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Segundo número
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IIEXTRAPOÉSIA
abril y medio de dos mil doce
extrapoésia editores
Impreso en la calle Monroe cinco mil trescientos veinticuatro de la Ciudad Au-tónoma de Buenos Aires y como tirada de cien ejemplares hacia abril y medio de dos mil doce. Es una revista de edición argentina para la cual queda hecho el depósito que previene la ley once mil setecientos veintitrés.
No; no tiréis de mí, sombras perdidas;de mi lengua abierta igual que un río.
Ricardo Molinari
Índice
Dadogritos, 5Bravura
Debo alcanceDebo ánguel
Poema sobre piel...Soy pendiente
Postración, 14Soneto a Juan de Salinas
Días de Viaje, 16Anoche hizo frío
éramos muchosMamá va adelante
Albores, 24Lugubré
FugaA Viguilia
Va Filosófia, 32Barrenechea, su minimalismo pedagógico
Barrenechea, su concepto del ser-ahíBarrenechea, sus problemas de actualidad
5
Dadogritos
Maximiliano Tossenberger
6
Bravura
Sobre alar el mar en trece de esloraa mí yo el capitán porque hay tifonesrumbo el rato, rumbo puerto, rumbo rotosin honestas pretenciones de amarrar
soy la brúxula de escollos del errantela música al remen a tiro de lluvialuciré las tientas desos pasos que ceguéparalar al obligarme un no destino
y soy lo estaba náufrago de hundidoy sólo me alzaré cuando no hay tiempoy sólo seré cuando hayas ido astroasí podiendo venerar pero de lexos.
7
Debo alcance
I
Sus rostros todos pero vilos cómo y¿qué sobre los feboléleos?¿aquel tan bandeónono triste?¿qué de aquel blao de fundo promar?
Hubo uno de no te estoy viendoy de lexos hubo tantos que¿cómo le explico el semblantesi hubo además un no rostro?
¿y qué de los crisólicos?¿los alantes?los inoguenarioslos misófoboslos gálaxos loslos tantoscarajo inadyectivables
8
II
sólo soy un dadogritosólo soy si solosólo sido¿qué hago de tu falto nombre?sé que yo hablo solo
sólo escribo¿cómo nombro?
si yo sólo explico queexpreso que acá yo te aúllosolo aunque sólo es murmulloa veces yo ruxohay veces que cantoyo escupo solo ysólo yo a vos te acariciote arrullo lo intento en mi vozcontando las veces que callo
yoibáblarteibapoémar me di cuenta que una vez te vi llorando
9
III
Sé que debo un desólo uno es pocoel del me di cuentafue de estar temblando
Me di cuenta quéy ya le debo otroéste dexo sólosin disculpa y porque
quiero una deuda de tantasuna que pueda explicarle
10
Debo ánguel
Dexome feroz, ignito como un démonocomodevora uno de los míos:crepitando Ella dixo revuelta en pareo de astrosella que hoy rasgo memoria sin uñasella blancodemonada y yo lisérguicosalivando vidrio dentre cuarzo y caracolas
ella ques la evolución de los imanesque suele llenarse de intentos y pasos perdidosques mil caminos sin posible caminanteque maldixo que lo séque le debo ánguelque yo no la voy a amary una vez le dixe que es como la música.
11
Poema sobre piel como palabra y pretendía ser café después de dios porque no espera y quise luz pero no cae y resbalando no acaricia la ventana fue poema sobre el vidrio pero entonces el detrás en el paraguas en la mano al resbalar
Llovía.
12
Soy pendiente
Lamento mi soy y diría,yo abusaría del prontode haber electo lo sidoánguel quizás no lo sé
quisiese yo ser ni los blancos nolafénolasalas lapalabraesa ánguel
y cualquiese que no pueda arrodillarse muerasémoriría yo las veces que hagan faltasea por ánguel, piel, llovía
14
Postración
Rodrigo Sebastián de la Fuente
15Como angelito se entierraCon cánticos y alegrías.
Soneto a Juan de Salinas Provocado el autor con una adoración para que copie, sus amigos pujan por moverlo con cumplidos y barajas, y éste, para disimular lo que veía, puso semblante más caro, y gracioso aferrose a la condición que ya sin culpa lo tenía. Removida ya su pretensión por desconocer el oficio, y otro tanto por resignación, el autor prefiere darse por bueno que por lindo, de lo que recurre a Juan, que le sostiene el apetito. Y, de este extremo, queda hecho un soneto que le sigue:
Humano decirle que lo admiro, más humano valdría si lo quiera,mas más aún reírlo por la vera,cortante del calibre de su giro.
Mucho le ocurrió; salvo el retiroque su España nunca comprendierapor su fama que no hubo do cabiera,contraria a su genio y a su tiro.
¿Me explica usted cómo su décimaresuelve prolija y se acomodaa semejantes vuelcos y asperezas?
En tanto, no repita la pésimacontestación suya que incomoda:lo que perdieron por naturaleza.
16
Días de Viaje
Lucas Ryan
17...el mismo bosque siempre con hambrey esa inútil cólera que le torcía la boca. Anillo de Moebius
Anoche hizo frío
Hoy se está mejor, aunque sigue nevando. Es una nie-ve dura, compacta, no del todo blanca. A la noche no nieva, pero es cuando más frío hace. El sol sale temprano y entonces conviene marchar, cuando ya no hiela. Hay que tener cuidado, a la luz te ven fácil. También al revés. A la mañana, de hecho, me encontré con una: la agarré por atrás y le hundí la bayoneta con fuerza, justo en el medio. Cayó en la nieve sin morirse, la muy hija de puta. Tuve que rematarla. Con el cortaplumas le saqué un pedacito de tela, de los que colecciono. Voy más de cien. Los guardo en un bolsillo del chaleco; a la mayoría no me la acuerdo. Llevo tiempo haciendo esto. Sé que, cuando me toque a mí, alguien va a encontrar ese montón de tela, aunque no creo que entienda. Va a quedar enterrado como todo lo demás, en la nieve. El primer día que vi una fue no mucho antes de cum-plir los doce. Estábamos en casa, mi viejo y yo. Él se ocupaba de educarme y de que ellas no entraran. Yo no sabía quiénes eran y él apenas las nombraba. No podía imaginarme por qué nunca se salía de la casa. Un día, después del almuerzo, entraron. Al viejo lo tiraron al piso y lo mataron a golpes; a mí me dejaron ahí, para que me pudra con él. Me pasé la noche llorando, me acuerdo. Al día siguiente uno de los amigos del viejo vino y me llevó; desde entonces fueron sus amigos los que se encargaron de educarme. Todavía queda alguno vivo, seguro, pero a la ma-yoría la agarraron. Otros se murieron de fiebre. Al principio cuesta acostumbrarse, nos matan fácil. Los grupos son grandes pero la gente va y viene. Así no se pue-
18de querer a nadie. Ahora estoy con un grupo más bien chico, de diez u once personas. Por lo general camino con una mujer y su chico, que me hace acordar a mí. Me mira como si fuese su pa-dre; también mira el rifle que llevo, pero no dice nada. A veces, cuando la madre hace de guía, lo llevo de la mano y le cuento historias, para distraerlo. Me divierte. Igual, como todos, se va a morir. Hace cosa de tres días la espalda se le puso muy roja. Los amigos de mi viejo eran de los mejores. No eran muchos, pero sabían cómo defenderse. A los trece me dieron un arma. Me enseñaron a esconderme y a matarlas. Me acuerdo de la primera: la agarraron ellos, la ataron y me dejaron meterle la navaja: hizo mucho ruido y me costó darle al medio, pero al final pude. Después de eso me enfermé. Fue la única vez que nos pasamos más de un día en el mismo lugar. A los diecisiete estuve en mi primer grupo. No cono-cía a nadie, pero tampoco importaba demasiado. Éramos unos treinta y pocos sabían cómo usar un arma. Yo ya había mata-do unas cuantas, aunque todavía me daban algo de impresión: cuando se las mata caen a plomo y se retuercen, como un bicho pisado. Fue en ese grupo que conocí a una chica, de mi edad, que también viajaba sola. Empezamos como empiezan todos, es decir, hablando durante las horas en las que se camina y acos-tándonos cuando se hace de noche. Estuve varios meses con ese grupo, hasta que me la mataron. Fue cuando dormíamos: primero gritó uno y todos le seguimos a coro. Después de eso me costó volver a andar en grupo. Ahora, con la madre y el chico, se está bien. Igual, no sé cuánto va a durar esto. Cada vez son más y nos matan fácil.
* * *
19
Éramos muchos
Repito que al primero lo maté yo. No sé por qué lo maté. Fue cuando todos dormían. Me acerqué despacio, sin ha-cer ruido. Para eso la nieve es buena. Lo miré de cerca y vi que tenía la cara toda iluminada por esa luna gorda de arriba. Mi madre, cuando yo era chico, me decía que en esa luz blanca se puede ver al diablo. Y se lo vi, lo juro. Agarré una piedra muy pesada que tenía cerca y lo golpeé en la cara una vez, y después dos más. Lo seguí golpeando hasta que sólo se vio la sangre. Ni se dio cuenta de que lo mataban, pobre. De tanto ruido el otro se despertó. Me vio con la pie-dra y vio la cara de su hermano: se parecían. En ese momento también le vi el diablo en la cara y gritó. Después trató de levan-tarse y correr, pero no pudo: tenía la navaja muy adentro y mi amigo hacía fuerza, atrás. Siguió moviéndose hasta que la vida se le fue toda por ese agujero, de a chorros que mi amigo le iba sacando. La mujer se había despertado con el marido y mira-ba. Tenía miedo, se le notaba. Yo dejé la piedra y caminé hacia ella. Mi amigo no dijo nada. La acaricié y me di cuenta de que su pelo olía a canela: le dije que me gustaba ese olor. Ya entonces salía el sol.
* * *
20Y entonces le pedirá, a alguno de toda la hilerade santos que tiene en su cuarto, que mande a los diablos por mí, para que me lleven a rastras a la condenación eterna… MacarioMamá va adelante
Al lado mío un hombre muy flaco y alto me lleva de la mano; en la otra lleva un arma muy alta y flaca, parecida a él. Mamá también tiene un arma; dice que es para cuidarme. Yo una vez tuve una pistola de juguete, pero me la olvidé en casa cuando pasó lo de las manchas y ya no volvimos. Ahora no me dejan tener una de verdad. Mi hermana sí tuvo una de verdad. Se la había dado papá para que lo ayudase y porque mamá tenía que cuidarme. Pero no sirvió. Mi hermana ya un día no volvió y papá se sin-tió muy mal. Después de eso papá estaba muy poco en casa y mamá dijo que nos teníamos que ir. Cuando salimos éramos un grupo grande, ahora so-mos pocos. Atrás mío apenas veo siete personas. No hay nin-gún chico con quien jugar, son todos hombres y mujeres de la edad de mamá. Los viejitos y los chicos eran fáciles de agarrar, por eso no queda ninguno. También porque caminan lento y se cansan rápido, y el grupo tiene que seguir. Al principio mamá me cargaba cuando estaba cansa-do, pero crecí y ella ya no pudo cargarme. No sé cuánto tiempo pasó desde que salimos, pero ya debe ser mucho porque tuve que cambiarme dos veces de ropa; la vieja ya no me entraba: así de tanto crecí. Me acuerdo de que mi papá me decía que si seguía creciendo un día me iba a volver un gigante y ya no entraría en la casa. Ahora ya no hay casa en donde entrar, pero todavía sigo esperando convertirme en gigante para así cargar a mamá y que
21ya no se preocupe por el grupo y por las manchas. Es que ella está siempre pendiente, que si falta agua, que la comida, pero la ropa… Es por eso que yo a veces siento sed y no digo nada, o hambre, porque si no mamá se preocupa y me da de la suya y después es ella la que se queda sin. Pero por suerte ahora estamos en un lugar de muchos árboles y el agua se encuentra fácil. Además dejó de hacer frío y lo de la ropa ya no le preocupa a mamá. Hace un tiempo llegó a nevar de tanto frío que hacía, y tuvimos que estarnos en una cueva muchos días sin comida. Ella le explicó al grupo que era porque estábamos cerca, que al sur esas cosas pasan. Muchos no salieron cuando paró la nieve; se quedaron ahí sentaditos, duros de tanto frío. A mí a veces me da intriga y le pregunto a mamá a dónde van los que desaparecen, como mi hermana o el abue-lo, pero ella no contesta, me abraza y me hace cosquillas y yo me río y termino por olvidarme. Otras veces me manda con el hombre flaco y alto que me da la mano y me cuenta historias. Pero ahora se está muy callado, dice que estamos muy cerca y que hay que andarnos con cuidado. Hace ya tiempo que no vemos una mancha. Mamá dice que es por el camino, que es el más seguro. La última que vimos fue antes de lo de la cueva y la nieve, cuando nos acerca-mos a un pueblo a buscar comida. Mamá revolvía los cajones de una casa muy bonita. Entonces escuchamos el primer ruido que venía de muy cerca. El sonido que hacen las manchas es parecido al que hacen los gatos cuando están contentos, pero tantísimo más fuerte. Después escuchamos los gritos. Mamá me agarró de la mano y salimos corriendo de la casa. Afuera sólo estaba la mancha, pero nos fuimos tan rápido que apenas la vi. Me acuerdo de que pisé un charquito de sangre igual al que había cuando desapareció el abuelo y que ya no me pude
22quitar. Pero hace ya mucho de eso. Como también de los días que nos pasamos cerca del mar. Ahí todavía quedaban chi-cos con los que podía jugar. Una vez, uno que era mayor que yo encontró un palo seco igualito a mi pistola de juguete y nos pasamos toda la tarde haciendo de cuenta que yo era una man-cha y él me disparaba. Pero cuando yo quise tener la pistola él no me dejó y nos peleamos. Unos días después una mancha de verdad vino y se lo llevó. Ahora dicen que hay que descansar, que ya es casi de noche. Nos sentamos y el hombre flaco y alto me da un peda-cito de pan. Cuando termino de comerlo mamá se acerca y me pide que la acompañe. Nos alejamos del grupo pero no tanto, ella se detiene en una loma y me sube a sus hombros. Veo que donde terminan los árboles hay unas torres muy blancas, como llenísimas de luz. Mamá dice que ahí viven los ángeles.
* * *
24
Albores
Fernando David Maddaleno
detrás detrás el trasfondoesas cosas que nos quiebran
25
Lugubré
I
Gimiendo Almundoobliconjuro del absurdoasómbrase de su sombra deforma no toca lo que nombra.
26
II
La noche lugubrógristeria femérida espárcida sacrílega descuálida estrambóticainfáustaspera ser violada
27
III
y sin hogares escribíreldesarraigo moralimagen borrada por el viento la Hérida abierta eterno volver a empesarme
28
IV
insomnio pasionalaliteración de los gritos
levantarme y descubrirme solo ausente.
29
Fuga
I
Preyectado hacia el vacío encarolóbrego de estiloencuentro destilante desangra decáer
30
II
siempre en ojos negrosnécrodos alboresllévalos a rastrascóbrate sentido estoy harto de noches tan puercas.
31
A Viguilia
En solimperio ensimismadorajo tajos en la tierra quiebra.
32
Va Filosófia
Ignacio Etchart
Bazófica vía de filosa foBia de flora y de fauna académica
33
Barrenechea, su minimalismo pedagógico
Como todo es interpretación, Barrenechea saca lo suyo en mitad de la clase y empieza a menearlo ante sus estu-diantes favoritas, que anotan las dimensiones y revisan la con-textura. Barrenechea es demasiado célebre: su moda se expan-de entre los profesores y las estudiantes gozan de un semestre con cuadernos llenos, con apuntes por doquier. Hay dibujos, hay gráficas, hay estadísticas según la edad, según la voz y se-gún la raza. Una estadística compara el ego con la contextura, por ejemplo. El ausentismo cae estrepitosamente. Como todo puede interpretarse, Barrenechea decide aprovechar el interés femenino en la filosofía y dicta un curso: se llama Alternativas teóricas y herramientas útiles a la hora de elegir una línea filo-sófica de pensamiento.
34
Barrenechea, su concepto del ser-ahí
Como el ser-ahí está ahí, pero a pie de página, Barre-nechea está convencido de que su opera omnia debe constar exclusivamente de eso, de pies de página. Para colmo se le acer-ca un colega y le dice: el realismo ingenuo no lee la letra chica. Es suficiente: Barrenechea toma el teléfono y llama inmedia-tamente a la Fundación Nacional de Filosofía Hermenéutica: acuerdan financiar doscientos ejemplares por cada centímetro que pierda el texto principal. Barrenechea se emociona con el proyecto, así que decide extremar todavía más y coloca un pe-queñísimo asterisco introduciendo el texto principal. El asteris-co es idéntico al que figura en la misma tapa del libro, sobre el final del título.
35
Barrenechea, sus problemas de actualidad
Barrenechea tiene un caso curioso de inactualidad: su ipseidad coincide exactamente con su mismidad. Por eso cuando va al médico el médico lo mira con lástima y le dice: “lo lamento, Barrenechea, usted es un caso curioso: su ipsei-dad coincide exactamente con su mismidad”. Barrenechea está preocupado: se hace estudios, mejora el plan de su obra social y pide sesiones con un terapeuta recomendado. El terapeuta lo atiende un par de meses y se niega a darle el alta: “su caso es curioso, Barrenechea: su ipseidad coincide exactamente con su mismidad”. Barrenechea pierde definitivamente el sueño, y poco a poco deja de ir a los concursos.
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