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Las primeras navegaciones griegas a Iberia (siglos IX-VIII a.C.) Antonio García y Bellido Antigua: Historia y Arqueología de las civilizaciones [Web] Página mantenida por el Taller Digital

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Las primeras navegaciones griegasa Iberia (siglos IX-VIII a.C.)

Antonio García y Bellido

Antigua: Historia y Arqueología de las civilizaciones [Web]

Página mantenida por el Taller Digital

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© Antonio García y Bellido © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia

[Publicado previamente en: Archivo Español de Arqueología, n.º 41, 1940, 97-127. Versión digital por cortesía del editor (Servicio de Publicaciones del Consejo Superior de Investigaciones Cientí-ficas. Madrid) y de los herederos del autor, con la paginación original. Las notas al pie se han nu-merado correlativamente, manteniendo las referencias visuales originales en el texto.]. © Antonio García y Bellido © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia

Las primeras navegaciones griegas a Iberia (siglos IX-VIII a.C.)

Antonio García y Bellido [-97→]

Al profesor A. Schulten en el setenta aniversario de su nacimiento

ANTECEDENTES; RELACIONES ENTRE EL EGEO Y EL MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL DURANTE LA EDAD DEL BRONCE.

Arqueológicamente puede constatarse con datos tangibles la existencia de relaciones, más o menos directas, entre las tierras que bañan las aguas del Egeo y las costas más occi-dentales del Mediterráneo, ya en tiempos tan remotos y alejados como los que transcurren durante la Edad del Bronce. Estos testimonios de orden arqueológico han aparecido en toda la cuenca del Mediterráneo Occidental, tanto en las islas corno en las zonas costeras de la tierra firme. Tales son, en el Mediodía de Francia, un oinochoe de boca en forma de pico er-guido (Schnabelkanne de la terminología alemana) del Museo Borély, en Marsella, hallado en el Bassin du Carénage en 1837 (fig. 1); dos puñales de cobre chipriotas hallados, uno en Marsella, cerca de la Charité, y otro en Auriol, más un fragmento de vaso kretense o kyklá-dico también de Marsella (1) 1.

En las Islas Baleares no ha aparecido hasta el presente más que un solo testimonio coe-táneo de los citados de Provenza, pero éste —que procede de Menorca— es tan representati-vo como los anteriores. Se trata de otro oinochoe cerámico (fig. 2) de boca en forma de pico erguido, idéntico por su figura y su decoración al ya mencionado del Bassin du [-97→98-] Carénage, y que, como él, fue hallado también en pleno siglo XIX (2) 2. Todos estos ha-llazgos son datables en la primera fase de la Edad del Bronce. Los dos oinochoai, sobre todo, son piezas importantes y extremadamente típicas (3) 3.

En Cerdeña son también de tipo kykláclico los idolillos de mármol de Anghelu-Ruju, cerca de Alghero, quizás importados del Egeo. Influencias egeas se han querido ver tam-

1 Vide Jacobsthal y Neuffer, Gallia Graeca, recherches sur l' hellénisation de la Provence, en Préhistoire, t.

II, fasc. I, 1933, con la bibliografía anterior. 2 Fue de la colección Ramis y Ramis, de Menorca. De ella pasó a la del Profesor Vives, en. Madrid, donde

estaba en los primeros decenios de este siglo. Su paradero actual nos es desconocido. Su origen minor-quino, aunque no está absolutamente documentado, es, sin embargo, el más probable. El ejemplar ha sido reproducido pocas veces, y ninguna, que sepamos, fotográficamente. Fue publicado por vez primera en la obra de Hernández Sanz Compendio de Geografía e Historia de la isla de Menorca, Mahón, 1908, figura de la pág. 94, en dibujo del autor. Al año siguiente fue publicado de nuevo, esta vez por su dueño, Vives, en su estudio El arte egeo en España, II (Revista de Archivos, Bibliotecas y Museos, t. XXII, pág. 2, fig. i, Madrid, 1910). Ambos autores vieron ya en él, con acierto, una obra importada de origen kykládico. Pos-teriormente ha sido mencionado en varias ocasiones y por varios investigadores en el mismo sentido.

3 El del Museo Borély mide 19 cm. de alto y es de barro amarillento de mediana calidad. El barniz presenta un colorí 'ligeramente pardo, tirando en parte a amarillo o cereza. El de Menorca, según la descripción que de él hizo Vives (loc. cit.), medía 17 centímetros de alto, era de color blanquecino con fajas de color os-curo. Su asa atravesaba las paredes del vaso, asomando las puntas por dentro.

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bién, para Sicilia, en las espirales en relieve sobre las puertas de las tumbas de Castelluccio, próximo a Siracusa, y en ciertos huesos con una fina decoración oviforme del mismo

Fig. 1.- Oinochoe del Bassin du Fig. 2.- Oinochoe de Menorca. Carénage. (Marsella: Mus. Borély.) (Paradero actual desconocido.)

yacimiento arqueológico (4) 4. Aparte de los numerosos ejemplares [-98→99-] del típico vaso de doble asa, el llamado δέπας άµφικύπελλον, muy frecuente en Sicilia durante el primer período sículo. Aunque estos testimonios no puedan tenerse con seguridad como productos directamente venidos de la cuenca egea, obedecen por lo menos a su influjo y estímulo. Por su fecha han de colocarse en los comienzos de la Edad del Bronce, como los anteriores.

Al pleno Bronce corresponden los lingotes cretenses hallados en Serra Illixi (Cer-deña) (1) 5, datables hacía el 1500. Y no muy distante de ellos en fecha, las perlas de vidrio halladas en Fuente Álamo (Almería), de procedencia sin duda nilótica (2) 6.

Sábese también por abundantes hallazgos arqueológicos que al finalizar él segundo milenio anterior a Cristo, existían relaciones comerciales bastante frecuentes entre los fo-cos culturales del Egeo y Sicilia, no sólo con su costa oriental, la que mira al Mar Jónico, sino —lo que es más interesante para nosotros— con las costas norte y occidental de la isla, las que se asoman de pleno al Mar Sardo y Balear. Son vasos mykénicos del último período, semejantes a los que con tanta frecuencia suministra la isla de Rhodas, idolillos de arcilla, también típicamente mykénicos, espadas, vasos de bronce laminado, espejos y joyas, todo del mismo origen (3) 7.

De tiempos algo más cercanos, lindando ya con el comienzo de la Edad del Hierro en el Egeo, son testimonios de la permanencia de estas relaciones, quizás, las hachas de apéndice lateral frecuentes en el sur y sudeste de España y halladas también en las Balea-res, Cerdeña, Sicilia, Italia y toda la cuenca oriental del Mediterráneo (4) 8 y las fíbulas del tipo de Cassibile (Sicilia), halladas también en el Egeo (Creta) y al otro lado del Estrecho de Gibraltar (lote de la ría de Huelva) (figura 3) (5) 9. [-99→100-] 4 Vide Taramelli, NecropoK di An-ghelu Ruin, en los mon. ant., 1908, pág. 387; Orsi, Caslelluccio, en el

Bull. di Paletn. Ital., 1892 y 1897. 5 Vide Taramelli, Bull. di Paletn. Ital., 1904, pág. 91, y, principalmente, Porro, Influssi dell'Oriente

preellenico sulla civiltà primitiva della Sardegna, en Atene e Roma, 1915. 6 Bosch, Etnología, págs. 226-7. 7 Consúltese Orsi, Atti del I Congresso Storico internacionale, 1905, V; E. Peet, Annual of the British

School at Athens, 1906-7; Ghirardini, Bull. Palet. Ital., 1913; Peet, The Stone and Brome Ages in Italy and Sicily, 1909.

8 Bosch, Etnología, pág. 231. 9 Vide artículo Fibel, del Reallexikon der Vorgeschichte. de Karo y v. Duhn; Blinkenberg, Fibules grecques

et orientales, 1926. Para el hallazgo de Huelva: Gómez-Moreno, Boletín de la R. Acad. de la Hist., t. 83,

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Estos son, por el momento, los más importantes hechos de orden arqueológico que pueden presentarse como obligados antecedentes a las navegaciones griegas de época histórica.

Por fuentes escritas, aunque no comprobadas todavía por los hallazgos, puede afir-marse que desde muy temprano también —pero no antes de las postrimerías del segundo milenio anterior a Cristo— los mercaderes fenicios frecuentaban en viajes directos las

Fig. 3.- Fíbula del tipo llamado de Cassibile del lote hallado en la Ría de Huelva

apartadas tierras del Mediterráneo occidental, como término de sus arriesgadas expedicio-nes comerciales que, a lo largo de las costas norte-africanas, conducían a los ricos empo-rios metalíferos del sur de España (Tarschisch). Basándose en la carencia de hallazgos fe-nicios en nuestra Península anteriores a los siglos VIII-VII se ha pretendido negar última-mente que estos viajes llegasen hasta ella. Pero hemos de considerar como noticias fide-dignas las transmitidas, no sólo por los textos bíblicos canónicos y no canónicos, sino por los autores clásicos, según las cuales Gadir fue fundada por aquellos mercaderes hacia el año 1100. Esta es, desde luego, mencionada dos veces por el Libro de los Jubileos (VIII, 23, 26; IX, 12), basado en un viejo planisferio fenicio datable en pleno siglo IX antes de J. C. (1) 10.

LOS GRIEGOS HISTÓRICOS. COMIENZOS DE SUS EXPLORACIONES EN EL OCCIDENTE: CHALKIDIOS Y RHODIOS.

Los principios del Hierro en el Egeo fueron acompañados de una tan intensa conmo-ción de orden étnico y cultural que hizo cambiar [-100→101-] totalmente la faz de su histo-ria. Naturalmente esto no se cumplió sin graves repercusiones de toda índole. El período caótico y oscuro con que comienza Grecia a entrar en su Historia escrita, trae consigo una pérdida casi absoluta de aquellas viejas relaciones, más mediatas que inmediatas, que du-rante la Edad del Bronce mantuvieron en contacto y relación ambos focos culturales ex-tremos del Mediterráneo. Por el momento fueron únicamente los fenicios los que sin duda conservaron y fomentaron aquellas antiguas relaciones beneficiándose sobre todo del co-mercio de metales, cuyo emporio occidental constituíalo por entonces Tartessós o Tarschisch. Parece como si los griegos, ocupados en los comienzos de aquella nueva etapa en buscar acomodo dentro del nuevo ámbito geográfico, sede de sus futuras grandezas y miserias, hubiesen perdido totalmente la pasada noción de la existencia de aquellas tierras sitas a su occidente. Sin embargo los hechos posteriores demuestran que este olvido no fue total. Cuando el orden y la estabilidad política permitieron a los griegos tender su mirada por las tierras y mares circunvecinos, cuando pudieron intensificar sus relaciones exterio-res, vuelven a arar el mar con sus naves en busca de las lejanas costas del occidente,

1923. Parece ser que la fecha asignable a los bronces de Huelva debe rebajarse hasta el siglo IX (según re-ferencia oral del Sr. Almagro, quien tiene en prensa un estudio sobre los bronces de Huelva).

10 Vide Hermann, Die Erdkarte der Urbibel, 1931, pág. 68.

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atando a sus nuevos afanes las viejas experiencias de sus precursores. El sur de Italia y la isla de Sicilia fueron de nuevo meta de sus rumbos; éstas, andando el tiempo, se transfor-marán en una Magna Grecia. Tal redescubrimiento de los parajes más occidentales del mar Jónico abrió las puertas de entrada al amplio seno sardo y balear, que muy pronto debieron surcar. Sus primeras navegaciones vinieron acompañadas de un gigantesco impulso co-mercial y de una actividad marinera sólo comparable a la desarrollada en los siglos XV y XVI por españoles y portugueses. Gracias a ello, el lejano mar de Occidente volvió a abrirse ya de una vez para siempre y a ser parte importante en la historia del mundo anti-guo. Veamos cuándo y cómo llegan los griegos históricos a las tierras bañadas por el Me-diterráneo Occidental.

Mediado el siglo IX navegantes jonios oriundos de Chalkís y Eretria, en Euboia, fundan una colonia, la de Kyme, valientemente clavada lejos de sus hogares metro-politanos, en pleno mar Tyrrhenio, frente por frente de Cerdeña. El valor y el significado que este hecho, casi inverosímil, tiene para la historia cultural del Mediterráneo Occidental [-101→102-] es enorme. Ciertas tradiciones colocan esta fundación en fechas aún más lejanas (hacia el 1050) y hay historiadores que no niegan esta posibilidad. Mas, por hoy, la arqueología no constata la presencia de griegos en esos lugares en fecha anterior al siglo VIII-IX. De todos modos, aún aceptando provisionalmente esta data, es indudable que antes de ella los chalkidios tenían que conocer bien estos parajes, pues es condición nece-saria la precedencia de ciertos viajes exploratorios y ciertos tanteos comerciales o piráticos precursores de la fundación colonial. En cualquier caso ello nos prueba que los intereses griegos creados por el nuevo estado de cosas miraban desde el principio y primordial-mente al lejano Occidente, a donde les conducían no sólo los recuerdos de viajes y empo-rios ancestrales, sino también el ejemplo de las navegaciones fenicias, que por entonces tenían ya una base comercial firme en Gadir, en las bocas del Atlántico y un cierto número de intereses en Sicilia. Al constituirse Kyme en la primera colonia griega de Italia, el navegante heleno había hecho acto de presencia en la mitad occidental del Mediterráneo, el cual no tardará en ser incorporado totalmente a su oikoumene. Este acontecimiento, usando de la máxima prudencia en las fechas, puede situarse sin temor, por lo. menos, hacia el 800 antes de J. C. (1) 11.

Kyme fue el punto de partida de una asombrosa actividad colonizadora. Rasgado el mis-terio, los griegos, y a su cabeza los mismos, jonios chalkidios, comienzan a pulular por el nue-vo mar, estableciendo en primer lugar nexos o lazos intermediarios entre la nueva colonia y la [-102→láminas-]

11 El problema de la fecha de fundación de Kyme ha dado lugar a una acentuada diversidad de opiniones.

Por ceñirnos a los últimos y más autorizados juicios, citemos los de K. J. Beloch y E. Pais. Beloch (Grie-chische Geschichte, I, II.ª, pág. 227, segunda edición, 1926) no acepta que Kyme haya sido fundada antes de dominar el estrecho de Mesina, calculando su fundación no mucho antes que la de Mégara o Syrákous-sai. La remota fecha transmitida por Eusebios, Velleius y Strabon, se la explica Beloch por una confusión con su homónima la Kyme de Asia Menor. Ettore Pais, por el contrario, admite como muy verosímil, si no la fecha dada por los autores citados, sí al menos la prioridad de ella con respecto a las demás colonias su-ditálicas y sikeliotas, según el testimonio de Strabon (πασων πρεξβυτάτη των τε Σικελικων και Ίταλιωτίδων. Strabon, V, 4, 4). En un principio, añade, no se trataba de fundar colonias agrarias o políti-cas, sino de fijarse en puntos seguros para el depósito y el tráfico de mercancías, obtenidas incluso por procedimientos piráticos (E. Pais, Storia dell'Italia Antica, 2.ª edic., 1933, I, pág. 271). La opinión de Be-loch nos parece exagerada. Casos como el de Kyme los tenemos en la fundación de Gadir, en la de Mai-nake, en varias de las colonias griegas del Pontos, que fueron creadas antes de establecer las colonias in-termedias.

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Fig. 4.- Pentekóntoros griego del siglo VIII en un vaso del "geométrico final" del Museo Británico.

Fig. 5.- Gran navío de altura pintado en un vaso del geométrico final (s. VIII), conservado en Toronto. (Según Payne, Protokorinthische Vasenmalerei, lám. III.)

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Fig. 6. Oinochoe geométrico del Bassin de Carénage. (Marsella, Mus. Borély.) —Figura 7.- Amphoriskos geométrico de Saint-Marcel. (Marsella, Mus. Borély.) — Fig. 8.- Hydria geométrica de Olbia. (Mus. de

Hyères.) — Fig. 9.- Lékythos protokorinthio de Olbia. (Mus. de Hyères.) — Fig. 10.- Taza jónica del Etang de Berre, (Mus. des Antiq. Nationales.) (Según Jacobsthal y Neuffer, Galia Graeca.)

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[-láminas→103-] metrópoli. A los jonios de Chalkís y Eretria síguenles los dorios del Pelopónnesos, de Rhodos, de Kreta, los achaios —o aqueos— de Lokrís. Así, poco más tarde de la creación de Kyme vemos poblarse de factorías y colonias griegas todas las playas suditálicas y si-cilianas bañadas por las aguas del mar Jónico y el mar Sículo. Surgen unas colonias tras otras. A la chalkidia Kyme síguele Naxos, fundada por gentes del mismo origen, en 735, al pie del Etna. Un año más tarde le sucede Ortygía, cuna de la gran colonia dórica, de la opulenta Syrákoussai, luego Mégara Hyblaia, doria también; Leontinoi, Katana —éstas de estirpe jónica—, alineadas todas ellas en la costa siciliana del mar jónico y nacidas hacia el 730. Los jonios chalkidios, necesitando dominar la llave del estrecho que da entrada al mar Tyrrhenío, donde ya tenían el punto avanzado de Kyme, fundan Zankle (llamada después Messana), en la misma fecha. Nueve años después surge en el sur de Italia, sobre las costas del mar Jónico, la achaica Sybaris (721), luego Taras, Kroton, Lokroí, nacidas hacia el 708, doria Taras, achaias las otras dos. Con el fin de vigilar ambas orillas del es-trecho de Zankle, nueva hornada de gentes jonio-chalkidias planta frente a ella, en la costa itálica, Rhegion, fundada el 708 también. Poco antes los mismos de Zankle fundan la sub-colonia de Mylai (716), asomada por entero al nuevo mar tyrrhenio. Hacia el 700 los rho-dios con los kretenses, dorios como ellos, se establecen también en Sicilia, dando el nom-bre de Gela a su primera colonia sita ya frente a las costas carthaginesas, vigilando el otro paso, más amplio, al mar Sardo. Así, en menos de medio siglo, con las fundaciones de jonios, dorios y achaios una nueva Grecia había nacido a las puertas del Mar Occidental.

Los testimonios de orden arqueológico demuestran que antes de la fundación de estas colonias sus comarcas eran ya visitadas por comerciantes activos. El colono, más positivo y cauto que los exploradores, piratas o negociantes ocasionales, no se establece si antes no está bien informado del porvenir de las tierras que ha de colonizar, A las fundaciones cita-das, todas ellas del último tercio del siglo VIII, precedieron, con mucho, viajes aislados de exploración o de aventura, tanteos y creaciones de emporios provisionales, en muchos casos simples refugios de aventureros (el caso de Zankle), embriones de las futuras colo-nias. [-103→104-]

La llegada de los griegos a las costas tyrrheaias y sicilianas y las consiguientes funda-ciones en ellas efectuadas trajeron consigo, y como consecuencia inmediata, el tráfico con los pueblos indígenas que habitaban en sus orillas. Fue entonces cuando a las vagas noti-cias geográficas que acerca de las tierras y mares occidentales tuviesen los griegos —en particular por conductos fenicios—se unieron informaciones más precisas y concretas re-cibidas esta vez de los propios moradores de las tierras que acababan de visitar y coloni-zar. Una de las características más notables de la pasada Edad del Bronce, por lo que al intercambio recíproco de los pueblos ribereños del Mediterráneo occidental se refiere, constituyóla el mutuo y perfecto conocimiento que entre ellos existía de tiempo atrás. Italia, Sicilia, Baleares, Cerdeña, Córcega y las costas de la Península y el norte de África no se ignoraban entre sí. Los hallazgos oriundos de unos círculos culturales dentro de otros, las líneas generales del desarrollo de estos círculos, o facies, tan íntimamente rela-cionados unos con otros, son las mejores pruebas de este intercambio de signo esencial-mente marítimo que unían unas islas con otras y éstas con las costas continentales de sus márgenes. Esto, que es evidente para la Edad del Bronce, acentuóse en los comienzos del Hierro, máxime cuanto que ya desde sus comienzos un pueblo de navegantes y mercade-res, el fenicio, servía de vehículo entre las distintas costas del mar Sardo. Sicilia, Córcega, Tartessós, Italia, sin duda también la Provenza, eran frecuentemente visitadas por ellos, antes que los griegos llegasen a sus playas. Informados los helenos por los indígenas cono-cieron pronto los secretos de aquel amplio seno marítimo a cuyas puertas se hallaban ya

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instalados. Con los informes recogidos no cabe dudar que ya en la segunda mitad del siglo VIII, o todo lo más tarde en sus postrimerías, los griegos pudieron navegar por todo el Mar de Occidente, yendo de isla en isla y de estas a las más lejanas costas por donde se ponía el sol y donde, como sin duda sabían también, iban a recoger riquezas minerales los traficantes y marinos fenicios de mucho tiempo atrás.

Pasado el estrecho angosto flanqueado por las dos colonias chalkídias de Zankle y Rhegion, el nuevo mar abríase para los griegos como un campo dilatado propicio a sus aventuras y negocios. Ya en aquella época eran conocidos los grandes navios de cincuenta remos, los [-104→105-] pentekóntoros, citados en la Ilíada (Il., 719; XVI, 170) y la Odyssea (VIII, 35), de sólida construcción, gran autonomía y bien dispuestos para las navegaciones largas y de altura (figs. 4 y 5). La aparición de aquellas potentes naves debió causar enton-ces una verdadera revolución en las cosas del mar, algo semejante a la que causaron en el siglo XV las carabelas. En este aspecto, como en tantos otros, el paralelismo de estas dos grandes etapas de descubrimientos geográficos es verdaderamente notable. El espíritu in-quieto de los primeros navegantes helenos hubo de impulsarles de modo irresistible a ex-plorar aquellas soleadas costas, idénticas en clima, frutos y aspecto a las suyas propias. Deseosos de adelantarse unos a otros en una no siempre noble competencia, sin miedo a lo desconocido, llevando como norte el afán del lucro, las fáciles ganancias o la arriesgada rapiña comenzaron a navegar por el mar Tyrrhenio, el mar Sardo, el mar Balear, el mar Tartessio, viendo gentes nuevas bien dispuestas al ventajoso intercambio, descubriendo caudalosos ríos, índices de tierras profundas y dilatadas, hallando grandes islas habitadas por pueblos bárbaros fáciles de dominar y explotar o frecuentadas rutas comerciales de se-guras y ricas presas.

REFLEJO DE LOS PRIMEROS VIAJES POR OCCIDENTE EN LOS POEMAS MÍTICOS ANTERIORES AL AÑO 600. LA ODYSSEA, HESÍODOS, LAS KYPRIAS, STESÍCHOROS.

Los poemas contemporáneos, en especial la Odyssea, reflejan en parte este nuevo mundo abierto ante los ojos de los griegos y aquel espíritu audaz y de aventura que les llevó a explorarlo y recorrerlo en todos sentidos. Sobre ello se ha escrito mucho y se han dado multitud de interpretaciones más o menos probables. Pero como en realidad nada concreto a nuestro fin puede descubrirse en esos poemas, salvo la evidencia de su fondo histórico referible a las navegaciones por el mar de Occidente (Odyssea, IV, 567; XI, 155; XII, 1), damos de lado este aspecto literario para buscar en otras leyendas, de fondo más concreto, aquellos testimonios que aclaren en lo posible este oscuro período en que los helenos comenzaron a navegar por nuestros mares (1) 12. [-105→106-]

12 Muchos han sido los ensayos hechos sobre la posible ubicación de ciertos países o personajes de la Odys-

sea. Para Bérard (Les Phéniciens et l'Odyssée, I, 1902; II, 1903), Kirke habitaría en la costa italiana; los Laistrygones, al N. de Cerdeña; Kalypsó, en el estrecho de Gibraltar. Pero éstas, como otras identificacio-nes por el estilo, son siempre arbitrarias y muy problemáticas. Ya en la Antigüedad, durante la época hele-nístico-romana, se interpretaron en este sentido muchos pasajes de Homeros. Strabon (I, 1, 4 y 5) coloca en Iberia los campos Elyseos y las islas Afortunadas citados por el poeta. Más adelante (III, 2, 12) vuelve a insistir sobre el conocimiento que tuvo Homeros de Tartessós y admite el viaje de Odysseús hasta Lisboa (III, 2, 13 y sigs.). Las afirmaciones de Poseidonios, Artemídoros y Asklepiades de Myrlea, recogidas cré-dulamente por Strabon, y las de los latinos como Silio Itálico, Justino y Plinio, que nos hablan de una re-mota colonización griega en Galicia, a raíz de las guerras troyanas, de ciertas costumbres griegas entre los moradores del interior de la Península, de un culto de Odysseús en la Sierra Nevada, etc., etc., son deduc-ciones arbitrarias sacadas, sin otros fundamentos, de la similitud de ciertos topónimos indígenas con otros griegos o de ciertas costumbres locales semejantes a otras griegas. Sobre estas interpretaciones, a las que tan dados eran ciertos escritores helenístico-romanos, se ha escrito y fantaseado mucho hasta nuestros

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Es en Hesíodos (hacia el 700) donde hallaremos datos más precisos demostrativos de una mayor claridad en el concepto geográfico de los confines occidentales del mundo an-tiguo. Su alusión a Italia y Sicilia, donde coloca las aventuras de Odysseús (1) 13, es el resultado de las navegaciones primeras de los chalkidios (Kyme, Naxos, etc., datables por lo menos en el siglo VIII). La cita de los tyrrhenios y latinos (Teogonia, 1.013) no es, como Schulten supone (2) 14, reflejo de las navegaciones phókaias, sino de las chalkídias y rhodias. Del Estrecho tiene una noción que, aunque vaga, se halla explícita en sus locali-zaciones de los mitos de Heraklés y Perseas, de las Gorgonas y de las Hespérides de voz sonora, de Atlas y Erytheia. Las Hespérides y las Gorgonas sitúalas "más allá del ilustre Océano" (πέρην κλυτοϋ Ώκεανοίο, Theog., 215 y 274). El fuerte Heraklés dio muerte a Orthos y al boyero Eurytion en un sombrío establo de Erytheia, isla sita "en medio de las olas", "cuando el héroe atravesó el Océano" (Theog., 287 y sigs.). Atlas sostiene el cielo "en los confines de la Tierra" (Theog., 518).

En las Kyprias (siglo VII) y en Stesíchoros (hacia el 600) hay nuevas referencias de los lejanos parajes de Occidente en relación, [-106→107-] también, con el mito herakleida (véase más adelante, pág. 115). Después las referencias van adquiriendo un aspecto cada vez más histórico. El viaje de Kólaíos, hacia el 630, es ya una narración de tipo puramente histórico.

TRADICIONES GRIEGAS SEMÍTICAS E HISTÓRICAS REFERIBLES A SUS PRIMERAS NAVEGACIONES POR LOS MARES DE LA PENÍNSULA IBÉRICA: LAS BALEARES Y TARTESSÓS.

TLEPÓLEMOS, LOS RHODIOS. RHODE Y RHODA.

Una vieja tradición cuidadosamente transmitida de unos a otros y recogida por ciertos historiógrafos muy posteriores, decía que πρό τής Όλυµπκής θέσεως, antes del cómputo por olympiadas (la primera se fecha en el 776), en la época de su thalassokratía, navegan-tes rhodios se habían aventurado por los mares lejanos de Occidente, llegando hasta Es-paña (µέχρι Ίβερίας έπλευσαν) y fundando en ella a Rhode (τήν 'Ρόδον εκτισαν). Remon-tándose en sus recuerdos aún más referían que ciertos dorios de Rhodos, tras las guerras troyanas, llegaron a instalarse en las islas Gymnesíai, es decir, las Baleares (τινές δέ... τάς Γυµνηςίας νήσους ύπ' αύτων κτιαθηναι λέγουσιν). Estas interesantes tradiciones han lle-gado a nosotros gracias a Strabon (1) 15, quien además, en el mismo párrafo, nos habla de las otras fundaciones rhodias contemporáneas en la Opiké (Parthenope) y en la Daunía (Elpías).

En el poema de Lykóphron (escrito hacia el año 270 a. J. C.) "Alexandra" (versos 633 y sigs.) se alude poéticamente a este último episodio. En este poema la adivina Kasandra (Ale-xandra), hija de Príamos de Troya, prevee la caída de la ciudad y la suerte que han de correr los héroes, tanto troyanos como achaios. Con este motivo el autor, recogiendo viejas tradi-ciones de núcleo histórico tomadas, al parecer, de Tímalos y Lykos de Rhegion, hace hablar a la adivina, que predice la fundación de algunas ciudades de Occidente. Según profetiza

días, en los que un sano criterio las ha descartado definitivamente. Ya nuestro sabio arqueólogo Rodríguez de Berlanga recogió y crítico acertadamente todos estos textos arbitrarios (Los bronces de Lascuta, de Bo-nanza y de Aljustrel, Málaga, 1881, págs. 18 y sigs. y 312 y sigs.). El mismo valor concedióles el gran in-vestigador portugués Martins Sarmento (Os gregos no noroeste da Iberia, 1876, vuelto a publicar en Dis-persos, Coimbra, 1933). Por el contrario, García de la Riega defendió tenazmente la posibilidad de tales tradiciones (Galicia Antigua, 1904).

13 Frag. 65-68 de Rzach. 14 Tartessos, pág. 72, ed. esp. 15 XIV, 2, 10; aunque en III, 4, 8, dice ... ή 'Ρόδη πολίχνιον `Εµποριτων, τινες δέ κτίσµα 'Ροδίον φασί.

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Kasandra, parte de los griegos arribarán en sus naves a las χοιράδας Γυµνησίας (las "roco-sas" Gymnesías), donde vivirán miserable vida, desnudos, [-107→108-] armados con hondas y no comiendo el pan si antes no han logrado derribar con ellas el pedazo colocado lejos, sobre un palo (1) 16. A renglón seguido (versos 642-3) el autor alude a la prolongación de estos viajes hasta cerca de las puertas de Tartessós. (άγχι Ταρτησοϋ πύλης).

Otra versión del mismo tema hállase en el epítome de Apollódoros (siglo I a. J. C), donde se dice (2) 17 que las gentes del héroe rhodio Tlepólemos —un Herakleida—, tras el saqueo de Ilion, arribaron a Creta, desde donde, apartados por los vientos, llegaron a las islas ibéricas y allí se establecieron (ύπ ανέµων εξωσθέντες περί τάς Ίβηρικάς νήσουςúti (ψκησαν) (3) 18.

Formas legendarias semejantes y que enmascaran hechos históricos hay también para las islas de Córcega y Cerdeña, en las que los "nóstoi", o regreso de los héroes troyanos a sus hogares, juegan un papel muy parecido. La Eneida es una forma tardía de esta misma serie de tradiciones.

En estas narraciones de tipo legendario y oriundas probablemente de Rhodos encon-trámosnos, sin duda, ante un reflejo de navegaciones muy remotas por nuestros mares. En "ellas parece posible rastrear dos estadios distintos en su proceso de leyendización; uno, el más histórico, en el que estas navegaciones, perdido ya el recuerdo de su fecha, se colocan vagamente en tiempos anteriores a las olympiadas (antes, por tanto; del 775); otra, más de-formada e influida por las narraciones novelescas de los "nóstoi" (último grupo del ciclo troyano, muy afín al carácter aventurero de aquellas prodigiosas e históricas navegaciones) relaciona a éstas con el héroe rhodio Tlepólemos o, sin dar nombre alguno, con los acon-tecimientos inmediatamente posteriores a la caída de Troya.

Los escritores antiguos aún nos han dado más detalles sobre esta participación rhodia en las primeras empresas del Mediterráneo [-108→109-] Occidental. Plinio transmítenos otra noticia según la cual a orillas del Ródano tuvieron aquéllos una ciudad de nombre Rhoda, de la que el naturalista no dice más sino que ya había desaparecido ("at que ubi Rhoda Rhodiorum fuit", Plin., Nat. Hist., III, 33). Algo más al oeste, la colonia griega de Rhode, sita ya en nuestras costas peninsulares, era reputada como colonia rhodia también (Strabon, III, 4, 8, y XIV, 2, 10). Sobre la fecha de su fundación hay esta interesante noti-cia que, recogida de Tímaios o Éphoros (siglo IV), transmitió, el Pseudo-Skymnos: ταύτην ('Ρόδη) δέ πρίν ναων κρατουντες έκτιαν 'Ρόδιοι... (Ps.-Skym., 205-6). De ello parece de-ducirse que fue fundada en tiempos de la thalassokratía rhodia, es decir, en el siglo IX, siendo, por tanto, anterior al cómputo por olympiadas y coincidiendo en ello con la refe-rencia cronológica del otro texto ya transcrito en líneas anteriores (Strabon, XIV, II, 10). Como se ve todas estas referencias aluden a hechos muy viejos cuya, cronología va desde el siglo XII a IX a. J. C. Más adelante volveremos sobre ellos y sobre sus posibles y más verosímiles reducciones cronológicas (ver pág. 113).

LOS PRIMEROS TESTIMONIOS ARQUEOLÓGICOS GRIEGOS EN OCCIDENTE EXTREMO. Tomados en consideración los testimonios literarios ya citados en el párrafo anterior,

indaguemos lo que haya de cierto en ellos, utilizando como base de partida el testimonio 16 Lykóphron recoge aquí la noticia —presente en varios textos— de que los baleares, para adiestrarse desde

niños en el manejo de la honda, usaban de este curioso ardid. Véase, p. ej., Diódoros, V, 18. El scholiasta de Lykóphron aclara este pasaje añadiendo la noticia de que Tímaios afirma haber llegado a las Gymnesíai algunos boíotios y que el historiador sikeliota llama en una ocasión a estas islas Choirades, es decir, un nombre que en Lykóphron se presenta como epíteto.

17 Myth. Graeci, I, 6, 15 b. 18 El mismo contenido en Tzetz, Lyk. 911.

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arqueológico. Por el momento éste no traspasa los linderos cronológicos del siglo VIII. De las costas de Provenza proceden los siguientes claros indicios de un comercio con griegos datable ya en la centuria citada: un oinochoe geométrico (fig. 6), probablemente kyklá-dico, de la primera mitad del siglo VIII y procedente del Bassin du Carénage (no se con-funda con el ya citado de la Edad del Bronce); un amphoriskos geométrico, quizás áttico, y de la misma fecha, hallado en las cercanías de Marsella (fig. 7); una hydria pequeña, también geométrica (fig. 8), y un lékythos proto-korinthio (fig. 9), ambos hallados en la localidad de la antigua Olbia y conservados en el Museo de Hyères; unas fíbulas de bronce halladas [-109→110-] en Gard, de tipo helládico e importadas en el siglo VIII (fig. 11). Y, finalmente, como dudosa, una taza procedente de l'etang de Berre (figura 10), semejante en forma a otras halladas bajo el Heraion de Samos en un nivel correspondiente al siglo VIII (1) 19. Que sepamos, no existen pruebas arqueológicas de estas fechas en las Baleares y costas firmes de la Península Ibérica. Pero por ahora sirven de testimonio, indirectos, más fehacientes, los hallazgos citados de la región de Marsella (2) 20.

Fig. 11.- Fíbulas griegas arcaicas halladas en Gard. (Mus. de la Soc. Arq. de Montpeller.)

Es, por tanto, de una claridad irrefutable la existencia de un tráfico comercial griego con las tierras del lejano Occidente, por lo menos desde la primera mitad del siglo VIII, es decir, antes que la fecha más baja aceptada, aunque provisionalmente, para la fundación de Kyme, la primera colonia griega de nuestra cuenca mediterránea. Es de sumo interés que quede bien sentado este hecho para discutir la posibilidad de aquellos viajes rhodios a las Baleares y Tartessós y de aquellas fundaciones de Rhode y Rhoda, de lodo lo cual, como ya se ha visto, hablan ciertas tradiciones más o menos deformadas y corrompidas por las leyendas.

EL PROBLEMA DE LA COLONIZACIÓN RHODIA EN OCCIDENTE EXTREMO.

Aquellas tradiciones en las que con tanta insistencia se habla de los rhodio, ya en las Baleares, ya en Tartessós, ya en las costas [-110→111-] provenzales y catalanas, plantean la cuestión de si, en efecto, hubo o no una participación rhodia en las primeras etapas de las exploraciones griegas de nuestras costas. Para hallar una vía de solución comencemos por destacar un hecho indiscutible que hemos procurado, a este fin, poner bien de relieve en las líneas anteriores: el de la presencia material de objetos griegos datables desde comien- 19 Vide Jacobsthal y Neuffer en su ya citado trabajo, Gallia Graeca, págs. 40 y sigs., con la bibliografía

anterior. 20 La opinión manifestada a comienzos de siglo por Jullian (Hist. de la Gaule, I, página 195) de que los

objetos más antiguos conocidos entonces fuesen importaciones de etruscos, fenicios e incluso de piratas ligures, no es viable hoy.

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zos del siglo VIII en las costas más alejadas del Occidente. Como tal fecha precede por lo menos en más de un siglo a la que generalmente suele tomarse como inicial de las navega-ciones phókaias en los mismos alejados parajes (para algunos éstas son todavía bastante más modernas), es indudable que aquellas importaciones han de haber sido obra de otras gentes distintas y antecesoras de los phókaios, lo que equivale a decir que antes de éstos hubo, sin duda, otros contactos datables, por lo menos, desde comienzos del siglo VIII, como los mencionados testimonios arqueológicos nos fuerzan a deducir.

Ahora bien; los navegantes griegos que llevaron esos tempranos productos, ¿quiénes eran? Si nos atenemos a los textos llegados a nosotros, nada más que una respuesta cabe: los rhodios, ya que son los únicos recordados en estos parajes y en fechas desde luego muy anteriores al siglo VII. Pero también hemos de pensar en los chalkidios y aun en los cretenses. Los primeros porque, aunque no sean citados expresamente por los textos litera-rios en estas nuestras tierras occidentales extremas, sabemos, sí, que fueron en realidad los primeros en fundar colonias en sus más próximas orillas (mar Tyrrhenio) y, ciertamente, la primera, Kyme, en tiempos muy remotos (siglo IX-VIII) y en lugar tan avanzado que no se explica sino como resultado de un primitivo comercio con Cerdeña, Etruria y Liguria y no sabemos hasta qué punto también con Baleares y la Península. Los cretenses, porque hicieron acto de presencia en el Occidente junto a los rhodios (fundación de Gela, Akra-gas) y en tiempos anteriores al comienzo de las navegaciones phókaias.

Aunque para este primer período de la colonización griega en esta zona del Occidente nos falten por el momento testimonios específicamente rhodios (los hay de otras proceden-cias, como hemos visto) que expliquen a satisfacción los textos mencionados, para los inme-diatos subsiguientes, no. Son varios y claros los objetos que, oriundos de [-111→112-] talleres industriales rhodios, aparecen en Occidente desde el siglo VII, aún a pesar de que eran ya los phókaios los que en estas centurias comenzaban a hacerse dueños de los apartados em-porios comerciales de Poniente. Mas como estos comprobantes arqueológicos no pertene-cen, en rigor, a la época que ahora nos ocupa, únicamente nos limitamos aquí a recordarlos anticipando su presencia. Bástenos por el momento saber que estos hallazgos no son raros y que, unas veces de fecha arcaica y otras de tiempos clásicos, han aparecido desde el sur de España hasta el mediodía de las Galias. Prueba de la supervivencia de un viejo tráfico comercial cuyo origen debe buscarse en los años y decenios oscuros en que los rhodios y chalkidios comenzaron a abrir las rutas del lejano Occidente (1) 21. [-112→113-]

21 El problema de la participación rhodia en las primeras colonizaciones del área occidental del Mediterrá-

neo es viejo, pues los textos, aunque acogidos en muchos casos con cierto recelo y desconfianza, eran, naturalmente, conocidos. Ya nuestro Masdeu era partidario de ella, aún en contra de los Mohedano que le negaban por falta de pruebas arqueológicas (Masdeu, Hist. Crítica de Esp., III, 78, edic. Sancha, 1784). En fechas más próximas, Meltzer (Geschichte der Karthager, I, págs. 149 y sigs., y 479), Hübner (La Ar-queología de España, pág. 194), Vives (Mem. Numism. esp., 2.a época, núm. 1, págs. 1 y sigs.), E. Maass (Oesterh. Jahresh., IX, pág. 139), Mélida (Cronol. de las Antigüed. ibér. ante-romanas, págs. 11 y 44), Friedländer (Herakles, pág. 23), Jacobsthal y Neuffer (loc. cit.), Berthelot (Ora Maritima, pág. 136), últi-mamente Schulten (Die Griechen in Spanien, Rhein. Mus. für Philol. 1936, pág. 289) y muchos otros, aceptaban o aceptan la posibilidad de tales relaciones interpretando los referidos documentos literarios en un sentido positivo. A su lado, empero, otros investigadores no se atrevían a admitir sin más pruebas esta participación rhodia tan temprana. Consideraban excesivamente alta la fecha deducible de los textos para el comienzo de las exploraciones griegas en los mares de Occidente. Así, entre nosotros los citados Mohe-dano (Hist. Literaria de Esp. II, pág. 115) en el siglo XVIII y entre los modernos Hiller von Gaertringen (R. E. Pauly-Wissowa, art. "Rhodos", col. 755), Wackernagel (idem, art. "Massalia", col. 2.130), Jullian (Hist. de la Gaule, I, pág. 186) y algunos otros eran opuestos a su aceptación. Entre los investigadores de temas españoles relacionados con la colonización griega de nuestra Península, Schulten fue partidario en un principio de la misma tendencia negativa (R. E. Pauly-Wissowa, art. '"Pόδη") y tras él Bosch (Prehist. Catal., pág. 194, y omisión constante del problema en sus distintos trabajos) y quizás algunos otros.

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Sólo gracias a las tradiciones locales rhodias (las chalkidias no han tenido la misma suerte) que conservaron vivas durante mucho tiempo sus pasadas proezas marineras y tu-vieron la fortuna de ser recogidas por historiógrafos posteriores, y a la labor meritoria de las investigaciones arqueológicas, que. han descubierto las pruebas materiales de su posibilidad histórica, esta primera etapa de la colonización griega en Occidente comienza a verse hoy con una claridad luminosa y a constituir, quizás, el capítulo más nuevo y atrayente de la historia de las relaciones griegas con las tierras y por los mares del lejano Poniente.

Una vez más la leyenda se ve confirmada por la arqueología y, a su contacto, el mito se convierte en realidad. Sin embargo, parece ser que las fechas dadas por los textos han de someterse a una prudente reducción. Se ha visto que, según cierta versión, ya corrompida por la leyenda, los rhodios tocaron en las Baleares hacia el siglo XII (Troya, Tlepólemos, los "nóstoi") y que, según otra ya más aceptable, la fundación de Rhode en el Pirineo, tuvo lugar durante la "thalassokratía" doria (calculable, según la famosa lista de Diódoros —VII, 13—, entre el 900 y el 876), siendo la más verosímil aquella de Strábon (XIV, 2, 10) en la que estos hechos son fijados, prudentemente, poco antes de las olympiadas (779), es decir, en números redondos, hacia el 800. Pues bien, creemos, según esta graduación, que debe descartarse como inaceptable desde luego la primera, siendo dudosa la segunda y ple-namente posible la tercera. En resumen, tenemos como muy verosímil la presencia de los primeros rhodios en Occidente ya a mediados del siglo IX (thalassokratía), pero es de supo-ner que su actividad no se hiciese sentir hasta el siglo VIII. Pudo ser entonces cuando se fundasen en el Ródano aquella colonia de Rhoda de que nos hablan Plinio [-113→114-] (H. N. III, 33), y en las estribaciones de los Pirineos la de Rhode, cuya fundación, según ciertos textos ya analizados (Str., XIV, 2, 10; Ps. Skym., 205-6), tuvo lugar cuando los rhodios eran potentes en el mar (siglo IX). Desde luego aquellos objetos griegos de la pri-mera mitad del siglo VIII que han sido señalados en Provenza confirman plenamente la posibilidad histórica de la fecha transmitida por Strábon y el Pseudo-Skymnos.

EL CICLO LEGENDARIO DE HERAKLÉS Y SU PROPAGACIÓN EN OCCIDENTE.

Un aspecto susceptible de ser interpretado en favor de la aportación dórica al descu-brimiento del Occidente es el de la temprana localización de cierto número de episodios del ciclo legendario herakleida, dórico por tanto, en la Península y regiones vecinas. Es sabido que la leyenda, al menos desde Hesíodos (hacia el 700), quien, como vimos, ya poseía informes ciertos sobre el Océano exterior occidental, coloca la victoria del "fornido

Mas, hoy día, ante la evidencia de los hallazgos, no cabe ya mantener el mismo criterio escéptico o ne-gativo. El mayor obstáculo que a los dos últimos investigadores ha impedido ver el problema en sus as-pectos positivos, ha sido, a nuestro juicio, el tomar demasiado al pie de la letra el texto de Heródotos que nos dice que fueron los phókaios los primeros que navegaron nuestros mares (Heród., I, 163). Texto que, aunque no existiesen los referentes a los rhodios, sería igualmente, falso, pues sabemos por otros y varios conductos que mucho antes que los phókaios, navegaban ya por los mares de Poniente hombres de Chalkís y Eretria. Como testimonio de ello siempre se ha tenido el argumento de la fundación de Kyme, que por su fecha y situación es, sin duda alguna, la primera colonia griega de Occidente, muy anterior, como se ha visto —aún aceptando para su fundación la fecha más baja —, al comienzo de la actividad colonizadora de los phókaios en los mismos mares. De tal modo que considerada por aquellos investigadores la colonización phókaía como la primera y no dándose ésta antes del siglo VII, todas las referencias de hechos anteriores hubieron de tenerse como fantásticas, aun en los casos (como sucede precisamente con algunos referidos de los rhodios) en que aquéllas conservaban un claro y evidente sabor de autenticidad, ya que aún no se habían dejado contaminar por las leyendas epopéyicas del ciclo troyano. No se vio que los phókaios, en realidad, fueron los últimos en llegar y que su fecunda labor desarrollada a continuación borró, durante los dos siglos de sus actividades, toda o casi toda huella —que probablemente no fue tampoco muy intensa— de la presencia anterior de chalkidios y rhodios.

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Heraklés" sobre el "tricípite Geryon" en las tierras del lejano Occidente (1) 22. En ellas sitúa también a Atlas (2) 23 y la mansión de la "terrible Styx" (3 24). Poco más tarde, en Stesíchoros (hacia el 600) la leyenda halla una localización más precisa; Strabon (III, 2, 11) nos ha conservado un fragmento de su poema Γηρυονίς en el que cantaba el viaje de Heraklés a Occidente. El fragmento dice que en Tartessós, de cuyo río nos da las primeras noticias, fue engendrado el "pastor de bueyes" Geryon. Stesíchoros vivió y compuso sus poemas en Sicilia, en la colonia dórica de Himera, donde sin duda llegaban con frecuencia noticias del sur de España por medio de los viajeros rhodios, peloponnesios o kretenses y quizás también de los primeros navegantes phókaios. En las Kyprias (siglo VII), en los fragmentos conservados, se hace alusión a lo mismo. De un siglo más tarde, próxima-mente, fragmentos de Peísandros de Kameiros, dorio de Rhodos, de Panyasis de Halikar-nassós, también dorio, y de Pherekydes de Athenas, sobre todo de este último, nos hablan igualmente [-114→115-] de Heraklés en su relación con el Occidente y Tartessós (1) 25. Ni que decir tiene que esta elaboración mitológica, que iba tomando cuerpo desde el siglo VIII-VII conforme se abría el Occidente a los griegos, daba libre entrada a la fantasía. Por eso no es de extrañar que el logógrafo Hekataios de Míletos, hombre de ciencia y geógrafo escrupuloso, protestase ya de estas localizaciones arbitrarias y abusivas de Heraklés en Tartessós e intentase reducir el mito a su prístino ambiente geográfico (2) 26.

Se ha solido explicar esta presencia de Heraklés en Occidente como debida a influjos fenicios, ya que éstos trasladaron el culto de Melkart a las costas del mediodía de la Penín-sula. Pero sin negar tal influencia, no cabe duda que en esta temprana localización del mito herakleida hubo una colaboración eminentemente griega debida a la presencia de gentes dorias (rhodios, peloponnesios, kretenses) en los primeros viajes y exploraciones.

LA TOPONIMIA GRIEGA HERAKLEIDA EN OCCIDENTE. LA "VIA HERÁKLEIA". PRUEBAS FILOLÓGICAS.

El nombre de 'Ηρακλέους Στηλαι que desde los más remotos tiempos designaba entre los griegos al estrecho de Gibraltar, el de 'Ηρακλεια que llevó en tiempos muy antiguos una ciudad de las proximidades de Algeciras (Timosthenes, en Strabon, III, 1, 7), el de 'Hρακλέους νήσος que perteneció, al parecer, a la isla arenosa de Saltes, frente a Huelva (Strabon, III, 5, 5), y el de otra ''Hρακλέους νήσος que el mismo Strabon recuerda para la de Scombraria, actual Escombrera, frente a Cartagena (Stra., III, 4, 6), son quizás restos toponímicos muy viejos de la antigua participación de gentes dorias (rhodias, kretenses o peloponnesias) en la apertura de los ricos mercados del lejano Occidente.

Además la frecuente presencia de Heraklés en los orígenes legendarios de algunas ciudades de Occidente (Sagunto, Nîmes, Mónaco, Niza y la antigua Herákleia Caccabaras, y alguna más), aunque parece reciente, son recuerdos quizás de una antigua vía comercial doria [-115→116-] de la que ya hemos visto hay posibilidades arqueológicas (1) 27. El Ps. Aristóteles (π. θαυµ. à. 85) habla de una "Via Herákleia" que de Italia llevaba al país de los celtas, de los celtoligures y de los iberos ('Οδός Ήράκλεια εωσ τής Κελτικής καί 22 Theogonía, 287 y sigs. 23 Theog., 517. 24 Theog., 776. 25 Véanse todos los textos citados en Schulten, Fontes H. A., I-II. 26 Apud Arrianós, Anabasis, II, 16, 5. 27 Sobre la posterior propagación del mito de Heraklés por Occidente, debida sobre todo a los mitógrafos

helenísticos y romanos, consúltese, además de Schulten, Fontes, I y II, el artículo de P. W. Gruppe "Hera-klés", en la R. E. de Pauly-Wissowa-Kroll, Supp. III, 997 y sigs.

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Κελτολιγύως καί Ίβήρων), dando a entender la existencia de una ruta comercial costera que por la Provenza llevaba a España y que es posible se refiera a la de los Primeros nave-gantes dorios de que ya hemos hablado (véase el mapa de la pág. 117). El nombre de "Vía Hercúlea" con que se designaba la vía litoral que en tiempos romanos llevaba hasta Gades, no tiene otro origen.

También al otro lado de las Columnas el mito de Heraklés tuvo, como se sabe, gran importancia; a él se refieren las leyendas de Antaios, Atlas, las Hespérides y el papel ju-gado en el origen de Tingis (Tánger) y de la dinastía mauritana, a la que perteneció Juba, así como en los orígenes de Lix (2) 28.

Pruebas de orden filológico se irán aportando en lo sucesivo ante el nuevo aspecto de la cuestión. Por ahora puede aducirse, como caso sin duda algo más que coincidente, el hecho de que la propia Rhodos, metrópoli de aquellas colonias legendarias de Rhode y Rhoda, se llamase primitivamente, según Strabon (XIV, 2, 2), Ophioussa, es decir, lo mismo que en tiempos remotos se llamó a la Península (Avienus, ver. 152) y una de las Baleares (Strabon, III, 5, i); pero además esta particularidad aducida por Schulten: que las Gymnesíai sean en Plinius (N. H., III, 77) Gymnaside, y en Isidorus de Sevilla (Etimol. XIV, 6, 44) Gymnasiae, en cuyas granas extraña la a dórica doblemente curiosa en esta zona, donde dominaron definitivamente los jonios de Phókaia y Massalía (3) 29. El mismo caso hallamos en el topónimo mencionado por Avienus (v. 535) de Mons Malodes, que como Schulten vio (4) 30, corresponde al griego Μαλωδες (de µάλον = µήλος), es decir, con a dórica. El Mons Malodes estaba no lejos de la colonia de Rhode, al [-116→117-]

Fig. 12.- Mapa mostrando en esquema la ruta en OUSSA del puente de islas y la vía rhodia con sus fundaciones.

[-117→118-] pie de los Pirineos, colonia que, como ya se ha dicho, era tenida por fundación de los rhodios.

28 Véase P. W. Gruppe, Herakles, en Pauly-Wissowa, Suppl. III, col. 859. 29 Vide Schulten, Die Griechen in Spanien, págs. 322 y 324 de la separata. 30 Loc. cit., pág. 320.

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RUTAS MARÍTIMAS. LA VÍA INTERINSULAR A TARTESSÓS. TESTIMONIOS CHALKIDIOS. Por dos vías marítimas podían llegar los griegos a nuestras costas insulares y penin-

sulares: bien viniendo de las bocas del Ródano a lo largo de la Provenza y Cataluña, o bien, partiendo del sur de Italia o Sicilia, por el puente de islas (Cerdeña, Baleares) hasta el cabo de La Nao y de allí, en ruta costera, a las Columnas Herakleas y Tartessós. No era posible otra vía, pues la del África Menor fue siempre virtualmente impracticable para los griegos, por costear feudos sujetos a Carthago. De la primera tenemos las pruebas ar-queológicas ya citadas del sur de Francia, presentes desde comienzos del siglo VIII, más las noticias, también recordadas líneas atrás, de una Rhoda en la desembocadura del Ró-dano y otra Rhode al pie de los Pirineos, ambas colonias o factorías de los dorios de Rho-dos y fundadas, al parecer, en fechas muy remotas, probablemente hacia el siglo VIII. De la ruta interinsular, por el contrario, no hay ni pruebas arqueológicas aducibles por el mo-mento, ni menciones de textos antiguos que nos hablen precisamente de ella (pruebas indi-rectas son, sin embargo, las menciones escritas de los rhodios en las Baleares). Mas ca-sualmente y gracias a un cierto número de topónimos muy antiguos, en parte datables ya en esta primitiva época, y conservados esporádicamente en distintos autores, se puede re-construir con tal claridad aquella primera vía interinsular que cabe decir se halla tan bien documentada corno la provenzal, a pesar de no haber dado aún pruebas arqueológicas.

La ruta interinsular que, como un puente, lleva en línea recta de la Campania, o Sici-lia, donde estaba la más vieja colonia griega de Occidente, al avanzado promontorio del cabo de La Nao, en la costa oriental de la Península Ibérica, fue evidentemente una de las primeras utilizadas por los griegos (chalkidios o rhodios) en sus viajes y prospecciones por los mares del occidente mediterráneo. Era, además de la más cómoda por ser directa, la más fácil por eludir las costas [-118→119-] etruscas y ligúricas y ser el camino natural se-ñalado por las corrientes y vientos. Sin duda los griegos no hicieron con ello sino seguir en sus naves las viejas rutas ya de antiguo surcadas por los indígenas y que ponían en comu-nicación Italia y Sicilia con Cerdeña, Baleares y la Península Ibérica. Pero hay una serie de datos en la primera toponimia de este derrotero que confirman de modo altamente satis-factorio su pasada existencia. Ya se había notado (1) 31, tanto en Italia y Sicilia, como en las Baleares y costas meridionales de la Península la insistente presencia de ciertos nombres terminados, al modo de otros jonios de Asia Menor, en -oussa (—ουσσα) (2) 32.

En el Occidente, la ruta marítima del vado de islas está atestiguada por estos otros topó-nimos emparentados sin duda con los de Asia Menor (véase el mapa de la pág. 117): en las cercanías de Kyme, colonia de los jonios de Chalkis y Eretria, Pithekoussa (isla de Ischia), Seirenoussai (los tres islotes rocosos deshabitados, Li Galli, pegados a la costa septentrional del golfo de Salerno) y Anthemoussa (quizás otro nombre de los mismos). En Sicilia no son tampoco raros; las dos islas más occidentales del Archipiélago Eólico llamáronse Erikoussa (actual Elicudi) y Phoinikoussa (Filicudi) y de las Pelágicas, entre Malta y Túnez, Lampedusa que aún conserva poco alterado su antiguo nombre de Lopadoussa, y Algoussa es la actual Linosa; entre las Egadas, en el extremo occidental de Sicilia, la actual Lavignana llamóse por los antiguos Aigoussa, así como, en general, todo el archipiélago (Aigoussai o Aegates). Ade-más recuérdese que la más importante de las ciudades, de la isla de Sicilia se llamó Syrákoussai.

31 Debemos a Schulten (F. H. A., I, pág. 89) las primeras indicaciones sobre estas coincidencias toponími-

cas, que más tarde recogió Carpenter (The Greeks in Spain, pág, 12) y nosotros ampliamos aquí refor-zando las consecuencias deducibles, aunque, como se verá, en otro sentido histórico y cronológico.

32 Sirvan de ejemplo para estos últimos, que dan la pauta a los de Occidente, los siguientes, escalonados todos a lo largo de las costas que miran al Egeo: Arginoussai, Oinoussai, Pharmakoussa, Drymoussa, La-goussai, Teutloussa, Polypodoussa, Kordyloussa, Tichioussa, etc.

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Tan numerosos como en Italia y Sicilia son también en España y sus islas mediterrá-neas estos topónimos antiguos en oussa. Partiendo indistintamente de uno o de otro foco colonial griego, el primer escalón o tramo del mencionado puente insular de la vía a Tar-tessós, era [-119→120-] Cerdeña, que en tiempos remotos, dicen los textos, llevó el nombre de Ichnoussa. De ella el salto a las Baleares está atestiguado por los antiguos nombres conservados de sus islas. Así, los viejos testimonios escritos citan los de Meloussa, Kromyoussa (Hekataios, en Stéphanos Byzant), quizás Mallorca y Menorca respectiva-mente; Pityoussa, Ibiza (Avienus, 470, Diódoros V, íó), Ophióussa, Formentera (Strabon, III, 5, i); del archipiélago balear pasaba este itinerario en oussa a las costas del sur y sud-este de la Península donde se situaban los siguientes nombres: Oinoussa? (hállase en Livio, XXII, 20, 3, en forma de Onusa, pero Polyainós, VIII, 16, 6, llámala 'Οινουσσα), probablemente Cartagena; sigue en el Mediodía andaluz un supuesto "akra Pityousses", que parece coincidir más con el cabo Sacratif que con el Sabinal (Avienus, 435). Pasadas las Columnas Herákleias, menciónase una isla Kotinoussa, quizás Gades (Plinio, N. H. IV, 120 y Dion. Perieg. 456), y una bahía Kalathoussa, la de Huelva? (de Éphoros, en Stépha-nos Byz.). En pleno Atlántico un "akra Ophiousses" ha de identificarse con el Cabo Roca (Avienus, 172). Finalmente la Península Ibérica parece ser fue llamada también en su to-talidad Ophióussa (Avienus, 148). El mismo Tartessós (Tarschisch para los fenicios) muestra una terminación característica de la toponimia del sudoeste del Asia menor, preci-samente en la zona continental más próxima a Rhodos (1) 33. Como aquellos nombres en oussa son de origen mikrasiático, se vio en ellos una excelente prueba a lo que los textos decían acerca de la colonización phókaia en el Occidente. A nuestro juicio, sin embargo, es muy anterior a los phókaios y debe datarse en los tiempos de las primeras navegaciones de los chalkiclios y rhodios (siglos IX-VIII). Hay estas razones: en primer lugar los nom-bres en oussa parten en rigor de la colonia jonio-chalkidia de Kyme, o de las sicilianas, donde hemos visto que abundan, siendo, por tanto, datables en los tiempos de la fundación de las colonias (siglo IX-VIII) y, por ende, muy [-120→121-] anteriores a los phókaios. Además, ni en el sur de Italia, ni en Sicilia, actuaron los prhókaios como exploradores ni como fundadores. Phókaia vino tarde a Occidente para colaborar en la helenización de Italia meridional y Sicilia. Este fue uno de los motivos por lo que emprendió la coloniza-ción de las más lejanas costas, aun casi vírgenes, de España y Francia. Sólo tras la derrota de Alalíe (hacia el 535) llegaron algunos prófugos a fundar Hyle, en Lucania. De ser topó-nimos de origen phókaio, como se ha pretendido, era lógico esperar las mismas termina-ciones en alguno, por lo menos, de los topónimos griegos de las costas provenzales o ca-talanas, donde, como se sabe, tuvieron los phókaios numerosas colonias; y la verdad es que no existen ejemplos de ello. Históricamente hay, además, este argumento para consi-derar la sarta de topónimos en oussa como anterior a los phókaios: el establecimiento de los carthagineses en Ibiza a mediados del siglo VII (654) amenazó de modo tan audaz esta antigua vía que los nautas griegos hubieron de abandonar la cómoda vía interinsular y buscar otra más segura por el norte, costeando las playas levantinas de la Península para enlazar en el cabo de la Nao con la Vía Tartessia. Este es precisamente el estado de cosas que refleja Periplo, base de la "Ora Marítima", el cual desconoce de modo harto sorpren-dente la verdadera composición del archipiélago balear y la existencia de una ruta comer- 33 Tales como los siguientes; Teímissós, Halikarnassós, Karmylessós, Idebessós, Ter-messós, Sagalassós y

muchos más. Estos aparecen también en Sicilia (Herbessós, Telmessós), donde los phókaios no intervinie-ron, Su presencia en Kreta, isla dórica, igual que Rhodos, donde se hallan nombres como Poikilassós, Gylisos, Amnisos, Tylissós (vide Schulten, Tartessos, pág. 22), condúcenos también a la posible atribu-ción de la forma "Tartessós" a los navegantes dorios de Rhodos y Kreta y no a los phókaios, en cuyo ám-bito histórico-geográfico no se encuentran terminaciones tan caracterizadas.

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cial a su través. A esto debióse igualmente el esfuerzo de los massaliotas, algo más tarde, por establecerse en las costas catalanas y levantinas (Emporion, quizás Pyrene, Kallipolis y Kypsela, Alonís y hasta probablemente una primitiva Akra Leuké).

EL ALFABETO CHALKIDIO. Prueba y testimonio de la importancia que desde un principio tuvo la participación de

los chalkidios en la apertura al comercio y la civilización del Occidente es, sin duda, una serie de fenómenos de tipo cultural que vemos aparecer entre los pueblos indígenas que habitaban a lo largo de la costa mediterránea y cuyos orígenes hay que suponerlos en fechas indudablemente lejanas. ¿En qué momento cabe situar la introducción del torno del alfarero, ya en uso general entre los iberos [-121→122-] hacia el año 500? ¿Cuándo y por quiénes se introdujo el alfabeto? ¿Y la técnica de la fundición en pleno, tan usada por los iberos en la fabricación de los millares de estatuitas votivas de sus santuarios? ¿Y el arte y técnica, tan finos, de su pintura cerámica? El hecho de que los primeros testimonios de estos progresos culturales no puedan retrotraerse por el momento a fechas anteriores, en general, al comienzo del siglo V excluye aquí su estudio. Pero del alfabeto cabe hacer una excepción. Sus formas y signos han conservado rasgos tan arcaicos que una comparación con el alfabeto primitivo de los chalkidios, que fue el primero y más importante de los al-fabetos griegos llegados al Occidente, permite afirmar que gran parte de los signos de los alfabetos ibéricos son, sin duda, de origen directo chalkídio, aunque otros pudieron ser tomados del fenicio o ser modificados por su influencia. El fenómeno es claro por lo que toca a otro pueblo del Mediterráneo, el etrusco, que, como el ibero, tuvo sus primeros contactos con los griegos por medio de gentes chalkidias. El alfabeto etrusco procede del chalkidio de Kyme, la colonia griega más cercana. Hübner, en 1888 (1) 34, admitía ya para el ibérico la posibilidad del origen chalkidio, pero, desconocedor aún de la verdadera im-portancia que la colonización griega tuvo en España y en todo tiempo, e impresionado en demasía por los libros de Movers y de Meltzer, se decide más por el origen fenicio. En sus Monumenta Linguae Ibericae (2) 35 ratifica su decisión por tal procedencia. No obstante, suyas son estas frases: "Los alfabetos griegos que con este ibérico (se refiere al más anti-guo) pueden compararse, son los de las colonias calcídicas de Italia y de Sicilia, Kyme, Neapolis, Rhégion, Zankle, Naxos, Himera, cuyos signos respectivos tienen relativamente la más grande semejanza con el ibérico. Si, pues, la escritura ibérica es hija de la griega, no es fácil que haya nacido de otros abecedarios que de los que se dejan indicados." (3) 36. Origen jónico halla Gómez-Moreno para el alfabeto del plomo de Alcoy, que aunque el autor lo tiene como phókaio creemos nosotros es de origen chalkidio (4) 37. [-122→123-]

EL MOTIVO DE LOS VIAJES GRIEGOS A LA PENÍNSULA. LA RIQUEZA EN METALES: ORO, PLATA, COBRE, ESTAÑO. MEIDÓKRITOS.

Que la pronta llegada a la Península de fenicios y griegos fue motivada por la enorme riqueza en metales de ella (riqueza ya explotada en parte en el Eneolítico y conocida en

34 La Arqueología de España, págs. 64 y sigs. 35 Berlín, 1893, pág. XXXI, cap. III. 36 La Arqueología de España, pág. 65. 37 Gómez-Moreno, El plomo de Alcoy, Rev. de Fil. Española, 1922, t. IX, págs. 352-360. Un cuadro

comparativo de los alfabetos fenicio, griego, calkidio y jónico y el ibérico puede verse en Hübner, La Arqu. de Esp., pág. 67. Las analogías halladas por Schulten entre el alfabeto ibérico de Algarve y el etrusco (Die Tyrsener in Spanien. Forsch. u. Fortsch., núm. 21, 1940) proceden sin duda del origen común de ambas escrituras.

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todo el Mediterráneo durante la Edad del Bronce) es cosa que se explica por sí misma, pero que además dicen explícitamente, o dejan entrever con claridad, los mismos textos llegados a nosotros. Estos, para la época anterior al siglo IV-III son escasísimos, sin duda por haberse perdido. Pero los pocos salvados, que serán enumerados líneas adelante, son, sin embargo, muy expresivos, sobre todo si en su valorización utilizamos los testimonios helenísticos y romanos que, por lo general, dan informes excelentes. Puede decirse que la fama de la Península en la antigüedad radicaba más que en otra cosa en su fabulosa ri-queza mineral. Las "laudes Hispaniae" contenidas en los escritores helenístico-romanos insisten singularmente en ella. Theóphrastos, Polybios, Artemídoros, Poseidonios, Strabon, Diódoros, Livio, Trogo, Marcial, Plinio, etc., etc., por no citar más que los más importantes, dejaron frecuentes testimonios de la riqueza y desarrollo de la minería en Es-paña durante la época republicana e imperial. Poseidonios, en imágenes brillantes, dedicó gran espacio a alabar la riqueza minera de España. "No es sólo rica —decía— esta tierra por lo que enseña, sino que lo es más por lo que oculta. En verdad para los iberos no es Ades quien reina bajo la tierra, sino Plutos." (Strabon, III, 2, 9.) "Toda España está llena de metales", dice Strabon, y añade (Strab., III, 2, 8), siguiendo sin duda a Poseidonios: "Hasta ahora en ningún sitio se ha hallado el oro, la plata, el cobre y el hierro, en tanta abundancia y pureza." De Plinio puede decirse que no estudia mineral alguno del que no se vea precisado a citar una o varias localidades de nuestra Península, ya del Mediodía como de Levante, lo mismo de Lusitania que de las apartadas regiones galaicas, astures y cántabras. En la época romana era célebre el oro del [-123→124-] noroeste (Str., III, 2, 8), que en un año, según Plinio (XXXIII, 78), produjo nada menos que 20.000 libras, en su mayoría de Asturias; el cinabrio y mercurio de Almadén, la antigua Sisapon, conocido ya de Theóphrastos (περί λίθων, VIII, 58), en el siglo IV, se extraía en tiempos de Plinio el Joven a razón de 2.000 libras anuales (Plin., XXXIII, 118); el hierro del Moncayo y de la Baetica, así como el de Vizcaya, que es citado por Plinio (XXXIV, 149), son también re-cordados; el cobre de la región de Huelva (Strab., III, 2, 8 y 9) era explotado desde tiem-pos remotísimos y constituyó una de las bases económicas de Tartessós, como luego ve-remos. El plomo de la región de Linares es mencionado por Strabon (III, 2, 10) y Plinio (XXXIV, 165); el estaño, de tanta importancia para la obtención del bronce, se explotaba en España desde tiempos atrás; la mayoría del estaño que se embarcaba en Tartessós por fenicios y griegos era de procedencia portuguesa, gallega y asturiana, donde hay que situar el primitivo emplazamiento de las Kassiterides. Poseidonios (apud Strab., III, 2, 9) y Plinio (XXXIV, 156-7) describen los yacimientos del noroeste, donde aparecía a flor de tierra (Str., loc. cit, y Plin., 122). El estaño gallego cambiábanlo los naturales a comer-ciantes extranjeros (Diód., V, 38, y Strab., III, 5, 11). Finalmente la fama mayor de la Pe-nínsula procedía de sus inagotables minas de plata. Acerca de ellas corrían en la antigüe-dad leyendas fabulosas, como la de los Pirineos, que tras un incendio en sus bosques manó abundante plata fundida (Poseidonios apud Strab., III, 2, 9; Diód, V, 35, 3; Ps. Arist. π. θαυµ. à. 87, y Athen., 233 e), o narraciones más verosímiles, como la de los mercaderes fenicios, que por no desperdiciar peso partían de España con anclas de plata (Diód., V, 35), o reales como los 1.500 kilos de plata que llevó a Samos el navarca Kolaíos (Heród., IV, 152), del que más tarde hablaremos. Dice Polybios (apud Strab., III, 2, 10) que los ro-manos obtenían de las minas de Cartagena, ya explotadas también por los Barcas intensa-mente, 25.000 drachmas diarias de plata y que en su tiempo (siglo II) trabajaban ¡cuarenta mil hombres! en ellas. Strabon (III, 3, 14) dice, copiando quizás a Polybios, que los tur-detanos, es decir, los tartessios, tenían objetos de uso común, como toneles y pesebres, de plata. Los hallazgos de vajillas ibéricas de plata corno la de Abenjibre (Albacete) en el país de los Bastetanos es buena muestra de ello. Las fabulosas cantidades de [-124→125-]

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plata que los rapaces gobernadores romanos de la república se llevaron de la Península están consignadas en los libros de Livio y exceden a toda fantasía.

La ligera enumeración acabada de hacer basta quizás para dar una idea de la impor-tancia que en la época romana tenía la explotación minera de España y deducir por ella la que pudo tener en la época de la colonización griega. A continuación veremos aquellos textos griegos referentes al tema y de fecha, en su origen, anterior a la batalla de Alalia, en los que hay alusión más o menos clara a la riqueza en metales de la Península (1) 38.

En los libros bíblicos menciónanse repetidamente las riquezas minerales que, en viajes regulares, solían traer las naves llamadas de Tarschisch. Oro, plata, plomo, estaño y hierro son los minerales enumerados.

Entre los testimonios griegos más antiguos, contemporáneos de las primeras navega-ciones al Occidente, cítanse los mismos metales. Con una envoltura todavía mítica Hesío-dos, coetáneo de las navegaciones anteriores a las phókaias, cita en su Theogonia (hacia el 700) "las hermosas manzanas de oro" del Huerto de las Hespérides, sito "más allá del ilustre Océano'7 (vs. 215-16), a Chrysaor, "la espada de oro" (v. 281 y 287), el palacio "con columnas de plata que llegan al cielo", mansión de la terrible Styx, hija del refluente Okeanós (v. 776 y sigs.) (2) 39.

Más tarde el poeta Stesíchoros, que vive hacia el 600 en Himera, la colonia griega más occidental de Sicilia, tenía noticias mucho más concretas. En un fragmento de su poema Gerioneís, conservado por [-125→126-] Strabon (III, 2, n), cita al río Tartessós, al que apellida "de raíces argénteas" (αργυρόριζος). Pero hacia el 630, es decir, antes de que Stesíchoros escribiese su poema, había tenido ya lugar el famoso viaje del samio Kolaíos a Tartessos, de donde regresó cargado de más de 1.500 kilos de plata a Samos, en cuyo Heraion consagró por ello un gigantesco trípode a la diosa (Heródotos, IV, 152).

El periplo base de la Ora Marítima de Avienus, anterior a Alalia (hacia el 535), cita el Mons Argentarius (v. 291) en la región de Tartessos y el río portador del estaño que lleva el metal hasta las murallas de Tartessos (versos 295-7) ("ídem amnis autem fluctibus stagni gravis — ramenta volvit invehitque moenibus— dives metallum). El estaño lo bus-caban los mismos tartessios en las Oestrymnis (v. 296), es decir, en las Kassiterides de Heródotos (III, 115), cuya primera localización debe suponerse en el noroeste de España, de donde, incluso en la época romana, se extraía gran cantidad de estaño (v. pág. 124).

El mismo contenido que en el periplo vemos en una referencia de origen remoto contenida en un fragmento de Stephanos Byz., en el que el río Tartessos figura de nuevo como fluyendo de una montaña de plata (άπό του Άργορου ορους ρέοντος) y acarreando en sus aguas hasta la ciudad el preciado estaño (καί κασσίτερονεν Ταρτησσψ καταφέρει). Éphoros (siglo IV), haciéndose eco de citas antiguas recuerda a Tartessos "que lleva el estaño arrastrado por el río, así como el oro y el bronce". (Ταρτησσός ποταµόρυτον

38 Para más detalles en lo referente a la minería antigua española en general, consúltense: Rodríguez de Ber-

langa, De las antiguas minas españolas. Metalla Hispana, cap. VII, págs. 654 y sigs., de su gran obra Los bronces de Lascuta, de Bonanza y de Aljustrel, Málaga, 1881; Hübner, Arqueología de España, 1888, págs. 224 y sigs.; Schulten, Hispania, columnas 2.004 y sigs., en la R. E. de Pauly-Wissowa, 1913, ó su versión española Hispania, Barcel., 1920, págs. 69 y sigs.; Cazurro y Ruiz, La riqueza en metales precio-sos de la España Antigua, Memoria de la R. Acad. de Cienc. y Artes de Barcelona, 1924; T. A. Rickard, The Mining of the Romans in Spain, Journal of Roman Studies, 1928, págs. 129 y sigs.; Louis C. West, Imperial Roman Spain, the objects of trade, 1929, págs. 40 y sigs.; Manuel Torres, vol. II de la Historia de España, de Calpe, págs. 332 y sigs., en los que se hallarán complementos bibliográficos.

39 Estos epítetos y descripciones son en realidad comunes a toda narración legendaria en las que, como es sabido, juegan siempre un papel importante las mansiones de plata, las frutas de oro, etc. Por eso no po-demos considerar a Hesíodos como el primer testimonio griego indiscutible de las riquezas del lejano Oc-cidente.

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κασσίτερον ... χρυσόν τε και χαλκόν φέρουσα, apud Skymnos de Chios, 164). Lo mismo en Eustath. á Dion. (337).

En cuanto al plomo, no hay más noticia vieja que la mención en un fragmento de Hekataios (en Stephanos Byz.), que sitúa hacia el 500 la ciudad de Molybdana, la ciudad "del plomo", en el país cíe los Mastienos, es decir, en la rica zona minera (plata y plomo) de Cartagena. Molybdana debía ser un puerto de embarque griego o ibero, en el que las naves cargaban el plomo de la región.

A estas fechas, y no a las de las navegaciones phókaias, muy posteriores, ha de refe-rirse un texto tardío, pero de apariencia y recuerdos remotos, que nos ha sido transmitido por Plinio. He aquí el texto: "plumbum —que ha de entenderse por plumbum album = es-taño— ex Cassiteride insula primus adportavit Midacritus" (Plin., Nat. Hist., 179). Por ella nos enteramos del nombre del primero que llevó —a [-126→127-] Grecia, se entiende— el metal procedente de las famosas Kassiterides o islas del estaño. La corrección Midacritus por Meidókritos (Μειδόκριτος), ya que en griego este es el nombre, parece lo más acepta-ble (1) 40. Meidókritos se presenta en inscripciones átticas y en comarcas jónicas, lo cual facilita la posibilidad de que fuera un chalkidio, pues lo probable es que el estaño se lle-vase ya desde las primeras navegaciones de los chalkidios por los mares de Occidente.

40 Schulten, Tartessos, 58, edic. española.

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1 Me refiero a Testimonia Hispaniae Antiquae II A (J. Mangas y D. Plácido eds.), LaPenínsula Ibérica en los autores griegos: de Homero a Platón, obra de E. Gangutia (con unaedición de las inscripciones griegas, obra de H. Rodríguez Somolinos). En adelante es citadocomo THA II.

EMERITA. Revista de Lingüística y Filología Clásica (EM) – LXVIII 1, 2000 pp. 1-18

TOPÓNIMOS GRIEGOS EN IBERIA Y TARTESSOS

FRANCISCO R. ADRADOS

The author revises the toponyms of Greek origin in the Mediterranean coast of Spain, as wellas the Greek adaptations of non-Greek toponyms. From this study some conclusions arereached on the knowledge of geographical accidents, productions and people by the Greeksfrom the sixth century B.C. onwards. The Ionian dialect appears in some of these toponyms.Also the names Tartessos and Tarsis, hellenized forms of tart- / turt-, are studied: Tarsis

presents the well known Ionian phonetical change -tis > -sis.

1. El contacto de los griegos con Iberia y Tartessos

En numerosas publicaciones sobre topónimos en Iberia y Tartessos semencionan etimologías griegas. Pero no conozco ningún estudio sistemáticosobre los topónimos griegos: su etimología y las razones de su formación.

Naturalmente, su estudio está en relación con el tema del conocimientode Occidente en Grecia y el de la llegada de los griegos a Occidente: a Iberiay Tartessos, en nuestro caso. No voy, claro está, a debatir la enorme biblio-grafía sobre el tema, pero sí a presentar un cuadro general desde nuestropunto de vista.

Nuestra Península comenzó a dibujarse en la imagen del mundo de losgriegos a través del mito: el libro de Elvira Gangutia1 lo hace ver clara-mente. Pero hay que decir una cosa: lo primero es el mito, lo segundo su

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2 FRANCISCO R. ADRADOS EM LXVIII 1, 2000

2 Cf. mi «Propuestas para una nueva edición e interpretación de Estesícoro», Emerita46, 1978, pp. 251-299; y E. Gangutia, «Gerioneidas: desarrollo literario griego en contactocon el próximo Oriente», Emerita 66, 1998, pp. 231-256. En ambos artículos se recoge laabundante bibliografía sobre el tema.

3 Cf. M. Martínez, Canarias en la Mitología, Madrid, 1992; y Las islas Canarias en la

localización en Occidente. Se trata, claro está, del mito relativo al Océano ya los paraísos y regiones infernales cerca de él situados. Ya desde Homeroy, sobre todo, desde Hesíodo, aparece trasplantado a Occidente, en losconfines del Océano, el mito griego, en un momento en que queda el eco delas navegaciones micénicas por todo el Mediterráneo y en que, desde elsiglo VIII, comenzaron las nuevas navegaciones.

Hay que añadir, antes de seguir adelante, algo esencial: el influjo que enestas localizaciones ejercieron los mitos mesopotámicos que buscaban enOccidente el País de los Muertos y ponían en conexión con él leyendascomo las de Gilgamés y Ninurta. Yo mismo y Elvira Gangutia hemos puestoen relación poemas como el Gilgamés, el Lugal-e y el Anzû con temas de lasnavegaciones de Odiseo y con la aventura occidental de Heracles, vencedorde Gerión2, entre otros más. Hesíodo, Estesícoro e Ibico son, tras Homero,los principales portadores de esta tradición.

Los navegantes que en la Edad Micénica y la posterior llegaban a Occi-dente llevaban la cabeza llena de estos mitos sobre el Océano, los Cimerios,las bocas del infierno y las puertas del Sol, Atlas, Gerión y su acompaña-miento, las islas Eritea y Sarpedonia, el Jardín de las Hespérides, el Elisio,las Gorgonas. Estos son los primeros nombres griegos en nuestro país: nom-bres míticos traídos de Grecia.

La visión de los montes Abila y Calpe localizaba las antiguas columnasde Crono, luego de Heracles, solo comprensibles a partir del mito de la se-paración del Cielo y la Tierra por el propio Crono. Las islas misteriosas sehacían sede de lugares paradisíacos, también temibles: más tarde, se buscabadarles un asiento geográfico firme. Con ello no se hacía sino llevar más allá,hacia Occidente, los paraísos y los terrores homéricos de las islas de Circe yde Calipso, de las sedes de las sirenas y los lestrigones.

Se creó así, poco a poco, una mágica geografía, iniciada por Estesícorocon su río Tartessos y su isla Eritia, donde Gerión apacentaba sus vacas.Otro modelo es el de las sucesivas localizaciones de las Islas Afortunadas3.

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EM LXVIII 1, 2000 TOPÓNIMOS GRIEGOS EN IBERIA Y TARTESSOS 3

Antigüedad, Tenerife, 1996. 4 Muchos estaban localizados, en el origen, en Oriente, hubo un proceso por el que

gradualmente fueron trasladados a Occidente. Cf. L. García Iglesias, «La Península Ibérica ylas tradiciones griegas de tipo mítico», AEspA 139-140, 1979, pp. 131-140; C. G. Wagner,«Tartessos y las tradiciones literarias», Rivista di Studi Fenici 14, 1986, pp. 201-228.

5 Cf. Ora Maritima 263, 304: Avieno propone que de la arx gerontis viene el nombrede Gerión; A. Schulten, Avieno. Ora maritima, Barcelona, 1955 (en adelante: Schulten), p.113 cree que la verdad es al contrario. Creo que la arx gerontis es ‘la fortaleza del viejo’, osea, de Crono: cf. Estrabón 3.5.3 y J. Mangas y D. Plácido (eds.), Testimonia HispaniaeAntiquae I. Avieno. Ora Maritima, Madrid, 1994 (en adelante: THA I), p. 86 sobre el próximotemplo de Crono. Véanse varias interpretaciones del nombre de Gerión en E. Gangutia, THAII, p. 68; se inclina (p. 69) a derivarlo de un nombre no griego.

6 Cf. P. Chantraine, La formation des noms en grec ancien, París, 1933, p. 158 ss.

Pero ni el mito ni la geografía mítica son el objeto de este trabajo. Lo quequiero señalar es que los nombres de los personajes y lugares míticos quelos poetas colocaban en Occidente (pero no solo en Occidente, algunos deellos), no son occidentales: son griegos, en contra de algunas propuestas4.Abren el paso a la geografía real, a partir del siglo VII.

Griegos eran el Océano, el Céfiro que en su orilla embarazaba a la Har-pía Podarges, también griega, y ella paría los caballos de Aquiles; y las otrasHarpías, y las Hespérides. Y Briareo y Egeón y Atlas y Crono y Heracles; ytoda la parentela y el «entourage» de Gerión: Posidón y la Gorgona Medusa,Crisáor y Calírroe, Euritión y Menetio; y Eritea ‘la roja’, que es al tiempouna Hespéride y una isla. El perro de Gerión, con las variantes Ortro y Orto,es también griego, sin duda. Y pienso que lo es el mismo Gerión, aunque apartir de un pasaje de Avieno se haya intentado varias veces derivarlo deuna forma indígena5.

Efectivamente, las varias formas del gigante tricéfalo ('0DLf<, '0DL`-<0H, '0DL@<,bH) son griegas y la básica es la primera. Tiene paralelos estric-tos en su formación a partir del verbo (0DbT: cf. •DZ(T / •D0(f<, FJV.T /FJ"(f<, JDb.T / JDL(f< y también •8".f<, 8"((f<, $"4f<, etc.; y otras conacento en la penúltima, del tipo de N,\*T<6. La dificultad que se pone es sal-vable. Cierto que en el mito griego Gerión no canta como las Hespérides,pero lo que sabemos sobre su naturaleza arcaica como monstruo alado,testimoniada por Estesícoro, un monstruo paralelo al Anzû mesopotámico,nos da una pista. Hay que comparar las aves estinfalias y las Harpías y hasta

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4 FRANCISCO R. ADRADOS EM LXVIII 1, 2000

7 Cf. E. Gangutia, l. c., p. 237, n. 19 (que cita mi «El mito indio en la perspectiva delmito indoeuropeo», Estudios sobre la Antigüedad en Homenaje al profesor Montero Díaz,Madrid, 1989, pp. 66-81).

8 La plata de Tartessos es el gran tópico, véase más abajo a propósito de z!8b$0, del•D(LD@Ø< ÐD@H, etc. Pero la plata de Tartessos la conocemos también por las fuentes hebreas,por ejemplo Jeremías 10.7-9. Y, por supuesto, por la investigaciones mineras actuales, cf. J.Fernández Jurado, «Economía Tartésica: minería y metalurgia», en Huelva en su Historia,Sevilla, 1986, pp. 149-170.

las sirenas, aves de muerte, y pensar en el grito aterrador del monstruo aladolanzándose sobre su presa, ni más ni menos que la Escila virgiliana y el Oce-anus latrator de Avieno 390. Nótese que en Píndaro, O. 2.96 el poeta, quees el águila, invita a los «cuervos» Simónides y Baquílides a graznar vana-mente (–6D"<J" (0DLXJT<) contra la primera. El Gerión clásico, con su tri-cefalia, que tiene paralelos indoeuropeos, es posiblemente secundario7.

Ahora bien, como queda indicado, al mito de las regiones occidentales,regiones infernales y paradisíacas a las que solo acceden héroes comoOdiseo y Heracles, paralelos de Gilgamés y Ninurta, recibe gradualmente,ya he dicho, una localización geográfica. Posiblemente la más antigua es lade las «columnas» de Heracles, nombre dado por los focenses al que losfenicios llamaban «estrecho de Melkart» y que en un momento se atribuyó aCrono. Los dos montes simétricos de Africa y Europa daban la “solución” alproblema mítico de compaginar la separación de Tierra y Cielo por obra deCrono y la unión de tierra y cielo en el horizonte. Pero véase más abajo.

Y luego tenemos a Estesícoro, con su isla Eritea «enfrente de las inagota-bles fuentes del río Tartessos de raíces de plata»: el Guadalquivir8. Y luegoseguirán gradualmente los demás nombres geográficos. Nada extraño quelos griegos, tras trasplantar a Occidente su geografía mítica y sus propiosmitos, consideraran normal ampliar esta geografía con nuevos topónimos.Esto sucedió, naturalmente, al llegarse a un conocimiento directo de Iberia yTartessos.

En Hecateo, en la Ora Maritima de Avieno (que tiene fuentes arcaicas,griegas y púnicas, sea o no cierta la tesis de Schulten sobre su derivación deun periplo masaliota del siglo VI) y en fuentes posteriores desde el siglo V oIV (Ferécides de Atenas, Píndaro, los trágicos y cómicos, Scylax, Helanicoy los historiadores, Platón, etc.) aparecen ya nuevas versiones de losantiguos mitos, ya topónimos más o menos reales.

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EM LXVIII 1, 2000 TOPÓNIMOS GRIEGOS EN IBERIA Y TARTESSOS 5

9 Cf. bibliografía en mi «9L246XH, µL60<"^6XH 6"4 Fb(PD@<,H J@L{?µZD@L 2"8"FF@-B@D\,H FJ0< ?*bFF,4"», en OMHRIKA, Ítaca, 1998, p. 24 ss. También M. Bendala Galán,«Las más antiguas navegaciones griegas a España y el origen de Tartessos», AEspA 139-140,pp. 33-38, quien cree en navegaciones antiguas a España de gentes de raigambre griega y enun componente griego en la génesis de la civilización tartésica.

10 Sobre el eco de estas navegaciones en la Odisea, véase mi artículo citado en la notaanterior. Sobre la colonización griega en España y el origen de las escrituras locales, mi His-toria de la Lengua Griega, Madrid, 1999, pp. 66 y 72, con bibliografía; también E. Gangutia,«Hecateo y las inscripciones griegas más antiguas de la Península Ibérica» Archivo Españolde Arqueología 72, 1999, pp. 3-14.

11 Cf. la edición de los plomos por H. Rodríguez Somolinos, en el tomo publicado con-juntamente con E. Gangutia antes citado (THA II), p. 333 ss. Sobre esos contactos comerciales

Habría que hacer, para comprender esto, una historia de los contactos delos griegos con nuestra Península. Y esto es imposible aquí. Pero recuerdolas grandes líneas y fechas:

1. Existen huellas de navegaciones micénicas que llegaban a Sicilia y aEspaña, donde hay hallazgos de cerámica de esta época9.

2. A partir del siglo VIII se reanudaron las navegaciones griegas, que handejado huella arqueológica en nuestra Península, sobre todo en Huelva y Mála-ga, y dieron origen a la escritura tartesia, quizá desde el mismo siglo VIII10, asícomo a otras escrituras indígenas. He aquí algunas fechas obtenidas de fuentesliterarias:

638: llegada a Tartessos de Coleo de Samos, según Heródoto IV 152 empujadopor la tempestad (pero los datos arqueológicos son más antiguos).

c. 600: Fundación de Massalia.c. 600-550: conocimiento de Tartessos por Estesícoro. Fundación de Emporion,

Hemeroscopion, Alonis y Mainake.c. 540: visita de los focenses a Argantonio (Heródoto I 163).c. 535: batalla de Alalia entre los focenses y la coalición de etruscos y cartagine-

ses.

Tras esta batalla desapareció el reino de Tartessos, las colonias griegas(salvo Emporion) fueron destruídas e Iberia quedó cerrada a los griegos.Pero, en la zona Norte al menos, esto no es exacto: los plomos de Ampuriasy Pech Maho, anteriores al siglo IV, testimonian relaciones comercialesestrechas entre griegos e indígenas. Y lo mismo, más al Sur, la creación dela llamada escritura greco-ibérica de Levante: textos del s. IV, pero en unaescritura de origen anterior11.

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6 FRANCISCO R. ADRADOS EM LXVIII 1, 2000

y la escritura greco-ibérica, cf. J. de Hoz, «Epigrafía griega de Occidente y escritura greco-ibérica», en ?3 !CO!3?3 +77/;+E EI/; 3EA!;3!, Atenas, 1998, pp. 181-196; «Koiné sinAlejandro: griego y lenguas anhelénicas en el Mediterráneo occidental durante la épocahelenística», en La koiné grecque antique III (C. Brixhe ed.), pp. 119-136, con bibliografía.

12 Cf. sobre todo F. Villar, «Termes, Tarraco, Turiasu», Beiträge zur Namenforschung28, 1993, pp. 301-1339; «Los topónimos de la serie tur-», en Estudios de Celtibérico y de To-ponimia prerromana, Salamanca 1995, pp. 199-244; y «Indoeuropeos y no indoeuropeos enla Península Ibérica» (en prensa); también mi «Precelta, celta y latín en la toponimiahispánica» (en prensa). La raíz tur- ‘fuente, río, agua’ está en Turta, Turdetani, etc., creo queen Baeturia); y está emparentada con tart- (en I"DJ0FF`H), véase más abajo.

13 Tras mucha bibliografía, cf. F. Villar, «Las lenguas de la Hispania prerromana», NovaTellus, 14, 1996, pp. 153-191.

Este es el panorama del que hemos de sacar consecuencias para las nave-gaciones, los intercambios con los indígenas, los puestos comerciales, lascolonias: éstas solo desde el 600, los puestos comerciales son sin duda másantiguos, igual que en lugares como Tell Sukas, Pitecusa, Naucratis, Al Mi-na, donde hay huellas de comercio desde el siglo IX. Y, naturalmente, todoesto es el punto de partida de la toponimia griega en Iberia y Tartessos.

El hecho es que los griegos llegaban a un mundo extraño, con habitantesde etnias diversas y de lenguas diversas. No es este mi tema ahora, pero enIberia y Tartessos encontramos huellas del paleoindoeuropeo, por ejemplo,en la raíz hidronímica tur12; encontramos ligur (la palus ligustina); ibérico,cómo no (il- ‘ciudad’, ib ‘río’, etc.); celta (los celtici, -briga, Seg-, -eburo,-samo, etc.); un área meridional suroccidental, quizá tartesia (-uba / -oba,-ippo, -urgi) (algunos dicen que indoeuropea); lusitano (indoeuropeo no cel-ta) (porcom, etc.); púnico (Cartaia, Gades)13. Imposible desenredar la com-pleja situación lingüística, solo en algunos casos tenemos éxito.

Frente a este panorama, los griegos que navegaban, comerciaban y aveces se establecieron no tenían más que tres salidas: o aceptar los nombresindígenas; o adaptarlos al griego; o poner nombres griegos, aunque solofuera para usarlos ellos, otras veces para imponerlos (en las colonias sobretodo). En una obra como la Ora Maritima o en el mismo Hecateo hay detodo esto: y con frecuencia es muy difícil la interpretación.

Yendo ahora a nuestro tema, los topónimos griegos, pensamos que hayque distinguir casos diferentes:

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EM LXVIII 1, 2000 TOPÓNIMOS GRIEGOS EN IBERIA Y TARTESSOS 7

a) Navegantes y comerciantes pueden poner nombres griegos a accidentesgeográficos que divisan desde el mar. Todo esto no implica el establecimiento delos griegos. Conviene estudiar de dónde tomaron estos nombres: pudieron crear-los a partir de la forma o características de los accidentes geográficos o ponernombres originales de Grecia o de Asia o traducir nombres púnicos o indígenas.Es análogo a lo que hicieron españoles y portugueses en América.

Conviene, de otra parte, estudiar los rasgos jonios de todos estos nombres.Pues fueron los focenses quienes primero vinieron a nuestras costas, en jonioestán escritos los plomos de Ampurias y Pech Maho y del alfabeto jonio derivóel greco-ibérico.

b) Una variante es cuando se fundaron colonias ya con nombre griego: peropuede aceptarse uno indígena, así en 9"4<"6Z.

c) Pero también es interesante el caso de nombres indígenas “adaptados” algriego. Y esto vale también para algún nombre propio señalado, pienso en Ar-gantonio, luego hablaré de él. Hay que ver a qué tipo de griego, dialectal o geo-gráfico, se acudió.

2. Los topónimos griegos en Iberia y Tartessos

Vamos a señalar sucesivamente los diferentes casos.1. Nombres griegos.Agonis en Av. 214, isla Armaçao junto al cabo San Vicente, cf. Schulten, p. 107.}!6D" 7,L6Z en D. S. 25. 10, en el Tossal de Manises, cerca de Alicante. Cf. Tovar II, p.

201. El nombre latino Lucentum es probablemente una traducción del griego, puedenvisitarse las ruinas de esta ciudad bien cerca de la moderna; de ahí deriva, a través delárabe, el nombre moderno Alicante.

z!8T<\H en Mela 2.6, colonia al N. de Alicante, a veces (Ptol. 2.6.14) se la llama {!8T<"\,debe venir de �8f<0 ‘era’, es también el nombre de una isla en la Propóntide.Localización dudosa, cf. Tovar II, p. 205.

z!D(LD@Ø< ÐD@H en Strab. 3.2.11, donde introduce el pasaje de Estesícoro que habla de lasfuentes del Guadalquivir •D(LD`D4.@H. Para el mons Argentarius de Av. 290 cf.Schulten, p. 116 y para el z!D("<2f< más abajo.

Calacticus sinus en Av. 424 viene de 5"8¬ z!6JZ. Para la localización véase THA I, p.116; también aparece el mismo nombre en Eubea, Ptol. 3.7.24, etc. Véase más abajosobre 5"8V20.

Callipolis en Av. 515, se duda entre Barcelona y Tarragona. Cf. Schulten, p. 135 y TovarII, p. 442.

Calpe en Av. 344 y 348 es el peñón de Gibraltar, pero es también nombre del peñón de

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8 FRANCISCO R. ADRADOS EM LXVIII 1, 2000

14 Cito así en adelante su Iberiche Landeskunde, II 1 Baetica, Baden-Baden, 1974 (ycomo Tovar II el vol. II 3, Tarraconensis, Baden-Baden, 1989).

Ifach, cerca de Denia. El mismo Aviano (y sch. Iuu. 14.279) lo derivan de su forma deurceus, es decir, de 6V8B0; también hay una ciudad de Bitinia de este nombre, cf. St.Byz. 349 M. Cf. Tovar I, p. 7214.

Cassius mons en Av. 259 es probablemente «la sierra del Pinar, mogote más alto de lasierra de Grazalema», cf. THA I, p. 85 s. (véase allí la crítica de la identificación deSchulten, p. 112 y la hipótesis de uno de los colaboradores, rechazada por otro, deidentificarlo con el mons argentarius). Avieno dice que de ahí viene el nombre griegodel estaño, 6"FF\J,D@H. Para Schulten, p. 112 es un nombre traído del mons Cassius,junto a Pelusion, en el delta del Nilo (en realidad Casius, Mel. 1.10, Plin. NH V 12-14); yo más bien creo que este monte y el de Hispania son nombres de colonización yvienen del conocido monte Casio de Siria, cf. por ej. Plin NH V 22.18.

Lo identificaron con el nombre del estaño, pues el mons Argentarius según Av.293 «brilla con el estaño». Cf. también, sobre el estaño arrastrado por el río Tartessos,Av. 297, St. Byz. y Scymn. 164 (de Eforo: habla de estaño, oro, bronce); igual diceEustacio in D.P. 337 del Baitis. Pero es la plata, ya he dicho, el metal que desdeEstesícoro aparece más frecuentemente unido a Tartessos.

Cetaria, de 5­J@H, cerca de Tarifa, en Ptol. 3.4.2. Cf. Tovar I, p. 69. También en Sicilia,Ptol. 3.4.2.

Cherroneso en Str. 3.4.6, quizá Peñíscola. Cf. Schulten, p. 134 y Tovar II, p. 290.Chrysus, en Av. 419, es el río Guadiaro, cuyo nombre indígena es Barbesula, cf. Schul-

ten, p. 125.Cypsela en Av. 527, es gr. ‘arca’. Quizá Ullastret. Cf. Tovar II, p. 464.Emporiae, Emporium (Ampurias), falta en Av. Cf. Tovar II, p. 429 ss..Erebea: la palus Erebea de Av. 244, junto al iugum y al sacrum infernae deae fanum, es

leída así por Schulten, p. 109 (de }+D,$@H), la coloca en la desembocadura del Tinto,compara la }!@D<@H 8\µ<0 de Sud.; pero THA I, p. 83 mantiene el Etrephaea de losmss.

Erythia, ya hemos hablado de esta isla, ya mítica, ya localizada variamente. Es la ‘islaroja’, como la mítica Isla blanca del Ponto Euxino. La más antigua mención es enHes. Th. 982.

Gerontis arx en Av. 263 «de antiguo nombre griego» es, como dije, (XD@<J@H ‘del viejo’,es decir, de Crono, próxima al templo de este dios (Strab. 3.5.3), cerca de la isla deSancti Petri. Cf. THA I, p. 86.

Gymnesia en Av. 467 (Ibiza). Se refiere sin duda a los honderos o (Lµ<­J,H, cf. Tovar II,p. 252.

Herma, esto es, ªDµ" ‘escollo’, relativo en Av. 323 a los bajos junto al cabo Trafalgar,pero también ha dejado huella en Africa, donde el Cabo Espartel es {+Dµ"\" –6D", cf.Schulten, p. 120 y THA II, p. 42.

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EM LXVIII 1, 2000 TOPÓNIMOS GRIEGOS EN IBERIA Y TARTESSOS 9

{/µ,D@F6@B,Ã@< (Denia) en Av. 476, St. Byz., p. 133; en latín es Dianium por un templode Afrodita (así ya Str. 3.4.6. Cf. Tovar II, p. 207.

1Hraj nÊsoj, próxima a las Columnas de Hércules según Artemidoro, fr. 10.z/D\*"<@H en Iberia en Esquilo, fr. 73a, Ferécides 16a, lo niega Hdt. 3. 115. Más bien

pertenece a la geografía mítica.5"FF4J,D\*,H, las ‘islas del estaño’ desde Hdt. 3. 115. Sea cual sea su localización pre-

cisa, el nombre viene de los navegantes focenses que iban a Tartessos; es palabragriega préstamo del elamita. Véase a propósito del mons Cassius.

5D@µb@LF" «isla de Iberia» en Hecat. 51: una ‘isla cebollera’ que quizá sea Mallorca, cf.Tovar II, p. 254.

7,L6�H BXJD0, lugar mítico junto al Océano en Od. 24.11 localizado variamente en ‘cabosblancos’ de Africa y España, así en el peñón de Gibraltar, también en Leúcade y otroslugares. Cf. THA II, p. 42 y Tovar I, p. 69 sobre el portus albus, Algeciras. Sepropone Menorca, cf. Tovar II, p. 254.

9Z8@LF" en Hecat. 52 (isla de Iberia no identificada). Quizá sea ‘rica en ganado’,+ܵ08@H es uno de los reyes de la Atlántida platónica. Se propone Menorca, cf.Tovar, II, p. 254.

9\F(0J,H o ‘mezclados’, pueblo ibero en Hecat. 50Mnesthei portus en Str. 3.1.9 y otros lugares se localiza en el Puerto de Santa María, cf.

Tovar I, p. 50.9@8L$*\<0 en Str. 44, ‘la ciudad del plomo’ en los Mastienos.z?<@ØFF" o ?Æ<@ØFF" (¿abundante en asnos? ¿en vides?) Peñíscola, cf. THA II, p. 139,

n. 483; pero se propone una lectura ?Æ<@ØFF", que sería Cartagena, cf. Tovar III, p.290.

Ophius(s)a, ‘abundante en serpientes’, en Av. 148, 152 es el cabo Roca para Schulten, p.99, o toda España para THA I, p. 67, o Formentera según otros, cf. Tovar II, p. 243.

A4JL@ØF" es el nombre que de Av. 435 parece deducirse para el cabo Sabinal, coincidecon el nombre dado a Ibiza y Formentera. Cf. Schulten, p. 127 y Tovar II, p. 243.

Rhode en Mela 2.89, Pl. NH 3.33, etc., en lat. Roda, Liu. 34. 8: Rosas, también enepígrafes monetales. Cf. Tovar II, p. 463. Cf. la -0 jonia y la latinización en -a.

E"DB0*@<\", la isla Sarpedonia de Stes. 183 la busca Schulten, p. 183 en Tartessos. Hayun cabo Sarpedonio en Tracia (Hdt. 7.58, S., fr. 45 R.).

E6@µ$D"D\" –6D", nombre dado por Ptol. 2.6.14 al cabo de Palos.EJ­8"4 ‘las columnas’ (de Crono, de Briareo, de Egeón, de Atlas o de Heracles), así nom-

bradas desde la Titanomaquia del s. VII a. C. (cf. THA II, p. 52 s.) Pero ya desdeHomero (Od.1.53) se habla de los 6\@<,H que separan en cielo y la tierra y son suje-tados por Atlas. Cf. THA II, p. 48.

Strongyle insula en Av. 453 es para Schulten, p. 129 la isla Gruesa, junto al Mar Menor.Tingentera, en Pomp. Mela, cerca de Algeciras, interpretada como ‘la otra Tingi’, cf.

Tovar I, p. 129.

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10 FRANCISCO R. ADRADOS EM LXVIII 1, 2000

Trete en Av. 452 designa el Cabo de Palos; Schulten, p. 129 lo entiende como una JD0J¬–6D", paralela a un monte ID0J`< en Argos, cf. THA I, p. 124.

Ulisi en CIL 2.5498, 5499, quizá cerca de Loja y relacionado con z?*bFF,4", Str. 3.4.3;sobre Artemidoro, cf. Tovar I, p. 135.

Xera en St. Byz. 481 (de Teopompo) «junto a las columnas de Heracles». Cf. Tovar I, p.73.

O"D4*Zµ@L –6D" es el nombre que da Ptol. 2.4.7 al cabo de Gata (fanum y iugum Venerisen Av. 437).

O@4DV*,H, ‘escollos’, referido al N. de Mallorca y Menorca en Timeo en Tzetz. ad Lyc.633. Cf. Tovar II, p. 251.

Respecto a esta serie de nombres griegos pueden hacerse varios comen-tarios:

a) No son diferentes de otros nombres griegos en Occidente: Sicilia, Italia,Sur de la Galia, Africa. Muchos son, ya se ha notado, nombres de colonización,traídos de Grecia o Asia Menor, sobre todo de esta última: llamo la atenciónsobre {!8T<\H, Calacticus, Calpe, Cassius mons, Cetaria, Cherroneo, 7,L6¬ BX-JD0, Rhode, Treta; incluso de Europa (z/D\*"<@H). Y sobre -@ØF", tan frecuenteen la colonización más antigua y sobre todo en la de los focenses.

b) O bien son tomados de las características del lugar: costa o roca bella,blanca, agujereada, seca, ‘en forma de cántaro’ o ‘arca’, ‘escollo’; isla roja, re-donda; península. O bien de los minerales o plantas: estaño, oro, plata, plomo;pinos, cebollas, ganado (?); escombros, serpientes. O lugar oscuro o “infernal”:Erebea. También hay referencias míticas (a Crono, Odiseo, Sarpedón, Mnesteo)o un posible descubridor (Caridemo). O simplemente, a los habitantes (desnu-dos, mezclados) o su actividad (‘mercado’). O a la situación geográfica (Tingen-tera, Hemeroskopion).

c) Hay que añadir que los topónimos griegos presentan rasgos jonios, cosanormal en las fuentes en que aparecen: así z!8b$0, z+DL2,\", 7,L6Z, 9@8L$-*\<0, BXJD0; pero también en el texto latino de Avieno hay Strongyle, Trete (yfuera de él, Rhode).

Todos los textos griegos hablan de 6"FF\J,D@H, 6"FF4JXD4*,H, con la -ss-jonia. Ahora bien, textos griegos tardíos introducen formas áticas o de koiné(–6D", •D(LD@Ø<, E6@µ$D"D\", =,DV) y esto es lo frecuente en los textos latinos(Cetaria, Chrysus, Erebea, Erythea, Gymnesia, Tingentera).

Como se ve, las creaciones toponímicas son paralelas a las de españolesy portugueses en América: nombres míticos y religiosos, referencias geo-gráficas o a las poblaciones, nombres de los descubridores, adaptaciones denombres indígenas (conservados otras veces).

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EM LXVIII 1, 2000 TOPÓNIMOS GRIEGOS EN IBERIA Y TARTESSOS 11

15 «Arganto- ‘Silber’ in Keltiberischen», Indogermanica Europaea, Graz, 1989, pp.

3. Nombres traducidos al griego.

Bien así transmitidos, bien a través del latín de Avieno u otros autores,tenemos nombres griegos que son traducciones de otros anteriores: púnicoso indígenas. Así en Avieno 115 el cabo de Saturno (cabo Segre), al que hayque añadir el templo de Crono (gerontis) de que ya hablamos. En Av. 225hallamos el «monte consagrado al Céfiro» (según Schulten, p. 108, el monteFigo). Pero son sobre todo notables los cultos de Venus, es decir, de laAfrodita griega y, más allá, de Tanit u otras divinidades: aparte del de Av.158 (el cabo de Higuer), tenemos Av. 437, 443 (cabo de Gata); y la isla deVenus Marina (Av. 315), según Schulten, p. 119, la isla de San Sebastiánjunto a Cádiz. No se ve bien cuál sería el nombre griego (¿Perséfone?) de ladiosa del iugum deae inferae, Av. 241: Schulten, p. 109 la coloca junto a laRábida, al lado de la palus Erebea. En cuanto a la isla de la Luna (Av. 367),suele identificársela con la Noctiluca de Av. 429. Pero cf. dudas en THA II,p. 107, en todo caso son islas de la bahía de Algeciras. Noctiluca es sin dudauna traducción del griego ;L6J4N"ZH o ;L6J4N"<ZH, epítetos de la Luna; yesta palabra traduce a su vez una indígena.

4. Nombres adaptados al griego.

Los griegos conservaron nombres indígenas, por ejemplo, el de su colonia9"4<"6Z. Y recogieron nombres indígenas de pueblos y lugares, son fre-cuentes en Hecateo, las fuentes de Avieno, etc. Pero después de lo dicho nopuede extrañar que en otros casos adaptaran a su sistema toponímico raícesindígenas. Vamos a examinar los casos de Abdera, z!8b$0, z!D("<2f<4@H,Baliaricae, Carteia, }+$LFF@H, 5"8V20, 5L<­J,H, Saguntum, I"DJ0FF`H.

}!$*0D" es en Str. 3. 4.3, Ptol. 2.4.7 Adra, en Almería, nombre púnico sin duda remo-delado sobre la Abdera de Tracia.

z!8b$0 en Il. 2. 857 («de muy lejos, de Alibe, donde está el solar de la plata»), cf. Od.24.304 (z!8b$"H, que es un monte según S., fr. 994). Desde antiguo se ha relacionadocon el estrecho de Gibraltar. De z!8b$0 serían calcos o traducciones el •D(LD@Ø<ÐD@H y equivalentes de que se habla más abajo. Cf. THA II, p. 9 ss. Pienso quepertenece más bien a la geografía mítica; y que es, cuanto más, una helenización (con-0 o -<J) de una palabra no griega.

z!D("<2f<4@H, el mítico rey de Tartessos en Hdt. 1. 163 y otros lugares, suele ponerse enrelación con el nombre de la `plata', que según J. Untermann15 es en celta argant-.

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431-450. Antes en el mismo sentido A. Schulten 1945, p. 8. 16 Cf. mi Historia... cit., p. 45.

Pero creo que esta palabra fue puesta en conexión con el monte z!D("<2f< en BitiniaA.R.1.1178), también z!D("<2f<0, monte y río en Misia y con derivados -,4@H, [email protected], una vez más, un topónimo traído de Asia por la similitud del nombrecon una palabra indígena, la que se refleja de uno u otro modo en z!8b$0, z!D(LD@Ø<ÐD@H y Mons Argentarius.

Baliaricarum ... insularum en Av. 471 corresponde al #"884"D\*,H de D. S. 5.17 y otrasvariantes, cf. Tovar II, p. 252. Todos los estudiosos concuerdan en que aquí subyaceuna etimología popular de un término indígena, a partir del griego $V88T `lanzar(piedras)' (ya así D. S. 5.7 y otros, cf. pasaje citado de Tovar y THA I, p. 132 s.).

Carteia, a veces confundida con Tartessos, era, según App., BC 2.101 «una ciudadgriega». Hay una raíz púnica y una terminación griega, igual en las variantes 5"D-B0FF`H, 5"DB\", 5"DB0\", cf. Tovar I, p. 70 s.

populi Cynetum y Cyneticum iugum en Av. 201 son el mismo pueblo, al Oeste deTartessos y hasta el Océano, al que Heródoto 2. 33 llama 5b<0J,H y 5L<ZF4@4,Herodoro de Heraclea 2a 5b<0J,H, cf. St. Byz. 5L<0J46`<; pero Polibio 10.7.75 yotros dicen 5`<4@4, de ahí topónimos como Conimbriga y Conistorgis, a más deétnicos como Couneidoqum y Couneancum, cf. Schulten, p. 105 s. y THA II, p. 233.Es un pueblo sobre cuyo carácter étnico hay varias hipótesis, pero cuyo nombre, entodo caso, ha sido claramente adaptado al griego de una manera secundaria. Hayseguramente un cruce con 6L<0(XJ0H ‘cazador’.

}E$LFF@H , cf. Ptol. 2.6 y Tovar I, pp. 278-79: helenización de pún. 'YBSM (Ibiza).5"8V20 en Hecat. 39 es una ciudad «no lejos de las columnas de Heracles» y proviene de

Eforo, que dice 5"8V2@LF" (hay otra en el Ponto), parece una refección griega(minorasiática) de un término indígena, hecha sobre 5"8¬ •6JZ, de que ya hablé. Cf.Tovar I, p. 73.

Ligyes en Av. 613 es forma griega frente a la latina Ligures en 628, Ligustinus lacus enAv. 285 puede ser lo primero o lo segundo.

Saguntum. Esta ciudad, que en las monedas es Arse, tiene una forma helenizada con elsufijo prehelénico -<2-, frecuente en Asia Menor y en Grecia16. Se escribe -V6L<2@H,-V6"<2", asímilándolo a Zacinto, a partir de cuya isla fue fundado según Str. 3.4.6:pura especulación etimológica.

Theodorus en Av. 456 es la helenización del río Tader, el Segura: el propio Avieno llamala atención sobre la aparición de un nombre griego en un territorio «feroz y bárbaro».

5. Tartessos

Pertenece, en realidad, al apartado anterior: nombres adaptados al griego.Pero lo pongo aparte para tratarlo con mayor extensión.

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EM LXVIII 1, 2000 TOPÓNIMOS GRIEGOS EN IBERIA Y TARTESSOS 13

17 Cf. sobre este tema M. Fernández-Miranda, «Algunas incógnitas y controversias en lainvestigación sobre Tarteso», en Los enigmas de Tarteso cit., pp. 91-102.

18 Incomprensibles las dudas de L. García Iglesias, art. cit., p. 139, dentro de una posi-ción escéptica sobre los viajes de los griegos. Que el sufijo sea indoeuropeo o no, no es lacuestión, el caso es que fue extendido ampliamente por la colonización griega. -@ØF" sí espropiamente griego de origen indoeuropeo, difundido también ampliamente.

19 Cf. entre otra bibliografía: A. Schulten, Tartessos, 2a ed., Madrid, 1945 (1a ed., Ham-burgo, 1922); J. Mª. Blázquez, Tartessos y los orígenes de la colonización fenicia en Occi-dente, Salamanca, 1968; M. Bendala, art. cit.; F. Villar, «Las lenguas de la Hispania prerro-mana», Nova Tellus 14, 1996, pp. 153-192; J. de Hoz, «La escritura en el mundo de Hesíodo»(en prensa). Y varios artículos en Los enigmas de Tarteso (J. Alvar - J. Mª. Blázquez eds.),Madrid, 1993.

20 Su situación en Occidente está claramente establecida por J. Alvar, tras un detenidoestudio de los textos bíblicos y asirios, cf. sus «Aportaciones al estudio del Tarshish bíblico»,Rivista di Studi Fenici 10, 1982, pp. 211-213; su identificación con Tartessos, por M. Koch,Tarshish und Hispanien, Berlín, 1984, tras un estudio independiente de los mismos.

21 Cf. F. Villar, «Los topónimos de la serie Tur-», en Estudios de Celtibérico y detoponimia prerromana, Salamanca, 1995, pp. 199-244; «Termes, Tarraco, Turiasu», BNF 18,1993, pp. 301-339; «Los nombres de Tartesos», Habis 26, 1995, pp. 243-270. Y mi trabajo«Precelta, celta y latín en la hidronimia castellana: sobre tur / turr, adrado- y danom» (enprensa).

I"DJ0FF`H, el nombre del Guadalquivir desde Estesícoro 184 y SLG 7,según lo identificaba ya nuestra fuente, Estrabón 3.2.11, y luego nombre deuna ciudad (cf. Av. 290, 297, etc.) y de un reino, el de Argantonio17, esreconocido universalmente como una forma helenizada en -0FF`H: sufijoprehelénico frecuente en Grecia, pero más aún en Asia Menor18.

Por supuesto, no me voy a ocupar aquí de la historia, lengua y cultura deTartessos19; ni de las dudas, creo que infundadas, de algunos, sobre lalocalización en nuestra Península de su otra forma, la Tarshish bíblica20.

Pero lo que sí es claro es que, haya sido o no su lengua indoeuropea, mi-norasiática incluso, como a veces se ha propuesto, el antiguo nombre delGuadalquivir, tar (alargado en tart) es una raíz hidronímica paleoindoeu-ropea existente en toda Hispania e incluso en otros lugares del mundo euro-peo. Alternan tur/turr y también tar/tarr. Hay amplios estudios de F. Villary también yo me he ocupado de ella, así como del problema del vocalismo21.Sea cierta mi hipótesis o no, lo claro es que hay una forma previa sin vocal yuna vocalización secundaria, en dos sentidos diferentes, de la *r½.

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22 Cf. M. Koch, ob. cit., p. 112. Sobre todo el tema véanse los trabajos ya citados de F.Villar, «Los topónimos...» y «Los nombres de Tartesos», también el mío «Precelta...».

23 Aunque desde fecha antigua hay dudas e hipótesis varias y los traductores de la Biblia(los LXX) ya dicen 1VDF4H, ya cosas más o menos extrañas: «el mar», «Cartago», «Tarso». Yadí la bibiografía pertinente para la identificación con I"DJ0FF`H.

Sin entrar, insisto, en el detalle, es claro que la raíz de Tartessos coincidecon la de Turta, Turdetania, etc. (y ríos Turia, Tortiella, etc.), ni más ni me-nos que como hay una antigua Turiaso frente a Tarazona. Pienso que laBaeturia, derivada del nombre del Baitis (cf. Baelo, Baesipo, Baitulo), re-presenta la unión de un término paleoindoeuropeo tur y uno ibérico bae paradesignar el río: he estudiado cómo un nombre de sustrato que ya no se en-tendía en un momento dado, era aclarado mediante la yuxtaposición de unaforma lingüística de un estrato más moderno, así en Turodanum, Torraguas,Guadiana, etc. Pero no puedo entrar aquí despacio en este tema. #"ÃJ4H,Baetis es posiblemente una adaptación griega.

El caso es que hemos de pensar que los griegos derivaron de un tart,extraño para su sistema fonético y morfológico, la forma I"DJ0FF`H, comolos romanos derivaron de tur, turt las formas Turduli, Turdetani, etc. Laforma indígenas I@bDJ@LH la testimonia Artemidoro (en St. Byz., s.u.I@LD*0J"<\"), también hay Turta (en Catón, Orat. 1.18.19); y hay unapropuesta *Tertis, menos segura22. Es caso es que por primera vez apareceen Livio, a propósito de la historia del año 220, la forma Turdetani, quesustituirá a la de Tartessus, que aparece aún de cuando en cuando (así en elmismo Livio 23-26, sucesos del 216). Villar supone que lleva un vocalismomás reciente.

Ahora bien, hay variantes con -s o -sh: en las formas hebreas y asirias deque trato a continuación; también, en fuentes greco-latinas, la 9"FJ\"I"DFZ4@< de Polibio 3.24.1 que M. Koch supone que es un lat. Tarseiom (G.pl.) no entendido y que a su vez procede de un nombre fenicio-púnico (setrata del texto del primer tratado entre Roma y Cartago). Algo semejante sepiensa de los 1,DFÃJ"4 (Tartesios, Turdetanos) de Polibio 3.33. No estoyseguro de estas explicaciones: en todo caso, en la toponimia de Hispania nohay huella de la ampliación con -s de la raíz.

Esta -s aparece en las formas hebreas (Tarshish) y asirias (Tarsisi) de laregión occidenteal que, ya dijimos, debe identificarse con Tartesos23. Quieroofrecer a continuación una hipótesis sobre estas formas.

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24 Véase J. Ma Blázquez, Tartesos y los orígenes de la colonización fenicia enOccidente, Salamanca, 1968, p. 15 ss.; y antes Schulten, p. 173 ss. También los trabajos yacitados de J. Alvar y M. Koch. La documentación completa sobre las formas del nombrepuede encontrarse en el Apendice de Ma M. Miró a Los enigmas de Tarteso cit., p. 204 ss.

Presento antes, brevemente, hipótesis existentes. Schulten partía de unaraíz etrusca, lo que nadie ha aceptado, pero sí algunos la posibilidad de unafricativa final -y que podía entenderse ya como silbante ya como oclusivadental. La otra hipótesis es la de M. Koch: parte de una raíz indígenas condos variantes, habla de «die trs/trt Leute». Esto en cierto modo coincide connuestra posición, las vocalizaciones pueden ser secundarias. Pero choca enun obstáculo: no hay formas con -s en la toponimia, sólo con -t (y -d, underivado).

Tarshis (hebrea, aparece en la Biblia en relación con «las naves deTarshish») y Tarsisi (asiria). La cita bíblica más antigua es de c. 730 (Isaías)y otras llegan a época helenística24. Bien que a veces se refieren a fecha másantigua, la de Salomón, en que una alianza entre éste y Hiram de Tiro lesllevó a construir «naves de Tarsis»: es decir, naves de comercio que habíantomado su nombre de las anteriores navegaciones a Tartessos y que ahora seusaban variamente.

En todo caso, cuando hay referencias contemporáneas estamos a finesdel siglo VIII (Isaías) y VII (la inscripción de Asharadón, 671). Y se noshabla de navegaciones por el Mediterráneo y se califica a Tarshish de hijode Yawán (Grecia), igual que Kittim (Chipre). Hay en estos textos, enefecto, huellas de navegaciones tirias, en efecto, ya en el siglo X y luego apartir del VIII: una línea de comercio Tiro-Tartessos.

Pero vuelvo al problema lingüístico: la forma con -shi, que viene sinduda desde antiguo, pero que los griegos decidieron rechazar, aceptando,igual que luego los romanos, la -t final de la lengua indígena (los romanos,con otro vocalismo).

Pues bien, la única manera, pienso, de interpretar la alternancia -t- / -s esnotar que esta -s aparece ante -i y que podemos pensar que la vía de entradade -si es la evolución griega -ti > -si. Esta evolución, comenzada ya en elsegundo milenio en micénico y en el dialecto épico, se difundió (aunquenunca totalmente) en jónico-ático, arcadio, chipriota y lesbio.

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25 Sobre los influjos protoorientalizantes y de los pueblos del mar, anteriores a losfenicios, véase ahora J. L. López Castro, «Difusionismo y cambio cultural en la prothistoriaespañola: Tarteso como paradigma», en Los enigmas de Tarteso cit., pp. 39-68. Este influjooriental arcaico se ve también en la «sociedad palacial», estudiada por M. Almagro Gorbea en«Tarteso desde sus áreas de infleuncia: la sociedad palacial en la Península Ibérica», en Losenigmas de Tarteso cit., pp. 139-161.

26 Cf. D. Plácido, «La imagen griega de Tarteso», en Los enigmas de Tarteso cit., pp.81-89.

O sea: antes de la forma helenizada en -J0FF`H hubo otra forma, tambiénhelenizada, en -J4H (como la del #",J4H, por ejemplo), que los griegosllevaron a Oriente quizá desde el siglo X o antes, en época micénica. Buentestimonio, a añadir a los arqueológicos, sobre las antiguas relaciones demicénicos y tartesios25. Y de fenicio y griegos, desde luego: pues fueronaquéllos los que difunderon la palabra.

La objeción que podría ponerse es la de por qué no se conservó estaforma en los textos griegos. Aparte de que pueden quedar huellas antesmencionadas, lo claro es que en su gran época de navegaciones ya solitariaspor Occidente, desde el siglo VIII, prefieron dar nombre al gran reino deOccidente con el sufijo que la colonización ponía ahora de moda:I"DJ0FF`H. Es la época en que, sin duda, fundaron allí un emporion26.

Extraña historia: una forma indígena helenizada con -J4, como tantasotras, prestada a los fenicios, difundida por éstos, sustituída por la nuevaforma helenizada I"DJ0FF`H, luego ésta por la forma latinizada Turdetania.

6. Conclusiones

El estudio de los nombres míticos que lleva un pueblo colonizador y elde los topónimos que, para uso propio o para quedar establecido, impone alas nuevas tierras, tiene un interés tanto para el conocimiento de éstas comopara el de las circunstancias históricas: cómo ese nuevo mundo era visto porlos recién llegados, qué traían de sus tierras lejanas y trataban de implantaraquí para no sentirse tan solos, cómo veían el nuevo mundo a que llegaban.Los topónimos reflejan aquello que traían y aquello que buscaban, ilustransobre la mezcla de religiones y culturas.

Así es, ni más ni menos, en el caso de los nombres que traían o que in-ventaban o copiaban los griegos, a veces traduciéndolos o adaptándolos a su

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lengua. Traían sus dioses y mitos, sus topónimos griegos o minorasiáticos,se alegraban ante los productos vegetales y minerales que buscaban, identi-ficaban el nuevo mundo con el suyo mediante traducciones y adaptaciones.Era un mundo nuevo del que no tenían más remedio que tomar nombres ycosas, pero que trataban de asociar a la esfera helénica, fundirlo con ella.

Ciertamente, antes de llegar a Iberia y Tartessos los griegos habían nave-gado, comerciado, establecido colonias en el Mediterráneo. Este fue un nue-vo paso, sobre los mismos principios sentados desde antes, pero en un territo-rio nuevo en su geografía, su cultura, sus pueblos, sus productos, sus lenguas.Y ello desde la edad micénica, pero luego, sobre todo, desde el siglo VIII.

Comenzó este proceso con ensayos míticos y lingüísticos y con loscontactos comerciales y humanos que les acompañaron, la helenización deHispania, precedente de su romanización. Aquí he querido dar algunas lu-ces, desde el punto de vista de la toponimia, que pueden ayudar a ilustrarla.

Hay que añadir a todo esto unas consideraciones cronológicas. Funda-mentalmente, los topónimos griegos nos hacen remontar a un tiempo com-prendido, aproximadamente, entre el viaje de Coleo (c. 630), que abrenuestra Península a los griegos, y la batalla de Alalia (535), que se la cierra,con ciertas excepciones. De ahí que nuestras fuentes sean fundamentalmenteEstesícoro, Avieno, Ferécides y Hecateo, así como datos tomados de aquí enescritores posteriores.

Es interesante notar que, si bien una parte de este vocabulario, el griego(tipo Calpe, Emporion) y las adaptaciones al griego (tipo Baetis) se con-servó, en mayor medida no fue aceptado: se trataba de nombres que daban aciudades, pueblos y accidentes geográficos los navegantes y comerciantesgriegos, simplemente.

Pero es interesante como testimonio del jonio de aquellos tiempos y,también, del conocimiento de los griegos, ya de esa época, sobre minería,productos, geografía y etnología de Hispania.

Ahora bien, Tartessos y Tarsis, formas helenizadas, nos hacen remontarmás atrás: sin duda, al período en que griegos y fenicios comerciaban juntosen Andalucía, al período, a partir del siglo VIII, testimoniado por la arqueo-logía. En otros casos, el terminus post quem es dudoso: el viaje de Coleo essólo una precisión aproximada. Pero es bien posible que otros nombres grie-

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gos o helenizados sean posteriores: una cronología relativa es confrecuencia imposible, como ya dije.

Para los griegos micénicos y arcaicos, e incluso para los posteriores,Sicilia era como América para los españoles, Hispania era como Oceanía. Aésta llevaron nombres como Guadalcanal. Traían sus nombres geográficos ymíticos, inventaban otros sobre datos diversos que se les venían a la vista,adaptaban otros indígenas. Son nombres que a veces se difundieron e im-plantaron, otras veces eran usados por los solos griegos. Los nombres indí-genas resurgieron con frecuencia y se añadieron los romanos (con frecuen-cia traducciones del griego, así Lucentum). Pero la toponimia griega quehemos estudiado no deja de tener interés tanto desde el punto de vista de lalengua griega arcaica, como desde el propiamente histórico.

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Contactos y relaciones entre la MagnaGrecia y la Península Ibérica, según la

arqueología y los textos clásicos Antonio García y Bellido

Antigua: Historia y Arqueología de las civilizaciones

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[Otra edición: Contactos y relaciones entre la Magna Grecia y la Península Ibérica según la arqueología y los textos clásicos (Publicaciones de la Cátedra y Becarios de la Fundación Conde de Cartagena V), Madrid, Real Academia de la Historia, 1935, 29 pág. + 20 fig. Versión digital por cortesía de los herederos del autor, con la paginación original]. Se ha respetado el orden de colocación de las figuras establecido por el autor. © Antonio García y Bellido © De la versión digital, Gabinete de Antigüedades de la Real Academia de la Historia

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[-7→] En los yacimientos ibéricos prerromanos explorados hasta ahora es cosa normal la

aparición, junto con material indígena, de cerámica exótica, en su mayoría suditálica, y a veces en cantidades considerables. Si en un mapa de la Península Ibérica señalamos con un signo convenido todos aquellos lugares o localidades que han suministrado ejemplos más o menos abundantes de estos productos cerámicos griegos de importa-ción, de cualquier época que sean, veremos que en serie ininterrumpida, desde las pla-yas atlánticas a las bocas del Ródano, es decir, tanto en la Iberia propiamente dicha como en la Iberia transpirenaica, esta cerámica ha dejado pruebas de la existencia de un activo comercio entre los griegos y los indígenas que poblaban las márgenes mediterrá-neas de nuestra Península. Si al marcar aquellos signos hubiésemos tenido la precaución de distinguir con señales diversas las épocas distintas a que pertenecían los testimonios cerámicos hallados en todos y cada uno de estos lugares, habríamos de ver que la mayo-ría correspondían a hallazgos de la época helenística. La procedencia de esta cerámica tardía es, sin duda, al menos en su mayor parte, el Sur de Italia, la Magna Grecia, y su tiempo los siglos IV y III a. de C. [-7→8-]

De algunos problemas relacionados con esta cerámica tardía de importación vamos a tratar en el presente estudio.

Establecido aquel hecho cierto, con la certeza que da una estadística de este género, y del cual se pueden deducir interesantes corolarios para nuestra arqueología prerro-mana y en general para la historia de la helenización de nuestra Península, al fijar con-cretamente nuestra mirada en la enorme abundancia de restos de cerámica ítalo-helenís-tica esparcidos por toda la costa mediterránea, salta al punto una pregunta de no escaso interés: ¿de qué parte de la magna Grecia salieron los productos cerámicos que en tan grande cantidad se importaron en tierras ibéricas durante los siglos IV y III a. de C. ? Es esta una pregunta a la que la Arqueología tardará aún algún tiempo en responder satis-factoriamente, y no precisamente por la carencia justificada de estudios dedicados a los hallazgos, acaecidos en España y correspondientes a este lapsus de tiempo, sino preci-samente por no saberse aún de cierto si esta cerámica llamada por muchos convencio-nalmente campaniense o apulia, es, en efecto, producto exclusivo de talleres campamos o apulios o bien salían de manos de alfareros de una u otra región indistintamente. A este problema general de la historia de la cerámica helenística del sur de Italia, que de por sí ya es arduo, han de añadirse dos complicaciones, y aun si se quiere tres; compli-caciones cuya solución es también de gran interés para el estudio de las relaciones de la Península con el resto de las tierras del Mediterráneo occidental. Tales son el de la imi-tación etrusca, el de la sikeliota y, finalmente, quizás la massaliota. Que Sicilia tuvo también fábricas de cerámica de estilo helenístico-italiota, es cosa que cabía sospechar por muchas razones, pero que un reciente estudio de Biagio Pace lo ha demostrado 1. En cuanto a la imitación etrusca es evidente y [-8→9-] cabe la posibilidad, gracias a sus ca-racterísticas, de reconocerla fácilmente. Por lo que toca a la imitación massaliota, tal imitación es problemática y no pasa de ser por hoy más que una sugerencia lanzada, sin que se hayan aportado pruebas de suficiente peso para tomarla en consideración. Esta

1 Biagio Pace, Ceramiche figurate di fabbrica siceliota, en Atti della R. Accad. di Archeol. Lett. e B. Arti.,

de Nápoles, 1931-32, pág. 315. Nápoles, 1933.

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hipótesis, sugerida por Paul Jacobsthal 2, afecta solo al género de la cerámica negra "campaniense" y se basa en la abundancia de ésta en la zona de Marsella.

El día que estos problemas generales se encaucen dentro de una solución, se podrá acometer el estudio y clasificación del material cerámico procedente de fábricas hele-nísticas hallado en España y extraer de ello interesantísimas deducciones.

Lo probable es que, tanto la Apulia como la Campania, produjesen simultánea-mente obras de todos los estilos que florecieron en la Magna Grecia, sin patentes de exclusividad. En lo que toca a España es lo más verosímil que las exportaciones se hiciesen en particular por los puertos de la Campania, que por su mayor proximidad debieron tener un tráfico mayor con nuestras costas. Esta es también la opinión de Pottier para los productos suditálicos en el Mediodía de las Galias 3. Débese admitir, empero, que algunos productos alfareros suditálicos pudieran haber salido también rumbo a la Península de talleres y puertos de la Apulia, tal es la semejanza de algunos de ellos con otros tenidos por típicamente apulios. Para la cerámica italohelenística del Sur de Francia supone Mouret lo mismo 4. Metaponto y [-9→10-] sobre todo, Tarento, la gran factoría suditálica, qué parece llegó o casi monopolizar la exportación de los vasos apulios, pudieron muy bien tener contacto más o menos directo con nuestras playas, y de ello presentaremos pruebas más tarde. Es probable que el tráfico comercial del Sur de Italia con Iberia se desarrollase desde ambos focos productores italiotas, es decir, desde Apulia y Campania, admitiendo para esta última región un porcentaje quizás bastante mayor. En resumen, y pese a la casi absoluta imposibilidad de poder distinguir por ahora cuando un vaso helenístico-italiota importado en España procede de talleres campamos o es de origen apulio, podemos adelantar que la suposición de la existencia de relaciones comerciales, y aun de intercambios culturales entre Iberia y Apulia, supo-sición que ya a priori tiene tantas posibilidades de ser cierta, hallará su demostración por vías más o menos directas en las líneas que siguen.

Este problema, o serie de problemas, que acabamos de esbozar, se refieren en con-creto a la cerámica helenístico-italiota que pudiéramos llamar culta, erudita, a aquella cerámica que con más o menos claridad continuó en las grandes colonias griegas del Sur de Italia la tradición de la madre patria, a aquella cerámica, figurada o no, que se fabri-caba en los grandes talleres helenísticos del Mediodía de la Península hermana y de cu-yos puertos salía para inundar con sus bellos productos el mercado del Mediterráneo occidental. Pero es sabido que, junto con estas producciones, las cuales llenan de por sí uno de los capítulos más interesantes de la historia de la cerámica griega en general, los pueblos indígenas del Sur de Italia, en especial los apulios (messapios, peucecios, dau-nios), produjeron al calor de los focos culturales griegos de la Magna Grecia un género de cerámica popular ligeramente teñida de gusto clásico. Comenzó por ser puramente geométrica y acabó por tomar de la cerámica erudita aquellos motivos florales [-10→11-] que más le cautivaron. Sus productos más antiguos, un metidos en el remoto arcaísmo, muestran, no sólo resabios griegos geométricos de los tiempos de la cerámica del Di-pylon, sino incluso reminiscencias micénicas. De estos recuerdos siguió viviendo la cerámica popular apulia durante muchos años; mas, secas ya las fuentes de tiempo atrás y embotado el espíritu decorativo apulio para dar flexibilidad y fluidez evolutiva a los 2 Les stèles funéraires de Glanum, en Cahiers d'Histoire et d'Archéologie, 1931 3 Pottier en el prefacio a la Colección Mouret del Corpus Vasorum Antiquorum. 4 Corpus Vasorum Antiquorum, Collection Mouret, página 3.

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ornamentos vasculares, vivió durante años y años produciendo obras de un gusto fran-camente estereotipado. Sólo en el siglo IV y en el III a. de C. la fuerte influencia reci-bida del gran arte cerámico griego de la Grecia propia, primero, y del Sur de Italia más tarde, arte este último nacido y desarrollado en aquellos siglos, sacudió y vivificó el gusto decorativo indígena que dejó entraran en su seno aquellos temas fitomorfos que con tanta frecuencia aparecían en los vasos grecohelenísticos del Sur de Italia, cuyas fábricas tan cerca de sí tenían. No obstante esta proximidad y esta influencia, la cerá-mica popular apulia vivió siempre dentro de la más pura tradición indígena con temas, bien tomados del mundo de las formas geométricas o bien del mundo vegetal. La apari-ción de temas zoomorfos y antropomorfos es tan rara y tan informes y bárbaras sus figu-ras, que no cabe pensar en modelos eruditos, aunque sí quizás en incitaciones brotadas al contemplarlos. La historia de esta cerámica indígena nos delata un pueblo menos pro-gresivo e innovador que el nuestro ibérico. Mas, no obstante, su posición geográfica y el espíritu emprendedor de sus dominadores, los griegos, hizo que los productos cerámicos de la Apulia se exportasen, no sólo a las demás tierras que bordean el Adriático (en Is-tria se hallaron en gran cantidad), sino incluso a Carthago.

De tales productos cerámicos de arte popular apulio ¿llegaron también a España al-gunos ejemplares? No podemos contestar aún con seguridad a esta pregunta. [-11→12-] Pero sí podemos decir, como a continuación veremos, que algunos vasos ibéricos muestran en su decoración y en sus tipos coincidencias extrañas con otros apulios de época tardía. Vamos a ver al punto una serie de estas interesantes concomitancias.

LOS "THIMATERIA" DE AZAILA Y LOS APULIOS.

Entre los muchos y espléndidos vasos cerámicos que aparecieron en la acrópolis de Azaila (provincia de Zaragoza), que se alza muy cerca de la ribera derecha del Ebro, figura una curiosa serie de unos siete u ocho ejemplares del mismo tipo, no siempre completos, que hoy enriquecen la colección del Museo Arqueológico Nacional de Ma-drid (figs. i, 2 y 3). El señor Cabré supone que son pies o apoyos de lucernas 5. En reali-dad constituyen ellos mismos ya la lucerna; el ensanchamiento que a modo de cáliz re-mata el vaso en su parte superior es la propia lucerna, donde ardería el aceite o grasa en ella vertido. Estos lucernarios, que podríamos llamar sin prevención "thimateria", son notables, a más de por su forma atrompetada, columnada o de copa invertida, por la rica decoración pictórica que en ellos, campea. Sus motivos, fitomorfos y geométricos, dis-puestos casi siempre en fajas horizontales, son en su mayoría roleos continuos de hojas de hiedra, meandros, postas, sartas de perlas, etc., etc. Que estos motivos son del más puro abolengo clásico es indudable. Aunque hayan perdido su finura original, aunque el artista haya transformado alguna que otra vez el tenia según su modo peculiar, y un poco bárbaro, de sentirlo, aunque haya añadido elementos o haya combinado éstos con otro espíritu, no por ello el fondo netamente clásico, griego, de esta decoración queda completamente enmascarado. Los [-12→13-] "thimateria" de Azaila alcanzan unos 16 cm. de altura y uno (fig. 1) llega a los 26 cm. En cuanto a la fecha a la cual puedan per-tenecer, su excavador propone la del año 100 a. de C., por poco más o menos.

Si de la acrópolis de Azaila damos un salto ideal al extremo meridional de Italia, hallaremos en la ya mencionada cerámica popular apulia ejemplares en todo iguales a

5 La cerámica pintada de Azaila, en Archivo Español de Arte y Arqueología, Madrid, 1926, pág. 215.

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los hallados en España. En las figuras 4 a 7 puede ver el lector curiosos ejemplares. Al-gunos tienen un tamaño medio de 50 cm, otros oscilan entre los 20 y 25 cm y proceden, en su mayoría, de la región y arte llamados canosinos, con Canosa (en la Daunia) como centro. En cuanto a su fecha puede darse en general la de los siglos IV y III a. de C. 6.

Este tipo de "thimateria" apulios son exclusivos de esta región, pues, aunque exis-ten en otras cerámicas objetos parecidos o más bien similares, no pueden compararse con los ejemplares canosinos, ni. por las formas, ni por la decoración, ni por la fecha a que pertenecen, ni por el uso a que debieron estar destinados. Forman, pues, una serie aislada y completamente específica de este arte y esta época. Únicamente los ejemplares de Azaila pueden ponerse francamente al lado de los canosinos 7; sus formas son sensi-blemente las mismas, su [-13→14-] decoración pintada respira el mismo aire, un aire cier-tamente cargado de efluvios clásicos, y en cuanto a su edad, tan próxima va una serie de la otra, que parecen como productos de un mismo taller o de una misma tradición. Compárense, para mayor convicción, el "thimaterion" canosino de la fig. 4 con el pro-cedente de Azaila de la fig. 1 y se verá hasta qué punto coinciden, no sólo en la forma, sino hasta en la decoración y en el modo de distribuirla. Esta última observación es ex-tensiva al candelabro de la figura 5, que aunque muestra una silueta algo distinta, su pintura tiene motivos idénticos a los del vaso de Azaila. Repárese también que los can-delabros ibéricos de la fig. 2 muestran formas muy semejantes a los candelabros apulios reproducidos en las figs. 6 y 7. Dadas todas estas coincidencias, visto este paralelismo ¿sería prudente pensar en la mutua interdependencia de ambas series de la canosina, algo anterior, con respecto a la de Azaila, que va a su zaga ? Si continuamos la investi-gación en este mismo sentido aún hallaremos más pruebas de positivo interés con las cuales podrá verterse nueva luz en el problema,

OTROS PARALELISMOS ENTRE LA CERÁMICA IBÉRICA Y LA APULIA.

Como es sabido, una de las cuestiones más interesantes que la cerámica ibérica de figuras pintadas plantea es la del origen de los pájaros y de los cuadrúpedos carnívoros que con frecuencia aparecen en ella. Que en la cerámica ibérica hay que reconocer desde sus comienzos una fuerte corriente griega de procedencia o de [-14→15-] proce-dencias aún no claramente determinadas, es indudable; se advierte en multitud de deta-lles que no es del caso determinar; pero que los pájaros y carnívoros cuadrúpedos sean también de ascendencia griega es lo que falta por probar. De hecho, la cerámica griega

6 Macchioro, Per la cronologia dei Vasi Canosini, en las Römische Mitteilungen, 1910, pág. 168; 1912,

pág. 34. M. Mayer, Apulien vor und vährend der Hellinisierung, mit besonderer Berücksichtigung der Keramik. Leipzig, 1914. Gervasio, Bronzi arcaici e la ceramica geometrica nel Museo di Bari, 1921. Mayer los clasifica en el Jung-Canosiner Localstil.

7 No es una casualidad que en Cartago, por cuyo intermedio nos debieron llegar tantos estímulos clásicos, sobre todo en esta época, en que la influencia cartaginesa en España debió alcanzar su optimum, se hayan hallado, a más de otros productos claramente apulios (recuérdese, p. e., la coraza de Mahedia, igual a otra de Ruvo), dos soportes de vasos, o quizás más bien dos "thimateria", de evidente proceden-cia suditálica (Aziani, "Necropole punique de Carthage", I, lám. CLXVI, 1915). Importaciones de este tipo debieron servir de modelos para un cierto número de candelabros (?) indígenas, mucho más toscos y bárbaros, de formas que recuerdan a los apulios e ibéricos. No cabe duda que todos ellos son parientes muy próximos. En el Museo que dirigen los Padres Blancos, en Túnez, vimos diez o doce ejemplares cartagineses de este tipo, todos próximamente iguales, y desprovisto de decoración, al parecer, desde su origen.

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arcaica del siglo VII, que es la única que los emplea con verdadera profusión, no pre-senta ejemplos que puedan tomarse como posibles antecedentes, mas en la cerámica indígena suditálica, de geografía y cronografía mucho más próximas, hay algunos casos de semejanza tal que invitan a pensar en una posible relación. Ciertas figuras de cua-drúpedos carnívoros que esporádicamente presentan algunos vasos apulios pintados son tan similares por su técnica como por su aspecto á los ibéricos, que parecen obras de la misma mano. Contrapongamos a la fig. 8, tomada de uno de los espléndidos vasos ibé-ricos del grupo de Elche y Archena que publicó el señor Obermaier 8, otra figura de ani-mal (fig. 9), tomada de la decoración de un vaso canosino publicado por M. Mayer 9. Ambas representaciones coinciden de un modo sorprendente, no sólo en la manera de tratar entrambas el pelo o la especie de melena leonina de este cuadrúpedo carnívoro, sino en su aspecto general, en la manera de dibujar la boca con su hilera de dientes a modo de sierra, en la colocación de las orejas, en la posición de las patas, ¿se trata de una coincidencia somática meramente casual? Creemos que no, pues aunque no preten-damos deducir de estas semejanzas una relación o dependencia de una cerámica con respecto de la otra, la verdad es que ambas figuras denotan un mismo espíritu artístico, sin que ninguna otra cerámica del Mediterráneo presente un caso semejante en una proximidad geográfica mayor ni en un época más coincidente.

Aún hay, sin embargo, otros paralelismos temáticos [-15→16-] más notables si se quiere. Reproducimos en la figura 10 un hermoso vaso apulio procedente de las cerca-nías de Bari, en cuyas paredes, divididas en tres franjas, se desenvuelven algunos de aquellos bellos temas geométricos y florales tan queridos por la cerámica apulia y por la ibérica, en la que tienen puesto de honor. No es esto sólo, empero, lo que ha de llamar-nos la atención, sino principalmente la figurita de pájaro que pica la rama de un arbusto.

Fig. 10.- Vaso apulio, procedente de las cercanías de Bari, con decoración pintada de temas geométricos

florales y animales. Museo de Bari. (Según Mayer, «Apulien»; lám. 34, fig. 9)

En ciertos fragmentos de vasos ibéricos de Azaila (figs. 11 y 12) aparece el mismo tema multiplicado indefinidamente. ¿Qué extraña coincidencia ha hecho que el humilde alfa-rero dejas márgenes del Ebro haya repetido en sus vasos el mismo asunto, evidentemen-te de carácter simbólico religioso, que su colega el de Apulia pintó sobre los suyos quizás 8 Iberische Prunk-Keramik von Elche-Archena-Typus, en Ipek, 1929, lám. X. 9 Apulien, lám. 39, fig. 13.

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años o decenios antes ? Un caso semejante vemos en el vaso messapio del Museo de Lecce, reproducido en nuestra fig. 13, donde unas aves, como gallinas, picotean, al pare-cer, rígidos arbustos con hojas a modo de palmetas. Tras una de las aves aparece [-16→17-]

Fig. 13.- Vaso messapio del Museo de Lecce, con decoración pintada. (Según el «Corpus, Vas. Antiq.»

Lecce, I.)

Fig. 14.- Fragmento de tapadera de una gran urna ibérica hallada en la acrópolis de Azaila. Madrid, Mus.

Arq. Nac.

[-17→18-] un círculo con una flor de cinco pétalos inscrita. ¿Tiene este detalle algo que ver con el caso similar que se advierte en la tapadera de Un vaso de Azaila (fig. 14) y en otro tam-bién aragonés del Tossal de Les Tenalles de Sidamunt, Teruel (fig. 15)?

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Fig. 15.- Vaso ibérico, pintado, de Sidamunt, provincia de Teruel. Barcelona, Museo Arqueológico.

Algunos vasos messapios presentan formas verdaderamente próximas a las nuestras ibéricas. El tipo llamado de "sombrero de copa", o para decirlo en términos más científicos, de "kalathos", tan característico de la cerámica ibérica, aparece también con cierta profusión

Fig. 16.- Vasos canosinos del tipo ibérico, llamado de «Sombrero de copa», en el Museo de Lecce. (Se-

gún el Corpus Vassorum. Lecce, I.)

[-18→19-] entre los productos cerámicos apulios. La figura 16, que reproduce ejemplares proce-dentes de la región de Canosa, pueden servir de muestra.

TRES VASOS IBÉRICOS DE ITALIA.

Pero aún hay casos más curiosos por su parentesco con los ibéricos, tal, por ejem-plo, el conservado en la Glyptotheca de Munich (fig. 17), cuya forma de "sombrero de copa" y cuya decoración pintada de temas geométricos hacen sospechar si no estamos ante un ejemplar genuinamente ibérico. La figura que publicamos reproduce una foto-grafía directa que el profesor Sieveking, director de las Antikensammlungen de Munich, tuvo la amabilidad de enviarnos 10. Por desgracia sabemos bien poco sobre su proceden-cia; según Sieveking nos comunicó, el vaso fue adquirido en Italia en 1908, en el co-mercio, sin que constase el lugar preciso de su hallazgo. Su altura es de 22 cm, está hecho a torno y su decoración, pintada sobre la arcilla rojiza, es de un color rojo oscuro. Los temas ornamentales son de los más sencillos y primitivos. No creemos oportuno insistir en que estos mismos elementos decorativos, ya aislados, ya asociados, del mismo modo que en el vaso de Munich y sobrepuestos a recipientes de idéntica forma, 10 Nos es grato hacer constar aquí nuestro agradecimiento.

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son muy frecuentes en la cerámica ibérica. Los ejemplos que podrían aducirse son de-masiado numerosos para intentar recopilarlos aquí. Renunciamos, por tanto, a la rebusca de aquellos ejemplares españoles relacionados con el de Munich. La contemplación de los aquí reproducidos basta (figs. 18 y 19). De tal contemplación y de la comparación inevitable surgirá la pregunta de si el vaso de Munich, pese a su procedencia itálica, no será un verdadero vaso español. Nosotros creemos que se trata de un producto proba-blemente ibérico. Convendría someter la pieza a un análisis minucioso; a nosotros, que hemos visto en tres [-19→20-] ocasiones distintas el original, no nos ha sido posible estu-diarlo con la detención que requiere el interesantísimo problema que plantea. Su as-pecto, repetírnosles completamente ibérico, tanto por la forma como por la decoración pictórica, tanto por el color de ella como por el del barro. Si así no fuese, habría que pensar sin reparos en relaciones, influencias o lo que se quiera, entre la cerámica popu-lar suditálica y la indígena ibérica. Por fortuna, no es caso único; conocemos otro que viene a subrayar la importancia del primero. De Cenisola procede un vaso (fig. 20) que fue hallado en una tumba ligur y cuya semejanza con otros ibéricos salta a la vista, máxime cuando la decoración pictórica que lo exorna es también idéntica a la usual en: la cerámica ibérica. Está hecho a torno; tiene una altura de 16 cm, y lleva pintura roja sobre él color amarillo rojizo de la arcilla 11.

Más valor probatorio tiene otro tercer hallazgo acaecido también en suelo itálico hace muchos años y olvidado en absoluto por los estudiosos, no obstante estar recogido y mencionado en varios lugares. Nos referimos a una patera argéntea con leyendas en alfabeto ibérico, que fue hallada en una tumba antigua de las cercanías de Urbino 12. Estás leyendas, tenidas por algunos epigrafistas como escritas en alfabeto umbrío y hasta púnico, fueron reconocidas como ibéricas por Lenormant en 1882 13, e incorpora-das como tales por Hübner en los Monumenta Linguae Ibericae. Como es fácil deducir, esta patera de plata debió ser llevada a la península vecina por alguno de [-20→21-] los iberos que formaban las huestes que Hanníbal y Hasdrúbal llevaron a Italia durante la segunda guerra púnica. El lugar de su hallazgo, enclavado donde se riñó la batalla del Metauro, a orillas del río de este nombre, hace más verosímil esta suposición.

TESTIMONIOS ESCRITOS.

Si echamos mano a los textos o referencias antiguas, quizás hallemos algunos pa-sajes clásicos que convengan al problema que estas curiosas concomitancias entre la cerámica apulia popular y la indígena ibérica nos ha planteado.

Cuenta Livio en su Historia 14 que tras la fundación de Sagunto llegaron a ésta gen-tes procedentes de Ardea, la ciudad de los rútulos ("Oriundi a Zacyntho insula dicuntur; mixtique etiam ab Ardea Rutulorum quidam generis"). En efecto, la ciudad de Ardea es conocida como ciudad histórica, aparte de su mención en la leyenda de Eneas como

11 Nuestra figura está tomada de las Notizie degli Scavi 1879, lám. VIII, fig. 8, pág. 301; fue publicado

también por Montelius en La Civilisation Primitive de l'Italie, lám. 164, figura 8. Otro parecido fue hallado en Toulouse (Revue Archéologique, XIX, 1912, pág. 16, fig. 32); pero aquí ya no es caso insó-lito, pues esta región llegó a estar fuertemente iberizada.

12 Monumenta linguae Ibericae, XLII. 13 Lenormant en la Revue Archéologique, XLIV, 1882, pág. 31. 14 Livio XXI, 7, 2.

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sede del rey Turnus. Su situación, próxima al mar y no lejos de Roma, era ventajosa para posibilitar una colonización en las costas fronteras de la Península Ibérica.

Años más tarde de la mención de Livio volvemos a encontrar la misma tradición en un pasaje de Silio Itálico 15, el cual dice lo que sigue:

Firmavit tenues ortus mox Daunia pubes Sedis inops; tnisit largo quam dives alumno, Magnanibis regnata viris, nunc Ardea nomen.

("Los inseguros comienzos de [Sagunto] los consolidó en seguida la juventud dau-nia, necesitada de tierras; la envió una ciudad abundante en gentes y gobernada por hombres ilustres, que ahora se llama Ardea"). Es particularmente notable que no se diga aquí, en el texto de Silio Itálico que estas gentes sean rútulos, como hace [-21→22-] constar Livio, y sí se diga, por el contrario, que eran daunios. El cotejo de estos dos textos, por lo que a la personalidad de los nuevos colonos de Sagunto se refiere, es, pues, harto confuso, ya que, en efecto, hubo una ciudad de nombre Ardea en el Lacio, como hemos dicho, pero también la hubo, al parecer, en la Daunia, como puede des-prenderse del texto de Silio Itálico. La importancia de estos textos es grande en nuestro caso, pues sería de interés saber si estos legendarios colonos de Sagunto partieron del Lacio y eran rútulos, como Livio dice, o bien eran daunios y partieron de una supuesta Ardea de la Daunia, como parece deducirse del texto de Silio Itálico. La Enciclopedia clásica de Pauli-Wissowa-Kroll no cita más ciudad de nombre Ardea que la de los rú-tulos 16, a la cual se atribuye también el pasaje de Silio Itálico, no obstante decirse en él que eran gentes daunias, y ello sin un comentario ni una advertencia. En una monografía dedicada a Silio Itálico como geógrafo y etnógrafo de la Península Ibérica se toca tam-bién este pasaje, sin que su autor advierta el conflicto entre el texto de Livio y el de Si-lio Itálico 17. Pero no cabe duda de que este último dice que los nuevos colonos eran gentes daunias, es decir, gentes que poblaban la Apulia y que salieron de Ardea. ¿No sería lógico suponer una ciudad del mismo nombre en la Daunia para explicarse la men-ción de Silio Itálico? Si así fuese, el texto de Silio Itálico tendría una gran importancia en nuestro caso y explicaría mejor aquellas concomitancias observadas entre la cerá-mica apulia y la ibérica de la región del Ebro. De todos modos, hemos de advertir que los dos textos referidos no deben tenerse como históricos, sino más bien como legenda-rios, aunque con núcleo probablemente histórico.

Un pasaje de Rufo Festo Avieno nos muestra al [-22→23-] Ebro como vía de pene-tración de las mercancías extranjeras en el hinterland ibérico.

"...namque praeter caespitis Fecunditatem, qua pecus, qua palmitem, Qua dona flavae Cereris educat solum, Peregrina Hibero subvenhuntur ilumine."

(Avieno. Ora Marítima, versos 501-505.)

("Además de los productos del fecundo suelo en ganados, vides y trigo, otros productos extraños son transportados por el Ebro,")

15 Silio Itálico I, 291 y sigts. 16 Real Encyklopädie der klassische Altertumswissenschajf "Ardea", artículo de Hülsen. 17 Friedrich Bleiching, Spanische Landes-und Volkskunde ei Silius Italicus. Tesis doctoral, 1928.

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Es probable que estas palabras puedan referirse en particular a los mercaderes suditálicos que, juntamente con otros de otras procedencias 18, importaban sus produc-tos, entre ellos cerámica helenístico-italiota, de la cual hay tantos testimonios en toda la cinta costera. Quizás por este medio se debieron introducir en la región de Azaila ciertos "thimateria" canosinos que pudieron haber servido de modelos a los hallados en la men-cionada acrópolis aragonesa y de los que hemos hablado anteriormente.

Aquellos textos sobre la colonia itálica de Sagunto y estos versos del poema geo-gráfico de Avieno no nos sirven más que para tratar de justificar con testimonios de orden literario el hecho indubitable de que en la cerámica de la región aragonesa, en especial en la del grupo de Azaila, hay casos de una semejanza tal con la apulia indí-gena que invitan a pensar en una relación directa entre ambas regiones. ¿Pero cómo tratar de explicarse la presencia en la propia Italia de los vasos de Munich y Urbino por un lado y el de Cenisola por otro? ¿Cómo explicarse con cierta verosimilitud la asom-brosa coincidencia, no sólo somática, sino decorativa de estos [-23→24-] ejemplares con sus equivalentes los ibéricos peninsulares? Muy parcos son los textos clásicos en noti-cias que vengan a aclarar satisfactoriamente los problemas que la arqueología plantea, pero quizás nuestro caso sea una excepción por lo bien que las referencias históricas contestan las preguntas recientemente formuladas. En efecto, sabemos por varias fuen-tes, en especial por Polybios, que en la famosa guerra hannibálica, es decir, en la se-gunda guerrera púnica, miles de iberos, celtas, españoles, celtíberos y baleares recorrie-ron Italia de Norte a Sur a fines del siglo III a. de C. La inscripción que el gran general cartaginés hizo grabar en bronce y colocar en el santuario de Hera Lakinia, en Króton, inscripción mencionada o resumida por más de un historiador, da noticias precisas sobre el número de españoles que entraron en Italia el 218 al mando de Hanníbal. Dicha ins-cripción, según Polybios, menciona, entre otros soldados pertenecientes a distintos pue-blos y razas, a los iberos en número de 8.000 19, a los que Livio añade aún 870 baleares 20. Con estos nueve mil españoles comenzó Hanníbal las grandes campañas de Italia. Al pisar las llanuras del Poo, después de haber pasado los Alpes, donde perecieron muchos miles de hombres, las tropas iberas sumaban en total las dos quintas partes del ejército cartaginés, siendo el resto en su mayoría africanos. Expondremos brevemente, si-guiendo a Polybios, la fuente principal para estas guerras, la participación de los iberos en ellas.

Vencidos los romanos en los famosos encuentros del Trebia y del Trasimeno, en los que Polybios menciona a los iberos y los baleares contribuyendo eficazmente a las victorias cartaginesas, Hanníbal tenía abierto el camino del centro de Italia. No se deci-dió, sin embargo, a poner sitio a Roma. Después de devastar y talar las comarcas veci-nas, el general cartaginés se encaminó [-24→25-] hacia las playas del Adriático a través de la Umbría y el Piceno. De allí se dirigió a la Apulia, talando impunemente la Daunia. Cayó luego sobre las fértiles llanuras de Campania y volvióse de nuevo a la Apulia des-pués de haber burlado por medio de una estratagema la emboscada que le había prepa-rado Fabio, acción en la que Polybios vuelve a mencionar a los iberos, que mataron mil romanos. El invierno del año 217 lo pasó Hanníbal con sus tropas en las feraces tierras

18 Véase nuestro trabajo sobre Las relaciones entre el arte etrusco y el ibero en Archivo Español de Arte

y Arqueología. Madrid, 1931. 19 Polybios, III, 56, 4. 20 Tito Livio, XXI, 21, 12.

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apulias, dedicándose entre tanto a reorganizar su ejército en espera de acontecimientos próximos y decisivos. En efecto, el 2 de agosto (los cronógrafos no están siempre de acuerdo sobre la data exacta de este acontecimiento) del 216 a. de C. se desarrolló en los campos de Cannae la famosa batalla de su nombre, en la que lo más florido del pueblo romano halló la muerte en manos de los púnicos, y sus aliados. En ella tomaron activa parte los guerreros españoles. Formaban tropas de a pie y de a caballo. Los infantes ibe-ros ocuparon, con los celtas, el centro avanzado de una inmensa media luna; en el ala izquierda colocó Hanníbal a los jinetes, acompañados también por los celtas de la misma arma. Dice Polybios que los iberos iban vestidos con sus trajes típicos, cubiertos de una túnica de lino de color de púrpura, a cuya vista los romanos cobraron extrañeza y temor 21. Completamente dueños los cartagineses del Sur de Italia a consecuencia de la victoria de Cannae, recorrieron la Apulia e invernaron en Campania.

Cannae es una localidad situada en la Daunia (Apulia) y a muy pocos kilómetros de Canusium, la actual Canosa, centro productor de aquella cerámica popular llamada dau-nia o canosina, con la cual, como hemos visto anteriormente, tiene numerosos puntos de coincidencia la ibérica tardía, especialmente la del grupo aragonés. En tales hechos puede hallar también su explicación la procedencia italiana de aquel vaso de Munich [-25→26-] (fig. 17) cuyo aspecto ibérico es indiscutible. Advirtamos que esto no quiere decir que los soldados iberos llevasen consigo durante sus campañas por Italia objetos tan frágiles como son los cerámicos, pero sí que pudieron hacerlos, y los harían de se-guro, para servir a sus necesidades durante las largas campañas por el Sur de Italia. ¡Quién sabe si el vaso de Munich como la patera de Urbino antes citada, no procede de alguna tumba de ibero muerto en estas guerras hannibálicas y enterrado en suelo itálico, lejos de su patria, pero con el ajuar que en ella solían ser enterrados los difuntos! Si al analizar el vaso de Munich se hallase que la arcilla de que está hecho no es la corriente entre los vasos ibéricos encontrados en España, esto se explicaría por lo que anterior-mente hemos dicho, es decir, que sería ibérico, pero fabricado en Italia.

En cuanto al "kalathos" ibérico de Cenisola es probable sea un vaso importado. De ser un producto ligur (nos falta autopsia) la hipótesis de una influencia ibérica explicaría mejor que nada su semejanza con cosas similares españolas. Esto, ciertamente, no ten-dría nada de extraño, pues la vecindad de iberos y ligures en el Sur de Francia pudo de-terminar una corriente de intercambios y de mutuas influencias. Tampoco nos faltarían en este caso textos que aducir. Sabemos por Skylax (hacia el 340) que iberos y ligures eran por estas fechas vecinos al Mediodía de las Galias, por la región del Ródano 22. Según unos pasajes de Hellánikos de Lesbos, de Thukydides y otros autores más tar-díos, una invasión de ligures en la región de Valencia determinó la emigración en masa de los Sikanos a Sicilia, a la que dieron el nuevo nombre de Sikania, en lugar de Trina-kría, que hasta entonces llevó 23. Esta invasión ligur en el [-26→27-] Levante español, de ser cierta 24, debió acaecer, en todo caso, en tiempos muy remotos; mas, no obstante, aunque no podamos aplicarla directamente a nuestro caso, nos habla de una posible re-lación favorecida, sin duda, por las colonias griegas del Sur de Francia, entre las costas

21 Polybios, III, 113. 22 Skylax, cap. III. 23 Thuk., VI, 2. 24 Se le han opuesto serios argumentos; véase como la referencia más reciente Berthelot, "Les Ligures",

en la Revue Archéologique, 1933.

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orientales de Iberia y las del golfo ligur, relación de la que puede ser un testimonio tan-gible el vaso ibérico o iberizante de Cenisola.

TESTIMONIOS NUMISMÁTICOS.

Otra clase de testimonios indirectos que vienen a dar más visos de certeza a la tesis fundamental que informa este estudio, es decir, a la existencia de relaciones más o me-nos directas entre la Apulia y España, los aporta con pruebas inequívocas la numismá-tica. Un caso de positivo interés, por ejemplo, lo ofrece el tesoro hallado en 1868 en Pont de Molins, cerca de Figueras, en la provincia de Gerona. Junto con una gran canti-dad de monedas de Massalia y Sagunto aparecieron otras de localidades griegas mucho más alejadas. Dos de ellas, incompletas, eran de Atenas y de época aún arcaica; una de Apollonia, en Illyria, frente por frente de la costa Apulia; otra de Zoné, en Thracia, y otra de Kyme, en Campania; estos testimonios son buenas pruebas de la existencia de un amplio tráfico comercial con puertos, no sólo de la vertiente del mar Tyrrhenio, sino de más allá de las costas itálicas. Una sexta moneda tiene, por el momento, un interés mayor para nosotros. Se trata de un fragmento de estátero de Metaponto, de la primera época, según Zobel 25. Metaponto, como se sabe, se [-27→28-] levantaba próxima a Ta-rento, es decir, muy cercana a la Daunia, región productora de la especie de cerámica popular apulia llamada canosina, con la cual tantos puntos de coincidencia muestra la ibérica.

Vives, en su libro La Moneda Hispánica 26, al enumerar muy de ligero los principa-les tesoros de monedas hallados en España, menciona "Otro depósito de unas 30 mone-das, también griegas (se refiere a la Magna Grecia) y emporitanas primitivas, cuya ad-quisición gestionamos, pero que no pudimos lograr, ni volvimos a verlas ni a saber de ellas." Es verdaderamente lamentable que Vives no nos haya dado más noticias sobre este conjunto de monedas suditálicas. No sabemos de qué ciudades procedían. De todos modos son prueba de la existencia de relaciones comerciales bastante estrechas con la Magna Grecia.

Gran fuerza probatoria de estas relaciones tienen también ciertas acuñaciones greco-hispánicas en las que se copian o se imitan tipos monetarios sikeliotas e italiotas. Según Vives 27 y J. Amorós 28, los prototipos pudieron ser (aparte de los sikeliotas) monedas acuñadas en Tarento, Metaponto, Herakleia de Lucania, Turium, Sybaris, Laos, Rhegio, Neápolis, Poseidonia, etc. También Hübner vio ciertas concomitancias de este género 29. Mas advirtamos también, para valorizar el caso con imparcialidad, que estas relaciones tipológicas son más claras y abundantes para Sicilia y la región, de la Campania 30. [-28→29-]

Sucesivos estudios quizás aclaren más el interesante problema que en estas líneas hemos planteado. No se ha de perder nunca de vista, cuando de estudiar las influencias

25 Zobel de Zangróniz, La Moneda Antigua Española, en el Memorial Numismático Español, t. IV, 1877-

79; J. Amorós, Les monedes empuritanes anteriors a les dracmes, Barcelona, 1934. 26 Madrid, 1926, pág. CXCI del prólogo. 27 Loc. cit., págs. 6 y ss., 30 y 53. 28 En sus excelentes estudios publicados por el Gabinete Numismático del Museo de Barcelona, 1933-34. 29 Véase el Jahrbuch Archäolog. Instit., XIII, 1898, página 121. 30 Vives, loc. cit.; Amorós, idem, A. García Bellido, La Bicha de Balazote, en Archivo Español de Arte y

Arqueología, 1931, núm. 21.

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griegas en España se trate, que en Sicilia actuaron durante tres siglos consecutivos (a partir por lo menos del 480 a. de C.) miles y miles de mercenarios iberos, unas veces, las más, al servicio de los cartagineses, y otras al servicio de los propios griegos; que Italia fue recorrida de punta a cabo por unos 10.000 españoles en el siglo III a. de C. y que la zona del oikumenos griego más cercana a la Península Ibérica fue Sicilia y la Magna Grecia. Un próximo trabajo, en el que estudiaremos los textos antiguos que na-rran la participación de los iberos en las contiendas de Sicilia entre griegos y cartagine-ses, dará más fuerza a lo que acabamos de decir y a lo que ya dijimos a propósito de la Bicha de Balazote, cuya ascendencia sikeliota creemos haber probado.

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Fig. 1.- Thimaterion ibérico decorado con pinturas fitomorfas y geométricas, procedente de la acrópolis

de Azaila, en el Bajo Aragón. Alto 26,5 cm. Madrid, Museo Arqueológico Nacional (Fot. Mus. Arq. Nac.)

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Fig. 2.- Tres thimateria ibéricos, decorados, procedentes de Azaila. Altura media de 16 a 17 cm. (Madrid,

Mus. Arq. Nac.). (Fot. Mus. Arq. Nac.)

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Fig. 3.- Dos fragmentos de thimateria ibéricos con decoración pintada, procedentes de la acrópolis de

Azaila. Altura del de la derecha 11 cm(Madrid, Mus. Arq. Nac.). (Fot. Mus. Arq. Nac.)

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Fig. 4.- Thimaterion de Canosa, Apulia; cerámica pintada con decoración fitomorfa y geométrica (Según Mayer, "Apulien", lám. 40). Fig. 5.- Candelabro apulio de Ruvo. Cerámica pintada con decoración fito-morfa y geométrica. Alto 45 cm. Museo de Lecce (Según el "Corpus Vasorum Antiquorum", Lecce, I). Fig. 6.- Vaso cerámico apulio en forma de thimaterion, procedente de Barletta y decorado con escenas pintadas, de guerra o de caza (Según Mayer, "Apulien", lám. 34). Fig. 7.- Candelabro messapio proce-

dente de Rugge. Museo de Lecce. Alto 22 cm (Según el "Corpus Vasorum Antiquorum", Lecce, I).

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Fig. 8.- Cuadrúpedo carnívoro pintado sobre un vaso ibérico procedente de la región murciana (Según

Obermaier, Iberische Prunkkeramik", lám. X b).

Fig. 9.- Animal pintado sobre un vaso canosino reproducido por Mayer, "Apulien", lám. 39, fig. 13.

Fig. 12.- Detalle de un friso continuo que decora una gran crátera ibérica pintada, procedente de las exca-

vaciones de Azaila. Altura media del friso 6 cm (Madrid, Museo Arqueológico Nacional)

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Fig. 11.- Detalle de un gran vaso ibérico hallado en la acrópolis de Azaila, con decoración pintada, en la

que se desarrollan composiciones de carácter simbólico. Madrid, Mus. Arq. Nac.

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Fig. 17 (izquierda). Vaso ibérico procedente de Azaila. Alto 22,50 centímetros (Munich, Glyptothek y Museum Antiker Kleinkunst) (Fot. comunicada por Sieveking). Fig. 18 (derecha).- Vaso ibérico de Ga-

lera (Granada) (Madrid, Mus. Arq. Nac.)

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Fig. 19 (izquierda). Vaso ibérico del S.E. de España (Col. particular de Madrid, según Obermaier). Fig. 20 (derecha).- Vaso de Cenisola hallado en un sepulcro ligur. Alto 16 cm. (De las "Notizie degli Scavi",

1879).

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Espacio, Tiempo y Forma, Serie II, Hf Antigua, t. IV, 1991, págs. 85-106

Los mitos griegos y la Hispania antigua: consideraciones

metodológicas

JOSÉ C. BERMEJO BARRERA *

El estudio de la difusión de la mitología griega a lo largo de la his­toria de la Hispania antigua debe llevarse a cabo con suma precaución, puesto que es muy fácil caer en alguna de las múltiples trampas que un ^svenir histórico muy complejo suele ir poniendo continuamente a nues-"0 paso. El problema no se reduce solamente a la escasez de las fuen-'^s, que no nos permiten seguir las cronologías y las trayectorias de la "^"Usión de estos mitos, sino que también se debe a la confusión meto-"JOlógica que a veces reina en la mente de algunos historiadores. Por ®"o, con el fin de evitar este tipo de confusión, será necesario establecer ' 6 forma preliminar algunas consideraciones de método.

El estudio histórico de los mitos es enormemente complejo debido a • ue las concepciones acerca del origen, la esencia y la función del mito, presentes en la mente de cada historiador, le hacen plantearse los pro­blemas de una forma que le será peculiar. Por suerte, las capacidades 'htelectuales de los historiadores, como las de los demás seres humanos, son bastante limitadas, y por ello las posturas de una gran cantidad de historiadores son fácilmente reductibles a algunos planteamientos comu­nes.

Comencemos por el principio. ¿A qué llamaremos mitos griegos? La P''69unta no es en modo alguno banal, puesto que la riqueza de la mito-°9ía griega, sus múltiples manifestaciones —a través del arte, la litera-

Universidad de Santiago de Compostela.

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JOSÉ C. BERMEJO BARRERA

tura o los cultos— y su extensísima duración en el tiempo, desde la época micénica hasta el Imperio Bizantino, hace su estudio enormemente complejo. En el caso de la Híspanla antigua diferentes historiadores han agotado, en efecto, los límites cronológicos en ambos sentidos. Se ha pretendido demostrar, por una parte, la existencia de contactos comercia­les entre Híspanla y la Hélade en época micénica, tomando como fuentes históricas a los mitos, y por otro lado la pervivencia de los temas mitoló­gicos en el arte hispano-romano se mantendrá hasta que progresivamen­te sean desplazados por los motivos iconográficos cristianos, aunque no totalmente, ya que muchas de estas iconografías perdurarán en el arte medieval. En relación con este problema nuestros límites cronológicos serán mucho más reducidos. Comenzaremos por la colonización griega de época histórica, es decir en lo que en la Historia griega suele deno­minarse como época arcaica y daremos por concluido nuestro recorrido en la Hispania romana, al llegar al culto de las divinidades orientales.

La cronología, en este caso, no es algo totalmente inocente, puesto que la fijación de sus límites se establece en relación con una serie de presupuestos metodológicos. Así, por ejemplo, los historiadores que utili­zan la mitología griega para demostrar la existencia de contactos cultu­rales pre o protohistóricos sostienen una determinada concepción del mito, según la cual éste podrá conservar recuerdos de acontecimientos políticos o bélicos del pasado de una forma directa. Y por otra parte el establecimiento del final de la vigencia del mito griego se hallará unido a un tema tan cargado a veces de resonancias ideológicas como lo es el de la difusión del cristianismo.

Pero la vida de los mitos en el tiempo no es en modo alguno indi-sociable de su difusión en el espacio, y es por ello que los presupuestos metodológicos volverán a manifestar de nuevo su poder al plantear esta segunda cuestión. Muchos historiadores creen que los mitos pueden di­fundirse de un lugar a otro no sólo dentro de los límites geográficos de una cultura, sino también pasando de una cultura a otra u otras que le son especialmente próximas. En este caso los historiadores y los arqueó­logos toman como modelo el proceso de difusión de formas cerámicas, escultóricas, o de innovaciones tecnológicas en los diferentes campos, cuyo trasvase de una cultura a otra puede comprobarse fehacientemente a lo largo de la historia del mundo antiguo. Sin embargo, un mito es una realidad mucho más compleja que una decoración cerámica o la forma de una espada, y por ello será necesario plantearse en primer lugar la siguiente pregunta. ¿Puede difundirse un mito más allá de los límites sociales e ideológicos de la cultura que lo crea?, y si ello es así, ¿cómo se produce ese proceso de difusión?

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Los mitos griegos y la Hispania antigua: consideraciones metodológicas

Partiendo de los límites que nos hennos fijado comencemos por la «colonización griega».

Tras una etapa de contactos esporádicos y exploraciones más o "^enos sistemáticas, conocida por los historiadores como época precolo-' '3l> que abarcaría desde la Edad del Bronce hasta el siglo ix a. C, co-•Tienzó la colonización griega de pequeñísimos sectores de la Península 'cérica. En ella, tras una primera etapa en la que la hegemonía la deten­taron los rodios, fundadores de Rhode en el siglo ix, y después de un período intermedio no muy bien conocido, nos encontraremos a partir de "tediados del siglo vii con la colonización llevada a cabo por los habitan­tes de Focea, que se instalan en Mainake, una ciudad preexistente y fundan Hemeroskopeion y Ampurias —en el 560-550 la Paleapolis y 40 3ños después la Neápolis.

Serán estos colonos griegos, por supuesto, los primeros portadores '^^ la mitología, y es de suponer que, conociesen o no algunos textos épicos, si tuviesen conocimiento de diversos mitos.

El estudio de la mitología tal y como se desarrolló en el siglo xix estableció un principio, de validez dudosa, según el cual el mito, creación Qel Volkgeist o de algún tipo de alma colectiva, sería conocido y creado colectivamente por los miembros de las culturas más o menos primitivas. Y^ acuerdo con esa concepción, poco podría decirle a un ampuritano Isómero, ya que él poseería ya un conocimiento de los mitos griegos que 'lumorísticamente podríamos definir como a priori. Hoy en día sabemos. Partiendo del análisis de los procesos reales de creación y difusión del "^'to en los pueblos primitivos, que los mitos son creados y difundidos por especialistas, que al igual que los ideólogos modernos, consiguen oon este medio orientarse a sí mismos y a los miembros de su comuni­dad. No es posible por ello creer que todos los mitos griegos estuviesen presentes en la cabeza de todos y cada uno de los colonos griegos, sino Húizás sólo algunos siendo los más relevantes para ellos los de aquellas <JÍvinidades a las que rendían culto.

Por desgracia nuestro conocimiento de los «cultos» de las colonias 9'''egas de Hispania es muy reducido. Dado el origen de estos colonos e ha supuesto, con fundamento, que una de las divinidades principales '^ sus ciudades debió ser la Srtemis Efesia \ una divinidad grecoasiática úyo culto gozó de gran importancia en Jonia, pero cuyos mitos nos son

^ Sobre este templo ver GARCÍA Y BELLIDO, A., «Das Artemision von Sagunt», Madrider "^itleilungen, IV, 1963, págs. I págs. 87-98.

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apenas conocidos. Sabemos que Artemis tuvo un templo muy importante en su época en la actual Sagunto, estando su culto, según Estrabón (IV, 1,4/5) difundido en Rhode, Ampurias y Hemeroskopeion a partir del siglo VI. Junto a este culto debió desarrollarse el de otros dioses del panteón olímpico, pero no conocemos otros templos importantes, quizás debido al hecho de que las colonias griegas de la Península no fueron verdaderas colonias, como las de Sicilia o Magna Grecia, sino más bien puntos de trueque e intercambio comercial, carentes de interés agrícola y por lo tanto poco preocupados de asentarse territorialmente.

A travé del «arte» conocemos, por ejemplo, el famoso Askiepios de Ampurias, o la imagen de una bella cabeza de Afrodita, pero partiendo de esos únicos testimonios no puede sostenerse sin más la existencia de un culto. En este sentido, no deja de resultar llamativa la ausencia del culto a los «héroes fundadores», de capital importancia en las colonias con implantación territorial , pero cuya ausencia podría entenderse si te­nemos en cuenta la condición de dependencia de Ampurias, por ejemplo, en relación con Massalia.

Tenemos por tanto, como punto de partida, una realidad histórica poco favorable para que pudiese tener lugar un proceso de difusión ma­siva de la religión y la mitología griegas en la Hispania prerromana, ya que : 1) el número de colonias es escaso, 2) su implantación territorial pequeña, 3) sus contactos con los indígenas reducidos, 4) la comunica­ción con los mismos difícil debido tanto a los escasos contactos como a las dificultades lingüísticas. Partiendo de estos presupuestos cabe supo­ner que los indígenas no debieron conocer textos literarios griegos ni participar, quizás, en cultos comunes con los helenos, por lo que la prin­cipal vía de difusión de los temas mitológicos debió ser el «arte», sobre todo a través de las iconografías cerámicas o escultóricas. ¿Pero, puede afirmarse que la difusión de una iconografía supone la difusión de un culto o el conocimiento de un mito? Creemos que no y un ejemplo to­mado de la Hispania antigua puede servirnos de modelo.

La ESFINGE es un tema mitológico e iconológico de larga vida a lo largo de la Historia de la Antigüedad. Si seguimos marcha atrás en el tiempo su historia tendremos que remontarnos al Imperio Antiguo egipcio donde nace como símbolo del faraón. Conservará este significado hasta el Imperio Medio y con el Imperio Nuevo se difundirá hacia Mesopotamia,

^ La importancia de estos cultos y de la religión en el proceso de colonización ha sido destacada recientemente por MALKIN, Irad, Religión and coionization in Ancient Greece. Brill, Leiden, 1987.

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Los mitos griegos y la Hispania antigua: consideraciones metodológicas

donde por otra parte había surgido paralelamente una iconografía similar, pero cuya significación nos es desconocida. Partiendo de Mesopotamia "egará a Siria y Capadocia.

Por otra parte, en el Egipto del Imperio nuevo cambiarán tanto la 'fonografía como el significado de la esfinge, puesto que por una parte se introduce el tema de la esfinge femenina, a partir del reinado de Hatsepshout, y por otro lado deja de asociarse exclusivamente al faraón. ^^ Egipto se trasvasa a Creta durante el minoico medio II, donde ad-•^uiere una significación que desconocemos, y en ese momento también "^93 al país de Mitanni, donde se creará un nuevo tipo, una de cuyas 'ormas será la esfinge como potnia theron.

Pero de entre sus muchas evoluciones únicamente nos interesará shora destacar cómo llega al continente griego en el Heládico reciente II, "difundiéndose en el Heládico Reciente III, de modo que en Micenas ten­dremos dos tipos de esfinges: masculinas y femeninas, que suelen estar Quardando un árbol sagrado, un altar o una columna, y en cuya configu­ración se suman a los influjos minoicos otros egipcios, tomados directa-"^ente, y algunos elementos sirios. Partiendo de esta iconografía micéni-^9 se desarrollará la Esfinge del arte griego arcaico, incorporando nuevos "aflujos asirlos y sirios, llegados al Ática y Laconia a través de Chipre y Creta respectivamente; pudiendo detectarse también una influencia neo-' itita en los talleres protocorintios .

A lo largo de todo este recorrido, tanto en el tiempo como en el espacio, una misma imagen con sus variantes fue tomando significacio­nes diversas, la mayor parte de las cuales nos son desconocidas. El ^otivo fue copiado por artistas y artesanos más, quizás, por cualidades formales que por sus significaciones simbólicas o mitológicas, pues de otro modo, ¿cómo podrían, por ejemplo, comprender la compleja simbo-'°9ía de la figura del faraón, con sus componentes teológicos y políticos, quienes no fuesen sus subditos? ¿Y cómo sería posible que un mismo S'Qhificado se mantuviese superando barreras lingüísticas y culturales du-•"ante tantos siglos y en tantos lugares diferentes?

Si nos situamos al final de este recorrido podremos observar como en la Grecia Arcaica un personaje mitológico que en la teogonia hesiódi-• 3 es conocido con el nombre de Phix, y cuyas características somáticas no son detalladamente descritas por el poeta llegará a asociarse con una

Sobre este tema ver mi libro: Mitología y mitos de la Hispania Prerromana. Madrid, '^al, 1982, págs. 43-60, donde se hallarán todas las referencias oportunas.

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iconografía a la que hemos hecho referencia, la de la Esfinge, creando así de nuevo un tipo mitológico destinado a conocer un gran éxito dentro del marco de la mitología griega. Ese mismo proceso de asociación de un personaje mítico a una iconografía determinada pudo tener lugar nu­merosísimas veces a lo largo de la historia de la difusión de ese tema iconográfico, y probablemente se repitiese de nuevo en el caso de la Híspanla antigua.

La Esfinge fue introducida en la Península Ibérica por los semitas tomando como modelo la de los marfiles de Nimrud, versión fenicia de la esfinge masculina egipcia. Posteriormente, junto a la esfinge de tipo oriental tendremos otra de tipo griego, que se introduce en la Península a partir de fines del siglo vi, pero tanto en un caso como en el otro los arqueólogos e historiadores no dejan de insistir en que se trata de moti­vos artísticos o decorativos. No parece en principio que tuviesen por lo tanto significado religioso alguno. Sin embargo, a partir de esos motivos los indígenas debieron buscar nuevos significados, puesto que pasaron a utilizar la esfinge como emblema, por ejemplo, en diferentes monedas, como las de Cástulo, llliberis y Ursone". Tendríamos, pues, un nuevo proceso de semantización cuyo contenido se nos escapa.

«Las formas y los motivos tienen mucha vida, como los topoi litera­rios», decía el historiador del arte Jan Bialostocki y por ello ni será posi­ble predecir sus significados, una vez que una imagen adquiera una vida propia, ni consecuentemente podrán utilizarse los testimonios iconográfi­cos para estudiar la difusión de los cultos y, mucho menos de las creen­cias míticas .

Si no disponemos de textos que nos permitan estudiar cuáles eran los mitos más importantes para los colonos griegos de Iberia o analizar su difusión entre los pueblos indígenas. Y si por otra parte concluimos afirmando que los testimonios iconográficos, más bien escasos, ya que no hay talleres importantes de producción de cerámicas pintadas griegas en esas colonias, no nos dan un acceso directo, en estos casos, al conocimiento de los mitos, deberíamos abandonar ya el estudio de este tema. Sin embargo, no lo haremos porque algunos historiadores han que­rido explorar todavía otras posibilidades que será necesario considerar.

" Para las referencias oportunas ver mi libro citado, págs. 59-60. ^ La referencia de Bialostocki corresponde a su libro: Estilo e Iconografía. Contribución

a una ciencia de las artes. Barcelona 1973 (Dresden 1966), pág. 111.

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Los mitos griegos y la Hispania antigua: consideraciones metodológicas

Comenzaremos por la primera de ellas, que es a la vez la más aventurada, y a la que designaremos con el nombre de «Hispania en la Geografía mítica helénica».

Todas las mitologías conocidas llevan implícita una determinada con­cepción del espacio. Los mitos se sitúan en un tiempo, normalmente •diferente del tiempo histórico y del tiempo presente, que unas veces se "arna el tiempo primordial, y otras, como entre los australianos, el «tiem­po del sueño». Del mismo modo los personajes e historias que el mito crea no suelen situarse en los espacios domésticos ni en los espacios civilizados, sino más bien en espacios marginales: bosques, pantanos, espacios subterráneos en la grecia Antigua, o entre pueblos y países 'ájanos, como, por ejemplo, los Hiperbóreos. El espacio del mito es un espacio simbólico y los desplazamientos de los personajes míticos en el "Teísmo suelen poseer unos significados que hay que situar dentro de la 'ogica de esos espacios. Por ello, no tiene ningún sentido pretender se-Quir en un mapa viajes o navegaciones mitológicas, puesto que el espa­cio del mito difícilmente coincidirá con el espacio cartográfico.

Sin embargo, numerosos historiadores y arqueólogos han dedicado "^probos esfuerzos ya sea a situar en los mapas y sobre ei terreno viajes Como el de Odiseo o los de los Argonautas, o a pretender establecer ^'9ún tipo de vinculación histórica entre algún paisaje mítico, como las 'slas de los Bienaventurados y determinadas realidades geográficas. Como en este caso las Islas Canarias. Seguir sus pasos puede llevarnos ^ extraviarnos en unos caminos no siempre presididos por el sentido común, no en vano decía ya el filólogo alejandrino Aristarco que todos 'os insensatos de la Hélade parecían haber querido identificar las diferen­tes etapas del viaje de Odiseo, y por ello no vamos a seguir sus pasos, ^ero sí será necesario, al menos, señalar cuáles son esos caminos que ^° se deben seguir.

A partir de la Teogonia de Hesiodo tenemos a una serie de perso­najes míticos que los griegos gustaban de situar en los extremos del Inundo conocido. Se trata de la descendencia, por una parte de Jápeto y Clírnene, y por otro lado de la descendencia de una segunda pareja l'tánica, compuesta por Forcis y Ceto, de la que descenderán, las Greas, '9s Gorgonas, Crisaor, Gerión y Orto ^

No vamos a entrar ahora en el análisis de estos mitos, puesto que ^^ relación con la Península Ibérica es bastante remota, ya que su situa-

Para el análisis de todos estos mitos puede verse mi libro citado, págs. 101-216.

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JOSÉ C. BERMEJO BARRERA

ción geográfica es simplemente el lejano Oeste, cuya localización irá va­riando con el conocimiento que los griegos vayan teniendo de la geogra­fía del Mediterráneo, y dado que su estudio requeriría un amplio espacio, pero sí haremos referencia a uno de ellos, el de Crísaor y Geríón con el fin de poner de manifiesto su lógica y su no necesaría vinculación con un terrítorío geográfico en concreto.

Ambos nacen de Medusa y se sitúan geográficamente en el Extremo Occidente, estando asociados al Oro y la riqueza, ya sea en su forma metálica o animal. Su morada se sitúa en la isla situada en el extremo occidente, en el reino de la Noche, y más allá del Océano. Podemos destacar tres caracteres que son comunes a todas las versiones de sus mitos: 1) Gerión, que es míticamente mucho más importante que su pa­dre Crisaor, vive en una isla situada en el lejano Oeste y posee una gran ríqueza en vacas y caballos; 2) por su situación y naturaleza se asocia al genos de los Titanes: Atlas y las Hespérídes; 3) posee tres cuerpos de cintura para arriba, es decir que es «guerrero» con gran capacidad de combate gracias a sus numerosos brazos, pero a pesar de ello será derrotado por un héroe olímpico: Herakles.

Píndaro (ístmica, I, 15) nos dice además que poseían unos perros terribles y señalaba que murió en un combate defendiendo justamente sus ganados del intento de robo por parte de Herakles.

Es sabido que Estésicoro compuso un poema, hoy perdido, dedicado a Gerión, del que se conservan fragmentos a través de Estrabón (III, 2, 2, (148)), en el que el geógrafo afirma que su isla se llamaba erytheia y se hallaba situada frente a Tartessos y Gadeira, y de la que surgirían las raíces de plata del río Tartessos. Este pasaje dará lugar a numerosísimos comentarios historíeos en los que no será procedente detenernos si que­remos analizar el mito.

Junto a Gerión y su perro Orto, Hesiodo situaba al boyero Eurítón, hijo de Eritia y del dios Marte, según Servio (Ad Verg. Aeneid, VIH, 300). Erítia posee diferentes genealogías, siendo en alguna hija incluso de Geríón ^ pero en cualquier caso está clara su vinculación con las Hes­pérídes, lógica debido a que su hijo guardará con ellos una ríqueza muy semejante en un lugar común; siendo además Erítia una isla, semejante por ello también al lugar en el que se sitúa el jardín de las Hespérídes.

Las propiedades bélicas de Eurítión se explican muy bien si tenemos en cuenta su ascendencia, ya que es hijo de Ares, un dios que encarna

' Ver mi libro citado, págs. 198-199.

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Los mitos griegos y la Hispania antigua: consideraciones metodológicas

'os aspectos más violentos y menos racionales de la guerra, un dios que simboliza la hybris militar, y que tanto a través de su historia personal Como a través de la de sus descendentes se verá abocado constante-frente a ser derrotado por otros dioses olímpicos, e incluso por héroes y hombres, como ocurre en la ¡liada.

Euritión y Gerión son dos personajes equivalentes, y por ello su alianza es totalmente natural. Ambos reciben sus caracteres tanto de la Parte paterna como de la materna, aunque predominan las propiedades 'heredadas del padre, debido a la importancia que la filiación patrilineal poseyó en el mito y la sociedad griegas. En el caso de Gerión la riqueza Se hereda por el lado paterno, pues proviene de Crisaor, razón por la cual la esposa de Crisaor carecerá de riqueza, mientras que en el de Euritión como no existe riqueza del lado paterno se hereda del materno. Podríamos sintetizar el mito de la forma siguiente:

Actividad y eficacia bélicas

Océano-Lejano Oeste Isla y riqueza

ARES

CRISAOR =

Riqueza (-I-)

Cerrero con espa­da de oro

EURITIÓN

GERIÓN

^ERITIA

-Eritia

:CALIROE

Riqueza (-)

Euritión y Gerión son dos personajes equivalentes. Nacen para guar-• ar un objeto que los Olímpicos desean por su valor, pero que está en "^anos de los Titanes y sus descendientes, lo que suele ocurrir en nu-J^erosas ocasiones en la mitología griega, y nacen por lo tanto para ser errotados, en este caso, por un héroe olímpico, Herakles, que derrotán-olos dará un nuevo paso adelante en su carrera heroica.

Personajes de este tipo son perfectamente comprensibles dentro de ^ lógica de la mitología griega. No hay, pues, ninguna vinculación entre ellos y otras realidades históricas que sean diferentes a la de la propia 'antología griega. Nada tienen que ver con el reino de Tartessos ni con la

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protohistoria del Sur de la Península Ibérica, ni nada con algunas institu­ciones como el chamanismo, con el que W. Burkett quiso relacionarlos.

Podríamos ir estudiando uno a uno todos estos supuestos mitos grie­gos enraizados en los paisajes o la realidad histórica de la Iberia prerro­mana, pero nuestra conclusión siempre sería la misma. No hay relación alguna entre esos mitos y esas otras realidades. Si se los situó en esos lugares es porque en determinados momentos históricos la Península fue para los griegos el lugar más lejano del Occidente, y por lo tanto un territorio donde la realidad geográfica se desdibuja y donde la imagina­ción mítica puede comenzar a actuar. Si quisiésemos ser exactos tendría­mos que afirmar que ni siquiera la aproximación geográfica es correcta, ya que el reino de la Noche, que es en donde aparecen localizados, se sitúa más allá del Océano, el río mítico que rodea la Tierra, y por lo tanto más allá de cualquier espacio geográfico concreto. Las localizaciones geográficas de estos mitos estuvieron presididas por todo tipo de crite­rios, de entre los que cabe incluir los chauvinistas, tan del gusto, por ejemplo, de A. García Bellido .

Si dejamos de utilizar los mitos griegos para iluminar la protohistoria de la Península Ibérica o de localizarlos desesperadamente en el espacio se nos abrirán algunas nuevas vías que poseen mucho mayor interés.

Vincular el mito a la realidad histórica es en realidad una cuestión banal, ya que el mito, como producto histórico forma sin más parte de ella. La Historia no sólo ha de estudiar lo que ocurrió, sino también como se concibió, se sintió y se pensó lo que ocurría, puesto que los seres humanos actúan guiados por motivos y por pasiones, y consecuentemen­te la lógica de una conducta es indisociable de esa misma conducta. Reducir un mito a lo que no es, es decir al recuerdo de una invasión o a la transmisión de una información geográfica, carece de sentido. Pero cabe otra posibilidad de establecer esta vinculación. Se trata de superar el marco de la historia de los acontecimientos y situarse en la de la historia social o el de la historia de las instituciones. Ese es el camino seguido por W. Burkett ^ al analizar a Gerión como señor de los animales o el que más recientemente ha seguido Colette Lourdain-Annequin al estudiar la mitología de Herakles y sus viajes al extremo occidente si-

" Que los desplegaba en libros como: Veinticinco estampas de la España Antigua. Madrid, Espasa Calpe, 1967.

' Ver, «Le Mythe de Gerion: perspectives préhistoriques et tradition rifuelle», en // mito greco. Roma 1977, págs. 273-284.

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tuándolos dentro de la lógica de la mitología griega de las iniciaciones '°. En cualquier caso nos veremos abocados a la misma salida: las concep­ciones que examinamos serán exclusivamente griegas y los espacios que se manejan espacios estrictamente imaginarios.

Convendrá, pues, centrarse en el estudio de los «espacios imagina­rios». El sentido común y nuestra formación escolar nos hacen creer que solo es posible concebir un tipo de espacio, el espacio tridimensional. Que representamos en dos dimensiones en un mapa. Desde el descubri-n iento de las geometrías no euclidianas, y desde la formulación de la teoría de la relatividad estamos acostumbrados a manejar espacios cua-Wdimensionales, que es muy difícil representar gráficamente. Y, por otra Parte el desarrollo de la matemática y el estudio de la propia percepción espacial nos hace comprender en la actualidad que la percepción más primaria que poseemos del espacio no es una percepción geométrica, y por lo tanto mensurable, sino «topológica».

Es la topología una rama de la matemática que analiza el espacio ' o métrico, en la actualidad sirve de fundamento de la geometría. Par­tiendo de la experiencia topológica numerosos geógrafos actuales, que 'Cultivan la llamada geografía de la percepción, han venido estudiando como se configuran los «espacios percibidos» y como se construye la "representación del espacio». Esta diferencia entre percepción y repre­sentación será de una importancia capital para lograr la comprensión de '°s espacios míticos, puesto que nos permitirá desvincularlos tanto de los espacios geográficos, como de sus representaciones en el mapa.

No deja de ser curioso que al estudiar el espacio de la cartografía antigua Pietro Janni " haya llegado a la conclusión de que los antiguos Qriegos no poseían una concepción cartográfica del espacio geográfico, Sino que la concepción predominante entre ellos era la concepción odo-'°9ica. Es decir que se trazaban itinerarios en una dimensión sobre un plano bidimensional, estando por lo tanto el espacio geográfico configu-•"ado como un camino.

La información que proporciona un mapa antiguo consiste básica-f^ente en el itinerario a seguir por un viajero, suministrando datos acerca de las jornadas necesarias para avanzar de un lugar a otro y señalando °s puntos de interés militar, comercial, etc. Si en la geografía científica " 0 existe una concepción cartográfica del territorio, será lógico suponer

Ver, Heracles aux portes du Soir. Mylhe et Histoire. París 1989. Ver, La Mappa e il Periplo. Cartografía antica e spazio odologico. Roma 1984.

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que tal concepción estuviese totalmente ausente de las clases menos cultas de la población, y que del mismo modo quedase ausente de obras de carácter literario y, por supuesto, de los relatos de carácter mitológico.

En el mito podemos observar contrastes entre espacios cualitativa­mente diferentes; espacio cultivado frente a espacio salvaje, reino de la Noche frente a reino del Sol etc. Estos espacios míticos también se ha­llan presentes en las fuentes griegas que nos hablan acerca de la Penín­sula Ibérica, y por ello será de interés el considerarlos a continuación '^.

Uno de los más antiguos documentos helénicos que nos hablaría de la geografía de la Península Ibérica sería, según la opinión de los filólo­gos el fragmento de un Periplo Massaliota conservado a través de un poema del siglo iv de nuestra Era del que es autor Rufo Festo Aviene. En él se describen las costas de la Península, pudiendo observarse un contraste muy claro entre las costas mediterráneas, de las que el Periplo nos proporciona informaciones concretas, y las del Atlántico. A partir del Estrecho de Gibraltar los contornos se desdibujan y las informaciones se desvanecen. En vez de localidades concretas se hace solo referencia a pueblos y esos pueblos se van haciendo cada vez más míticos. Este será el caso de los Oestrimnios, de los que se dice:

haec dicta primo oestrymnis (est) locos et an/a Oestrymnicls habltantibus, post multa serpens effugavit Íncolas vacuamque glaebam nominis tecit sui. (Ora Marilima, 154-157)

Esta referencia podría parecer incomprensible, a primera vista, y por esta razón historiadores y filólogos han tratado de enmendar el texto y sustituir serpens por Saefes, un pueblo céltico cuyo tótem sería la ser­piente, y al que se la podría asociar con las invaciones de comienzos de la Edad del Hierro. Pero dicha enmienda «carece de base filológica, puesto que» no hay ninguna corrupción en el texto. La afirmación que recoge Aviene puede explicarse a través del folklore universal, y más concretamente a través del folklore y la mitología griega y romana. En ambas mitologías, en efecto, nos encontramos con numerosas tradiciones relativas a la mitología de los animales, y entre estos ocupa un lugar muy

" Sobre todos estos temas ver mis libros, Mitología y mitos de la Hispania Prerromana, págs. 7-42 y Mitología y mitos de la Hispania Prerromana, II. l\/ladrid, Akal, 1986, págs. 13-34 y 57-86.

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destacado la serpiente, cuyo papel no se limitó únicamente a la mitología, Sino que también se extendió al culto. La serpiente junto a otros animales Panicipa en el foll<lore griego en invasiones que dejan desiertas ciudades y asolan regiones enteras. Este es el caso al que hace referencia el Peripio massaliota, y un caso muy similar nos lo va a narrar siglos des­pués el geógrafo griego Estrabón (III, 4, 18) cuando nos describa en el '^oie de la Península Ibérica una formidable plaga de ratones que obli-S^rá al ejército romano a dedicar todos sus efectivos a cazarlos. Plagas "6 roedores similares son conocidas en la Biblia y en los folklores de la Antigüedad Clásica, así como en el folklore europeo, por lo que será a ti'avés de ellos como lograremos dar una explicación racional de hechos como este aparentemente paradójicos. En ambos casos los territorios del Norte y Noroeste de la Península Ibérica se configuran para la mentalidad "elénica como territorios míticos, es decir, como paisajes en los que des-• 'bujan los perfiles de lo real y en los que la imaginación cumple sus 'unciones.

Pero este carácter mítico del paisaje geográfico aún puede hallarse en otro caso también referido al NW de la Península, cuando las fuentes Siegas y latinas narran el paso del «Río del Olvido» por parte de los ejércitos de Décimo Junio Bruto el Galaico.

En esta ocasión nos enfrentamos con la traslación directa de un Paisaje infernal, que conocemos en la actualidad gracias a las tablillas °'^icas, al territorio gallego. Según los textos órficos cuando las almas '®9an al Hades han de cruzar un desierto en el que pasan a ser víctimas ^^ la sed. En el hallarán una fuente de la que no han de beber, puesto " ue sus aguas producen el «Olvido», propiedad característica de las al-"^as de los difuntos, que sólo pueden recuperar parcialmente la memoria

^excepto en el caso de algunos privilegiados, como Tiresias— cuando ® les ofrecen libaciones de sangre.

En ejército romano se niega a cruzar el río por creer que se trata del niismo río del Olvido, el actual Limia, y sólo el paso del mismo por su 9eneral consigue que venzan su miedo.

Probablemente la secuencia de los acontecimientos fuese la siguien-®- D. Junio Bruto y su ejército se encontraron con un río que según las Poblaciones indígenas, y de acuerdo con las tradiciones célticas daría Paso a la entrada en el infierno. El general romano practicó el ritual de 3 suocatio, atrayendo a la divinidad del enemigo hacia los romanos, 'Quienes le ofrecían culto. A continuación, y siguiendo otro paso de este '*ual se consagró a esa divinidad infernal, lanzándose a cruzar el río, y ras él se verían obligados a hacerlo el resto de sus soldados. El recuer-

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do exacto de los hechos quedaría borrado den la tradición historiográfica, que simplemente pasará a ofrecernos una visión simplificada del paso de este río infernal.

Este trasvase de un paisaje infernal a la superficie de la Península no tiene nada de extraño, puesto que el mismo Estrabón (II, 2, 12) afir­maba que ya Homero había equiparado al reino de Tartessos con el Tártaro, debido a la asociación de ambos espacios con el ocaso y con el reino de la mítica Noche, y debido a que también en la teogonia hesió-dica el acceso hacia el Hades se establece a partir del Extremo Occiden­tal. El territorio peninsular, en sus zonas más alejadas, y por lo tanto más desdibujadas pudo asociarse con un espacio mítico, como lo es el Hades, porque compartía con él esa propiedad en común: se trataba de otro espacio mítico, aunque en este caso ese espacio correspondiese a un territorio real, lo que no ocurre evidentemente en el primero de los casos.

Estos espacios míticos no solo funcionan como lugares en los que es posible situar seres más o menos imaginarios, sean personajes míti­cos, ríos infernales o devastadoras plagas de animales, sino también como operadores que permiten transmutar a los pueblos reales que vi­vían en ellos en pueblos imaginarios que se ajustan a la concepción helénica del bárbaro ^ .

Tanto en Homero como en Hesíodo tenemos claramente trazada una configuración del espacio a sus distintos niveles: cosmológico, geográfico, cultural, etc •'. En los poemas homéricos, y sobre todo en el Odisea las navegaciones de sus protagonistas sirven para establecer un contraste entre el mundo civilizado y otros mundos salvajes, como el de los Cíclo­pes, que no comen pan ni cultivan el trigo, al igual que los hombres de la Edad del Bronce hesiódica y las Amazonas del mito, y el de otros seres, como los espacios que por una parte parecen inclinarse hacia el salvajismo y por otro superar a la misma civilización. Este contraste grie­go-bárbaro, que en un principio funciona con seres más o menos imagi­narios, se plasmará a partir del desarrollo de la colonización, y más con­cretamente tras las Guerras Médicas, en el contraste entre pueblos civi­lizados y pueblos bárbaros, identificables con determinados pueblos históricamente existentes. Y será manejando un contraste de este tipo

" Sobre la concepción de la barbarie en Estrabón, nuestra principal fuente ver, además de mis libros citados, THOLLARD, Patrick, Barbarie el Civilisation chez Strabon. Paris 1987, y mi trabajo, «La geopolitique de l'ivresse chez Strabon», Dialogues d'Histoire Ancienne, 13, 1987, 115-145.

'" Sobre la concepción mítica del espacio ver BALLABRIGA, Allain, Le Soleil et le Tartare. L 'image mythique du monde en Gréce Arcaique. Paris 1986.

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como Estrabón desarrollará su geografía general de la barbarie, y más ®n concreto la geografía de la barbarie en la Península Ibérica.

El territorio escogido por Estrabón para desplegar su descripción de '3 barbarie será la zona Norte y Noroeste de la Península Ibérica. Se ti'ataba, en su época —la augústea— de la zona menos romanizada, por •i^ber sido solo recientemente incorporado al Imperio. Orográfica y cli-•Tiatoiógicamente no encontramos con una zona montañosa de clima at-'^ntico que contrasta con el relieve y las condiciones climáticas del Me­diterráneo y en la que los tres elmentos de la tríada mediterránea: vid, olivo y trigo brillan casi por ausencia.

Pero dado que el consumo de pan, aceite y vino forman los compe-• entes fundamentales de una dieta civilizada, Estrabón, a pesar de no aceptar el determinismo geográfico de Posidonio —una de sus fuentes etnográficas—, vendrá a darnos a entender que estos pueblos que co-"^en bellotas en vez de pan, beben cerveza en lugar de vino y consumen "Mantequilla en lugar de aceite no pueden ser civilizados. Para el pensa-•Miento griego existe una estrecha relación entre la alimentación y la re-Qulación de la vida sexual y de la vida social en general. No en vano Remeter, dadora del trigo, es a la vez una diosa Thesmophora. Por ello tstrabón asociará la ginecocracia de esos pueblos a su régimen alimen­ticio y también creerá hiallar alguna relación entre éste y sus formas de '•Qanización militar y política, basadas en las guerras de rapiña, en el

bandidaje y en ciertas formas políticas más o menos anárquicas.

En Posidonio los bárbaros eran bárbaros porque su alma, afectada por ®l clima, también lo era. Los griegos venían explicando desde el siglo v y el tratado hipocrático sobre los Aires, las aguas y los lugares la barba-""le de algunos pueblos por el medio geográfico en el que vivían. O lo que ®s lo mismo se creía que esos pueblos eran bárbaros porque el «espa-' 'o» en el que vivían también lo era. Estrabón, a pesar de que considera ^ue solo el clima mediterráneo favorece el desarrollo de la civilización, ^0 acepta sin embargo dicho determinismo de un modo directo, pero si ^e Un modo indirecto, ya que la vinculación con el medio pasa a través ae la dieta.

La reflexión estaboniana sobre la barbarie es bastante profunda, Puesto que en algunos casos, como el de los usos sociales y rituales de e embriaguez puede entroncarse su pensamiento con reflexiones filosó-'cas como las que Platón desarrolló en las Leyes acerca de este tema.

^ un nivel general nos permite observar como la configuración de un spacio cualitativamente distinto, como es el espacio geográfico de la arbarie, puede considerarse como una transormación de los espacios ^terogéneos y no conexos que aparecen en el mito. En efecto, del

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mismo modo que en el mundo del mito se pasa de lo real a lo imaginario, del espacio real al del mito sin solución de continuidad, también en la etnografía puede observarse un corte entre el espacio civilizado y el de la barbarie, puesto que no basta que los hombres civilizados vivan en un espacio bárbaro para ser salvajes, y viceversa, un bárbaro trasplantado a la Hélade, no por ello dejaría de ser bárbaro.

Pero además de estudiar la difusión del mito griego a través de los cauces anteriormente descritos queda aún otra posibilidad de acercarnos a él. Se trata del estudio de ciertas «homologías» o semejanzas estruc­turales entre mitos indígenas y mitos helénicos que han podido observar­se en tres casos '^.

El primero de ellos es el de las llamadas «yeguas lusitanas». Se trata de una historia recogida por Plinio (NH, VIII, 166; IV, 116 y XVI, 93), en los que nos dice que en las proximidades de Olisipo, la actual Lisboa, a grosso modo, las yeguas respiran las fecundantes auras del viento Fauonius, quedándose preñadas, que paren unos potros rapidísi­mos, y que dichos potros tendrán una vida muy breve, puesto que mori­rán como mucho a los siete años.

Estas informaciones aparentemente pintorescas —García y Bellido las llamaba bulos— tienen su sentido si las situamos en su contexto. Pero dicho contexto nos es desconocido, porque no conocemos la mito­logía lusitana. Sin embargo se da la casualidad que el mito griego nos ofrece una serie de paralelismos de embarazos de animales, e incluso de seres humanos por el viento, cuyos resultados son siempre engendros de vida breve, ya sean potros, huevos, u otros productos. Estos emba­razos se asocian además a la sexualidad exarcebada de algunos ani­males, en este caso las yeguas, que como producto de sus partos pro­ducen el «hipomanes», un producto capaz de producir la locura erótica. Estaríamos, pues, ante un fragmento mítico en el que este episodio for­maría parte de un contexto más amplio de las mitologías de la fecunda­ción. Y curiosamente será el mito griego el que nos proporcione el con­texto de un mito lusitano, no por que haya habido influencias ni difusión de mitos entre estos dos pueblos, sino porque sus mitologías eran en ciertos aspectos homologas.

Un caso similar lo tendremos tamibén en el caso de la cultura lusi­tana con un relato de Diodoro Sículo (XXXIII, 7,5), en el cual nos narra como Viriato convence a los habitantes de la ciudad de Itucci narrándoles

' Sobre ellos ver, Mitología y mitos.... I, pag. 61/100 y II, pag. 45/56; 87/116.

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'9 historia de un liombre que tenía dos amantes: una joven y una vieja, siendo, por otra parte mitad canoso. La joven le quitaba las canas para • ue se pareciese más a ella y la vieja hacía lo mismo con el resto de los pelos, con lo cual el desdichado amante se habría quedado calvo. La historia tiene un paralelo exacto en una de las fábulas del corpus esópi-' o. la número 52 y es bien conocida en la fabulística antigua. Pero, además de ello, también pueden establecerse a partir de ellas paralelos ^on determinados mitos en los que el amante calvo es nada más ni nada ^enos que la Luna, cuyos cultos son conocidos en la Hispania antigua. Podríamos, pues, estar en un caso similar al anterior: una información aislada halla su contexto en elementos propios de la mitología clásica, produciéndose de nuevo una homología entre las mitologías de dos pue­blos muy separados en el espacio.

El último caso que conocemos es el del famoso mito de Gargoris y nabis recogido por Justiniano (XLV; 4) un historiador que, como es sa-oido hizo un resumen de las Historias Filípicas del historiador galo Trogo ^ompeyo. En este caso se trata de un auténtico mito en el que se narra 's historia de los dos reyes míticos fundadores de Tartessos. Se trata de dos reyes opuestos y complementarios a la vez, de la exposición de uno Qe ellos y su crianza por una cierva y de la instauración de la agricultura, 'enemos pues numerosos temas míticos atestiguados en muchas cultu-l as. Como, por ejemplo, el tema del nacimiento del héroe, de su aban­dono, crianza por parte de los animales y posterior rescate, el tema de .3 instauración de la agricultura, de la fundación de ciudades y de la 'nstauración de las desigualdades sociales.

Sin embargo, a pesar de tratarse de una narración el análisis del "^ito resulta enormemente difícil, porque un mito no puede nunca anali­zarse de un modo aislado, sino que es necesario ponerlo en relación con otros mitos. Para saber el papel, por ejemplo, que desempeñan esos "" yes sería necesario conocer la teoría tartésica de la realeza, y lo mismo ourre con el significado de algunos de los elementos presentes en él:

oomo la miel, la agricultura, o de animales como la cierva y los insectos.

Pero si recurrimos a la mitología griega nos encontraremos con una 'Storia, la de un rey mítico, Aristeo, que nos proporciona la clave del

[^'to, a través de un elemento mediador, como son los Curetes, un pue-Jo mítico griego presente en el texto de Justiniano. Gargoris desempe-ara en el mito un papel similar al de Aristeo, ambos serán reyes de la ®oundidad, similares al Cronos de la Edad de Oro. Bajo sus reinados se '^e de la caza y la recolección de la miel, pero nunca del trabajo del ampo y de la práctica de la agricultura. Por el contrario Habis, expuesto • el bosque, va a llevar a cabo una ruptura con el orden anterior e

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introducirá una nuevo orden social basado en la agricultura, las leyes y la división de la sociedad, es decir en la creación del poder político. Se trata de un rey similar a Cécrope y Teseo en la mitología ática, siendo su equivalente en el mundo divino Zeus.

La mitología griega nos sirve de nuevo en este caso para poder sacar a la luz la existencia y la estructura de unos mitos indígenas. En cierto sentido la experiencia será bastante aleccionadora, ya que las se­mejanzas entre las culturas indígenas y la cultura clásica servirá para poner de manifiesto que esos espacios: bárbaro y salvaje, aparentemente inconexos son una construcción ideológica clásica elaborada, por otra parte con todos los trucos de la retórica.

Será en este caso también Estrabón el autor griego que nos propor­cione la clave de este tipo de discurso ideológico. Se trata de un discurso de carácter denigratorio en el que se ponen de manifiesto los rasgos más negativos de la cultura del bárbaro para establecer una diferenciación tajante entre ésta y la cultura helénica. La técnica consiste en coger algo llamativo y sacarlo normalmente del contexto. Se trata justamente de lo contrario a lo que habíamos hecho en el caso de los mitos. En ese caso la cultura clásica, a través de su mitología, nos proporcionaba la clave para lograr la inteligibilidad de unos mitos indígenas. Ahora un elemento se aisla del contexto de la cultura clásica para hacer que pierda su sen­tido. Este será el caso, por ejemplo, cuanto Estravón (111, 4, 16) nos dice que los galaicos son ateos, para decirnos pocas líneas después los nom­bres de los dioses a los que sacrifican o adoran. No se trata de un lapsus ni de una incoherencia, ni tampoco de la referencia a un culto sin imá­genes o a formas muy primitivas de algún dios, sino de una expresión despectiva, similar a las que usaban los paganos para llamar ateos a los cristianos, y a la que los mismos cristianos usaban para dirigirse a los paganos. Y muy semejante a los insultos que reformados y católicos se dirigían en la época de la reforma. Este discurso ideológico que busca la negación del otro haciendo perder el sentido a sus usos, costumbres y creencias es bien patente en otro texto de Estrabón (III, 4, 16) en el que nos indica que los celtíberos usaban la orina fermentada como dentífrico. Se trata evidentemente de suscitar nuestros sentimientos de repugnancia. Pero si conseguimos superarlos y examinamos, por ejemplo, el libro XXVIII de la Naturalis Historia de Plinio, dedicado íntegramente a la far­macopea excrementicia, o miramos la historia de la propia farmacopea europa hasta llegar al siglo xviii, veremos que estos usos se hallaban ampliamente difundidos no solo entre las clases populares, sino también entre las clases cultas y entre los médicos de profesión. La estrategia de aislamiento logra, en este caso, cumplir con éxito la función denigradora.

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Un caso similar tiene lugar en el mismo Estrabón (III, 3, 7) cuando hace referencia a los sacrificios humanos al dios Ares. La etnografía he-'^fiica utilizó el tópico del sacrificio humano para calificar a diferentes Pueblos como bárbaros. Y ese tópico iba asociado también a un cierto l'po de perversión. No se tratará ahora de perversiones culinarias, sexua-'®s o higiénicas —a todas las cuales Estrabón también se había referi­do sino a la perversión de la institución básica de la religión griega, de 'a thysia del sacrificio sangriento del animal.

Los sacrificios a Ares corresponden a los que en el mundo griego se 'evan a cabo en contexto militares con carácter adivinatorio. El error de Os bárbaros consistirá en sacrificar seres humanos con propósitos adivi-f^atorios lo que no está permitido por el ritual griego. Pero tanto en el •"itual sacrificial como en la expresión mitológica del dios Ares nos encon­gamos con que los bárbaros encarnan para los etnógrafos y geógrafos Qnegos una serie de aspectos negativos que, por otra parte están pre­sentes en la propia cultura griega. Ya habíamos visto al hablar de Gerión V Euritión, encarnación de dos guerreros de Ares, como los combatientes aislados que luchan con furor pero sin estrategia se hallan directamente asociados a ese dios. Lo que ocurre es que en el panteón olímpico ese '°s pierde parte de sus funciones bélicas, que serán asumidas por Ate-

"^^a, encarnación de la guerra de la ciudad, de la guerra de la falange oe los hoplitas, de la guerra que se hace de acuerdo con un código ^oterminado de normas. Lo que ocurrirá en este caso es lo mismo que l abíamos visto en otros casos anteriores, lo imaginario mítico se mani-'^sta a través de un pueblo histórico, pero no para recoger algún aspecto

positivo, puesto que esos aspectos son asumidos por la propia civiliza­ción greco-romana, sino para encarnar aquellos aspectos negativos. Es por ello por lo que los bárbaros lusitanos darán culto a Ares, y por lo "^^e, al igual que ocurría con sus costumbres de todo tipo, también sus

'Oses serán descalificados, ya sea de forma absoluta, cuando se dice "-1 6 son ateos los galaicos, o bien de forma relativa, cuando se asocian ^ dioses de escaso prestigio en el panteón helénico.

La geografía antigua, en su consideración de los espacios de la bar-^•"'e, posee un innegable componente mítico, y por ello su estudio debe ^^arse a cabo a la hora de hacer un balance de las relaciones entre la

fitología griega y la historia de la Península Ibérica en la Antigüedad. ^''0 esa misma mitología, cuyo contacto con la Península comenzaba ' la época arcaica con la colonización continuará difundiéndose a lo ""90 de las épocas prosteriores, en las épocas clásica, helenística y

•"omana.

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Sin embargo estos nuevos procesos de difusión van a compartir en lo fundamental las características del proceso iniciado en la época arcai­ca. Se trata de la difusión a través del arte, y por lo tanto nos veremos más ante la difusión de motivos que ante la difusión de mitos. Dichos motivos irán penetrando a través de la iconografía en primer lugar con el llamado proceso de helenización de la cultura ibérica y en segundo lugar a lo largo de la historia de la propia romanización de la península.

En el segundo de estos casos el estudio de la difusión de motivos coincidiría con el de la historia del arte hispano-romano y por lo tanto no vamos a entrar a ella. Sin embargo dentro de ese proceso si que tendrá lugar un auténtico movimiento de expansión de cultos y mitos de origen helénico, a través del proceso de difusión de las llamadas religiones orientales. En estos casos ya no se tratará de divinidades puramente helénicas, sino de dioses y diosas griegas sincretizados con dioses egip­cios, sirios y orientales en general ^'^.

Entre estos dioses podremos situar a Nemesis, diosa de origen grie­go, primitivamente asociada al concepto de Dike y especializada en la venganza de sangre y en el castigo de la Hybris. a partir de la época helenística su culto adquirirá un gran auge, asociado al desarrollo de la magia y la religiosidad popular, centrándose en muchos casos en el cam­po de la magia erótica. Se le tributó culto como Numen protector, asocia­da a la Tyche, por ello le fueron devotos gladiadores y atletas, que for­maron colegios para su culto.

Se la representaba como polimorfa, con atributos de Nike, Tyche y Artemis y recibía numerosos epítetos, como alexikakós, epekoos, estando asociada a numerosísimas diosas como Hécate, hiera, Afrodita, Gíbele, e identificándose con Dike, Adrasteia, Themis, Elpis, y muchas otras.

Su culto comienza en Híspanla en el siglo i de nuestra Era, alcan­zando su máxima expansión en el ii, teniendo un carácter básicamente popular y plebeyo. Serán sus devotos esclavos y libertos con cognomina griegos, penetrando escasamente entre los indígenas y centrándose en la Bética '\

" Hasta ahora la mejor síntesis sigue siendo el libro de GARCÍA Y BELLIDO, A., les Religions Orientales dans l'Espagne Romaine. Leiden, Brill, 1968.

" Sobre este tema ver GARCÍA Y BELLIDO, A., «Nemesis y su culto en Hispania», Brah, CXLVII, 1969, págs. 119-147.

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Otros dioses griegos llegan no solo asimilados a otras divinidades helénicas, sino también sirias, como son los casos del Zeus Kasios, de adonis, cuyo culto está atestiguado en Sevilla o de la Tyche de Antioquía ^ . La historia de sus cultos puede estar o no asociada a la ^•Tiigración, su difusión puede ser muy variada y su prestigio social muy diverso, pero en cualquier caso parece claro que si se trata de nuevos cultos y de nuevos dioses de carácter helénico. Algunas de ellas pueden ser incluso divinidades muy mal conocidas, como la Afrodita de Afrodi-sias, ciudad de la Caria, cuya imagen es similar a la de la Artemis Efesia. ' en otros casos se trata de creaciones puramente helenísticas, como 'os dioses Serapis e Isis.

El estudio de las religiones orientales constituye un campo de trabajo enormemente amplio y exigiría por sí mismo, en nuestro caso, un trata-•^iento aparte, puesto que está asociado a una fase de desarrollo de la 'fitología griega en la que ésta alcanzará una forma bastante compleja ^ue desembocará en autores como Nonno de Pannopolis. Por ello con­tendrá dejar aquí este tema, al igual que el de la supervivencia de los aloses paganos en la Edad Media y épocas posteriores y establecer un "balance final.

Si lo que se trata de estudiar es el proceso de difusión de mitos, entendidos como relatos en los que participan dioses o héroes griegos en la Península Ibérica de la Antigüedad, el balance a nuestro favor será "^ás bien escaso. Las condiciones históricas no permitieron, como hemos ^'sto, la difusión de esos mitos, por las mismas razones por las que no Se produjo una colonización intensa, y lo que en realidad se difundió 'ueron más motivos formales que historias con un contenido simbólico. Pero si ampliamos nuestra perspectiva y consideramos al pensamiento Mítico como una realidad más amplia que las meras historias protagoni­zadas por personajes veremos que curiosamente la Península Ibérica, Por su situación geográfica extrema con respecto a Grecia, fue un terri­torio mítico, un territorio en el que primero se situaron determinados per­sonajes mitológicos, creándose así un espacio simbólico que permitirá en épocas posteriores sustituir reinos y personajes míticos por pueblos his­tóricos. De este modo, en este caso, como en tantos otros, el paso del ^ytho al /ogros se producirá en el caso de la Península de una forma Paulatina. Mito griego y mitos indígenas se interpenetran y su considera­ción mutua es cada vez más enriquecedora. Y los esquemas del pensa-

Xlii, Ver GARCÍA Y BELLIDO, A., «Dioses sirios en el Panteón Hispano-romano», Zephyrus,

1962, págs. 67-74.

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JOSÉ C. BERMEJO BARRERA

miento mítico muestran su vigor y su permanencia al aplicarlos a pueblos y a realidades diversas y al hacer que el espacio, que en un primer momento dio cobijo a los seres del mito, acabe configurado como un espacio etnográfico, en el que la razón griega cae constantemente en las trampas que ella misma se quiso tender, pues al liberarse del mito y la sinrazón y plasmarlos en el otro continúa bajo el hechizo de un bárbaro, que en realidad no sería para ella más que la encarnación de determi­nadas partes de su alma, a las que nunca quiso reconocer y a las que siempre quiso situar a lo lejos.

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Descripción de la Celtiberia de Estrabón

Estrabón, Geografía.III.4.10-15

§ 10. Tal es todo el litoral desde las Columnas hasta la frontera entre Iberia y Céltica. El interior -digo el país por dentro (al Sur) de los Pirineos y del lado Norte de Iberia hasta los Astures- está bordeado principalmente por dos cordilleras. De ellas una corre paralela con la Pyrene empezando por los Cántabros y terminando en el Mar Nuestro. Esta Sierra llaman Idubeda. La otra cordillera va desde el medio (de la costa) hacia el Oeste (Sur) y tuerce hacia el Sur (Oeste) y el litoral que empieza con las Columnas. Esta cordillera en su principio es baja y desnuda atravesando el Campo Espartario, después se junta con la sierra con bosques que está sobre Cartago (Nova) y la región de Malaca. Esta sierra se llama Orospeda. Entre la Pyrene y la Idubeda corre el Ebro, siendo paralelo a ambas sierras y recibiendo sus aguas por los ríos que bajan de allí (de las dos sierras) y por otras aguas. En el Ebro está la ciudad Caesaraugusta y la colonia Celsa, que tiene un paso por un puente de piedra. Este país está habitado por varias tribus, de las que la más conocida es la de los Iaccetanos. Esta tribu empieza por las estribaciones del Pirineo y se extiende por los llanos (del Ebro) llegando hasta la región de los Ilergetes alrededor de Ilerda y Osca, no lejos del Ebro. Sertorio, después de haber sido expulsado de la Celtiberia, hizo su última guerra en estas ciudades y en Calagurris, ciudad de los Vascones, y en el litoral de Tarraco y Hemeroskopeion, muriendo en Osca. Y más tarde en la región de Ilerda Afranio y Petreyo, los generales de Pompeyo, fueron vencidos por el dios César. Ilerda dista del Ebro, hacia el Oeste, 160 estadios; de Tarraco, hacia el Sur, 460 estadios; de Osca hacia el Norte, 590. Por esta región va la vía que conduce de Tarraco a los últimos Vascones que están junto al Océano con Pompaelo y *Oiasona, la cual está en la costa del Océano. La vía va hasta la frontera misma entre Aquitania e Iberia teniendo una longitud de 2.400 estadios. En el país de los Iaccetanos Sertorio combatió contra Pompeyo, y más tarde Sexto, hijo de Pompeyo, contra los generales de César. Al Norte de la Iaccetania está la tribu de los Vascones con Pompaelo, lo que significa “ciudad de Pompeyo”.

§ 13. De los Celtíberos mismos, que están divididos en cuatro partes, los más fuertes son los Arévacos, que están hacia el Este y Sur y lindan con los Carpetanos y las fuentes del Tagus. Su ciudad más célebre es Numancia. Los Numantinos enseñaron su valor en la guerra Celtibérica contra los Romanos que duró 20 años. Porque muchos ejércitos fueron aniquilados con sus generales y por último los Numantinos murieron por hambre con excepción de unos pocos que entregaron la ciudad. Por el Este (de Celtiberia) están los Lusones, que igualmente llegan hasta las fuentes del Tagus. A los Arevacos pertenece también Segida y Pallantia. Numancia dista 800 estadios de Caesaraugusta, que según hemos dicho está situada en el Ebro. También Segóbriga es ciudad de los Celtíberos y Bílbilis, alrededor de las cuales Metelo y Sertorio combatieron. Polibio describiendo las tribus y ciudades de los Vacceos y Celtíberos, nombra entre sus ciudades también a Segeda e Intercatia. Dice Posidonio que Marco Marcelo había logrado en la Celtiberia un tributo de 600 talentos, por lo que resulta que los Celtíberos eran numerosos y tenían bastante dinero a pesar de que habitaban un país pobre. Diciendo Polibio que Tiberio Graco tomó 300 de sus “ciudades”, (Posidonio) dice, burlándose de él, que el hombre (Polibio) ha dicho esto para complacer a Graco, llamando a las torres “ciudades”, como es costumbre en las pompas triunfales. Y quizá con esta crítica Posidonio tiene razón. Porque los generales y los historiadores fácilmente se dejan llevar de tales mentiras exagerando sus hazañas, ya que también los que atribuyen a los Iberos más de 1.000 ciudades me parece que han sido llevados a tal mentira llamando las aldeas grandes “ciudades”. Porque ni la naturaleza del país admite muchas ciudades por su pobreza y lejanía y falta de cultura, ni la vida y las hazañas de los habitantes admiten nada de esto con excepción de los habitantes del litoral del Mar Nuestro, siendo salvajes los que viven en aldeas. Tal es la

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mayor parte de los Iberos. Y hasta las ciudades no alcanzan fácilmente civilización, cuando son más numerosos los que habitan los bosques y hacen daño a sus vecinos.

§ 15. Casi todos los Iberos, por así decir, combaten como peltastas, armados a la ligera por su bandolerismo, como dijimos de los Lusitanos, usan jabalina, honda y puñal. Con los infantes está mezclada también la caballería, siendo los caballos adiestrados en subir sierras y arrodillarse con facilidad, cuando esto hace falta y se les manda. Produce la Iberia muchos corzos y caballos salvajes. Y hay en algunos sitios lagunas con muchas aves, es decir cisnes y otros pájaros parecidos. Hay también muchas avutardas. En los ríos hay castores, pero su castóreo no tiene la misma calidad como el del Mar Negro, siendo propia al castóreo póntico su importancia medicinal, como sucede también con muchos otros productos. Porque según Posidonio sólo el cobre de Chipre produce la cadmea, el vitriolo azul y el arsénico blanco. Propio de Iberia según Posidonio es tambien que las cornejas ibéricas no son negras y que los caballos de Celtiberia siendo grises cambian tal color si se los lleva a la Hispania exterior. Dice que son parecidos a los de la Parthia, siendo más veloces y de mejor carrera que los demás.

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La Colonización Griega

Estrabón, Geografía.III.4.2-8.

§2. Si empezamos la descripción detallada con Calpe, hay por allí la cordillera de Bastetania y de los Oretanos, con bosques espesos y de grandes árboles, que separa el litoral del interior. Hay también por allí en muchas partes minas de oro y otras minas. La primera ciudad en esta costa es Malaca, que dista de Kalpe tanto como ésta de Gades. Malaca es el mercado de los nómadas de la costa opuesta de África y tiene grandes fábricas de salazón. Algunos creen que Malaca es idéntica con Mainake, que según hemos oído era la última ciudad de los Focenses hacia el Oeste. Pero no es así, sino que Mainake está más lejos (que Malaca) de Calpe y ha sido destruída, pero conserva todavía las señales de una ciudad griega, mientras Malaca está más cerca de Kalpe y tiene planta fenicia. Sigue la ciudad de los Exitanos, de la cual el salazón recibe su nombre (“salazón exitano”).

§3. Después de ésta (Exi), está Abdera, que también es colonia fenicia. Encima de esta región, en la Sierra se enseña Odiseya y en ella el Santuario de Atenas, como han dicho Posidonio, Artemidoro y Asclepiades de Mirlea, que era profesor de gramática en Turdetania y publicó una descripción de la gente que vivía allí. Este autor dice que están clavados en aquel santuario de Atena reliquias de los viajes de Ulises, es decir, unos escudos y adornos de proa. Dice también (Asclepiades) que habitaban entre los Gallaicos algunos de los compañeros de Teucros y que existían por allí ciudades, llamadas la una Hellenes, la otra Amphilochoi, creyéndose que Anfílocos murió allí y que sus compañeros se dispersaron hasta el interior. Y dicen éste y otros que, según se cuenta, también algunos de los compañeros de Heracles y de los que vinieron de Mesenia colonizaron Iberia y que una parte de Cantabria fué ocupada por los Lacones. Por allí mencionan tambien la ciudad Ocella como colonia de Ocellas, que con Antenor y sus hijos pasó por Italia. Y algunos, que tomaron esto de los negociantes de Gades, creen, como ha dicho también Artemidoro, que en Libia los que están sobre Maurusia junto a los Etíopes occidentales se llaman Lotófagos, por comer lotos, una planta y raíz, no necesitando ellos bebida, que tampoco existe por falta de agua, y que éstos (los Lotófagos) llegan hasta la región encima de Cirene. Pero se llaman Lotófagos también otros que habitan una de las (dos) islas delante de la Sirte Menor, la Meninx.

§4. No debe extrañar ni que el poeta (Homero) cuente los viajes de Ulises de tal manera que la mayor parte de lo que cuenta sobre él lo localiza más allá de las Columnas en el Océano Atlántico, estando lo explorado cerca de aquellas regiones y de las demás cosas dichas por él, de manera que su cuento era creíble, ni que algunos creyeron a estas historias y a la gran erudición del poeta y tomaron por cosas científicas la poesía de Homero, como hizo Crates de Mallos y algunos otros. En cambio otros tan rústicamente interpretaron tal intención (de Homero) que no solo a él quitaron todo saber como a un jardinero o segador, sino que tomaron por locos a los que intentaron dar mejor concepto de él. Pero ninguno de los filólogos o de los matemáticos se atrevió a intentar una explicación o rectificación o cosa parecida de lo que aquéllos (Crates, etc.) dijeron. Sin embargo a mi me parece posible defender o corregir mucho de lo que aquellos dijeron y ante todo en aquellas cosas en que Piteas engañó a los que le creyeron por no saber nada sobre las regiones del Occidente y Norte del Océano. Pero dejemos aparte esto, porque necesita una investigación especial y larga.

§ 5. Se pueden explicar las andanzas de los griegos entre la gente bárbara por estar divididos ellos en pequeñas partes y reinos que no tenían unión entre sí por su terquedad, de manera que resultaron endebles contra los extranjeros que les atacaron. Esta terquedad en los Iberos resultó aún mayor añadiéndose su

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naturaleza pérfida y no sencilla. Porque en su vida eran guerreros y bandoleros y se atrevieron sólo a empresas pequeñas, evitando grandes hazañas, por no tener grandes fuerzas y alianzas. Si hubiesen querido ayudarse unos a otros, no habría sido posible a los Cartagineses conquistar la mayor parte de su país con su fuerza superior y antes, a los Tirios y después a los Celtas, que hoy se llaman Celtíberos y Berones; ni al bandolero Viriato y a Sertorio y a otros que intentaron un dominio mayor. Sin embargo hasta los Romanos, por atacar a los Iberos por partes, un estado después de otro, necesitaron mucho tiempo, venciendo ya los unos, ya los otros, hasta que por fin lograron someterlos a todos, durante casi 200 años y más. Ahora vuelvo a la descripción.

§.6. Después de Abdera viene Cartago Nova, fulndación de Asdrúbal, el sucesor de Barca el padre de Aníbal, que es con mucho la más fuerte de las ciudades de esa región. Porque tiene una posición fuerte y muralla bien edificada y está provista de puertos y de una laguna y de las minas de plata que hemos descrito. Además hay mucha salazón por allí y en la región lindante. Y es el emporio ms grande de las mercancías que vienen por mar destinadas a los habitantes del interior y de los productos del interior destinados a todos los forasteros. El litoral desde allí hasta el Ebro tiene en medio el río Sucro y su boca y una ciudad del mismo nombre. El Sucro viene de la sierra que se junta con la cordillera que está encima de Malaca y de la región de Cartago (Nova). El Sucro se puede vadear a pie y corre casi paralelo con el Ebro, siendo distante algo menos de Cartago que del Ebro. Entre el Sucro y Cartago hay tres pequeñas ciudades de los Masaliotas, no muy lejos del rio (Sucro). De ellas la más importante es Hemeroscopeion, que tiene en su peñón un templo de la Artemis, muy célebre. Sertorio empleó Hemeroscopeion como base para dominar el mar, porque es fuerte y adecuada para piratería y visible de lejos para los nave antes. Se llama Dianión, es decir Artemisión. Cerca hay ricas minas de hierro y las islitas Planesia y Plumbaria y más tierra adentro una laguna que tiene una periferia de 400 estadios. Después viene la isla de Heracles, ya cerca de Cartago Nova, que llaman Escombraria, a causa de los escombros que pescan allí y con los cuales se fabrica el mejor garum. Escombraria está a 24 estadios de Cartago Nova. Cuando se va hacia el otro lado (Norte) del Sucro y la boca del Ebro (se halla) Sagunto, colonia de Zacintos, que Aníbal destruyó, violando el tratado con Roma, dando con esto origen a la segunda guerra con Cartago. Junto están las ciudades Querronesos y Oleastrón y Cartabas. En el paso del Ebro está la colonia Dertosa. El Ebro corre por una llanura grande hacia el Sur, paralelo con los Pirineos, teniendo su origen entre los Cántabros.

§7. Entre la boca del Ebro y el extrerno de la Pirele, en que están los trofeos de Pornpeyo, la primera ciudad es Tarraco. No tiene puerto pero está en un golfo, estando bien provista de lo demás y teniendo hoy no menos habitantes que Cartago Nova. Porque está bien situada para residencia de los pretores y es la metrópoli no sólo de la región al Norte del Ebro sino también de la mayor parte de la región al Sur de él. Y también las islas Guimnesias y Ebusos, islas importantes que están no lejos de la costa, señalan la situación favorable de la ciudad. Eratóstenes dice que tiene también un puerto, pero según Artemidoro, que lo contradice, ni tan sólo tiene un buen sitio para echar el ancla.

§8. Todo el litoral desde las Columnas hasta aquí es pobre en puertos, pero la costa que sigue hacia el Norte tiene buenos puertos y el país es fértil, habitado por los Lacetanos y Larto-laietes y otras tribus hasta Emporion. Emporion es fundación de los Massaliotas y dista de la Pirene y de la frontera entre Iberia y Céltica unos 200 estadios. Y toda esta costa es fértil y tiene buenos puertos. Por allí está también Rodas, una pequeña ciudad, fundación de los Emporitanos, o según otros, de los Rodios. También aquí y en Emporion hay el culto de la Artemis de Efeso, lo que explicaré en lo que diré sobre Masalia. Los Emporitanos habitaban antes una islita delante de la costa, que hoy se llama Palaiopolis, pero hoy viven en la tierra firme. Emporion es una ciudad doble, estando dividida por una muralla, teniendo antes como vecinos algunos de los Indiquetas, que a pesar de que conservaban su administración propia quisieron tener una muralla común con los griegos para su seguridad; resultando así una fortificación doble, dividida por una muralla media. Pero con el tiempo se unieron en un solo estado compuesto de leyes bárbaras y griegas, como sucede también en otras muchas ciudades.

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La Colonización Fenicia

Estrabón. Geografía.III.5.3-5.

§3. Junto a las Columnas hay dos islitas, de las cuales una se llama «Isla de Hera». Y algunos creen que éstas son las Columnas. Fuera de las Columnas esta Gades, sobre la cual antes he dicho sólo que dista 750 estadios de Kalpe. Gades está cerca de la boca del Betis. Sobre Gades se cuenta mucho. Porque los Gaditanos son los que envían los barcos de comercio más grandes y más numerosos por el Mar Nuestro y por el mar fuera de las Columnas, a pesar de que la isla que ellos habitan no es grande y ellos tampoco habitan mucho de la costa de enfrente y no disponen de otras islas sino que su mayor parte habitan el mar, mientras sólo pocos se quedan en casa o viven en Roma. A pesar de esto su número no parece ser inferior a ninguna de las ciudades con excepción de Roma. He oído que en uno de los censos recientes se contaron 500 Gaditanos de censo ecuestre (caballeros), lo que no hay en ninguna ciudad tampoco de Italia con excepción de Patavium. A pesar de ser tan numerosos habitan una isla que no tiene mucha más longitud que 100 estadios y en algunas partes una anchura de sólo un estadio. En el principio habitaban una ciudad muy pequeña, hasta que el Gaditano Balbo, el que logró el triunfo, les edificó una segunda ciudad que llaman «Ciudad Nueva», llamándose el conjunto de las dos ciudades «Ciudad Gemela». Esta ciudad (Nueva) tiene una periferia de sólo 20 estadios y tampoco está densamente habitada. Porque sólo pocos se quedan en esta ciudad, mientras por su mayor parte viven en el mar y algunos también en la tierra de enfrente y ante todo, a causa de su situación favorable, en la islita delante de Gades, que por esto resultó ser la «Antipolis» de la Ciudad Nueva, gozando de su hermosa situación. Pero también ésta (la islita) la habitan relativamente pocos igual que el puerto que Balbo les edificó en la costa enfrente de Gades. La ciudad está en la parte Oeste de la (gran) isla y en su extremo está el templo de Kronos, junto a la islita. En cambio el templo de Hercules está por el otro lado, hacia el Este, donde la isla se acerca al Continente, estando separado de él sólo por un estrecho de un estadio. Dicen que el templo de Hércules dista de Gades 12 millas, comparándose el número de 12 millas con las doce hazañas de Heracles. Pero la distancia entre el templo y la ciudad es mayor y corresponde aproximadamente a la longitud de la isla. La longitud de la isla va de Este a Oeste.

§4. Ferécides parece identificar a la ciudad de Gades con Erytia, en la cual se localizó el mito de Geryon. Otros suponen que Erytia sea la isla (isla de León al lado de la ciudad de Gades), que está separada (del Continente) por un brazo de mar de un estadio de anchura. Esta isla tomaron por Erytia a causa de sus buenos pastos, no teniendo suero la leche de las ovejas que allí pacen. Por esto se añade a la leche mucha agua en la fabricación del queso, siendo la leche tan grasa que las ovejas en cincuenta días se ahogan si no les quitan sangre. La hierbas que las ovejas comen es seca, pero las pone muy gordas. Dicen que de esto (pasto) se inventó el mito de los bueyes de Geryon. Pero hoy ya no hay pastos por allí, sino toda la playa está habitada.

§5. Narrando sobre la fundación de Gades lo que sigue, los Gaditanos mencionan un oráculo que fué dado a los Tirios y les mandó enviar un colonia a las «Columnas de Hércules». Dicen que los que se enviaron para explorar el sitio, cuando llegaron al Estrecho de Kalpe, creyeron que las dos peñas que forman el Estrecho eran los términos del Mundo y de las andanzas de Heracles y que también eran las «Columnas» mencionadas por el oráculo. Por esto desembarcaron en un sitio por dentro del Estrecho, donde hoy esta la ciudad de los Exitanos. Pero al no resultar favorables los sacrificios que allí hicieron se volvieron. Más tarde los enviados avanzaron unos 1,500 estadios más allá del Estrecho hasta una isla consagrada a Heracles, junto, a la ciudad Onoba, de Iberia. Y creyendo que allí estarían las Columnas de Heracles hicieron sacrificios a este dios, pero cuando tampoco aquí los sacrificios resultaron favorables se volvieron otra vez a casa. Los que hicieron la

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tercera expedicion fundaron Gades y edificaron el templo (de Heracles) en la parte Este de la isla y la ciudad en la parte Oeste. Así se explica que los unos tomaron por las Columnas las dos peñas en el Estrecho, otros a Gades, mientras otros creyeron que las Columnas están aún más allá de Gades. Los unos, pues, identificaron las Columnas con Kalpe y Abilyx, la altura que está enfrente de Kalpe, en Libia, y que según Eratósthenes está en el territorio de la tribu nómada Metagonion. Otros identificaron las Columnas con las dos islitas junto a las dos peñas, de las cuales la una se llama «Isla de Hera». Artemidoro dice que hay. una Isla de Hera» y un santuario de esta diosa, pero que no existe otra isla y tampoco un monte Abilyx y una tribu Metagonion. Y también algunos trasladan aqui las Planktas y las Symplegadas las toman por (las) Columnas, que Píndaro llama «puertas de Gades», diciendo que Heracles había llegado hasta ellas en sus últimas andanzas. Y Dicearco, Eratóstenes y Polibio y la mayor parte de los Griegos ponen las Columnas junto al Estrecho. En cambio los Iberos y Libios dicen que las Columnas están en Gades, porque (según ellos) la región del Estrecho no se parece en nada a Columnas. Otros creen que las Columnas son las columnas de bronce de ocho codos en el templo de Heracles en Gades, en las que están indicados las gastos de la edificación del templo. Dicen ellos que los que llegaron allí y sacrificaron a Heracles como en el término de sus viajes hicieron que (las columnas de bronce) lograran la fama de ser el término de la tierra y del mar. También Posidonio cree que esta interpretación es la más probable, mientras el oráculo y las sucesivas expediciones parecen ser una mentira fenicia. Pero, ¿cómo se podría averiguar, si la relación sobre los enviados merece rechazarse o aceptarse, siendo tan posible lo uno como lo otro? Pero si niega que las islitas y los peñones se parecen a columnas y se prefiere buscar los términos del Mundo y de la expedición de Heracles junto a unas columnas verdaderas, esto tiene un cierto sentido porque era costumbre antigua poner tales mojones, como los Rheginos pusieron la columnita en forma de una pequeña torrecilla en el Estrecho (de Messina) y la torre llamada de Peloros está enfrente de tal columnita".

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Lusitanos y Montañeses

Estrabón, Geografía III.3.6-8

§6. Se dice de los lusitanos que son hábiles en emboscadas y exploraciones, siendo ágiles, ligeros y capaces de salir de peligros. Dicen que ellos usan una pequeña rodela que tiene un diámetro de dos pies y es cóncava por delante, y se maneja por correas, no teniendo ni abrazadera ni asa. Además llevan puñal o sable. La mayor parte tiene corazas de lino, y sólo pocos corazas de malla y un casco con tres penachos, mientras los demás usan cascos de nervios. Los infantes usan también grebas y cada uno lleva varias jabalinas. Algunos tienen lanzas para estoque con puntas de bronce. Dicen que algunos de los ribereños del Duero viven a la manera espartana, untándose dos veces por dia y usando baños de vapor, que hacen (echando agua en cima) con piedras enrojecidas (por el fuego), tomando también baños fríos y sólo una comida por día que es sencilla y limpia. Son muy aficionados los lusitanos a sacrificios (humanos) y examinan las entrañas, pero sin sacarlas. Examinan también las venas del pecho y dan oráculos palpándolas. Vaticinan también por las entrañas de prisioneros, cubriéndolos con capas. Después cuando el sacerdote da un golpe en las entrañas vaticinan primero por la caída. También cortan a los prisioneros las manos y dedican a sus dioses las manos derechas.

§7. Todos los serranos hacen una vida sencilla, bebiendo agua, durmiendo en el suelo y llevando el pelo largo como las mujeres. Pero en el combate se ciñen la frente con una faja. Por lo general comen carne de cabrón y sacrifican al Ares cabrones y caballos y prisioneros. Hacen también hecatombes de cada clase como los griegos, como dice Píndaro «sacrificar todo por centenares». Y practican ejercicios o gimnásticos o con armas o a caballo, y pugilato y carreras y tiro de dardos y combate en batallones. Los serranos viven durante dos tercios del año de bellotas, que secan y machacan y después muelen para hacer pan de ellas y conservarlo largo tiempo. Beben también cerveza. Vino tienen sólo escaso y, si lo logran, pronto lo gastan haciendo banquetes con sus familias. En lugar de aceite emplean mantequilla. Toman sus comidas sentados, teniendo alrededor de la pared bancos de piedra. Dan la presidencia a los de más edad y categoría social. La comida se sirve en giro. Durante la bebida bailan en rueda acompañados por flauta y corneta o también haciendo saltos y genuflexiones. En la Bastetania bailan hombres y mujeres juntos cogiéndose por las manos. Todos llevan, por lo general, capas negras, y envueltos en ellas duermen sobre paja. Las mujeres llevan sayos y vestidos con adorno floral. Usan vasos de madera, como los celtas. En lugar de monedas los más apartados emplean el cambio de mercancías o dan pedazos de plata cortados. Despeñan a los condenados a muerte, y a los que mataron a sus padres los apedrean fuera de la ciudad o del confín. Se casan (con una mujer sola) como los griegos. Ponen a los enfermos al lado de los caminos, como hicieron los antiguos asirios, para consultar a los transeúntes que hubieran tenido un mal parecido. Usaban barcos de cuero antes de Bruto (Gallaico) a causa de las inundaciones y bajos, pero hoy hasta barcos hechos de un solo tronco, son raros. Su sal es rojiza, pero machacada se vuelve blanca. Tal es la vida de los montañeses, es decir, como tengo dicho, de las tribus que ocupan el lado septentrional de Iberia: los gallaicos y astures y cántabros hasta los vascones y el Pirineo. Porque es idéntica la vida de todos ellos. Me sabe mal citar aún más nombres por lo extraño de su forma, ya que a nadie puede gustar oír hablar de Pleutauros y Bardyetas y Allotrigas y otros nombres aún peores y más ininteligibles.

§8. Lo inculto y salvaje de aquellas tribus se explica no sólo por su vida guerrera, sino también por su sitio apartado. Siendo la navegación y los caminos hasta ellos largos, y no teniendo relaciones con otros han perdido lo sociable y humano. Pero hoy esto se nota menos a causa de la paz y de la presencla de los romanos, pero los que menos logran esa ventaja son más bárbaros y bestiales. Además el país de algunos con su pobreza

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y sus sierras debió aumentar tal falta de cultura. Pero ahora, como he dicho, se ha puesto fin a todas sus guerras. Porque a aquellos que aún seguían con el bandolerismo, es decir los cántabros y sus vecinos, ha domado César Augusto y en lugar de hacer daño a los aliados de Roma, ahora ellos prestan servicio militar a los romanos, los conincos y los plentuisos que habitan junto a la fuente del Ebro. Y Tiberio, su sucesor (de Augusto) puso en esta región un ejército de tres legiones, formado por Augusto, y logró hacer no sólo pacíficos, sino hasta civilizados una parte de ellos.

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Las Provincias Romanas de Hispania

Estrabón, Geografía.III.4.20

§20. Hoy de las provincias atribuídas en parte al pueblo romano y al Senado, en parte al Emperador romano, la Bética es del pueblo romano y se manda a ella un pretor que tiene a su lado un cuestor y un legado. El límite Este de la Bética se ha fijado junto a Cástulo. Lo demás pertenece al Emperador. Éste manda dos legados: uno que es “propretor”, el otro que es «procónsul». El propretor tiene a su lado un legado y administra la Lusitania, que linda con la Bética y llega hasta el Duero y su desembocadura. Porque éste es el concepto particular que Lusitania tiene en el tiempo actual .Allí está (como capital de Lusitania) también Augusta Emerita Lo demás, que es la parte más grande de Iberia, está bajo el mando del procónsul que dispone de un ejército considerable, de tres legiones, y de tres legados. De éstos, el uno con dos legiones administra todo el país al otro lado del Duero, hacia el Norte (cuyos habitantes) los antiguos llamaban Lusitanos, los de hoy Gallaicos. Con estos lindan las partes septentrionales con los Astures y Cántabros. Por los Astures corre el río Melsos, y un poco más lejos (hacia el Este) está la ciudad Noega y muy cerca un estuario del Océano que separa los Astures de los Cántabros. En la sierra que sigue (a Asturia) hacia el Pirineo manda el segundo legado con la otra (la tercera) legión. El tercer legado tiene el interior y administra el país de los que se llaman “Togati”, lo que quiere decir que son pacíficos y transformados en gente civilizada a la manera itálica, estando vestidos con la toga. Estos son los Celtíberos y los que están junto al Ebro en sus dos riberas hasta la región marítima (costa de Levante). El procónsul mismo pasa el invierno en la costa y especialmeme en Cartago y Tarraco, administrando la justicia, mientras en verano está de viaje inspeccionando lo que necesita corrección. Hay también procuradores del Emperador, pertenecientes al orden ecuestre, que dan a los soldados el dinero que les hace falta para vivir.

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Técnicas mineras en Iberia

Estrabón, Geografía.III.2.10

§10. Polibio mencionando las minas de plata alrededor de Kartago Nova dice que son muy grandes, que están a unos 20 estadios de la ciudad y que tienen una periferia de 400 estadios, y que en ellas trabajan 40.000 hombres, que proporcionaban entonces al Estado romano 25.000 dracmas (denarios) por día. Lo restante de la elaboración lo dejo aparte (siendo esto cosa larga). Del mineral argentífero dice él ( Polibio) que se machaca y se criba en cestos sobre agua. Después se machaca otra vez lo que quedó y si esto se ha cribado y quitado el agua, se machaca otra (la tercera) vez. El quinto sedimento se funde y da la plata pura, después de haber quitado el plomo. Aún hoy hay estas minas de plata, pero ya no son del Estado ni por allí ni en otros sitios, sino que han pasado a propiedad particular. Sólo las minas de oro, en su mayor parte, aún hoy pertenecen al Estado. En Cástulo y otros sitios hay minas de plomo que pertenecen a particulares. También este plomo tiene algo de plata, (pero) no bastante para que sea provechoso el limpiarlo.

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La Turdetania

Estrabón, Geografía III.2.4-15

§ 4. La Turdetania es un país sumamente próspero. Dando productos de todas clases y en gran cantidad, esta riqueza está duplicada por la exportación. Porque lo que sobra de los productos se vende fácilmente dado el gran número de barcos. Esto (la exportación) está facilitado por los ríos y los estuarios, que como tengo dicho, se parecen a los ríos y son navegables como aquéllos, no sólo con barcos pequeños sino también con barcos grandes, desde el mar hasta las ciudades del interior. Porque es llano en gran extensión toda la costa entre el Cabo Sagrado y las Columnas. (...)

§ 6. Se exporta de Turdetania mucho trigo, vino y aceite, no sólo en cantidad, sino también muy bueno. También se exporta cera, miel, pez, mucho kermes y almagre, que no es inferior a la tierra de Sínope. Los barcos se fabrican allí de madera indígena. Además hay en Turdetania sal fósil y no pocos ríos salados. Además se hace no poca salazón de pescado no sólo allí, sino también en la otra costa, la que está más allá de las Columnas, y esta salazón no es inferior a la del Mar Negro. Antes ha venido de Turdetania también mucha tela para vestidos, pero hoy (viene sólo) lana, más que (del país) de los Koraxios. Esta lana es de hermosura insuperable, pagándose por un carnero de cría un talento. Hay abundancia también de tejidos finos que fabrican los habitantes de Salacia. Abundante es también la cantidad de ganado de muchas clases y de la caza, mientras faltan los animales dañinos, exceptuando los conejos, que hacen minas subterráneas y que algunos llaman «leberidas». Los conejos hacen daño a las plantas y a las simientes, comiendo las raíces. Y esto sucede casi por toda la Iberia, pero se extiende también hasta Massalia y molesta incluso las islas. De los habitantes de las Gymnesias se dice que enviaron una embajada a Roma, para pedir otra tierra, diciendo que aquellos animales les expulsan y que no pueden con ellos por su gran número. Y para una lucha tan grande, que sin embargo no es cosa regular, sino una especie de epidemia como la de culebras y ratas de campo, hace falta quizá tal auxilio, mientras contra un número mediano de conejos han sido inventados varios métodos de caza. Entre ellos se emplean con provecho los hurones salvajes, que cría el África y que se hacen entrar en las minas de los conejos provistos de un bozal. Estos hurones sacan fuera con sus uñas a los conejos que cogen, o los obligan a huir a la superficie, y entonces los cazadores los cazan esperándolos. Se manifiesta la abundancia de la exportación de Turdetania por el tamaño y el número de los barcos. Porque salen de allí buques de carga muy grandes para Dikaiarchia y Ostia, el puerto de Roma; su número es casi igual al número de los barcos de África.

§ 8. Estando provista dicha región (la Turdetania) con tantos productos se debe elogiar y admirar no menos, sino más, la abundancia de sus metales. Porque todo el país de los iberos está lleno de ellos, mientras no todo es tan fértil y rico, y menos la región rica en metales. Sucede raras veces que una región sea rica en ambos productos, y también es raro que la misma región en poco espacio sea rica en varios metales. En cuanto a la riqueza de sus metales no es posible exagerar el elogio de la Turdetania y de la región lindante. Porque en ninguna parte del Mundo se ha encontrado hasta hoy ni oro, ni plata, ni cobre, ni hierro en tal cantidad y calidad. El oro se obtiene, no sólo por medio de minas, sino también por lavado. Los ríos y los torrentes traen la arena aurífera. Ésta existe a menudo también en sitios sin agua, pero en estos sitios no es visible el oro, mientras en los sitios regados con agua luce la arena aurifera. Por esto con agua conducida riegan los sitios secos y hacen que el oro reluzca. También cavan pozos e inventan otros métodos para obtener oro lavando la arena, y hoy los hallados «lavaderos de oro» son más frecuentes que las minas de oro. Los galos dicen gue las mejores minas de oro son las de su país, en las Cervenas y las que están al pie del Pirineo, pero son más

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célebres las de allí (de Iberia). Se dice que se encuentran en las arenas auríferas algunas veces unas bolitas de oro de hasta media libra, que llaman "palai" y con poco trabajo se purifican.

§ 15. Por la riqueza de su país los turdetanos resultaron también mansos y civilizados, y también los celtas, por ser vecinos de ellos o, según Polibio, por ser sus parientes, pero los celtas menos, porque generalmente viven en aldeas. Los turdetanos y, ante todo, los habitantes junto al Betis han sido completamente romanizados, de manera que ya no se acuerdan de su idioma. En su mayor parte han sido transforrnados en latinos y han recibido colonos romanos, de manera que poco falta que todos sean romanos. También las colonias recientemente fundadas son una señal de la transformación de aquellas tribus: Pax Augusta entre los célticos, Augusta Emérita entre los túrdulos y Caesaraugusta entre los celtíberos y algunas otras colonias. Y también los iberos que han sido civilizados de esta manera se llaman «Togati», y entre ellos hasta los celtíberos, que antes eran considerados los más bestiales de todos. Esto sea dicho sohre ellos (los turdetanos).

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Tartessos

Estrabón, Geografía.III.2.11

§11. No muy distante de Cástulo está también la sierra que, según dicen, da origen al Betis y que llaman «Sierra de la Plata», a causa de las minas de plata que hay en ella. Polibio dice que el Anas y este río (el Betis) vienen de la Celtiberia y que distan el uno del otro 900 estadios. Porque los Celtíberos extendiendo su territorio han extendido también su nombre por toda la región lindante. Parece que los autores (más) antiguos llaman al Betis «Tartessos» y a Gades y las islas junto a ella «Eritia». Se cree que por esto. Estesícoro dice que el pastor Gerión había nacido enfrente de la célebre Eritia, en una cueva junto a las fuentes inagotables del río Tartesos y de raíces argénteas. Dicen que teniendo el río dos bocas existía antes en el espacio entre ambas una ciudad llamada Tartesos como el río y que la región que hoy habitan los Túrdulos se llamaba Tartesis. Y Eratóstenes dice que la región junto a Calpe se llamaba Tartesis, y llama a Erite la «isla afortunada». Le contradice Artemidoro diciendo que también esto es mentira de Eratóstenes y que la distancia entre Gades y el Cabo Sagrado es de cinco días de navegación, mientras en verdad es sólo de 1.700 estadios, y que las mareas llegan sólo hasta allí (hasta Gades), mientras en verdad se extiende alrededor de todo el Mundo, y que a las partes del Norte de Iberia se llega más facilmente por (el istmo de) la Céltica que por el Océano y que es mentira también lo demás de Eratóstenes dice creyendo a Piteas, en su jactancia.

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