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Democracia para una nueva generación Discurso de Eduardo Madina en ESADE, Madrid. 10.04.2014

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Democracia para una nueva generación Discurso de Eduardo Madina en ESADE, Madrid. 10.04.2014

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Democracia para una nueva generación

Discurso de Eduardo Madina en ESADE, Madrid. 10.04.2014

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Democracia para una nueva generaciónDiscurso de Eduardo Madina

ESADE, Madrid. 10.04.2014

Un mundo en cambio constante que afronta hacia los próximos años algunos desafíos importantes.

1.- Un cambio en los centros de producción y de influencia política, económica, comercial en el mundo desplazándose hacia Asia. 2.-Una cada vez mayor preeminencia de una economía financiera frente a una economía productiva.3.-Un cambio profundo en los procesos productivos del conjunto del planeta pero especialmente de los países más desarrollados4.-Un cambio también profundo en las dinámicas de participación y de influencia de las sociedades de (1)….. democráticos entre las cuales estamos y de las que formamos parte.

Un anhelo que se está proyectando entre una realidad que nos dice que existe una cada vez más mayor demanda de regulación, de mejoras y de salvaguardas democráticas frente a un proceso de reducción de oferta y una incapacidad de respuesta política transfronteriza en estos tiempos globalizados.

Y ese diferencial entre una oferta reducida de profundización democrática frente a una cada vez mayor demanda, eso que en economía produce inflación, en términos políticos, produce monstruos. Y ahí se cuelan los crecimientos electorales que apelan a los ingredientes que formaron parte de la placenta de la Segunda Guerra Mundial. Y ahí se cuelan los niveles tan altos de desafección hacia la política, espacios vacíos que saben ocupar perfectamente los que siempre soñaron la disección entre ciudadanía y política, entre sociedad y procesos políticos, entre voluntad ciudadana y procesos de toma de decisiones de una sociedad propietaria de sus propias decisiones democráticas. Y ahí se cuelan los argumentos que llenan el (3)….de divorcio entre nuestra sociedad y la política que le pertenece. Y ahí aparecen los materiales ideológicos o emocionales con los que un muro de palabras se construye al servicio de una pesadilla ideológica que tiene padre y madre, que tiene trayectoria y trazabilidad histórica, que tiene inercias y orígenes, y adjetivos claros. Una concertina de lenguaje al servicio de un desgarro de convivencia y de una usurpación: la de quitarle a las sociedades algo que les pertenece desde el planteamiento, al nudo y al desenlace.

En ese gap entre una cada vez mayor demanda de profundización democrática y una cada vez mayor reducción de la oferta aparecen a nivel global problemas de otra índole que quizás no son el elemento central de esta conversación pero que nos dan también una oportunidad para visibilizar el entorno en el que una nueva generación vivirá en democracia y producirá política.

Desafíos vinculados a los cambios del climaDesafíos vinculados a los flujos migratorios Desafíos que se cuelan hasta en lo más profundo de nosotros porque cuando nos preguntamos por lo que sucedió en Lampedusa o en Ceuta, ¿por quién nos preguntamos? ¿Nos preguntamos por ellos? ¿Nos preguntamos por nosotros?

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Desafíos también vinculados a la convivencia de perfiles cada vez más diversos, protagonizando sociedades cada vez menos homogéneas y más impuras, sociedades de sonidos, de lenguajes y colores de piel cada vez más extendidos en un mundo que ha dejado de se un espacio de lugares para convertirse en un espacio de flujos. Desafíos también vinculados a los volúmenes poblacionales, a la energía y al desarrollo, entre otros muchos.

Son, quizás, -decía- asuntos que no son la materia central de este debate, pero si la materia central de este debate sobre “política y democracia” no se orienta hacia esos temas, no busca respuestas ahí, perdonadme si os digo que no sé para qué sirve.

Es, desde esa perspectiva, que nunca he sabido -y creedme si os digo que lo he intentado- entender la policía como un fin en sí mismo, como un puerto de llegada, sino que sólo he sabido mirarla como un medio, como un punto de partida.

Para mí el sujeto de la política no es “la política” sino que es la ciudadanía que se construye a sí misma con verbos políticos para predicados de futuro que sean mejores. Y aunque el concepto de “mejor”, de lo que es mejor, siempre estuvo dentro de lo afortunadamente discutible, yo busco mirar desde una posición desde la que creo que la imagen se ve mejor: la que conforma un ángulo de mirada socialdemócrata, desde valores humanistas y desde esa corriente histórica denominada modernidad, desde los principios y valores humanocéntricos de la revolución francesa y con un fin último de justicia social.

Pero esa es sólo mi mirada.

Me siento orgulloso de formar parte de una sociedad en que hay multiplicidad de puntos de vista, que se han organizado para poder discutir ordenadamente, y eso precisamente es lo mejor para el nosotros que conformamos el conjunto de los ciudadanos en una estructura que denominamos sociedad. La recuperación de mayores fortalezas con ese objetivo es, en mi opinión, uno de los principales retos que hoy tiene la política en términos generales y, quizá, la nueva generación, de forma particular.

Es verdad que casi todos los pasados están llenos de futuros que no se cumplieron. Es verdad que las leyes de la termodinámica, la segunda especialmente, la entropía (que por su origen griego sabemos que significa revolución o transformación) recuerdan también a las leyes de la historiografía; los principios de mutabilidad o de contingencia histórica, en lenguaje más sencillo, el roce del tiempo, el desgaste o cansancio de los materiales con los que construimos alguna de nuestras certezas. Es por eso que los futuros imaginados en nuestras más cercanos pasados no han terminado de llegar.

Yo, frente a un sector de mi generación que se siente satisfecho en la denuncia de todo lo que nuestros padres hicieron mal, me siento mejor en el reconocimiento de las cosas bien hechas por las generación anterior, por

Los que construyeron, por ejemplo, esta democracia. Los que decidieron conjurarse para un gran acuerdo de las reglas de juego, de un tiempo nuevo que escribiera las páginas de la historia con palabras nuevas, por ejemplo las palabras libertad, igualdad o solidaridad.

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Los que permitieron, cediendo, que en España sonara la palabra ciudadanía, que la convivencia fuera posible.Los que conjugaron los verbos de la política para predicados compuestos y frases como igualdad de oportunidades, servicios públicos, cohesión social, derechos y obligaciones, transferencia de rentas, progresividad fiscal…Los que produjeron las condiciones para la palabra Europa, Comunidades Europeas, Unión Europea.

Para todos ellos sólo tengo un agradecimiento histórico que dar y no hay en mí ningún reproche que hacer, sólo un agradecimiento.

Yo entré en política por personas como Javier Solana. Lo hice formando parte de una familia que había pagado un alto precio por la derrota en la guerra civil, lo hice en un entorno familiar con conciencia cívica y una cierta cultura de la participación.

Entré en política porque había sido educado para levantar mi voz contra las injusticias y, a todas luces, en Euskadi había muchas cosas injustas. Lo hice formando parte de una parte de mi generación que hoy prefiere hacerse cargo de su propio tiempo, frente a quienes se sientes satisfechos en la culpabilización de nuestros padres de todas las cosas que no prepararon bien para nosotros.

Me encuentro más cómodo junto a los que no están dispuestos a resignarse para dejar mejores cosas para el tiempo que nos queda por vivir a nosotros, no a nuestros hijos. Y no a ellos porque ya hemos comprendido que la velocidad del tiempo es mucho mayor que nunca y que será a nuestros hijos a quienes corresponda tomar sus propias decisiones.

Mi generación la componen los nietos de los que ganaron la guerra y de los que perdieron la paz; la componen los hijos de los que dijeron que todo quedaba atado y bien atado y los hijos de quienes lo desataron. La componen los hijos y las hijas de quienes se pusieron de acuerdo en una democracia estable, los hermanos pequeños de los hermanos mayores que viajaron a Londres a comprar los primeros discos de The Clash, TheCure y Joy Division; los hermanos mayores de los primeros hermanos pequeños que nacieron a las puertas de una revolución tecnológica que cambiaría para siempre el mundo. Mi generación la componen los padres de los hijos que nacieron con un iPad en la mano, que se comunicaban con sus abuelos, casi siempre en otras ciudades, o incluso otros países, a través de Facetime o Skype.

Formo, por tanto, parte de una generación que ya ha decidido que el tiempo que esté por venir es su tiempo, que su tiempo es su patria y que, sobre esa patria de tiempo, llega la hora de asumir las riendas, de ser valientes y de afrontar cambios profundos.

Un sector de esta generación que ya sabe que la democracia está permanentemente expuesta a la legitimidad del ejercicio.

Un sector de esta generación que ya sabe que la política no pertenece a nadie más que a los ciudadanos y a la sociedad en su conjunto; que los partidos no tienen el monopolio de la política, sino que son instrumentos de cambio de la sociedad, y una sociedad civil vibrante es, en palabras de Adela Cortina, el mejor motor de cambio de un país.

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Un sector de la generación que cuando, como yo, participa en política no lo hace para sentirse político, sino que lo hace como una forma de reconocerse ciudadanos.

Un sector de esta generación que se encuentra cómoda ante un proceso político cada vez más descentralizado y más complejo y que, en la mutua nutrición de los distintos actores, se reconoce en una sociedad mas rica y mejor.

Un sector de mi generación que sabe que sin fundamentales las instancias de mediación en las que se forma la voluntad política, que sabe que las demandas de cambios de esas instancias de mediación son mayores que nunca y son más ciertas que nunca y son más necesarias que nunca.

Un sector de mi generación que sabe que es urgente la recuperación de las capacidades de actuación y control democrático por parte de la ciudadanía en estos tiempos de gap entre la oferta y la demanda, al menos, en tres ámbitos: El primero, en el nacional, mejorando el funcionamiento de las instituciones para anticipar y resolver problemas. El segundo, en el europeo, completando al unión monetaria, inaugurando la gobernanza económica integrada y profundizando en el modelo social europeo. Finalmente, en el ámbito global, mejorando la regulación de los mercados financieros y atendiendo a desafíos que comentaba al principio y que son globales.

Desde toda esa óptica, en mi opinión, debemos hacernos cargo de una realidad que nos lleva directos al planteamiento de un cambio profundo al servicio de una España mejor. Un shock de modernidad, una apuesta histórica, una apuesta por un tiempo nuevo. Un tiempo que es lo único que tenemos, una época a la que pertenecemos y en la que empezamos a notar que tenemos la responsabilidad de escribir un nuevo capítulo de nuestra historia. Una historia que coloque la palabra ciudadanía en el innegociable sujeto de todas las frases y que utilice los verbos –todos los verbos- de la política, más amplia ésta que nunca al servicio de un futuro marcado por un nuevo mapa de sonidos.

Un país, por tanto, que suene a modernidad. A partidos políticos abiertos que busquen talento. A instituciones transparentes que funciones con una ley de transparencia como la británica; con actores clásicos de la política que sientan a los nuevos como actores relevantes de producción de influencia. A instituciones que regulen mejor el combate contra la corrupción, que confíen más en la sociedad desde el punto de vista de la participación. Que hagan una apuesta histórica por un país posible frente a la manifiesta imposibilidad de que las cosas continúen así mucho tiempo.

Una nueva narrativa ciudadana al servicio de una democracia más participativa y más transparente y, por tanto, mejor. Con una política que dentro de ella orienta el tiempo histórico hacia un shock de modernidad.

Una economía altamente competitiva en este escenario global.

Una sociedad cohesionada en términos de igualdad y de acceso a los servicios públicos.

Y una sociedad que conviva en una concepción generosa de la idea de ciudadanía en derechos y obligaciones y en libertades públicas.

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En conclusión, formo parte de una generación y de un sector de la misma que está empezando a ser consciente de su responsabilidad histórica y que ha tomado consciencia de que el desafío consiste en apelar a los más altos valores humanos al servicio del mejor capítulo de toda nuestra historia, precisamente el que está por venir.

Gracias