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La etnografía como estrategia de investigación en Ciencias Sociales Relatoría presentada a la Doctora Pamela Flores Prieto. Universidad del Norte, Barranquilla, 2014. Airlen M Durán Acosta Docente de Investigación del Departamento de Arte, Folclor y Cultura, Universidad Popular del Cesar, Sede Bellas Artes, Valledupar, Cesar. Asesora metodológica Universidad de Santander, sede Valledupar, Cesar. E-mail: [email protected] Abstract La relatoría que presento a continuación hace un recorrido por los diferentes momentos de cambio, revolución y crisis de los métodos de investigación de la sociedad y la cultura recientes que presenta Carlos Alberto Uribe en su artículo “La estrategia etnográfica de investigación en Ciencias Sociales”, La investigación en ciencias sociales: estrategias de investigación, Pablo Páramo Ph. D. Compilador. Keywords: Antropología, etnografía, etnología, conversación, funcionalismo, relativismo cultural, relativismo cognoscitivo. Resumen En 1976 Maurice Bloch definió la etnografía como una gran conversación 1 que “sostenemos con quienes vivimos cuando hacemos trabajo de campo” en la que se intercambian un sin números de gestos, vivencias y objetos si, pero, sobre todo palabras; razón por la cual se hace necesario examinar el papel del lenguaje (Bloch, 1977:278), los problemas de la comunicación, el discurso y la narrativa –al mejor estilo de la fenomenología. 1 Bloch, 1976.

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Abstract La relatoría que presento a continuación hace un recorrido por los diferentes momentos de cambio, revolución y crisis de los métodos de investigación de la sociedad y la cultura recientes que presenta Carlos Alberto Uribe en su artículo “La estrategia etnográfica de investigación en Ciencias Sociales”, La investigación en ciencias sociales: estrategias de investigación, Pablo Páramo Ph. D. Compilador. Keywords: Antropología, etnografía, etnología, conversación, funcionalismo, relativismo cultural, relativismo cognoscitivo.

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La etnografía como estrategia de investigación en Ciencias Sociales

Relatoría presentada a la Doctora Pamela Flores Prieto.Universidad del Norte, Barranquilla, 2014.

Airlen M Durán Acosta

Docente de Investigación del Departamento de Arte, Folclor y Cultura, Universidad Popular del Cesar, Sede Bellas Artes, Valledupar, Cesar. Asesora metodológica Universidad de Santander, sede Valledupar, Cesar. E-mail: [email protected]

Abstract

La relatoría que presento a continuación hace un recorrido por los diferentes momentos de cambio, revolución y crisis de los métodos de investigación de la sociedad y la cultura recientes que presenta Carlos Alberto Uribe en su artículo “La estrategia etnográfica de investigación en Ciencias Sociales”, La investigación en ciencias sociales: estrategias de investigación, Pablo Páramo Ph. D. Compilador.

Keywords: Antropología, etnografía, etnología, conversación, funcionalismo, relativismo cultural, relativismo cognoscitivo.

Resumen

En 1976 Maurice Bloch definió la etnografía como una gran conversación1 que “sostenemos con quienes vivimos cuando hacemos trabajo de campo” en la que se intercambian un sin números de gestos, vivencias y objetos si, pero, sobre todo palabras; razón por la cual se hace necesario examinar el papel del lenguaje (Bloch, 1977:278), los problemas de la comunicación, el discurso y la narrativa –al mejor estilo de la fenomenología.

Toda esta relación necesaria entre el lenguaje y el trabajo etnográfico (y antropológico por tanto) reflexiona por las posibilidades de la comunicación2.

¿Cuáles son las posibilidades de la comunicación?, ¿se puede, mediante una conversación traspasar la barrera que nos separa del otro (y de los otros) en general?

1 Bloch, 1976.2 Con todo, fundamentalmente, la antropología ha desplegado un desarrollo y dinámica interna que le ha llevado a constituirse en un ejercicio explicativo de la sociedad y la cultura humanas a la manera de las ciencias empírico positivas.

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La revolución del trabajo del campo asociada fundamentalmente a Malinowski se la juega por hacer posible esta comunicación reconociendo la fuerte necesidad de contar con bases documentales directas y un amplio conocimiento cualitativo recogido en largos períodos de tiempo.

El canon etnográfico clásico que, reconocen muchos estudiosos en las páginas del libro Argonautas del pacífico occidental de Malinowski3 muestra que en la antropología moderna es el etnógrafo quien recopila la información empírica y se encarga de teorizar y generalizar sobre el otro. El trabajo de campo descrito en esta obra mostró que la posibilidad del trabajo etnográfico estaba en la soledad que siente un investigador en el destino (o lugar) de estudio.

Aquel trabajo mostraba que el etnógrafo debía: a) albergar propósitos estrictamente científicos, b) conocer las normas y valores de la moderna etnografía y c) vivir sólo entre los nativos como un nativo recolectando, manipulando y fijando su evidencia. Entre tanto, debía: 1) registrar la organización de la tribu y la anatomía de su cultura mediante una documentación estadística con evidencias concretas: que fuera un inventario de las manifestaciones de un fenómeno presentado en la forma de un esquema de la cultura lo más completo posible. 2) documentar los “imponderables de la vida real” y “el tipo de comportamiento que de cada uno de ellos surge” en un diario de campo en el que se anote lo normal y lo anormal. 3) Coleccionar proposiciones, narrativas, expresiones lingüísticas y todo un conjunto de elementos que puedan constituir un corpus de inscripciones en las que “aparezca el otro en primera persona”:

“El objetivo último es captar el punto de vista del nativo, su relación con la vida y comprender su visión de su mundo” (Malinowski, 1961 [1922]: 1-25).

Se evidencia entonces desde esta perspectiva dos aspectos importantes del trabajo etnográfico: la observación en tercera persona (que hace un etnógrafo) unida a la perspectiva en primera persona (del nativo). El tercer componente es la participación del etnógrafo en las actividades cotidianas de los otros: se juntan la observación, la participación y la entrevista; el ver, el hacer y el conversar con el otro (Stocking, 1992:47).

La naturaleza del ejercicio etnográfico ponía de manifiesto así un atributo único y especial de la etnografía antropológica: el hacer de la experiencia propia una puerta de acceso al conocimiento sin dejar de lado al mismo tiempo que “cada elemento en la vida social está relacionado con el todo social y que por tanto si afecta una de sus partes afecta al todo”. Esta última idea es justamente la premisa del funcionalismo: todo lo del conjunto social está relacionado con algo más y puede ser explicado con los materiales encontrados en el decurso de la investigación o con los materiales comparativos que aporta la tradición de investigación etnográfica.

Los resultados de la puesta en marcha de las comparaciones (el método comparativo) permitieron tener mayor certeza sobre cualquier generalización sobre todo estadística. En esto tiene su base principalmente la investigación intercultural que busca reunir archivos de datos etnográficos de

3 Publicado en 1922.

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todo el mundo para establecer relaciones estadísticas y funcionales entre variables culturales con el objeto de lograr generalizaciones del tipo “leyes naturales” sobre la cultura.

Otra característica de la etnografía fue, desde sus inicios, interesarse por abarcar la totalidad de la experiencia del otro (la actitud holística) considerando que el todo es mayor que las partes e interesarse en la integración y cohesión social de los mecanismos responsables de la permanencia sociales y el status quo.

En este marco conceptual operado a partir de la revolución del método etnográfico (cuyo autor más destacado es Malinowski), la etnografía estaba planteada como un trabajo de campo que en ningún caso podía ser inferior a doce meses puesto que sólo en doce meses (mínimo) se podía observar todo el calendario productivo y todo el correspondiente calendario ritual de las gentes bajo observación. Así se concibe el trabajo de campo como una inmersión total en la vida del otro hasta el punto que el etnógrafo estaría sacrificando incluso su identidad, integridad y parte emocional dentro del trabajo etnográfico y la observación participante.

En este orden de ideas, la etnografía sería o estaría planteada siempre como un puente entre lo uno y lo otro; o lo absolutamente otro y el yo. De manera que la etnografía puede ser concebida incluso como auto-desplazamiento (Sontag, 1996:105-106).

Por otro lado, revelaba este tipo de etnografía una contradicción latente: se exigía que los resultados de la investigación etnográfica fueran reportados mediante una monografía que registrara los hallazgos desde la tercera persona (pretendiendo con ello una perspectiva impersonal y neutral frente a las opiniones, sesgos y creencias); pero, por otro lado, la supuesta neutralidad científica implicaba la desaparición del esfuerzo del etnógrafo por participar en la vida del otro: que justamente, hacía significativo el ejercicio etnográfico.

En semejante planteamiento pretendía alcanzarse la racionalidad científica que con ayuda del funcionalismo mostraba la totalidad de la vida social y cultural: la cultura material, los patrones de residencia, los sistemas económicos, hasta llegar a representar las dimensiones más abstractas de la cultura (como son las creencias y los sistemas simbólicos). Estas dinámicas del trabajo etnográfico hicieron que por algún tiempo las etnografías fueran concebidas como estudios de comunidad que hacían abstracción del paso del tiempo y que se referían a un contexto étnico cultural ubicado en un territorio bien delimitado–como una fotografía que congelaba la dinámica social presentándola como un presente etnográfico.

El trabajo de campo vendría a ser el laboratorio de las ciencias sociales (humanas y de la cultura); un laboratorio al que A. R. Radcliffe-Brown sumaría las teorías sociológicas de Emile Durkheim (que pretendieran fundar la moderna ciencia de lo social).

Frank Boas en EEUU, reacio a formular “leyes generales sobre la evolución de la sociedad”, separado del etnocentrismo y el racismo, lanzó el relativismo cultural estableciendo que una cultura sólo podía ser juzgada desde sus propios términos de referencia en tanto no creía posible juzgar bajo una norma universal ética lo bueno y lo malo, lo bello y lo feo.

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A este nuevo vuelco producido en el terreno de los estudios culturales se agrega el relativismo cognoscitivo que nos llevaría (en mis palabras) a un limbo existencial al afirmar que es imposible el conocimiento del otro porque de entrada presupone un entender “desde acá, desde la cultura propia” a ese otro que es inconmensurable y que define su realidad desde sus propios términos. Acaba el relativismo así con toda empresa que pretenda hacer de la antropología un método científico. Pero Bloch a todas estas planteará que el trabajo antropológico como conversación con otra cultura si es posible.

Rupturas Etnográficas

Entrado el siglo XX, más allá de todos los debates establecidos, parecía no caber duda frente a que “el trabajo de campo debía ser el primer paso en toda investigación antropológica” y el segundo paso debía ser el de comparar en tanto era la comparación de los resultados de las investigaciones antropológicas las que permitirían “una construcción teórica” para la antropología.

Las rupturas radicales que aquí se pretenden reseñar son aquellas producidas (primero) por el impacto del pensamiento social y filosófico de un Marx, Weber y Durkheim –por un lado; y, por otro (en segundo lugar), las dinámicas internas de la misma antropología.

Por un lado, fueron entonces (primero) las reflexiones que traerían las lecturas francesas de Nietzsche y autores del idealismo alemán que van desde la fenomenología hasta la hermenéutica y la teoría crítica hasta llegar a Michel Foucault quien en su publicación de la Historia de la locura en la época clásica (1960) y Las palabras y las cosas (1966) afirmará (entre otras cosas) que las “nuevas epistemes cambiarán las condiciones del discurso así como la modernidad cambió las que le precedieron”. Estableció Foucault que la episteme moderna tanto como “el ser humano” son invenciones tan recientes como quiméricas.

Por otro lado, al interior de la etnografía la aparición del libro póstumo de Malinowski titulado A Diary in the Strict Sense of the Term, que publicara su viuda, revelaría que el etnógrafo en cuestión padeció cierta tortura mientras realizaba su trabajo de campo en Melanesia. En aquel libro que realmente era una especia de diario para el autor, Malinowski se refirió a los nativos como “brutos” y exclamaba en distintos apartes: “exterminen a los brutos”.

Se revela además en aquel, la hipocondría y depresión que le produjo a Malinowski estar encerrado un tiempo en el que su trabajo no avanzaba por diversos obstáculos. En este diario sale a relucir como nunca la figura del autor como un aristócrata de Europa oriental expatriado por la ciencia y la guerra en una isla tropical, que analizaba otra cultura desde una perspectiva eurocéntrica y extrañaba la “civilización”.

Pone de manifiesto tal publicación además que el trabajo de campo tal como lo concebía Malinowski - entre otros, estaba planteado como una experiencia límite tan radical que podía sacudir fuertemente la seguridad de cualquiera ser humano frente a lo que le es familiar. Puede verse entonces que el etnógrafo para realizar su trabajo debía interrumpir sus vínculos afectivos con lo propio y superar la ansiedad y precariedad que le producían –por ejemplo- un aislamiento

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por tiempo prolongado en el campo. Incluso, se manifestó que para alguien que trabaja con “otros” menos distantes y diferentes, el trabajo de campo implicaba también una experiencia límite en la que se deben superar todas las rupturas.

Justamente Geertz hace ver en 1988 que el “acá” y el “allá” confluyen muchas veces: que el otro está dentro de cada ser y que la otreidad no es completa.

Adicionalmente el Diario deja ver que la observación depende siempre de la teoría y que el problema de la etnografía es el mismo de la historia: el etnógrafo describe algo que se va desvaneciendo, representa por medios menos vívidos algo que sustituye (justamente porque está ausente). Claude Lévi-Strauss señala: “De aquí a unos cientos de años, en este mismo lugar, otro viajero, tan desesperado como yo llorará la desaparición de lo que hubiera podido ver…” (1970:31).

Con todos los elementos, tensiones y problemas anteriores, el trabajo antropológico y etnográfico se nos presenta como un trabajo que necesariamente ha de ser: 1) reflexivo, 2) situado, 3) exhibidor de sus intereses personales y académicos, 4) claro y verás respecto al uso que dará del material recopilado en el trabajo de campo, 5) y honesto frente a aquellos con quienes llevará a cabo su trabajo (que desde la nueva mirada serán co-investigadores y co-autores).

Géneros Difusos

Finalmente el autor del texto que compartimos, Carlos Alberto Uribe, trae a colación la noción de géneros difusos acuñada por Norman K. Denzin; que viene a rescatar un estilo de escritura más literaria que reemplaza la escritura científica y hace notoria la presencia del autor en el texto etnográfico mediante la utilización deliberada de la primera persona (en medio -eso sí, de todas las dudas, reflexiones y cavilaciones del antropólogo que reflexiona. En este contexto, la etnografía es no un encuentro ni una conversación sino una “forma de indagación y de escritura que produce descripciones y narraciones de las formas de vida del escritor y de aquellos sobre quienes escribe”.

Sería esta finalmente la otra orilla; un extremo en el que el etnógrafo se ve más como un escritor que como un científico; y la etnografía se relata a sí misma como un método de experiencia y escritura; como algo que hacen muchas personas de diversos campos de la actividad cualitativa. No hay indicios de que este tipo de investigación logre cambiar al mundo pero hasta cierto punto parece la única forma de descripción posible en un mundo en el que los meta-relatos llegaron a su fin.

A manera de conclusión

¿Qué nos queda?

Al trabajo etnográfico le queda la observación participante (que combina una narración en tercera persona con un diálogo (intersubjetivo) y la visión en primera persona del investigador. Nos queda también la reivindicación de la emoción en la búsqueda del conocimiento que se entendía

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tradicionalmente como algo meramente racional. Y, por otro lado, con igual status quizá, nos queda “la investigación basada en evidencia” que hace suyo el modelo hipotético deductivo de las ciencias naturales y concibe la investigación como un proceso continuo de razonamiento que articula con coherencia método, modelos, teorías y resultados que construye conocimiento que pueda ser probado; y plantea preguntas que pueden investigarse científicamente.

Nos queda aceptar que la escogencia de las técnicas depende no sólo de los problemas de investigación sino de la personalidad del investigador que imprime su huella desde la escogencia de la pregunta.

Nos queda ver al “nativo” como un contertulio al que incluso se le debe pedir permiso para grabarle (y explicar la finalidad de la investigación; y conceder permiso para retirarse cuando desee; o que puede quedar en el anonimato si lo desea). Todo esto viene a poner de manifiesto sobre todo los múltiples matices que adoptan las nuevas formas de concebir y representar al otro.