36
ACERO BRITÁNICO Y MINERAL ESPAÑOL: 1871-1914 (*) A partir de la apertura, con Hobson, del campo de los estu- dios históricos sobre las inversiones ultramarinas británicas, un cierto número de detallados ensayos ha explorado más a fondo este aspecto de la economía del país. Trabajos en esta revista y en otros lugares han señalado la existencia de un importante campo de estudio en el que aún queda mucho por hacer antes de poder trazar una síntesis final de la exportación británica de capitales a lo largo de la centuria que termina en 1914. La tendencia, juiciosa e inevitablemente, ha sido la de concentrarse en primer término en aquellos compartimientos de las inversiones ultramarinas que atrajeron más capital británico; pero el criterio del mero volumen puede distraer la atención de otros terrenos donde la inversión, aunque menos extensa, fue de más peso para la economía de la Gran Bretaña. Desde la invención en 1856 de un proceso barato y eficaz para la fabricación del acero, la demanda de materias primas con des- tino a una industria siderúrgica en proceso de rápida expansión, (•) El original, titulado "British Steel and Spanish Ore: 1871-1914", fue publicado en The Economic History Review, agosto, 1955, second series, volu- men VIH, número 1, páginas 84-90. Agradecemos a M. W. Flinn y la Economic History Society la autorización otorgada para su versión castellana. Esta te debe a Juan Velarde Fuertes.

Acero británico y mineral español: 1871-1914

  • Upload
    others

  • View
    1

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Acero británico y mineral español: 1871-1914

ACERO BRITÁNICO Y MINERALESPAÑOL: 1871-1914 (*)

A partir de la apertura, con Hobson, del campo de los estu-dios históricos sobre las inversiones ultramarinas británicas, uncierto número de detallados ensayos ha explorado más a fondoeste aspecto de la economía del país. Trabajos en esta revista y enotros lugares han señalado la existencia de un importante campode estudio en el que aún queda mucho por hacer antes de podertrazar una síntesis final de la exportación británica de capitales alo largo de la centuria que termina en 1914. La tendencia, juiciosae inevitablemente, ha sido la de concentrarse en primer términoen aquellos compartimientos de las inversiones ultramarinas queatrajeron más capital británico; pero el criterio del mero volumenpuede distraer la atención de otros terrenos donde la inversión,aunque menos extensa, fue de más peso para la economía de laGran Bretaña.

Desde la invención en 1856 de un proceso barato y eficaz parala fabricación del acero, la demanda de materias primas con des-tino a una industria siderúrgica en proceso de rápida expansión,

(•) El original, titulado "British Steel and Spanish Ore: 1871-1914", fuepublicado en The Economic History Review, agosto, 1955, second series, volu-men VIH, número 1, páginas 84-90. Agradecemos a M. W. Flinn y la EconomicHistory Society la autorización otorgada para su versión castellana. Esta tedebe a Juan Velarde Fuertes.

Page 2: Acero británico y mineral español: 1871-1914

MAYO-ACOSTO 1 9 5 7 ] ACERO BB1TAMCO Y MINERAL... 607

resultó afectada por una diversidad de factores que, a su vez, hanalterado la dirección de las nuevas inversiones en la industria.Los avances técnicos han dilatado las fuentes de donde podían ob-tenerse tales materias primas, al par que el agotamiento (real oprevisto) de los depósitos de mineral ha demandado tambiénconstantemente exploraciones e inversiones en nuevas zonas mine-ras. Estos factores técnicos y económicos se combinaron para man-tener la actividad en las inversiones ultramarinas de mineral dehierro a partir de 1871.

Durante el período 1871-1914 la principal fuente de estos su-ministros fue España (1). La reciente historia económica de Espa-ña ha atraído, en muy pequeña escala, hasta ahora, la atenciónde los historiadores británicos; bien que, los españoles mismos,han hecho poco para hacer accesible este campo de la historia (2).Otrosí, nos encontramos con que, pese al estrecho contacto entrelas inversiones ultramarinas británicas en la minería del hierroy la industria siderúrgica británica en el pasado siglo XIX, esteaspecto ha sido descuidado por los tratadista? isleños (3). Compa-

(1) De los 183 millones de toneladas de mineral de hierro importadosen Gran Bretaña entre 1871 y 1914, 150 millones, aproximadamente el 80 por100, procedieron <Je España.

(2) Uno de los muy raros estadios españoles sobre historia económica mo-derna, está, sin embargo, vinculado con el desarrollo de la industria españo-la del hierro y del acero: Francisco Sánchez Ramos, La Economía Siderúr-gica Española (Madrid, 1945). Este trabajo virtualmente ignora la parte ju-gada por el capital extranjero en el desarrollo de las minas de hierro espa-ñolas.

(3) Sir John Clapman, por ejemplo, en la Economic History of ModernBritain, III (1938), pág. 148, anotó que "la dependencia Je mineral importadose había incrementado grandemente desde 1880...", y que Bolckow Vanghanscompró minas de hierro en España (III, pág. 260). D. L. Burn, en The Eco-nomic History of Steelmaking, 1867-1939 (1940), tiene, como podía esperarse,más qne decir acerca del uso de minerales importados, particularmente deminerales españoles, por la industria siderúrgica británica (v. gr., págs. 37 y-161-4). Únicamente, sin embargo, en una referencia incidental, mencionaIu existencia de inversiones británicas en minas de hierro ultramarinas:"Como machas otras firmas británicas —incluyendo las relativamente cerca-nas fábricas de Consett— ellos (Bolckow Vaoghans) habían puesto su manoen minas españolas". Burnham y Hoskins en Iron and Steel in Britain 1870-1930 (1943), se refieren a importaciones de mineral de hierro (págs. 115-16),pero no a inversiones en minas de hierro ultramarinas.

Page 3: Acero británico y mineral español: 1871-1914

608 DOCUMENTOS ESPAÑOLES [R. E. P-, VIH, 2

rado con las grandes sumas invertidas en otros terrenos —en losferrocarriles indios o argentinos, por ejemplo—, la suma de ca-pital británico invertida en la minería de hierro de ultramar fuemuy pequeña; sólo al relacionarla con la economía general deGran Bretaña, esta inversión asume una importancia que sobre-pasa ampliamente a su extensión. Una poco conocida Real Comi-sión de 1905, reveló la información alarmante de que este paíspocas veces, si a ello se llegaba, acumulaba reservas de suministrosde mineral de 'hierro para más de un mes (4). Frente a tan enjutasreservas, la vida económica de la nación dependía, como en laactualidad, del mantenimiento de las importaciones de mineralde hierro. Estas, en cambio, se asentaban, en una extensión apre-ciable, sobre una sólida base de inversiones británicas.

Es bien conocido que el procedimiento Bessemer no fue inme-diatamente admitido en gran escala por los fabricantes de acero:un sustancial incremento de la producción de acero Bessemer, sólotuvo lugar durante el período que comienza de unos diez a quinceaños después de 1856. Existen varias explicaciones para este retraso,siendo las principales las dificultades técnicas (5), la desilusióninicial ante el fracaso del nuevo procedimiento para usar todos lostipos de mineral, y las fluctuaciones cíclicas de la industria side-rúrgica, desanimando la inversión a largo plazo a mediados delperíodo de 1860-1870, en una época en la que el deshielo del con-servadurismo de los fabricantes británicos de hierro y acero, acausa de la venturosa producción de acero Bessemer, normalmentehabría conducido a un mayor espíritu de empresa. La expansiónreal de la producción de acero Bessemer se produjo, por tanto, noen los años inmediatamente siguientes a 1856, sino en los que in-mediatamente siguieron a 1870.

El acero Bessemer únicamente podía fabricarse partiendo dellingote de hierro que contuviese una despreciable proporción defósforo. Las menas capaces de producir esta calidad de lingote aeextraían en Gran Bretaña, a escala comercial, exclusivamente en

(4) Royal Commission on the Supply of Food and Rato Materials in Timeo/ War (1905). Cd. 2.644. vol. II, Q. 4.292.

(5) Para las dificultades encontradas por los fabricantes del Lancashire,véase W. M. Lord, The Development of the Bessemer Process in Lancashire,Trnns. Newcomen Soc. XXV (1947-9), págs. 163-80.

Page 4: Acero británico y mineral español: 1871-1914

MAVO-ACOSTO 1957] ACEBO BRITÁNICO Y MINERAL... 609

Cumberland y Lancashire. Cuando, en el período de 1860 a 1880, lademanda de minerales no fosfóricos creció como consecuencia delreciente desarrollo en gran escala del procedimiento Bessemer, laproducción de las minas de hematites de la costa occidental seincrementó considerablemente: de poco más de medio millón detoneladas en 1855 a sobrepasar los dos millones en 1870. Peroincluso esta expansión no refleja la extensión del incremento dedemanda para hematites, y el fallo de estas fuentes de oferta parasatisfacer adecuadamente la nueva demanda condujo inexorable-mente a un agudo incremento en los precios. La hematites de lacosta occidental, que durante los años de 1867-70 había tenido unprecio promedio de 13s.lld. por tonelada, incrementó éste hastaun promedio de 33s.6d. por tonelada durante el año 1873 (6). E!coste de la hematites se incrementó en este período más allá de todaproporción con respecto a los otros costes de la siderurgia (7).

£1 problema con que se enfrentaron los industriales siderúrgi-cos en Gran Bretaña a principios del período de 1870-80 fue, porconsiguiente, el de asegurar nuevas fuentes de oferta de mineralde hierro no fosfórico a 'largo plazo y a precios más normales.Como resultado de la probada incapacidad de las minas de hema-tites de la costa occidental para incrementar la producción conobjeto de cubrir en su total extensión la nueva demanda, pronto sehizo presente que la única solución del problema se encontrabaen la traída de mineral no fosfórico del exterior (8). Durante todala década que comienza en 1860 hubo pequeñas importaciones demineral de hierro en Gran Bretaña, procedentes principalmente

(6) J. D. Kendal, The Iron Ores of Great Britain (1893), pago. 391-5.

(7) Por ejemplo, en 1870, cuando el lingote (fosfórico) de Cleveland sevendía a un promedio de 50s. 3d. tonelada, el lingote de hematites se ven-día a 72s. 3d., o sea, 228. más caro por tonelada. En 1872, cuando el lingotede Cleveland había subido a 97s. Id. tonelada, el lingote de hematites semantenía 72s. lid. más caro, o sea, a 170a. tonelada. Sir Isaac L. Bell, TheIron Trade of the United Kingdom (1886), pág. 17.

(8) Se hicieron algunos intentos para descubrir los más pequeños depó-sitos de hematites del Reino Unido. C. S. Orwin, en The Reclamation ofExmoor Forest (1929), págs. 115-52, describe infructuosas exploraciones enExraoor entre 1855 y 1858. En 1872, una compañía recién formada, la An-trim Iron Ore Company Ltd., con un capital autorizado de 75.000 £., des-cubrió con éxito una mina de hematites en Irlanda del Norte.

Page 5: Acero británico y mineral español: 1871-1914

610 DOCUMENTOS ESPAÑOLES [R. E. P., VIII , 2

de España. Estas se habían dirigido sobre todo a las factorías si-derúrgicas del Sur de Gales, donde el agotamiento de la ofertalocal había comenzado a experimentarse antes. El Nordeste, asi-mismo, había efectuado sus primeros ensayos con hematites es-pañola en 1861 (9). Pero aún en 1869 sólo fueron importadas enel Reino Unido 131.000 toneladas de mineral de hierro, que re-presentaban simplemente un 1,2 por 100 del total consumo demineral. En el período 1910-14, aproximadamente el 43 por 100de todo el lingote de hierro producido en el Reino Unido se ma-nufacturó con mineral importado (10).

Por fortuna, algunos de los más importantes distritos produc-tores británicos de hierro y acero se encontraban próximos a bue-nos puertos en el Nordeste, Noroeste, Escocia y Cales del Sur.Era deseable igualmente, en lo que a fletes con destino a lasplantas de fundición se relaciona, que las minas de hierro deultramar estuviesen situadas similarmente cerca de los puertos.Sólo un gran depósito europeo de mineral de hierro respondía atodas las exigencias: el del Norte de España, donde un cierto nú-mero de buenos puertos —Bilbao, Santander, Castro-Urdiales, SanSebastián, etc.— prometía abundantes facilidades para la exporta-ción (11). El rico mineral de hematíes, que tenía como promedioun 50 por 100 de contenido metálico de hierro, se encuentra enmasas compactas, y puede ser extraído gracias a simples operacio-nes a cielo descubierto. Aunque las leyes mineras españolas eran

(9) El 17 de agosto de 1861 un cargamento de mineral de hierro de San-tandor llegó a West Harílepool. W. W. Tomlinson, The Nonh Eastern Railway(1914), pág. 576.

(10) Esta cifra es únicamente una estimación. Durante este quinquenio elmineral importado supuso el 30,5 por 100 del consumo total. La diferenciaentre esta cifra y la del 43 por 100 se debe a la calidad relativa de los mine-rales nativos e importados. Por cnanto puede estimarse que los minera-les nativos, de una forma grosera, tenían un promedio del 35 por 100 decontenido férrico, el correspondiente promedio para minerales importadosfue probablemente del orden del 50 por 100.

(11) El campo minero de Suecia central, aunque más cercano a la costaoriental inglesa, se encuentra más hacia el interior. El capital británico jagoúnicamente un pequeño papel en el desarrollo de las minas de hierro y delos ferrocarriles mineros en Suecia central. Véase M. W. Flinn, ScandinavianIron Ore Mining and the British Steel Induslry, Scandinavian Econ. Hist.Rev. ir, núm. 1 (1954), págs. 34-36.

Page 6: Acero británico y mineral español: 1871-1914

JIAY0-AC0STO 1957] ACERO BRITÁNICO Y MINERAL... 611

muchas veces confusas y contradictorias, fueron en su mayoríaexcesivamente liberales, no suponiendo ningún serio obstáculo enel camino de la minería extranjera (12). Finalmente, en 1870, unpesado derecho sobre la exportación de mineral de hierro, quehasta entonces era un serio obstáculo para la expansión del co-mercio de exportación de mineral de hierro español, fue derogadopor completo por un período de diez años (13).

De esta suerte, en 1870 y 1871 una variada combinación decircunstancias, tanto en el Reino Unido como en España, atrajohacia él distrito de mineral de hierro que rodea el puerto deBilbao a buscadores y representantes de Compañías británicas mi-neras y siderúrgicas. "Especuladores de toda laya se han preci-pitado hacia España, donde eriales, concedidos gratis unos pocosmeses antes por el Gobierno del país, se dice ahora equivalen agrandes premios; al menos tal es la impresión dejada en la mentepor una lectura de los prospectos publicados en su día" (14).En 1871 el cónsul británico en Bilbao informaba sobre una situa-ción que bordeaba el caos. La súbita demanda de ricas hematitesdel distrito había excedido ya no sólo a la capacidad de los pro-ductores para suministrar las cantidades contratadas, sino tambiénlas posibilidades que ofrecían las limitaciones portuarias para em-barcarlas en los buques fletados para Uevar el mineral. "Debe la-mentarse que las partes inglesas interesadas en la exportación demineral de hierro de Bilbao no adopten medidas más adecuadaspara averiguar de fuentes veraces e independientes las condicio-nes reales del puerto antes de emprender amplios contratos parael suministro de tales materiales... Habrían de escogerse buquesadaptados a las condiciones actuales de la barra y la cuantía detonelaje debería ser regulada de acuerdo con la cantidad de mi-neral de hierro obtenible dentro de un tiempo dado. Estas impor-

(12) Las leyes españolas referentes a la minería de hierro se resumen enel Repon of the Royal Commission on Mining Royalties, 1." Repon (1890),XXXVI, I, Q. 3.321; y 4." Report (1893), XLI, I Ap. D, cap. IX, págs. 304-5,Note on Spanish Mining Latos.

. (13) M. Baills, "Note sor les mines de fer de Bilbao", Anuales des Mines,1"" Sr. XV (1879), pág. 219.

(14) Sir Isaac L. Bell, The Chemical Phenomena of Iron Smelting (1872),página 430.

Page 7: Acero británico y mineral español: 1871-1914

612 DOCUMENTOS ESPAÑOLES [R. E. P , VIII , 2

tantea consideraciones parecen haber sido enteramente descuida-das..., 7 el puerto ha sido obstruido con buques, principalmentefranceses e ingleses, fletados para transportar en el transcurso deunos pocos meses contratos, que se ha declarado, superan el millónde toneladas de mineral, cuando la extrema cantidad que porahora, y durante algún tiempo futuro, puede ser cargada no exce-dería de las 500.000 toneladas anuales" (15).

Era claro para los observadores británicos en 1870 y 1871 queei debiera ser desarrollado en gran escala para la exportación eldistrito minero de Bilbao, el capital británico habría de financiarla expansión. Existía, por ejemplo, un único ferrocarril desde elárea minera a los muelles del río Nervión; había sido terminadoen 1865 por la Diputación de Vizcaya (16). Aparte de la comprao arriendo de minas, era un requisito previo para cualquier des-arrollo la inversión de capital en ferrocarriles, muelles e instala-ciones de carga. Con las buenas perspectivas para la minería queofrecía el estado floreciente de la industria siderúrgica británicaen 1871 no hubo ningún retraso para comenzar la marcha, y eseaño cuatro Compañías británicas, con un capital total autorizadode 1.060.312 libras esterlinas, se inscribieron para extraer el mi-neral español. Fueron pronto seguidas por ocho más en 1872, con781.000 libras esterlinas de capital autorizado. A fines de 1875unas veintidós Compañías británicas, que suponían un capital to-tal autorizado de 2.678.412 libras esterlinas, de las que 2.113.713estaban desembolsadas, habían sido puestas en marcha con el finde satisfacer la demanda británica de hematites (17).

La actividad inversora se detuvo por algún tiempo en 1875.No hubo nuevas inversiones hasta 1881. Se debió principalmentea la depresión en la industria siderúrgica británica que va desdemediados a fines de la década 1870-1880; pero en España, además,

(15) Foreing Office, Diplomatic and Consular Reports on Trade and Fi-nance (Bilbao, 1871). (Citados de aquí en adelante simplemente como Consu-lar Reports.)

(16) E. Grnner, Barcelone-Bilbao: Notes de Voyages, Memoires de la So-déte des Ingénieurs Civils (1889), I, pág. 246.

(17) Estos totales se han contabilizado de las cifras ofrecidas en los regis-tros de compañías individuales pertenecientes al CompanieB Registration Office,Bush House. Strand, Londres.

Page 8: Acero británico y mineral español: 1871-1914

MAYO-ACOSTÓ 1957] ACEBO BRITÁNICO Y MINERAL... 6 1 3

los acontecimientos desanimaron temporalmente la extensión delas inversiones extranjeras en la región minera de Bilbao. En 1872había estallado la guerra civil e s España: se trataba de un alza-miento carlista contra el Gobierno, que sólo había mantenido unpoder precario desde la anterior insurrección de 1868. El distritoNordeste de España era un centro del carlismo, y la insurreccióncausó de forma casi inmediata una interferencia a los buquesextranjeros dedicados al tráfico de exportación de mineral de hie-rro (18). A las cinco semanas, sin embargo, se firmó una tre-gua (19), reanudándose las normales actividades comerciales. Perola tregua fue de corta vida, y en enero de 1873 de nuevo se alza-ron los carlistas. Esta vez la contienda fue más importante yprolongada. Al principio, debido a la presencia de fuerzas guber-namentales en el distrito, la interferencia con Tas minas y el puer-to de Bilbao sólo fue espasmódica, pero en el verano el alzamien-to había alcanzado tales proporciones que sobrepasaba las posibi-lidades de dominio de la situación del Gobierno central. Las dimi-nutas fuerzas gubernamentales del distrito se retiraron a la ciudadde Bilbao en junio de 1873, y los carlistas sitiaron desde entonces ydurante los siguientes diez meses a la villa de modo regular. La ciu-dad qnedó incomunicada por tierra el 30 de julio, y'el 18 de agostoel cónsul británico aconsejó a todos los buques de su país que aban-donasen el puerto. Desde entonces hasta el levantamiento del sitio,en mayo de 1874, estuvo completamente suspendido todo el comer-cio y navegación a través del puerto de Bilbao. Después las condi-ciones del área de Bilbao volvieron gradualmente a la normalidad,aunque hasta mayo de 1876 no terminó la guerra gracias a unaenérgica campaña en el Norte de España (20).

El período inicial de inversiones no produjo, debido a la inter-ferencia de la guerra carlista, inmediatas utilidades en forma degrandes exportaciones de mineral de hierro; pero el restableci-miento del comercio después de la guerra civil, ayudado poste-riormente por la reactivación industrial a principio de la década'de 1880-1890, originó una importante expansión. Las exportacionesde mineral de hierro español habían subido sólo de 390.000 tone-

(18) Consular Repon (Bilbao, 1875).(19) Convenio de Amorebieta (23 de mayo de 1872).(20) Consular Repon (Bilbao, 1875).

Page 9: Acero británico y mineral español: 1871-1914

614 DOCUMENTOS ESPAÑOLES [R. E. P., VIII , 2

ladas en 1871 a 800.000 toneladas en 1874; pero en 1882 se expor-taban cuatro millones de toneladas de mineral, y de ellas tres mi-llones con destino al Reino Unido. Esta notable decuplicación endoce años fue el fruto del período de inversión 1871-5. En la de-presión de mediados de la década 1880-1890 la cifra de exporta-ción descendió hasta 3,8 millones de toneladas (1885),- subiendodespués paulatinamente hasta sobrepasar los cinco millones de to-neladas en 1889. El breve período de renovada actividad que vade 1888 a 1891 contempló una corta revitalización de la inversiónbritánica en las minas españolas de hierro. Durante estos años seregistraron unas seis nuevas Compañías, mas el nivel general deexportación permaneció poco más alto que durante la década ante-rior, hasta que llegó el comienzo del segundo gran período deexpansión. Nuevas e importantes Compañías comenzaron a apa-recer en 1893, y la inversión de nuevos capitales continuó hasta1901, culminando en 1898. Durante este período se registraronveintitrés nuevas Compañías, que suponían un capital autorizadototal de 1.864.690 libras esterlinas, de las que estaban desembolsa-das 1.313.957. Como en el previo período de expansión, hubo unretardo de unos pocos años antes de que se experimentase el plenoefecto de las nuevas inversiones sobre las cifras de exportación demineral de hierro es-pañol. En 1895 la exportación queda fijadaen poco más de cinco millones de toneladas. Desde este nivel, sinembargo, creció, con una breve depresión durante los primerosaños del nuevo siglo. El cénit se alcanza en 1906, cuando seexportaron 9,3 millones de toneladas de mineral de hierro (seismillones con destino al Reino Unido). Al año siguiente una depre-sión renovada causó una subsiguiente baja en eete alto nivel, yaunque se logró una exportación de casi nueve millones de tone-ladas en 1913, las exportaciones de mineral de hierro españolnunca volvieron a lograr tal tope. Entre 1905 y 1914 se registra-ron siete nuevas Compañías, cuyo capital total desembolsado ascen-día a 480.175 libras esterlinas. Ninguna de ellas operó en muyamplia escala: por esta época mucho del mejor mineral habíasido sacado de España, y ciertamente aparecieron en el mercadopocas minas comercialmente atractivas. En definitiva, entre 1871y 1914 se registró para extraer mineral de hierro en España un

Page 10: Acero británico y mineral español: 1871-1914

'.MAYO-ACOSTO 1957] ACERO BRITÁNICO Y MINERAL... 6 1 5

conjunto de sesenta y cuatro Compañías anónimas británicas; sucapital total desembolsado fue de 5.139.691 libras esterlinas.

Se ha sugerido ya que el agotamiento de los depósitos de mi-neral es un importante factor para el mantenimiento de la acti-vidad en el mercado minero de capitales. Había pocas dudas, sinembargo, en la década 1870-1880, sobre la extensión y condicionesde explotación de los depósitos de mineral de hierro en el Nortede España. Excepto unos pocos casos desafortunados, las ocasionesen que las velas desaparecían eran raras, y el agotamiento de losdepósitos no podía al principia ser previsto. En 1882 RichardMeade, el Keeper de los Registros de Minas, reconocida autoridaden la materia, aunque probablemente sin experiencia de primeramano sobre España, escribía que "puede decirse que los depósitosson casi inagotables" (21). No obstante, sólo dos años más tarde—la primera de una larga sucesión de jeremiadas— predijo el ago-tamiento inminente del campo minero de Bilbao (22). Después deeso se tomó todo retroceso temporal en la cantidad anual de mi-neral producido como prueba de la baja de los suministros.Ilasta 1899 no disminuyeron las exportaciones de mineral de hierrodesde Bilbao, y las exportaciones de aquel puerto, que en el quin-quenio 1880-4 habían supuesto el 85 por 100 del total de expor-taciones de mineral de hierro español, sólo significaron el 35 por100 treinta años más tarde.

El distrito minero en torno a Bilbao había atraído primero laatención del inversor británico a causa de su proximidad al ReinoUnido, así como a causa de la riqueza, pureza y accesibilidad desus minerales. Pero en otras «partes de España había muchos otrosvaliosos depósitos de mineral. Los del litoral mediterráneo se en-contraban a menudo tan convenientemente situados para la expor-tación como los de la costa Norte, aunque la distancia al ReinoUnido era, por supuesto, más grande. Sin embargo, la mayor dis-tancia marítima era en algunas ocasiones compensada por mine-rales más ricos. No se encontraba sin defensores el distrito minerodel Sur. Los cónsules británicos en los puertos del Sur de Españarecomendaban las minas de hierro de sus distritos al capital bri-

(21) R. Meade, The Coal and Iron Industries of the United KCngdom (1882),página 785.

(22) Journal of the Iron and Steel Instílate (1884), parte II, pág. 675.

Page 11: Acero británico y mineral español: 1871-1914

616 DOCUMENTOS ESPAÑOLES [R. E. PM VIII , 2

tánico. "Mucho debe lamentarse—escribía el cónsul de Málaga en187?—que estas dos espléndidas minas (El Robledal) y otras va-rias recientemente denunciadas en todas direcciones en derredorde ellas estén hasta ahora sin laboreo por carencia de capital paraponerlas en explotación y apreciar sus ventajas sin rival" (23). "Senecesita grandemente capital extranjero para hacer accesible a estedistrito minero, que es muy rico en hierro y otros minerales", es-cribía otro (24). No es sorprendente, por lo tanto, encontrar unagradual sustitución en la última parte de este período del Nortepor el Sur de España como centro de la inversión en la mineríadel hierro. De las treinta y cuatro Compañías británicas que opera-ban en España entre 1871 y 1891 solamente ocho (suponiendo el24 por 100 del capital total desembolsado) operaban en yacimientosdel Sur de España. De 1893 a 1914, de las treinta nuevas Compañíasbritánicas registradas para extraer mineral de hierro en España,diecinueve (suponiendo el 92 por 100 del capital total desembol-sado) trabajaban en minas del Sur de España (25).

Ninguna nación puede en cualquier época soportar sin protes-ta el que los extranjeros agoten sus recursos naturales. Los españo-les se resintieron de las depredaciones de los mineros extranjeros,aunque no se promulgó una ley hasta 1921 limitando a Empresasespañolas o controladas por españoles la concesión o transferen-cia (26). Pero en 1897 un escritor español atrajo la atención sobreuna situación que había aterrorizado a los mercantilistas de pa-sados siglos: "Con dos toneladas de mineral, que valen 18 pesetas,se obtiene una de lingote, cuyo precio es de 64 pesetas; si setransforma en carriles se vende a 140 pesetas, con el resultadode (27) que si cedemos la mayor parte de nuestros minerales por

(23) Consular Repon (Málaga, 1872).(24) Ibid., núm. 3.937 (Málaga, 1906); Fice-Consular Report (Garrocha).

Las Annual Series numeradas de Consular Reports comenzaron en 1886.(25) Cifras extraídas de los asientos en el Companies Registration Office,

y de las anotaciones informativas del Mining Manual, ana guia minera qne seeditó anualmente desde 1888.

(26) Enciclopedia Universal ¡lustrada, XXI, España, pág. 264.(27) Traducimos el subrayado del original inglés, que dice textualmente

"with the result"; el texto de Alzóla, dice en vez de ello: "laminado en plan-chas de acero alcanza el precio de 210 pesetas, resaltando evidente..." y con-tinúa después de acuerdo con la transcripción de Flinn. (N. del T.)

Page 12: Acero británico y mineral español: 1871-1914

MAYO-ACOSTO 1 9 5 7 ] ACERO BRITÁNICO Y MINERAL... 617

un precio ínfimo de nueve pesetas imitamos a Esaú, al vender suprimogenitura por un plato de lentejas" (28). Sin embargo, antesde 1914 los españoles se asociaron a la expoliación en vez de tomarmedidas positivas para el desarrollo de una industria nativa engran escala. La participación española en el tráfico de mineral fuemás activa por lo que respecta a la marina. En un aspecto al me-nos—el de la construcción de buques especialmente diseñados parael transporte de mineral—los españoles vencieron a sus competi-dores británicos. Hubo un incremento muy considerable en losbuques españoles matriculados en Bilbao en los postreros años delsiglo XLX y primeros del xx.

En el alborear del siglo xx, cuando la industria siderúrgicabritánica giró gradualmente hacia el empleo más general del pro-cedimiento Thomas, disminuyó su dependencia de los suministrosde mineral fosfórico. Se desvaneció la importancia de la fuente es-pañola de mineral, así como la exportación desde España, que yahabía comenzado a bajar antes de 1914, descendiendo rápidamentedespués de 1918. El mineral de hierro español, que había supuestoaproximadamente el 90 por 100 de todo el mineral de hierro im-portado por el Reino Unido en el año cumbre de 1899, significósólo el 63 por 100 en 1913. Aunque la actividad inversionista bri-tánica en las minas de hierro españolas no cesó por completo des-pués de 1918, continuó la baja en importancia de los mineralesespañoles. En 1937 los minerales españoles sólo supusieron el 13por 100 del total de las importaciones británicas de mineral dehierro, y en 1950 esta cifra había descendido hasta el 9 por 100.

La variada naturaleza de las organizaciones mineras hace difí-cil estimar exactamente el capital total británico dedicado a laextracción de mineral de hierre- en España. La inversión no estuvo,en primer lugar, confinada al estrecho marco de las Sociedadesanónimas; hubo unos pocos ejemplos de empresarios individuales,que suponían una indeterminada inversión de capital, y uno o dosde los cuales manejaban totalmente importantes embarques demineral. Hubo también un conglomerado de grandes Empresas si-derúrgicas británicas, que incluía a Cammells, de Sheffield, Bald-

(28) Traducido de Pablo de Alzóla, Estado de la Industria Siderúrgica enEspaña (Bilbao, 1897), pág. 55, citado por F. S. Ramos, La Economía siderúrgicaespañola, pág. 226.

Page 13: Acero británico y mineral español: 1871-1914

618 DOCUMENTOS ESPAÑOLES [R. E. P., VIH, 2

\vins y Llandore Siemens de Swansea, y Bairds, de Glasgow, queefectuaban operaciones mineras sin crear para ello Coinpañías in-dependientes. El principal conjunto de Compañías británicas enEspaña se dividía, sin embargo, en dos grupos: uno de filiales deuna o más Empresas siderúrgicas y otro que consistía en Compañíasdesconectadas de cualquier fundición de acero. El último grupo erael más numeroso, mas el primero, a causa de sus mayores recursosfinancieros, suministró el núcleo de Compañías estables, fuente enuna alta proporción del mineral exportado a Gran Bretaña.

Se hicieron en el pasado estimaciones de las inversiones mine-ras británicas en toda clase de minas españolas, pero existen gran-des discrepancias entre algunas de ellas. En 1899, por ejemplo, elMining Journal estimaba que se habían invertido en las minasespañolas 10 millones de libras esterlinas (29). Paish, en 1909,opinó que las inversiones británicas en minas españolas de todaespecie totalizaba 9.076.000 libras esterlinas (30). Madariaga in-formó (sin especificar la fuente) que en 1912 este total era de18.348.132 (31). El total del capital desembolsado por las sesentay cuatro Sociedades anónimas inglesas registradas entre 1871 y 1913para extraer mineral de hierro en España fuá de 5.139.691 librasesterlinas. Como cifra total de inversiones en las minas de hierroc&pañolas esta última cifra está sujeta a grandes errores en todasdirecciones, aunque al menos es posible que algunos de los errorescompensen a otros. Sea la que fuere la cifra exacta, es evidente,sin embargo, que el capital que suponía la minería del hierro enEspaña era pequeño en comparación con algunos de los otros cam-pos de la inversión ultramarina británica.

Con todo, la importancia vital de las importaciones de mineralde hierro se marcó con acusado relieve con motivo de la guerra1914-18. El Committee on the Iron and Steel Trades de 1918percibió que "no es seguro el confiar la vida de las industrias delhierro y del acero por más tiempo a los esfuerzos de la Empresaprivada. Las creaciones de la energía individual son impotentes

(29) Mining Journal, 1 julio 1899.(30) C. Paish, Great Britain's Capital InvestmaU in other Lands, Journal

Royal Statistical Society, LXXII (1909), pág. 184.(31) S. de Madariaga, Spain (1942), pág. 96.

Page 14: Acero británico y mineral español: 1871-1914

MAYO-AGOSTO 1957 ] ACERO BRITÁNICO Y M I . N F . R 4 L . . . f>)'j

frente a las actividades de combinados económicos" (32). El Co-mité por ello recomendó "la creación de una organización com-puesta de beneficiarios de 'los minerales de hierro y otros implica-dos en el asunto e indispensable para la gestión del tráfico. Estaorganización correría con la importación y distribución de mine-rales extranjeros en Gran Bretaña y sus actividades se extende-rían a la adquisición de intereses en las pertenencias mineras delextranjero" (33). Esta concepción se realizó con la formación «lela B. I. S. C. (Ore), Ltd., y con la apropiación por parte de estaúnica entidad del papel previamente desempeñado por la multitudde Empresas privadas de que se habló más arriba, cerrándose asíun capítulo en la historia de la inversión ultramarina británica.

King's College, Abcrdeen.

M. W. FLINN

(32) Repon o/ the Departmcntal Committee on ihe Iron and Steel Trniies.1918 (Cd. 9.071), pág. 15.

(33) Ibid^ páR. 16.

Page 15: Acero británico y mineral español: 1871-1914

ESTUDIOS Y DOCUMENTOS

DE ECONOMÍA EXTRANJERA

INTRODUCCIÓN

Como principio de este comentario, tal vez sea conve-niente recordar, a grandes rasgos, el proceso de gestacióndel Tratado.

En 1952, el banquero y ministro holandés Beyen, ha-ciéndose eco de una corriente de opinión que desde la ter-minación de la segunda guerra mundial había ido cre-ciendo •en importancia, convence a sus compañeros doGabinete sobre la conveniencia de acentuar los esfuerzospara llegar a una mayor integración de la economía euro-pea. La OECE—Organización Europea de Cooperación Eco-nómica—y Zas entidades a ella adscritas, así como la Comu-nidad Europea del Carbón y el Acero—CECA—, han sidoetapas, en cierto modo necesarias, pero no suficientes. Susobjetivos son muy limitados, y es preciso seguir avan-zando.

Propuso entonces Beyen la creación de una unión adua-nera que agrupase inicialmente a los seis países ya inte-grados en la CECA, sin perjuicio de hacerla, más ade-lante, extensiva a otras naciones europeas. Como señalabael profesor Torres en reciente conferencia, el carácter deesta unión habría de ser bastante más amplio que el deuna unión aduanera en sentido estricto. La unificaciónde sus tarifas sería tan sólo un aspecto parcial, junto aotros no menos importantes, tales como la libertad de mo-vimiento de los recursos humanos y de capital, y la cre-ciente coordinación de las políticas económicas de los Es-

Page 16: Acero británico y mineral español: 1871-1914

MAYO-ACOSTO 1957] DOCUMENTOS EXTRANJEROS 621

todos miembros. De aquí, la denominación de 'MercadoComún", frecuentemente utilizada.

En un principio la idea no fue acogida con excesivoentusiasmo por los demás componentes de la CECA. PeroBeyen no desistió, consiguiendo convencer a Spaak, «leader*del partido socialista y personalidad sumamente influyen-te en la política belga, quien se convirtió en entusiastadefensor de la proyectada unión, hasta obtener del Go-bierno de su país que secundase la iniciativa holandesa.

En la conferencia de los Seis celebrada en Messina,en 1955, la propuesta de Bélgica y Holanda para procedera un estudio sobre las posibilidades de establecer una uniónaduanera es finalmente aceptada, formándose un Comité,presidido por Spaak, que da inmediatamente comienzoa sus trabajos. Las conclusiones del Comité, que consti-tuyen el informe Spaak, son aprobadas en el curso dela reunión celebrada en Venecia, durante la primaverade 1956. Y en febrero de 1957, las delegaciones de Alema-nia, Bélgica, Francia, Holanda, Italia y Luxemburgo, pre-sididas por miembros de sus respectivos Gobiernos, con-siguen llegar en Bruselas a un acuerdo sobre el texto delTratado, que establece la Comunidad Económica Europea.En julio del año en curso, pocos días después de haberlohecho el Bundestag, el Parlamento francés ratifica su fir-ma, pudiendo preverse que para fines de verano los Par-lamentos de los demás países firmantes hayan llegado aidéntico acuerdo.

Como es lógico, las consideraciones de tipo económico—y de manera especial el espejuelo de la prosperidad ynivel de vida norteamericanos, con frecuencia explicadosen función de las dimensiones de su mercado interior—han contribuido poderosamente a la creación del estadode opinión que ha hecho posible la firma del Tratado.Pero no es menos cierto que dichas consideraciones, porsí solas—y sin la coincidencia de una serie de factores deorden político—, habrían sido insuficientes para movili-zar a la opinión pública de los países firmantes.

A raíz de la terminación de la segunada guerra mun-

Page 17: Acero británico y mineral español: 1871-1914

622 DOCUMENTOS EXTRANJEROS [R. E. P., VIII, ?

dial, pero sobre todo a partir de la fase aguda de la *gv-e-rra fría», entre los bloques soviético y occidental—dentrode los cuales los predominios ruso y norteamericano eranindiscutibles—, la sensación de impotencia en las nacio-nes del Occidente europeo, y de su incapacidad para adop-

• tar una política exterior independiente, iba ganando te-rreno. Esta sensación era especialmente aguda en algunospequeños países, siendo, a estos efectos, significativo, queliayan sido Holanda y Bélgica las iniciadoras del movi-miento en pro de la unión aduanera.

Al propio tiempo se acentuaba también la convicciónde que una política independiente era imposible, a menosde estar respaldada por una infraestructura económica,cuyos órdenes de magnitud fuesen comparables a los dé-las economías americana y rusa. Y también contribuía aacentuar el énfasis, en el aspecto económico de la cues-tión, la conciencia de la mayor dificultad de cualquier in-tento de crear unidades políticas supranacionales; la expe-riencia del «Parlamento» europeo de Estrasburgo, no eraesencialmente alentadora. Vamos, pues, a intentar, pri-mero, la unidad en lo económico—se pensó—, que la uni-dad en lo político se nos dará por añadidura.

Sin embargo, a pesar de la creciente aspiración haciala unidad económica, es muy dudoso que la idea del Mer-cado Común hubiese podido llegar a cristalizar, de nohaberse producido la crisis de Suez, en el otoño de 1956.El fracaso del intento franco-inglés en el Canal vino ademostrar, de manera rotunda, la imposibilidad para Fran-cia e Inglaterra de adoptar una política que prescindiesede los puntos de vista norteamericano y ruso. Es harto im-probable que en Francia, a pesar de la importancia de lacorriente pro-europea, se hubiesen podido vencer los rece-los ante una posible hegemonía económica alemana, y lasresistencias que hicieron fracasar la proyectada Comuni-dad Europea de Defensa, si la tentativa de los GobiernosEdén y Mollet hubiese tenido éxito.

Creemos, pues, que las circunstancias y consideracionesde tipo político han ejercido una influencia no menor que

Page 18: Acero británico y mineral español: 1871-1914

MAYO-ACOSTÓ 1957] DOCUMENTOS EXTHANJEROS 623

las de tipo económico en la firma del Tratado para o.lestablecimiento del Mercado Común.

El texto completo del Estatuto instituyendo la Comu-nidad Económica Europea, que figura más adelante, hablaen cierto modo por sí mismo, por lo que nuestro comen-tario sobre dicho texto será muy breve.

Sus 248 artículos constituyen un curioso monumentojurídico, y sería muy aventurado afirmar que su redacciónse ha basado en un criterio doctrinal, unitario y riguroso.Es probable que los juristas latinos que han participadoen la misma, hayan recordado con cierta añoranza el vie-jo defecho romano. •

Ha sido más bien un espíritu ecléctico el que ha ins-pirado su redacción, y a lo largo del articulado coinciden,en a veces no muy lógica hermandad, una ciega confian-za en los principios liberales de la libre competencia yel mecanismo de los precios, con una elevada dosis de.dirigismo intervencionista. Una frondosa casuística, en laque se multiplican las cláusulas de salvaguardia, las ex-cepciones y los casos particulares, intenta abarcar la com-pleja y multiforme realidad de seis economías con estruc-turas y problemas distintos, en sus dimensiones y en suplanteamiento.

Teme Francia el mayor dinamismo germano, y aspira,al propio tiempo, a que los demás participantes, y espe-cialmente Alemania, la ayuden a mantener los lazos quvtodavía la unen con sus territorios de ultramar, y cola-boren en la tarea de elevar el nivel de vida de las pobla-ciones indígenas y poner en explotación sus riquezas na-turales.

Busca Italia una salida a sus excedentes demográfi-cos, y pretende también que se reconozcan las singularescircunstancias de su zona meridional, que hacen de ellauna región en gran parte semejante a los llamados paísessubdesarrollados.

Page 19: Acero británico y mineral español: 1871-1914

624 DOCUMENTOS EXTHANJEI1OS [R. E. P., VIH, 2

Las naciones del Benelux, con tarifas aduaneras bajas,aspiran a que la Comunidad abra más ampliamente laspuertas a sus productos, eliminando los obstáculos quela política proteccionista de algunos de los firmantes in-terpone en la actualidad.

En principio, parece que, tal vez, sólo Alemania pu-diera considerar con cierta olímpica indiferencia su ad-hesión o rechazo de la nueva fórmula de cooperacióneconómica. La eficacia de su portentoso esfuerzo de re-construcción, los Caídos reiteradamente positivos de subalanza de pagos, con crecientes reservas en dólares, yel éxito de su política exportadora, parecen garantizar sufuturo económico, cualquiera que fuese su decisión respec-to del Mercado Común. No obstante, también se recono-cen en el Tratado la especial situación y obligaciones quese derivan de su separación de la Alemania Oriental, yse hacen en su favor algunas excepciones.

Habida cuenta de esta multiplicidad de intereses ycircunstancias, no es, pues, de extrañar que los autoresdel Tratado hayan sacrificado el rigor doctrinal a la ne-cesidad de disminuir divergencias y aunar voluntades.

El Mercado Común, dado el volumen de los recursoseconómicos que habrá de agrupar, especialmente en elorden demográfico-industrial, será una experiencia únicaen su género. Existen, sin embargo, dos antecedentes pró-ximos que presentan con él algunas analogías: el de Bene-lux y la Comunidad Europea del Carbón y Acero. Vamosa referirnos brevemente a algunos de los resultados conse-guidos en ambos casos (1), por lo que puedan tener de en-señanza acarea del posible futuro del Mercado Común.

El Benelux—unión aduanera entre Bélgica, Holanda yLuxemburgo—se estableció hace nueve años, y los princi-pios en que se basa y objetivos que persigue, coinciden en

(1) Artículos de Gilbert Mathieu y Pierre Drouin en "Le Mon-de",, los días 22, 23 y 28 de junio de 1957.

Page 20: Acero británico y mineral español: 1871-1914

MAYO-ACOSTÓ 1957] DOCUMENTOS EXTRANJEROS * 2 ¿

gran parte con los de la Comunidad Económica Europea.Pero la diferencia entre sus dimensiones geográficas y elorden de las magnitudes económicas que habrán de entraren juego, son de tal consideración, que habrán de influirdecisivamente en el planteamiento de problemas, a prime-ra vista análogos. Es evidente, por ejemplo, que las difi-cultades que desde el punto de vista de las institucioneshabrá de presentar el establecimiento de un mercado co-mún de 163 millones de habitantes, serán mucho mayoresque las surgidas al instaurar un mercado común para 20millones.

Parece indudable que, en su conjunto, y hasta el mo-mento actual, la experiencia del Benelux ha tenido éxito.Se ha conseguido un notable aumento de los intercambioscomerciales, que se han incrementado en un 70 por 100,aproximadamente, dándose así cumplimiento al que, encierto modo, venía a ser objetivo número uno de la unión.

La disparidad entre los niveles de salarios belgas yholandeses fue en un principio motivo de seria preocupa-ción para los primeros. Coincidiendo con el «boom» co-reano, esta disparidad se acentuó considerablemente, y laUnión pasó probablemente por su momento más difícil.Los empresarios belgas temían ver sus mercados inunda-dos por productos holandeses más baratos, y pensaron es-tablescer restricciones cuantitativas a las imj>ortaciones pro-cedentes de Holanda, dando marcha atrás en el caminorecorrido hacia la liberación del comercio. Pero despuésde negociaciones, llevadas a cabo con amplio espíritu decomprensión, fue posible evitar las restricciones, medianteconvenios de especialización entre los industriales de am-bas naciones, que determinaron una más eficaz divisióndel trabajo. Y las diferencias entre los salarios de ambospaíses tendieron a reducirse. Así, en el año 1951 el nivelmedio de salarios de Bélgica superaba en un 60 por 100,aproximadamente, al de Holanda; en 1955. esta diferenciase había reducido al 38 por 100.

Conviene señalar, que, al decidirse la creación del Be-: nelux, no se contó con ningún serio estudio económico-

Page 21: Acero británico y mineral español: 1871-1914

626 DOCUMENTOS EXTRANJEROS ÍR. E. V-, VIII , 2

estadístico previo, que tratase de prefijar cuantitativamen-te sus consecuencias. Apenas había transcurrido un par deaños desde la terminación de lá segunda guerra mundial,y las economías dé ambos países estaban todavía en plenoperiodo de reconstrucción.

Indicaremos, sin embargo, que una de las principalesrazones en que se basaban las esperanzas de éxito para laproyectada unión, era la relación de complethéntariedadque, en gran parte, había caracterizado a las economíasbelga y holandesa, con anterioridad al segundo conflictomundial. Holanda era entonces un país predominantemen-te agrícola, con algunas industrias transformadoras de ca-lidad. Bélgica era una nación altamente industrializada,con una industria pesada caracterizada principalmente poruna importante, producción siderúrgica, exportadora dr.productos semimanufacturados. En contra de los vatici-nios, durante los años de funcionamiento del Benelux, larelación de complementariedad ha tendido a desvanecerse,progresando rápidamente la industrialización de Holanda.Buen índice de este progreso es el aumento de su produc-ción siderúrgica, que apenas llegaba a las 50.000 toneladasde acero anuales, en 1938, an tanto (¡uc r)i 7955, se apro-ximaba a un millón.

Algunos comentaristas han creído ver en esta disminu-ción de la complcmentaricdad un fallo más de las predic-ciones de la ciencia económica. Por nuestra parte, estima-mos que en aquella predicción había prevalecido un con-cepto excesivamente estático de las ventajas comparativas,en el que no se había valorado suficientemente el nivel dela cultura científico-técnica holandesa en nada inferior albelga, y que ha sido, sin duda, uno de los factores decisi-vos en su proceso de industrialización.

Finalmente destacaremos que una de las causas que in-dudablemente han contribuido en mayor medida al éxitodel Benelux ha sido el signo favorable que ha caracteriza-do a la coyuntura económica durante los años de su fun-cionamiento. Su eficacia, en un período de depresión es,por el momento, una incógnita, y es evidente que sólo

Page 22: Acero británico y mineral español: 1871-1914

SIAYO.AOOSTO 1957] DOCUMENTOS EXTBANJEHOS 627

cuando haya pasado satisfactoriamente por esta prueba, po-dremos decir que su éxito ha sido completo.

Constituye la CECA el otro antecedente inmediato delMercado Común. En ambos casos el ámbito geográfico esel mismo—la Europa de los Seis—, pero el limitar laCECA su alcance a las producciones de carbón y acero,es un factor restrictivo que hace también difícil cualquiergeneralización o analogía.

Fruto de una iniciativa francesa, la Comunidad Euro-pea del Carbón y del Acero se estableció en 1952, cono-ciéndose en un principio por el nombre de Plan Schuman,en homenaje al ministro de Asuntos Exteriores francés,que patrocinó su, creación. En honor a la verdad, es pre-ciso aclarar que el verdadero promotor de la CECA fueJean Monnet,- entonces eminencia gris de la política eco-nómica francesa y entusiasta pionero de la unidad europea.

En líneas generales, el saldo de la CECA hasta el mo-mento presente también es favorable, aunque habremosde señalar algunos fallos parciales.

Anotaremos en su activo un importante aumento delos intercambios comerciales, especialmente en el caso delcarbón. El primer año de su funcionamiento este aumentofue de un 25 por 100; el segundo de un 18 por 100, y eltercero, aunque menor, ha sido todavía considerable. Entérminos relativos el aumento en el comercio de acero hasido aún más espectacular, llegando al 150 por 100 de losniveles anteriores a la firma del Tratado, pero es precisotener en cuenta que, debido a la política de los carteles,el nivel inicial era prácticamente nulo.

Señalaremos también como resultado favorable que losmayores aumentos en los índices de producción de acerohan tenido lugar en Italia y Holanda, los dos países quetenían una industria siderúrgica menos desarrollada, y queen principio estaban, por consiguiente, en peores condi-ciones para resistir la competencia de sus poderosos aso-

Page 23: Acero británico y mineral español: 1871-1914

628 DOCUMENTOS EXTRANJEROS [R. E. P., VIII, 2

dados. Debemos hacer notar, no obstante, que por ser losvolúmenes iniciales de producción en los dos países citadosbastante reducidos, los mencionados aumentos son menossignificativos de lo que a primera vista pudiera parecer.

Han sido asimismo satisfactorios los resultados consegui-dos en orden a una mayor igualdad en las condiciones detrabajo en los países miembros. Las divergencias en losniveles de salarios han tendido a reducirse; también sehan aproximado los regímenes de seguridad social.

Pasemos ahora a ocuparnos del pasivo. Entre los obje-tivos fundamentales del Plan Schuman figuraba el de re-ducir los precios de coste merced a los aumentos de laproductividad, una vez eliminadas las explotaciones sub-marginales que hasta entonces habían subsistido a la som-bra de la protección estatal o amparadas por conveniosentre productores. Es preciso reconocer que este objetivono se ha cumplido. Los precios del carbón y el acero hanaumentado a raíz de la entrada en vigor de la CECA aúnmás rápidamente que los índices generales de precios delos productos industriales. Son dos probablemente las cau-sas de este resultado. En primer lugar, con anterioridad alestablecimiento de la Comunidad, los precios del carbóny el acero estaban sometidos al control estatal en los dis-tintos países miembros. Al ponerse en funcionamiento laCECA entraron en un régimen de mayor libertad, y comoquiera que hasta entonces se habían mantenido en algunospaíses a niveles artificialmente bajos, la subida experimen-tada fue mayor que la de otros productos industriales nosometidos a control. Por otra parte, la favorable coyuntu-ra general, unida a una escasez también general de carbóny acero, determinó una fuerte y persistente demanda, queha permitido continuar la explotación de instalaciones quetrabajaban con rendimientos muy bajos. <

Los comentaristas franceses apuntan como fallos de laComunidad la subsistencia de tarifas, a juicio suyo, discri-minatorias, aplicadas por los ferrocarriles alemanes a lostransportes de carbón con destino a Lorena. Pero, al pa-recer, el texto del Tratado no prevé de manera explícita la

Page 24: Acero británico y mineral español: 1871-1914

MAYO-ACOSTO 1 9 5 7 ] DOCUMENTOS EXT RAJÍJ BROS 6 2 9

prohibición de tales prácticas, por lo que las reiteradasprotestas francesas no han conseguido modificar la si-tuación.

Lamentan también los franceses que la CECA no hayaimpedido el reagrupamiento de algunas de las más pode-rosas empresas del Ruhr, cayendo prácticamente en el ol-vido la política de descartelización impuesta por los alia-dos al producirse la derrota alemana. Es cierto que losKrupp y los Thyssen han podido reconstruir sus vastos im-perios industriales, pero no es menos cierto que, pese a lamagnitud de estas empresas, la producción total de acerode Thyssen, por ejemplo —aproximadamente 4,5 millonesde toneladas al año— es inferior a la de algunas de lasgrandes plantas siderúrgicas americanas. La lucha por laracionalización y los elevados rendimientos conducía casiinevitablemente a una creciente integración y, en todo caso,constituía una razonable disculpa para justificarla.

Uno de los argumentos con frecuencia expuestos por losadversarios de la CECA con anterioridad a su estableci-miento era el de que su funcionamiento habría de impo-ner a las empresas un elevado grado de dirigismo. De he-cho, el dirigismo ha sido poco acentuado; menos de lo quo.hubiera permitido la aplicación estricta del texto del Tra-tado. Y es probable que este resultado deba cargarse —nosabemos si al debe o al haber— de los más convencidospartidarios de la Comunidad, que en algunos casos hanpreferido renunciar a las posibilidades que dicho textoles ofrecía para no poner en peligro esta primera etapahacia la unidad europea.

Como decíamos en un principio, creemos que, en rosu-men, el balance de estos primeros años de la CECA <?s sa-tisfactorio, y su experiencia alentadora para el futuro delMercado Común. Pero cabe también preguntarse, lo mis-mo que con el Benelux, si sus resultados habrían sidoigualmente satisfactorios en el caso de no haber coincidi-do con una coyuntura económica tan favorable.

Page 25: Acero británico y mineral español: 1871-1914

630 DOCUMENTOS EXTHANJEliOS [R. E. P., V I H , 2

Ante una experiencia de la magnitud del Mercado Co-mún y ante sus probables repercusiones, es lógico que lasopiniones sean con frecuencia discordantes.

En el curso de los debates parlamentarios —especial-mente en el caso francés— que han precedido a la aproba-ción en principio y posterior ratificación de la firma delTratado, la tendencia, por razones de táctica política, adramatizar sus ventajas e inconvenientes,' ha sido en mu-chos casos evidente.

Las revistas y publicaciones de carácter económico hantratado en general el tema con una más lógica pondera-ción y, sobre todo, con una singular cautela. Más adelanteresumimos algunas de las observaciones que acerca delmismo figuran en el estudio anual (2) publicado por laComisión Económica para Europa de las Naciones Uni-das. Creemos, no obstante, que la tónica general de los co-mentarios que conocemos —en la mayor parte de los ca-sos después de una larga enumeración de los pros y delos contras— es de un tibio y prudente optimismo.

Aunque en algunos países se han hecho sondeos en di-versas industrias acerca de las probables consecuencias queel establecimiento del Mercado Común habrá de reportar-les, no tenemos noticia de que en ninguna de las nacionesfirmantes del Tratado exista un estudio económico-esta-dístico completo intentando prever las repercusiones y re-sultados globales para las economías respectivas. A pesarde los progresos realizados por los servicios estadísticosgubernamentales de los países de la Europa occidental apartir de la terminación de la segunda guerra mundial,es posible que los datos existentes sean en parte insufi-cientes para un estudio de tal naturaleza. Habría de exigirdicho estudio una información muy completa acerca de lastarifas aduaneras aplicadas en la actualidad en las distin-tas naciones a la totalidad de los productos afectados;acerca de las funciones de demanda de dichos productos;así como sobre las posibilidades de creación de nuevas in-

(2) "Etude sur la situation économique de TEurope en 1956".Ginebra, 1957.

Page 26: Acero británico y mineral español: 1871-1914

.-MAYO-AGOSTO 1937] DOCU3IENTOS EXTRANJEROS 631

dustrias o adaptación de las ya existentes a la situaciónderivada de la entrada en vigor del Mercado Común, Noobstante, es indudable que los respectivos gobiernos hancontado con estimulaciones aproximadas de dichas reper-

. elisiones y resultados.En la enumeración de los argumentos en pro y en con-

tra del Tratado, los últimos responden en general a pre-ocupaciones más concretas y precisas que los primeros. Es-tos se encuentran basados en gran parte sobre la confianzaen la eficacia de los principios de una economía de librecompetencia y en el juego espontáneo de las fuerzas delmercado. También, en un creciente y sincero sentido de lasolidaridad europea compartido por sus defensores, quetratan de subrayar los lazos que nos unen y borrar nues-tras diferencias. Coinciden así, en extraño maridaje, elespíritu de hermandad y la confianza en la eficacia egoístadel *homo economicus».

Destacaremos, por la reiteración con que le han utili-zado algunos partidarios del Tratado, un argumento a jui-cio nuestro no muy consistente en la etapa anterior a laratificación y, en definitiva, un tanto pesimista, a tono conel refrán *Del mal, el menos*. Empieza por considerar elestablecimiento del Mercado Común como algo inevitable,y admitida esta premisa, aconseja la adhesión al mismopor estimar que los inconvenientes que de ella se deriva-rán serán menores que. los resultantes de la no participa-ción.

Otro de los argumentos favoritos de los defensores dela Comunidad Económica Europea es el de las economías•que se obtendrán por la organización de la producción enmucha mayor escala al contar con la demanda de un mer-cado interior de 163 millones de consumidores. Y se recu-rre en seguida al caso norteamericano como ejemplo y an-tecedente.

Con independencia de las diferencias entre las capaci-dades adquisitivas del americano y el europeo medios —di-ferencia que, aún contando con probables progresos, noserá fácil salvar— el razonamiento anterior presupone que

Page 27: Acero británico y mineral español: 1871-1914

632 DOCUMENTOS EXTRANJEROS [R. E. P., VIII, 2

el mercado supranacianal resultante va a ser exactamenteigual a la suma de los mercados nacionales de los paísesmiembros y, por tanto, que los sumandos van a ser perfec-tamente homogéneos. Es dudoso que en un mercado euro-peo llegue nunca a darse la uniformidad de gustos a quese ha llegado en el americano. Pero en todo caso parecemás que probable que durante mucho tiempo subsistiráuna diferenciación en la demanda mucho más acentuada.

Objetando a la neecsidad de un vasto mercado interiorcomo requisito necesario para alcanzar la prosperidad, seha señalado el hecho de que precisamente algunos de lospaíses europeos—Suecia y Suiza—cuyo nivel de vida seaproxima más al norteamericano cuentan con unos mer-cados interiores sumamente reducidos. Y también se hahecho observar que en numerosas industrias la dimensiónóptima de la unidad productiva no necesitaría de un mer-cado de 160 millones para desenvolverse con éxito. En mu-chos casos los mercados interiores de varias de las nacionesmiembros son potencialmente susceptibles de absorber laoferta de unidades de producción que hayan alcanzado di-cha dimensión. Si a pesar de esto con frecuencia la dimen-sión óptima no se ha conseguido, no será lógico culpar deello a la pequenez de los mercados respectivos.

Esperan también algunos comentaristas que el estable-cimiento del Mercado Común contribuya a limar diferen-cias, aproximando el nivel de las zonas más pobres al delas más favorecidas. Pero otros, en cambio, temen que ellibre juego de las ventajas comparativas pueda acentuardichas diferencias. Y que concretamente la zona del Rhin,con su magnífica infraestructura industrial—cuenta con unaeconómica red de transportes fluviales, mano de obra es-pecializada e industrias básicas—, sea la principal gana-dora del Mercado Común, constituyendo un foco de atrac-ción para nuevas inversiones tanto de los países miembroscomo del exterior. Sin necesidad de recurrir a profecías,ya en los últimos años hemos visto, por ejemplo, cómoFord liquidaba su filial francesa, que era absorbida por

Page 28: Acero británico y mineral español: 1871-1914

MAYO-ACOSTÓ 1957] DOCUJIEMOS EXTflANJEROS 633

Simca, y reforzaba, en cambio, las instalaciones qua con-trola en Alemania.

La experiencia italiana no podría servir como prece-dente de que la constitución de una unidad económica másvasta sea garantía de la desaparición de las diferenciasexistentes entre las partes que la integraban antes de sucreación. De hecho, la distancia que desde el punto devista económico separaba ya al Norte del Sur en el mo-mento de conseguir su unidad político-económica, en lasegunda mitad del siglo XIX, se acentuó en el curso delulterior proceso de industrialización al ponerse aún másde relieve las ventajas estructurales existentes a favor delNorte. Y ha sido precisa recientemente una decidida accióngubernamental a través de la Cassa del Mezzogiorno paratratar de evitar que el proceso acumulativo tuviese carácterpermanente.

Si la Comunidad Económica Europea que ahora nucequiere evitar que persistan o se acentúen diferencias comolas que hemos señalado e integrar a nuevas naciones en suseno, serán precisas intervenciones gubernamentales y tra-tos de favor para determinadas regiones. Y habrá de bus-carse una especial eficacia en las medidas que un pocotímidamente se apuntan en este sentido en el Tratado, afin de proteger industrias nacientes y favorecer el trans-vase de los excedentes de mano de obra agrícola hacia di-chas industrias.

Al considerar la posible evolución de los países delMercado Común en función de las características actualesde su sistema aduanero, se llega a conclusiones no exentasde cierto carácter paradójico. A corto plazo los países contarifa baja serán los más favorecidos, pues se encuentranya acostumbrados a la competencia exterior debido a suescasa protección. Pero en cambio, a largo plazo, los quetienen tarifas altas serán los que consigan un mayor be-neficio. Desaparecida o disminuida su protección inicialtendrán que hacer un especial esfuerzo para reducir suscostes y aumentar su eficacia, a fin de encontrarse en con-diciones de competir con éxito con sus rivales del exterior.

Page 29: Acero británico y mineral español: 1871-1914

634 DOCUMENTOS EXTRANJEROS [R. E. P., VIII , 2

Estas conclusiones, o pesar de ser en principio lógicamentecorrectas, presuponen una absoluta confianza- en la capa-cidad de reacción e iniciativa de aquellos empresarios queprecisamente estaban menos acostumbrados a ejercer esascualidades; confianza que no siempre será fundada.

Los problemas que la evolución de la agricultura habríade plantear fueron desde un principio y siguen siéndolohoy, después de la firma del Tratado, uno de los princi-pales motivos de preocupación. Reconociendo sin duda lacomplejidad de su estructura y sus implicaciones sociales,la organización del futuro mercado común agrícola estáprevista en forma mucho menos concreta que en el casode la industria. Temen los franceses que Alemania occi-dental pueda ser una puerta entreabierta que permita lainvasión de productos agrícolas baratos de la Europa orien-tal. Por su parte, los holandeses, promotores del Tratado,creen que se han hecha excesivas concesiones a Francia;se sienten un poco decepcionados, y piensan que su agri-cultura, que es, junto con la danesa, la más próspera deEuropa, se ha visto injustamente penalizada precisamentea causa de su elevada productividad.

El temor en algunos sectores a las consecuencias de loscambios estructurales que la nueva situación habrá de im-poner es, lógicamente, muy considerable. Los partidarios dela Comunidad tratan de desvanecerlos recordando que es-tos cambios no serán bruscos ni inmediatos. El período detransición, que tendrá una duración de doce a quince años,actuará como colchón neumático encargado de amortiguar-los. Entre los sectores aludidos figuran algunas de las or-ganizaciones sindicales que han coseguido para sus afilia-dos un nivel de vida más elevado y un régimen de segu-ridad social más ventajoso que los alcanzados por sus co-legas de otras de las naciones miembros. Temen, a pesardel alentador resultado de la experiencia del Benelux aeste respecto, que la libertad de movimientos que el Tra-tado habrá de establecer en el seno de la Comunidad, de-'termine una invasión de mano de obra barata que pongaen peligro su status y disminuya su capacidad negociado-

Page 30: Acero británico y mineral español: 1871-1914

MAYO-ACOSTÓ 1957] DOCUMENTOS EXTRANJEROS 635

ra. Por su parte, algunas de las organizaciones patronalestemen el posible dumping de sus competidores y un aumen-to del dirigismo estatal.

Balogh considera la posibilidad (3) de que el mayordinamismo de la economía alemana, con sus más eleva-dos rendimientos y superior capacidad productiva, puedadar lugar a situaciones de crisis en las balanzas de pagosde los demás países, difíciles de salvar sin recurrir a polí-ticas dejlacionistas que provoquen paro. El Tratado prevéen estos casos la concesión de ayudas y la posibilidad desuspender transitoriamente algunas de las obligaciones quede él se derivan. Pero es dudoso que las previsiones exis-tentes fuesen suficientemente eficaces si hubiesen de pro-longarse durante un plazo considerable, a menos de poneren peligro la existencia misma del Tratado.

Las reacciones en el exterior ante el establecimiento delMercado Común son también diversas. La mayor parte delos restantes países europeos sigue con cierta mezcla de in-quietud y esperanza el comienzo de la experiencia y estu-dian posibles formas de extensión de la cooperación queimpliquen obligaciones. Inglaterra, desalentada en parte encuanto a la posibilidad, no ya de estrechar, sino de man-tener los lazos que actualmente la unen con las nacionesdel Conmontvealth, trata de hacer compatible éstos con unmayor acercamiento al Continente e intenta fomentar lacreación de una zona de libre cambio. Estados Unidosconsidera el Mercado Común con decidida simpatía, con-fiando que la marcha hacia la unidad económica contri-buya a disminuir los problemas que le plantean sus aliadoseuropeos.

En los países asiáticos y sudamericanos la reacción noes especialmente favorable, pues existe el temor de que enel futuro encuentren mayores dificultades para la coloca-ción de sus materias primas en el Mercado Común. Y sehabla, en consecuencia, de la posible creación de una

(3) T. Balogh, "Liberalization or Constructive Organization", enel Balletin of the Oxford University Institute of Statislics, de febre-ro de 1957.

Page 31: Acero británico y mineral español: 1871-1914

636 DOCUMENTOS BXTRANJEBOS {R. E. P , V I H , 2

unión aduanera sudamericana. Si esta unión u otras aná-logas llegasen a realizarse es casi indudable que parte delas ventajas que los Seis esperan conseguir para sí dismi-

'• nuyan o desaparezcan al tenerse que enfrentar con mayo-res dificultades para colocar sus productos en el exteriory con una mayor capacidad negociadora por parte de lospaíses integrados en las nuevas organizaciones.

El caso francés constituye el ejemplo más típico de ladivisión de opiniones en torno al Mercado Común. A pesarde haber ratificado el parlamento por una holgada mayo-ría la firma de los Tratados —tanto de la ComunidadEconómica Europea como de la Euratom— los debatesprevios han puesto de relieve algunos de los aspectos pa-radójicos de la decisión francesa. Aunque sea descenderun poco al terreno anecdótico, nos parece interesante re-coger algunas de las opiniones expresadas.

El señor Duelos, fiel al más rancio estilo comunista,califica al Mercado Común de "empresa económico-militarde un sindicato de explotadores alemanes al servicio delimperialismo americano".

El señor Mendes-France, político y economista conmayor mesura, pero con la incisiva dialéctica que le ca-racteriza, se pregunta (4) hasta qué punto podrá conside-rarse como sintomática de la prosperidad de su país laemigración de un millón de trabajadores franceses a Ale-mania, prevista por el doctor Abs —ai parecer consejeroeconómico del ¡canciller Adenauer— como consecuencia delparo que la entrada en vigor del Tratado habrá de pro-ducir en Francia. Cree Mendes-France, coincidiendo con elinforme de la Comisión Económica para Europa de lasNaciones Unidas ya citado, que la verdadera beneficiaríadel Tratado será la zona del Rhin, que actuará como polode atracción de la industria europea. Y se inquieta Men-des-France ante el futuro de las regiones francesas menos

(4) "Le Monde", núm. del 9-VII-1957.

Page 32: Acero británico y mineral español: 1871-1914

MAYO-ACOSTÓ 1957] DOCUMENTOS EXTHANJEBOS 637

favorecidas estructuralmente. Aunque se declara pro-eu-ropeo cree que Francia en los 18 meses de margen conque puede contar antes de que las primeras medidas efec-tivas de liberalización de los intercambios entren realmen-te en vigor, no será capaz de restablecer su equilibrio eco-ná/niop. Y prevé que no podrá hacer honor a sus com-¡promisos, lo que será un pobre servicio para la nuevaEuropa.

En la misma línea que Mendés-France otros diputadoshan señalado la incongruencia de que precisamente en losmomentos en que Francia ratifica la firma del Tratadoestableciendo la Comunidad Económica Europea, se veaobligada para hacer frente a las dificultades en su balan-za de pagos a restringir tas medidas liberalizadoras de sucomercio internacional —menos rigurosas que las que leimpondrá el Mercado Común— adoptadas en virtud de

. compromisos contraídos con anterioridad.

En la defensa que el gobierno francés ha hecho delTratado, se ha destacado la creciente corriente de coope-ración económica internacional, preguntándose qué seríade Francia si se decidiese a permanecer al margen de lamisma. E implícitamente admitía como un hecho consu-mado lo que en definitiva estaba todavía pendiente de lacomún aceptación, y muy especialmente de la francesa,sin cuya participación la Comunidad difícilmente habríatenido sentido. El Mercado Común —dijo el señor Bour-ges-Maunoury— nos ofrece las máximas posibilidades conlos mínimos riesgos. E hizo especial hincapié en las líneasdefensivas y posibilidades escapatorias que ofrecen lascláusulas de salvaguardia. En sus intentos de tranquilizara la oposición, parecía en definitiva mayor su confianzaen las garantías contra los inconvenientes probables quesu seguridad en las ventajas posibles.

Si persistiese el actual desequilibrio entre lo que losfranceses desean consumir y sus posibilidades productivas—a pesar de haber aumentado éstas en forma muy satis-factoria— podrá peligrar el Tratado, y no faltarán pre-textos para denunciarle. El profesor Capitant, en articulo

Page 33: Acero británico y mineral español: 1871-1914

638 DOCUMENTOS EXTRANJEROS [R. E. P., VIII, 2'

reciente, señalaba que el procedimiento seguido en su ra-tificación había sido anticonstitucional.

Tal vez pueda parecer, en la enumeración de pros ycontras que figuran en las páginas precedentes, que he-mos concedido mayor relevancia a los últimos. Insistimosen que esto se debe más bien al hecho de que les temoresde los adversarios del Tratado se formulan en argumentosbastante más concretos que las esperanzas de sus defen-sores; éstas se basan sobre todo én principios generales,cuyas excepciones o fallos han sido precisamente utiliza-dos como argumentos en contra.

Pero no por eso creemos que dichos principios no seanválidos ni las esperanzas puestas en ellos infundadas. Eslógico pensar que la más adecuada división del trabajoen el seno de un mercado de 160 millones de consumido-res conduzca a una mejor utilización de los recursos dis-ponibles y haga posible una elevación del nivel de vida.Aunque presente más fallos que el principio anterior,también podemos admitir que ante el acicate de la com-petencia y el imperativo de subsistir aumente la eficaciade empresas hasta ahora parapetadas en cómodos protec-cionismos. Y que el indudable entusiasmo y voluntad delos hombres que desde hace años laboran por la unidadde Europa habrá de ser un factor decisivo en el éxito dela empresa,

Pero esta convicción y entusiasmo habrá de extendersetambién a las masas, en gran parte indiferentes e inde-cisas, que -en el momento presente han aceptado el Tra-tado alentadas por una coyuntura político-económica favo-rable. Y será preciso vencer la resistencia de las influ-yentes minorías, que siguen aferradas a un viejo sentidonacionalista o no se resignan a ver jterjudhcados sus inte-reses. Sólo así será posible evitar que ante las dificultadesque indudablemente habrán de presentarse en el curso delperíodo de transición, la frecuente apelación a las cláiv-

Page 34: Acero británico y mineral español: 1871-1914

MAYO-AGOSTO 1957] DOCUMENTOS EXTRANJEROS -639

sidas de salvaguardia torne inoperantes los principios an-tes aludidos.

Por eso, el signo general de la coyuntura económicadurante los años inmediatos habrá de ser un factor tam-bién decisivo en el éxito de la Comunidad EconómicaEuropea. Cree Harrod (5) que se mantendrá durante lospróximos 10 ó 12 años con el carácter favorable que tieneen la actualidad. Es muy de desear que la realidad con-firme su pronóstico.

Así, pues, tanto la consideración de sus probables in-convenientes y dificultades como de los factores aleatoriosque concurren, habrán de llevarnos a la conclusión deque, pese a las razonadas esperanzas en su éxito, la firmadel Tratado por los gobiernos de los Seis ha sido, porencima de todo, un acto de fe.

Terminaremos con una breve alusión al caso de Espa-ña. No parece probable en la actualidad que se planteeel problema de nuestra adhesión a la Comunidad Eco-nómica Europea. Sí es más fácil que en un plazo relati-vamente corto tengamos que decidir acerca de la partici-pación en una zona europea de libre cambio o fórmulaanáloga, en la que muchas de las ventajas e inconvenien-tes serían semejantes a los derivados del Mercado Común.

El estudio de la Comisión Económica para Europa delas Naciones Unidas repetidamente citado, señalaba yaque una posible participación de España, Finlandia, Por-tugal y Yugoslavia en la proyectada zona de libre cambio,habría de presuponer para ellas cláusulas de salvaguardia ytratos de excepción aún más favorables que los otorgadosa Italia y Francia en el Mercado Común.

Pensemos, por ejemplo, cuáles no habrían de ser nues-tros temores con series en nuestra naciente industria auto-

(5) B. F. Harrod, "Common Marke.t in Perspective", en el Bu-lletin of lh« Oxford Universily Instituto of Statistics, de febrerode 1957.

Page 35: Acero británico y mineral español: 1871-1914

640 DOCUMENTOS EXTRANJEROS [R. E. P., VIII, 2

movilística que se aproximarán a los 20.000 coches anua-les cuando Francia, que cuenta actualmente con modelosque a final del año en curso saldrán a un ritmo de milunidades diarias, consideraba con inquietud los posiblesresultados de la competencia alemana. Y en la industriaautomovilística si se dan precisamente economías deriva-das de la producción en gran escala.

Es por otra parte evidente que nuestra marcha haciael progreso económico habrá de estar ligada a un cre-ciente proceso de industrialización, ya que las posibilida-des de expansión de nuestros regadíos son en definitivalimitadas, y una más elevada productividad en la agricul-tura habrá de conseguirse en gran parte mediante unamayor mecanización, que llevará consigo menores exigen-cias de mano de obra.

Comentábamos en un principio que probablemente nose habrá realizado un estudio económico-estadístico deta-llado y exhaustivo tratando de valorar las repercusionesque el establecimiento del Mercado Común habrá de lle-var consigo en ninguno de los países firmantes. Esta faltasería en parte debida al extraordinario volumen de datosprecisos a la complejidad general del problema y a losfactores aleatorios imposibles de valorar que en el mismoestán implícitos. Sin embargo, a pesar de posibles insufi-ciencias, los servicios de estudios económicos y estadísti-cos son que cuentan los gobiernos de los Seis, les habránpermitido llegar a conclusiones bastante precisas acercade las posibles tendencias.

Las lagunas que en este aspecto será necesario salvaren nuestro país son bastante mayores. Es preciso aumen-tar los medios a disposición del Instituto Nacional de Es-tadística y completar los datos sobre nuestro comercioexterior, hoy día insuficientes. Son también necesariosestudios cada vez más completos y precisos sobre la es-tructura y costes de nuestros principales sectores produc-tivos que nos permitan establecer comparaciones fehacien-tes con sus equivalentes extranjeros y sacar conclusiones

''* acerca de nuestras posibilidades competitivas.

Page 36: Acero británico y mineral español: 1871-1914

MAYO-ACOSTÓ 1957] DOCUMENTOS EXTRANJEROS 641

Se trata de una tarea urgente. Sólo si somos capacesde realizarla con eficacia, estaremos en condiciones dedefender puntos de vista y establecer cláusulas que cons-tituyan una auténtica garantía, en la medida en que lasgarantías son posibles para el futuro de nuestra economía.Tal vez sea preciso admitir, aunque antes hayamos criti-cado esta postura por negativa, que los inconvenientes de-rivados de nuestra abstención serían probablemente ma-yores que los que pudieran resultar de la adhesión a lasnuevas fórmulas de unidad económica.

Y habremos de confiar en nuestra especial aptitudpara las empresas de fe. Pero es de temer que sea éstauna conclusión poco científica.

José MIRA RODRÍGUEZ