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Arico El Marxismo en Dilogo
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Aportes del Pensamiento Crtico Latinoamericano N 2 1
Aportes del Pensamiento Crtico
Latinoamericano
Universidad de Buenos Aires
Facultad de CienciasSociales
Instituto de Estudios de
Amrica Latina y el Caribe
Jos Aric, el marxismo en
dilogo
Martn Corts Editor
Nmero 2
Invierno 2015
Aportes del Pensamiento Crtico Latinoamericano N 2 2
Autoridades de la Facultad de Ciencias Sociales Decano Lic. Glenn Postolski Vicedecana Dra. Patricia Funes Secretara Acadmica Dra. Ana Arias Secretara de Estudios Avanzados Dra. Mercedes Di Virgilio Secretara de Gestin Institucional Lic. Gustavo Bulla Secretara de Cultura y Extensin Lic. Stella Maris Escobar Secretara de Hacienda Lic. Horacio Rovelli Secretara de Proyeccin Institucional Lic. Pablo Hernndez Instituto de Investigaciones Gino Germani Directora: Dra. Carolina Mera Instituto de Estudios de Amrica Latina y el Caribe Directora: Dra. Mabel Thwaites Rey Biblioteca Norberto Rodrguez Bustamante Director: Daniel Comande
Instituto de Estudios de Amrica Latina y el Caribe Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires
Marcelo T. de Alvear 2230, C1122AAJ Ciudad Autnoma de Buenos Aires, Argentina
www.iealc.sociales.uba.ar [email protected]
Directora: Mabel Thwaites Rey Comit Acadmico: Mabel Thwaites Rey, Emilio Taddei, Ruth Felder, Miguel Mazzeo (miembros titulares por el claustro Investigadores), Hernn Ouvia, Diego Raus, Nstor Kohan, Ins Nercesian (miembros suplentes por el claustro de Investigadores). Miguel Leone, Maisa Bascuas, Andrs Tzeiman (miembros titulares por el claustro de Investigadores en formacin), Ariel Goldstein, Liliana Pardo Montenegro, Martn Ribadeiro (miembros suplentes por el claustro de Investigadores en formacin). Asistentes de la Direccin Acadmica: Silvia Demirdjian y Lucila de Marinis.
Edicin tcnica: Ruth Felder y Ramiro Coviello (colaborador)
Aportes del Pensamiento Crtico Latinoamericano N 2 3
ndice
Jos Aric, el marxismo en dilogo. Presentacin 4
En los pliegues de la modernidad latinoamericana. Cultura y poltica en Jos Mara Aric
Guillermo Ricca 10
Jos Aric: Variaciones sobre la autonoma
Vernica Gago y Diego Sztulwark 27
Aric y Portantiero en el espejo del exilio mexicano: los textos malditos y la bsqueda del nexo orgnico entre economa y poltica en el marxismo
Andrs Tzeiman 41
Weber y Amrica Latina. Las dos ediciones de Weber de Jos Mara Aric
Esteban Vernik
Y en el principio fue el Estado Jos Aric crtico del societalismo
58
Jorge Orovitz Sanmartino 88
Acerca de los autores 107
Aportes del Pensamiento Crtico Latinoamericano N 2 4
Jos Aric, el marxismo en dilogo.
Presentacin
Martn Corts
En 1963, Jos Aric participa de la publicacin de una nueva revista, gesto casi
obligado para toda generacin intelectual que aspira a marcar una diferencia.
En el caso de aquella empresa, la clebre revista Pasado y Presente, exista
una pretensin al menos a simple vista- relativamente modesta: intervenir,
desde la juventud intelectual, en los debates tericos y estratgicos del Partido
Comunista argentino. El estilo de la intervencin apuntaba tanto a la bsqueda
de nuevos horizontes tericos divergentes del marxismo-leninismo oficial, como
a una pregunta por la relacin entre comunismo y masas en la Argentina. El
destino de esa intervencin es bastante conocido (desafortunado en su
intencin, virtuoso en la empresa intelectual que se desat, por al menos dos
dcadas, a partir de entonces) y esta breve presentacin no es lugar para
explorarlo nuevamente. S quisiramos subrayar una propuesta de lectura de la
tradicin marxista que all apareca. La editorial del primer nmero, firmada por
el mismo Aric, propona, entre otras cosas, un ambicioso retorno a Marx en el
marco de una necesidad de actualizar las herramientas de la tradicin que con
l se fundaba, para ponerla a la altura de los desafos de la poca. stos
reclamaban, casi con urgencia, una torsin crtica respecto de las ortodoxias
que dominaban el panorama de las izquierdas bajo la sombra de la Unin
Sovitica. A tono con las transformaciones del campo intelectual que se
sucedan contemporneamente en Europa, Pasado y Presente acusa recibo,
en la pluma de su editor, de los vasos comunicantes existentes entre marxismo
y ciencias humanas. Y lo hace celebrando esa ligazn como un preciado
acervo que se remontaba hasta el propio Marx. Una lectura astuta de la poca
supona:
[] no dejar de lado por consideraciones polticas del momento a diversos aspectos del conocimiento humano (psicologa, sociopsicologa, antropologa social y cultural, sociologa, psicoanlisis, etc.), abandonando a la ideologa burguesa
Aportes del Pensamiento Crtico Latinoamericano N 2 5
contempornea campos que ya el marxismo en 1844 reclamaba como suyos. (Revista Pasado y Presente N1, Editorial, 1963)
Haba, claramente, algo de desmesura en la propuesta de Aric: como si
existiera un gran malentendido en aquello que se fue constituyendo con el
nombre de marxismo desde el Siglo XIX, que adems pudiera remontarse con
un apropiado retorno a los Manuscritos de 1844, aparentemente escritos a la
medida de esas nuevas subjetividades polticas que surgan en los aos
sesenta. Sin embargo, tambin aparece cifrada en la afirmacin de Aric una
clave de lectura de la tradicin marxista que, de algn modo, sign su
trayectoria como editor y como autor: la idea de que el marxismo no poda ser
concebido como un cuerpo terico cerrado y autosuficiente. Esto implicaba,
muy rpidamente, la necesidad de un dilogo con otros mundos culturales y
tradiciones tericas, sabiendo leer qu ncleos de saber desarrollados en otros
campos eran apropiables para el horizonte crtico del marxismo. Al mismo
tiempo, preanunciaba un tipo de operacin de lectura antagnica a toda
pretensin de pensar el marxismo como un cuerpo cerrado de frmulas
conclusas, para lo cual privilegiara la bsqueda por revalorizar sus referentes
opacados o desplazados de los relatos oficiales que el Siglo XX haba ido
consolidando.
Como editor y como autor, la trayectoria de Aric muestra un ejercicio de
tensin de las fronteras internas y externas del marxismo difcil de parangonar.
Entre los Cuadernos de Pasado y Presente (editados entre 1968 y 1983) y la
Biblioteca del Pensamiento Socialista de la Editorial Siglo XXI (que dirigi
durante su exilio en Mxico, entre 1976 y 1983), por mencionar solamente sus
dos experiencias editoriales ms significativas, es posible reunir casi
doscientos ttulos que permiten afirmar de manera categrica que Marx y el
marxismo asumen, en lengua castellana, una espesura totalmente renovada en
virtud de su intervencin. Esto incluye la reedicin de clsicos (muy
especialmente el monumental trabajo de traduccin y edicin de El Capital en
la Editorial Siglo XXI) y la publicacin de inditos en espaol de Marx (entre los
que se destacan los Grundrisse, editados entre 1971 y 1976, que slo conocan
algunas ediciones parciales en los aos anteriores). Asimismo, la tarea editorial
de Aric iluminaba recovecos oscuros mediante la publicacin de
Aportes del Pensamiento Crtico Latinoamericano N 2 6
correspondencias, textos fragmentarios y otras intervenciones no sistemticas
de Marx. Aparecan tambin infinidad de autores poco editados o relativamente
desconocidos, en algunos casos pertenecientes a distintos tramos de la
heterodoxia marxista, en otros, simples ejercicios de reposicin de debates o
discusiones que parecan querer mostrar que aquello que se conoce como
marxismo es algo mucho ms complejo e inabarcable que lo que sus voces
oficiales podran admitir.
Por otro lado, en estricta continuidad con la cita de la editorial de la revista, los
personajes ajenos a la tradicin tenan tambin una presencia relevante en la
imaginacin editorial de Aric. Desde Levi-Strauss y Lacan hasta Max Weber y
Norberto Bobbio, es posible encontrar numerosos ejercicios de puesta en
dilogo del marxismo con otros cuerpos tericos, acaso con el ejemplo ms
extremo en el inters de nuestro autor por la figura de Carl Schmitt en los
tempranos aos ochenta.
Como autor, oficio que todava permanece injustamente- opacado por la
tremenda magnitud de su trabajo editorial, Aric tambin despleg esta
vocacin de dilogo, intentando poner en juego a los ms diversos exponentes
del marxismo y de otras tradiciones en pos de comprender las complejidades
de su poca. Esto es notorio en sus libros: en Marx y Amrica Latina al abrigo
del Marx tardo que permita criticar la filosofa de la historia e indagar en la
vieja cuestin nacional desde una perspectiva original; en las Nueve lecciones
de economa y poltica en el marxismo, recuperando infinidad de debates
perdidos en los albores del Siglo XX, para pensar el siempre enigmtico lugar
de lo poltico; en La hiptesis de Justo, visitando al lder socialista argentino
para preguntarse, una vez ms, por los infortunios de las izquierdas en el
mundo popular argentino y latinoamericano. Y tambin es notorio en la infinidad
de presentaciones, prlogos y advertencias con que acompa sus ediciones,
donde stas son colocadas en la direccin de responder dilemas terico-
polticos especficos.
No se trata aqu de pasar una extensiva revista sobre el trabajo de Aric, sino
de sealar una virtud que podra recorrerlo: estos ejercicios de descomposicin
y recomposicin de la tradicin marxista, de entrecruzamiento con otras formas
Aportes del Pensamiento Crtico Latinoamericano N 2 7
del saber, de confrontacin con las ms diversas realidades, est construida
siempre con un ojo en el presente. Quiz paradjicamente, Aric es el
responsable de que hoy podamos conocer una importante cantidad de debates
y personajes que podran permanecer perdidos en la historia del pensamiento
de izquierdas, pero sus ejercicios tenan poco y nada de vocacin
historiogrfica estricta. Las visitas a la historia estaban construidas desde una
inquietud por responder a dilemas tericos y polticos que la realidad presente
colocaba. Claro que se trataba de una estrategia de respuesta muy particular:
una suerte de rodeo a travs de los modos en que esos mismos problemas
fueron pensados y abordados, una especie de apuesta por rearmar las
respuestas posibles a partir de la revitalizacin de sentidos que pertenecieran a
otro tiempo pero que pudieran ser actualizados.
Esa vocacin de dilogo (con el pasado, con otras tradiciones, con la propia
tradicin) aparece como una estrategia para abordar una realidad siempre
difcil, cambiante, indescifrable si se la pretende ceir con herramientas que no
se ponen en juego en el propio ejercicio de lectura de la coyuntura. Opera all la
hiptesis de que el marxismo como tradicin cuenta con muchos infortunios
que deben ser tensados o repensados para hacer de la crtica un ejercicio
fructfero. As aparecen, en Aric, preguntas por el progreso, por las clases
sociales y los sujetos polticos, por la Nacin, por el Estado, por la teora
poltica del marxismo, por la democracia. Algunos de estos problemas pusieron
al marxismo contra las cuerdas en las ltimas dcadas, e incluso sirvieron de
va de salida para muchas relevantes figuras intelectuales. No fue el caso de
Aric, quien con terquedad busc en los armarios olvidados de su tradicin, y
en la puesta en relacin de sta con los ms diversos mundos culturales,
posibles respuestas para seguir pensando dentro de un horizonte socialista, a
sabiendas incluso de que el sentido mismo de ese horizonte era cada vez
menos preciso.
En esta direccin, el presente compendio de textos pretende mostrar algo del
inters que la figura de Aric viene suscitando en los ltimos tiempos. Desde
distintos ngulos, los textos aqu presentes ayudan a trazar el contorno de un
personaje crucial del pensamiento latinoamericano en las ltimas dcadas. El
Aportes del Pensamiento Crtico Latinoamericano N 2 8
primer escrito, de Guillermo Ricca, nos sirve para instigar un tipo de lectura de
Aric que privilegia, en el sentido de lo que venimos planteando, el problema
del presente. All la poltica, con distintos nombres, aparece como una
preocupacin fundante de las empresas crticas de Aric, siempre dispuestas a
pensar la coyuntura en su delicada complejidad, a distancia de los privilegios
deductivistas que algunos procedimientos de lectura, tambin patrimonio de las
izquierdas, auspiciaban.
Los otros cuatro textos nos permiten experimentar con Aric lo que l se
propuso hacer con el marxismo. Una vez ms con la poltica como punto de
partida se trata de ejercicios que ponen en relacin las contribuciones del
cordobs con otras figuras o tradiciones, para preguntarse por los saldos
tericos que estos vnculos pueden ofrecernos para leer nuestra propia poca.
El trabajo de Vernica Gago y Diego Sztulwark indaga en la persistente
relacin de Aric con el problema de la autonoma. Relacin que slo
parcialmente remite a la efectiva atencin de nuestro autor por el autonomismo,
para nombrar as las distintas derivas de las problematizaciones obreristas que
aparecen en los sesenta italianos de la mano de Mario Tronti. La pregunta por
la autonoma es tambin la compleja indagacin en torno de la relacin entre la
poltica y lo que est ms all de ella (la economa?). El enigma del espacio
donde se constituyen los sujetos populares quiz demasiado politizado en
los ltimos tiempos- aparece como una invitacin de los autores para volver a
recorrer, con atencin, las indagaciones de Aric.
El texto de Andrs Tzeiman, por su parte, indaga en un dilogo de Aric que es
tambin la historia de una gran camaradera intelectual, aquella que lo uni con
Juan Carlos Portantiero. En este caso, para indagar en un momento de afinidad
menos explorado que los tiempos de Pasado y Presente: el espacio del exilio
mexicano como escenario donde la pregunta por la relacin entre economa y
poltica en el marxismo atac a ambos personajes, que bucearon atentamente
en el siempre ledo Gramsci, pero tambin en muchos otros, para intentar dar
respuesta a aquel persistente dilema. Tambin en los tiempos de exilio se
inscribe la problemtica que aborda Esteban Vernik, que nos invita a visitar la
breve pero prolfica relacin de Aric con Max Weber, a quien edita en el
Aportes del Pensamiento Crtico Latinoamericano N 2 9
contexto mexicano. El texto no solamente nos muestra las inquietudes de Aric
que Weber poda ayudar a pensar (la relacin entre conocimiento y poltica, la
necesidad de una reflexin verstil frente a los grandes cambios de poca y,
una vez ms, la relacin entre economa y poltica), sino que contribuye a
resaltar la tarea editorial de Aric: su publicacin de Weber, aun si ste no
constitua el centro de sus intereses tericos, implicaba un sustantivo
enriquecimiento de los materiales con los cuales los lectores latinoamericanos
contaban para acercarse al gran terico alemn.
Por ltimo, acaso para defender tambin aqu una lectura en este caso de
Aric- desde el presente, el escrito de Jorge Sanmartino pone en dilogo las
reflexiones de nuestro autor con los desarrollos de una de los pensadores ms
destacados de la actualidad latinoamericana: lvaro Garca Linera. Tomando
una polmica que ste iniciara contra las tesis de Aric de Marx y Amrica
Latina, se nos muestran los distintos ngulos desde los cuales puede
abordarse el recurrente problema de la relacin entre Estado y sociedad civil en
nuestra regin. Los caminos sinuosos que cada uno de los dos autores recorre
en sus perspectivas tericas respecto de esta materia, muestran de manera
contundente tanto la complejidad del propio objeto como la permanente
conmocin de certezas que suele producir la vocacin por pensar Amrica
Latina.
Precisamente porque Amrica Latina reclama reflexiones capaces de no ser
dogmticas pero tambin de construir certezas efectivas, Jos Aric es una
figura imprescindible para estos tiempos. Su pregunta por la emancipacin en
las condiciones especficas de la vida latinoamericana es profundamente actual.
Un tiempo en ebullicin como el nuestro, que se pregunta por las nuevas
condiciones de la emancipacin, por los sujetos sociales que pueden
construirla, y por los modos de comprender la poltica y la reflexin que hacen
falta para ello, no puede privarse de una obra que esperamos que este
cuadernillo invite a seguir leyendo.
Aportes del Pensamiento Crtico Latinoamericano N 2
10
En los pliegues de la modernidad latinoamericana.
Cultura y poltica en Jos Mara Aric
Guillermo Ricca
El problema a resolver es de qu modo queremos los
latinoamericanos, ser modernos Jos M Aric, 1917 y Amrica Latina (1991)
La imagen de Aric como un pensador arborescente y de escritura
fragmentaria, una escritura que configura una textualidad abierta, jalonada por
la urgencia de la intervencin poltico cultural y, a la vez, por la derrota de esa
intervencin, tiene un consenso sedimentado en el mbito de la investigacin
universitaria. Emilio de pola, siguiendo cierto esquema evolutivo de la historia
social argentina, tributario de una opcin poltica por el proyecto liderado por
Ral Alfonsn en los aos ochenta, ha periodizado la trayectoria de Aric como
un camino cuyo primer mojn est dado por la militancia juvenil en el Partido
Comunista, en el marco del marxismo leninismo y, el ltimo, por una
socialdemocracia secularizada, despojada de cualquier nfasis en la herencia
de Marx (De pola 2005, 9-22). Aun cuando esta periodizacin se haya
sedimentado como verdadera para la mayor parte del arco intelectual de la
izquierda y la centroizquierda con valoraciones opuestas, claro est, su
efecto tranquilizador en trminos de enfoque acadmico obtura otras
dimensiones del pensamiento de Aric, por caso, algunas insistencias a la hora
de pensar las relaciones entre cultura y poltica.
Dadas las caractersticas breves de este escrito, asumir la sugerente
diferenciacin de Slavoj iek entre historicismo e historicidad 1 como una
1 La historicidad difiere del historicismo porque presupone algn ncleo traumtico que persiste como lo mismo no histrico, y las diversas pocas histricas son concebidas como intentos frustrados de aprehender ese meollo (iek 1998, 140).
Aportes del Pensamiento Crtico Latinoamericano N 2
11
gramtica desde la cual es posible des sedimentar la normalizacin de la
trayectoria de Aric en clave de historia intelectual y recuperar la potencia
heurstica de un pensamiento de la poltica que, como l mismo no deja de
repetir, al enunciarse como una prctica de intervencin, ha de resolverse
como una crtica del presente. Al mismo tiempo, la lectura que aqu propongo
intentar no forzar el carcter fragmentario de esa textualidad sino asumirlo
como modulacin de nuestra propia escritura. En ese sentido, lo que sigue,
puede ser ledo como un montaje, un collage o una constelacin de ciertos
destellos o iluminaciones, propios de la textura de un discurso fraguado en una
de las orillas o fronteras del materialismo histrico. Aquello que alumbraran
estos montajes es el carcter diferencial y singular de algunos momentos de la
modernidad latinoamericana.
I. Marxismo crtico (1963)
En el primer editorial de Pasado y Presente, Aric inscribe la actividad del
grupo y de la revista en la huella de la ya concluida experiencia de Contorno.
Este anclaje en un pre construido cultural equivale a una estrategia de toma de
la palabra que busca esquivar la rigidez de la ortodoxia doctrinaria al interior del
Partido Comunista Argentino; ms que una ruptura con el orden zhanovista del
discurso se trata de una suerte de trampa, o emboscada a ese orden. En ese
marco, afirmar que
Todo movimiento cultural, todo proceso de modificacin de estructuras culturales envejecidas, casi siempre estuvo vinculado a rganos de expresin [] las revistas cumplen en la sociedad un papel semejante al del Estado o de los partidos polticos. (Aric 1963, 3)
Esta manera de formular el problema deja ver marcas que remiten a Lenin. En
efecto, en su Plan para un peridico poltico destinado a toda Rusia, responde
en forma afirmativa a la pregunta Puede un peridico ser un organizador
colectivo? (Lenin 2013, 185), y polemiza contra quienes acusan a Iskra,
rgano que responda a sus iniciativas, de querer sustituir al Partido de la
Aportes del Pensamiento Crtico Latinoamericano N 2
12
Socialdemocracia Rusa en la tarea de organizar una poltica revolucionaria,
eran vsperas de la revolucin de 1905 y, efectivamente, doce aos despus,
los bolcheviques hegemonizaron el movimiento de la socialdemocracia rusa.
Esta operacin metonmica por contigidad es un ndice auroral del tipo de
marxismo crtico que alentar en lo sucesivo la prctica de Aric. La crisis de la
teora no es una instancia a ser resuelta en el terreno de la teora, de manera
doctrinaria o cientfica. En la lectura de Aric se trata ms bien de un espacio
inestable a ser habitado de manera poltica, esto es, en el litigio por el lugar de
enunciacin de una praxis material, como lo es toda prctica poltico/discursiva
y particularmente, Pasado y Presente.
La disputa por ese lugar puede ser entendida como una secuencia de
momentos de aceleracin/radicalizacin de la modernidad latinoamericana, en
el caso de Pasado y Presente, modernidad que se inscribe en la vasta
espectralidad marxista y sus traducciones en Nuestra Amrica, algo que
adems representa como un jaln en el prolongado conflicto entre modernidad
y tradicin en esta orilla del mundo, o como gustaba decir Aric, entre una
modernidad diferente, diferencial y una cultura de contra reforma.
En efecto, si remontamos como lo hace el propio Aric en sus intervenciones
tardas (1989; 1991) las relaciones entre prctica intelectual y prctica
poltica en Argentina durante el encendido Siglo XX, al emergente de la
Reforma Universitaria, encontramos el mismo esquema: la disputa por el lugar
de enunciacin de una verdad histrica frente a quienes de manera defensiva
vociferan una dogmtica amparada en resguardos metafsicos. En efecto, ms
que la continuidad entre la jerga del juvenilismo y la proclama del Manifiesto
Liminar, como supone Arturo Andrs Roig (1998, 147-175), lo que se pone en
primer plano, desde una perspectiva de anlisis discursivo, es la disputa por el
lugar del enunciador. Si el discurso juvenilista encarnado de manera
emblemtica en el Ariel de Rod, hace de los jvenes los destinatarios
privilegiados de su mensaje, el Manifiesto Liminar, desde su primer enunciado
constata una toma por asalto del lugar del enunciador de ese discurso: La
Aportes del Pensamiento Crtico Latinoamericano N 2
13
juventud argentina de Crdoba a los hombres libres de Sudamrica. Aun
cuando el imaginario espiritualista sea la gramtica desde la cual se empodera
a la juventud como nuevo sujeto legtimo de la hora americana, el carcter
agonstico de esa disputa cultural y la secuencia a la que dar lugar en la
historia cultural y poltica latinoamericana, esperan ser dimensionadas como
momentos de una modernidad con inflexiones particulares, diferenciales, no
asimilables a la modernidad eurocntrica ni a la colonialidad del saber
(Mignolo 2003) con la que los estudios culturales norteamericanos suelen
caracterizar toda experiencia moderna de manera unidimensional.
La ambigedad ideolgica de la Reforma es hoy un registro narrativo de amplio
consenso (Halperin Donghi 1961; Moniz Bandeira 2008; Ansaldi y Giordano,
2012), pero no puede pasarse por alto que el mismo acontecimiento de la
Reforma fue objeto de disputas culturales tempranas y de praxis discursivas
anudadas a su movimiento emergente. Jos Carlos Maritegui, en los Siete
ensayos sobre la realidad peruana, da cuenta de algunas y muestra la
estrategia defensiva de los sectores reaccionarios: mantener la reforma al
interior de los claustros. Frente a esto, afirmar:
[...] las vanguardias universitarias [] nicamente a travs de la colaboracin cada da ms estrecha con los sindicatos obreros, de la experiencia del combate contra fuerzas conservadoras y de la crtica concreta de los intereses y principios en que se apoya el orden establecido, podan alcanzar una definida orientacin ideolgica. (Maritegui 2010, 131)
Maritegui, como se sabe, es otra de las gramticas destinada a dejar
profundas huellas en la prctica discursiva de Aric, como tendremos
oportunidad de ver ms adelante.
En continuidad con estos momentos de la modernidad latinoamericana, el
sujeto de la experiencia Pasado y Presente es enunciado en los trminos de
una nueva generacin iconoclasta, dispuesta a hacer el inventario por s
misma (Aric 1989, 1). Esta formulacin que sustituye en un mismo
movimiento de discurso al partido por la revista de ideologa y cultura y a la
Aportes del Pensamiento Crtico Latinoamericano N 2
14
disciplina de cuadros por una nueva generacin que no reconoce maestros
(Aric 1989, 2), es inscripta en la herencia de Gramsci: hacer ese inventario por
s misma es narrar la historia del pas desde una perspectiva monogrfica; de
esa manera concibe Gramsci, en el Cuaderno especial sobre Maquiavelo, la
historia de un partido poltico en tanto historia de un grupo social determinado.
Lo cual supone un importante desplazamiento: los intelectuales, desde la
mirada de Gramsci no constituyen una clase, esto es, un grupo social en
permanente ascesis y escisin respecto de su clase de origen, en una suerte
de odisea por la autonoma. Por lo tanto la historia de esa generacin que Aric
enuncia como tarea, es la historia de un problema, de una fractura histrica
producto de un orden excluyente incapaz de hegemonizar de manera poltica el
proceso social total y de ningn modo resultado de una estratificacin
estamental espontnea, propia de la evolucin de nuestras sociedades a
partir de los flujos migratorios, ni de una anomala a ser superada por la
adscripcin a un modelo normativo de modernizacin el europeo respecto
del cual, nuestras sociedades, se revelaran como el atraso. La brecha entre
intelectuales y pueblo es uno de los efectos de la nacin irrealizada, como dir
Aric aos ms tarde, siguiendo el diagnstico de Maritegui. En esta
dramtica se inscribe para l, a comienzos de los aos sesenta, uno de los
desenlaces de la crtica poltica marxista. Slo que, en la enunciacin del
problema, la teora es descentrada hacia su terrenalidad concreta: los
obstculos para constituir una hegemona nacional popular, para conformar un
nuevo bloque histrico de fuerzas capaz de suturar aquella brecha, no admiten
ya los dictados de un depositario universal de la ciencia proletaria, protector
bienaventurado de las masas indefensas.
La respuesta de la dirigencia cultural del Partido Comunista Argentino centr
sus argumentos en la apuesta por el sin partidismo de la posicin de Pasado
y Presente; De lo que se trata, en ltima instancia, es de abolir la funcin
dirigente del Partido Comunista (Agosti 1964, 2); esta lnea editorial bajaba
desde las primeras pginas del N 66 de Cuadernos de Cultura, titulado
enfticamente Afirmacin militante del marxismo-leninismo, y era
Aportes del Pensamiento Crtico Latinoamericano N 2
15
ortodoxamente acatada por Abel Garca Barcel y Samuel Schneider en
artculos que advertan sobre la desembocadura de la libertad crtica y del
seguidismo populista: el anti comunismo, identificado, sin ms, con el sin
partidismo, o con la crtica de la dirigencia. Para la doctrina partidaria el
marxismo leninismo es una verdad compacta y externa a la cultura
contempornea; a su vez, es la sntesis dialctica que niega y supera todo
saber burgus. Frente a ello, Aric sealar la conveniencia de estudiar a
travs de la historia de las revistas culturales el desarrollo del espritu pblico
en el pas [] el proceso de formacin de sus intelectuales (Aric 1989, 9). La
apuesta estratgica es la traduccin creativa de Gramsci: las revistas pueden
cumplir con esa verdadera accin de organizacin de la cultura slo en cuanto
devienen centro de elaboracin y homogeneizacin de la ideologa de un
bloque histrico (Aric 1989, 9), ms que su repeticin erudita; una suerte de
hacer como destinado a trazar otra genealoga del presente frente a una
monoltica filosofa de la historia, en orden a intervenir en ese presente.
Este ncleo de problemas que vincula la praxis poltica de las clases
subalternas con una transformacin del concepto tradicional de cultura (Aric
1989, 9), transformacin que implica su desplazamiento al terreno de la praxis
poltica en un sentido que disputa la propiedad del partido sobre esa poltica,
permanecer en Aric, aun cuando se modifiquen y disloquen las condiciones
de su prctica discursiva. Si aqu la interrogacin retoma la categora
gramsciana de bloque histrico, en aos posteriores asumir las de
movimiento social latinoamericano o la de sujeto poltico, fuerza poltica o
clase nacional 2 en una dislocacin de las condiciones de una poltica
revolucionaria o de una reforma democrtica en clave de nueva hegemona de
parte de las fuerzas populares.
2Algunos de estos desplazamientos adquieren particular relieve en Jos Aric (2012), sobre todo en las lecciones Octava y Novena.
Aportes del Pensamiento Crtico Latinoamericano N 2
16
II. Nacin irrealizada y socialismo (1978)
Uno de los giros, o cambio de punto de miras en el tipo de intervencin que
Aric emprende en el exilio, se vincula estrechamente con el redescubrimiento
de la obra y la figura de Maritegui. Ciertas marcas en los textos sobre el
marxista peruano, dan cuenta del tipo de historicidad que impregna la lectura
de Aric:
Quiero advertir que rescatar la figura de Maritegui es rescatar un problema del marxismo latinoamericano. Un problema que hace referencia a sus potencialidades, pero tambin a sus profundas limitaciones [] existieron corrientes mariateguistas de opinin dentro de los partidos comunistas consideradas por stos como graves deformaciones latinoamericanas del marxismo en la dcada del 30 y muchos aos despus. (1980, 83-84)
La lectura de Aric pone en relieve algunos ncleos perseguidos ya en sus
intervenciones en la etapa pasadopresentista: a) los caracteres de un
marxismo crtico-poltico, esta vez no ya en los lmites de una coyuntura
nacional sino en su morfologa latinoamericana; b) el carcter abierto de ese
marxismo en tanto su relacin con la cultura contempornea es ms un
problema a enunciar creativamente que una frmula universal a repetir en
forma doctrinaria y, c) en continuidad con lo anterior, la lectura de lo nacional
popular como problema constitutivo de las relaciones entre estado y sociedad
en Amrica Latina y por lo tanto, la imposibilidad de reducir lo nacional popular
a un desvo o disrupcin, desde un prejuicio antiestatista o antipopulista.
Aric destaca tres aspectos de la originalidad del marxismo critico de
Maritegui, aspectos difciles de procesar para el marxismo leninismo del
Comintern. Sus vinculaciones ideolgicas con el aprismo, su supuesto
populismo denostado por la Internacional, y su filiacin soreliana (Aric
1978, 13). Estos tres aspectos hacen de Maritegui, en la lectura de Aric, un
caso paradigmtico a la hora de asumir la problematicidad de la relacin entre
marxismo, cultura contempornea y movimiento poltico. De acuerdo a esta
aproximacin, Aric considera que:
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Maritegui ley a Marx con el filtro del historicismo italiano y de su polmica contra toda visn trascendental, evolucionista y fatalista del desarrollo de las relaciones sociales, caracterstica del marxismo de la II Internacional. (1978, 14)
La piedra de toque del modo como lo comunistas procesaron el legado de
Maritegui es, para Aric, el cambio de perspectiva adoptado entre el VI y VII
Congreso del Comintern. La consigna de clase contra clase, basada en una
teora catastrofista del futuro inmediato de la sociedad capitalista, dar lugar
despus de la derrota y aplastamiento fsico del Partido Comunista Alemn y el
surgimiento del nazismo a una poltica de amplios frentes integrados por
comunistas y sectores pequeoburgueses. Si el APRA, desde la fundacin del
Partido Comunista del Per haba sido definido como un fascismo criollo, o
como aprofacismo (Aric 1978, 14), la conformacin de un amplio frente
capaz de nuclear a sectores populares y pequeo burgueses bajo la direccin
de los comunistas implicaba purgar a Maritegui de sus errores y
transformarlo en un marxista leninista cabal o en una figura intelectual de la
izquierda cultural, marginal al proceso poltico. Como seala Aric, en ese
proceso lo que se pierde es, precisamente, la originalidad propia del
pensamiento poltico del Amauta, el carcter nacional e histrico de su
leninismo:
El leninismo de Maritegui est en su traduccin a trminos peruanos de una problemtica que solo puede evitar la recada en las tendencias ms economicistas y chatamente descriptivas de la sociologaque caracterizaron las elaboraciones de la III Internacionalsi se pone en el centro de la reflexin, como hizo Maritegui, el nudo de las relaciones entre masas y poltica. (1978, 23)
Aric vuelve a poner en el centro de la reflexin los caracteres centrales de su
propia concepcin de un marxismo crtico: traduccin (creatividad),
contextualidad poltico cultural (antieconomicismo) y atencin al movimiento
real de las masas (componente nacional); todo ello desde las demandas del
presente.
Como muestra Aric, la campaa contra el mariateguismo lanzada por el Bur
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18
Sudamericano entre 1930 y 1934 cumpli una funcin ejemplar, paradigmtica,
en el seno mismo del Comintern:
Como indican Semionov y Shulgovski, en la dcada del 30 la crtica a Maritegui fue, no podemos afirmar hasta qu punto, sistemtica, pero s frecuente en las publicaciones soviticas. Dichas crticas versaban sobre su supuesto populismo y sobre una gama de desviaciones derivadas de aqul: opiniones liberales sobre el problema indgena al que se neg a considerar como una cuestin nacional, concesiones al aprismo, resistencia a la formacin del partido del proletariado, etc. (1978, 24)
La acusacin de populismo, en las dcadas del 30 y del 40 tena implicancias
muy ominosas e infamantes en el universo comunista como seala el mismo
Aric:
En una poca caracterizada por la colectivizacin forzada del campo, por la represin a sangre y fuego de la resistencia campesina, por la liquidacin fsica de las corrientes intelectuales vinculadas al mundo rural, por el silenciamiento de la historia del movimiento populista ruso [] todo intento de indagar nuevos caminos de transicin revolucionaria que apuntaran a la revalorizacin del potencial transformador de las masas rurales, estaba condenado de antemano, como la peor de las herejas. (1978, 24)
La consecuencia de ese silenciamiento se tradujo en el establecimiento de una
relacin de discontinuidad entre el movimiento comunista y las formaciones
sociales nacionales que le precedieron: Tal es lo que ocurri, por ejemplo, con
China y con el grupo dirigente maosta, fuertemente criticado en la direccin del
Comintern por sus desviaciones campesinistas y por tanto, populistas (Aric
1978, 25). En su trabajo de 1985 sobre Maritegui, Aric estrecha an ms las
semejanzas entre la concepcin del marxista peruano y los populistas rusos:
Y fue sin duda, la sorprendente proximidad de las posiciones de Maritegui con los narodnikis rusos lo que atrajo sobre l el mote de populista con el que lo descalific la Tercera Internacional. (1985, 10)
La conclusin que se sigue de este proceso es de una importancia histrica
fundamental para la izquierda latinoamericana y se reitera, como veremos, en
Aportes del Pensamiento Crtico Latinoamericano N 2
19
otras intervenciones de fines de los setenta y comienzos de los ochenta:
La condena del populismo encubra en realidad la negacin de toda posibilidad eversiva y revolucionaria de movimientos ideolgicos y polticos de las masas populares que no fueran dirigidos directamente por los comunistas. (Aric 1978, 25)
Esta relacin de discontinuidad contribuy fuertemente a aislar a los
comunistas de las fuerzas sociales y polticas potencial o efectivamente
comprometidas en las transformaciones revolucionarias (Aric 1978, 25). La
lectura de Maritegui ampla para Aric algunas certezas crticas ya alcanzadas
en aos anteriores: no hay un locus social privilegiado para encender la crtica.
sta no es un privilegio iluminista de la ciencia marxista, ni una propiedad
inequvoca del partido, frente a la pasividad de las masas. La nica verdad que
admite la filosofa de la praxis es de orden poltico: como sostiene Gramsci, la
unidad de teora y praxis es un acto crtico, nunca repetible, nunca dado de una
vez y siempre inestable. De ah los lmites porosos, abiertos, de la filosofa de
la praxis, obligada a medirse con lo ms avanzado de la cultura contempornea
y con las fuerzas populares en acto.
III. Condicin subalterna y poltica: la distorsin socialista (1978)
En los aos de Pasado y Presente, Aric ya haba enunciado una dura crtica al
modo como la II Internacional concibi las relaciones entre partido y masas
rurales. Si, en una primera aproximacin, esa crtica fue formulada en los
trminos generales del discurso de una generacin sin maestros, despus de la
expulsin del Partido Comunista, la misma hace foco en el modo como las
corrientes socialistas y comunistas, conformadas inicialmente por inmigrantes
europeos, concibieron su relacin con el interior rural y criollo. La crtica se
nutre de un tema que alentaba desde Contorno pero que haba sido largamente
desarrollado por Juan Carlos Portantiero en Realismo y realidad en la narrativa
argentina: una cida crtica del liberalismo como expresin decadente,
defensiva, de la cultura de las lites argentinas de la primera mitad del Siglo XX.
Por su parte, Aric extremar ese diagnstico al postular la virtual
Aportes del Pensamiento Crtico Latinoamericano N 2
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incomprensin de las formaciones de izquierda frente al peronismo como
hecho de masas. Aric remonta esa incomprensin a las matrices positivistas y
evolucionistas de la II Internacional. Desde una hermenutica tributaria de
Gramsci, Aric emprende una lectura desde abajo para decir que
[] el peronismo signific el primer intento serio de establecer un nuevo equilibrio de fuerzas, en el que la oligarqua terrateniente fuese desplazada del poder poltico mediante la utilizacin por parte de la burguesa de la enorme capacidad de presin que encerraba la clase obrera. (1964, 258)
Para Aric las formaciones de izquierda, socialistas y comunistas, no pudieron
superar la sedimentacin evolucionista que les llev a concebir la relacin entre
partido y masas como la relacin entre dos razas: una autoproclamada superior
y otra inferior. En realidad, la posicin crtica de Aric en Examen de
conciencia (1964) se revela tempranamente irritante, tanto para la izquierda
forjada en la fragua doctrinaria de los Partidos Comunistas, como para los
mistificadores del espontanesmo popular. Ese ncleo duro de la crtica
aricociana permanecer con los aos, an bajo otras figuras y otras gramticas
de produccin discursiva. Reaparecer como necesidad de un nuevo punto de
partida desde abajo para la historia poltica latinoamericana en Marx y Amrica
Latina (Aric 2010, 181).
En el curso en el Colegio de Mxico sobre economa y poltica en el marxismo,
Aric volver sobre las relaciones entre poltica y sujetos sociales desde una
lectura que recupera la nocin de hegemona en una dislocacin de cualquier
concepcin sustantiva y economicista de la categora de clase. Aric distinguir
entre fuerza poltica y clase social, e introducir el concepto de clase
nacional como crtica de toda concepcin economicista y no poltica de la
condicin de clase. Dice Aric: Hoy sabemos que transformar una sociedad
capitalista en socialista no significa planificar la produccin [] no significa
torcer un mecanismo econmico, sino distorsionarlo (2012, 277). Qu
significa aqu distorsionar? Si poltica es la ms alta expresin de la accin
humana, debe ser universalizada en tanto funcin o actividad de todos los
Aportes del Pensamiento Crtico Latinoamericano N 2
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hombres (Aric 2012, 277). Forma de borramiento de la diferencia entre
gobernantes y gobernados y a la vez, forma de otra relacin, radicalmente
distinta entre economa y poltica: no naturalizando la continuidad entre libre
mercado y libertades polticas, sino anteponiendo a cualquier economa, la
afirmacin poltica de todas las dimensiones de la existencia humana.
Democratizar la poltica, para Aric, es el proceso por el que una clase o grupo
socialen la multiplicidad singular de sus formas de afirmacin--deviene
sujeto, voluntad capaz de instituir nuevas reglas, establecer nuevos sentidos,
alcanzar, como dir unos aos despus, el lugar de la decisin. Esa distorsin
equivale, en el terreno de la praxis, a una de las formas posibles de la crtica de
la economa poltica: un largo proceso de reforma que
[] hunde sus races en la cultura popular y se despliega en una multiplicidad de formas de conciencia hasta alcanzar ese nivel de reforma intelectual y moral vista ante todo en trminos de adquisicin de una nueva visin de mundo. (Aric 2012, 288)
Visin de mundo que no es sistema o creencia, sino afirmacin: despliegue de
una multiplicidad de afirmaciones. Es decir, la transformacin de las relaciones
sociales es pensada como despliegue, acto crtico, de fuerzas existentes. En
palabras del propio Aric: No hay un hiato, no hay un salto, no hay una
transformacin, no hay un cambio operado por un elemento exterior a la accin
de los hombres (2012, 289). Si, ya en Pasado y Presente, Aric (2013, 7)
postulaba la accin poltica como la ms elevada forma de actividad humana3,
aqu ese desplazamiento de lo poltico es aproximado an ms a la dimensin
cultural:
Desde este punto de vista, toda actividad humana de transformacin de la sociedad es, de una manera u otra, una actividad poltica, y el hombre se realiza en ese mismo proceso de constitucin de esa actividad que l llama poltica, asuma sta la forma que asuma. (2012, 286)
Si hay cierta corriente subterrnea en las intervenciones que van desde los
aos de Pasado y Presente hasta el exilio y an despus, es el de un
3Ver al respecto el comentario de Oscar Tern (2013, 204).
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desanudamiento, un desplazamiento en la destinacin de la poltica. Del partido
a los grupos disidentes en relacin a la accin revolucionaria, a las revistas de
ideologa y cultura, capaces de expresar a una generacin sin maestros en
medio de una inmensa crisis cultural y poltica como la de los aos sesenta en
Argentina; del proletariado internacional en sentido economicista y sustantivo, a
la clase nacional como fuerza poltica y sujeto proyectado de una reforma
intelectual y moral, lo cual supone para Aric, recuperar un captulo enterrado
en la historia de la izquierda latinoamericana: el comn origen de las corrientes
autonomistas (nacional populares) y leninistas en el continente, es decir, la
necesidad de recuperar una soterrada memoria comn a las dos corrientes del
movimiento social latinoamericano: populismo y marxismo. De la poltica como
prctica profesional de cuadros, a la poltica como prctica de afirmacin
emancipadora extendida a todos los hombres, en cualquier mbito de accin.
Si la distorsin del capitalismo es posible, lo es para Aric sobre la base de esa
politizacin de toda prctica humana en cualquier esfera, capaz de transformar
las visiones de mundo en mltiples formas de afirmacin, esto es, tendientes a
borrar la separacin entre gobernantes y gobernados por la
creacin/construccin de nuevos sujetos polticos. Esa construccin supone
entonces, una actitud radicalmente distinta frente al mundo popular subalterno
(Aric 2012, 290); esto es, distinta a la postulada en la relacin partido/clase
como se muestra en Lenin. Sin una comprensin creciente
[...] de lo que significa el sentido comn, el proceso de conformacin histrica de un pueblo, no se puede lograr una concepcin de la hegemona ni elaborar una teora de la hegemona que exprese esta concepcin de la clase obrera como clase nacional; o sea, una clase que representa al conjunto de la nacin y en la medida en que lo representa es el proceso de constitucin histrica de un pueblo. (Aric 2012, 290)
Como puede apreciarse, en Aric, la categora mundo popular subalterno o,
clase subalterna, no designa a una masa inorgnica, tampoco a rebeldes
primitivos o a grupos de insurgencia fragmentaria, como el bandolerismo rural,
sino a un sin nmero de espacios de actividad a partir de los cuales se afirma
Aportes del Pensamiento Crtico Latinoamericano N 2
23
una voluntad popular.
IV. Cultura crtica o poltica (1985-1991)
La crtica del Partido como sujeto preconstituido, la necesidad de superar la
dicotoma reforma/revolucin desde la bsqueda de una autonoma de la
poltica dentro de la misma tradicin marxista, se profundizarn en las
intervenciones de Aric de los aos ochenta. Respecto de lo primero, en 1986,
en una entrevista con Waldo Ansaldi, dice Aric:
[...] las fuerzas sociales de transformacin no estn prefiguradas, se constituyen permanentemente a travs de procesos polticos que rompen los estancos cerrados de las clases y fuerzas tradicionales [] la poltica en definitiva produce los sujetos transformadores y no, como se tiende a pensar, los expresa, los representa. (1999, 174)
Aric sigue pensando por entonces que la articulacin de ese sujeto demanda
un proyecto que permita colocar en el horizonte un futuro verosmil es decir,
demanda la intervencin poltica de los intelectuales, desde la dislocacin de
esa figura, introducida por Gramsci. Aric insiste aqu en temas que han
ocupado sus intervenciones desde los aos sesenta, no sin importantes
desplazamientos. La necesidad del proyecto reformador (Aric 1999, 175) no
puede ser escindido de las consideraciones de Aric sobre el mito que
permean su lectura de Maritegui, de Gramsci y de Carl Schmitt y, a la vez,
torna ms ntido el sentido de la distorsin que una democratizacin de la
praxis poltica puede producir en trminos de emancipacin; de ah que Aric
aclare que es necesario que emerja en la sociedad un proyecto reformador
capaz de ver los procesos sociales no en trminos de productividad sino en
trminos de capacidad de liberacin de los individuos (1999, 175). Esa
capacidad de liberacin es vista por entonces por Aric como capacidad de
organizacin y como una salida hacia delante de las visiones prisioneras de la
crisis que neutralizan la poltica desde visiones tecnocrticas y funcionalistas o
desde un izquierdismo antipoltico, de mera contestacin. Pero adems, la
insistencia en la capacidad de liberacin, debe ser leda en continuidad con la
Aportes del Pensamiento Crtico Latinoamericano N 2
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democratizacin de la poltica como afirmacin mltiple, capaz de distorsionar
la relacin entre gobernantes y gobernados, en la leccin sobre Gramsci del
seminario en el colegio de Mxico.
No hay hiato, no hay una instancia trascendente a las fuerzas en acto que
traman el presente; como dir en esa misma entrevista con Waldo Ansaldi:
Esa idea de Marx de que la utopa era la posibilidad de realizar algo cuyos elementos ya estaban presentes, esa idea de la terrenalidad de la utopa pienso que debe ser rescatada porque tiende a darle a la necesidad y a la posibilidad de conquista de una sociedad mejor una encarnadura material que los hombres deben saber descubrir en la propia lucha de su poca en los propios movimientos de su poca. (Aric 1999, 165)
Desde los mismos presupuestos enfrenta Aric las acusaciones de reformismo
procedentes de la izquierda tradicional:
No es cierto que haya objetivos reformistas y objetivos revolucionarios, porque los objetivos se convierten en uno o en otro en virtud de las fuerzas que contradicen la necesidad de alcanzarlos [] lo revolucionario o reformista de una propuesta no estriba en cuan magna, pequea o grande es, sino en cmo se instrumentan las fuerzas para llevarla a cabo. (1999, 148)
En un contexto en el que la democracia es pensada como lo otro de la
revolucin, de acuerdo al diagnstico trazado por entonces por Norbert Lechner,
Emilio de pola y Juan Carlos Portantiero, entre otros, Aric no parece
dispuesto a pensar la democracia como mero orden institucional posibilista
renunciando as a un proyecto transformador en demanda de un nuevo sujeto
histrico. Lo cual no implica en Aric ningn tipo de neutralizacin o
patologizacin de una conflictividad que l concibe como constitutiva, sino la
conformacin de bloques histricos de fuerzas capaces de alcanzar el lugar de
la decisin. Un captulo aparte merecera la recepcin de Carl Schmitt en Aric,
que dista de ser episdica ya la que no podemos ms que mencionar aqu por
razones de espacio. Slo digamos que es otro de sus desplazamientos para
seguir pensando, en otras condiciones histricas, una cultura crtica desde la
herencia de Marx y de Gramsci.
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Jos Aric: variaciones sobre la autonoma
Vernica Gago y Diego Sztulwark
Renacidas durante la coyuntura de los pases del llamado socialismo real de
fines de los aos 50, las nociones de autonoma y autogestin que conocern
su apoteosis a fines de los 60 y comienzos de los 70 forman parte de pleno
derecho de la tradicin del marxismo revolucionario del Siglo XX. Luego de las
derrotas de los movimientos insurgentes de los aos '70 en Sudamrica, la
autonoma se deslig de su connotacin clasista (con relacin al estado y el
capital) y oscil entre significaciones diversas, entrando en una serie de
variaciones. Ellas pueden sintetizarse as: 1. Un proyecto de recomposicin del
sujeto social explotado a partir de las mutaciones en las dinmicas del
capitalismo postfordista; 2. un conjunto de rasgos propios del desarrollo de
diversos movimientos sociales e indgenas con relacin a las instituciones
sindicales, patriarcales, estatales y partidarias; 3. la propiedad de una instancia
estructural, declinada como la autonoma relativa de lo poltico con relacin a
otros rdenes estructurales (como lo econmico); 4. el retorno a un liberalismo
poltico de cneo moral kantiano combinado a veces con un nfasis sociolgico
en torno a la idea de sociedad civil. La obra del pensador cordobs Jos Aric
constituye un sitio privilegiado para detectar, en diversos perodos, el juego de
las yuxtaposiciones, transiciones y tensiones de estas distintas derivas.
Recostada sobre la nocin de anomala, Aric rastrea una y otra vez la
cuestin de la autonoma con relacin a Marx, a Gramsci y a Maritegui.
I. Del guevarismo al obrerismo
En una novela mtica de los aos '70 italianos, titulada Vogliamo tutto! y escrita
por Nanni Balestrini, los hechos transcurren fundamentalmente entre las
fbricas automotrices y la calle. Una especie de corriente elctrica militante
conectaba ambos espacios. Pero no slo los italianos. En una escena, los
trabajadores jvenes de la Fiat cuentan que hay otra fbrica que est
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directamente vinculada a la misma lucha: es la Fiat de la provincia argentina de
Crdoba. Esa imagen novelada nutri la imaginacin del autonomismo obrero
en Italia y encontraba, no casualmente, resonancia en nuestro pas. En ese
mismo momento, Jos Aric se entusiasmaba con la ebullicin fabril de la
provincia que protagonizara la alianza obrero-estudiantil en 1969. Pensando
en su afinidad con Gramsci, Aric escribe en La cola del diablo, preguntndose
a posteriori por el origen de esa conexin tan viva: Porque ramos
gramscianos al publicar la revista nos imaginbamos vivir en una Turn
latinoamericana, o accedimos a Gramsci porque de algn modo Crdoba lo
era? (1988, 72). Crdoba devena efectivamente una Turn latinoamericana: se
haba convertido desde los aos '50 en centro de la produccin automotriz,
adems de las fabricaciones militares, constituyendo un acelerado proletariado
industrial y dando espacio luego a la formacin del sindicalismo clasista.
Un punto primero para poner de relieve en lo que llamamos las variaciones de
la autonoma en Aric: la pulsin por la bsqueda de la autonoma de clase
toma un giro decisivo al calor del ciclo de alza de luchas obreras en Argentina
durante los aos '60 y mediados de los '70. Este momento tiene una conexin
directa con otro, inmediatamente anterior: el momento guevarista de Aric
explicitado en el N 4 de la revista Pasado y Presente, aquel experimento
terico fundado desde el interior del Partido Comunista pero, desde el inicio,
dispositivo de la ruptura de un grupo de su militancia juvenil. As, el laboratorio
poltico y organizativo que fue Crdoba durante toda la dcada del '60 y
principio de los '70 va tiendo la bsqueda del grupo de Pasado y Presente y
forjando, en sus lecturas, un Gramsci argentino, atravesado por la influencia de
elementos castristas-guevaristas, primero; por los mpetus clasistas del
sindicalismo obrero del Cordobazo; y hasta por cierta proximidad con
Montoneros ya en 1973 cuando stos se alan a las Fuerzas Armadas
Revolucionarias y ensayan un acercamiento al marxismo.
En este punto diferimos con la interpretacin de Burgos (2004) que habla de
desvo foquista para calificar el momento de acercamiento entre Aric y otros
miembros de Pasado y Presente a la guerrilla del Ejrcito Guerrillero del Pueblo
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liderada por Jorge Masseti, del que se saldra por la cuestin obrera. Ms que
desvo, como trmino peyorativo que vincula ese encuentro a una especie de
error o ilusin, lo interesante es pensar su conexin. El momento guevarista de
Aric no puede reducirse a un error juvenil, como a veces se lo intenta postular.
Sino, ms bien, un indicio de esa pulsin que, en combustin con la poca,
radicalizaba la investigacin por la materialidad de la efectuacin de una
autonoma.
II. La condicin obrera
Desde el primer nmero de Pasado y Presente, esta pulsin o cuestin de la
clase se da como polmica con el Partido Comunista Argentino, en un contexto
mundial dominado por las tensiones ruso-chinas, continentalmente por la
Revolucin Cubana y a nivel nacional por el problema de los intelectuales
comunistas con relacin a las masas obreras peronistas que la izquierda no
haba asumido producto de su desdn a pensar en trminos nacionales.
En el ltimo nmero de Pasado y Presente de su primera poca (1963-1965),
Aric presenta un dossier que titulado La condicin obrera que incluye su
texto Algunas consideraciones preliminares sobre la condicin obrera y un
Informe preliminar sobre el conflicto de Fiat. Textos que sera interesante
contrapuntear con el escrito del italiano Paolo Virno, implicado en la corriente
obrerista, y titulado Do you remember counter-revolution? All Virno analiza de
manera fabulosa en tres escenas cmo se desenvuelve una huelga ejemplar
en la Fiat italiana, en 1979, y al igual que hace Aric para dcadas anteriores
se describe despiadadamente el papel del Partido Comunista y los elementos
centrales para la normalizacin del conflicto a los que acudir la patronal.
Escribe Aric entonces: El verdadero rostro de Fiat, del 'benessere Fiat',
apareci cuando lleg a los grados ms extremos de presin para humillar y
destrozar la organizacin obrera (1965, 51).
La condicin obrera se propone el reconocimiento del fenmeno del clasismo,
el activismo fabril dentro de las empresas, y la bsqueda de un interlocutor de
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clase como horizonte y tono para la revista en tanto proyecto poltico. Queda
as precisada la orientacin de Pasado y Presente en los umbrales de ese fin
de primera poca: buscar puentes entre intelectuales y obreros de las grandes
empresas de las areas industriales ms avanzadas del capitalismo, en los
sectores claves de la acumulacin. La preocupacin central del grupo de
gramscianos que se aglutinaban en la revista se desplaza ahora, entre
referencias del obrerismo italiano, hacia el conflicto obrero en la fbrica y en el
nexo cada vez ms estrecho entre fbricas y sociedad, de la oposicin siempre
ms profunda entre proceso de socializacin del trabajo y apropiacin privada
de la produccin social (1965, 48). Una extensa cita del artculo La fbrica y la
sociedad de Mario Tronti (1962, 23), permite a Aric explicitar metodolgica y
polticamente la unilateralidad cientfica del punto de vista obrero y no es
menor que en una nota al pie Aric (1963) vincula esta insistencia con dos
singularidades: la necesidad de entrelazar la idea de desarrollo e imperialismo
a partir de las teoras de Prebisch y la discusin entre filsofos marxistas
italianos sobre el mtodo marxiano (Luporini, Colletti, Badaloni, Paci, Della
Volpe, Natta). Ambas cuestiones traman la singularidad del desarrollo desigual
y combinado en un pas latinoamericano como cuestin inevitable para
repensar el modo de entender el marxismo y la composicin entre luchas
diversas.
Se plantea as de un modo ms claro y acuciante la cuestin de la relacin
entre industria y cultura, de la autonoma ideolgica y organizativa y sobre la
unidad prctica entre jvenes proletarios e intelectuales a partir de una vasta y
sistemtica actividad de estudio y de iniciativas prcticas (1965, 48). El desafo
de la hora es vincular a las luchas obreras (envueltas aun en una contradiccin
entre movilizacin con potencial socialista y su insercin en la mquina
productiva del capital roles profesionales, divisin tcnica del trabajo, modos
de consumo, jerarquizaciones burocrticas que induce a una ideologa
corporativa), con el movimiento ms amplio en los territorios por fuera de la
fbricas, subrayando su relacin cada vez ms ntima. La cuestin de la
democracia, sus lmites evidentes al interior de la fbrica y su carcter ficticio
Aportes del Pensamiento Crtico Latinoamericano N 2
31
mientras se fundamente en el poder de un pequeo grupo sobre el hambre, la
fatiga, el trabajo, la vida misma de los trabajadores, lleva a Aric a hacer suya
la pregunta de Vittorio Foa: Por qu la democracia no entra en la fbrica?
(1961, 10).
Regresemos al tema del desarrollo desigual que le interesa a Aric repensado
bajo este vnculo entre la fbrica y otros espacios y conflictos: este problema
aparece claro desde el punto de vista obrero en su preocupacin por la
incomunicacin entre las luchas obreras de las zonas caractersticas del
atraso argentino luchas caracterizadas por explosiones de violencia estriles
y discontinuas y por cierto tono popular que las caracteriza y las luchas de
los obreros de las reas ms dinmicas del pas (1965, 52-53). Aric se est
refiriendo a los obreros del azcar en el Noroeste argentino, de explotacin
latifundista. Las zonas que Aric conoci y valoriz precisamente en su
acercamiento a la guerrilla guevarista. Los dos tipos de conflictos y de luchas,
dice Aric, son las dos caras de una misma moneda (1965, 53).
El Cordobazo muestra, unos pocos aos despus, un tejido plural abierto y las
elecciones de 1973 permiten plasmar la disponibilidad de las masas en
antagonismo poltico. Desde Pasado y Presente entienden, en esta fase, al
peronismo como envoltorio poltico de un fenmeno social en el cual lo
determinante resulta ser la presencia masiva de los trabajadores que lo
reivindican como experiencia propia. Lo que se pone en el centro, entonces, es
el problema de la conquista del poder, que Pasado y Presente describe como
un prolongado proceso, una larga marcha, ya que no se trata simplemente
de apoderarse de unas instituciones, sino de un sistema de relaciones que
hay que subvertir en sus races. En esta nueva coyuntura, se trata de lograr
una tendencia de izquierda socialista en el interior del movimiento peronista, lo
cual implica tambin una disputa por Gramsci. El papel de la izquierda clasista
se reformula como garanta socialista interna al proceso nacional popular de
masas. Para Pasado y Presente en su segunda poca, el peso entero de la
coyuntura recaer sobre el peronismo revolucionario.
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Si en la primera poca la interlocucin con el clasismo era combinada por
Pasado y Presente con una apelacin al Gramsci de la voluntad nacional y
popular que apuntaba a articular las luchas clasistas con la dimensin
hegemnica de la poltica nacional, en este perodo enteramente nacional
popular Pasado y Presente desempolva al Gramsci de los consejos, del
movimiento vivo y radical que se plantea la necesidad de que la lucha poltica
no se autonomice del poder proletario, del cual debe emerger la teora y las
formas polticas de la superacin del capitalismo. Este intento de articular a
Gramsci con un momento peronista (o montonero) estuvo precedido por una
confrontacin con quienes venan elaborando lecturas gramscianas desde la
izquierda peronista. De todos modos, la pregunta de la autonoma vuelve una y
otra vez por entonces: es la pregunta por las instituciones propias de la clase
obrera.
III. Autonoma del trabajo vivo
Ya en el exilio, Aric vuelve a Tronti en su libro Marx y Amrica latina. En el
eplogo a la segunda edicin (1982), Aric al interior de una discusin sobre la
crisis del marxismo recoge la idea de que es la fuerza de trabajo
autonomizada del capital la que provoca las brechas de apertura en las
relaciones de dominio y, por tanto, la va catastrfica de superacin del
capitalismo.
La anttesis descubierta por l (Marx) entre desarrollo de la productividad social general y reduccin al tiempo de trabajo funda la posibilidad de pensar una forma poltica de la crisis, que en las condiciones de las sociedades actuales se expresa como una diseminacin de las fuerzas productivas en su negativa de ser modeladas por el tiempo de trabajo. (Aric 1982, 216)
La cuestin clave para Aric es el momento en el cual la fuerza de trabajo
deviene trabajo vivo autnomo, por eso:
[] el dominio capitalista, en adelante, deber redundarse en una posicionalidad de poder colocada fuera de la relacin econmica que representaba el capital, pero la crisis de gobernabilidad que involucra una fase semejante muestra
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obstculos insorteables que plantea la no asimilabilidad de la subjetividad separada de lo social dentro de la sntesis sistemtica. (1982, 219)
La crisis de la forma Estado y de la forma Partido se produce porque han
perdido el monopolio de la poltica (Tronti 1982, citado en Aric 1982: 219) y
se vincula directamente a la expansin de la subjetividad en el nexo entre
mundo del trabajo y mundo social. Las consecuencias de ingobernabilidad se
expresan como corolario, planteando la centralidad del mando poltico frente a
la crisis.
Resulta curioso que alguien con tanta sensibilidad respecto de la dimensin
propiamente poltica o de la articulacin hegemnica haya realizado con
inters estas tempranas lecturas de lo que dcadas ms tarde se discutira en
la Argentina con la traduccin de los textos de Antonio Negri. De hecho, Aric
coincide en una expresin que titular el libro del italiano, publicado en 1978, y
surgido de un curso que Negri realizara en Francia por invitacin de Althusser y
en el que analiza en particular las tesis de Marx desarrolladas en los
Grundrisse: Marx ms all de Marx. Escribe Aric: Dentro del espacio de las
proyecciones morfolgicas fundamentales de Marx, vale decir dentro suyo,
hoy es preciso ir ms all de l (1982, 218). Y lo sorprendente es que resalte
lo que stas tienen de apertura a una redefinicin de lo poltico a partir de la
propia saturacin del espacio poltico estatal, escenario tradicional de la lucha
hegemnica.
Lo poltico, seala Aric, aparece en el momento de trabajo de Marx sobre los
Grundrisse como un autnomo lugar de resistencia contra el dinamismo
revolucionario de la sociedad civil. Recordemos que Marx empieza a escribir
los Grundrisse durante su exilio en Londres, mientras estudia la poltica
internacional y la historia diplomtica, mientras trabaja como un loco, como un
condenado, tal como le escribe a su amigo Engels en 1857.
Anomala marxiana, anota Aric. Cuando Marx investiga los mecanismos de la
poltica internacional, reconoce la resistencia que la poltica de las relaciones
de fuerza entre los estados le opone al despliegue de las fuerzas productivas.
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Aric encuentra en el Marx del exilio londinense, en el escritor de artculos para
el New York Daily Tribune, un Marx que, forzado a ver lo poltico y lo estatal
como un obstculo real, se ve empujado a subvertir la supuesta relacin de
determinacin entre base y superestructura para analizar los casos
nacionales. Es slo en el anlisis de los casos concretos advierte Aric
como paradoja, y no en sus otros textos, donde privilegia la autonoma de lo
poltico. Aquello que Aric subray como puntos de fuga de Marx aparecen en
los escritos que debe hacer pane lucrando, normalmente considerados sus
escritos menores.
Aric lleva a fondo esa anomala marxiana que se desata para pensar las
realidades coloniales. Otro modo de volver sobre el desfasaje del desarrollo
que lo preocupaba para pensar la articulacin de luchas obreras bien diversas
all por los aos 60. Poner de relieve las anomalas, sin embargo, puede
ratificar la norma o el sistema que stas desafan o ponen en cuestin. Lo que
le interesa a Aric de Marx y creemos que es el mtodo que toma Aric para
su propia investigacin y que se trama con la pulsin autnoma es la
anomala en s misma, irreductible en su propia singularidad, sin tributos ni
referencias al sistema global. Porque precisamente la fuerza de esas
anomalas en tanto tales no reside en ser capaces de mostrarse como una
excepcin que confirme la regla, sino en pensar las diferencias, el paralelismo,
la discontinuidad temporal de los procesos de transformacin, tal como le
interesa a Marx en palabras de Aric cuando cuestiona la idea misma de un
paradigma.
IV. Autonoma y nacin
A la cuestin de la autonoma de clase, que Aric encuentra en Gramsci
articulada al problema de la nacin y la formacin de un bloque histrico, hay
que agregar el descubrimiento del peruano Jos Carlos Maritegui quien, a
partir de una serie de problematizaciones llamativamente comparables a las del
comunista italiano, plante durante la dcada del '20 una serie de dilemas que
se volvern fundamentales para Aric.
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Ellas giraban alrededor de la articulacin de un socialismo peruano en trminos
de composicin entre lo proletario y lo campesino-indgena, entre la esfera
nacional y la internacional y sobre la estructuracin de la realidad peruana a
partir de la historia concreta de sus configuracin econmica y social, pero
tambin religiosa y literaria. Adems de sus mticos Siete ensayos de la
interpretacin de la realidad del Per, y de documentos de la Tercera
Internacional referidos al Partido Socialista Peruano, y luego ya sin
Maritegui- devenido Partido Comunista del Per, los temas que anudan las
preocupaciones de Aric durante el exilio sobre lo nacional como particularidad
poltica concreta se encuentran tanto en parte de la compilacin de artculos
mariateguianos reunidos bajo el ttulo Ideologa y poltica (centrados en sus
textos sobre el Frente nico, la formacin de la Confederacin General de los
Trabajadores del Per y el Partido Socialista) como, especialmente, en
Peruanicemos el Per. En su artculo Lo nacional y lo extico escribe:
La realidad nacional est menos desconectada, es menos independiente de Europa de lo que suponen nuestros nacionalistas. El Per contemporneo se mueve dentro de la rbita de la civilizacin occidental. La mistificada realidad nacional no es sino un segmento, una parcela de una vasta realidad mundial. (Maritegui 1924)
Y particularmente es en el texto El problema primario del Per donde ms
claramente se expresa: El indio es el cimiento de nuestra nacionalidad en
formacin; sin el indio no hay peruanidad posible; finalmente, cercano al
Marx de La cuestin juda: la solucin del problema del indio tiene que ser una
solucin social. Sus realizadores deben ser los propios indios (Maritegui
1925). La cuestin del indio como sujeto poltico y la cuestin de la nacin
heterognea: dos elementos que ponen a prueba el marxismo en nuestro
continente.
En su celebrado artculo Heterodoxia de la tradicin defiende un concepto
vivo de tradicin, con Proudhon, Marx y Sorel, vinculado a lo concreto, lo
heterogneo, contra toda cristalizacin o tradicionalismo: la facultad de pensar
la historia y la facultad de hacerla o crearla se identifican (Maritegui 1927),
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dando por falsa toda contrariedad entre el revolucionario y la tradicin.
La lectura que hace Aric de Maritegui, un Gramsci sudamericano, se
desarrolla en abierta polmica con la vieja ortodoxia del movimiento comunista
internacional, incapaz de captar la importancia de una comprensin profunda
de lo nacional-situado, imprescindible para la investigacin de las condiciones
efectivas de emergencia de sujetos histricos desprendidos de todo dogma
ligado a la categora abstracta de clase. Aric encuentra en Maritegui la
posibilidad de pensar la produccin poltico-cultural, la cuestin de la
productividad de las superestructuras, a partir de una nueva comprensin de
los vnculos entre intelectuales y masas a partir de la dimensin nacional.
De nuevo: el asunto de lo poltico-cultural o la superestructura, pasa por
comprender el papel y el tipo de relacin entre intelectuales y masas y, sobre
todo, por la dimensin nacional de este encuentro deseado. Tema que no
har sino crecer hasta Marx y Amrica Latina, su gran obra.
Ms tarde, hablando sobre Juan Bautista Justo, Aric notar su nfasis en una
autonoma del momento tico-poltico que impulsaba su hiptesis para la
nacionalizacin de las masas trabajadoras. De ese modo, Justo aspiraba evitar
el catastrofismo economicista, pero al mismo tiempo Aric sealaba su futuro
fracaso: esta idea se inscriba en una concepcin evolucionista del socialismo
que opacaba casi por completo el momento disruptivo de la transformacin
social (2006, 25). El otro dficit de Justo sobre la autonoma poltica y
organizativa de la clase obrera tena que ver con su imposibilidad de ser
pensada en relacin a la cuestin del poder; de eso modo se transformaba en
un modo de aislamiento corporativo y en una incapacidad manifiesta para
definir el problema de las alianzas con la democracia burguesa (2006, 27). El
populismo radical y el anarquismo tendrn, de modos divergentes, una posicin
ms clara y efectiva al respecto.El contraste con Juan B. Justo, entonces, pasa
por lo que podramos llamar hoy el problema de la produccin de subjetividad,
tema que Gramsci tomaba para s en sus enfrentamientos con el determinismo
histrico y con el determinismo economicista.
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V. Autonoma en clave kantiana
El momento del exilio podramos caracterizarlo como un desplazamiento
evidente del problema de la autonoma hacia la cuestin democrtica a travs
de la crtica a la violencia.
Como dijimos, un punto fundamental se da a partir del trabajo de Aric sobre
Jos Carlos Maritegui. La dificultad de adaptacin del sujeto latinoamericano a
las imgenes del socialismo europeas que impulsaron al peruano a un anlisis
minucioso de la poblacin indgena y rural encuentran un eco precioso en Aric
en el momento donde aquel sujeto obrero ejemplar de la agitada Crdoba ya
no aparece como capaz de sustentar la imagen del sujeto revolucionario.
Ac pueden precisarse dos vertientes analticas que convergen en Aric en el
exilio. Una de izquierda, que prosigue con la bsqueda de la autonoma
pensando en identificar desde abajo (o autnomamente) los sujetos de la
revolucin (Maritegui). Y otra, donde se plasma la tendencia que tiene que ver
con la derrota, la coyuntura eurocomunista y el desplazamiento del problema
de la autonoma hacia una idea politicista de la democracia (Crespo 1999). En
la medida en que esta ltima domina, vale la pena invertir Aric, contra el
politicismo y el culturalismo que se har fuerte como tono de la transicin
democrtica y que, en los ltimos aos, encuentra en Ernesto Laclau una
actualizacin vigorosa.
Hablamos, al inicio de este texto, del retorno, justamente en el exilio, de una
corriente que empapa cierto modo de elaboracin poltica, ligado a los efectos
de una derrota. Lo describimos como un liberalismo poltico de cneo moral
kantiano combinado a veces con un nfasis sociolgico en torno a la idea de
sociedad civil, como una de las variaciones en las que se declina la nocin de
autonoma. Sabemos que el aporte de Kant es decisivo para el pensamiento
poltico moderno porque fue el primero en dar cuenta de la necesidad de
enunciar las coyunturas epocales como situaciones de pensamiento. El viejo
liberalismo, en efecto, dio pasos fabulosos durante la poca de la ilustracin
proponiendo la autonoma de la razn (correlato de la autonoma econmica
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del propietario) como fundamento para la emancipacin del despotismo que
condena a las personas a la minoridad. Desde entonces ese ideal de
autonoma viene concebido como una capacidad de desligarse de las ataduras
y de las dependencias. El sujeto moral acta slo por responsabilidad y por
deber y no bajo constriccin de las determinantes de la situacin. He aqu una
idea de libertad como liberacin de todo determinismo.
Tal vez sea esta vieja tradicin de la autonoma liberal la que queda en pie
cuando lo que se frustra es un proyecto de autonoma de clase. Pero en todo
caso son ideas de autonoma bastantes diferentes, puesto que la autonoma de
clase asume (para trastocarlas), y no meramente rompe, con las
determinaciones histricas. Su idea de la libertad es extra-moral y apunta a
apropiarse ms que a independizarse- del tejido mundano.
Tras la derrota y el exilio la autonoma no pareca encarnar en sujeto histrico
alguno. Como ideal de convivencia, ms que como expresin de dinmicas de
lucha, la autonoma adopt una connotacin clsica y estrech sus
compromisos con la tarea de reconstruccin democrtica en luchas contra la
cultura del autoritarismo y los corporativismos.
Como resultado de este maridaje y en el contexto de los debates de los '80
sobre la transicin democrtica surgi una nueva comprensin de la categora
de sociedad civil, ya presente en Hegel y en Gramsci. Al ltimo Aric lo
vemos indagando en aquella coyuntura la posibilidad de constituir experiencias
de autonoma cultural e intelectual en ese campo gelatinoso de la sociedad civil,
buscando como quien no quiere la cosa, a travs del rabillo marxiano de su ojo
-o de su memoria- indicios de subjetividades capaces de historizar y encarnar
esta autonoma desontologizada y formalista incapaz de prolongar la
experiencia comunista.
VI. Aric a contrapelo
Es necesario volver a Aric para retomar sus intuiciones fundamentales sobre
la autonoma ms all de su confinamiento al momento de la transicin
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democrtica.
Los aos '80 han sido los aos del politicismo. Una democracia marcada por la
derrota y la imposibilidad de desanudar tendencias radicales sin desestabilizar
el estrecho juego poltico parlamentario redund en una sobreestima de lo
poltico endgeno y una percepcin desconfiada y negativa de las dinmicas
sociales y econmicas. La revolucin neoconservadora en el occidente
ampliamente considerado reforz esta tendencia a resguardarse en el pacto
poltico y en la defensa de las clusulas jurdicas como razn ltima de la
convivencia pacfica. Seguramente la afeccin ms importante que sufre la
coherencia interna de lo poltico as concebido haya sido la modernizacin de
las lgicas mediticas. Como sea, la ausencia de sujetos sociales productivos y
el desencanto con el llamado mundo socialista encerr al pensamiento poltico
democrtico sobre s mismo y lo alej de las premisas que durante por lo
menos un siglo lo constituyeron en alianza con el lenguaje del marxismo.
La cumbre de este movimiento intelectual fue el llamado postmarxismo y ms
precisamente el libro Democracia y hegemona socialista, de Ernesto Laclau y
Chantal Mouffe. All los autores situaban en Gramsci el lugar preciso en el cual
se podra desanudar un pensamiento autnomo de lo poltico respecto de sus
determinaciones econmico-objetivistas. La nocin gramsciana de hegemona
se abra ya al nuevo paradigma: el juego interno a esa nocin entre
contingencia y multiplicidad era mucho ms a fin al dinamismo del lenguaje que
al de las clases sociales de la era industrial. Toda una idea de intelectual
orgnico fue liquidada en el pasaje, casi sin que se note, y mutado por el
intelectual acadmico populista. Vale la pena sumar a Aric a ese recorrido?
A contrapelo, leemos a Aric como a un pensador que a partir del exilio
requiere ser ledo bajo estricta operacin de inversin. El valor de los textos de
Aric, sobre todo su obra sobre Maritegui y Marx, no se despegan tanto de los
procesos de constitucin subjetiva, ni se encandilan con las combinatorias
simblicas de Laclau. Quizs Aric guarde las pistas para cuestionar esa
autonoma de lo poltico volviendo a Gramsci y entretejiendo el proyecto
hegemnico con la constitucin de sujetos plurales de lucha que encuentran las
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posibilidades de la recreacin de una autonoma en un movimiento crtico
radical, mucho ms prximo a aquel que animaba a sus queridos Marx,
Maritegui y Gramsci que a la aceptacin de lo poltico como reduccin a un
mundo de discursos sin sujetos.
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Aric y Portantiero en el espejo del exilio mexicano:
los textos malditos y la bsqueda del nexo orgnico
entre economa y poltica en el marxismo
Andrs Tzeiman
En los trusts la libre concurrencia se trueca en monopolio y la produccin sin plan de la sociedad capitalista capitula ante la produccin planeada y
organizada de la naciente sociedad socialista. Claro est que, por el momento, en provecho y
beneficio de los capitalistas. Pero aqu la explotacin se hace tan patente, que tiene
forzosamente que derrumbarse
Federico Engels, Del socialismo utpico al socialismo cientfico (1877)
I. Introduccin
La dismil estela que han dejado los diferentes textos escritos por los padres
fundadores de la tradicin marxista constituye uno de los problemas ms
significativos que ha debido atravesar esa familia terica durante el transcurso
del Siglo XX. Pues luego de la muerte de Marx y Engels, la difusin de su obra
ha resultado ambigua: por un lado, algunos de sus trabajos han alcanzado una
distribucin masiva -adquiriendo de esa forma un amplio conocimiento popular-;
y por e