4
HISTORIA Y SOCIEDAD 88 / RAÍCES 103 RAMÓN RODRÍGUEZ CARRERO Max Nordau. A la liberación nacional por el deporte M AX NORDAU fue un periodis- ta e intelectual húngaro de origen judío que publicó en 1892 un voluminoso ensayo titu- lado Degeneración. Aunque hoy este libro esté olvidado, disponible solo en bibliotecas digitalizadas, en su tiem- po causó un buen revuelo en la opi- nión pública europea y fue traducido a 18 idiomas. Médico de formación y dueño de una de esas barbas augus- tas del XIX que murieron a la vez que la fe en la razón y el progreso, Nor- dau era seguidor de las teorías del también judío Cesare Lombroso. Si en sus visitas a las cárceles y los arra- bales el famoso forense fundador de la Criminología había creído recono- cer los rasgos físicos que identifican a las clases delictivas, Nordau dio un paso más y encontró esas supuestas marcas de atavismo y desequilibrio mental muy lejos de los barrios ba- jos. En Degeneración, Nordau cargó con furia cientificista contra prácti- camente todos los grandes nombres de la cultura europea del fin de siècle. Para nuestro hombre (tal y como se cita en Años de vértigo; cultura y cambio en Occidente, 1900-1914 de Phillip Blom, publicado en España por Anagrama en 2010) figuras como el poeta simbolista Paul Verlaine, «un degenerado repulsivo con el cráneo asimétrico y cara de mongólico [...] un viejo senil que en su discurso in- coherente exhibe la falta de cualquier idea clara, usa expresiones que no sig- nifican nada e imágenes retorcidas» representaban una auténtica amena- za para Europa, y eran, al mismo tiem- po, síntoma y causa de la decadencia física y moral que asolaba el viejo continente. «Quienquiera que consi- dere que la civilización es un bien valioso y merece ser defendido, debe aplastar sin piedad, con los pulgares, a esa sabandija antisocial». No hay muchos motivos para pen- sar que estos aspavientos verbales Max Nordau (1849 - 1923)

Max Nordau. A la liberación nacional por el deporte · sa sionista, sobre todo, entre las cla-ses populares. Al calor de su discur-so, y sus artículos posteriores desa-rrollando

  • Upload
    others

  • View
    7

  • Download
    0

Embed Size (px)

Citation preview

Page 1: Max Nordau. A la liberación nacional por el deporte · sa sionista, sobre todo, entre las cla-ses populares. Al calor de su discur-so, y sus artículos posteriores desa-rrollando

HISTORIA Y SOCIEDAD

88 / RAÍCES 103

RAMÓN RODRÍGUEZ CARRERO

Max Nordau. A laliberación nacionalpor el deporte

MAX NORDAU fue un periodis-ta e intelectual húngaro deorigen judío que publicó

en 1892 un voluminoso ensayo titu-lado Degeneración. Aunque hoy estelibro esté olvidado, disponible solo enbibliotecas digitalizadas, en su tiem-po causó un buen revuelo en la opi-nión pública europea y fue traducidoa 18 idiomas. Médico de formación ydueño de una de esas barbas augus-tas del XIX que murieron a la vez quela fe en la razón y el progreso, Nor-dau era seguidor de las teorías deltambién judío Cesare Lombroso. Sien sus visitas a las cárceles y los arra-bales el famoso forense fundador dela Criminología había creído recono-cer los rasgos físicos que identificana las clases delictivas, Nordau dio unpaso más y encontró esas supuestasmarcas de atavismo y desequilibriomental muy lejos de los barrios ba-jos.

En Degeneración, Nordau cargócon furia cientificista contra prácti-camente todos los grandes nombresde la cultura europea del fin de siècle.Para nuestro hombre (tal y como secita en Años de vértigo; cultura ycambio en Occidente, 1900-1914 dePhillip Blom, publicado en Españapor Anagrama en 2010) figuras comoel poeta simbolista Paul Verlaine, «undegenerado repulsivo con el cráneoasimétrico y cara de mongólico [...]un viejo senil que en su discurso in-coherente exhibe la falta de cualquieridea clara, usa expresiones que no sig-nifican nada e imágenes retorcidas»representaban una auténtica amena-za para Europa, y eran, al mismo tiem-po, síntoma y causa de la decadenciafísica y moral que asolaba el viejocontinente. «Quienquiera que consi-dere que la civilización es un bienvalioso y merece ser defendido, debeaplastar sin piedad, con los pulgares,a esa sabandija antisocial».

No hay muchos motivos para pen-sar que estos aspavientos verbalesMax Nordau (1849 - 1923)

Page 2: Max Nordau. A la liberación nacional por el deporte · sa sionista, sobre todo, entre las cla-ses populares. Al calor de su discur-so, y sus artículos posteriores desa-rrollando

HISTORIA Y SOCIEDAD

RAÍCES 103 / 89

fueran algo más que una pose. Nor-dau tenía 42 años cuando su polémi-co libro salió de la imprenta y gozabade una sólida posición económica,aunque sus comienzos no habían sidofáciles. Era hijo de un poeta y rabinoafincado en Pest (antes que se unieraa Buda) apellidado Südfeld, que mu-rió cuando Maximilian aún no habíaterminado sus estudios de Medicina.Tuvo que hacerse cargo de su fami-lia, y empezó a colaborar con variaspublicaciones periodísticas. En cuan-to terminó la carrera, abrió consultaen París y –en un gesto que hará son-reír a más de un freudiano– cambióde su apellido el sur por el «Nord» yel campo (feld), por el prado (au).

También se había apartado de sureligión, pero el tsunami de antisemi-tismo que provocó en Francia el casoDreyfus le llevó a tomar contacto conotro periodista hebreo afincado enParís, el vienés Theodor Herzl, conquien empezó a barruntar la necesi-dad de la creación de un estado pro-pio para los judíos. Organizaron jun-tos el Primer Congreso Sionista, ce-lebrado en Basilea en 1897 con unéxito notable.

Además de aportar un sano airedemocrático a los primeros pasos delmovimiento (parece que Herzl se opo-nía a tomar resoluciones mediantevotación, pero Nordau le convencióde lo contrario apelando a un, real osupuesto, «don natural» de los judíospara las cuestiones públicas) Nordauno estaba dispuesto a renunciar a suobsesión con la decadencia física ymoral europea, y, en una sorprenden-te amalgama, la fusionó con sus nue-vas convicciones políticas.

En 1898, su discurso en el Segun-do Congreso Sionista trató el tema delo que él denominó Muskeljunden-tum: «judaísmo muscular», trasuntode la muscular christianity que habíandivulgado décadas antes algunossportsmen victorianos. Dando porbueno el cliché antisemita del judío

del gueto, pálido, en-clenque, con los ojosrojos por las incontableshoras de estudio frentea la Torá, Nordau hizoun ardiente llamamien-to al renacimiento cor-poral y espiritual de losjudíos de Europa, quedebían luchar para quela plaga de neurasteniay debilidad de todo orden que se ex-tendía entre los gentiles no les afec-tase. Desde la tribuna, preconizó unanueva raza de judíos de «mente cla-ra, vientre firme y músculos duros»,un pueblo que gobernase en sus bí-ceps antes de mandar en su propiodestino como nación.

Hoy sus ideas pueden parecernos,como poco, extravagantes, pero fue-ron acogidas con auténtico entusias-mo, e impulsaron sobremanera la cau-sa sionista, sobre todo, entre las cla-ses populares. Al calor de su discur-so, y sus artículos posteriores desa-rrollando la idea del «judaísmo mus-cular», nacieron clubes deportivosjudíos por toda Europa, entre los másfamosos los vieneses Hakoah (1909)y Bar Kochba (1898) y la Unión deClubes Deportivos Maccabi (1902) enBerlín. Estos dos últimos, nombradosen honor al último líder judío quepuso en jaque al imperio romano y alos legendarios guerreros que recupe-raron la independencia para Israelcuando estaba bajo dominio persa,respectivamente, dan una idea del fer-vor sionista con el que se pusieron asudar los judíos de Europa.

El prusiano Eugen Sandow, con-siderado fundador del culturismomoderno, ídolo de multitudes y ex-plorador de nuevos modelos de mas-culinidad rigurosamente heterosexualpara nada reñidos con vistosos calzo-nes de estampado de piel de leopar-do, saludaba en su revista a los nue-vos hebreos musculosos, que a dife-rencia de «los artistas de circo judíos

de antaño que se aver-gonzaban de serlo ybuscaban, por mediode un toque quirúrgico,esconder el signo de sufiliación religiosa, pro-claman libre y orgullo-samente su condiciónde judíos».

Artista circense,pero en absoluto aver-

gonzado de su nariz, el herrero pola-co Siegmund «Zishe» Breithart(1893-1925) alcanzó la fama mundialpor sus pruebas de fuerza, que in-cluían torsiones de barras metálicas–que le hicieron valerse el apodo deEisenkönig («rey del hierro»)– y ha-zañas tan llamativas como subir unasescaleras con una cría de elefante enbrazos. Todo ello con una bata a ra-yas azules y blancas y la estrella deDavid cosida en la espalda; alcanzóel estatus de figura del folclore judíocontemporáneo, sobre todo para losniños. Hay quien dice que sus proe-zas inspiraron a los norteamericanosJerry Siegel y Joe Schuster, amboshijos de inmigrantes judíos del Estede Europa, para crear el personaje deSuperman.

Aun mayor fue el impacto delequipo de fútbol del ya citado Hakoah[en hebreo, «La fuerza»] de Viena,que, aprovechando el tirón de un de-porte que ya era de masas, organiza-ba giras mundiales en los años 20 conel fin de recaudar dinero para la cau-sa sionista en una Europa cada vezmás antisemita. No sorprende que elequipo de lucha libre viajase a menu-do con ellos para defender a los fut-bolistas de las agresiones judeofóbi-cas. En solo 11 campañas, el Hakoahpasó de la cuarta a la primera divi-sión del balompié austriaco y en latemporadas 1924/25 se proclamaroncampeones de la Liga de Austria, des-pués de un dramático tanto de su por-tero, Sandor Fabian –que jugaba conel brazo en cabestrillo– en los minu-

«Zishe» Breithart

Page 3: Max Nordau. A la liberación nacional por el deporte · sa sionista, sobre todo, entre las cla-ses populares. Al calor de su discur-so, y sus artículos posteriores desa-rrollando

HISTORIA Y SOCIEDAD

90 / RAÍCES 103

tos finales del último partido del cam-peonato. Las mujeres afiliadas alHakoah pronto brillaron en la nata-ción, y dominaron las piscinas de to-das las competiciones de los años 20y 30. Su historia se narra en el docu-mental Watermarks (2004) de YaronZilberman, que entrevistó a las vene-rables ancianitas que habían sido elterror de las nadadoras arias en losaños inmediatamente anteriores alnazismo, aunque no pudo charlar conJudith Deutsch, la estrella indiscuti-ble del equipo, que en 1936 se viodespojada de todos sus títulos y ré-cords por la federación de nataciónaustriaca por negarse a participar enlos Juegos Olímpicos de Berlín. «¿Porqué voy a nadar en Alemania, si allíhay carteles en las piscinas que pro-híben la entrada a perros y judíos?»,había comentado a la prensa.

Al otro lado del Atlántico, los ju-díos tampoco se quedaron de brazoscruzados. Pronto destacaron en elbaloncesto, que aunque inventado porJames Naismith, un capellán castren-se obsesionado (paradójicamente)con la muscular christianity, comen-zó a llamarse en EE UU jewball. Ladestreza de los baloncestistas judíosde la costa Este era legendaria, ymuchos comentaristas de la épocacomenzaron a especular acerca de lassupuestas ventajas genéticas que te-nían para este deporte; probablemen-te sea mucho más razonable pensarque el baloncesto era –igual que paralos afroamericanos de la actualidad–una de las pocas formas que teníanlos judíos jóvenes para salir delgueto.

En cualquier caso, los inmigran-tes judíos convirtieron un juego con-cebido para la fuerza bruta y puntua-ciones bajas, en el espectáculo de dri-bblings y bombas de tres puntos quehoy disfrutamos. El equipo de laSouth Philadelphia Hebrew Associa-tion, los Philadelphia Sphas, era par-ticularmente bueno y dominó la liga

estadounidense de entonces (fueroncampeones siete veces en un periodode trece años entre 1933 y 1945).Lucían el nombre del equipo escritoen alefato en el pecho de sus camise-tas; para los que no lo entendieran,llevaban un desafiante «Hebrews!» enla espalda.

Podemos imaginar que todo estedespliegue de orgullo atlético judíohabría emocionado profundamente aNordau, pero no pudo disfrutar conninguna de estas gestas, porque ha-bía fallecido veinte años antes, olvi-dado por casi todos. Las ideas volca-das en Degeneración y sus demás li-bros fueron ridiculizadas en los pri-meros años del siglo XX por persona-lidades tan influyentes y disparescomo William James (llamado «pa-dre de la psicología americana»),George Bernard Shaw y SigmundFreud, y pronto perdió el favor delpúblico. Cada vez más aislado de lasnuevas corrientes de pensamiento queirrumpieron con fuerza con el cam-bio de siglo, Nordau pasó pronto a servisto como un fósil decimonónico.

Enfrentado a Jaim Weizmann,(quien en 1949 se convertiría, comomuchos lectores sabrán, en el primerpresidente de Israel) que priorizabala negociación política por encima decampañas de inmigración masiva queNordau creía necesarias (y no le fal-taba razón) para salvar al pueblo ju-dío, también abandonó el lugar cen-tral que había venido ocupando en elmovimiento sionista.

Al perro flaco todo se le hacenpulgas, y sus orígenes húngaros y susfrecuentes viajes al imperio de losHabsburgo le hicieron sospechoso desimpatías con el bando del káisercuando estalló la Primera GuerraMundial y se vio obligado a exiliarseen España. Aquí, trabó contacto conlos círculos sefardíes a través de Ra-fael Cansinos Assens (uno de sus másfervientes admiradores, aunque ha-bría que ver qué habría pensado del

modernismo el furibundo crítico delas corrientes decadentistas), publicólibros y dio conferencias. La edito-rial Almuzara publicó recientementesus Impresiones españolas (1916),entre las que destaca su admiraciónpor la provincia de Cádiz y sus vi-nos. Tras el fin de la guerra regresó aParís, donde falleció en 1923. Tresaños después se trasladaron sus res-tos a Tel Aviv, y puede visitarse sutumba en el cementerio de Trumpel-dor. No tenemos forma de saber quéopinaría acerca de que su apellido dénombre a una playa de esta ciudad enla que los bañistas están segregadospor sexos.

Hoy, Nordau resulta una figurafascinante por el encanto de unasideas en muchas ocasiones franca-mente disparatadas (no hemos men-cionado que en Degeneración se em-peñaba en demostrar que los impre-sionistas realmente pintaban así porun defecto de visión congénito) peroque nacían de la frustración de unespíritu noble que veía cómo el vigo-roso Sapere aude de la Ilustración erapisoteado en una época en la que es-taban de moda, un poco como hoy, laironía como postura estética, el nihi-lismo ético y la duda paralizante enlos asuntos cotidianos.

Pero sobre todo, las palabras deNordau sirvieron para que los judíosde todo el mundo, y especialmente lasclases populares, recuperasen la dig-nidad de serlo a comienzos del sigloXX. Después de todo, no todos podíanser Mahler o Zweig, ni aspirar a unreconocimiento intelectual que enmuchas ocasiones requería una edu-cación costosa. Lo que sí podían ha-cer era apuntarse a un club amateur,tal vez seducidos por los éxitos de-portivos de algún conocido de su fa-milia, y descubrir, mediante las agu-jetas y las camisetas apestosas de su-dor, la confianza en sí mismos que loshombres y mujeres de religión judíade entonces tanto necesitaban.

Page 4: Max Nordau. A la liberación nacional por el deporte · sa sionista, sobre todo, entre las cla-ses populares. Al calor de su discur-so, y sus artículos posteriores desa-rrollando