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Grandes Temas de la Literatura

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Grandes Temas de la Literatura

NATALIA ACOSTA

A aqueldiciembreno vuelvo

más

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Se terminó de imprimir en diciembre de 2013, en la sede de Dichosa Editorial, en San Miguel de Tucumán, Tucumán, Argentina.

A aquel diciembre no vuelvo más.

Editora: Natalia Acosta.

[email protected]

Arte y Diseño de tapa: Damián Miroli.

A aquel Diciembre no vuelvo más : crónica ficcionada / Mónica Natalia Acosta ; ilustrado por Damián Miroli. - 1a ed revisada. - San Miguel de Tucumán : Dichosa Editorial, 2013.45 p. : il. ; 12 x 14 cm.

ISBN 978-987-29550-3-8

1. Microrrelatos. 2. Relatos. I. Miroli, Damián, ilus. II. Título.

Acosta, Mónica Natalia.

CDD A863

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Este es un libro de crónica y ficción. Natalia Acosta

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Los preparativos para festejar la navidad calmaron el malestar que habían generado los saqueos. Por mi parte, decidí salir de compras con mi madre. Gran error ir al microcentro tucumano el 23 de diciembre a las seis de la tarde. Nos sumergimos en el magma de la peatonal Muñecas. Conseguimos pollo en el mercado, que llevábamos goteando en bolsas triples, también compramos fruta y el regalo para mi hija. Había montañas de juguetes en la vereda, juguetes a la venta en los paños de los vendedores ambulantes.

Vecindad

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En un momento, perdí a mi madre en la multitud y, buscándola, tomé dimensión de estar en medio de una especie procesión maquinal. Cientos de mujeres y hombres con bolsas repletas, en las manos, avanzando con la mirada perdida, por la peatonal que titilaba sus lucecitas de colores y amplificaba la música desde las casas de venta de insumos para celulares. Todos agotados por el calor, avanzaban. Me fue difícil encarar la dirección opuesta, pero lo hice, debía encontrar a mi madre.

La hallé en una esquina, junto al Mercado del norte, dando vueltas como un trompo. La vorágine navideña la había arrastrado hacia ahí. ¿Estás bien? Sí sí. Sólo nos falta ver si conseguimos un juguete para la nena. Seguimos caminando.

Una chica se desmayó al lado de la puerta del mercado. Logré verle el rostro. La socorrieron entre diez, la apantallaron, la mantuvieron sentada en la vereda salpicada de hielo derretido de las conservadoras de los vendedores de gaseosa. Era flaca y aparentemente alta. De cabellos largos, nariz aguileña. La mirada se le iba, perdida, mirando un punto fijo con los párpados semiabiertos. La boca cerrada. Una lata de fanta fresca rodó sobre mis pies y me dolió. Mis pies ardían. La chica estaba bien. Los curiosos se alejaban. Seguimos.

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Escoltando una caja enorme que contenía una moto de plástico para la niña, me sacó de mi sopor una tropilla de policías que pasó empujándome. Nuevamente me concentré en la multitud. Todos quedaron inmóviles un segundo. Después comenzaron a correr en dirección opuesta a la de la policía. La luz se había cortado en una de las aceras de la peatonal. Falsa alarma, no se trataba de otro saqueo.

Insistí en que ya era hora de volver. Otros vecinos nos ganaban los taxis que lograba parar haciendo seña con la mano.

Mi casa queda a diez cuadras del microcentro. Pero de noche es un peligro volver hacia ella caminando. Sin embargo esa noche había luces encendidas en la calle y en las casas titilaban las lucecitas de los arbolitos de navidad. En todas parecía haber un corazón frágil palpitando su fulgor. Los gatos colgaban sus patas y su cola de la cornisa de las ventanas, las manchas de humedad de los frentes de las casas eran mapas intervenidos por luces y sombras intermitentes. Hacía falta barrer las veredas. La basura se acumulaba en las esquinas y frente a esas casas abandonadas que tenían en cartel “Se vende”.

Volvimos caminando con mi madre y otros vecinos, como

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en peregrinación zombie, sin hablar demasiado, más que del clima y los altos precios de la ciruela, el tomate, el durazno para la ensalada de fruta, desgranándonos en cada cuadra y como gotas de lluvia de verano.

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- Yo no sueño. Hace rato que solamente me duermo. Por eso no puedo creer que soñé con Sandro.

Lucía se agarró la cabeza, el pelo corto canoso se abrió en ranuras y en el cuero cabelludo logré entrever algunas costras.

Se refregaba bastante la piel. Como si los pensamientos fueran un compuesto espeso y molesto que terminaba haciendo erupción en la epidermis.

Fiesta con Sandro

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- Mirame los brazos.

Observé las escaras que abarcaban casi todo el antebrazo obeso, y se perdían codos arriba en colgajos de carne. Eran un mapa rosado de geografías vivas, ahí dentro. Huellas de algún malestar.

Yo había ido a verla para retirar una pintura que le había encargado. Un cuadrito de bambi, para la habitación de mi hija.

Ahí me contó.

El médico le había dicho usted Lucía es un milagro que esté respirando porque usted en este momento no tiene pulso.

La mañana de la noche que soñó con Sandro, se había levantado empapada y con frío. Ese día la sensación térmica sería de 45º. Habían cortado la luz en el barrio. El taxista que la llevaba a pagar las cuentas, esta vez la llevó al bar del super, para pasar la mañana con aire acondicionado.

-Es un buen hombre, Lucho se llama. Me paga todos los

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meses las cuentas porque yo no puedo caminar mucho. Es un trabajito extra para él y a mí me ayuda mucho.

Estaba contenta porque los Albornoz, que la llevaban todos los años a pasar la navidad en el Siambón, pasarían a buscarla esa tarde. Pero la llamaron para suspender. Se iba a largar una tormenta y no era seguro aventurarse en la ruta. Ellos ya estaban allá, fuera de la ciudad.

Los Albornoz la habían conocido en los grupos de la tercera edad de la mutual. Ella daba un tallercito de pintura, y en su casa pintaba cuadros con flores, bambis. Todo indicaba que era una de las jubiladas más longevas del grupo de la mutual. Por su modo de ser predispuesta a la charla y por la inexplicable fuerza de voluntad para moverse a pesar de sus dificultades, fue elegida Reina de la Mutual un año. Se puso de novia al menos tres veces en los últimos cinco años. La señora Albornoz, mucho más joven que ella, la adoptó como si fuera una hermana con la que se telefoneaba seguido, iba de comprar a la feria americana, y con el paso de los años ya compartieron visitas a los médicos. Desde hacía años pasaba las navidades con la familia Albornoz. Pero esta vez se iba a quedar sola en la casa.

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Comió un pollito asado que le llevó de regalo el taxista esa mañana. Tomó agua. No había tenido fuerzas para salir a comprar una gaseosa. Pero guardaba una sidra del año pasado. La puso en la heladera, ya la tomaría luego.

Se durmió antes de la medianoche, me contó.

- ¡Lo más asombroso es que esa noche soñé con Sandro!- se rió, se sonrojó, la risa le provocó tos, su voz apenas se abría paso entre la flema- Apareció Sandro flotando en una nube rosa, con traje negro y camisa blanca, y moñito plateado. Estaba bastante transpirado. Después me acercó la cara y sólo vi sus labios, que se movían como si pronunciara muchas palabras con “o” todo el tiempo. Me dijo no te preocupés y me dio un beso en la boca- se volvió a reir- No me acuerdo más, me desperté toda mojada, a oscuras. Afuera sonaban los cohetes y los fuegos artificiales...

Carraspeó y siguió:

- Y qué querés. Padre golpeador, marido golpeador, segundo marido borracho y mujeriego. El tercero violento, me dejó viuda. Qué querés. Y yo los sobrevivo a los tres aunque estoy

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comida por la soriasis.

Luego del percance y pasada la navidad, fue a ver al médico para contarle. Riendo otra vez, me contó lo que le dijo:

- Lucía es probable que la nueva pastilla para la presión sea la que la hizo soñar con Sandro, ¿ve Lucía? finalmente el medicamento no era tan malo como usted creía...

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- Hay un extraño virus que circula por los pasillos de esta facultad- poco después de haber dicho esto, Andrea contrajo esa especie de gripe que la dejaría hemipléjica. Luego podía leer los saludos de sus amigos, alumnos y colegas por el correo electrónico y balbucear algún juicio de adhesión o rechazo con alguna mano, pero el virus terminó con su tenacidad y murió en menos de un año.

Andrea era muy nerviosa y discutía a menudo con los colegas

Fin de Fiesta

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de la carrera, quizá porque sabía muy bien los reglamentos universitarios y a ella nadie la iba a pasar.

No le cabía el escepticismo radical como tampoco la retórica.

- Esta no es la vida, esto es una fiesta y esta fiesta va a terminar y después sigue la vida- sentenció un año nuevo, en una fiesta que organizaban los alumnos de la carrera de Filosofía, minutos después de hablar jocosamente del amor interpretando a Diotima y antes de convidarme de su vaso de cerveza. Su túnica blanca y su cabello salvaje no eran tan hermosos como su gran nariz. Tenía los ojos grandes y parecía vivir en una dimensión donde el combate era el padre de todo. Una vez me ayudó a salir de un brete en un examen, en el que un profesor intentó que me contradijera. Poco entendí acerca de esta interna de ideas.

Dijo que le fraguaron un par de concursos.

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Mi amiga me dice que su tía nació de una pintura. Además dice que es bruja blanca. Que pudo ver la situación exacta en la que su novio le metía los cuernos. Como si lo viera desde una ventana. Entonces lo dejó, pero antes le mintió que estaba embarazada. Él no para de llamarla y ella no contesta.

Yo le creo, mientras tomo mi tercera cerveza caliente y le presumo al mozo y le doy mi teléfono. En diciembre tomar cerveza fresca en un bar de Tucumán es una utopía. Ya nos

Mitología festiva

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vamos, pero antes pasaremos al baño. Antes de dejar la mesa, se acercan tres chicos y nos invitan una cerveza más. Aceptamos, como estoy muy locuaz, recito poemas y los deslumbro. Ofrecen llevarnos en la combi del de anteojos. No he retenido ninguno de sus nombres. Dale, sí. Yo le robo un beso al que tengo al lado, que no sabe cómo hacer para agradarme, y después al conductor de la combi, porque me cae muy bien. Estamos felices todos. Me bajo en el centro. Mi amiga sigue hasta el barrio.

- Por tu culpa me han estado pidiendo besos hasta que llegué a casa - me reclama por teléfono al día siguiente.

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Una vez por semana lo visito a Roque. Salimos por el barrio, vamos a la avenida, allí hay un super y al lado una farmacia perfumería. Entramos a esta última y nos probamos perfumes y yo me compro un labial rojo.

- Te favorece mucho- me dice

Desde que se vino a estudiar a Tucumán, desde su pueblo salteño de Urundel, Orán, Roque sobrevive con astucia.

Visitas

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En el super compra una cabeza de ajo, el paquete de fideos tipo tallarín más barato, pide un poco de perejil, compra papel higiénico. Cenamos fideos a la provenzal en su casa alquilada de Barrio Obispo Piedrabuena.

Parece extraído de un relato de Tim Burton. Delgado, cabello negro con un mechón que le cae en la frente, esbelto, con un trasero parado como de pato. El trasero redondo, ideal para un desnudo de calendario griego. Sabe de historia, literatura y de canto gregoriano. Todas las tardes entrena, porque está decidido a estudiar danza clásica.

***

Dos años antes - yo tenía 20 y él 23 - me encaminaba a la clase de un taller de teatro dentro en un edificio céntrico de una facultad. Ya en el sexto piso, escuché que alguien cantaba el Ave María en un registro contratenor que parecía imposible. Estaba solo en un aula amplia, con grandes ventanales, y pupitres alrededor de él. La voz era claramente femenina, y sin embargo esa voz era de él: un muchacho con anteojos de marcos gruesos y vidrios de sifón, vistiendo bermudas oscuras y sandalias franciscanas.

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Más adelante cambiaría todo ese look por los pantalones ceñidos y remeras mood.

***

La primera noche que me quedé a dormir me advirtió sobre su fantasma. Un fantasma que tiene desde que es niño, allá en su pueblo natal. Contó que cuando vino a estudiar a Tucumán, el espectro lo siguió, y se hace sentir por las noches, dando en la ventana de su habitación golpecitos de ave en celo.

***

Roque me pregunta mucho por mi mamá, por mis hermanos y mi papá. Creo que los conoce mucho porque es un buen entrevistador. Creo que se hace la película, no sabe cómo son físicamente, pero quizá gusta de los hombres de mi familia. Me quedo en su casa sin problema, ¿será que en mi casa ya intuyen que Roque es homosexual? Nadie me hace el menor comentario, cuando regreso, el domingo a la tarde.

***

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Lo defiendo de estúpidos que reacionan al notar sus modales “amanerados”. Finales de los ‘90, Tucumán. Una vez en una fiesta le tocó la mejilla a un tipo que estaba borracho y éste y otros lo siguieron para golpearlo. Roque ni se enteró. Salió del bar y se fue a otra fiesta.

***

Me acuerdo de sus recuerdos como si fueran míos. De los carnavales donde algunos chicos del pueblo aprovechaban para travestirse y pispiretear así sus gustos homoeróticos. Taconeando entre los habitantes del pueblo, dejándose apretar las nalgas por algún hijo de hacendado, aprovechando la osadía de la música de los bronces, el calor y el vino, para terminar inseminados en algún yuyaral. Finalizado el festejo allí no ha pasado nada.

***

Mi amor por él fue fugaz. Yo dormía en su casa, en el cuarto de su sobrina Meli de 18 años,que vivía con él en la casa del Obispo Piedrabuena.

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- Todo bien si querés pasar acá la noche con un hombre o con una mujer- me decía Roque. Él sabía que la única mujer aparte de mí en la casa era su sobrina.

***

Antes del barrio Obispo Piedrabuena, Roque vivía en un departamento de dos ambientes en la General Paz al 200. Desde el comedor ínfimo podíamos oler las milanesas fritándose en el piso de abajo. Vivía con su hermana mayor, una especie de Helena Bonham Carter, de ocupación bancaria. A ella cuando tenía quince le llenó de dulce de leche la cara un peón en un carnaval en Urundel, y ella se puso a llorar a los gritos.

- Mamá, Roque tiene un amigo mechudo- denunció alguna vez la hermana.

La otra hermana, la madre de Meli era la más brava. Había parido tres hijas rubias, entre cada una mediaba un año de diferencia, con un hippie alemán residente en Tilcara que huyó en cuanto pudo. Ella también se fue a Jujuy capital, dejando a las tres chicas al cuidado de la madre de Roque en Urundel.

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Meli ya señorita, desayunaba con huevos y jugo de naranja, según costumbre familiar en Urundel. Nos hicimos amigas cuando ella estaba terminando la secundaria. Era una princesa con la que fumábamos mucho.

Fue mi amiga fatal, el acceso a un mundo de euforia y extrañeza. Donde estaba The Cure y New Order, entre fiestas hardcore, y vestuarios con brillantina y músicos adolescentes tucumanos cuyos discos escucho aún. Yo era según ella, una especie de Virginia Woolf. Roque ya en ese año andaba por el mundo, probando éxtasis y detentando el amor de preciosuras de todo género. Meli estaba bajo el cuidado de su tío en Tucumán.

Para las fiestas nunca estuvieron acá. Siempre la pasaban en Urundel.

Roque me contó la última vez que lo vi que habían pasado una nochebuena mala, porque Meli no quería bajar de su habitación, pues había ido su mamá a pasar la fiesta. Roque subió su habitación, le arrulló el llanto, la abrazó dijo, y le prestó sus anteojos de sol para que bajara a cenar. Cenó así, como una diva esa noche.

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No imaginamos siquiera que años después iba a morir en un carnaval de Río, cuando quisiera defenderse del ladrón que iba a robarle el morral, según la policía.

Porque Roque algún día se irá a Río. Allí trabajará enseñando castellano y bailará todo el tiempo. Sus alumnos particulares denunciarán su desaparición.

Yo lo imagino por las calles de Río vistiendo tacos y bailando en comparsas. Como un muchacho de Urundel cuyo lapso homosexual se ha expandido. Una primavera de vacaciones quebrada.

Imagino sus últimos días de calor, nadando en el mar, abrazado a un negro. Porque a él le gustaba el pasaje de Alejandra Pizarnik:

- Quiero que me estrangule un negro.

Y lo imagino espectral, como disfrazado de su propio fantasma, blanco y sobrio.

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Hay madrugadas en las que uno siente que respira verdaderamente. Escucho mi respiración. Detengo mis movimientos cuanto me es posible: hay aire aquí. Hay sonoridades. Me duele todo el cuerpo. Estoy contracturada. Entonces sucede el temblor. Las ventanas todavía tiemblan, el televisor se ha adelantado tanto en su mesita que está a punto de caer al piso. Pero sobre todo el bramido. Me levanto urgente y me pongo el vestido que puedo manotear del placard, agarro el bolso con los documentos y algo de plata y salgo corriendo por las escaleras. Vivo en un noveno piso.

***

Diciembre final

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La gente ha estado festejando hasta altas horas. Es pre- navidad. Los estuve escuchando bailar y cantar en la plaza. No hay un solo lugar abierto después de las 4 de la mañana. Aplaudían. Estaban alegres. Querían seguir bailando. Bailaban subidos al límite temporal. El espacio circundante era de ellos. Ahora el temblor. Todo ha quedado mudo, como si una gran mano hubiera tapado a la gran boca nocturna y la garganta bulliciosa de la ciudad no encontrara salida.

***

En ese espacio donde se bailaba y se cantaba con parlantes de autos prestados por los padres, en ese espacio hay un elástico territorial ahora. Camino por la calle salpicada de vecinos que aún no dan crédito a la sacudida que acabamos de tener. Yo no sé adónde voy. La fiesta ha terminado.

***

Hay un itinerario especular cuando la fiesta es provocada a concluir. Las caminatas a la madrugada tiene pies que giran en torno. Las calles no funcionan como avances o retrocesos. Hay callejuelas, que se regalan al que las tome primero. Las

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callecitas no existen porque la noche es dura para las pequeñas. Las calles se sientan a esperar el auto obús.

***

Sentada en un cantero miro los edificios, con las luces titilantes de la navidad. Los estoy invadiendo, pienso. Después me cierran algo así como sus persianas. Me sacudo fantasmas. Veo lugares construidos desde la desolación. Bajo el calor omnipresente. Veo animales pesarosos, con sueño, con sed. Perros jadeantes. Delegados de la subsistencia merodeando la extensión árida.

En este lugar ¿se cuecen habas?, se cuecen todos, pienso.

***

Tal vez por esto se diluyen mis visiones como en espejismos de calor. El año que viene largo a la mierda el trabajo, pienso, antes de que un terremoto me aplaste como a un sapo.

***

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Todos los años me digo lo mismo. A la mañana siguiente me entero mirando en la televisión que el país vecino ha sido destruido por el terremoto del que mi ciudad ha sufrido sólo un coletazo. Nada es justo, todo ocurre en alguna rama del tiempo, pienso.

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El hotel donde me quedo es una casa precaria. No siempre lo fue: un español inmigrante la habilitó hace muchas décadas. Habría sido una hermosa casona familiar y es de suponer que no ha recibido demasiado mantenimiento por lo tanto hoy es una pensión, con una puerta de acceso pequeña, cinco o seis habitaciones y una cocina comunitaria al final de la galería. Mi habitación es un módulo habitacional con tres elementos indispensables: cama, mesa, baño. La precariedad me invita a perderme en la ciudad desconocida hasta la hora ineludible del sueño.

Piedad de Navidad

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Luego de haber agotado mi diáspora por otros sitios más bellos pero no tan familiares, regreso a mi hotel, el lugar donde puedo practicar lo más parecido a un descanso. De todos modos, la cama me expulsa toda la noche. Hay lucha horizontal en un nivel de obnubilación tal que en sueños la necesito a la vez que le tengo asco.

Faltan dos semanas para navidad. Estoy en esta ciudad ajena por un tema de estudio. Curso viernes y sábados por la mañana, después no hablo con nadie, suelo pasear sola todo el día y a la noche leer hasta que se me cierran los ojos, luego de comer mi sánguche prefabricado de drugstore y tomar mi agua mineral.

Duermo desde las 10 de la noche. El celular suena a las 11, todo está oscuro pero se escuchan hombres y mujeres por el pasillo, en peregrinación solapada hacia alguna de las habitaciones. Oigo risas y pasos. No atiendo el celular, aunque veo que la llamada es de una amiga que reside en esta ciudad. Ayer me dijo que me avisaría si surge algo para hacer. No imaginé que me llamaría tan tarde. Después de 48 hs. de soledad, prefiero mi cárcel. Pierdo el sueño. Escucho las voces de algunas parejas. Afuera deambulan los lobos. Paseo por la 9 de julio

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rodeada de ellos. Son blancos, tienen ojos azules y las fauces goteantes. Buscamos un parque en la intensidad de la noche, los acaricio, mis manos se pierden en el pelaje generoso, mis manos tienen calor, palpita mi entrepierna, yacemos y entre el follaje, veo una luna muerta manchada de negro verdoso. El gruñido orgásmico de mis cachorros lamiendo en mi sexo como en un platito con agua se disocia en el transcurrir de micros. Las descargas de tensión automotora ofician de equilibrante contextual.

Ahora estoy con los nonatos en la mano. La gente los ve como amenaza, los abrigo en mis brazos, los escondo a riesgo de ahogarlos. Estoy ejerciendo un peligro ecológico, pienso. Estoy alterando un ecosistema. Pasan los transeúntes. Por una moción de superviviencia me quedo quieta y no respiro. Los nonatos me manchan el pecho, intento acunarlos, despiertan en mí una gran piedad de navidad, quiero darles la teta y dormir con ellos en mi regazo, pero saltan: son coágulos que se me escapan como anguilas breves. Aquí el punk ha muerto, pienso. Y una extraña clase de dios está vivo. Corro hasta mi cama.

El hotel es de un español muy viejo. A veces aparece

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arrastrando las pantuflas y pregunta si está todo bien. El hombre paraguayo de rasgos aindiados es el recepcionista del hotel y es muy amable. A las 6 en punto me despierta, tal como le pedí.

Tengo la sensación de haber estado bailando hasta tarde, pero me duelen los brazos. Si hay algo que produce en mí esta gran ciudad es literatura, pienso.

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Yo nací en un diciembre denso.

Meses atrás moría el general Perón.

Todo estaba por explotar.

Dos de mis tíos cayeron presos

Uno no regresó.

Por esa época, mi madre habrá llorado mucho

y entonces yo nacía.

***

Ethos (poema)

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Desde niña estoy preocupada por el tiempo.

Padezco melancolía previa

Y sé muy bien que el pasado es un delfín enjabonado,

y el futuro una anguila

y el presente un insecto que picando se muere

Heráclito, acá están:

todas mis palabras palabras juntas reunidas

mariposas sucias y tontas apelotonadas

que no son dos veces las mismas mariposas

en el umbral volátil de mi escritura

***

Jugaba al tenis con la pared.

la pelota pegaba cerca del techo

en las comisuras manchadas por la humedad

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34

(siempre tuvimos filtraciones

tal vez ésa sea una suerte,

porque hubo trasvasamiento

de mi presente entonces - y ahora pasado-

a algún más allá

y rápidamente se fugaba aquel desamparo debajo de nuestro techo)

***

- Papá ¿por qué se ha muerto el Papa?

- Porque ya era viejito

- ¿Y por qué no se muere ella?

(Una mujer anciana a nuestro lado

sentada en el asiento del colectivo)

- Yo no soy viejita.

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35

- Disculpe señora, así son los chicos.

***

No me dejaron ver Carrie

creo que fue la mejor película que no me dejaron ver una vez

***

Cantaba en el colectivo

sentada en las piernas de mi madre

cuando tenía cinco o seis

la gente sonreía

también cantaba pimpinela frente al grabador de mi padre

mi hermanito era el galán

había un cassette

esperará guardado

Page 40: Grandes Temas de la Literatura

36

como yo esperaré sentada

en sus pistas analógicas

los momentos inocentes en los que cantaba casi toda

la discografía paterna

éramos todos uno.

Ahora somos múltiples

aunque todos cantan las mismas cosas

menos yo

***

Cuando estaba en el baño

sentada en el inodoro

a los doce o trece

suponía una cámara oculta

registrándolo todo

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37

y me moría de la vergüenza

también sopesaba

la aparición de una hermana gemela

y el hallazgo de otros padres

que afirmaran ser mis verdaderos padres

(ojo que esas cosas podían ocurrir,

yo nací a mediados de los 70)

pero la visión más fuerte:

mi internación en un psiquiátrico

cuando fuera grande y gritara sin parar

con el cabello siempre mojado

pegada la frente a una pared

(la televisión a finales de los ochenta)

***

Page 42: Grandes Temas de la Literatura

38

Hoy publico

en internet

soy dato fértil

soy microorganismo codificado

información comercial

una cierta extensión de bytes

mi identidad consiste en una medida de tiempo

¿soy algo, entonces, una sumatoria

que existe?

Ay, Hume.

***

Tuve padres jóvenes

volcánicos y ansiosos

clase media baja con mucha voluntad

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39

sus nervios no me hicieron bien.

***

Guardaron el póster de Cristo ensangrentado

no sé adónde

porque lloré del susto al verlo

y no podía explicar por qué lloraba

yo recuerdo

el alivio

Nietzsche, por fin. Yo te parecería una tonta.

***

Tengo una hermanita por línea paterna

ocho años

que filma a mi padre, ya viejo,

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40

cuando él canta y se hace el borracho

yo lo escucho recitar en los asados

y siento toda nuestra tristeza saliendo

como a una fiesta

entonces aplaudo

***

Cuando tenía veintitrés me hice tirar las cartas

por un mago calchaquí.

recuerdo copas, muchas copas.

me dijo no es amor

lo que te espera aún

no se equivocaba

por esos tiempos

tuve la dulce alegoría de las chicas

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41

que no conocieron hombre

hasta que lo conocieron.

***

Las cartas españolas

¿hablaban quechua?

¿o yo lo dije todo? No recuerdo

el impacto basta. Hoy,

que me desenamoré

algunas veces

y encontré el amor que quería

después de los veintinueve

digo que ese mago era un profeta

***

Page 46: Grandes Temas de la Literatura

42

Las cosas que pensaba

las que adivinaba

lo que constituía

mi campo de posibilidades

lo que era inmenso e intraducible

ahora es mi reducido mundo

de los días

las horas

los minutos

los segundos

***

Wittgenstein volveré a tí

y seré todo esto que estoy diciendo

para que no digas

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43

que mis referencias

no existen

y por lo tanto no pueden decirse

***

Un libro es un libro

tacto olfato vista oído

yo quiero un punto y aparte

un libro

un deíctico: éste

un hecho aislado

las palabras estarán en todos lados

igual

porque son susceptibles de ser transmutadas

en seres intocables

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44

en ellas me vuelvo fantasma

pero también

un sistema

***

Tengo una gran tristeza

basada en la certeza de una dicha inconmensurable

así que escribiré coplas

coplas a la muerte de mis modos de ser

copas

como las que había en las cartas del mago calchaquí

quien allá en el pasado me difería la posibilidad de amar

todas las coplas tomaría

y me iría a morir tranquila

hecha río y fiebre diciembre

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45

me bajaría

me bajaría

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Page 51: Grandes Temas de la Literatura

Índice

Vecindad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1

Fiesta. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5

Fin de Fiesta. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11

Mitología festiva. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14

Visitas. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 16

Diciembre Final. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24

Piedad de navidad. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 28

Ethos (poema). . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 32

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Se terminó de imprimir el 28 de diciembre de 2013, en la sede de Dichosa Editorial.

San Miguel de Tucumán, Tucumán. Argentina.

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