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SEGUNDA PARTE LAS SEÑAS DE IDENTIDAD DE LAS TRADICIONES

Las tradiciones peruanas... Autor, narrador y lector, IIa parte, cap.1, 93-113 - Lima, 1999

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SEGUNDA PARTELAS SEÑAS DE IDENTIDAD DE LAS TRADICIONES

CAPITULO IAUTOR, NARRADOR Y LECTOR

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Los cuentos, unos encierran y tienen la gracia en ellos mismos,otros en el modo de contarlos. Cervantes: Coloquio de los perros

Las Tradiciones peruanas son un buen ejemplo de labúsqueda de un estilo. Con el tiempo, Ricardo Palmacambió no sólo los temas referidos sino también eltratamiento del punto de vista, es decir la manera decontar las tradiciones, disimulando a veces al narrador,interviniendo otras veces como autor, en medio de lanarración, o bien interpelando de improviso al lector .Por eso a lo largo del proceso creativo palmista, lasentidades “autor1” , “narrador” y “lector” conforman untrío complejo. Para discernir las peculiaridades de lastradiciones, resulta imprescindible analizar la voznarradora, lo que vamos a intentar hacer, esbozando unaclasificación del enfoque2 .

Así será como veremos en las primeras composicionespalmistas la configuración de un narrador inseguro, enbusca de un rol propio. Luego el escritor privilegiará unrelator con visos de historiador, completamente ausentede la anécdota. Otra opción será la creación de untranscriptor entrometido. Por último, en las seriesfinales se superpondrán las figuras del narrador y delautor. 1 Para este estudio las reflexiones teóricas de O. Tacca (Las voces de lanovela, Madrid: Gredos, 1985) nos han sido muy útiles y han servido debase a este análisis. De su libro retomamos los neologismos designificado obvio, “transcriptor” y “relator” así como ladiferencia que establece entre el narrador cuya labor se limita acontar y el autor que interrumpe la acción e interviene emitiendojuicios y comentarios (denominado por otros teóricos de modo máscompleto “autor implícito”) . 2 Recurriremos a un corpus limitado de textos ya que no podemosabarcar la totalidad de las tradiciones.

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1. EL NARRADOR INSEGURO DE LAS PRIMERASTRADICIONES

El manejo del punto de vista es una labor difícil querequiere cuidado y constancia, cualidades que nomanifiesta el padre de las tradiciones en sus primerosensayos.

“Consolación” o el narrador-testigo

El primer narrador palmista es el de “Consolación”,señalada por el escritor como un boceto de 1851. Se tratade un narrador omnipresente que carece absolutamente dediscreción: la dedicatoria firmada R. Palma3 crea ciertaconfusión entre el escritor y el narrador que recurre ala primera persona desde las líneas iniciales. Estasdesempeñan el papel de un prefacio y conforman unaagresiva advertencia al lector4:

Recordemos la primera frase de “Consolación”: “-Lector,¿eres jorobado? [...] arroja estas pájinas sin leerlas yjúrote en conciencia no perderás mucho.

Luego se mantiene la primera persona, vacilando entre elsingular como representación de un testimonio personal5

3 “[...] le adjunto estos recuerdos íntimos, escritos en medio de lasprosaicas labores del oficinista ministerial” , ed. Archivos, págs.303-306. Fue insertada en 1866 y eliminada en 1910. 4 En estas citas de “Consolación” retomamos la grafía y acentuaciónde la edición Archivos, que reproduce la versión príncipe. 5 Véase por ejemplo a principios del capítulo II: “Nunca he contemplado una mirada mas dulcemente lánguida que la suya,en unos ojos azules como un cielo sin nubes”. o en el momento del desenlace: “Cuando yo descendia de la habitación de Andrés, senti la detonacionde una pistola.” Las cursivas son nuestras.

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y el plural6 como expresión menos íntima, encargada deborrar las huellas de subjetividad. Otra torpeza de esteaprendiz de narrador son las incesantes intrusionesmoralistas7 que traducen un romanticismo trasnochado ydisminuyen la tensión narrativa reduciendo la eficaciadel relato.

Además del predominio de la primera persona y delmoralismo, asombra el papel que desempeña el narrador. Suintervención como relator informante de la anécdota esmínima pues escamotea el relato propiamente dicho,resumiendo escuetamente la acción:

¿Que habia pasado? Consolacion declaró su amor á Cesarina, la queprorrumpiendo en una alegre y estrepitosa carcajada sedirijió á tres jóvenes amigas suyas que se hallaban en uncorredor de la casa. ¿ Sabéis una novedad ? les dijo.Andrés la miraba espantado.- ¿ Que es esto? preguntaron á una de las amigas. Dejadme reir ... no lo acertareis nunca...Andrés estáenamorado...- ¿ De alguna jorobada?- No, niñas: de mí!Y el alegre coro estalló en carcajadas; porque noconcebia que un jorobado tuviese las pasiones de unhombre8.

Como se puede observar, en cambio, son muydesarrollados los diálogos. En el fondo, “Consolación”

6 Por ejemplo en el primer capítulo: “Jamás le oímos proferir susamigos una queja contra el destino y cuando teníamos un sufrimientoque comunicarle [...] eran siempre acentos de bendición, de paz yde consuelo los que brotaban de sus labios [...]. Por eso sus amigosle llamábamos ‘Consolación’. ” Las cursivas son mías. 7 Véase la totalidad del capítulo III : “La juventud sin amor es comouna fuente sin murmullo, como flor sin perfume, como cielo sin sol .Desencantad a la juventud [...].”8 Lo largo de esta cita que corresponde a la totalidad del capítulo Vse justifica por la necesidad de dar una muestra de lasproporciones ocupadas respectivamente por la narración y la escena.

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delata las dudas de Palma dramaturgo iniciándose en lossecretos del arte de narrar.

“Palla-Huarcuna” o el narrador-vidente

Después de “Consolación”, “Palla-Huarcuna”, a la quePalma mantuvo a la cabeza de su obra monumental pese alas sucesivas refundiciones, corresponde a unamaduración del escritor.

Han sido desterrados los comentarios moralizadores y, asimple vista, es adoptada la postura de un narradoromnisciente. Dominando al lector insufla vida al pasadomás remoto y lo convierte en presente gracias a lamanipulación de los tiempos verbales. Pero este narradorno es un relator indiferente ni su mirada es ajena; sinmediación, como un vidente, se dirige al públicosumiéndolo en el mundo mítico de los incas9. El narradorya no es el supuesto testigo de los hechos de“Consolación” sino un dios omnipotente que resucita atodo un pueblo con el que incluso sostiene un diálogo. Elrelato propiamente dicho apenas ocupa una quinta parte dela tradición de suerte que domina un remedo de dramasalpicado de exclamaciones tan poco naturales como éstas:

Guerrero del llautu rojo! Tu cuerpo se ha bañado en lasangre de los enemigos, y las gentes salen a tu paso paraadmirar tu bizarría.

9 Con una pregunta que ha de captar la atención empieza in medias resla tradición: “¿Adónde marcha el hijo del Sol con tan numeroso séquito? Tupac-Yupanqui, el rico en todas las virtudes, como lo llaman los haravicus delCuzco, va recorriendo en paseo triunfal su vasto imperio, y pordondequiera que pasa se elevan únanimes gritos de bendición”, ed.Archivos, págs. 5-6. Las cursivas son del autor.

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¡Mujer! Abandona la rueca y conduce de la mano a tuspequeñuelos para que aprendan, en los soldados del Inca,a combatir por la patria10.

El narrador, más bien convendría hablar aquí del poeta,no disimula sus sentimientos, al contrario exalta entreadmirativo y lírico la fuerza del imperio desaparecido.De modo que si bien la primera persona tan subjetiva en“Consolación” ha sido descartada, se insinúaconstantemente. Merced a este narrador-poeta, el autor seempeña en celebrar la olvidada grandeza y procura enlazarlas épocas separadas por el trauma de la Conquista11. Así“Palla-Huarcuna” asienta la piedra fundamental en lareivindicación de una historia nacional: la “patria” delos incas, vocablo anacrónico inserto en la tradición,se confunde con el Perú independiente12, resultado deotras luchas épicas.

Gracias a las habilidades de un narrador demiurgo,omnisciente y ubicuo, las Tradiciones peruanas fingencimentarse desde las primeras páginas en el legadohistórico.

“La hija del oidor” o el esbozo del narrador-cronista

A los pocos meses de publicada “Palla-Huarcuna”, comoya lo vimos, Palma dio a luz la “tradición popular” “Lahija del oidor”. Nuevamente observamos la predilección

10 Ibid.. Las cursivas son del autor.11 Esta es aludida con la exclamación: “¡Feliz tú, anciano, porque sólo el polvo de tus huesos serápisoteado por el extranjero, y no verán tus ojos el día de lahumillación para los tuyos!” Ibid., pág.6.12 Véase la oración exclamativa: “¡Oh hija de Mama-Ocllo! trae a tushijos para que no olviden el arrojo de sus padres, cuando en la vidade la patria suene la hora de la conquista.” Ibid., pág. 6.

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por los diálogos al punto que el lector cree presenciaruna escena de teatro: la primera página empieza in mediasres con un diálogo cuyos interlocutores son presentados aposteriori13. El narrador desempeña por tanto un papel muylimitado como relator. Se define como puro transcriptorde la palabra ajena: “El pueblo me la contó/ Y yo alpueblo se la cuento”, pero también de maneracontradictoria alude a sí mismo como cronista14 dando aeste vocablo el significado de “articulista”,“publicista”. Otra paradoja es que, en vez de referir unsuceso relacionado con la actualidad inmediata como lecorresponde a un cronista del siglo XIX15, por antonomasiaautorizado a la subjetividad, el narrador de “La hija deloidor” recrea la Lima dieciochesca y se oculta comosujeto de la narración. Incluso como un historiador acudea fórmulas impersonales para examinar el pasado yvalorarlo16. El ideólogo no deja de sustituirse al

13 Recordemos las primeras frases de “La hija del oidor”: “-Suertetiene vuesamerced, señor capitán. -No tanta como vos, padreLutgardo. Ahora mismo no puedo disponer de una mala moneda con elbusto de nuestro muy amado monarca Carlos III, para pagar el gastoque hemos hecho.” Véase M. Compton, La trayectoria de las primeras tradicionesde Ricardo Palma, Madrid/Providence: Benzal, 1989, págs. 121-125. 14 “Por lo que, con venia suya, el cronista se permite entretener [allector] brindándole un cigarrillo y echándole una mano de amablemurmuración, ibid.15La crónica como género periodístico se desarrolla en el siglo XIX yse caracteriza por el tratamiento subjetivo de la información. “Lasubjetividad del cronista entra con toda su fuerza en la narración.No sólo se reseña, sino que se opina, ironiza, ridiculiza o exaltael acontecimiento de que se trata” , apunta Earle Herrera en La magiade la crónica, Caracas: Universidad Central de Venezuela, 1986, pág. 61.16 “Admirable es en verdad el tino con que el Conde de Aranda [...]logró dar cabo a su empeño [...]. En cuanto al secreto del que elVirey [sic] tuvo conocimiento quince días antes del designado parasu realización, fue tan perfectamente guardado que los jesuitas deAmérica no alcanzaron a descubrirlo [...].” Las cursivas son

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relator interrumpiendo la narración con digresionesextemporáneas marcadamente anticlericales17. Termina latradición con una inesperada intrusión del yo con la queel narrador se presenta como testigo y pretende recalcarla veracidad del drama contado:

Yo he visto la mancha de sangre que dejó su traspasadopecho sobre las húmedas baldosas del sótano y he orado alcielo ante el recuerdo de la infeliz víctima deljesuita.

De esta forma “La hija del oidor” es muestra de loinseguro que está todavía Palma en la manipulación delpunto de vista, vacilando entre ocultamiento yomnipresencia, primera y tercera persona del singular,narrador cronista y narrador testigo.

Sin embargo, esta tradición resulta un acierto encuanto al tratamiento del lector: de enemigo que era en“Consolación” se ha convertido en amigo de cuya salud ydistracción aparenta preocuparse el narrador:

[...] No es justo que el lector quede desocupado yaguardando el aire fresco con riesgo de coger unromadizo; por lo que con venia suya, el cronista sepermite entretenerlo brindándole un cigarrillo yechándole una mano de amable murmuración.

Palma adopta un truco muy en uso en su tiempo, la figuradel lector-amigo, y empieza a amenizar el relato. Enadelante casi siempre simulará relaciones de complicidadcon el supuesto destinatario de las tradiciones.

nuestras. 17 Demos un ejemplo entre cien: “Para tiranizar al pueblo tanto valela cátedra del Espíritu Santo, en donde abusando de su misiónpacífica el sacerdote cristiano predica la intolerancia y da pábuloal más extravagante fanatismo [...].”

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En estas primeras composiciones son muchos los titubeosy difícil el reparto de papeles entre narrador y autor:el autor se entromete y moraliza a ultranza. También lecuesta trabajo al dramaturgo Palma ceder el paso a unnarrador encargado de referir una acción en vez de poneren escena personajes y hacerlos dialogar. Al fin y alcabo, el narrador de las primeras tradiciones resultaun personaje huidizo y sumamente inconstante conforme alcajón de sastre que era entonces la tradición.

2. EL NARRADOR AUSENTE DE LA ACCIONA la hora de dar una orientación historicista a las

tradiciones, Palma tiende a corregir la figura delnarrador todopoderoso de “Palla-Huarcuna”. La implicacióndel relator como primera persona, que entrañaba el tuteode los personajes, es eliminada en provecho de unaexpresión más impersonal, supuestamente más objetiva: esla figura de un narrador que no participa de la acción18.

“Los caballeros de la capa”

Un arquetipo de este narrador es proporcionado por “Loscaballeros de la capa”. La evocación del asesinato de F.Pizarro parece ser obra de un historiador que evitaasomarse. Así es como la primera página está conformadapor un relato hecho por un narrador que se sitúa porencima de todo, sabedor de todo, nombres y fechas

18 En la clasificación de G. Genette (Figures III, París: Seuil, 1972)corresponde al “narrador “heterodiegético”, ejemplificado por lafigura de Homero en La Ilíada.

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históricas en los más mínimos detalles, pero que no seinmiscue: recordemos el principio de la tradición:

En la tarde del 5 de junio de 1541 hallábanse reunidos enel solar de Pedro de San Millán doce españoles,agraciados todos por el rey por sus hechos en laconquista del Perú. La casa que los albergaba se componía de una sala ycinco cuartos, quedando gran espacio de terreno porfabricar19.

El proceso de apartamiento del narrador es evidenciadopor la elección de fórmulas de apariencia impersonal20 yson escasas las veces en que acude a la primera personadel plural, expresando siempre la mayor modestia:

Muy a la ligera, y por la importancia del papel quedesempeñan en esta crónica, haremos el retrato históricode cada uno de los hidalgos empezando por el dueño de lacasa.21

De este modo el narrador se define como aprendiz dehistoriador, autor de una “crónica”22, a medio caminoentre la labor exhaustiva de los antiguos cronistas deIndias citados como fuentes23 y los superficialescronistas contemporáneos. El relato, fiel a la cronología de los sucesos, es laforma de enunciación dominante con un uso casi exclusivo

19 “Los caballeros de la capa”, ed. Archivos, págs. 43-54.20 Véase: “Sabido es que [...]en los tiempos antiguos nadie queaspirase a ser tenido por decente osaba presentarse en la víapública sin la respectiva capa.” Otro ejemplo: “La pluma se resistea hacer comentarios sobre tamaña felonía”, Ibid. .21 Véase también: “No nos proponemos entrar en detalles sobre loscatorce meses y medio que Almagro el Mozo se mantuvo como caudillo,ni historiar la campaña que, para vencerlo, tuvo que emprender Vacade Castro. Por eso, a grandes rasgos, hablaremos de los sucesos.”22 Recordemos el subtítulo de la tradición: “crónica de una guerracivil”. 23 “[...] Sólo nos dicen los cronistas que fueron intrépidos soldadosy muy queridos de los suyos”, y “recibió la muerte- dice uncronista que presenció la ejecución con ánimo valiente.”

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del pretérito indefinido24 mientras que el único diálogolargo es presentado como copiado de una crónica25. Elescritor consigue trasmitir así la imagen de un textoneutro y el lector distraído, embaucado por la aparienciade objetividad, admite como históricos todos los datosproporcionados por la tradición, hasta los másinverosímiles como el que anunciaba el título, el quellegaran a compartir el uso de una sola capa los docealmagristas despojados por Pizarro.

Otras tradiciones de tema histórico

La anécdota fijada en un personaje histórico favoreceese tipo de enfoque. Por eso volvemos a encontrarlo porejemplo en “Las querellas de santo Toribio”, centrada enla biografía del arzobispo limeño. También ahí secontenta el narrador con el mero papel de relator de lossucesos: evita todo tipo de intrusión gracias aexpresiones de apariencia impersonal26, se asoma sólo para24 Sólo en dos ocasiones es interrumpido el relato por un presente yuna primera persona del singular. La ironía apenas asoma en laúltima parte de la tradición: “Hoy es una delicia caer en el campode batalla, así el mandria como el audaz, con la limpieza con que seresuelve una ecuación de tercer grado[...] . Esto es progreso, y lodemás es chiribitas y agua de borrajas.”25 “ Encontró [Rada] a Pizarro en el jardín de palacio, al pie de unahiguera que aun existe; y según Herrera, en sus Décadas, medió entreambos este diálogo: -¿Qué es esto, Juan de Rada, que me dicen queandáis comprando armas para matarme? -En verdad, señor, que hecomprado dos coracinas y una cota para defenderme [...].”26 “Tal fue el diálogo que, en la sala del despacho de la Real Audienciade Lima, medió una mañana del año 1590 entre el alcalde del crimendon Juan de Ortiz de Zárate y el virrey, recientemente llegado, donGarcía de Mendoza”, “Las querellas de santo Toribio”, ed. Archivos,págs. 67-73. Otro ejemplo del apartamiento del narrador es la fraseque encabeza la segunda parte de esta tradición: “Antes de proseguirsacando a plaza las querellas entre el santo arzobispo y elexcelentísimo señor don García Hurtado de Mendoza, segundo marqués

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justificar la organización textual27 y se disimula pormedio del pretérito indefinido, tiempo desvinculado delpresente o sea del momento en que se sitúa el narradorpalmista28.

Omnisciente a la vez que ausente, el narrador corroborasus asertos con citas de documentos históricos como loson las reales cédulas29 o los escritos de unhistoriador30. El mismo se limita a contar sucesos nimiosy prefiere dejar a los profesionales de la Historia larelación de los eventos que modificaron su curso. Por esoapunta en “El corregidor de Tinta”:

No es del caso historiar aquí esta tremenda revoluciónque, como es sabido, puso en grave peligro al gobiernocolonial. Poquísimo faltó para que entonces hubiesequedado realizada la obra de la Independencia.

A diferencia del narrador inseguro al que estudiamos enla primera parte de este capítulo, y que se preocupabapor captar la atención del lector, éste desatiende alpúblico. Quizá por la gravedad de lo que cuenta o por la

de Cañete y octavo virrey del Perú, parece oportuno hacer una ligerareseña histórica de la época de su gobierno.” Las cursivas son mías.27 “Nos creemos obligados a terminar esta tradición con una brevenoticia biográfica del prelado.” Ibid.28 En las tradiciones el acto de narrar ocurre siempre después de laacción; no hay ni simultaneidad ni anterioridad del relato enrelación con el suceso narrado. 29 De “Las querellas de santo Toribio” sacamos esta frase: “Al fin, ypara devolver la tranquilidad a los ánimos inquietos, se recibió enLima una real cédula de Felipe II, fechada en Madrid el 20 de mayode 1592, la cual dice en conclusión : -Marqués de Cañete, mivisorrey, gobernador y capitán general de esos mis reinos delPerú... Os mandamos que dejéis el gobierno [...]”, ed. Archivos,pág. 71. 30 Por ejemplo en “El corregidor de Tinta”: “-Así, dice el deánFunes, terminó esta revolución, y difícilmente presentará lahistoria otra ni más justificada ni menos feliz”, ed. Aguilar, pág.687.

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seguridad que experimenta, no busca entablar ningúnvínculo, ninguna connivencia. Por tanto, privado deasidero, el lector no ha de poner en tela de juicio elrelato sino que debe contentarse con una lectura pasivade la tradición.

Estas observaciones acerca del narrador son válidaspara numerosas composiciones palmistas31. Corresponden aun proceso de depuración de la figura del narrador enrelación con los primeros escritos desordenados de Palma.Sin embargo este narrador impersonal, omnisciente yformal, siempre ausente de la acción resulta muyconvencional y poco novedoso. Su figura no presentaningún atractivo para el lector, lo que es lógico ya quela meta del escritor no es entonces el logro estéticosino transmitir una información, popularizar sucesoshistóricos. Conocedor de tales lagunas y variando de objetivo,Palma convertirá luego al narrador de las tradiciones enun personaje de pleno derecho que, si bien seguiráomnisciente, ya dejará de fingir la invisibilidad yestará presente como tal en la tradición.

31 Véanse por ejemplo las tradiciones sobre la Independencia: “Elcoronel fray Bruno” y “El clarín de Canterac, o también “Los incasajedrecistas”. En ésta interviene el narrador en una que otra fraseentre paréntesis, minimizando su papel y transmitiendo la imagen deun historiador modesto y muy documentado; cuando en la segundaparte de la tradición asoma una primera persona más categórica estodavía en una formulación negativa: “No tengo para qué historiarlos sucesos y causas que motivaron la ruptura de relaciones entre elInca y los españoles [...]”, ed. Aguilar, pág. 16. De modo quevolvemos a encontrar como narrador la figura de aquél que limitasus disquisiciones a datos de poca monta y evita tratar temashistóricos de mayor trascendencia.

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3. EL NARRADOR TRANSCRIPTORLa transfiguración exitosa del narrador palmista

estriba en el compromiso de la primera persona delsingular en lugar de la tercera, huella de la ausencia.Convertido en enunciador activo, dotado de unapersonalidad, asume diferentes papeles. Descartando lamonotonía y variando el tono va a asombrar al lector. Loveremos así definirse como transcriptor, intérprete de lapalabra ajena, o testigo indirecto de la anécdota. Enlugar de ser grave, pulsará la cuerda del humorismo.

Con la transformación del narrador de la tradición entranscriptor, Ricardo Palma recurre a la antigua recetamagistralmente puesta en práctica por Cervantes. Sedesdobla el narrador para referir la supuesta palabra deotro. El narrador-transcriptor puede basar sutestimonio en un relato oral, lo que implicará plasmar laoralidad y familiaridad para producir una impresión deveracidad. Será el caso de las tradiciones clasificadascomo “cuentos de viejas”, un subgénero literarioexplotado a mediados del XIX en España32 y cuya primeraversión palmista es el tan logrado “Don Dimas de laTijereta”.

32 Mariano Baquero Goyanes refiere la publicación a partir de de 1848de una serie de “cuentos de viejas” por el andaluz Juan de Ariza enEl Semanario pintoresco español. Véase El cuento español del romanticismo al realismo,Madrid: CSIC, 1992, pág. 67-75. No podemos descartar la idea de quePalma leyera tales relatos. Creemos asimismo que influyeron en suformación la lectura juvenil de Fernán Caballero y de su seguidorAntonio Trueba, autor de Cuentos populares (1853), Cuentos de color de rosa(1854), Cuentos campesinos (1860) etc... Un ejemplo de la influencia deFernán Caballero en el Perú es proporcionado por el Diccionario deperuanismos de Juan de Arona, que incluye un número inesperado decitas de la autora española.

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“Don Dimas de la Tijereta”

“Don Dimas de la Tijereta” de hecho se subtitula“cuento de viejas...”. A priori no cree el lectorenfrentarse con una creación literaria sino con un cuentopopular. Aunque la presentación del protagonista comienzade modo impersonal con la evocación de cuantos chismes yrumores propaga la gente:

Decíase de [don Dimas] que tenía más trastienda que unbodegón, más camándulas que el rosario de Jerusalén quecargaba al cuello [...]. Fama es que a tal punto habíanseapoderado del escribano los tres enemigos del alma, quela suya estaba tal de zurcidos y remiendos que no lareconociera su Divina Majestad33.

muy pronto asoma un narrador en primera persona, supuestotranscriptor del decir de las “viejas” y que se convierteen co-protagonista de la tradición . Interviniendo casisistemáticamente a principios o finales de cada capítulose vuelve un personaje de pleno derecho tan importantecomo el escribano limeño. Incluso en el marco de latradición, la voz narradora se define con ironía34 como

33 “Don Dimas de la Tijereta”, ed. Archivos, págs. 7-14. Las cursivasson nuestras.34 Véanse sobre los procedimientos irónicos en Palma los trabajos deJ. Lamore: “Sur quelques procédés de l’ironie et de l’humour dansles Tradiciones peruanas”, Bulletin Hispanique, LXX, Burdeos, 1968, págs.106-115; y Roy L. Tanner: “Las tradiciones entre la ironía y lasátira”, Tradiciones peruanas, ed. Archivos, págs. 478-489.

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concienzuda35 y modesta36 recalcando lo limitados que sonsus conocimientos:

Y por más que fui y vine, sin dejar la ida por la venidano he podido saber a punto flojo si andando el tiempomurió don Dimas de buena o mala muerte.

No obstante, revela un ambicioso proyecto literario, lanarración de una serie de cuentos:

si Dios es servido [...] y esta conseja cae en gracia,cuentos he de enjaretar a porrillo [...].

El lector descubre de hecho una literaturización delsupuesto cuento tradicional, siendo integrado unhumorismo inconcebible en un relato improvisado. Ladenominación “cuento de viejas” sirve en realidad depretexto para acumular las imágenes graciosas37 y losgiros coloquiales, al mismo tiempo que son frecuenteslas intrusiones del autor apegado a la sátira, trátese delos escribanos o de las mujeres. En “Don Dimas...”, elnarrador está omnipresente pero su meta ya no esinformar, ni mucho menos dictar una clase de historia omoralizar sino simplemente distraer, como bien recuerdala última apelación al lector :35 “ Y hago esta salvedad digna de un lego confitado, no tanto endescargo de mis culpas, que no son pocas, y de mi conciencia de narrador,que no es grano de anís [...]”, ed. Archivos, pág. 8. Las cursivas sonnuestras.36 “Yo, pobre y mal traído narrador de cuentos, no he podido alcanzarpormenores acerca de la entrevista entre Lilit y don Dimas”, ibid,pág. 13. En la versión primigenia de “Don Dimas...”, en lugar de“narrador de cuentos” estaba la expresión “narrador de crónicas” ,reveladora de la labor periodística del autor. 37 Sólo entresacamos dos ejemplos: “Una noche en que Tijereta quisolevantar el gallo a Visitación, o, lo que es lo mismo, meterse abravo, ordenóle ella que pusiese pies en pared, porque estabacansada de tener ante los ojos la estampa de la herejía [...],” ed.Archivos, pág. 11. “[...] Pasaron día por día, tres años como tres berenjenas [...]”,ed. Archivos, pág. 12.

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Y con esto, lector amigo, y con que cada cuatro años esbisiesto, pongo punto redondo al cuento, deseando que asítengas la salud como yo tuve empeño en darte un rato desolaz y divertimiento.

El público a menudo interpelado ha sido convertido encopartícipe del relato, embargado involuntario que sólopuede aplaudir humoradas de un narrador dicharachero.

La narración en voz femenina

Después de “Don Dimas...”, Ricardo Palma retoma lafigura del narrador de cuentos para plasmarla enpersonajes como la “abuelita” de “La misa negra” o “latía Catita” de “Traslado a Judas”. “La misa negra”empieza con las oraciones rituales de un cuento popular:

Erase lo que era. El aire para las aves, el agua para lospeces, el fuego para los malos, la tierra para los buenosy la gloria para los mejores, y los mejores son ustedes,angelitos de mi coro, a quienes su Divina Majestad hagasantos y sin vigilia38.

Como se observa en la cita, apunta enseguida lapersonalidad de la narradora, dechado de cariño ybeatería. La narración se presenta como un cuento oralreferido a un público de ingenuos oyentes. Se aparenta auna representación teatral cuyo único actor es unaanciana a la que contemplan nietos y sobrinos. Conincesantes llamamientos a dicho auditorio infantil esinterrumpido el hilo del relato de modo que al captartambién la atención del lector, la tradición es dinámicay llena de vida. Del subterfugio del “cuento de viejas”que era “Don Dimas...” con un narrador culto cronista de

38 “La misa negra”, ed. Aguilar, págs. 833-835.

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oficio, Palma pasa a configurar en “La misa negra” unanarradora pueblerina que deja en suspenso a cada rato elrelato de brujerías con reflexiones inesperadas39. Asílogra el escritor producir un efecto de oralidad, esdecir un texto fragmentado, sinuoso, del todo opuesto almodelo lineal de la escritura realista decimonónica. Losdiminutivos familiares, las expresiones coloquiales y lasfórmulas gráficas plagan el relato de suerte que ellector resulta más impresionado por la enunciación de latradición que por el tema mismo.

En otros casos, la figura de la anciana narradora nodeja de ser un simple pretexto que enseguida eltradicionista desecha para asumir la relación. “Laprocesión de ánimas de San Agustín” empieza así:

A falta pues de fuente más auténtica, ahí va la tradicióntal como me la contó una vieja muy entendida en historiasde duendes y almas en pena40.

El aserto está desmentido luego pues dominan los detalleshistóricos precisos y el léxico culto. La simpleza ynaturalidad de la supuesta abuela han sido sustituidaspor sútiles hipótesis con que se distancia el narrador dela anécdota:

39 Véanse los dos ejemplos siguientes: “Ella vivía, me parece que laestuviera viendo, en un cuartito del callejón de la Toma, como quien vapara los baños de la Luna, torciendo a mano derecha.” “Como iba diciendo, quieras que no quieras, tuvo la bruja que beberse unjarro de aceite bendito, y entonces empezó a hacer visajes como unamona, y a vomitarlo todo, digo, que cantó de plano [...].” Las cursivasnuestras evidencian la primacía de la enunciación, o sea de loscomentarios de la narradora, sobre la narración propiamente dichade los sucesos. 40 Ed. Aguilar, pág. 485.

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¿Sería esto una alucinación del cerebro de don Alfonso?Lo juicioso es dejar sin respuesta la pregunta y que cadacual crea lo que su espíritu le dicte41.

Termina el relato con un guiño que el lector atribuirásin la menor duda al autor:

[...] con tanta prosa y con el descreimiento que nos hantraído los masones, está Lima como para correr de ella42.

Las tardías “Croniquillas de mi abuela” (1899) tambiénreducen la abuela al papel de figurante “de lo máslimeño que tuvo Lima en los tiempos de Abascal”. Elorigen de refranes que salpican sus habladuríasconstituye el punto de partida de la tradición de cuyanarración se encarga el autor ficcionalizado43.

Don Adeodato, doble masculino

La narradora abuela es reemplazada algunas veces poruna voz masculina, tan murmuradora como aquélla. Denombre predipuesto para todas las burlas, don Adeodato dela Mentirola es un personaje inventado para configurarun informante caricaturesco que dialoga con el autor aprincipios de “Dónde y cómo el diablo perdió el poncho”.En lugar de una beata es un porfiado realista que “sabeal dedillo la antigua crónica escandalosa” y tiene“cierta llaneza de lengua que pasma” para referir un“cuento disparatado”. Mediante una entrevista con don

41 Ibid. pág. 487.42 Ibid. pág. 488.43 “[...] Voy a contarte, Renée mía, el origen de dos frases, queentre otras muchas [...] oí de boca de mi abuela [...], frases alas que yo di la importancia que se da a una charada y que a fuerzade ojear y hojear cronicones de convento he alcanzado a descifrar”,ed. Aguilar, págs. 856-858. En esta cita se evidencia la confusiónnarrador/ autor, padre de una niña llamada Renée.Volveremos sobre laconfusión narrador/ autor en la última parte de este capítulo.

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Adeodato, el autor se autorretrata con ironía44

contagiando su realidad al interlocutor ficticio, desuerte que, cuando pasa a la narración la define comofiel transcripción del relato del bueno de Adeodato. Dehecho no habrá ninguna intrusión autorial a lo largo dela tradición, variando así una vez más la manipulacióndel punto de vista. El mismo don Adeodato reaparecepara sacar de un apuro al escritor sobre los conflictosentre franciscanos y jesuitas45; supuestamente informadogracias a su propia abuela, don Adeodato cuenta por quéterminaron de reñir franciscanos y jesuitas a principiosdel siglo XVII. El chiste subido y anticlerical seconvierte entonces en relato ajeno que pretende sólohaber transcrito el autor.

El progreso representado por la creación de un narradorinformante del escritor es tanto más patente cuanto quedisponemos de la versión primitiva de la tradición, antesque Palma recurriera a dicho artificio. El cotejo de“Mauro Cordato” con “El mejor amigo..., un perro” revelala metamorfosis de la tradición46 gracias a latransformación del narrador en narrador de segundogrado, transcriptor del testimonio oral de algún ancianolimeño47. Además el narrador de “El mejor amigo...” se44 “ [...] Y yo, que me pirro por averiguar la vida y milagros, no delos que viven, sino de los que están pudriendo tierra y criandomalvas con el cogote, ando pegado a él como botón a la camisa, y ledoy cuerda, y el señor de la Mentirola afloja lengua”, ed. Archivos,págs. 174-179. Las cursivas son del autor. 45 “Franciscanos y jesuitas”, ed. Aguilar, págs. 283-287.46 Véase el artículo de A. Escobar: “Tensión, lenguaje y estructura:las Tradiciones peruanas”, Tradiciones peruanas, ed. Archivos, págs. 539-590.47 “El mejor amigo..., un perro” empieza así: “Apuesto, lectorlimeño, a que entre los tuyos has conocido algún viejo de esos que

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presenta como testigo personal de la existencia de laheroína:

Sin ser yo todavía viejo, aunque en camino voy de serlomuy en breve, te diré que no sólo he oído hablar de ellasino que tuve la suerte de conocerla y de que cuando eraniño me regalara rosquetes y confituras. ¡Cómo que fue mivecina en el Rastro de San Francisco!48

El yo, omnipresente en este falso diálogo con elpúblico, sirve para burlar la vigilancia del lector yfingir la objetividad y veracidad de la anécdota. Elescritor se deleita extraviándolo en una narraciónlaberíntica, anticipando en más de medio siglo lasvariaciones borgesianas en torno a la figura delnarrador.

La transcripción por escrito

Otras tradiciones se presentan como transcripciones yano de un testimonio oral sino de un documento escrito. Enlugar de la apariencia de oralidad requerida por latranscripción verbal, el autor se enfrenta a otra clasede imitación. A diferencia del divertido Cide HameteBenengeli cervantino, Palma parece privilegiar la figuradel narrador copista para tratar de situaciones

alcanzaron el año del cometa (1807) , que fue cuando por primera vezse vio en Lima perros con hidrofobia, y que lo oíste hablar de laPerla sin compañera”, ed. Archivos, pág. 540. En lugar de esta frasetenemos en “Mauro Cordato” el principio de un curso de Historia porun narrador omnisciente: “Séanos permitido dar una rápida ojeada ala época en que acontecieron los sucesos que sirven de argumento aeste romance. El 26 de de julio de 1806 entró en Lima el Virrey D.José Fernando de Abascal y Souza, caballero del hábito de Santiago,siendo pocos días después nombrado arzobispo el Illmo. Sr. Las-Heras”, ed. Archivos, pág. 54048 Esta frase no tiene antecedente en “Mauro Cordato”.

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dramáticas como ocurre en “Santiago el Volador49”. Elnarrador describe cuidadosamente el supuesto manuscrito50

antes de pasar a la biografía del protagonista. Luegoentrecruza el relato hecho desde un enfoque omnisciente51

nombrando familiarmente a “Santiago”, con intervencionesde éste en primera persona, a modo de citas del famosomanuscrito:

según cuenta [Santiago] era muy hábil; pues llegó a hacerde una pieza guantes, bonetes de clérigo y escarpines devicuña, con la circunstancia de que el paño más fino no alcanzala delicadeza de mis obras, que en varias artes entro y salgo con la mismadestreza que si las hubiera aprendido por reglas; pero desgraciadamente,las medras las he gastado sin medrar.52

De esta manera, el narrador procura que el personajeparezca más real con su patético anhelo de volar y queteniendo una fuerte personalidad, deje de ser el muñecoen que la memoria popular ha convertido a Santiago elVolador. Este transcriptor enfatiza todos los datosproporcionados por la fuente escrita de que pretendedisponer53, de suerte que la tradición tiende atransformarse en recopilación de testimonios históricos ya perder su carácter de relato literario. Ilusionado poresas fuentes convergentes sobre el pasado de Santiago deCárdenas, el lector ya no sabrá distinguir verdad y

49 “Santiago el Volador”, ed. Archivos, págs. 161-166.50 “Este manuscrito en el que la tinta, con el transcurso de losaños, ha tomado color entre blanco y rubio, debió haber pasado pormuchas aduanas y corrido recios temporales antes de llegar a sernumerado en la sección de manuscritos [...]”, ibid.51 “ [...] De padres pobrísimos , aprendió a leer no muy de corrido,y a escribir signos, que así son letras como garabatos para apurarla paciencia de un paleógrafo”, ibid.52 Ibid. Las cursivas son del autor.53 Refiere tanto una escueta respuesta del virrey Amat como lascualidades de un informe entregado por el cosmógrafo mayor CosmeBueno.

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ficción, tanto más que el narrador en primera persona sibien está presente, se expresa con mucha mesura ymodestia, acrecentando la impresión de objetividad54.

Las mismas características aparecen en otrastradiciones escritas también como transcripciones dedocumentos ajenos supuestamente encontrados porcasualidad. En “La gatita de Mari-Ramos...”, el narradorfinge la discreción y neutralidad55 pero traspasan unashumoradas56 que atenúan el dramatismo y la veracidad de lanarración de modo que la seudotranscripción de undocumento escrito se asemeja a un relato oral contadopor don Adeodato de la Mentirola.

La degradación del proceso de transcripción escritaculmina en la Octava serie con “Los ratones de frayMartín”. Esta tradición comienza con una referenciaexplícita a una “relación de virtudes y milagros que enhoja impresa circuló en Lima, allá por los años de184057”, por lo que el lector cree adentrarse en dicha54 “Yo no atinaré a dar una opinión sobre si la navegación aérea esparadoja que sólo tiene cabida en cerebros que están fuera de sucaja o es hacedero que el hombre domine el espacio cruzado por lasaves. Pero lo que sí creo con toda sinceridad es que Santiago deCárdenas no fue un charlatán embaucador [...]” , “Santiago elVolador”, ibid.55 “Nada pondré de mi estuche, que hombre verídico es el compañero deLa Broma que me hizo el relato que van ustedes a leer”, “La gatita deMari-Ramos...”, ed. Archivos, págs. 101-109. Otro ejemplo está enlas últimas líneas de la tradición: “Benedicta, moribunda y devoradapor el remordimiento, reveló todo a un sacerdote, rogándole que parasalvar al encarcelado hiciese pública su confesión; y he aquí cómoen forma de proceso ha venido a caer bajo nuestra pluma de cronistala sombría leyenda de la Gatita de Mari-Ramos.”56 “Demos tiempo al tiempo y no andemos con lilailas y recancanillas.Es decir, que mientras los amantes apuran la luna de miel para darentrada a la de hiel, podemos echar, lector carísimo, el consabidoparrafillo histórico”, ibid. 57 “Los ratones de fray Martín”, ed. Aguilar, págs. 264-265.

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relación. Pero la narración de los sucesos de la vida delsanto es interrumpida con frecuentes observacionesirónicas. El tono burlón, el habla familiar58 y los juegosde palabras59 convierten la narración en una parodia dehagiografía. De modo que en el narrador transcriptor de“Los ratones de fray Martín” reencontramos al primigenionarrador chancero de “Don Dimas...”, y acierta elescritor a extender el humorismo al campo de lo sagrado.La apariencia de objetividad y la desliteraturización queimplican la transcripción de cualquier documento hanterminado descartadas en provecho de un narradorintervencionista que desacredita la ficción de latranscripción. Mero cómplice, el lector participa de laburla.

4. LA FUSION AUTOR-NARRADORAhora bien, en las últimas series, cabe observar

también otro fenómeno en el tratamiento del punto devista. Muchas veces en lugar de presentarse como portavozde un relato ajeno, el narrador se confunde con elautor; el escritor toma la pluma y abiertamente asume elrelato. Insiste entonces en su labor y méritos dehistoriador:

Mucho, muchísimo he investigado pero sin fruto. Noobstante me atrevo a afirmar que la saya y manto nació en1560 [...] . Véanse ahora las razones en que fundo mi

58 “Nuestro paisano Martín de Porres, en vida y después de muerto,hizo milagros por mayor.” “[...] -¿Buenazo el milagrito, eh? Puesdonde hay bueno, hay mejor”, ibid. 59 “ Punto con el introito y al grano, digo, a los ratones [...].¡Ea!, no me hagan reír, que tengo partido un labio”, ibid.

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afirmación y me prometo que el lector no habrá deestimarlas por antojadizas60.

O bien hace hincapié en su cargo de académico61, en sutarea de director de la Biblioteca Nacional o en suafición a la lexicografía de todos conocida62:

Compulsando me hallaba yo una papeletas bibliotecarias,cuando se me presentó el teniente, y después de referirmesu percance de cuartel, me pidió la explicación de lo que,en vano, llevaba una semana de averiguar.

El narrador se presenta por tanto como hombre de cienciacuyo saber es aplaudido fuera del Perú. Después de sercriticado por la generación de la Revancha, el padre delas tradiciones siente la necesidad de reafirmar el valorde sus escritos. También ocurre que cite su propia obra amodo de fuente, destacando de esta manera la unidad delconjunto de las tradiciones63. Pero la seriedad que habríade acompañar tales calidades desaparece a menudo enprovecho de una mirada irónica: el narrador de “La60 “La tradición de la saya y manto”, ed. Aguilar, págs. 160-163. “Elcoronel fray Bruno” trasladada a la Décima serie también proporciona unejemplo de este enfoque: “Voy, pues, a emprender un ligero estudiobiográfico del personaje que motivó el dicho, apoyándome en noticiasque contemporáneos suyos me han proporcionado y en documentos oficialesque a la vista tengo sobre mi mesa de trabajo”, ed. Aguilar, págs. 964-968. Lascursivas son nuestras. Véase también la nota 30 de este capítulo,acerca de “Los incas ajedrecistas”. 61 “Tuve, hace cinco años, el honor de proponerla a la Real Academia[...]. Por mucho que respete los motivos que asistieran a misilustrados compañeros para desdeñarme estas y otras palabrillas, noquiero callar en lo que atañe a la voz barchilón”, “Barchilón”, ed.Aguilar, págs. 134-137. 62 “Los siete pelos del diablo”, ed. Aguilar, págs. 1199-1201.Véase también “Las croniquillas de mi abuela” y la nota 42 de estecapítulo.63 Véase en “La tradición de la saya y manto”, ed. Aguilar, págs.160-161: “Doña Teresa fue de las primeras en vestir saya y manto,sugestionada acaso por su marido, pues la historia nos cuenta que elvirrey anduvo siempre a la greña con el arzobispo. Algo, que no mucho, herelatado sobre tal tema en mi tradición Las querellas de santo Toribio”. Las cursivasson nuestras.

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tradición de la saya y manto” no deja de salpicar deimágenes divertidas y expresiones graciosas la evocaciónde la antigua moda femenina. Aunque resulte una autoridada la que acuden todos los aficionados a la filología, nopor eso carece de humorismo y mira con irrisión sutarea :

[es una] historia que he leído en un palimpsestocontemporáneo del estornudo y de las cosquillas64.

Desde tiempo atrás, la amenidad se ha convertido enmeta del escritor que pone en práctica el preceptohoraciano de “deleitar aprovechando”.

***En resumidas cuentas, las Tradiciones peruanas se aparentan

a un amplio muestrario de las posibilidades de lanarrativa que podría inspirar a los estudiosos de lanarratología si la obra de Palma fuera hoy más estudiada.Malabarista o camaléon, el narrador palmista pretende ala vez ser cuentista e historiador, transcriptor ytestigo. Proteico, lo sabe todo en algunos casos y enotros sabe muy poco. Su evolución corresponde en el fondoal aprendizaje y dominio de todas las técnicas de lanarrativa. Liberándose el escritor del dialogismoinherente a la escritura dramática, evidente en lasprimeras tradiciones, ha pasado por la práctica delpunto de vista omnisciente, recurso típico del narradorrealista, y ha conseguido los mayores logros con laoralización del relato, es decir conciliando mimesis y

64 “Los siete pelos del diablo”, ed. Aguilar, pág. 1201.

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diégesis . Pese al siglo transcurrido, dicho narradorpolifacético deslumbra todavía al lector que, aunquetratado como amigo y cómplice, a menudo es incapaz dedistinguir la verdad de la mentira.

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