Burroughs, Edgar Rice - Carson de Venus

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    Carson de VenusEdgar Rice Burroughs

    Ttulo original del libroCARSON OF VENUS

    Traduccin deJ. CALVO ALFARO

    Primera edicin: ABRIL, 1961PLAZA & JANES. S. A.

    PREFACIO

    La India es un mundo aparte en formas y costumbres, separada en su ocultismo delmundo y la vida que nos es familiar. Ni siquiera en el lejano Barsoom y en Amtorpodran encontrarse misterios ms sorprendentes como los que se esconden en lorecndito de los cerebros y vidas de aquellas gentes. A veces juzgamos malo aquelloque no entendemos; constituye esto un atavismo de ignorancia y supersticin de lossalvajes pintarrajeados de los tiempos remotos. De las muchas cosas buenas que noshan venido de la India, slo me interesa citar ahora una: la facultad que transfiriChand Kabi al hijo de un oficial ingls de transmitir el pensamiento y visin a la mentede otra persona, a distancias tan grandes como las que median entre los planetas.Gracias a tal facultad ha podido Carson Napier transmitir por su mediacin el relato desus aventuras en el planeta Venus.Cuando despeg de la isla de Guadalupe con su gigantesco torpedo areo, haciaMarte, escuch el relato de aquel vuelo trascendental que acab, por un error de

    clculo, en Venus. Segu sus aventuras que comenzaron en la isla que constitua elreino de Vepaja, donde se enamor apasionadamente de Duare, la altiva hija del rey.Segu sus andanzas por mares y tierras, hasta llegar a las hostiles ciudades de Kapdory Kormor, la Ciudad de los Muertos, a Havatoo, en donde Duare fue condenada amuerte por un extrao error judicial. Me estremec, excitado, durante su peligrosaescapada en el aeroplano que haba construido Carson Napier a ruegos de losgobernantes de Havatoo. Padec constantemente por la actitud de Duare, que juzgabael amor de Carson Napier como un insulto a la virginal hija del rey de Vepaja. Lerechazaba constantemente, alegando que era una princesa; pero, por fin, disfrut con

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    l cuando ella se dio cuenta de la verdad, y, aunque no poda olvidarse de qu era unaprincesa, termin por confesar que ante todo era mujer. Ocurri esto inmediatamentedespus de su huida de Havatoo y cuando ambos volaban sobre el Ro de losMuertos, hacia un mar desconocido, iniciando as la desesperada bsqueda deVepaja, donde reinaba Mintep, el padre de Duare.Transcurrieron los meses y llegu a temer qu Napier se haba estrellado con su nuevo

    avin; pero, de pronto, comenc a recibir de nuevo mensajes suyos, que quierorecoger en beneficio de la posteridad, atenindome, en todo lo posible, a sus propiaspalabras.

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    CAPTULO PRIMERO

    DESASTRE

    Todos los qu han volado en avin recordarn los sobresaltos del primer vuelo sobre

    un pas conocido, divisando viejos escenarios desde un nuevo punto de vista, que lesprestan el aire extrao y misterioso de un mundo nuevo; pero en tales casos siemprecaba el consuelo de saber que el campo de aterrizaje no se hallaba demasiado lejos yque, incluso en el caso de un aterrizaje forzoso, se saba perfectamente dnde sehallaba y cmo retornar.Pero en aquella alba en que Duare y yo despegamos de Havatoo seguidos de loszumbidos de los disparos de los rifles amtorianos, volbamos sobre un mundodesconocido y, adems, no haba campo de aterrizaje ni patria hospitalaria. Creo quefue aquel el momento ms feliz y emocionante de mi vida. La mujer a quien amabaacababa de decirme que corresponda a mi cario; me encontraba d nuevo ante losaparatos de control de un aeroplano; volaba y volaba seguro sobre las infinitasamenazas que pululaban en el territorio amtoriano. Sin duda alguna, tendra que

    enfrentarme con nuevos peligros, en nuestra desesperada tentativa de buscar aVepaja; pero, por el momento, nada empaaba nuestra felicidad ni nos sobrecoga eltemor. Al menos, en lo que a m se refera. Con Duare, las cosas seran un pocodistintas. Bien poda sentirse sobrecogida por la aprensin del desastre; no es extraoque ocurriera as, pues hasta el propio instante en que alcanzamos el borde de lasmurallas de Havatoo, no tena la menor idea de que pudiera existir ningn aparato enel que seres humanos pudieran abandonar el suelo para lanzarse por los aires. Eranatural que se sobresaltara, pero era valerosa y qued satisfecha con mi promesa deque bamos seguros.El avin era un dechado de perfecciones, como llegarn a ser algn da en el viejoglobo terrqueo, cuando las ciencias progresen all tanto como en Havatoo. Utilic ensu construccin materiales sintticos de extraa dureza y poco peso. Los tcnicos de

    Havatoo me aseguraron que podra tener una vida por lo menos de cincuenta aos sinfracturas ni reparaciones, salvo las producidas por puro accidente. El motor erasilencioso y de una eficacia como nunca pudo soarse en la Tierra. Dentro del aparatoiba el combustible necesario para todos los aos en que se haba calculado su vida, yocupaba muy poco espacio, ya que podra llevarse en la palma de la mano. Tal milagroes fcil de explicar, como ya se hizo en otras ocasiones. Nuestros propios hombres dciencia saben que la energa desprendida por la combustin es slo una fraccininfinitesimal de la que puede producirse con la desintegracin total de las sustancias.En el caso del carbn, la proporcin es de dieciocho millones a uno. El combustiblepara mi motor consista en una sustancia conocida por el nombre de lor, que contieneun elemento llamado yor-san, todava ignorado en la Tierra, y otro elemento llamadovikro, cuya accin sobre el yor-san produce la total desintegracin del lor.En lo que al funcionamiento del motor se refera, podamos subsistir durante cincuentaaos; pero nuestro punto dbil estribaba en que no disponamos de alimentos. Loprecipitado de nuestra fuga impidi toda posibilidad de aprovisionar el aparato. Noobstante, habamos conseguido escapar con vida y con lo que poseamos; ya erabastante y nos sentamos muy felices. No quera torturarme demasiado .pensando enel porvenir, pero realmente tenamos ante nosotros muchos interrogantes y Duare meplante de pronto una pregunta bastante inocente.Adnde vamos?A buscar a Vepaja repuse; quiero intentar llevarte a tu patria.

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    Venus. Divisamos, mientras volbamos, rebaos que pacan en las llanuras, pero novimos ciudades ni hombres. Era un paisaje salvaje el que se extenda bajo nuestrospies; bello, pero letal; tpicamente amtoriano.Seguimos la direccin Sur; yo crea que cuando llegsemos al mar slo tendramosque cruzarlo para hallar a Vepaja. Como sta era una isla, y con elpensamiento dequ habra de sentir deseos de volver a ella, haba construido el avin con pontones

    retractables, as como con el ordinario sistema de aterrizaje.La visin de aquellos rebaos que pacan abajo nos sugiri la idea del alimento,abriendo mi apetito. Le pregunt a Duare si tena hambre y me contest que mucho;pero de qu iba a servir decirlo?All abajo nos espera un banquete le expliqu, sealando a los rebaos.S; pero cuando lleguemos al suelo habrn huido contest. Ya vers, cuando sefijen en est armatoste, no quedar ni uno en muchas millas a la redonda, antes deque bajes, a no ser que mates alguno al caer.Claro que no dijo millas, sino Klookob; el Kob es una unidad de distancias, equivalentea dos millas y media terrestres, siendo el prefijo Kloo el signo del plural. Asimismoutiliz una voz amtoriana para decir armatoste.Haz el favor de no llamar armatoste a mi nave le rogu.

    Pero si no es una nave! objet ella. Una nave va por el agua. Ya se me haocurrido un nombre, Carson! Es un anotar.Magnfico! asent; "Anotar"se llamar.La denominacin era apropiada, ya que notarsignifica nave y an quiere decir pjaro.

    As, lo llamaramos nave-pjaro. Me pareci ms apropiado que la denominacinterrestre, acaso porque fue Duare la que la escogi.Estbamos a una altura de un millar de pies, pero como el motor era completamentesilencioso, ninguno de los animales se dio cuenta del extrao objeto qu se cernasobre ellos. Cuando comenc a descender en espiral, Duare dej escapar un pequeogrito y me roz el brazo; no me lo apret como hubiera hecho otra mujer en casosemejante; se limit a rozarlo, como si el contacto la tranquilizase. Debi ser unaexperiencia aterradora para una persona que hasta aquella maana jams haba visto

    un avin.Qu vas a hacer? me pregunt.Voy a bajar en busca de comida. No te asustes.No dijo nada ms; pero conserv su mano sobre mi brazo. Estbamos descendiendorpidamente cuando, de pronto, uno de los animales que pacan levant la mirada y, aldescubrirnos, lanz un agudo bufido de alarma y comenz a correr velozmente por lallanura. En seguida se desperdigaron todos. Part velozmente en su persecucin,descendiendo tanto que casi rozaba sus lomos. A la altura que habamos estadovolando le debi parecer a Duare que corramos a escasa velocidad; pero ahora qunos hallbamos a pocos pies del suelo, qued sorprendida al comprobar quepodamos competir fcilmente con los ms veloces de aquellos animales.

    A m no me parece muy deportivo cazar animales desde un avin, pero en aquellosmomentos no haca yo deporte, lo que buscaba era comida y aqul era el nicoprocedimiento para conseguirla sin poner en peligro nuestras vidas. En consecuencia,y sin escrpulo alguno, saqu mi pistola y derrib a un rollizo y joven animal,perteneciente a una especie de herbvoros desconocida. La caza nos haba llevadohasta un bosquecillo que creca a lo largo de las orillas de un afluente del Ro de laMuerte. Tuve que parar bruscamente a fin de no incrustarnos contra los rboles. Alvolver la mirada hacia Duare, vi que haba palidecido, pero se mantena serena.Cuando salt al suelo, junto a mi vctima, la llanura estaba completamente desierta.

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    Dej a Duare en su asiento y me dediqu a descuartizar al animal, con la intencin decortar tanta carne como calcul que podra conservarse fresca hasta que lautilizramos y luego ir a buscar un lugar ms propicio para acampar temporalmente.Trabajaba yo cerca del aeroplano y ni Duare ni yo estbamos de cara al bosque quese encontraba a corta distancia, detrs. No vigilbamos aquella parte; ambosestbamos sugestionados por el trabajo de descuartizamiento, cuyas extraas

    operaciones deban resultar atractivas.La primera impresin de peligro me la hizo percibir un grito aterrador de Duare.Carson!

    Al volverme en redondo, divis a una docena de guerreros que avanzaban hacia m.Tres de ellos me amenazaban ya con la punta de sus espadas. No vi el modo ddefenderme y me abatieron al suelo, castigado por sus espadas, no sin antesmostrarme sorprendido al dirigir una rpida mirada a mis agresores y descubrir quetodos eran mujeres.Deb permanecer tendido all, inconsciente, ms de una hora, y cuando recobr elconocimiento me encontr solo; los guerreros y Duare haban desaparecido.

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    CAPTULO II

    MUJERES-GUERREROS

    Me sent en aquellos momentos casi tan desmoralizado como en el ms crtico trancede mi vida. Perd a Duare y a la felicidad cuando me hallaba ya en el umbral de laseguridad, y qued positivamente enervado. Lo que me hizo recobrar el aplomo fue laincertidumbre respecto a la suerte de Duare. Estaba bastante maltrecho. Tanto en lacabeza como en la parte alta del cuerpo tena diversas heridas, cubiertas de sangrecoagulada. No acababa de comprender por qu no me haban matado y llegu asospechar que mis agresoras me haban dejado por muerto. Las heridas eran serias,pero no mortales. Mi crneo haba quedado intacto, pero me dola la cabeza de unmodo terrible y me senta dbil a causa de la prdida de sangre. Examin el avin ypude cerciorarme de que estaba indemne; al mirar por la llanura, adivin lo que me

    haba salvado la vida. Fue la presencia del avin, ya que a cierta distancia descubranimales salvajes que me avizoraban enfurecidos. Aquel extrao monstruo parecaguardarme y deba ser lo que les mantena lejos.Lo poco que haba examinado a mis agresoras me convenci de que no eranautnticos salvajes; tanto su atavo como sus armas revelaba cierto grado decivilizacin. Deduje de ello que deban vivir en alguna poblacin, y el hecho de ir a piedaba a entender que no se encontraba lejos. Estaba seguro de que debieron salir delbosque por detrs del avin y que aquella era la direccin que deban seguir mispesquisas para buscar a Duare.

    Antes de aterrizar no habamos visto poblacin alguna, a pesar de que los dosestuvimos ojo avizor para ver si descubramos la presencia de seres humanos. Hubierasido estpido comenzar la bsqueda a pie, bajo la amenaza de aquellos feroces

    carnvoros, y caso de hallarse el pueblo de las mujeres-guerreros al descubierto podradivisarlo mejor desde el aeroplano.Me senta dbil y mareado al ocupar mi asiento entre los aparatos de control. Y slo elmvil que me alentaba era capaz d impulsarme a alzarme en el aire en condicionessemejantes. No obstante, realic un aceptable despegue y una vez en el aire, mimente estaba tan preocupada por la realizacin de mis pesquisas que casi olvid misheridas. Vol bajo, sobre el bosque, y tan silenciosamente como un pjaro. Caso deexistir un pueblo y de estar en el bosque sera difcil, si no imposible, localizarlo desdeel aire; pero a causa de ser el avin absolutamente silencioso, podra localizarse unpoblado guindome por el ruido, si volaba suficientemente bajo.El bosque no era muy grande y pronto lo recorr, pero sin registrar ruido alguno nidescubrir signo de vida humana. Ms all del bosque haba una cadena de colinas yen una de las gargantas vi un camino muy gastado. Lo segu y no hall ningunapoblacin, aunque dominaba el paisaje a muchas millas a la redonda. Las colmastenan escasos caones y valles. Era una comarca rida, donde no pareca probablehallar ninguna poblacin. Decid abandonar la bsqueda en tal direccin y vir con miaeroplano hacia la llanura donde haba sido capturada Duare, con el propsito deiniciar desde all mis investigaciones en distintas direcciones.

    Aun volaba muy bajo sobre la zona en que acababa d recorrer, cuando atrajo miatencin una figura humana que caminaba de prisa sobre una meseta.

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    Baj ms an y comprob que se trataba de un hombre. Caminaba con celeridad ydirigiendo hacia atrs incesantes miradas. No haba descubierto mi avin.Evidentemente estaba muy preocupado por algo que se encontraba a su espalda. Depronto, descubr lo que era; una de aquellas feroces bestias parecidas al len, untharban. La fiera le vena siguiendo, pero comprend que pronto se abalanzara sobresu vctima y descend en forma casi vertical. No haba tiempo que perder.

    Al acometer la fiera, l hombre volvise para hacerle frente con su ftil lanza, ya quedebi comprender que resultaba intil tratar de huir.Mientras tanto, haba sacado yo la pistola de los rayos r y al precipitarme sobr eltharban estuve a punto de estrellarme con el aparato. Creo que fue ms suerte quedestreza, pero acert al disparar, y mientras le vi revolverse en el suelo, comenc atrazarcircunferencias con el avin alrededor del hombre y termin por aterrizar a sulado.Era el primer ser humano que haba visto desde la captura de Duare y deseabainterrogarle. Iba solo y armado con armas primitivas; por consiguiente, estabacompletamente a mi merced.No s por qu no ech a correr, ya que el avin deba, lgicamente, aterrarle. Se limita quedarse parado mientras yo avanzaba hacia l en mi aparato, hasta detenerme a

    su lado. Podra muy bien ocurrir que estuviese paralizado por el terror. Era unhombrecito de aspecto insignificante, con un taparrabos tan voluminoso que parecacasi una faldilla. Llevaba en el cuello varios collares de piedras de diversos colores ysus brazos y piernas aparecan adornados con brazaletes de ndole parecida. La largay negra cabellera iba peinada en dos moos que le caan sobre las sienes y seadornaba la cabeza con pequeas plumas, ofreciendo el aspecto de un conjunto deflechas sobre el blanco de los disparos. Llevaba espada, lanza y cuchillo de caza.Cuando descend del avin y avanc hacia l, se ech atrs y alarg el brazo armadode la lanza, en actitud amenazadora.Quin eres? me pregunt. No quiero matarte, .pero si te acercas ms tendrque hacerlo. Qu buscas aqu?No pretendo hacerte dao le tranquilic. Slo deseo hablarte.

    Nos expresbamos en el lenguaje universal de Amtor.Y de qu quieres hablar conmigo? Pero primero quiero que me digas por qumataste al tharban que estaba a punto de devorarme.Precisamente para que no te matase y te devorase.Movi l la cabeza, con un gesto d duda.Es extrao. No me conoces; no somos amigos; por tanto, por qu me has salvadola vida?Porque los dos somos seres humano le dije.Es una razn admiti. Si todos los hombres .pensaran lo mismo, nos trataramosmejor de lo que nos tratamos ahora. Pero a pesar de todo, muchos de nosotrostendran miedo. Qu es eso en que vas montado? Ahora me doy cuenta de que noes un ser vivo. Cmo no se cae al suelo y te mata?No dispona ni del tiempo ni del deseo de explicarle los elementos cientficos de unavin y me limit a explicarle que se mantena en el aire porque yo lo deseaba as.Debes ser un hombre extraordinario! dijo con admiracin. Cmo te llamas?Carson. Y t?Lula repuso, aadiendo: Carson es un nombre extrao para un hombre. Suenams a nombre de mujer.Ms que Lula? le pregunt, conteniendo una sonrisa.Oh, ya lo creo! Lula es un nombre muy masculino y a m me parece muy dulce. Nocrees?

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    Desde luego le asegur. En dnde vives. Lula?Seal hacia la direccin de donde haba venido yo, despus de renunciar a encontrarun pueblo por aquella parte.Vivo en el pueblo de Houtomai, en el Can Angosto.Qu distancia hay hasta all?Cosa de dos kloobodcalcul.

    Dos kloobod! Deban ser unas cinco millas de nuestro sistema lineal y haba yo estadovagando por aquellos contornos, una y otra vez, sin descubrir signo alguno de pueblo.Hace poco me encontr con un pequeo grupo de mujeres-guerreros armadas deespadas y lanzas le dije. Sabes dnde viven?Puede que vivan en Houtomai repuso; o en algn otro pueblo. Oh, nosotros, losSamary, tenemos muchos pueblos y somos muy poderosos! Era una de aquellasmujeres muy corpulenta y alta, con una gran cicatriz en la mejilla izquierda?Realmente no tuve mucho tiempo para observarlas con detenimiento le dije.Bueno, lo comprendo. Si te hubieras acercado demasiado a ellas te habran matado.Pero acaso fuera ella. Bund podra acompaarlas y de ser as te asegurara queprocedan de Houtomai. Vers, Bund es mi esposa. Es muy fornida, y, realmente, tienederecho a ser la jefe.

    Realmente dijo jong que quiere decir rey; pero me parece mejor denominacin la dejefe para una tribu salvaje, y dado el breve trato que haba tenido con las damas de losSamary, creo ms oportuno llamarlas as.Te importara llevarme a Houtomai? le pregunt.Oh, eso s que no! exclam. Te mataran y, despus de haberme salvado lavida, no quiero exponerte a tal peligro.Y por qu me iban a matar? inquir. Yo no les hice nada malo.Eso poco importa para las mujeres de los Samary me asegur. No les gustanlos hombres y matan a todo hombre extrao que hallan en esta comarca. A nosotrostambin nos mataran si no tuvieran miedo de que se extinguiera la raza.Ocasionalmente matan a algunos de nosotros cuando se irritan demasiado. Ayermismo, Bund intent matarme; pero pude escapar corriendo y he permanecido

    escondido desde entonces. Supongo que se le habr pasado el enfado y piensovolver.Y si capturan a una mujer extranjera? le pregunt. Qu haran con ella?La convertiran en esclava y la obligaran a trabajar.Y la trataran bien?A nadie tratan bien excepto a ellas mismas. Parece como si slo ellas tuvieranderecho a vivir aadi con resentimiento.Pero no la mataran verdad?persist. Crees que podran matarla?Se encogi de hombros.Acaso s. Tienen muy mal carcter y cuando los esclavos cometen alguna falta, losmaltratan; a veces hasta matarlos.Te gusta mucho Bund? le interrogu.Que si me gusta Bund? A qu hombre le va a gustar una mujer? La odio; las odioa todas. Pero qu puedo hacer? Tengo que vivir y si me fuera a otro pas, memataran. Si me quedo aqu y procuro complacer a Bund, se me alimenta y meprotegen, y tengo donde dormir. Claro que tambin los hombres tenemos nuestrosesparcimientos de vez en cuando. Podemos hacer tertulia, charlar mientrasconfeccionamos sandalias, y, a veces, jugamos; desde luego, todo ello cuando lasmujeres estn fuera, de caza o merodeando. Al fin y al cabo, esto es mejor que lamuerte.

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    Me ocurre algo, Lula, y no s si rogarte que me ayudes. Ya comprenders que loshombres debemos ayudarnos.Qu pretendes de m?Que me conduzcas a Houtomai.Me mir receloso y pareci dudar.No olvides que te salv la vida le record.

    Eso es cierto repuso. Te debo algo... Tengo contigo una deuda de gratitud.Pero, para qu deseas ir al pueblo?Quiero averiguar si mi esposa est all. Unas mujeres-guerreros la raptaron estamaana.Y por qu quieres recobrarla? A m me gustara que alguien se llevara a Bund.Acaso no me comprendas, Lula le dije; pero quiero recobrarla. Me ayudars?Lo ms cerca que te podra llevar sera a la desembocadura del Can Angosto me prometi. Pero no te puedo conducir hasta el pueblo. Nos mataran a los dos, yen cuanto a ti, te matarn tan pronto te presentes en el pueblo. Si tuvieras el pelonegro, acaso podras pasar inadvertido; pero con ese extrao pelo amarillo tedescubrirn en el acto. Si tu cabello fuese negro podras deslizarte al anochecer ymeterte en una de las cuevas destinadas a los hombres, pasando inadvertido durante

    bastante tiempo; aunque alguna mujer te viera sera igual, porque slo se preocupande sus hombres.Pero los hombres me rechazaran?No, a ellos les divierte engaar a las mujeres.

    A todos nos hara mucha gracia. Qu lstima que no tengas el cabello negro!A m tambin me hubiera gustado en aquellos momentos tener el cabello negro, parapoder penetrar en el pueblo. De pronto se me ocurri una idea.Lula, viste alguna vez un anotar? le pregunt sealando al avin.Neg con la cabeza.No, nunca.Te gustara verlo de cerca?Contest afirmativamente y yo me encaram en mi asiento, invitndole a seguirme. As

    que estuvo sentado a mi lado, le ajust las correas de seguridad explicndole para queran.Te gustara pasear un poco en mi aparato? le pregunt.Por el aire? Claro que no!Entonces, slo un paseto.Eso s.Muy bien le promet slo un paseto.Maniobr hasta ponernos en direccin al viento. Luego arrancamos.No muy aprisa! grit haciendo ademn de saltar fuera, pero sin conseguirdesatarse las correas. Estaba tan atareado en esta ltima operacin que no levant lamirada durante breves segundos, y cuando lo hizo, ya nos encontramos a cien pies dealtura y ascendamos rpidamente. Mir a su alrededor, lanz un grito y cerr los ojos.Me has engaado! grit. Me dijiste que slo bamos a dar un paseto.Y eso estamos haciendo repuse. Yo no te promet que no iramos por el aire.Era una treta burda, hay que admitirlo as, pero estaba en juego algo ms importanteque mi propia vida y saba, adems, que aquel infeliz no corra peligro.No tienes por qu asustarte le tranquilic. Vas muy seguro. Abre los ojos y mira.Te acostumbrars en seguida, y luego te gustar.Lo hizo as y aunque al principio dej escapar algunas exclamaciones, termin pormostrar inters y no haca ms que mover la cabeza de un lado para otro, a fin dedescubrir paisajes conocidos.

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    Ests aqu ms seguro de lo que pudieras estarlo en suelo firme le dije. Ni lasmujeres, ni los tharbans pueden cogerte.Veo que tienes razn admiti.Adems, debes estar muy orgulloso, Lula.Por qu?Que yo sepa, eres la tercera persona que ha volado en anotar, excepto los klangan,

    y a esos no les tengo por seres humanos.No lo son; son pjaros que saben hablar. Adnde me llevas?Ahora voy a decrtelo. Pienso descender repuse, a la vez que comenzaba a trazarcircunferencias sobr la planicie en que mat al animal para comer, antes de quecapturasen a Duare. Unas cuantas bestias roan los restos de la res, pero se asustarony echaron a correr al acercarse el avin para aterrizar. Salt al suelo, cort algunostrozos de la carne que quedaba y me acomod de nuevo en el aeroplano. Lula ya eraun entusiasta aeronauta y a no ser por el cinturn que le sujetaba se hubieraprecipitado al espacio, en uno de sus ambiciosos intentos de verlo todo en cualquierdireccin. De pronto se dio cuenta de que no avanzbamos hacia Houtomai.Eh! grit. Te equivocas de direccin! Houtomai esta por all. Dnde vas?Voy a cambiar el color de mi cabello.

    Me mir aterrado. Creo que comenz a recelar que iba por los aires en compaa deun luntico. Se qued en actitud expectante y observndome con el rabillo del ojo.Volv hacia el Ro de la Muerte, donde recordaba haber visto una isla llana y baja, yhaciendo funcionar los pontones para el agua, descend sobre sta y me met en unapequea ensenada. Luego de maniobrar un poco consegu atar el avin a un rbolutilizando una cuerda, rogando despus a Lula que saltara al suelo y encendierafuego. Poda haberlo hecho yo mismo, pero aquellos hombres primitivos sabanejecutarlo con una celeridad que a m me resultaba imposible. Arranqu de un arbustounas cuantas hojas que parecan de cera, y cuando el fuego estuvo bien encendido,cog la mayor parte de la grasa y la deposit sobre las hojas lentamente y con cuidado.Me llev la operacin ms tiempo del que haba pensado; pero al fin dispona delsuficiente ungento. Mezcl un poco de holln con el lquido obtenido y me frot con

    todo ello el pelo, mientras Lula me contemplaba atnito. De vez en cuando utilizaba latranquila superficie de la pequea ensenada a modo de espejo, y cuando hubecompletado mi transformacin me lav la cara y las manos, utilizando la ceniza comoleja para quitarme la grasa. Ahora no slo pareca, sino que me senta otro hombre.Me asombr el hecho de que en medio de todas aquellas incidencias casi me habaolvidado de mis heridas.Lula, ahora sube al anotar y vamos a ver si damos con Houtomai le dije.El despegue del ro result bastante excitante para el amtoriano, ya que tuvo que serlargo, debido a la corriente que nos arrastraba por todas partes; pero al fin noshallamos en el aire y en direccin a Houtomai. Tuvimos algunas dificultades enlocalizar el Can Angosto, ya que desde aquel punto visual el terreno tomaba unnuevo aspecto a los ojos de Lula; mas al fin lanz una pequea exclamacin y sealabajo. Mir hacia all y vi un estrecho can con acantilados pero no descubr puebloalguno.Dnde est el pueblo? pregunt.All mismo repuso, aunque yo aun no vea nada. No puedes ver muy bien lascuevas desde aqu.Entonces comprend. Houtomai era un pueblo cuyos habitantes vivan en cuevas. Noera extrao que hubiese recorrido aquellos contornos sin localizarlo. Comenc adescribir circunferencias en el aire para estudiar el terreno. Estaba a punto deanochecer y tena ya mi plan. Confiaba en que Lula me acompaase al Can y me

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    mostrase la cueva en que habitaba. Solo, no poda haberla hallado nunca y tema que,de permitirle descender prematuramente del avin, podra ocurrrsele escapar a sucasa en seguida, y aparte de los posteriores disgustos que ello me ocasionara,perdera su ayuda y cooperacin. Crea haber hallado un lugar relativamente seguropara dejar el avin y cuando comenz a anochecer aterric, acercndolo a unaarboleda y atndolo lo mejor que pude, aunque me desagradaba extraordinariamente

    tener que abandonar objeto tan precioso en aquel salvaje pas. No es que temiese quepudieran ocasionarle desperfectos los animales, porque estaba seguro de que tendrandemasiado miedo de acercarse, pero ignoraba cul sera la reaccin de cualquier serhumano ignorante, si lo encontraba. De todos modos, no caba otra alternativa. Pocodespus que se hizo de noche, Lula y yo llegamos al Can. No fue una excursinmuy agradable; por todas partes resonaban rugidos de fieras, y Lula pareca quererescabullrseme, como si comenzase a arrepentirse de su precipitada promesa deayudarme y presintiera lo que pudiera ocurrirle si se descubra que haba llevado alpueblo a un extrao. Tuve que estar tranquilizndole constantemente con la promesade que le protegera y de que me hallaba dispuesto a jurar y perjurar, por todo lo mssagrado de Amtor, que nunca le haba visto, en el caso de que las mujeres mesometieran a un interrogatorio.

    Llegamos sin incidentes al pie de las rocas en que estaban las cuevas le loshoutomayanos. En el suelo ardan dos hogueras; una mayor, y otra ms pequea.Alrededor de la mayor se agrupaban algunas mujeres; las unas, tendidas; las otras, encuclillas; y algunas, de pie. Gritaban y rean, mientras cortaban en pedazos un animalque haban asado en la hoguera. Alrededor de la hoguera ms pequeacongregbanse unos cuantos hombrecillos; estaban muy callados y cuando hablabanlo hacan en voz baja. De vez en cuando alguno soltaba una risita y entonces todosdirigan temerosas miradas hacia las mujeres; pero stas no les prestaban msatencin que si hubieran sido un rebao de corderos.Lula me condujo a aquel grupo de hombres.No digas nada y procura no atraer la atencinme avis.Me qued rezagado detrs de los que se agrupaban alrededor de la hoguera,

    procurando mantener oculta la cara en las sombras. O cmo daban a Lula labienvenida y comprend por sus ademanes que a todos les una la camaradera de ladesgracia. Escudri a mi alrededor para ver si descubra a Duare, pero no la vi.Cmo est el humor de Bund? o que preguntaba Lula.Peor que nunca replic uno de ellos.Fueron bien hoy los merodeos y la caza? Oste hablar de ello a las mujeres? continu Lula.Volvieron satisfechas le contestaron. Ahora tenemos carne abundante y Bundtrajo a una esclava que captur. Con ella estaba un hombre al que mataron, y vieronuna cosa de lo ms extrao que cabe imaginar. Segn lo que decan, hasta las propiasmujeres se asustaron un poco, y, por lo visto, pusieron pies en polvorosa.Oh, ya s de qu se trata! dijo Lula; era un anotar.Y cmo sabes lo que era? pregunt un hombre.Pues..., pues...,, todo ha sido una broma ma disculpse Lula con voz temblorosa.Sonrea al comprender que la vanidad de Lula haba estado a punto de traicionarle;adems, sonre tambin tranquilizado al comprobar que haba descubierto el puebloque buscaba y que Duare se encontraba all. Pero, dnde? Me hubiera gustadointerrogar a aquellos individuos; pero si Lula no confiaba en ellos, cmo iba yo ahacerlo? Hubiera querido gritar el nombre de Duare para hacerle saber que meencontraba all, ansioso de ayudarla. Deba creerme muerto, y conociendo comoconoca a Duare, saba que sera capaz desquitarse la vida en un impulso de

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    desesperacin. Tena que buscar el medio de comunicarme con ella. Me acerqu aLula y cuando estuve lo suficientemente prximo, le susurr:Vamos; quiero hablarte.Lrgate de mi lado; yo no te conozco balbuce Lula.Sabes que ests mintiendo, y si no vienes contar a todos dnde has estado toda latarde y que me trajiste aqu.

    Oh, no puedes hacer eso! repuso Lula, temblando.Entonces, sgueme.Bueno asinti Lula, levantndose y alejndose de la hoguera hacia la oscuridad.Seal a la otra hoguera.Esa. es Bund? le pregunt.S; esa bestia que est de espaldas contest Lula.Se encontrar la nueva esclava en la cueva de Bund?Probablemente.Sola?No; Bund habr hecho custodiarla por otra esclava de su confianza para que no seescape.Dnde est la cueva de Bund?

    All arriba, en la tercera terraza.Llvame all le orden.Ests loco, o crees que lo estoy yo?Se te permite andar por all, no es cierto?S; pero no debo acercarme a la cueva de Bund sin que ella me llame.No tienes necesidad de llegar; slo acrcate conmigo lo suficiente para mostrarme lacueva.Dud un instante, rascndose la cabeza.Bueno dijo por fin; despus de todo, as me deshar de tu persona; pero noolvides que me prometiste no decir que fui yo quien te trajo al pueblo.Le segu y trepamos por una maltrecha escala, llegando a la primera, y luego, a lasegunda terraza; pero cuando estbamos a punto de remontar la tercera, se asomaron

    arriba dos mujeres, y Lula fue presa de pnico.Vamos! murmur nervioso, cogindome del brazo.Me condujo por un sendero angosto que corra enfrente de las cuevas, llegando hastael extremo, donde se par tembloroso.Escapamos de milagro! murmur. A pesar de tu cabello negro, tienes pocoaspecto de samariano; eres tan alto y fuerte como una mujer, y ese objeto que pendede tu cinturn... Mejor ser que lo tires. Aqu nadie lo usa. Te digo que debes tirarlo.Se refera a mi pistola; la nica arma que haba trado, adems del excelente cuchillode caza. La ocurrencia era digna de la candidez de Lula. Era verdad que su posesindelatara mi impostura; pero el no tenerla implicaba mi seguro vencimiento. Noobstante, me las arregl para ocultar el arma bajo k pequea piel que penda de micintura.Mientras aguardbamos a que las mujeres se apartaran, contempl la escena que seofreca abajo y fij particularmente la atencin en el grupo de mujeres congregadasalrededor de la hoguera. Eran arquetipos en su gnero; anchas de espaldas, ampliotrax V miembros de gladiador. Hablaban con voz ronca y rean ruidosamente,profiriendo groseras, burlas y chanzas. El fuego arrojaba su luz de plano sobre suscuerpos casi desnudos y sus masculinos rostros. No dejaban de ser hermosas con sucorta cabellera y su tez bronceada; pero aunque posean, hasta cierto lmite, el tipo demujer, no ostentaban signo alguno de feminidad. En realidad no daban la impresin demujeres, y con esto queda dicho todo. Mientras las estaba observando, dos de ellas se

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    pusieron a discutir y a insultarse groseramente; luego comenzaron a pelear, y,ciertamente, no lo nacan como mujeres. Ni se estiraban del pelo, ni se araaban.Peleaban como dos gladiadores.Qu diferente era el otro grupo congregado alrededor de la hoguera pequea!Contemplaban la pelea furtivamente, con timidez de ratones, a distancia. Encomparacin con el de las mujeres, su cuerpo era pequeo y frgil, blanda su voz y

    suaves sus movimientos.Ni Lula ni yo aguardamos a ver quin sala triunfante del torneo. Las dos mujeres quehaban interrumpido nuestra marcha se alejaron a una terraza inferior, permitindonostrepar al prximo nivel, en el que se encontraba la cueva de Bund. Cuando noshallamos en el caminillo del tercer piso, Lula me dijo que la cueva de Bund era latercera a la izquierda. Una vez cumplida su misin, dispsose a marcharse.Dnde estn las cuevas de los hombres? le pregunt, antes de que se alejase.En la terraza de ms arriba.Y la tuya?La ltima de la izquierda repuso. Ahora me voy all. Ojal no te vuelva a vernunca!Hablaba con voz quebrada y temblaba como una hoja. Me pareca imposible que un

    hombre hubiera Podido llegar a tan lamentable estado de temor a causa de una mujer.Y, no obstante, le haba visto enfrentarse con el tharban en actitud realmente valerosa.March pensativo hacia la cueva de Bund, la mujer-guerrero de Houtomai.

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    CAPTULO III

    LAS CUEVAS DE HOUTOMAI

    El senderillo que corra ante las cuevas escarpadas en que vivan los habitantes deHoutomai era bastante angosto e incmodo; pero las moradas cumplan su misin, ycomo sus inquilinos no estaban acostumbrados a otra cosa, deban sentirsesatisfechos. Las cueva eran de construccin sencilla, pero prctica. Haban clavado enorificios, practicados en las rocas, rectos troncos de rbol que sobresalan unos dospies. Tales troncos aparecan trabados con otros, sujetos con tiras de cuero.El caminillo resultaba manifiestamente angosto, si se miraba hacia el fondo delprecipicio, y no haba balaustradas. Luchar en sitio parecido deba ser embarazoso deveras. Mientras tales pensamientos pasaban por mi mente, me fui acercando a laentrada de la tercera cueva de la izquierda. Reinaba el silencio, y el interior estaba

    oscuro como boca de lobo.Quin hay ah dentro? llam.Pronto fluy una adormecida voz de mujer:Quin es?Bund dice que bajen a la nueva esclava contest.O moverse algo dentro de la cueva, y casi en el acto se present en la entrada unamujer con el pelo revuelto. Haba demasiada oscuridad para observar sus facciones, ylo nico que me preocupaba en aquellos momentos era que estuviese lo bastantesomnolienta para que el timbre de mi voz no despertara sus sospechas, ya que mepareca que no sonaba como el de los hombres que haba odo hablar all. Aunque nome haca gracia parecerme a ellos, procur cambiar el timbre, imitando el de Lula.Para qu la necesita Bund? inquiri.

    Y yo qu s?Es extrao objet; Bund me orden que no deba dejarle salir de la cueva bajoningn concepto. Ah, aqu llega Bund!Mir hacia abajo. La lucha haba terminado ylas mujeres ascendan hacia las cuevas.La posicin en que me encontraba en aquel angosto pasadizo era de lo ms incmodopara defenderme y comprend que en tales circunstancias no poda hacer nada porDuare; en consecuencia, me escabull con la mayor presteza y naturalidad que pude.Me parece que Bund debi cambiar de pensamiento dije a la mujer mientras volvala espalda para dirigirme a la escalerilla que conduca al piso superior.Por fortuna la mujer estaba aun medio dormida, y sin duda en aquellos momentos nopensaba en otra cosa que en reanudar su sueo. Murmur algo sobre lo extrao quele pareca todo aquello, pero, antes de que pudiera hacer ms comentarios, memarch.No me cost mucho tiempo trepar hacia el pasadizo de arriba, correspondiente a lascuevas de los hombres, y una vez all, me dirig a la ltima de la izquierda. Reinaba enella una oscuridad completa y el olor que exhalaba era prueba de que estaba malaireada desde haca muchas generaciones.Lula! susurr.O un gruido.Otra vez t? me pregunt con voz compungida.Tu viejo amigo Carson, en persona repliqu. Parece que no te alegra verme.

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    Claro que no! Esperaba no volverte a. ver jams y que te hubieran matado a estashoras. Cmo no te mataron? Por lo visto te quedaste poco all. A qu has venido?Me entraron ganas de ver a mi amigo Lula repuse.Y te irs en seguida?Esta noche, no; acaso maana.Volvi a gemir.

    Que no te vean salir maana de aqu! me rog. Oh! Por qu te dira dndeestaba mi cueva?S; cometiste una estupidez, Lula; pero no te preocupes. Si me ayudas, no teocasionar ningn disgusto.Ayudarte! Ayudarte a arrancar a tu mujer de las manos de Bund! Pero si van amatarme!Bueno, no nos consternemos ms hasta maana. Los dos necesitamos dormir. Perono me traiciones, Lula. Como lo hagas, le contar a Bund todo lo ocurrido. Dime:ests solo en esta cueva?No; la ocupan conmigo dos hombres ms. Pronto llegarn. Cuando se presenten, novuelvas a dirigirme la palabra.Callamos los dos y no tardamos en escuchar murmullo de pasos a fuera; e instantes

    despus, entraron lo dos individuos. Venan engolfados en una conversacin quecontinuaron una vez dentro.Me peg, y por eso he callado; pero poco antes de subir, o cmo hablaban de ellolas mujeres. Casi todas' haban entrado ya en sus cuevas. Ocurri poco antes de quebajramos de la cueva a encender el fuego para la cena, al anochecer. Haba salidode la cueva para bajar cuando lo vi.Y por qu te peg tu mujer?Me dijo que menta y que no le gustaban los mentirosos, y que si deca mentirassemejantes, me iba a encontrar con lo que no me esperaba; pero luego otras dosmujeres afirmaron que era verdad.Y qu dijo entonces tu mujer?Que me iba a dar una paliza de todos modos.

    Y a qu se pareca aquello?A un gran pjaro; slo que no mova las alas. Vol sobre el mismo Can Angosto ylas mujeres que lo vieron aseguraban que era lo mismo que estaba en el suelo,cuando capturaron a la nueva esclava V mataron al hombre del pelo amarillo.Debe ser el anotar del que hablaba Lula.Pero si dijo que hablaba en broma!Cmo iba a hablar en broma sobre una cosa que to haba visto nunca? Todo estoes muy extrao, eh, Lula? Nadie contest. Eh, Lula? volvi a llamarle.Estoy durmiendo repuso Lula.Pues mejor ser que despiertes. Queremos saber algo de ese anotar insisti elotro.Yo no s nada; no lo vi ni sub a ese anotar nunca.Quin te ha dicho que hayas subido? Cmo iba a poder volar un hombre por elaire?Vaya que puede! exclam Lula. Dos hombres pueden ir dentro; acaso cuatro, yvuela hacia donde se quiere.Cre que no sabas nada sobre el asunto.Quiero dormir advirti Lula.Nos vas a contar lo que sepas del anotar, o se lo digo a Bund.Oh, Vyla! No hars eso! gimi Lula.S que lo har insisti Vyla. Lo mejor que puedes hacer es contrnoslo todo.

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    Si te lo cuento, me prometes no decir nada?Te lo prometo.Y t, Ellie? Me lo prometes tambin?No te iba a delatar, Lula; debas saber que soy incapaz de eso le asegur Ellie.Vamos, cuntanoslo, Lula! le anim Vyla.Pues s que lo he visto, y he volado en l... He subido hacia el horizonte.

    Ests mintiendo, Lula le amonest Vyla.Te aseguro que no insisti Lula; y si no me crees, que te lo explique Carson.Y quin es Carson? pregunt Vyla.Es el que hace volar el anotar explic Lula.Y cmo se lo vamos a preguntar? Me parece que sigues mintiendo, Lula. Te estsacostumbrando a mentir.No miento, y si no me crees, puedes preguntrselo a Carson. Est aqu mismo, en lacueva.Qu? preguntaron los dos a una.Lula no miente intervine yo. Aqu estoy para aseguraros que Lula vol en elanotar, y si a vosotros os gustase volar, os llevar maana, si me ayudis a salir deaqu sin que me descubran las mujeres.

    Rein un perodo de silencio; luego Ellie habl algo atemorizado.Qu dira la Jad si lo supiera? pregunt.Jad era el jefe.Le prometiste no decir nada a la Jad le record Lula.No tiene necesidad de saberlo, a no ser que alguno de vosotros se lo digis terci; y como lo haris dir que los tres lo sabais y os habais confabulado conmigo paramatarla.No puedes hacer eso! grit Ellie.S que lo har; pero si me ayudis, no tiene necesidad de saberlo y podris dar unpaseo en el anotar.Me dara miedo dijo Ellie.No tienes por qu tener miedo intervino Lula con tono alentador. Yo no lo tuve.

    Desde arriba se ve el mundo de golpe y nadie puede cogerle a uno. Entonces s quno tena a los tharbans ni siquiera a Bund!Me gustara subir dijo Vyla; si Lula no tiene miedo, nadie puede tenerlo.Si t subes, yo tambin prometi Ellie.Pues subir afirm Vyla.Seguimos hablando un poco ms y, por ltimo, antes de dormirnos les formul algunaspreguntas referentes a las costumbres de las mujeres, y me inform de que la caza ymerodeo era lo primero que hacan por la maanas; dejaban en el pueblo unapequea guardia de guerreros para protegerlo. Me enter asimismo de que lasesclavas trabajaban todas las maanas, y mientras los grupos de caza se dedicaban asu faena, ellas recogan lea para el fuego y traan agua a las cuevas utilizandocntaros de barro. Tambin ayudaban a los hombres en el trabajo de confeccionarsandalias, faldillas, ornamentos y loza.

    A la maana siguiente me qued en la casa hasta que se hubieron marchado de cazalas partidas de merodeo; entonces descend por la escalerilla hasta el suelo firme. Yasaba a qu atenerme respecto a las mujeres y confiaba en no suscitar sospechasentre ellas, ya que los hombres tenan all tan escasa importancia que apenas erancapaces las mujeres de identificar a otro nombre que no fuese el suyo; pero no estabatan seguro respecto a ellos.Media docena de mujeres-guerreros paseaban por en medio del Can, mientras loshombres y las esclavas se dedicaban a sus ocupaciones. Observ que algunos de

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    ellos me miraban, al llegar yo abajo y dirigirme a un grupo de esclavas que estabantrabajando; pero no se me acercaron.Procur apartarme de los hombres dentro de lo posible, aproximndome en cambio alas mujeres. Busqu a Duare; mi corazn lata de angustia al no descubrir rastro deella, y pens que hubiera sido preferible acudir a la cueva en su busca. Algunas de lasesclavas mirbanme intrigadas.

    Quin eres? me pregunt una de ellas.Debas saberlo repuse, y me alej dejndola boquiabierta.De pronto aparecieron unas cuantas esclavas con brazadas de lea y entre ellasdescubr a Duare. Mi corazn dio un salto al verla. Aguard el instante crucial en quehaba de pasar delante y present cul iba a ser la expresin de sus ojos alreconocerme. Poco a poco se fue acercando; y cuanto ms cerca estaba mayor era miangustia. Cuando se hallaba a un par de pasos, me mir de frente; luego sigui sucamino sin dar muestra alguna de haberme reconocido. Mi primera reaccin fue deasombro, luego de indignacin y me volv hacia ella, murmurando:Duare!Se par y se me qued mirando.Carson! exclam. Qu te ha pasado?

    Me haba olvidado del color negro de mi cabello y las terribles heridas de mi rostro, unade las cuales me cruzaba de la sien a la mejilla. Era natural que no me hubiesereconocido.Oh, pero no te mataron! No te mataron, no te mataron! Cre que te habanasesinado! Dime...Ahora no, querida repuse. Primero tenemos que marcharnos de aqu. .Pero, cmo? Cmo podremos huir si todos nos vigilan?Sencillamente, echando a correr. Creo que no se nos presentar mejor ocasin.Mir a mi alrededor. Las mujeres de guardia an no: se haban dado cuenta. Eran losseres superiores que miraban con desprecio a las esclavas y a los hombres.Yo march, acompaado de mis forzados seguidores, a un lugar por el que tenan quepasar las esclavas. Cuando lo hicieron, sentme tranquilizado al comprobar que Duare

    iba tambin entre ellas. Al cruzar junto a m, la rodeamos entre los tres, ocultndola enlo posible de las miradas de las mujeres-guerreros, y, en seguida, les orden marcharen direccin a la desembocadura del Can Angosto. No s qu hubiera dado enaquellos momentos por poseer un espejo, pues senta vehementes deseos deenterarme de lo que pasaba detrs; pero no me atreva a volver la cabeza por miedo adespertar sospechas de que lo que estbamos haciendo era algo anormal. Era unacuestin de vida o muerte y todas las precauciones resultaban pocas. Jams meparecieron tan largos los minutos, pero finalmente alcanzamos la boca del Can, yentonces fue cuando comenzaron a gritarnos las mujeres con voz ronca.Eh, vosotros! Adonde vais? Volved en seguida!Entonces, los tres hombrecillos se pararon en seco y comprend que era ya imposiblemantener en secreto nuestro propsito. Cog fuertemente de la mano a Duare yseguimos la marcha. Ahora ya poda volver la cabeza. Lula, Vyla y Ellie tornaron endireccin a sus amas, y tres mujeres avanzaban por el Can en persecucin nuestra.Cuando se dieron cuenta de que dos de los llamados no atendan a su requerimiento yseguan andando, comenzaron a gritar de nuevo, y al ver que no les hacamos caso,volvieron a llamarnos a gritos. En seguida iniciaron una carrera veloz. Estaba segurode que podramos mantener la distancia. No obstante, tenamos que alcanzar el avincon tiempo para desatarlo antes de que nos alcanzasen.Cuando salimos de la desembocadura del Can Angosto y entramos en el ms anchodel que era continuacin, llegamos a terreno ms llano que se extenda en la misma

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    direccin que desebamos seguir. En el paisaje aparecan, de vez en cuando, gruposesplndidos de rboles y pronto divisamos el anotar, que representaba la salvacinpara nosotros. Pero en aquel preciso momento, e interceptando nuestro paso,aparecieron tres tharbans, a un par de centenares de yardas.

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    CAPTULO IV

    TIERRAS NUEVAS

    La presencia de aquellas tres grandes fieras que nos interceptaron el paso era lo msdescorazonador que caba esperar. Claro qu tena mi pistola, pero sus rayosmortferos, al igual que nuestras balas, no aniquilan a veces instantneamente, yaunque consiguiera matarlos, la tardanza que ello implicara permitira que nosalcanzasen las mujeres. Ya oamos sus gritos y tem que sus voces pudieran atraerhacia all alguno de los grupos de cazadoras. Me hallaba positivamente en un aprieto.Por fortuna, an no haban salido del Can Angosto. De pronto, surgi en mi mente elrecurso para escapar de ellos y de los tharbans. Ante nosotros apareci un grupo derboles de denso follaje, que constituan un escondite ideal. Ayud a Duare a subir auna rama baja y me encaram tras ella. Una vez arriba nos dedicamos a esperar.Podamos atisbar a travs de las ramas, pero era dudoso que nadie pudiera

    descubrirnos.Los tres tharbans haban presenciado nuestra escapatoria y se dirigieron hacia elrbol, pero cuando las mujeres-guerreros se hicieron ostensibles por el Can

    Angosto, las fieras ya no nos prestaron atencin a nosotros, sino a las mujeres.Primero vi cmo stas nos buscaban por todas partes, y cuando los tharbansavanzaron hacia ellas retrocedieron por el Can Angosto, seguidas de las tresbestias, y as que todos hubieron desaparecido, Duare y yo saltamos al suelo y nosdirigimos hacia el avin.Omos los rugidos de los tharbans y los gritos de las mujeres cada vez ms dbiles,mientras corramos veloces hacia el anotar. Lo que momentos antes semejaba casiuna catstrofe se haba convertido en nuestra salvacin, ya que ahora no tenamosque temer que nos persiguieran los del pueblo. Mi nica obsesin era el aeroplano, y

    grande fue mi alivio al divisarlo y comprobar que estaba indemne. Cinco minutos mstarde nos encontrbamos en el aire y la aventura de Houtomai perteneca al pasado.No obstante, cun cerca nos habamos hallado de lo que para m significaba la muertey para Duare la esclavitud. Si las mujeres-guerreros se hubieran detenido un momentopara cerciorarse de que estaba muerto, las cosas hubieran tomado un rumbototalmente distinto. Siempre cre que el temor que les produjo el anotar, tan extraoante sus ojos, fue lo que les hizo huir prestamente. Duare me cont que hablabanmucho, entre ellas,^ del aparato cuando volvieron al pueblo, y que parecan muyinquietas, recelando que fuese alguna bestia feroz que pudiera perseguirlas.No nos faltaron los temas de conversacin mientras maniobraba en el aire tratando delocalizar alguna pieza de caza, pues haca dos das que no haba probado bocado yDuare apenas comi durante el perodo de su esclavitud en manos de Bund. Duare noapartaba d m su mirada y me tocaba para asegurarse de que viva realmente; tansegura haba estado de que me mataron aquellas mujeres.No hubiera sobrevivido mucho, Carson, si no vuelves me dijo. Muerto t, no mehubiera interesado la vida, y menos an en la esclavitud. Slo esperaba una ocasinpara matarme.Localic a un rebao de animales que parecan antlopes y sacrifiqu a uno de ellos demanera parecida al da anterior, pero en esta ocasin Duare mantuvo la vigilanciamientras yo descuartizaba a la vctima. Luego nos dirigimos a la isla en la queacampamos Lula y yo para convertirme en hombre moreno. En esta nueva visita,

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    despus de condimentar y comer de la res que haba cazado, hice con mi cabello laoperacin contraria. De nuevo nos sentimos felices y contentos. Nuestras recienteszozobras parecan ya muy remotas; tal es la presteza con que el espritu humanoolvida los desconsuelos.

    A Duare le preocupaban mucho mis heridas e insista en lavrmelas. l nico peligroera la infeccin, ya que no disponamos de medio alguno para desinfectarlas. Claro

    que exista menos peligro que en la Tierra, donde el exceso de poblacin y los mediosde transporte, cada da mayores, han incrementado el nmero de bacterias malignas.

    Asimismo, el suero de la longevidad que me inoculara Danus, poco despus de millegada a Amtor, me proporcionaba considerable inmunidad. Yo no estaba muypreocupado; pero Duare no haca ms que pensar en ello. Como se haba entregadopor entero al cario que flua en ella de un modo natural, me haca objeto de sudevocin y solicitud, como la expresin ms pura del amor.

    Ambos nos sentamos agotados por todo lo que habamos sufrido y decidimospermanecer en la isla, por lo menos hasta el da siguiente. Estaba yo seguro de queall no haba seres humanos ni fieras peligrosas, y por primera vez desde hacamuchos meses podamos reposar sin inquietudes. Fueron aquellas veinticuatro horaslas ms perfectas que haba pasado.

    Al da siguiente partimos de la pequea isla con verdadero sentimiento y nos dirigimoshacia el Sur, a lo largo del valle del Ro de la Muerte, en direccin al ocano al quesabamos que haba de desembocar. Pero cmo sera aquel ocano? Qu existirams all? A dnde dirigirnos en aquel vasto mundo?Acaso encontremos alguna otra islita sugiri Duare, y podamos quedarnos avivir felices para siempre.No me atrev a decirle que nuestra situacin poda ser desesperada al cabo de unosmeses. Me hallaba en un callejn sin salida. Era imposible volver a Vepaja; sabaperfectamente que ahora preferira ella morir a separarse de mi lado y, por otra parte,estaba seguro de que Mintep, su padre, me mandara ajusticiar tan pronto cayera ensus manos. Mi primer impulso, al desear llevar a Duare a Vepaja, fue mi sinceracreencia de que, fuera cual fuese mi suerte, se sentira ella mucho ms feliz y a salvo

    que no vagando en aquel mundo hostil y sin patria. Pero ahora pensaba de distintamanera, pues saba que los dos preferiramos la muerte a vernos separados parasiempre.Ya haremos una cosa u otra le dije; y si hallamos un lugar en Amtor en el quepodamos encontrar paz y seguridad, nos instalaremos en l.Aun tenemos por delante cincuenta aos antes de qu el anotar se destruya objet ella riendo.No tardamos mucho en ver aparecer una gran extensin de agua frente a nosotros,cosa que me confirm presto que, al fin, habamos llegado al mar.Volemos sobre l y vayamos en busca de nuestra isla me alent Duare.Primero debemos proveernos de agua y alimentos suger.Haba acondicionado los restos de la carne entre las grasientas hojas que recog en laislita, seguro de que se conservara varios das; pero, naturalmente, no bamos acomer la carne cruda y como no podamos condimentarla mientras volbamos, nocaba otro recurso que aterrizar y asarla. Tambin deseaba recoger alguna fruta,nueces y ciertos tubrculos que crecen casi por todas partes en Amtor y que eran muyagradables y nutritivos, incluso comindolos en su estado natural.Divis una planicie que se extenda detrs del Ro de la Muerte. Estaba bordeada debosque a un lado y vease cruzada por un riachuelo que proceda de las montaas eiba a desembocar en el ro mayor. Aterric cerca del bosque, con la esperanza deencontrar las frutas y nueces que buscaba. No me vi defraudado en mis esperanzas.

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    Hice acopio de tales frutos, encend fuego, transport unas brasas al avin y acerquste al riachuelo. All estbamos en una situacin despejada y podamos dominarvisualmente el pas qu nos rodeaba en todas las direcciones, sin correr el peligro devernos sorprendidos por hombres o fieras. Anim el fuego y cocin la carne mientrasDuare vigilaba. Asimismo llen de agua el tanque que llevaba el aeroplano. Ahoradisponamos de alimentos y agua suficiente para varios das, y dominados por la

    inquietud exploradora, partimos hacia el mar, cruzando sobre el gran delta del Ro dela Muerte, que poda rivalizar con el Amazonas.Duare interesse mucho, desde el principio, en el funcionamiento del avin. Leexpliqu la finalidad y modo operativo de las distintas piezas de control, aunque hastaentonces ella ro lo haba hecho funcionar sola. Ahora, la dej probar, ya quecomprenda que deba conocer su funcionamiento, ante la eventualidad de tener quemantenernos en el aire largos perodos, en un viaje transocenico. Yo tendra quedormir y ello sera imposible mientras volbamos, a menos qu Duare supiera guiar elavin. Manejar un aeroplano, en pleno vuelo, en condiciones atmosfricas normales,no es mucho ms difcil que andar por tierra firme. Slo requiere unos minutos paradotarse de la suficiente confianza en s mismo, y en el caso de Duare, todo quedarareducido a inspirarle tal confianza en el avin. Estaba convencido de que la prctica la

    enseara e hice volar alto el aparato, a fin de que tuviera tiempo para echar yo unamano, caso de cualquier eventualidad.Volamos toda la noche, mantenindose Duare en el control un tercio de la jornada, ycuando amaneci, divis tierra firme. Hacia Este y Oeste las copas de los rboles y elfollaje se extendan ante nuestros ojos alzndose a miles de pies para perderse en lacapa de nubes que flota constantemente sobre Amtor como un refuerzo de la defensade la otra capa superior contra l intenso calor del Sol que, de otra manera, hubieraabrasado la superficie del planeta.El aspecto de esta comarca me resulta familiar dije a Duare, cuando despert.Qu quieres decir?Me parece que es Vepaja. Iremos bordeando la costa, y si no me equivoco,descubriremos el puerto natural donde el "Sofal" y el "Sovong" estaban anclados el da

    en que te raptaron, y a Kamlot y a m nos apresaron los klangan. Estoy seguro d quelo reconocera si lo viera.Duare no dijo nada. Guard silencio un rato, mientras bamos bordeando la costa. Depronto, divis el puerto.Ah est! dije. Esto es Vepaja, Duare.Vepaja! murmur.Ya hemos llegado, Duare. Quieres quedarte?Ella movi la cabeza.Sin ti, no repuso.Me inclin hacia ella y la bes.Entonces, a dnde vamos?Oh, sigamos la marcha al azar! Cualquier direccin ser lo mismo.El avin segua ahora una ruta ligeramente desviada hacia el Oeste y me limit acontinuar tal ruta. El mundo que tenamos delante nos era desconocido; perocontinuando tal rumbo, nos apartaramos de las regiones antrticas y nosadentraramos en la zona templada del Norte. En la direccin opuesta estaba la sededel thorismo, donde slo poda esperarnos el cautiverio y la muerte.

    Al acabar el da, nicamente se ofreca a nuestros ojos el montono Ocano sinlmites. El avin funcionaba admirablemente y no poda ocurrir de otro modo, puestoque en su construccin se haban utilizado los tcnicos mejores de que poda disponerHavatoo. Los planos eran mos, ya qu los aeroplanos eran totalmente desconocidos

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    en Havatoo, hasta que yo llegu; pero los materiales, el motor y el combustible, erantotalmente amtorianos. En cuanto a los primeros, difcilmente podra alcanzar en laTierra una duracin semejante ; el motor constitua una maravilla en su sencilla solidez,fuerza y durabilidad, combinados con extraordinaria ligereza; y en cuanto alcombustible, ya lo describ. En sus lneas externas, el avin era, poco ms o menos,parecido a los que yo conoca o haba manejado en la Tierra. Tena espacio para

    cuatro personas, dos delante y otras dos en un compartimiento trasero. El aparatopoda ser manipulado desde cualquiera de los cuatro puestos. Como dije en otraocasin, se trataba de un aparato anfibio.Combat la monotona de la jornada instruyendo a Duare en las operaciones deaterrizaje y despegu aprovechando la suave brisa del Oeste. Tenamos que prestargran atencin a causa de los fuertes golpes de aire, algunos de los cuales podrandestrozar el avin fcilmente, constituyendo su aparicin un verdadero peligro.Cuando lleg la noche, el vasto escenario qued matizado por la suave y misteriosapenumbra nocturna con que la Naturaleza ha dotado a aquel planeta sin luna. El marpareca extenderse a lo infinito, con su eterno oleaje, y resplandeciendo dbilmente. Nitierra ni barcos, ni seres vivientes en la pavorosa serenidad de la perspectiva; slonuestro aparato silencioso, y nosotros dos, tomos infinitesimales, errbamos por el

    espacio infinito. Duare se me acerc un poco ms. El sentimiento de compaaconstitua un consuelo en aquella inmensa soledad.Durante la noche se levant viento del Sur y, al amanecer, descubr cmulos de nubesque rodaban sobre nosotros. La atmsfera haba refrescado. Resultaba evidente queestbamos ponindonos en contacto con el extremo de una tormenta del polo Sur. Nome agradaba el aspecto de la niebla. Dispona de instrumentos para conducir el avina ciegas, pero de qu iban a servirnos en un mundo cuya topografa ignorbamos?No me sent inclinado a esperar que cambiase el ambiente y se despejase la nieblaque cubra la superficie del mar. En consecuencia, determin modificar nuestro rumboy volar hacia el norte de la niebla. Fue entonces cuando Duare seal hacia delante.Es eso tierra firme? pregunt.Realmente, tiene todo el aspecto de serlo le dije, mirando fijamente.

    Acaso sea nuestra isla soada sugiri ella, riendo.Vamos a cerciorarnos antes de que la niebla lo cubra. Siempre podremosdefendernos de la niebla si se hace demasiado espesa.La idea de pisar el suelo otra vez no me disgusta observ Duare.S asent, ya hemos visto demasiada agua.

    Al acercarnos a la costa, divisamos algunos montes a lo lejos y hacia el noroeste algoque pareca uno de aquellos gigantescos bosques de los que cubren el territorio deVepaja.Oh, ah veo una ciudad! exclam Duare.Efectivamente, es un puerto. Se trata de una ciudad grande. Qu gente vivir enella?Duare hizo un gesto de duda.Cualquiera sabe. Al noroeste de Vepaja hay una poblacin qu se llama Anlap. Lahe visto en el mapa. Se encuentra entre Trabol y Strabol. Los mapas lo sealan comouna isla muy grande, pero nadie sabe exactamente cmo es. Strabol no ha sido bienexplorado.Recelaba yo qu ningn pas de Venus haba sido explorado por completo, cosa queno me extraaba. La mayor parte de las personas con quienes haba hablado creanque el planeta era una especie de bandeja flotante en un mar gneo. Presuman quesu circunferencia mayor estaba en lo que yo juzgaba al Polo Sur y en sus mapas elEcuador. No apareca ni como una simple nota. Ni siquiera soaban en la existencia

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    de otro hemisferio. Con mapas basados en tales errores, era lgico que todo quedasetrastornado; por eso sus cartas geogrficas resultaban intiles y los navegantes noosaban alejarse de las aguas conocidas y raras veces perdan de vista la costa.

    Al acercarnos a la poblacin me di cuenta de que estaba amurallada y slidamentefortificada. Posteriores observaciones pusieron en evidencia que vease atacada enaquellos momentos .por poderosas fuerzas. El zumbido de los caones amtorianos

    llegaba a nuestros odos dbilmente. Divisamos a los defensores de la muralla y msall de stas vimos al enemigo. Largas columnas de hombres acordonaban la ciudad,llevando escudos que eran de un metal relativamente inmune contra los rayos-T y cuyoempleo deba dar a los ataques ms movilidad de lo corriente en las operacionesblicas terrestres, con el empleo de balas. En realidad era como si cada soldadollevara su propia trinchera. Las tropas podan ser transportadas a cualquier parte delcampo d batalla en plena actividad de disparos y con un mnimo de bajas.

    Al cruzar sobre la ciudad cesaron los disparos casi por completo. Vimos miles derostros que se alzaban para mirarnos y me imagin cul sera el asombro que habrasuscitado el avin en la ment de aquellos miles de soldados y poblacin civil, ningunode los cuales poda explicarse la ndole de aquella especie de pjaro gigantesco quese cerna silencioso sobre ellos. Como todas las partes del aeroplano, fuese madera,

    metal u otra materia, haban sido revestidas de una sustancia protectora contra talesrayos-T, me senta muy seguro y volaba a corta distancia de las fuerzas contendientes,comenzando a trazar crculos en el aire y a descender sobre las murallas de la ciudad.Entonces, me asom al exterior e hice un signo con la mano. Surgi de todas lasbocas un gran gritero y luego guardaron silencio. Poco despus, comenzaron a pararcontra nosotros.El avin estaba acorazado contra los rayos mortferos, pero Duare y yo no, y, enconsecuencia, me apresur a elevarme y dirigir el aparato hacia el interior del paspara explorarlo. Volamos sobre las lneas combatientes y su blico campamento;divisamos una carretera ancha que corra hacia el suroeste y por la que discurranfuerzas dirigindose al lugar en que haba acampado el cuerpo de ejrcito; veanselargas hileras de vagones transportados por grandes animales parecidos a elefantes;

    hombres cabalgando en extraas bestias y enormes caones de rayos-T,constituyendo el caracterstico equipo militar de un poderoso ejrcito.Viramos hacia el norte. Quera obtener alguna informacin sobre aquel pas y elcarcter de sus habitantes. Por lo que ya haba visto, pareca una poblacin deinclinaciones blicas; pero en alguna parte deba existir alguna ciudad pacfica yhospitalaria en la que los extranjeros fueran tratados con consideracin. Intentabahallar alguna persona aislada a la que poder interrogar, sin correr riesgo ni Duare ni yo.Intentar un aterrizaje hubiera sido temerario, especialmente despus de haberdisparado contra nosotros.La actitud de los defensores de la ciudad haba sido ms amistosa, pero no podaarriesgarme a aterrizar sin saber algo ms sobre tales sujetos. Aparte de que nohubiera sido muy cuerdo tomar tierra en una ciudad asediada por fuerzas poderosas yque poda ser asaltada en cualquier momento; lo que Duare y yo necesitbamos eratranquilidad y no guerra.Recorr buen espacio de territorio sin divisar ser humano; pero, al fin, localic a unindividuo que sala de un can montaoso a algunas millas de distancia hacia el nortedel campamento militar ya mencionado. Al descender nuestro avin sobre l, levant lacabeza. No ech a correr, se detuvo y le vi sacar la pistola.No dispares! le grit. Somos amigos!Qu queris? repuso tambin a gritos.

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    Descend an ms, trazando circunferencias, y aterric a un par de centenares deyardas de donde se hallaba.Deseo hacerte algunas preguntas.Se acerc a nuestro aparato con manifiesta audacia, pero conservando el armapreparada ante cualquier eventualidad. Salt de mi asiento y sal a su encuentro,levantando la mano derecha para asegurarle que no iba armado. Levant l la

    izquierda... No quera arriesgarse demasiado, pero aquel gesto era demostrativo deamistosa actitud o, al menos, de carencia de hostilidad.Sus labios esbozaban una ligera sonrisa al verme descender del avin.De modo que eres un verdadero ser humano me dijo. Al principio cre queformabas parte integral de ese objeto, sea lo que sea. De dnde vienes? Ququieres de m?Somos extranjeros repuse. No sabemos siquiera ni en qu pas nosencontramos y quiero informarme de cul es la actitud de los nativos respecto a losextranjeros y si existe alguna ciudad en la que pueda ser recibido hospitalariamente.Esto es Anlap afirm el desconocido y nos hallamos en el reino de Korva.Qu ciudad es esa que se halla hacia el mar? Haba all una gran batalla.Viste la batalla? inquiri. Cmo se desarrolla? Cay la ciudad?

    Pareca mostrar ansiedad por nuestra rplica.La ciudad no se ha rendido le dije, y sus defensores parecen muy animados.Dej escapar un suspiro y su ceo aclarse de pronto.Y cmo voy a estar seguro de que no sois espas zanis? pregunt.Me encog de hombros.Comprendo tus dudas; pero te aseguro que no lo somos. Ni siquiera s qu es zani.Me parece que no lo eres rectific presto. Pero no adivino de dnde puedes sercon ese pelo amarillo. Desde luego, no eres de nuestra raza.Bueno, y qu hay de las preguntas que quiero formularte? objet, sonriendo.Me devolvi la sonrisa.Tienes razn. Deseas conocer la disposicin de los habitantes de Korva respecto alos extranjeros y el nombre de la ciudad que se encuentra cerca del mar. Pues te

    contestar. Antes de que los zanis se apoderaran del gobierno hubieras sido tratadobien en cualquier ciudad de Korva; pero ahora han cambiado las cosas. Sanara, laciudad por la que me preguntas, te recibira cordialmente. An no ha cado bajo ladominacin de los zanis. Ahora estn tratando de dominarla, y si capitula, habr cadoel ltimo reducto de la libertad en Korva.Eres de Sanara? le pregunt.S, ahora lo soy. Siempre he vivido en Amlot, la capital, antes de que los zanistomaran el poder. Luego no pude volver all, porque he peleado contra ellos.Hace muy poco vol sobre un gran campamento, situado al sur d la ciudad le dije. Eran las fuerzas zanis?S. Hubiera dado cualquier cosa por poderlas ver. Cuntos hombres calculas quehabra?No s exactamente; pero es una gran concentracin y procedentes del sur vanllegando ms soldados y armamentos.De Amlot explic. Oh, si pudiera verlo!S que puedes le dije.Cmo?Le seal el avin y pareci echarse un poco atrs, pero fue slo un instante.Perfectamente replic. No tendrs que arrepentirte de tu amabilidad. Puedesdecirme cmo te llamas? Yo me llamo Taman.Y yo, Carson.

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    Me mir con curiosidad.De qu pas procedes? Nunca vi a un amtoriano con el pelo amarillo.Es una historia un poco larga de contar repuse. Bstete saber que no soyamtoriano; vengo de otro mundo.Caminamos hacia el avin, y, mientras tanto, se guard la pistola. Cuando llegamos alaparato, vio a Duare por primera vez y observ en l cierto gesto de sorpresa que

    disimul admirablemente. Sin duda alguna era un hombre de refinada educacin. Lespresent y le dije cmo poda acomodarse en el asiento de atrs y ajustarse el cinturnsalvavidas.Desde luego, no pude ver su rostro en el momento de despegar; pero ms tarde meconfes que lleg a creer que haba llegado su ltima hora. Le conduje en seguida alcampamento zan y sobre la ancha carretera que comunicaba con Amlot.Esto es maravilloso! exclamaba una y otra vez. Lo puedo ver todo! Puedoincluso contar los batallones y los caonee y los carros de combate!Pues cuando te canses de ver, avsamelo le advert.Me parece que ya he visto bastante replic. Pobre Sanara! Cmo va a poderresistir a tales hordas? Y pensar que no puedo volver para revelar lo que acabo dever! A estas horas, la ciudad debe de estar rodeada de fuerzas. Sal de all hace cosa

    de un ax.El axes equivalente a veinte das amtorianos o un poco ms de veintids das y oncehoras de la Tierra.La ciudad est cercada por completo le dije. Dudo que pudieras infiltrarte entrelas lneas enemigas durante la noche.Podras t...? pregunt, luego de titubear.Si podra, qu? repuse, aunque adivinaba la naturaleza de su pregunta.Pero no rectific; sera pedir demasiado a un extranjero. Arriesgaras tu vida y lade tu compaera.Existe algn espacio lo bastante ancho para poder aterrizar dentro de las murallasde Sanara? inquir.Se ech a rer.

    Veo que me has adivinado dijo. Cunto espacio necesitaras?Se lo expliqu.S dijo; cerca del centro de la ciudad hay un gran espacio donde tienen efectonuestras carreras. All podras bajar fcilmente.Un par de preguntas ms suger.Dime. Pregntame lo que quieras.Tienes la suficiente influencia con las autoridades militares para garantizar nuestraseguridad personal? Estoy pensando sobre todo en mi esposa en estos momentos.Te doy la palabra de un hombre de alta alcurnia de que bajo mi proteccin notendris nada que temer me asegur.Y que se nos permitir salir de la ciudad cuando queramos y que no tocar nadienuestro avin ni tratar de retenernos?Otra vez te doy mi palabra, garantizando todo lo que me acabas de pedir me dijo; pero me parece que te exijo demasiado, teniendo en cuenta tu condicin dextranjero.Qu opinas t, Duare? le pregunt, volvindome hacia ella.Me parece que me va a gustar Sanara repuso.Cambi el rumbo del avin y nos dirigimos al puerto de Korva.

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    CAPTULO V

    SANARA

    Taman mostrse agradecido, pero no hasta el extremo de hacerse empalagoso.Comprend desde el primer momento que iba a ser un excelente camarada, y estabaasimismo seguro de que Duare tena de l la misma impresin. Raras veces semezclaba ella en las conversaciones sostenidas con desconocidos. Los viejosatavismos de la hija de un jong no podan olvidarse fcilmente. No obstante, habl conTaman durante el trayecto hacia Sanara, formulndole muchas preguntas. Cuandocruzamos por encima de las lneas zanis comenzaron a disparar contra nosotros, perovolbamos demasiado alto para que sus disparos pudieran ser eficaces, incluso conun avin que no estuviera acorazado. Taman y yo habamos estudiado la manera deaterrizar. Yo tema que los defensores de la ciudad se aterrasen ante la presencia del

    aparato que intentaba descender, especialmente procediendo, como procedamos, deterritorio enemigo. Conceb un plan que a l le pareci viable. Escribi unas lneas enun trozo de papel, que atamos a una de las grandes nueces que llevbamos entrenuestras provisiones. Realmente, lo que termin por hacer fue escribir una serie denotas que atamos a diferentes nueces. En cada una de las notas deca que iba en elanotar que vean volar, y rogaba al comandante de las fuerzas que despejaran elcampo de las carreras para que pudisemos bajar. Caso de que leyeran las notas y senos permitiera aterrizar, deberan enviar al mencionado campo soldados con banderasdesplegadas que deban agitar en el aire cuando nos viesen acercarnos. Esto cumplados finalidades: darnos a entender que no dispararan contra nosotros e indicarnos ladireccin del viento en el campo.

    Arroj las notas sobr la ciudad con breves intervalos y luego levant el vuelo para

    ponerme a salvo, en espera del resultado de nuestro plan. Divisaba el campo deaterrizaje. Haba demasiada gente para aterrizar con seguridad. De todos modos, lonico que podamos hacer era aguardar las seales. Mientras lo hacamos, Taman nosseal distintos lugares interesantes de la ciudad: parques, edificios pblicos,cuarteles y el palacio del Gobernador. Me dijo que el sobrino del jong viva all ahora ygobernaba como jong y que su to estaba prisionero de los zanis, en Amlot. Corra elrumor de que el jong haba sido ajusticiado. Los defensores de Sanara teman a loszanis, pero tambin al sobrino del jong, porque no confiaban en l y no le deseabancomo gobernador permanente.Volamos sobre la ciudad cosa de una hora, antes de que obtuviramos algunaindicacin de que haban recibido nuestras notas; luego, observ cmo fuerzasmilitares hacan salir del campo a la gente. Aquello era de buen augurio. Despus, unadocena de soldados provistos de banderas se dirigieron a uno de los extremos delcampo y comenzaron a acotarlos. Entonces inici yo nuestro descenso en forma decerrada espiral, ya que no quera aproximarme demasiado a las murallas por miedo deque me alcanzasen los disparos de los zanis.

    Al mirar hacia abajo, divis a la gente que acuda a los alrededores del campo,procedentes de todas las direcciones. Deba de haberse extendido como un reguerode plvora la noticia de nuestro aterrizaje. Acuda la gente en compacta masa,bloqueando las calles, y confi que hubieran enviado fuerzas suficientes para evitarque se precipitasen en el campo y destrozasen nuestro avin. Mostrbame yo tan

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    receloso, que volv a elevarme y dije a Taman que escribiese otra nota pidiendo msfuerzas para que custodiasen debidamente el avin. Lo hizo as y volv a descender,arrojando la nota al campo, que cay cerca de un grupo que, segn me dijo Taman,estaba constituido por oficiales. Cinco minutos ms tarde, vimos a un batallncompleto que entraba en el campo y se apostaban en su periferia.Resultaba extrao que aquellos soldados no dieran muestras de terror. Permanecieron

    inmviles, casi sin respirar, hasta que l avin se detuvo. Entonces, comenzaron agritar dndonos la bienvenida. Resultaba agradable comprobar que, al fin, se nosreciba cordialmente en alguna parte, ya que nuestras anteriores experiencias noshaban evidenciado que los extranjeros eran raras veces bien acogidos en una ciudadde Amtor. Desde que ,pis el suelo de Vepaja, me haba dado cuenta de esto, ya quaunque se me dio acogida, fui, de hecho, convertido en prisionero del jong durantecierto perodo de tiempo.

    As que se hubo apeado Taman del avin, ayud a Duare a hacer lo mismo, y cuandosalt ella y pudieron verla todos, cesaron los gritos de entusiasmo y sigui un momentode profundo silencio. Luego se iniciaron de nuevo las ovaciones, que en este ltimocaso fueron en honor d Duare. Comprend que no se haban podido imaginar que untercer pasajero del avin pudiera ser una mujer, hasta que la vieron. Al darse cuenta

    de su sexo y dada su indiscutible belleza, su entusiasmo acreci. Desde aquelmomento me compenetr con la gente de Sanara.Varios oficiales se aproximaron al avin y comenzaron los saludos y presentaciones derigor. Evidenci en seguida la deferencia con que trataban a Taman y me congratulde mi buena suerte al haberme captado el agradecimiento de un personaje. Ms tardepude cerciorarme de que no me haba equivocado.Mientras haba estado operando para aterrizar, me di cuenta de la presencia de unosgrandes animales, semejantes a los que transportaban los carros de asalto de lasfuerzas zanis, los cuales estaban apartados a un lado del campo, detrs de 'la gente.

    Algunas de tales bestias entraban en aquellos momentos en el campo y se acercaronal avin, hacindolo hasta l lmite que pudieron conseguir sus conductores, ya quedieron evidentes muestras de temor en presencia de aquel extrao aparato. Por

    primera vez poda observar plenamente a un gantor. Este animal es ms corpulentoque el elefante de frica, y sus patas son muy semejantes a las de tal animal, peroslo en esto se parecen. Poseen una cabeza similar a la del toro, armada de un solocuerno, de un pie de largo, que le sale del centro de la frente. Su hocico es grande ysus poderosas mandbulas estn armadas de grandes dientes. Su lomo es, por laparte de atrs, breve y de color tostado, con lunares blancos; mientras le cubra laparte delantera y el cuello una espesa melena oscura; el rabo era como el del toro, ylas pezuas eran de tres dedos callosos.El conductor de cada animal se sentaba sobre las melenas de la espalda y detrs dellargo y ancho lomo del animal descansaba un cubilete, capaz de acomodar a unadocena de personas. Tal era, en lneas generales, la descripcin que caba hacersedel primero de aquellos animales que vea de cerca. Ms tarde, pude observar queexistan diversas formas de cubiletes y el que nos transportaba a Duare, Taman y a m,desplazndonos del campo, era muy ornamentado y propio para cuatro personas.Cada gantor llevaba adosada una escalerilla, y as que el conductor de cada animal lohubo aproximado cuanto pudo al avin, salt al suelo y apoy la escalerilla al dorso delanimal. Por tales escalerillas subieron los pasajeros, encaramndose en los cubiletes.Observ interesado todas aquellas maniobras, preguntndome cmo iba a volver a supuesto el conductor.Pronto qued satisfecha mi curiosidad. Cada conductor coloc la escalerilla en sulugar, y luego se puso frente al animal dando una orden de mando. El animal baj en

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    el acto la cabeza hasta rozar casi el suelo con el hocico, con el cuerno casi en posicinhorizontal, a unos tres pies del suelo. El conductor encaramse en el cuerno y dio otraorden; el gantor levant la cabeza y el conductor trep hasta situarse en su puestosobre el lomo.Los cubiletes de los otros gantors estaban llenos de oficiales y soldados queconstituan nuestra escolta, yendo unos delante y otros detrs, y saliendo del campo

    para avanzar por la ancha avenida. Al pasar, las gentes levantaban las manos engesto de saludo con el brazo extendido, formando un ngulo de unos cuarenta y cincogrados y con palmas cruzadas. Observ que aquello slo lo hacan cuando pasabandelante de nuestro gantor y pronto me inform de que era un saludo dedicado aTaman, el cual corresponda inclinando la cabeza a derecha e izquierda. Comprendque era un hombre prominente.La gente de la calle iba ataviada con la sencilla vestimenta peculiar de Amtor, cuyoclima suele ser caluroso y salobre, y aparte esta vestidura, usaban dagas y espadas;las mujeres lo primero, y los hombres ambas cosas. Los soldados ostentaban,adems, pistolas, metidas en fundas ajustadas a su cintura. Eran gentes limpias,atractivas y de rostro agradable. Los edificios que daban a la avenida eran estucados,pero no pude colegir el material de que estaban construidos. Sus lneas

    arquitectnicas eran sencillas, pero atrayentes, y a pesar de la sencillez de su trazado,los arquitectos haban conseguido tal diversidad de contrastes que resultaban gratos ala vista.Seguimos la marcha y entramos en otra avenida de edificios mayores y ms bellos,pero con la misma concepcin sencilla. Al acercarnos a un edificio algo ms amplio,Taman dijo que era el palacio del Gobernador, en el que viva el sobrino del jong, querega los destinos de la ciudad en ausencia de su to.Nos detuvimos frente a otra amplia mansin, situada exactamente frente al palacio delGobernador.

    A la puerta haba soldados de guardia. La puerta era enorme y situada en el centro.Saludaron a Taman y la abrieron de par en par. Nuestra escolta se haba situadopreviamente detrs y nuestro conductor hizo entrar el enorme animal por la puerta,

    avanzando por un amplio corredor, hasta arribar a un espacioso patio en el que habaflores, rboles y surtidores. Aquel era el palacio de Taman.Hombres armados salieron del anterior de la mansin, a los que, naturalmente, noconoca, pero que resultaron ser oficiales, servidumbre y esclavos del palacio, todoslos cuales dieron la bienvenida a Taman con extremada deferencia, pero conmanifiesta sinceridad afectiva.Informad a la janjong que he llegado con huspedes orden Taman a uno de losoficiales.Janjong quiere decir literalmente hija del jong, o sea, princesa. Es el ttulo oficial que seda a la hija del jong durante la vida de ste, pero tambin se sigue empleando porcortesa luego que el jong fallece.El tanjong, hijo del jong, es prncipe.El propio Taman nos acompa a nuestras habitaciones, comprendiendo quedesearamos lavarnos antes de ser presentados a la janjong. Algunas esclavas seencargaron de atender a Duare, y un esclavo me indic dnde estaba el cuarto debao, trayndome servicio para mi aseo.Nuestras habitaciones eran tres con dos baos, y estaban bellamente decoradas yamuebladas. A Duare debi parecerle un paraso, ya que desde que fue raptada delpalacio de su padre, haca cosa de un ao, no haba conocido confort ni refinamiento.Cuando estuvimos listos, se present un oficial y nos condujo a un saloncito del mismopiso, pero situado en el lado opuesto del palacio. 'All nos esperaba Taman. Me explic

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    cmo bamos a ser presentados a la janjong, y cuando le comuniqu el ttulo queostentaba Duare, comprob que se complaca de veras, a la vez que se mostrsorprendido. En cuanto a m, le dije que me presentara como Carson de Venus. Desdeluego, la palabra Venus no tena ninguna significacin, pues el planeta es all conocidocon el nombre de Amtor. En seguida fuimos conducidos a presencia de la janjong. Lasfrmulas de presentacin son en Amtor sencillas y concretas, sin circunloquios de

    ninguna clase. La mujer ante cuya presencia se nos llev era bellsima, y, al llegarnosotros, levantse sonriendo.Os presento a mi esposa Jahara, janjong de Korvaanunci Taman, y volvindosea Duare, aadiTe presento a Duare, janjong de Vepaja, esposa de Carson deVenus y tornndose a m: Este es Carson de Venus.Todo fue sencillo, y claro est que Taman no dijo la palabra "esposa", puesto que enninguno de los pases que he conocido existe frmula alguna de casamiento.Simplemente, las parejas acuerdan vivir juntas, y por lo general son tan fieles el uno alotro como los verdaderos casados de la Tierra se presupone que han de ser. Si as lodeciden, pueden separarse y volver a escoger pareja; pero esto ocurre raras vecesDesde que se descubri el suero de la longevidad, hay matrimonios que han vivido

    juntos durante mil aos en perfecta armona. La palabra que emple Taman, en vez de

    esposa, fue "ooljaganja", que quiere decir mujer de amor, la cual me agrad mucho.Durante el transcurso de nuestra visita a Taman y Jahara supimos muchas cosassobre ellos y Korva. A continuacin de una guerra desastrosa, en la que se agotaronlos recursos de la nacin, surgi un extrao culto, concebido y dirigido por ciertosoldado raso que se llamaba Mephis. Usurp todas las fuerzas del gobierno del pas,se apoder de Amlot, la capital, y subyug a las principales ciudades de Korva, con laexcepcin de Sanara, en la que se cobijaron muchos de los nobles bajo la proteccinde los leales. Mephis hizo prisionero al padre de Jahara, que se llamaba Kord, reyhereditario de Korva, porque no se humill a las exigencias de los zanis quepretendan hacerle gobernar como un mueco de guiol dominado por Mephis.Recientemente haban llegado a Sanara rumores de que Kord haba sido asesinado,que Mephis iba a ofrecer la jerarqua de jong a algn miembro de la familia real y que

    asimismo se dijo que l mismo se revistira de tal dignidad; pero nadie saba nadaconcretamente.Pudimos igualmente inferir, aunque no se nos inform claramente de ello, que Muso, elsobrino del jong, que ocupaba provisionalmente su puesto, estaba muy lejos de serpopular. Lo que no supimos hasta mucho tiempo despus fue que Taman, que era desangre real, tena derecho al trono, despus de Muso, y que ste mostrbase muyceloso de la popularidad de que Taman gozaba entre sus conciudadanos. Cuandorecogimos a Taman detrs de las lneas enemigas, volva de una misin peligrossimaque le haba confiado Muso, posiblemente con la esperanza de que no volviese nunca.Se nos sirvieron alimentos en la habitacin de Jahara, y mientras comamos,anunciaron a un oficial del jong. Traa un corts aviso de Muso, expresando que nosrecibira en seguida si Taman y Jahara nos llevaban a palacio y nos presentaban.Desde luego, se trataba de una orden.Encontramos a Muso y a su consorte Illana en la sala de audiencias, rodeados de unabuena representacin de su Corte. Estaban sentados en tronos fastuosos. Seadivinaba que Muso estaba tomando en serio su ttulo de jong. Tan grande crea seren rango que no se dign sonrer, aunque mostrse corts. Cuando perdi suprosopopeya fue al fijar la mirada en Duare. Comprend que su belleza le habaimpresionado, pero ya estaba acostumbrado yo a que despertase admiracin.Nos retuvo en la sala de audiencias el tiempo preciso para cubrir las frmulas de laCorte. Luego nos condujo a un saln ms pequeo.

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    Vi el extrao objeto en que volabas sobre la ciudad dijo-. Cmo se llama?Qu es lo que lo mantiene en el aire?Le dije que Duare lo haba bautizado con el nombre de anotar, y le expliqubrevemente los principios de la aviacin.Y es realmente til? pregunt.En el mundo de donde procedo se han establecido lneas areas para el transporte

    de pasajeros, correo y servicios expresos entre las principales ciudades del mundo; lasnaciones civilizadas poseen grandes flotas areas para fines militares.Pero, cmo puede emplearse el anotar para fines militares?En primer lugar para reconocimiento le expliqu. A Taman le conduje porencima del campo enemigo y sobre sus lneas de comunicacin. Se puede empleartambin el anotar para destruir bases de aprovisionamiento, para desmantelar baterase incluso para ataques directos contra tropas enemigas.Y cmo podra emplearse tu anotar contra los zanis? inquiri.Bombardeando sus lneas, su campo militar y los depsitos y trenes, conseguiramosabatir su moral. Claro que con un solo avin no podemos hacer mucho.Yo no estoy tan seguro de eso intervino Taman. El efecto psicolgico que puedeproducir en ellos sta mquina de destruccin acaso sea mucho ms eficaz de lo que

    supones.Estoy de acuerdo con Taman asinti Muso.Me alegrar poder ser til de algn modo al jong de Korva le dije.tQuerras entrar en mi ejrcito? me pregunt. Desde luego, ello significara elque previamente jurases fidelidad al jong de Korva.Por qu no? repuse. No tengo patria en Amtor; y en Sanara, tanto el pueblocomo su gobernante nos han dispensado una excelente y hospitalaria acogida.En consecuencia, prest el juramento de fidelidad a Korva y se me confiri el rango decapitn del ejrcito del jong. Al fin tena una patria; pero tambin un amo; esto ltimono me haca tanta gracia, ya que, aunque poca cosa soy, me siento un contumazindividualista.

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    CAPTULO VI

    UN ESPA

    Las semanas siguientes estuvieron llenas de inters y excitacin. Los tcnicos deSanara fabricaron bombas de rayos r y T, as como bombas incendiarias, y casi todoslos das haca yo incursiones al campo enemigo, ocasionando all y en las lneas decomunicacin grandes destrozos. Pero un solo avin no poda ganar una guerra! Enciertas ocasiones consegua desmoralizar su frente hasta tal extremo que los deSanara pudieron practicar salidas en las que hicieron prisioneros. Por stos supimosque los repetidos bombardeos haban producido indiscutibles efectos en la moralenemiga, y que el jefe Mephis haba ofrecido una enorme recompensa por ladestruccin del avin o mi captura, muerto o vivo.

    Durante tales semanas fuimos huspedes de Taman y Jahara, y frecuentemente nosinvitaba Muso, el jong interino, y su esposa Illana. Esta ltima era mujer de altaalcurnia, pero no de gran belleza. Muso se preocupaba muy poco de ella, y, cuando lohaca, la trataba con brusquedad casi ofensiva. Por lo general, ella era de carcterdulce y confiado. Muso mostrbase mucho ms atento con Duare que con su propiaesposa; pero ello poda muy bien ser la natural reaccin con una husped.El asedio de Sanara era cosa larga, ya q