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Enseñanzas del Papa Francisco. No.59
Enseñanzas del Papa Francisco. No.59
El 26 de mayo dijo acerca del holocausto
judío, al visitar el memorial del Yad
Vashem:“¿Quién te ha
contagiado la presunción de apropiarte del bien y
del mal? ¿Quién te ha convencido
de que eres dios? No sólo has torturado y
asesinado a tus hermanos,
sino que te los has ofrecido en sacrificio a ti
mismo, porque te has erigido en
dios”…
“En este lugar, memorial de la Shoah, resuena esta pregunta de Dios: ‘Adán,
¿dónde estás?’”...esta pregunta “contiene todo el dolor
del Padre que ha perdido a su hijo”. “El Padre – conocía el riesgo de la libertad; sabía que el hijo podría perderse… pero
quizás ni siquiera el Padre podía imaginar una caída como ésta, un
abismo tan grande.
Ese grito: "¿Dónde estás?", aquí, ante la
tragedia inconmensurable del Holocausto, resuena como una voz que
se pierde en un abismo sin fondo…”
“Hombre, ¿dónde estás?
Ya no te reconozco. ¿Quién eres,
hombre? ¿En qué te has
convertido? ¿Cómo has sido capaz de
este horror? ¿Qué te ha hecho caer tan
bajo? No ha sido el polvo de la tierra, del que
estás hecho. El polvo de la tierra es
bueno, obra de mis manos.
No ha sido el aliento de vida que soplé en tu nariz. Ese soplo viene de mí; es
muy bueno”… “No, este abismo no puede ser sólo
obra tuya, de tus manos, de tu corazón…
¿Quién te ha corrompido? ¿Quién te ha desfigurado?”
De la tierra se levanta un tímido gemido que
pide a Dios que tenga piedad porque “llevamos la deshonra en el rostro,
la vergüenza”. “Se nos ha venido encima un mal como jamás sucedió bajo el cielo. Señor,
escucha nuestra oración, escucha nuestra súplica, sálvanos por tu
misericordia. Sálvanos de esta monstruosidad”.
“Hemos pecado contra ti. Tú reinas por
siempre. Acuérdate de nosotros en tu misericordia.
Danos la gracia de avergonzarnos de lo que, como hombres, hemos sido capaces de hacer,
de avergonzarnos de esta máxima idolatría, de haber despreciado y destruido nuestra carne,
esa carne que tú modelaste del barro, que tú vivificaste con tu aliento de vida”.
“¡Nunca más, Señor, nunca más!
‘Adán, ¿dónde estás?’. Aquí estoy, Señor, con la vergüenza de lo
que el hombre, creado a tu imagen y semejanza,
ha sido capaz de hacer. Acuérdate de nosotros en tu
misericordia”…
El 26 de mayo en la homilía en el
Cenáculo dijo: “Aquí, donde Jesús consumó la Última
Cena con los Apóstoles; donde,
resucitado, se apareció en medio de
ellos; donde el Espíritu Santo
descendió abundantemente sobre María y los
discípulos.
Aquí nació la Iglesia, y nació en salida. Desde aquí salió, con el Pan partido
entre las manos, las llagas de Jesús en los ojos,
y el Espíritu de amor en el corazón”.
“En el Cenáculo, Jesús resucitado, enviado por el Padre, comunicó su
mismo Espíritu a los Apóstoles y con esta fuerza los envió a renovar la faz de la tierra. Salir, marchar, no quiere decir
olvidar. La Iglesia en salida guarda la memoria de lo que sucedió aquí;
el Espíritu Paráclito le recuerda cada palabra, cada gesto, y le revela su
sentido”.
“El Cenáculo nos recuerda el servicio, el lavatorio de los pies, que Jesús realizó,
como ejemplo para sus discípulos. Lavarse los pies los unos a los otros
significa acogerse, aceptarse, amarse, servirse mutuamente. Quiere decir servir
al pobre, al enfermo, al excluido, al que resulta
antipático, al que me fastidia”.
“El Cenáculo nos recuerda, con la Eucaristía, el sacrificio.
En cada celebración eucarística, Jesús se ofrece por nosotros al Padre, para que también
nosotros podamos unirnos a Él, ofreciendo a Dios nuestra vida, nuestro trabajo, nuestras alegrías y nuestras penas…, ofrecer todo en
sacrificio espiritual”.
“El Cenáculo nos recuerda la amistad.
"Ya no les llamo siervos
–dijo Jesús a los Doce-… a ustedes les llamo
amigos". El Señor nos hace sus amigos, nos confía la
voluntad del Padre y se nos da Él mismo. Ésta es la experiencia más
hermosa del cristiano, y especialmente del sacerdote: hacerse
amigo del Señor Jesús. Descubrir en su
corazón que Él es amigo”.
“El Cenáculo nos recuerda la despedida
del Maestro y la promesa de
volver a encontrarse con sus amigos. "Cuando vaya…,
volveré y les llevaré conmigo, para que
donde estoy yo, estén también ustedes". Jesús no nos deja, no nos abandona
nunca, nos precede en la casa
del Padre y allá nos quiere llevar con Él”.
“Pero el Cenáculo recuerda también la mezquindad, la curiosidad –"¿quién es el
traidor?"-, la traición. Y cualquiera de nosotros, y no sólo
siempre los demás, puede encarnar estas actitudes, cuando miramos con suficiencia al hermano, lo
juzgamos; cuando traicionamos a Jesús con nuestros
pecados”.
“El Cenáculo nos recuerda la comunión, la fraternidad,
la armonía, la paz entre nosotros. ¡Cuánto amor,
cuánto bien ha brotado del Cenáculo! ¡Cuánta caridad ha salido de aquí, como un
río de su fuente, que al principio es un arroyo y después crece
y se hace grande…
Todos los santos han bebido de aquí; el gran río de la
santidad de la Iglesia siempre encuentra su
origen aquí, siempre de nuevo, del Corazón de
Cristo, de la Eucaristía, de su
Espíritu Santo.
El Cenáculo, finalmente, nos recuerda el nacimiento de la nueva familia, la Iglesia,
nuestra Santa Madre Iglesia, constituida por Cristo resucitado.
Una familia que tiene una Madre, la Virgen María.
Las familias cristianas pertenecen a esta gran familia, y en ella encuentran luz y fuerza para caminar y renovarse, mediante las fatigas y las pruebas de la vida. A esta gran familia
están invitados y llamados todos los hijos de Dios de cualquier pueblo y lengua, todos
hermanos e hijos de un único Padre que está en los cielos.
Éste es el horizonte del Cenáculo: el horizonte del Resucitado y de la Iglesia.De aquí parte la Iglesia en salida, animada por el soplo vital del Espíritu. Recogida en
oración con la Madre de Jesús, revive siempre la esperanza de una renovada
efusión del Espíritu Santo: Envía, Señor, tu Espíritu,
y renueva la faz de la tierra.”
El 28 de mayo dijo : …“Recemos por la paz en Tierra Santa y en todo Medio Oriente”, “Los invito a todos ahora a rezar juntos, a rezar juntos a la Virgen, Reina de la Paz, Reina de la unidad entre los cristianos, la
mamá de todos los cristianos: que Ella nos de paz, a todo el mundo, y que Ella nos
acompañe en este camino de unidad”.
El 28 de mayo refiriéndose a su
encuentro con Bartolomé I en Tierra Santa en el Santo Sepulcro, dijo:
…“En aquel lugar donde resonó el anuncio de la Resurrección, sentimos toda la amargura y el
sufrimiento de las divisiones que aún existen entre los
discípulos de Cristo.
Y de verdad esto hace tanto mal, mal al corazón
¡estamos todavía divididos! En aquel lugar donde precisamente ha resonado el anuncio
de la resurrección, donde Jesús nos da la vida, ¡todavía nosotros estamos un poco
divididos!”.
“En aquella celebración, cargada de mutua fraternidad,
de estima y de afecto, percibimos, fuerte, la voz del Buen Pastor Resucitado,
que quiere hacer de todas sus ovejas un solo rebaño; sentimos el deseo de sanar las heridas aún abiertas y proseguir con
tenacidad el camino hacia la plena comunión”.
“Una vez más, como lo han hecho los Papas anteriores,
yo pido perdón por lo que nosotros hemos hecho para favorecer esta división
y pido al Espíritu Santo que nos ayude a sanar las heridas que nosotros hemos
provocado a los otros hermanos”.
“Todos somos hermanos en Cristo y con el Patriarca Bartolomé somos amigos, hermanos
y hemos compartido las ganas de caminar juntos, de hacer todo lo que desde hoy
podemos hacer, rezar juntos, trabajar juntos por el rebaño de Dios, buscar la paz, custodiar
la creación. Tantas cosas que tenemos en común.
Y como hermanos tenemos que seguir adelante”.
El 30 de mayo dijo en su homilía: “En la vida cristiana hay momentos de
temor y en ellos nos preguntamos si “no sería mejor bajar un poco el nivel y no ser tan cristianos y buscar un compromiso con el
mundo”, pero San Pablo –que también tuvo miedo-, confió en que al final Cristo convertiría sus
sufrimientos en alegría y no se detuvo a pesar de las persecuciones.
Esto, “nos hace pensar en nuestros miedos, en nuestros temores”. Cristo, también tuvo miedo y angustia en Getsemaní y advirtió a sus discípulos que
el “mundo se alegrará” por sus sufrimientos,
como sucederá con los primeros mártires
en el Coliseo.
“Y nosotros debemos decirnos la verdad: no toda la vida cristiana es una fiesta.
¡No toda! Se llora, tantas veces se llora. Cuando estás enfermo; cuando tienes un
problema en tu familia con un hijo, con una hija, la esposa, el marido;
ves que el sueldo no alcanza hasta fin de mes
y tienes un hijo enfermo; cuando ves que no puedes pagar la cuota del crédito inmobiliario
de la casa y se deben ir…
Tantos problemas, tantos que nosotros tenemos.
Pero Jesús nos dice: ‘¡No tengas miedo!’. ‘Sí, estarán tristes, llorarán y también la
gente se alegrará, la gente que está contra ti’”.
A esto, se suma otra tristeza, que es la que “nos llega a todos nosotros cuando vamos por un camino que no es bueno”. Cuando,
“por decirlo sencillamente”, “vamos a comprar la alegría, la alegría esa del mundo, esa del pecado. Al final hay un vacío dentro
de nosotros, hay tristeza”. Y ésta “es la tristeza de la mala alegría”.
En cambio, la alegría cristiana es la “alegría en esperanza, que llega”.
“Pero en el momento de la prueba nosotros no la vemos. Es una alegría que es purificada por las pruebas y también por las pruebas de
todos los días: ‘Su tristeza se cambiará en alegría’. Pero cuando vas a lo de un enfermo
o a lo de una enferma que sufre tanto es difícil decir: ‘¡Ánimo! ¡Coraje! ¡Mañana
tendrás alegría!’. ¡No, no se puede decir! Debemos hacerla sentir como la hizo sentir
Jesús”.
“También nosotros, cuando estamos precisamente en la oscuridad, que no vemos
nada: ‘Yo sé, Señor, que esta tristeza se cambiará
en alegría. ¡No sé cómo, pero lo sé!’. Un acto de fe en el
Señor. ¡Un acto de fe!”.
Para comprender cómo la tristeza se transforma en alegría, Jesús puso el ejemplo
de la mujer que da a luz. “Es verdad, en el parto la mujer sufre tanto,
pero después, cuando el niño está con ella, se olvida”. Lo que queda,
por tanto, es “la alegría de Jesús, una alegría purificada”.
Esa es “la alegría que queda”.
Una alegría “escondida en algunos momentos de la vida, que no se siente en los
momentos feos, pero que viene después: una alegría en la
esperanza”. Éste “es el mensaje de la Iglesia de hoy: ¡no
tener miedo!”.
“Que el Señor nos dé a todos nosotros esta alegría en la esperanza. Y el signo de que
nosotros tenemos esta alegría en esperanza es la paz. Cuántos enfermos,
que están en el final de la vida, con los dolores,
tienen esa paz en el alma… Ésta es la semilla de la alegría, ésta es la alegría en la
esperanza, la paz”.
“¿Tú tienes paz en el alma en el momento de la oscuridad, en el momento de las
dificultades, en el momento de las persecuciones,
cuando todos se alegran por tu mal? ¿Tienes paz?
Si tienes paz, tú tienes la semilla de aquella alegría que vendrá después.
Que el Señor nos haga comprender estas cosas”.
El 1 de junio dijo al presidir el rezo del Regina Caeli frente a la multitud congregada en la Plaza
de San Pedro, en el Domingo de la Ascención:
“Jesús, cuando va al Cielo, le lleva al Padre un regalo. ¿Pensaron en esto?
¿Cuál es el regalo que Jesús lleva al Padre? Sus llagas.
Este es el regalo que Jesús lleva al Padre. Su cuerpo es bellísimo, sin las heridas de la
flagelación, todo hermoso, pero, ha conservado las llagas”.
“Y cuando va al Padre, le dice al Padre: Mira Padre, éste es el precio del perdón que tú das. Y cuando el Padre mira las llagas de
Jesús, nos perdona siempre. No porque nosotros somos buenos, no. Porque Él ha
pagado por nosotros. Mirando las llagas de Jesús el Padre se vuelve más misericordioso,
más grande, ¡eh!”.
“Este es el gran trabajo que hace Jesús hoy en el Cielo. Hacer ver al Padre el precio del
perdón, sus llagas. ¡Qué cosa bella esta eh! No tengas miedo de pedir perdón. Él siempre perdona. ¡No tengas
miedo! Porque Él mira las llagas de Jesús, mira
nuestro pecado, y lo perdona”.
“Jesús parte, asciende al Cielo, es decir, regresa al Padre de quien había sido enviado
al mundo”.“Hizo su trabajo, y regresa al Padre. Pero no
se trata de una separación, porque Él permanece para siempre con nosotros, en
una forma nueva. Con su Ascensión, el Señor resucitado atrae la mirada de los Apóstoles – y también nuestra mirada – a las alturas del
Cielo para mostrarnos que la meta de nuestro camino es el Padre”.
“Sin embargo, Jesús permanece presente y operante en las vicisitudes de la historia humana con la potencia y los dones de su
Espíritu; está junto a cada uno de nosotros: incluso si no lo vemos con los ojos, ¡Él está!
Nos acompaña, nos guía, nos toma de la mano y nos levanta
cuando caemos”.
“Jesús resucitado está cerca de los cristianos
perseguidos y discriminados; está cerca de cada hombre y mujer
que sufre. ¡Está cerca de todos
nosotros!”.“También hoy, está aquí con nosotros en la Plaza.
¡El Señor está con nosotros! ¿Ustedes creen
esto?”, “¡El Señor está con
nosotros!
“Jesús también está presente mediante la Iglesia, a la que Él ha enviado a prolongar
su misión. La última palabra de Jesús a los discípulos es
la orden de partir: ‘Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las
gentes’. Es un mandato preciso, ¡no es facultativo!”.
La comunidad cristiana, “es una comunidad ‘en salida’, una comunidad
‘en partida’. Es más: la Iglesia ha
nacido ‘en salida’. Y ustedes me
dirán: ¿pero y las comunidades de clausura?
Sí, también ellas, porque están siempre ‘en salida’ con la oración, con
el corazón abierto al mundo,
a los horizontes de Dios. ¿Y los ancianos, los
enfermos? También ellos, con la oración y la unión a
las llagas de Jesús”.
“A sus discípulos misioneros Jesús les dice:
‘Yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo’. Solos, sin
Jesús, ¡no podemos hacer nada!”.
“en la obra apostólica no bastan nuestras fuerzas, nuestros recursos,
nuestras estructuras, si bien son necesarias. Pero no bastan. Sin la
presencia del Señor y la fuerza de su Espíritu nuestro trabajo,
aun si bien organizado, resulta ineficaz”.
“Y así vamos a decir a la gente quién es Jesús.
Pero yo no quisiera que ustedes se olviden del regalo que Jesús ha llevado al Padre.
¿Cuál es el regalo? Las llagas. Así. Porque con estas llagas hace ver al Padre el precio de su
perdón”.
“junto a Jesús nos acompaña María, nuestra Madre”.
“Ella ya está en la casa del Padre, es Reina del
Cielo y así la invocamos en
este tiempo; pero como Jesús está con
nosotros, es la Madre de nuestra
esperanza”.
El 1 de junio luego del rezo del Rosario por la culminación de mayo, Mes de María, se rezó la siguiente oración realizada por el
Papa Francisco:
Virgen y Madre María,
tú que, movida por el Espíritu, has acogido al Verbo de la vida
en la profundidad de tu humilde fe,
totalmente entregada al Eterno,
ayúdanos a decir nuestro ‘sí’, en la
urgencia más imperiosa que nunca, de hacer resonar la Buena Noticia de
Jesús.
Consíguenos ahora un nuevo ardor de resucitados para llevar a todos el
Evangelio de la vida que vence la muerte.Danos la santa audacia de buscar nuevos caminos para que llegue a todos el don de
la belleza que no se apaga.
Estrella de la nueva evangelización,
ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la
comunión, del servicio, de la fe ardiente y
generosa, de la justicia y del amor hacia los pobres, para
que la alegría del Evangelio llegue hasta
los confines de la tierra y ninguna periferia sea
privada de tu luz.
Madre del Evangelio viviente, manantial de
alegría para los pequeños, ruega por
nosotros. Amén. Aleluya.
El 26 de mayo el Papa Francisco en su discurso al máximo líder religioso musulmán,
dijo: “…Respetémonos y amémonos los unos a los
otros como hermanos y hermanas. Aprendamos a comprender el dolor del otro.Que nadie instrumentalice el nombre de Dios
para la violencia. Trabajemos juntos por la justicia y por la paz.
¡Salam!
El 26 de mayo en discurso dirigido al presidente de Israel, Shimon Peres, dijo: ...
“Los Lugares Santos no son museos o monumentos para turistas, sino lugares
donde las comunidades de creyentes viven su fe, su cultura, sus obras de caridad. Por eso, se deben salvaguardar para siempre en su
sacralidad, tutelando así no sólo el legado del pasado, sino también a las personas que los visitan hoy y que los visitarán en el futuro.
…“La construcción de la paz exige sobre todo el respeto a la libertad y a la dignidad de la persona humana, que judíos, cristianos y
musulmanes consideran igualmente creada por Dios y destinada a la vida eterna.
A partir de este punto de referencia que tenemos en común, es posible proseguir en el
empeño por una solución pacífica de las controversias y los conflictos.
A este respecto, renuevo el deseo de que se eviten, por parte de todos, las iniciativas y los actos que contradicen la declarada voluntad
de alcanzar un verdadero acuerdo y de que no nos cansemos de perseguir la paz con
determinación y coherencia”.
“Se debe rechazar firmemente todo lo que se opone al logro de la paz y de una respetuosa
convivencia entre judíos, cristianos y musulmanes:
el recurso a la violencia y al terrorismo, cualquier tipo de discriminación por motivos
raciales o religiosos,
la pretensión de imponer el propio punto de vista en perjuicio de los derechos del otro, el antisemitismo en todas sus formas posibles,
así como la violencia o las manifestaciones de intolerancia contra personas o lugares de culto judíos, cristianos y musulmanes.”
El 30 de mayo dijo: “Debemos constatar con gran dolor que la crisis
siria no ha sido resuelta, es más continua, y existe el riesgo de acostumbrarse a ella: de
olvidar a las víctimas cotidianas, los indecibles sufrimientos, los millares de
prófugos, entre los cuales ancianos y niños, que padecen y a veces mueren por hambre y causadas por la
guerra.
Esta indiferencia ¡hace mal! Una vez más debemos repetir el nombre de la enfermedad que hoy nos hace tanto mal en el
mundo: la globalización de la indiferencia”.
“el futuro de la humanidad se construye con la paz
y no con la guerra” porque esta “destruye, mata, empobrece a pueblos y
países”.
“Pido a todas las partes que, aspirando al bien común, consientan de inmediato la obra de
asistencia humanitaria y cuanto antes hagan callar las armas y se empeñen en negociar,
poniendo en primer lugar el bien de Siria, de todos sus habitantes, también de aquellos que lamentablemente han tenido que refugiarse y
que tienen el derecho de regresar lo más pronto posible a la patria”.
El 1 de junio dijo: “Con profunda tristeza, rezo por las víctimas de las tensiones que aún
prosiguen en algunas regiones de Ucrania, así como en la República Centroafricana. Renuevo mi apremiante llamamiento a todas las partes
implicadas, para que se superen las incomprensiones y se busque con paciencia el
diálogo y la pacificación”.
“que María Reina de la Paz nos ayude a todos con su intercesión materna. María Reina de la Paz, ruega por
nosotros”.
En twitter dijo: Entablemos una profunda amistad con
Jesús: así podremos seguirlo de cerca
y vivir con Él y para Él.
Todo cristiano, en su puesto de trabajo, puede dar testimonio,
con sus palabras y más aún con una vida honrada.
En los momentos difíciles de la vida, el cristiano encuentra amparo bajo el manto de
la Madre de Dios.
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Que Dios te llene de bendiciones. Y que permanezcamos unidos en el
amor a Jesús.
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