Bastos y Camus - Multiculturalismo y pueblos indígenas

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  • 8/8/2019 Bastos y Camus - Multiculturalismo y pueblos indgenas

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    ENCUENTROS

    REVISTA CENTROAMERICANA DECIENCIAS SOCIALES, N 1. Vol. I, julio 2004.

    Multiculturalismo y pueblos indgenas:reflexiones a partir del caso de Guatemala

    Santiago Bastos y Manuela Camus 1

    A Edelberto, para seguir discutiendo

    La diversidad de orgenes y culturas apenas ha sido considerada alpensar en Centroamrica como regin. A pesar de la riqueza y diversidadde las poblaciones originarias, del asentamiento en varias fases de africa-nos y sus descendientes, y de la evidente diferencia tnica en algunos pa-ses, ha prevalecido la imagen de una sociedad fundamentalmente mesti-za. Sin embargo, la accin de estos grupos ocultados hasta ahora est pro-vocando modificaciones en las legislaciones, polticas pblicas y, sobretodo, en la forma poltica de entender la diferencia y la diversidad, ya quecomo en otras partes del mundo se est abriendo paso el modelo del mul-ticulturalismo. A partir del caso de Guatemala, queremos aqu exponeralgunas ideas y reflexiones en torno a estos cambios y lo que implican pa-ra sociedades como las centroamericanas.

    1. La diferencia construida y contestada

    La dimensin tnica ha supuesto un factor de exclusin y regulacinsocietal que ha estado incidiendo en la construccin de todas las socieda-des centroamericanas. Guatemala, donde la poblacin indgena de origen

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    1 Investigadores del rea de Estudios tnicos / FLACSO- Guatemala, e-mail:[email protected]

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    Segn PNUD Segn Native Lands

    Poblacin % de poblacin total Poblacin %

    Guatemala 4,847,138 43% 6,538,000

    Belice 45,000 19% 45,457Honduras 440,313 7% 492,859El Salvador sin datos sin datos 500,500Nicaragua 398,850 8% 393,850Costa Rica 63,876 2% 35,440Panam 284,754 10% 284,754

    TOTAL 6,079,931* 8,290,260

    Fuentes: PNUD (2003: 339 y Mapa 8.2) y Native Lands (2002).*Sin El Salvador.

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    maya supone al menos la mitad del total, es el caso ms claro; pero la di-versidad es una marca que est presente en todos los pases, fruto de lageografa y la historia de la regin. Por su ubicacin como puente entrelas Amricas, la poblacin prehispnica provena al menos de dos tradi-ciones diferentes: la meso y la sudamericana. La llegada de los espaolesa inicios del siglo XVI introdujo el elemento europeo, pero tambin la di-ferencia como eje rector de las relaciones sociales y polticas. Por otro la-do, el poblamiento de africanos o afroamericanos se dio en diversas olea-das y desde lugares diferentes. As, Prez Brignoli distingue cinco gruposlingstico-culturales diferentes a la cultura oficial: los mesoamericanos,el lenca, los indgenas del sureste centroamericano, el garfuna y los afro-caribeos (PNUD, 2003: 339; vase tambin Carmack,1993).2 Estos pue-

    blos olvidados supondran entre seis y siete millones de habitantes en elao 2000 (PNUD, 2003: 340).

    2 Por su parte, Adams (1956) distingui en su momento tres tradiciones regionales his-panoamericanas: la ladina de Guatemala, El Salvador, Nicaragua y Honduras, la dela meseta central de Costa Rica, y la panamea; adems de considerar significati-vas la hind-americana y la chino-americana (citado por PNUD, 2003: 337).

    Cuadro 1

    Poblaciones indgenas en Centroamrica

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    1.1 Una historia que marca

    Sin embargo, esta diversidad ha sido hasta recientemente una reali-dad mal conocida y perversamente ocultada por unas naciones-Estado li-berales que han querido configurarse como monotnicas o mestizas en elsentido de desindianizadas y desnegrificadas. Las diferentes poblacionesindias, afroamericanas, caribes, orientales, etc., no han sido valoradas ensus especificidades ni en sus aportes a la construccin nacional, sino, porel contrario, han recibido el estigma y la culpabilizacin del atraso y elsubdesarrollo del pas.

    Esto se debe a que las naciones centroamericanas son buenos ejem-plos de cmo en Latinoamrica, en tensin con la idea imaginaria de la

    nacin como comunidad (Anderson, 1993), intervino un elemento queproviene de la colonia y que est profundamente enraizado en el pensa-miento de los criollos: su sentimiento oligrquico y la conciencia de su di-ferencia con el resto de los pobladores de Amrica ya sean indios, negroso producto del mestizaje precisamente por su raigambre europea, extra-americana. Como resultado, el nosotros de estas naciones no abarcartoda la poblacin (Bastos, 1998).

    Esta combinacin produce un doble efecto sobre la existencia de losindgenas que podramos denominar la paradoja perversa de la domina-cin tnica. Por un lado, dado que la nacin se concibe como uniforme,se niega que exista una cultura distinta a la oficial, que evidentemente esla de los criollos: el idioma oficial ser el castellano; la religin, la cat-lica, el derecho, romano. Con el tiempo, en la mayora de los pases lati-noamericanos se asumir el discurso de que estas naciones son mesti-zas, que provienen de la mezcla de espaoles criollos e indios, conlo que se plantear que la cultura nacional es una combinacin de elemen-tos de ambas procedencias, pero donde el mestizaje tiene una direccinprogresiva que privilegia el dominio de la blancura, que es la representa-cin racial de lo europeo occidental, lo superior.

    As, se dar un discurso de asimilar a los indgenas, incorporarles ala nacin a travs de su castellanizacin. Como mucho, dentro de la his-toria oficial se recogern los elementos ms florecientes del pasado pre-hispnico los caciques como Lempira en Honduras, Tecn Umn en

    Guatemala, Diriangen en Nicaragua o el inexistente seoro de Atlacaltlen El Salvador, pero desvinculndolos de sus descendientes, dado que supapel es sentar las necesarias bases histricas de la nacin que son dife-rentes a las de los europeos.

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    Por el contrario, y este es el segundo efecto, la poblacin indgena se-r vista como atrasada, degenerada tras siglos de dominacin. Combinan-do de nuevo lo racial y lo cultural (Williams, 1989), el indgena es conce-bido como un sujeto ajeno, racialmente inferior y definido por una cultu-ra atrasada; por lo que quedar naturalmente excluido de la nacin ylas ventajas del progreso. Esta supuesta inferioridad se utilizar parajustificar el dominio y la explotacin de esta poblacin, que seguir sien-do la base econmica del pas.

    La tensin entre estas dos ideas, que parten de la inferioridad de lo in-dgena, marcar el resultado de la ideologa tnica en cada pas. En Nica-ragua ser evidente el mito de la nacin mestiza (Gould, 1997), mien-tras que Costa Rica se asumir directamente como blanca, negndose en

    ambos casos tanto los componente indgenas como los afrodescendientes.Guatemala es un caso quizs extremo en relacin con sus pases vecinosporque aqu la nacin nunca se concibi desde la redencin del indio enel mestizaje indiferenciado, sino desde una fractura social de la poblacinen dos etiquetas tnicas dicotmicas y hasta antagnicas: la del indgenay el ladino, que perpetan el pacto colonial de la coercin india.3 De estamanera, los indgenas han sido un colectivo social presente, pero subyu-gado y subordinado, que se ha movido segn le ha interesado al Estado ya la oligarqua entre la segregacin y tibias intenciones de asimilacin(Taracena et al. 2003).

    1.2 Retando la diferencia

    Los cambios socioeconmicos que se dan en las sociedades centroa-mericanas en la segunda mitad del siglo XX (Adams y Bastos, 2003) y loscambios ideolgicos que se dan en el mundo tras la dcada de los sesen-tas (Dietz, 2003) van preparando un nuevo paisaje, que es el que ahora nosocupa. Frente a lo que dictaba la ideologa de la modernidad y el progre-so, con la que se perciba toda esta transformacin, la modernizacin delas poblaciones indgenas no trajo su asimilacin a las sociedades nacio-nales, sino, por el contrario, ahora podemos percibir que produjo una pro-funda mutacin y un reforzamiento en la identidad tnica.

    3 Hasta la mitad del siglo XIX sern quienes mantengan con sus tributos la economaestatal, y despus quienes recolecten el caf a travs de las migraciones forzosas desus comunidades hasta la bocacosta.

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    Desde los aos setentas vienen articulndose diferentes colectivos,pero es con el final de las guerras internas que la presin de grupos orga-nizados ir definindose y creciendo en un contexto de cambios en la ju-risprudencia internacional que facilitaba y daba cauce a estos reclamos dereconocimiento y un contexto mundial crecientemente sensibilizado. Es-ta asuncin de la diferencia cultural dentro del marco liberal como basepara la solucin de los problemas tnicos en Amrica Latina, est dandolugar a ...un emergente modelo multicultural regional (van Cott, 1999:506) que se est empezando a traducir en polticas y reformas institucio-nales concretas.4

    En Guatemala, la relacin de fuerzas entre los indgenas y el Estado haido adquiriendo formas nuevas y en parte insospechadas desde que hace va-

    rias dcadas esta poblacin empez a reivindicar un trato igualitario, llegan-do a conformar desde los setentas un movimiento indgena que fue trun-cado por la violencia de inicios de los ochentas. El que se produjera en unosmomentos de insurreccin generalizada en Centroamrica donde la gram-tica de la lucha de clases era la privilegiada, le impidi perfilarse en su iden-tidad cultural de forma suficientemente clara; y el incipiente movimiento in-dgena se incorpor a la oposicin violenta al Estado, junto con el movi-miento campesino y popular, aunque los costos que ello le supuso fueron es-pecialmente desproporcionados, llegando a hablarse de un genocidio haciael pueblo maya (CEH, 1999).5

    Pero el germen discursivo de los derechos culturales de los setentassobrevive en el contexto de la clandestinidad de los ochentas y va a ir pa-sando de la defensa de los elementos que estaban siendo amenazados porlas polticas asimilacionistas, al reclamo de la igualdad de oportunidadespolticas, y de ah a ir concibiendo una serie de derechos que se conside-ran exclusivos por el hecho de formar un colectivo histrico concreto den-tro del Estado (Adams y Bastos, 2003: 463-480). As, la dcada de losnoventas vio renacer a un ahora autodenominado Movimiento Maya,que desde los reclamos como vctimas de la violencia fue tomando de for-ma cada vez ms definitiva la diferencia tnica como la base de sus recla-

    4 El trabajo de Assies et al., (1999) recoge y sistematiza estas ideas y las experienciaspioneras que se vienen dando en el continente respecto a la concrecin de los dere-chos indgenas: usos y costumbres polticos, el derecho consuetudinario o losterritorios indgenas. Tambin el de Sieder ed. (2002), y los referidos a la ciu-dadana tnica como Kymlicka et al., (2002).

    5 Sobre el movimiento indgena antes de la violencia de los ochentas, vaser Arias(1985), Le Bot (1995) y Bastos y Camus (2003). Para la rearticulacin tras losochentas, estn el trabajo de Cojt (1997), Warren (1998), Fisher y McKenna (1999),Esquit (2002) y el mismo de Bastos y Camus (2003).

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    mos. Para el momento de la contracelebracin de V Centenario en 1992, apesar de las tensiones internas que se producen, se da una asuncin colec-tiva de la mayanidad.6

    El movimiento se encontraba en un entorno internacional favorablese haba proclamado el Ao y el Decenio de los Pueblos Indgenas lo queayuda a explicar el que, contra todo pronstico dado su carcter histricoagresivamente exclusivo, el Estado guatemalteco, inmerso en el Proceso dePaz, firmara en 1995 el Acuerdo de Identidad y Derechos de los PueblosIndgenas AIDPI y se asumiera como en otros tantos pases de Amri-ca Latina- multicultural, pluritnico y multilinge, cobijando a su inte-rior a tres Pueblos Indgenas: Mayas, Xincas y Garfunas; e hiciera unserie de propuestas sobre polticas pblicas por desarrollar.7

    En este recorrido histrico, la asuncin del ser maya como identidad,representa todo un cambio en la forma de percibir la diferencia tnica. Es unaopcin que facilita una plataforma comn para los ms de 20 grupos lings-tico territoriales mayoritarios en Guatemala, antes conocidos en genrico ycon tinte despectivo como indgenas, indios o naturales. Frente a lacarga de subordinacin que tienen estos trminos impuestos desde el coloni-zador, el nosotros maya se construye en torno a una serie de elementos cul-turales asociados a la diferencia, sobre todo la historia, lengua y la espiritua-lidad, que ha permitido la idea de un nosotros positivo, unificado y din-mico, an no generalizada pero en expansin. Esta adscripcin incorpora uncontenido poltico fuertemente perturbador respecto al statu quo de la defi-nicin de la etnicidad en Guatemala, de sus presupuestos nacionales, suscontenidos de ciudadana y sus estructuras sociales.

    6 Aqu no queremos entrar a exponer la gnesis de las organizaciones mayas y de susfacciones internas, unas ms ligadas a la izquierda, al movimiento popular y/o a laguerrilla de la URNG; otras ms ligadas al movimiento culturalista; otras con suslgicas locales o sectoriales propias. Pero esto, en un pas que ha sufrido tantos aosde violencia implacable desde el Estado y sus cuerpos represivos, hasta de fuentesms cercanas y locales, y sobre una poblacin inferiorizada por el racismo, provocamuchas tensiones internas, desconfianzas, protagonismos, diferencias ideolgicas,etc... que hacen que su conformacin sea heterognea y conflictiva (Hale et al, 2001;Bastos y Camus, 2003).

    7 Es interesante que este Acuerdo crea unos mecanismos de negociacin al obligar adialogar en unas Comisiones Paritarias al Estadtdamentales. Esta experienciacompleja y ambiciosa pero finalmente poco horizontal y poco efectiva, zanjar sufuncin cuando el referndum sobre las reformas constitucionales, necesarias parainiciar un nuevo modelo de Estado, de un resultado negativo en marzo de 1999. Apartir de aqu las condiciones internas y externas se modifican, y es el fin de la tol-erancia y el apoyo al movimiento maya (Bastos y Camus, 2003).

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    Guatemala representa quiz el caso en que las demandas indgenashan tenido y tienen un potencial ms cuestionador, y donde el movimien-to indgena ha llegado a obtener ms fuerza, pero no es el nico pas deCentroamrica en que el vocabulario multicultural se ha asentado. Nicara-gua, con el proceso que en 1987 llev a la concesin de Estatutos de A u-tonoma a las dos Regiones de la Costa Atlntica, fue un caso pionero tan-to en el desarrollo de organizaciones sobre bases tnicas como en la reso-lucin poltica del conflicto; aunque sea Panam el pas que comenz an-tes en 1938 este proceso de demarcacin territorial. En El Salvador yHonduras desde los noventas algunas organizaciones campesinas empeza-ron a pensarse y reclamar desde lo tnico, mientras los respectivos Esta-dos han acabado organizando instancias diversas para atenderlas. Final-

    mente, en la blanca Costa Rica, el Partido Accin Ciudadana reclamapor el reconocimiento de la diversidad tnica del pas, y ...coloca por pri-mera vez en el parlamento costarricense, dos diputados: una diputada afro-descendiente... y un diputado bacn, afrodescendiente, que es lder negrode la provincia de Limn (Iturralde, 2002: 23). As, para el ao 2000, lamayora de los pases centroamericanos reconocen de una forma u otra ladiversidad que haba estado negada y ocultada desde la independencia.8

    Belice No No ratificado No figura No figura No figura No figura

    Costa Rica S Ratificado No figura No figura No figura No figura(1993)

    El Salvador No No ratificado No figura No figura No figura Artculo 105,tierra rstica

    comunalArtculo 67

    Guatemala S* Ratificado Artculo 76 Respeto a sus No(1996) formas de vida explcitamente

    (art. 66) (art. 66)Honduras S Ratificado No figura No figura No figura Tierras ejidales

    (1995) (art. 300)Nicaragua S No ratificado Artculo 121 Artculos 5, 89, No Artculos 5,

    175, 177, 180, directamente 89, 103, 107181, (cfr.. Autonoma 180art. 20 transit. y art. 89)

    Panam S No ratificado Artculo 84 Comarcas No se especifica Artculosindgenas (art. 141) 122, 1 y 2,

    Carcter

    multitnicoEducacin

    bilinge

    Convenio

    169Autonoma Derecho

    consuetudinarioPropiedad

    comunitariaPas

    Cuadro 2Centroamrica: constituciones y reconocimiento a la multiculturalidad

    8 En este sentido, es significativo el esfuerzo del PNUD por incorporar esta prob-lemtica y empezarla a sistematizar dentro del Segundo Informe sobre Desarrollo

    *Se trata de un reconocimiento relativo, pues en la Constitucin vigente se habla deetnias de origen maya, pero no del carcter multitnico del pas.Fuente: PNUD (2003: 361, Cuadro 8.13).

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    2. El reconocimiento de la diversidadAs, desde finales de los ochentas y sobre todo en los noventas empe-

    zaron a aparecer trminos y frmulas nuevas para referirse a la diferenciatnica: pueblos, derechos especficos, autonoma, derecho indge-na, educacin bilinge intercultural, que de alguna quedaron plasma-dos en los ordenamientos polticos. Todas estas frmulas significan laadaptacin a los intereses de los indgenas centroamericanos y a las posi-bilidades de sus Estados, de una ideologa que ha venido forjndose des-de hace tiempo y que se conoce como multiculturalismo. Representa todauna forma nueva de plantear, pensar y expresar la diferencia tnica y, so-bre todo, su regulacin poltica.

    2.1 Una ideologa de cambio y compromiso

    Este multiculturalismo tiene sus orgenes en las transformacionesideolgicas que se gestan en los aos sesentas en Estados Unidos y Cana-d, amplindose a Europa en los setentas y ochentas, buscando hallar sa-lida poltica a la creciente diversidad tnica, cultural y de orgenes de lassociedades posindustriales, y asentndose y oficializndose en los noven-tas (Dietz, 2003). En principio, trata de resolver dos situaciones bsicas,de dimensiones polticas muy diferentes.

    En su primera formulacin norteamericana, se dirige hacia la pobla-

    cin inmigrante, ya que la posicin asimilacionista de los Estados nacio-nales no haba resultado exitosa, y se decanta por una aceptacin de laexistencia de otras culturas a su interior, entendiendo que pueden desarro-llarse en convivencia pacfica bajo unas normas nacionales comunes. Deesta manera, los colectivos culturalmente diferentes no seran vistos comoposibles factores desestabilizadores, ni subversivos, sino que ms bien sefomentara la participacin poltica desde sus identidades diferenciadasetiquetadas. Para este multiculturalismo la cohesin social ya no depen-de de la homogeneidad y la diferencia no supone necesariamente la frag-

    Humano en Centroamrica y Panam del 2003. En el captulo 8 El desafo de lamulticulturalidad, recoge, entre otras cosas, una aproximacin histrica, su dis-tribucin geogrfica y aproximaciones cuantitativas, as como indicadores de ladesigualdad y cmo los pases han elevado a sus constituciones la consideracinsobre los pueblos y culturas.

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    mentacin, aunque esta posicin no problematiza cmo se produce la in-teraccin entre los colectivos culturalmente diferentes en la sociedad, nisus diferencias en el acceso al poder y los recursos.

    Esta idea del multiculturalismo se complica cuando los otros no soninmigrantes dispersos espacial y socialmente, sino pueblos, nacionesque ocupan espacios concretos, con historias e identidad y que exigen re-conocimiento poltico, como ocurre en muchos Estados europeos. En estecaso, lo que ocurre de forma muy simple es que el Estado nacional libe-ral, en su formacin, no quiso reconocer como parte del nosotros, a lapoblacin que no perteneca culturalmente al ncleo dominante caste-llanos en Espaa, ingleses en Gran Bretaa, etc. (Anderson, 1993). Aho-ra se trata de resolver esta exclusin mediante el reconocimiento de la exis-

    tencia de estas diferencias dentro de un mismo Estado, convirtindolas enel eje de una serie de derechos polticos que se pueden considerar comouna extensin de los universales, y tienen una relimitacin territorial(Kymlicka, 1996). Al reconocer que el Estado no es culturalmente neutro,se intenta que esta dimensin refleje la realidad de las sociedades.

    Estas dos variantes del multiculturalismo van convergiendo en suselementos bsicos: reconocer que las sociedades actuales son cultural-mente diversas, situacin que hay que regular, ya sea como estados mul-tinacionales o como naciones multiculturales, a base de reconocer al-gn tipo de derechos ms all del clsico universalismo liberal. Poco a po-co, se van convirtiendo en la forma legtima de hablarsobre la diferenciatnica, y de este ideologa van surgiendo nuevas polticas para gestionar-la. Segn John Comaroff, se trata de una frmula de compromiso entre eletnonacionalismo de los colectivos que reclaman reconocimiento y eleuronacionalismo de los Estados que lo administraran: ...de la luchaentre estas dos formaciones ideolgicas... surge una tercera. Llammoslaheteronacionalismo si quieren... Es una sntesis que pretende absorberlas polticas de identidad del etnonacionalismo dentro de la concepcin decomunidad poltica del euronacionalismo. Arropado por el lenguaje delpluralismo, su objetivo es acomodar la diversidad cultural dentro de unasociedad civil compuesta por ciudadanos autnomos iguales e indiferen-ciados ante la ley. Como esta formacin ideolgica celebra el derecho a ladiferencia como su principio bsico, da origen a una obsesin por las

    practicas del multiculturalismo (Comaroff 1996: 177).

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    2.2 Retando a las naciones latinoamericanas

    Estas ideas tienen un tremendo potencial transformador en socieda-des como las latinoamericanas, donde la diversidad cultural fue utilizadacomo justificacin para mantener la desigualdad entre sus habitantes. Exi-gen revisar las bases incumplidas desde las que se crearon las repblicas,tanto la supuesta homogeneidad y unidad nacionales, al reconocer su di-versidad interna; como la supuesta igualdad ante la ley, ante la exigenciade unos derechos colectivos. As, supone reformular el Estado nacional li-beral heredado y proponer frmulas alternativas a su misma razn de ser:la ciudadana, el derecho, la nacionalidad.

    Al hablar en trminos de Pueblo, los Mayas y otros grupos buscan la

    legitimidad que s se les reconoce a las naciones como colectivos con de-rechos polticos. Por ello se basan en los mismos elementos que los Esta-dos nacionales para legitimar su existencia: reivindican una historia rees-crita desde su perspectiva; reclaman el derecho al uso de sus propios idio-mas al mismo nivel que el castellano oficial; demandan respeto a sus pro-pias formas de organizacin y de espiritualidad. De esta forma, todos loselementos que antes eran marcas de la inferioridad, ahora son retomadoscomo smbolos positivos de la diferencia.

    Con estos reclamos estn mostrando que las naciones latinoamerica-nas, si lo son, son naciones imperfectas, pues una parte de ellas siempreha estado marginada; y ms directamente, que en estos Estados coexistenvarios grupos diferenciados (Bastos, 1998). La nacin que siempre hemosconsiderado como una asociacin poltica natural, realmente es un arti-ficio de dominacin.

    Este cuestionamiento rotundo de la exclusin poltica y cultural deuna parte muy importante de la poblacin ha comenzado a conceder uncierto poder de decisin a una serie de actores indgenas hasta ahora tra-tados con una actitud tutelar. El indio ha pasado de ser el problema nacio-nal por resolver y la carga colonial que impide el desarrollo, a ser consus-tancial con la globalizacin: la legitimidad y extensin de los reclamos debase tnica se ha ido convirtiendo en una de las caractersticas de lapo s tmodernidad y el posnacionalismo, transformndose el paradigma des-de el cual se concibe la diversidad y su tratamiento por el Estado.

    En el mundo actual, estas tensiones han suscitado conflictos extremosdonde las diferencias culturales e histricas llegan a un primer plano po-ltico, o soluciones ms concertadas como las que se estn produciendo enAmrica Latina. Conceptos como derechos especficos o ciudadanatnica van a ser un factor de replanteamiento de cuestiones largamente

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    dilatadas, como la formacin de la nacin, los contenidos de la ciudada-na y el alcance de los derechos supuestamente universales.

    Christian Gross (1998) seala que el movimiento indgena de Amri-ca Latina se caracteriza porque no recurre a la violencia como en otraspartes del mundo, ni es separatista. Ms bien viene generando nuevasfronteras tnicas ms abiertas y flexibles que cruzan transversalmente lasociedad; mientras, el Estado y otras fuerzas exgenas desarrollan un nue-vo papel de mediadores y legitimadores de estas identidades recreadas ypolitizadas. Por ejemplo, el problema que se plantea desde el movimien-to maya no es la fractura de la nacin con un presunto independentismo,sino qu tipo de nacin van a definir los guatemaltecos. Aunque, tambinhay que recordar que las polticas neoliberales y de globalizacin han au-

    mentado las desigualdades sociales y han forzado a mantener los obstcu-los polticos, con lo que se estn dando crecientes tensiones al tener losmovimientos indgenas que optar por tomar posiciones de fuerza, la luchade los miskitos en Nicaragua, el levantamiento del EZLN en Mxico, loslevantamientos de la CONAIE en Ecuador o las transgresiones antiim-perialistas del movimiento cocalero en Bolivia.

    Los planteamientos relacionados con la frmula de Pueblo Maya yotras similares, se acercan ms a la demanda de un pas multinacional quea uno pluricultural, ms a lo europeo que a lo norteamericano. La situacinde los indgenas en Latinoamrica no cuadra con ninguna de las dos tradi-ciones de multiculturalismo que vimos, pero, en todo caso, se acercanms a naciones oprimidas que a inmigrantes discriminados. Las elabo-raciones hechas por los mayas desde los setentas hasta los noventas se si-tan en esta direccin, al hacer referencia directa al colonialismo interno,a la nacin o Pueblos Mayas, al territorio y al reclamo de autonoma. 9

    A travs del tiempo y en diversos grados, los indgenas han acabadosintindose parte del Estado-Nacin a que pertenecen. No se plantea laformacin de una sociedad aparte, sino mejorar la posicin en la que es-tn y lograr un reconocimiento como sujetos especficos, a travs de unamayor participacin poltica en los asuntos que les ataen (Bastos, 1998).Es lo que algunos autores (Montoya, 1992; Guerrero, 1993; de la Pea,1999) han llamado ciudadana tnica. Por ello, la definicin de este gra-do de autonoma es muy amplia, y en este momento funciona ms como

    9 Vese COMG (1991), Cojt (1991, 1994), COPMAGUA(1994).

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    modelo imaginario que hay que alcanzar que como realidad tangible. Detodas formas s que hay dos elementos por resaltar en l. En primer lugar,est ms o menos claro para los indios que ha de conllevar la definicinde unos territorios indgenas; y en segundo, que sobre ellos se ejerzacierto grado de autogobierno.

    3. Multiculturalismo, poder y desigualdad

    La formulas polticas asociadas a este complejo ideolgico que lla-mamos la multiculturalidad estn suponiendo un reto a la forma en queen Centroamrica se ha construido y legitimado un poder excluyente. Pe-

    ro este nuevo modelo como ideologa que intenta legitimarse, tambinplantea una serie de cuestiones que habra que considerar para darnoscuenta de hacia dnde nos dirigimos como sociedades y pases.

    3.1 La etnicidad: cultura y poder

    Como hemos venido insistiendo, la situacin que este multicultura-lismo intenta resolver se origin en el momento histrico en que en A m-rica Latina, dos grupos, histrica, racial y culturalmente diferentes, se pu-sieron en contacto, y esa diferencia fue utilizada para justificar el domi-nio de uno de ellos sobre el otro. Desde entonces, esta argumentacin fuerecrendose hasta la actualidad, variando en sus formas pero mantenien-do su funcin de dominacin.1 0 Es lo que podramos llamar la trampaideolgica de la dominacin tnica: hacer creer que las diferencias cul-turales y raciales son la causa de la diferencia social, del acceso desigualal poder y a los derechos, ahora entre unos ciudadanos modernos yotros atrasados.

    El paradigma multicultural que ahora est surgiendo cuestiona la su-puesta homogeneidad de los conjuntos nacional-estatales y la base estric-tamente individual de los derechos universales, pero no las bases mismasde la desigualdad, al seguir asumiendo implcitamente que la diferencia

    10 En este sentido, la etnicidad es una dimensin de las relaciones sociales similar algenero: una diferencia existente biolgica o de origen- es utilizada como razn paranaturalizar hacer parecer natural- una desigualdad en el acceso a los recursos quebeneficia a una de la partes.

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    cultural es la causante de la exclusin, y no la justificacin por la que seha dado carcter natural o legtimo a esa desigualdad. Se supone que re-solviendo polticamente como la diferencia cultural, la desigualdad tende-r a desaparecer.11

    El AIDPI sirvi para definir al menos durante una dcada y vere-mos si ms cules son los problemas que podan asociarse a la diferen-cia tnica, y con ello, tambin se defini a los Pueblos Indgenas y losderechos a los que podan aspirar. Y entre ellos no estaban los relaciona-dos con la situacin de desigualdad estructural que sufre la mayora de losmayas, fruto de siglos de exclusin sistemtica. Como esto es producto dela colonia, pero no del ser Maya previo a ella, y como la desigualdades algo que afecta toda la sociedad superando las barreras tnicas, a partir

    de 1994 los temas socioeconmicos no han entrado en la agenda que elEstado ha diseado respecto a la Guatemala multitnica, y hasta este aode 2004 empiezan a retomarse por el movimiento maya organizado.12

    As pues, un primer problema que puede plantear la visin estrecha-mente multicultural de la diferencia tnica tal y como se vive en Cen-troamrica, es la eliminacin del elemento estructural de exclusin socialy de falta de oportunidades econmicas que estn asociadas a ella. Comoveremos ms adelante, a los Estados centroamericanos y otros sectores depoder, les puede interesar fomentar esta visin de los derechos indge-nas que no cuestiona las bases de dominio. Mientras no se solucionen losproblemas que afectan a toda la sociedad la distribucin de la riqueza, elacceso al poder poltico, por plantear los ms evidentes, no se soluciona-rn los problemas de los mayas y otros pueblos indgenas. Y de la mismaforma, mientras no se reconozca la existencia de varios colectivos con his-torias y culturas diferenciadas, no se podrn resolver los problemas queafectan a toda la sociedad.

    11 Esta asuncin proviene del hecho, ya anotado, que la situacin multicultural deEuropa o de los pases de inmigracin tiene divergencias respecto a lo que ocurre

    los Pueblos Indgenas en Latinoamrica, pese a que todos ellos puedan entrar en lacategoras de relaciones tnicas, colonialismo interno o pueblos.12 El da 30 de marzo de 2004, hubo en la capital de Guatemala, una marcha en que

    una coordinadora que agrupa a gran cantidad de organizaciones mayas acuerp lasdemandas por tierra y oportunidades de las centrales campesinas, hacindolas suyascomo tales mayas.

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    3.2 La politizacin de culturas e identidades

    Como ha demostrado el mismo movimiento maya, la multiculturali-dad est basada en que la identidad y la cultura, dos elementos que soncambiantes y diversos, se convierten en ejes de los derechos y deberes po-lticos. Entre ciertos sectores, este discurso puede llegar a plantearse deuna forma esencialista, al concebir la cultura maya o los mayas comoalgo nico, que no cambia en el tiempo y se ha mantenido incontaminado.Cuando se plantea as se produce una lectura simplificada e ideologizadade la diferencia tnica y de los portadores de las culturas que pueden ver-se como antagnicos o en pugna. Esto implica que si se exigen unas pol-ticas especficas, se pueden olvidar los derechos transversales; si solo se

    valoran las acciones en pro de la diferencia, se olvidan aquellas en pro dela equidad y la justicia; se desechan problemas o situaciones que afectanel da a da de la poblacin indgena como tierra, pobreza, mestizaje ocambio identitario y cultural.

    Cuando algo tan fluido como la cultura se convierte en base de dere-chos, esta puede llegar a ser vista nicamente como un conjunto de sm-bolos oficializados que identifican a los pueblos como construccionespoltico-culturales: sobre todo el idioma, y tambin la vestimenta (feme-nina), la religin o espiritualidad. Con ello se estn reduciendo los univer-sos simblicos, las cosmovisiones de estos colectivos, en unos rasgosetnoculturales (Solares, 1989) o en los marcadores de la diferencia(Barth, 1976). En esta nueva ideologa, se les dota de un nuevo sentido: deser los smbolos del atraso, se convierten en los elementos que justifi-can los nuevos derechos. El problema es que se refieren a prcticas exis-tentes a las que la poblacin indgena otorga significados precisos que notienen por qu coincidir con los propuestos desde el mayanismo.13

    Por otro lado, se llega a asociar mecnicamente los grupos o Puebloscon las Culturas, vindolas como entes diferenciados y autocontenidos.Con ello se puede caer en el mismo error con que se combate a los Esta-dos-Nacin y repetir la ecuacin de que nacin es igual a homogeneidadcultural, ahora desarrollada al interior de sus propios colectivos. Los inten-

    13 As puede ocurrir con algunos de los rituales asociados a la nueva espiritualidadmaya en comparacin con las prcticas sincrticas de la poblacin (Morales Sic,2004). En otros casos, el conflicto puede estar en la forma de concebir unas prcti-cas ancestrales, por ejemplo de complementariedad en las relaciones de gneroque contradicen las profundas desigualdades que se viven (Pop, 2000; Camus,2002).

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    tos de algunos grupos de crear una historia oficial maya que no se basaen un estudio profundo del pasado, sino en la necesidad de justificar ideo-lgicamente el presente (Esquit, 2002), estara en esta lnea. Pero adems,al presentarse a estos colectivos polticos como algo ya dado, se deja de la-do la tarea de su construccin real y cotidiana. As lo plantea dgar Esquit,historiador kaqchikel, ...quiz uno de los desaciertos es haber dado porhecho, haber imaginado, que el Pueblo Maya existe como tal, ahora y enel pasado, y con esto restarle importancia a la idea de proceso... La idea dePueblo Maya debe ser entendida como una construccin... debe tener co-mo elemento central la diversidad de los mayas y no la imposicin de mar-cadores y fronteras entre los mismos mayas (Esquit 2002: 19).

    En el momento actual, con la gran variedad de vivencias entre gente de

    un mismo pueblo, habra que aplicar el sentido de nacin pluriculturalal interior de cada uno de los Pueblos Indgenas y dems, sin que se impon-gan los estereotipos oficiales que coartan algo tan dinmico como es la cul-tura. Esto puede llevar a la formacin de nuevos conjuntos excluyentes en-tre s y ajenos no solo al dinmico devenir de identidades y rasgos cultura-les, sino a la exclusin social cada vez mayor de una poblacin, ahora s re-conocida como diferente. Gran parte de la gente a la que quiere representar,que no entienden ni se entienden en este tipo de concepciones puristas queno incorporan su situacin cotidiana, pueden no ser comprehendidos y deesta manera una mayora indgena corre el riesgo de quedar nuevamente ex-cluida de los procesos nacionales (Sieder y Witchell, 2001).14

    En el contexto de globalizacin, con la dispersin poblacional y la in-teraccin creciente, hay una gran capacidad de parte de las personas y losgrupos por manejar elementos culturales diversos: la relacin unvoca decultura-territorio-grupo es cada vez menos obvia (Gupta y Ferguson,1992). Por ello es preciso cuestionarse la idea de la autenticidad y ma-nejarse con cuidado frente a la poltica de las identidades. Para las llama-das comunidades transnacionales (Kearney, 1996), el identificarse co-mo latino en Los ngeles o maya en Indiantown Florida o ser un

    14 Estas autoras se refieren a que el desarrollo de un Estado democrtico y multicul-tural requiere de concepciones flexibles y dinmicas que se generan desde el interi-or de las sociedades indgenas. La dinmica poltica ha forzado a los mayas a enten-derse en la unidad y no a explorar sus diferencias como virtudes.

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    chapn nacido en Oregon es parte de la realidad cotidiana, y eso rompecualquier esquema simplista y limitado de lo que es el multiculturalismo.Las negociaciones identitarias y las categoras tnicas se han multiplicadoy debemos crear un marco ms amplio para pensarlos a todos. Si hace 30aos no se pensaba que la cultura fuera importante como forma de articu-lacin poltica, quiz hayamos llegado al punto opuesto del movimientodel pndulo, y haya que comenzar a pensar en trminos que, sin negarla,la pongan en relacin con otras muchas dimensiones que estn presentesy en una interrelacin muy estrecha.

    El uso de pueblo como categora poltica plantea problemas al serutilizada de forma indiscriminada. Seguramente los mayas conforman, porsu historia, cultura, identidad y vivencias comunes, un pueblo aunque

    hemos visto que polticamente la cuestin no es tan clara. Pero la dudasurge con los dems pueblos que segn esta ideologa conformaran laGuatemala multitnica: los xinkas y los garfunas corresponderan a esacategora? Dependera de los criterios usados, pero las dudas planteadaspor Esquit son tambin evidentes en su caso. De todas formas, la preguntams difcil corresponde al supuesto Pueblo Ladino. Cuesta pensar que lapoblacin no-maya no-xinka no-garfuna de este pas comparte una histo-ria y un sentimiento colectivo que les haga sentirse un pueblo como tal ypor s mismo. Existe una voluntad poltica comn entre todos aquellosguatemaltecos que no se autoidentifican como indgenas?, responde estetratamiento a la necesidad de los mayas de tener una contraparte ms allde sus reivindicaciones ante un Estado-Nacin guatemalteco que histrica-mente se ha identificado con unas lites y sus intereses?, tiene que ver conla reproduccin estratgica del sistema ideolgico de la diferencia tnicapor ciertos grupos de poder?, qu implicaciones tiene esto en trminos deesa construccin de una democracia incluyente y participativa?

    La gramtica de las identidades, heredada de la construccin tnicacolonial-liberal y rearticulada por la multiculturalidad, ve en las polarida-des tnicas las nicas articulaciones sociopolticas, cuando muchos de loshabitantes de estos pases participan en la vida social desde otros muchosngulos, son muchas las identidades sociales que los sujetos ponemos enjuego. Un buen anlisis de la actual realidad social guatemalteca y las di-nmicas que estn hacindose presentes, permitiran asumir a qu pobla-

    cin estamos invocando, comprendiendo, representando; qu conflictos ydesencuentros estamos enfrentando; qu marcos resultan obsoletos.

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    3.3 El compromiso estatal y el multiculturalismo cosmtico

    Todas estas dudas tienen que ver con lo que podra llegar a ser la im-plementacin de un proyecto multicultural tal y como lo conciben las or-ganizaciones indgenas. Sin embargo, por ahora no parece que sean pro-blemas por resolver inmediatamente, pues la puesta en prctica de las po-lticas multiculturales por parte del Estado guatemalteco no ha sido tanpronta y decidida como la aceptacin del discurso asociado a esta ideolo-ga. Podemos considerar que el AIDPI sera una muestra de ese compro-miso del que hablaba Comaroff entre demandas indgenas y los interesesestatales. Y la forma como desde 1994 se han ido desarrollando en estepas las polticas destinadas a la poblacin indgena corresponderan a otra

    advertencia suya: ...el problema [del multiculturalismo] est en la cone-xin entre este pluralismo cultural y el poder poltico: la tolerancia benig-na de la diferencia es una cosa, y la realpolitikde dominacin y autode-terminacin otra muy distinta, pues remover las desigualdades producesiempre resistencia (Comaroff, 1996: 177).

    Una primera duda que podra plantearse es que si en la clave identi-ficatoria de Pueblo Maya asumida por todo el movimiento contiene ensu misma autoconcepcin un proyecto de nacin, cmo fue posible queel centralista, racista y autoritario Estado guatemalteco firmara este acuer-do de reconocimiento de Pueblos? Una lectura atenta del AIDPI muestraque este elemento cuestionador desaparece tanto de la concepcin de na-cin pluricultural, multitnica y plurilinge como de las polticas concre-tas que de l se desprenden. La frmula que se aprueba omite los elemen-tos ms incmodos autogobierno, autonoma, porque la dimensinterritorial llega a ser vista como una amenaza directa a la soberana nacio-nal. Se reconoce entonces el derecho del otro a su identidad mientras nose ponga en entredicho una identidad colectiva por adicin y no por dis-tincin, entendiendo que ...el desarrollo de los sistemas culturales e ins-titucionales de las sociedades mayas son pensados como medios que for-talecern la unidad nacional (Garca Ruiz, 2000: 9-10).15

    15 Para este autor, el AIDPI reivindica la concepcin universalista de la nacin. Sesita en la perspectiva de la legitimidad por lo homogneo y lo igualitario: algoque comparte la izquierda guatemalteca y los modernos en sectores polticos yeconmicos, la Iglesia catlica e incluso un sector significativo del Ejrcito. Launidad nacional es su verdadera preocupacin y trama de todo el documento yla ideologa que subyace (Garca Ruiz, 2000: 9).

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    Todo esto implicara que el AIDPI fue un intento de acomodar las de-mandas mayas sin cuestionar el marco de la nacin existente, con lo queno se llega al nudo de la cuestin, sino solo a sus manifestaciones. La nue-va propuesta reconoce a todos sus habitantes como ciudadanos, sin que elhecho de que porten una cultura diferente de la hasta ahora oficial les res-trinja sus derechos. Es ms, debe promover su cultura de la misma formaque la dominante. Pero no se llega a cuestionar la existencia de la nacinguatemalteca como producto y productora de estas exclusiones. Sera unreflejo de lo que Sieder y Witchell (2001) consideran como el multicultu-ralismo integracionista, en que los marcos identitarios fomentados por lacomunidad internacional alientan a los movimientos indgenas a presentar-se y autoargumentarse desde posiciones esencialistas de las identidades y

    la cultura, mientras el Estado aparece desde una posicin complaciente,otorgando concesiones y decidiendo qu derechos indgenas se van a con-siderar aceptables y cules no. Esta insistencia en el reconocimiento de ladiferencia puede tener una cara perversa si se relaciona con las polticaseconmicas neoliberales actuales. As lo plante en un encuentro el analis-ta poltico guatemalteco Vctor Ferrigno, ...el estado neoliberal no tieneproblemas en permitir que los mayas hablen su idioma, vistan sus trajes o

    practiquen su religin mientras se mueren de hambre.La firma del AIDPI represent el triunfo de la terminologa del mul-

    ticulturalismo en Guatemala y su entrada en el discurso oficial del Estadoguatemalteco. Pero los planteamientos concretos y ms an su propuestapoltica qued en un veremos por los avatares de la convulsa transicinguatemalteca: no se aprobaron las reformas constitucionales ni se oficia-liz la mayora de los resultados de los trabajos de las Comisiones Parita-rias (Bastos y Camus, 2003). El analista poltico Hugo Cayzac (2002) de-muestra cmo el uso de las categoras y los conceptos asociados a la mul-ticulturalidad, no se traduce en prcticas multiculturales. Al analizar di-versas propuestas encuentra en todas lo mismo: la retrica declaratoriainicial reconoce e insiste en el carcter multicultural del pas, pero esa di-mensin se evade en la formulacin concreta de cada una de las polticasconcretas.16

    16 Los documentos son el Plan Estratgico 2001-2004 del Instituto Nacional deAdministracin Pblica INAP, tduccin de la Pobreza presentada por la SecretaraGeneral de Planificacin SEGEPLAN y la Ley de Descentralizacin aprobadapor el Congreso (Cayzac, 2002: 4-8).

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    La lnea de correccin poltica que tom al AIDPI como su modeloms que como propuesta de polticas, y que afect a los mismos acti-vistas indgenas, ha hecho que en el pas ya no se discutan como antes rei-vindicaciones polticas como el multinacionalismo, la autonoma o el plu-ralismo jurdico, dejando ms limitado an lo que puede ser consideradocomo lo maya o lo indgena en Guatemala.

    Podemos ver todos estos hechos como avatares azarosos de la po-ltica guatemalteca, pero tambin como los lmites de la re a l p o l i t i k, elpunto hasta el cual por ahora al menos el Estado y la clase polticaguatemaltecas estn dispuestos a aceptar las demandas indgenas. Laforma de manejar unas polticas limitadas ha sido ir aceptando, y pro-moviendo incluso, un discurso tnico maximalista como vimos entre

    las organizaciones y asumiendo para su discurso los trminos y con-ceptos que proviene del multiculturalismo. Pero podemos dudar seria-mente de que realmente crean en ellos como base de la poltica tnica.Bajo esta terminologa, que puede llegar a fomentar la folclorizacin yla apropiacin de los smbolos culturales distintivos de parte del colec-tivo nacional, su mercantilizacin y la disolucin de sus contenidos, sinpor ello llegar a solucionar los problemas que afectan a quienes sufrenla dominacin. Estaramos ante lo que podramos llamar un multicultu-ralismo cosmtico que cambia las formas ms superficiales, pero nolos contenidos excluyentes, racistas y opresores que afectan a la pobla-cin indgena.

    Esto sucede, en gran parte, porque este cambio de discurso no se co-rresponde por ahora con un cambio en la ideologa tnica presente enGuatemala, ni con el de las estructuras sociales que la acompaan. A pe-sar de la ubicuidad del discurso multicultural, la mayora de la sociedadno indgena y parte de la indgena comparte una base ideolgica hist-ricamente producida para naturalizar la inferioridad del otro, ligada conlas nociones de progreso, modernidad y raza (Gonzlez Ponciano, 1999).Esta ideologa ha ido cambiando sus manifestaciones a lo largo de los l-timos cincuenta aos, y ya son pocos los que pueden abogar por una vi-sin abiertamente segregada de la sociedad con base en la pertenencia t-nica. Actualmente la ideologa hegemnica dentro del mundo no indge-na, refirindose a Guatemala, es la que Hale denomina del universalismo

    asimilacionista (2000: 17), que niega la segregacin y postula la igual-dad entre indgenas y ladinos, pero dentro de los cnones de la cultura uni-versal no indgena, tratndose de una adaptacin de la ideologa de la in-ferioridad del otro a partir de la negacin de su especificidad poltica. Yano son ellos los inferiores, sino su cultura, as que todos somos igua-

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    les, pero para ello los indgenas deben demostrar que manejan las claveslegtimas, las occidentales no indgenas.El problema para quienes proponen una forma multicultural de enten-

    der la sociedad, es que la oposicin en este caso no viene desde sectoresde un racismo atvico y trasnochado, sino desde un universalismo que sebasa en los derechos humanos y la igualdad ante la ley. Y algunos indge-nas que han logrado un cierto nivel socioeconmico y con ello un ciertoreconocimiento, estn suficientemente de acuerdo con esta ideologa (Ha-le, 2000). Desde esta idea, la sociedad no indgena puede llegar a la totalindiferencia hacia los mayas y sus reclamos, ya que se han abierto laspuertas para que quienes puedan y quieran disfruten de sus derechos, conlo que el problema indgena deja de ser tal.

    Quienes profesan estas ideas no comprenden las afirmaciones de laidentidad maya, pues contradicen su forma de concebir el universalismo.Para ellos es muy difcil entender los derechos especficos como dere-chos faltantes; es decir, como ...los derechos que los ladinos disfrutanpor serlo, mientras los indgenas no (Cojt, 1994), como sera hablar supropio idioma en la escuela o en las oficinas estatales. Su posicin serala que sustentara un multiculturalismo cosmtico que celebra since-ramente la diversidad cultural e identitaria, pero sin considerarla base dederechos polticos ms all de los que corresponden a la totalidad de laciudadana.

    4. En definitiva ...

    Pese a la forma en que histricamente se nos ha hecho ver, las socie-dades centroamericanas no slo son diversas, sino que esta ha sido una delas bases de su profunda desigualdad. La dimensin tnica ha estado y es-t presente en todas ellas, aunque con diferente importancia en las relacio-nes y la estructuracin social segn momentos, pases y reas concretas.Desde la segunda mitad del siglo XX y tambin de formas diversas, la po-blacin indgena y la afrodescendiente de la que apenas hemos habladohan ido luchando para terminar con la ecuacin por la que la diferencia vaunida a la desigualdad. Las demandas y los discursos han ido variando,

    pero con el tiempo se ha ido consolidando una forma de entender la dife-rencia tnica y las formas polticas de gestionarla que se vinculan con elmulticulturalismo.

    As, en el entorno poltico regional de la posguerra, la pobreza y la in-sercin econmica global, el multiculturalismo actualiza una vieja pro-

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    blemtica, al plantear que las relaciones entre los grupos sociales se dan apartir de su identidad y su cultura, dividiendo la sociedad en unos Pue-blos que comparten una historia y una cultura comn y diferenciada delos dems. Con ello se estn cuestionando las bases sociales e ideolgicasde las repblicas, las naciones que supuestamente las sustentan, y las con-cepciones de ciudadana que las rigen. Realmente, estamos en plena trans-formacin en la forma en que no solo en este continente, sino en todo elmundo, se concibe la diversidad y los derechos polticos.

    Sin embargo, como hemos intentado mostrar, este nuevo paradigmaparte de un supuesto que es cuestionable: tiende a asociar mecnicamen-te los grupos sociales con las culturas, vindolas como entes diferencia-dos y autocontenidos, que necesitan ser reconocidas polticamente para

    establecer un dilogo entre s y resolver los problemas asociados a la di-ferencia. Al hacerlo as, no aborda la problemtica de unas interrelacionesdesiguales, que son el trasfondo de la conflictividad. De una manera queaqu proponemos ciertamente perversa, se promociona una visin esencialde los grupos mientras se otorgan unos derechos ms simblicos que efec-tivos. Es el multiculturalismo domesticado de los Estados frente al mul-ticulturalismo nacionalista de las organizaciones indgenas, una versinde la gestin de la diferencia que combina un discurso cultural-maxima-lista que codifica las relaciones sociales, con una prctica poltica posibi-lista que no cuestiona las bases mismas de la desigualdad ni la trampa dela dominacin tnica y que rehye las demandas ms bsicas.

    Si la multiculturalidad tiene que ver con ciudadana y democracia in-cluyente, deberamos pensar en ella de forma instrumental. Nos est dan-do pautas para idear otras formas de convivir, pero no debemos entender-la como un nuevo catecismo, sino como una herramienta de trabajo. Sepuede participar en la vida social desde otros ngulos adems del tnico-cultural, y son muchas las identidades sociales que los sujetos ponemos enjuego. Es preciso reconocer otras identificaciones (gnero, generacin, re-ligin), su combinacin, hibridismos y mestizajes, el peso de lo indio enel ladino, la diversidad entre los mayas, las historicidades de cada uno delos grupos sociales y las acciones en el territorio.

    Si la idea finalmente es reformular la variable tnica de las socieda-des centroamericanas, es necesario confrontar y poner a revisin el esque-

    ma de sociedad que hemos heredado, redefinir el pacto social que lo con-creta desde las bases de lo que la gente est experimentando. Y para ello,es til examinar la multiculturalidad desde su realidad conflictiva, des-de sus dificultades y problemas, desde las diferencias estructurales y delos recelos histricos que se reflejan en las interacciones cotidianas. Es

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    necesario asumir y exteriorizar los estereotipos y prejuicios que nos mo-vilizan, destapar las discriminaciones ocultas y las arbitrariedades decualquier signo, desmontar la interiorizacin social del color de la piel, yrescatar las figuras de los diferentes colectivos como sujetos con sus pro-pias historias y capacidades de accin y de pensamiento.

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    MULTICULTURALISMO Y PUEBLOS INDGENAS: REFLEXIONES ...

  • 8/8/2019 Bastos y Camus - Multiculturalismo y pueblos indgenas

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    REVISTA CENTROAMERICANA DE CIENCIAS SOCIALES

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