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Sacro Imperio Romano Germánico Sacrum Romanum Imperium Heiliges Römisches Reich Sacro Imperio Romano Germánico 962–1806 Bandera Águila Quaternion Territorio del Sacro Imperio de 962 a 1806 Capital Ninguna oficialmente Ratisbona (Dieta perpetua del Imperio ) Viena (Consejo Áulico ) Wetzlar (Cámara imperial de justicia ) Idioma principal Latín Otros idiomas Lenguas romances (italiano ,

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Sacro Imperio Romano Germánico

Sacrum Romanum ImperiumHeiliges Römisches Reich

Sacro Imperio Romano Germánico

← 962–1806

→→

Bandera Águila Quaternion

Territorio del Sacro Imperio de 962 a 1806

Capital Ninguna oficialmenteRatisbona (Dieta perpetua del Imperio)Viena (Consejo Áulico)Wetzlar (Cámara imperial de justicia)

Idioma principal Latín

Otros idiomas Lenguas romances (italiano, piamontés, lombardo, francés, occitano, arpitano, romanche)Lenguas germánicas occidentales (alemán, franconio, frisón)Lenguas eslavas (checo, sorabo, polabo, polaco y esloveno)

Religión Catolicismo

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Luteranismo (desde la Paz de Augsburgo, 1555)Calvinismo (desde la Paz de Westfalia, 1648)

Gobierno Monarquía electivaEmperador o rey de romanos ver Anexo

Período histórico Edad MediaRenacimientoEdad ModernaEdad Contemporánea

 • Coronación de Otón I 2 de febrero de 962 • Bula de Oro 1356 • Reforma imperial 1495 • Paz de Augsburgo 25 de septiembre de 1555 • Paz de Westfalia 24 de octubre de 1648 • Receso del Imperio 25 de febrero de 1803 • Creación de la Confederación del Rin 12 de julio de 1806 • Abdicación de Francisco II 6 de agosto de 1806

Superficie • 962 470 000 km²

Población • 962 est. 4 700 000      Densidad 10 hab./km²

Moneda Diversas, incluyendo el Pfennig

El Sacro Imperio Romano Germánico1 (en alemán: Heiliges Römisches Reich; en latín: Sacrum Romanum Imperium —para distinguirlo del Reich Alemán de 1871—, y también conocido como el Primer Reich o Imperio antiguo) fue una agrupación política ubicada en la Europa occidental y central, cuyo ámbito de poder recayó en el emperador romano germánico desde la Edad Media hasta inicios de la Edad Contemporánea.

Su nombre deriva de la pretensión de los gobernantes medievales de continuar la tradición del Imperio carolingio (desaparecido en el siglo X), el cual había revivido el título de Emperador romano en Occidente,2 como una forma de conservar el prestigio del antiguo Imperio romano. El adjetivo «sacro» no fue empleado sino hasta el reinado de Federico Barbarroja (sancionado en 1157) para legitimar su existencia como la santa voluntad divina en el sentido cristiano. Así, la designación Sacrum Imperium fue documentada por primera vez en 1157,3 mientras que el título Sacrum Romanum Imperium apareció hacia 1184 3 y fue usado de manera definitiva desde 1254. El complemento Deutscher Nation (en latín: Nationis Germanicæ) fue añadido en el siglo XV.

El Imperio se formó en 962 bajo la dinastía sajona a partir de la antigua Francia Oriental (una de las tres partes en que se dividió el Imperio carolingio). Desde su creación, el

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Sacro Imperio se convirtió en la entidad predominante en la Europa central durante casi un milenio hasta su disolución en 1806. En el curso de los siglos, sus fronteras fueron considerablemente modificadas. En el momento de su mayor expansión, el Imperio comprendía casi todo el territorio de la actual Europa central, así como partes de Europa del sur. Así, a inicios del siglo XVI, en tiempos del emperador Carlos V, además del territorio de Holstein, el Sacro Imperio comprendía Bohemia, Moravia y Silesia. Por el sur se extendía hasta Carniola en las costas del Adriático; por el oeste, abarcaba el condado libre de Borgoña (Franco-Condado) y Saboya, fuera de Génova, Lombardía y Toscana en tierras italianas. También estaba integrada en el Imperio la mayor parte de los Países Bajos, con la excepción del Artois y Flandes, al oeste del Escalda.

Estados Imperiales

Los príncipes electores del Sacro Imperio. De Bildatlas der Deutschen Geschichte, por Dr. Paul Knötel (1895).

Una entidad era considerada como un Reichsstand (Estado imperial) si, conforme a las leyes feudales, no tenía más autoridad por encima que la del emperador del Sacro Imperio. Entre dichos Estados se contaban:

Territorios gobernados por un príncipe o duque, y en algunos casos reyes. (A los gobernadores del Sacro Imperio, con la excepción de la Corona de Bohemia, no se les permitía ser reyes de territorios dentro del Imperio, pero algunos gobernaron reinos fuera del mismo, como ocurrió durante algún tiempo con el reino de la Gran Bretaña, cuyo rey era también Príncipe elector de Brunswick-Luneburgo.)

Territorios eclesiásticos dirigidos por un obispo o príncipe-obispo. En el primer caso, el territorio era con frecuencia idéntico al de la diócesis, recayendo en el obispo tanto los poderes mundanos como los eclesiásticos. Un ejemplo, entre muchos otros, podría ser el de Osnabrück. Por su parte, un príncipe-obispo de notable importancia en el Sacro Imperio fue el obispo de Maguncia, cuya sede episcopal se encontraba en la catedral de esa ciudad.

Ciudades imperiales libres

El número de territorios era increíblemente grande, llegando a varios centenares en tiempos de la Paz de Westfalia, no sobrepasando la extensión de muchos de ellos unos pocos kilómetros cuadrados. El Imperio en una definición afortunada era descrito como una "alfombra hecha de retales" (Flickenteppich).

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Análisis

El relato de la historia moderna de Alemania está generalmente determinado por tres factores clave: el Reich, la Reforma y, en su etapa final, la bicefalia entre Austria y Prusia. Muchos han sido los intentos de explicar por qué el Imperio, a diferencia de la vecina Francia, nunca llegó a conseguir un poder fuertemente centralizado sobre sus territorios. Entre las razones más habituales se incluyen:

El Imperio fue desde sus inicios una entidad muy federal: Si Francia mayoritariamente había formado parte del imperio romano, en las partes orientales del reino franco las tribus germánicas eran mucho más independientes y renuentes a ceder poder a una autoridad central. Todos los intentos de convertir el cargo de rey en hereditario fracasaron, manteniéndose el de monarca como un cargo electivo. Por ello, cada candidato a la corona debía realizar una serie de promesas a los electores, las llamadas Wahlkapitulationen (capitulaciones electivas), garantizando a los distintos territorios más y más poder a lo largo de los siglos. Se revelaba entonces la gran dificultad de que el Sacro Imperio tuviera un sólido poder centralizado, en contraste con otros países europeos que lo lograron a través de la institución monárquica, que supuso un retroceso en el sistema político feudal, lo que en el Sacro Imperio no ocurrió en la mayor parte de sus Estados o sucedió de forma muy dispar y tardía.

Debido a sus connotaciones religiosas, el Imperio como institución quedó seriamente dañado por las disputas entre el papa y los reyes de Alemania, en relación a su coronación como emperadores. Nunca estuvo muy claro bajo qué condiciones el papa debía coronar al emperador, y especialmente cómo el poder universal del emperador dependía del poder del papa en materias clericales. Frecuentes disputas giraron en torno a esta cuestión, especialmente a lo largo del siglo XI, con motivo de la querella de las investiduras y el Concordato de Worms en 1122.

El hecho de que el sistema feudal del Imperio, donde el rey constituía la cúspide de la llamada "pirámide feudal", fuese causa o síntoma de la debilidad del Imperio, no está claro. En todo caso, la obediencia militar, que —conforme a la tradición germana— estaba íntimamente ligada a la concesión de tierras a los vasallos, fue siempre problemática: cuando el Reich tenía que ir a la guerra, las decisiones eran lentas y quebradizas.

Hasta el siglo XVI, los intereses económicos del sur y el oeste del Imperio diferían notablemente de los de la parte septentrional, donde estaba asentada la Hansa, la cual estaba más vinculada a Escandinavia y el Báltico que el resto de Alemania. Ello obedecía particularmente a intereses económicos propios o más bien disímiles respecto de otros Estados del imperio, lo que igualmente sucedía con su identidad religiosa. Basta recordar que el Estado más poderoso del imperio, Austria, y su casa reinante e igualmente depositaria del título de emperador del Sacro Imperio hasta su supresión, los Habsburgo, eran defensores del catolicismo, y con el tiempo toda su política se encaminará más a salvaguardar los intereses nacionales austriacos que los del trono imperial.

Fue constante en la política del Sacro Imperio que ésta se encaminara hacia una política continental, esto es, que su política exterior hiciera énfasis en cuestiones del continente europeo, tales como motivaciones dinásticas para actuar, intentos de expansión territorial, enfrentamientos con otras potencias del continente europeo, e

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imperialismo basado en una visión de imperio de carácter universal y que inicialmente lo sustentó en una visión religiosa determinada y en considerarse como heredero histórico del extinto Imperio Romano. El problema de lo anterior era que, al ser una entidad política con un poder central débil, estos motivos no favorecían o interesaban de igual manera a todos los Estados alemanes; inclusive había Estados alemanes con una política inclinada hacia el mar y el comercio, tales como los que integraban la Hansa, ubicados en el norte de Alemania, por ende cerca del Mar del Norte, al igual que los que colindaban con el río Rin, que los unía con los puertos marítimos holandeses. Semejante divergencia de intereses económicos solo contribuía a erosionar el poder político del imperio y de su emperador, lo que en adelante se traduciría en que cada Estado alemán se procurara una política exterior propia tanto con el resto del imperio como con otros países, a veces ajena a los intereses del mismo Sacro Imperio y de los demás Estados que lo conformaban.

Primeras invasiones germánicas

En el siglo IV, considerado por la historiografía clásica como perteneciente todavía a la Edad Antigua, el Imperio romano entró en una crisis económica, política y social. Varios pueblos germánicos empezaron entonces a acosar las fronteras del Imperio. Su acción e influencia en el sur de Europa, hicieron que más tarde el continente entrara en la categoría historiográfica comúnmente denominada como Edad Media. Los cinco primeros siglos de la Edad Media (más o menos del año 476 al año 1000) han sido denominados como Alta Edad Media y los cinco siglos siguientes (más o menos del año 1000 al año 1492) han sido denominados como Baja Edad Media.

En el momento de las primeras invasiones germánicas, en la Antigüedad tardía, el emperador Teodosio I logró la paz mediante un pacto de amistad con el jefe visigodo (siendo los visigodos la rama occidental del pueblo godo). Pero Teodosio I murió en 395 dejando el imperio a sus dos hijos. Honorio en el Occidente y Arcadio en el Oriente. La muerte de Teodosio I significó para los visigodos la ruptura de los acuerdos realizados con el Imperio. Su jefe, Alarico I, comenzó una campaña de depredaciones en la península balcánica. Arcadio, con el pretexto de que existía una disputa por Iliria, lanzó a los visigodos sobre el Imperio occidental, en el que se instalaron definitivamente. Poco después, en el año 406, el Imperio romano fue invadido por pueblos germánicos que buscaban dónde instalarse.

En el 423, Valentiniano III sucedió en el trono a Honorio, asimilando a los invasores a sus tropas mercenarias. Durante su reinado, el imperio sufrió un importante avance de los hunos, al mando de su rey Atila; pero fueron detenidos en los Campos Cataláunicos en una alianza romano-germánica. El Imperio estaba en franca disolución y en el 476 Rómulo Augústulo, último emperador de Occidente, fue depuesto por Odoacro. El Imperio romano de Occidente llegaba, así, a su fin. A partir de entonces, el territorio se disgregó en diferentes reinos, llamados reinos romano-germánicos.

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Las nuevas invasiones

Entre los siglos IX y X, Europa occidental se vio sacudida por los ataques de pueblos normandos, sarracenos, húngaros y eslavos. Las nuevas invasiones eran fundamentalmente expediciones y saqueo. Ocasionaron inestabilidad y temor durante largo tiempo.

Las invasiones cambiaron el mapa político de Europa y arruinaron por completo el comercio. Ante el clima de desamparo e inseguridad, se consolidaron los poderes locales: los señores se organizaron para defender sus tierras y dar protección a los más débiles, sentando las bases del futuro feudalismo.

Los vikingosArtículo principal: Vikingo

Vikingos daneses invadiendo Inglaterra. Ilustración del siglo XII.

Los vikingos y luego los normandos, provenientes de Escandinavia, fueron los primeros en invadir el Imperio carolingio. Cuando comenzó el desplazamiento invasor de los nórdicos, Carlomagno ordenó defender las costas construyendo torres vigías. A su muerte, la situación empeoró, puesto que los vikingos establecieron asentamientos y más tarde formaron el Ducado de Normandía al norte de Francia.

Ocuparon las islas británicas, Islandia y Groenlandia. Penetraron en Europa oriental, dando origen a Rusia —los pobladores de la estepa los llamaban «rus»— y desde allí llegaron a Asia a través del mar Negro y el mar Caspio. También se desplazaron hasta la península ibérica donde combatieron contra los musulmanes. Llegaron a las costas de Marruecos, penetraron en el Mediterráneo y ocuparon el sur de Italia,

Los húngarosArtículo principal: Historia de Hungría

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Los húngaros eran un pueblo de jinetes nómadas emparentado con los hunos. Atacaron violentamente las fronteras del Este del Imperio germánico, luego de haberse establecido en Panonia en el 896, siendo guiados por el Gran Príncipe Árpad. En 915 robaron y quemaron varias ciudades del Imperio germánico como Fulda y Bremen. Llevarían a cabo aventuramientos en la península ibérica, la itálica y en el Oeste de Francia. Le harían pagar un impuesto casi por una década al emperador germánico Enrique I el Pajarero, el cual les propinaría una derrota en el 933 cerca de Merseburg. Los húngaros serían nuevamente derrotados en 955 en la batalla de Lechfeld por Otón I el Grande. En el 973, Otón I volvería a vencer a los húngaros en Quedlinburg y en esa oportunidad firmaría la paz con el príncipe Géza de Hungría, el cual permitiría la llegada de misioneros cristianos y bautizaría a su hijo Vajk, bajo el nombre de Esteban. Esteban sería el primer rey húngaro en el 1000 y conduciría un estricto proceso de cristianización durante todo su reinado.

Los sarracenosArtículo principal: Sarracenos

Los sarracenos eran piratas musulmanes que desde la península ibérica y el norte de África, atacaron las Costas de Francia e Italia. Sus expediciones llegaron hasta Roma. Aunque su principal objetivo era obtener botín, se instalaron en Sicilia.

Los eslavosArtículo principal: Eslavo

Desde la región comprendida entre los ríos Elba y Dnieper, los eslavos se expandieron y ocuparon parcialmente, todo el Este de Europa.

Una rama de los Eslavos atravesó el territorio de la actual Rusia. Allí se unieron con los normandos procedentes de Suecia y fundaron la Rus de Kiev, considerado el primer Estado ruso, desde donde establecieron relaciones comerciales con Bizancio y el Islam.