EL DACIA Y EL CABLE TELEGRAFICO DE CADIZ A NUESTRA CIUDAD

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Artículo de Juan Antonio Padrón Albornoz, periódico El Día, sección "Santa Cruz de ayer y hoy", 1983/12/11

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Una muy antigua estampa del puerto de Santa Cruz. Fondeado detrás del Muelle Sur, una «mamaria de cruceta» y, a su abrigo y a la derecha, la estampa blanca del cañonero «Ardent», de la Marinafrancesa, uno de los últimos vapores de ruedas que por aquí recaló.

A LLÁ por 1883, la ciudadtenía surcos de tierraluciente entre El Tos-

cal, Ventoso y Tahodio. Másallá, Valleseco y La Jurada,playa en la que se amarró —hi-zo ahora un siglo— el cable tele-gráfico submarino que unió aTenerife, a las islas con Cádiz.

Santa Cruz de Tenerife, ciu-dad marinera por tradición yvocación plena, guarda en losanales de su puerto nombres ymás nombres de cableros—«Neptun», «John A. Mackay»,«Castillo Olmedo», «Ampere»,«Monarch», «Alert», etc.— que,al correr de un centenar deaños, han tenido a su cargo elmantenimiento y reparación delos cables que amarraron yamarran en las costas de laciudad.

Los cableros son barcos delíneas precisas y preciosas,barcos con un sello especialísi-mo de construcción y estampamarinera. Moliendo espumas,rompiendo olas al ritmo cansi-no de sus alternativas triples,fueron barcos —son barcos—que trillaron con monótonaconstancia los mares y, unasveces dejaban ir por la popa lanueva línea y, en otras, con pa-ciencia trataban de localizar laaveriada para, una vez a subordo, proceder a la oportuna ysiempre urgente reparación.

Hoy, la evocación de dosbarcos, los «Dacia» e «Interna-tional» que, hace un siglo, consus estelas escribieron historias—muy buena historia— en lasaguas de Santa Cruz.

Era cuando los barcos anda-ban a vapor, devorando carbónpor sus hornos y devolvían alas nubes negros y airosos pe-nachos que quedaban tendidossobre la estela. Era cuando laciudad —nacida al filo de la ola,al calor y color del Atlántico—miraba de frente a la mar, co-mo siempre y como ahora, puesbien comprende que cuantofue, es y será, le ha llegado, lle-ga y llegará, por la lámina azuldel infinito.

Santa Cruz de Tenerife esciudad que siempre ha queridoser —ser no es sino querer ser—y, de ahí, esa su marcha haciaadelante, por el buen y rectocamino del progreso y, tam-bién, el bien hacer de sus hom-bres. Cierto es también que nopuede tener esperanzas quienno tenga recuerdos y, por ello—por buen ganados recuerdos-Santa Cruz tiene y tendrá siem-pre metas, ilusiones que se al-canzan con ejemplar constan-cia y luego forman los hitos queseñalan la marcha, el progresode la ciudad, de toda la isla deTenerife.

Nuestra vieja y muy queridaciudad de Santa Cruz tiene an-tigüedad salada y portuaria,antigüedad llena de gracia ydonaire. Es por ello que en suhistoria se encuentren nombresy más nombres ligados a su

Santa Cruz de ayer y de hoy

El «Dacia» y el cable telegráfico deCádiz a nuestra ciudad

puerto, verdadera puerta de laisla toda. Entre tales nombres,los de los cableros antes citadospero, desde luego, ante todos—y en lugar muy destacado— el.del «Dacia», el que, con el «In-ternational», hace un siglo ten-dió el cable histórico por su sig-nificación para las islas todas.

La historia del cable subma-rino comenzó en 1882 y, el 6 dediciembre del año siguiente,fue oficialmente inaugurado.Con tal motivo, las fiestas enSanta Cruz duraron tres días y,como bien dice don AlejandroCioranescu en su «Historia deSanta Cruz», el entusiasmo eratan grande «que se llega a du-dar si se celebraba el nuevo eimportante servicio conseguidoo la victoria política que se ha-bía obtenido».

En la zona costera de SantaCruz de Tenerife, el cable ama-rraba en la playa de La Jurada—donde había una conexión pa-ra Las Palmas y desde Bueña-vista otra a Santa Cruz de laPalma— y las oficinas y centraltelegráfica se encontraban enla calle de la Cruz Verde.

Con las primeras luces del 1de noviembre de 1883, el puer-to de Santa Cruz era un regaloazul pintado de barcos. Frenteal Castillo de San Pedro, las go-letas y balandras del cabotaje yla pesca compartían el fondeocon las negras y panzudas ga-barras del carbón. Eran tiem-pos de poco muelle y muchosbarcos y, aproada al tiemporeinante, la fragata «Victoria»—de matrícula tinerfeña y en-tonces al mando del capitánMarrero— que, con carga demadera, había llegado de SaintJohn el 8 de septiembre. La«Victoria» —de 510 toneladas yconstruida en la playa de losMelones— estaban tripuladaspor catorce hombres, de capi-tán a paje, y se le considerabacomo uno de los mayores y me-jores veleros de construccióntinerfeña. El siguiente día 4,una vez finalizó las operacionesde carga fue despachada pordon Juan Cumella para La Ha-bana y otros puertos de la Cubaentonces española.

Cerca de la fragata «Victo-ria», el bricbarca «Amalia» —de347 toneladas y tripulado por13 hombres al mando del capi-tán don Juan González— que,desde el 27 de septiembre, es-taba fondeado en aguas deSanta Cruz. En ocho singladu-ras había cruzado desde Cádizy, tras cargar, el 9 de noviem-

bre se hizo a la vela con rumboa La Habana.

En aguas de Santa Cruz re-saltaban dos estampas marine-ras gallardas y llenas de gra-cia. Una era la de la fragata«Concepción», de la Marina deGuerra, española, que al man-do del comandante Reguerahabía dado fondo el 16 de octu-bre procedente de Cádiz. Tripu-lada por 397 hombres y artilla-da con veinte cañones, la «Con-cepción» —que el 27 de noviem-bre zarpó rumbo a Cádiz— esta-ba fondeada cerca de la corbe-ta «Ceres» que, también de laArmada Española, al mandodel comandante Barroso habíallegado a Santa Cruz el 2 de oc-tubre. La «Ceres», artillada condos cañones, estaba tripuladapor 84 hombres y, por enton-ces, se encontraba de apostade-ro en aguas de nuestra ciudad.

Fondeado a la gira, el vaporinglés «Timsah» —chimenea demucha guinda y aparejo de go-leta en sus dos palos— descar-gaba en las gabarras abarloa-das a banda y banda el carbóngales que abarrotaba sus bode-gas. Este vapor, de 914 tonela-das y al mando del capitán Wil-son, había dado fondo el 28 deoctubre y, una vez finalizó ladescarga en las gabarras deHamilton y Compañía, arran-chó a son de mar y, el día 4, co-menzó a virar el ancla. Ya conella a pique, dio avante y,mientras la hélice batía y batíala mar, la proa —obediente altimón— cayó y apuntó a Puntade Anaga, por donde ya se divi-saba un negro y espeso pena-cho de humo.

Cantó la campana de la ata-laya situada en el castillo deSan Cristóbal y, casi al mismotiempo, por la driza subió la se-ñal que indicaba «vapor dearriba». Ya cerca, y en el«avante poca» de las entradas,éste arrumbó al fondeaderoasignado por el práctico y, conférreo estrépito de cadenas queescapaban por los escobenes,dio fondo, Poco a poco, el re-cién llegado se aproó al tiemporeinante al tiempo que las ga-barras y aljibes llegaban a suscostados. Se trataba del vaporfrancés «Porteña» —de la Char-geurs Reunís, barcos aquí co-nocidos por los de «las cinco es-trellas»— que, al mando del ca-pitán Le Guen, llegaba de ElHavre en seis singladuras y,una vez finalizó las operacionesde carboneo y refresco de laaguada, fue despachado por

Hardisson Hermanos para Ríode Janeiro, Montevideo y Bue-nos Aires.

Poco después, de nuevo can-tó el bronce de la atalaya y, porla driza del palo, subió la señalque indicaba que dos vaporesvenían «de enfrente». Efectiva-mente, se trataba de los tan es-perados «Dacia» e «Internacio-nal» que, desde Cádiz, veníancon el tan esperado cable parasu amarre en La Jurada.

El cablero «Dacia» —de 1.473toneladas— venía al mando delcapitán Bayward y su tripula-ción la componían 101 hom-bres entre marinos propiamen-te dichos, maquinistas y espe-cialistas en cables y su tendido.El «International», de 1.004 to-neladas y 83 tripulantes, esta-ba al mando del capitán W.A.Findall. Ambos arbolaban ban-dera inglesa y estaban matricu-

, lados en Londres.Los dos cableros llevaron a

cabo las operaciones de amarreen La Jurada y, luego, hicieronvarias salidas —la primera eldía 4 para regresar el 6— parael tendido de los enlaces conLas Palmas y Santa Cruz de LaPalma. Este último enlace—desde Buenavista del Norte—se inició con la salida del día 6y, cuatro días más tarde, losdos cableros regresaron a San-ta Cruz de Tenerife.

El día 16, el «Dacia», con el«International» en su estela,arrumba a Santa Cruz de LaPalma, desde donde el primeroregresa a esta ciudad el 23 y,dos días más tarde, lo hace sucompañero de tareas. Ya enpuerto, carbonean, hacen laaguada y, el 27, levan y ponenproa a Cádiz.

El 15 de diciembre, los «Da-cia» e «International» vuelven aSanta Cruz de Tenerife y, tresdías más tarde, el primero zar-pa para llevar a cabo operacio-nes de mantenimiento del cablesubmarino. El 26, él «Interna-cional» vira el ancla y, ya enfranquía, arrumba a Londres;el 29 de febrero de 1884, nuevaescala del «Dacia» —que veníaprocedente de Arrecife de Lan-zarote— y que, el 18 de marzo,lleva a cabo inspección del ca-ble para, dos días después, re-gresar a Santa Cruz, desdedonde el 23 se hace a la marrumbo a Londres.

El «Dacia» fue un cablero conbuena historia, barco que hadejado su nombre en un bancodel Atlántico y, por su relacióncon las comunicaciones por ca-

ble, su estampa marinera haquedado plasmada en un sellode Jamaica emitido en 1970con motivo del —como hemoscelebrado en Santa Cruz— cen-tenario del tendido del primercable telegráfico a dicha isla.

El «Dacia» era un vapor decasco de hierro, de 75 metrosde eslora, que para la Norwoodand Company había sido bota-do, en 1867, en los astilleros dela J. Laing, de Sunderland. Entres palos podía largar buenacantidad de trapo en velas re-dondas y cangrejas y, entre losmayor y mesaría, se alzaba unachimenea de mucha guinda yen caída.

Tres años más tarde, el «Da-cia» fue adquirido por la em-presa India-Rubber Gutta-Per-cha and Telegraph Works, em-presa que por entonces tenía sucentral el Silvertown, Londres.Entre 1869 y año siguiente, SirCharles Bright y su hermanoEdward formaron dos compa-ñías —la West India and Pana-má y la Cuba Submarina Tele-graph— para unir las principa-les islas de las Antillanas conLa Habana entonces española

y, desde allí, a los Estados Uni-dos, país ya conectado a Euro-pa a través del cable del Atlán-tico.

Era necesario un buen cable-ro para llevar a cabo el tendidoy, desde luego, el «Dacia» fue elseleccionado. Fue preciso au-mentar la eslora en 12 metrosy, con nuevo equipo para eltendido de cables y maquinasauxiliares, era por entonces laúltima palabra de la técnica es-pecializada en su difícil tarea.

En 1870 comenzó el tendidodel cable que, de cuatro tiposdiferentes, tenía 4.000 millasde extensión y, en total, pesabaunas 10.000 toneladas. Fueembarcado el cable por el «Da-cia», el vapor «Suffolk» y tresfragatas especialmente fleta-das para ello.

Tras esta etapa de vida ma-rinera, el «Dacia» continuó susactividades en la mar, si bienya superado por nuevas unida-des especializadas y, en di-ciembre de 1915 —cuando a laaltura de Funchal intentaba re-cuperar el cable alemán conAmérica del Sur— fue torpedea-do y hundido por un submarinode la Marina germana.

Así terminó la vida marineradel cablero que, hace un siglo,conectó a Santa Cruz de Tene-rife con Cádiz. Han pasado losaños y las décadas y, comosiempre, Santa Cruz de Teneri-fe, la ciudad con muy buenosrecuerdos, tiene ilusiones y es-peranzas. Tiene una evocaciónpara el «Dacia», el barco de lavida sencilla, buena y silencio-sa.— Juan A. Padrón Albornoz.

EXCMO. CABILDOINSULAR DE

TENERIFEACTO DE APERTURA DE LA NUEVA INSTALACIÓN

DE LA SALA DE ANTROPOLOGÍA DEL MUSEOARQUEOLÓGICO DE TENERIFE (DONACIÓN DEL

DR. DON JUAN BETHENCÜURT RIMERO)

Presentación a cargo de Don LUIS DIE-GO CUSCOY, Director del expresado Museo.

Intervención del Iltmo. Sr. Don JOSÉ SE-GURA CLAVELL, Presidente del Excmo. Cabil-do Insular de Tenerife.

Martes, día 13 de diciembre de 1983, 20horas.

Palacio Insular, 2a Planta.Asistencia libre.

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