Antologia_poetas

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A la Muerte, Ana Ajmtova A un paso de distancia de ellos, Frank O`Hara Advertencia a los nios, Robert Graves Alhambra, Jorge Luis Borges Amanecer de otoo, Antonio Machado Los Ancianos, Alfonso Echeverra La Anguila, Eugenio Montale El rbol, Ezra Pound

La Casa de los Muertos, Guillaume Apollinaire La Chica, William C. Williams Comprensin, Constantino Cavafis Confianza en el Anteojo, Csar Vallejo El Corazn Duro, Pierre Reverdy Crucifixin, Ana Ajmtova Un Da Arrojaremos, es posible, las Mscaras, Eugenio Montale Economa, Valerio Magrelli

As como no podemos, Roberto Juarroz En el Bosque, Friedrich Hlderlin El Atavo de las cosas, Francis Ponge En el humo, Eugenio Montale Atorrante, Raymond Carver Autorretrato, Nicanor Parra Autorretrato, William C. Williams La Aventura Pende, Paul Eluard En las escenas ms grandiosas de Goya, Lawrence Ferlinghetti En Memoria de Sigmund Fred, W. H. Auden En mi oficio o arte sombro, Dylan Thomas En una Estacin de Metro, Ezra Pound Lo Escrito se Ahueca, Paul Celan Balada Escrita en una Clnica, Eugenio Montale Las Buscadoras de Piojos, J. Arthur Rimbaud Campen Finlands, Gabriela Mistral Garzas, Gabriela Mistral La Cancin del Camino, Robert L. Stevenson Cancin del destino, Freidrich Hlderlin Cancin Infantil de Deux-Svres, Paul Eluard La Casa de Ives, Andr Breton La Gran Cifra, William C. Williams Hblame, Benjamn Pret He almorzado solo ahora, Csar Vallejo He conocido a una pobre muchacha, Csar Vallejo Fidelidad, D. H. Lawrence Fuga de Muerte, Paul Celan El Galn Imperfecto, Nicanor Parra

Balada de lo que no vuelve, Vicente Huidobro

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Horizonte, Fernando Pessoa Imperativo, Benjamin Pret

Quin eras t junto a los muros, Godofredo Iommi La Rana, Francis Ponge

Iris de la noche, Antonio Machado Recuerdos de Juventud, Nicanor Parra Las Islas afortunadas, Fernando Pessoa Rquiem, Robert L. Stevenson Itaca, Constantino Cavafis Resurreccin, Ignacio Balcells La Joven Ama de Casa, W. C. Williams Ritual de mis Piernas, Pablo Neruda Jugando con hachas, Paul Celan La Rival, Sylvia Plath Los Limones, Eugenio Montale El Rostro en el Espejo, Robert Graves Un Loco, Antonio Machado Salmo, Paul Celan La Lujuria, Ren Char Una Sana Revolucin, D. H. Lawrence Luna, Vicente Huidobro Marino, Vicente Huidobro La Memoria, Eugenio Montale Mentira, Csar Vallejo Tango del Viudo, Pablo Neruda Muse des beaux arts, W. H. Auden Tijeretas, Raymond Carver El Msico de Saint-Merry, Guillaume Apollinaire N. Y., Ezra Pound Oda a la Manzana, Pablo Neruda Oda a Valparaso, Pablo Neruda Odiseo a Telmaco, Joseph Brodsky Otoo Secreto, Jorge Teillier Paisaje con cada de Icaro, William C. Williams Las Piernas, Robert Graves El Puente Mirabeau, Guillaume Apollinaire Usar la propia mano como almohada, Roberto Juarroz Utopa, Wislawa Szymborska Velas, Constantino Cavafis Vendr la Muerte y Tendr tus Ojos, Cesare Pavese Vocales, J. Arthur Rimbaud Y la muerte no tendr dominio, Dylan Thomas Zona, Guillaume Apollinaire El zoolgico del vino, Hart Crane Sestear Plido y Absorto, Eugenio Montale Si conociramos el punto, Roberto Juarroz

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A la Muerte Por qu no pues ahora t que seguro llegas? Te espero muchas son mis desgracias. Ya apagu la luz y abr la puerta, a ti, cosa simple y extraa. Toma para ello no importa qu aspecto. Irrumpe tal proyectil envenenado, o furtiva y con pesa, tal bandido experto o con vapores de tifus impregnados. O con un cuento por ti misma inventado y al que ya hasta la nusea conocemos para que yo vea de la gorra azul el plato y la palidez de miedo del casero. A m ya nada me importa. El Yenisei va removido. Reluce la estrella polar y el azul brillo de los ojos queridos el ltimo tormento te cubrir. Ana Ajmtova

A un Paso de Distancia de Ellos Es mi hora de almuerzo, as que salgo A pasear entre los taxis pintados De zumbidos. Primero, por la acera Donde los obreros alimentan sus sucios Torsos brillantes con sandwichs Y Coca-Cola, con cascos amarillos Puestos. Los protegen de la cada De ladrillos, supongo. Luego por la Avenida donde las faldas se voltean Ms arriba de los tobillos y se inflan sobre Las rejas. El sol est fuerte, pero los Taxis remueven el aire. Miro Las ofertas de relojes de pulsera. Hay Gatos jugando en el aserrn.

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Sigo Hacia Times Square, donde el anuncio Sopla humo sobre mi cabeza, y ms adelante La cascada cae suavemente. Un Negro est de pie en un portal con un Mondadientes, usndolo lnguidamente. Una corista rubia hace un chasquido: l Sonre y se frota la barbilla. Todo Sbitamente es bocinazos: son las 12:40 de Un da jueves. El nen de da es Agradable, como escribira Edwin Denby, Al igual que las ampolletas a la luz del da. Paro por un a hamburguesa en Juliet`s Corner. Giulietta Masina, mujer de Federico Fellini, bellattice. Y chocolate malteado. Una seora con Piel de zorro en un da como ste mete a su poodle En un taxi. Hay bastantes Puertorriqueos En la avenida hoy, lo que La vuelve hermosa y clida. Primero Muri Bunny, luego John Latouche, Luego Jackson Pollock. Pero est la Tierra tan llena como lo estaba de ellos la vida? Y uno, que ha comido y que pasea, Y pasa las revistas con desnudos Y los avisos de Bullfight y La Manhattan Storage Warehouse, La que pronto demolern. Y pensar que aqu se hizo el Armory Show. Un vaso de jugo de papaya Y vuelta al trabajo. Llevo mi corazn en El bolsillo: Poemas, de Pierre Reverdy. Frank O`Hara

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Advertencia a los nios Nios, si os atrevis a pensar en la grandeza, la rareza, la demasa, la escasez de este precioso, nico e infinito mundo en el cual decs habitar, pensad en cosas as: bloques de pizarra circundando manchas rojas y verdes, circundando redes amarillo leonadas, circundando blancas y negras superficies de domin donde un pulcro paquete de papel marrn te invita a que desates el cordel. En el paquete una pequea isla, en la isla un gran rbol, en el rbol una fruta cascaruda. Arranca la corteza y hiende la piel: en la semilla vers bloques de pizarra circundados por manchas rojas y verdes, circundadas por redes amarillo leonadas, circundadas por blancas y negras superficies de domin, donde el mismo paquete de papel marrn nios, no toquis el cordel! Quien se atreve a desatar el paquete se encuentra de sbito dentro de l, en la isla, en la fruta, bloques de pizarra rodeando su cabeza, se encuentra circundado por manchas verdes y rojas, circundado por redes amarillo leonadas, circundado por negras y blancas superficies de domin, con el mismo paquete de papel an sin abrir en sus rodillas. Y si entonces se atreve a pensar en la escasez, la demasa, la rareza, la grandeza de este infinito, nico y precioso mundo en el cual dice habitar entonces desata el cordel. Robert Graves

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Alhambra Grata la voz del agua a quien abrumaron negras arenas, grato a la mano cncava el mrmol circular de la columna, gratos los finos laberintos del agua entre los limoneros, grata la msica del zjel, grato el amor y grata la plegaria dirigida a un Dios que est solo, grato el jazmn. Vano el alfanje ante las largas lanzas de los muchos, vano ser el mejor. Grato sentir o presentir, rey doliente, que tus dulzuras son adioses, que te ser negada la llave, que la cruz del infiel borrar la luna, que la tarde que miras es la ltima. Jorge Luis Borges

Amanecer de otoo A Julio Romero de Torres Una larga carretera entre grises peascales, y alguna humilde pradera donde pacen negros toros. Zarzas, malezas, jarales. Est la tierra mojada por las gotas del roco, y la alameda dorada, hacia la curva del ro. Tras los montes de violeta quebrado el primer albor: a la espalda la escopeta, entre sus galgos agudos caminando el cazador. Antonio Machado

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Los Ancianos Un solo nio vi, de rodillas, en el centro mismo de la calle, mirando hacia abajo en cuatro pies, como una gran eme curva. Otro haba sentado bajo el umbral de su casa. Qu esperaban? Qu esperan siempre los nios? Presentan como una comedia lejana. Es que son pequeos? O se ven as porque estn ms lejos? Largo rato juegan solos y meditan cosas simples. Una capa de misterio los encubre: son impermeables al mundo. Usan un palo en vez de lpiz, y por papel la tierra, y en ella trazan surcos que prohiben pisar. Primero los ojos, luego la cara. Primero ventanas, luego paredes y casa. Aunque ojos y ventanas queden flotando, fuera. Pequeas madres de muecas rotas, sin los brazos, sin crneo, con zigzag visible de yeso, fabrican vendas y faldas con pedazos de tela. La sopa es un agua transparente. La cama es una caja de cartn. Las almohadas y sbanas son piedras Hasta qu profundidades descienden? Los miramos, los tocamos, y estamos sin embargo siempre lejos, separados por ese su futuro. Anticipo prematuro de vejez, el nio vive solo,

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entre gigantes. Encogido y enjuto, proporcionado, pero diminuto. Todo en su vida es grande; desde el lecho de la madre hasta la madre misma, y el asiento aquel tan alto, al que ella, sin embargo, baja. Tan cerca todava de su origen, tan lejos an de nosotros, refleja el porvenir y lo pasado, y es insondable, como ambos. Su mirar absorto, su ser replegado, remoto, su larga sabidura, sin endoso. Enanos, pulgas, escarabajos, pequeos murcilagos, araas, de todo se esconde tras sus formas humanas. Josefina, se llaman, Teresa, Estanislao, Rodolfo. Nombres que ellos mismos desconocen. De acuerdo con el siglo sus madres los visten. Recipientes vacos donde se aloja el tiempo. Nada puede, sin embargo, reducir su desamparo. Ellos miran el ojo de su madre, animal de vida propia, casa propia, pelos. Su visin es ms certera que la nuestra. Sus errores son slo percepciones primeras. Llaman al lago mar, y al trigo del campo, ramas, y a los tranvas, trenes, y a las rocas, montaas. No son sacerdotes, sino reyes, los que ofician la misa. No levantan polvo, los zapatos, sino humo.

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Los objetos no se han roto, se han rompido. Y son plumas, no son pelos, los que tiene el padre en el sexo. As remueven volcanes, con su asombro suave. Remueven y reforman los conceptos. Poetas sin nombre ni diploma, artfices ingenuos de lo extrao, no constituyen sindicatos, ni gremios, ni se renen, ni se otorgan premios. Ms pura, su poesa, que todas las estrofas, no necesita ser escrita, ni leda, vive por s sola, sin ayuda. Si el raquitismo desarrolla en ellos grandes frentes de pensadores, si la misma soledad los pone pensativos, cul es el cansancio que de pronto les coge? dnde queda su primitiva potencia? por qu mueren, se extinguen, desaparecen los nios? Por qu no crecen como tales? Alfonso Echeverra

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La Anguila La anguila, la sirena de los mares que, fros, deja el Bltico para llegar a nuestros mares, a nuestros estuarios, a los ros, que remonta, profunda, bajo adversas crecidas, de ramal en ramal, sutilizados de cabello en cabello siempre ms hacia dentro, ms hacia el corazn de la pea, filtrndose entre bolsas de cieno hasta que un da una luz arrojada por castaos enciende su desliz en pozas pantanosas, en zanjas que descienden por las pendientes de los Apeninos a la Romaa, la anguila, antorcha, fusta, flecha de amor en tierra que solamente los barrancos nuestros o arroyos pirenaicos desecados- conducen a parasos de fecundaciones, el alma verde que rebusca vida donde muerde el bochorno y la desolacin, la centella que dice: Todo principia cuando ya parece carbonizarse, tronco sepultado, breve iris, mellizo del tuyo, del que engarzan tus pestaas, y haces brillar, intacto, en medio de los hijos del hombre, sumergidos en tu lodo, la anguila puedes no creerla hermana? Eugenio Montale El rbol Yo me ergua tranquilo y era un rbol en la mitad del bosque que saba la verdad de cosas nunca vistas: de Dafne y de la rama de laurel y de aquella antigua pareja que festej a los dioses y creci como olmo y roble en medio del campo. Hasta que los dioses fueron cortsmente invocados, y trados hasta la misma hoguera de su hogar, no pudieron realizar tal prodigio; sin embargo, yo he sido un rbol en el bosque y he comprendido muchas cosas nuevas que antes para m eran absolutas locuras. Ezra Pound

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As como no podemos sostener mucho tiempo una mirada, tampoco podemos sostener mucho tiempo la alegra, la espiral del amor, la gratuidad del pensamiento, la tierra en suspensin del cntico. No podemos ni siquiera sostener mucho tiempo las proporciones del silencio cuando algo lo visita. Y menos todava cuando nada lo visita. El hombre no puede sostener mucho tiempo al hombre, ni tampoco a lo que no es el hombre. Y sin embargo puede soportar el peso inexorable de lo que no existe. Roberto Juarroz El Atavo de las Cosas Si alguna vez perdis el gusto por los objetos, observad entonces, no sin cierto prejuicio, las insidiosas modificaciones aportadas en su superficie por los sensacionales acontecimientos de la luz o el viento, segn huyan las nubes, segn tal o cual grupo de bombillas diurnas se apague o encienda, adems de estas continuadas sacudidas mentales, estas vibraciones, estos vahos, estos hlitos, estos juegos de soplos, de ligeros pedos. Amad la compaa de estos mosquitos y sus evoluciones a vuestra altura, al abrigo de los pjaros bajo rboles proporcionados a vuestra talla. Conmoveos con estos acontecimientos sensacionales y mutaciones, grandiosas aunque delicadas, extraordinariamente dramticas, aunque ordinariamente desapercibidas. Pero la explicacin por el sol y el viento, constantemente presente en vuestro espritu, os priva de muchas sorpresas y maravillas. En el paisaje de un bosque ninguno de estos acontecimientos os hace detener vuestra marcha, ni os sumerge en la estupefaccin de una atencin dramtica, mientras que la aparicin de la forma ms banal, la irrupcin de un pjaro, por ejemplo, en seguida os cautiva. Aprended, pues, a considerar el da simplemente. Es decir, por encima de las tierras y de sus objetos, estos milagros de bombillas o frascos suspendidos de un firmamento, pero en todas las alturas y en todos los lugares, de suerte que lo disimulen en vez de mostrarlo. Se apagan y encienden de nuevo, y arropan con atavos al espectador al mismo tiempo que al espectculo, cambiando segn la hora y el lugar, siguiendo la voluntad o capricho de algn poderoso apuntador de escena, o quiz los soplos de viento que sentimos sobre las mejillas, y tambin los que no sentimos. Francis Ponge

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Atorrante La gente que estaba mejor que nosotros era tranquila. Vivan en casas pintadas y tenan retretes con agua corriente. Conducan autos de marca y ao conocidos. Los que estaban peor daban pena y no trabajaban. Sus raros autos quedaban en patios llenos de polvo. Pasan los aos y las cosas y la gente Son reemplazados. Pero esto sigue siendo cierto: Nunca me gust trabajar. Mi aspiracin era estar siempre de Atorrante. Me daba cuenta de ese mrito. Me gustaba la idea de sentarme en una silla Enfrente de la casa durante horas, sin hacer nada Que no fuera llevar sombrero y beber gaseosa. Qu hay de malo en eso? Dar chupadas a un cigarrillo de vez en cuando. Escupir. Hacer cosas de madera con un cuchillo. A quin hace dao eso? Llamar a veces A los perros para cazar conejos. Haga la prueba. Una que otra vez saludar a gritos a un chico rubio, Gordo como yo y decirle Parece que nos conocemos Y no Qu vas a ser cuando grande? Raymond Carver Autorretrato Considerad muchachos Este gabn de fraile mendicante: Soy profesor en un liceo obscuro, He perdido la voz haciendo clases. (Despus de todo o nada Hago cuarenta horas semanales) Qu les dice mi cara abofeteada? Verdad que inspira lstima mirarme! Y qu les sugieren estos zapatos de cura Que envejecieron sin arte ni parte. En materia de ojos, a tres metros No reconozco ni a mi propia madre. Qu me sucede? - Nada! Me los he arruinado haciendo clases: La mala luz, el sol, La venenosa luna miserable. Y todo para qu! Para ganar un pan imperdonable Duro como la cara del burgus Y con olor y con sabor a sangre. Para qu hemos nacido como hombres Si nos dan una muerte de animales!

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Por el exceso de trabajo, a veces Veo formas extraas en el aire, Oigo carreras locas, Risas, conversaciones criminales. Observad estas manos Y esas mejillas blancas de cadver, Estos escasos pelos que me quedan. Estas negras arrugas infernales! Sin embargo yo fui tal como ustedes, Joven, lleno de bellos ideales, So fundiendo el cobre Y limando las caras del diamante: Aqu me tienen hoy Detrs de este mesn inconfortable Embrutecido por el sonsonete De las quinientas horas semanales. Nicanor Parra Autorretrato Con un rojo sombrero de inviernos azules ojos que sonren tan slo cabeza y hombros apiados en el lienzo brazos cruzados y una gran oreja la derecha descubriendo el rostro ligeramente inclinado un grueso gabn de lana con grandes botones y cuello cerrado que deja ver una nariz bulbosa pero los ojos enrojecidos del mucho uso y sin duda azuzados duramente por l aunque las delicadas muecas muestran que ha sido un hombre poco habituado a trabajos manuales sin afeitar su barba rubia slo cuidada a medias sin tiempo para nada que no fueran sus cuadros William C. Williams

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La Aventura Pende La aventura pende del cuello de su rival El amor cuya mirada se encuentra o se extrava En los espacios de los ojos desiertos o poblados. Todas las aventuras del rostro humano Gritos sin eco signos de tiempos muertos que nadie recuerda Tantos rostros hermosos tan hermosos Ocultos por las lgrimas Tantos ojos tan seguros de sus noches Como amantes que mueren juntos Tantos besos al abrigo de la roca y tanta agua sin nubes Apariciones surgidas de ausencias eternas Todo era digno de ser amado Los tesoros son paredes con sombra ciega Y el amor est en el mundo para olvidar al mundo. Paul Eluard Balada de lo que no vuelve Vena hacia m por la sonrisa Por el camino de su gracia Y cambiaba las horas del da El cielo de la noche se converta en el cielo del amanecer El mar era un rbol frondoso lleno de pjaros Las flores daban campanadas de alegra Y mi corazn se pona a perfumar enloquecido. Van andando los das a lo largo del ao En dnde ests? Me crece la mirada Se me alargan las manos En vano la soledad abre sus puertas Y el silencio se llena de tus pasos de antao Me crece el corazn Se me alargan los ojos Y quisiera pedir otros ojos Para ponerlos all donde terminan los mos En dnde ests ahora? Qu sitio del mundo se est haciendo tibio con tu presencia? Me crece el corazn como una esponja O como esos corales que van a formar islas Es intil mirar los astros O interrogar las piedras encanecidas Es intil mirar ese rbol que te dijo adis el ltimo Y te saludar el primero a tu regreso

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Eres sustancia de lejana Y no hay remedio Andan los das en tu busca A qu seguir por todas partes la huella de sus pasos El tiempo canta dulcemente Mientras la herida cierra los prpados para dormirse Me crece el corazn Hasta romper sus horizontes Hasta saltar por encima de los rboles Y estrellarse en el cielo La noche sabe qu corazn tiene ms amargura Sigo las flores y me pierdo en el tiempo De soledad en soledad Sigo las olas y me pierdo en la noche De soledad en soledad T has escondido la luz en alguna parte En dnde? En dnde? Andan los das en tu busca Los das llagados coronados de espinas Se caen se levantan Y van goteando sangre Te buscan los caminos de la tierra De soledad en soledad Me crece terriblemente el corazn Nada vuelve Todo es otra cosa Nada vuelve nada vuelve Se van las flores y las hierbas El perfume apenas llega como una campanada de otra provincia. Vienen otras miradas y otras voces Viene otra gente en el ro Vienen otras hojas de repente en el bosque Todo es otra cosa Nada vuelve Se fueron los caminos Se fueron los minutos y las horas Se alej el ro para siempre Como los cometas que tanto admiramos Desbordar mi corazn sobre la tierra Y el universo ser mi corazn Vicente Huidobro

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Balada escrita en una clnica. En el surco de la emergencia: cuando se solt tras los montes la loca cometa agostea en el aire aun sereno -pero, para nosotros, terror y oscuridad y hundimiento de puentes y pasarelas sobre nosotros como Jons sepultados en el vientre de la ballenay yo me volv y el espejo de m no era ya el mismo porque garganta y pecho te haban de pronto encerrado en un maniqu de escayola. En el hueco de tus rbitas brillaban lentes de lgrimas ms espesos que estas tus gruesas gafas de tortuga que de noche te quito y acerco a las ampollas de la morfina. El dios taurino no era el nuestro, sino el Dios que colorea de fuego los lirios del foso: invoqu a Aries y la fuga del monstruo carnudo arrastr con el ltimo orgullo tambin el corazn quebrado por tu tos. Espero una seal, si est prxima la hora del rapto final: estoy dispuesto y la penitencia empieza desde ahora en el oscuro sollozo de valles y barrancos de la otra Emergencia. Has puesto en la mesilla el bulldog de madera, el despertador de minuteros fosforescentes que esparce un tenue esplendor en tu duermevela, la nada que basta a quien quiere forzar la puerta cerrada y fuera, roja, en su asta, se despliega en lo alto una cruz. Tambin contigo me asomo a la voz que irrumpe en el alba, a la enorme presencia de los muertos; y despus el aullido del perro de madera es el mo, mudo. Eugenio Montale.

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Las Buscadoras de Piojos Cuando la frente infante, con sus rojas tormentas convoca al blanco enjambre de los sueos difusos, llegan junto a su cama dos hermanas risueas con sus grciles dedos de uas argentinas. Sientan al nio frente al ventanal abierto, donde el aire azul baa torbellinos de flores y por su denso pelo preado de roco sus dedos se pasean, seductores, terribles. l, escucha el cantar de sus hlitos tmidos que expanden amplias mieles vegetales y rosas y que irrumpe a veces un silbido saliva que los labios absorben o ganas de besar. Escucha sus pestaas latir en el silencio perfumado; y sus dedos, elctricos y suaves, provocan los chasquidos, entre indolencias grises, de los piojillos muertos, por sus uas de reina. Y un vino de Pereza sube en l, un suspiro de armnica, capaz de llegar al delirio: y el nio siente, al ritmo lento de las caricias, cmo brotan y mueren sus ansias de llorar. J. Arthur Rimbaud. Campen Finlands Campen Finlands, ests tendido en la relumbre de tu ltimo Stadium, rojo como el faisn en su vida y su muerte, de heridas pespunteando y apurado grgola viva de tu propia sangre. Has cado en las nieves de tu infancia, en filos azulados y en espejos acrrimos diciendo no! hacia el Norte y el Este, un no! que aprieta los gajos de nieve, endurece como diamantes los skes y para el tanque como un jabal Nadador, pelotaris, corredor, que te quemen el nombre y te llamen Finlandia. Benditos sean tu ltima pista, el meridiano que tom tu cuerpo y el sol de medianoche, que te cedi el milagro. Negaste al invasor el sorbo de tus lagos, tus caminos y la hebra de tus renos,

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el umbral de tu casa, el cubo de tu arena, el arco-iris de las Vrgenes de Cristo, la bautizada frente de tus nios. Te miran tus quinientos lagos que probaron tu cuerpo uno por uno. Se empina, atarantada, por saberte, la morsa, como cuando gritabas la Maratn ganada, y dos renos te echan el humo del aliento en dos pitones blancos que se hacen y deshacen Para que no te allen, te bailen ni te befen esta noche los trtaros dementes, cuyas botas humean de nieve y tropela, las mujeres te conducimos como a un hijo, alzamos la nonada de tu cuerpo y vamos a quemarte en tus pinos del Norte. No lloran ni las madres ni los nios, ni aun el hielo en la Finlandia enjuta como la Macabea, que da sudor de sangre y da de mamar sangre, pero no llora llanto; y nosotras tampoco lloramos, atizando el ruedo y los cogollos de tu hoguera. La hoguera es alta como el trance, y arde sin humo y sin ceniza, toda en fucsias y en dalias, mientras suena el infierno de los tanques, la frontera de su metal, castaetea y caen los aviones en sesgo de vergenza Campen finlands, saltas ahora ms hermoso que en todos tus Stadiums. Subes y vas oreando tu sangre con el rollo del viento que te enjuga. Partes el cielo, res y lloras al abrazar a Judas Macabeo! Gabriela Mistral La cancin del Camino Quin se ilusionara por partir hacia este o aquel lugar? Nada hay bajo los cielos azulsimos que sea digno del viaje. Por todas partes se inician sendas y la gente camina con fervor por ellas; pero adondequiera que lleven esas rutas, ten por seguro que nada hay al final. Robert L. Stevenson

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Cancin del destino Paseis en lo alto de la luz por blando suelo, oh genios venturosos! Resplandecientes aires divinos apenas si os rozan como los dedos del msico a las cuerdas sagradas. Libres del Destino, semejantes al nio que duerme en una cuna, viven los Celestiales. Guardada castamente en un modesto capullo sus almas florecen de eternidad y en sus dichosos ojos brilla calmadamente la eterna claridad. Nosotros en cambio, en ninguna parte hallamos reposo. Los hombres dolorosos se borran y caen ciegamente impulsados hora tras hora como el agua que va de pea en pea resbalando, y mientras pasan los aos ceden a lo incierto. Friedrich Hlderlin.

Cancin Infantil de Deux-Svres En Pars, hay una calle; en esta calle, hay una casa; en esta casa , hay una escalera; en esta escalera, hay una habitacin; en esta habitacin, hay una mesa; sobre esta mesa, hay un tapete; sobre este tapete, hay una jaula; en esta jaula, hay un nido; en este nido, hay un huevo; en este huevo, hay un pjaro. El pjaro hizo caer el huevo; el huevo hizo caer el nido; el nido hizo caer la jaula; la jaula hizo caer el tapete el tapete hizo caer la mesa; la mesa hizo caer la habitacin; la habitacin hizo caer la escalera; la escalera hizo caer la casa; la casa hizo caer la calle; la calle hizo caer la ciudad de Pars. Paul Eluard

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La casa de Yves La casa de Yves Tanguy Donde se entra slo de noche Con la lmpara-tempestad Afuera el pas transparente Un adivino en su elemento Con la lmpara tempestad Con el aserradero tan laborioso que ya no se lo ve Y la tela estampada del cielo -Vamos, lo sobrenatural al suelo Con la lmpara-tempestad Con el aserradero tan laborioso que ya no se lo ve Con todas las estrellas del infierno Hecha de lazos y jambajes Color de cangrejo en el oleaje Con la lmpara-tempestad Con el aserradero tan laborioso que ya no se lo ve Con todas las estrellas del infierno Con los tranvas delirantes retenidos slo por sus cables El espacio encadenado, el tiempo disminuido Ariana en su aposento-cofrecillo Con la lmpara-tempestad Con el aserradero tan laborioso que ya no se lo ve Con todas las estrellas del infierno Con los tranvas delirantes retenidos slo por sus cables Con las crines sin fin del argonauta El servicio est a cargo de falenas Que se cubren los ojos con telas Con la lmpara-tempestad Con el aserradero tan laborioso que ya no se lo ve Con todas las estrellas del infierno Con los tranvas delirantes retenidos slo por sus cables Con las crines sin fin del argonauta Con el moblaje fulgurante del desierto All se mata all se cura Y sin tapujos se conspira Con la lmpara-tempestad

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Con el aserradero tan laborioso que ya no se lo ve Con todas las estrellas del infierno Con los tranvas delirantes retenidos slo por sus cables Con las crines sin fin del argonauta Con el moblaje fulgurante del desierto Con las seales que intercambian los amantes desde lejos sa es la casa de Yves Tanguy. Andr Breton La casa de los muertos Extendindose sobre los costados del cementerio La casa de los muertos lo encuadraba como un claustro Dentro de sus vitrinas Semejantes a las de las tiendas de modas En lugar de sonrer de pie Los maniques gesticulaban para la eternidad. A los quince o veinte das de haber llegado a Munich Por primera vez y por azar me adentr En aquel cementerio casi desierto Y mis dientes se pusieron a crujir Ante toda aquella burguesa Expuesta y vestida lo mejor posible En espera de su sepultura. De pronto Con la rapidez de mi memoria Los ojos se iluminaron de nuevo De celda en celda encristalada El cielo se pobl de un Apocalipsis Vivaz Y la tierra plana hasta el infinito Como antes de Galileo Se cubri de mil inmviles mitologas Un ngel de diamante rompi todas las vitrinas Y los muertos me rodearon Con sus semblantes del otro mundo. Pero sus rostros y sus actitudes Se hicieron en seguida menos fnebres El cielo y la tierra perdieron Su aspecto fantasmagrico Los muertos se alegraban De ver entre ellos y la luz sus cuerpos difuntos Se rean de su sombra y la miraban Como si verdaderamente Aquello hubiera sido su antigua vida

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Entonces los cont Eran cuarenta y nueve hombres Mujeres y nios Que a los ojos vistas se embellecan Y ahora me miraban Con tanta cordialidad Incluso con tanta ternura Que nos hicimos amigos Y los invit a un paseo Lejos de las arcadas de su casa Y todos enlazados del brazo Canturreando canciones militares S vuestros pecados estn absueltos Abandonamos el cementerio Atravesamos la ciudad Y a menudo nos encontrbamos Con parientes y amigos que se unan A la pequea tropa de los muertos recientes Todos eran tan alegres Tan encantadores y estaban en tan buen estado Que muy astuto haba de ser quien hubiera podido Distinguir a los muertos de los vivos Ms tarde en el campo Nos diseminamos Dos soldados de caballera se nos unieron Y los festejamos Cortaron unos tallos de viburno Y de sauco Y con ellos hicieron unos pitos Que distribuyeron entre los nios Despus en un baile campestre Las parejas con las manos en los hombros Bailaron al agrio son de la ctara No haban olvidado la danza Aquellos muertos y aquellas muertas Tambin se poda beber Y de cuando en cuando una campana Anunciaba que un nuevo tonel Iba a abrirse Una muerta sentada en un banco Cerca de un matorral de agracejo Dejaba que un estudiante Arrodillado a sus pies Le hablara de matrimonio

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Te esperar Diez aos veinte aos si es preciso Tu voluntad ser la ma Te esperar Toda tu vida Respondi la muerta Unos nios De este mundo o acaso del otro Cantaban esas rondas De palabras absurdas y lricas Que sin duda son los restos De los ms antiguos monumentos poticos De la humanidad El estudiante puso una sortija En el dedo anular de la joven muerta Esta es la prenda de mi amor De nuestros esponsales Ni el tiempo ni la ausencia Nos harn olvidar nuestra promesa Y un da tendremos una hermosa boda Con ramos de mirto En nuestros vestidos y en tu cabeza Un buen sermn en la iglesia Largos discursos despus del banquete Y msica Msica Nuestros hijos Dijo la novia Sern ms bellos ms bellos todava Ay la sortija estaba rota Que si fueran de plata o de oro De diamante o esmeralda Sern ms claros ms claros todava Que los astros del firmamento Que la luz de la aurora Que tus miradas amor mo Ay la sortija estaba rota Que la lila que acaba de abrirse Que el tomillo la rosa o un ramo De alhucema o romero Cuando los msicos se fueron Continuamos el paseo A orillas de un lago Nos divertimos haciendo que rebotaran Unos guijarros planos Sobre el agua que apenas se mova

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Unas barcas estaban amarradas En una cala Las desatamos Despus que toda la tropa estuvo embarcada Y algunos muertos empezaron a remar Con tanto vigor como los vivos En la proa del barco que yo pilotaba Un muerto hablaba con una muchacha Vestida con un traje amarillo Y un corpio negro Con cintas azules y un sombrero gris Adornado con una sola pluma desrizada Te quiero Deca l Como el palomo quiere a la paloma Como el insecto nocturno quiere a la luz Demasiado tarde Contestaba la muchacha Rehusa rehusa a ese amor prohibido Estoy cansada Mira brillar el anillo Me tiemblan las manos Quisiera morir y lloro Las barcas haban llegado A un lugar donde los soldados de caballera Saban que un eco responda desde la orilla Nos cansbamos de hacer preguntas Y hubo algunas tan extravagantes Y respuestas con tanto sentido Que era como para morir de risa Y el muerto deca a la mujer viva Seramos tan felices juntos Sobre nosotros el agua se cerrar Pero t lloras y tus manos tiemblan Ninguno volveremos Regresamos a tierra y fue el retorno Los enamorados entre s se amaban Y por parejas sus hermosas bocas Iban a distancias desiguales Los muertos haban elegido a las vivientes Y los vivos A las muertas A veces un enebro Haca el efecto de un fantasma Los nios desgarraban el aire Silbando con las mejillas huecas

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En sus pitos de viburno O de sauco Mientras que los militares Cantaban tirolesas Respondindose como es costumbre En la montaa En la ciudad Nuestra tropa fue disminuyendo poco a poco Nos decamos Hasta la vista Hasta maana Hasta pronto Muchos entraron en las cerveceras Algunos nos abandonaron Delante de una carnicera canina Para comprar su cena Pronto me qued solo con los muertos Que se iban derechos Al cementerio Donde Bajo las arcadas Los reconoc Acostados Inmviles Y bien vestidos Esperando la sepultura detrs de los cristales No sospechaban nada De lo que haba sucedido Pero los vivos conservaban el recuerdo Era una dicha inesperada Y tan cierta Que no teman perderla Vivan tan noblemente Que quienes todava la vspera Los consideraban sus semejantes O incluso algo menos Ahora admiraban Su poder su riqueza y su genio Pues nada hay que eleve ms Que haber amado a un muerto o a una muerta Se hace uno tan duro que se llega En los ventisqueros de la memoria A confundirse con el recuerdo Uno se fortalece para toda la vida Y no se tiene ya necesidad de nadie Guillaume Apollinaire

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La chica de senos grandes bajo un jersey azul sin sombrerocruza la calle leyendo un peridico, se detiene, da media vuelta y mira hacia abajo como si hubiera visto una moneda en el suelo William C. Williams

COMPRENSIN Los aos de mi juventud, mi vida voluptuosacmo veo ahora claramente su sentido. Qu intiles arrepentimientos, qu vanos Pero no vea el sentido entonces. En la vida disipada de mi juventud se plasmaban los impulsos de mi poesa, se esbozaba el mbito de mi arte. Por eso tampoco los arrepentimientos nunca fueron firmes. Y las decisiones de contenerme, de cambiar duraban dos semanas a lo ms. Constantino P. Cavafis

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Confianza en el anteojo, no en el ojo; en la escalera, nunca en el peldao; en el ala, no en el ave y en ti slo, en ti slo, en ti slo. Confianza en la maldad, no en el malvado; en el vaso, mas nunca en el licor; en el cadver, no en el hombre y en ti slo, en ti slo, en ti slo. Confianza en muchos, pero ya no en uno; en el cauce, jams en la corriente; en los calzones, no en las piernas y en ti slo, en ti slo, en ti slo. Confianza en la ventana, no en la puerta; en la madre, mas no en los nueve meses; en el destino, no en el dado de oro, y en ti slo, en ti slo, en ti slo. Csar Vallejo El Corazn duro Yo no hubiera querido volver a mirar tu triste rostro Tus mejillas agrietadas y tu rostro al viento Yo he partido a travs de los campos Bajo esos bosques hmedos Da y noche Bajo el Sol y bajo la lluvia Bajo mis pies crujan las hojas muertas A veces la Luna brillaba Nos hemos encontrado cara a cara Mirndonos sin decirnos nada Y yo no tena tiempo para volver Yo me he quedado mucho tiempo amarrado contra un rbol Con tu terrible amor delante de m Ms angustiado que en una pesadilla Alguien ms grande que t al fin me ha libertado Todas las miradas llorosas me persiguen Y esta debilidad contra la cual no se puede luchar Huyo rpidamente hacia la maldad Hacia la fuerza que eleva sus puos como armas Sobre el monstruo que me ha arrancado de tu dulzura con sus garras Me voy respirando a plenos pulmones A travs de los campos a travs de los bosques Hacia la ciudad maravillosa donde late mi corazn. Pierre Reverdy

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Crucifixin No llores por m, Madre, si en la tumba yazco 1 El coro de ngeles alab la gran hora, y los cielos se abrieron en fuego y resplandores. , al padre implora, y a la Madre -. 2 Magdalena se conmova y lloraba, el discpulo amado de piedra era, y all, donde en silencio estaba la madre, nadie mirar os siquiera. Ana Ajmtova Un Da arrojaremos, es posible, las Mscaras Un da arrojaremos, es posible, las mscaras que nos cubren el rostro sin saberlo. Identificar as a los hombres es difcil. Tal vez haya entre muchos, quizs entre millones, uno en quin cara y mscara coinciden, y l solo nos podra revelar la palabra que de siempre aguardamos; pero puede que l mismo desconozca su propio privilegio. Aquel que la ha sabido, si jams hubo alguno, su don con balbuceos o algo peor pag. No vala la pena conocerle. Su nombre fue siempre impronunciable, por razones no slo de fontica. La ciencia de otras cosas se ocupa o desocupa. Eugenio Montale Economa Ahora hablan lo nmeros, Hay poco de que bromear. Esta especie de horario ferroviario Habla de convoyes que van Lejos. Hasta blindados, Si es necesario, por esto Hazte a un lado Y saludando con la mano sonre Mientras pasan. Ahora Scherezade no puede hacer nada. Valerio Magrelli

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EN EL BOSQUE Pero es que en cabaas habita el hombre, y se cubre De avergonzados atuendos, pues tambin l tiene su Intimidad y atencin; y del hecho que l se deba al espritu, As como lo hace la sacerdotisa con el fuego divino, Esto es lo que constituye su entendimiento. Y es por eso que carece de arbitrariedad y de Una fuerza superior, y para cumplir con los divinos Le ha sido asignado al hombre el ms peligroso de los bienes, el lenguaje, para que el hombre al crear, destruir y decaer, retorne desde aqul a la madre y maestra eterna, y para que produzca lo que a l le haya sido legado desde sta, lo suyo ms divino, que aprenda de ella la forma del amor que todo lo sustenta. Friedrich Hlderlin

En el Humo Cuntas veces he estado en el fro y la niebla del andn, esperndote. Paseaba carraspeando, comprando peridicos sin nombre, fumando Giuba, suprimidos luego por el estpido ministro del tabaco. Quizs un tren fallido o uno de refuerzo o un servicio anulado. Examinaba las carretillas de los equipajes por si viniese el tuyo y t llegaras, demorada, despus. Y surgas, la ltima. Es tan slo un recuerdo. Pero en sueos me acosa. Eugenio Montale

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En las escenas ms grandiosas de Goya parece que vemos a la gente del mundo exactamente la primera vez que obtuvieron el ttulo de humanidad sufriente` Se retuercen sobre la pgina en una verdadera furia de adversidad Amontonados gimiendo con bebs y bayonetas bajo cielos de cemento en un paisaje abstracto de rboles reventados estatuas inclinadas alas de murcilago y picos picotas resbalosas cadveres y gallos carnvoros y todos los vociferantes monstruos finales de la imaginacin del desastre son tan jodidamente reales es como si an existieran Y existen Slo se cambi el paisaje Todava se alinean por los caminos plagados de legionarios molinos falsos y gallos dementes Es la misma gente slo que ms lejos de casa en carreteras de cincuenta pistas de ancho en un continente de concreto espaciados por carteles inspidos que ilustran ilusiones de felicidad estpida La escena muestra menos carretas pero ms ciudadanos tullidos en autos pintados y tienen placas extraas y motores que se devoran la Amrica Lawrence Ferlinghetti

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En memoria de Sigmund Freud (m. en sept. de 1939) Cuando hay tantos a los que lloraremos y el dolor es tan pblico, y se ha expuesto a crticas de todo un tiempo lo frgil de la angustia y la conciencia, de quienes hablaremos? Se nos mueren a diario los que hacan el bien, concientes de que nunca era bastante, intentando mejorar. As fue este doctor: a los 80 pensaba en nuestra vida an: catica, que siempre un vago futuro somete con halagos o amenazas. Pero no pudo ser; cerr los ojos ante una imagen ltima y comn: los problemas como familia confusa, celosa de nuestra muerte. Pues tuvo alrededor hasta el final a quienes estudi, fauna nocturna, sombras que aguardaban la rbita brillante de su reconocimiento y que tuvieron que irse defraudados mientras que l, desde su vocacin, era devuelto al polvo en Londres, gran judo muerto en el exilio. Slo se alegr el Odio, que vea crecer as su srdida clientela, que cree curarse asesinando, cubriendo de cenizas los jardines. Sigue viva, en un mundo que l cambi tan slo con mirar atrs sin falsas excusas; slo con memoria de viejo y sinceridad de nio. No fue listo del todo: slo hizo que el infeliz Presente recitase el Pasado, leccin potica que se atascaba en el verso en que viejas acusaciones comenzaban. Y l saba enseguida quin fue el juez, lo absurdo y feliz de la vida, que era perdonada y, humilde, iba con amistad hacia Futuro y sin un vestuario de pretextos, sin mscara de recitador o familiaridades excesivas. Viejas culturas de la vanidad y la perturbacin, as previeron prncipes cados: derrumbe del negocio de la frustracin; si l tena xito, ay, el mundo se volva imposible; se rompa el monolito del Estado, la asociacin de los vengadores. Rezaban, por supuesto. Y l segua su ruta, como Dante, a los perdidos y heridos; al ftido foso en que malviven los rechazados, y nos mostr que el mal no es consabidos actos punibles, sino falta de confianza, el fraude de la negacin, la concupiscencia del que oprime. Si tena resabios autocrticos, dureza paternal de la que l mismo desconfi en sus expresiones, slo era el mimetismo protector de quien pas su vida entre enemigos; y si se equivocaba, absurdo a veces, ahora no es una persona, sino un entero clima de opinin bajo el que conducimos nuestras vidas: ayuda o entorpece como un clima: el orgulloso, para serlo lo tiene ms difcil, y el tirano, al vrselas con l, no le hace caso. Cerca calladamente nuestros hbitos y alcanza a los cansados hasta el pueblo ms remoto y miserable, y se notan cambiar, reconfortados; hasta el pequeo Estado en que los nios con un hogar sin libertad,

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colmena cuya miel es temor, se calman y confan en la huida, echados en la hierba del descuido mientras tantos olvidos viejos descubre l con su luz infatigable: vuelven, as, preciados otra vez, juegos que con la edad abandonamos, ruidillos que nunca reamos, muecas de cuando no miraba nadie. Pero l querra ms para nosotros. A menudo, ser libre es estar solo. Unira los trozos rotos por nuestra noble idea de justicia; devolvera al grande el albedro con el que el ms pequeo slo puede enzarzarse; devolvera al hijo el rico espritu materno, y nos recordara sobre todo el entusiasmo hacia la noche: aparte del sentimiento de prodigio que slo ella ofrece, porque ella precisa nuestro amor. Sus criaturas, con grandes ojos tristes nos reclaman que les pidamos que nos sigan: exiliados que esperaban un futuro que est en nuestro poder. Se alegraran tambin de iluminarnos como l; de aguantar que gritemos Judas como l y todos los que iluminan. Una voz racional calla. En su tumba llora de amor la corte del Impulso: triste est Eros, constructor de ciudades; y llorando, la anrquica Afrodita. W. H. Auden En mi oficio o arte sombro En mi oficio o arte sombro ejercido en la noche silenciosa cuando slo la luna se enfurece y los amantes yacen en el lecho con todas sus penas en los brazos, junto a una luz que canta yo trabajo no por pan o ambicin o vanidad, o el trueque de encantos en escenarios de marfil sino por la sencilla paga de sus ms secretos corazones. No para el hombre soberbio que se aparta de la luna enfurecida escribo en estas pginas de espuma llevada por el viento ni para los muertos encumbrados con sus salmos y ruiseores sino para los amantes, sus brazos que envuelven la pena de los siglos, los que no pagan ningn elogio ni salario ni les importa mi arte u oficio. Dylan Thomas

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En una Estacin de Metro La aparicin de estos rostros en la turba; Ptalos en una rama negra, y hmeda.

Ezra Pound

LO ESCRITO se ahueca, lo hablado, verdemar, arde en las bahas, en los nombres diluidos brincan los delfines, en el no lugar eternizado, aqu, en la memoria de las ensordecedoras campanas en -dnde, pues? quin resuella en este cuarteto de sombras, quin entre ellas de sbito brilla, brilla, de sbito brilla? Paul Celan

Fidelidad La fidelidad y el amor son dos cosas distintas, como una flor y una gema. Como una flor, el amor debe marchitarse y transformarse en otra cosa, si no, no sera amor. Oh, las flores se marchitan porque son movidas suavemente y un torrente de vida late hasta en la cspide de sus vahos, centelleante, y se enrosca alrededor de la curvada parbola del vuelo,

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y penetra, y huye, como un cometa cruzando lo invisible. Oh, las flores estn todo el tiempo viajando como cometas, y llegan hasta nosotros por un da, o dos, y se alejan, imperceptiblemente parten otra vez. Y nosotros, nosotros debemos agarrarlas al vuelo y dejarlas ir. Pues las flores embalsamadas, inmortales, no son flores; las flores son puro movimiento, trnsito veloz, gesto coloreado; y es ese su encanto. Y eso es el amor. Pero una gema es diferente, vive mucho ms que nosotros, tanto y tanto tiempo, que parecen existir para siempre. Sin embargo sabemos, que como las flores, y como nosotros, aunque ms lentamente, emana algo. Oh la calma y maravillosa emanacin del zafiro! Todo fluye, y cada cosa que fluye, es referida a otra. Flores y zafiros y nosotros, fluimos distintamente. En antiguos das, cuando los zafiros eran gestados y surgan durante los salvajes orgasmos del caos, y nacan las rocas, el tiempo era ms lento. Y llev eones producir un zafiro, y eones aclararlo. Y a una flor le lleva un verano. Y el hombre y la mujer son como la tierra, que crea flores y amor durante el verano, mientras su interior permanece de piedra. Y ms vieja que las flores, que los helechos, y que las grutas salvajes, y que el plasma juntos, es el interior del alma del hombre. Y cuando a travs de los violentos orgasmos del amor, suavemente se gesta una gema, el corazn del hombre y la mujer, vueltos roca como antao, y fundidos uno en otro, dan nacimiento a ese cristal de paz, a la suave, dura joya de la confianza, al zafiro de la fidelidad. La gema de mutua paz surgiendo del salvaje caos del amor. D. H. Lawrence.

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Fuga de Muerte Leche negra del alba la bebemos al atardecer la bebemos al medioda y a la maana la bebemos de noche bebemos y bebemos cavamos una fosa en los aires all no hay estrechez En la casa vive un hombre que juega con las serpientes que escribe que escribe al oscurecer a Alemania tu cabello de oro Margarete lo escribe y sale a la puerta de casa y brillan las estrellas silba llamando a sus perros silba y salen sus judos manda a cavar una fosa en la tierra nos ordena tocar ahora ms msica de baile Leche negra del alba te bebemos de noche te bebemos de maana y al medioda te bebemos al atardecer bebemos y bebemos En la casa habita un hombre que juega con las serpientes que escribe que escribe al oscurecer a Alemania tu cabello de oro Margarete Tu cabello de ceniza Sulamita cavamos una fosa en los aires all no hay estrechez. Grita cavad ms hondo en el reino de la tierra los unos y los otros cantad y tocad echa mano al hierro en el cinto lo blande tiene ojos azules hincad ms hondo las palas los unos y los otros volved a tocar msica de baile. Leche negra del alba te bebemos de noche te bebemos al medioda y a la maana te bebemos al atardecer bebemos y bebemos un hombre vive en la casa tu cabello de oro Margarete tu cabello de ceniza Sulamita l juega con serpientes Grita tocad ms dulcemente a la muerte la muerte es un amo de Alemania grita tocad ms sombramente los violines luego subiris como humo en el aire luego tendris una fosa en las nubes all no hay estrechez Leche negra del alba te bebemos de noche te bebemos al medioda la muerte es un amo de Alemania te bebemos al atardecer y a la maana bebemos y bebemos la muerte es un amo de Alemania su ojo es azul te alcanza con bala de plomo te alcanza certero un hombre vive en la casa tu cabello de oro Margarete azuza sus perros contra nosotros nos regala una fosa en el aire acosa con las serpientes y suea la muerte es un amo de Alemania tu cabello de oro Margarete tu cabello de ceniza Sulamita.

Paul Celan

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El Galn imperfecto Una pareja de recin casados Se detiene delante de una tumba. Ella viste de blanco riguroso. Para ver sin ser visto Yo me escondo detrs de una columna. Mientras la novia triste Desmaleza la tumba de su padre El galn imperfecto Se dedica a leer una revista. Nicanor Parra

Garzas Quiere la gana de algunas que en mi conflicto de garzas yo me olvide de la gris y me quede con la blanca, pero tengo tentacin de quedar con la agrisada. Tanto, tanto, tanto vi. Vendr mi hasto del blanco de mis nieves apuradas; vendr de que en palomares mimo siempre a la azulada; vendr de que el gris-azul me acaricia la mirada. Pero la blanca se tiene tanta leyenda dorada, tanto la han cantado que la van volviendo sagrada. Y ya me cansa de fra, de perfecta y de alabada. Gabriela Mistral

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La gran cifra Entre la lluvia y las luces vi un 5 de oro en un coche de bomberos rojo que avanzaba crispado por la sombra ciudad sorda e indiferente a las campanadas los alaridos de sirena el rechinar de ruedas William C. Williams Hblame El negro de humo el negro animal el negro negro se han dado cita entre dos monumentos a los muertos que podran ser tomados por mis orejas donde el eco de tu voz de fantasma de mica marina repite indefinidamente tu nombre que se asemeja tanto a lo contrario de un eclipse de sol que yo me creo cuando me miras una planta de espuela de caballero en una heladera cuya puerta abrieras con la esperanza de ver escaparse una golondrina de petrleo inflamado pero de esa planta brotar una fuente de petrleo flamgero si as lo quieres como una golondrina quiere la hora de verano para tocar la msica de las tempestades y la produce al modo de una mosca que suea con una telaraa de azcar en un vaso de ojo a veces azul como una estrella fugaz reflejada por un huevo a veces verde como un manantial que brota de un reloj Benjamin Pret

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He almorzado solo ahora, y no he tenido madre, ni splica, ni srvete, ni agua, mi padre que, en el facundo ofertorio de los choclos, pregunte para su tardanza de imagen, por los broches mayores del sonido. Cmo iba yo a almorzar. Cmo me iba a servir de tales platos distantes esas cosas, cuando habrse quebrado el propio hogar, cuando no asoma ni madre a los labios. Cmo iba yo a almorzar nonada. A la mesa de un buen amigo he almorzado con su padre recin llegado del mundo con sus canas tas que hablan en tordillo retinte de porcelana, bisbiseando por todos sus viudos alvolos; y con cubiertos francos de alegres tiroriros porque estnse en su casa. As qu gracia! Y me han dolido los cuchillos de esta mesa en todo el paladar. El yantar de estas mesas as, en que se prueba amor ajeno en vez del propio amor, torna tierra el bocado que no brinda la MADRE, hace golpe la dura deglucin; el dulce, hiel; aceite funreo, el caf. Cuando ya se ha quebrado el propio hogar, y el sirviente materno no sale de la tumba, la cocina a oscuras, la miseria de amor. Csar Vallejo

He conocido a una pobre muchacha a quin conduje hasta la escena. La madre, sus hermanas qu amables y tambin aquel t no vas a volver. Como en cierto negocio me iba admirablemente me rodeaban de un aire de dinasta florido. La novia se volva agua, y cun bien me sola llorar su amor mal aprendido.

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Me gustaba su tmida marinera de humildes aderezos al dar las vueltas, y cmo su pauelo trazaba puntos, tildes, a la melografa de su bailar de juncia. Y cuando ambos burlamos al prroco, quebrse mi negocio y el suyo y la esfera barrida. Csar Vallejo

Horizonte Oh mar anterior a nosotros, tus miedos tenan coral y playas y arboledas. Desveladas la noche y la cerrazn, pasadas las tormentas y el misterio, se abra en flor la Lejana, y el Sur sidreo brillaba sobre las naves de la iniciacin. Lnea severa de la lejana costa si la nave se aproxima alza una corona de rboles donde antes nada haba; ms cerca, se abre la tierra en sones y colores: y, al desembarcar, hay aves, flores, donde era slo, de lejos, la abstracta lnea. Soar es ver las formas invisibles de la distancia imprecisa, y, con sensibles movimientos de la esperanza y de la voluntad, buscar en la lnea fra del horizonte rboles, playas, flores, aves, fuentes los besos merecidos de la verdad. Fernando Pessoa

Imperativo Temer el sudor de las moscas extraviadas en los barrios en construccin Envilecer los jarros de estao hasta que sean desgarrados por los cachorros Retorcer los antiguos armarios para extraer un poco de polvo de rub con qu colorear los lagos Silbar repetida y largamente para que acudan los huesos bien blanqueados que no quieren entender razones Lavar la tinta con vino rojo para distraer a los nios que rien en el patio Cortar la luz en cuatro y arrojarla a las fieras Extraer de la arena todos los dientes que contiene para levantar muros Transformar las armaduras en incubadoras para obtener polluelos de pico largo

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Aplastar a las tortugas hasta convertirlas en mantillas Regar todos los das las banderas con aceite de mquinas Quemar los camembert pasados hasta que salte el fnix Acariciar las lentejas una por una antes de sembrarlas Sacudir los tapices con una navaja para fabricar jaulas de canarios Agotar las reservas de oro para comprar horquillas de cabello Asustar a las langostas que intentan entrar en una tabaquera Cocinar los violines en salsa blanca Dorar las escaleras para evitar barrerlas Caracolear en las iglesias a la hora de la misa solemne pero no insultar nunca al cartero para expulsar a los ratones de la pndola que atacaran los bronces artsticos a picotazos. Benjamin Pret

Iris de la noche A D. Ramn del Valle-Inclan Hacia Madrid, una noche, va el tren por el Guadarrama. En el cielo, el arco iris que hacen la luna y el agua. Oh luna de abril, serena, que empuja las nubes blancas! La madre lleva a su nio, dormido, sobre la falda. Duerme el nio y, todava, ve el campo verde que pasa, y arbolillos soleados, y mariposas doradas. La madre, ceo sombro entre un ayer y un maana, ve unas ascuas mortecinas y una hornilla con araas. Hay un trgico viajero, que debe ver cosas raras, y habla solo y, cuando mira, nos borra con la mirada. Yo pienso en campos de nieve y en pinos de otras montaas. Y t, Seor, por quien todos vemos que ves las almas, dinos si todos, un da, hemos de verte la cara. Antonio Machado

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Las Islas Afortunadas Qu voz viene en el son de las olas que no es la voz del mar? Es la voz de alguien que nos habla, pero que, si escuchamos, calla, por habernos puesto a escuchar. Y slo si, medio dormidos, omos sin saber que omos, ella nos dice la esperanza a la que, como un nio que duerme, durmiendo sonremos. Son islas afortunadas, tierras de ningn lugar donde el Rey vive aguardando. Pero, si vemos despertando, calla la voz y slo suena el mar. Fernando Pessoa taca

Cuando emprendas tu viaje a taca pide que el camino sea largo, lleno de aventuras, lleno de experiencias. No temas a los lestrigones ni a los cclopes ni al colrico Poseidn, seres tales jams hallars en tu camino, si tu pensar es elevado, si selecta es la emocin que toca tu espritu y tu cuerpo. Ni a los lestrigones ni a los cclopes ni al salvaje Poseidn encontrars, si no los llevas dentro de tu alma, si no los yergue tu alma ante ti. Pide que el camino sea largo. Que sean muchas las maanas de verano en que llegues -con qu placer y alegra!a puertos antes nunca vistos. Detente en los emporios de Fenicia y hazte con hermosas mercancas, ncar y coral, mbar y bano y toda suerte de perfumes sensuales, cuantos ms abundantes perfumes sensuales puedas. Ve a muchas ciudades egipcias

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a aprender, a aprender de sus sabios. Ten siempre a taca en tu mente. Llegar all es tu destino. Mas no apresures nunca el viaje. Mejor que dure muchos aos y atracar, viejo ya, en la isla, enriquecido de cuanto ganaste en el camino sin aguardar a que taca te enriquezca. taca te brind tan hermoso viaje. Sin ella no habras emprendido el camino. Pero no tiene ya nada que darte. Aunque la halles pobre, taca no te ha engaado. As, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia, entenders ya qu significan las tacas.

Constantino P. Cavafis

La joven ama de casa A las diez de la maana la joven ama de casa anda de ac para all en salto de cama tras las fras paredes de la casa de su marido. Yo paso solitario en el coche. Luego la veo otra vez que sale a la calle, llama al vendedor de hielo, al pescadero, y espera, tmida y sin cors, mientras se atusa mechones rebeldes me hace pensar en una hoja cada. Crujen hojas secas bajo las silenciosas ruedas de mi coche, mientras, sonriendo, saludo y paso veloz. William C. Williams

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Jugando con hachas Siete horas de la noche, siete aos de vigilia: jugando con hachas, yaces a la sombra de cadveres erguidos -oh, rboles, que t no talas!de cabecera la pompa de lo enmudecido, la minucia de las palabras a los pies, yaces y juegas con hachasy al final reluces como ellas. Paul Celan Los Limones Oyeme, los poetas laureados se mueven solamente entre las plantas de nombres poco usados: boj, ligustros o acantos. Yo, para m, amo las calles que conducen a las herbosas zanjas donde en charcos casi secos acechan los muchachos alguna enjuta anguila: los senderos que siguen los ribazos, bajan entre el penacho de las caas y llevan a los huertos, entre los limoneros. Mejor si la algazara de los pjaros se apaga devorada por el cielo: ms ntido se escucha el susurrar de las ramas amigas al aire casi inmvil, y las sensaciones de este olor que no sabe separarse del suelo rozando el corazn de una dulzura inquieta. Aqu, de las pasiones desviadas, calla la guerra, por milagro, aqu tambin a los pobres nos toca nuestra parte de riqueza y es el olor de los limones. Mira, en estos silencios en que las cosas se abandonan y parecen muy prximas a traicionar su ltimo secreto, a veces esperamos descubrir un error de la Naturaleza, el punto muerto del mundo, el eslabn perdido, el hilo que al desenredarlo finalmente nos ponga en el centro de una verdad. La mirada sondea a su alrededor, la mente indaga, concuerda, desune en el perfume que se propaga cuando ms languidece el da. Son los silencios en los que se ve en cada sombra humana que se aleja alguna perturbada Divinidad. Mas desfallece la ilusin y el tiempo nos devuelve a las ciudades rumorosas donde el azul se muestra solamente a retazos, en lo alto, entre molduras. Despus la lluvia cansa al suelo; se espesa el tedio del invierno sobre las casas, la luz se torna avara, amarga el alma. Hasta que un da, a travs de un portn mal cerrado, entre los rboles de un patio se nos aparece el amarillo de los limones, y se deshiela el corazn, y retumban en nuestro pecho sus canciones las trompas de oro del esplendor solar. Eugenio Montale

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Un Loco Es una tarde mustia y desabrida de un otoo sin frutos, en la tierra estril y rada donde la sombra de un centauro yerra. Por un camino en la rida llanura, entre lamos marchitos, a solas con su sombra y su locura va el loco, hablando a gritos. Lejos se ven sombros estepares, colinas con malezas y cambrones, y ruinas de viejos encinares, coronando los agrios serrijones. El loco vocifera a solas con su sombra y su quimera. Es horrible y grotesca su figura; flaco, sucio, maltrecho y mal rapado, ojos de calentura iluminan su rostro demacrado. Huye de la ciudad Pobres maldades, misrrimas virtudes y quehaceres de chulos aburridos, y ruindades de ociosos mercaderes. Por los campos de Dios el loco avanza. Tras la tierra esqueltica y sequiza -rojo de herrumbre y pardo de cenizahay un sueo de lirio en lontananza. Huye de la ciudad. El tedio urbano! -carne triste y espritu villano!-. No fue por una trgica amargura esta alma errante desgajada y rota; purga un pecado ajeno: la cordura, la terrible cordura del idiota. Antonio Machado

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La Lujuria El guila ve como se borran las huellas de la memoria helada La extensin de la soledad hace apenas visible la presa que huye A travs de cada una de las regiones Donde uno mata donde a uno lo matan libremente Presa insensible Proyectada indistintamente Ms ac del deseo y ms all de la muerte El soador embalsamado en su camisa de fuerza Rodeado de utensilios efmeros Figuras que se desvanecen apenas formadas Su revolucin celebra la apoteosis de la vida que declina La desaparicin progresiva de las partes lamidas La cada de los torrentes en la opacidad de las tumbas Los sudores y malestares que anuncian el fuego central Y finalmente el universo con todo su pecho atltico Necrpolis fluvial Despus del diluvio de los Rabdomantes Ese fantico de las nubes Tiene el poder sobrenatural De desplazar a considerables distancias Los paisajes habituales De romper la memoria acumulada De tornar irreconocibles los lugares fnebres Al da siguiente de los homicidios provechosos Sin que la conciencia originaria Se cubra con el deslizamiento purificador del suelo. Ren Char Luna Estbamos tan lejos de la vida Que el viento nos haca suspirar LA LUNA SUENA COMO UN RELOJ Intilmente hemos huido El invierno cay en nuestro camino Y el pasado lleno de hojas secas Pierde el sendero de la floresta Tanto fumamos bajo los rboles Que los almendros huelen a tabaco Medianoche Sobre la vida lejana Alguien llora Y la luna olvid dar la hora Vicente Huidobro

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Marino Aquel pjaro que vuela por primera vez Se aleja del nido mirando hacia atrs Con el dedo en los labios Os he llamado Yo invent juegos de agua En la cima de los rboles Te hice la ms bella de las mujeres Tan bella que enrojecas en las tardes La luna se aleja de nosotros Y arroja una corona sobre el polo Hice correr ros que nunca han existido De un grito elev una montaa Y en torno bailamos una nueva danza Cort todas las rosas De las nubes del Este Y ense a cantar a un pjaro de nieve Marchemos sobre los meses desatados Soy el viejo marino que cose los horizontes cortados

Vicente Huidobro

La Memoria Fue un gnero literario la memoria antes de que naciera la escritura. Se convirti despus en tradicin y crnica (pero entonces, con todo, apestaba a cadver). La memoria viviente es cosa inmemorial: no surge de la mente, no echa en ella races. Se adhiere a lo existente como una aureola de niebla en la cabeza. Y, ya desvanecida, dudoso es que retorne. Pues no siempre conserva memoria de s misma, la memoria. Eugenio Montale

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Mentira. Si lo haca de engaos, y nada ms. Ya est. De otro modo, tambin t vas a ver cunto va a dolerme el haber sido as. Mentira. Calla. Ya est bien. Como otras veces t me haces esto mismo, por eso yo tambin he sido as. A m, que haba tanto atisbado si de veras llorabas, ya que otras veces te quedaste en tus dulces pucheros, a m, que ni so que los creyeses, me ganaron tus lgrimas. Ya est. Mas ya lo sabes: todo fue mentira. Y si sigues llorando, bueno pues! Otra vez ni he de verte cuando juegues Csar Vallejo Muse des beaux arts Acerca del sufrimiento jams se equivocaban Los Grandes Maestros: qu bien entendan Su posicin humana; cmo tiene lugar Mientras otra persona come, o abre una ventana o simplemente camina por caminar; Cmo, mientras los viejos esperan con reverencia, con pasin El nacimiento milagroso, siempre debe haber Nios que siguen con sus juegos, patinando Sobre una laguna al lado del bosque: Jams se olvidaban Que hasta el martirio ms espantoso debe seguir su curso En algn rincn de todos modos, algn lugar descuidado Donde los perros siguen con sus vidas de perros y el caballo del torturador Se rasca su inocencia detrs de un rbol. En el Icaro de Brueghel, por ejemplo: cmo se aleja todo Con parsimonia del desastre; el labrador quizs Oy el chapoteo, el grito de abandono, Pero para l no era un fracaso importante; el sol brillaba Como deba sobre las piernas blancas que desaparecieron en el agua Verde; y el delicado barco de lujo que vio quizs Algo asombroso, un nio que caa del cielo, Tena que llegar a algn lugar y naveg con calma. W. H. Auden

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El Msico de Saint-Merry Por fin tengo derecho a saludar a seres que no conozco Pasan ante m y se congregan a lo lejos Mientras todo lo que en ellos veo me es desconocido Y su esperanza no es menos fuerte que la ma Yo no canto a este mundo ni a los dems astros Canto todas mis posibilidades fuera de este mundo y de los astros Canto la alegra de vagar y el placer de morir errante El 21 del mes de mayo de 1913 Barquero de los muertos y de las mordonantes merianas Unos millones de moscas aventaban un resplandor Cuando un hombre sin ojos sin nariz y sin orejas Dejando el bulevar Sebastopol entr en la calle Aubry-le-Boucher El hombre era joven moreno y de mejillas color fresa Hombre Ah Ariadna Tocaba la flauta y la msica guiaba sus pasos Se detuvo en la esquina de la calle Saint-Martin Tocando el aria que yo canto y he inventado Las mujeres que pasaban se detenan a su lado Llegaban de todas partes Cuando de pronto las campanas de Saint-Merry empezaron a taer El msico dej de tocar y bebi en la fuente Que existe en la esquina de la calle Simon-Le-Franc Despus Saint-Merry enmudeci El desconocido volvi a tocar su aria con la flauta Y volviendo sobre sus pasos fue hasta la calle de la Verrerie En donde entr seguido por el tropel de mujeres Que salan de las casas Llegaban por las calles transversales los ojos locos Las manos tendidas hacia el melodioso raptor Que se alejaba indiferente tocando su aria Se alejaba terriblemente Despus en otro lugar A qu hora saldr un tren hacia Paris En ese instante Los palomos de las Molucas ensuciaban las nueces moscadas Al mismo tiempo Misin catlica de Boma qu has hecho del escultor En otro lugar Ella atraviesa un puente que une a Bonn con Bedel y desaparece a travs de Ptzchen En el mismo momento Una muchacha enamorada del alcalde En otro barrio Rivaliza poeta con los rtulos de los perfumistas En suma oh rientes no habis sacado gran cosa de los hombres

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Apenas habis extrado un poco de grasa de su miseria Pero nosotros que morimos por vivir lejos uno del otro Tendemos nuestros brazos y por encima de estos rales rueda un largo tren de carga T llorabas sentada a mi lado en el fondo de un coche Y ahora te pareces a m te pareces a m desgraciadamente Nos parecemos igual que en la arquitectura del siglo pasado Estas altas chimeneas se pareca a las torres Pero nosotros nos elevamos ms ahora y no tocamos el suelo Y mientras el mundo viva y se transformaba El cortejo de mujeres largo como un da sin pan Segua por la calle de la Verreie al dichoso msico Cortejos oh cortejos Lo mismo cuando el rey antao se marchaba a Vincennes Cuando los embajadores llegaban a Pars Cuando el delgado Suger se precipitaba hacia el Sena Cuando el motn mora alrededor de Saint-Merry Cortejos oh cortejos Eran tantas las mujeres que se desbordaban Por las calles cercanas Y se apresuraban rgidas como la bala Para seguir al msico Ah Ariadna y t Pquette y t Amina Y t Mia y t Simona y t Mavisa Y t Colette y t la hermosa Genoveva Todas han pasado temblorosas y vanas Y sus leves y giles pasos se movan con la cadencia De la msica pastoral que guiaba Sus vidos odos El desconocido se detuvo un instante frente a una casa en venta Una casa abandonada Con los cristales rotos Un edificio del siglo XVI El patio sirve de cochera a los carros de reparto En ella entr el msico Y su msica al alejarse se volvi muy lnguida Las mujeres lo siguieron hasta la casa abandonada Y entraron tambin tumultuosamente Todas todas entraron sin volver atrs la vista Sin lamentar el da la vida y la memoria Nadie qued en la calle de la Verrerie Solo yo y un sacerdote de Saint-Merry Los dos entramos en la vieja casa Pero no encontramos a nadie Cae la tarde En Saint-Merry suena el ngelus Cortejos oh cortejos Lo mismo que antao cuando el rey regresaba de Vincennes Vinieron en tropel vendedores de gorras

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Vinieron vendedores de pltanos Vinieron soldados de la guardia republicana Oh noche Rebao de lnguidas miradas de mujeres Oh noche T dolor y mi vana espera Oigo morir el sonido de una flauta lejana Guillaume Apollinaire N. Y. Mi ciudad, mi blanca, amada ma! Ah esbelta, escucha! Escchame y te insuflar un alma. Prstame atencin delicadamente por sobre el caramillo! Ahora s que estoy loco porque hay aqu un milln de personas enfadadas con el trfico; esta ciudad no es virgen. Ni yo, aunque lo tuviese, podra taer un caramillo. Ciudad ma, mi amada, eres una doncella sin pechos, eres esbelta como un caramillo de plata. Escchame, prstame atencin! y te insuflar un alma y vivirs eternamente. Ezra Pound ODA A LA MANZANA A ti, manzana, quiero celebrarte llenndome con tu nombre la boca, comindote. Siempre eres nueva como nada o nadie, siempre recin cada del Paraso: plena y pura mejilla arrebolada de la aurora! Qu difciles son comparados contigo los frutos de la tierra, las celulares uvas, los mangos tenebrosos, las huesudas ciruelas, los higos submarinos: t eres pomada pura, pan fragante, queso de la vegetacin. Cuando mordemos tu redonda inocencia

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volvemos por un instante a ser tambin recin creadas criaturas: an tenemos algo de manzana. Yo quiero una abundancia total, la multiplicacin de tu familia, quiero una ciudad,

una repblica, un ro Mississipi de manzanas, y en sus orillas quiero ver a toda la poblacin del mundo unida, reunida, en el acto ms simple de la tierra: mordiendo una manzana.

Pablo Neruda

ODA A VALPARASO VALPARASO, qu disparate eres, qu loco, puerto loco, qu cabeza con cerros, desgreada, no acabas de peinarte, nunca tuviste tiempo de vestirte, siempre te sorprendi la vida, te despert la muerte, en camisa, en largos calzoncillos con flecos de colores, desnudo con un nombre tatuado en la barriga, y con sombrero, te agarr el terremoto, corriste enloquecido, te quebraste las uas, se movieron las aguas y las piedras, las veredas, el mar, la noche, t dormas en tierra, cansado de tus navegaciones, y la tierra, furiosa, levant su oleaje ms tempestuoso que el vendaval marino, el polvo te cubra los ojos, las llamas quemaban tus zapatos, las slidas casas de los banqueros trepidaban como heridas ballenas, mientras arriba las casas de los pobres saltaban al vaco como aves prisioneras que probando las alas se desploman.

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Pronto, Valparaso, marinero, te olvidas de las lgrimas, vuelves a colgar tus moradas, a pintar puertas verdes, ventanas amarillas, todo lo transformas en nave, eres la remendada proa de un pequeo, valeroso navo. La tempestad corona con espuma tus cordeles que cantan y la luz del ocano hace temblar camisas y banderas en tu vacilacin indestructible. Estrella oscura eres de lejos, en la altura de la costa resplandeces y pronto entregas tu escondido fuego, el vaivn de tus sordos callejones,

el desenfado de tu movimiento, la claridad de tu marinera. Aqu termino, es esta oda, Valparaso, tan pequea como una camiseta desvalida, colgando en tus ventanas harapientas mecindose en el viento del ocano, impregnndose de todos los dolores de tu suelo, recibiendo el roco de los mares, el beso del ancho mar colrico que con toda su fuerza golpendose en tu piedra no pudo derribarte, porque en tu pecho austral estn tatuadas la lucha, la esperanza, la solidaridad y la alegra como anclas que resisten las olas de la tierra.

Pablo Neruda

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Odiseo a Telmaco Telmaco mo, la guerra de Troya ha concluido. No recuerdo quien es el vencedor. Probablemente los griegos: slo ellos podran arrojar tantos muertos fuera de las casas. Y sin embargo el camino que lleva al hogar result ser demasiado largo, como si Poseidn, mientras all nosotros perdamos el tiempo, hubiese prolongado las distancias. Desconozco dnde me encuentro. Cierta isla sucia, arbustos, construcciones, gruidos de cerdos, un jardn cubierto de malezas, cierta reina, pastos y piedras Telmaco querido, todas las islas se asemejan entre s cuando has errado tanto tiempo y el cerebro comienza a extraviarse contando olas, las pupilas, sucias de horizonte, lloran y la carne de las aguas estropea los odos. Ya no recuerdo cmo acab la guerra ni cuntos aos tienes, no lo recuerdo ya. Crece fuerte Telmaco mo, crece. Slo los dioses saben si de nuevo hemos de vernos. Ya no eres ms aquella criatura ante la cual contuve yo a los toros. De no ser por Palamedes, viviramos juntos. Pero acaso l tenga la razn: sin m a salvo ests de las pasiones de Edipo. Y tus sueos, Telmaco mo, inmaculados son. Joseph Brodsky

Otoo Secreto Cuando las amadas palabras cotidianas pierden su sentido y no se puede nombrar ni el pan, ni el agua, ni la ventana, y ha sido falso todo dilogo que no sea con nuestra desolada imagen, an se miran las desoladas estampas en el libro del hermano menor, es bueno saludar los platos y el mantel puestos sobre la mesa, y ver que en el viejo armario conservan su alegra el licor de guindas que prepar la abuela y las manzanas puestas a guardar.

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Cuando la forma de los rboles ya no es sino el leve recuerdo de su forma, un mentira inventada por la turbia memoria del otoo, y los das tiene la confusin del desvn a donde nadie sube y la cruel blancura de la eternidad hace que la luz huya de s misma, algo nos recuerda la verdad que amamos antes de conocer: las ramas se quiebran levemente, el palomar se llena de aleteos, el granero suea otra vez con el sol, encendemos para la fiesta los plidos candelabros del saln polvoriento y el silencio nos revela el secreto que no queramos escuchar. Jorge Teillier Paisaje con cada de Icaro Segn Brueghel cuando Icaro cay era primavera un granjero estaba arando su tierra toda la gala en pleno del tiempo estaba despierta hormigueando cerca de la orilla del mar absorto en su ensimismamiento sudando bajo el sol que funda la cera de sus alas a pocos metros de la costa se produjo un chapoteo bastante inadvertido era Icaro ahogndose William C. Williams

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Las Piernas Haba este camino, y suba la colina y bajaba la colina y alrededor y adentro y afuera. Y el trfico eran piernas, piernas de la rodilla para abajo, yendo y viniendo sin detenerse nunca.

Y las cloacas gorgoteaban con el desborde de las lluvias, y las varas en el pavimento golpeaban ciegas, golpeaban. Lo que impuls a las piernas fue ese interminable, angustiosos, insensato destino de ser piernas. Piernas para el camino, camino para las piernas, definitivamente a ninguna parte en ambas direcciones. Mis piernas por lo menos no participaban en la huda: sobre la hierba a la orilla del camino estaba yo de cuerpo entero, mirando pasar las piernas que no se detenan sin siquiera un tropiezo entre pisada y pisada. Aunque mi sonrisa era amplia, las piernas no pudieron ver, aunque mi risa era fuerte, las piernas no pudieron or. Mi cabeza se aturdi: me pregunt de repente si yo tambin sera un caminante de las rodillas para abajo. Cuidadosamente toqu mis tibias. La duda las desencaden: corrieron por veinte charcos antes de yo recuperarlas.Robert Graves

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El Puente Mirabeau Bajo el puente Mirabeau corre el Sena Y nuestro amor Es necesario que lo recuerde? La alegra viene siempre tras la pena Llega la noche suena la hora Los das se van yo me quedo Con las manos unidas estamos cara a cara Mientras bajo el puente De nuestros brazos pasa La ola tan cansada de nuestras eternas miradas Llega la noche suena la hora Los das se van yo me quedo El amor se aleja como esta agua que huye El amor se aleja Lento como la vida Y violento como la esperanza Llega la noche suena la hora Los das se van yo me quedo Pasan los das y pasan las semanas Ni el tiempo que se fue Ni los amores vuelven Y bajo el puente Mirabeau corre el Sena Llega la noche suena la hora Los das se van yo me quedo Guillaume Apollinaire

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Quin eras t junto a los muros (Quin eras t junto a los muros, distante, cuando en la tarde, ponindote de pie entre las amigas, exclamaste: Alguien ha llegado me digo, sin darme cuenta, mientras hablo). Y este pas es el tajo que produce esa persecucin si fin, es una larga playa entre mar y piedras altas. Todos sus climas y paisajes son provisorios, ofertas y regalos que el da abandona hacia la noche para sorprenderla entre valle y lago o bien invitaciones y celadas entre montaas infranqueables para encerrarla o bien tronos nevados para deshacerla con la altura. Este pas es la frontera del deseo, es el balcn sobre su abismo donde empieza el mar helado de opaca soledad: sus pies nocturnos. Aqu el da persigue su sueo haciendo, sin tomarse en cuenta, el tiempo en que vivimos. Porque l ignora que uno se cumple como un pedazo y andando en la ignorancia: como las palabras de una pregunta desconocen el golpe que ilumina en el extremo de la frase una respuesta. Por eso el da calcula estrategias. Pero quin lo hace sino quin teme y quiere? A menudo, saber es ignorar el miedo que instintivamente sube a las manos que empiezan. Saber es un estado pero una audacia. Si nunca has devuelto un pensamiento a su idea, si nunca has alterado la justicia sustituyendo al fugitivo, si nunca has devuelto un miserable a su pobreza, entonces no conoces la noche. En este pas las mujeres son indicios nocturnos entre el paisaje que tiembla. Godofredo Iommi

La Rana Cuando la lluvia hace rebotar sus menudas agujillas sobre los prados saturados, una enana anfibia, una Ofelia manca, apenas como un puo de grande, salta a veces al paso del poeta y se arroja al estanque prximo. Dejemos huir a este manojo de nervios. Tiene hermosas piernas. Todo su cuerpo se aguanta como una piel impermeable. Sin ser casi de carne, sus largos msculos son de una elegancia que ni es carne ni pescado. Pero para poderse desprender de los dedos, la virtud del fluido se ala en ella junto a los esfuerzos de un ser vivo. Tiene bocio, jadea Y este corazn que bate con violencia, estos prpados rgidos y esa boca despavorida, me hacen apiadarme y soltarla.

Francis Ponge

Recuerdos de Juventud

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Lo cierto es que yo iba de un lado a otro, A veces chocaba con los rboles, Chocaba con los mendigos, Me abra paso a travs de un bosque de sillas y mesas, Con el alma en un hilo vea caer las grandes hojas. Pero todo era intil, Cada vez me hunda ms en una especie de jalea; La gente se rea de mis arrebatos, Los individuos se agitaban en sus butacas como algas movidas por las olas Y las mujeres me dirigan miradas de odio Hacindome subir, hacindome bajar, Hacindome rer y llorar en contra de mi voluntad. De todo esto result un sentimiento de asco, Result una tempestad de frases incoherentes, Amenazas, insultos, juramentos que no venan al caso, Resultaron unos movimientos agotadores de caderas, Aquellos bailes fnebres Que me dejaban sin respiracin Y que me impedan levantar la cabeza durante das, Durante noches. Yo iba de un lado a otro, es verdad, Mi alma flotaba en las calles Pidiendo socorro, pidiendo un poco de ternura; Con una hoja de papel y un lpiz yo entraba en los cementerios Dispuesto a no dejarme engaar. Daba vueltas y vueltas en torno al mismo asunto, Observaba de cerca las cosas O en un ataque de ira me arrancaba los cabellos. De esa manera hice mi debut en las salas de clases, Como un herido a bala me arrastr por los ateneos, Cruc el umbral de las casas particulares, Con el filo de la lengua trat de comunicarme con los espectadores: Ellos lean el peridico O desaparecan detrs de un taxi. Adnde ir entonces! A esas horas el comercio estaba cerrado; Yo pensaba en un trozo de cebolla visto durante la cena Y en el abismo que nos separa de los otros abismos

Nicanor Parra Rquiem

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Bajo el vasto y estrellado cielo cavad la fosa y dejadme descansar. Alegre viv y alegremente muero. Slo deseo pediros algo: que sean estos los versos que en mi tumba grabis: . Robert L. Stevenson

RESURRECCIN VIII Extraados y hacia qu sitios desde este corazn este escondrijo de los das en la noche este racimo de noches puesto al sol se fueron yendo amigos y amigos como unos tras otros de la vida los muertos saliendo hacia qu lejanas de la distancia fueron desmembrndose destituyndose desanimndose hasta abolir el olvido mismo de sus nombres y otras vez ms la vida inmortal y abierta? Por donde muerte viene se fueron de tu corazn pero una a una las horas que ensaadas cantan sus partidas te consuelan relevndolos como cuando sin cesar esperas a uno y se adelanta dolorosa a su llegada su ausencia repitindose repitindose Ah! nunca la vida ms lejana acaba que en la boca misma de su aliento Ignacio Balcells

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Ritual de mis piernas Largamente he permanecido mirando mis largas piernas, con ternura infinita y curiosa, con mi acostumbrada pasin, como si hubieran sido las piernas de una mujer divina profundamente sumida en el abismo de mi trax: y es que, la verdad, cuando el tiempo, el tiempo pasa, sobre la tierra, sobre el techo, sobre mi impura cabeza, y pasa, el tiempo pasa, y en mi lecho no siento de noche que una mujer est respirando, durmiendo desnuda y a mi lado, entonces, extraas, oscuras cosas toman el lugar de la ausente, viciosos, melanclicos pensamientos siembran pesadas posibilidades en mi dormitorio, y as, pues, miro mis piernas como si pertenecieran a otro cuerpo, y fuerte y dulcemente estuvieran pegadas a mis entraas. Como tallos o femeninas, adorables cosas, desde las rodillas suben, cilndricas y espesas, con turbado y compacto material de existencia: como brutales, gruesos brazos de diosa, como rboles monstruosamente vestidos de seres humanos, como fatales, inmensos labios sedientos y tranquilos, son all la mejor parte de mi cuerpo: lo enteramente substancial, sin complicado contenido de sentidos o trqueas o intestinos o ganglios: nada, sino lo puro, lo dulce y espeso de mi propia vida, nada, sino la forma y el volumen existiendo, guardando la vida, sin embargo, de una manera completa. Las gentes cruzan el mundo en la actualidad sin apenas recordar que poseen un cuerpo y en l la vida, y hay miedo, hay miedo en el mundo de las palabras que designan el cuerpo, y se habla favorablemente de la ropa, de pantalones es posible hablar, de trajes, y de ropa interior de mujer (de medias y ligas de ), como si por las calles fueran las prendas y los trajes vacos por completo y un oscuro y obsceno guardarropas ocupara el mundo. Tienen existencia los trajes, color, forma, designio, y profundo lugar en nuestros mitos, demasiado lugar, demasiados muebles y demasiadas habitaciones hay en el mundo, y mi cuerpo vive entre y bajo tantas cosas abatido, con un pensamiento fijo de esclavitud y de cadenas. Bueno, mis rodillas, como nudos, particulares, funcionarios, evidentes, separan las mitades de mis piernas en forma seca: y en realidad dos mundos diferentes, dos sexos diferentes no son tan diferentes como las dos mitades de mis piernas.

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Desde la rodilla hasta el pie una forma dura, mineral, framente til, aparece, una criatura de hueso y persistencia, y los tobillos no son ya sino el propsito desnudo, la exactitud y lo necesario dispuestos en definitiva. Sin sensualidad, cortas y duras, y masculinas, son all mis piernas, y dotadas de grupos musculares como animales complementarios, y all tambin una vida, una slida, sutil, aguda vida sin temblar permanece, aguardando y actuando. En mis pies cosquillosos, y duros como el sol, y abiertos como flores, y perpetuos, magnficos soldados en la guerra gris del espacio, todo termina, la vida termina definitivamente en mis pies, lo extranjero y lo hostil all comienza: los nombres del mundo, lo fronterizo y lo remoto lo sustantivo y lo adjetivo que no caben en mi corazn con densa y fra constancia all se originan. Siempre, productos manufacturados, medias, zapatos, o simplemente aire infinito, habr entre mis pies y la tierra extremando lo aislado y lo solitario de mi ser, algo tenazmente supuesto entre mi vida y la tierra, algo abiertamente invencible y enemigo. Pablo Neruda

La Rival La luna, si sonriera, se te parecera. Das la misma impresin de cosa bella, pero que aniquila. Ambas sois grandes tomadoras de luz. Su boca de O se aflige por el mundo; la tuya se queda indiferente, y tu primer don es el de trocarlo todo en piedra. Me despierto en un mausoleo; ests aqu, tamborileando con los dedos en la mesa de mrmol, buscando cigarrillos, con rencor de mujer, pero sin tantos nervios, murindote por decir algo que no admita respuesta.

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Tambin la luna envilece a sus vasallos, pero a la luz del da hace el ridculo. Tus insatisfacciones, por otra parte, llegan por el buzn con amorosa regularidad, blancas y vacas, tan expansivas como monxido de carbono. Ningn da est a salvo de noticias tuyas, t que andas por frica, tal vez, pero pensando en m. Sylvia Plath

El Rostro en el Espejo Ojos grises, atormentados, luminosos y ausentes en grandes rbitas desiguales; una ceja ligeramente cada sobre un ojo a causa de una esquirla alojada dentro, muy dentro de la piel, como un loco recuerdo de una vieja guerra mundial. Rota y retorcida la nariz por culpa del rugby. Mejillas surcadas; pelo tosco y gris que flota con delirio; alta frente arrugada; prominente mentn; grandes orejas; quijada pugilstica; dientes escasos; labios gruesos y rojos; asctica boca. Dejo de afeitarme, retiro la navaja, burlndome ceudo del hombre en el espejo cuya barba exige mi atencin, y una vez ms le pregunto por qu todava, con presuncin juvenil, se dispone a cortejar a la reina en su alto pabelln de seda. Robert Graves Salmo Nadie nos amasar otra vez de tierra y de limo, nadie soplar palabra a nuestro polvo. Nadie. Alabado seas t, Nadie. Por amor a ti queremos florecer. En contra de ti. Una nada ramos, somos, seguiremos siendo, en flor: la rosa de nada, de nadie.

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Con el buril difano de alma, el estambre desolado de cielo, la roja corona de la palabra de prpura que cantamos sobre, oh sobre de espina. Paul Celan Una Sana Revolucin Si haces una revolucin, hazla alegremente, no la hagas lvidamente serio, no la hagas mortalmente serio, hazla alegremente. No la hagas porque odias a la gente, hazlo slo para escupir en sus ojos. No la hagas por dinero, hazla y condena el dinero. No la hagas por la igualdad, hazla porque tenemos demasiada igualdad y va a ser gracioso sacudir el carro de manzanas y ver por qu lado se irn stas rodando. No la hagas para las clases trabajadoras. Hazla de tal modo que todos nosotros podamos ser nuestras propias y pequeas aristocracias y patear como asnos fugitivos alegremente el suelo. No la hagas, de todos modos, para la Internacional del Trabajo. El trabajo es aquello de lo cual el hombre ha tenido bastante. Eliminmoslo, acabemos con eso! El trabajo puede ser agradable, y los hombres gozarlo; y entonces no es trabajo. Tengamos eso! Hagamos una revolucin para divertirnos! D. H. Lawrence

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Sestear Plido y Absorto Sestear plido y absorto junto a la ardiente tapia de un huerto. Escuchar entre endrinos y zarzas chasquidos de mirlos, rumores de ofidio. En las grietas del suelo o la algarroba acechar las hileras de rojas hormigas que se entrecruzan o quiebran en la cima de minsculas gavillas. Observar entre las frondas en lejano palpitar de briznas marinas mientras se elevan trmulos chasquidos de cigarras desde pelados picos. Y caminando entre el sol que deslumbra sentir con triste maravilla que la vida toda y su fatiga est en este recorrer un muro coronado por pinchos filosos de botella. Eugenio Montale

Si conociramos el punto donde va a romperse algo, donde se cortar el hilo de los besos, donde una mirada dejar de encontrarse con otra mirada, donde el corazn saltar hacia otro sitio, podramos poner otro punto sobre ese punto o por lo menos acompaarlo al romperse. Si conociramos el punto donde algo va a fundirse con algo, donde el desierto se encontrar con la lluvia, donde el abrazo se tocar con la vida, donde mi muerte se aproximar a la tuya, podramos desenvolver ese punto como una serpentina o por lo menos cantarlo hasta morirnos. Si conociramos el punto donde algo ser siempre ese algo, donde el hueso no olvidar a la carne, donde la fuente es madre de otra fuente, donde el pasado nunca ser pasado, podramos dejar slo ese punto y borrar todos los otros o guardarlo por lo menos en un lugar ms seguro. Roberto Juarroz

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Tango del Viudo Oh maligna, ya habrs hallado la carta, ya habrs llorado de furia, y habrs insultado el recuerdo de mi madre llamndola perra podrida y madre de perros, ya habrs bebido sola, solitaria, el t del atardecer mirando mis viejos zapatos vacos para siempre, y ya no podrs recordar mis enfermedades, mis sueos nocturnos, mis comidas, sin maldecirme en voz alta como si estuviera all an quejndome del trpico, de los cooles corringhis, de las venenosas muertes que me hicieron tanto dao y de los espantosos ingleses que odio todava.

Maligna, la verdad, qu noche tan grande, qu tierra tan sola! He llegado otra vez a los dormitorios solitarios, a almorzar en los restaurantes comida fra, y otra vez tiro al suelo los pantalones y las camisas, no hay perchas en mi habitacin, ni retratos de nadie en las paredes. Cunta sombra de la que hay en mi alma dara por recobrarte, y qu amenazadores me parecen los nombres de los meses, y la palabra invierno qu sonido de tambor lgubre tiene. Enterrado junto al cocotero hallars ms tarde el cuchillo que escond all por temor a que me mataras, y ahora repentinamente quisiera oler su acero de cocina acostumbrado al peso de tu mano y al brillo de tu pie: bajo la humedad de la tierra, entre las sordas races, de los lenguajes humanos el pobre slo sabra tu nombre, y la espesa tierra no comprende tu nombre hecho de impenetrables substancias divinas. As como aflige pensar en el claro da de tus piernas recostadas como detenidas y duras aguas solares, y la golondrina que durmiendo y volando vive en tus ojos, y el perro de furia que asilas en el corazn, as tambin veo las muertes que estn entre nosotros desde ahora, y respiro en el aire la ceniza y lo destruido, el largo, solitario espacio que me rodea para siempre. Dara este viento de mar gigante por tu brusca respiracin oda en largas noches sin mezcla de olvido, unindose a la atmsfera como el ltigo a la piel del caballo. Y por orte orinar, en la oscuridad, en el fondo de la casa, como vertiendo una miel delgada, trmula, argentina, obstinada, cuntas veces entregara este coro de sombras que pose