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Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

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Historia analítica imperio Bizantino

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Publicado originalmente en ruso en 1925 ytraducido en 1929 a inglés y otros idiomas.Abarca la historia del imperio bizantino desdela fundación de Constantinopla en 330 hastalas Cruzadas en 1081. Una segunda partepublicada diez años más tarde recoge lahistoria del imperio desde las Cruzadas (año1081) hasta su caída en manos de los turcosotomanos el 29 de Mayo de 1453. Desde estafecha, precisamente, la oscuridad reinó para laverdadera historia del antiguo Imperio (y desus particulares habitantes), el que fue durantelos siglos siguientes considerado por occidenteun ejemplo de decadencia y corrupción.

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Alexander A. Vasiliev

Historia del ImperioBizantino. Tomo I

De Constantino a las Cruzadas (324-1081)

ePub r1.0Rafowich 07.07.15

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Título original: History of the Byzantine Empire: Vol. 1:Constantine to the CrusadesAlexander A. Vasiliev, 1925

Editor digital: RafowichePub base r1.2

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Tomo I

De Constantino a las Cruzadas(324-1081)

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Prefacio a la edición española

Una progresión que vale por una constantehistórica quiere que los focos culturales se sucedanen el tiempo siguiendo el derrotero del sol. A tenorde esta ley singularmente patentizada en los puebloscosteros, y de modo especial en el Mediterráneo,para el oriental lo occidental es rústico e inexperto, yal revés: a los de acá los del otro, hijos decivilizaciones más antiguas, se les antojan decadentesy afeminados. Al extremo que, bizantino ybizantinismo son vocablos que en nuestra lenguacotidiana suenan a cosa banal o a excesiva sutileza.Nuestra tradición de hombres de Occidente, defrancos, suele prevenirnos contra todo aquello quehaga referencia a Bizancio. Aferrados al cómodoexpediente de fechar en 476 la caída del Imperioromano; incluidos por la pluricelular tarea de laformación de nuestras nacionalidades y de hacer a laIglesia independiente de la potestad civil, olvidamoscon frecuencia que ese Imperio duró todavía milaños, defendiéndose bravamente de las nacionesjóvenes que lo acosaban desde los cuatro puntoscardinales. Esa laboriosa gestación del mundooccidental, y la escisión consiguiente de la Iglesia,desembocaron en las Cruzadas —en un movimiento

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que, si no en la mente de sus promotores, en sudesarrollo había de resultar fatal para elmantenimiento del Imperio de la Nueva Roma—. Lossocorros de Europa no llegaron a la Constantinoplaasí puesta en trance de muerte, sino (aunquevanamente, ante el ímpetu otomano) a aquellasnaciones cortadas en el manto del antiguo Imperio.Esta es una lección que el historiador no puedeolvidar, Y es curioso que, al paso que los propiosfrancos en lucha con los bizantinos acabaron porasimilar la civilización oriental, el recuerdo de lasCruzadas siga figurando, en Occidente, entre lasdeterminantes de nuestro desde hacia Bizancio almodo como la caída de Constantinopla, y laconsiguiente diáspora de los sabios de la ciudadimperial, no valió a difundir la cultura bizantina masque para reforzar el estudio de los clásicos griegos.Había sido menester llegar a los Finlay a los Bury, aKrumbacher, a la escuela francesa egregiamentepresidida por Schlumberger y sobre todo por CharlesDiehl, el gran orientalista recientemente fallecido,para que la civilización bizantina adquiriese anuestros ojos el lugar destacado que le corresponde.Sin embargo, una rama considerable de los estudiosbizantinos quedaba por incorporar al acervooccidental: la de la pléyade de cronistas einvestigadores eslavos, y concretamente los de esa

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Rusia que se considera, no sin razón, hija y herederade Bizancio. Ese vacío ha sido colmado con lamagnífica obra de Alejandro Vasiliev que hoytenemos el honor de presentar a los lectores delengua española. Por vez primera se añaden aquí alos frutos de las modernas investigacionesoccidentales los resultados conseguidos por laciencia eslava. Con ello, no sólo se renuevan muchospuntos de vista, sino que se ha logrado una visión deconjunto que difícilmente podrá ser modificada,salvo en los detalles. Por las manos de Vasiliev, hapasado cuanto se haya podido escribir acerca deBizancio; todo ha sido puesto por él a contribución,todo ponderado y jerarquizado al escribir esta obra,imprescindible —pese a su carácter sumario— acuantos se interesan en la historia europea de quincesiglos acá.

No se crea, sin embargo, que la universalidad delos conocimientos del autor haga prolijas lasargumentaciones y árida la exposición. Enamoradodel tema de sus estudios, el autor ruso trazabrillantemente el cuadro de la existencia de Bizancio,incluso con pasión. Lo cual le lleva, tal cual vez, apresentar las cosas de Occidente de una manera queno concuerda con nuestras ideas al respecto. Sólo enesos casos y sin que ello encierre la menor censura alautor, nos hemos permitido traer a pie de página otros

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puntos de vista, por si ello ayuda al lector a, teneruna visión total del problema.

También hemos creído oportuno acompañar eltexto de esta obra ejemplar con un conjunto deilustraciones, probablemente el más nutrido que hastala fecha se haya publicado en España sobre Bizancio;con un índice onomástico, y con unos cuadroscronológicos, harto incompletos por desgracia. Conesto y la recomendación, al lector no especialmentepreparado, de dejar para el final la lectura del primercapítulo de Vasiliev —en el cual se expone con tantaclaridad como competencia el estado actual de losestudios bizantinos— ponemos punto a esta nota.

Juan Ramón Masoliver

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L

CAPÍTULO I.BREVE EXAMEN DE LOS

TRABAJOS SOBRE HISTORIABIZANTINA EN OCCIDENTE

Los principios

a verdadera creadora del bizantinísmocientífico fue la Francia del siglo 14 obras de

la literatura clásica griega y romana. La literaturabizantina era casi desconocida en Italia, y no semostraba gran interés por conocerla. Sin embargo,los continuos viajes que se hacían a Oriente, a fin debuscar manuscritos griegos y estudiar la lenguagriega, convirtieron en necesidad, poco a poco, elrenunciar a esa actitud sospechada y recelosa haciala literatura griega medieval. Los primeros estudiossobre los escritores griegos, tanto clásicos comobizantinos, consistieron en traducciones de textosgrecos en lengua latina. De todos modos, el interésque en los siglos XIV y XV se manifestó por laliteratura bizantina, fue sólo accidental y quedó

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eclipsado enteramente por la atención que sededicaba al mundo clásico.

En el siglo XVI y al comienzo del XVII, cambia laactitud hacia la historia y la literatura de Bizancio, ytoda una serie de autores bizantinos, si bien elegidosal azar y de desigual importancia entre sí, soneditados en Alemania (por ejemplo, por JerónimoWolf), en los Países Bajos (por Meursius) y en Italia(aquí por dos griegos: Alemannus y Allatius [León]).

Papel de Francia en elbizantinismo. La época de Du

Cange

La época del Renacimiento italiano se interesóprincipalmente por el siglo XVII. Entonces, cuando laliteratura francesa, en la brillante época de Luis XIV,se convertía en modelo para toda Europa; entonces,cuando reyes, ministros, obispos y particularesfundaban, en emulación, bibliotecas y reuníanmanuscritos; entonces, cuando se colmaba de honor yestima a los sabios distinguidos, entonces fue cuando

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el estudio de la historia bizantina encontró en Franciaun lugar único.

Luis XIII, predecesor inmediato del Gran Rey,aprendió el griego y tradujo al francés los Preceptosdel diácono Agapito al emperador Justiniano. Elcardenal Mazarino, gran bibliófilo y coleccionadorinfatigable de manuscritos, creó una magníficabiblioteca, rica en numerosos manuscritos griegos,que después de la muerte del cardenal pasaron a laBiblioteca Real de París, hoy Biblioteca Nacional, ycuyo verdadero fundador había sido el rey FranciscoI en el siglo XVI. Colbert, ilustre ministro de LuisXIV, administró a la vez la Biblioteca Real,consagrando sus cuidados a acrecer los tesoroscientíficos de la misma y a adquirir manuscritos en elextranjero. La rica biblioteca particular de Colbert,en la que éste había reunido un número bastantegrande de manuscrito griegos, fue comprada por elrey en el siglo XVIII para unirla a la Biblioteca Real.El cardenal De Richelieu había fundado en París unatipografía regia (la tipografía del Louvre), destinadaa publicar las obras de los escritores eminentes deuna manera digna de ellos. Los caracteres griegos dela Imprenta Real se distinguían por su belleza. En fin,en 1648, y bajo los auspicios de Luis XIV, salió de latipografía regia el primer volumen de la primeraCompilación de historiadores bizantinos, y

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sucesivamente aparecieron, hasta 1711, treinta ycuatro volúmenes en folio de esa publicación, cosanotable para la época y que no ha sido igualada aún,ni siquiera en nuestros días. El año en que seimprimió el primer tomo de esa Compilación, enParís, el sabio francés Labbé (Labbaeus), publicóuna Llamada (Protrepticon) a los aficionados a la,historia bizantina, señalando el particular interés dela historia del Imperio griego de Oriente «tanasombrosa por el número de sus acontecimientos, tanatrayente por su multiplicidad, tan notable por lasolidez de su monarquía». Labbé procurabapersuadir, con todo calor, a los sabios europeos paraque buscasen y publicaran los documentos enterradosbajo el polvo de las bibliotecas, prometiendo a todoslos colaboradores de esa gran obra la gloria eterna,«más sólida que el mármol y el bronce»[1].

A la cabeza de la selección científica de laFrancia del siglo XVII se halla el célebre erudito DuCange (1610-1688), cuyas diversas y múltiples obrashan conservado su vigor e importancia hasta nuestrosdías. Nació en Amiens, en 1610, y fue enviado porsus padres al colegio de los Jesuitas. Tras haberpasado algunos años en Orleans y París, dondeestudió Derecho, volvió a su ciudad natal y allí secasó. De su matrimonio tuvo diez hijos. Obligado adejar Amiens en 1668, a raíz de una epidemia de

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peste, fue a establecerse en París, donde habitó hastasu muerte, ocurrida el 23 de octubre de 1688.Historiador y filólogo, arqueólogo y numismático, DuCange, en todas sus disciplinas científicas se revelóun extraordinario entendido, un infatigabletrabajador, un editor excelente, un investigadorpenetrante. Empero, a los cuarenta y cinco años nohabía publicado nada y su nombre no era conocidomás allá de Amiens[2].

Ejecutó, pues, su gigantesca obra en los treinta ytres últimos años de su vida. No se creería quehubiese podido escribir tanto de no habernos llegadotodos sus manuscritos, de su puño y letra. Su biógrafoescribe: «Un sabio del siglo XVIII exclamó, en unsingular acceso de entusiasmo: ¿Cómo se puedehaber leído tanto, pensado tanto, escrito tanto y habersido durante cincuenta años casado y padre de unanumerosa familia?»[3].

Entre las obras de Du Cange que interesan a lahistoria de Bizancio, han de notarse, sobre todo, laHistoria del Imperio de Constantinopla bajo losemperadores franceses (al final de su vida Du Cangemodificó esta obra, que no se ha publicado en susegunda edición sino en el siglo XIX); la De FamiliisByzantinis, donde se reúnen elementos genealógicosextremamente ricos, y la Constantinopolis

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Christiana, donde se establece el balance de todoslos datos precisos y detallados que se poseen sobrela topografía de Constantinopla hasta 1453. Estas dosúltimas obras llevan el título común de HistoriaByzantina duplici commentario illustrata. Tresmeses antes de morir, Du Cange publicó en dosvolúmenes en folio el Diccionario de la lenguagriega de la Edad Media («Glosario ad scriptoresmediae et infimae graecitatis»), obra, según elbizantinista ruso V. G. Vasilievsky, «desigual y en laque parece que debió haber trabajado toda unanumerosa sociedad de sabios»[4]. Ésta es la últimaobra que Du Cange publicó en vida, y también laúnica de las suyas que no se publicó en París, sino enLyon[5].

El Glosario de Du Cange es, aún hoy, un auxiliarindispensable, no sólo para los que se ocupan de lahistoria de Bizancio, sino para cuantos se interesanen la historia de la Edad Media en general. Tambiénpertenece a Du Cande la publicación, notable entodos sentidos, de una serie de obras de historiadoresbizantinos importantes, con comentariosextremamente eruditos. Debe señalarse, en fin, lamucha trascendencia que tiene, en materia de historiabizantina, la inmensa obra de Du Cange tituladaDiccionario del latín de la Edad Media, en tresvolúmenes en folio («Glossarium ad scriptores

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mediae et infimae latinitatis»)[6].Du Cange, que había tenido siempre una salud

perfecta, cayó enfermo de repente en junio de 1688 ymurió el 23 de octubre de aquel año, a los 78 deedad, rodeado por su mujer, hijos y amigos. Se leenterró en la iglesia de San Gervasio[7]… No quedahuella alguna de su tumba. Una estrecha y apartadacalle de París llámese todavía «Rué Ducange»[8].

Pero no fue Du Cange el único que trabajabaentonces aquellas disciplinas. En la misma época,Mabillon publicó su inmortal Diplomática («De rediplomática»), con la que fundó una ciencia nueva enabsoluto, basada en los documentos y las actas. Aprincipios del siglo XVIII, Montfaucon editó una obracapital, que no ha perdido importancia en nuestrosdías: la Paleografía griega. A la primera mitad delsiglo XVIII se remonta, igualmente, la gran obra delbenedictino Banduri —que vivió y escribió en París—, El Imperio de Oriente («Imperium Oriéntale») ytambién la importante obra del dominicano Le Quien,El Oriente cristiano («Oriens Christianus»), dondese reúnen datos muy ricos sobre la historia —y enespecial sobre la historia de la Iglesia— del Orientecristiano.

Así, hasta mediados del siglo XVIII, Francia seencontraba, sin discusión, a la cabeza del

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bizantinísmo, y varias obras de sus sabios deentonces han mantenido su importancia hasta nuestrosdías.

El siglo XVIII, la revolución y elimperio

Pero en el curso del mismo siglo, lascircunstancias cambiaron. A Francia, al llegar aaquella «Edad de la Razón» señalada por sunegación del pasado, por su escepticismo religioso,por su crítica violenta del poder monárquico y de laautoridad religiosa, no podía interesarle ya Bizancio.Toda la historia de la Edad Media fue consideradaentonces como época «gótica», bárbara, fuente deignorancia y de tinieblas. Y Bizancio, dado el puntode vista preconcebido y convencional que se tenía asu respecto, proporcionaba a los espíritus avanzadosde la Francia del siglo XVIII redoblados motivos deresentimiento contra el Estado bizantino. La idea deun poder monárquico absoluto en Bizancio y laprofunda influencia del clero bizantino, eran, sobretodo, los elementos que los filósofos franceses del

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siglo XVIII no podían aceptar. No habiéndose ocupadonunca profundamente de historia bizantina, y noviendo sino su lado externo, a veces puramenteanecdótico, los mejores ingenios del siglo XVIII

formulaban juicios muy severos sobre la historiamedieval de Bizancio. Voltaire, tras condenar lahistoria romana de la época imperial, añade que hayotra historia «más ridícula aún» que la romana segúnTácito: la historia bizantina. Ese «indigno conjunto»no contiene más que declamaciones y milagros y «esel oprobio del espíritu humano, como el Imperiogriego era el oprobio de la tierra. Los turcos son, almenos, más sensatos: vencieron, gozaron yescribieron muy poco»[9]. Montesquieu, historiadorde mérito, escribe que a partir del principio del sigloVII, la historia del Imperio griego no es más que untejido de revueltas, de sediciones y de perfidias[10].

También bajo la influencia de las ideas del sigloXVIII escribe, como se verá después, el célebrehistoriador inglés Gibbon.

La actitud desdeñosa y negativa que se empieza atomar respecto a la historia de Bizancio en lasegunda mitad del siglo XVIII sobrevive a la época dela Revolución. En el siglo XIX, tal modo de ver setorna, por decirlo así, en opinión corriente.

El celebre filósofo alemán Hegel (1770-1831)

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escribe en su Curso de Historia de la filosofía: «ElImperio bizantino estaba en el interior desgarradopor pasiones de toda suerte y en el exterioramenazado por los bárbaros, a quienes losemperadores sólo podían oponer una débilresistencia. El Estado se encontraba en una situacióncontinuamente peligrosa, y nos ofrece un repugnantecuadro de flaquezas donde las pasiones miserables, eincluso absurdas, no dan nada grande, ni en las ideas,ni en los actos, ni en las personas. Revueltas de jefes,caídas de emperadores, arrastrados por aquellos obien por las intrigas de los cortesanos; muertes oenvenenamientos de soberanos debidos a sus propiasesposas o a sus hijos, mujeres dando libre curso atoda clase de deseos y rebajándose a hechosdeshonrosos, tales son las escenas que desarrollaante nuestros ojos esa historia, hasta que el decadenteedificio del Imperio romano de Oriente es demolidoa mediados del siglo XV por la vigorosa potencia delos turcos»[11].

Los hombres de Estado citaban Bizancio como unejemplo imposible de seguir. Así, Napoleón I, en laépoca de los Cien Días (junio de 1815), hablaba alas Cámaras con las palabras siguientes: «Ayudadmea salvar la patria. No imitemos el ejemplo del BajoImperio, que, presionado de todos lados por losbárbaros, se hizo la irrisión de la posteridad

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ocupándose de discusiones abstractas en el momentoen que el ariete destrozaba las puertas de laciudad»[12].

Hacia la mitad del siglo XIX, la opinión de losambientes científicos respecto a la Edad Media semodificó. Después de la tormenta de la épocarevolucionaria y de las guerras napoleónicas, Europacontempló el Medievo de manera diferente. Semanifestó un interés profundo por el estudio deaquella historia «gótica, bárbara», y se comenzó denuevo a dedicar cierto interés a la historia bizantinamedieval.

En la presente ojeada no cabe mencionar más quelas obras generales concernientes a la historia deBizancio. Los estudios monográficos más importantesse indicarán después de la exposición de los hechosen sí, al final de los capítulos respectivos.

Montesquieu

En la primera mitad del siglo XVIII, uno de losmás ilustres representantes de la «Edad de la Razón»,Montesquieu (1689-1755), escribió sus

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Consideraciones sobre las causas de la grandeza delos romanos y su decadencia, aparecidas en 1734.La primera parte de esa obra ofrece un breveresumen ingeniosamente concebido y lleno de talentoen la ejecución —aunque influido, desde luego, porlas ideas del siglo XVIII—, de la evolución de lahistoria romana desde los orígenes de Roma. Loscuatro últimos capítulos se consagran a la épocabizantina, y el autor termina su exposición con latoma de Constantinopla por los turcos en 1453. Estesolo hecho muestra que Montesquieu, con razón,consideraba que la historia llamada bizantina no erasino la continuación directa de la historia romana.Según sus propias expresiones, sólo desde la segundamitad del siglo VI procede llamar al Imperio romano«Imperio griego». Montesquieu juzga con extremaseveridad la historia de este Imperio. Hemos citadoya uno de sus juicios. Para él, Bizancio presenta talacumulación de vicios orgánicos en su estructurasocial, su vida religiosa y su organización militar,que sólo difícilmente se llega a imaginar cómo unmecanismo tan deteriorado pudo subsistir hastamediados del siglo XV. Al hacerse él mismo estapregunta en el capítulo XXIII y último, Montesquieu dacomo razones de la duración del Imperio lasdiscordias de los árabes victoriosos; la invención del«fuego griego»; el floreciente comercio de

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Constantinopla y el establecimiento definitivo, en lasorillas del Danubio, de varios pueblos bárbaros que,habiéndose fijado allí, servían de valladar contraotros bárbaros. «Así —escribe el autor—, mientrasel Estado se hallaba postrado bajo un mal gobierno,causas particulares lo sostenían». El Imperio de losúltimos Paleólogos, amenazado por los turcos,reducido a los arrabales de Constantinopla, recuerdaa Montesquieu el Rin, «que no es más que un arroyocuando se pierde en el océano».

Aunque no se ocupase especialmente de lahistoria de Bizancio, y aunque pagara tributo almovimiento ideológico del siglo XVIII, hostil asabiendas a dicho Imperio, Montesquieu, sinembargo, nos ha legado páginas en extremo fecundassobre la época del Imperio medieval de Oriente, yesas páginas se leen todavía ahora con mucho interésy provecho.

Uno de los más eminentes críticos deMontesquieu (Sorel) escribe, respecto a lasConsideraciones: «Los capítulos sobre Bizancio noson más que una ojeada y un sumario; pero unaojeada genial y el sumario de una obra maestra»[13].

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Gibbon

El mismo siglo XVIII dio a la Ciencia el nombredel historiador inglés Eduardo Gibbon (1737-1794),autor de la célebre obra: Historia de la decadencia ycaída del Imperio romano. Gibbon ha dejadotambién una de las mejores autobiografías queexisten. Su reciente editor inglés (Birkbeck Hill) hadicho de ella: «Es tan corta, que puede leerse a la luzde un solo par de bujías; es tan interesante por sucontenido y por los giros de espíritu y de estilo quedesvela, que en su segunda y tercera lecturas ofreceun placer casi tan grande como en la primera[14]».

Gibbon nació el 27 de abril de 1737, recibió laprimera educación en Westminster y fue enviado en1752 al Magdalen College, en Oxford. Tras cortapermanencia en este lugar, marchó a Lausana, dondese instaló en casa de un calvinista. Los cinco añosque allí permaneció dejaron una huella imborrable ensu espíritu. Pasó la mayor parte de su tiempo en leerlos clásicos y las obras históricas y filosóficas másserias y aprendió perfectamente el francés. Suiza setornó para él en una segunda patria.

«Yo había dejado de ser inglés —escribe. En esatierna época de mi juventud, de los dieciséis a losveintiún años, todas mis opiniones, costumbres ysentimientos habían sido arrojados en un molde

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extranjero; el recuerdo débil y alejado de Inglaterrase había borrado casi. Mi misma lengua se me habíavuelto menos familiar, y de buena gana hubieseaceptado la oferta de una independencia moderada alprecio de un destierro perpetuo»[15].

En Lausana, Gibbon vio al «hombre másextraordinario de esta época, el poeta, el historiadory el filósofo», es decir, Voltaire[16].

De regreso en Londres, Gibbon publicó, en 1761,su primera obra, escrita en francés: Ensayo sobre elestudio de la literatura, que tuvo una acogida muyfavorable en Francia y en Holanda, pero muy fría enInglaterra.

Tras servir dos años y medio en la milicia deHampshire, en el transcurso de las hostilidades queestallaron entre Francia e Inglaterra (la Guerra deSiete Años), Gibbon, en 1763, volvió, pasando porParís, a su amada Lausana, y el mismo año hizo unviaje a Italia, visitando Florencia, Roma, Nápoles,Venecia y otras ciudades italianas.

Su estancia en Roma tuvo primordial importanciapara su posterior actividad científica, porque lesugirió la idea de escribir la historia de la CiudadEterna.

«El 15 de octubre de 1764 —escribe Gibbon—,yo estaba sentado, soñando, en medio de las ruinasdel Capitolio, mientras los monjes descalzos

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cantaban vísperas en el Templo de Júpiter. En esteinstante brotó en mi espíritu por primera vez la ideade escribir la historia de la decadencia y caída deRoma»[17].

El plan primitivo de Gibbon era escribir lahistoria de la caída de la ciudad de Roma y no delImperio romano. Sólo algo después se ensanchó suconcepción. Al fin, Gibbon escribió la Historia delImperio romano de Occidente y del Imperio romanode Oriente, llevando la historia del último hasta latoma de Constantinopla en 1453.

De regreso por segunda vez en Londres, Gibbonempleó toda su actividad en reunir materiales para laobra que había meditado.

En 1776 apareció el primer volumen de su obra,que comenzaba por la época de Augusto. Su éxito fueextraordinario: la primera edición se agotó en pocosdías. Según las propias palabras de Gibbon, su libro«se encontraba sobre todas las mesas y casi sobretodos los tocadores»[18]. Los volúmenes siguientes desu Historia, que contenían los capítulos sobre elCristianismo y en los cuales se esclarecían las ideasreligiosas del autor —en relación, por supuesto, conel espíritu del siglo XVIII— desencadenaron unatempestad de críticas, sobre todo entre los católicosde Italia.

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Gibbon había «acariciado siempre la idea» deque Lausana, «escuela de su juventud, se convirtieraen retiro de su edad avanzada». Veinte años despuésde su segunda partida de Lausana, Gibbon, teniendobastantes recursos para llevar una vidaindependiente, volvió a su ciudad preferida, dondeterminó su historia. He aquí los términos en quedescribe el autor el momento en que puso punto finala su obra de varios años: «El día, o más bien lanoche del 27 de junio de 1787, entre las once y lasdoce de la noche, en el jardín de mi casa de verano,escribí las últimas líneas de la última página.Después de posar la pluma, di varios paseos bajo unplantel de acacias, desde donde la vista domina y seextiende por la campiña, el lago, las montañas. Elaire era templado, el cielo sereno, el globo argentadode la luna se reflejaba en las aguas y toda lanaturaleza estaba silenciosa. No disimularé misprimeras emociones de alegría en aquel instante de larecuperación de mi libertad, y acaso delestablecimiento de mi reputación. Pero muy prontomi orgullo fue humillado y una pensativa melancolíase apoderó de mi espíritu a la idea de que me habíadespedido de un antiguo y agradable compañero y deque, cualquiera que pudiese ser la duración futura demi historia, la precaria vida del historiador no podíaser larga[19]».

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Entre tanto, estalló la Revolución Francesa,forzando a Gibbon a volver a Inglaterra, donde murióen enero de 1794.

Gibbon pertenece al corto número de escritoresque ocupan lugar eminente tanto en literatura como enhistoria. Es un excelente estilista. Un bizantinistacontemporáneo le compara a Tucídides y a Tácito[20].

Aunque reflejando, en general, las tendencias desu época, Gibbon expresa en su historia una idea quele es propia y define así: «Describo el triunfo de labarbarie y de la religión», o sea que, en otraspalabras, el desarrollo histórico de las sociedadeshumanas a partir del siglo II de J. C. señalaría, segúnél, una regresión. Evidentemente, los capítulos deGibbon sobre el Cristianismo no tienen en la épocaactual un gran valor histórico. Pero no ha deolvidarse que, desde los tiempos de Gibbon, elnúmero de documentos históricos ha aumentadoextraordinariamente; que los problemas de la historiahan cambiado; que ha aparecido la crítica de lasfuentes; que la dependencia recíproca de aquélla yéstas ha sido reconocida y que las disciplinasauxiliares de la historia, como la numismática, laepigrafía, la sigilografía o ciencia de los sellos, y lapapirología, han recibido derechos de ciudadanía.Todo esto debe tenerse presente en el ánimo cuandose lee la historia de Gibbon.

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Gibbon, que no poseía lo bastante la lenguagriega, tenía para la época anterior al 518 —año dela muerte del emperador Anastasio I— un excelentepredecesor y guía, al que debe mucho: el historiadorfrancés Tillemont, autor de una obra, famosa en sutiempo, sobre la Historia de los emperadores (seisvolúmenes, Bruselas, 1692), que llegaba hasta 518.Gibbon escribió la parte de su historiacorrespondiente a esa época, con más detalles y máscuidado.

Pero en la historia posterior, es decir, la delImperio romano de Oriente o bizantino, que para elcaso es lo que nos interesa más, Gibbon, que hallóobstáculos mucho más difíciles de vencer y seencontraba muy sometido a la influencia de las ideasdel siglo XVIII, no logró llevar a cabo su tarea conpleno éxito.

El historiador inglés Freeman escribe: «Gibbon,con todas sus extraordinarias facultades de síntesis ycondensación, que no aparecen en sitio alguno demanera tan enérgica como en sus capítulos bizantinos;con sus vividas descripciones; con su arte desugestión, aún más penetrante, posee, incluso, unestilo que de seguro no puede inspirar consideracióny estima para los personajes y los períodos de quehabla, ni conducir a numerosas personas a estudiarlosde manera más detallada. Su innegable talento, hecho

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de burlas y depreciaciones, le guía a todo lo largo desu obra. Subraya de modo excesivo las anécdotas quemuestran el lado débil o risible de una cierta época oun cierto personaje y es incapaz de admirar conentusiasmo a alguien o a algo. Casi toda su historia,contada de esa manera, ha de dejar penetrar en elánimo del lector, ante todo, su lado vil… Quizáninguna historia habría podido pasar sin daño através de semejante prueba y la historia bizantina era,entre todas, la menos capaz de soportar parecidotrato»[21].

Por todas esas razones, la historia bizantina,expuesta por Gibbon con cuantas particularidadesson propias a éste, queda presentada por él bajo unafalsa luz. La historia privada y los asuntos de familiade todos los emperadores, desde los hijos deHeraclio a Isaac el Ángel, aparecen condensados enun solo capítulo. «Tal manera de tratar la cuestióncorresponde en absoluto con la actitud despreciativadel autor hacia el Imperio bizantino, o BajoImperio», escribe Bury[22].

El punto de vista de Gibbon sobre la historiainterior del Imperio a partir de Heraclio no sólo pecapor su carácter superficial, sino que falsea porcompleto la presentación e interpretación de loshechos. Con todo, no ha de perderse de vista que, entiempos de Gibbon, había épocas enteras aun en

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sombras y sin trillar: así la época de la «disputa delas imágenes», la historia social de los siglos X y XI,etc. Pese a los graves defectos y lagunas de la obra, yen especial si éstos se tienen siempre presentes en elánimo, el libro de Gibbon puede ser leído con fruto einterés incluso en nuestros días.

La primera edición de la Historia de ladecadencia y caída del Imperio Romano, de Gibbon,apareció en seis volúmenes, en Londres, de 1776 a1788, y desde entonces se sucedieron una serie deediciones. A fines del siglo XIX, el bizantinista inglésBury reeditó la Historia de Gibbon, dotándola decomentarios preciosos y de gran número de adicionesinteresantes y nuevas sobre diversas cuestiones, asícomo de un índice perfecto (Londres, 1896-1900, 7vols.). El fin de Bury era mostrar prácticamente losprogresos de la ciencia histórica desde la época deGibbon. La obra de este último está traducido a casitodas las lenguas europeas. Hasta la aparición de laedición de Bury, era la traducción francesa la quepresentaba más interés, gracias al comentario críticoe histórico del célebre historiador y estadista francésGuizot. Esa traducción apareció, en crece volúmenes,en París, en 1828. En lengua rusa, la Historia de ladecadencia y caída del Imperio Romano, traducidapor Nieviedomski, se publicó en Moscú, en sietevolúmenes, en los años 1883-1886.

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Lebeau

La actitud negativa manifestada respecto aBizancio por los mejores representantes delpensamiento francés del siglo XVIII, no impidió alfrancés Lebeau, en la segunda mitad del mismo siglo,exponer en veintiún volúmenes, y con abundancia dedetalles, los hechos de la historia bizantina. Lebeau,que no conocía bien la lengua griega, se sirvió, engeneral, de traducciones latinas y manejó las fuentessin preocupación crítica alguna. Dio a sucompilación el título de Historia del Bajo Imperio(1757-1786), y ese título fue por largo tiempo elsímbolo de la actitud desdeñosa que se manteníarespecto al Imperio bizantino (ya que la palabra«Bajo» tiene, en efecto, dos sentidos, según se pienseen el espacio o en el tiempo. Lebeau pensaba en elprimer sentido, el peyorativo). La Historia deLebeau, continuada por otra persona hasta alcanzarveintisiete volúmenes, no tiene hoy gran importancia.

En el siglo XIX, la obra se publicó de nuevo (21vols., París, 1824-1836), previa revisión y conaditamentos debidos a fuentes orientales. De esto seencargaron los dos orientalistas Saint-Martin yBrosset, el primero especialista de historia armenia yel segundo de historia georgiana. La nueva edición,merced a las numerosas adiciones proporcionadas

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por las fuentes orientales, sobre todo armenias, puedepresentar algún interés, incluso hoy.

Royou

En la época napoleónica apareció en francés lacompilación, en 9 volúmenes, de J. C. Royou —periodista y abogado bajo el Directorio, y censorteatral bajo la Restauración—, que lleva el mismotítulo que la de Lebeau: Historia del Bajo Imperiodesde Constantino hasta la toma de Constantinoplaen 1453 (París, año XII, 1803). El autor, después dedeclarar en el prefacio que la mayoría de lashistorias escritas en francés deben ser rehechas yrefundidas, sobre todo las del «Bajo Imperio»,arremete contra Lebeau, a quien «a pesar de algunosméritos, apenas puede leérsele». Según Royou,Lebeau ha olvidado que ola historia no debe ser elrelato de los acontecimientos que han pasado en elmundo entero, sino de los que presentan algúninterés. Lo que no tiene por objeto la instrucción ni elplacer, debe, sin titubeos, ser sacrificado.

El autor estima que «observando las causas de la

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caída de los Estados, se pueden hallar los medios deevitarla, o al menos de retardarla…». «Finalmente,en Constantinopla se puede, por decirlo así, seguir,con cierto placer, la sombra del Imperio romano, yese espectáculo atrae hasta el último momento»[23].Esta obra de Royou, poco original y a menudoanecdótica, no va acompañada de referencia alguna.Por las opiniones citadas cabe darse cuenta del pocovalor de la obra de Royou.

Los siglos XIX y XX

Finlay

Las obras generales de alguna importancia quetratan de la historia de Bizancio, no empiezan aaparecer sino hacia mediados del siglo XIX.

La historia bizantina adelanta un gran paso conlos libros del historiador Jorge Finlay, autor de unaHistoria de Grecia desde la conquista romana hasta

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nuestros días (de 146 a. J. C. a 1864). Finlay, comoGibbon, ha dejado una autobiografía donde cabeaveriguar los principales hechos de su apasionanteexistencia, que ejerció un influjo seguro sobre lacreación de su obra. Finlay nació en Inglaterra endiciembre de 1799, y allí recibió su primeraeducación. Después, deseando hacerse abogado, fuea perfeccionarse en Derecho romano en la ciudadalemana de Goettingen. El tío del joven Finlay le dijoal despedirse: «Ea, Jorge, espero que te apliques alDerecho romano. Pero supongo que visitarás Greciaantes de que yo vuelva a verte»[24]. Las palabras deltío resultaron proféticas. La revolución griega, queestallaba entonces, atraía sobre Grecia la atención detoda Europa. En vez de aplicarse al Derecho romano,Finlay leyó obras sobre Grecia, estudió la lenguagriega y decidió, en 1823, visitar Grecia, paraestudiar la vida del pueblo que le había seducido ytambién para ilustrarse sobre las posibilidades deéxito de la insurrección griega.

Durante su estancia en Grecia en 1823-24, Finlayencontró muchas veces a Byron, que, como todossaben, había ido a defender la causa de aquellanación y allí halló un fin prematuro. En 1827, tras unacorta temporada en Inglaterra, Finlay volvió aGrecia, participando en la expedición del generalGordon para desbloquear Atenas. Al fin, la llegada

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del conde Capo d’Istria en calidad de presidente dela República griega, y la protección de tres grandespotencias, dieron a los griegos la promesa, conpalabras de Finlay, de «una época de progresoapacible». Proheleno convencido, animado de una feprofunda en el porvenir del nuevo Estado, Finlay, ensu entusiasmo, decidió establecerse para siempre enel suelo de la antigua Hélade, y adquirió en Greciauna propiedad en la que gastó toda su fortuna. En esaépoca concibió la idea de escribir la Historia de larevolución griega. Finlay murió en Atenas en enerode 1876. Su deseo de escribir una historia de larevolución griega le había forzado a ocuparse delpasado de Grecia. Poco a poco se vieron aparecer,gracias a la pluma de Finlay, una serie de trabajosmonográficos sobre la historia griega. En 1844publicó Grecia bajo los romanos («Greece under theRomans»), que abarcaba los sucesos comprendidosentre el 146 a. J. C. y el 717 d. J. C. En 1854 se editósu obra en dos volúmenes, Historia de Bizancio ydel Imperio griego desde 761 a 1455. Siguieron dosobras sobre la historia griega moderna ycontemporánea. Más tarde, el autor revisó todas susobras y preparó una nueva edición. Pero murió antesde realizar plenamente su sueño. Después de sumuerte, su Historia de Grecia desde la conquistaromana hasta nuestros días (146 a. J. C.-1864), fue

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editada por Tozer en 1877 en siete volúmenes, Tozerpublicó en el primer tomo la autobiografía de Finlay.Esta última edición es la que debe utilizarse hoy.Para Finlay, la historia de Grecia bajo la dominaciónextranjera «nos narra la decadencia y las desgraciasde esta nación que, en la antigüedad, alcanzó el másalto grado de civilización». Dos mil años desufrimientos «no han podido borrar el carácternacional, ahogar el amor propio nacional. La historiade un pueblo que ha conservado durante siglos sulengua, su nacionalidad y una energía resucitada conbastante potencia para permitirse formar un Estadoindependiente, no debe desdeñarse. La vida deGrecia durante los largos años de su esclavitud no hasido la vida de un pueblo uniforme mentedegenerado. Bajo la dominación de los romanos, ydespués bajo la de los turcos, los griegos norepresentan más que un elemento ínfimo en uninmenso Imperio. Dado su carácter pacífico, nodesempeñan un papel político considerable, y lasnumerosas revoluciones y revueltas de importanciaque se producen bajo los emperadores y los sultanesno ejercen influencia directa sobre Grecia. Por eso,ni la historia general del Imperio romano ni lahistoria general del Imperio otomano forman parteintegrante de la historia griega. Muy diversamentesucedió bajo los emperadores bizantinos: entonces

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los griegos se identificaron, por decirlo así, con laadministración imperial. Esos cambios en lasituación política de la nación griega en el curso delas edades, exigen al historiador que use métodosdiferentes para exponer a la luz los rasgoscaracterísticos de los diversos períodos»[25].

Finlay divide la Historia de Grecia bajo ladominación extranjera en seis períodos:

1. El primer período abraza la historia de Greciabajo la dominación de Roma. Este período de lainfluencia preponderante de Roma no termina sino enla primera mitad del siglo VIII, con el advenimientode León el Isáurico, que da un carácter nuevo a laadministración de Constantinopla.

2. El segundo período abarca la historia delImperio romano de Oriente bajo su nueva forma, conel nombre convencional de Imperio Bizantino. Lahistoria de ese despotismo mitigado, renovado yvuelto a renovar por los emperadores iconoclastas,presenta una de las lecciones más notables einstructivas de la historia de las institucionesmonárquicas. En tal período, la historia de Grecia semezcla íntimamente a los anales del gobiernoimperial, de donde se desprende que la historia delImperio bizantino forma parte de la historia del

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pueblo griego. La historia de Bizancio dura desdeLeón el Isáurico (715) hasta la toma deConstantinopla por los cruzados (1204).

3. Después de la caída del Imperio romano deOriente, la historia de Grecia sigue caminosdivergentes y varios. Los griegos desterrados deConstantinopla («romano-griegos», dice Finlay), serefugiaron en Asia, instalaron su capital en Nicea,continuaron la administración imperial en algunasprovincias según el antiguo modo y las antiguasdenominaciones, y recuperaron Constantinopla alcabo de una sesentona de años. Pero aunque sugobierno conservase orgullosamente el apelativo deImperio romano, no eran más que sus representantesdegenerados, incluso en relación al Estado bizantino.Este tercer período puede ser llamado «el Imperiogriego de Constantinopla». Su impotente existenciafue aniquilada por los turcos osmanlíes con la tomade Constantinopla en 1453.

4. Los cruzados, después de conquistar la mayorparte del Imperio bizantino, se distribuyeron susconquistas con los venecianos y fundaron el Imperiolatino de Romania[26], con principados feudales enGrecia. La dominación de los latinos es un hecho muyimportante, que muestra bien la decadencia de lainfluencia griega en Oriente y en el cual reside a lavez la causa del rápido empobrecimiento y

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disminución de la nación griega. Este período duradesde la toma de Constantinopla por los cruzados, en1204, a la conquista de la isla de Naxos por losturcos, en 1566.

5. La toma de Constantinopla en 1204 llevó a lafundación de un nuevo Estado griego en lasprovincias orientales del Imperio bizantino,conociéndose tal Estado por el nombre de Imperio deTrebisonda. La existencia de éste representa uncurioso episodio de la historia griega, aunque sugobierno se hiciese notar por particularidadesdelatoras del influjo de costumbres asiáticas más queeuropeas. Ofrece, en efecto, mucha semejanza con losreinos armenios y georgianos. Durante dos siglos ymedio, el Imperio de Trebisonda ejerció unainfluencia bastante grande, fundada más en susituación y sus recursos comerciales que en su fuerzapolítica o su civilización griega. Su existenciagravitó poco sobre el destino de Grecia y su caída en1461 produjo escasas lamentaciones.

6. El sexto y último período de la historia deGrecia bajo la dominación extranjera, se prolonga de1453 a 1821 y abarca la época del gobierno turco yla ocupación temporal del Peloponeso por laRepública Veneciana, de 1685 a 1715[27].

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Como se ha hecho notar más arriba, la obra deFinlay señala un gran progreso en el estudio de lahistoria de Bizancio. Si bien su división de lahistoria griega en períodos es, como toda divisiónesquemática de este género, discutible, el autor, sinduda, tiene el mérito de haber sido el primero enatraer la atención sobre la historia interna del Estadobizantino, es decir, sobre sus instituciones jurídicas,sociales, económicas, etc. Cierto que no se trata deuna serie de estudios profundos y originales —noexistentes, por otra parte, ni aun a la hora de hoy—, ycierto también que la mayoría de las páginas queFinlay consagra a la historia interior tienen a vecescomo fundamento consideraciones generales yanalogías con sucesos de la historia contemporáneareciente. Pero Finlay ofrece el gran mérito de habersido el primero en indicar y promover variosproblemas de historia interior bizantina de máximointerés. La historia de Finlay se lee hoy todavía conprovecho, pese a que el autor acometió el estudio dela historia bizantina sino porque no podía de otromodo relatar la historia griega moderna.

«Por la profundidad y originalidad de susinvestigaciones —dice el historiador inglés Freeman—, por su notable aptitud para apurar un tema y sobretodo por el espíritu valeroso e independiente de susbúsquedas, Finlay se clasifica entre los primeros

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historiadores de nuestro tiempo. Su libro aparececomo una de las más puras (sterling) obras maestrasde nuestro siglo. Si se toman en consideración todaslas circunstancias —la extensión de la concepción ylas dificultades de la puesta en práctica—, el libro deFinlay aparece como una de las más grandes obrashistóricas que la literatura inglesa haya dado desde laépoca de Gibbon (esto se escribía en 1855)… Finlaypasó su vida en el país y en medio del pueblo quedescribió. Quizá ninguna obra histórica haya sido tandirectamente deudora a los fenómenos prácticos delmundo contemporáneo. Viviendo en Grecia, estehombre de espíritu observador y valeroso, másjurista y economista que sabio profesional, se vioobligado a meditar sobre el estado del país quehabitaba y a describir en orígenes milenarios lascausas de lo que veía. Leyendo las obras de Finlay,se ve fácilmente cuánto ese pueblo ha ganado yperdido a causa de las circunstancias particulares enque ha estado integrado. Ninguna obra escrita por unsabio o un político ordinarios ha podido aproximarsenunca a la fuerza innata y la originalidad de esa de unpensador retirado del mundo, que estudiaba,meditaba y relataba los sucesos de dos mil años parapoder resolver los problemas que veía situarse antesu propia puerta»[28].

En las últimas palabras, Freeman señala a lo vivo

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una de las particularidades características de Finlay,quien, sirviéndose de sobrevivencias antiguas en elpresente, trataba de explicar fenómenos análogos enel pasado.

Paparrigópulos

A mediados del siglo XIX, la atención de losespecialistas fue atraída por la obra de un sabiogriego de mérito, profesor en la Universidad deAtenas, Paparrigópulos, quien había de consagrartoda su vida al estudio de la historia del pasado de supaís.

Ya en el segundo cuarto de siglo había publicadoobritas históricas llenas, de interés, como De lainstalación de algunas tribus eslavas en elPeloponeso (Atenas, 1843). Pero esos no eran másque trabajos preparatorios de su gran obra. Laprincipal tarea de su vida consistió en escribir lahistoria de su país y el resultado de treinta años detrabajo fue la publicación en cinco tomos de suHistoria del pueblo griego desde los tiempos másantiguos hasta la Época contemporánea. Han

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aparecido después varias ediciones. La más recientees la de Karolides, Atenas, Atenas, 1925). Esta obraexpone la historia del pueblo griego hasta 1832.Libro bastante voluminoso, y escrito en griegomoderno, no era accesible a la mayoría de loslectores. Así, Paparrigópulos presentó en francés losresultados principales de su trabajo en un único tomopublicado bajo el título de Historia de lacivilización helénica (París, 1878). Poco antes de sumuerte, el autor empezó a escribir otro trabajosemejante en lengua griega, pero murió antes dehaberlo podido terminar. Después de su muerte, ellibro se publicó en Atenas con el siguiente título: Losresultados más instructivos de la historia delpueblo griego (Atenas, 1899). Se trata de unaespecie de resumen, revisado en algunos lugares, delo expuesto por el autor con más detalle en sus cincovolúmenes.

Los volúmenes II, III, IV y V de la obra principalson los que tienen relación con la época bizantina.

A pesar de su carácter netamente tendencioso, laobra de Paparrigópulos es muy digna de mención. Elautor, patriota convencido, examina la historia desdeel punto de vista puramente nacional. En todos losfenómenos importantes ve un principio griego yconsidera la influencia romana como accidental ysuperficial. La época de los emperadores

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iconoclastas es objeto particular de su atención yfavor exclusivos. Sin detenerse en el lado meramentereligioso de la cuestión, el sabio griego ve en esemovimiento una verdadera tentativa de reformasocial, salida del subsuelo del espíritu griego, y, ensu entusiasmo, asegura que «en el fondo, la reformahelénica del siglo VIII, haciendo abstracción de losdogmas esenciales de la fe, fue, desde el punto devista de los cambios sociales, mucho más amplia ysistemática que la Reforma que se produjo más tardeen la Europa occidental y que predicó principios ydoctrinas que se encuentran, con sorpresa, en el sigloVIII»[29]. Pero semejante reforma fue demasiadoatrevida y radical para la sociedad bizantina, y elloprodujo, después de la época iconoclasta, unareacción. Por eso la dinastía macedónica tuvo en lahistoria de Bizancio un valor esencialmenteconservador. El helenismo conservó su fuerza durantela Edad Media. No hubo causa interna en la caída deConstantinopla en 1204; la capital del Estado cediómeramente a la fuerza bruta material de los cruzados.Si aquel desgraciado suceso de 1204 asestó un golpeal «helenismo bizantino», por lo contrario, a pocotiempo, el primer lugar se halla ocupado por el«helenismo contemporáneo», cuya posteridadinmediata resultan ser los griegos del siglo XIX. Así,

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según Paparrigópulos, el helenismo vivió, en una uotra forma, una vida llena de vigor durante toda lahistoria bizantina. Naturalmente, el entusiasmo delpatriota griego no ha dejado de influir mucho en laobra del sabio. Sin embargo, su gran Historia delpueblo griego y su Historia de la civilizaciónhelénica, en francés, son libros valiosos a pesar delcarácter tendencioso indicado más arriba. El méritoprincipal de Paparrigópulos consiste en el hecho dehaber mostrado la mucha importancia y complejidaddel movimiento iconoclasta. Pero, en cierto sentido,su Historia no es de fácil uso: no tiene índice ninotas, y por consecuencia, la comprobación de susexpresiones, es singularmente difícil de interpretar yen especial delicada en sus conclusiones.

Hopf

En el número de los sabios concienzudos ylaboriosos que sobresalen, a mediados del siglo XIX,en el dominio del bizantinismo, es preciso alinear alprofesor Carlos Hopf (1832-1873).

Hopf, de origen westfaliano, era hijo de un

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profesor de liceo especializado en el estudio deHomero. Desde su primera infancia mostró unamemoria prodigiosa y dones extraordinarios para laslenguas extranjeras. Después de terminar sus estudiosen la universidad de Bonn, quedó en ella en calidadde «profesor adjunto» y se entregó con entusiasmo alcumplimiento de la tarea de su vida científica: elestudio de la historia de Grecia bajo la dominaciónfranca, o sea a partir de 1204. En 1853-54, Hopfemprendió su primer viaje a la Italia del Norte, víaViena. En esa región, que se encontraba entoncesbajo la hegemonía austríaca, trabajó con asiduidad,sobre todo en los archivos particulares. El resultadode su labor fue una serie de monografías consagradasa las historias respectivas de los señoríos francos enGrecia y en las islas del Egeo, y también lapublicación de los archivos referentes a esascuestiones.

Nombrado profesor en Greifswald y luegobibliotecario y profesor en la Universidad deKoenigsberg, Hopf siguió ocupándose de la EdadMedia. En su segundo viaje científico, en 1861 a1863, visitó Génova, Nápoles, Palermo, Malta,Corfú, Zante, Syria, Naxos y Grecia, donde reunió unconjunto considerable de manuscritos. De vuelta a supaís, Hopf comenzó a discriminarlos, pero su saludse quebrantó, muriendo en agosto de 1873, en

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Wiesbaden, cuando estaba en plena madurez y enplena potencia creadora. Había publicado un númeroapreciable de monografías y artículos y gran númerode documentos de la época franca.

La obra capital de Hopf es Historia de Greciadesde la Edad Media hasta la época contemporánea(«Geschichte Griechenlands vom Beginne desMittelalters bis auf die neuere Zeit», 1867-68).

La Historia de Grecia, de Hopf, impresionadesde el principio por la vasta documentación delautor, sobre todo en las partes de su libro dondeutiliza la rica colección de los manuscritos quereunió. Consagra lo más de su obra a la historia de ladominación franca en Oriente. Su exposición seapoya en una cantidad considerable de manuscritos yarchivos. Hopf es, sin duda, el primero que hanarrado en detalle la historia externa de aquelladominación, no sólo en los centros principales, sinotambién en las pequeñas islas del mar Egeo. Noestando editados todos los manuscritos reunidos porHopf, ciertas partes de su libro, escritas por él segúnfuentes inéditas, pueden ser consideradas por símismas como fuentes originales.

De esa misma historia se analiza con detalle lacuestión de los eslavos en Grecia. En tal parte de sulibro, Hopf opone hechos y pruebas a la famosateoría de Fallmerayer, según la cual la sangre de los

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griegos contemporáneos no contiene una sola gota desangre helena antigua, y según la cual también losgriegos contemporáneos son descendientes deeslavos y albaneses que invadieron Grecia en laEdad Media[30].

Por desgracia, esta obra capital de Hopf sepublicó en la colección anticuada y poco conocidaque se denomina Enciclopedia general de lasciencias y las artes, de Ersch y Gruber («Ersch-Gruber Allgemeine Encyklopadie derWissenschaften und Künste», t. LXXXV y LXXXVI).La edición, poco cuidada, de la Historia de Hopf, nosólo no posee el índice indispensable a su estudio,sino que ni siquiera va seguida de un cuadro dematerias, con lo que el uso de este trabajo presentagrandes dificultades materiales. Además, la ediciónde Hopf, tal como la poseemos, no fue probablementepreparada por el autor, y así los materiales estándispuestos en orden poco claro, la dicción es seca ytosca y el libro se lee con dificultad. Pero la inmensacantidad de documentos nuevos e inéditos que Hopfha introducido en su obra, y que descubren páginasnuevas de la historia griega de la Edad Media en laépoca de la dominación franca, permiten considerareste libro del sabio alemán como una obra deextrema importancia. La atención del autor seconcentra, sobre todo, en los acontecimientos

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exteriores.Hopf murió sin haber podido utilizar ni editar

todo el material manuscrito que había reunido. Hoy,la herencia manuscrita de Hopf se halla en laBiblioteca Nacional de Berlín y ofrece un ricomaterial de documentación a los historiadores.

La historia de Hopf no está al alcance del públicoen general, porque es demasiado árida y demasiadoerudita y está publicada en una enciclopedia pococonocida. Hay sabios alemanes que, sirviéndose delas obras de Hopf, han dado una perspectiva de lahistoria griega de la Edad Media, es decir, de lahistoria de Bizancio, en una forma más accesible.Entre esos historiadores deben mencionarse dos:Herizberg y Gregorovius.

Hertzberg

Hertzberg, después de ocuparse de la historia dela Grecia antigua y de Roma, pasó en seguida a laEdad Media y escribió dos obras de carácter general:primero, Historia de Grecia desde el fin de laantigüedad hasta nuestros días («Geschichte

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Griechenlands seit dem Absterben des antiken Lebensbis zum Gegenwart», Gotha, 1876-79, 4 tomos), ysegundo. Historia de Bizancio y del Imperio turco(Osmanlí) hasta fines del siglo XVI («Geschichte derByzantiner und des Osmanischen Reiches bis gegenEnde des sechszehnten Jahrhunderts», Berlín, 1883).Estas dos obras, sin constituir un estudio originalpropiamente dicho, han introducido, valga la frase,varios resultados de los trabajos de Hopf en uncírculo más vasto de lectores, ya que están escritoscon dicción mejor y más fácil. La segunda obra haaparecido en ruso, traducida por P. V. Bezobrasov,con comentarios y adiciones, bajo el título; G. F.Heitzberg, Historia de Bizancio, Moscú, 1896. Loque hace preciosa la traducción rusa de esta obra conrelación al original, es que Besobrasov, en suscomentarios, no sólo indica la bibliografía másreciente sobre el tema, sino que introduce adicionescomprendiendo los resultados principales de lostrabajos de los sabios rusos en el dominio de lahistoria interior de Bizancio, que Hertzberg habíadejado de lado. Así, hallamos datos valiosos sobre elGran Palacio, el ceremonial de la Corte, lascorporaciones de artesanos y comerciantes, loslabriegos, las comunidades rurales, el Código rural,los medios de defensa de las propiedades rústicas, laservidumbre de la gleba, la condición de los siervos,

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las tierras de los colonos, el catastro, el sistema deimpuestos y los abusos de autoridad de losfuncionarios del fisco.

La última obra de Hertzberg, sobre todo en sutraducción rusa, es muy útil para la iniciación en lahistoria de Bizancio.

Gregorovius

El otro sabio que utilizó los trabajos de Hopfcomo base de su obra fue F. Gregorovius, ya antescélebre con justicia por su gran obra sobre laHistoria de Roma en la Edad Media. Sus trabajosacerca de la Historia de la Roma medieval sugirieronal autor la idea de acometer la historia medieval deotro centro de civilización antigua: Atenas. Elresultado de este último estudio fue la Historia de laciudad de Atenas en la Edad Media («Geschichtedes stadt Athen im Mittelalter», 2 vols., Stuttgart,1889). El libro de Gregorovius se apoya en la laborde Hopf, «base sólida de todos los trabajos que enesta esfera se han sucedido hasta aquí, así como delos que se emprendan en el porvenir»[31]. Pero

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Gregorovius introduce también en su obra el estudiode la civilización del país, de lo que Hopf, comosabemos, no se había ocupado. Gregorovius llegabrillantemente al objetivo que se propone.Sirviéndose de materiales puestos al día por Hopf,presenta una bien compuesta exposición de la historiade Atenas en la Edad Media, sobre el fondo generalde la historia de Bizancio, y eslabona los sucesoshasta la proclamación del reino griego en el sigloXIX.

La obra de Gregorovius puede ser leída conprovecho por todos los que se interesen en la historiade Bizancio.

Bury

J. B. Bury, nacido en 1861, fue designado en1893 profesor de historia moderna en TrinityCollege, Dublín, y en 1902 nombrado profesor realde moderna en la Universidad de Cambridge.Escribió, aparte de otras obras ajenas a la esfera delbizantinismo, tres volúmenes sobre la Historiageneral de Bizancio, abarcando los acontecimientos

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comprendidos entre 395 y 867. Los dos primerostomos aparecieron en 1889 con el título de Historiadel Imperio romano desde Arcadio a Irene («AHistory of the later Roman Empire from Arcadius toIrene», Londres, 1889). En ellos se exponen lossucesos hasta el año 800, fecha de la coronación deCarlomagno por el Papa León III, en Roma. «Nadieestaba preparado para la revelación de la amplitud yprofundidad de los estudios bizantinos de Burycuando aparecieron, en 1889, los dos tomos de suHistoria del Bajo Imperio. Era una obrasorprendente, una obra que desbrozaba nuevassendas, y con ella estableció Bury su reputación dehistoriador»[32]. El tercer tomo apareció 23 años mástarde bajo el título de Historia del Imperio romanode Oriente desde la caída de Irene hasta laexaltación de Basilio I (A History of the EasternRoman Empire from the fall of Irene to theaccession of Basil 1, Londres, 1912). Este volumenversa sobre el período comprendido entre el 802 y el867. En 1923 se imprimió una segunda edición de losdos primeros tomos, incluyendo sólo losacontecimientos sucedidos hasta el reinado deJustiniano (565 de J. C.). No es una nueva ediciónrevisada y aumentada, sino casi una obra nueva sobrelos principios de la historia bizantina. El primero deesos dos volúmenes podría, según el autor, titularse

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La conquista de la Europa occidental por losgermanos, y el segundo, La época de Justiniano[33].La historia del período 565-800 no ha sido reeditadaaún. El autor, evidentemente, se proponía escribir unahistoria bizantina de gran envergadura. Pero, pordesgracia, Bury murió en Roma el 1 de junio de1927.

Bury aparece en su obra como el representante dela justa idea de la continuidad del Imperio romanodesde el siglo I al XV. La historia no tiene ningúnperíodo, dice Bury en el prefacio de su primer tomo,que haya sido tan obscurecido por apelativos falsos eimprecisos como el período del Bajo Imperioromano. El hecho de que obstinadamente se hayaaminorado la importancia de esa historia y se hayapresentado su carácter a una falsa luz, resulta, en másde lo que podría suponerse, de los nombresimpropios que se la ha aplicado. El primer pasohacia el entendimiento de la historia de los siglos através de los cuales el mundo pasó de la antigüedad alos tiempos modernos, ha sido dado cuando se hacomprendido que el antiguo Imperio romano no habíacesado de existir hasta 1453. En el trono sesucedieron, en orden interrumpido, una serie deemperadores romanos, desde Octavio Augusto hastaConstantino Paleólogo, último emperador bizantino.Hoy, ese hecho esencial está obscurecido por los

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nombres de bizantino y griego aplicados al BajoImperio. Los historiadores que se atienen al nombrede «Imperio bizantino» no están acordes endeterminar dónde termina el Imperio romano y dóndeempieza el Imperio bizantino. El límite elegido entrelas respectivas historias es, ora la fundación deConstantinopla por Constantino el Grande, ora lamuerte de Teodosio el Grande, ora el reinado deJustiniano, ora, como quiere Finlay, la exaltación deLeón el Isáurico al trono. Y el historiador que aceptauna división de éstas no puede afirmar que no tengarazón el que adopte otra, porque todas son puramentearbitrarias. El Imperio romano no terminó antes de1453, y las expresiones «Imperio bizantino, griego,romano o greco-romano» no hacen sino obscurecerun hecho muy importante y generar gravesconfusiones.

Tales consideraciones llevan a Bury a dar a susdos primeros volúmenes, que guían al lector, como sedijo, hasta el año 800, el título de Historia del BajoImperio romano. En el año 800, Carlomagno fueproclamado emperador en Roma. Por esa razón sepuede, a contar de esa época, llamar a los dosimperios rivales Imperio de Occidente e Imperio deOriente. Por desgracia, el apelativo de Imperioromano de Oriente se aplica a menudo a tal o cualépoca con la que no cuadra en absoluto tal nombre.

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Así, se habla del Imperio romano de Oriente o deOccidente en el siglo V, o bien de la caída delImperio de Occidente en el 476. Semejantesafirmaciones, aunque consagradas por la autoridad deingenios eminentes, son erróneas y engendranconfusiones. Veamos en qué consiste su impropiedad:en el siglo V; el Imperio romano era uno eindivisible. Podría haber más de un emperador, peronunca hubo dos imperios. Hablar de dos imperios enel siglo V sería presentar con un aspecto totalmentefalso la teoría del poder imperial. Nadie habla dedos imperios romanos en los tiempos de Constancio yConstante (los sucesores de Constantino el Grande),y las relaciones políticas que existían entre León I yAntemio eran las mismas que existían entre los hijosde Constantino. Los emperadores podían serindependientes uno de otro y hasta hostiles entre sí;pero la unidad del Imperio que gobernaban no serompió, teóricamente, nunca. El Imperio no dejó deexistir el 476, fecha que no hizo más que señalar ungrado, y no el más importante, en el proceso dedesintegración que persistió durante todo un siglo. Laabdicación de Rómulo Augústulo no hizo vacilar elImperio romano, ni mucho menos contribuyó a lacaída del Imperio. Es lamentable que, siguiendo aGibbon, quien habla de la «caída del Imperio deOccidente», varios escritores contemporáneos hayan

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adoptado este término. El Imperio romano existiódesde el siglo I hasta mediados del XV. Y sólo apartir del 800 se le puede llamar Imperio romano deOriente, a causa de la fundación de otro Imperioromano en Occidente[34]. Bury da a su tercervolumen, que expone los sucesos posteriores al 802,el título de Historia del Imperio romano de Oriente,a diferencia de sus dos primeros tomos.

Después de hacer observar el desprecio que loshistoriadores y los filósofos, a partir del siglo XVIII,consagran a Bizancio, Bury señala que, por esehecho, demuestran un desconocimiento completo deuno de los factores más importantes del desarrollo dela civilización de la Europa occidental, a saber, lainfluencia del Bajo Imperio romano y de la Romamoderna[35].

Desde luego, la opinión de Bury no es del todonueva. La continuidad del Imperio romano hasta elsiglo XV había sido ya reconocida antes, como lo hizoMontesquieu en sus Consideraciones sobre lascausas de la grandeza de los romanos y sudecadencia. Pero Bury ha valorado esa tesis con unafuerza singular, desarrollándola en toda su obra.

El libro de Bury merece muy particular atención.Al exponer los destinos de la mitad oriental delImperio, sigue a la vez, hasta el 800, los sucesos de

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la mitad occidental, lo que evidentementecorresponde por entero a su manera de concebir launidad del Imperio romano. No se contenta sólo conla historia política y consagra capítulos enteros a losproblemas de la administración, la literatura, la vidasocial, la geografía, el arte, etc. Los dos primeroscapítulos de la segunda edición, dedicados a laconstitución imperial y a la organizaciónadministrativa, son considerados por un eminenteespecialista de la historia del Imperio romano como«la mejor y más breve descripción de lascondiciones generales de la vida en el Bajo Imperioromano»[36].

Bury tenía un conocimiento perfecto del húngaro,el ruso y otras lenguas eslavas, y, en consecuencia, enel tercer volumen de su historia pone a contribucióntodas las obras rusas y búlgaras concernientes a lahistoria de Bizancio.

Lambros

Espiridión Lambros, sabio griegocontemporáneo, nacido en Corfú en 1851 y muerto en

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1919, profesor en la universidad de Atenas, editorinfatigable de documentos manuscritos y de textoshistóricos, autor de un catálogo de los manuscritosgriegos del Athos, etc., escribió entre 1886 y 1908los 6 volúmenes de su Historia ilustrada de Grecia,desde los tiempos más remotos a la toma deConstantinopla (Atenas, 1886-1908, 6 tomos). Laobra de Lambros, dedicada sobre todo al público engeneral, expone clara y metódicamente losacontecimientos de la historia bizantina hasta el finde la existencia del Imperio de Bizancio. El autor noindica las fuentes. El texto va ilustrado connumerosas láminas. La actividad y la importante obrade Lambros no han sido apreciadas todavía en sujusto valor[37].

Gelzer

Heinrich Gelzer, profesor en la Universidad deJena, escribió para la segunda edición de la Historiade la Literatura bizantina, de Krumbacher, unBosquejo de la historia de los emperadoresbizantinos (Abriss der byzantinischen Kaiser

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geschichte, Munich, 1897). El Bosquejo de Gelzertrata sobre todo la historia exterior y el autor aparecea menudo bajo el influjo del libro de Hertzberg.Gelzer, político militante, desliza a veces sinnecesidad sus simpatías políticas en susapreciaciones de los fenómenos históricos de laépoca bizantina. Su Bosquejo puede ser útil parainformes elementales.

Es curioso oír en boca de un sabio alemán frasescomo las siguientes en el curso de su obra: «Un Zarde Rusia se unió en matrimonio a una princesa de laCasa de los Paleólogos; la corona de ConstantinoMonómaco fue puesta en el Kremlin sobre la cabezadel Zar autócrata de todas las Rusias. El Imperio rusorepresenta la verdadera continuación del Imperio deBizancio. Y si Santa Sofía debe alguna vez serdevuelta a la verdadera fe, si el Asia Menor debealguna vez ser arrancada a la dominación innoble delos turcos, ello no podrá ser realizado más que por elZar ruso. La oposición de Inglaterra pugna con lanaturaleza y la historia, y ciertamente será destrozadamás pronto o más tarde. El emperador deConstantinopla no puede ser más que el defensor dela ortodoxia, el Zar ruso, en la medida en que se hallacompenetrado de los inmensos deberes vinculados aesa tarea»[38].

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Hesseling

En 1902, D. C. Hesseling, profesor de launiversidad de Leyden, publicó en holandés su librotitulado Bizancio: estudios de civilización a partirde la fundación de Constantinopla (Byzantium.Studien over onze beschavingna de stichting vanKonstantinopel, Haarlem, 1902). Como la lenguaholandesa está poco difundida, la obra de Hesselingno se hizo accesible a todos hasta 1907, en queapareció una traducción francesa, con un prefacio delbizantinista francés G. Schlumberger, bajo el título:Ensayo sobre la civilización bizantina (París, 1907).En el prólogo a la edición francesa, el autor hace laobservación, un tanto enigmática, de que «latraducción ha sido ajustada al gusto del públicofrancés».

El libro de Hesseling, muy nutrido y novoluminoso en exceso, presenta, a rasgos generales,un cuadro de la civilización bizantina, insistiendo enespecial sobre los múltiples aspectos del Imperio deOriente. No considera más sucesos políticos sino losindispensables para proyectar alguna luz sobre lacivilización bizantina, y de nombres y hechos dedetalle no menciona más que los relacionados conideas generales. En cambio da mucho espacio a laliteratura y a las artes.

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El Ensayo sobre la civilización bizantina, deHesseling, acaso escrito de modo demasiadoelemental para los especialistas, es de gran utilidadpara aquellos que quieran informarse en unaexposición accesible, y a la vez apoyada en basessólidas, del papel general de Bizancio en el mundo.

Bussell

Procede hablar aquí de la obra inglesa en dostomos, de F. W. Bussell, titulada: El Imperio romano:ensayos sobre su historia constitucional desde eladvenimiento de Domiciano (81 de J. C.) al retiro deNicéforo III (1081 de J. C.), (The Roman Empire:essays on the Constitucional History from theaccession of Domitian, 81 A. D., to the Retirementof Nicephorus III, 1081 A. D.). Esta obra aparecióen Londres en 1910. Aunque no carezca de ideas ycotejos interesantes, el libro queda perjudicado porla imprecisión del relato, por ciertas repeticiones ypor la falta de claridad en el plan, todo lo cual haceque se pierdan, con frecuencia, las ideas importantes.Los cuadros cronológicos de este estudio están

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escogidos a capricho, aunque el autor trata deaplicarlos (I, páginas 1-2 y 13-17). En el segundovolumen se encuentra, de modo completamenteinesperado, un bosquejo de las relaciones deArmenia con el Imperio bizantino entre 520 y 1120(II, Pág. 333-483). El libro de Bussell no es fácil deleer. No se halla en él ninguna nota. La idea esencialdel autor es que las formas republicanas de laconstitución imperial romana, claras del todo en losprimeros siglos del Imperio, siguieron existiendo, deun modo u otro, hasta el período de los Comnenos, encuya época fueron definitivamente substituidas por laforma de autocracia bizantina que llamamos tiranía.

La «Cambridge Medieval History»

En la Cambridge Medieval History se hallará,con una excelente bibliografía, la más recientehistoria general del Imperio bizantino. El primertomo (1911) trata del período comprendido entreConstantino el Grande y la muerte de Atanasio (518);el segundo tomo (1913) se detiene en la época de losiconoclastas; el cuarto (1923) está consagrado por

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entero a la historia del Imperio bizantino de 717 a1453, y a sus relaciones con la historia de losantiguos eslavos, de Armenia, de los mogoles y delos Estados balcánicos. Esta historia general de laEdad Media ha sido editada bajo la dirección delllorado J. B. Bury y es obra de sabios europeos quefiguran entre los más eminentes.

Resúmenes generales de divulgaciónsobre la historia de Bizancio

La literatura histórica posee algunos compendiosde historia bizantina destinados al gran público y queno tiene, en su mayoría, mucho valor científico. Noobstante, tales compendios divulgadores, aunquedesprovistos de originalidad, pueden ser de algunautilidad y despertar en el ánimo del lector un interésduradero por los destinos del Imperio bizantino. Lamayoría de esos epítomes de divulgación de historiabizantina están redactados en lengua inglesa.

Muy vívida y bien ilustrada es la obra de C. W.C. Omán, titulada El Imperio bizantino[39]. Se hahecho una interesante tentativa de presentar un cuadro

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de la evolución política y social del Imperiobizantino en la obra en dos volúmenes de PedroGrenier El Imperio bizantino: su evolución social ypolítica (París, 1904). A pesar del carácterimperfecto del desarrollo general del tema, y adespecho del gran número de faltas e insuficienciasmás o menos graves —y comprensibles en un noespecializado— la obra de Grenier puede ser leídacon provecho, porque da informes varios y diversosen el campo de la historia bizantina.

Se halla una historia breve, pero jugosa, deConstantinopla, en relación con la general delImperio, en el libro de W. N. Hutton Constantinopla:historia de la antigua capital del ImperioConstantinopla (The story of the oíd capital of theEmpire Londres, 1904), Roth ha escrito un corto ymuy árido resumen de la historia de Bizancio con eltítulo de Historia del estado bizantino (Geschichtedes Bymtinischen Reiches, Leipzig, 1904, 125páginas). También ha publicado en 1917 una breveHistoria social y cultural del Imperio bizantino(Sozial und Kulturgeschichte des ByzantinischenReiches, Leipzig, 1917).

El profesor Scala, en la Historia mundial deHelmoldt, ha dado un resumen de la historia bizantinaque resulta a la vez muy rico y muy bien fundado enun conocimiento profundo de las fuentes y de la

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literatura. Lleva el título de El helenismo a partir deAlejandro Magno (Das Griechentum svit Alexanderdem Grossen, t. V, de la Historia mundial deHelmoldt, Leipzig y Viena, 1904, 116 páginas). Elautor se ha detenido largamente en el análisis de lacivilización bizantina y tratado de esclarecer supapel. En inglés existe un compendio serio, breve ycompuesto según un plan muy convincente, delhistoriador rumano. Jorga, con el título de El Imperiobizantino (Londres, 1907). En fin, también en inglés,y con excelentes ilustraciones, ha aparecido en 1911un libro de E. Foord titulado: The Byzantine Empire,the rearguard of European civilization (Londres,1911). Es de lamentar que en este libro la historia deBizancio en la época de su decadencia, a partir de1204, sea expuesta demasiado breve ysuperficialmente.

Se puede hallar un corto examen de la historia deBizancio en la Historia general desde el siglo IV anuestros días, de E. Lavisse y A. Rambaud. Otrovalioso resumen de la civilización bizantina seencuentra en la obra italiana de N. Turchi La Civiltabizantina (Turín, 1915).

En 1919, publicó Ch. Diehl su Historia delImperio bizantino. En las 220 páginas de este libro,el autor rebasa el marco de un bosquejo de la historiapolítica del Imperio bizantino, pues explica los

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procesos interiores más importantes y declara elpapel de la civilización bizantina. Esta obra, quecontiene una breve bibliografía y varios mapas eilustraciones, ha tenido en Francia repetidasediciones. En 1925 se publicó en América unatraducción inglesa de la obra de Diehl; History of theByzantine Empire, traducida del francés por G. Ives,Princeton, 1925.

En su libro Grandeza y decadencia de Bizancio(París, 1919), Diehl pinta con brillantez la vidainterior bizantina, explica las causas de la grandeza ydecadencia del Imperio, señala la influencia de lacivilización bizantina sobre las vecinas naciones yhabla de la herencia bizantina en Turquía, Rusia y losestados balcánicos[40].

Finalmente, Augusto Heisenberg ha publicadoestudios muy serios y bien escritos sobre la vida ycivilización bizantina, en su Staat und Gesellchaftdes Byzantinischen Reiches (Leipzig-Berlín, 1923),que forma uno de los tomos de Die Kultur derGegenwart, editada por P. Hinneberg (Teil II,Abteilung IV) y por Norman H. Baynes, en suByzantine Empire (Home University Library ofModern Knowledge, núm. 114, 1926). Este últimolibro trata prácticamente del período comprendidoentre el siglo IV y la toma de Constantinopla por loscruzados en 1204. La historia del Imperio bizantino

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hasta fines del siglo XI se halla también, brevementedescrita, en el libro de L. Halphen Los bárbaros: delas grandes invasiones a las conquistas turcas delsiglo XI (París, 1926), donde se encontrará unabibliografía.

Se puede leer con provecho el reciente libro deRoberto Byron The Byzantine Achievement. AnHistorical Perspective, 330-1453, Londres, 1929,346 páginas. Son también interesantes las tres obrassiguientes: N. Jorga, Histoire de la vie byzantine.Empire et civilisation, vol. I-III, en francés(Bucarest, 1934). —Util. C. Amantos. I (Atenas,1939). De 395 a 867—. Bueno. G. Ostrogorsky.Geschichte des byzantinischen Staates (Munich,1940). Del mismo autor: Agrarian conditions in theByzantine Empire in the Middle Ages, en TheCambridge Economía History of Europe from theDecline of the Roman Empire, edited by J. H.Clapham and the late Eileen Power, vol. I(Cambridge, 1941), págs. 194-223—. Muyimportante.

E. Gerland da muy sólidas y concisasexposiciones generales de La historia bizantina enla Catholic Encyclopedia, y J. B. Bury lo hacetambién en la Enciclopedia Britannica (11.ª edición).

Cabe leer con fruto la obra de O. SeeckGeschichte des Unhergangs der antiken Weli (6 vol.,

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1895-1920). La tercera edición del primer tomoapareció en 1910 y la segunda edición de los tomos IIy III en 1921.

Recientemente se han publicado dosintroducciones, muy útiles, a la historia bizantina.Son las obras de E. Stein Geschichte desspätromischen Reiches. I. Vom römischen zumbyzantinischen Staate (284-416), (Viena, 1928), y deF. Lot, El fin del mundo antiguo y el principio de laEdad Media (París, 1927). Este último libro abarcatambién la época de Justiniano el Grande.

La literatura bizantina

Para el conocimiento de la literatura bizantina esindispensable la segunda edición de la obra capitaldel llorado Carlos Krumbacher, profesor en launiversidad de Munich. Dicha obra se titula Historiade la literatura bizantina desde Justiniano hasta elfin del Imperio romano de Oriente (Geschichte derByzantinischen Literatur von Justinian bis zumEnde des ostromischen Reiches, Munich, 1897, 1193páginas). La historia de la literatura religiosa, en la

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segunda edición del libro de Krumbacher, ha sidocompuesta por el profesor A. Ehrhardt. También,según se ha indicado más arriba, se hallará en lamisma obra el Bosquejo de la historia política deBizancio, de Gelzer.

La obra de Krumbacher es auxiliar principal yesencial de todo estudio de la literatura bizantina.Sorprende desde el principio por la enorme cantidadde los materiales acumulados y testimonia hondosconocimientos y una extraordinaria capacidad detrabajo. Krumbacher conocía muy bien el ruso y otraslenguas eslavas, y por tanto puso a contribución lostrabajos rusos y, en general, eslavos. Cierto que laobra de Krumbacher está destinada sólo a losespecialistas y no conviene a un lector ordinario.Pero el propio Krumbacher ha expuesto en formaaccesible al público común, en cincuenta páginas, lahistoria de la literatura bizantina, dándole el títulosiguiente: Literatura griega de la Edad Media (Diegriechische Literatur des Mittelalters, LeipzigBerlín, 1912, colección Die Kultur der Gegenwart,dirigida por Hinneberg), Esta última obra deKrumbacher ha visto la luz después de su muerte.Respecto a la literatura popular griega, procedeseñalar el libro de K. Dieterich Historia de lasliteraturas bizantina y griega moderna (Geschichteder byzantinischen und neugriechischen Literatur.,

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Leipzig, 1902). Se puede hallar una buenadocumentación en La breve historia de la literaturabizantina escrita en italiano por G. MontelaticiStoria della litteratura bizantina (324-1453),publicada en los Manuali Hoepli, serie científica.Milán, 1916, doble volumen, 95-96, págs. VIII-292.Este libro no es una repetición del de Krumbacher.Se publicó diecinueve años más tarde y da muchosinformes nuevos. Se puede leer asimismo a S.Mercati, que corrige gran número de errores, enRoma e l’Oriente, VIII, 1918, págs. 171-183, ytambién a N. Jorga en La literature byzantine: sonsens ses divisions, sa portee (Revue historique auSud-Est européen, II, 1925, págs. 370-397). Para elperíodo de la literatura bizantina (después del sigloIV), es muy útil el libro de W. Christ Geschichte,Griechischen Literatur (6.ª ed., Munich, 1924, vol.II). También lo son los de O. Bardenhewer,Patrología, 3.ª ed. (Freiburg im Breisgau, 1910) yGeschichte der altchristlichen Literatur, 5 vols., 2.ªedición (Freiburg im Breisgau, 1913-1932), éstesobre todo en sus tomos III, IV y V (siglos IV - VIII).Para el mismo período es igualmente de algunautilidad L. H. Jordán, Geschichte der altchristlichenLiteratur (Leipzig, 1911). La obra fundamental de A.Harnack, Geschichte der altchristlichen Literaturbis Eusebius; 1. Die Ueberlieferung imd der

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Bestand (Leipzig, 1893); II. Die Chronologie; en dosvolúmenes (Leipzig, 1897-1904), puede ser utilizadacomo introducción a la literatura de los siglos IV y V.

Breve examen de los trabajos dehistoria bizantina en Rusia

Los académicos alemanes.«Occidentales» y «Eslavófilos». V. G.

Vasilievsky

Los sabios rusos empezaron a tratar seriamente elestudio de la historia bizantina a partir de la segundamitad del siglo XIX. En la primera mitad de esemismo siglo fueron sabios alemanes que acudieron aRusia, siendo elegidos miembros de la Academia deCiencias y quedándose en Petrogrado hasta sumuerte, los que se ocuparon de la historia deBizancio. El fin principal de sus investigaciones era

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determinar el papel de Bizancio y de las fuentesbizantinas en la historia rusa. Entre tales académicoscabe citar a Ph. Krug (1764-1844) y A. Kunik (1814-1899).

Para los representantes más eminentes delpensamiento ruso en la primera mitad del siglo XIX, lahistoria de Bizancio sirvió muy a menudo detrampolín o soporte de tal o cual movimiento social.Así, ciertos eslavófilos tomaron en la historia deBizancio datos útiles al apoyo y justificaciónhistórica de sus teorías[41]. Los occidentalesanalizaron y considerados datos claves, en la mismafuente de investigación proponiéndose demostrar elpapel negativo de la historia bizantina e iluminar lamagnitud del peligro que corría Rusia si queríaseguir las huellas de un Imperio caído. En uno de suslibros, Hertzen escribe:

«La Grecia antigua había terminado suexistencia cuando la dominación romana larecubrió y salvó de la misma manera que lalava y las cenizas que han salvado Herculanoy Pompeya. El período bizantino levantó latapa del ataúd y el muerto no resucitó. LosPapas y los monjes se apoderaron de él, comohacen con todos los muertos, y los eunucos,

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cuyo lugar estaba bien aquí, en su calidad derepresentantes de la esterilidad, dispusieronde él… Bizancio podía continuar viviendo,pero nada tenía ya que hacer… La historia nointeresa en general a los pueblos más quecuando ellos están en escena, es decir,mientras hacen algo…»[42]

Otro occidental, P. J. Tchaadaiev, decía:«Entramos en relaciones con una Bizanciodepravada»[43]. Pero no ha de olvidarse quesemejantes juicios, aunque emitidos por hombresincontestablemente pictóricos de talento, y muycultos, no tienen, sin embargo, valor histórico alguno,porque ninguno de los dos se especializó nunca en lahistoria de Bizancio.

Desde mediados del siglo XIX se manifiestaclaramente en Rusia toda la importancia del estudiode la historia de Bizancio. Uno de los más sagaceseslavófilos, A. S. Khomiakov, escribía hacia el año50: «A nuestro juicio, hablar de Bizancio condesprecio es reconocer la propia ignorancia»[44]. En1850, el famoso T. N. Granovski, profesor de launiversidad de Moscú, escribía: «¿Es menesterhablar de la importancia que la historia de Bizanciotiene para nosotros, los rusos? Hemos tomado en

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Tsargrad[45] lo mejor de nuestra civilizaciónnacional, es decir, nuestras creencias religiosas y losgérmenes de nuestra cultura. El Imperio de Orienteintrodujo a la joven Rusia entre los puebloscristianos… Pero, además de esas relaciones,estamos ligados a Bizancio por el mero hecho de quesomos eslavos. Esta última circunstancia no hapodido ser apreciada en su valor por los sabiosextranjeros»[46]. El hallar una solución plenamentesatisfactoria a los problemas más importantes de lahistoria bizantina, según el mismo Granovski, nopodía ser, en su época, sino misión de sabios rusos,o, de manera más general, eslavos. «Tenemos, por asídecirlo —manifestaba—, la obligación de apreciar elfenómeno al que tanto debemos»[47].

El verdadero fundador del bizantinismo científicoruso en el amplio sentido de la palabra fue V. G.Vasilievsky (1838-1899), profesor en la universidadde Petrogrado y miembro de la Academia deCiencias. Él dotó a la ciencia rusa de una serie detrabajos de importancia extrema sobre cuestionesparticulares, tanto interiores como externas, de lahistoria bizantina, y consagró, además de muchotiempo, un gran talento, todo él análisis ypenetración, al estudio de las relaciones ruso-bizantinas. Algunas obras de Vasilievsky tienen gran

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importancia, incluso para la historia general. No sepodría prescindir de su trabajo Bizancio y losPechenegos al estudiar la cuestión de la PrimeraCruzada. Este hecho está reconocido por los propiossabios de la Europa occidental. El lamentadoprofesor N. P. Kondakov, muerto en 1925, y elacadémico F. I. Uspensky, fueron tambiéninvestigadores eminentes en esa disciplina: elprimero en especial en materia de arte bizantino; elsegundo en los problemas de historia interior.

No nos detendremos aquí a analizar y apreciar lasobras de esos tres intelectuales que figuran entre losmás eminentes de la ciencia rusa. El fin del presenteexamen es indicar las obras generales de historiabizantina, y V. G. Vasilievsky no ha dejado más quetrabajos referentes a cuestiones particulares. N. N.Kondakov nos ha legado estudios de vigoroso valor ya veces de carácter general, pero en la esfera delarte. Sólo puede hacerse excepción con Uspensky,que en 1914 publicó el primer volumen y en 1927 laprimera parte del segundo volumen de su Historiageneral de Bizancio, de la que volveremos a hablar.

Así, hasta principios del siglo XX, el méritoprincipal de los más eminentes bizantinístas rusosconsistió en sus esfuerzos para estudiar de maneradetallada y esclarecer en todos los aspectoscuestiones particulares, a veces de sobresaliente

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importancia.

Lertov

Sólo en los últimos años han hecho los sabiosrusos intentos de publicación de una historia generalde Bizancio. Sin embargo, ya en 1837 habíaaparecido la obra en dos tomos de I. Lertov tituladaHistoria del Imperio romano de Oriente o deConstantinopla, extraída de la Historia general. Lasúltimas palabras del título se justificaban por elhecho de que hacia 1830-34 habíase publicado unaobra del mismo autor, en quince partes, intitulada:Historia general y desarrollo de la Historia generalde la emigración de los pueblos y de la fundaciónde nuevos Estados en Europa, Asia y África desde lafundación del Imperio griego de Oriente. De esteúltimo libro fue extraído el primero mencionado,Lertov, hijo de un comerciante y escritor autodidacto,escribió su obra sobre la historia de Bizanciopartiendo de la idea de que los lectores rusosnecesitaban más bien una historia narrativa. Enmateria de fuentes, Lertov se sirvió, según sus

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propias expresiones, de numerosos extractos dediferentes libros o periódicos (en lengua francesa), yademás de la Historia de Royou, de la ediciónabreviada del Imperio de Oriente, de Labelau, y de laHistoria de Gibbon, abreviada por Adam y traducidaal francés[48]. La compilación de Lertov, que exponelos hechos de la historia de Bizancio hasta la caídade Constantinopla, no tiene, evidentemente, valorcientífico alguno. Pero he creído oportuno dedicaralgunas palabras a ese libro, cuya aparición señalauna tentativa curiosa para la época.

J. A. Kulakovski

El primer esfuerzo para escribir una obra seriasobre la historia general de Bizancio lo hizo ellamentado J. A. Kulakovski, profesor de launiversidad de Kiev. Kulakovski, especialista enliteratura romana, estudió la romana antigüedad y lahistoria de las instituciones de Roma. Se ocupó sobretodo de la época imperial. Enseñó en la universidadla historia romana. Desde 1890 empezó a consagrarparte de su tiempo a la arqueología cristiana y la

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historia bizantina. Como introducción a su Historiade Bizancio, publicó la obra del célebre historiadorromano y pagano del siglo IV de J. C., AmianoMarcelino, que Kulakovski tradujo a comienzos delsiglo XX (1906-8). En 1910 el autor editó el primertomo de su Historia de Bizancio, que abarca lossucesos, comprendidos entre 395 y 518. En 1912apareció el segundo volumen y en 1915 el tercero. Enellos expone el destino del Imperio desde 518 hasta717, época de la disputa iconoclasta. En 1913 sepublicó una segunda edición, revisada, del primertomo.

Con asiduidad notable e incansable energía, elautor estudió las fuentes bizantinas, griegas, latinas yorientales (en sus traducciones) y con esta base, y enposesión de un conocimiento profundo de todos lostrabajos aparecidos sobre la materia, emprendió laexposición detallada de la historia de Bizancio hasta717. Los fenómenos de la historia exterior, queKulakovski trata también, se pierden en la masa delos detalles de historia exterior.

En su exposición, el autor, según sus propiaspalabras (V. el prefacio del primer tomo), se ha«esforzado en dar al lector, presentando a su atenciónlos sucesos de la realidad viviente, la posibilidad deaprehender el espíritu y carácter de los tiemposlejanos». «Nuestro pasado ruso —continúa— nos une

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con lazos indisolubles a Bizancio, y sobre esefundamento se ha erigido nuestra conciencianacional». Señalando con amargura la supresión delgriego en los programas secundarios, escribe:«Nosotros, los rusos, quizá comprendamos, como seha comprendido en la. Europa occidental, que no esen las últimas frases de nuestros contemporáneos,sino en los primeros balbuceos de los helénicosdonde debe buscarse el origen fecundo de la cienciay la civilización europeas». En el prefacio de sutercer volumen, define otra vez el plan de su Historiade Bizancio de la manera siguiente: «Mi fin ha sidopresentar un cuadro de la sucesión de los,acontecimientos en su orden cronológico exacto y, enlo posible, completo. Me he apoyado en un estudiodirecto de los testimonios y de las fuentes que estánal alcance de la documentación contemporánea, talcomo se ha dado en las monografías que se refieren aeste período, y también en los numerosos estudios,concernientes a particulares, que han aparecido endiversas publicaciones periódicas consagradas albizantinismo». La obra de Kulakovski puede ser de lamayor utilidad para quien desee informarse de lahistoria detallada de los sucesos ocurridos enBizancio, o bien leer una exposición en ruso de lomás esencial contenido en las fuentes. A la vez, ellector conocerá algunas de las conclusiones de la

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ciencia contemporánea sobre las cuestiones másimportantes de la historia de Bizancio desde lospuntos de vista externo e interno. La exposicióndemasiado detallada de las fuentes ha conducido alresultado de que los tres tomos aparecidos (más de1400 páginas) no abarquen más que losacontecimientos desarrollados hasta el siglo VIII.

F. I. Uspensky

En 1914 apareció el primer tomo de una Historiadel Imperio bizantino debida al académicoUspensky, director del Instituto Arqueológico ruso enConstantinopla. La edición era muy lujosa, e ibaornada con numerosas ilustraciones, mapas y tablas.En sus 872 páginas, Uspensky exponía la historia deBizancio desde el siglo IV hasta principios del VIII,época de las luchas iconoclastas. En rigor, era elprimer ensayo hecho por un especialista a efectos deescribir una historia general de Bizancio. El autor,uno de los representantes más distinguidos delbizantinismo contemporáneo, había consagrado todasu larga y laboriosa carrera casi exclusivamente al

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estudio de los diversos aspectos y épocas de esa tancompleja historia.

Uspensky, nacido en 1845, fue profesor en launiversidad de Odessa (Novorossia) desde 1879 a1894. En 1894 se le designó director del InstitutoArqueológico ruso de Constantinopla, fundadoprecisamente aquel año. Su fecunda actividad a lacabeza de la nueva institución se señaló pornumerosas expediciones y búsquedas personales ypor la edición de gran número de las magníficas eimportantes publicaciones del Instituto, pero fue,desgraciadamente, interrumpida por la Gran Guerra.En 1914 pasó de Constantinopla a Petrogrado, dondela Academia de Ciencias le encargó de editar losVizantiiski Vremennik. Durante la guerra se le enviódos veces en misión a Trebisonda, entonces ocupadapor las tropas rusas. El 10 de septiembre de 1928murió en Petrogrado (Leningrado) a los ochenta y tresaños de edad[49].

Deseando dar al público una exposiciónaccesible, Uspensky no carga su libro de gran aparatocientífico, ni en las notas ni al fin de los capítulos, yse limita a indicar sus principales fuentes y las obrasde segunda mano.

La primera parte del segundo volumen se hapublicado en 1927. Trata de la querella iconoclasta yde la cuestión de los apóstoles eslavos Cirilo

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(Constantino) y Metodio.El primer tomo de la obra de Uspensky

representa, en su mayor parte, una especie de ampliaintroducción a la historia de Bizancio, un cuadro dela época en que se crearon los elementos principalesdel «bizantinismo» y en que nació la complejacivilización de Bizancio. El autor 110 puede dejar dever en los fenómenos de la pasada vida de Bizancioalgunas «enseñanzas» para nuestra época. Tras hablarde la esencial importancia que presentaban paraBizancio sus provincias orientales e indicar que esprecisamente en Asia Menor, en el imperio de Nicea,donde se conservó y desenvolvió la idea de lareconstitución del Imperio bizantino en el siglo XIII,Uspensky concluye: «La enseñanza que nos da lahistoria debe ser cuidadosamente considerada… ypesada por los que, hoy, esperan el reparto de laherencia del “enfermo” del Bósforo»[50]. Además,dice: «En lo que respecta a la herencia dejada porBizancio, sería engañarnos el creer que depende denosotros evitar un papel activo en la liquidación deesa herencia. Aunque en general dependa delheredero aceptar o rehusar una herencia, el papel deRusia en la cuestión de Oriente le ha sido legado porla historia y ninguna voluntad humana puedemodificarlo en nada, a menos de que algúncataclismo imprevisto no nos haga olvidarlo,

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quitándonos el recuerdo de aquello de lo cual hemosvivido y ha sido el fin de nuestras aspiraciones yestado vinculado a nuestros sufrimientos»[51].

Tratando de aclarar las relaciones eslavobizantinas, el autor dice al final de su prefacio,escrito en 1912: «Reflexione el lector en el contenidode los capítulos relativos a los eslavos meridionalesy busque allí una ilustración a los sucesos que seproducen en nuestros días en la Península balcánica».Se refería a la segunda guerra de los Balcanes[52].

Uspensky, pues, se propone como fin ofrecer alos lectores rusos un libro que pueda, por su caráctersevero y serio, dar idea de un sistema bien ordenadoy cuidadosamente establecido, y a la vez dejar unabuena opinión del autor. Está persuadido de que laextensión de los conocimientos bizantinos y elestudio de las relaciones ruso bizantinas sonindispensables en el más alto extremo para lasociedad rusa y utilísimas si se quiere crear unaconciencia política y nacional rusa.

Uspensky se sitúa como defensor del«bizantinismo» e insiste muchas veces en ladefinición del concepto. Según él, «el rasgo esencialque sirve de punto de partida al bizantinismo debeser buscado en la inmigración de los bárbaros en elImperio y en la crisis religiosa de los siglos III y

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IV»[53]. Además, «el bizantinismo es un principiohistórico cuya acción se revela en la historia de lospueblos del sur y este de Europa, Ese principiogobierna el desarrollo de varias naciones hastanuestro tiempo y se manifiesta por una maneraparticular de creencias y de instituciones políticas, ytambién, si se puede expresarlo así, por unaorganización particular de las relaciones sociales yeconómicas[54]». Con el nombre de «bizantinismo»,es decir, con el concepto que expresa el resultado dela alianza del romanismo con las antiguas culturasJudaica, persa y helénica, «se entiende, ante todo, elconjunto de los principios bajo cuya influencia semodificó progresivamente el Imperio romano, del V

al VIII siglos, antes de su transformación en Imperiobizantino»[55].

«Cambios múltiples fueron provocados por lasinmigraciones germánicas y eslavas, que produjeronreformas en el estado social y económico y en elsistema militar del Imperio. Bajo la influencia de losnuevos principios, el Imperio romano se modifica enOriente y adquiere un carácter bizantino»[56]. El«bizantinismo» se manifiesta por los siguientesfenómenos:

1.º Substitución progresiva de la lengua latina,

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que reinaba por doquier, por la lengua griega o másbien bizantina.

2.º Lucha de las nacionalidades por apreponderancia política.

3.º Carácter original del arte y aparición denuevos motivos generadores de monumentos nuevos.Originalidad de las obras literarias, donde analizapoco a poco un método nuevo bajo la influencia delas tradiciones y modelos de las civilizacionesorientales[57].

Las palabras de Uspensky, según las cuales elImperio romano, en Oriente, adquiere el carácterbizantino hacia el siglo VIII, prueban que en este casosu opinión coincide del todo con la del bizantinistainglés Finlay.

Las tesis generales de Uspensky no quedandemostradas en el primer tomo, y por tanto, nopodrán ser discutidas ni apreciadas como convienemientras no tengamos a la vista una historia deBizancio acabada, o que abarque al menos hasta laconquista latina.

Los problemas más importantes del primer tomode Uspensky, son:

1.º El problema de la inmigración eslava en la

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península balcánica y sus consecuencias para la vidabizantina.

2.º El régimen de la propiedad en Bizancio.3.º La organización de los temas en el Imperio.

Aunque estos problemas no queden definitivamenteresueltos en el libro de Uspensky, la interpretaciónpropuesta por el autor provoca el deseo y lanecesidad de someter tan complejos problemas a unestudio más detallado.

La obra fue concebida por el autor hace más deun cuarto de siglo. Sufrió diversas interrupciones y suvalor dista de ser igual en sus distintas partes. Junto acapítulos vividos, nuevos e interesantes en el másalto grado, los hay que se apoyan en un arsenal yaprescrito y que, en ciertos puntos, no está al nivel dela ciencia moderna. Esto se nota, sobre todo, en loscapítulos que tratan de los árabes y del islamismo.Pero el mérito incontestable del libro reside en elvalor que el autor ha dado a los fenómenos de la vidainterior del Imperio.

El primer tomo de la obra de Uspensky nosofrece hoy la posibilidad de conocer el primerperíodo de la historia bizantina en un lenguaje claro ysalido de la labor investigativa de un especialista queha consagrado cuarenta años de su vida científica al

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estudio exclusivo de Bizancio. Como hicimos notar,la primera mitad del segundo volumen, publicada en1927, trata del período iconoclasta y del principio dela historia de la dinastía macedónica, así como, másespecialmente, de los evangelizadores de loseslavos, Cirilo y Metodio. Por desgracia, a causa delas dificultades que hoy se encuentran en Rusia parala impresión de obras, el segundo volumen termina enmedio de una frase.

S. P. Shestakov

En 1913 aparecieron en Kazan los Cursos sobrela Historia de Bizancio de S. P. Shestakov, profesorde la universidad de Kazan. En 1914 fueronpublicados en una segunda edición revisada yaumentada.

La obra de Shestakov expone los sucesos desdela infiltración del mundo bárbaro en las dos mitadesoccidental y oriental del Imperio romano en lossiglos III, IV y V, hasta la coronación de Carlomagno,el 800. El libro da numerosos informes sobre la vidaexterior e interior del Imperio, así como sobre la

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historia y literatura del tema. Su documentación es aveces de mala calidad y su redacción descuidada.

C. N. Uspensky

Los Apuntes o Bosquejos de historia bizantinapublicados en 1917 en Moscú por el sabio ruso C. N.Uspensky, recrean al lector y le dan una impresión decosa vivida[58]. El tomo sólo tiene 268 páginas, ycontiene una introducción general muy interesantesobre la evolución social y económica del Imperioromano. El lector se ve llevado a tocar tangiblementelos problemas interiores más importantes del períodobizantino. El relato termina con el último período dela disputa iconoclasta y el restablecimiento del cultode las imágenes en el 843, durante el reinado deTeodora. El rasgo característico de estos Bosquejoses el lugar que conceden a las cuestiones deorganización interior del Imperio y a la evoluciónsocial y religiosa. No se refieren los sucesospolíticos sino cuando el autor estima que puedenconcurrir a la explicación de ciertos fenómenos de lavida social. La idea esencial de Uspensky, justa en

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conjunto, es la del carácter helenístico de losImperios romano y bizantino. Estudia de una manerainteresante la feudalización de la tierra, tanto en losdominios laicos como en los eclesiásticos. Seinteresa especialmente por el período iconoclasta:los últimos capítulos, consagrados a esa época,merecen una atención muy particular. Entre losproblemas analizados por Uspensky puedenmencionarse: la formación de los primeros reinosbárbaros en territorio del Imperio; las reformasadministrativas y la gestión financiera bajoJustiniano; la organización de los temas; la gleba enlos siglos VI, VII y VIII, y el Código rural; losproblemas de la propiedad y de la «excusseia»(inmunidad). Este libro, restringido en volumen, perorico por su contenido, está escrito en un estilopalpitante y lleno de color, y tiene gran importanciapara cuantos se interesan por la historia del Imperiobizantino.

A. A. Vasiliev

La obra de Vasiliev comprende dos volúmenes y

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abarca toda la historia del Imperio bizantino. Elprimero se publicó en 1917, con el título: Leccionesde historia bizantina. I: Hasta el principio de lasCruzadas (1081), (Petrogrado 1917. 355 P.). Elsegundo volumen abarca el período incluido entre lasCruzadas y la caída de Constantinopla en 1453, se hapublicado en tres fascículos separados. El primero setitula Bizancio y los cruzados (Petrogrado, 1923,120 p.); el segundo, La dominación latina enOriente (Petrogrado, 1923, 76 p.), y el tercero, Lacaída del Imperio bizantino (Leningrado, 1925, 143p.). Esta edición rusa, revisada, aumentada ycorregida, ha servido de base a la publicación de laobra en lengua inglesa, bajo el título de History ofthe Byzantine Empire, I (Madison, 1928) y II(Madison, 1929)[59].

M. V. Levtchenko. Historia de Bizancio (Moscú-Leningrado, 1940). El primer trabajo meritorioescrito en la Rusia soviética sobre la historia deBizancio. Ver la crítica de A. Vasiliev, en Byzantion,XV (1940-1941), p. 489-495.

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Periódicos especiales. Obrasgenerales sobre derecho, arte y

cronología. La papirología

El primer periódico especialmente consagrado alos estudios bizantinos, fue una revista alemana, laByzantinische Zeitschrift («Revista bizantina»), queempezó a aparecer en 1892. A más de numerososartículos y referencias de publicaciones y librosnuevos, se encuentra allí una bibliografía detalladade cuanto aparece en la esfera del bizantinísmo. Seda gran atención a las publicaciones rusas y eslavasen general. El fundador, y durante mucho tiemporedactor principal de la revista, fue el profesorKrumbacher. Hasta 1914 habían salido veintidóstomos. Se ha publicado un excelente índice analíticode los doce primeros. Durante la guerra de 1914-1918 se interrumpió la publicación de laByzantinische Zeitschrift y después ha reaparecidoen forma regular. El volumen XXIX fue publicado en1929-30. A la sazón la revista está editada porAugusto Heisenberg y Paul Marc.

En 1894, la Academia Rusa de Ciencias inició lapublicación de los Vizantiisky Vremennik («Analesbizantinos»), bajo la dirección de V. G. Vasilievsky yV. E. Regel, tendiendo a los mismos fines que la

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revista alemana. En lo bibliográfico, la atención delos redactores se consagró principalmente a lospaíses eslavos y países del Oriente cristiano. Larevista, escrita en ruso, contenía a veces artículos enfrancés y en griego moderno. Su publicación fueinterrumpida por la guerra.

En 1917 habían aparecido 22 volúmenes. El 23sólo salió en 1923, el 24, en 1926 y el 25, en 1928.El volumen 16 contenía el índice analítico de losquince primeros, debido a P. V. Bezobrasov. F. I.Uspensky reemplazó como director de VizantiiskyVremennik a Vasilievsky y Regel.

Desde 1909, la Sociedad Bizantina de Atenascomenzó a publicar en esa ciudad, en griegomoderno, una revista especializada en bizantinismo,con el título de Bizancio. Sólo han aparecido dostomos.

A partir de 1915, la Facultad de Letras de launiversidad de Yuriev (Dorpat) principió a publicarun nuevo órgano ruso titulado Vizantinskoe obozrenie(«Revista bizantina»). En 1917 habían aparecido tresvolúmenes. Hoy, Yuriev (Dorpat) pertenece aEstonia[60].

En 1920, N. A. Bees, comenzó en Berlín lapublicación de los Byzantinisch NeugriechischeJahrbücher, con fines análogos a los deByzantinische Zeitschrift. A partir del 5.º volumen,

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el periódico aparece en Atenas, donde N. A. Bees esprofesor de la universidad. El volumen XIV sepublicó en 1938.

En el Quinto Congreso Histórico Internacional,reunido en Bruselas en. 1923, la sección de estudiosbizantinos propuso crear una nueva revistainternacional bizantina. En 1924, en el PrimerCongreso Internacional de sabios bizantinos, enBucarest, se convino en definitiva el plan depublicación del periódico, y en 1925 apareció elprimer volumen de Byzantion, revista internacionalde estudios bizantinos (París-Lieja), editada por PaulGraindor y Henri Grégoire. Ese volumen fuededicado al célebre sabio ruso N. P. Kondakov, paraconmemorar su 80 aniversario. El mismo día de lapublicación se supo la noticia de la muerte deKondakov (16 febrero 1925). El volumen V se editóen 1930.

De 1924 a 1939 se han publicado en Atenasquince tomos de una nueva revista griega, los Analesde la Sociedad de Estudios Bizantinos. Muchosartículos de estos Anales son interesantes y deimportancia.

A más de los informes proporcionados por losperiódicos especiales, se hallará una documentacióninteresante sobre el período bizantino en algunasrevistas no especializadas. Muy importantes son,

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sobre todo, la publicación griega titulada Νεοςελληνομνημων (editada por Sp. Lambros desde 1904hasta su muerte en 1919, y continuada por variossabios griegos), los Echos d’Orient y la Revue del’Orient chrétien.

Sobre Derecho bizantino, la obra fundamental esla del célebre jurista alemán Zacarías vonLingenthal, la cual se titula Historia del Derechogrecorromano («Geschichte des Griechisch-römischen Rechts», 3.a. ed., Berlín, 1892). Entre lasobras más antiguas citaremos el libro francés deMortreuil, titulado Histoire du droit byzantin (3 t.,París, 1843-47), y el resumen alemán de E.Heimbach, contenido en la Enciclopedia de Ersch yGruber (sección I, parte 86, páginas 1914-71), asícomo el de Azarevich, que se titula Historia delDerecho bizantino (2 partes, Jaroslav, 1867-77).Otro resumen muy interesante, que contiene unacopiosa bibliografía, fue publicado en 1906 por elprofesor italiano L. Siciliano en la EnciclopediaJurídica Italiana, t. IV, parte V, fascículos 431 y 460.

La misma obra se editó separadamente en Milán,en 1906. Finalmente, mencionaron la obra deAlbertoni Diritto bizantino riguardo all’Italia(Imola, 1927), (V. N. B. en la ByzantinischeZeitschrift, XXVIII, p. 474-476, 1928).

Los principales trabajos generales sobre arte

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bizantino, son los siguientes:N. P. Kondakov: Historia del arte bizantino y de

la iconografía bizantina según las miniaturas de losmanuscritos griegos (en ruso). Odesa, 1876; Atlas,1877· La edición francesa es una refundición de laobra en dos volúmenes (París, 1886-91).

Bayet, L’Art byzantin (París, 1883, nueva ediciónen 1904); Millet, L’Art byzantin, en la Histoire del’Art de A. Michel (París, t. I, 1905, y t. III, 1908).

Ch. Diehl, Manuel d’Art bizantin (París, 1910).En 1925-36 ha aparecido una segunda ediciónrevisada y aumentada.

O. M. Dalton, Byzantine art and archaeology(Oxford, 1911). Esta obra no trata de la arquitectura.En 1925 Dalton publicó un nuevo libro: EastChristian art: a survey of the Monuments (Oxford,1925), que contiene un capítulo sobre arquitectura (p.70-159).

L. Bréhier, L’Art byzantin (París, 1924).Los trabajos generales más importantes sobre

cronología bizantina son éstos:H. L. Clinton, Fas ti Romani (ed. inglesa, 2 vols.,

Oxford, 1845-50. No incluye sino losacontecimientos hasta la muerte del emperadorHeraclio en el año 641).

Muralt, Ensayo de cronografía bizantina (2 vol.,I, San Petersburgo, 1855; II, Basilea, 1873). Este

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libro abarca toda la extensión de la historia bizantinahasta 1453. Debe utilizarse con las máximasprecauciones.

En este problema de la cronografía bizantina, unode los más importantes de la bizantinologíacontemporánea, se ha impuesto un nuevo estudiocientífico. Las publicaciones más importantes sobreesta cuestión son las que damos a continuación:

Otto Seeck, Regesten der Kaiser und Papste fürdie Jeifue 311 bis 46 N. Chr. Vorarbeit zu einerProsopographie der christlichen Kaiserzeit(Stuttgart, 1919).

Franz Dölger, Regesten der Kaiserurkunden desostromischen Reiches. I Teil: Regesten von 565-1025 (Munich y Berlín, 1924); II Teil: Regesten von1025-1204 (Munich y Berlín, 1925); III Teil:Regesten von 1204-1282 (Munich y Berlín, 1932); enel Corpus der griechischen Urkunden desMitielalters und der neusren Zeit, herausgegebenvon den Akademien der Wissenschaften in Münchenund Wien.

Finalmente, para datos bibliográficos de caráctergeneral sobre otras ramas del bizantinismo, como lanumismática, la sigilografía (o estudio de los sellosbizantinos) y la papirología, se podrá encontrardocumentación en la Historia de la literaturabizantina de Krumbacher y en las partes

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bibliográficas de las diferentes revistasespecializadas en bizantinología.

Sólo desde hace una veintena de años se haconcluido por reconocer la importancia e interésconsiderables de la época bizantina en la esfera de lapapirología «Las anteriores generaciones depapirólogos —dice H. I. Bell, uno de los mejoresespecialistas de esta ciencia— consideraban laépoca bizantina con ojos de madrastra y dirigían suatención, sobre todo, a los periodos ptolemaico yromano».

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L

CAPÍTULO II.EL IMPERIO DE ORIENTE

DESDE EL SIGLO IV ACOMIENZOS DEL VI

Constantino y el cristianismo

a crisis de cultura y de religión queatravesó el Imperio romano en el siglo IV, es

uno de los fenómenos mas importantes de la historiauniversal. La antigua civilización pagana entró enconflicto con el cristianismo que, reconocido porConstantino a principios del siglo IV, fue declaradopor Teodosio el Grande, a fines del mismo siglo,religión dominante y religión del Estado. Cabíasuponer que aquellos dos elementos adversarios,representantes de dos conceptos radicalmenteopuestos, no podrían, una vez iniciada la pugna,encontrar jamás ocasión de acuerdo y se excluirían eluno al otro. Pero la realidad mostró todo lo contrario.El cristianismo y el helenismo pagano se fundieronpoco a poco en una unidad e hicieron nacer una

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civilización cristiano-greco-oriental que recibió elnombre de bizantina. El centro de ella fue la nuevacapital del Imperio romano: Constantinopla.

El principal papel en la creación de un nuevoestado de cosas correspondió a Constantino. Bajo sureinado, el cristianismo fue reconocido, de maneradecisiva, como religión oficial. A partir de laexaltación de aquel emperador, el antiguo Imperiopagano empezó a transformarse en Imperio cristiano.

De ordinario, una conversión semejante seproduce al principio de la historia de un pueblo oEstado, cuando su pretérito no ha echado aún en lasalmas cimientos ni raíces sólidas, o cuando no hacreado más que imágenes primitivas. En tal caso, elpaso del paganismo grosero al cristianismo no puedecrear en el pueblo o Estado crisis profundas. Perotodo sucedía diferentemente en el Imperio romano delsiglo IV. El Imperio poseía una civilización de variossiglos de antigüedad que, para su época, habíaalcanzado la perfección en las formas del Estado, ytenía tras él un gran pasado cuyas ideas y maneras dever estaban como enraizadas en la población. EsteImperio, al transformarse en el siglo IV en Estadocristiano, es decir, al emprender el camino de unconflicto con su pretérito, e incluso a veces de unanegación del tal, debía por necesidad sufrir una crisisaguda y un trastorno profundo. Era evidente que el

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antiguo mundo pagano, al menos en el dominioreligioso, no satisfacía ya las necesidades delpueblo. Habían nacido nuevas exigencias y nuevosdeseos que, en virtud de una serie de causasmúltiples y diversas, el cristianismo estaba en gradode satisfacer.

Si en un momento de crisis de extraordinariaimportancia se asocia a ella una figura histórica quedesempeñe en el caso un papel preponderante, espalmario que se forma siempre en torno a esapersonalidad, dentro de la ciencia histórica, toda unaliteratura que trata de apreciar el papel exacto delpersonaje en su época, así como de penetrar en lascapas subterráneas de su vida religiosa. Una figuraasí es, en el siglo IV, la de Constantino. Desde hacemucho él ha suscitado una literatura inmensa,acrecida sin cesar en estos años últimos a raíz de lacelebración, en 1913, del decimosexto centenario dela promulgación del edicto de Milán.

Constantino pertenecía, por parte de su padre,Constancio Cloro, a una noble familia de Mesia.Nació en Naisos, hoy Nisch. Su madre, Elena, eracristiana, y debía ser canonizada más tarde. Elenahabía hecho una peregrinación a Palestina y, según latradición, descubierto allí la verdadera cruz dondeJesucristo fuera crucificado[61]. Cuando, en el 305,Diocleciano y Maximiano, para ponerse de acuerdo

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con su propio sistema, abdicaron, retirándose a lavida privada, Galeno y Constancio Cloro, padre deConstantino, pasaron a ser augustos, el uno en Orientey el otro en Occidente. Al año inmediato, ConstancioCloro murió en Bretaña y sus legiones proclamaronaugusto a su hijo Constantino. A la vez estallaba enRoma una revuelta contra Galerio. La poblaciónrebelde y el ejército proclamaron emperador, enlugar de Galerio, a Majencio, hijo de Maximiano. Alnuevo emperador se agregó el viejo Maximiano, querecuperó el título imperial. Empezó una época deguerras civiles en cuyo transcurso murieronMaximiano y Galerio. Al fin, Constantino se alió aLicinio, uno de los nuevos augustos, y en 312, a laspuertas de Roma, batió en una batalla decisiva aMajencio, quien, al tratar de huir, se ahogó en elTíber, en las Piedras Rojas, cerca del Puente Milvio.Los dos emperadores victoriosos, Licinio yConstantino, llegaron a Milán, donde, según lahistoria tradicional, promulgaron el famoso edicto deese nombre, del que tendremos nueva ocasión dehablar. Pero la inteligencia entre ambos emperadoresno duró mucho. Estallaron, pues, las hostilidades,concluidas con la victoria total de Constantino. El324, Licinio fue muerto y Constantino se convirtió endueño único del Imperio romano.

Los dos hechos del gobierno de Constantino que

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debían resultar de decisiva importancia para toda lahistoria ulterior, fueron el reconocimiento oficial delCristianismo y el traslado de la capital desde lasorillas del Tifa en a las orillas del Bósforo, desde laRoma antigua a la «Roma nueva», es decir, aConstantinopla.

Al estudiar la situación del cristianismo en laépoca de Constantino, los sabios han centrado suatención, de modo particular, en los dos puntossiguientes: la «conversión» de Constantino y eledicto de Milán.

La «conversión» de Constantino

Los historiadores y los teólogos se interesan,sobre todo, en los móviles de la «conversión» deConstantino. ¿Por qué se inclinó Constantino a favordel cristianismo? ¿No habrá que mirar en ello sino unacto de prudencia política? ¿Vio Constantino en elcristianismo tino de los medios que podían servirlepara alcanzar sus fines políticos, que no tenían con elcristianismo nada común? ¿O bien se unióConstantino a los cristianos impelido por una

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convicción interna? ¿Débense admitir a la vez en élmóviles de carácter político y una inclinación de suánimo hacia el cristianismo?

La principal dificultad que se halla en laresolución de este problema, radica en los datoscontradictorios de las fuentes que nos han llegado.Constantino, tal como nos lo describe el obispoEusebio, escritor cristiano, no se asemeja en nada alConstantino de Zósimo, escritor pagano. Por su parte,los historiadores, en sus estudios sobre Constantino,han encontrado materia lo bastante rica para que leshaya permitido aportar a esta cuestión, yaeminentemente enmarañada, sus propios puntos devista preconcebidos. El historiador francés G.Boissier, en su obra El fin del paganismo, estribe:«Por desgracia, cuando llegamos a esos grandespersonajes que desempeñan los primeros papeles dela historia, cuando tratamos de estudiar su vida yhacernos cargo de su conducta, nos cuesta trabajocontentarnos con explicaciones naturales. Comotienen la reputación de ser personas extraordinarias,no queremos nunca creer que hayan obrado comotodos. Buscamos razones ocultas a sus actos mássencillos; les atribuimos sutilezas, combinaciones,profundidades, perfidias, de que ellos no se dieroncuenta nunca. Eso sucede con Constantino: estamostan convencidos de antemano de que su política hábil

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quiso engañarnos, que cuanto más se le ve ocuparsecon ardor de las cosas religiosas y hacer profesiónde ser creyente sincero, más tentados nos sentimos asuponer que era un indiferente, un escéptico, que, enel fondo, no se cuidaba de culto alguno y que preferíaaquel de que podía obtener más ventajas»[62].

Durante mucho tiempo, la opinión general que seha tenido de Constantino hallóse en muy alto gradoinfluida por el juicio escéptico emitido por el célebrehistoriador suizo Jacobo Burckhardt en una brillanteobra titulada Die Zeit Constantin’s des Grossen (1.ªed., 1853). Según Burckhardt, Constantino, estadistagenial, dominado por la ambición y la pasión delpoder, lo sacrificó todo al cumplimiento de susplanes universales. «Se trata a menudo —diceBurckhardt— de penetrar en la conciencia religiosade Constantino y de erigir un cuadro de suspretendidos cambios de opinión religiosa. Es trabajoperdido. Para un hombre de genio a quien laambición y la pasión del poder no dejan un instantede tranquilidad, no puede haber cuestión decristianismo o paganismo, de religión consciente o deirreligiosidad (unreligios). Una persona semejanteestá, en el fondo, desprovisto de toda religión.Suponiendo que se detenga, siquiera un momento, aexaminar su verdadera conciencia religiosa,encontrará allí un fatalismo». Este «espantoso

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egoísta», después de comprender que en elcristianismo residía una fuerza universal, se sirvió deél en ese sentido, y en ello consiste el gran mérito deConstantino. Pero el emperador dio también alpaganismo garantías precisas. Sería vano buscar enese hombre inconsecuente el menor sistema: todo enél es casualidad. Constantino, ese «egoísta vestido depúrpura, hace converger todo, tanto sus propios actoscomo los que deja cumplir, hacia el acrecentamientode su propio poderío». Burckhardt se ha servido,como fuente principal, de la Vida de Constantino, deEusebio, sin tener en cuenta que esta obra no esauténtica[63]. Tal es, resumida en pocas palabras, laopinión de Burckhardt. Este historiador, como puedeverse, no deja lugar alguno a una conversión delemperador fundada en móviles religiosos.

Fundándose en otras fuentes, el historiadorreligioso alemán Adolfo Harnack, en su estudio sobreDie Mission und Ausbreitung des Christentums inder ersten drei Jahrhunderten (1.ª ed., 1892)[64],llega a conclusiones análogas. Tras estudiar el estadodel cristianismo en las provincias del Imperio, una auna, y aun reconociendo la imposibilidad dedeterminar la cifra exacta del número de cristianos,Harnack termina opinando que los cristianos, queeran en el siglo IV bastante numerosos ya

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representaban un factor considerable en el Estado, noconstituían, sin embargo, la mayoría de la población.Pero, observa Harnack, «la fuerza numérica y lainfluencia real no se corresponden necesariamente.Una minoría puede gozar de gran influencia si seapoya en las clases dirigentes, y una mayoría tienepoco peso si se compone de las capas inferiores dela sociedad, o, sobre todo, de la población rural. Elcristianismo fue una religión urbana: cuanto másgrande era la ciudad, mayor era el número decristianos. Esta fue una ventaja eminente. Además, elcristianismo había ya (en el siglo IV) penetradoprofundamente en gran número de provincias hastalas campiñas. Lo sabemos así con exactitud en lo queatañe a la mayoría de las provincias del Asia Menor,Armenia, Siria, Egipto y parte de Palestina y tambiéndel África del Norte». Después de distribuir lasprovincias del Imperio en cuatro grupos, según lamayor o menor expansión del cristianismo, y trasexaminar el problema en cada uno de esos cuatrogrupos, Harnack concluye que el centro principal dela Iglesia cristiana a comienzos del siglo IV, seencontraba en el Asia Menor. Constantino, antes departir para la Galia, había pasado varios años enNicomedia, la corte de Diocleciano. Las impresionesexperimentadas en el Asia Menor, le acompañaron aGalia y se transformaron en una serie de

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convicciones políticas que implicaban conclusionesradicales: las de que podía apoyarse en la Iglesia y elepiscopado, fuertes y poderosos los dos. Preguntarsesi la Iglesia habría triunfado sin Constantino, esocioso. Necesariamente había de llegar unConstantino. De década en década se hacía más fácilser ese Constantino. En todo caso, la victoria delcristianismo en el Asia Menor era ya muy neta antesde la época constantiniana, y en otras provinciasestaba muy bien preparada. No se necesitabaninspiración especial ni invitación celeste pararealizar de hecho lo ya latente. Sólo hacía falta unpolítico fuerte y penetrante, cuya naturaleza le llevasea la vez a ocuparse de asuntos religiosos. Ese hombrefue Constantino. Su rasgo de genio consistió endiscernir con claridad y comprender bien lo quedebía producirse[65].

Así, según la opinión de Harnack, Constantino noera más que un político de genio. Por supuesto, elmétodo estadístico es, respecto a aquella época, eincluso para quienes se contenten conaproximaciones, casi imposible de emplear. Noobstante, los eruditos más serios reconocen hoy que,bajo Constantino, el paganismo representaba unelemento preponderante en la sociedad y el gobierno,mientras los cristianos eran sólo una minoría. Segúnlos cálculos del profesor Bolotov y otros, «puede que

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hacia el tiempo de Constantino la población cristianafuese igual a un décimo de toda la población, peroquizá sea incluso necesario reducir esta cifra. Todaafirmación según la cual los cristianos pudieranrepresentar más de un diez por ciento de lapoblación, sería arriesgada»[66]. Hoy casi todos estánde acuerdo en que, en la época de Constantino, loscristianos eran minoría en el Imperio. En tal caso, lateoría política de las relaciones de Constantino y elcristianismo debe ser rechazada, en su forma integralal menos. Ningún gran estadista hubiese podidoconstruir sus planes apoyándose en esa décima partede la población, que además, como se sabe, no semezclaba entonces en política.

Víctor Duruy, autor de la Historia de losromanos, habla, algo influido por Eurekhardt, delelemento religioso en Constantino como de «unhonrado y tranquilo deísmo que formaba su religión».Según Duruy, Constantino «comprendió muy prontoque el cristianismo correspondía por su dogmafundamental a su propia creencia en un Diosúnico»[67]. No obstante, las consideraciones políticasdesempeñaban en él papel esencial: «ComoBonaparte procurando conciliar la Iglesia y laRevolución, Constantino se proponía hacer vivir enpaz, el uno junto al otro, el antiguo y el nuevorégimen, aunque favoreciendo a este último. Había

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reconocido hacia qué lado marchaba el mundo yayudaba al movimiento sin precipitarlo. Es una gloriapara ese príncipe haber justificado que había puestoen su arco triunfal: Quietis custos…. Hemos tratadode penetrar hasta el fondo del alma de Constantino, yhemos encontrado una política más que unareligión»[68]. Por otra parte, analizando el valor deEusebio como historiador de Constantino, Duruyobserva: «El Constantino de Eusebio veía a menudoentre el cielo y la tierra cosas que nadie ha notado enningún sitio»[69].

Entre las muy numerosas obras que aparecieronen 1913 con motivo de la celebración deldecimosexto centenario del edicto de Milán,podemos mencionar dos, la de E. Schwartz y losGesammelte Studien, editados por F. J. Dölger.Schwartz declara que Constantino, «con la diabólicaperspicacia de un dominador universal, comprendióla importancia que la alianza con la Iglesiapresentaba para la monarquía universal queproyectaba edificar, y tuvo el valor y la energía derealizar esa unión en choque con todas las tradicionesdel cesarismo»[70]. Por su parte, E. Krebs, en losStudien editados por Dölger, escribe que todos lospasos dados por Constantino en favor de la Iglesia nofueron más que razones secundarias de la aceleración

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inevitable del testimonio de la Iglesia misma, cuyarazón esencial residía en la fuerza sobrenatural delcristianismo[71].

P. Batiffol defiende la sinceridad de laconversión de Constantino[72], y más recientemente, J.Maurice, eminente especialista en la numismática dela época constantiniana, se esfuerza en aceptar comoun hecho real el elemento milagroso de suconversión[73].

G. Boissier advierte que «lanzarse en aquellaépoca en brazos de los cristianos», que constituíanuna minoría y no gozaban de papel político, hubiesesido para Constantino, como político, tentar lodesconocido. De modo que, si cambió de religión sintener interés en ello, ha de reconocerse que lo hizopor convicción[74].

M. F. Lot se inclina en favor de la sinceridad dela conversión de Constantino[75]. Y E. Stein exponelas razones políticas que Constantino tenía paraconvertirse al cristianismo. Según el propio Stein, elhecho más importante de la política religiosa llevadaa cabo por Constantino fue la adaptación de la Iglesiacristiana a los cuadros del Estado. Stein presume queConstantino estaba influido hasta cierto punto por lareligión zoroástrica, que era estatal en Persia[76].

Téngase en cuenta que no ha de verse en esa

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«conversión» de Constantino, que se hace remontarde ordinario a su victoria sobre Majencio, el 312[77]

su verdadera conversión al cristianismo, que noefectuó, como se sabe, sino en su lecho de muerte.Durante todo el tiempo de su gobierno permaneciósiendo «Pontifex Maximus».

No llamaba al domingo de otra manera que «ElDía del Sol» («Dies Solis»). Y con el vocablo de«Sol invicto» («Sol invictus») se entendía deordinario en aquella época al dios persa Mitra, cuyoculto se había expandido prodigiosamente en todo elImperio, tanto en Oriente como en Occidente,apareciendo a veces como rival serio para elcristianismo. Es un hecho patente que Constantino fueadepto del culto del Sol, culto hereditario en sufamilia[78]. Según toda probabilidad, aquel «Solinvictus» de Constantino era Apolo[79]. J. Mauriceobserva con justeza que «esa religión solar leaseguró una inmensa popularidad en el Imperio[80]».

Aun reconociendo la sincera inclinación deConstantino hacia el cristianismo, no se pueden dejarde lado sus miras políticas, las cuales debierondesempeñar papel esencial en su actitud ante elcristianismo, que podía serle útil de varias maneras.Adivinaba que el cristianismo, en el porvenir, seríael principal elemento de unificación de las razas del

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Imperio. «Quería —ha escrito el príncipe Trubetzkoi— reforzar la unidad del Estado dándole una Iglesiaúnica»[81].

Es común vincular la conversión de Constantino ala leyenda de la aparición de una cruz en el cielodurante la lucha entre Constantino y Majencio. Así seintroduce un elemento milagroso como uno de losfactores de la conversión. Pero las fuentes revelanuna completa falta de acuerdo sobre este punto. Eltestimonio más antiguo acerca de una ocurrenciamilagrosa se debe al cristiano Lactancio, quien, en suobra Sobre la muerte de los perseguidores (Demortibus persecutorum) habla de una milagrosainspiración recibida por Constantino en su sueño,intimándole a que grabara en sus escudos el celestesigno de Cristo («coeleste signum Dei»). PeroLactancio no dice palabra de una verdaderaaparición celeste vista por Constantino.

Otro contemporáneo de Constantino, Eusebio deCesárea, habla dos veces de la victoria de aquélsobre Majencio. En su primera obra, la Historiaeclesiástica, Eusebio observa solamente queConstantino, yendo en socorro de Roma, «invocó ensu oración, pidiéndole alianza, al Dios del cielo, asícomo a su Verbo, el Salvador universal,Jesucristo»[82]. Como se ve, aquí no se trata de sueñoni de signo en los escudos. Finalmente, el mismo

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Eusebio, unos veinticinco años después de la victoriade Constantino sobre Majencio, y en otra obra (Lavida de Constantino), nos da, apoyándose en lasmismas palabras del emperador, que se lo «habíacontado y le afirmaba ser verdad bajo juramento», elfamoso relato en virtud del cual Constantino habríavisto, durante su marcha sobre Roma, por encima delsol poniente, una cruz luminosa con las palabras(Triunfa con esto). Un terror súbito le acometió, asícomo a su ejército, siempre según la narración. A lasiguiente noche, se le apareció Cristo con la mismacruz, ordenándole hacer elaborar un estandartesemejante a aquella imagen, y avanzar con él contrael enemigo. Por la mañana, el emperador relató elmilagroso sueño, llamó artistas, les describió elaspecto del signo que se le había aparecido y les dioel encargo de fabricar un estandarte análogo, que seconoció con el nombre de lábaro, «labarum»[83].Durante mucho tiempo, se ha discutido el origen deeste vocablo. Ahora sabemos que «labarum» no essino la deformación griega de «laurum», en elsentido de «estandarte laureado, estandarte rematadoen una corona de laurel»[84]. El lábaro representabauna cruz alargada. En la entena perpendicular a lalanza iba fijo un trozo de tela, que consistía en untejido de púrpura cubierto de piedras preciosas,variadas y magníficas, insertas en la trama, donde

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brillaban los retratos de Constantino y de sus hijos.En la cúspide se hallaba sujeta una corona de oro encuyo interior aparecía el monograma de Cristo[85]. Apartir de la época de Constantino, el lábaro seconvirtió en el estandarte del Imperio de Bizancio.Pueden hallarse también en otros autores alusiones auna visión milagrosa o a ejércitos aparecidos en elcielo a Constantino, como enviados por Dios en susocorro. Pero nuestros conocimientos sobre esteepisodio son tan confusos y contradictorios, que nocabe apreciarlos debidamente desde el punto de vistahistórico. Hay incluso quienes piensan que aquelacontecimiento no se produjo durante la marchacontra Majencio, sino con anterioridad, antes de queConstantino hubiese salido de la Galia.

El seudoedicto de Milán

Bajo el reinado de Constantino el cristianismorecibió el derecho de existir y desarrollarselegalmente. Pero el primer edicto en favor delcristianismo se promulgó bajo el reinado de Galerio,quien, eso aparte, fue el más feroz perseguidor de los

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cristianos. Galerio publicó su edicto el año 311. Enél concedía a los cristianos amnistía completa de laobstinada lucha que habían sostenido contra losdecretos del gobierno, tendentes a reunir alpaganismo los disidentes, y les reconocía la facultadde existir ante la ley. El edicto de Galerio declaraba:«Que los cristianos existan de nuevo. Que celebrensus reuniones, a condición de que no turben el orden.A cambio de esta gracia, deben rogar a Dios pornuestra prosperidad y por la del Estado, así como porla suya propia»[86].

Dos años más tarde, después de su victoria sobreMajencio, Constantino se encontró en Milán conLicinio, que había concluido antes un acuerdo con él.Según la historia tradicional, tras deliberar sobre losasuntos del Imperio, los dos emperadores publicaronun documento de gran interés al que se llamabaEdicto de Milán. El texto mismo del documento no hallegado a nosotros. Se conserva en la obra delescritor cristiano Lactancio, en forma de un reescritode Licinio redactado en latín y dirigido al gobernador(praeses) de Bitinia. Eusebio, en su Historia de laIglesia, inserta una traducción griega del originallatino.

La cuestión de las relaciones entre los textos deLactancio y Eusebio y el texto original, no llegadohasta nosotros, del edicto de Milán, ha sido muy

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discutida. Hace ya más de cincuenta años, el alemánSeeck había anticipado la inexistencia del edicto deMilán, afirmando que sólo existió el edicto deGalerio (311). Durante mucho tiempo, la cienciahistórica no compartió el criterio de Seeck. Hoy seha probado que el documento conocido como «Edictode Milán» es de Licinio y fue promulgado enNicomedia (Bitinia), y no en Milán, en la primaveradel 313[87]. Pero si el edicto de Milán, como tal,debe ser eliminado, en cambio es cierto que secelebraron en Milán conferencias entre los dosemperadores. «Allí se adoptaron las decisiones másimportantes»[88]. En virtud de aquel edicto, loscristianos —así como los adeptos de todas lasreligiones— obtenían libertad plena y entera deabrazar la fe que habían elegido. Todas las medidastomadas contra ellos quedaban abolidas. «A partir deeste día —declara el edicto—, que aquel que quieraseguir la fe cristiana la siga libre y sinceramente, sinser inquietado ni molestado de otra manera. Hemosquerido hacer conocer esto a Tu Excelencia (esto es,el prefecto de Nicomedia) de la manera más precisa,para que no ignores que hemos concedido a loscristianos la libertad más completa y más absoluta depracticar su culto. Y, puesto que la hemos concedidoa los cristianos, debe ser claro a Tu Excelencia que ala vez se concede también a los adeptos de las otras

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religiones el derecho pleno y entero de seguir sucostumbre y su fe y de usar de su libertad de venerarlos dioses de su elección, para paz y tranquilidad denuestra época. Lo hemos decidido así porque noqueremos humillar la dignidad ni la fe de nadie»[89].

El mismo edicto ordenaba entregar a loscristianos, sin exigirles indemnización ni promover lamenor dificultad, las casas particulares e iglesias quese les habían confiscado.

De este texto del edicto se desprende que Licinioy Constantino reconocieron a la religión cristiana losmismos derechos que a todas las otras religiones,incluso el paganismo. En la época de Constantinotodavía no podía tratarse de un reconocimientocompleto del cristianismo, como la religiónverdadera. No cabía más que presentirlo. Los dosemperadores juzgaron que el cristianismo eracompatible con el paganismo, y la extremaimportancia de su acto reside, no sólo en el permisode existir que dio al cristianismo, sino también en laprotección oficial que le concedió. Este momento esesencial en la historia del cristianismo primitivo.

Ese edicto, pues, no nos da el derecho de afirmar,como lo hacen ciertos historiadores, que elcristianismo, bajo Constantino, fuera puesto porencima de todas las demás religiones, que sólohabrían desde entonces sido toleradas (A. Lebediev)

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[90], ni que el Edicto, lejos de establecer la toleranciareligiosa, proclamara la supremacía del cristianismo(N. Grossu)[91].

Así, cuando se promueve, fundándose en el edictode Nicomedia, la cuestión de si, bajo Constantino, elcristianismo gozó de derechos paritarios opreponderantes, estamos obligados a inclinarnos enpro de la paridad.

El profesor Brilliantov tiene toda la razón cuandoescribe, en su notable obra sobre El emperadorConstantino el Grande y el edicto de Milán de 313:«En realidad puede afirmarse, sin exageraciónalguna, lo que sigue: la gran importancia del edictode Milán subsiste, incontestable, pues tiene la de unacta que pone fin decisivamente al estado ilegal delos cristianos en el Imperio y que, proclamando unalibertad religiosa plena y entera, hace entrar “dejure” el paganismo, de su condición anterior de únicareligión oficial, en la línea de todas las otrasreligiones»[92]. Un impresionante testimonio de lalibre coexistencia del cristianismo y del paganismo,nos lo dan las monedas[93].

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La actitud de Constantino ante laIglesia

Pero Constantino no se satisfizo con dar a loscristianismos derechos estrictamente iguales, comohubiese hecho con una doctrina religiosa cualquiera.

El clero cristiano («clerici») obtuvo todos losprivilegios que gozaban los sacerdotes paganos.Quedó exento de impuestos, cargos y serviciosestatales que hubiesen podido impedirle el ejerciciode sus deberes religiosos (derecho de inmunidad). Sedio a todos el derecho de testar en favor de la Iglesia,la cual recibía, por tanto, «ipso facto», el derecho aheredar. Así, a la vez que se proclamaba la libertadreligiosa, las comunidades cristianas quedabanreconocidas en su personalidad civil. Este últimohecho creaba para el cristianismo una situaciónnueva desde el punto de vista jurídico.

Se concedieron muy importantes privilegios a lostribunales episcopales. Se dio a todos el derecho detransferir, de acuerdo con la parte adversaria,cualquier clase de asuntos civiles a los tribunalesepiscopales, aunque el asunto hubiese sido entabladoya ante un tribunal civil. A fines del reinado deConstantino todavía se ensanchó más la competenciade los tribunales episcopales. Las decisiones de los

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obispos habían de ser reconocidas, sin apelación, enasuntos concernientes a personas de toda edad. Todoasunto civil podía ser trasladado a un tribunalepiscopal en cualquier momento del proceso, inclusocontra la voluntad de la parte adversaria. Los juecesciviles habían de ratificar los veredictos de lostribunales episcopales.

Estos privilegios judiciales de los obispos,aunque realzasen su autoridad a los ojos de lasociedad, eran para ellos una pesada carga yaumentaban sus responsabilidades. La parteperdedora no podía dejar de guardar aúnresentimiento o descontento contra la sentenciaepiscopal, que no por inapelable estaba menos sujetaa error. Además, las funciones seculares de losobispos debían introducir en los medios eclesiásticosnumerosos intereses profanos.

La Iglesia recibió del Estado donaciones muyricas, en forma de propiedades y de gratificacionesmateriales (plata y trigo). Los cristianos no estabanobligados a participar en las fiestas paganas. En fin,bajo la influencia del cristianismo, se aplicaronalgunas mitigaciones a los castigos de los criminales.

El nombre de Constantino está vinculado con lafundación de gran número de iglesias en todas lasprovincias de su inmenso Imperio. A Constantino seatribuye la construcción de las basílicas de San

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Pedro y de Letrán, en Roma. Pero, en ese sentido, suatención se fijó sobre todo en Palestina, donde, segúnse decía, su madre había descubierto la verdaderaCruz. En Jerusalén, en el lugar donde Cristo fueraenterrado, se edificó la iglesia del Santo Sepulcro ysobre el Monte de los Olivos el emperador hizolevantar la iglesia de la Ascensión. En Belén seconstruyó la iglesia de la Natividad. Constantinopla,la nueva capital, y sus arrabales, quedaron ornadoscon numerosas iglesias, las más magníficas de lascuales fueron la de los Apóstoles y la de Santa Irene.Bajo el reinado de Constantino se alzaron muchasiglesias en otros lugares, como en Antioquía, enNicomedia, en África del Norte, etc[94].

Después del reinado de Constantino sedesarrollaron tres focos importante cristianismo: laRoma cristiana en Italia, donde subsistieron poralgún tiempo simpatías y tradiciones paganas; laConstantinopla cristiana, que pronto fue una segundaRoma a los ojos de los cristianos de Oriente, yJerusalén, que conoció con Constantino un período derenovación. Desde su destrucción por Tito, el 70, y lafundación sobre su emplazamiento de la coloniaromana de Elia Capitolina, bajo el reinado deAdriano, en el siglo II, la antigua Jerusalén habíaperdido su importancia, aunque fuese la cuna delcristianismo y el centro de la primera predicación

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apostólica. Políticamente, la capital de la provinciano era Elia, sino Cesárea.

Las iglesias edificadas durante este período enlos tres centros mencionados se levantaron comosímbolos del triunfo de la Iglesia cristiana sobre latierra. La Iglesia cristiana iba a convertirse en Iglesiadel Estado. La nueva concepción del reino terrestreestaba, por lo tanto, en oposición directa con laconcepción inicial del cristianismo, «cuyo reino noera de este mundo», y con la del próximo fin delmundo mismo[95].

El arrianismo y el concilio deNicea

En razón del nuevo estado de cosas nacido en laprimera parte del siglo IV, la Iglesia cristianaatravesó una época de hirviente actividad,manifestada sobre todo en el dominio dogmático. Deesas cuestiones dogmáticas se ocuparon en el sigloIV, no sólo particulares —como, en el siglo III,Tertuliano y Orígenes—, sino numerosos partidos,

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notablemente organizados.Los concilios, en el siglo IV, se convirtieron en

fenómeno corriente: se veía en ellos el único mediode resolver los problemas religiosos en litigio.

Pero, en el curso de esos concilios del siglo IV,despierta un carácter nuevo, de extrema importanciapara toda la historia posterior de las relaciones delpoder espiritual y el temporal, de la Iglesia y elEstado. Desde Constantino, el Estado se mezcla a lasdiscusiones dogmáticas y las dirige según le parecebien. En muchos casos, los intereses del Estado nohabían de corresponder siempre a los de la Iglesia.

Hacía mucho tiempo que el principal centro decivilización del Oriente era Alejandría, donde lavida espiritual rebosaba actividad. Es natural quehubiera ardientes discusiones sobre nuevos dogmasen aquella Alejandría que, desde el siglo II, «se habíatornado —según el profesor A. Spasski— en elcentro del desarrollo teológico de Oriente y habíaadquirido en el mundo cristiano una reputaciónparticular, la de una especie de iglesia filosófica,donde no se debilitaba nunca el interés que sededicaba al estudio de los problemas superiores dela fe y la ciencia»[96]. La doctrina herética másimportante de la época de Constantino fue elarrianismo. Nació éste en la segunda mitad del siglo

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III, en Antioquía (Siria), donde Luciano, uno de loshombres más cultos del tiempo, fundió una escuela deexégesis y teología. Esta escuela, como diceHarnack, fue «la cuna de la doctrina arriana»[97].

Arrio, sacerdote de Alejandría, emitió la idea deque el Hijo de Dios había sido creado. Talproposición constituyó el fondo del arrianismo. Ladoctrina de Arrío se expandió aceleradamente. A ellase afiliaron Eusebio, obispo de Cesárea, y Eusebio,obispo de Nicomedia. A pesar de los esfuerzos delos partidarios de Arrio, éste se vio negada lacomunión por Alejandro, obispo de Alejandría. Losintentos de las autoridades locales para apaciguar laturbada Iglesia, no produjeron el efecto deseado.Constantino acababa de triunfar de Licinio y eraúnico emperador, Liego el 324 a Nicomedia, donderecibió múltiples quejas de los partidarios de Arrio yde los adversarios de éste. El emperador deseaba,ante todo, conservar en el Estado una Iglesiatranquila y no advertía bien la importancia de taldisputa dogmática. Se dirigió, pues, por escrito aAlejandro de Alejandría y a Arrio, procurandopersuadirles de que se reconciliasen y de que seajustaran al ejemplo de los filósofos, quienes, sindejar de discutir entre sí, vivían en armonía. Fácil lesera a los dos entenderse, pues que ambos reconocíanla Providencia divina y a Jesucristo. «Devolvedme el

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alma de mis días, el reposo de mis noches —lespedía Constantino—; dejadle gustar el placer de unaexistencia tranquila»[98].

Para llevar aquella misiva, Constantino envió aAlejandría uno de sus hombres de confianza: Osio,obispo de Córdoba. Éste entregó la carta, examinó lacuestión sobre el terreno donde se debatía y, a suregreso, hizo conocer al emperador la muchaimportancia del movimiento Arriano. Constantinodecidió entonces convocar un concilio.

Ese primer concilio ecuménico, convocado porcartas imperiales, se reunió el 325 en Nicea(Bitinia). No se conoce con mucha exactitud elnúmero de los que asistieron al concilio. Noobstante, de ordinario, se evalúa en 318 el número delos Padres reunidos en Nicea[99]. La mayoría eranobispos de las regiones orientales del imperio. Elobispo de Roma, demasiado anciano para trasladarsese hizo representar por dos sacerdotes. La querellaarriana fue, con mucho, la más importante de lascuestiones que se examinaron. El emperador presidióel concilio e incluso dirigió los debates.

No se conservan las actas del concilio de Nicea,hasta no faltan quienes duden de que se redactaranprotocolos de las sesiones. Lo que sabemos nos hallegado merced a escritos de los miembros del

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concilio y de algunos historiadores[100]. Después dedebates muy vivos, el concilio condenó la herejía deArrio y, tras adoptar algunas enmiendas y adiciones,adoptó el Símbolo de la Fe (el Credo), donde,contrariamente a la doctrina de Arrio, Jesucristo erareconocido como «Hijo de Dios, no creado,consubstancial con el Padre».

El arcediano de Alejandría, Atanasio, habíacombatido a Arrio con un celo particular unido a unarte consumado.

El Símbolo de Nicea fue aceptado por variosobispos arrianos. Los más obstinados discípulos deArrío, y Arrio mismo, fueron expulsados del concilioy puestos en prisión. El concilio resolvió las demáscuestiones pendientes y se disolvió después. En cartasolemne que se remitió a todas las comunidades,hízose saber a éstas que la paz y el acuerdo habíansido devueltos a la Iglesia. Constantino escribió:«Todos los proyectos que el demonio había meditadocontra nosotros han sido aniquilados a la hora deahora… El cisma, las disensiones, las turbulencias,el veneno mortal de la discordia, todo eso, por lavoluntad de Dios, ha sido vencido por la luz de laverdad»[101]. Uno de los mejores especialistas delarrianismo comenta: «El arrianismo empezó convigor que prometía una buena carrera; y en pocosaños pudo aspirar a la supremacía en Oriente, Pero

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su fuerza se desvaneció ante el concilio, y fue heridopor la reprobación universal del mundo cristiano…El arrianismo parecía completamente aplastado y sinesperanza de resurrección»[102].

La realidad no confirmó las hermosas esperanzasde Constantino. La condenación del arrianismo por elconcilio de Nicea, no sólo no puso fin a la disputaarriana, sino que incluso fue causa de nuevosmovimientos y nuevas dificultades. En el mismoConstantino se notó luego un cambio muy neto enfavor de los arrianos, A los pocos años del concilio,Arrio y sus partidarios más celosos fueron llamadosdel destierro[103]. La muerte repentina de Arrioimpidió su rehabilitación. En vez de él, fueronexilados los defensores más eminentes del Símbolode Nicea. Si este Símbolo no quedó desautorizado ycondenado, se le olvidó a sabiendas y en parte se lesubstituyó por otras fórmulas.

Es muy difícil establecer con exactitud cómo secreó esa oposición tenaz contra el concilio de Niceay cuál fue la causa de tal cambio en el ánimo deConstantino. Examinando las diversas explicacionesque se han propuesto, y donde se hacen intervenirinfluencias cortesanas, relaciones íntimas ofamiliares u otros fenómenos, acaso quepa detenerseen la hipótesis de que Constantino, cuando fuesolucionado el problema arriano, ignoraba los

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sentimientos religiosos del Oriente, que en sumayoría simpatizaba con el arrianismo.

El emperador, que había recibido su fe enOccidente y se hallaba bajo el influjo del alto clerooccidental —como, por ejemplo, de Osio, obispo deCórdoba—, hizo elaborar en ese sentido el Símbolode Nicea. Más éste no convenía del todo al Oriente.Constantino comprendió que las declaraciones delconcilio de Nicea estaban en oposición, en Oriente,con el estado de ánimo de la mayoría de la Iglesia ylos deseos de las masas, y desde entonces comenzó ainclinarse hacía el arrianismo. En los últimos años desu gobierno, el arrianismo penetró en la corte. Y dedía en día se afirmaba con más solidez en la mitadoriental del Imperio. Varios de los propugnadores delSímbolo de Nicea perdieron sus sedes episcopales ypasaron al destierro. La historia de la predominanciadel arrianismo en esta época no ha sido plenamenteaclarada por los sabios, a causa de la penuria de lasfuentes[104].

Como todos saben, Constantino, hasta el últimoaño de su vida, fue, oficialmente, pagano. Sólo en sulecho de muerte recibió el bautismo de manos deEusebio de Nicomedia, es decir, de un arriano. «Pero—observa el profesor Spasski— la última voluntadque expresó al morir fue llamar del destierro aAtanasio, el ilustre rival de Arrio»[105]. Constantino

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había hecho cristianos a sus hijos.

La fundación de Constantinopla

El segundo hecho del reinado de Constantinocuya importancia —después del reconocimiento delcristianismo— se ha revelado como esencial, fue lafundación de una capital nueva. Ésta se elevó en laorilla europea del Bósforo, no lejos del mar deMármara, sobre el emplazamiento de Bizancio(Byzantinum), antigua colonia de Megara. Ya losantiguos, mucho antes de Constantino, habíanadvertido el valor de la posición ocupada porBizancio, notable por su importancia estratégica yeconómica en el límite de Europa y Asia. Aquel lugarprometía el dominio de dos mares, el Mediterráneo yel Negro, y aproximaba el imperio de los orígenes delas más brillantes civilizaciones de la antigüedad.

A cuanto cabe juzgar por los documentos que noshan llegado fue en la primera mitad del siglo VII antesde J. C. cuando algunos emigrantes de Megarafundaron en la punta meridional del Bósforo, frente ala futura Constantinopla, la colonia de Calcedonia.

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Varios años mas tarde un nuevo contingente demegarios, fundo en la primera ribera europea de lapunta meridional de Bósforo, la colonia de Bizancio,nombre que se hace derivar del jefe de la expediciónmegaria: Byzas. Las ventajas de Bizancio respecto aCalcedonia eran evidentes ya a los ojos de losantiguos. El historiador griego Herodoto (siglo V a. J.C.) cuenta que el general persa Megabaces, al llegara Bizancio, calificó de ciegos a los habitantes deCalcedonia que, teniendo ante los ojos unemplazamiento mejor —aquel donde algunos añosmás tarde fue fundada Bizancio—, habían elegido unasituación desventajosa[106]. Una tradición literariamás reciente, referida por Estrabón (VII, 6, 320) y porTácito (An. XII, 63), atribuye esa declaración deMegabaces, en forma ligeramente modificada, aApolo Pítico, quien, en respuesta a los megarios quepreguntaban al oráculo dónde debían construir suciudad, les dijo que frente al país de los ciegos.

Bizancio tuvo un papel importante en la época delas guerras médicas y de Filipo de Macedonia. Elhistoriador griego Polibio (siglo II a. J. C.) analizabrillantemente la situación política y sobre todoeconómica de Bizancio, reconoce la muchaimportancia del intercambio que se mantenía entreGrecia y las ciudades del mar Negro, y escribe que

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ningún navío mercante podría entrar ni salir de esemar contra la voluntad de los moradores de Bizancio,quienes, dice, tienen entre sus manos todos losproductos del Ponto, indispensables a lahumanidad[107].

Desde que el Estado romano cesó de ser de hechouna república, los emperadores habían manifestadomuchas veces su intención de trasladar a Oriente lacapital de Roma. Según el historiador romanoSuetonio (I, 79), Julio Cesar había formado elproyecto de instalar la capitalidad en Alejandría o enIlion (la antigua Troya). Los emperadores de losprimeros siglos de la era cristiana abandonaron amenudo Roma durante períodos de larga duración, acausa de la frecuencia de las campañas militares y delos viajes de inspección por el Imperio. A fines delsiglo II Bizancio sufrió grandes males. SeptimioSevero, vencedor de su rival Pescenio Niger, a cuyofavor se había inclinado Bizancio, hizo padecer a laciudad estragos terribles y la arruinó casicompletamente. Pero Oriente seguía ejerciendopoderoso atractivo sobre los emperadores.Diocleciano (284-305) se complugo muyparticularmente en el Asia Menor, en la ciudadbitinia de Nicomedia, que embelleció con magníficasconstrucciones.

Constantino, resuelto a fundar una nueva capital,

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no eligió Bizancio desde el primer momento. Esprobable que pensara por algún tiempo en Naisos(Nisch), donde había nacido, en Sárdica (Sofía) y enTesalónica (Salónica). Pero atrajo su atención sobretodo el emplazamiento de la antigua Troya, de donde,según la leyenda, había partido Eneas, el fundadordel Estado romano, para dirigirse al Lacio, en Italia.El emperador fue en persona a aquellos célebreslugares. Él mismo trazó los límites de la ciudadfutura. Las puertas estaban ya construidas, segúntestimonio de un historiador cristiano del siglo V

(Sozomeno) cuando, una noche, Dios se apareció ensueños a Constantino y le persuadió de que buscaseotro emplazamiento para la capital. EntoncesConstantino fijó definitivamente su elección enBizancio. Cien años más tarde, el viajero querecorría en barco la costa troyana, podía ver aún,desde el mar, las construcciones inacabadas deConstantino[108].

Bizancio no se había repuesto por completo de ladevastación sufrida bajo Septimio Severo. Tenía elaspecto de un poblado sin importancia y sóloocupaba una parte del promontorio que se adelanta enel mar de Mármara. El 324, o acaso después (325),Constantino decidió la fundación de la nueva capitale inició los trabajos[109]. La leyenda cristiana refiere

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que el emperador en persona fijó los límites de laciudad y que su séquito, viendo las enormesdimensiones de la capital proyectada, le preguntó,con asombro: «¿Cuándo vas a detenerte, señor?». Alo que él repuso: «Cuando se detenga el que marchadelante de mí»[110]. Daba a entender con esto queguiaba sus pasos una fuerza divina. Se reunieronmano de obra y materiales de construcciónprocedentes de todas partes. Los más bellosmonumentos de la Roma pagana, de Atenas, deAlejandría, de Antioquía, de Éfeso, sirvieron paraembellecimiento de la nueva capital. Cuarenta milsoldados godos («foederati») participaron en lostrabajos. Se concedieron a la nueva capital una seriede diversas inmunidades comerciales, fiscales, etc., afin de atraer allí una población numerosa. En laprimavera del año 330, los trabajos estaban tanavanzados, que Constantino pudo inauguraroficialmente la nueva capital. Esta inauguración secelebró el 11 de mayo del 330, yendo acompañada defiestas y regocijos públicos que duraron cuarentadías. Entonces se vio «la cristiana Constantinoplasuperponerse a la pagana Bizancio»[111].

Es difícil determinar con precisión el espacioocupado por la ciudad de la época de Constantino.Una cosa parece cierta, y es que rebasaba enextensión el territorio de la antigua Bizancio. No hay

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datos que nos permitan calcular la población deConstantinopla en el siglo IV. Quizá rebasase ya las200 000 almas, pero ésta es una pura hipótesis[112].Para defender la ciudad por el lado de tierra contralos enemigos exteriores, Constantino hizo construiruna muralla que iba del Cuerno de Oro al mar deMármara.

Más tarde, la antigua Bizancio, convertida encapital de un Imperio universal, empezó a serllamada «la ciudad de Constantino», oConstantinopla, y hasta, a continuación, meramente«Polis» o «La Ciudad»[113]. Recibió la organizaciónmunicipal de Roma y fue distribuida, como ella, encatorce «regiones», dos de las cuales se hallabanextramuros.

No nos ha llegado ninguno de los monumentoscontemporáneos de Constantino. Sin embargo, laiglesia de Santa Irene, reconstruida dos veces, una (lamás importante) bajo Justiniano, y la otra, bajo LeónIII, se remonta a la época de Constantino. Existe aunen nuestros días, y en ella está el Museo Militarturco. En segundo lugar, la célebre columna (siglo V

a. J. C.) elevada en conmemoración, de la batalla dePlatea y transportada por Constantino a la nuevacapital, donde la instaló en el hipódromo, seencuentra allí todavía, aunque algo deteriorada, en

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verdad. El genio intuitivo de Constantino pudoapreciar todas las ventajas que implicaba la situaciónde la antigua Bizancio desde los puntos de vistapolítico, económico y espiritual. Desde el punto devista político, Constantinopla, aquella «NuevaRoma», como se la llama a menudo, poseía ventajasexcepcionales para la lucha contra los enemigosexteriores: por mar era inatacable y por tierra laprotegían sus murallas. Económicamente,Constantinopla tenía en sus manos todo el comerciodel mar Negro con el Archipiélago y elMediterráneo, estando, así, destinada a cumplir elpapel de intermediaria entre Asia y Europa. Desde elpunto de vista espiritual, se encontraba próxima a losfocos de la civilización helenística, la cual, a sufusión con el cristianismo, cambió de aspecto,resultando de tal fusión una civilización cristiano-greco-oriental, que recibió el nombre de bizantina.

«La elección del emplazamiento de la nuevacapital —escribe F. I. Uspensky—, la edificación deConstantinopla y la creación de una capital mundial,son hechos que prueban el valor incontestable delgenio político y administrativo de Constantino. No esen el edicto de tolerancia donde se encuentra lamedida de su mérito, de alcance universal, ya que, deno ser él, habría sido uno de sus sucesoresinmediatos quien hubiera dado primacía al

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cristianismo, el cual, en este caso, no habría perdidonada. En cambio, por un traslado oportuno de lacapital del mundo a Constantinopla, salvó lacivilización antigua y creó a la vez una atmósferapropicia a la expansión del cristianismo»[114].

A partir de Constantino, Constantinopla seconvirtió en el centro político, religioso, económicoy moral del Imperio.

Las reformas orgánicas delImperio en la época de

Diocleciano y de Constantino

Cuando se examinan las reformas de Dioclecianoy de Constantino, se comprueba que las másimportantes son: establecimiento de unacentralización estricta, creación de unaadministración numerosa, separación de los poderescivil y militar. Pero no han de buscarse institucionesnuevas ni cambios repentinos. El gobierno romanohabía entrado en vías de centralización desdeAugusto.

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Paralelamente a la absorción por Roma de lasregiones orientales helenísticas, de civilizacionessuperiores y de formas de gobierno más antiguas, lacapital —sobre todo en las provincias del Egiptoptolemaico— imprimió de modo progresivo suscostumbres vivas y sus ideales helenísticos a lospaíses recién conquistados. El rasgo distintivo de losEstados que se fundaron sobre las ruinas del imperiode Alejandro Magno —el Pérgamo de los atálidas, laSiria de los seléucidas, el Egipto de los Ptolomeos—consistía en el poder ilimitado, divino, de losmonarcas, sentimiento particularmente fuerte yarraigado en Egipto. Para los habitantes de Egipto…Augusto, conquistador del país, y sus sucesores;fueron soberanos absolutos y de esencia divina, comoantes lo habían sido los Ptolomeos. Esto era la exactaoposición al concepto romano de los poderes del«princeps», especie de compromiso entre lasinstituciones republicanas de Roma y las formasgubernamentales desarrolladas desde hacía poco.Bajo la acción de las influencias políticas delOriente helenístico, el concepto inicial de lospoderes imperiales se modificó, y los «príncipes»romanos mostraron muy pronto que preferían aOriente y su concepción del poder imperial. Desde elsiglo I, Calígula, según Suetonio, probó estar presto aaceptar la corona imperial, o diadema[115], y en la

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primera mitad del siglo III, Heliogábalo, según lasfuentes, llevaba diadema en su palacio[116]. Se sabeque Aureliano, en la segunda mitad del siglo III, fue elprimero en ostentar la diadema en público, a la vezque monedas e inscripciones le daban los nombres de«Dios» y «Señor» («Deus Aurelianus ImperatorDeus et Dominus Aurelianus Augustus»)[117].Aureliano fue quien estableció el gobiernoautocrático en el Imperio romano.

Puede decirse que la evolución del poderimperial, primero sobre el modelo del Egiptoptolemaico, después bajo la influencia de la Persiasasánida, estaba casi del todo acabada alrededor delsiglo IV. Diocleciano y Constantino quisieron ponerel punto final a la organización de la monarquía y,con esta intención, substituyeron pura y sencillamentelas instituciones romanas por las costumbres yprácticas que reinaban en el Oriente helenístico y quese conocían ya en Roma, sobre todo desde la épocade Aureliano.

Los períodos de desorden y anarquía militar delsiglo III habían infiltrado la turbación en laorganización interna del Imperio y la habíandislocado y disgregado. Aureliano restableció demomento la unidad. Por esa obra, los documentos einscripciones de la época le dan el nombre de

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«Restaurador del Imperio» («Restitutor Orbis»).Pero a su muerte siguióse un nuevo período deturbulencias. En tales condiciones, Dioclecianoacometió la tarea de reconstruir todo el mecanismodel Estado y ponerlo en el buen camino. En el fondo,no hizo sino una gran reforma administrativa. Detodos modos, él y Constantino introdujeron en laorganización interior del Estado cambios de tantaimportancia, que puede considerárseles comofundadores de un nuevo tipo de monarquía, nacido,como hemos observado antes, bajo una fuerteinfluencia del Oriente.

Diocleciano, que residía a menudo en Nicomediay se sentía atraído por Oriente de un modo general,adoptó numerosas características de las monarquíasorientales. Fue un verdadero autócrata, unemperador-dios, que llevó la diadema imperial. Ensu palacio penetraron el lujo y el complicadoceremonial de Oriente. En las audiencias, lossúbditos habían de prosternarse ante el emperadorantes de osar alzar los ojos a él. Cuanto afectaba alemperador recibía el nombre de sagrado: eransagrada su persona, sagradas sus palabras, sagrado elpalacio, sagrado el tesoro, etc. El emperadorhallábase rodeado de una numerosa corte que,instalada desde Constantino en la nueva capital,requirió gastos enormes y se convirtió en centro de

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maquinaciones e intrigas que más tarde hicieron muycomplicada la vida del Imperio bizantino. Así, laautocracia, en forma muy próxima al despotismooriental, fue introducida en el Imperio porDiocleciano y se convirtió en uno de los rasgostípicos de la organización del Imperio bizantino. Paramejorar el gobierno de la inmensa y heterogéneamonarquía, Diocleciano implantó el sistema de latetrarquía, o «poder de cuatro personas». El gobiernodel Imperio fue distribuido entre los augustos coniguales poderes, uno de los cuales debía habitar en laparte occidental y otro en la oriental del Imperio. Losdos augustos debían gobernar nominalmente un soloImperio romano. El Imperio seguía siendo uno, y ladesignación de dos augustos mostraba que elgobierno reconocía ya la diferencia existente entre elOriente griego y el Occidente latino, laadministración simultánea de los cuales era tarea querebasaba las facultades de una sola persona. Cadaaugusto debía asociarse un Cesar que a la muerte oabdicación del augusto pasaba a ser augusto el mismoy elegía un nuevo cesar. Así se creó una especie desistema dinástico artificial que debía librar alImperio de turbulencias y de empresas de losambiciosos y a la vez quitar a las legiones el poderdecisivo que se habían arrogado en la elección denuevos emperadores. Los primeros Augustos fueron

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Diocleciano y Maximiano, y los cesares Galerio yConstancio Cloro, padre de Constantino. Dioclecianose reservó Egipto y las provincias asiáticas, concentro en Nicomedia. Maximiano tomó Italia, Españay África, con centro en Mediolanum (Milán). Galeriorecibió la Península balcánica y las provinciasdanubianas vecinas, con centro en Sirmium, sobre elSave (cerca de la actual Mitrovitz). A ConstancioCloro se le adjudicaron la Galia y la Bretaña, concentros en Augusta Trevirorum (Tréveris) yEboracum (York). Estos cuatro personajes eranconsiderados gobernadores de un Imperio único eindiviso y las leyes se promulgaban en su cuádruplenombre. No obstante la igualdad teórica de los dosaugustos, Diocleciano disfrutaba, como emperador,de una indiscutible supremacía. Los cesares estabanbajo la dependencia de los augustos. Al cabo decierto tiempo, los augustos debían abdicar, dejandopoder a los cesares. En el año 305, en efecto,Diocleciano y Maximiano abdicaron, pasando a lavida privada. Galerio y Constancio Cloro seconvirtieron entonces en augustos. Sin embargo, lasturbulencias que estallaron pusieron rápido fin alsistema artificial de la tetrarquía, que dejó de existira principios del siglo IV.

Diocleciano practicó grandes cambios en elgobierno de las provincias. Con él desapareció la

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antigua distinción entre provincias senatoriales eimperiales. Todas dependían ya del emperador. Lasantiguas provincias del Imperio, relativamente poconumerosas, se señalaban por su vasta extensión ydaban gran poderío a quienes las administraban. Deesto surgían con frecuencia peligros muy graves parael poder central. Se producían revueltas a menudo, ylos gobernadores de provincias, a la cabeza de laslegiones provinciales que se unían a ellos, erigíansemuchas veces en pretendientes al trono. Diocleciano,queriendo suprimir el peligro político querepresentaban las provincias de excesiva extensión,decidió disminuirlas en tamaño. De cincuenta y sieteprovincias que había al llegar él al trono, hizonoventa y seis, o acaso más.

No sabemos el número exacto de las nuevasprovincias de menor extensión creadas porDiocleciano, a causa de los insuficientes informesofrecidos por las fuentes. La fuente principal queposeemos sobre la organización de las provincias delImperio en esa época, es la llamada «Notitiadignitatum», o lista oficial de las funciones de lacorte y de los empleos civiles y militares, con laenumeración de las provincias. Pero, según laopinión de los sabios, ese documento —que carecede fecha— se remonta a primeros del siglo V y a unaépoca en que existían ya todos los cambios operados

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en el gobierno por el sucesor de Diocleciano. La«Notitia dignitatum» da una cifra de 120 provincias.Otras listas, de época igualmente incierta, peroanteriores, incluyen un número menor de provincias.Como quiera que sea, debe tenerse en cuenta quevarios detalles de la reforma de Diocleciano no sehallan lo bastante aclarados, a causa del mal estadode las fuentes.

El Imperio consistía bajo Diocleciano en cuatroprefecturas, al frente del cada una de las cuales habíaun prefecto del pretorio («praefecti pretorio»). Lasprefecturas se dividían en diócesis. La lista deVerona, que es la más antigua, indica doce diócesis.Cada una de éstas se dividía en varias provincias.

Para garantizar mejor su poder contra eventualescomplicaciones, Diocleciano separó estrictamente elpoder militar del poder civil. Desde él, losgobernadores de provincias no tuvieron sinofunciones judiciales y administrativas. Lasconsecuencias de la reforma provincial deDiocleciano se manifestaron sobre todo en Italia,que, de región dominante que era, pasó a ser unamera provincia.

Tal reforma exigía una administración. Se creó unsistema burocrático muy complicado, que requeríaempleos múltiples, títulos extremadamente diversosuna estricta jerarquización.

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Constantino desarrolló y completó la obrareformadora empezada por Diocleciano.

Así, los rasgos más característicos de las épocasde Diocleciano y Constantino fueron elestablecimiento del poder absoluto del emperador yla rígida separación de los poderes militar y civil, loque produjo la creación de una administraciónnumerosa. En la época bizantina se conservó elprimer rasgo, esto es, el carácter absoluto delmonarca, mientras el segundo sufrió una modificaciónprofunda, en el sentido de una concentraciónprogresiva de los poderes militar y civil en lasmismas manos. Pero la administración numerosa pasóa Bizancio y, si bien con modificaciones bastanteimportantes, tanto en los empleos como en suscalificativos, subsistió hasta los últimos tiempos delImperio. La mayoría de las funciones y títulos seconvirtieron, de latinos, en griegos. Varios setornaron puramente honorarios y con posterioridad secrearon otros muchos nuevos.

Un factor en extremo importante de la historia delImperio en el siglo IV es la infiltración progresiva delos bárbaros, y concretamente de los germanos(godos). Pero trataremos esta cuestión más tarde,cuando abarquemos en su integridad el siglo IV.

Constantino murió el 337. Su actividad fuepóstumamente consagrada por raras marcas de

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aprecio. El Senado romano, según el historiadorEuropio (siglo IV) le alineó entre los dioses[118]; lahistoria le dio el nombre de Grande; la Iglesia hahecho de él un santo e igual a los apóstoles.

El lábaro, «colocado en el palacio deConstantinopla, quedó allí como el testimonio de lareligión del fundador del Estado cristiano, así comoel programa de Milán fue el testamento de suprudencia política»[119].

Un sabio inglés del siglo XIX hace la siguienteobservación: «Si hubiésemos de comparar aConstantino con algún gran hombre de los tiemposmodernos, sería más con Pedro el Grande que conNapoleón»[120].

Eusebio de Cesárea, en su Panegírico deConstantino, escribe que después que el cristianismotriunfante, hubo puesto fin a las creaciones de Satán,es decir, a los falsos dioses, los Estados paganos seencontraron aniquilados. «Se proclamó un día únicopara todo el género humano. A la vez se elevó yprosperó una potencia universal, el Imperio romano.Exactamente en la misma época, sobre un signoformal del mismo Dios, dos fuentes de beneficios, elImperio romano y la doctrina de la piedad cristiana,brotaron juntos, para el bien de la humanidad… Dospoderes potentes, partidos del mismo punto, el

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Imperio romano bajo el cetro de un soberano único, yla religión cristiana, subyugaron y reconciliarontodos aquellos elementos contrarios»[121].

Los emperadores desdeConstantino el Grande hasta

principios del siglo VI

A la muerte de Constantino, sus tres hijos,Constantino, Constancio y Constante, tomaron todosel título de augusto y se repartieron el gobierno delImperio. Pero pronto surgió un conflicto entre los tresemperadores; dos de ellos perecieron en la lucha:Constantino en 340 y Constante en 350. Constancioquedó así único dueño del Imperio y reinó hasta 361.Como no tenía hijos, a la muerte de sus hermanos seinquietó vivamente por su sucesión. De la matanza delos miembros de su propia familia, ejecutada segúnsus órdenes, sólo dos primos suyos se habíansalvado: Galo y Juliano, a quienes se manteníaalejados de la capital. Deseando asegurar el trono asu dinastía, Constancio I designó cesar a Galo. Pero

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éste atrajo sobre sí las sospechas del emperador yfue asesinado el 354.

Tal era la situación cuando el hermano de Galo,Juliano, fue llamado a la I corte de Constancio, dondese le designó cesar (355), casando con Elena,hermana de Constancio. El muy breve reinado deJuliano (361-363), tras el cual terminó la dinastía deConstantino el Grande, fue seguido del reinado,igualmente corto, de Joviano (363-364), comandantede la guardia imperial antes de su exaltación yelegido augusto por el ejército. A la muerte deJoviano una nueva elección recayó en Valentíniano(364-375), quien inmediatamente después de sudesignación fue obligado por sus soldados a nombraraugusto y coemperador a su hermano Valente.Valentíniano gobernó el Occidente, y confió elOriente a Valente. Valentíniano tuvo por sucesor enOccidente a su hijo Graciano (375-385), pero elejército proclamó augusto a la vez a Valentíniano II(375-392), hermano menor de Graciano, y que notenía más que cuatro años.

Después de la muerte de Valente (378), Gracianoelevó a Teodosio al título de augusto y le confió elgobierno de la «pars orientalis», así como de granextensión de la Iliria. Teodosio, originario del«Extremo Occidente» (pues era español), fue elprimer emperador de la dinastía que había de ocupar

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el trono hasta el 450 de J. C. es decir, hasta la muertede Teodosio el Joven.

A la muerte de Teodosio, sus dos hijos Arcadio yHonorio se repartieron el gobierno del Imperio.Arcadio reinó en Oriente y Honorio en Occidente. Enlos reinados en común de Valente y Valentíniano I, ode Teodosio, Graciano y Valentíniano II, la divisiónde poder no había destruido la unidad del Imperio, ybajo Arcadio y Honorio se mantuvo también esaunidad. Hubo dos emperadores y un solo Estado. Loscontemporáneos vieron la situación exactamente aesa luz. Un historiador del siglo V, Orosio, autor dela Historia contra los paganos, escribía: «Arcadio yHonorio comenzaron a tener el Imperio en común, norepartiéndose más que sus sedes»[122].

Del 395 al 518, los emperadores que reinaron enla «pars orientalis» del Imperio fueron lossiguientes: primero el trono estuvo ocupado por lalínea de Teodoro el Grande, es decir, por su hijoArcadio (395-408), que casó con Eudoxia, hija de unjefe germano (franco), y después por el hijo deArcadio. Teodosio el Joven (408-450), que tomó pormujer a Atenais, hija de un filósofo ateniense,bautizada con el nombre de Eudoxia. A la muerte deTeodosio II, su hermana Pulquería se desposó con eltracio Marciano, que se convirtió en emperador(450-457). Así terminó el 450 la línea masculina de

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la dinastía española de Teodosio. Después de lamuerte de Marciano, León I (457-474), tribunomilitar originario de Tracia, o de «Dacia en Iliria»,es decir, de la prefectura de Iliria, fue elegidoemperador. Ariadna hija de León I, que había casadocon el isáurico Zenón, tuvo un hijo, llamado Leóntambién, el cual, a la muerte de su abuelo paso a seremperador (474) a la edad de seis años. Murió pocosmeses después, no sin antes haberse asociado alImperio a su padre Zenón, que era originario delpueblo bárbaro de los isaurios, habitantes de lasmontañas del Τauro, en el Asia Menor. A este Leónse le conoce en la historia con el nombre de León IISu padre, Zenón, reinó de 474 a 491. Cuando murió,su esposa Ariadna contrajo matrimonio con unsilenciario[123], el viejo Anastasio, originario deDyrrachium (Durazzo) en Iliria (la Albania de hoy).Anastasio fue proclamado emperador el 491, a lamuerte de Zenón, reinando con el nombre deAnastasio I desde 491 a 518.

Esta lista de emperadores nos muestra que, desdela muerte de Constantino el Grande hasta el año 518de J. C., el trono de Constantinopla fue ocupado:primero por la dinastía de Constantino, o más bien desu padre Constancio I Cloro, que pertenecía,probablemente, a alguna tribu bárbara romanizadadel la Península balcánica; luego por cierto número

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de romanos (Joviano y la familia de Valentiniano I);después por los tres representantes de la dinastíaespañola de Teodosio el Grande, y al fin poremperadores elevados por casualidad ypertenecientes a tribus variadas: tracios, un isaurio,un ilírico (acaso albanés). En todo este período, eltrono no fue ocupado nunca por un griego.

Los sucesores de Constantino(Constancio, 337-361)

Los hijos de Constantino el Grande, ConstantinoII, Constancio y Constante, empezaron, después de lamuerte de su padre, por gobernar juntos el Imperio,con título de augustos. Pero la enemistad existenteentre los tres sucesores de Constantino se complicómás por el hecho de que el Imperio tenía que sosteneruna guerra ruinosa contra persas, y germanos. Lasdecisiones entre los tres augustos no estallaron solo apropósito de cuestiones políticas, sino tambiénreligiosas. Mientras Constantino y Constante eranpartidarios de los niceanos, Constancio, continuandoy desarrollando el estado de ánimo religioso de los

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últimos días de su padre, se declaró abiertamente enfavor de los arríanos. En el curso de las guerrasciviles que siguieron, tanto Constantino II como,algunos años más tarde, Constante, perecieron demuerte violenta. Constancio quedó al fin como únicoemperador.

Partidario convencido del arrianismo, Constanciofavoreció a los arríanos de manera persistente, endetrimento del paganismo, que bajo su gobiernosufrió numerosas restricciones. Uno de los edictos deConstancio, declara: «Que cese la superstición y quela locura del sacrificio sea abolida». Pero lostemplos paganos subsistían, en su integridad, fueradel recinto ciudadano. Algunos años después sepublicó un edicto ordenando la clausura de lostemplos paganos. Quedaba prohibido acudir a ellos ysacrificar no importaba en qué lugar o ciudad delImperio, so pena de muerte y confiscación de bienotro edicto, leemos que la pena de muerte estabasuspendida sobre la cabeza de cualquiera quesacrificase a 1os ídolos o los venerara. CuandoConstando, para festejar el vigésimo aniversario desu gobierno, se encamino por primera vez a Roma.ordenó, después de haber visitado numerososmonumentos de la antigüedad en compañía desenadores que continuaban siendo paganos, que sequitase del Senado el altar de la Victoria, el cual

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personificaba para el paganismo toda la pasadagrandeza romana. Este hecho produjo profundaimpresión en todos los paganos, quienescomprendieron que llegaban los últimos días de sureligión. Bajo Constancio, aumentaron aun más lasinmunidades del clero. Los obispos fuerondeclarados independientes en absoluto de lostribunales civiles.

Sin embargo, a la vez que se tomaban tanrigurosas medidas contra el paganismo, éste seguíaen pie, no por sus propias fuerzas, sino merced acierta protección que encontraba en el gobierno. Así,Constancio dejó subsistir en Roma las vestales y lossacerdotes oficiales. En uno de sus edictos, ordenó laelección de un «sacerdos» para África. Hasta el finde su reinado ostentó el título de «PontifexMaximus».

Pero en conjunto, el paganismo sufrió, bajoConstancio, toda una serie de medidas restrictivas,mientras el cristianismo —si bien bajo forma arriana— se desarrollaba y afirmaba.

La política extremamente arriana de Constanciodio nacimiento a cierto número de conflictos con losniceanos. La larga lucha de Constancio y de Atanasiode Alejandría, el célebre defensor del seísmo, secaracterizó por un ensañamiento particular. CuandoConstancio murió, el 361, ni niceanos ni paganos

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lloraron sinceramente al emperador difunto. Lospaganos se regocijaron del advenimiento de Juliano,partidario declarado del paganismo. Los sentimientosque despertó en el partido ortodoxo la muerte deConstancio, pueden juzgarse por las palabrassiguientes de Jerónimo: «El Señor despierta ydomina la tempestad. Muerta la bestia, latranquilidad renace».

Los solemnes funerales de Constancio —quesucumbió en Cilicio, en el curso de su campañacontra los persas— se celebraron en presencia delnuevo emperador Juliano, en la iglesia de los SantosApóstoles, construida por Constantino el Grande. ElSenado puso al emperador difunto en el número delos dioses.

Juliano el Apóstata (361-363)

Al nombre de Juliano está indisolublementeligada la última tentativa de reconstitución delpaganismo en el Imperio.

La personalidad de Juliano es interesantísima. Haatraído desde hace mucho la atención de sabios y

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literatos y sigue subyugándolos en nuestra época. Seha escrito enormemente sobre Juliano. Incluso hanllegado hasta nosotros las obras del propio Juliano,ofreciéndonos una documentación única parajuzgarle. El fin principal de quienes han escrito sobreél ha sido comprender y explicar a aquel entusiasta«heleno» que, con entera fe en el éxito y justeza de suobra, meditó, en la segunda mitad del siglo IV, hacerrenacer el paganismo y colocarlo en la base de lavida religiosa del Imperio.

Juliano había recibido muy buena instrucción.Perdió muy pronto a sus padres y no conoció a sumadre, que murió a pocos meses de nacer él. Eleunuco Mardonio, de origen escita, hombre muyversado en literatura y filosofía griegas y que habíaenseñado a la madre de Juliano los poemas deHomero y de Hesiodo, convirtiéndose en preceptordel muchacho. Mientras Mardonio instruía a Julianoen literatura antigua, Eusebio, obispo de Nicomedia ydespués de Constantinopla, arriano convencido, asícomo los eclesiásticos que le rodeaban, iniciaban aljoven en el estudio de la Santa Escritura. De estemodo, Juliano, según las palabras de un historiador,recibió a la par dos educaciones diferentes, que seinstalaron, cercanas, pero sin tocarse, en su espíritu.Juliano fue bautizado. Más tarde, recordaba aqueltiempo como una pesadilla que le era menester

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olvidar. La juventud de Juliano transcurrió en unalarga inquietud. Constancio veía en él un rivalposible y le sospechaba pensamientos ambiciosos.Ora le mantenía en provincias en una especie dedestierro, ora le hacía ir a la capital, para tenerlebajo su mirada. Juliano no ignoraba que varios de susparientes habían perecido de muerte violenta pororden de Constancio, y debía temer a diario por suvida. Tras una forzada estancia de varios años enCapadocia, donde continuó, bajo la dirección deMardonio, que le acompañaba, el estudio de losautores antiguos y donde probablemente adquirió unconocimiento profundo de la Biblia y del Evangelio,Juliano fue enviado por Constancio, para queterminase sus estudios, primero a Constantinopla yluego a Nicomedia, lugar en que por primera vez sepatentizó en él su inclinación al paganismo.

En aquella época enseñaba en Nicomedia elmejor retórico del tiempo, Libanio, auténticorepresentante del helenismo. Libanio no conocía niquería conocer la lengua latina, a la que trataba condesdén. Despreciaba el cristianismo y sólo en elhelenismo veía la razón de todas las cosas. Suentusiasmo por el paganismo era ilimitado. Susconferencias alcanzaban gran éxito en Nicomedia.Constancio, que le había enviado a Juliano, quizá sediera cuenta de la imborrable impresión que debían

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producir en un joven los discursos apasionados deLibanio, porque prohibió a Juliano seguir los cursosdel célebre retórico. Juliano no transgredióformalmente la prohibición del emperador, peroestudió las obras de Libanio, se instruyó de suscursos por intermedio de otros oyentes y de tal modose apropió el estilo y manera de escribir de Libanio,que más tarde pudo pasar por discípulo de él.También en Nicomedia principió Juliano aapasionarse por la doctrina oculta de losneoplatónicos, que en aquella época se presentabacomo una doctrina del conocimiento de la vida futuray de la evocación de los muertos, con ayuda dedeterminadas fórmulas de magia, no limitándose sóloa la evocación de simples muertos, sino dedivinidades incluso (teurgia: θεουργια). El sabio yfilósofo Máximo de Éfeso ejerció en ese sentido graninfluencia sobre Juliano.

Pasada la época peligrosa en que su hermanorecibió la muerte por orden de Constancio, Julianofue llamado a la corte de Milán para justificarse, y enseguida desterrado a Atenas. Esta ciudad, célebre porsu grandioso pasado, ofrecía en la época deConstancio un aspecto provinciano y bastante triste.Sin embargo, una famosa escuela pagana recordabaaún allí los siglos pasados. Juliano encontró vivointerés en su estancia en Atenas. En una de sus cartas

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posteriores, declaraba «acordarse con alegría de losdiscursos áticos… de los jardines, de los arrabalesde Atenas, de las avenidas de mirtos y de la humildecasa de Sócrates»[124]. Según la mayoría de loshistoriadores, durante esa estancia en Atenas, Julianofue iniciado por el hierofante en los misterios deEleusis. Ello fue, con expresión de Boissier, unaespecie de bautismo del nuevo convertido[125]. Ha dehacerse notar que, en nuestros días, algunoshistoriadores ponen en duda la conversión eleusianade Juliano[126].

El año 355, Constancio declaró cesar a Juliano,le casó con su hermana Elena y le envió a mandar laslegiones de Galia, donde se mantenía una cruentalucha, erizada de dificultades, contra los invasoresgermanos que devastaban el país, destruían lasciudades y asesinaban a los pobladores. Juliano saliócon honor de la ingrata tarea, e infligió a losgermanos junto a Argentotarum, hoy Estrasburgo, unasangrienta derrota. La residencia principal de Julianoen Galia fue Lutecia («Lutetia Parisiorum», mástarde París). Era ésta entonces una pequeña ciudadsituada en una isla del Sena que ha conservado hastanuestros días el nombre de «Cité» («Civitas») y queestaba unida a las dos orillas del río por dos puentesde madera. En la margen izquierda del Sena, donde

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había ya gran número de casas y jardines, se hallabaun palacio, construido probablemente por ConstancioCloro y del cual se ven aún vestigios cerca del museode Cluny. Juliano eligió para su residencia esepalacio. Amaba a Lutecia, y en una de sus cartasposteriores a aquella época asegura recordar elinvierno pasado en su «querida Lutecia»[127].

Los germanos fueron rechazados allende el Rin.«Pasé tres veces el Rin cuando era cesar —escribeJuliano— y exigí de los bárbaros transrenanos veintemil rehenes… Con ayuda de los dioses, me apoderéde todas sus ciudades, unas cuarenta…»[128] En suejército, Juliano gozaba de gran popularidad.

Constancio veía con envidia y desconfianza loséxitos de Juliano. Al entrar en campaña contra lospersas exigió a Juliano que le enviase de Galialegiones auxiliares. Las legiones galas se sublevarony, alzando a Juliano sobre un pavés, le proclamaronaugusto. Juliano pidió a Constancio que reconocieseel hecho consumado. Constancio rehusó. Erainminente una guerra civil, pero en aquel momentomurió Constancio. En el año 361, Juliano fueproclamado emperador en toda la extensión delImperio. Los partidarios de Constancio sufrieron amanos del nuevo emperador crueles persecuciones ygraves castigos.

Juliano, partidario decidido del paganismo, se

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había visto obligado a ocultar sus opinionesreligiosas hasta la muerte de Constancio. Al pasar adueño absoluto, resolvió realizar ante todo su mayordeseo: la reconstitución del paganismo. En lasprimeras semanas de su exaltación, publicó un edictoal respecto. El historiador Amiano Marcelino hablade ese grave momento en los términos siguientes:«Desde su primera juventud había Juliano sentido lamás viva inclinación por los dioses. A medida quecrecía, había ardido más en el deseo de restaurar laantigua religión. No obstante, impelido por el temor,no cumplía los ritos paganos sino en el mayorsecreto. Pero, tan pronto como Juliano se dio cuentaque con la desaparición de la causa de sus temoresrecibía la plena posibilidad de obrar a su albedrío,desveló sus pensamientos secretos, y, con un edictoclaro y formal, ordenó abrir los templos y sacrificaren honor de los dioses»[129].

Este edicto no fue una sorpresa para nadie. Todosconocían la inclinación de Juliano hacia elpaganismo. La alegría de los paganos fue inmensa;para ellos, la restauración de su religión, no sólosignificaba la libertad, sino la victoria.

El edicto de Juliano no se aplicó de la mismamanera en todas las partes del Imperio, ya que en laoccidental había muchos más paganos que en laoriental.

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En tiempos de Juliano no existía enConstantinopla un solo templo pagano. Erigirlosnuevos en corto término era imposible. EntoncesJuliano hizo un sacrificio solemne, probablemente enla basílica principal, destinada en su origen a paseosy conferencias y ornada, desde tiempo deConstantino, de una estatua de la Fortuna. Segúntestimonio del historiador religioso Sozomeno, seprodujo la siguiente escena: un anciano ciego,conducido por un niño, se acercó al emperador y letrató de impío, de apóstata, de hombre sin fe. Julianole respondió: «Eres ciego y no será tu Dios deGalilea el que te devuelva la vista». «Gracias doy aDios —dijo el viejo— de haberme privado de ella.Eso me ha permitido no ver tu impiedad». Juliano nocontestó a esta insolencia y continuósacrificando[130].

Al querer restaurar el paganismo, Julianocomprendía la imposibilidad de hacerlo revivir bajosus formas antiguas, puramente externas. Era precisoreorganizarlo y mejorarlo, a fin de crear una fuerzacapaz de entrar en lucha con la Iglesia cristiana. Paraello, el emperador decidió tomar a la organizacióncristiana, que conocía bien, algunos de sus rasgos.Organizó, pues, el clero pagano sobre el modelo dela jerarquía de la Iglesia cristiana. El interior de lostemplos paganos se adornó a imitación de los

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cristianos. En los templos debían celebrarsereuniones donde se leería el evangelio de lasapiencia helenística (de modo análogo a lasprédicas cristianas); se introdujo el canto en el oficiopagano; se exigió de los sacerdotes una vidairreprochable; se estimuló la beneficencia. Las faltasa los deberes religiosos eran sancionadas conprivación de las comunicaciones religiosas,penitencia, etc. En una palabra, para reanimar,adaptar y revivificar el paganismo restaurado,Juliano se volvió a la fuente que aborrecía con todaslas fuerzas de su alma.

El número de ofrendas animales llevadas a lasaras de los dioses fue tan grande que suscitó lasburlas de los mismos paganos. El emperadorparticipaba activamente en los sacrificios. Nodesdeñaba las ocupaciones humildes. Según Libanio,corría en torno al altar, encendía el fuego, manejabael cuchillo, degollaba a las aves, y sus entrañas notenían secretos para él[131]. Las hecatombes debestias inmoladas en los sacrificios abrieron caminoa un epigrama dirigido antaño a otro emperador, elfilósofo Marco Aurelio: «Los toros blancos saludan aMarco Cesar. Si vuelve otra vez victorioso, nosotrospereceremos»[132].

Este triunfo aparente del paganismo tuvorepercusiones en la situación de los cristianos en el

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Imperio. Al principio pareció que no amenazaban alcristianismo graves peligros. Juliano invitó a acudir apalacio a los jefes dé las diversas tendencias que sehabían señalado en el cristianismo, y les declaró quede allí en adelante no habría guerras civiles y cadauno podría seguir su fe sin peligros ni molestias. Unode los primeros actos del gobierno de Juliano fue unadeclaración de tolerancia. A veces los cristianosreanudaban sus querellas en presencia delemperador, quien les decía: «Escuchadme como mehan escuchado los alemanes y los francos»[133]. Apoco se promulgó un edicto llamando del destierro atodos los obispos exilados bajo Constancio, decualquier opinión religiosa que fuesen, y los bienesque se les habían confiscado les fueron restituidos.

Pero los miembros del clero llamados porJuliano pertenecían a diversas tendencias religiosasirreconciliables. No podían vivir en paz juntos, ypronto recomenzaron sus acostumbradas disputas.Probablemente era esto lo que esperaba Juliano. Alconceder una perfecta tolerancia, había mostradoconocer con perfección la psicología de loscristianos. Estaba seguro de que pronto sereanudarían las disputas en la Iglesia cristiana, lacual, así dividida, no presentaría para él un peligroserio. A la vez, Juliano prometió grandes ventajas alos cristianos que renegasen del cristianismo. Hubo

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muchas abjuraciones. San Jerónimo llamó a estemodo de obrar de Juliano «una persecución dulce,que atraía al sacrificio más que obligaba a él»[134].

Pero los cristianos iban siendo alejadosgradualmente de la administración y del ejército. Ensu lugar se nombraban paganos. El famoso lábaro deConstantino, que servía de estandarte a las tropas, fuedestruido, y las cruces que brillaban en las enseñasmilitares quedaron substituidas por emblemaspaganos.

El golpe más sensible lo asestó al cristianismo lareforma de la enseñanza. El primer edicto al respectoversó sobre el nombramiento de profesores en lasciudades principales del Imperio. Los candidatosdebían ser elegidos por las ciudades, pero laratificación correspondía al emperador, que podía asírechazar los profesores que no quisiera. Antes, elnombramiento de profesores correspondía sólo a lasciudades. Más importante es el segundo edicto, quese ha conservado en las cartas de Juliano: «Todos —dice tal edicto— los que se consagren a la enseñanza,deben ser de buena conducta y no tener en su corazónopiniones contrarias a las del Estado»[135].

Por «opiniones conformes a las del Estado» ha deentenderse evidentemente la opinión pagana delpropio emperador. El edicto declara absurdo que laspersonas que explican a Homero, Hesiodo,

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Demóstenes, Herodoto y otros escritores antiguosnieguen los dioses reverenciados por éstos. «Lesdejo la elección —dice Juliano en su edicto—, o deno enseñar lo que crean peligroso, o, si quierencontinuar sus lecciones, de comenzar por convencer asus discípulos de que ni Homero, ni Hesiodo, nininguno de los escritores a quienes comentan y aquienes acusan a la vez de impiedad, de locura, deerror hacia los dioses, son tales. De otro modo, ypues viven de los escritos de esos autores y de ellossacan su retribución, es menester confesar que danpruebas de la más sórdida avaricia y que estánprestos a soportarlo todo por unas cuantas dracmas.Había hasta ahora muchos motivos para no visitar lostemplos de los dioses, y el temor que reinaba pordoquier justificaba el disimulo de las verdaderasideas que se formaban sobre los dioses; hoy que losdioses nos han devuelto la libertad, es una falta desentido, a mi juicio, enseñar a los hombres lo que nose considera verdad. Si los profesores tienen porsabios a los escritores que explican y comentan, espreciso que todos ellos imiten sus sentimientos depiedad hacia los dioses, y si creen que los diosesvenerados son falsos, váyanse a las iglesias de losgalileos a interpretar a Mateo y a Lucas… Tal es laley general para los jefes y los profesores…».Respecto a los obstinados «es justo atenderlos contra

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su propia voluntad, como a los locos; que sean, pues,perdonados los que padecen esta enfermedad,porque, según creo, vale más instruir a los locos quecastigarlos»[136].

Amiano Marcelino, amigo y compañero de armasde Juliano, habla así de este edicto: «(Juliano)prohibió a los cristianos enseñar la retórica y lagramática, a menos de que no reverenciasen a losdioses»[137]. En otros términos, a menos de que no sehiciesen paganos.

Algunos suponen, fundándose en las indicacionesde los escritores cristianos, que Juliano publicó unnuevo edicto que prohibía a los cristianos, no sólo laenseñanza, sino también el estudio en las escuelaspúblicas. Así, San Agustín, escribe: «Juliano, queprohibió a los cristianos la enseñanza y el estudio delas artes liberales, ¿no persiguió a la Iglesia?»[138]

Pero no poseemos el texto de ese segundo edicto.Puede incluso no haber existido. En cambio, es ciertoque el primer edicto, que prohibía a los cristianos laenseñanza, provocó indirectamente la prohibición deestudiar. A contar de la publicación de ese edicto, loscristianos debían enviar a sus hijos a las escuelas degramática y retórica paganas. La mayor parte de loscristianos se abstuvo de ello, pensando que al cabode una o dos generaciones de esa enseñanza pagana,

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la juventud cristiana habría retornado al paganismo.Pero, por otra parte, si los cristianos no recibíancierta instrucción general, iban a convertirsenormalmente en inferiores a los paganos. Así, eledicto de Juliano —aun siendo único— contenía paralos cristianos una importancia capital, y hastapresentaba para su porvenir un peligro muy grave.Gibbon ha notado con razón que «los cristianosrecibieron la prohibición directa de enseñar eindirectamente la prohibición de estudiar, dado queno podían (moralmente) frecuentar las escuelaspaganas»[139]. Gran número de retóricos y gramáticoscristianos prefirieron abandonar sus cátedras aabrazar el paganismo por diferencia al emperador.Entre los mismos paganos, el edicto de Juliano fueaceptado de diverso modo. El escritor paganoAmiano Marcelino escribe al respecto: «Se debepasar en silencio el acto cruel por el que Julianoprohibió a los profesores cristianos enseñar laretórica y la gramática»[140].

Es interesante observar cómo reaccionaron loscristianos ante el edicto de Juliano. Algunos seregocijaron ingenuamente porque, según ellos, elemperador dificultaba a los cristianos el estudio delos escritores paganos. Para substituir la literaturapagana prohibida. Los escritores cristianos de laépoca, sobre todo Apolinar el Viejo y Apolinar el

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Joven, padre e hijo, concibieron la idea de crear parala enseñanza escolar una literatura cristiana. Así,adaptaron los salmos a la manera de las odas dePíndaro; transcribieron el Pentateuco (los cincolibros de Moisés) en hexámetros; hicieron lo mismocon el Evangelio en diálogos platónicos… Nada nosha llegado de obras tan insólitas. Es notorio quesemejante literatura no podía tener valor duradero, ydesapareció cuando, con la muerte de Juliano, fueabandonado el edicto de éste.

En el verano del 362, Juliano emprendió un viajea las regiones orientales del Imperio y llegó aAntioquía, donde la población, según los propiostérminos del emperador, «prefería el ateísmo»[141],es decir, era cristiana. Incluso en medio de lasceremonias oficiales se advirtió, y a momentos se viomanifestarse, a más de alguna frialdad, una hostilidadmal contenida. La estancia de Juliano en Antioquíafue esencial, porque le convenció de las dificultadesde su obra y hasta de la imposibilidad en que sehallaba de realizar la proyectada restauración delpaganismo. La capital de Siria acogió con frialdadlos conceptos de su huésped imperial. En ese sentido,el relato del propio Juliano, en su obra satíricaMisopogon, o el odiador de la barba[142], presentavivo interés. En la gran ceremonia pagana del templode Apolo, en Dafne, en los arrabales de Antioquía,

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pensaba Juliano encontrar una multitud enorme, unagran cantidad de ofrendas animales, libaciones,incienso y otros atributos de las grandes fiestaspaganas. Pero, al llegar al templo, Juliano, con gransorpresa, no encontró más que un sacerdote que teníaen la mano, para el sacrificio, un único ganso.

El relato de Juliano, reza:

En el décimo mes (que así contáis), alcual creo que llamáis Loos, hay una fiestacuyo origen se remonta a nuestrosantepasados, en honor de ese dios (Helios,Sol, Deus, Apolo), y el deber ordenabamostrar nuestro celo visitando Dafne. Así, meencaminé a ese lugar a toda prisa, desde eltemplo de Zeus Kasios, pensando que enDafne al menos podría regocijarme la vistade vuestra prosperidad y del espíritu público.Y yo imaginaba en mi ánimo el género deprocesión que habría, como un hombre quetiene visiones en un sueño; imaginaba lasbestias del sacrificio, las libaciones, loscoros en honor del dios, el incienso y losjóvenes de vuestra ciudad alrededor del altar,sus almas ornadas todas de santidad y ellosmismos ataviados con blancos y espléndidos

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vestidos. Pero cuando entré en el santuario noencontré ni incienso, ni siquiera un dulce, nila más pequeña bestia para el sacrificio. Demomento quedé sorprendido y pensaba queestaba aún en el exterior del templo, quevosotros esperabais mi señal y que mehacíais este honor por ser yo gran pontífice.Pero cuando comencé a informarme delsacrificio que la ciudad tenía intención deofrecer para celebrar la fiesta anual en honordel dios, el sacerdote me contestó: «Yo hetraído conmigo de mi propia casa un gansopara ofrendarlo al dios, pero la ciudad hoy noha hecho preparativo alguno»[143].

Antioquía, pues, no había respondido a lallamada del paganismo. Hechos semejantes irritabanal emperador y excitaban su odio contra loscristianos. Sus relaciones con ellos hicieron mástensas después del incendio del templo de Dafne, quese les atribuyó. Juliano, exasperado, ordenó, por víade castigo, que se cerrase la principal iglesia deAntioquía, la cual fue a la vez saqueada y profanada.Parecidos sucesos ocurrieron en otras ciudades. Latensión alcanzó su punto álgido. Los cristianos, porsu parte, destrozaron las imágenes de los dioses.

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Algunos representantes de la Iglesia sufrieron elmartirio. Una completa anarquía amenazaba alImperio.

En la primavera del 363, Juliano, saliendo deAntioquía se puso en campaña contra los persas. Enesa expedición fue herido por una jabalina y, llevadoa su tienda, sucumbió allí. No se supo con certezaquién había herido al emperador. Más tarde nacieronal propósito varias leyendas. Entre ellas figura laversión de que Juliano murió a manos de loscristianos. Los historiadores cristianos nos relatan lafamosa leyenda según la cual el emperador,llevándose la mano a la herida y retirándola llena desangre, esparció ésta al aire, diciendo a la vez: «¡Túhas vencido, Galileo!»[144]

En la tienda del emperador, se reunieron a sucabecera sus amigos y los jefes del ejército, aquienes dirigió un último adiós. Sus postreraspalabras nos han llegado por intermedio de AmianoMarcelino (XXV, 3, 15-20), El emperador hace enellas una apología de su vida y su actividad. Espera,con serenidad filosófica, la muerte inevitable. Al fin,cuando disminuyen sus fuerzas, expresa, sin indicarheredero, el deseo de que le suceda un buenemperador. Quienes le rodean lloran; él, moribundo,les reprende suavemente y dice que es indigno llorara un emperador que está en paz con el cielo y con las

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estrellas.Juliano falleció el 26 de junio del 363, a

medianoche. Contaba 32 años. El famoso retóricoLibanio compara su muerte a la de Sócrates[145].

El ejército dio la corona a Joviano, jefe de laguardia y cristiano partidario de la confesión deNicea. Obligado a la paz por el rey de Persia,Joviano tuvo que concluir un mal tratado, cediendo alenemigo algunas provincias romanas de la orillaoriental del Tigris.

La muerte de Juliano fue acogida por loscristianos con alegría. Los escritores cristianostrataban al emperador difunto de «dragón» del«Nabucodonosor», de «Heredes» y de «monstruo».

Juliano ha dejado una serie de obras que permitenestudiar muy íntimamente su interesante personalidad.El centro de su sistema religioso es el culto del sol, ysus conceptos se hallan bajo el influjo directo delculto pérsico del dios de la luz, Mitra, y de las ideasplatónicas, deformadas en aquella época. Desde suprimera infancia, Juliano había amado la naturaleza ysobre todo el cielo. En su disertación sobre el SolRey[146], la fuente principal que poseemos sobre lafilosofía religiosa, escribe que desde su primerajuventud sintió un amor violento por los rayos delastro divino. No sólo quería fijar sus miradas en éldurante el día, sino que, en las noches claras,

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abandonaba todas sus ocupaciones para poderadmirar las bellezas del cielo. Absorto en estacontemplación, no oía a los que le hablaban, yllegaba hasta a perder la conciencia de sí mismo. Suteoría religiosa, expuesta con bastante oscuridad, seatiene a la existencia de tres mundos bajo la forma detres soles. El primer sol es el sol supremo, la ideadel Todo, una unidad moral inteligible (νοητός). Esel mundo de la verdad absoluta, el reino de losprincipios primitivos y de las causas primeras. Elmundo tal como se nos aparece, y el sol aparente, noson sino un reflejo del primer mundo, y un reflejoindirecto. Entre esos dos mundos, mundo inteligente(νοερός), con su sol. Así se obtiene la tríada de lossoles; inteligible o espiritual, inteligente y sensible omaterial. El mundo pensante es el reflejo del mundoconcebible o espiritual, y sirve a su vez de modelo almundo sensible, que de este modo resulta el reflejode un reflejo, la reproducción en segundo orado delmodelo absoluto. El sol supremo, es, con mucho,inaccesible al hombre. Por tanto, Juliano concentratoda su atención sobre el sol inteligente,intermediario entre los otros dos, y, llamándolo solrey, lo adora.

A pesar de su entusiasmo, Juliano comprendióbien que la restauración del paganismo presentabadificultades enormes. Escribió en una carta: «Tengo

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necesidad de muchos aliados para volver a levantarlo que ha caído tan bajo»[147]. Pero Juliano no sedaba cuenta de que el paganismo caído no se podíalevantar porque estaba muerto. Así, su tentativaestaba destinada con anticipación al fracaso. «Suobra —dice Boissier— podía fracasar; el mundo notenía en ello nada que perder»[148].

Aquel heleno entusiasta, dice Geffcken, fue un«Frühbyzantiner», un semi-oriental[149]. Otrobiógrafo de Juliano, escribe: «El emperador Julianoes como una aparición fugitiva y luminosa sobre elhorizonte tras el cual ha desaparecido ya la estrellade esa Grecia que fue para él la tierra sagrada de lacivilización, la madre de cuanto era bello y bueno enel mundo; de esa Grecia a la que él llamaba, condevoción y entusiasmo filiales, su sola patriaverdadera»[150].

La Iglesia y el Estado al final delsiglo IV. Teodosio el Grande. El

triunfo del cristianismo

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Bajo el sucesor de Juliano, Joviano (363-364),cristiano convencido y niceísta, fue restaurado elcristianismo. Pero tal medida no significó unapersecución para los paganos. El temor que éstossintieran al ser nombrado el nuevo emperador resultófalto de fundamento. Joviano se propuso, tan sólo,restaurar el estado de cosas anterior a Juliano. Seproclamó la libertad religiosa. Se permitió abrirtemplos paganos y sacrificar en ellos. A pesar de susconvicciones niceas, Joviano no adoptó medidaalguna contra los adeptos de otras tendenciasreligiosas. Los desterrados que pertenecían a lasdiversas «corrientes» del cristianismo, fueronllamados. El lábaro reapareció en los campamentos.Joviano no reinó más que algunos meses, pero suactividad en el dominio religioso dejó muchaimpresión. Filostorgio, historiador cristiano detendencias arrianas, que escribió en el siglo V,observa: «Joviano restauró en las iglesias el antiguoestado de cosas, y las libró de los ultrajes que lashabía hecho sufrir el Apóstata»[151].

Joviano murió de repente en febrero del 364.Tuvo por sucesores a Valentiniano I (364-375) y suhermano Váleme (364-378), que se repartieron elgobierno del Imperio. Valentiniano se reservó elgobierno de la mitad occidental del Imperio y dio aVáleme el Oriente.

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En cuestiones de fe, ambos hermanos se atenían aprincipios opuestos. Mientras Valentiniano era másbien partidario del concilio de Nicea, Valente eraarriano. Pero su niceísmo no hacía intolerante aValentiniano, y bajo su reinado existió la máscompleta y más segura libertad de opinión. A suexaltación al poder publicó una ley según la cualtodos tenían «libertad plena y entera de rendir cultoal objeto que desease su conciencia»[152]. Elpaganismo gozó de cierta tolerancia. No obstante,Valentiniano mostró en toda una serie de medidas queera un emperador cristiano. Así, restauró losprivilegios concedidos al clero por Constantino elGrande.

Valente siguió otro camino. Partidario de latendencia arriana, mostróse intolerante con los demáscristianos, y si bien sus persecuciones no fueron muyseveras ni muy sistemáticas, no por eso la poblaciónde la mitad oriental del Imperio dejó de atravesarbajo el reinado de Valente tiempos agitados.

En el exterior, los dos hermanos hubieron desostener una encarnizada lucha con los germanos.Sabido es que Valente encontró muerte prematurapeleando con los godos. Pero el problema germánicoen los comienzos de la historia de Bizancio seráexpuesto en el próximo capítulo.

En Occidente, sucedió a Valentiniano su hijo

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Graciano (375-383), y a la vez el ejército aclamó asu semihermano Valentiniano II, niño de cuatro años(375-392). A la muerte de Valente (378), Gracianonombró augusto a Teodosio y le dio el gobierno de lamitad oriental del Imperio y de la mayor parte de laIliria.

Si se prescinde de Valentiniano II, joven y sinvoluntad y que no desempeño papel alguno, aunquese inclinó hacia el arrianismo, el Imperio abandonóen definitiva, con Graciano y Teodosio, la vía de latolerancia y se puso al lado del Símbolo de Nicea.En ello, Teodosio, emperador de Oriente, a quien lahistoria ha dado el sobrenombre de Grande (379-395), tuvo una intervención capital. A su nombre estáindisolublemente ligada la idea del triunfo delcristianismo. Era partidario resuelto de la fe quehabía elegido y no cabía esperar, bajo su reinado,tolerancia para el paganismo.

La familia de Teodosio se había distinguidodesde la segunda mitad del siglo IV, merced al padrede Teodosio el Grande, llamado Teodosio también, yque había sido uno de los mas brillantes generales dela mitad occidental del imperio bajo Valentiniano I.Nombrado Augusto por Graciano en el 379 ycolocando a la cabeza del Oriente, Teodosio, quetenía tendencias cristianas, pero que no había sidobautizado aún, lo fue al año siguiente en Tesalónica,

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en el curso de una breve dolencia, gracias al interésdel obispo de la ciudad, Ascolio partidario delniceísmo.

Teodosio se halla ante dos difíciles tareas:restablecer la unidad interior del Imperio, desgarradopor querellas religiosas a causa de la existencia demúltiples corrientes de tendencia diversa, y salvar alImperio de la presión continua de los bárbarosgermánicos, concretamente de los godos, queamenazaban a la sazón la misma vida del Imperio.

Hemos visto que el arrianismo había ejercidobajo el predecesor de Teodosio un papelpreponderante. Después de la muerte de Valente, ysobre todo en el corto interregno provisional queprecedió a la exaltación de Teodosio al poder, losconflictos religiosos se habían reavivado, tomando aveces formas muy violentas. Tales turbulencias ydisputas se manifestaban sobre todo en la Iglesia deOriente y en Constantinopla. Las disensionesdogmáticas rebalsaban el restringido círculo delclero y se extendían a toda la sociedad de la épocapenetrando la multitud y llegando a la calle. Lacuestión de la naturaleza del Hijo de Dios, sediscutía con pasión extraordinaria, durante la segundamitad del siglo IV, en todas partes, en los concilios,en las iglesias, en el palacio imperial, en las cabañasde los eremitas, en plazas y mercados. Gregorio,

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obispo de Nisa, habla no sin sarcasmo, hacia lasegunda mitad del siglo IV, de la situación surgida deese estado de cosas: «Todo está lleno de gentes quediscuten cuestiones ininteligibles, todo: las calles,los mercados, las encrucijadas… Si se preguntacuántos óbolos hay que pagar, se os contestafilosofando sobre lo creado y lo increado. Se quieresaber el precio del pan y se os responde que el Padrees más grande que el Hijo. Se pregunta (a los demás)por su baño y se os replica que el Hijo ha sidocreado de la Nada»[153].

Con el advenimiento de Teodosio, lascircunstancias cambiaron mucho. A raíz de su llegadaa Constantinopla, el emperador hizo al obispoarriano la propuesta siguiente: que abdicara elarrianismo y se alinease en el niceísmo. Pero elobispo se negó a obedecer y prefirió ausentarse de lacapital y celebrar reuniones arrianas extramuros deConstantinopla. Todas las iglesias de la ciudadfueron entregadas a los niceanos.

Teodosio se halló ante el problema de laregularización de sus relaciones con heréticos ypaganos. Ya bajo Constantino, la Iglesia católica (esdecir, universal) («Ecclesia Catholica») se habíaopuesto a los herejes («haeretici»), A partir deTeodosio, la distinción entre «católico» y «herético»fue definitivamente establecida por la ley. Con el

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término de católico se entendió desde entoncespartidario de la fe niceana y los representantes detodas las demás tendencias religiosas fueroncalificados de heréticos. Los paganos («pagani»)quedaron incluidos en una categoría especial.

Al declararse niceano convencido, Teodosioentabló una lucha encarnizada contra los heréticos ypaganos. Los castigos que les infligió acrecieronprogresivamente. En virtud del edicto de 380, nodebían llamarse «cristianos católicos» más quequienes, de acuerdo con la enseñanza apostólica y ladoctrina evangélica, creían en la Trinidad del Padre,del Hijo y del Espíritu Santo. Los demás, aquellos«insensatos extravagantes» que seguían ida vergüenzade la doctrina herética,” no tenían el derecho dellamar Iglesia a su reunión e incurrían en gravescastigos[154]. Con este edicto, al decir de un sabiohistoriador, «Teodosio» fue el primero de losemperadores que reglamentó en su propio nombre, yno en el de la Iglesia, el Código de las verdadescristianas obligatorias para sus súbditos[155]. Otrosedictos de Teodosio prohibieron a los herejes todareunión religiosa de carácter público o privado, nosiendo autorizadas más que las reuniones de lospartidarios del Símbolo de Nicea, a quienes debíanser entregadas las iglesias en la capital y en todo elEstado. Los heréticos sufrieron graves restricciones

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en sus derechos civiles, como, por ejemplo, enmateria de herencias, testamentos, etc.

Deseoso de restablecer la paz y el acuerdo en laIglesia cristiana, Teodosio convocó, en 381, unconcilio en Constantinopla. Sólo participaron en éllos representantes de la Iglesia de Oriente. Secalifica a ese concilio de segundo concilioecuménico. Ninguna de tales reuniones nos ha dejadotan pocos documentos como ésta. No se conocen susactas. Al principio incluso no se la llamó concilioecuménico, y sólo en el año 451 se le dio sanciónoficial. La cuestión principal que, en el dominio de lafe, se discutió en este segundo concilio, fue la herejíade Macedonio, el cual, siguiendo el desarrollonatural del arrianismo, demostraba la creación delEspíritu Santo. El concilio, después de establecer ladoctrina de la consubstancialidad del Espíritu con elPadre y el Hijo, y tras condenar al macedonismo odoctrina de Macedonio, y una serie de otras herejíasrelacionadas con el arrianismo, confirmaba elsímbolo de Nicea, en lo concerniente al Padre y alHijo y le añadía un artículo sobre el Espíritu Santo.

Esta adición establecía sólidamente el dogma dela identidad y consubstancialidad del Padre, el Hijo yel Espíritu Santo. Pero dada, la penuria e imprecisiónde nuestros conocimientos sobre tal concilio, algunossabios de Europa occidental han emitido dudas sobre

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el Símbolo de Constantinopla, que, sin embargo secambió en el símbolo más rápidamente extendido eincluso el único oficial en todas las confesionescristianas, a pesar de la diversidad dogmática deéstas. Se ha declarado que este símbolo, no fue elresultado de los trabajos del segundo concilio; queeste no lo compuso ni lo pudo componer, y que, portanto, semejante símbolo es apócrifo. Otros pretendenque fue compuesto antes o después de dicho concilio.

Teodosio se hallaba ante dos difíciles tareas:restablecer la unidad interior del Imperio, desgarradopor querellas religiosas a causa de la existencia demúltiples corrientes de tendencia diversa, y salvar alImperio de la presión continua de los bárbarosgermánicos, concretamente de los godos, queamenazaban a la sazón la misma vida del Imperio.

Hemos visto que el arrianismo había ejercidobajo el predecesor de Teodosio un papelpreponderante. Después de la muerte de Valente, ysobre todo en el corto interregno provisional queprecedió a la exaltación de Teodosio al poder, losconflictos religiosos se habían reavivado, tomando aveces formas muy violentas. Tales turbulencias ydisputas se manifestaban sobre todo en la Iglesia deOriente y en Constantinopla. Las disensionesdogmáticas rebasaban el restringido círculo del cleroy se extendían a toda la sociedad de la época,

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penetrando la multitud y llegando a la calle. Lacuestión de la naturaleza del Hijo de Dios se discutíacon pasión extraordinaria, durante la segunda mitaddel siglo IV, en todas partes: en los concilios, en lasiglesias, en él palacio imperial, en las cabañas de loseremitas, en plazas y mercados. Gregorio, obispo deNisa, habla, no sin sarcasmo, hacia la segunda mitaddel siglo IV, de la situación surgida de ese estado decosas:

Todo está lleno de gentes que discutencuestiones ininteligibles, todo; las calles, losmercados, las encrucijadas… Si se preguntacuántos óbolos hay que pagar, se os contestafilosofando sobre lo creado y lo increado. Sequiere saber el precio del pan y se osresponde segundo concilio; que éste no locompuso ni lo pudo componer, y que, portanto, semejante símbolo es apócrifo. Otrospretenden que fue compuesto antes o despuésde dicho concilio. Pero la mayoría de loshistoriadores —sobre todo la escuela rusa—demuestran que el Símbolo de Constantinoplafue efectivamente compuesto por los Padresdel segundo concilio, si bien no quedóreconocido hasta la victoria de la ortodoxia

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en Calcedonia.

También al segundo concilio correspondió fijar elrango del patriarca de Constantinopla en relación alobispo de Roma. El tercer canon del conciliodeclara: «Que el obispo de Constantinopla sea elprimero después del obispo de Roma, porqueConstantinopla es la nueva Roma». Así, el patriarcade Constantinopla ocupó entre los patriarcas elprimer lugar después del de Roma. Semejantedistinción no podía ser aceptada por otros patriarcasde Oriente, más antiguos. Es interesante notar laargumentación del tercer canon, que define lajerarquía eclesiástica del obispo de Constantinoplasegún la situación de la ciudad, capital del Imperio.

El teólogo Gregorio de Nacianzo, que, elegidopara la sede episcopal de Constantinopla, habíacumplido un importante papel en la capital alprincipio del gobierno de Teodosio, no pudo resistira los múltiples partidos que lucharon contra él en elconcilio, y pronto hubo de alejarse de éste yabandonar su sede, así como la propiaConstantinopla poco tiempo después. En su lugar fueelegido un laico, Nectario, que no poseíaconocimientos teológicos profundos, pero que sabíaentenderse con el emperador. Nectario pasó a

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presidir el concilio, el cual concluyó sus tareas en elestío de 381.

La actitud de Teodosio respecto al clero engeneral, es decir, al clero católico o niceísta, fue lasiguiente: conservó y hasta amplío los privilegiosque en el campo de las cargas personales, tribunales,etc., habían sido concedidos a obispos y clérigos porlos emperadores precedentes, pero a la vez seesforzó en tornar semejantes privilegios inofensivospara los intereses del Estado. Así, Teodosio, por unedicto, obligó a la Iglesia a soportar ciertas cargasextraordinarias del Estado («extraordinaria munera»)[156]. Se Limitó, en razón de los frecuentes abusos, laextensión de la costumbre de acogerse a la Iglesiacomo a un asilo que protegía al culpable de lapersecución de las autoridades, y fue prohibido a losdeudores al Estado tratar de substraerse a sus deudasrefugiándose en los templos. Al clero le fue vedadoocultarlos[157].

Teodosio tenía la firme voluntad de organizar porsí mismo todos los asuntos de la Iglesia, y en generallo consiguió. No obstante, tropezó con uno de losrepresentantes más ilustres de la Iglesia deOccidente: Ambrosio, obispo de Milán. Teodosio yAmbrosio encarnaban dos puntos de vista diferentessobre las relaciones de la Iglesia y el Estado. Elprimero era partidario de la superioridad del Estado

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sobre la Iglesia y el segundo pensaba que los asuntosde la Iglesia se abstraían a la competencia del podersecular. El conflicto estalló con motivo de lasmatanzas de Tesalónica. En esta populosa y ricaciudad, la falta de tacto de jefe de los germanos,numerosos destacamentos de los cuales estabanacantonados allí, establecer la doctrina de laconsubstancialidad del Espíritu con el Padre y elHijo, y tras condenar al macedonismo, o doctrina deMacedonio, y una serie de otras herejíasrelacionadas con el arrianismo, confirmaba elSímbolo de Nicea en lo concerniente al Padre y elHijo y le añadía un articulo sobre el Espíritu Santo.

Esta adición establecía sólidamente el dogma dela identidad y consubstancialidad del Padre, el Hijo yel Espíritu Santo. Pero, dada la penuria e imprecisiónde nuestros conocimientos sobre tal concilio algunossabios de la Europa, occidental han emitido dudassobre el Símbolo de Constantinopla, que, sinembargo se trocó en el símbolo más rápidamenteextendido e incluso el único oficial en todas lasconfesiones cristianas, a pesar de la diversidaddogmática de éstas Se ha declarado que ese símbolono fue el resultado de los trabajos del tomados allí,hizo estallar una sedición entre los moradores,exasperados por las violencias de los soldados. Eljefe germano y varios de sus hombres resultaron

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muertos. Teodosio, que sentía las mejoresdisposiciones hacia los germanos (algunos de loscuales ocupaban grados altos en sus ejércitos), seenfureció y se vengó de Tesalónica con unasangrienta matanza de sus habitantes, sin distinciónde edad ni sexo. La orden del emperador fueejecutada por los germanos. Pero este acto cruel delemperador no quedó impune. Ambrosio excomulgó alemperador, quien, a pesar de su poder y autoridad,hubo de confesar en público su pecado y cumplirhumildemente la penitencia que le impuso Ambrosio.Mientras duró tal penitencia, Teodosio no llevó ropasreales.

En tanto que mantenía una lucha implacablecontra los herejes, Teodosio no dejaba de tomarmedidas decisivas contra los paganos. Con una seriede decretos prohibió sacrificar, buscar presagios enlas entrañas de los animales y frecuentar los templospaganos. Como consecuencia de tales medidas, lostemplos paganos se cerraron. Los edificios sirvierona veces para menesteres del Estado. Otras, lostemplos paganos, con todas las riquezas y tesorosartísticos que contenían, fueron demolidos por unpopulacho fanático. Nos consta la destrucción, enAlejandría, del famoso templo de Serapis, oSerapeion, centro del culto pagano en aquella ciudad.El último edicto de Teodosio contra los paganos,

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emitido el 392, prohibía de manera definitiva lossacrificios, las libaciones, las ofrendas de perfumes,las suspensiones de coronas, los presagios. Allí setrataba a la antigua religión de «supersticióngentilicia»[158]. Todos los violadores del edicto erandeclarados culpables de lesa majestad y desacrilegio, amenazándoseles con penas severas. Unhistoriador llamó al edicto de 392, «el canto fúnebredel paganismo»[159].

Con este edicto terminó la lucha sostenida porTeodosio contra el paganismo en Oriente.

En Occidente, el episodio más célebre de lalucha entablada contra el paganismo por losemperadores Graciano, Valentiniano II y Teodosio seprodujo al ser quitado del Senado romano el altar dela Victoria. Retirado dicho altar ya una vez, porConstantino, como hemos visto, había sidoreintegrado por Justiniano. Los senadores, queseguían siendo semipaganos, vieron en aquello el finde la pasada grandeza de Roma. Se envió alemperador un orador pagano, el famoso Símaco, parapedir la restitución del altar al Senado. Como diceUspensky (t. I., Pág. 140, en ruso), aquel fue «elúltimo canto del paganismo moribundo que, tímida yplañideramente, pedía gracia al joven emperador(Valentiniano II) para la religión a la que susantepasados debían su gloria y Roma su grandeza».

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La misión de Símaco no triunfó. El obispo de Milán,Ambrosio, se mezcló en el asunto y obtuvo lavictoria.

En 393 se celebraron por última vez los JuegosOlímpicos. Se transportaron a Constantinopla desdeOlimpia diversos monumentos antiguos, entre ellos lafamosa estatua de Zeus ejecutada por Fidias.

La política religiosa de Teodosio se distingueclaramente de la de sus predecesores. Estos últimosse habían unido a tal o cual forma de cristianismo, oal paganismo (como Juliano), adoptando ciertatolerancia para las opiniones o creencias ajenas. Laigualdad de las religiones existía «de jure». Teodosiose situó en una posición diferente. Aceptó la fórmulade Nicea como la única justa, y le dio fundamentoslegales prohibiendo por completo las otrastendencias religiosas del cristianismo, y elpaganismo también.

Con Teodosio, se vio en el trono romano a unemperador que consideraba la Iglesia y las opinionesreligiosas de sus súbditos como asunto de sucompetencia. No obstante, Teodosio no consiguió dara la cuestión religiosa la solución que deseaba, estoes, crear una Iglesia niceísta y única. No sólocontinuaron las disputas religiosas, sino que semultiplicaron y ramificaron, dando, en el siglo V,origen a una actividad religiosa desbordada y

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ferviente. Pero sobre el paganismo sí consiguióTeodosio una victoria completa. Su reinadopresenció la solidificación institucional delcristianismo. El paganismo, perdiendo la facultad demanifestarse abiertamente, dejó de existir comoentidad organizada. Cierto que quedaron paganos,pero eran sólo familias o individuos aislados, queguardaban en secreto los amados objetos del legadode una religión muerta.

Teodosio no incomodó a la escuela pagana deAtenas, que continuó existiendo y haciendo conocer asus auditores las obras de la literatura antigua.

El problema germánico (Godo) enel siglo IV

La cuestión candente que gravitaba sobre elImperio a fines del siglo IV, era la de los germanos, yen especial la de los godos.

Los godos, que al principio de la era cristianavivían en el litoral meridional del mar Báltico,emigraron, probablemente a fines del siglo II y porcausas difíciles de precisar, a los países del sur de la

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Rusia contemporánea. Llegaron hasta las orillas delmar Negro y ocuparon el territorio comprendidoentre el Don y el Danubio inferior. El Dniésterdividía a los godos en dos tribus: los godos del este uostrogodos, y los godos del oeste o visigodos. Comotodas las demás tribus germanas de la época, losgodos eran verdaderos bárbaros, pero seencontraron, en la Rusia meridional, en condicionesmuy favorables para la civilización. Todo el litoralseptentrional del mar Negro había estado, desdemucho antes de la era cristiana, cubierto de ricosfocos de civilización, de colonias griegas cuyainfluencia, a juzgar por los datos arqueológicos, sehabía remontado bastante lejos hacia el norte, en elinterior del país, y se hacía sentir en aquellasregiones desde muchísimo tiempo atrás. En Crimease hallaba el opulento y civilizado reino del Bósforoo Cimerio. Gracias a su contacto con las antiguascolonias griegas y con el reino del Bósforo, losgodos recibieron algún influjo de la civilizaciónantigua, mientras, por otra parte, entraban en contactotambién con el Imperio romano en la PenínsulaBalcánica. Más tarde, cuando aparecieron en laEuropa occidental, los godos eran ya un pueblo quesuperaba sin duda en civilización a las otras tribusgermánicas de la época.

La actividad de los godos, afincados en las

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estepas de la Rusia meridional, tomó en el siglo III

dos direcciones: por un lado les atraía el mar y lasposibilidades que éste les brindaba de emprenderincursiones navales por el litoral del Negro; por otro,al sudoeste, se acercaron a la frontera romana delDanubio, chocando así con el Imperio.

Los godos se fijaron primero en el litoralseptentrional del mar Negro, apoderándose, amediados del siglo III, de Crimea, y por tanto delreino del Bósforo, incluido en ella. Empleando losnumerosos buques bosforianos, emprendieron,durante la segunda mitad del siglo III una serie deincursiones devastadoras. Pusieron a saco variasveces el rico litoral caucásico y las no menos ricascostas del Asia Menor; avanzaron por el litoraloccidental del mar Negro hasta el Danubio y,atravesando el mar, llegaron, por el Bósforo, laPropóntide (mar de Mármara) y el Helesponto(Dardanelos), al Archipiélago. De camino, saquearonBizancio, Crisópolis (ciudad en la orilla de Asia,frente a Bizancio, hoy Escútari), Cízico, Nicomedia ylas islas del Egeo. Los piratas godos no se detuvieronen esto, sino que atacaron Éfeso, Tesalónica y,acercándose con sus barcos a las costas de Grecia,pusieron a saco Argos, Corinto y muy probablementeAtenas. Por suerte, se salvaron las obras maestras deesta última ciudad. La isla de Rodas, Creta y el

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mismo Chipre —que no estaba en su itinerario, sivale la expresión— sufrieron sus incursiones. Peroestas empresas marítimas se limitaban a saqueos ydevastaciones, tras lo cual las naves de los godosvolvían al litoral septentrional del mar Negro. Variasbandas de estos piratas, que se aventuraron en tierra,fueron aniquiladas o cautivadas por los ejércitosromanos.

Por tierra, las relaciones de los godos con elImperio produjeron resultados mucho másimportantes. Aprovechando las turbulencias delImperio en el siglo III, los godos, en la primera mitadde este siglo, comenzaron a franquear el Danubio y apracticar incursiones en territorio romano. Elemperador Gordiano llegó a verse obligado apagarles un tributo anual. Esto no les contuvo. Prontolos godos hicieron una nueva incursión en el Imperio,invadiendo Tracia y Macedonia. El emperador Deciomurió en una expedición contra ellos (251). El 269,el emperador Claudio logró causarles una gravederrota cerca de Naisos (Nisch). El emperador hizogran cantidad de prisioneros, admitió parte de ellosen su ejército y fijó otra, en calidad de colonos, enlas tierras romanas despobladas. Su victoria sobrelos godos valió a Claudio el sobrenombre de Gótico.Pero a poco, Aureliano, que había restablecido demomento la unidad del Imperio (270-275), se vio

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obligado a ceder a los godos la Dacia, instalando enMesia la población romana de esta región. En elsiglo IV se veían con frecuencia godos en losejércitos romanos. Según el historiador Jordanes, undestacamento de godos sirvió lealmente en el ejércitode Valerio[160]. Los godos alistados en los ejércitosde Constantino le ayudaron en su lucha contraLicinio. Finalmente los visigodos concluyeron untratado con Constantino, obligándose aproporcionarle 40 000 guerreros para las luchasemprendidas por el emperador contra diversospueblos. Juliano tuvo también en su ejército undestacamento de godos.

En el siglo III, se desarrolló ente los godos deCrimea el cristianismo, exportado allí probablementepor los cristianos del Asia Menor hechos prisionerospor los godos en sus incursiones marítimas. En elconcilio de Nicea (325). un obispo godo, Teófilo,participó en las discusiones ecuménicas y firmó elSímbolo de Nicea. En el siglo IV, Wulfila evangelizóa otros godos. Wulfila, de origen griego quizá, peronacido en territorio godo, había vivido algún tiempoen Constantinopla. Le consagró obispo un obispoarriano. De regreso con los godos, Wulfila, durantealgunos años predicó entre ellos el cristianismosegún el rito arriano. Para facilitar a los godos el

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conocimiento de la Santa Escritura, compuso conayuda de letras griegas un alfabeto godo, y tradujo laBiblia al godo. La forma arriana del cristianismorecibida por los godos tuvo considerable importanciaen su historia ulterior, ya que, más tarde, al instalarsesus tribus en territorios del Imperio romano, sudoctrina les impidió fundirse con la poblaciónindígena, que era nicea. Los godos de Crimeasiguieron siendo ortodoxos.

Las relaciones amistosas entre los godos y elImperio evolucionaron cuando, en 375, los salvajeshunos, pueblo de origen turco[161], irrumpieron desdeAsia en Europa e infligieron una cruenta derrota a losostrogodos. Continuando su empuje hacia el oeste,comenzaron, en unión de los ostrogodos sometidos, apresionar a los visigodos. Este pueblo, que vivía enlos confines del Imperio, no viéndose en situación deoponerse a los hunos, que habían aniquilado ya grannúmero de ellos, con sus mujeres e hijos, hubo depasar la frontera y entrar en territorio romano. Lasfuentes cuentan que los godos, en la orilla derechadel Danubio, suplicaban a las autoridades romanas,con lágrimas en los ojos, que les permitiesenatravesar el río. Los bárbaros ofrecían, si elemperador se lo autorizaba, instalarse en Tracia yMesia para cultivar la tierra; prometían al emperadorproporcionarle fuerzas militares y se obligaban a

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obedecer sus mandatos, lo mismo que sus súbditos.Una delegación con instrucciones en tal sentido fueenviada al emperador. En el gobierno romano y entrelos generales hubo una mayoría muy favorable a lapropuesta de instalación de los godos. Se veía en ellaun aumento de la población rural y de las fuerzasmilitares, tan útiles para el Estado. Los nuevossúbditos defenderían el Imperio, y los habitantesindígenas de las provincias afectadas, que estabanentonces sometidos a reclutamiento, substituirían éstepor un impuesto en metálico, lo que aumentaría lasrentas estatales.

Triunfó tal punto de vista y los godos recibieronpermiso para atravesar el Danubio. «Así fueronacogidos —dice Fustel de Coulanges en su Historiade las instituciones políticas de la antiguaFrancia[162]— en territorio romano de cuatrocientosmil a quinientos mil bárbaros, cerca de la mitad delos cuales estaban en condición de empuñar lasarmas». Incluso si se aminora esa cifra, queda en pieel hecho de que el número de bárbaros establecidosen Mesia era considerable.

Al principio los bárbaros vivieron tranquilos.Pero, poco a poco, un cierto descontento, quegradualmente se tornó en irritación, prendió en susfilas contra los generales y funcionarios romanos.Estos últimos retenían parte del dinero destinado al

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sustento de los colonos y los alimentaban mal. Losmaltrataban e insultaban a sus mujeres e hijos.Incluso mandaron al Asia Menor gran número degodos. Las quejas de éstos no eran atendidas.Entonces, los bárbaros, exasperados, se sublevaron yllamando en su ayuda a los alanos y los hunos,penetraron en Tracia y marcharon sobreConstantinopla. El emperador Valente, que hallaba enguerra con Persia, al tener noticia del alzamiento delos godos, corrió desde Antioquía a Constantinopla.Se libró batalla cerca de Adrianópolis el 9 de agostodel 378. Los godos infligieron una derrota terrible alejército romano. El propio Valente murió allí. Elcamino de la capital quedó abierto a los godos, quecubrieron toda la Península balcánica, llegando hastalas murallas de Constantinopla. Pero sin duda nohabían concebido un plan general de ataque alImperio[163]. Teodosio, sucesor de Valente, logró, conayuda de destacamentos de godos mismos, vencer alos bárbaros y suspender sus pillajes. Este hechomuestra que, mientras parte de los godos hacía laguerra al Imperio, otra consentía en servir en susejércitos y batirse contra los demás germanos.Después de la victoria de Teodosio, «volvió latranquilidad a Tracia, porque los godos que seencontraban allí habían perecido», con palabras delhistoriador pagano del siglo V, Zósimo (Historia

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nova, IV, 25, 4, ed. Mendelssohn, p. 1818). De modoque la victoria de los godos en Adrianópolis no lespermitió fijarse en ninguna región del Imperio.

Pero desde esta época empezaron a infiltrarse enla vida del Imperio por medios pacíficos. Teodosio,comprendiendo que no podría vencer por fuerza dearmas a los bárbaros instalados en territorio romano,entró en las vías de un acuerdo amistoso, asociando alos godos a la civilización romana y, lo que fue másimportante, atrayéndoles a su ejército. Poco a poco,las tropas que tenían por misión defender el Imperiofueron reemplazadas en su mayor parte porcompañías germánicas. Muy a menudo, los germanoshubieron de proteger al Imperio contra otrosgermanos.

La influencia de los godos se hizo notar en elmando superior del ejército y en la administración,donde los puestos más elevados e importantes fueronreservados a los germanos. Teodosio, que veía en unapolítica germanófila la paz y la salvación delImperio, no comprendía el peligro que ulteriormentepudiera representar para la misma existencia delEstado el desarrollo del germanismo bárbaro. Esnotorio que Teodosio no debió ver la debilidad desemejante política, que fallaba en especial por loconcerniente a la defensa militar del país. Los godos,que habían tomado de los romanos su arte militar, su

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táctica, su manera de combatir, su armamento, seconvirtieron en una fuerza temible que podía encualquier instante volverse contra el Imperio. Lapoblación indígena grecorromana, relegada asegundo plano, sintió vivo descontento contra elpredominio de los godos. Se hizo sentir unmovimiento antigermano que podía producir muygraves complicaciones internas.

En 395, Teodosio murió en Milán. Su cuerpo,embalsamado, fue conducido a Constantinopla yenterrado en la iglesia de los Santos Apóstoles.Teodosio dejaba dos hijos, muy jóvenes todavía, quefueron reconocidos como sus sucesores: Arcadio yHonorio. Arcadio recibió el Oriente; Honorio, elOccidente.

Teodosio no había conseguido los resultadosbuscados en la doble tarea que se había propuesto. Elsegundo concilio ecuménico, que proclamó lapreeminencia del niceísmo en el cristianismo, nologró restablecer la unidad de la Iglesia. Elarrianismo, en sus diferentes manifestaciones, siguiósubsistiendo y su desarrollo creó nuevas corrientesreligiosas que habían de alimentar en el siglo V lavida religiosa y la social (ésta íntimamente ligada aaquélla), sobre todo en las provincias orientales, enSiria y en Egipto, lo que debía tener consecuenciasde la mas alta importancia para el Imperio. Teodosio

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mismo al dejar penetrar el elemento germánico en suejercito, al permitir a aquel elemento arriano adquirirpreponderancia, tuvo que hacer concesiones alarrianismo, abandonando así el niceísmo integral.Por otra parte, su política germanófila, que entregabaa los bárbaros la defensa del país y los cargos masimportantes de la administración, dando predominioa los germanos, provocó —ya lo hemos dicho—profundo descontento e irritación indígenagrecorromana. Los focos principales de lapreponderancia germana fueron la capital laPenínsula Balcánica y cierta parte del Asia Menor.Las provincias de Oriente, Siria, Palestina y Egiptono sintieron aquel yugo. Desde fines del siglo IV, lainfluencia de los bárbaros empezó a amenazarseriamente la capital y, con ella, toda la zona orientaldel Imperio. De este modo, Teodosio, que se habíapropuesto establecer la paz entre el Imperio y losbárbaros y crear una Iglesia unida y uniforme, fracasóen ambas cosas, dejando a sus sucesores la misión deresolver aquellos dos complejísimos problemas.

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Los problemas nacionales yreligiosos en el siglo V

El Interés de este período reside esencialmenteen su modo de afrontar el doble problema nacional yreligioso. Por «problema nacional», o «problema delas nacionalidades», entendemos la lucha de éstasentre sí en el interior del Imperio, así como losconflictos con los pueblos que atacaban desde elexterior.

Parece que el helenismo debiera haberdesempeñado en la «pars orientalis» el papel de unafuerza unificadora en medio de una población tandispar; pero de hecho no fue así. No obstante, suinflujo se había ejercido en Oriente hasta el Eufratesy hasta Egipto desde la época de Alejandro deMacedonia y sus sucesores. Alejandro había visto enla creación de colonias uno de los mejores medios deimplantar el helenismo: se le atribuye la fundación demás de setenta ciudades en Oriente. En cierta medida,sus sucesores continuaron esta política. Los límitesextremos de la helenización estaban, al norte, enArmenia; al sur hacia el mar Rojo; al este en Persia yen Mesopotamia. El helenismo no había rebasadoestas provincias. El principal centro de civilizaciónhelenística era la ciudad egipcia de Alejandría. A lo

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largo de lodo el litoral mediterráneo, y sobre todo enAsia Menor, Siria y Egipto, la civilización helénicase había impuesto a las demás. De esos tres países,acaso Asia Menor fuera el más helenizado. Hacíamuchos siglos que sus costas estaban cubiertas decolonias griegas, desde donde la influencia helenahabía irradiado, aunque no sin dificultades, hacia elinterior del país.

La helenización de Siria era menos profunda. Lamasa de la población no se hallaba familiarizada conla lengua griega y seguía hablando sus idiomasindígenas, el sirio y el árabe. Un sabio orientalistaescribe que «si incluso en una ciudad tan cosmopolitacomo Antioquía, el hombre del pueblo hablaba elarameo (es decir, el siriaco), cabe con buena razónsuponer que en el interior de la provincia el griegono era la lengua de las clases instruidas, sino sólo delos que la habían estudiado especialmente»[164]. Sepuede hallar la prueba palmaria de que la lenguaindígena Siria estaba profundamente implantada enOriente, en la «Colección de leyes siriorromana delsiglo V»[165].

El manuscrito sirio más antiguo que de esacolección nos ha llegado está compuesto a principiosdel siglo VI, y por consecuencia antes de Justiniano.Ese texto sirio, probablemente escrito en la parte

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nordeste de Siria, es una traducción del griego. Eloriginal griego no ha llegado a nosotros, pero puedededucirse por algunas indicaciones que fue redactadohacia el 570. Como quiera que fuese, la traducciónsiria vio la luz casi en seguida de la aparición deltexto original. Además del texto sirio, poseemos lasversiones árabe y aramea de tal colección legislativa,que, según todas las probabilidades, es de origeneclesiástico, ya que analiza con profusión de detalleslos artículos del derecho conyugal y sucesorial yhace resaltar osadamente los privilegios del clero.Pero aquí no nos interesa tanto el fondo de lacolección tomó su gran difusión y corrienteaplicación en Oriente, en los territorioscomprendidos entre Armenia y Egipto, según loprueban las numerosas y diversas versiones de estosdocumentos, así como lo que de ellos han tomado losescritores sirios y árabes de los siglos XIII y XIV. Mástarde, cuando la legislación justiniana se hizo, demodo oficial, obligatoria en todo el Imperio, elCódigo imperial pareció demasiado voluminoso yharto difícil de comprender para las provinciasorientales, y en la práctica se siguió empleando lacolección siria, que reemplazó al «Codex». Cuando,en el siglo VIII, los musulmanes ocuparon lasprovincias orientales, aquella legislación siria tuvoigual difusión bajo el dominio mahometano. Que tal

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compendio legislativo fuera traducido al sirio en lasegunda mitad del siglo VI, muestra con claridad quela masa de la población no conocía aún el griego niel latín y estaba muy afincada a la lengua indígenasiria.

En Egipto, a pesar de la existencia de un foco decivilización de irradiaciones universales, como loera Alejandría, el helenismo no había afectadotampoco sino a la clase superior dirigente, laica oeclesiástica. La masa de la población seguíahablando la lengua indígena copta.

Estos motivos no fueron los únicos que obraronen el siglo V. El gobierno encontraba dificultades enlas provincias orientales, no sólo a causa de lasdiferencias de nacionalidades y razas, sino tambiénporque una aplastante mayoría de la población sirio-egipcia, y parte de la del Asia Menor oriental, eranprofundamente afectas al arrianismo y susramificaciones sucesivas. Así, la cuestión de lasnacionalidades, ya compleja en sí, se agravó en elsiglo V con un problema religioso.

En las provincias occidentales del Imperio deOriente, es decir, en la Península Balcánica, en lacapital y en la parte occidental del Asia Menor, elproblema importante de este período fue el problemagermánico, que amenazaba, como se ha visto másarriba, la misma existencia del Imperio. A mediados

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del siglo V, después de que el problema godo se huboresuelto, hubo motivos para creer que los salvajesisáuricos iban a ocupar en la capital el puesto de losgodos. En la frontera oriental, la lucha contra lospersas continuó con algunas interrupciones, mientrasen la frontera septentrional de los Balcanesempezaban las devastadoras invasiones de un pueblode origen único o turco: los búlgaros[166].

Arcadio (395-408)

Los favoritos

Arcadio tenía sólo diecisiete años cuando subióal trono. No poseía la experiencia ni la fuerza devoluntad requeridas por su elevada posición. Prontose halló bajo el dominio completo de sus favoritos,que monopolizaron todo el poder, haciendo pasar aprimer plano sus intereses propios y los de sus

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partidarios. El primer favorito que tuvo influjo sobreel emperador fue Rufino, que, viviendo Teodosio,había sido preceptor de Arcadio. Rufino no tardó enser asesinado. Dos años después, pasó a ser favoritoel eunuco Eutropio, quien ejerció influenciaexclusiva sobre el emperador y alcanzó la cúspide delos honores después que hizo casar a Arcadio conEudoxia, hija de un general franco del ejércitoromano. El hermano menor de Arcadio, Honorio, quehabía recibido el Occidente, tenía a su lado, comoconsejero designado por su mismo padre, al valerosogeneral Estilicón, tipo perfecto del bárbaro germanoromanizado, que había prestado grandes servicios alImperio luchando contra sus propios compatriotas.

La resolución del problemaGótico

Bajo el reinado de Arcadio, la principal cuestiónque se planteó al Imperio fue la germánica.

Los visigodos, establecidos en el norte de laPenínsula de los Balcanes, estaban entoncesmandados por un nuevo jefe: el ambicioso Alarico el

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Balto. Al principio del reinado de Arcadio entraronen Mesia, Tracia y Macedonia e incluso amenazaronla capital. Merced a la intervención diplomática deRufino, Alarico abandonó la idea de marchar sobreConstantinopla. La atención de los godos se volvió aGrecia. Alarico atravesó Tesalia y por lasTermopilas invadió la Grecia central.

En esta época, la población de Grecia, enconjunto, no estaba contaminada todavía, y era, pocomás o menos, la que conocieran Pausanias y Plutarco.«La lengua, la religión, las leyes y las costumbres delos antepasados —dice Gregorovius— permanecíancasi invariables en ciudades y campiñas. Si bien elcristianismo había sido reconocido oficialmentecomo la religión dominante; si bien el culto de losdioses, prohibido por el gobierno, estaba condenadoa desaparecer, no por ello la Grecia antigua llevabamenos el sello moral y artístico del paganismo(gracias a los monumentos de la antigüedad, quehabía conservado)»[167].

En su marcha a través de Grecia, los godosdevastaron y saquearon la Beocia y el Ática.Ocuparon el puerto de Atenas —el Pireo—, pero,por suerte, no pasaron a Atenas misma. El historiadorpagano del siglo V, Zósimo, se hace eco de unaleyenda según la cual Alarico, al acercarse con suejército a las murallas de Atenas, vio erguirse ante

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él, armada de punta en blanco, la diosa Atenea y, enpie ante los muros, el héroe troyano Aquiles.Atemorizado por tal aparición, Alarico abandonó laidea de atacar Atenas[168]. Por lo contrario, elPeloponeso sufrió terriblemente. Los visigodossaquearon Corinto, Argos, Esparta y varías otrasciudades. Estilicón avanzó para libertar a Grecia.Desembarcó con su ejército en el istmo de Corinto yasí cortó a Alarico la retirada. No obstante, el jefegodo se abrió, con grandes dificultades, camino haciael norte, y alcanzó el Epiro. El emperador Arcadiono titubeó en honrar al devastador de sus provinciascon la elevada dignidad de «magister» del ejército deIliria («magíster militum per Illyricum»). Tras esto,Alarico dejó de amenazar el Oriente y dedicó toda suatención a Italia.

El peligro gótico no se hacia sentir sólo en laPenínsula Balcánica y en Grecia. El predominio delos godos se manifestaba todavía, sobre todo a partirde Teodosio el Grande, en la capital, donde losgrados más altos del ejército y gran número deelevadas funciones civiles habían pasado a manos delos germanos.

Al subir Arcadio al trono, era el partidogermánico el que ejercía más profunda influencia enConstantinopla. A su cabeza estaba el godo Gainas,uno de los generales más valerosos del ejército

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imperial. En torno suyo se agrupaban los militares, enespecial los de origen godo, y los representantes delpartido germánico de la capital. El punto débil delpartido consistía en lo religioso, pues ya hemos vistoque los godos, en su mayoría, eran arríanos. Elsegundo partido que desempeñó papel importante enlos años primeros del gobierno de Arcadio fue el deleunuco Eutropio, el poderoso favorito. Habíaserodeado Eutropio de ambiciosos y aventureros queperseguían ante todo la satisfacción de sus apetitospersonales y para ello se servían de Europio. Gainasy Eutropio no podían entenderse. Ambos aspiraban alpoder.

Los historiadores advierten la existencia de untercer partido, hostil por igual a los germanos y aEutropio. Este último partido, al que se habían unidolos senadores, los funcionarios y la mayoría de losmiembros del clero, puede ser considerado como unaoposición que se levantaba, en nombre de la ideacristiana y nacional, contra la influencia creciente delos bárbaros y los heréticos. Naturalmente, elfavorito, grosero y ávido, no podía despertarsimpatías en este tercer partido, el jefe mássobresaliente del cual era Aureliano, prefecto de laciudad[169].

Entre los contemporáneos, hubo varios quecomprendieron el grave peligro que la influencia

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germánica podía acarrear al Imperio. El gobiernomismo llegó a presentir el huracán.

Poseemos un documento de altísimo interés quenos muestra de manera vivida el estado de ánimo decierto medios respecto al problema germánico.Hablamos del tratado de Sinesio Sobre el poderimperial, o, como a veces se traduce, (περίβασιλείας). Este tratado quizá fuera presentado alpropio Arcadio. Sinesio (370-413), originario deCirene, ciudad del África del Norte, era unneoplatónico instruido que se convirtió alcristianismo. En 399 se encaminó a Constantinoplapara solicitar del emperador algunos desgravámenesde impuestos en favor de su ciudad natal. Más tardede vuelta a su patria, fue elegido obispo dePtolemaida, en África del Norte. Durante los tresaños de su estancia en Constantinopla, Sinesio se dioperfecta cuenta del peligro que hacían correr losgermanos al Imperio, y compuso el tratado a quehemos hecho referencia, que se puede calificar, conexpresión de un historiador, de «manifiestoantigermano del partido nacional de Aureliano[170]».«Bastará el más ligero pretexto —escribía Sinesio—para que los armados (esto es, los bárbaros) tomen elpoder y adquieran supremacía sobre los ciudadanoslibres».

Entonces los civiles deberán combatir contra

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hombres experimentados al más alto punto en el artemilitar… Es preciso ante todo apartar (a losextranjeros) de las funciones superiores y quitarlessus títulos de senadores, porque lo que en laantigüedad pasaba a los ojos de los romanos como elcolmo de los honores, se ha convertido en una cosaabyecta para los extranjeros. Nuestra ineptitud paracomprender me sorprende en muchos casos, perosobre todo en éste. En toda casa, por mediocre quesea, se puede encontrar un esclavo escita (es decir,godo); ellos son cocineros, despenseros… Escitastambién los que llevan sillas pequeñas a la espalda ylas ofrecen a quienes quieren reposar al aire libre.¿No es hecho digno de provocar sorpresa en el mayorgrado ver a los mismos bárbaros rubios, peinados ala moda eubea, que en la vida privada llenan el papelde domésticos, darnos órdenes en la vida pública? Elemperador debe depurar el ejército; lo mismo, en unmontón de granos de trigo, separamos la paja ycuanto puede ser nocivo al buen grano… Tu padre,por exceso de clemencia, trató (a esos bárbaros) condulzura e indulgencia; él les dio el título de aliados;él les concedió derechos políticos, honores; élgenerosamente les donó tierras. Pero no hancomprendido y apreciado como convenía la noblezade este trato. Han visto en ello una debilidad pornuestra parte, y eso les ha inspirado una arrogancia

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insolente y una jactancia inaudita… Recluta anuestros nacionales en mayor numero, eleva nuestroánimo, fortifica nuestros propios ejércitos y cumplelo que el Estado ha menester… Hay que emplearperseverancia. Que esos bárbaros trabajen la tierra,como en la antigüedad los mesenios, que después dehaber abandonado las armas sirvieron de ilotas a loslacedemonios, o bien que se vayan por el mismocamino por el que vinieron y que anuncien a lastribus de la otra orilla del río que los romanos notienen ya la misma dulzura y que entre ellos rige unemperador joven, de noble corazón[171]. Lasignificación profunda de este notable documento,contemporáneo de los sucesos de que se trata, resideen la última recomendación de Sinesio. Éstecomprende el peligro que amenaza al Imperio porparte de los godos y propone que se los aleje delejército, que se recluten tropas nacionales y, trasesto, que se convierta a los bárbaros en labradores.Si no lo aceptan, que se limpie del ellos el territorioromano, arrojándolos al otro lado del Danubio, o seadevolviéndolos a su punto de origen.

El jefe más popular del ejército imperial, el godoGainas, no podía soportar con calma la influenciaexclusiva de Eutropio. Pronto se le presentó ocasiónde obrar. En aquella época, los godos instalados porTeodosio el Grande en Frigia (Asia Menor), se

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sublevaron a las órdenes de su jefe Tribigildo, yasolaron el país. Gainas, enviado contra el rebelde,se alió a éste en secreto. Ambos se ayudaron entre síe infligieron una derrota a las tropas imperialesenviadas contra Tribigildo. Éste y Gainas, dueñosambos de la situación, exigieron al emperador quedestituyera a Eutropio y se lo entregase. El favoritotenía contra él a Eudoxia, la mujer del emperador, yal partido de Aureliano. Así acorralado, Arcadiohubo de ceder y desterró a Eutropio (399). Pero talmedida no contentó a los godos victoriosos, queforzaron al emperador a que llamara de nuevo aEutropio a la capital, le entregase a la justicia y lehiciera ejecutar. Tras esto, Gainas exigió alemperador que se abandonase uno de los templos dela capital a los godos arríanos, para que éstospudiesen celebrar allí su Oficio. Contra este proyectose alzó Juan Crisóstomo («Boca de Oro», llamadoasí por sus cualidades como brillante orador que era)obispo de Constantinopla. Gainas, sabedor de que elobispo tenía a su lado no sólo la capital, sino lo másde la población del Imperio, no insistió.

Instalados en la capital, los godos, en ciertamanera, eran árbitros de los destinos del Imperio.Arcadio y la población de Constantinoplacomprendieron la mucha gravedad de la situación.Por su parte. Gainas, a pesar de sus éxitos, no logró

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conservar la preponderancia adquirida. Hallándoseuna vez ausente de la capital, estalló una revuelta.Muchos godos fueron muertos. Gainas no pudovolver a Constantinopla, y Arcadio, que habíarecuperado el valor, envió contra él a un godo fiel, elpagano Fravitta, que batió a Gainas cuando éstetrataba de pasar por mar al Asia Menor. Gainas serefugió en Tracia, donde fue apresado por el rey delos hunos, quien le hizo cortar la cabeza y la enviócomo obsequio a Arcadio. Así se conjuró el gravepeligro germánico, merced a un germanoprecisamente: el godo pagano Fravitta, que recibiópor aquel gran servicio el título de cónsul. Elproblema godo quedó, pues, resuelto en el siglo V enventaja del gobierno. Las tentativas ulteriores de losgodos para recobrar la influencia perdida no tuvieronimportancia alguna.

Juan Crisóstomo

Sobre aquel fondo de complicaciones germánicasresaltó la poderosa figura del patriarca deConstantinopla, Juan Crisóstomo[172].

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Juan, originario de Antioquía, fue discípulo delcélebre retórico Libanio. Se proponía seguir unacarrera civil, pero abandonó tal proyecto después desu conversión. Entonces se entregó con fervor apredicar en su ciudad natal, donde oficiaba comosacerdote. El favorito Eutropio, a la muerte delpatriarca Nectario, fijó su atención sobreCrisóstomo, ya célebre en Antioquía por suspredicaciones. Temiéndose que la población deAntioquía se opusiese a su marcha, Juan fue llevadoen secreto a Constantinopla. A pesar de las intrigasde Teófilo, obispo de Alejandría, Juan fueconsagrado obispo y ocupó la sede patriarcal deConstantinopla el año 398. La capital recibió con élun orador notable y valeroso, uno de esos hombresexcepcionales cuyas prácticas están acordes con susprincipios. Predicador de una moralidad severa,adversario de un lujo excesivo, Juan, convencidoniceísta, halló entre sus ovejas muchos enemigos.Entre ellos figuraba la emperatriz Eudoxia, amantedel lujo y los placeres y a quien Juan, en sus prédicaspúblicas, colmaba de reproches, comparándola aJezabel y a Herodíadas[173]. Juan adoptó una actitudenérgica ante los godos arríanos que, como vimos,exigían, por intermedio de Gainas, una iglesia para suOficio. Juan rehusó categóricamente y los godoshubieron de seguir contentándose con la iglesia que

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se les había otorgado extramuros de la ciudad. PeroJuan se interesó vivamente por la minoría ortodoxagoda. Les cedió una iglesia en la ciudad, los visitabaa menudo y, ayudado por intérpretes, conversaba conellos.

Su firme religiosidad, su intransigencia con todoaquello que se apartara del mensaje evangélico, suelocuencia severa y persuasiva acrecieronprogresivamente el número de sus enemigos. Arcadiosufrió la influencia de los tales y se pronuncióabiertamente contra el patriarca Juan, quien se retiróal Asia Menor. Las turbulencias populares queprodujo el alejamiento del amado pastor, obligaron almonarca a volver a llamarle. Pero no duró mucho lapaz entre el patriarca y el gobierno. La inauguraciónde un estatua de la emperatriz proporcionó a Juanmateria para un nuevo sermón cáustico, en el quecensuró los vicios de aquella mujer. Entonces fueprivado de su cargo y sus partidarios perseguidos. Enel 404 se le desterró a Cucusa, ciudad de Capadocia,donde llegó tras largo y difícil viaje. «Era —dice elmismo Juan— el lugar más desierto de todo elImperio»[174]. Tres años después llegó una nuevaorden de destierro contra Juan, al que ahora seenviaba a las lejanas riberas orientales del marNegro. Encaminándose allí, murió (407), quien antesde morir pronunció las siempre recordadas palabras:

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Todo sea para la gloria de Dios. Tal fin tuvo uno delos más eminentes representantes de la Iglesia de laAlta Edad Media. Dejó tras él un rico legadoliterario y teológico a través de sus tratados yhomilías, donde se halla una pintoresca descripciónde la vida intelectual, social y religiosa de su época.Defensor obstinado y convencido de los ideales de laIglesia apostólica, no temió oponerse a las exigenciasarrianas del poderoso Gainas. Juan Crisóstomoquedará siempre como uno de los más altos ejemplosmorales que la humanidad haya nunca visto. «Era —se ha dicho— implacable para el pecado y lleno depiedad para el pecador»[175].

La intervención del Papa y del emperador deOccidente, Honorio, en favor del perseguido Juan ysus partidarios, no tuvo éxito alguno[176].

Arcadio murió en 408. Su hijo y sucesor,Teodosio, sólo tenía siete años. Eudoxia, esposa deArcadio y madre de Teodosio, había muerto tambiénen aquella época.

Teodosio II el Joven (408-450)

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Según el testimonio de algunas fuentes, Arcadio,en su testamento, nombró al rey persa Yezdigerdes Itutor de Teodosio, por temor a que los ciudad deConstantinopla quitasen su trono al último. Pareceque el rey de Persia habría cumplido a la letra susobligaciones y, por intermedio de un agente suyo,protegido a Teodosio contra las intrigas de quienes lerodeaban. Varios eruditos rechazan la autenticidad deeste relato, pero otros no ven en él nada inverosímil.Ejemplos análogos se encuentran en otros períodosde la historia y no hay buenas razones para rechazarla posibilidad[177].

Las amistosas relaciones que existían a la sazónentre los dos Imperios explican la situaciónexcepcionalmente favorable del cristianismo enPersia durante el reinado de Yezdigerdes I. Latradición persa, reflejando el sentir de los magos y delos nobles, le llama «Apostata», «Malvado» amigode Roma y los cristianos y perseguidor de los magos.Las fuentes cristianas le celebran, en cambio, por sudulzura y magnificencia, y hasta dicen que estuvo apunto de convertirse al cristianismo. En realidad,Yezdigerdes I, como Constantino el Grande, teníaciertas miras políticas y apreciaba la importancia delelemento cristiano de su Imperio con relación a susplanes. En 409, los cristianos fueron formalmenteautorizados a adorar en público a su Dios y restaurar

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sus templos. Ciertos historiadores llaman a esedecreto el edicto de Milán de la Iglesia cristianaasiría[178].

El año 410 se reunió en Seleucia un conciliodonde se organizó la Iglesia cristiana de Persia. Elobispo de Seleucia (Ctesiphon) fue elegido jefe deaquella Iglesia. Ostentaba el título de «Catholicos» ydebía morar en la capital del Imperio persa.

Los miembros del concilio hicieron la siguientedeclaración: «Suplicamos todos unánimemente aNuestro Señor misericordioso que aumente los díasdel victorioso e ilustre rey Yezdigerdes, rey de reyes,y prolongue sus años de generaciones engeneraciones y de edades en edades»[179].

Los cristianos no gozaron mucho tiempo de estalibertad. Ya en los últimos años del reinado deYezdigerdes se reanudó la persecución.

Teodosio, desprovisto de talentos de estadista, seinteresó poco por el gobierno. Durante su reinado semantuvo, por decirlo así, al margen de los asuntospúblicos. Tenía verdadera pasión por la vidaretirada, vivía en su palacio como en un convento yconsagraba considerable tiempo a la caligrafía,copiando con su bella escritura manuscritos antiguos.Pero se rodeó de hombres llenos de talento y energíaque contribuyeron mucho al nombre de su reinado, elcual se distinguió por importantes acontecimientos en

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la vida interior del Imperio. Así, la ciencia modernaha dejado de ver en Teodosio II un hombre falto enabsoluto de voluntad y talento.

Durante toda la vida de Teodosio fue ejercidasobre él una influencia particular por su hermana, lapiadosa Pulquería, que tenía espíritu de estadista.Gracias a ella, Teodosio casó con la hija de unfilósofo ateniense, Atenais, quien se dio en elbautismo el nombre de Eudoxia. Eudoxia habíarecibido en Atenas una excelente instrucción; poseíaverdadero talento literario y nos ha legado ciertonúmero de obras que tratan de materias religiosasprincipalmente, pero donde se halla también un ecode los hechos políticos contemporáneos.

Bajo Teodosio, la «pars orientalis» del Imperiono tuvo que sostener choques tan temibles como la«pars occidentalis», que atravesaba por entonces unacrisis aguda debida a las invasiones germanas. Eljefe visigodo Alarico tomó Roma, la antigua capitaldel Estado romano pagano, suceso que produjointensa impresión en los contemporáneos. En laEuropa occidental y el África septentrional seformaron sobre el territorio romano los primerosestados bárbaros. En la «pars orientalis», Teodosiotuvo que luchar contra los salvajes hunos, quienesinvadieron el territorio bizantino y llegaron, en susdevastadoras, incursiones, al pie de las murallas de

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Constantinopla. El emperador hubo de pagarles unaimportante suma y cederles territorios al sur delDanubio. Las relaciones pacíficas que seestablecieron a continuación con los hunos,motivaron el envío de una embajada al grancampamento huno de Panonia. Al frente de laembajada iba Maximino. Un amigo de éste, Prisco,que le acompañó a Panonia, ha dejado una relacióncompleta de la embajada y una descripcióninteresante de la corte de Atila y de los usos ycostumbres de los hunos[180]. Tal descripción esparticularmente interesante en el sentido de quepuede ser considerada un relato, no sólo de la vidade los hunos, sino de las costumbres de los eslavosdel Danubio medio, a quienes los hunos habíansometido[181].

Las disputas religiosas y el tercerconcilio ecuménico

Los dos primeros concilios ecuménicos habíanestablecido definitivamente el punto de que Cristo

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era a la vez Dios y hombre. Pero esta solución nosatisfacía a los espíritus ávidos de verdad religiosa,los cuales comenzaron a discutir de qué maneraconvenía entender en Jesús la unión de la personahumana y la substancia divina, y sus relacionesrecíprocas. El fin del siglo IV y vio nacer enAntioquía una doctrina según la cual no existía unióncompleta de las dos naturalezas en Jesucristo,demostrando a continuación la plena independenciade la naturaleza humana en Jesucristo, tanto antescomo después de su unión con la naturaleza divina.Mientras semejante doctrina no rebaso un círculorestringido de personas, no motivó grandesturbaciones en la Iglesia. Pero a contar del día en quela sede episcopal de Constantinopla fue ocupada porNestorio, partidario convencido de aquella doctrina,las circunstancias cambiaron. El nuevo patriarcaquiso imponer la doctrina de Antioquía a toda laIglesia. Nestorio que era célebre por su elocuencia,dirigió al emperador, a raíz de su consagración, laspalabras siguientes: «Dame, Señor, una tierra limpiade herejes y yo te daré en cambio el cielo; ayúdamea exterminar a los herejes y yo te ayudaré aexterminar a los persas»[182]. Con el nombre deherejes, Nestorio comprendía todos aquellos que nocompartían sus opiniones sobre la independencia dela naturaleza humana en Jesucristo. Nestorio no

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llamaba a la Virgen María «Madre de Dios», sino«Madre del Cristo», es decir, «Madre de unhombre».

Nestorio entabló severas persecuciones contrasus adversarios, y con esto trajo a la Iglesia grandesturbulencias. Se levantaron contra su doctrina elpatriarca de Alejandría, Cirilo, y el Papa Celestino,quien, en el concilio de Roma, condenó comoherética la nueva doctrina. El emperador Teodosio,deseando poner fin a las disputas de la Iglesia,convocó en Éfeso el tercer concilio ecuménico, quecondenó el nestorianismo (431). Nestorio hubo deretirarse a Egipto, donde murió.

A pesar de la condenación del nestorianismo, losnestorianos eran bastante numerosos en Siria y enMesopotamia. El emperador ordenó a las autoridadesde aquellas provincias que procedieran contra ellos.El foco principal de nestorianismo era Edesa, dondefuncionaba una célebre escuela, difusora de ladoctrina de Antioquía. En 489, bajo el emperadorZenón, la escuela fue suprimida y sus profesores yalumnos expulsados. Pero ellos se refugiaron enPersia y crearon una escuela en Nisibe. El rey dePersia acogió de buen grado a los nestorianos,ofreciéndoles su protección. Veía en ellos, en efecto,enemigos del Imperio, de los que podía servirsellegado el caso. La Iglesia persa de los nestorianos o

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cristianos siriocaldeos, tenía a su frente un obispodenominado «Catholicos». Desde Persia, elcristianismo, en su forma nestoriana, pasó a otrospaíses, se propagó por el Asia central y consiguiómuchos prosélitos en la India.

Entre tanto, en la Iglesia bizantina —y enAlejandría sobre todo— había surgido, tras elconcilio de Éfeso, una nueva corriente nacida ydesarrollada por oposición al nestorianismo y en unsentido opuesto. Los partidarios de Cirilo deAlejandría, quien atribuía preponderancia a lanaturaleza divina de Jesucristo, llegaron a laconclusión de que la naturaleza humana de Jesúsdesaparecía en su naturaleza divina, es decir, queJesucristo no tenía más que una naturaleza divina. Taldoctrina recibió el nombre de «monofisismo» y suspartidarios fueron llamados monofisistas (del griegoμόνος, solo, y φύσις, naturaleza). El monofisismohizo muy grandes progresos bajo el patriarca deAlejandría, Dióscoro, y el archimandrita deConstantinopla, Eutiques, monofisistas convencidos.El emperador aceptó la doctrina de Dióscoro, viendoen él al heredero de Cirilo de Alejandría. Pero elpatriarca de Constantinopla y el Papa León I elGrande se opusieron a la nueva doctrina. A instanciasde Dióscoro, el emperador, en 449, reunió en Éfesoun concilio que ha pasado a la historia con el nombre

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de «Latrocinio de Éfeso». El partido alejandrino delos monofisistas, con Dióscoro a su cabeza,presidiendo el concilio, hizo reconocer, empleandomedios violentos contra los asistentes, la doctrina deEutiques, es decir, el monofisismo. Ésta pasaba a serla doctrina ortodoxa y sus adversarios quedabancondenados. El emperador ratificó las disposicionesdel concilio y le reconoció la calidad de ecuménico.Semejante solución no podía devolver la paz a laIglesia. Una muy grave crisis religiosa desgarraba,pues, el Imperio a la muerte de Teodosio II (450),quien dejaba a su hijo el cuidado de resolver elproblema monofisista, tan importante para la historiaposterior de Bizancio.

La época de Teodosio II no sólo es interesantepor los turbulentos sucesos, tan grávidos deconsecuencias, de la historia religiosa, sino tambiénpor otras características que se refieren a la vidainterior del Imperio.

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La Escuela Superior deConstantinopla. El código de

Teodosio. Las murallas deConstantinopla

La creación de la Escuela Superior deConstantinopla y la publicación del Código deTeodosio son dos episodios capitales en la historiade la civilización bizantina.

Hasta el siglo V, Atenas había sido el focoprincipal de la enseñanza de las ciencias paganas enel Imperio romano. Poseía una famosa escuelafilosófica. Allí acudían de todas partes los sofistas,es decir, los profesores griegos de lógica, metafísica,y retórica, unos para demostrar sus conocimientos ysu arte oratorios, otros con miras a conseguir unabuena colocación como profesores. Estos profesoresvivían en parte de la caja imperial y en parte deltesoro de diversas ciudades. En Atenas, además, laslecciones particulares y las conferencias estabanmejor remuneradas que en otros sitios.

El triunfo del cristianismo en el siglo IV dio ungolpe considerable a la escuela de Atenas. Por ende,la vida espiritual de esta ciudad quedó trastornada afines del mismo siglo por las invasiones visigóticas

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en Grecia. Después de partir los godos, la Escuela deAtenas se halló despoblada. Los filósofos eran menosnumerosos. Finalmente, la escuela pagana de Atenasrecibió un golpe aún más sensible con la creaciónpor Teodosio II de la Escuela Superior cristiana, oUniversidad de Constantinopla.

Desde que Constantinopla se había convertido encapital del Imperio, muchos retóricos y filósofoshabían acudido a aquella capital, de manera que yaantes del reinado de Teodosio II existía de hecho unaespecie de Casa de Altos Estudios. Profesores yestudiantes eran invitados a encaminarse aConstantinopla, y afluían de África, de Siria y deotros lugares. San Jerónimo observaba en su Crónica(360-362): «Evancio, el más sabio de los gramáticos,murió en Constantinopla y para “El Código deTeodosio” substituirle se hizo acudir de África aCarisio»[183]. Así, el historiador más reciente de lamateria expresa la opinión de que bajo Teodosio launiversidad no fue fundada, sino reorganizada[184].

En 425, Teodosio publicó un edicto disponiendola creación de una Escuela superior. El número deprofesores se fijaba en treinta y uno. Debían enseñargramática, retórica, derecho y filosofía. La enseñanzadebía darse parte en latín y parte en griego.

El edicto declaraba que habría tres retóricos(«oratores») y diez gramáticos que enseñarían en

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latín, y cinco retóricos o sofistas («sophistae») ydiez gramáticos que enseñarían en griego. Además,se preveía una cátedra de filosofía y otra dejurisprudencia. Aunque la lengua del Estado siguiesesiendo la latina, la creación de cátedras en lenguagriega indica claramente que el emperador empezabaa comprender los derechos indiscutibles de eseidioma en la capital. El griego era, en efecto, lalengua más corrientemente hablada y mejorcomprendida en toda la «pars orientalis» delImperio. Es interesante notar que el número deretóricos de lengua griega superaba en dos al deretóricos de lengua latina. La nueva universidad fueestablecida en un edificio especial, dotado de vastassalas de conferencias. Los profesores no tenían elderecho de dar lecciones particulares, debiendoconsagrar todo su tiempo y atención a la enseñanza enla universidad. Recibían un sueldo fijo, pagado porel Estado, y podían alcanzar situaciones muyelevadas. El nuevo foco de enseñanza cristiana deConstantinopla iba a revelarse como un rival muypeligroso para la Escuela pagana de Atenas, más endecadencia cada vez. Pronto la Escuela superior deTeodosio II fue el foco en torno al cual se agruparonlas mejores fuerzas espirituales del Imperio.

También bajo Teodosio II se publicó el másantiguo compendio de constituciones imperiales que

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ha llegado hasta nosotros. Hacía mucho tiempo quese sentía la profunda necesidad de efectuar talcompilación. Numerosas constituciones nocompiladas se habían perdido o caído en olvido, dedonde salían un gran desorden en los asuntospúblicos y muchas molestias para los jurisconsultos.Conocemos la existencia de dos compilacionesjurídicas de época anterior a Teodosio: el CodexGregorianus y el Codex Hermogenianus,probablemente llamadas así por los nombres de susautores, Gregorio y Hermógenes, a propósito de loscuales no sabemos nada. La primera de ellas data dela época de Diocleciano y probablemente contienelas disposiciones promulgadas desde Adriano aDiocleciano. La segunda, compuesta bajo sussucesores en el siglo IV, comprende lasconstituciones promulgadas desde Adriano aDiocleciano. La segunda, compuesta bajo sussucesores en el siglo IV, comprende lasconstituciones promulgadas desde fines del siglo III

hasta las inmediaciones del año 360. Esas doscompilaciones no han llegado hasta nosotros y sólolas conocemos por fragmentos insignificantes que sehan conservado. Teodosio II concibió la idea depublicar, sobre el modelo de las dos compilacionesprecedentes, una compilación de las disposicionespromulgadas por los emperadores cristianos, desde

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Constantino a él mismo, ambos incluidos. Tras ochoaños de trabajos, la comisión convocada por elemperador publicó el Codex Theodosianus, enlengua latina. Este código se publicó en Oriente elaño 438, y a poco fue introducido también enOccidente. El Código de Teodosio se divide endieciséis libros, divididos a su vez en cierto númerode títulos («tituli»). Cada libro trata de una parte delgobierno: administración, asuntos militares,religiosos, etc. En cada título los decretos seclasifican por orden cronológico. Las disposicionespublicadas después de la aparición del Códigofueron llamadas «Nuevas» o «Novelas» («legesnovellae»).

El Código de Teodosio tiene gran importanciadesde el punto de vista histórico. En primer lugar esla fuente más preciosa que poseemos para estudiar lahistoria interior de los siglos IV y V. Pero, comoabraza igualmente el período en que el cristianismose convirtió en religión de Estado, tal compilación deleyes puede considerarse también como un resumende la obra de la nueva religión en la esfera jurídica yde las modificaciones que aportó a la práctica delderecho. Ese Código, así como las compilacionesprecedentes, sirvieron de base a la legislaciónjustiniana. En fin, el Código teodosiano, introducidoen Occidente en la época de las invasiones

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germánicas, ejerció, con los dos códigos anteriores,las Novelas posteriores y algunos otros monumentosjurídicos de la Roma imperial (las instituciones deCayo, por ejemplo), una gran influencia, directa eindirecta a la vez, sobre la legislación bárbara. Lafamosa «Ley romana de los visigodos» «Lex RomanaVisigothorum», destinada a los súbditos romanos delreino visigótico, no es sino una abreviación delCódigo teodosiano y las otras fuentes que acabamosde mencionar. Por eso la «Ley romana de losvisigodos» se denomina también «Breviario deAlarico» (Breviarium Alaricianum), del nombre delresumen publicado por el rey visigodo Alarico II aprimeros del siglo VI. Este es un ejemplo deinfluencia directa ejercida sobre la legislaciónbárbara por el Código de Teodosio. Pero más grandeaun fue la influencia indirecta que ejerció porintermedio del referido Código visigodo. En la AltaEdad Media, siempre que se alude a la Ley romana,es invariablemente la «Ley romana de los visigodos»y no el verdadero Código teodosiano lo que se cita.Durante todo ese período, y hasta la época deCarlomagno incluso, la legislación de la Europaoccidental fue influida por el Breviario de Alarico,que se convirtió en la principal fuente de derechoromano en Occidente. También la ley romana, en estaépoca, influye en la Europa occidental, y no a través

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del Código de Justiniano, que sólo se propagó enOccidente mucho más tarde, hacia el siglo XIII. Talhecho ha sido a veces olvidado por los eruditos, y asíhasta un historiador tan eminente como Fustel deCoulanges ha podido declarar: «la ciencia hademostrado que las compilaciones legislativas deJustiniano estuvieron en vigor en Galia en la AltaEdad Media». Pero la influencia de aquel Código fueaún mayor, porque parece que el «Breviario» deAlarico desempeñó cierto papel incluso en la historiade Bulgaria. Tal es, al menos, la opinión del sabiocroata Bogisic, cuyos argumentos han sidodesarrollados y confirmados por el sabio búlgaroBobtchev. A creer a estos dos historiadores, elBreviario de Alarico fue enviado por el PapaNicolás I al rey búlgaro Boris, quien había expedidoal Papa una delegación, el año 866, pidiéndole quemandase a Bulgaria las «leyes del mundo» (Legesmundanae). Contestando a esta petición, el Papa, ensu «Responsaad Consulta Bulgarorum», envió a losbúlgaros, según sus propios términos, «lasvenerables leyes de los romanos» (venerandaeRomanorum leges), que los dos sabios antedichosconsideran precisamente haber sido el Breviario deAlarico[185]. Claro que, aun de ser así realmente, nodebemos exagerar la importancia de ese Código en lavida de los antiguos búlgaros, porque, muy pocos

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años después de tal suceso, Boris rompió con laCuria romana y se aproximó a Constantinopla. Peroel mero hecho de que el Papa enviase a Bulgaria el«Breviarium» basta para señalar el papel que éstedesempeñaba en la vida europea del siglo IX. Todosestos ejemplos indican bastante la mucha influencia ygran difusión del «Codex Theodosianus».

Entre los grandes acontecimientos de la época deTeodosio II, debemos indicar la construcción de lasmurallas de Constantinopla. Ya Constantino elGrande había rodeado la ciudad con un muro. Pero enla época de Teodosio II la población había rebasadocon mucho aquel cinturón, Era indispensable proveernuevas medidas para defender la capital contra losataques de sus enemigos. La suerte de Roma, tomadapor Alarico el 410, fue una seria advertencia paraConstantinopla, que también se vio amenazada, en laprimera mitad del siglo V, por los salvajes hunos.

Había entre quienes rodeaban a Teodosiohombres enérgicos y con talento bastante pararesolver aquel difícil problema. Las murallas seconstruyeron en dos veces. Durante la primerainfancia de Teodosio, Antemio, prefecto del pretorio,que era entonces regente, hizo construir (413) unmuro flanqueado de numerosas torres, que iba delmar de Mármara al Cuerno de Oro. algo más al oesteque la muralla de Constantino. El nuevo muro de

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Antemio, que salvó a la capital de la ofensiva deAtila, existe aun hoy al norte del mar de Mármara,hasta las ruinas del palacio bizantino conocido con elnombre de Tekfur-Serai. Tras una violenta sacudidasísmica que destruyó la muralla, Constantino,prefecto del pretorio, la reparó, construyendo,además, ante ella, otro muro con numerosas torres,rodeado de un foso ancho y profundo, con agua. Demodo que por el lado de tierra Constantinopla teníauna triple línea de fortificaciones: los dos muros,separados por una especie de plataforma, y elprofundo foso que se abría al pie del muro exterior.Bajo la administración de Ciro, prefecto de laciudad, se construyeron nuevas murallas, éstas alborde del mar. Las dos inscripciones, visibles hoytodavía en los muros, que se refieren a ese período, yque son una griega y otra latina, mencionan laactividad constructiva de Teodosio. El nombre deCiro está asociado también a la organización delalumbrado nocturno en las calles de la capital[186].

Teodosio II murió el año 450. A pesar de sudebilidad y de su falta de capacidades de estadista,su largo reinado presenta un interés considerablepara la evolución ulterior del Imperio, sobre tododesde el punto de vista de la historia de lacivilización. Gracias a una juiciosa elección de susaltos funcionarios. Teodosio logró obtener resultados

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muy grandes. La Escuela Superior de Constantinoplay el Código de Teodosio quedan como monumentosimperecederos en la historia de la civilización delprimer cuarto del siglo V. Los muros elevados enaquel período hicieron inexpugnable aConstantinopla durante varios siglos. N. H. Baynesescribe: «En cierto sentido, los muros deConstantinopla fueron para Oriente los cañones y lapólvora que faltaron a Occidente y por cuya falta elImperio cayó»[187].

Marciano (450-457) y León (457-474). Aspar. El cuarto concilio

ecuménico

Teodosio murió sin dejar descendencia. Suhermana Pulquería, aunque ya entrada en años,consistió en casar con el tracio Marciano, que fueproclamado emperador. Marciano era un soldadocapaz, pero modesto. Sólo se le elevó al trono ainstancias de Aspar, un jefe militar alano de origen ycuya influencia era grande.

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El problema godo, que a fines del siglo IV yprincipios del V llegó a ser realmente peligroso parael Estado, se había resuelto, como vimos, en favordel gobierno, en tiempos de Arcadio. Sin embargo, elelemento gótico del ejercita bizantino seguíaejerciendo cierta influencia en el Imperio, aunque enuna escala bastante reducida. A mediados del siglo V,el bárbaro Aspar, apoyado por los godos, hizo unesfuerzo para resucitar la antigua supremacía deéstos. Por algún tiempo lo logró. Dos emperadores,Marciano y León I, fueron elevados al poder merceda los trabajos de Aspar, a quien sólo sus tendenciasarrianas impedían llegar en persona al trono. Lacapital empezó a expresar descontento contra Aspar,contra su familia y, en general, contra la influenciabárbara en el ejército. Dos hechos acrecieron latensión existente entre los godos y los moradores dela capital. La expedición marítima organizada contralos vándalos del África del Norte —quienes, segúnla Vida de San Daniel el Estilita, querían apoderarsede Alejandría— fracasó por completo, no sinimplicar grandes gastos y dificultades a León I, quela dirigió. La población acusó de traición a Aspar,que se había opuesto a la expedición contra losvándalos, germanos de igual origen que losgodos[188]. Aspar obligó a León a conferir el rango decesar a uno de sus hijos, es decir, a darle la más alta

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dignidad del Imperio. El emperador decidió librarsede la influencia germánica. Lo consiguió con ayudade los belicosos isáuricos, en aquel momentoacantonados en gran número en la capital. Aspar fuemuerto con parte de su familia, y ello asestó el golpede gracia a la influencia germánica en la corte deConstantinopla. A causa de esta matanza se dio aLeón I el nombre de «Makelles» (Matarife). F. I.Uspensky ve en semejante suceso una etapatrascendental en el sentido de la nacionalización delejército y del debilitamiento de la preponderanciabárbara entre las tropas, y concluye que ello bastaríapara justificar el apelativo de «Grande» que se da aveces a León[189].

Al principio del reinado de Marciano, los hunos,tras haber sido una amenaza tan terrible para elImperio, se trasladaron de la región del Danubiocentral hacia el occidente de Europa, donde después,en Galia, se libró la famosa acción de los CamposCataláunicos. A poco, Atila murió y su enormeImperio disgregóse. Así desapareció para Bizancioel peligro huno en los últimos años del reinado deMarciano.

Éste había heredado de su predecesor unasituación religiosa muy difícil. Los monofisitastriunfaban. El emperador, partidario de los dosprimeros concilios ecuménicos, no podía admitir ese

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triunfo. En 451 convocó un cuarto concilioecuménico en Calcedonia. Este concilio tuvoimportancia capital para toda la historia ulterior.Asistieron un número grande de eclesiásticos. ElPapa se hizo representar por legados.

El concilio condenó las disposiciones del«Latrocinio de Éfeso» y depuso a Dióscoro. Luegoelaboró una nueva fórmula religiosa que rechazabapor completo la doctrina de los monofisistas yconcordaba en pleno con las opiniones del Papa deRoma. El concilio reconocía «un Cristo único en dosnaturalezas, sin confusión ni alteración, división oseparación». Los dogmas aprobados por el conciliode Calcedonia confirmaban solemnemente lasprincipales definiciones de los dos primerosconcilios ecuménicos, que se convirtieron así en basede la enseñanza religiosa de la Iglesia ortodoxa.

Las decisiones del concilio de Calcedonia fuerontambién de gran importancia política para la historiade Bizancio. El gobierno bizantino, oponiéndoseabiertamente al monofisismo en el siglo V, se enajenólas provincias orientales de Siria y Egipto, donde lamayoría de la población era monofisista. Losmonofisistas persistieron siendo fieles a susdoctrinas religiosas, incluso después de lasdecisiones del 451, y rehusaron todo compromiso. LaIglesia egipcia abolió el uso del griego en sus

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Oficios y los celebró desde entonces en lenguaindígena (copta). Estallaron turbulencias religiosasen Jerusalén, Alejandría y Antioquía, comoconsecuencia, de la aplicación forzada de lasdecisiones del concilio, promoviéndose gravessediciones populares que revistieron carácternacional y exigieron para ser reprimidas, no sinefusión de sangre, el concurso de las autoridadesmilitares y civiles. La represión no resolvió tampocoel problema. Tras los conflictos religiosos, másagudos cada vez, comenzaban a manifestarse losdisentimientos nacionales, sobre todo en Siria yEgipto. Gradualmente, las poblaciones indígenas deEgipto y Siria concibieron y desearon la idea desepararse de Bizancio. Los disturbios religiosos delas provincias orientales y la composición de losmoradores de esos países crearon las condicionesque, en el siglo VII, facilitaron el paso de aquellasricas y civilizadas comarcas primero a manos de lospersas y luego de los árabes.

Debe notarse también la importancia del canon28.º del concilio de Calcedonia, que provocó unactivo cambio de correspondencia entre elemperador y el Papa. Aquel canon no fue reconocidopor el Papa, pero sí fue generalmente aceptado enOriente. Tratábase del rango del patriarca deConstantinopla respecto al Papa de Roma, cuestión

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ya resuelta por el canon 3.º del segundo concilioecuménico. El canon 28.º del concilio de Calcedoniaconfirmaba la decisión del concilio precedente, ydaba «privilegios iguales al muy santo trono de laNueva Roma, estimando con razón que la ciudad quese honra con la presencia del Gobierno imperial ydel Senado y goza de privilegios iguales a los de laantigua Roma imperial, debe, en materia eclesiástica,ser igualmente exaltada y tener rango inmediatamentedespués de ella»[190]. Además, el mismo canonconcedía al arzobispo de Constantinopla el derechode dar la investidura a los obispos de las provinciasdel Ponto, de Asia y de Tracia, habitadas por pueblosde tribus diversas. «Baste recordar —escribe F. I.Uspensky— que esos tres nombres abarcaban todaslas misiones cristianas del Oriente, de la Rusiameridional y de la Península Balcánica, y todas lasadquisiciones del clero oriental en las regiones. Talfue, al menos, la opinión de los canonistas griegosposteriores, que defendieron los derechos delpatriarca de Constantinopla[191]. Esta es, en pocaspalabras, la importancia histórica, de un alcanceUniversal, del canon 28.º»[192]. Por este breveresumen se aprecia que Marciano y León I fueronemperadores de espíritu estrictamente ortodoxo.

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Zenón (474-491). Los isáuricos.Odoacro y Teodorico elOstrogodo. El Henótico

A la muerte de León I (474). le sucedió su nietoLeón, niño de seis años. León II murió el mismo añoque su abuelo, después de haberse asociado alImperio a su padre, Zenón (474-491). Bajo éste, a laantigua influencia germánica substituyó en la corteotra nueva influencia bárbara, la de los isáuricos,raza salvaje a la que pertenecía el emperador por suorigen. Los isáuricos ocupaban los mejores puestos ylas dignidades más elevadas de la capital. Peropronto advirtió Zenón que entre sus propioscompatriotas había conjuraciones contra él, y, dandomuestras de gran decisión, ahogó la revuelta en lasmontañas de la misma Isauria, donde hizo demoler lamayoría de las fortalezas. Sin embargo, la influenciaisáurica en el Imperio persistió hasta la muerte deZenón.

La época de Zenón fue señalada en Italia porgraves acontecimientos. En la segunda mitad delsiglo V, la influencia de los jefes de las compañíasgermánicas había crecido mucho. Llegó el momentoen que pudieron hacer y deshacer a su albedríoemperadores de Occidente. En 476, uno de esos jefes

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bárbaros, Odoacro (Odovacar), derribó al últimoemperador de Occidente, el joven Rómulo Augústulo,y se apoderó del trono de Italia. No obstante, quisolegitimar su nombramiento y, en nombre del Senadoromano, envió una embajada a Zenón, asegurándoleque Italia no necesitaba un monarca distinto y que suemperador debía ser Zenón. Al mismo tiempo,Odoacro pedía a Zenón eme le confiriese la dignidadde patricio romano, dándole, por delegación, elgobierno de Italia. La petición fue otorgada yOdoacro se convirtió en legítimo señor de Italia.Hasta hace cierto tiempo, se ha considerado el año476 como el de la caída del Imperio romano deOccidente, pero esto es falso, porque en el siglo V noexistía aún un Imperio romano de Occidente diferenteal de Oriente. Había habido, como antes, un Imperioromano gobernado por dos emperadores, uno en lazona occidental y otro en la oriental. En el año 476hallamos que sólo hubo un emperador: Zenón, el dela «pars orientalis».

Odoacro, dueño de Italia, se conducía de unamanera cada vez más independiente. Zenón no loignoraba. Pero no le pareció oportuno marchar contraél en persona a la cabeza de sus tropas y decidiócastigarle por medio de los ostrogodos. Éstos, apartir de la disgregación del Imperio de Atila, vivíanen Panonia, desde donde, conducidos por su rey

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Teodorico, ejecutaban incursiones devastadoras en laPenínsula Balcánica, amenazando la misma capitaldel Imperio. Zenón logró desviar la atención deTeodorico hacia las ricas provincias de Italia. Asídaba dos golpes con una piedra, desembarazándosede sus peligrosos enemigos del norte y resolviendo,con ayuda de una fuerza extranjera, las dificultadessuscitadas por el indeseable gobernador de Italia. Encualquier caso, Teodorico era menos peligroso enItalia que en los Balcanes.

Teodorico marchó sobre Italia, batió a Odoacro,se apoderó de Ravena, principal plaza fuerte delvencido, y, a la muerte de Zenón, fundó en laPenínsula Itálica un reino ostrogodo con capital en lamisma Ravena. La Península Balcánica se habíadesembarazado definitivamente de los ostrogodos.

El principal problema interior durante el reinadode Zenón fue el religioso, que siguió provocandotrastornos en todo el Imperio, a causa de las diversascorrientes nacidas en la Iglesia. Egipto, Siria, partede Palestina y del Asia Menor, seguían firmementeadeptas del monofisismo. La rigurosa políticaortodoxa de los dos predecesores de Zenón no habíasido aprobada en las provincias orientales. Los jefesde la Iglesia se daban perfecta cuenta de la gravedadde la situación, y el patriarca de Constantinopla,Acacio —que al principio alabara las decisiones del

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concilio de Calcedonia—, así como el patriarca deAlejandría, Pedro Mongo, sentíanse muy deseosos dehallar una salida conciliadora a una situación tandifícil. Propusieron, pues, a Zenón hacer un esfuerzopara reconciliar a los adversarios medianteconcesiones recíprocas. Zenón, aceptando lapropuesta, publicó el 482 el edicto de unión oHenótico (ένωτικον), que fue dirigido a las iglesiasde la jurisdicción del patriarca de Alejandría. El finprincipal del edicto era no ofender a los ortodoxos nia los monofisistas sobre la cuestión de la unión enJesucristo de las dos naturalezas, divina y humana. ElHenótico reconocía como imprescriptibles losprincipios religiosos desarrollados en los dosprimeros concilios ecuménicos y confirmados en eltercero; anatematizaba a Nestorio y Eutiques y a suspartidarios, y declaraba que Jesucristo era «de lamisma naturaleza que el Padre en su naturaleza divinay también de la misma naturaleza que nosotros en sunaturaleza humana», pero a la vez evitaba emplearlas expresiones «una naturaleza» o «dos naturalezas»y pasaba en silencio la declaración del concilio deCalcedonia respecto a la unión de las dos naturalezasen el Cristo. El concilio de Calcedonia sólo eramencionado una vez y en estos términos: «Y aquíanatematizamos a todos aquellos que han sostenido,ahora o en otro momento, en Calcedonia o todo otro

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sínodo, toda otra opinión diferente»[193].El Henótico parecía en principio tender a una

unión con los disidentes pero al cabo no satisfizo ni alos ortodoxos ni a los monofisistas[194]. Los primerosno podían aceptar las concesiones hechas a losmonofisistas y los otros consideraban éstas comoinsuficientes, dado lo impreciso de las expresionesdel Henótico. Con ello, el Henótico aportó nuevascomplicaciones a la vida religiosa de Bizancio,aumentando el número de las sectas. Parte del clerohizo suya la idea reconciliatoria, y mantuvo el edictode unión, mientras los extremistas del lado ortodoxoy los del monofisista se negaban a todo compromiso.Los ortodoxos intransigentes fueron llamados«Akoimetoi», o «Veladores». En efecto, en susconventos se celebraban Oficios de maneraininterrumpida, de modo que ellos habían tenido quedistribuirse en tres «equipos». Los monofisistasextremistas fueron llamados «Akephaloi» o «SinCabeza», puesto que no reconocían la autoridad delpatriarca de Alejandría, que había aceptado elHenótico. El Papa de Roma protestó también contrael Henótico. El mismo Papa examinó condetenimiento los males que afligían al clero oriental,descontento del edicto; luego estudió el edicto deunión en sí mismo y decidió excomulgar yanatematizar al patriarca de Constantinopla, Acacio,

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en un concilio reunido en Roma. Acacio replicódejando de nombrar al Papa en sus oraciones. Éstefue, hablando en puridad, el primer cisma real entrelas Iglesias de Occidente y Oriente, y se prolongóhasta 518, fecha de la exaltación de Justino I. Así, laescisión política de las partes oriental y occidentaldel Imperio, ya acusada en el siglo V con lafundación de los reinos bárbaros de Occidente, seagravó más en el reinado de Zenón a causa del cismareligioso[195].

Anastasio I (491-518)

La guerra Pérsica. Lasincursiones búlgaras y eslavas.

Las relaciones con occidente

A la muerte de Zenón, su viuda, Ariadna, fijó suelección en un hombre de bastante edad (61 años),

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llamado Anastasio, originario de Dyrrachium y queejercía en la Corte el empleo harto humilde desilenciario. (Llamábase «silentiarius» a los ujieresque permanecían en las puertas durante las reunionesdel Consejo imperial o las audiencias delemperador). Anastasio no fue coronado emperadorsino después de firmar una declaración donde secomprometía a no introducir novedad alguna en laIglesia. El patriarca de Constantinopla, partidarioconvencido del concilio de Calcedonia, insistió enobtener esta garantía.

El primer problema que Anastasio hubo deresolver fue el de los isáuricos, que habían adquiridobajo Zenón tanto poder. Su situación privilegiadairritaba a los moradores de la capital. Al descubrirseque, a la muerte de Zenón, habían organizado unaconjura contra el nuevo emperador, Anastasioresolvió a obrar y lo hizo con celeridad. Les quitólos cargos importantes que ocupaban, les confiscósus bienes y los arrojó de la capital. Esta medida fueseguida de una lucha extremamente larga y difícil ysólo tras seis años de combates fueron los isáuricossometidos por completo en su país de origen Amuchos de ellos se les deportó a Tracia. Anastasiorindió al Imperio un gran servicio al resolver porcompleto la cuestión isáurica.

Entre los hechos de la historia exterior son de

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notar, de una parte, la larga e infructuosa guerracontra Persia, y de otra, los sucesos de la fronteradanubiana, que debían tener consecuencias muygraves para la historia ulterior. Después de la partidade los ostrogodos hacia Italia, la frontera del nortesufrió, durante el reinado de Anastasio, incursionesdevastadoras de los búlgaros, los getas y los escitas.

Los búlgaros, que invadieron las fronterasbizantinas en el siglo V, eran, como vimos, un pueblode origen húnico (turco). Su nombre aparece porprimera vez en la Península Balcánica durante elreinado de Zenón, en conexión con las emigracionesostrogóticas al norte del Imperio bizantino.

En cuanto a los nombres, asaz poco precisos, degetas y escitas, ha de recordarse que los cronistas dela época no estaban bien informados sobre lacomposición etnográfica de los pueblos del norte,por lo cual es probable que esos términos seaplicaran a agrupaciones heterogéneas. Loshistoriadores consideran verosímil que ciertas tribuseslavas entren en tal apelativo.

Teofilacto, escritor bizantino del siglo VII[196]

llega a identificar por completo a los getas con loseslavos. Así, durante el reinado de Anastasio loseslavos inician sus incursiones en los Balcanes, a lavez que los búlgaros. Según un historiador, «jinetesgéticos» devastaron Macedonia, Tesalia, el Epiro y

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llegaron hasta las Termópolis[197]. Ciertos sabiosopinan que los eslavos penetraron en la PenínsulaBalcánica en un período más remoto. El sabio rusoDrinov, por ejemplo, apoyándose en el estudio de losnombres geográficos y de personas en la Península,coloca los principios de la colonización eslava en lazona de los Balcanes a fines del siglo II de J. C. Hoyesta teoría ha sido abandonada[198].

Las invasiones de búlgaros y eslavos bajoAnastasio no tenían importancia grande: aquellasbandas de bárbaros volvían a sus lugares deprocedencia después de haberse entregado al pillajeentre la población bizantina. Pero semejantesincursiones fueron precursoras de las grandesinvasiones eslavas que hubo en los Balcanes en elsiglo VI, bajo el reinado de Justiniano.

A fin de proteger la capital contra los bárbarosnórdicos, Anastasio hizo construir en Tracia, cuarentakilómetros al oeste de Constantinopla, la «MurallaLarga», que iba del mar de Mármara al mar Negro,«haciendo —dice una fuente— de la ciudad una islaen vez de una península»[199]. Pero aquel muro nojustificó las esperanzas que se habían fundado en él,porque en virtud de su edificación acelerada y de lasbrechas que en él abrieron los temblores de tierra, noconstituyó un obstáculo serio ni impidió a los

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enemigos acercarse a la capital. Las modernasfortificaciones turcas de Chataldya, elevadas casi enel mismo lugar, son en cierto modo una reedición dela obra de Anastasio, de la que aun hoy existenalgunos vestigios.

En la Europa occidental estaban en vías deproducirse nuevos e importantes cambios. Teodoricose había hecho rey de Italia. En el lejano noroeste,Clodoveo había fundado un reino franco antes de queAnastasio ascendiese al trono. Aquellos dos reinosestaban establecidos en territorios pertenecientes alemperador romano, que era, de hecho, bizantino. Enrigor, no cabía hablar de una dependencia verdaderadel lejano reino franco a Constantinopla, pero, antelos ojos de los pueblos sometidos, el poder de losconquistadores debía, para ser legitimado, recibiruna confirmación oficial en las orillas del Bósforo.Así, cuando los godos proclamaron rey de Italia aTeodorico, «sin esperar —dice un cronistacontemporáneo— las instrucciones del nuevopríncipe»[200], es decir, de Anastasio, Teodoricopidió a este último que le enviase las insignias delpoder imperial, devueltas antes a Zenón porOdoacro.

Tras largas negociaciones y previo el envío devarias embajadas a Constantinopla, Anastasioreconoció a Teodorico como soberano de Italia, y el

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godo se hizo así monarca legítimo a los ojos delpueblo[201]. Pero los sentimientos arríanos de losgodos impedían un acercamiento más íntimo entreellos y los representantes populares de Italia.

A Clodoveo, rey de los francos, Anastasio leenvió un diploma confiriéndole el título de cónsul.Clodoveo lo recibió con gratitud[202]. No era, porsupuesto, más que un consulado honorífico, que noimplicaba el ejercicio de las funciones inherentes aaquel grado. Pero para Clodoveo tenía, con todo, unagran importancia. La población romana de la Galiaconsideraba al emperador de Oriente como laencarnación del poder supremo, y único que podíadispensar todos los demás poderes. El diploma deAnastasio demostró a la población gala lalegitimidad del poder que Clodoveo ejercía sobreella. Clodoveo pasaba a ser una especie de virrey deGalia, que teóricamente pertenecía al Imperioromano. Estas relaciones del emperador bizantinocon los reinos germánicos demuestran que a fines delsiglo V y principios del VI la idea de un Imperioúnico era muy fuerte todavía.

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La política religiosa de Anastasio.Reformas interiores

A pesar de la promesa hecha al patriarca deConstantinopla de no introducir innovación alguna enla Iglesia, Anastasio, en su política religiosa, empezópor favorecer al monofisismo y a poco se alineóabiertamente al lado de los monofisistas. Esta actitudfue acogida con alegría por Egipto y Siria, donde elmonofisismo estaba muy extendido. Pero en la capitallas simpatías monofisistas del emperador suscitarongran conmoción, y cuando Anastasio ordenó que, aejemplo de Antioquía, se cantase el Trisagio («Santo,Santo, Santo, Señor de los ejércitos»), añadiendo laspalabras «que fue crucificado por nosotros», esdecir, «Dios Santo, Santa y única Potencia, Santa yúnica Divinidad inmortal, crucificado por nosotros,ten piedad de nosotros», se produjeron enConstantinopla graves desórdenes. «Acusado demonofisismo, y bajo la amenaza de ser destronado, elemperador hubo de excusarse en el circo»’[203].

Una de las consecuencias de la política religiosade Anastasio fue el levantamiento de Vitaliano, enTracia. Al frente de un ejército inmenso, compuestode hunos, búlgaros y acaso eslavos, y apoyado poruna flota considerable, Vitaliano marchó sobre la

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capital. Su fin, esencialmente político, consistía endeponer al emperador; pero declaró a todos que sealzaba para defender a la oprimida Iglesia ortodoxa.Tras lucha larga y cruenta, la rebelión fue aplastada.Este levantamiento no tuvo una importancia mínimaen la historia de Bizancio. Según Uspensky, «alconducir por tres veces bajo los muros deConstantinopla su heterogéneo ejército, y al obtenerdel gobierno enormes sumas de dinero, Vitalianoreveló a los bárbaros la debilidad del Imperio y lasgrandes riquezas de Constantinopla, y los habituó amovimientos combinados por tierra y mar»[204].

La política interior de Anastasio, aún noestudiada y apreciada lo suficiente en las obrashistóricas, está señalada por una actividad intensaque se fijó en los problemas más importantes de lavida económica y financiera del Imperio.

Una de sus más importantes reformas financierasconsistió en la abolición del odiado «crisargirio».Este impuesto, pagado en oro o plata, se llamaba enlatín «lustralis collatio», o, con nombre máscompleto, «lustralis auri argentive collatio». Desdeprincipios del siglo IV alcanzaba a todos los oficios yprofesiones del Imperio, sin exceptuar los sirvientes,los mendigos, las prostitutas, etc. Es posible queincluso afectase los instrumentos de trabajo y elganado doméstico de las mujeres; caballos, mulos,

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asnos, perros… Las clases pobres eran las máscastigadas por aquel impuesto. Oficialmente debíacobrarse cada tres años, pero de hecho laadministración le daba un carácter arbitrario eirregular. Las frecuentes exacciones desesperaban aveces a la población[205]. Anastasio, sin considerarlos grandes ingresos que el fisco obtenía con aquelimpuesto, lo suprimió en definitiva y quemópúblicamente todos los documentos relativos a él.

La gente acogió con júbilo tal abolición. Unhistoriador del siglo VI dice que para describir lagrandeza del favor imperial«haría falta la elocuenciade Tucídides e incluso un estilo aun más grave ybello»[206]. Una fuente siríaca del siglo VI describe enestos términos la alegría que acompañó a lapromulgación del edicto en la ciudad de Edesa: «Laciudad entera se regocijaba; todos, pequeños ygrandes, se habían puesto vestidos blancos; sellevaban antorchas encendidas e incensarios llenosde incienso humeante; se iba, entonando salmos ehimnos de gracias al Señor y loando al emperador, ala iglesia de San Sergio y San Simón, donde secomulgó. Luego se volvió a la ciudad y durante todala semana se celebró una alegre fiesta, y se decidióque esta fiesta se celebrara todos los años. Todos losartesanos descansaban y manifestaban su júbilo, se

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bañaban y festejaban en el patio de la iglesia grandey en todos los pórticos de la ciudad».

El producto del impuesto abolido ascendía enEdesa a 140 libras de oro cada cuatro años[207].

La abolición satisfizo sobre todo a la Iglesia,porque aquel impuesto, al gravitar sobre los ingresosde las prostitutas, sancionaba legalmente el vicio[208].

Naturalmente, la supresión de tal tasa privó alTesoro de una renta considerable, pérdidacompensada en breve con la creación de un nuevoimpuesto, la «crisotelia» (χρυστέλεια), «impuesto-oro», o impuesto en metálico en vez de en especies.Probablemente fue una contribución territorial cuyosingresos destino Anastasio al sostenimiento delejército y que gravitó también pesadamente sobre lasclases pobres. De suerte que la reforma financieraconsistió antes en un reparto más regular de la cargade los impuestos que en una desgravación[209]. Lareforma financiera más importante quizá de lasaplicadas por Anastasio, fue la abolición —hecha apropuesta de su hombre de confianza, el sirioMarino, prefecto del Pretorio— del sistema según elcual las corporaciones de las ciudades («curiae»)eran responsables de la recaudación de losimpuestos, que gravaban las municipalidades.Anastasio confió esa tarea a funcionarios llamados

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«Vindices», probablemente designados por elprefecto del Pretorio. El nuevo sistema derecaudación acreció considerablemente las rentasimperiales, pero fue modificado por los sucesores deAnastasio.

El problema de las tierras incultas parece habersido bajo Anastasio más angustioso que nunca.Durante su reinado, toda la carga de los impuestossuplementarios, tanto los correspondientes a loscontribuyentes imposibilitados de pagar como losadscribibles a las tierras improductivas, recaía sobrelos propietarios rurales, que de este modo pasaban aser responsables del total de las contribucionesdevengadas al Fisco. Esos impuestos suplementarios,llamados en griego epibolé (επιβολή), es decir, «elsuplemento», la «supertasa», eran una institución muyantigua, que se remontaba a la época ptolemaica.Estaban llamados a ser percibidos con particularrigor bajo Justiniano el Grande[210].

Hay un edicto de Anastasio que ofrece particularinterés para la historia del colonato: el que declaraque un labrantín libre que hubiese vivido treinta añosen el mismo lugar se convertía en colono, o sea, enhombre afecto a la gleba, sin por eso perder sulibertad personal ni su derecho de poseer.

La época de Anastasio estuvo señalada tambiénpor una trascendental reforma monetaria. El 498 se

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creo la gran «follis» de bronce, con sussubdivisiones. La nueva moneda fue bien acogida,sobre todo entre los ciudadanos pobres, porque lamoneda de cobre en circulación, además de habersehecho escasa, era de mala ley y no llevaba indicadosu valor. Las nuevas piezas se acuñaron en las tresfábricas que bajo Anastasio funcionaban enConstantinopla, Antioquía y Nicomedia. La monedade bronce creada por Anastasio persistió siendo lamoneda imperial típica hasta mediados del siglo VII

(época de Constantino IV)[211].Entre las reformas humanitarias de Anastasio

debe incluirse su edicto prohibiendo los combatesentre hombres y fieras en los circos.

Aunque Anastasio concediese a menudoexenciones de impuestos a muchas provincias yciudades, especialmente en el Oriente devastado porla guerra pérsica; aunque, por otra parte, realizara unimportante programa de construcciones, como laMuralla Larga, el acueducto, el faro de Alejandría,etc., el gobierno, a fines del reinado de Anastasio,disponía de reservas en metálico bastanteconsiderables. El historiador Procopio, quizá conalguna exageración, las computa en 320 000 libras deoro (unos dos mil millones de pesetas oro)[212]. Laeconomía de Anastasio desempeñó importante papel

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en la múltiple actividad de su segundo sucesor,Justiniano, el Grande. La época de Anastasio sirvióde brillante introducción a la de Justiniano.

Conclusión general

El principal interés de la época que empieza conArcadio y termina con Anastasio (395-518), resideen las cuestiones nacionales y religiosas que seplantean entonces y en los sucesos políticos que sedesarrollan en ese período, siempre en íntima ligazóncon los procesos religiosos. La tiranía que losgermanos —o, más exactamente los godos—implantaron en la capital, amenazó al fin del siglo IV

al Estado entero y se complicó, además, con lastendencias arrianas de los godos. La amenaza cesó deexistir al comienzo del siglo V, bajo Arcadio, y fueaniquilada por completo, tras una postrera rebeliónya mucho menos grave, a mediados del siglo V y bajoLeón I. A fines del mismo siglo se levantó al nortedel Imperio la amenaza de los ostrogodos, perogracias a Zenón se volvió hacia Italia. Así, elproblema germánico se resolvió, en la parte oriental

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del Imperio, a favor del gobierno.La «pars orientalis» logró solucionar también, en

la segunda mitad del siglo V, otro problema nacional,menos angustioso en verdad: el de la preponderanciaisáurica. Respecto a las incursiones de los pueblosseptentrionales —búlgaros y eslavos— convienerecordar que, en la época que estudiamos, esospueblos no hacían más que comenzar sus invasionesde las fronteras imperiales, y no cabía predecir elimportante papel que los eslavos, y más tarde losbúlgaros, llegarían a desempeñar en la historiabizantina. El período de Anastasio no debe sermirado en ese sentido, sino como una introducción ala penetración de los eslavos en la PenínsulaBalcánica.

El problema religioso reveló en esa época dosaspectos sucesivos: uno, ortodoxo, antes de Zenón;otro, monofisista, bajo Zenón y Anastasio. La actitudde Zenón, favorable a la doctrina monofisista, y lassimpatías declaradas de Anastasio por elmonofisismo, deben ser examinadas desde un puntode vista a la vez religioso y político. A fines del sigloV, la parte occidental del Imperio, a pesar de suunidad teóricamente reconocida, se había desgajadode Constantinopla. En Galia, en España, en Áfricadel Norte, se habían formado reinos bárbaros nuevos.En Italia gobernaban jefes germánicos. A fines del

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siglo V se fundó allí un estado ostrogodo. Talsituación explica que las provincias orientales —Egipto, Palestina, Siria— pasasen a tener unaimportancia esencial para la «pars orientalis» delImperio. El gran mérito de Zenón y de Anastasioconsiste en que advirtieron el sentido en que setrasladaba el centro de gravedad de su Imperio yprocuraron, dándose cuenta de la importancia vitalque tenían para el Imperio las provincias orientales,estrechar los vínculos de éstas con la capital.

Como esas provincias, Egipto y Siria sobre todo,habían, en su mayor parte, abrazado al monofisismo,sólo se abría un camino para el gobierno del Imperio:hacer la paz a toda costa con los monofisistas. Estoexplica la imprecisión y la obscuridad consciente delHenótico de Zenón, primer paso en la ruta de lareconciliación con los monofisitas. No dando eseensayo el resultado perseguido, Anastasio decidióseguir una política monofisita franca. Aquellos dosemperadores fueron políticos más clarividentes quelos basileis de la época sucesiva. Pero tal tendenciamonofisista chocó con la ortodoxia reinante en lacapital, en la Península de los Balcanes, en la mayorparte del Asia Menor, en las islas y en ciertos lugaresde Palestina. La ortodoxia fue igualmente defendidapor el Papa, quien, a raíz del Henótico, rompió susrelaciones con Constantinopla. La política y la

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religión entraban en pugna y ello explica lasturbulencias internas, de la época de Anastasio. Éste,mientras vivió, no pudo restablecer la deseada paz yconcordia en el Imperio. Sus sucesores habían dearrastrar al Estado por vías muy diferentes. Pero elespíritu de separatismo de las provincias orientalesempezaba a manifestarse ya.

Así, pues, hubo conflictos harto violentos,suscitados por las diversas nacionalidades, cada unade las cuales obedecía a móviles muy diferentes. Losgermanos y los isáuricos se esforzaban en obtener lasupremacía política; los coptos egipcios y lapoblación siria buscaban el triunfo de sus conceptosreligiosos.

Literatura, ciencia, educación yarte desde Constantino el Grande

hasta Justiniano

El desarrollo de la literatura, la ciencia y laeducación en el período comprendido entre el sigloIV y el principio del VI, está estrechamente ligado a

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las relaciones que se establecieron entre el mundocristiano y el antiguo mundo pagano y su civilización.Las discusiones de los apologistas cristianos de lossiglos II y ni acerca de si estaba permitido a uncristiano servirse de una herencia pagana, no habíanconducido a una conclusión neta. Mientras algunoshallaban cierto mérito a la cultura griega y lajuzgaban conciliable con el cristianismo, otros, alcontrario, declaraban que la antigüedad pagana notenía sentido para los cristianos y la repudiaban.Diferente actitud prevaleció en Alejandría, antiguofoco de ardientes controversias filosóficas yreligiosas, donde las discusiones sobre lacompatibilidad del antiguo paganismo con elcristianismo disminuyeron el rigor del contraste queexistía entre aquellos dos elementos, irreconciliablesen apariencia. Así, hallamos en la obra de Clementede Alejandría, el famoso escritor del siglo II, laproposición siguiente: «La filosofía, como guía,prepara a los que son llamados por el Cristo a laperfección»[213]. Empero, el problema de lasrelaciones entre la cultura pagana y el cristianismo nohabía sido en modo alguno resuelto por lasdiscusiones de los tres primeros siglos de la eracristiana.

Mas la vida hizo su obra y la sociedad pagana seconvirtió progresivamente al cristianismo, que así

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recibió un impulso nuevo, particularmente enérgicoen el siglo IV, momento en que fue reforzado de unaparte por la protección del gobierno y de otra por lasnumerosas «herejías», que suscitaron controversias,provocaron discusiones apasionadas y dieronnacimiento a una serie de cuestiones nuevas eimportantes. El cristianismo absorbía poco a pocomuchos elementos de la civilización pagana, porque,con palabras de Krumbacher, «los cristianosadquirieron, sin duda, hábitos paganos»[214].

La literatura cristiana se enriqueció en los siglosIV y V con obras de muy grandes escritores, tanto enel dominio de la prosa como en el de la poesía. A lavez, las tradiciones paganas eran continuadas ydesarrolladas por representantes del pensamientopagano.

En el marco del Imperio romano, dentro de lasfronteras que subsistieron hasta las conquistas persasy árabes del siglo VII, el Oriente cristiano de lossiglos IV y V poseyó numerosos e ilustres focos deliteratura, cuyos escritores más representativosejercían gran influencia en comarcas muy alejadas dela suya natal. Capadocia, en Asia Menor, tuvo en elsiglo IV los tres famosos «capadocios», a saber:Basilio el Grande, Gregorio el Teólogo y Gregoriode Nisa.

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En Siria, los focos intelectuales más importantesen la historia de la civilización, fueron las ciudadesde Antioquía y Berytus (Beirut) en el litoral. Estaúltima fue particularmente célebre por sus estudiosjurídicos, desde los aledaños del 200 hasta el 551 deJ. C.[215] En Palestina, Jerusalén no se bahía repuestoaun en aquella época de la ruina total sufrida bajoTito, y por tanto, no ejerció gran papel en la vidaintelectual de los siglos IV y V. Pero Cesárea, y mástarde Gaza, en la Palestina meridional, con supróspera escuela de retóricos y famosos poetas,contribuyeron mucho a aumentar los tesoroscientíficos y literarios de aquel período. La urbegriega de Alejandría fue, sobre todas esas ciudades,el foco que desarrolló influencia más vasta yprofunda en todo el Oriente asiático.

La ciudad nueva de Constantinopla, destinada aun brillante futuro y cuyo empuje debía manifestarseen la época de Justiniano, sólo comenzó a dar señalesde actividad literaria en este período. La protecciónoficial de la lengua latina, algo apartada de la vidacorriente, se acusaba muy en especial allí.

Otros dos focos espirituales de la parte orientaldel Imperio tuvieron alguna importancia en eldesenvolvimiento general de la civilización yliteratura de la época: Tesalónica y Atenas, cuyaAcademia pagana fue eclipsada a poco por su

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triunfante rival, la Universidad de Constantinopla. Sise compara el desarrollo de la civilización en lasprovincias orientales y en las occidentales delImperio bizantino, se puede hacer la siguienteinteresante observación: en Grecia, de muy antiguapoblación, la actividad espiritual y la potenciacreadora eran infinitamente reducidas encomparación a las provincias asiáticas y africanas.Sin embargo, la mayor parte de esas provincias,según Krumbacher, no habían sido «descubiertas» ycolonizadas sino desde la época de AlejandroMagno. El mismo sabio, recurriendo a «nuestrolenguaje favorito moderno, el de los números»,afirma que el grupo europeo de las provinciasbizantinas no contaba sino en uno por 10 en laactividad general de la cultura de aquel período[216].

En verdad, la mayoría de los escritores de esaépoca procedían de Asia y de África, mientras quecuando se fundó Constantinopla casi todos losescritores eran griegos.

La literatura patrológica tuvo su apogeo en elsiglo IV y comienzos del V.

El Asia Menor produjo en el siglo IV los yaindicados tres capadocios: Basilio el Grande, suamigo Gregorio de Nacianzo, el Teólogo, y Gregoriode Nisa, hermano menor de Basilio. Basilio yGregorio de Nacianzo recibieron una educación muy

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notable en las mejores escuelas de retórica de Atenasy de Alejandría. Por desgracia, no poseemos informealguno sobre la primera educación de Gregorio deNisa, el pensador más profundo de los tres. Muyversados en la literatura clásica, aquellos eruditosrepresentaron el movimiento que se llamó«neoalejandrino», movimiento que, utilizando lasadquisiciones del pensamiento filosófico, insistía enel papel de la razón en el estudio de los dogmasreligiosos y se negaba a aceptar las conclusiones delmovimiento místico-alegórico de la escuela llamada«alejandrina». El neoalejandrinismo no se separa dela tradición eclesiástica. En las más de sus valiosasobras literarias sobre temas puramente teológicos ydonde defienden con ardor la ortodoxia contra elarrianismo, esos tres escritores nos han dejado unacantidad considerable de discursos y cartas cuyoconjunto constituye una fuente de las más preciosasde la cual aún no se ha sacado todo el partidoposible. Gregorio Nacianceno ha dejado tambiéncierto número de poemas, en especial teológicos,dogmáticos y didácticos, pero asimismo históricos.Entre esos poemas debemos mencionarparticularmente el largo trozo que versa sobre supropia vida y que contiene abundante documentaciónacerca de la biografía del autor. Por su forma ycontenido, ese trabajo merecería figurar entre las

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obras más bellas de la literatura general. «Cuandoaquellos tres genios se extinguieron, la Capadociavolvió a la obscuridad de que ellos la habíansacado»[217].

Antioquía, capital intelectual de Siria, hizo nacerun movimiento original, opuesto a la escuelaalejandrina y que defendía la aceptación literal de laSanta Escritura, sin recurrir a la interpretaciónalegórica. Dirigieron este movimiento hombres deacción tan notables como Juan Crisóstomo, discípulode Libanio y predilecto de Antioquía. Ya analizamosantes su actividad. Escritor y orador prodigiosamentedotado, había recibido una cumplida educaciónclásica. Escribió numerosos libros que figuran entrelas más puras obras literarias maestras. Le admiraroncon entusiasmo las generaciones siguientes,prendidas en el hechizo de su genio y de sus altascualidades morales, y los literatos de los períodossucesivos recogieron en sus obras, como en unafuente inextinguible, ideas, imágenes y expresiones.Sus sermones y discursos, a los que han de añadirsediversas obras especiales y más de doscientas cartas,escritas por él principalmente en su exilio,constituyen una fuente de extremo valor para elestudio de la vida interna del Imperio[218]. Más tarde,muchas obras de autores desconocidos fueronatribuidas a Juan Crisóstomo. Nicéforo Calixto,

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escritor bizantino de principios del siglo XIV,escribe: «He leído más de un millar de sermonessuyos, y difunden una indecible dulzura. Desde mijuventud le amé y escuché su voz como si fuese la deDios. Y lo que sé, así como lo que soy, a él se lodebo»[219].

La ciudad palestina de Cesárea produjo al «padrede la historia de la Iglesia». Eusebio de Cesárea,quien vivió en la segunda mitad del siglo III y laprimera del IV (murió hacia el 340). Ya le hemosmencionado como la fuente más importante queposeemos acerca de Constantino el Grande. Eusebiofue testigo de dos épocas históricas de la mayorimportancia: las persecuciones de Diocleciano y sussucesores, en las que sufrió personalmente a causa desus convicciones cristianas bajo Constantino elGrande a raíz del edicto de Milán. Eusebio participóen las discusiones amanas, inclinándose a veceshacia los arríanos. Más tarde fue favorito delemperador y uno de sus amigos más íntimos. Eusebioescribió muchos libros teológicos e históricos. Sugran obra, Preparación Evangélica («Praeparatioevangélica»), donde defiende a los cristianos contralos ataques de los paganos; la DemostraciónEvangélica, en la que discute el sentido puramenteprovisional de la ley de Moisés y el cumplimiento de

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las antiguas profecías en Jesucristo: sus escritos decrítica y de exégesis sobre la Santa Escritura, asícomo varias otras obras, le colocan en un lugar muyelevado en la esfera de la literatura religiosa. No essuperfluo mencionar de paso que contienen preciososextractos de obras más antiguas perdidas hoy.

Para nuestro presente estudio, los trabajoshistóricos de Eusebio son de la mayor importancia.La Crónica, escrita por él, según parece, antes de laspersecuciones de Diocleciano, contiene un resumenhistórico de Caldea, Asiría, los hebreos, losegipcios, los griegos y los romanos y da tablascronológicas de los sucesos históricos másimportantes. Por desgracia no nos ha llegado sino através de una traducción armenia y,fragmentariamente, mediante una adaptación latina deSan Jerónimo. Así, no tenemos idea exacta de laforma y contenido del original, ya que lastraducciones que nos han llegado no han sido vertidasdel original griego, sino de una adaptación aparecidaa poco de la muerte de Eusebio.

La más sobresaliente obra de Eusebio es suHistoria eclesiástica, que abarca diez libroscomprendiendo el período transcurrido desde laépoca de Cristo a la victoria de Constantino sobreLicinio. Según sus propias expresiones, no sepropone describir las guerras y victorias de los

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generales, sino más bien «recordar en términosimperecederos las guerras más pacíficas hechas ennombre de la paz del alma, y hablar de los hombresque ejecutan valerosas acciones por la verdad másque por su país, por piedad más que por sus amigosmás queridos»[220]. Por tanto, bajo la pluma deEusebio, la historia de la Iglesia es la historia de losmártires y las persecuciones, así como de loshorrores y atrocidades que las acompañaron. Laabundancia de los documentos que utiliza Eusebionos obliga a ver en su obra una de las fuentes másimportantes de la historia de los tres primeros siglosde la era cristiana. Recientemente se ha discutidomuy a fondo el problema del valor de Eusebio encuanto historiador de su propio tiempo, es decir, laimportancia de los tres últimos libros de su Historiaeclesiástica (VIII-X)[221].

Como quiera que sea, no debemos olvidar queEusebio fue el primero en escribir una historia delcristianismo, abarcando el tema en todos los aspectosposibles. Su Historia eclesiástica, que le valió granrenombre, fue la base de los trabajos de muchoshistoriadores posteriores de la Iglesia, los cualesimitaron a Eusebio muy a menudo. En el siglo IV

dicha historia se propagó con amplitud en Occidente,merced a la traducción latina de Rufino.

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La Vida de Constantino, escrita por Eusebio mástarde, ha sido muy diversamente interpretada yapreciada por los sabios. No se debe incluirla tantoentre las obras puramente históricas como entre laspanegíricas. Constantino está en ella presentesiempre como el elegido de Dios: es un nuevoMoisés predestinado a conducir el pueblo de Dios ala libertad. Según Eusebio, los tres hijos deConstantino simbolizan la Santísima Trinidad.Constantino es el verdadero bienhechor de loscristianos, quienes entonces alcanzaron el elevadoideal que nos les cabía soñar en los añosprecedentes. Tal es la idea general del libro deEusebio. Para no romper la armonía de su obra,Eusebio deja aparte los lados sombríos de la época,no señala los hechos desgraciados de su tiempo y,por lo contrario, da libre curso a su pluma paraensalzar y glorificar a su héroe. Sin embargo,utilizando su trabajo con precaución se puedeconocer, de manera muy interesante, el períodoconstantiniano, sobre todo por el elevado número dedocumentos oficiales que se hallan allí y que fueronprobablemente insertados en la primera versión.

Juzgando en conjunto la obra de Eusebio deCesárea, ha de reconocerse que, a pesar de sumediocre talento literario, Eusebio fue uno de losmayores eruditos cristianos de la Alta Edad Medía y

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un escritor que influyó poderosamente la literaturacristiana medieval.

Todo un grupo de historiadores prosiguió la obraempezada por Eusebio. Sócrates de Constantinoplallevó su Historia eclesiástica hasta el año 439.Sozomeno, originario de los alrededores de Gaza,escribió otra Historia eclesiástica que llegaba hastael mismo año 439. Teodoreto, obispo de Ciro yoriginario de Antioquía, redactó una historiasemejante comprendiendo el período entre elconcilio de Nicea y el año 428, y, en fin, el arrianoFilostorgio, cuyos trabajos sólo conocemos por losfragmentos que han subsistido, expuso losacontecimientos, desde su punto de vista arriano,hasta el 425.

La vida intelectual más intensa y rica de la épocase encuentra, tomo ya lo hemos advertido, en Egipto yespecialmente en Alejandría.

En la vida literaria del siglo IV y comienzos del Vhay un hombre que presenta un caso interesante yextraordinario: el obispo y filósofo Sinesio deCirene. Descendiente de una muy antigua familiapagana, educado en Alejandría e iniciado después enlos misterios de la filosofía neoplatónica, seconvirtió del platonismo al cristianismo, casó conuna cristiana y llegó, en sus años últimos, a serobispo de Ptolemaida. A pesar de todo, Sinesio debía

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sentirse probablemente más pagano que cristiano. Yahemos mencionado de pasada su viaje aConstantinopla y su tratado sobre las obligacionesimperiales. No fue esencialmente un historiador,aunque haya dejado una cantidad muy importante demateriales históricos en sus 156 epístolas, las cualesreflejan sus brillantes cualidades de filósofo yorador. Esas epístolas se convirtieron más adelanteen modelos de estilo para la Edad Media bizantina.Sus himnos, escritos en estilo y metro clásicos,muestran la originalidad de la mezcla de losconceptos filosóficos y las creencias cristianas deSinesio. Aquel obispo-filósofo comprendía que lacultura clásica, que tan cara le era, se aproximabagradualmente a su fin[222].

En el curso de la larga y ruda lucha entreortodoxos y arríanos, se distinguió la brillantepersonalidad del niceano Atanasio, obispo deAlejandría, que dejó muchos escritos consagrados alas controversias teológicas del siglo IV. Tambiénescribió una vida de San Antonio, es decir, de uno delos creadores del monaquismo oriental, pintando aeste último sistema como el ideal de la vida ascética.Tal obra ejerció gran influjo en el desarrollo delmonaquismo. El siglo V produjo al historiador másgrande del monaquismo egipcio, Paladio deHelenópolis, originario del Asia Menor y conocedor

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perfecto de la vida monástica egipcia merced a losdiez años que pasó aproximadamente en losmonasterios de Egipto. Bajo la influencia deAtanasio de Alejandría, Paladio expuso también losideales de la vida monástica, introduciendo en suobra un cierto elemento de leyenda. Cirilo, obispo deAlejandría y enemigo implacable de Nestorio, viviótambién en aquel período. En el curso de su vidaférvida y borrascosa, escribió considerable cantidadde epístolas y sermones que ciertos obispos griegosde una época posterior aprendieron de memoria.Dejó también un número de tratados dogmáticos y deobras de polémica y exégesis que constituyen una delas principales fuentes de la historia eclesiástica delsiglo V. Según su propia confesión, sólo poseía unaeducación oratoria insuficiente y no podía gloriarsede la pureza ática de su estilo.

Otra figura muy interesante de la época es lafilósofa Hiparía, asesinada por el fanático populachoalejandrino a principios del siglo V. Era mujer debelleza excepcional y tenía extraordinarios talentosintelectuales. Merced a su padre, famoso matemáticode Alejandría, le eran familiares las cienciasmatemáticas y la filosofía clásica. Adquirió granrenombre con su notable actividad docente. Entre susdiscípulos hubo hombres como Sinesio de Cirene,quien menciona a Hipatia en varias de sus cartas. Una

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fuente habla de cómo, «envuelta en su manto, tenía lacostumbre de andar por la ciudad y exponer a losoyentes de buena voluntad las obras de Platón,Aristóteles u otro filósofo».

La literatura griega floreció en Egipto hasta 451,fecha de la condena de la doctrina monofisita por elconcilio de Calcedonia. Siendo aquella doctrina lareligión oficial de Egipto, la decisión del conciliofue seguida de la supresión del griego en las iglesiasy su substitución por el copto. La literatura copta quese desarrolló a continuación, ofrece algunaimportancia, incluso en el campo de la literaturagriega, ya que ciertos trabajos griegos perdidos noshan sido conservados en traducciones coptas.

El período que estudiamos asistió al desarrollode otro género literario: el de los himnos religiosos.Los autores de himnos cesaron poco a poco de imitarlos ritmos clásicos y aplicaron otros, propios, que notenían nada de común con los antiguos y fuerondurante mucho tiempo calificados de prosa. Sólo enuna época relativamente reciente se ha explicado enparte esa versificación. Los himnos de tal períodocontienen tipos diversos de acrósticos y rimas. Pordesgracia se conocen muy poco los himnos religiososde los siglos IV y V, y la historia de su evolucióngradual en este primer período permanece paranosotros muy obscura. No obstante, no cabe duda de

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que ese desenvolvimiento fue vigoroso. MientrasGregorio el Teólogo seguía, en la mayor parte de sushimnos poéticos, la versificación antigua, las obrasde Romano el Méloda (es decir, el autor de himnos),que, según se ha demostrado, aparecieron en el sigloVI, bajo el reinado de Anastasio I, fueron todasescritas en versos nuevos, utilizando acrósticos yrimas.

Los sabios han discutido mucho la cuestión de siRomanos vivió en el siglo VI o a comienzos del VIII.Esas discusiones se fundan en una alusión que sehalla en su breve Biografía, donde menciona sullegada a Constantinopla en el reinado del emperadorAnastasio. Durante mucho tiempo ha sido imposibledeterminar si se trataba de Anastasio I (491-518) ode Anastasio II (714-715). Hoy, tras prolongadoestudio de la obra de Romanos, el mundo científicoestá de acuerdo en reconocer que se trata del períodode Anastasio I.[223]

Romanos fue el mayor poeta de Bizancio. Aquel«Píndaro de la poesía rítmica»[224], fue autor de unnúmero considerable de himnos soberbios, entreellos el famoso de Navidad: Hoy la Virgen ha dadonacimiento al Cristo[225].

Nació en Siria, y es muy probable que el períodode su actividad literaria haya de colocarse en el

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reinado de Justiniano, porque, según su Biografía,siendo joven diácono, pasó de su Siria natal aConstantinopla durante el reinado de Anastasio, y enConstantinopla recibió milagrosamente del cielo eldon de componer himnos. La maravillosa obra escritapor Romanos en el siglo VI nos inclina a suponer quela poesía religiosa debía estar muy desarrollada en elsiglo V, pero desgraciadamente no poseemos sobreeste punto sino informes muy imperfectos. Es difícilconcebir la existencia de tan extraordinario poeta enel siglo VI sin imaginar un desarrollo anterior de lapoesía eclesiástica[226].

Pero no olvidemos que sólo tenemos aún una ideaincompleta de la obra de Romanos, puesto quemuchos de sus himnos no han sido editadostodavía[227].

Lactancio, eminente escritor cristiano del Áfricadel Norte, escribió en latín a principios del siglo IV ymurió hacia el 325. Es importante para nosotroscomo autor del libro De mortibus persecutorurii,que ciertos sabios niegan que sea obra suya.Recientemente esta cuestión ha sido zanjada en prode la autenticidad. El susodicho libro nos dainformes muy interesantes sobre la época deDiocleciano y de Constantino y concluye con eledicto de Milán[228].

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Si la literatura cristiana de este período estárepresentada por escritores tan notables, la literaturapagana no se queda a la zaga. También en su esferaencontramos una serie de hombres interesantes yllenos de talento.

Entre ellos se distinguió Temistio de Paflagonia(segunda mitad del siglo IV), hombre versado enfilosofía, que dirigió la Escuela de Constantinopla yfue, a la vez, un orador y un senador muy estimado,tanto por los paganos como por los cristianos de laépoca. Escribió una importante serie de Paráfrasis deAristóteles, en las que se esforzó en esclarecer lasmás complejas ideas del filósofo griego. Es tambiénautor de unos cuarenta discursos que contienenabundantes informes sobre los sucesos importantesde la época y sobre su vida personal.

Pero el mayor de los escritores paganos del sigloIV fue Libanio de Antioquía, que ejerció sobre suscontemporáneos más influencia que cualquier otrapersona. Entre sus discípulos hubo hombres comoJuan Crisóstomo, Basilio el Grande y GregorioNacianceno. Ya dijimos que el joven Juliano, antesde ascender al trono, estudió con entusiasmo loscursos de Libanio. Entre los numerosos escritos deLibanio tienen particular interés sus 65 discursospúblicos. En ellos hay abundante material quepermite estudiar la vida interior de la época. No

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menos importante es la colección de sus cartas, quepor la riqueza de su contenido y su notable ingeniopueden compararse con justicia a las de Sinesio deCirene.

El emperador Juliano fue también uno de losescritores más brillantes del siglo IV. A pesar de subreve carrera, dio pruebas magníficas de su talentoen diversas esferas de la literatura. Los discursos enque refleja sus obscuras especulaciones filosóficas yreligiosas (su Discurso al Sol Rey), sus epístolas, suobra Contra los cristianos, de la que sólo nos hanllegado fragmentos, su libelo satírico contra elpueblo de Antioquía, Misopogon (el que odia labarba)[229], importante desde el punto de vistabiográfico, concurren a demostrar que fue un escritormuy dotado, a la vez pensador, historiador, satírico ymoralista. Ya hemos dicho en qué medida semezclaban sus escritos a las realidades actuales de laépoca. No debemos olvidar que el extraordinariogenio de aquel joven emperador no pudo alcanzar supleno desarrollo a causa de su muerte prematura yrepentina.

Al siglo IV pertenece la célebre colección debiografías de emperadores romanos redactada enlatín y conocida por el nombre de Historia Augusta.La cuestión de la personalidad de los autores, laépoca de la compilación de ese libro y su valor

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histórico, son muy discutibles y han motivado unaliteratura considerable[230]. A pesar de tantosesfuerzos, un historiador inglés ha podido escribir en1928: «El tiempo y trabajo gastados sobre laHistoria Augusta son enormes; el resultado práctico,la utilidad histórica, equivalen a cero»[231].

Recientemente, N. Baynes ha tratado, de un modomuy interesante, de demostrar que esa colección seescribió bajo Juliano, el Apóstata, con un findeterminado: hacer propaganda de Juliano elApóstata, del conjunto de su administración y dereligiosa. Tal opinión no ha sido juzgada aceptablepor los sabios y el mismo autor[232] comenta que susugestión ha tenido, en conjunto, «mala Prensa»[233].

La literatura pagana de los siglos IV y V estárepresentada también por varios escritores quesobresalen en el campo de la historia pura. Sólocitaremos los más importantes.

Ya mencionamos a Prisco de Tracia, historiadordel siglo V, que relató la embajada a los hunos. SuHistoria bizantina, que nos ha llegadofragmentariamente, y sus informes sobre la vida ycostumbres de los hunos, son muy interesantes yvaliosos. Prisco es la fuente principal de que sesirvieron los historiadores latinos del siglo VI,Casiodoro y Jordanes, para la historia de Atila y los

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hunos.Zósimo, que vivió en el siglo V y comienzos del

VI, escribió una Historia Nueva, que abarca hasta elsitio de Roma por Alarico el 410. Sectario entusiastade los dioses antiguos, explica la caída del Imperiopor la ira de las divinidades desdeñadas por losromanos y censura más que a nadie a Constantino elGrande. Tiene muy alta opinión de Juliano.

Amiano Marcelino, grecosirio nacido enAntioquía, escribió a fines del siglo IV, en latín, suRes Gestae, Historia del Imperio romano. Se esforzóen continuar en cierto modo la historia de Tácito,llevando su relato desde Nerva a la muerte deValente (96-378). Sólo nos han llegado los dieciochoúltimos libros de su historia, que abarcan los sucesoscomprendidos entre 353 y 378. El autor aprovecha suruda experiencia militar y su participación en lascampañas de Juliano contra los persas, y relataacontecimientos contemporáneos sobre los queposeía informes directos. Fue pagano hasta el fin desu vida, pero mostró mucha tolerancia hacia elcristianismo. Su historia es una fuente muy importantepara el período de Juliano y Valente, así como parala historia de los godos y el principio de la de loshunos. Recientemente se ha emitido sobre su talentoliterario una opinión favorable. E. Stein le llama elmayor genio literario que ha visto la historia de

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Tácito al Dante[234]. N. Baynes le califica de «últimogran historiador de Roma»[235].

Atenas, centro del decadente pensamientoclásico, fue en el siglo V residencia del últimorepresentante eminente del neoplatonismo, Proclo deConstantinopla, que escribió y enseñó en aquellaciudad durante muchos años. Allí nació también laesposa de Teodosio II, Atenais-Eudocia, que tuvoalgún talento literario y compuso varias obras.

No hablaremos aquí de la literatura de la Europaoccidental en este período, que está representada porlas notables obras de San Agustín y otros prosistas ypoetas.

Después del traslado de la capital aConstantinopla, el latín siguió siendo a lengua oficialdel Imperio, y así continuó durante los siglos IV y V.El latín de empleó en todos los decretos imperialescompilados en el Código de Teodosio, así como enlos decretos posteriores del siglo V y albores del VI.Pero, según ya notamos, a medida que sedesarrollaba la Escuela superior de Constantinopla,la preponderancia del latín declinó y se prefiriódecididamente emplear el griego, que era, al cabo, elidioma más extendido en la «pars orientalis» delImperio. Además, la tradición griega había sidonutrida por la Escuela pagana de Atenas, cuya

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decadencia fue precipitada, sin embargo, por eltriunfo del cristianismo.

En el campo artístico, los siglos IV, y VIrepresentaron un período de síntesis. Los diversoselementos que contribuyeron a la formación de unarte nuevo se fundieron entonces en un todo orgánico.Aquel arte nuevo llevó el nombre de arte bizantino ocristiano-oriental. A medida que la ciencia históricaestudia más hondamente las raíces de ese arte, se vahaciendo más notorio que Oriente y sus tradicionestuvieron un papel preponderante en el desarrollo delarte bizantino. A fines del último siglo, ciertos sabiosalemanes sostuvieron la teoría de que «el arte delImperio romano» (Romische Reichsknst),desarrollado en Occidente durante los dos primerossiglos del Imperio, substituyó a la antigua culturahelenística oriental, que se hallaba en decadencia, yproporcionó, por decirlo así, la piedra angular sobrela que había de erigirse más tarde el arte cristiano delos siglos IV y V. A la sazón, esa teoría ha sidoabandonada. Desde la aparición, en 1900, de lacélebre obra de D. B. Ainalov sobre El origenhelenístico del arte bizantino y la publicación, en1901, del libro El Oriente y Roma, del sabioaustríaco J. Strzygowski se discute esa influenciaejercida por el antiguo Oriente. En sus obras, muynumerosas e interesantes, Strzygowski, después de

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buscar el centro de tal influjo en Constantinopla, sevuelve hacia Egipto, Asia Menor y Siria y,remontando hacia el este y el norte, rebasa lasfronteras de Mesopotamia y busca las raíces de dichainfluencia en as mesetas y montañas de Armenia y elIrán. Según él, lo que la Hélade fue para el arte de laantigüedad, lo es el Irán para el arte del nuevo mundocristiano[236]. también cuenta con la India y elTurkestán chino para que le proporcionen datosulteriores capaces de dilucidar el problema. Aunquereconociendo los grandes servicios prestados porStrzygowski en el campo de las investigaciones sobreel origen del arte bizantino, la ciencia históricacontemporánea se mantiene aún reservada acerca delas más recientes hipótesis de dicho autor[237].

El siglo IV fue un período de la mayorimportancia en la historia del arte bizantino. El nuevorégimen del cristianismo dentro del Estado romanoprovocó una expansión rápida de aquella religión.Tres elementos —el cristianismo, el helenismo y elOriente— se encontraron en el siglo IV y de su uniónsalió el arte cristiano-oriental.

Constantinopla, ya centro político del Imperio, seconvirtió gradualmente en centro intelectual yartístico. Ello no fue instantáneo. «Constantinopla notenía una civilización preexistente que le permitiera

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resistir a la invasión de las fuerzas exóticas ogobernarlas. Tuvo, al principio, que pesar y asimilarnuevas influencias, tarea que exigía al menos uncentenar de años»[238].

Siria y Antioquía, Egipto y Alejandría, el AsiaMenor, que veían reflejarse en su vida artística lasinfluencias de tradiciones más antiguas, ejercieroninflujo muy fuerte y provechoso en el desarrollo delarte bizantino. La Arquitectura siria prosperó duranteel curso de los siglos IV, V y VI. Ya vimos que lasmagníficas iglesias de Jerusalén y Belén, y algunasde Nazaret, fueron edificadas bajo Constantino elGrande. Un esplendor insólito caracterizó a lasiglesias de Antioquía y Siria. «Antioquía, comocentro de una civilización brillante, asumiónaturalmente la dirección del arte cristiano enSiria»[239].

Por desgracia sólo poseemos muy pocos datossobre el arte de Antioquía. Las «ciudades muertas»de la Siria central, descubiertas en 1860-61 por DeVogüe, nos dan alguna idea de lo que fue laarquitectura cristiana en los siglos IV, V y VI. Una delas obras arquitectónicas más notables de fines delsiglo V fue el célebre monasterio de San SimeónEstilita (Kalat-Seman), entre Antioquía y Alepo. Aunhoy resultan impresionantes sus majestuosas

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ruinas[240]. El famoso friso de Mschatta (al este delJordán), actualmente en el Museo del emperadorFederico, en Berlín, parece ser una obra de los siglosIV, V o VI[241]. Al principio del siglo V perteneceigualmente una muy bella basílica elevada en Egiptopor Arcadio sobre el emplazamiento de la tumba deMenas, uno de los más renombrados santos egipcios.Las ruinas de esta basílica han sido estudiadasrecientemente por C. M. Kaufman[242].

En el campo del mosaico, del retrato, de latapicería (escenas pintadas sobre telas: primerossiglos del cristianismo), etc., poseemos variosejemplares interesantes correspondientes a esteperíodo.

Sabemos que en el siglo v, bajo Teodosio II,Constantinopla fue rodeada de fortificaciones quesubsisten aun en nuestros días. La Puerta de Oro(«Porta Áurea») se edificó a fines del siglo IV ocomienzos del V. Por ella entraban oficialmente losemperadores en Constantinopla. Esa puerta, notablepor la belleza de su arquitectura, existe todavía. Alnombre de Constantino está vinculada la edificaciónde las iglesias de Santa Irene y de los SantosApóstoles, en Constantinopla. Santa Sofía, cuyaconstrucción se inició en esa época, fue acabada bajoConstancio, hijo de Constantino. Estos templos

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fueron reconstruidos en el siglo VI por Justiniano. Enel siglo V la nueva capital se ornó con otra iglesia, labasílica de San Juan de Studion, hoy mezquita de ImrAhor[243].

En las regiones occidentales del Imperio se hanconservado cierto número de monumentos del artebizantino primitivo. Entre ellos cabe citar algunasiglesias de Tesalónica o Salónica; el palacio deDiocleciano en Spalato (Dalmacia), de principios delsiglo IV; varias pinturas de Santa María la Antigua,de Roma, que parecen datar de fines del siglo V[244];el mausoleo de Gala Placidia y el baptisterioortodoxo de Ravena (siglo V), así como algunosmonumentos de África del Norte.

En la historia del arte, los siglos IV y V bizantinospueden considerarse como el período preliminar queprepara la época de Justiniano el Grande, bajo quien«la capital había de sentir plena consciencia de símisma y asumir un papel director. Se ha descritojustamente esta época como la primera edad de orodel arte bizantino»[245].

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L

CAPITULO III.JUSTINIANO EL GRANDE YSUS SUCESORES (518-610)

os sucesores de Zenón y Anastasio seatuvieron, en su política exterior tanto como en

su política religiosa, a caminos absolutamenteopuestos a los adoptados por aquellos dosemperadores: es decir, se volvieron de Oriente aOccidente.

Los emperadores del período 518-610

Entre los años 518 y 578, el trono estuvoocupado por los emperadores siguientes: primero,Justino, el Viejo (518-527), jefe de la guardiaimperial[246], que fue elevado fortuitamente a lapúrpura a la muerte de Anastasio; después su ilustresobrino Justiniano, el Grande (527-565), y, en fin, unsobrino de este ultimo, Justino II, conocido por

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Justino el Joven (565-578). A los nombres de Justinoy Justiniano está ligado estrechamente el problema desu origen. Muchos sabios han tenido durante largotiempo como un hecho el origen eslavo de Justino yJustiniano. Esta teoría se fundaba en una biografía delemperador Justiniano debida al parecer al abateTeófilo, profesor de Justiniano, y publicada por elconservador de la Biblioteca Vaticana, NicolásAlemannus, a principios del siglo XVII. En esa«Vida» se halla a Justiniano y a sus padresmencionados por diversos nombres, con los cualeshabían, según el autor, sido conocidos en sus paísesde origen. De acuerdo con las más doctas autoridadesen materia de estudios eslavos, tales nombres seríaneslavos, como el de Justiniano: «Upravda» («laverdad», «la justicia»). El manuscrito de Alemannusfue descubierto y estudiado a fines del siglo XIX

(1883) por el sabio inglés Bryce, y éste hademostrado que tal manuscrito, compuesto aprincipios del siglo XVII, era de carácter legendario yno tenía valor histórico alguno. Por tanto, hoy se debeeliminar en absoluto la teoría del origen eslavo deJustiniano[247]. Cabe, apoyándose en ciertas fuentes,considerar a Justino y Justiniano comoprobablemente ilirios o acaso albaneses. En todocaso, Justiniano nació en una población de

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Macedonia, no lejos de la actual ciudad de Uskub,cerca de la frontera albanesa. Algunos sabios hacenremontar su familia a los colonos romanos deDardania, esto es, de la Macedonia superior[248]. Así,los tres primeros emperadores de este período fueronilirios o albaneses, pero ilirios y albanesesromanizados. Su lengua materna era el latín.

El débil Justino II murió sin hijos. A instigaciónde su mujer, Sofía, adoptó al tracio Tiberio,comandante del ejército imperial, y le designó cesar.En esta ocasión Justino pronunció un discurso muyinteresante, que ha llegado hasta nosotros en su formaoriginal, esto es, «estenografiado» por los escribas.Este discurso, sincero y contrito, produjo hondaimpresión en los contemporáneos[249]. He aquíalgunos de sus pasajes:

Sabe que es Dios quien te bendice y teconfiere esta dignidad, y no yo… Honra comoa tu madre a la que ha sido hasta aquí tu reina;no olvides que antes has sido su esclavo yahora eres su hijo. No te complazcas enderramar sangre; no te hagas cómplice demuertes; no devuelvas mal por mal y te hagasimpopular como yo… Que este boatoimperial no te enorgullezca como me

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enorgulleció a mí… Presta atención alejército; no estimules a los delatores y nodejes que los hombres digan de ti: «Supredecesor era tal y tal»; porque te hablo pormi propia experiencia[250].

A la muerte de Justino II, Tiberio reinó con elnombre de Tiberio II (578-5855). Con él terminó ladinastía de Justiniano. Su sucesor fue su yernoMauricio (582-602). Las fuentes no están acordessobre el origen de Mauricio. Algunos pretenden quesu familia procedía de la lejana población capadociade Arabissus[251] —cerca de la actual Elbistan—,mientras, otros, aunque llamándole capadocio,declaran que fue el primer griego que ascendió altrono bizantino[252]. En rigor no hay contradicciónentre los términos, porque es muy posible queMauricio fuera en realidad el primer emperador deraigambre griega, aunque naciese en Capadocia[253].Pero, según otra tradición, era romano[254].Finalmente, Kulakovski considera probable queMauricio fuese de origen armenio, porque lapoblación indígena de Capadocia era armenia[255]. Elultimo emperador del período justinianeo fue eltirano tracio Focas (602-610), que destronó aMauricio.

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Justino I

Desde su exaltación al trono, Justino I abandonóla política religiosa seguida por sus dospredecesores inmediatos, aproximándosedefinidamente a los adeptos de la doctrina deCalcedonia y abriendo una serle de furiosaspersecuciones contra los monofisistas. El gobierno sereconcilió con Roma y así concluyó el desacuerdoentre las Iglesias oriental y occidental, que seremontaba al reinado de Zenón y al Henótico. Lapolítica religiosa de los emperadores de este períodofue ortodoxa y el Estado se enajenó, una vez más, lasimpatía de sus provincias orientales.

Justiniano el Grande. Teodora

Justino I tuvo por sucesor a su sobrino Justiniano(527-565), la figura más importante de toda su época.

Al nombre de Justiniano está íntimamentevinculado el de su esposa Teodora, una de lasmujeres más interesantes de la historia bizantina. La«Historia secreta», de Procopio, contemporáneo de

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Justiniano, pinta con colores muy vivos la vidaborrascosa de Teodora en sus años juveniles. Decreer al autor, la hija del guardián de los osos delHipódromo vivió en la atmósfera viciada del teatrode aquella época, y sus aventuras galantes fueronnumerosas. Había recibido de la naturaleza una granhermosura, gracia, inteligencia e ingenio. SegúnDiehl, «divirtió, encantó y escandalizó aConstantinopla»[256]. Procopio cuenta que la gentehonrada, cuando la encontraba en la calle, cambiabade camino para no macular sus vestiduras al contactode ella[257]. Pero estos detalles vergonzosos sobre lajuventud de la futura emperatriz deben ser acogidoscon las mayores reservas, porque todos emanan deProcopio, quien, en su Historia secreta, se propone,ante todo, difamar a Justiniano y a Teodora. Despuésde los años tempestuosos de la primera parte de suvida, Teodora desapareció de la capital y permanecióen África algunos años. De vuelta a Constantinoplaya no era la actriz de antes. Había dejado la escena yllevaba una vida de retiro, dedicando gran parte desu tiempo a hilar y testimoniando el interés más vivopor las cuestiones religiosas. En esta época la viopor primera vez Justiniano. Su belleza causó en élviva impresión. Hizo acudir a Teodora a la corte, laelevó al rango de patricia y a poco casó con ella. Alser hecho Justiniano emperador, su mujer se convirtió

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en emperatriz. En su nuevo papel, Teodora se mostróa la altura de la situación, manteniéndose fiel a sumarido, interesándose en los asuntos del Estado,demostrando gran penetración y ejerciendoconsiderable influencia sobre Justiniano en materiasde gobierno. Durante la sublevación del 532, de lacual hablaremos después, Teodora cumplió un papelde importancia durante la gestión imperial de sumarido. Con su sangre fría y su energíaextraordinarias, probablemente salvó al Estado denuevas convulsiones y lo apoyó a Justiniano enmomentos donde las decisiones políticas alemperador, lo hacían dudar por su impacto en elImperio. En lo religioso, manifestó con franqueza suspreferencias por el monofisismo, en lo que fueopuesta a su marido, que vacilaba y que, si bienhaciendo concesiones al monofisismo, se aferró a laortodoxia en el curso de todo su largo reinado. Eneste punto Teodora acreditó comprender mejor queJustiniano la importancia de las provincias orientalesmonofisistas, que eran de hecho las zonas vitales delImperio.

Teodora murió de cáncer el 548, mucho antes queJustiniano[258]. En el famoso mosaico de la iglesia deSan Vital, de Ravena, —mosaico que se remonta alsiglo VI— Teodora aparece en hábitos imperiales,rodeada de su corte—. Los historiadores

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eclesiásticos contemporáneos de Teodora, así comolos historiadores posteriores, han juzgado a laemperatriz con gran severidad. No obstante, en elalmanaque ortodoxo, en la fecha 14 de noviembre, selee: «Asunción del soberano ortodoxo Justinianoaniversario de la reina Teodora».

La política exterior de Justinianoy su ideología

Las numerosas guerras de Justiniano fueron enparte ofensivas y en parte defensivas. Las unas fueronsostenidas contra los Estados germánicos bárbarosde la Europa occidental; las otras contra Persia aleste y los eslavos al norte.

Justiniano dirigió el grueso de sus fuerzas aOccidente, donde la actividad militar de los ejércitosde Bizancio quedó coronada por brillantes éxitos.Los vándalos y los ostrogodos hubieron de someterseal emperador bizantino. Los visigodosexperimentaron también, aunque en menor grado, elpoder de Justiniano. El Mediterráneo se convirtió,por decirlo así, en un lago bizantino. En sus decretos,

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Justiniano pudo darse el nombre de Caesar FlaviusJustinianus, Alamannicus, Gothicus, Francicus,Germanicus, Anticus, Alanicus, Vandalicus,Africanus. Pero este anverso brillante de su políticaexterior tuvo un reverso. El éxito se pagó caro, muycaro para el Imperio, porque tuvo como consecuenciael agotamiento económico completo del Estadobizantino. Además, al trasladarse los ejércitos aOccidente, el Oriente y el Norte quedaron abiertos alas invasiones de los persas, los eslavos y los hunos.

A juicio de Justiniano, los germanos eran losmayores enemigos del Imperio. Así reapareció lacuestión germánica en el Imperio bizantino durante elsiglo VI, con la única diferencia de que en el siglo V

eran los germanos quienes atacaban al Imperio,mientras en el VI fue el Imperio el que atacó a losgermanos.

Justiniano, al subir al trono, se tornó enrepresentante de dos grandes ideas: la idea imperialy la idea cristiana. Considerándose sucesor de losCesares romanos, creyó su sacrosanto deberreconstituir el Imperio en sus límites íntegros de lossiglos I y II. Como emperador cristiano, no podíatampoco permitir a los germanos arríanos oprimir alas poblaciones ortodoxas. Los emperadores deConstantinopla, en su calidad de herederos legítimosde los Cesares, tenían derechos históricos sobre la

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Europa occidental, ocupada por los bárbaros. Losreyes germánicos no eran sino vasallos delemperador bizantino, que había delegado en ellos elpoder sobre Occidente. El rey franco Clodoveo habíasido elevado a la dignidad de cónsul por elemperador Anastasio, y el mismo Anastasio habíaconfirmado oficialmente los poderes del reyostrogodo Teodorico. Cuando decidió iniciar laguerra contra los godos, Justiniano escribía: «Losgodos, que se han apoderado por la violencia denuestra Italia, se han negado a devolverla»[259]. Élseguía siendo soberano natural de todos losgobernadores que había dentro de los límites delImperio romano. Como emperador cristiano, habíarecibido la misión de propagar la verdadera fe entrelos infieles, ya fuesen herejes o paganos. La teoríaemitida por Eusebio de Cesárea en el siglo IV

conservaba su vigencia en el VI. Ella se halla en labase de la convicción de Justiniano, persuadido deque era su deber restaurar el Imperio romano único,el cual, según los términos de una novela[260],alcanzaba antaño las orillas de los dos océanos,habiéndolo perdido los romanos por negligencia. Deesta antigua teoría se desprende también la otraconvicción de Justiniano de que debía introducir enel Imperio reconstituido una fe cristiana única, tanto

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entre los paganos como entre los cismáticos. Tal fuela ideología de Justiniano, quien llevó tan ambiciosapolítica, tal cruzada, al sueño de la sumisión de todoel universo conocido entonces.

Pero no se debe olvidar que esas grandiosaspretensiones del emperador sobre las zonas perdidasdel Imperio romano no eran exclusivamenteconvicciones personales suyas. Análogasreivindicaciones parecían naturales en absoluto a lospobladores de las provincias ocupadas por losbárbaros. Los indígenas de aquellas provinciascaídas bajo la dominación arriana veían en Justinianosu único defensor. La situación del África del Nortebajo los vándalos era especialmente difícil desoportar, porque los vándalos habían entabladoseveras persecuciones contra la población ortodoxaindígena, aprisionando a muchos ciudadanos yrepresentantes del clero y confiscando los bienes dela mayoría. Emigrados y desterrados africanos, yentre ellos numerosos obispos ortodoxos, acudían aConstantinopla implorando al emperador que atacasea los vándalos y asegurándole que un levantamientogeneral de los indígenas acompañaría semejantetentativa.

Disposiciones análogas se hallaban en Italia,donde la población indígena, a pesar de la persistentetolerancia religiosa de Teodorico y del muy

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desarrollado gusto de éste por la civilizaciónromana, seguía sintiendo un descontento profundo yvolvía sus miradas a Constantinopla, en la esperanzade que ésta ayudaría a librar Italia de la dominaciónde los invasores y a restablecer la fe ortodoxa. Lospropios reyes bárbaros alentaban las ambiciosasaspiraciones del emperador, puesto que continuabanmostrando el más profundo respeto por el Imperio,probando por todos los medios su adhesión alemperador, solicitando títulos honoríficos romanos,acuñando su moneda con la imagen del soberanoimperial, etc. De buen grado habrían repetido, conexpresión de Diehl[261], la frase de aquel príncipevisigodo: «El emperador es un dios sobre la tierra yquien levante su mano sobre él debe expiarlo con susangre»[262].

Aunque la situación de África e Italia fuesefavorable al emperador, las guerras emprendidas porél contra ostrogodos y vándalos habían de serextremamente difíciles y largas.

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Guerras contra los vándalos,ostrogodos y visigodos. Los

eslavos. La política exterior deJustiniano

La expedición contra los vándalos no sepresentaba muy fácil. Había de transportarse, pormar, al África del Norte, un ejército que deberíaluchar contra un pueblo posesor de una flota potente,la cual, ya a mediados del siglo V, había tentado, conéxito, un golpe sobre Roma. Además, el traslado delgrueso de las fuerzas imperiales a Occidente había deimplicar graves consecuencias en Oriente, dondePersia, el más peligroso enemigo del Imperio,mantenía con éste continuas guerras fronterizas.

Procopio da un interesante relato de la sesión delConsejo en que se debatió por primera vez laexpedición a África[263]. Los consejeros más fielesdel emperador expresaron dudas sobre lasposibilidades de éxito de la empresa y laconsideraron precipitada. Justiniano empezaba atitubear, pero acabó triunfando de su breve flaqueza einsistió en su plan primitivo. La expedición seresolvió. A la vez, se producía en Persia un cambiode dinastía y, en 532, Justiniano lograba concluir una

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paz «perpetua» con el nuevo soberano, mediante lacondición, humillante para Bizancio, de que elImperio pagaría un considerable tributo anual al reyde Persia. Este tratado dejaba a Justiniano las manoslibres en Occidente. A la cabeza del ejército y de laflota que debían participar en la expedición puso alfamoso Belisario, que poco tiempo antes habíareprimido la gran sedición interior conocida por elnombre de sedición Nika, de la cual hablaremosdespués. Belisario había de revelarse el más valiosoauxiliar del emperador en sus empresas militares.

Ha de advertirse que en esta época los vándalos ylos ostrogodos no eran ya los peligrosos enemigos deantes. Mal adaptados al clima deprimente delMediodía, e influidos por la civilización romana,habían perdido muy de prisa su antigua energía y suantiguo valor. Además, las creencias arrianas deestos germanos hacían que sus relaciones con lospobladores romanos de los países que ocupaban nofueran muy amistosas. Las continuas revueltas de lastribus beréberes contribuían mucho a debilitar a losvándalos. Justiniano se daba perfecta cuenta de lasituación. Merced a una diplomacia hábil agudizó lasdiscordias interiores de los vándalos, seguro, porende, de que los reinos germánicos no se uniríancontra él. En efecto, los ostrogodos estaban endisensión con los vándalos, los francos ortodoxos

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mantenían luchas constantes con los ostrogodos, y losvisigodos españoles, muy alejados del campo de lashostilidades, difícilmente podían tomar parte activaen una guerra contra Justiniano. Todo ello estimulabaen el emperador la esperanza de poder llegar a batirpor separado a sus enemigos.

La guerra contra los vándalos duró, con algunasinterrupciones, de 533 a 548[264]. Al principioBelisario sometió, en un período muy corto, y conuna serie de brillantes victorias, al reino vándalo enmasa. Justiniano triunfante proclamó: «Dios, en sumisericordia, no sólo ha liberado África y todas susprovincias, sino también ha devuelto las insigniasimperiales apresadas por los vándalos en la toma deRoma»[265]. Considerando terminada la guerra,Justiniano llamó a Belisario a Constantinopla, con lomás del ejército. Pero entonces estalló una terribleinsurrección: los moros, tribu indígena beréber, sesublevaron y las tropas de ocupación en Áfricatuvieron que pelear contra ellos una campaña muydura. Salomón, sucesor de Belisario en África, fuecompletamente batido y resultó muerto (544). Lalucha continuó, agotadora, hasta el 548, en que laautoridad imperial fue restaurada en definitiva. Estadecisiva victoria se debió a Juan Troglita,diplomático y general de talento. Sus éxitosaseguraron en África una tranquilidad absoluta

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durante cosa de cuarenta años Juan Troglita, conBelisario y Salomón, son los tres héroes de lareconquista de África por el Imperio[266]. Sus altoshechos son relatados por el poeta africano Corippoen su obra histórica Johannis.

Los planes de conquista de Justiniano en Áfricadel Norte no se habían realizado por completo. Lazona occidental, próxima al Atlántico, no se habíareconquistado, a excepción de la poderosa fortalezade Septum (hoy fortaleza española de Ceuta),próxima a las columnas de Hércules. Pero la mayorparte de África del Norte, Córcega, Cerdeña y lasBaleares se habían vuelto a convertir en regionesintegrantes del Imperio. Justiniano se esforzó conmáxima energía en restablecer el orden en losterritorios recuperados. Aun hoy, las grandiosasruinas de numerosas fortalezas bizantinas erigidaspor Justiniano en África del Norte atestiguan laconsiderable actividad desplegada por el emperadorcon miras a la defensa del país.

Más agotadora todavía fue la lucha contra losostrogodos, que duró, también con algunasinterrupciones, desde 535 a 554[267] Estas fechasacreditan que la guerra con los ostrogodos, en sustrece años primeros, se mantuvo a la par que laguerra contra los vándalos, Justiniano empezó porintervenir en los asuntos internos de los ostrogodos, y

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luego emprendió una acción militar. Un ejército suyoinició la conquista de Dalmacia, que entoncespertenecía al reino ostrogodo. Otro ejército,conducido por mar a las órdenes de Belisario, ocupóSicilia sin gran dificultad, y después, pasando aItalia, conquistó Nápoles y Roma. Poco más tarde —540— Ravena, la capital ostrogótica abrió suspuertas a Belisario. Este regresó a Constantinopla,llevando prisionero al rey ostrogodo. Justinianoañadió a sus títulos de «Africano» y «Vandálico», elde «Gótico». Italia parecía definitivamenteconquistada para Bizancio.

Entonces apareció entre los godos un jefevaleroso y enérgico, el rey Totila, último defensor dela independencia de los ostrogodos, cuya situaciónrestableció rápidamente. En vista de los éxitosmilitares de Totila, Belisario fue llamado de Persia yenviado a Italia para asumir el mando supremo. Peroera imposible conseguir la dominación imperial enItalia sin potentes refuerzos. Una tras otra, lasconquistas bizantinas en Italia y las islas pasaron amanos de los ostrogodos. La infortunada ciudad deRoma, que cambió de manos varias veces, quedótrocada en un montón de ruinas. Tras tantos fracasos,Belisario fue llamado a Constantinopla. La situaciónfue al cabo restablecida por otro valeroso general,Narsés, quien sometió a los ostrogodos en una serie

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de hábiles operaciones militares acreditativas de unverdadero talento estratégico El ejército de Totila fuederrotado en la batalla de Busa-Gallorum (GualdoTadino), en Umbría, el 552. Totila se dio a la fuga yfue muerto[268]. «Sus ropas manchadas de sangre y latoca ornada de piedras preciosas que llenaba fueronrecogidas por Narsés, quien las mandó aConstantinopla, donde fueron puestas a los pies delemperador, con el fin de probar a los ojos de esteúltimo que el enemigo que había desafiado suautoridad por tanto tiempo había dejado deexistir»[269].

Tras una guerra ruinosa de veinte años, Italia,Dalmacia y Sicilia se hallaron reunidas al Imperio en554. La Pragmática Sanción, publicada por Justinianoen ese mismo año, restituía a la alta aristocraciaterrateniente de Italia y a la Iglesia los dominios queles habían quitado los ostrogodos, así como todos susantiguos privilegios. En ella se indicaban, además,una serie de medidas destinadas a aliviar las cargasde la arruinada población. A raíz de las guerrasostrogóticas, la industria y el comercio italianosdejaron durante mucho tiempo de desarrollarse y, acausa de la falta de mano de obra, muchas campiñasde Italia permanecieron sin cultivo. Roma, por algúntiempo, sólo fue una ciudad de segundo orden,arruinada, sin importancia política. El Papa la eligió

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para su refugio.La última empresa militar de Justiniano se dirigió

contra los visigodos de la Península Ibérica.Aprovechando las luchas civiles que se habíanentablado en España entre diversos pretendientes altrono visigótico, Justiniano, el año 550, envió unaexpedición naval a aquel país[270]. Aunque las tropasbizantinas no eran muy fuertes, la campaña tuvoéxito[271]. Numerosas ciudades y plazas fuertesmarítimas fueron ocupadas.

En definitiva, tras cruentas batallas, Justinianologró arrebatar a los visigodos el ángulo sudeste dela Península, con las ciudades de Cartagena, Málagay Córdoba. Más tarde extendió los territoriossometidos, que llegaron por el oeste hasta el caboSan Vicente y por el este más allá de Cartagena[272].La provincia imperial de España, creada entonces,quedó, con algunas modificaciones, bajo el dominiode Constantinopla durante 70 años aproximadamente.No se sabe con exactitud si esa provincia eraindependiente o subordinada al gobernador deÁfrica[273].

Se han descubierto y descrito recientementealgunas iglesias y otros monumentos arquitectónicosde arte bizantino en España y en sus islas Baleares,pero, hasta donde cabe juzgar, no tienen gran

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importancia. Son como una prolongación pobre,rústica, del arte difundido en el ÁfricaSeptentrional… El dominio bizantino de España fue,pues, una provincia política, y también una provinciaartística de África[274].

El resultado de todas estas guerras ofensivas deJustiniano fue duplicar la extensión de su Imperio.Dalmacia, Italia, la parte oriental de África del Norte(zonas de Túnez y del oeste de Argelia actuales), elsudeste de España, Sicilia, Cerdeña, Córcega y lasBaleares entraron en el Imperio de Justiniano. ElMediterráneo pasó a ser un lago romano. Lasfronteras del Imperio iban de las columnas deHércules (estrecho de Gibraltar) al Eufrates. Pero apesar de los considerables éxitos obtenidos, losresultados estuvieron lejos de realizar los planesiniciales de Justiniano, puesto que en definitiva nologró reconquistar todo el Imperio romano deOccidente. La mitad occidental del África del Norte,la mayor parte de la Península Ibérica, el norte delreino ostrogodo, al septentrión de los Alpes (antiguasprovincias de Retia y Norica), quedaron fuera de loslímites de los países sometidos por los ejércitos deJustiniano. En cuanto a Galia, no sólo permanecióindependiente en absoluto del Imperio bizantino, sinoque incluso triunfó de él en cierta medida, ya queJustiniano, amenazado por los francos, hubo de ceder

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Provenza al rey de estos. Además, en los vastosterritorios reconquistados el poder del emperador nofue igualmente sólido en todas partes. El gobierno nodisponía de bastantes tropas ni bastantes medios paraestablecerse con más firmeza. Y aquellos territoriossólo podían conservarse por la fuerza. De maneraque los éxitos, brillantes en apariencia, de las guerrasofensivas de Justiniano, contenían en sí los gérmenesde graves complicaciones para el futuro, tanto en lopolítico como en lo económico. Las guerrasdefensivas de Justiniano fueron mucho menos felicesy a veces incluso humillantes por sus resultados.Tales guerras se mantuvieron contra los persas, aleste, y contra los eslavos y hunos, al norte.

Las dos «grandes potencias» del universoconocido, Bizancio y Persia, sostenían desde siglosatrás guerras agotadoras en la frontera oriental delImperio bizantino. Después de la paz «perpetua»convenida con Persia y que hemos mencionado antes,el rey persa Cosroes Anushirvan —esto es, el Justo—, príncipe hábil y valeroso[275], advirtiendo lasaltas miras del emperador en Occidente, se preparó ala acción. Consciente de la importancia de losintereses que poseía en sus provincias limítrofes deBizancio, y visitado además por una embajada deostrogodos que le pedían socorro, denunció la paz«perpetua» y abrió las hostilidades contra el Imperio

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bizantino[276]. Siguió una guerra cruel, ventajosa paralos persas. Belisario, llamado desde Italia, no logrónada contra ellos. Cosroes invadió Siria, saqueó ydestruyó Antioquía, «ciudad que era a la vez antiguay de grande importancia y la primera de todas lasciudades que los romanos tenían en Oriente, a la parque por su riqueza y magnitud por su población y porsu belleza y por su prosperidad de todo género».[277]

En su marcha victoriosa, Cosroes alcanzó la costadel Mediterráneo. Al norte, los persas se esforzaronen abrirse camino hacia el mar Negro y tuvieron quecombatir a los lazios en la provincia caucásica deLaziquia (hoy Lazistán); que entonces dependía delImperio bizantino. Tras muchos esfuerzos, Justinianologró al fin una tregua de cinco años, para obtener lacual hubo de entregar una gran suma de dinero. Peroaquella lucha interminable había fatigado a Cosroes,y en 562 Bizancio y Persia llegaron a un convenioque garantizaba una paz de cincuenta años. Merced alhistoriador Menandro[278] poseemos informesprecisos y detallados sobre las negociaciones ycondiciones del convenio. El emperador secomprometía a pagar cada año a Persia una gruesacantidad en metálico, mientras el rey de Persiaprometía garantizar la tolerancia religiosa a loscristianos de Persia, con la estricta condición de que

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se abstuviesen de todo proselitismo. Los negociantesromanos y persas, cualquiera que fuese su negocio,debían efectuar su tráfico en ciertos lugaresprescritos, donde se establecían aduanas, conexclusión de todo otro punto. La estipulación másimportante para Bizancio era el abandono por lospersas de la provincia de Laziquia, situada en ellitoral sudeste del mar Negro y que debía volver alos romanos. Así, los persas no lograban mantenerseen las riberas del mar Negro, que seguía siendobizantino. El hecho tenía gran importancia política yeconómica[279].

Amenazado por el peligro persa, Justiniano, entretanto, había entrado en negociaciones con los lejanosabisinios y los himiaritas de Arabia. La provinciamás avanzada de la Península Arábiga era el Yemen,al suroeste. Allí había florecido, en tiempos remotos,anteriores a la Era cristiana, el reino de los sábeos(Saba-Shoba), al que se vincula la leyenda de lareina de Saba, que se dice haber visitado al reySalomón. A fines del siglo II a. de J. C. aquel país seconvirtió en el reino de los sábeos himiaritas. Elcomercio y la vida marítima eran las principalesocupaciones de los habitantes. Las numerosas ruinase inscripciones que se hallan aún atestiguan elpoderío y prosperidad de aquel reino. El cristianismoempezó a propagarse en él a mediados del siglo IV,

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hallando un serio adversario en el judaísmo, quehabía hecho muchos prosélitos en el país. En laprimera mitad del siglo VI, el rey de los himiaritas uhomeritas, que favorecía a los sectarios deljudaísmo, comenzó a perseguir con dureza a loscristianos de la Arabia del Sur. En ayuda de éstosacudió el rey cristiano de Etiopía, quien triunfó delrey judío en la lucha que siguió. El rey abisinioocupó el Yemen, esforzóse en devolver alcristianismo su antiguo rango preeminente, y notificóal patriarca de Alejandría y al emperador bizantinoJustino I su victoria sobre el judaísmo. El sucesor deJustino, Justiniano el Grande, envió una embajada aAxum, capital del reino abisinio, y a los homeritas,sobre quienes reinaba a la sazón el monarca abisinio.Justiniano tenía la intención de servirse de aquelloslejanos Estados para sus planes militares ycomerciales, y sobre todo para obtener el concursode tales países contra Persia. El principal servicioque los abisinios podían prestar era poner fin almonopolio persa del comercio de la seda, yendo abuscar la seda a Ceilán y llevándola hasta los puertosdel mar Rojo, servicio que les habría reportadomuchas ventajas[280]. El rey de Abisinia consintió enaliarse con Justiniano y prometió hacer lo que se lepedía. Pero ni él ni sus vasallos del Yemen pudieron

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cumplir sus promesas. Sabemos[281] que, después dela primera embajada, Justiniano envió a Abisinia y alYemen un tal Nonnosus; mas nada conocemos sobreéste, fuera de que en el curso del viaje corrió grandespeligros provocados por los hombres y por las fieras.

Muy diferentes fueron las guerras defensivassostenidas al norte, es decir, en la misma Penínsulade los Balcanes. Como ya dijimos, los bárbaros delnorte —los búlgaros y, según toda probabilidad, loseslavos— habían devastado las provincias de laPenínsula desde el reinado de Anastasio. En la épocade Justiniano el Grande los eslavos, por primera vez,aparecen con su propio nombre. Procopio en susescritos los llama «eslavones». En este periodo,grandes hordas de eslavos y búlgaros, a los queProcopio llama hunos, cruzaban el Danubio y casicada año adentraban bastante profundo al territoriobizantino, pasándolo todo a sangre y fuego. Por unaparte alcanzaron los arrabales de la capital,internándose hasta la región Helesponto, y por otraentraron en Grecia, que recorrieron hasta el istmo deCorinto. Al oeste llegaron hasta las orillas deAdriático. También en el reinado de Justiniano,comenzaron los eslavos a manifestar sus aspiracionesal mar Egeo. En sus esfuerzos para alcanzar este maramenazaron Tesalónica, una de las ciudades másimportantes del Imperio y cuyos alrededores fueron

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pronto uno de los focos eslavos de la península. Lastropas imperiales combatieron con encarnizamiento alos eslavos, y muy a menudo les obligaron a retirarseallende el Danubio. Pero puede afirmarse con lamayor certeza que no todos los eslavos eranexpulsados. Las tropas de Justiniano, ocupadas enotros lugares importantes, no pudieron poner fin demanera decisiva a las incursiones anuales de loseslavos, y parte de éstos se instaló en el país. Laépoca de Justiniano fue trascendente en el sentido deque asentó los cimientos del problema eslavo en laPenínsula Balcánica, problema que había de tenermáxima importancia para Bizancio a fines del sigloVI o principios del VII.

Además de los eslavos, los gépidos y loscutrigures, rama de la raza huna, invadieron por elnorte la Península de los Balcanes. En el invierno de558-59, los cutrigures, mandados por Zabergan,penetraron en Tracia. Desde allí una parte se destacópara devastar Grecia y otra invadió el Quersonesotracio (Gallípoli). Un tercer ejército, compuesto dejinetes, a las órdenes de Zabergan en persona,marchó hacia Constantinopla. El país fue asolado y elpánico cundió en la capital. Todos los objetospreciosos de las iglesias de las provincias invadidasse enviaron a Constantinopla o se expidieron por mara la orilla asiática del Bósforo. En esta ocasión

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crítica, Justiniano recurrió a Belisario para quesalvase Constantinopla. Los invasores fueronvencidos en su triple ataque, pero Tracia, Macedoniay Tesalia padecieron muchísimo, desde el punto devista económico, durante aquella invasión[282].

El peligro húnico no se notó sólo en losBalcanes, sino también en Crimea, que pertenecía enparte al Imperio. Había allí dos ciudades, Querson yBósforo, famosas por haber mantenido, en el curso delos siglos, la civilización griega en aquellos parajesbárbaros. Además, cumplían papel esencial en elcomercio que mediaba entre el Imperio bizantino ylos territorios de la Rusia de hoy. Hacia el fin delsiglo V, los hunos habían ocupado la mayor parte dela península y empezaban a amenazar las posesionesbizantinas de aquella región. Por otra parte, existía enlas montañas de Crimea una pequeña colonia degodos, cuyo centro principal era Doru, que, comoprotegido del Imperio, se hallaba amenazado tambiénpor los hunos. Para conjurar el peligro húnico,Justiniano mandó reconstruir varios fuertes y edificarlargas murallas de las que todavía quedan vestigioshoy[283]. Era una especie de «Limes Tauricus». Elsistema de fortificaciones establecido por Justinianoen Crimea consiguió alejar el peligro húnico de lasposesiones bizantinas y de la colonia goda de la

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península[284].El celo evangelizador de Justiniano y Teodora se

extendió a los pueblos africanos que habitaban laregión del Alto Nilo comprendida entre Egipto yAbisinia. Allí moraban dos pueblos, los blemmies,más abajo de la primera catarata, y los nobadas, alsur de los primeros. Merced a la energía y a lahabilidad de Teodora, los nobadas y su rey Silko seconvirtieron al cristianismo, profesando la doctrinamonofisista[285]. Luego, los esfuerzos combinados deun general bizantino y de Silko lograron imponer alos blemmies iguales creencias. Para conmemorar suvictoria, Silko hizo grabar una inscripción en untemplo de los blemmies. «La jactancia de esereyezuelo —escribe Bury— sería apropiada en bocade Atila o de Tamerlán»[286]. En esa inscripción,Silko se da el título siguiente: «Yo, Silko, soberanode los nobadas y de todos los etíopes»[287].

Haciendo balance del conjunto de la políticaexterior de Justiniano, ha de decirse que sus guerrasinterminables y agotadoras, que en definitiva norealizaron todas sus esperanzas ni todos sus planes,tuvieron fatales consecuencias para la situacióngeneral del Imperio. En primer lugar, aquellasgigantescas empresas requirieron gastos enormes.Procopio, en su «Historia secreta», cuyo testimonio

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no debe ser acogido sino con la mayor cautela,declara —quizá con alguna exageración— queAnastasio había dejado reservas enormes para laépoca, que ascendían a 320 000 libras de oro (unos1500 a 1600 millones de pesetas oro), todas lascuales Justiniano dilapidó pronto[288]. Segúntestimonio de otro historiador del siglo VI, el sirioJuan de Éfeso[289], las reservas de Anastasio no seagotaron en absoluto sino bajo el reinado de JustinoII, esto es, después de la muerte de Justiniano. Entodo caso, el legado de Anastasio, incluso sirestringimos la cifra de Procopio, debió ser de granutilidad a Justiniano para sus empresas militares.Pero no podía bastarle. En cuanto a los nuevosimpuestos, eran superiores a las capacidades de pagode una población extenuada. Los esfuerzos delemperador para reducir los gastos estatales haciendoeconomías en el sostenimiento del ejércitoprodujeron una reducción del número de soldados,disminución que tornaba muy insegura la suerte de lasprovincias occidentales conquistadas.

Desde el punto de vista romano de Justiniano, susexpediciones de Occidente son comprensibles ynaturales; pero desde el punto de vista de losintereses reales del Estado deben ser consideradasinútiles y nocivas. La brecha abierta entre Oriente y

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Occidente era ya tan grande en el siglo VI, que la solaidea de reunir ambas regiones constituía ya unanacronismo. No podía existir una unión efectiva. Lasprovincias conquistadas sólo podían retenerse por lafuerza, y ya hemos visto que el Imperio no disponíade poder ni de medios para ello. Arrastrado por sussueños irrealizables, Justiniano no comprendió laimportancia de la frontera y provincias orientales,donde residían esencialmente los intereses vitales delImperio bizantino. Las expediciones occidentales,obra sólo de la voluntad del emperador, no podíantener resultados duraderos, y el plan de restauraciónde un Imperio romano único desapareció conJustiniano, aunque no para siempre tampoco. A causade la política general exterior de Justiniano, elImperio atravesó una crisis económica intensa yextremadamente grave.

La obra legislativa de Justiniano.Triboniano

Justiniano debe su celebridad universal a su obralegislativa, que sobresale por su amplitud. El

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emperador, según sus propias expresiones, «no sólodebe ser célebre por las armas, sino también estararmado de leyes para hallarse en estado de gobernar,tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra.Debe ser el protector poderoso de la ley, así como eltriunfador de los enemigos vencidos»[290]. Es Diosquien da a los emperadores el derecho de hacer einterpretar las leyes, y por tanto, Justiniano piensaque un emperador debe ser un legislador y consideraese derecho como santificado por la divinidad. Peroa Justiniano le impulsaron igualmente preocupacionesde orden práctico. Dábase, en efecto, perfecta cuentadel estado anárquico de la legislación romana en suépoca.

En el período del Imperio romano pagano, dondeel poder legislativo estaba por entero en manos delemperador, la única forma de legislación consistía enpublicar constituciones imperiales, llamadas leyes oreglamentos legislativos («leges»). En cambio, elconjunto de leyes creadas por una legislación másantigua había recibido el nombre de «jus vetus» o de«jus antiquum». A partir de mediados del siglo III deJ. C., la jurisprudencia sufrió una rápida decadencia.Los trabajos jurídicos se limitaron a merascompilaciones destinadas a ayudar a los jueces,incapaces de estudiar toda la innecesaria literaturajurídica, dándoles colecciones de extractos de las

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constituciones imperiales y de las obras de juristasantiguos de renombre universal. Pero esascolecciones eran privadas y sin valor oficial alguno,y así, en la práctica, el juez debía apelar a todas lasconstituciones imperiales y a toda la literaturaclásica, tarea muy superior a las humanas facultades.No debe olvidarse que no había órgano central queasegurase la publicación de las constitucionesimperiales. Estas, creciendo en número de año enaño, dispersas en diversos archivos, eran muydifíciles de utilizar, tanto más cuanto que los nuevosedictos frecuentemente abolían o modificaban losanteriores. Todo esto explica la aguda necesidad quese sentía de reunir los edictos imperiales en un«Corpus» accesible a quienes debían utilizarlos. Yasabemos que antes de Justiniano se había hechomucho en ese sentido. En su obra legislativa propia,Justiniano fue muy auxiliado por las compilacionesprecedentes, a saber, el Codex Gregorianus, elCodex Hermogenianus y el Codex Theodosianus.Además, para hacer más fácil el empleo de las obrasclásicas, esto es, del «jus vetus», Teodosío II y sucontemporáneo en Occidente, Valentiniano III, habíandado un decreto reservando el carácter de autoridadjurídica suprema a las obras de los cincojurisconsultos más famosos. De lo demás autorespodía prescindirse. Pero esto sólo era resolver el

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problema en apariencia. Por ende, en las obras de loscinco juristas escogidos era difícil encontrardecisiones adecuadas a un caso dado, ya que losjurisconsultos se contradecían a menudo y lascondiciones de la vida habían cambiado, con lo quelas soluciones propuestas por los juris consultosclásicos resultaban caducas a veces. En suma, sesentía la necesidad de una revisión, oficial ycompleta, de todo el sistema jurídico; era menesterexaminar su desarrollo a través de los siglos.

En los códigos precedentes no se habían reunidosino disposiciones imperiales de cierta época. Enaquellas compilaciones no se mencionaban las obrasjurídicas. Justiniano emprendió un enorme trabajolegislativo, que consistió en compilar todas lasconstituciones imperiales promulgadas hasta suépoca, las cuales hizo fijar en un código, y en larevisión de todos los antiguos escritos jurídicos. Elauxiliar principal del emperador en esta tarea, y elalma de la empresa, fue Triboniano.

La labor avanzó con rapidez pasmosa. En febrerode 528 el emperador reunió una comisión de diezperitos, entre ellos Triboniano, «brazo derecho delemperador en su gran empresa legislativa yprobablemente su inspirador hasta cierto punto»[291],y Teófilo, profesor de Derecho en Constantinopla. Lacomisión había de revisar los tres códigos anteriores,

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y suprimir todo lo caído en desuso, así como ordenarlas constituciones imperiales promulgadas despuésdel Código de Teodosio. Los resultados de todosaquellos trabajos debían ser codificados en unacompilación. En abril de 529 el Código de Justiniano(Codex Justinianus) fue publicado. Se dividía endiez libros, que contenían las disposicionespromulgadas desde Adriano hasta la época deJustiniano, y pasó a ser la única colección de leyesobligatoria para todo el Imperio, suprimiéndose asílos tres códigos anteriores.

Si la elaboración del Código de Justiniano fuemuy facilitada por los códigos anteriores, el trabajode revisión del «jus vetus» pertenecióexclusivamente al emperador. En 530 Triboniano fueencargado de reunir una comisión revisora de todoslos jurisconsultos clásicos, a efectos de practicarextractos, eliminar todo lo caduco, suprimir todas lascontradicciones y clasificar en un orden determinadoel conjunto de materiales reunidos. Para ejecutar taltarea, la comisión hubo de leer y estudiar unos dosmil libros, que encerraban más de tres millones delíneas. Tan gigantesco trabajo, cuya realización,según expresiones del propio Justiniano, «antes dedarse orden de hacerla, no había sido esperada nijuzgada humanamente posible por nadie en elmundo[292]» y «libró todo el jus vetus de una

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palabrería superflua[293]», se terminó en tres años. Elnuevo Código se publicó el 533 y entró en vigor enseguida, siendo conocido por el Digesto o lasPandectas (Digesta, Pandectae).

A pesar de la importancia de tal obra, ha dereconocerse que la prisa que presidió su ejecuciónhizo el trabajo defectuoso en ciertos aspectos. Sehallan allí gran número de repeticiones,contradicciones y decretos caídos en desuso.Además, merced a la libertad absoluta que se dejó ala comisión la facultad para abreviar, interpretar ycondensar los textos, se comprueba en los resultadosfinales cierta arbitrariedad y a veces incluso unadeformación de los textos antiguos.

En la obra hubo una completa ausencia de unidad.De esto se deriva el que los jurisconsultos del sigloXIX, que daban mucha importancia a la legislaciónclásica romana, juzgaran con extrema severidad elDigesto de Justiniano. Pero hemos de reconocer queesa obra, a pesar de sus numerosas imperfecciones,prestó en la práctica grandes servicios. Además, haconservado a la posteridad un rico material extraídode las obras de los jurisconsultos clásicos romanosque de otro modo no nos hubiesen llegado hoy.

A la vez que se elaboraba el Digesto, Tribonianoy sus dos eminentes auxiliares Teófilo, el yamencionado profesor de Constantinopla, y Doroteo,

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profesor en Beirut, Siria, fueron encargados el 533de resolver otro problema. Según Justiniano, notodos podían «soportar el peso de tan grandesabiduría» (el Código y el Digesto). Por ejemplo, losjóvenes que «hallándose en la antecámara delDerecho quisieran penetrar sus arcanos[294]» nopodían esperar adquirir todo el contenido de aquellasdos voluminosas obras y necesitaban un buen manualpráctico. El mismo 533, pues, se publicó un manualde Derecho civil, destinado primordialmente a losestudiantes. Se componía de cuatro volúmenes y fuellamado Instituciones (Institutiones o Institutas).Según Justiniano, aquel manual tenía por objetoconducir «todas las fuentes turbias del Derechoantiguo a un lago transparente»[295].

El decreto imperial que sancionaba lasInstituciones iba dirigido a la «juventud ávida deinstruirse en el Derecho» («cupida legum juventuti»)[296].

Mientras se desarrollaba aquel trabajo decompilación, la legislación corriente no seinterrumpía. Se promulgaron muchos decretos. Huboque revisar toda una serie de cuestiones. En 529 elCódigo apareció en varios puntos como anticuado. Seemprendió una nueva revisión del Código y seconcluyo en 534. En noviembre del mismo año se

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publico la segunda edición del Código, revisada,aumentada y distribuida en doce libros, bajo el titulode Codex repetitae praelectionis. Esta ediciónanulaba la precedente de 529 y contenía los decretosdel periodo comprendido entre Adriano y el año 534.Con este trabajo concluyo la ejecución del «Corpus».No ha llegado a nosotros la primera edición delCódigo.

Los decretos posteriores al año 534 fueronllamados Novelas (Novellae leges). Mientras elCódigo, el Digesto y las Institutas estabanpublicados en latín, la inmensa mayoría de lasNovelas se publicó en griego. Era una concesiónimportante a las exigencias de la realidad y la vidapractica, y mas proviniendo de un emperadorpenetrado de la tradición romana. En una de susNovelas, Justiniano escribe: «No hemos escrito estaley en la lengua nacional, sino en la lengua común,que es griega, a fin de que sea conocida de todos porla felicidad que tendrán en comprenderla»[297].Justiniano se proponía reunir todas las Novelas enuna compilación, pero no logró cumplir esta tarea,aunque si se hicieron durante su reinado algunascompilaciones particulares de tales leyes. LasNovelas se consideran como la ultima parte de laobra legislativa de Justiniano y constituyen una de lasfuentes mas importantes de la historia interior de su

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época.Era intención del emperador que el conjunto del

Código, Digesto, Institutas y Novelas formase un«Corpus» legislativo, pero esa compilación única novio la luz en sus días. Solo en la Edad Media, a partirdel siglo XII, cuando reapareció en Europa el estudiodel Derecho romano, empezó a ser conocido elconjunto de los trabajos legislativos de Justinianobajo el titulo de Corpus juris civilis, o Cuerpo delderecho civil, como aun se llama hoy.

La enormidad de la obra legislativa de Justinianoy el hecho de que estuviera redactada en latín, lenguapoco comprendida por la mayoría de la población,provocaron la publicación inmediata de ciertonumero de comentarios y abreviaciones griegas dealgunas partes del Código, sin contar traduccionesmas o menos fieles (paráfrasis) de las Institutas y delDigesto, acompañadas de notas explicativas. Estascompilaciones se debieron a los mencionadosauxiliares de Triboniano, Teófilo y Doroteo, yalgunos otros[298]. Estos pequeños resúmenesredactados en griego, y necesarios por las exigenciasde la época y las circunstancias practicas, conteníanbastantes errores y omisiones respecto a losoriginales latinos; pero, aun así, se impusieron aestos y los reemplazaron casi del todo.

A la vez que se renovaba la legislación con tales

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trabajos, se reorganizaba la enseñanza del Derecho.Se compusieron nuevos programas de estudios. Loscursos se repartieron en un periodo de cinco años. Enel primero, el principal tema de estudio eran lasInstitutas; en el segundo, tercero y cuarto, elDigesto; y en el quinto, el Código. Justinianoescribía acerca del nuevo Derecho: «Cuando todoslos arcanos del Derecho se desvelen, nada quedaráoculto a los estudiantes, y después de haber leudotodas las obras reunidas para Nos por Triboniano ylos otros, se convertirán en abogados distinguidos,servirán a la justicia y serán los mas capaces yfelices de los hombres en todos los lugares ytiempos[299]». Dirigiéndose a los profesores,Justiniano escribía: «Empezad, con la ayuda de Dios,a enseñar el Derecho a los estudiantes y mostrarles lavía que nosotros hemos trazado, de suerte quesiguiendo esa vía se conviertan en perfectosservidores de la justicia y del Estado y vosotrosmerezcáis de la posteridad la mayor gloriaposible[300]». A los estudiantes jóvenes les escribía:«Aprended, con celo y atención, esas leyes que osdamos, y mostraos tan instruidos en esa ciencia quepodáis estar animados por la muy hermosa esperanzade, después de terminados vuestros estudiosjurídicos, gobernar el Estado en las partes que os

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sean confiadas[301]». La enseñanza se reducía a unasimple asimilación de las materias del programa y aunos cuantos comentarios sobre ellas. No se permitíaejecutar o proponer una nueva interpretación deltexto al referirse al original, es decir a los trabajosde los jurisconsultos clásicos. Los estudiantes soloestaban autorizados a hacer traducciones literales ycomponer cortas paráfrasis y sumarios.

A pesar de las naturales imperfecciones de suejecución y los numerosos vicios del método quepresidió su composición, la sorprendente creaciónlegislativa del siglo VI ha tenido una importanciauniversal y duradera. El Código de Justiniano nos haconservado el Derecho romano, el cual nos ha dadolos principios jurídicos fundamentales que gobiernanla mayor parte de nuestras sociedadescontemporáneas. «La voluntad de Justiniano —escribe Diehl— cumplió una de las obras másfecundas para el progreso de la humanidad»[302].Cuando, en el siglo XII, se empezó a estudiar en laEuropa occidental el Derecho romano, el Código deDerecho civil de Justiniano fue en varios lugares laverdadera ley. «El Derecho romano —dice elprofesor I. A. Pokrovski— resucitó y unificó porsegunda vez el universo. Todo el desarrollo delDerecho occidental se halla bajo el influjo del

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Derecho romano, incluso hasta nuestra época… Elcontenido más precioso del Derecho romano ha sidovertido en los parágrafos de los códigoscontemporáneos y obra bajo el nombre de estosúltimos»[303]. La ejecución de tal obra legislativabasta para justificar el sobrenombre de «Grande»que la historia ha dado a Justiniano.

En la época contemporánea se puede observar unfenómeno muy interesante en el estudio de lalegislación justinianea. Hasta ahora ese estudio sóloservía para penetrar mejor en el Derecho romano y suimportancia era secundaria. Esto no se aplica a lasNovelas. El Código en sí no se estudiaba, ni sepracticaban sobre él investigaciones independientes.En tales condiciones, el principal reproche que sepodía dirigir a la obra de Justiniano consistía enhaber desfigurado el Derecho clásico abreviando ocompletando los textos originales. Se hacíaresponsable de ello a Triboniano. Hoy se trata deexaminar las modificaciones aportadas a los textosclásicos, no como resultado de la arbitrariedad delos compiladores, sino como el de su deseo deadaptar el Derecho romano a las condiciones de lavida en el Imperio de Oriente en el siglo VI. Así, lacuestión importante pasa a ser ésta: ¿correspondía ono la obra de Justiniano a las exigencias de su época,y en qué medida? El problema debe estudiarse

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ateniéndose a las condiciones generales de la vida enel siglo VI, a las cuales hubo aquel código de tender aadaptarse. El helenismo y el cristianismo debieronejercer, ambos a la par, influjo sobre la obra de loscompiladores. Las costumbres orientales semezclaron al trabajo de revisión del antiguo Derechoromano. La tarea de la ciencia historicojurídicacontemporánea es definir y apreciar las influenciasbizantinas en el Código, el Digesto y las Instituías deJustiniano[304]. Las Novelas, como obras delegislación corriente, reflejan, según es lógico, lascondiciones y necesidades de la vida contemporánea.

En relación con la obra legislativa de Justinianoconviene recordar que durante su reinado florecieronlas dos escuelas de Derecho de Constantinopla yBeirut[305]. Todas las demás escuelas de Derechofueron suprimidas, considerándoselas focos depaganismo.

Quinto concilio ecuménico

Como heredero de los Césares, Justinianoconsidero su deber restaurar el Imperio romano, pero

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a la vez quería establecer en el interior del Imperiouna ley y una fe únicas. Un Estado, una Ley, unaIglesia: tal fue la breve fórmula a que se atuvo lapolítica de Justiniano. Absolutista por principio,estimaba que en un Estado bien organizado tododebía subordinarse a la autoridad del emperador.Notando muy bien que la Iglesia podía ser un armapreciosa en manos del gobierno, se esforzó por todoslos medios en subordinarla a él. Los historiadoresque tratan de descubrir los principios directivos de lapolítica religiosa de Justiniano, se inclinan en favordel predominio de los móviles políticos y declaranque la religión no fue para él sino la servidora delEstado[306], ahora dicen que aquel «segundoConstantino estuvo siempre dispuesto a olvidar susdeberes con el Estado tan pronto como intervino lareligión»[307]. De hecho, Justiniano, en su deseo deser dueño de la Iglesia, no sólo se propuso conservaren su mano el gobierno del clero y presidir losdestinos de éste (sin exceptuar a sus más eminentesrepresentantes), sino que también consideró derechoque le pertenecía el de definir el dogma para sussúbditos. La opinión religiosa del emperador,cualquiera que fuese, debía ser obligatoriamenteseguida por sus vasallos. Por consecuencia, elemperador bizantino tenía el derecho de regular lavida del clero, de nombrar a su albedrío los jerarcas

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eclesiásticos más elevados, de imponerse comomediador y juez en los debates de la Iglesia. Por otraparte, Justiniano mostró su actitud favorable hacia laIglesia protegiendo al clero, haciendo construirnuevos templos y monasterios, y concediendo a éstosprivilegios particulares. Además dedicó todos susesfuerzos a establecer la unidad de fe entre todos sussúbditos, participando con frecuencia en los debatesdogmáticos e imponiendo soluciones definitivas a lascuestiones doctrinales en discusión. Esta política depreponderancia del poder temporal en los asuntosreligiosos y eclesiásticos, extremada hasta hacersesentir en las raíces de las más hondas conviccionesreligiosas de los individuos, se conoce en la historiacon el nombre de cesaropapismo, y Justiniano puedeser considerado uno de los representantes máscaracterísticos de la tendencia cesareopapista. A suentender, el jefe del Estado debía ser a la vez Cesary Papa, reuniendo en su persona la plenitud de lospoderes temporal y espiritual. Para los historiadoresque ven especialmente en la actividad de Justinianoel lado político, la razón principal de su cesarismofue el deseo de asegurar su poder político, reforzarsu gobierno y dar bases religiosas a su autoridadsuprema, que sólo la casualidad le había procurado.

Justiniano había recibido una excelente educaciónreligiosa. Conocía muy bien la Santa Escritura y se

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complacía interviniendo en los debates religiosos.Incluso escribió algunos himnos de tal carácter. Perolos conflictos religiosos le parecían entrañarpeligros, sin exceptuar peligros políticos, ya que,según él, amenazaban la unidad del Imperio.

Vimos que los dos predecesores de Justino yJustiniano, es decir, Zenón y Anastasio, habíanentrado en el camino de la reconciliación con laIglesia oriental monofisista, habiendo, así, roto con laIglesia romana. Justino y Justiniano se declararonabiertamente por la última y reanudaron lasrelaciones con ella. En consecuencia, las provinciasorientales se apartaron, por así expresarlo, deJustiniano, cosa que, sin duda, no entraba en lasmiras del emperador, ansioso de establecer una feúnica en su vasto Imperio. Pero la restauración de launidad de la Iglesia en Oriente y en Occidente, enAlejandría, Antioquía y Roma, era imposible. Unhistoriador dice:

«El gobierno de Justiniano, en su políticareligiosa, semeja un Jano de doble rostro, unafaz del cual se volvía al oeste, interrogando aRoma, y la otra, vuelta al este, buscaba laverdad entre los monjes de Siria yEgipto»[308].

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Desde el mismo principio de su reinado,Justiniano situó en la base de su política religiosa lareaproximación a Roma y por consecuencia asumióel papel de defensor del concilio de Calcedonia, acuyas decisiones eran tan opuestas las provinciasorientales. Bajo Justiniano, la Santa Sede gozaba deautoridad suprema en el campo eclesiástico. En lascartas que dirigía al obispo, Justiniano llamábale«Papa», «Papa de Roma», «Padre Apostólico»,«Papa y Patriarca», etcétera, aplicando el título dePapa exclusivamente al obispo de Roma. En una desus epístolas, el emperador se dirigía al Papa como ala «Cabeza de todas las santas iglesias (caputomnium sacrarum ecclesiarum)[309]» y en una de susNovelas[310] declara, de manera muy nítida, que «labienaventurada sede del arzobispo deConstantinopla, la nueva Roma, ocupa el segundolugar después de la Muy Santa Sede Apostólica de laantigua Roma».

Justiniano entró en lucha con los judíos, lospaganos y los heréticos. Entre los últimos figurabanlos maniqueos, los nestorianos, los monofisistas, losarríanos y los adeptos de otras doctrinas religiosasmenos importantes. El arrianismo se había propagadomucho en Occidente entre las tribus germánicas.Existían vestigios de paganismo en diferentes zonasdel Imperio y los paganos volvían aun los ojos a la

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Escuela de Atenas como foco principal delpaganismo. Los judíos y los sectarios de tendenciasheréticas de menor importancia se encontraban, alprincipio, esencialmente en las provincias orientales.El monofisismo era, por supuesto, la doctrina quemás adeptos tenía.

La lucha contra los arríanos en Occidente asumióla forma de una serie de operaciones militares queterminaron, como sabemos, por la sumisión parcial ototal de los reinos germánicos.

La convicción, honda en Justiniano, de que senecesitaba en el Imperio una fe única no dejaba lugara la menor tolerancia con los principalesrepresentantes de las doctrinas y enseñanzasheréticas, y los tales sufrieron bajo él severas ytenaces persecuciones desarrolladas con ayuda de lasautoridades civiles y militares.

Para exterminar de modo radical los últimosvestigios del paganismo, Justiniano, en 529, ordenóla clausura de la famosa Escuela filosófica deAtenas, último baluarte del expirante paganismo ycuya decadencia había precipitado la creación, en elsiglo V, bajo Teodosio II, de la Universidad deConstantinopla. Muchos profesores fuerondesterrados y se confiscaron los bienes de laEscuela. Un historiador escribe: «El mismo año enque San Benito destruyó el último santuario pagano

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en Italia, el templo de Apolo del bosque sagrado deMonte Cassino, vio también la destrucción delbaluarte del paganismo clásico en Grecia»[311].Desde entonces, Atenas perdió definitivamente suantigua importancia como foco de civilización,transformándose en una ciudad de segundo orden,pequeña y tranquila. Algunos de los filósofos de laEscuela de Atenas decidieron emigrar a Persia,donde se afirmaba que el rey Cosroes se interesabapor la filosofía. Fueron muy bien acogidos, pero losgriegos no se acostumbraban a vivir en el extranjeroy Cosroes resolvió devolverlos a Grecia, previo unacuerdo con Justiniano, quien se comprometía a noperseguir a tales filósofos ni obligarlos a profesar lafe cristiana. Justiniano cumplió su promesa y losfilósofos paganos pasaron el resto de sus días en elImperio bizantino en la más completa seguridad. Detodos modos, Justiniano, pese a sus esfuerzos, nologró extirpar por completo el paganismo, que siguióexistiendo en secreto en ciertas regiones alejadas.

En Palestina, los judíos, así como lossamaritanos, que tenían una religión muy semejante ala de los judíos, no pudieron soportar laspersecuciones del gobierno y se sublevaron, siendocruelmente reprimidos. Se destruyeron muchassinagogas y en las que quedaron en pie se prohibióleer el Antiguo Testamento en su texto hebreo, que

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debía ser reemplazado por el texto griego de losSetenta. La población perdió sus derechos civiles.También los nestorianos fueron perseguidos con saña.

Más importante que esto fue la política deJustiniano respecto a los monofisistas. Sus relacionescon ellos tenían gran importancia política, porque seenlazaban estrechamente con la cuestión vital de lasprovincias orientales; Egipto, Siria y Palestina.Además, los monofisistas estaban apoyados porTeodora, la esposa del emperador, la cual ejercíasobre él influencia considerable. Un escritormonofisista contemporáneo, Juan de Éfeso, lallamaba «la mujer que ama al Cristo y está llena decelo… la emperatriz más cristiana, enviada porDios en tiempos difíciles para proteger a losperseguidos»[312].

Por consejo de Teodora, Justiniano, al comienzode su reinado, quiso reconciliarse con losmonofisistas. Los obispos monofisistas desterradosbajo Justino y en los primeros años del reinado deJustiniano, fueron autorizados a regresar. Se invitó amuchos monofisistas a participar, en la capital, enuna conferencia religiosa de conciliación, y elemperador, según un testigo ocular, exhortó a discutircon sus adversarios todas las cuestiones dudosas«con toda la dulzura y toda la paciencia queconvienen a la ortodoxia y a la religión»[313].

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Quinientos monjes monofisistas instalados en uno delos palacios de la capital transformaron tal palacioen «un grande y admirable eremitorio»[314]. El 535,Severo, obispo de Antioquía, cabeza y verdaderolegislador del monofisismo, estuvo enConstantinopla, donde permaneció un año[315]. Lacapital del Imperio, a principios del 535, recuperabahasta cierto punto el aspecto que había presentadobajo el reinado de Anastasio[316]. El arzobispo deTrebisonda, Antimo, conocido por su actitudconciliadora hacia los monofisistas, fue elevado alpatriarcado de Constantinopla. Dijérase que losmonofisistas estaban a punto de triunfar.

Pero la situación cambió con mucha rapidez. ElPapa Agapito, en su viaje a Constantinopla, así comoel partido de los Akoimetoi u ortodoxos extremistas,lanzaron tales clamores ante las concesionesreligiosas del arzobispo trebisondano, que elemperador, no sin disgusto, hubo de modificar supolítica. Antimo fue depuesto y substituido por elsacerdote ortodoxo Menas. Según un testimoniohistórico hubo la conversación siguiente entreemperador y Papa: «Yo te forzaré a estar de acuerdocon Nos o te desterraré», dijo Justiniano. «Había —contestó Agapito— deseado visitar al más cristianode los emperadores, y he aquí que encuentro un

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Diocleciano. Empero, tus amenazas no meatemorizan»[317]. Es muy probable que lasconcesiones del emperador al Papa fuesen motivadaspor el hecho de que empezaba entonces en Italia laguerra contra los ostrogodos y Justiniano necesitabaun apoyo en Occidente.

Pese a tal concesión, Justiniano no abandonó deltodo la esperanza de reconciliar al Estado con losmonofisistas. Esto se vio en breve cuando el famosoasunto de los Tres Capítulos. Se refería el asunto atres famosos teólogos del siglo V, a saber, Teodorode Mopsuestia, Teodoreto de Ciro, e Ibas de Edesa.Los monofisistas reprochaban al concilio deCalcedonia no haber condenado a aquellos tresescritores, a pesar de sus doctrinas nestorianas. ElPapa y los Akoimetoi oponían sobre ese punto unaencarnizada resistencia. Justiniano, muy irritado porella, declaró que en aquel extremo los monofisistastenían razón y que los ortodoxos debían aceptar elpunto de vista monofisista. El 543 publicó, enconsecuencia, un edicto condenando las obras deaquellos tres teólogos y amenazando con igualesrigores a quienes los defendieran o aprobaran[318].

Justiniano quiso hacer obligatorio el edicto entodo el Imperio y exigió que lo firmasen todos lospatriarcas y obispos. Ello no resultó fácil de ejecutar.El Occidente se conmovió a la idea de que consentir

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en firmar el edicto imperial podía equivaler en algúnmodo a usurpar la autoridad del concilio deCalcedonia. Un sabio diácono de Cartago escribía:«Si las definiciones del concilio de Calcedonia seponen a discusión, ¿no puede correr parejo peligro elconcilio de Nicea?»[319]. Además, se promovía lasiguiente pregunta: ¿cabía condenar a muertos?Porque aquellos tres teólogos ya no existían desde elsiglo precedente. Por ende ciertos representantes dela Iglesia occidental entendían que el emperador, consu edicto, atentaba a la libertad de pensamiento delos miembros de la Iglesia. Esta última opinión noexistía prácticamente en la Iglesia oriental,acostumbrada hacía mucho a la intromisión delemperador en la resolución de las cuestionesdogmáticas. Lo de la condenación de los escritoresmuertos estaba, de otra parte, resuelto en lasEscrituras, ya que el rey Josías, en el AntiguoTestamento, no sólo había sacrificado sacerdotespaganos vivos, sino profanado los sepulcros de otrosmuertos mucho antes de su reinado, quemando sushuesos sobre el altar (Reyes, IV, 23; 16). Así,mientras la Iglesia oriental consentía en reconocer eledicto y condenar los tres capítulos, la occidental sepronunciaba contra él. En definitiva, el edicto deJustiniano no fue reconocido nunca por toda laIglesia.

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Para reconciliarse con la Iglesia occidental,Justiniano necesitaba ante todo convencer al Papa deque aprobase el edicto. Invitó, pues, al Papa Virgilioa acudir a Constantinopla, donde el Pontífice hubo depasar más de siete años. A su llegada el Papa sepronunció resueltamente contra el edicto y excomulgóal patriarca de Constantinopla, Menas. Pero, poco apoco, bajo la acción de diversas influencias, el Papacedió ante Justiniano y Teodora y, el 548, añadiendosu voz a la de los cuatro patriarcas orientales,publicó una ordenación de los tres teólogos, a la quese llama de ordinario el Judicatum. Este fue elpostrer triunfo de Teodora, que murió el mismo año,persuadida de la victoria definitiva e inevitable delmonofisismo. El Papa invitó a los sacerdotes de laEuropa occidental a orar por «los más clementes delos príncipes, Justiniano y Teodora»[320].

Pero la Iglesia occidental no aprobó la concesiónhecha por el Papa. Los obispos de África, tras reunirun concilio, llegaron a excomulgarle. Influido por losacontecimientos occidentales, el Papa vaciló yconcluyó retirando el Judicatum. En talescircunstancias, Justiniano decidió convocar unconcilio ecuménico, que se reunió en Constantinoplael 553.

La tarea de aquel quinto concilio ecuménico fuemucho más limitada que las de los precedentes. No

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se trataba de una herejía nueva, sino sólo de precisarciertos puntos respecto a las decisiones de losconcilios tercero y cuarto, relativas en parte alnestorianismo, pero sobre todo a la doctrinamonofisista. El emperador deseaba vivamente que elPapa, que se hallaba entonces en Constantinopla,asistiese al concilio, más el Santo Padre, alegandoexcusas diversas, rehusó, y todas las sesiones secelebraron sin él. El concilio examinó las obras delos tres teólogos y opinó como el emperador,condenando y anatematizando «al impío Teodoro, quehabía sido obispo de Mopsuestia, así como a todassus obras impías, y todo lo que de impío habíaescrito Teodoreto, y la carta impía atribuida a Ibas, ya todos aquellos que habían escrito o escribían paradefenderlos (ad defensionem eorum)»[321].

Las decisiones del concilio se declararonobligatorias y Justiniano inauguró una política depersecución y destierro contra los obispos que noaprobaban la condena. El Papa fue desterrado a unaisla del mar de Mármara. Al fin consintió en firmar lacondena y así se le autorizó a volver a Roma. Peromurió en Siracusa, yendo de camino.

Occidente no aceptó las decisiones del conciliode 553, sino a fines del siglo VI, sólo luego queGregorio I el Grande (590-604) hubo proclamadoque «en el sínodo que se había ocupado de los Tres

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Capítulos, nada había sido violado ni cambiado en loque atañía a materia de religión»[322], el concilio de553 fue reconocido en todo Occidente comoecuménico e igual que los cuatro primeros concilios.

La recia lucha religiosa entablada por Justinianopara reconciliar a monofisistas y ortodoxos nocondujo a los resultados apetecidos. Los monofisistasno quedaron satisfechos con las concesiones que seles hacían. J. Maspero llama al período comprendidoentre 537 y 570 «el terror católico»[323].

Hacia el fin del reinado de Justiniano pareceadvertirse una orientación nueva en la políticareligiosa del emperador, pero este punto no estásuficientemente dilucidado. El 565 murió el ancianoemperador y cambió la política religiosa delGobierno.

Estableciendo un balance de la política religiosade Justiniano, hallamos que no logró establecer unaIglesia unida en el Imperio. La ortodoxia y elmonofisismo no se reconciliaron; el nestorianísmo, elmaniqueísmo, el judaísmo y, en cierta medida, elpaganismo, siguieron existiendo. No hubo unidadreligiosa y la tentativa de Justiniano para establecerladebe ser considerada como un fracaso.

Pero al hablar de la política religiosa deJustiniano no debe olvidarse la actividadevangelizadora característica de aquel período.

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Justiniano, emperador cristiano, creyó su deberextender el cristianismo allende las fronteras delImperio. En su época se produjo la conversión de loshérulos a orillas del Danubio, la de algunas tribuscaucásicas y también la de las tribus indígenas delÁfrica del Norte y del Nilo Medio[324].

Política interior de Justiniano. Lasedición Nika

Al llegar Justiniano al trono reinaban en todo elImperio la sedición y la anarquía. La miseriadesolaba lo más del país, en especial las provincias.Los impuestos se percibían con dificultades. Lasfacciones del circo, los grandes terratenientes, losparientes de Anastasio desposeídos del trono, lasdisputas religiosas, aumentaban las turbulenciasinteriores, creando una situación alarmante.

Al subir al trono, Justiniano comprendió que elEstado necesitaba profundas reformas internas. Y seaplicó esforzadamente a la obra. Las principalesfuentes que poseemos sobre esta parte de la actividadde Justiniano son, de una parte, sus Novelas; de otra,

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el tratado contemporáneo de Juan el Lidio, tratadoque se intitulaba De la administración del Estadoromano, y, en fin, la Historia secreto, contemporáneatambién, de Procopio, de la que hablaremos másveces. En época reciente se han encontrado preciososmateriales sobre ese tema en los papiros.

Al principio mismo de su reinado, Justinianohubo de afrontar en la capital una sedición terrible.

El barrio principal de Constantinopla era el delCirco o Hipódromo, lugar predilecto de reunión paralos habitantes de la capital, tan aficionados a lascarreras de carros. Por lo común, el nuevoemperador comparecía, tan pronto como eracoronado, en el Hipódromo y allí, en el palcoimperial o «Kathisma», recibía las aclamaciones dela multitud. Los conductores de carros llevaban ropasde cuatro colores: verde, azul, blanco o rojo. Lascarreras constituían el espectáculo más agradable ala ciudad desde que la Iglesia prohibiera loscombates de gladiadores. En torno a los aurigas decada color se agrupaban facciones muy bienorganizadas. Estas facciones tenían su caja propia,pagaban el mantenimiento de los aurigas, de loscaballos y de los carros, y rivalizaban y disputabancon los partidarios de otros colores. Pronto se lasconoció bajo los nombres de Verdes, Azules, etc. Elcirco y las carreras, así como las facciones del circo,

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provenían del Imperio romano, de donde pasaron aBizancio; una tradición literaria tardía remontaba sufundación a los tiempos mitológicos de Rómulo yRemo. El sentido inicial de los nombres de las cuatrofacciones está poco claro. Las fuentes de la época deJustiniano (siglo VI) declaran que esos nombrescorrespondían a los cuatro elementos: tierra (verdes),agua (azules), aire (blancos) y fuego (rojos). Losespectáculos del circo tenían extraordinariamagnificencia. Los espectadores a veces llegaban a50 000.

Poco a poco, las facciones del circo, designadasen la época bizantina por el nombre de «demás», setransformaron en partidos políticos expresivos dedeterminadas tendencias políticas, sociales oreligiosas. La voz de la muchedumbre del circo pasóa ser una especie de opinión pública y de voz de lanación. «A falta de una Prensa —dice E. I. Uspensky—, el hipódromo se convirtió en el único lugar dondepodía expresarse libremente la opinión pública, lacual, en ciertos momentos, dictó órdenes alGobierno»[325]. El emperador aparecía a veces en elcirco para dar a la multitud explicaciones de susactos. En el siglo VI las facciones más influyenteseran la de los Azules (Venetoi), partidarios de laortodoxia y a quienes, por lo tanto, también sellamaba calcedonios (partidarios del concilio de

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Calcedonia); y la de los Verdes (Prasinoi), que seatenían al monofisismo. Ya bajo el reinado deAnastasio, había estallado una insurrección en lacapital y, tras terribles depredaciones, el partidoortodoxo, aclamando un nuevo emperador, se habíaprecipitado en el hipódromo, donde comparecióAnastasio aterrado, sin diadema, y ordenó al heraldodeclarar al pueblo que estaba dispuesto a deponer elPoder. Viendo la multitud al emperador en tandeplorable estado, calmóse y la insurrecciónconcluyó. Tal episodio es característico del influjoejercido por el hipódromo y la muchedumbre de lacapital sobre el Gobierno y el emperador. Anastasio,como monofisista, había tendido a favorecer a losVerdes.

Con Justino y Justiniano se impuso la ortodoxia, ycon ella los Azules. No obstante, Teodora erafavorable a los Verdes. De modo que en el mismotrono imperial encontraban defensores las faccionesdiversas.

Numerosas y diversas causas provocaron laterrible insurrección del 532 en la capital. Laoposición dirigida contra Justiniano era triple:dinástica, política y religiosa. Los parientes deAnastasio vivían aún y se consideraban defraudadospor la exaltación al trono de Justino primero yJustiniano después, y se apoyaban en el partido de

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los Verdes, favorables al monofisismo. Sepropusieron, pues, derribar a Justiniano. Laoposición política nacía de la irritación generalcontra la administración superior, y sobre todo contrael famoso jurista Triboniano, de quien hablamosantes, y contra el prefecto del Pretorio, Juan deCapadocia, quien había provocado honda indignaciónen el pueblo con sus abusos, ilegalidades, exaccionesy crueldad. Finalmente la oposición religiosa nacíade los monofisistas, que habían sufrido gravesvejaciones bajo Justino y Justiniano. Este conjunto decausas motivó una insurrección popular en la capital.Es interesante notar que Azules y Verdes, olvidandosus querellas religiosas por esta vez, se unieroncontra el detestado Gobierno. Las negociaciones quea través de un heraldo mantuvo el emperador con elpueblo reunido en el hipódromo, no condujeron aresultado alguno[326]. La revuelta se propagó muy deprisa por la ciudad. El grito de los sublevados, Nika,o «Victoria», ha dado nombre a esta rebelión,designada en la historia como «Sedición Nika». Losedificios más bellos, los monumentos artísticos másadmirables fueron incendiados y saqueados. Labasílica de Santa Sofía ardió también. En su solardebía elevarse más tarde la famosa catedral de SantaSofía. La promesa del emperador de destituir aTriboniano y a Juan de Capadocia, su arenga

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personal a las turbas, en el hipódromo, no surtieronefecto alguno. Un sobrino de Anastasio fueproclamado emperador. Justiniano y sus consejeros,refugiados en palacio, pensaban ya en huir de lacapital, pero en aquel momento crítico acudióTeodora en socorro de su marido. Procopioreproduce su discurso, en el que ella, entre otras,expresa las siguientes ideas: «Es imposible alhombre, una vez venido al mundo, evitar la muerte;pero huir cuando se es emperador es intolerable. Siquieres huir, Cesar, bien está. Tienes dinero, losbarcos están dispuestos y la mar abierta… Peroreflexiona y teme, después de la fuga, preferir lamuerte a la salvación. Yo me atengo a la antiguamáxima de que la púrpura es una buena mortaja»[327].Entonces se dio a Belisario la tarea de reprimir lainsurrección, que duraba ya seis días. Belisario logrórechazar al pueblo sublevado hasta el hipódromo,cercándolo allí y dando muerte a treinta o cuarentamil rebeldes. Aplastada la revuelta, Justiniano volvíaa sentarse en un trono sólido. Los parientes deAnastasio fueron ejecutados.

Una de las características de la política interiorde Justiniano es la lucha obstinada —y no explicadadel todo— que mantuvo contra los grandesterratenientes. Conocemos esa lucha por las Novelas,por los papiros y por la Historia secreta de Procopio,

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quien, aun cuando se instituye en defensor de lanobleza y recoge en su obra acusaciones absurdascontra Justiniano, aquel advenedizo al trono imperial,no por eso deja de darnos una pintura muyinteresantes de los conflictos sociales del siglo VI. ElGobierno advertía que sus rivales mas peligrososeran los grandes terratenientes, que administraba susdominios sin cuidarse para nada del poder central.En una de sus Novelas, Justiniano deplora lasituación alarmante de las propiedades rurales,pertenecientes al Estado o a particulares, en lasprovincias, bajo el poder arbitrario de los magnateslocales, y escribe al procónsul de Capadocia estassignificativas líneas: «Hemos sido informados deabusos tan extraordinariamente graves cometidos enlas provincias, que su represión difícilmente puedeser tentada por una sola persona revestida de granautoridad. Incluso nos avergüenza decir lainconveniencia con que los intendentes de losseñores se pasean rodeados de guardias de corps, lacantidad de gentes que los acompañan y la impudiciacon que todo lo roban». Luego de decir algunaspalabras sobre el estado de la propiedad, añade que«la propiedad del Estado se ha transformado casi porcompleto en propiedad privada, porque ha sidoarrebatada y entregada al pillaje, incluso todos lostropeles de caballos, y ni un solo hombre ha elevado

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la voz para protestar, porque todas las bocasestaban cosidas con oro»[328]. Resulta de estasdeclaraciones que los señores de Capadocia gozabande plenos poderes en sus provincias, que poseíantropas propias, hombres de armas y guardias decorps, y que se apoderaban tanto de las propiedadesde los particulares como de las públicas. También esinteresante notar que esta Novela se publicó cuatroaños después de la sedición Nika. Se encuentran enlos papiros indicaciones análogas sobre el Egipto dela época de Justiniano. Uno de los miembros de lafamosa familia aristocrática de los Apiones poseía enel siglo VI vastas propiedades rurales en todo Egipto.Poblados enteros pertenecían a sus posesiones. Suorganización doméstica era casi real. Teníasecretarios, intendentes, ejércitos de trabajadores,consejeros, recaudadores de impuestos, un tesorero,una policía y hasta un servicio postal. Estos grandesseñores empleaban prisiones propias y manteníantropas personales[329]. Las iglesias y monasteriosposeían también extensos territorios.

Justiniano entabló una lucha implacable contraaquellos grandes propietarios rurales. Por mediosdiversos, como intromisión en las herencias;donaciones forzadas (y hasta falsificadas a veces) alemperador; confiscación merced a falsos testimonios;

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procesos religiosos tendientes a privar a la Iglesia desus bienes territoriales, Justiniano se esforzó,consciente y metódicamente, en destruir la propiedadterritorial de grandes vuelos. Se ejecutaronnumerosas confiscaciones, sobre todo después de latentativa revolucionaria del 532. Pero Justiniano nologró aplastar por completo a la alta aristocraciaterrateniente, que siguió siendo uno de los elementosmás peligrosos de la vida del Imperio en lassiguientes épocas.

Justiniano advirtió los vicios de laadministración, es decir, su venalidad, sus robos ysus exacciones, que entrañaban generalempobrecimiento y ruina y daban inevitablementenacimiento a desórdenes interiores en el Imperio.Comprendía que tal estado de cosas tenía efectosdesastrosos sobre la seguridad social, la economía yla agricultura. Comprendió también que el desordenfinanciero implicaba una confusión general en la vidadel Imperio y deseó vivamente poner remedio a talsituación. Estimaba deber del emperador establecerreformas nuevas y profundas, y concebía la misiónreformadora del soberano como una obligacióninherente a su estado y un acto de gratitud hacia Dios,que le había colmado de beneficios. Pero,representante convencido del absolutismo imperial,Justiniano veía en la centralización administrativa y

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el empleo de una burocracia perfeccionada yestrictamente obediente, el solo medio de mejorar lasituación del Imperio.

Primero dirigió la atención al estado financierodel país, que inspiraba, con motivo, serios temores.Las empresas militares exigían enormes gastos y losimpuestos se recaudaban más difícilmente cada vez.Ello inquietaba mucho al emperador, quien en una desus Novelas escribió que, dados sus grandes gastosmilitares, sus súbditos debían apagar las tasas delEstado de buen grado e íntegramente[330]. Así, de unaparte se hacía campeón de la inviolabilidad de losderechos del Fisco y de otra se proclamaba defensordel contribuyente contra las extorsiones de losfuncionarios.

Dos grandes Novelas del año 535 soncaracterísticas de la actividad reformadora deJustiniano, porque exponen los principios esencialesde su reforma administrativa y determinan conprecisión las nuevas obligaciones de losfuncionarios. Una de ellas prescribe a losgobernadores «tratar como padres a todos losciudadanos leales, proteger a los súbditos contra laopresión, rehusar todo regalo, ser justos en losjuicios y decisiones administrativas, perseguir alcrimen, proteger al inocente, castigar al culpable, deacuerdo con la ley, y, en general, tratar a los súbditos

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como un padre trataría a sus hijos»[331]. Pero, a lavez, los funcionarios, «guardando sus manos puras(es decir, rehusando dádivas) en toda circunstancia»,debían velar atentamente por las rentas del Imperio,«aumentando los tesoros del Estado y poniendo todosu cuidado en defender los intereses de aquél»[332].La Novela declara que, dada la conquista de África yla sumisión de los vándalos, así como las vastasempresas proyectadas, «es absolutamente necesarioque los impuestos sean pagados íntegramente y debuena voluntad en los términos fijados. Así, siqueréis dar buena acogida a los gobernadores y si lesayudáis a recaudar los impuestos pronta y fácilmente,Nos loaremos a los funcionarios por su celo y avosotros por vuestra prudencia y una buena ytranquila armonía reinará por doquier entregobernantes y gobernados»[333]. Los funcionariosdebían prestar juramento solemne de cumplir conhonradez sus funciones y a la vez se les hacíaresponsables del cobro íntegro de los impuestos enlas provincias que se les confiaban. Los obisposdebían inspeccionar la conducta de los funcionarios.Los culpables de alguna falta incurrían en castigosseveros, mientras los que cumplían su cargo conhonradez podían obtener mejoras. Así, los deberes defuncionarios y contribuyentes aparecen muy netos en

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el ánimo de Justiniano: los primeros deben ser gentehonrada; los segundos deben pagar sus impuestos debuen grado, con regularidad e íntegramente. En susdecretos posteriores el emperador se refiere amenudo a esos principios fundamentales de sureforma administrativa.

Todas las provincias del Imperio no fuerongobernadas de la misma manera. Algunas, sobre todolas fronterizas, pobladas por indígenas descontentos,exigían una administración más firme que otras. Yavimos antes que las reformas de Diocleciano y deConstantino acrecieron desmesuradamente lasdivisiones provinciales y crearon un enorme cuerpode funcionarios, produciendo a la par una separaciónestricta de las jurisdicción militar y civil. ConJustiniano hallamos varios ejemplos de ruptura deese sistema y de regreso al anterior a Diocleciano.Justiniano, sobre todo en Oriente, reunió variaspequeñas provincias, haciendo que formasen unaunidad más considerable, y en determinadasprovincias del Asía Menor, donde solían sobrevenirconflictos y disputas entre las autoridades civiles ymilitares, reunió las funciones militares y civiles enmanos de una sola persona, con título de pretor. Elemperador prestó particular atención a Egipto, y enespecial a Alejandría, que suministraba grano aConstantinopla. Según una Novela, la organización

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del tráfico de grano en Egipto y de su transporte aRoma, era terriblemente defectuosa[334]. Parareorganizar aquel servicio, importante en grado sumoa la vida del Imperio, Justiniano dio al funcionariocivil denominado «augustalis» (vir spectabilisaugustalis) poderes militares sobre las dosprovincias egipcias[335], así como sobre Alejandría,ciudad muy populosa y agitada. Pero tales tentativasde reagrupamiento de territorios y poderes notuvieron en Justiniano un carácter sistemático.

Aunque poniendo en práctica en las provinciasorientales la idea de la fusión de poderes, Justinianohizo subsistir en Occidente la antigua separación delos poderes militar y civil, sobre todo en las reciénconquistadas prefecturas de África del Norte e Italia.

Esperaba el emperador que con numerosos yapresurados edictos corregiría todos los defectos dela administración y, según sus propios términos,«daría al Imperio, con sus espléndidas empresas,una nueva flor»[336]. La realidad no respondió a susesperanzas, porque todos sus decretos no podíancambiar a las personas. Las posteriores Novelasprueban claramente que continuaban las rebeliones,extorsiones y pillajes. Era menester renovar sin cesarlos decretos imperiales, recordando su existencia a lapoblación. A veces, en ciertas provincias, hubo de

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proclamarse la ley marcial.Falto de dinero y agobiado por necesidades

urgentes, el propio Justiniano tuvo que recurrir enocasiones a las mismas medidas que prohibía en susedictos. Vendió cargos por gruesas sumas y, a pesarde sus promesas, creó nuevos impuestos, aunque susNovelas muestran con claridad que le constaba laimposibilidad de la población de atender a suscargos fiscales. Presionado por dificultadesfinancieras recurrió a la alteración de la moneda yemitió moneda depreciada, pero la actitud del pueblose volvió tan amenazadora, que hubo, casiinmediatamente, de revocar el edicto que lodisponía[337]. Todos los medios posibles eimaginables fueron puestos en obra para llenar lascajas del Estado, el Fisco, «que ocupa el lugar delestómago, el cual nutre todas las partes delcuerpo[338]», según frase de Corippo, poeta del sigloVI. La severidad con que hacía percibir los impuestosalcanzó extremo rigor y produjo un efecto desastrososobre la población, ya extenuada. Un contemporáneodice que a una invasión extranjera hubiese parecidomenos temible a los contribuyentes que la llegada delos funcionarios del Fisco[339]. Las poblacionespequeñas se empobrecieron y quedaron desiertas,porque sus habitantes huían para escapar a la

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opresión del Gobierno. La producción del paísdescendió casi a nada. Estallaron revueltas.Comprendiendo que el Imperio estaba arruinado yque sólo la economía podía salvarlo, Justinianoaplicóse a ello, pero en la esfera donde máspeligroso debía resultar. Redujo los efectivos delejército y con frecuencia atrasó el pago de lossoldados. Mas el ejército, compuesto sobre todo demercenarios, se levantó a menudo contra semejantepráctica y se vengó en las indefensas poblaciones.

La reducción del ejército tuvo otrasconsecuencias graves, pues dejó al descubierto lasfronteras y los bárbaros pudieron penetrarimpunemente en territorio bizantino y entregarse alpillaje. Las fortalezas construidas por Justiniano nose mantuvieron con la debida guarnición. Incapaz deoponerse a los bárbaros por la fuerza, Justinianohubo de comprarlos, y ello arrastró a nuevasexpensas. Con frase de Diehl, se creó un círculovicioso. La falta de dinero había engendrado ladisminución del ejército, y la insuficiencia desoldados exigió más dinero para pagar a losenemigos que amenazaban a Bizancio[340].

Si a esto se añaden las frecuentes carestías, lasepidemias, los temblores de tierra, cosas todas quearruinaban a la población y aumentaban elpresupuesto del Gobierno, se puede imaginar el

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desolador panorama que presentaba el Imperio alfinal del reinado de Justiniano. De tal panoramahállase un eco en la primera Novela de Justino II, lacual habla «del tesoro público gravado deabundantes deudas y reducido a extrema pobreza», yde «un ejército que carecía ya tanto de todo lonecesario, que el Imperio era frecuente y fácilmenteatacado y devastado por los bárbaros»[341].

Los esfuerzos de Justiniano en la esfera de lasreformas administrativas fracasaron completamente.En lo financiero el Imperio se hallaba a dos dedos dela ruina. Aquí no debemos perder de vista el estrecholazo que unía la política interna con la externa delemperador. Sus vastas empresas militares enOccidente, con los inmensos gastos que exigían,arruinaron el Oriente y dejaron a los sucesores deJustiniano una herencia pesada y difícil. Las primerasNovelas prueban con claridad que Justiniano deseabaponer orden en la vida del Imperio y elevar el nivelmoral de los órganos del Gobierno, pero tan noblesintenciones no pudieron cambiarse en realidadesvivas porque tropezaron con los planes militares delemperador, planes que le dictaba el concepto quetenía de sus deberes como heredero de los Cesaresromanos.

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El comercio bajo Justiniano.Cosmas Indicopleustes. Las

fortificaciones

El período de Justiniano marcó con una huellamuy rotunda la historia del comercio bizantino. En elperíodo cristiano, como en los tiempos del Imperioromano pagano, el comercio se mantenía sobre todocon Oriente. Los objetos de comercio más raros ypreciosos llegaban de los remotos países chinos ehindúes. La Europa occidental, entonces en el estadiode la formación de nuevos Estados germánicos —algunos de los cuales fueron conquistados por losgenerales de Justiniano—, vivía en condiciones muydesfavorables para el desarrollo de una vidaeconómica propia. El Imperio romano de Oriente,con su capital, tan ventajosamente situada, seconvirtió, por fuerza de las cosas, en intermediarioentre Oriente y Occidente, papel que conservó hastalas Cruzadas.

Pero el Imperio bizantino mismo no estaba enrelación comercial directa con los países delExtremo Oriente, sino que el Imperio persa de losSasánidas le servía de intermediario, hallandoenormes beneficios en las transacciones quepracticaba con los mercaderes bizantinos. Hacia el

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Lejano Oriente existían entonces dos rutas, unaterrestre, marítima la otra. Desde las fronterasoccidentales de China llegaban las caravanas hasta laSogdiana (hoy Bukhara) y la frontera persa y lasmercancías pasaban de manos de los traficanteschinos a las de los persas, quienes las transportabanhasta las aduanas del Imperio bizantino. La víamarítima comprendía las etapas siguientes: losmercaderes chinos llevaban sus géneros en barcoshasta la isla de Trapobana (Ceilán), al sur de lapenínsula del Dekan. Allí las mercancías chinas erantransbordadas a buques, persas en su mayoría, quelas llevaban por el océano índico y el golfo Pérsico alas desembocaduras de los ríos Tigris y Eufrates.Remontando este último río, alcanzaban la aduanabizantina sita en sus márgenes. Así que el comerciode Bizancio con Oriente dependía muy estrechamentede las relaciones que hubiera entre Persia y Bizancio,y como las guerras persobizantinas se habían hechocrónicas, las relaciones mercantiles de Bizancio conOriente sufrían graves trabas y constantesinterrupciones. El principal artículo comercial era laseda de China, cuyo secreto de fabricación celabanlos chinos muy estrictamente. Las dificultades de laimportación de la seda hacían subir mucho su precioy el de sus derivados en los mercados bizantinos. Amás de seda, China y la India exportaban a Occidente

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perfumes, especias, algodón, piedras preciosas yotros artículos que hallaban en Bizancio vasta salida.

Deseoso de sacudir la dependencia económica deBizancio respecto a Persia, Justiniano trató deencontrar otra vía comercial hacia la India y laChina, vía que necesitaba ser exterior a la esfera deldominio pérsico.

Bajo Justiniano se publicó un notable escrito quenos da valiosos informes sobre la geografía de lascuencas del mar Rojo y océano índico, así comosobre las relaciones comerciales con la India yChina. Nos referimos a la Topografía o Cosmografíacristiana, escrita por Cosmas Indicopleustes[342] amediados del siglo VI.

Cosmas, natural de Egipto —y probablemente deAlejandría—, se dedicó al comercio desde suinfancia, pero, descontento de las condiciones delcomercio en su propio país, emprendió una serie deviajes lejanos, en cuyo transcurso visitó las orillasdel mar Negro, la península del Sinaí, Etiopia(Abisinia), y acaso Ceilán. Cristiano y nestoriano,terminó su vida siendo monje. Su sobrenombre griegode Indicopleustes se encuentra ya en ediciones muyantiguas de su obra.

El objeto fundamental de la Topografía cristianano ofrece gran interés aquí para nosotros, ya queCosmas se proponía demostrar a los cristianos que, a

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pesar del sistema de Ptolomeo, la Tierra no tieneforma de esfera, sino más bien de una cajarectangular alargada semejante al altar deltabernáculo de Moisés. Sostenía, además, que elUniverso entero posee una forma semejante a la dedicho tabernáculo. Pero la mucha importanciahistórica de esa obra reside en los informes de ordengeográfico y mercantil que nos da sobre la época desu autor. Éste informa concienzudamente al lector delas fuentes a las cuales ha apelado y da unaapreciación muy completa de cada una de ellas.Separa sus propias observaciones, «hechas por untestigo ocular», de los informes de otros testigosoculares y de los recogidos de versiones del boca enboca… Describe como testigo de vista el palacio delrey de Abisinia en la ciudad de Axum, en el reinollamado de Axum, y habla detalladamente de variasinteresantes inscripciones de Nubia y de las costasdel mar Rojo. Habla también de la fauna africana eindia y, sobre todo (y este es el punto másimportante), nos da importantes datos sobre la isla deCeilán (Trapobana), explicando la importanciacomercial de esa isla en la Alta Edad Media. De surelato se desprende que en el siglo VI, Ceilán era uncentro de comercio internacional entre China por unaparte y por otra el África, Persia y, a través dePersia, Bizancio. Según Cosmas, «la isla, estando,

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como está, en una situación central, es muyfrecuentada por naves que proceden de todas laspartes de la India, y de Persia, y de Etiopía»[343].

Es interesante notar que, a pesar de la ausenciacasi completa de relaciones comerciales directasentre Bizancio y la India, ya desde la época deConstantino el Grande se veían monedas bizantinasen los mercados hindúes. Probablemente no lasllevaban allí mercaderes bizantinos, sino persas yabisinios (axumitas). En la India septentrional ymeridional se han descubierto monedas con el cuñode los emperadores bizantinos de los siglos IV, V y VI,es decir, Arcadio, Teodosio, Marciano, León I,Zenón, Anastasio y Justino[344]. Y ello se debió a queen la vida económica internacional del siglo VI elImperio bizantino desempeñaba un papel tanimportante que, según Cosmas, «todas las nacioneshacen su comercio con la moneda romana (la piezade oro bizantina, nomistna o solidus), de unaextremidad a otra de la tierra. Esta moneda es miradacon admiración por todos los habitantes, cualquieraque sea el Estado a que pertenezca, porque no hayEstado alguno donde exista otra semejante»[345].

El mismo autor cuenta al propósito una historiamuy interesante, que muestra el profundo respeto queinspiraba en la India la nomisma bizantina. La

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historia, poco más o menos, reza así:

El rey de Ceilán había admitido aaudiencia al mercader bizantino Sopatrus y avarios persas. Tras recibir sus saludos lesmandó sentarse y les interrogó en qué estadose hallaban sus países y cómo iban susrespectivos asuntos. A lo que le contestaron:«Bien». Más tarde, en el decurso de laplática, el rey preguntó: «¿Cuál de vuestrosreyes es más grande y poderoso?». El decanode los persas, interviniendo con afán, dijo:«Nuestro rey es el más poderoso, el másgrande y el más rico. Es, en verdad, el rey dereyes y puede hacer todo cuanto desee».Sopatrus callaba. El rey le interpeló: «Y tú,romano, ¿nada tienes que decir?». «¿Quépuedo yo decir —replicó Sopatrus— cuandotantas cosas ha dicho éste? Pero, si quieressaber la verdad, aquí tienes los dos reyes.Mira los dos tú mismo y verás cuál de amboses más majestuoso y potente». Expectante elrey a estas palabras, contestó: «¿Cómopuedes decir que tengo aquí los dos reyes?».«Tienes —argumentó Sopatrus— las monedasde los dos: la nomisma del uno y la dracma

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del otro. Examina las efigies de ambas ydescubrirás la verdad». Después de haberlasexaminado, el rey declaró que los romanoseran una nación grande, poderosa y sabia.Hizo que se rindiesen grandes honores aSopatrus, y, mandando montarle en unelefante, ordenó que se le condujera, a son detambores, en torno a la ciudad[346]. Talessucesos fueron contados por el mismoSopatrus y los compañeros que iban con éldesde Adula. Los persas recibieron no cortodisgusto.

Además del interés historicogeográfico quepresenta, la obra de Cosmas tiene también graninterés artístico, debido a las numerosas miniaturasque ilustran su texto. Es probable que algunas de esasminiaturas se deban al mismo autor. El manuscritooriginal del siglo VI no ha llegado a nosotros, perolos manuscritos posteriores de la Topografía cristianacontienen copias de las miniaturas originales y son,pues, una fuente preciosa para el estudio de lahistoria del arte bizantino —y especialmentealejandrino— primitivo. «Las miniaturas de la obrade Cosmas —dice N. P. Kondakov— son máscaracterísticas del arte bizantino de la época de

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Justiniano, o más bien de la parte brillante delreinado de dicho emperador, que ningún otromonumento de ese período, excepto algunos de losmosaicos de Ravena»[347].

La obra de Cosmas, traducida después a lenguaeslava, goza entre los eslavos de gran predicamento.Hay numerosas versiones rusas de la Topografíacristiana, y las acompañan retratos del autor ynumerosos grabados y miniaturas de gran interés parala historia del arte de la antigua Rusia[348].

Como ya lo indicamos, Justiniano se proponíaliberar el comercio bizantino de la dependencia dePersia. Para ello se necesitaba establecer relacionesdirectas con la India por el mar Rojo. En el ángulonordeste de ese mar (golfo de Akaba) se abría elpuerto bizantino de Aila, desde donde las mercancíasindias podían ser transportadas, por vía terrestre,remontando Palestina y Siria, hasta el Mediterráneo.En el ángulo noroeste del mar Rojo había otro puerto,Clisma (cerca de Suez), de donde partía un caminodirecto al Mediterráneo. En una de las islas sitas a laentrada del golfo de Akaba, en Jotaba (hoy Tiran),junto al extremo sur de la península del Sinaí, seestableció una aduana durante el reinado deJustiniano[349]. Pero las naves bizantinas quesurcaban el mar Rojo no eran bastantes en número

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para sostener un comercio regular. Por esoJustiniano, como señalamos más arriba, quisoestablecer relaciones estrechas con los abisinioscristianos y el reino de Axum y les persuadió de quecomprasen seda en la India y la revendiesen alImperio bizantino. Parece que quería que losabisinios desempeñasen el papel de corredores entrela India y Bizancio, en substitución de los persas.Pero los esfuerzos del emperador no tuvieron éxito,porque los abisinios no lograron contrarrestar lainfluencia de los persas en la India y el monopolio dela compra de la seda siguió en manos de losmercaderes pérsicos. De manera que Justiniano nopudo abrir nuevas vías mercantiles con Oriente. Enlos intervalos de paz los persas siguieron siendointermediarios en la parte más importante del total detransacciones mercantiles bizantinorientales,obteniendo de ellas grandes beneficios.

Pero la casualidad favoreció a Justiniano,ayudándole a resolver el problema del comercio dela seda, tan importante para el Imperio. Unos monjes,o, según otras fuentes, un persa[350], lograron,burlando la vigilancia de los aduaneros chinos, pasaralgunos capullos de gusanos de seda desde Serinda alImperio bizantino, donde enseñaron a los griegos elsecreto de la cría de dicho gusano. La nueva industriaprogresó rápidamente y en breve aparecieron grandes

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plantaciones de moreras. Se crearon y desarrollaroncon rapidez fábricas de sedería. La más importantefue la de Constantinopla, pero hubo otras en lasciudades sirias de Beirut, Tiro y Antioquía, y mástarde en Grecia, sobre todo en Tebas. Existió unafábrica de seda en Alejandría y las llamadas sedas«egipcias» se vendían en Constantinopla[351]. Laindustria de la seda pasó a ser monopolio del Estado,suministrando al Gobierno un importante manantialde ingresos. Las sedas bizantinas se exportaban atoda Europa y ornaban los palacios de los reyesoccidentales y las casas particulares de losmercaderes ricos. Justino, sucesor de Justiniano,pudo mostrar la fabricación de la seda en plenaactividad a un embajador turco que se hallaba en sucorte[352]. Pero por considerables rentas que laindustria de la seda produjese, no podían bastar paramejorar la situación general, tan crítica, de lahacienda del Imperio.

Justiniano, preocupado de todo lo que interesabaa la vida del Imperio, emprendió la gigantesca tareade defenderlo contra los ataques de los enemigos quelo rodeaban y para ello hizo construir una serie defortalezas. En pocos años levantó en todas lasfronteras del Imperio una línea casi ininterrumpida defortificaciones («castella»): en África del Norte,sobre el Danubio y el Eufrates, en las montañas de

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Armenia, en la lejana península de Crimea… Asírestauró y amplió el notable sistema defensivocreado por Roma en épocas anteriores. Con su obraconstructora, Justiniano, en frase de Procopio, «salvóel Imperio»[353]. Procopio también escribe en sumismo libro De aedificiis: «Si hubiésemos deenumerar todas las fortalezas elevadas en el Imperiopor el emperador Justiniano (mencionándolas) a loshombres residentes en país lejanos y extranjeros eincapaces de comprobar personalmente nuestraspalabras, estoy persuadido de que el número de esasconstrucciones les parecería fabuloso e increíble porcompleto…»[354] Aun hoy las ruinas que subsisten delas numerosas fortalezas erigidas en las fronteras delantiguo Imperio bizantino suspenden y pasman alviajero moderno.

Justiniano no limitó su actividad constructiva atrabajos de fortificación. Como emperador cristiano,presidió la erección de una gran cantidad de iglesias,entre ellas la incomparable Santa Sofía, deConstantinopla, de la que hablaremos después comode suceso que señala una época en la historia deBizancio.

Todas las apariencias indican que fue tambiénJustiniano quien hizo construir en las montañas de lalejana Crimea, en el centro de la colonia gótica queya hemos mencionado, en Doru (más tarde Kankup),

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una gran iglesia o basílica donde, en el curso deinvestigaciones, se ha encontrado un fragmento deinscripción con el nombre de Justiniano[355].

Los sucesores inmediatos deJustiniano. Su política religiosa.

Mauricio. Persia. Los eslavos y losavaros. Creación de los exarcados

Tan pronto como la poderosa personalidad deJustiniano desapareció de escena, todo el sistemaartificial que mantenía el Imperio en un equilibrioprovisional, se derrumbó. «A su muerte —dice Bury—, los vientos se escaparon de sus límites; loselementos de disociación comenzaron su obra; elsistema artificial se debilitó y la metamorfosis delImperio, seguramente empezada hacía mucho, perovelada por los asombrosos acontecimientos delagitado reino de Justiniano, principió a manifestarserápidamente y en su desnudez»[356].

El período comprendido entre el 565 y el 610constituye una de las épocas más desoladas de la

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historia bizantina. La anarquía, la miseria, lascalamidades se desencadenaron en todo el Imperio.Las turbulencias entonces reinantes llevaron a decir aJuan de Éfeso, el historiador del reinado de JustinoII, que el fin del mundo se aproximaba[357]. Finlayescribe sobre aquella época: «Quizá no haya habidoen la historia período en que la sociedad se hayaencontrado en tal universal estado dedesmoralización»[358].

Los sucesores inmediatos de Justiniano fueronJustino II el Joven (565-578), Tiberio II (578-582),Mauricio (582-602) y Focas (602-610). El máseminente de estos cuatro emperadores fue Mauricio,soldado enérgico y jefe experimentado. Una mujer,Sofía, la decidida esposa de Justino II, ejerció graninfluencia en los asuntos públicos, recordándonos enesto a Teodora.

Los hechos más salientes de la política exteriorde los citados emperadores fueron la guerra contralos persas, la lucha contra eslavos y avaros en lapenínsula balcánica y la conquista de Italia por loslombardos. Desde el punto de vista interior ha denotarse la política rigurosamente ortodoxa de estosemperadores y la creación de los dos exarcados.

La paz de cincuenta años convenida con Persiapor Justiniano fue denunciada bajo Justino II, quiense negó a continuar el pago de la suma anual

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estipulada. La hostilidad común de bizantinos yturcos contra los persas condujo al desarrollo derelaciones muy interesantes entre los dos primeros dedichos pueblos. Los turcos habían aparecido pocoantes en el Asia Occidental y en las proximidades delCaspio. Ocupaban los países comprendidos entreChina y Persia y veían en ésta su principal enemiga.Una embajada turca franqueó los montes del Cáucasoy tras largo viaje llegó a Constantinopla, dondeobtuvo inmejorable acogida. Se comenzó a pensar enuna especie de alianza ofensivo-defensiva contraPersia, entre turcos y bizantinos. Al respecto es denotar la propuesta turca al Gobierno bizantino: servira los turcos de intermediarios en el comercio de laseda entre China y Bizancio, sin pasar por Persia. Osea que los turcos proponían a los bizantinos lo quehabía deseado Justiniano, con la sola diferencia deque el último había querido llegar a su fin por víamarítima y meridional y los turcos, bajo Justino II,proponían la septentrional y terrestre. Pero lasnegociaciones turcobizantinas no condujeron a laconclusión de una alianza efectiva seguida de unaacción concertada contra los persas, porqueBizancio, hacia el 570, estaba más directamenteinteresada en los asuntos occidentales y sobre todoen los de Italia, que los lombardos habían invadido.Además, las fuerzas militares turcas no parecían muy

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considerables a Justino. En todo caso, el resultado deaquellos tratos bizantinoturcos fue hacer más tirantesaún las relaciones de Bizancio con Persia[359].

Durante los reinados de Justino, Tiberio yMauricio, se sostuvo guerra con Bizancio. Hubo deabandonarse el asedio de Nisibe, y Darás, plazafortificada fronteriza, pasó a manos del enemigo.Además de esta derrota en el frente oriental, Bizanciosufrió en sus provincias de la península balcánica unainvasión de los avaros, llegados de allende elDanubio. La pérdida de Darás produjo granimpresión sobre el débil Justino, quien enloqueció.Un cronista sirio[360] del siglo XII, citando,naturalmente, una fuente anterior, nota: «Sabiendoque Darás había sido tomado… el emperador fueafligido. Mandó cerrar las tiendas y cesar elcomercio»[361]. La emperatriz Sofía obtuvo, el 574,una tregua de un año, comprada por 45 000 piezas deoro.

La guerra sostenida bajo Tiberio[362] y Mauriciofue más feliz para el Imperio bizantino, favorecidopor los disturbios interiores surgidos en Persia entorno a la posesión del trono. El tratado de pazconcluido por Mauricio tuvo gran importancia para elImperio. La Armenia persa y la Mesopotamiaoriental, con la ciudad de Darás, se cedían a

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Bizancio; el humillante tributo anual qué debíapagarse a los persas se anulaba, y, en fin, el Imperio,libre del peligro persa, podía concentrarse en losasuntos de Occidente y sobre todo en las incesantesinvasiones de eslavos y avaros en la Penínsulabalcánica[363].

En el reinado de Focas se inició una nueva guerracontra los persas, que tuvo considerable importanciapara el Imperio bizantino. De ella hablaremosdespués, ya que sólo concluyó bajo el reinado deHeraclio. Después de La muerte de Justinianoocurrieron graves sucesos en la Península balcánica.Las fuentes sólo dan sobre esos hechos datosfragmentarios.

Ya indicamos que, bajo Justiniano, los eslavoshacían frecuentes incursiones en dicha península,avanzando bastante hacia el sur e incluso amenazandoa veces Tesalónica. Muerto Justiniano, continuarontales incursiones. Pero entonces muchos eslavosquedáronse en las provincias bizantinas ygradualmente fueron ocupando la península. En suinvasión les ayudaron las avaros, pueblo de origenturco, que vivía entonces en Panonia. Eslavos yavaros amenazaron la capital y las orillas del mar deMármara y el Egeo, penetraron en Grecia y llegaronhasta el Peloponeso. La noticia de aquellasinvasiones bárbaras se difundió hasta Egipto, donde

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Juan, obispo de Nikiu, escribía, en el siglo VII, bajoFocas, lo siguiente: «Se refiere, respecto al Imperioromano, que los reyes de aquel tiempo, con losbárbaros, pueblos extranjeros, y los ilirios, asolabanlas ciudades de los cristianos y conducían cautivos alos habitantes. Sólo se salvó la ciudad de Tesalónica,porque sus muros eran sólidos y, gracias a laprotección de Dios, los pueblos extranjeros nolograron apoderarse de ella, pero toda la provinciafue despoblada»[364]. En 1830, un sabio alemánpretendió que a fines del siglo VI los griegos habíansido completamente destruidos por los eslavos.Después discutiremos esta teoría. Digamos demomento que para el estudio del problema delestablecimiento de los eslavos en la Penínsulabalcánica debemos apelar sobre todo a las «Actas»del mártir Demetrio, protector de Tesalónica, uno delos principales centros eslavos de la Península. Unode los autores del libro de los Milagros, de SanDemetrio, fue Juan, arzobispo de Tesalónica, quevivió en la primera mitad del siglo VII. Esa fuentecontemporánea nos da una verdadera fuente deinformes sobre las invasiones ávaroeslavas en laPenínsula balcánica. Según tal fuente, Tesalónica fuesitiada dos veces en vano, a fines del siglo VI, poreslavos y avaros[365].

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A fines del siglo VI y principios del VII prosiguióel empuje de eslavos y avaros hacia el sur, sin quelos bizantinos pudiesen contenerlo. Ello motivó en laPenínsula importantes cambios etnográficos, ya quese encontró ocupada, en su mayoría, por eslavosadvenedizos. Ciertas fuentes, al referirse a esteperíodo, hablan de los avaros como si fueseneslavos. Esto se explica porque los escritorescontemporáneos tenían informes harto vagos sobrelas tribus nórdicas y confundían a eslavos y avaros,viendo que ambos pueblos practicaban juntos susincursiones.

Muerto Justiniano, Italia no fue protegida losuficiente contra las invasiones de sus enemigos, ypor tanto, cayó fácil y rápidamente en manos de unnuevo pueblo barbarogermánico: los lombardos,quienes habían aparecido en las inmediaciones deaquellos países sólo pocos años después delaniquilamiento del reino ostrogodo por Justiniano.

A mediados del siglo VI, los lombardos, deconcierto con los avaros, destruyeron el reinofundado por la tribu bárbara de los gépidos(Gepidae) sobre el Danubio central. Más tarde, acasopor temor a sus propios aliados, los lombardospasaron de Panonia a Italia mandados por su rey«konung» Alburno. Les acompañaban sus mujeres ehijos y sus tropas comprendían tribus diversas, entre

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las cuales resaltaban por su número las sajonas.La tradición popular ha cometido la injusticia de

acusar al anciano gobernador de Italia y antiguogeneral de las tropas de Justiniano, Narsés, de haberllamado a Italia a los lombardos. Semejanteacusación debe considerarse desprovista en absolutode fundamento. A raíz de la exaltación de Justino II altrono, Narsés se retiró a causa de su avanzada edad yfalleció en Roma.

En 568 los lombardos invadieron el norte deItalia. Avanzaban como una horda salvaje,devastando cuantas localidades atravesaban. Eranarríanos de religión. No tardaron en someter la Italiaseptentrional, que tomó el nombre de Lombardía. Elgobernador bizantino, falto de bastantes fuerzas pararesistir a los lombardos, permaneció al amparo delos muros de Ravena. Los bárbaros, luego deconquistado el norte de Italia, se dirigieron hacia elsur, eludiendo Ravena. Sus numerosas hordas seesparcieron por casi toda la Península y ocuparoncon la mayor facilidad, las ciudades, carentes dedefensa. Así llegaron al sur de Italia, tomandoBenevento. Si bien no entraron en Roma, ésta se hallórodeada de bárbaros por el norte, el este y el sur. Losbárbaros cortaban toda comunicación entre Ravena yRoma, de suerte que la última no podía contar consocorros del gobernador bizantino de Ravena. Y

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menos con la ayuda de los emperadores deConstantinopla, más lejanos todavía y atravesando ala sazón, según vimos, uno de los períodos máscríticos y turbados de la historia del Oriente. Así,pronto asistió Italia a la fundación de un gran reinogermánico: el lombardo. El emperador Tiberio, ymás aun Mauricio, trataron de hacer alianza con elrey de Austrasia, Childeberto II (570-595), a fin deinclinarle a emprender las hostilidades contra loslombardos y arrojarlos de Italia. El emperador y elrey cambiaron varias embajadas y el Mauricio envióa Childeberto o a su madre, Brunegilda, cincuenta milpiezas de oro («solidi»), adoptando, además, aChildeberto, que así pasó a ser su hijo, comoJustiniano adoptara a Teodoberto. Pero los esfuerzosde Mauricio para asegurarse el auxilio australianofracasaron repetidas veces. Childeberto envió sustropas a Italia, mas fue con la intención de recuperarlas antiguas posesiones francas y no de conquistarItalia para Mauricio. Más de un siglo y medio habíade pasar antes de que los reyes francos, llamadosesta vez por el Papa y no por el emperador,destruyesen la dominación lombarda en Italia[366].Abandonada a su destino, Ronta hubo de sufrir variosasedios lombardos, pero halló un defensor en lapersona del Papa, quien, por la fuerza de las cosas,se vio obligado a ocuparse, no sólo de la vida

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espiritual de su grey romana, sino de organizar ladefensa de la ciudad contra los lombardos. Porentonces —fines del siglo VI— tuvo la Iglesiaromana a su cabeza uno de sus hombres máseminentes: el Papa Gregorio I el Grande. El tal habíapasado seis años como «apocrisiarius» o nuncio delPapa en Constantinopla, sin llegar a aprender nisiquiera los rudimentos de la lengua griega, pero,pese a su ignorancia en ese punto, mostró conocerperfectamente, al llegar al Pontificado, la vida y lapolítica del Imperio[367].

La conquista de Italia por los lombardosdemostró con toda evidencia el fracaso de la políticaexterior de Justiniano en Occidente, donde el Imperiono poseía fuerzas bastantes para conservar el reinoostrogodo sometido. Por otra parte, las invasioneslombardas pusieron los cimientos a la progresivaseparación de Italia y del Imperio bizantino, así comodel debilitamiento de la influencia del emperador enItalia.

En su política religiosa, los sucesores deJustiniano favorecieron a los ortodoxos, y losmonofisistas sufrieron en ciertos momentospersecuciones muy severas. Así sucedió duranteJustino II. Es interesante examinar las relaciones delImperio bizantino y la Iglesia romana bajo Mauricioy Focas. La Iglesia romana, representada por

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Gregorio el Grande, se pronunció contra el título de«ecuménico» asumido por el patriarca deConstantinopla. En carta a Mauricio, Gregorioacusaba a Juan el Ayunador de excesivo orgullo.

«Me veo obligado —escribía el Papa— a lanzaruna gran voz, diciendo: ¡O témpora! ¡O more! Cuandotoda Europa ha caído en poder de los bárbaros,cuando las ciudades son destruidas, las fortalezasarrasadas, las provincias despobladas; cuando elhombre ya no labora el suelo, cuando los adoradoresde ídolos están desencadenados y reinan paraperdición de los fieles, en este momento lossacerdotes, que deberían tenderse, llorando, en tierray cubrirse de cenizas, ambicionan nuevos títulosprofanos, orgullosos de esa gloría vana. ¿Es que eneste asunto, muy pío emperador, defiendo mi propiacausa? ¿Es que vengo una ofensa personal? No;defiendo la causa de Dios todopoderoso y la causade la Iglesia universal. Debe ser abatido aquel queofenda a la santa Iglesia universal, aquel en elcorazón del cual arraigue el orgullo, quien quieraponerse por encima de la dignidad de vuestroImperio con su título particular»[368].

Pero el Papa no fue atendido y por algún tiempose abstuvo de enviar representantes Constantinopla.Cuando el 602 estalló una revolución en la capitalcontra Mauricio, y Focas fue proclamado emperador,

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Gregorio le dirigió una carta poco apropiada enforma y fondo al destinatario, tirano absurdo exaltadoal trono bizantino. Véase un párrafo de la carta deGregorio:

«Gloria a Dios en lo más alto de los Cielos…Que el Cielo se regocije; que la tierra se estremezcade alegría (Salmos, 95: 2). Que todo el pueblo delImperio, profundamente entristecido hasta este día, secongratule de vuestras excelentes acciones… Quecada uno se goce en la libertad al fin devuelta bajo elcetro del pío emperador. Porque he aquí la diferenciaque existe entre los reyes de otras naciones y losemperadores; y es que los reyes reinan sobreesclavos, mientras los emperadores del Estadoromano reinan sobre hombres libres»[369]. Sin duda laactitud del Papa produjo impresión en Focas, porqueel segundo sucesor de Gregorio en el trono pontificalobtuvo que Focas prohibiese al patriarca deConstantinopla llamarse «ecuménico», así como unadeclaración según la cual «el trono apostólico delbienaventurado apóstol Pedro era la cabeza de todaslas Iglesias»[370].

De esta manera, mientras en sus empresasexteriores e interiores Focas sufría fracasos yprovocaba la irritación de sus súbditos, susrelaciones con Roma, fundadas en concesiones porparte del emperador, fueron durante todo su reinado

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amistosas y apacibles. Para conmemorar tan buenasdisposiciones entre Roma y Bizancio, el exarca deRavena hizo erigir en el Foro romano una columna,que todavía existe hoy, con una inscripción en honorde Focas. Las conquistas lombardas en Italiamotivaron importantes cambios en la administraciónde este país.

Cambios tales, con la reforma análoga ycontemporánea de la administración del África delNorte, constituyen la base del régimen de los«temas» que se desarrolló a continuación en todo elImperio.

Las autoridades bizantinas de Italia no podíanoponer resistencia suficiente a los lombardos, que sehabían adueñado de dos tercios de la Península. Entales circunstancias, y ante el grave peligro queamenazaba a Italia, el Gobierno bizantino decidiófortificar su poder concentrando en manos de losgobernadores las funciones civiles y militares. Alfrente de la administración bizantina en Italia fuepuesto un gobernador militar con el título de exarca,con residencia en Ravena y al que quedaronsubordinados todos los funcionarios civiles. Lacreación del exarcado de Ravena data de fines delsiglo VI, época del emperador Mauricio. Laconcentración de funciones administrativas yjudiciales en manos de la autoridad militar no

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significaba la supresión inmediata de losfuncionarios civiles, que seguían existiendo,paralelos a las autoridades militares, aunquesubordinados a ellas. Sólo más tarde las autoridadesciviles, según toda probabilidad, desaparecieron,siendo substituidas por las militares. El exarca, comorepresentante de la autoridad imperial, introdujo ensu gobierno los rasgos, de esencia imperial, delcesaropapismo, convirtiéndose en arbitro de losasuntos religiosos del exarcado. El exarca, provistode poderes ilimitados, gozaba de honores imperiales;su palacio de Ravena se llamaba sagrado (SacrumPalatium, nombre dado tan sólo a las residenciasimperiales); cuando el exarca llegaba a Roma se leacogía como a un emperador y el Senado, el clero yel pueblo iban a su encuentro en procesión solemne,extramuros de la ciudad. Todos los asuntos militares,la administración civil, lo judicial y lo financierodependían del exarca[371].

Si el exarcado de Ravena debió su creación a lainvasión de los lombardos en Italia, el de África delNorte, creado en lugar del antiguo reino vándalo,comenzó a existir en virtud de un peligro análogo,provocado por los lugareños africanos, moros obereberes, que se sublevaban a menudo contra lastropas bizantinas de ocupación. Los orígenes delexarcado de África, o de Cartago, como se le llama

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con frecuencia, por el lugar de residencia del exarca,remóntase también a Mauricio. El exarcado de Áfricarecibió igual organización que el de Ravena y elexarca africano poseía iguales ilimitadasprerrogativas que su colega italiano[372].

De cierto, sólo la necesidad forzó al emperador acrear funciones administrativas de poderes tanilimitados como los del exarca, quien, si lo deseaba yconcurrían algunas circunstancias favorables, podíacambiarse en un muy peligroso rival del emperador.Pronto veremos, en efecto, cómo el exarca de Áfricaalzó el estandarte de la revuelta contra Focas y cómoel hijo del exarca se convirtió, en 610, en emperador.

Los exarcas de África, hábilmente escogidos porMauricio, gobernaron el país con talento y lodefendieron con energía y éxito contra loslevantamientos de los indígenas; pero los exarcas deRavena no lograron conjurar el peligro lombardo.

El bizantinista francés Diehl[373] tiene razón alver en los exarcados el origen de la organización delos temas (provincias o distritos militares), es decir,la reforma territorial del Imperio bizantino, reformaque a partir del siglo VII comenzó a ser aplicadaprogresivamente a todo el territorio y cuyo rasgodistintivo fue la preponderancia del poder militarsobre el civil.

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Así como las invasiones de lombardos y moroscausaron cambios tan importantes en Occidente afines del siglo VI, así las invasiones de persas yárabes habían de producir, algún tiempo después,análogas reformas en Oriente, y las de eslavos ybúlgaros otras semejantes en la Península balcánica.

La desgraciada política exterior de Focas anteavaros y persas y el sanguinario terror con queesperaba salvar su situación, provocaron ellevantamiento de Heraclio, exarca de África. CuandoEgipto se unió al sublevado, la flota africana, a lasórdenes del llamado también Heraclio, hijo delexarca y destinado a ser el futuro emperador, marchóhacia la capital, la cual abandonó a Focas,declarándose por Heraclio. Focas, hecho prisionero,fue ejecutado y Heraclio ascendió al trono el 610,inaugurando una nueva dinastía.

La cuestión de los eslavos enGrecia

La penuria de fuentes relativas a las invasioneseslavas en la Península balcánica en la segunda mitad

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del siglo VI ha dado origen a una teoría que sostienela completa eslavización de Grecia. Tal teoría,nacida a principios del segundo cuarto del siglo XIX,ha provocado vivas controversias científicas.

Entre 1830-30, toda Europa se apasionó, conprofunda simpatía, por la causa de los griegos, quehabían empuñado la bandera de la insurreccióncontra los turcos. Tras una resistencia heroica,aquellos hombres, que luchaban por la libertad,lograron la independencia, creando, con ayuda de laspotencias europeas, un reino griego separado.Europa, entusiasmada, vio en aquellos héroes a loshijos de la antigua Hélade, reconociendo en ellos lascaracterísticas de Leónidas, de Epaminondas y deFilopomeno. Mas entonces se elevó, en una pequeñaciudad alemana, una voz que advirtió a laconsternada Europa que por las venas de loshabitantes del nuevo Estado griego no corría una solagota de verdadera sangre helena; renueva elmagnánimo impulso europeo en pro de los hijos de lasagrada Hélade se fundaba en un equívoco y que elantiguo elemento griego había desaparecido hacíamucho, siendo substituido por elementos etnográficosnuevos y completamente extraños a Grecia, ya que suorigen era principalmente eslavo y albanés. Elhombre que pública y valerosamente osó proclamartan nueva teoría, que quebraba en sus fundamentos las

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creencias de la Europa de entonces, era Fallmerayer,a la sazón profesor de Historia general en un liceoalemán.

Leemos en el primer tomo de su libro Geschichteder Halbinsel Morea Während des Mittelalters(«Historia de la península de Morea en la EdadMedia»), obra publicada en 1830: «La raza helénica,en Europa, está completamente aniquilada. La bellezadel cuerpo, los vuelos del espíritu, la sencillez de lascostumbres, el arte, la palestra, las ciudades, lacampiña, el lujo de las columnas y de los templos, elnombre mismo del pueblo han desaparecido delcontinente griego. Una doble capa de ruinas y defango dejadas por dos razas nuevas y diferentesrecubre las tumbas de los antiguos griegos. Lasinmortales creaciones del espíritu de la Hélade yalgunas ruinas antiguas sobre el suelo natalconstituyen hoy el único testimonio de la existencia,en el pasado, del pueblo heleno. Y sin esas ruinas,sin esos montículos funerarios y esos mausoleos, sinsu suelo y sin la desgraciada suerte de sus habitantes,sobre quienes los europeos de nuestra época handerramado, en un impulso de humana ternura, suadmiración, sus lágrimas y su elocuencia, menestersería decir que sólo un vano espejismo, una imagensin alma, un ser colocado fuera de la naturaleza delas cosas, ha emocionado las fibras más íntimas de

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sus corazones. Porque no hay una sola gota deverdadera sangre helena, pura de toda mezcla, en lasvenas de la población cristiana de la Greciamoderna. Una tempestad terrible dispersó sobre todala extensión comprendida entre el Ister y los másapartados rincones del Peloponeso, una raza nueva,emparentada con el gran pueblo eslavo. Los eslavos-escitas, los arnauta-ilirios, los hijos de los paíseshiperbóreos, parientes de sangre de servios ybúlgaros, dálmatas y moscovitas, tales son lospueblos que hoy llamamos griegos y cuyo origenhacernos remontar, con gran sorpresa de ellosmismos, a Feríeles y Filopómeno… La población, derasgos eslavos, de cejas en forma de media luna, depómulos pronunciados, de los pastores de lasmontañas albanesas, no es, a buen seguro, laposteridad de sangre de Narciso, de Alcibíades y deAntinoo. Sólo una imaginación romántica ydesbordada puede en nuestros días soñar en elrenacimiento de los helenos antiguos, con su Sófoclesy su Platón»[374].

Fallmerayer pensaba que las invasiones eslavasdel siglo VI habían producido en el Imperio bizantinouna situación tal que éste, sin haber perdido una solaprovincia, no podía considerar como sus súbditospropiamente dichos sino los habitantes de lasprovincias costeras y de las ciudades fortificadas. La

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aparición de los avaros en Europa habría sido unhecho histórico de máxima importancia para Grecia,puesto que con ellos llegaron también los eslavos,impulsados por los primeros a la conquista del sacrosuelo de la Hélade y el Peloponeso.

Fallmerayer fundaba principalmente su teoría enlas indicaciones que se hallan en Evagrio historiadoreclesiástico de fines del siglo VI, y el cual escribe ensu historia: «Los avaros, habiéndose aproximado dosveces a las fortificaciones llamadas Murallas Largas,se apoderaron de Singidunum (Belgrado), deAnchialo y de toda Grecia, con otras ciudades yfortalezas, poniéndolo todo por doquier a sangre yfuego, en un momento en que las más de las fuerzasdel Imperio estaban peleando en Oriente»[375].

La expresión «toda Grecia» permite aFallmerayer hablar del exterminio de los griegos enel Peloponeso. Que Evagrio hable de «avaros» no leobstaculiza, ya que entonces avaros y eslavospracticaban juntos sus incursiones. Fallmerayer sitúaesa invasión concreta en el 589. Pero tal invasión,dice, no exterminó por completo a los griegos. SegúnFallmerayer, el golpe final a la población griega loasestó la peste, llegada de Italia el 746. Se hallamención de ese acontecimiento en un famoso pasajede aquel escritor coronado del siglo X que se llamóConstantino Porfirogénito. Hablando del Peloponeso

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en una de sus obras, este autor observa que, despuésde aquella terrible peste, «todo el territorio fueeslavizado y se transformó en bárbaro»[376]. SegúnFallmerayer, el año de la muerte del emperadorConstantino Coprónimo (775) puede considerarsecomo la fecha en que el desolado país se pobló deeslavos, esta vez de manera completa y definitiva,comenzando poco a poco a cubrirse de ciudades yaldeas nuevas[377].

En una obra posterior, Fallmerayer extiende susconclusiones al Ática, sin aducir pruebas sólidas. Enel segundo tomo de su Historia de la península deMorea presenta una nueva teoría «albanesa», segúnla cual los grecoeslavos que habitaban Grecia fueronreemplazados y sometidos por colonos albaneses enel segundo cuarto del siglo XIV con lo que, según él,la revolución griega del siglo XIX ha sido, enrealidad, obra de albaneses.

El primer adversario serio de Fallmerayer fue elhistoriador alemán Carlos Hopf. Éste había estudiadocon agudeza el problema del establecimiento de loseslavos en Grecia, y en 1867 publicó una Historia deGrecia desde el principio de la Edad Media hastanuestros días. Pero Hopf cae en otro extremo alquerer disminuir a toda costa el papel del elementoeslavo en Grecia. Según él, las colonias eslavas en

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Grecia no existieron sino del 750 al 807. Antes de750 Grecia no tuvo tales colonias. Respecto a la«eslavización» del Ática, Hopf demostraba que lateoría de Fallmerayer fundábase en un documentoapócrifo[378].

La abundante literatura sobre este tema, aunque amenudo contradictoria y divergente, nos permitellegar a las siguientes conclusiones: hubo en Greciacolonias eslavas muy importantes a partir de fines delsiglo VI, pero su fundación no produjo la eslavizacióntotal del país ni el exterminio de los griegos.Además, diversas fuentes mencionan la presencia deeslavos en Grecia, sobre todo en el Peloponeso,durante toda la Edad Media y hasta el siglo VI[379]. Lafuente más importante relativa a los principios de laeslavización de la Península balcánica —las Actasde San Demetrio— no ha sido utilizada debidamentepor los sabios, incluyendo a Fallmerayer y Hopf[380].

Los sabios han discutido a menudo laoriginalidad de la teoría de Fallmerayer, cuyaopinión, en rigor, no era una novedad. Ya antes de élse había hablado del influjo eslavo en Grecia.Fallmerayer se redujo a expresar su opinión demanera directa y tajante. Hace poco un sabio ruso haexpuesto el criterio de que el verdadero instigador dela teoría de Fallmerayer fue el eslavista Kopitar,

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sabio vienes del siglo XIX. Kopitar desarrolló en susescritos la idea de que el elemento eslavo habíatenido importante papel en la formación de la nuevanación griega. En verdad, Kopitar no profundizabacon detalle su teoría, porque no deseaba emitir unaparadoja anticientífica y chocar a suscontemporáneos[381].

«Las proposiciones extremas de la teoría deFallmerayer —dice Petrovski— no pueden hoydefenderse, después del profundo estudio que se hahecho del problema; pero la teoría en sí, expuesta porel autor de manera tan armoniosa y aguda, merececon buen derecho atraer la atención de los mismoshistoriadores que 110 admiten esa teoría en suintegridad o parcialmente»[382]. Y, de hecho, talteoría, a pesar de sus evidentes exageraciones, hacumplido una gran misión en la ciencia histórica,dirigiendo la atención de los sabios sobre unacuestión interesante pero no por eso obscura que esel problema de los eslavos en Grecia durante la EdadMedia. Finalmente, los escritos de Fallmerayeradquieren una importancia histórica general másconsiderable aun si se tiene en cuenta que el autor esel primer sabio que puso su atención en lastransformaciones etnográficas experimentadas en laEdad Media, no sólo por Grecia, sino por la

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Península balcánica en general.

Literatura, enseñanza y arte en laépoca de Justiniano. Examen de

conjunto

La época comprendida entre 518 y 610 lleva lahuella de la múltiple actividad de Justiniano, quepasmó a sus contemporáneos mismos. En losdiversos campos de la literatura y la instrucción, talactividad legó a la posteridad una herencia muy rica.El propio Justiniano escribió obras de tipodogmático o himnológico. Uno de sus sucesores,Mauricio, mostró también un vivo gusto por lasLetras, favoreció y alentó la literatura y tenía lacostumbre de pasar las veladas discutiendo omeditando cuestiones poéticas e históricas[383].

Aquel período tuvo varios historiadores, aquienes las empresas de Justiniano proveyeron dericos materiales para sus narraciones.

El historiador principal del período Justinianofue Procopio de Cesárea, quien en sus escritos nos da

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un cuadro muy completo de un complejo reinado ricoen sucesos. Tras estudiar Derecho, Procopio pasó aser secretario y consejero del famoso Belisario, conquien participó en las campañas contra vándalos,godos y persas. Procopio es notable a la vez comohistoriador y como escritor. Como historiador sehallaba en situación muy favorable respecto a fuentese informaciones directas. Su intimidad con Belisariole permitía consultar todos los documentos oficialesconservados en despachos y archivos, y, por otraparte, su intervención activa en las campañasmilitares y el perfecto conocimiento que tenía delpaís, le dieron ocasión de obtener una documentacióndel más alto precio, merced a sus observacionespersonales y a los testimonios que recogió de bocade sus contemporáneos.

En estilo y composición, Procopio imita amenudo a los historiadores clásicos, sobre todo aHerodoto y Tucídides. Pero, aunque su lenguajedependa del antiguo griego de los clásicoshistoriadores y aun cuando la exposición resulte untanto artificial, Procopio nos presenta un estilolúcido, vigoroso, lleno de imágenes. Tres obras sedeben a la pluma de Procopio. La más considerablees la Historia en ocho libros, que relata las guerrasde Justiniano contra persas, vándalos y godos. Elautor muestra en esta obra otros numerosos aspectos

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del gobierno de Justiniano. Aunque el espíritugeneral de la obra sea algo laudatorio respecto alemperador, no obstante ofrece repetidas veces laexpresión de la amarga verdad. La Historia ocholibros puede considerarse una historia general de laépoca de Justiniano.

La segunda obra de Procopio, De construccioneses un panegírico ininterrumpido del emperador y fueprobablemente escrita por orden de este. El finprincipal del libro es dar una lista y descripción dela multitud de edificios erigidos por Justiniano en lasdiversas partes de su vasto Imperio. Prescindiendode las exageraciones retóricas y las alabanzasexcesivas, la obra contiene una rica documentacióngeográfica, topográfica y financiera y es una fuentevaliosa para la historia económica y social delImperio. La tercera obra de Procopio, sus Anécdotaso Historia secreta (Historia arcana), difiere enabsoluto de las otras dos, y constituye un libelogrosero contra el gobierno despótico de Justiniano yde Teodora, su mujer. El autor se propone difamar alemperador, a Teodora, a Belisario y a la esposa deéste, y Justiniano aparece como autor de todos losmales que afligieron al Imperio en aquel período.Esta obra presenta tan impresionantescontradicciones con las otras dos, que los críticosempezaron dudando de la autenticidad de la Historia

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secreta, pues parecía imposible que los tres libroshubiesen sido compuestos por una misma persona.Sólo tras un estudio profundo y comparativo de laHistoria secreta y de otras fuentes sobre la época deJustiniano se ha admitido en definitiva que la obra esun escrito auténtico de Procopio. Bien utilizada, laHistoria secreta es una fuente importante para lahistoria interior del Imperio bizantino en el siglo VI.De modo que todos los trabajos de Procopio, a pesarde sus exageraciones sobre las cualidades o viciosde Justiniano, son documentos contemporáneos de lamayor importancia y nos permiten conocer de maneradirecta e íntima la historia de ese período. Pero estono es todo. La historia y la antigüedad eslavas hallanen Procopio informes de valor inapreciable sobre lavida y creencias de los eslavos, así como los pueblosgermánicos pueden espigar en las obras de ese autornumerosos hechos tocantes a su historia primitiva.

Un contemporáneo de Justiniano y Procopio,Pedro el Patricio, hombre de leyes y diplomáticobrillante, fue enviado varias veces como embajadoral Imperio persa y a la corte ostrogótica donde estuvoprisionero algunos unos. Sus escritos comprendenHistorias, o bien una Historia Imperio romano dondese relatan, según los extensos fragmentos que nos hanllegado, los hechos comprendidos entre el segundotriunvirato y la época de Juliano el Apétala; y además

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un tratado que se intitula Sobre la Constitución delEstado (Katastasis o Libro de las Ceremonias), partedel cual aparece incluida en la famosa obradenominada Libro de las Ceremonias de la Corte,escrita en la época de Constantino Porfirogénito(siglo X).

Desde Procopio hasta principios del siglo VII sehalla una serie continua de escritos históricos, dondecada autor prosigue la obra de sus predecesores.

Procopio fue directamente continuado porAgatías, instruido jurista del Asia Menor, quien,aparte breves poemas y epigramas, dejó un escritoalgo artificial: Sobre el reinado de Justiniano; queabraza el período de 552 a 558. Menandro elProtector, continuador e imitador de Agatías, escribióuna en la época de Mauricio, relatando los sucesosdel lapso 558-582 y deteniéndose en la exaltación, deMauricio al trono. De esta obra sólo nos han llegadofragmentos, pero bastantes para permitirnos apreciarsu importancia como fuente, sobre todo desde elpunto de vista geográfico y etnográfico. Talesfragmentos indican que Menandro fue el mejorhistoriador que Agatías. La obra de Menandro fuecontinuada por Teofilacto Simocatta, egipcio quevivió bajo Heraclio y que fue secretario imperial.Escribió una obra pequeña sobre historia natural,algunas epístolas y una historia del período de

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Mauricio (582-602). El estilo de Teofilacto estásobrecargado de alegorías y expresiones artificialesen mucha más medida que el lenguaje de susinmediatos predecesores. «Respecto a Procopio yAgatías —dice Krumbacher— se encuentra en unarápida cultura ascendente. El historiador deBelisario, a pesar de su estilo ampuloso, es aunsencillo y natural. Más rico en expresiones floridas ylenguaje poético es el vate Agatías; pero ambosescritores parecen en absoluto desprovistos deafectación si se les compara con Teofilacto, quiensorprende al lector a cada paso con nuevos rasgosinesperados, imágenes sacadas por los cabellos,alegorías, aforismos y sutilezas mitológicas yotras»[384].

Pese a esos defectos, la obra de Teofilacto es unafuente de primer orden, excelente para la época deMauricio. También contiene preciosos informessobre Persia y los eslavos en la Península de losBalcanes a fines del siglo VI.

Nonnosus, embajador enviado por Justiniano alos abisinios y a los sarracenos, escribió unanarración de su remoto viaje. No nos ha llegado deella sino un fragmento que se halla en la obra delpatriarca Focio, más ese solo fragmento daexcelentes indicaciones sobre la naturaleza yetnografía de los países visitados por el autor.

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Igualmente debemos a Focio el habernos conservadoun fragmento de la historia de Teófanes de Bizancio,quien escribió a fines del siglo VI y probablementeincluyó en su obra el período comprendido entre elreinado de Justiniano y los primeros años del deMauricio. Ese fragmento es importante por contenerun testimonio sobre la introducción de lasericicultura en el Imperio bizantino. También ofreceigualmente una de las primeras alusiones que sehacen a los turcos. Una fuente particularmenteimportante para la historia eclesiástica de los siglosV y VI es la obra de Evagrio de Siria, que murió afinales del siglo VI. Su Historia eclesiástica en seislibros, continúa las historias de Sócrates, Sozomenoy Teodoreto y contiene un relato de los hechoscomprendidos entre el Concilio de Éfeso, en 431, yel año 593. A más de sus informes de ordeneclesiástico, ofrece también interesantes indicacionessobre la historia general del período.

A Juan el Lidio, que se distinguió por susbrillantes estudios, le propuso Justiniano escribir unpanegírico en su honor. Dejó, Juan, entre otras obras,la titulada De los magistrados del Estado romano lacual no ha sido suficientemente estudiada en su justovalor[385]. Contiene numerosos informes interesantessobre la organización interior del Imperio y puede

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considerársela como un precioso complemento de laHistoria secreta de Procopio.

Ya hablamos de la múltiple importancia de laTopografía cristiana de Cosmas Indicopleustes, cuyaamplitud geográfica correspondía tan bien a losvastos planes de Justiniano. Debemos incluir tambiénentre las obras geográficas un estudio estadísticosobre el Imperio romano de Oriente en la época deJustiniano. Ese estudio se debe a la pluma delgramático Hierocles y se titula Vademécum deHierocles (Συνεκδημος, Synecdemus). El autor notiene por objeto principal la geografía eclesiásticadel Imperio, sino su geografía política, donde incluyelas 64 provincias y 912 ciudades comprendidasdentro de los límites bizantinos. No cabe decir concerteza si tal trabajo se debió a iniciativa deHierocles o a los trabajos de una comisión nombradapor el gobierno. En todo caso, el seco estudio deHierocles es para nosotros una excelente fuente quenos permite determinar la situación política delImperio a principios del reinado de Justiniano[386].Como veremos después, Hierocles es, en logeográfico, la fuente principal de ConstantinoPorfirogénito.

Además de estos historiadores y geógrafos, elsiglo VI tuvo también cronistas. No obstante, la épocade Justiniano está estrechamente vinculada a la

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literatura clásica y el tipo de áridas crónicasuniversales que había de desarrollarse ampliamenteen el período bizantino posterior no aparece sinocomo rara excepción en la época que estudiamosahora.

Hay un escritor que ocupa puesto intermedioentre historiadores y cronistas: Hesiquio de Mileto,quien, según toda verosimilitud, vivió durante elreinado de Justiniano.

Sólo conocemos su obra por los fragmentosconservados en los escritos de Focio y Suidas,lexicógrafo del siglo X. De esos fragmentos cabeconcluir que Hesiquio escribió una Historia universalen forma de crónica, comprendiendo los hechossucedidos desde la época de la antigua Asiría a lamuerte de Anastasio (518). De esta obra subsiste unamplio fragmento que trata de la historia primitiva dela ciudad de Bizancio incluso antes del tiempo deConstantino el Grande. Hesiquio escribió asimismouna historia de la época de Justino I y principios delreinado de Justiniano. Esta obra difería mucho, enestilo y concepción, de la primera y contenía unrelato detallado de los sucesos contemporáneos alautor. La tercera obra de Hesiquio fue un diccionariode todos los escritores griegos célebres en todas lasramas del saber, con excepción de los cristianos.Esto último ha llevado a ciertos eruditos a suponer

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que Hesiquio debió de ser pagano. Pero de ordinariono se acepta esta opinión[387].

El verdadero cronista del siglo VI fue el ignoranteJuan Malalas, un sirio de Antioquía, autor de unacrónica del mundo donde relata, según parece, ajuzgar del único manuscrito que nos ha llegado, lossucesos incluidos entre la época legendaria de lahistoria de Egipto y el fin del reinado de Justiniano.Pero la obra contenía probablemente narraciones deuna época posterior[388].

Su fondo es muy mezclado; las fábulas seentreveran con la realidad y aparecen de prontohechos importantes en medio de otros accesorios. Lacrónica de Malalas, cristiana y apologética en suspropósitos, deja ver con claridad las tendenciasmonárquicas del autor. No estaba destinada aselectos, sino más bien a las masas, eclesiásticos olaicos, para quienes el autor transcribió muchosdiversos y pasmosos hechos. Según Krumbacher, eselibro «es una obra histórica popular en el sentido máscompleto de la palabra»[389].

El estilo del autor merece particular atención,porque su obra es en realidad la primera escrita en elgriego comúnmente hablado entonces, es decir, en eldialecto griego vulgar, popular en Oriente, queresultaba de una combinación de elementos griegos y

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de expresiones latinoorientales. Merced a esasparticularidades, muy apropiadas a los gustos ymentalidad de las masas, la crónica de Malalasejerció enorme influencia sobre la cronografíabizantina, oriental y eslava. Los muy numerosostrozos escogidos y traducciones eslavas de losescritos de Malalas son de gran valor para larestauración del texto original de esta crónica. A másde la multitud de obras en griego que aparecieronentonces, la época de Justiniano (518-610) estambién notable por los escritos sirios de Juan deÉfeso, que murió a fines del siglo VI (probablementeel 586)[390]. Juan había nacido en la MesopotamiaSuperior y era monofisista convencido. Pasó muchosaños en Constantinopla y en el Asia Menor, dondeocupó la sede episcopal de Éfeso. Conociópersonalmente a Justiniano y Teodora. Escribió lasVidas de los Santos orientales, o Comentarios sobrelos bienaventurados en Oriente (Commentarii deBeatibus Orientalibus) y una Historia eclesiástica(en sirio cuyo original abarcaba desde Julio César alaño 585). De esta última obra sólo nos ha llegado laparte más importante y original, relativa a lossucesos del período 521-585, respecto a los que esfuente inapreciable. Aunque escrita desde el punto devista monofisista, la historia de Juan de Éfeso norevela tanto los fundamentos dogmáticos de las

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disputas monofisistas como su fondo nacional yespiritual. Según la expresión del sabio historiadorque se ha consagrado especialmente al estudio de laobra de Juan, la Historia eclesiástica, «proyectamucha luz sobre las últimas fases de la lucha entre elcristianismo y el paganismo, revelando losfundamentos “culturales” de esa lucha». Es también«de gran importancia para la historia política yespiritual del Imperio bizantino en el siglo VI,especialmente para determinar la expansión de lasinfluencias orientales. En su relato, el autor entra entodos los detalles y minucias de la vida, dando asíuna abundante documentación que permite unconocimiento íntimo de las costumbres y arqueologíadel período»[391].

Las disputas monofisistas, proseguidas durantetodo el siglo VI, motivaron gran actividad literaria enel dominio de la dogmática y la polémica. El propioJustiniano no dejó de participar en aquellasdiscusiones escritas. Las obras de los monofisistasno nos han llegado en su original griego. Sólopodemos formar juicio sobre ellas merced a las citasque hacen las obras del campo opuesto o a lastraducciones sirias o árabes conservadas hasta hoy.Entre los escritores partidarios de la ortodoxiadebemos mencionar a un contemporáneo de Justino yJustiniano: Leoncio de Bizancio, quien dejó varias

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obras dirigidas contra los monofisitas, losnestorianos y otros. Sólo poseemos escasos informessobre la vida de este dogmatista y polemista[392],quien testimonia un fenómeno interesante de la épocade Justiniano: a saber, que la influencia de Platónsobre los Padres de la Iglesia empezaba a ceder ya ellugar a la de Aristóteles[393].

El desarrollo de la vida monástica y eremítica enOriente, en el siglo v: ha dejado huellas en las obrasascéticas, místicas y hagiográficas. Juan Clímaco (oτης Κλιμακος) vivió solitario en el Sinaí varios añosy escribió la obra conocida por el nombre de Climaxo Escala espiritual (Scala Paradisi)[394], compuestade treinta capítulos o escalones, y en los cuales elautor describe logrados de la ascensión del espírituhacia la perfección moral. Esta obra se convirtió enlectura favorita de los monjes bizantinos,sirviéndoles de guía en su busca de la perfecciónascética y espiritual. Pero la difusión del libro no selimitó a Oriente, ya que tuvo muchas traducciones ensirio, griego moderno, latín, español, francés yeslavo. Algunos de los manuscritos de esta obracontienen abundantes e interesantes miniaturasreproduciendo escenas de la vida religiosa ymonástica[395].

A la cabeza de todos los escritores hagioráficos

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del siglo VI debemos situar al palestino Cirilo deEscitópolis, quien pasó los últimos años de su vidaen el famoso convento palestiniano de San Sabas.Cirilo se proponía escribir una vasta colección deVidas de monjes, pero no logró llevar a buen fin loproyectado, probablemente a causa de su muerteprematura. Nos han llegado varias de sus obras, entreellas las vidas de Eutimio y de San Sabas. así comovarias vidas de santos de menor importancia. Locuidado del relato, la precisión con que el autorentiende la vida ascética, la sencillez del estilo,hacen de todas las obras de Cirilo que conocemospreciosas fuentes para el estudio de la historia deAlto Imperio bizantino.

Juan Moschus, palestino también, vivió a finesdel siglo VI y principios del vil. Publicó en griego sufamoso Prado espiritual (Pratum spirituale, Λειμώυ),resultado de las observaciones que hiciera en susnumerosas visitas a los monasterios de Palestina,Egipto, Monte Sinaí, Siria, Asia Menor e islas delEgeo y Mediterráneo. En su obra, a más de lasimpresiones del autor sobre sus viajes, se hallaninformes diversos acerca de monjes y monasterios.En ciertos sentidos, el texto del Pratum spirituale esde gran interés para la historia de la civilización.Llegó a convertirse en una de las obras favoritas, nosólo del Imperio bizantino, sino de otros países,

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especialmente la antigua Rusia.La literatura poética de este período tuvo varios

representantes. Ya indicamos como cierto queRomanos el Méloda, famoso por sus cantoseclesiásticos, estuvo en el apogeo de su carrera yfecundidad en la época de Justiniano. En el mismoperíodo, Paulo el Silenciario compuso sus dosdescripciones poéticas (en versos griegos) de SantaSofía y su magnífico púlpito («ambo»). Estas obrasson de gran interés para la historia del arte[396]. Sehallan comentarios elogiosos sobre la descripción deSanta Sofía en la obra de un contemporáneo:Agatías[397], de quien hablamos ya. Finalmente,Corippo, oriundo del África del Norte, peroestablecido en Constantinopla, escribió dos obras enversos latinos, a pesar de sus limitadas dotespoéticas. La primera obra, escrita en alabanza yhonor del general bizantino Juan Troglita, quereprimió la revuelta de los indígenas africanos contrael Imperio, contiene un conjunto de inapreciablesdatos sobre la geografía y etnografía de Áfricaseptentrional, así como sobre la guerra con losbereberes. En lo que concierne a esta guerra, losdatos de Corippo son a veces más seguros que los deProcopio. La segunda obra de Corippo, el Panegíricoo Elogio de Justino (In lauden Justini), describe enestilo ampuloso la exaltación de Justino II el Joven y

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los primeros hechos de su reinado y, aunque es muyinferior al primer poema, contiene muchos detallesinteresantes acerca del ceremonial de la cortebizantina en el siglo VI.

Los papiros nos han revelado la existencia de untal Dióscoro, que vivió en el siglo VI en Afrodita,pueblecillo del Egipto superior. De nacimiento copto,parece haber recibido una buena cultura general y unaseria educación jurídica. Tuvo también ambicionesliterarias. Sus numerosas obras, unidas a otrospapiros, nos dan preciosos informes sobre la vidasocial y administrativa de aquel período. Desdeluego los poemas dejados por Dióscoro nocontribuyen en nada a la reputación de la poesíahelenística, ya que son obra de un aficionado y están«llenos de las más monstruosas faltas de gramática yde prosodia». Según H. Bell, leyó «una cantidadconsiderable de obras literarias griegas y escribióversos execrables»[398]. J. Maspero llama a Dióscoro«el último poeta griego de Egipto y uno de losúltimos representantes del helenismo en el Valle delNilo»[399].

La clausura de la Academia pagana de Atenasdurante el reinado de Justiniano no ejerció unainfluencia demasiado nociva sobre la literatura y lainstrucción, porque aquella Academia había pasado

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ya su tiempo y no podía desempeñar un papelimportante en un Estado cristiano. Los tesoros de laliteratura clásica penetraban progresivamente, aunquea menudo en forma superficial, en la literaturacristiana. La Universidad de Constantinopla,organizada por Teodosio II, persistió en su actividadbajo Justiniano. Continuaba el estudio del Derecho,en función de los nuevos trabajos de Jurisprudencia.No obstante, tal estudio se confinó a la adquisiciónformularia y restringida de traducciones literales detextos jurídicos y a la composición de brevesparáfrasis y extractos.

No poseemos informes precisos sobre eldesenvolvimiento de la instrucción jurídica despuésdel reinado de Justiniano. El emperador Mauriciotestimonió vivo interés por aquellos estudios, peroFocas, su sucesor, puso freno, según parece, a lostrabajos de la Universidad[400].

En el campo artístico, la época de Justiniano harecibido el sobrenombre de Primera Edad de Oro. Laarquitectura de aquel período creó un monumentoúnico en su clase: la iglesia de Santa Sofía.

Santa Sofía, o la Iglesia Grande, como se lallamó en todo Oriente, fue construida, por orden deJustiniano, en el emplazamiento de la pequeñabasílica de Santa Sofía (Sophia: Sabiduría divina),incendiada, como indicamos, durante la Sedición

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Nika (532). Para hacer de aquel templo un edificiode esplendor extraordinario, Justiniano, de creer auna tradición tardía, mandó a los gobernadores de lasprovincias que enviasen a la capital los más bellosretazos de los monumentos antiguos. Enormescantidades de mármol de diferentes colores y maticesfueron transportadas desde las más ricas canteras a lacapital. Oro, plata, marfil, piedras preciosas, fueronllevados en abundancia a Constantinopla para añadirmás magnificencia al nuevo templo.

Para la ejecución de su grandioso plan elemperador eligió a dos arquitectos de talento:Antemio e Isidoro, ambos originarios del AsiaMenor. Antemio era de Tralles e Isidoro de Mileto.Los dos se pusieron a la obra con entusiasmo,dirigiendo con habilidad el trabajo de diez milobreros. El emperador acudía en persona a lostrabajos, seguía los progresos de la obra con vivointerés, daba consejos y estimulaba el celo de losoperarios. Al cabo de cinco años quedó acabado eledificio. El día de Navidad del 537 se inaugurósolemnemente Santa Sofía, en presencia delemperador. Fuentes tardías relatan que Justiniano,encantado de lo cumplido, pronunció las siguientespalabras: al entrar en el templo: «¡Gloria a Dios,que me ha juzgado digno de cumplir esta obra! ¡Tehe vencido, Salomón![401]» Con motivo de aquella

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inauguración triunfal, se dieron grandes fiestas en lacapital y el pueblo recibió numerosas liberalidades.

El exterior de Santa Sofía es muy austero, ya quesus muros, de simple ladrillo, carecen de todaornamentación. La propia famosa cúpula parecedesde fuera un tanto pesada y algo sumida. Hoy,además, Santa Sofía pierde mucho porque la rodeanpor doquier casas turcas. Para apreciar su grandeza ymagnificencia ha de visitarse su interior.

Antaño el templo poseía un patio espacioso, elatrio, rodeado de pórticos y en cuyo centro se veíauna magnífica fuente de mármol. El cuarto lado delatrio, adyacente a la iglesia, ofrecía una especie deporche exterior o galería (nartex), que comunicabapor cinco puertas con el segundo pórtico interior.Nueve puertas de bronce conducían desde esteporche al interior del templo. La de en medio, másalta y ancha —la Puerta Real— se reservaba para elemperador. La iglesia, por su arquitectura, seaproxima al tipo de las basílicas cupuladas,formando un rectángulo muy grande con unamagnífica nave central sobre la cual se comba unacúpula de 31 metros de diámetro, alzada, conextraordinarias dificultades, a la altura de 50 metrossobre el suelo. Cuarenta ventanales abiertos en labase de la cúpula difundían en todo el temploabundante luz. A ambos lados de la nave central se

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construyeron dos dobles arquerías ricamenteadornadas, con columnas. Éstas y los enlosados sonde mármol policromo. Los muros, en parte, fueronrecubiertos de igual manera. Los maravillososmosaicos, ocultos por estuco desde la época turca,hechizaban las miradas de los visitantes. Laimpresión producida en los peregrinos y fieles por laenorme cruz colocada en la cúpula, brillando sobreun estrellado cielo de mosaico, era particularmentepoderosa. En nuestros días aún se pueden distinguir,en la parte inferior de la cúpula, bajo el estuco turco,vastas siluetas de ángeles alados.

La dificultad principal que encontraron losconstructores de Santa Sofía era un problema que laarquitectura contemporánea no ha resuelto aún: laerección de una cúpula a la par enorme y muy ligera.Los constructores consiguieron levantarla, pero lasorprendente cúpula que edificaron no duró muchotiempo. Se desplomó, todavía en la época deJustiniano, y hubo de ser reedificada a finales delmismo reinado, pero con formas menos audaces. Loscontemporáneos de Justiniano hablaron de SantaSofía con tanto entusiasmo como las generacionesposteriores, incluida la nuestra. Un peregrino rusodel siglo XIV, Esteban de Novgorod, escribía en susViajes a Tsargrad (Constantinopla): «En cuanto aSanta Sofía, la Sabiduría Divina, el ánimo humano no

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puede decir nada de ella ni hacer sudescripción»[402]. A pesar de los frecuentes yviolentos terremotos, Santa Sofía se ha conservadoen pie hasta hoy[403]. Fue transformada en mezquita en1453.

En una de sus obras recientes, Strzygowskideclara que «por su concepción, la iglesia (SantaSofía) es puramente armenia»[404].

Con el tiempo, la verídica historia de laedificación de Santa Sofía fue transformada por laliteratura en una especie de leyenda con profusión dedetalles milagrosos. Desde el Imperio bizantino, talesleyendas se abrieron camino en la literatura de loseslavos del sur y en las obras rusas. Las versioneseslavonas suministran una documentación interesantepara la historia de las influencias literariasinternacionales[405].

La segunda famosa iglesia erigida por Justinianoen la capital fue la de los Santos Apóstoles. Estetemplo había sido construido primeramente porConstantino el Grande, pero en el siglo VI se hallabaen completa ruina. Justiniano lo hizo derribar yreconstruirlo en mayor escala y magnificencia. Laiglesia tenía forma de cruz, con cuatro alas iguales yuna cúpula central entre otras cuatro cúpulas, Losarquitectos fueron el Antemio apodado también

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Isidoro el Joven. Al ser tomada Constantinopla porlos turcos, en 1453, la iglesia fue destruida paraedificar en su lugar la mezquita de Mahomet II elConquistador. Se comprenderá con más precisión loque fue el templo de los Santos Apóstoles si nosreferimos a San Marcos, de Venecia, erigido según elmismo modelo. Igual iglesia copiaron losconstructores de los templos de San Juan de Éfeso yde la Santa Faz, de Périgueux. Los magníficosmosaicos, hoy perdidos, de la iglesia de los SantosApóstoles, fueron descritos por Nicolás Mesaritas,obispo de Éfeso, a principios del siglo XIII, habiendoesa descripción sido objeto de cuidadoso estudio porA. Heisenberg[406]. La iglesia de los SantosApóstoles es célebre por haberse enterrado en ella alos emperadores bizantinos desde Constantino elGrande hasta los del siglo XI.

La influencia de las construcciones deConstantinopla repercutió en Oriente, como, porejemplo, en Siria, y en Occidente en Parenzo, enIstria y, sobre todo, en Ravena.

Santa Sofía puede hoy impresionarnos yencantarnos con su cúpula, con las esculturalesornamentaciones de sus columnas, con losrevestimientos de mármol policromo de sus muros ypavimento y, en especial, con la habilidad de suejecución arquitectónica; pero los maravillosos

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mosaicos de ese templo nos quedan ocultos(esperemos que sólo provisionalmente) por elestucado turco[407]. De todos modos, esa pérdidaqueda compensada en cierta medida, ya que podemoshacernos magnífica idea de lo que eran los mosaicosbizantinos merced a los de Ravena, en Italia delNorte.

Hace quince siglos Ravena figuraba entre lasciudades prósperas del litoral Adriático. En el sigloV sirvió de refugio a los últimos emperadoresromanos de Occidente; en el VI fue capital del reinoostrogodo y de mediados del VI a mediados del VIII

constituyó el centro administrativo de la Italiabizantina reconquistada a los ostrogodos porJustiniano. Allí tuvo su residencia el virrey o exarca.Ese último período fue el más brillante de Ravena,cuya vida política, económica, intelectual y artísticaalcanzó entonces su plenitud.

Los monumentos de arte de Ravena se vinculan ala memoria de tres personas: Gala Placidia, hija deTeodosio el Grande y madre del emperador deOccidente Valentiniano III; Teodorico el Grande, yJustiniano. Dejando de lado los monumentos, másantiguos, de la época de Gala Placidia y deTeodorico, hablaremos brevemente de los de laRavena del tiempo de Justiniano. En todo el curso de

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su largo reinado, Justiniano se interesó vivamente porla construcción de monumentos artísticos laicos yreligiosos y estimuló su edificación en toda la vastaamplitud de su Imperio. A raíz de la toma de Ravena,hizo terminar las iglesias comenzadas bajo losostrogodos. Entre ellas debemos mencionar dos departicular importancia artística: la de San Vital y deSan Apolinar in Classe (Classe era el puerto deRavena). El principal valor artístico de esos templosconsiste en sus mosaicos.

A unos cinco kilómetros de Ravena, en un lugardesierto y malsano ocupado en la Edad Media por elrico puerto mercantil de la ciudad, se alza la iglesia,muy sencilla de aspecto, de San Apolinar in Classe,verdadera basílica cristiana primitiva, por su forma.Junto a la iglesia se ve un campanil redondo, deconstrucción más tardía. El interior de la iglesiacomprende tres naves. Antiguos sarcófagos ornadosde imágenes escultóricas y alineados a lo largo delos muros, contienen los restos de los más célebresarzobispos de Ravena.

En la parte inferior del ábside se ve un mosaicodel siglo VI, representando a San Apolinar, patrón deRavena, en pie, alzadas las manos, rodeado decorderos, con un apacible paisaje como fondo.Encima de él, sobre el azul cielo estrellado delamplio medallón, resalta una cruz cubierta de piedras

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preciosas. Los otros mosaicos de la iglesia son deépoca más reciente[408].

Para el estudio de la obra artística del períodojustiniano, es la iglesia de San Vital de Ravena la quecontiene material más precioso. Los mosaicos delsiglo VI se han conservado en ella casi intactos hastanuestros días.

La iglesia cupulada de San Vital está, en elinterior, cubierta casi enteramente, de arriba abajo,de maravillosas ornamentaciones, escultóricas y demosaicos. Es notable en especial el ábside, por losdos famosísimos mosaicos de sus dos muroslaterales. Uno representa a Justiniano rodeado por elobispo, los sacerdotes y la corte; otro a Teodora, sumujer, con las damas de su séquito. Las vestiduras delos personajes de estos mosaicos relucen con brillo yesplendor maravillosos.

Ravena, a la que antaño se llamó la «Pompeyaitalobizantina», o la «Bizancio occidental[409]»suministra los más valiosos materiales para nuestroestudio y nos permite apreciar el arte bizantino de laprimera época, es decir, de los siglos V y VI.

La actividad constructiva de Justiniano no selimitó a templos y fortificaciones. Hizo construirtambién numerosos conventos, palacios, puentes,cisternas, acueductos, baños y hospitales.

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En las provincias remotas del Imperio, el nombrede Justiniano está vinculado a la erección delmonasterio de Santa Catalina, en el Monte Sinaí. Enel ábside de la iglesia de ese monasterio se halla unfamoso mosaico, llamado de la Transfiguración yque se hace remontar al siglo VI[410].

También nos ha legado esa época variosminiaturas y tejidos historiados[411]. Aunque, bajo lainfluencia de la Iglesia, la escultura estuvieseentonces en un período decadente, hallamosprofusión de graciosas y magníficas esculturas ycincelados, en especial en los dípticos, sobre todoconsulares, cuya serie comienza en el siglo V,terminando con la abolición del consulado, en 541.

Es interesante, en fin, observar que casi todos losescritores de ese período, así como los constructoresde Santa Sofía y de los Santos Apóstoles, eranoriundos de Asia o de África del Norte. Lacivilización del Oriente helenístico continúafecundando la vida intelectual y artística del Imperiobizantino.

Dirigiendo un examen de conjunto a las facetas,complejas y múltiples, del largo reinado deJustiniano, llegaremos espontáneamente a laconclusión de que en la mayoría de sus empresas noobtuvo los resultados perseguidos. Obvio es, que sus

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brillantes campañas militares en Occidente,consecuencia directa de su ideología de emperadorromano empeñado en reconquistar los territoriosperdidos por su Imperio, no fueron, en resumen,coronadas por el éxito. Aquellas guerras nocorrespondían para nada con los verdaderosintereses del Imperio, cuyo centro se hallaba enOriente, y contribuyeron mucho a la decadencia yruina del país. La falta de dinero, seguida de unareducción de los efectivos militares, imposibilitó aJustiniano la ocupación firme de las provinciasnuevamente sometidas, y las consecuencias de esehecho repercutieron de modo muy claro en losreinados de sus sucesores. La política religiosa delemperador fue también un fracaso, porque no produjola unidad y sólo implicó nuevas turbulencias en lasprovincias orientales, monofisistas. Más completotodavía fue el fracaso en las reformasadministrativas, que, si bien emprendidas conintenciones puras y sinceras, llevaron alempobrecimiento y despoblación de las campiñas, acausa sobre todo de los excesivos impuestos y de larapiñas de los funcionarios locales.

Pero dos de las obras de Justiniano han dejadohuella honda en la historia de la civilización humanay justifican con plenitud el sobrenombre de «Grande»que se le ha dado. Esas dos obras son su Código civil

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y la catedral de Santa Sofía.

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L

CAPÍTULO IV.LA ÉPOCA DE LA DINASTÍA

DE HERACLIO (610-717)

La dinastía de Heraclio y suorigen

a dinastía formada por Heraclio y susinmediatos sucesores en el trono de Bizancio

fue, probablemente, de origen armenio. Al menos asípodemos deducirlo de un texto del historiadorarmenio del siglo VII, Sebeos, fuente valiosa para laépoca de Heraclio. Sebeos escribe que la familia deHeraclio estaba emparentada con la famosa casaarmenia de los Arsácidas[412]. Esta declarado quedaen cierta medida contradicha por los testimonios devarias fuentes respecto a la dorada cabellera rubia deHeraclio[413]. Heraclio reinó del 610 al 641. d. C. suprimera mujer, Eudoxia, tuvo un hijo, Constantino,quien solo reinó, a la muerte de su padre, algunosmeses, muriendo también el 641. Se le conoce en la

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historia por el nombre de Constantino III (el nombrede Constantino II reservado a uno de los hijos deConstantino el Grande). A la muerte de ConstantinoIII, el trono fue ocupado durante varios meses porHeracleonas (Heracleon] hijo de Heraclio y de susegunda mujer Martina. Fue depuesto en el otoño deaño 641, y el hijo de Constantino III, Constante II, fueproclamado emperador y reinó de 641 a 668, Esprobable que la forma griega de su nombre, Consta:(en latín «Constans»), fuese un diminutivo deConstantino, su nombre oficial ya que en las monedasbizantinas, en los documentos oficiales de esteperíodo en Occidente, e incluso en algunas fuentesbizantinas, se le llama Constantino Parece queConstante fue el nombre que le dio el pueblo. Tuvopor sucesor a su hijo, el enérgico Constantino IV,ordinariamente llamado Pogonato, es decir «elBarbudo» (668-685).

Pero hoy se tiene casi la certeza de que elsobrenombre de Pogonato no debe atribuirse a eseemperador, sino a su padre, Constante II[414]. Con lamuerte de Constantino IV (685), termina el mejorperiodo de la dinastía heracliana. El últimoemperador de la dinastía, Justiniano II, el Rhinometa(«Nariz Cortada»), hijo de Constantino IV, reinó dosveces, de 685 a 695 y de 705 a 711, El período deJustiniano II, notable por sus numerosas atrocidades,

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no ha sido bastante estudiado. Parece razonablesuponer que las persecuciones del emperador contralos representantes de la nobleza no tuvieron porcausa pura arbitrariedad, sino el secreto descontentode aquellos aristócratas, que se negaban a aceptar lapolítica autoritaria y autocrática del emperador yprocuraban destronarle. Fue depuesto en 695,cortándosele la nariz y la lengua[415] ydesterrándosele a Querson, en Crimea, de dondelogró huir, refugiándose al lado del Kan de loskázaros, con cuya hermana había de casar. Más tarde,ayudado por los búlgaros, pudo recuperar el trono, ysu vuelta a la capital fue señalada por cruelesrepresalias contra los que habían contribuido a sucaída. Su tiranía provocó, en 711, una revolucióndurante la cual Justiniano y su familia fueronasesinados. El 711 acabó, pues, la dinastíaheracliana. En el intervalo entre los dos reinados deJustiniano II, ocuparon el trono el jefe militarLeoncio (695-698), originario de Isauria, y Apsimar,que a su exaltación al purpurado tomó el nombre deTiberio III (698-705). Ciertos eruditos ven enApsimar un hombre de origen godo-griego[416]. Trasla sangrienta deposición de Justiniano II, en 711, eltrono bizantino fue ocupado, en seis años, por tresemperadores ocasionales: el armenio Bardanes oFilípico (711-714), Artemio, rebautizado con el

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nombre de Anastasio al coronarse (Anastasio II, 714-715)[417] y Teodosio III (715-717). La anarquíareinante en el Imperio desde 695 concluyó en 717con el advenimiento del famoso León III, cuyoreinado abrió un nuevo periodo en la historia deBizancio.

Los eslavos ante los muros deConstantinopla. Las campañas

contra los persas

Heraclio fue un emperador muy capaz y activo.Tras la tiranía de Focas pareció, en cierto modo, unsoberano ejemplar. Según el poeta contemporáneoJorge de Pisidia, quien describió en versosexcelentes las campañas del nuevo emperador contralos persas y la invasión de los avaros, Heracliodeclaraba que «el poder debe brillar más por el amorque por el terror»[418].

Al llegar Heraclio al trono la situación delImperio era grave en extremo. Los persasamenazaban por el este, los avaros y eslavos por el

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norte, y en el interior reinaba la más completaanarquía tras el desgraciado gobierno de Focas. Elnuevo emperador no tenía recursos pecuniarios nifuerzas militares suficientes. Este conjunto de cosasexplica los hondos trastornos que conmovieron elImperio en la primera parte del reinado de Heraclio.

En 611, los persas emprendieron la conquista deSiria, ocupando Antioquía, la ciudad más importantede las provincias orientales bizantinas. Damasco notardó en caer en manos persas. Conclusa la conquistade Siria, los persas marcharon sobre Palestina y el614 cercaron Jerusalén, que resistió veinte días.Pasados éstos, las torres de ataque y los arietespersas abrieron brecha en las murallas y, según unafuente, «los malditos enemigos invadieron la ciudadcon rabia semejante a la de bestias furiosas odragones irritados»[419]. La ciudad fue entregada alpillaje y los santuarios cristianos destruidos. Laiglesia del Santo Sepulcro, erigida por Constantinoel Grande, fue incendiada y saqueados sus tesoros.Los cristianos sufrieron vejaciones intolerablescuando no la muerte. Los judíos de Jerusalén sepusieron al lado de los persas, participando en lasmatanzas, en las cuales, según algunas fuentes,perecieron sesenta mil cristianos. Muchos tesorosfueron transportados a Persia desde la ciudad santa.Una de las reliquias más veneradas de la Cristiandad,

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la Santa Cruz, fue llevada a Ctesifonte. Entre losprisioneros enviados a Persia estaba Zacarías,patriarca de Jerusalén[420].

Esta devastadora conquista de Palestina por lospersas y el pillaje de Jerusalén representan unmomento crítico de la historia de la provinciapalestiniana. Kondakov dice:

«Fue un desastre inaudito, tal como nohabía existido desde la toma de Jerusalénbajo el reinado de Tito. Pero esta vez no sepudo poner remedio a tal calamidad. Nuncamás la ciudad conoció período análogo a labrillante época del reinado de Constantino.Desde entonces la ciudad y sus monumentosdeclinaron de manera continua, paso a paso, ylas mismas Cruzadas, tan ricas enconsecuencias y en diversos provechos paraEuropa, no provocaron sino turbación,confusión y degeneración en la vida deJerusalén. La invasión pérsica tuvo comoefecto un cambio inmediato de la situacióncreada por la artificial importación de lacivilización grecorromana a Palestina. Lainvasión arruinó la agricultura, despobló lasciudades, aniquiló gran número de conventos

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y monasterios, detuvo el desarrollo delcomercio. Aquella invasión libertó a lastribus merodeadoras árabes de lasconvenciones que las trababan y del miedoque las retenía, y así comenzaron a fundar launidad que hizo posibles las grandesinvasiones del período posterior… Palestinaentra de tal suerte en ese período turbulentoque sería lícito calificar de medieval sí no sehubiese prolongado hasta nuestros días»[421].

La facilidad con que los persas señorearon Siriay Palestina se explica en parte por las condicionesreligiosas de la vida de aquellas provincias. Lamayoría de los pobladores, sobre todo en Siria, nocompartía la doctrina ortodoxa oficial sostenida porel gobierno de Constantinopla. Los nestorianos, ydespués los monofisistas, que habitaban en aquellasregiones, vivían duramente oprimidos, según vimos,por el gobierno de Bizancio, y por tanto preferían ladominación de los persas, adoradores del fuego,entre quienes los nestorianos gozaban de una libertadreligiosa relativamente grande.

La invasión persa no se limitó a Siria y Palestina.Parte del ejército tras cruzar toda el Asia Menor ytomar Calcedonia (a orillas del mar de Mármara,

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junto al Bósforo), acampó cerca de Crisópolis, hoyEscútari, frente a Constantinopla, mientras otroejército persa se preparaba a conquistar Egipto,Alejandría cayó, probablemente el 618 o 619. EnEgipto, lo mismo que en Palestina, la poblaciónmonofisista no apoyó con calor al gobierno bizantinoy aceptó con júbilo el dominio persa.

Para el Imperio bizantino la pérdida de Egiptofue desastrosa. Egipto era en efecto, según ya vimos,el granero de Constantinopla, y una suspensión de lossuministros de grano egipcio debía obrar gravementesobre el estado económico de la capital.

A la vez que el Imperio bizantino sufría tanpesadas pérdidas en el sur y el este, a causa de lasguerras pérsicas, surgía en el norte otro peligro, queconstituía también una seria amenaza. Las hordasávaro eslavas de la Península Balcánica, conducidaspor el Kan de los avaros, se dirigían hacia el sur,saqueando y devastando las provinciasseptentrionales. Llegaron hasta la mismaConstantinopla, donde chocaron con los muros de laciudad. Esta vez la expedición se limitó a incursionesque procuraron al kan de los avaros numerososprisioneros y rico botín, que condujo al norte[422].

Tales movimientos de pueblos dejaron huellas enlos escritos de un contemporáneo de Heraclio,Isidoro, obispo de Sevilla, quien observa en su

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crónica que «Heraclio entró en el sexto (o quinto)año de su reinado, al principio cual los eslavosconquistaron Grecia a los romanos y los persas seapodera; de Siria, Egipto, y gran número deprovincias»[423].

Tras alguna vacilación, el emperador decidióatacar a los persas. Dada la penuria del tesoro,Heraclio apeló a las riquezas de los templos de lacapital y las provincias, ordenando que setransformasen aquellos bienes en monedas de oro yplata. Como Heraclio previera, el peligro que en elnorte hacía correr al Imperio el Kan de los avaros sealejó mediante el pago de una gruesa suma de dineroy la entrega de rehenes distinguidos. Y después, en laprimavera del 622, el emperador se trasladó al AsiaMenor, donde reclutó muchos soldados,instruyéndolos en el arte de la guerra durante variosmeses. La guerra contra los persas, que tenía por finsecundario la recuperación de la Santa Cruz y de laciudad de Jerusalén, asumió formas de Cruzada.

Los historiadores modernos creen probable queHeraclio sostuviera tres campañas contra los persasentre los años 622 y 628, todas coronadas porbrillantes éxitos para las armas bizantinas. El poetacontemporáneo Jorge de Pisidia compuso en ocasiónde esos triunfos el Epinikion (Canto de victoria)titulado La Heracliada, y en uno de sus poemas

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sobre la creación, el Hexamerón o «Seis días»,aludió a la guerra de seis años en que Heracliovenció a los persas. Un historiador del siglo XX, F. I.Uspensky, compara la expedición de Heraclio a lasgloriosas conquistas de Alejandro Magno[424].Heraclio se aseguró la ayuda de las tribus caucásicasy la alianza de los kázaros. Uno de los principalesescenarios de las operaciones militares fueron lasprovincias persas del norte, fronterizas al Cáucaso.

En ausencia del emperador, ocupado en conducirlos ejércitos a aquellas lejanas expediciones, lacapital corrió un serio peligro. El kan de los avaros,rompiendo el acuerdo concluido con el emperador,marchó sobre Constantinopla (626) con inmensashordas de avaros y eslavos. Había llegado también aun pacto con los persas, quienes enviaron parte cíe suejército a Calcedonia. Las hordas ávaroeslavassitiaron Constantinopla, que conoció durante muchotiempo la mayor ansiedad. Pero la guarnición logrórechazar la ofensiva y al cabo hizo huir al enemigo.Cuando los persas supieron que el kan avaro,fracasando en su tentativa, se alejaba deConstantinopla, retiraron sus tropas de Calcedonia ylas enviaron a Siria. La victoria de Bizancio sobre elkan avárico en 626 fue uno de los factoresprincipales del debilitamiento del reino de losavaros[425].

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Hacia la misma época (624). Bizancio perdió susúltimas posesiones en España. La conquista de talesposesiones fue concluida por el rey visigodo españolSuintila. Sólo quedaron en manos del emperador lasBaleares[426].

A fines del año 627 Heraclio deshizo porcompleto a los persas en una batalla sostenida nolejos de las ruinas de la antigua Nínive (en lascercanías de la actual Mossul, sobre el Tigris), yavanzó hacia el interior de las provincias centralesde Persia. Cayó en sus manos un rico botín. Elemperador envió a Constantinopla un largo y triunfalmanifiesto describiendo sus éxitos militares sobre lospersas y anunciando el final y brillante desenlace dela guerra[427]. Su mensaje fue leído desde el púlpitode Santa Sofía. Entre tanto, el rey persa, Cosroes fuedestronado y muerto, y el nuevo soberano, Kavad-Siroes, entabló tratos de paz con Heraclio. Por lasestipulaciones del nuevo acuerdo los persasdevolvía: al Imperio bizantino las provincias que lehabían conquistado, es decir, Siria Palestina yEgipto, y reintegraban la Santa Cruz. Heracliovolvió, victorioso, a Constantinopla y a poco seencaminó a Jerusalén con su mujer, Martina, llegandoel 21 de marzo del 630[428]. La Santa Cruz, devueltapor los persas, fue situada en su antiguo lugar, con

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gran júbilo de todo el mundo cristiano. Unhistoriador armenio contemporáneo (Sebeos) escribeen esta ocasión: «Hubo mucha alegría aquel día a suentrada en Jerusalén: ruido de lloros y suspiros,abundantes lágrimas, una inmensa llama en loscorazones, un desgarramiento de las entrañas del rey,de los príncipes, de todos los soldados y habitantesde la ciudad; y nadie podía cantar los himnos delSeñor a causa del grande y punzante enternecimientodel rey y de toda la multitud. Él la restableció (lacruz) en su lugar y repuso todos los objetoseclesiásticos cada uno en su sitio, y distribuyó atodas las iglesias y a los moradores de la ciudadpresentes y dinero para el incienso»[429].

Es interesante notar que la victoria de Heracliosobre los persas está mencionada en el Corán, dondeleemos: «Los griegos fueron vencidos por lospersas… pero después de su derrota los vencieron asu vez, pasados pocos años»[430].

La guerra pérsica de Heraclio representa paraBizancio una fecha trascendente de su historia. De lasdos principales potencias que alegaban pretensionesuniversales en la Alta Edad Medía, es decir, Persia yBizancio, la primera perdió entonces su importancia,trocándose en un Estado débil y dejando en breve detener existencia política a consecuencia de lasinvasiones árabes. En cambio, el victorioso Imperio

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bizantino dio un golpe mortal a su sempiternoenemigo, recuperó sus perdidas provinciasorientales, devolvió a la Cristiandad la Santa Cruz ytodo ello mientras libraba a la capital de laformidable amenaza de las hordas ávaroeslavas. ElImperio bizantino parecía en la cúspide de su gloria ypujanza. El historiador italiano Pernice escribe alpropósito: «En 629 la gloria de Heraclio está en suapogeo; la luz de su genio ha disipado la obscuridadsuspendida sobre el Imperio; ante los ojos de todosparece abrirse una era gloriosa de grandeza y paz. Eltemido enemigo de siempre, Persia, está abatido endefinitiva; en el Danubio, la potencia de los avarosdeclina rápidamente. ¿Quién, pues, podía resistir alas armas bizantinas? ¿Quién podía amenazar alImperio?»[431].

El soberano de la India envió a Heraclio unafelicitación tras la victoria bizantina sobre lospersas, remitiéndole a la vez gran cantidad depiedras preciosas[432]. Dagoberto, rey de los francos,expidió a Bizancio enviados extraordinarios yconcluyó con Heraclio una paz perpetua[433]. Y en630 Borana, reina de los persas, concluyó, pareceque por oficios de un embajador especial, una paz enregla con Heraclio[434].

Tras el feliz desenlace de la guerra persa,

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Heraclio, en 629, tomó por primera vez el nombreoficial de «basileo». Tal nombre existía hacía siglosen Oriente, y sobre todo en Egipto, y desde el siglo IVhabíase hecho corriente en las zonas de lengua griegadel Imperio, pero sin ser reconocido todavía comotítulo oficial. Hasta el siglo VII, el equivalente griegodel latino «imperator» había sido la palabra«autocrator», es decir, «autócrata», queetimológicamente no correspondía al sentido de«imperator». El único soberano extranjero a quien elemperador bizantino consentía en titular basileo erael rey de Persia (salvo también el remoto monarcaabisinio). Bury escribe: «Mientras hubo en elexterior un gran basileo independiente del Imperioromano, los emperadores se abstuvieron de adoptarun título que hubieran compartido con otro monarca.Pero cuando ese monarca hubo sido reducido a lacondición de vasallo dependiente y dejó de existircompetencia entre ambos Imperios, el emperadorindicó al mundo su victoria tomando oficialmente eltítulo que oficiósamente se le daba desde hacíasiglos»[435]. En las provincias recuperadas —Siria,Palestina, Egipto—, donde había una proporcióndominante de monofisitas, se presentó otra vez elangustioso e importantísimo problema de la actituddel Gobierno hacia los monofisistas. Por otra parte,la larga y persistente lucha de Heraclio contra los

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persas, a pesar de su éxito final, produjo unmomentáneo debilitamiento del poder militar delImperio bizantino, como consecuencia de las fuertespérdidas en hombres y dinero. Además, el Imperio noobtuvo el período de calma que necesitaba tanto. Enefecto, a poco de la guerra pérsica apareció unaamenaza formidable y completamente inesperada,cuya gravedad no se comprendió bien al principio: elpeligro árabe. Los árabes abrieron una nueva era dela historia del mundo al invadir los territorios delImperio bizantino y de Persia.

Gibbon habla de este empuje árabe en lostérminos siguientes: «Mientras el emperadortriunfaba en Constantinopla o en Jerusalén, unaobscura ciudad de los confines de Siria era puesta asaco por los sarracenos, quienes destrozaron losejércitos que avanzaban en socorro de la población,incidente trivial e irrisorio de no haber preludiadouna revolución formidable. Aquellos saqueadoreseran los apóstoles de Mahoma, su fanático valorhabía surgido en el desierto, y en los últimos ochoaños de su reinado, Heraclio perdió, a manos de losárabes, las mismas provincias que había obligado alos persas a devolverle»[436].

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Los árabes. Mahoma y el Islam

Mucho antes de la era cristiana, los árabes,pueblo de origen semítico, ocuparon la PenínsulaArábiga y el desierto de Siria, continuacióngeográfica de la Península al norte y que se extiendehasta el Eufrates. La Península Arábiga, equivalentepoco más o menos a la cuarta parte de Europa, estábordeada por el golfo Pérsico al este, el océanoíndico al sur y el mar Rojo al oeste, mientras al nortepenetra, casi sin transición, en el desierto sirio. Lasprovincias más conocidas de la Península eran: 1.ª, elNedj, en la meseta central; 2.ª, el Yemen o ArabiaFeliz, al sur de la península; 3.ª, el Hedyaz, fajaestrecha a lo largo del mar Rojo, que se extendía delYemen al norte de la península. Este árido país no erahabitable en todas sus partes. Los árabes, pueblonómada, moraban especialmente en el norte y centrode Arabia. Los beduinos se consideraban losrepresentantes más puros y auténticos de la razaárabe y únicos poseedores de dignidad y de valorespersonales. A más de los beduinos nómadas habíaalgunos sedentarios, establecidos en un corto númerode ciudades y aldeas y a quienes los beduinos,errantes trataban con arrogancia cuando no conindiferencia.

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El Imperio romano había necesariamente deentrar en conflicto con las tribus árabes de la fronteraoriental siria, y se vio forzado a tomar medidas paraproteger territorio ocupado por sus enemigos. Conesta intención los emperadores romanos mandaronconstruir una serie de fortificaciones fronterizas, elllamado «limes» sirio, análogo, en menor escala porsupuesto, al famoso «limes romanus» de la fronteradanubiana, que se elevó con miras a la defensa delImperio contra las invasiones germánicas. Algunasruinas de las principales fortificaciones romanas dela frontera siria subsisten aún hoy.

Desde el siglo antes de J. C. comenzaron aformarse Estados independientes entre los árabes deSiria. Tales Estados sufrieron mucho la influencia delas civilizaciones griega y aramaica. Así se les da aveces el nombre de reinos helenísticosáraboarameos. Entre sus ciudades, Petra se convirtióen particularmente floreciente y próspera, gracias asu ventajosa situación en el cruce de varios grandescaminos comerciales. Las magníficas ruinas de estaciudad atraen hoy aún la atención de los historiadoresy arqueólogos contemporáneos.

Desde el punto de vista de la civilización y desdeel político, el más importante de todos los reinosárabosirios de la época del Imperio romano fue el dePalmira, que tuvo por soberana a la que los autores

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romanos y griegos llaman Zenobia. Aquella valerosareina, mujer de cultura helenística, fundó en lasegunda mitad del siglo ni después de J. C. un granEstado, conquistando Egipto y la mayor parte delAsia Menor. Según B. A. Turaiev, ésa fue la primeraadvertencia de la reacción de Oriente y de la divisióndel Imperio en dos partes, oriental y occidental. Elemperador Aureliano restableció la unidad delImperio y, en 273, la reina vencida hubo de seguir elcarro del emperador triunfante a la entrada de éste enRoma. La rebelde Palmira fue destruida. Susimponentes ruinas atraen tanto como las de Petra alos sabios y turistas contemporáneos. El famosomonumento epigráfico de Palmira, la «carta»palmiriana, grabada en una piedra enorme y quecontiene preciosos informes sobre el comercio yhacienda de la ciudad, ha sido transportada a Rusia yse halla ahora en el «Ermitage» de Leningrado.

Dos dinastías árabes habían desempeñado yacierto papel en el transcurso del período bizantino.La primera, la de los Gasánidas de Siria, detendencias monofisistas, vasalla de los emperadoresbizantinos en algún modo, hízose muy poderosa en elsiglo VI, bajo Justiniano, al cambiarse en auxiliar delImperio bizantino en las empresas orientales de éste.Tal dinastía cesó probablemente de existir aprincipios del siglo VII, cuando los persas

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conquistaron Siria y Palestina. La segunda dinastíaárabe, la de los Lajmitas, tuvo por centro la ciudadde Hira, junto al Eufrates. Por sus relaciones devasallaje con los persas Sasánidas, era hostil a losGasánidas. Dejó de existir también a principios delsiglo VII.

El cristianismo, bajo su forma nestoriana, tuvo enHira un grupo de adeptos, siendo reconocido inclusopor algunos miembros de la dinastía Lajmita. Ambasdinastías hubieron de defender las fronteras de sureino: los Gasánidas junto a Bizancio; los Lajmitasjunto a Persia. Habiendo al parecer dejado de existirambos Estados vasallos en el siglo VII, cuandocomenzó la expansión del Islam no había una solaorganización política digna del nombre de Estado enlos límites de la Península arábiga y del reino deSiria. Por otra parte existía en el Yemen, como vimosya, un reino de sabeoshimiarítas (homeritas), fundadoa fines del siglo II antes de J. C.; pero hacia 570 elYemen fue conquistado por los persas[437].

Antes de la época de Mahoma, los antiguosárabes estaban organizados en tribus. Lo único queengendraba entre ellos comunidad de intereses eranlos lazos de sangre, y tal comunidad se manifestabacasi exclusivamente por la aplicación de principioscoercitivos y caballerescos, como ayuda, protección

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o venganza sobre los enemigos cuando la tribupadecía algún insulto. La más ínfima circunstanciapodía originar una lucha larga y sangrienta entretribus. Se hallan alusiones a esos antiguos tiempos ycostumbres en la vieja poesía árabe, así como en latradición prosaica. La animosidad y la arroganciapresidían las recíprocas relaciones de las diferentestribus de la Arabia preislámica.

Los conceptos religiosos de los árabes deentonces eran muy primitivos. Las tribus teníandioses propios y objetos sagrados, como piedras,árboles, fuentes… Mediante ellos, trataban depresagiar el futuro. En ciertas regiones de Arabiapredominaba el culto de los astros. Según unespecialista de la antigüedad árabe, los árabesantiguos, en su experiencia religiosa, apenassuperaban el fetichismo[438]. Creían en la existenciade fuerzas amigas y, con más frecuencia, enemigas, alas que llamaban «dinns» o demonios. Su conceptode un poder superior invisible, el de Alá, adolecía degran imprecisión. Probablemente desconocían laplegaria como forma de culto, y cuando se dirigían ala divinidad su invocación era de ordinario unapetición de ayuda con miras a una venganza motivadapor alguna injusticia u ofensa padecida. Goldziherafirma que «los poemas preislámicos que nos hanllegado no contienen alusión alguna a un impulso

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hacia lo divino, ni siquiera en las almas mássublimes, y no nos dan sino muy pobres indicacionessobre su actitud ante las tradiciones religiosas de supueblo»[439].

La vida nómada de los beduinos era naturalmentedesfavorable al desenvolvimiento de lugares fijosconsagrados a un culto religioso, aunque fuese en unaforma primitiva. Pero al lado de los beduinos estabanlos habitantes sedentarios de las ciudades y aldeasnacidas y desarrolladas junto a los caminos detráfico, sobre todo a lo largo de las rutas caravanerasque iban de sur a norte, es decir, del Yemen aPalestina, Siria y la Península del Sinaí. La más ricade las ciudades que bordeaban este camino era LaMeca (Maceraba, en los antiguos escritos), famosa yamucho antes de Mahoma. Seguíala en importanciaYathrib, la futura Medina, harto más al norte.Aquellas ciudades constituían excelentes etapas paralas caravanas mercantiles que iban de norte a sur yviceversa. Había muchos judíos entre los mercaderesde La Meca y Yathrib, así como entre los habitantesde otras zonas de la Península, cual el Yemen y elHedyaz septentrional. Desde las provinciasromanobizantinas de Palestina y Siria, al norte, ydesde Abisinia, al sur, acudían a la penínsulanumerosos cristianos. La Meca se convirtió en elprincipal centro de contacto de la desigual población

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de la península. Desde época muy remota poseía laciudad un santuario, la Kaaba (el Cubo) cuyocarácter original no era específicamente árabe.Consistía en una construcción de piedra, de 35 piesde altura, que encerraba el principal objeto de culto,la piedra negra. La tradición declaraba que aquellapiedra era un don del cielo y asociaba la elevacióndel santuario al nombre de Abraham. Gracias a suventajosa situación, La Meca era visitada pormercaderes de todas las tribus árabes. Ciertasleyendas afirman que, para atraer más visitantes a lapoblación, se habían colocado en el interior de laKaaba ídolos de diversas tribus, a fin de que losmiembros de cada tribu pudiesen adorar su divinidadfavorita durante su estancia en La Meca. El númerode peregrinos aumentaba constantemente, siendo enespecial considerable durante el período sacro de la«Tregua de Dios», práctica que garantizaba más omenos la inviolabilidad territorial de las tribus queenviaban representantes a La Meca. La época de lasfiestas religiosas coincidía con la feria grande de LaMeca, feria en que los mercaderes árabes yextranjeros efectuaban sus transacciones comerciales,las cuales dejaban a la ciudad enormes provechos. Laciudad enriquecióse muy de prisa. Hacia el siglo V

de J. C. empezó a dominar en La Meca la poderosatribu de los Koraichitas. Los intereses materiales de

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los ávidos moradores de La Meca no se descuidabany a menudo las colectas sagradas utilizábanse porellos para satisfacción de sus intereses egoístas.Según un sabio, «con la dominación de la nobleza,encargada de cumplir las ceremonias tradicionales,la ciudad tomó un carácter materialista, arrogante yplutocrático. No cabía encontrar allí profundassatisfacciones religiosas»[440].

Bajo la influencia del judaísmo y delcristianismo, que los árabes tuvieron múltiplesocasiones de conocer en La Meca, aparecieron,incluso antes de Mahoma, algunos individuosrealmente inspirados por ideales religiosos muydiversos del árido ritual de las viejas costumbresidolátricas. Los conceptos de aquellos modestosapóstoles aislados se distinguían por su aspiraciónhacia el monoteísmo y su aceptación de una vidaascética. Pero todos se contentaron con suexperiencia propia, sin influir ni convertir a quienesles rodeaban.

Quien unificó a los árabes y fundó una religiónuniversal fue Mahoma, primero humilde predicadorde la penitencia, profeta después y más tarde jefe deuna comunidad política.

Mahoma nació hacia el 570. Pertenecía al clanHachimita, uno de los más pobres de la tribuKoraichita. Sus padres murieron siendo él muy joven

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y hubo de ganarse la vida trabajando. Fue, pues,conductor de camellos en las caravanas mercantilesde la acaudalada viuda Jadidya. Al casarse con éstamejoró mucho su situación material. Era hombre detemperamento nervioso y enfermizo.

Habiendo entrado en contado con cristianos yjudíos, sufrió mucho la influencia de unos y otros yempezó a meditar cada vez más sobre la organizaciónreligiosa de La Meca. Las dudas que surgíanfrecuentemente en su alma hacían nacer en élmomentos de desesperación y sufrimiento infinitos.Padecía en ocasiones crisis nerviosas. Durante suspaseos solitarios por los arrabales de La Meca leatormentaban visiones y al fin concluyó por arraigaren él la convicción de que Dios le había designadopara salvar a su pueblo, que seguía la senda delerror.

Mahoma contaba cuarenta años cuando seresolvió a expresar sus miras francamente, sí bien,con modestia, empezó por predicar la moral sólo enel seno de su propia familia. Luego predicó ante ungrupo reducido de gente de clase inferior, y a pocohubo ya ciudadanos distinguidos que le escuchaban.Pero los jefes de los Koraichitas se declararon contraél y le hicieron imposible la residencia en La Meca.Entonces, acompañado de sus secuaces, abandonó ensecreto la ciudad (622) y se encaminó a Yalhrib, al

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norte, cuyos moradores, comprendido el elementojudío, le habían rogado a menudo que fuese a vivirentre ellos, prometiéndole mejores condiciones deexistencia.

El año de la marcha de Mahoma a Medina, ocomo se suele llamar incorrectamente, el año de suhuida («hichra» en árabe, reformado por loseuropeos en «hégira») es el punto de partida de laera musulmana[441].

Los árabes y todos los demás pueblosmahometanos fijan el principio de su era en el año622 y para establecer su cronología se sirven del añolunar, un tanto más corto que el solar. De ordinariolos musulmanes consideran el viernes 16 de julio del622 como el día inicial del primer año de la hégira,pero la práctica no data sino de dieciséis añosdespués.

La población de Yathrib recibió con entusiasmo aMahoma y a sus compañeros y más tarde cambió elnombre de Yathrib en Medinat el Nabi, o «Ciudaddel Profeta».

No debemos olvidar que la insuficiencia defuentes primitivas referentes al mahometismo nospone en la práctica en tal situación, que no poseemosinforme auténtico alguno sobre la vida de Mahomacon anterioridad a la hégira. En esa época suenseñanza era tan imprecisa que rayaba en lo caótico

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y no es posible darle aún el nombre de religiónnueva.

En Medina, Mahoma se convirtió en jefe de unagran comunidad y comenzó a asentar las bases de unEstado político sobre fundamentos religiosos.Después de desarrollar los principios esenciales desu religión, creado ciertas ceremonias religiosas yreforzado su situación política, levantó un ejército yen 630 tomó La Meca. Ya en la ciudad hizodesaparecer todos los ídolos y todas lassupervivencias del politeísmo. La base de la nuevareligión era el culto de un Dios único: Alá. Mahomaconcedió a todos sus enemigos una especie deamnistía, gracias a lo cual la ocupación de La Mecano acarreó muertes ni saqueos. Desde entoncesMahoma y sus seguidores pudieron peregrinarlibremente a La Meca y practicar sus nuevos ritos.Murió Mahoma el 632.

Aquel hombre no era un lógico y por tanto resultadifícil presentar su doctrina religiosa de manerasistemática. Tal doctrina no constituía una creaciónoriginal, sino que se había desenvuelto bajo el influjode otras religiones: cristianismo, judaísmo y en parteel parsismo o zoroastrismo, religión del reino persade los Sasánidas en aquella época. Modernoshistoriadores llegan a la conclusión de que «lacomunidad mahometana primitiva, contrariamente a

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la opinión extendida antes, estaba más profundamenteadherida a los ideales cristianos que aljudaísmo»[442]. Fuese como fuera, Mahoma habíaconocido otras religiones en su juventud, durante susviajes con las caravanas y más tarde a La Meca y aYathrib (Medina). El rasgo más típico de su doctrinaes el dogma de la completa dependencia del serhumano respecto a Dios y la ciega resignación a lavoluntad divina. La fe es estrictamente monoteísta yse considera a Dios como posesor de un poderilimitado sobre sus criaturas. La religión mahometanatoma el nombre de Islam, que significa «resignacióno sumisión a Dios[443]» y los sectarios del Islamfueron llamados musulmanes o mahometanos.

El dogma fundamental de la religión islámica esla unidad de Dios, o Alá. La proposición: «Sólo hayun Dios y Mahoma es su profeta» constituye uno delos principios esenciales del Islam. Moisés y Jesússon reconocidos como profetas. El Cristo es elprofeta penúltimo; pero la nueva religión proclamaque ninguno es tan grande como Mahoma. Durante suresidencia en Medina, Mahoma declaró que sudoctrina religiosa era la restauración en su plenapureza de la religión de Abraham, corrompida porlos judíos y los cristianos. Uno de los primerosproblemas que se le presentó a Mahoma fue hacersalir a los árabes de su estado de barbarie

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(«Dyahiliyya», en árabe), e inculcarles principiosmorales más elevados. Oponiéndose a las cruelescostumbres difundidas en el país predicó, en lugar dela venganza, la paz, el amor, el dominio de sí mismo.Puso fin de la costumbre, existente en ciertas tribus,de enterrar vivas a las recién nacidas. Se esforzóasimismo en regularizar las relacionesmatrimoniales, limitando la poligamia en ciertamedida al reducir el número de mujeres legítimas.No se podían tener más que cuatro, y en este puntoMahoma no permitió a nadie, salvo a sí mismo,tomarse libertades con el dogma. Las viejasconcepciones de clan se substituyeron en la nuevareligión por la idea de los derechos personales,incluido el derecho de heredar. Mahoma introdujoigualmente ciertas prácticas relativas a la plegaria yel ayuno: durante la oración debía volverse la vistaen dirección a la Kaaba, y en el noveno mes, el deRamadán, se fijó un largo período de ayuno. Eldescanso semanal se estableció en el viernes. Lanueva religión prohibía el uso del vino, de la sangre,del cerdo, de la carne de los animales muertos demuerte natural o que hubiesen servido parasacrificios a los ídolos paganos. También se prohibíael juego. Se establecía la creencia en los ángeles y enel diablo. Los conceptos del Cielo y del Infierno, dela Resurrección y del Juicio Final, eran de naturaleza

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netamente materialista. Los elementos esenciales deesas concepciones se hallan en la literatura apócrifajudeocristiana. La gracia de Dios, el arrepentimientode los pecadores, la recompensa de las buenasacciones formaban parte de la doctrina de Mahoma.

Las prescripciones religiosas y reglas del Islam,tal como existen hoy, se han desarrollado sin duda,poco a poco, después de la muerte de Mahoma. Asípor ejemplo, en la época de los Ommiadas la oracióna horas fijas no estaba instituida de manerarigurosa[444]. Las prácticas pueden reducirse a lascinco siguientes: 1) reconocer a un solo Dios, Alá, ya su profeta Mahoma; 2) hacer, a las horas fijadas,determinadas plegarias siguiendo estrictamente elritual prescrito; 3) contribuir con cierta suma dedinero a los gastos militares y a los de caridad de lacomunidad mahometana; 4) ayunar durante el mes deRamadán; 5) efectuar una peregrinación a la Kaabade La Meca (peregrinación que se denomina«hadeh»).

Los principios fundamentales y el conjunto de lasreglas de la religión musulmana se consignan en unlibro sagrado, el libro de las revelaciones deMahoma, o Corán, subdividido en 114 capítulos(«Sura», en árabe).

Los relatos sobre la predicación y los actos deMahoma, reunidos más tarde en libros diversos,

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llevan el nombre de «Sunna».La historia de los principios del Islam en el

período de Mahoma es obscura y de las que más seprestan a la controversia, dado el estado actual de lasfuentes que hablan de ese período. Sin embargo, talcuestión es de extrema importancia para la historiadel Imperio bizantino en el siglo VII, porque susolución puede influir mucho en la explicación que seatribuya a los rápidos y asombrosos éxitos militaresde los árabes cuando éstos tomaron a los bizantinossus provincias orientales y meridionales: Siria,Palestina, Egipto y el África del Norte.

Para dar una idea de las contradicciones queexisten en la ciencia respecto al Islam, citaremos lasopiniones de tres sabios especialistas en la materia.Goldziher[445] escribe: «No puede haber duda:Mahoma pensó en propagar su religión allende lasfronteras de Arabia y en transformar su doctrina,primero predicada a sus cercanos parientes, en unafuerza de dominación universal». Otro sabio,Grimme, declara que, apoyándose sobre el Corán, sellega a la conclusión de que el fin principal delislamismo era la posesión completa de Arabia[446]. Yun tercer sabio contemporáneo, Caetani, afirma queel profeta no soñó nunca en convertir toda Arabia nia todos los árabes[447].

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En vida de Mahoma, no toda Arabia se sometió asu dominio. En general puede decirse que Arabia noha reconocido nunca un señor único. En realidadMahoma rigió un territorio acaso inferior al tercio dela península. Las provincias que dominó quedaronmuy influidas por los conceptos islámicos, pero elresto de Arabia continuó teniendo una organizaciónpolítica y religiosa muy poco diversa a la que habíaconocido antes de Mahoma. Como sabemos, elsudoeste de la península era cristiano. Las tribusárabes de la Arabia nordeste habían adoptadotambién el cristianismo, que no tardó en ser lareligión dominante en Mesopotamia y en lasprovincias árabes ribereñas del Eufrates. Entre tantola religión oficial persa declinaba de modoacelerada, declinante. De forma que cuando Mahomamurió no era el soberano político de toda Arabia nisu jefe religioso.

Es interesante notar que al principio el Imperiobizantino consideró al Islam como una especie dearrianismo, colocándolo en el mismo pie que a lasdemás sectas cristianas. La literatura apologética ypolémica de Bizancio discutió con el Islam lo mismoque había hecho con los monofisistas, monotelistas ysectarios de otras herejías. Juan Damasceno,miembro de una familia sarracena, que vivió en lacorte musulmana en el siglo VIII, no veía en el Islam

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una nueva religión, sino que la consideraba unaespecie de cisma, de carácter análogo a las otrasherejías precedentes. Los historiadores bizantinostestimonian muy poco interés por la revelación deMahoma y el movimiento político que inició[448]. Elprimer cronista que da algunos datos sobre la vida deMahoma, «soberano de los sarracenos yseudoprofeta», es Teófanes, que escribió en laprimera mitad del siglo IX[449].

Incluso para la Europa occidental del Medievo,el Islam no fue una religión distinta, sino una sectacristiana, emparentada, por sus dogmas, con elarrianismo. En el último período de la Edad Media,Dante, en su Divina Comedia, considera a Mahomacomo un hereje y le llama «sembrador de escándalo yde cisma» («seminator di scandalo e di scisma»)(Inferno, XXVIII, 31-36).

Causas de las conquistas árabesen el siglo VII

Se menciona habitualmente el entusiasmo

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religioso de los musulmanes, que alcanzaba confrecuencia el grado supremo del fanatismo y laintolerancia, y se ve en él una de las causasdeterminativas de los pasmosos éxitos militareslogrados por los árabes en su lucha contra Persia ycontra el Imperio bizantino en el siglo VII. Sepretende que los árabes se precipitaron sobre lasprovincias asiáticas y africanas con la determinaciónde cumplir la voluntad de su profeta, que les habíaprescrito la conversión de todo el mundo a la nuevafe. En resumen, suelen explicarse en general lasvictorias árabes por el entusiasmo religioso quepreparaba a los musulmanes fanáticos a mirar lamuerte con desprecio, haciéndoles así invencibles enla ofensiva.

Este concepto debe ser considerado desprovistode fundamento. A la muerte de Mahoma no había másque un pequeño número de musulmanes convencidos,y por ende ese pequeño número permaneció enMedina hasta que las primeras grandes conquistasestuvieron consumadas. Muy pocos adeptos deMahoma combatieron en Siria y Persia. La aplastantemayoría de combatientes árabes la formabanbeduinos, que solo conocían de oídas el Islam. No secuidaban de nada sino de los beneficios materiales yterrenos, y no pedían otra cosa que botín y undesenfreno sin límites. El entusiasmo religioso no

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existía entre ellos para nada. Por otra parte, el Islam,en sus principios, era tolerante por esencia. El Corándice:

«No se haga violencia en materiareligiosa; la verdad se distingue bien delerror» (II, 257). Harto conocida es laindulgencia del Islam, en sus orígenes, conjudíos y cristianos. El Corán habla también dela tolerancia de Dios respecto a las obrasreligiosas: «Si Dios hubiese querido, nohabría hecho sino un solo pueblo de todoslos hombres» (XI, 120)[450].

El fanatismo religioso y la intolerancia de losmusulmanes son fenómenos posteriores, extraños alpueblo árabe y explicables por la influencia de losprosélitos mahometanos. Así, la teoría de que elentusiasmo religioso y el fanatismo fueron causas delas victoriosas conquistas de los árabes en el sigloVII debe ser rechazada.

Ciertos estudios recientes, como el de Caetani, seesfuerzan en demostrar que las causas verdaderas delirresistible avance de los árabes fueron de orden máspráctico, más material. Arabia, reducida a susrecursos naturales, 110 podía satisfacer ya las

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necesidades físicas de su población y entonces, bajola amenaza de la miseria y el hambre, los árabes sevieron en la precisión de hacer un esfuerzodesesperado para librarse «de la ardiente prisión deldesierto». Serían, pues, las insoportablescondiciones de su vida las que habrían motivadoaquel incontenible impulso que lanzó a los árabeshacia el Imperio bizantino y Persia, y no se debe, ental caso, buscar el menor elemento religioso en sumovimiento[451].

Pero, aun admitiendo hasta cierto punto laexactitud de esa tesis, no pueden explicarsecompletamente los éxitos militares de los árabes porsus necesidades materiales. Se ha de reconocer queentre las causas de sus victorias figura también elestado interno de las provincias orientales ymeridionales de Bizancio —Siria, Palestina y Egipto— tan fácilmente ocupadas por los árabes. Variasveces hemos indicado el creciente descontento deaquellas provincias, irritadas por razones de ordenreligioso. Siendo monofisistas y, parcialmente,nestorianas en sus convicciones, habían entrado enpugna con el gobierno central, rebelde a todaconciliación de tipo capaz de satisfacer lasexigencias religiosas de aquellos países. Ello seagudizó después de la muerte de Justiniano la políticainflexible de los emperadores hizo que Siria,

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Palestina y Egipto se sintieran dispuestas adesgajarse del Imperio, y prefirieron someterse a losárabes, conocidos por su tolerancia religiosa y dequienes se esperaba que se limitasen a percibirimpuestos regulares en las provincias conquistadas.Los árabes, en efecto, como ya hemos dicho, secuidaban poco de las convicciones religiosas de lospueblos sometidos.

La parte ortodoxa de la población de lasprovincias orientales estaba también descontenta delgobierno central a causa de ciertas concesiones yciertos compromisos otorgados a los monofisistas,sobre todo en el siglo VII. Hablando de la políticamonotelita de Heraclio, Eutiquio, historiador árabecristiano del siglo X, escribe que los ciudadanos deHemesa (Homs), declararon al emperador: «Sois unmaronita (monotelita) y un enemigo de nuestrafe»[452]. Otro historiador árabe, Beladsori (siglo IX),afirma que los mismos ciudadanos se volvieron a losárabes, diciéndoles: «Vuestro gobierno y justicia nosson más agradables que la tiranía e insultos quehemos sufrido»[453]. Cierto que el testimonio emanade un escritor musulmán, pero refleja el verdaderoestado de ánimo de la población ortodoxa durante elperíodo en que Constantinopla siguió una política decompromiso religioso. Conviene también recordar

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que la mayor parte de la población de las provinciasbizantinas de Palestina y Siria era de origen semítico,que muchos de sus habitantes eran de extracciónárabe y que los conquistadores árabes encontraron enlas provincias sometidas hombres de su raza y quehablaban su propia lengua. Con expresión de unhistoriador, uno se trataba de conquistar un paísextranjero, cuyo único provecho directo serían losimpuestos, sino también de reivindicar una parte delpropio patrimonio, que declinaba, por así decirlo,bajo el cetro extranjero[454].

Además del general descontento religioso y delparentesco de la población con los árabes —doshechos muy favorables a los invasores—, convieneigualmente recordar que Bizancio y su ejércitoestaban muy debilitados tras las largas campañascontra los persas, pese al éxito final, y no podíanoponer resistencia seria a las tropas frescas de losárabes.

En Egipto, causas particulares explican la fácilconquista árabe. La primera debe buscarse en elestado general de las tropas bizantinas acantonadasen el país. Numéricamente acaso fuesen bastantefuertes, pero la organización general del ejércitoperjudicaba mucho el éxito de las operaciones.Porque el ejército egipcio, en efecto, se dividía envarios grupos, mandados por cinco jefes diferentes,

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los duques («duces»), investidos de poderes iguales.Entre esos generales no había unidad alguna deacción. La falta de coordinación a los fines de unatarea común paralizó la resistencia. La indiferenciade los gobernadores hacia, los problemas que seplanteaban en la provincia, sus rivalidadespersonales, su falta de solidaridad y su incapacidadmilitar tuvieron consecuencias nefastas. Los soldadosvalían tanto como sus jefes. El ejército egipcio eranumeroso, pero la mediocridad de los mandos y de suinstrucción hacían que no se pudiese contar con él.Los soldados se sentían inclinados a la defección demodo irresistible. El sabio francés Maspero, escribe:«Sin duda hay causas múltiples que explican losfulminantes éxitos de los árabes: el agotamiento delImperio después de la victoriosa campaña de Persia,las discordias religiosas, el odio recíproco de loscoptos jacobitas y de los griegos calcedonios. Peroel motivo principal de la derrota bizantina en el valledel Nilo fue la mala calidad del ejército al queestuvo confiada la misión de defenderlos»[455].Gelzer, «por el estudio de los papiros, llega a lassiguientes conclusiones: estima que la clase degrandes terratenientes privilegiados nacida en Egiptocon anterioridad al período de las grandes conquistasárabes se había tornado, de hecho, independiente delGobierno central, el cual no había creado

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administración local verdadera, cosa que fue una delas causas principales de la caída de la dominaciónbizantina en Egipto»[456]. Otro sabio, el francésAmélineau, apoyándose también en el estudio de lospapiros, llega a la conclusión de que, además de lomediocre de la organización militar, los defectos dela administración civil de Egipto figuraron entre losmás importantes factores que facilitaron la conquistaárabe[457].

El papirólogo inglés H. J. Bell, escribe que laconquista de Egipto por los árabes no fue «ni unmilagro ni un ejemplo de la venganza divina sobre lacristiandad extraviada, sino sólo el debilitamientoinevitable de un edificio podrido hasta elmeollo»[458].

Así, entre las razones del éxito árabe debemoscolocar en primer lugar la situación religiosa deSiria, Palestina y Egipto; los lazos de parentesco queexistía entre los habitantes de esos dos primerospaíses y los árabes; y, lo que no deja de tenerimportancia, en Egipto la incapacidad de las tropas,la ineficacia de la organización militar, lamediocridad de la administración civil y el estado delas relaciones sociales.

En cuanto a las cifras de las fuerzas enfrentadas,téngase en cuenta que la tradición histórica, tanto

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bizantina como árabe, las ha exagerado mucho. Enrealidad los ejércitos de ambos adversarios no eranmuy considerables. Ciertos eruditos evalúan lossoldados árabes que participaron en las campañas deSiria y Palestina en 27 000, y aún temen aumentar elnúmero real[459]. El ejército bizantino eraprobablemente menos numeroso todavía. Noolvidemos, en todo caso, que las operacionesmilitares fueron sostenidas, no sólo por los árabes dela península, sino por los del desierto sirio, cercanoa las fronteras persa y bizantina.

Al estudiar con profundidad los principios delIslam, se advierte que el elemento religioso pasa asegundo termino en todos los sucesos políticos deeste período. Según un historiador «el Islam setransformó en fuerza política porque sólo así podíatriunfar de sus enemigos. Si el Islam hubierapersistido siendo siempre una mera doctrina moral yreligiosa, su existencia habría terminado pronto enaquella Arabia escéptica y materialista, y sobre todoen la atmósfera hostil de La Meca»[460]. Según laopinión de otro historiador, «los campeones delIslam no se propusieron tanto la conversión de losinfieles como su sujeción»[461].

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Conquistas árabes hastaprincipios del siglo VIII.

Justiniano II y los árabes

A la muerte de Mahoma (632) su pariente Abu-Bekr fue elegido jefe de los musulmanes con el títulode «califa», es decir, «vicario». Los tres califassiguientes, Ornar, Otmán y Alí, fueron elevadostambién por elección, y en consecuencia no formaronuna dinastía. Existe muy arraigada la costumbre dedesignar a los cuatro sucesores inmediatos deMahoma con el nombre de «califas ortodoxos».

Las conquistas más importantes hechas por losárabes en territorio bizantino se desarrollaron bajo elcalifa Ornar.

Los relatos según los cuales Mahoma escribiómensajes a los soberanos de otros países, inclusoHeraclio, proponiéndoles convertirse al islamismo,con la adehala de que Heraclio contestófavorablemente, deben considerarse invenciones sinfundamento histórico[462]. No obstante, hay eruditosque hoy dan valor histórico a esacorrespondencia[463].

En vida de Mahoma, sólo aislados destacamentosde beduinos cruzaron la frontera bizantina. Pero bajo

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el segundo califa, Ornar, los acontecimientos seprecipitaron a una velocidad extraordinaria. Lacronología de las operaciones militares de la terceray cuarta décadas del siglo VII es muy obscura yconfusa. Según toda probabilidad, los hechostranscurrieron por este orden: en 634 los árabes seapoderaron de la fortaleza bizantina de Bothra(Bosra), allende el Jordán; en 635 cayó Damasco; en636 la batalla de Yarmuk abrió toda la provinciasiria a la conquista árabe y en 637 o 638 Jerusalén serindió tras un cerco de dos años. En esta últimaoperación se distinguió entre los árabes el califaOrnar y entre los sitiados el patriarca de Jerusalén,Sofronio, famoso defensor de la ortodoxia. El textode la capitulación por la que Sofronio entregabaJerusalén a Ornar, con ciertas garantías sociales yreligiosas para los pobladores cristianos de laciudad, no quedó en vigor, por desgracia, sino conulteriores modificaciones. Antes de que los árabesentrasen en Jerusalén, los cristianos habían logradosacar de la ciudad la Santa Cruz, transportándola aConstantinopla.

Con la conquista de Mesopotamia y Persia,ejecutada a la vez que esta ocupación de territoriosbizantinos, terminó el primer período de lasconquistas árabes en Asia. A fines de la terceradécada del siglo, el general árabe Amr compareció

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en la frontera oriental de Egipto, iniciando laconquista de este país. Después de la muerte deHeraclio, en 641 o 642, los árabes ocuparonAlejandría, y hacia el fin de la década 640-50 elImperio bizantino se vio obligado a renunciar aEgipto para siempre. La conquista de Egipto fueseguida de un avance árabe hacia las costasoccidentales de África del Norte. Sobre el 650, Siria,parte del Asía Menor, la Mesopotamia Superior,Palestina, Egipto y una zona de las provinciasbizantinas del África septentrional estaban bajo eldominio árabe.

Sus conquistas habían llevado a los árabes hastalas orillas del Mediterráneo, donde se les plantearonnuevos problemas, de orden marítimo. No poseíanescuadra y se hallaban impotentes ante los numerososbajeles bizantinos, para los que eran fácilmenteaccesibles las provincias árabes del litoral. Losárabes comprendieron en seguida el peligro de lasituación. El gobernador de Siria y futuro califaMo’awia, se dio a construir con actividad numerosasnaves, cuyas tripulaciones se reclutaron al principioentre la población indígena grecosiria, hecha anavegar. Recientes estudios de papiros han probadoque, a fines del siglo VII, la construcción de buenasembarcaciones y el reclutamiento de marinos,experimentados fueron uno de los problemas

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esenciales que hubo de resolver la administraciónegipcia[464].

A mediados del siglo VII, bajo Constante II, lasnaves árabes de Mo’awia, empezaron a invadir lasaguas bizantinas y los musulmanes tomaron elimportante centro marítimo de la isla de Chipre. Nolejos de la costa de Asia Menor deshicieron la flotabizantina, mandada por el emperador en persona, seapoderaron de la isla de Rodas, donde destruyeron elcélebre Coloso, y llegaron hasta Creta y Sicilia,amenazando el Egeo y Constantinopla.

Los cautivos capturados en estas expediciones,sobre todo los de Sicilia, fueron conducidos aDamasco.

Las conquistas árabes del siglo VII privaron alImperio bizantino de sus provincias orientales ymeridionales, haciéndole perder su posicióneminente de Estado más poderoso del mundo.Territorialmente disminuido, Bizancio se convirtió enun Estado con predominio de pobladores griegos,aunque no un predominio tan grande como creenciertos sabios. Los territorios donde los griegosformaban mayoría absoluta eran el Asia Menor, lasislas vecinas del mar Egeo, Constantinopla y laprovincia adyacente a la capital. Por entonces, todala Península balcánica, Peloponeso incluso, se habíamodificado mucho en su composición etnográfica, a

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causa de la aparición de grandes colonias eslavas. EnOccidente, el Imperio bizantino poseía aún partesaisladas de Italia, esto es, las no pertenecientes alreino lombardo y que eran la zona meridional de laPenínsula, con Sicilia y otras islas del Mediterráneo,Roma y el exarcado de Ravena. La población griega,especialmente numerosa en la porción meridional dela Italia bizantina, creció muy de prisa en el siglo VII

al refugiarse en Italia numerosos habitantes de Egiptoy África del Norte que no quisieron someterse a losárabes. Puede decirse que el Imperio romano setransformó entonces en un Imperio bizantino, Imperiocuyos problemas vitales se hicieron más angostos yperdieron su anterior vastedad. Ciertos historiadores—como Gelzer— piensan que las graves pérdidasterritoriales de Bizancio fueron convenientes paraesta nación en el sentido de que eliminaron loselementos extranjeros, mientras «la población delAsía Menor y de las partes de la Península balcánicaque reconocían aún la autoridad del emperador,formaba, por su lengua y religión, un todoperfectamente homogéneo y una masa perfectamenteleal»[465]. Desde mediados del siglo VII Bizanciohubo de ocuparse sobre todo de la capital, del AsiaMenor y de la Península balcánica. Por lo demás,aquellos reducidos territorios estaban expuestos a laamenaza de los lombardos, los eslavos, los búlgaros

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y los árabes. Según L. Bréhier, ese período marcapara Constantinopla el principio de su papelhistórico de defensa perpetua que dura hasta el sigloXV, con alternativas de retroceso y expansión[466].

Los progresos de la conquista árabe en África delNorte fueron detenidos durante algún tiempo por laenérgica resistencia de los bereberes. Tambiéninterrumpió la actividad militar de los árabes elconflicto interno que estalló entre el último «Califaortodoxo», Alí, y el gobernador de Siria, Mo’awia.La sangrienta lucha concluyó el 661 con el asesinatode Alí y el triunfo de su adversario, quién subió altrono, inaugurando la dinastía de los Ommiadas. Elnuevo califa hizo de Damasco la capital de su reino.

Una vez afirmado su poder en el interior,Mo’awia reanudó la ofensiva contra el Imperiobizantino, enviando su flota a Constantinopla yprosiguiendo su marcha hacía el oeste en territorioafricano.

El Imperio conoció su período más crítico bajo elreinado del enérgico Constantino IV (668-685).Entonces la flota árabe atravesó el Egeo y elHelesponto, penetró en la Propóntide y se establecióen el puerto de Cizico. Utilizando este lugar comobase de operaciones, los árabes asediaron variasveces, y siempre sin éxito, Constantinopla. Todos losaños recomenzaban el cerco, de ordinario en el estío.

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La causa esencial de que los árabes no tomasen laciudad fue que el emperador había sabido situarla enestado de oponer la necesaria resistencia.

Entre los principales factores del éxito de ladefensa bizantina figuró el empleo del «fuegogriego», llamado también «fuego líquido» o«marino», y cuya invención se debió al arquitectoCalínico, un griego de Siria, emigrado. A veces sueletenerse una idea falsa de ese invento, dado el términoque lo designa por lo general. El «fuego griego» erauna especie de composición explosiva que seproyectaba mediante tubos especiales o sifones y quese inflamaba al tropezar con las naves enemigas. Laflota bizantina comprendía buques especialesdenominados «sifonóforos», los cuales causabanterrible pánico entre los árabes. Había otrosprocedimientos para lanzar aquel fuego artificialsobre el enemigo. La característica de tal fuego eraque ardía incluso sobre el agua. Durante considerabletiempo el Gobierno guardó celosamente el secreto dela composición de tal arma nueva, que contribuyómuchas veces al éxito de las flotas bizantinas[467].

Todos los intentos árabes para tomarConstantinopla fracasaron. En 677 la flota enemiga sevolvió hacia Siria y durante el viaje, al largo de lacosta meridional del Asia Menor, fue destruida poruna violenta tempestad. En tierra tampoco tuvieron

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éxito las operaciones de los árabes. Dadas talescircunstancias, el viejo Mo’awia negoció un tratadode paz con Bizancio, comprometiéndose a pagar uncierto tributo anual[468].

Al rechazar de Constantinopla a los árabes yfirmar con ellos una paz favorable y ventajosa paraBizancio, Constantinopla prestó un gran servicio, nosólo a su propio país, sino a toda la Europaoccidental, que quedó protegida así contra el gravepeligro mahometano. El éxito de Constantino produjoviva impresión en Occidente. Según un cronista,cuando la noticia de la victoria de Constantino llegóal kan de los avaros y a otros soberanos occidentales,éstos «enviaron embajadores con regalos alemperador y le pidieron que estableciere con ellosrelaciones de paz y amistad… y hubo una gran épocade paz en Oriente y en Occidente»[469].

Durante el primer reinado de Justiniano II (685-695), sucesor de Constantino IV, se produjo en lafrontera árabe un suceso que iba a tener considerableimportancia en el ulterior desarrollo de lasrelaciones arábigo-bizantinas. Las montañas siriasdel Líbano estaban habitadas desde hacía mucho porgrupos de mardaítas, es decir, de «rebeldes», de«apóstatas», de «bandidos». Estas agrupaciones sehallaban organizadas militarmente y servían, pordecirlo así, de bastión a las autoridades bizantinas de

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la provincia. Luego que los árabes conquistaronSiria, los mardaítas se batieron en retirada hacia elnorte y permanecieron en la fronteraarábigobizantina, causando a los árabes muchasinquietudes y enojos con sus frecuentes incursionesen los distritos vecinos. Según un cronista, losmardaítas formaban «un muro de bronce»[470], queprotegía al Asia Menor de las invasiones árabes.Pero, por el tratado de paz negociado por JustinianoII, el emperador se obligaba a establecer a losmardaítas en las provincias interiores del Imperio, acambio de cuyo favor se comprometía el califa apagar cierto tributo. Tal concesión del emperadordestruyó el «muro de bronce». A continuación sehalla a los mardaítas como marinos de Panfilia (surdel Asia Menor), Peloponeso, Cefalonia y otroslugares. Su marcha de la frontera reforzó a todasluces la situación de los árabes en las provinciasrecién conquistadas y facilitó sus ulterioresmovimientos ofensivos hacia el interior del AsiaMenor. A mi juicio no tenemos pruebas suficientespara ver este hecho como el profesor Kulakovski,que lo explica por «consideración del emperadorhacia los cristianos sometidos a hombres de otrareligión»[471], La emigración de los mardaítas seexplica por motivos puramente políticos. A la vezque en Oriente se esforzaban en tomar

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Constantinopla, los ejércitos árabes reanudaban, enOccidente, la conquista de África del Norte. A finesdel siglo VII los árabes ocuparon Cartago, capital delexarcado de África y a primeros del VIII tomaronSeptena (hoy la fortaleza española de Ceuta), nolejos de las Columnas de Hércules. Hacia la mismaépoca, los árabes, mandados por Tarik, pasaron deÁfrica a España, conquistando a los visigodos lamayor parte de la Península. Del nombre de Tarikprocede el moderno nombre de Gibraltar, o«Montaña de Tarik». De tal guisa, a principios delsiglo VIII la amenaza musulmana reapareció enEuropa desde una nueva dirección, es decir, desde laPenínsula Ibérica.

Las relaciones que se establecieron entre losárabes y las poblaciones de Siria, Palestina y Egiptodifirieron mucho de las que se vio surgir en Áfricadel Norte, esto es, en los territorios actuales deTripolitania, Túnez, Argelia y Marruecos. En Siria,Palestina y Egipto, los árabes, lejos de encontrarresistencia seria, hallaron más bien simpatía y ayudaen la población. Dada esta actitud, los árabes tratarona sus nuevos súbditos con gran tolerancia. Salvoraras excepciones, dejaron sus templos a loscristianos, les permitieron celebrar sus oficiosreligiosos y no exigieron, en cambio, sino el pago deun impuesto regular y la fidelidad política de los

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cristianos a los soberanos árabes. Jerusalén, uno delos lugares más venerados de la cristiandad, quedóabierto a los peregrinos que acudían a Palestinadesde los más remotos puntos de la EuropaOccidental para adorar los Santos Lugares. La ciudadconservó sus hospederías y hospitales para losperegrinos. En Siria, Palestina y Egipto los árabesentraron en contacto con la civilización bizantina,cuyo influjo no tardó en manifestarse sobre ellos. Enresumen, conquistadores y conquistados vivieron enSiria y Palestina en relaciones pacíficas que duraronconsiderable tiempo. En Egipto la situación era algomenos satisfactoria, pero incluso en este país loscristianos gozaban de gran tolerancia, al menos alprincipio de la dominación árabe.

A raíz de la conquista musulmana, lospatriarcados de las provincias ocupadas cayeron enmanos de los monofisistas. No obstante, losgobernadores árabes concedieron ciertos privilegiosa la población ortodoxa de Siria, Palestina Egipto, yal cabo de cierto tiempo fueron restablecidos lospatriarcados ortodoxos de Alejandría y Antioquía,los cuales subsisten aún hoy. Un historiado: geógrafoárabe del siglo X, Masudi, declara que bajo eldominio árabe las cuatro montañas sagradas —elSinaí, el Horeb, el Monte de los Olivos, junto aJerusalén el Monte del Jordán, es decir, el Monte

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Tabor— quedaron todas en manos de los ortodoxos.Sólo poco a poco los monofisistas y otros herejes,así como musulmanes, arrebataron a los ortodoxos elculto de Jerusalén y los Santos Lugares. Más tardeJerusalén fue elevada a ciudad santa musulmana,como la Meca y Medina. Para los mahometanos, elcarácter sagrado de la ciudad fundaba en queMo’awia había asumido allí la calidad de califa[472].

La situación en África del Norte era muydiferente. La gran mayoría las tribus bereberes,aunque hubiese adoptado oficialmente elcristianismo, permanecía en su barbarie de antaño yopuso una fuerte resistencia a los ejércitos árabes,que respondieron a tal oposición con tremendasdevastaciones de: territorios bereberes. Millares decautivos fueron llevados a Oriente y vendidos comoesclavos. «Aún hoy —escribe Piehl—, en lasciudades muertas de Tún que permanecen en sumayor parte tal como la invasión árabe las dejó, seencuentran a cada paso las huellas de aquellosterribles estragos»[473]. Cuando fin lograron losárabes conquistar las provincias del norte de África,muchos lugareños emigraron a Italia y a Galia. LaIglesia africana —antes tan famosa en los canales delcristianismo— sufrió enormemente. Al respecto deestos sucesos dice Diehl: «Durante cerca de dossiglos había (el Imperio bizantino), amparo de sus

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fortalezas, asegurado al país una grande eindiscutible prosperidad; durante cerca de dos sigloshabía, en parte de África del Norte, manteniendo lastradiciones de la civilización antigua e iniciado, consu propaganda religiosa, a los bereberes en unacultura más elevada. En cincuenta años la ce quistaárabe arruinó todos estos resultados»[474].

A pesar de la rápida propagación del Islam entrelos bereberes, el cristianismo siguió existiendo entreellos. En el siglo XIV vemos mencionar algunos«islotes cristianos» en África del Norte[475].

Progresos de los eslavos en el AsiaMenor. Principio del reino

Búlgaro

Ya vimos que, desde mediados del siglo VI, loseslavos, no contentos con atacar y devastarcontinuamente las posesiones balcánicas del Imperiobizantino, habían avanzado hasta el Helesponto,llegando a Tesalónica, a la Grecia del sur y a lasorillas del Adriático, donde se establecieron en gran

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número. También hablamos de la ofensiva dirigidacontra la capital en el 626, por avaros y eslavos, bajoel reinado de Heraclio. En la época de la dinastíaheracliana los eslavos continuaron progresando en laPenínsula y empezaron a poblarla muy densamente.Tesalónica quedó pronto rodeada de tribus eslavas ysus moradores sólo con dificultad pudieronprotegerse de los ataques eslavos, a pesar de lasfuertes murallas de la ciudad.

Tripulando sus navíos, los eslavos descendían almar Egeo, atacaban las naves bizantinas ydificultaban no poco el abastecimiento de la capital.El emperador Constante II se vio obligado aemprender una campaña «contra la Eslavonia», confrase de Teófanes (ed. de Boor. p. 347). A partir deeste momento comenzamos a ver mencionadasgrandes emigraciones de eslavos hacia el AsiaMenor y Siria. Bajo Justiniano II, una horda deeslavos no menor de ochenta mil hombres[476], fuetransportada al tema de Opsikion, en el Asia Menor.Unos treinta mil de ellos fueron movilizados por elemperador para la guerra contra los árabes, durantela cual desertaron pasándose al enemigo. Esta ofensafue vengada con una matanza espantosa del resto delos eslavos en Opsikion. Poseemos un sello de lacolonia militar eslava de Bitinia (provincia del temade Opsikion), que data de ese período. Es un

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documento de gran importancia, «un nuevo fragmentode la historia de las tribus eslavas» que proyecta «unrayo de luz sobre el crepúsculo de las grandesemigraciones», como dice B. A. Pantchenko, que hapublicado y comentado dicho documento[477]. Desdeel siglo VII, el problema de las colonias eslavas delAsia Menor reviste una importancia excepcional.

La segunda mitad del siglo VII se señaló tambiénpor la formación del nuevo reino de Bulgaria en lafrontera septentrional del Imperio bizantino, en lasorillas del Danubio inferior. La historia ulterior deeste Estado había de tener extrema importancia paralos destinos del Imperio. En aquel período primitivopoblaban el nuevo reino los antiguos búlgaros, razade origen húnico (turco).

Bajo Constante II una horda búlgara, conducidapor Isperiah, fue obligada por los kázaros a dirigirseal oeste de las estepas costeñas del mar de Azov y seestableció en la desembocadura del Danubio.Después, avanzando más hacia el sur, penetró en laparte del Imperio bizantino hoy llamada Dobrudya.Según demuestra V. N. Zlatarski, aquellos búlgaroshabían convenido antes con Bizancio un acuerdo porel que se obligaban a defender la frontera danubianacontra los ataques de otros bárbaros[478]. Es difícilestablecer lo fundado o infundado de tal aserción,

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por lo poco que se conoce de la historia búlgaraprimitiva. En todo caso, si existió tal pacto no rigiómucho tiempo. La horda búlgara inquietaba mucho alemperador y en 679 Constantino IV emprendió unaexpedición contra ella. La expedición terminó con lacompleta derrota del ejército bizantino y elemperador hubo de firmar un tratado obligándose apagar a los búlgaros un tributo anual y a cederles losterritorios comprendidos entre el Danubio y losBalcanes, es decir, las antiguas provincias de Mesiay Escitia Menor (actual Dobrudya). Ladesembocadura del Danubio y parte del litoral delmar Negro quedaron en manos de los búlgaros. Elnuevo reino, reconocido así por el emperador deBizancio, se convirtió en un peligroso vecino delImperio.

Después de afirmarse políticamente, los búlgarosfueron ensanchando de modo gradual sus posesionesterritoriales y entraron en contacto con la compactapoblación eslava de las provincias fronteras. Losrecién llegados introdujeron entre los eslavos laorganización militar y la disciplina. Obrando comoun elemento unificador entre las tribus eslavas de laPenínsula, que habían vivido hasta entonces engrupos separados, los búlgaros fundaron poco a pocoun poderoso Estado que Bizancio, con razón, estimóindeseable. En consecuencia, los soberanos

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bizantinos organizaron numerosas campañas contraeslavos y búlgaros. Los búlgaros de Isperich, menosnumerosos que los eslavos, no tardaron en serinfluidos por éstos. Entre los búlgaros, pues, seprodujeron grandes modificaciones que afectaron asu raza. Gradualmente perdieron su nacionalidad,turca de origen, y hacia mediados del siglo IX estabaneslavizados del todo. No obstante aún llevan hoy suantiguo nombre de búlgaros[479].

En 1899-1900, el Instituto Arqueológico Ruso deConstantinopla emprendió búsquedas en el supuestoemplazamiento de una antigua residencia búlgara(aul) y descubrió vestigios interesantísimos. Endonde se levantó la antigua capital del reino —Pliskao Pliskova—, no lejos de la contemporáneapoblación de Aboba, en la Bulgaria del nordeste,algo al norte de Chumen, se han descubierto loscimientos del palacio de los primeros kanes deBulgaria y parte de sus muros, con torres y puertas;también los cimientos de un templo grande,inscripciones, numerosos objetos de arte ydecoración, monedas de oro y bronce, sellos deplomo, etc[480]. Por desgracia es imposible apreciar ycomentar como se debiera los documentos, a causade la penuria de fuentes relativas a ese período.Hemos de limitarnos, por hoy, a hipótesis y

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conjeturas. F. I. Uspensky, que dirigió lasinvestigaciones, declara que «los descubrimientoshechos por el Instituto en el campo situado cerca deChumen han aclarado hechos muy importantes, queconstituyen una base suficiente para la adquisición deideas netas respecto a la horda búlgara que seestableció en los Balcanes y a las gradualestransformaciones en ella producidas bajo el influjode su contacto con Bizancio»[481]. Según el mismohistoriador, «está demostrado por los primerosdocumentos relativos a los usos y costumbres de losbúlgaros y que las que las búsquedas efectuadas en elsolar de su antigua capital han permitido descubrirque los búlgaros sufrieron asaz pronto la influenciade la civilización de Constantinopla y que sus kanesadoptaron poco a poco en su corte las costumbres yceremonias de la corte bizantina»[482]. La mayoría delos objetos desenterrados en el curso de lasexcavaciones pertenecen a una época más recienteque la de Isperich, remontándose sobre todo a lossiglos VIII y IX. Esas investigaciones distan mucho dehaber terminado.

A mediados del siglo VII la situación deConstantinopla se modificó del todo. La conquista delas provincias orientales y meridionales por losárabes, los frecuentes ataques de éstos a las

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provincias del Asia Menor, las victoriosasexpediciones de la flota musulmana en los maresMediterráneo y Egeo y, de otra parte, el nacimientodel reino búlgaro en la frontera septentrional y elavance progresivo de los eslavos de los Balcaneshacia la capital bizantina el litoral egeo y el interiorde Grecia, fueron factores que crearon nuevas yparticulares condiciones de vida paraConstantinopla, la cual cesó de sentirse segura. Lacapital había tomado siempre su potencia de lasprovincias orientales y ahora parte de ellas quedabadesgajada del Imperio y otra quedaba expuesta, enmúltiples puntos, a peligros y amenazas. Sóloteniendo en cuenta estas nuevas condiciones puedecomprenderse realmente el deseo de Constante II deabandonar Constantinopla y llevar la capital a laantigua Roma u otro punto cualquiera de Italia.

Los cronistas explican la marcha del soberanoalegando que huyó de la capital por temor al odio delpueblo, indignado ante el asesinato del hermano delemperador, puesto que tal asesinato, dicen, habíasido ordenado por el último[483]. Esta explicacióndifícilmente puede ser aceptada por loshistoriadores.

La razón verdadera fue que el emperador noconsideraba ya Constantinopla como residenciasegura y volvía sus ojos hacia el oeste. Además, es

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probable que se diese cuenta de que la amenazaárabe iba inevitablemente a pasar del África delNorte a Italia y Sicilia y decidiese reforzar el poderdel Imperio en la zona occidental del Mediterráneo,situándose personalmente allí, lo que le permitiríatomar todas las medidas necesarias para impedir laexpansión de los árabes allende las fronterasegipcias. Es probable que el emperador no sepropusiera abandonar Constantinopla para siempre yque desease sólo dar al Imperio un segundo puntocentral en Occidente, como en el siglo IV, esperandocontribuir así a detener los progresos de los árabes.En todo caso, la ciencia histórica moderna explica laactitud de Constante II respecto al oeste, un pocoenigmática a primera vista, no por la imaginaciónemotiva y turbada del emperador, sino por lascondiciones políticas imperantes entonces en Orienteal sur y al norte.

Pero la situación de Italia no era muy alentadora.Los exarcas de Ravena, que habían dejado de sentirel peso de la voluntad del emperador por la muchadistancia que les separaba de Constantinopla y por laextrema complejidad de la situación en Oriente,tendían sin ambages a la defección. Los lombardosposeían gran parte del país. La autoridad delemperador sólo era reconocida en Roma, Nápoles,Sicilia y casi todo el sur de Italia, donde

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predominaba la población griega.Al partir de Constantinopla, Constante II se

encamino a Italia, pasando por Atenas. Detúvose enRoma, en Nápoles, en la región meridional de Italiay, al fin, en la ciudad siciliana de Siracusa, donde seinstaló. Vivió en Italia los cinco últimos años de sureinado sin poder cumplir sus proyectos iniciales. Sulucha contra los lombardos no fue afortunada. Siciliaestuvo sin cesar amenazada por los árabes. Se formóuna conjura contra el emperador y éste muriómiserablemente asesinado en un establecimientobalneario de Siracusa.

A su muerte se renunció a la idea de trasladar aOccidente la capital y su hijo, Constantino IV,permaneció en Constantinopla.

«Exposición de fe» de Heraclio.«Tipo de fe». Sexto concilio

ecuménico

Ya vimos que las campañas de Heraclio contralos persas, al devolver al imperio sus provincias

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monofisistas —Egipto, Siria, Palestina—, pusieronuna vez más en su primer plano el problema de lapolítica gubernamental respecto a los monofisistas.Durante las mismas campañas Heraclio entablónegociaciones con los obispos monofisistas de lasprovincias orientales, a efectos de lograr una ciertaunidad para la Iglesia mediante algunas concesionesdogmáticas. Resultó que tal unidad sería posible silos ortodoxos consentían en reconocer que Jesucristotenía dos substancias y una «operación» o actividad(energía) o una voluntad. De esta última palabraprocede el nombre de monotelismo que designaaquella doctrina y por el cual se la conoce en lahistoria. Antioquía y Alejandría, representadas porsus patriarcas monofisistas nombrados por Heraclio,consintieron en trabajar en la conclusión de unacuerdo. Sergio, patriarca de Constantinopla, debíatambién ayudar a la realización de ese proyecto deunidad. Pero Sofronio, monje palestino residente enAlejandría, se alzó contra la doctrina monotelista.Sus argumentos contra la nueva doctrina causaronviva impresión, amenazando arruinar la políticaconciliatoria de Heraclio. El Papa de Roma,Honorio, comprendiendo el peligro de todas aquellasdisputas dogmáticas, no resueltas por los conciliosecuménicos, declaró que la doctrina de una voluntadúnica estaba de conformidad con el cristianismo.

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Pero Sofronio, a la sazón elevado a patriarca deJerusalén, lo que le permitía ejercer una influenciaaún más extensa y profunda, envió una carta sinodalal arzobispo de Constantinopla mostrándole, con granhabilidad teológica, la insuficiencia del monotelismo.Previendo la inminencia de grandes discordiasreligiosas, Heraclio publicó la «Ecthesis» o la«Exposición de Fe», que reconocía dos naturalezas yuna voluntad en Jesucristo. La parte cristólogica deaquel documento había sido compuesta por elpatriarca Sergio. El emperador esperaba que su«Ecthesis» haría progresar mucho la idea dereconciliación e monofisistas y ortodoxos, pero susesperanzas se acreditaron de infundadas, una parte elnuevo Papa no aprobó la «Ecthesis» y, esforzándoseen defender existencia de dos voluntades y dosactividades en Jesús, declaró herética la trinamonotelita. Este acto del Papa irritó al emperador ypuso en gran tensión sus relaciones con la SantaSede[484]. Por otra parte, la «Ecthesis» se publicaba;un momento en que, por fuerza de las cosas, no podíasurtir el efecto anhelado. El fin principal delemperador era reconciliar las provinciasmonofisistas con ortodoxas. Pero en el año 638,fecha de la publicación de su «Ecthesis». Si Palestinay la zona bizantina de Mesopotamia ya no pertenecíanal Imperio, por haberlas ocupado los árabes.

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Quedaba Egipto, más sus días estaban contados. Lacuestión monofisista había perdido importanciapolítica y el decreto de Heraclio no tuvotrascendencia. Conviene, además, recordar que otrosensayos anteriores de compromiso religioso nohabían sido satisfactorios ni logrado nunca resolverlos problemas esenciales, a causa sobre todo de laobstinación de la mayoría de ambos bandos.

A la muerte de Heraclio el Gobierno siguiósiendo partidario del monotelismo —aunque elmovimiento hubiese perdido ya importancia política—, pero a la vez procuró mantener relacionesamistosas con la Santa Sede. Tras la conquista deEgipto por los árabes hacia 640-50aproximadamente, el Imperio hizo varias tentativaspara reconciliarse con el Papa, ofreciendo introducirmodificaciones en el monotelismo. Con tal intención,Constante II publicó en 648 el «Tipo» o «Tipo de Fe»que prohibía «a todos los súbditos ortodoxos queestaban en la fe cristiana inmaculada y pertenecían ala Iglesia católica y apostólica, luchar o querellaresunos con otros sobre una voluntad u operación(energía) o dos operaciones (energías) y dosvoluntades»[485]. El «Tipo» no prohibía sólo todacontroversia sobre la unidad o dualidad de lavoluntad de Jesucristo, sino que ordenaba tambiénque se hiciesen desaparecer las disertaciones escritas

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sobre la materia y, por tanto, la «Ecthesis» deHeraclio, fija en el narres de Santa Sofía. Pero conesta medida Constante no introdujo la paz deseada.

En presencia de los representantes del clerogriego, en el sínodo de Leerán, el Papa Martíncondenó «la muy impía “Ecthesis” (impiissimaEcthesis) y el “malvado Tipo” (scelerosus Typus») ydeclaró culpables de herejías a todos aquellos cuyosnombres estaban vinculados a la composición de losdos edictos[486]. Por otra parte, el eminente teólogoMáximo el Confesor, se opuso resueltamente al«Tipo», así como a la doctrina monotelista engeneral. El hondo descontento provocado por lapolítica religiosa del emperador hízose asimismomás fuerte cada vez en la Iglesia oriental.

Irritado por la actitud del Papa en el sínodo deLetrán, Constante II ordenó al exarca de Ravenaprender a Martín y enviarlo a Constantinopla. Elexarca ejecutó la orden y, ya en Constantinopla,Martín fue acusado de haber querido provocar unalzamiento contra el emperador en las provinciasorientales, siendo sometido a humillaciones terriblesy puesto en prisión. Poco después se le envió a lalejana ciudad de Querson, en la costa meridional deCrimea, ordinario lugar de destierro de lospersonajes que caían en desgracia en la épocabizantina. Martín murió a poco de su llegada a

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Querson. En sus cartas desde aquel punto se quejabade las malas condiciones de su vida y pedía a susamigos que le enviasen alimentos, sobre todo pan,que en Querson es un tema de conversación, pero nose ve nunca[487]. Por desgracia hay pocos pasajes deMartín que nos den informes de interés sobre lacivilización y estado económico de Querson en elsiglo VII.

El emperador y el patriarca de Constantinoplaprosiguieron negociaciones con los sucesores deMartín en el trono pontificio y al fin hicieron la pazcon el segundo de dichos sucesores, Vitaliano. Asíterminó el cisma. La reconciliación religiosa conRoma fue políticamente importante para Bizancioporque reforzó la posición del emperador en Italia.Máximo el Confesor, que había opuesto en Italia unacelebérrima resistencia al monotelismo, fue apresadopor el exarca de Ravena y se le trasladó aConstantinopla, donde se le juzgó, se lo condenócruelmente. Murió, mártir, en el destierro.

Aunque el monotelismo hubiese perdido suimportancia política, continuaba sembrandodiscordia entre el pueblo, incluso después de laprohibición ordenada en el «Tipo». Así, el sucesorde Constante II, Constantino IV (668-685) deseandorestablecer por completo la paz religiosa en elImperio, convocó en Constantinopla, en 680, el sexto

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concilio ecuménico, el cual condenó el monotelismoy reconoció en Jesucristo dos naturalezasdesarrolladas en una hipóstasis única y «dosvoluntades y operaciones (energías) coexistiendoarmoniosamente con miras a la salvación de lahumanidad»[488].

La paz con Roma quedaba restablecida. Elmensaje enviado por el sexto concilio al Papa lecalificaba de «Jefe de la Primera Sede de la IglesiaUniversal, asentado sobre la sólida roca de la Fe» yle decía que el escrito del Papa, al emperadorexponía los principios verdaderos de la religión[489].

Así, bajo el reinado de Constantino IV, elGobierno bizantino se declaró definitivamente contrael monotelismo y el monofisismo. Los patriarcas deAlejandría, Antioquía y Jerusalén —ciudadesarrancadas al Imperio por la conquista árabe— nodejaron de participar en el concilio ecuménico,enviando a él sus representantes. Macario, patriarcade Antioquía, que según toda verosimilitud habitabaen Constantinopla y no tenía otra jurisdicción realque Cilicia e Isauria[490], abogó en el concilio por elmonotelismo y fue, por tal hecho, depuesto yexcomulgado. Las decisiones del sexto conciliodemostraron a Siria, Palestina y Egipto queConstantinopla abandonaba el deseo de entrar en el

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camino de la reconciliación religiosa no pertenecíana Bizancio. La paz con Roma se compró, pues, alprecio de un abandono total de las poblacionesmonofisistas y monotelistas de las provinciasorientales, hecho que contribuyó mucho alafincamiento futuro de la dominación árabe enaquellas provincias. Siria, Palestina y Egiptoquedaban separadas en definitiva del Imperio.

No puede decirse que durara mucho el acuerdologrado con Roma en el sexto concilio ecuménico. Envida de Justiniano II, sucesor de Constantino IV, lasrelaciones del Imperio con Roma volvieron a ser muytensas. Deseoso de rematar la obra de los conciliosecuménicos quinto y sexto, Justiniano II convocó enConstantinopla (692) un sínodo que se reunió en elPalacio Cupulado. Llamóse a ese concilio «Concilioen Trullo», del griego (domo o cúpula), y tambiénQuinisexto (Quinisextum), porque concluyó la tareade los dos concilios precedentes. Aquel sínodo sedio a sí mismo el nombre de ecuménico.

El Papa Sergio negóse a firmar las actas delconcilio a causa de ciertas cláusulas, como laprohibición del ayuno en sábado, el permiso decontraer matrimonio a los sacerdotes, etc. Justiniano,siguiendo el ejemplo de Constante II al desterrar aMartín a Crimea, mandó prender a Sergio y llevarle aConstantinopla. Pero el ejército de Italia defendió al

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Papa contra el comisario imperial y éste sólo merceda la intercesión del Pontífice pudo salvar la vida[491].

En el segundo reinado de Justiniano II, el PapaConstantino, por invitación del emperador, acudió aConstantinopla. Éste fue el último Papa a quien sellamó a la capital del Imperio.

El obispo de Roma fue tratado con los mayoreshonores por Justiniano, quien, según el biógrafo delPapa, se prosternó, cubierto con la corona imperial,ante el soberano pontífice y besó sus pies[492].Justiniano y el Papa llegaron a un acuerdosatisfactorio, más no poseemos sobre ese puntoningún informe preciso[493]. El historiador religiosoalemán Hefele observa que el Papa Constantinosiguió sin duda el mismo camino del justo medio queel Papa Juan VI (872-882) adoptó después,declarando que «aceptaba todos los cánones que noestuviesen en contradicción con la verdadera fe, lasbuenas costumbres y los decretos de Roma»[494].

Con gran alegría del pueblo el Papa volvió aRoma sano y salvo. Parecía que la paz religiosahabíase afirmado al fin en las considerablementereducidas fronteras del Imperio.

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Desarrollo de la organización delos temas en la época de la

dinastía de Heraclio

En la historia bizantina suele hacerse remontar elorigen de la organización de los temas a la época dela dinastía de Heraclio. Por organización de lostemas entendemos la especial organización de lasprovincias dictada por las condiciones de lostiempos y cuya característica fue el aumento de lospoderes militares de los gobernadores de lasprovincias y, como resultado, la hegemonía completade éstos sobre las autoridades civiles. Convienerecordar que ese cambio no se cumplió de una vez,sino mediante una evolución progresiva y lenta.Durante mucho tiempo la palabra griega «tema»,significó un cuerpo de ejército acantonado en unaprovincia y sólo más tarde, y según todaverosimilitud en el siglo VIII, empezó esa expresión aemplearse para designar, no sólo las fuerzasmilitares, sino también la provincia ocupada porellas. Así principió a aplicarse a las divisionesadministrativas del Imperio.

La principal fuente bizantina relativa al asunto delos temas es la obra titulada De los temas, escrita por

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Constantino Porfirogénito en el siglo X y, enconsecuencia, bastante tardía. Esa obra tiene tambiénla desventaja de apoyarse a veces en escritosgeográficos de los siglos V y VI, utilizados,superficialmente o bien copiados a la letra enocasiones. Pero, aunque ese tratado del imperialescritor no nos dé informes de la organización de lostemas en el siglo VII, establece un vínculo entre lagénesis del sistema y el nombre de Heraclio. Dice elemperador: «Después de la muerte de Heraclio elLibio (es decir, el Africano), el Imperio romano seencontró reducido en dimensión y mutilado a la vezen Oriente y Occidente»[495]. Se encuentran datos muyinteresantes, pero no plenamente explicados, sobreeste problema, en las obras de dos geógrafos árabes,uno de la primera mitad del siglo IX, Ibn-Khurdadhbah, y otro del principio del X., Kudama.Mas tampoco ellos, naturalmente, soncontemporáneos de Heraclio. Para el estudio de losorígenes del sistema de los temas, los historiadoreshan utilizado notas incidentales de los cronistas, enespecial el mensaje latino de Justiniano II al Papa,fecha 687, relativo a la confirmación del sextoconcilio ecuménico. Esta misiva contiene una lista delos distritos militares de la época, no citados auncomo temas, sino con la palabra latina de exercitu

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(ejércitos.)[496] Y en las fuentes históricas de eseperíodo el término latino exervitus y el griego seemplean en ocasiones para designar un territorio oprovincia sometido a la administración militar.

Los verdaderos precursores de los temas fueronlos exarcados de Cartago Ravena, creados a fines delsiglo VI.

Como vimos, la ofensiva lombarda en Italia y laberéber o mora en África habían provocado cambiosprofundos en la administración. El Gobierno centralse esforzó en crear un sistema de defensa más eficazcontra sus enemigo y para ello constituyó en susprovincias fronterizas grandes unidades territorialescon poderes militares vigorosos. Por otra parte, lasconquistas persas, y después árabes, del siglo VII, alprivar a Bizancio de sus provincias orientales,modificaron en absoluto la situación del Asia Menor.Ésta, que en la práctica nunca había necesitadodefensa seria, hallóse de pronto gravementeamenazada por sus vecinos los musulmanes. Talestado de cosas obligó al Gobierno bizantino a tomarmedidas decisivas en su frontera oriental,reagrupando las fuerzas militares, estableciendonuevas divisiones administrativas y dandopredominio las autoridades castrenses, cuyosservicios eran entonces de máxima importancia parael Imperio. No menos grave fue la situación creada

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cuando se construyeron la flota árabe, que casiseñoreó el Mediterráneo a partir del siglo VII,amenazando las costas del Asia Menor, las islas delArchipiélago e incluso las riberas de Italia y Sicilia.Al noroeste del Imperio los eslavos ocupaban parteconsiderable de la Península balcánica y penetrabanen Grecia y el Peloponeso. En la frontera del norte seformaba el reino búlgaro (segunda mitad del sigloVII). Este conjunto de circunstancias colocó alImperio en condiciones nuevas de todo, obligándolea recurrir a la creación, en las provincias másamenazadas, extensos distritos bajo la dirección deuna fuerte autoridad militar. Asiste: así, a un procesode progresiva militarización del Imperio[497].

Como principio general no hemos de perder devista el hecho de que los temas no fueron resultadode un acto legislativo concreto. Cada tema tuvohistoria propia, a menudo larga. El problema generaldel origen de los temas no puede resolverse sinomediante investigaciones particulares sobre cadauno. En este aspecto los escritos de Kulakovskiofrecen vivo interés. Estima Kulakovski, porejemplo, que las medidas militares adoptadas porHeraclio después de su victoria sobre Persia fueronel punto de arranque del nuevo régimenadministrativo. Bréhier sostiene igual opinión. Alreorganizar Armenia, Heraclio no nombró un

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administrador civil. Así, el método de temas sería laaplicación a otras provincias del sistema inauguradopor Heraclio en Armenia[498].

Acaso quepa ver en el ejemplo de Armenia unepisodio de la militarización progresiva del Imperioen Oriente en la época de Heraclio, bajo la presióndel peligro persa.

Hablando de la organización de los temas bajoHeraclio, Uspensky sostiene, que los eslavos, que enaquella época cubrían la Península balcánica,«contribuyeron a la formación de los temas en elAsia Menor, proporcionando considerable número devoluntarios para la colonización de Bitinia»[499].Cabe, por supuesto, no aceptar este juicio del sabioruso. Nada sabemos de una inmigración en masa deeslavos al Asia Menor antes del traslado al tema deOpsikion, bajo Justiniano II, a fines del siglo VII, demás de ochenta mil eslavos, como antes dijimos.

Nos consta que, para cerrar el paso a la amenazainminente, se crearon en Oriente, en el siglo VII,cuatro grandes distritos militares, más tarde llamadostemas: dos eran el Armenio (Armeniakoi), alnordeste del Asia Menor, en la frontera armenia[500] yel Anatólico (Anatolikoi, de la palabra griegaequivalente a Anatolia, «el este»). Estos distritosocupaban toda la parte central del Asia Menor, desde

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las fronteras de Cilicia, al este, a las costas del Egeo,al oeste, y debían proteger al Imperio contra losárabes. «El Opsikion imperial, protegido de Dios»,(en latín obsequium), en Asia Menor, no lejos delmar de Mármara, protegía la capital contra otrosenemigos exteriores.

El tema marítimo Caravisionorum, llamado mástarde, acaso en el siglo VIII, Cibyraiote(Cibyrrhaeote), en el litoral meridional del AsiaMenor e islas vecinas, defendía Bizancio contra losataques de la flota árabe. Respecto a la formación deesos primeros cuatro temas en Oriente, surge unproblema interesante: la sorprendente analogía entreesas medidas de los soberanos bizantinos y lamilitarización del Imperio persa de los Sasánidasbajo Kavad y Cosroes Anushirvan en el siglo VI. EnPersia, conclusas las reformas, todo el territoriopersa se halló igual mente dividido en cuatro mandosmilitares. Stein escribe: «La analogía si revela tancompleta, que sólo una voluntad consciente pudocrearla»[501].

Podemos deducir como conclusión, que teniendoen cuenta ciertas fuentes, de que Heraclio estudió lasreformas de Kavad y de Cosroes y quizá se sirvióincluso de documentos tomados de los archivospersas[502]. «Aprender de los enemigos ha sido en

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toda época el deseo de todo verdaderoestadista»[503].

En la Península de los Balcanes se organizó eldistrito de Tracia contra eslavos y búlgaros. Mástarde, acaso a fines del siglo VII, se creó el distritomilitar griego de la Hélade o Heládico (Helladikoi),medida adoptada contra la invasiones eslavas enGrecia. En la misma época se creó el distrito deSicili contra los ataques marítimos de los árabes, queempezaban a amenazar el occidente delMediterráneo. Por lo común, con raras excepciones,aquellos distrito o temas fueron gobernados porestrategas («strategoi»), es decir, generales. El jefedel tema Cybyrrhaeote recibió el título de«drungarius» (vicealmirante) y el gobernador deOpsikion el de «comes».

En el siglo VII, ante la gravedad del peligropersa, Heraclio se afanó mucho en aquellamilitarización del Imperio. Pero, a cuanto podemossaber, sólo logró reorganizar Armenia. Tras labrillante victoria sobre los persas y la recuperaciónde Siria, Palestina y Egipto, se imponía ante elemperador, y con urgencia, la reorganización deaquellas provincias. No tuvo tiempo de ejecutarla,porque a poco las conquistaron los árabes. Ya noexistía el peligro persa, pero sí otro más grave yamenazador: el árabe. Los sucesores de Heraclio,

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siguiendo las vías trazadas por éste, crearon contra laamenaza árabe los distritos militares indicados arribay no llamados temas aún. A la vez, el peligro eslavoy búlgaro en el norte del Imperio obligó a lossucesores de Heraclio, en el mismo siglo VII, aextender análogos métodos de defensa y protección ala Península Balcánica y a Grecia.

En las grandes circunscripciones militaresseñaladas y en los dos exarcados, las autoridadesciviles no cedieron de momento el paso a losgobernadores militares. La administración civil y lasprovincias civiles (eparquías) siguieron existiendobajo el nuevo régimen en la mayor parte de losdistritos. Pero las autoridades militares, investidasde plenos poderes para atajar los peligros exteriores,adquirieron cada vez más influencia sobre laadministración civil, Como nota Stein, «lo sembradopor Heraclio se desarrolló maravillosamente acontinuación»[504].

La anarquía de 711-717

Los tres emperadores Bardanes o Filípico,

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Anastasio II y Teodosio III, que ocuparon el tronodespués de Justiniano II, fueron derribados en muypoco tiempo. La anarquía y la sedición reinaban entodo el Imperio. Bardanes, al favorecer elmonotelismo, rompió con Roma, pero Anastasiorestableció la paz con el Papa. En política exterior elImperio fue muy desgraciado. Los búlgaros, resueltosa vengar la muerte de Justiniano, que les habíaatestiguado amistad, marcharon hacia el sur,alcanzando Constantinopla. Los árabes avanzaban sincesar por tierra, en el Asia Menor, así como por maren el Egeo y la Propóntide, y amenazaron la capitaltambién. El Imperio atravesaba uno de sus máscríticos períodos, comparable al que precedió a larevolución del 610. Una vez más, las circunstanciasexigían un hombre lo bastante fuerte y capaz parasalvar al Imperio de una ruina inevitable. Hallóse talhombre en León, estratega del distrito Anatólico, yque tenía muchos partidarios. El débil Teodosio III,comprendiendo su absoluta impotencia ante elpeligro inminente, renunció a su dignidad imperial yel 717 León entró solemnemente en Constantinopla,siendo coronado emperador por el patriarca en laiglesia de Santa Sofía.

León perdonó la vida a Teodosio III. De estemodo se elevó al Imperio uno de los gobernadores detemas, investido de grandes poderes militares.

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La literatura, la instrucción y elarte en la época de la dinastía de

Heraclio

En Letras y Arte, el período 610-717 es el mássombrío de toda la historia de Bizancio. Dijéraseque, tras la notable fecundidad del siglo anterior,hubiera desaparecido por completo la potenciacreadora del espíritu. La razón principal de laesterilidad de ese período debe buscarse en lasituación política de un Imperio obligado aconcentrar todas sus energías en la defensa de suterritorio contra el enemigo exterior. La conquista porlos persas —y después por: los árabes— de Siria,Palestina, Egipto y África del Norte, las regiones másavanzadas en civilización, las más fecundas en lointelectual; la amenaza arábica en Asia Menor, en lasislas mediterráneas y hasta en Constantinopla; elpeligro avaro-eslavo en la Península de los Balcanes,formaban un conjunto de causa bastantes a trabar porcompleto todo empuje intelectual y artístico. Y tandesfavorables condiciones no sólo comprendían lasprovincias desgajadas del Imperio, sino las aunpertenecientes a él.

En todo ese período no tuvo Bizancio un solohistoriador. Un diácono de Santa Sofía, Jorge de

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Pisidia (provincia del Asia Menor), que viviódurante el reinado de Heraclio, describió, empero, enversos correctos y armoniosos, la campañas militaresde aquel emperador contra persas y avaros. Tresobras históricas nos ha legado ese autor: Expedicióndel emperador Heraclio contra le persas; Ofensiva delos avaros contra Constantinopla en el año 626 y suderrota por intercesión de la Santa Virgen, y LaHeracliada, panegírico en honor del emperador, conocasión de la victoria final de éste sobre los persas.Entre otros libros de Jorge de Pisidia, de carácterpolémico, elegiaco y teológico, podemos citar elHexamerón (los «Seis Días»), especie de poemadidáctico filosófico-teológico, que trata de lacreación del mundo y alude a los sucesoscontemporáneos. Esa obra, de tema muy familiar alos escritores cristianos, se difundió allende lasfronteras del Imperio bizantino. Conocemos, porejemplo, una traducción eslavorrusa del Hexamerón,que se remonta al siglo XIV. El talento poético deJorge de Pisidia fue apreciado en los siglossucesivos, y en el XI, Miguel Psellos, el famosohistoriador y filósofo bizantino, se halló ante lasiguiente pregunta que le formularon: «¿Quiénescribió mejor en verso, Eurípides o Jorge dePisidia?». La ciencia contemporánea estima a Jorgecomo el mejor poeta profano de Bizancio[505].

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Entre los cronistas debemos mencionar a Juan deAntioquía y al autor anónimo del Chronicon Paschale(«Crónica Pascual»), Juan de Antioquía, que vivióprobablemente en la época de Heraclio, escribió unacrónica universal que empieza por Adán y terminacon la muerte del emperador Focas (610). En la obrasólo nos ha llegado a fragmentos y entre los sabioshan surgido grandes discusiones sobre lapersonalidad del autor. Incluso se le ha identificado aveces con Juan Malalas, también de Antioquía. Acuanto cabe juzgar por los fragmentos que nos hanllegado, la obra de Juan de Antioquía debe serconsiderada superior a la de Malalas, porque no mirala historia universal desde el punto de vista parcialde un habitante de Antioquía, sino que tiene mirashistóricas mucho más elevadas. También utiliza conmás destreza las fuentes primitivas Asimismo en laépoca de Heraclio, un sacerdote desconocidocompuso la referida Crónica de Pascuas, que es unaseca enumeración de los hechos ocurridos desdeAdán hasta el 629 de J. O. y contiene algunasobservaciones históricas bastante interesantes. Elprincipal atractivo de esta obra sin originalidad,consiste en la determinación de las fuentes empleadaspara la crónica y en la parte que trata de los sucesoscontemporáneos al autor.

En teología, la disputa monotelista, como antes la

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monofisista, produjo una literatura muy vasta, que nonos ha llegado, al ser condenada por los conciliosdel siglo VIII y sufrir el destino de desaparecerrápidamente, como los escritos monofisistas. Así, sipodemos juzgar esa literatura es casi exclusivamentepor las actas del sexto concilio ecuménico y por lasobras de Máximo el Confesor, donde, en el curso desu refutación, se hallan citas de fragmentos de esasobras desaparecidas.

Máximo, el Confesor figura entre los másnotables teólogos de Bizancio. Contemporáneo deHeraclio y de Constante II, fue defensor convencidode la ortodoxia en la disputa monotelista. Su fe lecostó ser aprisionado y, tras muchas torturas, enviadoal destierro en la lejana provincia de Laziquia, en elCáucaso, donde pasó el resto de sus días. En susobras, que versan sobre polémica, sobre exégesis delas Escrituras, sobre ascetismo, sobre misticismo ysobre liturgia, se refleja en particular la influencia delos tres famosos Padres de la Iglesia: Atanasio elGrande, Gregorio Nacianzeno y Gregorio de Nissa,así como los conceptos místicos de Dionisio deAreopagita (el «Seudo-Areopagitá»), muy difundidosen la Edad Media. Los escritos de Máximo tuvieronmucha importancia para el desarrollo del misticismobizantino. «Combinando el seco misticismoespeculativo del Áreopagita —escribe un sabio

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contemporáneo que ha estudiado a Máximo— con losproblemas éticos vivientes del ascetismocontemplativo, el bienaventurado Máximo creó enBizancio un tipo vivo de misticismo que reaparecióen las obras de muchos ascéticos posteriores. Así,puede considerársele el creador del ascetismobizantino en toda la acepción del vocablo»[506]. Pordesgracia Máximo no ha dejado una exposiciónsistemática de sus conceptos, y debemos buscarla,dispersa, en todos sus escritos. Además de trabajosteológicos y místicos, Máximo compuso muchasepístolas interesantes.

La influencia e importancia de los escritos deMáximo no se refirieron exclusivamente a Oriente.También se propagaron a Occidente, donde hallamosun eco de ello: en las obras del famoso pensadoroccidental del siglo IX, Juan Escoto Erígena(Johannes Scottus Eriugena), quien se interesó muchotambién por la obra de Dionisio el Áreopagita,afirmando, más tarde, que no había llegado acomprenderlas «muy obscuras» ideas del Áreopagitasino gracias a la «maravillosa manera» como lasexplicaba Máximo, a quien Erígena califica de«divino filósofo», de «omnisciente», del urnaseminente de los maestros,” etc. Una obra de Máximosobre Gregorio el Teólogo fue traducida al latín por

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Erígena[507]. Un contemporáneo de Máximo —si bienmás joven que él—, Anastasio Sinaít; (es decir, delSinaí), escribió obras de polémica y exégesis demodo análogo a de Máximo, pero con mucho menostalento.

En el dominio de la hagiografía cabe citar elnombre de Sofronio, patriarca de Jerusalén, quienasistió al cerco de la Ciudad Santa por los árabes yescribió un largo relato del martirio y milagros de losdos santos nacionales egipcio Ciro y Juan. Su obracontiene abundancia de informes sobre la geografía;historia de usos y costumbres. Más interesantestodavía son los escritos de Leoncio, obispo deNeápolis de Chipre, quien también vivió en el sigloVII Leoncio es autor de varias Vidas, entre ellas laVida de Juan el Misericordioso, arzobispo deAlejandría en el siglo VII, y la cual ofrece particularinterés para la historia de la vida social y económicade ese período, Leoncio de Neápolis se distingue dela mayoría de los hagiógrafos en que escribió par: lamasa de la población, y por tanto su lenguaje estámuy influido por el vulgarmente habladoentonces[508].

En el campo de la himnología religiosa el vilsiglo está representado por Andrés (Andreas) deCreta, originario de Damasco y que pasó la mayor

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parte de su vida en Siria y Palestina después de laconquista árabe. Más adelante se le nombróarzobispo de Creta. Se le conoce principalmente, encuanto autor de himnos, por su Canon Mayor, que selee aún hoy, en la Iglesia ortodoxa, dos veces durantela Cuaresma. Ciertas partes de ese canon testimonianinflujos de Romanos el Méloda. El canon enumeralos principales hechos del Antiguo Testamento,empezando por la caída de Adán, y las palabras yactos del Salvador.

Por este breve bosquejo de la actividad literariade los sombríos años de prueba de la dinastíaheracliana, cabe ver que la mayoría de los escasosescritores bizantinos de la época procedieron de lasprovincias orientales, algunas de ellas ya bajo ladominación musulmana.

Considerando los hechos exteriores ocurridosdurante la dinastía de Heraclio, no extrañará que nose haya conservado monumento artístico alguno deaquella época. No obstante, lo poco que nos hallegado acredita la solidez de los fundamentosartísticos asentados en Bizancio durante la Edad deOro de Justiniano el Grande.

Y si a partir de la segunda mitad del siglo VI elarte bizantino no revela sino muy débilmente en elImperio mismo, en cambio su influencia se revelamuy clara en el siglo VII allende las fronteras

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imperiales. Cierto número de iglesias armenias, cuyafecha nos consta, constituyen ejemplos espléndidosde la influencia bizantina. Entre ellas debemosseñalar la catedral de Echmiatsin, restaurada entre611 y 628; la iglesia de la ciudadela de Ani (622),etc. La mezquita de Omar en Jerusalén, edificada en687-690, es una obra puramente bizantina. En fin,ciertos frescos de Santa María la Antigua, de Roma,pertenecen al siglo VII y a principios del VIII[509].

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H

CAPÍTULO V.LA ÉPOCA ICONOCLASTA

(717-867)

El período de la dinastía isáuricao siria (717-802)

La dinastía Isáurica o Siria

asta una época muy reciente se ha venidoatribuyendo al emperador León III (717-741),

fundador de la nueva dinastía, la calidad y nombre deIsáurico, y a su descendencia se la ha llamadogeneralmente dinastía Isáurica. Pero a fines del sigloXIX surgió la opinión de que León III, lejos de serisaurio, era sirio de nacimiento[510]. Hoy siguen estateoría otros historiadores[511]. La confusión reinantesobre este punto se debe al hecho siguiente: por una

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parte, el autor de la fuente principal relativa al origende León, Teófanes, cronista de primeros del siglo IX,escribe: «León el Isáurico era originario deGermanicea y era, en realidad, de Isauria»[512], y porotra la versión latina de Teófanes. Traducida por elbibliotecario pontificio Anastasio en la segundamitad del siglo IX; no dice nada de Isauria, y declaraque León procedía de Germanicea y era sirio denacimiento (genere Syrus)[513]. La Vida de Estaban elJoven dice también que León era «sirio deorigen»[514]. Germanicea estaba en la fronteraseptentrional de Siria, al este de Cilicia.

Una fuente árabe menciona a León como «unciudadano cristiano de Malash», esto es,Germanicea, y hombre que sabía expresarse fácil ycorrectamente en árabe y en romano[515].

No creemos necesario presumir que Teófanesconfundió la población siria de Germanicea con la deGermanicópolis, sita en la provincia isauria[516]. Elorigen sirio de León es muy probable; pero haysabios, Kulakovski por ejemplo, que consideran falsatal teoría[517].

El hijo de León III, Constantino V Coprónimo(741-755), casó en primeras nupcias con Irene, hijadel kan de los kázaros, y tuvo de ella un hijo, LeónIV, a quien se llama el Kázaro a veces y que reinó de

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775 a 780, casando con una joven griega de Atenas,Irene, quien, a la muerte de su esposo, quedó dueñadel Imperio, ya que había sido proclamadoemperador su hijo Constantino VI (780-797), menoraún. Al llegar el joven a edad competente para reinarsolo, estalló un conflicto entre él y su ambiciosamadre. Irene, victoriosa, destronó a su hijo y le hizosacar los ojos. Tras esto, ella ejerció sola el podersupremo (797-802). El caso de Irene plantea unproblema importante: ¿Podían las mujeres asumir elpoder supremo en el Imperio bizantino, reinando enel sentido más amplio de la palabra? Desde la épocade la fundación del Imperio las mujeres de losemperadores llevaban el título de «Augusta» ydurante las minoridades de sus hijos desempeñabanlas funciones del poder imperial, pero siempre ennombre de sus hijos. Ya vimos que, en el siglo V.,Pulquería, hermana de Teodosio, dirigió la regenciaen el curso de la minoría de su hermano. Otra mujergozó de situación excepcional e influyó mucho losasuntos públicos de Bizancio: Teodora, esposa deJustiniano el Grande. Pero esos fueron ejemplos degobierno femenino en nombre de un hijo o hermano, yel influjo político de Teodora dependióexclusivamente de la condescendencia de su marido.La primera mujer que reinó en Bizancio con laautoridad absoluta que da el poder supremo fue Irene,

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la madre del desgraciado Constantino VI. Ella fue unverdadero autócrata. Semejante fenómeno significabauna innovación en la vida bizantina, y una innovaciónopuesta en absoluto a las tradiciones seculares delImperio.

Es interesante notar, al respecto, que en losdecretos y documentos oficiales, Irene no escalificada de «emperatriz», sino llamada «Irene, elemperador (basileus) fiel».[518] Según los conceptosde la época, sólo un emperador, es decir, un hombre,podía legislar oficialmente, y por eso hubo deadoptarse la ficción que hacía un emperador de Irene.La revolución del 802, concebida y manejada por unode los más altos funcionarios civiles, Nicéforo,concluyó con la deposición de Irene, que murió en eldestierro. Nicéforo ascendió al trono y con Ireneconcluyó la dinastía isauria o siria. Entre 717 y 802el Imperio fue, pues, gobernado por una dinastía deorigen oriental, ya fuese del Asia Menor, o de Siriadel Norte, con mezcla de sangre kázara a raíz delmatrimonio de Constantino V.

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Actitud del Imperio ante árabes,búlgaros y eslavos

Al ascender León III al trono, el Imperioatravesaba uno de los más críticos períodos de suhistoria. A la espantosa anarquía interior provocadapor la lucha del emperador y los representantes de laaristocracia bizantina, particularmente agresivadesde la época de la primera deposición deJustiniano II. se añadía en Oriente la amenaza árabe,más próxima cada vez a la capital. La situaciónrecordaba la existencia en el siglo VII bajoConstantino IV, y aun parecía más crítica en ciertosaspectos.

Las fuerzas de tierra de los árabes habíanatravesado toda el Asia Menor de este a oeste, en losreinados de los dos antecesores de León III, yocupaban Pérgamo y Sardes, ciudades próximas allitoral del Egeo. Mandaba los ejércitos árabes ungeneral de mérito: Maslamah. A los pocos meses dela entrada de León en Constantinopla (717), losárabes, saliendo de Pérgamo, avanzaron hacia elNorte, alcanzaron Abydos, sobre el Helesponto,pasaron a la costa europea y pronto estuvieron al piede las murallas de la capital. En el mismo momentouna flota árabe, fuerte de 1800 naves de diversos

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tipos, según las crónicas bizantinas[519], navegando através del Helesponto y la Propóntide, amenazaba lacapital por el mar. Siguióse un verdadero asedio.Pero León probó sus brillantes capacidades militarespreparando adecuadamente la defensa de la capital.Una vez más, la diestra utilización del fuego griegocausó los mayores estrago; en la flota árabe, mientrasel hambre y el rigor extremo del invierno del 717-779 contribuían a la derrota del ejército mahometano.Obligados por un pacto convenido con León III, y a lavez atendiendo a su defensa propia, los búlgaroslucharon también contra los árabes en tierras tracias,causándoles fuertes perdidas. A poco de un añodespués de iniciado el sitio los árabes se alejaron dela capital, salvada merced al talento y energía deLeón III. Notemos de pase que con motivo de esteasedio se halla la primera alusión a la cadena quecerraba el paso del Cuerno de Oro a las navesenemigas.

La historia otorga gran importancia a este fracasode los musulmanes ante Constantinopla. Con suresistencia triunfal, León salvó al Imperio bizantino.Bury dice que Constantinopla fue el gran «baluarte dela Europa cristiana», y califica al año 718 de «fechaecuménica». El historiador griego Lambros comparaaquellos hechos a las guerras pérsicas de la Greciaantigua y da a León el nombre de Milciades del

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helenismo medieval[520]. Si Constantino IV habíacontenido a los árabes junto a los muros deConstantinopla, León III los rechazó definitivamente,pues aquella fue la última expedición árabe contra laciudad «protegida de Dios». En este sentido lavictoria de León tiene una importanciaextraordinaria.

La expedición de los árabes contraConstantinopla, así como el nombre de Maslamah,han dejado una huella profunda en la posteriortradición legendaria del Islam. El nombre deMaslamah está vinculado a una mezquita que, segúnesa tradición, él construyó en Constantinopla[521].

Y, sin embargo, aquella época fue una de las másbrillantes del califato primitivo. El poderoso califaValid I (705-715.), contemporáneo del período deanarquía que reinó en el Imperio bizantino, suporivalizar con los emperadores en actividadconstructiva. En Damasco se construyó una mezquitaque, como Santa Sofía en el mundo cristiano, fue porbastante tiempo la construcción más espléndida delmundo musulmán. La tumba de Mahoma en Medinaquedó rodeada de la misma magnificencia que elSanto Sepulcro en Jerusalén. Es interesante advertirque entre los musulmanes aquellos edificios no sólofueron circundados de leyendas relativas a Mahoma,sino también de otras concernientes a Cristo. Según

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la tradición musulmana, la primera voz de Jesúscuando vuelva a la tierra sonará desde uno de losalminares de la mezquita de Damasco y el espaciolibre en torno a la tumba de Mahoma en Medinaservirá de tumba a Jesús cuando muera después de susegundo advenimiento[522].

Poco a poco, la lucha del Imperio y el Califatoiba adquiriendo los caracteres de una guerra santa.Los resultados de tal lucha, a principios del siglo VIII

no satisfacían ni a los griegos ni a los árabes: losgriegos no habían recobrado Jerusalén y los árabesno conseguían tomar Constantinopla, V. Bartholdescribe al efecto, estas interesantes líneas: «… Entrelos cristianos, como entre los musulmanes, la ideadel triunfo del Estado dejaba lugar a la idea delarrepentimiento y de una y otra parte se esperaba elfin del mundo. Parecía a los dos adversarios que sóloprecisamente antes del fin del mundo los objetivosfinales de sus Estados se alcanzarían. En el mundolatino, igual que en el mundo griego, se expandió laleyenda de que antes del fin del mundo el soberanocristiano (el rey franco o el emperador bizantino),entraría en Jerusalén y entregaría su corona terrena alSalvador, mientras los musulmanes esperaban que elfin del mundo fuese precedido de la caída deConstantinopla»[523]. No es pura casualidad que el

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reinado del «solo piadoso» califa ommiada, Ornar II(717-720), coincidiese con el centenario de la hégira(hacia el 720), en un momento en que se esperaba elfin del Estado musulmán, y al mismo tiempo el fin delmundo, después del desafortunado sitio deConstantinopla bajo el reinado del califa anterior,Suleiman[524].

Catorce años después del asedio deConstantinopla, la ofensiva árabe en la EuropaOccidental, partiendo de España, era rechazada porCarlos Afartel, omnipotente mayordomo palatino deun débil rey franco[525].

Tras su derrota del 718, los árabes noemprendieron nuevas hostilidades serias en vida deLeón III, sobre todo desde que se hallaron claramenteamenazados al norte por los kázaros. Ya vimos queLeón III negoció el casamiento de su hijo y sucesor,Constantino, con la hija del kan de los kázaros,aliándose con su nuevo pariente. Así, pues, en sulucha contra los árabes, León tuvo dos aliados:primero los búlgaros y luego los kázaros. De todosmodos los árabes no permanecieron sosegados, sinoque continuaron invadiendo el Asia Menor, llegandoa veces incluso hasta Nicea, cerca de la Propóntide.Hacia el fin de su reinado, León logró derrotar a losárabes en Acroinon (Frigia), hoy Afiun Karahissar,sobre el ferrocarril de Konia. Esta derrota forzó a los

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árabes a evacuar el occidente del Asia Menor,retrocediendo camino del este.

Los musulmanes asocian la batalla de Acroinon ala leyenda del héroe nacional turco Seid BattalGhazi, el paladín del Islam, cuya tumba se muestrahoy en una aldea al sur de Eskishehir (en la EdadMedia, Dorilea). El hombre que personifica en lahistoria ese héroe fue el musulmán Abdallah-Al-Battal, caído en la batalla de Acroinon[526].

A mediados del siglo VIII el califato árabe fuedesgarrado por graves desordenes intestinos debidosal cambio de la dinastía omiada por la abbasida, quedepuso a la anterior. Los abbasidas trasladaron sucapital y sede de Gobierno a Bagdad, junto al Tigris,muy lejos de la frontera de Bizancio. Así, el sucesorde León III, Constantino V, pudo avanzar las fronterasimperiales hacia el este, llevándolas hasta los límitesdel Asia Menor, en una serie de expedicionesafortunadas.

Pero en la época de Irene, bajo el califa Al-Mahdi, los árabes reanudaron con éxito su ofensivaen Asia Menor, y en 782-83 la emperatriz hubo depedir la paz. El convenio que la acordaba, por unaduración de tres años, era humillante para el Imperio.La emperatriz se comprometía a satisfacer a losárabes un tributo anual de 70 o 90 millares dedenarios (denari], en dos pagos por año. Es muy

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probable que las tropas enviadas por Irene aMacedonia, Grecia y el Peloponeso el mismo año(783), para reprimir la revuelta eslava, estuviesenocupadas en ello todavía, lo que debía debilitar lasituación de Bizancio en el Asia Menor. El 798,después de los triunfos logrados por los árabes bajoel califa Harun-Al-Raschid, se firmó un nuevotratado con el Imperio bizantino, subsistiendo lacláusula del tributo.

Los emperadores de la dinastía isáuricamantuvieron con los búlgaros relaciones muymovidas. Los búlgaros, que habían adquirido poco apoco una situación importante en el Danubio inferior,hubieron primero de defender su existencia políticacontra los intentos de Bizancio de destruir la obra deIsperich. La situación política del reino búlgaro en elsiglo VIII era muy compleja. Por una parte las hordasbúlgaras y sus jefes se disputaban el título supremode kan, provocando muchas turbulencias dinásticas:por otra, como conquistadores recientes, tenían queluchar contra los eslavos sometidos de la Península.Los kanes búlgaros de fines del siglo VII y principiosdel VIII atestiguaron mucha habilidad en susrelaciones con Bizancio, su más peligroso enemigo.Ya indicamos que los búlgaros sostuvieron aJustiniano II en sus pretensiones al trono y prestaronuna ayuda activa a León III contra los árabes cuando

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éstos sitiaron Constantinopla. Tras estos sucesos, losescritores bizantinos no hablan de los búlgaros entreinta años. Durante el reinado de León II, losbúlgaros consiguieron mantener la paz con elImperio.

Bajo Constantino V las relacionesbúlgarobizantinas fueron más tirantes. Con ayuda desirios y armenios llevados desde la frontera orientala Tracia, el emperador construyó una serie defortificaciones a lo largo de la frontera búlgara. Elembajador búlgaro en Constantinopla fue tratado concierta altanería por Constantino. Como consecuenciade estos hechos, los búlgaros emprendieron lashostilidades. Constantino dirigió contra ellos ocho onueve campañas por mar y tierra, proponiéndose elaniquilamiento del reino búlgaro. Las expedicionestuvieron resultados diversos, pero Constantino, alcabo, no alcanzó su fin. No obstante, ciertoshistoriadores llaman a Constantino «el primermatador de búlgaros» (Bulgaróctonos)[527] a causade su enérgica lucha y de las fortalezas que construyócontra los búlgaros.

Las discordias dinásticas búlgaras concluyeron afinales del siglo VIII la vez que se atenuaba elantagonismo eslavobúlgaro. Así comenzaba laformación de la Bulgaria del siglo IX, eslavizada yconvertida en un Estado pujante y que albergaba muy

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claros proyectos ofensivos contra Bizancio. Estapolítica ofensiva de los búlgaros se manifestó muynítidamente desde fines del siglo VIII, bajo el reinadode Constantino VI y de la madre Irene. Bizancio,entonces, tras amargos reveses militares, hubo depagar tributo a los búlgaros.

Al hablar de las pugnas entre Bizancio y Bulgariaen el siglo VIII, no debemos olvidar que las fuerzasbúlgaras comprendían también a los eslavosincluidos en el reino búlgaro. Por otra parte, laocupación de la Península balcánica por los eslavoscontinuó en el decurso del siglo VIII. Un peregrinooccidental que se dirigía a los Santos Lugares, entiempos de León III. visitó la ciudad peloponesa deMonemvasia (Malvasía) y escribía que estabasituada en tierra eslava (in Slawinia terras)[528].Menciónase la presencia de eslavos en Dyrrachium yen Atenas en el siglo VIII[529]. Las siguientes líneas deConstantino Porfirogénito (ya citadas antes en estaspáginas), se refieren igualmente a la época deConstantino V: «Todo el Peloponeso —dice— seconvirtió en eslavizado y bárbaro después que lapeste se hubo extendido por todo el Universo»[530].El autor alude a la terrible epidemia de 740-747,que, transmitida de Italia, asoló en especialConstantinopla y el sur de Grecia. Para repoblar la

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capital una vez extinguida aquella plaga, Constantinohizo acudir a Constantinopla hombres de diversasprovincias. Según juicio de la misma población, elPeloponeso quedó eslavizado desde mediados delsiglo VIII. Al mismo período debe hacerse remontarla creación de nuevas colonias en Grecia, en el lugarde las ciudades o pueblos cuya población había sidodiezmada por la peste o llevada a la capital pararepoblar ésta. A fines del siglo VIII Irene envió unaexpedición especial «contra las tribus eslavas» aGrecia, Taesalónica y al Peloponeso[531]. Másadelante, aquellos eslavos de Grecia participaron demodo activo en la conjura contra Irene. Estos hechosmuestran sin sombra de duda que en el siglo VIII loseslavos no sólo estaban definitiva y sólidamenteinstalados en la Península de los Balcanes, inclusotoda Grecia, sino que hasta intervenían en la vidapolítica del Imperio. En el siglo IX eslavos ybúlgaros habían de ser los más serios enemigos delImperio de Bizancio.

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Política interior de losemperadores de la dinastía

isáurica o siria. La legislación

León III no fue sólo un jefe de talento y undefensor enérgico del Imperio contra el enemigoexterior, sino también un legislador avisado yprudente. Y desde el tiempo de Justiniano el Grande,en el siglo VI, los textos latinos de Código, Digesto eInstitutas, eran poco o mal comprendidos en lamayoría de las provincias. En numerosos distritos,sobre todo en Oriente, se seguían antiguas costumbreslocales con preferencia a las disposiciones oficiales,como lo demuestra claramente la popularidad de lacolección legislativa siria del siglo VII. Las Novelaspublicadas en griego sólo concernían a la legislacióncorriente, por así decirlo. Sin embargo, en el sigloVII, el Imperio, al haber perdido poco a poco todaSiria, Palestina, Egipto, África del Norte, y, en elseptentrión, la parte norteña de la Península de losBalcanes, iba volviéndose cada vez más «griego» enidioma. Era, pues, menester publicar, para usogeneral y ordinario, un Digesto legislativo en griego,y un compendio que reflejase todos los cambios quehabían afectado la vida desde la época de Justiniano

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I.León III comprendió muy bien la necesidad de tal

Código y confió su ejecución a un grupo cuyosmiembros fueron escogidos por él. El resultado conlos trabajos de semejante comisión fue un Códigodenominado Écloga y promulgado «en nombre de lossabios y píos emperadores León y Constantino».Respecto a la fecha exacta de la publicación de esteCódigo, mientras ciertos eruditos occidentales delsiglo XIX la sitúan a fines del reinado de León III[532]

(739-74). El bizantinista ruso V. G. Vasilievskytiende a hacerla remontar principios del remado deLeón (hacia el 726)[533]. Hoy, los especialistas másrecientes, fijan, con razón, la fecha de publicación dela Écloga en marzo del 726[534]. No obstante, hacepoco ha sido puesto en duda que ese Códigoapareciera de tiempos de León III y Constantino V.[535]

El título mismo de Écloga (que significa «trozosescogidos», «extractos») indica sus fuentes. Sedefinía así: «Selección abreviada de leyes ordenadapor León y Constantino, los sabios y píosemperadores, según las Institutos, el gesto, el Código,las Novelas del gran Justiniano y corregida conintenciones de más amplia humanidad», según latraducción adoptada por otros, «con intención demejora»[536]. En la introducción de la Écloga se dice

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claramente que los decretos dados por losemperadores precedentes están dispersos en obrasdiversas y que su significado, difícilmentecomprensible para algunos, es incomprensible deltodo para otros, en especial para los que no viven enla ciudad imperial «protegida de Dios»[537]. Por«obras diversas» debemos entender las traduccionesgriegas y los numerosos comentarios de loscompendios legislativos de Justiniano que seempleaban en la práctica y que substituían confrecuencia a los originales latinos. Sólo muy pocagente podía entender las traducciones y comentariosgriegos. La abundancia de obras, las variaciones yconsideraciones que se hallaban en ellas ponían lamayor confusión en la legislación civil del Imperiobizantino. León III, dándose clara cuenta de lasituación, aplicóse a remediarla. Los principios de laÉcloga, proclamados en su introducción, rebosanideas de justicia y derecho. Proclámase allí que losjueces deben «refrenar en sí todas las pasioneshumanas y tomar decisiones de verdadera justicia,resultantes de un razonamiento claro. No debendespreciar al necesitado ni dejar impune al poderosoque incurre en culpa… Deben abstenerse de recibirregalos». Todos los funcionarios judiciales han derecibir salarios determinados de la «piadosatesorería» imperial, de suerte que «no perciban nada

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de nadie que pueda recaer bajo su jurisdicción, a finde que la predicción del Profeta: “Y venden lajusticia por dinero” (Amos, 2, 6) no se cumpla, y noseamos visitados por la cólera de Dios por habertransgredido sus mandamientos»[538].

La Écloga se subdivide en dieciocho títulos yatiende sobre todo al derecho civil y, en medida muyrestringida, al criminal. Trata, pues, del matrimonio,de los esponsales, de dotes y del estado de viudez, detestamentos, de la tutela, de la administración ymantenimiento de los esclavos, de los testimonios, delas ventas, compras, rentas, etc. Sólo un títulocontiene elementos de derecho criminal sobre loscastigos.

La Écloga difería en muchos aspectos del Códigode Justiniano e incluso lo contradecía. Aceptaba, enefecto, las decisiones de la ley consuetudinaria y lasprácticas judiciales que existían a la par de la obralegislativa oficial de Justiniano. Comparándola conesta última representa un progreso considerable enciertos aspectos. En las leyes matrimoniales, porejemplo, se nota la introducción de conceptoscristianos más elevados. Cierto que el capítulo decastigo abunda en parágrafos que prescribenmutilaciones corporales, como cortes de mano,lengua o nariz, a vaciado de los ojos de los culpablesde delitos muy graves. Pero ese hecho no nos autoriza

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a considerar la Écloga como una ley bárbara, porqueen la mayoría de los casos tales castigos estándestinados a substituir la pena de muerte. De aquí quelos emperadores isáuricos tuvieran el derecho deproclamar que su obra legislativa era «de más ampliahumanidad, que las de sus predecesores». Noolvidemos que la Écloga prescribía castigo igualespara todos, ya fuesen poderosos o humildes, ricos opobres, mientras la ley justiniana instituía confrecuencia penas diversas, según la condición dedelincuente, no fijando, además, verdaderas bases dediscriminación. En su aspecto exterior la Écloga sedistingue por la gran frecuencia con que se remite alas Escrituras a efectos de confirmar diversosprincipios jurídicos. «El espíritu del Derechoromano se transformaba en la atmósfera religiosa delcristianismo[539]». En el siglo VIII y durante la mayorparte del IX, hasta el advenimiento de la dinastíamacedonia (867), la Écloga sirvió de manual deenseñanza del derecho, substituyendo así lasInstituías de Justiniano. Conocemos, por ejemplo,una Écloga privada (Écloga privata) y una Éclogaprivada aumentada (Écloga privata aucta)[540]. Alproducirse un cambio en favor de la legislaciónjustiniana, tras la exaltación de Basilio el Macedonioal trono, las actas legislativas de los emperadores

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isáuricos fueron calificadas oficialmente de absurdo(literalmente, de «palabras necias»), encontradicción con el dogma divino ruinosas para lasleyes saludables[541]. No obstante, los propiosemperadores de la dinastía macedonia tomaron delcompendio legislativo condenado numerososcapítulos para su legislación propia e incluso en suépoca se revisó la Écloga.

Es interesante advertir que la Écloga de León yConstantino formó luego parte de los compendiosjurídicos de la Iglesia ortodoxa, sobre todo en Rusia.

Se la encuentra en el escrito ruso KormtchaiaKniga, es decir, El Libro de las Reglas o CódigoAdministrativo, bajo el título Los capítulos del muysabio zar León y de Constantino, los dos Helesemperadores[542]. Existen otras huellas del influjo dela Écloga sobre los monumentos de la antigualegislación eslava.

Desde luego, la Écloga no ha de considerarse una«innovación extremamente audaz», como declara elbizantinista griego Paparrigópulos, admiradorentusiasta de los emperadores isaurios. Según él,«hoy que los principios expresados por los autoresde la Écloga son aceptados por la legislación civil delas naciones más evolucionadas, ha llegado al finalde la hora de conceder alguna estima al genio de loshombres que, hace mil años, lucharon para aplicar

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doctrinas que sólo en nuestros días hantriunfado»[543]. Sobra decir que no se debe ver enestas declaraciones sino el entusiasmo de un patriotaheleno. Pero ha de reconocerse la considerableimportancia de aquel Código, que abrió un nuevoperíodo en la historia del derecho grecorromano obizantino, período que duró hasta la exaltación de ladinastía macedonia al Poder, en cuya fecha serestableció la legislación justiniana, más no sinnumerosas e importantes modificaciones. La Éclogade León III sirvió para satisfacer las exigencias de larealidad viva de aquel período.

La ciencia atribuye otros tres monumentoslegislativos a la obra de la dinastía isáurica y a vecesmás especialmente a León III. Son el Código rural, oDerecho del Agricultor (Ley Agraria, dicen algunos),el Código Militar y el Código náutico Rodense.

Las diversas versiones de estos tres documentossiguen en general la Écloga u otras obras jurídicas enlos numerosos manuscritos que de ellas nos hanllegado y no nos dan informe alguno sobre losnombres de sus autores ni fecha de su publicación.Así, para fijar fecha a esos documentos, debenexaminarse, apreciar su fondo y forma y compararloscon otros análogos.

El Código rural es, entre los tres, el que más hallamado la atención. El especialista más eminente en

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Derecho bizantino, el sabio alemán Zacarías vonLingenthal, ha modificado su opinión en esa materia.Al principio juzgaba el Código obra de una personaprivada y lo fechaba en el siglo VII o IX. Lo juzgabahecho, en parte, según la legislación de Justiniano, y,en parte, según los usos locales. Más tarde ha llegadoa la conclusión de que el Código rural estabaintegrado en la obra legislativa de los emperadoresLeón y Constantino y se publicó a la vez que laÉcloga o poco después.

A la vez Zacarías von Lingenthal, como loshistoriadores rusos V. G. Vasilievsky y E. I.Uspensky, señalan el sentido de ese documento que,como reglamento de policía rural, tiene por objetolos delitos cometidos en la agricultura. Trata, enefecto, de los diversos modos de robos en losbosques, campos y huertos, de violaciones depropiedades y negligencias de los pastores, de dañoshechos a las bestias y daños causados por el ganado.Según el historiador ruso B. A. Panchenko, que haestudiado especialmente este documento, el Códigorural era un suplemento al derecho consuetudinariopracticado entre los campesinos y se consagraba a talderecho, tan necesario al agro y que no habíaencontrado aún expresión en otras disposicioneslegislativas.

Como indicamos más arriba, esa obra no condene

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indicación alguna sobre la fecha en que se compuso.Pero, apoyándose en ciertas deducciones, algunoshistoriadores la sitúan en la época de León III. Aunasí debe reconocerse que el problema está lejos dehaber alcanzado una solución definitiva. Comoobserva Panchenko, «que la necesidad de tallegislación pudo sentirse en el siglo VIII el carácterde la compilación, grosero y cándidamente empírico,está más próximo por su espíritu a la época de lamayor decadencia de la civilización bizantina que ala de la elaboración de la Écloga»[544]. Claro quetampoco este argumento resuelve el problema.Cuanto se puede decir es que no está demostrado queel Código rural se publicara en el siglo VIII y que elproblema de su fecha exacta sigue sin resolver. Pornuestra parte opinamos que es muy posible que sedescubra que su publicación se remonta a un períodomás antiguo. Recientemente, C. Vernadski ha emitidola hipótesis de que el Código rural fue compuestobajo Justiniano II a fines del siglo VII[545], pero estateoría no ha sido aceptada[546].

El Código rural ha atraído la atención de lossabios por otra razón: la de que no se encuentra en élalusión alguna al coloniaje o a la servidumbre quereinaban en el Bajo Imperio romano. Contiene,empero, como han observado los historiadores

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supradichos, indicaciones nuevas sobre la propiedadrural personal, sobre los terrenos comunales, sobre laabolición de la prestación personal forzada y sobrela introducción de la «libertad de movimientos». Engeneral, los historiadores enlazan esos fenómenoscon la expansión de las colonias eslavas en elImperio. Probablemente los eslavos importaron aBizancio sus particulares condiciones de vida, enespecial el comunalismo. La tesis de Panchenko,según la cual esa legislación no alude a los terrenoscomunales, ha sido, con razón, rechazada por loshistoriadores contemporáneos.

La teoría de que los eslavos ejercieronexcepcional influencia en las costumbres interioresdel Imperio bizantino —teoría elevada a la altura dedogma por Zacarías von Lingenthal y sostenida porsabios rusos eminentes en el campo de la historiabizantina— se ha afirmado sólidamente en laliteratura histórica. Además de sobre los relatosgenerales concernientes a las colonias eslavas delImperio, los sabios que juzgan así han fundado suteoría sobre el concepto de que la pequeña propiedadrural libre y de la «comunidad» campesina era ajenaal Derecho romano. Debía, pues, haber sidointroducida en la vida bizantina por algún elementoajeno, concretamente el eslavo.

Ha de mencionarse aquí que, hace poco, V. N.

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Zlatarski, sosteniendo la teoría de la influenciaeslava en el Código rural, y atribuyendo este último aLeón III, trató de explicar esa influencia por lapolítica del emperador respecto a los búlgaros. Alintroducir en su legislación los principios de los usosy costumbres eslavos, contaba León —según el sabiodicho—, apartar de la influencia búlgara a loseslavos que estaban bajo su dominio, impidiéndolesconcluir con los búlgaros una alianza, muy seductoraentonces ante los ojos de los eslavos[547]. Sinembargo, un estudio más profundo de los códigos deTeodosio V y de Justiniano, de las Novelas de esteúltimo, y, muy recientemente, de los papiros y de lasvidas de santos, ha probado de manera bastante claraque hubo en el Imperio romano aldeas habitadas porcampesinos libres, tenedores de tierras, y, en unaépoca muy antigua, bienes rurales comunales. No sepuede, pues, obtener de ese Código rural conclusióngeneral alguna, pudiendo sólo servir para testimoniar,con otros elementos, que en el Imperio bizantinoexistió, al lado de la servidumbre, una pequeñapropiedad campesina y comunidades rurales libres.

F. I. Uspensky exagera la importancia del Códigorural, al atribuirle un alcance general, diciendo quese extendía a todo el Imperio y que «debe servir depunto de partida a la historia del desarrolloeconómico de Oriente» en lo concerniente a la clase

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de aldeanos libres y de pequeños propietariosrurales[548]. Pero este juicio podría llevar al lector acreer que la servidumbre estaba completamenteabolida en el siglo VII o el VIII lo que no era así[549].

C. Diehl, que en su Historia del Imperiobizantino considera el Código rural como obra deLeón III y de su hijo, va también algo lejos cuandodeclara: «El Código rural se esforzaba en restringirel alarmante desarrollo de los grandes dominios, endetener la desaparición de la pequeña propiedadlibre, en asegurar a los campesinos una condiciónmejor»[550].

El más reciente editor, traductor e investigadordel Código rural, es decir, el sabio inglés W.Ashburner, que ignora el ruso y los resultados de losestudios de la ciencia rusa, tiende a admitir laopinión de Zacarías von Lingenthal. Según él, la LeyAgraria forma parte de la legislación de losiconoclastas, y parécele igualmente claro que es, enmayor escala, una compilación de las costumbresexistentes. Pero, a la vez, Ashburner difiere deLingenthal en tres puntos importantes: 1.º, el origende la ley; 2.º, la situación legal de la clase agrícolabajo esa ley; 3.º, el carácter económico de las formasde tenencia de tierras de que se trata. El parentescodel Código rural con la Écloga no es tan cercano

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como Lingenthal quisiera. Ashburner difiere tambiénde aquel sabio en que, según él, en la sociedaddescrita por el Código rural, el campesino podíatrasladarse libremente de posesión a posesión. Peroreconoce, con Zacarías von Lingenthal, que el «estiloautoritario» de la ley estudiada sugiere que no sedebe a la pluma de un particular y es obra de unaautoridad legislativa[551].

Hoy, a nuestro juicio, se debe abandonar porcompleto la teoría de la influencia eslava sobre laformación de la nueva estructura social del Imperio,y dirigir en especial la atención al estudio delproblema de la pequeña propiedad libre y de lacomunidad aldeana en el período del Alto y BajoImperio romano, utilizando para ello los materialesnuevos y los documentos antiguos insuficientementeanalizados desde ese punto de vista[552]. En cuanto aprecisar la fecha del Código rural, es cosa quefaltaba aún por resolver.

Recientemente se ha tratado de comparar elCódigo rural con los textos de los papirosbizantinos[553], pero no pueden sacarse conclusionesde meras semejanzas fraseológicas, a vecessorprendentes, mas que no prueban, con frase deAshburner, lo que no necesita ser probado: a saber,que los legistas de una misma época se sirven de las

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mismas frases[554].El Código rural tiene mucho interés desde el

punto de vista de los estudios eslavos. Una antiguatraducción rusa de ese Código es uno de loselementos de la compilación, preciosa por sucontenido y valor históricos, que lleva por títuloCompendio de leyes por las que deben regir todoslos asuntos los príncipes ortodoxos. El célebrecanonista ruso A. S. Pavlov, ha publicado unaedición crítica de esa versión rusa del Código rural.Éste se halla también en las antiguas coleccionesjurídicas servias.

En los manuscritos de obras legislativasbizantinas hallamos frecuentemente el Código náuticoy el Código militar a continuación de la Écloga u otrodocumento legislativo. Las dos leyes carecen defecha, pero en virtud de ciertas deducciones algunoshistoriadores las atribuyen a la dinastía isáurica.

El Código náutico sobre las leyes navales, o,como lo llaman a veces los manuscritos, el Códigomarítimo rodense, en un estatuto reglamentaba todo lorelacionado con la navegación mercante. Algunoshistoriadores suponen que ese Código fue extraídodel segundo capítulo del libro decimocuarto delDigesto, que contiene una cláusula, tomada alDerecho griego, sobre «Derecho rodense delanzamiento de las mercaderías al mar», que trata de

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la repartición pérdidas entre el propietario del barcoy los propietarios del cargamento cuando ha dearrojarse por la borda parte de las mercaderías parasalvar la nave. Hoy la ciencia histórica se niega aadmitir la dependencia del Código naútico respectoal Digesto, así como su conexión con la Écloga,aunque ésta haya sido certificada por Zacarías vonLingenthal[555].

Ese Código, tal como nos ha llegado, es elresultado de una compilación de textos y materialesde la época y de naturaleza muy diferentes, la mayorparte, son derivados de costumbres locales. SegúnAshburner, la tercera parte del Código náutico, talcomo la poseemos, estaba, con toda evidencia,destinada a incorporarse al texto legal en el libro LIIIde las Basílicas[556]. De esto concluye que debió deejecutarse en segunda edición del Código náutico, acargo inmediato de los mismos hombres: queelaboraron las Basílicas, o al menos bajo sudirección. Los textos, que han llegado constituyen,pues, según Ashburner[557] la edición segunda.

El estilo del Código marítimo es esencialmente elde un documento oficial pero su fondo difiere muchodel propio del Digesto de Justiniano, llevando claraseñal de influencias posteriores. Por ejemplo, elCódigo fija la parte responsabilidad del propietario

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del navio, del negociante que lo fleta, y de lospasajeros, tanto en la seguridad como en elcargamento del buque. En lo referente a la previsiónde temporales y ataques de piratas, todos debíanentregar una suma destina a servir de seguro. Estaobligación, como otros reglamentos particulares,restaban del hecho de que en el siglo VII, época deHeraclio, el comercio y navegación marítimoscorrían muy grandes riesgos debido a las incursionesnavieras de los piratas árabes y eslavos. La pirateríase había convertido en un fenómeno tan ordinario,que armadores y negociantes no podían efectuar susempresas comerciales sino compartiendo los riesgosinherentes a ellas.

Sólo por aproximación cabe determinar la épocaen que se compuso el Código náutico. Probablementelo elaboraron personas particulares entre años 600 y800 de J. C. En todo caso no hay razón alguna paraatribuir origen común a los Códigos marítimo, military rural[558].

A pesar que la dinastía macedónica volvió a lasreglas del Derecho justiniano, el Código marítimosiguió rigiendo e influyó sobre varios de los jurisbizantinos de los siglos X XI y XIII. Estasupervivencia indica que el comercio naval deBizancio no se engrandeció después de los siglos VII

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y VIII. Los italianos, —que más adelantemonopolizaron el comercio del Mediterráneo—tenían sus estatutos marítimos propios. Al declinar elcomercio naval de Bizancio, de estar en vigor elCódigo marítimo. Los documentos jurídicos de lossig. XIII y XIV no lo mencionan[559].

El Código Militar, o Derecho del Soldado (legesmilitares), está formado de extractos de paráfrasisgriegas del Digesto y del Código de Justiniano, de laÉcloga y de varias otras fuentes posteriores,sobreañadidas éstas al texto primitivo. Contiene unaenumeración de los castigos a infligir a los soldadosculpables de motín, desobediencia, deserción,adulterio, etc. Los castigos previstos son de un rigorextremo. Si es cierto, como opinan ciertos sabios[560],que ese Código data de la época de la dinastíaisáurica, tendríamos en él una prueba excelente de larigurosa disciplina introducida en el ejército porLeón III; pero la insuficiencia de informes queposeemos sobre ese Código militar nos impideatribuirlo a dicho emperador.

Para concluir, diremos que los tres códigos queacabamos de estudiar —el rural, el náutico, el militar—, no pueden ser mirados, con certeza, como obra delos emperadores isáuricos[561].

La mayoría de los historiadores, empezando por

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Finlay, atribuyen la organización de los temas,surgida en realidad en los siglos VII al VIII, y a veces,de manera más particular, al reinado de León III.Finlay escribe: «León estableció una nuevaorganización geográfica, la de los temas, que durótanto como el Gobierno bizantino»[562]. Gelzer estambién muy categórico sobre este punto. Según él,«León eliminó en definitiva los funcionarios civiles,haciendo pasar el poder, en las provincias, a manosde representantes militares»[563]. A juicio de F. I.Uspensky, «sólo en tiempos de León el Isáurico seprodujo un cambio radical en el sentido de unrefuerzo de los poderes de los estrategas de lostemas, a expensas de la administración civil de lasprovincias»[564]. Pero subsiste el hecho de que noposeemos informe alguno sobre la obra de León en laesfera de la organización provincial.

Tenemos una lista de temas —con algunasindicaciones sobre su organización—, debida a ungeógrafo árabe del siglo IX, Ibn Khurdadhbah[565], aquien ya mencionamos anteriormente. Comparandoesas indicaciones con las que poseemos acerca delos temas en el siglo VII, los historiadores hanllegado a ciertas conclusiones relativas a lasmodificaciones aportadas a la organización temísticaen la época de la dinastía Isáurica. Así, vemos que en

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Asia Menor se añaden a los ya enumerados temas delsiglo VII dos temas nuevos, creados en el VIII,probablemente en la época de León III: el temaTrácico, en la parte occidental del Asia Menor.

Asia Menor, comprendiendo distritosoccidentales del vasto tema Anatólico, llamadoTrácico por las guarniciones europeas llevadas deTracia; y el Bucelárico, al este del amplio tema delOpsikion, y llamado Bucelárico por los bucelarios,esto es tropas romanas y extranjeras empleadas porel Imperio o por personas privadas. ConstantinoPorfirogénito dice que «los bucelarios seguían alejército y proveían a su abastecimiento» (DeThematibus, p. 28). Así, a primeros del siglo IX, AsiaMenor tenía cinco temas, que las fuentes de aquelperíodo (por ej., en 803) llaman los cinco temasorientales[566]. Según toda apariencia, en Europasólo había cuatro provincias a fines del siglo VIIITracia, Macedonia, la Hélade y Sicilia. Pero si lacuestión del número de temas en el Asia Menor aprincipios del siglo IX puede considerarse resuelta,no nos cabría decir si las autoridades civiles habíansido entonces suprimidas del todo y sus funciones, enesa época precisa, transferidas a los gobernadoresmilitares. El papel decisivo de León III en laorganización de los temas no puede probarse, y por

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ahora pasa de ser una pura hipótesis[567].La extensión y generalización del régimen de

temas bajo la dinastía Isaurica estuvieroníntimamente ligadas con los peligros exteriores einteriores que amenazaban el Imperio. La formaciónde nuevos temas mediante parcelación fragmentaciónde los inmensos territorios de los temas primitivos sedebió a consideraciones políticas. León sabía porexperiencia los peligros que entraña dejar unterritorio demasiado extenso en manos de ungobernador militaruom: potente, que podíasublevarse y aspirar al trono. Así, el peligro exteriorexigía el refuerzo de un poder militar centralizado,sobre todo en las provincias amenazadas por losenemigos del Imperio —árabes, eslavos y búlgaros—, y el peligro interior, hijo del exceso de potenciade los gobernadores militares, muy parecidos avasallos más o menos independientes del podercentral[568], requería la disminución de los territoriossometidos a su mando.

Deseando aumentar y regular los recursoshacendísticos del Imperio, en razón de sus múltiplesy dispendiosas empresas, León III elevó la capitaciónen una tercera parte, y para ejecutar mejor estamedida mandó llevar un registro de todos los nacidosvarones. El cronista, hostil a los iconoclastas,compara esta medida de León al modo que tuvo el

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Faraón egipcio de tratar a los israelitas[569]. Hacia elfin de su reinado, León III impuso a todos lossúbditos de su Imperio una contribución destinada areconstruir las murallas de Constantinopla,arruinadas por frecuentes y violentos terremotos. Lostrabajos de reconstrucción terminaron durante sureinado, según lo prueban varias inscripcionesgrabadas en las torres de los muros interiores de lacapital, con el nombre de León y el de Constantino,hijo de aquél y su asociado al Imperio[570].

La iconoclastia. El séptimoconcilio ecuménico

El estudio del movimiento iconoclasta presentagrandes dificultades a causa del estado actual de lasfuentes. Todas las obras de iconoclastas, los decretosimperiales, las actas de los concilios iconoclastas de753-54 y de 815, los tratados teológicos de los«destructores de imágenes», fueron despedazadas altriunfar sus enemigos. No conocemos la literaturaiconoclasta sino por fragmentos introducidos en las

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obras de los «adoradores de imágenes», a fines dereputación. Así, el decreto del concilio iconoclastade 753-54 ha sido conservado en las actas delséptimo concilio ecuménico, aunque acaso en formaincompleta. El decreto del concilio de 815 ha sidodescubierto en uno de los tratados del patriarcaNicéforo y se hallan numerosos fragmentos de laliteratura iconoclasta insertos en los tratadospolémicos y teológicos de los adversarios delmovimiento. Conviene notar en ese sentido, comoparticularmente interesantes, los tres famososTratados contra los que desprecian las santasimágenes, del célebre teólogo y compositor dehimnos Juan Damasceno (o de Damasco),contemporáneo de los dos primeros emperadoresiconoclastas. Además, todo lo complica el hecho deque, a fin de propagar sus ideas, los que interveníanen la querella iconoclasta recurrían a veces aelaborar escritos apócrifos.

No ha de olvidarse que las fuentes que nos hanllegado sobre la iconoclastia están influidas por lahostilidad existente contra tal movimiento. En partese ha debido a esa razón el que los sabios hayanemitido juicios tan divergentes sobre el períodoiconoclasta.

Los historiadores han estudiado en primertérmino la cuestión de los orígenes del movimiento

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contra las imágenes —bastante difícil de comprenderen los siglos VIII y IX— y que se prolongó, conalgunos intervalos, durante más de un siglo, teniendograves consecuencias para el Imperio. Ciertosespecialistas de este período han atribuido causasreligiosas a la actitud de los emperadoresiconoclastas. Otros estiman que las razones íntimasde su actitud fueron ante todo políticas. Segúnalgunos, León III resolvió proscribir las imágenesesperando eliminar así uno de los principalesobstáculos que separaban a los cristianos de losjudíos y los musulmanes, los cuales desaprobaban los«iconos». El emperador, a juicio de tales autores,habría confiado en que una unión religiosa más íntimacon mahometanos y judíos facilitaría la sumisión deunos y otros al Imperio.

El historiador griego Paparrigópulos ha hecho unestudio muy audaz del período iconoclasta. Según él,es impropiedad aplicar el término de «iconoclasta»a aquella época, puesto que el término no define conplenitud el período. Opina Paparrigópulos que, a lavez que la reforma religiosa que condenó lasimágenes, proscribió las reliquias, redujo el númerode monasterios, y, sin embargo, dejó intactos losfundamentos dogmáticos de la religión cristiana y seprodujo igualmente una reforma política y social. Losemperadores iconoclastas se propusieron arrebatar al

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clero la instrucción pública. Aquellos soberanos noobraron por motivos personales o dinásticos, sinotras maduras reflexiones y deliberaciones prolijas, yno sin antes examinar claramente las necesidadessociales y las exigencias de la opinión pública. Lessostenían lo mejor de la sociedad, la mayoría del altoclero y el ejército. El fracaso final de las reformasiconoclasta; debe atribuirse a que muchas personasseguían devotamente adictas a la fe antigua, y portanto, eran opuestas de corazón a los cambiosoperados por los emperadores iconoclastas. Esaparte de la nación se componía sobre todo de genteminúscula, de mujeres y de la multitud de los monjes.León III no pudo cambiar el ánimo del pueblo[571].Tales son, en globo, las opiniones de Paparrigópulossobre esa época.

El historiador griego se engaña, sin duda alguna,al considerar la obra reformadora de losemperadores del siglo VIII como una tentativa derevolución social, política y religiosa. Pero es elprimer erudito que ha señalado la complejidad eimportancia del período iconoclasta y por eso hadespertado de manera particular la atención de losotros historiadores sobre esa época.

Algunos (como Schwarzlose) estiman que lapolítica iconoclasta de los emperadores del siglo VIII

fue motivada por consideraciones a la vez religiosas

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y políticas, con acusado predominio de las últimas.Según ellos, León III, deseoso de ser único dueño yautócrata en todas las esferas, esperaba,proscribiendo el culto de las imágenes, liberar alpueblo de la fuerte influencia de la Iglesia, queempleaba el culto de las imágenes como poderosomedio de asegurarse la obediencia de los laicos. Elideal de León era reinar como señor absoluto sobreun pueblo unido en lo religioso. La vida religiosa delImperio quedó, pues, reglamentada por la política delos emperadores iconoclastas: la iconoclastia debíacontribuir a la realización de los ideales políticos delos soberanos «rodeados de la aureola de un celoreformador»[572].

Más recientemente, varios historiadores (porejemplo el francés A. Lombard) han comenzado u veren el iconoclasma una reforma puramente religiosadestinada a contener «los progresos del paganismorenaciente» bajo la forma del culto abusivo de lasimágenes, y a «restablecer el cristianismo en supureza original». A. Lombard estima que esa reformareligiosa se desarrolló a la vez que se producíanciertos cambios políticos, pero sin dejar de tener suhistoria propia[573].

El bizantinista francés L. Bréhier ha hecho notarespecialmente que la iconoclastia implica doscuestiones distintas y diferentes: la cuestión discutida

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de ordinario, o culto de las imágenes propiamentedicho, y el problema de la legalidad del artereligioso. En otras palabras, ¿estaba permitido o norecurrir al arte para pintar el mundo sobrenatural?¿Tenía el artista el derecho de representar en susobras a los santos, a la Virgen y a Jesucristo? Deeste modo el sabio francés plantea el problema de lainfluencia de la iconoclastia sobre el artebizantino[574].

Más recientemente aun, C. N. Uspensky hadislocado el centro de gravedad del estudio de esteperíodo al poner en primer término la políticadesarrollada por el Gobierno bizantino contra elcreciente progreso de la propiedad territorialconcentrada en manos de los monasterios. Según él,de las medidas administrativas de León fuerondirigidas fundamental y esencialmente, y desde elprincipio mismo de la lucha, contra los monasterios,que hacia el siglo VIII habían llegado a ocupar unasituación anormal en el Imperio. La política de Leónno se fundó esencialmente en consideracionesreligiosas; pero los monjes perseguidos y losdefensores de la feudalidad monástica encontraronmás ventajoso trasladar la lucha al terreno teológico,para poder proclamar que la obra de losemperadores era atea y herética, desacreditar elmovimiento y arruinar la confianza de las masas en su

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emperador. El verdadero carácter de aquelmovimiento quedó así hábilmente enmascarado ysólo a costa de grandes esfuerzos se puede volver aencontrar[575].

De cuanto precede resulta que el movimientoiconoclasta fue un fenómeno muy complejo,imposible todavía de esclarecer a causa del estadode las fuentes[576].

No carece de interés notar que los emperadoresiconoclastas eran todos de origen oriental. León III ysu dinastía eran isáuricos o acaso sirios; losrestauradores de la iconoclastia en el siglo IX fueronel armenio León V y Miguel II que, como su hijoTeófilo, había nacido en la provincia de Frigia (AsiaMenor Central). Y si consideramos quiénes fueronlos restauradores del culto de las imágenes,observamos que: 1.º, por dos veces fue restablecidoel culto de los iconos por mujeres: Irene y Teodora;2.º, Irene era de origen griego y Teodora procedía dePaflagonia, provincia del Asia Menor sita en ellitoral del mar Negro, cerca de Bitinia[577] y no lejosde la capital; es decir, que esta última emperatriz noera oriunda del centro de la Península. El lugar deorigen de los emperadores iconoclastas no puede serconsiderado un factor accidental. El origen orientalde esos soberanos es uno de los elementos que

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permiten comprender mejor el papel quedesempeñaron en el movimiento y el sentido de éste.

La oposición al culto de las imágenes en los sigloVIII y IX no era una tendencia nueva ni insólita enabsoluto. Había, por lo contrario, sido preparadalargamente. El arte cristiano, al representar el cuerpohumano en los mosaicos, frescos, esculturas ograbados había, desde hacía mucho, preocupado amucha gente profundamente religiosa, a causa de lasemejanza que aquello tenía con las prácticas delabandonado paganismo. Ya a principios del siglo IV,el concilio de Elvira (España) había decidido «queno debía haber cuadros (pinturas) en las iglesias, quelos muros no debían tener imagen alguna de lo queera reverenciado y adorado», (ne quod colitur etadoratur in parietibus depingatur)[578].

En el siglo IV, al recibir el cristianismo unestatuto legal y convertirse después en religión deEstado, las iglesias empezaron a ornamentarse conimágenes. En el siglo IV y durante el V, el culto de lasimágenes creció y desarrollóse en la Iglesia cristiana.Tal práctica seguía inquietando a muchos. Eusebio deCesárea, historiador eclesiástico del siglo IV,declaraba que el culto de las imágenes de Jesucristoy de los apóstoles Pedro y Pablo era «una costumbrede gentiles»[579]. En una de sus epístolas, Epifanio de

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Chipre relata (siglo IV) que rasgó un velo (velum)eclesiástico adornado con «la imagen de Jesucristo ode uno de sus santos», porque ello «humillaba a laIglesia»[580].

En el siglo V, un obispo sirio pidió, antes de sernombrado para aquel alto puesto, la supresión de lasimágenes. En el siglo VI estalló en Antioquía unagrave sublevación contra el culto de los iconos. EnEdesa, los soldados, amotinándose, lapidaron unaimagen milagrosa de Cristo. Conocemos algunoscasos de destrucciones de iconos en el siglo VII. Esinteresante, al propósito, citar la carta escrita a finesdel siglo VI por el Papa Gregorio I el Grande alobispo de Massilia (Marsella), quien había ordenadoquitar y destruir las imágenes de todas las iglesias. ElPapa alaba al obispo por su celo al defender la ideade que nada creado por manos humanas debe seradorado (nequia manufactum adoran posset). Perole censura haber hecho destruir las imágenes,despojando así al pueblo analfabeto de la ocasión deinstruirse históricamente, ya que «al menos habríapodido leer, mirando los muros, lo que no sabe leeren los libros»[581]. En otra carta al mismo obispo, elPapa escribía: «Nos te alabamos haber prohibidoadorar las imágenes; empero te censuramos haberlasdestruido… Adorar un cuadro es una cosa (picturam

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adorate), aprender lo que se debe adorar porintermedio del cuadro, es otra»[582]. Así que, según laopinión de Gregorio el Grande, compartida pormuchas personas, las imágenes servían parainstrucción del pueblo.

Las tendencias iconoclastas de las provinciasorientales estaban algo influidas por los judíos. Lareligión de éstos prohibía el culto de las imágenes y,por lo tanto, los secuaces del judaísmo se mostrabanviolentamente hostiles a toda adoración de tal género.Desde la segunda mitad del siglo VII ejercieroninflujo análogo los musulmanes, quienes, siguiendolas palabras del Corán, «Las imágenes son unaabominación satánica» (V, 92), consideraban el cultode los santos como una forma de idolatría. Loshistoriadores citan con frecuencia el relato de queYezid II, califa árabe, dio en su Estado un decreto,tres años antes al de León, prescribiendo ladestrucción de las imágenes en las iglesias de sussúbditos cristianos. La autenticidad de esta narraciónes puesta hoy en duda por varios historiadores,aunque habrá de reconocerse que son de un granfundamento o antecedente a las prohibicionesposteriores[583]. En todo caso, la influencia del Islamen las provincias orientales debe ser tomada encuenta siempre que se estudie el movimiento

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iconoclasta. Un cronista califica incluso alemperador León de «Cabeza de Sarraceno[584]» perono poseemos muchas pruebas que nos permitanafirmar que León fuera directamente influido por elIslam. En fin, una de las sectas orientales másdifundidas en la Edad Media, los paulicianos, quevivían en la parte oriental del centro de Asia Menor,eran muy opuestos al culto de las imágenes[585]. Enresumen, en la época de León III existía un fuertemovimiento iconoclasta en las provincias bizantinasorientales del Asia Menor. El historiador religiosoruso Lebediev escribe al respecto: «Se puede afirmarpositivamente que el número de iconoclastas antesdel iconoclasma (siglo VIII) era considerable, asícomo que constituían una fuerza que la misma Iglesiatenía buenas razones para temer». Uno de losprincipales focos de iconoclastia era Frigia,provincia central del Asia Menor[586].

No obstante, el culto de las imágenes se habíaextendido mucho y era muy sólido. Imágenes deJesucristo, de la Santa Virgen y de los diversossantos, cuadros representando escenas del Antiguo yNuevo Testamento, ornaban en profusión las iglesiascristianas. Las imágenes colocadas en los diversostemplos de aquella época eran ya de mosaico, yapintadas al fresco, ya trabajadas en marfil, madera o

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bronce. De modo que había imágenes pintadas eimágenes esculpidas, además de lo cual existíanmuchas pinturas en colores ilustrando los manuscritos(miniaturas). Se veneraban en particular los iconosque no se creían hechos por manos humanas y a losque los fieles atribuían poderes milagrosos. Lasimágenes desempeñaban también papel en la vidafamiliar; a veces se elegían iconos como padrinos omadrinas de los niños. Imágenes bordadas figurandosantos adornaban los vestidos de ceremonia de losmiembros de la aristocracia bizantina. Nos consta,por ejemplo, que la toga de un senador estabadecorada con imágenes que reproducían toda la vidade Cristo.

Los adoradores de las imágenes concebían aveces su adoración de manera demasiado literal,dejando de adorar la persona o idea simbolizada porla imagen para adorar la imagen en sí o la materia deque se componía. Ésta era fuerte tentación paramuchos fieles, la adoración de objetos inanimadosofrecía gran parentesco con las prácticas delpaganismo. A la vez se veía «aumentar en la capitalla cantidad de monasterios, comunidades monásticasy conventos de toda especie, que se multiplicabancon la mayor rapidez y alcanzaron proporcionesinauditas hacia fines del siglo VIII (acaso sería másexacto decir hacia el siglo VIII)»[587]. Según I. D.

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Andreiev, el número de monjes durante la épocaiconoclasta puede calcularse en cien mil sin la menorexageración. «Si se considera —dice ese historiador— que la Rusia de hoy (el libro es de 1907), con susciento veinte millones de habitantes esparcidos en unvasto territorio, no tiene más que unos cuarenta milmonjes y religiosas, se imaginará fácilmente cuáldebía ser la densidad de la red de monasterios quecubría el territorio relativamente poco extenso delImperio bizantino».

Así, mientras por una parte el culto de imágenes yreliquias —ordinarias o milagrosas— inquietaba ahombres que se habían desarrollado bajo lasinfluencias dominantes en aquel período, de otraparte el auge excesivo del monaquismo y el rápidocrecimiento del número de monasterios chocaban conlos intereses seculares del Imperio bizantino. Muchosjóvenes vigorosos abrazaban la vida religiosa y «esamultitud de hombres que ingresaban en el claustroquitaban trabajadores a la agricultura, soldados alejército, funcionarios a los servicios públicos». Elmonaquismo y los monasterios servían a menudo derefugio a los que deseaban escapar a las obligacionesimpuestas por el Estado. Muchos monjes noabandonaban la vida secular por proponerse seguirsinceramente ideales más elevados. Procede, pues,distinguir dos aspectos en la vida eclesiástica del

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siglo VIII: el religioso y el secular.Los emperadores iconoclastas, oriundos de

Oriente, conocían bien los conceptos religiososreinantes en las provincias orientales. Habían sidoeducados en tales conceptos y hécholos íntimamentesuyos. Al llegar al trono los llevaron a la capital,situándolos en la base de su política religiosa.Aquellos emperadores no eran infieles niracionalistas, como se pretende comúnmente. Por locontrario, eran hombres de fe profunda, sinceros yconvencidos, que deseaban reformar la religión,purificándola de los errores que, a su juicio, lahabían invadido y desviado de su curso original.Según ellos, el culto de las imágenes y la adoraciónde reliquias eran supervivencias del paganismo ydebían abolirse a toda costa para devolver a la fecristiana su prístina pureza. «Yo soy emperador ysacerdote», escribía León III al Papa Gregorio II.Partiendo de tal principio, León III considerabaderecho suyo dar fuerza de ley a sus propiasconcepciones religiosas e imponerlas a todos sussúbditos. Era el mismo cesaropapismo yamanifestado de modo particular bajo Justiniano I.Éste había visto en sí mismo la única fuente deautoridad temporal y espiritual y León fue unrepresentante convencido de esta tendencia política.

Los nueve primeros años del reinado de León se

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invirtieron en rechazar a los enemigos exteriores yafirmar el trono, no señalándose por medida algunarelativa a las imágenes. La actividad eclesiástica delemperador se limitó a una sola medida: exigir de losjudíos y de la secta oriental de los montañistas que sebautizasen.

Sólo el 726, año décimo de su reinado, elemperador, con expresión del cronista Teófanes,«empezó a hablar de la destrucción de los santosiconos, honrados por todos»[588]. La mayoría de loshistoriadores contemporáneos creen que el primeredicto contra las imágenes se promulgó el 726, oquizá el 725. Por desgracia el texto de ese decretonos es desconocido[589]. A poco de la publicación deledicto, León ordenó destruir la veneradísima estatuade Cristo situada sobre una de las puertas de lamagnífica entrada del palacio imperial. Ladestrucción de aquella imagen suscitó un motín en elque intervinieron sobre todo mujeres. El funcionarioimperial enviado a destrozar la imagen fue muerto,más el emperador le vengó castigando con dureza acuantos habían defendido la estatua. Esas víctimasfueron los primeros mártires de la disputaiconoclasta.

La hostilidad de León contra el culto de lasimágenes se aumentó y se hizo vivísima. El PapaGregorio II y el patriarca de Constantinopla, Germán,

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se manifestaron absolutamente desfavorables a lapolítica del emperador. En Grecia y en las islas delEgeo estalló una revuelta en pro del culto de lasimágenes, siendo reprimida por el ejército de León.De todos modos la población reaccionaba con talviolencia que el emperador no pudo adoptar desdeluego medidas decisivas.

En 730 convocó una especie de concilio donde sepromulgó un nuevo edicto contra las imágenes sacras.Es muy probable, empero, que ese concilio selimitase a confirmar la vigencia del edicto de 725 o726[590]. Germán se negó a firmar el decreto. Fuedepuesto y obligado a retirarse a sus tierras, dondepasó en ocupaciones pacíficas sus últimos años. Lasede patriarcal fue concedida a Anastasio, quienaccedió a firmar el edicto. De este modo el decretocontra las imágenes no sólo iba promulgado por elemperador, sino refrendado por la Iglesia, ya quellevaba la firma del patriarca, extremo de granimportancia para León[591].

Acerca del período siguiente a la promulgaciónde este edicto —los once últimos años del reinado deLeón— nada dicen las fuentes sobre la persecucióniconoclasta. Sin duda no hubo casos de violencia.Sea como fuere, no cabe hablar de persecuciónsistemática de las imágenes bajo León III. A lo máspueden suponerse casos aislados de destrucciones

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públicas de imágenes. Según un historiador, «en laépoca de León III hubo más bien una preparación a lapersecución de las imágenes y de sus adoradores queuna persecución real»[592].

A juicio de algunos, el movimiento iconoclastadel siglo VIII no empezó por la destrucción de lasimágenes, sino por la orden de suspenderlas másaltas para substraerlas a la adoración de los fieles,teoría que debe rechazarse, porque la mayoría de lasimágenes en las iglesias bizantinas eran frescos omosaicos y, en consecuencia no podían sertrasladadas o apartadas de los muros de los templos.

Se halla un eco —y un eco hostil— de la políticaiconoclasta de León en los tres famosos tratadosContra los que desprecian las imágenes, de JuanDamasceno, quien vivió, en tiempos del primeremperador iconoclasta, dentro de las fronteras delcalifato árabe. Según toda verosimilitud, dos de esostratados se escribieron en la época de León. La fechadel tercero no cabe determinarla con precisiónrigurosa.

Ya mencionamos la oposición del Papa GregorioII a la política iconoclasta de León III. El sucesor deaquel Papa, Gregorio III, convocó un concilio enRoma y anatematizó a los enemigos de las imágenes(731). A raíz de estos acontecimientos, la Italiacentral se desgajó del Imperio bizantino y se volvió

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por completo al lado del Papa y de Occidente. LaItalia meridional siguió bajo la dominación bizantina.

La disputa iconoclasta tuvo un aspecto diverso enabsoluto bajo Constantino V «Coprónimo» (741-775), hijo y sucesor de León III. Educado por supadre en principios muy rigurosos, Constantinoemprendió una resuelta política iconoclasta y en losúltimos años de su reinado inauguró la persecucióncontra monasterios y monjes. Ningún soberanoiconoclasta ha sido tan difamado en los escritos delos partidarios de las imágenes como aquel «dragónde múltiples cabezas», aquel «cruel perseguidor dela orden monástica», aquel «Acab y Herodes»,etc[593]. Así resulta muy difícil formar sobreConstantino V una opinión imparcial. E. Stein lellama, no sin alguna exageración, el más audazlibrepensador de toda la historia del Imperio romanode Oriente[594]. Al llegar Constantino al trono, lasprovincias europeas del Imperio practicaban todavíadevotamente el culto de las imágenes, mientras AsiaMenor contaba entre sus habitantes muchosiconoclastas. Constantino pasó los dos primeros añosde su reinado en lucha sin reposo contra su cuñadoArtavasde, que capitaneaba un levantamiento en prode las imágenes. Artavasde consiguió hacer queConstantino abandonase la capital y el pueblo le

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proclamó emperador[595]. Durante el año en queArtavasde gobernó el Imperio, el culto de lasimágenes fue restablecido. Pero Constantino acabódeponiendo a su cuñado y recobrando el trono. Losrebeldes fueron castigados con dureza. El éxito de lasublevación había, sin embargo, probado aConstantino que era posible, en circunstanciasfavorables, restablecer sin grandes dificultades elculto de los iconos, y el emperador comprendióentonces la necesidad de llevar a la práctica ciertasmedidas decisivas que afirmaran la iconoclastia enlas masas populares.

Con esta intención, el emperador decidió reunirun concilio que pusiese los fundamentos de unapolítica iconoclasta, sancionase ésta e hiciere asícreer al pueblo que las medidas contra las imágeneseran legítimas. Más de 300 obispos asistieron alconcilio. Éste se congregó en el palacio de Hieria, enel litoral asiático del Bósforo, frente aConstantinopla, el año 754[596]. Entre los asistentesno había patriarca alguno. La sede de Constantinoplaestaba vacante; Antioquía, Alejandría y Jerusalén sehabían negado a participar, y los legados del Papa seabstuvieron de concurrir a las sesiones. De estemodo los adversarios del concilio tuvieron base parasu tesis de que las decisiones de aquella reunión erannulas. Pocos meses después de empezar las sesiones,

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el concilio se trasladó a Constantinopla, donde entretanto se había designado nuevo patriarca.

El decreto del concilio de 754, que nos hallegado a través de las actas del séptimo concilioecuménico (quizá no íntegramente y tal vez conalgunas modificaciones), condenaba en definitiva elculto de las imágenes y proclamaba lo que sigue:«Apoyándonos en las Santas Escrituras y los Padres,declaramos unánimemente en nombre de la SantaTrinidad que será rechazada, apartada y expulsadacon imprecisiones de la Santa Iglesia toda imagen decualquier materia que fuere hecha por el arte malditode los pintores. Quien en el futuro ose fabricar talcosa, o venerarla, o exponerla en una iglesia, o enuna casa privada, o poseerla en secreto, será, si esobispo, sacerdote o diácono, depuesto; si es monje olaico, anatematizado; y caerá bajo el golpe de lasleyes del siglo como adversario de Dios y enemigode las doctrinas transmitidas por los Padres».

Este decreto no es importante sólo en el cuadrogeneral del culto de las imágenes, sino notabletambién en el sentido de que prescribe lacomparecencia de las personas culpables deadoración de imágenes, ante los tribunalesimperiales, colocando así a los partidarios de lasimágenes bajo la jurisdicción del poder temporal.Los miembros del séptimo concilio ecuménico

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explicaron más tarde por este hecho el rigorextraordinario que ciertos emperadores atestiguaronrespecto a la Iglesia y a los monjes. Fue pronunciadoanatema «contra todo el que osara representar laimagen divina del Verbo con colores materiales… ylos retratos de los santos con colores materiales queno tienen valor alguno, porque esta noción es falsa yha sido introducida por el Demonio». El decretotermina con las palabras siguientes: «Al nuevoConstantino, al más piadoso, muchos años (de vida).A la muy pía y ortodoxa (emperatriz), muchos años(de vida). Habéis asentado sólidamente los dogmasde los seis sagrados concilios ecuménicos. Habéisabolido toda idolatría…». Pronuncióse anatemacontra el patriarca Germán, «adorador del leño» ycontra Mansur, es decir, Juan Damasceno, «prosélitodel mahometismo, enemigo del Imperio, profesor deimpiedad, corruptor de las Escrituras»[597].

El decreto del concilio, emitido por unanimidad,produjo en el pueblo viva impresión. Según elprofesor Andreiev, «muchas gentes que estaban aunturbadas y sentían una vaga impresión del error delos iconoclastas, pudieron tranquilizarse; muchos queantes habían vacilado entre los dos movimientospudieron desde entonces adoptar, sobre la base de laconvincente argumentación de las decisiones delconcilio, ideas iconoclastas conscientes»[598]. Se

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pidió a la masa del pueblo que jurase abandonar elculto de las imágenes.

La persecución de las imágenes fue severísimadespués del concilio. Las imágenes fueron destruidas,quemadas, cubiertas de estuco, sometidas a múltiplesultrajes. Se distinguió por su violencia la persecucióndel culto de la Santa Virgen[599]. Muchos adoradoresde las imágenes se vieron aprisionados, torturados oajusticiados y sus propiedades confiscadas. Otrosfueron desterrados a provincias remotas. Cuadrosrepresentando árboles, pájaros, animales, escenas decaza, carreras, substituyeron en las iglesias a lasimágenes sagradas. Según la «Vida» de Esteban elJoven, una Iglesia dedicada a la Santa Virgen, enConstantinopla, al ser privada de su antiguoesplendor, se convirtió en «un huerto y unapajarera»[600]. Durante esta destrucción de iconospintados (mosaicos y frescos) o esculpidos,desaparecieron muchos y preciosos monumentosartísticos. Multitud de manuscritos iluminadoscompartió su suerte.

A la vez que las imágenes, se persiguieron lasreliquias. En una sátira del período iconoclasta sobrela adoración exagerada de las reliquias se lee quehabía diez manos atribuidas al mártir Procopio,quince mandíbulas de Teodoro, cuatro cabezas deJorge, etc.

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Constantino V probó una intolerancia extremarespecto a los monasterios y abrió una verdaderacruzada contra los monjes, aquellos «idólatras yadoradores de tinieblas». Su acción contra elmonaquismo fue tan violenta que ciertoshistoriadores se preguntan si no sería justo dar otronombre más exacto a la actividad reformadora delemperador, y declaran que es difícil determinar si loque hubo fue una lucha contra las imágenes o unaguerra contra los monjes. Para C. N. Uspensky, «loshistoriadores y teólogos han deformadointencionadamente la realidad sosteniendo laiconomaquia más bien que la monacomaquia de aquelperíodo». La persecución monacal se expresó pormedidas muy rigurosas. Los monjes fueron obligadosa vestirse de seglares, y algunos, con violencia yamenaza, fueron obligados a casarse. Otros hubieronde desfilar en procesión por el hipódromo, cada unocon una mujer de la mano, entre las burlas e insultosde los espectadores. El cronista Teófanes cuenta queun gobernador del Asia Menor reunió en Éfeso a losmonjes y religiosas de su provincia y les habló así:«Los que quieran obedecer al emperador y a mímismo vístanse de blanco y elijan esposainmediatamente; los que se nieguen serán cegados ydesterrados a Chipre». Y Constantino V,felicitándole, le escribía: «He hallado en vos un

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hombre a medida de mi corazón y que ejecuta todosmis deseos»[601]. Los monasterios arrebatados a losmonjes fueron transformados en cuarteles y arsenales.Se confiscaron los bienes monásticos. Se prohibió alos laicos eludir sus compromisos tomando la cogullaeclesiástica. El resultado de tal conjunto de medidasfue una emigración en masa de monjes hacia losterritorios no afectados aún por la políticaiconoclasta del emperador. Según ciertoshistoriadores, sólo Italia acogió, en la época de Leóny de Constantino, alrededor de cincuenta mil de esosmonjes[602]. Tal suceso fue de enorme importanciapara los destinos de la Italia meridional delMedievo, porque mantuvo así el predominio de lanacionalidad griega y de la Iglesia ortodoxa. Pero, alo que parece, tampoco la Italia meridional estuvoexenta de discordias iconoclastas. Sabemos que en elsiglo IX Gregorio el Decapolita cayó en manos de unobispo iconoclasta de Hydrus (hoy Otranto, en el surde Italia)[603]. Muchos monjes emigraron a las riberasseptentrionales del Ponto Euxino (mar Negro), a laisla de Chipre y a las costas de Siria y Palestina.Entre los monjes que sufrieron el martirio bajoConstantino V, uno de los más famosos fue SanEsteban, el Joven.

Los cinco años del reinado de León IV (775-780)

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parecen haber sido señalados por una vida interiortranquila en comparación a la del reinado deConstantino V. No obstante, León IV era tambiénpartidario de la iconoclastia, pero no sentíahostilidad profunda respecto a los monjes y éstos,bajo su reinado, recobraron otra vez su notableinfluencia… En el curso de su corto reinado, León IVno se mostró iconoclasta fanático. Es probable queinfluyera sobre él en cierta medida su joven esposa,Irene, ateniense famosa por su devoción al culto delas imágenes y hacia la que volvían todas susesperanzas los adoradores de los iconos. «La actitudmoderada (del emperador) en la disputa de lasimágenes fue la transición necesaria entre lasmedidas de Constantino V y la restauración de lasimágenes bajo Irene», dice Ostrogorsky en la página38 de sus Studien. El 780 murió León IV y concluyóel primer período de la Querella de las Imágenes.

La minoridad del hijo de León, Constantino VI,hizo que su madre, Irene, asumiese el gobierno delImperio.

A pesar de sus francas simpatías por el culto delos iconos y su resolución de restaurarlo, Irene notomó medidas decisivas con miras a unrestablecimiento oficial de aquel culto hasta despuésde sus tres primeros años de gobierno. Semejanteaplazamiento tuvo por causa el hecho de que todas

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las fuerzas del Imperio habían de ser dirigidas a lalucha interna contra el pretendiente al trono y a laexterna contra los eslavos de Grecia. Además,convenía preparar con las mayores precauciones larestauración de las imágenes, porque el grueso delejército era favorable a la iconoclastia y los cánonesdel concilio iconoclasta del 754, declarados porConstantino leyes imperiales, ejercían gran influenciasobre muchos habitantes del Imperio. Respecto alalto clero, es probable que varios de sus miembroshubiesen aceptado los decretos del concilio de 754,menos por convicción que por obediencia, y así, confrase de Andreiev, formaban «un elemento que sesometía de buen grado a las reformas de losemperadores iconoclastas, pero que no hubiera hechoninguna oposición real a las medidas del partidocontrario»[604].

En el año cuarto del reinado de Irene se concedióla sede patriarcal de Constantinopla a Tarasio, quiendeclaró necesario la convocatoria de un concilioecuménico con miras a la restauración del culto delas imágenes. Se enviaron a Roma embajadores conuna invitación para el Papa Adriano I, quien enviólegados al concilio de Constantinopla.

Reunióse el concilio (786) en la iglesia de losSantos Apóstoles, pero las tropas de la capital,hostiles al culto de las imágenes, se precipitaron en

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el Santuario a mano armada, obligando a la asambleaa dispersarse. El partido iconoclasta parecía triunfarde nuevo, mas su triunfo fue breve. Irene, hábilmente,substituyó las tropas reacias por nuevos soldadosmás leales y más afectos a sus ideas.

Al año siguiente (787) se congregó el concilio enNicea (Bitinia), lugar del primer concilio ecuménico.El concilio tuvo en Nicea siete reuniones, a las queno asistieron el emperador ni la emperatriz. Laoctava y última se celebró en el palacio imperial deConstantinopla. El número de obispos queconcurrieron a este concilio rebaso los 300. Fue elséptimo y último concilio ecuménico de la historia dela Iglesia de Oriente.

El concilio de Nicea restauró el culto de lasimágenes. Los que no aceptaban las decisiones delconcilio eran anatematizados. Se excomulgaba a«quienes llamaban ídolos a las santas imágenes yafirmaban que los cristianos habían apelado a losiconos como si éstos fueran dioses, o que la Iglesiacatólica jamás había aceptado ídolo». Los obisposdel concilio aclamaban al «nuevo Constantino y lanueva Elena»[605]. Se decidía colocar reliquias entodos los templos restaurados donde faltasenaquellos atributos, imprescindibles en una iglesiaortodoxa. Se condenaba severamente latransformación de los monasterios en residencias

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laicas y se acordaba restablecer todos losmonasterios suprimidos y secularizados por losiconoclastas. El concilio se esforzó en elevar lamoral del clero prohibiendo el tráfico de cosassantas (simonía). Prohibió también los monasteriosmixtos, es decir, comunes a ambos sexos.

La mucha importancia del concilio de Nicea noconsistió sólo en la restauración del culto de lasimágenes. Lejos de limitarse a esto, creó para lospartidarios de las imágenes la organización que leshabía faltado en la primera parte de la luchasostenida contra sus enemigos, haciendo unarecapitulación de todos los argumentos teológicosfavorables a las imágenes y de los cuales debíanservirse más tarde los iconódulos contra susadversarios. En resumen, el concilio proporcionó alos partidarios de las imágenes un arma que facilitósus luchas futuras en el segundo período delmovimiento iconoclasta.

No debemos olvidar que la obra llamadaiconoclasta de los emperadores del siglo VIII no fuemás que un aspecto —y acaso no el de mayorimportancia— de este período. Casi todas nuestrasfuentes de esa época pertenecen a la tradiciónunilateral y posterior del partido de las imágenes —el triunfante— que destruyó los más de losdocumentos iconoclastas. Pero ciertas indicaciones

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dispersas y fortuitas que nos han llegado nospermiten advertir que León III y Constantino Vcentraron sus esfuerzos hacia dos fines: lasecularización de la gran propiedad rural monástica yla reducción del enorme número de monjes. En otrostérminos, lucharon contra los elementos que,evadiéndose al dominio del Estado y manifestandouna independencia casi completa, minaba en ciertomodo las fuerzas vivas del Estado mismo y lapotencia del Imperio.

La coronación de Carlomagno

Con expresión de James Bryce, «la coronación deCarlomagno no es sólo el suceso central de la EdadMedia, sino también uno de los muy rarosacontecimientos de los que, consideradosaisladamente, cabe decir que, de no haber ocurrido,la historia del mundo habría cambiado»[606]. Paranosotros, ese suceso es importante también, porqueafectó, y no poco, al Imperio bizantino. Sabemos quepara los hombres de la Edad Media el Imperioromano era único e indivisible. Cuando tenía dos o

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más emperadores era como si dos o más señoresgobernasen un Estado único. Ya notamos en uncapítulo anterior la impropiedad de hablar de lacaída del Imperio romano de Occidente en el año476. Vuelve a hallarse la idea de un Imperio únicobajo la política exterior de Justiniano en el siglo VI, yesa idea vive aun en el año 800, fecha de la famosacoronación imperial de Carlomagno en Roma.

Pero en el mismo momento en que teóricamente elconcepto de un Imperio único reinaba en la ideologíade la Edad Media, la realidad probaba en la prácticaque ese concepto se hallaba anticuado. El mundooriental, bizantino o grecoeslavo, de fines del sigloVIII, y el mundo occidental romanogermánico delmismo período eran, por su lengua, por sucomposición etnográfica, por sus interesesespirituales, dos mundos diferentes, distintos yseparados. La idea del Imperio único se habíaconvertido en un anacronismo histórico.

El iconoclasma contribuyó a preparar losacontecimientos del año 800. El Papado protestóvigorosamente contra las medidas de losemperadores bizantinos y excomulgó a losiconoclastas. Luego se volvió a Occidente, esperandoencontrar protección y ayuda en el reino franco,primero en los poderosos mayordomos palatinos yluego en los reyes de la dinastía carlovingia. A fines

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del siglo VIII el trono franco hallábase ocupado por elrepresentante más ilustre de esas dinastías: Carlos elGrande o Carlomagno. Aquí dejaremos aparte lacompleja cuestión, diversamente tratada por loshistoriadores, de los respectivos intereses del Papa ydel rey de los francos en la coronación de esteúltimo.

El hecho en sí es harto conocido. El día deNavidad del año 800, durante un oficio solemne en laiglesia de San Pedro, el Papa León III colocó lacorona imperial sobre la cabeza del arrodilladoCarlos. El pueblo, agolpado en la iglesia, deseó «aCarlos, al muy piadoso augusto coronado por Dios,al gran ordenador de la paz, muchos años (de vida) yvictoria».

Los historiadores han emitido diversos juiciossobre la importancia del hecho de que Carlosasumiera el título imperial. Algunos creen que eltítulo no le daba derechos nuevos. De hecho seguíasiendo, como antes, «rey de los francos y loslombardos y patricios romanos[607]» y así, al recibirla corona imperial, no asumía más que un nuevotítulo.

Para otros, la coronación de Carlos, el 800, hizonacer un nuevo Imperio de Occidente, que se halló encompleta independencia respecto al de Oriente obizantino. Pero unos y otros juicios son posteriores y

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no cabe introducirlos en nuestro análisis del sucesodel año 800. A fines del siglo VIII no se trataba ni sepodía tratar de Imperio «titular» ni de formación deun Imperio occidental separado. La coronación deCarlos debe ser analizada recordando que reinaba enel año 800, es decir, situándonos en el punto de vistaen que se situaban para mirarla los testigos y actoresdel hecho; Carlomagno y León III.

Ni uno ni otro pensaban en crear un Imperio deOccidente que contrapesase el de Oriente. Carlosestaba indiscutiblemente convencido de que, al tomarel titulo de emperador, en el año 800, se convertía enseñor único y continuador de los emperadores delImperio romano. El acontecimiento significaba sóloque Roma había recobrado de manos deConstantinopla el derecho de elegir emperador.Como hemos observado varias veces, los políticos yla inteligencia de la época no podían concebir laexistencia simultánea de dos Imperios. Por su esenciamisma, el Imperio era único. «La doctrina imperialde un Imperio único, descansaba en el dogma de unDios único, puesto que sólo en calidad de delegadotemporal de Dios podía el emperador ejercer laautoridad divina sobre la Tierra»[608].

El estado de cosas que imperaba en aquelperíodo hacía más fácil la aceptación por el pueblode ese concepto del poder imperial, único posible en

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aquella época.Las relaciones de Carlos con el Imperio bizantino

habían comenzado mucho antes del 800. En 781 sehabían entablado negociaciones para el casamientode Rotruda, hija de Carlos, a quien los griegosllamaban Eruthro, con Constantino, emperador deBizancio, de edad de doce años entonces, y cuyamadre, Irene, gobernaba de hecho el Imperio[609].Pero Irene rompió las negociaciones.

En 797 Irene destronó al emperador legítimo, suhijo Constantino, y se convirtió en dueña absoluta delImperio. Este acto de audacia estaba en oposiciónabierta con las tradiciones del Imperio romano,donde jamás había reinado mujer alguna conautoridad imperial plena y entera. Desde el punto devista de Carlos y del Papa León, el trono imperialquedaba vacante, y al asumir la corona imperialCarlos ascendía al trono vacante del Imperio romanouno e indivisible, convirtiéndose en sucesor legítimo,no de Rómulo Augústulo, sino de León IV, Heraclio,Justiniano, Teodosio y Constantino el Grande, losemperadores de la línea oriental. Una interesanteconfirmación de este concepto se encuentra en elhecho siguiente: en los anales occidentales relativosal 800 y años siguientes, donde se relatan los sucesospor años de reinado de los emperadores bizantinos,el nombre de Carlos sigue inmediatamente al de

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Constantino VI.En una famosa carta escrita a Carlomagno en

junio del 799, Alcuino observa que de los trespoderes supremos que existen en el mundo, dos, elPapado y el Imperio de Constantinopla, atraviesanuna crisis formidable, y dirigiéndose a Carlos,exclama: «A ti sólo incumbe la salvación de lasvacilantes Iglesias de Cristo. A ti, que eres elvengador de los crímenes, el guía de los extraviados,el consolador de los afligidos, a ti te incumbe la tareade exaltar a los buenos»[610].

Tal era, pues, el modo que debía tenerCarlomagno de enjuiciar la cuestión. Fáltanosexaminar la actitud de Bizancio ante el coronamientode Carlos. Tal actitud estuvo igualmente acorde conlas concepciones reinantes en la época. El Imperiobizantino sostuvo los derechos de Irene al trono,consideró el suceso del 800 como uno de tantosintentos de rebelión contra la autoridad legítima, aejemplo de otros ocurridos antes, y temió, no sinrazón, que el nuevo emperador, siguiendo el ejemplode anteriores rebeldes, marchase a Constantinoplapara destronar a Irene y ocupar por la fuerza el tronoimperial. Ante los ojos del Gobierno bizantino, lacoronación de Carlos era la insurrección de algunasprovincias occidentales contra el soberano legal delImperio[611].

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Pero Carlos, por supuesto, se daba buena cuentade lo precario de su situación, ya que su coronaciónno solventaba la cuestión del dominio de la «parsorientalis». Comprendió que después de Irene,Bizancio elegiría otro emperador cuyos derechos altítulo imperial serían juzgados en Oriente comoindiscutibles. Previendo tales complicaciones,Carlos entabló tratos con Irene y la propuso casarse,esperando «unir así las provincias orientales yoccidentales»[612]. En otras palabras, Carloscomprendía que su título no iba a tener significadoalguno si no era reconocido por Bizancio. Ireneacogió favorablemente las propuestas matrimonialesde Carlos, pero poco después fue destronada ydesterrada (802). El plan de Carlos, pues, no serealizó[613].

A la caída de Irene el trono fue ocupado porNicéforo. Se entablaron negociaciones entre éste yCarlos, probablemente respecto al reconocimientopor Nicéforo del título imperial del rey franco. Perosólo el 812 los legados del emperador bizantinoMiguel I Rangabé saludaron a Carlos en Aquisgrancon el título de emperador-basileo. Así fuelegalizada la elección imperial del 800[614]. Desde el812 hubo dos emperadores romanos, aunque en teoríasólo hubiese aún un Imperio romano. «En otras

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palabras —dice Bury— el acto del 812 resucitó, enteoría, el estado de cosas del siglo V. Miguel I yCarlos, León V y Ludovico Pio eran uno respecto alotro como Arcadio y Honorio, Valentiniano III yTeodosío II; el “Imperium romanun” se extendía delas fronteras de Armenia a las orillas delAtlántico»[615].

Con toda evidencia, semejante unidad delImperio era puramente nominal y teórica. Los dosImperios vivieron en verdad dos existenciasseparadas y distintas. Además, hasta la misma ideade unidad estaba entonces en vías, de desaparecer enOccidente.

El título imperial de Carlos no conoció una muylarga carrera. En el decurso de las turbulencias quese siguieron, la monarquía de Carlos se disgregó y eltítulo pasó a manos de detentadores ocasionales.Desapareció por completo en el siglo X y volvió arenacer en la segunda mitad del mismo siglo, peroesta vez bajo su forma antihistórica de «SacroImperio Romano Germánico».

Sólo a partir del año 800 puede hablarse de unImperio romano de Oriente. Así lo entiende J. B.Bury cuando da al tercer volumen de su «Historia delImperio bizantino» —que comprende los sucesosincluidos entre el 802, fecha de la caída de Irene, y elprincipio de la dinastía macedónica— el título de

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«Historia del Imperio romano de Oriente» (EasternRoman Empire), mientras los dos primerosvolúmenes llevan el título de Historia del BajoImperio Romano (A History of the Laster RomanEmpire).

Conclusión acerca de la obra de ladinastía isáurica

El juicio de la historia da la mayor importancia alos servicios prestados a Bizancio por los primerosemperadores de la dinastía Isáurica, sobre todo porLeón III. Y es justicia, porque León, llegado al tronotras un período de anarquía y desórdenes graves, sereveló general eminente, administrador de talento ylegislador avisado y comprensivo de todos losproblemas de su época. La política religiosaiconoclasta suele separarse siempre del resto de sutrabajo. En la mayoría de las obras históricas, LeónIII recibe los máximos elogios. Los griegos, porejemplo, reconocen en él «una de los soberanos másgrandes del Imperio oriental y uno de losbienhechores de la Humanidad»[616], los alemanes le

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juzgan «uno de los hombres más grandes queascendieron al trono imperial, un emperador que vioclaramente la necesidad de una reforma radical“llevada” de cabeza a miembros»[617]. «un hombredestinado a restaurar el Imperio a sangre y fuego, unapersonalidad de alto valor militar»[618]. Unhistoriador inglés dice de la obra de León que conella «regeneró el Imperio romano[619]»; un francés veen la obra de los emperadores isáuricos «uno de losmayores y más admirables esfuerzos que se hayanintentado jamás para elevar el nivel moral, material eintelectual del pueblo», y compara la importancia de«su inmensa tentativa de organización a las medidastomadas por Carlomagno»[620]. Hace poco Diehl haescrito que «del gobierno de los emperadoresisáuricos brotó un nuevo principio de vidauniversal»[621].

En los juicios, ocasionales por lo general, de loshistoriadores rusos, quienes, exceptuando los autoresreligiosos, no han estudiado en detalle la historia delos emperadores isáuricos, no hallamos alabanzasexcesivas dedicadas a esos emperadores. Los tresvolúmenes de J. A. Kulakovski no tratan sino desucesos anteriores a los iconoclastas. El primer tomode Lecciones de historia bizantina, de S. B.Chestakov, que si abarca ese período, no contiene

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apreciación alguna. C. N. Uspensky, en sus«apuntes», aprueba de modo muy interesante y nuevoel movimiento antimonástico y antimonacal. Y F. I.Uspensky escribe: «León el Isáurico es responsablede la manera, harto ruda, con que el gobiernoabandonó el delicado problema de la fe y laadoración de Dios a las autoridades militares y a lasfuerzas policíacas. Él (y sus sucesores) hirieron elsentimiento religioso del pueblo e hicieron de unproblema localizado un acontecimiento estatal»[622].

Aunque reconociendo la extraordinaria energía yel talento administrativo de los dos primerosemperadores iconoclastas, y admitiendo que León IIIsalvó sin duda el Imperio, fundándonos en todos losdocumentos históricos que poseemos, creemos deberabstenernos de loar en exceso la política isáurica.Porque esa política, aunque indiscutiblementesincera, produjo graves trastornos interiores queagitaron durante más de un siglo la vida del Imperio.Desde su primer período la iconoclastia apartó aItalia de Bizancio e hizo muy tensas las relacionesdel Imperio con el Papa, quien excomulgó a losiconoclastas y se volvió a Occidente en demanda deayuda y protección. Las relaciones de amistad que,como consecuencia, sobrevinieron entre el papado ylos reyes francos, abrieron un período nuevo, y muyimportante, en la historia de la Edad Media. A la vez

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se asentaban progresivamente los cimientos de laruptura entre las dos Iglesias, occidental y oriental.Durante la época isáurica Bizancio perdió la Italiacentral, incluso el exarcado de Ravena, que fueconquistado hacia la mitad del siglo VIII por loslombardos, siendo luego donado al Papa por Pipino,el Breve.

Pero no olvidemos que aún no se ha escrito unahistoria general de la dinastía isáurica, y que muchosproblemas importantes de ese período están sinsolucionar todavía. La cuestión, por ejemplo, de lareducción del número de monjes y monasterios y la,al parecer, frecuente secularización de laspropiedades agrícolas monásticas, merecen ser másestudiadas. Uno de los problemas esenciales de labizantinología es hoy el relacionado con el aspectosocial de la política de los emperadores isáuricos,problema que exige más amplias investigaciones. Sise practican búsquedas nuevas sobre tal extremo,quizá se obtenga nueva luz sobre todo el períodollamado iconoclasta y se descubra en él un sentidomás profundo y una importancia mayor aun en elcuadro de la historia universal.

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Los sucesores inmediatos de losemperadores isáuricos (802-820).La época de la dinastía amoriana

o frigia (820-867)

Los emperadores de 802 a 867 ysu origen

Los historiadores consideran generalmente elperíodo comprendido entre principios del siglo IX yla exaltación de la dinastía macedónica al trono, en867, como un intervalo transitorio entre larenovación del Imperio bajo los monarcas isáuricos ylos años brillantes de la dinastía macedónica. Perolos estudios más recientes muestran que ese período,dejando de ser un mero epílogo, pasa a ser muchomás que un prólogo, pues aparece, en efecto, posesorde importancia propia y señala una fase nueva en elevolucionar de la civilización bizantina[623].

Como sabemos, la revolución del 802 derribó aIrene y elevó al trono bizantino a Nicéforo I (802-

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811). Según las fuentes orientales, Nicéforo era deorigen árabe[624]. Uno de sus antepasados hubo deemigrar a la provincia de Pisidia, en Asia Menor,donde nació Nicéforo. La revolución del 803 fue, porsu carácter, un hecho casi único en la historiabizantina. La inmensa mayoría de las sublevacionespolíticas surgidas en el Imperio fueron dirigidas porgenerales y jefes militares. Nicéforo constituyeexcepción, porque no tenía cargo militar alguno, sinoel elevado puesto civil de ministro de Hacienda. Alcaer Nicéforo en el campo de batalla, en la guerrabúlgara (811), el trono pasó por unos meses a su hijoStaurakios, que también había sido herido degravedad en la misma campaña. Staurakios murió,como su padre, el 811. Pero ya antes de su muertehabía sido depuesto en favor del curopalate Miguel I,miembro de la familia griega de los Rangabé ycasado con Procopia, hermana del infortunadoStaurakios e hija de Nicéforo. Miguel I reinó pocotambién (811-813), siendo derribado, en gran parte acausa de su desgraciada campaña contra losbúlgaros, por el jefe militar León, armenio denacimiento y a quien la historia conoce bajo elnombre de León V el Armenio (813-820). El 820León fue asesinado y el trono pasó a un jefe de laguardia imperial, Miguel II (820-829), apodado «ElTartamudo»[625]. Miguel II era oriundo de la plaza

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fuerte de Amorion en Frigia(Pcia. de Asia Menor).De aquí que a su dinastía, representada por tres

emperadores (820-867), se la llame amoriana ofrigia. El nuevo emperador era un provincianogrosero e ignorante, que había pasado su juventud enFrigia, «entre los herejes, los hebreos y los frigiosmedio helenizados»[626]. Una fuente siriaca tardíaincluso atribuye a Miguel origen judío[627]. A sumuerte el trono pasó a su hijo Teófilo (829-842),quien casó con la famosa restauradora de laortodoxia, Teodora, originaria de Paflagonia (AsiaMenor). El último miembro de la dinastía fue elincapaz y corrompido Miguel III (842-867), cuyonombre ha pasado a la historia con el epíteto pocohonroso de «El Beodo».

Durante la minoridad de Miguel III, su madre,Teodora, gobernó oficialmente el Imperio. Reinócatorce años, confiando todos los asuntos delgobierno a su favorito Teoctisto. Cuando Miguelalcanzó la mayoría de edad hizo matar al favorito desu madre, obligó a ésta a entrar en un convento yasumió el gobierno imperial. El instigador y directorde la ejecución de aquel golpe de Estado, fue Bardas,tío del emperador y hermano de Teodora. Bardas fueelevado muy pronto a la dignidad de curopalate y decesar y adquirió considerable influencia en elgobierno. Como Miguel no tenía hijos, Bardas

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esperaba convertirse en emperador a la muerte de susobrino. Miguel, débil, corrompido e indiferente enabsoluto a las cuestiones políticas, dejó a Bardasgobernar el Estado con poderes casi absolutosdurante diez años. Bardas, hombre muy capaz ytalentoso, luchó con éxito contra los enemigos delImperio y atestiguó clara comprensión de losintereses de la Iglesia. Se esforzó con sinceridad endifundir la instrucción entre el pueblo. Pero sucumbióa causa de las pérfidas intrigas de un nuevo favorito,Basilio, futuro fundador de la dinastía macedonia,cuyo notable destino veremos después. A la muertede Bardas, Miguel adoptó a Basilio y le hizo ceñir lacorona imperial. Su gobierno en común duró pocomás de un año, porque Basilio, sospechando queMiguel conspiraba contra él, persuadió a varios desus amigos de que asesinasen al emperador alfinalizar una fiesta. Así quedó Basilio único señordel Imperio, y así fundó la dinastía más famosa de lahistoria bizantina.

Resumiendo, vemos que en el espaciocomprendido entre 802 y 867, el trono fue ocupadopor dos árabes o semitas; por un griego, Miguel I,que había casado con la hija de Nicéforo I, árabe porsu padre; por un armenio y al fin por tres frigios, esdecir, semigriegos. Por primera vez cayó, pues, eltrono bizantino en manos de la raza semítica. Sobra

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decir que en todo aquel período los elementosorientales desempeñaron un papel de primer orden enel gobierno del Imperio.

El período de la dinastíaamoriana o frigia (820-867)

El imperio bizantino y los árabesen la época de la dinastía

amoriana. Insurrección de Tomásel Eslavo. Primera expedición delos rusos contra Constantinopla

En el siglo IX las hostilidades entre Bizancio ylos árabes casi no conocieron interrupción. En lafrontera oriental asumieron forma de repetidascolisiones que se producían con regularidad casicrónica todos los años, siguiéndolas frecuentes

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canjes de prisioneros. Por el lado musulmán de lafrontera, se elevó desde Siria a los confines deArmenia una línea de fortificaciones destinadas acubrir los territorios árabes contra los ataques de losejércitos bizantinos. Por el lado bizantino sefortificaron los puntos fronterizos de manera análoga.El conjunto de fortificaciones formó una especie de«limes» del Asia Menor. En el siglo IX, los choquesde frontera rara vez se convirtieron en expedicionesmás profundas e importantes. En aquel siglo elCalifato se debilitaba y perdía gradualmenteimportancia política como resultado de sus gravesdesórdenes internos y del predominio de los persas ydespués de los turcos. De modo que los continuosataques de los musulmanes cesaron de amenazar,como amenazaron en los siglos anteriores, laexistencia del Imperio. Sin embargo, aquellasincursiones seguían produciendo gran daño en lasprovincias fronterizas, perjudicando la prosperidadde la población y reduciendo sus recursos, enhombres y dinero. Los treinta primeros años del sigloIX transcurrieron bajo los reinados de los famososcalifas Harun-Al-Raschid (786-809) y Mamún (813-833), con quienes la influencia persa gozó depreponderancia casi exclusiva, relegando a segundotérmino a los elementos de nacionalidad árabe. Ensus ideas políticas, los califas del siglo IX —sobre

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todo Mamún— se asemejaron a los emperadoresbizantinos. Como ellos, creyeron en el carácterilimitado de su autoridad en todas lasmanifestaciones de la vida de su Estado.

Si los choques árabobizantinos en Orientetuvieron escasa importancia para entrambosadversarios, las operaciones de la flota musulmanaen el Mediterráneo fueron de muchísimo alcance, yaque condujeron a la ocupación de Creta, de la mayorparte de Sicilia y de varios puntos valiosos de laItalia meridional.

Uno de los episodios de más interés en la historiade las relaciones arabo-bizantinas en el primer cuartodel siglo IX es la participación de los árabes en lainsurrección de Tomás el Eslavo, bajo el reinado deMiguel II.

Organizó esta insurrección en Asia Menor uneslavo de nacimiento, Tomás. La lucha tomóproporciones de grave guerra civil, durando más dedos años. Debe verse en ella el suceso capital delreinado de Miguel II y un hecho de importanciaconsiderable desde el triple punto de vista político,religioso y social.

Desde el político, la insurrección fue importanteporque Tomás logró arrastrar a la sublevación toda elAsia Menor, salvo las tropas de dos temas. Segúnciertas fuentes, diversas nacionalidades del Asia

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Menor y de los confines del Cáucaso se unieron a susfilas. El ejército de Tomás no incluía sólo suscompatriotas, los eslavos, que ya vimos queformaban colonias importantes en Asia Menordespués de su emigración en masa del continenteeuropeo, sino que abarcaba persas, armenios, iberos,y representantes de otras tribus caucásicas[628].Tomás se halló al frente de fuerzas tan considerables,que al califa Mamún no vaciló en formar estrechaalianza con él. Estipulóse que el califa ayudaría adeponer a Miguel, a cambio de lo cual los árabesrecibirían ciertas zonas fronterizas bizantinas. Con elconsentimiento, o a instigación, de Mamún, Tomás sehizo proclamar basileo de los romanos en Antioquía,coronándole Job, patriarca de la ciudad. Elemperador bizantino se encontró así frente a un rivalmuy peligroso y ante una insurrección que los árabestenían el mayor deseo de ver triunfar.

En el sentido religioso, el alzamiento ofrecemucho interés, porque Tomás explotó el descontentode la mayoría de la población, irritada al verrenovarse la política iconoclasta. Tomás se declarópartidario del culto de las imágenes, llegando inclusoa pretender ser Constantino, el hijo de Irene, laanterior restauradora de la ortodoxia. Esta política levalió numerosas asistencias.

El movimiento tuvo, sus consecuencias sociales.

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En el Asia Menor, los recaudadores de impuestos seunieron a Tomás, y, según una fuente, hubo unasublevación de «esclavos contra sus señores»[629].Las clases bajas se alzaban contra sus opresores, losgrandes terratenientes, esperando conseguir un futuromejor y más brillante. Según la misma fuente, lasucesiva guerra civil «semejante a una catarata delNilo, inundó la tierra, pero en vez de ser de agua erade sangre»[630].

Sostenido por la escuadra del mar Egeo, Tomásdirigió sus fuerzas contra Constantinopla. Venciendofácilmente la resistencia de las tropas de Miguel,sitió la capital por mar y tierra. Al alcanzar lasorillas europeas del Bósforo, acudieron a reforzarsus filas muchos esclavos de Tracia y Macedonia. Unaño entero duró el sitio de Constantinopla. Miguelconoció horas muy críticas, pero al fin dos hechos ledieron la victoria: por una parte derrotó a la flota deTomás y por otra los búlgaros, apareciendo deimproviso por el norte bajo el mando de su reyOmurtag, batieron a las tropas terrestres de lossublevados. Tras esto Tomás ya no pudo recobrar suantigua pujanza y su levantamiento quedó condenadoal fracaso. El rebelde hubo de huir y más tarde fuehecho prisionero y ejecutado. Lo que restaba de susfuerzas quedó aniquilado sin dificultad. Aquellacompleja insurrección fue aplastada del todo en 823,

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después de cuya fecha Miguel pudo reinar seguro[631].El desenlace de la insurrección tuvo extrema

importancia para el Imperio bizantino. El fracaso delos sublevados equivalía al fracaso del culto de lasimágenes y al de la ofensiva del califa Mamún contraBizancio. Por otra parte, el levantamiento, según todaprobabilidad, motivó muy serios cambios sociales enAsia Menor. Ya vimos que en el siglo VI, bajoJustiniano el Grande, reinaba en la mayor parte delImperio el sistema de grandes propiedades agrícolascultivadas por siervos. En las fuentes de los siglossucesivos hallamos algunas alusiones a pequeñasexplotaciones rurales y pequeños propietariosagrícolas. En el siglo X el predominio de lapropiedad territorial en grande reaparece de nuevo,sobre todo en Asia Menor. Es posible que quepaatribuir tal resurrección al levantamiento de Tomás,levantamiento que sin duda alguna provocó la ruinade muchos pequeños propietarios rurales, quienes, alno poder pagar los aplastantes impuestosestablecidos por el Gobierno, debieron verse en laprecisión de vender sus bienes a sus vecinos ricos.En todo caso, la propiedad territorial en gran escalareaparece en el siglo X, llegando incluso a amenazarel poder imperial. Como después veremos, ello senoto sobre todo en Asia Menor[632].

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Hasta el 830 aproximadamente los choques de lastropas bizantinas y árabes no tuvieran gravesconsecuencias. El Califato padecía grandesturbulencias interiores, aprovechadas con habilidadpor Bizancio. Teófilo, batido en Asia Menor el 830,logró al año siguiente una victoria, en Cilicia, sobreun ejército árabe compuesto de fuerzas fronterizas. Eléxito se celebró en Constantinopla con un brillantetriunfo otorgado al emperador[633]. Los añossiguientes no produjeron nuevos éxitos a Teófilo. Unhistoriador árabe llega a declarar que Mamúnpreveía el momento en que podría someter a todo elImperio[634]. Teófilo envió a Mamún proposicionesde paz. Pero el 833 murió Mamún, y su hermanoMutazim le substituyó en el trono. En los primerosaños de su gobierno se suspendieron las hostilidades.Teófilo las reanudó el 837, emprendiendo, con unejército bastante numeroso, una brillante expedicióncontra los árabes. Se adueñó de la fortaleza deZapetra, que quemó, y entró en otras posiciones oplazas. El triunfo que le concedieron entonces vino aser una reedición de las ceremonias y desfiles quehabían festejado su regreso seis años atrás[635].

Pero el 838 Mutazim, a la cabeza de un ejercitonumeroso, se internó profundamente en Asia Menor y,tras largo asedio, ocupó la importante fortaleza de

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Amorion, en Frigia, lugar de que era oriunda ladinastía reinante, y «y ojo y cimiento de lacristiandad», según la exagerada opinión del cronistaárabe[636]. Mutazim contaba marchar sobreConstantinopla después de ocupar Amorion, pero laalarmante noticia de una conjura militar en su propiopaís le forzó a abandonar sus planes y retirarse aSiria[637].

En los anales de la Iglesia griega se vincula alsitio de Amorion una leyenda milagrosa; la de 42prisioneros eminentes que se negaron a abrazar lareligión islámica y sufrieron el martirio,conduciéndoseles al borde del Tigris, donde fuerondecapitados. Sus cuerpos, arrojados al río flotaronmilagrosamente en la superficie de las aguas,arrastrados por la corriente y recogidos por loscristianos, que les dedicaron solemnes exequias[638].

El desastre de Amorion produjo gran efecto enTeófilo, quien abandonó toda esperanza de resistirsólo las invasiones árabes y, temiendo perder lapropia capital, se volvió en busca de socorro a losEstados occidentales. Sus embajadores aparecieronen Venecia, en Ingelheim, donde entonces estaba lacorte del rey franco Ludovico Pío, y en España, en lacorte del califa Ommiada. Los emisarios recibieroninmejorable acogida de todos los soberanos

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occidentales, pero éstos no enviaron a Teófilo unsocorro muy activo.

En el último período de la dinastía amoriana, esdecir, en los últimos años del reinado de Teófilo ybajo Miguel III, las luchas intestinas que desgarrabanel Califato impidieron a los árabes de Orientereanudar sus invasiones de Bizancio. En cambio, losbizantinos infligieron varías derrotas a los árabes. En863, el emir de Mitilene, Ornar puso en peligro a lapoblación bizantina de Amisus (Samsinun), en ellitoral del mar Negro, e irritado porque el mar seoponía a su avance, dícese que, como Jerjes, fustigólas aguas. Pero en el mismo año, de regreso, losbizantinos, mandados por Petronas, cortaron a Ornarla retirada. En la batalla de Posón (el lugar delcombate no se ha identificado con certeza todavía)las fuerzas árabes fueron casi aniquiladas y Ornarmuerto[639]. La brillante victoria bizantina tuvoamplia repercusión en Constantinopla. Para celebrarla muerte del emir en el campo de batalla, secompuso un canto especial que nos han transmitidolas fuentes[640].

En medio de estos conflictos, casi crónicos, conlos árabes, las fuentes empiezan de pronto amencionar el primer intento de los «ros» o rusoscontra Constantinopla. Hasta época relativamentereciente, la gran mayoría de los historiadores

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fechaban ese suceso en los años 865 u 866,asociándolo a menudo a la expedición de lospríncipes rusos Ascold y Dir. Pero desde 1894, añoen que el sabio belga Franz Cumont descubrió enBruselas una breve crónica, esa opinión ha quedadoreconocida como falsa. Tal crónica, en efecto, da unafecha muy precisa y declara que los rusos seacercaron a Constantinopla, en 200 naves, el 18 dejunio del año 86o, siendo cruentamente derrotados yperdiendo la mayoría de sus embarcaciones[641].Además, ciertos sabios ya habían emitido dudassobre la primera fecha mucho antes de la publicaciónde la crónica anónima y, fundándose en diversoscálculos cronológicos, se inclinaban a pensar que lafecha exacta era el 860. Así, el famoso sabio italianodel siglo XVIII, Assemani, fijaba el momento de laprimera expedición de los rusos en el fin del 859, oel principio del 860, sin embargo de lo cual lossabios sucesivos olvidaron por completo el resultadode las investigaciones de Assemani[642]. No obstante,catorce años después de la publicación de la crónicaanónima de Bruselas, y sin conocer los trabajos deAssemani, Golubinski, historiador religioso ruso,había llegado igualmente a la conclusión de que erapreciso hacer remontar dicha expedición al año 860o a principios del 861[643].

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En uno de sus sermones, el patriarca Focio,contemporáneo del acontecimiento, habla de losrusos como de «un pueblo escita grosero y bárbaro»y de su expedición como de un «océano bárbaro,desencadenado, espantoso», una «terrible tempestadnórdica»[644].

A la vez que había de sostener la guerra enOriente, el Imperio bizantino luchaba contra losárabes de Occidente. El África septentrional,conquistada por los árabes en el siglo VII con tantotrabajo, se había liberado muy pronto de ladominación de los califas orientales. A contar delaño 800, los países situados al oeste de Egiptodejaron de obedecer a los califas abbassidas,creándose en Túnez una dinastía aglabidaindependiente, poseedora de una flota pujante, alcomienzo mismo del siglo IX (800).

Todas las posesiones bizantinas del Mediterráneose hallaban amenazadas por los árabes. Ya en laépoca de Nicéforo I los árabes de África auxiliaron alos eslavos del Peloponeso en su insurrección,asediando, juntos con ellos, Patae (Patras)[645]. En elreinado de Miguel II, Bizancio perdió la isla deCreta, muy importante estratégica y comercialmente.La conquistaron emigrantes árabes de España que,tras querer establecerse en Egipto, pasaron a Creta,

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El jefe de la expedición fundó una nueva ciudad en laisla, rodeando dicha ciudad de un foso profundo,llamado «Handak» en árabe. De aquí provino elnuevo nombre de la isla: Chandax o Candia[646].Desde entonces Creta se convirtió en un nido depiratas de donde salían bandas devastadoras quecaían sobre las islas egeas y los distritos del litoral,causando graves perturbaciones políticas yeconómicas en el Imperio bizantino.

Más grave fue para Bizancio la pérdida deSicilia. Desde los siglos VI y VIII aquella isla habíaestado expuesta a las invasiones árabes, más éstas nohabían tenido grandes consecuencias. Bajo la dinastíaamoriana, la situación cambió. A fines del reinado deMiguel II un individuo denominado Eufemio organizóuna insurrección y fue proclamado soberano delImperio. Dándose cuenta en breve de que sus tropasserían insuficientes para resistir a las imperiales,llamó en su socorro a los árabes de África. Éstosdesembarcaron en Sicilia, pero en vez de ayudar aEufemio comenzaron a conquistar el país. Entre tantoEufemio moría a manos de los partidarios delemperador[647].

No parece aceptable la opinión emitida por unitaliano de que Eufemio fuera un soñador que luchabapor sus ideales, un hombre que combatió

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valientemente por la independencia de su país ycontinuó la política tradicional tendente a constituiren Italia un Estado romano independiente, el «Imperoromano italiano»[648].

Los árabes se establecieron en Panormo(Palermo) y poco a poco ocuparon la mayor parte dela isla, incluso Messina. A fines del reinado de ladinastía amoriana, de todas las grandes ciudades deSicilia sólo Siracusa seguía en manos cristianas. Unpaso más y los árabes penetrarían en los territoriosbizantinos de la Italia del sur.

Como sabemos, la Península italiana concluye, almediodía, en dos pequeñas penínsulas: la del sudesteera conocida en la antigüedad por el nombre deCalabria; la del sudoeste por el de Bruttium. En laEdad Media hubo un cambio de terminología. Desdemediados del siglo VII se utilizó menos cada vez eltérmino Bruttium, que se substituyó por Calabria,expresión que pasó a designar las dos pequeñaspenínsulas. Así, fueron llamadas Calabria todas lasposesiones bizantinas de la Italia del sur, en torno algolfo de Tarento[649].

La situación política de Italia en el siglo IX era laque sigue: Bizancio conservaba en Venecia la mayorparte de la Campania, el ducado de Nápoles y otrosdos más y las dos peninsulitas del sur. Venecia y

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Campania no tenían sino flojos lazos de dependenciacon el Imperio bizantino, y una y otra poseían ungobierno autónomo local. En cambio el sur de Italiaestaba directamente sometido al Imperio. A fines delsiglo VII el duque lombardo de Benevento se apoderóde Tarento, que pertenecía a Bizancio, y separó así,al alcanzar el golfo, las dos provincias bizantinas dela costa. Desde entonces las dos pequeñas penínsulassólo tuvieron relación por mar. Después de lasconquistas italianas de Carlomagno y su coronaciónen Roma, toda Italia se encontró en teoría bajo laautoridad del emperador de Occidente, salvo losterritorios bizantinos, pero en la práctica el poder deCarlomagno no rebasó, al sur, las fronteras delEstado pontificio y del ducado de Spoleto. El ducadode Benevento siguió siendo un Estado independiente.

A la par que sometían Sicilia poco a poco, losárabes empezaban a practicar incursiones marítimasen las costas italianas. La ocupación de Tarento, en laépoca de Teófilo, constituyó una amenaza grave ydirecta para las provincias bizantinas de la Italia delsur. La flota veneciana que acudió en socorro delemperador al golfo de Tarento, sufrió una completaderrota. Los árabes, que ocupaban ya el importantelugar fortificado de Bari, en el litoral oriental de laPenínsula, progresaron desde allí hacia el interior.Ludovico II, emperador de Occidente, acudió con un

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ejército, pero fue abatido y hubo de retirarse. Amediados del siglo IX los piratas árabes aparecían enla boca del Tíber y amenazaban Roma, si bien, trasadueñarse de rico botín, se alejaron de la capital. Lasbasílicas romanas de San Pedro y San Pablo, situadasextramuros de la población, sufrieron graves dañosmateriales.

Haciendo un somero resumen de las relacionesárabobizantinas durante la dinastía amoriana, seadvierten, en Occidente, serios fracasos paraBizancio.

Se perdieron Creta y Sicilia: la primera hasta el961; la segunda para siempre. Varios puntosimportantes del sur de Italia pasaron a manos de losárabes. Pero las posesiones de éstos en el siglo IX noformaban una faja ininterrumpida de territorios. EnOriente los resultados de la lucha fueron muydiferentes. El Imperio allí logró conservar casiíntegras sus posesiones. Los insignificantes cambiosque hubo en el trazado general de las fronteras noejercieron influjo alguno en la marcha general de lossucesos. En este sentido los esfuerzos de la dinastíaamoriana tuvieron gran importancia para el Imperio,ya que durante cuarenta y siete años los emperadoresde aquella dinastía pudieron resistir la ofensiva delos árabes en Oriente conservando, en conjunto, latotalidad de los territorios bizantinos en Asia Menor.

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El imperio bizantino y losbúlgaros en la época de la dinastía

amoriana

A principios del siglo IX el trono búlgaro estabaocupado por Krum, organizador prudente y hábilhombre de guerra, que se reveló muy peligroso paraBizancio. Nicéforo, adivinando en él unapersonalidad capaz de atraerse para sus miras lapoblación eslava de Tesalia y Macedonia, hizotransportar a ambas provincias muchos colonosllevados de otras comarcas del Imperio. Con estamedida —que, según una fuente, provocó vivodescontento entre los emigrantes— esperaba elemperador desviar el peligro de una inteligenciaeslavobúlgara[650].

El 811, tras varios choques búlgaro-bizantinos,Nicéforo emprendió una gran expedición contraKrum. En el curso de esta campaña fue atraído con suejército a una emboscada y sufrió una grave derrota.Nicéforo murió en la batalla; su hijo, Staurakios, fueherido de consideración y el ejército quedó casianiquilado. Desde la famosa batalla de Adrianópolis(378), en la que Valente murió peleando contra losvisigodos, ningún otro emperador había caído en

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lucha con los bárbaros. Krum mandó construir con elcráneo del emperador muerto una copa donde los«boliads» (nobles búlgaros)[651] fueron obligados abeber. En 813 Krum infligió una derrota a Miguel I,que avanzaba contra los búlgaros al mando de unpoderoso ejército, para congregar el cual habíallegado a retirar las fuerzas de la frontera asiática.Pero los bizantinos, a pesar de su superioridadnumérica, fueron aplastados y no se detuvieron en suretirada sino al pie de los muros de Constantinopla.El mismo año (813), a poco de la exaltación de LeónV el Armenio al trono, Krum asedió la capitalproponiéndose clavar su lanza sobre la Puerta deOro,” en las murallas de Constantinopla[652]. Pero nopudo ocupar la capital y la amenaza búlgarainterrumpió momentáneamente al morir Krum[653].

En vida aún de León, uno de los sucesoresinmediatos de Krum, Omurtag, «una de las figurasmás expresivas de la historia de los principios deBulgaria[654]» acordó con Bizancio treinta años depaz. En ésta se fijaba la demarcación fronteriza enTracia. Aun subsisten hoy restos de fronteras, enforma de muros terreros[655]. Hecha en definitiva lapaz búlgaro bizantina, León V mandó reconstruiralgunas de las ciudades arruinadas de Tracia yMacedonia. También hizo levantar en torno a la

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capital murallas más poderosas para defenderlamejor contra eventuales ataques búlgaros.

Las relaciones búlgaro bizantinas no presentanningún episodio saliente hasta mediados del siglo IX,época en que el trono búlgaro pasó a Boris(Bogoris), cuyo nombre está estrechamente ligado ala conversión de los búlgaros al cristianismo.

La religión cristiana había penetrado en Bulgariahacía mucho, siendo introducida primero por loscautivos apresados por los búlgaros en sus batallascon los bizantinos. Los kanes paganos búlgarospersiguieron con dureza a «pervertidos ypervertidores». F. I. Uspensky declara que «sin dudaalguna el cristianismo empezó muy pronto adifundirse… En el siglo VIII había ya cristianos en elpalacio de los príncipes. A las luchas de cristianos ypaganos han de imputarse muchas de las turbulenciasde la historia búlgara, así como los frecuentescambios, de kanes»[656].

La conversión de Boris al cristianismo le fuedictada por la situación política de Bulgaria,situación que le indujo a buscar más estrecha ligazóncon Bizancio. Acudieron a Bulgaria sacerdotesgriegos para propagar el bautismo entre el pueblo. En864 el rey Boris se bautizó, tomando el nombre deMiguel, A poco, su pueblo en masa adoptó elcristianismo. El relato según el cual Cirilo y

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Metodio, los dos famosos evangelizadores de loseslavos, participaron directamente en el bautismo deBoris, no está confirmado por testimonios auténticos.El bautismo de los búlgaros por eclesiásticosbizantinos acreció mucha el prestigio y la influenciadel Imperio en la Península de los Balcanes. PeroBoris advirtió en breve que Bizancio no deseabaconceder a la Iglesia búlgara plena autonomía y así,ansioso de conservar el derecho de dirigir la vidaespiritual de Bulgaria y temeroso de que su reinopasase a depender políticamente del Imperiobizantino, Boris decidió llegar a una alianza religiosacon Roma. Envió, pues, una embajada al PapaNicolás I y le pidió que mandase a Bulgariasacerdotes latinos. El Papa acogió la petición conalegría. No tardaron en llegar a Bulgaria obispos ysacerdotes latinos y el clero griego fue expulsado.Pero el triunfo del Papa resultó efímero. Bulgaria sevolvió en breve a la Iglesia griega, durante ladinastía macedónica, de lo que hablaremos en unposterior capítulo[657].

No olvidemos que, si bien las relaciones deRoma y Constantinopla eran tirantes en la época defluctuaciones de Boris, no por ello existía en laIglesia un cisma declarado. En las gestiones de Boriscerca del clero griego y el latino no ha de verse unaopción del kan búlgaro entre el catolicismo o la

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ortodoxia. Oficialmente la Iglesia seguía siendoentonces una y universal.

Segundo período de laiconoclastia y restauración de la

ortodoxia. Separación de lasIglesias en el siglo IX

Los primeros emperadores del período 802-867no siguieron una política iconoclasta. Incluso pudocreerse que el culto de las imágenes, restablecido porIrene, iba a afianzarse sin nuevas discordias.Nicéforo siguió una política de tolerancia religiosacombinada con la idea del dominio del podertemporal sobre la Iglesia. Aunque reconoció lasdecisiones del concilio de Nicea y la victoria de lospartidarios de las imágenes, no era un sectarioentusiasta del movimiento iconoclasta. En losverdaderos entusiastas de este movimiento, latolerancia de Nicéforo pareció casi tan nefasta comouna herejía. Es probable que los asuntos religiososinteresasen muy poco al emperador, no teniendo

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importancia para él sino en la medida en queconcernían al Estado. Pero el monaquismo atravesómomentos de inquietud, sobre todo cuando elrespetado patriarca Tarasio, amado de todo elpueblo, fue substituido por el patriarca Nicéforo,procedente del mundo seglar y elevado a aquellajerarquía por mero deseo del emperador. A talelección se opusieron vivamente Teodoro de Studiony sus secuaces, los studistas, que por su actitudfueron desterrados[658].

Miguel Rangabé, en su breve reinado (811-813),vivió bajo la influencia constante del patriarca y losmonjes. Se comportó como un hijo obediente de laIglesia y defendió los intereses de ésta. Durante sureinado volvieron del destierro Teodoro y sussecuaces.

Había transcurrido un cuarto de siglo desde larestauración de las imágenes, pero el movimientoiconoclasta era recio aun en las provincias orientalesy en el ejército. El 813, el jefe militar León, armeniode nacimiento, ocupó el trono. Bajo sus predecesoreshabía tenido reputación de buen general y ocultadocuidadosamente sus ideas iconoclastas, pero despuésde deponer a Miguel Rangabé y afirmar su poderpropio, empezó a seguir una política iconoclastadeclarada. Según una fuente, el emperador dirigióestas palabras a sus partidarios: «Ya veis que todos

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los emperadores que han aceptado y honrado lasimágenes han muerto o en el destierro o en el campode batalla. Sólo los que no adoraron las imágenes hanmuerto de muerte natural y disfrutando del título deemperador. Esos emperadores han sido Lodoscolocados con los mayores honores en tumbasimperiales y enterradas en la iglesia de los SantosApóstoles. Yo quiero seguir su ejemplo y destruir lasimágenes, y así, tras de mi larga vida y de la largavida de mi hijo, nuestras leyes continuarán estando envigor hasta la cuarta y quinta generación»[659].

El patriarca Nicéforo se alzó violentamentecontra las medidas iconoclastas del emperador.Nicéforo fue depuesto y la sede episcopal deConstantinopla fue dada a Teodoto, que aprobabaplenamente la política religiosa de León. El 815 sereunió un segundo concilio iconoclasta en la iglesiade Santa Sofía. Las actas de este concilio debieronser destruidas a raíz de la restauración del culto delas imágenes, pero su decreto nos ha sido conservadoen las obras apologéticas del patriarca Nicéforo,aunque no haya sido publicado sino recientemente (en1903): «Después de haber restablecido y confirmadola doctrina recibida de Dios por los Santos Padres,de acuerdo con los seis santos conciliosecuménicos», ese concilio «condena la práctica vana,no autorizada por la tradición, de fabricar y adorar

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imágenes, prefiriendo la adoración espiritual yverdadera». El decreto indicaba más adelante que,durante el gobierno de una mujer (Irene), la«ingenuidad femenina» había restaurado la adoraciónde «figuras muertas» e «iconos sin vida», así comola práctica de encender cirios y quemar incienso. Elconcilio prohibía la construcción ilegal deseudoiconos de la Iglesia católica,” rechazaba laadoración de las imágenes confirmada por elpatriarca Tarasio y no permitía encender cirios olámparas ni quemar incienso ante las imágenes. Eldecreto de 815 reproducía las ideas esenciales delconcilio iconoclasta de 754, confirmaba sus actas yproclamaba de nuevo la prohibición de adorarimágenes y la inutilidad de exponerlas. El concilio seabstenía de «llamar ídolos a las imágenes, porquehay grados en el mal», hecho por el que susmiembros han sido a veces considerados mástolerantes que los primeros iconoclastas[660]. Perorecientemente se ha demostrado que el segundomovimiento iconoclasta, sobre todo en tiempos deLeón V y Teófilo, no fue más moderado ni mástolerante que en los de León III y Constantino V, sino«tan sólo más pobre espiritualmente»[661].

Los emperadores iconoclastas del segundoperíodo —León V, Miguel el Beodo y Teófilo—encauzaron su política religiosa en condiciones muy

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diferentes a la del período inicial. En primer término,el segundo período sólo duró treinta años (815-843),es decir, veinte menos que el anterior. Además, losiconoclastas del primer período habían, por asídecirlo, fueron tomados de sorpresa por lospartidarios de las imágenes, entonces no bastanteorganizados ni preparados para la lucha. Las severasmedidas adoptadas contra las imágenes les obligarona estrechar sus filas, a afirmar su fe, a desarrollar susmétodos de combate, a reunir un vasto materialdogmático y polémico. Los iconoclastas del segundoperíodo hallaron, pues, una resistencia mucho másviva que sus predecesores y la lucha les resultómucho más difícil. Fue vigorosa en particular laresistencia opuesta por Teodoro, abad del monasteriode Studion, y sus seguidores, los studistas, defensoresconvencidos de las imágenes y que ejercían graninflujo sobre la masa popular. Además, Teodorohabló y escribió abiertamente contra la intervencióndel poder temporal en los asuntos de la Iglesia ydefendió la independencia de la Iglesia y la libertadde conciencia. Irritado por la actitud y actividad deTeodoro, el emperador le desterró, así como amuchos de sus seguidores.

A cuanto cabe juzgar por las fuentes queposeemos, casi todas hostiles a los iconoclastas, lapersecución de las imágenes y sus adoradores fue

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muy dura bajo León V. Hallamos en tales fuentesalgunos nombres de personas que sufrieron elmartirio en esa época. No obstante, hasta los másencarnizados adversarios de León V reconocen quedesplegó mucha habilidad en defensa del Imperio yque su administración fue prudente. Según unhistoriador, «el patriarca Nicéforo (depuesto porLeón) dijo después de la muerte de León que elestado de los romanos había perdido un emperadormuy grande, aunque impío»[662]. Cierto que otroscontemporáneos llaman a León «serpiente rastrera»y comparan su reinado al «invierno» y a una «espesabruma»[663].

Acerca de las ideas de Miguel II, sucesor deLeón, difieren las opiniones. Mientras ciertoshistoriadores ven en él un hombre indiferente,neutral, que «siguió las vías de la tolerancia yproclamó los grandes principios de la libertad deconciencia[664]», otros le llaman «iconoclastaconvencido, aunque no fanático», «decidido amantener las reformas iconoclastas de León, porquearmonizaban con sus convicciones personales, peronegándose a la vez a continuar la persecución delculto de las imágenes»[665]. Un historiador modernoestima que «el programa político (el del emperadorMiguel) fue tratar de restablecer la paz en la religión,

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aunque esta actitud implicaba un silencio forzadosobre las cuestiones en litigio y una cierta toleranciarespecto a cada uno de los elementos discordes»[666].

En cualquier caso, y a pesar de sus tendenciasiconoclastas, Miguel no abrió una nueva era depersecuciones contra los adoradores de las imágenes.Empero, cuando Metodio, más tarde patriarca deConstantinopla, entregó al emperador una misiva delPapa y le pidió que restableciese el culto de losiconos, el emisario sufrió pena de flagelación y fueencerrado en una cueva. Para comparar los reinadosde León V y Miguel II, los contemporáneos se sirvende las metáforas siguientes: «Ya no se ve fuego, peroaun hay humo», «como la de la serpiente reptadora,la cola de la herejía no ha muerto aún y todavía semueve»; «el invierno ha terminado, pero la verdaderaprimavera no ha llegado aún», etc[667]. Bajo elreinado de Miguel II murió Teodoro de Studion, elfamoso defensor de las imágenes y de la libertad dela Iglesia.

Teófilo, sucesor de Miguel II, fue el últimoemperador iconoclasta. Hombre versado en materiasteológicas, se distinguía por su ferviente adoraciónde la Santa Virgen y de los santos y era autor devarios cantos eclesiásticos. Los juicios de loshistoriadores sobre Teófilo son muy contradictorios,y siguen una gama muy varia, desde la más dura

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reprobación hasta el elogio magnífico. Respecto aliconoclasma, el reinado de Teófilo fue el episodio«más áspero» del segundo período de la lucha. Elprincipal consejero religioso del emperador y jefedel movimiento iconoclasta fue Juan el Gramático,que llegó a patriarca de Constantinopla. Hombre elmás ilustrado de su época, se le acusó —cosa quesucedía con frecuencia a los sabios en la Edad Media— de practicar la hechicería y la magia. BajoTeófilo, los monjes, muchos de los cuales solíanpintar iconos, fueron sometidos a penas muyrigurosas. Nos consta que las palmas de las dosmanos del monje Lázaro, pintor de imágenes, fueronquemadas con un hierro al rojo. Los hermanosTeófanes y Teodoro, que habían defendido lasimágenes con fervor, fueron azotados y se lesinscribieron en la frente, a fuego, versos griegosofensivos compuestos especialmente por el propioTeófilo, lo que valió a entrambos hermanos elsobrenombre de «marcados» («graptoi»).

Pero un examen más crítico de las fuentes que noshan llegado aconseja abandonar la tesis de que laspersecuciones fueron implacables en exceso bajoTeófilo. En ese sentido tenemos muy pocostestimonios. Bury estima que las persecuciones deTeófilo no rebasaron cierto radio geográfico, porqueel emperador no exigió la destrucción de imágenes

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sino en la capital y sus alrededores inmediatos. Buryes también de opinión que en todo el segundo períodode iconoclastia prosperó en Grecia el culto de lasimágenes, lo que sucedió también en las islas ycostas del Asia Menor. Este hecho no ha sido lobastante apreciado por los historiadores. Bury cree,en fin, que el emperador no recurrió a penas severassino en un reducido número de casos[668]. Faltamucho todavía para llegar a una apreciación históricaexacta del segundo período del movimientoiconoclasta.

La esposa de Teófilo, Teodora, era, como vimos,ferviente partidaria del culto de las imágenes y sumarido no lo ignoraba. Al morir Teófilo el 842,Teodora se halló legalmente a la cabeza del Imperio,ya que su hijo Miguel era menor de edad.

La primera tarea de Teodora fue restaurar el cultode las imágenes. La oposición de los iconoclastas nodebía ser tan fuerte en 842 cuando la primerarestauración de los iconos bajo Irene. La prueba estáen que, pasado un año tan sólo, Teodora pudo yareunir un concilio para confirmar sus tendenciasreligiosas en tanto que Irene había tardado siete añosen cumplir la misma labor.

Juan el Gramático fue depuesto y la sedepatriarcal de Constantinopla se dio a Metodio, quienhabía sufrido bajo Miguel los males que dijimos. Las

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actas del concilio convocado por Teodora no nos hanllegado, pero otras fuentes nos hacen ver que talesactas confirmaban los cánones del concilio de Niceadel año 787 y restauraban el culto de las imágenes.Terminados los trabajos del concilio se celebró unOficio solemne en Santa Sofía el primer domingo decuaresma (11 marzo 843). La Iglesia griega ortodoxacelebra todavía el recuerdo de aquella ceremonia enla fiesta anual de la Ortodoxia.

Hasta una fecha muy reciente se creía en generalque la verdadera fecha de la restauración de lasimágenes se remontaba a un año atrás (el 842)[669].

En el Cercano Oriente el segundo periodo de laiconoclastia se señaló por la publicación de unaepístola común tendiente a la protección de lasimágenes y firmada por los tres patriarcas orientales:Cristóbal de Alejandría, Job de Antioquía y Basiliode Jerusalén.

Estableciendo un balance del período iconoclastacabe llegar a las conclusiones siguientes: el partidoiconoclasta tenía su fuerza sobre todo en la corte y enel ejército, incluyendo los generales en jefe, algunosde los cuales alcanzaron la dignidad imperial. Tal fueel caso de León III, León V y Miguel II. Ciertoshistoriadores explican las tendencias iconoclastas delejército por el hecho de que la mayoría de lossoldados se reclutaban entre las naciones orientales,

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en especial entre los armenios, que, según vimos,habían sido trasladados en gran número por elGobierno a las provincias occidentales,principalmente Tracia. Así, la mayoría del ejércitoera iconoclasta por convicción. Según otrohistoriador «el culto ortodoxo les hacía el efecto (alos soldados orientales) de una religión extranjera»y todas las violencias les parecían lógicas contra losque ellos llamaban idólatras[670]. El partido de lacorte y el alto clero, es decir, los funcionarioselevados y los obispos, no siguieron en su mayoría loque les dictaba la conciencia, sino lo que armonizabamejor con sus temores y ambiciones. La población deConstantinopla y una mayoría inmensa del clero eranpartidarios del culto de las imágenes. Losemperadores iconoclastas fueron buenos generales einteligentes administradores, vencieron a los árabes ya los búlgaros y puede decirse que algunos de ellossalvaron al cristianismo y la naciente civilizaciónoccidental. Pero no perseguían las imágenes porambición ni miras políticas. Sus medidas religiosaseran, más bien, dictadas por la sincera convicción deque trabajaban en pro de la mejora de la Iglesia y lapurificación del cristianismo. Aun así, las medidasreligiosas de aquellos emperadores causaron a vecesmucho daño a la ejecución de su prudente obrapolítica. La lucha contra los partidarios de las

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imágenes produjo graves desórdenes interiores ydebilitó políticamente el Imperio. Tuvo tambiéncomo consecuencia una ruptura entre la Iglesiaoccidental y Bizancio, y la pérdida gradual de Italia.La política de los emperadores iconoclastas contramonjes y monasterios debe explicarse por motivospolíticos. En cuanto a la doctrina teológica de losiconoclastas, es difícil emitir juicio detallado sobreella, porque toda la literatura iconoclasta referente alproblema fue destruida por los partidarios de lasimágenes. Entre los iconoclastas había hombresmoderados, así como otros de tendencias extremas.La representación de las imágenes estabaconsiderada como creadora eventual de dos posiblespeligros: la vuelta al paganismo o a una de lasherejías condenadas por los concilios ecuménicos.

En el segundo período del movimientoiconoclasta ha de advertirse de nuevo que, mientrasen el siglo VIII los Isáuricos habían sido sostenidospor las provincias orientales del Asia Menor, estasmismas provincias no prestaron ayuda alguna a lapolítica iconoclasta del siglo IX. En el segundoperíodo, «el entusiasmo en favor de la ideaiconoclasta se había debilitado extremadamente; elmovimiento, espiritualmente, estaba agotado ya»[671].

El partido de las imágenes comprendía lapoblación de las provincias occidentales, Italia y

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Grecia; todos los monjes y la mayoría de loseclesiásticos; los más de los habitantes deConstantinopla —que a veces, obligados por lascircunstancias, hubieron de simular celo iconoclasta— y finalmente la población de varias otrasporciones del Imperio, como las islas del Egeo yalgunas de las provincias del litoral de Asia Menor.La doctrina teológica de los adoradores de lasimágenes, tal como fue desarrollada por conductoresde hombres al modo de Juan Damasceno y Teodorode Studion, se fundaba en las Sagradas Escrituras. Nosólo ellos veían en las imágenes un modo de ilustraral pueblo, sino que creían que los iconosconservaban la santidad y pureza de sus prototipos—· el Cristo, la Virgen, los santos—, poseyendo poreso un poder sobrenatural · y milagroso.

La Disputa de las Imágenes dejó huella profundaen la vida artística de la época. Numerosos ymagníficos monumentos de arte —estatuas, mosaicos,frescos y miniaturas— resultaron totalmentedestruidos durante el iconoclasma. Los murosdecorados de las iglesias fueron recubiertos de yesoo adornados de manera nueva. «En resumen —diceKondakov—, la vida artística de la capital fuesometida a aquella desolación protestante, destinadaa turbar, tarde o pronto, toda la vida artística deBizancio… Muchas personas instruidas y ricas

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emigraron, con sus familias, a Italia; millares demonjes fundaron multitud de moradas subterráneas yeremitorios en toda la extensión del vasto territoriode la Italia del sur, Asia Menor y Capadocia, yaquellos lugares fueron decorados por artistasgriegos. Así, el arte y la iconografía griegos en lossiglos VIII y el IX deben buscarse fuera del Imperiobizantino: en Asia Menor y en la Italia meridional ycentral[672]». Pero a la vez que destruían losmonumentos de arte que figuraran las imágenes deCristo, la Virgen o los santos, los iconoclastasempezaron a crear nuevos tipos de arte volviéndosehacia temas inéditos. Crearon un arte decorativo ycomenzaron a pintar cuadros de caza, el Hipódromo,árboles, pájaros, animales diversos… Nos hanllegado notables obras de arte en marfil, esmaltes yuna serie de interesantes miniaturas de aquella época.En general, los historiadores de arte ven en losrasgos característicos del nuevo arte iconoclasta «unretorno a las tradiciones antiguas de Alejandría ysobre todo una significativa tendencia a laobservación de la naturaleza y al realismo»[673].

Uno de los resultados importantes de la Disputade las Imágenes fue la desaparición de lasrepresentaciones esculturales de santos o escenassagradas en la Iglesia oriental. Oficialmente ni la

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Iglesia ni el Estado griego prohibieron esasimágenes, que sin duda desaparecieron por acuerdotácito. Algunos historiadores consideran tal hechocomo una victoria parcial de los iconoclastas sobrelos partidarios extremistas de los iconos[674].

Las tendencias iconoclastas se reflejan tambiénen los sellos y monedas bizantinos. Bajo el signo delas ideas iconoclastas se desenvuelve en el siglo VIII

un tipo nuevo en absoluto de monedas y sellos. Estosno llevan a veces más que leyendas, sin imágenes deCristo, la Virgen o los santos. En cambio serepresenta en ocasiones en los sellos una cruz omonograma en forma de cruz. En general, sólo sereproducen en las monedas la cruz y la familiaimperial. Las imágenes de hombres apenas superan alas sagradas de épocas precedentes, y sonconvencionales del todo[675]. Después de larestauración del culto de las imágenes, la de Cristo,la Virgen y los santos reaparecen en monedas ysellos.

Como indicamos, el iconoclasma desgajó delImperio a Italia y al Papado y contribuyó en mucho alcisma que había de dividir Roma y Bizancio. Laruptura se produjo en la segunda mitad del siglo IX,reinando Miguel III, durante la famosa querella quepuso en pugna a Focio y a Ignacio, en Constantinopla.

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Ignacio, que se distinguía por su celo en pro delos iconos, fue depuesto y la sede patriarcal otorgadaa Focio, un laico y el hombre más instruido de suépoca. Se formaron dos partidos: uno que sostuvo aFocio y otro a Ignacio, quien se negó a ceder de buengrado su título. Ignacio y Focio se excomulgaronrecíprocamente. Tan grave fue el ensañamiento entreambos, que el emperador se vio obligado a convocarun concilio. El Papa Nicolás I, favorable a Ignacio,fue invitado a asistir, pero sólo envió sus legados. Elconcilio, influido por obsequios y amenazas,confirmó, con el voto opuesto del Papa, ladeposición de Ignacio y la exaltación de Focio alpatriarcado de Constantinopla. El Papa se resistió aesta decisión y reunió en Roma un concilio queanatematizó a Focio y repuso a Ignacio. Miguel nodio la menor atención a lo resuelto y envío al Papauna breve nota manifestándole que la Iglesia deConstantinopla rechazaba las pretensiones delpontificado romano a dominar en la Iglesia universal.Sucedió esto en el instante de la conversión alcristianismo del rey búlgaro Boris, punto en que losintereses de Roma y Bizancio chocaban mucho, comoya indicamos antes. El 867 (año de la muerte deMiguel) se reunió en Constantinopla nuevo concilio,el cual anatematizó al Papa por su doctrina herética(la añadidura de «filioque» al Credo) y por su

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intervención, que calificaba de ilegal, en los asuntosde la iglesia de Constantinopla. El Papa y elpatriarca se anatematizaron recíprocamente y, así,sobrevino la ruptura en la Iglesia. Con la muerte deMiguel III cambió la situación. El nuevo emperador,Basilio I, inauguró su reinado deponiendo a Focio yrestableciendo a Ignacio.

La literatura, el arte y laenseñanza durante el período

iconoclasta

Movimiento tan hondo, intenso y complejo comola iconoclastia, debía suscitar una gran actividad enel dominio literario. Por desgracia, casi todos losescritos de los iconoclastas fueron destruidos por lostriunfantes partidarios de los iconos, y no losconocemos sino por mediocres fragmentosconservados a los fines refutativos en los escritos delos adversarios de la iconoclastia. En la prácticacabe decir que la literatura que nos ha llegado delperíodo iconoclasta es unilateral.

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Como el período precedente (dinastíaheracliana), el iconoclasta no tuvo historiadores.Empero, los cronistas de la época han dejadonumerosas obras que nos ayudan formar una ideajusta de la cronografía bizantina y sus fuentes ypresenta mucho interés para el estudio del período ensí. Jorge Syncellus (alto título eclesiástico delImperio bizantino), que murió a comienzos del sigloIX dejó una Cronografía que comprende el períodoentre la creación del mundo y el reinado deDiocleciano (284 de J. C.). Escribió su trabajodurante su estancia en un monasterio. Si bien la obrano arroja luz sobre el período iconoclasta, puesto queel autor no trata de asuntos contemporáneos, es deconsiderable importancia para la dilucidación deciertos problemas de la cronografía griega antigua.

A instigación del propio autor, su crónica fueproseguida a principios del mismo siglo IX por suamigo Teófanes el Confesor, quien tuvo graninfluencia como cronista sobre los escritos de losperíodos subsiguientes. Enemigo encarnizado de losiconoclastas de la segunda época del movimiento,Teófanes fue prendido, apresado por algún tiempo yluego desterrado a una isla del Egeo, donde murió el817. La crónica de Teófanes abarca los sucesoscomprendidos entre el reinado de Diocleciano y lacaída de Miguel Rangabé I, en 813. A pesar de su

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punto de vista, distintamente ortodoxo-oriental, quese hace muy obvio en su análisis de los sucesoshistóricos y de los caracteres, a pesar de laparcialidad de su exposición, la obra de Teófanes esimportante, no sólo por la abundancia de ricomaterial debido a las antiguas fuentes que utiliza,sino porque, como contemporáneo del períodoiconoclasta, dedica a éste mucha más extensión quelos otros cronistas bizantinos. La obra de Teófanesfue la fuente favorita de los cronistas posteriores. Latraducción latina de su crónica, obra delbibliotecario pontificio Anastasio, se escribió en lasegunda mitad del siglo IX, y es tan importante para lacronografía medieval de Occidente como el originalgriego para Oriente.

Otro escritor importante de este período fue elpatriarca Nicéforo, que ocupó la sede deConstantinopla entre 806 y 815. Se opusovalerosamente a la iconoclastia en la época de LeónV el Armenio y fue, por ello, depuesto y exilado. Ensus escritos teológicos, algunos inéditos todavía,Nicéforo defiende, con vigor notable y convicciónprofunda, las opiniones del partido de las imágenes.Rechaza las proposiciones de los iconoclastas, sobretodo en sus tres Refutaciones de los absurdos delimpío e ignorante Mammón (es decir, Constantino),contra la saludable encarnación del Verbo de Dios.

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Su Historia breve, que relata, los sucesos ocurridos acontar del emperador Mauricio (602), hasta el año769, presenta considerable interés. Al esforzarse enhacer su relato popular y accesible a muchoslectores, Nicéforo le da un carácter poco edificanteen cierto modo, pero la obra, pese a todo, es unafuente importante, porque contiene muchos datos deinterés sobre la historia política y eclesiástica delperíodo. La impresionante analogía que existe entreesa Historia y la obra de Teófanes puede explicarsepor haberse servido ambos de las mismas fuentes,hecho comprobado.

Jorge Hamartolo, el Monje (Monachus) nos hadejado una crónica universal desde Adán a la muertedel emperador Teófilo en 842 de J. C., o sea hasta lafecha del triunfo definitivo de los partidarios de lasimágenes. Esa obra es muy importante para lahistoria de la civilización de la época y contienemuchos informes sobre los problemas quepreocupaban a los monjes bizantinos de aquelentonces: la naturaleza del monaquismo, la difusiónde la herejía iconoclasta y la de la religión sarracena.También escribe muy vívidamente los gustos yaspiraciones de los monjes bizantinos del siglo IX. Laobra de Hamartolo sirvió de base a las posterioreshistorias universales bizantinas y ejerció enormeinfluencia sobre los principios de la literatura eslava

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y, sobre todo, rusa. Baste decir que las primerascrónicas rusas están estrechamente vinculadas a laobra de Hamartolo. Hay un manuscrito de la antiguatraducción ruso eslava de Hamartolo donde secontienen 127 miniaturas importantísimas para elestudio de las artes rusa y bizantina en el siglo XIII.Tal manuscrito, no apreciado ni estudiado aun comose merece, es la única copia ilustrada que nos hallegado de la crónica de Hamartolo. Fuera de unautor anónimo, que escribió bajo León V el Armenio,Hamartolo es el único cronista contemporáneo delperíodo 813-842. Para su exposición —concebidaprincipalmente desde un limitado punto de vistamonástico— el autor utilizó testimonioscontemporáneos y observaciones personales. Elmanuscrito de su obra ha sufrido en el curso de lossiglos tales edificaciones y transformaciones yllegándonos en forma tan compleja y difícil edesenmarañar, que la cuestión de saber cuál es sutexto original que constituye hoy uno de losproblemas más embarazosos de la filología bizantina.Sólo a principios del siglo XX se ha publicado unaedición crítica del texto griego de Hamartolo[676].Hace algunos años ha aparecido una edición críticade la antigua traducción eslavorrusa de la crónica deHamartolo, acompañada del texto griego que sirvió

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de base a la traducción eslava[677].Sabemos que la literatura iconoclasta fue casi

totalmente destruida por el partido de las imágenes altriunfar éste. No obstante, parte de las actas delconcilio iconoclasta de 754 nos han llegado en lasactas del séptimo concilio ecuménico. En las tresmencionadas Refutaciones del patriarca Nicéforo, seconservan fragmentos de una extensa obra dirigidacontra las imágenes y debida a ConstantinoCoprónimo. Este emperador fue autor de otras obrasliterarias[678]. León V encargó la ejecución, de unvasto trabajo favorable a la iconoclastia y fundado enla Biblia y los Padres. Un proyecto análogo se habíapropuesto al concilio del 754; pero ninguna de esasobras nos ha llegado. En las obras de Teodoro deStudion se conservan algunos poemas iconoclastas.El séptimo concilio ecuménico dispuso destruir todala literatura iconoclasta y en el noveno canonproclamado en ese concilio leemos: «Todos losjuegos infantiles, burlas furiosas y falsos escritosdirigidos contra los venerados iconos deben serpresentados al obispo de Constantinopla, y puestoscon los otros libros de los heréticos. Todo el que seareconocido de ocultar esas obras será, si es obispo,sacerdote o diácono, depuesto; si es monje o laico,excomulgado»[679].

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Considerable cantidad de materiales literariosrelativos a la prohibición del culto de las imágenes ymuy importantes por su influencia sobre los escritosposteriores, nos ha sido legada por un hombre quepasó su vida en una provincia no perteneciente ya alImperio: Juan Damasceno, que nació en Siria durantela dominación árabe. Fue ministro del califa enDamasco y murió hacia 750 de J. C. en la famosalaura palestina de San Sabas.

Juan Damasceno ha dejado muchas obras dedogmática, polémica, historia, filosofía, poesía yretórica. Su obra principal es La Fuente del Sabercuya tercera parte, titulada Exposición exacta de lafe ortodoxa, es un ensayo de presentación sistemáticade los principios esenciales de la fe y los dogmascristianos. Con esa exposición Juan ponía en manosde los partidarios de las imágenes un arma poderosa,el arma que les había faltado para luchar contra susadversarios en el primer período de la disputa de losiconos. En el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino sesirvió de aquella obra como de modelo para suSumma Theologiae. Entre las obras polémicas deJuan Damasceno debemos señalar tres tratados contra«los que desprecian las santas imágenes» y donde elautor defiende con firmeza y seguridad el culto de losiconos. En la literatura eclesiástica, Juan esparticularmente famoso por sus himnos, cuya forma

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es algo menos ágil que la de los de Romanos elMéloda, pero que por profundidad poética y por lapujanza de su fe figuran entre los mejores de laIglesia cristiana. Juan escribió también muchosbellos cánones en honor del Señor, de la SantaVirgen, de los profetas, los apóstoles y los mártires.Es notable en particular su Oficio de Pascuas, cuyoscantos expresan la honda alegría de los creyentesante el triunfo de Cristo, sobre la muerte y el infierno.Bajo la pluma de Juan los himnos eclesiásticosalcanzan el apogeo de su desarrollo y belleza.Después de él no hubo más escritores notables en elcampo de la poesía eclesiástica bizantina.

La obra de Juan Damasceno está tambiénestrechamente vinculada con la novela Barlaam yJosafat, que gozó de máxima difusión en todos losidiomas durante la Edad Media. Es indudable que latrama del relato deriva de la bien conocida leyendade Buda. Es muy probable que la historia fuerasencillamente una versión de la vida de Budaadaptada por los cristianos de Oriente a su propiouso. El mismo autor nos dice que procede de la India.Durante la Edad Medía la novela fue casiuniversalmente atribuida a Juan Damasceno. Pero en1886 el orientalista francés H. Zotenberg aportóciertas pruebas tendentes a demostrar que el autor nopodía ser Juan. Muchos historiadores han adoptado

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esas conclusiones[680]. Hace algún tiempo que setiene menos certeza sobre ese punto y se tiende avolver a la antigua teoría. Así, mientras el autor de unartículo sobre Juan Damasceno —artículo publicadoen 1910 en la Catholic Enciclopedia—, declara serdudoso que la novela de Barlaam y Josafat puedaatribuirse a Juan[681], los más recientes traductores yeditores de esa obra estiman que el nombre de JuanDamasceno debe aparecer aun en la cubierta dellibro[682].

El segundo período iconoclasta se señaló por laactividad de Teodoro de Studion, famoso defensor delas imágenes y abad del más célebre monasterio deConstantinopla, que había conocido un período dedecadencia bajo Constantino V y una renovación bajola administración de Teodoro. En tiempos de éste seelaboró una nueva regla sobre la base de la vida encomún (cenobio). Las necesidades intelectuales delos monjes se satisfacían mediante una escuelainstalada en el monasterio. Los monjes habían deejercitarse en leer, copiar y hacer manuscritos,estudiar las Santas Escrituras y las obras de losPadres de la Iglesia y también aprender el arte decomponer los himnos que se cantaban durante losoficios.

Teodoro, que desde el punto de vista social y

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religioso fue uno de los máximos hombres de accióndel borrascoso período iconoclasta, se revelóescritor eminente en varias ramas de la literatura. Ensus obras dogmático-polémicas se esfuerza endesarrollar las tesis fundamentales de los partidariosdel culto de los iconos. Sus numerosos sermones, queforman lo que se llama Pequeño y Gran Catecismo,fueron sus escritos más populares. Dejó también unaserie de epigramas, acrósticos e himnos. Estosúltimos no pueden ser analizados ni estudiarse endetalle como convendría, porque parte se hallaninéditos aun y otros han aparecido en ediciones nocientíficas, como los libros litúrgicos rusos. Lasnumerosas epístolas de Teodoro, de carácterreligioso-canónico y social, tienen gran importanciapara la historia de la civilización de su época.

Los dos últimos reinados del período queexaminamos se señalan por la fecunda actividad deuna mujer muy interesante, Kasia, única poetisa detalento que hallamos en la literatura bizantina.Cuando Teodoro decidió casarse, se organizó en lacapital un «concurso de novias», con motivo del cualse reunieron en la capital las jóvenes más bellas detodas las provincias. Kasia fue una de ellas. Elemperador debía avanzar entre las filas de doncellas,llevando una manzana de oro que tendería a laelegida. Ya iba a ofrecerla a Kasia, que le agradaba

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más que ninguna, cuando la respuesta, algo atrevida,que la joven hizo a una pregunta del emperador,persuadió a éste a cambiar de criterio, eligiendoentonces a Teodora, la futura restauradora de laortodoxia. Kasia fundó más tarde un monasteriodonde pasó los últimos años de su vida. Losepigramas y poemas eclesiásticos de Kasia que noshan llegado se distinguen por su originalidad ylozanía de estilo. Según Krumbacher, que haestudiado especialmente los poemas de Kasia, ésta«fue una mujer inteligente y singular, que combinóuna sensibilidad delicada y una religiosidad profundacon una franqueza enérgica y una ligera inclinación ala maledicencia»[683].

La persecución de los adoradores de lasimágenes, glorificada al triunfar éstos, proporcionórico material a la hagiografía. Aquél fue el períodobrillante de la hagiografía bizantina.

En la época de la dinastía amorianacomprobamos progresos en Bizancio en la esfera dela instrucción superior y en diversas ramas de laciencia. Bajo Miguel II, el cesar Bardas, tío delemperador, organizó una Escuela Superior enConstantinopla[684]. Tal Escuela Superior se alojó enel palacio imperial. Allí se enseñaban las siete artesprincipales según el sistema creado en tiempos delpaganismo y adoptado después por las escuelas de

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Bizancio y la Europa occidental. De ordinario se da aesas artes el nombre de siete artes liberales (septemartes liberales), divididas en dos grupos: el trivium,que comprendía gramática, retórica y dialéctica, y elquadrivium, incluyendo aritmética, geometría,astronomía y música. También se estudiaban en laescuela la filosofía y los escritores clásicos antiguos.Para hacer la educación accesible a todos, Bardasdispuso que fuese gratuita. Los profesores estabanremunerados con liberalidad por el Gobierno. Focio,el famoso sabio, fue profesor en la Universidad deBardas.

Aquella escuela se convirtió en el foco en tornoal cual se congregaron los mejores intelectos delImperio durante la época sucesiva de la dinastíamacedonia. Focio, cuyo primer patriarcado se sitúaen el reinado de Miguel III, fue en cierto modo elcentro del movimiento literario e intelectual de lasegunda mitad del siglo IX. Excepcionalmente dotado,apasionado del saber, había recibido una educaciónexcelente y consagró toda su atención y energía aenseñar a los demás. Su educación había sidoplurilateral y sus conocimientos eran considerables,no sólo en teología, sino también en gramática,filosofía, ciencias naturales, derecho y medicina.Reunió a su alrededor un grupo de personas ansiosasde enriquecer sus conocimientos. Focio, como la

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mayoría de los hombres de vasta cultura en la EdadMedía, fue acusado de consagrar su tiempo al estudiode las ciencias ocultas, la astrología y la magia. Unatradición legendaria afirma que, en su juventud,vendió su alma a un hechicero judío[685], con lo que.,en frase de Bury, «el Patriarca aparece como uno delos precursores de Fausto»[686]. Aquel hombre, elmás sabio de su época, no se limitó a enseñar, sinoque consagró mucha parte de su tiempo a escribir,habiendo dejado una labor literaria muy variada yrica.

Entre las obras de Focio presenta particularinterés su Biblioteca o, como se la llamafrecuentemente, su Myriobiblion (millares de libros).Son muy interesantes las circunstancias quepresidieron la composición de esa obra. Existía, a loque parece, una especie de círculo de lectura en casade Focio. Allí se reunía un grupo selecto de amigos aleer u oír leer diversas obras literarias, profanas yreligiosas, paganas y cristianas. La rica biblioteca deFocio estaba a disposición de sus amigos. Cediendoa instancias de ellos, Focio comenzó a escribirrelaciones sobre los libros que se habían leído[687].En la Biblioteca, Focio da extractos de numerososlibros, extractos unas veces muy cortos y otras muyextensos, así como resúmenes y comentarios críticos

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propios. Hallamos en esa obra numerosos informesrelativos a gramáticos, historiadores, oradores,sabios, ciencias naturales, doctores, concilios, vidasde santos, etc. La gran importancia de la obra deFocio consiste en que se encuentran en ellafragmentos de escritos desaparecidos. La Bibliotecasólo se ocupa de los prosistas. Las otras, ynumerosas, obras de Focio, pertenecen al campo dela teología y la gramática. También ha dejado muchossermones y cartas. Ya indicamos que en dos de sussermones hace alusión al ataque de los rusos aConstantinopla el año 860, asalto del que fue testigo.

Por el carácter de sorprendente universalidad desus conocimientos y por lo afecto que fue a laantigüedad clásica, Focio es un representanteexcelente del movimiento ideológico que se produjoen el Imperio bizantino, manifestándose sobre todo enla capital, a partir de mediados del siglo IX. Esemovimiento se expresó por hechos como la aperturade la Universidad de Bardas, donde Kocioconsagraba gran parte de su tiempo a enseñar.

En vida del mismo Focio, se nota que, merced asu valiosa influencia, existió una tendencia aestablecer relaciones más estrechas e íntimas entre lateología y la ciencia profana.

Tal amplitud de miras atestiguó Focio en susrelaciones con los demás, que llegó a tener por amigo

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un emir mahometano de Creta. Uno de sus discípulos,Nicolás el Místico, patriarca de Constantinopla en elsiglo X, escribió, en una carta al hijo y sucesor delemir, que Focio «sabía bien que, aun cuando ladiferencia de religión fuese un obstáculo, laprudencia, la bondad y otras cualidades que adornany dan dignidad a la naturaleza humana atraen el afectode los que aman las cosas bellas, y por eso, a pesarde la diferencia de creencias, Focio amaba a vuestropadre, que poseía esas cualidades»[688].

El patriarca Juan el Gramático, iconoclasta al quemencionamos antes, sorprendió a sus contemporáneoscon la extensión y variedad de sus conocimientos.Llegó a ser acusado de magia por esa razón. Otrohombre eminente del período fue el notablematemático León, que vivió bajo el reinado deTeófilo. Tan célebre se hizo gracias a la reputaciónque le dieron sus alumnos, que el califa Mamún, muyinteresado por el progreso de la instrucción, le llamóa su corte. Al saber Teófilo tal invitación señalóhonorarios a León y le nombró profesor del Estadoen una de las iglesias de Constantinopla. Mamúnescribió una carta personal a Teófilo, pidiéndole quele enviase a León a Bagdad por algún tiempo,diciéndole que lo consideraría como un testimonio deamistad y prometiendo por el favor, según latradición, paz eterna y dos mil libras de oro. El

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emperador se negó. Teófilo procuró en aquel casousar la ciencia «como un secreto que debíaguardarse, lo mismo que el procedimiento defabricación del fuego griego, juzgando mala políticailustrar a los bárbaros»[689]. Más tarde León fueelegido arzobispo de Tesalónica. Depuesto bajoTeodora, por sus ideas iconoclastas, León no dejó deseguir enseñando en Constantinopla, convirtiéndoseen jefe de la escuela superior organizada por Bardas.Finalmente, recordemos que el apóstol de loseslavos, Constantino (Cirilo), estudió bajo ladirección de Focio y León y, antes de su misión entrelos kázaros, ocupó la cátedra de filosofía en laescuela superior de la capital.

Este breve examen basta para mostrar que la vidaliteraria e intelectual no se paralizó en la época delmovimiento iconoclasta. Y sin duda parecería muchomás intensa de habernos llegado las obras de losiconoclastas.

Respecto a la correspondencia ente Teófilo yMamún a propósito de León el Matemático, nocarece de interés el considerar la cuestión de lasrelaciones intelectuales entre el Califato y el Imperioen la primera mitad del siglo IX. El Califato,gobernado por Harum-al-Raschid y luego porMamún, atravesaba un período brillante señalado porlos progresos de la instrucción y las ciencias. En su

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deseo de rivalizar con Bagdad, Teófilo hizo erigir unpalacio a imitación de los modelos árabes. Segúnciertos testimonios, nos cabe decir que la influenciade Bagdad sobre Bizancio fue, en cierto modo,análoga a la de un estimulante[690]. Pero estecomplejo problema rebasa el marco de nuestroestudio.

Se ha sostenido a menudo que en la esferaartística la época iconoclasta no había dado sinoresultados negativos. Es exacto que muchos ypreciosos monumentos de arte fueron destruidos porlos iconoclastas. «Menester es deplorar su violencia.Su vandalismo no sólo empobreció sus propiossiglos, sino también aquellos en que vivimos»[691].Pero, por otra parte, la época iconoclasta aportó alarte bizantino una nueva «corriente vital»,resucitando los modelos helenísticos, sobre todoalejandrinos, e introduciendo la decoración orientaltomada a los árabes, quienes a su vez la debían a lospersas. Y, si bien los iconoclastas eliminaronradicalmente del arte religioso las imágenes deCristo, la Virgen y los santos, se mostraron tolerantescon la representación del hombre en general, la cualen aquel período se tornó más realista bajo lainfluencia de los modelos helenísticos. Las escenasde la vida cotidiana proporcionaban a los artistas sustemas favoritos. En conjunto, el arte profano

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prosperó claramente a expensas del religioso. Puedeilustrar esta tendencia el ejemplo de ConstantinoCoprónimo, que mandó reemplazar un fresco quereproducía el sexto concilio ecuménico por el retratode su auriga favorito.

Los monumentos de arte de aquella época, tantoreligiosos como profanos, han desaparecido casi porcompleto. Acaso algunos mosaicos de las iglesias deSalónica datan desde entonces. También cabe atribuiral siglo IX una serie de marfiles trabajados, sobretodo cajitas. Los manuscritos iluminados de la épocaiconoclasta, cuyas ilustraciones son obra de losmonjes bizantinos, muestran el espíritu nuevo quehabía penetrado en el arte. Desde el punto de vista delas ilustraciones marginales, ha de notarse elparticular interés del salterio de Chiudov, el másantiguo de los salterios iluminados, que actualmentese conserva en Moscú[692].

Es lamentable que hoy poseamos tan pocos datospara el estudio del arte en la época iconoclasta.Muchos materiales de que disponemos no sonatribuíbles a esa época sino según testimoniosprobables y no con plena certeza.

Veamos cómo aprecia Diehl la importancia de laépoca iconoclasta en relación al período siguiente,segunda Edad de Oro del arte bizantino, bajo ladinastía macedonia: «A la época de los iconoclastas

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debe la segunda Edad de Oro del arte bizantino suscaracteres esenciales. No se trata aquí sólo de larenovación de la grandeza y prosperidad material quelos emperadores iconoclastas dieron a la monarquíay que permitió a sus sucesores, continuadores de suobra, asegurar a Bizancio cerca de dos siglos defuerza y esplendor. También desde el punto de vistadel arte proceden de la época iconoclasta las dostendencias contrarias que caracterizan la época delos macedonios. Si existe entonces un arte imperial,que trabajaba para los soberanos, prendados de latradición clásica, deseosos del retrato, del modelovivo, del realismo y haciendo sentir incluso en el artereligioso la influencia de sus ideas dominantes; sifrente a este arte oficial y profano existe un artemonástico, más tradicional, más severo, másteológico; si, en fin, nace de la combinación de losdos una serie admirable de obras maestras, en elperíodo iconoclasta han de buscarse los gérmenesfecundos de esa magnífica floración, y de aquí queese período merezca atención particular en la historiadel arte bizantino, tanto por lo que hizo como porqueél preparó el porvenir»[693].

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L

CAPÍTULO VI.LA ÉPOCA DE LA DINASTÍA

MACEDÓNICA (867-1056) Y ELPERIODO DE TURBULENCIAS

(1056-1081)

Introducción

a época de la dinastía macedoniacomprende dos períodos de desigual

importancia y duración: el primero va del 867 al1025, año de la muerte del emperador Basilio II; elotro, más breve, se extiende del 1025 al 1056, año enque murió la emperatriz Teodora, últimarepresentante de esta dinastía.

El primero de los dos períodos fue el másbrillante de la historia política de Bizancio. Lasguerras orientales y septentrionales, dirigidas contraárabes, búlgaros y rusos, fueron, a pesar de algunosreveses sufridos a fines del siglo IX y principios delX, coronadas de espléndidos éxitos en la segunda

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mitad del siglo X y comienzos del XI. El triunfo delImperio bizantino fue particularmente notable bajoNicéforo Focas y Juan Tzimisces y alcanzó su apogeocon Basilio II, A esta sazón los movimientosseparatistas del Asia Menor habían terminado; lainfluencia bizantina en Siria se afirmaba; parte deArmenia había sido añadida al Imperio y la otrareducida a vasallaje; Bulgaria estaba convertida enprovincia romana y la joven Rusia, tras recibir elcristianismo transmitido por Bizancio, entablaba conel Imperio estrechas relaciones en los camposreligioso, político, comercial e intelectual.

El Imperio, entonces, se halló en el apogeo de sugloria. Una considerable obra, legislativa —expresada por la publicación de un códigogigantesco, como Las Basílicas, y por una serie defamosas Novelas dirigidas contra las usurpaciones delos grandes terratenientes— y un progreso intelectual,al que se hallan asociados los nombres del patriarcaFocio y de Constantino Porfirogénito, aumentan másla gloria e importancia del primer período de ladinastía macedónica.

Después del año 1025 y la primera desapariciónde la gran figura de Basilio II, el Imperio entró en unperíodo de turbaciones y revoluciones palatinas quelo condujeron a los años de anarquía del período1056-1081. Con los Colímenos, que ascendieron al

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trono en 1081, el Imperio había de conocer otronuevo siglo de grandeza. El orden se restableció ydurante algún tiempo volvieron a prosperar las letrasy las artes.

El problema del origen de ladinastía macedonia

La cuestión del origen del fundador de la dinastíamacedonia ha sido muy debatido y resuelto dediversas maneras, a veces contradictorias. Lasfuentes difieren mucho sobre ese punto. Mientras lasfuentes griegas hablan del origen armenio omacedonio de Basilio I, las fuentes armeniasaseguran que el emperador era de sangre armeniamuy pura, y las fuentes árabes hacen de Basilio uneslavo. Por eso se ve aplicar a Basilio, ora elnombre, generalmente admitido, de Macedonio, orade Armenio, ora de Eslavo, que le atribuyen, sobretodo, los historiadores rusos anteriores al últimocuarto del siglo XIX. La mayoría de los eruditosconsideran a Basilio un armenio establecido enMacedonia y hablan de su dinastía como de una

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dinastía armenia. Pero, considerando que habíamuchos armenios y eslavos entre la población deMacedonia, cabe suponer que Basilio fue de origensemiarmenio, semieslavo[694]. De creer a unhistoriador que ha estudiado especialmente la épocade Basilio, la familia de éste pudo haber tenidoorigen armenio, unirse conyugalmente con eslavos,tan abundantes en Macedonia, y así, «eslavizádose»gradual y profundamente[695]. De modo que si sequiere descubrir una definición más exacta de ladinastía macedonia desde el punto de vista de suselementos etnográficos, puede dársele el nombre,más correcto, de dinastía armenioeslava. En épocareciente los sabios han logrado determinar el nombrede la población natal de Basilio: la ciudadmacedonia de Chariupolis[696].

La vida de Basilio antes de su exaltación al tronofue extraordinaria. Joven y desconocido, acudió aConstantinopla a buscar una mejor posicióneconómica y social. Atrajo la atención de loscortesanos por su alta estatura, su notable fuerza y suhabilidad en la doma de caballos salvajes. Losrelatos que corrían a propósito de Basilio llegaron aoídos del emperador Miguel III, quien le llamó a sucorte, le hizo quedarse a su lado y acabó dejándoseinfluenciar por su nuevo favorito, el cual no tardó en

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ser proclamado coemperador y coronado como tal enla iglesia de Santa Sofía. Basilio recompensó demanera cruel los favores del emperador. Al advertirque Miguel empezaba a mostrarle desconfianza, lehizo asesinar por sus amigos y se proclamóemperador. A su muerte, el trono pasó a sus hijos,León VI, el Filósofo o el Sabio (886-912), yAlejandro (886-913). El hijo de León, ConstantinoVil Porfirogénito (913-959), fue muy indiferente a losasuntos públicos y consagró todo su tiempo a laliteratura, pasando la vida en compañía de laspersonas más instruidas de su época. Dejó laadministración en manos de su suegro, el enérgicoalmirante Roman Lecapeno (919-944), al que «unpoco de sangre vertida y numerosos perjurioselevaron a la cúspide de las ambicioneshumanas»[697]. En 944 los hijos de Roman Lecapenoobligaron a su padre a abdicar y retirarse a unmonasterio, declarándose ellos emperadores. Fuerondepuestos al año siguiente por ConstantinoPorfirogénito, quien reinó sólo del 945 al 959. Suhijo, Romano II, sólo gobernó cuatro años (959-963)y murió dejando a su mujer, Teófano, con dos hijosmenores: Basilio y Constantino. Teófano contrajomatrimonio con el mejor general del Imperio,Nicéforo Focas, el cual fue proclamado emperador(Nicéforo II Focas, 963-969). Su reinado terminó de

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una manera trágica. Fue asesinado el 969, pasando lacorona a Juan Tzimisces (969-976), cuyaspretensiones al trono se fundaban en estar casado conTeodora, hermana de Romano II e hija de ConstantinoVII Porfirogénito. Sólo después de la muerte de JuanTzimisces, los dos hijos de Romano II, Basilio II,apodado el Bulgaróctonos o Matador de Búlgaros(976-1025), y Constantino VIII (976-1028) sehicieron realmente dueños del Imperio, Laadministración se concentró sobre todo en manos deBasilio II, bajo cuyo reinado el Imperio alcanzó lacima de su poder y gloria. Tras su muerte empezó ladecadencia de la dinastía macedónica. Al morirConstantino VIII, el anciano senador Romano Argirocasó con Zoé, hija de Constantino, siendo nombradoemperador y reinando de 1028 a 1034. Zoé lesobrevivió y, teniendo ya cincuenta y seis años, casócon su amante, Miguel el Paflageón, el cual, ainstantes de su mujer, fue proclamado emperador,reinando, con el nombre de Miguel IV el Paflageónde 1034 a 1041. Bajo su reinado y el muy corto de susobrino, Miguel V el Calafate (1041-1042),emperador ocasional y figura tan insignificante comosu tío, se produjeron en el Imperio hondo descontentoy desórdenes sociales muy graves. El resultado fue ladeposición de Miguel V, a quien se sacaron los ojos.Durante un par de meses el Imperio fue gobernado

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por la extraordinaria asociación de Zoé, viuda porsegunda vez, y su hermana menor, Teodora. El mismoaño Zoé se casó en terceras nupcias y su nuevomarido fue proclamado emperador, reinando de 1042a 1055 con el nombre de Constantino IX Monómaco.Zoé murió antes que su tercer marido, pero Teodorasobrevivió a Constantino Monómaco, y a la muertede éste quedó soberana única del Imperio (1055-1056). El reinado de Zoé y Teodora es el segundo(después del de Irene) y último ejemplo de Gobiernofemenino en Bizancio. Una y otra ocuparon el tronocomo basilisas autócratas y soberanas, es decir,como emperatrices de los romanos. Poco antes de sumuerte, Teodora, cediendo a las exigencias delpartido de la corte, eligió sucesor en el ancianopatricio Miguel el Estratónico o Estratiótico, quienascendió al trono al morir Teodora en 1056. Teodorafue el último miembro de la dinastía macedonia, queocupó el trono durante 189 años.

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La política exterior de losemperadores macedonios.

Relaciones con los árabes yArmenia

La principal tarea que halló ante si Basilio I fuela lucha contra los árabes. Circunstanciasexcepcionalmente favorables permitían hacer grandescosas en aquel sentido, ya que el Imperio estaba enpaz con Armenia al este, Rusia y Bulgaria al norte,Venecia y el emperador de Occidente al oeste. Si seañaden a eso las disensiones intestinas del califatooriental, provocadas por la creciente influencia delos turcos en la corte árabe; la separación de Egiptodonde se fundó en 868 la dinastía independiente delos Tulunidas; las guerras civiles que dividían a losárabes de África del Norte y la difícil situación delos ommiadas de España en medio de una poblaciónindígena cristiana, es perfectamente claro que Basiliose hallaba en una situación ventajosa para luchar conéxito contra los árabes de Oriente y de Occidente.Pero aunque el Imperio peleó contra los árabes demanera casi ininterrumpida durante todo el reinadode Basilio I, no se aprovechó plenamente de lascircunstancias exteriores.

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Las operaciones militares empezaron con ventajahacia el 870, en la región oriental del Asia Menor,dirigiéndose contra los adeptos de la secta de lospaulicianos. El emperador tomó la ciudad principalde los paulicianos; Tefricia (Devrigui). Este éxito nosólo acreció la extensión de los territorios bizantinos,sino que puso también a Basilio en contacto directocon los árabes de Oriente. Los ejércitos bizantinos yárabes mantuvieron varios combates encarnizados yluego la lucha tomó la forma de choques anuales y singrandes consecuencias. La victoria fue a vecesfavorable a los griegos y otras sonrió a los árabes,pero al fin la frontera bizantina del Asia Menoradelantó mucho hacia el este.

Las relaciones de Basilio con los árabes deOccidente tuvieron más importancia. Los árabesposeían entonces la mayor parte de Sicilia yocupaban algunos puntos del sur de Italia. Laturbulenta situación de Italia había provocado laintervención del emperador de Occidente, LudovicoII, quien ocupó la importante ciudad de Bari. Basiliose alió a Ludovico para una acción común contra losárabes. Pero esta alianza no produjo los efectosapetecidos y se rompió. Muerto Ludovico, lapoblación de Bari entregó la ciudad a losfuncionarios bizantinos.

Entre tanto los árabes se apoderaban de Malta,

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posición estratégica de primer orden. El 878 tomaronpor asalto Siracusa, después de un asedio de nuevemeses. Poseemos una interesante descripción delsitio de Siracusa, debida a un testigo ocular, el monjeTeodosio, que vivía entonces en Siracusa y a la caídade la ciudad fue cautivo de los árabes en Palermo.Teodosio cuenta que durante el cerco el hambrepredominaba en toda la ciudad. Los habitanteshubieron de alimentarse con hierba, pieles y huesosde animales mezclados con agua. Se llegaron a comercadáveres de adultos y niños. De Lodo esto resultóuna epidemia que arrebató en poco tiempo muchasvidas. Tras la pérdida de Siracusa sólo quedó aBizancio en Sicilia, como plaza importante,Tauromenium o Taormina, en la costa oriental de laisla. La toma de Siracusa por los árabes señaló unmomento crítico en la política exterior de Basilio ypareció presagiar el fracaso de su plan de conjuntocontra los árabes.

La caída de Tarento (Italia meridional) en manosde las tropas de Basilio y el triunfante avance de losbizantinos, tierra adentro de Italia, bajo el mando deNicéforo Focas, en los últimos años del reinado deBasilio, pueden considerarse un cierto consuelodespués del desastre de Siracusa.

Aunque la alianza occidental contra los árabes deSicilia hubiese arrojado consecuencias negativas,

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Basilio ensayó otra alianza con el rey armenio AshoBagrátida contra los árabes orientales. La alianzaestaba a punto de formalizarse cuando murió elemperador.

A pesar de la pérdida de Siracusa y de algunascampañas desgraciadas contra los muslimes, Basiliologró aumentar en cierta medida la extensión de loterritorios bizantinos en Asia Menor y devolver aBizancio la autoridad que había perdido en la Italiadel sur. «El anciano Basilio —dice el más recientehistoriador de ese período— podía morir en paz.Había cumplido en Oriente en Occidente una tareamilitar muy importante y a la vez una gran obracivilizadora. El Imperio, tal como Basilio lo dejó,era más fuerte e imponente que cuando lo habíarecibido». Basilio había vivido en paz con todos susvecinos, salvo los árabes. No sucedió igual a susucesor, León VI, el Filósofo (886-912). Estalló laguerra entre Bizancio y los búlgaros, concluyendocon la victoria de éstos. Durante esta guerra losmagiares (húngaros) aparecieron por primera vez enla historia bizantina. A fines del reinado de León loshúngaros acamparon a las puertas de Constantinopla.Armenia, aliada de los bizantinos y expuesta aconstantes invasiones árabes, no recibió de Bizanciola ayuda esperada. A esto vino a unirse el cuartocasamiento del emperador, que suscitó profundas

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turbaciones interiores. Este conjunto decomplicaciones exteriores e internas tuvo porresultado que el problema de la lucha contra el Islamse hiciera cada vez más complejo y difícil para elImperio.

Las campañas contra los árabes fueron ineficacesen general bajo el reinado de León VI. En loschoques militares crónicos que se producían en losfines orientales, los árabes consiguieron tantos éxitoscomo los griegos. Ni uno ni otros ganaron mucho enaquellos encuentros. En Occidente, los musulmanesocuparon Rhegium (Reggio) en el litoral italiano delestrecho de Messina. Así, el estrecho quedó del todoen manos mahometanas. Los árabes tomaron el 903Taormina (Tauromenium), último punto fortificado dela Sicilia bizantina. Con la caída de esta ciudad,Sicilia quedó de hecho completamente en manos delos árabes. Las pequeñas poblaciones que aunpertenecían a los griegos no desempeñaron papelalguno en la historia ulterior de Rizando. La políticaoriental de León VI durante la segunda mitad de sureinado fue independiente en absoluto de susrelaciones con los árabes de Sicilia.

Al principio del siglo X hubo numerosasmanifestaciones de la actividad de la flotamusulmana. Desde fines del siglo IX los piratascretenses venían efectuando incursiones devastadoras

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en el Peloponeso e islas del Egeo. Tales incursionescrecieron en peligrosidad cuando empezaron a actuarde concierto las flotas cretense y siria. El golperealizado contra Tesalónica por la flota musulmanaen 904, bajo la dirección del renegado griego Leónde Trípoli, fue el hecho de armas más famoso queejecutaron los árabes en aquel período. La toma de laciudad exigió un asedio largo y difícil. A los pocosdías de la ocupación, los vencedores, cargados deabundantes cautivos y ricos despojos, hiciéndose otravez a la vela hacia el este y Siria. Tras estedesastroso suceso, el Gobierno bizantino se preocupóde fortificar Tesalónica. Poseemos un relatodetallado del ataque árabe a la ciudad: la dramáticaexposición del sacerdote Juan Cameniatis, testigoocular que atravesó todos los rigores del asedio[698].

Los éxitos navales de los árabes obligaron a losemperadores bizantinos a procurar la mejora de supropia escuadra. Resultado de sus esfuerzos fue labrillante victoria lograda en 906 sobre los árabes enel Egeo por el general bizantino Himerio. Pero laexpedición marítima enviada por León VI, bajo ladirección del propio Himerio, contra los aliadosárabes orientales y cretenses, concluyó en uncompleto fracaso para el Imperio. En el detalladoanálisis que hace de la composición de las fuerzasexpedicionarias, Constantino Profirogénito indica la

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presencia de 700 rusos[699].Así, la lucha contra los árabes, bajo León VI,

fracasó del todo. En Occidente se perdió endefinitiva la isla de Sicilia; en Italia del sur lastropas bizantinas no lograron progreso algunodespués de ser relevado Nicéforo Focas; en lafrontera oriental los árabes avanzaban lenta, perocontinuamente, y en el mar la flota de Bizancio sufrióvarias graves derrotas.

Es interesante observar que, a pesar de laanimosidad religiosa y los choques militares, losbizantinos, en sus documentos oficiales, expresaban aveces sentimientos de viva amistad hacia los árabes.Así, Nicolás el Místico, patriarca de Constantinoplaen aquel período, escribía «al muy ilustre, muyhonorable y muy amado emir de Creta, que los dospoderes del universo entero, el poder de lossarracenos y el de los romanos, se distinguen ybrillan como dos astros en el firmamento. Por estasola razón debemos vivir en común como hermanos,aunque sean diversos nuestros usos, costumbres yreligión[700]».

Durante el largo reinado de Constantino VIIPorfirogénito (913-959) y de Roman Lecapeno (919-944), el Imperio bizantino no pudo luchareficazmente contra los árabes hasta la tercera década

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del siglo X, ya que todas sus fuerzas estabanocupadas en la guerra búlgara. Felizmente paraBizancio, el Califato atravesaba entonces un períodode desintegración, de luchas intestinas y de formaciónde nuevas dinastías independientes. No obstante,cabe mencionar una operación afortunada de la flotabizantina. En 917, el pirata renegado León de Trípoli,que el 904 se había apoderado de Tesalónica, fueaplastado en Lemnos por la escuadra bizantina[701].

A continuación de las campañas búlgaras serevelaron generales de mucho talento en los ejércitosgriego y árabe. El griego Juan Curcuas fue, con frasede un cronista, un «segundo Trajano o Belisario», ytomó «alrededor de millares de ciudades». Incluso sele consagró una obra especial, que no ha llegado anosotros[702]. Su talento hizo alzarse una nueva auroraen la frontera de Oriente y con él «un nuevo espíritupareció animar la política oriental del Imperio, unespíritu de ofensiva y de confianza»[703]. Los árabestuvieron también un jefe eminente en la persona deSaif-Abdallah, miembro de la dinastía independientede las hamdanidas, que gobernó Alepo. Su corte fueun brillante centro de actividad literaria y loscontemporáneos llamaron a su época la «Edad deOró». Poco antes de mediados del siglo X, Curcuasalcanzó muchas victorias en la Armenia árabe y

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ocupó numerosas ciudades de la Alta Mesopotamia.En 933 tomó Mitilene y en 944 la ciudad de Edesafue obligada por las tropas griegas a entregar unapreciosa reliquia que poseía: la imagen milagrosa delSalvador (mandilion). Que fue transportada con granpompa a Constantinopla.

Aquel fue el último triunfo de Curcuas. Suséxitos, y sobre todo el último, habían hecho de él «elhéroe del momento»[704]. Su popularidad inquietó alGobierno y a fines del año 944 Curcuas fue relevadode su puesto. Casi a la vez caía Roman Lecapeno y alos pocos meses sus hijos, quedando ConstantinoPorfirogénito como único emperador. «Era el fin deuna época. Nuevos actores iban a moverse enescena»[705].

La época de Roman Lecapeno tuvo granimportancia para la política oriental de Bizancio.Después de tres siglos de defensiva, el Imperio, bajola dirección de Roman y de Juan Curcuas, emprendióuna triunfante ofensiva. Al final de aquel período lafrontera difería mucho de la hallada por Roman alllegar al Poder. En conjunto las provinciasfronterizas estaban a salvo de las incursiones árabes.Durante los doce años últimos del reinado de Román,los invasores musulmanes sólo atravesaron dos vecesla frontera. Fue el mismo Roman quien nombrógeneral a aquel Curcuas que fue «el más brillante

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soldado que el Imperio había producido desde hacíavarias generaciones. Él infundió nuevo espíritu a losejércitos imperiales y los condujo a la victoria, muyal interior de las tierras infieles… Juan Curcuas fueel primero de una línea de brillantes conquistadoresy, como primero, tiene derecho a los mayoreselogios, una parte de los cuales debe atribuirse aRoman Lecapeno, que fue quien escogió a Curcuas ybajo cuyo reinado el Imperio conoció veinte años degloria»[706]. Los últimos años de ConstantinoPorfirogénito trajeron encarnizados combates contraSaif y, aunque los griegos fueron vencidos en variasbatallas, la lucha concluyó con la derrota de losárabes en el norte de Mesopotamia, atravesando losbizantinos el Eufrates. Durante aquellos años delucha, Juan Tzimisces, futuro emperador, sedistinguió por su talento militar. En cambio, unaexpedición marítima organizada el 949 contra losárabes de Creta fracasó por completo, costando aBizancio numerosas naves. 629 rusos estaban entrelos soldados de Bizancio que participaron en aquellacampaña[707]. Los constantes choques entre bizantinosy muslimes en Occidente (Italia y Sicilia) noinfluyeron en el curso general de los acontecimientos.

Las conquistas orientales de Juan Curcuas y JuanTzimisces, que llevaron las fronteras bizantinas másallá del Eufrates, inauguran para Bizancio una serie

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de victorias sobre los sarracenos. Con expresión delhistoriador francés Rambaud, «todos los fracasos deBasilio I estaban vengados; quedaba abierto elcamino hacia Tarso, hacía Antioquía, hacia Chipre yhacia Jerusalén…, y cuando Constantino VII,enfermo, de regreso de su peregrinación al Olimpo,recibió los postreros sacramentos de la Iglesiagriega, pudo regocijarse de que bajo su reinado sehubieran hecho tan grandes cosas por la causa deCristo. Había inaugurado, tanto para Oriente comopara Occidente, para los helenos como para losfrancos, la era de las Cruzadas»[708].

Durante el corto reinado de Romano II (959-963),un general capaz y enérgico, el futuro emperadorNicéforo Focas, ocupó Creta, destruyendo así aquelnido de piratas árabes que había aterrorizado a lapoblación de las islas y costas del mar Egeo. Alreconquistar Creta, el Imperio recuperaba unimportante punto estratégico y mercantil en elMediterráneo. Nicéforo Focas obtuvo igual éxito enla guerra emprendida a continuación en Orientecontra Saif. Tras un trabajoso asedio, Nicéforo ocupótemporalmente Alepo, residencia de los hamdanidas.

La obra de los tres emperadores siguientes —Nicéforo Focas, Juan Tzimisces y Basilio IIBulgaróctonos— constituye por sí sola las páginasmás brillantes de la historia militar del Imperio en su

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lucha contra el Islam.Durante los seis años de su reinado (963-969),

Nicéforo Focas concentró toda su atención en elOriente, aunque a veces la solicitasen los actoshostiles de los búlgaros, cada vez más amenazadores,como secuela de la intervención del príncipe rusoSviatoslav. Parte de las fuerzas de Bizancio fueretenida también por los choques con el emperadorgermano Otón el Grande, en Italia. En Oriente, lastropas bizantinas, después de la ocupación de Tarso,conquistaron Cilicia. A la vez la flota de Bizancioarrebataba a los árabes la importante isla de Chipre.A propósito de la caída de Tarso, Yaqut, geógrafoárabe del siglo XIII relata una historia muy curiosafundada en los relatos de los refugiados de losdistritos sometidos. Según esa narración, NicéforoFocas hizo plantar, como emblemas, en los muros deTarso, dos estandartes, el uno «de la tierra de losromanos», el otro «de la tierra del Islam», ordenandoa los heraldos que proclamasen que en torno alprimero debían reunirse cuantos deseasen la justicia,la imparcialidad, la seguridad de sus bienes, de sufamilia, de su vida, de sus hijos, buenos caminos,buen trato y leyes justas, mientras en torno al segundohabían de congregarse los que desearan el adulterio,una legislación opresora, violencias, extorsiones,confiscaciones de propiedades y usurpaciones de

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tierras[709].La ocupación de Cilicia y Chipre abría a

Nicéforo el camino de Siria. Comenzó, pues, atrabajar en la realización de su sueño favorito: laconquista de Antioquía, corazón de Siria. Entró,pues, en Siria y asedió Antioquía, pero como seevidenciara pronto que el sitio había de serdificultoso y largo, el emperador, abandonando elejército, se volvió a la capital. En su ausencia ydurante el último año de su reinado (969) sussoldados tomaron Antioquía. El fin principal quedabaalcanzado. Cayó en manos de los vencedoresconsiderable botín. «Así fue reconquistada por lasarmas cristianas, el 29 de octubre de 969, la granAntioquía, la gloriosa Teópolis (nombre dado a laciudad por Justiniano el Grande), la población de losgrandes patriarcas, de los grandes santos, de losconcilios y de las herejías»[710].

A poco de la toma de Antioquía, los bizantinosocuparon una ciudad siria aun más importante:Alepo. Poseemos el interesante texto del acuerdoredactado entre el general bizantino y el gobernadorde Alepo[711]. El tratado determina con muchaexactitud los límites y número de los distritos sirioscedidos al emperador bizantino y de los que éstedebía convertirse en soberano. La principal ciudad

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cedida era Antioquía. La ciudad de Alepo (en árabeHaleb) se convertía en Estado vasallo del Imperio.La población musulmana pagaría a Bizancio unimpuesto especial, mientras los cristianos de losdistritos vasallos quedaban exentos de toda cargafiscal. El emir de Alepo consentía en ayudar alemperador en las guerras de éste contra los nomusulmanes de aquellas provincias. Igualmente secomprometía a proteger a las caravanas comercialesbizantinas que pudiesen penetrar en su territorio. Segarantizaba a los cristianos la reconstrucción de susiglesias destruidas. Se aseguraba la libertad deconversión del cristianismo al mahometanismo yrecíprocamente. El tratado se concluyó después demorir asesinado Nicéforo Focas (fines del 969).Jamás los musulmanes habían sufrido a manosbizantinas humillación como la que les infligióFocas. Perdían Cilicia y parte de Siria y una porciónconsiderable de su territorio quedaba bajo lasoberanía del Imperio.

Yahia-ibn-Said de Antioquía, historiador árabedel siglo XI, declara que la población de lasprovincias musulmanas tenía la certeza de queNicéforo se apoderaría de toda Siria y otrasprovincias. «Las incursiones de Nicéforo —escribeaquel cronista— se convirtieron en un placer parasus soldados, porque nadie les atacaba ni se les

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oponía. Avanzaba adonde quería, destruía lo quedeseaba sin encontrar un musulmán, ni hombrealguno, fuese quien fuera, que le hiciese retroceder ole impidiese obrar a su grado… nadie podíaresistirlo»[712]. En Occidente la política de NicéforoFocas fracasó. Bajo su reinado los musulmanesconquistaron en Sicilia las últimas poblacionesbizantinas, quedando toda la isla en manos de losárabes. La principal tarea que incumbió a JuanTzimisces (969-976), sucesor de Focas, fueconservar lo conquistado por su predecesor enCilicia y Siria. Durante los primeros años de sureinado, Juan no pudo participar personalmente enlas operaciones militares de la frontera oriental acausa de las guerras rusa y búlgara y de lainsurrección de Bardas Focas, sucesos que requeríanla atención del emperador con plena exclusividad.Juan Tzimisces quedó victorioso en el norte y aplastóla insurrección de Bardas. El difícil problemaitaliano se resolvió casando a la princesa bizantinaTeófano con el heredero del trono germánico, elfuturo emperador Otón II. Resueltas estas diversascuestiones, pudo Juan Tzimisces ocuparse del frenteoriental.

Sus campañas contra los musulmanes de Orientefueron muy brillantes. Sobre la última poseemos unafuente interesante conservada en las obras del

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historiador armenio Mateo de Edesa[713]. Es una cartadirigida por Juan Tzimisces a su aliado Aschod III,rey de Armenia. Por esa misiva se ve que el objetivofinal del emperador era conquistar Jerusalén yemprender una verdadera cruzada. Partiendo deAntioquía con su ejército, entró en Damasco y luego,dirigiéndose al sur, avanzó por Palestina. Lasciudades de Nazaret y Cesárea se entregaronespontáneamente al emperador. La propia Jerusalénempezó a «implorar clemencia». «Si esos malditosafricanos que habían establecido allí su residencia —escribe el emperador en su carta a Aschod— se noshubiesen refugiado en las fortalezas del litoral,habríamos ido, con ayuda de Dios, a Jerusalén yhubiésemos podido orar en los Santos Lugares». Peroantes de marchar sobre Jerusalén, Juan llevó susfuerzas al norte, «siguiendo el camino que bordea elmar» y se apoderó de varias ciudades situadas sobreaquel camino. En la misma carta leemos: «Ahoratoda Fenicia, Palestina y Siria están liberadas de latiranía de los musulmanes y obedecen a losromanos»[714]. La carta, por supuesto, contienemuchas exageraciones. Comparándola con losinformes auténticos que ríos da el historiador árabeYahia-ibn-Said, se advierte que los resultados de lacampaña de Palestina fueron menos importantes.Según toda probabilidad, el ejército bizantino no

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rebasó mucho la frontera siria[715].De regreso las tropas bizantinas a Antioquía, el

emperador volvióse a Constantinopla, donde murió el976. Según un cronista bizantino «todas las nacionesquedaron espantadas por los ataques de JuanTzimisces. Él agrandó el territorio de los romanos;los sarracenos y los armenios huyeron ante él; lospersas le temieron; hombres de todas las naciones lellevaban presentes, implorándole que hiciese la pazcon ellos; avanzó hasta Edesa y hasta el río Eufratesy la tierra se llenó de ejércitos romanos; Siria yFenicia fueron holladas por las pezuñas de loscaballos romanos, y él consiguió grandes victorias.La cortadora espada del cristiano se abatía como unahoz»[716].

Las provincias conquistadas por Juan Tzimiscesen su última campaña no fueron agregadas al Imperio.El ejército retornó a Antioquía, que fue la principalbase de operaciones de las tropas bizantinas enOriente durante la última parte del siglo X.

Bajo el sucesor de Juan, Basilio II (976-1025),las circunstancias no se mostraron favorables a unapolítica ofensiva en Oriente. Las amenazadorasinsurrecciones de Bardas Skleros y de Bardas Focasen Asia Menor y la persistente guerra búlgararequerían la atención continua de Basilio. No

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obstante, reprimidas las rebeliones, el emperadorpeleó contra los musulmanes varias veces a pesar deque continuaba la guerra búlgara. Las posesionessirias del Imperio estaban muy amenazadas por elcalifa de Egipto y la ciudad vasalla de Alepo fueocupada varias veces por ejércitos enemigos.Apareciendo personalmente, y a veces de improviso,en Siria, Basilio logró restaurar allí la influenciabizantina, pero no pudo hacer nuevas conquistasimportantes. Al comenzar el siglo XI el emperadorfirmó un tratado de paz con Hakim, califa egipcio dela dinastía fatimita. Durante los últimos veinte añosdel reinado de Basilio no hubo choques graves conlos muslimes, pero Alepo sacudió su vasallaje.

Aunque oficialmente existieran relacionespacíficas entre Basilio y Hakim, este último enocasiones persiguió con crueldad a los cristianos, loque debió disgustar no poco a Basilio comoemperador ortodoxo. En 1009, Hakim ordenó destruirla Iglesia del Santo Sepulcro y del Gólgota, enJerusalén. Las reliquias y tesoros de la iglesia fueronentregados al pillaje, los monjes desterrados y losperegrinos perseguidos. Un historiador árabecontemporáneo, Yahia de Antioquía, declara que elejecutor de la implacable voluntad de Hakim aplicó«todos sus esfuerzos a destruir el Santo Sepulcro,arrasándolo hasta el suelo. Lo hizo pedazos casi

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totalmente y lo aniquiló»[717]. Los cristianos y losjudíos, aterrorizados, acudían en masa a las oficinasdel gobierno musulmán prometiendo renegar de sureligión Zabrazar la islámica. El decreto en queHakim ordenaba la destrucción del templo fuefirmado por un ministro cristiano.

Parece que Basilio II no hizo nada en defensa delos cristianos perseguidos ni de sus santuarios.Después de la muerte de Hakim (1021), se abrió unperiodo de tolerancia, y en 1023. Nicéforo, patriarcade Jerusalén, fue enviado a Constantinopla paraanunciar que las iglesias y sus bienes habían sidorestituidos a los cristianos, que la iglesia del SantoSepulcro y todas las demás destruidas en Siria yEgipto habían sido reedificadas y que, en general, loscristianos vivían seguros bajo el gobierno delcalifa[718]. Desde luego, en el relato de lareconstrucción de los templos en tan breve períododebe suponerse parte de exageración.

En Occidente, los árabes de Sicilia seguíanefectuando incursiones en la Italia del sur. Elgobierno bizantino, ocupado en otros problemas, nopodía evitarlo. La intervención del emperador Otón IIde Alemania, emparentado por alianza matrimonialcon la dinastía bizantina, obtuvo al principio algunoséxitos en Italia, pero al cabo los árabes infligieronuna dura derrota a Otón. Hacia el fin de su reinado

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Basilio II comenzó a preparar una gran expediciónpara reconquistar Sicilia, más murió mientras seocupaba en tales preparativos.

La anarquía que siguió a la muerte de Basilioreanimó el valor de los árabes, quienes tomaron laofensiva y lograron triunfos, sobre todo en lacomarca de Alepo. La situación del Imperio quedórestablecida en cierto grado merced al joven ytalentoso general Jorge Maniaces, quien logró ocuparEdesa en 1032 y recuperar la segunda reliquia de laciudad, la carta apócrifa de Jesucristo a Abgaro, reyde Edesa[719]. Después de la toma de esta ciudad, elemperador Romano III propuso a los musulmanes untratado de paz. Las dos primeras estipulaciones quepresentaba concernían a Jerusalén y merecen atenciónespecial. Exigía el emperador en la primera cláusulaque los cristianos tuviesen derecho a reconstruirtodas las iglesias destruidas y convenía en que lareedificación del templo del Santo Sepulcro sehiciese a expensas del tesoro imperial. La segundacondición reservaba al emperador el derecho denombrar al patriarca de Jerusalén. Las negociacionestranscurrieron con lentitud, porque no existía acuerdosobre varias cláusulas del tratado. Pero parece que elcalifa no se oponía a las dos primeras estipulaciones.El pacto definitivo se firmó en 1036 y por él elemperador obtenía el derecho de restaurar a su costa

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la iglesia del Santo Sepulcro[720]. En 1046 un viajeropersa, Nasir-i-Khusrau visitó la iglesia restaurada,edificio espacioso, capaz de contener ocho milpersonas y construido con mucho arte. Se distinguíapor sus mármoles de colores, su ornamentación y susesculturas. En el interior el templo estaba decoradoenteramente con pinturas y cubrían las paredes telasde brocado bordadas en oro. El mismo viajero persacuenta la curiosa leyenda de que el emperador habíavisitado Jerusalén, pero como mero particular, deincógnito, pudo decirse:

En los días en que Hakim reinaba enEgipto, el Cesar griego vino de esa manera aJerusalén. Cuando Hakim supo la nueva de sullegada, llamó a uno de sus coperos y le dijo:Hay un hombre que es tal y tal y a quienhallarás sentado en la mezquita de la CiudadSanta. Vete, acércate a él, y dile que Hakim teenvía a él para que no piense que yo, Hakim,ignoro su venida; más dile que no se turbe,que ningún mal designio tengo contra él[721].

A pesar de varias victorias de Jorge Maniaces,los esfuerzos del emperador para reconquistar Siciliano se tradujeron en resultados apreciables. Es

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interesante notar que la expedición de Siciliacomprendía la compañía (druzhina) de varengo-rusos que servía al Imperio. Haraldo Hardrada, elfamoso héroe de las sagas escandinavas, participótambién en la campaña militar.

Desde mediados del siglo XI el Imperio iba aencontrarse frente a un nuevo enemigo: los turcosselyúcidas, que tan preponderante papeldesempeñaron en las épocas siguientes de la historiade Bizancio.

Haciendo un examen de las relacionesmusulmana-bizantinas en la época de la dinastíamacedónica, vemos que los esfuerzos de JuanCurcuas, Nicéforo Focas, Juan Tzimisces y Basilio IIprodujeron el resultado de llevar las fronterasorientales hasta el Eufrates y que Siria, conAntioquía, se incorporó de nuevo al territorio deBizancio. Si se prescinde del período de turbulenciasque siguió a la muerte de Basilio II, puede decirseque aquella fue la época más brillante de la historiade las relaciones de Bizancio con los árabes deOriente.

A la vez se desarrollaban entre el Imperio yArmenia relaciones muy importantes y frecuentes.

Durante siglos Armenia había sido «una tea dediscordia» entre Roma y Persia. Aquella antigualucha había terminado, a fines del siglo IV, con el

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reparto del «Estado-tapón» sito entre las dospotencias. La parte occidental —y más pequeña—con la ciudad de Teodosiópolis (hoy Erzerum) habíapasado a poder del Imperio romano y la mayor y másgrande a manos de los persas sasánidas, bajo quienesfue conocida por el nombre de Persarmenia. Confrase de un historiador, la división política deArmenia en dos partes, oriental y occidental, tuvo porconsecuencia una escisión «cultural» en la vida delpueblo armenio, a causa de la diferencia de lasdominaciones persa e iraniana[722]. Justiniano elGrande había introducido en Armenia grandesreformas civiles y militares, proponiéndose destruirciertos usos locales y transformar Armenia en unaprovincia imperial ordinaria.

En el siglo VII, después de conquistar a Siria yvencer a Persia, los árabes ocuparon Armenia. Lasfuentes armenias, griegas y árabes dan relatoscontradictorios de aquel suceso. Más tarde losarmenios procuraron aprovechar las turbulencias delcalifato, las cuales apartaban con frecuencia de losproblemas armenios la atención de los árabes, yvarias veces trataron de sacudir el nuevo yugo. Lastentativas de insurrección fueron castigadas por losárabes con tremendos pillajes y devastaciones. Marrestima que a principios del siglo VIII Armenia habíaquedado completamente arruinada por los árabes.

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Según él, dos señores feudales fueron exterminadoscon la mayor crueldad y los gloriosos monumentos dela arquitectura cristiana fueron destruidos. Enresumen, el fruto de todo el esfuerzo civilizador delos siglos precedentes quedó aniquilado[723].

Llegó un momento en que el Califato necesitó laayuda armenia para luchar contra el Imperiobizantino, y en consecuencia otorgó, a mediados delsiglo IX, el título de «Príncipe de los Príncipes» alarmenio Aschod, de la familia de los Bagrátidas. Lasabia administración de Aschod fue reconocida portodos, y a finales del siglo IX el califa le dio el títulode rey. Con esto se estableció en definitiva un nuevoreino armenio, gobernado por la dinastía bagrátida.Al llegar las nuevas de tales sucesos a Basilio I,poco antes de su muerte, el emperador se apresuró aconceder honor análogo al nuevo rey de Armenia y leenvió una corona real, firmando además un tratado deamistad y alianza con él. En una carta que Basiliodirigió a Aschod llamábale su muy querido hijo y ledaba la seguridad de que Armenia sería siempre,entre todos los Estados, el aliado más íntimo delImperio[724]. Todo esto demuestra claramente quetanto el califa como el emperador necesitaban aAschod Bagrátida y deseaban contar con su ayuda enla cruenta lucha que ambos mantenían entre sí[725].

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La anarquía subsiguiente a la muerte de Aschodprovocó una intervención árabe en los asuntosinteriores armenios. Sólo bajo el reinado de AschodII, «el de Hierro», en la primera mitad del sigloX[726], el territorio armenio fue liberado con ayuda detropas bizantinas y del rey de Iberia (Georgia).Aschod visitó en persona la corte de RomanLecapeno, donde se le hizo una acogida triunfal.Aschod II fue el primer soberano que tomó el títulode Shahinshah «(Rey de Reyes») en Armenia. En lasegunda mitad del siglo X, Aschod III trasladó lacapital oficial de su reino a la fortaleza de Ani,ciudad que a continuación se adornó de magníficosedificios y convirtióse en próspero centro decivilización. Hasta la guerra de 1914-18, las ruinasde Ani se hallaban en territorio de Rusia, y un sabioruso, N. Marr, consagró mucho tiempo a estudiarlascon detalle. Sus búsquedas obtuvieron magníficosresultados y sus brillantes descubrimientos fueron dela mayor importancia, no sólo para la historia deArmenia y la civilización de los pueblos caucásicosen general, sino también para la de la influenciabizantina en el Oriente cristiano, que aquelloshallazgos nos permiten conocer mejor. En Armeniaestallaron nuevas turbulencias en relación con lasinvasiones de los turcos selyúcidas bajo Basilio II,quien hubo de ponerse en persona al frente de un

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ejército en los distritos cercanos al Cáucaso, lo quehizo una vez terminada la guerra búlgara. Elresultado de la expedición fue agregar al Imperioparte de Armenia, quedando la otra sometida avínculos de vasallaje. Esta nueva expansión delImperio en Oriente valió a Basilio una recepcióntriunfal en la capital y fue la última victoria militardel activo y glorioso reinado del ancianoBasileus[727]. Veinte años después, reinandoConstantino Monómaco, Ani, la nueva capital deArmenia, fue ocupada por Bizancio. Así concluyó elreinado de los Bagrátidas (Bagratuni). El últimorepresentante de la dinastía fue invitado a instalarseen Constantinopla, recibiendo tierras en Capadocia,una pensión y un palacio a orillas del Bósforo, acambio de su Estado perdido. «Con la adquisicióndel reino de Ani, el Imperio poseía el macizomontañoso que cubría hacia el este la región deIberia, arrebatada en 1021 al rey de los abazes… Ala sazón tenía, en la frontera oriental, un territoriocompacto, sin parcelación ni corte, entre los paísesde Ani y el lago de Van»[728].

Pero Bizancio no pudo mantenerse en Armenia.La población estaba muy descontenta de la políticaadministrativa y religiosa del Gobierno central.Además, la mayoría de las tropas de ocupaciónfueron llamadas a Europa para defender a

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Constantino Monómaco contra la insurrección deLeón Tornikios y luego contra los pecheneques. Losturcos selyúcidas, aprovechando la situación,conquistaron poco a poco Armenia medianterepetidas incursiones.

Relaciones de Bizancio conbúlgaros durante la dinastía

macedónica

La guerra búlgara es, más aun que la guerraárabe, el hecho capital de la historia exterior de ladinastía macedónica. En la época del zar Simeón,Bulgaria se convirtió en el enemigo más temible delImperio, llegando a poner en peligro el poder delemperador. Pero los emperadores de la Casamacedonia sometieron por completo el reino búlgaro,haciendo de él una provincia bizantina.

En el reinado de Basilio I hubo relacionespacíficas entre Bulgaria y Bizancio. A raíz de lamuerte de Miguel III concluyeron favorablemente lasnegociaciones concernientes al restablecimiento de la

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unión de las Iglesias griega y búlgara. El rey Borisenvió a su hijo Simeón a Constantinopla, para quefuese educado allí. Tales relaciones de amistad eranmuy ventajosas para los dos países. Libre deinquietudes en su frontera septentrional, Basilio pudolanzar todas sus fuerzas a la lucha contra los árabesen Oriente, moviéndolas en el corazón del AsiaMenor, y contra los musulmanes de Occidente, enItalia. A su vez, Boris necesitaba la paz parareorganizar su Estado, tan recientemente convertidoal cristianismo.

En el reinado de León VI (886) se rompió la pazpor razones económicas: tratábase de ciertosderechos aduaneros muy perjudiciales al comerciobúlgaro. Tenía entonces Bulgaria por rey al famosoSimeón, educado, como dijimos, en Constantinopla.Su «pasión por saber le llevaba a releer los libros delos antiguos»[729]. Prestó grandes servicios a su reinoen las esferas de la civilización y la instrucción. Susvastos planes políticos habían de ser realizados acosta de Bizancio. León VI, comprendiendo que nopodía oponer a Simeón un ejército suficiente (pueslas tropas bizantinas estaban absorbidas por la guerraárabe), llamó en su socorro a los salvajes magiares.Estos consintieron en invadir de improviso el nortede Bulgaria para atraer la atención de Simeón lejosde las fronteras bizantinas.

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Fue aquel un momento de máxima trascendenciapara la historia de Europa. A fines del siglo IX, unnuevo pueblo, los magiares o húngaros (las fuentesbizantinas los califican con frecuencia de turcos y lasoccidentales los llaman a veces avaros)[730] se hallómezclado en los asuntos internacionales de losEstados europeos. Aquella, con frase de C. Grot, fue«la primera aparición de los magiares en la escenade los conflictos europeos, con el papel de aliadosde una de las más civilizadas naciones»[731]. Alprincipio Simeón fue vencido varias veces por losmagiares, pero, desplegando gran habilidad, pudosalir de la difícil situación en que se encontraba.Procuró ganar tiempo negociando con Bizancio,mientras conseguía atraer a su causa a lospecheneques. Con ayuda de éstos batió a losmagiares, obligándoles a retirarse al norte, en dondeluego se asentaría su futuro Estado, en el valle delDanubio central. Tras esto, Simeón volvióse otra vezhacia Bizancio. Una victoria decisiva condujo a sustropas hasta los muros de Constantinopla. Elemperador, vencido, logró la paz a condición decomprometerse a no ejecutar acto alguno hostil a losbúlgaros y a enviar anualmente a Simeón ricosregalos.

Después del asedio y saqueo de Tesalónica por

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los árabes (904), Simeón mostró vivos deseos deunir aquella ciudad a su reino. León VI no consiguióevitarlo sino a trueque de ceder a los búlgaros otrascomarcas del Imperio. Poseemos una interesanteinscripción, grabada en un mojón de piedra en lafrontera búlgaro-bizantina, en 904, y relativa alarreglo convenido entre ambas potencias[732]. Elhistoriador búlgaro Zlatarski dice respecto a esainscripción: «Por los términos de aquel tratado, todoslos territorios eslavos de la Macedonia meridional yde la Albania meridional de entonces, que hastaaquella fecha habían pertenecido al Imperiobizantino, se convertían (904) en búlgaros. En otrostérminos, Simeón unía bajo el cetro búlgaro todasaquellas tribus eslavas de la Península balcánica quedieron a la nacionalidad búlgara su definitivoaspecto»[733]. Entre esa época y finales del reinadode León no hallamos nuevos choques entre Bulgaria yel Imperio bizantino.

Durante el período transcurrido entre la muertede León VI y la de Simeón el Búlgaro en 927, huboentre Bizancio y Bulgaria hostilidades casiininterrumpidas. Simeón dedicó todos sus esfuerzos atratar de tomar Constantinopla. En vano el patriarcaNicolás el Místico le envió humildes epístolas,escritas, uno con tinta, sino con lágrimas[734]; en vano

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se esforzó en intimidarle amenazándole con unaalianza que el Imperio haría con los rusos, lospecheneques, los alanos y los turcos de Occidente, esdecir, los magiares o húngaros[735]. Simeón sabía muybien que aquellas alianzas eran irrealizables y lasamenazas del patriarca no le produjeron efectoalguno. Los búlgaros obtuvieron sobre los griegosvarias victorias. La más importante fue la de 917, aorillas del Aqueloo, no lejos de Anquialos, enTracia, donde quedaron destrozadas las tropasbizantinas. León el Diácono, que visitó el campo debatalla a fines del siglo X, escribía: «Aun hoy puedenverse montones de osamentas cerca de Anquialos, enel lugar donde el derrotado ejército romano fuedestruido de manera poco gloriosa»[736].

Tras aquella batalla quedó abierto para Simeón elcamino de Constantinopla. Pero el 918 los ejércitosbúlgaros hubieron de emplearse en Servia[737].

Al año siguiente (919), el enérgico e inteligentealmirante Roman Lecapeno fue, como vimos,proclamado emperador.

Los búlgaros avanzaban entre tanto hacia losDardanelos[738]. El 922 tomaron Adrianópolis(Odrin, la Edirne turca).

Las tropas búlgaras progresaron entonces hacia laGrecia media, y por otra parte llegaron a

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Constantinopla, amenazando ocuparla. Los palaciosimperiales sitos extramuros fueron incendiados. A lavez Simeón procuraba hacer alianza con los árabes,para asediar la capital de concierto con ellos. TodaTracia y Macedonia, excepto Constantinopla yTesalónica, estaban en manos búlgaras. Lasexcavaciones del Instituto Arqueológico ruso deConstantinopla, hechas no lejos de Aboba, en elnordeste de Bulgaria, han sacado a la luz variascolumnas destinadas a la vasta iglesia contigua alpalacio real y en las cuales están inscritos losnombres de las ciudades bizantinas ocupadas porSimeón. La posesión de los más de los territoriosbizantinos de la Península balcánica contribuyó a queSimeón se titulara «Emperador de los búlgaros y losgriegos».

En 923 o 924 se celebró al pie de los muros deConstantinopla una famosa entrevista entre Simeón yRoman Lecapeno[739]. El emperador debía acudir pormar al punto de la entrevista en su nave imperial, ySimeón por tierra. Roman llegó el primero. Los dosmonarcas cambiaron cumplidos mutuos ymantuvieron una discusión. Nos han llegado laspalabras del bizantino[740]. Se acordó una especie detregua. Las condiciones, relativamente, no eran muyrigurosas. Roman debía ofrecer a Simeón un presentecada año.

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Simeón creyó oportuno retirarse, renunciando aConstantinopla, por prever un grave peligro que leamenazaba. El reino servio, recientemente formado,había emprendido tratos con los bizantinos. Además,las negociaciones de Simeón con los árabes nodieron el resultado que se buscaba. Más tardeSimeón empezó a organizar otra expedición contraConstantinopla, pero murió durante los preparativos.

Bajo Simeón el reino búlgaro comprendía unaextensión enorme. Llegaba de las orillas del marNegro a las del Adriático y del Danubio inferior a laMacedonia y Tracia centrales, hasta Tesalónica. Alnombre de Simeón está unida la idea de la primeratentativa de reemplazar el dominio griego en laPenínsula de los Balcanes por la supremacía eslava.

Sucedió a Simeón el débil Pedro, quien por sumatrimonio emparentó con el emperador bizantino.Se convino un tratado de paz. Bizancio reconocía eltítulo real de Pedro y el patriarcado búlgaroestablecido por Simeón. La paz había de durarcuarenta años. Después de tan brillantes victoriasbúlgaras, las condiciones de paz eran muy moderadasy bastante satisfactorias para Bizancio. «Apenasdisfrazaban la decadencia de la pujanza búlgara»[741].Tratábase de un verdadero éxito debido a la políticaenérgica y prudente de Roman Lecapeno.

La «Gran Bulgaria» de la época de Simeón fue

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desgarrada por disturbios interiores durante elreinado de Pedro.

A la vez que disminuía la potencia política deBulgaria, los magiares, unidos a los pecheneques,invadían Tracia el 934, avanzando hastaConstantinopla. En 943 reaparecieron en Tracia.Roman Lecapeno hizo con ellos una paz de cincoaños. La paz se renovó a la caída de Román, durandotodo el reinado de Constantino Porfirogénito[742].Después, en la segunda cincuentena del siglo X, losmagiares invadieron la Península balcánica variasveces.

La decadencia política de Bulgaria fue muyprovechosa para Bizancio. Nicéforo Focas y JuanTzimisces lucharon sin interrupción contra losbúlgaros, ayudados por el príncipe ruso Sviatoslav, aquien llamó en su ayuda Nicéforo Focas. Pero cuandolos éxitos de las armas en Bulgaria pusieron aSviatoslav en las fronteras imperiales, el emperadorconcibió una inquietud viva y legítima, ya que lastropas rusas se internaron tanto en territorio bizantinoque, según antiguo cronista ruso, Sviatoslav «casialcanzó las murallas de Zarigrad» (Constantinopla)[743]. Juan Tzimisces se dirigió con su ejército contralos rusos, so pretexto de proteger a Bulgaria contrasus nuevos conquistadores. Venció a Sviatoslav,

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ocupó toda la Bulgaria oriental y se apoderó de lafamilia real búlgara en pleno. Bajo el reinado deJuan se consumó en definitiva la anexión de laBulgaria oriental.

Al morir el emperador, los búlgaros, ayudadospor las complicaciones interiores sobrevenidas en elImperio bajo Basilio II, se sublevaron contra ladominación bizantina. Su jefe principal fue Samuel,enérgico soberano de la Bulgaria occidental eindependiente, y que, según parece, fundó una nuevadinastía, siendo «uno de los más eminentes monarcasdel Primer Imperio búlgaro»[744].

Durante bastante tiempo, la lucha de Basilio IIcontra Samuel redundó en ventaja del último, sinduda porque las fuerzas del Imperio estabanempeñadas en las guerras orientales. Samuel ocupómuchos nuevos distritos y se proclamó rey deBulgaria. A principios del siglo XI la fortuna comenzóa sonreír a Basilio, quien sostuvo la lucha con tanatroz dureza que recibió el sobrenombre deBulgaróctonos, esto es, Matador de Búlgaros.Cuando Samuel se halló ante catorce mil búlgaros aquienes Basilio II había mandado cegar,devolviéndolos en tal estado a su patria, recibió talimpresión que le costó la vida. Muerto Samuel,Bulgaria era harto débil para resistir a los griegos, yno tardó en ser conquistada por ellos. En 1018 dejó

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de existir el primer reino búlgaro, quedandotransformado en provincia bizantina bajo ungobernador imperial. No obstante, conservó hastacierto punto su autonomía interior.

La sublevación surgida en Bulgaria contra elImperio a mediados del siglo XI, bajo la dirección dePedro Delian, fue reprimida con rigor, y motivó lasupresión de la autonomía búlgara.

Bajo el dominio bizantino la cultura helenísticapenetró hondamente entre los búlgaros. Pero lanacionalidad búlgara subsistió, preparando así elnacimiento del segundo reino búlgaro en el siglo XII.

El imperio bizantino y Rusia en laépoca de la dinastía macedónica

Bajo la dinastía macedónica hubo relaciones muymovidas entre Rusia y Bizancio. Según la crónicarusa, el año 907, reinando León VI, el príncipe rusoOleg acampó ante los muros de Constantinopla conuna numerosa escuadra. Después de saquear losarrabales de la capital y dar muerte a muchos de sushabitantes, Oleg obligó al emperador a entrar en

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negociaciones y concluir un tratado con él. Aunquetodas las fuentes bizantinas conocidas, tantoorientales como occidentales, no mencionan esaexpedición ni el nombre de Oleg, el relato —nodesprovisto de detalles legendarios— del cronistaruso, descansa en fundamentos históricos ciertos. Esmuy probable que el acuerdo de 907 se confirmase en911 con un tratado formal que, según el cronista,concedía a los rusos importantes privilegiosmercantiles.

La famosa historia de León el Diácono, fuenteinestimable para la segunda mitad del siglo X,contiene un pasaje muy interesante, que no sueleapreciarse como merece y que debe, empero, serconsiderado el único texto griego donde se halla unaalusión a los tratados convenidos con Oleg. Es laamenaza, dirigida a Sviatoslav, que León el Diáconopone en boca de Juan Tzimisces: «Espero que nohayáis olvidado la derrota sufrida por vuestro padre,Igor, quien, con desprecio de los pactos jurados,llegó por mar ante la ciudad imperial seguido de ungran ejército y de numerosos bajeles»[745]. Esos«pactos jurados» concluidos por los rusos conBizancio antes del reinado de Igor, deben ser los deOleg, mencionados por el cronista ruso.

No carece de interés enlazar la alusión de lasfuentes bizantinas concerniente a la presencia de

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tropas auxiliares rusas en el ejército bizantino desdeprincipios del siglo X, con la cláusulacorrespondiente del tratado de 911 (tal como la da lacrónica rusa), que permitía a los rusos servir, si lodeseaban, en el ejército del emperador bizantino[746].

No es superfluo indicar que, en 1912, un sabiojudío de América, Schechter, tradujo al inglés ypublicó los fragmentos existentes de un muyinteresante texto medieval judío respecto a lasrelaciones kázaro-ruso-bizantinas en el siglo X. Laimportancia de ese documento para nuestro casoradica en que menciona el nombre de «Helgu»(Oleg), rey de Rusia, y contiene, entre otrostestimonios nuevos sobre ese personaje, el relato desu infructuosa expedición a Constantinopla[747]. Lasdificultades cronológicas y topográficas que presentaese texto sólo ahora empiezan a ser estudiadas y portanto es muy pronto para pronunciar juicio ciertosobre tal documento, de indiscutible interés. En todocaso, la publicación de ese texto ha tenido comoresultado poner otra vez en debate la cronología deOleg transmitida por las antiguas crónicas rusas.

Reinando Roman Lecapeno, la capital fue atacadados veces por el príncipe ruso Igor. El nombre deéste no se ha conservado sólo en las crónicas rusas,sino que se halla también en las fuentes griegas y

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latinas. Su primera campaña data del 941. La realizócon numerosas naves que bogaron hacia la costabitinia del mar Negro y hacia el Bósforo. Ya allí, losrusos devastaron el litoral, avanzando hastaCrisópolis (hoy Escútari, frente a Constantinopla). Laexpedición terminó con el completo fracaso de Igor.Muchos barcos rusos fueron destruidos por el fuegogriego. Los restos de la flota de Igor retornaron haciael norte. Los rusos prisioneros de los griegosrecibieron la muerte.

La segunda expedición de Igor (944) se ejecutócon fuerzas mucho más considerables. El cronistaruso dice que Igor levantó un gran ejército deavarengos, susos, polianos, eslavos, kriviches,tivertsianos y pecheneques[748]. El emperador deBizancio, asustado ante tales preparativos, envió laflor de su nobleza («boyardos») a ofrecer a Igor y alos pecheneques ricos regalos. Los nobles bizantinosprometieron a Igor pagarle un tributo semejante alpercibido por Oleg. Pero Igor, a pesar de todo,avanzó hacia Constantinopla. No obstante, al llegarante el Danubio consultó a sus compañeros (su«druzhina») y resolvió aceptar las propuestas delemperador y volverse a Kiev. Al año siguientegriegos y rusos negociaron un tratado, mucho menosventajoso para los últimos que el de Oleg. Aqueltratado de paz debía durar «mientras el Sol brillara

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y el mundo existiera, en los siglos presentes y en losvenideros»[749]. De hecho, la paz duró veinticincoaños y tuvo la mayor importancia para Bizancio,entonces ocupado en sostener contra los árabes deOriente una guerra de vasto alcance.

Las relaciones de amistad establecidas por aqueltratado tomaron forma más concreta bajo ConstantinoVII Porfirogénito. En 957, la gran princesa rusa Olga(Elga) fue a Constantinopla, donde la recibió congran pompa el emperador, acompañado de laemperatriz y el heredero del trono. La recepciónhecha a Olga se describe con mucho detalle en undocumento oficial contemporáneo (De Cerimoniisaulae byzantinae, II, 15, p. 594-598).

Ya hablamos, a propósito de las guerras búlgaras,de las relaciones de Nicéforo Focas y Juan Tzimiscescon el príncipe ruso Sviatoslav.

Aun más importantes fueron las relaciones deBasilio II Bulgaróctonos con el príncipe rusoVladimiro, cuyo nombre está tan ligado a laconversión de Rusia al cristianismo.

En la novena década del siglo X la situación delemperador y su dinastía se presentaba como crítica.Bardas Focas, que dirigía una insurrección contraBasilio, había ocupado casi toda el Asia Menor y seacercaba a la capital, a la vez que las provinciasnorteñas del Imperio estaban amenazadas de una

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invasión búlgara. En tan difíciles circunstancias,Basilio apeló al príncipe Vladimiro y logró acordaruna alianza con él. Vladimiro enviaría un refuerzo deseis mil hombres, a cambio de lo cual obtendría lamano de la hermana del emperador, Ana, ofreciendoconvertirse al cristianismo, con su pueblo. Con ayudadel regimiento auxiliar ruso, llamado generalmente la«Compañía (druzhina) variego-rusa».

Basilio sofocó la insurrección de Bardas Focas,el cual fue muerto. Pero Basilio vacilaba en ejecutarsu promesa relativa al casamiento de su hermana.Entonces el príncipe ruso asedió y tomó la importanteplaza bizantina de Querson (o Korsun), en Crimea, yobligó a Basilio a ceder. Vladimiro fue bautizado yse casó con la princesa Ana. No se sabe concertidumbre sí la conversión de Rusia al cristianismodebe ser situada en 988 o en 989. Unos historiadoresadoptan la primera fecha y otros la segunda. Seestablecieron relaciones de amistad y paz entre Rusiay el Imperio bizantino, y tales relaciones duraronmucho. Los dos países hacían un importante comerciomutuo.

Según una fuente, en 1043, se produjo unincidente ruso-bizantino. Los «mercaderes escitas»(es decir, rusos) de Constantinopla tuvieron con losgriegos una contienda, en cuyo curso murió un nobleruso[750]. Según todas las probabilidades, aquel

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incidente, explotado por Rusia, motivó una nuevaexpedición contra el Imperio bizantino. El gran duqueYaroslav el Sabio, envió a su hijo mayor Vladimirocon un gran ejército, embarcado en numerosas naves,hacia las costas bizantinas. Pero, gracias al fuegogriego, la flota rusa fue destruida casi completamentey los restos del ejército de Vladimiro tuvieron queemprender la retirada[751]. Esta expedición fue laúltima iniciada por Rusia contra Constantinopla en laEdad Media. Los cambios etnográficos que seprodujeron en las estepas de lo que es hoy Rusiameridional, a mediados del siglo XI, a causa de laaparición de la tribu turca de los polovtzianos,suprimieron toda posibilidad de relaciones directasentre Rusia y el Imperio bizantino.

El problema pecheneque en laépoca de la dinastía macedónica

Los pecheneques o pecheniegos («patzinakitai»en las fuentes griegas, «pecheiniegs», en las crónicasrusas) ejercieron en el siglo XI una influencia

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considerable y prolongada en los destinos delImperio. Poco antes de la primera Cruzada, lospecheneques, por primera y única vez en su breveexistencia histórica, estuvieron a punto dedesempeñar en la historia universal un papel muyimportante, del que hablaremos a su tiempo.

El Imperio bizantino conocía de mucho atrás a lospecheneques. Éstos se habían establecido, en unmomento dado del siglo IX, en el territorio de laValaquia contemporánea, al norte del Danubioinferior, y en las llanuras de la Rusia meridional,ocupando las tierras comprendidas entre el BajoDanubio y el Dniéper. En ocasiones, inclusorebasaron este último límite. Al oeste, por el lado deBulgaria, las fronteras de su territorio eran muydefinidas, pero al este no podían existir límitesestables, porque los pecheneques se veían sin cesarempujados hacia el oeste por otras tribus bárbaras,sobre todo los uzes y los kumanos o polovtzianos.Para comprender con más claridad los sucesoshistóricos posteriores, ha de tenerse presente quepecheneques, uzes y kumanos, tribus de origen turco,estaban, por ello, emparentados con los turcosselyúcidas[752] que empezaron a amenazar lasposesiones bizantinas en Asia Menor en el siglo XI.El diccionario o léxico kumán ha llegado a nosotros yprueba convincentemente que la lengua kumana está

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muy vinculada a las demás lenguas turcas, noofreciendo con ellas sino diferencias dialectales.Aquellos lazos de parentesco racial entrepecheneques y turcos selyúcidas debían tener enadelante un papel de importancia.

Los emperadores bizantinos consideraban a lospecheneques como sus más importantes vecinos alnorte, y eran, en efecto, tales tribus, factor esencialdel mantenimiento del equilibrio de naciones(equilibrio compartido con los rusos, los magiares,los búlgaros y el Imperio bizantino) en la Europaoriental. Constantino Porfirogénito dedica variaspáginas a los pecheneques en su libro sobreAdministración del Imperio, escrito en el siglo X ydedicado a su hijo y presunto sucesor, Romano. Elregio escritor aconseja a su hijo que mantenga antetodo la paz con los pecheneques para bien delImperio, ya que mientras haya buena inteligenciaentre el Imperio y los pecheneques, dice el autor, nirusos ni magiares ni búlgaros podrán atacar elterritorio bizantino. Se desprende también dediversos pasajes del libro que los pechenequesservían de intermediarios a las relacionescomerciales de los distritos bizantinos de Crimea(tema de Querson), con Rusia, Kazaria y otros paísesvecinos[753]. Los pecheneques desempeñaban, pues,en el siglo X, un papel muy importante, a la par

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político y económico, en las preocupaciones delImperio bizantino.

En la segunda mitad del siglo X y comienzos delXI, cambiaron las circunstancias. La Bulgaria orientalfue, como vimos, conquistada bajo Juan Tzimisces, yBasilio II prosiguió la conquista hasta colocar todaBulgaria bajo el dominio bizantino. Los pecheneques,antes separados del Imperio por los búlgaros,pasaron a ser vecinos inmediatos de aquél. Aquellosnuevos vecinos eran tan fuertes, tan numerosos,siempre listos para atacar, que el Imperio no pudooponer resistencia suficiente a su ofensiva,provocada a su vez por el empuje de los pólovtses.Véase en qué términos habla Teofilacto de Bulgaria,el escritor eclesiástico del siglo XI, acerca de lasinvasiones de los pecheneques, a quienes llamaescitas: «Su invasión es como un relámpago; suretirada es a la vez pesada y ligera: pesada de botín,ligera por la rapidez de su huida… Lo más terrible esque son más numerosos que las abejas a principiosde primavera y nadie sabe cuántos millares o decenasde millares son, puesto que su número esincalculable»[754].

Sin embargo, hasta mediados del siglo XI lospecheneques no fueron peligrosos para el Imperio.Sólo lo empezaron a serlo cuando, a mediados del

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mismo siglo, franquearon el Danubio.V. G. Vasilievsky, primer historiador que ha

esclarecido el papel histórico de los pecheneques,escribió en 1872, respecto a la penetración deaquellos pueblos en territorios bizantinos: «Esesuceso, que ha escapado a la atención de todos loshistoriadores modernos, tuvo una importanciaconsiderable para la historia de la Humanidad. Porsus consecuencias fue casi tan importante como elcruce del Danubio por los godos, que abrió la erallamada de las invasiones bárbaras»[755].

Constantino Monómaco (1042-1055) designótierras en Bulgaria para que se estableciesen lospecheneques y les dio tres fortalezas a orillas delDanubio. Los pecheneques debían defender lasfronteras del Imperio contra las invasiones de lastribus emparentáis con ellos que habían quedado a laotra orilla del río y también contra las invasiones delos príncipes rusos.

Pero los pecheneques del norte del Danubioavanzaban irresistiblemente hacia el sur. En el primerperíodo de su emigración los pecheneques pasaron elDanubio en vastas masas (algunas fuentes hablan deochocientos mil hombres)[756] y llegaron hastaAdrianópolis. Algunos de sus destacamentosalcanzaron Constantinopla. Pero las tropas deConstantino Monómaco podían resistir muy bien a los

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pecheneques y les infligieron terribles derrotas. Sinembargo, a finales del reinado de Constantino lasituación empeoró. La última expedición delemperador contra los pecheneques concluyó con elexterminio completo del ejército bizantino. He aquílo que acerca de ello se lee en la obra deVasilievsky: «En una tremenda noche de matanza, losaplastados regimientos bizantinos fueronexterminados por los bárbaros casi sin resistencia.Sólo muy pocos de ellos pudieron huir y llegar aAdrianópolis. Todo el provecho de las victoriasanteriores se perdió»[757].

Tras esta terrible derrota el Imperio no podíacontinuar la lucha contra los pecheneques. Elemperador hubo de comprar la paz a alto precio. Acambio de los generosos presentes ofrecidos por elemperador, los pecheneques prometieron vivirpacíficamente en las provincias que ocupaban alnorte de los Balcanes. El emperador confirió,además, títulos honoríficos bizantinos a los príncipespecheneques.

Así, en los últimos años de la dinastíamacedónica, y sobre todo en el reinado deConstantino Monómaco, los pecheneques fueron losmás temibles enemigos septentrionales del Imperio.

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Relaciones de Bizancio conEuropa Occidental

Hemos de recordar ante todo los éxitos de losárabes en Sicilia e Italia meridional en aquellaépoca.

Por otra parte, a mediados del siglo IX, laRepública de San Marcos (Venecia) se libró porcompleto del dominio bizantino, convirtiéndose enEstado independiente. El Imperio y el nuevo Estadonegociaron juntos, pero como nacionesindependientes entre sí, los asuntos diplomáticosulteriores. En el siglo IX sus respectivos interesescoincidían en muchos puntos, sobre todo respecto alavance de los árabes por la Italia del sur y de loseslavos en el litoral adriático.

En el reinado de Basilio I se cruzó unainteresante correspondencia entre el emperador yLudovico II. De esas cartas, que nos han llegado,resulta que se entabló por entonces viva controversiaentre los dos soberanos a propósito de haber asumidoilegalmente Ludovico II el título imperial. De estemodo la coronación del año 800 proyectaba susconsecuencias hasta la segunda mitad del siglo IX.Ciertos historiadores han afirmado que la carta deLudovico a Basilio es apócrifa[758], pero otros, más

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recientes, no lo aceptan así[759]. En todo caso, losesfuerzos de Basilio para aliarse con Ludovico notuvieron éxito.

La ocupación de Barí y Tárenlo por losbizantinos, y los éxitos de Nicéforo Focas sobre losárabes en el mediodía de Italia, acrecieron lainfluencia de Bizancio en Italia a finales del reinadode Basilio. Los Estados italianos de segundo orden,como los ducados de Nápoles, Benevento y Spoleto,el principado de Salerno y otros, cambiaron deactitud respecto al Imperio en vista del sesgo quetomaba la campaña bizantina contra los árabes.Olvidando el reciente cisma de la Iglesia oriental, elPapa Juan VIII abrió activas negociaciones conBasilio. El Pontífice comprendía bien el peligro quelos árabes hacían sobre Roma. En sus esfuerzos parallegar a una alianza política con el Imperio deOriente, el Papa se mostró dispuesto a muchasconcesiones. Algunos historiadores tratan incluso deexplicar por esto la ausencia de emperador enOccidente durante tres años y medio después de lamuerte de Carlos el Calvo (877). Según ellos, elPapa difirió la coronación de un emperadoroccidental para no herir al bizantino, cuya ayuda eratan necesaria a Roma[760].

Bajo León VI, las posesiones bizantinas en Italiase dividieron en dos temas: Calabria y Longobardia.

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El tema calabrés abarcaba los restos del vasto temade Sicilia, falto de la isla siciliana, conquistada deltodo por los árabes a raíz de la caída de Siracusa yTaormina. Por otra parte, León VI, a continuación,según parece, de los éxitos logrados por las armasbizantinas en Italia, separó en definitiva laLongobardia del tema de Cefalonia o Islas Jónicas,constituyendo con aquélla un terna independiente,mandado por un estratego propio. Luego, en el cursode guerras incesantes en que no siempre fueronvictoriosos los bizantinos, los límites de Calabria yLongobardia cambiaron sin cesar.

Coincidiendo con el aumento de la influenciabizantina en la Italia del sur se advierte, en el siglo X,un constante crecimiento del número de monasteriose iglesias griegos. Algunos de los entonces creadosse convirtieron en importantes centros espirituales.

En el mismo siglo, el Imperio bizantino e Italiafueron testigos de la aparición de un nuevo soberanopoderoso: el monarca germánico Otón I, que recibióla corona imperial en Roma, de manos del Papa JuanXII, en 962. Otón es conocido en la historia como«fundador del Sacro Imperio Romano-Germánico».Una vez asumido el titulo imperial, Otón se esforzóen adueñarse de toda Italia. De este modo atacabadirectamente los intereses bizantinos, en especial enLongobardia. Se entablaron negociaciones entre Otón

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y el emperador bizantino Nicéforo Focas, quienprobablemente anhelaba una alianza ofensivabizantino-germana contra los musulmanes. Lasnegociaciones progresaban muy lentamente y Otón lasrompió de pronto invadiendo las provinciasbizantinas de la Italia meridional. Pero su tentativafracasó.

Empezaron nuevos tratos. Otón envió aConstantinopla a su legado Liudprando, obispo deCremona y antiguo embajador en la corte bizantina entiempos de Constantino Porfirogénito. Aquel legadono fue acogido muy cordialmente a orillas delBósforo, y hubo de recibir graves humillaciones ymuchas injurias. Más tarde escribió un relato,bastante malévolo, de su segunda residencia enConstantinopla, relato que difiere mucho de laelogiosa descripción que antes diera de su visita a lacapital oriental. Se conoce su segunda descripcióncon el título de Relación de la embajada deConstantinopla (Relatio de legationeconstantinopolitana). De esa obra se desprende queBizancio, resucitando la antigua disputa, comenzabaotra vez a discutir el título de basileo al soberanooccidental. Liudprando acusa a los bizantinos dedébiles e inactivos y justifica las pretensiones de susoberano. En un capitulo, escribe: «¿De quién esesclava Roma, esa Roma de la que reclamáis la

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liberación con tanto estrépito? ¿A quién pagaimpuestos la ciudad? ¿No ha sido esa antigua ciudadesclava de cortesanas? Y entonces, en una época enque todos los hombres dormían, y eran inclusoimpotentes, mi soberano, el muy augusto emperador,libró a Roma de esa vergonzosa servidumbre»[761].Cuando Liudprando comprendió que los griegosdiferían de propósito las negociaciones, a fin deganar tiempo y preparar una expedición a Italia,decidió, en vista de que aquéllos le impedíancomunicar con su emperador, abandonarConstantinopla a toda costa, lo que no logró sino conmuchas dificultades y tras de largo tiempo.

Se rompieron las relaciones entre ambosemperadores y Otón invadió Apulia. Pero el nuevoemperador Juan Tzimisces siguió una políticaopuesta a la de su predecesor. No contento con hacerla paz con el soberano germánico, reforzó los lazosque le unían a él mediante el casamiento entre el hijoy heredero de Otón, Otón II, y la princesa bizantinaTeófano. Así se llegó al fin a la alianza entre ambosImperios. Las invasiones musulmanas en Italia delsur, contra las cuales Basilio II, sucesor de JuanTzimisces, no pudo hacer nada a causa de losdisturbios intestinos que cundían en el Imperio,obligaron al joven emperador Otón II (973-983) aorganizar una campaña contra los árabes. Vencido en

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una batalla, murió a poco. Desde entonces laintervención germana en los temas bizantinos deItalia cesó por largo tiempo.

A fines del siglo X se produjo una reformaadministrativa en la Italia bizantina. El antiguoestratega de Longobardia fue substituido por elcatápano de Italia, con residencia en Bari, y el cual,merced a que los diversos Estados de Italia sehallaban empeñados en luchas recíprocas, pudoatender sin embarazo al difícil problema de ladefensa del mediodía de Italia contra los sarracenos.

Otón III (983-1002), hijo de la princesa Teófanoy contemporáneo de Basilio II, fue educado en unprofundo respeto hacia Bizancio y la civilizaciónclásica. Tuvo por maestro el famoso eruditoGerberto, que más tarde llegó a ser el Papa Silvestre.Otón III no ocultaba su desdén hacia la rudezagermánica y soñaba en restaurar el antiguo Imperio,con capital en Roma. Según James Bryce, «nadiedeseó tanto como él hacer de la ciudad de las SieteColinas la dueña del mundo y reducir Germania,Lombardía y Grecia a su situación natural deprovincias sometidas. Nadie olvidó tanto el presentepara vivir en el pasado; ningún alma poseyó tal puntoel misticismo ferviente y el respeto por las gloriasdel pasado sobre el cual reposaba la idea delImperio medieval»[762]. Y aunque el prestigio de la

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antigua Roma viviese con fuerza en la mente de Otón,no por eso le atraía menos la Roma oriental, aquellacorte de fabulosa magnificencia donde su madrehabía nacido y pasado sus años de niñez. Sólosiguiendo los pasos de los emperadores bizantinosesperaba Otón devolver a Roma el trono imperial. Sedaba el nombre de imperator romanus y llamaba a lafutura monarquía universal Orbis romanus[763].

Aquel joven entusiasta, cuyos utópicos planespredecían complicaciones para Bizancio ydificultades para los emperadores bizantinos, murióde repente el 1002, a los veintidós años.

En tanto, las provincias bizantinas del sur deItalia, protegidas a principios del siglo XI contra losárabes por la flota veneciana, iban a quedarexpuestas a un nuevo y temible peligro: el normando,que llegó a amenazar la misma existencia del Imperiode Oriente.

El primer grupo importante de normandos llegó aItalia a comienzos del siglo XI, llamado por Meles,que se había sublevado contra el dominio bizantino.Pero las fuerzas unidas de Meles y los normandosfueron derrotadas cerca de Cannas, lugar famoso yapor la importante victoria de Aníbal en la segundaguerra púnica. Parte del éxito de esta batalla debióloBasilio II a los soldados rusos que combatían en lasfilas de Bizancio. La victoria de Cannas afirmó tanto

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la situación bizantina en Italia meridional, que en lacuarta década del siglo XI pudo el emperador Miguelel Paflageón preparar una expedición destinada aarrebatar Sicilia a los árabes. Mandaba la expediciónJorge Maniaces e iban en su ejército el famoso héroeescandinavo Haraldo Hardrada y la druzhina(compañía variego-rusa). Los bizantinos lograrongrandes éxitos. Se ocuparon Mesina y otras ciudades.Pero Sicilia no fue reconquistada. La razón principaldel fracaso se debió al relevo de Jorge Maniaces, enquien se sospechaban proyectos ambiciosos.

En el conflicto entre Bizancio y Romadesembocado con la separación de las dos Iglesiasen 1054, los normandos se pusieron al lado de Romay empezaron a progresar, lenta, pero seguramente, enla Italia bizantina. A fines de ese período (hacía lamitad del siglo XI) surgió entre los normandos un jefevaleroso y enérgico, Roberto Guiscardo, cuyaactividad se desplegó con más amplitud en el períodosubsiguiente a la dinastía macedonia.

Cuestiones internas en la dinastíamacedónica

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Cuestiones religiosas en la épocade dinastía macedónica

El hecho capital de la historia de la Iglesiabizantina bajo la dinastía macedónica fue la divisióndefinitiva de la Iglesia cristiana en dos grupos defieles: los católicos en Occidente, los ortodoxos enOriente. Esta escisión se produjo a mediados delsiglo XI, tras largas y tenaces querellas que duraroncasi dos siglos.

El primer acto de Basilio I en el aspectoreligioso fue deponer al patriarca Focio y restablecera Ignacio, destituido bajo Miguel III. Con estamedida, Basilio esperaba afirmarse en un trono queno le pertenecía legítimamente, y pensaba, alcanzarun doble fin: primero mantener buenas relaciones conel Papa y luego ganarse el apoyo del pueblobizantino, gran parte del cual era, y Basilio lo sabía,«ignaciano». En las cartas que dirigieron al Papa,Basilio e Ignacio reconocían la autoridad pontificia ysu derecho de inspección sobre los asuntos de laIglesia oriental. El emperador, por ejemplo, escribía:«Padre espiritual y divinamente reverendo Pontífice:Apresúrate a mejorar nuestra Iglesia y danosabundancia de bienes, a saber: unidad pura y unaunión exenta de todo conflicto y cisma, una Iglesia

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una en Dios y un rebaño obediente a un solopastor»[764]. Ignacio envió al Papa una carta llena dehumildad, donde pedía al patriarca de Roma queenviase vicarios a Constantinopla. «Con ellos, (losvicarios) organizaremos excelentemente y comoconviene nuestra Iglesia, que hemos recibido de laprovidencia de Dios por intercesión del sublimePedro y a vuestras instancias e intercesión»[765].Estas cartas muestran que en aquel momento elPapado, en lo exterior, triunfaba en Oriente. Pero elPapa Nicolás no asistió a esta victoria. Las cartasque se le dirigían desde Bizancio no llegaron sinodespués de su muerte, siendo recogidas por susucesor, Adrián II.

En los concilios romanos, y después enConstantinopla, en 869, con asistencia de legados delPapa, Focio fue depuesto y anatematizado, con suspartidarios. El concilio reunido en Constantinopla el869, fue reconocido ecuménico por la Iglesia deOccidente, que lo considera aun como tal.

De manera que en los asuntos religiososinteriores el Imperio cedió en todo ante el Papa.Radicalmente diferente fue la actitud del emperadoren el problema religioso fígaro. Se recordará que afinales del reinado de Miguel III el clero latino habíatriunfado en Bulgaria. Pero Basilio I, arrostrando eldescontento del Papa y la oposición de los legados

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pontificios, logró eliminar definitivamente deBulgaria al clero latino y el rey búlgaro Boris llegóotra vez a una reunión con la Iglesia oriental. Estesuceso había de influir mucho en el destino delpueblo búlgaro. Focio, preso y sometido a durasprivaciones, continuó, a pesar de su deposición yexcomunión, gozando del respeto y aprecio de suspartidarios, que le fueron fieles durante toda laduración del patriarcado de Ignacio. El propioBasilio reconoció haber obrado mal con Focio ydecidió rectificar. Comenzó por llamar a Focio a lacorte, confiándole la educación de sus hijos. Luego,al morir Ignacio a edad muy avanzada, el emperadorofreció a Focio la sede patriarcal. La restauración deFocio señala el principio de una nueva política anteel Papa.

En 879 reunióse nuevo concilio enConstantinopla. Esta asamblea sobrepuso sumagnificencia, a algunos de los conciliosecuménicos. Según un historiador «fue, en conjunto,un suceso verdaderamente majestuoso, tal como no séhabía visto desde el concilio de Calcedonia»[766].Los legados del Papa Juan VIII asistieron al concilio.Éste no se limitó a absolver a Focio, levantándole laexcomunión, sino que aquellos legados hubieron deescuchar sin protesta la lectura del símbolo de Nicea,omitiendo el Filioque, tan extendido en Occidente. En

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la última sesión del concilio, los legadosproclamaron: «Si alguien rehusa reconocer a Fociocomo santo patriarca y rehusa comulgar con él, seacon Judas y no se le cuente entre los cristianos». Unhistoriador católico de Focio, J. Hergenrother,escribe que «el concilio se abrió con el elogio deFocio, y sus sesiones terminaron igualmente con laglorificación del patriarca»[767].

El concilio declaró que el Papa era un patriarcacomo todos los demás, que no poseía autoridadalguna sobre la Iglesia universal y que, por tanto, noera necesario que el patriarca de Constantinoplafuese confirmado por el Pontífice romano.

Muy irritado por tales decisiones, el Papa envióun legado a Constantinopla, a fin de insistir en que seanulasen todas las medidas conciliares desagradablespara el Papa. También exigía concesiones concretasrespecto a la Iglesia búlgara. Basilio y Focio nocedieron en nada. Incluso llegaron a poner preso allegado pontificio. Cuando lo supo el Papa Juan VIIIpronunció nueva vez anatema contra Focio, ante unaconsiderable multitud de fieles.

Así se produjo una primera separación de lasIglesias. El Imperio y Roma no suspendieron del todosus relaciones, pero éstas eran eventuales y vagas.

Focio no conservó el patriarcado hasta el fin desus días, porque su discípulo León VI, hijo de Basilio

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I, le depuso en 886. Focio murió cinco años mástarde. En el curso de su larga existencia había tenidouna intervención capital en la vida intelectual yreligiosa de Bizancio.

El reinado de Basilio I señalóse, además, porcierto número de tentativas para propagar elcristianismo entre las naciones paganas oheterodoxas. Parece que por entonces el Imperio seesforzó en convertir a los rusos al cristianismo, perotales sucesos permanecen muy obscuros aun. Segúnun historiador de la época, Basilio persuadió a losrusos de que «participaran en el salutíferobautismo[768]» y aceptaran el arzobispo nombradopor Ignacio. Pero es difícil precisar a qué rusos serefiere el autor. Bajo Basilio I se convirtieron lamayoría de las tribus eslavas establecidas en elPeloponeso. Los eslavos paganos quedaron en lasmontañas del Taigeto. Sábese también que Basilio Iobligó a los judíos del Imperio a profesar elcristianismo.

La deposición de Focio por León VI debeexplicarse en virtud de las razones siguientes: poruna parte el emperador temía la creciente influenciadel patriarca y su partido, y por otra deseaba elevaral patriarcado a su hermano Esteban. Con esta últimamedida contaba adquirir ilimitada autoridad en todoslos asuntos eclesiásticos del Imperio, ya que la fuerte

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personalidad de Focio debía oponerse a la tendenciaabsolutista del emperador en materia religiosa.

Bajo los sucesores de León se nota fuerteinclinación a reconciliarse con Roma medianteconcesiones mutuas.

Pero a comienzos del siglo X la cuestión religiosaprodujo nuevas dificultades entre Bizancio y Roma,bajo el patriarcado de Nicolás el Místico, pariente ydiscípulo de Focio y el más notable de sus sucesores.Según un historiador, «dos rasgos más nobles deFocio se hallan de nuevo en su discípulo Nicolás elMístico, quien se esforzó más que nadie en parecerseal tipo ideal de patriarca que, a sus ojos, simbolizabaFocio[769]». Nicolás el Místico ha dejado cartas muyinteresantes, inestimables desde el punto de vistahistórico y eclesiástico.

Entre León y Nicolás surgió una disputa muyviolenta a propósito del cuarto casamiento delemperador. El patriarca se oponía a su celebraciónalegando que contrariaba todas las leyes de laIglesia[770]. El emperador, prescindiendo de Nicolás,obligó a otro sacerdote a que le casara con Zoé, queasí se convirtió en su cuarta mujer (las otras treshabían muerto a poco de casadas). Después de laceremonia, ejecutada en ausencia del patriarca, Leónmismo puso la corona imperial sobre la cabeza de

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Zoé, lo que permitió decir más tarde a Nicolás elMístico, que el emperador había servido a Zoé «a lavez de desposado y de obispo»[771]. Parece que lospatriarcas orientales, interrogados sobre el asunto,habían permitido a León un cuarto matrimonio[772].

Aquel matrimonio produjo viva agitación en elImperio. Nicolás fue depuesto y desterrado. En elconcilio de Constantinopla se acordó otorgardispensa al emperador y no anular su casamiento.Tras largas deliberaciones se concedió la sedepatriarcal a Eutimio.

El concilio no restableció la unión en el interiordel Imperio. Se formaron dos partidos en el clerobizantino. El primero, defensor de Nicolás, se oponíaa la confirmación del cuarto casamiento delemperador y recusaba al nuevo patriarca, Eutimio. Elsegundo partido —la minoría—, aprobaba ladecisión del concilio sobre el casamiento de León yreconocía a Eutimio como jefe de la Iglesia. Ladiscordia cundió por todo el Imperio y unaencarnizada lucha separó a nicolaítas y eutimitas.Algunos eruditos pretenden ver en esta lucha unacontinuación de la antigua querella entre focianos eignacianos, aplacada durante algún tiempo[773]. Al finel emperador comprendió que sólo la energía yexperiencia de Nicolás podrían terminar con aquel

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estado de cosas y algo antes de su muerte (912) llamóa Nicolás, depuso a Eutimio y restableció al primeroen el trono patriarcal.

En interés de la paz religiosa del Imperio,Nicolás se esforzó en reanudar las relaciones conRoma, que había aprobado el cuarto matrimonio deLeón. Bajo la regencia de Zoé, que reinó durante laminoridad de su hijo Constantino VII Porfirogénito,Nicolás el Místico careció de influencia, perocuando, en 919, el Gobierno pasó a manos del suegrode Constantino, Roman I Lecapeno, siendo Zoéobligada a tomar el hábito monástico, Nicolásrecuperó todo su influjo. El hecho principal de losaños postreros de su patriarcado fue la reunión de unconcilio en Constantinopla. A él asistieron nicolaítasy eutimitas y allí se compuso el Tomo de unión;aprobado en sesión plenaria. Aquel acto proclamabael cuarto casamiento «indiscutiblemente ilegítimo ynulo, porque estaba prohibido por la Iglesia y eraintolerable en tierra cristiana»[774]. No se hacíaalusión directa al cuarto matrimonio de León.

Los dos partidos se declararon satisfechos de ladecisión del concilio. Es muy probable, como suponeDrinov, que la reconciliación de eutimitas ynicolaítas fuese apresurada por «el error suscitado enBizancio por el éxito de las armas búlgaras»[775].Después del concilio se cambiaron cartas con el

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Papa, quien consintió en enviar a la capital dosobispos a fin de condenar los conflictos que habíaprovocado el cuarto casamiento de León. Así serestablecieron las relaciones directas entre Roma yConstantinopla. El historiador ruso Lebediev resumeel desenlace de la lucha de este modo: «El patriarcaNicolás aparece en aquél nuevo choque de lasIglesias de Roma y de Constantinopla como el mayorvencedor. La Iglesia romana hubo de ceder anteConstantinopla y condenar sus propios actos»[776].Después de la muerte de Nicolás (925), RomanLecapeno gozó de plena autoridad sobre la Iglesia y,con frase de Runciman «el cesara-papismo aparecióuna vez más como triunfante»[777].

La figura del emperador Nicéforo Focas es muyinteresante desde el punto de vista religioso. Aquelgeneral de tanto talento, cuyo nombre está vinculadoa tantas páginas brillantes de la historia de Bizancio,mostró, sobre todo a raíz de su ascensión al trono,profundo interés por los ideales monásticos. Inclusousó cilicio. Además, estuvo en íntima relación conSan Atanasio el Athonita, célebre fundador de ungran monasterio en el Athos. En la Vida de SanAtanasio se lee la anécdota de que un día, en untransporte de celo religioso, Nicéforo confió aAtanasio su propósito de renunciar a todas lasvanidades del mundo para consagrarse al servicio de

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Dios[778]. El historiador bizantino León el Diáconodeclara que Nicéforo mostraba constancia incansableen sus plegarias a Dios y sus oraciones nocturnas.Sus himnos prueban en Nicéforo sentimientos muyelevados; no tenía inclinación alguna hacia las cosasvanas[779]. Según un historiador, Nicéforo Focas fue«un hombre extraño, mitad soldado, mitadasceta»[780]. Muchas gentes quedaron, pues,sorprendidas al ver a aquel emperador de tendenciasascéticas casar con la joven y bella Teófano, viudadel emperador Romano II y mujer de reputaciónbastante dudosa. La inscripción grabada sobre elsarcófago de Nicéforo atestigua esta pasión. Allí selee, entre otras cosas: «Tú, que lo venciste todo,salvo a una mujer[781]».

La medida religiosa más importante de Nicéforofue su famosa Novela, dada a la luz el 964,«concerniente a los monasterios, los hospicios y lascasas para ancianos».

En la época de la dinastía macedónica, lapropiedad territorial monástica había adquiridoextraordinarias proporciones, extendiéndose amenudo en detrimento de las propiedades agrícolaslibres. Como vamos a ver, se opusieron a ello variosemperadores de esta dinastía. Ya antes del períodoiconoclasta (fines el siglo VII y comienzos del VIII),

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la Iglesia oriental poseía enormes bienes. Ciertoshistoriadores han comparado las riquezas de laIglesia oriental a las propiedades análogas de laoccidental en tiempos de los reyes francos, los cualesse quejaban de ver su tesoro vacío a causa del pasode sus tierras a manos del clero. Los emperadoresiconoclastas del siglo VIII entablaron una lucha muyactiva contra los monasterios. Algunos de estosfueron clausurados y confiscados sus bienes enprovecho del Tesoro. En la misma época, un célebremayordomo palatino del reino franco, Carlos Martel,secularizaba de modo análogo las propiedades de laIglesia. Con el fracaso del iconoclasma y eladvenimiento de la dinastía macedónica, el númerode monasterios y la extensión de sus propiedadesterritoriales volvieron a crecer muy rápidamente. YaRoman Lecapeno, en una Novela, había expresado laintención de limitar en cierta medida los progresosde la propiedad agrícola monástica. Nicéforo dio unpaso más decisivo en la misma dirección el año 964,fecha de la publicación, de su Novela.

Ésta declara que un «mal patente» —unaavaricia excesiva— se había propagado en losmonasterios y «otras instituciones sacras» y que la«adquisición de enormes propiedades de variosmillares de acres, la posesión de numerosos árbolesfrutales» no podían considerarse un mandamiento de

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los Apóstoles o una tradición de los Padres. Así, elemperador deseaba «extirpar la ambición, ese azotedetestado de Dios», a cuyo fin prohibió fundarnuevos monasterios, hospitales y hospicios y todadonación en favor de obispos y metropolitanos[782].

Aquel duro decreto, que debió de suscitar undescontento profundo en la población, no podíapermanecer mucho tiempo en vigor, incluso si seaplicaba incompletamente; Basilio II derogó laNovela de Nicéforo Focas «como ley hiriente einjuriosa, no sólo para las iglesias y los hospitales,sino también para Dios mismo»[783], y restauró lasleyes monásticas de la época de Basilio I y León VI,es decir, las Basílicas y la Novela de ConstantinoPorfirogénito. Una de las razones de que Basilio IIaboliese la Novela de Nicéforo Focas era suprofunda convicción de que aquella ley había atraídosobre el Imperio la ira divina durante todo el finaldel siglo X, época en que las dificultades internas yexteriores pusieron a Bizancio a dos pasos de laruina.

Nicéforo Focas dio un paso importante hacia elrefuerzo de la organización del clero bizantino en lasprovincias meridionales italianas de Calabria yApulia, donde las influencias pontificales yoccidentales iban camino de imponerse, en especial

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desde la coronación de Otón I. Nicéforo hizo que supatriarca prohibiese el ritual latino en las provinciascitadas, prescribiendo el uso del ritual griego. Estamedida fue una de las numerosas causas de que elPapado se indispusiese con el Imperio bizantino. Enlos últimos años del reinado de Nicéforo el Papacomenzó a dirigirse a él como «Emperador de losgriegos», reservando a la par el título oficial de«Emperador de los romanos» a Otón.

Es interesante notar una curiosa iniciativa deNicéforo Focas: la de querer hacer venerar comomártires a todos los soldados caídos en lucha contralos infieles. El patriarca y los obispos se opusieroncon energía a este proyecto y el emperador renuncióa él.

Los nombres de Nicéforo Focas y Juan Tzimiscesestán unidos al principio de una nueva era en la vidadel Monte Athos, famoso por sus monasterios.

Desde el siglo IV, al principio mismo de la vidamonástica, se habían retirado al Athos eremitassolitarios y hacia el siglo VII se encontrabanedificados en aquellos lugares varios monasteriospequeños y pobres.

Durante las turbulencias iconoclastas del sigloVIII, las casi inaccesibles regiones del Athossirvieron de refugio a muchos adoradores de lasperseguidas imágenes, que se llevaron consigo

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abundantes objetos eclesiásticos, manuscritos yreliquias. Pero las incursiones marítimas de losárabes ponían en peligro la seguridad del Athos.Durante aquellas incursiones fueron muertos ollevados cautivos muchos monjes. Antes del siglo X

el Athos había conocido varios períodos dedesolación. En la época de Nicéforo Focas lasorganizaciones monásticas del Monte Athos setornaron mucho más fuertes, en especial cuando SanAtanasio fundó su primer gran monasterio. Ésteposeía una organización cenobítica (vida en común) yuna regla nueva (en griego «typikon», nombreordinario de las reglas monásticas en el Imperiobizantino). Los eremitas (anacoretas) del Athos,opuestos a la introducción de una vida monásticacenobítica, se quejaron de Atanasio a JuanTzimisces, acusando al fundador del monasterio deinfringir las antiguas costumbres de la MontañaSanta, según llama al Athos el «typikon» de Atanasio.Tzimisces examinó la reclamación y confirmó laantigua regla del Athos, que toleraba la existenciasimultánea de anacoretas y cenobitas[784]. A raíz de lafundación del monasterio de Atanasio, se crearonmuchos conventos nuevos, griegos o no. En la épocade Basilio II había ya un monasterio Íbero ogeorgiano, y emigrantes llegados de Italia fundarondos: uno romano y otro amalfitano. Un gran erudito

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que se ha ocupado especialmente de la historia de laIglesia de Oriente —el obispo Porfirio Uspensky—,estima que, al morir Atanasio hacia el año 1000,había tres mil «diversos monjes» en el MonteAthos[785]. Desde el siglo XI se menciona una laura oconvento ruso en aquella montaña. El nombre deMontaña Santa aparece por vez primera oficialmenteen el segundo grupo de reglas «(typikon») dadas porel emperador Constantino Monómaco hacia mediadosdel siglo XI[786]. La administración de los monasterioscorría a cargo de un consejo de abades (higúmenos),dirigidos por un superior o «protos». El consejo eraconocido por el nombre de «prótaton». Así, en laépoca de la dinastía macedonia el Athos convirtióseen un centro espiritual cuya importancia rebasaba elmarco del Imperio bizantino.

El problema de la separación de las dos Iglesias,tan agudo en el siglo IX, se resolvió a mediados delXI. Las causas de la ruptura fueron esencialmente decarácter doctrinal; pero la final escisión fue sin dudaapresurada por los cambios que se produjeron enItalia a mediados del siglo XI. A pesar de lasprohibiciones de Nicéforo Focas, la influencia de laIglesia latina había seguido penetrando en lasprovincias apuliana y calabresa. A mediados delsiglo XI el trono pontificio fue ocupado por León IX,

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cuyas preocupaciones no se referían sólo a loeclesiástico y alcanzaban lo político. Así, elmovimiento cluniacense, que tanto éxito tuvo en laIglesia occidental, se desarrolló bajo la proteccióndirecta de aquel Papa. El objeto de tal movimientoera reformar la Iglesia, elevar su nivel de moralidad,restablecer la disciplina relajada y suprimir lascostumbres y usos profanos que habían invadido lavida eclesiástica (simonía, casamiento de sacerdotes,investidura temporal, etc.). Siempre que losdefensores de aquel movimiento penetraban en unaprovincia, empezaban por tornar a colocar la vidaespiritual de ésta bajo la dependencia directa delPapa. El movimiento de Cluny hizo notablesprogresos en la Italia del sur, lo que causó vivodescontento en la Iglesia oriental. Por otra parte,León IX estaba convencido de lo bien fundado de losmotivos de su intervención política en los asuntos.Hallamos alusión, en los mensajes cruzados entre elPapa y el patriarca de Constantinopla (MiguelCerulario), a la famosa Donación de Constantino(Donatio Constantini), que se suponía haber atribuidoal obispo de Roma una autoridad no sólo espiritual,sino también temporal[787]. Pero, a pesar de lasdiversas complicaciones que se habían suscitadoentre Oriente y Occidente, no se esperaba para unporvenir tan próximo una ruptura de las Iglesias,

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tanto más cuanto que el emperador bizantino,Constantino IX Monómaco, estaba dispuesto a buscaruna solución pacífica.

El Papa envió legados a Constantinopla. Entreellos figuraba el altanero cardenal Humberto. Todos,y Humberto en especial, se portaron respecto alpatriarca con arrogancia e insolencia, poniéndole enel trance de suspender las negociaciones y negarse ahacer la menor concesión a Roma. Entonces (veranode 1054), los legados colocaron sobre el altar deSanta Sofía una bula de excomunión, pronunciandoanatema contra el patriarca «Miguel y sus secuaces,culpables de los errores e insolencias arribamencionados…» y colocándole en la mismacategoría que «todos los heréticos, con el diablo ysus demonios»[788]. Miguel respondió convocando unconcilio donde se excomulgó a los legados romanos ya cuantos, a la vez que ellos, habían ido de la ciudadprotegida de Dios, como una borrasca, o unatempestad, a un hambre, o, para mejor decirlo, comojabalíes salvajes, a fin de destruir la verdad[789].

Así se produjo el cisma definitivo de las Iglesiasoccidental y oriental en 1054. La actitud de los trespatriarcas orientales tenía extrema importancia paraMiguel Cerulario. ¿Qué harían los patriarcas despuésde aquella ruptura? Miguel, por intermedio del deAlejandría, notificó a los de Antioquía y Jerusalén

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que se había consumado la separación de las dosIglesias, haciendo seguir a tal mensaje explicacionesadecuadas. Pese a la escasez de fuentes, se puedeafirmar con la mayor certidumbre que los trespatriarcas orientales apoyaron al deConstantinopla[790].

La escisión de 1054 puede considerarse una granvictoria del Patriarca de Constantinopla, ya que lelibró por completo de las pretensiones pontificales.Su autoridad sobre el mundo eslavo y los patriarcasde Oriente creció mucho. Pero políticamente el cismade 1054 fue fatal al Imperio, porque destruyó para elfuturo toda posibilidad de entendimiento y accióncomún entre el imperio bizantino y Occidente, quequedó bajo la profunda influencia del Papado. Yaquella falta de entendimiento resultó nefasta para elImperio, que necesitaba la ayuda occidental tanto máscuanto más se perfilaba en el horizonte la amenazaturca. Bréhier enjuicia así las consecuencias de laruptura entre el Imperio y Occidente: «Aquel cisma,al hacer infructuoso todo esfuerzo de conciliaciónentre el Imperio de Constantinopla y el Occidente,traza las vías de la decadencia y caída delImperio»[791].

Al principio el cisma no afectó más que a losmedios oficiales, el clero y el Gobierno. La masa dela población permaneció tranquila, e incluso ignoró

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durante algún tiempo las divergencias doctrinalesentre Roma y Constantinopla. Es interesante observarla actitud de Rusia en aquel suceso. Losmetropolitanos rusos del siglo XI, nombrados oconfirmados por Constantinopla, aceptaron,naturalmente, el punto de vista bizantino; pero lamasa del pueblo ruso no sentía agravios contra laIglesia latina y no hallaba error alguno en lasenseñanzas de ésta. Así vemos, por ejemplo, a unpríncipe ruso del siglo XI apelar al socorro del Papacontra un usurpador, sin que tal apelación produjesesorpresa ni protesta[792].

La obra legislativa de losemperadores macedonios. Los

«poderosos» y los «pobres»

La época de la dinastía macedónica presencióuna gran actividad legislativa. Basilio I deseabacrear un Código general del derecho grecorromano obizantina, donde se encontrasen, por ordencronológico, todas las actas legislativas antiguas y

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nuevas. En otros términos, proyectaba adaptar ycompletar la obra legislativa de Justiniano,añadiendo las leyes promulgadas con posterioridad.Las cuatro partes del Código justinianeo, escritas ensu mayoría en latín y muy voluminosas, no seestudiaban, por lo común, sino en los compendiosgriegos o en exposiciones, extractos y comentariosdel texto original latino. Numerosas obras de segundamano, aunque muy difundidas, solían ser pocoesmeradas y con frecuencia mutilaban los textosprimitivos. Basilio I se proponía eliminar las leyesantiguas abrogadas por Novelas posteriores eintroducir cierto número de leyes nuevas. Lostérminos y expresiones latinas conservados en elnuevo Código debían ser explicados en griego,puesto que éste iba a ser el idioma empleado en laobra legislativa de Basilio. El emperadorcaracterizaba su propósito de reforma jurídicadiciendo que era una «revisión (literalmentepurificación) de las antiguas leyes».

Comprendiendo que la ejecución de tal Códigoinvertiría un tiempo considerable, Basilio publicóuna obra menos voluminosa, titulada El ProkeironNomos (ο προκειρος νομος), o Manual deDerecho[793], y destinada a dar a las personas que seinteresaban por el derecho una breve exposición delas leyes que gobernaban el Imperio. En el prefacio

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se habla de esas leyes como de reglas que establecenen el Imperio la justicia, «única cosa que, segúnSalomón, exalta a una nación» (Proverbios, 14, 34)[794]. El Prokeiron se dividía en cuarenta títulos ycontenía las principales reglas del Derecho civil, asícomo una lista completa de penas aplicables a losdiversos crímenes y delitos. Sus autores se habíanservido, en especial para las 21 primeras lecciones,de las Instituía de Justiniano. Otras partes delCódigo justinianeo se usaban también, pero enmenor grado. Tan corriente era recurrir a lasversiones griegas revisadas y abreviadas del antiguoCódigo, que incluso los autores del Prokeiron lasutilizaron con preferencia a los originales latinos. Esinteresante señalar que el Prokeiron habla de laÉcloga de León y Constantino como de un compendio«subversivo de malas leyes inútiles para el Imperio»,declarando «poco prudente dejarlas en vigencia»[795].A pesar de tan duro juicio, la Écloga de los isáuricos,tan práctica y popular, fue ampliamente utilizada parael Prokeiron, sobre todo en sus últimos diecinuevetítulos. La introducción del Prokeiron manifestabaque cuantos quisiesen estudiar el Derecho con mayordetalle disponían de un Código más voluminoso, ensesenta volúmenes, compuesto también en la épocade Basilio[796].

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A finales del reinado de Basilio se realizó ypublicó una nueva compilación de leyes tituladaEpanagoge. Varios sabios erróneamente han visto enese trabajo una simple refundición del Prokeironrevisado y aumentado[797]. Pero, según su prefacio, laEpanagoge era una introducción a los cuarentavolúmenes de leyes antiguas «purificadas»[798]. yreunidas bajo el reinado de Basilio. La mismaEpanagoge se divide en cuarenta títulos. Nopodemos decir con exactitud lo que representabanaquellas dos compilaciones: la de sesenta libros quemenciona el Prokeiron y la de cuarenta de que hablael Epanagoge. Sin duda su publicación no se acabóbajo el reinado de Basilio, y sin duda tambiénsirvieron de fundamento a las Basílicas publicadaspor León VI, sucesor de aquél.

Algunos eruditos opinan que la Epanagoge nollegó a publicarse nunca, permaneciendo comoproyecto o esbozo[799], mientras otros dan ese trabajopor publicado oficialmente[800].

La Epanagoge difiere mucho del Prokeiron. Ensu primera parte contiene capítulos enteramentenuevos y muy interesantes sobre la autoridadimperial, el poder del patriarca y las prerrogativasde los demás funcionarios civiles y religiosos.Hallamos en esa parte una pintura muy clara de la

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estructura política y social del Imperio y de lasrelaciones de la Iglesia y el Estado[801]. Además, losmateriales que en la Epanagoge se toman alProkeiron están dispuestos de una manera nueva. Escasi seguro que el patriarca Focio colaboró en lacomposición de la Epanagoge. Su influencia seadvierte particularmente clara en la definición de lasrelaciones del poder imperial y el poder delpatriarca y en la resolución dada al problema de lajerarquía del patriarcado ecuménico de la NuevaRoma respecto a los demás patriarcas, quienes nodeben ser considerados sino como «jerarcas»locales. Como el Prokeiron, la Epanagoge ataca ensu introducción a la Écloga de los emperadoresiconoclastas, acusándola de «comadrerías de losisáuricos, que pretendían oponerse a la doctrinadivina y destruir las leyes saludables»[802]. Tambiénen esta parte de la Epanagoge, se trata de abrogarpor completo la Écloga; y sin embargo, utilizaalgunos de sus elementos.

La Epanagoge, como algunos otros compendioslegislativos bizantinos, fue traducida al eslavo,hallándose varios extractos de ella en los Códigoseslavos y en el llamado Libro de las reglas rusas(Kormtchaia Kniga], o Código administrativo, quevemos mencionado desde el siglo X. Las ideas

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expresadas en la Epanagoge ejercieron muchoinflujo sobre la historia ulterior de Rusia. Hallamos,por ejemplo, en los documentos relativos al procesodel patriarca Nikon, reinando Alejo Mijáilovich(siglo XVIII), citas íntegras de la Epanagoge, en loque se refiere a la autoridad del emperador[803].

El Prokeiron y la Epanagoge, así como la obrade «purificación del antiguo Derecho», ejecutadabajo Basilio I, constituyeron una gran tarealegislativa. Con sus esfuerzos para difundir elDerecho justinianeo, remontándose, por así decirlo, alas fuentes, algo descuidadas, del Derecho romano,Basilio dio a aquel Derecho una nueva vida,adaptándolo a la vez, con apropiadas adiciones, a lasnuevas circunstancias de la vida social y económica.

La obra legislativa de Basilio preparó la de suhijo y sucesor, León VI el Filósofo, quien hizoredactar con el título de Basílicas el monumento máscompleto del Derecho bizantino o grecorromano. LasBasílicas eran una compilación y un resumen, enlengua griega, de todos los trabajos jurídicospublicados en el reinado de Justiniano. El nombre dela compilación no deriva, como se ha supuesto porerror, del de Basilio I, que había preparado losmateriales de la obra, sino del vocablo griegobasileus, que significa emperador o monarca. Portanto, la traducción exacta de esa obra es Leyes

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Imperiales.Las Basílicas fueron redactadas por una comisión

de jurisconsultos entendidos, a quienes designó elemperador.

La compilación debida al interés de León VI sedividía en sesenta libros y realizaba el plan deBasilio, puesto que restablecía la obra legislativa deJustiniano, omitiendo las leyes en desuso oinaplicables a consecuencia de los cambios operadosen la vida bizantina. Más que una traduccióncompleta y literal de los textos de Justiniano, lasBasílicas representan una adaptación. Sus autoresutilizan como fuentes ciertas Novelas y otrosdocumentos jurídicos publicados después deJustiniano, empleando incluso varias Novelas deBasilio I y León VI[804].

No nos ha llegado ningún manuscrito del conjuntode las Basílicas, pero diversos manuscritos queposeemos contienen partes de ellas, con lo que nosson conocidas dos terceras partes de la obra.

Hay una obra del siglo XII de gran ayuda parareconstituir los libros perdidos de las Basílicas: elTipucitus atribuido al jurisconsulto bizantinoPatzus[805]. Ese libro contiene un índice de lasmaterias tratadas en la Basílicas, da los epígrafescorrespondientes e indica los capítulos más

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importantes de cada «título». El Tipucitus no se haeditado aún hasta hoy íntegramente[806].

Aquella resurrección del Derecho clásico,aunque cuidadosamente adaptada a las nuevascondiciones, era, no obstante, artificial y no podíasubstituir a las leyes exigidas por la vida en sí. Deaquí que numerosas partes de la Écloga siguieran envigor después de aparecidas las Basílicas, siendoincluso revisadas y aumentadas las primeras variasveces.

Según toda verosimilitud debe igualmenteatribuirse a la época de León VI un documento muyinteresante, «tesoro inestimable para la historiainterior de Constantinopla[807]», el llamado Libro delEparca, o del Prefecto, descubierto en Ginebra ypublicado por el erudito ruso Nicol a fines del sigloXIX[808]. Sin embargo, ciertos historiadores seinclinan a pensar, de algún tiempo a esta parte, quetal documento data de mediados del siglo X[809].

Se llamaba en Bizancio Eparca o Prefecto deConstantinopla al gobernador de la capital, quienestaba investido de autoridad casi ilimitada, siendosu cargo el más elevado de la carrera administrativa.Su principal misión consistía en garantizar laseguridad y el orden, y tenía bajo su mando unpersonal considerable. De él dependía una oficina

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conocida en Bizancio como secretum del Eparca. Amás de la indicada tarea, el Prefecto teníajurisdicción sobre los gremios y corporaciones demercaderes y artesanos de la capital. El Libro delEparca proyecta mucha luz sobre este aspecto de lavida bizantina —apenas tocado en las fuentes—,enumerando las diversas clases de comerciantes yartesanos, exponiendo la organización interior de suscorporaciones, hablando de la actitud general delGobierno respecto a ellas, etc. En cabeza de la listade corporaciones figura una organización que, segúnnuestros conceptos modernos, no debiera estarinclusa en una lista de corporaciones mercantiles yartesanas: la corporación de los notarios. Entre otrascosas los miembros de tal organización debíanconocer los sesenta libros de las Basílicas. Siguenlas agrupaciones de joyeros, de productores de seda,de tejedores de seda, de fabricantes de tela, de cera,de jabón, de cuero, y los tahoneros. Se hallanmencionados en la lista de mercaderes los cambistasde moneda, los comerciantes en sedas, los traficantesen seda en bruto; los vendedores de perfumes, decera, de jabón; los tenderos de comestibles, loscarniceros; los expendedores de cerdo, de pescado,de caballos; los panaderos, los taberneros. Cadacorporación gozaba de un monopolio y pesabanseveras penas sobre quienes quisiesen dedicarse a

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dos distintos comercios, por semejantes que fuesen.La vida interna de las corporaciones, suorganización, su actividad, la concesión demercados, precios y beneficios, la exportación eimportación y muchas otras cosas estabanestrictamente reglamentadas y vigiladas por elGobierno. La libertad de comercio y de producciónera desconocida en Bizancio. El Eparca deConstantinopla era el único alto funcionario conderecho a intervenir, personalmente o por medio derepresentantes, en la vida de las corporaciones,regulando su producción y comercio.

Los informes que hallamos en el Libro del Eparcanos proporcionan elementos para una interesantecomparación entre las corporaciones bizantinas y lasde la Europa occidental.

La obra legislativa de Basilio I y León VIprodujo una momentánea renovación en el campo dela literatura jurídica, renacimiento expresado, de unaparte, por la publicación de numerosos comentarios yexégesis de las Basílicas (scholia), y de otra, pordiversos manuales, resúmenes y compilaciones.

Los emperadores del siglo X expusieron también,mediante algunas Novelas, su política respecto a unode los problemas más candentes de la vida social yeconómica de aquel período: el del desarrolloexcesivo de la gran propiedad rural, con fuerte

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detrimento de la pequeña propiedad libre y de lascomunalidades rurales libres también.

En tiempos de la dinastía macedonia, la clase delos «poderosos» o los ricos aristócratas, habíanrecobrado su influencia. En el otro extremo de laescala social estaban los «pobres», que cabecomparar a los «pauperes» de la Europa occidental ya los «desamparados» (siroti) del período zarista dela historia rusa. Los pobres del Imperio bizantino delsiglo X eran los pequeños propietarios rurales yaldeanos de los comunes a los que la carga de losimpuestos, como así también obligaciones diversasforzaba a pedir apoyo económico, militar y político alos ricos y a pagar tal protección con su libertad eindependencia.

Los progresos de los ricos en el siglo X parecen aprimera vista repentinos, pero se explican en partepor la repercusión del alzamiento de Tomás, elEslavo en la tercera década del siglo IX. Laexplicación tiene peso sobre todo con respecto alAsia Menor, donde el número de grandespropietarios aumentó en considerables proporcionesen el siglo X. La insurrección de Tomás, violenta ylarga, provocó la ruina de muchos pequeñospropietarios agrícolas, y como consecuencia muchostuvieron que abandonar sus establecimientos a susvecinos más opulentos. De todos modos esta fue sólo

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una de las causas del desarrollo de la propiedad envasta escala. En conjunto, el problema delcrecimiento de la gran propiedad rural en Bizanciodurante los siglos IX y X no había llegado a su fin.

Los emperadores de la dinastía macedónica, almenos desde Roman Lecapeno (919-944) hasta lamuerte de Basilio I (1025), defendieron con energía alos pequeños propietarios rurales y a los comunescontra las usurpaciones de los poderosos ricos. Lasrazones de tal ofensiva contra la propiedad grandedeben buscarse en el desarrollo excesivo de ésta. Losricos terratenientes, disponiendo de muchos siervos einmensos terrenos, podían fácilmente levantar yconservar en sus tierras ejércitos de dependientessuyos, lo que les permitía conspirar contra elGobierno, desastabilizándolo poniéndolecondiciones, que por supuesto siempre serían en lamayor parte favorables a sus propios designios eintereses. Al tratar de rebajar a los poderosossosteniendo los intereses de los pequeñospropietarios rurales, los emperadores defendían a lavez su propio poder; su trono, seriamenteamenazados en el siglo X, sobre todo en Asia Menor.

También hubieron de defender las tierras demilitares. Desde la época de Imperio romano habíasido corriente hacer asignaciones de tierras a lossoldados. En general eran tierras sitas en las

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fronteras, pero también a veces en el interior delImperio. Los colonos seguían sirviendo en elejército. Aquella colonias militares sobrevivieronhasta el siglo X, más la práctica estaba endecadencia. En los siglos IX y X los ricosterratenientes amenazaron también aquel género decolonias, esforzándose en adquirirlas a peso de oro,como hacían con los establecimientos de loscampesinos pobres. Los emperadores del períodohicieron grandes esfuerzo para proteger a los feudosmilitares.

Las medidas tomadas por los emperadoresmacedonios para defender la pequeña propiedadrural y militar fueron sencillas y uniformes,limitándose a prohibir a los poderosos la compra depropiedades comunales y la adquisición de tierras demilitares o pequeños propietarios.

Roman I Lecapeno inició el 922 las hostilidadescontra los grandes señores feudales, publicando unaNovela que contenía tres ordenanzas: 1) En todaventa o arrendamiento por un término dado ovitalicio, tenían preferencia los campesinos y suscomunes libres; 2), se prohibía a los ricos a adquirirpropiedades de los pobres en modo alguno, fuesedonación, testamento, patronato, compra, arriendo ocambio; 3) las propiedades militares enajenadas,fuese como fuera, en los treinta años últimos y las

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que lo fueran después, serían devueltas a sus antiguospropietarios sin compensación alguna.

Pero a poco de publicada esta Novela terriblescalamidades afligieron al Imperio, creando seriasdificultades a la aplicación de las medidas deRomán. Hubo heladas intempestivas, escasez, unhambre terrible y una epidemia de peste, todo lo cualhizo muy crítica la situación de los campesinos. Losterratenientes aprovechando esa situacióndesesperada de los pequeños propietarios,compraron los bienes de los últimos a precios muybajos y a veces hasta por un pedazo de pan.

Aquella abierta violación de la ley obligó aRoman a publicar en 934 una segunda Novela, dondereprobaba la cruel avaricia de la clase rica, diciendoque ésta era «para los desgraciados campesinos unaespecie de peste o de gangrena que roía el cuerpo dela aldea y lo ponía muy cerca del peligrosupremo»[810]. Según aquella Novela, los campesinosa quienes los poderosos hubiesen ilegalmentecomprado tierras durante o después de los años dehambre, podrían rescatar sus bienes al mismo precioa que los habían vendido, debiendo los nuevospropietarios abandonar lo adquirido tan pronto comoles fuese pagado. Tras una breve observación sobrelos éxitos logrados por el ejército bizantino, laNovela concluía con estas palabras: «Sí nosotros

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hemos obtenido tantos éxitos en nuestra luchaexterior, ¿cómo podríamos dejar de reducir anuestros adversarios interiores y domésticos,enemigos de la naturaleza humana y del buen orden,en nuestro justo deseo de libertad y de aplicacióninflexible de la presente ley?»[811]

Pero el decreto de Roman Lecapeno no detuvo eldesarrollo de la gran propiedad territorial ni elmovimiento de absorción de la pequeña propiedad ypropiedad comunal. En una Novela posterior deConstantino Porfirogénito se constata oficialmente lainobservancia de las antiguas leyes. Bajo ConstantinoPorfirogénito las medidas prohibitivas contra losricos fueron más severas aun que bajo RomanLecapeno. Más Nicéforo Focas, miembro de la clasede los poderosos, tendió más que ninguno de suspredecesores a favorecer los intereses de la clasepropietaria. Con frase de V. G. Vasilievsky, la Novelade Nicéforo Focas «indica incontestablemente unareacción, en el campo legislativo, en favor de laclase de los magnates, incluso al limitarse a concedera las dos partes un trato igual»[812]. La Noveladeclara: «Los antiguos legisladores veían en todoslos emperadores campeones de la justicia y loscalificaban de bienhechores de todos sus súbditos,iguales para todos»; luego queda entendido que lospredecesores de Nicéforo Focas se habían apartado

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de aquel antiguo ideal. «Han descuidado porcompleto el ocuparse en la prosperidad de lospoderosos y ni siquiera les han dejado en posesiónde lo que ya habían adquirido»[813]. Al derogar lasleyes anteriores, Nicéforo Focas dio de nuevo librecurso a las ilegalidades y avidez de la clasepoderosa.

El más implacable adversario de aquella clasefue Basilio II Bulgaróctonos. Dos jefes de poderosasfamilias del Asia Menor, Bardas Focas y BardasSkleros, se habían levantado contra el emperador yestado a punto de derribarle. Sólo la intervención delcuerpo auxiliar ruso enviado por el príncipeVladimiro salvó de la caída al monarca. No esasombroso, pues, que Basilio II considerara a losgrandes propietarios rurales como sus más peligrososenemigos, mostrándose de una dureza inexorable ensus relaciones con ellos. Atravesando Capadociaocurrióle parar en casa de Eustaquio Maleinos,dueño de inmensas propiedades, y el cual, así comolos que le rodeaban, acogieron al emperador con lamayor magnificencia. Pero Basilio vio en su huéspedun posible rival, capaz de seguir las huellas deBardas Focas y Bardas Skleros, y por tanto, hizo leacompañara a la capital y permanecer en ella hasta elfin de sus días. A la muerte de Maleinos sus vastaspropiedades fueron confiscadas. En la misma Novela

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del emperador se relata un incidente análogo.Noticioso Basilio de que un tal Filocales, antespobre campesino del Asia Menor, había hechofortuna y llegado a una posición elevada,adueñándose entonces como propietario de la aldeaen que vivía e incluso cambiando de nombre, mandóque todos los suntuosos edificios propiedad deFilocales fuesen arrasados hasta los cimientos y sustierras restituidas a los pobres. Por orden delemperador, Filocales volvió a ser un meroaldeano[814]. Pero es indudable que las familias deFocas, Skleros y Maleinos no constituían ellas solastoda la clase de grandes propietarios del Asía Menor.

La famosa Novela de 996 abolió la prescripciónde cuarenta años, que garantizaba el derecho de losricos terratenientes que se habían adueñadoilegalmente de los bienes de los campesinos yprocurado «ya con presentes, ya usando de su poder,adquirir la propiedad definitiva de lo que habíanadquirido a los pobres por medios deshonestos»[815].Los bienes comprados por los magnates a lascomunidades rurales antes de la publicación delprimer edicto de Roman no permanecerían entre susmanos de no probar su derecho de propiedad, yamediante documento escrito, ya con un númerosuficiente de testigos verbales. La Novela declarabaque las exigencias de tesorería no conocían

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prescripción alguna y, por tanto, el Estado (podíahacer valer sus pretensiones remontándose hasta laépoca de Cesar Augusto)[816].

El problema de los feudos militares obligótambién a los macedonios a emitir varios edictos.

Como complemento a la Novela de 996, BasilioII expidió decreto relativo al impuesto denominadoallelengyon (garantía mutua). Ya a principios delsiglo IX, el emperador Nicéforo I (a cuanto cabejuzgar de los breves informes que no da una fuente)[817], había promulgado disposiciones según lascuales los ricos vecinos de los pobres eranresponsables del pago íntegro de los impuestos delos últimos. A veces se ha comparado esta medida alo dispuesto en el «epibolé» (adjectio sterilium). Lasordenanzas de Nicéforo I motivaron tal odio contra elemperador que, a lo que parece, sus sucesoreshubieron de renunciar a tal impuesto. Pero lacontinuación de la guerra búlgara exigía gastosenormes y, además, Basilio deseaba vivamenteasestar un golpe violento a los poderosos. Así,restableció la ley que hacía a los propietarios ricossolidarios de los pobres y les obligaba a pagar, encaso de incapacidad de éstos, los impuestos, que lescorrespondían. Si tal medida, defendida con vigorpor Basilio II, hubiese regido mucho tiempo, habría

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terminado sin duda, por arruinar a los poderosos queposeían bienes eclesiásticos y seglares. Pero elAllelengyon o garantía mutua, sólo se aplicó tonrigor durante muy poco tiempo. En la primera mitaddel siglo XI, Romano III Argiro, que había llegado altrono merced a su casamiento con Zoé, hija deConstantino VIH, estaba interesado en sostener a lospoderosos y, en su deseo de reconciliarse con el altoclero y la aristocracia feudal, abrogó el aborrecidoAllelengyon[818].

En conjunto, los decretos de los emperadoresmacedonios del siglo X limitaron hasta cierto puntolas usurpaciones de los poderosos terratenientes,pero los resultados perseguidos no se lograron sinoen una débil ineficaz medida. En el siglo XI lasfamosas Novelas de los monarcas macedonios fueronprogresivamente olvidadas y abandonadas. El mismosiglo asistió a un cambio radical en la políticainterior de los emperadores bizantinos, los cualesempezaron a favorecer abiertamente la granpropiedad territorial, apresurando eldesenvolvimiento y avance de la servidumbre. Perono ha de creerse que la pequeña propiedad rural librey la comunidad campesina desaparecieron del todoen el Imperio. Tales instituciones siguieron existiendoy se las halla en los períodos sucesivos.

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La administración de lasprovincias bajo los emperadores

macedonios

La administración de las provincias del Imperioen el siglo IX y en la época de la dinastía macedónicase señaló por el desarrollo del sistema de asuntos deEstado que ya estudiamos antes. Ese desarrollo semanifestó, por una parte, en una progresivaparcelación de los antiguos temas y subsiguienteaumento del número de las divisiones; y por otraparte en la elevación a la situación de la temáticaestatal de otros distritos que hasta entonces habíanllevado nombres diferentes, como, por ejemplo, el declisurae, del que volveremos a ocuparnos.

Los dos exarcados que los historiadoresconsideran como verdaderos precursores de lostemas, no pertenecían ya al Imperio. El de Cartago oÁfrica había sido conquistado por los árabes amediados del siglo VII y el de Ravena ocupado en laprimera mitad del siglo VIII por los lombardos, queno tardaron en verse obligados a ceder sus conquistasal rey franco Pipino el Breve. Éste, en 754, lastransmitió al Papa, poniendo así los cimientos de losfamosos Estados Pontificios medievales. En el siglo

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VII el Imperio poseía, además de los dos exarcados,cinco Gobiernos militares no denominados asuntosestratégicos o de estado aún. A principios del siglo IXhallamos mencionados diez temas: cinco en Asia,cuatro en Europa y uno marítimo. Según ciertasindicaciones que se encuentran en las obras delgeógrafo árabe Ibn-Khurdadhbah (siglo IX) y en otrasfuentes, los historiadores estiman que había en elsiglo IX veinticinco distritos militares, pero no todoslos aspectos estatales. Entre ellos figuraban dos«clisurarquias» (clisurarchiae), un ducado (ducatus)y dos arcontados (arcontatus). El tratado sobreprecedencia en las ceremonias de la corte, escritopor el mariscal de la corte («atriclines») Filoteo en899 y ordinariamente inserto en el Libro deCeremonias de la época de ConstantinoPorfirogénito, nombra veinticinco aspectos claves oestratégicos en el orden institucional (temas)[819]. Ensu libro Sobre los temas (siglo X), ConstantinoPorfirogénito da una lista de 29 temas: 17 en Asía,incluidos los cuatro marítimos, y 12 en Europa,comprendido el de Sicilia, parte del cual formó en elsiglo X, después de la conquista de la isla por losárabes, el tema de Calabria. Entre los 12 temaseuropeos figura el de Querson (Korsun) en Crimea,fundado probablemente a partir del siglo IX y

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mencionado a menudo por el nombre de «Climata» o«Climata gético». Una lista publicada por V.Benesevic y atribuida a la época de RomanLecapeno, con anterioridad a 921-927, indica 30temas[820]. En el siglo XI el número de aspectosclaves institucionales se eleva a 38[821]. La mayoríaestaban regidos por estrategas (gobernadoresmilitares).

Como consecuencia de las frecuentesmodificaciones en el número de asuntos estatales y lafalta de fuentes relativas al desarrollo de laorganización estatal, aun no tenemos sinoconocimientos reducidos e imprecisos sobre aquelimportante aspecto de la historia bizantina.

Procede detenernos un instante en la cuestión delas clisurae y clisurarquias antes mencionadas. Lapalabra clisura que todavía hoy significa en griego«desfiladero de montaña», designaba entonces unafortaleza fronteriza y sus contornos o, de modo másgeneral, una provincia pequeña gobernada por unclisurarca, funcionario cuya autoridad no era tangrande como la de un estrategas y que,probablemente, no concentraba en sus manos lasfunciones civiles y militares. Algunas clisuras, comolas de Seleucia, Sebaste, en Asia Menor, y algunasotras, crecieron en importancia hasta llegar a

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convertirse en asuntos neurálgicos y estratégicos deEstado.

Los conductores con mando en los asuntosestatales tenían muchos subordinados. Es interesantenotar que, al menos en la época de León VI elFilósofo, los estrategas de los asuntos orientales,incluso los que se ocupaban de la cartera marítima,recibían sueldos fijos pagados por el Gobiernocentral, mientras los de los las relaciones exteriorescon el Occidente, cobraban sus estipendios de lasrentas de sus respectivos distritos y no de Tesorería.

La organización institucional bizantina porcarteras o asuntos funcionales estatales, conoció sumáximo desarrollo bajo la dinastía macedónica.Después de aquel período el sistema empezó adeclinar gradualmente, en parte por las conquistas delos turcos selyúcidas en Asia Menor, en parte por loscambios abruptos que sufrió la vida bizantina en laépoca de las Cruzadas.

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Turbulencias sobrevenidas desdela muerte de Basilio II hasta la

exaltación de los comnenos

A contar de 1025, año de la muerte de Basilio IIBulgaróctonos, el Imperio entró en un período deperturbaciones y de desorden institucional en el cualse sucedieron rápidamente en el Poder soberanosaudaces e improvisados, comenzando una decadenciageneral del Imperio. Ya vimos que la emperatriz Zoéconsiguió elevar al trono a sus tres maridos. En 1056,año de la muerte de la emperatriz Teodora, hermanade Zoé, la dinastía macedónica quedó extinta endefinitiva. Abrióse entonces un período de gravesdesórdenes, que duró hasta 1081 y no concluyó sinocon la exaltación al trono de Alejo Comneno,fundador de la famosa dinastía de los Comnenos.

Esta época, caracterizada por los frecuentescambios de emperador y por la incapacidad de lamayoría de los soberanos, fue, empero, un períodomuy importante de la historia del Imperio bizantino,porque durante aquellos veinticinco años sedesenvolvieron en el Imperio los elementos de queluego nacieron las Cruzadas.

En el curso de todo aquel tiempo, los enemigosde Bizancio atacaron en todos los frentes: los

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normandos por el oeste, los pecheneques y uzes porel norte, los turcos selyúcidas por el este. Al cabo, elterritorio imperial quedó considerablementereducido.

Otra característica de la época fue la luchaentablada por el elemento militar y aristocrático (ysobre todo la nobleza territorial del Asia Menor)contra el Gobierno central y burocrático. Tal lucha delas provincias y la capital terminó, tras algunasfluctuaciones, con el triunfo de la aristocracia rural yel ejército de las provincias sobre Constantinopla. Ala cabeza del partido victorioso se hallaba AlejoComneno.

Todos los emperadores de aquel turbulento ytenso período fueron de origen griego. En 1056 laanciana emperatriz Teodora fue obligada por elpartido de la corte a elegir como sucesor al patricioMiguel Estratiótico, hombre de edad avanzada.Teodora murió al poco tiempo y Miguel VIEstratiótico, el candidato del partido de la corte,ascendió al trono, donde sólo se mantuvo un año(1056-1057). Contra él se formó un partido deoposición. El ejército del Asia Menor, que estaba ala cabeza de aquel movimiento, proclamó emperadora su joven general Isaac Comneno, miembro de unagran familia de la aristocracia territorial y famosopor sus luchas contra los turcos. Aquélla fue la

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primera victoria del partido militar sobre elGobierno central. Miguel abdicó, concluyendo susdías como mero particular.

La victoria de los militares tuvo corta duración.Isaac Comneno sólo reinó de 1057 a 1059, año enque renunció al trono y se hizo monje. Las razones deesto no están explicadas claramente. Acaso Isaacfuese víctima de una conjura organizada por aquellosa quienes descontentaba su gobierno independiente yactivo. Nos consta que Isaac ponía ante todo losintereses de la Tesorería y que, para aumentar susrentas, confiscó las tierras seculares y eclesiásticasadquiridas ilegalmente por los grandes señores,reduciendo también los sueldos de los altosfuncionarios. Parece probable que el famosoestadista y sabio Psellos participara hasta ciertopunto en aquella intriga contra Isaac Comneno.

A Isaac le sucedió Constantino X Ducas (1059-1067), financiero de talento, buen defensor de lajusticia, este emperador consagró toda su atención alos asuntos del Gobierno civil. El ejército y lascuestiones militares le interesaban muy poco. Sureinado puede considerarse como una reacción de laadministración civil contra el elemento militartriunfador bajo Isaac Comneno, o como una réplicade la capital a las provincias. Aquélla fue «lainfortunada época del reinado de los burócratas, de

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los retóricos y de los sabios»[822]. Pero losamenazadores progresos de pecheneques y uzes alnorte y de los turcos selyúcidas al este nojustificaban el carácter antimilitar del Gobierno deConstantino. Hasta un hombre como Psellos, a pesarde su fobia por los militares, escribió entonces: «Elejército es la espina dorsal del Estado de losromanos»[823]. Se formó, pues, un movimiento deviolenta oposición al emperador. Cuando éste murióen 1067, el trono pasó por algunos meses a suesposa, Eudoxia Macrembolitissa. El partido militarobligó a Eudoxia a casarse con un inteligente militar,Romano Diógenes, oriundo de Capadocia. Romano,con el nombre de Romano IV Diógenes, reinó de1067 a 1071.

Ello era un segundo triunfo del partidomilitarista. El reino de aquel emperador-soldadoconcluyó trágicamente: en 1071, derrotado por losturcos, cayó en manos de ellos. Después hablaremosde este suceso. Al saberse el cautiverio delemperador reinó gran confusión en la capital. Trasalgunos titubeos se proclamó emperador al hijo deEudoxia y de su primer marido. Tratábase de Miguel,discípulo de Miguel Psellos, y conocido en lahistoria como Miguel VII Ducas Parapinaces[824],Eudoxia hubo de profesar como monja. Al ser

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Romano puesto en libertad por el sultán, volvió aConstantinopla y halló el trono ocupado por un nuevoemperador. Romano recibió seguridades de buentrato, pero no tardó en ser cruelmente cegado,muriendo poco después.

Miguel VII Ducas Parapinaces (1071-1078)gustaba de las Letras, amaba las controversiaseruditas y escribía versos, pero no tenía la menorinclinación hacia la actividad militar. Restauró elrégimen burocrático establecido por su padreConstantino Ducas, aunque ello no convenía en nadaa la situación externa del Imperio. Los repetidos ycontinuos éxitos de pecheneques y turcos exigían unemperador-soldado al frente del ejército, únicainstitución que podía salvar de la ruina a Bizancio.«El portavoz de las exigencias populares, el que hizoconcebir esperanzas de que las cumpliría[825]» fueNicéforo Botaniates, estratega de un tema del AsiaMenor. Nicéforo fue proclamado emperador en AsiaMenor y forzó a Miguel Parapinaces a tomar loshábitos y retirarse a un convento. Luego Nicéforoentró en la capital y fue coronado por el patriarca.Estuvo en el trono desde 1078 a 1081, pero a causade su avanzada edad y su debilidad física no pudohacer nada para resolver las dificultades interiores nilos problemas externos. Además, la alta aristocraciaterritorial de las provincias no reconocía los

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derechos de Nicéforo al trono y en diversos puntossurgieron pretendientes al Imperio. Uno de ellos,Alejo Comneno, sobrino del exemperador IsaacComneno y emparentado con la familia imperial delos Ducas, supo explotar hábilmente la situación enventaja propia y logró apoderarse del trono.Botaniates abdicó y, retirándose a un monasterio,donde tomó las sagradas órdenes. En 1081 Alejo fueproclamado emperador, poniéndose así a treinta añosde anarquía. El advenimiento de la casa de losComnenos representaba otra victoria del partidomilitar y los grandes terratenientes provincianos.

La política exterior del Imperio habíase,naturalmente, resentido mucho de la anarquía deaquel período. Bizancio descendió de la elevadasituación que ocupaba en el mundo medieval. Sudecadencia apresuróse a causa de los complejospeligros exteriores dimanados de los éxitos quelograran los principales enemigos del Imperio: losturcos selyúcidas en el este, los pecheneques y uzesen el norte, los normandos en el oeste.

Los turcos selyúcidas

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Hacía bastante tiempo que el Imperio conocía alos turcos. Ya sabemos que en la segunda mitad delsiglo VI se trató de una alianza turcobizantina. Losturcos sirvieron a veces como mercenarios en laguardia imperial de Bizancio[826]. Los cuerpos deejército árabes que operaban en la frontera orientaldel Imperio comprendían también muchos turcos.Éstos participaron activamente en la toma deAmorion por Mutazim y en el saqueo de la ciudad(838). Pero tales relaciones amistosas u hostiles noalcanzaron importancia para el Imperio hasta el sigloXI. Las circunstancias cambiaron con la llegada delos turcos selyúcidas a las fronteras orientales delImperio, en la primera mitad del siglo XI.

Los selyúcidas, o selyuks, tomaban su nombre delpríncipe turco Selyuk, que estaba al servicio de unkan turkestano hacia el año 1000. Desde las estepasde los kirguises, Selyuk, con su tribu, emigró aTransoxania, cerca de Bujara, donde se convirtió alIslam con su pueblo. Rápidamente creció la potenciade los selyúcidas, al punto de que dos nietos deSelyuk estuvieron en situación de poder conducir lassalvajes hordas turcas hacia el Jorasán, el cualinvadieron.

La ofensiva de los selyúcidas en Asia occidentalabrió una nueva era de la historia musulmana y de la

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bizantina. En el siglo XI el Califato había perdido suunidad. España, África y Egipto habían logradoautonomía en base a su idiosincrasia cultural eintereses económicos en expansión y hacía tiempollevaban una vida separada. Siria, Mesopotamia yPersia tenían soberanos distintos y dinastíasindependientes, procurando lograr cultural yeconómicamente su autarquía política. Después deconquistar Persia a mediados del siglo XI, losselyúcidas invadieron la Mesopotamia, penetrandoen Bagdad. Desde entonces el califato de Bagdadestuvo bajo la protección de los selyúcidas. Lossultanes turcos no residían en Bagdad, pero se hacíanrepresentar en aquella importante población por ungeneral nombrado por ellos y que ejercía la autoridadsuprema. A poco, la pujanza de los selyúcidas seacrecentó con la llegada de más tribus turcas. Notardaron en conquistar toda el Asia occidental desdeel Afganistán hasta el Asia Menor bizantina y hasta elCalifato egipcio de los fatimitas.

Desde mediados del siglo XI los selyúcidaspasaron a ser factor esencial de la historia deBizancio, amenazando las provincias fronterizasbizantinas del Cáucaso y el Asia Menor. Yaseñalamos antes la toma de Ani por los bizantinos,bajo Constantino Monómaco, y la anexión deArmenia al Imperio. Tal anexión suprimía el papel de

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estado-tapón cumplido por Armenia, y cuando losturcos atacaron la última, fue Bizancio el que se hallóatacado. La ofensiva turca resultó afortunada. A lavez las tropas turcas avanzaban en Asia Menor.

Durante el activo, aunque corto reinado de IsaacComneno, la frontera occidental estuvo biendefendida contra las invasiones selyúcidas. Pero, a lacaída de Isaac, la política antimilitarista deConstantino Ducas debilitó al ejército de Asia Menory facilitó el avance turco en los distritos bizantinos.Es probable que el Gobierno central viera con placerlos infortunios de «aquellas provincias desobedientesy arrogantes». Oriente, como Italia, pagó caras lasfaltas del Gobierno central[827].

Bajo Constantino X Ducas y después de la muertede éste, durante los siete meses de reinado de sumujer, Eudoxia Macrembolitissa, Alp Arslan,segundo sultán selyúcida, conquistó Armenia,devastando, además, parte de Siria, Cilicia yCadocia. En Cesárea, capital de Capadocia, losturcos saquearon el santuario principal de la ciudad,la iglesia de Basilio el Grande, donde seconservaban las reliquias del santo[828]. Respecto alreinado de Miguel Parapinaces, un cronista bizantinoescribe: «Bajo este emperador el mundo entero,terrestre y marítimo, fue, por así decirlo, ocupado,destruido y despoblado por los bárbaros infieles:

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todos los cristianos fueron muertos por ellos, todaslas casas y pueblos de Oriente, con sus iglesias,fueron devastados, reducidos a pedazos y aniquiladospor ellos»[829].

En éstas circunstancias, el partido militarresolvió imponer a Romano Diógenes como esposode Eudoxia, El nuevo emperador sostuvo variasbatallas contra los turcos, logrando algunos éxitos enlas primeras batallas. Su ejército, compuesto dehombres de todas las nacionalidades —eslavos deMacedonia, búlgaros, uzes, pecheneques, varengos yfrancos, nombre este último que se aplicaba entoncesa todos los europeos occidentales—, carecía deadiestramiento y de cohesión y no podía oponer unaresistencia vigorosa a los rápidos movimientos de lacaballería turca, ni a sus golpes de sorpresa, audacesy prontos. La parte del ejército bizantino con quemenos se podía contar era la caballería ligera de losuzes y pecheneques, quienes, al entrar en contactocon los turcos, reconocieron los lazos de parentescoque con éstos les unían.

La última campaña de Romano Diógenesconcluyó en la fatal batalla de Mantzikiert(Manazkert, hoy Melazgherd), en Armenia, al nortedel lago de Van. A poco de entablado el combate, eldestacamento de uzes, con su jefe, se pasó a losturcos. Este incidente produjo viva inquietud en el

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ejército bizantino. En el momento crítico de la luchaun general bizantino empezó a esparcir el rumor deque el ejército imperial estaba vencido. Lossoldados, llenos de pánico, buscaron la salvación enla fuga. Romano, que había combatido heroicamentedurante todo el combate, fue apresado por los turcos,y en el campamento enemigo Alp Arslan lo recibiócon los máximos honores.

Vencedor y vencido negociaron una paz«perpetua» y un tratado de alianza. Las principalesestipulaciones, según nos las ofrecen las fuentesárabes, fueron éstas: Romano Diógenes obtenía lalibertad a cambio de un rescate; Bizancio pagaría unimportante tributo anual al sultán y devolvería todoslos prisioneros turcos[830]. Al volver aConstantinopla, Romano, como vimos, halló ocupadoel trono por Miguel VII Ducas. Sus enemigos lesacaron los ojos y murió poco después.

La batalla de Mantzikiert tuvo grandesconsecuencias para el Imperio. Aunque según eltratado (cuyas cláusulas no conocemos bien endetalle)[831], Bizancio no cediera probablementeterritorio alguno a Alp Aíslan[832], sus pérdidas eranconsiderables, ya que el ejército que defendía lasfronteras de Asia.

Menor estaba aniquilado y el Imperio era incapaz

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de resistir una nueva invasión turca en aquella región.La deplorable situación del Imperio es agravó aunmás con el Gobierno antimilitarista del débil MiguelVII. La derrota de Mantzikiert asestó un golpe mortalal dominio bizantino en Asia Menor, es decir, encomarcas esenciales para el Imperio. «Desde 1071no hubo ejército bizantino para resistir a losturcos»[833]. Un historiador llega a decir que aquellabatalla entregó a los turcos el Imperio bizantinoentero[834]. Otro considera que tan grave suceso fue«el toque de agonía del Imperio bizantino, y aunquesus consecuencias no se notasen inmediatamente entodos sus espantables aspectos, no por ello dejó dequedar en pie esto: que el oriente de Asia Menor,Armenia y Capadocia —que habían dado al Imperiotantos ilustres emperadores y soldados y eran laprincipal fuerza del Imperio—, se habían perdidopara siempre y los turcos plantaban sus tiendas denómades sobre las ruinas de la antigua gloria romana.La cuna de la civilización se convirtió en presa de lafuerza bruta y de los bárbaros musulmanes»[835].

En los años transcurridos entre la catástrofe del1071 y la elevación de Alejo Comneno al trono en1081, los turcos aprovecharon la indefensión de lasfronteras y las luchas interiores de los partidosbizantinos, que a veces les llamaban en su socorro.

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Así, las incursiones selyúcidas hiciéronse cada vezmás atrevidas. Destacamentos turcos alcanzaron lasprovincias occidentales del Asia Menor. Las tropasturcas que ayudaron a Nicéforo Botaniates aapoderarse del trono le siguieron hasta Nicea yCrisópolis (Escútari).

A todo esto se añadió un hecho nuevo. Despuésde la muerte de Romano Diógenes y de Alp Arslan,los turcos y el Imperio dejaron de considerarseligados por el tratado que firmaran ambosemperadores. Con esta ocasión, los turcos entraronlleno a las provincias bizantinas del Asia Menor.Según un cronista bizantino, los turcos no ingresaronen aquellas provincias como saqueadoresocasionales, sino como verdaderos dueños de losdistritos que ocupaban[836]. No obstante, es precisoconsiderar tal afirmación como exagerada, al menosen lo anterior al año 1081. Como con justeza dice J.Laurent[837], «en 1080, siete años después de suaparición en las orillas del Bósforo, los turcos noestaban establecidos todavía en parte alguna, nihabían fundado un Estado ni pasaban de sermerodeadores errantes y desordenados».

El sucesor de Alp Arslan invistió con el mandode las tropas del Asia Menor a Suleiman-ben-Kutalmisch, quien ocupó la parte central del AsiaMenor, pero en 1080-1081, su situación no estaba

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todavía afirmada. Más tarde fundó el sultanato deRum o Asia Menor[838], cuya capital fue Iconion (hoyKonia), la ciudad más rica y bella del Asia Menor.Llámase, pues con frecuencia a ese Estado de losselyúcidas sultanato de Iconion[839]. El nuevosultanato se extendía del Asia Menor central al marNegro por el norte y hasta las costas mediterráneas alsur, y convirtióse en un peligro potencial para elImperio. Las tropas turcas siguieron avanzando haciael oeste y las fuerzas del Imperio no pudieronoponerse al peligro selyúcida.

Los progresos de los selyúcidas, y acaso elamenazador avances de los pecheneques y los uzes alnorte, obligaron a Miguel VII Ducas Parapinaces, aprincipios de su reinado, decidió a pedir socorro aOccidente. En consecuencia dirigió un mensaje alPapa Gregorio VII prometiéndole, a cambio de suayuda, procurar la unión de las dos Iglesias. GregorioVII acogió favorablemente la demanda del emperadorde Oriente y dirigió varios mensajes a los príncipesde la Europa occidental y a «todos los cristianos»(«ad omnes christianos»). Declaraba en aquellosmensajes el Papa, entre otras cosas, que «los paganosejercían sobre el Imperio cristiano mucha presión yhabían devastado con crueldad inaudita todo lo quehabía fuera de los muros de Constantinopla»[840].

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Pero las llamadas de Gregorio VII no produjeronningún resultado tangible para Bizancio y éste norecibió auxilio alguno de Occidente. A la vezcontinuaba la larga y terrible disputa de lasInvestiduras y el conflicto entablado entre el PapaGregorio VII y el emperador Enrique IV.

Cuando Alejo Comneno ascendió al trono, eraevidente que el avance de los selyúcidas hacia eloeste constituía un peligro mortal para Bizancio.

Los pecheneques

Hacia fines del período macedónico, lospecheneques eran, al norte, los más peligrososenemigos del Imperio. El gobierno imperial les habíapermitido establecerse en los distritos situados alseptentrión de los Balcanes y otorgado títuloshonoríficos a varios príncipes pecheneques. Peroestas medidas no resolvían el problema. En primertérmino los pecheneques no sabían acomodarse a unavida sedentaria y, en segundo, nuevas hordas depecheneques y de sus parientes, los uzes, llegaban sincesar a las regiones transdanubianas, dirigiéndose al

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sur y volviendo sus miradas a los territoriosbizantinos, con el afán de entrar en ellossaqueándolos.

Isaac Comneno logró detener el avance de lospecheneques, (que habían salido, arrastrándose, desus antros)[841] y restableció la situación bizantina enla orilla del Danubio. A la vez oponía resistencia alprogreso de los turcos.

Bajo el reinado de Constantino Ducas, los uzesaparecieron junto al Danubio. Según G. Vasilievsky«fue una verdadera emigración. Una tribu entera,comprendiendo seiscientos mil hombres, con todossus bienes y cuanto poseía, se reunió en la orillaizquierda del río. Cuantos esfuerzos se hicieron paraimpedirles pasar fueron inútiles»[842]. La región deTesalónica, Macedonia, Tracia e incluso Greciapadecieron terribles devastaciones. Un historiadorbizantino contemporáneo observa que «toda lapoblación de Europa tenía (entonces) los ojos vueltosa… aquella emigración»[843]. Tan terrible amenazafue apartada a causa de diversas circunstancias yentre el pueblo se atribuyó este feliz desenlace a unamilagrosa intervención del cielo. Algunos uzesentraron al servicio del gobierno y recibieron tierrasen Macedonia. Ya indicamos antes el importantepapel negativo desempeñado por uzes y pecheneques

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en el fatal combate de Mantzikiert.La nueva política financiera de Miguel VII Ducas,

quien, por consejo de su primer ministro, redujo lasdádivas que se enviaban a las poblaciones delDanubio, produjo agitación entre los pecheneques yuzes de los distritos danubianos. Aquellas tribusformaron alianza con los nómadas transdanubianos,se pusieron de acuerdo con un general bizantino quese sublevó contra el emperador y, en concierto conotras tribus, incluso quizá las eslavas, seencaminaron al sur, asolaron la provincia deAdrianópolis y sitiaron Constantinopla, que sufriómucho por falta de víveres. En este crítico momentofue cuando, apretado por selyúcidas pecheneques,Miguel VII se dirigió al Papa.

La habilidad de la diplomacia bizantina logró, alo que parece, salvar a Bizancio, sembrando ladiscordia entre las fuerzas sitiadoras aliadas. Selevantó el asedio y los enemigos retornaron, cargadosde rico botín, a las orillas del Danubio. Hacia finalesde este período los pecheneques participaronactivamente en la lucha entre Nicéforo Botaniates yAlejo Comneno.

El problema uzo-pecheneque no quedabaresuelto. Pero aquel peligro turco septentrional, que aveces puso en peligro la capital misma, fue abatidopor la dinastía de los Comnenos.

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Los normandos

Los normandos aparecieron en Italia en el últimoperíodo de la dinastía macedónica. Aprovechandolas dificultades internas de Bizancio y la rupturabizantina con Roma, los normandos avanzaronvictoriosamente por las posesiones imperiales delsur de Italia. El gobierno de Constantinopla no podíaoponerse a la amenaza occidental por tenerabsorbidas todas sus fuerzas en la lucha contra losselyúcidas, quienes, así como los uzes y lospecheneques, parecían ser los aliados naturales delos normandos. Según frase de Neumann «el Imperio,en Italia, se defendía sólo con su brazoizquierdo»[844]. En su lucha contra Bizancio losnormandos encontraron un arma de primer orden ensu flota, la cual ayudaba poderosamente a las fuerzasde tierra. Por ende, a mediados del siglo, XI losnormandos tuvieron un gran conductor, RobertoGuiscardo, «quien, de jefe de bandoleros, se elevó ala jerarquía de fundador de Imperio»[845].

Roberto Guiscardo se proponía como fin esencialla conquista de la Italia meridional bizantina. Aunqueel Imperio hubiese de afrontar muchas dificultades, lalucha al principio fue indecisa y ambos adversariosalcanzaron éxitos alternativos. Roberto ocupó

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Brindisi, Taranto y Reggio (Rheggium), pero a lospocos años las dos primeras ciudades fueronrecuperadas por las tropas bizantinas enviadas aBari, las cuales comprendían en sus filas elementosvarengos. Luego la lucha volvió a ser favorable a losnormandos.

Guiscardo asedió Bari, entonces principal centrode la dominación bizantina en el mediodía de Italia yuna de las plazas mejor fortificadas de la península.Sólo mediante un ardid habían logrado losmusulmanes ocuparla momentáneamente a mediadosdel siglo IX. En el mismo siglo, Bari había opuestoencarnizada resistencia al emperador de Occidente,Ludovico II. De manera que el sitio de Bari eradifícil empresa militar. Roberto tuvo un poderosoauxilio en la flota normanda, que bloqueó el puerto.Tras un sitio de tres años, Bari, en 1071, se rindió aGuiscardo[846].

La caída de Bari significaba el fin del dominiobizantino en Italia del sur. Desde aquella importantebase Roberto pudo proseguir rápidamente lasoperaciones y concluir la conquista de las últimasposesiones bizantinas del interior. La conquista de laItalia meridional dio facilidad a Roberto paraintentar la reconquista de Sicilia de manosmusulmanas.

La conquista del sur de Italia por los normandos

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no destruyó en absoluto la influencia bizantina. Aunse experimentaba entonces en todo el Occidente unaadmiración profunda por el Imperio oriental, suesplendor y sus tradiciones. El Imperio de Occidenteque creara Carlomagno y el de Otón el Grandereflejaban en su exterior las ideas, costumbres yformas orientales, consagradas por varios siglos. Losconquistadores normandos del sur de Italia y su jefe,Guiscardo, experimentaron aun más la fascinacióndel Imperio bizantino.

Roberto, duque de Apulia, se consideró sucesorlegítimo de los emperadores bizantinos. Conservó laorganización administrativa de Bizancio en losterritorios conquistados. Así, hallamos en losdocumentos normandos mención del tema deCalabria. Vemos igualmente que las ciudades fuerongobernadas por exarcas o estrategos y que losnormandos se esforzaron en obtener títulosbizantinos. La lengua griega se conservó en losoficios religiosos de Calabria. En algunos distritos seempleaba el griego como lengua oficial. En general,conquistadores y conquistados vivieronparalelamente, sin mezclarse, conservando susidiomas, costumbres y usos propios.

Pero los ambiciosos proyectos de RobertoGuiscardo rebasaban los límites de la Italiameridional. Comprendiendo perfectamente la

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debilidad interior del Imperio y sus gravesdificultades exteriores, el ambicioso normandocomenzó a soñar con ceñir la corona imperial de losbasileos.

La caída de Bari en el verano de 1071 y elnefasto combate de Mantzikiert en agosto del mismoaño demuestran la mucha importancia que aquel 1071tuvo en la historia general de Bizancio. Al oeste,Italia del sur quedaba definitivamente perdida. Aleste desaparecía la dominación bizantina en AsiaMenor. Reducido territorialmente, privado de una desus partes más vitales, como el Asia Menor lo era, elImperio de Oriente entró en un período de hondadecadencia a contar de la segunda mitad del siglo XI.A pesar de su renacimiento bajo los Comnenos, habíade perder progresivamente su importancia política yeconómica en provecho de los Estados de la Europaoccidental.

El emperador Miguel VII advirtió toda laextensión del peligro que Roberto hacía correr alImperio. Quiso detenerlo mediante una alianza de lasdos casas reales y prometió a su hijo en matrimoniocon la hija de Roberto. Pero no por eso serestableció la situación del Imperio y, al producirsela deposición de Miguel, los normandos reanudaronlas hostilidades contra Bizancio. Al ascender al tronolos Comnenos, los normandos se disponían a

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emprender operaciones allende el Adriático.En resumen, el período de turbulencias

comprendido entre 1056 y 1081 produjo un retrocesogeneral del poder imperial en todas las fronteras deBizancio. Además se caracterizó por casi constantesluchas intestinas. Estas dos series de hechos hicieronque los Comnenos recogieran una herencia muydifícil.

La enseñanza, la ciencia y el artedurante el período de la dinastía

macedónica

La época macedónica, caracterizada por unahirviente actividad en lo exterior y lo interno, fuetambién un período de notable desenvolvimiento entodas las ramas de la civilización. Entonces semanifestaron claramente los rasgos típicos de lacultura bizantina: la unión más íntima de loselementos seculares y teológicos; la combinación dela antigua sabiduría pagana con los nuevos conceptosdel cristianismo; el desarrollo de los conocimientos

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universales y enciclopédicos y, en fin, la faltabizantina de originalidad y potencia creadora.Durante todo aquel período, la Escuela Superior deConstantinopla fue un centro de estudios científicos yliterarios en torno al cual se agruparon las mejoresfuerzas intelectuales del Imperio.

El emperador León VI el Filósofo, discípulo deFocio, no estaba dotado de gran talento literario,pero, aun así, escribió varios sermones, himnoseclesiásticos y otras obras. Se esforzó —y ese fue sumayor mérito— en conservar el ambiente intelectualcreado por Focio y, con frase de un historiador, cesecreó un lugar de honor en la historia de la instrucciónbizantina en general y de la instrucción eclesiásticaen particular[847]. León favoreció y protegió a todoslos sabios y hombres de letras. Bajo su reinado «elpalacio imperial se transformó a veces en una nuevaAcademia, en un nuevo Liceo»[848].

Sobre el fondo del movimiento ideológico delsiglo X resalta la figura del emperador ConstantinoPorfirogénito, quien contribuyó mucho al desarrollointelectual de Bizancio, no sólo protegiendosolícitamente la cultura, sino también componiendonumerosos escritos originales. Habiendo abandonadola dirección de los asuntos públicos a RomanLecapeno, pudo disponer de tiempo para consagrarse

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a lo que le interesaba. Logró crear y animar unintenso movimiento literario y científico, al queprestó más estímulo su activa colaboración personal.Escribió mucho, alentó a otros a escribir y se esforzóen aumentar la instrucción de su pueblo. Su nombreestá vinculado a la inauguración de muchas,construcciones magníficas. Se interesó con pasiónpor el arte y la música y consagró grandes cantidadesde dinero a mandar componer antologías de losescritores antiguos.

Nos han llegado numerosas obras de la época deConstantino VIL Algunas proceden de la pluma delpropio Constantino, otras tuvieron su colaboración yotras (antologías de antiguos textos, enciclopediasque contenían pasajes de ciertos escritores sobrecuestiones diversas) fueron redactadas por iniciativasuya. Entre los libros de Constantino debemosmencionar la biografía panegírica de su abueloBasilio I. Otro, dedicado a su hijo y sucesor, versasobre la administración del Imperio y encierrainteresantes y valiosos informes sobre la geografía delos países extranjeros, sobre las relaciones delImperio bizantino con las naciones vecinas y sobre ladiplomacia de Bizancio. Los primeros capítulos de laobra están consagrados a los pueblos del norte,pecheneques, rusos, uzes, kázaros y magiares(turcos), todos los cuales —y en especial los dos

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primeros— desempeñaron importante papel en lavida económica y política del Imperio en el siglo X.Este libro trata igualmente de los árabes, losbúlgaros, los dálmatas, los francos, la Italia del sur,Venecia y otros pueblos y Estados. La obra contienetambién una lista de los rápidos del Dniéper,indicados en dos lenguas, la «eslavona» y la «rusa»,esto es, la escandinava. Ello forma una de las basesmás sólidas en pro de la teoría del origenescandinavo de los primeros príncipes rusos. El librose compuso entre 948 y 952 (o 951). Su ordenprimitivo no era el que se halla hoy en el textoimpreso. El hombre que mejor ha estudiado esta obra—J. B. Bury— la califica de «mosaico»[849]. Esetratado nos da una impresionante idea de la potenciapolítica, diplomática y económica del Imperio en elsiglo X. Se halla igualmente una rica documentacióngeográfica en la tercera obra de Constantino, Dethematibus, compuesta según escritos geográficos delos siglos V y VI. También en su reinado se redactó lagran obra conocida por Libro de las ceremonias dela corte bizantina, que da ante todo una descripcióndetallada de las complicadas reglas de la vida en lacorte bizantina. Las indicaciones que allí seencuentran sobre bautismos, matrimonios,coronaciones, funerales de emperadores, diversas

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solemnidades eclesiásticas, recepción deembajadores extranjeros, organización deexpediciones militares, cargos y títulos y otrosmuchos aspectos de la existencia, son de inestimablevalor para quien quiera estudiar, no sólo la vida de lacorte, sino también la de la sociedad de todo elImperio. El ceremonial bizantino, procedente delusado en el Bajo Imperio romano de la época deDiocleciano y de Constantino, penetró en la vidacortesana de la Europa occidental y de los Estadoseslavos, incluso Rusia. Ciertas ceremonias de lacorte turca en el siglo XX presentan algunas huellas dela influencia bizantina. A Constantino se debetambién el prolijo relato del triunfal traslado de laimagen milagrosa del Salvador desde Edesa aConstantinopla, en 944. Según la tradición popular,aquella imagen había sido enviada antaño al príncipede Edesa por el propio Cristo.

Entre los literatos y sabios que rodeaban aConstantino figuró el historiador José Genesios, autorde una historia de la época comprendida entre LeónV y León VI (813-886), y también TeodoroDafnopates, quien escribió una obra histórica que hallegado hasta nosotros, varías cartas diplomáticas,diversos sermones pronunciados en las solemnidadescristianas y una serie de Vidas. Acaso debaidentificársele con el continuador de Teófanes. A

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instancias del emperador, Constantino el Rodensecompuso una descripción poética de la iglesia de losSantos Apóstoles. Esta obra es particularmentevaliosa porque nos da una pintura del famoso templo,más tarde destruido por los turcos.

Entre las enciclopedias aparecidas en la época deConstantino debe incluirse la famosa colección deVidas de santos debida a Simeón Metafrasta[850].

De la primera mitad del siglo X data igualmentela Antología palatina, de Constantino Cefalas.

El título está tomado del único manuscrito que dela obra poseemos: el Codex Palatinus, hoy enHeídelberg. Ciertos autores identifican a esteConstantino de la antología con Constantino elRodense, opinión que debe considerarse muy pocoprobable. La Antología palatina es una extensacompilación de poemas breves de los tiempospaganos y cristianos y honra la delicadeza del gustoliterario del siglo X[851].

Al reinado de Constantino Porfirogénitocorresponde también la compilación del famosoLexicón de Suidas. No tenemos informe alguno sobrela vida y persona del autor de ese léxico, que es unade las más ricas fuentes que existen para laexplicación de palabras, nombres propios y cosas deuso corriente. Los artículos literarios e históricos

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consagrados a las obras que no han llegado anosotros tienen un considerable valor particular. Apesar de ciertas insuficiencias, «el Lexicón de Suidases un monumento admirable de la actividadcompiladora de los sabios bizantinos en una época enque la ciencia se hallaba en el resto de Europa en unestado de decadencia completa. Esta es una pruebamás de hasta qué punto el Estado bizantino, adespecho de las dificultades interiores y exterioresque atravesó, supo guardar y desarrollar lo que de laantigua cultura quedaba»[852].

Otra figura notable del período macedónico fueAretas, obispo de Cesarea en la primera mitad delsiglo X. Su extensa instrucción, el profundo interésque sentía por las obras literarias, se reflejan en suspropias obras. Su comentario griego del Apocalipsis,sus notas sobre Platón, Luciano y Eusebio, suspreciosas cartas, conservadas en un manuscrito deMoscú y aun inéditas, muestran el eminente lugar queArelas de Cesárea tuvo en el movimiento intelectualdel siglo X. El patriarca Nicolás el Místico, célebrepor el papel activo que ejerció en la vida eclesiásticade aquel período, dejó una interesante colección demás de ciento cincuenta cartas. Entre ellas las haydirigidas al emir árabe de Creta, a Simeón deBulgaria, a los Papas, al emperador RomanLecapeno, a los obispos, a los monjes, a diversos

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funcionarios de la administración civil, etc. Esosmensajes nos proporcionan una rica documentaciónsobre la política interna y exterior del siglo X.

León, el Diácono, contemporáneo de Basilio II ytestigo ocular de los sucesos de la guerra búlgara,dejó una historia en diez libros abarcando el períodocomprendido entre 959 y 975 y conteniendo relatosde las campañas contra árabes, búlgaros y rusos. Estahistoria es la más importante que poseemos sobre elesplendente periodo de Nicéforo Focas y JuanTzimisces, ya que es la única contemporánea. Laobra de León el Diácono es inestimable también paraquienes quieran estudiar las primeras páginas de lahistoria rusa, porque el autor da extensos informessobre Sviatoslav y la guerra que éste sostuvo contralos griegos.

Ya hablamos de la monografía de JuanCameniates, sacerdote de Tesalónica, a propósito dela toma de esta ciudad por los árabes en 904,acontecimiento al que asistió.

Entre los cronistas del periodo debemos citar alcontinuador anónimo de Teófanes («TheophanesContinuatus»), el cual relata los sucesos del período813-961, con arreglo a las obras de Genesios, deConstantino Porfirogénito y del continuador de JorgeHamartolo. Aun no se ha resuelto cuál pueda ser laidentidad del autor de esta compilación[853]. Los

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cronistas del siglo X, Simeón Magistros el Logoteta,León el Gramático (Grammaticus) y Teodosio deMitilene presentan a los eruditos un problematodavía no solucionado, como es el de conocer lasrelaciones recíprocas de esos textos, tan semejantes,que describen brevemente los sucesos a contar de lacreación del mundo. La cuestión se torna másdelicada en virtud del hecho de que el texto griegooriginal de Simeón está inédito todavía.

Al siglo X pertenece igualmente una de las másinteresantes figuras de la literatura bizantina: JuanCiriotas, generalmente conocido por «El Geómetra».El período brillante de su actividad literaria se sitúabajo los reinados de Nicéforo Focas, Juan Tzimiscesy Basilio II. Su héroe favorito es Nicéforo Focas.Juan nos ha dejado epigramas, poesías decircunstancias, una obra en verso sobre el ascetismo(El Paraíso) y algunos himnos en loor de la SantaVirgen. Los epigramas y poemas de ocasión estánestrechamente vinculados a los sucesos políticos dela época, como la muerte de Nicéforo Focas, la deJuan Tzimisces, la insurrección de Bardas Skleros, lade Bardas Focas (en su poema La rebelión), la guerrabúlgara, etc. Todas estas obras ofrecen gran interéspara la historia del período. En uno de sus poemas,escrito en ocasión de su viaje desde Constantinopla aSelibria, pasando por distritos afectados por la

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guerra, hallamos un cuadro apasionante, grandioso ypatético de los sufrimientos y miserias de lapoblación rural[854].

Krumbacher acierta al decir que Juan elGeómetra es uno de los escritores «más exquisitos»de la literatura bizantina[855]. Muchos de sus poemasmerecerían ser traducidos a nuestras lenguasmodernas. Sus obras en prosa —retórica, exégesis yarte oratorio— ofrecen menos interés que suspoemas.

En la primera mitad del siglo XI floreció tambiénuno de los mejores poetas bizantinos, Cristóbal deMitilene, a quien solo conocemos bien desde hacepoco. Sus poemas breves, escritos en general entrímetros yámbicos, en forma de epigramas o demensajes a diversas personas, incluso losemperadores de la época, se distinguen por su estilogracioso y su ingenio[856].

En ese mismo siglo X en que Bizancio conoció unperíodo de brillante desenvolvimiento, llegaron a lasorillas del Bósforo representantes del Occidentebárbaro, ansiosos de instruirse.

A fines del siglo X y principios del XI toda laatención del Imperio se centró en las campañas queelevaron a Bizancio al pináculo de su gloria militar.En consecuencia la actividad intelectual y la potencia

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creadora disminuyeron un tanto, Basilio II trataba condesdén a los sabios. Ana Comnena, que escribió en elsiglo XII, observa que «después del reinado deBasilio II Porfirogénito hasta el de ConstantinoMonómaco, el estudio de las letras, aunquedescuidado por la mayoría, no desapareció porcompleto y más tarde volvió a brillar»[857].Individuos aislados seguían trabajando con diligenciay pasaban noches enteras consagrados al estudio, a laluz de las lámparas[858]. Una educación superiorampliamente favorecida por el Gobierno noreapareció sino a mediados del siglo XI bajoConstantino Monómaco, época en que un grupo dehombres cultos, dirigidos por el joven ConstantinoPsellos, interesó en sus propósitos al emperador yejerció gran influjo en la corte. Se entablaron vivasdiscusiones respecto a la reforma de la escuelasuperior. Unos deseaban una escuela de derecho;otros una de filosofía, es decir, de cultura general. Laagitación crecía sin cesar, provocando inclusomanifestaciones públicas. El emperador halló unmedio excelente de resolver la situación; organizaruna escuela de filosofía y una facultad de derecho.Siguióse la fundación de la Universidad en 1045. LaNovela relativa a la fundación de la escuela dederecho ha llegado a nosotros. En la escuela de

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filosofía enseñábase ésta y se trató de dar a losestudiantes una rígida cultura general. A la cabeza dela escuela estaba el famoso sabio y escritor Psellos.La escuela de derecho era una especie de liceo oacademia de jurisprudencia.

El gobierno bizantino tenía viva necesidad defuncionarios expertos y cultos, y sobre todo dejuristas. A falta de escuelas especiales de derecho,los jóvenes se instruían en la ciencia del derechoapelando a juristas, notarios y hombres de leyes querara vez tenían conocimientos extensos y profundosen esa disciplina. La escuela jurídica fundada porConstantino Monómaco tendía a satisfacer aquellaurgente necesidad sentida por el gobierno. Estuvo asu cabeza Juan Xifilino, contemporáneo y amigo dePsellos y no menos famoso que él. La instrucciónsiguió siendo gratuita. Los profesores recibían delgobierno buenos sueldos y vestidos de seda, regalosen especie y dádivas por Pascuas. Podían entrar en laescuela de derecho cuantos lo desearan, sin tener encuenta la posición social ni la fortuna y bastando queel estudiante poseyera suficiente preparación. LaNovela de fundación de la escuela de derecho nos dauna indicación de las miras del gobierno sobre lainstrucción y la ciencia jurídica. La escuela dederecho del siglo XI se orientó en un sentidodefinidamente práctico: se esperaba de ella que

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procurase buenos funcionarios versados en las leyesdel Imperio[859].

Al hombre que estuvo al frente de la escuelafilosófica, Constantino Psellos, se le conoceordinariamente por su nombre monástico de Miguel.Nació en la primera mitad del siglo XI. Sus brillantesestudios, su extenso saber, su notable talento, leelevaron mucho en la estima de sus contemporáneos,convirtiéndole en uno de los personajes másinfluyentes del Imperio. Fue invitado a acudir a lacorte y recibió altas funciones y elevados títulos. A lavez enseñaba filosofía y retórica a numerososestudiantes. En una de sus cartas escribe: «Hemossometido a los celtas (los pueblos de la Europaoccidental) y a los árabes, y ellos han venido desdedos continentes a concurrir a nuestra gloría. El Niloinunda la tierra de los egipcios y mi lengua suespíritu… Uno de esos pueblos me califica deantorcha de la ciencia, el otro de luminaria, untercero me honra con los más hermososnombres»[860]. Siguiendo el ejemplo de su amigo JuanXifilino, el rector de la escuela de derecho, Psellostomó el hábito monástico, adoptó el nombre deMiguel y pasó algún tiempo en un monasterio. Pero lavida solitaria de los monjes no cuadraba a Psellos.Abandonando su convento, volvió a la capital, donde

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recobró sus importantes funciones. A finales de suvida fue hecho primer ministro. Debió de morir el1078[861].

Psellos, que vivía en un período de turbulencias ydecadencia señalado por frecuentes cambios deemperador y de política, supo desplegar un grantalento de adaptación a las variables condiciones dela existencia, sirvió a nueve emperadores sin dejarde elevarse y aumentar su influencia. No vaciló enadular y humillarse, en corromper a otros con miras asu posición personal. No cabría, pues, decir queposeyó grandes cualidades morales, pero en esto nodifirió de otras muchas gentes que vivieron en aquelagitado y difícil período.

Junto a estos rasgos de su carácter, negativos encierto modo, Psellos poseyó cualidades con las quese adelantó mucho a sus contemporáneos. Tenía unamagnífica cultura y grandes conocimientos, leíamucho y trabajaba enormemente. Escribióconsiderable cantidad de libros y dejó muchas obrasde teología, filosofía (inspirada en Platón), cienciasnaturales, filología, historia, derecho, poesías, unaserie de discursos y una vasta correspondencia. LaHistoria de Psellos relata los hechos comprendidosentre la muerte de Juan Tzimisces y los últimos añosde la vida del autor (976-1077), siendo una fuentemuy valiosa para el estudio de la historia del siglo XI,

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a pesar de cierta parcialidad. La obra literaria dePsellos nos lo muestra como un representante de lacultura secular impregnada de helenismo. No pecópor exceso de modestia. Dice en su Cronografía:«Siempre me han asegurado que tengo unapronunciación bella, la cual se nota hasta en mis mássencillas palabras. Cuanto yo decía sin preparaciónalguna, estaba señalado por un encanto natural. Yo lohubiese desconocido si varias personas, oyéndomehablar, no lo hubiesen certificado»[862]. Declaratambién: Constantino IX «admiraba al más alto puntomi elocuencia y sus oídos estaban siempresuspendidos de mis labios». Miguel VI le «admirabaprofundamente y gustaba la miel que se desprendía demis labios». Constantino X bebía sus palabras «comonéctar». Eudoxia le «consideraba cual un dios»[863].No obstante, los historiadores dan juicios opuestossobre la obra y personalidad de Psellos. De todosmodos parece indiscutible que ocupó un lugar tanelevado en la vida espiritual de Bizancio en el sigloXI como Focio en el IX o Constantino Porfirogénito enel X.

La época macedonia, más especialmente el sigloX, están considerados como el período deldesenvolvimiento de la poesía épica y de los cantospopulares bizantinos: el héroe principal de esta

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epopeya fue Basilio Digenis Akritas.La intensa vida de los confines orientales del

Imperio, donde había combates casi continuos,ofrecía vasto campo a los actos de bravura y a lashazañas peligrosas. Hubo un hombre que dejó en elpueblo bizantino un recuerdo duradero y profundo: elhéroe de las provincias fronterizas, Basilio DigenisAkritas.

Parece que el nombre verdadero de aquel héroede epopeya fue meramente Basilio. Digenis y Akritasfueron sólo sobrenombres[864]. El término Digenis(«nacido de dos erígenos») se debió a que su padrefue musulmán y árabe y su madre cristiana y griega.Se daba corrientemente el nombre de Digenis a losnacidos de dos razas diferentes. El nombre Akritas,plural «Akritai» (del griego frontera), servía paradesignar a los defensores de las fronteras másextremas del Imperio. Los acritas gozaban a veces degran independencia respecto al poder central: se lesha comparado justamente con los margraves o jefesde marcas fronterizas de la Europa occidental y conlos cosacos ucranianos («ukraína», frontera) de lahistoria de Rusia.

Digenis Akritas, el héroe legendario, consagrótoda su vida a luchar contra los musulmanes y los«Apelatai». Este último término había designado ensu origen «dos dispersadores de rebaños» y luego,

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más sencillamente, «dos ladrones», y servía en lafrontera oriental del Imperio bizantino, paradenominar a los bandidos montañeses, «hombresaudaces, de alma y cuerpo templados,semibandoleros y semihéroes[865]» que no reconocíanla autoridad del emperador ni la del califa, yasolaban los territorios de ambos soberanos. Entiempo de paz aquellos temibles bandidos eran tanperseguidos por cristianos como por musulmanes,mientras en tiempos de guerra cada uno de losadversarios se esforzaba en ganarse el apoyo dehombres tan resueltos. Con expresión de Rambaud,en los distritos fronteros la gente «se sentía muy lejosde Bizancio. No se hubiera creído uno en lasprovincias de una monarquía ordenada, sino en laanarquía feudal de Oriente»[866].

Según diversas alusiones esparcidas en laepopeya de Digenis Akritas, cabe afirmar que loshechos reales que sirvieron de base a dicha epopeyase produjeron a mediados del siglo X en Capadocia yen la región del Eufrates. En la epopeya, Digenisejecuta altos hechos y brillantes acciones en elcampo cristiano y en pro del Imperio: para él, laortodoxia y la «Romania» (es decir, el Imperiobizantino) son dos elementos inseparables. Ladescripción del palacio de Digenis nos da una idea

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muy clara de la magnificencia y la riqueza que sehallaban entre los grandes propietarios del AsiaMenor, tan cruelmente aborrecidos por Basilio IIBulgaróctonos[867]. Ciertos historiadores han llegadoa identificar el personaje legendario con unohistórico del siglo X, pero faltan pruebasdemostrativas de esta tesis[868]. Aun se enseña a losviajeros, cerca de Trebisonda, la tumba del héroe, lacual, según tradición popular, protege contra el malde ojo a los recién nacidos.

El fondo de la epopeya de Digenis Akritas ofrecegrandes semejanzas con los famosos poemas épicosde la Europa occidental, de los que son losprincipales La Canción de Rolando, que data de laépoca de Carlomagno, y el Poema del Cid, ambosnacidos de la lucha del cristianismo contra el Islam.

El prototipo oriental de Digenis Akritas fue,como antes indicamos, el semilegendario paladín delIslam, Seif-Al-Battal-Ghazi, cuyo nombre estáasociado a la batalla de Akroinon (740).

El nombre de Digenis fue popular hasta el fin delImperio bizantino. Un poeta del siglo XII, TeodoroPródromo, esforzándose en elogiar decorosamente alemperador Manuel Comneno, le llama «NuevoAkritas»[869].

Según Bury, «así como Hornero refleja todos los

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aspectos de cierto estadio de la civilización griegaprimitiva, así como los Nibelungos nos dan la imagende la civilización de los germanos en la época de lasgrandes emigraciones, así el ciclo de Digenis nosofrece un vasto cuadro del mundo bizantino de AsiaMenor y de la vida en las fronteras»[870].

El poema de Digenis Akritas nos ha llegado envarios manuscritos, el más antiguo de los cuales seremonta al siglo XIV[871]. Incluso ha sobrevivido aBizancio: aun hoy los habitantes de Chipre y del AsiaMenor cantan las proezas del famoso héroebizantino[872]. Se halla una especie de reflejo de lasbaladas populares de la epopeya bizantina en losmonumentos épicos rusos. La literatura rusa antiguatienen sus Hechos y vida de Digenis Akritas. Elhistoriador ruso Karamzin (principios del siglo XIX)los conoció y los tomó al principio por un cuentoruso de hadas. Como quiera que fuese, Los Hechosde Digenis Akritas tuvieron considerable importanciaen el desarrollo de la antigua literatura rusa, ya quela vida y las letras rusas estuvieron muy hondamenteafectadas por la influencia bizantina tantoeclesiástica como profana. Es interesante notar que laversión rusa del poema de Digenis contieneepisodios que no nos han llegado en los textosgriegos[873].

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La vida intelectual y artística del Imperiocontinuó desarrollándose durante el difícil períodode las turbulencias que siguieron a la época de ladinastía macedónica. Ya sabemos que talesacontecimientos no interrumpieron la actividad deMiguel Psellos, lo que indica que la vida intelectualdel país no sufrió eclipse. Psellos recibió tantosfavores de los emperadores ocasionales que sesucedieron en el trono como de los representantes dela dinastía macedónica.

Entre los escritores notables de ese períodosobresale Miguel Attaliota. Nacido en Asia Menor,emigró a Constantinopla y abrazó la carrera dejurista. Los escritos que de él nos han llegadopertenecen a las esferas de la historia y de lajurisprudencia. Su historia abarca el períodocomprendido entre 1034 y 1079. Apóyase enobservaciones personales y da un cuadro verídico dela época de los últimos macedonios y de lossubsiguientes años de perturbaciones. El estilo deMiguel Attaliota testimonia ya en ciertos lugaresaquel artificial renacimiento del clasicismo que tantose desarrolló en la época de los Comnenos. Eltratado jurídico de Miguel, que se deriva por enterode las «Basílicas», fue muy popular. El autor sehabía propuesto publicar un tratado de derecho muybreve y accesible a todos. Se hallan muy interesantes

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informes sobre la civilización del Imperio en el sigloXI en el estatuto compuesto por Miguel para el asilode pobres y el convento que fundó. Ese estatutocontiene un inventario de los bienes de ambas casas,incluyendo, entre otras cosas, una lista de los librosde la biblioteca del convento.

La época de la dinastía macedónica es muyimportante en la historia del arte bizantino. Elperíodo que corre de mediados del siglo IX hasta elXII llamase en la ciencia la Segunda Edad de Oro delImperio bizantino (la primera fue la de Justiniano).La crisis iconoclasta, como vimos, libró al artebizantino de la influencia restrictiva de la Iglesia ydel monaquismo y abrió nuevas vías artísticas,exteriores al dominio de la religión. Al extremo deesas nuevas vías se hallan las característicassiguientes: retorno a las tradiciones de los modelosalejandrinos primitivos; desarrollo de laornamentación aprendida de los árabes y por tantomuy emparentada a la del Islam; substitución de losmotivos eclesiásticos por otros históricos o profanostratados con mayor realismo. Pero el arte de la épocamacedónica no se limitó a imitar o copiar esos temas,sino que creó cosas nuevas y originales. «El estilogriego revivificado de los períodos macedónico ycomnénico, produjo algo más que la gracia física dela manera helenística del siglo IV ya que se agregó

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una parte importante de la gravedad y fuerza de lossiglos anteriores. Estas cualidades señalaron con susello el estilo medieval bizantino. Su influjo eliminólas formas groseras del siglo VI, que ya no se vieronmás que en las provincias alejadas, donde no sesentía la atracción de la capital. De ello resultó unamezcla de dignidad y gracia, de moderación y deorden, un refinamiento sereno que se convirtieron encaracterísticos del arte bizantino en el período de sumadurez. Aquellas obras unieron la armonía y laemoción religiosas; tuvieron una seriedad que las dela época helenística no habían tenido. Puede serexagerado decir que durante sus últimos siglos el artebizantino fue helenizándose progresiva ysistemáticamente, pero es cierto que ya no eraposible en él una orientalización profunda ycompleta»[874].

No carece de interés advertir que el famosohistoriador austríaco Strzygowski se ha esforzado endemostrar una tesis estrechamente ligada a la épocade la dinastía macedónica. Según él, la exaltación altrono del primer emperador de la dinastíamacedónica, armenio de nacimiento, señaló una eranueva en la historia del arte bizantino: la era de lainfluencia directa del arte armenio sobre lascreaciones artísticas de Bizancio.

En otras palabras, Strzygowski trata de invertir

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los términos, tendiendo a afirmar que, lejos de habersufrido Armenia —como antiguamente se creía— lainfluencia del arte bizantino, influyó sobre éste. Enrealidad, la influencia armenia fue muy fuerte en laépoca de la dinastía macedónica. Numerosos artistasy arquitectos armenios trabajaron en Bizancio. LaIglesia Nueva, construida bajo Basilio I, acaso serealizara según un plan armenio. Cuando, en el sigloX, un terremoto dañó la cúpula de Santa Sofía, a unarquitecto armenio, autor de los planos de la catedralde Ani, se le confió la obra de restauración. Noobstante, y aunque las teorías de Strzygowskicontengan, con frase de Diehl, «muchas cosasingeniosas y seductoras», no se pueden aceptaríntegramente[875].

Basilio I fue un gran constructor. Hizo levantar laNueva Iglesia, ya mencionada, acontecimiento tanimportante para él como la edificación de Santa Sofíafuera para la política constructora de Justiniano.También mandó erigir un palacio nuevo —elKenurgion—, decorándolo con brillantes mosaicos.

Dispuso restaurar y ornar Santa Sofía y losSantos Apóstoles. La primera, malparada por elmovimiento sísmico del 989, fue objeto de cuidadosy atenciones imperiales en los siglos X y XI.

Bajo los emperadores macedonios se abrieron lasprimeras escuelas imperiales de pintura de iconos.

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De ello, además de la ejecución de muchos iconos yde la decoración de numerosas paredes de templos,se derivó la iluminación, efectuada en tales escuelas,de abundantes manuscritos. De Basilio II data elfamoso Menologio del Vaticano, con magníficasminiaturas debidas a ocho iluminadores cuyosnombres aparecen inscritos en las márgenes. Otrasmuchas miniaturas interesantes, original y bellamenteejecutadas, pertenecen a esa época.

El principal foco artístico del Imperio fueConstantinopla, pero las provincias tuvieron tambiénimportantes monumentos de arte: así la «iglesia deSkripu» (874) en Beocia; un grupo de iglesias delAthos que se remontan al siglo X o principios del XI;San Lucas de Stiris en Fócida (principios del sigloXI); Nea Moni de Quío (mediados del siglo XI); laiglesia del monasterio de Dafni en el Ática (finalesdel siglo XII)[876]. En Asia Menor, las numerosasiglesias de Capadocia, talladas en la roca, conservanfrescos del mayor interés, muchos de los cuales seremontan a los siglos IX, X y XI. El descubrimiento yestudio de esos frescos de Capadocia, que Khanrevelado un tesoro extraordinario de pinturasmurales,”[877] están estrechamente asociados alnombre de R. P. G. de Jerphanion, quien haconsagrado su vida a la investigación detallada de

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Capadocia, «nueva provincia del arte bizantino»[878].El arte bizantino de la época macedónica brilló

allende las fronteras del Imperio. Las más recientespinturas de la famosa iglesia romana de Santa Maríala Antigua, que se hacen remontar a los siglos IX y X,pueden incluirse entre las obras notables delRenacimiento macedonio[879].

Santa Sofía de Kiev (1037), en Rusia, perteneceigualmente, con otras muchas iglesias, a la tradición«bizantina» de la época de los emperadoresmacedonios.

El brillante período de esa dinastía (867-1025)fue también la época mejor del arte bizantino desdeel punto de vista de la vitalidad y originalidad delarte. El intervalo de turbulencias que siguió, asícomo la época de los Comnenos, vieron nacer ydesarrollarse un arte diferente en absoluto, más secoy más rígido. «Los estandartes bizantinos, conducidos(por Basilio II) a Armenia, retrocedían poco a poco;los de los turcos selyúcidas avanzaban. En el interiorreinó ese espíritu de inmovilidad que halla suexpresión en ceremonias y paradas: el espíritu de unAlejo Comneno y su corte. Todo esto se reflejó en elarte del siglo que precedió a la invasión de loscruzados de Occidente. Las fuentes del progreso seagotaron; cesó de haber potencia creadora orgánica;

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el solo cambio posible era la aceptación pasiva delas fuerzas externas. El fervor religioso fueabsorbido por preocupaciones formularias. Elsistema litúrgico, al gobernar la pintura, tuvo porresultado una floración de manuales o guías parapintar, en los cuales se señalaba con exactitud elcamino a seguir. La composición fue asíestereotipada y hasta los colores prescritos conantelación»[880].

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BIBLIOGRAFÍA TOMO I

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E. W. BROOKS, «Arabic Lists of the ByzantineThemes», «Journal of Hellenic Studies», XXI (1901),p. 67-77).

F. I. USPENSKY, La organización de los temas,en su Bosquejo de la Historia de Bizancio (Moscú,1917), p. 144-152. En ruso.

J. KULAKOVSKI, Historia de Bizancio (1915),III, p. 387-431. En ruso.

E. STEIN, Zur Entstehung derThemenverfassung, en sus Studien zur Geschichteder byzantinischen Reiches vornehmlich under derKaisern Justinus II und Tiberius Constantinus(Stuttgart, 1919), p. 117-140.

E. STEIN, Ein Kapitel vom persischen und vombyzantinischen Staate (Byzantinische-Neugriechische Jahrbücher), I (1920),especialmente p. 70-82.

Page 804: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

Bibliografía del capítulo V

La mejor obra sobre el período 802-867 es la deJ. B. Bury, A History of the Eastern Roman Empirefrom the Fall of Irene to the accession of Basil I, A,D. 802-867 (Londres, 1912).

Monografías sobre reinados aisladosK. SCHENK, Kaiser León III, I Teil. (Halle,

1880).K. SCHENK, Kaiser Leons III Walten im Innern.

Byz. Zeits, V. (1896), p. 257-301.A. LOMBARD, Études d’histoire byzantine:

Constantin V, empereur des Romains (740 - 755),con un prefacio de Carlos Diehl (París, 1902).

C. DIEHL, L’imperatrice Irene. Figuresbyzantines (4. ed., París, 1909), I, páginas 133-156.

Sobre la Iconoclastia.F. C. SCHLOSSER, Geschichte der

bilderstürmenden Kaiser des ostromischen Reiches(Francfort, 1812). Anticuado.

F. GFRÖRER, Der Bildersturm, en suByzantinische Geschichten (Graz, 1873), II, p. 460-478. Carlos Schwarzlose, Der Bilderstreit, ein

Page 805: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

Kampf der Griechischen Kirche um ihre Eigenartund ahre Freiheit (Gotha, 1890). Importante.

Luis BREHIER, La Querelle des Images, VIII-IXsiècles (París, 1904). Importante.

I. D. ANDREIEV, Germán y Tarasio, patriarcasde Constantinopla: su vida y su obra en relacióncon la historia de las turbulencias iconoclastas(Serguiev Posad, 1907). En ruso.

N. JORGA, Los orígenes de la iconoclastia.Boletín de la Sección Histórica de la AcademiaRumana, XI (Bucarest, 1924), p. 143-155.

H. LECLERCQ, Culte et querelle des images.Cabrol et Leclercq, Dictionnaire d’archéologie etde liturgie, vol. VII (París, 1926), col. 180-302.Excelente bibliografía.

G. OSTROGORSKY, Studien zur Geschichte desByzantinischen Bilderstreites (Breslau, 1929).Importante.

Relaciones políticas.A. VASILIEV, Las relaciones políticas de

Bizancio y de los árabes bajo la dinastía amoriana(San Petersburgo, 1900). En ruso.

Obra legislativa de la dinastía AmorianaG. VASILIEVSKI, La legislación de los

iconoclastas. Gaceta del Ministerio de Instrucción

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Pública, vol. CXCIX, CC (1878). En ruso.E. H. FRESHFIELD, A Manual of Roman Law,

the Ecloga, published by the Emperors Leo III andConstantine V of Isauria at Constantinople A. D.726, (Cambridge, 1926), Intr. p. 1-64, y trad, ingl. p.65-114.

C. A. SPULBER, La Écloga de los Isaurios:texto, traducción, historia, Cernauti (Rumanía),1929. Texto griego y trad. francesa (p. 1-77); historiade la Écloga, p. 79-188.

(Para obras sobre los temas véase el capitulo V.)

Monografías de Escritores

Sobre Juan Damasceno.PERRIER, Jean Damascène: Sa Vie Et Ses

Écrits (Estrasburgo, 1863).J. LANCEN, Johannes von Damaskus (Gotha,

1879).J. H. LUPTON, Saint John Of Damascus

(Londres, 1882).V. ERMONI, Saint Jean Damascène (París,

1904).

Sobre Teodoro de StudionC. THOMAS, Theodor Von Studion Und Sein

Page 807: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

Zeitalter (Osnabrück, 1892).V. PREOBRAZHENSKI, El Bienaventurado T.

De Studion Y Su Tiempo. 759-826 (Moscú, 1896).Revista Eclesiástica Pastiirski Sobesednik (1893).En Ruso.

G. A. SCHNEIDER Der Heilige Theodor VonStudion, Sein Leben Und Werke (Münster, 1900).

GARDNER, Theodore Of Studion. His Life AndTimes (Londres, 1905).

E. MARIN, Saint-Théodore 759-826, (París,1906). Serie Les Saints.

N. GROSSU, El Bienaventurado Teodoro DeStudion: Su Época, Su Vida, Sus Obras (Kiev,1907). En Ruso.

A. Dobroklonski, El Bienaventurado Teodoro,Confesor Y Abad De Studion.

I parte: Su tiempo, su vida, su actividad. II: Susobras (Odesa, 1913-14). En ruso.

Sobre Kasia.KRUMBACHER, Kasia. Sitzungsberichte der

philos. Philoi und der histor. Classe der bayer.Akademie der Wissenschaften, III. (1897), p. 305-370.

Sobre FocioJ. N. JAGER, Histoire de Photius (2.ª ed. París,

Page 808: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

1845). Anticuado.J. HERGENROTHER, Photius, patriarch von

Constantinopel: sein Leben, seine Schriften und dasgriechische Schisma (Regemburg, 1867-1869), vol.I-III.

Obra monumental de un historiador católico.T. M. ROSSEIKIN, El primer patriarcado de

Focio, patriarca de Constantinopla, (1915). Obraimportante. En ruso.

Bibliografía del capítulo VI

A. F. GFRÖRER, Byzantinische Geschichte(Graz, 1873-77), vol. XIX. Apuntes sobre losreinados de los emperadores, de Juan Tzimisces aRomano Diógenes inclusive.

N. SKALANOVITCH, El Estado bizantino y laIglesia en el siglo XI (San Petersburgo, 1884).Historia del siglo XI a contar desde 1025. Muyimportante para la historia interior del Imperio. Enruso.

J. B. BURY, Roman Emperors from Basil II to

Page 809: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

Isaac Komnenos. Eng. Hist. Review, IV (1889),págs. 41-64, 251-285. Reed. en Bury, SelectedEssays, publicado por H. Temperley (Cambridge,1930), págs. 126-214.

C. NEUMANN, Die Weltstellung desByzantinischen Reiches vor den Kreuzzügen(Leipzig, 1894). Trad. Francesa con el título de Lasituation mondiale de l’Empire byzantin avant lesGroisades (París, 1905). Muy interesante para elestudio de la situación general del Imperio en el sigloXI.

G. SCHLUMBERGER, L’épopée byzantine a lafin du Xe siècle, 3.ª parte: 1025-1057, (París, 1905).

Muy detallada e interesante.N. POPOV, Apuntes sobre la historia secular de

Bizancio en la época de la dinastía macedónica(Moscú, 1916). En ruso. Es una serie deconferencias.

Monografías sobre reinados aisladosA. VOGT, Basile Ier, Empereur de Byzance (867-

886) et la civilisation byzantine à la fin du X siècle(París, 1908).

N. POPOV El emperador León VI el Sabio y sureinado desde el punto de vista histórico-eclesiástico (Moscú, 1892). En ruso.

Page 810: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

S. P. LAMEROS, Leo und Alexander alt Mitkaiser von Byzanz, Byz. Zeit. n, IV (1895), p. 92-98.

A. ZERNIN, La vida y las obras de ConstantinoPorfirogénito, I (Jarkov, 1858).

En ruso. Libro anticuado.A. RAMBAUD, L’Empire grec au Xe siècle.

Constantin Porphyrogénéte (París, 1870). Libroexcelente.

F. HIRSCH, Kaiser Constantin VIIPorphyrogenetos (Berlín, 1873). Breve bosquejo quese guía por la obra de Rambaud.

S. RUNCIMAN, The Emperor RomanusLecapenus and his reign. A study of Tenth-CenturyByzantium (Cambridge, 1929). Importante.

G. SCHLUMBERGER, Un empereur byzantin auX siècle. Nicéphore Phocas (París, 1890). Reeditadosin láminas ni ilustraciones. París, 1923.

G. SCHLUMBERGER, L’épopée byzantine à lafin du Xe siècle. Jean Tzimisces.

Les jeunes années de Basile II, le tueur deBulgares, 969-989 (París, 1896). Incluye la épocacomprendida entre los años indicados.

G. SCHLUMBERGER; L’épopée byzantine à lafin du Xe siècle. Segunda parte: Basile II, le tueur deBulgares (París, 1900). Incluye la época

Page 811: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

comprendida entre 989 y 1025. Las tres obras de esteautor son muy importantes.

Barón V. R. ROSEN, El emperador BasilioBulgaróctonos. Trozos escogidos de la obra de Yahiade Antioquía (San Petersburgo, 1883. En ruso). Obramuy importante, ampliamente utilizada porSchlumberger.

P. V. BESOBRASOV, La emperatriz Zoé, enEstudios históricos (Moscú, 1893), I, p. 225-251.Artículo de divulgación. En ruso.

C. DIEHL, Zoé la Porphyrogénéte, en susFigures byzantines (París, 1906), t. I. páginas 245-290.

H. MADLER, Theodora, Michael Stratiotikos,Isaak Komnenos. Ein Stück byzantinischerKaisergeschichte (Pl. I, V, 1894). Resumen general,con indicación de fuentes, y bosquejos de losreinados de Teodora, Miguel Estratiótico e IsaacComneno.

Sobre los eslavosM. S. DRINOV, Los eslavos del sur y Bizancio

en el siglo X (Moscú, 1875). Obra muy importantesobre las relaciones búlgaro-bizantinas. En ruso.

V. N. ZLATARSKI, Geschichte der Bulgaren. I.Teil: Von der Gründung des bulgarischen Reichesbiz zur Türkenzenit (679-1396). Bulgarische

Page 812: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

Bibliothek, herausgegeben von G. Waigand, vol. V(Leipzig, 1918).

V. N. ZLATARSKI, Historia del Estado búlgaroen la Edad Media (Sofía, 1919-27). I, 1.ª y 2.ª partes.Obra excelente. En búlgaro.

F. DVORNIK, Les Slaves, Byzance et Rome au X

siècle (París, 1926). Importante.S. RUNCIMAN, A History of the First Bulgarian

Empire (Landres, 1930). Importante.E. E. GOLUBINSKI, Historia de la Iglesia rusa

(2.ª ed., Moscú, 1901), vol. I. Obra excelente para elestudio de las relaciones ruso-bizantinas en elperíodo primitivo.

Se hallará muy buena bibliografía sobre lasrelaciones de Bizancio con la antigua Rusia en laCambridge Medieval History, IV, p. 819-821.

Sobre los árabesM. AMARI, Storia dei musulmani di Sicilia, t. I-

III (Florencia, 1854-1872). Excelente para el estudiode la conquista árabe de Italia del sur y Sicilia.

A. A. VASILIEV, Bizancio y los árabes. Lasrelaciones políticas de Bizancio y los árabes en laépoca de la dinastía macedonia. Los emperadoresBasilio I, León VI el Filósofo y Constantino VIIPorfirogénito (867-950), (San Petersburgo, 1902).En ruso.

Page 813: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

Sobre los armeniosJ. LAURENT, L’Arménie entre Byzance et

l’Islam depuis la conquête árabe jusqu’en 886(París, 1919), Bibliothéque des Écoles françaisesd’Athénes et de Rome, fase. 117. I. - 32.

Sobre los pecheneques y los uzesV. S. VASILIEVSKI, Bizancio y los pecheneques.

Gaceta del Min. de Inst. Pública, vol. CLXIV (1872),p. 116-165 y 243-332. Reeditado en las Obras, de V.G. Vasilievsky, vol. I (San Petersburgo, 1908), p. 1-175. Muy notable. En ruso.

Sobre los turcosA. GFRÖRER, Ob. cit., t. III.N. JORCA, Geschichte des Osmanischen

Reiches, t. I (Gotha, 1908).J. LAURENT, Byzance et les Turcs Seldjoucides

dans l’Asie occidentale jusqu’en 1081. Annales del’Est, publiées par la Faculté des Lettres del’Université de Nancy, año 27, fase. I (París, 1913);año 28, fase. 2 (París, 1914) [1919]. Importante.

H. M. LOEWE, The Seljuqs, en la Camb. Med.Hist., IV, p. 299-317, 836.

Sobre los normandosJ. GAY, L’Italie méridionale et l’Empire

Page 814: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

byzantin depuis l’avènement de Basilei jusqu’à laprise de Barí par les Normands, (París, 1904).Importante.

F. CHALANDON, Histoire de la dominationnormande en Italie et en Sicilie, vol. I (París, 1907).

Baronesa Diana de Guldencrone, L’Italiebyzantine. Étude sur le haut moyen age, 400-1056(París, 1914).

Historia de la IglesiaJAGER, Histoire de Photius (2.ª ed., París,

1845). Anticuado.I. HERGENROTHER, Photius, Patriarch von

Constantinopel (Regensburg, 1857-1869), t. I-III.El problema de la separación de las Iglesias está

tratado hasta 1054. Muy importante.L. BREHIER, Le schisme oriental du XI siècle

(París, 1899). Importante. Véase también su capítulo(el IX) al respecto en la Camb. Med. Hist., IV,páginas 246-273.

A. P. LEBEDIEV, Historia de la separación delas Iglesias en los siglos IX, X y XI (2.ª ed., Moscú,1905). En ruso.

A. MICHEL, Humbert und Kerularius. Studien.Erster Teil (Paderborn, 1925).

Historia Interior

Page 815: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

Sobre las corporaciones bizantinas y el libro delprefecto (eparca)

P. V. BESOBRASOV, Las corporaciones demercaderes y artesanos, en su trad. rusa del libro deG. Hertzberg, Historia de Bizancio (Moscú, 1896), p.600-612. En ruso.

A. STÖCKLE, Spätrömische und byzantinischeZünfte (Leipzig, 1911). Interesante.

E. A. CHERNUSOV, Las corporaciones romanasy bizantinas. Gaceta del Min. de Inst. Púb.Referencia, en ruso, del libro de Stockle.

C. M. MACRI, L’organisation de l’économieurbaine dans Byzance sous la dynastie deMacédoine, 867-1057 (París, 1925).

Cuestión socialV. G. VASILIEVSKI, Materiales para la historia

interior del Estado bizantino. Medidas en favor dela propiedad rústica. Gac. del Min. de Inst. Públ.,vol. CCII (marzo, 1879). Reed. en las Obras de V. G.Vasilievsky, t. IV (Leningrado, 1930), p. 250-331.Trad. rusa de las Novelas del siglo X y comentariomuy importante.

G. TESTAUD, Des rapports des puissants et despetits propiétaires ruraux dans l’Empire byzantinau Xe siècle (Burdeos, 1898).

Page 816: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

Ciencias y literaturaObras generales de Krambacher, Montelatici,

Rambaud, ob. cit.; Skabalanovitch, ob. cit.; F. Fuchs,Die höheren Schulen von Konstantinopel imMittelalter (Leipzig y Berlín, 1926).

Monografías

Sobre Teodoro DafnopatesV. V. LATISHEV, Dos discursos de Teodoro

Dafnopates, con una introducción sobre su vida y suobra literaria y una trad. al ruso. PravoslavniPalestinski Sbornik (San Petersburgo, 1910). En ruso.

Sobre Constantino el RodensePAULY-WISSOWA, Real-Encyclopädie der

Classischen Altertuswissensehaft, IV (1901), col.1032-1033.

Sobre Constantino PorfirogénitoA. RAMBAUD, ob., cit.H. LECLERCQ, Constantin Porphyrogénéte et

le livre des cérémonies de la cour de Byzance.Cabrol, Dictionnaire d’archéologie chrétienne et deliturgie (París, 1914), III (2), 2695-2713.

Y, sobre todo, los tres tomos de comentario de A.Vogt a su edición de Le Livre des Cérémonies (París,

Page 817: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

1935-1940).

Sobre Simeón MetafrastaV. G. VASILIEVSKI, Sobre la vida y obras de

Simeón Metafrasta. Gac. del Minde Inst. Públ.,CCXII (nov-dic., 1880), p. 379-437. En ruso.

H. DELEHAYE, La vie de Saint Paul le Jeune etla chronologie de Métaphraste. Revue des QuestionsHistoriques, nueva serie, X (1893), p. 49-85.

M. JUGIE, Sur la vie et les procedes littérairesde Syméon Métaphraste. Echas d’Orient, XXII(1923), p. 5-10.

Sobre la antología PalatinaP. WOLTERS, De Constantini Cephalae

Anthologia. Rheinisches Museum, XXXVIII (1883),p. 97-119.

Sobre Nicolás, el MísticoV. N. ZLATARSKI, Las cartas de Nicolás el

Místico, patriarca de Constantinopla, a Simeón, zarde Bulgaria. Sbornik za Minist. Narodn. Prosv. X(1894), p. 372-428; XI (1894), p. 3-54; XII (1895),p. 121-211. En búlgaro.

Sobre León, el DiáconoG. WARTENBERG, Das Geschichtswerk des

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León Diakonos. B\z. Zeit, VI (1897), p. 106-111. V.tamb. p. 285-317.

SUTSUMOV, Sobre las fuentes de León elDiácono y de Skylitzes. Vizantiiskoie Obozreniie, II(1) (Yuriev-Dorpat, 1916). En ruso.

Sobre Juan Ciriotas, el GeómetraV. G. VASILIEVSKI, Fragmentos ruso

bizantinos. II: Sobre la historia de los años 976-986. Gac, del Min. De Inst. Públ. CLXXXIV (marzo,1876), p. 162-178. Reed. en sus Obras, t. II (SanPetersburgo, 1909), p. 107-124. En ruso.

P. TACCHI-VENTURL, Commentariolum deJoanne Geómetra in S. Gregorium Nazianzenuminédita laudatione in cod. Vaticano-Palatino 402adversala. Studi e documenti di storia e diritto, vol.XIV (1893).

Sobre Cristóbal de MitileneE. KURTZ, Die Gedichte des Christophoros

Mytilenaios (Leipzig, 1903).

Sobre Aretas de CesáreaS. B. KUGEAS, Ο Καισαρειασ Αρεθας και το

εργον αθτου (Atenas, 1913).

Sobre Miguel Psellos

Page 819: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

W. FISCHER, Studien zur byzantinischenGeschichte des II. Jahrhundert (1883).

J. B. BURY Roman Emperors from Basil II toIsaac Komnenos. Eng. Hist. Rev. IV (1889), p. 41-46, 251-285. Reed. en sus Selected Essays(Cambridge, 1930), p. 126-214. Estudio sobre laobra de Psellos.

P. V. BESOBRASOV, Un escritor y estadistabizantino: Miguel Psellos. I. La biografía deMiguel Psellos (Moscú, 1890). En ruso.

RAMBAUD, Michel Psellos, philosophe ethomme d’Etat byzantin au Xe siècle. Études surl’histoire byzantine (París, 1912), p. 109-171.

C. DIEHL, Une famille de bourgeoisie aByzance au Xe siècle: Figures byzantines, I. p. 291-316. Trad. ingl. De H. Bell, Byzantine Portraits(Nueva York, 1927), p. 276-298.

C. ZELVOS, Un philosophe néo-platonicien duXIe siècle. Michael Psellos, sa vie, son oeuvre, sesluttes philosphiques, son influence. Pref. de F.Picavet (París, 1920).

E. RENAULD, Lexique choisi de Psellos (París,1920).

E. RENAULD, Étude de la langue et du style deMichel Psellos (París, 1920).

E. RENAULD, Michel Psellos: Chronographie

Page 820: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

ou histoire d’un siècle de Byzance, 976-1007, t. I(París, 1926). Introd.

Sobre Basilio Digenis AkritasA. RAMBAUD, Une épopée byzantine au Xe

siècle: les exploits de Digenis Akritas. Études surl’histoire byzantine (París, 1912), p. 63-108.

G. WARTENBERG, Das mittelgriechischeHeldenlied von Basileios Digenis Akritis, (Ostern,1897).

C. DIEHL, Le román de Digenis Akritas. Figuresbyzantines, II, p. 291-319.

L. BREHIER, Un héros de roman dans lalittérature byzantine (Clermont-Ferrand, 1904).

H. BERNOT, Études de littérature grecquemoderne (París, 1916), p. 1-70.

D. HESSELING, La redacción más antigua delpoema épico sobre Digenis Akritas (Amsterdam,1927), p. 22. Mededeelingen der KoninklijkeAkademie Wetenschappen, Afdeling Letterkunde,Deel 63, serie A., núm. 1.

Page 821: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

APÉNDICES

Emperadores del imperiobizantino (324-1453)

Emperadores bizantinos de Constantinopla324 - 337 Constantino el Grande.337 - 361 Constancio II.361 - 363 Julián el Apóstata.363 - 364 Joviano.364 - 378 Valente.378 - 395 Teodosio I el Grande.395 - 408 Arcadio.408 - 450 Teodosio II el Joven.450 - 453 Pulquerio.450 - 457 Marciano.457 - 474 León I el Grande.474 - 475 León II.474 - 475 Zennn.475 - 477 Basilio.477 - 491 Zenón (2.ª vez).491 - 518 Anastasio I.

Page 822: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

518 - 527 Justino I.527 - 565 Justiniano I el Grande.565 - 578 Justino II.578 - 582 Tiberio II.582 - 602 Mauricio.602 - 610 Focas.610 - 641 Heraclio I.641 - Constantino II.641 - Heracleonas.641 - 668 Constantino II (Constantino III).668 - 685 Constantino IV.685 - 695 Justiniano II.695 - 698 Leoncio.698 - 705 Tiberio III.705 - 711 Justiniano II (2.ª vez).711 - 714 Filipico.714 - 715 Anastasio II.715 - 716 Teodosio III.717 - 741 León III el Isáurico.741 - 755 Constantino V.775 - 780 León IV.780 - 797 Constantino VI.797 - 802 Irene.802 - 811 Nicéforo I Logoteta.811 - 811 Estauracio.811 - 813 Miguel I.813 - 820 León V, el Armenio.

Page 823: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

820 - 829 Miguel.829 - 842 Teófilo.842 - 867 Miguel III.867 - 886 Basilio I el Macedonio.886 - 912 León VI.913 - 913 Alejandro.913 - 959 Constantino VII.919 - 944 Constantino VII con Romano I,

coemperador.944 - 945 Constantino VII con Esteban y

Constantino VIII. Romano II. Nicéforo II Focas. JuanI Tzimisces.

959 - 963 Romano II963 - 969 Nicéforo II Focas.969 - 976 Juan I Tzimisces976 - 1025 Basilio II1025 - 1028 Constantino VIII.1028 - 1034 Romano III.1034 - 1041 Miguel IV.1041 - 1042 Miguel V.1042 - 1042 Zoé y Teodora.1043 - 1055 Constantino IX.1055 - 1056 Teodora (2.ª vez).1056 - 1057 Miguel VI.1057 - 1059 Isaac I Comneno.1059 - 1067 Constantino X Ducas.1067 - 1071 Román IV Diógenes.

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1071 - 1078 Miguel VII Ducas.1078 - 1081 Nicéforo III.1081 - 1118 Alejo I Comneno.1118 - 1143 Juan II Comneno,1143 - 1180 Manuel I Comneno.1180 - 1183 Alejo II Comneno.1183 - 1185 Andrónico I.1185 - 1195 Isaac II Ángel.1195 - 1203 Alejo III Ángel.1203 - 1204 Isaac II y Alejo IV Ángel.1204 Alejo V Ducas.

Emperadores latinos de Constantinopla1204 - 1205 Balduino I.1205 - 1216 Enrique I.1216 - 1219 Pedro de Courtenay.1219 - 1228 Roberto de Courtenay.1228 - 1237 Balduino y Juan de Brienne.1237 - 1261 Balduino II (15 agosto).

Emperadores bizantinos de Nicea1204 - 1222 Teodoro I Lascaris.1222 - 1254 Juan III Ducas.1254 - 1258 Teodoro II Ducas.1258 - 1261 Juan IV Ducas.1261 - 1261 Miguel VIII Paleólogo (se apodera

de Constantinopla el 15 de agosto de 1261).

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Continuación de los emperadores bizantinos deConstantinopla>

1261 - 1282 Miguel VIII Paleólogo.1282 - 1328 Andrónico II Paleólogo.1277 - 1320 Miguel IX Paleólogo.1328 - 1341 Andrónico III Paleólogo1341 - 1391 Juan V Paleólogo.1347 - 1354 Juan VI Cantacuzeno.1376 - 1379 Andrónico IV Paleólogo.1390 - 1391 Juan VII Paleólogo.1391 - 1425 Manuel II Paleólogo.1425 - 1448 Juan VIII Paleólogo.1448 - 1453 Constantino XI Paleólogo.

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Mapas históricos (565 d C – 1025d C)

Imperio bizantino año 565

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Imperio bizantino año 668

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Imperio bizantino año 780

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Imperio bizantino año 1025

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Alexander Alexandrovich Vasiliev (Rusia, 4 oct 1867- EE. UU., Washington D. C., 30 marzo 1953).Historiador ruso considerado la máxima autoridad enla historia de Bizancio y su cultura en el siglo XX. SuHistoria del Imperio bizantino (vol. 1-2, 1928) siguesiendo una de las pocas obras completas de lahistoria bizantina, a la par de los trabajos deescritores como Edward Gibbon y Uspensky Fyodor.Vasiliev estudió con uno de los primerosprofesionales bizantinistas, Vasily Vasilievsky, en laUniversidad de San Petersburgo y después enseñólengua árabe allí. Entre 1897 y 1900, amplió susestudios en París. En 1902, acompañó a NicholasMarr en su viaje al Monasterio de Santa Catalina en

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el Sinaí. Durante su estancia en la Universidad deTartu (1904-1912), Vasiliev preparó y publicó unamonografía muy influyente, Bizancio y los árabes(1907). También trabajó en el Instituto deArqueología de Rusia, creado por Fyodor Uspenskyen Constantinopla. En 1912, se trasladó a laUniversidad de San Petersburgo como profesor. Fueelegido miembro de la Academia Rusa de Cienciasen 1919.

En 1925, durante su visita a París, Vasiliev fuepersuadido por Michael Rostovtzeff para emigrarhacia el Oeste donde Rostovtzeff le consiguió unpuesto en la Universidad de Wisconsin-Madison.Varias décadas más tarde, Vasiliev se trasladó paratrabajar en Dumbarton Oaks. Hacia el final de suvida, fue elegido Presidente de la Nikodim KondakovInstitute de Praga y de la Association Internationaledes Études Byzantines.

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Notas

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[1] Ph. Labbé, De byzantinae historiae scriptoribusad omnes per orbem eruditos (París, 1648), Págs.5,-6. <<

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[2] L. Feugère, Étude sur la vie et les ouvrages de DuCange (París, 1852), p. 9. <<

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[3] Feugère, obra citada. <<

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[4] V. Vasilievsky, Ensayo sobre los trabajos dehistoria bizantina (San Petersburgo, 1890), Pág. 139(en ruso). <<

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[5] V. las cartas del editor Juan Anisson a Du Cange,en H. Omont, Le Glossaire greca Du Cange. Cartasde Anisson a Du Cange relativas a la impresión delglosario (1682-1688). Revue des Études grecques, t.V, 1892, págs. 212-249. <<

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[6] Este diccionario ha tenido desde entoncesnumerosas ediciones. <<

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[7] V. Feugère, Ob. cit., Págs. 17-71. Sobre laenfermedad y muerte de Du Cange se hallará unacarta muy interesante escrita por el sabio francés ycontemporáneo suyo, Etienne Baluce, en la ediciónde Bonn de Chronicon Paschale, t. II, Págs. 67-71.<<

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[8] No existe una buena biografía de Du Cange. <<

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[9] Voltaire, Le Pyrrhonisme de l’histoire, por unBachiller en Teología, 1768, Cap. XV. Edic.Beuchot, t. XLIV, Pág. 429. <<

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[10] Montesquieu, Considérations sur les causes dela grandeur des Romains et de leur decadence, cap.XXI. <<

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[11] Hegel, Vorlesungen über die Philosoplie derGeschichte, III, Teil III. Abschnitt, III Kapitel(Lectures on the Philosophy of History, translatedby J. Sibrec, London, 1890, p. 353). <<

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[12] Monitor, 13 junio 1815. V. Houssaye, 1815, t. I(Paris, 1905), Págs. 622-623. <<

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[13] A. Sorel, Montesquieu, segunda edición, París,1889. Pág. 64. <<

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[14] The Memoirs of the Life of Edward Gibbon, withVarious Observations and Excursions by Himself,edited by Birkbeck Hill, London. <<

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[15] The Autobiographies of Edward Gibbon, editedby J. Murray, London, 1896, p. 152. <<

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[16] Ibíd. pág. 148. <<

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[17] Ibíd., pág. 302. <<

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[18] Ibíd., pág. 311. <<

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[19] The Autobiographies of Edward Gibbon, pág.333-34. <<

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[20] Bury, en su edición de Gibbon (Londres, 1896), t.I., Intr., pág. 31. <<

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[21] Freceman, Historical Essays, tercera serie(Londres, 1879), p. 234-35. <<

Page 854: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[22] Gibbon, The history of the Declinie and fall ofthe Roman Empire, editado por J. B. Bury, t. I(Londres, 1896), Intr. p. LUÍ. <<

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[23] Royou, Histoire du Bas-Empire, París, 1803,prefacio. <<

Page 856: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[24] La autobiografía de Finlay se encuentra en elprimer vol. de la Historia de Grecia de Finlay, edit.por H. F. Tozer (Oxford, 1877), t. I, p. XXIIIX-XLVI.<<

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[25] Finlay, obra citada, t. I, p. XV-XVII. <<

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[26] Romania era el término usado en la Edad Mediapor occidentales y por griegos para designar elImperio bizantino. (Por ejemplo. Inocencio III,escribiendo al ejército latino que conquistóConstantinopla, en 1204. Inocencio, Epist., VII.Miljne, Patr. lat., t CCXV, 455). (N. del R.). <<

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[27] Finlay, ob. cit., t. I, p. XVII - XIX. <<

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[28] Freeman, Historical Essays, t. III, Págs. 241-243.<<

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[29] Paparrigópulos. Histoire de la civilisationhellenique Pág. 194. <<

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[30] Nota (1) desconocida. <<

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[31] Gregorovius, obra cit, t. I, p. XVIII-XIX. <<

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[32] N. H. Baynes, A Bibliography of the works of J.B. Bury compiled with a memoir by A. H. Baynes,Cambridge, 1929, págs. 5-6. Es un excelente trabajo:las páginas 1-124 contienen una biografía de Bury, la124 artículos necrológicos y las 125-75 unabibliografía completa de los trabajos de Bury. <<

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[33] Bury, Prefacio, p. VII. <<

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[34] Bury, Ob. cit., t. I. Intr. p. V-VIII. Estaintroducción ha sido suprimida en la segunda edición,pero es útil desde el punto de vista histórico. V. F.Dölger en la Byzantinische Zeitschrift, t. XXVI, 1-2,1926, p. 97. <<

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[35] Bury, obra citada. <<

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[36] M. Rostovtzeff, The Social and EconomicHistory of the Roman Empire, Oxford, 1926, página628. <<

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[37] Véase el volumen conmemorativo dedicado aLambros en griego moderno: 1851-1919, Atenas,1920. Se hallarán, Pág. 5-29, una biografía deLambros por A. N. EXIAS; Págs. 35-85 unabibliografía de sus obras (479 títulos); p. 86-138manuscritos inéditos de Lambros descubiertosdespués de su muerte. V. también S. B. Kougens,Estado-actual de los estudios bizantinos en Grecia,en el Boletín de la Sección histórica de la Academiarumana, t. XI, Bucarest, 1924, p. 165-166. <<

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[38] Gelzer, Abriss der byzantinischenKaisergeschichte, Pág. 1067. <<

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[39] Nota (1) desconocida. <<

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[40] La esencia de este libro ha sido el fundamento dela labor de Diehl en la Cambridge Medieval History,cap. XXIII y XXIV del V. V. <<

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[41] Los eslavófilos eran admiradores de la IglesiaRusa ortodoxa y de las antiguas instituciones socialesy políticas de Rusia antigua a la época de Pedro elGrande, cuyas reformas, según ellos, apartaron aRusia de su camino. Los «occidentales», al contrario,sostenían que los rusos debían vivir en una unión muyíntima con la Europa occidental y que Rusia se habíaconvertido en país civilizado como consecuencia delas reformas impulsadas e implementadasdrásticamente por el zar Pedro el Grande. <<

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[42] A. Hertzen, El pasado y las ideas. Venecia laBella (Ginebra, 1879) t. X Págs. 53-5 (en ruso). <<

Page 875: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[43] P. J. Tchaadaiev, Obras y cartas, editadas porHerschensohn (Moscú, 1914), t. II. página 118. En elorig. francés, 1913, t. I. Pág. 8r,. <<

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[44] A. S. Khomiakov. Nota al artículo La voz de ungriego en defensa de Bizancio. Obras, 4.a ed.,Moscú, 1914, t. III, Pág. 366 (en ruso). <<

Page 877: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[45] Nombre ruso de Constantinopla. <<

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[46] Granovski. El Imperio latino: análisis de la obrade Medovikov. Obras completas de T. X. Granovski,4.a ed., Moscú, 1900. Pág. 377 (en ruso). <<

Page 879: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[47] Granovski. El Imperio latino, Pág. 379. <<

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[48] Lertov. Historia del Imperio romano de Orienteo de Constantinopla (San Petersburgo, 1937).Introducción (en ruso). <<

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[49] Se hallarán muy buenos informes sobre la vida yobra de F. I. Uspensky en el folleto publicado por laAcademia de Ciencias de Leningrado, bajo el título Ala memoria del académico F. Uspensky (1845-1928), Leningrado, 1929 (en ruso). <<

Page 882: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[50] F. I. Uspensky. Historia del Imperio bizantino(San Petersburgo, 1014) t I Pág. XII (en ruso). <<

Page 883: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[51] Ibíd., Págs. 46-47. <<

Page 884: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[52] Uspensky. Historia del Imperio bizantino, p.XIV. <<

Page 885: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[53] Ibíd., Págs. 47-48. <<

Page 886: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[54] Ibíd. Pág. 16. <<

Page 887: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[55] Ibíd., Pág. 39. <<

Page 888: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[56] Uspensky, ob. cit. <<

Page 889: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[57] Ibíd., Pág. 40. <<

Page 890: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[58] C. N. Uspensky murió en Moscú en 1917. <<

Page 891: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[59] Es esta obra la que, con nuevas adiciones yrevisión del autor posteriores a las inglesa yfrancesa, se da en la presente edición castellana. (N.del T.). <<

Page 892: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[60] El autor escribía ames de la guerra iniciada en1939.—N. del T. <<

Page 893: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[61] Nota (1) desconocida. <<

Page 894: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[62] G. Boissier, La fin du paganisme, París, 1891, t.I, Págs. 24-25. <<

Page 895: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[63] Jacobo Burckhardt, Die Zeit Constantin’s desGrossen, Leipzig, 183 Auflage, páginas 326, 369-70,387, 407. <<

Page 896: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[64] La cuarta edición, revisada y aumentada, aparecióen alemán en 1925. <<

Page 897: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[65] A. Harnack, Die Mission und Ausbreitung desChristentums in den ersten drei Jahrhunderten, t. II,Leipzig, 1906, Pág. 276-285, 2 Auflage. <<

Page 898: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[66] V. Bolotov, Conferencias sobre la historia de laIglesia antigua (San Petersburgo, 1913), t. III, Pág.29 (en ruso). <<

Page 899: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[67] V. Duruy, Historie des Romains, París, 1885, t.VII. p. 102. <<

Page 900: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[68] Ibíd. <<

Page 901: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[69] Duruy, t. VI, 1883, p. 602. <<

Page 902: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[70] E. Schwartz, Kaiser Constantin und dieChristliche Kirche, Leipzig-Berlín, 1913, p. 2. <<

Page 903: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[71] Konstantin der Grosse und seine Zeit,Gesammelte Studien, herausgegeben von F. J.Dölger (Freiburg i. Breisgau, 1913), pág. 2. <<

Page 904: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[72] P. Batiffol, La País constantinienne et lecatholicisme (París, 1914), Págs. 256-259 (apropósito de la disertación de O. Seeck sobre esetema). <<

Page 905: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[73] J. Maurice, Constantin le Grand. L’origine de lacivilisation chrétienne (París, 1925), pág. 31-36. <<

Page 906: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[74] Boissier, t. I, pag. 28. V. H. Leclercq en elDiccionario de arqueología cristiana y de liturgia(París, 1914, t. III, col. 2669). <<

Page 907: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[75] F. Lot, La fin du monde antique, París, 1927,Págs. 32-38. <<

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[76] E. Stein, Geschichte des spätromischen Reiches,t. I (Viena, 1928), Págs. 146-147. A propósito de lasobras de Stein y Lot, V. un interesante artículo de N.Baynes en el Journal of Roman Studies, t. XVIII,1928, pág. 220. <<

Page 909: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[77] Véase, por ejemplo, J. Maurice, Numismatiqueconstantinienne, t. II (París, 1911), páginas VIII, XII,LVI. E. Stein, ob. cit., p. 146. <<

Page 910: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[78] V. Maurice, ob. cit., t. II, pág. VIII. <<

Page 911: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[79] Ibíd., t. II, p. XX-XLVIII. <<

Page 912: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[80] Ibíd., t. II, pág. XII. <<

Page 913: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[81] E. Trubetzkoi, Los ideales religiosos y socialesdel cristianismo occidental en el siglo V (Moscú,1892), t. I, pág. 2 (en ruso). <<

Page 914: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[82] Eusebio, Historia eclesiástica, IX, 9, 2. Comp.con Padres de Nicea y posteriores (Nicene and Post-Nicene Fathers), 2.a serie, Nueva York, 1890, t. I,pág. 363. <<

Page 915: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[83] Eusebio, Vita Constantini, I, 28-30. <<

Page 916: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[84] H. Grégoire, L’étymologie de «Labarum»,Byzantion, IV, 1929, Págs. 477-482; también Byz,XVI, s (1942-1943), pág. 555-556. <<

Page 917: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[85] La imagen del lábaro se encuentra en las monedasde la época de Constantino. Véase, por ej., J.Maurice, Numismatique constantinienne, París.1908, t. I, plancha IX; t. n, páginas LIX-LX. <<

Page 918: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[86] Lactancio, De mort, pers., 34, 4-5. Eusebio, Hist.Ecl., 17, 9-10. <<

Page 919: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[87] H. Grégoire, La «conversión» de Constantin.Revue de l’Universite de Bruxelles, XXXVI (1930-1931). En 1928 N. Baynes escribió en el Journal ofRoman Studies, XVIII, 2, 1928, pág. 228: Sabemosahora que no existió edicto de Milán. V. O. Seeck,Das sogenannte Edikt von Mailand, Zeits. fürKirchengeschichte, XII, 1891, pág. 381-386. Delmismo autor: Geschichte des Untergangs derantiken Welt, I, 2 (Berlín, 1897), pág. 495. <<

Page 920: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[88] A. Piganiol, L’empereur Constantin (París,1932), pág. 97, num. 1. <<

Page 921: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[89] Lactancio, De mort. pers., 48, 4-8. Eusebio, Hist.Ecl. X, 5. 6-9. <<

Page 922: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[90] A. Lebediev, La época de las persecucionescristianas, San Petersburgo. 1904, Págs. 300-301 (enruso). <<

Page 923: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[91] N. Grossu, El edicto de Milán, pág. 29-30, en lasPublicaciones de la Academia de teología de Kiev,1913 (en ruso). <<

Page 924: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[92] Brilliantov, El emperador Constantino elGrande y el edicto de Milán (Petrogrado, pág. 157,en ruso). V. M. A. Huttmann, The Establishement ofChristianity und the Proscription of Paganism,Nueva York, 1914, pág. 123. <<

Page 925: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[93] Maurice, ob. cit., t. II, pág. LV. —Sin embargo,nótese que en las medallas conmemorativas deClaudio II, Constantino Cloro y Maximiano Hércules,mandadas labrar por Constantino en 314, no sepermite representar rito alguno relacionado con laconsagración pagana de los divi; que la cruz, comomarca monetaria, es empleada por la época deTarrasa, en el mismo año; y que en una serie acuñadaen Panonia, de 317 a 320, figuran dos monogramascristianos en el casco del emperador. Además, desdela victoria definitiva sobre Licinio (324), el lábaroaparece siempre en las monedas y el emperadoraparece en actitud orante, alzados los ojos al cielo;mientras se sabe que prohibía que su imagen seconservara en los templos paganos. Vid. F. Lot, ob.cit., págs. 37-38, precisamente basándose en los de J.Maurice. (N. del R.). <<

Page 926: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[94] Respecto a Nicomedia, v. J. Solch, Historisch-geographische Studien über bithynische Siedlungen.Nikomedia, Nicaa, Prusa, Byzantinische-Neugriechische Jahrbücher, t. I, 1920, p. 267-68.para África, véase S. Gsell, Les Monuments antiquesde l’Algérie (París, 1901), tomo II, pág. 239. <<

Page 927: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[95] V. Barthold, en los Zapiski o Informes de laSociedad Oriental (Leningrado, 1925). Tomo I, pág.463 (en ruso). <<

Page 928: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[96] S. Spasski, Historia de los movimientosdogmáticos en el período de los conciliosecuménicos, Serguiev Posad, 1906, p. 137 (en ruso).<<

Page 929: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[97] A. Harnack, Lehrbuch der Dogmengeschichte, II.4.a ed. (Tubinga, 1919), p. 187. <<

Page 930: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[98] Eusebio, Vita Constantini, II, 72 (ed. Heikel), p.71. <<

Page 931: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[99] Pero fue inferior, sin duda, V. las Págs. 321-322de P. Batiffol, La País constantinienne et lecatholicisme, 3.a ed., París, 1914. <<

Page 932: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[100] S. A. Wikenhauser, Zur Frage der Existen vonNizanischen Synodalprotocolen, en Dölger, ob. cit.,Págs. 122-142. <<

Page 933: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[101] Sócrates, Historia eclesiástica, I, 9. V. Niceneand Post-Nicene Fathers, t, II, Pág. 13. <<

Page 934: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[102] H. Gwatkin, Studies of Arianism, 2.a ed.,Cambridge, 1900, p. 1-2. <<

Page 935: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[103] Véase los muy interesantes artículos de X. H.Baynes, Athanasiana (Journal of EgyptianArchaelogy, t. XI, 1925, Págs. 58-69) y Alejandríaand Constantinople; a study in EcclesiasticalDiplomacy (Ibíd., t. XXII, 1926, Pág. 149). Mástarde, a raíz de la publicación por Schwartz de unaserie de documentos, el autor ha desautorizado sudisertación de Athanasiana sobre la llamada deArrio, en el Journal of Roman Studies, t. XVIII, 2,1928, p. 221, n. I. <<

Page 936: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[104] Véase, por ejemplo, el intento de explicación deGwatkin, quien se esfuerza en atribuir la nuevaactitud de Constantino al estado de ánimo de Asia.Gwatkin, ob. cit., páginas 57, 96. <<

Page 937: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[105] A. Spasski, págs. 2-38. Comp. g. Baynes,Athanasiana, Journal of Egyptian Archaeology, XI,1925. <<

Page 938: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[106] Herodoto, IV, 144. <<

Page 939: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[107] Polibio, IV, 38, 44. <<

Page 940: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[108] Sozomeno, Historia eclesiástica, II, 3. <<

Page 941: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[109] V. J. Maurice, Les origines de Constantinople,Centenario de la Edad. Nacional de los Anticuariosde Francia (París, 1904), págs. 289-292. J. Maurice,Numismatique constantinienne, t. II, págs. 481-490.L. Bréhier, Constantin et la fondation deConstantinople, «Revista histórica», t. CXIX (1915,p. 248). D. Lathoud, La consagración y dedicaciónde Constantinopla, Echos d’orient, t. XXIII, 1924,pág. 289-94. <<

Page 942: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[110] Filostorgio, Hist. ecl. II, 9, ed. Bidez, 1913, pág.20-21 y otras fuentes. <<

Page 943: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[111] N. Baynes, The Byzantine Empire (Nueva York-Londres, 1926), pág. 18. <<

Page 944: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[112] V. E. Stein, ob. cit., t. I, pág. 196. F. Lot, La findu monde antique, pág. 81, núm. 5. A. Andreades seinclina a adoptar la cifra de 700 000 a 800 000habitantes. (A. Andreades, De la población deConstantinopla bajo los emperadores bizantinos, enel periódico italiano Metron, Rovigo, 1920, t. I, pág.8o). Bury dice que es probable que en el siglo V lapoblación de Bizancio fuese poco inferior a unmillón de habitantes. (History of the Later RomanEmpire, t. I, pág. 88). <<

Page 945: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[113] El geógrafo árabe Al-Masudi escribe en el sigloX que los griegos de su época, al hablar de su capital,la llamaban Bulin (es decir, la palabra griega Polin)y también Istanbulin (Stenpolin) y no empleaban elnombre «Constantinopla». <<

Page 946: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[114] Uspensky, Historia del Imperio bizantino, t. I,págs. 60-62 (en ruso). Desde hace algún tiempoexiste la tendencia a disminuir la importancia de lafundación de Constantinopla. V. O. Seeck, Geschichtedes Untergangs der Antiken Welt, t. III (Berlín,1909), pags. 421-423; 2.ª ed., págs. 426-428. Lesiguen E. Stein, ob. cit., t. I., pág. 193, núm. 6; pag. 2-3; ed. en el Gnomon, t. IV (julio-agosto 1928), págs.411-412. V. también, id., Kapitel vom persischen unavon byzantinischen Staate. Byzantimsch-Neitgriechische Jarbücher, t. I, 1920, p. 86. F. Lotdeclara que la fundación de Constantinopla es desdetodos los puntos de vista, un gran suceso histórico,pero añade que «la fundación de Constantinopla es unenigma» (págs. 39-40) y que nació del capricho de undéspota presa de una extensa exaltación religiosa. <<

Page 947: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[115] Suetonio, Calígula, 22: Nec multum afuit quinstatim diadema sumeret. <<

Page 948: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[116] Lampridio, Ant, Heliogabalus, 23, 5: Quo(diademate gemmato) et usus est domi. <<

Page 949: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[117] L. Homo, Essai sur le regne de l’empereurAurélien (París, 1904), págs. 191-193. <<

Page 950: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[118] Eutropio, Breviarium, X, 8. <<

Page 951: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[119] Maurice, Numismatique constatitinienne, t. II,pág. XCIII. <<

Page 952: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[120] A Dictionary of Christian Biography,Constantine I, t. I, 1877, p. 644. V. Duruy, t. VII, pág.88. <<

Page 953: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[121] Eusebio, De laudibus Constantini, XVI, 3-5(Eusebius Werke, I. Heikel, Leipzig, 1902, t. I, p.249). Traducción inglesa en los Nicene and PostNicene Fathers, 2.a serie, t. I., página 606. <<

Page 954: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[122] Paulo Orosio, Historia adversus paganos, VII,36, I. <<

Page 955: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[123] Los silenciarios eran ujieres destinados a ciertoservicio especial en algunas puertas del palacioimperial (p. e., durante las reuniones del Consejoimperial, durante las audiencias imperiales, etc.). <<

Page 956: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[124] Juliano Imp., Quae supersunt omnia, ed.Hertlein, 1876, t. I, p. 328-335. V. The Works of theEmperor Julián, traduc. inglesa de W. C. Wright,1913, t. II, p. 217. <<

Page 957: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[125] Boissier, Le fin du paganisme, t. I, p. 98. V. J.Geffcken, Kaiser Julianus (Leipzig, 1914), p. si-22(el autor no duda de la iniciación). Comp. G. Negri,Juliano el Apostata, traducido por la duquesa Litta-Visconti-Arese (Nueva York, 1905), t. I, p. 47. <<

Page 958: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[126] Por ej., A. Hard, t. I, p. 330. Sobre la juventudde Juliano. Ver N. H Baynes, The Early Life of Juliánthe Apostate (Journal of Hellenic Studies, t. XLV,1925, p. 251-254). <<

Page 959: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[127] Juliano, Opera, t. II, p. 438. Wright, t. II, p. 429.<<

Page 960: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[128] Juliano, Opera, t. I, p. 361. Wright, t. II, p. 273.<<

Page 961: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[129] Amiano Marcelino, Res Gestae, XXII, 5, 1-2. <<

Page 962: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[130] Sozomeno, Hist. ecl., V, 4. Socratis, Hist. ecl.,III, II. <<

Page 963: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[131] Libanio, Oratio, XII, 8a (Forster, t. II, p. 38). <<

Page 964: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[132] Amiano Marcelino, XXV, 4, 17. <<

Page 965: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[133] Amiano Marcelino, XXII, 5, 3-4. <<

Page 966: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[134] Jerónimo, Chronicon ad olympiadem, 285(Migne, Patr. lat., t. XXVII, p. 691-92). <<

Page 967: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[135] Juliano, Opera, t. II, p. 544 y sigs. Epístola 42.Wright, t. III, p. 117-123. <<

Page 968: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[136] Juliano, Opera, t. II, p. 544 y sigs. Epístola 42.Wright, t. III, p. 117-123. <<

Page 969: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[137] Amiano Marcelino, XXV, 4, 20. <<

Page 970: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[138] San Agustín, De civitate Dei, XVIII, 52. <<

Page 971: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[139] Gibbon, c. XXIII. V. G. Negri, ob. cit., t. II, p.411-414. <<

Page 972: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[140] Amiano Marcelino, XXII, 10, 7. <<

Page 973: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[141] Juliano, Opera, t. II, p. 461. Wright, t. II. p. 475.<<

Page 974: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[142] Juliano llevaba larga barba, lo que no eracostumbre de los emperadores, y la gente solíatomarlo a irrisión. Sobre el Misopogon v. G. Negri,ob. cit., t. II. p. 430-70 (la mayor parte delMisopogon va traducida en esa obra). <<

Page 975: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[143] Juliano, Opera, t. II, p. 467, Wright, t. II, p. 487-489. <<

Page 976: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[144] Theodoreti, Historia eclesiástica, III, 25, 7, ed.Parmentier, 1911, p. 204-205, y las demás fuentes. <<

Page 977: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[145] Libanio, Oratio, Επιταφιος επι Ιουλιανου, XVIII,272, ed. Forster, l. II, p. 355. <<

Page 978: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[146] Juliano, Op., t. I, p. 168-69, or., IV. Wright, t. I,p. 353-355. <<

Page 979: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[147] Juliano, Opera, t. II, p. 520. Epist. 21. Wright, t.III, p. 17. <<

Page 980: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[148] Boissier, t. I, p. 142. <<

Page 981: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[149] Geffcken, ob. cit, p. 126. <<

Page 982: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[150] G. Negri, ob. cit., t. II, p. 632. <<

Page 983: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[151] Filostorgio, Hist. celes, VIII, 5, ed. Bidez, 1913,p. 106-07. <<

Page 984: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[152] Codex Theodosiantis, IX, 16, 9. <<

Page 985: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[153] Gregorio de Nissa. Oratio de Deitate Filii etSpiritus Sancti. Migne, Patr. Gr. XLVI - 557. <<

Page 986: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[154] Codex Theodosianus, I, 2. <<

Page 987: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[155] N. Cherniavski, El emperador Teodosio elGrande y su política religiosa (Serguiev, 188-189,en ruso). <<

Page 988: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[156] Codex Theodosianus, XI, 16, 18. <<

Page 989: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[157] Ibíd., IX, 45, I. <<

Page 990: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[158] Codex Theodosianus, XVI, 10, 12. <<

Page 991: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[159] Rauschen, Jahrbücher der christlichen Kircheunter dem Kaiser Thetodosius den Grossen(Freiburg i. B., 1897), P. 376. <<

Page 992: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[160] Ed. Mommsen, p. 86, Jordanes, Getica, XXI,110. <<

Page 993: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[161] El historiador D. I. Ilovaiski (muerto en 1920) hadefendido hasta nuestros días, con ahincoincomprensible, el supuesto origen eslavo de loshunos. <<

Page 994: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[162] Segunda ed., París, 1904, p. 408. <<

Page 995: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[163] Nota (1) desconocida. <<

Page 996: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[164] Th. Nöldeke, Ueber Mommsem’s Darstellungder römischen Herrschaft una römischen Politik inOriente (Zeitschrift der morgenländischenGesellschaft, t. XXXIX, 1885, p. 334). <<

Page 997: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[165] Bruns und Sachau, Syrisch-Römisches-Rechtsbuch aus dem fünften Jahrhundert Leipzig.1880. <<

Page 998: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[166] Sobre el origen de los búlgaros primitivos, v. V.Zlatarski, Historia de la edad búlgara (Sofía, 1918),t. I, p. 23 y sigs. (en búlgaro), y Xiederle, Manuel del’antiquité slave (París, 1933), t. I, p. 100. <<

Page 999: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[167] Gregorovius, Geschichte der Stadt Athen, t. I, p.35. <<

Page 1000: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[168] Zósimo, V, 6, ed. Mendelssohn, p. 222-223. <<

Page 1001: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[169] V. J. B. Bury, History of the Later RomanEmpire (Londres, 1923), t. I, p. 127. <<

Page 1002: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[170] B. Bury, ob. cit., t. I, p. 129, ed. 1889; t. I, p. 83.<<

Page 1003: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[171] Sinesio, Opera Περι Βασιλειας, p. 14-15; Migne,Patr. Gr., LXVI, 1095-1097-V. Bury, ob. cit., t. 1, p,129-130; A. Fitzgerald, The Letters of Synesius ofCyrene (Londres, 1926), p, 23-24. <<

Page 1004: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[172] En 1926, Baynes escribía: «Es verdaderamenteextraño que no haya aún una biografía de Crisóstomodigna de este nombre», (Alexandria andConstantinople. A study in ecclesiastical diplomacy.Journal of Egyptian Archaeology, t. XII, 1926, p.150). Poseemos ahora una detallada biografía deCrisóstomo en dos volúmenes, muy cuidadosamentedocumentada y debida a un benedictino, el P.Crisóstomo Baur, Der heilige JohannesChrysostomos und seine Zeit (Munich, 1929-30). Nohe visto mencionada en ningún sitio la muy detalladabiografía de Crisóstomo, provista de abundantesreferencias, que se publica en las Obras Completasde San Juan Crisóstomo, traducidas por primera vezal francés bajo la dirección de Jeannin, vol. I,Historia de San Juan Crisóstomo (Arras, 1887, p. 1-532). V. También N. Turchi, La Civilta bizantina(Turín. 1915), p. 225-367. Este articulo no estámencionado en la bibliografía dada en el libro deBaur, t. I, p. XXXVIII). <<

Page 1005: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[173] Ha sido puesta en duda la autenticidad dealgunos de esos sermones. V. Seeck. Geschichte desUntergangs der antiken Welt (Berlín, 1913), t. V, p.365 y 583; P. C. Baur, ob. cit., t. II, 1930, p. 144-145,196, 237. Bury, ob. cit., t. I, p. 155. <<

Page 1006: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[174] Johannis Crysostomus, epístola 234. Migne,Patr. Gr., LII, 739. <<

Page 1007: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[175] A. Puech, Saint Jean Chrysostome et les moeursde son temps (París, 1891), p. 332. <<

Page 1008: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[176] Actualmente se pone en duda la autenticidad deuna fuente extremamente seductora que describe lasrelaciones de la emperatriz y Juan y da una ideageneral de la vida de la corte bajo Arcadio: VitaPorphyrii episcopi Gazensis, por Marco Diácono. V.H. Grégoire y M. A. Kugener: La vie de Porphyre,évéque de Gaza, est elle authentique? (Revue del’Université de Bruxelles, t. XXXV, 1929-30, p. 53-66). Se encontrarán largos extractos de esa Vita enBury, t. I, p. 142-148. Baur considera la Vita, comouna de las fuentes más dignas de confianza. Elproblema requiere más amplias investigaciones. (Queya han sido realizadas con éxito por los citadosprofesores de Bruselas Grégoire y Kugener, en suedición y traducción de la Vita…, París, 1930). (N.del R.). <<

Page 1009: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[177] J. B. Bury, t. II. p. 2, n. I. <<

Page 1010: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[178] V. J. Labourt, Le christianisme dans l’Empireperse sous la dynastie sassanide (segunda ed., París,1904), p. 93. W. A. Wigram, An Introduction toHistory of the Assyrian Church (Londres, 1910), p.89. <<

Page 1011: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[179] Sinodicón Oriental, o Colección de sínodosnestorianos, publicada, traducida y anotada por J. B.Chabot (Notices et extraits des manuscrits de laBibliothéque nationale, t. XXXVII, página 258,1902). <<

Page 1012: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[180] Excerpta de legationibus, ed. C. de Boor, t. I.Berlín, 1903, p. 121-131 (fr. 3). FragmentaHistoricorum graecorum, ed. C. Mullems, i. IV,París, 1851, p. 77-87. <<

Page 1013: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[181] Se hallará una traducción libre del relato dePrisco, en Bury, t. I, p. 279-288. V. W. Ennslin,Maximinus und seine Begleiter, der HistorikerPriskos (Byzantinische-NeugriechischeJahrbücher), t. V, 1926, p. 1 - 9. <<

Page 1014: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[182] Sócrates, Hist. ecl., VII, 29. <<

Page 1015: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[183] San Jerónimo, Chronicon. (Migne, Patr. lat.,XXVII, col. 689-690). V. H. Usener, Vier lateinischeGrammatiker, Rheinisches Museum, t. XXIII, 1868,p. 492. <<

Page 1016: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[184] V. Fr. Fuchs, Die Höheren Schulen vonKonstantinopel in Mittelalter (Leipzig-Berlín.1926), p. 2. <<

Page 1017: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[185] Bogisic, Pisani zakoni na slovenskom jugu. U.Zagrebu, 1872, p. 11-13 (en croata). S. Bobtchev,Historia del antiguo derecho búlgaro, Sofía, 1910,p. 117-120 (en búlgaro). <<

Page 1018: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[186] V. Chronicon Paschale, I. I, p. 588. Bury. t. I. p.70, 72 y n. de la 72. Van Millingen, ByzantineConstantinople, the Walls of the City and AdjoiningHistorical Sites (London 1899), P. 48. Otrosinformes sobre la vida de Ciro, no utilizados porBury, se hallan en la Vida de San Daniel el Estilita,ed. por H. Delehaye en los Analecta Bollandiana,XXXII, 1913, c. 31, p. 150. Id., Les saints styilites(Bruselas-París, 1923), p. 30-31. N. H. Baynes, TheVita St. Danielis Stylitae (English HistoricalReview, vol. 40, 1925, 397), Baynes, The ByzantinEmpire (Nueva York y Londres, 1926), p. 27. <<

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[187] Nota (2) desconocida. <<

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[188] Se hallarán más detalles sobre la expedicióncontra los vándalos en la Vida de San Daniel elEstilita, Delehaye, c. 56, p. 175. Les saints stylites,p. 55. N. Baynes, ob. cit. página 399. <<

Page 1021: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[189] F. I. Uspensky, Historia del Imperio bizantino, t.I, p. 330 (en ruso). <<

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[190] Mansi, Amplissima Collectio Conciliorum(Florencia, 1762), t. VII, p. 445. <<

Page 1023: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[191] Uspensky, Historia del Imperio Bizantino, t. I,p. 276 (en ruso). <<

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[192] Obsérvese que el canon 28.º se limitaba aposponer Alejandría y los demás patriarcados al deConstantinopla (lo que tanto había de contribuir afortalecer el monofisismo en Asia y África), sin alzarla menor objeción acerca de la primacía indiscutiblede Roma; tan explícitamente reconoció el concilio lapotestad de la Sede apostólica, que solicitaba de ellala confirmación de éste como de los restantescánones. Es más, Calcedonia marca el momento enque más explícitamente se inclinó el Oriente ante elmagisterio de Roma en materia de fe y de disciplina(Vid. P. Batiffol. Le siège apostolique, París, 1924,p. 618). (N. del R.). <<

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[193] Evagrio, Hist. ecl., III, 14, ed. Bidez-Parmentier,Londres, 1898, p. 113. Crónica siria, atribuida aZacarías de Mitilene, V, 8, traducción de Hamilton yE. W. Brooks (Londres, 1899), p. 123. <<

Page 1026: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[194] Sabido es que los monofisitas, al menos en elsiglo VI, renegaban por igual de Nestorio y deEutiques. V. J. Maspero, Historia de los patriarcasde Alejandría (París, 1923), páginas 1-3. <<

Page 1027: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[195] Se hallará un entusiástico retrato de Zenón en laVida de San Daniel el Estilita, C. 91, p. 205-206, yLes saints stylites, p. 85. Baynes en The EnglishHistorical Review, 4.ª, 1925, p. 402. <<

Page 1028: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[196] Theophylacti Simocattae, Historia, III, 4, 7, ed.De Boor, 1887, p. 116. V. Bury, tomo I, p. 434-436.<<

Page 1029: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[197] Marcelino Comilis, Chronicon, ad annum 347,ed. Mommsen, Chronica Minora, 1893, tomo II, p.100. <<

Page 1030: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[198] Drinov, La ocupación eslava en la PenínsulaBalcánica (Moscú, 1873), (en ruso). <<

Page 1031: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[199] Evagrio, Hist. ecl., III, 38, ed. Bidez Parmentier,p. 136. <<

Page 1032: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[200] Anónimo Valesiano, par. 57, ed. Gardthausen,1875, p. 295, en el II vol. de su ed. de AmianoMarcelino; ed. Mommsen, Chronica Minora, t. I, p.322. <<

Page 1033: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[201] V. J. Sundivall, Abhandlungen zur Geschichtedes ausgehenden Römertums (Helsingfors, 1919), p.190-239. <<

Page 1034: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[202] Gregorii Turonensis, Historia Francorum, II, 38(XXVIII); ed. por H. Omont y G. Collón, rev. porPoupardin (París, 1913), p. 72. <<

Page 1035: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[203] Lot, La fin du Moyen Age, p. 255. <<

Page 1036: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[204] F. I, Uspensky, Historia del Imperio bizantino, t.I, p. 353. <<

Page 1037: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[205] V. el articulo de Seeck en Pauly-Wissowa, t. IV,1901, p. 370-76 (Collatio lustralis). <<

Page 1038: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[206] Evagrio, Hist. ecles., III, 39, cd. Bidez-Parmentier. p. 137. E. W. Brooks, en la CambridgeMedieval History, t. I, p. 484, llama a ese impuesto atax on all kinds of stock and plant in trade, y Bury(t. I, p. 441), the tax on receipts. <<

Page 1039: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[207] Crónica de Josué el Estilita, redactada ensiríaco el año 507 de J. C. y trad. al inglés por W.Wright (Cambridge, 1882), cap. XXXI, p. 22. <<

Page 1040: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[208] Bury, t. I, p. 443. <<

Page 1041: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[209] E. W. Brooks, en Cambridge Medieval History,t. I, p. 484. —E. Stein, Studien zur Geschichte desbyzantinischen Reiches, p, 146 (Stuttgart, 1919). <<

Page 1042: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[210] Sobre el epibolé consúltese a F. Dölger,Beitrage zur Geschichte der byzantinischenFinanzverwaltung besonders des 10 und 11Jahrhunderts (Leipzig-Berlín, 1927), p. 128-133. G.Ostrogorsky, Un tratado bizantino sobre losimpuestos (Estudios dedicados a la memoria de N.Kondakov, Praga, 1926, p. 114-15, en ruso). Id., Dielandliche Steuergemeinde des byzantinischenReiches im X Jahrhundert (Vierteljahrschrift fürsozial und Wirtschaftsgeschichte, t. XX, 1927, p.35-27). En esas tres obras se hallará una excelentebibliografía sobre el epibolé. <<

Page 1043: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[211] V. W. Wroth, Catalogue of the ImperialByzantine Coins in the British Museum (Londres,1008), t. I, p. XTII-XIV, LXXVIII. Bury, t. I, p. 446-47. M. Soutzo, Los orígenes del sestercio y delmiliarense y su continuidad hasta los tiemposbizantinos. El sistema monetario de Anastasio,Boletín de la Sección Histórica de la AcademiaRumana, t. XIII, 1927, p. 57-58. <<

Page 1044: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[212] Procopio, Historia Arcana, 19, 7-8, ed. Haury,1906, p. 121. La Vida de Daniel el Estilita revelauna completa falta de codicia en Anastasio, ed.Delehaye, c. 91, p. 206; Les saints stylites, p. 86. V.X. Baynes, en la English Historical Review, 40,1925, 402. <<

Page 1045: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[213] Clemente Alejandrino, Stromata, I, 5 (Migne,Patr. Gr., VIII, 717-720). <<

Page 1046: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[214] K. Krumbacher, Die griechiische Literatur desMittelalters. Dic Kultur des Gegenwart, P.Hinneberg, t. I, p. 8 (3 Aufl., Leipzig-Berlín, 1912),p. 337. <<

Page 1047: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[215] V. P. Collinet, Histoire de l’Ecole de droit deBeyrouth (París, 1925), p. 305. <<

Page 1048: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[216] Krumbacher, Die Griechischen Literatur desMittelalters. <<

Page 1049: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[217] E. Fialon, Étude historique et littéraire sursaint Basile, 2.a ed. (París, 1869), p. 284. <<

Page 1050: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[218] Hay una obra muy interesante que muestra elvalor de los trabajos de Juan Crisóstomo conrelación al estudio de la vida interior del Imperio: lade J. M. Vanee. Beitrage zur byzantinischenKulturgeschichte am Ausgange des IV. Jahr, aus denSchriften des Johannes Chrysostomos (Jena, 1907).<<

Page 1051: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[219] Nicéforo Calixto, Historia eclesiástica, 13, 2.Migue, Palr. Gr. vol. 146. col. 933 C. Con esasadmirables líneas empieza la biografía deCrisóstomo debida a C. Baur (t. I. p. VII). <<

Page 1052: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[220] Eusebio, Hist. ect., inir. al libro V. <<

Page 1053: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[221] R. Laqueur, Eusebius ais Historiker seine Zeit(Berlín-Leipzig, 1929). <<

Page 1054: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[222] V. Agustín Fitzgerald, The Letters of Synesius ofCyrene (Londres, 1925), p. 11-69. <<

Page 1055: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[223] A. A. Vasiliev, En que época vivió Romanos elMelada (Vizantiiski Vremennik, tomo VIII, 1910, p.435-478) (en ruso). P. Maas, Die chronologie derHymnen des Romanos (Byzant. Zeitschrift, t. XV,1906, p. 1-44). <<

Page 1056: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[224] Krumbacher, Geschichte der byzantinischenLiteratur, p. 663. <<

Page 1057: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[225] M. G. Cammelli ha consagrado especialmente unartículo a este himno: L’Inno peí la Nativita diRomano il Melode (Studi Bizantini, Roma, 1925, p.43-58). <<

Page 1058: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[226] E. Stein dice en Gnomon, t. IV (julio-agosto,1928), p. 413: «el poeta Romanos no me parecemenos que fastidioso» (langweilig). <<

Page 1059: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[227] P. Maas prepara una ed. critica de las obras deRomanos, V. Byz, Zeits., t. XXIV, 1924, p. 284. <<

Page 1060: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[228] V. M. Schanz, Geschichte der römischenLiteratur, t. III (2.a ed., Munich, 1905), páginas 445-474. El mejor estudio sobre Lactancio es el de R.Pichón, Étude sur le mouvement historique etreligieux sous le règne de Constantin (París, 1901).La bibliografía más reciente acerca de Lactancio seencontrará en K. Roller, Die Kaisergeschichte inLaktanz de Mortibus persecutorum, 1927, p. 41. <<

Page 1061: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[229] El pueblo de Antioquía, como ya dijimos,ridiculizaba la barba de Juliano. <<

Page 1062: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[230] V, por M. Schanz, Geschichte des römischenLiteratur, t. III, 2.a ed., Munich, 1905, i. 83-90. A.Gercken y E. Norden, Einleitung in dieAltertumswissenschaft, t. III, 2.a ed., Leipzig-Berlín,1914. A. Rosenberg, Einleitung una Quellenkundezur römischen Geschichte Berlín, 1921), p. 231-241.<<

Page 1063: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[231] B. Henderson, The Life and Principate of theEmperor Hadrian, Londres. 1923, pagina 275. <<

Page 1064: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[232] N. Baynes, The Historia Augusta: its date andpurpose, Oxford, 1926, p. 57-58. En las páginas 7-16se halla una buena bibliografía. El autor empieza sulibro con el citado pasaje de Henderson. <<

Page 1065: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[233] N. Baynes, The Historia Augusta: its date andpurpose. A reply to criticism (The ClassicalQuarterly, t. XXII, 1928, p. 166). <<

Page 1066: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[234] E. Stein, Geschichte des spätromischen Reiches,t. I, p. 331. <<

Page 1067: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[235] N. Baynes en el Journal of Roman Studies, t.XVIII, 2, 1928, p. 524. <<

Page 1068: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[236] J. Strzygowski, Ursprung der christlichenKirchenkunst (Leipzig, 1920), p. 18. Hay una trad.inglesa: Origin of Christian Church art, por O.Dalton y H. Braunholtz (Oxford, 1923), p. 21, En laspáginas 253-259 se halla una lista de obras deStrzygowsky. <<

Page 1069: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[237] V., por ej., Diehl, Manuel d’Art byzantin, t. I, p.16-21; Dalton, East christian art (Oxford, 1935), p.10-23, Y en especial 366-3766. <<

Page 1070: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[238] O. Dalton, Byzantine art and Archaeology,Londres, 1911, p. 10. <<

Page 1071: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[239] Diehl, Manuel, t. I, p. 36. <<

Page 1072: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[240] Se hallarán un plano y reproducciones en Diehl,Manuel, i. I, p. 36-37 y 45-47. <<

Page 1073: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[241] Sobre las diferencias cronológicas, v. Diehl, t. I,p. 53; Dalton, East Christian Art, p. 109, n.º 1. <<

Page 1074: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[242] C. M. Kaufman, Die Menasstadt, Leipzig, 1910,v. I. <<

Page 1075: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[243] Es decir, del Gran Escudero: por Ilias bey,quien transformó el templo en mezquita bajoBayaceto II. (N. del R.). <<

Page 1076: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[244] Dalton, East christian art, p. 249. Diehl, t. I, p.352. <<

Page 1077: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[245] Dalton, Byzantine art and Archaeology, p. 10. <<

Page 1078: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[246] Era conde de los Excubitores, un regimiento dela guardia. <<

Page 1079: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[247] J. Bryce, Life of Justinian by Theopilus, en elArchivio della Reale Societa Romana di StoriaPatria, t. X (Roma. 1887), p. 137-171, y en laEnglish Historical Review, t. II, 1887, p. 657-684.<<

Page 1080: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[248] Jirecek, Geschichte der Serben (Gotha, 1911), t.I, p. 36. Bury, t. II, p. 18, n.º 3. Sobre el origen deJustiniano, v. A. Vasiliev, El problema del origeneslavo de Justiniano (Bizantinski Vremennik, t. I,1894, p. 469-492, en ruso). <<

Page 1081: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[249] El texto del discurso se hallará en TeofilactoSimocatta, III, II, ed. de Boor, páginas 132-133.Evagrio, V, 13. Juan de Éfeso, III, 5. En un artículomuy interesante a propósito de ese discurso, el sabioruso V. Valdenberg demuestra que esos tres escritoresnos dan tres versiones diferentes de la misma arenga.(V. Valdenberg, Un discurso de Justino II a Tiberio,en el Boletín de la Academia de Ciencias de laUnión de Repúblicas Socialistas Soviéticas,Leningrado, 1928, n.º 2, p. 129. en ruso). <<

Page 1082: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[250] Según la trad. dada por Bury de la versión deTeofilacto (Bury, t. II, 1889, p. 77-78). <<

Page 1083: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[251] Evagrio, Hist. ecl., t. V, p. 19. Juan de Éfeso,Hist. ed., V, p. 91. <<

Page 1084: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[252] Paulo Diácono, Historia Longobardorum, III,15. <<

Page 1085: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[253] V. Stein, Studien, p. 100, n.º 5. <<

Page 1086: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[254] Evagrio, t. V, p. 19. <<

Page 1087: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[255] f. A. Kulakovski, Historia del Imp. Bizant., t. II,p. 419 (en ruso). <<

Page 1088: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[256] Diehl, Figures byzantines, París, 1906, t. I, p.56. <<

Page 1089: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[257] Procopio, Historia Arcana, 9, 25, ed. Haury. p.60-61. <<

Page 1090: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[258] Victoria Tonnennensis, Chronica, s. a. 549:Theodora Augusta Chalcedonensis synodi initnicacanceris plaga corpore tota perfusa vitamprodigiose finivit (Chronica Minora, ediciónMommsen, t. II, p. 202). <<

Page 1091: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[259] Procopio, De bello gothico, I, 5, 8, cd. Haury, II,26. <<

Page 1092: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[260] Justiniano, Novelas, 30 (44), II, ed. Zacarías vonLingenthal, I, 276. El texto de la Novela está citadopor Lot en La fin du monde antique, p. 299-300:«Dios nos ha concedido el llevar a los persas aconcluir la paz, el someter a vándalos, alanos ymoros, el recobrar toda África y Sicilia, y tenemosbuena esperanza de que el Señor nos concederá lorestante de este Imperio que los romanos de antañoextendieron hasta los límites de los dos océanos yperdieron por indolencia». <<

Page 1093: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[261] Diehl, Justinien et la civilisation byzantine anVI siècle. París, 1901, p. 137. <<

Page 1094: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[262] Jordanes, Getica, XXVIII, ed. Mommsen, p. 95.<<

Page 1095: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[263] Procopio, De bello vandálico. I, 10, ed. Haury, t.I, p. 355-60. <<

Page 1096: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[264] Sobre esta guerra v. Diehl, L’Afrique byzantine(París, 1896), p. 3-33. 355-381· Id., Justinien, p,178-180, W. Holmes, The Age of Justinian anaTheodora, t. II. 2.ª ed. (Londres, 1912), p. 489-520.<<

Page 1097: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[265] Codex Justinianus, I, 27, I, 7. <<

Page 1098: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[266] V. Bury, II p. 147. <<

Page 1099: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[267] Se hallará un relato muy detallado en Bury, II, p.151-286. V. también Diehl, Justinien, p. 181-201.Holmes, II, 544-583. <<

Page 1100: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[268] En Bury se hallará una descripción detalladísimade la batalla, t. II, p. 261-260 y 288-91. <<

Page 1101: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[269] Juan Malalas, p. 486. Teófanes, s. a. 6044, ed.De Boor, p. 228. V. Bury, t. II, página 268. <<

Page 1102: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[270] V. Bury, t. II, p, 287. <<

Page 1103: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[271] El autor dice, en el original utilizado por mí, «unéxito muy grande». Basta comparar el resultado de laexpedición contra los visigodos españoles con el delas análogas dirigidas contra ostrogodos y vándalospara advertir que el éxito no fue muy grande.Ostrogodos y vándalos fueron deshechos, mientraslos visigodos sólo sufrieron un quebranto parcial delque no tardaron mucho en recuperarse, expulsando deEspaña a los bizantinos. (Nota del Traductor). <<

Page 1104: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[272] V. Diehl, Justinien, p. 204-206. Bury, t. II, p. 287,H. Gelzer en su ed. de Jorge Ciprio, DescriptioOrbis Romani (Leipzig, 1890), p. XXXII-XXXV. F.Corres, Die byzantinischen Besitzungen an denKüsten des spanisch-westgotischen Reiches (554-624), (Byz. Zeit., tomo XVI, 1907, p. 516). E.Bouchier, Spain under the Roman Empire (Oxford,1914), páginas 54-55. Rafael Altamira, en TheCambr. Mea. Hist., t. II, 1913, p. 163-64. <<

Page 1105: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[273] V. Bury, t. H, p. 287. <<

Page 1106: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[274] Así se expresa J. Puig y Cadafalch en Laarquitectura religiosa en el dominio bizantino deEspaña (Byzantion, t. I, 1924, p. 530). Todo elartículo (p. 519-533) merece ser leído. <<

Page 1107: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[275] E. Stein da mucha importancia a Cosroes y sobretodo a su padre Kavad, hombre de gran talento, quele recuerda a Filipo de Macedonia y a FedericoGuillermo I de Prusia, dos casos en que vástagoseminentes utilizaron la obra de sus padres y dondelos éxitos de los hijos han relegado a la sombra lastareas menos brillantes, pero quizá más difíciles, desus progenitores. V. Stein, Ein Kapitel vompersischen und vom byzantinischen Staate(Byzantinisch Neugriechische Jahrbücher, t. I, 1920,p. 64). <<

Page 1108: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[276] Sobre la guerra pérsica bajo Justiniano, v. Diehl,Justinien, p. 308-217. Holmes, t. II, p. 365-419 y584-604. Bury, t. II, p. 79-123. Kulakovski, Historiade Bizancio, t. II, Kiev, 1912, p. 188-208 (en ruso).<<

Page 1109: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[277] Procopio, De bello pérsico, II, 8, 23 (ed. Haury,t. I, p. 188). <<

Page 1110: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[278] Menandro, Excerpta, ed. Bonnensis, p. 346 ysigs. Excerpta historien jussu imp. ConstantiniPorphyrogeniti confecta, ed. de Boor (Berolini,1903), I, p. 175 y sigs. <<

Page 1111: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[279] Sobre detalles del tratado, v. K. Güterbock,Byzanz und Persien in ihren diplomatisch-völkerrechtlichen Beziehungen im ZeitalterJustinians, Berlín, 1906, p. 57-105. Bury, tomo II, p.120-23. E· Stein, Studien, p. 5-6. <<

Page 1112: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[280] Bury, t. II, p. 325. <<

Page 1113: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[281] Nonnosi fragmentum, ed. Bonn, p. 479.Fragmenta Historicomm graecorum, ediciónMullerus, t. IV, p. 179. <<

Page 1114: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[282] V. Bury, t. II, p. 298-308. <<

Page 1115: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[283] W. Tomaschek, Die Goten in Taurien (Viena,1881), p. 15-16. A. Vasiliev, Los godos en Crimea(Leningrado, 1927), p. 182 (en ruso). La cuestión delos muros de Justiniano en Crimea requiere másestudio, hecho sobre el lugar. <<

Page 1116: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[284] V, A. Vasiliev, ob. cit., p. 179-183. J.Kulakovski, El pasado de la Taurida, 2.a ed., Kiev,1914, p. 60-62 (en ruso). (Táurida era el antiguonombre de Crimea). Bury, II, páginas 310-312. <<

Page 1117: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[285] Se hallará un interesante relato de este episodioen un historiador monofisita del siglo VI; Juan deÉfeso, IV, 6-7. V. Crónica de Miguel el Sirio, trad.por J. B. Chabot, t. II (París, 1901), p. 266. L.Duchesne, Les Missions chretiennes au sud del’Empire romain (Mélanges d’archéologie etd’histoire], t. XVI, 1896, p. 84-85. Bury, II, p. 328-329. <<

Page 1118: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[286] Bury, II, p. 330. <<

Page 1119: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[287] V. Corpus Inscriptionum Graecarum, III, 5072,p. 486. G. Lefébure, Colección de inscripcionesgriegas cristianas de Egipto (El Cairo, 1907), 628(p. 118). <<

Page 1120: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[288] Procopio, Historia Arcana, 19, 7-8, ed. Haury,p. 121. <<

Page 1121: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[289] Juan de Éfeso, Hist. ed. V, 20. <<

Page 1122: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[290] Justiniano, Instituciones, Introducción. <<

Page 1123: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[291] Bury, t. II, p. 396. <<

Page 1124: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[292] Justiniano, Constitutio Tanta, praefatio, ed. P.Krüger, 1911, p. 13. <<

Page 1125: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[293] Cod. Justiniano, De emendatione Codicis, I, ed.P. Krüger, 1906, p. 4. <<

Page 1126: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[294] Constitutio Tanta, U, ed. Krüger, p. 18. <<

Page 1127: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[295] Constitutio Omnen, 2, ed. Krüger, p. 10. <<

Page 1128: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[296] Institutiones, ed. Krüger, p. XIX. <<

Page 1129: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[297] Novelas, 7 (15) a, ed. Zacarías von Lingenthal, t.I, p. 80. <<

Page 1130: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[298] Comp. Zacarías von Lingenthal, Geschichte desgriechisch-römischen Rechts, 3.ª ed., Berlín, 1892,p. 5-7. Sobre Teófilo hay varios artículos en lasObras de Contardo Ferrini, t. I (Milan, 1929) p. 1-224. Ferrini niega, probablemente sin razón, laautenticidad de Teófilo y le llama «pseudo-Teofilo».Comp. Con Von Lingenthal, ob. Cit. p. 5 V. P. Collineten la Cambridge Med. Hist., t. IV, p. 707: «Laparáfrasis de las Institutas compuestas en todo o partepor Teofiolo». Sobre Doroteo, v. Collinet, Histoirede l’ecole de droit de Beyrouth (Paris, 1925), p.186-188, 303. <<

Page 1131: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[299] Constitutio Omnen, 6, ed. Kruger, p. 11. <<

Page 1132: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[300] Ibíd. 2, ed. Kruger, p. 12. <<

Page 1133: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[301] Constitutio Imperatorum Majestatem, 7, ed.Kruger, p. XIX. Este decreto concierne a lasInstitutas. <<

Page 1134: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[302] Diehl, Justinien, p. 248. <<

Page 1135: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[303] I. Pokrovski, Historia del Derecho romano, 2.aed., Petrogrado, 1915, p. 4 (en ruso). <<

Page 1136: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[304] V. P. Collinet, Eludes historiques sur le droit deJustinien (París, 1912), p. 7-44. <<

Page 1137: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[305] Sobre la escuela de Derecho de Beirut en elsiglo VI, Collinet, ob. cit., p. 52-54· En 551 la ciudadde Beirut fue destruida por un gran temblor de tierraseguido de una inundación marítima y de incendios.La escuela de Derecho fue trasladada a Sidón (ibíd.,páginas 54-57). Ello en la práctica fue el fin de laescuela. La escuela de Derecho de Roma no sesuprimió, pero en el siglo VI estaba en plenadecadencia. <<

Page 1138: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[306] V., por ej., A. Knecht, Die Religions PolitikKaiser Justiniannus (Wurzburg, 1896), páginas 53 y147. <<

Page 1139: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[307] A. Lebediev, Los concilios ecuménicos de lossiglos VI, VII y VIII (7.a ed., San Petersburgo, 1904),p. 16 (en ruso). <<

Page 1140: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[308] A. Diakonov, Juan de Éfeso y sus trabajossobre la historia de la Iglesia (San Petersburgo,1908), p. 52-53 (en ruso). <<

Page 1141: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[309] V. Knecht, ob. cit., p. 62-65. <<

Page 1142: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[310] Novelas, 131, cd. Z. v. Lingenthal, t. II, p. 267.<<

Page 1143: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[311] Knecht, ob. cit., p. 36. <<

Page 1144: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[312] Juan, obispo de Éfeso, Commentarii de BeatisOrientalibus, versión de Van Douwen y Laúd(Amsterdam, 1889), p. 114, 247. Juan de Éfeso,Vidas de los Santos Orientales, texto siriaco ytraducción inglesa en Brooks, t. II, en PatrologíaOrientalis, t. XVIII, 1924, P· 634 (432), 677 (475),679 (477). Comp. c. A. Diakonov, ob. cit., p. 63. <<

Page 1145: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[313] Mansi, Sacrarum Conciliorum nova etamplissima collectio (Florencia, 1762) t VIII página817. Baronii, Annales Ecclesiastici, IX, 419, 33. <<

Page 1146: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[314] Juan de Éfeso, Commentarii, p. 155; cd. Brooks.II. Comp c Diakonov, ob. cit., p. 58. <<

Page 1147: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[315] V. J. Maspero, Histoire des patriarchesd’Alexandrie (París, 1923), p. ·}, 100, no. <<

Page 1148: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[316] J. Maspero, ob. cit., p. 110. <<

Page 1149: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[317] Vita Agapeti papae. Liber Pontificalis, cd. L.Duchesne (París, 1886), t. I, p. 287. Mansi, t. VIII, p.843. <<

Page 1150: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[318] El edicto de los Tres Capítulos fue llamado asíporque se componía de tres capítulos o parágrafosconsagrados a los tres teólogos, pero el sentidoprimitivo de la calificación se olvidó pronto y losTres Capítulos significaron Teodoro, Teodoreto eIbas. <<

Page 1151: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[319] Fulgencio Ferrandi, diácono de Cartago,Epístola, VI, 7. Migne, Patr. tal., 67. col. 926. <<

Page 1152: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[320] Mon. Germ. Hist. Epist., t. III, p. 62 (n.º 41). <<

Page 1153: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[321] Mansi, t. IX, p. 376. <<

Page 1154: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[322] Epístolas Gregorii Magni, II, 36, en Mansi, t.IX, p. 1105. Gregorii I papae Registrumepistolarum, 49, en Man, Germ. Hist, Epist., t. I,1891, p. 151. <<

Page 1155: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[323] J·Maspero, ob. cit., p. 135. Se hallará en ella unbuen examen histórico del problema monofisita bajoJustiniano (p. 102-163). V. también Diakonov, ob.cit., p. 51-87. <<

Page 1156: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[324] A propósito del deseo de Justiniano de propagarel cristianismo entre los diferentes pueblosgermánicos de la Europa occidental, puede notarse lacarta del rey franco Teodoberto a Justiniano, carta enque el franco informa con mucha humildad de lospueblos sobre los cuales reina en Occidente,constituyendo una especie de lección sobre geografíagermánica en el siglo VI. (Mon. Germ. Hist. Epist., t.III, p. 133). V. Diehl, Justinien, p. 404-5. Comp. A.Dopsch, Wirtschaftliche una soziale Grundlagen dereuropaischen Kulturentwicklung, t. II, 2.a ed. (Viena,1934), p. 296. <<

Page 1157: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[325] Uspensky, t. I, p. 506 (en ruso). <<

Page 1158: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[326] Se hallará la curiosa conversación entre elemperador y los Verdes —por intermedio de unheraldo o mandatario— en Teófanes, Chr., ed. deBoor, p. 181-184. Véanse Chr. Pasch., páginas 620-51, y P. Maas, Metrische Akklamationen derByzantiner (Byz. Zeits., t. X. XI, 1912, p. 31-33, 46-51). Bury opina que ese relato se refiere a unincidente surgido en otro momento del reinado (t. II,p. 40, n.º 3, p. 72). En las p. 72-74 da una traduccióninglesa de la conversación. <<

Page 1159: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[327] Procopio, De bello pérsico, I, 24, 35-37, ed.Haury, t. I, p. 130. Ed. por Dewing con una trad.inglesa, t. I, p. 230-33. <<

Page 1160: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[328] Novelas, 30 (44), 5, ed. Z. von Lingenthal, t. I, p.268. <<

Page 1161: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[329] V. H. J. Bell, The Byzantine Servil State inEgypt (Journal of Egyptian Archaeology, tomo IV,1917, p. 101-102). Id., An Epoch in the agrarianhistory of Egypt, en el Recueil d’étudeségyptologiques dédiées a la mémoire de JeanFrançois Champollion (París, 1922), página 263. M.Gelzer, Studien zur byzantinischen VerwaltungAegyptens (Leipzig, 1909), 83-90, 32. A. E. R. Boak,Byzantine imperialism in Egypt (The AmericanHistorical Review, tomo XXXIV, 1928, p. 6). <<

Page 1162: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[330] Novelas, 8 (16), 10, cd. Z. von Lingenthal, t. I, p.101. <<

Page 1163: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[331] Novelas, 8 (16), 8 (ibíd., t. I. p. 102). <<

Page 1164: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[332] Novelas, 28 (31), r, (ibíd.), t. I, p. 1971. <<

Page 1165: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[333] Novelas, 8 (16). 10, cd. 7. v. Lingenthal, t. L p.106. <<

Page 1166: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[334] Edictum, 13 (96), Introd., cd. Z. v. Lingenthal, t.I, p. 529-30. <<

Page 1167: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[335] V. M. Gelzer, Studien zur byzantinischenVerwaltung Aegyptetis (Leipzig, 1909), páginas 21-36. Bury, t. II, p. 342-343. G. Rouillard,L’Administration civile de l’Egypte byzantini, 2.aed. (París, 1928), p. 30. <<

Page 1168: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[336] Novelas, 33 (54), intr. led. 1. v. Lingenthal, t. I.p. 360. <<

Page 1169: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[337] Juan Malalas, p. 486. Si no me engaño, Bury nocita este texto. <<

Page 1170: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[338] Corippo, In laudem Justini, II, 249-250. <<

Page 1171: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[339] Juan el Lidio, De Magistratibus, III, 70 (Bonn,p. 264, ed. R. Wuensch, p. 162). <<

Page 1172: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[340] Diehl, Justinien, p. 311. <<

Page 1173: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[341] Zacarías von Lingenthal, Jus Graco-Romanum, t.III, p. 3. <<

Page 1174: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[342] Indicopleustes equivale a «quien navega para laIndia» o «navegante en el océano Indico». <<

Page 1175: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[343] Cosmas, Topografía Cristiana, libro XX.Migne, Patr. Gr., 88, col. 445, ed. Winstedt(Cambridge, 1909), p. 333. <<

Page 1176: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[344] V. R. Sewell, Roman Coins in India (Journal ofAsiatic Society, t. XXXVI, 1904, p. 620-621).Khvostov, Historia del comercio oriental en elEgipto grecorromano (Kazan, 1907), p. ao. E.Warmington, The commerce between the RomanEmpire and India (Cambridge, 1928), p. 140. <<

Page 1177: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[345] Cosmas, ob. cit., libro II. Migne, col. 116, ed.Winstedt, p. 81. <<

Page 1178: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[346] Cosmas, ob. cit., lib. XI, p. 338; Migne, 88, col.448-449. Este relato parece tradicional, pues quePlinio cuenta otro análogo acerca de los embajadoresenviados a Ceilán bajo el reinado de Claudio. Plinio,Historia Natural, VI, 85. V. J. E. Tennent, Ceylon(5.a ed., Londres, 1860), t. I, 5.a parte, cap. I, p. 566.<<

Page 1179: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[347] Kondakov, Historia del arte bizantinoconsiderado principalmente en las Miniaturas(Odesa, 1876), p. 88; ed. francesa (París, 1886), t. I,p. 138. <<

Page 1180: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[348] V. E. Redin, La topografía cristiana de CosmasIndicopleustes, según las versiones griegas y rusas,ed. D. V. Ainalov (Moscú, 1916). La obra (en ruso)contiene muchos grabados y láminas. <<

Page 1181: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[349] V. W. Heyd, Histoire du commerce du Levant, t.I. pág. 10. Diehl, Justinien, página 390. <<

Page 1182: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[350] Procopio, De bello gothico, IV, 17 (ed. Haury, t.II, pág. 576). Según él, fueron varios monjes.Excerpta e Theophanis Historia, ed. Bonn, p. 484;ed. L. Dindorf, Historici graeci minores, t. I, p. 447.Según él, fue un persa. Se encontrará una plenaconfusión de hechos y nombres en F. Richthofen,China. Ergebnisse eigener Reisen und daraufgegründeter Studien, t. I (Berlín, 1877), p. 528-29,550. La Serinda de Procopio se identifica con elKhotan. V. Richthofen, t. I, p. 550-51. Heyd, t. I, p.12, y Bury, t. II, p. 332 y se adhieren a esa opinión.<<

Page 1183: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[351] J. Ebersolt, Les arts somptuaires de Byzance(París, 1923), p. 12-13. G. Rouillard,L’Administration civile de l’Egypte byzantine (2.aed. París, 1928), p. 83. <<

Page 1184: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[352] Excerpta e Theophanis Historia, cd. Bonn, p.484; Fr. Hist. Gr., t. IV, p. 270. <<

Page 1185: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[353] Procopio, De aedificiis, II, I, 3.ª ed., Bonn, p.209; Haury, t. III, p. 2, 46. <<

Page 1186: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[354] Procopio, De aedificiis, IV, 4, 1 (Bonn, p. 277;Haury. t. III, p. 2, 116). <<

Page 1187: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[355] A. Vasiliev, Los godos en Crimea (Informes dela Academia de la historia da la civilizacióneconómica, t. V, 1927, p. 180-81, en ruso). <<

Page 1188: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[356] Bury, t. II, p. 67. <<

Page 1189: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[357] Juan de Éfeso, Eccl. fííst., I, 3 (Trad. por PayneSmith, p. 3). <<

Page 1190: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[358] Finlay, A History of Greece, ed. por Tozer(Oxford, 1877), t. I, p. 298. <<

Page 1191: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[359] Bury, 1. II (Londres, 1889), p. 97. Kulakovski. p.350. E. Stein. Studien, p. 21. <<

Page 1192: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[360] Crónica de Miguel el Sirio, trat. por J. B.Chabot. t. II (París, 1901). P. 312. <<

Page 1193: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[361] Sobre esa guerra, v. Bury, t. II, p. 93-101:Kulakovski, i. II, p. 111-69; Stein, Studien, p. 38-55.<<

Page 1194: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[362] Sobre esta guerra v. Stein, Studien. p. 58-86(bajo Tiberio Cesar) y 87-102 (bajo TiberioAugusto). <<

Page 1195: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[363] Sobre la guerra pérsica bajo Tiberio y Mauricio,v. Bury, t. II. p. 95-101. Kulakovski, t. II, p. 383-394,426-446. <<

Page 1196: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[364] Crónica de Juan, obispo de Nikiu, traducida deletíope por Zotenberg, c. CIX, página 550 (Notices etextraits des manuscrits de la Bibliothéquenationale, t. XXIV, 1883), The Chronicle of John,bishop of Nikiu, translated by R. H. Charles (London,1916), cap. CIX, 8, p. 175-76). <<

Page 1197: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[365] Véase, por ejemplo, O. Tafrali, Thessaloniquedes origines au XIV siecle (París, 1919), páginas101-108. Las Actas de Demetrio se publicaron enActa Sanctorum, t. IV, p. 104 y sig., y Migne, Patr.Gr., 116, col. 1204 y sigtes. y 1326 y sigtes. <<

Page 1198: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[366] Bury, t. II, p. 160-66. G. Reverdy, Le relation deChildebert II et Byzance (Revue Historique, t. CXIV,1913, p. 61-85). <<

Page 1199: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[367] Sobre la residencia de Gregorio I enConstantinopla, v. D. Dudden, Grégoire le Grand, saplace dans l’histoire et la pensée, t. I, Londres,1905, cap. VI, p. 123-157. Es probable que Gregoriofuese llamado a Roma el 586 (ob. cit., p. 156-157).<<

Page 1200: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[368] Gregorio el Grande. Epístolas, (V. so Migue,Part. al., 77, col. 746-77). Mon Germ. Hist. Epist., t.I, p. 322 (v. 37). Por oposición, se aplicó a sí mismoel titulo de «Servís servorum Dei», con el cual se haniniciado todas las cartas pontificias, desde entonces,hasta 1869 (N. del R.). <<

Page 1201: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[369] Epístolas de Gregorio el Grande, XIII, 31(Migne, 77, col. 1281-82). Mon. Germ., Hist. Ep. t.II, p. 397 (XIII, 34). <<

Page 1202: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[370] Bonifacio III. Liber Pontificalis, ed. L.Duchesne (París, 1886), t. I, p. 316. <<

Page 1203: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[371] Diehl, Études sur l’administration byzantinedans l’exarchat de Ravenne (568-751), París, 1888,p. 3-51. <<

Page 1204: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[372] V. Diehl, L’Afrique Byzantine (París, 1896), p.453-502. <<

Page 1205: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[373] Diehl, Études byzantines (París, 1903), p. 277(Origen del régimen de temas). <<

Page 1206: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[374] Fallmerayer, ob. cit., t. I, p. III-XIV. <<

Page 1207: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[375] Evagrio, Hist. ecl., VI, 10, ed. Bidez yParmentier, p. 228. <<

Page 1208: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[376] Constantino Porfirogénito, De Thematibus, II,53. Constantino emplea un verbo inusitado, de suerteque los historiadores traducen, ora «todo el país fueeslavizado», ora «fue esclavizado». Yo entiendo quees más correcta la traducción dada en el texto de estelibro. <<

Page 1209: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[377] Fallmerayer, t. I, p. 208:210. <<

Page 1210: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[378] C. Hopf, Gesch. Griech. vom Beginn des Mitt.bis auf unsere Zeit, t. I (Leipzig, 1867), p. 103-119.<<

Page 1211: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[379] A. Vasiliev, Los eslavos en Grecia (VizantiiskiVremennik, t. V, 1898, p. 416-438, en ruso). Sobre elsiglo IX, F. Dvornik, Los eslavos, Bizancio y Romaen el siglo IX (París, 1926), P. 41-45. <<

Page 1212: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[380] Se hallará un capítulo muy interésenle sobre laimportancia de las Actas de San Demetrio en H.Gelzer, Die Génesis der byzantinischenThemenverfassung (Leipzig, 1899), página 42-64. V.O. Tafrali, Thessalonique des origines au XIV siecle.(París, 1919), p. 101. <<

Page 1213: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[381] N. Petrovski, El problema del origen de lateoría de Fallmerayer (Revisto del Ministerio deInstrucción Publica, noviembre, 1913), p. 143-149(en ruso). <<

Page 1214: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[382] Ibíd. p. 104. <<

Page 1215: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[383] Menandro, ed. Bonn, p. 439. F. H. G., IV,Teofilacto Simocatta, VIII, 13-16 ed. Boor, p. 311. V.Bury, t. II, p. 182. <<

Page 1216: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[384] Krumbacher, Geschichte der ByzantinischenLiteratur, p. 249. <<

Page 1217: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[385] Ver, sin embargo, E. Stein, Untersuchungen überdas Officium der Prätorianerpräfektur seitDiocletian (Viena, 1922). <<

Page 1218: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[386] La obra de Hierocles se escribió antes del 535.Krumbacher, p. 417. Montelatici, Storia dellaletteratura bizantina, p. 76. <<

Page 1219: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[387] V. Montelatici, p. 63-64. <<

Page 1220: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[388] Acaso la crónica de Juan Malalas se suspendieraen el primer año del reinado de Justiniano y le fueraañadida, en una edición nueva, una continuaciónescrita por el mismo autor o por otra persona (Bury,t, JI, p, 435). <<

Page 1221: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[389] Krumbacher, p. 326. <<

Page 1222: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[390] E. W. Brooks, Patrología Orientalis, t. XVII,1933, p. VI. <<

Page 1223: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[391] A. Diakonov, Juan de Éfeso y sus obrashistórico-eclesiásticas (San Petersburgo, 1908). p.359 (en ruso). <<

Page 1224: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[392] F. Loofs, Leontius von Byzanz (Leipzig, 1887),p. 297-303. W. Rügamer, Leontius von Byzanz(Wurzburgo, 1894), p. 49-72. <<

Page 1225: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[393] Rügamer, p. 72. <<

Page 1226: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[394] El título alude a la «escala celestial» de laBiblia que vio en sueños Jacob (Gen., 28:12). Elgenitivo griego ο της Κλίμακας se latinizó,trocándose en Clímaco. De aquí el apelativo,tradicional en Occidente, de Juan Clímaco. <<

Page 1227: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[395] Se hallarán reproducciones de muchas de esasminiaturas en R. C. Morev, East Christian Paintingsin the Freer Collection, Nueva York, 1914,(University Michigan. Studies, Humanistic Series,vol. XII). V. también O. M. Dalton, East-ChristianArt, Oxford, 1921, p. 316. <<

Page 1228: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[396] V. la reciente edición de las dos obras dada porP. Friedländer, Johannes von Gaza und PaulusSilentiarius (Leipzig-Berlín), p. 227-265. Se halla elcomentario en las páginas 267-305. <<

Page 1229: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[397] Agatías, V. 9, cd. Bonn, p. 296-297; cd. Dindorf,Hist. Gr. Min, t. II, p. 362. <<

Page 1230: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[398] H. J. Bell, The Byzantine servil state in Egypt(Journal of Egyptian Archaeology, t. IV, 1912, p.104-105). Id., Greek Papyri in the British Museum,t. V (Londres, 1917), p. III-IV. Bell preparaactualmente un estudio más profundo sobre Dióscoro,a la luz de nuevos testimonios. V. también W.Schubart, Einführung in die Papyruskunde (Berlín1918), p. 145-147, 495. <<

Page 1231: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[399] J. Maspero, Un dernier poete grec d’Egypte:Dioscore, fils d’Apollos (Revue des étudesgrecques), t. XXIV, 1911, p. 426, 456, 469. <<

Page 1232: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[400] V. F. Fuchs, Die höheren Schulen vonKonstantinopel in Mittelalter (Leipzig y Berlín,1926), p. 7-8. <<

Page 1233: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[401] Nota (1) desconocida. <<

Page 1234: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[402] La peregrinación de Esteban de Novgorod(Relatos del pueblo ruso, reunidos por T. Sajarov,San Petersburgo, 1849, p. 52). <<

Page 1235: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[403] Gracias al especial cuidado que los arquitectospusieron en la cimentación de la fábrica, compuestade una cisterna con bóvedas enormes, repleta deagua, y recios pilares asentados en la roca, para darsolidez y elasticidad al conjunto. (E. Mamboury,Byzanc-Constantinople-Istanbul, Istanbul, 1934,pág. 353). (N. del R.). <<

Page 1236: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[404] Strzygowski, Origin of christian church art jOxford, 1923), p. 46. V. Dalton, East-Christian art(Oxford, 1925), p. 93. <<

Page 1237: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[405] V., por ej., Speranski, Los textos eslavos del sury rusos sobre la construcción de Santa Sofía deTsargrad (Sofía, 1925), p. 413-432, en ruso. <<

Page 1238: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[406] Heisenberg, Die Apostelkirche inKonstantinopel (Leipzig, 1908), p. 10. <<

Page 1239: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[407] Con posterioridad al libro de Vasiliev, y graciasa los trabajos del americano Whittemore, esosmosaicos van siendo descubiertos, especialmentedesde que se ha suprimido el culto en el templo. (Vid.primeros resultados en Th. Whittemore, The mosaicsof St. Sophia at Istanbul, París, 1934). (N. del R.).<<

Page 1240: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[408] V., p. ej., Dalton, East-Christian art (Oxford,1925), p. 277-278. <<

Page 1241: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[409] V. p. ej., Diehl, Ravernn (París, 1907), pags. 8 y132 (Les Villes d’Art celebres). <<

Page 1242: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[410] V. Benechevitch, Sobre la fecha del mosaico dela Transfiguración en el Monte Sinaí (Byzantion, t. I,1924, p. 144-172). <<

Page 1243: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[411] Diehl, Manuel, t. I, p. 230-277. <<

Page 1244: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[412] Sebeos, Historia del emperador Heraclio, t.XXXII (trad. del armenio. San Petersburgo, 1862), p.129 (en ruso), íd. Historia de Heraclio (trad. por F.Macler, París, 1904), página 108. <<

Page 1245: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[413] V. Pernice, L’Imperatore Eraclio (Florencia,1905), p. 44. <<

Page 1246: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[414] V. E. W. Brooks, Who was ConstantinePogonatus? (Byzantinische Zeits., t. XVII, 1908, p.460-462). <<

Page 1247: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[415] La mutilación no fue tan completa que leimpidiese hablar. <<

Page 1248: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[416] Bury, A History of the Later Roman Empire (i. acd.), t. II, p. 354. <<

Page 1249: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[417] La fecha de 714 ha sido establecida por G.Ostrogorsky en Die Chronologie des Theophanes im7. und 8. Jahrhundert. Byz. Neugr. Jahrbücher, t.VII, 1930, p. 33-34 y 47-48. <<

Page 1250: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[418] Jorge de Pisidia, De expeditione pérsica, vers.90-91, ed. Bonn, p. 17. <<

Page 1251: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[419] Antíoco Estrategos, Toma de Jerusalen por lospersas en 614 (tr. del georgiano por N. Marr), SanPetersburgo, 1909, p. 15 (en ruso). Trad. inglesa deF. C. Conybeare, Antiochus Strategos account of thesack of Jerusalem in 614 (English HistoricalReview, t. XXV, 1910, p. 506). <<

Page 1252: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[420] H. Vincent y F. M. Abel. Jerusalem: recherchesde topographie, d’archéologie et d’histoire (París,1926), t. II, fase. IV, p. 926-928. <<

Page 1253: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[421] N. P. Kondakov, Viaje arqueológico por Siria yPalestina (San Petersburgo, 1904), páginas 173-174(en ruso). <<

Page 1254: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[422] Según toda verosimilitud, esta invasión aváricase produjo el 617. V. N. Baynes, The date of the Avarsurprise (Byz. Zeit., t. X XI, 1912, p. 110-128). <<

Page 1255: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[423] La cronología de Isidoro no es muy segura.Isidoro de Sevilla, Chronica Majora. <<

Page 1256: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[424] F. I. Uspensky, t. I, p. 684. (en ruso). <<

Page 1257: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[425] V. Pernice, ob. cit., p. 141-148. Kulakovski, t.III, p. 76-87. <<

Page 1258: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[426] F. Corres, Die byzantinischen Besitzungen anden Küsten des spanisch-westgotischen Reichs(554-624), (Byz. Zeit., t. XVI, 1907, p. 530-532)· E.Bouchier, Spain under the Roman Empire (Oxford,1914), p. 59-60. <<

Page 1259: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[427] Ese manifiesto se conserva en el ChroniconPaschale, p. 737-734. Su traducción completa alitaliano se halla en A. Pernice. L’Imperatore Eraclio(Florencia, 1905), p. 167-71. <<

Page 1260: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[428] Esta fecha ha sido recientemente descubierta enel relato georgiano de Antíoco Estrategos, La tomade Jerusalén por los persas en 614, traducido por N.Marr (San Petersburgo, 1909) p. 65 (en ruso), ytraducción inglesa de F. Conybeare en EnglishHistorical Review, tomo XXV, 1910, p. 516. <<

Page 1261: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[429] Sebeos, Historia del emperador Heraclio,traducida del armenio por Patkanov, capítulo XXIX,p. 111 (en ruso). Trad. del armenio y anotada por F.Macler (París, 1904). página 91. En la ultima frasearriba citada, los dos traductores, en vez de«presentes» dicen «bendición». V. Kulakovski, t. III(Kiev, 1915), p. 118, (en ruso). <<

Page 1262: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[430] Corán, XXX, i, sección titulada Los griegos. <<

Page 1263: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[431] Pernice, ob. cit., p. 179. <<

Page 1264: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[432] Teófanes, Chronographia, ed. de Boor, p. 335.<<

Page 1265: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[433] Chronicarum quae dicuntur FredegariiScholastici, IV, 62 (Man. Germ. Hist. Scriptoresrerum merovingarum, t. II, 1888, p. 131). V. tambiénGesta Dagoberti I. regís Francorum, 24 (Ibíd., p.409). <<

Page 1266: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[434] Cronica Minora, I, trad. por I. Guidi, París,1903, p. 26. Corpus scriptorum christianorumorientatium. Scriptores Syri, ser. III, t. 5, Agapio deMenbidj, Historia Universal, t. II (2), p. 453 (193),ed. por. Vasiliev. Patr. Orient., t. VIII, 1912. Miguelel Sirio, trad. por A. Chabot, t. II, p. 420. V. T.Nöldeke, Geschichte der Perser und Araber zur Zeitder Sasaniden (aus Tabari), (Leipzig, 1879), p. 391-392. Del mismo: Aufsatze zur persischertGeschichte (Leipzig. 1887), p. 129. <<

Page 1267: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[435] Bury, The Constitution of the Later RomanEmpire (Cambridge, 1910), p. 20. Id., SelectedEssays, ed. H. Temperley (Cambridge, 1930), p. 109.Este criterio ha sido discutido por E. Stein en la Byz.Zeit., t. XXIX, 1930, p. 353. <<

Page 1268: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[436] Gibbon, The History of the Decline and Fall ofthe Roman Empire, c. XLVI, final. <<

Page 1269: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[437] Excerpta e Theophanis Historia, ed. Bonn, p.485. V. T. Nöldeke, Geschichte der Perser unaAraber zur Zeit der Sasaniden (Leyden, 1879), p.249-250. <<

Page 1270: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[438] Goldziher, Die Religión des Islams, p. 102 (DieKultur der Gegenwart, ed. P. Hinneberg, DieRetigionen des Orients, 1913, t. III, 1-2, Aun.). <<

Page 1271: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[439] Goldziher, p. 102. <<

Page 1272: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[440] Goldziher, ob. cit., p. 103-117. <<

Page 1273: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[441] No parece correcto traducir «hichra» por huida,porque el sentido «huir» no se halla en la raíz árabe«háchara», que significa «romper relaciones,abandonar la tribu, emigrar». (V. Enciclopedia delIslam, entrega 23, , 1916, p. 321.). <<

Page 1274: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[442] Véase V. Barthold. La orientación de lasprimeras mezquitas musulmanas (Publicacionesanuales del Instituto Ruso de Historia del Arte, t. I,Leningrado, 1922, p. 116, en ruso). C. H. Becker,Vom Werden und Wesen der Islamischen Welt, IslamStudies, t. I, Leipzig, 1924, p. 429. <<

Page 1275: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[443] Así suele decirse. No hay que olvidar, noobstante, que «salm», «salama», vale por reposo,paz, protección, sin aparejar necesariamente la ideade Dios; «moslim», «mashmum», no son mas quederivados de esa idea. (N. del R.). <<

Page 1276: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[444] V. I. Goldziher, Muhammedanische Studien(Halle. 1890), t. II, p. 20. <<

Page 1277: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[445] Goldziher, ob. cit., p. 106. <<

Page 1278: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[446] Grimme, Mohammed. I. Das Leben (Münster,1892), p. 123. <<

Page 1279: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[447] Studi di Storia Oriéntale (Milán, 1914), t. III, p.236, 257. <<

Page 1280: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[448] V. C. Güterbock, Der Islam im Lichte derbyzantinischen Polemik (Berlín, 1912), páginas 6-7,11, 67-68. <<

Page 1281: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[449] Teófanes, Chronographia, ed, de Boor, p. 333.<<

Page 1282: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[450] Corán. Trad. de Kasimirski en el PanteónLiterario, sección de Teología: Libros Sagrados deOriente. <<

Page 1283: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[451] Nota (1) desconocida. <<

Page 1284: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[452] Eutiquio, patriarca alejandrino: Ánnales, ed. L.Cheikho (Beirut y París, 1912), II, 5, 14 (CorpusScript. chr. Orient. Script. Arab.). Trad. latina dePocock, en Migne, Patr. Gr., vol. CXI, col. 1088. <<

Page 1285: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[453] Beladsori, Líber expugnationum regionum, ed.De Goeje (Leyden, 1866), p. 137; traducción inglesade Al-Baladhuri, The Origins of the Islamic State,por P. Hitti (Nueva York, 1916), t. I, p. 211 (Studiesin History, Economics, and Public Law, ed.Columbia University, vol. LXVIII, I parte). V.Varthold: Zapiski Kollegii Vostokovedov(Leningrado, J925) t· I P· 468 (en ruso). <<

Page 1286: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[454] De Goeje, Memoria sobre la conquista de Siria(2.a ed., Leyden, 1900), p. i. V. C. Becker, Theexpansión of the Saracens. The East (The Cambr.Mea. H., t. II, 1913, página 345). <<

Page 1287: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[455] J. Maspero, Organisation militaire de l’Egyptebyzantine (París, 1912), p. 119-132. A. Boak,Byzantine imperialism in Egypt (AmericanHistorical Review, t. XXXIV, 1928, página 8). <<

Page 1288: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[456] Gelzer, Studien zur byzantinischen VerwaltungAegyptens (Leipzig, 1909), p. 2. <<

Page 1289: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[457] E. Amélineau, La conquête de l’Egypte par lesArabes (Revue Historique, t. CXIX, 1915, p. 282). V.G. Rouillard, L’Administration civile de l’Egyptebyzantine (2. ed. París, 1928), p. 241-248. <<

Page 1290: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[458] Bell, The Byzantine Servile State in Egypt(Journal of Egyptian Archaelogy. t. IV, 1917, p. 106).<<

Page 1291: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[459] Caetani, Studi, t. I, p. 370-371. <<

Page 1292: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[460] Caetani, Studi, t. III, p. 3. <<

Page 1293: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[461] Goldziher, Vorlesungen Über Des Islam(Heidelberg, 1910). <<

Page 1294: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[462] O V. Caetani, Annali dell’Islam (Milán, 1905), t.I. p. 731-734· Huart considera la embajada deMahoma al «César de Bizancio» como dudosa(Histoire des Árabes, París, 1912, tomo I, p. 154-151). Maspero califica la carta de Mahoma de«leyenda árabe que acaso contenga un fondohistórico». Histoire des patriarches d’Alexandrie,París, 1923, p. 23. <<

Page 1295: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[463] V. por ej., Buiv, t. II, p. 261; Butler, The ArabConquest of Egypt (Oxford, 1902), página 139 ysiguientes. <<

Page 1296: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[464] V. C. H. Becker, en la Cambr. Med. Hist.(Cambridge. 1013), t. II P. 352. ídem. Vom Werdenund Wesen der Islamischen Welt (Leipzig, 1924), t. I,p. 96. <<

Page 1297: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[465] Nota (1) desconocida. <<

Page 1298: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[466] Nota (2) desconocida. <<

Page 1299: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[467] La fórmula del fuego griego se conserva en untratado atribuido a un tal Marcus Graccus, tratadoescrito sin duda en griego, en el siglo IX a lo más, ypublicado en una versión latina bajo el título deLíber ignium a Merco Graeco describtus. La mejoredición es de Berthelot (París, 1893), t. I, 100-133.hay una traducción francesa y una disertación sobreel tratado. Se da una edición más reciente en el librodel teniente coronel H. W. L. Hime The origin ofartillery (Londres, 1915), p. 45-63, V. Krumbacher,p. 636 y 637 Par. 9. y Bury-Gibbon, t. VI, p. 10, n.º22; ibíd., p. 539-40 (no conocían la edición deBerthelot y citan la antigua de Hofer, Histoire de lachimie, París, 1842, t. I, p. 491-497). V. también MaxJahns, Handbuch einer Geschichte desKriegswesens von der Urzeit bis zur Renaissance(Leipzig, 1880), p. 512-514. C. Ornan, A History ofthe art of war in the middle ages (2.a ed., Londres,1924), t. II, p. 206, 209-210. <<

Page 1300: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[468] V. Canard, Les Expéditions des Arabes contreConstantinople dans l’histoire et dans la légende(Journal Asiatique, t. CCVII, 1926, p. 63-80). <<

Page 1301: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[469] Teófanes, Chronographia, cd. de Roor, p. 856.<<

Page 1302: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[470] Teófanes, Chronographia, p. 364. <<

Page 1303: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[471] Kulakovski, Historia del Imperio bizantino, t.II, p. 265 (en ruso). <<

Page 1304: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[472] V. J. Wellhausen, Das Arabische Reich und SeinSturz (Berlín, 1902). V. Barthold, Zapiski KollegiiVostokovedov, t. I, p. 468-469. <<

Page 1305: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[473] Diehl, L’Afrique byzantine (París, 1896), p. 590.<<

Page 1306: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[474] Diehl, ob. cit., p. 592. E. Mercier, Histoire del’Afrique septentrionale, París, 188 tomo I, p. 218.<<

Page 1307: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[475] V. Henri Leclerc, L’Afrique chrétienne (París,1904), t. II, p. 321-323. R, Basset declara que losúltimos cristianos desaparecieron de Berbería en elsiglo XII (Enciclopedia del Islam, t. I, p. 721). <<

Page 1308: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[476] Así calcula V. I. Lamanski en Los eslavas en elAsia Menor, en África y en España (San Petersburgo,1859), p. 3 (en ruso). <<

Page 1309: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[477] B. A. Pantchenko, Un monumento eslavo bitiniodel siglo VII (Informes del Instituto ArqueológicoRuso de Constantinopla, tomo VIII, núms. 1-2, Sofía,1902, p. 15, en ruso). <<

Page 1310: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[478] V. N. Zlatarski, Cronología búlgara (Izvestiaotdela rousskago iazyka i slovesnosti AkademiiNaouk, t. XVII, núm. 2, 1912, p. 40; en ruso, ídem,Historia del estado búlgaro en la Edad Media,Sofía, 1918, t. I, I parte, p. 19-122, 135-136, enbúlgaro). Zlatarski declara que Isperich se estableciócon sus búlgaros al norte de la Dobrudya actual, entre660 y 668, año de la muerte de Constante II(Zlatarski, ob. cit., t. I, I parte, p. 138). <<

Page 1311: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[479] V. L. Niederle, Manuel de l’antiquité slave(París, 1923), t. I, p. 100-103. <<

Page 1312: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[480] V. Documentos sobre la antigüedad búlgara:Aboba-Pliska, en los Informes del InstitutoArqueológico Ruso de Constantinopla, , 1905, enruso. <<

Page 1313: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[481] Uspensky, Historia del Imperio bizantino, t. I, p.777 (en ruso). <<

Page 1314: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[482] Ob. cit., p. 729. <<

Page 1315: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[483] Cedreni, Historiarum compendium, ed. Bonn, t.I, p. 763. <<

Page 1316: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[484] Sin embargo, cuando Juan IV, inmediato sucesorde Severino, ratificó la condena de la «Ecthesis», elemperador, para exculparse, le contestó diciendo que«compúsole Sergio cinco años antes de mi regreso deOriente, y estando. en Constantinopla me rogó quehiciese publicar en mi nombre y con mi firma»,(Concil. VI, act. 5, 11). Mas la muerte de Heraclio nomodificó la situación. (N. del R.). <<

Page 1317: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[485] Mansi. Conciliorum amplissima collectio, t. X,p. 1029-1032, trad. ingl. en C. Hefele, A History ofthe Councils of the Church (Edimburgo. 1896), t. V,p. 93-96. <<

Page 1318: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[486] Mansi, t. X. p. 1157-1158 (18.º canon). Hefele, t.V, p. 112-113. <<

Page 1319: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[487] Epístolas de Martín, XVI, Migue, Palr. t.LXXXVII, cal. sos. V. Mann, The Lives of the Popesin the Early Middle ages (2.a cd., Londres, 1925.), t.I, parte 2, p. 400. <<

Page 1320: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[488] Nota (1) desconocida. <<

Page 1321: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[489] Nota (1) desconocida. <<

Page 1322: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[490] Nota (2) desconocida. <<

Page 1323: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[491] V. F. Görres, Justiniano II und das RömischePapsttum, Byz. Zeitz., t. XVII, 1908, páginas 440-450. <<

Page 1324: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[492] Líber Pontificalis, ed. L. Duchesne (París,1886), t. I, p. 391. <<

Page 1325: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[493] V. Corres, ob. cit., p. 452-453. <<

Page 1326: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[494] Hefele, A History of the Councils of the Church,i. V, p. 240. <<

Page 1327: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[495] De Thematibus, 12. <<

Page 1328: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[496] Mansi, t. XI. p. 737-738 V· H. Gelzer, DieGénesis der byzantinischen Themen verfassung(Leipzig, 1899), p. 10-17. <<

Page 1329: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[497] V. Stein, Ein Kapitel vom persischen und vombyzantinischen Staate (Byzantinische-Neugriechische Jahrbücher), I, 1920, p. 76-84. <<

Page 1330: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[498] La opinión de Kulakovski al propósito se hallaráen el tercer vol. de su Historia Bizancio, p. 387-431.Sobre Armenia habla en p. 396-398 (en ruso). V.Bréhier, Journal des Savants, nueva serie, t. XV,1917, p. 411-505. <<

Page 1331: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[499] Uspensky, Historia del Imperio bizantino (SanPetersburgo, 1914). t. I, . 685-686. Kulakovski, ob.cit., t. III, p. 395. <<

Page 1332: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[500] Constantino Porfirogénito declara que el nombrede Armeniakoi apareció bajo Heraclio (DeThematibus, p. 18). <<

Page 1333: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[501] Stein, Byz. neug, Jahrbücher, t. I. p. 84. <<

Page 1334: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[502] Stein, Byz. neg. jahr., t. I. p. 85. <<

Page 1335: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[503] Ibíd., p. 8-v. <<

Page 1336: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[504] Nota (1) desconocida. <<

Page 1337: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[505] Nota (1) desconocida. <<

Page 1338: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[506] S. Epifanovitch, El bienaventurado Máximo elConfesor y la teología bizantina (Kiev, 1915), p.137 (en ruso). Krumbacher, p. 63, 141. <<

Page 1339: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[507] V. A. Brilliantov, Influencia de la teologíaoriental sobre la teología occidental según lasobras de Juan Escoto Erígena (San Petersburgo,1898), p. 50-52 (en ruso). <<

Page 1340: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[508] V. H. Gelzer, Leontios van Neapolis Leben desheiligen Johannes des Barmhezigen Erzbischofs vonAlexandrien (Freiburg y Leipzig, 1893), p. XLI. <<

Page 1341: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[509] V. Diehl, Manuel, t. I, p. 329-359. <<

Page 1342: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[510] V. K. Schenk, Kaiser Leons III Walten in Innern(Byz. Zeit, t. V, 1896, p. 296 y siguientes). <<

Page 1343: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[511] V. N. Jorga, Los orígenes de la iconoclastia(Boletín de la Sección histórica de la AcademiaRumana, t. XI, Bucarest, 1924, p. 147). <<

Page 1344: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[512] Teófanes, Chronographia, ed. de Boor, p. 391.<<

Page 1345: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[513] Anastasio, Chronographia tripartita, ed. deBoor, p. 251. <<

Page 1346: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[514] Vita Stephani Junioris, Migne, Patr. Gr., 100,vol. CI, col. 1084. <<

Page 1347: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[515] V. Brooks, The campaign of 716-718 fromArabic sources (Jornal of Hellenic studies, tomoXIX, 1899, p. 21-22). <<

Page 1348: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[516] V. F. I. Uspensky, Historia del Imperio bizantino(Leningrado, 1927), t. II (1), p. 5 (en ruso). <<

Page 1349: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[517] J. A. Kulakovski, Historia de Bizancio, r. III, p.319 (en ruso). <<

Page 1350: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[518] V. Z. v. Lingenthal, Jus graeco-romanum, t. III,p. 55. <<

Page 1351: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[519] Teófanes. ed. de Boor, p. 395. <<

Page 1352: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[520] Bury, History of the Later Roman Empire, t. II,p. 405. <<

Page 1353: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[521] Se hallará una detallada y reciente exposición deeste asedio y su tradición legendaria en el artículo deCanard Les Expéditions des Árabes contreConstantinople (Journal Asiatique, t. CCVIII, 1926,p. 80-102). Constantino Porfirogénito atribuyetambién la construcción de una mezquita enConstantinopla a Maslamah, De adm. imperio, c XXI ed Bonn páginas 101-102. <<

Page 1354: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[522] Se hallarán al respecto informes muyinteresantes en un artículo de Barthold en ZapiskiKollegii Vastokovedov, t. I, p, 469-470 (en ruso). <<

Page 1355: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[523] Comp. con H. Lammens, Etudes sur le règne ducalife Oamiyade Mo’awia Ier. (París, 1908), p. 444.<<

Page 1356: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[524] Barthold, ob. cit., p. 470-71 (en ruso). <<

Page 1357: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[525] En las ediciones rusa e inglesa de esta Historiadel Imperio bizantino he exagerado un tanto laimportancia de la batalla de Poitiers (ed. rusa, t. I,Petrogrado, 1917, p. 222; edición ingl., t. I, p. 290).Puede consultarse, por ej. A. Dopsch,Wirtschaftliche und soziale Grundlagen dereuropaischen Kulturentwicklung (1.ª ed., Viena,1924), t. II, p. 298. <<

Page 1358: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[526] V. J. Wellhausen, Die Kämpfe der Araber mitden Romäern in der Zeit der Umaijiden, (Nachr. vonder K. Gesellsch. der Wissench. zu Gott., 1901, p.444-445). Se hallará un artículo especialmenteconsagrado a Al-Battal en la Enciclopedia del Islam,t. I, p. 698. Véase también Barthold, p. 470; D. B.McDonald, The earlier History of the ArabianNights (Journal of the Royal Asiatic Society, 1924,p. 381). Canard, ob. cit., p. 116-118. <<

Page 1359: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[527] A. Lombard, Constantin V, Empereur desRomains (París, 1902), p. 59. <<

Page 1360: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[528] Willibaldi, Vita; Pertz, Mon. Germ. Hist., t. XV,p. 93. <<

Page 1361: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[529] V. A. Vasiliev, Los eslavos en Grecia (Viz.Vrem., t. V, 1898, p. 416-417; en ruso). <<

Page 1362: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[530] Constantino Porfirogénito, De Thematibus, p.53-54. <<

Page 1363: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[531] Teofanes, p. 456-457. <<

Page 1364: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[532] Zacarías von Lingenthal, Geschichte desgriechisch-römischen Rochts, 3 Aufl. <<

Page 1365: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[533] Vasilievsky, La legislación de iconoclastas(Gaceta del Ministerio de Instrucción Pública, t.CXCIX, 1878, p. 279-280), (en ruso). <<

Page 1366: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[534] D. Ginis, Das promulgationsjahr derIsaurischen Ecloge (Byz. Zeit., t. XXIV, 192 páginas356-357). A Manual of Roman Law, the Ecloga,published by the Emperador Leo III and Constantin Vof Isauria at Constantinople A. D. 726, versióninglesa E. H. Frehsfield (Cambridge, 1926), p. 2. C.A. Spulber, La Écloga, de los Isáuricos: texto,traducción, historia (Cernauti, Rumania, 1929), p.83 (discusión detallada sobre la fecha la Écloga, p.81-86). G. Ostrogorsky, Die Chronologic desTheophanes im 7. und 8. Jahrhundert (Byz. neugr,Jahr, t. VII, 1930. p. 6, nota). En el IV vol. de laCambr. Med Hist. P. Collinet fija oirá fecha (marzo740) para la publicación de la Écloga (p. 708). Fechade 741. V. Grumel, La date de la promulgation de:l’Eclogé de León III (Hechos d’Orient, t. XXXVIII,1935, pags. 327-331). (N. del R.). <<

Page 1367: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[535] V. C. N. Uspensky, Apuntes de HistoriaBizantina (Moscú, 1917), t. I, p. 217-218: (en ruso).<<

Page 1368: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[536] Z. v. Lingenthal, Collectio librorum jurisgraeco-romani ineditorum. Ecloga Leonis etConstantini, 1852. <<

Page 1369: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[537] Ecloga, par. II. Spulber, Freshfield, p. 67. <<

Page 1370: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[538] Ecloga, par. II, 13. Se hallará una trad. rusa enVasilievsky, La legislación de los iconoclastas,págs. 283-285, en ruso. V. Spulber, págs. 5-9, yFreshfield, págs. 68-70. <<

Page 1371: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[539] Bury, t. II, p. 414. <<

Page 1372: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[540] Su fecha es objeto de controversia.Probablemente se publicaron antes de llegar al tronoBasilio I (867). Véase Zacharias von Lingenthal, JusGraeco-Romanum, IV, p. 4. E. Freshfield, A, reisedManual of Roman Law founded upon the Ecloga ofLeon III and Contantine V, of Isauria. Ecloga privataaucta (Cambridge, 1927), p. 2. Spulbe, p. 94-95 <<

Page 1373: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[541] Epanagogué. Zac. von Lingenthal, Collectiolibrorum, p. 62. <<

Page 1374: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[542] En este libro, conocido en Rusia desde pocodespués de la adopción del cristianismo en el siglo X,se exponían las reglas de la Iglesia apostólica, las delos concilios ecuménicos y, a la vez, las leyes civilesde los emperadores bizantinos ortodoxos. <<

Page 1375: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[543] Paparrigópulos, Histoire de la CivilizaciónHelénica (París, 1878), 209. <<

Page 1376: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[544] Panchenko, p. 30. <<

Page 1377: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[545] G. Vernadski, Sur les origines de la Loi agraireBizantine (Byzantion, 1. II, 1926, página 173). <<

Page 1378: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[546] V. F, Dölger en su noticia sobre el primervolumen de mi edición inglesa, HistorischeZeitschrift, t. 141, 1929, p. 112-113, y E. Stein, en laByzantinische Zeitschrift, p. 355. <<

Page 1379: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[547] Zlatarski, ob. cit. (Sofía, 1918), i. I, part. I, p.197-200 (en búlgaro). <<

Page 1380: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[548] F. I. Uspensky, Historia del Imperio bizantino, t.I, p. 28 (en ruso). V. también A. Vogt, (París, 1908),p. 378. <<

Page 1381: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[549] En su reciente obra sobre Romano Lecapeno, S.Runciman declara igualmente que los emperadoresisáuricos en sus innovaciones siguieron una políticamuy clara, a la abolición de la servidumbre. S.Runciman, The Emperor Romanus Lecapenus andhis reign (Cambridge, 1929) p. 225. <<

Page 1382: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[550] Diehl, Histoire de l’Empire byzantin (París, 7.3ed. revisada y corregida, 1924), p. 69. <<

Page 1383: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[551] W. Ashburner, The Farmer’s Law (Journal ofHellenistic Studies, t. XXX, 1911. p. 84; t. XXXII,1912, p. 68-83). El texto del Código rural ha sidoeditado por C. Ferrini en la Byz. Zeit, t. VII, 1898, p.558-571, y reeditado en las Opere de ContardoFerrini, t. I (Milán, 1929), p. 375-395. <<

Page 1384: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[552] V. al respecto los interesantísimos capítulos dedos obras rusas prácticamente desconocidos de loseruditos europeos y americanos: C. N. Uspensky, Elllamado Código rural, en sus Apuntes sobre laHistoria de Bizancio, Moscú 1917, p. 176-198.(Uchheniiti Zapiski osnovanniia Ryusskoi UshbnoiKollegiiey Praguie, Praga, 1924, t. II, II parte, p. 81-97), (en ruso). El autor de este artículo no conocíalas dos obras sobredichas. V. igualmente N. A.Constantinescu, ¿Reforma social o reforma fiscal?(Boletín de la Sección Histórica de la AcademiaRumana, t. XI, 1924, p. 95-96). <<

Page 1385: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[553] V. G. Vernadski, Sur les origines de la Loiagraire byzantine (Byzantion. t. II 096). p. 178-179).<<

Page 1386: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[554] Ashburner, ob. cit. (Journal of Hellenic Studies,t. XXXII, p. 71). <<

Page 1387: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[555] V. W. Ashburner. The Rhodian See Law,(Oxford, 191)9). p. IXVIII, LXXVI, CXIII. <<

Page 1388: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[556] Hablaremos después de ese Código de la épocamacedónica. <<

Page 1389: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[557] Ashburner, p. CXII, CXIII. <<

Page 1390: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[558] Ashburner, p. CXII, CXIV. <<

Page 1391: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[559] Véase un artículo muy detallado sobre la «LeyRodense» en R. Kreller, Lex RhodiaUntersuchungen zur Wuellngeschichte desrömischen Seerchtes (Zeitschrift für das GesamteHandelrecht und Konkursrecht, t. XXV, 1921, 257-367). <<

Page 1392: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[560] Lingenthal, Gesch. des Griech.-rom. Rechts (3.0ed. Berlín, 1892). p. 16-17. ídem, Wissenschaft undRecht für das Heer von 6-10. Jahr, Byz. Teits, t. III,1894, p. 448-499. <<

Page 1393: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[561] En el 4.º vol. de la Camb, Med. Hit., pub. en1923, Diehl y Collinet optan por el criterio de queesos tres códigos son obra de la dinastía Isáurica (p.4-5, 708-710). Pero en la introd. del mismo vol. (p.XIII). Bury declara que, según él, tal concepto esinsostenible, después de los trabajos de Ashburner, almenos en lo referente a los dos primeros códigos. V.tamb. G. Ostrogorsky, Ueber die vermeintlicheReformtatigkeit der Isaurier (Byz. Zeit, t. XXX,1929-9-30, p. 396). <<

Page 1394: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[562] G. Finlay, History of the Byzantine Empre fromDCCXVI to MLVII (2.3 ed., Edimburgo y Londres,1856), p. 1-3-14 (t. II. ed. Tozer). <<

Page 1395: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[563] H. Gelzer, Die Génesis dar byzantinischenThemenverfassung (Leipzig, 1899), p. 75. <<

Page 1396: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[564] F. I. Uspensky, t. I, p. 812. V. t. II, 1927, p. 55-56(en ruso). <<

Page 1397: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[565] Comp. el texto árabe de este autor con una trad.francesa en De Goeje, Bibliotheca GeographorumArabicorum (Leyden, 1889), t. VI, p. 77 y sietes. V.Gelzer, Die Génesis der byzantinischenThemenverfassung, p. 82 y sigtes. E. W. Brooks,Arabic Lists of Byzantine Themes (Journal ofHellenic Studies, t. X XI, 1901. p. 67 y sigtes.). <<

Page 1398: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[566] Teophanes, Continuatus, ed. Bonn, p. 6. <<

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[567] V. Kulakovski, t. III, p. 391, 392 (en ruso). E.Stein, Ein Kapitel… (Byz. neu Jau:, I, 1920, p. 75-76,77). V. G. Ostrogorsky, Ueber die VermeintlicheReformtatigk der Isaurier (Byz. Zeit., t. XXX, 1929-30, p. 397). <<

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[568] V. C. N. Uspensky, Apuntes sobre la historia deBizancio (Moscú, 1917), p. 152. (En ruso). <<

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[569] Teófanes, ed. de Boor, p. 410. V. Dölger,Regesten, t. I, n.º 300 (p. 36). E. Stein en la Byz.Zeits., t. XXIX, 1930, 355. <<

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[570] V. A. Van Millingen, Byzantine Constantinople(Londres, 1899), p. 98-99, y la ilustraciónintercalada. <<

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[571] Paparrigópulos, Historia de la civilizaciónhelénica, p. 188. El autor había desenvuelto antesiguales opiniones en el 3.er vol. de su Historia delpueblo griego, en lengua griega. <<

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[572] Schwarzlose, Der Bilderstreit (Gotha, 1890), p.42, 46, 48, 50. <<

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[573] A. Lombard, Études d’histoire byzantine:Constantin V, empereur des Romains (París, 1902),p. 105, 124, 127, 128. <<

Page 1406: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[574] L. Bréhier, La Querelle des Images (París,1904), p. 3-4. <<

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[575] C. N. Uspensky, Apuntes sobre la historia deBizancio, p. 213 (en ruso). Comp. c. 237. V. tambiénN. Jorga, Los orígenes de la iconoclastia (Boletín dela Sección Histórica de la Academia Rumana, t. XI,Bucarest, 1924, p. 147-148). G. Ostrogorsky rechazacon vigor la teoría de Uspensky en la Byz. Zeit., t.XXX, p. 399 y n.º 2. <<

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[576] Los más recientes estudios sobre el movimientoiconoclasta son los de H. Leclercq, en elDictionnaire d’archéologie chrétienne, t. VII, 1926,palabra Images, col. 180-302, los de F. I. Uspenskyen el t. II de su Historia del Imperio bizantino(Leningrado, 1927), p. 22-53, 89-109, 157-174 (Enruso). <<

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[577] La Bitinia, estrecha región asomada al Mármara,era el centro más importante de la vida monacal y portanto, de la ortodoxia. Además del conjuntomonástico del Olimpo y de Atroa, hallábanse enBitinia: Brusa, Nicomedia, Nicea y Calcedonia. (N.del R.). <<

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[578] Mansi, Conc. Coll., t. II, 11 (ConciliumLiberitanum, par. XXXVI). Se hallará unainterpretación diferente del texto en Leclercq,Dictionnaire d’archéologie chrétienne, t. VII (1),col. 215. Pero el texto es muy claro. Sobre laautenticidad de las actas del concilio de Elvira, v.por ej., Harnack, Geschichte der altchristlichenLitteratur Eusebius. II, Die chronologie deraltchristlichen Litteratur bis Eusebius, t. II (Leipzig,1904), p. 450: Ihre Echtheit… bedarf keinerBeweisführung. No debiera, con todo, desdeñarse lainterpretación que del canon 36 del concilio deElvira dan los antiguos comentaristas (el cardenalAguirre, don Fernando de Mendoza, etc.). Todavía larecoge el abate Berault-Bercastel, en el siglo XVIII:«En aquellos tiempos de calamidad era de temer quesi sobrevenía una persecución repentina eintempestiva, no podrían libertarse de la impiedad yfuror de los idólatras las santas imágenes que hubiesepuestas en las tapias, y se expondrían a serprofanadas», (Historia de la Iglesia, trad. española,Valencia, 1830-1835, t. II, p. 304). Obsérvesetambién, que el referido canon no prohíbe —comoharían luego los iconoclasias— la veneración de lasimágenes, que explícitamente da como existente, sino

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pintarlas en la pared. (N. del R.). <<

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[579] Eusebio, Historia eclesiástica, VII, 18, 4. <<

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[580] El texto griego se ha publicado en G.Ostrogorsky, Studien zur Geschichten desbyzantinischen Bilderstreites (Breslau, 1929), p. 74.V. la trad. latina, ibíd., p. 74 y 86. P. Maas, Dieikonoklastische Episode in dem Briefe desEpiphanios an Johannes (Byz. Zeit., t. XXX, 1929-1930, p. 282). V. también Migne, Patr. Gr. vol. XLIII,col. 390. Contra la autenticidad, D. Serruys enCotuptes-rendus de l’Académie des inscriptions etbelles-lettres, 1904, t. I, p. 361-363, y Ostrogorsky,ob. cit., p. 83-88. V. también H. Gregoire enByzantion, t. IV, 1929, p. 769-770. F. Dölger,Göttingische Gelehrte Anzeigen, 1929, p. 357-358.P. Maas, ob. cit., p. 279. 286. E. Stein, Byz. Zeit.,XXX, 1930.· p. 356. <<

Page 1414: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[581] Gregorio el Grande, Epistolae, IX, 105; Migne,Patr. lat., LXXVII, col. 105; ed. Hartmann, IX, 208(Mon. Germ. Hist. Epist., t. II, p. 195); trad. inglesaen la Select Library of Nicene and Post-NiceneFathers, 1898, t. XIII, p. 23. <<

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[582] S. Gregorio, Epist, XI, 13; Migne, LXXVII, col.1128; cd. Hartmann, Mon. Germ. Hist. Epist., t. II, p.270; trad. ingl. Ibíd., t. XIII, p. 54. <<

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[583] Véase, por ejemplo, C. Becker, en susIslamstudien, 1924, t. I, p. 446. Según Yezidpromulgó en efecto, su edicto. <<

Page 1417: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[584] Teófanes, ed. de Boor, p. 405. N. Jorga, ob., cit.,p. 143, n.º 3, llama a ese epíteto «un apodo y unacalumnia». Durante muchos siglos ha sido aceptada(p. ej., el jesuita L. Mambourg, Histoire de l’Hérésiedes Iconoclastes et de la Translation de l’Empireaux François, París, 1689), t. I, págs. 24-28, y aunescritores eclesiásticos posteriores) la leyenda queya se halla en Constantino Manases, escritorbizantino de la época de Manuel Comneno (suHistoria, en verso, hállase en Migne, Patr. G., t.CXXVII). A tenor de ella, dos astrólogos judíos, quehabían predicho a Yezid un largo reinado si abolía ensus dominios las imágenes veneradas por loscristianos, y que, habiendo muerto el califa a poco dedecretar esa abolición, se refugiaran en tierras deBizancio, toparon en Isauria con un joven mercader,de nombre Conón. Para corresponder a ciertasamabilidades del joven le revelaron que el destino lellamaría al solio imperial, para ser un gran monarca yno le impusieron más condición que el cumplimientode la gracia que en tal día le pidieran. El joven noera otro que el futuro León el Isáurico; la gracia, laabolición de las imágenes sagradas. (N. del R.). <<

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[585] Los paulicianos, que abogaron por el regreso ala sencillez evangélica habían decidido rechazar, conlos comentarios de los Padres de la Iglesia, inclusolos sacramentos, la veneración de la Cruz y el cultode los santos, se ganaron el respeto de no pocoscristianos orientales que suspiraban por una reformade la Iglesia. León, que había crecido en aquelambiente, no ignoraba la importancia que, paraconsolidarse en el trono, podía tener el ponerse alfrente de semejantes ansias depuradoras. Una vezcompletada su obra de reforma interior (recuérdensesus códigos agrario, militar, etc.) emprendería la deorden religioso, hurtando de paso a los paulicianos,dueños del Asia Menor, avanzada y granero delImperio, uno de sus pretextos para cualquierpeligrosa insurrección. La tesis está expuestabrillantemente por L. Halphen, en Les Barbares. Desgrandes invasions aux conquêtes turques du XI

siècle. 4.ª ed. entièrement refondue, París, 1940,págs. 191-192. (N. del R.). <<

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[586] A. Lebediev, Los concilios ecuménicos en lossiglos VI, VII y VIII (tercera edición, SanPetersburgo, 1904), p. 143 (en ruso). <<

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[587] Nota (1) desconocida. <<

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[588] Teófanes, ed., de Boor, p. 404. <<

Page 1422: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[589] Entre las obras recientes v. Diehl en laCambridge Medieval History, 1923, t. IV, p. 9.Leclercq, Dictionaire d’archéologie chrétienne,1926, t. VII (1), col. 240-241. F. I. Uspensky. ob. cit.,1927, t. II, p. 25 y sigtes. <<

Page 1423: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[590] V. Leclercq, col. 24. Leclercq sitúa en 729 elsegundo edicto. <<

Page 1424: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[591] «Despreció el papa Gregorio las cartassinódicas del patriarca Anastasio, encumbrado a lasilla de Constantinopla por la profesión que hizo dela nueva herejía. Animado del vigor conveniente a laprimacía de la Sede Apostólica, le escribió diciendoque, si no tornaba a la fe de la Iglesia, le despojaríadel sacerdocio. Mas no pudo ejecutar esta amenaza acausa de haber expirado poco tiempo después, esdecir, en el año 731, verosímilmente el día 10 defebrero». (Berault-Bercastel, obra citada, traducciónespañola), 1831, t. IX, p. 129. (N. del R.). <<

Page 1425: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[592] I. D. Andreiev, Germán y Tarasio, p. 71 (enruso). <<

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[593] El propio apodo de Coprónimo («nombre deexcremento») con el cual ha pasado a la Historia,denota ese furor de los iconódulos. Se pretendía queen el acto de ser cristiano había ensuciado la pilabautismal. (N. del R.). <<

Page 1427: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[594] Stein, Studien zur Geschichte desbyzantinischen Reiches (Stuttgart, 1919), p. 140. <<

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[595] El patriarca Anastasio, el mismo que habíapuesto su firma en el decreto inconoclasta de León elIsáurico, asistió a su coronación y fue el primero enabogar por el restablecimiento del culto de lasimágenes. Cuando, al año siguiente, Coprónimorecobró el trono le hizo sacar los ojos y lo mandópasear montado de espaldas en un asno por elHipódromo. (N. del R.). <<

Page 1429: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[596] Nota (1) desconocida. <<

Page 1430: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[597] Mansi, t. XIII, p. 323, 327, 346, 354, 355.Hefele, A History of the Councils of the Church,1896, t. V, p. 313-315. Se encontrará en Ostrogorsky,ob. cit., p. 7-29, una interesantes disertación sobre lainfluencia de las obras literarias de Constantinocontra el culto de las imágenes, en las actas delconcilio de 754. <<

Page 1431: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[598] Andreiev, Germán y Tarasio, p. 96 (en ruso). <<

Page 1432: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[599] V. Ostrogorsky, p. 29-40. <<

Page 1433: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[600] Vita Stephani Junioris, Migne, Fatr. Gr., 100, col.1120. V. G. Vasilievsky, La Vida de Esteban el Joven(Obras, t. II, p. 324, en ruso). Diehl, Manuel, t. I, p.366. <<

Page 1434: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[601] Teófanes, p. 445, 446. <<

Page 1435: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[602] I. Andreiev, Germán y Tarasio, p. 78 (en ruso).<<

Page 1436: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[603] F. Dvornik, La vie de Saint Grégoire leDécapolite, et les slaves macédoniens on IX siècle(París, 1926), p. 4, 58, par. 13. <<

Page 1437: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[604] I. Andreiev, p. 98 (en ruso). <<

Page 1438: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[605] Mansi, t. XIII. p. 739-740. <<

Page 1439: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[606] Bryce, The Holy Roman Empire (Nueva York,1919), p. 50 (principio del capítulo V). <<

Page 1440: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[607] W. Sickel, Die Kaiserwal Karls der Grossen(Mitteilungen des Instituts für Oster reichischeGeschichtsforschung, t. XX, 1899, p. 1-2, 3). <<

Page 1441: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[608] Gasquet, L’Empire byzantin et la monarchiefranque (París, 1888), p. 284-285. <<

Page 1442: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[609] V. Dölger, Regesten, t. I, n.º 339, p. 41. Allí seencontrarán las fuentes y la bibliografía sobre eltema. <<

Page 1443: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[610] Epistolae Karolini aevi, ed. E. Duemmler, f. II(Berlín, 1893), p. 288 (Mon, Germ. Hist. Epist., t.IV). <<

Page 1444: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[611] En 1893, Bury publicó un artículointeresantísimo y muy original sobre Carlomagno eIrene, esforzándose en sugerir que la idea inicial dela coronación del 800 procedía de la misma Irene (J.B. Bury, Charles the Great and Irene. Hermathena,t. VIII, 1893, p. 17-37). Este artículo es casidesconocido de los historiadores, y Bury mismo, sinrepudiar de modo expreso la sugestión emitida allí,no la menciona en su History of the Eastern RomanEmpire (Londres, 1912, p. 317-321) al relatar lasnegociaciones de Carlos con la corte bizantina. V. N.Baynes, A Bibliography of the Works of J. B. Bury(Cambridge, 1929), p. 7-8 y 136. Respecto alsilencio de Bury sobre ese artículo, Baynes comenta:«Es muy lamentable, se adivina allí (en dichotrabajo) una teoría que debe ser verdadera» (p. 8).<<

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[612] Teófanes, ed. Boor, p. 475. Diehl (CambridgeMedieval History, t. IV, p. 24) no cree en talesnegociaciones. El 800 Irene tenía cincuenta años, V.Bury Carlomagno e Irene (Hermathena, t. VIII, 1893,p. 24): Irene tenía 44 años el 794. <<

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[613] El historiador alemán P. Schramm escribe, en sumuy importante obra Kaiser, Rome und Renovatio(Leipzig-Berlín, 1929, t. I, p. 12-13), que lacoronación de Carlos fue un acto de violencia y unainfracción de los derechos del Basileus,” y hacenotar queel rey de los francos no tomó el título deemperador de los romanos, sino de «imeriumRomanum gubernans». <<

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[614] Sin embargo, el tratado no fue ratificado en vidade Carlomagno. Un acto de éste —dice Calmette(L’effondrement d’un Empire et la naissance d’uneEurope, IX-XI Siècles, París, 1941, págs. 10-11)—en 813, demuestra «con qué impaciencia habíaesperado el acuerdo francobizantino. Apenas fuereconocido por el basileo, convocó una Asambleasolemne para asociar al Imperio a Luis, el único hijoque le quedaba». Por otra parte, la fórmula usada porla Cancillería carolingia a continuación del nombredel soberano («Serenísimo Augusto, coronado porDios, grande y pacífico emperador que gobierna elImperio romano»), hace pensar que el cambiointroducido por la coronación no fue tan radicalcomo parece (Vid. L. Halphen, L’Idee d’Etat sous lesCarolingiens, en Revue Historique, t. CLXXXV,939, p. 59-70). (N. del R.). <<

Page 1448: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[615] Bury, History of the Eastern Roman Empire(Londres, 1912), p. 325. V. tomo L. Halphen, LesBarbares. Des grandes invasions aux conquêtesturques du XIe siècle (París, 1926). p. 243-20. <<

Page 1449: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[616] Παπαρρηνοπουλου, Ιστορια του ελληνιχουεθνος, Athens, 1887, t III, p. 467. <<

Page 1450: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[617] K. Schenk, Kaiser Leons III Walten im Innern(Byz. Zeit, t. V., 1896, p. 289, 296). <<

Page 1451: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[618] H. Gelzer, Abriss der byz. Kaisergeschichte, p.960. <<

Page 1452: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[619] Bury, History of the Later Roman Empire. t. II,p. 410. <<

Page 1453: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[620] Lombard, Constantin V, p. 169. <<

Page 1454: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[621] Diehl, en Camb. Mea. Hist., t. IV, p. 26. <<

Page 1455: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[622] F. I. Uspensky, ob. cit. (Leningrado, 1927), t. II,p. 22. <<

Page 1456: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[623] V. Bury, History of the Eastern Roman Empire,p. VIII. <<

Page 1457: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[624] V., por ej., Tabari, t. III, p. 695. Crónica deMiguel el Sirio, ed. Chabot, t. III, p. 15. E. W.Brooks, Byzantines and Arabs in the Time of theEarly Abbassids (English Historical Review,octubre, 1900. p. 743). <<

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[625] Por lo dificultosamente que hablaba el griego, afuerza de ser provinciano. (N. del R.). <<

Page 1459: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[626] Bury, t. III, p. 78. <<

Page 1460: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[627] Crónica de Miguel el Sirio (ed. Chabot, I, p.72). <<

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[628] Carta del emperador Miguel al emperador deOccidente Ludovico Pio. Baronii. HistoriaEclesiástica, t. XIV, 1743, p. 63; Genesius, p. 33. <<

Page 1462: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[629] Theophanes Continuatus, p. 53. <<

Page 1463: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[630] Teophanes Continuatus. <<

Page 1464: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[631] Se hallará una detallada exposición crítica de lainsurrección de Tomás en A. Vasiliev, Bizancio y losárabes. Relaciones políticas de Bizancio y losárabes en la época de la dinastía amoriana, SanPetersburgo, 1900, p. 1-1-43 (en ruso), y en Bury,History of the Estern Roman Empire, p. 84-110. <<

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[632] Finlay, t. II, p. 133. Bury, p. 110. F. I. Uspensky,Historia, t. II, I, p. 279-292 (en ruso). <<

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[633] V. Vasiliev, t. I, p. 28-92. Bury, p. 254, 472-477.Sobre el triunfo. Cont. Porf., De cerimoniis, p. 503-507. <<

Page 1467: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[634] Jaqubi, Historiae, ed. Houtsma, t. II, 1883, p.573 (texto árabe). Vasiliev, apéndice, p. 9 (en ruso).<<

Page 1468: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[635] Vasiliev, t. I., p. 113-117. Bury, p. 260-262.Respecto al triunfo, v. Const. Porf., De cerimoniis, p.507-508. <<

Page 1469: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[636] Tabari, t. III, p. 1536. A. Vasiliev, t. I, p. 30. —Cerca de la actual Assarkoy. Era centro comercial,muy importante por su situación frontera con elImperio selyúcida. León el Isáurico la había rodeadode murallas. (N. del R.). <<

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[637] El relato detallado de la campaña de Amorion sehalla en la crónica árabe de Tabari, t. III, p. 1236-1256. Trad. rusa en A. Vasiliev, t. I, ap., p. 30-46. V.Vasiliev p. p. 40. Bury, p. 262-272. Id., Mutasim’smarch through Cappadocia en A. D. 838 (Journal ofHellenistic Studies, t. XXIX, 1909, p. 120-129). <<

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[638] V. Acta 42 martyrum Amoriensium (ed. V.Vasilievsky y P. Nikitin) en las Memorias de laAcademia Imperial de Ciencias (San Petersburgo,1905), VIII serie, t. VII, 2 (texto griego y comentariodetallado en ruso). Estas «Acta» proporcionanciertos informes históricos interesantes. Véasetambién «Un texto griego de la Vida de los 42mártires de Amorion», según el manuscrito de laBiblioteca Nacional de París, N.º 1534, ed. A.Vasiliev, ibíd. (San Petersburgo. 1898), VIII serie, t.III, 3, p. 16. V. Bury, p. 271-272. <<

Page 1472: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[639] V. Vasiliev, ob. cit., t. I, p. 199-201 (en ruso).Bury, t. III, p. 283-284. <<

Page 1473: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[640] Const. Porfirogénito, De cerimoniis aulaebyzantinae, t. I, 69, p. 332-333. V. Bury. <<

Page 1474: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[641] Anécdota Bruxellensia. I: Chroniquesbyzantines du manuscrit 11376, por Franz Cumont(Gante, 1894), p. 33. <<

Page 1475: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[642] Assemani, Kalendaria Ecclesiae Universae(Roma, 1755), t. I, p. 240-243, t. IV, p. 9. <<

Page 1476: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[643] Golubinski, Historia de la Iglesia rusa, Moscú,1880, t. I, p. 21-22 (en ruso). <<

Page 1477: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[644] Focio, In Rossorum incursionem Homiliae, I-1I.Lexicón Vindobonense, rec. A. Nauck (Petrópolis,1867), p. 201, 209, 221. <<

Page 1478: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[645] Const. Porf., De adm. imperio, p. 217. Vasiliev,t. I, p. 18 y 46 (en ruso). <<

Page 1479: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[646] La fecha de la conquista de Creta por los árabeses objeto de discusión, pero de ordinario se la sitúaentre 823 y 825. V. Vasiliev, t. I, p. 45-53. Sobre lafecha, p. 49, n. i. Bury, 287-291. En un importanteartículo —transcendental sobre todo en el aspecto decrítica de las fuentes— Brooks coloca la conquistade Creta en 828 (The Arab ocupation of Crete, TheEnglish Hist. Rev., t. XXVIII, 1013, p. 432. Elartículo completo ocupa las p. 431-443). <<

Page 1480: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[647] Sobre la insurrección de Eufemio, v. F. Gabotto,Eufemio e il movimento separatista nell’Italiabizantina (Turín, 1890). V. también Vasiliev, t. I, p.56-75 (en ruso). Bury, p. 294-302 y 478-480. <<

Page 1481: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[648] Gabotto, ob. cit., p. 6-7. Vasiliev, t. I, p. 73-74.<<

Page 1482: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[649] V. J. Gay, L’Italie méridionale et l’Empirebyzantin (París, 1904), p. 5-6. <<

Page 1483: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[650] Teófanes, cd. de Boor, p. 486. <<

Page 1484: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[651] Ibíd., p. 491. Ced. II, 42. <<

Page 1485: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[652] Teófanes, ed. de Boor, p. 503. <<

Page 1486: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[653] V. Bury, A History of the Eastern RomanEmpire, p. 339-359. F. I. Uspensky, t. II, I, p. 250-163(en ruso). <<

Page 1487: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[654] Uspensky, Hist., t. II, I, p. 263. <<

Page 1488: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[655] Bury, The Bulgarian Treaty of A. D. 814 and thegreat fence of Thrace. XXV (1910, p. 276-287). <<

Page 1489: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[656] Uspensky, Materiales para la Antigüedadbúlgara. Aboba-Pliska (Boletín del InstitutoArqueológico Ruso en Constantinopla, 1905, t. X, p,197, en ruso), ídem, Hist., t. II, I (Leningrado, 1927),p. 453. <<

Page 1490: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[657] Sobre la conversión de Bulgaria al cristianismo,v. F. Dvornik, Les Slaves, Byzance et Rome au IX

siècle (París, 1926). Zlatarski, Historia, I (2), p. 31-152 (en búlgaro). F. Uspensky, Historia, II (a), p.451-479 (en ruso). <<

Page 1491: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[658] San Teodoro, de noble familia bizantina,higúmeno, es decir, abad del monasterio deSaccudion, en Bitinia, se había opuesto al matrimonioadúltero de una pariente suya —Tedora— conConstantino VI, incurriendo en los rigores de éste.Muerto el emperador, San Teodoro volvió deldestierro y recibió el encargo de restaurar el famosomonasterio de Studion, en la capital —lasincursiones musulmanas hacían difícil mantenerse enSaccudion. <<

Page 1492: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[659] Nota (1) desconocida. <<

Page 1493: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[660] La primera edición de las actas de este concilioha sido hecha por D. Serruys, Les Actes du concileiconoclaste de l’an 815 (Mélanges d’archéologie etd’histoire, XXIII, 1903, p. 348-349). G. Ostrogorsky(Studien, Breslau, 1921, p. 48-51) ha dado unaedición más reciente y mejor. <<

Page 1494: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[661] Ostrogorsky, ob. cit., p. 56. <<

Page 1495: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[662] Genesius, ed Bonn, p. 17-18. V. tambiénTheophanes Continuatus, p. 30. <<

Page 1496: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[663] V. A. Dobroklonski, El bienaventurado Teodoroel Confesor, abad de Studion (Odesa, 1913), t. I, p.850 (en ruso). <<

Page 1497: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[664] Gelzer, Abriss der byz. Kaisergesch., p. 967.Schwarzlosen, Der Bilderstreit (Gotha. 1890), p. 72.Ternovski. La iglesia greco-oriental, p. 487 (en ruso).<<

Page 1498: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[665] N. Grossu, El bienaventurado Teodoro deStudion (Kiev, 1907), p. 151 (en ruso). <<

Page 1499: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[666] A. Dobroklonski, t. I, p. 849. <<

Page 1500: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[667] A. Dobroklonski, t. I, p. 830. <<

Page 1501: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[668] Bury, I. III, p. 140-141. <<

Page 1502: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[669] V. C. de Boor, Der Angriff der Rhos auf Byzanz(Byz. Zeit., t. IV, 1895, p. 449-453). Vasiliev, Sobreel año de la restauración de la ortodoxia, en sulibro Bizancio y los árabes, t. I, San Petersburgo,1900, apéndice III, p. 142-146 (en ruso). <<

Page 1503: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[670] L. Bréhier. La Querelle des Images (París,1904), p. 40. <<

Page 1504: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[671] F. I. Uspensky, Hist., t. II, I, 358 (en ruso).Ostrogorsky, Studien, p. 53-59. <<

Page 1505: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[672] N. P, Kondakov, Iconografía de la SantísimaVirgen (Petrogrado, 1915), t 15, en ruso. <<

Page 1506: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[673] Diehl, Manuel d’art byzantin (París, 1910), p.340; 2.a cd. (París. 1915), t. I, página 366. <<

Page 1507: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[674] Bury, t. III, p. 430. <<

Page 1508: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[675] V. W. Wroth, Catalogue of the ImperialByzantine Coins in the British Museum (Londres,1908), t. I, p. XCIII. O. M. Dalton, East Christian Art(Oxford, 1925), p. 2-4. <<

Page 1509: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[676] Georgini Monachus, Chronikon, ed. de Boor,(Leipzig, 1904). <<

Page 1510: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[677] V. M. Istrin, La Crónica de Jorge Hamartolo ensu antigua versión eslavo-rusa, 3 t. (Petrogrado,1930-1930, en ruso). <<

Page 1511: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[678] Sobre la obra literaria de este emperador, v.Ostrogorsky, Studien, p. 7-14. <<

Page 1512: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[679] Mansi. t. XIII, col. 430. <<

Page 1513: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[680] V. Krumbacher, p. 886-890. <<

Page 1514: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[681] Juan E. O’Connor, Catholic Encyclopedia,1910, t. VIII, p. 459-461. <<

Page 1515: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[682] San Juan Damasceno, Barlaam and Joasaph,trad. ingl. por el Rev. R. Woodward y H. Mattingly(Londres y Nueva York, 1914). p. XII. <<

Page 1516: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[683] Krumbacher, p. 716. V. tamb. Bury, A History ofEastern Roman Empire, p. 81-83. <<

Page 1517: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[684] V. F. Fuchs, Die höheren Schulen vonKonstantinopel im Mittelalter (Leipzig y Berlín,1926), p. 18. Fuchs estima que la Universidad deBardas fue una institución nueva. El relato según elcual León III quemó la Universidad deConstantinopla, con su biblioteca y sus profesores, noes sino una leyenda tardía. V. L. Bréhier, Notes surl’histoire de l’enseignement superieur aConstantinople (Byzantion, t. IV, 1929, p. 13-28).Ibíd., t. III, 1927, p. 74-75. Fuchs, ob. cit., p. 9-10(bibliografía). <<

Page 1518: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[685] Simeón Magister, De Mihaele et Theodora, cap.XXXI, p. 670. <<

Page 1519: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[686] Bury, p. 445. <<

Page 1520: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[687] Bury, p. 446. <<

Page 1521: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[688] Nicolás el Místico. Epístolas, 2. Migne, Patr.Gr., 111, col. 37. V. Bury. p. 439. <<

Page 1522: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[689] Theophanes Continuatus, p. 190. V. Bury, p.436-438. <<

Page 1523: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[690] V. Bury, p. 438. Comp. c. Fuchs, Die höherenSchulen, p. 18. <<

Page 1524: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[691] Dalton, Byz. Art. and Arch. (Oxford, 1911), p.14. <<

Page 1525: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[692] Diehl, Manuel (2. ed., París, 1925), t. I, p. 379-381. O. M. Dalton, E. Chr. Art (Oxford, 1925), p.309. <<

Page 1526: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[693] Diehl, ob. cit., t. I, p. 385-86. Dalton, Byz. Art.and Arch., p. 16. Bury, Hist. of the East, Rom.Empire, p. 429-434. <<

Page 1527: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[694] A. Vasiliev. El origen del emperador Basilio elMacedonio (viz. Vrem., t XII, 1906, p. 148-165, enruso). <<

Page 1528: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[695] A. Vogt, Basile Ier et la civilisation byzantine àla fin du IXe siècle, París, 19O8 p. 21, n.º 3. <<

Page 1529: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[696] A. Papadopulos-Kerameus, Fontes historiaeImperii Trapezuntini (Petrópolis 1807), V. N. A.Bees, Eine unbeachtete Quelle über dieAbstammung des Kaisers Basilios I desMacedoniers (By neug. Jahrb., t. IV, 1923, p. 76). <<

Page 1530: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[697] S. Runciman, The Emperor Romanus Lecapenusand his reign. A Study of tenth-century Byzantium(Cambridge, 1929), p. 63. En este libro de Runcimanse halla un juicio muy elogioso sobre la personalidady obra de Roman Lecapeno. <<

Page 1531: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[698] Johannis Cameniatis, De excidioThessalonicensi narratio, ed. de Bonn deTheophanes Continuatus, p. 487-600. V. Vasiliev. t. II,p. 141-153. A. Struck, Die Eroberung Thessalonikesdurch de Sarazenen im Jahre 904 (Byz. Zeit., t. XIV,1905, p. 535-562). O. Tafrali, Thessalonique desorigines au XIVe siècle (París, 1919), p. 143-156. <<

Page 1532: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[699] Constantino Porfirogénito, De Cerimoniis aulaebyzantinae, II, 44 (p. 651). Sobre el año de laexpedición, v. Vasiliev, t. II, p. 167-168. <<

Page 1533: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[700] Nicolás, arzobispo de Constantinopla, Epístola,I. Migne, Patr. Gr., m, col. 28. V. Hergenrother,Photius, t. II, p. 600. A. Vasiliev, Las relacionespolíticas de Byzancio y los árabes durante ladinastía macedónica, ap. p. 197. En ruso. <<

Page 1534: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[701] Vasiliev, t. II, p, 219. En ruso. <<

Page 1535: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[702] Theophanes Continuatus, p. 427-428. <<

Page 1536: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[703] Runciman, p. 69, 135, 241-243. <<

Page 1537: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[704] Runciman, p. 145. <<

Page 1538: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[705] Runciman, p. 146. <<

Page 1539: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[706] Runciman, p. 146-150. <<

Page 1540: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[707] Sobre esta expedición, v. A. Vasiliev, t. II, p.2.79-286 (en ruso). <<

Page 1541: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[708] A. Rambaud, L’Empire grec au Xe siècle.Constantin Porphyrogenete (París, 1870). <<

Page 1542: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[709] Yaqut, Geographisches Worterbuch, ed. porWüstenfeld, t. III, p. 537. V. Barthold, p. 476. <<

Page 1543: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[710] G. Schlumberger, Un empereur byzantin:Nicéphore Phocas (París, 1890), p. 723. Nueva ed.,París, 1923, p. 598. <<

Page 1544: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[711] En las obras del historiador árabe del siglo XIII

Kamal-ad-Din. V. G. Freytag, Regnum Saahd-Aldaulae in oppido Halebo (Bonn, 1820), p. 9-14. Latrad. latina se hallara también en la ed. de Bonn deLeón el Diácono, p. 391-394. <<

Page 1545: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[712] Histoire de Yahia-ibn-Said d’Antioche, cd. ytrad. al fr. por J. Kratchvoski y A Vasiliev.Patrologia orientalis, por R. Graffin y F. Nau, t.XVIII, 1924, p. 825 (127-826), ed. Cheikho, p. 135.<<

Page 1546: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[713] E. Dulaurier, Bibiothèque historiquearménienne. Chronique de Matthieu d’Edesse(París, 1858), p. 20 (texto de la carta: p. 16-24). V.Kuchuk-Ioannesov, La carta del emperador JuanTzimisces al rey armenio Anchod III (Viz. Vrem., t.X, 1903, p. 98). Texto de la carta: p. 93-101. (Enruso). <<

Page 1547: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[714] Dulaurier, p. 22. Kuchuk-Ioannesov, p. 100. <<

Page 1548: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[715] V. Barthold en Zapiski Kollegii vostokovedov(Leningrado, 1925), t. I, p. 466-467. Según él, todo elrelato de la invasión de Palestina es pura fantasía. <<

Page 1549: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[716] Georgi Hamartoli, Continuator (ed. Muralt, p.865). <<

Page 1550: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[717] V. Rosen, El emperador Basilio Bulgaróctonos(San Petersburgo, 1883), p. 46 (texto árabe), p. 48(trad. rusa). Annales Yahia Ibn Said Antiochensis, edCheikho (Beryti 1000) p. 106. <<

Page 1551: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[718] V. Barthold, p. 477 (en ruso). La fuente aquí esYahia también. <<

Page 1552: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[719] Ya mencionamos antes la primera reliquia deEdesa: la imagen milagrosa del Salvador. <<

Page 1553: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[720] Yahia de Antioquía (ed. Cheikho, p. 570-271).Ibn-al-Athir (ed, Tomberg, t. IX. p. 313). V. Barthold,p. 477-78 (en ruso). <<

Page 1554: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[721] A Diary of a Journey through Syria andPalestina, por Yasir-i-Khusrau, trad. por Cuy leStrange (Londres, 1896), p. 59-60 (PalestinePilgrim’s Text Society, vol. IV). <<

Page 1555: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[722] N. Adonz, Armenia en la época de Justiniano(San Petersburgo, 1908), p. 3-4 (en ruso). <<

Page 1556: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[723] N. Marr, La civilización del Cáucaso y Armenia(Gaceta del ministerio de Instrucción Pública, t.LVII, junio 1915, p. 313-314, en ruso). V. Barthold, p.467. <<

Page 1557: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[724] Juan Catholicos, Histoire d’Arménie, trad. Saint-Martin (París, 1841), p. 126. <<

Page 1558: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[725] V. Vasiliev, t. II, p. 83-84. J. Laurent, L’Arménieentre Byzance et l’Islam depuis la conquête árabejusqu’en 886 (París, 1919), p. 282-283. <<

Page 1559: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[726] Sobre esta época, v. Runciman, ob. cit., p. 125-133, 151-174. <<

Page 1560: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[727] V. J. Laurent, Byzance et les Turcs Seldjoucidesdans l’Asie occidentale jusqu’en 1081, (París,1913), p. 16-18. <<

Page 1561: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[728] J. Laurent, ob. cit., p. 200. <<

Page 1562: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[729] Nicolás el Místico, Epístola, XX. Migne Patr.Gr, III, col. 133. <<

Page 1563: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[730] El problema del origen de los magiares es muycomplejo. Resulta dificilísimo precisar si eran deorigen turco o finés. V. Bury, Hit. of the East. Rom.Emp., p. 492 y la Camb. Med. Hist., t. IV, p. 194-195.No he leído el libro de J. Szinnyei Die Herkunft derUngarn, ihre Sprache und Urkultur (Berlín-Leipzig,1920). Ungarische Bibliothek, ed. por Rob. Gragger,vol. I. <<

Page 1564: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[731] C. Grot, Moravia y los magiares desde el sigloIX a comienzos del X (San Petersburgo, 1881). Enruso. <<

Page 1565: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[732] F. I. Uspensky, El mojón de piedra de lafrontera búlgaro-bizantina bajo Simeón (Bol. delInstituto Arqueológico Ruso de Constantinopla, t. III,1898, p. 184-194). En ruso. <<

Page 1566: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[733] V. N. Zlatarski, Relatos sobre los búlgaros en lacrónica de Simeón Metafrasta y Logoteta (Sbornikza narodni umotvoreniia, nauka i knizhnina), (Sofía,1908), p. 160 (en búlgaro). V. del mismo autor.Historia del Estado búlgaro en la Edad Media(Sofía, 1927), t. I, 2.= parte, p. 339-342 (en búlgaro).<<

Page 1567: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[734] Nicolás el Místico, Epístola, V. Migne, III, col.445. <<

Page 1568: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[735] Id., Epit., XXIII. Migne, III, col. 149-152. <<

Page 1569: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[736] León el Diácono, VII, 7, p. 124. <<

Page 1570: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[737] Sobre Servia y Bizancio en la primera mitad delsiglo X, ver C. Jirecek, Geschichte der Serben, t. I(Gotha, 1911), p. 199-202. F. Sisic, Geschichte derKroaten, t. I. (Zagreb, 1917), p. 127-129, 140-143. S.Stanojevic, Historia del pueblo Servio (Belgrado,1926), p. 52-53 (en serbio). <<

Page 1571: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[738] Zlatarski, t. I, 2, p. 412. Según él la ciudad fuetomada el 920. Runciman, p. 87, da la fecha de 919.<<

Page 1572: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[739] Zlatarski, I, 2, p. 464-469, da la fecha de 923.Runciman, p. 90-93 y 246-248, da la fecha de 924.<<

Page 1573: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[740] Teof. Cont., p. 408-409. Syur Magister, p,737:738, y algunas otras. Véase Zlatarski, t. I, 2, p.467, n.º 1 (en búlgaro). <<

Page 1574: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[741] V. Runciman, p. 100. <<

Page 1575: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[742] V. J. Marquart, Osteuropäische undostasiatische Streifzüge (Leipzig, 1903), p. 60-74.(sobre la invasión de 934). Runciman, p. 103-108.<<

Page 1576: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[743] Crónica Laurentina, 971 (en eslavo antiguo). <<

Page 1577: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[744] En Zlatarski. ob. cit., t. I, 2, p. 742-743 (enbúlgaro), se hallará un juicio entusiasta de la obra deSamuel. El problema de la Bulgaria occidental y dela oriental, en aquella época, es muy complejo ycontrovertible. Recientemente se ha emitido lahipótesis de que Juan Tzimisces conquistó todaBulgaria, tanto el este como el oeste, y que sólo a sumuerte, aprovechando las discordias intestinas deBizancio, Samuel se levantó en la zona occidentalconsiguiendo fundar su Imperio esloveno-macedonio.D. Anastasijevic, Una hipótesis sobre la Bulgariaoccidental (Boletín Glasnik de la SociedadCientífica de Skoplic). <<

Page 1578: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[745] León el Diácono, Historiae, VI, 10, ed. Bonn, p.106. V. Rambaud, L’Empire grec au Xe siècle (París,1870), p. 374. A. Kunik, El relato del toparcaGótico (San Petersburgo, 1874), p. 87 (en ruso).Susumov, Las fuentes de León el Diácono y Scylitzes(Vizantiiskoie Obozreniie, t. II, 1916, p. 165, enruso). Runciman considera el relato de la invasión deOleg como casi indudablemente apócrifo. P. 36, n.º 2;110. <<

Page 1579: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[746] A. A. Vasiliev, Bizancio y los árabes en laépoca de la dinastía macedónica (San Petersburgo,1902), p. 166-167 (en ruso). <<

Page 1580: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[747] S. Schechter, An Unknow Khazar Document(Jewisli Quarterly Review), nueva serie, t. III(Filadelfia, 1912-1913), p. 181-219. El nombre deHelgu está mencionado en p. 217-218. V. P. C.Kokovtzov, Un nuevo documento judío sobre loskázaros y las relaciones kázaro-ruso-bizantinas enel siglo X (Gaceta del Ministerio de InstrucciónPública, t. XLVIII, 1913, p. 150-172. Trad. rusa deltexto judío con un breve comentario también en ruso).Id., Nota sobre los manuscritos judeo-kázaros deCambridge y Oxford (Boletín de la Academia deOficiales de la Unión de Repúblicas SoviéticasSocialistas, Leningrado, noviembre, diciembre, 1926,p. 121-124, en ruso). V. A. Mochin da una nuevainterpretación del documento en Más sobre eldocumento kázaro descubierto recientemente(Publicaciones de la Sociedad Arqueológica Rusadel Reino de los Servios, Croatas y Eslovenos,Yugoeslavia, t. I, 1927, p. 41-60. En ruso). El autorno reconoce en ese escrito el nombre de Oleg yrefiere los sucesos de que se trata a los años 945-945. <<

Page 1581: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[748] Las tribus mencionadas en tercero, quinto y sextolugar pertenecían a la rama eslava oriental, y sehabían establecido en los valles del Dniéper y susafluentes, así como en los del Dniéster. <<

Page 1582: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[749] Crónica Laurentina. 945. A. Chajmatov, Poviestvremennich liet (Petrogrado, 1916), t. I, p. 6o.Acerca de los tratados entre Rusia y Bizancio en elsiglo X existe una vasta literatura, rusa en especial. V.J. Kulischer, Russische Wirtschaftsgeschichte, t. I(Jena, 1925), p. 20-30. A. Vasiliev, Bizancio y losárabes, t. II, p. 164-167, 346-249, 255-256 (en ruso).<<

Page 1583: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[750] Georgii Cedreni, Hist., t. II, p. 551. <<

Page 1584: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[751] Nuestras principales fuentes son: MiguelPsellos, Chronographia, ed. Sathas, Bibl. Gr. Mea.Ae. VI, t. IV (París, 1874), p. 143-147; cd. E.Renauld, t. II (París, 1928), p. 8-13. Cedrenus, t. II, p.551-555. V. G. Schlumberger, L’Épopée byzantine, t.III (parís, 1905), p. 462-476. Vasilievsky, Obras, t. I,p. 303-308 (en ruso). <<

Page 1585: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[752] Bachanak significa cuñado, en turco. Aplicado alos pecheneques ya lo notó el caballero de Hammer,en su Geschichte des Osmanischen Reiches (Pesth,1823), vol. I, p, 29. (N. del R.). <<

Page 1586: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[753] Corist. Porf., De administrando imperio, c. I-VIII, p. 67-74. <<

Page 1587: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[754] Migne, Patr. Gr., 126, col. 292-293. <<

Page 1588: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[755] V. Vasilievsky, Bizancio y los pecheneques(Obras, t. I, 1890, p. 7-8). En ruso. <<

Page 1589: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[756] G. Cedrenus, t. II, p. 585. <<

Page 1590: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[757] Vasilievsky, t. I, p. 24. <<

Page 1591: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[758] V., por ej., Amari, Storia dei Musulmani diSicilia (Florencia, 1854), t. I, p. 381. A. Kleinclausz,L’Empire carolingien: ses origines et sestransformations (París, 1902), p. 443 y sigtes. <<

Page 1592: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[759] J. Gay, L’Italie méridionale et l’Empirebyzantin (París, 1904), p. 84, 87, 88. L. M.Hartmann, Geschichte Italiens im Mittelalter(Gotha, 1908), t. III, 1.ª parte, p. 306-7. F. Dvornik,Les Slaves, Byzance et Rome au IX siècle (París,1926), p. 220-221. <<

Page 1593: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[760] A. Gasquet, L’Empire byzantin et la monarchiefranque (París, 1888), p. 459-460. <<

Page 1594: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[761] Liudprando, Legatio, cap. XVII. <<

Page 1595: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[762] J. Bryce, The Holy Roman Empire (Nueva York,1919), p. 148 (c. IX). <<

Page 1596: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[763] Contra esta opinión, v. P. Chramm, Kaiser, Romund Renovatio, I (Leipzig-Berlín, 1929), p. 114. V.tamb. Stein, Biz. Zeit, t. XXIX, 1930, p. 358-359. <<

Page 1597: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[764] Mansi, Conciliorum collectio, t. XVI, p. 47. V.Lebediev, Historia de la separación de las Iglesias(p. 117). En ruso. <<

Page 1598: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[765] Mansi, t. XVI, p. 49. V. A. Lebediev, p. 120. <<

Page 1599: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[766] J. Hergenrother, Phtotius, t. II (Regensburg,1867), p. 462. <<

Page 1600: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[767] Hergenrother. t. II, p. 524. <<

Page 1601: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[768] Theophanes Continuatus, p. 343-343. <<

Page 1602: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[769] Hergenrother, t. III, p. 655. <<

Page 1603: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[770] Se hallará un interesante estudio sobre los cuatromatrimonios de León en C. Diehl, Figuresbyzantines, t. I, p. 181-215. <<

Page 1604: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[771] Nicolás el Místico, Epist. 32; Migne, Patr. Gr.,m, col. 197. <<

Page 1605: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[772] Eutychü Alexandrini patriarchae, Annales, ed. I,.Cheikho, B. Carra de Vaux, H. Zayyat, t. II (Beirut-París, 1909), p. 74 (texto árabe); trad. lat. en Migne,Patr. Gr., III, col. 1145. <<

Page 1606: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[773] N. Popov, El emperador León VI el Sabio(Moscú, 1892), p. 160. En ruso. <<

Page 1607: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[774] N. Popov, 184. Comp. c. Mansi, Conciliorumcollectio, t. XVIII, col. 337-338. <<

Page 1608: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[775] S. Drinov, Los eslavos del sur y Bizancio en elsiglo X (Moscú, 1875), p. 21 (en ruso). <<

Page 1609: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[776] Lebediev, Historia de la separación de lasIglesias (2.ª ed., San Petersburgo, 1905), p. 325 (enruso). <<

Page 1610: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[777] Runciman, p. 70, 243. <<

Page 1611: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[778] Vida de San Atanasio el Athonita (ed. Petit),Analecta Bollandiana, 1906, t. XXV, pág. 21. <<

Page 1612: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[779] Leo Diaconus, v. 8 (p. 89). <<

Page 1613: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[780] Schlumberger, Nicéphore Phocas (París, 1890),p. 336; 2.ª ed. (París, 1923), p. 297. <<

Page 1614: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[781] Epitafio de Nicéforo Focas, por Juan, obispo deMelitena. Se publicó en la ed. de Bonn de León elDiácono, p. 453, y en la ed. de Cedrenus, t. II, p. 378.V. Krumbacher, p. 368. La traducción que damos es lade Brosset en su ed. de Lebeau (cít. porSchlumberger, ob. Cit., 2.a ed., 1923, p. 630). <<

Page 1615: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[782] Zac. v. Lingenthal, Jus Graeco-Romanum, t. III,p. 292-296. V. Vasilievsky, Materiales para lahistoria interior del Estado bizantino (Gaceta delMinisterio de Instr. Púb., t. CCII, 1879, p. 224 ysigtes. En ruso). <<

Page 1616: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[783] Zac. v. Lingenthal, t. III, p. 303. Vasilievsky, p.220. <<

Page 1617: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[784] El Typikon de Tzimisces se fecha de ordinario en972. Pero recientemente ciertos sabios, apoyándoseen testimonios plausibles, lo hacen remontar al 970.D. Anastasijevic, La fecha del «Typikon» deTzimisces para el Monte Athos (Byzantion, t. IV,1929, p. 11). <<

Page 1618: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[785] Porfirio, Historia del Athos (Kiev, 1877), I. III.1.ª parte, p. 154. (en ruso). <<

Page 1619: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[786] Porfirio, t. III. 1.ª parte, p. 170-171, 193 Meyer,Die Haupturkunden für die Geschichte derAthosklosters (Leipzig, 1804), P. 153. <<

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[787] En la Donatio o Constitutum, Constantino haceuna profesión de fe católica, según se la ha enseñadoSan Silvestre, y explica la historia de su conversióncuando, padeciendo la lepra, se le aparecieron ensueños San Pedro y San Pablo dirigiéndole al Papapara que le curara. En padecimiento de la curación,el emperador nombra patronos suyos a San Pedro y asu vicario, cede a este las insignias imperiales yestablece el primado de Roma sobre las otras cuatrosedes patriarcales. Y termina declarando que trasladasu sede a Bizancio, pues no es justo que allá donde elemperador celeste ha puesto al sumo sacerdote y jefede la cristiandad tenga potestad el emperador laico.El documento de la Donatio aparece por vez primeraen la segunda mitad del siglo VIII en la abadíafrancesa de Saint-Denis, y es esgrimido en tiemposde Carlomagno. Lo conocemos en una redacciónanterior a san Isidoro en la seudoisidoriana y en otra—la principalmente usada— de tiempos de León IX,cuando se empleó contra Bizancio. Traíase, como esobvio, una falsificación (como la Vita Silvestri, elseudo «Dionisio Aeropagita», o los «Apocryphasymmachiana») que, en nuestro caso, es claramenteposterior al monotelismo, destinada no sólo aratificar la primacía justísima de Roma frente a

Page 1621: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

Bizancio, sino a legitimar —contra los francos— elpoder temporal de la Iglesia. Aunque tendencioso, esinteresante el capítulo dedicado a la Donatio porGabriele Pepe, II Medio Evo barbárico d’Italia,seconda ediz. migliorata e accresciula (Turín, 1943),p. 306-313. (N. del R.). <<

Page 1622: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[788] Migne, Patr. lat., 143, col. 1004. <<

Page 1623: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[789] V. A. Lebediev, Historia de la sep. de las Igl., p.347 (en ruso). <<

Page 1624: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[790] V. L. Bréhier, Le Schisme Oriental du XI siècle(París, 1899). p. 232-241. <<

Page 1625: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[791] Bréhier, en la Camb. Med. Hist., t. IV, p. 273, V.también J. Gay, Les Papes du XI siècle et lachrétienté (París, 1926). p. 166-167. <<

Page 1626: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[792] Se hallarán al respecto interesantes indicacionesen el libro de B. Leib Rome, Kiev et Byzance à la findu XI siècle (París. 1924), p. 18-19, 51, 70, etc. <<

Page 1627: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[793] Imperatorum Basilii Constantino el LeonisProcheiron, ed. Von Lingenthal (Heidelberg, 1837),proemio, par. 3, p. 10. E. Freshfield, A Manuel ofEastern Roman Lau. The Procheiros Nomos,traducción inglesa de E. E. (Cambridge, 1928), p. 51.<<

Page 1628: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[794] Prokeiron, Proemio, par. 4. Freshfield, p. 50. <<

Page 1629: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[795] Proheiron, pr., par. 9. Freshfield, p. 51. <<

Page 1630: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[796] En el siglo XII apareció la Ecloga ad Procheironmutata, que se destinaba a los súbditos griegos delreino normando de Sicilia. V. Von Lingenthal,Geschichte des griechisch-römischen Rechts. E. H.Freshfield, A Manual of Later Roman Law, theEcloga ad Procheiron mulata (Cambridge, 1927), p.I. V. Z. Von Lingenthal, Jus Graeco-Romanum, t. IV,p. 53 (el autor de aquel código vivió entre los siglosX y XII). <<

Page 1631: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[797] A Vogt, Basilio I, p. 134 (Camb. Med. Hist., t. IV,p. 712). <<

Page 1632: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[798] Collectio librorum juris Graeco-romaniineditorum, ed. Z. v. Lingenthal, 1852, p. 62(Epanagoge, pref.). <<

Page 1633: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[799] V. Lingenthal, Geschichte des gr. rom. Rech., 3aufl., p. 22. <<

Page 1634: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[800] V. Sokolsky, Sobre el carácter y significacióndel Epanagoge (Viz. Vrem., t. I, 1894, p. 26-27. Enruso). <<

Page 1635: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[801] V., por ej., G. Vernadski, Die Kirchlich-politische Lehre der Epanagoge und ihr Einfluß aufdas russische, Leben im XVII Jahrhundert (Byz.neugr. Jahr., t. VI, 1928; p. 121-125). <<

Page 1636: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[802] Epanagoge, proemio. Collectio librorum, p. 6.<<

Page 1637: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[803] V. G. Vernadski, ob. cit., p. 127-142, dondehabla de la influencia de las ideas epanagógicas enRusia eu la época del patriarca Filareto (1619-1631)y del patriarca Nikon (1652-1658). <<

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[804] Se hallará el edicto (proemium) que figura alprincipio de las Basílicas en Basilicorum libri LX,ed. G. Heimbachio, t. I, Leipzig, 1833, p. XXI-XXII.La fecha exacta de la promulgación de las Basílicasno se ha determinado con precisión, suponiéndoseentre 886 y 892, en 888, 889, 890… V. G. Heimbach,Ueber die Angebliche neueste Redaction derBasiliken durch Constantinus Porphyrogeneta(Zeitschrift für Rechtsgeschichte, t. VIII, 1869, p.417. Id., Basilicorum libri LX, vol. VI, Leipzig,1870, Prolegomena et Manuale Basilicorumcontinens, p. 111. Collinet en la Camb. Med. Hist., t.IV, p. 713). <<

Page 1639: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[805] Sobre quién fue el autor de esta obra,Tιπουχειτος Librorum LX Basilicorum SummariumLibros I-XII, ed. C. Ferrini y J. Mercati (Roma,1914), pr. (Studi e testi, vol. XXV). G. Ferrari, en laByz. Zeits, t. XX f U, 1927, p. 165-166. P. Collinetasegura que el Tipucitus es obra de autordesconocido (Cam. Med. Hist., t. IV, p. 722). V.también P. Noailles, Tipucitus, en Mélanges de DroitRomain dédiés à Georges Cornil, t. II (Gante, 1926),páginas 175-196. <<

Page 1640: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[806] El resumen de los libros I-XIII ha sido publicadopor C. Ferrini y J. Mercati (v. nota precedente); el delos libros XIII-XXIII se halla en Kριτου του ΠατζηΤιυοπχετοις, Librorum LX. Basilicorum SummariumLibros XIII-XIII, ed. F. Dölger, Roma, 1929, p. XX,226 (Studi e testi, vol. LI. Se hallarán algunosartículos de C. Ferrini sobre los manuscritos y sobrela reconstitución de las Basílicas en las Opere deContardo Ferrini, t. I, Milán, 1929, p. 349-363). <<

Page 1641: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[807] F. I. Uspensky, El Eparca de Constantinopla(Publicaciones del Instituto Arqueológico Ruso deConstantinopla, 1890, t. IV, p. 90, en ruso). <<

Page 1642: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[808] El libro del Prefecto o edicto del emperadorLeón el Filósofo sobre las corporaciones deConstantinopla, por J. Nicol (Ginebra, 1893): textoen griego y trad. latina. J. Nicole ha publicado unatrad. francesa con el mismo título (Ginebra y Basilea,1894). Hay también una trad. inglesa de A. E. Boak.The Book of the Prefect (Journal of Economic andBussiness History, t. I, núm. 4, agosto 1929, p. 600-619). <<

Page 1643: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[809] V., por ej.; a Stockle, Spatromische undbyzantinische Zunfte (Leipzig, 1911). p. 145-148. ABoak, ob. cit., p. 597, n. i G. Ostrogorsky, Diewirtschaftlichen und Sozialen Entwicklungsgrundlagen der byzantinischen Reiches.Vierteljahrschrift für Sozial undWirtschaftsgeschichte, t. XXII, 1929, p. 134. E.Stein, Byz. Zeits., t. XXIX, 1930, p. 359. Comp. c. P.V. Besobrasov, en Viz. Vrem, t. XVIII (19,11), p. 33-36 C. Macri, Organisation de l’économie urbainedans Byzance sous la dynastie de Macédoine (París,1925). p. 9. L. Brentano, Das Wirtsdtaftsleben derantiken Welt (Jena, 1929), p. 201-206. <<

Page 1644: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[810] Jus Graeco-Romanum, t. III, p. 247. <<

Page 1645: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[811] Ibíd., p. 252. V. G. Vasilievsky. Mat. sobre lahist. int. de Bizancio (Gac. del Min. de Instr. Públ.CCII, marzo 1879, p. 88, en ruso). <<

Page 1646: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[812] Vasilievsky, Materiales, p. 206. <<

Page 1647: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[813] Jus Graco-Romanum, i. III, p. 297. <<

Page 1648: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[814] Jus Graeco-Romanum, III, p. 310. Vasilievsky,Materiales, p. 217. <<

Page 1649: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[815] Jus Gr.-Rom., p. III, p. 308. Vasilievsky, p. 215-216. <<

Page 1650: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[816] Jus Gr.-Rom., t. III, p. 315, par. 4. Vasilievsky, p.220. <<

Page 1651: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[817] Teófanes, Chr., ed. de Boor, p. 486. V. Bury, t.III, p. 214. Esta interpretación no es aceptada porDölger: Beitrage zur Geschichte der byzantinischenFinanzverwaltung (Leipzig-Berlín, 1927), p. 129-130. <<

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[818] La cuestión relativa a «epibolé» y «allelengyon»y sus semejanzas es compleja y controvertible. V. F.Dölger, Beitrage zur Geschichte der byzantinischenFinanzverwaltung besonders des 10 und 11Jabrhunders. (Leipzig-Berlín, 1927), p. 128-133,donde distingue ambos impuestos. G. Ostrogorsky,Tratado de impuestos bizantinos en la Colección deestudios dedicados a la memoria de N. P. Kondakov(Praga, 1926), p. 114-117 (en ruso). Id., Dielandliche Steuergemeinde des byzantinischenReiches im X. Jahrhundert (Vierteljahrschrift fürSozial und Wirtschaftsgeschichte, t. XX, 1927, p.35-32). Este autor identifica los dos impuestos. <<

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[819] Bury, The Imperial administrative System in theninth century, with revised text of the Kletorologionof Philotheos (Londres, 1911), p. 146-147. (BritishAcademy Supplemental Papers, t. I.). <<

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[820] V. Benesevic, Die byzantinischen Ranglistennach dem Kletorologion Philothei (Byz. neu. Jahr., t.V, p. 118-122. Sobre fecha, p. 164-165). <<

Page 1655: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[821] S. Skabalanovich, El Estado bizantino y laIglesia en el siglo XI (San Petersburgo, 1884), p.193-230 (en ruso). <<

Page 1656: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[822] Gelzer, Abriss, p. 1006. <<

Page 1657: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[823] Sathas, Bibl. graeca medii aevi, 1874, t. IV, p.58. <<

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[824] El origen de tal sobrenombre se debe a losiguiente: habiéndose tenido una pésima cosecha bajoel reinado de este emperador, llegó a valer unanomisma (moneda de oro bizantina), no la medidacompleta de pan (medimne), sino la cuarta parte de lamedida, o «pinakion». <<

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[825] N. Skabalanovich, El Estado bizantino y laIglesia en el siglo XI (San Petersburgo, 1884), p. 115(en ruso). <<

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[826] V. Constantino Porfirogénito, De cerimoniis, p.661. Harun-ben-Yahia (siglo IX), en De Goeje,Bibliotheca geographorum arabicorum, 1. VII(Lugduni Batavorum, 1892), páginas 121, 124 (textoárabe). La descripción que Harum-ben-Yabia hace deConstantinopla se inserta en una obra geográficaárabe del siglo X escrita por Ben-Rustah. V. J.Marquart, Osteuropäische und ostasiatischeStreifzüge (Leipzig, 1903), p. 216, 219, 227. <<

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[827] C. Neumann, Die Weltstellung desbyzantinischen Reiche vor den Kreuzzügen (Leipzig,1894), p. 107 (trad. francesa, p. 104). <<

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[828] Michaelis Attaliotae, Historia, p. 94. JoannisScylitzae, Historia, p. 661, ed. Bonn. <<

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[829] Ανωνυμου, Συνοψις χρονικη, Sathas Bibl. gr.med. aevi, t. VII, 1894, p. 169. Sobre lasdevastaciones turcas del siglo IX (antes de 1071), v.también la Crónica de Miguel el Sirio, trad. por J. B.Chabot, t. III, p. 158-165. <<

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[830] V. G. Weil, Geschichte der Chalifen, t. III(Mannheim, 1851), p. 115-116. J. Laurent, Bizancio ylos turcos selyúcidas en Asia Menor. Sus tratadosanteriores a Alejo Comneno (Βυζαντις t. II. Atenas,1911-1912, p. 106-126). F. Dölger, Regesten, t. II,Munich y Berlín, 1925, p. 16-17, n.º 972. <<

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[831] J. Laurent, Byzance et les Turcs Seldjoucidesdans l’Asie occidentale jusqu’en 1081 (París, 1913),p. 95, n. i. <<

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[832] V. J. Laurent, p. 95. Ese tratado «acaso implicasealguna cesión de territorio». <<

Page 1667: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[833] Laurent, ob. cit., p. 44. <<

Page 1668: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[834] Gfrörer, Byzantinische; Geschichten (Graz.1877). t. III, p. 791. <<

Page 1669: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[835] Gelzer, Abrías…, p. 1010. <<

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[836] Joannis Scylitzae, Historia (ed. Bonn, p. 708),en el II vol. de Cedrenus. <<

Page 1671: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[837] J. Laurent, p. 97, y más especialmente n.º 3. V.tamb. p. 13, 26 y 110-111. <<

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[838] La palabra «Rum» no es sino una corrupción dela palabra «romano», y fue empleada por losescritores musulmanes para designar a los greco-bizantinos de la Edad Media, así como susposesiones. «Rum» servía igualmente para designarel Asia Menor. <<

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[839] Respecto a este período primitivo de laconquista, las fuentes orientales indican a Iconioncomo capital. Las fuentes griegas indican Nicea comoresidencia de Suleiman. V. J. Laurent, p. 11 y n. i; v.tamb. p. 8, n. i, y del mismo, Byzance et les originesdu Sultanat de Roum, en Mélanges Charles Diehl(París, 1930). <<

Page 1674: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[840] Migne, Patr. lat., 148, col. 329. <<

Page 1675: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[841] Joannis Scylitzae, Hist., ed. Bonn, p. 645. <<

Page 1676: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[842] Vasilievsky, Bizancio y los pecheneques, Obras,t. I. p. 26 (en ruso). <<

Page 1677: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[843] Michaelis Attaliotae, Hist., p. 84. <<

Page 1678: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[844] C. Neumann, Die Weltstellung, p. 103 (trad. fr.,p. 100). <<

Page 1679: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[845] Ibíd., p. 102 (trad. fr., p, 99). <<

Page 1680: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[846] Respecto a fuentes v. J. Cay, L’ltaliemeridionale et l’Empire byzantin (París, 1904), pág.536, n.º 3 <<

Page 1681: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[847] N. Popov, El emperador León VI el Filósofo, p.232 (en ruso). <<

Page 1682: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[848] Ibíd. <<

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[849] J. B. Bury. The treatise De administrandoimperio (Byz. Zeit., t. XV, 1906, páginas 517-577).G. Manojlovic, de Zagreb (Agram), ha escrito sobreel mismo tratado algunas interesantes memorias encroata: Studije o spisu «De administrando imperio»cara Konstantina VII Porfirogenita, en laspublicaciones (Rad) de la Academia de Ciencias deZagreb, vol. 182, p. 1-65; vol. 186, p. 35-103. 104-184; vol. 187, p. 1-132 (1910-11). El autor presentóun resumen de sus cuatro memorias en el CongresoInternacional de estudios bizantinos, de Belgrado, en1927. V. Anastasijevic y Granic (Belgrado, 1929), p.45-47. <<

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[850] Jugie, Sur la vie et les procedes littéraires deSyméon Métaphraste (Échos d’Orient). <<

Page 1685: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[851] V. krumbacher, p. 727; Montelatici, p. 120, 125.<<

Page 1686: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[852] Krumbacher, p. 568. <<

Page 1687: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[853] El profesor N. P. Chestakov, de Kazan (Rusia),estima que el autor de la Continuación de Teófanes esTeodoro Dafnopates. V., por ej., su memoria leída alsegundo Congreso Internacional de EstudiosBizantinos celebrado en Belgrado del 11 al 16 deabril de 1927: «La cuestión del autor de Lacontinuación de Teófanes. D. Anastasijevic y P.Granic. Segundo Congreso Internacional deEstudios Bizantinos, Belgrado, 1927», (Belgrado,1929), páginas 35-45. <<

Page 1688: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[854] V. Migne, Patr. Gr., 106, col. 956-959. <<

Page 1689: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[855] Krumbacher, p. 734. <<

Page 1690: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[856] Krumhacher, p. 737-738. Montelatici. p. 128-10.<<

Page 1691: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[857] Ana Comnena, Alexiada, V, 8, ed. Reifferscheid,t. I. p. 177-178. The Alexiad of the Princess AnnaComnena, trad. por E. A. S. Dawes (Londres, 1928),p. 132. V. Georgina Buckler, Anna Comnena… <<

Page 1692: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[858] V. F. Fuchs, Die heren Schulen vonKonstantinopel im Mittelalter (Leipzig y Berlín,1926), p. 24-25. <<

Page 1693: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[859] Se hallarán los más recientes y detalladosinformes sobre esas dos escuelas superiores en F.Fuchs, ob. cit., p. 24-35. <<

Page 1694: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[860] Sathas, Bib. Gr. med. VI, t. V, 1876, p. 508. <<

Page 1695: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[861] E. Renauld, Michel Psellos: Chronographie ouhistoire d’un siècle de Byzance (976-1077), (París,1926), t. I, p. IX. <<

Page 1696: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[862] Sathas, t. IV, p. 123-124. Renauld, p. 139 (cap.XLV). Citado tamb. en A. Rambaud. Études surl’histoire byzantine (3.ª ed., París, 1922), p. 339. <<

Page 1697: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[863] E. Renauld, Étude de la langue et du style deMichel Psellos (París, 1920) p. 432-433. Id.,Psellos: Chronographie, t. I, p. XIV-XV. <<

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[864] Contra la forma tradicional, Ch. Diehl le llamaAkritis, basándose en que los manuscritos leapellidan siempre Αχριτης (Ch. Diehl, Le román deDigenis Akritis, en Figures Byzantines, París, 1933,12 ed., t. II, p. 291-319). (N. del T.). <<

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[865] A. N. Veselovski, El poema de Digenis(Vestnick Evrope, abril, 1875, p. 753, en ruso). <<

Page 1700: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[866] A. Rambaud, Et. sur l’hist. byz. (París, 1912), p.73 (g. a ed., París, 1922, p. 73). <<

Page 1701: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[867] V. Las hazañas de Digenis Akritas, epopeyabizantina del siglo X publicada por vez primera segúnel único manuscrito de Trebisonda, por C. Sathas y E.Legrand (París, 1875). Las hazañas de BasilioDigenis Akritas, epopeya bizantina publicada segúnel manuscrito de Grotta-Ferrara por E. Legrand (2.aed., París, 1902), (Bibliothèque grecque vulgaire, t.VI). <<

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[868] Así C. Sathas, en la introducción a su edición delos Exploits de D. A. (París, 1875), lo identifica conel gran doméstico Pantherios, emparentado con losDucas, que ejerció su cargo bajo el reinado deRoman Lerapeno. —N. del T. <<

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[869] Bibl. gr. vulg., publ. por E. Legrand (París,1880), t. I, p. 96 (v. 546); comp. con 83 (v. 180). V.Poemas prodrómicos en griego vulgar, editados porD. C. Hesseling y H. Pernot (Amsterdam, 1910), p.55 (v. 164). E. Jeanselme y L. Oeconomos, La sátiracontra los igúmenos (Byzantion, t. I, 1924, p. 328).<<

Page 1704: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[870] Bury, Romances of Chivalry on Greek Soil(Oxford, 1911), p. 18-19. <<

Page 1705: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[871] V. D. C. Hesseling, La más antigua redaccióndel poema épico sobre Digenis Akritas (Amsterdam,1921), p. 1-22 (Mededeelingen der K. Akademic vanWetenschappen, Afdeling Letterkunde, Deel 63,serie A, n.º 1). <<

Page 1706: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[872] En el libro de Σ. Κυριακιδης, Ο Διγενης Ακριτας(Atenas. 1926), p. 119-150, se editan variascanciones populares «akriticas». <<

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[873] Al respecto v. un estudio muy interesante de M.N. Speranski, Los hechos de Digenis (SbornikOtdielieniia Rousskavo Iazkya y Slovesnosti, vol.XCIX, Petrogrado, 1922, número 7, en ruso). <<

Page 1708: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[874] O. M. Dalton, East Christian Art (Oxford,1925), p. 17-18. <<

Page 1709: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[875] J. Strzygowski, Die Baukunst der Armenier undEuropa (Viena, 1918). C. Diehl, Manuel, t. I, p. 476-478. Dalton, ob. cit., p. 34-35. <<

Page 1710: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[876] Se hallarán monografías relativas a esas iglesiasen C. Diehl, Manuel, t. I, p. 438. 449, 459, 462. Lamonografía de Diehl, L’Église et les mosaiques ducouvent de Saint-Luc (París, 1889), ha sidoreeditada en sus Choses et gens de Byzance (París,1926), p. 1-121. <<

Page 1711: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[877] Dalton, ob. cit., p. 250. <<

Page 1712: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[878] V. Diehl, 1926, t. II, p. 567-579. G. deJerphanion, Une nouvelle province de l’art byzantin.Les églises rupestres de Cappadoce (París, 1925),vol. I, 1 parte. El libro contiene láminas notables.Diehl no pudo servirse de esta obra, que no conocíaaún al publicar la 2.a ed. de su Manual (v. Diehl, t.II, p. 908-909). <<

Page 1713: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[879] Diehl, t. II, p. 585. <<

Page 1714: Vasiliev, Alexander a. (1925) - Historia Del Imperio Bizantino I

[880] Dalton, ob. cit., p. 18-19. <<