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LA LEY DEL LABRADOR Es muy consolador ver la fuerza que está tomando la literatura católica. Estamos en una edad brillante en que el pensamiento católico está avanzando; cuanto más se agudiza el error, más crece la reacción. Les recomiendo “Neurosis y Sacramentos”. Hay que considerar a la neurosis como una enfermedad cualquiera. Este libro da precisión a las cusas que fueron consideradas hasta ahora en forma muy vaga entre los inicuos. La neurosis es emocional. Todos somos un poco neuróticos; cuando falta en nosotros la emoción quedamos como si no tuviéramos asideros; el mundo está tan inhumano que todo está lijando la sensibilidad humana. Cristo es el hombre normal; los sacramentos nos van asemejando a Cristo, luego ponen al hombre en su verdadero lugar. Quiero hablarles ahora de un llamamiento angustioso del Santo Padre. Las asociaciones están vacías. El catecismo en la Iglesia no tiene la fuerza necesaria. Estamos en un mundo que se derrumba. El Papa pide para remediarlo lo que la Santísima Virgen pide en sus apariciones de Fátima y de Lourdes: Penitencia y sacrificio. El sacrificio que hace falta es el amor al deber, llenar de vida nuestros deberes, simplificar toda devoción e ir hacia adentro. Ustedes están en ese camino. Reparar las cosas siendo auténticas cristianas, que el bautismo sea realmente vivido. Cuanto más nos acerquemos a Dios, hay que ir simplificando todo lo externo para ir hacia adentro, para que el se identifique con nuestra alma. En el mundo falta la paciencia. Hay que ir poco a poco fundándose en doctrina sólida y profunda; se esta en la ley que vacía al hombre. La pasión es precipitada pero la ley de las cosas de Dios es la paciencia; el árbol no crece a tirones. ¡La ley del labrador! En estos días leí el poema de Anne Vercors ya en su madurez. ¡Que maravilla! La perfecta adaptación de la voluntad humana a la voluntad divina, una verdadera cumbre.

La Ley Del Labrador Fray Petit de Murat

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La ley del labrador

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LA LEY DEL LABRADOR

Es muy consolador ver la fuerza que está tomando la literatura católica. Estamos en una edad brillante en que el pensamiento católico está avanzando; cuanto más se agudiza el error, más crece la reacción. Les recomiendo “Neurosis y Sacramentos”. Hay que considerar a la neurosis como una enfermedad cualquiera. Este libro da precisión a las cusas que fueron consideradas hasta ahora en forma muy vaga entre los inicuos. La neurosis es emocional. Todos somos un poco neuróticos; cuando falta en nosotros la emoción quedamos como si no tuviéramos asideros; el mundo está tan inhumano que todo está lijando la sensibilidad humana. Cristo es el hombre normal; los sacramentos nos van asemejando a Cristo, luego ponen al hombre en su verdadero lugar.

Quiero hablarles ahora de un llamamiento angustioso del Santo Padre. Las asociaciones están vacías. El catecismo en la Iglesia no tiene la fuerza necesaria. Estamos en un mundo que se derrumba. El Papa pide para remediarlo lo que la Santísima Virgen pide en sus apariciones de Fátima y de Lourdes: Penitencia y sacrificio.

El sacrificio que hace falta es el amor al deber, llenar de vida nuestros deberes, simplificar toda devoción e ir hacia adentro. Ustedes están en ese camino. Reparar las cosas siendo auténticas cristianas, que el bautismo sea realmente vivido. Cuanto más nos acerquemos a Dios, hay que ir simplificando todo lo externo para ir hacia adentro, para que el se identifique con nuestra alma.

En el mundo falta la paciencia. Hay que ir poco a poco fundándose en doctrina sólida y profunda; se esta en la ley que vacía al hombre. La pasión es precipitada pero la ley de las cosas de Dios es la paciencia; el árbol no crece a tirones. ¡La ley del labrador! En estos días leí el poema de Anne Vercors ya en su madurez. ¡Que maravilla! La perfecta adaptación de la voluntad humana a la voluntad divina, una verdadera cumbre.

Es necesaria la renovación interior, enseñar a abrir los Evangelios, conocer la profundidad de los Salmos, enseñar a comer el Pan, y se irá en progresión geométrica como crecen las plantas. Tiene que ser cosa de doctrina profunda, de una vida entera.

Estoy contento que la ansiedad del Pontífice llegue hasta aquí. Colocar esos focos, baluartes de vida interior. Cuando hay un hombre verdaderamente interior, hay una verdadera resurrección; es toda una muerte y un nuevo nacimiento, es gustar a Dios. Hay que expiar, hay que depurar; dejarse de gustitos y consuelos. . Mata, corta aquí, para que no lo hagas en la otra vida,

Tengo muchas ganas de ser “pasatista”, volver hacia atrás, antes de explicarles en qué consiste la relación del Corazón de Cristo con el Sacerdote. Mostrar el corazón vivificable del hombre vivificado por Cristo que quiere renovarlo. Tenemos que aprender a comer el pan que se nos da.

Estamos dormidos. Cada comunión tendría que ser algo insólito. ¡Nunca jamás hagamos una costumbre de la comunión! El día de ayer no lo recuerdo. No comulgue nunca. Todavía

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no comulgué. Lo haré sólo cuando mi comunión sea la de una Santa Catalina de Siena en que la hostia volaba para ir hacia ella. Lleguemos al silencio, a estar allí; que en ese momento no haya problema ni cosa que exista para nosotros. Si hubiéramos visto a Jesús en Galilea no hubiéramos sabido otra cosa que estar a su lado. La pobre hemorroisa curó por el sólo hecho de tocar la ola de su vestido, y nosotros, viene integro, con todo su amor, nos mete en el éxtasis divino, y quizá sólo decimos ¡ya comulgué!

Todo cambia cuando hago bien mi acción de gracias después de la comunión, no en tiempo sino en intensidad, en sosiego. ¡Vino a mí el que curó a los enfermos, Aquel cuya palabra enciende a las almas, el que resucito a Lázaro, el que camino kilómetros y kilómetros llamando al hombre! ¡Como no quiere perder su titulo de mendigo, viene a mí pidiendo mi amor, y yo árido, y apenas si me doy cuenta!

No se los digo para desalentarlas sino para que sepan que todo cambia, algo crece cuando nos aposentamos en Dios que nos visita. Mientras Marta anda agitada, y al llegar Jesús a Betania para resucitar a Lázaro sale a su encuentro activa, llena de fuego, María reposa, no se levanta, sabe que Dios esta en el reposo. Así nosotros, no movernos, no dejarnos llevar por las distracciones. Que viene el demonio a tironearnos, y nosotros con Cristo en medio de la soledad; dejar pasar. Dios lo permite para nuestra humildad, para que haya una convicción de darle todo.

Comprendemos que la Comunión es el acto más grande de la vida, y que luego podemos morir, porque allí está solucionado todo. Disposición no sensible sino de pura Fe. ¡Ustedes se dan cuenta, es para no hablar! ¡Que un Dios venga a visitarnos, y que venga humanado, humanado con naturaleza exactamente igual a la mía! Nosotros no sabemos apreciar todo esto.

Los paganos que salían de las costumbres corrompidas de su época comprendían tan naturalmente que había que ser santos que no podían comprender la necesidad de la confesión. (Luego se vio que ésta es muy útil para el desarrollo espiritual aunque no haya pecados) Aquellos cristianos saltaban hasta el cielo. Por eso le pusieron Effeso, ímpetu. Ímpetu de la Sangre que recién brotaba de Cristo.

No vayan a caer con esto en escrúpulos y a espaciar la comunión para cada semana. Dice Kempis que el demonio hace todo lo posible para retardar una sola comunión. Los escrúpulos son muchas veces de Satanas, no llevan a nada. Pero otras veces vienen de Dios para purificarnos el alma. A veces nos parece que todo está mal, que decimos una palabra y está mal, es como si se aclararan las miserias y de allí sale una humildad afinada.

Comulgad bien por todos los sacerdotes que comulgan mal, pero sin juzgar, qué sabemos, son relaciones recónditas de conciencia ante Dios. Comulgad bien e inculcad esto en vuestros hijos

¡Lo que es que Jesús venga a nosotros! ¡El que tiene todas las cosas en sus manos, el que mueve todos los destinos, el que tiene toda la humanidad en sus manos! ¡Qué ser humano nos visitó así! ¡Quién se anonadó y nos visito así! ¡Qué ser humano nos amó así, sin pedir nada, poniendo toda su vida en nuestras manos! ¡Porque Dios se entregó de manera

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incondicional a nosotros , y se deja crucificar nuevamente por nosotros! ¡El amor más fino, el más alto, ¿cuando llega a una entrega tan completa?! Lo que cauteriza a los condenados es que Dios no reprocha. El perdona hasta setenta veces siete y al día viene tan tranquilo como si recién instituyera la Eucaristía. “¡Voy a mi amada, a levantarla!” Como si por primera vez se encarnara y muriera por nosotros.

Les pido con toda mi alma que sus comuniones sean en la pureza de la fe, entregarse al amor. Las distracciones sean como jaurías de enemigos que ponen espinas a este Jesús que sufre para que Jesús tenga un reposo un sepulcro nuevo. Se lo pido de rodillas ante ustedes como lo haría la Iglesia entera contemplando toda esa indigencia en que esta Dios.

Tienen que darle lo que le dio la Santísima Virgen. Allí Jesús no extrañaba los nueve coros angélicos ¡allí estaba el dechado de la Jerusalén celestial! Que nuestras misas sean muy grandes, únicas, sin recordar las anteriores. Cada día es una nueva oportunidad que se nos da para que seamos santos.

Bien hijas. Que Dios os bendiga mucho.

F.A. 20 de mayo de 1954