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VALENTINA Y LA SOMBRA DEL DIABLO VERÓNICA MALDONADO PERSONAJES: VALENTINA LA SOMBRA DEL DIABLO LÁZARO EL DIABLEJO NICOLÁS. 1 | Página

Valentina y La Sombra Del Diablo Orig.[1]

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Page 1: Valentina y La Sombra Del Diablo Orig.[1]

VALENTINA Y LA SOMBRA DEL DIABLO

VERÓNICA MALDONADO

PERSONAJES:

VALENTINA

LA SOMBRA DEL DIABLO

LÁZARO

EL DIABLEJO NICOLÁS.

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Escena 1

La mitad del escenario es oscuro y amenazante: hay una inmensa pared

blanca que parece a punto de caer con todo su peso hacia el proscenio.

Frente a la pared, una silla. Del lado izquierdo hay un inmenso roble sin

hojas, viejo y nudoso. En primer plano una inmensa olla de barro con agua

y una silla baja de palma. El escenario está a oscuras, Valentina avanza

desde el fondo del pasillo, con un vestidito blanco, el cabello suelto

cubriendo su cara; está descalza y en el ruedo de su falda lleva tres piedras

de distintos tamaños. Avanza atemorizada. La pared blanca se ilumina

paulatinamente, creciendo como una amenaza.

VALENTINA: (Con inquietante terror, casi al borde del llanto) Doña

Blanca... está cubierta de pilares de oro y plata... ¿Quién ese

Quijotillo que anda en pos de Doña Blanca? (sin dejar de cantar

llega junto a la silla, se hinca clavando la mirada en la pared,

esconde las piedras debajo de la silla, acomodándolas como

una trinchera, no deja de cantar, agazapada) Hoy no va a

venir. No quiero que venga... ¿Por qué nadie cree que la sombra

del diablo quiere jugar conmigo? Pero hoy no va a venir... hoy

no... hoy no.

Escena 2

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De la pared se levanta lentamente una sombra, se corporiza, toma forma. Es

la sombra del diablo que se mueve como un reptil, derrotando la cabeza

para lucir su cornamenta; se mueve buscando algo, olfateando, respira

excitado, casi gruñendo.

SOMBRA: (Canturreando, sibilante como serpiente) Jugaremos en el

bosque, mientras los otros no están... ¿niña, estás ahí?...

(Valentina se agazapa más contra el suelo, temblando) Sé

que estás ahí... ven... quiero jugar contigo... (Extiende su

inmensa garra) Dame la mano y te llevaré a bailar sobre un

comal y a través de un aro de lumbre... (Cantando) Arroz con

leche me quiero casar con una niñita de la capital...

VALENTINA: No quiero, no quiero jugar contigo... No quiero jugar al papá y a la

mamá, ni al doctor ni a la rueda de San Miguel.

SOMBRA: Todos cargamos nuestra caja de miel, Valentina... pero tú sólo

cargas piedras... ¡Mírate, que chiquita estás! Casi como una

piedrita... y así te vas a quedar... porque si alguien llega a saber

que juegas conmigo, se van a enojar contigo… nadie te va a

querer ¡Nadie! Te van a dejar como una piedra: tirada y sin poder

hablar; solita... sin amigos... ¡sólo yo te voy a querer siempre! ¡Ay,

Valentina, cómo te quiero! (Cantando) Dame una mano, dame la

otra, dame un besito que sea de tu boca (Valentina voltea la

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cara) Bueno... entonces... ven, vamos a jugar a los listones... voy

a amarrar tu pelo... y tus manitas y tus pies...

VALENTINA: (Tímidamente) Pero es que... no me gusta lo que juegas...

SOMBRA: (Enojado) ¡Pues aunque no te guste! Tienes que hacer lo que yo

te diga porque soy más grande y más fuerte que tú... Mira, hasta

tengo cuernos ¿Te dan miedo, verdad? Los niños siempre hacen

lo que los grandes les dicen ¿Entendiste, Valentina? Ven aquí...

quiero ver tus pies para adivinar tus pasos... (Valentina avanza

despacio, levanta un poco su vestido para enseñar sus pies)

Tan tan... ¿quién es?... ¡Responde, niña!

VALENTINA: (Forzada) La vieja Inés...

SOMBRA: ¿Qué quería...?

VALENTINA: (Igual) Un listón...

SOMBRA: No, no... Yo quiero dos rodillitas... ¿de qué color?

VALENTINA: (Levantado su vestido hasta las rodillas, llorosa) Moradas...

SOMBRA: Tan, tan...

VALENTINA: (Más asustada) ¿Quién es?...

SOMBRA: La vieja Inés

VALENTINA: ¿Qué quería? (Valentina, a punto de llorar, camina hacia la

sombra)

SOMBRA: Dos piernitas... ¿De que sabor? (Valentina levanta su vestido,

la sombra se inclina hacia ella. Valentina da un grito agudo.

Oscuro en el área de la pared)

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Escena 3

Luz junto al árbol. El abuelo Lázaro teje algo con palma. Valentina, como

escapando de la sombra, llega corriendo y se refugia junto a la olla. Parece

no ver a Lázaro, quien comienza a silbar; al escucharlo, Valentina cae en

cuenta de su presencia y se va encogiendo, agazapándose tras la olla,

bajando la cara, avergonzada. Lázaro detiene su silbar al ver que Valentina

se esconde. Valentina se para de puntitas, asomándose apenas por encima

de la olla.

LÁZARO: Buenas, Valentina, dichosos los ojos... no te me espantes… sólo

soy yo, el viejo abuelo Lázaro... (Valentina vuelve a

esconderse)¡Újule! Creo que me confundí. No es una niña, es un

venadito asustado que vino a tomar agua (Valentina se esconde

más, pero permanece atenta. El abuelo canturrea) Venadito,

venadito... ojos grandes, pies chiquitos...

Valentina se jala el vestido para taparse los pies. Silencio. Valentina espera.

Lázar teje. Valentina se asoma tímidamente por encima de la olla. Descubre

el agua en el fondo y mete la mano a escondidas, ansiosa de lavarse.

LÁZARO: (Cantando) Tengo manita, no tengo manita porque la tengo

desconchabadita... ¿Tienes manitas, Valentina? (Valentina se

observa las manos, las esconde, asintiendo) Entonces no eres

un venado ¡Eres un changuito! (Se ríe. Valentina frunce el

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ceño.) Ahí vienen los changos de Chapultepec... el más feo de

todos se parece a...

VALENTINA: (Ganándole) ¡Usted!

LÁZARO: (Riéndose) ¡Ah! ¡Hablas! Entonces no eres un chango... eres una

niña (Valentina baja la mirada, desconfiada) Una niña que

comió pan de la tristeza.

VALENTINA: ¿Pan de la tristeza?

LÁZARO: Sí... es un pan esponjoso que primero no sabe a nada y luego se

pone amargo, no lo puedes tragar ni escupir... se te queda

atorado aquí (Señalando la garganta)

VALENTINA: Yo no he comido ese pan... yo como pan de nata y tomo un vaso

de leche antes de irme a ... (Mira su habitación y se queda

callada)

LÁZARO: El pan de la tristeza es gris y duro ¿Has probado algo así?

(Valentina niega vivamente con la cabeza) Menos mal. Ese pan

se hace en los hornos del diablo... (Reacción de Valentina) ¿Lo

sabías?

VALENTINA: (Insegura) Pero todos dicen que el diablo no existe... que son

mentiras...

LÁZARO: (Asombrado) ¿De veras? ¿Y tú que piensas?

VALENTINA: (En un susurro) Qué... sí. Yo lo he visto

LÁZARO: ¡Lo has visto! ¿y cómo es, Valentina?

VALENTINA: Es muy grande... respira muy fuerte... tiene el color de la

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sombra... se esconde, se ríe... dice que... (Valentina se da

cuenta que ha hablado de más y se calla)

LÁZARO: Sí, justamente así es... y algunas veces quiere jugar cosas que a

nadie le gustan... y el muy condenado, te obliga a hacerlo...

VALENTINA: (Reaccionando enojada) ¡Yo no juego con el diablo! ¡El diablo

no existe!

Valentina se acerca a la olla y se lava las manos mientras canta con sorda

furia, evadiendo el tema del diablo.

VALENTINA: En el agua clara que brota en la fuente, un lindo pescado sale de

repente... (Tallando sus manos) lindo pescadito ¿no quieres

salir?

LÁZARO: (Interrumpiendo) Las manos y los pies de los niños como tú,

siempre están limpios. Sólo el diablo tiene las manos sucias...

VALENTINA: Él las tiene como Doña Blanca...

LÁZARO: No te la creas... Aunque se vean limpitas las tiene sucias de

culpa... con ellas amasa el pan de la tristeza.

VALENTINA: (Cantando fuerte) ¡A jugar con mi aro vamos al jardín!

LÁZARO: Tú tienes las manos limpias...

VALENTINA: (Más fuerte) Yo vivo en el agua, no puedo salir...

LÁZARO: ...La cara limpia...

VALENTINA: Mi mamá me ha dicho, no salgas de aquí...

LÁZARO: ...Los pies limpios...

VALENTINA: ¡Por qué si te sales, te vas a morir...!

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Valentina rompe a llorar, el abuelo Lázaro intenta abrazarla, pero Valentina

lo rechaza enconchándose. Lázaro retrocede.

LÁZARO: Tú vas a salir y no te vas a morir. Eres la valiente Valentina... sólo

tienes que ahogar tus miedos, niña.

VALENTINA: El diablo sí existe, abuelo Lázaro...

LÁZARO: Así es, Valentina... yo lo he visto también.

VALENTINA: (Furiosa) Pero yo lo voy a matar a piedrazos.

LÁZARO: Las piedras no matan a los diablos, Valentina... le tienen más

miedo a la luz.

VALENTINA: Yo tengo tres piedras...

LÁZARO: Son tus miedos... a esos hay que ahogarlos (Golpea la olla

suavemente) Tu corazón es como una olla... sólo tienes que

dejar caer todos tus miedos hasta el fondo... Anda, trae tus

miedos, Valentina.

VALENTINA: Pero están en mi cuarto...y no quiero regresar... está solo y

oscuro... me da miedo ¿Me acompañas?

LÁZARO: (Tras un silencio) Por nuestros miedos, sólo podemos ir

nosotros, Valentina.

Valentina, indecisa no sabe que hacer, Lázaro se acuclilla junto a ella y la

toma de los hombros con suavidad, mirándola a los ojos.

LÁZARO: Pero no estás sola. Recuerda esto: Valentina siempre tiene a

Valentina

Valentina asiente y tomando fuerza, se dirige al área de su habitación. La luz

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va disminuyendo en la zona de Lázaro hasta quedar a oscuras.

Escena 4

Valentina avanza despacio, respirando con creciente nerviosismo, con la

mirada fija en la pared. Se acerca a la silla bajo la cual están las tres piedras,

se inclina y al tiempo que toma la más pequeña, la sombra del diablo se va

materializando en la pared, primero como una pequeña columna de humo

hasta tomar proporciones gigantescas. Valentina salta asustada al

escuchar su nombre, escondiendo la piedra.

SOMBRA: Valentina... ¿dónde estabas? ¡Te extrañé tanto! (Valentina está

paralizada) ¿Jugamos a Doña Blanca?

VALENTINA: (Casi firme) No... ¡Ya no quiero jugar contigo!

SOMBRA: (Sin hacerle caso) Amo ató, matarilerileró (Silencio) ¡Contesta,

niña! (Valentina aprieta la boca, la sombra se inclina hacia

ella, autoritaria) ¡Contesta!

VALENTINA: ¿Qué quiere usted, matarilerileró?

SOMBRA: Yo quiero una niña... una niña bonita como tú... para jugar el

juego de los secretos...” ¡no se lo digas a nadie!”... “este jueguito

es sólo tú y yo” “ Nadie debe saber lo que hacemos”... o van a

creer que eres una niña mala...

VALENTINA: ¡No soy mala!

SOMBRA: (Burlándose de ella) “No soy mala” “No quiero jugar” “No me

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gusta” ¡Qué lata contigo, niña!

Valentina, enojada, aprieta la piedra y está a punto de lanzarla, pero se

controla y la esconde de nuevo, sin embargo la sombra se da cuenta.

SOMBRA: ¿Qué escondes ahí, Valentina?

VALENTINA: ¡Nada!

SOMBRA: ¡No me engañes! ¿No te han dicho que es malo decir mentiras?

¡Muestra tus manos! ¡Obedece!

La sombra se mueve por la pared intentando ver lo que Valentina oculta.

Ella esconde ambas manos tras su espalda

SOMBRA: ¿Dónde vive el zapatero, arriba o abajo?... No importa. Yo ya sé

lo que escondes: es la piedra de tu miedo.

Valentina, al verse descubierta, baja las manos. Ya no oculta la piedra.

SOMBRA: Dámela, Valentina... yo te la cuido. Mira, yo me la como...

VALENTINA: Si te la doy, te vas a hacer más grande.

SOMBRA: ¡Claro qué no! ¡Qué tontería! Anda... dame esa piedrita. Será

nuestro secreto. Tú no le dirás a nadie, yo no le diré a nadie.

(Estira la mano, al ver que Valentina no reacciona, grita

autoritario) ¡Dámela!

Valentina se resiste. Un aire fuerte sopla agitando el escenario. Valentina

intenta retroceder, pero el aire la empuja hacia la pared, su brazo parece no

obedecer y se estira con la palma abierta. La sombra se inclina y observa,

con interés, la piedra, luego la toma y se la come. La sombra despliega un

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enorme par de alas, sus cuernos crecen. El aire se aquieta. La sombra llama

con un gesto a Valentina, la luz desciende mientras Valentina atraviesa la

pared. Se ve su silueta, vencida frente a la sombra.

SOMBRA: (La sombra toma de la mano a Valentina) ¡Juguemos!

(Oscuro)

Escena 5

El viejo roble tiene un retoño verde en una de sus ramas. Lázaro sigue

tejiendo. Valentina sale de la pared de su habitación, como si una boca

gigantesca la escupiera. Avanza tambaleante, desencajada. Ve la olla y

avanza hacia ella, intentando treparla y hundirse dentro de ella.

LÁZARO: ¿Qué haces, Valentina?

VALENTINA: Voy a esconderme.

LÁZARO: Allá abajo está muy oscuro.

VALENTINA: Mejor. Me quiero quedar debajo del agua, donde nadie me

encuentre.

LÁZARO: El agua está muy fría. Yo sé lo que te digo.

VALENTINA: ¿El diablo le tiene miedo al frío?

LÁZARO: Ni al frío, ni al agua. Le tiene miedo a la verdad.

VALENTINA: (Rompiendo a llorar) Entonces... me va a encontrar... ¡Me quiero

morir! (Se abraza a la olla y llora)

LÁZARO: (Sentándose del otro lado de la olla) ¿Eso quieres en verdad?

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¿Morirte?

VALENTINA: (Con sorda furia)...No ¡Quiero que el diablo se muera, que se

queme, que le caigan todas las piedras del mundo encima de sus

cuernotes...!

LÁZARO: ¿Dónde está la piedra de tu miedo, Valentina?

VALENTINA: Me la quitó, abuelo Lázaro. No pude traerla, es más fuerte que

yo...

LÁZARO: No. Tú eres más fuerte. Tú sabes su secreto.

VALENTINA: (Temerosa) No... ¡Yo no sé nada!

LÁZARO: Mírate las manos, Valentina ¿Qué hay en ellas?

VALENTINA: Nada.

LÁZARO: ¿Y en tus pies?

VALENTINA: Nada.

LÁZARO: ¿Y en tu corazón?

VALENTINA: (Valentina se lleva la mano al pecho y saca la piedrita) ¡Es la

piedra del miedo!

LÁZARO: Mejor será que la tires antes que se haga una roca. Esas

condenadas crecen rápido...

Valentina no se anima, mira dentro de la olla, aprieta la piedra, va a echarla,

pero no lo hace.

LÁZARO: Entre más te agarres a ella, más grande y pesada se va a hacer.

VALENTINA: No puedo alzar la mano.

LÁZARO: ¡Tírala, Valentina!

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Haciendo un gran esfuerzo, Valentina logra levantar la mano y arrojar la

piedra dentro de la olla, en ese momento, la luz cambia. Del fondo de la olla

se desprende un suave resplandor azul.

VALENTINA: ¿Qué es eso, abuelo Lázaro?

LÁZARO: Eso era tu miedo. El miedo es la fuerza del diablo... él quiere

hacerte creer que eres muy chiquita para enfrentarlo... o que

estás sola. Mira... tu miedo se está volviendo valor.

VALENTINA: (Mirando el fondo de la olla) Abuelo... el diablo... juega

conmigo. (Lázaro le asiente sin decir nada) Pero yo soy buena.

LÁZARO: Buena y valiente. Mira en que se convirtió tu miedo.

VALENTINA: En luz...

Lázaro va tras el árbol, regresa con un quinqué y una jaula en la que hay un

pequeño diablejo aprisionado con una cadena en la pata.

VALENTINA: ¿Qué es eso?

LÁZARO: Un diablejo. No es tan grande como el que te molesta, pero

también hizo mucho daño. Acércate, ya no puede hacer nada. Es

puro jarabe de pico. Se llama Nicolás.

NICOLÁS: (Gruñendo) ¡Cállate, no lo repitas! ¡Viejo, bola de mocos!

¡Chueco, lagañoso! ¡Déjame!

Valentina se acerca con desconfianza. Lázaro agita la jaula.

LÁZARO: ¡Cállate de una vez por todas, animalillo!

VALENTINA: ¡Qué chiquito es!

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LÁZARO: No te fíes. Su lengua es más peligrosa que tres cuchillos.

NICOLÁS: Ña, ña, ña.... No le hagas caso ¡Es un viejo sucio y malo!

VALENTINA: ¿Va a crecer?

LÁZARO: ¿Éste? ¡Qué va! Él creía que era grande, grande. Tenía unos

cuernotes retorcidos que brillaban como diamantina, pero ahora,

más parece perico que diablo... y esa es su ruina. Ahora nada

más es un diablejo de nada.

Nicolás se agita, intentando abrir los alambres de su jaula.

VALENTINA: ¿Y cómo lo encerraste? ¿Cómo se hizo tan chiquito?

LÁZARO: No fue fácil. Tuve que echar mi miedo en la olla de mi corazón.

NICOLÁS: (Burlándose) Pero ella no va a poder... mírala... ¿Valentina?

¡Será Mie-di-tina! Está toda chiquita y ñanga ¡Niña mensa!

VALENTINA: (Enojada, pega en la jaula, haciendo caer al diablejo) ¡No soy

mensa ni ñanga!

LÁZARO: No le hagas caso, está bilioso. Antes, cuando yo creía que era un

diablo grande, me pegaba con un cinturón... me dejaba los brazos

llenos de moretones... ¡Ah, cómo me hacía llorar!

VALENTINA: Mi diablo no me pega. Sólo juega conmigo, pero también duele.

LÁZARO: No es tu diablo ni tú eres su niña. No lo repitas, no le des ese

gusto. ¿Quieres saber como lo enjaulé? (Valentina asiente)

Fíjate bien... este es un pobre diablo de nada... pero cuando se

pone frente a la luz ...

Lázaro cuelga la jaula y coloca el quinqué detrás de la jaula. La sombra del

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diablejo se proyecta, enorme e impresionante, en el suelo. Nicolás, el

diablejo, salta, feliz.

NICOLÁS: ¡Ese soy yo! ¡El rey de los diablos! ¡El mero petatero! ¡Mira que

cuernotes tengo!

LÁZARO: (Bajando el quinqué) Despierta, diablejo, ese no eres tú... es tu

sombra... ¿Viste, Valentina? ¡Es sólo una sombra!...y a las

sombras hay que sacarlas a la luz. Eso mero hice, le puse la luz

enfrente.

Lázaro le pone el quinqué enfrente. La luz vuelve a subir de intensidad, el

diablejo temblando se agazapa en el fondo de la jaula lloriqueando. Lázaro

le pone un trapo encima y apaga el quinqué.

VALENTINA: ¿Tengo que ir por las demás piedras? (Lázaro asiente) ¿Puedes

ir conmigo? (Lázaro niega)

Valentina mira hacia su habitación, indecisa.

LÁZARO: Sólo piensa ¿A qué le tiene miedo la sombra del diablo?

VALENTINA: Ya sé que a la luz...

LÁZARO: Y es porque no quiere que se sepa su secreto... esa es su

debilidad.

Valentina se coloca en la frontera entre las dos áreas del escenario. La luz

cambia, el área de Lázaro se va oscureciendo.

Escena 6

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El área de la habitación de Valentina está cubierta por una densa neblina,

ella avanza con miedo, tropezando. Esta vez, se cuida de darle la espalda a

la pared, permanece alerta, vigilando. Se inclina bajo la silla y toma la piedra

mediana. La neblina cubre casi todo, Valentina está perdida. En la pared

aparece el marco de una puerta. Valentina corre hacia ella, pero la sombra

del diablo le corta el paso. Valentina retrocede ocultando la piedra.

SOMBRA: Hola, Valentina... te extrañé mucho, niña de mi vida...

VALENTINA: (Asustada) ¡No soy tu niña! ¡Y no quiero jugar ni a Doña Blanca

ni al pez de la fuente! ¡No soy tu muñeca vestida de azul!

SOMBRA: Sí, sí lo eres. Mi muñequita con su camisita y su canesú... mi niña

chiquita, la más consentida... mi pequeña Valentina ¡te quiero

abrazar!

VALENTINA: ¡Vete sombra! ¡Voy a gritar!

SOMBRA: (Alarmado) ¡ Shhhtttttttt... No lo hagas! ¡Si gritas será peor!

Mira... te traje un regalito.

La sombra del diablo le muestra un diamante azul en forma de lágrima que

refulge en su garra. Valentina la mira entre fascinada y temerosa.

VALENTINA: ¿Qué es eso?

SOMBRA: Le dicen la lágrima del silencio. Tómala, así siempre te acordarás

de mí y nunca me vas a extrañar...

VALENTINA: ¡Yo no te extraño! ¡No la quiero!

SOMBRA: Qué mala eres. (Autoritario) ¡Recibe mi regalo de buen modo!

VALENTINA: (Retrocediendo) ¡No!

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SOMBRA: (Inclinándose y mostrando el diamante que brilla con más

fuerza) ¡Mira que hermosa es! ¡Cómo brilla!

Valentina busca como huir pero la neblina se lo impide.

VALENTINA: (Desesperada) ¡Abuelo Lázaro, ayúdame! ¡Por favor!

VOZ LÁZARO Detrás de una sombra siempre hay un pobre diablo... fíjate... ¿a

qué le tiene miedo la sombra?

La sombra del diablo aprieta el diamante. Busca, nervioso, de donde

proviene la voz.

VALENTINA: ¿Por qué no me vienes? ¡Tengo miedo! (abraza la piedra) ¡No

encuentro mis pasos!

SOMBRA: (Con temor) ¿Qué es todo esto? ¿Qué voz se oye? ¡Valentina,

niña mala! ¿A quién le diste las letras de mi nombre? ¿Quién

sabe que jugamos a las escondidas por los rincones? ¡Contesta!

¿Le has dicho a alguien quien soy?

VALENTINA: (Se le cae la piedra) ¡A nadie! ¡No le he dicho a nadie!

SOMBRA: No me mientas, niña, lengua de ratón.

VALENTINA: (Agachándose a recoger la piedra) ¡Yo siempre digo la verdad!

SOMBRA: ¡Nadie dice siempre la verdad! Valentinita, muñequita de sololoy,

niñita de los pies de azúcar ¿Qué buscas en el suelo?

VALENTINA: Mis pasos...

SOMBRA: ¿Para qué? Los pasos sólo sirven para irse. Y yo quiero que te

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quedes conmigo. Toma tu regalito.

VALENTINA: ¡No quiero nada tuyo! ¡Vete o voy a gritar!

SOMBRA: Pero si nadie te va a creer... porque eres chiquita, Valentina.

Todos saben que yo soy bueno. Si no tomas la lágrima... me voy

a comer a toda la gente que quieres con pan de la tristeza y voy

a jugar con más niñas y niños... Y tú vas a tener la culpa de lo

que pase (La sombra toma una muñequita entre sus garras

mientras canta tenebrosamente) Tengo una muñeca vestida

de azul... con su camisita y su canesú... (Jala la ropa de la

muñeca) esta mañanita me dijo el doctor que le dé jarabe con un

tenedor... (Levanta su tridente y cuelga a la muñeca de uno de

sus dientes, bamboleándola)... la tengo en la cama con mucho

dolor.

VALENTINA: (Llorando) No le hagas nada... por favor.

SOMBRA: (Sin hacerle caso) Dos y dos son cuatro... cuatro y dos son

seis...

VALENTINA: Voy a hacer todo lo que digas... (Estira la mano para recibir la

lágrima) Voy a guardar la lágrima... de veras...

SOMBRA: No niña, no. Esta joya se pone en el corazón ¡Abre la boca!

Valentina se acerca a la pared, abre la boca, la sombra se inclina y coloca la

lágrima en su boca. Oscuro. Risa del diablo.

Escena 7

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El humo está terminando de disiparse. La penumbra se hace en la zona de

la habitación de Valentina, quien yace en el suelo, con la mirada perdida,

frente a ella está la piedra. Valentina no hace el intento de levantarse,

absolutamente deprimida. Lázaro enciende el quinqué desde su área,

iluminando apenas su rostro.

LÁZARO: (Buscándola) ¡Valentina! ¿Dónde estás?... no te pierdas, niña...

(Valentina no reacciona) dentro de ti hay un caminito de luz que

ni la sombra del diablo conoce.

Lázaro mueve el quinqué y, la luz de éste, traza un camino. Valentina sigue

sin moverse a pesar de sentir la luz.

LÁZARO: Agárrate de la cuerda de la luz....deshazte de la piedra del

miedo... no dejes que se convierta en un pilar de doña Blanca o

en una montaña ¡Ven, Valentina!

VALENTINA: (Resentida) Me dejaste...

LÁZARO: Nunca te dejé. Yo no puedo estar contigo si tú no quieres. Ven,

acércate...

VALENTINA: ¡No quiero!

LÁZARO: (Tras un silencio) Si no quieres, no hay modo, niña...

Lázaro apaga el quinqué de modo tal que su área queda a oscuras.

Valentina, temerosa, se incorpora un poco.

VALENTINA: ¡No apagues la luz! ¡Tengo miedo!

LÁZARO: Yo no la apagué. Tú lo hiciste.

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VALENTINA: ¡No encuentro el camino!

LÁZARO: Si no encuentras un camino, haz otro.

VALENTINA: ¿Cómo?

LÁZARO: Los caminos y las salidas se hacen con palabras.

VALENTINA: (Valentina se levanta, con la piedra en la mano. Con firmeza)

¡Quiero un camino!

Un haz de luz traza un caminito azul que va de Valentina a la olla, que

resplandece de nuevo. Valentina, con paso vacilante, se dirige a ella.

LÁZARO: Eso es, Valentina.

Sin que se percaten, la garra del diablejo Nicolás se asoma debajo de la tela

que cubre la jaula y la jala, observando la escena con atención. Valentina se

acerca a la olla, sosteniendo la piedra con ambas manos, la coloca encima

de la olla. Justo cuando va a dejarla caer, el diablejo habla.

NICOLÁS: (Riéndose burlón) ¡Niña tonta! ¡Todo es una trampa de ese viejo

sucio! Es igual que el diablo ¡No te quiere ayudar! Cuando te

deshagas de la sombra, también él va a jugar contigo en la

oscuridad...

Valentina duda, mirando a Lázaro con desconfianza, pero también al

diablejo. Lázaro avanza unos pasos hacia ella, Valentina blande la piedra

amenazante.

NICOLÁS: Eso es, pequeña... ¡No dejes que se te acerque! Es un viejo

mañoso y malo ¿Por qué crees que me encerró? ¡Yo sé su

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secreto!

LÁZARO: No lo escuches, Valentina, oye lo que te dice tu corazón.

NICOLÁS: ¿Estás segura que no es como la sombra? Recuerda que puede

tomar cualquier forma... de un hermano, de un primo... de un

viejo... (Ladino) Mira... déjame ayudarte. Dame esa piedrita. No

he comido nada y estoy débil ¡Anda, abre la jaulita y ayúdame a

salir!

Valentina lo piensa. Cierra los ojos apretando la piedra contra su pecho,

luego, decidida avanza hacia el diablejo y le extiende la piedra muy

despacio a través de los barrotes de la jaula. Nicolás estira las garras con

avidez, toma la piedra y comienza a devorarla.

VALENTINA: Esa no es la piedra de mi miedo, diablo...

NICOLÁS: (Sin dejar de comer) ¿Dé qué estás hablando, niña?

VALENTINA: Las salidas y los caminos se hacen con palabras, y tú no ya no

podrás salir.

NICOLÁS: (Aterrado) ¿Qué me diste de comer?

Nicolás, temeroso, empuja la piedra fuera de la jaula con su pata. Valentina

la recoge y la parte en dos.

VALENTINA: Yo dije: No eres la piedra del miedo ¡Conviértete en pan de la

tristeza! Y pan de la tristeza comiste.

Nicolás escupe, llevándose las manos a la garganta, tosiendo atragantado.

LÁZARO: (Riéndose) Újule, animalillo ¡ora sí que no pudiste con la valiente

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Valentina!

Lázaro le coloca el trapo encima a la jaula. A pesar de todo, Valentina lo

observa con desconfianza, sin acercarse. Lázaro se da cuenta, se sienta en

su sillita.

LÁZARO: ¿Me tienes miedo?

VALENTINA: (Asiente. Se parapeta tras la olla) ¿Eres una sombra del

diablo?

LÁZARO: Ven, Valentina... (Valentina no se mueve) Ven si quieres venir.

No voy a obligarte, sólo las sombras obligan a los niños a

obedecer (Extiende sus brazos, amoroso)

Valentina lo piensa, camina unos pasos, vacilante y, finalmente, se refugia

en los brazos del abuelo Lázaro. Al viejo roble le brotan dos retoños.

LÁZARO: ¿Qué sientes, Valentina?

VALENTINA: (Tras pensarlo) Siento como... si yo fuera un gatito y tú fueras mi

mamá...

LÁZARO: Hay abrazos que son como una sábana limpia o como un conejito

recién nacido... pero hay abrazos que congelan el corazón...

VALENTINA: Así son los del... (Le duele decirlo, como si le raspara la

garganta)...diablo.

LÁZARO: Así son. (La separa de si) Hay algo por terminar, niña ¿A qué

cosa le tiene más miedo ese diablo?

VALENTINA: Le tiene miedo a... (No puede articular palabra)

LÁZARO: ¿Qué te pasa, Valentina?

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VALENTINA: Siento algo atorado aquí (se señala la garganta) Y me duele

cada vez que quiero decir...(No puede hablar)

LÁZARO: ¿Qué comiste, niña, que no te deja hablar?

VALENTINA: Una lagrimita.

LÁZARO: ¿Brillaba mucho? (Valentina asiente) La lágrima del silencio.

VALENTINA: (Asustada) Yo no quería, abuelo, de veras.

LÁZARO: Ya lo sé. Pero esa lágrima te va a dejar muda poquito a poco,

Valentina. Te va a secar las palabras...

Valentina tose, intenta escupir la lágrima

LÁZARO: No, hija, no... La lágrima del silencio no sale tan fácilmente.

VALENTINA: Tengo miedo, abuelo Lázaro... tengo más miedo que antes.

Lázaro asiente. La abraza temeroso también, luego la toma de los hombros

y la mira con resolución.

LÁZARO: Eres valiente .Ya sabes hacer caminos y salidas (Valentina

asiente) Queda una piedra. La más grande.

VALENTINA: Pero no quiero regresar... (Mueve la boca, pero su voz ya no se

escucha)

LÁZARO: Se está apagando tu voz. Tienes que volver, no hay más remedio

y lo sabes bien, niña.

VALENTINA: (Moviendo la boca con desesperación) Me muero de miedo,

abuelo...

LÁZARO: Él tiene más miedo que tú... por algo te dio la lágrima... ¿por qué

quiere secar tu voz? ¿Qué no quiere que digas? (Silencio) Para

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Page 24: Valentina y La Sombra Del Diablo Orig.[1]

hacer una salida... necesitas hacer un camino.

Valentina, comprendiendo, se levanta lentamente como si la luz se hiciera

en ella. Se encamina despacio a la orilla de esa área, mira la silla y la piedra

que queda.

LÁZARO: Él se esconde debajo de la última piedra. Tu miedo más grande.

Valentina cierra los ojos, extiende su mano y se hace un camino de luz que

va de sus pies a la silla. Valentina avanza sobre el camino de luz. Sobre el

área del abuelo, desciende la intensidad de la luz hasta quedar a oscuras.

Escena 8

Valentina ha llegado junto a la silla. Ve la piedra y luego mira fijamente la

pared. Toma la piedra que le resulta pesada y la coloca frente a la pared, ella

va a colocarse detrás de la silla. Espera. Con aire resuelto, que no oculta su

terror, toma aire y comienza a girar alrededor de la silla mientras comienza a

cantar, con la mirada en la pared, como si se tratara de una invocación.

VALENTINA: El patio de mi casa... es particular... se barre y se riega como los

demás... chocolate, molinillo, estirar (golpeando con fuerza en

el piso)... estirar (Otro golpe)... que el demonio va a pasar...

La sombra del demonio se materializa; ahora es de menor tamaño, sin alas y

con una cornamenta más reducida. Valentina siente el impulso de correr,

pero se aferra a la silla y aguanta, de pie frente a la sombra.

SOMBRA: (Riendo) Así no sigue el juego, Valentina... (Canta) Agáchense...

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y vuélvanse a agachar... las niñas bonitas se vuelven a

agachar...

VALENTINA: (Con voz firme) ¡Yo no me voy a agachar! ¡Yo no voy a jugar

contigo nunca más!

SOMBRA: ¿Dónde está la lágrima que te di, Valentina?

Valentina quiere llorar, busca por donde huir, pero se sobrepone.

SOMBRA: (Con burla) ¡Pobre niñita! Sin nadie que la cuide, sin nadie que la

quiera...sin nadie que le crea ¡Pobre Valentina! Anda....

(Cantando) a pares y nones vamos a jugar... el que quede solo,

ese perderá...

VALENTINA: Tú vas a perder. Tú sí estás solo, diablo corazón de piedra...

(Fuerte) Valentina siempre tiene a Valentina

SOMBRA: ¡Qué tonterías dices, niña!

VALENTINA: (Tomando la piedra, aguantándola apenas) Debajo de mi

miedo tú te escondes... debajo de la piedra está tu nombre...

SOMBRA: (Asustado) ¡Cállate! ¡Deja esa piedra!

VALENTINA: ¡A eso le tienes miedo! ¡A que diga tu nombre! ¡Les voy a decir a

todos como te llamas! ¡Les voy a decir quien eres y lo que haces!

La sombra ruge, el escenario se agita, un viento fuertísimo cimbra todo el

espacio, la pared tiembla. El vendaval obliga a Valentina a soltar la piedra.

La niña cae, se aferra a las patas de la silla para que el aire no la arrastre. De

la pared brota la inmensa garra del diablo, cae sobre Valentina,

aprisionándola entre sus dedos. Valentina grita, la garra la arrastra

lentamente hacia la pared. Valentina se estira entre los dedos para alcanzar

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la piedra, logra tomarla, la levanta entre los dedos de la garra.

VALENTINA: (Triunfal) ¡Ya no te tengo miedo! (Gritando con todas sus

fuerzas) ¡Eres el tío Mundo!

El escenario se vuelve a cimbrar. El grito estentóreo del diablo resuena

como si hubiera sido herido de muerte. La piedra se deshace hecha polvo

entre las manos de Valentina; la garra se retrae perdiéndose de nuevo en la

pared. El aire se agita un momento y luego todo vuelve a la calma.

Valentina se levanta, dejando caer al suelo lo que queda de la piedra. En la

pared aparece la sombra del diablo: es ahora una silueta humana, de

tamaño normal.

SOMBRA: Valentina, pequeña... yo siempre te he querido...te doy regalos...

Todos saben que soy bueno contigo ¡No le digas a nadie que

jugamos! No repitas mi nombre.

Valentina, sin responderle, se agita... tose... escupe la lágrima del silencio a

los pies de la sombra. La sombra está aterrorizada.

VALENTINA: No tienes poder sobre mí. No volverás a tocarme ni a jugar

conmigo ¡Todos van a saber tu nombre, tío Mundo!

La sombra se va empequeñeciendo mientras Valentina habla. Cuando es tan

pequeña como un ratón, Valentina sopla sobre ella, desvaneciéndola. El aire

vuelve a soplar, la habitación se ilumina, las paredes han perdido su aire

amenazante, son ahora de colores vivos. La olla resplandece intensamente.

Valentina avanza hacia ella

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Escena 9

El roble está cubierto de verde follaje. Lázaro está sentado en la sillita,

arrojando piedritas a la olla.

LÁZARO: Que bueno que regresaste...

Valentina sonríe. El abuelo sigue arrojando piedritas dentro de la olla.

VALENTINA: ¿Y esas piedritas?

LÁZARO: Son mis miedos.

VALENTINA: (Asombrada) ¿Los grandes tienen miedos?

LÁZARO: Hasta el diablo los tiene, ya lo has visto.

VALENTINA: Pero los tuyos son muy chiquitos.

LÁZARO: No te creas. A veces tengo miedos que son del tamaño de una

montaña.

VALENTINA: ¿Y qué haces? ¿Te subes en ellos?

LÁZARO: No siempre se puede. Algunas veces hago un túnel para pasar en

medio de ellos... otras, nomás les doy la vueltecita.

VALENTINA: Entonces.... ¿la sombra va a regresar?

LÁZARO: Él no. Pero tus miedos sí.

Valentina mira la olla pensativa, recoge una piedrita pequeña. Lázaro saca

un atado de atrás del árbol.

LÁZARO: Pero tú ya sabes que hacer con ellos ¿no?

Valentina asiente, mira la piedrita y la arroja dentro de la olla, los dos

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sonríen.

VALENTINA: ¿Y esas cosas?

LÁZARO: Tengo que volver a mi caminito de piedras, Valentina.

VALENTINA: (Alarmada) ¿Te vas?

LÁZARO: Sí. Voy a buscar arañas de luz y telarañas de rocío, a darle de

comer a un venadito... a cantarle al oído a la luna.

VALENTINA: (Lo abraza) No me dejes

LÁZARO: Nunca estuve, Valentina, más que en tu corazón. Yo soy esa cruz

que a veces te llevan a visitar los domingos en un campo de tierra

y flores... soy un montoncito de polvo en tu corazón. Cada vez

que te rías, voy a levantarme y vivir en tu risa y en tus ojos.

Bailaré en tus pies, Valentina y voy a estar para abrazarte cuando

tengas miedo... aquí voy a estar, valiente Valentina.

Lázaro y Valentina se abrazan. Lázaro saca del atado lo que había estado

tejiendo: una muñeca de palma, se la entrega a Valentina quien la toma y va

a sentarse a la sillita para jugar con ella. Lázaro avanza hacia el fondo del

escenario. El trapo que cubre la jaula vuelve a moverse. Valentina y el

abuelo se detienen, voltean a ver la jaula, se miran entre si.

LÁZARO: ¿Qué será lo que se esconde ahí, Valentina? ¿Un diablejo

remolón?

Valentina piensa, niega con la cabeza y jala el trapo. En la jaula hay un

pajarito azul de hermoso plumaje que gorjea. Lázaro emprende la marcha,

silbando hasta que desaparece en un hermoso atardecer. Valentina abraza a

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la muñeca mientras lo ve irse, luego se sienta y comienza a cantar, ya sin

asomo de miedo.

VALENTINA: Doña Blanca está cubierta de pilares de oro de plata...

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