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Cursillo de mitologia - Roberto Cadavid Misas Argos

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Un libro para disfrutar y compartir, lamitología Griega contada de unaforma muy particular, con unlenguaje propio de la Antioquia delsiglo XIX, un tema complicadoabordado de una forma simple,perfecto para llamar la atención decualquier persona, incluso aquellosque no disfrutan de la lectura.

Roberto Cadavid Misas«Argos»

Cursillo demitología

ePUB v1.0boterwisk 24.06.12

Título original: Cursillo de mitologíaRoberto Cadavid Misas «Argos»,06/07/1983.Ilustraciones: Luis Fernando Castro T.Diseño/retoque portada: boterwisk

Editor original: boterwisk (v1.0)ePub Base v2.0

Presentación

Durante muchos años, «LaGazapera» se publicó en el periódico ElEspectador. Cada día, con precisión yclaridad, y no sin una buena dosis dehumor, Roberto Cadavid, conocido portodos sus lectores como Argos, cumplióla función necesarísima de procurar queen el periodismo colombiano no seperdiera el correcto uso del idioma, nise incurriera en equivocaciones al citarpersonajes, lugares o acontecimientos.Periodistas, escritores y lectorescomunes corregían allí frases

contrahechas y construccionesimpropias. También en El Espectador,domingo a domingo publicó Argos suCursillo de Mitología, toda unahumanización de los dioses y héroesgriegos mediante descripciones de ellos,y sus hazañas hechas con un sabrosolenguaje y risueña malicia.

En su forma primera de columnasemanal, el cursillo de Mitología incluíareferencias a hechos de la actualidadnacional de ese entonces. Por considerarque perdieron su vigencia, y que suinclusión hoy lejos de aclarar haríaconfusos algunos apartes para loslectores, se obviaron sin alterar en nada

el contenido de la obra.Que sea Jorge Franco Vélez, gran

amigo de Argos, quien rinde homenajeal autor, y dé la bienvenida al lector aeste cursillo, del que seguramente saldrácon más conocimientos en su cabeza, ymás sonrisa en su corazón.

Para Argos(El día que parió su

libro)

En tu Cursillo de Mitologíaeres un genio de la travesura,lo trágico lo pintas con

ternuray lo tierno con ágil ironía,

dioses griegos en trance dearriería,

Penélopes rajadas encostura,

Midas guayaquileros de lausura,

Cupidos que no tienenpuntería;

Edipitos que arreglan con lamama

su complejo filial en unacama,

y Argonautas tras áureovellocino,

son otros tantos seresfabulosos

que poblaron tus sueñosasombrosos

de paisa griego allá en tu

risco andino.

Jorge Franco Vélez.

1: Júpiter

Para que no se vayan a imaginar quelo que les voy a contar son invencionesmías, les informo que la sustancia deestos relatos la tomé del deliciosolibrito Mythology, de Edith Hamilton,del cual no conozco versión española.Fue la señora Hamilton una de las másreconocidas autoridades mundiales enMitología, estudio al que dedicó toda sularga vida. Con decirles que a los 90años de edad fue declarada ciudadanahonoraria de Atenas.

Empecemos, pues, este cursillo por

los dioses mayores, que eran doce. Peroque no se me vayan a dejar venir todosen cargamontón, sino de a uno.

El primero que sale es Zeus, elcomandante de todos ellos:

Con este nombre figuraba en lacédula de ciudadanía griega; en laromana, como Júpiter. El era el quemandaba en el cielo; el que juntaba yarremolinaba las nubes y cuando seenverracaba decía a disparar rayos ycentellas (que, entre otras cosas, no séqué son), y desataba unos lapos de aguaque eso parecía la hora llegada. Yseguía lloviendo, agua, Dios,misericordia, hasta que se le quitaba la

bejuquera. ¿Y saben con qué? Con unasardina bien querida o como algunaseñora ajena, no importaba de quiénfuera.

Porque nuestro padre Zeus, para quelo sepáis, mis queridos camaradasmachistas, fue el primer promotor, ocomo quien dice el pionero y decididoimpulsor de la liberación masculina. Erala ñera sarda para jugársela a lacasinadita de Hera, que era…

—¿Hera que era? Cacofonía…—No le hace. No me interrumpa.

Hera, que era su mujer. La misma a laque los romanos le decían Juno. Esa síera la maldita vieja más intransigente y

celosa que ustedes se puedan imaginar.Cómo les parece que un vez… Pero yasonó la campana y tengo que soltarlos arecreo.

En la próxima clase les cuentoalgunas de las perradas de nuestro padreZeus, si mi Dios me da vida y salud. Ysi no les da pereza a ustedes.

Hasta después, pues.

2: Júpiter

En la última clase empecé ahablarles de Zeus o Júpiter como undios ya hecho y derecho, que vivíaechándole el cuento a toda la que sedejara. Pero, en vista de que hanresultado más interesados en estecursillo de lo que yo imaginaba, lo voy adictar en debida forma, empezando porel principio.

Y el principio de Zeus (y decualquiera) son los padres. El taita de élera Cronos, que viene a ser el Saturnode los romanos. Era el dios del Tiempo.

Con Rea Cibeles, su hermanita, tuvo aZeus. Porque en ese tiempo como que nole ponían muchas bolas a impedimentosde parentescos y cismatiquerías de esasy le echaban mano a la que estuvieramás cerquita.

Pero, cómo les parece que a Cronosle dijeron que uno de sus hijos lo iba adestronar, y entonces, cuando dijo él allenarle la barriga de huesos a Rea yella a tener muchachos, hágase de cuentauna paisa sin planificación familiar, elmalvado padre desnaturalizado se losiba tragando uno por uno. Y llegó azamparse hasta cinco; pero cuando Reatuvo el atraso para el sexto fue a

consultar el oráculo, y éste le dijo:—Hija mía: ese niño que te va a

nacer va a ser el dios más importante detodos, pa que te pongás orgullosa. El vaa destronar a ese infame marido tuyo,que te ha hecho perder todas esaspreñeces… ¡Será por buenas que son…!¡Pero ésta sino la vas a perder. Cuandonazca, escóndelo bien escondido delviejo! ¡Cuidadito, pues!

Rea le obedeció al oráculo al pie dela letra, de modo que cuando empezó asentir las afugias y los retorcijonescogió una piedra larguita y la envolvióen unos trapos y quedó hágase de cuentaun culicagadito recién nacido envuelto

en pañales. Y con una sirvienta se lomandó como desayuno a su adoradoesposo, y ella salió a coger, no la cama,como cualquier otra, sino el monte,como las gallinas.

Pues allá le nació Zeítus (así eracomo que le decían cuando estabachiquito), y ella cogió y lo lavó bienlavadito en una agua que salía de unapeña y se lo entregó a una ninfa para quese lo llevara a esconderlo bienescondido, donde Cronos no lo fuera aencontrar. Y la ninfa, que era muy buenay muy querida y que se llamabaAdrastea (pongan atención A-dras-te-a)alzó con él y fue a dar a la isla de Creta,

que quedaba de allá como decir deCartagena a San Andrés. Allá en esa isladio con una cueva que ni mandada ahacer: muy amplia y muy amañadora ybien tapadita con rastrojo en la entrada.Allá acomodó al muchachito y ahímismo le consiguió una nodriza que loalimentara: era una cabra que se llamabaAmaltea. No la vayan a confundir conAdrastea, porque de pronto se noja ésta.Y cómo les parece que el tal Zeítus nopensaba sinó en vivir pegado de la ubrede Amaltea. Seguro que como iba a sersemejante tumbalocas cuando estuvieragrande, empezó a entrenarse conAmaltea, imaginándose que estaba

pegado de Sofía Loren. Es lo que decíaAdrastea: «Si chiquito quiebra grano,¡qué será cuando marrano!». Y loentretenía con cascabeles y pendejaditaspara que no llorara y no lo fuera a sentirde pronto Cronos.

Y así fue pasando el tiempo, hastaque un día, cuando ya estaba crecidito,se puso a jugar con la chiva Amaltea yresultó quebrándole uno de los cachoscontra una barranca. Ese cacho sevolvió mágico: cuando uno queríaalguna cosa, la pedía y ahí mismo ibasaliendo del cacho. Es lo que llaman elcuerno de la abundancia. Ustedes hanvisto un par que hay al pie del escudo

nacional, tan llenos de fintas y derevuelto que hasta se están derramando.

Esto es todo por hoy. La semanaentrante vamos a empezar a conocerlelas perradas al joven Zeus.

Reflexión final

Se me ocurre que a este mito se lepuede encontrar un significado aplicablea la vida moderna. Y es éste: elcontenido de este cuerno era para losantiguos griegos lo que para nosotros lacanasta familiar: así pues, la casa demercado más abundante es aquelladonde el marido tiene los cuernos másgrandes.

3: Júpiter

Cuando Zeus fue creciendo y sesintió ya polligallo empezó a arrastrarleel ala a Metis (la Prudencia), y breve,breve enmozó con ella y fue haciendo sumodo y su maña de que su papá, elcorrompido de Cronos, la colocaracomo copera. ¿Y saben para qué? Paraque ella le diera al viejo un menjurjeque sabía preparar, a ver si vomitaba asus hermanitos, que se los había tragado.Y así fue: no bien probó el brebaje lefueron entrando unas ansias espantosas,y lo primero que arrojó fue la piedra.

¿Se acuerdan? La que le dio Rea paraengañarlo haciéndole creer que eraZeítus recién nacido. De ahí como queviene el dicho de «sacar la piedra». Ydetrás fueron saliendo los cincohermanos de Zeus que tenía el viejo enla barriga y que estaban vivos y yacriados. Eran tres mujeres: Hestia(Vesta), Deméter (Ceres) y Hera (Juno);y dos hombres: Hades (Plutón) yPoseidón (Neptuno).

Fue pasando el tiempo, y así que sevio Zeus ya tatabrón, macanudo y conhermanos que le ayudaran, los llamó yles dijo:

—Bueno, jovencitos: ¡a trabajar se

dijo! Tenemos que bajar de la tarima aese viejo desnaturalizado papá denosotros. Voy a conseguir quién nosayude, porque él está amangualado conlos Titanes y con los Gigantes, que esgente muy guapa y muy jodida.

Y fue y libertó a los Cíclopes, quelos tenía amarrados Cronos, y que eranunos muanes inmensos que no teníansinó un ojo en la mitad de la frente.Mejor dicho, para pelear serían muybuenos, pero para cazar gazapos notenían oficio. También soltó a losHecatonquiros, que no tenían sinó de acien brazos cada uno… ¡Qué tal pararaponeros…!

Resulta que los Cíclopes eran losKrupp de ese tiempo: unos famososfabricantes de armas que en un dos portres le foijaron a Zeus el rayo, a Hadesun casco mágico y a Poseidón untridente.

Pero, antes de seguir adelante lesvoy a contar la primera perrada delamigo de nosotros. Resulta que Rea, lamama de él, apenas lo vio como tanpoderoso y engrandecido y disparandorayos y centellas a dos manos, leprohibió que se casara, porque depronto iba y le resultaban los hijos unosguerrilleros de mala clase. ¿Y sabencuál fue el caso que le hizo el

sinvergüenza ese a la prohibición? Puesque empezó ahí mismo a perseguirla aella con malas intenciones. ¿Cómo lesparece? A la propia mama. Yo no meexplico por qué es que hablan delcomplejo dizque de Edipo, viendo queel de Zeus fue primero. ¿Y qué tuvo quehacer Rea para despistarlo? Puesconvertirse en culebra; pero como él noera ningún bobo, se dio cuenta y ahímismo fue y se escondió en un rastrojitodonde ella no lo viera, y se volvióculebro, y vino y se enredó con ella enuna trabazón lo más particular, y ni paqué les digo. Este sí no era como Adán,que se contentó con un mordisquito a una

manzana. Este no: éste se comió hasta laculebra.

Sigamos. Cuando Zeus se vioacompañado de sus hermanos yreforzado por los Cíclopes y losHecatonquiros, le declaró a Cronos y asus Titanes y a los Gigantes una guerraque duró diez años: como tres veces laguerra de los mil días. Pero al fin laganaron los hijos, y cuando se vierondueños del patio se repartieron lamarrana en esta forma: a Zeus (Júpiter)le tocó el Olimpo, que es, como quiendice, el firmamento, y por ahí derecho latierra; a Poseidón (Neptuno) lecorrespondió el mar, y a Hades (Plutón),

el sótano del mundo, que es donde estánlos muertos. ¡Ah pereza pa éste!

Pero no perdamos de vista a Zeus,que ya va a empezar a dar qué hacer.Porque no bien se adueñó de la haciendase puso a recorrerla, y una tardecita, yatiñendo la oración, se encontró por alláen una manguita a su hermana Hera, quetambién era de las que se había tragadoCronos, y que estaba ya como mango,muy embarnecida y sintiendo ya ciertarasquiñita que dizque les da en la edadde la sardinez. Y cómo les parece queva llegando el caballerito éste lo más detierno, y se le va sentando al lado yempieza a echarle labia y a sobarla lo

más hermanadito y lo más querido él,hasta que se fue alebrestando de talmanera que no se aguantó más y le hizola propuesta sin más vueltas.

Pero más le hubiera valido estarduermes, porque ahí mismo se paró ellahecha una fiera, toda digna, y le dijo«atrevid», que «respetara». Y lo voliópa la porra.

Pero pongan atención a lo que pasó alos pocos días. Una mañana que estabahaciendo un frío espantoso estaba lahermosa Hera muy arropada en supañolón, recostada en la ventana de suaposento, cuando va llegando volando yle cae al pie un pajarito lo más de lindo.

El libro dice que era un cuclillo;pero hágasen de cuenta un pinche ocopetón. Cayó con las alitas en un solotemblor y tiritándole las paticas.¡Pobrecito! Y ahí mismo se agachó ellaa recogerlo y se lo metió entre el seno,que, aquí entre nos, era mucho másamañador que el de Abrán, y empezó aacariciarlo y a acariciarlo y a sobarle lacabecita y la pechuguita, y cuandomenos se dio cuenta era que ya estabaviolada, porque el tal pajarito se habíavuelto Zeus de un momento a otro.

Y es que es muy natural, comoustedes se pueden dar cuenta: él cuclilloy ella en cuclillas, no había de otra…

4: Minerva

Pero el gustico que tuvo Júpiterhaciéndose el cuclillo, con Juno encuclillas, le salió por un ojo. Antes deseguir adelante les quiero decir queresolví seguir llamando a los dioses porlos nombres que les tenían los romanos,que son como más familiares paranosotros. Entonces Zeus y Hera van aser Júpiter y Juno en adelante. Sigamos.Les decía que la violada que le pegó eljoven Júpiter a su hermanita le saliócara porque se tuvo que casar con ella, yle resultó más brava, más cantaletosa,

más envidiosa y más insoportable queRamona la de don Pancho.

Pero al principio sí la pasaron deoro. ¿Saben cuánto les duró la limita demiel? La bobadita de trescientos años.¿Se imaginan ustedes la cantidad demaneras que inventaría ese Júpiter,como era de perro? ¡Ah bueno habertenido un anteojo de larga vista, o una deesas cámaras con teleobjetivo con queretrataban a Yaquelin en la playa, enpura almendra, pero sola, porque lo quees el viejito de Onasis, «mí dobla». Noera como ese garañón de Júpiter que nose le apeaba a Juno ni en los malospasos. Pero dejémolos que se diviertan

ahí solitos y no nos metamos en lunas demiel ajenas!

Y venido a ver: tanto trabajo y novinieron a tener sinó un hijo, que fueMarte, o Ares, como lo llamaban losgriegos; fue el dios de la guerra, quedesde ese tiempo hasta ahora no hadejado de trabajar ni un solo día.

Una cosa que se me olvidabacontarles de la luna de miel: quedespués de cada talco, para no decirpolvorete, que es una palabra como tanfea, se iba ella pa una fuente que sellamaba Canato, y se lavaba bienlavadita y volvía a quedar doncella.¡Cuánta plata no hubiera levantado uno

en otro tiempo vendiendo agua deCanato envasada! Porque lo que es hoyse arruina el que ponga ese negocio.

Pero sigamos con el cuento. Juno,dígase lo que se quiera, y pa qué si no esla verdad, a pesar de todos susinconvenientes fue una señora muyrespetable y muy puesta en orden. No sesabe que se la hubiera jugado ni una solavez a Júpiter, y ¡hay que ver la clase delengüitas que había en ese Olimpo! Y noes que no la hubieran gallinaceado dos otres dioses, y hasta un mortal: Ixión.Porque la vieja era muy troza y muybonita, para qué negarlo. Pero, eso sí:como brava, celosa y envidiosa, no me

la mienten.Oigan esto, por ejemplo. Resulta que

una tarde conoció Júpiter en uno de esoscocteles que daban los dioses, a una talMetis, y esa misma noche le echó elcuento, y al día siguiente se la llevó pauna casa de citas, y ustedes ya seimaginan el resto. Pero como no haydicha completa, a los pocos días seencontró Júpiter con otro dios que se lasdaba de adivino, que le dijo:

—Ve, hombre: así como vosdestronaste a tu papá, así te va adestronar el hijo tuyo que va a tenerMetis.

Pues esto que oye el amigo Júpiter y

ahí mismo convirtió a Metis en unamosca y se la tragó. Y como que a losnueve meses empezó él a sentir un dolorde cabeza horrible, que se le estallaba, ycuando ya no aguantó más se fue pa lamaternidad del SSO (Seguro Social delOlimpo) a que le rajaran la cabeza y lesacaran lo que tuviera. ¿Y saben qué lefue saliendo? Pues muy hermosa, y muyoronda con su armadura completa, laque iba a ser diosa de la sabiduría y dela guerra: Minerva, la que los griegosllamaban Palas Atenea.

¡Y qué fue aquello cuando supo Junoque su marido había tenido una hija élsolo! Dizque le prende la envidia más

horrible y salió diciendo:—¿Se está creyendo él que me va a

humillar a mí? ¡Ahí manece! Y se puso arezarle al San Judas olímpico para tenerun hijo ella sola. Y no se sabe si fuemilagro de San Judas o qué, pero locierto del caso es que quedóembarazada sin la ayuda de nadie. ¿Ysaben el hijo que tuvo? Le nacióHefestos, al que los romanos llamabanVulcano, que después se volvió unherrero cojinete pero buena persona: fuemarido de Venus nada menos.

5: Io, Argos

Ahora les voy a tener que repetir unahistoria que algunos de ustedes yaconocen, pero es pa que quede completoel cursillo, porque veo que todos estánmuy formales y muy atentos, yponiéndome mucha atención.

Es el cuento de lo. Se dice í-o, no ió.Pues esta lo, que trabajaba comosacerdotisa de Juno, era una sardina tande primera que el mismo día que laconoció mi amo Júpiter le echó el ojo yle dijo, como el médico aquel del cuentoviejo a la sirvienta nueva:

—De esta noche no pasás…Y esa era la intención que él tenía;

pero como de un momento a otro lefueron entrando unas ganas que no se lasaguantaba, y al mismo tiempo le tenía unmiedo horrible a misiá Juno, cuando vioa lo por allá sola en una manguita al piede una quebrada, hizo que se fueraformando una nube bien oscura quetapara todo, y apenas estuvo bientoldado se fue pa donde la muchacha yse le sentó al lado.

Pero Juno, que no era ninguna boba,dizque pensó:

—Aquí hay gato encerrado.¿Semejante nubarrón con un verano de

estos, que ya casi empieza elracionamiento? ¡Ya voy, Toño! Que nome crea tan péndola el tumbalocas ese.

Y se fue metiendo por entre la nube,y cuando el pobre Júpiter, que estaba yalo más de entretenido en los primerostoquecitos, que no se cambiaba pornadie, la alcanza a divisar que veníaflechada, ahí mismo ¡ran! convirtió a loen una ternera blanca orejinegralindísima.

Así que cuando llegó mi doña dondeél y lo encontró sobándole el lomo a unaternera se tuvo que quedar callada. Perosiempre con su entripado y con unadudita por allá muy maluca. Y pensaba:

—¿Conque una ternera? ¡Cómo ño,moñito! Esa que se la meta a Juan Vélez.

Y le va diciendo a su marido, todazalamera:

—Mijito: ¿Por qué no me regalasesa ternerita? Vos tenés mucho ganado, yyo no tengo ni una mera vaquita. Yo mecomprometo a cuidarla bien y aguardarle la mejor aguamasa delOlimpo. Yo mando que se le sírva elmismo Ganimedes.

(Ganimedes era el que lesescanciaba el néctar a los dioses. Esedizque quiere decir que era el que lesservía el trago).

Con esa propuesta corchó Juno a

Júpiter porque él no encontró disculpapa no regalarle la ternera y se la tuvoque entregar y tan pronto se vio mi doñadueña de ella, ahí mismo la amarró deun estacón con e cordón de la bata ysalió a buscar a… ¡Apuesto a que noadivinan a quién salió a buscar! Puesnada menos que a Argos. Al mismo queme preste el nombre a mí pa escribirestas carajadas.

Argos era un gigante. En eso meganaba. Tenía, como yo, cien ojo; que ledaban la vuelta en redondo a la cabeza,y no dormía sinó con cincuenta, y conlos otros cincuenta cuidaba lo que leencargaran. Porque ese era el oficio de

él: celador. O guachimán, como dicen enCali. Pa eso sí no tenía precio, porquetrabajaba de día y de noche y nocobraba extras nocturnas con el 75%.

Pues a esa casinadita fue al que pusoJuno a cuidar la tal ternera. Con larecomendación muy templada de que nose la dejara güeler ni de lejos a Júpiter.

Imagínense ustedes cómo sería ladesesperación de este pobre, que sehabía quedado todo empezado… Pavenir a ver que no tenía arrimadero Perode pronto cayó en cuenta que estabapendejeando y dijo:

—¡Esta no es conmigo! ¡Si yo soy elque mando aquí!… ¡Se van muy pa la

porra misiá Jodelina y ese lambón deArgos!

Y mandó llamar a su hijo Mercurio,ese que los griegos llamaban Hermes,que era el mensajero de los dioses. Otrodía les cuento la historia de éste. Y elencargo que le dio fue que con disimulomatara a Argos, pa que la terneritaquedara libre y él poder ir a acabar latarea que tenía empezada.

Mercurio, que era muy obediente,fue ahí mismo y se puso las alas…Porque él en el sombrerito tenía un parde alas chiquitas, y una en cada quimba.Ustedes lo deben haber visto por ahí enláminas, con una pata levantada, como

pa alzar el vuelo. Y decoló, y cuandollegó allá aterrizó en un rastrojito quehabía y se disfrazó de montañero y fuellegando donde estaba Argos cuidandola ternera y lo saludó lo más de formal yempezó a cacharle tan sabroso y tanparejo que a lo último tenía a Argosembobado con la labia. Después empezóa contarle un cuento de esos larguísimosque no se acaban, como Sebastián de lasGracias, hasta que al gigante se le fuecerrando el ojo 51 y después el 52 y el53, y así todos los 50 que tenía que tenerdespiertos, hasta que quedó profundo. Yahí mismo va sacando Mercurio elmachete de la vaina y lo levanta como

pa mandarle el guascazo a la nuca, y…(Suena la campana).Yo ya vi que esto se va a volver

como esas películas de aventuras enserie que daban cuando estábamoschiquitos.

6: Io

Íbamos en que Argos se habíaquedado profundo con esa musiquita tancansona que le estaba tocando Mercurioy con ese cuento, que estaba más largo ymás aburridor que una historia socio-económica del siglo XIX en Colombia.Pues ahí mismo llegó y le mochó lacabeza y no dio un brinco mi compadreArgos. Pero hay que ver la ira y ladesesperación que le dio a misiá Junocuando fue a darle vuelta a la ternera ylo encuentra a él ahí estirado, con lacabeza a un lado. Y de la ternera, el

rastro frío. Lloró, gritó y pataleó, peroqué se suplía. Hasta que a lo últimoresolvió traerse al pavo real, que era elave de ella, que todavía tenía la cola decolor parejo, y le fue poniendo en ellalos ojos de Argos, de a uno por uno. Yesa es la historia de la cola del pavoreal. Bonita, ¿cierto?

Apenas acabó Juno esa tarea saliómedio loca a buscar la ternera, cuandoal rato la alcanza a divisar que iba porallá por un filito, y ahí mismo le mandóun tábano a que la picara y lamortificara y no le dejara tener vida Esasí es sal, la de la pobre lo. Cómo lesparece, uno bien aburrida porque la

volvieron ternera, sin poder siquiera nihablar, y pa colmo de males venir unmaldito tábano detrás de uno a joder y apicarlo bien horrible… ¡No hayderecho! Y pa eso que ni siquiera lehabía dejado acabar la violadita tandeliciosa que le estaba haciendo el reyde los dioses…

Y sale disparada por esa playa paarriba, y ese maldito tábano encima deella día y noche. Todo el mundo la viocorrer como loca: cómo sería, que a esemar le pusieron el nombre de ella:Iónico o Jónico, que quiere decir «delo». Y siguió y siguió hasta que por alláencontró un pasadero estrecho, como pa

atravesarlo a nado, y al otro lado fue adar.

Y el tábano encima. Y qué tanimportante se volvería la tal temeritàque a este paso del mar también ledieron el nombre de ella: el Bosforo(acuérdesen por fósforo), que quieredecir «el paso de la vaca». Y es que conesto hasta griego aprende uno.

Y siguió la pobre lo por el otro ladodel mar hasta que fue a templar a Egipto.Cuando Júpiter supo que estaba allá,allá fue a dar él también y apenas llegó,ahí mismo la desterneró y se la comió ala llanera en uno de los potreros delBuey Apis. Y fueron muy felices, porque

allá no estaba Juno, y tuvieron unmuchachito. Y colorín, colorado, seacabó el cuento de lo.

Latona

Ahora, para que no digan que sonexageraciones mías lo mala ley que erala señora esposa de don Júpiter, oigan loque le hizo a la pobre Latona. Resultaque a ésta también le había mandado elguascazo mi amo y señor, y estaba todaentamborada esperando, con su buenabarrigona de tamaño familiar, porqueiban a ser mellizos, cuando se alcanza adar cuenta doña Juno de que iban a serentrenados de ella y ahí mismo llamó ala diosa de los partos, que se llamabaDitía (¿cómo les parece el nombrecitopara bautizar a una caleñita de Terrón

Colorado?)… Pues, sí. Le dio orden aIlitia que no fuera a dejar que Latona sealentara hasta que ella no le diera laorden. Y empieza esa pobre mujer —digo diosa— a revolcarse en esa cama,con esos dolores tan espantosos… ¡Ynada! Hágase de cuenta cuando uno estábien estítico y no hace sinó pujar ahísentado. Y perdonen la comparación.Hasta que una diosa que andaba por ahíy oyó la quejadumbre y fue a ver qué erala cosa, y vio que era su amiga Latonaque no podía dar del cuerpo o de lo quesea, llamó ahí mismo a Ilitia y le untó lamano pa que le desobedeciera a Juno. Ycomo las mujeres, aunque sean diosas,

siempre han sido como muy apegaditas ala plata, llegó Ilitia a donde estababerriando Latona y le dijo:

—Te voy a dejar parir, pero eso sí:te me perdés de aquí, no vaya y sea quela vieja se dé cuenta.

Y ahí mismo Latona se volviócodorniz, que es un pájaro que ustedesno conocen pero que se parece mucho auna perdiz, y se fue volando hasta quellegó a una roca pelada que había enmedio mar, que se llamaba y se llamatodavía la isla de Délos. Y allá sevolvió diosa otra vez y al fin parió (casique digo Paula), y la que primero lenació de los mellizos fue Diana, la que

los griegos llamaban Artemis, o mejorArtemisa, esa que no lo quiso aflojar yvivió doncella toda la vida. ¿Y sabenpor qué?

Porque le tocó ver nacer a sumellizo Apolo, que era el otro guardadoque tenía su mamita. Es que hay que verlas afugias de esa pobre mujer —digodiosa otra vez— para tenerlo. Ese fue unvoleo muy espantoso. Pero al fin nacióel angelito, y bien querido por cierto:porque ese iba a ser nada menos que eldios del Sol. El más bien plantado detodos los dioses. Pero Dianita, que lovio nacer, dizque dijo:

—Lo que es a mí sí no me verán en

esas. ¿Ustedes creen que por un gusticoque dizque dura siete minutos voy aaguantarme yo nueve meses de barriga ycuarenta días de cama?

Está libre. Prefiero irme pal monte acazar. Y ahí mismo le echó mano de laoreja a un venado y silbó un par dechandosos que pasaban, y cogió un arco,porque en ese tiempo no habíaescopetas, y se enmontó.

Y se volvió la diosa de loscazadores. Como quien dice, la patronade Guillermo León Valencia.

7: Europa

Yo creo que lo mejor es acabar dedespachar a Júpiter, pa que podamosseguir hablando de los otros dioses, queya deben estar hasta disgustados porqueno los hemos determinado. De Júpiter nonos quedan faltando sinó dos o tresaventuritas, que yo creo que entre estaclase y la otra se las acabo de contar.

Una es la de Europa. Europa era unapeladita tan sumamente querida que ledio nombre, no a un marcito de malamuerte, como el Jónico de Io, sinó atodo un continente (que, entre otras

cosas, me voy a quedar sin conocer.Porque no es que ya tenga el sol a laespalda, sinó que me cogió la noche).Pues sí. Como les decía: Europita era lahija del rey de Sidón, que quedaba en loque llaman hoy el Líbano. Y resulta queuna mañana se había ido ella pa la orilladel mar, donde desemboca un ríoserenito que tiene a lado y lado comounos jardines lindísimos, y pa allá se fuecon unas compañeras, a jugar y a cogerflorecitas, y como daba la casualidad deque Juno no andaba por ahí, porque sehabía ido a visitar a una comadre,andaba el amigo Júpiter como perro sintramojo. O mejor dicho, remolineando

hágase de cuenta un gallinazo, atisbandoa ver qué muchacha había por ahídescuidada pa enviarle el picotazo. Yocreo que de ahí es que viene la palabragallinacear.

Lo cierto del caso es que él, ahímismo que la vio, bajó a tierra y, sin queella se diera cuenta, se volvió en formade toro. ¡Pero qué toro! ¿Oye? ¡Ese eramucho toro! ¡Había que verle esoslomos redonditos y lisitos, y esa colaque parecía un penacho, y esa cara,hombre! ¡Y qué ojos! Eran unos ojosgrandotes, todos tiernos, que parecía quehablara con ellos. Y los cachos sí queeran una belleza: así volteados en curva,

de pa arriba, que parecían la luna enmenguante. Y mansitico. Cómo sería quefue llegando donde estaba Europa y se leechó al pie y a ella no le dio ni esto demiedo, sinó que ahí mismo empezó asobarlo y a acariciarlo. Y él dejándose,lo más querido. Y se puso ella aadornarlo con flores, y le amarró unramo en la cola y le metió por la nucauna corona como esas que se usabanantes en los entierros, pero de purasorquídeas, y le enredó en los cachos unarreglo tan hermoso, que muchosmaridos se morirían de la envidia detenerlos así de pintas.

Y él ahí echado, mansitico,

dejándose hacer, feliz y dichoso. Hastaque ella no se aguantó la gana y se lemontó encima y llamó a las compañerasa que vinieran también a montársele, paque las llevara a pasear a alguna parte.Pero ¡quién dijo! Ahí mismo se vaparando ese toro y arranca a toda palmar, con la muchacha encima. Y siguemar adentro, como si nada, sin meterseal agua sinó galopando por encima,como ese milagro de Nuestro Señor enel lago de Tiberíades. Todas estas cosashay que creerlas, sobre todo enMitología.

Y siguió pa adelante el toro Júpiter,y al lado y lado iban saliendo a

saludarlos y a aplaudirlos todos losdioses que viven en el mar, que son unasninfas que les dicen las Nereidas,montadas encima de unos manatíes, y losTritones, tocando unas trompetas, y hastael mismo dios principal del mar, que eraaquel hermano de Júpiter que ustedes seacuerdan que los romanos lo llamabanNeptuno, y los griegos Poseidón, quetenía un tenedor grande que era eltridente.

Europa siempre estaba mediocabreadita, y con una mano se agarrabade un cacho y con la otra se subía lafalda pa que no se le chilgueteara, y alfin no se aguantó y le preguntó:

—Ve, torito querido: ¿vos sos undios, o qué?

—Sí, mi amor. Adivinaste. Yo soynada menos que Zeus, o Júpiter.

Pero no se te dé nada. Lo que pasaes que estoy tragado de vos y por eso medisfracé de toro pa venir a secuestrarte.Ya te imaginarás lo que me vas a tenerque dar por tu rescate. Pero, tranquila,hermanola, que vamos a ser muy felicesy vamos a tener unos hijos muy queridosy muy importantes. Dejate y veréscuando lleguemos a la isla de Creta, quepa allá es pa donde te llevo. Allá mecrió en una cueva mi querida mamácabra Amaltea, la que se le quebró un

cacho, que es el cuerno de laabundancia, o cornucopia como dicenlos pinchados. Es una isla muyamañadora. Allá verés cómo no vas aquerer salir.

Y como lo dijo, así fue. Apenasllegaron, ahí mismo volvió a coger lafigura de él, porque en forma de toro síle quedaba más bien como incómodotrabajarle a la muchacha. Y pa eso queera tan bien plantado que ella ahí mismose le fue entregando, como cualquierpendeja de éstas de ahora a un cantantede moda.

Bueno, pues: pa no hacerme muylargo: de esos amores les nacieron tres

hijos, dos de ellos muy importantes:Minos, que fue después el rey de Creta,y muy mentado por cierto; otro día lescuento la historia de él; y Radamanto,que fue juez nada menos que de losinfiernos, y un tal Sarpedón, que ése síno tengo ni idea quién fue.

8: Leda

Esta vez le tocó el turno fue a Leda.Leda era la mujer de un rey de Espartaque se llamaba Tíndaro. Era una bellezade mujer, pa que no nos digamoscarajadas. Y resulta que un día estabasentada en su aposento, reposando muytranquila cuando va entrando por laventana un cisne todo asustado,brincando y chapaleando porque lovenía persiguiendo un águila, y Leda ahímismo, toda conmovida, le abrió losbrazos pa protegerlo de esa águila tanatrevida. Y le decía:

—Venga pacá, mijo, no sea bobito,que yo no lo dejo unir a esa águila.

Pero hay veces que no se puedeponer uno de buena persona. ¿Saben loque le pasó a Leda? Que ahí quedócomo tres y dos, porque no había talcisne: era el maldito Júpiter que habíallamado a Venus, que es la misma griegaAfrodita y le había dicho:

—Ve, ole: yo que le manejo una ganahorrible a aquella vieja, pero yo sé quesi me le acerco así como soy se asustatoda y pierdo mi tiempo… ¿Por qué note disfrazas de águila, y yo me vuelvocisne y salís como persiguiéndome? Yosé que a ella ahí mismo le da lástima y

me defiende, y ahí sí dejámela por micuenta.

Pues así ocurrió, y la pobre no dioun brinco. Qué lo iba a dar, si el señorcisne no le dio tiempo, porque la teníacasi asfixiada abrazándola con esasmachas de alas. Porque en el afán y en laemoción se había quedado en forma decisne, y así fue como le hizo elmandado. Ahora, no me pregunten cómohizo, que yo tampoco tengo ni idea: y nosé cómo serán los cisnes por debajo.Pero lo cierto del caso fue que dejó aLeda toda culeca, esperando huevo.

Y vea cómo se enredan las cosas ala hora menos pensada. Resulta que esa

misma noche se le pasó pa la cama sumarido Tíndaro, que estaba todorecalentado porque hacía días que noveía mujer por andar en una guerra. Peroella no tenía ni pizca de ganas, porqueJúpiter la había tranquilizado como paquince días; pero no hubo de otra, y tuvoque aguantarse a su adorado esposo, quetambién la dejó en embarazo: ¡quéencartadita la de esa pobre!

Porque a los nueve meses, cuandollamó a Ilitía (¿se acuerdan quién es? Ladiosa de los partos), cómo sería el sustode ésta cuando ve que lo que le vasaliendo a Leda es un huevo inmenso,como de dos yemas y ahí mismo se le va

rompiendo el cascarón y aparecen unpar de mellizos, los más lindos queustedes se puedan imaginar: el uno eraPólux —yo digo Polus—, y la otra iba aser nada menos que Miss Universocuando estuviera grande: Helena, la dela guerra de Troya. Después hablamosde esta guerra.

Pues sí: nacieron Pólux y Helena, yJúpiter los tuvo que reconocer, porquenacieron del huevo, aunque no comocisnecitos. Y no había pasado mediahora cuando le empiezan otros doloresala pobre Leda, que ese día amaneciócon explosión demográfica: esta vezfueron otro par de mellizos, hombrecito

y mujercita también: Cástor (acuérdesendel aceite de castor) y Clitemnestra. Amí me dio mucho trabajo grabarme elnombre de ésta, que iba a ser la mujerde Agamenón, hasta que inventé estesistemita: acordarme de lo que decíaAgamenón cuando peleaba con ella:

—¡Quítenme ésta!De manera que estos cuatro

muchachos, que Tíndaro creía que erancuatrillizos y que eran de él, no habíatal: eran dos parejas. Y yo no meexplico por qué los griegos siempre lesdijeron mellizos a Cástor y a Pólux: losllamaban los Dióscuros, que quieredecir los hijos de Zeus. Fueron un par de

muchachos muy queridos, que no seseparaban: eran uña y mugre. Pero lomalo es que Pólux era inmortal y Cástorno. Y una vez en una batalla con unosprimos de ellos cayó Cástor herido demuerte, y Pólux dizque lloraba a mocotendido:

—¡Ay, qué desgracia la mía serinmortal! Se va a morir mi hermanito yno lo voy a poder acompañar a la otravida…

Y Júpiter que lo oyó, le dio lástima,y los puso a que compartieran lainmortalidad, y así, mientras el unoestaba muerto un día, el otro estaba vivoy se iban turnando. Y los puso en el

cielo, en un grupito de estrellas que losromanos llamaban Géminis, que quieredecir los Mellizos. Los que creen enhoróscopos, saben que el mes deGéminis es de mayo 21 a junio 20.

Las historias de las hermanitas deellos, Helena y (¡quítenme ésta!)Clitemnestra, que no fueron frutas quecomió mono, son muy divertidas.Después se las cuento, muchachos.

9: Danae, Perseo

Otra salida del corral muyinteligente del maestro Júpiter fue la deDánae. Ni pa qué decir que ésta tambiénera un lapo de vieja: porque él no leclavaba el ojo sinó a lo mejorcito de laferia, y res que le mandaba el guasque,res que se traía de los cachos.

Pero, empecemos por orden.Acrisio, el rey de Argos… Unmomentico yo les explico que esteArgos no era mi tocayo, el de los cienojos, sinó una ciudad. La más vieja deGrecia, por cierto. Acrisio era el rey de

allá y no tenía sinó una hija, que era esebombón de Dánae. Acrisio se manteníamuy aburrido porque no había sidocapaz de tener un hijo macho, por muchoque le había bregado, en todas lasformas y maneras.

Y una tarde armó viaje y al otro díase madrugó pa donde el oráculo apreguntarle qué sería lo que le pasaba.Que él necesitaba un heredero del trono.Y el oráculo le dijo:

—Olvídate, hombre Acrisio. Lo quesos vos, no soñés con muchacho. Tuhija, esa sí. Esa va a tener uno que va adar mucho qué hablar: muy importanteque va a ser tu nieto; pero también va a

ser el que te va a matar.—¿Qué me va a matar a mí mi

propio nieto? Ahi manece. No me creastan pendejo, hombre Oráculo. No creásque yo lo voy a dejar nacer.

Y se volvió pal palacio y mandóhacer una pieza en el suterráneo y laforró de bronce por dentro y alláencerró a la pobre Dánae, pa queninguno de la parranda de pretendientesque tenía pudiera dar con ella. La piezatenía un huequito por donde le entraba lacomida, y por encima tenía un enrejadotupido, tupido que no cabía ni uncucarrón.

Pero ni por esas se le escapó a

Júpiter que, una tarde que andabaremolineando por los aires, pasó porencima y la alcanzó a ver allá abajo, queestaba descuidada, medio dormida, másmal sentada que una turista en unaeropuerto, y ahí mismo dizque dijo:

—Lo que es este bizcocho va a sermío, y es ya. Que no se esté creyendoese viejo bobo que yo no voy a sercapaz de entrar a esa jaula.

Y, ¿saben en qué se convirtió? Enlluvia de oro en polvo, y en esa forma secoló por entre la reja y se le dejó irencima a la bella Dánae y le dio subuena tanqueada. Es que esas sonbobadas: el jefe de los dioses es muy

malicioso, y él sabía muy bien que eloro en polvo es el polvo que más lesgusta a las mujeres…

Pues a los nueve meses ya teníaDánae su buen muchacho berreándole allado. Y Acrisio que alcanza a oír esellantico y va a ver qué es la cosa y se dacuenta que ya es abuelo, y armasemejante escándalo:

—¿De quién es ese muchacho, gransinvergüenza? No vale ni encerrarte consiete llaves. Esta… ¡ni sé qué decirte!

Y ella se le arrodilla y le abraza laspiernas y le dice llorando:

—Vea, papacito, por Dios: no seenoje ni me haga nada, que el niño es

hijo de Júpiter.—¡Ah! ¿Conque así es la cosa? Pues

porque siempre le cargo recelito a esemaldito viejo no te lo despescuezo yamismo, pero ¡ah poquito que te va adurar!

Y mandó hacer un cajón muy doble ybien forrado y la metió adentro con elmuchachito y con agüita y comida ymandó tirar el cajón a medio mar. Y esecajón anduvo pacá y pallá sobreaguandoen el oleaje un poco de días, hasta quepor allá a las quinientas lo alcanzó adivisar un pescador que se llamabaDictis y lo llevó remolcado hasta la islade Serifos, donde él vivía. Allá abrió el

cajón y los sacó a ellos y se los llevó pala casa y le dijo a su mujer:

—Ve, mija, lo que me encontré en elmar. Vamos a criar este muchachito, yaque vos no has sido capaz de darmehijos. Y a esta pobre mujer cuídala bien,que viene desfallecida, y por el añaje seve que es gente.

Bueno, pues: para acortar el cuentoles digo que en ese rancho se crióPerseo hasta que se volvió un tatabrónmás bien plantado y más buen mozo queel carajo. La mama seguía siendo elmismo bizcocho de cuando estaba másmuchacha, aunque tal vez más gustadora,ahora que ya no estaba tan pintona.

Cómo sería, que un día pasó por ahí elrey de la isla, y apenas la vio se pegó latragada de ella más horrible que ustedesse puedan imaginar. Este rey se llamabaFiloctetes y era hermano de Dictis, perono era buena persona como éste sinó quetenía fama de mala ficha. Dictis,Filoctetes: ¿cómo les parecen losnombrecitos? ¡Ni de Dosquebradas quefueran!

Ya como que sonó la campana.Después, si mi Dios me da vida y salud,les empiezo a contar las aventuras dePerseo, que son de primera.

10: Perseo

Íbamos en que Filoctetes, el rey dela isla, estaba medio loco por Dánae, lamama de Perseo, aunque ella no le poníani cinco de bolas. El mismo Perseo eramuy opuesto y celaba mucho a su mamay le rogaba que no se fuera a dejar echarel cuento; pero el maldito viejo era juroa taco que se casaba con ella o que no sellamaba. Y se puso a pensar la manerade desengüesarse de ese muchacho queno se despegaba de la funda de la mamani de noche ni de día. Y se le ocurrióesta perrada: decir que se iba a casar

con otra, y pa celebrar el compromisoarmó una fiesta a todo taladro, y invitó atodos los amigos de él, que eran unaparranda de oligarcas, y también aPerseo. A éste lo invitó con su segundaintención porque éste era un pobrepelagatos que no tenía un Cristo en quémorir.

Y si vieran la clase de regalos conque se fueron apareciendo: un vellocinode oro, un yelmo con un penacho de crinde Pegaso, betamaces y creo que hastaun Mercedes.

Y Perseo manivacío. Pero como élno se creía menos que nadie, se fuepresentando muy tranquilo donde

Filoctetes, y se le cuadra y le dice:—Su majestad: no vaya a creer que

porque no le traiga cosas que secompren con plata es que no le voy aregalar nada. Acabo de oír lo que ustéestá diciendo, que ninguno es capaz dematar a Medusa. Pues sepa y entiendaque el regalo mío va a ser la cabeza deMedusa. Y no se ría…

Porque Filoctetes se estaba riendo,pero era de la dicha porque Perseohabía caído en la trampa que él le habíaarmado, que era carearlo proponiendouna cosa bien trabajosa y bien peligrosa.Porque él sabía que el muchacho eramuy orgulloso y muy guapo, y se le

medía a lo que fuera.Y Filoctetes lo que quería era salir

de él, que aquí sí iba a quedar como elque pisó el tranvía, por ponerse achicanear.

Y les voy a decir qué era lo grave deese programa.

Resulta que Medusa era una de lasGorgonas. Las Gorgonas eran tres viejashorribles, que vivían solas en una isla;en vez de pelo tenían culebras vivas enla cabeza: eso era un culebrerío como elque he manejado yo toda la vida; teníancolmillos como marrano de monte, y porencima del cuero estaban tapadas conescamas, como una iguana.

Y tenían alas que remataban en unasgarras de bronce, lo más azarosas. Peroeso no es nada: cómo les parece lacarajadita de virtud que tenían: que elque las volteara a ver así de frente, ahímismo quedaba convertido en piedra. Yde lastres, la única que podía morirseera Medusa: las otras eran inmortales.

¡Qué tal la bobadita de compromisoen que se metió Perseíto por no dejarseponer gorro de unos emergentes ahí!

Lo cierto del caso fue que mihombre salió a cumplir lo prometido,pero sin una aguja; y qué tan de buenassería que dos dioses muy queridos, undios y una diosa, que habían estado

gateando la pachanga de la casa deFiloctetes, y se dieron cuenta de labestialidad que se había comprometidohacer Perseo, dijeron:

—Vamos a tener que ayudarle a estemuchacho, por lo machito y loverraquito que es, porque él solo no escapaz ni siquiera de encontrar a Medusa.

El dios era Mercurio, el mandaderode los otros dioses, y la diosa eraMinerva, aquella que le había salido aJúpiter de la cabeza, ¿se acuerdan?

Va saliendo, pues, Perseo, muyresuelto y muy a paso de vencedores,pero a la vueltecita de la esquina seencontró con Mercurio, que lo ataja pa

decirle:—No tenés que explicarme pa dónde

vas, ni qué vas hacer. Yo todo lo sé. Loúnico que debés hacer es dejarte llevary obedecer todo lo que yo te vayaindicando. Primero que todo, tenés queir donde las Ninfas del Norte, a que teden tres cosas que necesitas de todasmaneras pa poder matar a Medusa. Y elcamino pa ir donde esas Ninfas no loconocen sino las Greas, que son tresviejas horrorosas, hermanas de lasGorgonas. Viven metidas en una cuevaoscura, y lo más raro es que no tienensinó un solo ojo pa las tres, y se lo vanturnando. Vos llegás allá, y cuando viás

que la que lo tiene se lo quita pa dárseloa otra, ahí mismo se lo arrebatás; y lespreguntas que cómo hace uno pa irdonde las Ninfas; y como ellas en esemomento están ciegas, le dan a uno loque les pida, con tal que les devuelva elojo.

Pues dicho y hecho: así lo hizoPerseo, y las Greas le indicaron cómo sellegaba donde las Ninfas. Entonces élcogió camino, y apenas llegó allá, esoera lo más amañador del mundo: lasNinfas eran unas sardinas queridísimas ymuy alebrestaditas, y no sabían quéhacer con él: como que estabanenratonadas, porque se lo peleaban.

Cómo sería la cosa que ya le estabapasando lo que al bobo del cuento…

Yo creo que tengo tiempo decontárselo.

Resulta que en la guerra de los mildías, todos los hombres de un pueblo sefueron pa la guerra, y no quedó allá sinóel bobo. Y todos los días llegaba algunamuchachita de una o de otra vecinadonde la mama del bobo, y le decía:

—Misiá Jesusita: que mi mama lemanda a decir que si le hace el favor yle presta a Ramoncito pa que laacompañe esta noche, que es que a ellale da mucho miedo de los ladrones…

Y en éstas se pasaba Ramoncito las

noches, de una casa en otra, hasta queuna mañana le dice a la mama:

—Mama, por Dios: no me vuelva aprestar más, que van a acabar con yo…

¿No ven? Por ponerme a contarlescuentos nos tocaron la campana Ya va ahaber que dejar la historia de Perseo paseguir la clase entrante.

11: Perseo

Pues, sí, muchachos. Fue mucho eljugo que les sacó Perseo a las Ninfas. O,mejor dicho, el que le sacaron ellas a él.Pero esa gozadera no podía durar todala vida y se llegó el momento en que éltenía que seguir su viaje a cumplir loprometido.

Con mil carameleos y promesas deque él volvía muy ligero logró que lodejaran ir y que le dieran las tres cosasque necesitaba, que eran unas quimbaslo más de bonitas, con alas, y que uno selas ponía y podía volar; y una alforja o

morral mágico que se volvía del tamañode lo que uno le echara; y, lo másimportante de todo: el casco de Plutón.

Acuérdesen que Júpiter, que era eldios del cielo —o del firmamento, pues— tenía dos hermanos que eran:Neptuno, que mandaba en el mar, yPlutón, en el suterráneo donde vivían losmuertos, y que tenía un casco que volvíainvisible al que se lo ponía. Él se lohabía prestado a las Ninfas pa quejugaran a escondidijos, y ellas se loentregaron a Perseo, pero eso sí, conmuchas condiciones de que cuidado loiba a envolatar, porque se las tragaba latierra.

Apenas tuvo estas tres cosas se leaparecen Mercurio y Minerva, losdioses que le estaban ayudando.Mercurio le entregó un machete largo yancho, así como medio curvo, quecortaba pelos en el aire, y Minerva elescudo de ella, que lo había brilladohacía poco con pomada Brasso y queestaba que parecía un espejo.

Ya bien aperado con ese mundo decosas se pone Perseo las quimbas dealas y decola como una avionetica y seenrumba pa donde las Gorgonas. El parde dioses lo iban acompañando yindicándole el camino. Y no se demoróen llegar a la isla de las Gorgonas, que

en ese momento, que estaba haciendomucho bochorno, estaban tiradas ahí enla playa haciendo perro. Minerva cogióa Perseo de la mano y lo llevó hastadonde estaba Medusa, y ahí sí lo soltó aque siguiera sólito. Y entonces él, pa noquedar vuelto piedra si la volteaba a verde frente, le dio la espalda y la veía porel escudo, que, como les dije, parecía unespejo. Así no le pasaba nada. Y se lefue acercando pasitico, pasitico, ycuando llegó levanta ese lempo demachete y ¡taque! le cortó de un voliónel pescuezo, como picando tronco deplátano pa una vaca. Y ahí mismo leechó mano a la cabeza y la zampó en la

alforja mágica, que no vayan a creer queera ninguna mochila azul. Las otras dosGorgonas se despertaron con elchapaleo que pegó Medusa y apenas lavieron sin cabeza salieron a perseguir alque la había matado, pero ¡qué!: muchoque lo iban a ver, si él se había chantadoel casco de Plutón y no lo veía ni elPlutas. Mentiras, muchachos: perdonen,que yo prometí no volver a decirpalabras, porque el otro día me regañóun señor lo más de bravo porque yodizque me estaba volviendo muy vulgar.

Bueno, Sigamos.Ya muy contento Perseo arranca de

vuelta pa la casa, y voló todo el santo

día hasta que llegó a un punto que quedaa todo el frente de España, donde habíaun rey que se llamaba Atlas. A éste lohabían puesto a cuidar unos árboles quedaban manzanas de oro, y un oráculo lehabía dicho que mucho cuidado condarle posada a ningún hijo de Júpiter,porque uno de ellos le iba a robar eseoro. Y hay que ver que en ese tiempotambién estaba el oro como ahora, máscaro que el dólar.

Pues a la tardecita va llegandoPerseo con ganas como de descansar deese día tan atafagado, y ya iba a pedirpermiso pa pasar la noche ahí peroAtlas no lo dejó aterrizar y antes al

contrario, salió a perseguirlo con unaescoba. Entonces Perseo se le cuadra, ysin voltearla a ver va sacando delmorral la cabeza de Medusa y se lapresenta a Atlas, que ahí mismo quedóvuelto piedra. Y como era tan grande, sevolvió una montaña, que es lo quellaman la Cordillera de Atlas. Y por esoal mar que empieza ahí le dicen elAtlántico: por Atlas.

Entonces; ya tranquilo, Perseo pasóla noche durmiendo: la primera desdehacía muchos días, porque lo que es lasNinfas no le habían dejado pegar losojos todo el tiempo que estuvo con ellas.El otro día se lo pasó volando hasta que

llegó a Etiopía, y cuando ya ibaoscureciendo alcanzó a divisar alláabajo a una persona que estaba comoamarrada en una roca a la orilla del mar.Él se le fue acercando, acercando, hastaque la determinó bien y vio que era unabelleza de muchacha en pura almendra.Testigos ustedes de que no dije «enpelota», ni «biringa», ni vulgaridades deesas. Lo cierto del caso es que no teníani el escapulario. Y apenas lo vio llegarva diciendo con una vocecita que apenasse le oía:

—Yo no sé quién serás vos, perovení soltame ligero, que ya va a llegarese mostro a matarme y estoy que me

orino en los calzones; pero como notengo ni siquiera calzones… yo soyAndrómeda…

No ha de faltar la maldinga campanacuando va a empezar lo bueno.

12: Perseo

Íbamos en que la muchacha en bolaque estaba amarrada en esa peña ledecía a Perseo:

—Yo soy Andrómeda… Vos tenéscara de ser buen tipo… Te voy a contarmi historia… Yo soy la hija del rey. Mipapá se llama Cefeo y mi mama,Casiopea. Mi mamá tiene fama de ser lamás bonita de por aquí, y ella lo sabe, yes lo más vanidosa y creída, ¡pobrecita!,y el otro día, en una visita, se puso adecir que ella era más bonita que lasNereidas. Y no faltó una vieja picona

que les fuera a contar a las Nereidas.¡Cómo te parece: diosas del mar, nietasde Neptuno, y que se creen tanto chuzo!Y lo malo es que lo son. Pues, apenassupieron que mi mama había dicho esole fueron a pedir a Neptuno que noscastigara, y él ahí mismo mandó unanimal horrible, grandotote como unaballena, pero que no se sabe si esculebra, o iguana de mar, o dragón oqué, pero es lo más miedoso que tepodás imaginar, y cuando llega a esosranchitos de la orilla acaba hasta con elnido de la perra… Mi papá, tododesesperado, fue donde el oráculo, a verqué camino cogía, y el oráculo le dijo

que el único remedio era que meamarraran aquí pa que llegara esemostro y me comiera… Y ya va allegar… ¿Cómo es que te llamás vos?¿Perseo? ¡Ay, Perseíto querido: ya va avenir ese animal a comerme! ¡Soltame,por Dios! Ve: allí vienen mi papá y mimamá, pero ellos no me pueden soltar.¡Ay, Perseíto querido…!

Y Perseo, a todas estas, elevadoviéndola por cuanta parte tenía, y yaestaba más tragado que media demontañero, cuando van llegando Cefeo yCasiopea, y él, sin más vueltas, se lespresenta y les dice:

—Aquí no hay que perder mucho

tiempo con saludos ni carajadas.Yo ya sé todo: ella me lo contó.

Oigan, pues, el trato que les voy aproponer: yo me comprometo a acabarcon ese mondragón o lo que sea, con lacondición de que ustedes me den estebizcocho como mujer.

Y no vayan a creer que se les va ameter en la familia ningún ñapango.¿Saben quién es mi papá? Júpiter, por siles sirve…

Ellos casi le arrancan la mano.Entonces se planta Perseo en toda laorilla del mar y pela esa carajadita demachete que le había prestado Mercurio,y se para a esperar al animal. Y al ratico

va apareciendo, dando unos corcoveosque levantaba los morros de espuma, yechando candela por los ojos, y bujandoronco, como un toro. Y apenas se acercóle manda Perseo qué guascazo, pero nole hizo ni cosquillas, y antes, alcontrario, va levantando una pata comopa echarle mano a Perseo, pero éste ahímismo sacó del morral que tenía a laespalda la cabeza de Medusa y se lamostró, y más me demoro en contarloque en volverse piedra el dragón.

Esa fue mucha alegría cuando sevieron libres de esa casinada, y soltarona la pobre Andrómeda, y Casiopea leechó un trapito encima pa medio taparla

a ver si se le aplacaba un poquitico laemoción a Perseo, que se le notaba a lalegua.

Bueno, pues: sin muchos rodeos: sefueron pal palacio a preparar la fiestadel matrimonio, que iba a ser a los ochodías. Y se llegó el día de la boda, que yaustedes se la imaginarán, cuando enmedio baile se va apareciendo un tiporarón dizque a reclamar a la novia, quele pertenecía a él. Y resulta que elcliente ése hasta cierto punto teníarazón. Se llamaba Fineo y era hermanode Cefeo, de manera que venía a ser tíode Andrómeda, ni más ni menos. Y enverdad: antes de todo esto él era el

novio de ella, y ya se habían argollado ytodo. Pero cuando ocurrió lo del dragón,el pendejo se escondió, y ahora venía areclamarla.

Y le sale Perseo y se le cuadra y ledice:

—¿Por qué no vas a reclamar másbien a tu madre? ¡Sacá ese machete aver qué es lo que sabés!

Y no había acabado de decir estocuando van saliendo como brotados dela tierra todos los compinches de Fineoy en un dos por tres encerraron aPerseo… Pero ya ustedes se imaginan loque él hizo: morral, Medusa, y ahí noquedó sinó el tendal de piedras.

Y ya por fin, apenas despacharon atodos los invitados, se fueron a acostar.Pero ni crean que les voy a contar cómopasaron la primera noche los reciéncasados. ¿Mucha ganita? ¿Pa que meregañen?

Bueno. No más paja. Pasaron felicesesa noche, y todo el año, y por allá endiciembre les nació un muchachito quelo pusieron Perses. Y ese fue el que ledio el nombre a Persia, que ahora ledicen Irán. Pero Andrómeda no resultócomo bien buena mama, porque cuandoPerseo armó viaje pa la tierra de él, ellano quiso encartarse con el muchachito ylo dejó al cuidado de la abuela. Y

salieron, pues, pa la isla de Serifos (¿seacuerdan?) a ver qué le había pasado aDánae que había quedado al cuidado delviejo Dictis, para protegerla dePolidectes… Porque no es Filoctetes,como les dije el otro día, sinóPolidectes… Es que con esosHombrecitos…

Y cuando llegaron, lo primero queven es… ¡Campana! Después les cuentoqué fue lo primero que vieron.

13: Perseo

Lo primero que encontraron Perseo yAndrómeda cuando llegaron a Serifosfue el rancho vacío y el rastro frío delviejito Dictis, que había estadocuidando a Dánae, la mama de Perseo,todo ese tiempo. Parque Polidectes, elrey, había estado rondando por ahí comocon ganitas de violarla, y entonces elviejito se la había llevado a esconderlapor allá en el monte.

Apenas supo Perseo las intencionesdel rey se fue sobre el humo pal palacioy lo encontró con todos sus amigotes en

una pachanga como de mañosos, y ahímismo llegó y les fue sacando la cabezade Medusa y no quedó sino el tendal depiedras. Entonces nombró a Dictis reyde la isla, y a Mercurio le entregó lasquimbas con alas, la alforja y el cascode Plutón, pa que se los devolviera a lasNinfas, y que muchas saludes y que nolas olvidaba. A Minerva le regaló lacabeza de Medusa, y ella por ahíderecho se la puso al escudo de ella,que era el que llamaban la égida.Ustedes la han oído mentar.

Cuando estuvo escotero Perseocogió del brazo a su mamacita y a sumujer y arrancó en busca de su abuelo

Acrisio, que debía estar en la ciudad deArgos. ¿Se acuerdan de Acrisio, el papáde Dánae, que la había encerrado en unsótano pa que no tuviera un hijo, porqueese dizque lo iba a matar? ¿Y qué esehijo siempre había nacido y era elpropio Perseo? Pues apenas supoAcrisio que éste venía en su busca salióen desgracia pa otra ciudad. Y cómo lesparece que a esta ciudad también llegóPerseo por casualidad. Y estaban allá enuna especie como de JuegosCentroamericanos y del Caribe, yPerseo, que era una fiera pa tirar eldisco se hizo inscribir y cuando le tocóel tumo llegó y ¡ran!: lo aventó, ¿y saben

a quién le fue a pegar, que estaba porallá escondido entre la gente? Pues a suabuelo Acrisio, en toda la cocorota, y nodijo ni pío, pa que se cumpliera lo quehabía dicho el oráculo.

Y en esas me vine yo y nadita metocó.

Teseo

¿Con cuál siguiera ahora? Pues serácon Teseo, que también fue un gallo muyalentado, este sí no tenía nada que vercon Júpiter, porque era hijo del rey deAtenas, Egeo, y de Etra.

Pa empezar por el principio: veníauna vez Egeo de un viaje, y al pasar porun pueblo vio un lapo de vieja asomadaen un balcón, y no fue sinó que él lehiciera una señita pa que ella bajara a laacera y dejaran todo convenido papola(papola noche). Y ella era nada menosque Etra, la hija del rey. Pasaron, pues,la noche como ustedes se la imaginarán

y al otro día se madrugó Egeo porque loestaban esperando urgente en Atenas.Porque allá como que no les gustaba dea mucho que el rey andara por ahí enperiplos. Entonces él tuvo que dejarla,con dolor del alma, pero antes dedespedirse se quitó las quimbas y laespada y las puso en el suelo y las tapócon una piedra enorme, que no la movíani un buldozer y le dijo a Etra:

—Ve, mi amor: si lo que te llegue anacer es un machito, déjalo que crezca, ycuando sea capaz —si es que va a sercapaz— de levantar esta piedra, que seponga esas quimbas y se tercee estaespada y que se vaya pa Atenas a

presentárseme, que yo por estas señas loconozco.

Y si es capaz de hacer eso, pues élva a ser el héroe de Atenas, porquetodos los otros pueblos tienen su héroe,menos nosotros, y estamos necesitandouno como pan pal desayuno.

Pues así fue. No había cumplido los16 el muchacho, que se llamaba Teseo,cuando un día se lo topó la mama con supar de quimbas chantadas (aunque lequedaban grandecitas porque erannúmero 42) y haciendo floreos con esaespada que parecía un machetero delCauca. Apenas lo vio Etra haciendo esasgracias le arregló el morralito, y con

lágrimas en los ojos lo despachó paAtenas, a ver si era cierto que el taita loiba a reconocer, o si no pa aventarlo alBienestar Familiar.

El muchacho salió feliz, silbando yvoleando esa espada, que no secambiaba por nadie. Y iba muytranquilo, cuando a las pocas matas seencontró con un bandolero que estabahaciendo pa dar y convidar en esecamino, y a cuanto caminante pasaba porahí lo cogía y lo amarraba por las manosa la copa de un pino que había dobladohasta el suelo, y por las patas a otro pinoque también había agachado, y soltaba elpar de pinos y… porque no había zarzo

o si no quién sabe qué habría voladoallá.

Y siguió por su camino, y al raticose encontró con Procusto. ¿Ustedes nohan oído hablar del lecho de Procusto?¡Qué lecho ni qué nada!: oigan lacampana. Hasta lueguito, muchachos.

14: Teseo

Por estar preocupado con que ya iríaa sonar la campana, se me olvidócontarles lo que le pasó al salteador eseque amarraba a los viajeros de dospinos y los soltaba.

Pues a ese lo agarró Teseo y lomedio amarró a la punta de un pino queagachó. Y suelta ese pino y sale esehombre disparado, hágase de cuenta elColumbia. Todavía debe estar dándolevueltas a la tierra. Ese se llamaba Sinis.

Y, como les contaba, a poco andar seencontró Teseo con Procusto, el del

lecho tan mentado. Eso no era sino uncatre ahí de hierro, como esos de hotelde pueblo que tendría por ahí unosesenta de largo, y que Procusto habíapuesto a un ladito del camino, y a todoviajero que pasaba, primero lodesvalijaba y después lo hacía acostaren el catre. A las malas, si no se dejaba.Y si el cliente era más largo, lerecortaba las piernas, y si era máschiquito lo estiraba a la brava hasta quediera la medida: la cuestión era quequedara preciso del largo del catre.

Pero sigamos con Teseo. Resulta queProcusto fue a echarle mano, pero lesupo a cacho, porque el muchacho le

metió una llave y lo dominó y lo acostóen el catre, y como era más bien bajito,dicta jalarle las patas hasta que lodescoyuntó todo. Y el maldito apenasberreaba como ternero mancornado.Hasta que al fin frunció.

Y siguió Teseo su camino, quepasaba por una cuchillita a la orilla delmar, y por allá en un altico se encontrócon otro bandido de los mismos. Ese loque hacía era que al que llegaba,primero le vaciaba los bolsillos ydespués lo voleaba a medio mar. Peroque se tenga fino porque ya le llegó sutatequieto, que es Teseo, que se pone aluchar con él y lo domina y lo hace

poner en cuatro patas y coge carrera y¡ran!: de una patada en las… nalgas loavienta a los infiernos.

El amigo Teseo limpió pues desalteadores ese camino y fue llegando aAtenas como si tal cosa y se presenta alpalacio del rey y pregunta por suSacarrial Majestad y lo llevan dondeEgeo, que era el papá de él, y ahí mismolo reconoció por las quimbas y por laespada, y lo abrazó, y no sabía quéhacer con su muchacho, y después deajonjolearlo mucho lo mandó a que sebañara y reposara un rato y se mudara, yque volviera más tarde que tenía quehablar muy largo con él.

Cuando volvió, lo llamó aparte y ledijo:

—Mijo querido: llegaste comocaído del cielo. Aquí estábamosnecesitando un macho como vos pa quenos librara de un compromiso horribleque tenemos con Minos, el rey de Creta:qué te parece que este año tenemos quemandarle siete muchachos y sietemuchachas, de lo mejorcito que haya, paque los maten allá.

Pero esta es una historia muy larga.Sentate ahí yo te la cuento desde elprincipio, y prestame mucha atención,porque tiene más personajes que undirectorio de teléfonos, y a vos te va a

tocar ponerle fin a esa jodencia, porqueel héroe de Atenas, que vas a ser vos, nopuede fallar.

Empecemos por Minos. ¿Te acordásde cuando Júpiter se volvió toro, yEuropa se le montó encima y él fue a darcon ella a Creta? Pues allá tuvieron treshijos, y uno de ellos fue Minos, quecuando creció se volvió rey de esa isla.Y una vez estaba Minos en la playacuando se le va presentando Neptuno, eldios del mar, con qué belleza de toro, yle dice:

—Tené este toro para que losacrifiqués en mi honor.

Y dio la vuelta y salió al trote por

encima del mar, voleando el tridente.Y se queda Minos acariciando ese

toro, que era mansitico y se dejaba, ydijo:

—¡Eeeeh! ¡Lo que es éste no lo matoyo! ¡Este era el toro padre que yonecesitaba!

Y se lo llevó pal establo y le dioaguamasa y le picó yerba en la canoa, ysacó el toro padre viejo y se lo sacrificóa Neptuno.

Pero no faltó quien le fuera a llevarel cuento al dios, que se puso como unafiera con Minos porque no le habíasacrificado el toro que le había traído; y¿saben cuál fue el castigo que se le

ocurrió? Hizo que Pasifae, la mujer deMinos, se enamorara de ese toro y queno volviera a ponerle bolas a su marido,que la adoraba. Y así fue. Esa mujer nosalía de ese establo, acariciando ysobando al toro por todas partes, y eltoro se dejaba, pero no pasaba de ahí. Yella lo que quería era que pasara de ahí;pero la cosa era como trabajosita.Entonces se puso ella a echar cabeza aver cómo se solucionaba el problema, yse le ocurrió que tal vez Dédalo, que eratan entendido, sería el hombre pafabricarle una cosa que ella habíapensado.

Pero primero tengo que contar quién

era Dédalo. Dédalo era…Definitivamente esta campana sí es lamás ocurrente. Dejemos a Pasifae ahísobando ese toro hasta la siguienteclase.

15: Dédalo

Dédalo era uno de esos toderos quesirven hasta pa remedio: él hacía unasestatuas lindísimas, él construía casas,él le jalaba a la ingeniería: en fin, a loque lo pusieran. Y era de Atenas, y delpuro cogollito. Pero de allá salió comopepa de guama por haber matado á unsobrino de él por pura envidia de quehabía inventado no sé qué, y lo aventópor un rumbón de la Acrópolis, que eracomo decir el Cerro Nutibara de Atenas.Y tuvo que empacar sus coroticos, y aCreta fue a templar. Pero, tan de buenas,

que allá lo recibieron Minos y Pasifae acuerpo de rey y cayó como en su casa.

Por ese tiempo fue cuando Pasifae seenamoró del toro y no había Diosposible que saliera de ese establo, hastaque un día llamó a Dédalo y le dijo:

—¡Ay, Dedalito querido!: te doy loque querás —menos lo que vos sabés, seentiende— con tal de que me hagás unavaca de palo donde yo quepa metidaadentro.

Y qué tan jodido sería ese Dédaloque hizo una vaca coca por dentro y laforró en el cuero de una vaca de verdady le puso cachos y todo, y no le faltabasino bramar: le provocaba a uno hasta

ordeñarla. Y se la llevó al establo aPasifae y ella le dio las gracias y le dijoque esperara su recompensa y quehiciera el favor de retirarse. Y yo no séqué pasó, o, mejor dicho, no mepregunten mucho, que yo lo único que sées que a los nueve meses le nació amisiá Pasifae un trozo de muchacho lomás bien formadito del cuello pa abajopero con cabeza de ternero, con cachitosy todo. A Minos le dijo ella que era hijode él y que seguro que había nacido asípor castigo de Neptuno por no haberlematado el toro que el dios le habíamandado. El no tuvo más que tragarseesa y hacerse cargo de su cabecetoro. Lo

bautizaron el Minotauro, y casi que no locrían, porque al angelito no le gustabacomer sinó carne humana, y a medidaque iba creciendo ya no se le dabaabasto pa llenarle la tripa. Cómo seríaque al buche de él fueron a templartodos los presos políticos que teníaMinos en la cárcel de allá. Y se fuevolviendo una fiera insoportable, que nohabía quien lo bregara. Cómo sería, quetuvo Minos que encargarle a Dédalo quele hiciera un vividero especial, dedonde no se pudiera salir, pa encerrarloallá a ver si dejaba la tagarnia.

Ahí fue cuando Dédalo construyó loque se llama el Laberinto de Creta, que

era un enredajo de pasillos y corredoresque cogían pe un lado y pa otro dandovueltas y revueltas, que al que llegaran imeter adentro no salía ni en losperiódicos. Y en todo el centro quedabael cuarto del Minotauro, y a él loagarraron de barba y cachi y allá lozamparon.

Y resulta que por ese tiempo hubounas carreras de maratón en Atenas, yMinos mandó allá a competir a otro hijode él que se llamaba Androgeo, que pacorredor no le amarraban los alpargate;Mora ni Tibaduiza. Cómo sería quequedó de campeón. Pero lo más raro esque no se sabe cómo ni a qué hora

apareció muerto por allá al lado de uncamino. Y ni modo de decir que lohabían paveado desde un; moto, porqueen ese tiempo qué motos iba a haber. Locierto del caso es que cuando Minossupo que le habían matado a sumuchacho, que era la ñaña de él, juróacabar con Atenas, y armó su batallón yembarcó pa allá y lo regó en redondo delas murallas, y el sitio di Cartagena fueun coctel comparado con el que setuvieron que aguanta los ateneños. Se lespuso tan a mordiscos el dulce a los queestaba] adentro que tuvieron que pedircacao, y Minos se los dio, pero con unacondición: que cada año le tenían que

mandar siete muchachos y sietemuchachas que le sirvieran depasabocas al Minotauro.

Teseo

Volvamos a Teseo, que lo tenemoscomo muy olvidado. Cuando llegó él aAtenas, que lo reconoció su taita Egeo,era el tercer año desde que habíanempezado a mandar muchachos paCreta, y apenas le contaron a él, dijo:

—Acabo con esta vagamundería deestarle mandando muchachos a esehijue… (Y dijo la palabra) de Minos, ono me llamo.

Y se hizo apuntar como uno de lossiete de la tanda de muchachos.

Y los embarcaron y llegaron a Creta.Y resulta que en el malecón estaban

esperando la llegada del barco unmundo de gente novelera, y entre ellosestaba Ariadna, que era una hija deMinos y de Pasifae, que apenas vio aTeseo que iba bajando por la escalita ledice a la compañera:

—¿Quién es esa lámina de hombreque viene ahí? Es que está es de infarto.A este sí no dejo yo que se lo coma elMinotauro: más bien yo.

Y no bien puso pie en tierra Teseoque se le tira ella en los brazos y casi loasfixia, cuando en esas… sonó lacampana. Nos la tiene velada. Siempretengo que interrumpirles el cuento en lofino. En fin. Hasta después, pues.

16: Teseo

Quedamos en que más se demoróTeseo en bajar del barco que Adriana,digo Ariadna, en echarle mano yestrecharlo entre sus brazos, que casi loahoga, y lo apartó a un lado de la gente yle dijo:

—Ni vos sabés quién soy, ni yo séquién sos; pero en todo caso la pagastehabiendo venido yo a esta llegada debarco, porque ahí mismo que te vi mepegué una enamorada de esas deenvolver en el dedo y no creas que te vaa ir mal. Porque yo soy hija de Minos, el

rey, y también soy muy amiga de Dédalo,y yo estoy segura que éste me indicacómo podés salir del Laberinto cuandote metan allá, pa que te casés conmigo ynos vamos a vivir a Atenas, que dizquees muy amañadora.

Y así fue que Dédalo le entregó aAriadna un ovillo de piola y le dijo quese lo diera a Teseo pa que lo amarrarade la punta en la puerta del Laberinto,cuando lo llevaran a él allá, y que lofuera soltando a medida que fueraentrando, y que cuando la piola seacabara era porque había llegado dondeestaba el Minotauro. Que se quedaraquietecito hasta que ese cabecetoro se

durmiera, y que ahí sí podía matarlo siquería.

Pues así al pie de la letra lo hizoTeseo cuando lo zamparon a esesocavón, y cuando se le acabó la pitaoyó como unos bujidos muy feos yalcanzó a distinguir en la oscuridad alMinotauro que estaba profundo,roncando, y entonces va sacando él unestoque que había llevado y esperó unratico, y cuando distinguió mejor se lomandó a la nuca, pero pinchó en hueso, ylo sacó y se lo volvió a mandar y lohundió hasta tres cuartos de espada, ydespués le dio estocada entera, peronada que se moría el maldito, hasta que

al fin tuvo que descabellarlo, pero eso sífue al primer golpe. Y porque no habíapúblico pero ganas no le faltaron decortarle las dos orejas y alzarlas y gritar¡olé!

Todo esto que les estoy contando soninvenciones mías para que vean ustedesqué tan adelantado estoy en el curso decronista taurino que estoy recibiendo.Teseo lo mató fue de un derechazo quele mandó a toda la punta de la cabezaque lo dejó viendo un chispero, ydespués lo remató con la zurda.

Y va saliendo Teseo de ese laberintoque no se cambiaba por nadie, y sepresenta donde Minos y le dice:

—Su majestad: aquí le traigo unanoticia que yo creo que más bien va aser buena pa usted, y es que le acabo dematar a su hijo el Minota. En todo caso,ya lo desengüesé de él y ya no tiene quepreocuparse más de conseguirle gentecon qué alimentarlo; pero eso sí: comopremio le voy a pedir que me entregue amis compañeros pa llevármelos paAtenas.

Y otra cosita: que me dé la mano ytodo lo demás de su hijita Ariadna, queyo me comprometo a darle a SuMajestad unos nietos bien queridos.

Minos se la dio encantado, porqueesa loquita siempre era como muy

liberada, y no había quién le pusieracabezal.

Y se montan todos en el barco yarrancan pa Atenas; pero al pasar porfrente a una isla que se llamaba Naxos(¡estas palabras con equis sí que sontrabajosas de decir!); al pasar por esaisla le dijo Teseo al capitán que él seiba a quedar ahí con su mujercita,porque no veía la hora de empezar laluna de miel: que siguiera él con losotros y que los entregara sanos y salvosen Atenas.

Se me había olvidado contarles quecuando había salido para Creta, el papáde Teseo, el rey Egeo, le había dicho a

él que la vela negra que llevaba el barcose la cambiara por una blanca caso deque le fuera bien en su empresa, pa élsaber con anticipación y poderprepararles un recibimiento a todotimbal. Pero cuando se quedó Teseo enla isla, en ese desespero que tenía porempezar ligero la luna de miel se leolvidó contarle al capitán el encargo quele había hecho Egeo, así que el barcosiguió con la vela negra. Y cuandoalcanzó a divisar Egeo desde una peñadonde se mantenía subido que traía velanegra, le dio un ataque, como de locurasería, porque ahí mismo se tiró enpicada al mar, y hasta el sol de hoy. Por

eso a ese mar lo llaman el Mar Egeo.Pero no nos distraigamos con

geografías ni carajadas y sigamos con lahistoria de Teseo, que iba muyamacizado con su Ariadna, y en elprimer rastrojito que encontraron… lessonó la campana. Dejémolos una semanaentera en ese rastrojito y murámonos dela envidia.

17: Teseo

¿Se acuerdan que dejamos a Teseo yAriadna en un rastrojito, dizque listos aempezar su luna de miel? ¡Mucha lunade miel! No les duró ni un cuarto dehora; mejor dicho, lo que se demoróTeseo en darse cuenta de que la niñaestaba ya más pérdida que el canario delas Vidales, o que el hijo de Lindbergh:estaba ni más ni menos que comoencontró San Román a Angelita Vicario.Y le pasó lo mismo que a ésta; pero conla diferencia de que Teseo no tuvo aquién devolvérsela y la dejó ahí tirada y

él se vistió otra vez y salió en desgraciapal puerto a ver si alcanzaba el barco,pero ya se había ido. Y entonces hizoarreglo con el patrón de otra barca paque lo llevara a Atenas.

Pero Ariadna sí no se echó a morircomo Angelita: esa sí no era boba: ellaahí mismo se peinó, se pintó y se arreglóy se sentó en una barranquita a la orilladel camino a esperar a ver quién pasaba.Cuando al rato ve que viene por allátrastabillando como atajando pollos untipo todo barbado, con cara deamanecido, que se va acercando dondeella y le pregunta, con un hablado quecasi tumbaba del tufo:

—¿Quién eres tú, purísimadoncella?

—¡Doncella será tu mamá! ¿Por quécreés que me dejó botada ese idiota quese acaba de ir de aquí? ¡Malditomachista, pasado de moda!

Está como los novios de ahora años,que querían que la virginidad se laguardáramos a ellos, como si no fuerade nosotras…

Y siguió ahí rajando y renegando, yen un momentico que paró pa descansarle dice el barbado:

—¡Ve, ole; no se te dé nada, que yoprecisamente andaba en busca de mujer,porque la rasca me dio hoy por ese lado!

¿Y a que no sabés quién soy yo? Pueshas de saber que yo soy Baco, el diosdel vino y de los borrachitos y elenemigo jurado de esos pendejos deAA. Y estoy listo a casarme con vos yamismo, sin ponerte muchosinconvenientes.

En fin: para no alargar: Ariadna yBaco se casaron, y fueron felices ycomieron perdices.

Sigamos con Teseo, que se embarcóen esa coca de huevo, pero al fin llegó aAtenas, y apenas supo que su papá, elrey Egeo, se había desnucado tirándosede una roca, como les conté el otro día,él se puso lo más triste. Pero de dientes

pa fuera, porque él quedó de rey deAtenas.

Y siempre siguió teniendo susaventuras, que se las voy a contar ahípor encima.

La primera es de las amazonas. Lastales amazonas eran las feministas deese tiempo: eran como una especie detribu de mujeres solas que no tenían másoficio que pelear con los hombres. Peropelear de verdad: con arco y flecha; yeso porque todavía no había metralletas.Cómo serían de peleadoras que cuandouna muchachita ya estaba formada lecortaban la teta derecha —con perdónde ustedes— dizque pa que no le

estorbara pa manejar el arco: quedabanbuenas como pa un novio manco en cine.Ellas siempre nos buscaban a loshombres, por ahí cada año, y hacían usode nosotros, y apenas les nacían lascriaturas, si era machito lo pasaban alpapayito y no dejaban sinó las hembras.

Pues Teseo, que se enloquecíacuando no tenía nada qué hacer, armó unbatallón pa ir a acabar con ellas, y seembarcó pa allá, y apenas llegaron yvieron ellas ese mundo de muchachostan macanudos y bien plantados, dijo lareina de ellas, que se llamaba Hipólita:

—¡Muchachas: la pegamos! Este añono vamos a tener que salir a buscar

parejo. Aquí nos llegaron como caídosdel cielo. Y ¡ah buenas crías que nos vana dar! Prepáremen un regalo bien buenopa yo ir a llevárselo personalmente aljefe de ellos, que ese me lo voy a pedirpa mí.

Y se fue con su mocho de regalo ysubió al buque, y ella que pisa elentablado de arriba cuando ahí mismohace desamarrar Teseo el buque yarranca pa Atenas, y no se cambiaba pornadie con su macha de amazona y hastase le olvidó a qué había ido, y volvió asu palacio y se agarró a vivir con ella,sin pedirle virginidades ni carajadas.

Y de ese arrejuntamiento les nació

un muchachito, que fue tan de malas quele pusieron el mismo nombre de lamamá: Hipólito. Después les cuento lahistoria de Hipólito.

Por el momento les digo que al pocotiempo de haber secuestrado Teseo aHipólita, y viendo las otras amazonasque nadie les pedía plata por el rescate,ni nada, resolvieron ir ellas, armadas enson de guerra, a rescatarla.

Y llegaron a Atenas y la rodearonpor todos los lados, y empiezan adisparar flechas que parecía la horallegada; pero les fue mal, porque los deadentro les apararon la caña y lashicieron salir voladas, sin el rabo entre

las piernas, porque no tenían rabo.Pero, hablando en serio: cómo les

parece que en medio del aguacero deflechas una le cayó a Hipólita en todo elmango y ahí quedó como un pollito.¡Pobrecita! ¡Cómo estaba de querida yde domadita ya! Es que no hay dichacompleta.

Y volvió a quedar Teseo con mediocolchón vacío, y él así no se hallaba. Yse acordó que cuando él se había traídoa Ariadna de Creta, ella tenía unahermanita muy lindita que se llamabaFedra, y que ya debía estar a punto decaramelo, y resolvió armar viaje paCreta a traérsela.

Y apenas llegó allá… ¡Tilín, tilín!¡Ah bueno coger esta porquería decampana y venderla como chatarra enuna siderúrgica!

18: Hipólito

Llegó, pues, Teseo a Creta y le dijoa Minos que como Ariadna, por saladoque era él, le había resultado de segunday había tenido que salir de ella, venía apedirle que le soltara a Fedra, a ver siacaso con ésa le iba bien.

Minos se la entregó y él se la llevópa Atenas.

Volvamos atrás. ¿Se acuerdanustedes que el otro día les mencioné aHipólito, el hijo que había tenido Teseocon Hipólita, la reina de las amazonas?Pues a este muchacho lo había mandado

Teseo a que se criara y se educara enTrecén y ya por ese tiempo era unpiemipeludo muy aplomado y muy buenmozo: una lámina. Pero tenía unmaldingo inconveniente: no leimportaban un carajo las mujeres, y a laúnica diosa que le hacía sacrificios eraa Diana.

Volvamos otra vez atrás. Apuesto aque no se acuerdan ya quién era Diana.Esperen a ver yo busco en mis apuntes.Aquí está. En la sexta conferencia lesconté que Diana era melliza de Apolo yque había nacido antecitos que él, ocomo dicen en el hipódromo, que Apoloera el placé, y que a Dianita, recién

nacida, le había tocado ver las afligíasde Latona pa tenerlo, y entonces habíajurado no meterse nunca en enredos ni abobadas de esas y se había dedicado ala cacería con arco y flechas, y perros ycuanto exige Moratín en su poema LaCaza.

Pero no nos distraigamos. Eltatabrón ese de Hipólito a la única diosaque hacía caso era a Diana y veía pasarlas otras mujeres como ver pasar platapal banco. Y entonces la diosa Venus,que es la de los enamorados, viendo queél no la determinaba ni le hacíasacrificios, dijo:

—Déjese y verá.

Y ¿saben lo que hizo? Que Fedra sepegara una enamorada de él bienhorrible, pa hacerlo caer. Así que Fedra,que estaba muy organizada y muyentablada en Atenas con su Teseoresolvió de un momento a otro armarviaje pa Trecén, donde estabaestudiando Hipólito, dizque a levantarleuna iglesia a Apolo, y cuando iballegando allá se topó de manos a bocacon Hipólito que iba de cacería, y ¡quéfue aquello! El flechazo que le iba a darel muchacho a alguna guagua se lo pegófue a ella, y quedó medio loca de latraga y juró que se lo acostaba al rincóno que no se llamaba.

Y dice esta mujer a buscarle el ladoy a darle regalitos y a rogarle, y aborronearle boleticas y a mandarlerazones con cuanto perro y gato.

Y el gran pendejete ese como si talcosa. ¡Qué le parece, hombre!¡Semejante hembra! Si la cosa hubierasido conmigo, ¡yo le cuento un cuento!

Pues no, señor. Que no y que no.Hasta que al fin ella, ya desesperada,dizque dijo:

—¡Esta no es conmigo!Y se fue pa donde Teseo y le metió

esta infamia en la cabeza: que elmuchacho dizque andaba persiguiéndolay no hacía sino hacerle propuestas

groseras y que ya no se lo aguantaba.Que por amor de Dios se lo quitara deencima.

Este cuento es igualito al de Josécon la mujer de Putifar en la HistoriaSagrada. Ustedes se acuerdan que ella loacusó delante de su marido de que la ibaa violar, y ¡mentiras!: ella era la quequería violarlo a él y él no se dejó.

Pues al Travolta de Hipólito le pasólo mismo: Fedra lo aventó donde Teseoy éste ahí mismo lo llamó a cuentas, ypor mucho que el muchacho juró yperjuró que eso eran mentiras, no lequiso creer y llamó a Neptuno, el diosdel mar, y le pidió que lo castigara, por

mal hijo: que era el colmo que lequisiera quitar la mujer a su propiopadre.

Y pensando Teseo en lo que lehubiera ocurrido con Ariadna de haberseguido con ella, y en lo que estuvo apunto de que pasara con Fedra, dizqueinventó este refrán: al que nació pacabrón, del cielo le llueven cachos.

Así fue que cuando salió Hipólitodel palacio real y cogió por toda laplaya en su carroza, va saliendo del marun toro bravo y se desbocan esoscaballos, aterrados, y se van metiendo atoda, mar adentro, y el inocente deHipólito se fue a bajar y se enredó en el

guardabarro y cayó de cabezas y nosalió más.

Y la gran Putifara de Fedra, cuandosupo esto, cogió tres enaguas y lasempató y las amarró de una viga delzarzo y ahí la encontraron colgada alotro día. Y al pie una boletica que decíaque el muchacho era inocente y que ellano había aguantado el remordimiento.

Y aquí se acabó la historia de Teseo,y muy a tiempo, por cierto, porque allíveo que va aquel bobo a tocar lacampana.

19: Icaro

Salgamos de lo que tenga que vercon la isla de Creta. Allá dejamos aDédalo. No me vengan a decir que ya seles olvidó quién era Dédalo. Pues untodero de esos hábiles que no se lesescapa nada y que había hecho elLaberinto del Minotauro y que le habíadado a Ariadna el tambor de pita pa quesaliera de allá Teseo.

Cuando le contaron al rey Minos queTeseo y los presos griegos se habíanfugado, y que el culpante era Dédalo, lomandó encerrar junto con su hijo en ese

mismo sótano. Porque resulta queDédalo había tenido con no sé quién unmuchacho que ya estaba polligallo, queno lo despintaba ni a sol ni a sombra,que se llamaba Icaro. Oigan bien: ícaro;no icáro, como dicen muchos.

¡Qué les parece! Encerrar allá aDédalo era como amarrar el gato conlonganiza: al otro día ya estaban afuera.Pero nada hicieron; porque como Cretaes una isla, era lo mismo que si hubieranseguido presos, porque Minos teníaguardeada toda la costa. Eso era hágansede cuenta Gorgona.

Entonces Dédalo le dijo a Icaro:—Vea, mijo: no le cuente a nadie,

pero lo que es de aquí nos volamos.Y hizo al escondido, con plumas de

águila y cabuya —porque todavía nohabían inventado el nailon— dos paresde alas lo más de buenas, y se pegó élunas, y las otras se las acomodó a Icaro.

Y esperaron a que amaneciera y aque no hubiera nadie por ahí ydecolaron. Y eso fue pa ya que seencumbraron, y ese muchacho no secambiaba por nadie. Esa era muchabacanería: uno viendo esos barquitospor allá abajo, chirriquiticos, queparecían hormiguitas blancas, y unoremolineando bien serenito por encimade ellos, como un gallinazo…

¡Eso es muy delicioso: no seamosbobos!

Pero, sigamos con la historia.Resulta, pues, que ya iban algo alticos,cuando le dice Dédalo a Icaro:

—Vea, mijo: no se remonte de amucho, que de pronto va y el sol lederrite esa cera y se va de… No le digode qué se va, pa no darle mal ejemplode boquisucio.

Era que en ese tiempo todavíaestaban muy atrasados, y ellos tenían lasalas pegadas con cera de abejorro,porque todavía no habían inventado esaresina Epoxy que viene en dos tubitos.¡Con eso sí les habían quedado

buenas…! ¿Pero con cera? ¡Antesaguantaron mucho!

Porque fue que Icaro no le pusobolas a lo que le había dicho el papá, ypensaba:

—¡Lo que es este cucho no me va aquitar el gustico de subirme hastaaquella nube tan provocativa y echarmeen ella a fumarme un cachito de Mona dela Alta Guajira que llevo aquí escondidoen mi túnica inconsútil…!

¡Mentiras! Yo es por fregar. ¡QuéMona ni qué pandequeso iba a haber enese tiempo! Y el de la túnica inconsútilera el Niño Jesús. Que no tenía sinó ésay se tenía que quedar empeloto, como

dicen en Bogotá, cuando la Virgen se lalavaba.

Pero, sigamos con Icaro. Pues, sí,señor: que se embaló como un voladorde pa arriba y por ahí como a los cincominutos empezó a fallarle una ala, y él airse como de medio lado, lo másfastidioso, y por ahí derecho la otra, ypegó unos chapaleos lo más de raros, ycuando menos pensó fue que se lezafaron las dos y se fue en picada, ypasó raspando a Dédalo, que no alcanzóa echarle mano, y al fondo del mar fue atemplar y ni siquiera se sobreaguó.Recemos una oración por el eternodescanso de su alma.

Eso es pa que se den cuenta que aveces los cuchos jodemos alguito peroes porque ya estamos muy sogueados.

En este momento se me acaba deocurrir que qué tan bobo Dédalo: nohaber inventado de una vez elparacaídas. Tal vez así se le habíasalvado el muchacho. Pero es que lo queconviene…

El pobre Dédalo tuvo que seguirsolo su vuelo, transido de dolor, y por latarde aterrizó en Cumas, y lo primeroque hizo fue llamar a su mujer a contarleque había llegado sano y salvo. Y ella lepreguntó:

—¿Y el niño?

Y él le contestó:—Muy alicaído, mija.No me crean esto último, que son

añadidos que le han puesto a la historia.¡Cómo iba a haber llamado Dédalo a sumujer, si en Cumas no había oficina deTelecom, y lo único que funcionaba erala telepatía!

Después será que les acabo decontar cómo le acabó de ir a Dédalo yles empiezo la historia de Atalanta.Porque hoy si estoy cansado, y no veo lahora de que toquen esa tal campana.

20: Dédalo

Dejamos al pobre Dédalo en Cumas,muy abatido por la muerte de sumuchacho.

Y cuando Minos se dio cuenta queDédalo se le había volado, dizque le diola desesperación y el remordimientomás horrible, por haberlo mandadoencerrar. Es que ese era un ingenierazopor el estilo de don José María Villa, eldel Puente de Occidente, y le hacíamucha falta a Minos, que al otro día seembarcó en busca de él, y como estabaseguro que debía ir disfrazado pa que no

lo reconocieran, se le ocurrió estaperrada pa encontrarlo: cogió un caracolde esos bien retorcidos, que empiezanboquianchos y acaban en punta, y se fuepor todos esos pueblos y esas islasofreciendo un premio el macho pal quefuera capaz de ensartarlo metiéndole unhilo por la boca y sacándolo por la otrapunta. Muchos fueron los que lebregaron, pero empezaban a meter elhilito y no pasaba de la primera curva, yahí decían, como el mister de la apuesta:«mí dobla».

Pero Minos seguía insistiendo. Y undía llegó a la ciudad de Camicc y de unavez se fue pa donde su colega el rey

Cócalo y le entregó el caracol, con elencargo de que buscara quién loensartara. Y Cócalo se lo llevó aDédalo, que estaba por allá escondidoen la pieza de las sirvientas, y Dédaloahí mismo cogió una hormiga y leamarró el hilo y abrió un huequito en lapunta del caracol y metió por ahí lahormiguita y ella fue buscando el caminohasta que salió por la boca ancha, con suhilo amarrado de donde sabemos,porque era de esas de Santander.

Y cuando le presentaron a Minos elcaracol con el hilo ensartado, le dijo aCócalo:

—¡Por fin encontré a Dédalo! Estas

son cosas que no se le ocurren sinó a él.Haceme el favor y me lo entregás, que loestoy buscando como aguja.

Cócalo le dijo que por supuesto, yesa noche invitó a Minos a comer y en lacomida le dio la dulce toma, por consejode Dédalo.

Y así acabó Minos, el hijo deEuropa, la que se le montó al toroJúpiter, ¿se acuerdan?

Y cacho quemao, botín colorao,perdonen lo malo que hubiere quedao.

Atalanta

Sigamos ahora con Atalanta, que esuna historia muy cortica, y que creo quese las alcanzo a contar toda hoy.

Unos dicen que laso, otros queEsqueneo fue el papá de Atalanta. Entodo caso, cualquiera que hubiera sido,cómo sería de machista que apenas vioque lo que le había nacido a su. Queridaesposa era mujercita, la hizo llevar palmonte y dejarla allá botada.

Allá la crió una osa, y cuando yaestaba algo grandecita se la encontraronunos cazadores y se la llevaron y leenseñaron a portarse como un macho, y

a no dejarse poner la pata de nadie. Yresultó una campeona que a todos lesganaba: en carrera, en lucha, en boxeo,en lo que fuera y con el que fuera. Eracompleta.

Una vez la alcanzaron a ver en elmonte un par de centauros que andabanpor allá embolatados y le abrieroncarrera a echarle mano, como con malaintención. Pero ella dijo:

—¡Ah! ¿Conque así es la cosa?¿Mucha ganita de violarme? ¡Cómo noque yo me voy a dejar hacer nada de unanimal de esos, que lo único que tienede hombre es el pecho y la cabeza, ytodo lo demás de ahí pa abajo es de

caballo! Que respeten. Que vayan abuscar sus yeguas, que yo soy muy mujery muy feminista.

Y los mató de dos flechazos.Y lo que decía de que era feminista

es la pura verdad: detestaba a loshombres, y ahora les cuento lo que hacíacon los que le buscaban el lado. Esa síno era como estas de ahora, que muchasdizque nos odian, pero es de dientes paafuera. O si no, oigan lo que le oí cantara una el otro día:

Todos los hombres sonmalos,

todos merecen reproche;

pero ¡ah falta que noshacen,

sobre todo por la noche!

Lo que les iba a contar que hacíaAtalanta con los que la buscaban es quelos desafiaba a una carrera, y esta era lacondición que le ponía a cada uno: quesi él ganaba, ella se casaba con él(porque ella sabía que ninguno leganaba); y si perdía, ella lo mataba.

Pero era tanta la gana que lemantenían, por lo linda que era, que aunsabiendo que ya había despachado palotro toldo como a veinte, todavía se le

seguían midiendo.Hasta que un día le llegó su

tatequieto en forma de un muchacho muyquerido y muy acuerpado, que sellamaba Hipomenes.

Pongan cuidado: Venus, que era ladiosa de los enamorados y que legustaba darles duro a las que se hacíande rogar y les salían a los hombres conrepelencias y cismatiquerías, apenas vioque Atalanta estaba haciendo leña contodos los muchachos, llegó dondeHipomenes y le entregó tres manzanasde puro oro y le dijo: «Con estas ganásla carrera».

Pues se llegó la hora y arrancan los

dos del partidor a lo que daba el tejo, ypor ahí como a la media cuadra dejacaer Hipomenes una de las manzanas, ymás se demoró en caer que Atalanta enagacharse £ recogerla, y ahí le cogió éluna ventajita. ¡La iba a dejar ahí tirada,con le poquito que les gusta el oro a lasmujeres! ¡Cómo no!

Pero breve, breve, lo volvió aalcanzar y hasta se le pasó, y entonces;él le tiró otra adelante de ella, la mismaque se volvió a agachar a recoger y lamisma alcanzada que le dio Hipomenes.

Y siguieron al mismo tren, y ya en larecta final arrancó Atalanta en unembalaje de película, y cuando ya no le

faltaba pero era nada pa llegar alcanza aver en el suelo la última manzana y lemanda la mano y en esas le bajan labandera a cuadros a Hipomenes, quecorrió a abrazar a la subcampeona, queya se había enamorado de él, por jodido.Y le dice ella, acezando de lo purorendida y de la emoción:

—Soy tuya hasta la capilla.Oigan la campana. Pero sigamos,

que esto ya se va a acabar.Y arrancaron los dos pa su luna de

miel y en el camino pasaron por delantede una iglesia —¡qué cuentos de capilla!— de nada menos que de la diosaCibeles, la mamá de don Júpiter. Pero

ellos no se aguantaron la gana y seentraron y se escondieron por allá detrásde una pilastra donde nadie los viera, yya se iban a poner a hacer quién sabequé cuando en esas va entrando la diosay ¡ran! en castigo los volvió león y leonapa que le sirvieran pa arrastrar el cocheen que ella paseaba.

¿No les dije que la historia eracortica? Y ni bien buena que estuvo.Pueda ser que la que sigue…

21: Faetón

Antes de empezar les quiero contarque la semana pasada una amiga míamuy querida, que estaba esperando, omejor dicho, que ya estaba que sereventaba, y que ya tenía listo el nombrede Penélope dizque porque iba a serniña, se equivocó toda, y lo que le naciótenía tomillito y dos corocitos, yentonces yo le dije que lo pusieraOdiseo, que fue el marido de Penélope.Ella me dijo que bueno, y que qué dichaque les contara la historia de esos dosen la clase de Mitología de hoy.

Yo le dije que tuviera un poquito depaciencia, que su hora se le llegaba,porque hay que seguir cierto orden, yque hoy le tocaba el tumo a Faetón, quees una historia que les conté, fuera detiesto, el año pasado, pero que hay quevolver a meterla aquí, pa que no quedeincompleto el cursillo.

Atención, pues. Resulta que losgriegos llamaban Helios al Sol. Era unmuchacho acuerpado, bien presentado,avispado, y sobre todo muy buentrabajador. Era hermano de Selene, queera la Luna y de Eos, que era la Aurora,la encargada de abrirle todos los díaslas puertas del palacio. Y apenas las

abría, ahí mismo aparecía «la sonrosadaluz de la mañana, y las estrellas corríana refugiarse en el seno de la noche».Esto me lo aprendí de memoria, pa queno vayan a creer que es que estoyimprovisando.

Entonces, cuando empezaba lamañana, llegaban las Horas, que eranunas esclavas ahí, y le alistaban el carroa Helios y le enganchaban los cuatrocaballos, y entonces él se montaba ysalía a hacer su tareíta de todos los días,que era subir por esa loma del cielo paarriba, hasta lo más alto, y de ahí bajarpor la loma del frente a esconderse porla tardecita detrás del mar. Entonces se

embarcaba y pasaba por debajo delmundo otra vez hasta su palacio, pavolver a salir al otro día. Y eso era undía sí y otro también: pa él no había nidominicales, ni festivos, ni muchomenos puentes, ni vacaciones ni nada.

Pero sigamos con el cuento. Resultaque Helios se había casado conPerseida; pero como a esos dioses lesencantaba revolverle guadua al matri,una vez se puso a gallinacear a Climene,y como ella ya estaba liberada, eso fuepa ya. Lo grave fue que, como se lehabían acabado las píldoras, muy ligerose vio en las mismas de mi amiga queles contaba ahora, y a su tiempo le fue

naciendo su mocho de Odis… ¡dizqueOdiseo! Faetón fue que lo pusieron.

Y por cierto que resultó unmuchacho lo más de querido y deinteligente. Pero, eso sí, cuando yaestuvo crecidito y en la escuela no hacíasino chicanear con los amigos dizqueporque él era más importante que ellos,porque era hijo del Sol. Y ellos ledecían que no fuera cañero nimetelagómez, que no los creyera tanpendejos. Hasta que un día dijo él:

—¡Esta no es conmigo…!Y se fue a averiguar la verdad con su

propio padre. Y llegó al palacio, y alláestaba Helios sentado en su trono

tomándose muy tranquilo el algo —queera, por cierto, una tazada de chocolatetrancado, más provocativo que el carajo—, cuando va llegando Faetoncito y lehace una reverencia, y se le cuadra y ledice:

—Papá: decime tu pura y santaverdad: ¿yo sí soy hijo tuyo? Porque esque esos muchachos de la escuela nohacen sino decirme que son mentiras.

—Claro que sí, mijo. Vos sos el hijomío que más quiero. Y te voy a dar unaprueba: pedime lo que queras, que yo telo concedo. Te lo juro por la lagunaEstigia, que es sagrada como la deGuatavita, y por ella es que juramos los

dioses, porque todavía no han inventadola cruz.

—¡Ah! ¿Sí? Gracias, papacitoquerido. Entonces te pido que me dejésmanejar tu carro, aunque sea un solo día,pa que esos pendejos de la escuela mevean y no me vuelvan a molestar.

—¡Ay, mijito lindo! Todo lo quequerás, menos eso. Eso espeligrosísimo. Ese carro no lo puedomanejar sino yo. Ni siquiera al mismoJúpiter se lo he querido soltar. Esoscaballos son muy resabiados y no meobedecen sino a mí.

Y le rogó y le porfió que se olvidarade eso, pero no hubo Dios posible. El

maldingo muchacho ranchado en que élterna que manejar el carro del Sol o queno se llamaba. Al fin tuvo Helios queceder, porque palabra de dios no puedefaltar.

Y al otro día, cuando abre la puertaAurorita, se va montando el carajito yarranca ese carro por esa loma del cielopa arriba. Pero los caballos se dieroncuenta breve, breve, que el que losestaba manejando era un bisoño, porqueno tenía fuerza pa templar bien lasriendas… ¡Y se desbocan…! ¿Oye? Ydicen a subir, hasta que llegaron a lacumbre del cielo, como locos, jalandouno pa un lado y otro pal otro, y de allá

se dejaron ir en picada, y dele pa abajoa toda, y ese muchacho aterrado que sedesgañotaba gritándoles, pero ¡muchocaso que le hacían! Y siguieron bajandoy bajando hasta que llegaron a lasmontañas y se prendió el monte y lacandela rumbaba por toda esa laderahasta la vega, y el río estaba ya quehervía. Eso parecía un acabe del mundo.Y pa eso que en ese tiempo no habíacuerpo de bomberos voluntarios ni nada.Menos mal que tampoco habíaecologistas, porque ¡en la que se hubierametido el pobre Faetón!

Bueno —antes de que suene lacampana—: el asunto se puso tan grave

que tuvieron que ir todos los diosesdonde Júpiter a pedirle que le pusiereremedio a eso, porque si no, se iba aacabar el mundo. Y entonces él no tuvode otra que mandar un rayo que hizoparar en seco los caballos, pero que porahí derecho tostó a Faetón, que fue acaer al Erídano, que era como sellamaba un río de Italia, de dos letras,que sale en los crucigramas. Y sabencuál es: ¿cierto? Empieza por P.

22: Hércules

Pues será empezar a contarles ya lahistoria de Hércules, el que los griegosllamaban Heracles, que fue el másmacho de todos los héroes de Grecia. Elfue el último de los hijos que tuvoJúpiter por la calle. Esta vez se la jugóel jefe de los dioses a misiá Juno conAlcmena, la mujer de Anfitrión, el reyde Tebas. Y la cosa pasó así:

Resulta que unos tipos de por allá deotro reino le habían matado loshermanos a Alcmena antes de que ella secasara con Anfitrión, y la condición que

le puso a él cuando se casó fue que teníaque ir a acabar con los que le habíanmatado sus hermanitos si quería que ellale diera lo que ustedes se imaginan. Yasí fue. Tuvo que salir él con su ejércitopa esa tierra y ella se quedó ahí todadoncella esperando que él volviera.

Y una tarde que pasaba Júpiter porla calle la alcanzó a ver en la ventana yahí mismo le clavó el ojo y dijo:

—Lo que es ésta no se me escapa,por muy feminista que sea. ¿Conque nose lo ha querido soltar ni al marido?Conmigo sí es a otro precio…

¿Y saben lo que hizo el condenadoJúpiter? Cogió la figura de Anfitrión y

se va apareciendo como a media nocheen el palacio, y los criados creyeron queera el rey y lo dejaron entrar a la piezade Alcmena, que estaba en el quintosueño, pero él la despertó abrazándola ybesándola y diciéndole lo más zalamero:

—Amorcito querido, por fin se llególa hora. Ya despaché tu encargo, y alláno quedó títere con cabeza. Ahora sí nopodés hacerte la de mi alma. ¡Y ah lindaque estás, carajo! ¿Quién es nindo?

Y empiezan la función. Y cómo seríala emoción y la fiebre, que Júpiterresolvió que esa noche se demorara portres. ¿Se acuerdan ustedes en la HistoriaSagrada, cuando Josué hizo parar el sol?

Pues Júpiter a la que hizo parar esta vezfue a la luna, y la tuvo quieta hasta queél ya no pudo más, y entonces se voltiopal rincón y se quedó profundo hasta elotro día.

Y al otro día, precisamente, cuandoél se fue, va llegando el marido deverdad, y a duras penas se quitó lasarmas, y empieza otra vez el julepe, yella, aterrada, dizque pensaba:

—¡Pero a éste sí no lo llena nadie!Voy a tener que buscarle una sucursal paque me deje pegar los ojos.

Y él la notaba como friona, yempezó a maliciar, y más cuando él lecontó que había derrotado a los

enemigos, que ella le contestó:—Eso ya yo lo sabía. Dormite es lo

que has de hacer.Y ahí sí no se aguantó él y arrancó

pa donde Tiresias, el adivino, a que lecontara a ver qué era lo que pasaba consu mujer. Y Tiresias le dijo:

—Vea, su Sacarrial: pa no andarlecon carajadas, lo que pasa es esto: misiáAlcmena va a tener mellizos, uno deellos suyo y el otro de nuestro padreJúpiter. Pero no le vaya a hacer ningúnreclamo a ella, que ella no tiene ni ideay piensa que no ha estado sinó con usted.

Y Anfitrión se puso feliz dizqueporque había compartido a su mujer con

el dios de los dioses, y decía:—¡Estos sí son cachos! No como los

que les ponen a los cabrones comunes ycorrientes…

Pues al fin nacieron los muchachos:primero Hércules, el de Júpiter, ydespués Ificles (oigan bien: íficles, noifícles). Lo más de queridos y alentados.

Pero no ha de faltar su domingosiete. Misiá Juno —¿se acuerdan locelosa que era esa maldita vieja?—cuando se dio cuenta que el mayorcitode los dos era hijo de su divino esposo«con esa sinvergüenza», como le decíaella a la inocente de Alcmena, juró quelo mataba, de la ira que le dio. Y el

pobre muchachito, que qué culpa iba atener, se tuvo que aguantar toda la vidala tirria que le cogió mi doña.

Pa empezar: cuando las criaturitastenían por ahí unos ocho meses les metióen la cuna un par de culebras lo másazarosas, con la intención de quepicaran a Herculito —y perdonen lapalabra—; pero cómo sería de fregadoese muchacho desde chiquito, que,mientras el otro mellicito, aterrado,prendió la casa a los berridos, vacogiendo él el par de culebras con lasmanitos, y dice a apretar y apretar hastaque las estranguló. ¡Mansito era que ibaa ser!

Yo creo, muchachos, que lo mejor esinterrumpir aquí, y luego seguimos conel muchacho ya criado. Porque si meembarco a contarles las primerasaventuras de él, de pronto me tocan esahijuemadre campana, y a mí me damucha ira que me interrumpan.

23: Hércules

El muchacho Hércules fue creciendomuy macizo y muy macanudo y se fuevolviendo un tangalón de más de dosmetros de alto, que se tenía que agacharpa pasar la puerta.

Anfitrión le puso los mejoresmaestros. El mismo le enseñó a manejarcarro de carreras —con motor de doscaballos—, y no se demoró mucho envolverse campeón de fórmula uno; otromaestro le enseñó lucha; otro, a dispararflechas, y no erraba pipo; otro, a pelearcon arma, y había que verlo revolear las

33 paradas del machete; y por fin otro,que se llamaba Lino, que le tocóenseñarle música, una vez lo regañó,porque Hércules era muy cerrado pamusiquitas y versitos y carajaditas deesas, y no dio bien la lección; pero él nose aguantó el repelo y cogió esa lira y sela desbarató en la tusta al pobre Lino,que cayó redondito: no dijo ni pío.

Cuando cumplió los 18, que ya seiba a alargar los calzones, se madrugóuna mañana, sin decirle nada a nadie,dizque a matar al león de Citerón, queera uno que estaba acabando con elganado que tenía Anfitrión, su papá dementiritas, a partir utilidades, con un rey

vecino que se llamaba Tespio. Hérculessalió pa allá y se alojó en el palacio deTespio, que apenas lo vio, pensó:

—Lo que esa éste le saco yo cría. Ysalió el muchacho dizque a cazar elleón; pero ese día se le voló y no lopudo alcanzar, y cuando volvió alpalacio por la noche y se acostó, tocó enel rincón como un bulto, y era una de lashijas de Tespio. ¿Y saben cuántas tenía?La bobadita de cincuenta. ¡Maluca fue lainiciada del joven Hércules!

Con razón que todas las tardesllegaba del monte diciendo que esta veztampoco había podido alcanzar esemaldito león, y que estaba rendido y que

le calentaran una poncherada de aguasalpa lavarse los pies, porque se iba aacostar ya.

Y esa funcioncita duró cincuentanoches, hasta que se le acabaron lashijas a Tespio: pero eso sí: cada unaquedó con su encarguito. Y todosresultaron machitos, según se supodespués.

Lo gracioso es que Hércules creíaque era la misma, porque en ese tiempoese trabajito se hacía en el oscuro, y élno les veía la cara ni se ponía a perderel tiempo conversándoles: él iba a loque iba. Y cuando vio que después de lacincuentava noche la muchacha no

volvió a aparecer, ahí sí resolvió ir aacabar con el león, y eso fue pa ya quelo despachó de un flechazo y le sacó elcuero y se lo puso él como sobretodo; yla cabeza del animal, con melena y todole quedó de gorro. ¿Cómo les parece austedes, topárselo uno por ahí en uncamino a media noche? Porque esa fuela vestimenta que siguió usando él todala vida.

Esta fue la primera hazaña de él. Lasegunda fue contra el rey Ergino, que erauno que les había ganado una guerra alos de Tebas y los tenía fregados con laobligación que les había puesto de quetenían que entregarle cada año cien

vacas, por la carajadita de veinte años.Y el precio del ganado que era por Upacen ese tiempo… ¡Cuánto valdría unacursienta de esas a los veinte años!

Esta vez iban los vaqueros de Erginoa reclamar sus vacas, cuando en unavueltecita del camino se tropiezan demanos a boca nada menos que conHércules disfrazado de león, ¡y salen endesgracia! ¿Oye? pero no les valióporque él ahí mismo los alcanzó y losfue noqueando de aunó por uno ydespués con mucha mafrita les cortó lasorejas y las narices y las manos y se lascolgó a cada uno del pescuezo con unacabuya y los mandó que fueran a

contarle a su rey que esas eran las vacasde ese año. Cuando llegaron dondeErgino se puso como una fiera y se fue aatacar a los de Tebas. Pero la diosaMinerva, hecha una Alexander Haig —pa que vean que yo también leoperiódicos—, había aperado de armas alos de Tebas, y con Hércules a la cabezales salieron al encuentro y los volvieronripio en tres patadas.

Entonces Creonte, que era uno quemandaba en Tebas, le dio por premio asu hija Mégara, y con ella tuvo tres hijosy vivió muy feliz. ¡Pero no hay dichacompleta! ¿Se acuerdan ustedes queJuno, la mujer de Júpiter, se la había

velado a Hércules desde que nació, porser hijo de su marido? Pues ahora,apenas supo que estaba viviendo muybueno y que no se cambiaba por nadie,¿saben lo que hizo la maldita vieja?Pues le corrió una teja y lo dejó loco. Yen ese estado va llegando una noche a lacasa, y sin más ni más, coge a Mégara ya los tres inocentes muchachitos, que alos cuatro los adoraba, ¡y los mata conla espada!

Y ahí mismo le volvió el juicio, ycuando los vio tirados en un charco desangre… ¡Campana, pelota y flor!

24: Hércules

Cuando a Hércules dejó de patinarleel coco y vio a su mujer y a sus hijitostirados en un charco de sangre y sinsaber quién se los había matado, casi sevuelve loco otra vez de ladesesperación. Y en esas llegó Anfitrióny le dijo que había sido él mismo,Hércules, y entonces él cogió la espadapa matarse, pero Anfitrión lo convencióde que él no tenía la culpa porque no sehabía dado cuenta de lo que habíahecho: que borracho y loco no valía. Alfin se aplacó y al otro día armó viaje pal

templo de Delfos, a preguntarle a lapitonisa qué tenía que hacer pa pagar sucrimen.

Cuando llegó a Delfos ya Juno teníaprevenida a la pitonisa que le pusiera uncastigo bien horrible, que ojalá acabaracon él; pero ella no se atrevió y lo quehizo fue mandarlo pa donde Euristeo,que era el rey de Tirinto, a que le dijeralo que tenía que hacer.

Y Hércules salió pa allá, y cuandollegó, ya Juno tenía bien aleccionado aEuristeo pa que le pusiera unas pruebasbien trabajosas, que no las pudiera hacernadie, a ver si así salía de esehijuetantas, que no se lo podía tragar. Y

Euristeo le puso entonces lo quellamaban los trabajos de Hércules. Yose los voy a tener que contar a ustedespa que no quede incompleta la historia,aunque yo sé que se van a aburrir,porque no figuran mujeres en la cama oen la manga, ni groserías de esas que lesgustan a ustedes, pero qué vamos ahacer: la historia es la historia.

Los trabajos fueron doce. Se los voya contar por encimita.

El primero fue el del león de Nemea.Que era un animalazo enorme, que teníaun cuero que no le entraba ni laMaunífica, como dicen: las flechas lerebotaban. Y vivía en una cueva que

tenía dos bocas. Y entonces Hérculestapó una y se metió por la otra y fueentrando paso a paso, hasta que se ledejó venir esa fiera, pero él lo aparó enlos brazos y dice a apretar y apretarhasta que boquió. Y fue dizque a sacarleel cuero, pero ¡quién dijo que le entrabacuchillo ni nada! Entonces resolvióensayar con las mismas uñas del animaly ésas sí le entraron, y lo peló bien ysalió con su cuero al hombro pa ondeEuristeo.

El segundo trabajo que le puso fuematar la Hidra de Lema. Esa era unmostro —porque no se dice mostra,¿verdad?— que vivía por allá en un

pantano y tenía nueve cabezas, y una delas nueve era inmortal. Hércules se lefue yendo por detrás, con mañitica, sinque ella lo viera y ¡taque! le cortó una,pero ahí mismo le salieron dos nuevas, yle cortó otra, y la misma cosa. Entoncesllegó Iolao, que era un sobrino de él quese había ido a acompañarlo, y le prendiócandela a un palo y le pasó un tizón aHércules, y él iba quemando los cuellosa medida que cortaba cabezas y así novolvían a retoñar. Y de ese modo se lascortó todas, y la que era inmortal laenterró bien honda, y encima le puso unapiedra que no se podía mover ni congrúa. Allá debe estar todavía. Entonces

cogió Hércules la Hidra y la rajó encanal, como una res, y empapó en lasangre de ella todas las flechas que traíaen la jiquera, y quedaron envenenadascomo las de los indios. Cero y van dostrabajos.

El tercero no tiene mayor gracia,pero sí se demoró un año entere pahacerlo, y era traer viva la cierva deCerinitia, que era una venada que teníacachos de oro, y no la podían matarporque estaba consagrada a lz diosaDiana, y al que la llegara a mediorasguñar lo mandaba ahí mismo Diana allugar adecuado. Pero lo particular deella era que, siendo hembra tuviera

cachos, porque ustedes saben muy bienque en los venados —3 hasta en loshombres, pa qué negarlo— los de lacornamenta somos Ios machos. En todocaso la tal venadita le resultó tan ariscaque, como le: dije, se gastó un añoentero persiguiéndola, pero al fin leechó mano.

Cero y van tres.El otro fue una bobada ahí: traer

vivo el jabalí del Enmanto, que era unsaino o marrano de monte, que no dio unbrinco cuando lo persiguió Hércules y lohizo caer en un hoyo lleno de nieve, yahí lo mancornó y lo amarró de patas ymanos y alzó con él.

El quinto trabajito que le pusoEuristeo al amigo Hércules sí fue derespeto: limpiar en un solo día losestablos de Augías, que eran unaspesebreras inmensas donde ese reymantenía ganado de toda clase, y quehacía añísimos que no las barrían nitrapeaban: ¡cómo estarían! El cagajón yla boñiga daban a las tetas: a las tetas delas vacas, porque allá no entrabanmujeres. Augías estaba medio loco conesa carajadita de problema cuando vallegando Hércules y le propone estetrato: que él se comprometía a limpiarleesas pesebreras en un solo día si le dabaen pago la décima parte del ganado.

Augías casi le arranca la mano, y saleHércules a hacer su tarea… (A vecespienso, muchachos, que ese Hérculesdebía tener algo de sangre paisa, porquese hizo esta cuenta: tengo que limpiaresa porquería en un solo día, pacumplirle a Euristeo; pues por ahíderecho le cobro el trabajito a Augías yquedo con ganado pa ver si monto unafinquita por los lados del Olimpo). Ysalió a hacer su tarea, y después seráque les cuento cómo hizo, porque ya vasiendo hora de campana.

25: Hércules

Íbamos en que la tareíta que tenía elamigo Hércules entre manos eralimpiarle en un solo día las pesebreras aAugías. Pues apenas cantó el primergallo cogió monte arriba hasta lascabeceras de un par de ríos que bajabanpor esa ladera, y en un dos por tres cavóunas zanjas en derechura de laspesebreras. Pero no vayan a crea: queeso fue con retroexcavadora y cargadory volquetas y esas cosas de ahora. No,señor: a pico y pala y a pura muñeca. Yapenas las tuvo listas quita el tapón de

tierra del lado de arriba y se dejan veniresos torrentes y barren con toda esaporquería y quedaron esas pesebreraslimpiecitas limpiecitas, como eraMedellín ahora años, que se podíacomer en el suelo. Y subió otra vez a lamontaña y volvió a echar los ríos pordonde corrían antes y fue donde Augíasa que le entregara el ganado que le habíaganado, y Augías le dijo:

—¿Sí? ¡Cómo no que le voy a dar niun solo ternero! ¡Estese ahí esperandoen una pata! ¿Acaso a mí no me contaronque vos tenías quehacer ese trabajitocomo castigo que te puso mi compadreEuristeo? Así, pues mi querido amigo,

que mi Dios te pague, y, como dice lacanción,.

Sigue feliz tu camino y que te vayabien.

Y entonces no le quedó de otra aHércules que arrancar pal otro trabajo,que era espantar las aves del Estinfalo,que era un lago que había allá en mediomonte donde había un mundo de pájarosmás dañinos que el carajo y que nohacían sinó acabar con los sembrados yhacer bulla y joder, y no salían de allá nia palos. Entonces Hércules se fue padonde su amiga la diosa Minerva apedirle que le iluminara qué hacía y ellale dio unas castañuelas especiales de

cobre que había hecho el cojo Hefestos,que era el herrero de los dioses, y cogeHércules a hacerlas sonar y esos pájarosa salir aterrados y él a irlos matando unopor uno a pura flecha.

Pero vamos a ver si acabamos conlos trabajos de Hércules, que ya vanseis. ¿Y a que no adivinan a quién teníaque traer vivo pa cumplir el séptimo?Pues al toro de Minos, ese que le habíaregalado Neptuno a Minos, el de Creta:¿se acuerdan? Ese que Minos no habíaquerido sacrificar y que entoncesPasifae se había enamorado de él y quevenía a ser el papá del Minotauro. ¿Yase les había olvidado? Repasen,

repasen, que no está lejano el día en queyo les haga un cuís. ¿Ustedes pensabanque yo no sabía qué era un cuís? No mecrean tan atrasado. Bueno: Sigamos.Este trabajito sí fue mamey, porqueHércules llegó a Creta, se le fue pordetrás al toro, le mandó el guasque y loenlazó de los cachos y se montó en él yen él atravesó el mar, y se lo llevó aEuristeo. Eso fue todo.

El octavo era acabar con las yeguasde Diomedes. Cómo les parece que esetal Diomedes era un rey muy corrompidoque había enseñado a comer carnehumana a unas yeguas que tenía, y acuanto enemigo le lograra echar mano lo

amarraba de patas y manos y lo tiraba enla pesebrera y las yeguas se lozampaban mientras se capa un leproso¡Perdón, por Dios! ¡Yo que hacía díasque no decía palabras! Volviendo alcuento: cómo sería el tal Diomedes que,cuando llegó Hércules a pedirle posada,no sólo no se la dio sinó que le mentó lagrande y lo hizo enverracar. Y se leavienta ese Hércules, ¿oye?, y loapercuella y lo cunde a tanganazos, yapenas lo puso grogui lo arrastró palapesebrera y se lo picó en la canoa a lasyeguas.

Y más dura un bocadillo en la puertade la Escuela Miranda que lo que duró

el picadillo de Diomedes, porque esosanimales estaban muy hambreados. Ycuando estuvieron bien llenas lasbenditas yeguas las soltó Hércules, yellas salieron a toda por ese potrero paabajo y fueron a dar al monte de lostigres, que hacía días que tampocoprobaban bocado, y pa qué les cuento loque les pasó.

La novena tarea era traer el cinturónde Hipólita. ¿Se acuerdan de Hipólita,la reina de las amazonas, que se la robóTeseo y que dizque la habían matado deun flechazo las otras amazonas cuando elsitio de Cartagena… digo de Atenas?¡Mentiras! ella no se murió nada: ella

fue que se hizo la muerta pa podersevolar. Y de allá salió y se volvió pa sutierra a seguir gobernando su parrandade tetimochas. Pues pa donde ella cogióHércules a cumplir su noveno trabajo, yllegó allá, y ella lo recibió muy bien y ledijo que con mucho gusto le regalaba elcinturón y se encerró con él en uncamarote del barco, y ahí está pa queustedes se imaginen lo que quieran. Ydespués no anden diciendo que yo soyun llevador y traedor de cuentos.

Pero no se les olvide que Juno se latenía jurada a Hércules, y era tansumamente jodida esa vieja que sevolvió en figura de amazona y fue donde

se habían quedado las otras y les hizocreer que Hércules les habíasecuestrado a su reina Hipólita yvolaron ellas ahí mismo a atacar elbarco donde estaban aquellos dos en untálamo de amor, y Hércules creyó queera que Hipólita le había jugado sucio yahí mismo sacó la espada y la mató, yllamó a sus marineros y en dos volionesacabaron con todas las otras, y entoncesél le echó mano al cinturón y se fue allevárselo a Euristeo.

Cero y van nueve, y si no es por esahijuemadre campana, hoy hubiéramosacabado.

26: Hércules

Ahora sí, vamos a acompañar alamigo Hércules en los tres trabajitos quele faltan.

El décimo fue traer vivas las vacasde Gerión. Este Gerión era un mostroque tenía tres cuerpos de la cintura paabajo y uno solo de ahí pa arriba. A ésesí no le podía cantar la novia aquelversito que dice: dame lo que te pido,que no te pido la vida: de la cintura paabajo, de la rodilla pa arriba.

A no ser que fuera muy ganosa.Pero esto no tiene nada que ver con

el cuento. Lo que importa es saber queHércules se gastó más de un año pallegar allá, porque tuvo que recorrermedio mundo, y cuando llegó a la otrapunta del mar puso allá en recuerdo dosrocas, una a cada lado de una estrechuraque hay pa pasar de un mar a otro: lesdicen las columnas de Hércules, que sonGibraltar y Ceuta. A esta historiasiempre hay que revolverle la geografíaque se atraviese, pa que por ahí derechola vayan aprendiendo.

El llegó allá, mató a Gerión y sevino arreando esas cursientas hasta quelas trajo a Micenas, que era donde vivíaEuristeo.

El onceavo sí fue más trabajosito.Era traer las manzanas de oro del jardínde las Hespérides.

Pero primero tenemos que verquiénes eran las Hespérides. Eran treshijas de Atlas.

Pero primero tenemos que ver quiénera Atlas. Cuánto quieren apostar a queya se les olvidó que cuando les conté lahistoria, precisamente de Perseo,hablábamos de Atlas, que era el quecuidaba el jardín donde había unosmanzanos que echaban las frutas de oro.Y que no le quiso dar posada a Perseo, yque entonces Perseo, como castigo, sacóde la jiquera que traía a la espalda la

cabeza de Medusa y que ahí mismo sevolvió Atlas una montaña de piedra, yque por eso el mar que empieza ahí sellama el Atlántico.

Bueno, pues. Antes de todo eso fuelo del onceavo trabajo: sacar esas frutasde esa huerta donde no entraba ni el…(casi hago verso con frutas). Pues porahí cerquita se topaba uno con Atlas…¿Y saben cuál era el oficio que le habíanpuesto los dioses como castigo de unaque hizo? Nada menos que sostener enlos hombros el cielo, con estrellas ytodo, pa que no se fuera a caer de prontoy apachurrara hasta al Diablo.

Y va llegando Hércules y le dice:

—Buenos días, den Atlas. ¿Cómo leva? Me imagino que algo mamado con lacargadita que le echaron. Si me permiteyo se la tengo un rato, pero con lacondición de que vaya al jardín de sushijas y me traiga por ahí una mediadocena de manzanas de oro, que se lastengo que llevar a Euristeo.

Atlas se puso feliz con la propuesta,y le acomodó bien la carga, y cuandovolvió con las manzanas pensó: «Lo queesa este pendejo lo voy a dejar ahí hastaque San Juan agache el dedo». Y le dijo:

—Ve, hombre Hércules: yo te voy ahacer el mandado completo. Quédate ahíun rato mientras yo voy y le entrego

personalmente estas manzanas aEuristeo, pa que no tengas que echar esajomada tan larga. Yo no me demoro: esoes entrada por salida.

Pero Hércules que no era ningúnbobo le contestó:

—Con mucho gusto, don Atlicas. Leagradezco mucho. Pero hágame el favorde sostenerme la carga un momentico,mientras yo me pongo unos sufridoresaquí en los hombros, que esto me estátallando mucho y los tengo vueltos unasola llaga.

Y le acomoda otra vez el cielo aAtlas y pega patas con sus manzanas enla mano, y ojos que te vuelven a ver.

Por fin llegamos al último trabajo,que era bajar al sótano del mundo y traervivo a Cerbero, que era un perrazoenorme, de tres cabezas, que cuidaba laentrada al Hades, que era como quiendice los infiernos. Ustedes seguro quehan oído en una partida de fútbol porradio que le dicen al portero dizque fueel Cancerbero: es pa que se vayan dandocuenta de cómo saben de mitología esoslocutores deportivos: no vayan a creerque son ningunos pintados en la pared.

Sigamos. Hércules llegó allá y lepidió permiso a Plutón, que era eladministrador, de llevarse a Cerbero porunos diitas, que él se lo volvía a traer

bueno y sano. Y Plutón le dijo quebueno, pero con la condición de que lodominara a muñeca limpia sin arma deninguna clase.

¡Pa la lidia que le dio a Hérculesdejarlo tendido en la lona, y contarlediez y seguir contando…!

Y alzó con él.Pues va llegando Hércules a

Micenas con su mocho de perroamarrado de una cadena, y apenas lo veEuristeo, le dice:

—Está muy bien, hombre. Yacumpliste tus castigos. Pero me hacés elfavor de llevarte de aquí ligero esemaldito chandoso, donde yo no lo

vuelva a ver. ¡Valiente animal tanazaroso, no sea carajo!

Y Hércules lo soltó y le pegó unapatada en las… patas sería. Y sale eseperro chillando y cuando pasó frente a lacampana, que ya iban a tocarla, agarróel rejo con las tres bocas y dice atilinguear esa campana que parecía unacabe de mundo.

27: Hércules

Ya acabó Hércules sus trabajos; quehabían sido el castigo por haber matadoél a su mujer y a sus hijitos, aunque él nohabía tenido la culpa, porque no estabaen sus cabales.

Pero tuvo también muchas otrasaventuras. No les voy a contar sino lasdos últimas así por encimita, porque sino, no acabamos.

La penúltima fue que una vez mató alhijo de un enemigo de él, y resulta que elmuerto era un muchacho muy buenapersona y que no había cometido

ninguna falta. Y entonces le pega quéremordimiento tan horrible a Hérculespor haberlo matado, y se enfermó todo, yno levantaba cabeza, y resolvió ir aDelfos, donde el oráculo del dios Apoloa preguntarle qué tenía que hacer papurificarse de su crimen, y la pitonisa ledijo que tenía que venderse comoesclavo por tres años, y hacer lo que lemandaran, por humillante que fuera.

Y cuando se presenta a la feriadonde vendían los esclavos lo alcanza aver Onfalia, que era la reina de Lidia, yahí mismo lo negoció sin recatearmucho, y se lo llevó pa su palacio. Y loprimero que hizo fue quitarle el cuero

del león de Citerón, que era el vestidode él ¡acuérdesen! y ponérselo ella, y aél lo hizo vestir de mujer. Pero sihubiera sido como esas de ahora, debluyines y botines amarillos, puntudos,de vaquero de cine, que no se distinguenellas de uno sino por el bulto de las tetas—¡perdón!—; pero no, señor: eso era decorpiño -—porque todavía no habíaninventado los brasieles—- y de enaguasy funda larga y zapatillas charol; ¡cómoquedaría de querido semejante muan! ylo puso a hacer oficios de mujer: todo elsanto día lo tenía al pie de ella, sentadoen un cojín, hilando y bordando, ¡ay,Dios!

Pero, no crean: él se desquitaba porla noche, porque se le pasaba pa la camaa Onfalia, y ni pa qué les cuento: eso eraun sólo dolor. Eso sí; no más selevantaba, ¡a ponerse los rulos, mijo, y acoger oficio con las agujas de croché!

¡Eso fue mucho castigo pa ese pobrehombre, por la pendejada de habermatado a un bobo ahí, que ni me acuerdocómo se llamaba!

Pero no hay plazo que no se cumplani deuda que no se pague. De ahí salió yechó a andar mundo, a buscar la vida ycon quién casarse. Y encontró con quién:con Deyanira, una sardina más linda queLady Di, la guaca que se topó ese

narizón de Carlos… Pues, sí: le clavó elojo el amigo Hércules y se la peleó y sela ganó a otro que la estabapretendiendo. ¿Y saben quién era? Esque esos griegos sí inventaban las cosasmás increíbles, que se las tiene uno quetragar por ser de la Mitología, que escomo la santa Biblia, y a veces le gana.Pues el rival de Hércules era el ríoAqueloo, que se convertía en lo quequería: pa enamorar a Deyanira sevolvía muchacho, y pa pelear conHércules se volvió toro, pero no levahó, porque no aguantó el primerenvión y tuvo que salir con la cola entrelas patas y con un cacho menos.

Entonces sí salieron Hércules y suamada Deyanira felices pa su luna demiel, y en el camino llegaron a un ríomuy grande que no tenía puente, pero enla orilla estaba el centauro Neso, quehabía puesto el negocito de pasar lagente al otro lado sin que se mojara;pero eso sí: les cobraba un ojo de lacara. Y como Hércules estaba más biendesplatadón, montó a Deyanira en elcentauro y él se aventó a pasar a nado.¡Qué tan macho sería: con ese río queiba por las nubes!

Pero pasó y se sentó en unabarranquita a esperar a su muchachacuando alcanza a ver que el malvado

centauro, que era un caballo con pecho ycabeza de hombre, había hecho escalaen una islita que había en la mitad delrío y que ya iba a ponerse a violar aDeyanira, y ahí mismo saca eseHércules una flecha de la jiquera y se laavienta, y en toda la grupa que se laclavó. ¡Y esas flechas que estabanuntadas de la sangre de la Hidra deLema! ¿Se acuerdan? Al que tocaban,¡velorio! Pues el centauro, cuando se diocuenta de que se le estaba llegando lahora, le dijo a Deyanira, pa vengarse deHércules:

—Ve, amorcito: empapá una de esastúnicas tuyas en la sangre que me está

saliendo, y guardala; y si algún díallegás a maliciar que aquel jijue… —yle dijo la palabra— está enamorado deotra, decile que se ponga esa túnica yverés que eso es como con la mano:vuelve a tu lado como por entre un tubo.

Y parece que el maldingo táparohubiera adivinado, porque al pocotiempo, y cuando todavía estaban losdos en un solo enmelote de luna, tuvoque salir Hércules a hacer una guerrapor allá lejos, y la ganó, y entre losprisioneros venía la hija del reyderrotado, y esa era un bizcochuelo delotro mundo, y ahí mismo se antojó deella mi hombre y se la pidió pa él.

Decía: «¡yo la vi primero!» y le echómano.

Pero no pasaron dos días sin que lellevaran el chisme a misiá Deyanira, quese puso como una tatacoa, de los celostan horribles, y ahí mismo envolvió latúnica de Neso en papel de regalo y sela mando a Hércules con un mensajero,dizque de cuelga por su cumpleaños. Yque le mandaba muchos abrazos, y quevolviera ligero a la casa pa servirle elpastel con las velitas y cantarle el japiVerdi.

Y el pendejo ese de Hércules, queno tenía la menor malicia, se vaponiendo esa túnica, que era unisexo, y

más se demoró en ponérsela que enempezar a sentir el ardor más espantosodel mundo, y cuando trató de quitársela,¡quién dijo!: se le había pegado al cueroy se le venía con los pedazos de carne, yen ese desespero tan horrible pegabaunos berridos que retumbaba ese monte,y le echaban agua y no le valía, yentonces mandó a los soldados quejuntaran leña y le prendieran candela paquemarse vivo, porque ya no aguantabael ardor. Que eso debía ser napalm.

Y dicho y hecho: se metió a lacandela, y vean lo que pasó: la partemortal de él, que era la que habíaheredado de su mamacita Alcmena (¿ya

se les olvidó quién era Alcmena?Repasen, repasen, mis hijos, que muyligero les hago el cuís).

¡Ah! Les contaba que la parte mortalse volvió un chicharrón; pero lainmortal, que era la herencia de sudivino papá Júpiter, fue a dar al Olimpo,que era la finca de los dioses, quetodavía no la había cogido la reformaagraria, y a Uá ocurrió una cosa que,porque la cuenta la Mitología la creo:cómo les parece que apenas Juno lo vioentrar, ella, que se la había tenido juradatoda la santa vida al pobre héroe, lesalió al encuentro y le dio qué abrazo, yle chantó su par de picos en los cachetes

y le dijo:—Machos como vos no se ven todos

los días. Tus pecados te sonperdonados… Verás cómo vas a vivir decontento aquí con nosotros. Esto aquí esmuy amañador, sobre todo cuandoJúpiter no es esa porquería de maridomío sino sir Laurence Olivier.

¡Mentiras!: yo es por charlar. Pero,ahora sí en serio: tené yo te doy pormujer a mi hija Hebe. Sacale harto jugopor los siglos de los siglos. Amén.

Y colorín colorado. Se acabó lahistoria de Hércules.

28: Psique y Cupido

Hoy le voy a revolver algo deguadua a ese mundo de aventuras desupermachos como Perseo, y Teseo, yHércules y les voy a contar una historiamuy romántica.

Porque es que la Mitología tiene detodo. La de hoy empieza como un cuentopa muchachos chiquitos:

Este era un rey que tenía tres hijas.Las tres eran muy bonitas, pero lamenor, que se llamaba Psique —yo digoSique— sí era la tapa del congolo: esaera mucha belleza de mujer: ¡qué miss

Venezuela ni que nada! Cómo sería, quela gente se quedaba pasmada viéndola, yse arrodillaban a adorarla como unadiosa. Y por adorarla a ella novolvieron a pisarle las iglesias a Venus,que era la diosa de la belleza, queapenas supo que sus feligreses laestaban abandonando le dieron quéataques de celos y qué ira, y dice:

—¿Sí? ¿Conque muy bonita? Déjesey verá.

Y mandó llamar al hijo de ella, quese liaba Cupido, y otros le decían Amor,que venía a ser el Eros de los griegos, yera el que le hacía los mandados a sumamacita. Y a era un trolempo de

muchacho macanudo, y no ese carajitocon alitas que pintan por ahí comoCupido. Y tenía unas flechas que al quemedio picaran quedaba con la maldicióndel gitano: más tragado que calzón degorda: ¡qué me dicen a mí! Y lo llamóVenus y le dijo:

—Mijito querido: me hacés el favorde tirarle un flechazo de los tuyos aaquella señoritinga que se está creyendotanto chuzo y hacela que se enamore delmostro más espantoso que te podásimaginar. Pa que no friegue.

Y sale el muchacho a su mandado yapenas va llegando donde Psique y laalcanza a ver, el enamorado fue él, como

si se hubiera puyado con una de susmismas flechas. Esa fue mucha traga, ¡nosea carajo! y decía:

—¿Qué se la dé a un mostro? ¡Cómono, mamacita! Ya voy.

Y llamó a Céfiro, que era un vientoamigo de él, y le dijo:

—Haceme el favor y alzá con ella, yme la llevas pal desnucadero que sabés.

Y sale Céfiro volando, y la levantade donde estaba dormida y la vallevando suavecito, suavecito, y la dejacaer con mañitica en una belleza demanga con árboles y flores: háganse decuenta el Paraíso Terrenal.

Y apenas se despertó salió andando

por ahí a ver y llegó a un río lo más degrande y serenito y a la orilla había unpalacio con pilares de oro y paredes deplata y pisos de mármol. Ella fueentrando, como si nada, pero al ratico,viendo que no había un alma, le fuedando como cierto cutu-cutu, y ya se ibaa devolver, cuando oyó una voz quedecía:

—Esta es tu casa y aquí estamos paservirte. Aquí no te va a faltar nada.

Lo cierto del caso fue que por lanoche, «estando ella sumida en blandosueño» —como dice el libro— sienteque llega y se le acuesta al lado unapersona, y ella quién sabe cómo haría pa

darse cuenta que era del otro sexo, y¡qué fue aquello! Embelesada con elmundo de cosas tan tiemas y tan bellasque él le decía, y aunque no podía verloporque estaba en tinieblas, sí lo sentía…¿qué si lo sentía? ¡Virgen! En fin, no mehagan hablar mucho, que de pronto medescacho. Con que les diga que eseprogramita fue de todas las noches sedarán cuenta de lo aburrida que semantendría la joven Psique.

Pero había una cosa que no la dejabatener vida, y era la gana de conocerlo,porque él le había dicho que no intentaraverlo, porque si lo llegaba a ver loperdía para siempre. Por eso ella no se

atrevía nunca a prender ni un merofósforo… (¡yo es por molestar! ¡Quéfósforos iba a haber en ese tiempo!).

Sigamos. Una noche de esas le dijoél:

—Mi amor: por ahí supe que tushermanas te andan buscando, y ya comoque las vieron por aquí cerquita.Cuidado con ir a hablarles de mí,porque me perdés.

Pues, dicho y hecho: al día siguientese aparecieron sin dar un tiro, y ella nosabía qué hacer para atenderlas ydescrestarlas. Pero los sirvientesinvisibles se encargaron de que no lesfaltara nada.

Y les va pegando a ellas qué envidiatan horrible, y más cuando les contó queestaba viviendo con el hombre másquerido del mundo. Y ahí mismo brincala mayor, que era la más repelente:

—¡Mentirosa! Si es tan querido y tanencantador, ¿por qué no nos lo haspresentado? Algún espanto bienhorroroso que será, y por eso te da penamostrarlo.

Por fin se fueron esas porquerías,pero a la pobre Psique siempre le quedócomo su tunita de que quién sabe si suamor sería algún animal bien horrible. Ysi no, ¿por qué no se dejaba ver?

Y empieza con la pensadera, hasta

que al fin no se aguantó, y una noche,apenas acabaron de hacer cositas —y nicrean que les voy a decir qué cositas—él se quedó profundo, como cualquiermarido común y corriente, y entoncesella salió pa la cocina y se apareció conun candil prendido, y pasitico, pasitico,se fue acercando donde él y se quedóembobada viendo esa belleza de hombreahí profundo, y en medio de la emociónarrimó mucho el candil, como paradeterminarlo mejor, y en esas le cayóuna gotera de sebo en el hombro, ybrincó como un resorte, y apenas vio aPsique se puso como una fiera y saliórefunfuñando:

—¡Desobediente! ¡Mujer habías deser! ¡No sabés lo que te va a pasar!

Y al salir al portón de la calle vio unrejo ahí colgado, y lo jaló, muerto de laira, y era la campana. ¡Oiganla! Despuésseguimos.

29: Psique y Cupido

Se me olvidó contarles que antes desalir Cupido hecho una fiera, le habíadicho a Psique que él era el Amor, y queya le había perdido la confianza a ellaporque no le había cumplido loprometido, y que por eso se largaba,porque amor con desconfianza no sirve.

No está escrita la tusa que le dio a lapobre Psique cuando supo que el que laentretenía todas las noches era el mismoAmor en persona, y juró poruñatalanquera de cruces que ella se volvía ahacer a él o no se llamaba.

Mientras tanto se fue Cupido padonde pegamos todos cuando se noscierran todas las puertas: pal HotelMama. Se fue, pues, pa donde sumadrecita Venus a que lo contemplara ylo consolara del guayabo tan horribleque tenía; pero apenas ella se dio cuentaque la de todo era Psique el consueloque le dio fue prenderlo a cantaleta:

—¡Este sinvergüenza! ¿No te dijeque la hicieras enamorar de un mostrobien horroroso, pa que dejara deestarme haciendo fieros y creyéndose lamejor yegua que se ensilla por aquí?

Y ¡venido a ver este muérgano! Va yse empendeja todo con 1 a entelerida

esa. ¡Chupá por idiota!: yo misma mevoy a encargar de que le sepa a cacho subonitura.

Y Psique, mientras tanto, medioloca, pegó pa donde los otros dioses arezarles pa que le ayudaran como fuera aver si Cupido volvía donde ella. Peroninguno le puso bolas, de miedo deecharse de enemiga a Venus.

Y así pasaron semanas y semanashasta que un día Psique, ya desesperada,resolvió echar por la calle del medio, ypensó:

—A la culebra hay que matarla porla cabeza. Me voy a ir pa donde lapropia Venus a ofrecérmele aun cuando

sea de dentrodera, que yo creo que ellame recibe, con lo escasas que estánahora las del servicio. Y una vez yo allále lambo harto a ver si se le quita labejuquera que tiene conmigo, y hago mimodo y mi maña de que su hijito, quedebe estar allá con ella, vuelva a misbrazos que lo esperan con ardor, comodice la canción.

Y fue allá y se le humilló toda a ladiosa, que la voltio a ver lo más odiosay le dijo:

—¿Y usté viene aquí a que le ayudea recobrar su mozo? Pues sepa yentienda, mi querida amiga, que él y a novuelve a tener cuentas con usté, después

de la que le hizo. Si me desempeña bienla dentrodería yo le ayudo a buscar otro,pero, eso sí: tiene que hacer todas laspruebas que le voy a poner. La primeraes que me tiene que tener escogidos yseparados, de aquí a la noche, estemundo de granos, cada uno en sumontoncito.

Y cogió una pucha de cominos y otrade arroz y otra de cebada y otra depimienta y las revolvió bien y las echóen un calabazo.

Psique se sentó a verlo, con la manoen el considere, toda confundida, sinsaber qué hacer, cuando en esas unahormiga de esas cachonas que pasaba

por ahí y había oído todo, empezó allamar a las compañeras.

—¡Muchachas! ¡Vengan!Ayudémosle a esta pobre pendeja aseparar este mundo de granitos, pa queno friegue esa maldita vieja oligarca tanpretensiosa.

Y ahí mismo llegaron como dosmillones de hormigas y eso fue pa yaque organizaron todo eso. Y apenasllegó Venus y vio el trabajo hecho le diomucha rabia, y dijo:

—Ni crea, mi querida, que ya acabó.Ahora me tiene que ir atraer lana de orode las ovejas que están en esos rastrojosa la orilla del río.

Psique salió medio loca, porque ellasabía que esas eran unas ovejas salvajesy que lo que quería Venus era que lamataran. Y ya iba a tirarse ella al río pamorir más bien ahogada, cuando oyó unavocecita que salía de una mata, que ledijo que esperara hasta el sol de losvenados, que iban las ovejas a tomaragua al río, y que se escondiera, y quefuera al rastrojo, que allá se les quedabaenredada mucha lana de oro, y que lacogiera y se la llevara a Venus.

Y así lo hizo, y cero y van dos.La otra prueba que le puso, como pa

acabar con ella, fue que le dio un frascopa que se lo trajera lleno del agua del

río Estige, que es el que va a dar a losinfiernos, que no tenía arrimadero.

Ella se fue pa las cabeceras del río,a ver si acaso allá, pero ¡quién dijo!;eso era una cascada que caía por entreunas rocas paradas como una pared,peladas y lisas como jabón, donde no separaba un brujo. Ella se hizo por allá aun ladito a echar cabeza, cuando en esasva bajando flechada un águila y learrebató el frasco, sin decirle siquiera:«¡Unase al águila!», y voló y lo trajolleno de una porquería ahí negra yfétida, que apenas se la llevó Psique aVenus, lo que hizo ella fue botarla alexcusado y decirle que ahora tenía que

ir al Hades, que venía a ser como elInfierno, a pedirle a Proserpina, la mujerde Plutón… Este Plutón era como quiendice el Diablo, pero un dios, y buenapersona. Era hermano de Júpiter y deNeptuno, que era el del mar, si no se lesha olvidado. Muy ligero les hago el cuíso la previa. En todo caso Plutón era elPlutas del Hades, y Proserpina era otradiosa que era la mujer de él, y Psiquetenía que ir donde ella a pedirle que lemandara a Venus en una cajita unpoquito de su belleza pa ella untarse aver si se componía algo, porqueúltimamente estaba muy traspillada porel mundo de noches que hacía que no

pegaba los ojos.Voy a tener que machetearles el resto

del cuento, porque ya va siendo hora decampana, y éste lo tenemos que acabarhoy. ¿Machetear? ¡Cómo no machetear!Oiganla: tilín, tilín; tilín, tilán.

30: Psique y Cupido

Les contaba yo que Psique cogiócamino del Hades, que son los Inflemos,pero no tenía ni idea de cómo llegarallá, hasta que pasó por delante de unatorre que le habló. Esos griegos tambiéninventaban a veces muchas pendejadas:dizque una torre hablando. Y la torre ledijo:

—Tenés que bajar por un hueco quehay allí más adelante hasta que llegués aun río que es el de la Muerte, y a laorilla hay un barquero que se llamaCaronte y le das una monedita pa que te

pase al otro lado. Cuando estés al otrolado seguí derechito por todo el caminohasta que llegués al palacio deProserpina. En toda la entrada hay unbeniondo de perro lo más azaroso delmundo, que se llama Cerbero; pero no tedé miedo, que con un pedacito de tortaque le des se aplaca y te deja entrar.

Psique hizo todo al pie de la letra yllegó donde Proserpina y le dio elrecado, y Proserpina le dijo que conmucho gusto le regalaba un poquitico desu belleza a su amiga Venus, y quemuchas saludes. Y le entregó la cajita yPsique se devolvió a toda con ella.

Pero por allá en el camino se puso a

pensar qué sería lo que había dentro deesa cajita; que ella siempre iba a ver, yhasta se iba a untar ella también unpoquito a ver si se ponía bien linda, porsi de pronto se llegaba a topar conCupido: ¡quién quitaba!

Y la abrió, pero adentro no habíanada: estaba vacía. Pero ahí mismo lefue entrando una modorra espanto saquese le cerraban los ojos y se fuequedando profunda a la orilla delcamino.

Mientras tanto a Cupido lo tenía sumama Venus encerrado en el cuarto ycon la puerta trancada pa que no se fueraa salir otra vez en busca de esa

sinvergüenza. Pero, no crean: al Amorno lo encierra nadie: apenas se vio soloabrió la ventana y salió volando abuscarla, cuando la alcanza a ver tiradaen el suelo y ¡qué fue aquella emoción!Ahí mismo llegó y le quitó el sueño delos ojos y lo volvió a meter en la cajita,y sacó una flechita de la jíquera y lamedio chuzó con ella, y la abrazó y casise la come a picos y después le dijo:

—Bueno, mi amor: vaya bienquerida y le lleva la cajita a mi mamá, yvuelva ligero, que la voy a llevar a unaparte muy buena.

Y Psique salió güete, que no cabíaen los calzones, a entregarle a Venus la

cajita con la untura de la belleza, ymientras tanto pegó Cupido pal Olimpoy se fue de una vez derechito pa dondeJúpiter a rogarle que le prohibiera aVenus molestar más a la pobre Psique,que ya la tenía a punto de coger elmonte, y que él la quería mucho y teníamuchas ganas de ponerse a vivir conella.

Y el jefe de los dioses le dijo;.—Ve, hombre Cupido: te voy a dar

gusto, porque uno no le puede negarnada al Amor. Aunque vos siempre hassido medio vergajito conmigo y me hashecho dar mucha lora; me has hechovolver toro, cisne y hasta chorro de

polvo de oro. Pero también la he pasadomuy bueno. Por eso te voy a traer tumuchacha, y le voy a dar ordenterminante a Venus de que no la jorobemás.

Y mandó por Psique a Mercurio, queera el mandadero, y cuando llegó sacóde la nevera un jarro y le dio a probaruna toma de una cosa que llamabanambrosía, que lo vuelve inmortal a uno.Y llamó a todos los otros dioses y lesavisó que se alistaran pal miércoles dela semana entrante que iba a ser elcasamiento de Cupido y Psique, y quepensaba echar la casa por la ventana:que la boda de Carlos y Lady Di le iba a

quedar tachuela.Cuando Venus vio las cosas en este

punto no tuvo más que agachar lacabeza, y hasta se volvió muy amiga dePsique y la acompañaba al comercio acomprar cosas pal ajuar, y adonde lamodista y a la peluquería. No sabía quéhacer con su nuera, que ya era una diosainmortal.

¿Y qué más? ¡Ah sí! Que fueronfelices y comieron perdices.

Bueno, muchachos: este cuento tienesu moraleja, y es que el Amor hizoinmortal al Alma, porque Psique quieredecir alma en griego, por si no losabían; y que el Alma sin Amor es como

un dolor sin Cabirol.¡Ah! Se me olvidaba contarles que,

cuando ya estuvieron casados, salió elpropio Júpiter a despedirlos a la puertay les echó la bendición y les dijo:

—Bueno, mis hijos: yo les deseoque la luna de miel se les vuelva unaluna de Coibón: ustedes me entienden.Eso sí: no se les ocurra arrimar aGribraltar, que me ponen en problemascon Juan Carlos.

Y en esas llegó el campanero y nisiquiera respetó a Júpiter pa ponerse arepicar esa porquería.

31: Jacinto, Cipariso,Gaminedes, Narciso

Jóvenes y jóvenas: gracias a Diosque la clase de hoy sí me va a tocar muyfácil, porque lo único que voy a tenerque hacer es leerles lo que le dije elotro día a alguien que me preguntó si síera cierto que muchos de los dioseshabían sido… ¿cómo es que es?…¿petadistas? … ¡ah, no!: pederastas, quees lo que llaman ahora homosexuales,pero con muchachos.

Y yo le contesté:—Pues, pa serle franco, qué le

parece que me acaba de hacer caer ustéen la cuenta de una cosa muy particular:que los dioses no eran tan dañados comolos mismos griegos. Estos sí no podíanver un piemipeludo, o lo que llaman hoysardino, y que ellos le decían efebo,porque le caían como perros a un güesode cadera.

Pero eso era más bien como unamoda, porque al mismo tiempo eranmujeriegos. Lo que sí es raro es que nofueran tantos los dioses pederastas,como dice usted, o cachorros sin hache,como digo yo. Porque, vamos a ver: delos dioses mayores no se le conocemozo a ninguno de estos: ni a Neptuno,

ni a Plutón, ni a Vulcano, ni a Mercurio,ni a Marte.

Apolo sí tuvo dos: Jacinto yCipariso. Jacinto era una belleza demuchacho que lo perseguían Apolo y elviento Céfiro. Una vez estaban jugandolos tres a la orilla de un río: apostandocarreras, jugando la lucha y haciendogimnasia y carajadas de ésas, cuando depronto tiró Apolo el disco, y cuando ibabien alto, ese Céfiro, que estaba todoceloso, sopló así y lo hizo ladear y lepegó en toda la cocorota al pobreJacinto, que cayó redondito. EntoncesApolo lo enterró ahí mismo y le dio lainmortalidad, y de la sangre que echó

nació una mata que da unas flores muybonitas, que se llama, precisamente,jacinto. Así se llamaba también elabuelito de Argos: don Jacinto Misas,alma bendita, como decía el difuntoKlim, que ahora está también de almabendita: ¡bendito sea mi Dios!

El otro mocito que tuvo Apolo sellamaba Cipariso. A ese lo que le pasófue que una vez se puso a ensayar adisparar flechas y con una le pegó a unvenadito que tenía Apolo y se lo mató…Y le dio tanta verraquera a Apolocuando vio muerto el animalito, que lepegó un regaño horrible a Cipariso yquedó convertido en ciprés.

De manera, pues, que resultó demalas el joven Apolo cuando se puso ajugar en el otro equipo: uno de susamores se le volvió mata y el otro árbol.Si sigue así, lo que sale es fundando unjardín botánico. Tuvo que seguir con lasviejitas, que también le gustaban mucho:Dafne Corónides, Casandra… Otro díales hablo de éstas.

El otro dios que también comió deres y de marrano fue nada menos quedon Júpiter, el rey de los gallinazos, queuna vez se volvió águila pa echarlemano a Ganimedes, una lámina demuchacho, que dizque era el más bonitodel mundo.

La cosa es que una tarde estaba muydescuidado el carajito, tirado en unamanga viendo esa águila revolotear alláarriba, cuando de pronto ve que se ledeja venir en picada, y no tuvo tiempo nide ladearse porque llegó y le clavó lasuñas en la blusa y en el bluyín —eso sí:sin arañarlo— y alzó con él. Y en el airele decía:

—No se te dé nada, mi muchacho,que te llevo es pal Olimpo, y allá lo vasa pasar de oro, unido al Aguila.

Y así fue. Se lo llevó pa allá y lonombró copera de los dioses: él era elque les servía el trago, que se llamaba elnéctar. Pero no de ese de las Rentas de

Cundinamarca: ¡se quisieran!De manera, pues, que la pederastería

o cachorricismo de los dioses fue más labulla.

A esto voy a encimarles hoy, pa queno queden muy engañados, el cuento deNarciso.

Este era un muchacho de lo máshermoso que ustedes se puedanimaginar: todas las que lo veían seenloquecían por él; pero él no le pomabolas a ninguna: ¿habrase visto idiotaigual?

Una de esas fue una ninfa que sellamaba Eco. Esa había sido castigadapor Juno, porque una vez que iba Juno

pisteando a otras ninfas que andabagallinaceando el sinvergüenza de sumarido, se encontró ella con Eco, queempezó a echarle carraca y la embolatótoda, y las ninfas esas se le volaron, yentonces ella castigó a Eco; y el castigofue que lo único que podía hablar erarepetir las últimas palabras que oía.

Pues cómo les parece que la mediomuda esta se pega qué enamorada tanhorrible del pendejito ese pero ¡lo quese suplía! El no le daba patada a peso. Yella, del despecho, se fue consumiendohasta que se le acabó el cuerpo y noquedó de ella sinó la voz: las últimaspalabritas de lo que decían los otros.

Entonces la diosa de la Justicia, quese llamaba Némesis, lo castigó a él, paque no fuera desconsiderado. ¿Y sabencuál fue el castigo? Que una tarde iba élpaseando por la orilla de unaquebradita, cuando se arrimó a uncharco muy serenito que había y se pusoa verse en el agua, y se va pegando quéenamorada de él mismo, y se quedócomo bobo, viéndose ahí, hasta que depronto le fue dando como undesvanecimiento, y se fue de cabezas, yse ahogó. Y donde cayó fue naciendo laflor que se llama narciso, que muy lindaque es, por cierto.

Esta historia de Narciso me hace

acordar de unos versos que meenseñaron cuando yo estaba muchacho:

Un mono, enamorado de sí mismo,se entregó con furor al onanismo, y entan dulce tarea el pobre se volvió comouna oblea.

Moraleja :Si es cosa mala el opio, cosa peor es

aún el amor propio.¡Oiganla!: ¡tilín, tilán! ¡Ah bueno que

le hicieran la de Eco y que no quedaradiciendo sinó! ¡… laaan!

32: Edipo

Esta mañana, en el bus, habló no séqué cosa del complejo de Edipo el queiba al lado mío, y yo le dije:

—Apuesto que no sabés quién eraEdipo.

Y él me contestó que no tenía niidea, y entonces yo le tuve que contartoda esta historia.

Erase que se era un rey de Tebas, lade Grecia, que se llamaba Layo, y lareina se llamaba Yocasta, y vivían muyfelices, menos por un detallito, y era queYocasta no quedaba, por mucho que le

bregaba Layo todas las noches, de todaslas maneras que ustedes se puedanimaginar.

Entonces, como él tenía mucha ganade tener un hijo, armó viaje pa Delfos, apreguntarle al oráculo de Apolo quétenía qué hacer, y el oráculo le contestóque era mejor que dejara ese antojo,porque el hijo que tuviera con Yocastalo mataría a él. Eso fue lo que le dijo lapitonisa.

Pues esto que oye Layo y con esotuvo pa no volver a determinar a misiáYocasta, y como en ese tiempo todavíano habían inventado las píldoras ni lostales forros esos, él lo que hacía era

voltearse pal rincón y roncar como unbendito toda la noche.

Pero, no crean: él se bandeaba porfuera. Y si me permiten revolverle algode guadua a estas clases tan serias y tanaburridoras, les cuento el cuento delleón que tampoco le volvió a ponerbolas a la leona, pero ése era porque sehabía levantado una leoncita sardinaqueridísima, por allá al otro lado delmonte. Y doña leona empezó a extrañarla cosa, y a rogarle y a ajonjolearlo, y élsacándole disculpas: que era que teníamucho trabajo y estaba muy cansado, yque el médico le había recomendado queno hiciera eso por un tiempo, en fin…

Hasta que un día no se aguantó más laleona, y apenas le hizo hartas zalameríasy le rogó harto y vio que él no le hizocaso, le va diciendo:

—Está muy bien. Usté como que loque quiere es que me coma el tigre…

Déjemen yo les cuento otro que seme ocurrió ahora que les hablé de laspíldoras.

Llegó una muchacha a la botica apreguntar por anticonceptivos, y elboticario le preguntó:

—¿Son pa Josefina, tu hermana?—No, señor.—¿Pa tu tía Luisa?—No, señor: pa mí.

—¿Cómo así que pa vos?—Sí, señor: es que ya estoy cansada

de tener muñecas.Bueno. Sigamos, porque qué dirán:

que yo, por estarles contando bobadasme estoy robando el sueldo. Pa seguircon lo que íbamos: la pobre Yocasta,toda desesperada, porque ésa sí no teníatigre que se la comiera, ¿saben qué hizo?Una noche le preparó a Layo, pa quetomara antes de la comida, un cocteldelicioso, pero más traicionero que elcarajo, y al rato estaba mi hombre comoun turro y ni comió ni nada sinó que setiró en la cama, y por allá entre gallos ymedianoche hizo el trabajito aquel que

sabemos, y esta vez sí quedóimpregnada misiá Fulana.

Pues, a su debido tiempo, cuandonació el muchachito, no se atrevió Layoa matarlo pa que no creciera y lo mataraa él, sinó que mandó que se lo llevaranpal monte y que lo colgaran de un árbolmetiéndole unos ganchos por las paticas,y así lo hicieron y lo dejaron alláabandonado.

Y empieza ese angelito a losberridos, hasta que lo oyó un pastor queandaba por ahí, y lo soltó, y por ahíderecho lo bautizó con el nombre deEdipo, que más bien es un apodo,porque quiere decir patinchao. Y se lo

terció, y se acordó que Pólibo, el rey deCorinto, tampoco había podido tener unhijo con la reina Mérope, y estaba locode ganas de uno, y entonces se lesapareció allá con Edipito y casi semueren de la dicha.

Allá en Corinto se crió el muchacho,convencido que su papá y su mamá eranPólibo y Mérope. Pero no ha de faltar unmosco en la sopa, que esta vez fue uncompañero de él que empezó a decirleque él debía ser uno de esosmuchachitos colombianos que venden enEuropa, porque no se parecía ni al papáni a la mamá. Y tanto dio en estacantaleta que Edipo empezó a cavilar

con eso hasta que al fin, por no quedarsecon el entripado, resolvió pegar paDelfos a preguntarle al oráculo quiéneseran sus padres, y el oráculo lo únicoque le dijo fue:

—Si regresas a tu patria, darásmuerte a tu padre y te casarás con tumadre.

El pobre muchacho, desesperado,sin saber qué camino coger, porque noquería volver a Corinto, que él creía queera la patria de él, pa que no secumpliera lo que le había dicho lapitonisa, porque él quería mucho aPólibo y a Mérope, resolvió pegar paTebas. Y pa allá iba, paso entre paso, y,

como dicen, cabizbundo y meditabajo,cuando en una estrechura del caminovenía a toda un carro —pero decaballos, porque no habían automóviles— y al pasar lo atropelló y le pisó uncallo. Y le da qué soberbia a esemuchacho, que ya era un jayán cuajado,y cogió una piedra y se la aventó al queiba en el carro, y le gritó:

—Bajate, hijue… (a mí porque nome dejan decirles aquí la palabracompleta, pero ¡ah bueno que suena enun caso de estos!).

Y se bajó el que iba en el carro y seagarran ese par, ¿oye?; pero al primerráun mandó Edipo al otro pal Hades. A

que no se acuerdan ya qué era el Hades.¿Y saben quién fue el muerto? Nada

menos que Layo, que iba pa Delfos apreguntarle al oráculo qué hacía palibrarse de una tal Esfinge que los teníafregados.

Así se cumplió la primera parte delo que le había anunciado la pitonisa;pero Edipo no supo que había matado asu propio padre.

Y siguió su camino. Cuando por alláal rato… ¡la campana! ¿No les digo?

33: Edipo

Edipo siguió su camino, como sinada, cuando de pronto, a la vuelta deuna curva, se encontró con la tal Esfinge,que estaba sentada sobre una piedraatajándole el paso a todo el que llegaba.Era un animal grandote, muy azaroso,revuelto con cristiano: tenía cuerpo deleón y cabeza de mujer, y lo habíamandado Juno como castigo al reino deTebas, quién sabe por qué, y lo quehacía era ponerle una adivinanza a todoviajero que llegaba, y al que no se laadivinara lo aventaba por un rumbón que

había al lado, y allá abajo no se veíasinó la güesamenta de los que no habíansabido contestarle.

Y va llegando Edipo muydesentendido y ella lo ataja y le dice:

—De aquí no sigue, mi estimadoamigo, si no me dice cuál es el ser quetiene voz y que por la mañana camina encuatro patas, al medio día en dos y porla noche en tres.

Y se le cuadra Edipo y se pone lasmanos en la cintura y le dice: —¿Ustécree que me voy a dejar meter losterrones de un maldito león maricón? Noes sinó verle la cara de mujer que tiene.¿Y cree que me va a corchar con una

pendejada de esas? ¿Me da veintesegundos pa pensar? Ponga atención queya mismo voy a contestarle. Ese ser esel hombre, que cuando está chiquitogatea en cuatro patas —aunque unocuando está grande gatea es con los ojos—, y cuando crece anda en dos pies ycuando ya está como Julito Cardonatiene que valerse de un bastón. ¿Sí o no?Claro que esa era la contestación: y laEsfinge, no más se vio derrotada, seaventó por el rumbón y allá cayó comouna plasta.

Y resulta que, como las malasnoticias vuelan, ya en Tebas sabían queles habían matado a su rey Layo, y

mientras tanto estaba de rey, comoprimer designado, un hermano de Layoque se llamaba Greón, que había dictadoun decreto de esos de estado de sitio enque le ofrecía el reino en propiedad alque le pusiera el tatequieto a la Esfingey le encimaba la mano y todo lo demásde la viuda de Layo, que ustedes seacuerdan que era Yocasta, nada menosque la mamá de Edipo. Esa Yocastahabía sido toda la vida muy bonita, yestaba muy muchacha todavía: estabamejor dicho, en el punto de la jalea.

Y cómo les parece que va llegandoEdipo a Tebas, donde no lo conocíanadie, y de la noche a la mañana se

volvió rey, y su mujer era Yocasta, supropia mamá. ¿Qué tal? Menos mal queninguno de los dos sabía quién era elotro. Y se pegan qué entusiasmada yempiezan a nacerles muchachitos comosi fueran paisas. Primero fueron doshombres: Eteocles y Polinice y despuésdos mujeres: Ismene —o Ismenia— yAntígona.

Pero los dioses no se podían tragarese matrimonio, por muy inocente quefuera, y no hacían sino mandarle a Tebaspestes y desastres uno detrás de otro.

Hasta que llegó un momento en queEdipo, desesperado, le mandó apreguntar al Oráculo que qué era la

cosa, y que qué tenían que hacer papoder vivir tranquilos. Y el Oráculo lecontestó que mientras no salieran delque había matado a Layo, la situación notenía componete.

Y empieza Edipo a averiguar quiénhabría sido el hijuemadre que lo habíamatado, sin pasarle por la mente quehabía sido él mismo, hasta que un díafueron a preguntarle a Tiresias, que erael viejito adivino oficial, que ya leshabía hablado yo de él, y ahí mismo dijoque no buscaran más: que el que lohabía matado era Edipo, que era hijo delmismo Layo.

¡Y qué fue aquello!: la tragedia del

siglo. A Yocasta se le juntó el cielo conla tierra apenas supo que susmuchachitos eran al mismo tiempo hijosy nietos de ella, y que eran hijos yhermanos de Edipo, se encerró en elcuarto y se ahorcó con la sábana, yapenas entró Edipo y la vio colgada ysupo por qué, ahí mismo sacó uncuchillo tres rayas que tenía y se chuzólos ojos.

¿Y saben qué hicieron el par deporquerías de Eteocles y Polinice?Botaron a las patadas al pobre ciego, yél salió como perro regañado y se fue abuscar dónde acabar de vivir, y la únicaque lo acompañó fue Antígona, su hijita

querida, que lo cuidó hasta que murió enColona, que es un pueblito que quedapor los lados de Atenas.

¿Cómo les parece la sal de esepobre hombre, que nada malo habíahecho? De ahí sacaron ese dicho delcomplejo de Edipo, que es el del que seenamora de la mamá como no se debe.

Decidme ahora: ¿no os conmueve enlo íntimo del alma ese pausado ymelancólico doble de campana que es aun tiempo despedida del crepúsculo,llanto por Edipo y por Yocasta y señalinequívoca de que a esta clase ya se lellegó el acabóse?

34: Prometeo

¿De qué habláramos hoy?… Vamos aver… A Prometeo no lo hemos mentado,¿cierto? Pues vamos a hablar de él, ypor ahí derecho va a salir Pandora, la dela famosa caja.

Resulta que al principio no habíagente ni animales en el mundo, y losdioses les pusieron a dos hermanos lacarajadita de tarea de poblarlo Esoshermanos eran Prometeo y Epimeteo.Por sus nombres los conoce réis:Prometeo quiere decir el previsor, elque ve antes, el que le sale adelante al

venado: porque era muy inteligente ymás perro y malicioso que los mismosdioses. En cambio Epimeteo quieredecir el que ve después, el que hace loprimero que se le viene a la cabeza ydespués se arrepiente, después depájaros, cuando ya pa qué, como enaquel versito Ahora sí digo yo lo que mimamá decía: que después de ojo sacadono vale Santa Lucía.

Pues a este par le encargaron losdioses que crearan a los animales y alhombre, porque ya tenían dónde vivir. Yse agarraron ellos a hacer figuritas debarro —porque en ese tiempo no habíaplastilina— y los volvieron vivos, y

apenas empezaban a moverse, Epimeteoempezaba a darles un mundo de cosasque traía en el morral: a unos les diolana o pelo pa defenderse contra el frío;a otros, garras o cachos pa pelear; aotros, alas pa volar, a otros, rapidez pacorrer y así por el estilo les fuerepartiendo todo lo que traía, y cuandoacabó se vino a dar cuenta que no lehabía quedado nada pal hombre, y queéste iba a quedar en la olla, todo jodido,sin modo de defenderse.

Entonces fue cuando el pendejo deEpimeteo vio que había metido el guayo,y ahí sí fue donde su hermanitoPrometeo a preguntarle a ver qué hacía.

Y Prometeo le dijo:—Deja eso por mi cuenta. Andá a

almorzar y acostate a dormir un rato.Y cogió al hombre, lo paró bien

parado en sus dos pies, como los dioses,y arrancó pal cielo pa prender en el solun hachón que llevaba en la mano, yvolvió donde el hombre y le dijo:

—Aquí tenés la candela, pues. Estoes mucho más importante que ese mundode carajadas que les dio mi hermanolo alos otros animales: más que la lana, quelos cachos, que la verraquera y que larapidez. Yo te digo una cosa: con esto,bien manejado, podés hacer lo que te déla gana.

Pero resulta que mi amo Júpitertenía cierta piquita con Prometeo, y erapor esto:

Una vez estaba Prometeo en unasfiestas en un pueblo, y la gente de esepueblo le ibaa sacrificar un novillo aJúpiter, pa lamberle; y cuando lomataron llegó a esas Prometeo y lesdijo:

—Déjense y verán, le hacemos unaperrada a ese viejo, que no necesitanada, y ustedes están que se babean porcomerse esta carne que si está deprimera.

Y cogió e hizo dos atados: en unopuso los güesos y las tripas y todos los

desperdicios y los tapó bien con lagrasa, pa que no se vieran; y en el otroenvolvió la carne pulpa en el cuero,todo arrugado y lleno de garrapatas, ylimó a Júpiter y le dijo:

—Escoja, su Majestad.Y Júpiter ahí mismo escogió el de la

grasa, que estaba mucho másprovocativo, y les dejó a ellos el delcuero. Y cuando vio la marraneada quele habían dado se pegó una embejucadaque echaba chispas, y a Prometeo legritó:

—No te hagás el caregallina, que yosé que vos fuiste el de esto; pero ustedesme la pagan: vos y todos tus malditos

hombres, que ya me tienen hasta el bozo.Y lo hizo amarrar con una cadena en

la punta de un farallón en el Cáucaso.Oigan bien: en el Cáucaso; no en elCauca: esos son los farallones de LaPintada: esos son otros.

Pues allá quedó amarrado de pata ymano y en pelota mi estimado Prometeo.Y todos los días iba allá un águila aruñirle el hígado todo el santo día; peropor la noche le volvía a retoñar yamanecía bueno y sano otra vez.

Y, hablando de otra cosa: ¿cómo lesparece ese castigo pa los borrachitos?¿Amanecer uno al otro día estrenandohígado? … ¡Ah maluco! ¿No?

La historia de Prometeo acaba enque una vez, por allá como a loscuarenta años, pasó Hércules, el amigode nosotros, y le dio mucha lástima deverlo en semejante situación y ahímismo armó el arco y de un flechazotumbó el águila, y a él le desamarró lascadenas.

Otra vez colorín, colorado…Ya iba a seguir con Pandora, como

les había prometido, pero ¡cuándo no seha de atravesar la maldita campana!

35: Pandora

Ahora sí, hablemos de Pandora.Resulta que Júpiter no quedó como

muy contento que digamos con quePrometeo nos hubiera dado la candela alos hombres, porque nos tenía comocierta tirria, y no sé por qué. Y decía,con un venenito por allá:

—Ahora se irán a imaginar esosbobos que van a ser como nosotros losdioses, nada más que porque esependejo les regaló el fuego sagrado.

¡Ya voy Toño! ¡Lo que les diga estededo por entre estos otros dos! El

castiguito que les voy a mandar, les va asaber a cacho…

Y llamó al cojo Vulcano, que era elherrero y joyero de los dioses y que eramuy curioso pa hacer lo que seproponía, y todo le quedaba muy bienhechecito, y le dijo Júpiter:

—Vení acá, patitorcido. Me hacés elfavor de dejar lo que tengas entre manosy te ponés a hacerme ya mismo unamuñeca grande de barro, pero bienlinda, y apenas se seque le das vida. Esava a ser la MUJER. Con esa sí les voy aponer el tatequieto a los tales hombres.Con esa sí se los va a tragar la tierra.Mejor castigo no se me puede haber

ocurrido: no van a poder vivir con ellani sin ella: écheme ese trompo en la uña.Ahí quedaron como tres y dos, misqueridos camaradas.

Y empieza ese cojineto, que era unartista, a amasar un tronco de greda y airle dando forma, y le va resultando¡pero qué lapo de vieja, hermano! Yapenas la tuvo completica, con todos suspelos y señales y bien entetadita, cogió yla pringó con una chispa del fuegodivino y ahí mismo quedó vivita… Yaiba a decir que coleando…

¡Pero esa era mucha belleza,hombre! ¡Eh, ave María! Cómo sería,que apenas la vieron las diosas y los

dioses empezaron a darle regalos,porque creyeron que era que les habíanacido una reina. Oigan lo que dice ellibro:

«Venus le concedió la belleza,Minerva la sabiduría y la habilidad entodos los terrenos, Mercurio la palabrafácil y el genio rápido, las Horas y lasGracias el encanto de los vestidos y delos movimientos, y le adornaron elpecho y los brazos con joyas refulgentesy guirnaldas de flores perfumadas».

¿Cómo les parece el plátano? Poreso la pusieron Pandora, que en lalengua de ellos quiere decir «todos losdones», es decir, todos los regalos. ¿Y

saben cuál fue el regalito que le mandóel viejo marrullero de Júpiter? Unacajita lo más de chusca, parecida comoa un cofre que tenía mi mamita, y se laenvió con Mercurio, el mandadero, queahí mismo se la llevó y al ir aentregársela le dijo:

—Que aquí le manda el patrón.Pero, eso sí: que mucho cuidado con ir aabrirla.

Y ella le contestó:—Gracias, hombre Mercu. Decile

que mi Dios le pague, y que pierdacuidado que yo no la abro.

El viejo era muy fregado. El sabíaque ella era mujer y que no se iba a

aguantar lagaña de abrirla. ¡Qué se laiba a aguantar! Ahí mismo arrancó ellapa la Tierra y se fue pa onde Epimeteo,que iba a ser su marido.

Permítamen yo les explico. CuandoJúpiter mandó al cojo a que fabricara aPandora fue con su segunda intención deacomodársela a Prometeo, pa castigarloa él también por habernos dado el fuego.Pero Prome era muy jodido y güelió eltocino y dijo:

—¡Cómo ño, moñito, que me voy aengüesar con esa hermosura! ¡De eso tanbueno no dan tanto! ¡Algo tiene el aguacuando la bendicen!

Pero Epimeteo, que estaba sentado

en una tarima sacándose una nigua,apenas la vio, dijo:

—¡Me la pido pa mí! ¡Vení pa acá,amor mío!

Ese Epimeteo sí no le llegaba a lostobillos a su hermano Prome: parecíacaído del zarzo o tumbado con honda;era como agüevado más bien el hombre.

Y empieza como a bregar amanosearla, pero ella no le ponía nicinco de bolas. Ella estaba todaembelesada con la tal cajita, hasta queno se aguantó y empezó a abrirla poruñaesquina, con mañita, cuando… ¡qué esaquello! Empieza a salir el humero másespantoso del mundo, lleno de duendes:

la enfermedad, el dolor, el guayabo, lafalta de plata, la política: mejor dicho,todos los males. Y empieza ella a bregara cerrarla, pero ¡quién dijo! Tuvo queesperar a que acabara de salir el chorrode humo, y ahí sí se asomó a ver quéhabía quedado en la cajita, y alcanzó aver arrinconado por allá, todo aturdido,un pajarito lo más de bonito: era laEsperanza. Por eso dicen que laesperanza es lo último que se pierde.

De modo, pues, que fue doñaPandora, mejor dicho, la Mujer, la quesoltó los males sobre la Tierra. Algomachista el cuentecito éste, pero quéculpa tengo yo: yo no lo inventé sinó los

griegos. Es parecido al cuento de Adány Eva en el Paraíso: cipote manzana fuela que le dio Eva a Adán, como dice lacanción.

Pero no vayan a creer, mis chinaslindas, que yo les tengo tema. Ustedestodas son adoradas. Son de infarto,como dicen ustedes.

Así es como se despide un caballerocuando se da cuenta que va a sonar lacampana. Paren la oreja… ¡tin, tan!, ¡tin,tan!

36: Los Argonautas

Hoy voy a empezar a contarles lahistoria del Vellocino de Oro, que es lamisma de los Argonautas. Es larguita yalgo enredada, pa que pongan muchaatención. A mí me gusta. Vamos a ver austedes.

Erase que se era un rey de Greciaque se jartó de su adorada esposa, quese llamaba Nefele, pa ponerse a vivircon Ino. Nefele y él habían tenido doshijos: el mayorcito se llamaba Frixo y laniña era Hele. Esa Ino era muycorrompida, y oigan la trama que

inventó pa que el rey matara a Frixo, nofuera que cuando estuviera grandeviniera a reclamar el trono. Que a él eraque le tocaba, por ser él primogénito.

Pues la tal Ino hizo tostar toda lasemilla de trigo que tenía pa sembrarese año, pa que no hubiera cosecha; y elrey, todo confundido, mandó unmensajero a preguntarle al oráculo quécamine cogía, porque se lo iba a tragarla tierra si se escaseaba el trigoEntonces Ino llamó aparte al mensajeroy le untó la mano pa que dijera que loque el oráculo pedía era que sacrificaraal niño si quería que la semilla naciera.

La gente del pueblo, que estaba

desesperada porque los acaparadores lehabían echado mano al poquito de trigoque quedaba, y ya la canasta familiar iballegando al Olimpo, amenazaron con unparo de todas las centrales obreras si elrey no hacía matar ligero ¡eseculicagadito pa ellos no morirse dehambre!

El rey no tuvo de otra, con dolor desu alma, que hacerlo subir al altar delsacrificio, y cuando ya le iban a mandarla puñalada marranera se aparecevolando un ovejo amarillo con alas, quetraía encima a la niña Hele, y apenasllegó donde tenían maneado a Frixo, lozafó, y el muchacho ahí mismito se le

trepó, y el ovejo se encumbró a la regióncon los dos hermanos horqueteadosencima de él, que no se cambiaban pornadie.

Ese ovejo lo había mandado el diosMercurio porque Nefele, la mama de losniños, le había rezado una novena conmucha devoción.

Iban, pues, volando muy serenitospor encima del mar, cuando la maldingamuchacha, por estar brincando ymiqueando se resbaló del ovejo y se fueal agua y se ahogó. Por eso llamaban elHelesponto, que quiere decir Mar deHelea esa estrechura que le dicen hoylos Dardanelos.

Perdonen si le revuelvo alguito degeografía a esto, porque siempre esbueno que aprendan de todo.

Ni el ovejo ni Frixo pudieron hacernada sinó ponerse a derramar tiernaslágrimas y siguieron su vuelo deitinerario hasta que aterrizaron ji en unpaís que se llama Cólquida, ahí al laditodel Mar Negro.

Allá fueron muy bien recibidos porel rey, que se llamaba Eetes —¡quénombrecito! ¿no?—, que a las pocasmatas le dio a Frixo una de sus hijascomo mujer, y fueron muy felices ycomieron lombrices, porque allá nohabía perdices. Pero hay una cosa que

yo no entiendo y es por qué Frixo, palamberle al suegro, mató al ovejito quelo había salvado, y hizo curtir el cuerocon lana, que no era lana sinó hebritasde oro —por eso era que era amarillo—y se lo regaló. Ese cuero es el famosoVellocino de Oro que ustedes han oídomentar. Eetes lo hizo colgar de un árbolsagrado y puso a que lo cuidara eldragón más azaroso que ustedes sepuedan imaginar. Allá no habíaarrimadero.

Todo esto había pasado hacíamuchos años. Ahora viene la segundaparte.

Resulta que el rey de Yolcos, que

queda en Grecia, se murió una vez —nose iba a morir dos: yo es por charlar—… Pues se murió ese rey y ahí mismo leechó mano al trono uno que se llamabaPelias, sin que le tocara a él sinó aEsón, que era el heredero genuino.

Pasaron los años y los años y unavez el oráculo le dijo a Pelias quetuviera mucho cuidado con un hombreque le faltara una quimba. Eso yatambién hacía tiempos, cuando una tardeestaba Pelias recostado en un taurete ahíen la acera, cuando vio pasar unforastero, cachacón él, buen mozo y bienpresentado, pero que no tenía sinó unaquimba (la otra se le había quedado

pegada en un pantanero) y lo llamó y lepreguntó que quién era, y el muchacho lecontestó que era Jasón, hijo de Esón, yque venía a reclamar el reino, porque aél le tocaba.

Entonces Pelias le preguntó:—¿Qué harías vos si fueras el rey y

el oráculo te dijera que uno de tusvecinos te iba a matar?

—Pues lo mandaría a que me trajerael Vellocino de Oro.

—Pues, cómo te parece que esoprecisamente es lo que vas a tener quéhacer si querés que te entregue estereino, que tiene una maldición que no sele quita sinó trayendo el Vellocino de

Oro. Cuando lo traigás te entrego estegurrero, porque has de saber que yo soyPelias, el rey.

—¿Y usté está creyendo, suSacarrial, que yo no soy capaz de traerleese zurrón? Aguarde y verá.

Y en seguida mandó construir unbarco a todo taladro y lo bautizó Argos.Pero este Argos no tiene nada qué vercon Argos, el guachimán ese de los cienojos que le prestó el nombre a esependejo que no hace sinó meter la pataen El Espectador criticando lo que dicenlos demás. ¿Y al alcalde quién lo ronda?

Sigamos. Y apenas tuvo listo elbarco les mandó un mensaje a todos los

amigos invitándolos a acompañarlo enesa aventura.

Llegaron los más verracos de todaGrecia, Cómo sería que hasta el mismoHércules se hizo presente. A esa patotala pusieron los Argonautas, por elnombre del barco. Después les empiezoa contar las aventuras que lesocurrieron, que son famosas. Por ahorales voy a recitar unos versos de RafaelMaya que, cuando los leí esta mañana,dije:

—¡Ah buenos que están pa cuandose acabe la clase de Mitología!Oiganlos!:

Bajo un cielo rosado de manzana,

sobre el sueño feudal de una escultura, yante el ciprés de gótica figura, mueve suflor de bronce la campana.

Estos poetas todo lo han de decircon doble sentido, y esa como que es lagracia. Con seguridad que la flor debronce es el badajo de la campana.Quién sabe qué otra cosa será el badajoen estos otros versos de un poetaantioqueño, algo guasca él:

Allá van los monos por el paloabajo, el mono más viejo se rasca elbadajo.

37: Los Argonautas

Sale, pues, esa parranda deaventureros dizque a buscar elVellocino, pero como que no sabían bienpor dónde era el camino, porque fuemuchas las vueltas que dieron y muchoel tiempo que perdieron de un lado paotro, como si fijo tuvieran ningún afán.

Yo me voy a saltar muchos de lospuntos donde estuvieron, porque si no,no acabo nunca y se me aburren ustedes.

La primera isla donde llegaron fue aLemnos. Pongan atención: no es Lemosni Simons, sino Lemnos. Esa es una isla

más bien grandecita y muy linda, dondecasi que se quedan, por lo que les voy acontar.

Resulta que allá no había sinómujeres. ¿Y saben por qué? Porque enuna guerra que habían tenido los deLemnos con los de Tracia, que eranvecinos, se habían enmozado todos losde Lemnos con las mujeres á allá, yentonces las lemneñas formaron una ligafeminista antimachista y pasaron a todossus maridos al olivo, porque allá nohabía papayos, de manera que allá nohabía sinó viudas.

Y cuando vieron que venía el barcode los Argonautas corrieron armarse,

creyendo que eran los de Tracia quevenían a buscarles pleito y no los iban adejar arrimar, hasta que una vieja quehabía sido niñera d Hipsipila, que era lajefa de ellas, las convenció que nofueran bobas, que no fueran adesperdiciar una ganga de esas. Cómoles parece: una partida de muchachosbien queridos, y bien ganosos queestarían. Y ellas, ni hablar.

Lo cierto del caso es que losrecibieron, no digamos a cuerpo de reysinó de reina. ¿Se acuerdan ustedes, o yase les olvidó, lo que le pasó a Perseocon las Ninfas, que se lo peleaban todaslas noches y no lo querían dejar ir? Pues

saquen la calculadorcita y multipliqueneso por cincuenta hombres y pordoscientas cincuenta mujeres y se daráncuenta más o menos de lo que les pasó alos Argonautas. A cada uno le tocaronde a cinco: y después dicen que de estotan bueno no dan tanto.

Cómo estarían de amañadas las talesfeministas con esa barra de machistas,que no los querían dejar ir, y por ahícomo a los quince días les iban aquemar el barco, y si no ha sido porHércules, que no los dejó y los hizosubir a todos ellos pa seguir el viaje,allá estarían dándole que es fiesta.

Arrancaron, pues, y fueron a dar a la

isla del rey Cicico, que se acababa decasar y les hizo un macho recibimiento ylos invitó a la pachanga que habíanarmado pa celebrar su casorio.

Ya al amanecer, más rascados quenalga de carateja, se subieron comopudieron al barco, y siguieron su viaje,pero al poco rato se dejó venir unventarrón contra ellos y volvieron a dara la isla de donde habían salido; peroCicico, creyendo que eran unos piratas,salió a buscarles pelea pa no dejarlosarrimar, y en plena trifulca lo mató elpropio Jasón. Después, cuandoamaneció y se dieron cuenta que habíanestado peleando entre amigos, se

abrazaron y lloraron y le hicieron unentierro de primera a Cicico.

Y siguieron su viaje, y un día, comopor distraerse, les propuso Hércules quehicieran una competencia a ver cuál detodos aguantaba más remando, y ganó él;pero cómo sería la bejuquera con que ledaba a ese remo, que se le partió. Y erade puro guayacán.

Así que apenas arrimaron a laprimera barranquita que encontraron, semetió él al monte a buscar un palo bienbueno pa hacer otro remo. Por allá enmedia loma se encontró uno deabarcadura como muy aparente y loabrazó y lo arrancó de cuajo y se lo

echó al hombro y se lo llevó palcampamento.

Y cuando llegó allá le dijeron queHilas, que era un pajecito que él tenía yque quería mucho, había salidomadrugado a buscar agua, y que en vistade que no había vuelto, se había ido abuscarlo Polifemo, que era otro de ellos.

Ahí mismo cogió Hércules otra vezel monte a buscarlo, porque, como lesdije, lo quería mucho. Pero no se vayana imaginar ahora carajadas: Hércules noera de esos. Lo que pasa es que le habíacogido cariño al muchacho desde que élmismo le había matado al papá en unalucha.

Pues lo buscaron toda la santa nochey por allá al amanecer encontraron, a laorilla de un charco, el calabacito en queiba a traer agua, y de él ni el rastro: eraque una ninfa se había enamorado de ély se lo había llevado a vivir aúna cuevadebajo del agua. Hasta bien bueno quelo estará pasando allá…

Lo malo fue que cuando volvieronHércules y Polifemo al campamentoencontraron el rastro frío, porque elbarco se había ido. Por eso fue queHércules no figura entre los que trajeronel Vellocino, sinó que siguió con susaventuras, que ya se las conté el otrodía.

Los Argonautas siguieron yestuvieron en muchas otras partes. Unade ellas fue donde el rey Fineo. Este eraun adivino el verraco, pero los dioses lehabían echado una maldición, quién sabepor qué, y estaba ciego y lo teníanjodido las Harpías.

Las Harpías eran unas viejashorribles, con unas alas enormes ygarras de pájaro, y lo que hacían era quecuando Fineo se sentaba a la mesa y ibaa empezar a comerse unos manjaresexquisitos que le servían, llegaban lasmalditas a comérselos ellas, y cuando yano les cabía más, se ensuciaban —porno decir otra palabra más fea— en lo

que quedaba, y ahí mismo se regaba unahedentina que no le arrimaba ni ungallinazo fumándose un cacho de lamona.

Fineo estaba ya en los puros huesoscuando llegaron los Argonautas apedirle que les adivinara la suerte. Elles dijo que con mucho gusto,muchachos, con la condición de que melibren de estas Harpías hijue… Lamisma palabrita que le iba a decir yo aesa bendita campana que empezó atañer. ¿Cómo les parecen los verbitosque me invento: tañer?

38: Los Argonautas

Fineo les dijo que con mucho gustoles adivinaba el porvenir si lo librabande esas malditas Harpías que lo teníanjodido. Y ahí mismo se presentaronCalais y Zetes, que eran hijos del vientoBóreas y que por eso tenían alas, ydijeron:

—¡Qué se dejen venir esasdesgraciadas pa que sepan lo que esbueno!

Y se escondieron detrás de unacortina y se pusieron a esperarlas.

En esas le trajeron los criados a

Fineo un platado de sancocho de colamás provocativo que el carajo y loprimero que hizo fue echarle mano a lapresa, y ya se la iba a llevar a la bocacuando van apareciendo por el aire elpar de viejas enrazadas en pájaro y se laarrebataron, y ya le iban a echar dientecuando van saliendo los dos muchachosrevoleando esos machetes, y ahí sí,salen volando en desgracia, y losmuchachos detrás, las alcanzaron y yalas iban a volver hilachas cuando enesas llegó Iris, que era la mandadera delos dioses, a decirles que no les tocaranni un pelo, porque Júpiter las necesitabacomo cuidanderas, pero que ella les

juraba por esta santa cruz que no volvíana molestar al pobre viejo.

Cuando Fineo se zampó en tresvoliones ese sancocho, con esa gurbiaque tenía, y se bogó sin respirar esatazada de claro con leche, ahí sí lesindicó lo que tenían qué hacer pa llegardonde estaba el Vellocino.

Les dijo, por ejemplo, lo de lasCieñas, que eran dos rocas azules,enormes, que había en medio mar y quechocaban la una con la otra seguido, y alque cogieran no quedaba ni el pegado.Fineo les dijo a los Argonautas queecharan a volar una paloma por entreesas rocas y que si lograba pasar sin que

la apachurraran, que se metieran ellostambién ahí mismo, cuando se volvierana apartar.

Y así lo hicieron. La palomita pasómuy bien, pero cuando ya iba saliendo alotro lado se volvieron a juntar las dospiedras y siempre le alcanzaron aarrancar unas plumas de la cola. Y ahímismo prendieron ellos motores —¡mentiras!, ¡qué cuento de motores!: esoera a puro remo voleado— y se fueronmetiendo y alcanzaron a pasar al otrolado, pero también se volvieron a juntarlas maldingas piedras y siempre se lesabolló un poquitico la popa.

Sigamos. Ese mismo día pasaron por

frente de la tierra de las Amazonas yesas malditas feministas tetimochas ahímismo a la orilla en sonde pelea, perolos machistas Argonautas les hicieronpistola y pasaron de largo, y ya por latardecita alcanzaron a divisar al pobrePrometeo amarrado enla roca delCáucaso, y vieron al águila chupándoleel hígado, y ganas no les faltaron de ir asoltarlo, pero se las aguantaron: esaáguila no era fruta que comía mono…

Y por fin llegaron a Cólquida, queera donde estaba el Vellocino. La tierradel rey Eetes.

Dejémolos descansar ahí esa noche,mientras en el Olimpo estaba Juno

echando cabeza a ver en qué forma lesayudaba, y se le ocurrió esto: llamó aVenus y le dijo:

—Ve, querida: llamá a ese muchachotuyo —el muchacho era Cupido, el delas flechas enyerbadas— y deeñe que lepegue un flechazo en todo el mango aMedea, la hija de Eetes, pa que seenamore de Jasón, el capitán de losArgonautas, y verés lo que va a pasar.

A Venus siempre le pareció comorarito que la hubiera llamado Juno, esavieja tongoneada y de dedo parado quesiempre le había hecho la guerra, pero ledio medio culillo —¡perdón!— ponersea desobedecerle, y llamó a su muchacho

y le dijo:—Vea, mi amorcito. Vaya cálcese y

péinese y tercéese su jiquerita y va y lepega un flechazo bien dado a Medea,con dedicatoria para Jasón, y le doy unregalo bien lindo el día del amor y laamistad: aquella pelota de oro pintadade azul que usté se antojó el otro día.

Y el carajito ahí mismo salióvolando, como un pajarito.

Mientras tanto Jasón y sus alegresmuchachos llegaron al palacio real y losatendieron muy bien, y después de lacomida les preguntó Eetes que quiéneseran y que a qué iban. Ellos le dijeronque por el Vellocino, y que hacían lo que

él quisiera.Esto que dicen y la ira que le fue

entrando a Eetes no está escrita, pero sela guardó. Y pensaba pa sus adentros:

—¿Mucha ganita de mi Vellocino?¡Cómo no que se los voy a soltar! ¡Quéesperen ahí en una pata!

Mientras tanto Medea, que estabapor allá en la cocina preparando unmenjurje… Porque Medea era bruja. Nocrea: brujas muchachas y bonitastambién las hay: de que las hay las hay.Y en esas sí hay que creer.

Y Medea era una de esas.Pues sí, señor. Cuando oyó las voces

de los forasteros no se aguantó las ganas

de ir a novelear y se puso a atisbarlosdetrás de un biombo que había ahí,cuando alcanzó a ver a Jasón y en esemomento sintió el flechazo del mocosoese de Cupido y esa fue mucha traga laque le fue entrando a esa mujer y se pusoque no cabía en los calzones.

Y en ese momento le decía Eetes aJasón:

—Con mucho gusto te entrego elVellocino, hombre Jasón, si sos capaz dehacerme ésta tareíta: con aquel par debueyes que tienen cascos de bronce yque echan llamaradas por las naricestenés que arar aquella roza. A esosanimales no los ha tocado nadie de

miedo, te lo advierto. Una vez tengásarada esta tierrita, sembrás estos dientesque son de un dragón que mató Marte yque me regaló Minerva. De cada dientede esos va a nacer un guerrero armado ylisto pa la pelea. Agárrate con ellos, yapenas los hayás matado a todos, ahí sípodés venir por tu Vellocino.

Jasón se puso a rascarse la cabeza,más confundido que el de Aguadas,cuando de pronto alcanzó a ver a Medeaque le estaba haciendo señas detrás delbiombo, y alcanzó a oír que le dijopasitico:

—¡Tranquilo, mi amor! ¡Contáconmigo!

¿Cuál de ustedes fue el que dijo quela campana dizque estaba dañada? ¿Nola están oyendo, pues?

39: Los Argonautas

Jasón se fue pal barco con su gente aechar cabeza a ver cómo en que se le ibaa medir a esos bueyes, o más bien toros,y a esos guerrero; que iban a nacer delos dientes del dragón, cuando vallegando un muchacho que era nieto deEetes y le dijo:

—Ve, hombre Jasón. Yo te tengomucha gratitud, porque vos el otro díame salvaste la vida. Y a que no teacordás. Pero yo sí. Si querés sali conbien de estas pruebas, no es sinó que teechés al bolsillo a mi tú Medea, que es

bruja, y tiene la contra pa todo. Ella esmuy querida y le gusta mucho servirle ala gente. Y es más: yo creo que estátragada de vos porque allá la dejé en elcuarto de ella, moqueando y mentándotedesesperada, que no sabe qué hacer. Ala legua se le notaba la gana que tenía devenirse detrás de vos.

Entonces Jasón le dijo al muchacho:—Anda, pues, echale el cuento. Y no

te aparezcás aquí con las mano: vacías.Y va el muchacho donde Medea a

decirle que Jasón le mandato muchassaludes y que viera a ver qué podíahacer por él en esa boyadí en que estabametido.

Cuando el muchacho le dio la razóna Medea se puso ella a brinca en unapata que no cabía en el pellejo: qué másquiere el gato: que lo amarren conlonganiza. Y le mandó decir a Jasón queesa noche se encontraran a las nueve enel alto del Guayabo, pa que charlaran yella poder decirle qué tenía que hacer.

Y así fue. Dando el reló las nueve seencontraron y fue tanta la emoción que ledio a ella que se quedó pasmada comoun ente, sin saber ni qué hablar, sinó queera mascando un espartillo y agachabalos ojos toda achantada, hasta que al finse resolvió y sacó del seno un frascoque traía con un unto que había

preparado, y se lo entregó y le dijo:—Tené, mi amor, pa que te refregués

por toda esa hermosura de cuerpo quetenés, y úntale también a tu espada. Estotiene virtud pa un día, y podés estarseguro que ese día no te pasa nada,aunque se te venga el mundo encima.¡Adelante, mi amor, tranquilo y sinmiedo, que otro día te doy otra cosa queno veo la hora de darte! ¡Ah! Se meolvidaba decirte: cuando salgan de latierra esos guerreros de los dientes dedragón, escóndete detrás de una mata ytírales una verraca de piedra biengrande, que no sepan quién la tiró, yverés lo que pasa.

Pues esa noche se despidieron el parde enamorados sin poder hacer lo quequerían, aunque estaban los dos que sebabeaban. Pero su hora se les llegaría.Primero tenía Jasón que hacer la tareítaque le había puesto Eetes.

Y al otro día se madrugó y seembadurnó con esa pomada y vallegando donde ese par de fieras detoros corniveletos, con cascos de broncey que echaban candela por las narices ylos apercuelló a cada uno con un brazo ylos amarró al arado y los puso a marchara la brava, ¡carajo!

Y a medida que iban avanzando ibaél sacando de la jiquera los dientes del

león y tirándolos a la zanjita que ibahaciendo el arado.

Por ahí al medio día, cuando acabóla tarea, se sentó en una barranquita atomarse una aguapanela que llevaba enun calabazo, cuando ve que va saliendode la tierra una parranda de hombresarmados, hágase de cuenta una guerrilla.Y ahí mismo coge Jasón una verraca depiedra y se las avienta, y como nosupieron de dónde había venido,creyeron que había sido uno de ellos yse agarran a pelear los unos con losotros, y a matasen ellos mismos hastaque al fin no quedó sinó el tendal. ¡Esafue mucha matazón, no sea carajo!

Entonces salió Jasón pa dondeEetes, y se le cuadró y le dijo:

—Misión cumplida, su Sacamal.Aún vive Maza. Ya me gané elVellocino, Y se fue feliz pal barco acelebrar el triunfo con sus compañeros.Pero el maldito Eetes se había mamadode la promesa y dijo que por nada delmundo iba a dejar que se llevaran elVellocino.

Pero no se les olvide a ustedes quela diosa Juno estaba de parte de ellos, yella fue la que le metió en la cabeza aMedea que fuera al barco y les contaralas intenciones de Eetes, y que lesayudara a echarle mano ligero al

Vellocino.Pues allá llegó ella y se le arrodilló

a Jasón y le abrazó las piernas y empezóa suplicarle que se la llevara pa la tierrade él, que ella se comprometía aayudarle a conseguir el Vellocino.

Acortando el cuento: se fueron Jasóny Medea pa donde estaba el dragóncuidándolo, y ella lo durmió con un rezoy unos pases que le hizo, y por ahíderecho le echó mano Jasón al Vellocinoy se lo terció, y se metieron al barco,cuando en esas ven que viene por allá unbatallón enorme que había mandadoEetes a perseguirlos. El que mandaba elbatallón era Apsirto, que era el hijo de

Eetes: como quien dice, hermano deMedea. Pero ella ahí mismo le caló y lemandó una boletica con un propio, quedecía así:

«Querido hermano: aquí me llevanprisionera. Ya tienen el Vellocino. Yome les puedo volar esta noche, cuandoestén dormidos, y nos encontramos alpie del palo de madroño cuando salga laluna. Yo te llevo el Vellocino y vos mellevás a la casa, que ¡pobrecito mi papá!¡Cómo estará de confundido! Tuhermana que te abraza, Medea».

Pues al pie del madroño se aparecióel pendejo de Apsirto y allá mismo lopaveó paveado el amigo Jasón, y se

volvió pal barco, muy de gancho con sutroza de Medea.

La intención mía era haberlesacabado de contar hoy la historia de losArgonautas, pero vamos a tener quedejarlo pa la otra clase, porque yaempezó a sonar aquella linda campanitade cristal que alegra mis horas de dolor.

40: Jasón y Medea

Y llegaron al barco Jasón y Medea yarrancaron de vuelta ya pa Grecia, muycontentos con su Vellocino.

Pero todavía no se les habíanacabado las peripecias y fueron muchoslos cachos que les pasaron antes dellegar. ¡Qué tanto se demorarían en elcamino que tuvieron tiempo de tener dosmuchachitos!

Hasta que por fin llegaron dondePelias —¿se acuerdan?—, que era el reyde Yolcos, el que le había puesto aJasón la condición de traerle el

Vellocino si quería que le entregara elreino.

Y resulta que en todo ese tiempohabían pasado un mundo de cosas muymalucas en Yolcos. Primero que todo,Pelias había matado al papá de Jasón, yentonces la mamá se había muerto de latristeza. Y cuando Jasón se enteró de esole dijo a Medea que matara al rey Peliascon su brujería.

Entonces ella llamó a las hijas dePelias y les dijo:

—Vean, muchachas, el papá deustedes ya está muy viejito. Y les voy aenseñar el modo de que se vuelvamuchacho otra vez.

Y mandó traer un ovejo muy viejoque había en el solar y lo mató y lopartió en pedacitos y los echó a herviren una olla grande.

Y apenas estaba hirviendo le hizoMedea unos pases misteriosos con lamano, y dijo:

—Alpiste, piste, coroniste,resucitiste joveniste.

Y ahí mismo va saliendo de la ollaqué belleza de ovejito, llamando a lamama: meee, meee.

Y les dijo Medea:—Hagan ustedes lo mismo. Yo les

voy a magnetizar a su papá y cuando estéprofundo ustedes lo parten en trocitos y

lo echan a esta olla, y entonces yo vengoy lo rezo, y eso es como con la mano,sale rejuvenecido. Hasta menor queustedes.

Ellas, como querían tanto al viejo,asilo hicieron, y cuando la olla estaba enel tercer hervor se desapareció Medea,y allá deben estar hirviendo todavía laspresas de Pelias. Aquí sí se podía decirque Pelias estaba en la olla.

Entonces fue Jasón y llevó elVellocino a la iglesia de Júpitery allá lodejó expuesto como el Santísimo. Y loraro fue que él y Medea no se quedaronde reyes de Yolcos sinó que se fueron avivir a otro reino que se llamaba

Corinto.Y cómo les parece que apenas

llegaron allá, lo primero que ocurrió fueque Jasón se enamoró de la hija del reyde Corinto y resolvió mandar a Medeapa la porra el hijuemadre ese, viendotodos los favores que le debía a ella.Hay gente muy ingrata: esas sonbobadas…

Y no le valieron súplicas ni lágrimasde Medea hasta que la pobre sedeschavetó y no hacía sinó hablar malde la otra, y que ya verían lo que le iba apasar.

Y cuando el rey supo lo que andabadiciendo de su hija la mandó adesterrar

con sus dos muchachitos. Imagínesenustedes: una mujer sola, sin un centavo,con un par de carajitos y en tierraextraña…

Y Jasón ranchado en que no volvíadonde ella: que ya lo tenía hasta los ojosy que estaba muy antojado de otra. Lomás que hizo fue ofrecerle plata aMedea pa que se volviera pa su tierra,pero ella cogió esa plata y se la tiró enla cara, y oigan lo que hizo:

Llamó a un criado de los del palacioy le dijo:

—Te regalo una bicicleta si leentregás este manto a la novia y le decísque aquí le mando yo pal día de la boda.

Que se lo mida a ver si le queda bueno,y si no que me lo devuelva pa hacérseloarreglar.

Y sacó de un baúl una belleza demanto de terciopelo morado, conbordados de oro y con perlas ydiamantes. Y lo envolvió en papel deregalo y se lo entregó al criado.

Pues la novia que se lo pone y esoque se prende ahí mismo en quéllamaradas tan espantosas y ahí quedó lanovia vuelta un chicharrón.

(Lo de la bicicleta son cañas: ¡québicicletas iba a haber en ese tiempo!)

Pero la cosa no acabó aquí sinó queMedea, en medio de la desesperación

que tenía, se volvió como loca y mató asus propios hijos, y cuando llegó Jasónhecho una fiera porque le había matadola novia y vio muertos a sus dos hijosempezó a llamar a Medea pa matarla aella también, pero apenas la alcanzó aver trepada en el entejado, cuando seestaba montando en una carroza tiradapor dragones que se la llevaron por elaire hasta que desapareció en la región.

Así acabó la historia de losArgonautas, y aquí les voy a mochar estaclase, aunque todavía falta pa tocar lacampana. Siempre es bueno dejarlos irmás temprano una que otra vez. ¿Nocierto?

41: Las Danaides

Mis queridos y estimadospandechócolos: como esa historia de losArgonautas siempre quedó como larguitay algo cansona, vamos a ver ahora unoscuentos de los corticos, por variar. Ytambién pa que aprendan de dóndevienen algunos dichos, como el tonel delas Danaides, el suplicio de Tántalo, laroca de Sísifo, el caballo de Troya yotros por el estilo.

Empecemos con las Danaides.Había una vez dos hermanos que se

llamaban Egipto y Dánao. Los dos como

que eran algo meteloncitos porque cadauno había tenido en su mujer y en susmozas, de a cincuenta hijos: Egipto,cincuenta machos —los Egiptidas— yDánao cincuenta mujeres —lasDanaides—,.

Resulta que una vez pelearon los doshermanos, porque los hijos de Egipto nohacían sinó gatear y perseguir a lasDanaides y buscarles la caída, y decían:

Mientras más primo, más me arrimo,y si es prima hermana, con más gana.

Y el viejo Dánao las cuidaba muchoy no tenía vida, hasta que resolvió alzarcon ellas y fue a dar á la ciudad deArgos y allá se estableció y lo

nombraron rey.Pues allá fueron a templar también

los malditos primos y se presentarondonde su tío a pedirle cada uno la manode una hija —y sobre todo lo que siguede la mano pa abajo—: que ellos noestaban por peijudi_ carias sino que sequerían casar por la iglesia, con todaslas de la ley.

A Dánao no le quedó de otra queentregárselas, aunque él no podía ver nipintados a esa parranda de zánganos,como los llamaba.

En fin: se casaron, pero eso sí: eldía del casorio le metió Dánao debajode la almohada a cada una una peinilla

de 22 pulgadas, y les dijo:—Bueno, mis hijitas: aquí tienen

esto pa que cada una le haga el corte defranela a su adorado esposo, cuando sequede profundo después del trabajito.

Y así lo hicieron todas, menosHipermestra, que le dio mucha lástimadel de ella, que se llamaba Linceo, y lovio tan hermoso y tan desprevenido enesa cama que no se atrevió a tocarlo.Estos dos tuvieron cría y de ahí salieronlos que siguieron mandando en Argoscuando se murió Dánao.

Las otras sí le obedecieron al taita yse enviudaron ellas mismas; perotambién les pasó cacho, porque Linceo

las pasó a todas al papayo.Y hasta al mismo viejo Dánao. Y

ellas fueron a dar al Tártaro, que era unsótano que quedaba por debajo delHades. En el Hades vivían los muertos yel Tártaro venía a ser como la cárcel delos muertos, donde castigaban por todala eternidad a los que habían sidocondenados.

A éstas, como castigo, las pusieron allenar de agua una tinaja de esasbarrigonas que había a la orilla de unaquebrada. Pero lo malo es que la tinajaestaba llena de huecos, y a cada una ledieron un cedazo pa que echara el aguacon él. Allá deben estar todavía

bregándole. Y lo que van a estar…Otros dicen que no era tinaja con

huecos sinó un bañil sin fondo, que es elque llaman el tonel de las Danaides,cuando quieren hablar de un trabajo bienagotador y bien inútil.

Tántalo

Otro castiguito por el estilo fue eldel amigo Tántalo. Este era hijo deJúpiter y de una mortal, y era elpreferido de los dioses, que lo dejabancomer en la misma mesa de ellos y lodejaban oír todo lo que ellosconversaban, como si él también fueraun dios.

Pero era tan mala ficha que, en vezde agradecerles, oigan lo que hizo: undía hizo matar a su mismo hijito, que sellamaba Pélope, y lo despresó y preparócon él un sancocho y invitó a todos losdioses —a esa parranda de oligarcas,

decía él— dizque pa que se volvierancaníbales sin que se dieran cuenta.

Pero los dioses la güelieron yninguno quiso probar, sinó la dios;Ceres, que estaba muy triste y todadistraída porque le habían robado; hija,y se comió un pedazo de hombro.

Pero ahí mismo apareció la parcaCloto y le rezó una oración a sancocho yel muchacho fue resucitando como sinada le hubiera pasado Pero le faltabaun hombro, y Cloto se lo puso de marfil.

A la porquería de Tántalo lomandaron los dioses pa los infierno y elcastigo que le pusieron fue la carajaditade meterlo en un charco hasta la nuca, y

como mantenía una sed de enguayabado,cada que agachaba la cabeza pa tomaragua, ahí mismo se iba secando elcharco y eso se volvía un arenero. Ymantenía una gurbia espantosa, y encimade él había un mundo de árboles tuquiosde las frutas más provocativas delmundo y cuando él les iba a echar manollegaba un ventarrón y elevaba pa arribaesas ramas donde él no alcanzaba, y enesas se la pasaba.

Otra cosita más: mantenía un miedohorrible de morirse —como s noestuviera ya muerto— y encima de élhabía una macha de piedra que parecíaque ya se le iba a venir a aplastarlo, y

aunque nunca se caía, é siempre semantenía con los calzoncillos comopañal de muchachito chiquito.

Ahora, ¿cómo les parece elcastiguito de nosotros, esperando que yava a sonar esa campana, y nada?

¿Qué no? Oiganla.

42: Sísifo

Vamos a acabar de salir de lashistorias corticas.

¿No han oído ustedes hablar de laroca de Sísifo? Pues resulta que este eraun rey de Corinto, y la mujer de él sellamaba Merope y era una de lasPléyades.

Una tarde estaba Sísifo echado bocaarriba en la manga del frente de la casa,viendo pasar nubes, cuando en esas vevenir por los aires un águila muyhermosa y muy grande que llevabacogida en las garras una muchacha, y ya

estaba a punto de aterrizar con ella enuna isla que quedaba ahí cerquita. Enesas se apareció el dios Asopo, que erael papá de la muchacha, que andabamedio loco buscándola, y después desaludar a Sísifo, le dijo:

—Oiga, señor. ¿Usted porcasualidad no ha visto pasar por aquí aJúpiter con mi hija? Es que yo estoy casiseguro que él fue el que alzó con ella,porque él venía gallinaceándola desdehace días, y ése no tiene inconvenienteen volverse águila pa alzar con la que sele antoja. Debía volverse más bien elrey de los gallinazos.

—¿Aguila dice? Por aquí acaba de

pasar una, y con seguridad que la quellevaba agarrada con las patas era sumuchacha. Ya estaba a punto dedescargarla allí en aquella islita.

Y ahí mismo arrancó Asopo pa laisla, pero Júpiter lo alcanzó a ver y lemandó un rayo que lo espantara, yechando cabeza se le ocurrió a Júpiterque debía ser Sísifo el que lo habíasapeado, y sin más vueltas lo mató y lomandó a cumplir un castigo por toda laeternidad.

Pero Sísifo no era ningún pendejo ycuando se vio muerto le dijo a su mujerMerope:

—Mija, no me hagás la cremación y

dejame sin enterrar, que yo mecomprometo a no podrirme pa volverdonde vos otra vez vivo.

Pues dicho y hecho. Llegó al Hadesy se presentó donde Proserpina, que erala dueña de la casa allá en el Hades, lamujer de Plutón, y le dijo:

—Oiga, mi reina: yo no tengo porqué estar aquí, porque a mí no me hanenterrado. Déjeme volver a la tierra paque me hagan los funerales, que yo mecomprometo a volver en seguida.

La diosa lo dejó volver a la tierra,pero Sísifo se hizo el loco y siguióviviendo muy tranquilo. Pero el contentole duró muy poquito porque Júpiter se

dio cuenta ahí mismo y mandó aMercurio a que lo volviera a zampar alos infiernos a cumplir su castigo. Y alláestá todavía. La tareíta que tiene quehacer es empujar una piedra la macha degrande y de pesada y hacerla rodar depa arriba hasta la punta de un morro, ycuando llega allá con ella tiene quebajar en desgracia porque esa piedraempieza a rodar de pa abajo como aaplastarlo: pero nunca lo alcanza, ycuando llegan abajo tiene que arrancarél con ella otra vez pa arriba y en esasse la pasa.

Esa es una tarea parecida a la de laspobres mujeres, que hacen la comida y

arreglan la casa y todo, y por la nocheno queda nada de lo que hicieron y alotro día tienen que volver a empezar. Nimás ni menos que la roca de Sísifo.¡Pobrecitas, hombre! ¡Antes no sevolvieron feministas! Yo sí no he sidonunca machista. Macho sí: pa qué si noes la verdá. Porque, ¡ah queridas queson! Aunque siempre joden alguito aveces.

Orfeo

Dejémonos de sermones y sigamosahora con el cuento de Orfeo, el músico.Este era hijo de una de las Musas y deun príncipe de Tracia. La mama le dio,desde chiquito, el don de la música.Pero no vayan a imaginarse que eraningún merendero, como les dicen enMedellín a los serenateros ordinarios.No, señor: éste era de los finos. Mejordicho, en el mandacallar de todos. El fueel que inventó la lira, y cuando se ibapor ahí por esos potreros a tocarla, ibansiguiendo detrás de él los animales y laspiedras y hasta los mismos árboles. Me

acuerdo con esto de una exageración quele oí el otro día a un tipo, hablando deun verano y una sequía tan horrible quehabía habido una vez, que los árbolesdizque salían detrás de los perros.

Pero no nos distraigamos concuentos viejos y sigamos con Orfeo.

Cómo les parece que él fue uno delos Argonautas, y fue mucho lo que lesayudó. Cuando veía que los marinerosya se estaban mamando de rendidos, seponía él a cantar acompañándose de lalira y se les olvidaba que estabancansados y le daban con más verraquera.Una vez pasaron por frente de la isla delas Sirenas. Esas eran unas que tenían la

parte de arriba de mujer, muy buenascomo pa anunciar bracieres, pero por laparte de abajo no tenían uso porqueacababan como péscalo. Cantabanlindísimo, pa atraer a los navegantes, yal que llegara allá se lo comían. Peropor la boca. No quedaba sinó lagüesamenta.

Resulta, pues, que cuando ibanpasando por ahí los Argonautasempezaron ellas a cantar y ahí mismo leecha mano Orfeo a la lira y se entona éltambién a cantar y ¡qué cuento de Carusoni de Mario Lanza! Los marineros sepusieron más bien a oírlo a él hasta quepasaron el peligro.

Pues, bueno. Orfeo se casó con unamuchacha muy linda que se llamabaEurídice. El la adoraba, pero fue tan demalas, que una vez iba ella por la orillade la quebrada cuando la alcanzó a verun vecino que se llamaba Aristeo y saliódetrás de ella con intención como dehacerle el mandado, pero ella se diocuenta y pegó la carrera y no se fijó ypisó una mapaná. O rabo de ají sería. Entodo caso a las cinco de la tarde yaestaba tiesa Eurídice y Orfeo vuelto unmar de lágrimas, que quería morirse éltambién, porque la adoraba.

Pasaron los días, pero no habíanacabado todavía la novena cuando se le

ocurrió una cosa a Orfeo: armar viajepal Hades a ver si a punta de músicalograba que se la devolvieran viva. Yllegó allá y tumbó bolo con esa músicatan bacana, que lo que le provocaba auno era tener una grabadora. Cómo seríaque hasta el chandoso de Cerbero se fuequedando profundo, y Sísifo se sentó aoírla encima de la piedra y a Tántalo sele olvidó que tenía sed y a los otrosmuertos importantes que había allá… lessonó la campana. Ya será hasta después.

¿Qué tal me está quedando estaMitología de suspenso?

43: Orfeo

Como les contaba, Orfeo llegó alHades y embobó a todo el mundo conesas canciones de música y letra de élmismo, que Agustín Lara le quedabatachuela. En una decía por allá, comollorando:

Se me murió muy ligero mi Euri.Yo mucho la quería. Yo ya no sé qué

hacer.Déjemenla llevar otra vez pa arribaque cuando esté viejita yo la vuelvo

a traer.Y cómo sería de sentimental y de

emocionante esa canción que Rutón yFtosapina se conmovieron todos y ledijeron:

—Llevátela, pues, hombre; pero esosí, con una condición: que ella sigadetrás de vos y no la voltiés a ver hastaque los dos estén arriba del todo.

Y arranca feliz Orfeo por esesocaván pa arriba y ella detrás como unperrito, y cuando él ganó a lo alto ycreyó que ella también estaba ya fuera,voltio a verla; pero resulta que ella nohabía acabado de subir todavía y ahímismo se fue desapareciendo pa abajootra vez, y apenas se alcanzó a oírcuando dijo: «¡Adiós, mi amor!».

El salió como loco detrás de ella aalcanzarla, pero ya no lo dejaron entrary tuvo que quedarse en la tierra, muertode guayabo y desesperación.

Mejor le fue a la mujer de Lot, quepor no aguantarse las ganas de voltear aver pa atrás, quedó convertida en unaestatua de sal, y hoy es la santa patrañade Zipaquirá. Lo que es el pobre Orfeose remontó, pero siguió tocando su lirapor allá perdido raí esos guaicos dondeno lo oían sinó las piedras, los árboles ylos animales. Hasta que un día se loencontraron las Ménades, que eran unapandilla de feministas ahí que habíanmatado a todos sus maridos y venían

acabando hasta con el nido de la perra atodo hombre que encontraban lodeclaraban machista y lo pasaban alsicomoro, porque allá no había papayos.Y apenas se toparon a Orfeo le cortaronla cabeza y lo volvieron picadillo. Lacabeza la tiraron al río Hebro —conhache, y no crean que es gazapo— y fuea dar al mar, y por el mar iba cantandohasta que llegó a la isla de Lemnos yallá la recogieron y le hicieron untemplo.

Y colorín, colorado.

Pigmalión y Galatea

Otra historia de las corticas, y hastamuy conocida, por cierto, es la dePigmalión y Galatea.

Pigmalión era un escultor de Chipreque quién sabe qué le había pasado conlas mujeres de carne y hueso, pero locierto del caso fue que les fue cogiendocomo cierta inquina y al fin ya no laspodía ver ni pintadas. Decía que no eransinó solapadas y metalizadas yexprimideras de los hombres. Y seencerró en su taller a hacer la estatua deuna mujer bien linda y bien perfecta,pero que no pudiera funcionar por ser de

mármol. Y duró días y días labrándola ypuliéndola hasta que se fue volviendo lamuja- más linda que ustedes se puedanimaginar. Cómo sería, que él mismo sequedaba a veces horas enteras viéndolay no se cansaba. Total, que sin darsecuenta, le fue entrando una algamatofiliadel carajo. Y apuesto a que ninguno deustedes sabe qué cosa es algamatofilia.Pues lo que se imaginan: enamorarseuno de una estatua, o de una muñeca,como las muchachitas. Pigmalión laabrazaba y la besaba y le hacíacosquillas y la pellizcaba y la sobabapor todas partes, y ella como si nada.Más se emocionaba este taurcte. Ahí

amanecía y no lo probaba.Y resulta que un día Venus, que era

la diosa del amor, se dio cuenta, y dijo:—Esta clase de enamorado sí no me

la había tirado yo. Le voy a ayudar.Y sí, señor. Esa misma noche, antes

de acostarse fue Pigmalión a despedirsede su Galatea, como la llamaba, y lasintió como tibiecita y se fueentusiasmando, porque cuando la estababesando fue sacando ella la lengüita y sela metió a él en la boca, y se va pegandoese hombre qué alebrestada y fuesaliendo con ella abrazada pa la pieza.Si no fuera porque me regañaban lescontaba todo lo que hicieron esa noche.

Pero ustedes se lo imaginan.

La manzana de la Discordia

Creo que voy a tener tiempo, antesque toquen la campana, de contarles porencimita el cuento de la manzana de laDiscordia.

Eso fue cuando nació la diosa Venus,que fue apareciendo encima de unaconcha grande, en el mar, y Júpiter lemandó un carro tirado por palomas paque la subieran al Olimpo.

Cuando llegó allá, tan sumamentehermosa, Juno y Minerva no se lapudieron tragar, porque cada una deellas se creía Miss Universo. Había enel Olimpo otra diosa, que los griegos la

llamaban Eris y los romanos le decían laDiscordia, que era la que se manteníaarmando peleas y disgustos y peloteraspor todas partes.

Pues, cómo les parece que una vezno quisieron invitar a ésta a unapachanga que armaron en el Olimpo, pacelebrar un casamiento, de miedo que sefuera a tirar la veladita, y entonces ellase sintió muy pordebajeada, y dijo:

—Lo que es ésta me la pagan.Y cogió una manzana de oro y la

marcó: PARA LA MAS HERMOSA. Ycon disimulo la dejó caer debajo de unamesa donde la vieran las otras tres.

Ellas ahí mismo se aventaron a

echarle mano, y cada una empezó a decirque era de ella, por ser ella la másbonita, y se fin armando qué gazapera,¿oye? —pero no de las de Argos sinó delas di cuchilla de afeitar en la liga—hasta que tuvo que intervenir Júpiter queera el marido de Juno y el papá de unade las otras. Y dijo:

—Esto que lo resuelva París (oiganbien: no es París sino París)

Y salieron las tres pal monte Ida,que era donde vivía París.

Ya les iba a contar quién era esecristiano, pero vamos a tener quedejarlo pa después porque ya estoyoyendo el chancleteo de es lambón que

toca la campana.

44: El Juicio de París

Como les iba contando. París erahijo de Príamo y de Hécuba, los reyesde Troya.

Pero ustedes no saben todavía quéera Troya. Era una ciudad que quedabaen la punta de arriba de lo que hoy esTurquía. Esa ciudad era enemiga cerradade los griegos, los amigos de nosotros.El rey de allá, como les dije, eraPríamo, y cuando Hécuba, la mujer deél, estaba en embarazo de París, tuvo unsueño de que lo que le estaba naciendono era un muchacho sinó un hachón

prendido, con qué llamarada tanazarosa, y le contó ese sueño a sumarido, y un adivino dijo que eso queríadecir que lo que iba a nacer iba a ser lacausa del acabe de la ciudad. EntoncesPríamo dio orden de que apenas nacierala criatura, la mataran. Pero cuandonació, la mamá lo escondió y se lo dio aun esclavo pa que lo dejara en el monteIda, bien envueltico en pañales.

Allá en ese monte se lo topó unpastor y lo bautizó París y lo crió.

Y él fue creciendo hasta que sevolvió un muchachón muy cuajado y muybuen mozo. Cómo sería, que una vez selo encontró la ninfa Enone y se pegó una

enamorada de él tan acosadora, que nole quedó más remedio que casarse conél.

Adonde este Paris, que resultó demuy buen gusto, fue donde mandónuestro amo Júpiter a Juno, a Minerva ya Venus, pa que él resolviera a cuál letocaba la manzana de la Discordia,donde decía: A LA MAS HERMOSA.

Pues allá se le aparecieron y lopusieron en semejante parangón, porqueahí no había qué escoger: las tres teníanuna cara lindísima, y del cuerpo, ¡nihablar! Todas eran 90-60-100 (porque anuestros padres los griegos les gustabanmás bien nalgoncitas).

Y cuando ellas lo vieron como tanindeciso fue que resolvieron trabajarlopor el lado del soborno. Juno lo llamóaparte y le dijo:

—Si me escogés a mí, te hago dueñode toda el Asia.

Minerva le dijo:—Si me escogés a mí, te vuelvo un

sabio y hago que ganés todas las batallasque tengás con los griegos.

Y Venus le dijo:—Si me escogés a mí, te doy como

premio la mujer más linda de mundo.Pues esto que le promete, y él no lo

pensó dos veces pa entregarle a ella lamanzana de oro, porque ya estaba medio

jarto con su adorada esposa Enone, ytenía ganas como de ensayar con otra. Ysi esa otra en la más bonita del mundo…

Así acabó la historia de la talmanzana. Pero la cosa no se quedó asíporque las dos perdedoras juraron quese vengaban de los troyanos, y eso loveremos después.

Sigamos con la historia de Paris.Apenas se acabó ese concurso se tercióél su morralito y salió en busca de lamujer más linda del mundo que iba a serde él, y andando, andando, llegó aEsparta y tocó en la puerta del palaciode Menelao, que era el rey de allá, y queera el marido de Helena, precisamente

la más linda del mundo.Ni pa qué se las pinto. Esa era

mucha belleza, ¡no sea carajo! Van atener que imaginársela ustedes mismos,porque lo que soy yo no soy capaz dedarles ni media idea.

Vamos a repasar un poquito lahistoria vieja. ¿Se acuerdan ustedes deLeda, aquella que recibía a Júpiterdisfrazado de cisne, y que tuvo cuatrohijos, que no se sabía cuáles eran de sumarido Tíndaro y cuáles de Júpiter? Dosde ellos fueron los mellizos Cástor yPólux y las otras dos eran Clitemnestra yHelena. El papá de ésta sí era Júpiter, enseguridad, y como les contaba, a medida

que fue creciendo se fue volviendo lamás hermosa de la fértil vega, y esa fuela que le vino a caer en suerte aMenelao, el griego de Esparta.

Pues bien: allá recibieron conmuchas atenciones a Paris, y le dieron lapieza del forastero, y él se fue amañandoallá de tal manera que songo, songo sefue quedando allá de asiento, así que unavez que Menelao tuvo que salir de afánpa una guerra, empieza mi hombre aarrastrarle el ala a Helenita, y ella adejarse, hasta que una mañana sevolaron los dos por la huerta, alescondido, y al cabo de los días fueron atemplar a Troya. Dicen que París fue el

que inventó ese versito que dice:Yo no quiero ser casado ni tengo

necesidad: teniendo amigos casados mebasta con su amistad.

Así que cuando volvió Menelao desu guerra encontró el rastro frío, y ahífue Troya. Porque ahí mismo mandóllamar a todos los jefes griegoscompañeros de él a que fueran a Troya arecobrar a Helena y a castigar a esehijuemadre de París que le había pagadotodas las atenciones que había tenidocon él, poniéndole unos adornos en lafrente, que parecía blanco novillo detendidas astas.

Así empezó la famosa guerra de

Troya, que es una historia muy larga queveremos más tarde.

Por hoy dejemos la cosa así, yvámonos antes de que vengan a jalarle elrejo a aquella maldita campana.

45: Píramo y Tisbe

Hoy les voy a contar dos historiasmuy tristes, pero corticas las dos,porque se acaba la primera parte de estecursillo. Son las de Píramo (no Príamo)y Tisbe y la de Hero y Leandro. Píramoy Tisbe eran un par de enamorados adisgusto de la familia de ella, que vivíanen dos casas juntas y las piezas de losdos estaban separadas por una merapared, y en esa pared había un huequitoy por ese huequito se la pasaban, cadaque podían diciéndose «mi amor» y «teadoro» y «vos sos mi vida», y todo ese

mundo de bobadas que no se cansan derepetir los enamorados. Pero no podíapasar de ahí, y parece que fue Píramo elque inventó esa canción que dice;.

Esta maldita pared, yo la voy atumbar algún día…

Pero ¡qué iba a poder tumbarla, siera de pura piedra y como de una varade grueso, y no le entraba ni laMaunífica!

Pero un día resolvieron verse por lanoche, que hacía luna llena.

Quedaron de encontrarse al pie deun árbol de morera que había a la orillade un lago apenas estuvieran dormidoslos de las dos casas.

Por ahí como a eso de las nueve ymedia, y con qué belleza de luna fuesaliendo Tisbe en puntillas y cogiócamino del lago, y cuando ya iballegando alcanza a ver una leona que ibaa beber agua, porque se acababa decomer un animal que había matado, ytraía esa trompa toda untada de sangre.Tisbe que la alcanza a ver y que sale endesgracia a esconderse en un rastrojito;pero en la carrera se le cayó el manto yno tuvo tiempo de recogerlo sinó que lodejó ahí tirado.

Pues resulta que cuando la leonacalmó la sed y se iba a ir ya pa suleonera se encontró el manto y lo cogió

con la boca y empezó a sacudirlo y aarrastrarlo y después lo soltó y siguió sucamino.

En esas llegó Píramo y cuando veese manto todo ensangrentado seimaginó lo que había pasado y seemperró a llorar ese hombre medioloco, y a decir:

—Yo soy un desgraciado que dejévenir sola a mi muchachita querida paque la matara quién sabe qué fiera. Yono merezco vivir. Yo soy un criminal.

Y fue sacando la espada y la pusocon la punta de pa arriba y se le dejó irencima pa que se le clavara en todo elmango y ahí mismo empezó a boquear.

En estas fue saliendo Tisbe delrastrojito cuando calculó que ya elanimal se había ido, y lo primero quealcanza a ver es a Píramo que estaba yaen las últimas y cuando la distinguió conlos ojos y a casi cerrados apenasalcanzó a decir:

—¡Mi amor…!Y entonces ella le sacó la espada y

se la clavó ella misma, y ahí losencontraron al otro día, en el primero yúltimo abrazo que se dieron.

Hero y Leandro

Otra historia por el estilo, igual detriste, es la de Hero y Leandro. Herosuena como hombre, pero no hay tal: erauna sacerdotisa de la diosa Venus en unaciudad que se llamaba Sesto, quequedaba a la orilla del Helesponto, quees un brazo de mar entre Europa y Asia.En la orilla del otro lado, como a doskilómetros, en otra ciudad que sellamaba Abido vivía Leandro, unmuchacho muy buena persona; y eso notanto sinó lo buen nadador. Porque,cómo les parece que todas las noches seatravesaba ese estrecho a nado, y de la

misma manera se devolvía por lamañana, antes que aclarara. Dizque ibanada más que a ver a Hero y a cacharcon ella, porque estaba más tragado quemedia de montañero. Eso era lo que éldecía: quién sabe qué más harían. Yo nodigo nada, porque no me consta, y enestas cuestiones de Mitología yo noinvento chismes.

Lo cierto del caso es que todas lasnoches se subía ella a la torre de laiglesia donde trabajaba y dejaba alláprendido un hachón pa que le sirviera aél de señal y no se perdiera.

Y resulta que una noche hizo unhuracán horrible, con tempestad y todo y

apagó el hachón, y él que venía por lamitad se embolató todo y empezó a darvueltas en esa oscuridad hasta que noresistió más y se ahogó.

Y la pobre Hero espera y espera, yvolvió a subir a la torre y volvió aprender el hachón, pero ¡qué! Nada queaparecía. Hasta que de pronto ve que lamarea fue arrastrando hasta la playa unbulto raro y desde arriba alcanzó areconocer a Leandro, y ¡qué fue aquello!Sin pensarlo dos veces se aventó de esatorre, y, como no había malla protectora,ahí quedó como tres y dos la pobre Heroal lado de su amado.

Con este par de historias tristes se

acaba la primera parte de este cursillo.Ahora sí que voleen campana a lodesgualetado, pero doblando a difuntospor los pobres Píramo, Tisbe, Hero yLeandro.

Requiescá-tin-pase. Amén.

46: Troya

Ahora sí hablemos de la guerra deTroya, que se armó dizque porque misiáHelena, la mujer de Menelao, se lehabía volado con París. Ya les dije elotro día que cuando Menelao llegó a lacasa y encontró el rastro frío llamó a losjefes de todos los pueblos griegos a quese juntaran pa ir hacerle la guerra aTroya, que era donde París se habíallevado a su mujer. Porque este tal Parísera hijo de Príamo y de Hécuba, losreyes de Troya.

Se alistaron, pues, todos los jefes

griegos y se juntaron en el puerto deAulis y entre todos completaron comomil barcos llenos de soldados pa ir ahacerle la guerra a Troya, y nombraroncomo jefe de todos ellos a Agamenón,que era hermano de Menelao. EsteAgamenón se había casado conClitemnestra (¡Quítenme esta! ¿Seacuerdan?), y entre los hijos que habíantenido estaba una muchacha muy lindaque se llamaba Ifigenia y un muchachoque era Orestes.

Estaban, pues, todos los barcoslistos pa salir, pero nada que soplaba elviento, y como todos eran de vela, ahíestaban, más varados que un corcho en

un remolino, hasta que ya desesperadosmandaron llamar al adivino Calcas aque les dijera qué era lo que pasaba queno soplaba viento ni pa apagar unfósforo —que, entre otras cosas,tampoco los habían inventado todavía—y el adivino le dijo a Agamenón:

—Lo que pasa, su Sacarrial, es queel otro día, cuando cazó usted aquelvenado y dijo que ni Diana, la diosa delos cazadores, lo hubiera matado tanbien como usted, la diosa lo supo y estácomo una tigra y dice que no dejaventear hasta que usted no sacrifique enhonor de ella a la más linda de sus hijas,que es nada menos que Ifigenia.

—¿Qué mate yo a mi hija? ¿Estáloca esa diosa?… Primero me matoyo…

Eso fue lo que dijo Agamenón; perocomo nada que llegaba el viento, y todoese gentío ya estaba desesperado ahí,brazo sobre brazo, se juntaron entretodos y mandaron una comisión aconvencer a Agamenón que tenía quemandar matar esa muchacha si querían ira acabar con Troya.

Al fin Agamenón se resolvió, condolor de su alma, y le mandó una boletaa su mujer, diciéndole que se vinierasobre el humo y que se trajera a Ifigenia,que pensaba casarla con Aquiles, que

era el más importante de todos losguerreros griegos. EntoncesClitemnestra se vino a traerla, y ella quellega y Agamenón que lleva ahí mismo asu hija pal altar de los sacrificios, y yale iba a clavar el cuchillo cuando enesas le dio remordimiento a la diosa,que llegó invisible y le echó mano aIfigenia y se la llevó por el aire, y elcuchillo se le vino a enterrar fue a unavenadita que apareció ahí amarrada.

Acabemos de contar el cuento deIfigenia, que ya le falta poco. Resultaque Diana se la llevó pa un país que sellama Táuride, y allá la puso a que lesirviera de sacerdotisa en un templo de

ella, y el oficio que le tocaba hacer eramatar a todo cuanto forastero llegaraallá a pedir posada; pero una vez seaparecieron dos peregrinos, que erannada menos que su hermanito Orestes yun amigo de él que se llamaba Pílades.Ifigenia en seguida reconoció a suhermano y resolvió volarse con él pavolver a su tierra, y así lo hizo, y ya seacabó el cuento.

Sigamos ahora con el ejército de losgriegos, que así que empezó a brisararrancaron pa su guerra y a los pocosdías llegaron a las playas de Troya y ahíarmaron su campamento y se pusieron asitiarla. En esas duraron la carajadita de

nueve años, y casi todos los días salíana pelear con los troyanos, y una vecesganaban ellos y otras los enemigos. Alcabo de este tiempo, cuando la cosa seestaba volviendo ya como mediocansona, fue cuando ocurrió el disgustoentre Agamenón y Aquiles que se volviófamoso.

Resulta que Agamenón, cuando ibande viaje, le había echado mano aCriseida, la hija de Clises, que era unsacerdote de Apolo, y la habíanombrado moza oficial. Pero el viejitoClises no se tragó esa y fue y le piconióa Apolo, y ése les mandó como castigo alos griegos una peste espantosa, y cómo

sería que todos los días amanecía untendal de muertos que ni siquieraalcanzaban a enterrarlos.

Entonces los griegos, desesperados,le preguntaron al adivino qué tenían quehacer pa que se acabara esa peste, y élles dijo que la condición que poníaApolo pa dejarlos tranquilos era queAgamenón devolviera a Criseida.

Pero ¡quién dijo que Agamenón ladevolvía, si estaba más encoclado deella que Romeo de Julieta, y que, comodicen, no se le apeaba ni en los malospasos! ¡Cómo no, que la iba a soltar! ¡Yavoy, Toño!

Pero al fin tuvo que aflojar, porque

todos los otros jefes se juntaron ynombraron a Aquiles pa que fuera adecirle que si no la devolvía le quitabanla jefatura.

Y entonces él, con la gana de mando,no tuvo de otra que despedirse de ellacon un estrecho abrazo y amargaslágrimas. Pero juró vengarse.

Y la venganza fue que al otro díamandó por Briseida, la moza deAquiles, y cuando llegó éste por lanoche a su carpa, después de haberpeleado todo el santo día, y no laencontró, se pegó qué embejucada y seencerró con llave y candado y dijo queno contaran más con él pa su maldita

guerra. Que de ahí no lo sacaban ni atacos. Mejor dicho, ni tocándolecampana. ¿Qué digo? ¡Oiganla!

47: Troya

Íbamos en que Agamenón le quitó aAquiles la moza, que se llamabaBriseida. No era Criseida, que es unnombre muy parecido porque ésta fue laque tuvo que devolver Agamenón.

Como les conté, esta enviudada a labrava puso a Aquiles como una tatacoa,y se encerró en la tienda, y dijo que nopeleaba más ni multado y a los soldadosde él, que eran los mirmidones, les dioorden de no volve: amover paja, y quemás bien se sentaran a rascarse las…rodillas sería. Y todo esto era pa que a

Agamenón se lo tragara la tierra, porqueél sabíí que él era el más alentado detodos los jefes griegos.

Pero yo todavía no les he contadoquién era este Aquiles. Era el hijc delrey Peleo y de Tetis, una de lasNereidas, que eran unas diosas de fondodel mar.

Esta Tetis era una belleza. Cómosería que, cuando fue creciendo y sepuso en punto de estar de uso, elprimero que le clavó el ojo fue Neptuno,el dios del mar. Y después el mismoJúpiter. Y acuérdesen que a éste no se leescapaba ninguna. Pero a ésta sí la dejóir, porque Temis que en ese tiempo era

la esposa de él, y que también era muycelosa y adivinadora, le dijo:

—Si Tetis llega a tener un hijo de undios, ese va a ser el mandacallar, capazde acabar hasta con su mismo taita si sele atraviesa.

Entonces Neptuno y Júpiter pensaronque era una vaina que de pronto un hijode ellos los viniera a destronar, yresolvieron que Peleo, que era un rey,pero mortal, fuera el que se comiera esebocadito, que no era propiamente decardenal, porque todavía no funcionabanlos cardenales, pero que sí se le iba auno la baba por ella.

Por eso vino a resultar Aquiles hijo

de Peleo, y tan pronto nació se lo llevóTetis pal río Estige, que es el que pasapor el Hades, y le echó mano de unapatica y lo zambulló en el río pa que sevolviera invulnerable, como dice ellibro. Esto quiere decir pa que no leentrara ninguna arma. Y así quedó,menos por donde ella lo agarró, que fuepor un taloncito. Por ahí sí lo podíanmatar. Y por ahí lo mataron. De ahíviene el nombre del tendón de Aquiles,que ustedes han oído mentar, que quedaarribita del jarrete.

Pero no nos distraigamos y sigamosel cuento. Cuando el muchacho creció yya se lo iban a llevar pal regimiento…

¡Qué digo regimiento!: pa la guerra deTroya, Tetis, pa que no se lo llevaran, lodisfrazó de mujer y lo metió entre unapatota de muchachas de ese reino. Ycómo les parece que uno de losencargados del reclutamiento era uno delos jefes griegos que se llamaba Ulises.Después les cuento la historia de éste,que es muy buena. Por ahora les digoque este viejo era más marrullero ymalicioso que el Patas con u, y como élsospechaba que Aquiles estaba entreesas muchachas, lo que hizo fuellevarles una tula llena de regalos deesos que les gustan a las mujeres:rizadores de pestañas, pintalabios,

peinetas doradas y otro mundo dependejadas, y entre ellas metió un arma.Y esa fue precisamente la que escogió eljoven Aquiles, que por ahí derechoquedó fichado y tuvo que arrancar paTroya.

Volvamos a donde estábamos: élencerrado, muerto de la ira, y lostroyanos como con gana de cogerlesventaja a los griegos.

Primero fue la pelea cuerpo a cuerpode Paris el troyano, el que se habíarobado a Helena, con Menelao, elmarido de ésta.

Ustedes se acuerdan que Paris lehabía dado a Venus la manzana de la

Discordia, y que por eso le habíaganado ella a las otras dos candidatas.Pues con eso tuvo pa volverse unafanática troyista, nada más que padefender a Paris. Así que esta vez,cuando la pelea con Menelao, y cuandoéste se iba a dejar ir a embestirlo conlos cachos que le había puesto, llegóVenus entre una nube y los tapó y alzócon París y se lo llevó pa Troya sano ysalvo.

Después vino otra pelea la machaentre Héctor, que era hermano de París,y Ayax, que era el segundo de los jefesgriegos. Esta también quedó en tablas.

Y así siguió la guerra, ganando unas

veces los unos y otras veces los otros. YAquiles ahí encerrado como un gurre. Ypor mucho que le rogaban, no salía.

Pero resulta que él tenía un amigo decrianza y lo quería mucho, que sellamaba Patroclo. Este Patroclo era unode los que se mantenía rogándole quesaliera a pelear, porque los griegos seestaban viendo en las delgaditas. PeroAquiles lo más que hizo fue dejarlo ir apelear a él, y hasta le prestó sus armas,que las había hecho nada menos queVulcano, el herrero de los dioses.

Pues salió el Patroclo muy engreídocon sus armas bien polichadas ybrülanticas, pero a las pocas vueltas le

pega Héctor un chuzón en mala parte conla lanza, y hasta ahí llegó el amigoPatroclo. No se pudo levantar porqueestiró la pata.

Y la lloradera y desesperación quele agarró a Aquiles no está escrita,porque, según parece, ese como que eraun poquito más que amigo. Digo yo:porque esos griegos como comían de resy de marrano… ¡Mentiras! No he dichonada, pa que después no vayan a decirustedes que yo soy un lengüilargo…

Por creer estoy que esa campana queempezó a doblar es por Patroclo. Otambién puede que sea pa dejarlos yaUbres a ustedes por hoy.

48: Troya

Como les contaba la embejucada quese pegó Aquiles cuando le mataron a suPatroclo no está escrita. Lo primero quehizo fue llamar a su mamacita Tetis aque le mandara a hacer otras armas aVulcano, porque él tenía que matar alhijuemadre que lo había dejado sinamigo.

Bueno: sin alargar de amucho: salióal campo montando en su carro y se parófrente a la puerta de la muralla, cuandoen esas va saliendo Héctor a toda, en uncarro, y se deja venir sobre Aquiles y le

avienta esa casi nada de lanza, pero elescudo de Aquiles la atajó. Y entoncessí, que se tenga fino el amigo Héctor:porque el griego, que tenía muy buenapuntería, le mandó la lanza y se la clavópor debajo de la cumbamba y no dio unbrinco.

Y entonces se bajó Aquiles y loamarró por las patas a su carro yempezó a dar vueltas con él en redondode las murallas, barriendo el suelo conla cabeza de Héctor, como una escoba.Y así dio un mundo de vueltas, y el viejoPríamo desde arriba era rogándole queno humillara más el cuerpo de su hijo,hasta que a Aquiles le dio lástima y se

lo entregó, y le hicieron muchosfunerales en Troya. Aquiles también lehizo muchas ceremonias al cuerpo dePatroclo. Así acaba la Ilíada, que es ellibro donde mejor cuentan esta guerra.

Pero no crean que se acabó así nomás. La cosa siguió.

Los troyanos siempre tenían susamigos que vinieron a ayudarles, peroque nada hicieron. Por ejemplo, unanoche se oyó como un tropel de caballosque se acercaban haciendo mucha bulla,y que venían de por allá lejos, y quecuando llegaron donde estaba el ejércitode los griegos se fueron metiendo comoun huracán, abriendo calle y dejando el

tendal a lado y lado. ¿Y saben quiéneseran? Nada menos que las amazonas:esas minusválidas de una teta que tantainquina nos tenían a los hombresmachistas. Pero de nada les valió eseenvión, porque como venían de acaballo, los griegos se organizaron yempezaron a encerrarlas por grupitosentre cuatro carros y poco a poco lasfueron dominando. La última, que era unpalo de hembra muy troza y muyquerida, le tocó a Aquiles, y eso fuecomo pelea de cucaracha patas arriba yvieja en chancletas: ahí quedó estiradade patas y manos misiá Pentesilea, queera la jefa de todas ellas. Pero pongan

cuidado: apenas Aquiles la vio muertase quedó mirándola fijo, fijo, y botólejos la lanza y se puso a abrazarla y adarle picos. Y se le salían loslagrimones. Pa que vean cómo es deraro el amor.

En todo caso, la ayuda de lasamazonas fue un fracaso, y los troyanosse encerraron en el pueblo y cerraron laspuertas de las murallas y se pusieron aesperar que los griegos se largaran. Peronada que se iban.

Y una tarde que estaban unosgriegos, y Aquiles estaba entre ellos,peleando con unos troyanos que habíansalido a novelerear, empezaron estos a

tirarle a él con más gana, pero no leentraba nada. Entonces París, que estabaencima de la muralla, viendo queninguno le hacía nada arme el arco y lemandó una flecha a la espalda, pero laflecha rebotó en la armadura y sedeslizó de pa abajo y se le vino a clavaren el talón por donde lo había agarradosu mamacita Tetis —¿se acuerdan?—, yahí quedó el amigo Aquiles como el quepisó el tranvía.

Los troyanos se pusieron muycontentos con la muerte de él, ypensaron que con la falta que les iba ahacer, los griegos se iban a tener que ir.Entonces fue cuando Ulises, el más

malicioso y más jodido de todos losjefes griegos los juntó y les dijo:

—Estos pendejos troyanos estáncreyendo que nos vamos a tener quevolar porque nos mataron a Aquiles. Ahíamanecen. Se me acaba de ocurrir unaperrada pa entrar allá y acabar conellos. Hagamos un caballo de palo, perobien grande, como del altor de una casa,y coco por dentro y metámonos unos denosotros en la barriga y dejémolo al piede una de las puertas, y alcemos contodo, y soltemos los barcos, y hagamoscomo que nos fuimos, y no dejemos aquísino el caballo, a ver qué pasa.

Pues así se hizo, y lo que pasó fue

que los troyanos creyeron que losgriegos se habían largado, y salieron, ycuando vieron esa belleza de caballo loentraron entre todos, porque allá nohabía grúa del Automóvil Club. Y seagarran a tomar trago a lo desgualetadodizque pa celebrar la ida de losenemigos, que desde hacía diez años loshabían tenido encerrados. Pues, cuandoya estaban todos caídos de la rasca, vansaliendo Ulises y sus compañeros, deadentro del caballo, y abrieron la puertade la muralla y por ahí se colaron todoslos griegos, que se habían devuelto enlos barcos y que no estaban esperadosinó una señita.

Y eso fue la hora llegada. Ahí fueTroya, como dicen. Los que entraronacabaron hasta con el nido de la perra.

Pero no sé por qué tengo laimpresión de que ya va a sonar lamaldinga campana, y no quisiera acabarla clase sin contarles lo de Menelao.Cómo les parece que lo primero quehizo éste cuando se vio adentro fue ir abuscar a su señora Helena, la que lehabía puesto irnos cachos como los deOlafo, y iba hecho una tatacoa, voleandoesa espada, como para no dejar ni elpegado. Y cuando llega a ese palacio vasaliendo ella con qué túnica trasparente,sin brasier ni cucos ni nada, y ¡qué fue

aquello! Ahí mismo tiró Menelao esaespada pa la porra y quedó armado deotra cosa, y se le aventó a abrazarla quecasi la ahoga, y a comérsela a picos, yno les cuento lo que siguió porque yaempezó el tilingueo de esa campana tanmetida que tiene que venir a interrumpirlos cuentos en lo más fino.

49: Troya

Ya vieron ustedes cómo los griegos,con el caballo de palo que se inventóUlises, se metieron a Troya y no dejaronquién contara el cuento Los troyanoschuparon por bobos, porque harto queles advirtieron que cuidado con ir adejar entrar ese caballo. El primero quese los dijo fui uno de los curas del diosApolo, que era un adivino y se llamabaLaoconte y que se manteníacantaleteándoles a sus paisanos:

—No dejen entrar ese malditotáparo, que nos traga la tierra Ténganles

miedo a los griegos y a los regalitos quenos dejan. No si confíen de a mucho.

Pero los troyanos, embelesados conel maldito caballo, ¡mucho caso que lehacían! Eso era como oír llover.

Hasta que un día que estabaLaoconte en la playa, echando sisermón, se oyó un chapaleo muyparticular por allá mar adentro y fueronsaliendo dos machas de culebras queechaban candela por la boca llegaron ala playa y se le enroscaron a Laoconte ya los dos hijos de é que estabanacompañándolo, y dicen a apretar y aapretar y apenas se oía crujir los huesos,hasta que boquearon los tres. Esas

culebras las había mandado Neptuno,que era amigo de los griegos, pa que lostroyanos n le hicieran caso a Laoconte yentraran el caballo.

Otra que también gritó en todos lostonos que no lo fueran a dejar entrarporque les pesaba, fue Casandra. Estaera una muchacha hija del rey Príamo yde Hécuba, y venía a ser, pues, hermanade Paris y de Héctor —pero no de Hétorel de la Negra Nieves—, Esta era, pues,de los de la eren de Troya. Y qué tanlinda sería que el dios Apolo se pegó laenamorada más horrible de ella no másla vio, y empezó a bregarle, pero ¡qué!:ella no soltaba prenda. Y Apolo no

sabía qué darle pa ablandarla. Cómosería que llegó hasta darle el don de laprofecía. Le dijo:

—Te voy a volver la mejoradivinadora del mundo, pero eso, sí: vossabés con qué me pagás. Esta nochevengo.

Pero cuando vino el dios a cobrarleel regalito empezó ella a hacer la de mialma, con mil cismatiquerías y moños yrepelencias, y a inventar disculpas deesas que tienen todas cuando no quieren:que dizque estaba enferma; que volvierapor ahí el sábado, a ver si ya. Y elsábado volvía él y salía ella con otroinvento, hasta que se le llenó la taza al

bello Apolo y la mandó pal carajo, y ledijo:

—Bien podés guardar eso pa losgusanos. No creas que sos la única. Yotengo mucho adonde rebuscarme. Peroesto no se queda así: vos me la pagás. Yva a ser muy fácil. Yo no te puedo quitarel regalo que te di de poder adivinar,porque nosotros los dioses no nospodemos mamar de lo que dijimos. Connosotros es que se cumple el versito dedar y quitar campanas de hierro, derechoal infierno.

Dar y no quitar, campanas de oro,derecho al coro.

(El coro viene a ser el Olimpo).

Pacto, eso sí: voy a hacer que nadie tecrea lo que digas. Y hasta lueguito pues,mi querida amiga.

De ahí es que viene el dicho de queFulano es una Casandra, porque aunquediga la verdad, nadie le cree, como a lospolíticos de aquí.

Entonces Casandra, todadesesperada, se metió a la iglesia deMinerva, a rezarle, cuando los griegosestaban adueñándose de Troya,tumbando y capando, salando y soltando.Y estaba ella, pues, allá como les digo,rezando, cuando va entrando Ayax deOileo, que era uno de los jefes griegos,mala ficha él, y apenas vio a Casandra

se le dejó ir y la apercuello por alládetrás de una pilastra y sin pedirlepermiso, le hizo el mandado.

Entonces Minerva, que había sidouna de las defensoras de los griegos, sevolvió ahí mismo enemiga de ellos ypegó pa donde Neptuno, el dios del mar,que también había sido hincha de losgriegos, y le pidió que los castigara porinfames y descarados que habíancometido semejante sacrilegio en suiglesia con una pobre muchacha queestaba rezando.

Neptuno se puso también como unafiera, y dijo:

—¿Conque esas tenemos? Que se

tengan de la crin, que van ladeados.Y cuando salieron todos los buques

griegos de vuelta pa las casas, empezó adesatar unas tempestades tan horriblesque eso parecía la hora llegada: aAgamenón se le hundieron casi todos losbuques; Menelao fue a templar aEgipto… Y así por el estilo.

Odisea

Al único que no le fue tan mal fue aUlises, al que se le había ocurrido lo delcaballo de palo. Y eso porque a ése loquería casi todo el mundo, hasta losmismos dioses. Y aunque no le pasónada grave, siempre le toco andaregueardiez años por el mar antes de llegar a sutierra, que era una isla que se llamabaItaca (no digan itáca sinó itaca). Alláhabía dejado, hacía diez años —que fuelo que duró la guerra de Troya— aPenélope, que era la mujer de él, con elúnico muchachito que habían tenido, quese llamaba Telémaco.

Penélope era un lapo de hembra,muy alentada, y desde que Ulises saliópa su guerra se le había llenado la casade pretendientes, a echarle cada uno elcuento más reforzado y a llenarle lacabeza con noticias inventadas de que aUlises lo habían matado y que no fueraboba: que nc perdiera el tiempo y que seresolviera por alguno de ellos. Ojalápor el que estaba hablando.

Pero ella tenía su malicia de que sumaridito debía estar vivo, y jure que loiba a esperar hasta que San Juanagachara el dedo. Y ahora caigo encuenta de que San Juan era uno de esossantos de dedo parado Sigamos, y nonos

distraigamos. Penélope, pa embolatar alos pretendientes, se inventó unaperradita, que será después que se lascuento, porque lo que es aquellapuercada de campana ya nos mochó laclasecita.

50: Odisea

Les iba a contar yo la perradita quese había inventado misiá Penélope paembolatar a esa parranda desinvergüenzas que eran lospretendientes, que se la pasaban todo eldía sin mover paja, jugando dominó,comiéndose lo mejorcito queencontraban en la despensa y tomándoseel vino de las bodegas, hasta queacababan caídos de la rasca, tirados enel suelo en un tendal. Y eso era un día síy otro también.

Y Penélope y el hijo de ella,

Telémaco, que ya estaba crecidito, nolos podían echar, porque eran ejecutivosimportantes, de unos reinos vecinos, y laley de hospitalidad en Grecia era cosaseria.

Entonces ella, pa quitárselos deencima y que no la estuvieranjeringando, les dijo que no los podíaatender hasta que no acabara de tejeruna mortaja muy trabajosa de hacer, depuro croché, pa Laertes, el suegro deella, el taita de Ulises, que ya estabamuy viejito y muy chocho y a punto deparar los tarros.

Y así se la pasaba ella todo el santodía, tejiendo y tejiendo, y por la noche

al escondido, desbarataba todo lo quehabía tejido, y al otro día volvía aempezar. Y ellos desde lejos la veíanmuy atareada voleando aguja sindescansar, y no les quedaba modo deprotestar. Y así se la pasaron un montónde años; pero nada que se iban. Hastaque una sirvienta de esas lengüilargas,fue y les contó, y entonces fueron ellos apisotearla una noche y la encontraroncon las manos en la masa, desbaratandolo que había tejido, y ahí sí fue ciertoque empezaron a acosarla pa que sedefiniera por alguno de ellos, pero quefuera ligero, porque tenían mucho afán.¿Y saben cuánto hacía que estaban ahí

aplastados tagamiando? Ya iban palosdiez años, y Ulises ya estaba a punto dellegar,.

Pero en esos diez años le habíanpasado muchos cachos al pobre, y esosson los que cuenta este libro deaventuras, que es uno de los mejorcitosque yo me he leído. Se llama La Odisea,porque los griegos, al amigo Ulises ledecían Odiseo. Pongan cuidado y verán.

Cuando se embarcó en Troya contoda su gente, ya de vuelta pa las casasde ellos, los agarró qué tempestad tanespantosa que les mandí Neptuno, queestaba hecho un tigre contra los griegospor lo de Casandra que les conté el otro

día. Lo cierto del caso fue queestuvieron nueve días peleando con esasolas que parecían morros al galope, yellos dando vueltas a la loca, que nosabían ni pa dónde iban.

Hasta que un día por fin llegaron auna isla, que era la de los comedores delotos. Estos lotos eran unas matasgrandecitas, come sietecueros, y al quecomiera las flores se le quitaban lasganas de volver a la casa y se leolvidaba todo lo que había pasado. Esassí eran lagunas no como las de estosborrachitos de ahora, que sí vuelven a lacasa quieran que no.

Pues estos tipos de la isla invitaron

a los compañeros de Ulises pegarse unatraba con esas tales flores, y ya noquerían volverse pa lo: buques cuandoUlises los llamó, y tuvo que llevarlos ala brava amarrados con lazos yarrastrados, porque estaban ranchados,juro a taco que no se iban.

Al fin arrancaron otra vez ysiguieron navegando, hasta que llegarona otra tierra, que era el país de loscíclopes. Esos eran uno: gigantes que notenían sinó un ojo en la mitad de lafrente y eran preferido de Júpiter. El leshabía dado esa tierra pa que vivierantranquilos en ella y allá tenían ellos suganado y sus sementeras muy bonitas.

Y resulta que cuando llegó Ulisesallá con su gente, lo primero que vieronfue la boca de una cueva muy grandeallá al frente, en media falda de lamontaña, y pa allá salió Ulises con docede ellos, a ver qué era la vaina. Ellosvenían ya aguantando hambre, porque yase les estaban escaseando lasprovisiones, y llevaban un zurrón con unvino muy bueno que tenían, pa dárselode regalo al que les diera posada. Lapuerta de golpe del cerco del frenteestaba abierta, y ellos se fueron entrandocomo Pedro por su casa, y vieron que lagente que vivía ahí debía seracomodada, porque al lado había unos

chiqueros llenos de ovejitas y chivitosrecién nacidos, y en las paredes, unasalacenas tuquias de quesitos y decalabazos de leche. Y esto que ven ellosy que se agarran a comer y a bogar, sinpedirle permiso al dueño, porque noestaba.

Cuando por fin llegó. Era un muándisforme de grande y de feo, con sumocho de ojo redondo en la frente, másazaroso que el diablo, y fue entrando,arreando una partida de ovejas, ydespués cerró la boca de la cueva conuna plancha de piedra que estabarecostada a un lado, tandesproporcionada de grande y de pesada

que no la movía ni un buldozer.Y apenas entró y sintió gente

extraña, pega qué berrido:—¿Quién carajos se atrevió a entrar

a la casa de Polifemo? ¿Quiénes sonustedes: negociantes o piratas?

A ellos se les bajó el corazón a losjarretes, menos a Ulises, que se le paróal frente, muy repechado, y le contestóbien entonado:

(Lo que le contestó Ulises no lo va adejar oír el escándalo que está haciendoaquella bendita campana. Después lesdigo qué fue).

51: Odisea

La clase pasada se las acabé más omenos así:

«Ulises se le paró al frente aPolifemo, muy repechado, y lecontestó… Después les digo qué fue loque le contestó».

Pues fue esto.—No, señor. Nosotros no somos

ningunos piratas, sino unos merosnáufragos, que venimos de la guerra deTroya, a pedirle que nos dé la mano, poramor de Júpiter, que es que estamos enla…

Pero Polifemo no le dejó acabar dedecir «olla», sinó que le gritó:

—¡Qué Júpiter ni qué carajos! Yosoy más importante que todos los diosesjuntos…

Y fue estirando esos brazotes, y encada mano agarró un hombre y lesapachurró la cabeza contra el suelo, y selos fue comiendo con qué gusto, y sesaboreaba y se lambía el bozo. Despuésse estiró atravesado en un somier queera como este cuarto de grande y sequedó profundo.

El sabía que nada le podían hacer,porque entre todos no eran capaces demover la plancha de piedra de la

entrada, y s i acaso lo mataban, ahí sequedaban encerrados pa toda laeternidad. Amén. Esa noche no pegóUlises los ojos, reventando cabeza a vercómo iban a hacer pa volarse de ahí;porque, si no, a las tripas del giganteiban a parar todos.

Pero en toda la noche no se leocurrió enteramente nada. Y cómo lesparece que, cuando amaneció, loprimero que hizo el tal Polifemo fueecharle mano a otros dos ymanducárselos como desayuno. Despuésfue saliendo con sus ovejas y trancó laboca de la cueva con la plancha depiedra.

Ulises se quedó adentro echandomempa a ver qué camino iba a coger,cuando al fin se le ocurrió una idea, yfue esta: tirado ahí en el suelo, al ladode los chiqueros había un palo largo yderechito, como una vara de premio, yentonces lo apartaron entre todos y lesacaron punta y lo escondieron. Y sepusieron a esperar la llegada del gigantey cuando llegó y se merendó otros dos,va sacando Ulises una totumada de vinoy se la ofrece, lo más de zalamero.

—Vea, don Poli. Páselos con estevinito, que es lo único que le podemosofrecer y perdone la poquedad, pero escon mucho gusto.

Don Poli se lo bogó de un tirón y lepareció tan bueno que pidió más, ysiguió pidiendo y pidiendo hasta quequedó fundido de la rasca.

Entonces sacaron ellos el palo y lemetieron la punta en la candela hasta quese puso colorada como un tizón, yentonces lo levantaron entre todos, ycontó Ulises.

—¡A la una, a los dos y a las…!Y ellos meciendo ese palo pa atrás y

pa adelante, y cuando dijo «¡tres!» se loclavan en todo el ojo a Polifemo, y selevanta semejante animalón a losbemdos, bregando a echarles mano.Pero, como había quedado ciego, no

tenía ni idea dónde estaban. Y ellos porallá agazapados en un rinconcito,aguantándose la risa.

Y cuando él vio que no los podíaagarrar, resolvió irse pa la boca de lacueva, y apartó la plancha, y se sentó atapar el paso y estiró los brazos de ladoa lado pa echarle mano al que se fuera asalir. Pero Ulises tenía pensado ya elmodo de embolatarlo. Cogió y amarróde a tres las ovejas, una detrás de otra, ypor debajo de cada turega de esas iba unhombre escondido entre la lana,amarrado con guascas. Y las ovejas ibansaliendo y el gigante las tocaba porencima pa ver que ninguno de ellos fuera

montado, y así lograron salir, y sesoltaron y pegaron carrera pa losbuques, y cuando ya estaban adentro, legrita Ulises a Polifemo:

—¿Qué hubo, don verraco? ¿Tequedates con la gana de almorzartetodos estos hombrecitos? Ve dóndeestamos ya. ¡Ve! ¡Mucho que nos podésver! Muy bueno, por hijue… (y se laarrió, con toda la boca).

Entonces coge ese gigante una machade piedra y la avienta pa donde oía lasvoces, y por nada que le pega a uno delos buques, y levantó una ola altísima,que casi lo voltea. Pero ellos le echaronahí mismo mano a los remos y salieron

despedidos.Y llegaron a la isla de Eolo, que era

el rey de los vientos, que los recibiómuy bien, y allá se estuvieron unos días,y cuando se fueron a ir le regaló a Ulisesun talego de cuero donde estabanmetidos los vientos de las tempestades,bien encerrados pa que no se fueran asalir y dejaran a Ulises volver tranquiloa su tierra.

Pero resulta que una tarde que estabaUlises haciendo perro, después dealmuerzo, se antojaron los hombres dever qué infiernos sería lo que tenía esetaleguito que guardaba él con tantocuidado, y lo abrieron, y ¡qué fue

aquello!: salieron ahí mismo todos esosvientos y se va desatando la tempestadmás espantosa que ustedes se puedanimaginar.

Y duró días y días y a duras penas lalograban dominar esos buquecitos, queparecían potros cerreros.

Hasta que por fin tocaron tierra.Pero resulta que esa era la tierra de losLestrigones, que eran unos gigantes quecomían carne humana, como loscíclopes, y a medida que fueronllegando los buques los iban volviendopedazos y se comían a la gente que veníaen ellos. Y así acabaron con todos,menos con el de Ulises, que antes de

entrar al puerto se dio cuenta y voltiocola. Y Ulises se entonó a cantar.

Entonces yo daré la media vuelta…Y la media vuelta estaba dando

cuando le sonó la campana.

52: Odisea

Antes que dejarse echar mano de loshijuemadres Lestrigones, Ulises voltiocola y en su buque, y con los hombresque le quedaban, fue a templar a la islade Eea, y allá amarró el buque en unabarranquita y se bajaron.

Entonces Ulises se subió a unmorrito que había al frente, a ver quédivisaba, y alcanzó a ver por allá en laporra como un humito que salía delmonte. Ahí mismo juntó su gente y lapartió en dos: él se hizo cargo de lamitad y se quedó en el buque, y la otra

mitad se la entregó a Eurfloco.Y le dijo:—Andá a ver qué hay allá, y

conseguí que nos vengan a ayudar.Pero ojo, pues: no te vas a demorar.Sin más vueltas salió Eurfloco, y a

poco encontraron el palacio de Circe,que era hecho de una piedra lisita, muybonita, pero por todas partes lo estabarondando una parranda de lobos yleones y panteras y tigres y toda laya defieras, que eran hombres que Circehabía encantado. Porque ella era unamaga o bruja, y a todos los hombres quellegaban allá les daba unas yerbas y losvolvía animales. Pero por dentro

seguían pensando como hombres.(Y Amnistía Internacional no dijo

nada por el tratamiento que les daba midoña a los derechos del hombre…)

Y apenas esos animales vieron a loshombres de Eurfloco se acercaron dondeellos, mansiticos, y empezaron avolearles la cola y a lamberlos. ¡Claro!Como ellos no eran fieras sinó hombrestambién…

Bueno. Cuando llegaron cerquita alpalacio oyeron que adentro estabacantando muy entonada una mujer, y seresolvieron a entrar a ver quién carajosera. Pero Eurfloco se quedó afuera, ydijo:

—¡Eh! ¡No me crean tan marrano!Yo no me voy a poner a entrarme a unacasa desconocida, con todo lo mal quenos ha ido en otras aventuras… ¡Quiénsabe qué clase de trampita nos tendránarmada!…

Pero los otros sí entraron. Y ahímismo llegó esa Circe, que era un trozode hembra, lindísima, y los hizo entrar, ylos sentó en qué poltronas y en quésillones tan lujosos forrados en purocordoroy, y les mandó servir…

Mejor les leo lo que dice el libro…«Confeccionó un potaje de queso,

harina y miel fresca con vino delPramnio, y echó en él drogas

perniciosas. Dióselo y bebieron y, decontado, los tocó con una varita y losencerró en pocilgas. Y tenían la cabeza,la voz, las cerdas y el cuerpo como lospuercos, pero sus mentes quedaron tanenteras como antes».

Quedaron, pues, enchiquerados,vueltos unos marranos de ocho arrobas,tragando aguamasa por boca y nariz,pero eso sí: en sus cabales.

Y Eurfloco, que se quedó afueraatisbando por una rendijita, cuandoalcanzó a ver en lo que se habían vueltosus amigos pegó patas ahí mismo palbuque a contarles al jefe y a los otros loque había pasado.

Esto que oye Ulises y que se vuelvemedio loco y arranca pa la casa deCirce como alma que lleva el Pu…rísimo Demonio. No hubo forma deatajarlo ni de hacerle ver en la que seiba a meter. El lo que quería era salvar asus compañeros: porque, eso sí, pa buenjefe ése.

Iba, pues, volando cuando en elcamino lo atajó un muchacho sardino él,lo más de bien plantado, y que no erasinó la carajadita del dios Mercurio, elmandadero de los dioses, que lo cogiódel brazo y lo hizo sentar a un lado de ély le dijo:

—Vení acá. Yo sé pa dónde vas tan a

toda. Acordate que de la carrera noqueda sinó el cansancio. Poneme, pues,atención a lo que te voy a decir, que espor tu bien. Yo sé que vos vas con laintención de libertar a aquellosmuchachos; pero no se te olvide que esaCirce es tan jodida que si te descuidásvas a quedar convertido vos también enun marrano. Y el más acuerpado detodos, pa que lo sepás. Pero hacemecaso y dejate ayudar. Te voy a dar unayerba machucadita, pa que te la traguésya mismo pa que no te haga efecto laporquería que ella te va a dar, paenmarranarte como a los otros. No te démiedo y bien podés zamparte lo que te

ofrezca; pero eso sí: arrancale ahímismo con la espada, como a llevártelaen banda, pa que la aterrés, y cuando yala tengás dominada, hacele jurar portodos los santos dioses del Olimpo queno te volverá a hacer ningún mal a vosni a tus amigos.

Y así fue. Todo pasó tal y conformelo había dicho Mercurio. Y apenas ellavio que no le habían obrado loshechizos, se quedó aterrada y se tiró alsuelo y se le abrazó a las piernas yempezó a decirle…

Pero ¡qué!: si esa maldita campanano deja oír lo que le dijo…

53: Odisea

Íbamos en que Circe se le abrazó aUlises a las piernas, y empezó a decirle:

—Quién sos vos, por Dios, que tequedás como si nada fuera, después detodo lo que te di a tomar. Apuesto a quevos sos el tan mentado Ulises. Vení acá,amor mío, que yo te voy a adorar. Porfin me llegó mi Mejoral. Vení paltálamo, pero es ya mismo, porque estoyque me reviento de las ganas.

Y aunque también se le alborotaron aUlises, con semejante palo de hembra,se las aguantó, y antes le dijo:

—Yo siento en el alma desatenderla,señorita, pero es que mi religión meprohíbe ponerme a hacer eso con usted,a no ser que nos prometa y nos jure queno nos vuelve a hacer ningún mal y quevuelva a convertir a mis compañeros enlo que eran.

Circe juró y requeté juró, y comopor arte de magia fueron apareciendolos muchachos vueltos gente otra vez,buenos y sanos. Y Circe mandó a lasesclavas que los atendieran bien, y aUlises le dijo:

—Ahora sí, mijo: ya puede estartranquilo. Vámonos pa allí, pa miaposento y dejémolos a ellos que se

entretengan ahí con las muchachas y queno nos vengan a perturbar.

Lo que siguió sí se lo van a tener queimaginar ustedes, porque yo sé que si mepongo a contarlo es fijo que meto lapata. Hay que ver lo que me hanregañado dizque por fuerte. ¿Fuerte?¿No están viendo que en la Mitología nofunciona pa nada ese sexto mandamientoque inventaron los judíos? No vayan acreer que son cosas mías.

En todo caso, esa noche la pasaronCirce y Ulisitos, como le decía ella, másbueno que hasta ahí. Cómo sería, queCirce quedó como embarbascada. No seimaginan ustedes la traga que se pegó de

Ulises. Porque en ese tiempo no habíagitanos, o si no, cualquiera hubieradicho que le había caído la maldicióndel gitano. Ella creía que eso como quese le iba a acabar y que había quesacarle todo el jugo que se pudiera.

Y hizo su modo y su maña de atajar aUlises un año entero, lo mismo que a loscompañeros. A estos los puso a vivir aboca que pedís pa que no se aburrieran.Pero al fin hasta el gordo empalaga, asíque un día le dijeron al jefe:

—Bueno, patrón. Esto está muyamañador, pero ya nos tenemos que ir.Tenemos que volver a las casas, porqueallá deben estar esos mayordomos

adueñados de todo, y hasta a las mujeresnos las habrán cuenteado ya.

—Peor pa ellos, —les contestóUlises, riéndose. Pero les hizo caso yesa misma noche se despidió de Circe.¡Cómo sería la despedidita! Ella noquería dejarlo ir; pero como al fin y alcabo ella les había jurado no hacerlesningún mal, y atajarlos era muy malhecho, no tuvo otra que dejarlos ir. Y laúltima recomendación que le hizo aUlises fue ésta:

—Tenés que bajar al Hades arecibirlas instrucciones del adivinadorTiresias, pa que te indique lo que tenésque hacer pa volver sano y salvo a tu

tierra. Y adiós, mi amor, por si elrecuerdo mata. Y si no me escribís, memandás el retrato.

Y esa noche les dio una fiesta dedespedida con qué tríos y qué mariachis,¿oye? Eso fue de amanecida. Cómosería, que al otro día por la mañana,cuando ya se estaban alistando pa salir,el menor de todos ellos, que se llamabaElpenor, que se había subido a la terrazaa dormir la rasca, cuando sintió la bullaque estaban haciendo los otros sedespertó todo asustado y se le olvidóque la escalera quedaba atrás y siguiópa adelante y se fue de cabeza y sedesnucó. Eso es lo que se llama un acto

fallido. Esto se lo aprendí al doctorSocarras. No crean que es pordescrestarlos.

Entonces se fueron a hacerle caso aCirce en lo que les había mandado debajar al Hades a buscar a Tiresias paque les dijera cómo les iba a acabar deir en lo que les faltaba por navegar.

Pa ir al Hades tenían que atravesarun río que se llamaba Océano y al otrolado ya era el reino de Plutón yProserpina. Allá tenían que cavar unhueco en la tierra —pero bien hondo,como esos que tienen las calles deMedellín— y llenarlo de sangre dechivo pa que las benditas ánimas

vinieran a beber, porque les encanta lasangre. Y cuando fueran llegando teníaque sacar Ulises su machete de la vainay enfrentárseles a no dejarlas arrimar,hasta que apareciera la del viejitoTiresias, y ése sí podía bogársela hastaque se la tocara con el dedo.

Pues así lo hicieron. Y no bienestuvo bien entamborado de sangremano Tiresias cuando sonó la campana.Se había demorado mucho.

54: Odisea

Cuando el alma bendita de Tiresiasse jartó de bogar sangre de chivo, ycuando dejó de repicar la tal campana,llamó a Ulises aparte y le dijo:

—Ve, hombre: la únicarecomendación que te hago es que siacaso llegan a desembarcar en la isla deTinacria, donde el Sol tiene su ganadode engorde, no le vayan a hacer nada aesos novillos, que son una belleza decebús de pura sangre. Son las niñas delos ojos del Sol, y él no permite quenadie les vaya a tocar un pelo. Así,

pues, que advertiles a estos vagamundosque cuidado con írsele a arrimar a esosanimales, porque se los traga la tierra.De resto, hombre, siempre te va tocarpasar trabajos antes de llegar a tu casa,pero al fin llegas. El cuento de lasaventuras que vas a tener se podíallamar la Crónica de un RegresoAnunciado. Y hasta después, pues, miquerido Liches.

Pa no hacerme muy largo: cómo lesparece que a los pocos días pasaron porfrente de la isla de las Sirenas…

¡Ah! Se me había olvidado contarlesque cuando estaban donde Circe, ella lehabía hablado a Ulises de las Sirenas, y

le había explicado que eran tresmuchachas, muy lindas ellas de lacintura pa arriba, y muy bien entetaditas,si me perdonan la expresión, pero quede ahí pa abajo no tenían oficio porqueacababan en cola de pescado…

Pero eso sí: formaban un trío que yase lo quisieran pa la nuevaprogramación de la televisión: la unatocaba guitarra —o cítara, o no sé qué—y la otra, flauta y la otra cantaba, y elque las llegara a oír se quedabaembobado oyéndolas, y entonces ellas,que eran unas caníbales horribles, quecomían gente, se lo zampaban y nodejaban ni el pegado. Ahí al lado de

ellas se veía la güesamenta de los que sehabían merendado. Por eso le dijo Circea Ulises que cuando empezara a oírlas—como nadie se aguantaba las ganas dearrimárseles— que les taponara bien losoídos con cera a les hombres y que lesdijera que lo amarraran a él bien fino enun palo del buque pa que pudiera oírlassin peligro.

Pues así lo hicieron cuando pasaronpor frente de ellas, y ese Ulises,amarrado con sogas en el palo grande,como en un bramadero, les gritaba a loshombres que lo soltaran, que él queríairse pa donde ellas, pero más apretadolo amarraban, y así pudieron salir con

bien de esa hecha.Después les tocó pasar por entre

Escila y Caribdis. Escila era una rocamuy azarosa, llena de filos y puntas, queatraía a lo que pasara por ahí cerquita yhabía que sacarle el cuerpo pa que elbuque no se fuera a volver astillas sichocaba con ella. Y al frente estabaCaribdis, que era un remolino que setragaba todo lo que se le acercara, y alos tres días lo vomitaba, cuando ya paqué.

Pues sí: a ellos les fue mal, pero notanto, porque la diosa Minerva, que erahincha de Ulises y de su equipo los hizopasar a toda, y Caribdis no logró

echarles mano sinó a seis de ellos, y aesos sí se los tragó, y hasta el sol dehoy.

Ellos siguieron su viaje, y a lospocos días fueron a dar a la famosa islade Tinacria, donde el Sol tenía suganado, y cómo les parece que losgrandísimos pendejos en un descuido deUlises cogieron unos novillos de esos ylos mataron y los prepararon a lallanera, que desde lejos se sentía eseolor, y Ulises se les vino sobre el humo,hecho una fiera y la disculpe que lesacaron por no haberle hecho caso a loque él les había dicho de no tocar esosanimales, es que ellos se estaban

muriendo de la gurbia, y que no sehabían aguantado las ganas, viendo esosnovillos tan empostados y tanprovocativos.

Pero el viejito Tiresias no les habíadicho mentiras en lo de que el Sol no sequedaba con esa. Dicho y hecho. No másse embarcaron pa seguir su viaje, lepidió el Sol a Júpiter que les dispararaun rayo, y más me demoro yo en contarloque en oírse la tronamenta y hundirseese buquecito con todo y gente en lainsondable profundidad marina. (¡Quétal la frasecita!). No se salvó sinoUlises, y eso porque él no había tenidoparte en lo de los novillos, y porque

Minervalo protegía. Y quedó el pobreaventando brazo en esa inmensidad decharco, sin tierra a la vista, hasta quepor allá como a los tres días, cuando yaestaba mamado, tocó por fin tierra.

Era la isla de Calipso, Menos malque esta era una ninfa más linda que elCarajo —¿quién será el Carajo?— quevivía sola allá, y hay que ver laalborotada que se pegó cuando viosemejante macho estirado en esa playa,en pura almendra… Pues ahí mismo alzócon él pa la casa y allá lo bañó, loperfumó, le puso una levantadora —demujer era, pero no le hace— … en fin:resultó por el estilo de Circe, o peor

todavía, porque se adueñó de él comocinco años, y si no es por los dioses quelo protegían, allá estaría todavíasacándole jugo a Calipso —o ella a él:ni se sabe—.

Con los dioses había pasado esto:ustedes se acuerdan que cuando Ayax,uno de los jefes griegos, le dio su machade violada a Casandra cuando ellaestaba en la iglesia rezándole aMinerva, ésta, y los otros dioses quehabían sido fanáticos de los griegos, sevolvieron contra ellos y dejaron queUlises y sus compañeros pasarantrabajos diez años, y aquí sí se puededecir que pagaron justos por pecadores;

pero Minerva, que había querido muchoa Ulises, por buena persona y poravispado y verraco, le dio a lo últimolástima de él y convenció a los otrosdioses, empezando por el mismo Júpiter,que no lo siguieran atormentando y quelo dejaran llegar tranquilo donde suPenèlope, que tenía más derecho a élque ninguna de esas sinvergüenzas, quese lo habían aprovechado. Y todos losdioses, menos Neptuno, el del mar, sevolvieron ulisistas convencidos, yresolvieron ayudarle. El propio Júpitermandó en seguida al mensajero, que eraMercurio, a que fuera donde Calipso yque le dijera que le diera a Ulises el

modo de salir bien salido de allá,porque ya a ella se le había llegado lahora de la campana.

Que es la misma que nos llegó anosotros.

55: Odisea

Íbamos en que todos los dioses,menos Neptuno, habían resuelto darle lamano a Ulises, y que a eso mandóJúpiter a Mercurio: a que fuera adondeCalipso a decirle que lo dejara ir, queya era justo. El cogió su varita mágica ysalió volando pa la isla de Calipso, yllegó a donde ella y le dio la razón deJúpiter. Ella se puso a hacer pucheros ya decir que por qué gracia se lo iban aquitar; que ella lo había cuidado todosesos años, desde que había llegado todonáufrago a la isla, y que además ella no

tenía buque ni marineros ni nada padespacharlo.

Mercurio le dijo que eso eraproblema de ella; que en todo caso nohiciera enojar a Júpiter, que no hicieramás que cumplir las órdenes. Y«¡chao!». Y alzó el vuelo.

A Calipso entonces no le quedó máscamino que ir donde Ulises que estabapor allá en la playa, todo triste, casi apunto de llorar de verse tan desterrado,y le dijo que con dolor del alma lo iba atener que dejar ir porque no había deotra, pero que como ella no tenía buqueni nada, que en ese monte había palos, yque ella le prestaba herramientas pa que

hiciera en qué irse.Y esto que le dice a mi hombre, y él

ni corto ni perezoso, tumbó ese mismodía veinte palos de abarcadura y empezóa hacer una balsa, que en cuatro días laacabó. Y muy jalada que le quedó, porcierto; con techo, velas y timón y todo.

Y la cuarta noche fue la despedidade mi doña. Creo que no pegaron losojos. Pa que no digan que soninvenciones mías, oigan lo que dice ellibro:

«Púsose el sol y sobrevino laoscuridad. Retiráronse entonces a lomás hondo de la profunda cueva; y allí,muy juntos, hallaron en el amor

contentamiento».El de la despedida fue, pues, el de

los pajaritos: el trino de los pajaritos.Y se montó Ulises en su balsa, donde

Calipso le había echado un mundo demudas de ropa, y bastimento y de todo, y«¡adiós!, Helena: en la estación teaguardo!».

Diez y siete días navegó, pegado deese timón día y noche, sin pegar losojos, hasta que por allá como a las tressemanas alcanzó a divisar como unamontañita que asomaba en el mar y pegóel grito de alegría:

—¡Por fin me salvé!Pero ¡qué! Si en ese momento lo

alcanzó a ver Neptuno, el que se la teníavelada, que venía de un viaje por allá dela porra, y apenas lo vio, dijo:

—¡Ve aquel! ¿Estará creyendo quese me va a volar así no más?

¡Cómo ño, moñito! No sabe conquién se está enredando…

Y manda qué verraca de tempestadtan horrible, que eran todos esos vientosagarrados los unos con los otros queparecía la hora llegada, y el pobreUlises agarrado de ese timón rezandotodo lo que sabía. Y decía entre dientes:

Penelopita querida: hasta aquí llegótu maridito. En el Hades nos veremos.

¿Pero saben quién salió del mar en

ese momento? Nada menos que Ino, esadiosa tan querida que conocen todos losque resuelven crucigramas:

«Diosa de los navegantes: Ino».Pues esa lno fue laque se le acercó,volando bajito, y le dijo que el únicochance que tenía de salvarse era a nado,hasta encontrar tierra, y que ella leprestaba el velo de ella, que era mágico,y que con él no le pasaba nada mientrasestuviera en el mar.

Y se perdió en la inmensidadmarina.

En esas mandó Neptuno una verracade la altísima, que parecía una montañaque cogió esa balsa y la zamarreó y la

desbarató toda, que al rato no se veíansino los palos sueltos que subían ybajaban, y Ulises, que sí se podía decirque estaba entre los palos, aventandobrazo a lo desgualetado.

Por suerte tenía quién lo defendiera,y esta vez Minerva, que apenas vio queNeptuno se había largado, llegó y aplacólas olas y quedó ese mar serenito comoun espejo, y ahí sí pudo nadar Ulisestranquilo, con el velo de Ino amarrado alcuello, que parecía Mandrake.

Pero tuvo que aventar brazo dos díasy dos noches antes de tocar tierra. Peropor fin llegó. Rendido, y en pelota yvuelto un nazareno, pero llegó, y a duras

penas alcanzó a arrastrarse hasta unrastrojito, y se metió debajo y se quedóprofundo.

Gracias a mi Dios que la tierraadonde había llegado era de una gentemuy querida: los feacios. El rey de ellosse llamaba Alcinoo, y la reina, que lomandaba con el dedo chiquito, sellamaba Arete. Yo creo que el arete másbien era él: arete de ella. En todo caso,era gente muy formal y muy atenta. Ytenían una hija única que se llamabaNausícaa. Era una sardínita más bonitaque hasta ahí, y que estaba ya a punto decaramelo, y que…

Ahí pasó el de la campana. Hasta

luego, muchachas y muchachos.

56: Odisea

Muy querida que era Nausícaa, lahija de los reyes, como les contaba. Y¿cuándo se imaginó ella que ese día leiba a tocar salvar nada menos que aUlises, uno de los héroes más mentadosde la pelota?

Ese día era precisamente el dellavado de la ropa del palacio. Y esatareíta le tocaba a ella con sussirvientas, porque en ese tiempo teníanque hacer oficio las hijas de los reyes:no era como estas señoritingas princesasde ahora, que no sirven ni pa tacos.

Ese día, pues, desde muy de mañanasalió ella en un carro de muías con sussirvientas, que ella las trataba comoamigas, y llevaban fiambre pa todo eldía y un mundo de tulas con toda la ropasucia de la semana.

Llegaron a la orilla del mar, dondedesaguaba una quebradita muy limpia yecharon ropa en un charquito pando yempezaron a bailar encima de ella y acantar hasta que saliera todo el mugre.Porque todavía no habían inventado eljabón: ni el de la ropa ni el del cuerpo,así que después de que se bañaban, loque hacían era refregarse de aceite deoliva…

No nos distraigamos, y sigamos elcuento. Después que se bañaron y seempegotaron de aceite, y cuando yahabían recogido la ropa que ya estabaseca, y ya se iban a ir, alcanzan a ver unhombre en pelota que salía de entre lasmatas ¡y salen en desgracia esasmujeres!… Ese fue mucho susto. Todasmenos Nausícaa: ella se quedóesperándolo, a ver quién era y québuscaba por allá.

Y va llegando Ulises, todo humilde yse le arrodilla a los pies y le abraza laspiernas, y empieza a decirle:

—Reinita querida: yo no sé si sosdiosa o mortal, pero en todo caso sí sos

la más linda que y o he visto en mi vida,y y o no soy más que un pobre náufragoque no tengo una mera hilacha con quétaparme. Como ves, estoy en la olleta,pero yo confío en que con tu ayuda voy asalir de boyadas.

Ella le contestó que contara con ella,y le dio un trapo pa que se tapara,porque francamente… Y con disimulo lehizo saber que estaba muy puerco y queera bueno que se bañara pa poderlopresentar en palacio donde los reyes,que eran los papás de ella.

Y así se hizo, y cuando estuvo listose montaron todos en el carro, y cuandoya iban llegando al pueblo, le dice ella:

—Mejor es que te bajés aquí ynosotros seguimos adelante, porque aquíla gente es muy lengüilarga, y qué diráncuando me vean llegar con un forasterotan pinta como vos. Seguí vos detrás,que con el palacio das fácil: es la casade balcón más lujosa de todo el marcode la plaza.

Pues allá llegó Ulises como un tiro,y muy bien recibido que fue. Ni siquierale preguntaron quién era, y le dieron unamuda de ropa muy fina y lo sentaron a lamesa al lado del rey y la reina. Y lareina le decía:

—Comé todo lo que querás.Aproveché ya que llegaste donde había,.

Y hay que ver la clase de lata…Esa noche durmió como un bendito y

al otro día, después del rosario, sejuntaron todos en el corredor del patio yallá, mientras desgranaban maíz —¡mentiras!: allá no había maíz— lescontó todas las aventuras que habíatenido desde que salió de Troya, y todoslo oían con la boca abierta.

Apenas acabó le dijo el rey:—Ve, hombre, según todo lo que nos

has contado, a vos como que te hatratado la suerte como a violín prestado;pero ya por fin vas a llegar a tu tierra.Mañana mismo te despacho de aquí enun yate de lujo, y todos te vamos a dar

regalos de despedida, pa que no teaparezcas en tu casa con las manosvacías.

Al otro día se embarcó en el yate yse estiró en una perezosa, y a los Cincominutos estaba roncando como unbuldozer.

Cuando se despertó estaba en tierra,porque los marineros lo habían bajado,sin despertarlo, y le habían puesto a unladito las maletas con los regalos, y sehabían largado.

El empezó a atisbar pa todos ladospero no cayó en cuenta de que ya estabaen Itaca, la tierra de él. En esas se learrimó un muchachón que parecía un

vaquero, pero de buena presencia. Perono había tal vaquero: era la diosaMinerva que se había puesto en esafigura pa despistarlo.

Ulises empezó a preguntarle cosas yel muchacho a contestárselas, cuando eneso empezaron a jalarle el rejo a esapuercada de campana, y en esas me vineyo y nadita me tocó.

57: Odisea

Ulises empezó a preguntarle cosas yel muchacho se las iba contestando, ytambién le dijo a Ulises que ya estaba enItaca. Que si no le parecía muy bueno.El se puso feliz —o güete, como dicenlas mujeres—, pero se hizo el Bernardopa no darse a conocer, porque ya semantenía cabreado con todos losdesconocidos, por el mundo de cachosque le habían pasado, y le metió unmontón de levas al vaquero ese, que deun momento a otro volvió a coger lafigura de la diosa Minerva, y le dijo:

—Vos siempre es que sos muyjodido. Te felicito. Como lo ves, yo soyMinerva, que vengo a ayudarte.

Y le contó cómo iban las cosas en lacasa de Penélope, con ese mundo dezánganos pretendientes, y le dijo que yatenía planeado el modo de salir de ellos.Que a él lo iba a convertir en un viejitolimosnero, pa que nadie lo reconociera,y que esa misma noche fuera a pedirleposada a Eumeo, que era el que cuidabalos marranos desde antes de irse él pa laguerra de Troya. Que el marranero era elmismo de siempre: muy buena persona yde toda confianza.

Y le dijo también que la esperara en

el ranchito de Eumeo, que ella iba atraer a Telémaco, que era el hijo deUlises y Penélope, que estaba en la casade Menelao y Helena.

Y aquí se nos va a atravesar lahistoria de Telémaco, que lo habíadejado Ulises gateando, de nudito atrás,y que ya era un tangalón de más deveinte años, él vivo retrato de su padre.

Resulta, pues, que Minerva adorabaa ese muchacho, yo no sé si porque erasardinera o por ser él el hijo de suquerido Ulises, y por ser también muybuen tipo: serio y juicioso peroavispado.

Así, pues, que una mañana se

disfrazó ella de forastero que iba deviaje y se sentó en el quicio de la puertadel palacio de Penélope. Cuando salióTelémaco y lo vio ahí sentado llamó alos criados y los regañó porque nohabían hecho entrar a ese forastero adarle posada y a atenderlo. Que quéclase de hospitalidad era esa. Y ahímismo volaron ellos y lo hicieron sentaren una butaca de la sala y le trajeroncomida y una jarra de vino y lo dejaronsolo con Telémaco.

Como los pretendientes estaban ahíen la pieza que sigue tomando trago, yjugando dado y haciendo rochela, lepreguntó el forastero a Telémaco:

—Decime una cosa, hombre Tele:¿esto aquí es un club, o una cantina, oqué carajos? ¿Qué es esa tagarnia quetienen adentro?

—No, señor: esos son esasporquerías de pretendientes que le estánbuscando la caída a mi mamá. Pero ahímanece…

Y le contó que él era el hijo deUlises, que hacía veinte años lo estabanesperando pa que viniera a poner ordeny volear pa la porra a esa tracamanadade sinvergüenzas.

Entonces la diosa, todavía con lafigura del forastero, lo convenció de quetenía que armar viaje, saliera por donde

saliera, a buscar a Ulises: que esasituación no podía seguir así. Y que losque mejor le podían dar noticia de éleran el viejito Néstor y Menelao el deHelena. Que fuera donde ellos, que noperdía el viaje.

El muchacho se entusiasmó todo, yal día siguiente hizo llamar a los viejosque formaban la asamblea que no sejuntaban desde que Ulises estaba allá, yles contó el plan que tenía.

Pero resulta que entre esos viejos semetieron también los pretendientes, queno hicieron sino burlarse de él y decirleque se dejara de pendejadas; que si aeso era que se había levantado, que

mejor era que se volviera a acostar.Entonces Telémaco, todo desinflado,

se fue pa la playa a pasearse pa allá y paacá, con las manos atrás, y a rezarle aMinerva pa que le ayudara a encontrar asu papá. Ella lo oyó y se puso en lafigura de Mentor, que era el viejo sabioque más confianza le había tenidoUlises.

Se le apareció entonces ese Mentora Telémaco y le dijo que le iba a alistarun barco ya mismo, y que él lo iba aacompañar. Que no tuviera pensión.

Con esto se tranquilizó el muchachoy se fue pa la casa y alistó la maletica yse volvió pa la playa a esperar que fuera

de noche pa embarcarse con el que élcreía que era Mentor, pero que enverdad era Minerva. ¿Y saben ustedes aqué hora salieron pa la Isla de Faros,donde vivía el viejo Néstor? Pues en elpunto y momento en que sonó lacampana, que es esa misma que estamosoyendo, y que nos mochó esta clasecita,cuando se iba a poner buena.

58: Odisea

Llegaron, pues, Minerva, disfrazadade Mentor, y Telémaco a la isla de Pilos—no de Faros, como les dije antes—donde vivía Néstor, pero nada hicieron,porque el viejito no tenía ni malicia dedónde podía estar Ulises, porque nohabía vuelto a saber de él desde hacíadiez años que habían salido juntos deTroya. Les dijo que tal vez Menelao sípodía darles razón, porque ése habíahecho el viaje hacia Egipto.

Acuérdesen quien era Menelao: puesel marido de Helena, la que se había

robado París y que por ella se habíaprendido la carajadita de mecha de laguerra de Troya. Menelao y ella eranahora los reyes de Esparta, y Néstor ledijo a Telémaco que valía la pena queles echara viaje: que le prestaban unhijo de él pa que lo acompañara.

Y salieron los dos muchachos portierra, y a Mentor lo dejaron cuidando elbarco. Y llegaron al palacio deMenelao, que era una cosa del otromundo, y allá los atendieron muy bien, ypor la noche se pusieron a echar carretacon Menelao, y él, sin saber quiéneseran ellos, empezó a contarles cosas deUlises, y se le vinieron las lágrimas a

Telémaco. Menelao empezó a maliciarsi ese muchacho sería el hijo de Ulises,y la duda se la aclaró misiá Helena, queapenas lo vio lo reconoció, por elparecido al taita, y le dijo:

—Vos tenés que ser hijo de Ulises, ono me llamo. Y el hijo de Néstor lecontestó:

—Sí señora. El es. Y venimos enbusca de noticias de él. Entonces hablóMenelao:

—¡Ay, hombre! Yo con mucho gustote daría razón de él, pero lo único que tepuedo decir fue lo que me dijo Proteohace añísimos.

La historia es ésta: estaba yo varado

con mi gente en la isla de Faros, y el maltiempo no nos dejaba salir, y yaestábamos muriéndonos de hambre,cuando una diosa del mar que nos vio ledio lástima de nosotros y me llamó y medijo:

—Ve, yo soy hija de Proteo, que esun dios del mar, y mi papá te puedeindicar el modo de salir de aquí, y teexplica todo lo que querás; pero eso sí:tenés que obligarlo a la brava a que te loindique, porque por las buenas no tesuelta prenda.

Y resulta que el tal Proteoacostumbraba salir todas las mañanas ala playa, y se estiraba en la arena al lado

de un mundo de focas, que son comounas nutrias negras, grandes, y ahí sequedaba profundo.

Cuando supe esto cavé cuatro huecosgrandes al lado del punto donde él sehacía y nos metimos en ellos trescompañeros y yo, y nos tapamos conunos cueros de foca, y cuando llegó él yse estiró ahí a hacer perro fuimossaliendo y entre los cuatro loapercollamos de patas y manos. Pero¡qué!: el maldito iba cambiando defigura como por magia: unas veces senos volvía un león, otras, un dragón ytoda clase de animales; hasta en formade árbol se nos volvía; pero no lo

soltábamos, por mucho que chapaleaba,hasta que por fin tuvo que tirar la toallay ayudamos a salir de esa olla en queestábamos. También nos contó que tupapá estaba por allá en una isla en poderde una tal Calipso, que aunque le dabamuy bien de comer de las dos clases decomida —vos me entendés—, él semantenía muy aburrido allá con una ganala berrionda de volarse pa su tierra,pero ¿en qué? Eso es todo lo que yo sé.

Apenas acabó Menelao su relato sefueron a dormir, y al otro día salieronotra vez pal barco.

Bueno: acortando: Telémaco llegóotra vez a Itaca, y lo primero que hizo

fue ir a saludar al viejito Eumeo, el quecuidaba los marranos, a preguntarle quénovedades había habido por esa tierra, ycuando llegó al ranchito se encontró conun viejo que parecía limosnero, queestaba ayudándole a Eumeo a hacer eldesayuno.

Telémaco le dijo a Eumeo que fueraa la casa a avisarle a Penélope que yahabía venido, pa que estuviera tranquila.

Y se quedaron solos los dos:Telémaco y el viejito, que ustedes seacuerdan que era Ulises en esa figura.En esas llegó Minerva, pasitico, y seescondió detrás de la puerta y empezó ahacerle señitas a Ulises que fuera donde

ella, y él fue, y ella ahí mismo lo volvióa poner en la figura de él, y le soltó elrollo, y le dijo que le contara almuchacho de una vez quién era, que yatodo se iba a arreglar.

Y se le va apareciendo Ulises talcomo era a Telémaco, que creyó que eraun dios: así era de bien plantado elcucho, que ahí mismo lo abrazó y ledijo, con lágrimas en los ojos:

—Yo soy tu padre, hijo mío…Esto fue muy tierno y muy

conmovedor, ¡no sea carajo!Después Telémaco le contó por

encima todo lo que estaba ocurriendo enel palacio con los pretendientes, que

más bien se podían llamar pretendueños,porque se habían apoderado de todo.

Y se le va prendiendo la cara aUlises hasta que estalló:

—¿Conque esas tenemos? Que leden gracias a mi Dios que por hoy lossalvó la campana, porque después va aser a otro precio…

59: Odisea

Íbamos en que Ulises se puso comouna fiera cuando Telémaco le contó loque estaba ocurriendo en su casa con losseñores pretendientes, hasta que no seaguantó y estalló:

—¿Conque ésas tenemos? Que setengan fino, porque conmigo es a otroprecio. Yo si les pongo el dulce amordiscos. Vea, mijo: váyase ustéadelante y esconda todas las amas queestén por ahí a la vista en la casa, y nodeje a la mano sino unas pa usté y otraspa mí: Yo me voy pa allá cuando llegue

Eumeo. No se desespere, que yo allá mele aparezco.

Y salió Telémaco a hacer sumandado y enseguida Minerva volvió aponer a Ulises en la figura del viejitolimosnero, y así lo encontró Eumeo, elque cuidaba los marranos, cuandovolvió.

Pues al otro día salieron el par deviejos pal palacio, y cuando llegaron, yiba a entrar Ulises al zaguán por dondehabía salido hacía veinte años, loprimero que ve es un perro ahí echadoencima de una pila de boñiga y cagajónque tenían para abono, y el perro,apenas lo vio… Mejor dicho: a mí me

parece tan emocionante esta parte de lahistoria, que más bien se las voy a leerdel libro:

«Un perro que estaba echado, alzó lacabeza y las orejas: era Argos (teníaeste perro el mismo nombre de esependejo que está copiándoles lo que yoles digo en este cursillo); era Argos, elcan del paciente Ulises, a quien éstehabía criado, aunque luego no seaprovechó del mismo porque tuvo quepartir a la sagrada Troya. Anteriormentellevábanlo los jóvenes a correr cabrasmontesas, ciervos y liebres; masentonces, en ausencia de su dueño, yacíaabandonado sobre mucho fimo de mulos

y de bueyes. Allí estaba tendido Argos,todo lleno de garrapatas. Al advertir queUlises se aproximaba, le halagó con lacola y dejó caer ambas orejas, mas yano pudo salir al encuentro de su amo; yéste, cuando lo vio, enjugóse unalágrima que con facilidad logró ocultarde Eumeo. Entonces la Parca de la negramuerte se apoderó de Argos, despuésque tomara a ver a Ulises el vigésimoaño».

Eso es una parte de lo que dice ellibro. Hasta a mí me dan ganas de soltaruna furtiva lágrima por ese pobre perro,que fue el único que reconoció a Ulisescuando volvió a su tierra.

Pero hay que seguir. Cuando Ulises,en figura de limosnero, entró al salóndonde estaban rocheleando lospretendientes, uno de ellos lo sacó a laspatadas, y cuando le contaron aPenèlope que le habían hecho esacochinada a un pobre hombre que iba apedir posada, se puso lo más de brava ydijo que muy malhecho: que ella lo iba amandar llamar pa pedirle perdón yatenderlo.

Pero primero resolvió hacerles unavisita a los pretendientes, no sólo padarles contentillo sinó pa ver qué lessacaba. Porque no se les olvide que eramujer, y a todas les encanta la plata,

aunque sea de los machistas:Y llegó donde ellos y les dijo:—Bueno, muchachos. Yo les estoy

muy agradecida por la paciencia que hantenido esperando a ver qué resuelvo yocon ustedes. Y se me ha ocurrido esto:en vez de quedarsen ahí como unosvagos, sin hacer nada de provecho,esperando a ver qué pasa, ¿por qué nose van, y se me aparecen después conunos buenos regalos, pa yo irlescalculando el revuelto?

Pues esto que les dice, y ellos quevuelan: creo que esa tarde desocuparona Sanandresito.

Mientras tanto mandó ella llamar al

viejito limosnero, sin tener ni maliciaque era Ulises, y empezó a hablarle, y elviejito a contarle aventuras que habíatenido, pero sin darse a conocer, y entreotras cosas le dijo que hacía años habíaconocido al famoso Ulises en una islapor allá en la porra, y cuando ella oyóesto soltó el taco y se emperró, hasta elpunto que el mismo Ulises empezótambién a chocolear. Pero, eso sí: nosoltó prenda: siguió haciéndose eldesconocido.

Entonces Penèlope llamó a unacriada vieja, que se llamaba Euriclea, yle dijo que trajera una poncherada deaguasal tibia pa que le lavara los pies al

viejito y que le diera una muda de ropalimpia pa que se cambiara…

Pero resulta que esta criada habíasido la niñera de Ulises cuando estabachiquito, y a él le dio temor que loreconociera, por una cicatriz que teníaen un pie, que ella conocía muy bien.

Pues así fue: cuando ella vio lacicatriz ya iba a pegar el grito, pero él laatajó y le dijo pasitico:

—Sí, Cleíta. Soy yo; pero cállate laboca, y no le vas a contar a nadie.

Y esa noche se fue dizque a dormiren una tarima que le alistaron en elcorredor del patio, pero no podía pegarlos ojos, pensando en cómo iría a acabar

con toda esa tracamanada desinvergüenzas. Hasta que por fin se hizoeste cargo:

—¡Eh, qué carajos! En peorescañadas me ha cogido la noche. No essinó acordarme de lo que nos pasó en lacueva de ese maldito tuerto de Polifemo.

Y pensando esto se fue quedandoprofundo.

¿Y saben qué lo despertó al otro día,cuando aclaraba? Pues qué iba a ser sino la campana. Ya ustedes se loimaginaban. ¿Cierto?

60: Odisea

Pues al otro día cuando se despertóUlises, todavía en figura de viejitolimosnero, lo primero que hizo fuerezarle muy devotamente a SantaMinerva pa que viniera a ayudarle aacabar con esa partida de zánganos, queya andaban por ahí alistando unapachanga pa ese día.

Y da la casualidad que Penèlope, sintener ni malicia de que su amado Ulisesestaba a los tres pasos con esasintenciones, había hecho ella también suplan pa desengüesarse de ellos de una

manera disimulada.Así fue que apenas aclaró pegó pal

cuarto de los avíos a buscar un arco queestaba guardado allá hacía años, juntocon un tarrado de flechas. Ese era elarco de Ulises, que era tan sumamentetieso y duro que él había sido el únicocapaz de estirarlo pa disparar flechas.Pues, apenas lo desenterró Penèlope seapareció con él donde los pretendientes,y les dijo:

—Buenos días, mis estimadosamigos. Aquí tienen este arquito, que erael que manejaba mi querido esposo, queparece que ya no va a venir. Cualquierade ustedes que sea capaz de disparar

con él una flecha que pase doce argollasque voy a colgaren fila, ese será mimarido, pa resolver este problema deuna vez. Así, pues, que rifen a ver cuálle toca empezar.

Telémaco se dio cuenta de lamarrullada de su mamá, y empezó aayudarle;.

—Sí, señores. Tienen que ensayartodos. Que no venga ninguno despuéscon disculpas ni carajadas.

Con esto se va a saber cuál es el quese la merece. Y yo también quieroensayar primero, nada más que por versi le heredé la fuerza a] viejo.

Y cogió el arco y empezó a estirarlo,

cuando en esas ve a Ulises que le hacíaseñas por allá que dejara eso. Y lofueron cogiendo los otros, une por unopero ¡quién dijo! Eso era pa hombres.No le hacían ni cosquillas.

Y en esas estaban cuando Ulises, queestaba ahí curioseando, y que estabasegurísimo que ninguno iba a ser capaz,se salió pal patio y llame a Eumeo, el delos marranos, y al vaquero de lahacienda, que estaba con él, y quetambién era de confianza, y les dijo:

—Póngamen atención a lo que lesvoy a decir. Yo soy Ulises, que me pusouna diosa en figura de limosnero, peropa que se convenzan que s: soy, no es

sinó que vean esta cicatriz, que ustedesme la conocieron muy bien.

Y les peló la pata. Ellos casi se vande pa atrás de la emoción, pero él lesdijo que se quedaran callados, quedespués les explicaba. Y le dije aEumeo que se fuera él a cuidar losdormitorios de las sirvientas, pa ver quenadie entrara ni saliera por ahí; y alvaquero le dijo que cuidara la puertafalsa, pa que ninguno se pudiera volarpor ese lado.

Y fue entrando donde estaban losotros bregándole al arco, y apena; vioque el último tampoco pudo, vadiciendo, muy entonado:

—Préstemen esa varita a mí, a ver sitodavía me queda algo de la verraqueraque me gastaba yo cuando muchacho.

Y él que dice esto, y el bochincheque se arma entre los pretendientes: quecon qué derecho se venía a meter dondenadie lo estaba llamando un infelizlimosnero aparecido. Que respetara.

Entonces Telémaco se les plantó yles dijo que ellos no mandaban allá; quese callaran la boca; y al viejito le dijoque bien pudiera hacer el ensayo.

Y le echa mano Ulises al arco, y loagarra con la derecha por la mitad y conla zurda va jalando la cuerda pa atrás,como estirando velita, y cuando ya

estaba bien templado suelta esa flechaque sale como uní exhalación, y pasaderechita por entre las doce argollas, sintocarlas, y ahí mismo coge otra flecha yse la tira a uno de los pretendientes, quecayó como un pollito, y se forma québololó entre ellos, que empiezan abuscar las armas y no las encuentran, yempiezan a buscar la salida, pero ¿pordónde, si todas las puertas estabantrancadas? Y ese Ulises, que no errabapipo, parecía matando moscas con Flit.Y a lo último no quedaron sinó dos: unoque dizque era sacerdote y otro poeta,que vinieron y se le arrodillaron apedirle cacao, pero él despachó al cura

de un flechazo. Al poeta sí le perdonó lavida, porque dijo que un hombre quehacía versos tan bonitos merecía vivir.Ese Ulises era hasta artista.

Y apenas estuvo acabada la matazónvuela Euriclea donde misiá Penélope acontarle que don Ulises había vuelto, yque era el viejito al que ella le habíalavado los pies la víspera, y que él erael que había matado a toda esa parrandadé aprovechados. Que ella lo habíareconocido por la cicatriz. Que bajara averlo.

Ella no daba crédito, pero despuésdijo:

—Si es verdad que es él, yo tengo

mi manera de saberlo, por otra sefiitaque no les digo cuál es.

Y fue bajando, cuando al pie de laescala se topa con semejante macho tanfornido y tan bien plantado, como lohabía vuelto a poner Minerva, y ni paqué seguir, porque en esas me vine yo ynadita me tocó.

61: Eneida

Atención, somichi-guache,pretendientes camaradas:oigan con la boca abiertay las orejas tapadas.Vamos a empezar hoy otra historia,

ésta sí más cortica que las dos últimas,que fueron las que nos contó el maestroHomero: la de la guerra de Troya, quees la Ufada, porque a Troya también ledecían Hión, y la del amigo Ulises quese llama la Odisea, porque los griegosle decían a Ulises Odiseo. Hoy vamos ametemos con la Eneida, que son las

aventuras de Eneas —pero no el amigode Benitín sinó otro—. Esta nos la contóVirgilio —pero no Barco—, que eraromano. Mejor dicho, hoy me voy ameter en una obra de romanos.

Resulta, pues, que el tal Eneas era untroyano de los que quedaron derrotadoscuando los griegos les metieron a laciudad el famoso caballo lleno deguerreros. Después de Héctor, que fue elgallo número uno de los troyanos, seguíaEneas, que era hijo de Anquises y denada menos que de la diosa Venus. ¡Ahísin mamá! Desde que nació, los dioseslo tenían destinado pa que cuandocreciera fundara la ciudad más

importante del mundo, que iba a serRoma.

Volvamos un momento atrás: cuandoestaban los griegos acabando hasta conel nido de la perra allá en Troya, se leaparece un espanto a Eneas, y era elánima de Héctor, que le dijo que nofuera pendejo, que no se arriesgara másy que se largara y se fuera a fundar otraciudad.

Entonces Eneas se fue pa la casa, seterció a la espalda al cucho Anquises,que ya estaba muy impedido, y cogió dela mano a Ascanio, que era el hijito deél, y le dijo a la mujer, que se llamabaCreusa, que empacara los corotos que

pudiera llevar, porque se largaban, peroera ya mismo, que no le preguntara padónde.

Y salieron. Pero resulta que enmedio de esa tremolina se le embolatóla mujer, y entonces él dejó en unabarranquita al viejo y al muchachito ysalió en busca de ella, y por allá laencontró, pero no de verdad sino enforma como de aparición, que le dijo:

—Mijo, seguí tu camino, que ladiosa Cibeles me acaba de convertir enninfa.

Y Eneas pensó:—¡Hijue… tan de buenas soy yo,

que enviudé tan fácil! Que mi Dios me la

conserve de ninfa por toda la eternidad.Amén.

Entonces juntó un poco decompañeros que iban también huidos yentre todos hicieron unos barcos y selargaron.

Y en todas partes donde llegabanempezaban a fundar una ciudad, peroninguna pelechaba, hasta que llegaron aCreta, y allá tuvo Eneas un sueño en quele dijeron que por ese lado no lebuscara, que pegarapa Italia, que allátodavía no había Brigadas Rojas.

Y pa allá arrancaron y pasaroncerquitica de las Harpías, aquellasviejas que volaban como pájaros y que

tenían embromado al pobre Fincocuando pasaron por allá losArgonautas… ¿Se acuerdan?

En fin: Eneas y los compañerossiguieron su viaje y llegaron a una isla yla primera que se encontraron fue aAndrómaca, la viuda de Héctor, quevivía allá con un marido nuevo, que erael viejo Heleno, el adivino, que les diomuchos consejos pal viaje y les advirtiódel peligro de Escila y Caribdis: queecharan pa adelante sin arrimárseles.

Y ellos siguieron y pasaron por ellado de una playa donde estabahaciéndoles señas un hombre tododesgualetado, que parecía un náufrago, y

ellos arrimaron y él les contó que erauno de los hombres de Ulises, que sehabía volado de la cueva de Polifemo, yque hacía un poco de años andabaescondiéndose, comiendo bejucos yraíces, como Robinson Crusoe, y lesrecomendó que pusieran mucho cuidadono fuera a ser que viniera ese malditotuerto —o mejor dicho, ya ciego deltodo— y les hiciera pasar un mal rato.

Y parece que hubiera oído, porqueahí mismo lo vieron que veníadespedido pa donde ellos, y apenastuvieron tiempo de desamarrar losbarcos y agarrarse a volear remo a lodesgualetado, y ya iban mar adentro

cuando se pega qué alborotada ese mar,que las olas casi tocaban las nubes, y enel hueco que quedaba entre una y otra seveía el fondo del mar.

Y a que no adivinan quién reivindicóese movimiento subversivo de las olas:nada menos que esa maldita vieja Juno,que no se tragaba a los troyanos desdeque París, el hijo del rey de Troya, habíaescogido a Venus como ganadora en elconcurso de belleza en competencia conella y con Minerva.

Esa vez, cuando Juno le reclamó elfallo, París le explicó:

—Su Majestad: lo siento mucho;pero a usted, con esa mecateadera se le

están formando unas llantas que ya nopuede ser elegida Miss Universo sinó talvez Miss Uniroyal.

Y con eso tuvieron los troyanos paque ella les cogiera la tirria másespantosa, especialmente a Eneas, yo nosé por qué.

Y ahora llamó a Eolo, el rey de losvientos, y le dijo que alebrestara esemar a ver si acababa con ellos, y queella le prometía darle una ninfa bienlinda pa él solo. Y dice ese Eolo asoplar con tanta fuerza que casi se leestallaban los cachetes.

Pero Neptuno, el dios del mar, seembejucó todo porque no le habían

pedido permiso pa formar ese bololó, yahí mismo hizo aplacar las olas y asípudo llegar Eneas con su gente a unaplaya en el África, cerquita de Cartago;pero no Cartago, el de la Vieja, el de lascolaciones, sinó el Cartago de Dido.

Después será que les cuento quiénera misiá Dido, porque no demoran envolearle el rejo a aquella porquería decampana.

62: Eneida

Había quedado de contarles quiénera misiá Dido, la gobernadora deCartago, adonde había llegado Eneascon su gente.

Pongan, pues, atención.Resulta que en lo que hoy es el

Líbano, que es de donde vienen todosesos turcos, había una ciudad que sellamaba Tiro —se llamaba, no: se llamatodavía— y allá había un rey que teníados hijos: un hijo, que era Pigmalión, yuna hija que era Elisa, que después lepusieron el nombre de Dido.

Esta Elisa se casó con un tío de ella,pero cuando se murió el rey quedómandando Pigmalión, que lo primeroque hizo fue mandar matar al marido desu hermanita, pa quedarse él con todo loque tenía.

Pero como ella no era ninguna boba,ahí mismo empacó todas las alhajas ylos electrodomésticos que valían la penay salió con una partida de descontentos abuscar la vida navegando los mares, y alcabo del tiempo fue a templar a unplayón por allá en la parte de arriba delAfrica, y allá los recibió muy bienYarbas, que así se llamaba el rey de esatierra.

Dido le dijo a Yarbas que por quéél, que tenía tanta tierra, no le daba aella un pedazo de esa finca pa fundar ahíuna ciudad. Él le contestó que bueno,que con mucho gusto, que él le regalabala tierra que pudiera abarcar con uncuero de novillo.

Entonces mandó matar ella elnovillo más gordo que encontró en laferia y cogió un cuchillo de zapatero yempezó a volverlo tiritas delgaditas, ylas empató y quedó una tira larguísima yla extendió en redondo y quedóabarcando un mundo de cuadras, ymandó llamar a Yarbas y le dijo que esoera lo que abarcaba el cuero del novillo,

que le cumpliera la promesa y que leescriturara semejante lote, y él tuvo quecumplírsela, porque palabra de rey nopuede faltar.

Allá fue, pues, donde fundó Dido aCartago, y ese era un pueblo que ibamuy bien cuando apareció Eneas con susalegres muchachos.

Pero oigan lo que habían pensadosobre Eneas los dioses: Júpiter habíadicho que él tenía que llegar algún día aser el fundador de la raza másimportante del mundo, que iban a ser losromanos. Juno, que no lo podía ver nipintado, dijo:

—Lo que es a este langaruto no lo

dejo ir yo a fundar ningún Pereira: yo lohago enamorar de Dido, pa que no salgade aquí.

Pero Venus, que era la mamá de él,malició el plan de Juno y llamó a suhijito Cupido y le dio orden de quehiciera que Dido se pegara una tragabien horrible de Eneas, pero que él nose enamorara de ella sinó que lerecibiera todo lo que ella quisiera darle,pero que no pasara de ahí.

¡Y nadita fue lo que le dio esanoche! Y todas las noches que siguieron.Y hasta de día: no desperdiciaban siesta.Ella creía que tenía que sacarle todo eljugo que pudiera a esa lámina de hombre

que le había caído del cielo.Y él, como si tal, dejándose hacer

contemplar como hijo de sirvienta.¡Maluco fue lo que pasó!

Pero también se le llegó el día,porque su mamacita Venus, viendo quese estaba eternizando allá y que no hacíaánimo de salir a fundar ninguna raza deromanos, fue donde Júpiter y le pidióque lo separara de Dido, que de prontolo enyerbaba pa toda la vida.

Entonces Júpiter llamó a Mercurio,el mandadero, y le dijo que fuera dondeEneas a decirle que se moviera, quedejara de estar maganzoneando y quesaliera cuanto antes pa ltalia a cumplir

su encargo.¡Y qué fue aquello cuando lo supo

Dido! Esa fue mucha desesperación. Ahímismo se fue pa donde Eneas y se le tiróa los pies y empezó a abrazarle lasrodillas, emperrada, a moco tendido,rasgándose el vestido con hilachas,arrancándose las mechas y en un soloalarido. Y él como si Dada, seguíaempacando las maletas y apenas le dabapalmaditas en la cabeza. Que no llorara,que él volvía y le traía cositas.

Y esa noche salió con sus barcos, alescondido de ella, y cuando ya ibanlejos de la playa voltió a ver pa atrás yvio una llamarada la macha que se

levantaba en Cartago.¿Y saben qué era? Que Dido, cuando

se dio cuenta que él la habíaabandonado, hizo juntar un arrumeenorme de leña al pie de la torre dondeestaba, y le había hecho prendercandela, y cuando estaba en su fina esacandelada se había tirado ella decabezas y se había vuelto chicharrón.

Recemos una oración por su alma, yhagámonos de cuenta que esa campanaque empezó a sonar, es como siestuviera doblando por ella.

63: Eneida

A Eneas le había dicho Heleno, eladivino, que cuando llegara a Italiabuscara a la Sibila de Cumas, que erauna vieja que vivía en una cueva y erauna maga muy entendida. Que ella ledecía lo que tenía que hacer.

Así lo hizo Eneas, y a las pocasmatas la encontró, y ella le dijo que loiba a acompañar al Hades, allá dondevivían los muertos, pa que hablara consu papacito Anquises. (Se me habíaolvidado contarles que el viejito sehabía muerto cuando aquella verraca de

tempestad). Pero de una vez le advertíaque la ida allá no era muy mamey quedigamos, pa que lo supiera de una vez.Pero que no se le diera nada, que ella loiba a acompañar pa que saliera conbien.

Y le dijo también que tenía quecoger una ramita de oro que tenía uno delos árboles del monte, porque sin esaramita no lo dejaban entrar allá.

El se metió en seguida al monte, conAcates, que era el compañero de él, abuscar la tal chamiza, y nada que laencontraban, cuando de pronto vierondos palomas, que eran las de Venus, queiban volando serenitas, y las siguieron

hasta que llegaron a la laguna delAverno, que era un charco de aguasnegras más fétidas que el Diablo, y porahí cerquita quedaba la entrada alHades, que es como decir a losInfiernos.

Pues allá se asentaron las palomitasen el árbol que tenía la rama de oro, yEneas sacó el machete y la cortó y se lallevó a la Sibila.

Y ahí sí cogieron camino los dos.Por esa falda ya habían bajado otros sinmucha lidia. Acuérdesen: Hércules,asacar al perro Cerbero, que fue uno desus trabajos; Orfeo, en busca de sumujer, que después se le volvió una

estatua como la de Lot; Sique, que habíaido a pedirle a Proserpina la cajitamágica de la belleza, pa llevársela aVenus. Recuerden que esa Sique era muyavispada y había embolatado a Cerberocon un pastel de gloria pa que la dejaraentrar.

Todos ellos habían pasado fácil;pero a Eneas sí le iba a ir más mal. Esopor todos lados salían mostros, yespantos horribles, con qué griterío y enuna oscuridad que no se veía ni pa hacerpipí, y la tierra temblando. ¡No! Esoparecía el acabóse…

Hasta que por fin llegaron a la orillade un río donde estaba un viejo en una

barca pasando ánimas al otro lado, todasellas filaditas haciendo cola; pero elviejo, que se llamaba Caronte, nopasaba sinó a las de los que habían sidoenterrados en forma y le entregaban unamoneda pa pagarle por la pasada. Losotros tenían que esperar la bobadita decien años.

A Eneas y a la Sibila no queríapasarlos dizque porque él no pasabasinó muertos, y ellos estaban vivos; perono fue sinó que le mostraran la ramita deoro pa que los pasara,.

Pero ¡qué!, si al otro lado estaba elmaldito chandoso de tres cabezasatajando el paso: pero la Sibila lo

embolató con otro pedacito de pastelque se había metido ella entre el seno,como Sique.

Y entraron y siguieron pa adentro yal ratico llegaron a una vega que sellama el Campo de los Lamentos, dondeestaban las ánimas de todos los que sehabían matado por despecho de amor.¿Y saben quién estaba allá plantada, másseria que un puerco meando? Pues Dido.Y Eneas, apenas la vio se le acercóllorando y le dijo:

—Amor mío, decime una cosa: ¿voste mataste fue por mí? Pues sabé que yono te dejé por culpa mía, sino que fueronlos dioses que me mandaron. Te lo juro.

Pero más le contestó esta mesa. Y élse apartó de ella, sorbiendo ychocoleando, porque al verla siempre ledio mucha tusa.

Después llegaron a un punto en queel camino se abría en dos. En el de laizquierda no se oían sinó berridos ygritos vagabundos y guarapazos, pero enel de la derecha todo era lindo y llenode flores y pajaritos cantando: unadicha. Allá era donde vivían los muertosque habían valido la pena, y allá fuedonde Eneas se encontró con su viejo,que no daba crédito de ver allá a sumuchacho.

Y se abrazaron y vertieron tiernas

lágrimas —pa que vean que yo tambiénsé hablar fino— y echaron carreta hastaque se cansaron. Después el viejoAnquises llevó a Eneas al río Leteo, quees el del olvido, y al que toma de esaagua le da una laguna peor que las que ledan a los borrachitos.

Después se despidieron, y Eneassalió otra vez a tierra de gancho de laSibila, y así acabó el viaje de él alHades.

Por hoy les voy a mochar aquí laclase, antes de que llegue el de lacampana, porque tengo que ir a haceruna vuelta urgente.

64: Eneida

Ya de vuelta Eneas puso manos a laobra de buscar dónde establecerse consus troyanos, y lo primero que hizo fuemandar un propio donde el viejo Latino,que era el rey que quedaba más cerquita,pidiéndole que lo dejara acomodar porahí en alguna parte donde no estorbara,que él se comprometía a no darleninguna molestia.

Porque en esa tierra había tresreinos que vahan la pena, que eran loslatinos, los rútulos y los etruscos. El reyde los latinos se llamaba Latino, como

les acabo de decir. Estaba casado conAmata, una vieja malaley, y tenían unahija que se llamaba Lavinia, que no seimaginan ustedes qué clase debomboncito tan provocativo, que yaestaba pidiendo pista, pero que unoráculo le había dicho a Latino quecuidado con ir a soltársela a ningúnpretendiente de los de por allá; queesperara, que estaba por llegar unforastero que era el que los dioses letenían destinado, y que de los dos iba asalir la raza más importante del mundo,la de los romanos.

Así fue que cuando Latino recibió elrecado de Eneas se puso feliz y dijo:

«este debe ser el forastero», y mandóque lo atendieran muy bien, a él y a sugente.

Pero ¡cuándo no se había deatravesar la maldinga vieja Juno a nodejarle tener vida al pobre Eneas! Loprimero que hizo fue llamar a Alecto,que era una de las Furias, y encargarleque armara una guerra bien espantosa delos latinos y los rótulos contra lostroyanos.

Alecto salió encantada, porque esoera lo que le gustaba a ella: prender lamecha, y se fue pa donde Amata ameterle en la cabeza que cuidado con ira dejar casar su muchacha con ningún

forastero aparecido, como quería sumarido.

Después se fue pa donde Tumo, queera el rey de los rútulos, y que leguardaba una gana hasta rara a Lavinia,y que apenas supo que Latino se la iba aentregar a ese forastero se pega quéembejucada y armó hasta las cachas atoda su gente pa ir a acabar con él.

Ahora pongan cuidado a lo que hizoAlecto pa echarles encima también a loslatinos. Resulta que en la casa de uno deestos tenían un venadito domesticado,mansitico, lo más de querido. Por lamañana salía pal monte y por la tardevolvía a la casa a buscar su aguamasa y

a recostársele a una muchachita, hija deldueño, que lo ajonjoleaba y lo peinaba yle ponía flores en los cachos, en fin:todo el mundo adoraba ese animalito, yal que lo llegara a tocar se lo trabajabala tierra con ellos. Y cómo les pareceque la tal Alecto hizo su modo y su mañade que Ascanio, el hijo de Eneas, seantojara de ir a cazar por esos montesdonde iba el venado, y apenas lo vio elmuchacho armó el arco y le mandó elflechazo, y Alecto le dirigió la punteríapa que fuera a pegarle en toda la chontaal animalito, que salió arrastrándosehasta la casa, y allá estiró las paticas enlos brazos de la niña.

Alecto ahí mismo hizo regar elcuento entre los latinos, pa que se fueranen venganza a juntarse con los rútulos aatacar a los troyanos.

El viejo Latino no quiso saber naday se encerró en su cuarto a esperar quepasara lo que pasara.

Otros que se juntaron a Tumo contraEneas fueron Mecencio, que había sidorey de los etruscos y que éstos lo habíanechado por vergajo y mala clase; yCamila, un marimacho que se habíacriado en el monte y se mantenía allácazando, y que creía, como estasliberadas de ahora, que todos loshombres eran machistas, y por eso no se

había querido arrejuntar con ninguno.La pelea estaba, pues, muy mal

casada pa los pobres troyanos, que erancuatro patojos, sin armas ni nada, y yaiban llegando los enemigos a atacarloscuando en esas tuvo Eneas un sueño enque se le apareció el padre Tíber, queera el dios del río donde ellos habíanarmado el campamento, y le dijo que seembarcara al otro día y que echara ríoarriba a buscar a Evandro, que era el reyde Arcadia, un pueblito infeliz deranchos de bareque que con el tiempoiba a ser nada menos que Roma.

Pues pa allá arrancó Eneas al otrodía, y muy bien recibido que fue, por

cierto, por Evandro y por el hijo de élque se llamaba Palas.

Evandro le dijo a Eneas:—Ve, hombre: nosotros somos muy

poquitos y la ayuda que les podemos darno vale la pena; pero allí al otro ladodel río viven los etruscos, que esos síson una legión y están muy bien armados—pero no por los rusos pasando porCuba—, y Mecencio, el rey de ellos,que no lo pueden ver ni pintado, tuvoque largarse pa donde Tumo, así que defijo van a pelear al lado de ustedes,nada más que para vengarse de él.

No había acabado de decir Evandroestas palabras, cuando sonó la campana

y nos cortó el cuento hasta después.

65: Eneida

Si no ha sido por la tal campana leshubiera acabado de contar la historia deEneas, porque ya lo que faltaba eranada; que los troyanos, con la ayuda delos etruscos, les pegaron una pela lamacha a los latinos y a los rótulos, y queya pa acabar esa guerra se agarraronsolos Eneas y Tumo, que no dio unbrinco y le contaron hasta diez tirado enla lona. Se entiende que es en la lona dela Historia, porque yo a veces tambiénle jalo al sentido figurado.

Del amigo Eneas poco más sabemos,

porque Virgilio, que fue el que escribióla Eneida, se vio obligado ainterrumpirla por motivo de muerte.Pero, en todo caso, Eneas siemprequedó de rey del país de Alba, y al fincomo que siempre se casó con Lavinia yfueron felices y comieron perdices.

Y a que me metí por este lado deRoma, será acabar de contarles lahistoria de cómo la fundaron.

Resulta que pasaron los años y elreino de Alba vino a tocarles porherencia a dos hermanos que sellamaban Numitor y Amulio, que veníana ser como bisnietos de Eneas.

Amulio era muy angumoso y se

apoderó de todo el reino pa él solo y asu hermano lo dejó en la calle, le matóal único hijo hombre que tenía, que eraEgisto, y a Rea Silvia, que era la hija, lahizo encerrar en el convento de la diosaVesta pa que tuviera que quedarsedoncella toda la vida, por las buenas opor las malas. Y esto era pa que Numitorno pudiera tener herederos.

Pero resulta que una tarde estabaRea Silvia en el potrerito de afuera delconvento, echada ahí en la manguitacontemplando el firmamento, y se fuequedando medio dormida, cuando enesas va pasando por ahí el dios Marte,que no se aguantó la gana, y eso fue

como un gallo: en cuestión de dos o tresminutos ya estaba la hermosa Reaesperando su buen par de mellizos, quea los nueve meses mal contados levinieron a nacer, y que los iba a bautizarRómulo y Remo.

Cuando Amulio se enteró que habíannacido mandó que a ella la ahogaran enel río, y que a los muchachitos lostiraran al agua. Pero sucedió que el diosdel río no dejó que se ahogara ReaSilvia sino que se la llevó pa él, porqueaquí entre nos, ella era de lo mejorcitoque se ensillaba en siete leguas a laredonda.

El peón que tenía que echar al río a

los muchachitos los metió entre uncanasto y los dejó en un pantano a laorilla, y ellos ahí mismo se emperrarona llorar, cuando en esas pasó una que sellamaba Acá Larencia, que era unmonumento de hembra del otro mundo,pero que tenía muy mala fama en lo decumplir con el sexto mandamiento…

Ustedes me comprenden. Esa sí noera boba: esa le había sacado buenautilidad a los encantos que le había dadomi Dios.

Pues apenas oyó chillar esascriaturitas las recogió y se las llevó pala casa, y allá los crió muy bien criados.Ahora les explico una cosa: resulta que

a las que tenían el oficio de Larencia lesdecían allá lobas, y por eso habrán oídoustedes el cuento de que a Rómulo yRemo los había alimentado una loba, unanimal de cuatro patas. ¡Qué va! Sequisieran las lobas estar tan bienequipadas como Larencia, que era todauna Sofía Loren en ese par de detalles.

Lo cierto del caso es que losmuchachos se criaron muy alentados ymacanudos y cuando ya fueron hombreslos reconoció Numitor, el abuelo, y lesdijo que el reino les tocaba a ellos.

Pues esto que les dice y ellos quesacan a Amulio del trono como pepa deguama, y volvieron a sentar en él a su

abuelito. Y él, en premio, les escrituróun terreno a la orilla del Tíber pa quefundaran una ciudad.

Con esto tuvieron pa que ahí mismose agarraran a alegar y a pelear, hastaque al fin, en una pelotera de esas,Rómulo mató a Remo y quedó comoprimer rey de Roma, que la acababa defundar.

Perdonen la clase de hoy, que noestuvo como muy entretenida quedigamos, pero es que, como dicen, unasvienen de cal y otras de arena. Mañanavolvemos a seguir con los amigosgriegos, que los teníamos tanabandonados, y que son tan de primera.

Sobre todo las diosas.De manera, pues, mis queridos

amigos y amigas, que hoy voy a ir yopersonalmente a tocar la campana paque se vayan tranquilos pa sus casas.

¡Chao!

66: Los DiosesMayores

Buenos días. Me alegro mucho deestar otra vez con ustedes. Ya me hacefalta esta charlita. Es que la Mitologíaes encarretadora. La prueba es que hacemucho rato que venimos dándole, y nonos ha faltado tema. Pero lo malo es queal ir empatando unas historias con otrasse saltea uno a veces cosas interesantes,dizque pa contarlas después, y se leolvida. Por ponerse a hablar paja.

Por eso me parece bueno quecorramos lista de los dioses, pa ver

cuáles se nos han quedado en el costal, yaprovechar por ahí derecho pa contarlas historias de esos, que ya deben estarbejucos conmigo.

Empecemos, pues, por ese Olimpo,que ustedes se acuerdan que era como unclub que quedaba por allá en el pico deuna montaña, y allá se la pasaban losdioses y las diosas cachando y tomandoel trago de ellos, que se llamaba néctar.De vez en cuando se daban susperdiditas, por parejas, y apenas se oíael crujir, pero no de dientes sino decamas.

Allá se mantenían los diosesmayores, que eran una docena: siete

dioses y cinco diosas. Voy a decirles lalista completa, pa que se la graben.Primero les digo el nombre griego, yenseguida como les decían los romanos.

1. Zeus (Júpiter); 2. Poseidón(Neptuno); 3. Hades (Plutón); 4.Hestia (Vesta); 5. Hera (Juno); 6.Ares (Marte); 7. Atenea (Minerva); 8.Apolo (así lo llamaban también losromanos); 9. Afrodita (Venus); 10.Hermes (Mercurio); 11. Artemisa(Diana); 12. Hefestos (Vulcano).

Los cinco primeros eran hermanitos,hijos de Cronos (Saturno), ese viejodesalmado que se los iba tragando amedida que los iba pariendo Rea, pero

que después se los hicieron vomitar y secriaron muy alentados.

Júpiter

De este ni hablar. Ustedes seacuerdan de todas las perradas de eseRey de los Gallinazos, que no podía veruna escoba con falda porque se leflechaba. Ese fue el que destronó al taitay se eligió él mismo jefe supremo. Hayque ver cómo serían esas elecciones.

Neptuno

Este quedó encargado del mar y delos ríos. Se mantenía viajando porencima del mar en una berlina tirada porcaballos, como esas de Palmira, peromás moderna, y llevaba siempre en lamano un tenedor largo que se llamaba eltridente. Con él hacía encrespar yalebrestar las olas en las tempestades, oles aplacaba el zumbido y las amansaba.Tenía un palacio como de mañoso en elfondo del mar, pero le gustaba mássubirse pal Olimpo a cachar con losotros miembros de la patota mayor.

La mujer de éste era Amfitrite, una

de las Nereidas. Las Nereidas erancincuenta y se llamaban así porque eranhijas de Nereo, el dios del Mediterráneoy de Doris. Quién podía creer que Dorishubiera tenido cincuenta partos, con loconservada que se veía. Aunque siemprela deslucían mucho las llantas que se lenotaban. Bueno. No nos distraigamos.Neptuno desde que vio a Amfitrite, leclavó el ojo, pero ella se le escondiópor allá detrás de las Columnas deHércules, como quien dice al otro ladodel mar. Pues allá la mandó buscar élcon unos delfines, y uno de ellos le echóel cuento muy bien echado y ella se vinoen la parrilla del delfín y vino a ser la

adorada esposa del dios del mar.Adorada, sí; pero pa jugársela con

toda la que se atravesara, por seguirle elejemplo a su hermano Júpiter con misiáJuno.

Una vez fue con Amímone, una deaquellas cincuenta Danaides que ustedesse acuerdan que les pusieron por castigollenar de agua una caneca rota. Resulta,pues, que esta Amímone iba una vez porun potrero en busca de agua, porque allátambién el hacha de sus mayores comoque se había tirado en la ecología, y,como les iba diciendo, iba ella con esesol del medio día cuando le va entrandoqué modorra tan espantosa y se tiró en la

yerbita y se quedó profunda, y en esasllegó un sátiro que la venía persiguiendosin que ella se diera cuenta, y ya se iba aponer a violarla cuando ella se despertóy se levanta a los berridos pidiendoauxilio a Neptuno. Y éste apenas la oyóvoló y con el tridente le pegó un chuzónen mala parte al maldito sátiro, yentonces ella, en agradecimiento, le dioal viejo lo que no le había querido soltara ese violador hijo de… Gracias a Diosque esa campana no dejó oír cómoacabé la palabra.

67: Neptuno

Estábamos hablando de cuandoNeptuno le hizo el mandado a Amímone.Bueno. Ni pa qué seguir contándoles lasjijuemil aventuras de enaguas de esetenorio de los siete mares. Con decirlesque no se le escapó ni la Medusa. No mevengan a decir que se les olvidó quiénera esa Gorgona que en vez de pelotenía culebras en la cabeza y que la matóPerseo. Pues cómo les parece quecuando le pegó el machetazo, ella estabaen embarazo por Neptuno, y entonces, delas gotas de sangre de ella que cayeron

al mar fue que nació el caballo Pegaso,ese que volaba suavecito, en el quemontamos los poetas cuando estamosinspirados. Aunque a veces se nos ponealgo chucaro.

Plutón

Sigamos con Plutón, el otro hermanode Júpiter y de Neptuno. Ese sí no tuvogracia ninguna: vivía allá encuevado conlos muertos en el subterráneo del mundo,que era el Hades, y de allá no salía sinócada año por la cuaresma.

Cuando estaba muchacho, como eratan malas pulgas y mal encarado,ninguna diosa le paró bolas y no lequedó más remedio que robarse a susobrina Proserpina y alzar con ella palos infiernos, y ella era allá la que hacíay deshacía.

Otra hija de Saturno que no tuvo

tampoco mayor gracia fue Vesta.

Vesta

Esta era la mayor de los cincohermanos, pero sí le tocó desempeñar unpapel muy bobo: era dizque la diosa delhogar, y por eso no se podía mover paninguna parte. Fue tan de malas que nole tocó el feminismo de ahora, y por esono pudo liberarse.

Cómo estaría de fregada que le tocóvivir doncella toda la vida. O sería queera muy fea. Pero no debía ser tanto,porque Neptuno y Apolo fue mucho loque le arrastraron el ala, y ella lo únicoque les decía era: «¡Ahí manece!».

Las que le cuidaban el templo era

las vestales, unas pobres muchachas quelas mandaban pa allá dizque a cuidar elfuego sagrado, y por eso tenían quemantenerse castas y puras. Pero algunasde ellas siempre se pegaban a veces susvoladitas…

Juno

De esta vieja celosa, que erahermana y al mismo tiempo mujer deJúpiter, ya hemos hablado mucho.

Esa era mucha fiera de vieja. Muyaseñorada y aconductada, eso sí, peromás brava y más cantaletosa que doñaRamona la de don Pancho. MisiáJodelina la llamaba él.

Se mantenían agarrados, pero de vezen cuando hacían las paces y ahí sí no seveía sinó el chispero de amor.

En una de esas se pusieron a alegar,porque Juno sostenía que en el jueguitodel amor el hombre era el que sacaba

más gusto, y Júpiter decía que era lamujer, y no se podían poner de acuerdo,hasta que resolvieron ir a preguntarle aTiresias, que ése sí debía saber, porquehabía sido las dos cosas: hombre ydespués mujer.

La historia es esta: ese Tiresias,como les conté en otras historias, era unadivino famoso. Y resulta que una vez,cuando estaba muchacho, iba por uncamino, cuando alcanzó a ver dosculebras enredadas haciéndose el amor,como dicen los que hablan fino, en vezde otra palabra muy guasca que no me laoirán jamás. Entonces él las separó conuna varita y ahí mismo, como castigo,

quedó convertido en mujer y así durósiete años.

Pues al cabo de este tiempo volvió apasar por el mismo punto la jovenTiresita, como le decían, y me han decreer que allá volvió a ver otras dosculebras —o serían las mismas—haciendo lo mismo, felices y dichosas.

Pues él que las ve y que vuelve acoger una varita y las separó y por ahíderecho volvió a quedar convertido enmuchacho. De manera, pues, que ése yahabía probado de las dos clases.

Y llegaron donde él Júpiter y Juno apreguntarle cuál gozaba más en esetrabajito, si el hombre o la mujer, y él

les dijo:—Pa decirles la verdad, a mí me

duele no haber seguido yo de mujer,porque si vamos a suponer que esegustico se divide en diez partes, a lamujer le tocan nueve, y al pobre hombreno le toca sinó una.

Con esto que les contestó Tiresiastuvo Juno pa perder la apuesta, y comoera tan mala clase y tan rencorosa,volvió ciego a Tire, como le decimos enconfianza. Pero Júpiter, en premio, lovolvió profeta. Y muy acertado que era,por cierto.

Ese problemita de cuál de los dos lesaca más gusto a ese entretenimiento, si

el hombre o la mujer, se lo preguntó unavez un estudiante al doctor MiguelMaría Calle, un médico viejo deMedellín, y él le contestó con estapregunta:

—Decime una cosa: cuando vos temetés un dedo en la oreja pa rascártela,¿cuál siente más gusto: la oreja o eldedo?

Pero nos estamos apartando de laMitología por estar averiguando lo queno nos interesa, y ya tenemos que hablarde Marte.

Marte

¡Qué Marte ni qué Miércole!: oiganla campana.

68: Marte

Este fue hijo de Júpiter y Juno, peroni ellos lo querían. ¡Qué clase de dichitasería! Era el dios de la guerra, y patodas partes andaba con dos hijos de élque se llamaban Deimos y Fobos, como

quien dice el Espanto, y el Terror y conEris, que era la Discordia, y con Belona,una diosa de la guerra, que no se sabe siera hermana o moza de él: en fin, conuna tracamanada de matasietesmalaclasudos.

Como les decía, a éste no lo queríanni en la casa. Y hasta buen mozo y bienplantado que era el pendejo; pero lehacían el asco. ¿Y saben quién se vino aenamorar de él? Pues nada menos que lareina de la belleza: Venus. ¡Ah malucopa él! ¿no?

La cosa pasó así. Resulta que aVenus le estuvo echando el guasque miamo Júpiter, loco por ella, pero ella no

le quiso soltar prenda y entonces él lacastigó casándola con el más feo delOlimpo, que era ese herrero cojinete deVulcano, que los griegos llamabanHefestos. Venus estaba ahí medioresignada con él, cuando una tarde vepasar a Marte y ¡qué fue aquello! Esofue paya que se pegaron la encarretadamás horrible, y como Vulcano tuvo quesalir pa una correría, ese par no perdíannoche: eso era un solo dolor.

Pero como a Marte siempre le dabamiedo de que el Sol los pichoneara,puso un vigilante, que se llamabaAlectrión, a que les avisara cuando iba aamanecer. Y todo iba como por rieles

hasta una noche que se quedó dormidoAlectrión —tal vez porque se le habíanagotado las pilas al transistor— y vasaliendo el Sol y los encuentra en plenafaena, en una trabazón hasta rara, y ahímismo salió pa donde Vulcano asapearlos y más me demoro en contarloque el cojo en hacer una red invisible yse las extendió por encima y cuandoestaban en lo fino se las dejó caer y asíquedaron presos a la vista de esaparranda de dioses desocupados delOlimpo que llegaron volando agozárselos, y eso fue tanta risa y tantachacota, que ni los dejaron acabar.Cómo sería que, si no llega a tiempo

Neptuno a interceder por ellos —másque todo porque Venus era hija de él—allá estarían todavía de burlesco detodos esos olímpicos. Vulcano entonceslos soltó y Venus salió toda achantada yse fue pa Chipre a encerrarse en unaiglesia que tenía allá. Marte se fue abuscar a Alectrión y lo volvió gallo ycomo castigo le puso que tenía queavisar todos los días la salida del Sol.Punto.

Minerva

De esta diosa de la sabiduría ytambién de la guerra ya les conté cómole había salido a Júpiter de la cabeza, yacriada y con todas sus armas. Esa muriódoncella: peor pa ella; ¡Mentiras!:doncella sí, pero no murió, porque losdioses son inmortales.

Apolo

¿Se acuerdan cuando nació estabelleza de mellizo de Diana, y que ella,que nació primero, le ayudó a la mamáen ese parto tan trabajoso? Pues estevino a ser más tarde el dios del Sol, ode la luz, de la música —porque era unhacha pa tocar la lira— de la medicina yde un poco de cosas más.

Era el más lindo de todos los dioses,pero eso no le valió pa que le diera unaprueba de amor una sardinita muyquerida que él perseguía, que se llamabaDafne, y una vez que él le fue a echarmano a la brava, ella pegó un grito

pidiendo auxilio y ahí mismo se volviólaurel. Con la que sí le fue mejor fue conCoronis, la hija de un rey de por allá deesos lados, que él la vio una vez que amano limpia le pudo a un león, y con esotuvo él pa antojarse de ella, y ésa sí nose hizo de rogar y a las pocas vueltas yaestaban más encarpetados que ni pa quéy cuando menos pensaron ya estaba ellaesperando.

En esas tuvo Apolo que salir pa unviaje urgente y le dejó pa que laacompañara —pero más que todo era paque la vigilara—, porque no le teníaharta confianza, un cuervo blanquito,blanquito como una paloma. Pero ella,

que era bastante casquifloja no fue sinóque él saliera pa salir ella también aponerle los cachos con un tal Isquis delque ella vivía enamorada.

Pero no se les olvide que Apolo eradios, y se dio cuenta de todo sin que elmaldito cuervo alcahueta le contaranada, y entonces él en castigo lo volviónegro como un garrapatero. Por esodicen: negro como el ala del cuervo. Yél, desesperado de sentirse todocachudo, llamó a su hermanita Diana yle contó todo, y entonces ella le mandóun flechazo a Coronis y la dejó tendida,y cuando la estaban quemando —porqueallá estaban más adelantados que

nosotros y ya tenían sala de cremación—; cuando la estaban quemando searrepintió Apolo y le dio pesar delmuchachito que iba a nacer y le dijo aMercurio que se lo sacara, y él se losacó, ¿y saben quién era la criatura?

Luego les cuento, porque lo que eshoy ya nos sonó la campana.

69: Apolo

Pues lo que le sacó Mercurio de labarriga a Coronis, cuando la estabanquemando, fue un muchachito que lobautizaron Esculapio, que cuando crecióse volvió un médico famosísimo, tanto,que lo nombraron dios de la Medicina.Hasta resucitaba muertos. Cómo seríaque Plutón se quejó de que le estabaquitando la clientela, y que ya noaparecía casi nadie por allá por elHades. Y ni muy carero que era: conrezarle había, como al doctor GregorioHernández.

Ahora vamos con la más linda detodas, nada menos que con Venus.

Venus

Esta fue la diosa de la belleza, delamor y de las ganas. Oigan cómo nació.

Al principio de todo no había sinó elCielo y la Tierra, que eran Urano y Gea.El padre Urano como que no se leapeaba a la señora, porque dijo ella atener muchachitos que parecía una curí,le nacieron los Titanes, que uno de ellosera Saturno, y los Cíclopes, esos tuertosque tenían el ojo en media frente, y losgigantes de cien manos… En fin: hastaque aburrida misiá Gea con tantaparidera les pidió a los hijos que laprotegieran del taita, y el único que se

atrevió fue Saturno, que con una peinillaque tenía, que parecía una barbera, quecortaba pelos en el aire, llegó y ¡ran! lebajó ese par de cosas que le colgaban,que parecían aguacates. Pues esas cosascayeron al mar y duraron allá un mundode tiempo hasta que se les fue formandopor encima un espumero blanco, espeso,y me han de creer que de ahí fuesaliendo una mañana, parada encima deuna concha, y en pelotica, pero yacriada, nadie menos que ese bombón deVenus o Afrodita. Y vino completica,con brazos y todo: no como esa mochaque pintan por ahí en unas láminas.

Pues parada en la concha la fueron

llevando los Céfiros, por encima de lasolas hasta la isla de Chipre, y allá larecibieron las Horas, que se quedaronlelas cuando vieron esa belleza, y comola vieron tan viringa le pusieron uncollar y una corona y alzaron con ellapal Olimpo a presentársela a los otrosdioses. Y ni pa qué hablar delrecibimiento que le hicieron.

Y por ahí derecho todos los diosesquedaron tragados de ella.

Empezando nada menos que por eljefe, Júpiter. Pero como ella no le quisosoltar nada, él la castigó casándola conVulcano, ese herrero cojineto, que era elmás feo de todos.

Y como ella no era ninguna boba, nose demoró enjugársela con Marte, comoles conté. De esos amores nació Cupido,que los griegos llamaban Eros, elpendejito ese que nos mantiene fregadostoda la vida tirándonos flechas.

No vayan a creer, ahora, que Venusse contentó con Marte, nada más. ConMercurio tuvo a Hermafrodito, que escomo decir hijo de Hermes y deAfrodita. Este era un muchacho muylindo, y una vez que iba por la orilla deun lago, una ninfa se enamoró de élapenas lo vio, pero él no le puso bolas yentonces ella se escondió detrás de unpalo a atisbarlo cuando él se tiró a nadar

en ese charco. Y cuando iba braceandoél muy disimulado se tiró ella también yse le aferrunchó y no lo dejaba que sesoltara, y se puso a pedirles a todopecho a los dioses que no dejaran que sele separara, y su plegaria fue atendida—así se dice, ¿no es cierto?— yquedaron convertidos en una solapersona, que eran hombre y mujer almismo tiempo. No propiamente unisexo,como estos pendejos de ahora, sinoequipado pa las dos cosas, por lo que sepudiera presentar.

También tuvo amores con hombrescomunes y corrientes, como Anquises,con el que tuvo a Eneas.

Pero la traga más grande sí fue conAdonis. Esta es una historia larguita yalgo enredada, así que no se medistraigan.

Oigan, pues. ¿Se acuerdan ustedesde Pigmalión, aquel escultor que hizouna imagen de bulto de Galatea, y que seenamoró de ella, y la diosa Venus le diovida y esa misma noche se encerraron enla pieza, y eso fue pa mandar doblar?Pues de esa mandada a doblar le nació aGalatea un muchachito que se llamóCiniras, que cuando creció se casó conCeneris. Los nombres son parecidos,pero no los confundan: Ciniras elmarido, Ceneris la mujer. Y tuvieron una

niñita y la pusieron Mirra.Esta Mirra fue creciendo muy

querida y muy aconductada, hasta queVenus le metió el maldito antojo de quese enamorara de su propio padre,Ciniras.

Ella, desesperada de ver que ahí nopodía hacer nada, bregó a ahorcarse conun lazo, pero la atajó Hipólita, unasirvienta que ella tenía, que era unaalcahueta de primera.

En ese tiempo le hacían a la diosaCeres una fiesta que el Sanjuán delTolima no tiene nada qué ver, y uno delos puntos del programa era que losmatrimonios se tenían que separar esas

nueve noches. Pues esa vez que les voya contar… ¿Qué les voy a contar?…Que les iba: ya me puso tatequieto esamaldita campana.

70: Venus

Íbamos en que las fiestas que lehacían a Ceres, que era la diosa de laagricultura, uno de los números delprograma, era que los matrimoniostenían que vivir separados las nuevenoches que duraban las fiestas —¡ahbueno pa ellos! ¿no?—; y en estas queles estoy contando llegó Hipólita, lasirvienta alcahueta, y llevó a Mirra padonde el papá de ella —el papá deMirra, pues—, que estaba fundido de larasca, y la acostó al lado de él. El síestaría rascado, pero no pa hacer

groserías. Y así pasó las nueve noches, yen la última pidió el viejo que letrajeran una vela, pa ver quién habíasido la que lo había acompañado tanbueno todas esas noches, y cuando vioque era su propia hija y que lo que iría anacer iba a ser hijo y nieto de él mismo,se pegó qué embejucada tan horrible yfue sacando una espada pa matar a esacorrompida, pero ella se le voló.

¡Pobrecita! ¿Qué culpa iba a tenerella, si había sido Venus la que le habíametido ese antojo en la cabeza, y laHipólita la que la había engatusado…?

Y salió por esa montaña,desesperada, sin saber qué camino

coger, pidiéndole a los dioses que lavolvieran cualquier cosa que ella noquería seguir viviendo más.

Y los dioses la oyeron y la fueronvolviendo árbol: los pies se le fueronenterrando y se le volvieron raíces; loshuesos, el tronco, los brazos, y losdedos, ramas y hojas, y la sangre era lasavia. Lo único que quedó de ella fueronlas lágrimas, que las siguió derramandoy son la mirra: porque como ella sellamaba así… ¿Se acuerdan del oro,incienso y mirra? Si no ha sido por ellase había fregado uno de los ReyesMagos.

Ella sí se volvería árbol, pero como

en ese tiempo no estaba todavíalegalizado el aborto, lo que es elmuchachito que tenía en la barriga sí lesiguió creciendo como si nada, y sellegaron los nueve meses y esemuchacho pujando por salir y sin tenerpor dónde, hasta que llegó la diosa delos partos… Apuesta a que no seacuerdan cómo se llamaba: pues llitía,aquella que le ayudó a Latona a tener aDiana y a Apolo. Repasen, repasen.

Pero no nos enredemos con cuentosviejos, llitía abrió el árbol y va saliendoqué belleza de pendejito tan hermoso,que ahí mismo se emperró a berrear yentonces llegaron las Náyades, que eran

unas ninfas de las aguas, y loempegotaron de mirra que estabaechando su mamá y lo envolvieron enyerba y florecitas y lo bautizaronAdonis. Háganse de cuenta Cupido, delo puro lindo.

Pero no se demoró Venus enaparecer, y apenas lo vio le hizo milagasajos y lo metió entre un baulito muyfino y alzó con él pal Hades y se loentregó a Proserpina, la mujer de Plutón,porque creyó que en ese sótano síquedaba bien seguro.

Pero Proserpina, como era mujer, nose aguantó las ganas de abrir el baulito yapenas vio esa belleza de muchacho se

adueñó de él y lo crió a toda leche hastaque se volvió un sardino de lo mástumbador del mundo, y en ese punto seenmozó con él. Claro que al escondidode Plutón.

Y apenas lo supo Venus voló areclamárselo, pero ni de bamba que ellase lo iba a entregar, con lo tragada queestaba. Entonces se fue Venus pa dondepapá Júpiter a ponerle la queja, pero elviejo dijo que él no entraba ni salía enpeleas de mujeres, que eran diosas, paacabar de ajustar, y encargó a la musaCalíope que resolviera ella ese enredo,y que lo que ella dijera estaba bien.

Y la sentencia de Calíope fue ésta:

como Venus y Proserpina tienen igualesderechos sobre él, porque la una fue lacausante de que el muchacho naciera, yla otra tuvo el trabajo de criarlo,entonces que pase él la tercera parte delaño con Venus, la otra tercera conProserpina, y la otra con la que élquiera.

Y como Venus era tan jodida, salió yse puso el cinturón mágico que tenía paenamorar y se fue pa donde Adonis y leechó este cuento:

—Ve, mi amor: venite pa acá padonde mí la tercera parte que te toca avos, y también lo que le toca a la viejaPina, que te conviene.

El muchacho dijo que bueno, y no sele separó más: parecía una garrapata.Pero Proserpina, que no era ningunaboba, dijo:

—Lo que es con ésta no me quedo.Y salió pa donde su amigo Marte —

que era el machucante oficial de Venus— y la sapeó, y le dijo que ella se laestaba jugando con un carajito muy lindoque se llamaba Adonis, y le preguntócon cierta risita burletera que si no leestaban estorbando mucho esos cachosque le habían salido.

Y se pega qué enfurecida ese Marte¿aoye? y se volvió jabalí, que es comoun marrano de monte, y una tarde que

estaba Adonis cazando, y la compañerade cacería era Venus, se le deja venirpor detrás a Adonis semejante fiera y leclava los colmillos y en un dos por treslo despachó.

Y quedó tendido ahí, y de la sangreque le salía se fueron formando unasflores muy lindas, que no me acuerdocómo se llaman, y el alma bajódespedida pal Hades.

Entonces subió Venus al Olimpo y lepidió a Júpiter que dejara que siguieraestando con ella los seis meses másflorecidos del año, y que en los otrosseis más fríos se fuera pa dondeProserpina.

Y Júpiter se lo concedió, y en señalde juramento se fue a tocar la campana.¿No la están oyendo?

71: Mercurio

Mercurio sí fue el más perro detodos los dioses. Desde el día que nacióse le vieron los alcances.

Yo no me acuerdo si ya les habíacontado que él era el hijo que le habíametido nuestro padre Júpiter a Maya, laprimera moza que él tuvo.

El muchachito nació en una cueva yapenas la mama le puso un pañal y lodejó en la cuna y volteó a pelar elrevuelto pal almuerzo, cuando se vadeslizando resbaladito de la cuna elpendejito ese y fue saliendo dizque a

buscar aventuras.¿Cómo les parece? Y eso fue el

mismo día que nació, y se fue por esasmontañas, y ya por la tarde alcanzó a verpor allá en un potrero una partida deganado que estaba sesteando, y que erael que cuidaba el dios Apolo. Y cuandovio de cerquita esa belleza denovillonas pensó:

—Lo que es con éstas alzo yo o nome llamo.

Y cuando anocheció, que ya se habíaido Apolo —acuérdesen que él era elSol— les abrió un portillo y las sacó palcamino real. Y pa despistar a Apolo lesforró los cascos con cáscara de palo y

les amarró en las colas unas ramas comoesas que les ponen adelante a los carroscuando riegan puntillas en las huelgas debuses, y él se puso las quimbas al revésy se puso a arrearlas toda la noche, ycuando amaneció y no las encontré.

Apolo, se pega qué embejucada tanhorrible y dice a buscarlas por todasesas fincas, pero esos rastros lodespistaban todo y perdió la mañanabuscándolas.

Entonces Sileno, que era un sátiroviejo, salió con un poco de sátiros enbusca de ellas, con la idea de ganarse elpremio que ofrecía Apolo pal que lasencontrara. Después les cuento quiénes

eran los sátiros.Y se regaron por todas partes, pero

nada que daban con ellas, hasta que porallá al cabo de las quinientas alcanzarona oír una música como muy de primeraque salía de por allá de una cueva, y seacercaron y salió una ninfa, que les dijo:

—No hagan bulla, que es que elmuchachito está haciendo dormir a lamamá con ese juguetico que hizo élmismo de la concha de un morrocoy, queél mató y le sacó el tripitorio y leatravesó unas cuerdas que hizo de tripade vaca, y que él toca lo más de bueno.Se llama la lira. Oigan. Yo soy lacarguera de él.

Entonces uno de los sátiros lepreguntó:

—¿Y de dónde infiernos sacó latripa de vaca pa hacer esas cuerdas?

¿No será de pronto de unasnovillonas que se le embolataron aApolo, que nosotros andamos buscando?

Y brinca ella:—¡Viejo atrevido! ¿Cómo se te

ocurre que un inocentico de estos, queestá allí en su cuna envuelto en pañalesiba a ser capaz de robarse unas vacas?No faltaba más…

Y se agarraron a alegar, cuando enesas va llegando Apolo, porque unpajarito había contado que el ladrón sí

era el bebé Mercurio, y fue entrandohecho una fiera a la cueva y despertó aMaya y empezó a zamarrearla yreclamarle el ganado, y que ella teníaque responder por él, porque el hijo deella era el que se lo había robado.

Y ella le contestaba, emperrada:—¿Vos estás loco, hombre Apolo?

¿Vos te imaginás una criaturita de estasarreando vacas? Ni un dios que fuera…

Pero Apolo ni le ponía atención,porque ya había alcanzado a ver por alláextendidas un par de pieles, y lasconoció por la marca, y sin más vueltasle fue echando mano por las paticas aMercurito, y alzó con él pal Olimpo a

ponerle la queja a don Júpiter.Y el viejo Júpiter, apenas oyó el

cuento de Apolo se sintió muy orgullosopor dentro de que le hubiera resultadotan avispado ese muchacho, pero no sela dejó conocer, sinó que le dijo aApolo que no se pusiera a creer lo quele había contado el pajarito, y almuchachito le aconsejó que negaracerrado, que no fuera bobo. Pero Apolosiguió ranchado en que ése sí era elladroncito, y que ahí estaban las pielesde cuerpo del delito. Hasta que al finconfesó el carajito.

—Está bien, pues, hombre. Yo sí fui.Venga conmigo y le entrego sus

cursientas. Menos dos, que tuve quematar pa repartirlas entre los docedioses principales del Olimpo.

Y Apolo lo interrumpió papreguntarle:

—¿Doce dioses principales? Si alláno hemos sido sinó once. ¿Cuál es eldoceavo?

—Pues el doceavo voy a ser yo, miquerido amigo, pa que lo sepa y loentienda. Y la parte mía de la carne delas vacas, ya me la zampé, porque teníamucha gurbia.

Y le dijo a Apolo que lo llevara otravez pa su cunita. Y llegaron a la cueva, ylo primero que va sacando el niño es la

lira que había hecho con la concha delmorrocoy, y se agarra a tocarla y acantar una canción que iba inventandopor ahí derecho en que decía que Apoloera el más buen mozo de todos losdioses, y el más inteligente, y el másrasgado, y un mundo de lambonerías.

Cómo sería que Apolo le perdonótodo, y entonces el muchacho lo llevóhasta donde tenía escondido el resto delas vacas y…

Ya será en la otra clase que les sigola historia, porque me estoy reventandoy no quieren venir a tocar esa campana.Quién sabe qué les pasaría hoy.

72: Mercurio

…entonces Mercurio llevó a Apolohasta donde tenía escondidas las vacas,y por todo el camino iba tocando la lira,y cuando se las entregó, le dijo Apolo:

—Hagamos un negocio: si me dasesa lira te nombro cuidandero de estasnovillonas.

—Trato hecho —dijo Mercurio, y sedieron la mano.

Y mientras las vacas remascabanpasto, porque estaban muy hambreadas,cortó el niño Mercurio un poco decañutico de carrizo y sacó del bolsillo

del calzoncito un tambor de pita y losjuntó de mayor a menor y quedó formadoun capador y empezó a soplarlo y eso asonar lo más de bueno como si fuera unadulzaina. Y entonces le dijo Apolo:

—Otro trato: si me das ese aparaticote doy este perrero de oro, que con él esque yo arreo mi ganado, y así venís aquedar vos de dios de los pastores:

Y Mercurito le contestó:—¿Te estás embobando? ¿Cómo

querés que te dé esta maravilla deinstrumento de viento por una varita ahíde mala muerte? Solamente si meenseñás la adivinación…

—¡Oí a éste! Yo acaso enseño eso…

Tenés que ir al monte Parnaso, dondeviven las Trías, que son las tres ninfasque me criaron.

Ellas son muy queridas y te enseñan.Yo les digo.

—Está bien. —Y se dieron otra vezla mano. Y Mercurio le echó mano a lavara, y una vez, al mucho tiempo, quepasó por un camino y encontró dosculebras peleando, las separó con esavara y las culebras se encontraron enella y pararon las cabezas comodesafiándose, y eso es lo que se llama elcaduceo.

Entonces se volvió Apolo palOlimpo con el carajito —¡cómo no

carajito!— pa entregárselo a Júpiter ycontarle todas las que le había hecho.Júpiter quedó encantado con las graciasde su hijito, pero se hizo eldesentendido, y antes le pegó unregañito y le dijo que no volviera arobar ni a decir mentiras, que eso eramuy feo, pero que lo felicitaba por loavispado y buen negociante: que parecíapaisa.

Y el muchacho, muy contento y muypinchado, le dijo:

—Entonces, papacito, yo le prometomanejarme bien, si usted me nombramandadero de los dioses, con un sueldo.Y le prometo que no vuelvo a decir

mentiras, pero eso sí: tampoco mecomprometo a decir toda la verdadcompleta: yo la digo hasta donde meconvenga.

Y Júpiter, tragándose la risa, le dijoque bueno: que quedaba nombrado. Yque también iba a ser el dios de loscomerciantes y de los viajeros.

Y le dio un bordón con dos cintasblancas, que todo el mundo tenía querespetar, un sombrerito plancho conalas, un par de quimbas también con alasque cuando se las ponía volaba másligero que el viento, y lo presentó a losotros dioses del Olimpo, y él era el queles hacía todos los mandados. Mejor

dicho: se volvió la mano derecha deellos, y servía hasta pa remedio.

De él hay muchas cosas pa contar,pero tenemos que seguir pa adelante, yahora vamos a hablar de la diosa.

Diana

De esta melliza de Apolo casi nohay nada qué contar, porque como a ésale dio por quedarse doncella, tiene máshistoria una monja. Lo único que hacíaera salir pal monte con su cuerda dechandosos a cazar venados todo el santodía.

Dejémosla, pues, enmontada, yacabemos ya con el último de la docenade los que llamaban los olímpicos, queera nada menos que el cojinete deVulcano.

Vulcano

Que los griegos llamaban Hefestos.Este era el dios de la candela y

también el herrero de los dioses.Hay dos historias de cómo nació.

Unos dicen que era hijo de Juno nadamás, sin la ayuda del marido, porquecomo a ella le había dado tanta envidiade Júpiter cuando a él le nació Minervade la cabeza, dijo que ella también eracapaz de tener un hijo ella sola, sin laayuda de él: que bien pudiera guardarsesu cosiánfira donde a bien tuviera, queella se bastaba sola.

Y se salió con la suya, y tuvo su

muchacho, pero le resultó tan feíto, ycojo pa acabar de ajustar, que, de miedoque los otros dioses se fueran a burlarde ella, lo tiró desde arriba del Olimpoy el muchachito fue a caer al mar, y allálo recogieron las ninfas Tetis yEurinome, y se lo llevaron pa una grutadebajo del mar, y lo encargaron de unafragua y se puso él a hacer qué bellezade joyas, ¿oye?, y un mundo de aparatoslo más de raros, que funcionaban solos,como esos que llaman robots, queparecen marcianos: en fin… Si no estoymal él fue el que hizo esa campana queestá sonando tan afanosa.

73: Vulcano

Pues sí: que ese Vulcano era elmacho pa hacer cosas bonitas y raras, nosólo de herrería sinó también demecánica y hasta de joyería. ¡Ah…!Pero yo les había dicho que había doshistorias de cómo había nacido: la unaes ésta que les conté, de que le nació amisiá Juno sola, sin la ayuda de nadie, nisiquiera de una infeliz probeta; y la otraes que sí es hijo de ella, pero con unamanito que le dio Júpiter. Y que elmuchacho nació lo más alentado yperfectico; pero un día que estaban

agarrados de las mechas peleando susdivinos padres —que en esas vivían—,le echó mano Júpiter por una pata a lacriatura y lo sacó de la cuna y lo voleópa abajo como si fuera un zurrón yempieza ese muchachito a caer desemejante altura y atravesó las nubes ysiguió chorreado, cayendo todo el santodía hasta que ya por la tardecita vino aaterrizar encima de la isla de Lemnos yse le quebraron las dos paticas, y asíquedó cojo pa toda la vida, porque enese tiempo no había allá buenoscomponedores de huesos.

Como ven, en estas historias de laMitología hay unos que las inventan de

una manera y otros de otra, y yo lo quehago es contarles a ustedes la queprimero se me viene a la cabeza.

Como el otro día, que les conté queeste mismo Vulcano había venido a serel marido de Venus, porque Júpiterquiso castigar a esta belleza casándolacon ese cojinete, dizque porque ella nose lo había querido dar a él, que era eljefe de los dioses. Yo no sé qué sería loque él quería que ella le diera; lo ciertodel caso es que él la castigó dándole pormarido a ese herrero barbado y sucio ytiznado. Y cojo pa acabar de ajustar.Pero acuérdesen que ella se desquitómuy bien con el de buenas de Marte.

Pues, cómo les parece que hay otrahistoria de cómo resultó casado Vulcanocon Venus. Que dizque fue que el cojo,por castigar a su mami porque lo habíabotado del Olimpo, le hizo un trono deoro, lo más hermoso que ustedes sepuedan imaginar y se lo mandó de regaloa ella el día de la madre. Pues más sedemoró ella en recibirlo que en sentarseen él toda pinchada, haciendo carrizo yde dedo parado, haciéndoles fieros a losotros dioses que no había quién laaguantara. Y así se estuvo toda la tardehasta que le van pegando de pronto unasganas horribles de ir al baño, pero quiéndijo que podía levantarse: el tal trono

tenía una red invisible, que el que sesentara en él quedaba preso de patas ymanos y ahí manecía.

¡Y se arma qué alboroto, en eseOlimpo! Los dioses, cuando la vieron,no podían aguantarse la risa, porque esque a la vieja no es que la quisieran de amucho, pero todos se hacían losconfundidos y eran bregando alevantarla de ahí, pero ella no se podíani medio soliviar.

Entonces Júpiter, que en esos díasestaba contento con ella, en una luna demiel de traviesa, mandó a Mercurio aque fuera a buscar al cojo pa que vinieraa soltarla, porque ya estaba que se

reventaba, y eso le podía hacer daño pala vejiga. Y se puso Mercurio su gorritoy sus quimbas con alas y salió volandopa la herrería del cojo, pero éste no lepuso ni cinco de bolas sinó que siguiómuy tranquilo voleando almadana en eseyunque.

Cuando Júpiter supo esto mandóllamar a Baco, que era el dios de losborrachitos, y le dijo:

—Vos sos el único que me puedehacer subir a ese maldito cojo delcarajo. Andá, pues, traémelo y te doyuna caja de uisqui.

Y fue Baco donde Vulcano y lebrindó un traguito de guaro de una

limetica que llevaba en el carriel, ycorno que le gustó al maldito cojoporque al poco rato estaba más rascadoque nalga de carateja, y sin hacersemucho de rogar arrancó pa arriba y sepresentó todo trambuleco, comoarreando pollos, donde su taita Júpiter yle va diciendo, con esa lengua todatrabada, que casi ni se le entendía:

—A sus órdenes, papá. ¿Pa qué fueque me mandó llamar?

—Pa qué iba a ser si no pa quesoltés a tu mamá de esa trampa en que lametiste… ¡Desconsiderado!

—Yo sí, papacito. Yo sí la zafo deahí, pero con una condicioncita, y es que

me dé por mujer a aquella burletera quealcanzo a ver por allí disimulando larisa.

¿Y saben ustedes cuál era la de larisita? Pues nada menos que la joven yhermosa Venus.

Y sí, señor. Se la tuvo que dar poresposa. Y esta es la otra manera en queexplican ese matrimonio tan disparejo.

Ya no queda poco más qué contardel amigo Vulcano o Hefestos.

Así que demos hoy por terminadaesta clase, pa no empezar la historia deotros dioses menores, porque lo que eslos doce olímpicos ya quedarondespachados. Despidámoslos a son de

campana: tilín, tilán, tilín, tilán.

74: Baco

Voy a hablarles hoy del dios deltrago, el amigo Baco, que aunque erahijo de una mujer mortal siempre llegó aque lo recibieran en el Olimpo como sifuera un dios común y corriente.

Lo que pasa es que su taita fue nadamenos que Júpiter, que en una de suscorrerías de gallinazo se topó a Semele,que estaba como mango, y él que leclava el ojo, y mejor dicho…Acuérdesen que donde él ponía el ojo noes que clavara la bala sinó lo queustedes se imaginan. Y esta vez, al

primer envión, quedó esperando lajoven Semele. Y empezó ella, pues, a ircogiendo talle de uyama hasta que unavecina se dio cuenta, y dijo: «Esto debeser de ese viejo verde, que por aquí lohe visto rondando desde hace días. » Yfue y le picónió a la casi nadita decelosa de misiá J uno que Júpiter era elque le había pegado esa macha detanqueada a Semele, y esto que oye lavieja y que se disfraza igualita a Beroe,que era la niñera que había criado aSemele, y se presenta donde ella y laconvence de que le diga a su amadoJúpiter que se deje ver por ella en todasu verraquera de rayos y relámpagos. Y

le va entrando qué culequera a Semelepor ver qué clase de gallo era el que lehabía llenado la barriga de huesos, hastaque una tarde que llegó a proponerle quehicieran juntos una siestica bien suave ybien amacizada, como dicen losbogotanos, le puso ella como condición:

—Vea, mijo: yo sí hago la siesta allado suyo: ¿por qué no? Pero con unacondición: que me prometa concedermeuna cosa que estoy antojada.

—¿A vos? Lo que querás. Te juro,no por esta santa cruz, porque yo no creoen cruces, sino por la laguna Estigia, quete doy lo que me pidás.

Y le dice ella:

—Es muy fácil: no es sino quealguna vez te pueda ver yo en todo turesplandor.

Y hay que ver lo que bregó él aconvencerla de que eso erapeligrosísimo: que el que lo alcanzara aver así quedaba fulminado.

Pero el la no cedió, porque la viejaJuno le había metido en la cabeza quetenía que verlo así: Y no era sinó puramaldad de ella, pa acabar con otra rival.

Y se ranchó la Semele a que sí y quesí, y él a que se dejara de antojos, peroal fin, viendo que no la convencía, ledijo:

—Bueno, pues. Me voy a dejar ver

de vos en toda mi finji, y eso porque lojuré por la Estigia, y ese juramento setiene que cumplir, pero te digo que te vaa pesar…

Y después que hicieron la siesta, quevalga la verdad que estuvo muy bacana,se remontó mi amo a las nubes y se vaapareciendo en medio de qué acabe demundo, con tronamenta y rayos yrelámpagos y centellas, que eso parecíala hora llegada, y sí fue cierto que nodio un brinco la pobre Semele: a loscinco minutos ya se estaba volviendochicharrón; y cuando mi amo Júpiterempezó a sentir ese olor a chambuscadovoló a salvarla, pero ya era tarde;

apenas logró sacarle el muchachito, queya tenía seis meses de encargado.

Entonces sacó él una perica quecargaba en el carriel y se hizo unarajadura honda en el muslo, y ahíacomodó a su hijito y con una aguja dearria se volvió a coser, y ahí siguiócreciendo el niño como si tal cosa.

Y a los nueve meses precisos,cuando pidió salida, volvió a sacar superica don Júpiter, y se hizo la cesárea,y así fue como nació Baco, que losgriegos llamaban Dionisos.

Júpiter le dijo entonces a Mercurioque fuera a comprar unos pañales deesos desechables y que lo envolviera

bien y se lo llevara a las ninfas Nisas paque lo criaran.

Y con ellas se crió, y muy alentado yquerido que resultó el mucharejo. Ycuando ya estaba crecidito no lo sacabanadie del monte, andaregueando ycazando cuanto animalejo se leatravesaba.

Pues en una de esas andanzasalcanzó a ver por allá escondida unamatica que le llamó la atención, y laarrancó con mañita y la sembró en unhuesito de pájaro que había ahí tirado.La matica empezó a pelechar, y cuandoya el huesito le quedaba estrecho cogióBaco y la trasplantó pa otro más grande,

que era el de un león que él habíamatado.

Pues me han de creer que lamaldinga mata siguió creciendo contanto vicio que a lo último ya tampoco lecabía el raicero en el hueso de león, ytuvo que pasarla pa un calambombo deburro, y de ahí sí no la volvió a mover.

Y ¿saben ustedes qué mata era ésa?Pues nada menos que una uva de parra,que era la que lo iba a volver famoso aél, porque de ella iba a salir el vino.

Y por eso le han buscado susignificado a la historia de los treshuesos. Pongan cuidado: cuando uno setoma los primeros tragos y se pone

copetón se vuelve hágase de cuenta unpajarito: todo contento, que no cabe enel pellejo, cantando y silbando. Sigueuno tomando y a las pocas matas sesiente más macho y más guapo que elque le suelten, y cree uno que es un león,y se le mide a cualquiera. Pero vaya ysiga tomando trago pa que vealo quepasa: al rato ya está fundido de la rasca,y se vuelve uno hágase de cuenta unburro. Y le da hasta por tocar campana.

75: Baco

Pues cuando la mata echó racimos yse maduraron le dio a Baco por hacerdizque un experimento: los exprimió enuna totuma y dejó que eso se fermentarabien, y cuando estuvo en su punto probóy le gustó ¡y se pega qué copetoneada!Cómo sería, que salió atajando pollos abuscar compañeros pa darles a probar elinventico, y al primero que se topó fue aSileno.

Este era un sátiro viejo que lo habíaeducado a él, y por eso lo quería mucho:era un viejito calvo, ñato, barrigón, muy

querido, que después que conoció elvino vivía a medio pelo, montandosiempre en un burrito.

También invitó Baco a otros sátiros,que eran una revoltura rara: eranhombres de la cintura pa arriba, perotenían patas de chivo, y eso que losdistinguía como machos lo mantenían¡atención fir!, y tenían una cola larga,como de caballo.

Llamó también a las bacantes, queeran unas muchachas muy lindas que semantenían achispadas, y todo lo que seponían encima era un mero camisón deetamina, que es lo mismo que hubierasido de celofán: tan buena divisa tenía.

En la cabeza se ponían una corona deramas y en la mano llevaban el tirso, queera una varita adornada con un gajo deenredadera. Y hacían unos escándalosdel carajo.

Pues me han de creer ustedes queaunque él se crió por allá en ese monte,donde no lo conoció ninguno de losdioses, con todo y eso, yo no sé cómoinflemos hizo la fregada de vieja celosade Juno pa darse cuenta de que era elhijo de Semele, que ella creía que sehabía muerto antes de nacer, y enseguida se la juró. Porque ella no letoleraba al gallinazo de marido quetenía, ni mozas ni hijos que no fueran de

ella. Así que, como castigo, enloquecióal pobre Baco, y entonces, ya como unacabra con balaca en las tetas, vasaliendo él feliz y dichoso con sutracamánada de sátiros y bacantes,dizque a buscar la vida y con quiéncasarse.

En una de esas andanzas pasó por latierra de uno que se llamaba Icario, quele dio posada y los atendió muy bien, ypor eso Baco, cuando se fue a despedirde él, en agradecimiento le enseñó acultivar la vid y a preparar el vino. Asíque cuándo Icario ensayó la primerasaca, a ver cómo le había quedado,mandó llamar a los peones, que estaban

en el corte, y les dio a probar, y al cabodel rato, después que cantaron ybailaron y rochelearon como estudiantescosteños, les va agarrando casinada demareo, y vomitaron hasta las tripas, ycreyendo que era que Icario los habíaenvenenado lo cogieron entre todos y lodejaron tieso, como mañoso cuando lerinden cuentas. El cuerpo lo escondieronentre un rastrojo y se largaron.

Resulta que Icario tenía una hija quelo quería mucho, que se llamabaErígone, que se volvió medio locacuando pasaron los días y los días y elviejo sin aparecer, hasta que una nochese le presentó él en sueños y le dijo que

fuera a buscarlo y a enterrarlo pa dejarde penar. Ella salió, acompañada de unaperrita que tenía que se llamaba Mera, yanduvo por esos montes buscando elcadáver de su papacito y nada que dabacon él, hasta que por fin desesperada sequitó las enaguas y con ellas se ahorcóde un palo que estaba cerquita delcuerpo de Icario. Al otro día pasaronpor ahí unos caminantes y los enterrarona los dos. La perrita se quedó al lado,chillando lo más de triste hasta que semurió, ¡Cito el animalito!

Habíamos dejados Baco, que ibacon su tropa de sinvergüenzas haciendoescándalo por donde pasaba, y que en

una de esas llegó a Tebas, donde en eseentonces estaba Penteo de rey. Alláarmó Baco las bacanales, que eran comoun carnaval de Rio de Janeiro, con esamanada de bacantes alborotadas, con lapata alzada y bramando como vacas yformando el escándalo más espantosodel mundo. Esa era mucha recocha ymucho bochinche. Tanto, que Penteo lesdijo que se largaran pa los infiernos consu tagarnia, que le iban a echar a perderel reino; pero como castigo, a él fue alque volvieron picadillo las mismasbacantes.

Lo del matrimonio de Baco conAriadna ya se los conté cuando

hablamos de Teseo, que la dejóabandonada por allá en la isla de Naxos.Repasen, repasen.

Otra aventura fue la de los piratas.Resulta que una vez estaba él soloparado en una barranca a la orilla delmar, panorando el contemplama, cuandoen esas pasó por ahí un barco de piratas,que apenas los vieron, dijeron:

—Aquel man que está allí tan bienplantado, hasta plata tendrá, según lafacha. Secuestrémolo y pidamos por losmenos veinte millones.

Y así fue que le echaron mano y lohicieron subir al barco, pero élenseguida hizo que los remos de los

marineros se volvieran culebras, y quecreciera una uva parra que se enredó entodos los palos, y él se convirtió en leóny empezó a gruñirles y ellos aterrados setiraron al mar y se volvieron delfines, yla campana del barco empezó a sonarsola, a toda, como si estuviera tocandoincendio.

76: Midas

El domingo les hablé de Sileno, eseviejito barrigón y calvo, que había sidosátiro y maestro de Baco, que siempre loacompañaba en sus parrandas, a mediacaña y montado en un burrito.

Pues, una vez que iba Baco con sutropa de sátiros y bacantes armando unescándalo de todos los demonios,Sileno, todo rascadito, se les apartó delcamino y se tiró a dormir la perra en unrosal florido muy lindo que había a unlado, y allá lo encontraron profundo loscuidanderos del rosal, que eran unos

criados del rey Midas, y lo amarraroncon bejucos y se lo llevaron a su amo.

Este Midas era el rey del Bromio, yera hijo de una diosa muy importante yun sátiro, y él era el que había hechosembrar ese rosal, y cuando supo que elque le habían llevado era el sabioSileno, mandó que lo cuidaran bien yque le dieran una muda de ropa limpia yque lo acomodaran en la pieza delforastero. Y por la noche juntó toda lafamilia en el corredor de afuera y losentó a él en un taurete recostado a lapared y le pidió que les contara cosas detantas que él sabía.

Sileno les echó un mundo de cañas,

como ésta: que por allá en un país muylejos había dos quebradas que comanjuntas: que a la orilla de la primeracrecían unos árboles que a los quecomían las frutas que echaban les dabapor llorar a moco tendido, y quejarse yberrear como si les estuvieran sacandouna muela con dolor, y que en cambio,los que comían las frutas de los árbolesde la orilla de la otra quebrada ibanretrocediendo en años, y así el que eraviejo se iba volviendo maduro, ydespués joven, y después piemipeludo ydespués muchacho chiquito y despuésniño de teta, hasta que por findesaparecía del todo. (¡Hasta buena que

será esta vida al revés!)Y así les contó todas las noches un

montón de historias que por fin se lesllegó la hora en que Midas tuvo quedespacharlo pa donde Baco, con dolorde su alma, porque si por él hubiera sidolo había dejado ahí en su palacio,porque era un viejito muy gracioso ymuy buen cachador.

Cuando Baco lo volvió a ver se pusomuy contento y fue donde Midas adecirle que le pidiera lo que quisiera,que él se lo concedía, como premio porhaberse manejado tan bien con el cucho.

¿Y, saben ustedes qué le pidió Midasa Baco? Poquito angunioso es que era:

pongan atención a lo que le dijo:—Pues, mi estimado don Baco:

como dicen que por la plata baña elperro y por el oro el perro y la perra, yome voy por el oro. Si me va a concederalgo, que sea que todo lo que yo toquese vuelva oro.

—Concedido- le contestó Baco.Y así fue: porque a la hora de

almuerzo, cuando fue a servirse elsancocho, el plato y la cuchara se levolvieron de oro, y cuando le fue aechar mano a la presa, ¡quién dijo!: unchicharrón de oro. Y así las yucas, y laspapas y todo; de manera que se quedósin probar bocado. Ya por la tarde,

muerto de la sed, mandó que le trajeranuna totumada de agüepanela con limón, yno fue sinó tocar la totuma pa que sevolviera de oro de 24.

Y lo mismo la limonada: puro oromacizo.

Así pasaron como dos días, muertode hambre y de sed, pero eso sí, muybrillante y resplandeciente porque todolo que tenía encima, hasta loscalzoncillos, era de oro. A los dos díasle mandó con un propio una razón aBaco: que le quitara el don que le habíadado, que lo tenía embromado.

Baco le mandó decir que poragalludo le había pasado eso, pero que

fuera a bañarse al río Pactolo si queríavolver a quedar como antes.

Y así lo hizo, y quedó en bola y elrío tan lleno de oro que lo queprovocaba era traer una batea paponerse a mazamorrear.

Midas se había ido pa allá con todasu gente con el ánimo de establecerse enuna tierra mejor, y así fue que llegó aFrigia, que quedaba en lo que hoy esTurquía.

Allá era rey un tal Gordio, que ledio alojamiento y los atendió muy bien.

Resulta que ese Gordio había sidocuando muchacho un montañerito ahí demala muerte, que una vez que iba

llevando una carreta de bueyes llegó unáguila y se le asentó encima de la varacon que él manejaba la carreta, y no fuesino asentarse ahí ese animal paempezar a sonar una campana que nosmochó este cuento.

77: Gordio

Les estaba contando la historia deGordio, que era ahora el rey de Frigia, yque cuando estaba muchacho y no eranadie iba montado en un carro debueyes, cuando se le asentó en la varaque le servía de timón un águila, y nadaque se levantaba de ahí; hasta queGordio, todo intrigado, resolvió echarpal pueblo del Telmiso, en la Frigia,adonde había un oráculo muy seguro, apreguntarle qué significaba esa águila. Yya iba llegando allá cuando se leatravesó una muchacha que era

profetisa, y que apenas vio esa águilaahí encaramada encima de ese palo, ledijo a Gordio:

—Vea, paisanito: tiene que ir ahacerle sacrificios a Júpiter, pero es yamismo. Venga, yo lo acompaño, pa quele queden bien hechos.

Y Gordio le contestó:—Por supuesto, mi reina, ¡Usted sí

que es como bien formal y bienquerida…! ¿Por qué no se casaconmigo?

Y ella casi le arranca la mano.—Yo sí, ¡puuuh! Pero apenas

hagamos los sacrificios.Y resulta que en ésas se murió de

repente el rey de allá, es decir, deFrigia, y no había dejado heredero, y unoráculo había anunciado:

—¡Atención! ¡Atención! Ahí lesviene y aun nuevo rey, con su novia,montados en un carro de bueyes.

Y va entrando esa carreta a la plaza,que por cierto era día de mercado, ytodo el mundo era aterrado viendo esaáguila parada ahí aliabierta como sifuera de un escudo nacional. Ríes nonecesitaron ver más pa nombrar rey aGordio, y él, muy agradecido le hizoentrega del carro a la iglesia de Júpiter,y cogió el timón o palo en que habíaviajado el águila, y pa que no se fuera a

perder lo amarró bien amarrado delyugo con una soga, y le echó un nudo deriñón más enredado que el carajo. Cómole quedaría, que un oráculo dijo que elque lo lograra soltar se volvía dueño detoda el Asia. Al nudo ese le pusieron elnombre de Gordiano, porque lo habíahecho Gordio, y lo cuidaban los curasde esa iglesia como una reliquia, y todoel que llegaba a medírsele, ahíamanecía, porque esa era una trabazónmás enredada que los artículos de la fe.Ese nudo era algo así como el santoestado del matrimonio.

Pues pasaron los siglos y los siglosy nadie lo soltaba hasta que un día se

apareció por allá un muchacho lo másbien plantado y como muy fafaracheroél, y apenas le contaron lo del nudo yque el que lo zafara se adueñaba delAsia, y que nadie había podido hastaentonces, va pelando esa espada y ¡ran!lo partió en dos como cortando unquesito.

Pues han de saber ustedes que esejoven era nada menos que AlejandroMagno, y por cierto que se apoderó delAsia hasta la India: pero en ese tiempono estaban alborotados los palestinos…

Pa que no se nos vaya a enredar estecuento, volvamos atrás.

Íbamos en que Gordio quedó de rey

de Frigia y que allá atendió muy bien aMidas cuando se le apareció con toda sugente, cuando Baco le había quitado lamaldición de volver oro todo lo quetocaba.

Pues sí: Midas se estableció allá yse hizo querer mucho de todo el mundo:tanto, que cuando murió Gordio él fue elque lo heredó, y más se demoró en estaren el trono que en entablar carnavalescada año en honor de su amigo el diosBaco. ¡Malucos que serían…!

Una vez le tocó a Midas servir dejuez en un concurso de música entreMarsias y Apolo. Yo no me acuerdo siya les había hablado de Marsias. Por si

no, les cuento que este era un sileno, quees como decir un sátiro ya viejomachucho, de colmillo jumado, que unatarde, andando por la orilla de unaquebrada, se topó una flautica. Roes estaflautica también tenía su historia: lahabía hecho Minerva, labrándola conuna navajita en un cacho de venado, enuna fiesta que había habido una vez en elOlimpo. Pero se me ocurre que dejemosesta historia ahí, y que le hagamospistola al tal campanero.

78: Marsias

La historia de la flauta del amigoMarsias es la siguiente: la había hechoMinerva una vez en una fiesta que habíahabido en el Olimpo, labrándola de uncacho de venado con una navajita quetenía, y apenas la acabó empezó atocarla, y sonaba lo más de bueno, ytodos estaban encantados oyéndola,menos Juno y Venus, que eran secas dela risa por allá en un rincón, de vercómo se le inflaban de feo los cachetescuando soplaba.

Ella las alcanzó a ver y ahí mismo

dejó de tocar y les preguntó que qué erala risita, y que porqué no iban más biena burlarsen de sus adoradas madres.Ellas le contestaron que no era sinó quese viera ella misma pa que soltaratambién la carcajada: que no fuera aimaginarse que eran cosas de ellas.

Pues esto que le dicen y ella quesale a buscar algún río o quebrada enqué mirarse, porque en ese tiempotodavía no habían inventado los espejos.Y cuando llegó a la orilla de un charcoserenito que había y se lleva a la boca latal flauta y empieza a soplar y se le vainflando esa cara como un sapo, ahímismo aventó a la porra el instrumentico

ese y le echó una maldición al que lorecogiera.

Y resulta que el que lo recogió fueMarsias, que, como les había contado,era un sileno, es decir, un sátiro viejo,que, apenas la vio, dijo:

—¡Eh! Ve qué cosita tan curiosa estáallí tirada. ¿Pa qué servirá?

Y dice a buscarle oficio, hasta quede pronto se la llevó a la boca, yempezó a sonarle tan bueno que ya no lasoltó más, y a la media hora ya sabíatocar La Cucaracha y Adelita.

Y se pega qué enfiebrada mi hombrecon la tal flauta: no la soltaba ni pahacer pipí. Y cuando ya tenía un

repertorio de piezas bien completoresolvió ir a desafiar nada menos que aApolo, que se creía mucho chuzo con sulira. Y fue y le apostó a que la flautasonaba mejor.

Apolo le aparó la caña, pero pusoesta condición: que el que ganara elconcurso podía hacerle al otro lo que lediera la gana.

Nombraron, pues, juez al dios delmonte donde estaban y se agarran losdos a tocar por tumo, y no se sabía acuál le sonaba más bueno, pero lo ciertodel caso fue que el juez le dio el premioa Apolo (sería por lamber), y Apolo ahímismo cogió a Marsias y lo colgó de un

palo y le arrancó el cuero. Sin anestesia,que tampoco la habían inventado. Y ahí,sí pegó el amigo Marsias un berrido másduro que con la flauta. Cómo sería, quea Apolo le dio remordimiento y lo bajódel palo y lo convirtió en un río.

Midas

Y resulta que cuando estaban en elconcurso acató a pasar por ahí el amigoMidas, y cuando oyó el fallo dijo quehabía sido injusto, y que ese juez era unvendido, porque la flauta sonaba mejor.Esto que alcanza a oír Apolo y que saltahecho una fiera gritándole:

—¿Sí? ¿Te pareció muy injusto? Paque dejés de estarte metiendo dondenadie te está llamando, ¡tené! Y leagarró las orejas a Midas y se las estiróhasta que se volvieron como las de unburro.

Y sale ese Midas más confundido

que el Diablo, con su buen par deorejotas y no hallaba con qué tapárselaspa no aparecerse con ellas en el palacio.

Porque, no se les olvide que él erael rey. Pues ahí como pudo se las tapócon la ruana y entró ya a la nochecitapor la puerta falsa y le gritó alpeluquero que lo arreglaba que vinieradonde él, y se encerraron los dos en unapieza a ver si el peluquero lograbaquitarle esas hijuemadres orejas; pero¡quién dijo!: apenas las medio picócuando empezaron a salir dos chorros desangre como dos canillas, y ahí como sepudo se la estancó con café en polvo, yno tuvo Midas más remedio que mandar

a hacer un gorro de esos puntudos queles pintan a las brujas, y se loencasquetó y mandó publicar un bandodiciendo que esa era la última moda. Yqué tan pendeja será la gente, que a lospocos días ya andaban todos loscachacos por la calle con su mocho degorro puntudo, que no se cambiaban pornadie.

El peluquero sí se mantenía muyconfundido porque él era el único quesabía el secreto y Midas lo teníaamenazado de muerte si se lo contaba aalguno.

Y ese hombre con una gana decontarlo… ¿oye? Pero no se atrevía.

Hasta que un día no se aguantó, y dijo:—¡Eh! Yo le voy a contar esto

aunque sea a la Tierra. Ella es muyreservada y no cuenta nada de lo quesabe.

Y salió pa un solar vecino y seagachó y metió la boca adentro y dijopasitico:

—Midas tiene orejas de burro.Y volvió a tapar con tierra el hueco,

y se fue muy tranquilo pa su peluquería,.Pero cómo es la vaina esa de que un

secreto no se le puede contar a nadieporque se riega, y, como decía miabuela: secreto de dos, secreto de tres:secreto de tres, de todos es.

El caso es que en ese solar, queestaba vacío, resolvió el dueño sembrarcañabrava, y una de las matas acató anacer en el mismo punto donde elpeluquero había soltado el secreto, asíque cuando creció la caña y el auramatutina le mecía las hojas blandamente(¿qué tal de inspirado les parezco?) ensu murmullo decía:

—Midas tiene orejas de burro.Lo que sí no sonaba allá era ninguna

campana.

79: Agamenón yClitemnestra

Vamos a seguir hoy con la historiade Agamenón y Clitemnestra, que lahabíamos dejado empezada hace muchotiempo. Como estoy seguro que ya ni seacordarán de estos, vamos a repasar loque les había contado el año pasado.

Acuérdesen que Agamenón, que erael jefe de los griegos que se habíanembarcado pa la guerra de Troya, sehabía casado con Clitemnestra, y que ladiosa Diana le había ordenado a élque… Mejor les repito lo que les conté

esa vez, que no es ni tan largo quedigamos.

Estaban los barcos listos pa salir,pero nada que soplaba el viento, yentonces Agamenón, desesperado,mandó a llamar al adivino Calcas a quele explicara cómo era la movida: quéhabía que hacer pa que venteara ypudieran salir esos barcos, que erantodos de vela. Y el viejo adivino le dijoa Agamenón:

—Lo que ocurre, su Sacarrial, esque el otro día, cuando usted, en unacacería, mató una venada y salióchicaneando y diciendo que ni Diana, ladiosa de los cazadores, le hubiera

pegado el primer flechazo en todo elmango, como usted lo hizo, esto quellega a oídos de la diosa y que dice quecomo castigo no iba a dejar que ventearahasta que usted no le sacrificara a ella lamás bonita de sus hijas. Que, como ustedsabe, es Ifigenia, por cierto la ñañasuya.

Y Agamenón no se atrevía a mandarpor su muchacha pa matarla; pero comonada que llegaba el viento y esosgriegos estaban todos desesperados, quequerían arrancar ya pa la guerra, al fintuvo que mandar por ella, con dolor desu alma. Y ella que llega y él que se lalleva pal templo donde hacían

sacrificios, y la extiende amarradaencima de ese poyo, y ya le iba a clavarel cuchillo cuando en esas le dioremordimiento a Diana, que llegóinvisible y le echó mano a Ifigenia y sela llevó por el aire, y el cuchillo se levino a enterrar fue a una venadita queapareció ahí amarrada de patas y manos.

Resulta, pues, que Diana se llevó aIfigenia pa un país que se llamabaTáuride, y la colocó de sacerdotisa en eltemplo que ella tenía allá, y el oficioque le puso era el de matar a todo cuantonáufrago forastero llegara allá a pedirposada.

Pues una vez se le aparecieron un

par de peregrinos, que eran nada menosque Orestes, que era el hermano menorde ella, y un amigo de él que se llamabaPílades. (Pa que no se les olvide elnombre de éste imagínense que en laescuela lo mantenían fregado loscompañeros preguntándole: ¿quién tepuso las pílades?)

Pues Ifigenia reconoció ahí mismo asu hermano lo, aunque lo había dejadomuy chiquito, y resolvió volarse conellos dos. Y a ella no la vuelve a mentarla historia.

Los hijos más conocidos, o másmentados, al menos, de Agamenón yClitemnestra eran Ifigenia, Electra y el

muchacho ése Orestes.Volviendo atrás: cuando Agamenón

salió pa la guerra dejó cuidando a sumujer a un amigo de él, que era viejo ypoeta pa acabar de ajustar, que sellamaba Demódoco. PorqueClitemnestra estaba como mango, yAgamenón era más celoso que Danielefeel de Jericó. Ustedes no saben quién eraéste, pero imagínenselo. Y razón no lefaltaba al amigo Agamenón, porque nofue sinó salir él pa que se le plantara alpie de ella un tal Egisto, que no ladejaba ni a sol ni a sombra,gallinaceándola y mandándole regalos yboleticas y echándole el cuento de mil

maneras. Pero pa eso estaba ahíDemódoco, de modo que ahí manecíaEgisto y no lo probaba.

En esta mitología ocurre mucho queviene uno contando una cosa y seatraviesa otra que interrumpe y tiene unoque contar esta cosa nueva pa que seentienda lo que sigue. Así pasa ahora,que les voy a tener que contar quién erael tal Egisto.

Egisto

Resulta que en Micenas vivían enotro tiempo dos hermanos que sellamaban Aireo y Tiestes. Vivían muybien, hasta que un día resolvió Atreodesterrar a su hermano y matarle loshijos. Quién sabe qué le habría hechoTiestes, y éste no veía la hora devengarse de Atreo, pero no hallaba lamanera, hasta que un oráculo le dijo queel único que lo vengaría sería el hijoque él tuviera con su propia hija.

La hijita de Tiestes se llamabaPelopia. Pues una vez que salió lamuchacha a ofrecer un sacrificio, cuando

ya iba de vuelta pa la casa, ya por lanochecita que no se distinguía nada, lesalió al borde del camino su queridopapacito, y sin darse a conocer nipedirle permiso la encunetó y en un dospor tres le hizo el mandado. Peromientras estaban en la faena llegó ella yle sacó la espada de la vaina y laescondió, sin que él se diera cuenta, enuna ruana que llevaba.

A los nueve meses, cuando le nacióel muchacho, ella lo abandonó en elmonte, sin saber de quién era hijo. Unospastores lo recogieron y lo criaron conleche de cabra, y por eso le pusieron pornombre Egisto, que en griego quiere

decir algo como de cabra.Pasó el tiempo y una vez en unas

fiestas conoció Atreo a su sobrinaPelopia, la mamá de Egisto, y, sin tenerni idea quién era ella, se pegó unatragada tan horrible que no tuvo másremedio que casarse con ella. Al pocotiempo de casados mandó Atreo abuscar a Egisto, porque cuando él notóque se la habían estrenado, le hizoconfesar que ella había tenido esemuchachito, y que lo había dejadoabandonado en tal y tal parte, porque nisiquiera sabía de quién era.

Y lo trajeron y lo criaron entre losdos, y cuando creció lo mandó Atreo a

que fuera a buscar a Tiestes, pa que lomatara. Yo no me explico por qué Atreole tenía tanta tirria al pobre Tiestes. Locierto del caso es que Egisto fue, y loencontró, y lo trajo, y ya le iba a mandarel guascazo con esa espada, que se lahabía regalado su mamá, cuando… sonóla campana.

80: Egisto

Pues sí: Egisto le iba a mandar elguascazo con la espada de Tiestes, queera el papá de él, pero él no sabía. Y loiba a matar porque lo había mandadoAtreo, que era tío de él y que lo habíacriado.

Y cuando Tiestes vio esa espada lareconoció como laque se le habíaperdido a él hacía años, y le preguntó aEgisto que de dónde la había sacado, yél le dijo que se la había regalado sumamá.

Entonces Tiestes le dijo que quería

conocer a su mamá, y la mandaronllamar.

Y llegó Pelopia, y Tiestes la conociócomo la hija de él, con la que habíatenido un hijo, que venía a ser Egistoprecisamente.

Entonces Tiestes les contó a los dos—a la mamá y el hijo— todo el cuento:que era que un oráculo le había dichoque el único que lo vengaría de suhermano Atreo, que lo mantenía jodido,era el hijo que tuviera con su propiahija, y que por eso Egisto venía a serhijo y nieto de él, y que le pedía quefuera ligero a matar a Atreo.

Apenas oyó Pelopia esa historia tan

horrible, de que ése era el papá de ella yera el que le había metido esemuchacho, le arrebató la espada a Egistoy se la clavó ella misma.

Entonces Egisto se la sacó, todaensangrentada, y salió en busca de Atreopa acabar con él, y lo encontró haciendoun sacrificio de gracias porque creía queya Tiestes estaría muerto, y el muertovino a ser él, que no dio un brincocuando Egisto le clavó esa casinadita.

Agamenón y Clitemnestra

Sigamos ahora con el cuento quetraíamos. Que era que Agamenón,cuando salió pa la guerra, dejó al viejitoDemódoco cuidándole a Clitemnestra,no fuera a ser que algún desocupado seantojara de ella, que en verdad era de lomejorcito que se ensillaba en ese reinode Micenas.

Y, como les contaba: Egisto, que nose había ido pa la guerra, dice agallinacear a Clitemnestra y a acosarla,y a buscarle la caída, pero comoDemódoco no la despintaba ni cuandoella salía pal baño, yo no sé cómo hizo

Egisto pa deshacerse de él: lo cierto delcaso es que el viejito no se volvió a verpor esos lados.

Y a los pocos días ya estaban Egistoy Clitemnestra —en confianza, Egis yClite— en la luna de miel másmelcochuda que ustedes se puedanimaginar. ¿Y saben cuánto les duró? Labobadita de siete años.

Pero como no hay plazo que no secumpla ni deuda que no se pague, sellegó la hora en que la guerra de Troyase acabó, y apenas llegaron a Micenaslos runrunes de que ya Agamenón veníapor ahí, esto que oyen Egis y Clite y quearman un plan pa deshacerse de él.

Y fue éste: cuando ya venía él porahí como a unas dos leguas, salió arecibirlo una cabalgata como pal tope deun obispo, y era que la mandaba Egistopa darle la bienvenida. Y fue entrando élal pueblo por entre arcos de guadua muyadornados, como los de Corpus, y enmedio de voladores y con la bandaentonada tocando pasodobles a lo quedaba.

Esa noche le tenían preparado ungran banquete, que comparado, el festínde Baltasar era una merienda. Pues enmedio banquete, cuando estaba mi amoAgamenón agarrado de un mocho demuslo de pollo, va llegando por detrás

su adorada costilla, como en ademán deabrazarlo y lo que hizo fue enterrarlequé estaca de cuchillo tres rayas. Nodijo ni pío.

Y Egisto por allá detrás de unacortina, aplaudiendo pasitico.

Abreviemos, porque esto está comomuy trágico y muy largo.

Electra, que era la segunda hija deAgamenón y Clitemnestra, apenas se diocuenta de que su mamá había matado asu papá, al que ella quería tanto (¿no hanoído hablar ustedes del complejo deElectra? No crean que yo no sé qué es);que ella lo quería mucho, y juró que sevengaba.

Pues lo primero que hizo fue echarlemano a su hermanito Orestes, que apenasestaba polligallo, y lo mandó lejos, acasa de unos amigos, antes que tambiénse lo fueran a berrear.

Ella sí se tuvo que quedar en esepalacio, porque la encerraron a trabajarcomo una sirvienta. Pero esperó calladala boca a que Orestes se acabara decriar, y lo hizo venir, y entre los dosmataron a su corrompida madre y albellaco ese de Egisto.

¿Cuántos hemos matado hoy? Yo nohe llevado la cuenta. Creo que lo mejores que toquen ligero ya esa campana aver si acabamos con esta matazón.

81: Aconcio

Pues, muchachos: esto ya estátocando a su fin. Voy apegarle unarepasadita al libro, desde la A, a verqué personaje se me quedó por fuera.También les pido que me digan siquieren que les aclare algún punto o queles hable de otros que se me pasaron poralto.

Vamos a ver hoy, por ejemplo, aAconcio. Apuesto a que no lo habíanoído mentar.

Pues ese era un sardino de la isla deCeos que una vez que fue a unas fiestas

de Délos alcanzó a ver entre la gente auna pipióla muy querida que ibaacompañada por una vieja. El las fuesiguiendo disimuladamente, porque se lemetió en la cabeza que ese bizcochitotenía que ser pa él.

La muchacha y la vieja no se dieroncuenta que él las iba siguiendo yentraron al templo de Diana anovelerear un sacrificio que le estabanhaciendo a la diosa. Se me olvidabadecirles que la sardinita se llamabaCidipe.

Estaba ella, pues, sentada muydisimulada viendo el sacrificio, cuandoen ésas ve la vieja que llega rodando

hasta el pie de ellas una manzana muybonita. La vieja la recogió y se la pasó aCidipe. Resulta que en ella había escritoAconcio, con una navajita, este letrero:

«Juro por Diana que me casaré conAconcio».

La muchacha leyó duro el letrero,pero apenas se dio cuenta de lo quehabía escrito botó a la porra esamaldinga fruta. Pero ya pa qué. Y ahabía hecho un juramento que la diosahabía oído, y lo tenía que cumplir.

Al otro día se acabaron las fiestas yAconcio se tuvo que volver pa su tierra,sin haber logrado hablar con Cidipe.

Por ese tiempo le estaba armando a

ella el papá matrimonio con unmuchacho de la jai: pero cuando ya seiba llegando el día de la boda seenfermó ella de una enfermedad lo másrara, y no levantaba cabeza, y tuvieronque suspender la fiesta. Y esto pasóotras tres veces: cada vez que se iballegando el día del casorio, caía a lacama.

Pues Aconcio que sabe esto y quearma viaje pa Atenas, que era dondevivía la muchacha, y allá no hacía sinoaveriguar por ella día y noche a todo elmundo, desesperado, hasta que el papáde ella se dio cuenta y le mandópreguntar a un oráculo que qué era la

vaina, y el oráculo le contestó que loque pasaba era que Cidipe estabaamarrada a ese muchacho por unjuramento a Diana, y que la rabia de ladiosa la castigaba cada vez que iba afaltar a él.

Entonces el taita de Cidipe mandóaveriguar qué clase de gallo era el talAconcio, y si era de buena familia, ycuando quedó contento con los datos quele trajeron, los casó, y ellos fueronfelices y comieron perdices.

Y creo que hasta la manzana se lacomieron.

Céfalo

Vamos a ver si alcanzo a contarlesen esta clase la historia de Céfalo. Esteera uno de los tantos héroes de laMitología, que tiene más héroes que lahistoria patria.

Este Céfalo se había casado con unaProcris, pero resulta que él no le teníamucha confianza porque era muy celoso.Tanto, que una vez le dijo que salía pauna correría y lo que hizo fue disfrazarsey se le apareció al otro día en figura deun forastero muy buen mozo y platudo, yempezó a gallinacearla y a nodespintarla ni a sol ni a sombra, y ella a

negársele pero al fin, viendo que elmarido no aparecía, ella le dio el sí. Yahí mismo se dio él a conocer. Ella, demiedo y de vergüenza, se enmontó, y¡ojos que te vuelven a ver!

Entonces a Céfalo le dio comoremordimiento de la canallada que lehabía hecho y salió a buscarla, yhicieron las paces y siguieron viviendobien.

Pero, cómo les parece que al pocotiempo, viendo que Céfalo se manteníaen cacerías en la montaña, a la que ledieron celos fue a Procris, porque elpeón de estribo de él le había dicho quecada que él acababa su cacería

empezaba a llamar una tal Brisa a queviniera a quitarle el calor, que lo estabamatando.

Pues una tarde salió ella a pistearloy cuando sintió que él andaba por ahícerquita se escondió detrás de una mata,pero con tan mala suerte que él sintió elruido que hizo ella al esconderse y ahímismo le disparó una flecha mágica queno erraba pipo y le pegó en toda lapechuga, y cuando ella empezó aagonizar llegó él a ver quién era yalcanzó a explicarle que la Brisa que élllamaba no era sinó el viento.

Que no fuera bobita; que él no se lajugaba con nadie; que por amor de Dios

no se fuera a morir. Pero ya era tarde.Ya estaba boqueando. Ni siquieraalcanzó a oír la campana.

82: Enómaco

Hoy será hablarles de Enómaco.Este era un rey de Pisa que tenía la

hija más linda que ustedes se puedanimaginar. Cómo sería que el mismo taitase enamoró de ella desde que la vio deuso. Y por esa época empezaron apresentársele pretendientes a dos manos,medio locos de tragados de semejantereina de belleza, que se llamabaHipodamia. Y cada uno de ellos leofrecía a Enómaco hasta pajaritos deoro pa que se la soltara; pero como elviejo también estaba derretido por ella,

pa no dejarse conocer el cobre, pero almismo tiempo desengüesarse de ellos, ledecía a cada uno que sí, que cómo no,pero que tenían que apostar con él unacarrera de carros de caballos, y siganaba el muchacho podía alzar conella, y si no, que se tuviera fino porqueno le iban a volver a dar dolores decabeza.

Y se armaba la carrera. Enómacodejaba que el pretendiente arrancaraprimero, y mientras tanto él se ponía contoda pachocha a sacrificarle un ovejo aJúpiter, y apenas cuando se acababa elsacrificio arrancaba él. Ya el otropendejo iba lejos, pero en tres voliones

lo alcanzaba Enómaco, porque lo quepasaba era que los caballos de él eraninvencibles, que se los había regalado eldios Marte. Así ¡valiente gracia!

En todo caso, eso era pa ya que loalcanzaba y le echaba mano de lasmechas y se lo llevaba al verdugo a quele mochara la cabeza.

Y resulta que un día llegó allá unmuchacho muy tumbador, que se llamabaPélope, y no fue sino que Hipodamia loviera pa quedar locamente enamoradade él, y breve, breve lo llamó aparte y ledijo;.

—Ve, Pélope: si a lo que venís voses a pedirle mi mano o cualquier otra

parte de mi cuerpo a mi papá, seguroque te pone a apostar una carrera decarros con él, y fijo que te gana. Y lograve no es eso sinó que al que pierda lemocha la cabeza y la clava en unaguadua pa adornar el jardín del frente dela casa. Ya tiene doce en fila. Y él meobliga a ir montada con vos en el carro,pa que quede más pesado y pa que tedistraigas de la emoción de estar al ladomío. Pero aceptale y corré tranquilo, queyo sé cómo hago mi modo y mi mafia deque no te pase nada.

Y lo que hizo fue que mandó llamara Mirtilo, que era el que le alistaba elcarro a Enómaco, y que también le

mantenía mucha gana a ella, y le dijoque si hacía de modo que el carro delviejo le fallara, le daba una pruebita delo que tanto le había pedido.

Esto que me le dice a Mirtilo y élque sale volando pa la pesebrera acambiarle al carro la cuña de palo deuna de las ruedas por una de cera,igualitica a la vista, así que cuando semontó Enómaco, después de su santosacrificio y arrancó a alcanzar a Pélope,no había andado una cuadra cuandoempieza a derretirse esa cera y de unmomento a otro sale esa rueda disparaday se va ese carro deslizado de mediolado y el viejo arrastrado por ese

arenero, con la funda enredada en esemanojo de riendas… Mejor dicho… Noquedó ni el pegado.

Así pues que el amigo Pélope acabómuy feliz su carrera y le echó mano a suHipodamia y por ah i derecho salieronen ese mismo carro pa su luna de miel,que no veían la hora de empezarla.

Pero lo malo fue que Mirtilo se lesfue pegado, porque él quería cobrarse loque le había prometido Hipodamia; y enel camino, en una parada que hicieron sefue Pélope a traer agua a una quebradita,y Mirtilo aprovechó pa cobrarle aHipodamia lo prometido, así de afánantes que llegara Pélope. Ella le dijo

que no: que eso así a la carrera no se lesacaba gusto; que esperara que llegarana la casa, que allá sí lo hacían con calmay bien saboreado.

Y en estas llegó Pélope, ¿y saben loque hizo Hipodamia? Ponerle la quejade que Mirtilo la iba a violar, y entoncesagarra Pélope un garrote y lo dejó tiesoy lo arrastró hasta una cuneta.

¿Cómo les parece la fierita deHipodamia y la encartada que se pegócon ella el amigo Pélope?

El remate de este cuento es que,cuando volvieron al reino, quedaron dereyes ellos dos y, como pa borrar lacochinada que le habían hecho a

Enómaco, ordenaron una novena muysolemne por su alma y fundaron en suhonor los Juegos Olímpicos, que sehacían cada cuatro años, y que todavíaestán funcionando. Esto por hoy, porqueno se demoran en venir a jalarle el rejoa la campana.

83: Eolo

¿Se acuerdan ustedes de Eolo, aquelrey de los vientos que le regaló a Ulisesun taleguito donde estaban metidos todoslos vientos de las tempestades, y que leadvirtió que cuidado con ir a abrirloporque se lo tragaba la tierra —o mejordicho, el mar— con esos ventarronessueltos, pero que los marineros loabrieron y eso fue la hora llegada?

Pues les voy a contar quién fue eseEolo. Era nieto de otro Eolo.

En esas familias como que les diopor ponerlos Eolo como los Aurelianos

de Cien Años de Soledad.El Eolo abuelo tuvo una hija que se

llamaba Melanipa, de la que se antojó eldios Neptuno una vez que la gateóbañándose en el mar en pura almendra.

Ella trató de resistirse, pero él leechó un cuento muy reforzado. Le decía:

—No, bizcocho: no te hagás laremilgada, que con eso lo único queconseguís es quedarte solterona ytraumatizada. Fijate y verés que aquí enla Mitología todas son muy liberadas.Que no vayan a creer las feministas delsiglo veinte que ellas van a ser lasinventoras de la liberación. Ahora,pensalo bien: ¡cómo te parece la

humillada que les pegarás a tus amigascuando tengás un muchacho que sea hijode un dios…!

Y le echó como media hora decarreta hasta que ella no tuvo de otraque darle la prueba de amor. Y por ahíderecho quedó, y a su debido tiemporesultó con su buen par de mellizos. Aluno lo puso Beoto y al otro Eolo, comosu papá, pa lamberle a éste a ver si no lehacía nada, porque ella había sabidodisimularse la barriga con esas fundastan anchas que usaban en ese tiempo.

Pero al nacer los culicagaditos sí sedio cuenta el viejo y se pega quéembejucada, ¿oye? A Melanipa le untó

una cosa en las vistas, que quedó ciega—en ese tiempo no se decía invidente—y la encerró en un calabozo, y mandóque a las dos criaturas las llevaran palmonte y las dejaran botadas allá.

Pero mi Dios es muy grande. ¿Sabenquién empezó a criarlos? Una vaca. Yono sé cómo hacían ellos pa alcanzar apegársele a la ubre, pero lo cierto delcaso fue que unos pastores losencontraron una vez en ésas, y se losllevaron pal rancho de ellos.

Por ese tiempo estaba de rey enIcaria, que era una tierra vecina, un talMetaponto, y la mujer de él, es decir lareina, se llamaba Teano (¿no cierto que

parece nombre de hombre?). Pues estapareja no había logrado tener hijos,aunque era mucho lo que le habíanbregado, en todas las formasimaginables… ¡y nada! Y en vista deque Metaponto se mantenía muyaburrido por no tener heredero, y leechaba la culpa a ella, y no hacía sinódecirle “vieja horra’ y que la iba acambiar, entonces ella se hizo la queestaba en embarazo y se sonsacó a unospastores pa que le consiguieran unmuchachito que ella pudiera pasar comode ella. Y da la casualidad que lospastores eran los mismos que habíanrecogido a Eolo y a Beoto, y se los

llevaron a Teano.Como el rey Metaponto estaba desde

hacía varios meses en una guerra porallá al otro lado del mar, cuando volvióy se encontró su par de mellizos bienalentados y bonitos, se puso güete.

Ahora viene lo maluco. Quién sabequé tratamiento se hizo Metaponto porallá al otro lado del charco: lo cierto delcaso es que cuando volvió a la casa, alos pocos días ya estaba misiá Teanoasada en vara (por no decirembarazada), y a los nueve meses sedejó venir con otro par de mellizos.

Y fueron creciendo juntos, comohermanos, los cuatro muchachos, hasta

que cuando ya estaban piernipeludosresolvió Teano contarle a los hijos deella que Eolo y Beoto no eran nada deellos: que salieran como pa una caceríay que por allá en el monte los mataran.Porque a esos era a los que estaba másapegado Metaponto, porque eran muypintas y muy queridos, y que de prontolos dejaba de herederos y ellos, que síeran los hijos de verdad, se quedabanviendo pal páramo.

Salieron, pues, pa la cacería, y alláen medio monte le buscaron pleito loshijos de Teano a Eolo y a Beoto, perocon tan mala suerte que estos fueron losque mataron a los otros. Y salieron

volados a buscar refugio donde lospastores que los habían recogido a elloscuando estaban recién nacidos.

Pues una tarde se apareció por alláNeptuno, y como era dios los reconocióy les dijo que él era el papá de ellos, yles contó que la mamacita de ellosestaba encerrada en un calabozo; quefueran a sacarla y que se la trajeran paél devolverle la vista, porque la habíanenceguecido.

Y así lo hicieron, y muy contentos yalos dos muchachos con su mamacitaMelanipa que ya veía, la llevaron dondeMetaponto, que lo querían mucho porquehabía sido más que un papá pa ellos, y

le contaron el crimen que habíaplaneado Teano pa matarlos. EntoncesMetaponto mandó pa la porra a laporquería de Teano, y él se casó conMelanipa, y colorín, colorado estecuento se ha acabado, pues la campanaha sonado.

84: Eos

La primera es la de Eos, que es laAurora. Esta era hermana de Helios y deSelene, como quien dice, del Sol y laLuna. Esta era la que le abría la puertaal Sol por la mañana, pa que saliera ensu carro a hacer su correría diaria.

Era muy enamoradita la muchareja, yuna vez que se encontró con Marte nofue mucho lo que éste le tuvo que rogar,pero con tan mala suerte que Venus, queen ese tiempo era la moza de Marte, sedio cuenta. ¿Y saben el castigo que lepuso? Que viviera enamorada por toda

la eternidad. Amén. Pa que supiera loque era bueno.

Y empieza esa mujer —o, mejordicho, diosa— a buscar hombres, odioses, o lo que fuera. Al primero queraptó fue a Orión, que era un gigante porel estilo de un basketbolista ruso queanda por ahí, que dizque lo alimentancon cauchera y la comida le llegavinagre.

Pues ese Orion fue el primero, perono le duró mucho, porque breve, brevese cansó de él y entonces le clavó el ojoa Céfalo.

A ese Céfalo lo conocimos no hacemucho: no me vengan a decir que ya no

se acuerdan de él: pues el marido deProcris.

De este también se aburrió y locambió por Titono. Este sí le puso eltatequieto y ya no volvió la amorosa Eosa voltear a ver a ningún otro.

Cómo sería la traga que se pegó coneste, que fue donde Júpiter a suplicarleque se lo volviera inmortal. Y tanto fuelo que jorobó al patrono del Olimpo,que él al fin le concedió el don de lainmortalidad.

Pero lo malo fue que la boba de Eosno acató a pedirle también que no se leenvejeciera, así que a medida que ibanpasando los años se le iba volviendo

más viejito y arrugadito ychuchumequito, y todo encorvado comoun mojojoy, y a lo último vino a quedarmismamente como una chicharra seca.

Pero fijo que Eos, cuando vio que sele estaba volviendo así, siempre serebuscaría por ahí con los vecinos.

Erictonio

La otra historia es la de Erictonio.Este era hijo nada menos que de Vulcanoy Minerva. Pero pongan atención a lamanera como nació.

Resulta que una tarde fue Minerva ala herrería de Vulcano dizque aencargarle unas armas, y el malditocojineto ese, que hacía días que estabaviudo, porque su adorada esposa Venusestaba dedicada en ese tiempo ajugársela con el sinvergüenza deMarte… Digo que Vulcano, que hacíadías que no probaba de esa clase debocados, apenas vio semejante

monumento que era esa Minerva y leechó el brazo y empezó a apretarla y adarle picos y a manosearla, y le decía:

—Claro, mi negra —digo Mi-nerva— que yo sí te hago las armas quequeras, pero eso sí; con unacondicioncita…

Y le arrimó la boca al oído y quiénsabe qué le diría que la diosa bregó azafársele, hecha una fiera, y entonces lesalió a él un chorro de una cosa que lecayó a ella en la pierna, y muerta deasco cogió un pedazo de lana y selimpió y tiró esa porquería al suelo.

Pues han de saber ustedes que de esoque ella botó y que le había ensuciado la

pierna nació ahí mismo un muchachito, yella lo recogió y lo bautizó Erictonio.

Ella siempre lo tuvo por hijo de ella,y le dio lástima del pobre pendejito y lometió entre una canasta y se lo entregó atres muchachas conocidas de ellas, hijasde un tal Cécrope.

Ellas, que al fin y al cabo eranmujeres, no pudieron aguantar las ganasde saber qué sería lo que había dentrode esa canasta, y la abrieron… ¿y sabenlo que vieron? Pues el muchachito,dormidito el niño, pero con cola deculebra, y cómo sería el susto que lesdio que se enloquecieron y se tiraronpor un precipicio y no alcanzaron a oír

la campana.

85: Filis y Demofonte

Filis era una princesa muy linda, hijadel rey de Tracia. Resulta que a la playade ese país llegó una vez un náufragoque se llamaba Demofonte, y no más fueverlo Filis pa enamorarse de éllocamente, y pa pedirle la mano ella aél: en ese tiempo también los pájaros lestiraban a las escopetas; pero este es undecir, porque las escopetas no lashabían inventado todavía.

En todo caso, ella estaba medio locade ganas de casarse con el muchacho,pero él le dijo que tenía que volver a la

tierra de él a arreglar un negocio quehabía dejado pendiente y que cuandovolviera se comían el bizcocho.

Cuando él se iba a ir le entregó ellaun cofrecito y le dijo que no lo abrierasinó en caso que por cualquier motivo élestuviera seguro de que no la iba avolver a ver.

Pues mi hombre salió pa su tierra ycomo la ausencia es causa del olvido, alas pocas vueltas se le olvidó lapromesa que le había hecho a Filis y secasó con otra de allá de su pueblo, quehabía sido la novia de él desde chiquito.

Mientras tanto la pobre Filis allá enTracia bajaba todos los meses al puerto

a ver si él venía, y cuando a las nueveveces de hacer ese viajecito seconvenció que ése ya no venía, le dio unguayabo tan hondo que fue a la casa ycon una sábana se ahorcó de una viga.

Pues ese mismo día, casualmente,iba Demofonte de a caballo, y en lasalforjas llevaba el cofrecito que le habíadado Filis, que él ya ni se acordaba dela tal cajita, y apenas la vio le dio porabrirla y va saliendo como un espanto oaparición tan miedosa que la bestia seasustó y se puso a corcovear y lo aventóal suelo y cayó encima de la espada, yahí quedó.

Así se paga la ingratitud de amor.

Filomela y Procne

Este era un rey que se llamabaPandión que tenía dos hijas: Filomela —no es Filomena— y Proene.

Una vez, por cuestión de linderos,Pandión tuvo un pleito con un vecino ycomo no hubo modo de que arreglaranpor las buenas, al fin se agarraron a lasarmas, y cuando la cosa se le puso muygrave mandó Pandión a llamar a Tereo,que era un amigo de él, a que le prestarasu ayuda en esa guerra, y se la prestó tanbuena que derrotaron al otro.

Entonces Pandión en agradecimientole dio a Tereo por mujer a su hija

Filomela.Muy contentos que vivieron un

tiempo Tereo y Filomela, y hastatuvieron un muchachito que lo pusieronItis, —¡valiente nombrecito!— perocomo Proene vivía con ellos y era unasardina que estaba en el punto de lajalea, empezó Tereo, cuando menospensó, en estar todo enamorado de ella yle fue cogiendo tal ventaja la traga queun día no se aguantó y la apercolló en elsolar y en un dos por tres le hizo elmandado; pero fue a la fuerza. Entonces,de miedo de que ella le fuera a contar aFilomela, sacó una barbera del carriel yle cortó la lengua pa que no pudiera

volver a hablar.Pero ella no era ninguna boba y en

una colcha que estaba haciendo escribiócon letra bordada el cacho que le habíapasado con su cuñado, y se la llevó a suhermana, que se puso como una fiera yjuró que ese sinvergüenza se la pagaría:

Y lo que hizo pa vengarse sí fue muyhorrible: cogió a su hijito Itis, quetodavía estaba muy chiquito, y le torcióel pescuecito como a una gallina, y lopreparó en un sancocho que le presentóa Tereo y que él se comió con muchagana.

A él siempre le supo como rarón y lepreguntó a la cocinera que qué clase de

carne era ésa y ella lo llamó aparte y lecontó en secreto que lo que se habíacomido él era su propio hijo, pero quecuidado con irle a contar a la señora queella le había contado, porque la mataba.

El de la furia esta vez fue Tereo, quesalió con un hacha persiguiendo a lasdos hermanas pa acabar con ellas, yaunque ellas ya iban lejos siempre lasvino a alcanzar por allá en Dáulide, quees como decir de aquí a Fredonia; ycuando ya les iba a echar mano searrodillaron ellas y juntaron las manos apedirle a los dioses que por Dios no lasdejaran matar, y los dioses secompadecieron y las hicieron

desaparecer como gente: a Filomelalavolvieron ruiseñor y a Proene,golondrina. Al vergajo de Tereo, que yatenía el hacha levantada, lo volvierongarrapatero, que por ah i derecho se leasentó en el anca a una res todagusanienta que pasaba en ese momento.

Entonces la golondrina —que nopodía cantar sino chillar— y el ruiseñor—o ruiseñora sería— todo entonado,armaron el vuelo y se fueron a asentarencima de una campana que en esemomento empezó a tilinguear.

86: Galintía

Vamos a darle una repasadita a unashistorias que vimos hace tiempos, y queya se les deben haber olvidado austedes.

Pero no me vengan a salir con que seles olvidó quién había sido Perseo. Puesfue aquel que le cortó la cabeza llena deculebras a Medusa y que se casó conAndrómeda, que estaba amarrada porallá en una peña a la orilla del mar.

Pues, bueno: una nieta de Perseo fueAlcmena, la mujer de Anfitrión. Yacuérdesen que este Anfitrión salió una

vez pa la guerra, y el jodido de Júpiter,que le mandaba mucha gana a Alcmena,se disfrazó de Anfitrión y se acostó conella una noche que hizo durar por tres.De modo, pues, que ella, inocente, vinoa quedar esperando, y lo que teníaadentro era nada menos que la bobaditade Hércules. De manera que Herculito—y perdonen el diminutivo— iba a ser,cuando naciera, bisnieto de Perseo.

Esto por un lado. Por otro, Perseotuvo un hijo que se llamaba Esténelo,que se casó con una tal Nicipe, quetambién estaba barrigona por esa épocay claro que el muchacho que iba a teneriba a ser nieto de Perseo.

Resulta, pues, que cuando estabanlas dos señoras —Alcmena y Nicipe—a punto de caer a la cama, dijo Júpiter,en una charla con unos amigos:

—Un descendiente de Perseo será elrey de Micenas.

Pues esto que supo la vieja mujer deJúpiter, la celosa de Juno, y que dice:

—¿Conque un descendiente dePerseo? ¿Y mi maridito lindo estácreyendo que va a ser el que le puso aAlcmena? Que se quede esperando enuna pata. Por ahí viene en camino otro,que es el de Nicipe, que va a ser nietode Perseo, y a ese lo voy a hacer nacerprimero, pa que se quede bien colón ese

chivo de marido mío.Y llamó a la diosa de los partos, que

era Ditía, y a las Parcas, que tambiéntienen que ver en ese negocio, y les dijo:

—Bueno, mis hijas: me van a hacerdemorar el parto de Alcmena hasta quenazca el muchachito de Nicipe. Allá selo hayan, pues.

Y así fue que cuando Alcmenaempezó con la pujadera, se le sentaronlas cuatro malditas diosas en el quiciode la casa, con las piernas bien cerradasy cruzadas de brazos. Mientrasestuvieran en esa postura no habíariesgo de que pariera la dueña de casa.Y así se estuvieron nueve días, sin

levantarse ni pa ir al baño, y ahí haríansus aguas —¡gas!—, y esa pobre mujeradentro que se reventaba. Los berridosse oían como de aquí a la plaza, y ellasahí muy aplastadas fumando tabaco,hasta que nació Euristeo, el hijo deNicipe, y como ese fue el primero, a esefue que le tocó ser rey de Micenas. Asífue pues que doña Juno se la ganó aJúpiter. Con las mujeres siempre lallevamos perdida.

Y mientras tanto seguían ahí sentadaslas cuatro malditas viejas, cruzadas depatas y manos, porque Juno no les habíaavisado que ya se podían levantar, y enesas pasó por la calle Galintía, una

muchacha que había sido compañera decolegio de Alcmena, y apenas oyó loslamentos y la pujadera de su amiga se leocurrió una cosa pa que se levantaranlas viejas y fue decirles que Alcmenahabía tenido el hijo, por orden deJúpiter.

Y esto que ella les dice y que selevantan echas unas tatacoas diciendoque ni el mismo Júpiter mandaba másque ellas en eso de los partos. Y apenasse levantaron, ahí mismo nacióHércules. ¡Porfín! ¡Qué descanso!

Pero a la que le pasó cacho sí fue ala pobre Galintía, que apenas las viejasse dieron cuenta que las había engañado,

la volvieron comadreja, y le dijeron:—Ve, sinvergüenza: como esa

mentira con que nos engañaste te saliópor esa maldita boca, sabé y entendé quequedas condenada a parir por la boca,¡lengüilarga!

Y esa es la historia de Galintía, y yano me queda tiempo de contarles otra.Los que quieran esperar la campana, quese queden repasando, que muy ligero esel examen final.

87: Glauco

Glauco fue uno de los hijos deMinos y Pasifae. Y ni crean que les voya decir quiénes eran estos. Les doy estaspistas: Laberinto de Creta, Minotauro.

Resulta que Glauco, cuando estabamuy chiquito todavía, salió persiguiendoun ratón y se cayó en una paila de miel yse ahogó. Y quedó tapado con la miel yno aparecía el niño por parte ninguna, yMinos desesperado —porque era lañaña de él— se puso a rezarle a Apolopa que le dijera dónde estaba, hasta queal fin lo encontró, y entonces hizo llamar

a los adivinos del reino a preguntarlesqué tenía que hacer pa resucitarlo.

Y ellos le dijeron que el único quepodía devolverle la vida era el quebuscara el mejor nombre pa una vacaque él tenía que cambiaba de color tresveces al día: por la mañana era blanca,al medio día se ponía colorada y por latardecita se volvía negra. Y al otro díala misma cosa.

Entonces Minos hizo venir a todoslos sabios del reino y les puso elproblema, y el que ganó fue Poliibo quedijo que esa vaca se debía llamar laMora. Y le preguntaron qué porqué y élles contestó con esa adivinanza que nos

decían cuando estábamos chiquitos:Blanco fue mi nacimiento, colorado

mi vivir, y me vistieron de negro cuandoya me iba a morir.

Pa que vean qué tan vieja es esaadivinanza.

Entonces Minos hizo encerraraPoliibo en una pieza con el cuerpito deGlauco, y le dijo:

—Lo que es de aquí no salís sinócon el niño vivo.

A Poliibo se le cerró el mundoporque no se le ocurría nada pa resucitarese muchacho, cuando en esas vaentrando por debajo de la puerta unaverraca de culebra más azarosa que el

Diablo y se fue yendo derechito como apicar a Glauco, y entonces Poliibo lepegó un garrotazo en la cabeza y ahíquedó cuan larga era; pero en seguidafue entrando otra culebra y apenas viomuerta a su compañera se devolvió y apoco volvió a entrar con una yerba en laboca, y tocó a la muerta con esa yerba yahí mismo resucitó.

Entonces Poliibo le echó mano a esayerba y se la restregó en el cuerpito aGlauco, que fue abriendo los ojos y sesentó.

Y así se acaba este cuento. Ahoraviene el de Ificlo.

Ificlo

Este era hijo del rey Fílaco: peroresultó tan de malas que desde muymuchacho empezó a rebelársele elsoldado de abajo a no querer obedecerla orden de ¡atención, fir!…

Mejor dicho… ustedes meentienden: impotente, pa que nohablemos muy largo. ¡Y bien muchachoque estaba, pa acabar de ajustar!

Entonces flaco, todo preocupado conese inconveniente que le había resultadoa su hijo, que de seguir así no le iba adar herederos pal trono, llamó aMelampo, un primo de Ificlo que era

adivino, a que le dijera qué tenía quehacer pa que le funcionara bien esenegocio a su hijo.

¿Y saben lo que hizo Melampo?Cogió y degolló dos novillos y los

abrió en canal y los dejó tirados en lamanga y él se escondió detrás de unrastrojo a poner cuidado a ver quépasaba.

Al rato llegaron dos gallinazos yempezaron a jartar, como dicen en elTolima, y a echar carreta como doscomadres. Y contaron esta historia, queera la que quería oír Melampo: quecuando Ificlo estaba chiquito se habíaido a acompañar a su papá Fílaco que

iba a capar unos ovejos, y que cuandoacabó la tarea dejó tirado en el sueloese cuchillo todo untado de sangre. Elmuchachito entonces dizque cogió elcuchillo y lo clavó en un roble sagradoque había cerquita, y cuando se fueronpa la casa el cuchillo quedó ahí clavadoy no se volvieron a acordar de él; ycomo la cáscara del palo siguióengruesándose, con el tiempo fuequedando tapado el cuchillo.

Y entonces le dijo uno de losgallinazos al otro:

—Ve, hombre: si sacan ese cuchillode ahí y con el óxido que tiene hacen unabebida y se la dan a tomar a Hielo diez

días seguidos, que se tenga fino la noviaque le tiene preparada Fílaco, porqueeso va a ser pa mandar doblar.¿Doblarlo? ¡Ahí manece!

Pues esto que oye Melampo, y va yprepara la bebida, y santo remedio.

Tomen nota los que surjan del mal deIficlo pa que hagan la prueba y veránque eso es como con la mano.

¡Oigan! Ya ni me acordaba yo de latal campana…

88: Príapo, Lotis yDriope

Cuentan que cuando nació Venus dela espuma del mar, ya formada y listapal consumo, fue a templar a Etiopía yono sé a qué. No creo que haya sido aconocer al Negus, que sí era viejito perono tanto. En todo caso, por allá laalcanzó a divisar nuestro padre Júpiter,que todavía no la conocía, y cómo seríala entusiasmada tan horrible que se pegócon semejante hembrota, que a la mediahora ya era de él, y como no errabapipo, de una vez quedó mi doña

esperando.Pero fue tan de malas la pobre

Venus, que quién sabe qué lengüilarga lefue a sapear a Juno, que ahí mismo armóviaje pa allá, y apenas la vio venir se ledejó ir y le pegó una palmada en labarriga y le echó esta maldición:

—Tené, sinvergüenza, pa queaprendás a respetar los maridos ajenos.Que te nazca un mostro bien horrible.

Y en verdad que cuando le llegó suhora, lo que le nació no fue un muchachocomún y corriente sino un enanocontrahecho y con orejas de chivo, peroeso sí: tenía tan desproporcionada lacosiánfira que lo distinguía de las

mujeres, que lo llamaban el trípode. Y atodas horas mantenía eso listo como paizar bandera. No me hagan hablar, quedespués me regañan dizque por grosero.Pero es que la historia hay que contarlacomo es.

Se llamaba Príapo, y cómo sería deespantoso que Venus lo dejó botado enun monte, y allá lo recogieron unospastores y lo llevaron de pueblo enpueblo como en romería y en todaspartes le hacían fiestas y lo nombrarondios de la fecundidad.

Ahora: ¿se acuerdan ustedes de lasbacantes, esas viejas parrandistas queiban por todas partes acompañando a

Baco, todas rascadas y haciendoescándalo? Pues resulta que una vez seles juntó una niña, que ésa sí era muymodosita y muy querida, que se llamabaLotis; y como al tal Príapo le dio porvivir con esa tropa de Baco, no fue sinóverla pa clavarle el ojo y jurar por estasanta cruz que ésa era pa él o que no sellamaba. Y esa noche esperó que todasestuvieran dormidas, tiradas ahí en lamanga, cuando se va arrimando élpasitico, pasitico, y ya le iba a echarmano a Lotis, que estaba profunda, lomás de linda, cuando en esas pega quérebuzno tan escandaloso el burro delviejo Sileno que andaba por ahí y se

despertó la muchacha toda asustada, yPríapo no tuvo más remedio que hacerseel disimulado y perderse.

Pero dijo que él no se quedaba conla gana, y al otro día la pisteó cuandoella iba pa la quebrada a lavar la ropa yse le dejó ir, pero apenas ella alcanzó aver semejante desproporción salióvolada gritando:

—¡Socorro, socorro, que un hombreme está persiguiendo con una cosa lomás de miedosa! ¡San Apolo bendito,volveme aunque sea un árbol!

Y Apolo la oyó y la convirtió en unarbolito que se llama loto. Porque comoella era Lotis… No vayan a creer que

los lotos son apenas esas matas de aguade flores moradas.

También son unos arbolitos queechan unas fruticas que al forastero quelas pruebe se olvida de su tierra y noquiere volver a ella. Que fue lo que lespasó a los compañeros de Ulises cuandoempezaron su correría.

Pero ya me puse a hablarlescarajadas que no tienen nada qué ver, sincontarles lo que le pasó a Dríope conLotis.

Dríope era una princesa que cuidabalas ovejas del papá de ella, y que sehizo muy amiga de las ninfas de losárboles, que le enseñaron cantos y

bailes y todo lo que ellas sabían, y undía pasó Apolo por donde ellas estabanbailando, y no fue sinó verla pa quedartragado de ella. (Esos mitológicos comoque no pensaban en otra cosa). Y eldios, pa que ella no se diera cuenta denada, se volvió tortuga y las ninfasempezaron a jugar con ella como sifuera una pelota, o como dicen loslocutores, como si fuera el esférico. Yse la tiraban launa a la otra, y en una deesas la aparó Dríope en la falda y latortuguita ahí mismo se volvió culebra ypor ahí derecho le hizo el mandado.

Ella, toda asustada, se fue a lacarrera pa la casa y no contó nada: pero

al tiempo le nació un muchacho lo másde perfectico: ¡claro!: Si era hijo nadamenos que de Apolo.

Pues un día salió ella pal monteamostrarles su hijo a sus amigas lasninfas de los árboles, cuando al pasar setropezó con un arbolito de loto y, sindarse cuenta, le arrancó una ramita. Peroresulta que ese loto era Lotis, queempezó a echar sangre por donde lehabía arrancado la ramita, y pacastigarla la volvió a ella también loto,y cuando llegaron las ninfas, porqueoyeron sonar una campana, lo queencontraron fue un par de arbolitoscombatidos por el viento, como las

acacias.

89: Orión

Hoy le tocó el tumo a Orion. Esteera un gigante cazador, muy buen mozo ymuy fuerzudo. Era hijo de Neptuno, y supapá le había dado el poder de caminarpor encima del mar sin hundirse: ¡ahbueno pa él!

Cuando estuvo en edad de contraerse casó con Side, que era muy linda,pero tan pinchada que se creía másbonita que Juno, y ésta que llega a sabereso y sin pensarlo dos veces la cogió yla rumbó al Tártaro que era una cuevaque quedaba por allá por debajo del

Hades, como quien dice en los quintosinfiernos.

Entonces Orion, todo viudo y yaenviciado a dormir calorosito, se fue arecorrer el mundo y a buscar con quiéncasarse, y a Quíos fue a templar, y alláse enamoró de Mérope que era la hijadel rey Enopión, y a él se la pidió enmatrimonio, pero él no se la quiso darporque dijo que quién sabe qué clase deave sería ese aparecido. Entonces Orionresolvió violarla, a la brava, peroEnopión alcanzó a ver cuando le iba aechar mano y ahí mismo lo encegueció.

Entonces Orion cogió un bordón yllamó a un muchachito que él quería

mucho y se lo terció al hombro y le dijoque lo fuera llevando siempre con lacara pal Oriente, y así lo hizo elmuchachito y a poco andar recobróOrion la vista. Entonces voló a vengarsede Enopión, pero no pudo, porqueVulcano lo había escondido en unacueva secreta.

Entonces, con esa gana de mujer quetenía, que casi le rompía los calzones, setopó una vez de manos a boca nadamenos que con la diosa Diana lacazadora, y fue también dizque aviolarla, pero la diosa que se da cuentay que le manda qué lempo de alacrán tanazaroso que se le aferró a un jarrete y lo

hizo ver chispas y berrear como uncondenado. Entonces la diosa, enagradecimiento al alacrán, lo convirtióen una constelación de estrellas que esla que llaman Escorpión, pa que losepan los que creen en horóscopos. AOrión también lo volvió constelación,pa que no se le volviera a ocurrir volvera perseguirla, porque ella se manteníamuy contenta doncella, en el monte,cazando venados con su cuerda deperros.

Y ahora que digo doncella,permitamen, por cambiar, que les cuenteun cuento muy simple que me contaronen estos días, y es el del pastuso que se

casó, y en la noche de bodas le dice lanovia:

—Ay, mijo: con cuidado, que yo soyvirgen.

Y ahí mismo se arrodilló él y sepuso a rezarle.

Pero lo que les iba a decir yo es quela constelación de Orion es esa grandeque es como un cuadrado con unaestrella en cada punta y en el centroestán las Tres Marías, que las llaman elCinturón de Orion.

A esto hay que revolverle cuentos depastusos y astronomía a la falta deguadua.

Pan

Este era el dios de los pastores, creoque hasta de Pastor Echeverri Erahombre de la cintura pa arriba, y de ahípa abajo, chivo, y la cara, ere todaarrugada y tenía cachitos y chivera. Eramás ágil que un mico y se manteníabrincando por esas peñas pa gatear a lasninfas cuando se ibar a bañar, y semantenía persiguiéndolas, y ellashuyéndole, aterradas porque a la que lelograba echar mano no la soltaba hastaque quedaba fundido. Porque pa chivo síno le ganaba ni el amigo Casanova.

Y se les aparecía de sopetón, cuando

ellas menos pensaban, y poi eso letenían un miedo horrible, que se llamaprecisamente pánico, de Pan. Y ellas lehuían porque decían que no sólo de Panvive el hombre, y mucho menos unaninfa. Y cuando andaba persiguiéndolas,si nc encontraba ninguna, se ponía atocar una flauta de cañizos que llamarcapador. Y hasta bueno que le sonaba.

De él casi no se cuentan historias.Tal vez la más interesante es 1í de sunacimiento. Porque, ¿saben ustedes aquién se lo achacan? Pues nada menosque a la santa matrona doña Penélope, lamujer de Ulises. ¿Se acuerdan? La quedizque esperó diez años a que

apareciera su marido, que se había idopa la guerra de Troya, y que lamantenían acosada una tracamanada depretendientes que le decían que ése yaqué iba a volver, pero ella losembolataba tejiendo una tela ydesbaratándola por la noche. Ya ustedesse acuerdan.

Pues, cómo serán las malas lenguas,que el chisme que cuentan es que no haytal que Penélope se hubiera aguantadolas ganas todo ese mundo de años, sinóque con todos y cada uno de lospretendientes se había acostado, y quecuando llegó Ulises y se dio cuenta queella le había puesto unos cachos más

grandes que los de Olafo, la mandó pa laporra, y la porra fue la ciudad deMantinea, donde se la encontró un día enla calle el dios Mercurio y se la llevó paun motel y de ahí fue que vino a nacer elamigo Pan.

90: Ultima

Se acabó esto, muchachos. Hacemucho tiempo que vengo echándolescarreta y en verdad les digo que lesestoy muy agradecido, porque me hanprestado muy buena atención. Pero yadeben estar cansados de tanta paja.Vamos a raspar hoy con Sópatro y conTeónoe, que apuesto a que muy poquitosde ustedes los han oído mentar.

Sópartro

Erase una vez un forastero que sevino a vivir a Atenas, y se llamabaSópatro.

En ese tiempo los hombres no lehacían todavía a los dioses sacrificiosde animales sinó de frutas y revueltocomo yucas, papas, arracachas, en fin.Todo eso se lo dedicaban al dios quefuera y después se lo comían entre todosen una fiesta.

Pues una vez iba a hacer Sópatro unode esos sacrificios, y tenía un bongolleno con todo ese revuelto encima delaltar, cuando en un descuido va llegando

un toro que creyó que esa era aguamasapa él y se la zampó íntegra, y apenas selambía y se metía la punta de la lenguapor las narices.

Y Sópatro que llega y ve estedesastre y se pone como una tatacoa ycoge un hacha y mata ese toro. Pero alos pocos días le va pegando quéremordimiento por haberlo matado, queera pecado porque era un animalsagrado, y resolvió irse pa donde no loconocieran y fue a dar a la isla de Creta.

Y él que se larga cuando empieza enAtenas una época de hambre la máshorrible, y la gente confundida lepreguntó a los dioses qué tenían qué

hacer pa acabar con ella, y el oráculoles dijo que el único que les podíaindicar el remedio era Sópatro.

Pues salieron a buscarlo hasta quedieron con él en Creta, donde vivía porallá todo escondido, muerto delremordimiento, y cuando le fueron apreguntar qué tenían que hacer, les dijoque había que resucitar al toro y despuéstirar al mar al que hubiera tenido laculpa de la muerte.

Y como no quería ser él solo el de laculpa, aunque mal de todos remedio debobos, mandó conseguir otro toroigualitico al que él había matado, ymandó que unas doncellas del templo

limpiasen bien un cuchillo, con el mejordetergente que hubieran oído avisar enla televisión… (¡Mentiras! ¡Quételevisión iba a haber en ese tiempo!), ycon ese cuchillo limpiecito mató alanimal y mandó que todos los queestaban presentes lo pelaran y lotasajearan, y se lo dedicó a los dioses yse lo comieron entre todos.

Entonces cogieron el cuero y lollenaron de paja, y el toro quedó comovivo y lo amarraron a un carro yconvinieron en que ya estaba resucitado.No faltaba sinó tirar al mar al culpable.Entonces nombraron un tribunal quedijera quién era el culpable, ¿y saben

ustedes lo que resolvió el tribunal? Queel culpable era el cuchillo, y entonces locogieron y lo aventaron al hondo mar ycolorín, colorao.

Teónoe

Esta historia es algo enredadita.Pongan, pues, mucho cuidado.

Había una vez uno que se llamabaTéstor que tenía dos hijas muy trozas ymuy lindas: Teónoe y Leucipa. (Estáncomo buenos estos nombrecitos pabautizar unas mellizas en el barrio Siloé,de Cali)

Pues resulta que una vez estabaTeónoe bañándose a la orilla del marcuando llegaron unos piratas y alzaroncon ella y se la llevaron pal país deCaria y allá se la vendieron al rey y sevolvió la reina de allá.

Entonces su papacito Téstor salió enbusca de ella, pero el buque en que ibanaufragó y él logró echarle mano a unatabla y fue a dar a la misma tierra deCaria donde estaba su muchacha y allále echaron mano y se le vendieron comoesclavo al mismo rey que tenía aTeónoe.

¿Y qué hizo la pobre Leucipa cuandose vio sola, sin papá y sin hermana?Pues salir a buscarlos y pa eso se cortóel pelo y se disfrazó de hombre ytambién llegó a Caria. Pues allá se laencontró una vez en la calle su hermanitaTeónoe, y creyendo que en verdad era unmuchacho, y muy galleta por cierto, se

enamoró de él al primer flechazo ymandó a los criados que se lo trajeran,quién sabe pa qué. Mejor dicho, yo sísé, pero Leucipa no se dejó echar elcuento de los criados, porque de prontodescubrían que pa ser hombre lefaltaban algunas cosas que todavía nohan podido conseguir las feministas, y seles voló. Entonces Teónoe muerta de laira, mandó a un esclavo a que lo matara,y el esclavo fue nada menos que Téstor.Y el pobre viejo, cuando lo mandaron amatar a forastero, empezó a lamentarse:

—¡Qué desgracia la mía: dizquetener que cometer un crimen, después dehaber perdido a mi hijita Teónoe, que

era la que yo más quería!Y cuando Leucipa lo oyó se dio

cuenta de que era su papá, y cuando vioque ya iba a matarse él mismo con laespada, se la arrebató y lo abrazt y sereconocieron. Y salió a toda a matar a lareina Teónoe, y cuando ésta vio que sele iba a venir encima pegó un grito:

—¡Ay, Téstor, Téstor, papacito mío,socorro que me van a matar!

Y entonces Leucipa se dio cuentaque la reina era su hermana, y seabrazaron los tres y vivieron muyfelices.

Glosario

Agalludo: Ambicioso, codicioso.Ajonjolear: Mimar, halagar.Alebrestada: Enojada, alborotada.Algo: Refrigerio que se toma en

Antioquia en las horas de la tarde.Amacizado: Abrazado.Amangualado: Estar en convenio con

alguien.Amañadora: Agradable. En

Antioquia amañarse no se usa poramancebarse, tal como se acostumbra enlos departamentos del sur de Colombia.

Amañarse: Estar contento en un

sitio, acomodarse en él.Angurrioso: Persona codiciosa.

Insaciable.Aparar la caña: Obligar a otro a

comprometerse con lo que ha prometido.Aparecérsele la Virgen: Sucederle

algo agradable. Favorecerlo la suerte.Apercuellan Apresar fuertemente a

otro por el cuello.Aplomado: Grave, serio,

circunspecto.Arepa: Masa de maíz pitado,

molido; extendido sobre una parrilla.Seguí la forma, hay dos clases: boluda,aquí puede ser gruesa o redonda, y latelas, que son arepas delgadas.

Arrejuntado: Amancebado.Atajando pollos: Caminar

trastabillando a causa de la embriaguez.Avispado: Astuto, hábil, recursivo.Bacanería: Bacano. Muy bueno.Balaca: Cinta para sujetar el

peinado en las mujeres.Baquiano: Persona que domina un

oficio.Bareque: Estructura de madera,

generalmente guadua, y que lleva barrípor dentro.

Bejuquera: Verraquera, ira, rabia.Berriar: Llorar a moco tendido.Bisoño: Inexperto.Bola: Estar en bola es estar desnudo.

Bololó: Afanes, desorden.Bonche: Pelotera, pelea.Brujiar: Mirar.Cabrearse: Estar receloso,

sospechar.Cabuya: Agave americana.Cachar: Conversar.Cachos: Poner cachos a alguien es

hacerlo cornudo.Caído del zarso: Tonto, pendejo.Calentarse: Enojarse.Calzones: Hombría. Tener los

calzones bien puestos.Cantaleta: Repetir hasta fastidiar.Cañero: Mentiroso, exajerado.Carcajiarse: Reírse.

Carraca: Echar lengua, hablardemasiado, sin sentido.

Carrizo: Cuando una persona alsentarse, coloca una pierna encima de larodilla.

Chancleteo: Ruido que se hace alcaminar con las chancletas. Laschancletas son las sandalias oarrastraderas.

Chandoso: Perro callejero, sin razadefinida.

Chécheres: Baratijas, trevejos.Chicanear: Hacer pretensión de

algo, aparentar.Chicharrón: Parte del cerdo que

comprende la piel del animal, grasa y

carne, y que una vez frito, el antioqueñoconsume frecuentemente con suscomidas. Se aplica para definir untrabajo difícil.

Chocolear: Llenar los ojos delágrimas.

Chuchumeco: Persona vieja.Chúcaro: Arisco, bravo, tratándose

de animales. Esquivo, huraño, si depersonas se habla.

Cismático: Melindroso.Cismatiquerías: Melindres,

caprichos.Congolo: Planta trepadora de la

familia de las leguminosas cuyos frutosutilizan los niños para juegos. Ser la

tapa del congolo, indica que una personaestá en una situación excelente.

Copetón: Medio ebrio.Corchar: Hacer caer a alguien en el

error.Corotos: Trastos viejos.Cosiánfira: Palabra empleada para

nombrar cualquier persona, animal ocosa cuyo nombre se haya olvidado.

Cuajado: Acuerpado.Cucho: Viejo. Persona de edad.Culequera: Embeleco por una

persona o cosa.Culicagado: Término cariñoso para

referirse a los niños.Cursienta: Se dice de la persona que

sufre de diarreas. Se designa tambiéncon este término a cualquiera que sequiera denigrar.

Cutucutu: Voz para llamar a lasgallinas. Se emplea también comomiedo.

Dar puntadas: Averiguar condisimulo algo.

Dentrodera: Sirvienta que haceoficios distintos a la cocina.

Desgualetado: Mal vestido,haraposo.

Embejucar: Enojar.Empelotarse: Desnudarse.Emperrarse: Llorar a moco tendido.Entumido: Perezoso, apocado.

Enverracarse: Enojarse, fastidiarse,encolerizarse.

Estar reventándose: Tener fuertesapremios de orinar.

Fafarachero: Jactancioso,fachendoso, ostentoso.

Gallinacear: Enamorar.Guasca: Persona de malos modales.Guascazo: De un solo golpe.Guasque: Lazada corrediza que se

hace con el lazo. Se dice «echar elguasque” por resolverse a proponeralguna cosa a un tercero, “echar elcuento».

Guayaquilero: Guayaquil es unbarrio de Medellín con muchos años de

historia, poblado de cantinas y gente dela vida bohemia. El términoguayaquilero vale por ordinario,arrabalero.

Gurbia: Hambre.Gurrero: Pequeño, aburridor.Horqueteado: Montado a horcajadas.Jalea: Dulce de guayaba.Jayán: Muchacho fuerte y acuerpado.Jeringar: Molestar.Jiquera: Bolsa de cabuya.Jodida: Persona hábil.Julepe: Esfuerzo o trabajo excesivo.Lamber: Adular.Lapo: Bonito/a. Atractivo.Lempo: Muy grande.

Macanudo: Arduo, difícil, laborioso.Persona fuerte.

Maganzonear: Hacer pereza, notrabajar.

Maluco: Indispuesto, enfermo.Mamado: Fácil, hacedero.Mancornar: Hacerse inseparable de

alguien.Manece: ¡Ai manece! expresa en

forma burlona que lo que dice opretende alguien es inaceptable, pococreíble.

Manguita: Manga es un pradocubierto de grama.

Mangoniar: Dominar, mandar.Maunífica: «No le dentra ni la

maunífica», es una pura expresiónpopular para calificar la capacidadmental de alguien, y se refiere a quien esmás torpe, rudo y brutal. La Mauníficaes el canto que la Santísima Virgendirigió al Señor en su visita a su primaIsabel, o sea El Magníficat,.

Mecatiar: Mecato son loscomestibles y golosinas que seconsumen a deshoras. Mecatear es elhecho de consumirlas.

Melindres: Persona que por sudelicadeza no admite ningún trato.

Metelagómez: Fanfarrón, mentiroso.Misiá: Abreviatura de «mi señora».Moños: Infulas.

Muanes: Personas gruesas. El mohánes un mito antioqueño de característicasantropofágicas que vive en el monte ylas quebradas.

Ñaña: Persona consentida. Vozquechua.

Oronda: Serena, satisfecha.Pachanga: Baile, fiesta.Pachocha: Pachorra, lentitud.Paisa: Como dice Luis Lalinde

Botero en su Diccionario Jilosófico delPaisa, «es más fácil encontrar un gatobañando ratones que hallar la exactadefinición del paisa». Paisas son losnacidos en el departamento deAntioquia, y por extensión los

pobladores de las zonas donde se llevóa cabo la colonización antioqueña.Tradicionalmente la cultura paisa secaracteriza por valores como elsentimiento religioso, el regionalismo,el espíritu emprendedor y aventurero, elrespeto por la palabra empeñada, lahabilidad en los negocios, el instintocomercial y el culto al trabajo.

Patatús: Desmayo.Patota: Multitud.Pavear: Matar a escondidas.Peladita: Niña.Pelagatos: Hombre pobre y

desvalido, a veces despreciable.Pendejo: Tonto.

Péndola: Pendeja, tonta.Pereque: Disgusto.Perrada: Trampa, jugada con astucia.Pica: Resentimiento.Pilao: Muy fácil.Pichonear: Espiar.Piconear: Acusar, delatar.Piola: Hilo grueso de cualquier

extensión.Pipióla: Jovencita.Polvo: Echar un polvo. En Antioquia

cada orgasmo en la cópula lo consideranun polvo.

Polligallo: Jovencito.Ponchera: Jofaina, palangana.Pordebajeada: Humillada,

supeditada.Poyo: En Antioquia, mesón en la

cocina sobre el cual se preparan losalimentos.

Quebrada: Se acostumbra enAntioquia por arroyo, torrente.

Quimbas: Albarcas. Enquimbarse escontraer muchas deudas.

Ranchado: Empecinado, terco,obstinado.

Rancharse: Sostenerse en lo dicho,hecho o pensado.

Raponeros: Ladrones.Rascado: Borracho.Rastrojo: Bosque de arbustos y

malezas.

Recocha: Fiesta desordenada.Repelo: Regaño.Revuelto: Conjunto de plátanos,

yucas, papas y arracachas que se le echaal sancocho.

Rumbar: Lanzar.Salir de boyadas: Verse libre de los

problemas.Sancocho: Plato antioqueño de

caldo, carne partida en trozos, aliños,plátanos, papas, arracachas y yucas.

Sardina: Jovencita.Servir para tacos: Inútil. Que no

sirve para nada.Solapada: Persona que obra con

malicia y oculta sus pensamientos.

Songo: Tonto, taimado. Songo songovale por a la chita callando, con maliciay disimulo.

Sorombático: Tonto, lelo, aturdido.Tagarnia: Molestia. Crear

algarabías. Protestar.Tagarniar: Molestar.Tanganazo: Garrotazo. Golpe dado

con o contra cualquier cosa.Tangalón: Hombre muy alto y

acuerpado.Tarros: Parar los tarros, morirse.Tatabrón: Persona que ha crecido

mucho para sus años.Tatequieto: Poner el tatequieto es

poner a alguien en su lugar, bajarle los

humos.Taurete: Asiento ordinario, con

respaldo. Por lo común es de maderamaciza y cuero de vaca.

Teja: Corrérsele la teja,enloquecerse, perder la razón.

Tendal: Abundancia, gran cantidad.Tirar: Copular.Tirria: Envidia. Ojeriza, odio.Tongonearse: Contonearse.Tongoneada: Quien se tongonea.Totuma: Fruto del totumo. Vasija

hecha con ese fruto.Tracamanada: Multitud de cosas o

personas.Tragado: Enamorado,.

Traspillada: Pálida, desmejorada,descompuesta.

Trolempo: Enorme.Troza: Mujer bien conformada y

atractiva.Tumbalocas: Conquistador,

enamorado.Tuquio: Lleno hasta el tope.Tusa: Tristeza, arrepentimiento.

Tusta: Cabeza.Varado: Sin trabajo.Vagamundería: Poca vergüenza,

vagancia.Vergajo: Bajo, canalla, ruin.

Verraco: Valiente. Estar verraco esenfurecerse.

Verriondo: Audaz, valiente,arriesgado.

Volador: Cohete.

Bibliografía delGlosario

Los siguientes libros fueron fuentede consulta para el glosario:

Sierra García, Jaime.DICCIONARIO FOLKLORICOANTIOQUEÑO. 1983, Editorial de laUniversidad de Antioquia. 698 páginas.

Lalinde Botero, Luis.DICCIONARIO JILOSOFICO DELPAISA. 1986, Editorial Bedout. 388páginas.

García, Carlos. DICCIONARIO DELOCUCIONES DEL HABLA DE

ANTIOQUIA. 1991, Editorial de laUniversidad de Antioquia. 154 páginas.

Ospina, Uriel. LEXICO POPULAREN LA OBRA DE TOMASCARRASQUILLA. 1983, EdicionesTercer Mundo. 364 páginas.

Cadavid Uribe, Gonzalo. OYENDOCONVERSAR AL PUEBLO. 1953,Imprenta de la Penitenciaría Nacional deLa Picota. 402 páginas.

Florez, Luis. HABLA Y CULTURAPOPULAR EN ANTIOQUIA. 1957,Instituto Caro y Cuervo. 496 páginas.

ROBERTO CADAVID MISAS«ARGOS», Andes (Antioquia,Colombia), 1914 – Medellín (Antioquia,Colombia), 1989. Ingeniero Civil de laEscuela de Minas, profesor universitarioy crítico del lenguaje. Conocido con elseudónimo de ARGOS, fue miembro dela Academia Colombiana de la Lengua.

Entre 1985 y 1989, publicó en elperiódico El Colombiano de Medellín,su columna La Historia de Antioquia.Obras publicadas: Gazaperasgramaticales (1992); El quijote a lopaisa (1993); Cursillo de historia deColombia (1995); Cursillo de historiasagrada (1995); Cursillo de mitología;Historia de Antioquia (1996); Refranesy dichos (1996)