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Dr. Gustavo Villarreal Reyna LESIÓN AXONAL DIFUSA, CONTUSIÓN Y DAÑO DEL TALLO CEREBRAL El traumatismo craneoencefálico (TCE) es un insulto hacia el parénquima cerebral el cual no es degenerativo ni congénito e implica fuerzas externas; acompañado de alteraciones en la memoria transitoria o permanentemente, funciones psicológicas y funcionales, y alteración de la conciencia. Para el estudio del traumatismo craneoencefálico (TCE) se deben tomar en cuenta ciertos términos. Conmoción cerebral: implica una agitación violenta que conlleva a una perdida transitoria de sus funciones. Contusión: implica un hematoma, laceración o daño en el tejido cerebral sin interrupción de su arquitectura, sin embargo puede ser utilizada en muchas otras entidades. En cuanto al mecanismo de la lesión esta puede ser: Cerrada: para que ocurra una lesión cerebral debe existir la aplicación de una fuerza de una magnitud considerable a la cabeza, una flexión o extensión violenta del cuello o una explosión por el aumento extremo de la presión ambiental. Abierta: los misiles a alta velocidad tienen la capacidad de penetrar la bóveda craneana. Por compresión: entre 2 fuerzas convergentes que lesionan el cerebro sin causar algún movimiento significativo de la cabeza. Epidemiología El traumatismo es una enfermedad de proporciones crecientes y un problema de salud pública. Las estadísticas en México la colocan en el 4to lugar de mortalidad por abajo de las enfermedades cardiovasculares, la diabetes mellitus y el cáncer, pero si se toma en cuenta sólo a la población en edad productiva (15-64 años) ocupa el primer lugar. De acuerdo al Sistema de Vigilancia Epidemiológica de Lesiones por Causa Externa (SVELECE) de la Secretaría de Salud, el traumatismo craneoencefálico ocupa el primer lugar en internamientos. Dentro del trauma, la lesión primaria más frecuente es la craneoencefálica (TCE). Mortalidad: en EU hay más de 52,000 por año a causa de TCE. El ECG inicial y la severidad del TCE dan un pronóstico de sobrevida al paciente.

Lesion Axonal Difusa, Contusion y Lesion Del Tallo Encefalico

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LESIÓN AXONAL DIFUSA, CONTUSIÓN Y DAÑO DEL TALLO

CEREBRAL

El traumatismo craneoencefálico (TCE) es un insulto hacia el parénquima cerebral el cual

no es degenerativo ni congénito e implica fuerzas externas; acompañado de alteraciones

en la memoria transitoria o permanentemente, funciones psicológicas y funcionales, y

alteración de la conciencia.

Para el estudio del traumatismo craneoencefálico

(TCE) se deben tomar en cuenta ciertos términos.

Conmoción cerebral: implica una agitación violenta

que conlleva a una perdida transitoria de sus

funciones.

Contusión: implica un hematoma, laceración o daño

en el tejido cerebral sin interrupción de su arquitectura,

sin embargo puede ser utilizada en muchas otras

entidades.

En cuanto al mecanismo de la lesión esta puede ser:

Cerrada: para que ocurra una lesión cerebral debe existir la aplicación de una fuerza de

una magnitud considerable a la cabeza, una flexión o extensión violenta del cuello o una

explosión por el aumento extremo de la presión ambiental.

Abierta: los misiles a alta velocidad tienen la capacidad de penetrar la bóveda craneana.

Por compresión: entre 2 fuerzas convergentes que lesionan el cerebro sin causar algún

movimiento significativo de la cabeza.

Epidemiología

El traumatismo es una enfermedad de proporciones crecientes y un problema de salud

pública. Las estadísticas en México la colocan en el 4to lugar de mortalidad por abajo de

las enfermedades cardiovasculares, la diabetes mellitus y el cáncer, pero si se toma en

cuenta sólo a la población en edad productiva (15-64 años) ocupa el primer lugar.

De acuerdo al Sistema de Vigilancia Epidemiológica de Lesiones por Causa Externa

(SVELECE) de la Secretaría de Salud, el traumatismo craneoencefálico ocupa el primer

lugar en internamientos. Dentro del trauma, la lesión primaria más frecuente es la

craneoencefálica (TCE).

Mortalidad: en EU hay más de 52,000 por año a causa de TCE. El ECG inicial y la

severidad del TCE dan un pronóstico de sobrevida al paciente.

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Patofisiología

Pueden destacarse de modo esquemático dos tipos básicos de alteraciones: el daño

primario y el daño secundario.

Daño Cerebral Primario

Se relaciona con el mecanismo y la energía desarrollada en el traumatismo. Por ello, la

presencia de una fractura presupone que el impacto ha sido importante y que el paciente

es un candidato probable para presentar lesiones intracraneales.

El daño primario posee un sustrato microscópico específico: lesión celular, desgarro y

retracción de los axones, y alteraciones vasculares. Estos cambios traducen

macroscópicamente dos tipos, focal y difuso, de lesión:

Lesión Focal

Está condicionada por fuerzas directas transmitidas a través del cráneo. La lesión focal

única o múltiple ocurre frecuentemente en los polos frontales y temporales, y también en

las superficies inferiores de estos lóbulos, donde el tejido nervioso está en contacto con

los relieves óseos.

El ejemplo más representativo lo constituye la contusión cerebral, que consiste en un

área de laceración del parénquima asociada a hemorragia subdural y edema mixto

(vasogénico y citotóxico).

Puede evolucionar hacia:

1. La resolución espontánea.

2. La formación de un hematoma secundario al daño de vasos en el foco de

contusión

3. El aumento progresivo de su volumen.

Las áreas contundidas producen déficit neurológico por destrucción tisular, compresión

del tejido cerebral vecino e isquemia. Son causa de sobreactividad cuando alcanzan un

volumen suficiente como para producir desplazamiento.

Lesión Difusa

Se circunscribe básicamente a la lesión axonal difusa (LAD) y a algunos casos de

tumefacción (“swelling”) cerebral difusa o microvascular, tanto uni como bilateral.

La clave para la formación de la lesión

axonal difusa implica un traumatismo

cerrado, un golpe contra algún objeto

sólido y movimiento de aceleración y

desaceleración; Con el subsecuente

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estiramiento axonal, daño y eventual separación de las fibras. El área que se afecta con

mayor frecuencia es la cortico medular, ya que la materia blanca y la gris cuentan con

densidades diferentes y aunados a los movimientos de inercia, la aceleración y

desaceleración, causan que la materia de menor densidad se mueva mas rápido que la

de mayor densidad, causando una disrupción en la interface entre estas.

El daño axonal se atribuye a 3 factores:

1. La distancia del centro de la rotación.

2. El arco de la rotación.

3. La duración y fuerza de las fuerzas.

Existen 2 tipos de daño axonal:

Primaria: Corresponde a esta categoría la presencia de áreas cerebrales más o

menos extensas, dañadas como consecuencia de un estiramiento y/o distorsión de

los axones que produce per se su desconexión funcional o ruptura física.

Sin embargo, este tipo de agresión mecánica ocurre en menos del 6% de las fibras

afectadas.

Secundaria (diferida): en la mayoría de los axones dañados la lesión no se debe

a interrupción anatómica sino a aumento de la permeabilidad para el calcio

extracelular en los nodos de Ranvier y en el propio citoesqueleto.

El acúmulo de calcio intracelular inicia un proceso que determina la destrucción del

axón, pasadas unas horas o días.

Tanto en las axotomías primarias como en las diferidas que evolucionan

desfavorablemente, los cambios histopatológicos ulteriores son progresivos y se

manifiestan como:

a) Formación precoz de bulbos de retracción axonal.

b) Acúmulo de células microgliales semanas después.

c) Presencia de largos tractos con fenómenos de degeneración walleriana, al cabo

de unos meses.

Esta degeneración, se produce en cuatro fases diferenciadas: en la primera, los

cambios físicos de la degeneración se observan en ausencia de cambios bioquímicos de

la mielina y, por tanto, no es fácilmente detectables mediante técnicas convencionales de

neuroimagen.

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En la segunda fase, a partir de la cuarta semana, se producen cambios en las proteínas

de la mielina y se altera la relación lipídico-proteica. La tercera fase, entre las 6 y 8

semanas tras el TCE, se caracteriza por el incremento del edema y de la ruptura lipídica.

En esta fase, la degradación de la mielina se puede ya observar en las RM. Finalmente,

meses después de la lesión, se observa una clara atrofia cerebral que se evidencia por la

pérdida de volumen cerebral global.

La lesión axonal difusa es la causa más común de estado vegetativo persistente y de

discapacidad grave después de un TCE (Graham, 1996). Desde el punto de vista clínico,

la LAD produce confusión, pérdida de conciencia o coma según la gravedad del TCE

debido a la interrupción de las fibras ascendentes (Gennarelli y Graham, 1998).

El grado de desconexión marca la gravedad y duración del coma y la presencia y duración

de la amnesia postraumática

Neuropsicológicamente, el daño axonal difuso deja como secuelas la disminución

de la capacidad de realizar nuevos aprendizajes y alteraciones de la atención, de la

velocidad de procesamiento de la información y de las funciones ejecutivas.

La alteración de las funciones frontales es una constante y se explica por el hecho de que

las funciones frontales requieren la integridad de todos los circuitos córtico-corticales y

córtico-subcorticales, circuitos que están afectados por la lesión axonal difusa (Scheid et

al., 2006; Wallesch et al. 2001).

Indicadores indirectos de daño axonal difuso mediante técnicas de neuroimagen

Las microhemorragias que se producen en la lesión axonal difusa se pueden visualizar en

resonancia magnética en secuencias potenciadas en T2, especialmente con

adquisiciones mediante máquinas de 3 Tesla.

Durante muchos años, la dilatación ventricular observable en las tomografías

computarizadas era el único parámetro que reflejaba las secuelas del daño axonal difuso.

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En la fase aguda tras el TCE, la TC muestra signos de compresión cerebral que

consisten en la reducción del tamaño ventricular y cambios en la densidad del tejido que

reflejan el edema y se observan también microhemorragias. Según los hallazgos en la

imagen de resonancia magnética (IRM), la lesión axonal difusa puede clasificarse en 3

grados.

Grado I: afecta la convexidad de la unión de la sustancia blanca y

sustancia gris.

Grado II: se observan además lesiones focales en el cuerpo calloso.

Grado III: hay evidencia de daño cerebral adicional en el tronco cerebral.

En fase subaguda o crónica el conjunto del daño cerebral difuso primario y secundario en

los TCE se refleja de forma indirecta en la TC y la IRM por la progresiva dilatación

ventricular, denominada hidrocefalia ex vacuo, porque se trata de un incremento del

líquido cefalorraquídeo por ocupación de un espacio que ha quedado vacío debido a la

pérdida de masa encefálica (sustancia blanca y sustancia gris).

Esta dilatación ventricular va aumentando conforme se van produciendo procesos de

fagocitosis que siguen a las degeneraciones anterógradas, retrógradas y transneuronales

(Bigler, 2003).

El efecto destructor del mecanismo traumático es más patente cerca de la sustancia

blanca subcortical y menos a nivel del tronco, y la extensión del daño en sentido

centrípeto está proporcionalmente relacionada con la aceleración del cráneo en el

momento del traumatismo.

Las alteraciones se localizan preferentemente en los centros semiovales de la sustancia

blanca subcortical de ambos hemisferios cerebrales, en el cuerpo calloso, en los

cuadrantes dorsolaterales del mesencéfalo, en los pedúnculos cerebelosos, e incluso en

el bulbo.

Los pacientes que padecen una lesión axonal difusa están subreactivos desde el

momento en que se inflige el traumatismo porque la afectación axonal interrumpe las

señales del sistema reticular activador ascendente.

Las manifestaciones clínicas incluyen un espectro de presentaciones que van desde la

conmoción cerebral (i.e., inconsciencia durante menos de 6 horas) hasta la lesión axonal

difusa grave (i.e., inconsciencia durante más de 24 horas con signos de disfunción de

tronco).

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Conmoción Cerebral

Una conmoción cerebral conlleva a una parálisis de las funciones nerviosas

postraumáticas, de manera reversible e inmediata y estos efectos pueden durar de

manera variable.

No existe una correlación con el tiempo en que el paciente se encuentre estuporoso o

comatoso y sin embargo entre más

prolongado sea, la posibilidad de

encontrar hemorragias y contusiones

intracerebrales aumenta y esto

conlleva a la persistencia de estado

comatoso y a su irreversibilidad.

Las condiciones óptimas para la

conmoción cerebral se dan cuando

hay un cambio repentino en el

movimiento de la cabeza; se imprime

un movimiento rápido a la cabeza en

reposo o el movimiento de la cabeza

es detenido bruscamente o sobre

una superficie, por aceleración y desaceleración respectivamente.

Manifestaciones Clínicas

Pérdida de la conciencia, supresión de reflejos, abolición de la respiración de manera

transitoria, periodos breves de bradicardia y caída de la presión sanguínea seguida de un

aumento en el momento del impacto.

Si el evento es suficientemente fuerte, puede conllevar a la muerte. En su forma

moderada, puede no haber perdida de la conciencia, solamente un periodo de

desorientación y amnesia donde el paciente se observa normal.

Los signos vitales usualmente regresan a su estado normal y se estabilizan en unos

segundos mientras el paciente se mantiene inconsciente. Posterior a la pérdida de

conciencia pueden ocurrir una ligera extensión de las extremidades, convulsiones clónicas

de 20 segundos de duración o movimientos peculiares.

Los reflejos plantares son transitoriamente extensores. Después de un tiempo el paciente

comienza a moverse y a abrir los ojos. Los reflejos corneales, faríngeos y cutáneos

originalmente se encuentran deprimidos, van recuperándose lentamente. Gradualmente

existe un contacto entre el ambiente y el paciente, comienza a obedecer órdenes simples,

la memoria no está preservada en este momento.

Finalmente hay una completa recuperación cuando el paciente es capaz de tener una

memoria consecutiva. El tiempo que el paciente tarde en recuperarse completamente

puede variar entre segundos, minutos, horas o días y solo existe una diferencia

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cuantitativa. Para el observador, estos pacientes son comatosos desde el momento de la

contusión y perdida de la conciencia hasta que comienza a abrir los ojos; sin embargo

para el paciente, el periodo de inconsciencia abarca desde un punto en el tiempo antes de

la contusión (amnesia retrograda), hasta el momento en que puede formar una memoria

consecutiva, hasta el final de la amnesia anterógrada. La duración del periodo amnésico,

particularmente la amnesia anterógrada, es un indicador de la severidad de la contusión.

Daño Cerebral Secundario

Ocurre como respuesta al daño primario y a ciertos eventos sistémicos. En el primer caso

se deben considerar las lesiones vasculares, que pueden determinar la presencia de

hematomas intracraneales, responsables de la elevación de la presión intracraneal (PIC).

El aumento patológico de la PIC es la causa local vinculada con mayor especificidad a un

incremento del índice de morbimortalidad en el TCE. Igualmente, la duración de la HIC

empeora el pronóstico. De hecho, la demora en la evacuación de un hematoma

intracraneal significativo posibilita la aparición de secuencias bioquímicas que producen

edema vasogénico, edema intracelular e hiperemia.

Estas lesiones actúan incrementando aún más la PIC, por el aumento de volumen que

acarrean y, además, pueden alterar directamente el metabolismo celular. Por ejemplo, el

edema vasogénico secundario a la disrupción de la barrera hematoencefálica -al separar

los capilares de las células- perturba el aporte de oxígeno al cerebro induciendo isquemia.

Otro factor local vinculado a lesión vascular es el vasoespasmo, que ocurre

aproximadamente en el 25% de los pacientes con hemorragia subaracnoidea

postraumática. Si el vasoespasmo se asocia a un aporte sanguíneo bajo puede generar

isquemia o infarto cerebral.

Cuando en la fase final del período isquémico se produce la revascularización, la

hiperoxemia tisular vinculada al mismo posibilitaría la extensión de la lesión más allá del

foco o focos isquémicos

También existe daño secundario en relación con causas sistémicas. De las muchas

descritas cabe destacar, como primera variable individual, la hipotensión arterial. Se ha

observado que ésta, incluso cuando actúa durante períodos breves, eleva la tasa de

mortalidad del TCE grave del 27% al 50%5. La hipoxemia también empeora el pronóstico

Técnicas de abordaje del paciente con traumatismo cráneo encefálico

Se debe seguir un orden protocolizado para el abordaje y diagnóstico de todo paciente

con TCE, de la siguiente manera:

Evaluación clínica: La valoración clínica de pacientes con TCE y la vigilancia

cuidadosa del estado de conciencia es muy importante, y en muchos casos, es el indicado

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para proceder a la intervención quirúrgica, sobre todo en los casos en que los estudios

radiológicos no son contundentes.

Historia clínica: En la confección de la historia clínica los datos son útiles en

forma general, aprovechar la presencia de testigos que recogieron o trasladaron al

accidentado para conocer la hora o las circunstancias del accidente. Se debe de

preguntar si el paciente pudo hablar en algún momento. Se debe anotar la hora en que

ocurrió el accidente, y tiempo transcurrido al momento de llegar a la emergencia.

Anamnesis: Es fundamental investigar los siguientes hechos: ¿Fue un accidente

o consecuencia de un síncope, crisis convulsiva u otras causas de pérdida de la

conciencia? ¿Hubo pérdida de la conciencia? ¿Se despertó tras el golpe o es capaz de

relatar todos los hechos? (forma en que ocurrió el accidente, quién lo recogió, traslado a

urgencias, etc.). ¿Cuánto tiempo estuvo inconsciente? ¿Ha vomitado, tiene cefalea? ¿Ha

tomado algún medicamento o alcohol?

Signos vitales: La hipercapnia es una posible causa de vasodilatación cerebral

intensa que origina hipertensión intracraneal. El patrón respiratorio de Cheyne-Stokes es

debido a un proceso cortical difuso y puede ser signo de herniación transtentorial. Los

episodios de apnea son signos de disfunción del tronco cerebral. La taquipnea puede

presentarse debido a ompromiso del tronco cerebral (hiperventilación central

neurogénica) o causada por hipoxia.

El aumento de la presión sistólica arterial refleja el incremento de la presión

intracraneal y forma parte del reflejo de Cushing (hipertensión, bradicardia, dificultad

respiratoria). La hipotensión puede presentarse cuando se produce una hemorragia

masiva del cuero cabelludo o cara, shock espinal, herniación y compresión del tronco

cerebral.

Valoración neurológica: Se inspecciona la cabeza en busca de desgarros del

cuero cabelludo, fracturas compuestas de cráneo o signos de fractura de base de cráneo

(signo del «mapache», equimosis periorbitaria , en sospecha de fractura de la fracción

petrosa del temporal cuando se encuentra sangre o LCR por detrás de la membrana del

tímpano o parece el signo de Battle, con equimosis de la apófisis mastoides), también se

sospecha en fractura de la base craneal cuando se identifica un nivel hidroaéreo en la

radiografía lateral, en los senos frontal, esfenoidal o mastoide.

Determinación del nivel de conciencia: La evaluación del estado mental seguido

a trauma cerrado de cráneo está dentro del rango de confusión leve a coma. La severidad

de lesión cerebral puede establecerse prontamente mediante la evaluación del nivel de

conciencia, función pupilar y déficit motor de extremidades a través de la escala de coma

de Glasgow.

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De acuerdo a esta escala los traumatismos craneanos pueden ser clasificados en:

a. Leve: Glasgow entre 14 a 15

b. Moderado: Glasgow entre 9 a 13

c. Severo: Glasgow entre 3 a 8

Esta valoración pierde validez en el paciente que ha ingerido alcohol o que está bajo el

efecto de drogas.

Evaluación pupilar: Se evalúa simetría, calidad y respuesta al estímulo luminoso.

Cualquier asimetría mayor de 1 mm será atribuida a lesión intracraneal. La falta de

respuesta pupilar unilateral o bilateral es generalmente un signo de pronóstico

desfavorable en adultos con lesión cerebral severa.

Lesiones oculares obvias, asimetría pupilar y arreflexia, pueden traducir

hemorragia de vítreo como resultado de presión intracraneal aumentada o lesión directa

vitral-retinal o transección de los nervios ópticos intracraneales asociados a fractura

basilar. El examen de fondo de ojo es usualmente normal en los momentos siguientes al

trauma craneal, los signos de papiledema pueden aparecer luego de varias horas,

generalmente 10 a 12 horas.

Trastornos motores: En pacientes que pueden cooperar se observa asimetría en

el movimiento en respuesta al estímulo doloroso. Otros hallazgos posibles son la ausencia

del reflejo corneal, lo cual puede indicar disfunción pontina o lesión de los nervios

craneales V y VII, en el reflejo oculocefálico la respuesta es dependiente de la integridad

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de las conexiones entre el aparato vestibular, puente y núcleos cerebrales del III y VI

nervio.

Posturas de decorticación y descerebración indican lesión hemisférica o de cerebro medio

respectivamente. En la hernia uncal existirá hemiparesia contralateral progresiva,

midriasis de la pupila ipsilateral, seguida por ptosis y limitación del movimiento del ojo del

mismo lado.

TAC de cráneo: Es el examen no invasivo de elección que aporta información

más específica sobre las lesiones intracraneales que ocupan espacio. Se indica en

pacientes con: Lesión craneal con alteración del estado de conciencia. Estado de

conciencia deteriorado. Déficit focal neurológico. Convulsión postraumática. Presencia de

fractura craneal con trazo deprimido. Es el estándar de oro para el manejo del TCE, ya

que permite clasificar el tipo de lesión y de acuerdo al grado de la misma poder

implementar el manejo.

La resonancia magnética nuclear (RMN): Es más sensible en lesiones

subagudas.

Complicaciones médicas

Lesión en tallo encefálico (materia blanca): Pacientes comatosos desde el

momento del traumatismo craneoencefálico: esta entidad esta propiciada por una lesión

cerebral. Cuando hay una perdida de la conciencia por días es difícil recuperar el estado

de conciencia previo. Una examinación minuciosa puede revelar: una presión intracraneal

por contusión cerebral, hemorragia subaracnoidea, zonas de infarto, hemorragia en

cuerpo calloso, en dirección al trayecto del golpe.

En algunos pacientes la lesión axonal difusa es una anormalidad importante; en la

mayoría de los casos de coma, se encuentran zonas hemorrágicas e isquémicas en

zonas estratégicas: cerebro medio superior y la región talámica inferioir.

Se encuentran cantidades variables de hemorragia en espacio subaracnoideo y subdural.

Desplazamiento del tálamo y cerebro medio es frecuente. En algunos casos se encuentra

una franca herniación transtentorial.

Los pacientes que sobreviven y permanecen en un estado vegetativo hasta la muerte, se

ha demostrado que el 80% de estos pacientes presentan daño talámico y el 71% lesión

axonal difusa.

La presencia de traumas extracraneales contribuye a un mal pronóstico. Existe un cierto

porcentaje de pacientes que recobran la conciencia, que sin embargo nunca egresan a su

estado de conciencia normal.

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Convulsiones postraumáticas: suelen ocurrir en posterior a un TCE leve a

moderado. Son generalmente generales o parciales, crisis de ausencia son poco

frecuentes. Se clasifican según su tiempo de presentación: inmediatas –primeras 24 hrs,

tempranas – los primeros 2 a 7 días, y las tardías – después de 7 días.

Tienen una incidencia del 5-18.9%, con factores de riesgo como el alcoholismo, edad

avanzada e historia previa de convulsiones. Si un paciente presenta un episodio, la

probabilidad de que vuelva a presentarlo es de 50%.

Por lo que se recomienda siempre de manera profiláctica la administración de fenitoina

durante la primera semana, si no se presentan episodios, se recomienda su suspensión.

Hidrocefalia: puede ser comunicante o no comunicante, la comunicante es

frecuente en TCE y ocurre cuando la obstrucción se encuentra en el espacio

subaracnoideo. Y se pueden presentar con nausea, vomito, mareo, obnubilación,

demencia, ataxia y/o incontinencia urinaria.

Tratamiento

Medidas generales: el primer paso para disminuir la presión intracraneal es

controlando los factores incidentales que propician el aumento de este; como hipoxia,

hipercapnia, hipertermia, posiciones de cabeza que comprimen las venas yugulares y un

aumento de presión en las vías respiratorias.

Si la presión intracraneal rebasa los 20mmHg, se pueden llevar a cabo varias

medidas: deshidratación hiperosmolar (.25 a1.0g de manitol al 20% cada 3 a 6 hrs o .75 a

1mg/Kg de furosemida o 3% salino) con un Na sérico arriba de 138 mEq/L y una

osmolaridad de 290 a 300 mOm/L.

Manejo de la presión sistémica: inmediatamente posterior, hay una respuesta

sipaticoadrenal que responde a una elevación de la presión arterial que cede

espontáneamente en horas o días.

A menos que la presión arterial sea excesivamente alta (mas de 180/95 mmHg) puede

dejarse a libre evolución. En estudios con animales se ha demostrado que un gran

aumento en la presión arterial esta relacionado con un aumento en la perfusión cerebral

con un aumento en el edema que rodea a la contusión y a las hemorragias.

Así que debe haber un control de la presión arterial sin afectar la adecuada perfusión

arterial cerebral, ya que la mínima disminución de la profusión arterial puede causar una

vasodilatación, aumentar el volumen sanguíneo cerebral y causar un aumento en la

edematización cerebral.

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Bibliografía.

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