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—-- E L joven repartidor de telé’. grafos apoyó la bicic1et en el niuro de ladrillo. Lanw una mirada distraida al est4le,• EUe estaba situado algo ms aba jo,. y penetró en el edificio. Sin titubear, . fué a llamar a una puerta acristalada, que ya le era coxiocida. Una voz de timbre dul ce y grave le respondió «Pase)). El Mpartldor abrió ia puerta y, rebuscando en su cartera, extra- jo de ella un telegrama. y se lo tendió al hombre sOnriete que estaba sentado al otro lado de la mesa le despacio. El hombre tendió la mano para recoger I telegrama y . dijo: «Gracias)l. El repartidor giró sobre sus tazones y salió. Al pasar la mampara. reparó en un letrero que, con le- tras de un rojo vivo, dcíaY «Aquí no• se fumas. El repartidor se encog5 de hombros, . sacó un pitillo y ,encendió un Íósroro. .. GORDON PIRIE EN ESCENA El hombre se echó hacia atrás en su siUón. Hacía. girar y girar el telegrama entre su dedos, sin abrirlo. Cdnocfa o, más bien, adivinaba sie contenido. Al fin, Se decidió. Rasgó el papel y leyó:. «Mlmoe. 3.000 metros en 1’52’8. Húngaros derrotados. Gracías Gordon» Por E1Seldier Una amplia sonrisa distendi’ sus labios. Se puso en pie, abrió la puerta del despacho contiguo, y depositando el telegrama sobre la mesa en la cual una secretaria escribía a maquina, le dijo: «Quiere hacerme el favor de archivar este telegrama en el dos. sier de Pirie?» Gordon Pirie, prime? hombre dej equipo de Gerschler, acababa de batir un nuevo record mun dial. - . WaIemar Gerschler cerró la puerta de su despacho. Recorrió con la mirada los muros de la tiabitación: a la derecha, su bi bUoteca; ante di, el cuadro de , Kreutter «Vista de Alsacia)); ai fondo. en un rincón, una estatui ha de la Virgen tallada en made ra; sobre su mesa, un mQnti ¶i expedientes cuidadosamente api- 1dos. Docenas de cartas espar cidas sobre la mesa y, en un,. gulo de esta, un jarrón con un gran ramo de crisantemos ama. rulos. A la derecha. en un senci lb marco, una roto de Josy Bar- thel. de pie sobe el podiurn olímpico, llorando. Gerschler volvió a sentarse ab te su mesa y Su mirada se posó sobre otro retrato, una fotogra fia de 17 años antes, ya bastante vieja, de Rudoli Harbig, cinco nttnutos después de su victoriosa carrera contra ei record mundial de los 800 metros. en 199, en Milán. Gerschler se inclinó sobre una hoja cubierta de cifras co- ]ocada sobre su mesa. La había recibido en el correo de la maña- na: eran las cuentas del eritrena miento de Gordon Pirie, record man del mundo, en el transcurso de los últimos 15 días. Estudió un momento las columflis de ci- fras y las anotaciones hechas. en inglés; y pensó que Pirie había trabajado bien. Volvió a abrir la puerta del despacho vecino: «Será necesario que I1epIOS una buena foto de Gordon, seí%o re ; me gustaría tenerla en ca- sa.» «Si, señor director.» «Y cuando haya usted acaba do con el correo, le dictaré una carta. Es preciso que le felicite y que le envíe et programa de los próximos días.» El profesor Waldemar Gerseh ler, director del Instituto de los Deportes de Friburgo, cerró d nuevo la puerta y volvió a sen- tarse. Sus ojos volvieron a posar- se en el fino rostro, en el largo pelo rubio del joven del retrato, del que había hecho silencio- DE so compañero en aquel despacho Sobrio y limpio, en aquel despa cho en donde, silenciosamente y con gran fervor, fabrica campeo- nes atléticos : Rudolt Harbit Pué tn Dresde, en 1934. Wald& mar Gerschler, profesor de histo ría, de filosofía y de aleznán, te- fha treinta años. Hacía cuatro que habla conseguido su prime- ra Cátedra en el liceo local, tras brillantes estudios en la tjniver sidad de Leipzig ser, fuerzas ocultas habían deter minado su vocación desde el co- mienzo de sus estudios. Iba a ser el encargado de formar otros hombres. El que los modelarla intelectualmente, por eso se ha. bía hecho profesor. El que los formaría físicamente, por lo que. a los veinte años, el entrenador había nacido en él. En Leipzig había frecuentado con asiduidad y tesón ei Institu to de los Deportes. Había edu cado sus músculos, a la vez que su espíritu. Era un atleta compie to, El desdeñaba las especialida des. Quería lacer de todo y Sa- berlo todo, antes de eriseñárselo a los demás. I’ué futbolista. na dador y atleta. En Leipzig encon tró también su primer padre es- piritual: ei profesor Altrock, di- rector del instituto. «Una confianza y un cariño tan grande como el que une a un padre con su hijo, nos unió. Era Uno de los mas grandes pedago gos deportivos de su tiempo. El tué quien me sugirió las primeras lineas directrices dO mi vida.» En efecto. fué el ejemplo del profesor el que permitió al joven Waldeinar dilucidar et cuadro profesional en el cual deseaba en el futuro ejercitar su talento y satisfacer su vocación. Cuando llegó a Dresde. en 1930, con su maleta de joven profesor solte ro en la mano, Gerschler habia hecho su elección: quena, si- guiendo el ejemplo de su maes tro, ser director de un instituto de deportes. «Cada universidad alemana ti ne su institUto. Esto quiere decir que existen poco más de veinti cinco en toda Alemania». explica Gerschler. «Los cargos de direc tor son por escalafón. Para que uno de ellos quede libre, ha de morir el que ostenta el cargo, o llegue al tope de edad que mar- ca la ley para su jubilación: los 65 años. Por lo tanto, no me ha- cía ilusiones. Las plazas están muy solicitadas. Sabia que tenfa que armarme de paciencia. Pero podía ir enseñando. . . y j me que. daba tanto por aprender...!» Aprendió de prisa. Primeramen te organizó su vida. Por la maña- na, daba clases en la «Hochschu le». Por las tardes, se dedicada al atletismo. ENTRENADOg EN IMiESDE Dos meses despues de su Ile- gada, el joven profesor había pa- sado a ser entrenador del «Dres den Sport Club». y tres años mas tarde babia reado una de laS niejores secciones de atletismo de Alemania. Pero Gersebler aun seguia buscando. Habla visto y leído mucho, y habla retenido mucho también. Su biblioteca de- portiva era una de las más completas del mundo. Incansable- Iilent*. continuó su trabajo, has- fa que empezó a comprender a lo largo de sus investigaciones las Lagunas que existían en sus pasa- das experiencias. Poco a poco fmi tomando forma en su imagina- . cióri una teoría muy vaga, casi una Intuición, un método moder no de entrenamiento, el que ha- bia de revolucionar las carreras de fondo y medio fondo. Este mé todo, Gerschler lo «presentía». Sordamente nació en él una ne cesidaíl imperiosa, la necesidad del hombre que quiere saber, que necesita probarse que no esta equivocado, Para lo cual, sólo ne cesitaba un conejo de indias. Lo habria de encontrar una maña- na del mes de junio de 1934, des- pués de largas semanas de peno- se búsqueda. La Federación Alemana prepa raba ya los Juegos de 1936, para lo cuai puso en marcha una «Jornada del Atleta Desconocido» reservada para los debutantes. en todas las ciudades del Reich. Un domingo. por la mañana, Waide mar presenció, como único espee tador. una extraña función, Do- cenas de chiquillos y adolescen. tea, en un estadio vacio, corrían ante un puñado de oficiales, que seguían la carrera impasibles, cronometriindola on exact:tud, pero sin interls. «Esos jovenzuelos no saben co- rrer,), Se dijo Gerschler. GERSCØLE1I «DESCUBRE» A HARBIG Con los ojos entornados y ¡as ruanos cruzadas sobre el vientre. revivió aquellos momentos. El observaba desde un lado de la tribuna a todos aqüellos aprendí- ces de atletas de los que muy po- «35 lograrían hacerse un nombre bajo los aros olimpicos. Todos to maban la salida de prisa y se desinflaban a los pocos metros. Se esforzaban sudando y jadeando en la pista. Cuando Gersehier, decepcionado, Se preparaba para mar.harse, un muchacho diferen te a los otros comenzó a patear sobre la ceniza del estadio, mo- viendo sus piernas largas 3r armo- niosas. Salió de prisa, como los demás. pero fbé el único que conservO un paso regular. el úni co que terminó la carrera sin es- fuerzo aparente, con ligereza. El único atleta.-. Gersehier. a pasitos cortos, atravesé el estadio con el corazón palpitante, ((—,,CóI)1O te llamas? pregun Qerschler. »—Rudolf ffarb!g, señor. »—,CiiáfltOs años tienes? »—Cunipliré veinte en noviem br». »—Y a qué te dedicas? a—Soy soldado, señor. »—Has corrido muy bien. Har big. Si ello te divierte, deberías venir a entrenarte. Yo estoy aquí todas ¡‘as tardes. Ven a yerme cuando estés libre, creo que po- driamos hacer algo juntos. »—Vendré, señor.» Así fué cómo Rudolt Harbig, ei atleta desconocido, se convir tió en el cobayo de Waldemar Gerschler, para lo que había de Ser una de las experiencias atié ticas más apasionantes de la bis- torta. Gerschler, entre tanto, habla encontrado a sus dos últimos maestros. Altrock le habla ense fiado lo que es el deporte. Jim niy Hogan, el gran entrenador de fútbol ingles, a, la sazón en Dres de, debía enseñarle lo que es el hombre. •,l el entrenador federal alemán Waitzer, con el que .e unía una buena amistad, le en- sefió lo que es el atletismo. A los treinta años, Gersehier se dis ponía a volar con sus propias alas. «El trope7ar con aquellos tres hombres. fué la gran suerte de mi vida. Se habían grabado hon darnente cci ini sus enseñanzas. Sabia en adelante, por que ca- mino habla de encontrar la ver- dad.» El trabajo comenzó, árido en- carnizado, htfuhico. «Se consideraba entOnceS que el entrenamiento e un corredor de semifondo debía componerse de largas caminatas a paso rápido. Corrían mucho, pero lentamente. Comencd a entrenar a Harbig sobre distancias más cortas que las que él habría de correr, Lé hi . ce hacer largas sesiones de 100, 200, 300, 500 y 600 metros a paso rápido, alternando con trayectos más lentos. ¿GERSCHLER?• ¡UN ASESINO T”oco a poco, Cerschler apien dió a conocer a Harbig. Adivina- be por la más leve reacción el estado de ánimo y las condicio nes físicas de su alumno. Se em pezó a hablar en Alemania de aquel joven entrenador, que adiestraba en forma de robot a un atleta completamente deseo florido. Informados de ello, los rutinarios pusieron el grito en el cielo: Gerschler era un asesino. Era Imposible resistir semejante sistema de entrenamiento. Har Pero Harblg no sucumbió. Dés pués de dos años de entrenamien tos, Harbtg se convirtió, a los veintidós años, en el campeón de Alemania de los 800 metros, Les críticos, Impresionados, callaron. Otros, con espíritu inventivo, pu- sieron a sistema el nombre que Gerschler no había tenido tiempo de buscar: «sistema de interva los» O «método mixto». Otros can- taron las excelencias de aquel nuevo campeón. y, hasta el pro- pio Hitler, telegrafiO estimulando a Rudolf Harbig, heraldo de la raza. Llegaron los Jnegoa de Berlín. Fn el nies de agostO de 19Z6; kudolf flarbig falió en los primeros 500 metros de su Carrera de 800, Había sido vencidó. derrótado, sin ape ¡ación alguna. Los detractores de Gerschler hablan triunfado. «Lo hablamos predicho. El en- tronador de Dresde es un asesi no. Harblg óe ha agotado. Hay que prohibir semejantes enéto dos.» Gersehier, ntlentrás tanto, sólo tenlá un deseo: conocer la causa de su fracaso. ((Esta derrota es IflexplOable. Ha debido de pasar’ aIo que no ha sido capaz de preseer. Era la primera carrera internacional de Harbig ; sto, quizá, bastaría a explicar su fracaso, pero yo que hay otra cosa.» La maras’illosa carrera de Ike big en los relevos de 4 veces 400 metrqs, afirmó a Gerschler’en su .opinin. Iarbig. estab sobrada mente en forma. Un grano de arena bailía, sin duda:, interziun pido el funcionaniieno del engra naje de aquell& mnaraviLosa; Entre los dos investigadores, Rudolf Harblg iba a continuar en su papel de coflejito de indias, gustoso y consciente. Aquel triO. debía proporcionar al mundo, en e! espacio e dos años, el primer gran atleta de la era moderna: Rudoli Harbig, recordman del’ mundo de los 400 y los 800 mc. tras. - ESE LEON DE MELENA BLANCA Ife hecho, acompañando a ufl centenar de atletas, el viaje a Friburgo, y he visitado la clínica que dirige e doctor Reindeli. He’ pasado las horas movidas de mi vida, ya que no se «vive» al lado del doctor. Es como un hil. racán. Se siente urb empujadO por el ritmo acelerado de su voz Se siente uno arrastrado en locas carreras por los blancos pasillol de su clínica. El gran patrón. les’ terroga, ordena, examina, diag nostica, dieta y zanja. Después, en un momento de calma, ese león de melenas blancas, ese hombre de cuarenta y ocho años, que representa sesenta Cuando reposa y veinte cuando Se pone en movimiento, fija en Uno su Mirada metálica, acordándose d repente de la pregunta que se 15 hizo una hora antes, y vuelve al punto de partida, cuando uno ha perdido por completo el hilo de la cuestión. «Cuando estudiaba en Berlin, .] ya era deportista; más añil, era un entusiasta del deporte. Juga. ba al fútbol, y no lo hacía dc. masiado mal. Hice mis priniel’a* eitperiencias médicas entre los compañeros de mi equipo. Algo més tarde, conocí a Gersehier. Quiso saber cuándo comienza el exceso de entrenamiento de un atleta. Me apasioné por los esttli dios cardiológicos, y quizás quí’ se también descubrir el límite da las posibilidades humanas. Está. baines hechos para entendernos.5 Desde que se conocen, GerseI lerno ha entrenado a nadie que no haya previrmente pasado pee la clínica de Reindeli. «Gracias a él. he estado sieni. pre en sttuación de aplicar mi sistema de entrenamiento coil Oria eficacia máxima), afirma Getachier —. «íf() he abusado (Continúa en 7. pág.) Waldemar •oI!%JÁD 011 GERSC11LER ATLETAS El primer gran campeón formado bajo 1». nteee de Cersebler, Id el a1emn Rudolf Harbig, recordman mundial de ls 8O metvo, qve en I ‘gráfléo aparece e* seginida posición o so 1 : ,, VOCACkON DE FORMAR CAMPEONES esde lo más profundo de su Tomás Barris ha eonstitufdo una de las demostraciones niás chi. ras de la eficacia del sistema de preparación dci famoso técnico alemán. En el término de un alio, Barris se ha convertido de un simple campeón nacion»i en un atleta de clase internacional quins. de cofrer en la ó*rrei de toe 800 metros. ((LleYd a HaÑlg a . un médico. l diagnóstico fué concluyente Harbig había sufttdo unos trans tomos y deficiencias intestinales, tras una mala digestión. Cienti ficantente, la ausa del ftacaso estaba descubierta. Harbig . había sorportado mis entrenamientos perfectamente Su destallecimien to había sido puramente acel dental. Tenía pruebas. Lo demás me importaba poco.»• GerschI en adelante, podía confiar en su sistema, sabía que era bueno, peto le faltaba Otra cosa: la consagración cientifica . y permanente. de su. sistema. . Le Estos clasificadores de correspondencia contienen millares de car. erá zcesario ecinocerniédidanien tas de campeones de distintos paises, que acuden a Io consejo» it sus lumnos de Waldeinar (,ersehter. En muchas de las cartas de contesta- e e P ism de a ción del famoso léenico alemán, figuran los programas de eñ- Y estar al corrinte. d tilos dia trenanilento pr él aconse,ados, y que han lenido por resulta. tras día, para poder sacar de do tictorias oluinpieas o vecords» del mundo, conseguidos por ellos la máxima ventaja, quienes los han P neslo en práctica Fu precisamente entonces, cuando Úerchier tuvo otro de esos praidenciales encuentros, de los que está llena su exiSten- cia. En una pastelería, en Dus selforf, Gersetiler entablO amis- tad, a principiOs de 131, con Un joven. médico llamado Reindeli. Este enéueñtró habla de marcar ej prlnclliG de la i’UM fructífera asociación jam4s gealisada en el mundo de los deportes. Por una parte, un t*cnico en atletismo, creador de un sistema de ehtrenamlento completamente flufVO que habría de dominar toda su época. POr otra, un in vestigador, un hombre de ciencia, que habría de convertirie en uno de los más eminentes éardo logos de su época. y habria, también, dO revolucionar los conocimientos y los sistemas médicos. big debía sucumbir en corto pia zo. Gerschler se preocupO poco de unos y otros. ContinuO calmoso y solitario, modelando su campeón. Ninguna clínica de Alemania está rnejøP equipada que el laboratorio del Tnstituto de Friburgo, donde el doctor Reindeil, en esrech» colaboración c4n Gei’schler, estudia el funcionamiento car. díaco y respiratorio (le los atletas con el liii de conocer posil)ilidades de acuerdo con e! esfuer zo qLie el entrenamiento reclama. Esla fofografía nis nmnestra a un aspirante a c*iiipeón .a)umetido al «.cs» de JteindelI, nicitiante ai1aoS e’,l.eeiaLea Servicio 1 N UisI 1-o (l!1Il)(’(II i,uiiá Ilari-is hn _ E’I 1tIea jo! (lIII’ 1P ti:t I.ajo Ia,. ÓNICfl(1S 4( 1 •l5jJ lev. Aqisi le 1 —iijrliuiiili, u na P IpIivmud’iSn u,’! fallI(•’t. entTenadoL, dirini e uIi;.i 1!.’ (‘.(.AIL(:i& iii FiiI,u ‘go A G E N C 1 A A L C O P tuL e”1usiva paca EL rnunbo Qport1

Waldemar GERSC11LERhemeroteca-paginas.mundodeportivo.com/EMD02/HEM/1958/02/...Una voz de timbre dul ce y grave le respondió «Pase)). El Mpartldor abrió ia puerta y, rebuscando en

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Page 1: Waldemar GERSC11LERhemeroteca-paginas.mundodeportivo.com/EMD02/HEM/1958/02/...Una voz de timbre dul ce y grave le respondió «Pase)). El Mpartldor abrió ia puerta y, rebuscando en

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E L joven repartidor de telé’.grafos apoyó la bicic1et enel niuro de ladrillo. Lanw

una mirada distraida al est4le,•EUe estaba situado algo ms abajo,. y penetró en el edificio. Sintitubear, . fué a llamar a unapuerta acristalada, que ya le eracoxiocida. Una voz de timbre dulce y grave le respondió «Pase)).El Mpartldor abrió ia puerta y,rebuscando en su cartera, extra-jo de ella un telegrama. y se lotendió al hombre sOnriete queestaba sentado al otro lado dela mesa le despacio. El hombretendió la mano para recoger Itelegrama • y . dijo: «Gracias)l. Elrepartidor giró sobre sus tazonesy salió. Al pasar la mampara.reparó en un letrero que, con le-tras de un rojo vivo, dcíaY«Aquí no• se fumas. El repartidorse encog5 de hombros, . sacó unpitillo y ,encendió • un Íósroro. ..

GORDON PIRIE EN ESCENAEl hombre se echó hacia atrás

en su siUón. Hacía. girar y girarel telegrama entre su dedos, sinabrirlo. Cdnocfa o, más bien,adivinaba sie contenido. Al fin,Se decidió. Rasgó el papel y leyó:.«Mlmoe. 3.000 metros en 1’52’8.Húngaros derrotados. GracíasGordon»

Por

E1SeldierUna amplia sonrisa distendi’

sus labios. Se puso en pie, abrióla puerta del despacho contiguo,y depositando el telegrama sobrela mesa en la cual una secretariaescribía a maquina, le dijo:

«Quiere hacerme el favor dearchivar este telegrama en el dos.sier de Pirie?»

Gordon Pirie, prime? hombredej equipo de Gerschler, acababade batir un nuevo record mundial. -

. WaIemar Gerschler cerró lapuerta de su despacho. Recorriócon la mirada los muros de latiabitación: a la derecha, su bibUoteca; ante di, el cuadro de, Kreutter «Vista de Alsacia)) ; aifondo. en un rincón, una estatuiha de la Virgen tallada en madera; sobre su mesa, un mQnti ¶iexpedientes cuidadosamente api-1dos. Docenas de cartas esparcidas sobre la mesa y, en un,. gulo de esta, un jarrón con ungran ramo de crisantemos ama.rulos. A la derecha. en un sencilb marco, una roto de Josy Bar-thel. de pie sobe el podiurnolímpico, llorando.

Gerschler volvió a sentarse abte su mesa y Su mirada se posósobre otro retrato, una fotografia de 17 años antes, ya bastantevieja, de Rudoli Harbig, cinconttnutos después de su victoriosacarrera contra ei record mundialde los 800 metros. en 199, enMilán. Gerschler se inclinó sobreuna hoja cubierta de cifras co-]ocada sobre su mesa. La habíarecibido en el correo de la maña-na: eran las cuentas del eritrenamiento de Gordon Pirie, recordman del mundo, en el transcursode los últimos 15 días. Estudióun momento las columflis de ci-fras y las anotaciones hechas. eninglés; y pensó que Pirie habíatrabajado bien. Volvió a abrir lapuerta del despacho vecino:

«Será necesario que I1epIOS

una buena foto de Gordon, seí%ore ; me gustaría tenerla en ca-sa.»

«Si, señor director.»«Y cuando haya usted acaba

do con el correo, le dictaré unacarta. Es preciso que le felicitey que le envíe et programa de lospróximos días.»

El profesor Waldemar Gersehler, director del Instituto de losDeportes de Friburgo, cerró dnuevo la puerta y volvió a sen-tarse. Sus ojos volvieron a posar-se en el fino rostro, en el largopelo rubio del joven del retrato,del que había hecho uñ silencio-

DE

so compañero en aquel despachoSobrio y limpio, en aquel despacho en donde, silenciosamente ycon gran fervor, fabrica campeo-nes atléticos : Rudolt Harbit

Pué tn Dresde, en 1934. Wald&mar Gerschler, profesor de historía, de filosofía y de aleznán, te-fha treinta años. Hacía cuatroque habla conseguido su prime-ra Cátedra en el liceo local, trasbrillantes estudios en la tjniversidad de Leipzig

ser, fuerzas ocultas habían determinado su vocación desde el co-mienzo de sus estudios. Iba a serel encargado de formar otroshombres. El que los modelarlaintelectualmente, por eso se ha.bía hecho profesor. El que losformaría físicamente, por lo que.a los veinte años, el entrenadorhabía nacido en él.

En Leipzig había frecuentadocon asiduidad y tesón ei Instituto de los Deportes. Había educado sus músculos, a la vez quesu espíritu. Era un atleta compieto, El desdeñaba las especialidades. Quería lacer de todo y Sa-berlo todo, antes de eriseñárseloa los demás. I’ué futbolista. nadador y atleta. En Leipzig encontró también su primer padre es-piritual: ei profesor Altrock, di-rector del instituto.

«Una confianza y un cariñotan grande como el que une a unpadre con su hijo, nos unió. EraUno de los mas grandes pedagogos deportivos de su tiempo. Eltué quien me sugirió las primeraslineas directrices dO mi vida.»

En efecto. fué el ejemplo delprofesor el que permitió al jovenWaldeinar dilucidar et cuadroprofesional en el cual deseaba enel futuro ejercitar su talento ysatisfacer su vocación. Cuandollegó a Dresde. en 1930, con sumaleta de joven profesor soltero en la mano, Gerschler habiahecho su elección: quena, si-guiendo el ejemplo de su maestro, ser director de un institutode deportes.

«Cada universidad alemana tine su institUto. Esto quiere decirque existen poco más de veinticinco en toda Alemania». explicaGerschler. «Los cargos de director son por escalafón. Para queuno de ellos quede libre, ha demorir el que ostenta el cargo, ollegue al tope de edad que mar-ca la ley para su jubilación: los65 años. Por lo tanto, no me ha-cía ilusiones. Las plazas estánmuy solicitadas. Sabia que tenfaque armarme de paciencia. Peropodía ir enseñando. . . y j me que.daba tanto por aprender...!»

Aprendió de prisa. Primeramente organizó su vida. Por la maña-na, daba clases en la «Hochschule». Por las tardes, se dedicadaal atletismo.

ENTRENADOg EN IMiESDE

Dos meses despues de su Ile-gada, el joven profesor había pa-sado a ser entrenador del «Dresden Sport Club». y tres años mastarde babia reado una de laSniejores secciones de atletismo deAlemania. Pero Gersebler aunseguia buscando. Habla visto yleído mucho, y habla retenidomucho también. Su biblioteca de-portiva era una de las máscompletas del mundo. Incansable-Iilent*. continuó su trabajo, has-

fa que empezó a comprender alo largo de sus investigaciones lasLagunas que existían en sus pasa-das experiencias. Poco a poco fmitomando forma en su imagina-

. cióri una teoría muy vaga, casiuna Intuición, un método moderno de entrenamiento, el que ha-bia de revolucionar las carrerasde fondo y medio fondo. Este método, Gerschler lo «presentía».Sordamente nació en él una necesidaíl imperiosa, la necesidaddel hombre que quiere saber, quenecesita probarse que no estaequivocado, Para lo cual, sólo necesitaba un conejo de indias. Lohabria de encontrar una maña-na del mes de junio de 1934, des-pués de largas semanas de peno-se búsqueda.

La Federación Alemana preparaba ya los Juegos de 1936, paralo cuai puso en marcha una«Jornada del Atleta Desconocido»reservada para los debutantes. entodas las ciudades del Reich. Undomingo. por la mañana, Waidemar presenció, como único espeetador. una extraña función, Do-cenas de chiquillos y adolescen.tea, en un estadio vacio, corríanante un puñado de oficiales, queseguían la carrera impasibles,cronometriindola on exact:tud,pero sin interls.

«Esos jovenzuelos no saben co-rrer,), Se dijo Gerschler.

GERSCØLE1I «DESCUBRE»

A HARBIG

Con los ojos entornados y ¡asruanos cruzadas sobre el vientre.revivió aquellos momentos. Elobservaba desde un lado de latribuna a todos aqüellos aprendí-ces de atletas de los que muy po-«35 lograrían hacerse un nombrebajo los aros olimpicos. Todos tomaban la salida de prisa y sedesinflaban a los pocos metros. Seesforzaban sudando y jadeandoen la pista. Cuando Gersehier,decepcionado, Se preparaba paramar.harse, un muchacho diferente a los otros comenzó a patearsobre la ceniza del estadio, mo-viendo sus piernas largas 3r armo-niosas. Salió de prisa, como los

demás. pero fbé el único queconservO un paso regular. el único que terminó la carrera sin es-fuerzo aparente, con ligereza. Elúnico atleta.-.

Gersehier. a pasitos cortos,atravesé el estadio con el corazónpalpitante,

((—,,CóI)1O te llamas? — preguntó Qerschler.

»—Rudolf ffarb!g, señor.»—,CiiáfltOs años tienes?»—Cunipliré veinte en noviem

br».»—Y a qué te dedicas?a—Soy soldado, señor.»—Has corrido muy bien. Har

big. Si ello te divierte, deberíasvenir a entrenarte. Yo estoy aquítodas ¡‘as tardes. Ven a yermecuando estés libre, creo que po-driamos hacer algo juntos.

»—Vendré, señor.»Así fué cómo Rudolt Harbig,

ei atleta desconocido, se convirtió en el cobayo de WaldemarGerschler, para lo que había deSer una de las experiencias atiéticas más apasionantes de la bis-torta. •

Gerschler, entre tanto, hablaencontrado a sus dos últimosmaestros. Altrock le habla ensefiado lo que es el deporte. Jimniy Hogan, el gran entrenador defútbol ingles, a, la sazón en Dresde, debía enseñarle lo que es elhombre. •,l el entrenador federalalemán Waitzer, con el que .eunía una buena amistad, le en-sefió lo que es el atletismo. A lostreinta años, Gersehier se disponía a volar con sus propiasalas.

«El trope7ar con aquellos treshombres. fué la gran suerte demi vida. Se habían grabado hondarnente cci ini sus enseñanzas.Sabia en adelante, por que ca-mino habla de encontrar la ver-dad.»

El trabajo comenzó, árido en-carnizado, htfuhico.

«Se consideraba entOnceS que elentrenamiento e un corredor desemifondo debía componerse delargas caminatas a paso rápido.Corrían mucho, pero lentamente.Comencd a entrenar a Harbigsobre distancias más cortas quelas que él habría de correr, Lé hi

. ce hacer largas sesiones de 100,200, 300, 500 y 600 metros a pasorápido, alternando con trayectosmás lentos.

¿GERSCHLER?•¡UN ASESINO

T”oco a poco, Cerschler apiendió a conocer a Harbig. Adivina-be por la más leve reacción elestado de ánimo y las condiciones físicas de su alumno. Se empezó a hablar en Alemania deaquel joven entrenador, queadiestraba en forma de robot aun atleta completamente deseoflorido. Informados de ello, losrutinarios pusieron el grito en elcielo: Gerschler era un asesino.Era Imposible resistir semejantesistema de entrenamiento. Har

Pero Harblg no sucumbió. Déspués de dos años de entrenamientos, Harbtg se convirtió, a losveintidós años, en el campeón deAlemania de los 800 metros, Lescríticos, Impresionados, callaron.Otros, con espíritu inventivo, pu-sieron a sistema el nombre queGerschler no había tenido tiempode buscar: «sistema de intervalos» O «método mixto». Otros can-taron las excelencias de aquelnuevo campeón. y, hasta el pro-pio Hitler, telegrafiO estimulandoa Rudolf Harbig, heraldo de laraza.

Llegaron los Jnegoa de Berlín. Fnel nies de agostO de 19Z6; kudolfflarbig falió en los primeros 500metros de su Carrera de 800, Habíasido vencidó. derrótado, sin ape¡ación alguna. Los detractores deGerschler hablan triunfado.

«Lo hablamos predicho. El en-tronador de Dresde es un asesino. Harblg óe ha agotado. Hayque prohibir semejantes enétodos.»

Gersehier, ntlentrás tanto, sólotenlá un deseo: conocer la causade su fracaso.

((Esta derrota es IflexplOable.Ha debido de pasar’ aIo que noha sido capaz de preseer. Era laprimera carrera internacional deHarbig ; sto, quizá, bastaría aexplicar su fracaso, pero yo séque hay otra cosa.»

La maras’illosa carrera de Ikebig en los relevos de 4 veces 400metrqs, afirmó a Gerschler’en su.opinin. Iarbig. estab sobradamente en forma. Un grano dearena bailía, sin duda:, interziunpido el funcionaniieno del engranaje de aquell& mnaraviLosa ;

Entre los dos investigadores,Rudolf Harblg iba a continuar ensu papel de coflejito de indias,gustoso y consciente. Aquel triO.debía proporcionar al mundo, ene! espacio e dos años, el primergran atleta de la era moderna:Rudoli Harbig, recordman del’mundo de los 400 y los 800 mc.tras. -

ESE LEON DE MELENABLANCA

Ife hecho, acompañando a uflcentenar de atletas, el viaje aFriburgo, y he visitado la clínicaque dirige e doctor Reindeli. He’

pasado las horas má movidas demi vida, ya que no se «vive» allado del doctor. Es como un hil.racán. Se siente urb empujadOpor el ritmo acelerado de su vozSe siente uno arrastrado en locascarreras por los blancos pasillolde su clínica. El gran patrón. les’terroga, ordena, examina, diagnostica, dieta y zanja. Después,en un momento de calma, eseleón de melenas blancas, esehombre de cuarenta y ocho años,que representa sesenta Cuandoreposa y veinte cuando Se poneen movimiento, fija en Uno suMirada metálica, acordándose drepente de la pregunta que se 15hizo una hora antes, y vuelve alpunto de partida, cuando uno haperdido por completo el hilo dela cuestión.

«Cuando estudiaba en Berlin, .]ya era deportista; más añil, eraun entusiasta del deporte. Juga.ba al fútbol, y no lo hacía dc.masiado mal. Hice mis priniel’a*eitperiencias médicas entre loscompañeros de mi equipo. Algomés tarde, conocí a Gersehier.Quiso saber cuándo comienza elexceso de entrenamiento de unatleta. Me apasioné por los esttlidios cardiológicos, y quizás quí’se también descubrir el límite dalas posibilidades humanas. Está.baines hechos para entendernos.5

Desde que se conocen, GerseIlerno ha entrenado a nadie queno haya previrmente pasado peela clínica de Reindeli.

«Gracias a él. he estado sieni.pre en sttuación de aplicar misistema de entrenamiento coilOria eficacia máxima), — afirmaGetachier —. «íf() he abusado

(Continúa en 7. pág.)

Waldemar•oI!%JÁD 011

GERSC11LERATLETAS

El primer gran campeón formado bajo 1». nteee de Cersebler, Id el a1emn Rudolf Harbig,recordman mundial de ls 8O metvo, qve en I ‘gráfléo aparece e* seginida posición

o so

1:

,,

VOCACkON DE FORMARCAMPEONES

esde lo más profundo de su

Tomás Barris ha eonstitufdo unade las demostraciones niás chi.ras de la eficacia del sistema depreparación dci famoso técnicoalemán. En el término de unalio, Barris se ha convertido deun simple campeón nacion»i enun atleta de clase internacional

quins. de cofrer en la ó*rrei detoe 800 metros.

((LleYd a HaÑlg a . un médico.l diagnóstico fué concluyenteHarbig había sufttdo unos transtomos y deficiencias intestinales,tras una mala digestión. Cientificantente, la ausa del ftacasoestaba descubierta. Harbig . habíasorportado mis entrenamientosperfectamente Su destallecimiento había sido puramente aceldental. Tenía pruebas. Lo demásme importaba poco.»•

GerschI • en adelante, podíaconfiar en su sistema, sabía queera bueno, • peto le faltaba Otracosa: la consagración cientifica. y permanente. de su. sistema. . Le

Estos clasificadores de correspondencia contienen millares de car. erá zcesario ecinocerniédidanientas de campeones de distintos paises, que acuden a Io consejo» it • sus lumnosde Waldeinar (,ersehter. En muchas de las cartas de contesta- e e P • ism • de ación del famoso léenico alemán, figuran los programas de eñ- Y estar al corrinte. d tilos diatrenanilento pr él aconse,ados, y que han lenido por resulta. tras día, para poder sacar dedo tictorias oluinpieas o vecords» del mundo, conseguidos por ellos la máxima ventaja,

quienes los han P neslo en práctica Fu precisamente entonces,cuando Úerchier tuvo otro deesos praidenciales encuentros,de los que está llena su exiSten-cia. En una pastelería, en Dusselforf, Gersetiler entablO amis-tad, a principiOs de 131, con Unjoven. médico llamado Reindeli.Este enéueñtró habla de marcarej prlnclliG de la i’UM fructíferaasociación jam4s gealisada en elmundo de los deportes.

Por una parte, un t*cnico enatletismo, creador de un sistemade ehtrenamlento completamenteflufVO que habría de dominartoda su época. POr otra, un investigador, un hombre de ciencia,que habría de convertirie en uno

de los más eminentes éardo “ logosde su época. y habria, también,dO revolucionar los conocimientosy los sistemas médicos.

big debía sucumbir en corto piazo.

Gerschler se preocupO poco deunos y otros. ContinuO calmoso ysolitario, modelando su campeón.

Ninguna clínica de Alemania está rnejøP equipada que el laboratorio del Tnstituto de Friburgo,donde el doctor Reindeil, en esrech» colaboración c4n Gei’schler, estudia el funcionamiento car.díaco y respiratorio (le los atletas con el liii de conocer posil)ilidades de acuerdo con e! esfuerzo qLie el entrenamiento reclama. Esla fofografía nis nmnestra a un aspirante a c*iiipeón .a)umetido

al «.cs» de JteindelI, nicitiante ai1aoS e’,l.eeiaLea

Servicio

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