Burroughs, Edgar Rice - Perdidos en Venus

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    Perdidos en VenusPerdidos en Venus

    Edgar Rice Burroughs

    INTRODUCCION

    Cuando Carson Napier sali de mi oficina para tomar un avin que lo llevasea la isla de Guadalupe, y luego partir con destino a Marte en la gigantescanave espacial que haba construido con tal objeto, yo estaba seguro de quenunca ms lo volvera a ver. No dudaba de que sus grandemente

    desarrolladas facultades mentales, medio por el cual confiaba ponerse encontacto conmigo, me permitiran recibir una representacin mental de suimagen y comunicarme con el; pero yo no esperaba recibir ningn mensajedespus de que l hubiese hecho el primer disparo para poner enmovimiento el cohete. Yo supona que Carson Napier morira pocos segundosdespus del comienzo de su insensato plan.

    Pero lo que yo tema no lleg a realizarse. Durante todo el mes que dur sutemerario viaje por el espacio estuve en comunicacin con l; temblcuando la atraccin de la Luna desvi de su curso al gran cohete y lo envien direccin al Sol; contuve el aliento cuando fue atrapado por la fuerza de

    gravedad de Venus, y me emocion con sus primeras aventuras en esemisterioso planeta rodeado de nubes al que los seres humanos que lohabitan le han dado el nombre de Amtor.

    Me tuvo en suspenso su irrealizable amor por Duare, la hija de un rey, lacaptura de la pareja realizada por los crueles thorianos y el abnegadorescate que Napier llev a cabo para salvar a la joven.

    Vi que en el preciso momento en que Carson Napier era atacado y hecho

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    prisionero por una numerosa banda de thorianos, la extraa y aterradoraave-hombre volase llevando a Duare hasta el barco que la conducira deregreso a su patria.

    Vi que..., pero ahora ser mejor que deje que Carson Napier les cuente susaventuras con sus propias palabras mientras yo vuelvo a adoptar el papelimpersonal de escribiente.

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    I

    LAS SIETE PUERTAS

    A la cabeza del grupo de hombres que me haba apresado se encontraban el

    ongyan Moosko y Vilor, el espa thoriano, quienes haban planeado y llevadoa cabo el rapto de Duare a bordo del Sofal.

    Los angan, esos extraos seres alados de Venus, los haban llevado a lacosta. (Para hacer ms comprensible el relato dejar de usar "kl" y "kloo", losprefijos amtorianos, y, a la manera acostumbrada en la Tierra, le agregarunas "s" a los nombres para formar su plural.) La pareja haba abandonado aDuare a su suerte cuando el grupo fue atacado por los salvajes, de quienesafortunadamente logr salvarla con la ayuda del angan que tanheroicamente la haba defendido.

    Pero a pesar de que Moosko y Vilor haban abandonado a la joven a sufriruna muerte casi segura, se encontraban furiosos contra m por haber hechoque el ltimo de los angans la llevase nuevamente a bordo del Sofal. Y altenerme en su poder, despus de que alguien me haba desarmado, seenvalentonaron y me atacaron con violencia.

    Creo que me hubiesen matado en el acto de no haber sido porque a otrointegrante del grupo que me haba capturado se le ocurri una idea mejor.

    Vilor, que haba permanecido sin ninguna arma en la mano, le arrebat suespada a uno de sus compaeros y se plant ante m con la evidenteintencin de hacerme pedazos, pero en ese momento intervino el thorano.

    Espera! le grit. Qu es lo que ha hecho este hombre para que se lemate rpidamente y sin que sufra?

    Qu quieres decir?le pregunt Vilor, bajando su espada.

    La regin en que nos encontrbamos era casi tan desconocida para Vilorcomo lo era para m, pues Vilor haba vivido en la distante Thora mientrasque los hombres que lo haban ayudado a capturarnos eran nativos deaquellas tierras de Noobol. Los seguidores de Thor los haban convencidopara que se unieran a ellos en su vano intento de fomentar la discordia yderrocar a los gobiernos establecidos para reemplazarlos por representantes

    de su oligarqua. Vilor titube durante un momento, pero el hombre leexplic:

    Las maneras en que acabamos con los enemigos en Kapdor son muchoms interesantes que clavndoles una espada.

    Explcatele orden el ongyan Moosko. Para este hombre sera piadosoque muriera instantneamente. Era un prisionero a bordo del Sofal junto con

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    otros vepajanos, y encabez un motn en el que fueron asesinados todos losoficiales del barco; luego captur al Sovong, liber a los prisioneros quellevaba esa nave, la saque, arroj al mar sus grandes caones y parti en elSofal para realizar actos de piratera. Atac al Yan, un barco mercante en elque viajaba yo, un ongyan, como pasajero. Sin importarle mi autoridad

    abrieron fuego contra el Yan y lo abordaron. Me trat con la mayorinsolencia, me amenaz de muerte y me hizo prisionero. Por todo esomerece la muerte, y si ustedes tienen una manera de ejecutarlo adecuada asus crmenes, los gobernantes de Thora les recompensarn dadivosamente.

    Lo llevaremos a Kapdor dijo el hombre. All tenemos un cuarto de sietepuertas, y te aseguro que si es un individuo inteligente su agona sermucho mayor encerrado en esa cmara circular que la que pudiera sufrir porel filo de una espada.

    Bien! exclam Vilor devolvindole el arma a su dueo. Este hombremerece lo peor.

    Me condujeron por la playa, en direccin al punto en que haban aparecido,y, durante la marcha, debido a la conversacin, me enter del desafortunadoincidente al cual poda atribuirle la desdichada coincidencia de que mehubiesen atacado en el preciso momento en que era posible que Duare y yopudiramos regresar fcilmente al Vepaja y reunirnos con nuestros amigos.

    Aquella partida de hombres de Kapdor estaba buscando a un prisionero quese haba escapado cuando les llam atencin la pelea sostenida por lossalvajes y los a que defendan a Duare, de la misma manera en que habasido atraido hacia aquel lugar cuando buscaba a la bella hija de Mintep, el

    jong de Vepaja.Al acercarse a investigar se encontraron con Mintep y con Vilor, que huiandel campo de batalla, y entre stos se unieron a ellos y emprendieron elregreso al lugar del combate en el momento en que Duare, el angan quehaba sobrevivido, y yo habamos divisado frente a la Sofal y planebamosenviarle seales a la nave.

    Como el hombre ave slo poda transportar a uno nosotros en cada vuelo, yole haba ordenado, aun en contra de su voluntad, que llevase a Duare albarco. Ella se negaba dejarme, y el angan tema regresar al Sofal dondehaba prestado ayuda para que se realizase el rapto de la princesa, pero yo,

    al fin, en el preciso momento en que la partida de enemigos estaba a puntode atacarnos, logr que se sujetase a Duare y volase con ella.

    Soplaba una fuerte tormenta, y yo tema que no pudiese llegar hasta el Sofalvolando contra el viento, pero saba que para Duare seria menos espantosoperecer ahogada en aquellas embravecidas aguas que caer en manos de lospartidarios de Thor, y especialmente en mar Moosko.

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    Mis apresadores, durante unos breves minutos, permanecieron mirando queel hombre ave se alejase con su carga desafiando la tormenta. Luego,cuando emprendieron la marcha hacia Kapdor, Moosko les haba indicadoque era dudoso que Kamlot, quien se encontraba al mando del Sofal, enviasea tierra a una partida de hombres despus de que Duare le hubiese

    informado de mi captura. Y as, al avanzar y quedar tras de nosotros losrocosos montculos de la costa, Duare y el angan se perdieron de vista, y yo

    sent que estaba condenado a vivir las breves horas de vida que mequedaban sin llegar a saber la suerte que haba corrido la maravillosa jovenvenusina que el destino haba deparado que fuese mi primer amor.

    El haberme enamorado de esa joven en la tierra de Vepaja, donde habatantas mujeres hermosas, resultaba una tragedia. Ella era la hija de un jong,o rey, y se le consideraba sagrada.

    Durante los dieciocho aos que tenia de vida slo se le haba permitido ver y

    hablar con los hombres que eran miembros de la familia real o con unoscuantos servidores de confianza, hasta que entr a su jardn y le dediqu misatenciones, que fueron muy mal recibidas. Y luego, poco despus, le habaocurrido algo terrible. La haba raptado un grupo de thoranos, miembros delmismo partido que me haban capturado junto con Kamlot.

    Duare se haba sorprendido y aterrorizado cuando le declar mi amor, perono me haba denunciado. Hasta el ltimo momento, cuando nosencontrbamos en lo alto de los rocosos peascos que se elevaban a orillasdel mar de Venus, pareca despreciarme. Yo le orden al angan que la llevasea bordo del Sofal, y entonces fue cuando ella extendi las manos implorante,

    y me grit:No me alejes de ti, Carson! No me alejes! Te amo ! Te amo!

    Aquellas palabras, aquellas increbles palabras todava sonaban en mis odosy me llenaban de gozo aun ante la inminencia de la muerte desconocida queme esperaba en la cmara de las siete puertas.

    Los hombres de Kapdor que me escoltaban se hallaban muy intrigados pormis rubios cabellos y mis ojos azules, pues todos los venusinos desconocanesas caractersticas raciales. Le preguntaron a Vilor respecto a miprocedencia, pero ste insisti en que yo era vepajano, y como los vepajanos

    son enemigos mortales de los thoranos, su afirmacin me condenaba contoda seguridad a la muerte aun cuando no hubiese sido culpable de lasofensas de las que me acusaba Moosko.

    Dice que lleg de otro mundo que se halla muy distante de Amtor; pero locapturaron en Vepaja junto con otros vepajanos, y Duare, la hija de Mintep,el jong de Vepaja, lo conoca.

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    Qu otro mundo puede haber aparte de Amtor?rezong uno de lossoldados.

    Ninguno. Claro!aseguro otro soldado. Ms all de Amtor slo hay rocasardientes y fuego.

    La teora csmica de los amtorianos es tan nebulosa como su mundorodeado por dos grandes nubes. La lava que brota de sus volcanes les hasugerido la existencia de un mar de rocas derretidas sobre el cual flotaAmtor como si fuera un gran disco. Y cuando ocasionalmente se rasgan lasnubes y pueden ver el brillante sol y sentir su fuerte calor, eso les hacepensar que en las alturas slo hay fuego; y cuando las nubes se rasgan porlas noches los amtorianos creen que las miradas de estrellas que ven sonchispas del eterno y ardiente horno que funde el mar de metales que seencuentra debajo de su mundo.

    Yo me hallaba exhausto debido a todo lo que me haba acontecido desde la

    noche anterior en que se desencaden el huracn y el fuerte bamboleo delbarco me despert. Al caer al mar arrastrado por una enorme ola tuve queluchar denodadamente contra la furia de las aguas, lucha que hubieseagotado a cualquier otro hombre que no tuviera tanta fuerza como yo; yluego, despus de llegar a la playa, tuve que caminar mucho en busca deDuare y de sus raptores, y despus hacerle frente a los salvajes nobargans,los hombres bestias que haban atacado a los secuestradores de Duare.

    Ya me encontraba a punto de caer rendido cuando, al llegar a lo alto de unaloma, apareci ante nuestros ojos una ciudad amurallada que se extendacerca del mar y a la entrada de un pequeo valle. Supuse que se trataba de

    la ciudad de Kapdor, y, aunque sabia que all me esperaba la muerte, nopude menos que alegrarme al verla, pues me imagin que tras aquellasmurallas habra algo de comer y beber.

    Las rejas de la entrada de la ciudad estaban muy bien vigiladas, lo que haciasuponer que Kapdor tenia muchos enemigos. Todos los ciudadanos estabanarmados con espadas, dagas o pistolas, estas ltimas eran muy parecidas alas que yo haba conocido en casa de Duran, el padre de Eamlot, en laciudad arbrea de Koad, que es la capital de Vepaja, el reino de Mintep, quecomprende toda una isla.

    Estas armas despiden rayos letales R, que destruyen los tejidos de hombres

    y animales, y son mucho ms mortales que las 45 automticas conocidas enla Tierra, pues despiden una descarga continua de rayos destructivosmientras no se deje de oprimir con el dedo el mecanismo que genera losrayos.

    Haba mucha gente en las calles de Kapdor, pero todos tenan un aspecto tantorpe y cansado que ni siquiera ante la magnifica presencia de un prisionerode blondos cabellos y ojos azules mostraban el menor inters. Toda aquella

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    gente me pareci como si fueran bestias de carga que realizaban sus tareassin el menor estimulo proporcionado por la imaginacin o la esperanza. Esoseran los que estaban armados con dagas, y haba otra clase que supuse queera la casta militar, cuyos representantes portaban espadas y pistolas. stosme dieron la impresin de estar ms alerta y animosos, pues evidentemente

    eran mas favorecidos por el rgimen social existente, pero no pareca quefuesen ms inteligentes que los dems.

    Los edificios, en su mayora, eran humildes cabaas o cobertizos de un solopiso, pero haba otros de mayores pretensiones que contaban con dos yhasta tres pisos. Una gran parte de aquellas construcciones era de madera,pues las selvas abundan en aquella regin de Amtor, aunque no vi ningnrbol tan grande como los que crecen en la isla de Vepaja y que conoc a millegada a Venus.

    A lo largo de las calles por las que me llevaban haba cierto nmero deedificios de piedra, pero todos eran cuadrados, sin ningn atractivo en su

    estructura y sin el menor rastro artstico o de genio imaginativo.

    Mis apresadores me condujeron hasta una plaza que se hallaba rodeada deedificios mayores que los que hasta entonces haba yo visto. Pero tambinen aquel lugar era evidente la suciedad y eran manifiestas las pruebas deineficacia e incompetencia.

    Entramos a un edificio cuya entrada se hallaba guardada por soldados. Viior,Moosko y el jefe de la partida de hombres que me capturaron me condujeronhasta un cuarto en donde, en una silla, un hombre gordo dorma con los piessobre una mesa que, sin lugar a dudas, le serva tanto como escritorio como

    para mesa de comer, pues sobre ella haba papeles en desorden y restos deuna comida.

    El hombre despert cuando entramos, abri los ojos y nos mir parpadeandorepetidas veces.

    Salud, amigo Sov!exclam el oficial que me acompaaba.

    Ah! Eres t, amigo Hokal?mascull Sov, sooliento. Quines sonesos hombres?

    El ongyan Moosko, de Thora; Vilor, otro amigo, y un prisionero vepajano

    que captur.Sov se puso en pie al or que el oficial mencionase el ttulo de Moosko, puesun ongyan es un personaje de la oligarqua y un gran hombre.

    Salud, ongyan Moosko! exclam con voz estentrea. Conque nos traea un vepajano! Por casualidad, no es mdico?

    Ni lo s ni me importale respondi speramente Moosko. Es un asesino

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    y un canalla, y sea mdico o no, tiene que morir.

    Pero necesitamos mdicosinsisti Sov, estamos muriendo debido a lasenfermedades que nos aquejan y a la vejez. Moriremos todos si no nosatiende pronto un mdico.

    Ya oste lo que te dije, no, amigo Sov?le respondi Moosko.

    Si, ongyanreplic medrosamente el oficial; morir. Quiere queacabemos con l inmediatamente?

    El amigo Hokal me dijo que ustedes dan muerte a sus enemigos de maneralenta y mucho mas placentera que atravesndolos con la hoja de unaespada. Cuntame cmo es eso.

    Me refera a la cmara de las siete puertasexplic Hokal. Los delitos deeste hombre son graves: apreso al ongyan y lo amenaz con quitarle la vida.

    No tenemos una muerte adecuada a semejante crimen grit horrorizadoSov, pero la cmara de las siete puertas, que es lo mejor que tenemospara ofrecerle, estar lista dentro de unos momentos.

    Descrbemela! Descrbemela!le urgi Moosko. Cmo es? Qu lepasar a este canalla? Cmo morir?

    No podemos explicarle eso en presencia del prisionero le respondi Hokal, si es que quiere gozar plenamente de la tortura que el sentenciado sufriren la cmara de las siete puertas.

    Bien, entonces que lo encierren. Que lo encierren! orden Moosko.Que lo lleven a una celda!

    Sov llam a dos soldados y stos me condujeron a un cuarto posterior en elque me empujaron en un stano obscuro y sin ventanas. Cerraron conviolencia la trampa y me dejaron solo con mis sombros pensamientos.

    La cmara de las siete puertas. El nombre me fascinaba. Me preguntaba queseria lo que me esperaba all y cul seria la entraa manera en que recibirauna horrible muerte. Tal vez no fuese tan terrible, despus de todo; tal vezslo trataban de sugestionarme para hacer ms terrible mi fin.

    As que aquel iba a ser el trmino de mi loco intento de llegar a Marte! Iba amorir solo en aquella distante avanzada de los thoranos, en la tierra deNoobol, la que slo significaba un nombre para mi. Y haba tanto que ver enVenus, y haba yo visto tan poco.

    Record todo lo que Danus me haba dicho, todo lo referente a Venus y quehaba estimulado tanto mi imaginacin. Sus relatos acerca de Rarbol, laregin de los hielos, en la que vivan entraas bestias salvajes y hombrestodava ms extraos y salvajes; y Trabol, la regin trrida, en la que se

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    hallaba la isla de Vepaja, hacia la que la suerte haba guiado el cohete enque yo viajaba con destino a Marte. La zona que ms me interesaba era lade Strabol, la regin caliente, pues estaba seguro de que aquella zonacorresponda a las zonas ecuatoriales del planeta y que ms all de ella seextendia una vasta regin inexplorada de la que los habitantes del

    hemisferio meridional, la regin templada, ni siquiera suponian su existencia.Una de mis esperanzas cuando me apoder del Sofal y me convert encapitn pirata, era la de encontrar un paso por el mar al norte de esta terraincognita. Qu extraas razas y qu nuevas civilizaciones podra encontrarall! Pero ahora haba llegado al final, no slo de mis esperanzas, sinotambin de mi vida.

    Decid dejar de pensar en todo aquello. No seria difcil que yo comenzara acompadecerme si continuaba con semejantes pensamientos. y eso no tenianingn objeto prctico. Slo conseguira desalentarme.

    Guardaba bastantes recuerdos agradables y trat de rememorarlos paraayudarme. Los das felices que haba pasado en la India antes de que mipadre muriese eran gratos de recordar. Pens en el viejo Chand Kabi, mitutor. y en todo lo que me haba enseado y que no se hallaba en los librosde la escuela, en su satisfactoria filosofa que seria conveniente llamar en miayuda en aquellos momentos finales de mi vida. Chand Kabi me ense ausar la mente en toda su capacidad y a proyectarla a travs del espacioilimitado hasta alcanzar otra mente entonada para recibir su mensaje, podersin el cual los frutos de mi extraa aventura pereceran conmigo en lacmara de las siete puertas.

    Tambin tenia otros recuerdos agradables para alejar la niebla de tristezaque envolvia mi futuro inmediato; eran recuerdos de los buenos y lealesamigos que yo haba tenido durante mi breve estancia en aquel distanteplaneta: Kamlot, mi mejor amigo en Venus, y aquellos "tres mosqueteros" delSofal: Gamfor, el granjero; Kiron, el soldado, y Zog, el esclavo. No cabaduda de que haban sido buenos amigos!

    Y luego, el recuerdo de Duare, el ms grato de todos. Me pareca que vala lapena haber corrido todos aquellos riesgos y peligros por ella. Sus ltimaspalabras me compensaban hasta por la muerte. Me haba dicho que meamaba, ella, la incomparable, la inalcanzable, ella, la esperanza de un

    mundo, la hija de un rey. Casi no poda creer lo que haba odo, pues conanterioridad, siempre me haba rechazado y haba tratado de demostrarmeque no slo no comparta mis sentimientos sino que me aborreca. Lasmujeres son extraas.

    No s cunto tiempo permanec en aquel stano obscuro. Tal vez pasaronvarias horas antes de que yo oyera pasos en el piso del cuarto de arriba y deque la trampa se abriera y me ordenasen salir.

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    Varios soldados me escoltaron hasta la inmunda oficina de Sov, en la queste se hallaba en gran conversacin con Moosko, Vilor y Hokal. Un jarro yvasos que despedan un fuerte olor a licor, eran prueba de la forma en quehaban animado su reunin.

    Llvenlo a la cmara de las siete puertasorden Sov a los soldados queme custodiaban.

    Salimos del edificio y, escoltado, avanc por la plaza seguido por los cuatrohombres que me haban condenado a muerte. A corta distancia de la oficinade Sov los soldados dieron vuelta y continuamos por un estrecho y sinuosocallejn; poco despus llegamos hasta un gran espacio abierto en cuyocentro se elevaban varios edificios, uno de los cuales, una torre circularrodeada por una alta muralla de piedra, sobresala de entre los dems.

    Pasamos por una pequea reja y entramos a un pasaje cerrado, un sombrotnel en cuyo final haba una fuerte puerta que abri uno de los soldados con

    una gran llave que Hokal le entreg. Los soldados se apartaron y yo entr enel cuarto seguido por Sov, Moosko, Vilor y Hokal.

    Me encontr en una cmara circular en cuyas paredes haba siete puertasidnticas distribuidas a intervalos regulares alrededor de la circunferencia,en tal forma que no haba manera de diferenciar una puerta de otra.

    En el centro de la cmara se hallaba una mesa circular en la que haba sietevasijas que contenan siete variedades diversas de comida, y siete copas quecontenan distintos lquidos. Colgando a cierta distancia del centro de lamesa haba una soga con un nudo en el extremo inferior. El extremo superiorde la soga se perda entre las sombras del alto techo, pues la cmara estabaalumbrada muy dbilmente.

    Como yo me encontraba sediento y medio muerto de hambre, al ver aquellamesa servida se me hizo agua la boca y comprend que si bien estabaprximo a morir, a pesar de todo, no morira hambriento. Los thoranospodan ser crueles y desalmados en cierta forma, pero no haba duda de quean conservaban cierta benevolencia, pues, de no ser as, no le hubiesenpreparado una comida tan abundante a un condenado a muerte.

    Escucha!grit Sov dirigindose a mi. Oye bien lo que te voy a decir.

    Moosko se hallaba inspeccionando la cmara y una sonrisa malvola sedibujaba en sus labios.

    Ahora te dejaremos solo aqucontinu Sov, si puedes escapar de esteedificio te perdonaremos la vida. Como puedes ver, hay siete puertas parasalir de esta cmara y ninguna tiene cerrojos. Cada una de ellas da acceso aun corredor idntico al que nos permiti llegar hasta aqu. Quedas enlibertad de abrir cualquiera de esas puertas y entrar a los corredores.

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    Despus de que pases por la puerta que escojas sta se cerrar, movida porun resorte, y no podrs abrirla por el lado opuesto, pues fueron construidasde tal modo que no hay manera de abrirlas desde el exterior, con excepcinde la puerta por la que entramos, que fue abierta por el mecanismo secretoque la mueve. Slo esa puerta conduce a la vida; todas las dems, a la

    muerte. En el corredor a que da acceso la puerta siguiente hay un resorte enel suelo que, al pisarlo, har que salten sobre ti enormes pas que tematarn. En el tercer corredor un resorte similar al anterior dejar enlibertad un gas que te har prender fuego y te consumir. En el que le sigue,los rayos R acabarn contigo instantneamente. En el quinto se abrir otrapuerta en el extremo del corredor y saldr un tarbn.

    Qu es un tarbn?le pregunt.

    Sov me mir asombrado, y rezong:

    T lo sabes tan bien como yo.

    Ya te dije que soy de otro mundo le respond. No s qu quiere deciresa palabra.

    Se lo podemos decirindic Vilor, pues si por casualidad no lo sabe. seperdera parte del horror de la cmara de las siete puertas.

    Si, estoy de acuerdo con esointervino Moosko. Explcale lo que es untarbn, amigo Sov.

    Es una bestia terribleme explic Sov, una bestia enorme y terrible. Sucuerpo es de color rojizo con rayas blancas a lo largo y est cubierto de

    gruesos pelos que parecen pas, y el color de su vientre es azulado. Poseegrandes mandbulas y tremendas garras, y slo se alimenta de carnehumana.

    En ese momento se oy un rugido espantoso que hizo retemblar el edificio.

    Ese es el tarbn me dijo Hokal sonriendo cruelmente. No ha comidohace tres das, y no slo est hambriento sino que est furioso.

    Y qu hay detrs de la sexta puerta?le pregunt.

    En el corredor que hay tras ella te baar un cido corrosivo que te

    quemar los ojos y que consumir tu carne lentamente; pero no morirs enseguida. Tendrs tiempo suficiente para arrepentirte de los delitos por losque te encuentras en esta cmara de las siete puertas. Yo creo que la sextapuerta es la ms terrible de todas.

    Para mi la sptima es peorintervino Hokal.

    Tal vez admiti Sov. En la sptima puerta la muerte tarda ms en llegary la agona es ms prolongada. Cuando se pisa el resorte que se halla oculto

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    en el suelo del corredor que se halla tras la sptima puerta, las paredescomienzan a moverse avanzando lentamente hacia la vctima. Sumovimiento es tan lento que casi es imperceptible, pero llega el momento enque llegan hasta ella y la trituran.

    Y para qu sirve el lazo que cuelga sobre la mesa? le pregunt.

    Durante la agona producida por la indecisin de no saber qu puerta abrirme explic Sov te sentirs tentado a destruirte y..., para eso est all ellazo. Pero expresamente cuelga a tal distancia de la mesa que no lo podrsutilizar para quebrarte el cuello y morir rpidamente; lo nico que puedeshacer es estrangularte con l.

    Creo que se han tomado demasiadas molestias para acabar con susenemigosles indiqu.

    En un principio la cmara de las siete puertas no servia para matar a nadie

    me explic Sov; se usaba para hacer que nuestros enemigos cambiasende ideas y se aliasen a nosotros, y result muy eficaz.

    Ya me lo imaginole repliqu. Y ahora que ya me han explicado todo,me permitiran que antes de morir satisfaga el hambre que tengo?

    Todo lo que est en esta cmara es tuyo y puedes hacer con ello lo quequieras. Pero antes de que comas te har saber que slo una de esas sietevariedades de comida que estn sobre la mesa no est envenenada. Y antesde que satisfagas tu sed, creo que te interesar saber que slo una de esassiete deliciosas bebidas que se hallan en esas vasijas no est envenenada.Ahora, asesino, te abandonaremos. Mira bien a seres humanos por ltima

    vez en tu vida.

    Si la vida me deparara solamente la oportunidad de verlos a ustedes,entonces morira con gusto.

    Uno a uno salieron de la cmara por la puerta que conduca a la vida. Mequed mirando atentamente la puerta para no desconocerla despus, yluego, las tenues luces se apagaron.

    Cruc la cmara rpidamente en direccin al lugar exacto hacia donde sabiaque deba estar la puerta, pues me haba quedado mirndola de frente.Sonre al pensar que se imaginaron que me desorientara inmediatamentetan slo con que se apagase la luz. Si no haban mentido saldra de aquellacmara casi tan pronto como ellos, para reclamar la libertad que me habanprometido.

    Me aproxim a la puerta con las manos extendidas. Me senta sumamentemareado. Me resultaba difcil mantener el equilibrio. Mis dedos se pusieronen contacto con una superficie lisa que se mova; era la pared que girabahacia la izquierda. El tacto me hizo sentir que una puerta pasaba, y luego

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    otra, y otra. Entonces comprend la verdad: el piso sobre el que me hallabaparado era el que giraba. Ya no sabia cul era la puerta que me conducira ala vida

    II

    EL PELIGRO INESPERADO

    Mientras me hallaba de pie, abrumado por el desaliento, las luces volvieron aencenderse y vi que la pared y las puertas pasaban lentamente ante mi.Cul era la puerta que me permitira vivir? Qu puerta deba escoger?

    Me sent muy cansado y casi perdido. La tortura del hambre y de la sed meacosaba. Avanc hacia la mesa que se hallaba en el centro de la cmara. Elvino y la leche que contenan las siete copas se burlaban de mi. Una deaquellas siete bebidas no era mortal y poda dejar satisfecha mi sedinmediatamente. Examin el contenido de cada uno de los recipientes,

    olfatendolos. Haba dos copas de agua. El agua de una de ellas no era muyclara. Yo estaba seguro de que la otra copa tenia el liquido que no estabaenvenenado.

    La tom en mis manos. Senta reseca la garganta y ansiaba tomar unpequeo sorbo de agua. Levant la copa hasta mis labios y entonces lasdudas me asaltaron. Mientras hubiese una remota oportunidad de vivir nodeba arriesgarme a perder la vida. Decidido, dej la copa sobre la mesa.

    Mir alrededor de la cmara y vi una silla y un divn entre las sombras queobscurecan la pared que se hallaba ms all de la mesa; al menos, si es queno poda comer ni beber, podra descansar y, tal vez, dormir. Privara a misapresadores, tanto tiempo como fuera posible, del placer de que serealizasen sus propsitos. Y con esa idea me aproxim al divn.

    Haba poca luz en la cmara, pero la suficiente para que, en el momento enque iba a tenderme sobre el divn, me permitiese ver que estaba erizado deagudas pas de metal, y mi esperanza de descansar se desvaneci. Luegoexamin la silla y vi que tambin estaba provista de grandes pas.

    Qu ingeniosa perversidad haban desplegado los thoranos para concebiraquella cmara y todas las cosas que all se hallaban! No haba nada que yopudiese usar que no fuera terrible, con excepcin del suelo. Y me encontraba

    tan cansado que, al tenderme sobre l, me pareci un cmodo divn. Claroque su dureza, poco a poco, se volvi ms apreciable; pero me hallaba tanextenuado que comenc a sentirme sooliento, y cuando estaba a punto dedormirme, sent que algo me tocaba la espalda desnuda, algo fro y viscoso.

    En seguida, recelando alguna nueva tortura infernal, di un salto y me puseen pie. Sobre el suelo se retorcan arrastrndose hacia m serpientes detodas clases y tamaos. Muchas de ellas eran espantosos reptiles de

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    apariencia horrible: serpientes con colmillos como sables, serpientes concuernos, serpientes con orejas, serpientes azules, rojas, verdes, blancas,moradas. Salan de agujeros de las paredes y se esparcan por el suelo comosi estuvieran buscando algo para devorar, buscndome a mi.

    El suelo, que hasta entonces lo haba considerado como mi nico refugio, meera negado. Salt a lo alto de la mesa, entre las comidas y las bebidasenvenenadas, y all me agazap y me qued mirando a los horribles reptilesque avanzaban por la cmara, retorcindose.

    De pronto la comida comenz a tentarme, pero no era el hambre lo quemotivaba la tentacin. Aquel lazo poda ser lo que me permitiera escapar demi desesperante y angustiosa situacin. Qu probabilidades tenia yo devivir? Mis apresadores, desde que me dejaron en aquella cmara, saban quenunca podra salir con vida. Qu insensatez resultaba guardar esperanzasen tales circunstancias !

    Pens en Duare, y comprend que aunque, por algn milagro, lograseescapar, no haba la menor probabilidad de que la volviera a ver. Yo, esehombre que ni siquiera imaginaba en qu direccin quedaba Vepaja, lanacin de su pueblo, la tierra a la que seguramente la estaba llevandoEiamlot.

    Despus de mi captura haba yo guardado la esperanza de que Eiamlotdesembarcase con la tripulacin del Sofal para rescatarme; pero no tard endesechar esa idea, pues yo sabia que la seguridad de Duare estaba porsobre todas las cosas, y que ninguna consideracin hara que retrasase elviaje de regreso a Vepaja.

    Mientras pensaba y miraba a las serpientes lleg a mis odos el grito de unamujer, y me pregunt con indiferencia qu nuevo horror estara ocurriendoen aquella odiosa ciudad. Fuera lo que fuese, yo no poda saberlo ni evitarlo,y, por lo tanto, no me impresion demasiado y concentr mi atencinnuevamente en las serpientes.

    Una de las mayores, una enorme y horripilante serpiente de veinte pies delargo, haba levantado la cabeza hasta el nivel superior de la mesa y estabamirndome fijamente con sus ojos sin prpados. Me pareci que casi podaadivinar cmo reaccionaba el cerebro de aquel reptil ante la presencia dealimento.

    Asent la cabeza sobre la mesa y haciendo ondular su cuerpo lentamentecomenz a avanzar hacia mi. Sin perder el tiempo mir alrededor de lacmara buscando intilmente alguna va de escape. Las siete puertas,situadas entre si a distancias iguales, se hallaban inmviles, pues el suelohaba dejado de girar poco despus de que se encendieran las luces. Detrsde una de esas puertas idnticas estaba la salvacin; detrs de las otrasseis, la muerte. En el suelo, entre las puertas y yo, se arrastraban las

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    serpientes. No estaban distribuidas de manera pareja sobre todo el espacioque cubran las baldosas. Haba partes por las que uno hubiera podido correrrpidamente sin encontrar ms que, casualmente, un reptil; sin embargo,uno solo, si es que era venenoso, resultara tan fatal como una docena deellos. Y yo desconoca totalmente todas las especies de serpientes que se

    hallaban en la cmara.La espantosa serpiente que haba asentado la cabeza sobre la mesa estabaacercndose lentamente hacia mi. La mayor parte de su largo cuerpo sehallaba extendido por el suelo, retorcindose. Sin embargo, la serpientetodava no haba dado seales de la manera en que efectuara su ataque. Yono sabia si deba esperar que me agrediese con sus colmillos envenenados,o que me triturase enroscndose en mi cuerpo, o si solamente me tragaracomo, durante mi niez, haba yo visto que otras serpientes hiciesen consapos y pjaros. De cualquier modo ninguna de aquellas eventualidades eraagradable.

    Mir rpidamente hacia la puerta. Debera yo apostar todo a favor de lasuerte en una sola tirada de dados? La repulsiva cabeza se acercaba cadavez ms hacia mi, y yo me alej de ella dispuesto a correr hacia la puerta porla parte del suelo en que haba menos serpientes. Al mirar alrededor de lacmara vi que haba un camino casi libre de peligro hacia la puerta que sehallaba tras el divn y la silla.

    Cualquier puerta era buena. Slo una de aquellas puertas daba acceso a lasalvacin y no haba manera de diferenciar ninguna de las siete. La vidapoda aguardarme detrs de esa puerta, o quiz la muerte. Tenia quearriesgarme. Quedarme donde estaba para ser vctima de aquel reptil no

    ofreca esperanza alguna de salvacin.

    Siempre me he vanagloriado de la buena suerte que me ha favorecido en lavida, y algo pareca decirme que esa suerte me impulsaba a dirigirme haciala puerta que me dara la vida y la libertad. As que fue el optimismo queproduce toda empresa cuyo xito se considera seguro por anticipado lo queme hizo saltar de la mesa para alejarme de las terribles fauces de la granserpiente y correr hacia la puerta destinada.

    Saba que las puertas se abran hacia el exterior de la cmara circular, y quetoda vez que yo hubiese traspuesto el umbral de una de ellas y la puerta se

    hubiese cerrado detrs de m, ya no habra manera de regresar a la cmara.Pero, cmo podra yo evitar eso?

    Todo esto que tardo tanto en relatar se realiz solamente en unos cuantossegundos. Corr rpidamente a travs de la cmara evadiendo el encuentrode una o dos serpientes que se hallaban a mi paso, pero no pude dejar de orlos chillidos y silbidos que se produjeron a mi alrededor ni dejar de ver a lasserpientes que se retorcan por el suelo y avanzaban para perseguirme otratar de interceptar mi camino.

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    No s qu fue lo que me impuls a tomar la silla con pas cuando pas juntoa ella la idea me pareci una inspiracin Tal vez, subconscientemente, tuvela esperanza de poderla usar como arma. Pero no era para eso para lo queme iba a servir.

    Llegu a la puerta cuando las serpientes ya estaban casi junto de mi. Nohaba tiempo para titubeos. Abr la puerta y entr en el obscuro corredor!Era exactamente igual al corredor por el cual me haban llevado hasta lacmara de las siete puertas. La esperanza me llen de nimo, pero impedque la puerta se cerrara de nuevo valindome de la silla.

    Haba dado solamente unos pasos ms all de la puerta cuando se me hella sangre en las venas al or el rugido mas aterrorizador que jams hayaescuchado, y vi dos crculos brillantes que resaltaban entre las sombras delcorredor. Yo haba abierto la quinta puerta, la que daba acceso a la cuevadel tarbn!

    No titube ni un solo instante. Saba que la muerte me aguardaba en aquellacueva sombra. No, la muerte no me aguardaba sino que se diriga,amenazante, hacia mi.

    Di media vuelta y corr en busca de la seguridad momentnea que podaofrecerme ]a luz y el tamao de la cmara circular, y, al trasponernuevamente el umbral de la entrada trat de destrabar la silla para que secerrara la puerta y no pudiera salir la terrible bestia que me persegua. Peroalgo fall. La puerta, impulsada por un resorte poderoso, se cerr demasiadorpidamente y no pude quitar la silla, la que qued apresada con fuerzadejando medio abierta la entrada.

    Me he encontrado en lugares peligrosos en diversas ocasiones, pero ningunohaba sido como este. Ante mi se hallaban las serpientes, entre las cuales lamayor era la que me haba perseguido hasta la mesa, y a mis espaldas,estaba el tarbn. No me quedaba ms medio para protegerme que volver alo alto de la mesa de donde haba huido tan slo unos segundos antes.

    A la derecha de la puerta haba una pequea parte del suelo en la que no searrastraba ninguna serpiente. En el preciso momento en que el tarbn entren la cmara, yo salt hacia aquel espacio libre de peligro, por sobre losreptiles que me amenazaban en el umbral de la puerta.

    Por el momento slo me interesaba llegar a lo alto de la mesa No mepreocup en considerar si aquella idea era tonta o intil, me aferr a ella, ytodos mis dems pensamientos desaparecieron. Tal vez por eso logr mipropsito, pero cuando me hall de nuevo entre los manjares y las bebidasenvenenadas y consider mi suerte, me di cuenta de que haba intervenidootro factor para salvarme por de pronto y permitirme alcanzar la dudosaseguridad de lo alto de la mesa.

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    El tarbn, un terrible monstruo que ruga y que luchaba furiosamente, estabasiendo atacado por las serpientes. Sus garras despedazaban a los reptiles,los partan por mitad. pero continuaban acercndose a l, silbando,chillando. atacando. Cuerpos partidos en dos y cabezas desprendidasseguan tratando de alcanzarlo. Por cada serpiente que el tarbn mataba

    salan diez ms para reemplazada.El enorme reptil que haba tratado de devorarme, inmenso y amenazador,sobresala por entre todas las dems serpientes. Y el tarbn pareca darsecuenta de que aquella criatura era un enemigo digno de su coraje, puesaunque con irritable desprecio atacaba a las serpientes menores siempre seenfrent y dirigi sus ms feroces acometidas contra la gran serpiente. Perotodo era en vano! El escurridizo cuerpo del reptil eluda los golpes como sifuese un hbil boxeador y, a cada descuido del tarbn, devolva el ataquecon fuerza terrible y clavaba sus colmillos en la carne de su adversario.

    Los rugidos y gritos del carnvoro se mezclaban con los silbidos de las

    serpientes y producan el ms espantoso estrpito que cualquier hombrepudiera imaginarse, o, al menos, as me pareci al encontrarme acorraladoen aquel terrible cuarto lleno de implacables mquinas mortales.

    Quin seria el vencedor en aquella lucha de titanes? Pero, qu importanciapoda tener eso para mi, a no ser que quisiera saber en qu estmagoterminara mi existencia? Sin embargo, no pude evitar el inters que medespertaba aquel combate y tampoco mirarlo como cualquier espectadorecunime contempla una prueba de fuerza y habilidad.

    Era un encuentro sangriento, pero la sangre derramada era toda del tarbn y

    de las serpientes menores. La enorme criatura que por el momento medejaba libre de peligro y la que despus me devorara, se hallaba ilesa. Nocomprendo cmo poda mover su cuerpo con tanta rapidez para evadir lossalvajes golpes del tarbn, aunque quiz pueda explicarse eso debido a quesiempre atacaba propinndole al monstruo un terrible golpe con la cabeza,que lo hacia retroceder medio atontado y con una nueva herida..

    El tarbn dio trmino a su ofensiva y comenz a retroceder. Vi cmo laondulante cabeza de la gran serpiente segua cada movimiento de suantagonista. Las serpientes menores comenzaron a subir por el cuerpo deltarbn, pero ste pareca no darse cuenta. Luego, de pronto, dio media

    vuelta y corri hacia la entrada del corredor que conduca hasta su cueva.Aquello era, evidentemente, lo que haba estado esperando la serpiente.Permaneci en el lugar en que haba estado luchando, con medio cuerpoenrollado, y luego, como si fuese un resorte gigantesco que se suelta depronto, salt por el aire, se enroll alrededor del cuerpo del tarbn, acercsus poderosas mandbulas a la parte posterior del cuello de la bestia y lamordi

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    El tarbn dej escapar un terrible grito cuando los anillos de la serpiente secerraron alrededor de su cuerpo, y luego, el monstruo se desplom por elsuelo.

    Suspir aliviado al pensar en el tiempo que se tardara en satisfacer suhambre aquella serpiente de veinte pies de largo mientras devorase elcuerpo del tarbn sin pensar en nuevos ataques para proveerse de alimento.Pero cuando pensaba en la satisfaccin de aquella tregua, la poderosaserpiente vencedora se desenroll del cuerpo de su vctima y volvi lacabeza lentamente hacia mi.

    Durante un momento mir como hipnotizado aquellos ojos fros y carentesde prpados, y luego me qued horrorizado al ver que la criatura searrastraba lentamente hacia la mesa. No me mov rpidamente como en loscombates, sino con toda lentitud. Pareca que haba algo predeterminado,inevitable, en aquella ondulante aproximacin que era casi paralizante en suhorror.

    Vi que la serpiente levantara la cabeza hasta lo alto de la mesa, y vi que, porentre los platos, aquella cabeza avanzase hacia mi. Yo no poda soportarms. Di media vuelta para correr sin importarme hacia dnde. Haciacualquier parte. Aunque fuera slo para correr a lo largo de la cmara con talde escapar por un momento del glido brillo de aquellos ojos malignos.

    III

    EL LAZO

    Al dar media vuelta ocurrieron ms cosas: o de nuevo los gritos apagados deuna mujer, y mi rostro se golpe con el lazo que penda de las vigas que sehallaban ocultas por las sombras.

    No le prest mucha atencin a los gritos, pero, al sentir el lazo, tuve unaidea. No se trataba de la idea que deba despertar la colocacin del lazo enaquel sitio, sino de otra muy distinta. Pens que tal vez me proporcionase lafacilidad de escapar por el momento de las serpientes, y no tarde en valermede l.

    Sent que el hocico de la serpiente me tocaba en una de las piernas cuandosalt para sujetar la cuerda un poco mas arriba del lazo, y o un agudo silbido

    de furia mientras suba en direccin a las sombras donde esperaba encontraruna seguridad momentnea.

    El extremo superior de la cuerda estaba atado a un perno que se hallaba enuna gran viga. Me sub entre esa viga y mir hacia abajo. La poderosaserpiente silbaba y se retorca debajo de mi. Haba erguido una tercera partede su cuerpo y se esforzaba por enroscarse a la cuerda que se columpiabade un lado a otro para seguirme hasta lo alto. Pero la cuerda pareca eludir

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    cualquier intento de sujecin.

    Pens que seria difcil que una serpiente tan gruesa pudiese ascender poraquel cable relativamente delgado, pero para no correr ningn riesgoinnecesario jal la cuerda y la dobl sobre la viga. Estaba seguro por elmomento y dej escapar un profundo suspiro de alivio. Luego mire hacia mialrededor.

    La obscuridad era casi impenetrable; sin embargo, me pareci que el techode la cmara todava se hallaba bastante lejos de m. A mi alrededor habaun laberinto formado por vigas, puntales y armazones, y yo decid exploraraquella regin superior de la cmara de las siete puertas.

    De pie sobre la viga comenc a avanzar lentamente hacia la pared. Al llegaral muro me di cuenta de que haba una estrecha pasarela que sobresala dela pared y que, seguramente, rodeaba toda la cmara. Era de dos pies deancho y no tena barandilla. Pareca ser algo as como algn andamio que

    haban dejado los trabajadores que hicieron el edificio.Cuando marchaba por la pasarela pisando con cuidado y pasando la manopor la pared, volv a or los angustiosos gritos que dos veces, anteriormente,me haban llamado la atencin aunque no haban despertado mi inters,pues yo estaba mas interesado en mis propias dificultades que en las decualquier desconocida de aquel raro mundo.

    Un momento despus toqu algo con los dedos que hizo que me olvidaracompletamente de los gritos de cualquier mujer. El tacto me indicaba queestaba yo tocando el marco de una puerta o de una ventana. Examin conambas manos lo que haba descubierto. Si, era una puerta Una puertaestrecha de unos seis pies de altura!

    Tent las bisagras, busqu algn cerrojo, y al fin encontr uno. Lo corr conmucho cuidado y despus sent que la puerta se mova hacia mi. Qu habradetrs de ella? Tal vez alguna nueva e infernal muerte o tortura, o tal vez lalibertad. No poda saberlo hasta que abriese aquel portal del misterio.

    Titube, pero no por mucho tiempo. Poco a poco tir de la puerta y sent queuna rfaga de aire me refrescaba el rostro, y pronto vi la tenue luminosidadde la noche venusina.

    Seria posible que a pesar de toda su astucia los thoranos le hubiesendejado aquella puerta de escape a su cmara mortal? Me costaba trabajocreerlo; sin embargo, lo nico que poda hacer era trasponer el umbral de lapuerta y desafiar cualquier cosa que hubiese ms all de ella.

    Abr la puerta y sal a un balcn que se extenda a lo largo, en ambasdirecciones, hasta desaparecer de mi vista al seguir la curva del murocircular del cual sobresala.

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    En el borde exterior del balcn se elevaba un pretil bajo junto al cual meagazap mientras examinaba mi nueva situacin. No pareca amenazarmeningn peligro; sin embargo, todava desconfiaba. Avanc cautelosamentepara realizar un recorrido de investigacin, y de nuevo un grito angustiosorasg el silencio de la noche. Esta vez lo o muy cerca de mi. Anteriormente

    los gritos haban sido apagados por el espesor de los muros de la cmara enque yo haba estado aprisionado.

    Yo avanzaba en direccin al ruido, y no me detuve. Buscaba la manera debajar hasta el terreno y no me interesaba ir en ayuda de una damisela endesgracia. Me temo que en aquel momento me encontraba insensible y eraegosta, y distaba mucho de ser caballeroso. En verdad no me hubieseimportado que acabasen con todos los habitantes de Rapdor.

    Al rodear la curva de la torre, apareci ante mi vista otro edificio que sehallaba solamente a unas cuantas yardas de distancia. y en aquel mismomomento vi algo que despert mi inters y mis esperanzas. Era una angosta

    pasarela que comunicaba al balcn en el que me hallaba con otro semejantedel edificio contiguo.

    En eso los gritos volvieron a dejarse or. Parecan provenir del interior de laconstruccin que acababa de descubrir. Sin embargo, no fueron los gritos losque me hicieron decidirme a avanzar por la pasarela, sino que fue laesperanza de encontrar all la manera de descender hasta el terreno.

    Cruc rpidamente hasta el otro balcn y me dirig hacia su extremo lateralms cercano. Al avanzar, vi luz que pareca salir de las ventanas que dabanal balcn.

    Mi primer pensamiento fue dar media vuelta para regresar, pues podanverme al pasar junto a las ventanas; pero una vez ms volv a or gritos, tancercanos que no poda dudar de que proviniesen del departamento en quebrillaba la luz.

    Haba tal angustia y terror en aquella voz humana que movi mi compasin yme acerqu presuroso a la ventana ms prxima.

    Estaba abierta y pude ver en la habitacin a una mujer que se defenda deun hombre. El individuo la tenia sujeta sobre un divn y le estaba infiriendopequeas cortaduras con una afilada daga. No se poda saber si tenia

    intenciones de matarla despus o si su nico propsito era torturarla.El hombre se hallaba de espaldas a mi y me ocultaba el rostro de la mujer.Pero cada vez que le causaba una pequea cortadura y ella gritaba, l reacon odiosa risa de satisfaccin. En seguida me di cuenta de que era unsujeto enfermizo que gozaba al infligir dolor al ser que provocaba sumanitica pasin.

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    Vi que se inclinaba para besar a la mujer, pero ella le cruz el rostro con unabofetada, y al volver l la cara para evitar el golpe, pude distinguirlo deperfil. Era Moosko, el ongyan.

    Al tirarse hacia atrs, Moosko debi de sujetar con menos fuerza a la mujer,pues sta comenz a erguirse para levantarse del divn y escapar. Entoncespude verle el rostro y se me helo la sangre de rabia y horror. Era Duare!

    Salt por la ventana y cai junto a l. Lo sujet de un hombro, hice que dieramedia vuelta, y cuando me vio, lanz un grito de terror y se ech hacia atrspara desenfundar su pistola. Tropez con el divn que se hallaba tras de l ycay sobre Duare, arrastrndome en su cada.

    Moosko haba logrado sacar su daga pero yo lo obligu a soltarla y la apartde l; luego, mis dedos comenzaron a cerrarse alrededor de su cuello. Era unhombre corpulento y no careca de fuerza, y el miedo pareci aumentar elvigor de sus msculos. Luchaba con la misma desesperacin de un

    condenado a muerte.Lo tir del divn para que no lesionsemos a Duare, y rodamos por el suelotratando cada uno de acabar con el otro. Moosko gritaba pidiendo auxilio yyo redobl mis esfuerzos por estrangularlo antes de que sus gritos atrajerana sus compaeros.

    El ongyan gritaba y me morda como una fiera salvaje, y me lanzaba golpesal rostro y trataba de sujetarme por el cuello. Yo me encontraba exhaustodespus de todo lo que haba pasado, as como por la falta de sueo y dealimento. Me di cuenta de que me estaba debilitando rpidamente y de que,en mi delirante imaginacin, Moosko se volva ms fuerte.

    Yo sabia que para que mi antagonista no me venciera y Duare no quedase amerced de l, tenia que derrotarlo sin prdida de tiempo. Por lo tanto, mealeje para darle mayor empuje a mi acometida y, haciendo acopio de toda lafuerza que me restaba, le descargu un tremendo golpe en el rostro, con elpuo cerrado.

    Durante un instante perdi su agresividad, y en ese instante mis manos secerraron alrededor de su cuello. Luch, se retorci, me asest golpesterribles, pero a pesar de lo aturdido que me encontraba, no lo solt hastaque se estremeci convulsivamente, se le relajaron los msculos y cay al

    suelo.Me pareci que Moosko estaba bien muerto, y entonces me puse en pie y meacerqu a Duare, que se hallaba medio sentada y medio agazapada sobre eldivn, desde el cual haba sido testigo callado de aquel breve duelo por ella.

    T?gritNo puede ser!

    Si, soy yole asegur.

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    Al acercarme a ella, comenz a levantarse lentamente del divn y se quedde pie mirndome mientras yo le tenda los brazos para abrazarla. Dio unpaso hacia adelante y levant las manos, pero titube y se detuvo.

    No!grit. Es un error.

    Pero t me dijiste que me amabas y sabes que yo te amole dije, aturdido.

    Ests equivocadome respondi. Yo no te amo.

    El temor, la gratitud, la simpata y el estado nervioso en que me encontrabadebido a todo lo que me haba pasado, hicieron que salieran de mis labiospalabras extraas que no expresaron precisamente lo que yo quera decir.

    De pronto sent fro y cansancio, y tambin me sent muy desdichado. Todasmis esperanzas de felicidad se haban desvanecido. Me alej de ella. Ya nome importaba lo que pudiera pasarme. Pero ese abatimiento slo dur uninstante. No importaba que me amase o no, mi deber era claro. Si, yo debaayudarla a escapar de Kapdor, llevarla lejos de las garras de los thoranos y,si era posible, entregrsela a Mintep, su padre, el rey de Vepaja.

    Me acerqu a la ventana y trat de or algn ruido. Los gritos de Moosko nohaban atraido a ningn guardia, pareca que nadie se acercaba. Si no habanacudido a los gritos de Duare, por qu habran de acudir a los de Moosko?Comprend que haba pocas probabilidades de que fuera alguien a investigar.

    Me acerqu al cadver de Moosko y le quit el cinto en el que llevaba sujetauna espada, y luego me apoder de su daga y de su pistola. Entonces mesent mucho mejor, mas eficiente. Es extraa la seguridad que da la posesin

    de armas, aun a las personas que no estn acostumbradas a portarlas, y yo,antes de llegar a Venus, rara vez haba portado armas mortales.

    Despus me dediqu a examinar la habitacin con el afn de encontrar algoms que pudiera sernos til o servirnos en nuestro intento de obtener lalibertad. La habitacin era espaciosa y haban tratado de amueblarlalujosamente, pero como resultado slo haban logrado erigir un monumentoal mal gusto. El decorado y los muebles eran atroces. Sin embargo. en unextremo del cuarto haba algo que me llam la atencin poderosamente yque aprob del todo: era una mesa llena de manjares. Despus de terminadoel examen de la habitacin, me acerqu a Duare, y le dije:

    Intentar sacarte de Noobol y llevarte a Vepaja. Tal vez fracase, pero meesforzar todo lo que pueda por lograrlo. Confas lo suficiente en mi paraacompaarme?

    Cmo puedes dudarlo?me replic. Si logras llevarme a Vepaja, tuesfuerzo ser recompensado por los honores y las recompensas querecibirs.

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    Aquellas palabras me disgustaron y me volv hacia ella para responderle confrases hirientes, pero no las pronunci. Para qu? Y una vez ms le dediqumi atencin a la mesa.

    Lo que comenc a decirtecontinues que tratar de salvarte, pero nopuedo hacerlo con el estmago vaco. Comer antes de que salgamos deesta habitacin. No quieres comer conmigo?

    Necesitaremos fuerzas me respondi. No tengo hambre, pero sermejor que comamos. Moosko orden esos manjares para mi, pero no podayo hacerlo estando el presente.

    Me alej de Duare y me acerqu a la mesa, luego se aproxim ella ycomimos en silencio.

    Sentia curiosidad por saber cmo haba llegado Duare a la ciudad de Kapdor,pero la forma cruel e incomprensible en que me haba tratado me impidi

    demostrarle mi inters. Sin embargo, me di cuenta de lo infantil queresultaba mi actitud y de lo insensato que era no comprender que la rigidezy el aislamiento en que haba vivido, tal vez fueran la causa de su temor y desu frialdad hacia mi. Entonces le pregunt qu haba sucedido desde que laenvi con el angan al Sofal hasta el momento en que la encontrdefendindose de Moosko.

    No hay mucho que contarme contest. Recordars lo temeroso queestaba el angan de regresar al barco, porque tenia miedo de que locastigaran por haber ayudado a raptarme. Los hombres ave son criaturaspoco evolucionadas cuya mente slo reacciona a los instintos, como el deconservacin o el hambre, y a ciertas emociones. Cuando el angan volaba yacasi sobre la cubierta del Sofal, titube y luego dio media vuelta pararegresar hacia la playa. Le pregunte por qu hacia aquello, por qu nocontinuaba y me dejaba a bordo del barco, y me respondi que porque teniamiedo de que lo mataran por haber participado en mi rapto. Le promet quelo protegera y que no le haran ningn dao, pero no me crey. Me replicque los thoranos, sus anteriores amos, lo recompensaran si me llevaba anteellos. De eso si estaba seguro y, en cambio, slo contaba con mi palabracomo garanta de no ser ejecutado por rdenes de Ramlot. Dudaba de queyo tuviera autoridad sobre Kamlot. Le supliqu y lo amenac sin ningnresultado, pues el angan vol directamente hacia esta horrible ciudad y me

    entreg a los aliados de los thoranos. Cuando Moosko se enter de que mehaban trado hasta aqu, hizo valer su autoridad para reclamarme comosuya. El resto ya lo conoces.

    Y ahora le dije debemos encontrar cmo salir de Kapdor y regresar a lacosta. Tal vez el Sofal no haya partido. Es posible que Kamlot haya ordenadoque desembarcase una partida de hombres para que nos busque.

    No ser fcil escapar de Kapdorme record Duare. Cuando el angan

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    me trajo, vi desde lo alto muros elevados y cientos de centinelas. Nopodemos abrigar muchas esperanzas.

    IV

    LA HUIDA

    Primero tenemos que salir de este edificio le dije. Recuerdas lo queviste de la construccin cuando te trajeron?

    S. Hay un largo pasadizo que comienza en el frente del edificio, en laplanta baja, y desemboca directamente a unas escaleras que se encuentranal fondo del primer piso. A los lados del corredor hay varios cuartos. Habagente en los dos primeros, pero no pude ver si tambin haba en los dems,pues estaban cerradas las puertas.

    Tendremos que investigar y esperaremos si omos all algn ruido. Mientras

    tanto, saldr al balcn y ver si descubro alguna manera ms segura debajar.

    Cuando sal a la ventana, vi que haba comenzado a llover. Rode conprecaucin el edificio hasta que, desde arriba. pude ver la calle que seextenda frente a la construccin. No haba seales de vida, puesprobablemente la lluvia haba hecho que los transentes se guareciesen ensus casas. Pude ver que, a lo lejos, al final de la calle, se dibujaba la siluetade la muralla de la ciudad. Todo estaba iluminado por la tenue y extraa luzque es un rasgo caracteristico del paisaje amtoriano. En el balcn no habaninguna escalera para bajar a la calle. Nuestra nica posibilidad de salir erabajando por las escaleras interiores. Entonces regres hasta donde estabaDuare.

    Vamosle dije; da lo mismo que intentemos salir ahora o ms tarde.

    Espera! exclam. Se me ha ocurrido algo. La idea me vino de unaconversacin que o casualmente en el Sofal, respecto a las costumbres delos thoranos. Moosko es un ongyan.

    Lo erale indiqu, pues pens que haba muerto.

    Eso no tiene importancia. Lo que importa es que era uno de losgobernantes de Thora. Su autoridad, especialmente aqu donde no hayningn otro miembro de la oligarqua, era absoluta. Sin embargo, ningnvecino de Kapdor lo conoca. Qu prueba ofreci para identificarse?

    No lo sle respond.

    Creo que encontrars en el dedo ndice de su mano derecha un gran anilloque es el distintivo de su alto cargo.

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    Y supones que podremos usar ese anillo para que nos dejen pasar loscentinelas?

    Es posibleme replic Duare.

    Pero no es probablele objet. A menos que mi vanidad haga que me

    equivoque, nadie podra confundirme con Moosko por ms vuelo que le diesea su fantasa.

    Creo que no es necesario que te parezcas a lme dijo Duare. y en suslabios se dibuj una ligera sonrisa. Esta gente es muy ignorante, y tal vezslo unos cuantos soldados rasos lo vieron a su llegada. Esos hombres noestarn de vigilancia ahora; adems, es de noche y la obscuridad reinante yla lluvia que cae reducen el peligro de que descubran el engao.

    Vale la pena hacer la pruebale respond.

    Luego me acerqu al cadver de Moosko y le quit el anillo del dedo. Eldistintivo me quedaba demasiado grande, pues el ongvan era de manos muygruesas; pero si alguien era tan tonto para aceptar que yo era el funcionariothorano, no tenia por qu notar un detalle menor tal como que el anillo nome ajustaba bien al dedo.

    Unos instantes despus, Duare y yo salimos silenciosamente de la habitaciny nos dirigimos hacia el comienzo de las escaleras. All nos detuvimos ymantuvimos el odo atento. Abajo reinaba la obscuridad, y omos vocesapagadas como si provinieran de detrs de una puerta cerrada. Bajamos porla escalera, lenta y precavidamente. Y, al bajar, los leves contactos con lajoven me hicieron sentir el calor de su cuerpo, y un ansia enorme de tomarla

    en mis brazos y estrecharla se apodero de mi. Pero continu mi camino sinpermitir que ningn signo de emocin delatase el infernal fuego interno queme consuma.

    Nos encontrbamos en el largo corredor y ya habamos recorrido la mitad dela distancia que nos separaba de la puerta que daba a la calle. El optimismocomenzaba a renacer en mi, pero de pronto se abri una puerta cercana a lasalida y la luz que surgi de ella ilumin el corredor.

    Un hombre, a punto de salir, se hallaba en el vano de la puerta conversandocon alguien que estaba en el interior de la habitacin. Aquel hombre no

    tardara en avanzar por el corredor.Junto a mi haba una puerta. Descorri el cerrojo con suma cautela y la abr.La habitacin estaba completamente a obscuras y no poda saber si en suinterior haba alguien. Tom la mano a Duare y entramos. Luego cerr lapuerta, dejando una pequea abertura para que yo pudiese ver y or. Enseguida escuch que el hombre que estaba por salir dijo:

    Hasta maana, amigos, y que duerman tranquilos.

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    Luego o un portazo y volvi a quedar a obscuras el corredor. Entonces opasos; con cautela desenvain la espada del ongyan Moosko. Los pasosparecan acercarse, y luego se detuvieron un instante frente a la puerta trasla que me hallaba oculto; pero tal vez eso slo fue producto de miimaginacin. El ruido de los pasos se fue haciendo menos fuerte y pareci

    perderse por la escalera.Entonces un nuevo temor se apoder de mi. Y si ese hombre entraba a lahabitacin donde se encontraba el cadver de Moosko? Daria la alarmainmediatamente. En seguida comprend que tenia que ponerme en accin sinprdida de tiempo.

    Ahora, Duare!le dije al odo, y salimos al corredor y corrimos hacia lapuerta principal del edificio.

    Un momento despus nos encontrbamos en la calle. La llovizna se habaconvertido en un aguacero. Slo eran visibles los objetos ms cercanos, y yo

    me alegr de eso.Marchamos apresuradamente por la calle, en direccin a la reja de lamuralla, sin ver a nadie a nuestro paso. Mientras, la lluvia arreciaba ms.

    Que le vamos a decir al centinela? me pregunt Duare.

    No lo sle contest sinceramente.

    Sospechar de nosotros porque no hay ninguna excusa para quererabandonar la seguridad que nos brinda una ciudad amurallada como sta einternarse sin escolta en una regin donde abundan las bestias y los

    salvajes.Inventar una excusale dije; tengo que hacerlo.

    Duare no me respondi y continuamos nuestro camino hacia las rejas de laciudad. La muralla no estaba muy lejos de la casa de la que habamosescapado, y pronto la distinguimos a travs de la copiosa lluvia.

    Un centinela que se hallaba resguardado en un nicho de la muralla, nos vio ynos pregunt qu era lo que hacamos fuera en una noche como aquella. Nodemostr ninguna inquietud, pues an no sabia que pensbamos salir de laciudad; solamente supuso, yo creo, que ramos una pareja de vecinos que

    pasbamos por all camino a nuestra casa.

    No est Sov?le pregunt.

    Sov?me pregunt sorprendido. Qu podra estar haciendo aqu enuna noche como esta?

    Deba esperarme aqu, a esta horale dije. Yo le orden que viniese.

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    T ordenaste que viniese? ri el centinela. Y quin eres t para darlerdenes a Sov?

    Soy el ongyan Mooskole respond.

    El hombre me mir sorprendido; y luego, un poco malhumorado, segn creo,

    me dijo:

    No s dnde est Sov.

    Bueno, no importale dije; no tardar en llegar. Mientras tanto, abre lareja para que cuando l llegue no perdamos tiempo en salir.

    No puedo abrirla sin que me lo ordene Sovme replic el centinela.

    Te niegas a obedecer a un ongyan? le pregunt con un tono de vozferoz.

    Esta es la primera vez que lo veome contest con aspereza; cmopuedo saber si es usted un ongyan?

    Entonces extend la mano en que llevaba el anillo de Moosko, y le pregunt:

    No sabes qu es esto?

    El centinela examin el anillo atentamente, y luego, temeroso, me dijo:

    Si, ongyan; si lo s.

    Entonces abre la reja sin tardanzale orden.

    Ser mejor que esperemos a que llegue Sovme indic; no me tardaren abrirla.

    No hay tiempo que perder, compaero. Te ordeno que la abras. Elprisionero vepajano acaba de fugarse, y Sov y yo tenemos que salir abuscarlo con una partida de guerreros.

    El centinela todava segua indeciso. En eso omos un gran vocero queprovena de la direccin por la que habamos llegado, y supuse que elhombre que habamos visto pasar por el corredor haba descubierto elcadver de Moosko y haba dado la voz de alarma. Omos pasos de hombres

    que corran. No se poda perder ms tiempo.All viene Sov con la partida de guerrerosle grit al centinela. Abre lasrejas, tonto, o te ir mal.

    Desenfund mi espada con la intencin de atravesar al centinela de parte aparte si no me obedeca. Pero, cuando el clamor del vocero aumentaba porla proximidad de los hombres que se acercaban, el centinela se decidi acumplir mis rdenes. La lluvia me impeda ver a los que corran hacia la

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    muralla, pero cuando las rejas se abrieron, los distingu en la obscuridad.

    Tom a Duare de un brazo y avanzamos hacia la reja. El centinela todavadesconfiaba, pero no se decidi a detenernos .

    Dile a Sov que se apresurele dije.

    Y antes de que pudiera armarse de valor para cumplir con su deber. Duare yyo nos alejamos protegidos por la obscuridad y la lluvia.

    Yo tena la intencin de llegar a la costa y bordearla hasta que amaneciera,con la esperanza de ver el Sofal y hacer seales para que enviasen un bote abuscarnos.

    Durante toda aquella terrible noche avanzamos en la obscuridad y bajo lalluvia. No omos ningn ruido que indicara que nos estaban persiguiendo,pero tampoco llegamos hasta el mar.

    La lluvia ces al amanecer, y cuando la luz del da ilumin el paisaje.miramos ansiosamente en busca del mar, pero donde creamos que sehallaba slo vimos unas pequeas lomas y un terreno ondulado en el quecrecan algunos rboles y, ms all, una selva distante.

    Dnde esta el mar?me pregunt Duare.

    No lo sle respond.

    En Venus solamente al amanecer y al ponerse el sol es posible orientarse:durante esas horas se puede determinar en qu direccin se halla el soldebido a un ligero aumento de la luminosidad al este o al oeste delhorizonte. El sol estaba elevndose hacia nuestra izquierda y yo supona quedebera encontrarse a nuestra derecha. Habamos tomado la direccincontraria a la debida para llegar al mar.

    El corazn me dio un vuelco en el pecho, pues me di cuenta de que noshallbamos perdidos.

    V

    LOS CANIBALES

    Duare, que haba estado observando atentamente mi rostro, debi habercomprendido la verdad al ver mi expresin de desaliento.

    No sabes hacia dnde est el mar?me pregunt.

    No le respond moviendo la cabeza de un lado a otro.

    Entonces estamos perdidos?

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    Eso temo. Lo siento, Duare; estaba seguro de que encontraramos el Sofaly de que pronto ya no correras ningn peligro. Mi estupidez y mi ignoranciason la causa de todo esto.

    No digas eso, nadie hubiese podido saber en qu direccin avanzaba enmedio de la obscuridad de anoche. Tal vez todava podamos llegar al mar.

    Aunque lo logrsemos, creo que seria ya demasiado tarde para garantizartu seguridad.

    Qu quieres decir? Que el Sofal ya habra partido? me pregunt.

    Claro que existe ese peligro, pero lo que mas temo es que nos capturen losthoranos. Nos buscarn por la costa de la regin donde nos encontraronayer. No son tan tontos para no suponer que trataremos de llegar al Sofal.

    Si llegsemos al mar, nos podramos ocultar hasta que se cansasen debuscarnos y emprendiesen el regreso a Kapdor; luego, si el Sofal todava seencontrase frente a la costa, nos podran salvar.

    Y qu pasara si ya se hubiese hecho a la mar?le pregunt. Sabesalgo acerca de Noobol? Hay alguna probabilidad de encontrar en algunaparte gente amigable que nos ayude a regresar a Vepaja?

    S muy poco acerca de Noobolme contest moviendo la cabeza de unlado a otro, y lo poco que he odo no es bueno. Es un territorio pocopoblado que se supone se adentra bastante en Strabol, la regin calurosa enque ningn forastero puede vivir. Est llena de bestias feroces y tribussalvajes. Existen unos pocos poblados en la costa, pero casi todos han sido

    sojuzgados por los thoranos; y los que an conservan su libertad sonigualmente peligrosos, pues sus habitantes consideran enemigo a cualquierforastero.

    La perspectiva no es prometedorareconoc, pero no nos daremos porvencidos; tenemos que encontrar alguna manera de llegar al mar ysalvarnos.

    Si alguien puede hacerlo, ese eres tme dijo.

    Era agradable or que Duare me dijera una alabanza. Desde que la conoc,solamente una vez me haba dicho otra frase amable, y luego se haba

    retractado.

    Yo podra hacer milagros si me amaras, Duare.

    La joven princesa se irgui arrogantemente, y me dijo:

    No hables de eso.

    Por qu me odias, Duare, si slo te he dado amor? le pregunt.

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    No te odio me replic; pero no debes hablarle de amor a la hija de un jong. Tal vez tengamos que seguir juntos durante mucho tiempo y debestener presente que no debo escuchar palabras de amor de ningn hombre.Tan slo que hablemos ya es un pecado pero, dadas las circunstancias, nopuede remediarse. Ningn hombre, con excepcin de los miembros de mi

    familia y unos cuantos leales servidores de mi padre, me haban habladoantes de que yo fuese raptada de casa del jong. Y hasta que no cumplaveinte aos, cualquier hombre que infrinja esa antigua ley de las familiasreales de Amtor, cometer un pecado y un delito.

    Te olvidasle recordde que un hombre te dirigi la palabra en la casade tu padre.

    Un descarado que debi morir por su temeridadme respondi.

    Sin embargo, no me denunciaste.

    Y por eso soy tan culpable como t me replic, sonrojndose. Es unsecreto vergonzoso que me llevar a la tumba.

    Es un recuerdo glorioso que siempre alimentar mi esperanzale dije.

    Una esperanza falsa que deberas destruirme contest.

    Permanecimos callados durante unos momentos, y luego Duare mepregunt:

    Por qu me recuerdas lo que pas ese da? Cuando pienso en eso, te odio;y no quiero odiarte.

    Eso ya es algole dije.

    Tu desfachatez y tu esperanza se nutren de un alimento muy pobre.

    Tus palabras me recuerdan que seria bueno que tratara de buscar algo quecomer, pues nuestros cuerpos necesitan alimento tambin.

    Tal vez haya caza en el bosqueme sugiri, sealndome el bosque haciael que habamos estado avanzando.

    Si, vamosle dije; luego saldremos de l y continuaremos buscando lacosta.

    Los bosques venusinos presentan un espectculo maravilloso a la vista. Susarboles son de follaje de colores lila, violeta y heliotropo bastante plidos,pero tienen unos troncos de una gran magnificencia. Son de brillantescolores, y muchos de ellos son tan lustrosos que parece que fueron pintadoscon laca.

    En el bosque hacia el cual nos dirigamos crecan arboles correspondientes a

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    las variedades pequeas y su altura variaba entres doscientos y trescientospies, siendo su dimetro de veinte a treinta pies. All no haba ningn rboldel tamao de los colosos de la isla de Vepaja, que se elevaban hasta dos milpies y traspasaban la primera capa de nubes eternas que cubra el planeta.

    El bosque se hallaba iluminado por el misterioso fulgor terrqueo de Venus,as que no estaba sombro ni obscuro como lo estara cualquier bosque deigual tamao de la Tierra en un da nublado. Sin embargo, aunque no puedoexplicar la causa, haba algo siniestro en l.

    No me gusta este lugar me dijo Duare estremecindose ligeramente.No se ve ningn animal ni se oye el canto de ningn pjaro.

    Tal vez los espantamos y huyeronle indiqu.

    No, ms bien creo que los haya espantado algo que se encontraba en ldesde antes que llegsemos.

    A pesar de eso, tenemos que buscar qu comerle respondencogindome de hombros.

    Callamos y seguimos adentrndonos en aquel bosque que, como una mujerhermosa y perversa, era al mismo tiempo terrible y maravilloso.

    Repetidas veces crei haber visto como si algo se moviera por entre lostroncos distantes, pero cuando llegbamos a ellos no hallbamos nadaextrao. Y as continuamos avanzando, y el presentimiento de que un peligroinminente nos amenazaba se fue apoderando de mi.

    rbol. Vi que se movi algo detrs de ese tronco.A nuestra izquierda, algo que slo vi con el rabillo del ojo, me llam laatencin; y cuando me volv para mirar otra cosa desapareci tras unenorme tronco. Duare mir rpidamente a su alrededor y, un instantedespus, grit:

    Estamos cercados!

    Qu es lo que viste?le pregunt.

    No estoy segura, pero me pareci ver una mano velluda. Se mueven muy

    rpidamente y no se dejan ver. Oh, salgamos de este bosque ! Es un lugaraciago, y tengo miedo.

    Muy bienle dije; de todas maneras no parece que aqu haya muchacaza, y, despus de todo, eso es lo que buscamos.

    Al dar media vuelta para emprender el regreso, omos un gritero mediohumano y medio bestial. como si fuera una mezcla de aullidos, rugidos xvoces de hombres. Y luego, de pronto, una veintena de salvajes cubiertos de

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    largos vellos salieron de detrs de los troncos y avanzaron hacia nosotros.

    Los reconoc en seguida, eran nobargans, los mismos salvajes que habanatacado a los secuestradores de Duare y de quienes la haba yo salvado.Estaban armados con rsticos arcos y flechas, y con hondas para lanzarpiedras; pero al acercarse a nosotros me di cuenta de que queranapresarnos vivos, pues no nos arrojaron ningn proyectil.

    Pero yo no estaba dispuesto a dejarme apresar tan fcilmente ni a permitirque Duare cayera en manos de esos salvajes hombres-bestia. Les apuntcon mi pistola de mortales rayos R, y dispar. Algunos cayeron y los demscorrieron a esconderse tras los troncos.

    No dejes que me agarrenme dijo Duare con voz dbil y temblorosa por laemocin. Prefiero que me mates de un disparo cuando veas que ya no hayesperanzas de escapar.

    Me estremec tan slo de pensar en eso, pero sabia que deba hacerlo antesque permitir que la joven cayera en manos de aquellas salvajes criaturas.

    Un nobargan apareci detrs de un tronco y lo derrib con los rayos de mipistola. Luego sus compaeros comenzaron a lanzarme piedras por laespalda, di media vuelta y dispar. y en ese mismo instante una piedra megolpe y ca inconsciente.

    Al recobrar los sentidos lo primero que percib fue un hedor insoportable yluego algo que me raspaba la piel, as como tambin un rtmico bamboleo demi cuerpo. Esas sensaciones las percib muy vagamente durante losprimeros instantes en que comenc a darme cuenta de lo que me ocurra.

    Pero cuando recobr plenamente la conciencia, me di cuenta de que era yoconducido en hombros por un poderoso nobargan.

    La intensidad del hedor de su cuerpo era casi sofocante y el rozamientoproducido por sus gruesos vellos era solamente un poco ms molesto que elbamboleo que su marcha le comunicaba a mi cuerpo.

    Al tratar de resbalarme de sus hombros, el nobargan se dio cuenta de que yoya no me hallaba inconsciente y me dej caer a tierra. A mi alrededor vi lashorribles caras y los cuerpos velludos de los nobargans que despedan aquelinsoportable hedor

    Yo creo que esos seres son los ms inmundos y repulsivos que he conocido.Probablemente son el resultado de uno de los primeros cambios producidosen la escala de la evolucin de las bestias, pero no son mejores que stas. Acambio del privilegio de caminar erguidos sobre dos pies, y de tener libreslas manos y de gozar del don del habla, han perdido todo lo bueno y noblede las bestias.

    Es cierto que creo que el hombre descendi de las bestias y que tard

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    innumerables siglos para poder compararse en desventaja con susprogenitores; sin embargo, en ciertos aspectos, creo que el hombre todavano ha logrado elevarse por encima de ellas, a pesar de la civilizacin de quetanto se envanece.

    Al mirar hacia mi alrededor, vi que un corpulento nobargan arrastraba aDuare por los cabellos, y en ese mismo momento me di cuenta de que mehaban despojado de mis armas. Los nobargan son tan poco inteligentes quede nada les sirven las armas desconocidas para ellos y, por lo tantos las masdeban de haberlas tirado.

    Pero me encontraba desarmado y no poda ver que Duare sufriera aquellaignominia sin que yo hiciera un esfuerzo por ayudarla. Entonces, antes deque me lo pudieran impedir las bestias que se hallaban junto a mi, saltsobre el salvaje que se atreva a maltratar a la hija de un jong, a esa criaturaincomparable que haba despertado en mi las torturas exquisitas del amor.

    Sujet al nobargan de un brazo y lo jal con violencia hacindole dar mediavuelta hasta quedar frente a mi, y sin prdida de tiempo le descargu ungolpe tremendo en la barbilla que lo hizo rodar por tierra. En seguida suscompaeros rieron estrepitosamente al ver su derrota, pero eso no lesimpidi caer sobre mi y vencerme, y les puedo asegurar que los mtodosque emplearon no fueron muy gentiles.

    Cuando el salvaje al que yo haba golpeado se puso de pie, tambaleante, memir fieramente y, lanzando su feroz rugido, se arroj sobre mi. No lohubiese yo pasado muy bien de no haber sido por la intervencin de otros delos nobargans. Era un salvaje sumamente fornido, y cuando se interpuso

    entre mi antagonista y yo, este ltimo se detuvo.Alto!le grit mi aliado.

    Al escucharlo, me asombre ms que si hubiese odo hablar a un gorila.Aquello me daba a conocer por primera vez un hecho etnolgicosorprendente: todos los hombres de todas las razas de Venus (al menos losde aquellas que yo haba conocido) hablaban el mismo lenguaje. Tal vezustedes puedan explicarse eso, yo no. Cuando despus les pregunt a lossabios amtorianos acerca de tal asunto, se mostraron sorprendidos por lapregunta, pues no podan concebir que fuese de otra manera. Por lo tanto,hasta ahora no tengo ninguna explicacin para ese hecho.

    Los idiomas, naturalmente, varan de acuerdo con la cultura de los pueblosen que se hablan. En los grupos humanos que tienen menos necesidades ymenos experiencias acumuladas, se emplean idiomas con menor nmero depalabras que los de los pueblos de mayor desarrollo. El lenguaje de lesnobargans es, quiz, el ms limitado de todos. Unas cien palabras les bastan,pero las palabras bsicas que le sirven de races al idioma son las mismas entodos los grupos tnicos.

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    No te culpes; nadie hubiese podido hacer ms de lo que has hecho porprotegerme y salvarme. Por favor, no creas que no lo reconozco, y te loagradezco.

    No esperaba tanto de Duare, y sus palabras fueron como un rayo de sol queilumin las tinieblas de mi desaliento. Lo anterior es slo un smil de laTierra, pues en Venus no puede verse brillar el sol. Este astro, relativamenteprximo, ilumina brillantemente la capa interior de nubes que rodea elplaneta, pero su luz resulta difusa y no proyecta sombras definidas niproduce fuertes contrastes. El resplandor que desde lo alto alumbra todo, seconfunde con las perpetuas emanaciones de luz de la masa del planeta y elpaisaje resultante parece una hermosa pintura al pastel

    Casi todo el da caminamos y recorrimos una gran distancia a travs delbosque. Los nobargans hablaban poco y casi solamente empleandomonoslabos. No volvieron a rerse, lo que les agradec en mi interior. No esposible imaginarse un sonido ms desagradable.

    Duare y yo tuvimos oportunidad de estudiarlos atentamente durante aquellaprolongada marcha; creo que, tal como yo, la joven princesa tambin sepregunt en silencio si aquellas raras criaturas serian hombres semejantes abestias o bestias semejantes a hombres. Tenan el cuerpo completamentecubierto de pelo, sus pies eran grandes y planos y tanto en los dedos de lasmanos como en los de los pies, les crecan unas largas uas puntiagudas queparecan garras. Todos ellos eran corpulentos y fornidos, con hombros ycuellos tremendos. Su rostro era semejante al de un mandril y tenan los ojosdemasiado prximos, por lo que sus cabezas guardaban ms apariencia conuna cabeza de perro que con una de hombre.

    Haba varias mujeres en el grupo, pero no se notaba ninguna diferenciaapreciable entre stas y los hombres. Se comportaban igual que ellos yparecan convivir en un plano de igualdad; llevaban arcos y flechas, as comohondas y una buena provisin de piedras en bolsas de piel que se colgabanen los hombros.

    Llegamos por fin a un claro que se hallaba junto a un riachuelo; all seelevaba una coleccin de chozas miserables. Estaban construidas con ramasde todas formas y tamaos, reunidas sin guardar ninguna simetra ycubiertas, a la manera de techo, con hojas y hierbas. Tenan una sola entrada

    muy reducida por la que haba que arrastrarse para pasar. Parecanmadrigueras de ratas de monte construidas a una escala mucho mayor.

    En la aldea haba otros miembros de la tribu que, al vernos, se adelantaronhacia nosotros emitiendo alaridos. Era difcil que el jong y los integrantes desu partida pudiesen impedir que nos hicieran pedazos.

    El jong y los que nos haban capturado nos obligaron a entrar a una deaquellas hediondas madrigueras y se quedaron unos guardias a la entrada,

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    creo que ms con la intencin de protegernos de sus compaeros de tribuque para evitar que nos fugsemos.

    La choza en que nos encerraron estaba nauseabunda, pero la tenue luzinterior me permiti ver una corta varilla con la que pude apartar lasinmundicias que cubrian el piso hasta dejar una buena parte de lrelativamente limpia.

    Nos tendimos en el suelo de manera que nuestras cabezas quedaran cercade la entrada para beneficiarnos con el aire fresco que pudiese entrar.Cuando miramos hacia afuera, vimos que unos salvajes cavaban dos zanjasparalelas en la tierra; cada una deba de medir aproximadamente siete piesde largo y dos de ancho.

    Para qu estarn haciendo eso? me pregunt Duare.

    No lo sle contest, aunque sospechaba que aquellas zanjas tenan

    demasiada apariencia de tumbas.Tal vez podamos escapar esta noche, despus de que se duermanme dijoDuare.

    A la primera oportunidad que se presente, lo intentaremosle respond.

    Pero yo no abrigaba la menor esperanza de poder huir. Presenta quenosotros ya no estaramos vivos cuando los nobargans se acostaran a dormir.

    Mira lo que hacen ahorame dijo Duare; estn llenando las zanjas conramas y hojas secas. No ser que nos...

    La joven princesa no pudo terminar de expresar su pensamiento, se lequebr la voz y call estremecindose levemente. Entonces le estrech unamano, y le dije:

    No debemos imaginarnos horrores.

    Pero tema que ella ya haba supuesto lo que yo sospechaba, que las tumbasse haban convertido en hoyos para prender fuego para cocinar.

    Observamos en silencio a los salvajes que trabajaban junto a las dos zanjas.Estaban levantando unos muros de piedra y de tierra, como de un pie de

    alto, a lo largo de cada uno de los lados mayores de cada una de lasexcavaciones; luego, sobre lo alto de los dos pares de muros tendieronpostes a distancias regulares. Poco a poco vimos que ante nuestros ojos dosparrillas quedaron terminadas.

    Eso es horrible murmur Duare.

    La noche lleg antes de que los preparativos estuvieran listos. Despus, elsalvaje jong se acerc a nuestra prisin y nos orden que saliramos. Al salir,

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    nos sujetaron varios hombres y mujeres que estaban provistos de largaslianas.

    Nos arrojaron a tierra y nos ataron con las lianas. Eran muy torpes e ineptos,pues su escasa inteligencia ni siquiera les permita hacer nudos; perolograron su propsito enrollando repetidas veces las lianas alrededor denuestro cuerpo hasta que pareci que seria imposible que nosdesenredsemos aun cuando nos dieran la oportunidad de hacerlo.

    A mi me ataron con ms firmeza que a Duare, pero aun as aquel era untrabajo bastante burdo. Sin embargo, cuando nos levantaron para llevarnoshasta las parrillas paralelas. pens que bastaba para sus propsitos.

    Despus de que nos colocaron sobre las parrillas, toda la tribu comenz aacercarse lentamente hacia nosotros formando un circulo, mientras de lamanera ms rudimentaria un hombre se encargaba de encender el fuego enlas zanjas.

    Los salvajes que nos rodeaban emitan unos extraos sonidos que no erancantos ni palabras, pero creo que trataban de cantar. as como tambinhacan un esfuerzo por expresarse rtmicamente al moverse de manera torpealrededor de las parrillas.

    El bosque, dbilmente iluminado por el misterioso resplandor que brotaba dela tierra, servia de obscuro marco para aquella escena extraa y salvaje. A lolejos se oy el rugido amenazador de una bestia.

    Cuando los velludos hombres cerraron ms el circulo a nuestro alrededor, elnobargan encargado de encender el fuego logr producir unas chispas y se

    elev una delgada columnilla de humo. El salvaje le aproxim unas cuantashojas y hierbas secas al dbil fuego, y sopl; entonces surgi una viva llamay los danzantes prorrumpieron en alaridos Como un eco de aquel gritero seescucharon los rugidos de la bestia que poco antes habamos odo. Sehallaba ms cerca y sus rugidos eran acompaados de los de otras bestiasde la misma especie.

    Los nobargans dejaron de bailar y miraron, temerosos, hacia las sombras delbosque, manifestando su desagrado por medio de gruidos. Luego, el salvajeencargado de encender el fuego comenz a prender unas antorchas que sehallaban junto a el, y conforme se las iba entregando a los danzantes stos

    volvian a emprender su baile.El circulo se redujo y de vez en cuando alguno de los danzantes saltabahacia las parrillas y trataba de encender las ramas que se encontrabandebajo de nosotros. La luz de las antorchas iluminaba la extraa escena yp