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EL PLAN Introducción.......................................... 2 Capítulo I. Biografía de Juan Ramón Jiménez...........3 1.1. Infancia e adolescencia del autor...............3 1.2. La vida poética del autor.......................5 Capítulo II. Trayectoria poética de Juan Ramón Jiménez ..................................................... 11 2.1. Visión general................................. 11 2.2. Primera época o sensitiva (1898 - 1915)........13 2.3. Segunda época o intelectual (1916 - 1936)......18 2.4. Tercera época o última (1937 - 1958)...........22 Conclusiónes......................................... 26 Bibliografía......................................... 27

Juan Ramón JiménezFinal

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EL PLAN

Introducción.............................................................................................................2

Capítulo I. Biografía de Juan Ramón Jiménez.....................................................3

1.1. Infancia e adolescencia del autor.....................................................................3

1.2. La vida poética del autor..................................................................................5

Capítulo II. Trayectoria poética de Juan Ramón Jiménez................................11

2.1. Visión general................................................................................................11

2.2. Primera época o sensitiva (1898 - 1915).......................................................13

2.3. Segunda época o intelectual (1916 - 1936)....................................................18

2.4. Tercera época o última (1937 - 1958)............................................................22

Conclusiónes...........................................................................................................26

Bibliografía.............................................................................................................27

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INTRODUCCIÓN

Juan Ramón Jiménez es uno de los más importantes poetas de la nación

español. La obra poética de Juan Ramón Jiménez es muy numerosa, con libros que

a lo largo de su vida, en un afán constante de superación, fue repudiando o de los

que salvaba algún poema, casi siempre retocado en sus sucesivas selecciones. Juan

Ramón vivió por y para la poesía, para su obra. Es un escritor absolutamente

entregado a su vocación.

La actualidad del tema se encuentra en la importancia acordada al estudio de

la obra de Juan Ramón Jiménez. Este trabajo esta dividido en dos capítulos:

Biografía y Trayectoria poética de Juan Ramón Jiménez. En el primer capítulo se

trata de la vida del poeta, su infancia, adolescencia y su vida poética. En el segundo

capítulo se analiza las tres épocas de su obra:

1. Primera época o sensitiva: 1898-1915.

2. Segunda época o intelectual: 1916-1936.

3. Tercera época o suficiente: 1937-1958.

El objetivo de mi trabajo es el análisis de su obra cual, en verso y en prosa,

está considerada cumbre de la literatura en castellano. El escritor andaluz fue

distinguido con el Premio Nobel en 1956, tres años antes de su muerte, ocurrida en

Puerto Rico. El poeta, que dejó en su lírica la impronta de una búsqueda total de

perfección, escribió en prosa poética algunos de los capítulos más reconocidos y

recordados de su obra. Así, sus obras destacan entre su literatura como una

demostración emotiva y singularísima de sus sentimientos, una demostración a la

que no son ajenos los presupuestos estéticos e ideológicos del modernismo.

Como fuentes bibliográficas fueron utilizados muchos libros escritos por

autores como E. Díez-Canedo, R. Gullón, M. P. Predmore, M. T. Font, G. Palau de

Nemes, y también unas obras de Jiménez.

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CAPÍTULO I. BIOGRAFÍA DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

1.1. Infancia e adolescencia del autor“Nací en Moguer, la noche de Navidad de 1881.

Mi padre era castellano y tenía los ojosazules; y mi madre, andaluza, con los ojos negros.

La blanca maravilla de mi pueblo guardómi infancia en una casa vieja de grandes salones y

verdes patios. De estos dulces años...”1

Juan Ramón Jiménez nació en Moguer (Huelva), en 1881, en el seno de una familia de cultivadores y exportadores de vinos. Desde joven, se vio obligado a vivir en distintos lugares, fuera de su tierra natal. Por eso llevaba siempre en el bolsillo, como un talismán, una piedra recogida en su ciudad natal. A los once años fue alumno interno en el colegio de los jesuitas del Puerto de Santa María (Cádiz). Su infancia, según él mismo cuenta, está marcada por ventanas y puertas (“aquella casa vieja de grandes balcones”2) por las que se asomaba a ver el mundo, la vida. El mundo real parece reducirse para el niño Juan Ramón a algo contemplado desde una ventana, desde la distancia: algo de lo que él no participa. En la Andalucía extremadamente clasista de finales de siglo, Juan Ramón tenía que ser un niño aislado, sin contacto verdadero con su ámbito externo: “De esos dulces años recuerdo que jugaba muy poco, y que era gran amigo de la soledad”3. Tal inseguridad le durará ya toda su vida, y así puede verse en una carta a Juan Ramón de su prima María en que le dice que era “un niño de los que sabían ponerse enfermos a tiempo para salirse con todos sus gustos y ganarse todos los mimos y hacer siempre su santa voluntad”4.1 M. T. Font, Espacio: autobiografía lírica de Juan Ramón Jiménez, Madrid, 1973, p. 122 Ibidem p.143 Ibidem p. 154 Ibidem

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La presencia del mar supuso siempre una referencia de luz y de belleza: una maravilla más contemplada que vivida. Es inevitable ver en todo esto el germen de un futuro mundo poético: el mundo de un solitario y apasionado contemplador. De los sentimientos y emociones de su infancia, algunos perdurarán y se agrandarán  hasta convertirse en obsesiones que habían de modelar una vida y una obra. La soledad, a que tan frecuentemente hace referencia, puede determinar el también tantas ocasiones señalado amor a sí mismo, la constante introspección manifestada en ese afán de anotar en cada momento la reacción emocional de su espíritu ante la belleza contemplada.

En su adolescencia partió hacia Sevilla para estudiar Derecho, aunque se interesó más por la poesía y la pintura. La carrera, iniciada por imposición paterna, quedó sin acabar en este intento y en otros posteriores. De todas formas, el hecho de pertenecer a una familia acomodada libera al Juan Ramón adolescente de las preocupaciones y trabajos de “labrarse un porvenir”. La familia del poeta no se opuso a su vocación y le alentó en sus aspiraciones. Su decisión de dedicarse por completo a la poesía pudo tomarla porque la economía familiar se lo permitía y porque, ya en Sevilla, de adolescente, la lectura de Bécquer le había puesto en contacto con ella. Por la poesía había dejado sus estudios, contraviniendo la voluntad de su padre.

En abril de 1900 se traslada a Madrid, donde vive un periodo de exaltado anarquismo. Este viaje se debe en parte a una invitación del poeta modernista Francisco Villaespesa, autor que conoce los primeros poemas de Juan Ramón y sus traducciones de

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Ibsen, a la vez que comparte con él su pasión por Rubén Darío. Publica sus primeros poemas en revistas y sus dos primeros libros: Nínfeas, con título que le aporta Valle-Inclán; y Almas de Violeta, título sugerido por Rubén Darío.

Sin embargo, sólo resiste en la capital dos meses: “Me sentí muy enfermo y tuve que volver a mi casa.”5 Llegado el verano regresa a Moguer, en parte con el resquemor por los estudios de Derecho colgados, en parte por la neurosis depresiva que arrastrará toda su vida. Se produce entonces un hecho que le marcará profundamente, tanto en su aspecto humano como en el poético: la muerte de su padre. Desde ahora el temor a la muerte se convertirá no sólo en tema poético básico, sino también en un problema mental que irá acompañado de fuertes depresiones durante muchos años de su vida. Por esta enfermedad, que, aunque Juan Ramón nos habla de “embolias coronarias”, parecía más psíquica que física, es internado en la primavera de 1901 en el sanatorio de Le Bouscat, dirigido por el doctor Lalanne. Aquí tuvo el poeta importantes contactos con la poesía francesa - parnasianos y simbolistas -, que ya conocía, y escribe su libro Rimas, que aparecería en Madrid en 1902. Tuvo, además, en Francia amores diversos, que darán lugar después a algunas de sus mejores poesías eróticas, amores que han sido profusamente documentados. El carácter enamoradizo de Juan Ramón Jiménez durará hasta que en 1913 conoce a Zenobia Camprubí, y estos continuos, intensos y frustrados amores quedarán maravillosamente reflejados en toda su primera etapa poética. Su sentimiento de enfermedad ya no le abandonará nunca. Pero fue 5 Ibidem, p. 54

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precisamente la enfermedad la que le permitió dedicarse de lleno a lo que le gustaba: “Mi vida es todo poesía. No soy un literato, soy un poeta que realizó el sueño de su vida. Para mí no existe más que la belleza.”6

1.2. La vida poética del autor

Su sensibilidad poética ya le había despertado desde niño, dedicándose a los versos y a la pintura. De 1898 a 1901 realizo sus primeras publicaciones en revistas de Huelva y de Sevilla, con claras influencias modernistas. Juan Ramón Jiménez, además de ser admirador de Góngora y Bécquer, lo era también de Rubén Darío. En 1898 hizo su primer Viaje a Madrid, donde se contacto con el poeta nicaragüense. En 1900 publico sus dos primeros libros: Almas de violetas y Ninfeas.

A finales de 1901, se traslada a Madrid (residiendo voluntariamente en la clínica neuropática del Rosario, hasta 1903), donde sigue curando su enfermedad y aumentando sus amistades y su creación literaria; vive también en casa del doctor Simarro, gran amante de la literatura, que le pone en contacto con la Institución Libre de Enseñanza. La publicación de Rimas en 1902 supuso un gran paso adelante en su carrera de escritor y su consagración en el ambiente literario madrileño. El modernismo de tendencia parnasiana cedía el paso ante el simbolismo. Arias tristes (1903) reafirma la naciente fama del poeta.

Una nueva crisis le lleva en 1905 a Moguer, donde pergeña Platero y yo, a la vez que sigue escribiendo poemas amorosos,

6 R. Gullón, Conversaciones con Juan Ramón Jiménez, Madrid, 1958, p. 34

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inspirados en gran parte en el simbolismo francés, entre ellos uno de los más conseguidos: El viaje definitivo. El trienio 1905-1907 es duro para el poeta: a la crisis psicológica depresiva se une el progresivo descalabro económico de la familia. Vuelve a Madrid en 1911, sobre todo por la insistencia de Ramón Gómez de la Serna, en cuya revista “Prometeo” habían ido apareciendo varios poemas suyos, pero del que se irá distanciando al atraerle más el ambiente intelectual de la Residencia de Estudiantes que los “juegos” vanguardistas de Ramón. Se instalará en la Residencia en 1913, convirtiéndose en uno de sus principales animadores. Como hemos dicho más arriba, conoce en 1913 a la catalana Zenobia Camprubí, de quien se enamora profundamente. Ella lo rechaza, pero Juan Ramón Jiménez insiste; le dice que todas las amadas de sus poemas son fruto de su imaginación y posiblemente le inspira el mejor libro de poemas de amor «Raté», que escribirá Juan Ramón Jiménez, Estío. Finalmente, como en tantos otros momentos de su vida, conseguirá su propósito, ya que la cultísima Zenobia le acepta.

Toda la poesía que hasta este ano ha publicado puede considerarse de una primera etapa del poeta con muchas influencias de Darío, Verlaine, Rimbaud, Bécquer; Sheley, Keatsy y Góngora. La que le sigue denota una depuración lírica más propia, en su único estilo.

Colabora en las revistas Si, Índice, Ley, e intenta el proyecto de obra, Anonimato, que no se materializa.

El año 1916 será decisivo para su vida y poesía: viajan juntos a Estados Unidos para casarse y Juan Ramón le promete el libro

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de amor más hermoso que se haya escrito, propósito sólo cumplido parcialmente en Diario de un poeta recién casado, ya que en este viaje el poeta redescubre el mar, que pasará a ser uno de sus más importantes símbolos poéticos, hasta el punto de que él mismo cambiará posteriormente el título a este libro por Diario de poeta y mar y que definiría como “mi libro mejor”. El título fue cambiado por el propio autor a partir de la edición de 1948 (Editorial Losada, Buenos Aires). A pesar de este cambio, se sigue citando al libro generalmente con su primer título. Además, en la colección “Biblioteca Premios Nobel” de Editorial Aguilar (Madrid, 1957) aparece como Diario de un poeta recién casado; y en la colección “Los Premios Nobel de Literatura” de Editorial Plaza & Janés (Barcelona, 1960) y otras posteriores con el título Diario de un poeta recién casado. Con este último título es citado por algunos de sus mejores comentaristas, como Aurora de Albornoz en el estudio preliminar de su edición de Nueva antología, Ediciones Península, Barcelona, 1973.

Esta obra supone la frontera entre las dos grandes etapas en que suele dividirse su obra. Con él se abre el pórtico de la poesía pura y de la intelectualización de la lírica que origina la dificultad de ser entendida por muchos lectores. Al mismo tiempo entra en contacto con la poesía anglosajona, no en vano su mujer es la mejor traductora de Rabrindanãth Tagore, y pasa a ser un poeta reconocido y admirado.

Tras su vuelta a Madrid encabeza todos los movimientos de renovación poética; dirige las revistas más cuidadas de nuestra literatura, y ánima a todos los que después serán los grandes poetas del 27. Posiblemente su libro Eternidades (1918) sea uno

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de los libros poéticos más influyente de este siglo en lengua castellana.

Pero el carácter de nuestro poeta es gratamente generoso, aunque no menos rencoroso; es descrito por Cernuda, posiblemente con acierto, como un Dr. Jeckill y Mr. Hyde. El homenaje a Góngora, en que se negó a participar, y unos equívocos sobre la colocación de uno de sus poemas debajo de otro de Unamuno le trajeron fuertes desavenencias con un grupo que, no sin razón, consideraba “suyo”. Tras su famosa conversación con José Bergamín, en la que intenta insultar, ante el enfado de éste, a los componentes del 27 como “mariconcillos de playa”, el distanciamiento se acentúa. Otros hechos significarían la ruptura definitiva con el grupo. Uno de ellos fue el telegrama grotesco de Luis Buñuel y Salvador Dalí, enormemente cruel para un hombre tan sensible como Juan Ramón Jiménez: “Amigablemente. Te felicitamos por tu Platero y yo. Es el burro más burro de todos los burros que hemos conocido”.7 También la discusión sobre la poesía pura (tenida por él como única poesía posible) y los cambios políticos que trajeron una “impureza” a la poesía, concretada en el hecho de que sus antiguos “discípulos” tomaron en 1935 como nuevo maestro a Pablo Neruda para que dirigiera la revista “Caballo verde para la poesía”. Fue en esa revista donde el gran poeta chileno publicó su Manifiesto de la poesía impura, contrario a la poesía pura encabezada por Juan Ramón Jiménez8.

Entre 1918 y 1923 publicó Eternidades (1918), Piedra y cielo

7 M. P. Predmore, La obra en prosa de Juan Ramón Jiménez, Madrid, 1966, p. 858 En su edición de Nueva antología, Barcelona, ed. Península, 1972

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(1919), Poesía (1923) y Belleza (1923), además de la Segunda Antología (1898-1918), publicada en 1922. De 1921 a 1927 edita una serie de revistas en las que recoge parte de su obra en prosa y verso, además de dar a conocer la de otros escritores afines. De 1925 a 1935 publica sus Cuadernos, en los que da a conocer todo o casi todo lo que escribe en ese periodo. En estos Cuadernos, además de poemas, incluye cartas, retratos líricos de escritores y recuerdos literarios. Los seres humanos, casi inexistentes en sus poemas, son aquí observados con una penetración a veces malintencionada. Son figuras en que dibuja con hábiles palabras al mito del arte o la cultura. Coincidiendo con la publicación de sus Cuadernos, Juan Ramón Jiménez intensificó su actitud recelosa y solitaria.

En la época que comprende desde 1927 hasta 1930 viaja por España e intenta radicarse en Sevilla, pero luego llega la guerra civil en 1936 e el poeta decide irse, primero a Puerto Rico, luego a la Florida, y, finalmente, a Washington.

Al estallar la guerra civil, el papel del poeta siempre estuvo a la altura de las circunstancias: abrazó la causa republicana, y acogía en su casa a los niños huérfanos, para cuyo cuidado destinó sus ahorros cuando abandonó España en 1936, al ser nombrado en agosto agregado cultural de la Embajada de España en Washington. Fue invitado a pronunciar unas conferencias en la Universidad de Miami. El triunfo del general Franco le llevó a quedarse definitivamente en América y a recorrer varios de sus países y universidades, logrando el reconocimiento de gran poeta. El exilio tuvo que repercutir claramente en su obra, aunque él no

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fue nunca un hombre político. Es perfectamente comprensible que ese destierro le ayudase a separarse aún más de la realidad, a enclaustrarse en su mundo ideal, despreocupado ya totalmente de una realidad que, para facilitarle más su aislamiento, lo expulsaba lejos con su fealdad, con su inhabitable estructura social. Vive en Puerto Rico, su casi segunda patria; en La Habana, en Florida, en Washington y, a partir de 1951, cuando las fuerzas y el corazón vuelven a jugarle malas pasadas, se instala definitivamente en Puerto Rico.

En estos años escribe los de sus libros más definitivos de su última etapa: La estación total (1946), Romances de Coral Gables (1948), Animal de fondo (1949), Dios deseado y deseante (1949) y el largo poema Espacio (1954).

El año 1956 tendrá para él una doble cara: la concesión del premio Nobel de Literatura y la muerte de Zenobia, hecho del que el poeta ya no se recuperará (la importancia de Zenobia en su vida es casi imposible de cuantificar, dado el carácter neurótico y depresivo del poeta). En 1957 Juan Ramón Jiménez por fin se radico en Puerto Rico, donde trabajo como profesor de la Universidad de ese país: allí lo sorprendió la concesión del Premio Novel, en 1957.

Juan Ramón Jiménez, quien empezó como noventayochista, hubo de pasar después del modernismo por varios “ismos” que le llevaron a constituirse en uno de los escritores clásicos de la lengua castellana. Dos años después, en una desolación total, fallece en Puerto Rico.

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CAPÍTULO II. TRAYECTORIA POÉTICA DE JUAN RAMÓN

JIMÉNEZ

2.1. Visión general

Aunque por motivos pedagógicos se divida la obra en etapas y se muestren las características de cada una de ellas, son imprescindibles unas consideraciones previas a la hora de efectuar dicha división. En Juan Ramón Jiménez, vida y obra vienen a ser una misma identidad. Él no habla de su poesía, sino de su Obra, con mayúscula, y comparando su labor con la de un dios. Creía en la unidad total de toda su producción, y para él “crear” era cumplir con su destino humano; más aún: era lo único que daba y podía dar sentido a su vida, que justificaba y salvaba al poeta en sus momentos más críticos. Él mismo dijo: “La obra, como la vida, se resuelve sucesivamente.”9

Hablaba de sucesión o de obra en marcha, y así, en efecto, hay poemas que se convierten en constantes, se repiten con cambios en una vida y obra que son transición permanente; otros, en cambio, desaparecen en su obra posterior.

Hay un aforismo del poeta que muestra claramente esta imposibilidad de dividir su obra en libros o períodos: “Libros, no; obra.”10 Y así es, efectivamente; Juan Ramón Jiménez tiene siempre presente su obra entera y, además, hay otro aspecto que da unicidad a todo su sistema poético: su rigor estético, su sentido de “obra bien hecha” que presidió siempre, como cualidad esencial, su trabajo, que - no lo olvidemos - es la máxima

9 R. Gullón, Conversaciones con Juan Ramón Jiménez, Madrid, 1958, p. 7110 Ibidem, p. 73

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justificación, por no decir la única, de su vida. Sentada esa unidad global de su obra, hay que tener

presente su evolución poética, con unas constantes (como la soledad y su sentido de perfección estética) que le llevaron en una primera época al cultivo de unos valores líricos elementales, con predominio del sentimiento, para, posteriormente, mostrar en su obra un deseo de plenitud o ansia de eternidad y, por último, un intento de penetrar en las cosas para remontarse a lo abstracto.

Hay unos textos de Juan Ramón Jiménez que han ayudado a dividir su obra en fases o periodos. Didácticamente, el más conocido es el poema 5 de Eternidades:

Vino, primero, pura,vestida de inocencia;

y la amé como un niño.Luego se fue vistiendode no sé qué ropajes;

y la fui odiando sin saberlo.Llegó a ser una reina,fastuosa de tesoros...

¡Qué iracundia de yel11 y sin sentido!... Mas se fue desnudando.

Y yo le sonreía.Se quedó con la túnica

de su inocencia antigua.Creí de nuevo en ella.Y se quitó la túnica,

y apareció desnuda toda...¡Oh pasión de mi vida, poesíadesnuda, mía para siempre!

Pero este poema ofrece dificultades insalvables y, por tanto, sólo parcialmente puede considerarse válido: no recoge ni Nínfeas ni Almas de violeta, libros profundamente modernistas y que el 11 Otro ejemplo de la particular ortografía del poeta: *yel por “hiel”.

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poeta dejó a Villaespesa en 1900, cuando volvió a su pueblo natal; el poema es, además, de 1918, lo cual significa que no pudo recoger la poesía que siguió creando durante cuarenta años más.

La soledad, como se ha visto, es uno de los puntos de unicidad de todo el sistema poético de Juan Ramón Jiménez, de lo cual él era totalmente consciente, tal como puede mostrarse cuando, a instancias de Gerardo Diego, para su famosa Antología Poética, intenta mostrar cómo su evolución va presidida siempre de este sentimiento.

De todos modos, la mayoría de los críticos están de acuerdo en tomar su esquema de Animal de fondo a la hora de dividir su obra:

Primera época o sensitiva: 1898-1915. Segunda época o intelectual: 1916-1936. Tercera época: 1937-1958.

A esta última, según testimonio de Aurora de Albornoz[2], solía referirse como “suficiente” o “verdadera”.

2.2. Primera época o sensitiva (1898 - 1915)

Esta época comprendería todas las obras escritas con anterioridad a su Diario. Sus dos primeras obras (Nínfeas y Almas de violeta) fueron escritas por la ferviente admiración que sentía hacia los poetas modernistas entonces en boga -Villaespesa, que le ayuda; Rubén Darío, que le anima, y Valle-Inclán, que le sugiere el título- durante su primera corta estancia en Madrid. En ellas paga tributo a todos esos autores en múltiples y confusas influencias.

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Otro autor que marcó ya a nuestro poeta en su infancia fue Bécquer (a quien leyó en Sevilla), que le hizo olvidar los estudios de pintura, que quería iniciar, y los de abogacía, que nunca pensó realizar; fue también la causa de sus primeros desmayos. De él tomará el sentimentalismo, nota predominante en su poesía, y la claridad y sencillez de estilo.

Una nueva y poderosísima influencia se sumará: la del simbolismo francés-especialmente Verlaine, ligada biográficamente a su estancia en el sanatorio francés. Juan Ramón Jiménez se convertirá, según criterio de Ángel González, en el mejor poeta simbolista en lengua castellana. De aquí procede la forma de sugerir de un modo vago y diluido, con imágenes intimistas, todo cuanto se halla oculto en el fondo de la realidad: estados de ánimo y elementos de la naturaleza actúan como símbolos del alma del poeta. Junto a los simbolistas aparece la influencia de Víctor Hugo y de Heine. Irán apareciendo así: Rimas (1902), de título becqueriano; Arias tristes (1903), Jardines lejanos (1903-1904), Pastorales. A esta influencia le sigue, por segunda vez y con más intensidad, la de Rubén Darío (que habla prologado su primer libro) y demás modernistas. Creará Elegías (1907) y Poemas agrestes (1911), una de las mejores obras del Modernismo. Desde sus Arias tristes o Jardines lejanos, de principios del siglo XX, hasta La estación total o Animal de fondo de mediados de siglo, hay un abismo estético y quizá también humanístico. Para Juan Ramón Jiménez, la perfección de un estilo en el que se desprende de toda ornamentación literaria, es ya la justificación misma de su poesía. Eternidades, Piedra y cielo, Belleza, suponen un alegato a su mundo interior, aunque

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desprovisto de la imaginería decorativa de sus primeros libros. La estética como única ambición, la perfección estilística como único estímulo, conforman, pues, la obra más densa y definitiva de Juan Ramón Jiménez. El autor de Diario de un poeta recién casado elude la fácil estructura poética, el liviano verso, y se asigna, en cada poema, una meta en la que la recompensa no es sino el placer de lo exquisito. Pero, a veces, la humildad exige una estricta disciplina: “La perfección, en arte, es la espontaneidad, la sencillez del espíritu cultivado”12, decía el poeta de Moguer que llegó a la cima de una poesía intelectual como resultado de su camino hacia la búsqueda de la belleza.

Exceptuando sus dos primeros libros, el mundo poético de Juan Ramón Jiménez es un mundo personal apoyado en realidades bien conocidas por el poeta. Abundan impresiones sensuales y un sentimentalismo reiterativo y monótono, que se manifiesta en una atmósfera melancólica, llena de vaguedad y de tenue musicalidad. El poeta muestra su soledad en medio de un paisaje silencioso, vivido con todos los sentidos, envuelto en luces de atardecer o amanecer, con colores claros, fríos y transparentes, con una gran abundancia de sensaciones, y en contraste con su ser y su propia vida.

En sus primeras obras predomina el verso corto, fundamentalmente el octosílabo; como estrofa usa básicamente el romance, en el que introduce variaciones como es propio de los modernistas. Se observa una clara preferencia por las asonancias y éstas se dan muchas veces en series de versos continuados o también en coplas o cuartetas, constituyendo su ritmo preferido. 12 R. Gullón, Conversaciones con Juan Ramón Jiménez, Madrid, 1958, p. 75

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Sirve también la asonancia para dotar al poema de un ritmo espontáneo y de leve musicalidad.

En la etapa simbolista y modernista abandona el verso corto y siente preferencia por los alejandrinos, de origen francés, dotados de mucha mayor musicalidad, agrupados casi siempre en serventesios.

La siguiente evolución vendrá marcada por el uso del soneto en libros tan importantes como Sonetos espirituales (1914-1915) y Estío (1915). Sobre este último, comenta muy atinadamente Antonio Machado13 en una nota de 1917 en su cuaderno Los complementarios: “Este gran poeta andaluz sigue, a mi juicio, un camino que ha de enajenarle el fervor de sus primeros devotos. Su lírica - de J. Ramón - es cada vez más barroca, es decir, más conceptual y al par menos intuitiva. La crítica no ha señalado esto. En su último libro, Estío, las imágenes sobreabundan, pero son cobertura de conceptos. Este ser su poesía cobertura de conceptos, y no imágenes vacías de contenido, es lo que salva a Juan Ramón Jiménez de caer en lo que el mismo Machado llamaba “inútil juego de las metáforas” para referirse a los vanguardistas.

Muestra una evolución paralela a la versificación. Se trata de un léxico muy sencillo y de un lenguaje poético basado en la lengua hablada (no olvidemos su intento de hacer una poesía becqueriana). En sus dos primeros libros y en su momento modernista aparecen adjetivos de color, palabras esdrújulas en busca de musicalidad y epítetos y palabras a las que atribuye un sentido simbólico. En realidad, el dominio de este tipo de lenguaje 13 En sus “Reflexiones sobre la lírica” (1925) escribe Machado refiriéndose, aunque sin citarlo, a Juan Ramón Jiménez: “ [...] lo peor para un poeta es meterse en casa con la pureza, la perfección, la eternidad y el infinito. También el arte se ahoga entre superlativos.”

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es progresivo y cada vez más preciso, hasta llegar a poner todo su vocabulario al servicio de este lenguaje simbólico. De este modo una cosa representará a otras a fuerza de asociaciones constantes de imágenes.

El deseo de un amor perdurable y sencillo inspira gran parte de las obras primeras del poeta, que inicia una búsqueda constante de este amor. Para ello espiritualiza el objeto de su amor, que se diluye en la naturaleza, ante la cual se siente aislado. Lucha entre comprometerse con la amada, demandando un amor adulto, y sus obsesiones infantiles, en las que se refugia para evitar el compromiso. Simbólicamente, esta lucha se muestra entre el amor de la estrella (recuerdos infantiles) y el de la mujer (madurez); también mediante la oposición sueño (recuerdos infantiles) y amanecer (despertar a una nueva vida adulta). En este conflicto entre sueño (vuelta a la infancia) y realidad es el mundo de los sueños el que adquiere una renovable vitalidad. El sueño le sirve para recordar sus diferentes estados de ánimo, y la ensoñación, como medio constante de evasión.

Hay una preocupación constante por el tiempo que sirve para mostrar la gama de sentimientos que el poeta experimenta. El amanecer y el atardecer son horas positivas, como lo son los meses de abril, mayo y octubre y las estaciones de primavera y otoño. En contraste, el invierno es una estación negativa, ya que el autor se niega a participar en el languidecer de la naturaleza.

Ya en Rimas podemos anotar una historia sentimental auténtica que sigue las pautas tópicas de Juan Ramón Jiménez: primero habla a la amada de una época feliz (ilusión inicial, descubrimiento del amor, primavera, primer beso y confesión

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mutua); le sigue una época de despego del poeta (le anuncia su muerte, su marcha del pueblo, muestra hacia ella una cruel autosuficiencia); y, por último, la época de abandono, con un claro desinterés por parte del poeta.

Este esquema, repetido con escasas variantes, tiene un gran momento en su mejor libro de amor Estío, del que él mismo escribió: “Es el mejor libro que he escrito, porque tiene mas sangre y cenizas que ningún otro.”14 Efectivamente, es su obra más auténtica; lo curioso, a pesar de la fecha, es que el tema del libro es un amor fracasado, aunque la critica ha señalado que puede o debe referirse a Zenobia, por lo que se trataría de la historia de la primera etapa de su amor, que, como sabemos, contó con la oposición de Zenobia y de la mayor parte de su familia. Tres puntos pueden resumir este libro amoroso: hallazgo de la mujer definitiva, abandono por parte de ella y amarga soledad del poeta (necesidad imperiosa de reestructurar su mundo interior sin ella). “Verdad” se titula la primera parte (alude tanto al principio del verano como a la esperanza del iniciado amor); “Oro” es la segunda (otoño y pérdida de la amada).

La muerte es una obsesión que le inspira terror y emoción y de la cual hablará continuamente en los poemas de esta primera época. Ante ella el poeta se refugia en la melancolía, y su vida parece perder utilidad ante la amenaza de la nada. En estos momentos de crisis, el poeta supera esta amenaza (nada = muerte estéril) escribiendo poemas, creando belleza (sólo lo bello es eterno). Este desempeño le lleva a escindir su yo entre sentimiento, que desaparecerá con la muerte, y conciencia, que 14 R. Gullón, Conversaciones con Juan Ramón Jiménez, Madrid, 1958, p. 47

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perdura para salvar en cierto modo al poeta. Así lo expresa en el conocido poema titulado El viaje definitivo, perteneciente a su libro Poemas agrestes:

... Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros cantando:y se quedará mi huerto, con su verde árbol,

y con su pozo blanco.Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;y tocarán, como esta tarde están tocando,

las campanas del campanario.Se morirán aquellos que me amaron;y el pueblo se hará nuevo cada año;

y en el rincón aquel de mi huerto florido y encalado,mi espíritu errará, nostáljico...

Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin árbolverde, sin pozo blanco,sin cielo azul y plácido...

Y se quedarán los pájaros cantando

2.3. Segunda época o intelectual (1916 - 1936)

La nueva época viene dada por distintos motivos que pueden concretarse; por un lado, en el encuentro del amor definitivo (Zenobia) y, por otro, en su viaje a América, que significa un cambio radical en sus modelos poéticos.

Efectivamente, en Diario muestra un claro desinterés hacia la poesía francesa simbolista, tal como él mismo escribirá a Cernuda: “... siempre he preferido, en una forma u otra, la lírica de los nortes, concentrada, natural, diaria... Yeats [...], Whitman, Hopkins... me parecieron más directos, más libres, más modernos, unos en su sencillez y otros en su complicación”15. Zenobia era, además de catalana, hindú por parte de madre, y su conocimiento profundo de la literatura inglesa acercó más a Juan Ramón 15 E. Díez-Canedo, Juan Ramón Jiménez en su obra, México, 1944, p. 101

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Jiménez a esta literatura. Compuesto de verso y prosa, el cambio es revelador de una

nueva actitud: viene a ser un auténtico diario personal y el poeta, ensimismado, melancólico y solitario, se convierte en un ser que admira, emocionado y con sorpresa, todo cuanto contempla. Esta “plenitud de plenitudes” se pone de manifiesto en sus poemas dedicados al mar. Como el mar, también cambia el hombre, y con él su estilo, en evolución hacia el abandono de los “ropajes del modernismo”, hacia la poesía desnuda. En ésta, el maradquiere cada vez más importancia desde su aparición constante en su Diario, simboliza la vida, la soledad, el gozo del poeta, el eterno tiempo presente, la unidad cósmica. Esta evolución simbólica es paralela a la espiritual del poeta en busca de trascendencia: descubre el mar como la belleza que le pone en contacto con lo universal y lo eterno, por lo que busca su identificación con él en lo que tiene de trascendente y bello. La unidad semántica del libro viene dada por aspectos (impresiones y sentimientos) que se repiten a menudo y que, como parte de un mismo tema, guardan estrecha relación entre sí.

En cuanto a la prosa, en este libro se torna más visual, casi cinematográfica, entre la lírica y la caricatura. Con sus obras en prosa, Juan Ramón Jiménez demostró que tenía mucho que decir. Para él, ejercitado y disciplinado poeta, la prosa era una práctica delicada y de especial dificultad. Era habitual en él, la cita de Goethe en la que reclamaba el discurso argumental de la prosa. Se refería Juan Ramón Jiménez a los poetas modernos cuando decía: “Notamos que casi ninguno de ellos había escrito nada en buena prosa. La cosa es muy sencilla -dijo Goethe-. Para escribir

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en prosa hay que tener algo que decir. Pero puede no tenerse nada que decir y hacer versos y rimas, porque en ellos una palabra arrastra otra, y al cabo resulta una cosa que ciertamente no es nada, pero tiene apariencia de ser algo”.16

En Elegías andaluzas o Historias y cuentos, se conforma el estilo lírico e íntimo de la prosa de Juan Ramón Jiménez, una prosa poética en la que, como en Platero y yo, predomina la emoción y el estilo musical aún encadenados a la etapa modernista. También escribió retratos literarios (Españoles de tres mundos, El modernismo), en los que deja ver su singular reflexión acerca de un mundo ante el que Juan Ramón se muestra escéptico y nostálgico.

Jiménez utiliza el verso libre y preciso. Desaparece la fácil musicalidad de la primera época y la poesía suena como prosa, salvaguardando algo básico en Juan Ramón Jiménez: su poesía suena a natural, pero nunca a vulgar; logra un poema sin anécdota cuyo contenido es rico en sí mismo. Después de su experiencia con el alejandrino y el soneto vuelve a la asonancia; utiliza también el poema en prosa,  el verso blanco, el collage  y otros experimentos.

En su obra aparecen sólo palabras bellas, ceñidas justamente al concepto.  El colorido desaparece en función de la luz; el resultado será la palabra ordinaria -siempre bella, palabra poética - y la supresión de la adjetivación propia de la época anterior.

El tema central es el ansia de trascendencia. En su deseo de salvación ante la muerte el poeta se esfuerza continuamente por 16 Ibidem, pag. 96

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alcanzar la eternidad y, considerando que lo bello es eterno, intenta crear belleza (poesía) de modo que pueda estar con lo bello y alcanzar trascendencia. No olvidemos que definiría su Diario como metafísico.

Siguen libros donde la pureza y la abstracción se hacen cada día más evidentes: Eternidades (1918) y Piedra y cielo (1919) serán los últimos en incorporarse a su Segunda antología poética, que aparece en 1922, de enorme interés y selección clave de su poesía. Esta  tendencia a condensar lo esencial en el poema ha derivado en una inevitable conceptualización. Ya no es la inspiración, ni la sola belleza ornamental y exterior, sino la “Inteligencia” la que origina el poema. El conocido poema 3 de Eternidades lo expresa de esta forma:

¡Inteligencia, dameel nombre exacto de las cosas!

... Que mi palabra seala cosa misma

creada por mi alma nuevamente.Que por mí vayan todos

los que no las conocen, a las cosas;que por mí vayan todos

los que ya las olvidan, a las cosas...¡Inteligencia, dame

el nombre exacto, y tuyoy suyo, y mío, de las cosas!

Este poema, en el que se han detenido tantos comentaristas, es, en efecto, un poema-clave. Por lo pronto aparece, como decíamos, un término nuevo: inteligencia por inspiración, lo que parece una renuncia al romanticismo y una afirmación en esa actitud intelectualista de lo que se vino en llamar Novecentismo. También una renuncia al modernismo, porque no se pide belleza,

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ni musicalidad, ni palabra sorprendente. Y al simbolismo, porque no se pide la expresión sugerente, sino definidora. Ni matices ni vaguedades: exactitud. Si la palabra que aporte la inteligencia tiene que ser la cosa misma, esa cosa es la “creada por mi alma nuevamente”17. El poeta no pretende, por tanto, reproducir realidades, ni siquiera re-crearlas, sino crearlas por su alma. Inteligencia es un concepto filosófico complejo. En cualquier caso, parece bastante opuesto a la intuición bergsoniana. Ya vimos que, a su vez, Antonio Machado se apartó también de Bergson; mas de igual forma se alejó de Juan Ramón Jiménez al decir aquello de que “el intelecto no canta”. Antes, Bécquer, en la Rima III, escribió sobre la inspiración y la razón (aquí sinónimo de inteligencia): “con ambas siempre en lucha, / tan sólo al genio es dado / a un yugo atar las dos”.

Al mismo tiempo el tema de la muerte va evolucionando a lo largo de esta segunda época (la más feliz y menos neurótica de su vida), mostrando una progresiva liberación del alma (de lo mundano, de la muerte...) hacia lo eterno y lo bello. Llega a desafiar a la muerte en un poema de Piedra y cielo:

¿Qué más, qué dirás, adónde irássin mí? ¿No seré yo,

muerte, tu muerte, a quien tú, muertedebes temer, mimar, amar?

Poesía Y Belleza, ambos de 1923, son libros recapitulativos. Aislado en su esteticismo y en su “ansia de totalidad”, aparecerá solamente en sus colaboraciones de prensa, en sus revistas modélicas.17 R. Gullón, Conversaciones con Juan Ramón Jiménez, Madrid, 1958, p. 63

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Entre 1925 y 1935 publica una serie de Cuadernos en los que, junto a poemas nuevos, se muestran poemas reaparecidos. Más tarde los reunirá, ya en el exilio, en La estación total (1946), donde salvará su gran problema, la angustia ante la muerte, en una suerte de panteísmo, de comunión total con la belleza de la naturaleza, de la poesía, del amor, de la eternidad.

Escritor de la diáspora, Juan Ramón Jiménez se trasladó en 1936 a Puerto Rico y más tarde a Cuba. Finalmente se establecería en Puerto Rico en 1951. Toda su obra pende del hilo de la diáspora, esa transhumancia que ha hecho de escritores como el Nobel de Moguer, personajes tan sensibles a su entorno, tan evocadores de su patria chica, que su obra se ve irrenunciablemente impregnada de nostalgia.Alguno de sus biógrafos está convencido de que, salvo el romanticismo sentimental e impresionista de sus primeras obras, toda su segunda etapa esconde, ras la apariencia de una obra hermética, en busca de la expresión precisa, un impenetrable discurso de desarraigo.

2.4. Tercera época o última (1937 - 1958)

Comprende todo lo escrito en su exilio americano, otra vez con problemas de salud. Sigue “reviviendo” poemas y crea otros. Se produce un periodo de relativo silencio en su poesía hasta llegar a la nueva sacudida vital producida a partir de su viaje a Argentina y del reencuentro con su lengua. De hecho, sólo publicaría como libros independientes Romances de Coral Gables (1948) - que luego formaría parte del proyecto titulado En el otro

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costado - y Animal de fondo -que se convertiría en la parte primera de Dios deseado y deseante.  Esta etapa se reuniría fragmentariamente en su Tercera antología poética (1957), revisión de la Segunda más los: poemas nuevos. En ésta se incluyen, entre otras composiciones de difícil clasificación:18

  Romances de Coral Gables, compuesto entre 1939 y 1942, y publicado por vez primera en 1948. Estos romances entroncan con La estación total y suponen un paso más en la comunicación intima del poeta con la naturaleza en busca de lo absoluto. Hay recaídas en esta búsqueda y aparece también un motivo frecuente: la nostalgia de su Moguer natal. Al mismo tiempo representa la resolución de un problema vital: la muerte de su madre (separación y desamparo) y el encuentro con la divinidad. Se mantiene el ideal de sencillez y vuelve al romance y la canción, sin lo sensitivo y melancólico de la primera época, que ahora son trascendidos por la atmósfera mística, que los rodea.

  El importante poema Espacio, escrito en 1941, al salir casi resucitado de un hospital de Miami, a donde le había llevado una honda depresión, y que no fue publicado hasta 1954. Esta obra es casi unánimemente reconocida por los críticos como punto culminante de su producción poética. Se trata de un largo poema en prosa que sintetiza toda su obra anterior y preludia lo que seguirá a este libro. A modo de monólogo, sin asunto concreto; se trata de un acopio de recuerdos, sueños y símbolos de su obra anterior. Evoca sus lugares de infancia, de juventud, pueblos, ciudades, el mar, la mujer, los amigos, historias, sucesos de 18 M. Juliá, El universo de Juan Ramón Jiménez, Madrid, 1989

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guerra, enfermedades... Todo en una mezcla presidida por el Destino, que concibe la vida como hecha de Caín y Abel, de David y Goliat, cuando se siente como una hueca cáscara rota en la arena de la playa, como el cangrejo que aplasta su pie. Entonces dice adiós a su conciencia, que le dejará con la muerte para ir acaso a unirse con otro dios.  Todo con técnicas cercanas a la escritura automática de los surrealistas, con libre asociación de ideas y carencia de lógica ordenada, en que se combinan momentos de plenitud cercanos al éxtasis místico y momentos críticos de desolación total.

  Animal de fondo (1949) y Dios deseado y deseante (1957), en los que su misticismo llega al punto culminante. Habla de un dios que está ahí, en lo externo, “deseante”, sediento del poeta. Pero es, también, un dios inmanente, es decir, que habita en el interior del hombre, en su conciencia. Este “dios” no puede ser el creador del mundo, porque forma parte de él; ni el redentor ni el padre; es, dice Juan Ramón Jiménez, la “conciencia misma de los hombres”. El poeta llega a identificarse con este dios, porque  la esencia divina consiste en ser conciencia y él es conciencia, pensamiento poético. Tenemos, pues, como temas centrales del libro: Identidad del yo con la divinidad creante y creada: “Yo

sólo Dios y padre, y madre mía.” Identidad del yo con todo lo existente: “Soy todo”.

Exaltación del ánimo casi mística como consecuencia de la eterización: “¡Qué gloria, qué deleite, qué alegría, qué olvido de las cosas!”

Muchos son los contactos de Juan Ramón Jiménez con los 27

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miembros de lo que se ha venido en llamar “generación del ‘14” o “Novecentismo”, especialmente con José Ortega y Gasset.

Juan Ramón Jiménez, en Recuerdo, muestra su admiración por Ortega; éste, a su vez, encomendaba a Juan Ramón el magisterio de la nueva lírica. Pero, sobre todo, pueden observarse múltiples concomitancias de su “nuevo” pensamiento con la ideología básica de la generación novecentista. Fue Juan Ramón Jiménez quien, junto con Ortega, organizó el homenaje a Azorín, en Aranjuez en 1913. Con Pérez de Ayala participa en el fallido proyecto de la revista “Actualidad y futuro”.

El poeta reside por segunda vez en Madrid desde 1911, donde profundiza en el conocimiento del krausismo a la vez que se enriquece con la mentalidad compleja de la Institución Libre de Enseñanza, y podrá desde ella conocer los diferentes movimientos intelectuales del momento y acrecentar su amistad con Ortega. Ortega quería convertir a Juan Ramón en el poeta castellano de su generación. El poeta no lo ve claro, consideraba “un diletantismo inconcebible la exaltación de Castilla por los escritores del litoral”; y lo que, en cambio pretendería era la “exaltación de Andalucía a lo universal”. En este marco debería encuadrarse Platero y yo, pues no olvida que Giner de los Ríos se entusiasmó con él y podría ser interpretado en línea con la sensibilidad krausista. Su meditación sobre Andalucía es paralela a la de Ortega sobre Castilla y a la de Miró sobre el Levante español.

El momento clave de su acercamiento metodológico al novecentismo lo constituye su Diario de un poeta recién casado, que refleja el propósito de anotar y analizar cuanto al poeta le ocurre y se le ocurre. Este “nuevo” pensamiento marca la

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“Segunda época o intelectual”. El intelectualismo es una de las características del novecentismo y es también la base divisoria de su obra; clasificación totalmente aceptada por Juan Ramón, que llega a denominar su libros anteriores como “borradores silvestres”. Dos son los conceptos clave y las metas íntimas de Juan Ramón apuntados ya en esos “borradores” y llevados a cabo sistemáticamente ahora: “Desnudez y totalidad”.

Cuando nuestro poeta, después del matrimoniocon Zenobia y la muerte de su madre, desecha definitivamente el cristianismo como filosofía de salvación, uno de los puntos que le empuja al cambio es la admiración que, gracias a Ortega, sentía por Goethe. Esta admiración acercará a Juan Ramón hacia el ideal estético y religioso del creador germano: panteísmo, voluntariedad, culto a la obra bien hecha, alto concepto del quehacer poético, gusto por la poesía de elevado pensamiento, superación del problema de su propia muerte (es imposible el destrucción total del ser).

Característica clave del novecentismo es su preocupación por la palabra. Aunque Juan Ramón Jiménez opina a veces que el poeta, dado lo inefable de su experiencia, no debiera hablar, nadie más que él, poeta metafísico, en cierto modo neoplatónico, creyó en la fuerza creadora de la palabra. Desde 1916 hasta 1923 buscará intensamente un instrumento lingüístico adecuado: en Eternidades fundará toda una poética, y toda su obra posterior será un constante empeño por perfeccionar su léxico. De modo que la experiencia vital (anhelo creciente de totalidad) y las lecturas de la segunda época en busca de la creación de un mundo absoluto en y por la palabra son lo que le acerca más a esta generación novecentista. Posiblemente ninguno de sus

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componentes estuvo tan obsesionado por la búsqueda de una palabra nueva. Esto y la metafísica estética que genera lo convierten en el prototipo de poeta novecentista.

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CONCLUSIÓNES

Juan Ramón Jiménez publicó por primera vez a los 16 años, cuando aún era estudiante de los jesuitas. El mayor poeta de lengua española del siglo XX, merecedor del Premio Nobel de Literatura en 1956, iniciaba pronto una carrera en la que la inspiración: el modernismo, estaba abanderada en el nicaragüense Rubén Darío. La batalla contra el romanticismo e incluso contra los costumbristas, acababa de librarse. Y en ese frente, a sus 18 años, estaba Juan Ramón Jiménez.Desde la inspiración modernista de sus primeras obras, hasta la expresión sobria y limpia de sus últimas creaciones, queda una mediática construcción literaria en la que abunda el verso rítmico y lleno de colorido. A Juan Ramón Jiménez, atribulado por la búsqueda de la belleza, le sobraban, una vez superada la sugestión modernista, todos los elementos de la arquitectura modernista: esa decoración abrumadora y, a veces, inútil, con la que el poeta del modernismo pretende embrujar y embrujarse.

Podemos decir que el modernismo se percibe en sus primeros libros, aunque su mundo poético pronto apunta, como el de Bécquer, hacia lo inefable, con unos poemas hechos a partir de sensaciones refinadas por la espiritualidad, y de sutiles estados líricos, con un lenguaje musical.

En mi opinión, el arte de Juan Ramón Jiménez se hace independiente de cualquier escuela, aunque el simbolismo, ya totalmente asumido, siga influyendo en su poesía casi hasta el final. Con el paso de los años su estilo se hace cada vez más depurado, siempre en busca de la belleza absoluta, de la poesía y

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del espíritu que él intenta fundir con su lirismo esencial interior, sin dejar de ser al mismo tiempo metafísico y abstracto. En realidad, podemos hablar de una continuidad en su obra, de Unidad, debido al afán revisionista que comentamos anteriormente. Su deseo hubiera sido reescribir toda su obra el último día de su vida, para así estar todo él en cada poema.

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BIBLIOGRAFÍA

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6. M. P. Predmore, La obra en prosa de Juan Ramón Jiménez, Madrid, 1966

7. M. T. Font, Espacio: autobiografía lírica de Juan Ramón Jiménez, Madrid,

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8. G. Palau de Nemes, Vida y obra de Juan Ramón Jiménez Madrid, 1976

9. F. J. Blasco, La Poética de Juan Ramón Jiménez. Desarrollo, contexto y

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10. M. Juliá, El universo de Juan Ramón Jiménez, Madrid, 1989

11. http://www.juanramonjimenez.com/principal_frame_JR.htm

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13. http://www.secuoyas.com/escritoresespanoles/juan-ramon-jimenez.htm

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