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ABORTO: EVOLUCIÓN O RETROCESO METODOS ABORTIVOS UNA FORMA DE ACABAR CON LA
VIDA QUE INICIA
Alberto Abel Castañeda Centeno
05 / 03 / 2014
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Introducción La sociedad actual experimenta cambios significativos, se ha mencionado acertadamente, que la Humanidad ha vivido más cambios en los últimos cien años que en todo el resto de su historia. En efecto, todo lo relacionado al progreso científico y tecnológico, nos hace vivir hechos que anteriormente nos parecían imposibles, inimaginables.
Lamentablemente, no todos estos progresos van de la mano del crecimiento moral de la persona. Esto desafortunadamente refleja el drama más profundo de nuestros tiempos: la pérdida del sentido de la persona humana. La vida humana por estos cambios está amenazada de muchas maneras. Esta situación no corresponde al designio de Dios, quien ha puesto todo al servicio del hombre. Es verdad que nuestra sociedad no piensa mucho en Dios. Pero entre olvidarse de Dios y la pérdida del respeto hacia el hombre, existe un vínculo muy estrecho, que no podemos dejar de mencionar.
¿Cómo se define al aborto?
La Medicina define al aborto como la expulsión del feto, de manera natural o provocada, en un período no viable de su vida intrauterina. Si la mencionada expulsión del feto se realiza en período viable pero antes del término del embarazo, se denomina parto prematuro, sin importar si el feto sobrevive o muere.
En lenguaje cotidiano, aborto es la muerte del feto por su expulsión, natural o provocada, en cualquier momento de su vida intrauterina.
¿Cuáles son las diferentes clases de aborto?
El aborto puede ser natural o provocado. El natural se produce porque surge la muerte intrauterinamente, o por diversas causas, que de manera natural motivan la expulsión del nuevo ser hacia el exterior. Si el aborto se provoca, se mata al hijo dentro del seno materno forzándolo de manera artificial a su expulsión hacia el exterior.
¿Se considera como ser humano al fruto de la concepción desde sus primeras fases de desarrollo?
Claro que sí, desde el momento en que se produce la fecundación mediante la unión del espermatozoide y el óvulo, surge sin lugar a dudas un nuevo ser humano distinto a todos los demás. Desde ese primer momento, este nuevo ser humano merece respeto y protección. Todo intento de diferenciación entre él bebe no nacido y él bebe nacido carece de fundamento.
No existe evidencia científica de que sólo llegará a ser un ser humano después de cierto tiempo. Desde que se forma el nuevo código genético con la fecundación existe un nuevo y particular ser humano al que sólo le hace falta desarrollarse y crecer para convertirse en adulto. No debemos de olvidar que la realidad no es sólo la que captan nuestros sentidos. La ciencia demuestra rotundamente que el ser humano recién concebido es el mismo, y no otro diferente, durante todas las etapas de su vida. Es su aspecto el que presenta variaciones según su fase de desarrollo.
Por eso no tiene sentido decir que provenimos de un feto, sino que nosotros mismos fuimos un feto, por lo cual siempre será fundamental recordar que siempre somos y seremos el mismo ser humano, desde el principio y hasta el fin.
Gracias a los actuales descubrimientos en genética, es imposible poner en duda lo que cada ser es desde el momento de su fecundación. De la unión de gametos vegetales sólo sale un vegetal; de gametos animales no racionales, solo sale un animal irracional, y de la unión de gametos humanos se crea solamente un nuevo ser humano, que se determina con su código genético, específicamente humano.
No deberá suponerse que el feto es solo viable, hasta que es capaz de subsistir fuera del vientre materno, el hijo no nacido es un ser humano, puesto que no depende de su madre para existir. No solo por
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el hecho de que en una fase de su vida el hijo necesite del vientre materno para subsistir implica que sea una parte de la madre.
La capacidad de sobrevivir fuera del seno materno es forzosamente ajena a la determinación del inicio de la vida humana, porque un recién nacido es también incapaz de subsistir por sí mismo sin recibir los oportunos cuidados
Principales métodos en la práctica del aborto
El aborto provocado tiene por objeto la destrucción del hijo en desarrollo en el seno materno o su expulsión prematura para que muera. Para conseguir la expulsión y destrucción del bebe en desarrollo, se usan diversos métodos que también se emplean en ginecología y obstetricia, y que se eligen de acuerdo a lo que se disponga así como a la edad del feto que hay que asesinar. Los métodos más utilizados son: aspiración, legrado, histerectomía, inducción de contracciones e inyección intraamniótica (El Comité Episcopal para la Defensa de la Vida, 1991).
Los abortistas también se basan de medios que aparentan ser medicamentos y en realidad son solo píldoras abortivas, estas píldoras son comúnmente llamadas "píldoras del día siguiente" (RU-‐486). Mediante su ingestión en época muy temprana del embarazo, se logra una carga hormonal que anula la función de la placenta en formación, produciendo la muerte del bebe.
El aborto por aspiración
En el aborto por aspiración, primero se dilata el cuello uterino con instrumental para esta función, esto con la intención de que se pueda introducir un tubo que va conectado a una potente aspiradora. La fuerza de la succión arrastra al embrión y al resto del contenido uterino, deshaciendo en pequeños trozos al bebe y lo que en su camino encuentre. Una vez terminada la succión se realiza un legrado con el fin de verificar que el útero ha quedado vacío
El método de legrado
El legrado o raspado, también se le llama "curetaje", es un método que usa frecuentemente. El abortista comienza por dilatar el cuello del útero. Luego se introduce en el útero una especie de cucharilla de bordes cortantes llamada legra o "cureta", que destroza la placenta y al bebe al ser pasada de arriba abajo por todo el útero
Este método se practica sobre todo en los tres o cuatro primeros meses de la vida. Si el embarazo ha superado las doce semanas, los peligros aumentan por lo que hay que triturar muy bien el cuerpo del feto para sacarlo al exterior. A veces pueden quedar restos en el interior del útero, por lo cual el abortista debe identificar cuidadosamente todos los restos extraídos para asegurarse de que no ha quedado nada dentro de la madre.
Estos dos métodos se utilizan sólo en los primeros meses del embarazo porque el bebe crece y se desarrolla muy rápidamente, y pasado este tiempo su trituración y su expulsión por vía vaginal se convierte en algo muy peligroso para la madre.
La histerectomía
El método de la histerectomía, también conocido como mini cesárea, es practicado cuando han transcurrido todavía pocas semanas de embarazo, y consiste en practicar una incisión en el útero a través del abdomen materno para extraer por ella al bebe y a la placenta. Este método se suele realizar a partir de la decimoquinta o decimosexta semana del embarazo. Habitualmente se extraen niños vivos, que se mueren poco después por ser inviables.
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El aborto por inducción de contracciones
Consiste en la provocación de la expulsión del feto y la placenta mediante la administración de sustancias (prostaglandinas, oxitocina) que producen contracciones semejantes a las de un parto, provocando a su vez la dilatación del cuello uterino, y la bolsa en que está él bebe se desprende de las paredes del útero. El niño nace muerto, porque se asfixia en el interior de su madre.
El método de la inyección intraamniótica
En este método como su nombre lo indica, se inyecta en el líquido amniótico una solución salina hipertónica o una solución de urea. Estas soluciones irritantes provocan contracciones parecidas a las del parto, y con un intervalo de uno o dos días tras la inyección, el bebe y la placenta son expulsados al exterior. La solución irritante introducida previamente suele envenenar al feto, produciéndole además extensas quemaduras.
Como se puede observar en ninguno de los casos anteriormente mencionados existe seguridad para la madre que aborta. En los abortos por aspiración existe el riesgo de infecciones e incluso de perforación del útero, y que a la hemorragia se una la lesión de órganos abdominales de la madre. En los abortos por inducción de contracciones las complicaciones más graves son las hemorragias y las embolias, y en las histerectomías se corre el riesgo de desgarros de la cicatriz y de infecciones sobreañadidas. En las inyecciones intraamnióticas puede producirse el paso de las sustancias tóxicas al sistema circulatorio de la madre.
Vale la pena resaltar que la gran mayoría de los médicos en todo el mundo, se niegan terminantemente a practicar abortos, porque saben que un aborto provocado es acabar de manera por demás violenta con la vida de un ser humano, y esto es contrario a la práctica ética de la Medicina.
Los católicos ante el aborto
La Iglesia Católica define al aborto como la muerte provocada del feto, realizada por cualquier método y en cualquier momento del embarazo a partir de la concepción. Así se declaró el 23 de mayo de 1988 por la Comisión para la Interpretación Auténtica del Código de Derecho Canónico.
Es por esta declaración que nosotros como católicos tenemos obligaciones acerca de la cuestión del aborto. Todo hombre y toda mujer, si no quieren negar la realidad de las cosas y defienden la vida y la dignidad humana, han de procurar por todos los medios que las leyes no permitan la muerte violenta de seres inocentes e indefensos. Pero nosotros los católicos, tendremos que promover entre la sociedad que nada es más importante que la dignidad de la persona humana al ser hijos de Dios y hermanos de Jesucristo, que quiso ser hombre por amor a todos y cada uno de nosotros.
Conclusión
Es fundamental recordar que toda persona humana existe desde el momento de su concepción, y por lo tanto un aborto es un homicidio. Debemos reconocer a la persona humana desde su concepción para así aceptar sus derechos naturales.
Todos los católicos estamos llamados a una vida plena, a la santidad, y a contribuir con la extensión del Reino de Dios en la tierra llevando el Evangelio hasta el último rincón del mundo. Si todos somos responsables de una sociedad que se hace llamar civilizada tenemos el deber de defender la vida y la dignidad humana, es por esta, y por muchas más razones que los católicos hemos de asumir la monumental pero no imposible tarea de abolir el aborto. (El Comité Episcopal para la Defensa de la Vida, 1991).
El lograr que nuestra sociedad respete el derecho a la vida es responsabilidad de todos en nuestro diario vivir, pues es con nuestro ejemplo de conducta, palabras, escritos, opiniones, voto, que influimos en lo que se piensa, y en cómo se vive y por supuesto también en lo que se legisla.