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El surrealismo de los virus / CIENCIORAMA 1
El surrealismo de los virus
Edgar Reyna Rosas
Construir objetos tiene distintos grados de complejidad, hay algunos cuya
construcción es interminable porque su complejidad es inmensa. Quien
pretende construirlos tiene una obsesión en perfeccionar su obra y esto
está muchas veces íntimamente relacionado con el detallismo, la simetría y
la composición del objeto. En algunas pinturas del arquitecto y pintor
mexicano Pedro Friedeberg se observan figuras geométricas con estas
características. Uno puede detenerse en ellas largo tiempo y apreciar
detalles que llegan a hipnotizarnos, tal vez porque en raras ocasiones
tenemos contacto con piezas de este tipo. Incluso se les ha llamado
pinturas surreales, sugiriendo que objetos de este estilo sólo pueden existir
en la mente y no en la realidad.
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Imágenes de pinturas de Pedro Friedeberg.
Intentar construirlas como objetos tridimensionales sería arriesgarse a algo
casi imposible, al menos para muchas personas. Por eso lo surreal tiene
sus límites, sus estándares y sus intenciones. También en la naturaleza hay
estructuras muy complejas que nos cuesta entender y que se desarrollan
por procesos distintos a los de la mayoría de sus componentes y esto
hace creer que lo que pensamos imposible sí puede existir. Los virus son
seres casi imposibles de concebir y por ser invisibles al ojo humano son
difíciles de apreciar, no obstante con la ayuda de la tecnología hemos
podido observarlos y maravillarnos de sus formas y de lo distintos que
son de la mayoría de los organismos en el planeta.
Encrucijada entre el arte y la ciencia
La creación del microscopio sirvió para revelar un mundo desconocido y
asombroso y su impacto influenció dramáticamente el arte en la década
de los 20. El artista suizo alemán Paul Klee se preguntaba en 1925:
“¿Acaso no es verdad que el menor vislumbramiento a través del
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microscopio revela imágenes que podríamos considerar fantásticas o sobre-
imaginativas, que si las viéramos accidentalmente en algún otro lugar
careceríamos de un sentido para entenderlas?”.
Las imágenes a las que se referían Klee y demás artistas de ese
momento mostraban simetrías, balances y secuencias rítmicas provenientes
de microorganismos, texturas de árboles, y alas de mariposas. Todas ellas
hacían ver que hay un grado de ordenamiento matemático en la
naturaleza que otorga belleza a las cosas, un tema que también trata el
autor Aidan Nichols en el libro Lost in Wonder: EssaysonLiturgy and the
Art.
Imagen de un pétalo tomada por microscopía (izquierda) y de un hongo por fotografía
(derecha).
Por otro lado, algunos científicos pertenecientes a la corriente materialista
del pensamiento se oponían a esta visión, pues sostenían que la materia
es lo esencial y está desvinculada de cualquier estado de conciencia y por
lo tanto de una concepción de belleza. Para ellos los organismos eran
meras máquinas complejas cuya organización es determinada estrictamente
por leyes físicas y químicas, y no obedece a ningún otro tipo de rigor, por
ejemplo, al estético.
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Esto podría parecer una batalla silenciosa entre el arte y la ciencia.
El arte que se inspira en las maravillas que se pueden obtener a través
del microscopio para plasmarlas en un lienzo; y la ciencia que lucha por
desligarse de concepciones subjetivas como la idea de una
intencionalidad funcional o predeterminada en la naturaleza. Sin embargo
la misma naturaleza juega en ambos sentidos.
Las reglas para construir un organismo
Se pueden hacer muchas consideraciones científicas sobre la forma de los
objetos en la naturaleza, cosas tan generales como que en el universo las
cosas tienden a la desorganización o entropía. Aunque los objetos que
vemos en la naturaleza, sin importar su forma, van en contra de la
entropía. Además, a nivel microscópico la materia se comporta con otras
reglas empezando por las de la unión entre átomos de acuerdo a los
distintos grados de fuerza que permiten que éstos se ensamblen como
sucede en los enlaces covalentes, los iónicos, las fuerzas de Van der
Waals y las puentes de hidrógeno, entre otras muchas formas. Cada uno
de estos ensamblajes da un arreglo específico a los compuestos o
sustancias que conforman un objeto vivo o no. Por otro lado, la
interacción con el agua modifica la forma y composición de un compuesto
o proteína debido a que no todos los compuestos son tolerantes a ella.
Esto ocasiona que existan moléculas afines al agua (hidrofílicas) o que no
puedan estar en contacto con ella (hidrofóbicas) y que partes hidrofóbicas
estén embebidas en partes que sí son tolerantes al agua (figura 1). Todas
estas reglas o condiciones que forman un ente u organismo hacen pensar
que la forma que observamos es la única que puede existir como
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resultado de un posible estado de parsimonia; o sea el menor grado de
gasto de energía para lograr el estado óptimo.
Figura1. Esquema representativo de distintas estructuras que adoptan los fosfolípidos al
estar en contacto con el agua, debido a que presentan un extremo hidrofílico y otro
hidrofóbico.
Pedro y los virus
Los dibujos de Pedro Friedeberg son difíciles de asimilar; la mayoría
contienen infinidad de objetos. Algunos se limitan a mostrar figuras
geométricas obsesivamente detalladas, con relieves, colores, tamaños y
volúmenes que provocan vértigo; otros son variaciones de cuerpos
poliédricos con componentes que los hacen muy complejos.
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Imagen de una pintura tomada de la exposición Pedro Friedeberg: arquitecto de
confusiones impecables, México, 2009.
Pedro se opone al funcionalismo racionalista que para diseñar un objeto
toma en cuenta su propósito o función y se basa en formas simples. Son
ejemplos de este funcionalismo las construcciones arquitectónicas. En la
pintura de Pedro hay objetos que difícilmente hemos visto en nuestro
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entorno y sin un contexto o posible función. Uno pensaría que son
producto de su imaginación y obsesión perfeccionista, sin embargo la
forma geométrica de sus objetos es muy parecida a las cápsides de virus
que se obtienen mediante reconstrucciones con diversos métodos, uno de
las más usuales es la crio-electro microscopía en la que los virus se
congelan y se fotografían para formar modelos tridimensionales con ayuda
de programas matemáticos computacionales (figura 2).
Figura.2. Proceso de formación de modelos virales por medio de crio-electro microscopía.
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Construyendo Arquetipos
James Watson y Francis Crick propusieron en 1956, al ver las formas
esféricas de los virus obtenidas por microscopia electrónica, que esta
apariencia se debía a la capacidad limitada de su genoma para producir
proteínas, que daba lugar a que las cápsides se formaran con un costo
mínimo de energía y escasos componentes, dando como resultado una
construcción repetitiva. Esta propuesta contemplaba interacciones estrechas
entre las proteínas que permitían un mejor aislamiento del genoma y que
darían lugar a cápsides con una simetría helicoidal o icosaédrica.
Modelos computacionales de las cápsides de distintos virus.
Las estructuras icosaédricas de las cápsides tienen 20 caras triangulares
donde la mínima cantidad de proteínas por cada cara es 3, dando un
total de 60 proteínas en la cápside más pequeña. Para hacer una cápside
más grande el arreglo es proporcional, se obtiene entonces la cantidad de
proteínas multiplicando 60 por el número de subunidades que presenta
cada cara del icosaedro; éste es el llamado número de triangulación
creado en 1962 por Caspar and Klung. Este arreglo hace que las cápsides
vayan creciendo en múltiplos de 60 subunidades, como sucede en los
dibujos de Friedeberg. En ambos casos aumenta la complejidad conforme
aumenta el tamaño de la figura geométrica.
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Imagen de una pintura tomada de la exposición Pedro Friedeberg: arquitecto de
confusiones impecables, México,2009.
Con base en lo anterior, si consideramos la función de las cápsides de
proteger al ADN, además de que su composición, arreglo y cantidad de
proteínas que las forman están directamente determinados por la
capacidad del genoma viral para producirlas, tendríamos una postura
funcional-racionalista. Lo cual haría suponer que la formación de las
cápsides nada tiene de extraordinario ni surreal, pues está completamente
determinada por el genoma del virus y asociada estrictamente a su
función protectora. A pesar de ello, hay varios ejemplos de cápsides donde
se hacen excepciones a esta regla, mostrando que la función puede
obviarse porque desconocemos si hay algún otro objetivo que se cumpla
en su formación, y entonces podríamos pensar que ésta sólo tiene un
propósito estético.
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Imagen de cápsides de distintos virus tomadas por microscopía.
El caso de la formación de la cápside del virus del papiloma humano
(VPH) sirve para sustentar lo anteriormente planteado. Este virus de
cápside icosaédrica presenta una simetría siete (T=7), lo cual quiere decir
que 420 proteínas componen su envoltura, que está compuesta de dos
proteínas llamadas L1 y L2. Se puede considerar a L1 como la proteína
representativa debido a su abundancia. Durante un estudio de la proteína
L1 dentro de una célula y en ausencia de los demás componentes de VPH
(incluido el genoma), se observó que era capaz de formar cápsides. Esto
es algo sorprendente ya que no había genoma que proteger, ni virus que
procrear; las cápsides quedaban vacías pero perfectamente ensambladas
aunque no tuviera sentido su formación. La causa de este fenómeno se
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debe a factores químicos que hay en ese momento en la célula (pH,
uniones covalentes, fuerzas iónicas, entre otras).
Este hecho las hace converger con los objetos creados por
Friedeberg, donde la función queda de lado y la estructura es más
importante. La naturaleza parece ser en este caso igual de obsesiva que
este artista surrealista, creando estructuras de formas complejas por el
simple hecho de que puede hacerlo y mostrando estos sucesos como
parte de la vida.
Todas estas estructuras pueden ser tomadas por un espectador de
la manera que mejor le parezca. Para el caso de los científicos, el
descubrimiento de cápsides vacías ha servido para la creación de vacunas
en contra del VPH. Para los artistas, las pinturas de Friedeberg son parte
de un movimiento artístico, de un contexto social o muestra de un gusto
particular, como el del movimiento artístico “Los Hartos”. Para mí son una
prueba de que las coincidencias no existen y que los procesos biológicos
pueden ser tan caprichosos como la mente de una persona surrealista.
Bibliografía
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2011.
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Nelson, D. L. Lehninger, A. L. Cox, M. Lehninger Principles of Biochemistry. 5°
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