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CRW 5386 MINDING FICTION Marco A. Murillo Weekly Responses 1 / Jan. 21, 2015 Jorge sostenía en sus manos el cuadrito de cartón que Eduardo le había dado. Qué absurdo, parecía una escena sacada de lo más común de la película Matrix. “Se llama LCD, es un pequeño alucinógeno, este pequeño cuadro hará que tu cerebro y tu memoria se abran como una flor. Verás las cosas desde nuevas perspectivas”. Jorge se puso el cuadrito en la punta de la lengua, no tardó en disolverse con la saliva. Tenía un sabor amargo, como si probara la cáscara de una naranja. “¿Eduardo estás seguro que esta cosa asquerosa funcionará?”. “No te desesperes Jorge, espera unos minutos y verás” Todo fue esperar unos 20 minutos y Jorge ya se encontraba como en un sueño. Poco a poco fue excitándose su mente y su memoria como por la mano de alguna extraña curiosidad. La misma sensación de un recién nacido que comienza a descubrir las cosas del mundo. Y es que eran las cosas de siempre, el depa solitario de Jorge, su sala apenas habitada por una mesa, un par de muebles, el librero, y las lluvias diarias de verano. Era volver a mirar todo, ajenamente humano. Eduardo, acostumbrado ya a las drogas, en especial a los alucinógenos, estaba allí, en ese momento preciso, para asistir a

Descartes

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Una reflexión sobre descartes.

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Page 1: Descartes

CRW 5386 MINDING FICTION

Marco A. Murillo

Weekly Responses 1 / Jan. 21, 2015

Jorge sostenía en sus manos el cuadrito de cartón que Eduardo

le había dado. Qué absurdo, parecía una escena sacada de lo

más común de la película Matrix.

“Se llama LCD, es un pequeño alucinógeno, este

pequeño cuadro hará que tu cerebro y tu memoria se abran

como una flor. Verás las cosas desde nuevas perspectivas”.

Jorge se puso el cuadrito en la punta de la lengua, no

tardó en disolverse con la saliva. Tenía un sabor amargo, como

si probara la cáscara de una naranja.

“¿Eduardo estás seguro que esta cosa asquerosa

funcionará?”.

“No te desesperes Jorge, espera unos minutos y verás”

Todo fue esperar unos 20 minutos y Jorge ya se

encontraba como en un sueño. Poco a poco fue excitándose su

mente y su memoria como por la mano de alguna extraña

curiosidad. La misma sensación de un recién nacido que

comienza a descubrir las cosas del mundo. Y es que eran las

cosas de siempre, el depa solitario de Jorge, su sala apenas

habitada por una mesa, un par de muebles, el librero, y las

lluvias diarias de verano. Era volver a mirar todo, ajenamente

humano.

Eduardo, acostumbrado ya a las drogas, en especial a los

alucinógenos, estaba allí, en ese momento preciso, para asistir a

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Jorge en su viaje a la apertura de la flor de la mente, puesto que

no vaya a salir algo mal.

Jorge, asombrado de todo, se levantó y tomó uno de sus

libros, era Canto a mí mismo de Walth Withman. Lo abrió en la

primera página, palpó la textura de la hoja y de las letras como si

de un braile sordo se tratara, y sintió que movía lentamente los

labios y leía, como susurrando al oído del libro:

Y lo que yo diga ahora de mí, lo digo de ti,

porque lo que yo tengo lo tienes tú

y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.

Eduardo lo miraba fijamente: había pasado los últimos

10 minutos sosteniendo el libro, sin voltear la página.

“¿Jorge, estás bien?”

“No, le contestó, no estoy bien. Jamás había entendido.

Los átomos, yo, tú. La lluvia de afuera que cae con sus propios

átomos y no logra tocarnos.”

“Veo que el viaje te está llamando”

Jorge dejó el libro, fue a sentarse en el sofá y empezó a

mover los brazos como mirándoselos fijamente.

“¿Por qué te miras los brazos, pasa algo?” Preguntó

Eduardo.

“No me miro los brazos, miro la sombra que producen

contra el suelo. A veces me pregunto si ese otro yo que imita

mis movimientos será bueno o malo. O cuales son las razones

de seguirme a todos lados.”

Jorge se levantó bruscamente y salió corriendo. Quería

que el otro Jorge, su sombra, se despistara y quede sentado en el

sofá, sin darse cuenta a dónde había quedado su eterno

Page 3: Descartes

encadenado. La lluvia no era intensa, pero lograba empapar con

sus gotas la camisa de Jorge.

“Rayos Eduardo, le dijo mientras este salía de la casa,

talvez he estado equivocado y el verdadero Jorge es quien hace

las veces de mi sombra. Lo viste, sabe cada uno de los

movimientos que haré.”

“Lo que tú quieras amigo, dijo Eduardo riéndose,

entremos a la casa, que no quiero que pesquemos un resfriado.

A demás aún faltan varias horas para que pase el efecto del

LCD. Ya tendrás tiempo de descubrir los misterios de tu

existencia”.