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VOCERRANTE (10)
Apertura (Sobre “White Man Sleeps II”, por Kronos Quartet):
(Andante tranquilo)
“Las palabras vagan, yerran, buscan. Van y vienen por ahí hasta que encuentran
un refugio. En las manos, en los ojos, en cualquier cosa que las rescate del
olvido.”
(Raúl)
Este es el décimo programa de
VOCERRANTE.
Bienoídos y bienoídas.
Daniel:
En el reportaje que Francois Truffaut le hiciera a Alfred Hitchcock, que tuvo
forma de libro bajo el título “El cine según Hitchcock”, se hace referencia al
McGuffin. Así lo explica el propio Alfred en dichas líneas:
“Evoca un nombre escocés y es posible imaginarse una conversación entre
dos hombres que viajan en un tren. Uno le dice al otro: «¿Qué es ese paquete que
ha colocado en la red?» Y el otro contesta: «Oh, es un 'Mc Guffin'». Entonces el
primero vuelve a preguntar: «¿Qué es un 'Mc Guffin'?» Y el otro: «Pues un aparato
para atrapar a los leones en las montañas Adirondak». El primero exclama
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entonces: «¡Pero si no hay leones en las Adirondaks!»” A lo que contesta el
segundo: «En ese caso, no es un 'Mc Guffin'».”
De donde el Mc Guffin es aquello que permite el discurrir de las palabras, el
llamamiento a la curiosidad, la apertura de la intriga. La excusa de la acción.
No importa qué sea, unos papeles, unos documentos, una pista, un
pendrive, una base de datos, una fórmula, un nombre, un recuerdo, un pijama o
una cajita de fósforos de los tres patitos… Lo importante es que tenga el don de
atraer a los personajes, de hacerlos confluir e interactuar. De ponerlos a todos en
movimiento. De celebrar las peripecias.
Raúl
Un secreto no es lo que se tiene, ni lo que se oculta, ni lo que se guarda. Un
secreto es lo que se busca.
Y casi diríamos que la búsqueda no tiene otro cometido que el de constituir,
crear o declarar un secreto.
Daniel
Cada estrella es un secreto en la inmensidad de la noche. Un secreto a
cielo abierto, expuesto y luminoso.
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Cada persona es un secreto en la intimidad de su cuerpo. Un secreto que
puede desnudarse, generoso.
De allì el pudor común en señalar tanto a una estrella como a otro ser
humano.
Es como haberlos descubierto sin estar autorizados.
El secreto sólo se devela por invitación.
El secreto más preciado es transparente.
Raúl
Ansiedad.
Cada vez que alguien compra esas pequeñas cajitas adornadas, lo que espera es
poder guardar en ellas un secreto.
Daniel
Sutiles desaveniencias.
¿Qué objeto tiene un diario íntimo más que la generación de secretos?. Más allá
del interés de sus palabras, el diario íntimo es intenso simplemente porque nos es
vedada su consulta, porque se escribe en soledad y en el silencio, mayormente
nocturno. Y luego sus palabras apenas murmurarían, como la suave brisa que
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sopla por la ventana. Tan sutiles y frágiles, que apenas pronunciadas se
disiparían. ¿Y si alguna vez hollamos el secreto, abrimos el candado, abrimos el
diario de Ella, y encontramos nuestro nombre?. Correríamos el riesgo de
desvanecernos apenas lo hubiéramos leído.
Raúl
Mutuo.
Un secreto dentro de otro, y otro dentro de éste. Pero que el secreto sea
cada vez más grande, más presente, más a flor de piel. Hasta que se confunda
con el abrazo.
Daniel
Comparativo.
El secreto, si está escondido, es meramente un tesoro. En cambio, a la vista de
todos, en pie, mirándonos, es una invitación.
(La historia de un excavador que tras años de pelear con las entrañas de la tierra,
a fuerza de cavar y cavar, cada vez más profundamente, llega a su propia casa,
fulgurantemente iluminada a ras del Sol.)
Raúl
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Desarrollo.
No hay secreto si no es para alguien.
El secreto es la cara interior de un deseo.
Un secreto abandonado es un desprecio por la condición humana.
Daniel
Sal
Un secreto tenía ella.
Un secreto tenía él.
Para averiguarlo se persiguieron, uno a la otra, una al otro, durante nueve
noches.
Ni él ni ella pretendían arrancarlo. Tan sólo avizorarlo. Tan sólo arrimarse
un poco más a esos secretos que uno a la otra, una al otro, conmovían.
¿Pero dónde?
¿En la boca, en los ojos, en el ruido del aire tras su paso? ¿Dónde estaba
ese secreto que los seducía?
A medida que se acercaban a él, se volvía más oculto.
Ambos pedían la sed, no el agua,
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Ambos pedían el desierto, no el destino.
Ambos se buscaban en el otro y por el otro.
A cada cual más sal adivinada en las harinas.
A cada cual más vientos de la piel, agua de la carne, algas como huesos.
Y en mar del mar, del mar sobre el mar, del mar en el mar, se convirtieron.
Raúl
Duda sistémica
A cuenta un mismo secreto a B y a C.
B se lo olvida.
Si C se lo cuenta, ¿rompe entonces el secreto confiado?
Daniel
Entre piratas.
Dónde está el tesoro, es un dato.
Quiénes lo obtuvieron, es una información.
Para quién es el anillo de rubíes es un secreto.
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Raúl
Tradición.
Otra vez, A cuenta un mismo secreto a B y a C.
Pero B y C no se ponen de acuerdo acerca de si el secreto era rojo o amarillo.
A nadie se le ocurre preguntarle a A.
El secreto, una vez confiado, le pertenece al otro.
Raúl
Inmanencia
Cada cosa que ves
guarda un secreto
que no puedes develar
sin descubrirte.
Primer tema: “Um indio”, de y por Caetano Veloso. (03:20)
Acabamos de escuchar “Um indio”, de y por Caetano Veloso, en vivo.
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Daniel
Seducción
El secreto es volver.
Siempre volver
a estar contigo.
Sin que apenas te des cuenta
que no me fui.
Raúl
Tenían que entrar a la fortaleza.
Tenían que entrar a la fortaleza y alcanzar la puerta blanca.
Tenían que entrar a la fortaleza, alcanzar la puerta blanca y abrirla.
Daniel
Tenían que abrir la puerta blanca.
Tenían que abrir la puerta blanca y alcanzar la sala de las orillas.
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Tenían que abrir la puerta blanca, alcanzar la sala de las orillas y en ella
ubicar la tercer ventana a la izquierda de sus ojos.
Raúl
Tenían que ubicar la tercer ventana a la izquierda de sus ojos.
Pero no podían ver sus ojos. Tenían que contar hasta tres sin el punto cero.
Sin el uno, sin el dos.
Tenían que contar desde lejos.
Daniel
La ventana sólo se veía desde afuera. Desde afuera sus ojos podían
vislumbrarse.
Tenía que llevar esa presencia hasta la sala y entonces abrir la hoja oeste.
Tenía que abrir la hoja oeste para dejar entrar la brisa.
Raúl
Tenía que dejar entrar la brisa que apagara todos los candelabros.
Para encontrar la llave
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Que te permita
Salir al desierto
En donde sobre una montaña de arena y ladrillo,
Se yergue, inmune, la fortaleza.
Daniel
El secreto es un lugar, en el que nadie ha estado.
El secreto es un molino que se mueve con un soplo imperceptible.
El secreto es un refugio que se erige a la intemperie.
El secreto es un abismo inaccesible, pero en el que hay marcadas unas
pocas huellas.
El secreto es el aire.
Daniel
Meditaciones sobre el secreto de Sedusa.
Sedusa tenía un secreto lento, tan lento, que cansaba perseguirlo.
Perseguirlo era una forma de
esperarlo.
Pero se estiraba, se estiraba, se arrancaba lánguido, rendido y silencioso.
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Cualquier mirada directa lo alejaba más, pero en ese tipo de lejanía que
sólo supone una mayor tardanza. Como si alguien demorara siglos en un solo
pestañear.
Así, Sedusa resguardaba su secreto… Secretándolo en una dosis de
tiempo interminable. Como esa arenisca al interior de los relojes, que nunca acaba
de bajar y ya se le tiene que dar la vuelta.
Una posibilidad sería llegar al final, pero no hay manera. El final no ocurre
nunca, y de ocurrir, anularía el secreto.
El secreto, entonces, es ese mismo estiramiento, esa misma delgadez del
silencio por la que se pueda vislumbrar un arco.
Una decantación que, poco a poco, vaya enrareciendo el aire,
densificándolo, hasta que no puedas dar un paso sin chocarte con él.
Secreto por saturación, de reiteración, de ceniza extensa y melindrosa.
Sedusa es una arruga que se limpia, se cura, se plancha.
Una vejez a tiempo de alcanzarte.
Una puerta cerrada a lo largo de toda la pared.
O un párpado que ocupe toda la cara.
En fin, Sedusa tenía un secreto que anulaba todos los secretos, arrollados
en la rueca de un sopor indemne.
La eternidad por extensión, o el revés de la esperanza.
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Raúl
Hay voces secretas, que sólo algunos pueden escuchar.
Hay rostros adivinados, en la ignota distancia de la oscuridad.
Hay sonrisas descubiertas, debajo de las piedras demoradas por el camino.
Lo que se esconde es vergüenza o tesoro.
Lo que se oculta es amenaza o vulnerabilidad.
El secreto, en cambio, vuela en la latencia, sueña en la letancia.
El secreto es una pieza separada de la intimidad.
El secreto del vuelo de los pájaros
Está en el vuelo de los pájaros.
El secreto del armado de una obra
Está en el armado de una obra.
El secreto de una rosa
Está en la rosa.
El secreto de un sabor
Está en el sabor.
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El secreto está abierto,
presente,
expuesto,
disponible.
No está oculto, pero puede descubrirse.
No está encerrado, pero puede liberarse.
Tan débil, delicada, fina es su cubierta,
Que un solo soplo puede develarlo.
Daniel
Los sintagmos tenían un dios secreto.
Un dios del que no podía decirse nombre, costumbre, forma o referencia.
Un dios que no podía ser representado, ni aludido, ni traído ni venido, ni
invocado o descuidado.
Un dios del que no podía indicarse atributo alguno, más que ese secreto
que sabían compartido, y que constituía toda la mística de los sintagmos.
Al que no podía orarse, ni enaltecerse, ni congraciarse, ni someterse.
Un dios al que sólo podía descubrirse al interior de un abrazo.
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Un dios respecto del que todos debían guardar un hierático silencio, pero
del que estaban todos consciente y recíprocamente orgullosos.
Raúl
Los simposios guardaban en secreto su evidente vulnerabilidad: No
contaban a nadie que sus casas, sus templos, sus palacios, sus mercados, sus
calles, sus cultivos, sus caminos, sus paseos, estaban construidos sobre la ladera
de un volcán activo.
Daniel
Los púlgares hacían una ceremonia de los secretos, en el centro de la plaza
principal de su aldea.
En esa ceremonia había una gran suelta de secretos, para la que se
preparaban durante todo el año, revelándolo o preanunciándolo ya en signos,
conversaciones, datos sueltos, miradas comprensivas y desveladas
complicidades.
Para cambiar de secretos, para el año siguiente.
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Raúl
En Síneser, frontera de Duaimbia, se guardaba el secreto de la
inmortalidad. Riskold Fergusen y Richard Pollioux, dedicaron una vida de
investigación a su hallazgo.
Finalmente, dieron con un arcón que guardaba un papiro que contenía las
palabras pronunciadas por el angel.
Pero el arcón corroído guardaba un papiro deshilachado, con una tinta
borrosa, de lectura imposible por la frecuentación de los dedos.
Sin embargo, el secreto estaba allí. Siempre a la vista. Siempre a mano.
Daniel
Los gangsis, que no sabían leer, sostenían que los libros guardaban
secretos, que sólo se revelaban a aquel que abría sus páginas con el don
necesario.
Raúl
Si el silencio no existe, ya que todo vibra,
El secreto sólo es posible en alta voz.
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Una caricia es una siembra de secretos
En la piel secreta y desnuda.
Daniel
“Sé que me desperté en la madrugada del lunes. Yolanda dormía. Fui al
baño y me planté frente al espejo del botiquín. Voy a dejar aquí, pensé, mi cara. Y
cuando otro tipo como yo se pare en este lugar va a encontrar, en el último círculo
del cristal, su rostro, el verdadero, no el que lleva puesto.” (Andrés Rivera, del
cuento “Trasbordo”.)
Raúl
Cuando se habían vaciado de secretos, sus cuerpos se recordaron uno en
el otro. Uno a partir del otro.
Sus cuerpos se recordaron sin palabras, transparentes.
Daniel
La soledad sonora tiene rituales que fundan secretos. Por eso nos resulta
verosímil que el destino esté a la vista en nuestras palmas, en unas cartas
marcadas, o en unos versos milenarios, o en una taza de café, en la que cabe
toda la noche.
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Segundo Tema: “Black cofee”, de Sonny Burke y Paul Francis Webster, por
Ella Fitzgerald y Paul Smith al piano (3:27)
Acabamos de escuchar “Black cofee”, de Sonny Burke y Paul Francis Webster,
por Ella Fitzgerald en la voz y Paul Smith en el piano.
Daniel
Los galupis, un pequeño reino del archipiélago de las mónadas, decían
tener un gobierno secreto, con planes secretos, con secretos operadores, con
secreta disciplina, con secretas normas.
Se levantaban temprano, salían a pescar y volvían a su aldea para cantar
esos secretos, colectivos, abundantes, generosos y apropiados.
Raúl
Los cogorns tenían el secreto de la lluvia.
Y consistía en una danza.
Cuya melodía sonaban a viva voz, cantando fuerte y claro,
Y cuya representación se hacía en público, a plena luz del día.
En el día más abierto y despejado.
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Daniel
Aperitivo.
Jaime había salido al balcón, con su vasito de jerez en la mano derecha.
Como hacía todos los domingos. Como había hecho todos los domingos, a
escondidas de su madre primero, de su esposa después, y ahora, de sus hijos.
Un vasito de jerez ni lo dormía ni lo emborrachaba. Era su pequeño secreto,
que lo mantenía fiel a cierta resistencia, a cierta independencia, a cierto
exclusivismo.
Pero esa tarde, pudo ver al presidente subirse a un taxi, y llamativamente
recordará la patente del taxi, que el presidente mismo se puso a conducir.
El hecho podía pasar desapercibido, si no fuera porque esa misma mañana,
se había anunciado la estancia del presidente en Sumarka, desde muy temprano.
Y podría haberse olvidado fácilmente si las noticias del día siguiente no
hubieran vociferado que el presidente había sido intervenido quirúrgicamente
debido a una fuerte indisposición, dando cuenta de su deceso en la ciudad de
Tirole, capital de Sumarka.
El deceso del presidente lógicamente derivó en el nombramiento de
Ostrángelo, un oscuro magnate de la prensa sensacionalista, el que a fuerza de
extorsiones y calumnias, había llegado a la vicepresidencia.
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Ostrángelo inmediatamente, fiel a su estilo, declaró la guerra a Sumarka,
atrayendo un sinnúmero de consecuencias internacionales catastróficas.
Se quemaron todas las reservas mundiales de petróleo, y las cuencas de
agua dulce de todo el planeta comenzaban a verse contaminadas.
Jaime se calló. Se mantuvo en silencio. No dijo nada.
No sea cosa que todo el mundo descubriera que cada tarde salía al balcón
a tomarse un vasito de jerez.
Raúl
Alguien deja un secreto tirado por la calle.
Un secreto a gritos.
Todo secreto olvidado vuelve como una hondonada de gritos.
Daniel
Trosnoy escribía en secreto. Cajas y cajas de poemas y de cartas.
Hasta que dejó vacía su casa, nadie las vio, nadie las leyó.
Habían permanecido en silencio durante largos años, algunas hasta
décadas.
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Raúl
Encontré esta mirada tuya en el cine. Y era una mirada perdida.
En ella, aunque te parezca extraño, se veían mis ojos reflejados.
¿Secreteaban mis ojos en tu mirada tu mirada en mis ojos?
Daniel
Una herida es un secreto, pero sólo cuando deja cicatriz.
Un tesoro es un secreto, pero sólo cuando alguien te dio el mapa.
Un hallazgo es un secreto, pero sólo cuando antes ya estuviera allí.
Un secreto es todo cuanto se haga
destinado a descubrirse.
Raúl
Rubba Buenaventura sabía que ese barco estaba maldito. Pero era su
secreto. Él se había subido pero sólo con afán de desafiarlo.
De todas formas, nada podía hacerse. Indefectiblemente encallarían al
cruzarse en el camino con las sirenas.
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Alexia, la sirena, sabía que ese barco estaba bendito. Pero era su secreto.
Ella se había quedado a esperarlo, pero sólo con afán de descubrirlo.
Indefectiblemente traería las medicinas que necesitaban.
Daniel
Prometeo o la Previsión (del griego Prometheus), había robado de los
dioses el secreto del fuego.
Y cuenta el mito que en represalia por ello, Pandora fue llevada a Epimeteo
o la Improvisación (del griego Epimetheus), a la sazón, hermano de Prometeo, con
un ánfora, que en su representación renacentista con la que ha llegado más
popularmente a nosotros, es una caja. Una caja o un ánfora portados por una bella
y graciosa mujer, no puede contener otra cosa que secretos.
El ánfora o la caja se abrieron. Según una versión dejó escapar así todos
los males, para castigar a los mortales que gozaban ilícita e inmerecidamente del
fuego, y la cerró a tiempo para resguardar en su interior a la esperanza.
Según otra versión, dejó escapar así todos los bienes, los que volvieron al
Olimpo, dejando sólo en su interior a la esperanza.
En cualquier caso, un secreto siempre supone un riesgo u oportunidad.
Y en los dos casos, el secreto se envía para ser abierto.
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Prometeo quiere evitarlo, a fin de preservar la distinción entre cielo y el
infierno. Epimeteo lo enfrenta, asumiendo la diversidad de cielo e infierno en el
vuelo de la vida. No es por ansiedad que la caja se abre, sino que esa es la
necesidad de los secretos. La de prodigarse y exhibirse. El secreto no es otra cosa
que la semilla de un deseo
Previsión advierte del orden del castigo. Pero la improvisación vence al
caos.
Raúl
Desde el año 1638, sólo el miércoles de ceniza o el viernes santo, y sólo en
la capilla Sixtina, se interpretaba el “Miserere” de Gregorio Allegri, a medida que
se iban apagando las únicas trece velas, una a una y hasta la oscuridad absoluta.
La obra había sido encargada a Gregorio Allegri por el entonces Papa
Urbano VIII, el mismo del juicio a Galileo.
Daniel
El “Miserere” de Gregorio Allegri, compuesto para dos coros a capella, uno
de cuatro voces y otro de cinco, no podía ser transcripto, escuchado ni ejecutado
fuera de los días previstos para ello (Miércoles de Ceniza – Viernes Santo) en la
Capilla Sixtina, bajo pena de excomunión.
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Raúl
Era tal la fama de dicha obra, y de sus efectos místicos y gloriosos sobre
quienes la escuchaban, que el Emperador Leopoldo I de Austria solicitó una copia.
El Vaticano accedió, luego de muchísimas cautelas, y le facilitó la versión que aún
puede verse en la Biblioteca Nacional de Viena.
Los músicos del emperador intrepretaron la partitura tal como había sido
conseguida. Pero el emperador notó para su desilusión, un franco demérito en su
ejecución, llegando a despedir a su maestro de capilla.
Daniel
Lo cierto es que esa partitura no contenía los “abbellimenti”,
embellecimientos y adornos que los cantantes aportaban a la composición, y que
originalmente improvisados, eran transmitidos por la tradición de unos a otros
coreutas.
Raúl
El 11 de abril de 1770, era miércoles de ceniza. Leopold fue con su hijo a la
ceremonia litúrgica en la Capilla Sixtina.
Escucharon la obra.
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Leopold escribiría a su familia en Salszburgo, unos días después:
Daniel
“Habrás oído hablar del famoso Miserere en Roma, qe es tan apreciado que
hasta los intérpretes tienen prohibido bajo pena de excomunión el llevarse aunque
sólo sea una parte de él, copiarla o dejársela a nadie. ¡Pero nosotros ya lo
tenemos!. Wolfgang lo ha transcripto (le había bastado una sola escucha para
trasladar la obra completa al papel, y luego una segunda para efectuar las
correcciones) y lo enviaríamos a Salszburgo con esta carta si no fuera porque es
absolutamente imprescindible que nosotros estemos allí para la representación. La
forma de interpretarlo contribuye mucho al efecto que produce la música más que
la pieza en sí. En cualquier caso, siendo uno de los secretos de Roma, no
queremos dejarlos caer en otras manos.”
Poco tiempo después, los Mozart, padre e hijo, se encontrarían con un
musicólogo inglés, Lord Burney, quien llevó la partitura a Londres, en donde fue
impresa en 1771.
A continuación, y como cierre del programa de hoy acerca de los secretos, el
“Miserere”, de Gregorio Allegri, por The Tallis Schollars, dirigidos por Peter
Phillips, con Deborah Warren como soprano solista.
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Tercer Tema: Miserere de Allegri, por The Tallis Schollars, dirigidos por Peter
Phillips, con Deborah Warren como soprano solista. (12:55)
Cierre
(Sobre “L´inverno” Segundo Movimiento – Antonio Vivaldi, por
IlGiardinoArmonico):
(Lento - Grave)
“Siguen vagando las palabras, criaturas del aire, harinas de tiempo, hurgando por
las cuerdas, y los labios y la boca, para vibrar de nuevo.”