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ANTOLOGÍA DE CUENTOS Autores: Samuel Cornelio Abad Antonia Susanibar Gonzáles Yéssica Liberato Conde Huacho - 2013

ANTOLOGÍA DE CUENTOS

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Universidad Nacional José Faustino Sánchez CarriónAutores: Samuel Cornelio Abad, Antonia Susanibar Gonzáles, Yéssica Liberato Conde

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Page 1: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

ANTOLOGÍA DE

CUENTOS

Autores:

Samuel Cornelio Abad

Antonia Susanibar Gonzáles

Yéssica Liberato Conde

Huacho - 2013

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PRESENTACIÓN

Antología de cuentos aparece con el propósito de ser un medio de cultura en el

quehacer educativo y en la formación autodidacta, del ser humano porque

consideramos que un pueblo que lee es un pueblo culto; un pueblo culto es un

pueblo libre.

Pero la lectura es importante para ser no sólo hombres libres sino para la plena

realización del destino de un hombre o mujer sobre la faz de la tierra, en el que

todo avanza a tal velocidad que el lector, tiene una amplia bibliografía que

explorar, por cuanto los nuevos descubrimientos se difunden rápidamente

gracias a la modernidad de la imprenta y el internet.

La lectura hoy y desde hace siglos, ha tenido un papel preponderante en la

formación intelectual y cultural del ser humano. Gracias a este medio se ha

formado nuestra conciencia, cimentando nuestra moral, recreado nuestro

espíritu y análisis crítico desde los textos más simples hasta los más

complejos.

Por eso, se vuelve mucho más preciada ahora, puesto que con la lectura uno

elige la vida que quiere. Ante los libros uno va haciendo sui destino, labrando

su camino, encontrándole el sentido a su vida.

Lamentablemente, hoy por hoy, en nuestro medio, el hábito lectural se va

alejando más y más de nuestra gran masa lectora, de cuyos vacíos hay

razones explicables y la responsabilidad del problema, sin duda es compartida.

Es por esta razón, tratando en parte remediar el problema, se ha estructurado

la obra ―Antología de cuentos‖, dirigido a alumnos, jóvenes y adultos del país

para que puedan valorar al fondo y la forma de un texto impreso, es decir

comprender el mensaje, analizarlo, interpretarlo y asumir una actitud crítica

frente al contenido del texto. Está elaborado en base a lecturas variadas de

cuentos de costa, sierra y selva, de autores de la literatura nacional que se

complementa con biografías breves y a manera de sugerencia dos esquemas

de guías de lectura.

Este modesto esfuerzo, ojala pueda responder a las reales expectativas de los

alumnos, profesores, padres de familia y de todo aquel que desee tener una

sólida formación cultural, social y ética.

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Los autores.

CUENTOS

DE LA

COSTA

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"MARTÍN PIEDRA"

Isaías Nicho Rodríguez

Martín Piedra, un "churre guaragüero", apenas pasó las doce primaveras, sus

traviesos compañeros de estudios llegaron a reemplazar su verdadero apellido

por una ingeniosa "chapita" dado que él cuando mucho lo fastidiaban, solía

agarrar una piedra en plan de defensa.

Era hijo único de un laborioso agricultor, vecino del barrio de Chonta y como tal

iba bien "futre" a la escuela y no le faltaba, en el bolsillo, la buena propina de

un sol de nueve décimos. Era esta la razón para que los otros que apenas

llevaban un "gordo" o medio, se le pegaran como abejas.

Las facilidades de que gozaba, le permitieron convertirse en un acérrimo

galanteador de las cholitas colegialas contemporáneas suyas que encontraba a

su paso. Desde luego, no tenía mal ojo, ni mal gusto. Pero sus más fieles

"gauchos" que poniendo apodos les sobraba la inteligencia que no tenían para

aprender sus lecciones, le allegaron el otro apelativo de "galán de moda". Ya a

los diecisiete abriles que pudo terminar la primaria a golpe de palmeta,

creyéndose todo un hombrecito, quiso estrenar el ferrocarril Noroeste que

recientemente había enlazado Huacho con Lima. Y un día cualquiera, en plan

de "cimarrón", bien al terno y a la corbata con otros cimarrones del mismo

barrio, se escaparon al menor descuido de sus viejos, rumbo a la capital. Por

allá se pasó sus veinte primaveras. De Lima regresó más guaragüero y en

enamoramientos, se pasaba. Después de todo, Martín Piedra, no era mal

parecido. Hasta medio blanquiñoso se le veía. A su padre que ya estaba

avanzando en años no le quedó otro remedio que hacerlo matrimoniar.

Martín tenía ya elegida su costilla, una "moza" despercudida, simpaticona y no

menos "despachadla". Se hicieron los arreglos de estilo y en pocos días a

Martín Piedra se le vio salir del templo oleado y sacramentado llevando del

brazo a su costilla. Pero esta vez la paloma se llevó al palomo. Catalina, que

así se llamaba, no quiso ir a vivir a la casa de los padres de Martín.

El tiempo corrió y su anciano padre se fue a mejor vida. Martín perdió una

valiosa ayuda y tuvo que dedicarse a "tirar lampa" en las chacras heredadas.

Más, los años siguieron en su veloz carrera y la Ilusión con la que fue su sueño

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dorado, comenzó a marchitarse con síntomas de morir. Comenzaron las diarias

y agrias discusiones hasta por quítame esta paja. Y es que él, no perdió su

maña como ella le decía, algo escondido tenía "su peor es nada" Esto marcó el

principio del futuro dramático de Martín.

Un día, de madrugada, de la acalorada discusión, pasaron a los hechos. Ella

que no dejaba de ser "enrazada", al sentirse con un ojo hinchado, a palo limpio

lo arrojó de su casa.

Todos los del lugar estaban enterados de estos líos matrimoniales. Por eso

cuando Martín se fue, comenzaron los comentarios.

Algunos decían que ya también tenía su reemplazo.

Martín Piedra fue a hospedarse al domicilio de su padre que había estado

abandonado. Pero al poco tiempo los del barrio comenzaron a observar en él

un temperamento demencial. A veces sin motivo se encolerizaba; lanzaba

carcajadas o caminaba cabizbajo, silenciosamente, dando la impresión que no

conocía a nadie. Algo que a sus amigos, más cercanos les daba que pensar.

Todo era síntoma de una mal cerebral que se fue haciendo crítico y lo que

motivó el comentario de la gente.

- Luan hecho daño por palangana.

- Seguro la Catalina lua dao agua de la vida y se lua pasao la mano.

- Agua de chamico capaz ha tomao,

- Pobrecito, Martín - decían algunas viejecitas - con qué mujer se fue a

enredar. En el norte lo podían curar. Allá hay finazos.

De tiempo en tiempo Martín aparecía por el barrio motivando el terror, sobre

todo, de los churres. Corría hablando incoherencias, hasta palabras feas.

Otras veces también en carrera abierta gritaba con desesperación.

- ¡Me quieren matar!... ¡Me quieren matar! ¡Defiéndanme que me quieren

matar!

Y saltaba alguna tapia alta como para esconderse. Después de largo rato salía,

soltando carcajadas y hablando cualquier cosa.

Lejanos parientes llegaron de Lima para curarlo donde los que conocían "el

arte". Y lo llevaron donde Yancunta; también donde Juan Barbón y Camarón.

Todos coincidieron en que el daño estaba pasado.

Martín Piedra se convirtió en un andarín por los diferentes barrios de la extensa

Campiña. En las pulperías y en las casas de familias que le conocían, le

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proporcionaban un ligero alimento. Pero siempre en las tardes aparecía por su

barrio. Cuando alguien daba la voz:

- ¡Ahí viene Martín Piedra!

Los churres corrían a esconderse hasta debajo de la cama. Sólo la gente

mayor que también lo conocían, esperaban su paso para darle su ayuda

económica. Pasó el tiempo y este enfermo que antaño había sido un joven de

buena presencia, comenzó a caminar semidesnudo, lo que indicaba su

gravedad. De vez en cuando sus vecinos observaban que llegaba a dormir a su

casa en unas esteras viejas que tenía como cama de donde después salía de

madrugada. Pero un día lo vieron caído boca abajo cerca a su domicilio,

Martín Piedra se había marchado al otro mundo, víctima de una larga

enfermedad cerebral.

NOTAS ACERCA DEL AUTOR

ISAÍAS NICHO RODRÍGUEZ

Nació en la campiña huachana (1908 – 1989). Fue escritor y periodista.

Destacó en la narrativa costumbrista. Recoge las manifestaciones folclóricas

con estilo festivo y original. Describe al poblador huachano en sus bullicios, en

sus actividades y vivencias. Sus obras: Chancay provincia nuestra (coautor);

Campiña Adentro I, II y III; su obra más transcendente que contribuye a la

afirmación de nuestra identidad cultural. La lectura ―Martín Piedra‖ está en esta

última. Otra de sus obras es Historia de Huacho. Dirigió la revista Rumbos y

varios periódicos de corte regionalista.

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MI NIÑEZ ENTRE LA CHACRA Y LA MAGIA

Samuel Cornelio Abad

José Flores, de los predios de la campiña huachana nos narra las vivencias de

su niñez que tienen que ver sustancialmente con la cosmovisión del habitante

de esta parte de nuestra patria. He aquí la trama de los acontecimientos.

Yo nací, no sé si para bien o para mal, un 20 de agosto de 1947; justo un día

miércoles a las 4 y media de la mañana en el Hospital del Carmen de Huacho.

Parece que empecé la vida con la estrella de espaldas, porque mamá estuvo a

punto de perder la vida al darme a luz. Nací antes de tiempo, es decir, fui

sietemesino. Con las complicaciones que trae el alumbramiento antes de lo

previsto, mi mamá permaneció 35 días internada en cuidados intensivos a

cargo del Dr. Torres Muga. Toda la familia estaba muy preocupada por esta

situación, sobre todo la abuela María Luz, que prácticamente vivía en el

hospital. Antes de cada visita al nosocomio la tía Antonia y papá se arrodillaban

ante las imágenes de San Martincito de Porres y de la Virgen del Carmen que

estaban en la puerta de entrada rogándoles que nada malo les pase a mamá y

al hijo que acababa de nacer, a cambio de hacerle su fiesta en el momento

oportuno. Las mejorías al fin se dieron ante la alegría de familiares y amigos.

Después de salir del hospital, mamá permaneció todavía en cama 7 días en

nuestra casita de Tomicalla, recuperándose de a poco1. A los 3 meses de

haber nacido me sentía muy débil y mi cuerpecito escuálido daba más para la

otra que para esta vida. Empeoré de tal manera que dejé de llorar e incluso ya

no lactaba, sólo dormía, dormía y me quejaba de rato en rato.

Otra vez cundió la preocupación en casa; mi mamá lloraba silenciosamente por

temor a perderme. En eso los vecinos le recomendaron que me llevara donde

una curandera que vivía por arriba del puerto de Huacho2, casi por la falda del

cerro. Así se hizo; la abuela María Luz por la tarde me condujo cabalgada en

nuestra burrita donde la curandera. Ésta era una señora de raza negra de

contextura gorda y muy amable. Después de arreglar el precio la señora me

hizo una serie de rituales hasta entrada la noche, en que terminó con un baño

de florecimiento; entonces la curandera muy segura de sí dijo: ―Se ha cumplido

1 De a poco: Poco a poco.

2 Por arriba del Puerto de Huacho: Expresión propia del habitante de la zona.

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con todo el ritual que se requiere en estos casos; si la criatura empieza a llorar

a las 12 de la noche, es signo de que se salvará, de lo contrario morirá‖,

sentenció. En ese momento ninguno de los presentes pudo articular palabra, se

miraban unos a otros atónitos, como buscando una respuesta a lo injusto de la

vida. Las olas del mar golpeaban cada vez más fuerte en el Boquerón de la

Viuda, como si se solidarizaran con el dolor. Las tres horas de espera que

fueron una eternidad al fin tuvo un resultado satisfactorio, porque antes de la

hora indicada comencé a llorar insistentemente. La felicidad se dibujó en cada

uno de los presentes que se abrazaban con la alegría que les embargaba y

gruesas lágrimas rodaban por las mejillas.

Pasada la medianoche, la abuela, mamá y yo en brazos regresamos a casa

cabalgados en nuestra burrita. Dicho sea de paso, ésta, era un animal grande y

musculosa, color plomo claro, con manchas oscuras, bastante mansa y de

caminar lento.

No obstante el tratamiento de salud que me prodigaban, les diré, que mi

debilitado cuerpecito, seguía siendo la preocupación de mi familia, por eso la

abuela María Luz ordenó que me bautizaran y en efecto el bautismo corrió a

cargo del padre Eusebio Arróniz. La parte anecdótica fue cuando el sacerdote

preguntó por el nombre de papá, éste contestó ―José‖; el nombre del padrino

―José‖; el nombre del bebé ―José‖; entonces el cura mirando el cielo expresó su

plegaria: ―Dios mío, padre, hijo y espíritu santo‖ y luego se persignó.

Para buscar el fortalecimiento débil y raquítico de mi organismo, me daban de

tomar leche de burra negra y me hacían lactar con mujeres negras que tenían

criaturas. Así fui creciendo en este ambiente de campo, de preocupación, de

resignación y de tradición, pero con la asistencia de mi familia, quienes se

desvelaban por mi salud pese a su limitada economía.

Recuerdo a la abuela María Luz que se subía a la planta de níspero para pañar

los frutos. En la huerta de la casa habían 7 plantas de nísperos, 4 de pacae, 2

plantas de lúcuma de frutos arenosos, 2 plantas de paltas, varias plantas de

ciruelas, plátanos de seda y de isla, naranja dulce y agria, una hermosa planta

de granada y varias de guanábana. Por aquellos tiempos se recogía

diariamente algo de frutales y se vendía en el mercado de Abastos de Huacho.

Con el producto de la venta se compraba víveres y así nos sosteníamos. En

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suma, con el pequeño sembrío, la fruta y algunos trabajos de costura, teníamos

para vivir, considerando nuestra pobreza.

A los cinco años de edad era muy inquieto y hacendoso. Recuerdo al tío

Vicente Grados Samanamud, que me llevaba de noche para acompañarlo a

regar las chacras de acuerdo a los turnos de agua en los diferentes sectores:

Luriama (lunes y jueves) y Amay (martes y viernes).

Todas las tardes, la abuela iba a la chacra cabalgada en la burra y a mí me

llevaba en el anca (parte posterior). En el trayecto, tanto de ida como de vuelta

me aconsejaba de cómo llevar la vida correctamente, con disciplina, dedicación

y honradez. La abuela no era letrada, pero la experiencia de la vida le había

enseñado a ser reflexiva. Daba gusto escucharla. Regresábamos de la chacra

casi al expirar la tarde trayendo pasto para los animales que criaba en casa,

como borregos, cuyes, etc.

En una oportunidad, mi hermano mayor Isidoro me llevó a la chacra de Valdivia

para pañar algodón. Íbamos cabalgados y a la altura de la casa de don

Teodomiro Silva, nos dimos con que la acequia estaba llena de agua y como

no había puente para cruzar tuvimos que hacerlo así no más. Mi hermano

azotó a la burra para que cruzara y cuando estaba haciéndolo, el animal se

resbaló y caímos al agua. Yo sentía que me ahogaba y pedía auxilio, en eso

noté que alguien me sacaba del agua, era nada menos que un vecino del lugar

llamado Don Saturnino Pujada.

El señor, incluso me prestó ropa de su hijo David, y así con nuestro pesar a

cuestas regresamos a casa. Raudo pasan los años, respirando el aire

campestre de la campiña y yo seguía en el quehacer agrícola ayudando a mis

padres y a los vecinos que requerían de mis servicios. Contaba con más de

siete años de edad y sin pecar de guaragüero3, creo que era el mimado de la

familia, porque era el centro de la atención en casa.

Un buen día al regresar de la chacra, sentí cierto malestar en mi organismo, al

día siguiente el mal se iba acrecentando; no tenía apetito. Los días iban

pasando y la fiebre no me dejaba; me iba secando de a poco, nadie daba con

mi mal, hasta que la comá4 de la abuela dijo: ―Llévalo donde don Albino

Morales, él es un curandero muy finazo‖. Mamá sin pérdida de tiempo me llevó

3 Guaragüero: Jactancioso

4 Comá: Comadre

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casi cargado, porque ni caminar podía. Don Albino Morales Meza vivía casi a

cuatro cuadras de nuestra casa. Estando allí, el curandero hizo un diagnóstico

de mi mal y me observó detenidamente para después decir: ―Tiene susto de

agua en último grado y el caso es bastante delicado, tenemos que llamar su

espíritu en el lugar donde se ha asustado y además tiene que tener un régimen

alimenticio especial y riguroso‖. Regañó a mi madre, por qué había descuidado

tanto tiempo en la curación del mal, para sentenciar después, que todo dejaba

a la mano de Dios. ¡Ah! Acotó, por mi trabajo voy a cobrar 5.00 (eran unos

billetes verdes, que comúnmente se les decía loros). Mi madre casi lloró, por el

precio. Cinco soles por aquellos tiempos era harta plata y mamá apenas se

sostenía cosiendo vestidos y papá su agricultura. Por aquellos tiempos había

que ingeniárselas para poder vivir, considerando que éramos varios hermanos.

Ante la súplica de mamá por la rebajita, el curandero aceptó que sea 4.00, a

condición de que yo le ayudase en sus quehaceres de la casa, bien podría ser

en las tardes o en las mañanas. Ese mismo día empezó mi curación, que

consistió en una rezada por los cuatro costados y en seguida dijo ―mañana

martes o el viernes tengo que llamar su espíritu en el lugar donde se ha

asustado‖. Recuerdo, que cuando el curandero aseguró que yo tenía susto de

agua, narró tal como ocurrieron los hechos, con tal fidelidad, como si él hubiera

estado presente en el lugar. Nos quedamos pasmados del relato, por su

objetividad; nosotros por el tiempo transcurrido, casi habíamos olvidado parte

de los hechos ocurridos, pero el curandero nos refrescó la mente. ¡Era como

para no creerlo!

Antes de retirarme, me dio de beber una copita de brebaje que tenía sabor a

caldo, posteriormente llegué a saber que fue un preparado de gallinazo.

Cumpliendo con el compromiso contraído el de ayudar en los quehaceres de la

casa del curandero don Albino, me apersoné el día señalado. Su esposa

Eufemia Junco se encontraba echando leña al fogón en el que estaban dos

latas sobre dos adobes acondicionados. El curandero me hizo pasar al fondo

de la casa y ordenó a su mujer que me enseñara a atizar el fogón. Aprendí

rápido mi trabajo, es decir, no tenía que dejar que el fuego se apagara para lo

cual tenía que atizar sin interrupción por ambos lados, hasta que el curandero

me diera la orden de no hacerlo, incluso yo almorzaba junto al fogón.

Page 11: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

En ese lapso de tiempo vi que algunas personas le traían en un costalillo

animales muertos, como también vivos y él les daba dinero. De curioso abrí la

tapa de una de las latas que hervía y noté líquido espeso y algo que se movía

en su interior. El curandero se acercaba a cada momento y con un palo tipo

mazo movía el líquido y chancaba como para deshacer algo. Cuando dejé de

echar leña por orden del dueño bajamos los recipientes y fue colando el líquido

con una coladera grande para después hacerlo con una tela muy rala. De cada

lata salió un litro de líquido semiespeso y una de ellas despedía un olor fétido.

Terminé mi trabajo del día y me dijo que si quería podía regresar al día

siguiente para ayudar a limpiar los corrales y en efecto, así lo hice con

autorización de papá. Tenía que limpiar los corrales de gallinas, patos, cuyes,

conejos, borregos, aparte de palomas y cerdos. En este amplio ambiente vivían

él y su esposa; no tenían hijos, pero se daban tiempo para atender cada quien

sus quehaceres, con suma rigidez y responsabilidad. Pese a mi corta edad (8

años) era muy acomedido, sobre todo poniendo en práctica los consejos de mi

abuela que nunca se cansaba de hacerlo para enrumbar por el camino del

bien.

Al día siguiente noté que el líquido semiespeso estaba embazado en botellas

que guardaba celosamente en un mostrador y que a ciertos pacientes les daba

de tomar como parte de la curación. En lo que respecta a mi salud, el Sr.

Morales me iba curando de a poco. Cuando llegó mamá le dijo, que el viernes

pasado a las 12 de la noche había llamado mi espíritu y por consiguiente

estaba fuera de peligro, pero que tenía que seguir chequeándome de cuando

en cuando hasta erradicar completamente el mal.

Después de haber ayudado al curandero en sus quehaceres por un buen

tiempo, esta vez propuso a papá que le ayudara de noche a partir de las 12.

Entre sí o no, mi padre aceptó, pero noté que no estaba de buen ánimo. En el

turno de noche seguía en el mismo trabajo que del día, es decir, atizar el fogón,

esta vez con otro amigo de infortunio, de apelativo ―Guitarra‖. Cuando estaba

hirviendo el agua en los latones, apareció el curandero trayendo una bolsa con

contenido y era nada menos que un gato negro. Nosotros teníamos que estar

atentos para abrir y tapar la lata apenas echara al gato. Había una madera que

se ponía sobre la tapa, asegurado en cada lado con alambre, para que a los

movimientos o revoloteos no se abriese y de esta manera evitar que el animal

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se escape. Así se terminó con la primera lata y para la segunda, sacó un

gallinazo vivo al que lo tendió en la mesa con la cabeza mirando hacia arriba;

las dos alas y patas del animal quedaron aprisionados con una soguilla, sin

poder moverse. La mesa estaba cubierta con un trapo negro. El curandero con

un machete muy filudo dio un machetazo en forma vertical y horizontal (forma

de cruz); después ordenó que soltáramos la soguilla para echar el gallinazo en

el agua hirviendo, incluso el trapo negro para no desperdiciar la sangre,

tapándolo al instante. La tapa se aseguraba con alambre a los costados.

Después de unos minutos se sacó el trapo del recipiente y la orden terminante

era no destapar las latas tan pronto, para evitar que salga el espíritu malo,

según el curandero.

La tarea seguía siendo la misma de otras oportunidades, es decir, colar el

líquido para luego embotellarlos. Es preciso enfatizar que los huesos de los

animales se deshacían, incluso quedaban como sarros en los recipientes y el

líquido salía espeso. Del gallinazo hasta las plumas se deshacían, el agua era

color plomizo y las plumas se convertían como masa y así eran pasados por el

colador. No se desperdiciaba nada. A algunos pacientes se les daba de beber

el líquido asentado, muy posible a los que estaban en situación grave.

La casa del curandero era como un hospital, ya que muchos pacientes se

quedaban alojados allí mientras duraba la curación. Recuerdo de una mujer,

muy mal de salud y sumamente delgada, que la bajaron de un auto color

blanco y que decía llamarse Matilde. Un hombre que manifestaba ser su padre,

llorando suplicaba que salvara a su hija y que estaba dispuesto a pagar

cualquier precio por ello y decía haber recorrido muchas partes del norte, sin

resultado favorable. Don Albino después de escuchar a su interlocutor aceptó

hacerle el diagnóstico utilizando una gallina negra, pero advirtió, que si la

gallina moría durante la sobada, el paciente no era de esta vida, pero si ocurría

lo contrario había muchas posibilidades de salvación. Dicho esto ordenó que

tendieran a la paciente sobre una estera boca abajo y en forma de cruz y con

una gallina negra lo ―pasó‖ por todo el cuerpo haciendo invocaciones

inentendibles, mediante oraciones. Después del ritual la gallina quedó casi

moribunda, a tal punto que el curandero lo tiró al cuerpo de la paciente, que

quedó con un semblante de tristeza y en cuclillas. El curandero, luego tomó al

Page 13: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

animal y lo descuartizó, depositando la sangre en una vasija, para después

untar por todo el cuerpo de la paciente.

Poco a poco iba revisando los órganos de la gallina hasta que encontró en una

de las vísceras, una parte negra que se expandía hasta los pulmones, en

donde se acentuaba el color negro, así como también en la cloaca.

Después del diagnóstico el curandero expresó: ―La paciente tiene malía y que

una persona joven que Uds. conocen, por problemas amorosos, le ha dado en

la comida tierra de muerto compuesto y el curandero que ha preparado el

bocado es un colega mío, de gran prestigio en la campiña; pero una vez más,

le voy a demostrar quién es Albino Morales‖, sentenció. Luego prosiguió ―Si

Uds. se demoran un día más el caso era perdido. Los nombres de las personas

que están comprometidos en esta malía les daré a conocer después del

viernes‖, dijo muy seguro de sí. Dio de beber a la paciente dos vasos de

líquido, uno de gato y otro de gallinazo y ordenó pasar a la paciente a uno de

los cuartos para un proceso de riguroso tratamiento.

Cuando el padre de la muchacha preguntó cuánto le debía, el curandero le dijo

―por hoy me debe 50.00 (cincuenta soles), pero mañana me pagará de los

alimentos y el cuarto‖. El Sr. preocupado le preguntó ¿sanará mi hija?,

entonces el curandero contestó ―mi amigo, si Ud. cumple con todo lo que le

pido y tiene plena confianza, su hija sanará‖; ―La plata se hace, la vida no se

compra‖, manifestó el preocupado padre; ―Así es mi amigo‖, contestó a secas

el curandero.

Antes de que se despidiera Don Albino le recalcó ―No se olvide que para el día

viernes necesito una movilidad, a eso de las 9 de la noche y una persona, que

puede ser Ud. para hacer la cura en la orilla de una playa, pero antes debemos

pasar por un camino en cruz‖. El Sr. aceptó el pedido del curandero y

abandonó la casa casi al oscurecer. Nosotros los ayudantes también nos

retiramos sin antes no colgar una sábila cerca a la cabecera de la cama de la

paciente y rociar el cuarto con agua de ruda negra deshojada y refregada. A mí

me encargó que mi papá viniera al día siguiente para hablar con él. Era

precisamente para que yo formara parte del grupo que iba a acompañar en la

curación de la paciente. Llegado el día viernes el curandero tenía todo listo

para la cura tales como: sábanas, envases con esencia de culebra de monte,

vasijas con líquido, etc. El padre de la muchacha se presentó con una

Page 14: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

movilidad que era manejada por un chofer de apelativo ―mágico‖. A la paciente

envuelta en una sábana blanca se le ubicó en la parte posterior, al centro de su

padre y el curandero; adelante nos ubicamos 2 personas. El carro tomó la ruta

de la panamericana y después de una hora y media llegamos a Río Seco para

desviar al lado derecho rumbo a la playa. En este lugar el auto se estacionó al

lado Este, o sea en sentido contrario. El curandero ordenó bajar a la joven y a

nosotros nos dio las siguientes indicaciones: ―Uds. no se bajen del carro,

mantengan la calma y que no haya nerviosismo por algunos ruidos y maniobras

extrañas que puedan darse, tampoco pueden mirar atrás, porque de lo

contrario el trabajo que hacemos no tendrá resultado y de nada servirá todo el

sacrificio realizado‖. Dicho esto, ordenó caminar a la paciente y él la ayudaba;

conforme iba avanzando cerca al mar él hacía algunas invocaciones en voz

alta que no se entendía por la distancia, el ruido de las olas y el fuerte viento

que hacía. De repente se dejó escuchar un ruido ensordecedor como de una

bombarda que iluminó el espacio y el auto empezó a moverse y daba la

sensación que estábamos suspendidos en el aire. Nosotros permanecimos

inmóviles obedeciendo las indicaciones que se nos hizo. Cuando en eso se

escuchó una fuerte explosión y además se pudo observar que algo luminoso

descendía del lugar de la explosión, posiblemente se posó en el lugar en donde

se encontraba el curandero. Nuevamente aquel fuego luminoso que descendió

empezó a ascender produciendo ruidos y un fuerte viento remeció el auto,

hasta quedar todo normal, solamente con la luminosidad de la luna llena.

Volvieron Don Albino y la paciente a quien hizo subir a las justas al auto,

manifestando ―todo salió bien‖ y luego complementó ―por favor, esperen un

rato‖, dicho esto, se tiró en la arena boca arriba y alzando los brazos imploraba

con palabras inentendibles, para luego quedarse quieto, como si estuviera

durmiendo. Mientras tanto en el auto la enferma dormía en medio de quejidos y

despedía un olor como de azufre. El sueño también nos invadió. A la paciente

se le puso un ramo de flores con bastante ruda a la cabeza y los pies,

rociándole con agua de flores de clavel, dalias negras y pedazos de San Pedro

de 7 surcos. Nos encontrábamos durmiendo, hasta que el curandero se levantó

y preguntó al chofer acerca de la hora y éste contestó que era las 3 de la

mañana.

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Entonces aquel retrucó ―Buena hora para irnos, tranquilo no más; hemos

empezado a las 12 en punto, hora de buen trabajo‖, manifestó. Tomamos la

ruta de regreso y en el trayecto el curandero conversaba que a su paciente una

mujer le había hecho daño dándole tierra de cementerio en sus alimentos y esa

mujer era nada menos que la esposa del enamorado de Matilde. Él le había

hecho creer que era soltero, por eso es que ella se prendó del galán. Así iban

conversando en el trayecto, bajo un ambiente negruzco y tétrico. El brujo decía

―Ya me he comunicado con el tío Sata; la mejoría debe darse en unos días, de

lo contrario tendré que sacrificar a una persona para que mi paciente sane‖.

Tuve más miedo aún por las expresiones escuchadas, pensando que la víctima

iba a ser yo. Llegamos a la casa del brujo casi al amanecer y la paciente se

quedó internada en la casa. Sus familiares se retiraron y la visitaban dejando

un día. A ella todos los días le daban brebajes consistentes en compuestos de

gallinazo y gato, otras veces en forma de caldo espeso mezclado con yerbas

molidas.

A los 15 días empezó a dar sus primeros pasos, pero con ayuda. Al mes ya

tuvo mucha más facilidad para caminar. A estas alturas, ya sus familiares se la

llevaron a su casa. A no dudarlo el papá de la paciente tuvo que desencajar

buena cantidad de dinero.

El tiempo avanza inexorablemente sin detenerse y en ese transcurrir sin tregua

ya contaba con 10 años de edad. Mi salud había mejorado notoriamente con la

curación de Don Albino y las tomas rígidas a que me sometió.

Mi padre me matriculó en la Escuela Félix B. Cárdenas de Cruz Blanca, para

dar mis primeros pasos de la primaria. En las mañanas y tardes, antes y

después de la escuela ayudaba en los quehaceres de la casa. Los sábados y

domingos era la tarea de la chacra junto a papá. Así fue mi niñez en esa tierra

de la hospitalidad con sabor a campiña y magia, en toda su estatura y

esperanza, pero sí con visión y misión en mente ―soñar, soñar y este sueño se

haga realidad paulatinamente‖.

DATOS ACERCA DEL AUTOR

SAMUEL L. CORNELIO ABAD

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Nacido en el pueblo de Pimachi (Ancash), como profesor de Lengua y

Literatura laboró en instituciones estatales y no estatales. Su proyección social,

particularmente a los pueblos de la zona andina es notoria. Entre sus

publicaciones destacan: Creencias, supersticiones y medicina tradicional de

Pimachi; Colegio Luis Fabio Xammar: 50 años de historia; Mitos y Leyendas de

Huacho; Mitos y Leyendas de Barranca; Anécdotas, pasajes y vivencias del

maestro; Huanri: tierra de músicos; tras las huellas de Pimachi, etc. En ellas

manifiesta la historia, geografía y el folclor de los pueblos que tienden a

fortalecer la identidad cultural.

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CUENTOS

DE LA

SIERRA

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AMBROSIO SE ADELANTÓ AL TIEMPO

Samuel Cornelio Abad

Don Ambrosio, comunero de Pimachi (Ancash), era una persona de talla alta,

un tanto corpulento, de caminar lento y de mirada desconfiada. Hacía falta la

sonrisa en su rostro, por ratos se le notaba meditabundo. Era de recia

personalidad y muy respetuoso de las normas de la comunidad. ―Todos deben

cumplir al pie de la letra las normas y costumbres de la comunidad, de lo

contrario deben ser castigados‖, solía decir. Él siempre daba el ejemplo,

cumplía los usos y costumbres; desempeñó cargos directivos

disciplinadamente y en fin, cuántas cosas más. Por el año 1940, comenzó a

sensibilizar a algunos comuneros sobre todo jóvenes para aventurarse a

Shishín (puna) y dedicarse a la ganadería y agricultura. Shishín, terreno

extenso de la comunidad está ubicado al otro lado del pueblo pasando por la

cumbre de Cotoshishín y bajada de Chaupishishín a 6 horas, de camino desde

el pueblo. Es una quebrada amplia que abarca de Huijín hasta Tambofiado, con

agua libre. En extensión, incluso, supera a los terrenos cercanos al pueblo. A

no dudarlo sigue siendo un prospecto.

Don Ambrosio como buen calculador que era ya estaba de vuelta de las

ventajas que le traería ese proyecto. Se dibujó en su rostro un hálito de

optimismo. De las personas sensibilizadas solamente tres lo acompañaron y

con él sumaban 4. Con el correr de las semanas desertaron estas personas,

solamente se quedó él, como para no creerlo; pero esa era la realidad. La

decepción cundió en él hasta estuvo a punto de abandonar tal empresa. Pero

esa noche soñó que su padre Zenón, que hacía años había fallecido, le

aconsejaba luchar con todas sus fuerzas por tal proyecto y le prometía

interceder a los dioses y auquis para que les ayudara y protegiera. Se despertó

súbitamente de un sueño profundo. Con la seguridad de verse protegido y

bastante fortalecido se dijo a sí mismo ―no es de hombres dar marcha atrás‖.

Su esposa Hipólita respetaba las decisiones del esposo, a pesar de que no

compartía con tan riesgoso propósito. La pregunta que se hacían sus familiares

era ¿Quién lo acompañará a Ambrosio en el proyecto de Shishín? ¡Si todos

han desertado!, ¡Shishín es una puna solitaria, de noche aún más peligrosa,

pero él seguía empecinado en llevar adelante su decisión pese a quién pese.

Page 19: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

Se compró una escopeta, una largavista y cinco cachorros a los que puso de

nombre: Jipichuco, Pastel Comité, Moda Cantarás, así es tu vida y Buen

Amigo. ―Cuando crezcan ellos me acompañaran y serán mi compañía por

siempre‖, sentenciaba. Acariciaba a sus animales, cual si fueran sus hijos y les

prodigaba las atenciones que el caso requería. La puna de Shishín es virginal,

con la lluvia crece toda especie de vegetación a su libre albedrío y el pasto

natural se desarrolla por doquier. El agua discurre por la acequia límpidamente,

dando colorido al paisaje natural.

Don Ambrosio sembró alfalfares en la parte baja de Cutatambo cerca a la

acequia y él terreno se acondicionó con cercos para evitar los daños. Los

alfalfares eran solamente para las vacas preñadas. Escogió un Machay (cueva)

que le serviría de casa para pernoctar y preparar sus alimentos. De las vacas

que tuvo éstas aumentaban unas tras otras y se pastaban a sus anchas en el

pasto natural. También sus cachorros iban creciendo como sus fieles

guardianes; él se sentía contento porque sus planes se hacían realidad

paulatinamente. Trabajaba de sol a sol, solamente hacía un alto, pasado el

mediodía para preparar sus alimentos. Para no sentir los estragos del

cansancio estaban la coca, el ron, el cigarro inka y la cal con su poronguito,

infaltables aditamentos que devienen de los ancestros. Viajaba de Shishín al

pueblo cada 15 días para cumplir con sus obligaciones de comunero, o cuando

era su turno de agua y por supuesto para proveerse de víveres. Y si las

circunstancias apremiaban, pues viajaba en cualquier momento. En el pueblo

su esposa cuidaba los sembríos, que los tenía al día, era buen complemento.

Al cabo de 8 años Don Ambrosio ya tenía cerca de 30 vacunos que se

pastaban libremente en la anchurosa quebrada y él solía ubicarse en lugares

estratégicos para vigilarlos utilizando su largavista, sobre todo de los abigeos.

A no dudarlo su proyecto iba dando resultados y sonreía de satisfacción sin

dejar de ser persistente en el objetivo trazado. Cuando participaba en las

asambleas del pueblo su voz fuerte y orientadora era escuchada con atención

por los presentes, a veces lo matizaba con el quechua, que era el idioma

general en el medio. Sus palabras eran llenas de mensajes, pese a que no era

instruido, apenas había terminado su segundo de primaria, pero era la voz de

la experiencia. ―Los jóvenes deben trabajar, deben arreglar sus chacras y criar

animales, nadie debe ociociar, aquí hay mucho que hacer‖, enfatizaba con

Page 20: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

firmeza. A los mayores les decía: ―Sean ejemplos para sus hijos; trabajen para

ellos, cumplan con todas las normas y costumbres de la comunidad, de lo

contrario deben ser castigados en público o privado de su turnaje de agua‖,

sostenía. Mientras tanto, en Shishín sus vacunos iban en aumento.

Por los años 50 y 60 se convirtió en un potentado del lugar. Por aquellos

tiempos en que la situación económica era difícil en la zona andina, sobre todo

en la comunidad de Pimachi, privado de todo atisbó de adelanto debido a

limitaciones y poca visión de futuro de las autoridades, producto del sistema de

gobierno imperante. Cuando precisaba de dinero vendía tres o cuatro

ejemplares según lo que requería para sus necesidades en la casa. En época

de sembrío, (enero - febrero), ponía dos o tres yuntas para arar los terrenos

extensos de comuneros, incluidos los de la comunidad. No cobraba nada por el

servicio, pero recomendaba atender a los animales en alfalferas. Pasada la

temporada vendía los toretes. Cuentan los vecinos que en una oportunidad el

precio de la venta lo depositó en un tarro vacío de kuáker bien tapado para

mayor seguridad, según él. Pasado cinco meses cuando fue por el preciado

tesoro, lo encontró prácticamente convertido en polvo. En otra oportunidad

después de su acostumbrada venta, el dinero envuelto en una bolsa de plástico

lo enterró en un lugar determinado; pasado un buen tiempo, no se acordaba el

sitio preciso donde había enterrado. El dinero en ambos casos y en muchos

otros se perdieron y él creía que era castigo del cerro, por eso, en adelante

solía compartir a menudo la botella de ron, coca y alimentos con los auquis.

Don Ambrosio fue una persona que colaboraba con la comunidad y apoyaba

económicamente dentro de sus posibilidades a los que acudían a él. Se sentía

satisfecho de lo que hacía. Compartía religiosamente su trabajo en los dos

lugares, es decir Shishín y Pimachi, poniendo al día sus quehaceres.

Partía de un principio importante y solía repetirlo: ―La alimentación, la

alimentación es la base para una buena salud‖, solía .decir, ―Si aquí tenemos

papa, camote, maíz, choclo, achira, carne, fruta; eso depende de uno mismo‖,

sentenciaba y se limpiaba la boca con el puño después de un sorbo de ron. En

efecto, él daba la muestra, nunca se descuidaba de su alimentación. Carne no

le faltaba, porque con su escopeta, fiel compañera, mataba venados, osos,

pumas, vizcachas, perdices, pero lo hacía racionadamente, como quien dice

―Guardar pan para mayo‖. Disecaba la cabeza de los animales que mataba

Page 21: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

para exhibirlos como trofeo en su casa y mostraba con aires de suficiencia a

sus amigos de tales proezas. La gente en el pueblo le tenía respeto y su

imagen trascendió hasta los pueblos vecinos. A los visitantes les daba

hospitalidad y se hizo de muy buenos amigos. Antes y después del almuerzo

era costumbre su copa de ron (huashco).

Por el gran esfuerzo físico que desplegaba en el duro trabajo, a veces se sentía

mal de salud, pero solía curarse con remedios caseros a los que les tenía una

gran fe. No le importaban las críticas que le hacían por no curarse en la costa,

pese a tener dinero; él ni se inmutaba y seguía en lo suyo.

Por esos tiempos en Pimachi se estudiaba hasta el segundo grado de primaria.

No había autorización para más; el que quería seguir adelante tenía que salir a

la costa u otro lugar. Con la situación económica precaria de los pobladores era

difícil educarse. Uno que otro, haciendo gran esfuerzo, podía seguir. A Don

Ambrosio no le agradaba mucho que los alumnos viajaba a la costa; solía

insistir: ―Sí aquí tenemos todo, tanto en el pueblo como en Shishín, es cuestión

de encaminar al muchacho en el trabajo‖ enfatizaba; ―Los que van a la costa,

nuevamente van a regresar a tirar lampa, como nosotros‖, acotaba. Le

desagradaba el relajo de los jóvenes, a quienes les inculcaba con su quechua

característico, que practicaran las normas morales. Cuando fue Alcalde con la

autoridad que le asistía, chicoteó muchas veces a los infractores, sean grandes

o chicos. Pese a su edad avanzada nunca bajó los brazos en el trabajo. La

ganadería fue su fuerte y su despensa Shishin. Llegó a tener gran cariño a sus

perros, a quienes consideraba como seres humanos. ―A ellos les debo lo que

tengo, decía, sin dejar de acariciar y apachar a cada uno de ellos. Cuando

moría uno de los canes, pues hacía velorio, mataba 2 borregas y preparaba

alimento para los invitados. En una oportunidad a decir de los comuneros

mandó poner dentadura de oro a Líder uno de sus canes preferidos. El que

cumplió con tal encargo fue el dentista Zamora, como pago del alquiler de una

casa en el pueblo.

Raudo pasó el tiempo y la vida de este buen hombre del Perú profundo, se fue

apagando lentamente hasta despedirse de esta vida terrena, dejándonos

mensajes importantes. Desde Quinrarek se dejaba escuchar los aullidos tristes

y dolorosos de sus canes. El paraje de Shishin se vistió de luto y los cerros

retumbaban como pidiendo ayuda para seguir viviendo. Los pobladores sin

Page 22: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

comprender lo sucedido se hacían la señal de la cruz y en sus mentes se fijaba

la expresión ―La vida continúa‖.

EL HONDILLERO

Aureo Sotelo Huerta

Los campeones nacen y Shatu había nacido para serlo. Era el mejor chuncador

con las bolas, el más eximio mucudor de trompos, asimismo el mejor runrunista

de la clase, pero, donde más destacaba y prácticamente no tenía rivales, era

en el manejo de la hondilla, arma temible con que daba muerte a muchísimos

pajarillos ya con la cabeza, las alas o el buche destrozados.

La fama no es sólo patrimonio de los héroes, Shatu también era famoso, por

eso todos queríamos tenerlo como amigo.

Cierto día luego de pensarlo me dije —No es posible que solamente el Shatu

sea el más famoso de todos, yo también puedo serlo ¿qué me falta? Nada. —

Desde entonces decidido empecé la titánica lucha para igualarme a él y

superarlo. Como los maestros son necesarios, hasta ciertos límites, me

convertí en su sombra, cada gesto, cada movimiento, lo iba estudiando con

avidez.

Como estaba planeado, luego de algunos meses de intensa práctica me

convertí en su adversario. Al Shatu no le importó. Esto, lo confieso, me

molestó. Lo importante es que ya era un hombre importante como lo había

querido.

En el arte de matar, la grandeza de los héroes se mide por la cantidad de los

muertos: pichuchancas, tuctupillines, yukices, paca-pacas y chacuas habían

caído bajo el golpe certero de mi hondilla. Como era de esperarse este hecho

concitó la admiración de mis amigos y de los amigos de Shatu.

En la sierra, en mayo y junio la naturaleza es pródiga en frutos, los campos son

inmensas despensas con los más variados potajes, los árboles se hinchan de

nidos cantarines.

Aquel día me encontraba con deseos de cazar muchísimos pajarillos. Ya.

estando en el campo y a medida que avanzaba, mi alforja" se llenaba con

pájaros muertos y agónicos. A estos los iba ahogando para que no sigan

Page 23: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

padeciendo. Cuando llegué al río sus cristalinas aguas me invitaron a meter los

pies.

¡Qué deliciosa sensación! Todo mi cuerpo se extasió de gozo. La frescura de

sus aguas y la ribera acolchonada de acurmas, mishihuaytas y yerbasantas me

invitaron a recostarme en ellas.

¡Ah! sádico de mí, feliz sonreía recordando la forma como había dado muerte a

aquel tuctupillín o de aquella paca-paca que habla seguido cantando con la

cabecita destrozada... De pronto…

Una enorme águila llegó rauda y cogiéndome violentamente empezó a

castigarme.

¡Toma, toma canalla, por matar a mis hermanos!

Horrorizado traté de gritar, correr. El águila volvió a asirme y sentí que sus

garras penetraban en mis carnes. Sus ojos sanguinolentos y fieros me miraron

con desprecio.

—Te romperé los huesos, las manos, así nunca más usarás esa maldita

hondilla

¡Cobarde! — ¡mentiroso... No mereces vivir. Puerco, te sacaré los ojos. —Me

cogió férreamente con una de sus filudas patas y con la otra abrió sus garras

para reventarme los ojos.

— ¡No, no me mate!!! — Supliqué.

Se detuvo un instante y luego se echó a reír con sarcasmo. —Cobarde, ahora

gritas, hasta pides perdón—. Me miró con odio y luego de asirme

violentamente, abrió nuevamente sus garras y apuntó a mis ojos.

—Te haré ciego, esa será mi mejor venganza, ¡ya!!!

—¡No!!!

Grité haciendo un esfuerzo supremo. Desperté. Había estado soñando.

—Ah, sueño maldito…

Cuando recién me reponía de aquella terrible pesadilla, algo azotó mi rostro.

Me cubrí y tomé mi arma. —Pensaba que estaba soñando— Otro alazo golpeó

mi cara. Al reconocer al insolente que era un pequeño gorrioncillo, y no la

temible águila del sueño, estiré mi jebe con rabia para matarlo. El animal luego

de volar de una rama a otra se posó muy cerca. Apunté y cuando estuve a

punto, le miré a los ojos, estaban llorando. Como nunca un estremecimiento

extraño me invadió. Dejé de apuntar. Era la primera vez que lo hacía, el animal

Page 24: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

me había conmovido, además era la primera vez que miraba los ojos de un

animal.

Aún conmovido por las circunstancias del día, decidí retirarme. Nuevamente

volvió a rozarme, y chillando se posó en una rama cercana. Quise apuntar otra

vez. No lo hice. Como la vez anterior le miré a los ojos, seguía conmovido. No

cabía sino admitir que el sueño me había conmovido demasiado. Pobre Felipe

me dije —Veo que ahora hasta le temes a sus sueños.

La rara actitud de aquel animalito me intrigó.

—Estás con ganas de jugar ¿no? Ven, quiero ser tu amigo. El me miró con

tristeza. Traté de acariciarlo, temeroso voló.

— ¿Estás enfermo? Podría ser.

—Quién puede entenderte. Bueno amiguito, llegó la tarde, me voy, volveré otro

día para jugar.

Recién había avanzado algunos pasos, cuando nuevamente con sus alas y

chillidos me rozó, pero en esta oportunidad un coro desafinado respondió

desde el árbol cercano. —Ah, recién comprendo tu preocupación, tienes miedo

que mate a tus pichones, mi fama de hondillero ha llegado hasta ti – No te

preocupes, puedes quedarte tranquila, me voy.

Seguí alejándome del lugar; esta vez más sereno. Pero, los chillidos de mi

amiguita no cesaban. Cada vez eran más violentos, más fuertes y

desesperados. Me dio la impresión que algo grave le estaba ocurriendo;

impulsado por una fuerza extraña regresé.

Los chillidos roncos y las plumas que caían en desorden me hicieron presentir

lo peor, no me equivoqué. Cuando levanté los ojos hacia el nido, ¡Oh! —Mi

amiguita, luego de luchar con todas sus fuerzas defendiendo a sus pichones,

fue engullida por la culebra, que aún insatisfecha se aprestaba a terminar con

los pichones. Había llegado demasiado tarde. Entonces, recordando mi fama

de gran hondillero, estiré el jebe con todas mis fuerzas destrozando la cabeza

del enorme reptil, que convertido en un ovillo cayó a mis pies.

—El coro desafinado siguió piando en el nido. Esta vez mamá no llegaría

nunca más.

—Miré a la culebra. - posiblemente también era una madre y buscaba

alimentos para llevar a su nido.

Page 25: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

— Observé mi hondilla, no sé por qué, la tiré al río. Allá iba perdiéndose entre

las rocas y finalmente en el recodo desapareció.

NOTAS ACERCA DEL AUTOR

AUREO SOTELO HUERTA

Nacido en Aija (Ancash) en 1935. Es uno de los grandes exponentes de obras

de teatro infantil, escolar e histórico. Forma parte de diversas bibliografías

internacionales de dramaturgia, entre ellas, la antología del teatro

latinoamericano de la Universidad de Veracruz (México) y el repertorio de la

Universidad de Minnessota (Estados Unidos). Aureo Sotelo es también un gran

cuentista y sus obras demuestran la personalidad de un creador de trayectoria.

Es autor de más de setenta obras de teatro en el que destaca ―Teatro Escolar

Popular‖. En su narrativa es notoria ―El Cazador de cangrejos‖. En ambos

géneros el autor mensajea humanismo.

Page 26: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

EL ENTIERRO DE UNA MADRE

Aureo Sotelo Huerta

- La caja será de pino y las lámparas de plata

- dijo el hombre cuervo uno.

- La caja será de cedro y las lámparas de oro y plata – ofreció el hombre

cuervo dos.

- Ofrezco una caja de cedro y pino, las lámparas de oro y plata,

enchapado de oro y de diamantes – propuso el hombre cuervo uno.

- ¡Eso me gusta, así tiene que ser! – dijo mi tío emocionado – Ahora me

interesan los adornos florales.

- Las cruces y lágrimas serán de rosas blancas y rojas – ofertó el

hombre cuervo dos.

- Serán de rosas, azucenas, lirios y orquídeas. Todas importadas desde

Miami.

- Esa maravilla me encanta - volvió a manifestar satisfecho mi tío -. A la

familia y a los asistentes tenemos que impresionarlos.

- El nicho en el primer piso vale menos, en el tercero vale el triple –

propuso el hombre cuervo dos.

- Quiero algo mejor – insistió mi tío.

- Un monumento, entonces.

- Claro, un monumento, mi madre se merece lo mejor, un sepulcro como

el de Tutankamón.

- La carroza será de lujo, último modelo, que está haciendo furor en

París y Nueva York – ofreció el hombre cuervo uno.

- El carruaje que ofrezco será diferente, irá alado de cuatro caballos

moros, traídos especialmente desde Arabia y el cochero será un negro bello,

trasladado especialmente desde las cálidas tierras de Chincha y el féretro

descansará en una resplandeciente capilla ardiente de nácar – manifestó el

hombre cuervo dos.

- Prodigioso, así me gusta; le daré a mi madre un descanso eterno, muy

digno, algo que jamás a madre alguna se dio.

Page 27: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

Lo cierto es que se hizo tal derroche de dinero, para lo cual, mi tía pidió

a sus hermanas, que vivían en la sierra, cultivando la tierra y cuidando el

ganado, mil sacrificios en nombre de la difunta.

- Es nuestra progenitora, como un último recuerdo de lo que ella hizo por

nosotros, cualquier esfuerzo que hagamos en nombre de ella, será siempre

poco. Nuestra madre se merece mucho más.

Los amigos y familiares que asistan a los funerales, deben llevarse una

gratísima impresión, deben halagar y comentar nuestro desprendimiento. ¡Qué

horror! Ya me imagino las cosas que podrían decir de nosotros.

- Hermano, yo no tengo dinero, tampoco Luisa – trató de explicar la

menor.

- Nuestro hermano tiene razón, los que no tenemos fondos, felizmente

poseemos vaquitas, borreguitos, chanchitos…

- O algún terrenito que nuestros padres nos dejaron. Vendámoslo o

hipotequémoslo. Pobrecita, tan buena que era – propuso muy apenado y

conmovido mi tío.

Los compradores llovieron, se juntó mucho dinero y se lo entregaron a

mi tío.

- Vamos a comunicar a los parientes y a todos los ―allí nunas‖, hombres

distinguidos del pueblo, para que nos honren con su presencia y conozcan lo

que somos capaces los buenos hijos – manifestó eufórico mi tío.

La noche del velorio se sirvió licores finos, también cigarrillos y se comió

en abundancia. Los alegres invitados, empezaron a contar chistes y

comentaban con vehemencia las jugadas del último mundial de fútbol. La

muerta, en su legítimo cajón, tallado al estilo Luis XV, parecía sonreír, lucía

radiante y feliz como jamás en su vida lo había sido. La iluminación del

ambiente reflejaba el brillo de las piedras preciosas, llamando la atención de los

asistentes, quienes comentaban con entusiasmo:

- Cuánto amor a esta pobre madre sacrificada. Solo así se explica tanto

desprendimiento. Observen las joyas de la capilla ardiente, vale miles.

- Millones y son importados – explicó orgulloso mi tío.

- Cómo envidio a doña Filli; cuando diocito me lleve a su diestra cuánto

quisiera tener la suerte de ella – comentó una anciana a sus hijas, quienes

significativamente sonrieron.

Page 28: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

Al atardecer, la carroza, vistosamente acondicionada, avanzaba por la

ancha avenida. Una interminable columna de coches acompañaba la caravana.

Un sacerdote, rigurosamente vestido con los atuendos clericales, rezó la

oración respectiva; el guía de vestuarios blancos respondía la oración.

Después del ritual religioso, varios oradores, que jamás conocieron a la difunta,

en sus elegías destacaban la vida sacrificada y heroica de la muerta.

Finalmente, unos y otros se disputaban el honor de cargar la caja mortuoria;

como sucede en estos casos y mientras los sepultureros afinaban su tétrica

tarea, la familia lloraba nerviosamente. Mi tío no podía ser la excepción. Al

terminar la tarde de aquel día, iba cayendo el telón del último acto de aquellas

increíbles honras fúnebres.

- Señor, para que su madre sea feliz en el más allá, ofrezco ponerle flores

frescas todas las semanas – propuso el panteonero A.

- Flores frescas y perfumadas todos los días, cambiando de agua, mañana,

tarde y noche – ofertó el panteonero B.

- Que nunca falte en la tumba de mi madre, flores frescas y perfumes todos los

días – sentenció mi tío.

- La lápida con estos altos y bajos relieves, destacando el perfil de la difunta

mirando el infinito, ofrezco esculpirla con mármol importado de España –

propuso el marmolero uno, mostrando bocetos bellísimos.

- Lo haré con mármol importado de Italia, de la misma Carrara; mármol

transparente, realzando los relieves con engranajes de zafiro y marquesitas,

¿qué le parece? – ofreció el marmolero dos.

- Esa maravilla me encanta, claro, tiene que ser transparente como las nieves

perpetuas de la incomparable Suiza. Quiero que la gente al pasar por estos

corredores, detenga su mirada admirando la prodigiosa fosa de mi madre –

afirmó mi tío.

Terminada la ceremonia, el epitafio bien podría decir: ―Aquí yacen los restos de

doña Filli, nada ya, todo en su tiempo y que murió en gracia del Señor‖.

Con motivo de las fiestas patronales, después de años de ausencia, mi tío

había vuelto a la santa tierra. Sus actitudes frente a sus paisanos ya no eran

las de antes; le encantaba que le saludaran. En aquella oportunidad la fiesta

fue inolvidable; en la corrida de toros hasta hubo varios heridos.

Page 29: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

- Vamos a Lima, mamá, deja a este pueblo salvaje y estos enormes cerros que

ya no son para ti. Tengo trabajo seguro, gano lo suficiente, además, es mi

obligación velar por tu bienestar – le dijo mi tío.

- En este pueblo he nacido y crecido, aquí conocí a tu difunto padre. Ustedes

también nacieron aquí. Me siento muy bien; crio el ganado, cultivo la tierra; no

quisiera ser una carga – respondió doña Filli.

- No digas eso mamá, estarás el tiempo que quieras; cuando lo decidas

regresarás. No olvides que todos quieren ir a la gran ciudad, por algo será que

la gente canta: ―Las locas ilusiones me sacaron de mi pueblo…‖

- Tienes razón, siempre soñé con este viaje.

- Está bien, nos iremos a Lima, me encontraré con mis amigas.

- Y nos iremos de paseo por todas partes – añadió mi tío.

- Dicen que las olas arrastran… Iban comentando entre risas doña Filli a sus

hijas, mientras el ganado pastoreaba a los bordes de los caminos, que

alfombrado de pastizales había quedado después de las lluvias.

- Shukuki, sabandija! – gritaron espantadas sus hijas.

Una pequeña serpiente asustada, les cruzó el camino separándolas.

- ¡Madre mía, no nos volveremos a ver nunca más, el demonio nos acaba de

separar!

- decían con voz entrecortada.

- Eso es pura creencia, puro cuento nomás.

- No, mamá mira, ―la ranya‖ hasta su huella ha dejado en el camino.

- Hijas mías, no sean pesimistas, les prometo que pronto volveré o

¿creen que me puedo olvidar tan fácilmente de nuestro Santo Patrón? No,

tengo que volver para cantar con las huanquillas y las bandas de músicos.

- Madre, cada vez que la ―chakia‖ llegue a casa chak, chak diciendo, te

estaremos esperando.

- Cartas y encomiendas les voy a mandar, siempre noticias mías

recibirán.

Luego de grandes festejos de despedida, emprendió el viaje de donde

no volvería nunca más. Desde aquella partida memorable había transcurrido

más de cuarenta años. Nunca más sus ojos volvieron a mirar las verdes

campiñas y la limpidez de su cielo serrano, siempre diáfano y turquí; tampoco

volvió a beber las cristalinas aguas de sus ríos ni arroyuelos, menos respirar el

Page 30: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

grato aroma de las siemprevivas y pasahuetas de marzo que con las lluvias

expanden sus aromas.

Desde que llegó a la gran ciudad de sus ensueños, fue recluida en un

cuartito de un pueblo joven, de donde rara vez salía a recorrer y conocer la

gran ciudad y los encantos que ella poesía. Acostumbrada a ser dueña de la

tierra y del sol, empezó añorando sus campiñas y la sonrisa de sus hijas, a su

paisanos. Tiempo después cansada de tanta monotonía, decidió regresar.

- Hijo, extraño la tierra, a tus hermanas, mis animales, debo regresar.

-¡Mamá! – dijo mi tío - ¿Qué estás diciendo? Para tu edad la altura es

peligrosa; la presión, el soroche; qué decir de los caminos llenos de precipicios

y asaltantes. No viajes, mamá. No quiero que te ocurra algo malo. Cuantas

veces ella insistió, recibió la misma respuesta, hasta que poco a poco llegó a

convencerse de que realmente así debería ser.

Mi tío, su esposa y sus hijos la necesitaban, para eso la habían traído.

Ella se había convertido en cocinera, lavandera, niñera. Todos la querían. Pero,

los años siguieron corriendo. No era tan ágil como antes. Los nietos crecieron y

cada vez exigían más y más espacios. La nuera empezó a renegar.

- Tu madre debería volver a la sierra.

- Cómo puedes decir tal cosa. Ya no tienen la juventud de antes.

- Esta es mi casa y casada casa quiere; yo me casé contigo no con tu

madre. La casa es pequeña. Por eso mismo a ella deberías acomodarla en la

azotea.

- Eres inhumana.

- Soy una madre, ya cumplí con ella, o sino que se vaya a la sierra.

- Allá no tiene a nadie, mis tías murieron, mis hermanas migraron, yo

mismo soy un perfecto desconocido.

- Ese es tu problema, ya me cansé de escucharte, ¿Lo has oído?

La anciana frecuentemente escuchaba estos líos y hacía lo imposible

por no ser una carga. Trataba de ayudar, compraba el pan, la leche, lavaba la

ropa y la taza que muchas veces se le iban de las manos.

- ¡Eres una inútil! ¡No sirves para nada!

- Le gritaba la nuera.

- Dios mío, recógeme en tu seno, no me hagas sufrir. Reclamaba a sus

imágenes que la miraban impertérritas. Como estaba previsto, del cuarto que

Page 31: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

ocupaba la mandaron a la azotea en donde castigada por los años, el frío

invernal y las frustraciones de su vida, añorando siempre volver a su santa

tierra y bailar junto a la banda de músicos en compañía de sus tiernas hijas, un

día se enfermó. Ahora sí era una carga.

- Debes mandarla a la sierra, allá se pondrá mejor. Siguió insistiendo la

nuera.

Pasaron días y solo se acordaban de ella para dejarle la comida. Un

gorrión que pasaba por la azotea, al verla acudió presuroso a comerse las

migajas, al principio con mucho temor luego con confianza. Ella dialogaba con

él y como había miga suficiente llamó a otros compañeros, quienes

alegremente revoloteaban alrededor de la anciana. Ellos eran ahora los únicos

grandes amigos que le quedaban. Una noche que el frío penetraba hasta los

huesos, ella dejó de existir, reflejando en su rostro una alegría, la llegada de la

muerte que por fin ponía fin a sus sufrimientos.

Page 32: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

CUENTO: EL AMOR DE UNA MADRE

Filomeno Zubieta Núñez

En una humilde casa del pueblo de Cuspón, habitaban una señora entrada en

años y sus dos jóvenes hijos. La pobreza reinaba por todos los rincones, ella

hacía muchos años que había quedado viuda y como tal se desvelaba por

mantener sanos y salvos a sus críos. Producto de largos años de lucha y

sacrificio tenía la salud quebrantada. Lo que no ocurría con sus mozalbetes,

robustos y bien alimentados, dedicándose a jugar, vagabundear, comer y

dormir, sin mostrar la mínima preocupación por saber cómo la pobre madre

conseguía el yantar de cada día.

Sintiéndose ya inútil para las faenas del campo, un día pidió a sus hijos que

fueran a Quino, donde la comunidad iba a distribuir las parcelas destinadas al

sembrío de papas. Con sumo desgano se dirigieron a este lugar y recibieron la

suya. En el mes de mayo fueron nuevamente enviados con dos buenas

barretas y su talega de fiambre, para realizar el «chacmeado». Éstos, lejos de

realizar la faena, se dedicaron a jugar y molestar a las personas de los

alrededores, regresando a la casa en la tarde, «muy cansados y hambrientos».

La cariñosa madre los recibió alegremente, dedicándose a frotar y sobar los

miembros y las espaldas «adoloridas por el fuerte trabajo». Igual sucedió en los

tres subsiguientes días.

Pasaron los días y los meses y llegó noviembre. Había que realizar el sembrío

de papas. La atribulada madre vióse en apuros para conseguir las dos arrobas

de semillas necesarias, lo que se concretizó, no sin mil y un esfuerzos.

Nuevamente envió a sus hijos a «sembrar la papa», a regañadientes éstos se

dirigieron a Quino. Ya en el terreno baldío se dedicaron a preparar «cuayes»

(cocer la papa en la brasa del fuego) y a comerlas, operación gastronómica que

repitieron por dos días más, regresando a casa con más «hambre», que la

atribulada madre procuraba mitigar al instante. Como es de suponer; en los

días de aporqueo, estos malos hijos sólo se dedicaron a jugar hasta cansarse

al máximo y volver agotados a casa

La madre sacando cuenta del tiempo transcurrido y calculando que las papas

ya estaban maduras, pidió a sus hijos que fueran a sacarlas, pues todas sus

Page 33: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

provisiones se habían agotado y no tenía con que llenar la olla. Mas, éstos se

negaron, aduciendo que estaban cansados de tanto trabajar y cumplir los

mandatos de ella. Ante este contratiempo, pidió que le dieran las señas de la

chacra para que pudiera localizarla, ya que no le quedaba sino realizar la faena

ella misma. Los hijos, para quedar a salvo del engaño, señalaron los datos de

una parcela vecina.

Con mucho esfuerzo y agotada, dada la distancia y sus males, llegó al terreno

indicado. Encontró un potrerito de hermosas matas de papa. Emocionada,

alegre y llorando, inició la tarea de sacarlas. A poco fue interrumpida

bruscamente por las palabras agrias y fuertes de un señor que, a la sazón, era

el dueño del terreno. Luego de la aclaración, la señora fue informada con lujos

de detalle de la forma cómo sus hijos se la pasaron entre juegos. Y de resultas

no había papas qué cosechar y menos qué comer. Sumamente afectada, triste

y llorosa retornó a su hogar con las manos vacías, pensando en sus hijos y en

lo que les daría para mitigar su hambre.

Ya en casa, se puso a meditar largamente. No tenía qué cocinar y amaba tanto

a sus hijos que no estaba dispuesta a permitir que se quedaran sin cena. No

encontrando solución y sin vacilar mucho, agarró un cuchillo filudo y cortó la

parte más carnosa de su enjuta pierna, con lo que preparó un delicioso caldo

para sus hijos. Éstos se sirvieron con voracidad sin mediar pregunta de cómo

había conseguido la carne y se acostaron satisfechos. La madre envuelta entre

sus polleras junto al fogón, arrumada, quedóse llorando tristemente. A la

mañana siguiente fue encontrada en un charco de sangre…¡¡muerta!! Mientras

en el fogón hervía otro caldo con las carnes de la amorosa madre…

NOTAS ACERCA DEL AUTOR

FILOMENO ZUBIETA NÚÑEZ

Nació en el pueblo de Cuspón (distrito de Bolognesi) en 1952, docente

universitario, cuya actividad laboral y cargos desempeñados en la sociedad

huachana han sido y son meritorios, así como el de ser promotor cultural de

Ancash, particularmente de su tierra Cuspón. Como producto de sus

Page 34: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

investigaciones ha escrito una serie de obras, en las que destacan: Irene

Salvador, la huelga de 1917 en Huacho; Calendario Histórico Regional:

Barranca, Huaura, Huaral; Cuspón: comunidad e identidad; la provincia de

Huaura, recursos y potencialidades; Chiquián Arqueología, identidad y turismo;

―Tras las huellas de Luis Pardo‖; Personajes en la historia de Huacho; la

provincia de Huaura y sus distritos, etc. también ha propiciado la recuperación

de trabajo de investigadores y escritores regionales. El cuento ―El amor de una

madre‖ está contenida en el libro ―Cuspón comunidad e identidad cultural‖.

Page 35: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

EL CUENTO DEL ACHACAY

Admi Vásquez Damián

Había una vez una familia pobre qué tenía dos hijos: el mayor tenía 8 años y la

menor 6. Los tiempos eran malos y la miseria asolaba a la familia. El padre y la

madre, desesperados por no saber qué hacer para mantener a la familia

decidieron deshacerse de sus hijos, optando por meterlos en una alforja y

colgarlos en la copa de un árbol para que los cóndores se los llevaran.

Pero, los niños pudieron liberarse gracias a la ayuda de un cóndor bueno, para

luego huir de casa y alejarse de| pueblo por el camino. Todo el día anduvieron

sin descanso, sin saber a dónde ir ni dónde parar. Ya casi al llegar la noche,

cansados y hambrientos, llegaron a una casucha sucia y solitaria, la misma que

estaba habitada por la Achacay quien era una bruja de aspecto horrible y

antropófago. Los niños llamaron a la puerta y ella salió a recibirlos.

- ¡Abuelita!- dijeron ellos- recíbenos en tu casa, no tenemos dónde dormir,

estamos cansados y de hambre.

- ¡Pasen, pasen hijos- contestó la Achacay amablemente y les hizo entrar en su

única habitación. Ellos se sentaron junto al fogón, mientras ella se disponía a

hervirles algo para comer. Les presentó un mate lleno de guijarros calientes y

humeantes diciéndoles que comieran, pero ellos vieron a la débil luz del lugar

que la comida que les invitaba no eran papas por lo que ni siquiera la tocaron.

¡Cómo! - les dijo la vieja - pero ¿no comen? sírvanse. Los huéspedes cogieron

los guijarros, los palparon bien y convencidos de que no eran papas lo dejaron

y respondieron!

Pero son piedras abuelita, no podemos comerlas.

¡Sí, Son papas!- replicó la anciana- y están sabrosas. Diciendo esto ella cogía

uno a uno, los partía con la mayor facilidad y se los engullía.

Los niños se quedaron de hambre y no tuvieron más que conformarse ya que

no había otro potaje.

La abuelita hizo la cama en el otro rincón e Indicó que cada uno durmiera en

uno de sus costados. Agobiados por el cansancio los huéspedes se quedaron

Page 36: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

dormidos rápidamente; pero el más grande se despertó al sentir los -quejidos

de su hermanita una y otra vez. Entonces preguntó:

-Abuelita, ¿qué tiene mi hermanita? ¿Por qué se queja?

- Por nada- respondió- sólo estoy sacándole las liendres de la cabeza. Tu

hermana está sucia, llena de piojos y no quiere que se los saque. Y así de rato

en rato la niña se quejaba y a las preguntas del hermanito la vieja respondía de

manera semejante.

Pero lo que realmente sucedía era que la Achacay, aprovechando el sueño de

la niña, le iba introduciendo poco a poco una aguja de hierro, haciendo esto

hasta el amanecer, que es cuando las quejas de la niña también cesaron por

completo.

La vieja se levantó temprano y ordenó al niño que fuese al arroyo más próximo

a traer agua en una canasta:

Pero abuelita- dijo sorprendido- ¿cómo podré traer agua en esta canasta si se

pasan por los huecos?

¡Sí podrás ¡Ve pronto! .Al momento de sacar el agua dirás: ―tápate, tápate

canasta‖ y verás cómo el agua no pasará.

Sin embargo, en el fondo, el propósito de la bruja era quedarse por un tiempo

más o menos largo a solas con la hermanita.

El muchacho partió y llegó al arroyo intentando infinidad de veces sacar el agua

en la canasta que introducía en el agua pronunciando las frases que le había

dicho la bruja sin obtener resultado satisfactorio y, cansado de esforzarse

inútilmente, regresó a la casa de la Achacay.

¡Cómo! ¿No has podido? — dijo ésta - iré yo y verás cómo traigo el agua. Se

fue con la canasta a todo andar; mientras tanto el muchacho se dispuso a

buscar a su hermana, sin poder hallarla hasta que se acercó al perol y se

estremeció de espanto al descubrir que allí estaba ella, ya descuartizada y

dispuesta a servir de comida a la vieja antropófaga.

Inmediatamente el muchacho sacó los trozos descuartizados de su hermana

del perol que estaba en el fogón y los echó en un costal, para luego fugar del

lugar apresuradamente por la senda que iba faldeando al cerro.

AI retornar la bruja a su casa se dio cuenta que la paila estaba sin nada; y

además que los muchachos habían desaparecido. Salió inmediatamente en su

persecución. Después de un rato, el fugitivo que había avanzado un trecho

Page 37: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

regular se percató que la Achacay iba tras él. Así en el trayecto encontró a un

zorro y suplicó a éste:

TAYTAY ATOG (papá zorro), protégeme de la Achacay qué viene a mi

seguimiento.

- Toma esta harina - le dijo el zorro - la irás derramando poco o poco por el

camino y así lograrás que ella se demore, y no te alcance.

El niño continuó su huida siempre con la carga a cuesta y derramando

puñaditos de harina como se lo aconsejó el zorro. Mientras su perseguidora,

que había llegado a donde estaba éste, preguntó de forma altanera:

AURUKU AUQUIS ATOG (Oye zorro viejo), ¿ha pasado por aquí un muchacho

con un atado en la espalda?

-¡No! - le contestó a secas el interrogado. La vieja siguió su camino pero ya no

con la prisa que hubiera querido hacerlo, puesto que iba comiendo la harina

que el muchacho había derramado en el camino. El chico avanzaba más y

más. A la larga llegó a cansarse, viendo con angustia que la Achacay se iba

aproximando; y, encontrándose en las riberas con un cóndor, le dijo:

- TAYTAY CÓNDOR (Papá cóndor), la Achacay viene en mi persecución,

¡sálvame!

|Ven!, escóndete entre mis alas- respondió el ave. AI poco rato se presentó la

antropófaga.

- AU ISMU HUISCUR (oye cóndor podrido), ¿No has visto pasar un muchacho

con un atado en la espalda?

¡No, vieja maldita! — respondió el ave- y le dio un fuerte aletazo cayendo

aquella al suelo sin conocimiento.

EI niño, aprovechando esta circunstancia, continuó su fuga hasta que después

fue a dar con un zorrino que estaba al borde de la vía.

- TAYTAY NASH (papá zorrino), ¡auxíliame que me persigue la Achacay y está

cerca!.

- Escóndete en este hueco - le contestó el animal – y lo ocultó debidamente. La

bruja no tardó en aparecerse. Jadeante y sudorosa preguntó:

- AU MACHA ASIAG ANASH (oye zorrino sucio), ¿no ha pasado por aquí un

muchacho con un atado en la espalda?.

¡No, vieja del demonio! - se volteó, orinó sobre su cola y la sacudió hacia la

dirección de la cara de la vieja. Mientras que ésta cegada se restregaba los

Page 38: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

ojos maldiciendo al ANASH, el fugitivo continuó su huida. Pero tan pronto se

sentó por el camino dominado por el cansancio, sin aliento y viendo que la vieja

se acercaba, en medio de la desesperación levantó la mirada al cielo y

exclamó:

TAYTA DIOS ¡suéltame una escalera de oro para salvarme de la Achacay!, y al

momento descendió desde lo alto una escalera de oro y por ella subió el

muchacho con toda prontitud, hasta perderse de vista. Al mismo instante que la

bruja llegaba.

La ACHACAY pidió suplicante que le soltara una escalera de plata para subir.

Su ruego no fue desoído, pues se descolgó hasta sus pies una, pero de fibra

de maguey "champa" con un ratón en medio.

Mientras la vieja subía, el animalito roía la escalera sin descanso: craks, craks,

craks.

- ¡Maldito ratón!- exclamaba colérica la bruja- ¿Por qué roes mi escalera?

- ¿En qué te molesto a ti? — Contestaba éste- ¡yo estoy comiendo mi maíz! —

y seguía- craks, craks, craks..., hasta que por fin se rompió la escalera y la

vieja se precipitó al vacío, repitiendo desesperada: ¡Ay, padre mío, a la pampa

no más, a la pampa no más!

No obstante a sus súplicas, fue a caer directamente sobre uno piedra

aplanada, abriéndose, producto de la caída, sus entrañas, desde el ano hasta

cerca del ombligo.

- ¡TAYTAY CÓNDOR!.. ¡TAYTAY CÓNDOR!- (Padre cóndor) gritaba

suplicante. El rey de los Andes no se hizo esperar, se posó a su lado y le

preguntó en qué la podía ayudar.

- Quiero que me hagas el favor de coserme esta rotura.

Aceptó el cóndor hacerle el trabajito y se puso manos a la obra aprovechando

mientras cocía de cuando en cuando para engullir un bocadillo de tan apetitoso

manjar, hasta que al cabo de un rato terminó su cometido.

- Pero me lo has cocido completamente, ¿cómo podré orinar'? Descóseme un

pedacito- suplicó la vieja.

EI cóndor la descosió de pie a rabo en un santiamén.

- Me has descosido todo, cósemelo por favor, pero no totalmente;

- Exclamó ella

El ave reinició su tarea, siempre comiendo sus bocadillos de carne fresca.

Page 39: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

- Otra vez me lo has cocido del todo. Quiero que me dejes una abertura para

tener por donde orinar- le rogó la Achacay.

El cóndor se lo descosió nuevamente del todo; y así cosía y descosía a

insistencia de la otra, mientras se la iba comiendo cada vez con más apetito,

hasta que finalmente se la comió por completo.

DATOS ACERCA DEL AUTOR

ADMI VÁSQUEZ DAMIÁN

Nacido en Aquia (Bolognesi). Es autor del libro ―Aquia: historia y cultura de un

pueblo andino‖, en que expresa que los pobladores de la zona andina son

herederos de una cultura milenaria y es menester contribuir a su conservación.

La obra publicada describe las características geográficas, culturales y sociales

de Aquia y hace un llamado para que conozcan la realidad y revaloren los

recursos y potencialidades a fin de aprovecharlos para el bienestar de la

población. El cuento del Achacay es la lucha entre el bien y el mal.

Page 40: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

FLOR DE HUAGANCU

Lionel Fidel Trujillo

Ocurrió que en algún paraje de Huari, aún sin ubicación en el tiempo, nació un

niño muy llorón que por las puras ganas de llorar, sin motivo alguno le salían

gruesos lagrimones de los ojos, por lo que le pusieron el nombre de ―AMA

HUAGAITZU‖ (quiere decir: No llores).

Aquel mismo año había nacido una niña de carácter muy tranquila y por

contraste de circunstancia sus padres lo llamaron ―HUAGANCU‖ (que quiere

decir: ¿Llora?).

Corriendo los años, ambos niños se conocieron y fueron creciendo parejos,

adaptándose uno al otro. Ama Huagaitzu muy esbelto, pero siempre llorón;

Huagancu, de negra cabellera y sonrisa misteriosa. Llegó la edad del eros,

Ama Huagaitzu se siente todo un hombre, aunque no oculta lo frágil de su

sentimiento y quiere tomar estado casándose con Huagancu.

Pero como era muy pobre encontró cerrada resistencia a sus pretensiones.

Más pensó que esos grandes llamamientos de su corazón debía lograrlo con

esfuerzo y perseverancia, y pactando secretamente con Huagancu, se puso a

buscar trabajo.

Recorrió toda la comarca subiendo cumbres y montañas, atravesando bosques

de quinuales y alisos. Más llego un atardecer de los muchos que había tenido

y sobrecargado de ensueños y esperanzas se recostó al borde de un camino a

descansar su fatiga. Rumiaba el pasado sintiéndose el más desdichado de las

criaturas. Y cuando empezaba a cerrar los ojos, estrujando los párpados y

arrugando el rostro para empezar a llorar, se le presentó el ―ASIAG‖ (diablo o

supay, que apesta) y le preguntó:

- ¿Qué haces aquí? - ¿Por qué te sientes tan desdichado?

- Busco trabajo para casarme con Huagancu – contestó el joven.

- Lo tendrás… ¡Siempre y cuándo cumplas una condición!

Exclamó el Asiag, con voz firme y ronca.

- ¿Cuál es esa condición, mi extraño amigo?

Page 41: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

- ¡No llores jamás!... replicó el demonio y echóse a andar ligero envuelto

en el frio de la noche. Ama Huagaitzu lo miró fijamente hasta que

desapareció su sombra por el camino… y se dijo para sí:

- ¡Lo cumpliré por lo que más amo!

- La promesa hecha al extraño ser, había roto el infortunio de Ama

Huagaitzu, que por fin consiguió trabajo en un lejano pueblecito. Pero

cosas extrañas le sucedían pues, a veces tenía exigentes ganas de

volver a llorar… y lloró y lloró amargamente, entonces el ASIAG

apareció en la casa de la novia y lo convirtió en una rara flor, porque se

había quebrado la palabra empeñada. El Asiag castigó toda una

esperanza y dio muerte a un largo idilio.

Se sucedieron las temporadas de lluvias y cosechas. Malos presentimientos

empujaron al desdichado a retomar el camino para el regreso. Al doblar la

cresta del cerro que es el mirador de su pueblo, alcanzó a ver la casa de su

prometida. Habían crecido tanto las hierbas que ocultaban las pircas del patio.

Al avanzar más escuchó el aullido de los perros, y dos pares de Quesh – raos

cantaban tristemente en las ramas de los arbustos, muy cerca de la puerta de

la casa. Desde lo alto del camino una anciana le dijo que hace años Huagancu

había salido a la laguna y desde entonces no se le vio jamás y que sus padres

murieron de pena. Entonces el joven, con el corazón desgarrado y con las

mejillas empapadas en lágrimas, empujó su cuerpo cuesta arriba hasta llegar al

borde de una laguna, donde florecían los huagancus. Allí, junto a una peña

Ama Huagaitzu con los ojos nublados por las lágrimas, contempló la imagen de

su amada que se movía lentamente tras las cristalinas aguas. Y el viento rizaba

la superficie de la laguna, gemía sobre los ichus y se escurría por los alisos

entre murmullo monótono del río saliente del legendario PURHUAY.

Cuentan que algunos años después un pastor llevó al cura de Huari una flor

hasta entonces nunca vista, con una forma especial de pistilo, en la que se veía

una estatua en miniatura de la Virgen del Rosario, con todos sus atributos. Flor

extraña con un solo pétalo, blanco o violeta, que había crecido y crece aún

entre los pedregales de la laguna de Purhuay.

Page 42: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

Además dicen esta flor que ahora es poco común, la encuentran las personas

con ángel, afortunadas, que suelen visitar la laguna los primeros de mayo de

cada año.

Esta es la flor de Huagancu, flor misteriosa y mítica de Huari.

DATOS ACERCA DEL AUTOR

LIONEL FIDEL TRUJILLO

Docente huaurino; laboró en el Colegio Nacional Manuel Gonzáles Prada de

Huari. Dentro de sus investigaciones destacamos: las ruinas pre-incas de

Marca Jirca y sus cuentos ―A guisa de matanza‖ y ―Flor de Huagancu‖. Además

son importantes sus publicaciones en las revistas ―Huagancu‖ 1978 - 79 - 80.

Queda en el recuerdo por los años de 1941 a 1956 el vocero ―Juventud‖ de

profesores y alumnos del Colegio Gonzáles Prada, cuyo director fue el maestro

Fidel Trujillo.

Page 43: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

MARUJA

Algunos dirigentes sindicales, que con frecuencia sufrían detenciones por sus

actividades, le pusieron el nombre de San Quintín a una pequeña prisión que

solamente tenía seis celdas. La razón del apelativo radicaba en que, según

ellos, era la más segura de todas cuantas conocían.

En la puerta principal, de planchas de hierro, había una pequeña mirilla

para que el centinela, desde el interior pudiera observar a quienes llamaban.

Dos metros después, una hilera de gruesos barrotes se elevaba hasta el techo.

Además de la puerta metálica y la gran reja, las seis celdas interiores tenían

sus respectivas puertas también enrejadas. El pasadizo, de un metro de ancho

por unos catorce de largo, servía para que los veintiocho detenidos se

pasearan con ―plena libertad‖ durante las doce horas del día, pues

exactamente a las seis de la tarde todos eran encerrados. A manera de techo

tenía sesenticuatro varillas de hierro de las que pendían bicicletas

enmohecidas, cocinas, un viejo radiador de automóvil, una antiquísima vitrola

con su gran bocina y muchos otros objetos recuperados por la policía, que

esperaban el reclamo de sus propietarios desde tiempos ya lejanos.

En el espacio existente entre las dos primeras puertas, el centinela se

paseaba con el fusil al hombro, las cartucheras y el espadín al cinto.

Hasta aquella prisión condujeron a Pedro Rojas, una mañana de enero.

Lo habían apresado al finalizar la asamblea de su sindicato. En cuanto

transpuso las rejas, los dirigentes sindicales y estudiantes universitarios

detenidos, lo rodearon preguntándole por las novedades que habían en las

calles y por la causa de su prisión, pero él no pudo responder a todas las

interrogaciones, limitándose a narrar las incidencias de la asamblea y el

acuerdo de huelga aprobado.

Todos ellos estaban sometidos a una rigurosa incomunicación. Por eso, el

centinela, después de observar al visitante a través de la mirilla y preguntar por

el objeto de su presencia, abría la puerta lo estrictamente necesario para recibir

Page 44: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

los alimentos previamente registrados, pero que, a pesar de ello, volvía a

examina minuciosamente, eliminando cuanto papel encontraba.

Siempre que abría la puerta principal, los presos se agolpaban a la reja

tratando de ver a los visitantes, pero todos sus esfuerzos resultaban inútiles.

Algunas veces podían observar que manos femeninas, con los dedos

crispados, se aferraban a la puerta en desesperado afán de mirar el interior,

pero la cadena sujeta a un garfio impedía aquellos intentos.

En una de estas oportunidades lograron ver, por entre las piernas del

custodio, la carita de una niña que miraba hacia el interior con los ojos

desmesuradamente abiertos. El guardia, al darse cuenta de aquella niña de

grandes ojos negros, naricilla respingada y cabellos oscuros, que había

introducido la cabecita por la pequeña abertura, trató de retirarla colocando una

de las rodillas, pero los presos que observaban la escena iniciaron una gritería

infernal, hasta que lograron que la dejasen mirar libremente. La niña se quedó

absorta ante el bullicio y los rostros sonrientes que detrás de la reja la

contemplaban, hasta que el grito de ―¡Maruja!‖ hizo olvidar a la criatura la

presencia del guardia y escurriéndose entre las piernas de aquél, corrió

gritando entre sollozos: ―Papá, papa- cito‖. Se aferré desesperadamente a la

reja mientras los presos, al darse cuenta que el padre estaba en las filas de

atrás, dejaron libre un lugar para que éste pudiera abrazarla.

Pedro Rojas estrechó, barrotes de por medio, el delicado cuerpo de su

hija que, llorando, balbuceaba frases que no se escuchaban, mientras su rostro

había adquirido una expresión de ternura infinita. Entre tanto el guardia,

después de cerrar la puerta, se dirigió apresuradamente hacia la niña para

sacarla. Nuevamente la gritería se hizo atronadora. Unos protestaban y otros

trataban de convencer al centinela para que la dejara unos momentos más.

La niña llorando, copiosamente decía: ―Papacito, yo quiero quedarme

contigo. No te quito tu comidita. Mi mamá me trae mi lechecita nomás. Yo no

quiero irme. Yo quiero quedarme contigo.

Page 45: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

El padre, con la faz demudada por la emoción, respondía: ―No puedes

quedarte, hijita; está prohibido. Vete con tu mamá y tus hermanitos, que yo voy

a salir mañana‖.

El guardia y los presos, estos últimos agolpados a la reja, contemplaban

en silencio la escena hasta que, por fin, la niña soltó el cuello de su padre y se

dejó conducir de la mano por el centinela.

Antes de transponer la puerta, volvió la carita y sonrió agitando su breve

mano en un adiós que, ignorado por todos, duraría dos años.

NOTAS SOBRE EL AUTOR:

Julián HUANAY (1907-1969).

Nació en Jauja. Cursó sólo 3er. año de educación primaria. Como chofer de

taxi llegó a dirigente sindical, sufriendo prisiones. Escritor entregado al

compromiso social. Sus obras: El Retoño (novela), Suburbios (cuentos).

Page 46: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

DEMETRIO RENDON WILLKA

José María Arguedas

Cuando ya era casi un mozo, un wayna, su padre había decidido enviarlo a la

escuela pública de San Pedro. Fue el primer indio que se matriculó en la

escuela de los vecinos. El inspector escolar y el gobierno no accedieron a la

solicitud de los indios que sólo pidieron una maestra para Lahuaymarca,

porque la comunidad construyó un local risueño, con ventanas grandes y un

jardín en el que sembraron geranios y rosas blancas, únicas plantas ―de los

señores y de la iglesia‖ que podían resistir el clima de altura.

Los Aragón de Peralta y todo el vecindario de San Pedro se opusieron a que se

autorizara la apertura de la escuela de la comunidad.

—En eso nos diferenciamos de los indios. Si aprenden a leer ¿qué no querrán

hacer y pedir esos animales? —dijo en un cabildo el propio alcalde.

—-Los indios no deben tener escuela —sentenció el viejo, señor.

Y no se discutió más el asunto. La palabra de Aragón de Peralta se cumplía en

el distrito.

Por eso, el director de la escuela de San Pedro fue a consultar con el viejo

señor si debía matricular al ya mozo Demetrio Rendón Willka, en la sección

―Preparatoria‖.

—Si ya es mozo admítalo. Los chicos lo harán correr. Aunque son porfiados

estos indios no soportará las furias de nuestros hijos. ¿No sabe usted que los

niños son más crueles que los grandes, cuando quieren fregar o martirizar a los

débiles?

—Bien, señor —asintió el maestro.

El padre de Rendón Willka agradeció al maestro por la admisión de su hijo en

la escuela; le dijo que en ese mismo instante un comunero descargaba en la

casa del director dos sacos de papas y otro, de trigo y que los aceptara como

humilde obsequio de su nuevo alumno.

Los estudiantes se asombraron de ver a un indio grande con un silabario en la

mano y una bolsa para cuadernos, como la de los más pequeños escolares;

sobre los cuadernos asomaba el marco de madera de un pizarrín. Y era eso lo

más sobresaliente: debajo de la bolsa escolar, el indio llevaba otra, hinchada

Page 47: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

de maíz tostado, de mote, de cecina y trozos de queso. Lo usual era que los

comuneros llevaran su fiambre en una pequeña manta de lana tejida. Demetrio

fue presentado aún en ese detalle como un ―escolero‖. Habían tejido para él

una bolsa, algo semejante a las de coca de los indios mayores, pero más

alargada y con una cinta que servía para que el primer estudiante; de la

comunidad se terciara al hombro esa nueva prenda escolar indígena. Demetrio

tenía que caminar diez kilómetros, todos los días, de Lahuaymarca a San

Pedro.

El maestro, agradecido por el obsequio, iba a pedir a los niños que fueran

―considerados‖ con el joven indio. Pero vio a éste sentado en el poyo, entre los

más pequeños, que lo miraban preocupados o miedosos y no despectivos.

Sólo los más grandes se precipitaron a observarlo. Demetrio permaneció

sentado, contemplando a los señoritos con expresión tierna y sumisa en el

rostro, pero enérgica e inquebrantablemente resuelta en la actitud. Era evidente

que nadie lo haría moverse de su sitio.

—-¿Qué miran? —preguntó indignado el maestro. Él era de una provincia

lejana.

—Es un indio —dijo Pancorvo, alumno de último año.

— ¿Nunca habías visto otro? —le preguntó el maestro.

—En la escuela no. Va a apestar.

—No huele a nada, señor —exclamó el pequeño que estaba sentado junto a

Demetrio.

—En cambio, acaso tú, Pancorvo, hueles —dijo el maestro.

—Será, pues, pero no a indio.

Demetrio era mucho mayor que ese Pancorvo. Sin levantarse, el mozo

comunero le obsequió al pequeño que lo defendió una moneda de oro, un

quinto de libra que tenía guardado en una bolsita color de arco iris.

—Para que juegues, pues, niñito —dijo.

Todos los muchachos se reunieron más estrechamente junto a Demetrio.

El pequeño, un De la Torre, no se decidía a recibir la moneda. Demetrio la puso

en una de las manos del niño e hizo que cerrara los dedos hasta formar un

puño.

— ¡Quinto! ¡Bonito! —dijo en castellano.

Page 48: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

— ¡Ya! A sus sitios —ordenó el maestro, aprovechando el desconcierto de

Pancorvo y de sus camaradas.

Los alumnos obedecieron en silencio, pero observaban con frecuencia a

Demetrio que, con la ayuda de su amigo recién conquistado, pronunciaba las

letras en voz alta, como todos.

Pocas semanas después, bien aleccionados por sus padres los estudiantes

mayores empezaron a hostilizar al indio, especialmente durante los recreos.

Cierta mañana, ya en el mes de septiembre, lo rodearon varios de éstos.

— ¿Y para mí no tienes un ―quinto‖, oye, Willka? Eres bestia. Mira, tan viejote y

en ―Silabario‖ —le dijo uno de ellos.

-—Lee en quechua, animal. ¿No ves que no sabes castellano? ―A, Bi, Ci...". Se

dice Be, Ce.

—La boca del indio no puede —le dijo otro.

Demetrio se sentaba bajo un triste arbolito de lambras que, increíblemente,

había logrado crecer en una esquina del patio de recreo, defendido por un

muro de piedras y barro que los niños de segundo grado levantaron el año

anterior, en noviembre. Se sentaba sobre el muro y formaba pareja con el

árbol, que había vencido la furia del sol, de los escolares más avanzados y

destructores, y de las heladas.

—A, Bi, Ci, Chi, Di, Ifi... —le gritaron en coro, varios muchachos.

Se reían delante de él. Pero Demetrio no les oía. Entonces, un Brañes, le sacó

del bolso el pizarrín; lo arrojó al suelo y lo destrozó a pisotones. Demetrio no

hizo sino apretar los músculos de su rostro.

— ¡Maricón! ¡Cobarde! ¡Indio! —vociferaba el Brañes, un niño como de 14

años.

Demetrio se puso de pie, y Brañes iba a huir, porque la sombra del indio se

levantó de repente sobre su cabeza. Pero Demetrio sin mirar al crío de señor,

se dirigió hacia el salón de clases, vacío. Se sentó en el sitio del poyo que le

correspondía. El director había visto a Brañes desde la puerta lateral del salón,

pero no intervino. Tenía miedo al viejo señor y al vecindario. Él era oriundo de

un pueblo lejano y no tenía título pedagógico.

Demetrio permaneció solo, un rato en el salón vacío, sin carpetas ni cuadros

históricos, ni mapas. Vio aparecer a su amigo De la Torre acompañado de dos

Page 49: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

pequeños. Se le acercaron a paso rápido. Gallegos, el mayor de los tres,

depositó sobre las rodillas de Demetrio el marco roto del pizarrón.

— ¡Demetrio! ¡Demetrio! —le dijo.

El indio acarició con el más profundo respeto las pequeñas manos del niño.

—Te queremos —le dijo ―su amigo‖, y se sentó junto a él.

Se le aproximó todo lo que pudo; luego le estrechó uno de los brazos y puso su

cara sobre la camisa de bayeta del indio.

―Sí, sí huele, pero no como mi casa, como las medias de mi padre cuando se

las quita de noche. ¡Eso sí, apesta! Demetrio huele de otro modo. ¡Pobrecito,

tan grande! Y no quiso pegarle al Brañes. ¡El corazón me duele!‖

Un instante de confusión tuvo Demetrio. Los otros dos niños se sentaron

también en el poyo, a su lado.

— ¡Demetrio! —volvió a repetir el pequeño, mirando el marco destrozado y

todavía tan limpio en los trozos que no fueron aplastados por los zapatos

chuecos, de puro viejos, de Brañes.

Abrió los brazos el indio.

— ¡Dios bueno! —dijo.

Pero no bien había concluido de hablar y se había animado a estrechar a los

niños, pues creía que alcanzaban su pecho y sus brazos para los tres, Brañes

y Pancorvo irrumpieron en el salón. Quedaron paralizados al descubrir a De la

Torre con la cabeza apoyada en el cuerpo del mozo; el marco roto sobre sus

rodillas y los otros dos niños contemplando felices al comunero. Éste no se

atrevió ya a abrazar a los niños; hizo frente a los dos jovencitos, detrás de los

cuales aparecieron otros más.

Pancorvo se decidió. Se acercó al grupo, resguardado por sus compañeros que

lo siguieron.

— K'echa’ De la Torre —dijo—. Te vendiste por un quinto de libra. Y tú, otro De

la Torre, muerto de hambre, más que ese maricón Gallegos.

_Ya Demetrio entendía el castellano; en pocos meses había aprendido también

a deletrear. Sintió que los niños que estaban a su lado no se atemorizaron.

Gallegos se levantó.

— ¡Maricón tú! —le dijo a Pancorvo—. ¡Gallina tú! Yo también hambriento.

Peor es ser gallina.

Page 50: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

Pancorvo le dio un puñetazo en la boca al niño. Pero no tuvo tiempo de huir.

Demetrio lo agarró del cuello. Lo levantó en el aire, mientras pataleaba, y lo

arrojó contra el poyo.

¡Excremento del diablo! —le gritó en quechua.

Los otros fugaron, no hacia el patio de recreo, sino al corredor que daba a la

plaza. Cruzaron despavoridos el campo. Pancorvo no podía levantarse del

suelo, y empezó a llorar a gritos. Gallegos sangraba de la boca

— ¡Váyanse, patroncitos! —rogó Demetrio a los niños.

-¡No —dijo Gallegos—. ¡No quiero!

- Me ha querido matar —dijo incorporándose dolorosamente Pancorvo, cuando

el maestro llegó a la sala.

Me ha querido matar —repitió.

-¿Y a Gallegos?—preguntó el maestro, comprendiendo lo que pudo- haber

ocurrido.

Demetrio miraba fríamente a Pancorvo y al maestro. Sacudió ligeramente la

cabeza.

—Insultó por gusto a De la Torre, y a mí, señor

-Contestó Gallegos-. Éste maricón me pegó porque defendí a Demetrio.

— ¿Demetrio?: —exclamó asombrado el maestro.

Porque el niño no dijo "el indio‖ Demetrio, ni ―el cholo Demetrio, ni siquiera ―el

Demetrio‖.

—Dios lo ha castigado, señor; Dios, pues...

Concluyó y de sus labios brotó un pequeño globo sanguinolento.

El indio oía y volvió a sentirse otra vez confundido.

—Señor, patrón..: —empezó en castellano, pero continuó en quechua—. Estos

niñitos, palomas de Dios; del corazón sus lágrimas.

El salón ya estaba colmado de escolares de las secciones ―silabario‖, primero,

segundo y tercer año.

El maestro quedó perplejo, sin saber qué hacer.

Pancorvo escuchó pasos en el corredor de la escuela, y empezó a llorar

nuevamente a gritos.

— ¡Me ha roto algol ¡Estoy mal! —clamaba.

Page 51: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

Lo encontraron derrumbado sobre el poyo, su padre, el alcalde, el gobernador,

el varayok’ de turno, dos vecinos más y un mestizo, apellidado Martínez, que

irrumpieron en la sala.

— ¡Haga salir a los niños! —ordenó el gobernador al maestro.

El maestro obedeció. Pero los De la Torre y Gallegos, el herido, no se

movieron; permanecieron junto a Demetrio.

―Parecen grandes‖, pensó el maestro.

— ¡Afuera! —gritó enérgicamente el alcalde.

Pero los niños se abrazaron a las piernas de su amigo. El rostro del Indio se

tranquilizó; volvió a iluminarse suavemente de esa especie de resignación y

poderío que en algo se parecía a las rocas negras de los grandes abismos,

cuando reciben el grito de los loros viajeros que gustan cantar en el aire de los

abismos.

El padre de Pancorvo levantó a su hijo, y después, con la ayuda de los otros

dos vecinos, arrancaron a los niños de las piernas del mozo indio.

— ¡Déjeme a mí! ¡El Pancorvo me sacó sangre! —decía el pequeño Gallegos

mientras lo arrastraban al patio.

—Es un testigo —se atrevió a intervenir el maestro—. Hay que dejarlo.

No le hicieron caso.

—Varayok’ —ordenó el gobernador—, carga a ese anticristo, al indio Demetrio.

El varayok' obedeció. Se persignó antes. ―Eres de Lahuaymarca‖, le dijo en voz

baja al mozo. Y se lo echó a la espalda.

—Martínez: quince azotes bien dados, no sólo en las nalgas; dale unos tres en

la cabeza, aunque le caiga algo al varayok’. Se ha atrevido a golpear a dos

niños.

— ¿A quiénes dos? —preguntó el maestro.

— ¡Usted se calla! Ya, Martínez.

El mestizo sacó un azote trenzado, con pequeñas puntas de plomo, que traía

oculto bajo su poncho.

Y azotó al indio escolar bajo la sombra del salón principal de la escuela,

delante del maestro.

A los seis u ocho azotes empezó a rezumar sangre sobre la bayeta blanca con

que los indios jóvenes de Lahuaymarca se vestían.

Page 52: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

— ¡Ya no, papá! ¡Ya no! — Pidió el niño Pancorvo, lanzándose sobre el

mestizo—. ¡Martínez, ya no! Ustedes, ustedes me dijeron que lo ofendiera, que

lo fregara todos los días! ¡Ustedes, pues, papá!

E intentó detener al mestizo arrastrándolo con todas sus fuerzas por un

extremo del poncho. Su propio padre, lo contuvo apartándolo con los brazos.

— ¡Cinco más! —ordenó el alcalde.

— ¡Maestro! ¡Usted, pues! —dijo gimiendo el mozuelo.

—Ellos saben. Responderán ante Dios —dijo el maestro.

—Sabemos y responderemos —contestó el alcalde.

Los últimos tres azotes los dirigió Martínez a la cabeza del indio. Acertó bien,

porque el azote era de los medianos, y rompió el cuero cabelludo del mozo; de

esas heridas brotó más sangre. El niño Pancorvo ya estaba de rodillas.

Cuando el varayok’ soltó a Demetrio, el joven indio se dirigió al poyo, levantó

con gran cuidado el marco destrozado de su pizarrín y su montera; sin mirar a

nadie, ni a su varayok’, salió por la puerta principal de la escuela, hacia; la

plaza.

Cuando tocaban ―las doce‖, él subía la montaña, con el sol en su apogeo

DATOS ACERCA DEL AUTOR

JOSÉ MARÍA ARGUEDAS

Nació en Andahuaylas (1911 - 1969). Las obras literarias de José María

Arguedas son consideradas como las más significativas de las últimas décadas

en el Perú; supo penetrar en la oculta faz del mundo de la sierra, de la gente

del ande, para reivindicar la cultura indígena. Sus obras se dividen en cuentos;

novelas y folclóricas. ―Agua", ―Yawar Fiesta‖, ―Los ríos profundos‖, ―El sexto‖,

―Todas las sangres‖, ―El zorro de arriba y el zorro de abajo‖, etc.; constituyen

temas del indigenismo dentro de nuestra literatura. Su espíritu estuvo orientado

por una fe y una certeza en el triunfo de las clases explotadas. El cuento

Demetrio Rondón Willka está contenido en la novela ―Todas las sangres‖.

Page 53: ANTOLOGÍA DE CUENTOS
Page 54: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

CUENTOS

DE LA

SELVA

Page 55: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

LADISLAO, EL FLAUTISTA

- ¿Oyes, maestro?

- ¿Qué?

- Flauta.

Y toda la clase se sume en religioso silencio. A cual más, los muchachos

tratan de oír, levantándose de las carpetas.

¡El Ladislau!

¡Sí, el Ladislau!

Sólo el Ladislau maestro, sabe tocar así la flauta.

No puede ser Ladislao, niños. Su padre, hace poco, me ha dicho que

está ausente y que ya no regresará al pueblo. Ha ido a Chachapoyas donde su

madre.

- El Ladislau es, señor. Ha llegado ayer, al anochecer, con la lluvia. Yo lo

he visto.

La escuela es ya un revuelo.

En todos los labios tiembla el nombre de Ladislao. Y una profunda ola de

simpatía cruza la escuela de banda a banda.

- El Ladislau es, señor... allí está su cabeza.

- Sí, maestro. Allí está, véalo usted. Está mirando por el cerco.

Efectivamente, la cabecita hirsuta de Ladislao aparecía sobre el

pequeño cerco de piedras de la escuela.

- Zamarruelo. .. Vayan a traerlo.

Y tres de los muchachos más grandes de la clase van como un rayo en

su busca, y después de un rato vuelven sin haber podido coger a Ladislao. Y

sólo dicen:

- Señor, se escapó a todo correr, como un venado, por el monte.

- Qué raro! - exclama el maestro. Ladislao se está volviendo vagabundo.

¡Qué lástima, un buen muchacho!

Y todos recuerdan con pena al compañero que tantos deliciosos

momentos dio a la escuela con su arle. Parecía que Ladislao hubiera nacido

con el divino don de tocar la flauta y de hacer flautas de carrizo como nadie.

Page 56: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

Todos recuerdan aún, que cuando un grupo de comuneros del pueblo salió a

explorar la verde e inmensa selva que empieza al otro lado del cerro, fue él

quién iba adelante tocando la flauta, acompañado en el tambor por Macshi, otro

muchachito, hasta la loma de las afueras, donde se despidió a los valientes

exploradores. Y, además, todos recuerdan nítidamente su inseparable poncho

raído, con color de tierra ya por el demasiado uso, y su cabeza enmarañada y

rebelde como los zarzamorales de las quebradas.

- El Ladislau se ha vuelto así diz, maestro, porque mucho le pega su

madrastra

- Sí, algo he sabido. ¡Pobre muchacho!

- A mí me ha contado así señor, llorando.

- Por eso dizque vive así, señor, andando por todos lados, por todos los

pueblos.

- Ahora diz, señor, no ha llegado a la casa de su padre. Ha llegado

donde la mama Grishi.

- Su padre ya ni cuenta hace de él diz, señor. Lo ve como a un extraño.

- Y ahora diz, maestro, se va a vivir ya en la mina.

- ¿En las minas de sal?

- Sí diz, señor.

- ¿Y su madre?

- Diz, señor, que está enferma en Chachapoyas y, precisamente, él

quiere trabajar para ayudarla.

- Y por eso diz, maestro, ya no vendrá más a la escuela.

En ese momento, volvieron a oírse lejanas notas de flauta que como

sollozo de niño abandonado hacían florecer en la escuela todo un rosal de

emoción perfumada de tristeza.

¡El corazón de los niños estaba en suspenso!

En la huerta, bañada por la luz de oro de un jovial sol mañanero, hasta

los finos álamos parecían agobiados de pena.

Ladislao, el Flautista, se alejaba para siempre de la escuela.

Page 57: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

FRANCISCO IZQUIERDO RIOS

Nació en Saposoa en 1910. Estudió en el Instituto Pedagógico Nacional; fue,

pues, maestro por vocación. En 1963, obtuvo el Premio Nacional de Literatura

y en 1977 fue jurado del Premio ―Casa de las Américas‖; y posteriormente

Presidente de la ANEA.

Sus narraciones tienen identidad regional, expresan el espíritu folklorista

y el misterio de las cosas no reveladas.-

En su obra, la selva se presenta como leyenda, como realidad, como algo

apasionante que se deja desnudar con un habla regional directa y sencilla. A lo

largo de su vasta producción patentizó su profunda sensibilidad social y

compromiso con la causa de su pueblo. Falleció el 30 de junio de 1981.

Page 58: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

VOCABULARIO

CUENTO: MARTÍN PIEDRA

Churre - Chiquillo

Güaragüero - Jactancioso, prosista

Chapita - Apelativo

Futre - Elegante

Gordo - Moneda de entonces

Gauchos - Amigo bromista

Cimarrón - Fugarse sin permiso

Despachadita - Gordita

Enrazada - Carácter fuerte

MI NIÑEZ ENTRE LA CHACRA Y LA MAGIA

Tomicalla - Parte de la campiña huachana

Boqueron de la viuda - Cerro con un boquerón cerca al puerto de Huacho, en

que las olas golpean insistentemente

Río Seco - Kilómetro de la carretera Panamericana Huacho-Lima

Tío Sata - Satanás

AMBROSIO SE ADELANTÓ AL TIEMPO

Pimachi - Centro Poblado (Ancash)

Shishín - Puna del Centro Poblado Pimachi

Auquis - Abuelos que cuidan los cerros

Yuntas - Toretes (2) para arar

EL HONDILLERO

Shatu - Saturnino

Chuncador con las bolas - Experto en el juego de bolas

Mucudor de trompos - Diestro en la competencia con trompo

Acurmas, mishihuetas, yerbasantas - Plantas acuáticas; plantas con flores en

forma de gato; plantas medicinales

EL ENTIERRO DE UNA MADRE

Allinunas - Hombres distinguidos del pueblo

Shukuki - Serpiente pequeña y asustada

La Ranya - Serpiente malagüero

Chakia - Ave malagüero

Pasahuetas - Planta aromática

Page 59: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

CUENTO: EL AMOR DE UNA MADRE

Cuspón - Anexo del distrito de Chiquián

Chacmear - Roturar la tierra con la barreta o pico

Cuayes - Papa cocida en la brasa del fuego

Aporqueo - Cuspar o rodear de tierra a las plantas pequeñas

(maíz, habas, etc.)

EL CUENTO DEL ACHACAY

Achacay - Bruja antropófaga

FLOR DE HUAGANCU

Edad del eros - Etapa de impulso sexual

Queshraos -

Purhuay - Nombre de lago (Laguna)

MARUJA

Mirilla - Abertura para mirar desde el interior

DEMETRIO RENDÓN WILLKA

Wayna - Joven

Lahuymarca - Comunidad Andina

Poyo - Asiento de piedra

Escolero - Estudiante

Varayok’ - Autoridad de rango medio

Montera - Bolsa escolar

LADISLAO, EL FLAUTISTA

Zarzamotales -

Page 60: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

GUÍA DE LECTURA (SUGERENCIA)

PREGUNTAS DE RETENCIÓN: RESPONDE TEXTUALMENTE

CUENTO: EL AMOR DE UNA MADRE

1. ¿Dónde habitaban una señora y sus dos hijos?

2. ¿Debido a qué madre tenía la salud quebrantada?

3. ¿Qué pidió la madre a sus hijos?

4. ¿Con qué situación emocional los hijos recibieron la parcela?

5. ¿Lejos de realizar la faena? ¿A qué se dedicaron los hijos?

6. Llegado el mes de sembríos ¿Cómo consiguió la madre las dos arrobas de

semillas?

7. Calculando que las papas estarían maduras ¿Qué pidió la madre a sus hijos?

8. No teniendo nada que cocinar, ni menos dejar sin cena a sus hijos ¿Qué hizo la

madre?

PREGUNTAS DE COMPRENSIÓN:

PIENSA, CONSTRUYE MENTALMENTE UNA O MÁS ORACIONES Y RESPONDE

CON TUS PROPIAS PALABRAS

1. ¿Cómo es una humilde casa?

2. ¿Por qué se desvelaba la madre por sus hijos?

3. ¿En qué consistió las mentiras de los hijos?

4. ¿Por qué los hijos no eran conscientes en sus actos?

5. ¿Qué es una comunidad?

6. ¿En qué consiste el chacmeado de una chacra?

7. ¿Cuál fue el desengaño de la madre en el campo?

8. ¿En qué consistió la resignación de ella?

9. ¿Cómo sacrificó su vida la promogenitora?

Page 61: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

PREGUNTAS DE ENJUICIAMIENTO

PIENSA, ORDENA TUS IDEAS, HABLA CON TUS FAMILIARES Y CON TUS

COMPAÑEROS, LUEGO RESPONDE

1. ¿Crees que solamente la madre debe asumir la responsabilidad en la formación

de los hijos? ¿Por qué?

2. ¿Estás de acuerdo, de que los comuneros, no hayan avisado a tiempo a la madre

del comportamiento de sus hijos? ¿Por qué?

3. ¿La madre debió creer ciegamente en sus hijos? ¿Por qué?

4. ¿Estás de acuerdo de cómo la madre se sacrificó por sus hijos? ¿Por qué?

PREGUNTAS DE RECREACIÓN

PIENSA CON CALMA, ORDENA TUS IDEAS Y RESPONDE

1. ¿Cómo sería el pueblo de Cuspón con jóvenes responsables?

2. Cuéntanos cómo seguiría la historia si la madre, se hubiera enterado a tiempo de

la mentira de sus hijos.

3. Imagínate, ¿Cuál sería el castigo que recibirían los hijos si se aplicara las leyes

del Imperio Incaico, que dice: no ser ocioso, no ser mentiroso?

(Método Dolorier, Del Maestro

De Maestros ―Ricardo Dolorier‖)

Page 62: ANTOLOGÍA DE CUENTOS

FICHA GUÍA PARA COMENTAR TEXTOS NARRATIVOS

I. UBICACIÓN DEL TEXTO

1) Título : ……………………………………………………………………………

2) Capítulo(s) leído(s): ……………………………………………………………

3) Autor: …………………………………………………………………………….

4) Procedencia: ……………………………………………………………………

5) Etapa, Escuela, Período literarios: ……………………………………………

II. PLANO DEL CONTENIDO:

A) Estructura y Argumento:

(Momentos en que puede dividirse la obra, con el resumen correspondiente a

cada parte.

B) El Tema Principal:

Y los temas secundarios

C) Lugar(es)

D) Época en que ocurre la historia

E) Personajes: (papel o rol, condición social, personalidad de ………………

1. Protagonistas

2. Personaje Principal

III. PLANO DE LA EXPRESIÓN:

(Técnicas y medios lingüísticos empleados)

A) El tiempo narrativo (pasado, presente)

B) Punto de vista del narrador (Protagonista, testigo, espectador de la historia)

C) Tipo de lenguaje

D) Forma de Composición que se intercala con frecuencia: (Diálogo,

descripción,…)

IV. IMPRESIÓN PERSONAL:

1. ¿Cuáles crees que son los MÉRITOS DE LA OBRA para la vida nación?

2. ¿De qué modo la situación social influyó en la obra leída?

3. ¿De qué manera el texto leído ha modificado el concepto que tenías de la

realidad social peruana?

4. ¿Cuál es la posición ideológica del autor frente a lo narrado?

5. ¿Te agradó la obra? … ¿Por qué? … Dificultades que encontraste.