrollado una serie de técnicas y

pasos a seguir con el fin de cubrir sus estudios con la coraza de seguridad que constituye

la verdad. No hay fuentes humanas, por lo general, pero sí que tienen acceso a otra serie

de documentos escritos que deben analizar al detalle. Sólo así la historia será capaz de

traernos hasta hoy, de manera fidedigna, lo que vivieron nuestros antepasados.

Una vez analizadas las diferencias y similitudes entre periodismo e historia,

centramos nuestra atención en una característica que ya hemos mencionado

anteriormente, la objetividad. Decíamos que en los tiempos que corren es cada vez más

frecuente que tanto los medios de comunicación como los historiadores caigan en el

error de obviar esta premisa fundamental de ambos oficios. Frente a ella, gana

protagonismo el subjetivismo, plasmado en grandes dosis de opinión personal o

empresarial capaces de modificar la información que llega del hecho real a la opinión

pública. Pero el verdadero peligro de la subjetividad llega cuando ésta es intencionada y

se cae en la manipulación, en la transformación intencionada de la información para

fomentar una u otra reacción.

Personas que hacen de la manipulación su forma de vida campan a sus anchas

por el periodismo y la historia. Basta con echar un vistazo a las últimas publicaciones

de nuestras librerías calificadas con el sobretítulo de “histórico” o a las páginas de

cualquier periódico nacional. Pero, como dicen que una imagen vale más que mil

palabras, vamos con un ejemplo. En mayo de 2010, el ejército israelí atacó una flotilla

humanitaria que se dirigía a Gaza, asesinando a varios de sus tripulantes. La noticia tuvo

un gran impacto en su momento y, en unos pocos años, será un hecho histórico de

trascendencia ineludible al abordar el conflicto que se vive en Oriente Medio. Así

dieron la noticia el diario Público y el portal web Libertad Digital:

Como vemos, los enfoques ante un mismo hecho son radicalmente opuestos. No

es necesario aclarar que el diario progresista Público tiene una postura a favor de

Palestina y que el conservador Libertad Digital se posiciona en pro de Israel. Las

técnicas utilizadas para maquillar la noticia de verdad son muchas: elección de unas

palabras sobre otras (“Israel asesina a una docena de personas…”, Público), de unos

testimonios sobre otros (“parece que los participantes a bordo de los barcos se estaban

preparando para linchar a las fuerzas israelíes”, Libertad Digital), justificaciones (“La

flotilla de Hamas llevaba armas de fuego”, Libertad Digital), datos (“han muerto 10

personas y decenas han sido heridas, entre ellas diez soldados israelíes”, Libertad

Digital. De aquí nos surge una pregunta: ¿valen más los diez heridos israelíes que los

diez muertos pro Palestina?)… El lector, si sólo lee uno de los dos periódicos, recibirá

más intoxicación mediática que información. Para protegerse de esta lluvia de

propaganda, deberá leer ambos diarios y otro diferente para comprobar qué elementos

coinciden en los distintos enfoques de la noticia y extraer de ellos los únicos datos

objetivos. Porque, por mucho que lo desee el periodista y por mucho que lo haga el

historiador, la objetividad pura no existe.

De lo que no cabe duda es que el redactor de cada uno de estos medios tuvo ante

sí una versión radicalmente distinta del mismo hecho. Dentro de unos años, esto mismo

se repetirá entre dos historiadores de tendencia ideológica opuesta. La eterna cuestión

resurge ahora: ¿es inevitable esta imparcialidad? La respuesta es que no. Tanto el

periodista como el historiador han de comprender la importancia de su labor para no

volcar en ella egoístamente sus preferencias individuales perjudicando así a la

democratización de la sociedad. Porque si algo tienen en común historia y periodismo es

su capacidad de despertar en las mentes interrogantes que, probablemente, no tienen

respuesta, pero convierten al ser humano en un ser más crítico y, por ende, más libre.