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Propone Schiffrin, en ―El con- trol de la palabra―, una pren- sa subvencionada por el esta- do y propone además sub- venciones para los editores, distribuidores y libreros. Cree que el estado puede perma- necer indemne a las presio- nes de quienes detentan el poder, es decir, supone que el estado es un ente autóno- mo, superior y omnímodo, tal como otros creen que es el mercado. Pero afortunadamente el problema del comercio del libro no reside en la disyuntiva estado versus mercado. La angustia de Schiffrin, autor de ―La edición sin editores‖, es la concentración en unas pocas manos de editoriales, distribuidoras y medios de comuni- cación; advierte la situación de países como Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, en don- de un porcentaje elevado del mercado de libros ha sido acaparado por unas pocas corporacio- nes. Lo descrito por Schiffrin es cierto y por supuesto preocupante, más aun cuando se co- noce el increíble desparpajo con que por ejem- plo Patrick Le Lay presidente de TF1 (canal de televisión francés) afirma: ―El oficio de TF1 con- siste en ayudar a Coca Cola a vender su produc- to. Ahora bien, para que un mensaje publicitario sea percibido, es preciso que el cerebro del te- lespectador esté disponible. Nuestras emisiones tienen, por vocación, la tarea de hacerlo disponi- ble. Lo que vendemos a Coca Cola es tiempo de cerebro humano disponible‖. No obstante la propuesta de subvenciones o estatización de Schiffrin es ingenua y un tanto trasnochada. Vale en cambio la ponderación que realiza del trabajo de un grupo de editores y libreros gracias a los cuales se garantiza la efec- tiva circulación de verdadera literatura y de opi- niones independientes. Lo demás que suceda: el cambio de propiedad de ciertas editoriales, la concentración, el viraje ideológico de algunas o la desidia con respecto al valor de sus propios fondos editoriales, son asuntos dolorosos pero intrascendentes. El tiempo se encargará de ir reacomodando las cosas; por lo pronto es prefe- rible recordar la sentencia de Walter Scott: ―paciencia primo y baraja las cartas‖. (pfa) El secreto de Christine. John Banville con el seudónimo “Benjamin Black”. Alfaguara. John Banville publica su pri- mera novela policiaca. La prosa no es la misma arte- sanía meticulosamente cons- truida con maestría y preci- sión de Mefisto, por ejemplo, pero el arte de Banville sigue presente. Sobre todo en la deliciosa lentitud con la que va dibujando las escenas, entrelazándolas y mostrando a los personajes en acción. Esta vez, además, aparecen ciertas miradas, aquí y allá, sugiriendo la intriga. Dos ejemplos: ―El portero se volvió a reír, con una risa forzada, sin resuello. Quirke bruscamente se alejó caminando. Al bajar las escaleras notó en los nervios de la espalda los ojos de pronto serios con que el tipo lo seguía muy atento. Lo que no llegó a sentir fue la otra mirada melancólica, pendiente de él desde una ventana iluminada cinco plantas más arriba, donde algunas siluetas vagas, festi- vas, seguían de trajín, bebiendo a pie firme‖. Y más adelante, luego de describir una escena de felicidad conyugal: ―Besándose, no vieron en una ventana de la planta inferior de la casa una cara de labios finos, unos ojos fríos que los miraban‖. El propio Banville ha dicho, para explicar el cam- bio de nombre: ―A Benjamin Black le gusta contar una historia y no le preocupa en exceso su estilo, algo que a John Banville, en cambio, sí le preocu- pa muchísimo‖. Pero algo que hace de este libro una obra notable es justamente el estilo. Des- pués de todo, lo del seudónimo parece una ton- tería, puesto que los editores y el mismo autor se han encargado de contar desde el comienzo quién está detrás. La traducción del título parece una mala elección. La novela se llama Christine Falls, hermoso apellido y, como lo advierte Quirke ante el cadáver de la muchacha, muy diciente: ―… Christine cae… Y tanto que has caído: el ape- llido te sentaba como un guante‖. ¿No era ésta una advertencia lo suficientemente clara para traductores y editores? .Pablo R. Arango. Boletín Bibliográfico. Cra. 23 A No. 59-104. Teléfono 8854201. Manizales. Colombia. [email protected] - CAROLINA ARANGO * PABLO FELIPE ARANGO ISSN 1909-0110 Fecha del boletín Junio 25 de 2008. Volumen 1, nº 43. Libélula Libros. Boletín Bibliográfico. NOTAS (pfa) Don Pablo Rolando A. en el último número de la revista El Malpen- sante contrapone la sífilis al mal de Montano, prefiere la primera, su- pone que el dolor físico conviene más que otros dolores más profun- dos. ¿Qué vida es la que supone debe ser vivida? Jean Paul, el escri- tor del romanticismo alemán sabía que se pueden correr más riesgos yendo de la propia habitación a la de los hijos, que visitando el bajo mundo. La miseria física no tiene nada que ver con el tormento del alma, o con el del espíritu, si pre- fieren nombrarlo de esta manera. Y el arte tiene que ver con este y no con el primero. Se equivoca enton- ces Pablo, y él lo sabe, por eso acudió a los evidentes sofismas que empleó en su nota. Las lanzas ensangrentadas no llegaran unta- das de sangre de otros, sino de quien las trae, y para eso no es necesario levantarse de la silla. El desasosiego de Hemingway por ejemplo no tenía nada que ver con sus exabruptos físicos o su groser- ía, era un tormento interno que no requería alimento alguno. *** “…Está el viaje más allá de las columnas de Hércules y está el viaje mínimo de Pickwick, a los manantiales de Hampstead; o el de una habitación a otra en la propia casa, expedición no menos aventu- rada ni menos rica en encantos y riesgos. Los capitanes de altura de Fiume y Trieste que atravesaban los océanos llamaban burlonamen- te “capitán de cadin” (de palanga- na) a los que recorrían sólo peque- ños trayectos entre Trieste e Istria o entre Fiume y las cercanas islas del Quarnero, pero también en ese golfo el bóreas provoca tempesta- des en las que se puede naufra- gar.” (Claudio Magris. El infinito viajar) El control de la palabra.

Boletín 43 Libélula Libros

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Libélula libros es una librería ubicada en la ciudad de Manizales - Colombia. Fundada en el mes de julio de 2001.

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Page 1: Boletín 43 Libélula Libros

Propone Schiffrin, en ―El con-

trol de la palabra―, una pren-

sa subvencionada por el esta-

do y propone además sub-

venciones para los editores,

distribuidores y libreros. Cree

que el estado puede perma-

necer indemne a las presio-

nes de quienes detentan el

poder, es decir, supone que

el estado es un ente autóno-

mo, superior y omnímodo, tal como otros creen

que es el mercado. Pero afortunadamente el

problema del comercio del libro no reside en la

disyuntiva estado versus mercado. La angustia

de Schiffrin, autor de ―La edición sin editores‖,

es la concentración en unas pocas manos de

editoriales, distribuidoras y medios de comuni-

cación; advierte la situación de países como

Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos, en don-

de un porcentaje elevado del mercado de libros

ha sido acaparado por unas pocas corporacio-

nes. Lo descrito por Schiffrin es cierto y por

supuesto preocupante, más aun cuando se co-

noce el increíble desparpajo con que por ejem-

plo Patrick Le Lay presidente de TF1 (canal de

televisión francés) afirma: ―El oficio de TF1 con-

siste en ayudar a Coca Cola a vender su produc-

to. Ahora bien, para que un mensaje publicitario

sea percibido, es preciso que el cerebro del te-

lespectador esté disponible. Nuestras emisiones

tienen, por vocación, la tarea de hacerlo disponi-

ble. Lo que vendemos a Coca Cola es tiempo de

cerebro humano disponible‖.

No obstante la propuesta de subvenciones o

estatización de Schiffrin es ingenua y un tanto

trasnochada. Vale en cambio la ponderación

que realiza del trabajo de un grupo de editores y

libreros gracias a los cuales se garantiza la efec-

tiva circulación de verdadera literatura y de opi-

niones independientes. Lo demás que suceda:

el cambio de propiedad de ciertas editoriales, la

concentración, el viraje ideológico de algunas o

la desidia con respecto al valor de sus propios

fondos editoriales, son asuntos dolorosos pero

intrascendentes. El tiempo se encargará de ir

reacomodando las cosas; por lo pronto es prefe-

rible recordar la sentencia de Walter Scott:

―paciencia primo y baraja las cartas‖. (pfa)

El secreto de Christine. John Banville con el seudónimo “Benjamin Black”. Alfaguara.

John Banville publica su pri-

mera novela policiaca. La

prosa no es la misma arte-

sanía meticulosamente cons-

truida con maestría y preci-

sión de Mefisto, por ejemplo,

pero el arte de Banville sigue

presente. Sobre todo en la

deliciosa lentitud con la que

va dibujando las escenas,

entrelazándolas y mostrando

a los personajes en acción.

Esta vez, además, aparecen

ciertas miradas, aquí y allá, sugiriendo la intriga.

Dos ejemplos: ―El portero se volvió a reír, con una

risa forzada, sin resuello. Quirke bruscamente se

alejó caminando. Al bajar las escaleras notó en los

nervios de la espalda los ojos de pronto serios con

que el tipo lo seguía muy atento. Lo que no llegó a

sentir fue la otra mirada melancólica, pendiente

de él desde una ventana iluminada cinco plantas

más arriba, donde algunas siluetas vagas, festi-

vas, seguían de trajín, bebiendo a pie firme‖. Y

más adelante, luego de describir una escena de

felicidad conyugal: ―Besándose, no vieron en una

ventana de la planta inferior de la casa una cara

de labios finos, unos ojos fríos que los miraban‖.

El propio Banville ha dicho, para explicar el cam-

bio de nombre: ―A Benjamin Black le gusta contar

una historia y no le preocupa en exceso su estilo,

algo que a John Banville, en cambio, sí le preocu-

pa muchísimo‖. Pero algo que hace de este libro

una obra notable es justamente el estilo. Des-

pués de todo, lo del seudónimo parece una ton-

tería, puesto que los editores y el mismo autor se

han encargado de contar desde el comienzo

quién está detrás. La traducción del título parece

una mala elección. La novela se llama Christine

Falls, hermoso apellido y, como lo advierte Quirke

ante el cadáver de la muchacha, muy diciente:

―… Christine cae… Y tanto que has caído: el ape-

llido te sentaba como un guante‖. ¿No era ésta

una advertencia lo suficientemente clara para

traductores y editores? .Pablo R. Arango.

Boletín Bibliográfico. Cra. 23 A No. 59-104. Teléfono 8854201. Manizales. Colombia. [email protected] - CAROLINA ARANGO * PABLO FELIPE ARANGO

ISSN 1909-0110

Fecha del boletín

Junio 25 de 2008.

Volumen 1, nº 43. Libélula

Libros. Boletín Bibliográfico.

NOTAS (pfa)

Don Pablo Rolando A. en el último

número de la revista El Malpen-

sante contrapone la sífilis al mal de

Montano, prefiere la primera, su-

pone que el dolor físico conviene

más que otros dolores más profun-

dos. ¿Qué vida es la que supone

debe ser vivida? Jean Paul, el escri-

tor del romanticismo alemán sabía

que se pueden correr más riesgos

yendo de la propia habitación a la

de los hijos, que visitando el bajo

mundo. La miseria física no tiene

nada que ver con el tormento del

alma, o con el del espíritu, si pre-

fieren nombrarlo de esta manera.

Y el arte tiene que ver con este y no

con el primero. Se equivoca enton-

ces Pablo, y él lo sabe, por eso

acudió a los evidentes sofismas

que empleó en su nota. Las lanzas

ensangrentadas no llegaran unta-

das de sangre de otros, sino de

quien las trae, y para eso no es

necesario levantarse de la silla. El

desasosiego de Hemingway por

ejemplo no tenía nada que ver con

sus exabruptos físicos o su groser-

ía, era un tormento interno que no

requería alimento alguno.

***

“…Está el viaje más allá de las

columnas de Hércules y está el

viaje mínimo de Pickwick, a los

manantiales de Hampstead; o el de

una habitación a otra en la propia

casa, expedición no menos aventu-

rada ni menos rica en encantos y

riesgos. Los capitanes de altura de

Fiume y Trieste que atravesaban

los océanos llamaban burlonamen-

te “capitán de cadin” (de palanga-

na) a los que recorrían sólo peque-

ños trayectos entre Trieste e Istria o

entre Fiume y las cercanas islas del

Quarnero, pero también en ese

golfo el bóreas provoca tempesta-

des en las que se puede naufra-

gar.” (Claudio Magris. El infinito

viajar)

El control de la palabra.

Page 2: Boletín 43 Libélula Libros

A la sombra de las hojas

A Patricia Lara le preguntaron: “¿Qué libro

falta en su biblioteca?”; contestó:

“Tantos…” (Cromos, 16 de mayo). Y no se

trata de una muchacha.

Según Nabókov, Flaubert le escribió a

Louise Colet: “Qué sabios seríamos si sólo

conociéramos bien cinco o seis libros.” (Curso

de literatura europea, Bruguera 1983, página

25).

¿Qué pulsión nos hace entonces multiplicar

el número de nuestros libros?

De memoria cito a Tagore: “No hay peor sed

que la del que teme sufrirla teniendo el pozo

lleno.” Si a mano está el libro, ¿por qué con-

sultamos catálogos? ¿Qué perseguimos en

las reseñas de novedades? En vez de decir

que nos faltan tantos libros deberíamos

convenir en que nos sobran muchos.

***

Hace tiempo Martín Franco me preguntó:

“¿sería usted tan amable de recomendarme la

lectura de algún buen poeta?” Como estaba

para salir el boletín número 41 donde men-

taba entre mis libros preferidos: “…El poeta

es un fingidor de Fernando Pessoa, selección

y traducción de don Ángel Crespo (Espasa

Calpe, 1982)”, juzgué que quedaba respon-

dido. Sinembargo el reencuentro de unos

libritos magníficos, que conocí por Octavio

Arbeláez, me recuerda a Valerio Magrelli.

Aquí va una muestra:

Especialmente es en el llanto /que el alma

manifiesta /su presencia /y por una secreta

comprensión /transmuta en agua el dolor. /

La primera gemación del espíritu / es por

tanto la lágrima, /palabra transparente y

lenta. / Según esta elemental alquimia / en

verdad el pensamiento se substancia / co-

mo una piedra o un brazo. /Y no hay turba-

ción en el líquido, /sino sólo mineral /

desconsuelo de la materia.

Lea a Magrelli, Franco: Ora serrata retinae, y

Vetas y Naturalezas: en Visor. Ah, y los cua-

dernillos estupendos de poesía (y de cuento:

Felisberto Hernández, Katherine Anne

Porter…) están en facsímile en: http://

www.materialdelectura.unam.mx/ Ahí: e.

e. cummings, T. S. Eliot y W. H. Auden.

Boccato di cardinale.

José Fernando Calle

Libélula libros

marginalidad, no existe mayor desconsue-

lo que el que siente un hombre al ver que

el mundo sigue su rumbo sin él. Pero una extraña mujer parece ser la clave para

abrir esa dimensión perdida, solo que la

violencia necesaria para volver a ingresar

al marco frágil y rígido, es tan franca que

cobra un precio difícil de pagar.

Leer a Marai provoca pánico, lo digo en

serio, no se trata de un pánico físico, ni

más faltaba, es pánico existencial ante la comprobación de que todos marchamos

por la frágil y delgada línea que recorren

sus personajes. A veces creo que aferrán-

dome a la silla será suficiente, pero es

obvio que no. (pfa)

La extraña. Sandor Marai. Traduc. Mária Szijj y J.M. González Trevejo.

Salamandra. 2008.

No sabemos los lectores en español

cuántos libros más de Sandor Marai

tendrán guardados sus editores. Ojala bastantes. No sobran sus historias bur-

guesas, morosas y profundamente indi-

viduales, porque si algo caracteriza las

novelas de Marai, es la obsesión por el

individuo y los asuntos que incumben a

este en lo más profundo de su ser. La

gracia del escritor húngaro se evidencia

en esos monólogos que sostienen los personajes con ellos mismos, o en los

devaneos que les surgen precisamente

cuando dialogan con otros. Lo importan-

te sucede en el margen de la conversa-

ción, en los silencios, o en las frases no

dichas pero si pensadas.

La extraña es una novela de la misma

estirpe de todas las anteriores: centro-europea, con personajes de clase alta y

media aparentemente elementales pero

que finalmente revelan hondura y com-

plejidad en momentos inesperados.

El Profesor Azkenasy es una especie de

Wakelfield que sin proponérselo se des-

cubre al margen, y no logra volver a en-

trar al cuadro de su vida. No puede haber mayor tragedia que aquella de la

Página 2 Volumen 1, nº 43. Libélula Libros. Boletín Bibliográfico. Manizales. Colombia.

Casi todas los comentaristas y reseñis-

tas que se han ocupado de esta novela,

resaltan el enfrentamiento entre dos tipos de personas, uno representado por

la Generala Von Palikov y su familia, y

otro por la Condesa Kôhne y su románti-

co amante y pintor Hans Grill. Tienen

razón en parte, efectivamente se trata

de dos polos: la vida opaca y contenida,

contrasta con la ruptura social que ha

significado el amor surgido entre una aristócrata y el humilde pintor contrata-

do por su esposo para que le hiciera un

retrato. En los primeros todo es conten-

ción y ociosidad, en los segundos apa-

rente pasión. La Condesa cautiva

además a los hombres y mujeres del

círculo de la Generala no solo gracias a

su belleza sino también al misterio que destila debido a su pasado y resolución.

Pero Eduard Von Keyserling quiso ir más

allá de esta mera descripción, haber

resaltado las evidentes divergencias

habría sido relativamente fácil y poco,

quiso en cambio mostrar las dificultades

que enfrentan la Condesa y el pintor

para mantener su relación, amenazada

no por el entorno o por quienes se sien-

ten perturbados, sino por ellos mismos,

por la imposibilidad de mantenerse uni-dos y serenos. La pasión no es suficiente,

el encanto físico termina por cansar, ape-

nas cayados se soportan, y una vez

hablan todo se vuelve casi imposible.

Se equivoca quien suponga que esta

novela advierte una crítica a la conserva-

dora nobleza báltica de finales del siglo

XIX y comienzos del XX. Es todo lo contra-rio, es la advertencia precisamente del

riesgo que entraña la pasión, y de la difi-

cultad de comunicación entre clases. Y

ahí reside su encanto: en la sutileza, pero

a la vez resolución, con que Von Keyser-

ling defiende su entorno y sus prejuicios.

(pfa)

Olas. Eduard Von Keyserling. Traduc. Eugenio Bou. Minúscula.

Page 3: Boletín 43 Libélula Libros

Página 3 Volumen 1, nº 43. Libélula Libros. Boletín Bibliográfico. Manizales. Colombia.

Diccionario personal

Materialismo. 1) Materialismo históri-

co: influyente doctrina filosófica cuya

explicación requeriría varios volúme-

nes. Una historia, sin embargo, puede

ayudar a intuir su naturaleza. Al revi-

sar la historia clínica de la paciente, el

médico le pregunta: “Señora, ¿a Ud.

ningún médico le había aconsejado que

tuviera más cuidado? Aquí dice que

Ud. ha tenido ya tres enfermedades

venéreas”. La señora contesta: “No,

doctor, lo que pasa es que a mi esposo

le gusta mucho el materialismo”. 2)

Materialismo dialéctico: en Bucara-

manga, a los recicladores les dicen “los

materialistas”. En la fábrica de bolsas

de un primo, quien reutilizaba todos

los deshechos, se puso un aviso grande

con la advertencia: “se prohíbe a los

materialistas parar en lo absoluto”.

Pablo R. Arango -Libélula libros.

13 entrevistas a 13 poemas colombianos (y una conversación imaginaria).

Robinson Quintero Ossa. Fundación Domingo Atrasado. 2008.

Lograr que un poeta se

concentre en uno de

sus poemas puede ser

tan difícil como encon-

trar un buen poema.

Los escritores de poe-

mas sobran, los bue-

nos poemas escasean.

Lo importante no es el

poema, suponen mu-

chos publicadores, lo

importante es la obra.

Claro, la marea esconde las múltiples ver-

güenzas, los errores escandalosos. Se sir-

ven de la ignorancia poética y de las defi-

ciencias de lectura. Robinson Quintero esco-

gió trece poemas y los entrevistó, acudiendo

claro está a sus escritores, quienes evidente-

mente por momentos se sentían extrañados:

el objeto de entrevista eran sus versos, no

ellos, no sus anécdotas, sino el poema que a

Quintero más le gustó. La idea del libro y su

desarrollo fue estupenda. El entrevistador

no hizo concesiones, no cedió en su empeño

de insistir en el poema, de volver sobre él, de

descubrir sus entrañas, de volver a gozarlo

ahora en compañía de su artífice.

Pero este libro no puede leerse como un

documento periodístico, es mucho más que

Platón y un ornitorrinco entran en un bar... Thomas Cathcart y Daniel Klein. Planeta. 2008.

vidable, justo en el momento donde nos

damos cuenta que todo lo vivido jamás

podrá ser recreado; me detuve un mo-mento a pensar en el libro que empezaría

a leer ahora, en cual es el sentido de la

literatura, en cuales serán las emociones

del próximo libro, cual es el significado del

lenguaje.

Respire profundo, salude en la librería,

me sonreí de algo, no se que, y pensé, es

ahí donde esta la filosofía. Humberto Posada C. - Libélula libros

meras entrevistas, es una antología funda-

da no solo en razones estéticas sino en

razones vitales. Estos trece poemas hacen

parte de la vida y las lecturas de Quintero y

es esa condición la que lo induce a

―biografiar‖ tales ―creaciones‖; con razón

dice que libro podría llamarse ―Vida de

poemas‖. Sin duda mejor título.

Tal vez no se trate de sus o mis o los trece

poemas, pero no importa. Este peculiar

libro implica una formidable ruptura de los

géneros literarios: es una autobiografía

contada a través de los poemas de otros y

de las respuestas de los poetas, pero es

además, al menos en ciertos casos, una

respetuosa ficción con visos de ensayo

literario. ¿Cómo puede entender y leerse la

entrevista hecha a ―Los hombres se echan

a las calles‖ después de la muerte de José

Manuel Arango?, o ¿cómo la escogencia de

la biografía de este poema para abrir el

libro?: ―Digamos que una tarde/ El ruiseñor

cantó/ Sobre esta piedra/ Porque al tocar-

la/ El tiempo no nos hiere/ No todo es tuyo

olvido/Algo nos queda/Entre las ruinas

pienso/ Que nunca será polvo/ Quien vio

su vuelo/ O escucho su canto‖. El afán de

abrir con un golpe certero esta claro (pfa)

pesar de la molestia que me generó el

hecho de que de momento el humor no

fuera desprevenido sino impuesto, este libro vale la pena ser leído un par de veces,

eso si, sí no se tiene la gracia innata no

debe ser compartido en voz alta, porque

podría generar uno que otro desencanto,

pero merece ser leído, sobre todo los capí-

tulos de filosofía del lenguaje y de relativi-

dad ya que estos dos dan una idea de por-

que el lenguaje es primordial en todo cono-cimiento y porque los absolutos son com-

pletamente ajenos a la realidad, en espe-

cial cuando las escuelas de filosofía inten-

tan dar su versión de la concepción del

mundo. Esta es mi escala de valor, estos

dos fueron los mejores capítulos, sin em-

bargo a otro lector le apasionaran otros y

así la relatividad toma la fuerza requerida y el libro va tocando los principales temas

que han dominado el campo de la filosofía

con sus autores principales y sus mas te-

diosas teorías, todo con buen humor.

El sábado que termine el libro me entró

una profunda melancolía, similar a aquellas

que se siente al regresar de un paseo inol-

“Dimitri: Así, Tasso, tú eres de los que cree que no

hay verdades absolutas, y que toda verdad es rela-

tiva.

Tasso: Así es.

Dimitri: ¿y estas seguro?

Tasso: Absolutamente.”

Este es tal vez uno de los mejores descu-

brimientos que he tenido este año. No he

parado de reírme, no he parado de com-

prender la filosofía un poco mas a fondo,

no he parado de volver a entreabrir las

hojas de este libro, con el fin de recordar

alguno de esos momentos que me provoca-ron risa.

Este es un libro serio de filosofía que indu-

ce en algunos momentos sonrisas tímidas y

en otros carcajadas. Sin embargo Kant

seguirá siendo Kant y la filosofía seguirá

siendo filosofía aunque este libro logra

quitarle el traje de etiqueta que algunos

filósofos mal vestidos le quieren poner a su discurso.

Cada uno de los capítulos merece una rese-

ña distinta, sin embargo no tengo la pacien-

cia para escribirlas ni ustedes el tiempo

para leerlas, pero sí cabe resaltar que a

Page 4: Boletín 43 Libélula Libros

Página 4 Volumen 1, nº 43. Libélula Libros. Boletín Bibliográfico. Manizales. Colombia.

Hay libros que juegan

con la nostalgia. Y cuen-

ta Manguel, que alguna vez leyó Stevenson, que

la palabra ―la había in-

ventado en el siglo XVII

un estudiante alsaciano

que redactaba una tesis

de medicina y hacía re-

ferencia al mal que

aquejaba a los soldados suizos cuando se encontraban lejos de sus

montañas natales. En su caso, ocurría

justamente lo contrario: nostalgia era el

dolor de añorar unos lugares en los que

nunca había estado.‖ El nombre de la co-

lección no es mentiroso o inadecuado;

―literatura o muerte‖ es el destino doloroso y decidido que muchos personajes deciden

tomar: no puede haber otra vida que no

sea literatura, evasión, un arte de la fuga

que sólo se consigue en la página y su infa-

tigable pasar.

Stevenson es un escritor de la muerte,

Manguel un personaje que juega con la

añoranza, un lector que escribe siempre desde la más pura honestidad. El Steven-

son de este libro está muriendo, tose y es-

cupe motas de sangre, y el lector se entris-

tece, sabe que la vida abandona al maes-

Stevenson bajo las palmeras. Alberto Manguel. Traduc. Borja García Bercero. Norma.

Una pantera en el sótano. Amos Oz. Debolsillo - Siruela. 2007

Todo está en la voz. Es un

hecho que mi voz es fea,

no suena bien. No me gusta. En ocasiones la

oigo como la de una ado-

lecente y me avergüenzo.

Cuando comencé a leer

Una Pantera en el Sótano

no quedé muy convencido

de la fama de Amos Oz.

Pero me equivocaba: todo está en la voz. Leía en silencio, sintiendo los hechos y los

pensamientos que manaban de las letras.

Leía el libro pero no lograba disfrutarlo,

hasta el día en que lo ―terminé‖. Le dije a

mi interlocutora favorita que leyera. Todo

cambió, su voz le dio nueva vida a la histo-

ria y fue más hermosa.

El título ―una pantera en el sótano‖ es am-

biguo pero es el eje de la vida de Prifi, un

niño; hijo de judíos polacos; un soñador, miembro de una resistencia invisible e

inofensiva, prisionero de su amor por las

palabras. Profi sostiene una extraña rela-

ción –profesor/alumno- con ―El policía

número cuatro cuatro siete nueve…

Stephen Dunlop… un Goliat de algodón

rosa‖; Profi le enseña hebreo y aprende

inglés. Prifi es compañero de Ben Hur y Chita Reznik en la resistencia, sueñan con

volar en pedazos la residencia del Rey de

Inglaterra con un misil casero. ―¡profi, bo-

ged shafel!” es el hilo que ata la historia,

la atraviesa y la sella.

A pesar de ser una historia sencilla contie-

ne partes que excitan, que hacen llorar e

tro, en una isla lejana y húmeda. El único

remedio es el escritorio y concluir un relato

que si no se realiza, se escapará para siem-pre; pero eso ya nada importa: ―no tengo ni

la más mínima intención de emplear ni un

minuto de mi precioso tiempo en volver la

vista atrás para contemplar el rostro de la

muerte.‖

Tal vez sea esa la virtud mayor de Manguel:

intercambiar su papel de lector y de escri-

tor, contribuir a que el placer de la lectura, recreando una de las frases finales de

―Olalla‖, no sea un fin sino un afortunado

accidente.

Tomás David Rubio Casas. Libélula Libros.

infunden un profundo amor por las lenguas

y la sabiduría. Amos Oz, más que un gran

escritor es un conocedor del espíritu huma-no; los capítulos 17 (descripción de una

biblioteca), 21 (noche con Yardena), 22

(carta a Dunlop), 23 (historia de Hirsch y

Oleg), 24 (Israel, guerra y lágrimas) y 25 (el

hermosísimo final) dan fe de ello. En fin,

estas son sólo pistas, trampas, cabos que

trato de atar pero que quedarán sueltos,

pues es necesario leer cada una de las 233 páginas para entender cómo Profi queda

atrapado en la imagen furtiva de una mu-

jer, en sus formas y palabras, en la esencia

de la traición, que sólo cobra sentido en el

corazón de un niño.

Gracias amiga secreta.

Felipe Calderón V.—Libélula libros

La tumba de las luciérnagas—Las algas americanas. Akiyuki Nosaka. Traduc. Lourdes Porta y Junishi Matsuura.

Acantilado. 2007

La literatura de posguerra de los países

perdedores es autodestructiva. El reconoci-

miento de la perdida viene acompañado de un sentimiento de autoincriminación que

tarda en superarse. Sebal no solo fue un

gran escritor, sino que contribuyó además a

superar el difícil entramado literario tejido

por las culpas y temores de autores como

Henrich Boll o Gunter Grass. Yukio Mishima

hizo otro tanto con la literatura del Japón,

pero en su caso tenía la casi imposible ta-rea de levantar el espíritu de un pueblo or-

gulloso y milenario, que sentía amenazado

su pasado y su futuro por el mundo occiden-

tal. Es decir, Alemania contaba con Europa,

al fin y al cabo eran europeos, el Japón en

cambio debía enfrentar el temor de ser ab-

sorbido por el mundo occidental que, des-

pués de la guerra, se sentía con el ímpetu y el derecho necesario para colonizar.

En medio de todo lo anterior deben enten-

derse las breves novelas ―La tumba de las

luciérnagas‖ y ―Las algas americanas‖, gracias a las cuales se concedió a Akiyuki

Nosaka el premio Naoki en 1968. Se trata

de dos desgarradores relatos de posgue-

rra. En el primero las dificultades y penu-

rias de la pérdida erradican casi cualquier

gesto de solidaridad y amor. En el segun-

do una ridícula mujer representa la des-

agradable pretensión de la sociedad japo-nesa de acercarse al mundo norteamerica-

no. Su esposo enfrenta la rocambolesca

situación provocada por ella, de una ma-

nera bizarra e igualmente resentida. En

un caso la sociedad japonesa se ha des-

humanizado y lucha apenas por sobrevivir,

en el segundo se enfrenta a una sensación

de pérdida de identidad. En ambas nove-las Nosaka es magistral y breve. Y ya

sabemos la fortuna de la brevedad. Tal

vez hubiera merecido mejor el premio Aku-

tagawa, pero no puede exigirse a un pue-blo que aparte de ver el dolor que generan

sus miserias, premie a quien las evidencia.

(pfa)