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    LA REBELIN PERMANENTE

    LAS REVOLUCIONES EN AMRICA LATINAFERNANDO MIRES

    Hoy Tpac Amaru es toda una leyenda, y muchos latinoamericanos lo consideran un smbolo. Perocuriosamente, y a diferencia de otros muchos hroes legendarios, el Inca Rebelde fue tambin una leyendapara su propio tiempo, pues muchos levantamientos sociales del continente se entendieron como parteconstitutiva de la rebelin de Tpac Amaru, nombre cuya sola evocacin pareca tener un sentido mgico. Y sila leyenda existi y existe es porque hubo y hay razones que la hicieron y la hacen posible.

    En efecto, el movimiento encabezado por Tpac Amaru fue punto de articulacin de un descontentogeneralizado de vastos sectores de la poblacin indo-hispano-americana durante el perodo colonial. Porcierto, no fue sta la nica rebelin; tampoco fue la ms exitosa, sobre todo si se tiene en cuenta que no sloTpac Amaru sino adems gran parte de sus familiares y seguidores fueron cruelmente ejecutados. Por qufue entonces tan importante?

    Una respuesta tentativa a la pregunta expuesta es que el movimiento de Tpac Amaru se situ en el justomedio entre dos procesos: uno, el de la resistencia indgena tarda frente a la colonizacin hispana; el otro, el

    de independencia poltica de las naciones hispanoamericanas; o dicindolo en mejores trminos: fue punto deculminacin de muchos intentos aislados de resistencia y a la vez punto inicial o precursor de la independenciade Amrica.

    Conjuntamente con su ubicacin histrica, la trascendencia del alzamiento tupamarista se explica tambin porsu ubicacin geogrfica: nada menos que en el propio corazn de la economa virreinal, en una extensin quetuvo como epicentro desde el rea limitada por las ciudades del Cusco y Potos hasta Jujuy en la actualArgentina, zona rica en yacimientos de plata y en donde tuvieron lugar las formas ms espantosas deexplotacin de la fuerza de trabajo indiana1.

    Por ltimo, la significacin del movimiento de Tpac Amaru puede explicarse porque no slo fue una simplerebelin, es decir no slo fue un acto masivo de negacin del orden existente, sino que fue tambin una

    autntica revolucin pues se proyect en sentido positivo generando la visin de un nuevo orden social. Lo"nuevo" de ese orden debe entenderse -y sta es una paradoja- como la restauracin de antiguas relacionessociales destruidas por los espaoles, pero combinadas con elementos adquiridos durante la vida colonial.

    UNA SOCIEDAD DESARTICULADA

    Al decir que el movimiento tupamarista forma tambin parte de los movimientos indgenas de resistenciaanticolonial, estamos afirmando algo que contradice la divulgada imagen de la Colonia como un perodoapacible. Por elcontrario, de principio a fin el perodo colonial est cruzado por muchas rebeliones, ya seaindgenas, ya sea criollas, ya sea ambas a la vez. Y la razn es clara: la sociedad colonial nunca constituy untodo donde los individuos, los grupos y las etnias hubieran establecido relaciones de dominacin ysubordinacin sobre la base de una legitimidad que ms o menos se sobreentendiera. En este sentido, lasociedad colonial no slo es movediza, es cataclsmica. Por lo tanto, la solidaridad ms elemental entre los

    grupos que la conformaban no poda sino ser algo muy ficticio. Los smbolos comunes a la totalidad, como elreconocimiento de una religin comn o la aceptacin del dogma de la majestad real, no pasaban de ser eso:meros smbolos. De este modo, a diferencia de estudiosos de rebeliones sociales como Barrington Moore quehan encontrado sus motivaciones principales en la violacin de principios de legitimidad comunes a toda unasociedad, durante el perodo colonial hispanoamericano las rebeliones se dieron, a nuestro juicio, porque esosprincipios de legitimidad eran extremadamente dbiles, o simplemente no existan 2.

    La razn principal de lo arriba expuesto reside en que los espaoles americanos se constituyeron en Amricacomo una clase dominante mediante el simple recurso de la apropiacin, sin haber pasado jams por algnproceso "gentico" que los hubiese llevado a ese lugar3. Y lo ms extraordinario de todo es que, al constituirsecomo una clase dominante espaola que resida fuera de Espaa, no pudo nunca asumirse como parte de lalegalidad imperante en la metrpoli, vindose as impulsada a crear en Amrica, y sobre las bases de su

    dominacin, una nueva legalidad configurada por el propio avance del proceso de conquista, esto es, basada en1 Segn Jrgen Golte una causa para la difusin de la sublevacin "parece haber sido la densidad demogrfica. En conjunto, el rea donde se desarroll la sublevacin general estaba

    ms densamente poblada que la mayora de las otras provincias. Los tres centros de la rebelin: Cusco (Tpac Amaru), Ornasuyo y La Paz (Tpac Catari) y Chayante (Toms Catari)se ubican en puntos de concentracin de la poblacin." Jrgen Golte, Repartos y rebeliones: Tpac Amaru y las contradicciones de lo economa colonial, Lima, Iep, 1980, p. 132.

    2 Barrington Moore, Ungerechtigkeit, Die sozialen Ursachen von Unterordnung und Widerstand, Frankfurt, 1982, pp 19-170.

    3 Fernando Mires. En nombre de la cruz. La iglesia catlica y la lucha por la defensa de los indios en Hispanoamrica, San Jos, Costa Rica, 1986, pg. 78.

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    la ley del ms fuerte. Desde el comienzo de la misma conquista tuvo lugar el desarrollo de una clase colonialque dominaba en trminos efectivos, pero que formalmente deba obediencia a un Estado a cuya sociedad yano perteneca, perteneciendo s a otra que estaba naciendo y que no slo careca de principios legales sinotambin de legitimidad.

    Los antagonismos del perodo colonial ya estaban contenidos - y de una forma ms que desarrollada - en el

    propio perodo de conquista. Cmo podra extraar entonces que en ese continente poblado de paradojas elprimer grito por la libertad y emancipacin de los espaoles americanos hubiese sido dado ya en 1544 porGonzalo Pizarro - en el propio escenario en donde ms tarde actuara Tpac Amaru, pero en nombre de ladefensa de la libertad de los indios?4

    UNA CONFLUENCIA DE REBELDES MLTIPLES

    Las contradicciones entre la Corona y la clase dominante en las Indias se extendieron a lo largo de todo elperodo colonial, aunque, rara vez el poder poltico del monarca era cuestionado directamente. A la vez, lasrebeliones indgenas en contra de la clase colonial fueron tambin numerosas, pero, tampoco cuestionaban lalegitimidad del poder real. Podemos decir entonces que haba dos vertientes principales de rebelda enHispanoamrica: la de las clases propietarias (agrarias y/o mineras) cuando se sentan amenazadas en susintereses inmediatos, y la de los sectores indgenas que persistan en recuperar parte de aquel pasado del que

    fueron tan violentamente; desposedos. Como es de suponer, era muy difcil que estas dos vertientesconfluyeran, mxime si se tiene en cuenta que fluan en direcciones distintas y hasta contrarias. Ahora bien, lade Tpac Amaru fue una rebelin que, como ya veremos tuvo la particularidad - por lo menos en su momentoinicial - de hacer confluir en una sola direccin a ambas corrientes.

    Durante el siglo XVIII, debido a razones que ya anotaremos, las rebeliones crecieron en magnitud y frecuencia,y las audiencias, as como los virreinatos de Lima y Buenos Aires, estaban abrumados con tantos disturbios y"tal vez los aceptaban como una caracterstica constante de la sociedad colonial en aquellas reas" 5. Porejemplo, dejando de lado los levantamientos de negros y criollos en el territorio de Per, o sea, slo tomandoen cuenta los de indios, y en el relativamente corto perodo entre 1512 y 1780, se pueden contar ms detreinta rebeliones6. Entre las ms importantes hay que destacar la de Juan Santos Atahualpa (1542), la del incaFrancisco Julin Ayala (1519), la de los caciques de Lima (1750), la de Trujillo (1758), la de Sica-Sica (1771), la de

    Jos Gran Kispe Tito Inga (1777) y la de Toms Catari y sus hermanos (1778).

    Por su extensin en el tiempo y en el espacio fue importante la rebelin encabezada por Jos SantosAtahualpa, que se prolong hasta 1760 7. Su territorio de accin se extenda desde Tarma hasta Chanchamayo,que se constituy en lo que hoy da se denominara una "zona liberada". Al igual que muchos caudillosrebeldes, entre los que contamos por supuesto al propio Tpac Amaru, Santos Atahualpa tambin descendade la alta nobleza inca, de ah que los indios vieran en l una suerte de "redentor histrico". La suya fue unarebelin netamente indgena y los blancos y negros quedaron excluidos por decisin del propio jefe. Todas lascomunidades indgenas de la regin le prestaron apoyo y su autoridad fue acatada por "los amages, andes,conibos, campas, schipibos, simirinches y hasta por los indmitos piros"

    8.

    El mtodo principal de Santos Atahualpa consista en ir estableciendo puntos fijos de residencia desde donde

    partan las avanzadas guerrilleras. En los diversos efectuados a diversos pueblos, siempre eran respetadas lascomunidades indgenas, que por lo general terminaban unindose a los destacamentos del Inca. La rebelin deSantos Atahualpa - al igual que la de Tpac Amaru despus - logr despertar entre los indios sueosvindicativos que se expresaban fundamentalmente en la fundacin de un nuevo reino incsico. La fuerza deatraccin de esa idea se extendi incluso basta Lima, en donde el indio noble Francisco Inca intent establecervinculaciones entre las rebeliones urbanas y el movimiento de la selva. Fue quizs en esos momentos cuandolas autoridades espaolas comprendieron que ya no slo se encontraban frente a motines aislados sino frentea una insurreccin indgena de gran envergadura que amenazaba incluso con extenderse a todas las regionesde Per. De este modo, y a iniciativa del virrey de Superunda, se iniciaron ofensivas militares a mayor escalalogrando desarticular la ya avanzada organizacin poltico-militar de los indios. Posteriormente continuaranestallando diversas rebeliones indgenas, casi siempre dirigidas por algn jefe mesinico proveniente de lasdinastas incsicas.

    4 Acerca del tema, vase Guillermo Villena, Las ideas jurdico-polticas en la rebelin de Gonzalo Pizarro, Valladolid, 1977, pp. 23-83.

    5 scar Cornblit, Levantamientos de masa en Per y Bolivia durante el siglo dieciocho, en Tulio Halperin Donghi, El ocaso del orden colonial en Hispanoamrica, Bs As, 1978, p. 61.

    6 Vase Atilio Sivirichi Tapia, La revolucin social de los Tpac Amaru, pp. 42-47.

    7 De la persona de Jos Santos Atahualpa es poco lo que se conoce. Se sabe que para la poca de la insurreccin era un indio de treinta a cuarenta aos de edad, de regular

    estatura y de no escasos mritos culturales, pues hablaba latn, quechua, castellano y campa (Jos Bonilla Amado, La revolucin de Tpac Amaru, Lima, 1971, p. 97). Parece habersido originario de Cajamarca, Chachapoyas o Cusco (Carlos Daniel Valcrcel, Rebeliones coloniales sudamericanas, Mxico, FCE, 1982, p. 56).

    8 Carlos Daniel Valcrcel, op. cit., p. 50.

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    Sin embargo, raramente las rebeliones, pese a su frecuencia, lograban conectarse entre s en un nico granmovimiento social y, con excepcin de la de Santos Atahualpa, no representaban una amenaza seria a laestabilidad institucional del virreinato.

    Paralelamente a las rebeliones de naturaleza puramente indgena, que en cierto modo eran parte de un

    'pasado viviente", las autoridades coloniales seguan enfrentando rebeliones populares de sectores criollosrealizadas en el estilo iniciado siglos atrs por Gonzalo Pizarro. Poco tiempo antes de la rebelin de TpacAmaru surgi en el Cusco la llamada "conjuracin de los plateros" (llamada as porque la mayor parte de losconjurados formaban parte del gremio de la platera), que fue dirigida por Lorenzo Farfn de los Godos. Estarebelin agit dos asuntos que sern una constante de casi todas las rebeliones, posteriores: el exceso y montode los impuestos, y los abusos cometidos por los corregidores cuya incidencia ya comentaremos. Debido asimilares reivindicaciones surgieron levantamientos populares en Arequipa, Lambayeque y Quito 9. En todosestos ltimos acontecimientos, los criollos, advirtiendo que por s solos no estaban en condiciones decuestionar el poder militar de las autoridades, intentaron, primero tmidamente, buscar el apoyo de algunoscaciques indios.

    As comenzaba a tener lugar, imperceptiblemente, un punto de encuentro entre las dos vertientes que

    mencionamos anteriormente, que unidas iban a formar un torrente muy difcil de contener. Por si fuera poco,en Lima comenzaba a surgir otra vertiente: la formada por grupos de criollos "ilustrados" en cuyas mentes yagerminaban ideas republicanas. En medio de aquel perodo lleno de protestas, levantamientos einsurrecciones estaba desarrollndose la personalidad de Tpac Amaru, un acomodado cacique que bregabacon la justicia a fin de que se cumplieran los derechos acordados por la propia legislacin espaola respecto asu persona.

    DIVERSAS ALINEACIONES SOCIALES

    Las mltiples protestas que atraviesan el mundo colonial peruano durante el siglo XVIII, y que alcanzaron supunto culminante en la insurreccin de Tpac Amaru, eran la expresin de distintas constelaciones sociales,que a su vez obedecan a un conjunto de contradicciones. Para entender mejor el significado de esasconstelaciones se hace necesario, por una parte, intentar una caracterizacin de la sociedad colonial a la hora

    del levantamiento tupamarista y, por otra, tomar en cuenta algunas modificaciones especficas que han tenidolugar justamente en los momentos previos a los acontecimientos.

    La sociedad colonial estaba polarizada y segmentada a la vez. Esto quiere decir que, a la par que se observa unpermanente conflicto sociorracial entre los "blancos" y los indios y negros, exista adems en el interior de lasrazas-clases

    10otro tipo de contradicciones, que se agudizaron en forma extrema durante la segunda mitad del

    siglo XVIII. Para ilustrar lo dicho; cabe decir que en 1780 "la poblacin del virreynato era aproximadamente de1800,000 personas. De stas, cerca del60% pertenecan al sector indgena, 21% al de mestizos, 12% al de losespaoles y 5% al de negros y esclavos 11. Adems, como consecuencia de los diversos cruzamientos racialesque "producan" nuevos tipos sociales como los cholos, zambos, mestizos, mulatos, etc."

    12y del desarrollo de

    las industrias, de la burocracia, de la administracin pblica y de la urbanizacin, iba surgiendo un espectrosociorracial matizado, movedizo y de comportamientos sociopolticos imprevisibles. Si se nos permitiera una

    imagen podramos decir que los levantamientos sociales de la poca son como un caleidoscopio en dondetodas las combinaciones de colores pueden ser posibles. Sin embargo, entre todas esas combinaciones sepuede encontrar una tendencia principal: aquella que busca delinear un enfrentamiento polarizado entre"blancos" e indios, y que mientras ms se desarrolla ms minimiza los enfrentamientos que se dan dentro de laclase colonial entre criollos y peninsulares. Esto obliga, pues, a iniciar toda caracterizacin social del perodo apartir de la existencia de los dos polos mencionados.

    LA CLASE COLONIAL

    En el primer polo encontramos principalmente dos sectores: los representantes de la administracin estatal ylos criollos propietarios de haciendas y minas. Esta divisin implica reconocer la contradiccin que se dabaentre una clase gobernante y una dominante. Por una parte, una clase que gobierna pero que no domina, queostenta cargos, ttulos y privilegios en servicio de la metrpoli. Por otra parte, una clase que domina pero queno gobierna, que se siente con los atributos necesarios para ocuparse de la administracin de sus propios

    9 Slo para el ao 1780, el de la rebelin de Tpac Amaru, hay que consignar rebeliones en Arequipa, La Paz, Cusco, Pocoata, Chayalita, Choquibainba, Huancalevica y Moquehua, y

    en Salta, Crdoba y Buenos Aires.10

    Acerca del tema de las "razas sociales", vase JC Maritegui, "El problema de las razas en Amrica Latina", en Ideologa y poltica, Lima, Amauta, 1969, p. 26.11

    J. Golte, op, cit., p. 42.12

    Richard Konetzke,Amrica Latina. II: La poca colonial,Mxico, Siglo XXI (Coleccin Historia Universal, num. 22), 1972, pp. 50-98.

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    intereses y que anhela ser la legtima representante de la sociedad emergente.

    En el interior de cada uno de los sectores mencionados se daban tambin abiertos conflictos, y en el perodo enel que ocurri la insurreccin tupamarista existan serias desavenencias entre mineros y terratenientes

    13. A

    partir de la segunda mitad del siglo XVIII la situacin se volvi todava ms candente ante la prdida dehegemona que afectaba al sector minero, especialmente en Potos y Oruro, debido al paulatino agotamiento

    de los yacimientos de plata14. Todo esto haba redundado en una crisis econmica que afectabaprofundamente a la regin activando a muchos sectores sociales. De este modo los, mineros vean en losterratenientes un grupo parasitario y estos ltimos en los mineros personas aventureras y desconfiables. A lavez, los funcionarios reales eran considerados por ambos grupos como detentadores de privilegios quo nomerecan. Los conflictos se agudizaban incluso dentro del clero - entre clero-regular y secular, entre cleropeninsular y criollo, etc. Todo este conglomerado de conflictos se vio todava ms exacerbado una vez quefueron puestas en prctica las reformas modernizantes que caracterizan el reinado de Carlos III (1759-1788).

    Las reformas del "despotismo ilustrado", inspiradas por ministros como Aranda, Campomanes, Jovellanos,Floridablanca, etc., resolver en favor del Estado las contradicciones que caracterizaban la sociedad colonial

    15, y

    en trminos generales tendieron a imponer una mayor centralizacin, una mayor eficiencia burocrtica y,sobre todo, mayores tributaciones. Este ltimo punto fue decisivo para el desencadenamiento de rebeliones

    sociales. Prcticamente no existe ninguna rebelin en la que el tema de las tributaciones no figure en un lugardestacado. Por cierto, en las continuas quejas relacionadas con el sistema impositivo no se culpaba al rey sinoa los malos funcionarios y, entre stos, a uno que se convertir en el smbolo negativo de las rebeliones: elCORREGIDOR. Pero antes de definir a este personaje tan importante es necesario hacer un breve acpite entorno al tema de las tributaciones.

    Desde el mismo momento en que se inici la conquista aparecieron dos instituciones que con el tiempodevinieron antagnicas. Una, las reparticiones de indios, especialmente en sus formas ms conocidas: laencomienda y la mita. La otra, los tributos. Incluso hay autores que en tal sentido han aventurado la tesis deque la contradiccin fundamental que atraviesa todo el perodo colonial es la que se da entre dos diferentesmodos de produccin. Uno basado en la apropiacin privada de los indios; el otro, en los tributos. Este ltimoera defendido por los representantes del Estado y por sectores del clero, principalmente el regular. Las luchas

    que libraron los encomenderos contra las rdenes religiosas tambin podran ser entendidas entonces comoun intento de los primeros por hacer prevalecer las relaciones esclavistas de produccin sobre las tributarias16

    .De este modo, las iniciativas borbnicas correspondieron al propsito - por supuesto muy tardo - del Estadoespaol de mantener econmicamente subordinada a la clase colonial. Las medidas relativas a una mayorlibertad comercial en las colonias, que se pusieron paralelamente en prctica, eran una reivindicacin mnimasi se las compara con la inmensa carga que representaban los nuevos impuestos. El sistema impositivoensanchara an ms la brecha entre las autoridades polticas y las clases propietarias criollas, hasta el puntode hacerla infranqueable.

    CORREGIDORES Y REPARTOS

    Ahora bien, como la persona del Rey no poda ser cuestionada, nada ms sencillo para la clase colonial quecuestionar a los "malos funcionarios". Y dentro de stos hay uno que se convierte en el ms "malo" de todos:

    el corregidor, que pas a ser la vctima propiciatoria adecuada, pues logr concitar por igual tanto el odio de loscolonos como el de los indios.

    El cargo de corregidor haba sido creado durante el perodo de la conquista y a la hora de la rebelintupamarista era un anacronismo. Originariamente el corregidor deba cumplir tres funciones: recaudar losimpuestos, distribuir a los indios en los diversos lugares de trabajo y "protegerlos". Como esta ltima funcinera absolutamente antagnica con las dos primeras, fue creado el cargo de "protector de indios", que no tarden desaparecer17.

    Con el tiempo, las funciones econmicas del cargo se fueron mezclando con las polticas y el corregidor notard en convertirse en una suerte de pequeo dictador en cada lugar en donde estableca su mandato. Lasoberana del corregidor era ejercida desde los pueblos en donde resida, pueblos que por ese slo hecho

    13 0. Cornblit, op. cit., pp. 74-75.

    14 Ibd., pp. 72-77.

    15 Incluso para autores como E. A. Brading (Mineros y comerciantes en el Mxico borbnico 1763-1810, Mxico, fce, 1983, pp. 30-31), Espaa, mediante las reformas borbnicas, llev

    a cabo una suerte de segunda conquista, ya que por medio de ellas intent un mayor control sobre las clases propietarias hispanoamericanas.16

    Sobre el tema, vase Enrique Semo, Historia del capitalismo en Mxico: Los orgenes 1521-1763, Mxico, Era, 1975.17

    Acerca del tema, vase Guillermo Lohmann Villena, El corregidor de indios en el Per bajo los Austria, Madrid, 1957.

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    pasaron a convertirse en capitales de los "corregimientos". Los indios, mestizos, criollos y espaoles quehabitaban en cada "corregimiento" estaban sometidos a la autoridad directa del corregidor. Tal acumulacinde poder slo se entiende por el sentido que se le confiri al cargo en los momentos en que fue ideado. Enefecto, se trataba de crear una suerte de representante en pequeo de la Corona, a fin de que se opusiera aldesarrollo de una clase seorial. De este modo se adivina por qu no era precisamente muy amado por losespaoles.

    Originariamente el corregidor deba recibir un salario del Estado. Sin embargo, debido al exiguo monto, fueautorizado para que practicara el llamado sistema de los repartos. Y aqu nombramos una institucin que es laclave fundamental para entender las diversas rebeliones del perodo, las que, casi en su totalidad, semovilizaron en contra de los repartos.

    El reparto o repartimiento "comprenda el monopolio del comercio obligatorio con los indios de los pueblos. Elcorregidor, que haca de intermediario, propietario y mercader a la vez, poda venderles cierta cantidad deproductos durante los cinco aos de ejercicio del cargo y los indios estaban obligados a comprrselos

    18. Con el

    repartimiento forzado de mercancas administrado por el corregidor "se rompa la autosubsistencia de losproductores campesinos, quienes tenan que aceptar los bienes distribuidos y estaban forzosamente obligadosa vender sus productos o fuerza de trabajo para pagar las 'mercancas' que se les haban repartido" 19.

    As, mediante los repartos se vinculaba a las economas de autosubsistencia agrarias con el comercial urbano y,a travs de ste, con el propio mercado de la Pennsula. El corregidor, pues, era slo el representante de laparte final de un complicado engranaje econmico y es por ello por lo que tanto los indios como loscampesinos pobres lo vean como la personificacin de un sistema que no podan percibir en toda su amplitud.Hasta tal punto era odiada la institucin de los repartos, que de 66 rebeliones ocurridas entre 1765 y 1799,todas con excepcin de una se plantearon en contra de los repartos y, por lo tanto, en contra de loscorregidores20.

    Cobrador de impuestos, alcalde y empresario privado eran funciones que estaban concentradas en la personadel corregidor. Era ms que demasiado. Y como el ejercicio de tales actividades facilita el enriquecimientorpido, el corregidor pas a ser identificado como un personaje corrupto que creaba sus relaciones de poder y

    las utilizaba en forma brutal

    21

    .

    La historia colonial de Per est llena de acusaciones en contra de los corregidores hechas por los indios,debido al sistema de repartos, y por los criollos, especialmente comerciantes, que se resistan al sistemaimpositivo imperante. Considerando lo dicho, no resulta extrao que no slo la de Tpac Amaru sino casi todaslas rebeliones del perodo se hubiesen iniciado con la ejecucin de algn corregidor. A las autoridadesespaolas no escapaba el sentido catalizador negativo que representaba el corregidor y no tardaron en darsecuenta de que era "uno de los ms dbiles eslabones de la administracin colonial 22. Por lo mismo, en elmomento de la insurgencia tupamarista ya se estaba preparando, paradjicamente, una legislacin que haradesaparecer tal cargo

    23. Tambin paradjico, y adems irnico, resulta el hecho de que la persona a quien se le

    encarg sofocar a sangre y fuego la rebelin de Tpac Amaru, el visitador Areche, sera la misma a quien se leencargara abolir los corregimientos y los repartos 24.

    EL POTENCIAL INDGENA DE REBELIN

    En el otro extremo de la sociedad polarizada que hemos intentado describir se encontraban, naturalmente, losindios. La condicin social no era pues, en los das de la colonia, separable de la condicin racial.

    Sin embargo, existan diversos tipos de explotacin de la fuerza de trabajo indiana, de modo que tambin eh elsector indgena se puede observar una acentuada diferenciacin social.

    El ncleo desde donde se originaba la diferenciacin social era la llamada mita. Como es generalmente sabido,la mita, como la encomienda, era una forma muy especfica de explotacin de la fuerza de trabajo de los indios:se trataba de un sistema basado en relaciones de produccin inherentes a la propia sociedad indgena

    18

    O. Cornblit, op. cit., p. 90.19 J. Golte, op. cit., p. 25.

    20 Ibid, p. 147.

    21 Por lo dems, el nmero de repartimientos se triplic entre los aos 1754 y 1780, pasando de 1224,108 a 3672,324 pesos, cifra que corresponde, a grandes rasgos, al salario de

    aproximadamente 14689,296 das de trabajo; J. Gosle, op. cit., p. 16.22

    O. Cornblit, op. cit., p. 100.23

    Ibid, p. 101.24

    Ibdem.

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    precolonial. Ya en las postrimeras del perodo colonial, la mita y los repartos constituan, para muchosadministradores, formas de relacin social obsoletas, que deban ser remplazadas por otras ms modernas(salariales). El visitador Areche, por ejemplo, se pronunciaba abiertamente en contra de la mita en una carta,dirigida nada menos que a Tpac Amaru el 23 de noviembre de 1771. En tal carta se puede leer: "La Mitasegn se practica en el Reino es, a mi entender, uno de los males que es fuerza cortar, brevemente, siquerernos poblacin, habilidad, y que se acerquen los Indios a lo que deben o pueden ser"25.

    Entre los indios, antes de la llegada de los espaoles, la mita haba sido una suerte de servicio militarobligatorio aplicado al trabajo, principalmente al de tipo recolector y agrcola. Gracias a sus prestaciones deservicio, los indios mitayos haban recibido de parte del Estado los medios de sustento necesarios para ellos ysus familias. Los espaoles, en cambio, se sirvieron de estas relaciones de produccin orientndolas a laactividad minera y dndoles un sentido esclavista. Como era de esperarse, al poco tiempo la mita lleg a ser elprincipal medio de aniquilamiento de la poblacin indgena. En 1633, los indios de las 16 provincias mitayaseran 40,115 millones; en 1662 eran 16 millones, y en 1651 eran 10,631 millones 26.

    Conjuntamente con los indios mitayos hay que sealar a aquellos que eran dispuestos para los serviciospersonales en los trabajos de tipo domstico y pblico. Estos fueron los llamados "yanaconas", quienes portener asegurados algunos medios de subsistencia se encontraban, en comparacin con los mitayos, en una

    situacin privilegiada27

    .

    Los sistemas de explotacin colonial crearon adems una enorme poblacin indgena errtica conformadatanto por aquellos indios cuyos sistemas de produccin originarios haban sido destruidos y no haban sidoincorporados, como por aquellos que haban logrado escapar de los sistemas de explotacin imperantes. Talesindios vagabais por los ms diversos lugares y a veces eran empleados en trabajos de tipo ocasional; eran losllamados indios "forasteros". A veces algunos se reintegraban en alguna comunidad, pero por lo general eranverdaderos parias: no registrados por censo alguno, ni empadronados por ninguna autoridad, sin tierras, sinjefes, sin ley. Pero, as y todo, para la gran mayora de estos indios, su condicin errtica era preferible altrabajo forzado de las minas. Que el nmero de forasteros no era nada reducido se deja ver en una encuestaque mand hacer el virrey de Superunda. De un total de 140,000 indios adultos varones, nada menos que55,000 eran forasteros, lo cual representa alrededor de un 40% de los indios adultos varones registrados 28.

    No es difcil imaginar entonces que el considerable nmero de indios forasteros era un permanente potencialde rebeliones y revueltas de todo tipo. En este sentido, no puede sir ninguna casualidad que en las zonasdonde hubo mayor nmero de rebeliones, como Cochabamba, Oruro y el Cusco, el nmero de indios forasterostambin fuera mayor. Tales rebeliones eran incentivadas por las propias autoridades espaolas, que cadacierto tiempo iniciaban campaas con el objeto de integrar a los forasteros, sobre todo, al trabajo de las mitas,algo que los indios, naturalmente, no acataban sin resistir.

    Debido a su condicin nmada, los forasteros eran por lo general excelentes guerreros, y como loscaracterizaba un odio sin lmites hacia los espaoles; podan ser reclutados fcilmente por los jefes indiosrebeldes, sobre todo cuando se trataba de algn inca mesinico que los conducira a aquellas tierrasprometidas que eran el trasfondo de su propia historia.

    Los indios forasteros constituan objetivamente un enorme "ejrcito esclavista de reserva" y fueronaprovechados en sistemas de trabajo que haban surgido con el desarrollo de la propia sociedad colonial. Unode estos sistemas era el de los llamados "obrajes", sobre todo los textiles, verdaderas industrias primitivasdonde los indios trabajaban a cambio de salarios miserables. Originariamente los obrajes haban sidoestablecidos a fin de resolver los problemas derivados de la escasez de ropa, pues las telas provenientes, de lametrpoli o eran muy caras o eran muy pocas para satisfacer la demanda propia de las colonias

    29. Por logeneral los obrajes pertenecan a empresarios particulares30. Los obrajes del Cusco alcanzaron tal desarrolloque rpidamente sobrepasaron la demanda local y convirtieron la ciudad en uno de los principales centros deabastecimiento textil del perodo colonial. Las reivindicaciones que exigan los indios de los obrajes se referancasi siempre a los bajos salarios y a las psimas condiciones de trabajo.

    25 Coleccin documental de la independencia del Per, II: La rebelin de Tpac Amaru, vol. 2, Lima, 1971, p. 78.

    26 R. Konetzke, op. cit., p. 186.

    27 Juan de Matienzo,Gobierno del Per, Lima-Pars, 1567, p. 25.

    28 O. Cornblit, op. cit., p. 88.

    29 Julio Csar Chvez, Tpac Amaru, Buenos Aires, 1973, p. 27.

    30 Como el enorme obraje de Pomacanchi, por ejemplo, cuyo accionista era don Bernardo de Lamadrid. Acerca del tema, vase Eulogio Zudaire Huarte, "Anlisis de la rebelin de

    Tpac Amaru en su bicentenario (1780-1980)", en Revista de Indias, enero-diciembre de 1980, ao XL, Madrid, p. 25.

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    De este modo, las rebeliones del perodo apuntaban a objetivos muy concretos. En primer lugar, la abolicinde repartimientos y la supresin del cargo de corregidor (reivindicacin sta que tambin era apoyada porsectores criollos). En segundo lugar, en contra de la mita y otros tipos de trabajo forzado. Por ltimo, porreivindicaciones de tipo pre-capitalista. Y si estos objetivos se unen a los de los movimientos criollos en contrade los elevados impuestos y la ineptitud de la burocracia, se explica por qu nunca la sociedad colonial pudoencontrar un mnimo de equilibrio interno.

    En el diversificado polo indgena de la sociedad colonial hay adems otro sector social sin cuya existenciarebeliones como las de Tpac Amaru nunca hubieran sido posibles: nos referimos a la antigua nobleza incsica,particularmente a los caciques, llamados tambin "curacas".

    Desde el comienzo de la conquista los espaoles intentaron ganar la voluntad de los caciques. El objetivo eraclaro: si los jefes indios colaboraban, resultaba mucho ms fcil que sus seguidores hicieran lo mismo. De estemodo las antiguas clases altas indgenas fueron atradas a cambio de algunas concesiones, como elreconocimiento de su linaje y de sus haciendas, algunos privilegios econmicos como la exencin de la mita o larecepcin de rentas, cargos pblicos como el de recaudador de impuestos, etc. As, los caciques llegaron oconformar una suerte de clase media acomodada en la sociedad colonial, teniendo que hacer muchas veces deintermediarios entre indios y espaoles. A veces poda ocurrir que los caciques, en lugar de ponerse al servicio

    de los colonos, preferan actuar como representantes o abogados de los indios. En los momentos de crisishaba caciques que no resistan la tentacin -debido a la ascendencia que tenan sobre los indios- deconvertirse en jefes insurgentes

    31. Pero tambin haba caciques que se resignaron a ser aliados de segundoorden de los espaoles, y muchos de ellos lucharon contra los rebeldes. Por ltimo, debido al lugar socialintermedio que ocupaban, hubo caciques que se plegaron a las rebeliones, pero que ante la perspectiva de laderrota abandonaron rpidamente la causa.

    Los caciques no eran pocos. "Alrededor de 1770 existan en el virreynato del Per unos 2,300 curacas, cifra querepresentaba el 1% de los indios tributarios

    32. Para la administracin espaola haba otro problema adicional:

    el nmero de indios aristcratas era considerablemente mayor que los puestos de curacas disponibles. De ahque las autoridades tenan que contar con la existencia de una suerte de "baja nobleza" india que presionabapor el reconocimiento de sus ttulos y que anhelaba ocupar la posicin de los curacas. Los nobles indios

    amenazaban con levantarse en rebelin en caso de no ver lograrlas sus reivindicaciones. El mismo TpacAmaru, poco antes de su legendaria epopeya, estaba ocupado en complicados trmites a fin de que le fuerareconocida su ascendencia incsica.

    Interesante es tambin constatar que los caciques, por ser en su mayora comerciantes o dueos de tierras,estaban obligados a establecer relaciones con sectores de criollos, y con el tiempo no tard en aparecer unaidentificacin de intereses entre ambos grupos. De este modo, cuando se trata de vincular el descontento delos criollos con el de los indios, la pieza clave es el cacique. En momentos excepcionales, como fue el queprotagoniz Tpac Amaru, el cacique era algo ms que un jefe indio: era tambin un caudillo popular.

    EL CAUDILLO

    Ya se adivina quiz por qu, como pocos caciques, Tpac Amaru reuna las condiciones precisas para - en una

    situacin histrica tambin muy precisa - llegar a ser el caudillo de la primera revolucin socialhispanoamericana. Jos Gabriel Condorcanqui, que era su nombre de origen, naci el 19 de mayo de 1738 enSurinama, pueblo de la provincia de Tinta. Descenda del ltimo Inca Tpac Amaru, ajusticiado en el Cusco en1572. Hijo de cacique, se cas en 1760 con Micaela Bastidas, hija de criollo e india. A su posicin social,relativamente privilegiada, sumaba un grado de instruccin bastante peculiar para la poca. En sus aosjuveniles fue alumno del colegio jesuita "San Francisco de Borja" y posteriormente fue un gran aficionado a loslibros. Cuando residi en Lima estableci algunos contactos con la intelectualidad iluminista del perodo. Porlo tanto, por educacin y origen, se mova con bastante comodidad entre determinados crculos criollos y entrelos indios. Adems, por su condicin econmica, era comerciante, y ste no es un detalle secundario, pues afines de 1766, pasados los veinticinco aos, "haba recibido, conjuntamente con el ttulo de cacique, setentapiaras de mulas (trescientos cincuenta animales), con las que se dedic al transporte de mercancas"

    33. Estosignifica que, al igual que muchos comerciantes criollos, fue afectado por la oleada de impuestos que se desatdurante el perodo borbnico. El oficio de transportador de mulas le sirvi asimismo para ir estableciendo todoun sistema de relaciones amistosas entre personas que de distinta manera resultaban afectadas por los

    31 Tpac Amaru fue precisamente uno de los caciques que tom ms en serio su papel de "abogado" de los indios. Por ejemplo, en una comunicacin dirigida a la Audiencia de Lima

    el 18 de diciembre de 1777 se pronuncia en contra de "los imponderables trabajos que padecen [los indios] en las minas de Potos". Vase Coleccin...,cit., p. 83.32

    0. Cornblit, op. cit.,p. 89.33

    Daniel Valcrcel, La rebelin de Tpac Amaru, Mxico, fce, 1965, p. 44.

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    corregimientos, repartos, mitas e impuestos. De este modo la red de amistades de Tpac Amaru se extenda"en un territorio que abarcaba la comarca de Tinta, Pompamarca, Tungasuca y Surinama" 34.

    Las primeras desavenencias entre Tpac Amaru y las autoridades espaolas ocurrieron por simples asuntospersonales haciendo valer su descendencia incsica, el indio deseaba obtener un ttulo de nobleza y tal ocasinse le present en 1577 cuando qued vacante el marquesado de Oropesa. Tal ttulo no le fue otorgado. Quiz

    si las autoridades espaolas lo hubieran hecho, se habran ahorrado despus muchos dolores de cabeza. Estehecho acentu al parecer sus resentimientos en contra de la administracin limea. Pero, tal vez, la bsquedade un ttulo por parte de Tpac Amaru era parte de su propioplan de accin, pues de haberlo obtenido suascendencia sobre indios ycriollos hubiese sido todava mayor35.

    La estada en Lima parece haber desempeado un papel importante en el desarrollo poltico de Tpac Amaru;en eso hay coincidencia entre todos los historiadores que se han ocupado del tema. La propia esposa de TpacAmaru, Micaela Bastidas, afirm una vez: a mi marido le abrieron los ojos en Lima" 36. Tal afirmacin es muycreble. Cuando lleg a Lima, el indio ya haba tenido muy malas experiencias con las autoridadesadministrativas locales, especialmente con el corregidor

    37. Adems no hay que olvidar que en algunos casos la

    nocin de cacique -y Tpac Amaru lo era en Tungasuca- implicaba, entre otras muchas funciones, la derecaudar impuestos, que la legislacin de Indias tambin otorgaba al corregidor. Era imposible entonces que

    corregidores y caciques no establecieran competencias de poder. De este modo, mas de algn criollo perspicazpudo haber notado las cualidades especiales que reuna Tpac Amaru para convertirse en insurgente: indionoble, resentido hacia la administracin colonial, bastante culto e instruido, inteligente, ambicioso y, sobretodo, con gran ascendencia sobre los caciques y dems indios de su localidad, pues no perda ocasin pararepresentar sus intereses frente a las autoridades. Por otra parte, los odos de Tpac Amaro parecen no habersido sordos a las insinuaciones que recibi en Lima. Esta probado, en cualquier caso, que el indio tuvo contactocon crculos polticos alentados por el propio clima liberalizante y reformista que provena de la Espaaborbnica. All actuaba un personaje proveniente del Cusco llamado Miguel Montiel, conocido por susposiciones antimonrquicas y que fue quien le proporcion dinero para que regresara a Tungasuca

    38.

    En el Cusco, Tpac Amaru tambin estableci contacto con crculos de la aristocracia criolla local, que estabanresentidos por los arbitrarios desmanes de que hacan gala los corregidores y que vean en la posibilidad de una

    rebelin un medio para presionar a las autoridades a fin de que se deshicieran del nefasto funcionario, justo enlos momentos en que las opiniones oficialistas daban seas de querer hacerlo. Por lo menos se sabe queimportantes cusqueos, como la familia Ugarte y el presbtero Castro, le dieron apoyo a Tpac Amaru y queincluso fue incitado por quien mas tarde se convertira en su ms fiero enemigo, el obispo Juan Manuel deMoscos y Peralta, que tena sus propios litigios con el corregidor de la provincia de Tinta 39. Naturalmente, esteapoyo inicial estaba condicionado a que el movimiento se limitara exclusivamente a lo establecido por la clasecriolla, expectativa que Tpac Amaru no iba a cumplir.

    En una zona socialmente turbulenta, Tpac Amaru era pues la persona indicarla para ser la figura integradoraque el momento exiga.

    LA MUJER REBELDE

    Asociado al nombre de Tpac Amaru encontramos siempre el nombre de su mujer: Micaela Bastidas. Estetampoco es un hecho casual. Prcticamente en todas las rebeliones del perodo es posible ubicar, al lado de losgrandes caudillos, sus complementos femeninos. As, en la rebelin del Alto Per paralela a la de Tpac Amaru,dirigida por Tpac Catari, destacan las figuras de dos mujeres: Bartolina Sisa, esposa, y Gregaria Apasa,hermana del jefe. Poco tiempo despus la rebelin de los comuneros de Nuevo Socorro, en 1781, seratambin iniciada por una mujer: Manuela Beltrn.

    Micaela Bastidas, as como las dems mujeres rebeldes, no fueron simples figuras decorativas al lado de ungran caudillo. Por el contrario: representaban la expresin ms radical de las rebeliones. Micaela Bastillas, porejemplo, tom muchas veces el mando de las tropas tupamaristas. Igualmente realiz funciones como jefe degobierno. Era ella tambin la que organizaba la provisin, movilizaba los destacamentos, administraba las

    34

    Magnus Mrner, Para la historia social del movimiento tupacamarista: los aportes de un proyecto de investigacin histrica, en Actas del Coloquio Internacional, Tpac Amaru ysu tiempo. Lima-Cusco, p. 421.

    35 Atilio Sivirichi, op. cit., p. 47.

    36 C. Valcrcel, Rebeliones coloniales, cit., p. 73.

    37 Tpac Amaru haba tenido litigios con los corregidores Gregorio Viana, Pedro Nez de Ayona, Juan Antonio Raparcez y Antonio Arriaga, de Tinta, y con Manuel Lpez de Castilla,

    del Cusco. A. Sivirichi, op. cit., p. 53.38

    Ibid, p. 74.39

    Sobre el tema, vase Francisco Loayza, La verdad desnuda, Lima, 1943.

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    tierras liberadas, etc.40 Cuando Tpac Amaru vacilaba en su avance hacia el Cusco, Micaela Bastidas lo instabaa ocupar la ciudad a sangre y fuego, algo que en definitiva no ocurri pues se impusieron las posiciones delcaudillo quien hasta el momento pens en concertar un compromiso con las autoridades.

    La participacin activa de las mujeres en las rebeliones del perodo tiene que ver seguramente con el hecho deque se trataba de autnticos movimientos de la poblacin; tambin se explica por el propio sentido de la

    estrategia militar que apuntaba siempre a la constitucin de "zonas liberadas", donde se establecan lugares deresidencia y adonde se trasladaban las familias completas de los combatientes. Pero estas razones no dancuenta de otro hecho: de que las mujeres eran, por lo comn, ms radicales que los hombres. La causa de loexpuesto reside, a nuestro juicio, en que dentro del marco de las rebeliones especficamente indgenas y/opopulares, las mujeres en cuanto tales tenan cuentas propias que saldar con la clase colonial. Siendo, aligualque los hombres, vctimas de los repartos, de la mita, de los obrajes, etc., fueron tambin, desde el mismocomienzo de la conquista, vctimas de la explotacin sexual de los conquistadores. Paralelamente a losrepartimientos de indios existan, por ejemplo, los repartimientos de mujeres, aceptados tcitamente comoparte del botn de guerra. Los jefes conquistadores se ufanaban de ser magnnimos repartidores de mujeresentre los soldados

    41. Como han atestiguado los propios cronistas del perodo de la conquista y de la colonia,

    las violaciones de mujeres eran un hecho cotidiano, un derecho "natural" del vencedor. Incluso muchossacerdotes tenan las casas parroquiales atestadas de concubinas. Ni siquiera las mujeres pertenecientes a la

    nobleza india escapaban de los conquistadores, y muchas de ellas fueron obligadas a casarse con soldados a finde asegurar jurdicamente las posesiones territoriales mediante la va del matrimonio. El patriarcalismomedieval europeo fue impuesto en las Indias en todo su rigor y las mujeres, despus del momento orgisticoque caracteriz a los perodos iniciales de la conquista, fueron sometidas a un sistema de opresinextremadamente rgido. Al igual que lo que ocurri en la Europa medieval, aquellas que osaban rebelarse eranperseguidas, condenadas y ejecutadas. Las actas de los tribunales de la Inquisicin estn llenas de casos demujeres acusadas de "brujera".

    La radicalidad extrema de mujeres como Micaela Bastidas debe ser entendida entonces como expresin devindicaciones femeninas en el marco de rebeliones sociales amplias. La contraparte de ese radicalismo fue laextrema crueldad con que procedieron las autoridades hacia las mujeres rebeldes despus de haber sofocarlolos levantamientos. Mediante las torturas ms horribles, y las muertes ms espantosas queran sentar un

    precedente a fin de que las mujeres jams se atrevieran a abandonar las cocinas

    42

    .

    LA EJECUCIN DEL CORREGIDOR

    Despus de un almuerzo con algunos notables del Cusco, en el que tambin se encontraba Tpac Amaru, elcorregidor espaol Juan Antonio de Arriaga fue hecho prisionero por el cacique en el camino de regreso a Tinta(4 de noviembre de 1780). Tpac Amaru condujo al corregidor al reducto de Tungasuca, donde orden quefuese ahorcado por su propio esclavo Antonio Oblitas. En el acto de ejecucin se cort la cuerda de la horca yArriaga huy desesperado hacia el templo. El mismo Tpac Amaru corri tras l y lo trajo de nuevo paraahorcarlo definitivamente43.

    El anterior fue slo uno de los miles de actos de extrema crueldad cometidos en el perodo. Las ejecuciones,las torturas, los descuartizamientos, las mutilaciones de orejas, lenguas y genitales, son hechos que nos

    demuestran en qu medida el odio social se haba apoderado de los actores del proceso. Los indios,tradicionalmente mansos, se comportaban con sus enemigos, en cuanto tenan una oportunidad, con unacrueldad increble. Pero esta crueldad no era sino lo contrapartida de la que haban impuesto los espaolespor toda Amrica. Como en muchas ocasiono histricas, los oprimidos, en este caso, no hacan sino ajustarse alas propias reglas impuestas por los opresores. El terror, por lo tanto, no era signo de fuerza de ninguno de losdos bandos en contienda. Por el contrario, cada uno se saba inferior respecto al otro. La clase colonial nohaba podido jams imponer una suerte de "paz romana". Los indios no tenan la suficiente fuerza paraquitarse las amarras. El terror y la violencia eran simples recursos mediante los cuales se trataba deamedrentar al adversario, ya que convencerlo era algo absolutamente imposible. Hasta el final de la pocacolonial las reglas que primaban eran las de la guerra, no las del consenso.

    La ejecucin de un corregidor - y el desdichado Arriaga no sera ni el primero ni el ltimo en la larga fila decorregidores ejecutados por jefes indios insurgentes adquira adems un sentido simblico, pues - como est

    40 Jam Sxeminsky, Los objetivos de los tupamaristas, Varsovia, 1982, p. 164.

    41 F. Mires, op. cit., p. 94.

    42 Sobre el tema, vase "La mujer en la revolucin de 1730, por las historiadoras cusqueas Nlida Silva Hurtado, Delia Vidal de Villa, Famel Guevara Guilln y Ana Bertha Viscarra

    Ch., 1982, enActas del Coloquio Internacional,cit., pp. 795-748.43

    Vase Eulogio Zudarte Huarte, op. cit., p. 15; tambin Co leccin..., cit., torno II, vol. 1, p. 479.

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    dicho - en la persona de tal funcionario se concentraban diversos descontentos sociales, y la muerte de algunode ellos no entristeca, ni mucho menos, a criollos e indios. Tpac Amaru le otorg a su lucha un carcter inicialorientado principalmente contra las personas de los corregidores. En una carta dirigida al cacique don Diego,fechada el 15 de noviembre de 1780, ordenaba terminantemente: "Por orden superior doy parte a usted tengacomisin para extinguir corregidores en orden del bien pblico44. Y para que no hubieran dudas, el mismo dadirigi otra carta a su primo Bernardo Sucaragua: "Tengo orden para extinguir corregidores, Io que comunico a

    usted para que haga lo mismo que yo''45.

    El corregidor era, en buenas cuentas una vctima propiciatoria. Con el acto de ejecucin, Tpac Amaru queraasimismo dejar establecido que slo contra esa institucin, y contra ninguna otra, se diriga el movimiento quecomenzaba; que la ejecucin, por lo tanto, "en nada contradeca la obediencia. Que resarca los quebrantosque observaba en la Fe catlica, pues ella era toda su veneracin, y el Cuerpo Eclesistico su respeto

    46.

    Tpac Amaru hizo todo lo posible por hacer aparecer la ejecucin como un acto de ejercicio de la soberanapopular a fin de salvaguardar los dos principios ms elementales de la sociedad colonial: la religin y laobediencia al Rey. Pero por ms que intentara ubicar la ejecucin en el marco de la legalidad imperante, TpacAmaru no poda borrar de la conciencia de los presentes la confirmacin de que en la plaza de Tungasuca sehaba asesinado nada menos que a un representante de la Corona. Imperceptiblemente, en el patbulo era

    cortado un vnculo que, por lo dems, entre los indios no tena por qu ser muy fuerte. La ejecucin era, eneste sentirlo, un acto de exorcismo. A partir de ah emerga un temeroso sentimiento de libertad. Y lo msdecisivo: quien haba hecho ejecutar al corregidor era nada menos que un descendiente de los incas, esto es, elrepresentante de aquel reino que la subconciencia indgena consideraba todava legtimo. En ese terrible actode violencia tena lugar nada menos que el ejercicio de tina soberana poltica.

    Los criollos que en funcin de sus intereses personales impulsaron a Tpac Amaru no calcularon la tempestadque se desatara. Quiz Tpac Amaru tampoco. Por eso, en su discurso, el indio, como temindose a s mismo,trat de detenerla. Pero ya era tarde. Desde ese momento no tena ms opciones que o traicionar elmovimiento insurreccional o ponerse a su cabeza.

    Que Tpac Amaru no traicionara el mandato tcito emergente de la rebelin se demostrara de inmediato.

    Poco despus de ejecutado Arriaga tuvo lugar un hecho que debe haber alarmado an ms tanto a espaolescomo a criollos: la destruccin de los obrajes.

    Al mando de los indios de Tungasuca, Tpac Amaru inici su marcha en direccin al Cusco y en el caminofueron destruidos los obrajes de Pomacanchi y Quipucocha. Este acto tiene, a nuestro juicio, un significadoms decisivo que la ejecucin del corregidor, pues era la prueba de que Tpac Amaru representaba losintereses de los ms pobres y no slo los de un grupo de criollos descontentos. As se explica que despus dela destruccin de los obrajes se fueran uniendo a las huestes rebeldes, adems de indios, mestizos, zambos,mulatos ycriollos, muchos negros esclavos, y hasta algunos espaoles descontentos. El ejrcito tupamaristafue creciendo de una manera sorprendente. A los pocos das de comenzada la rebelin ya contaba con ms dediez mil indios y alrededor de mil mestizos y negros esclavos

    47.

    EL CARCTER SOCIAL DE LA REBELIN

    Con la destruccin de los obrajes, Tpac Amaru mostraba su decisin de ligar los descontentos de la sociedadcolonial con las reivindicaciones ms sentidas por los indios, como eran aquellas que se derivaban de lossistemas de explotacin social existentes.

    Para Tpac Amaru era decisivo que la radicalizacin del movimiento indgena no fracturara las relaciones congrupos descontentos de criollos, de ah que siempre intentara encontrar frmulas que establecieran un mnimode equilibrio entre ambos sectores. De este modo, despus de haber destruido los obrajes, Tpac Amaruvolvi sobre sus pasos y en su primer edicto, emitido en la provincia de Lampa el 15 de noviembre de 1780,trat de recuperar la legitimidad inicial del movimiento. Por ejemplo, en las palabras iniciales del edicto sepuede leer: "Por cuanto el Rey me tiene ordenado proceda extraordinariamente contra varios corregidores[...]"48.

    44 Vase Coleccin, cit., p. 270.

    45 Ibid., p. 271.

    46 J. Szeminsky, op. cit., p. 14.

    47 Luis Alberto Snchez, Breve historia de Amrica, Buenos Aires, Losada, 1972, p. 247.

    48 Coleccin, cit., t. II, p. 274.

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    Es decir, Tpac Amaru intentaba presentarse como defensor de la legitimidad del monarca, bajo cuya ordenhabra actuado, algo que por lo dems slo poda probar mediante el recurso de los malabarismos retricos.

    Sin embargo, un da despus, el 16 de noviembre de 1780, Tpac Amaru public su famoso "Bando de laLibertad de los Esclavos". En dicho bando, Tpac Amaru, "Indio de la Sangre Real de los Incas y TroncoPrincipal"49, hizo saber "a los peruanos vecinos estantes y habitantes de la ciudad del Cusco, Paysanaje de

    Espaoles y Mestizos, Religiosos de todos los que contiene dicha ciudad, Clrigos y dems personasdistinguidas que hayan contrado amistad con la Gente Peruana, concurran en la misma empresa que hagofavorable al bien comn de este Reyno por constatarme las hostilidades y vejmenes que se experimente detoda Gente Europea, quienes sin temor a la Magestad Divina ni menos obedecer a las Reales Cdulas queNuestro Natural Seor enteramente han preparado sobrepasando los lmites de la Paz y quietud de nuestrastierras haciendo vejamen y agravios, aprovechndose del bien comn, dejando an perecer a los nativos. Ycomo cada de por s tiene experimentado el riguroso trato europeo; en esta virtud han de concurrir conexcepcin de personas a fortalecer la ma, desamparando totalmente a los chapetones y aun que seanEsclavos, a sus amos, con aditamentos de que quedarn libres de la servidumbre, y faltado a la ejecucin de loque aqu se promulga, experimentarn los contraventores, el rigor ms severo que en m reservo a causa de ladesidia, indefectiblemente sean Clrigos, Frayles o de otra cualquiera calidad y carcter

    50.

    De la letra del bando se desprende en primer lugar que Tpac Amaru intentaba, nada menos que en nombre dela majestad real (recurso que aqu no puede tener sino un carcter formal), constituir una especie de frentesocial antieuropeo. A formar parte de ese bloque llama a los "peruanos" de la ciudad del Cusco. Pero, ensegundo lugar, Tpac Amaru pide el apoyo de la mayora de los pobres de la regin. En otras palabras,encontramos en ese documento la proposicin para formar un amplio frente social en contra de lospeninsulares, partiendo de los intereses de los ms humillados.

    Es de suponer entonces que muchos criollos que en primera instancia apoyaron a Tpac Amaru deben dehaberse asustado ante la radicalidad de los planteamientos del jefe indio. Porque muchos podan ser susconflictos con las autoridades, mas no tantos como para que estuvieran dispuestos a pagar el precio deentregar sus propios privilegios. De este modo, el bloque social "antieuropeo" concebido por Tpac Amarucomenz a perfilarse desde sus comienzos como una rebelin popular hegemonizada por el sector indgena. Es

    evidente que Tpac Amaru deseaba el apoyo de los criollos y hasta el ltimo momento de su lucha hizo porobtenerlo. Pero tambin saba que sin el mximo apoyo de los indios cualquier posibilidad para enfrentar a losdestacamentos espaoles estaba perdida de antemano. Gracias efectivamente al apoyo que le prestaron lasmuchedumbres plebeyas pudo Tpac Amaru obtener su primera victoria militar, el 17 de noviembre de 1780,en la aldea de Sangarara, situada a cinco leguas de Tinta. El triunfo de Sangarara aumentara todava ms elprestigio y la influencia de Tpac Amaru. Pero all tambin fueron incendiados la iglesia y el templo del lugar,en un acto que el Inca no pudo controlar y que despus le costara, como ya veremos, muy caro.

    LA DOBLE REVOLUCIN

    El intento de conservar una alianza entre criollos e indgenas se prob como algo muy difcil y le plante aTpac Amaru dramticas opciones. Saba por una parte que si haca demasiadas concesiones al bando criollo,perdera gran parte del apoyo indgena; y al revs, que si se apoyaba exclusivamente en los indios (negros,

    mulatos y mestizos adems) no tena ninguna posibilidad de victoria frente a una compacta unidad de losblancos". Pronto comprendera Tpac Amaru que la empresa que tena por delante era la de realizar una doblerevolucin, la de los criollos y la de los indios, y que su estrategia consista en unirlas, de modo que larealizacin de una no anulara a la otra. Habindose iniciado los acontecimientos sobre la base de las mnimasreivindicaciones comunes a ambos bandos (impuestos, repartimientos, hostilidad frente a los corregidores), lagran cantidad de contradicciones sociales acumuladas durante el perodo determinaron que lo que quiz noera sino una rebelin entre muchas adquiriera rpidamente las formas de una autntica revolucin social.Doble revolucin donde una, la de los indios, se contena en la otra, la de los criollos, pero que, no cabiendo enella, pugnaba por superarla. A fin de tranquilizar a los criollos, Tpac Amaru emiti muchas declaraciones. Enuno de sus edictos a los moradores de Lampa, enviado desde su reducto de Tungasuca el 25 de noviembre de1780, se lee por ejemplo que el enemigo principal son los "chapetones" (espaoles). Y refirindose a loscriollos dice: "Slo siento de los paisanos criollos a quienes nunca ha sido mi nimo se les siga ninguna justiciasino que vivamos como hermanos y congregados en un cuerpo51.

    49 A. Sivirichi, cit., p. 67.

    50 Coleccin...,cit., pp. 271-272.

    51 Ibid., p. 303.

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    Pero Tpac Amaru, tambin les adverta que su actitud positiva hacia ellos no poda ser considerada, bajoningn motivo, como incondicional: "[...] si eligen este dictamen no se les seguir perjuicio alguno, pero sidespreciando sta mi advertencia hicieren, al contrario, experimentarn su ruina, convirtiendo mimansedumbre en saa y furia"

    52.

    En el fondo, las dos revoluciones emergentes no hacan sino expresar la divisin tajante entre dos Ilaciones

    potenciales. Por un lado, la nacin criolla, cuyo punto de partida se encuentra slo en el perodo colonial comoresultado de las relaciones sociales originadas por las propias guerras de conquista; por otro lado, la nacinindgena, cuyos orgenes se remontaban siglos de historia sepultada y que mediante el acto de la subversinpretenda resurgir. De acuerdo con la primera revolucin, se trataba de consagrar de hecho a la clase colonialdominante como una clase dirigente. De acuerdo con la segunda, se trataba de restaurar, sobre la base de lasnuevas condiciones, a la nacin indgena.

    En el marco de, lo expuesto se pueden entender las diferencias de estrategia que separaban a Tpac Amaru desu mujer cuando las tropas rebeldes avanzaban hacia el Cusco. Para Micaela, pese a ser semicriolla, se tratabade decidir de una vez por todas el carcter indgena-popular de la revolucin. Por ello no tena muchasreservas para asaltar la ciudad. En una carta suya a Tpac Amaru, con fecha 6 y 7 de diciembre de 1780, se leepor ejemplo: "Bastantes advertencias te di para que inmediatamente fueses al Cusco, pero has dado todas a la

    barata, dndoles tiempo para que se prevengan53

    .

    Para Tpac Amaru, en cambio, se trataba de agotar todas las posibilidades a fin de no romper el bloqueindgena-criollo. Por eso el caudillo esper hasta el ltimo momento concertar alguna relacin de compromiso,pues saba que de no ser as, el movimiento estaba perdido. Quizs Micaela tambin lo saba. Pero sabaadems que si se confiaba en las vagas promesas de los criollos, tambin todo estara perdido. Por ello queraarriesgarlo todo, y de una vez.

    Pero adems de sus consideraciones respecto al bando criollo, haba otra razn que explicaba las vacilacionesdel Inca Tpac Amaru, esto es, que su propio bando no era una fuerza absolutamente compacta, pues sabemosque tambin el movimiento indgena-popular estaba dividido en diversas fracciones.

    Por cierto haba una fraccin que estaba dispuesta a jugarse entera por la rebelin; era aquella formada por losque realmente no tenan nada que perder: los indios forasteros y quiz tambin los esclavos liberados. Perotambin hay que considerar que muchos de los indios que en las primeras fases se sumaron a la rebelin eransimplemente campesinos descontentos por el sistema de repartos. Por su parte, los indios que trabajaban enlos obrajes y en las mitas perseguan, por lo general, objetivos muy concretos, como eran por ejemplo elmejoramiento en las condiciones de trabajo y mejores salarios. Por ltimo estaba la aristocracia indgena que,como hemos insinuado, era un sector social muy contradictorio, pues por un lado anhelaba recuperar suantiguo papel de clase dominante" y en tal sentido la figura del Inca "resucitado ejerca en ellos unafascinacin casi mgica -, pero por otro no siempre estaban dispuestos a abandonar los limitados privilegiosque gozaban en la sociedad colonial. En muchos casos sus intereses estaban ya ms ligados a la clase colonialque a las masas de indios que decan representar. As, no es raro encontrar en el transcurso de la rebelinmuchas defecciones de caciques, sobre todo cuando las posibilidades de victoria no parecan tan seguras54.

    Hacer coincidir en una sola lnea a todos estos intereses contradictorios y dispersos era un objetivo de TpacAmaru. Y aunque asombrosamente estuvo a punto de lograrlo, ello no fue posible.

    ACERCA DE LA IDEOLOGA DE LA REVOLUCIN DE TPAC AMARU

    La revolucin de Tpac Amaru no tuvo una sola ideologa. Esto es lgico, pues tratndose de un movimientosocial formado por clases y sectores diversos, difcilmente puede ser entendido bajo un signo ideolgicocomn. En consecuencia, hay que diferenciar entre aquellos signos ideolgicos que fueron comunes a todo elmovimiento y aquellos que slo fueron particulares de cada uno de los diversos grupos que lo conformaban.

    Los llamados signos comunes no eran en verdad sino aquellos pertenecientes al bando criollo, que por la fuerzade la tradicin - o por la tradicin de la fuerza - haban terminado por ser aceptados por los grupos subalternos.Tales signos eran principalmente dos: el reconocimiento de la soberana del Rey de Espaa y la aceptacin delcatolicismo como religin comn. Como ya hemos visto, Tpac Amaru se esforz siempre en resaltar los signos

    52 Ibdem.

    53 Ibd., p. 330.

    54 En su rebelin, Tpac Amaru fue traicionado nada menos que por 24 caciques. Sobre el tema, vase L. E. Fischer, The last Incarevolt, Norman, 1966, p. 107.

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    comunes de la rebelin.

    EL SIGNIFICADO DELREY

    La referencia al Rey de Espaa tena un sentido ocasional y ambiguo. Ocasional porque no en todos losdocumentos emitidos por Tpac Amaru se nota un excesivo entusiasmo por resaltar el significado del Rey.Ambiguo porque en muchas ocasiones al Rey se le acepta, pero slo como soberano de los no-indios que

    forman parte del movimiento55.

    Como ya vimos, en su primer edicto de la provincia de Lampa (15 de noviembre de 1780), Tpac Amaruintent, al afirmar que el Rey le ordenaba proceder contra los corregidores, presentarse como una suerte debrazo vengador del monarca

    56. La apelacin al Rey la interpretamos como un recurso destinado a cimentar la

    unidad en un momento en que la lucha estaba slo planteada en contra de los corregimientos y repartos. Sinembargo, en su segundo bando, el de la "liberacin de los esclavos", Tpac Amaru ya no se present como"enviado del Rey", sino como defensor de los desamparados, aunque para reforzar sus argumentos el Incaapelaba al significado de las reales cdulas. Por ltimo, en un edicto enviado por Tpac Amaru desdeTungasuca a la ciudad del Cusco (20 de noviembre de 1780) ya ni siquiera menciona al Rey

    57. Cabe suponer

    entonces que el Rey era para los rebeldes un smbolo ideolgico, que empez a diluirse en la medida en que larevolucin fue acentuando sus tonalidades indigenistas y populares. De este modo, en su ltimo documento,

    Tpac Amaru se decidi a considerar al Rey como "usurpador". Para entender el significado de este final de laevolucin, hay que tener en cuenta que en esos momentos Tpac Amaru sabe que ha perdido la guerra. Susaliados criollos han desertado o lo han traicionado. Lo mismo ha ocurrido con varios caciques. Slo le queda elapoyo siempre fiel de esas multitudes de indios andrajosos. Qu sentido puede tener entonces unareferencia respetuosa al Rey? Los indios, en efecto, ya no reconocan ms Rey que a su propio Inca, aunque denuevo ste estuviese derrotado. Por eso, Tpac Amaru, sabiendo que no poda vencer, en un verdadero cantode cisne, se decidi a hablar como un inca, en nombre de todos los incas

    58. "Por cuanto es acordado por miconsejo, en Junta prolija por repetidas veces, ya secretas, ya pblicas, que los Reyes de Castilla me han tenidousurpada la Corona

    59. Y significativamente firm el bando as: Don Jos I.

    Quiere decir todo esto que el movimiento tupamarista tuvo un contenido antimonrquico? Pese a lo escritopor Tpac Amaru en sus ltimos das, la respuesta en este sentido debe ser negativa, pues a diferencia de los

    movimientos de independencia que surgieron poco despus en toda Amrica, el de Tpac Amaru slo estabaconcentrado en reivindicaciones muy concretas de indios, negros y fracciones criollas. En el marco de esasreivindicaciones, lo menos que importaba era el tema de la legitimidad real. Por cierto, Tpac Amaru tuvocontacto con crculos criollos antimonrquicos, pero con la prudencia que lo caracterizaba slo agit aquellostemas que ocupaban un lugar ms privilegiado en la rebelin.

    Lo expuesto tampoco significa que Tpac Amaru se haya propuesto desde el principio desarrollar unaestrategia que partiendo de la afirmacin de la majestad real terminara finalmente por negarla. De lo que setrataba ms bien era de aceptar la soberana del Rey y recabar su legitimidad en contra de los "malosfuncionarios".

    En cualquier caso, para las masas de indios, as como para negros, mulatos y mestizos que formaban parte del

    movimiento, el lema de la soberana real estaba lejos de ser algo preocupante. En cierto modo para ellos elRey era slo un simple punto de referencia en cuyo nombre se poda decir todo lo que se quisiera siempre quese tuviera la suficiente fuerza para hacerlo. Para el conjunto de estas masas desposedas el problema noresida en las relaciones con aquel lejano y desconocido Rey, sino en aquellas establecidas con los grandeshacendados, mineros y cobradores de impuestos, esto es, con las figuras ms visibles del sistema colonial deexplotacin.

    EL SIGNIFICADO DE LA RELIGIN

    Respecto al segundo signo ideolgico comn al movimiento, Tpac Amaru fue siempre extraordinariamentecuidadoso. De hecho, la rebelin - por lo menos en su primera fase - fue apoyada por sectores del clero. Essabido tambin que la Iglesia cusquea, debido a razones muy particulares estaba tambin desconforme con elsistema de los repartos y con los desmanes cometidos a versos litigios. Especialmente agudos eran losconflictos entre el corregidor el obispo del Cusco, Juan Manuel de Moscoso y Peralta.

    55 J. Szeminsky, op. cit., p. 26.

    56 A. Siviriebi, op. cit, p. 67.

    57 Ibdem.

    58 Vase Luis Durand Flores, Independencia e integracin en el Planpoltico de TpacAmaru, Lima, 1974, pp. 141-147.

    59 A. Sivirichi, p, 104.

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    En verdad, slo tomando en cuenta las desavenencias entre Arriaga y Moscoso es posible entender el tenor delas cartas que envi Tpac Amaru al Cabildo de la Catedral del Cusco y el cannigo Jos Paredes de la Paz, enlas que intent justificar la ejecucin del corregidor Arriaga con el siguiente argumento:

    "El ejemplar ejecutado en el corregidor de la provincia de Tinta lo motiv el asegurarme que iba contra la Iglesia, ypara contener a los dems corregidores fue indispensable aquella justicia [...] de mi orden ninguno ha muerto sino

    el corregidor de Tinta a quien,para ejemplar de muchos que van contra la Iglesia, lo mand colgar60

    .

    De la lectura de estas lneas se desprende, en primer lugar, que Tpac Amaru tena algn conocimiento de losproblemas existentes entre la Iglesia del Cusco y el corregidor Arriaga y, en segundo lugar, que a partir delconocimiento de tales problemas busc el apoyo eclesistico.

    Como los acontecimientos lo demostraron dramticamente, Tpac Amaru sobrevalor la importancia de losconflictos entre la Iglesia y los corregidores. S existan, pero no hasta el punto de que un obispo diera el pasede ejecucin de un funcionario real y mucho menos como para que fuese posible una rebelin que amenazaraa la jerarqua mucho ms que los propios corregimientos. Precisamente, cuando el obispo Moscoso se diocuenta de que la rebelin de Tpac Amaru no slo era contra los corregidores, se convirti en el msencarnizado enemigo del Inca.

    Desde los primeros momentos Tpac Amaru se preocup por dejar en claro que el movimiento no se diriga encontra de los sacerdotes y la Iglesia. Por ejemplo, en su edicto de Tungasuca del 25 de noviembre de 1780planteaba: "Los Seores Sacerdotes tendrn el debido aprecio a sus estados, y del propio modo las Religiosas yMonasterios; siendo mi nico nimo cortar el mal gobierno de tanto ladrn zngano que nos roba nuestrospanales

    61.

    Lo mismo se puede decir de Micaela Bastidas, que en un edicto, tambin emitido en Tungasuca, el 13 dediciembre de 1730, exiga: "Que Nuestra Santa Fe se guarde con el mayor acatamiento y veneracin y, si fueseposible, morir por ella; respetando del mismo modo, con toda distincin, a los ministros de Jesucristo, que sonlos seores sacerdotes"62.

    Tambin, hasta el ltimo instante, Tpac Amaru intent una poltica de acercamiento al obispo Moscoso. Enuna de las ltimas cartas que le dirigiera al obispo, escriba: "Usy no se incomode con esta novedad, ni seperturbe con su christiano fervor la Paz de sus Monasterios cuyas Sagradas Vrgenes e inmunidades no seprofanarn de ningn modo"63.

    Pero no todo era clculo poltico en Tpac Amaru, porque en verdad no tenemos ninguna prueba para dudarde su fervor religioso, todo lo contrario. No debemos olvidar que el jefe indio fue educado de acuerdo con loscnones del catolicismo oficial, ynada menos que por los rigurosos jesuitas. En los casos ms extremos lleg apronunciarse en contra de alguna jerarqua eclesistica,jams en contra del dogma.

    En lo que se refiere a la posicin del clero frente al movimiento tupamarista, hay que sealar que en generalfue positiva en un comienzo, vacilante despus y negativa al final. Para explicar tales variaciones hay queconsiderar que el clero peruano se encontraba sometido a fuertes tensiones. Por de pronto, las que se daban

    entre las altas jerarquas y el clero de base. En segundo lugar, los conflictos permanentes que se daban entre elclero regular y el secular. En tercer lugar, las propias diferencias entre las distintas rdenes religiosas,especialmente entre franciscanos y jesuitas. Por si fuera poco haba adems problemas que atravesaban alconjunto del clero, como por ejemplo las diferentes posiciones frente a los indios.

    La historia colonial est llena de casos de clrigos que se manifestaron en abierta contradiccin con lasdisposiciones de la jerarqua eclesistica y/o civil en torno a materias que se refieren a la proteccin de losnaturales. Mucho ms abiertas todava eran las contradicciones con la clase colonial, que por lo comn slovea en los indios medios de produccin adecuados para alimentar sus ganancias

    64.

    Por ltimo hay que agregar un hecho que ha sido poco estudiado pero que parece tener alguna relevancia, estoes, que la rebelin de Tpac Amaru es contempornea con la expulsin de los jesuitas de Amrica. Sabido es el

    60 E. Zudarte Duarte, op. cit, p. 18.

    61 Coleccin .., cit., p. 303.

    62 A. Sivirichi, op. cit., p. 82.

    63 Coleccin...,cit., p. 378.

    64 F. Mires, op. cit.

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    malestar que la expulsin de los jesuitas produjo entre diversas capas de la sociedad colonial, y para alguienque como Tpac Amaru fue educado por los "padres", la noticia no se debi recibir con agrado. Ahora, en qumedida hubo un contacto estrecho entre el Inca y algunos religiosos? es algo que no hemos podido averiguar;pero el hecho de que haba, motivos "objetivos" para que algunos de stos simpatizaran con la rebelin estfuera de duda65.

    Es interesante destacar que, apenas pas el breve perodo de unidad entre criollos e indios, las altas jerarquastomaron rpidamente posiciones en contra del movimiento, y lo hicieron con tanta decisin que muchossacerdotes, comenzando por el propio obispo Moscoso, de Cusco, no vacilaron en empuar las armas.Confesaba en tal sentido el propio Moscoso: "No perdonando arbitrio ni medio que contribuyera a defender lapatria y cortar la rebelin, me met a soldado sin dejar de ser Obispo

    66. "De la misma manera, en el informe

    remitido al Rey por don Miguel de Arriaga y don Eusebio Balza de Verganza se lee: "Jams ha conocido elIlustrsimo Obispo del Cusco ni la lenidad ni la conmiseracin, porque su espritu es ms apropiado para militarque para Prelado, y an para Eclesistico67. Incluso muchos sacerdotes formaron destacamentos armados encontra de los rebeldes. As, el den don Manuel Mendieta fue nombrado comandante de las llamadas "miliciassacras" por el propio Moscoso.

    Algunos desmanes cometidos por las tropas tupamaristas en la batalla de Sangarara, donde fue incendiado el

    templo de la ciudad no como consecuencia de una actitud antirreligiosa sino porque ah se haban parapetadoalgunos soldados espaoles, vinieron como anillo al dedo al obispo Moscoso, que aprovech la oportunidadpara lanzar el terrible edicto de excomunin de Tpac Amaru "por incendiario de capillas pblicas y de la iglesiade Sangarara, perturbador de la paz y usurpador de los reales derechos"68.

    La excomunin no dejaba de ser un arma efectiva en el marco de una sociedad no secularizada. Al tenernoticias de ella, muchos sectores vacilantes del clero se pusieron de inmediato al lado de la jerarqua temiendoseguramente recibir represalias. Mediante el expediente de la excomunin, Moscoso logr privar almovimiento de su necesaria legitimacin religiosa haciendo aparecer al caudillo como una especie deanticristo.

    Tpac Amaru acus el golpe y, contra lo que se habra podido esperar, tuvo la suficiente prudencia para no

    responder en un sentido antirreligioso. Adems, como est dicho, el Inca era un ferviente catlico, pues si bienel sistema colonial no haba logrado destruir del todo la identidad social de los indios, s haba destruido susantiguas creencias. En ese sentido los misioneros probaron ser mucho ms eficientes que los soldados. Haciafines del siglo XVIII la "colonizacin de las almas" estaba ya prcticamente consumada y de las antiguasreligiones no quedaban sino restos dispersos. Tpac Amaru -aunque lo hubiera pretendido- no habra podidolevantar una legitimacin religiosa diferente a la dominante. Lo nico que le caba hacer -y lo hizo- erareformular sus posiciones en el marco del catolicismo oficial. As, si era acusado de anticristo, l respondaafirmando que los que negaban a Cristo eran sus enemigos. De este modo, al calor de la lucha comienzan asurgir dos posiciones que interpretan un mismo discurso ideolgico-religioso de una manera diferente. Desdeluego, el movimiento no logr producir una "hereja" pero s disidencias interpretativas, pues mal que mal larebelin tambin representaba una fuerza espiritual y el mismo caudillo era visto por muchos como unaespecie de Moiss indio que a travs de la accin insurgente conducira a su pueblo a aquella tierra prometida

    situada en el ms remoto pasado

    69

    . De este modo nos explicamos por qu, Tpac Amaro escribi una vez: "Nosoy corazn tan cruel ni extrao como los tiranos corregidores y sus aliados, sino cristiano muy catlico, conaquella firme creencia con que nuestra madre la iglesia y sus sagrados ministros nos predican y nos ensean" 70.

    Pese a que la mayora del clero no sigui a Tpac Amaru, hubo, sin embargo, casos asombrosos de sacerdotesque se plegaron a la rebelin, aun desobedeciendo a sus propias jerarquas

    71. El virrey Croix, por ejemplo,

    informaba que hacia 1785 todava se realizaban procesos a nada menos que dieciocho eclesisticos que habanapoyado a Tpac Amaru72. Tampoco fall al movimiento rebelde algn elemento hertico, como fue el casodel "obispo" indio Nicols Pilca, quien con un aspecto muy severo y con "una calva que se extenda desde elcrneo hasta el cerebro reparta oraciones y oraba por el triunfo de Tpac Amaru"

    73.

    65 Vase Jane Cecil, Libertad y despotismo en Amrica hispana, Buenos Aires, 1942, p. 127.

    66

    Citado por monseor Severo Aparicio, "La actitud del clero frente a la rebelin de Tpac Amaru", enActas del Coloquio..., cit., p. 73.67 Ibd., p. 249.

    68 Ibd., p. 275.

    69 J. Szeminsky, op. cit., p. 20.

    70 Antonio de Egaa, Historia de la Iglesia en la Amrica espaola, Madrid, Autores cristianos, 1966, p. 670.

    71 Para un catlogo detallado de los sacerdotes que se plegaron a la rebelin de Tpac Amaru, vase monseor Severo Aparicio, op. cit., pp. 79-92.

    72 C. D. Valcrcel, La rebelin ..., cit., p. 131.

    73 Coleccin,cit., t. III, vol. III, p. 343.

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    Podemos decir, en sntesis, que de los dos signos ideolgicos comunes a la totalidad del movimiento, elrepresentado por la religin fue mucho ms relevante que el representado por "la majestad real", que era -como hemos escrito- ocasional y ambiguo.

    De este modo, como el movimiento slo durante un tiempo muy breve logr integrar a sus distintas fracciones,los signos ideolgicos particulares correspondientes al sector mayoritario de la rebelin, los indios, tendieron a

    predominar. Creemos encontrar as, sobre lodo en la fase insurreccional del movimiento, una ideologa de tipodecididamente indigenista.

    EL INDIGENISMO COMO IDEOLOGA

    El indigenismo ideolgico de la revolucin se expresaba en la exaltacin de algunos valores que una vezexistieron en correspondencia con las relaciones sociales originarias. Esto quiere decir que el nuevo orden queesta revolucin supone no debe buscarse en ningn futuro ignoto sino en la propia tradicin. Por ejemplo, elmismo Tpac Amaru, en los momentos en que el corregidor Arriaga era ejecutado, "presinti" ese carcterideolgico del movimiento, pues cuando el pregn comenzaba a leerse en castellano, "Jos Gabriel, enhiestosobre su cabalgadura, orden que solamente se leyera en idioma indio, sin explicar ninguna en castellano"

    74.

    El recurso de la tradicin se expresaba tambin en la exaltacin de formas organizativas que en el pasado

    fueron propias de los indios. De stas, la principal es el ayllu, cdula primaria en las comunidades agrarias delPer incsico. Literalmente el ayllu es un concepto que designa a grupos de parentesco endgenos vinculadosa un territorio comn

    75. Durante el perodo incsico casi cada indio estaba vinculado a un ayllu.

    Independientemente de las discusiones no resueltas en torno al tema del parentesco, lo que sobre todorepresentaba el ayllu para los indios de la etapa colonial era la idea de la propiedad colectiva de la tierra, con laconsiguiente "seguridad social" que ella implicaba. Por lo tanto, la aoranza del ayllu era comn a todas lasfracciones indgenas integradas al movimiento. Para los ms desarraigados de todos, los "forasteros", el ayllusignificaba la reincorporacin a una sociedad de la que haban sido expulsarlos. Lo mismo para los indiosmitayos y de los obrajes, pues la minera y la industria haban sido actividades econmicas muy secundariasdurante el perodo incsico. Pero, sobre todo, la idea del ayllu era atractiva para los indios agricultores porque,aunque fueran pequeos propietarios individuales, siempre estaban amenazados por los latifundistasespaoles y criollos. Por ltimo, para los caciques o curacas el ayllu estaba asociado con su papel dirigente en

    la sociedad. Sobre la manera en que la evocacin del ayllu fue revitalizada por la rebelin tupamarista nos dacuenta la prosa del historiador Germn Arciniegas:"Son das de indescriptible emocin, en que los indios creen por un instante que van a remozarse, a reverdecer losrboles del ayllu para que bajo su sombra protectora otra vez se congregue el pueblo de los incas en un cordial yhumanitario comunismo. En quechua se corren voces que hacen al milagro de un renacimiento. Hasta el lenguajede los quipus, que ya pareca olvidado, surge de nuevo

    76.

    As, pues, asociada a la idea del ayllu surgi una ideologa indigenista de rasgos igualitarios. Cuando TpacAmaru mando publicar el "Bando de Liberacin de los Esclavos", estaba dando forma a una vieja aspiracin delos indios, que naturalmente fue muy bien recibida por negros, mulatos, mestizos y, en fin, por todos los pariasde la sociedad colonial a quienes la idea -por muy vaga que fuera- de la igualdad social no poda sinoentusiasmar.

    Naturalmente, la evocacin del ayllu tambin estaba asociada con la de un Estado fuerte, autoritario yarticulador de todos los microorganismos sociales en una totalidad nica. Y la personificacin de ese Estadoera el Inca. Quizs sin proponrselo, Tpac Amaru fue el portavoz de una revolucin no slo popular sinoadems nacional, puesto que quien se levantaba en armas era la propia nacin indgena. Sin embargo, no debepensarse que Tpac Amaru persegua la resurreccin ideolgica le haca ver en la conquista espaola un hechoirreversible. Como apunta Szeminski: "El programa rebelde se basa fundamentalmente en la creacin de unEstado independiente, al que alguna vez haban gobernado los Incas y, ms tarde, los reyes de Espaa a travsde sus representantes

    77.

    No debe extraar entonces que despus de la derrota de Tpac Amaru haya tenido lugar en Per unaverdadera ofensiva cultural a fin de erradicar de la memoria de los indios todo lo que tuviera que ver con supasado histrico. Por ejemplo, en un comunicado del virrey, correspondiente al 21 de abril de 1782, se lee:

    "Son muchos los abusos de que estn posedos en lo comn los Indios de este Reino del Per y dems

    74 E. Zudarte Huarte, op, cit., p. 16.

    75 Sobre el tema, vase Julin H. Stewart, Handbook of South American Indias, Washington, 1946.

    76 Germn Arciniegas, Los comuneros, Mxico, 1941, p. 219.

    77 J. Szeminsky, op. cit., p. 147.

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    Provincias; y de ellas han nacido sus costumbres detestables en muchas cosas, mirando siempre a conservar lamemoria de sus antiguos Gentiles; entre el todo de sus desrdenes y entusiasmos es de notar muiprincipalmente la ninguna solemnidad y verdad con que se persuaden a que sus entroncamientos odescendencia de los primitivos Reyes Gentiles les da derecho a ser Nobles y apellidarse Ingas, cujasinformaciones se ha visto con dolor que han sido pasadas muchas por el Gobierno, y a veces autorizadosimplcita y explcitamente por la Real Audiencia, cuia prctica es abominable y cuia autoridad debe ser

    suprimida78.

    Llegaba a tal punto la puntillosidad del virrey, que extenda, nada menos, una censura a la obra literaria delinca Garcilaso de la Vega; "Igualmente quiere el Rey con la misma reserva procure V. E. recoger sagazmente laHistoria del Inga Garcilaso, donde han aprendido estos naturales muchas cosas perjudiciales

    79.

    FUE EL DE TPAC AMARU UN MOVIMIENTO INDEPENDENTISTA?

    Ya hemos visto cmo Tpac Amaru slo asumi una actitud antimonrquica en los momentos de la derrotafinal y con el objeto de dejar un mensaje ms bien proftico. No fue entonces una revolucin precursora de lade independencia, como la mayora de los historiadores la han considerado?

    Nuestra opinin es que lo fue, pero slo en un sentido muy limitado. En efecto, tal revolucin tuvo la

    particularidad de mostrar hasta qu punto era de grande el grado de contradicciones entre criollos y espaoles.El hecho de que algunos criollos, por ejemplo, a falta de caudillo propio, hayan optado por seguir a unoindgena, aunque fuera por un breve perodo, es una prueba de lo afirmado. Desde luego, algunasreivindicaciones criollas, como la supresin de repartos y corregimientos, podan ser absorbidas por laadministracin colonial. Pero haba otras, como las relacionadas con los impuestos, que no podan seraceptadas por un sistema que basaba gran parte de su estrategia econmica en su poltica impositiva. Lomismo ocurra con el cuestionamiento al monopolio comercial ejercido desde la metrpoli, pues la Corona nopoda tolerar, en ningn caso, una emancipacin econmica de sus sbditos americanos y mucho menos paraque pudieran comerciar libremente con sus rivales tradicionales, como eran Inglaterra y Francia.

    En consecuencia, la de Tpac Amaru fue una revolucin precursora en un sentido ms bien indirecto, porqueen trminos inmediatos logr producir la fusin poltica de los "blancos" cuando sus intereses comunes se

    vieron amenazados por el levantamiento de los indios. Y por lo menos en un punto creemos que la de TpacAmaru sobrepas a la de independencia: la revolucin de independencia tuvo muy poco de social y latupamarista fue en primera lnea una revolucin social"

    80.

    Que la revolucin de Tpac Amaru todava sea entendida -equivocadamente, a nuestro juicio- como vinculadadirectamente al proceso de independencia respecto a Espaa se debe al impacto que ejerci en su tiempoentre algunos crculos de criollos instruidos. Como ya expusimos, en Lima Tpac Amaru haba tomado contactocon ese tipo de personas, quienes seguramente vieron en el inca un potencial jefe antimonrquico, pues, adiferencia de los grupos econmicos criollos, haba grupos intelectuales que estaban dispuestos a impulsar encontra de la monarqua a cualquier tipo de movimiento, aunque ste no se pareciera a las revolucioneseuropeas.

    Quien primero que nadie se encarg de sobre-ideologizar a la revolucin tupamarista fue el jesuita Juan PabloVizcardo y Guzmn. Nacido en Arequipa en 1716, este sacerdote, expulsado de Amrica en 1767 junto con losdems jesuitas, vivi en su exilio de Cdiz las mismas dolorosas nostalgias que sus hermanos de orden, quienesansiaban regresar a las indias. En Europa, muchos jesuitas desterrados, como Vizcardo, se transformaron enserios propagandistas de la emancipacin, algo que jams hubieran planteado de seguir viviendo en Amrica.Sintindose vctimas de una terrible injusticia, escriban libros, panfletos y proclamas en contra del Rey deEspaa a quien vean como enemigo de la religin y curiosamente ese monarquismo ultramontano terminconfundindose con el de los "jacobinos criollos. Cuestionando a la monarqua, ambas posiciones seinfluyeron una a la otra, de modo que no fue raro encontrar a criollos que pedan la revolucin en nombre deDios y eclesisticos que rezaban plegarias en nombre de la revolucin.

    Juan Pablo Vizcardo fue autor -entre otros documentos- de la Carta a los Espaoles Americanos", con la quellama abiertamente a emanciparse de Espaa. No puede asombrar entonces que, cuando llegaron a sus odoslas noticias relativas a la rebelin de Tpac Amaru, haya credo que sta representaba el cumplimiento de

    78 Coleccin, cit., tomo II, vol. III, p. 267.

    79 Ibdem.

    80 Sobre el tema, vase Cornejo Bouroncle, Tpac Amaru, la revolucinprecursora de la emancipacin colonial, Cusco, 1949; y Boleslao Lewin, La rebelin de Tpac Amaru y los

    orgenes de la emancipacin hispanoamericana, Buenos Aires, 1959.

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    todos sus sueos81. Afiebrado de entusiasmo, no tard en imaginar una revolucin en la que, codo a