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Si algo hay evidente es que un plan cualquiera que sea digno de este nombre ha de haber sido trazado con vistas al desenlace antes que la pluma ataque el papel. Sólo si se tiene continuamente presente la idea del desenlace podemos conferir a un plan su indispensable apariencia de lógica y de causalidad, procurando que todas las incidencias y en especial el tono general tienda a desarrollar la intención establecida. Edgar Allan Poe, “Filosofía de la composición”, 1846.
Lamentaban dos dulces rascacielos la morena razón de su desgracia, bajo el sol del invierno. Mi ciudad escuchaba en su voz la ineficacia de un amor que vencido por los celos otorga duelo y quita libertad. Tú, lector de esta Edad, confundido en la masa, que al regresar a casa del trabajo, sin ninguna ilusión, te detienes un punto en la estación del Metro, o tú que vuelves con la prensa, triste de corazón, en un sucio autobús sin recompensa; tú, irascible lector, que por la prisa y a causa de Rutina ya no sientes querella ni motín, si has olvidado lo sabio que fue ser adolescentes con tentación de amor y de sonrisa, escucha el lamentar desconsolado, el trágico cuidado de estos dos edificios, que perdieron juicios para ganar entrañas y fatiga -‐a pesar de ser hierro, piedra, viga-‐ por una Ninfa ingrata. Los olvidos de su dulce enemiga te confían, lector, enternecidos. PRIMER RASCACIELOS Yo, que araño este cielo, que en nubes vivo sin vivir vasallo del trueno enorme y del tremendo rayo, porque con mi pañuelo al sol entre las lluvias doy consuelo; yo que a las soledades de la noche traiciono, pues en ella hago con mis ventanas una estrella y en las ambigüedades de su luz se adormecen las ciudades; yo, espada de cemento, sufro la esclavitud de una princesa urbana, que las calles atraviesa más ligera que el viento, negada más que piedra al sentimiento.
De lejos la adivino. Como el imán, por entre los letreros, la arruga triangular de sus vaqueros es siempre un torbellino donde buscan mis ojos el destino. Su cintura un abrazo, sus senos son dos lágrimas. Querría saber por ellos navegar un día, sentir el fogonazo pirata de la piel en su regazo. Y de sus labios preso, por el carmín en sangre convertidos, quisiera desnudarme a los sentidos, hundirme en el proceso de la corriente atónita de un beso. Pero no me responde, que la detiene sólo su trabajo, camarera nocturna en ese bajo canalla y sucio, donde la oscuridad con mi pasión se esconde. Oh juvenil trofeo, esquivo sueño, prisa que desgarra a cuerpos que sostienen en la barra su alcohol y su deseo. Mirón el sol, discreto yo, la veo salir acompañada, muchas horas después, con dos ojeras que valen mil silencios, mil esperas sobre la calle helada, indigna de sus pies la madrugada. Y cuando ya se pierde, en la esquina, el amor, temblando y rojo, me regala un momento en el despojo de la ausencia, que muerde por fin cuando la luz se pone en verde. ¿Qué amarga tubería podrá encauzar mi llanto agonizante, el triste corazón de un tierno amante, convertido en espía, que muere siempre cuando nace el día? SEGUNDO RASCACIELOS
Teléfonos alertas, sirenas que la luz cruzáis veloces, letreros luminosos, altavoces, carteleras expertas que hacéis negocios y mentís ofertas, yo que acudo al amigo, os pido que cumpláis la penitencia. Decidle que es más grave otra sentencia que hay un mayor castigo y ponedle mi caso por testigo. Contadle que ella vive en mi planta más alta y que la vida de su casa en mi cuerpo es una herida, que soy su detective, que descubro el amor que nos prohibe, de pronto, sin aviso, cuando advierto en el pecho su calor o la siento cruzarme en ascensor, subir de piso en piso, como quien tiene dentro el paraíso y a la vez el infierno. Suele llegar con alguien, que la besa poniendo en cada labio una promesa de amor, extraño y tierno, por dejarme con daño y sin gobierno. Despacio se desnuda. Como el náufrago lucha entre ciclones, en su respiración, los dos pezones gritan pidiendo ayuda. Su orilla son las sábanas sin duda, pues la veo entregarse, ya teñida la piel de un rojo leve, ya tomados los ojos por la nieve, atarse, desatarse, desde cumbre salvaje despeñarse hasta el hondo remanso que otorga la pasión recién vencida donde flota el enigma del suicida, o el tigre, que ya manso, se entrega cuando halla su descanso.
De tanto bien no es mío sino el dolor, la rabia, los desvelos, la bárbara caricia de los celos, el duro escalofrío, la envenenada paz, el extravío. Así que cuando al verte, cómplice de estupor, en mal estado y quieras poner fin a tu cuidado invocando la suerte, pidiéndole el reposo de la muerte, por este amor canalla, acuérdate de mí. Con mi tortura consuela tu dolida arquitectura, y cesa, olvida, calla, cifra tu dignidad en tu batalla. FINAL No la ciudad, sino su reino entero oyéndolos se oculta detenido. Por ellos, la firmeza del acero, hecha espuma de mar, ha sometido su corazón de instinto callejero al revolver humano del olvido. Confiésame, lector, que también tienes la herida que disparan sus desdenes. Amor, soñado amor, tú que has estado en el pecho y la voz de un hombre triste, tú que conmigo vas desesperado, respeta que no dé lo que no diste, que traiga libertad a este rimado por vengarme del daño que me hiciste, a los dos rascacielos indultando de tu cerco, tu ley, tu contrabando. ¡Retírate a las nubes más secretas lo mismo que hace el sol! La luz cobarde huye llorando lágrimas violetas. De rosa el horizonte en rojos arde, las estrellas deshacen sus maletas, se le cierran los ojos a la tarde, mientras que vigilando su fortuna, abre los suyos la impaciente luna. http://users.ipfw.edu/jehle/poesia/egloga1.htm
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Un soneto me manda hacer Violante Un soneto me manda hacer Violante, que en mi vida me he visto en tal aprieto; catorce versos dicen que es soneto: burla burlando van los tres delante. Yo pensé que no hallara consonante y estoy a la mitad de otro cuarteto; mas si me veo en el primer terceto no hay cosa en los cuartetos que me espante. Por el primer terceto voy entrando y parece que entré con pie derecho, pues fin con este verso le voy dando. Ya estoy en el segundo, y aún sospecho que voy los trece versos acabando; contad si son catorce, y está hecho.