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1 Fotografía: Financial Times. INSOSTENIBLE DEUDA GLOBAL. Manfred Nolte Ya se sabe que no es lo mismo predicar que dar trigo, esto es, que resulta más fácil dar consejos que practicar lo que se aconseja. Es cierto que los árbitros no están para tirar los penaltis sino para pitarlos y su función también es imprescindible. Tenemos para bien o para mal en el ámbito de las Instituciones multilaterales –en buena parte fueron creadas para eso- árbitros, jueces y evaluadores suficientes como para mantener permanentemente despierta la conciencia económica del planeta: las conciencias gubernamentales y corporativas y también las familiares y del individuo. Aunque no siempre acierten en sus advertencias y aunque en ocasiones se desdigan de lo que antes dijeron. Entre estas Instituciones multilaterales, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ocupa un lugar destacado en el análisis y supervisión de la marcha de la economía mundial. Justamente por estas fechas publica su informe de seguimiento fiscal, el ‘Fiscal Monitor Report’ que ha llegado a continuación de otro dictamen importante, el de perspectivas económicas mundiales, en el que ha predicho una rebaja del crecimiento mundial en 2016 hasta el 3,1% anual, un ritmo –hay que adelantarlo- insuficiente para paliar las graves carencias de las economías en crisis y para poner remedio al grave mal que a continuación vamos a relatar. Y es que el referido informe fiscal señala que la deuda global excluyendo al sector financiero en nuestro planeta, el agregado de la deuda publica soberana y de la deuda privada alcanza la cifra de 152 billones (con ‘b’) de dólares. Para poner esta magnitud en referencia ayudará señalar que representa el 225% del PIB mundial, del esfuerzo de todos los factores de la producción del planeta en un año para la creación de los bienes y servicios que se ofrecen al mercado. Y lo que es peor: este porcentaje, en lugar de corregirse sigue aumentando paulatinamente. Nunca la deuda planetaria ha sido tan elevada como lo es al día de hoy. Al finalizar la segunda guerra mundial el endeudamiento de los países también fue significativo, pero en las tres décadas que siguieron al final de la contienda el vigoroso crecimiento de la economía y una inflación moderada significaron que el PIB creció mas rápido que el endeudamiento y el ratio o porcentaje entre ambos se fue diluyendo gradualmente. El problema que nos ocupa se

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Fotografía: Financial Times.

INSOSTENIBLE DEUDA GLOBAL.

Manfred Nolte Ya se sabe que no es lo mismo predicar que dar trigo, esto es, que resulta más fácil dar consejos que practicar lo que se aconseja. Es cierto que los árbitros no están para tirar los penaltis sino para pitarlos y su función también es imprescindible. Tenemos para bien o para mal en el ámbito de las Instituciones multilaterales –en buena parte fueron creadas para eso- árbitros, jueces y evaluadores suficientes como para mantener permanentemente despierta la conciencia económica del planeta: las conciencias gubernamentales y corporativas y también las familiares y del individuo. Aunque no siempre acierten en sus advertencias y aunque en ocasiones se desdigan de lo que antes dijeron. Entre estas Instituciones multilaterales, el Fondo Monetario Internacional (FMI) ocupa un lugar destacado en el análisis y supervisión de la marcha de la economía mundial. Justamente por estas fechas publica su informe de seguimiento fiscal, el ‘Fiscal Monitor Report’ que ha llegado a continuación de otro dictamen importante, el de perspectivas económicas mundiales, en el que ha predicho una rebaja del crecimiento mundial en 2016 hasta el 3,1% anual, un ritmo –hay que adelantarlo- insuficiente para paliar las graves carencias de las economías en crisis y para poner remedio al grave mal que a continuación vamos a relatar. Y es que el referido informe fiscal señala que la deuda global excluyendo al sector financiero en nuestro planeta, el agregado de la deuda publica soberana y de la deuda privada alcanza la cifra de 152 billones (con ‘b’) de dólares. Para poner esta magnitud en referencia ayudará señalar que representa el 225% del PIB mundial, del esfuerzo de todos los factores de la producción del planeta en un año para la creación de los bienes y servicios que se ofrecen al mercado. Y lo que es peor: este porcentaje, en lugar de corregirse sigue aumentando paulatinamente. Nunca la deuda planetaria ha sido tan elevada como lo es al día de hoy. Al finalizar la segunda guerra mundial el endeudamiento de los países también fue significativo, pero en las tres décadas que siguieron al final de la contienda el vigoroso crecimiento de la economía y una inflación moderada significaron que el PIB creció mas rápido que el endeudamiento y el ratio o porcentaje entre ambos se fue diluyendo gradualmente. El problema que nos ocupa se

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deriva del hecho de que con la crisis de 2008 la deuda se dispara y la inflación y el crecimiento están en mínimos históricos. La política no convencional con la que los bancos centrales han respondido al bajo crecimiento y al riesgo de deflación mediante tipos de interés nulos o negativos y océanos de liquidez ha resultado ser un arma de dos filos. Abarata notablemente el servicio de la deuda (el pago de unos intereses menores) pero también estimula imprudentemente la demanda de nuevos prestamos. En España y otros países en crisis el recurso a la deuda ha supuesto la falsa panacea para cubrir los sucesivos déficits presupuestarios, recurriendo al endeudamiento público cada vez que un gasto desmesurado e ineficiente no ha sido cubierto con unos ingresos fiscales que han cargado siempre sobre los mismos el coste de una financiación presupuestaria indisciplinada e inoperante. El repetido informe del FMI alerta de este crecimiento desordenado advirtiendo que contiene todos los ingredientes para provocar una nueva crisis financiera, que ya se sabe, los las crisis más pertinaces y más difíciles de desarraigar. En particular los gobiernos –dice- tienen que ser conscientes de que tienen en sus dependencias una bomba de relojería. Y el tictac resulta cada vez más apreciable. ¿En qué medida se aplican estas advertencias a la economía española? La respuesta es que la aplicación es directa y la alarma activa las coloraciones roja y muy roja. Si bien en España el endeudamiento privado de sectores no financieros ha registrado una reducción vigorosa y altamente saludable, este movimiento se ha debido en parte al traspaso de riesgos al sector público sobre quien recae en la actualidad el mayor protagonismo del problema. La deuda soberana rebasa al día de hoy el billón de euros y se sitúa en el entorno del 100% de nuestro PIB. Se trata de una deuda pública relativamente bien contratada –es justo reconocerlo- ya que la vida media se sitúa en los 6,2 años y el coste medio en el 3,7% anual. Durante 2016 hemos asistido al increíble espectáculo de poder financiar los vencimientos inferiores a tres años a tipos negativos. ¿Porqué entonces preocuparse? ¿Porqué hacer caso de las repetidas advertencias de los organismos supervisores si el riesgo soberano español goza de un predicamento relativamente alto entre los inversores del mercado? Por tres razones que tienden a olvidarse o aparcarse con pasmosa facilidad que describen la sostenibilidad de la deuda publica española. La primera es que el exorbitante importe de nuestra deuda provoca un pago de intereses anual del orden de los 32.000 millones de euros al año y creciendo, 3,5 veces el presupuesto de investigación, la mitad del de educación y una cuarta parte de los pagos anuales por pensiones. Reducir el coste del servicio de la deuda permite reforzar, en consecuencia, la atención a otras rubricas presupuestarias de gran importancia. La segunda pasa por reconocer que los intereses que España paga ahora mismo por su deuda son sencillamente irreales y fuera del precio de mercado. Sin llevar al tipo de 2012 en que el mercado exigía para el bono a 10 años un tipo del 7,5%, un tipo ‘natural’ que podríamos estimar en el 4% supondría una elevación drástica de la partida presupuestaria de servicio de la deuda, en perjuicio de otras necesarias. La razón de este espejismo se llama Mario Draghi que tiene intervenido el mercado hasta que se canse de hacerlo. ¿Qué pasaría entonces? La tercera razón reside en la credibilidad internacional. En la medida que vuelva a repetirse el escenario de 2012, los mercados simplemente no se creerán que España pueda devolver y sus deuda pudiendo cerrarle el grifo de nuevas financiaciones como

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sucedió en aquella ocasión. Escuchemos al FMI y mejor aun a nuestro mas elemental sentido común. Es necesario contener primero, y reducir después nuestra desmesurara deuda total. Para ello es necesario criterio, disciplina y también un vigoroso crecimiento económico que facilite la amortización. El crecimiento es la doble llave de la sustitución del crédito y de la creación de empleo. Y aprovechar el rebufo irrepetible de los vientos de cola que nos arrastran para proseguir en la línea de reforma de las estructuras productivas y consolidar la recuperación de los estragos de esta crisis, controlada pero aun no superada. DeudaglobalbrutaenrelaciónalPIBmundial

Fuente:FMI