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Epoché Epoché o Epojé es una voz griega (Academia Platónica o Nueva Academia [Arcesilao y Carnéades] y Escépticos [Enesidemo y Sexto el Empírico] que designa la suspensión temporal del juicio: “es el estado de reposo mental por el cual ni afirmamos ni negamos”, un estado mental que conduce a la imperturbabilidad (sin perturbaciones) o ataraxia (ausencia de inquietutd, tranquilidad de ánimo, equilibrio permanente en el alma y en el cuerpo [Epicuro]) “En la ‘tesis natural’ la consciencia está situada frente al mundo en tanto realidad que existe o está siempre ‘ahí’. Al cambiarse esta tesis se produce la suspensión o colocación entre paréntesis no sólo de las doctrinas acerca de la realidad, y de la acción sobre la realidad, sino de la propia realidad. Ahora bien, éstas no quedan eliminadas, sino alteradas por la suspensión. Por lo tanto el ‘mundo natural’ no queda negado ni se duda de su existencia (por lo que no es comparable a la duda cartesiana, ni a la suspensión escéptica del juicio, ni a la negación de la realidad de algunos sofistas, ni a la abstención de explicaciones [propugnada, en nombre de una actitud libre de teorías y supuestos metafísicos, por el positivismo de Comte]” Epoché no es un estado mental de abstención, eliminación o negación sino más bien al reconocimiento de la posibilidad de que algo sea cierto... o no [Sexto el Empírico]. Según Husserl, sólo a través de un estado epoché es posible constituir la consciencia pura o trascendental, porque elimina la cerrazón e invita a la apertura mental, que lleva a la iluminación del conocimiento. La única forma de visión que permite percibir la grandeza de todas las cosas... Grandeza que se manifiesta, e integra en nosotros, a partir del mismo instante en que podemos sentir su infinita bondad, su infinita belleza... Ambas se muestran ante nuestro (atónito) campo de visión como consecuencia de que hemos visto todas sus relaciones, todas sus interrelaciones... Hay bondad en la cooperación... Todo es en relación a nuestras relaciones. Todo existe gracias a lo que existe. Hay belleza en la interacción... Observemos lo que hay con la mente callada... a la flor amarilla que se mece en el prado: si hay silencio en nuestras mentes, podremos percibir la belleza de todas las fuerzas que la hacen ser . Sabremos que este ser es bello en la medida que alcancemos a percibir su belleza. Sabremos que este ser es infinitamente bello en la medida que alcancemos a percibir la infinitud de su belleza y accederemos a su infinitud en la medida que seamos capaces de ver todas las relaciones que interactúan en su existencia. No será necesario que sepamos el nombre de todos los minerales ni de los componentes que hacen posible su existencia (ni el de todas las energías que la nutren, que la viven), ni el de los enzimas, de las células, de la composición del agua, del sol, del rocío, de la humedad, de la sequedad... No hará falta que conozcamos el proceso de la fotosíntesis ni su culminación en el frescor verde de la clorofila... No es necesario... percibiremos su grandeza y belleza en el preciso instante que descubramos que estas

EPOJE

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Epoché o Epojé es una voz griega (Academia Platónica o Nueva Academia [Arcesilao yCarnéades] y Escépticos [Enesidemo y Sexto el Empírico] que designa la suspensióntemporal del juicio: “es el estado de reposo mental por el cual ni afirmamos ninegamos”, un estado mental que conduce a la imperturbabilidad (sin perturbaciones) oataraxia (ausencia de inquietutd, tranquilidad de ánimo, equilibrio permanente en elalma y en el cuerpo [Epicuro])

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Epoché

Epoché o Epojé es una voz griega (Academia Platónica o Nueva Academia [Arcesilao y Carnéades] y Escépticos [Enesidemo y Sexto el Empírico] que designa la suspensión temporal del juicio: “es el estado de reposo mental por el cual ni afirmamos ni negamos”, un estado mental que conduce a la imperturbabilidad (sin perturbaciones) o ataraxia (ausencia de inquietutd, tranquilidad de ánimo, equilibrio permanente en el alma y en el cuerpo [Epicuro])

“En la ‘tesis natural’ la consciencia está situada frente al mundo en tanto realidad que existe o está siempre ‘ahí’. Al cambiarse esta tesis se produce la suspensión o

colocación entre paréntesis no sólo de las doctrinas acerca de la realidad, y de la acción sobre la realidad, sino de la propia realidad. Ahora bien, éstas no quedan eliminadas,

sino alteradas por la suspensión. Por lo tanto el ‘mundo natural’ no queda negado ni se duda de su existencia (por lo que no es comparable a la duda cartesiana, ni a la

suspensión escéptica del juicio, ni a la negación de la realidad de algunos sofistas, ni a la abstención de explicaciones [propugnada, en nombre de una actitud libre de teorías y

supuestos metafísicos, por el positivismo de Comte]”

Epoché no es un estado mental de abstención, eliminación o negación sino más bien al reconocimiento de la posibilidad de que algo sea cierto... o no [Sexto el Empírico].

Según Husserl, sólo a través de un estado epoché es posible constituir la consciencia pura o trascendental, porque elimina la cerrazón e invita a la apertura mental, que lleva

a la iluminación del conocimiento.

La única forma de visión que permite percibir la grandeza de todas las cosas... Grandeza que se manifiesta, e integra en nosotros, a partir del mismo instante en que podemos

sentir su infinita bondad, su infinita belleza... Ambas se muestran ante nuestro (atónito) campo de visión como consecuencia de que hemos visto todas sus relaciones, todas sus interrelaciones... Hay bondad en la cooperación... Todo es en relación a nuestras relaciones. Todo existe gracias a lo que existe. Hay belleza en la interacción...

Observemos lo que hay con la mente callada... a la flor amarilla que se mece en el prado: si hay silencio en nuestras mentes, podremos percibir la belleza de todas las fuerzas que la hacen ser. Sabremos que este ser es bello en la medida que alcancemos a percibir su belleza. Sabremos que este ser es infinitamente bello en la medida que alcancemos a percibir la infinitud de su belleza y accederemos a su infinitud en la medida que seamos capaces de ver todas las relaciones que interactúan en su existencia.

No será necesario que sepamos el nombre de todos los minerales ni de los

componentes que hacen posible su existencia (ni el de todas las energías que la nutren, que la viven), ni el de los enzimas, de las células, de la composición del agua, del sol, del

rocío, de la humedad, de la sequedad... No hará falta que conozcamos el proceso de la fotosíntesis ni su culminación en el frescor verde de la clorofila... No es necesario...

percibiremos su grandeza y belleza en el preciso instante que descubramos que estas

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relaciones existen. Que todas estas relaciones son la sencilla (por esencial, por

auténtica, con toda su grandeza y pequeñez) flor amarilla mecida en el prado. Descubrir que nada existe por sí mismo y que todo depende de todo, abre nuestro campo de visión.

La Actitud Epoché: Interrumpir el Pensamiento

La epoché o epojé, es un estado mental en el que suspendemos temporalmente toda opinión, juicio, interpretación, explicación o valoración… en definitiva, todo tipo

pensamiento. Este saber ‘aparcar’ temporalmente nuestro pensamiento es la principal herramienta de la empatía. Sin ella, la percepción de la realidad del otro no será más

que una mera ilusión: una interpretación o invención de nuestra mente.

Tenemos tendencia a creer que es imposible parar el pensamiento y ésta, como tantas otras, es una falsa creencia. La acción de pensar pertenece al ámbito de la emisión.

Cuando pensamos es como si nos estuviéramos hablando sin voz. Nuestra mente automática está constantemente explicándonos lo que pasa, relatándonos los sucesos,

opinando, evaluando, enjuiciando… De hecho, pensar es hablarnos a nosotros mismo, sólo que las palabras casi nunca llegan a alcanzar el exterior.

A lo que se invita a través de la actitud epoché es a recibir, que es justo lo contrario que emitir. La epoché se da en estados de atención plena, de interés arrebatado (arrebato o arrobo), como cuando estamos sumergidos o presos en la lectura de un libro que vierte en nosotros el relato de otro, atrapándonos en su trama.

Imaginemos que estamos leyendo un libro muy interesante y que se nos cruza un

pensamiento que distrae nuestra atención. Si seguimos pensando sin dejar de leer, tarde o temprano tendremos que volver hacia atrás, justo en el punto en el que

apareció el pensamiento que nos “interrumpió” la lectura, puesto que pensar (emisión) y leer (recepción) son dos acciones que no podemos realizar de manera simultánea. Podemos seguir leyendo mientras pensamos en otra cosa, sí, pero sin enterarnos ni comprender las palabras ni los contenidos de aquello que estamos leyendo.

Éste es un claro ejemplo de silencio mental o de la actitud de receptividad en el que nos sumergimos cuando estamos entregados de manera total, concentrados y en el que podemos observar el efecto de distracción del pensamiento.

Son muchos los estudios que dan cuenta de los enormes beneficios que suponen estos

momentos de silencio mental: una auténtica gimnasia para nuestro cerebro y para nuestra mente. Conseguirlo requiere un cierto esfuerzo por nuestra parte ya que

deberemos adiestrarnos y aprender a dejar de juzgar constantemente, a dejar de clasificar, de evaluar, de opinar, de interpretar, de explicarnos, en definitiva, de pensar

o de parlotear con nuestra mente. Imaginémonos ante una hermosísima puesta de sol, saboreándola y apreciándola desde

una atalaya privilegiada. Aceptamos lo que vemos y nos maravillamos, entregándonos al instante, sin más, extasiados ante la contemplación de tal belleza.

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Otra situación bien distinta se daría en el caso de que empezáramos discurriendo “en

realidad es un bonito ocaso, pero la nube de la izquierda quedaría mucho mejor un poco más alta y colorada, aumentando la gradación... y si aquellas nubes se abrieran un poco para que pudieran caer unos rayos de este maravilloso sol en aquel claro de allá...”.

En el primer caso hay silencio mental, actitud epoché, observación libre de todo juicio y opinión, aceptación y apreciación de lo que hay. En el segundo caso observamos claramente cómo se expresan los condicionantes y las barreras, el rechazo, la negación o una cierta resistencia a aceptar simplemente lo que hay, por lo que disminuye nuestra capacidad para poder apreciarlo y vivenciarlo adecuadamente.

Esto es lo que nos ocurre cuando estamos en relación con alguien a quien estamos

constantemente juzgando, valorando, clasificando e interpretando... obtenemos una imagen falseada de él, distorsionada, que no corresponde a su realidad, si no a nuestra

explicación de su realidad. Una vez más descubrimos que el mapa no es el territorio.

Cabe recordar que la epoché es una interrupción temporal, determinada en el tiempo y en ello estriba su valor, ya que nuestras capacidades de reflexión, de juicio, de criterio,

de valoración, etc. se ven aumentadas en este ejercitarse constante, alternando estos dos estadios mentales (atención-reflexión).

Aceptar al otro nos beneficia ya que reduce nuestras resistencias y disminuye las barreras y los condicionantes que operan en la relaciones. Cuando aceptamos al otro lo

aceptamos como lo que es, con todo lo que es (lo que expresan sus acciones) y posibilitamos una relación positiva con él, de claro reconocimiento y consideración.

Para entrenarnos en la actitud epoché habrá que:

ser capaces de contemplar también como posibles aquellos juicios y opiniones que contravengan los nuestros.

aprender a distanciarnos y a no apegarnos a nuestras propias ideas o maneras de ver, preguntarnos si la cosa podría ser distinta a cómo la vemos

cuando creamos que tenemos razón, consideremos que podríamos no tenerla y cuando creamos que no tenemos razón consideremos que podríamos tenerla

cultivar acciones que nos adiestren en la absorción, en la entrega y en el arrobo: lectura, concentración en el estudio, audiciones de música de calidad, contemplación, observación de la naturaleza con la mente callada...

darnos cuenta del momento, tomar consciencia de él, percibir el instante desde sus máximos aspectos, considerar todas las realidades posibles, todos los mapas

desapegarnos del yo, de nuestras identificaciones, de nuestras creencias, saber poner distancia entre el que observa y lo observado e intentar neutralizar la

visión, acallarla emocionalmente para no condicionar la respuesta ni la información que entra (input)

reflexionar, ejercitar la mente que analiza, la que observa con frialdad y medita, contrastando las respuestas; la que nos forma el criterio y nos dota de capacidad

de decisión

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descubrir que no tenemos más que unas pocas respuestas y que nuestra

ignorancia es grande, descubrir al otro como fuente de conocimiento, apreciarlo como parte de uno mismo, engrandecerse y mejorar, personal y profesionalmente, a través de unas buenas relaciones (de calidad) con los demás

comprender el sentido de la entrega: aprender a hacer cosas de manera incondicional, sin esperar nada a cambio, hacerlas por gusto, por placer, porque nos agradan y apreciar el esfuerzo realizado, relacionándolo con el beneficio obtenido (bienestar interior)

conocer nuestras respuestas emocionales y gestionarlas, modificándolas y superándolas cuando nos muestren su vertiente destructiva o perjudicial e impulsándolas cuando nos beneficien.

...

El estado epoché nos capacita para un saber recibir pleno que fusiona emisión y

recepción, transformándonos en una persona capaz de percibir más allá de su realidad hasta alcanzar la realidad del otro, porque no está, porque se ha vaciado (suspensión

temporal de todo juicio u opinión) y se ha preparado para recibir, disponiéndose a aceptar otra realidad distinta.

La información que entra cuando nuestra mente está callada no va a perderse por culpa de este silencio, al contrario, porque el otro nos va a entrar de una manera muy sutil,

muy tenue, muy insinuada, porque queremos ir más allá de lo evidente, y necesitaremos esta calma interior para poder captar el más mínimo detalle. A este

instante epoché, con la carga de todo lo percibido, puede sucederle un instante de reflexión y de análisis, darse cuenta (más percatación), volver a la reflexión... y todo ello

en fracciones de segundo (ahora que ya sabemos que nuestro cerebro está más que capacitado y que tenemos mucho potencial por desplegar).

Lourdes Tebé (2003)