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Tenerife, isla de vinos

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Título:“Tenerife, Isla de Vinos”Noviembre, 2006Tenerife - Canarias - España

Edita:Ecos, Comunicación Integral S.L.

Idea y Dirección:Pablo Rodríguez Hernández

Autores Textos:Juan Sebastián Nuez YánezJorge Zerolo HernándezJuan Jesús Méndez SiverioFelipe Blanco PinillaGinés Guirao Pérez

Fotografías:Roger Méndez Woolcott

Diseño y Maquetación:Ecos Comunicación Integral S.L.Dirección de diseño: Néstor DavóMaquetación: Leyre PérezCoordinación: Noemi Galván

Copyright:Ecos Comunicación Integral S.L.

ISBN:Depósito Legal:Impresión:

Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta obra mediante cualquier recurso o procedimiento, com-prendidos la impresión, reprografía, el microfilm, el tra-tamiento informático o cualquier sistema; sin permiso escrito de los titulares del copyright.

Agradecimientos:- Cabildo Insular de Tenerife- Cajacanarias- Gobierno de Canarias- Consejos Reguladores de Vinos de Tenerife- Viticultores y bodegueros de Tenerife

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Playa de Benijo. Santa Cruz de Tenerife

Ex ectem incil eumsandrerci tis am iliquis etuer sequisl dionullut lorerat. Iduis ex eugue duis nostiscipis am

vulla facillam zzrillandre dignit utpate do odigna feu feugiat. Ommod et volorerosto conse magnim illam ipit

wisit aliquat lan eu feugait ad magna commolore conullam, velit la conullan velit at augiate minci blam, veliqui

tatem dip essequi bla facil dolobor si eugiam dolore feui blamcon heniam, quam ilisl er seniam ilismodigna

commy nulput niamcommy nosto odit ametue facin ex erostisim delenim exero odigna feu faci te dolent nibh

etum in etuerat endre feu feu faccum aliquis nummolor sustin el endre faciduipisim quat.

Magna commolorem adit la autat wis dolobor sit, sumsan ulput alisi blaor si blandignisit eum voloreet adio-

nse molore diat essequat nonulput lor sequis nulput nim et aciduis dolore magnit lamet ex etuer sum ad et

praesti sciduis nit ing eugiam quisi ea faciliq uismodo lortie cor sequam dolore vel utatum vel dunt accum

ilis exerci blam num acilit doloreet nim adigna alis ad ectem ver se vendio core modiat, commy niat, volore

faccummod estrud mod tinim ipit adit lortismodit la feui et wis diam et, corer secte ero odipisim et, quisl ero

od magna faciliqui tio commy nonsequamet alit aliquating el dolum numsan henit dit iure min ver si.

Cum er ing exer sustrud te commodiamet velit vullaore magnim ing exeraes sequat, velestrud tation hent irit

velit wis nis aute estrud molor suscidu isissim in ullan henibh eriurem zzrilla ad modolummy nibh esequam

il eriure min velisi.

Erciduipsum quam, vulla feuisi tat ad do ea feuis at ercidunt dolenisim ver susci eugait lorper il dolortisi.

Sandre veros adiam, consed ming ea augait velessequi ea feuguer ostrud ecte dolobor perat. Unt ut lutate

dolut pratie ea ad estie min heniate euisci tat. Ud ex ex eugait exeros nibh et, summolessed eros aliquisl

incing ex ex er si euipiss equamet, velisis molore dunt et nostin ullumsandre dolore facillumsan henisci

duisissisit pratum duis do odo odio odolobore volenissi tis el iure vero dolorperos delit irilis niamet at. Ureet

inciduis am in et er irit dolor sed dignis ex esto enim ing ex ectetum augiam in velisi.

To exercilit autate dolor sum iriuscin vercilis adipisis et, quamcon sequat ver alisismodip eum dolortie tat.

Minim acidunt nonsequat ulla augueriure verci exerostrud enim quisim iure tionsectet lobore ex etum iriliquisi

eu faccum alismod ectet, conum eu feugait nulla commy nonsequating eraesequat pratuerate venim do-

lenibh eu facinit adit amconse dolor at pratet utat am nosto duis niam, quamconsecte dit num ipit lorerat.

Tum num iuscilit lor sed essi tet vel essed minismo dionulputpat aliquis dit ad te feu feugiam ea feum dolum

autat, venim vel dolobor percipisit dunt ectem del duipit do conseni amconsequat. Ut vel ut in henibh elenim

ad tatio odit, conse exeratie delenisisl dolore dolore vent aut ad dolorem zzril incinismolor iure dit accum

delismod dolum zzriustions nibh et aute con ut praesed minisi.

Endre tatum quatissis adit volobor sumsandre tat. Volortio dolorerostis esto etum quat. Ut eugue feugait in

henisi blan ulla facil dolendre feu feui eugiamc onseniamet vel dunt niam ver ad magna conum vel etum alis

ad mincilit vel inciliquis aci bla faccummy nullaor percipit ip eugait irit luptatue tet, verostrud ecte do eugiat.

Excmo. Sr. D. Ricardo Melchior Navarro

Presidente del Cabildo Insular de Tenerife

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UN PASEO POR LA HISTORIADE LOS VINOS DE TENERIFE

Págs. anteriores:Casa del Vino La Baranda. El Sauzal

Castillo San Miguel Garachico

Juan S. Nuez Yánez

Historia

Los viñedos han formado parte del paisaje canario prácticamente desde la conquista del Archipiélago a

fines del siglo XV. La necesidad de ocupar las Islas, de ponerlas en explotación, llevó a que, al igual que ha-

bía ocurrido durante la reconquista de Andalucía, se repartieran predios para cereales y viñas a los nuevos

vecinos con objeto de asegurar el poblamiento. Y desde entonces, con mayor o menor importancia en el

entramado económico, han estado presentes en los campos isleños.

Canarias siempre ha contado con un artículo de exportación, de alto valor de mercado, que le ha permitido

conseguir las divisas necesarias para adquirir en el exterior lo que no puede producir en el interior. En esa

economía de producción con vocación agroexportadora, el primer artículo que vinculó a las Islas con los

mercados exteriores fue el azúcar. Si la producción azucarera del Mediterráneo había sido desplazada por

la obtenida en Madeira gracias a sus menores costes de elaboración, desde que el archipiélago canario

fue anexionado a la Corona de Castilla, sus tierras de costa con disponibilidad de agua y condiciones

agroclimáticas adecuadas se dedicaron al cultivo de cañaverales. Las zonas que no eran propias para el

artículo de exportación se dedicaron al policultivo, principalmente de secano, destinado al abastecimiento

del mercado interior, en el que las cepas de viñedo y las sementeras ocupaban la mayor parte del terreno.

Sin embargo, la producción vinícola obtenida no era suficiente para abastecer la demanda local, lo que

propiciaba la necesidad de realizar importaciones de vino.

Esta situación comenzaría a cambiar a partir de 1520, cuando la oferta azucarera proveniente de Antillas

y Brasil empezó a inundar los mercados europeos, desplazando a la madeirense y canaria. Los costes de

obtención del azúcar en América eran tan bajos que, pese a lo elevado de los fletes transatlánticos, llegaba

a Europa a precios muy competitivos. Ante este hecho, progresivamente fueron retirándose los cañaverales

de las costas isleñas, al no poder competir, ocupando las cepas de malvasía la franja litoral apta para su

cultivo, primero, gracias al aumento de la demanda americana, y luego, por el de la europea. Un alza que

se alargaría en el tiempo, generando una sustitución de cultivos que alcanzó también las medianías de se-

cano, donde el cereal dejó su sitio a plantaciones de las variedades de uva que mejor se adaptaban a cada

zona. Ese incremento de la oferta llevó a que las importaciones de vino pronto fueran prohibidas en las Islas,

iniciando su despegue las exportaciones.

Canarias enviaba al exterior dos tipos de vino, con características productivas y organolépticas diferentes,

además de distintos mercados y precios. El de malvasía era de alta calidad y elevada cotización, destinado

a nobles y príncipes europeos, cantado por Shakespeare, mientras que en los terrenos de secano se culti-

vaban cepas productoras de caldos inferiores –los vidueños–, de menor precio y calidad, que se destinaban

al mercado colonial. Gracias a las contabilidades de un conjunto de productores del Valle de La Orotava,

podemos conocer la magnitud de esa diferencia en las cotizaciones entre ambos tipos de vinos. El precio

percibido por la malvasía era de dos a tres veces superior al de los vidueños.

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La Alhóndiga. Tacoronte

Hacia la década de 1620, Canarias ya contaba con la mayor oferta vinícola de la zona atlántica. Sólo en

Tenerife, la isla con mayor producción y de mejor calidad, se obtenían en aquellos años unas 30.000 pipas.

Según el profesor Macías, la producción a mediados de siglo en el Archipiélago debía alcanzar un mínimo

de 45.000 pipas, de las que aproximadamente una quinta parte era de selectos malvasías. Por su parte,

el crecimiento de las exportaciones también fue extraordinario. En 1611 ya se enviaban 14.000 pipas a

la zona del Caribe, y por lo que respecta a los envíos a Inglaterra, si a principios del siglo XVII pasaban

por las aduanas londinenses unas 2.000 pipas de vino canario, en los años cuarenta se había triplicado

el volumen. Según las estimaciones realizadas por Steckley, este destino absorbía prácticamente la mitad

del vino exportado desde Tenerife a Europa a comienzos de la década de 1630, y a finales del siglo XVII

suponía dos tercios del total.

Pero su importancia en el escenario atlántico, como señalara el profesor Morales Lezcano, no radicaba

únicamente en la cantidad de vino que pudiera absorber ese destino, sino, sobre todo, en los resulta-

dos económicos de esos envíos a Inglaterra. El profesor Bethencourt afirmaba que «uno de los tratados

británicos más completo sobre el comercio exterior de Inglaterra, aparecido en 1680, computa en

13.000 pipas anuales de malvasía las compras realizadas por sus compatriotas en Canarias, que a 20

libras esterlinas montaban 260.000, mientras que el total de sus mercancías vendidas no rebasaban la

cantidad de 65.000. Ello quiere decir que el tesoro británico sufría un drenaje superior a 195.000 libras

esterlinas por año».

Esa continua salida de oro de Inglaterra no era bien vista por sus autoridades, de modo que intentaron

reducirla mediante la creación, el 17 de marzo de 1665, de la Compañía de Mercaderes de Londres que

negocian para las islas de Canaria. La Compañía de Canarias nacía entonces para monopolizar todo el trá-

fico entre el Archipiélago e Inglaterra, ayudando así a frenar la pérdida de metales preciosos por la diferencia

entre importaciones y exportaciones. Si el valor de lo que se vendía en Canarias era inferior al de los vinos

que llegaban de ellas, había que enjugar el déficit en la balanza de servicios.

La imposición de muy bajos precios de compra de vino por parte de la Compañía colocó en difícil situación

a los productores isleños, y la respuesta canaria no se hizo esperar. Ante una imposición que afectaba

gravemente a sus intereses económicos, la noche del 2 al 3 de julio de 1666, un grupo de personas

procedió a romper las barricas llenas de vino listo para el embarque en Garachico, antes que proceder a

la exportación. Esta revuelta y las presiones diplomáticas ante la Corona Británica llevaron a la supresión

de la Compañía de Canarias y la recuperación de la libertad de tráfico y comercio entre el Archipiélago e

Inglaterra a finales de 1667.

Ahora bien, la alegría duraría poco, porque tanto los malvasías como los vidueños comenzaron a tener

problemas en los mercados europeos y americanos, respectivamente, a partir de 1680. Por una parte, por

los acuerdos entre ingleses y portugueses, refrendados en el Tratado de Menthuen de 1703, que prohibió el

embarque de vinos canarios a las colonias antillanas y que sustituyó progresivamente el malvasía isleño por

el oporto en el mercado metropolitano. Por otro lado, por la creciente competencia de los caldos andaluces

y catalanes en las colonias españolas, que mermaban las posibilidades de comercialización de los canarios

en ese destino.

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Cueva - Bodega. Granadilla

La contracción de las exportaciones de vino colocó al Archipiélago en una difícil situación económica. Si,

como vimos, durante el siglo XVII los envíos de caldos al exterior permitían sufragar las compras de bienes

extranjeros con suficiente holgura como para que quedara un remanente sustancioso, los escasos ingresos

que reportaba el vino a mediados de la centuria siguiente no daban para cubrir las necesidades habituales

de importación, con el consiguiente déficit en el saldo de la balanza comercial, especialmente con Inglate-

rra, el principal socio.

Los problemas parecieron superarse en los años finales del siglo XVIII. Una vez que las Trece Colonias se

independizaron de Inglaterra en 1776 formando los Estados Unidos de América, volvieron a convertirse en

destino para la producción vitícola canaria. Además, se recuperó en parte el mercado indiano tras el recor-

te de los envíos desde Andalucía y Cataluña. Pero fue, sobre todo, la reducción de los envíos de caldos

franceses y portugueses al mercado inglés por las guerras napoleónicas, la que estaría detrás de la recu-

peración de la superficie cultivada de viñedo y de las exportaciones de vino desde Canarias. Sin embargo,

esta recuperación fue sólo coyuntural. Una vez que los principales oferentes vinícolas continentales se

restablecieron del conflicto, los caldos canarios volvieron a encontrar dificultades para ser colocados en los

mercados. La puntilla definitiva se la daría la aparición de la plaga de Oidium tuckeri en los primeros años

de la década de 1850, que arrasó las plantaciones isleñas. Una imagen de lo acontecido en el sector nos

la aporta el cónsul británico en su informe de 1856, cuando señala que «En la actualidad ese sector del

comercio se encuentra totalmente paralizado. Las existencias de vino en todas las islas no superan las mil

pipas, ya que casi no se ha producido vino en los últimos cuatro años». Las mil pipas de vino comentadas

en el informe contrastan con las 33.426 que se reseñaban en el censo de 1799, o las 43.380 producidas

de promedio entre 1800 y 1804, según las estadísticas de Escolar.

Pese a que las cepas fueron sustituidas tras la plaga, nunca volvió a recuperar los niveles de antaño ¿Por

qué? La respuesta nos la da el cónsul británico en Tenerife en su informe de 1863, al comentar que «algu-

nos terratenientes están empezando a cultivar nuevos viñedos, pero no es muy probable que su ejemplo se

extienda, ya que la plantación de cactus o nopal para la producción del insecto de la cochinilla les permite

obtener una rentabilidad sobre la inversión en el primer año, mientras que un nuevo viñedo no representará

fuente de beneficio antes de los cuatro o cinco años; además, de seguir manteniéndose el precio actual

de la cochinilla en los mercados europeos (...), el beneficio que se obtiene de una plantación será mayor

que el del viñedo».

Teníamos un nuevo artículo de exportación, la cochinilla. Desde la década de 1830 se había empezado a

ensayar su producción, pero el auge se produjo a partir de los años 50, no en vano se pasó de unos envíos

al exterior de menos de 140 toneladas de promedio entre 1841-1850 a más de 2.000 entre 1870-1880.

Según los coetáneos, gracias a las exportaciones de cochinilla, en las Islas “corrían ríos de oro”, como

atestigua la evolución del saldo de la balanza comercial del Archipiélago con Inglaterra. Si en la década de

1820 se movía en torno a las 15.000 libras de superávit de promedio, los ingresos netos de los intercambios

con ese país eran diez veces superiores cincuenta años más tarde.

Se trataba de un problema de coste de oportunidad. No es que la viña no diera dinero, es que la cochinilla

daba más, con lo que las tierras, los capitales y el trabajo fueron desviados a la producción del insecto.

Como era mucho más rentable que el viñedo, este último entró en lo que podríamos llamar un prolongado

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Detalle de tonel. La Guancha

letargo. Nunca desapareció, pero se vio relegado a las tierras marginales o los bordes de los canteros, y

cultivado sin ningún tipo de inversión que redundara en una mejora de los resultados. Como señalaba en

1875 Domingo Navarro, en un informe presentado a la Ilustre Sociedad Económica de Amigos del País de

Las Palmas, «(n)o es menos rutinario y pernicioso el cultivo de los viñedos. Se pretende, nada menos, que

las tierras vírgenes plantadas de viña 60 años atrás, sin otros abonos que las yerbas que crían o algunas

legumbres sembradas, sean siempre feraces para producir buenos y abundantes frutos (...) Tiempo es ya

de que los viñateros piensen en su verdadero interés; que cambien la perniciosa rutina por los preceptos y

consejos de la ciencia; que no vacilen en hacer gastos para beneficiar sus viñas con buen estiércol o con

abono artificial, porque estos gastos serán reproductivos y premiados con más abundantes y mejores co-

sechas: de otro modo verán languidecer sus viñedos y aun perderse».

El descubrimiento de las anilinas sintéticas en la década de 1870 provocó el hundimiento de los precios

de la grana, y con él una profunda depresión en la economía isleña. La balanza comercial volvió a tornarse

deficitaria al carecer de producto exportador. La crisis de los productores de cochinilla generó desempleo

y emigración, pero también la reconversión de los cultivos. ¿A qué se dedicaron entonces las tierras? Tras

unos intentos frustrados de desarrollar los cultivos de caña de azúcar y tabaco, los agricultores con fincas

de regadío por debajo de los 300 metros de altitud las empezaron a cultivar de plátanos y tomates. Muchos

de los agricultores cuyos terrenos no reunían esas condiciones, prefirieron convertirse en asalariados, bien

en las explotaciones plataneras y tomateras, bien en el creciente mercado laboral urbano. De este modo,

la producción para el mercado local, tanto de vino como de otros artículos, quedó relegada a un lugar se-

cundario, prolongando el letargo iniciado desde mediados del siglo XIX.

Lo malo es que en su sueño dejaron a otros entrar en su casa. Desde 1852, las Islas fueron declaradas

puertos francos, y pronto comenzó a llegar oferta foránea de vino sin abonar aranceles, primero para cubrir

la demanda local insatisfecha, pero luego para arrebatar una parte cada vez mayor del mercado. Aquellos

agricultores que continuaban cultivando viñas tuvieron cada vez más difícil colocar sus cosechas, espe-

cialmente en las áreas urbanas, pues no sólo tenían que competir con caldos de otras procedencias. Así

lo denunciaba la Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas de Gran Canaria en 1890, al

señalar que “(d)espués de la fase de prosperidad, quedó el cultivo suficiente para producir para el consumo

del país, manteniéndose sus precios en condiciones de poder sufragar los costos y quedar al agricultor un

beneficio relativamente bueno. En ese estado permaneció hasta que, no ya la moda, sino la ambición y el

fraude lo han traído a la depreciación en que hoy se encuentra, viéndose obligados los agricultores a ser

vendedores al por menor de sus propias cosechas, y si en junto realizan alguna partida, es a precio ínfimo

(...) La base de todas las adulteraciones que se están haciendo con nuestros vinos y hasta sin ellos (...) es

el alcohol, merced al cual las cosechas, como es público y notorio en esta localidad, se duplican y triplican

en manos de mercaderes sin conciencia”.

Si en primera instancia fueron las adulteraciones, la llegada de vinos españoles se fue incrementando a

partir del cambio de siglo, cubriendo la tercera parte del consumo de este producto al llegar la década de

los treinta Pero además tenía que competir también con el aguardiente y la cerveza. Si entre 1930 y 1934

las estadísticas de comercio exterior de las Islas reflejaban una importación neta de 28.980 hectolitros de

vino, en esas fechas las entradas de aguardiente se elevaban a 19.760 y los de cerveza a 11.255.

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Drago milenario y entorno histórico.Icod de los Vinos

Págs. siguientes:Castillo de San Juan Bautista y Auditorio de Tenerife.Santa Cruz de Tenerife

Aquel panorama no varió en demasía tras la Guerra Civil. Ante la disyuntiva de si seguir la política autárquica

general, que implicaba producir en Canarias la mayoría de los alimentos necesarios para abastecer a su

población, o primar la obtención de plátanos y tomates de exportación que generaran divisas, se optó por

la segunda de las posibilidades. El viñedo no fue diferente al resto de productos de subsistencia, y aunque,

según las estadísticas oficiales, aumentó su producción respecto a la de antes de la Guerra Civil, mayori-

tariamente continuó relegado a los bordes de las fincas, compartiendo con otros cultivos las parcelas. Los

vinos producidos se destinaban básicamente al autoconsumo o a los bares y tabernas de los alrededores

de las explotaciones, salvo algunas honrosas excepciones de bodegas en Tenerife, Lanzarote o La Palma

que contaban con una distribución algo más amplia.

La situación se complicaría aún más a partir de mediados de los años sesenta. Si hasta ese momento el

Archipiélago seguía aún el modelo agroexportador implantado desde la Conquista, a partir de esa fecha iba

a vivir una profunda transformación que llevaría a convertir las actividades ligadas al turismo en los motores

de crecimiento económico isleño. Además, la vitivinicultura canaria tuvo que enfrentar una competencia

creciente en el mercado isleño. Las entradas de vino, cerveza y aguardiente foráneos pasaron de repre-

sentar una oferta disponible de diez litros per capita antes de la Guerra Civil, a treinta y cinco en los años

setenta, cayendo la cuota de mercado del vino canario, de un 43 por ciento de la oferta alcohólica total en

los años treinta a sólo algo más del 10 en los setenta.

Pero esas importaciones crecientes generaban más dificultades para la producción local que los meramen-

te derivados de su volumen. Por una parte, ponían al descubierto problemas de calidad y, por otra, aunque

los caldos isleños tuvieran su nicho de mercado, con clientes fieles que valorizaban esas características

como aspectos positivos y de autenticidad, bodegueros y minoristas desaprensivos procedían a vender

como vino canario la mezcla de éste con el de origen peninsular, cuando no directamente comercializa-

ban el foráneo como si fuera del Archipiélago. Con ello no solamente aprovechaban para su beneficio la

importante diferencia de cotizaciones de unos y otros, sino que limitaban las posibilidades de expansión

de la oferta insular.

Sin embargo, todo comenzó a cambiar a partir de la segunda mitad de la década de los ochenta del siglo

XX. La combinación de un conjunto de factores ha permitido la ruptura con la trayectoria secular presentada

hasta el momento. En primer lugar, esa transformación ha sido posible por la existencia de una tradición

histórica en el cultivo de la vid y en la elaboración de vinos. Ahora bien, esta condición es necesaria, pero

no suficiente. El afán de mejora de un grupo de vitivinicultores, que en el caso de Tenerife se agrupaban en

torno a la Semana Vitivinícola de la Alhóndiga de Tacoronte, era el caldo de cultivo, pero se necesitaban

reactivos que permitieran arrancar de manera sólida el proceso de transformación. Unos reactivos que

vinieron de la mano de la actuación de los poderes públicos, tanto de forma directa –dotación de infraes-

tructuras-, como de forma inductiva –legislación y fondos apoyando al sector.

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ViticulturaJorge Zerolo Hernández

Viñedos Camino del Monte. El Sauzal

Podemos situar el inicio de la viticultura en el siglo XV y justamente es en el inicio donde encontramos las

claves que pueden explicar la diversidad que hoy existe en nuestro archipiélago.

En una visión amplia de nuestro entorno, encontramos dentro de los límites de la Macaronesia unas con-

diciones geoclimáticas suficientemente uniformes para establecer en todo su territorio un mismo punto de

partida de la viticultura. Philip Baker Webb (1793-1854) acuñó este bello término, μακάρων νήσοι (felicidad

islas), para asignar la región biogeográfica formada por los archipiélagos de las Azores, Madeira, Salvajes,

Canarias y Cabo Verde.

En todas ellas, el cultivo se ha implantado con la ocupación o la colonización. Madeira y Canarias destacan

por el importante papel que ha jugado la vid en su desarrollo económico.

Las variedades, las formas de cultivo y las prácticas culturales tienen sus orígenes en las raíces de los

pobladores. Nos imaginamos Canarias como un perfecto campo de ensayo donde, en las tierras esforza-

damente roturadas, los viticultores repetían las técnicas aprendidas en sus regiones de origen para ir -poco

a poco- compartiendo con el conjunto de la población las mejores soluciones y así dar cuerpo a lo que hoy

conocemos como nuestra viticultura tradicional.

Encontramos, ya en el párrafo anterior, un hecho diferenciador dentro de la homogénea Macaronesia, el ori-

gen de los pobladores. Destacamos Andalucía, Galicia, Cataluña y Madeira como los focos más decisivos

para explicar nuestra riqueza varietal.

La viticultura nace con una clara vocación, abastecer el mercado local. Sin embargo, la sorprendente adap-

tación del viñedo, unido a la protección de ciertos mercados, permitió a la vid inaugurar la secuencia de

monocultivos canarios. Pasó a ocupar también tierras de regadío y a desplazar así el cultivo de la caña de

azúcar. No es el mismo vino (ni las mismas variedades) el que satisface la demanda local que aquel que se

comercializa en los mercados europeos más exigentes. Justificamos así la implantación y cultivo de varie-

dades poco productivas o de difícil manejo agronómico como la Malvasía.

Sin querer detallar todos los factores que explican nuestro vasto patrimonio, sí debemos considerar la

ausencia de filoxera como una característica distintiva de nuestra vitivinicultura. Ante la extensión del ho-

móptero en Azores, Madeira (1872) y la Península (1878), los viticultores canarios temían su aparición en

las Islas. Aún hoy, no debemos descuidar los controles sobre el material vegetal importado ya que no existe

ningún motivo que justifique una supuesta “inmunidad”.

UNA ISLA DE PAISAJESY VIÑAS ÚNICAS

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Viñedos zona alta. San Miguel de Abona

El subsector vitivinícola está fuertemente regulado en la Unión Europea y todos los estados miembros se

ven sometidos a normativas que exigen controles sobre la superficie y variedades cultivadas.

Del listado recogido en el registro de variedades comerciales de vid en Canarias, sólo se recomienda o

autoriza el cultivo de las siguientes:

• Blancas recomendadas: Albillo, Bermejuela-Marmajuelo, Forastera Blanca-Doradilla, Gual, Malvasía,

Moscatel de Alejandría, Sabro, Verdello, Vijariego-Diego.

• Blancas autorizadas: Bastardo blanco-Baboso blanco, Breval, Burrablanca, Listán Blanco, Pedro Ximé-

nez, Torrontés.

• Tintas recomendadas: Castellana Negra, Listán Negro-Almuñeco, Malvasía Rosada, Negramoll-Mulata.

• Tintas autorizadas: Tintilla, Bastardo negro-Baboso negro, Cabernet Sauvignon, Listán Prieto, Merlot,

Moscatel Negro, Pinot Noir, Ruby Cabernet, Syrah, Tempranillo, Vijariego Negro.

Las denominaciones de origen, según la tipicidad buscada en sus vinos, reducirán el listado adecuándolo

a las características edafoclimáticas y culturales de su zona.

La última ampliación destacada admitió el cultivo de Cabernet Sauvignon, Merlot, Pinot Noir, Ruby Caber-

net, Syrah y Tempranillo, imponiéndose así la postura de aquellos viticultores y bodegueros que reconocían

una falta de potencial en nuestras variedades tintas. La postura contraria confiaba, al menos hasta disponer

de datos objetivos, únicamente en las variedades más tradicionales, solicitando un esfuerzo a la adminis-

tración para afrontar estudios urgentes que permitieran conocer su potencial. Esta última postura se ha

mantenido hasta hoy en las DD.OO. Valle de La Orotava e Ycoden-Daute-Isora.

El número de variedades blancas (15), significativamente más numerosas que las tintas (8), nos confirma la

importancia relativa que tuvieron en Canarias los vinos blancos sobre los tintos. La etapa de implantación de

la viticultura en Canarias coincide con una etapa histórica en la que existía un mayor aprecio por los vinos

blancos, y haloques o claretes, frente a los tintos; debiendo considerar como reciente, la inversión de las

tendencias en el consumo. Mi opinión es que hoy asistimos al inicio del declive de los vinos tintos modernos

“masticables”. Nuestras variedades, e incluso nuestro clima atemperado, nos impiden confiar en ellos como

línea general de elaboración para nuestros vinos tintos.

Por otro lado, la investigación de los centros oficiales ha ido por detrás de las demandas de los viticultores.

A nuestro campo sólo le queda seguir el lento método de prueba y error. Sin duda, nuestro continente en

miniatura no permite una única solución, lo que no hace sino complicar la investigación institucional e impi-

de generalizar los éxitos obtenidos por los viticultores.

Así, vemos que la diversidad que encontramos en las parcelas tradicionales no es fortuita y, muy probable-

mente, la debamos considerar como una de las mejores elecciones posibles. Sin embargo, esta solución da

respuesta a una demanda concreta y debemos estar atentos a cualquier modificación en la misma.

Un ejemplo de las múltiples respuestas que tiene la viticultura tradicional, son las soluciones adoptadas en

la conducción de los órganos vegetativos. El viticultor considera -para su elección- los condicionantes eda-

foclimáticos, vigor de la variedad e interés en mantener un cultivo asociado. La densidad de plantación (nú-

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Viñedos y castano zona alta. Santa Úrsula

mero de plantas por hectárea) y la disposición de la plantación (distancia entre filas y entre plantas contiguas

en una fila), están íntimamente relacionadas con los sistemas de conducción. Luis Hidalgo, en su Tratado de

Viticultura, destaca la importancia del régimen hídrico para elegir una correcta densidad de plantación. Un

aumento de la disponibilidad de agua, permite aumentar la densidad de cultivo. Si empleamos la correlación

que este autor propone entre densidad de plantación (DP) y precipitación anual (p):

DP = 2,784 p + 828

vemos como las zonas de Tenerife donde es posible una viticultura de secano (para ello y como primera

aproximación proponemos un índice de Martonne >20), las densidades aconsejadas se sitúan sobre valo-

res de 2200 plantas llegando a 3400 en las zonas de mayor precipitación. Sin embargo, la experiencia nos

indica que encontraremos densidades menores. La alta humedad relativa, de forma destacada en la ver-

tiente norte, aumenta el potencial vegetativo, debiendo ajustar la densidad de plantación al espacio capaz

de ocupar la parte aérea de la vid.

La disposición de la plantación tradicional corresponde al marco real en el que se mantiene constante la

separación entre plantas. La posibilidad de acodar o margullir (y vemos en este término un ejemplo de la

influencia de la viticultura portuguesa) para rejuvenecer el viñedo, acaba modificando el orden inicial que

buscaba la óptima explotación de la luz y el suelo para acabar con una plantación completamente irregular.

Tanto la reciente necesidad de mecanización como la asociación de cultivos (hoy menos presente), provoca

similares consecuencias en la disposición del cultivo. Se ordena disponiendo las plantas en rectángulos,

dejando las calles para implantar en el periodo otoño-primavera un cultivo herbáceo.

La explicación a las asociaciones, la encontramos en el minifundismo que exige el máximo aprovecha-

miento del terreno agrícola para garantizar la subsistencia. Las asociaciones se mantienen principalmente

en la vertiente norte, en las zonas de medianías, situadas la franja limitada por la cota 400 y 800 msnm.

En la vertiente sur se da también la asociación, si bien en este caso la vid se desarrolla en explotaciones

de regadío, ocupando únicamente los márgenes de las parcelas. Allí, el cultivo hortícola se desarrolla en el

interior de la parcela y pasa a ser el protagonista claro de la actividad agrícola. Los datos que aportan los

Catastros Vitivinícolas (1983) y que analiza Luis Hidalgo, sitúan a la provincia de Santa Cruz de Tenerife a la

cabeza (67%) de la superficie relativa de viñedo asociado con cultivos herbáceos.

En Tenerife dominan las formas apoyadas. Sólo en las zonas más altas, concentradas básicamente en

Vilaflor, encontramos las formas libres de pie bajo, con podas cortas en vaso con poda en pulgares. Fuera

de estas zonas, las buenas condiciones para el desarrollo ininterrumpido de la vid, impide muchas veces

controlar su vigor y es necesario ordenar los brotes en planos -tradicionalmente horizontales- para lograr

una buena ventilación y exposición lumínica.

La altura del plano horizontal está directamente relacionada con el régimen hídrico del viñedo, forzando

-por un lado- las alturas más altas cuando la humedad relativa es elevada (logrando así disminuir el riesgo

de enfermedades criptogámicas) y acercándolas al suelo cuando hay problemas para lograr una completa

maduración de los racimos. Podemos distinguir cuatro soluciones de conducción. El parral bajo de las

medianías del Sur, apoyado sobre elementos fijos de origen diverso, principalmente de cantería; sobre los

que hoy se colocan alambres y antes varas de madera o cañas.

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Viticultora. La Orotava

Viticultor. La Matanza de Acentejo

En las medianías de la vertiente norte encontramos las rastras, parrales bajos que se mantienen suspen-

didos gracias al apoyo de sus brazos sobre “horquetillas”. Estos parrales se arman cada año, en junio,

con la operación de levantada de la viña. Después de la vendimia se recogen para dejar espacio al cultivo

asociado. En el Valle de La Orotava domina un sistema singular, los cordones múltiples. A partir de uno o

varios pies, se avanza en la formación de la estructura de la planta entrelazando los sarmientos. Este brazo

trenzado se mantiene elevado mediante horquetillas. Anualmente, en torno al envero, se realiza la labor del

remangado, con la que se amarran los brotes sobre la trenza y se descubren suficientemente los racimos.

Como singular, destacamos de la zona de influencia de Ycoden Daute Isora, los parrales altos. Mediante

una estructura de madera (hoy metálica) se mantienen elevados los brazos de la cepa y sobre ella se ama-

rran los brotes, formando así un plano de inclinación variable. Esta estructura es fija, pudiendo establecer

el cultivo asociado bajo la misma.

Ante la diversidad existente en los tres parámetros más decisivos en la expresión de un vino (clima, suelo y

variedad), parece más interesante admitir, como fortaleza, la opción de poder elaborar vinos diversos para

dar respuesta a una demanda heterogénea.

Aún reconociendo todos los agentes implicados en la vitivinicultura canaria que el patrimonio varietal es

determinante para el futuro desarrollo del subsector, parece difícil concretar los recursos económicos y

humanos que se requieren para emprender los estudios necesarios para ello. No existe material vegetal

certificado (con garantía sanitaria) a disposición de los viticultores, por lo que las replantaciones se tienen

que hacer con material vegetal de categoría estándar en el que sólo se garantiza la autenticidad varietal.

En los trabajos de caracterización se ha demostrado la falta de consistencia del listado de variedades

autorizado para la Comunidad Autónoma de Canarias. Encontramos errores en las sinonimias propuestas

(distinta denominación para designar una misma variedad). Los estudios de campo nos han permitido, por

otro lado, descubrir homonimias (la misma denominación para designar variedades distintas), y con ello,

sospechamos que el valor real de nuestra diversidad es aún mayor.

En la actualidad, no podemos afirmar que conocemos todas las variedades. En la práctica, es frecuente

que las visitas a zonas vitícolas finalicen ante ejemplares cuya descripción los aleje de las ya conocidas.

Sería interesante dejar una línea de investigación abierta que permita caracterizar molecularmente (como

primer paso) aquellos individuos que los expertos admitan como desconocidos.

Vemos que la riqueza varietal que atesoramos, se fundamenta no sólo en la diversidad misma, sino en el

conocimiento que el viticultor tiene sobre cada una de ellas. Sólo en las zonas más tradicionales, encontra-

mos agricultores que distinguen perfectamente las variedades y saben de sus cualidades y defectos. Esta

información es difícil de ordenar y es posible que se pierda con los últimos viticultores de esas zonas de

viticultura imposible.

Sólo dos variedades, la Listán Blanco y la Listán Negro, parecían ocupar la totalidad de las parcelas. Incluso

los viticultores se referían a ellas como Blanca y Negra, como si fueran las únicas variedades existentes.

Esta homogeneidad se debió sin duda a la época de retroceso provocada tras la invasión del oidio y mildiu.

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Faenas de invierno en La Piñera. La Orotava

Págs. Siguientes:Viñedo en Cruz de Leandro. El Sauzal

La rusticidad de estas variedades, unida a su alta productividad, explica su expansión frente a otras varie-

dades más sensibles como la Malvasía, Verdello o Gual.

Si bien no podemos hablar de una exclusividad absoluta de variedades blancas o tintas, la Denominación

de Origen de Tacoronte Acentejo se caracteriza por el predominio de Listán Negro y Negramoll. Por la mis-

ma vertiente Norte, hacia el Oeste, en el Valle de La Orotava, comparte protagonismo con la Listán Blanco.

En las tres denominaciones de origen restantes, Ycoden Daute Isora, Abona y Valle de Güímar, la Listán

Blanco es claramente la variedad mayoritaria.

Por otro lado, frente a esta uniformidad, encontramos fincas en Anaga, Tegueste o la Isla Baja en las

que se conservan colecciones de cepas de diferentes variedades. En ellas podemos rescatar la Gual,

Verdello, Marmajuelo, Torrontel (Torrontés), Malvasía, Malvasía Rosada, Vijariego, Castellana o Gomera

(Forastera) entre otras.

En otras zonas de menor diversidad (Valle de La Orotava, Abona y Valle de Güímar) encontramos también

algunos individuos de variedades interesantes. Así, no es difícil identificar en Vilaflor las vigorosas cepas de

Listán Prieto o, entre plataneras, en La Orotava, trenzas de Malvasía o pies aislados de Pedro Ximénez.

Sin duda, la riqueza que hoy descubrimos es sólo un reflejo de la que en su día existió y que, aún en 1878,

recogió Juan Barrioso en su visita a Canarias. Este autor manifiesta en su exposición el enorme daño que el

oidio causa a nuestra viticultura y encuentra en su aparición la pérdida de muchas variedades.

La viticultura tradicional admite la mezcla de variedades en una misma parcela, incluso sin diferenciar

entre blancas y negras. La mezcla no era fortuita y una única vendimia permitía elaborar ensamblando las

distintas variedades. Las carencias se corregían en esta acertada mezcla, siendo el resultado superior a la

elaboración de las variedades por separado.

El futuro de la conservación se ha trasladado en los últimos años a las nuevas fincas en las que, de una

forma ordenada, se han plantado las variedades rescatadas en la viticultura tradicional. Estas explotaciones

vitícolas entregan su cosecha a bodegas perfectamente equipadas con capacidad de elaborar vinificacio-

nes monovarietales. De este modo, se avanza en el conocimiento de su potencial enológico y se buscan

vinos en los que se logre la máxima expresión varietal. Un segundo paso será aumentar la complejidad

gracias a coupages acertados.

Una clasificación útil que se hace de las variedades atiende al índice de Winkler-Amerine. Éste refleja las ne-

cesidades térmicas para llegar a la madurez. Destacan por su ciclo corto la Marmajuelo, Verdello, Malvasía

y Gual, siendo Listán Blanco, Moscatel y Vijariego las de ciclo más largo. En las variedades negras, por su

ciclo corto, sorprenden la Baboso Negro y Tintilla. Consideramos Listán Negro de ciclo medio, algo más

largo la Negramoll y la Castellana.

Estos datos básicos para elegir la variedad a implantar, se deben completar con otros que adviertan sobre

el potencial productivo o la fertilidad en función del rango de las yemas.

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Viñedos en la zona alta. San Miguel

Págs. siguientes:Viñedos

La sensibilidad al corrimiento mostrada por ciertas variedades, puede provocar el fracaso de algunas inver-

siones. Un claro ejemplo es la variedad Marmajuelo que, cultivada a 700 msnm, puede perder el 90% de la

producción obtenida a 300 metros de altitud.

Otro factor cada vez más decisivo es la sensibilidad a las enfermedades. Variedades con hollejos finos o

racimos excesivamente compactos sufren pérdidas importantes por enfermedades o ataques de insectos.

Especialmente sensible se muestra la Listán Negro o Forastera.

El nivel de infección vírica de una variedad-población condiciona su calidad. No todas las variedades tienen

la misma tasa de infección. Existen algunas donde es imposible encontrar ejemplares libres de Entrenudo

Corto Infeccioso o Enrollado, como es el caso de la Malvasía (Malvasía de La Palma) o Sabro. Incluso con

la alta variabilidad que encontramos en la Negramoll, no existe una postura unánime sobre sus aptitudes,

puede estar en el altísimo nivel de infección.

A partir de 1980 se inicia en Tenerife una recuperación de los vinos. Las Semanas Vitivinícolas de la Alhóndi-

ga, el impulso desde el Cabildo Insular de Tenerife y desde la Consejería de Agricultura, Ganadería, Pesca y

Alimentación del Gobierno de Canarias, a iniciativas que mejoran la formación de los bodegueros, justifican

el acertado avance, así como la creación de bodegas comarcales y la apuesta por acercar el vino canario

a un consumidor cada vez más informado.

Hoy parece necesario un segundo impulso que debe tener por objetivo aprovechar el potencial de nuestras

variedades, informando a los viticultores y bodegueros sobre sus características. Lograr una viticultura más

profesional, dignificar el esfuerzo del agricultor y reconocer en su actividad valores que no se limitan única-

mente a la cantidad de uva que cosecha.

El material vegetal que hoy ocupa las nuevas plantaciones garantiza su conservación, pero ¿qué pasará

con aquellas otras variedades como Verdello de La Gomera, Verdello Menudo, Gual de Mazo, Gual Negra,

Malvasía Negra, Marmajuelo Rosado, Listán Rosado, Bastardo?, ¿cuántas variedades desaparecerán con

el abandono de la viticultura más tradicional?.

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Viñedos zona alta de Taganana.Santa Cruz de Tenerife

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Viñedos zona alta. Vilaflor

Viñedos. Vilaflor

Pág. siguiente:Viñedos y pajar en Pinolere. La Orotava

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Viñedos y tajinastes zona alta. Güímar Viñedos. Arico

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Viñedos sobre suelo de jable. AricoViñedos en terrazas zona alta. Güímar

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Viñedos y cumbres de Anaga.Taganana. Santa Cruz de Tenefie

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Viñedos y pinar, Santa Bárbara.Icod de los Vinos.

Viñedos, Los Blanquitos. Granadilla

Pág. siguiente:Viñedos y pico viejo de El Teide. Valle de Arriba. Santiago del Teide

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Págs. anteriores:Viñedos zona alta. La Victoria de Acentejo

Pág. anterior:Viñedos zona El Melosar de Chogo.Güímar

Proceso de maduracióndel racimo, “envero”

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Pág. anterior:Viticultora, San Antonio.La Matanza de Acentejo

Viñedos, San Gonzalo - El Socorro. Tegueste

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Volcán y viñedos, El Palmar. Buenavista

Pico Cho Marcial y viñedo.Lomo Las Dehesas. Güímar Los Pelados. Güímar

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Drago Milenario, Icod de los Vinos

Trabajos en viñedos zona baja.Güímar

Pág. siguiente:Norte de la isla y viñedos. La Matanza de Acentejo

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Variedades

Págs. siguientes:Viñedo, Cabo Verde. La Guancha

1. Malvasía de La Palma

2. Albillo Criollo

3. Listán Negro

4. Listán Prieto

5. Verijadiego Negro

6. Marmajuelo

7. Listán Blanco

8. Negramoll

9. Baboso

10. Castellana

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Viñedos, Chinguaro. Güímar

Viñedos, La Corujera. Santa Úrsula

Pág. siguiente:Viñedos, La Florida. La Orotava

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Tareas de vendimiaViñedos y casa, El Amparo. Icod de los Vinos