Mundo Del Fin Del Mundo

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    1.a edicin: marzo 1994

    @ Luis Seplveda, 1989by arrangement with Dr. Ray-Gde Mertin, Literarischer Agentur, BadHomburg, FRG

    Diseo de la coleccin: Guillemot-NavaresReservados todos los derechos de esta edicin paraTusquets Editores, S.A. -1radier, 24, bajos -08017 BarcelonaISBN: 84-7223-419-3Depsito legal: B. 795-1994

    Fotocomposicin: Foinsa -Passatge Gaiola, 13-15 -08013 Barcelona Impreso sobre papelOffset-F Crudo de Leizarn, S.A. -Guipzcoa Libergraf, S.L. -Constitucin, 19 -08014BarcelonaImpreso en Espaa_________________________________________________________________________

    A mis amigos chilenos y argentinosque defienden la preservacin de

    La Patagonia y de la Tierra del Fuego.A su generosa hospitalidad

    A los tripulantes del nuevoRainbowWarrior, nave insignia de Greenpeace

    A Radio Ventisquero de Coyaique, lavoz del mundo del fin del mundo

    _________________________________________________________________________

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    Primera Parte

    1

    Llamadme Ismael..., llamadme Ismael..., repet varias veces mientras esperaba en el

    aeropuerto de Hamburgo y senta que una fuerza extraa otorgaba cada vez mayor peso aldelgado cuadernillo del pasaje, peso que aumentaba conforme se acercaba la hora de salida.

    Haba atravesado el primer control y me paseaba por la sala de embarque aferrado albolso de mano. No llevaba demasiadas cosas en l: una cmara fotogrfica, una libreta deapuntes y un libro de Bruce Chatwin, En La Patagonia. Siempre he aborrecido a los quehacen rayas o anotaciones en los libros, pero aqul estaba lleno de subrayados y signos deexclamacin que fueron en aumento luego de tres lecturas. y pensaba leerlo por cuarta vezdurante el vuelo hasta Santiago de Chile.

    Siempre quise regresar a Chile. Tuve ganas, pero a la hora de la determinacin pesms el miedo, y los deseos de reencontrarme con mi hermano y los amigos que all tengo

    se transformaron en una promesa en la que, de tan repetida, cre cada vez menos.Llevaba demasiados aos vagando sin rumbo fijo, y los deseos de detenerme a veces

    me aconsejaban un pequeo pueblo de pescadores en Creta, Ierpetras, o una apacibleciudad asturiana, Villa Viciosa. Pero algn da cayo en mis manos el libro de Chatwin paradevolvenne a un mundo que cre olvidado y que me estaba esperando: el mundo del fin delmundo.

    Luego de leer por primera vez el libro de Chatwin me entr la desesperacin por volver,pero La Patagonia est ms all de las simples intenciones del viajero, y la distancia se nosmuestra en su real envergadura cuando los recuerdos emergen como boyas en el agitadomar de los aos ms intensos.

    Aeropuerto de Hamburgo. Los dems viajeros entraban y salan de la tienda libre deimpuestos, ocupaban el bar, algunos se mostraban nerviosos, consultaban sus relojes comodudando de la puntualidad repetida en docenas de aparatos electrnicos. Se acercaba elmomento en que abriran las puertas de salida, y tras revisar las tarjetas de embarqueseramos conducidos en un bus hasta el avin. Yo pensaba que regresaba al mundo del findel mundo luego de veinticuatro aos de ausencia.

    2

    Era muy joven por entonces, casi un nio, y soaba con las aventuras que meentregaran los fundamentos de una vida alejada del tedio y del aburrimiento.

    No estaba solo en mis sueos. Tena un To, as, con maysculas. Mi To Pepe, msheredero del carcter indmito de mi abuela vasca que del pesimismo de mi abueloandaluz. Mi To Pepe. Voluntario de las Brigadas Internacionales durante la guerra civilespaola. Una fotografa junto a Ernest Herningway era el nico patrimonio del que se

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    senta orgulloso,y no cesaba de repetirme la necesidad de descubrir el camino y echarse aandar.

    De ms est indicar que el To Pepe era la oveja negrsima de la familia, y que cuantoms creca yo, nuestros encuentros se volvan cada vez ms clandestinos.

    De l recib los primeros libros, los que me acercaron a escritores a quienes jams he de

    olvidar: Julio Verne, Emilio Salgari, Jack London. De l tambin recib una historia quemarc mi vida: Moby Dick, de Herman Melville.

    Tena catorce aos cuando le aquel libro, y diecisis cuando no pude resistirme ms ala llamada del sur.

    En Chile, las vacaciones de verano duran de mediados de diciembre a mediados demarzo. Por otras lecturas supe que en los confines continentales preantrticos fondeabanvarias pequeas flotas de barcos balleneros, y ansiaba conocer a aquellos hombres a los queimaginaba herederos del capitn Ahab.

    Convencer a mis padres de la necesidad de ese viaje slo fue posible gracias a la ayudade mi To Pepe, quien adems me financi el pasaje hasta Puerto Montt.

    Los primeros mil y tantos kilmetros del encuentro con el mundo del fin del mundo loshice en tren, hasta Puerto Montt. All, frente al mar, se teminan bruscamente las vas delferrocarril. Despus el pas se divide en miles de islas, islotes, canales, pasos de mar, hastalas cercanas del Polo Sur y, en la parte continental, las cordilleras, los ventisqueros, losbosques impenetrables, los hielos eternos, las lagunas, los fiordos y los ros caprichososimpiden el trazo de caminos o de vas ferroviarias.

    En Puerto Montt, por gestiones de mi To benefactor, me aceptaron como tripulante enun barco que una esa ciudad con Punta Arenas, en el extremo sur de La Patagonia, y conUshuaia, la ms austral del mundo en la Tierra del Fuego, trayendo y llevando mercancas ypasajeros.

    El capitn delEstrella del Sur se llamaba Miroslav Brandovic,y era un descendiente deemigrantes yugoslavos que conoci a mi To durante sus correras por Espaa y luego conlos maquis franceses. Me acept a bordo como pinche de cocinay apenas zarpamos recibun afilado cuchilloy la orden de pelar un costal de papas.

    El viaje duraba una semana. Eran unas mil rnillas las que debamos navegar para llegara Punta Arenas,y la nave se detena frente a varias caletas o puertos de poco calado en IslaGrande de Chilo, cargaba costales de papas, de cebollas, trenzas de ajos, fardos de gruesosponchos de lana virgen, para continuar la navegacin por las siempre animadas aguas deCorcovado antes de tomar la boca norte del Canal de Moraleda y avanzar en pos del GranFiordo de Aysn, nica va que conduce a la apacible quietud de Puerto Chacabuco.

    En ese lugar protegido por cordilleras atracaba unas horas, apenas las necesarias paraaprovechar el calado que concede la pleamar, y, finalizadas las faenas de carga, casisiempre de carne, iniciaba la navegacin de regreso a la mar abierta.

    Rumbo oeste noroeste hasta la salida del Gran Fiordo y alcanzar el Canal de Moraleda.Entonces, con rumbo norte se alejaba de las glidas aguas de San Rafael, del ventisqueroflotante, de las infortunadas embarcaciones atrapadas entre sus tentculos de hielo muchasveces con tripulacin completa.

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    Varias millas ms al norte el Estrella del Surtorca rumbo oeste, y cruzando elArchipilago de las Guaitecas ganaba la mar abierta para seguir con la proa enfilada al surcasi en lnea recta.

    Creo que pel toneladas de papas. Me despertaba a las cinco de la maana para ayudaral panadero. Serva las mesas de la tripulacin. Pelaba papas. Lavaba platos, ollas y

    servicios. Ms papas. Desgrasaba la carne de los bifes. Ms papas. Picaba cebollas para lasempanadas. Vuelta a las papas. Y las pausas que los marinos aprovechaban para roncar apierna suelta las destinaba a aprender cuanto pudiera acerca de la vida de a bordo.

    Al sexto da de navegacin tena las manos llenas de callos y me senta orgulloso.Aquel da, luego de servir el desayuno, fui llamado por el capitn Brandovic al puente demando.

    - Qu edad dices que tienes, grumete?-Diecisis. Bueno, pronto cumplir los diecisiete, capitn.-Bien, grumete. Sabes qu es eso que brilla a babor?-Un faro, capitn.

    -No es cualquier faro. Es el Faro Pacheco. Estamos navegando frente al GrupoEvangelistas y nos preparamos para entrar al Estrecho de Magallanes. Ya tienes algo paracontarle a tus nietos, grumete. Un cuarto a babor y a media mquina! -orden el capitnBrandovic olvidndose de mi presencia.

    Tena diecisis aos y me senta dichoso. Baj a la cocina para seguir pelando papas,pero me encontr con una agradable sorpresa: el cocinero haba cambiado el men y por lotanto no me necesitaba.

    Me pas el da entero en cubierta. Pese a estar en pleno verano, el viento del Pacficocalaba hasta los huesos, y, bien arropado con un poncho chilote, mir pasar los grupos deislas en nuestra navegacin rumbo este sureste.

    Conoca al dedillo aquellos nombres sugerentes de aventuras: Isla Cndor, Isla Parker,Maldicin de Drake, Puerto Misericordia, Isla Desolacin, Isla Providencia, Pen delAhorcado...

    Al medioda el capitn y los oficiales se hicieron servir el almuerzo en el puente demando. Comieron de pie sin dejar de mirar en momento alguno la carta de navegacin, losinstrumentos, y dialogando con la sala de mquinas en un lenguaje de cifras que slo elloscomprendan.

    Serva el caf cuando el capitn se fij de nuevo en m:-Qu diablos hacas helndote en cubierta, grumete? Te quieres agarrar una

    pulmona?

    -Miraba el estrecho, capitn.-Qudate aqu y lo vers mejor. Ahora empieza la parte jodida del viaje, grumete.

    Vamos a tomar el estrecho en el mejor sentido de la palabra. Mira. A babor tenemos lacosta de la Pennsula de Crdoba. Est bordeada de arrecifes filudos como dientes detiburn. Y a estribor el panorama tampoco es mejor. Ah tenemos la costa sureste de IslaDesolacin. Arrecifes mortales y, como si no bastara, en pocas millas toparemos con lascorrentadas del Canal Abra que trae toda la fuerza de la mar abierta. Ese condenado canal

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    estuvo a punto de terminar con la suerte de Hernando de Magallanes. Grumete, puedesquedarte pero en boca cerrada no entran moscas. No la abras sin antes haber visto el Farode Ulloa.

    ElEstrella del Surnavegaba a la mnima potencia de sus mquinas, y a eso de las sietede la tarde vimos los haces de plata del Faro de Ulloa centelleando en el horizonte de babor.

    Ah se ensancha el Estrecho de Magallanes. La navegacin se hizo ms rpida y loshombres se volvieron menos tensos.

    A las once de la noche los chorros de luz del faro de Cabo Froward baaron el barcocon una caricia de bienvenida, el capitn Brandovic dio la orden de poner la proa conrumbo norte, y el cocinero me reclam para servir a la tripulacin hambrienta.

    Luego de fregar platos y trastos sub a cubierta. El cielo difano se vea tan bajo quedaban ganas de estirar un brazo y tocar las estrellas. Y las luces de la ciudad se adivinabantambin muy cercanas.

    Punta Arenas se levanta en la costa oeste de la Pennsula de Brunswick. En esa parte elEstrecho de Magallanes tiene unas veinte millas de ancho. Al otro lado empieza la Tierra

    del Fuego, y un poco ms al sur, las aguas de Baha Intil forman en el estrecho una lagunade unas setenta millas de ancho.

    Al da siguiente termin el viaje de ida. Serv el ltimo desayuno, y el capitnBrandovic se despidi de m recordndome la fecha del regreso, en seis semanas. Meofreci su mano fuerte de marino y un sobre con el que no contaba. En l haba variosbilletes. Toda una fortuna para un chico de diecisis aos.

    -Muchas gracias, capitn.-Nada que agradecer, grumete. El cocinero asegura que jams tuvo mejor ayudante a

    bordo.Estaba en Punta Arenas, tena las manos encallecidas y en los bolsillos el primer dinero

    ganado trabajando. Luego de vagabundear unas horas por la ciudad busqu la casa de losBrito, tambin conocidos de mi To Pepe, quienes me recibieron con los brazos abiertos.

    Los Brito eran una pareja sin hijos y conocan la zona como la palma de sus manos. Lamujer, Elena, daba clases de ingls en un instituto, y el hombre, don Flix, combinaba susactividades de locutor de radio con investigaciones sobre biologa marina. Al saber de miinters por los balleneros, don Flix se sinti aludido y de inmediato me invit a mirarfotografas y algunos cuadros pintados por su abuelo, un marino bretn que lleg muyjoven a la Tierra del Fuego y nunca quiso abandonarla.

    La casa de los Brito, como la mayora de las construcciones australes, era de madera. Laespaciosa sala estaba provista de una chimenea de piedra que encendamos por las tardes, y

    el ambiente acogedor invitaba a permanecer en silencio, escuchando el murmullo de la marcercana. As pas los primeros cuatro das frente a la Tierra del Fuego. Por las maanassubamos al Land Rover y tombamos la carretera que une Punta Arenas con Fuerte Bulnespor el sur, y al atardecer nos sentbamos frente a la chimenea. Entonces don Flix mehablaba de las ballenas y de los balleneros. Contaba historias interesantes y saba narrarmuy bien. Pero yo no quera or; quera vivir.

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    En algn momento, don Flix percibi que mi cabeza estaba muy alejada de aquelagradable lugar y, cerrando el lbum de fotografias, me habl:

    -Parece que tienes muy metido el bicho de embarcarte en un ballenero. Contra eso no sepuede hacer nada. En fin. Lo primero que debes hacer es pasar al otro lado del estrecho, aPorvenir. En esta poca los pocos balleneros que quedan estn en la mar, pero s que en

    Puerto Nuevo fondea un amigo mo con su barco en reparaciones. Es un hombre difcil,pero si te acepta, muchacho, entonces tendrs tu soada aventura.

    3

    A la maana siguiente cruc el estrecho a bordo de un lanchn atiborrado de bombonasde gas. Puerto Nuevo est a unos cien kilmetros al sureste de Porvenir, y me plant aesperar un vehculo en la carretera que une Porvenir con San Sebastin, poblado fronterizocon la parte argentina de la Tierra del Fuego.

    Tuve suerte, pues a la media hora se detuvo unjeep del Ministerio de Agricultura. En lviajaban unos veterinarios que se mostraron encantados de conocer a un chico quepatiperreaba tan lejos de Santiago. La carretera de ripio corra paralela a la costa norte deBaha Intil, y a eso de las tres de la tarde me dejaron en Puerto Nuevo.

    El lugar lo formaban unas veinte casas alineadas en una calle que terminaba en la mar.Tena que buscar un barco, el Evangelista, y a su patrn, Antonio Garaicochea, msconocido como el Vasco .

    En el muelle de atraque encontr varias embarcaciones de calado pequeo, pero elEvangelista no se vea por ninguna parte. Teniendo que hubiese zarpado me acerqu a ungrupo de hombres que calafateaban una nave.

    -A quin dice que busca, chiporrito?-A don Antonio Garaicochea. Al patrn del Evangelista. Me dijeron que estaba con el

    barco en reparaciones.-Ah, el Vasco. Salieron a dar una vuelta de prueba. Ya estarn que vuelven -dijo uno de

    los hombres, y todos reanudaron el calafate.No quise permanecer en el muelle porque me molestaban las miradas divertidas de los

    hombres y tambin porque senta hambre. Camin por entre la doble fila de casas demadera buscando un almacn. De pronto, al pasar frente a una puerta abierta, un irresistiblearoma de cebollas fritas me detuvo. Alc la cabeza y vi el letrero pintado sobre una tabla:PENSION FUEGUINA. El aroma termin por empujarme, y era la primera vez que entraba

    solo a un restaurante.El lugar estaba vaco. Ningn parroquiano ocupaba las mesas que, ordenadas en dos

    filas, terminaba en un mesn adornado con lmparas deaceite y flores artificiales. Tom asiento frente a una de las mesas y esper a que me

    atendieran.Del fondo del local apareci una mujer; se me acerc con expresin de asombro.-Qu quiere, jovencito?

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    -Algo de comer. Estoy con el puro desayuno.-Si quiere le hago un pan cito con quesito.-No podra ser algo caliente? Sale un olor tan rico de la cocina. y puedo pagar, seora.

    No se preocupe por eso.-Es que no puedo atender a menores de edad. Si llegan los carabineros, me ponen una

    tremenda multa.Me par de mala gana. Ser menor de edad era a veces como una maldicin. Deb de

    poner tal cara que conmov a la mujer y me llam antes de llegar a la puerta.-Espere, jovencito. Le voy a servir un pedacito de corderito con cebollitas y papitas.El pedacito result ser media pierna de cordero asada, y yo com a cuatro carrillos

    disfrutando de la aventura. Pensaba en mis amigos de Santiago y en sus aburridasvacaciones veraniegas, siempre iguales, siempre lo mismo: un mes en las playas deCartagena o Valparaso, paseos por la tarde y mucha crema para aliviar las quemaduras. Yos que tendra para contar a mi regreso. No entraba las dos semanas de viaje y ya tenaexperiencia marinera, callos en las manos, haba cruzado el Estrecho de Magallanes, haba

    ganado dinero y me encontraba cerca del fin del mundo devorando media pierna decordero. Una voz grave me sac de los felices pensamientos. Perteneca a uno de los doscarabineros que se acercaban con pasos abarcasenderos, caractersticos de quienes acabande bajarse del caballo.

    -Qu est haciendo aqu, joven? -pregunt el de mayor graduacin.Tragu rpido antes de responder.-Espero a don Antonio Garaicochea. Vengo de Punta Arenas con un recado para l. En

    el muelle me dijeron que sali a probar su barco, y como sent hambre entr aqu a comer...-O usted no es de por aqu, paisanito. Habla demasiado. No ser por casualidad un

    fugado de la casa? De dnde es usted?

    -De Santiago.Mi respuesta sobresalt al carabinero que haca las preguntas.-A ver, tiene carn de identidad?Lo tena, y nuevecito. Se lo entregu junto al plastificado permiso notarial que firmaran

    mis padres. El carabinero ley moviendo los labios.Luego de las formalidades de nombres y domicilios el permiso deca: y en nuestra

    condicin de padres legtimos y responsables legales del portador, declaramos que viaja porel sur del territorio nacional con nuestra autorizacin y consentimiento. Este permisocaduca el 1 de marzo de....

    -Patiperro el hombre. Qu le parece, cabo? Santiaguino el paisano. Esto es lindo. Me

    alegra saber que todava hay chilenos que quieren conocer su pas. Cmo est el corderito?-consult amistoso el carabinero al tiempo que me devolva los documentos.

    -Rico -alcanc a responder, y en ese preciso momento dos hombres ingresaron al local.Eran dos individuos altsimos, y corpulentos por aadidura. Dos autnticos roperos de trescuerpos, como dicen los santiaguinos.

    -Hablando del rey de Roma -salud un carabinero.-Vasco, el paisanito aqu dice que lo anda buscando.

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    El aludido se quit la boina grande como una sartn y me mir lentamente, de arribaabajo. Enseguida mir al acompaante y encogi los hombros.

    -Aqu estamos -murmur el Vasco, y moviendo un ndice me llam a su lado.No me gust nada el primer contacto y pens que iba a ser difcil hablarle de mis deseos

    con los carabineros encima. Por fortuna los uniformados dieron por terminada la misin y

    salieron del local hasta sus cabalgaduras.-Sintese. Usted dir, paisano.-Este..., vengo de Santiago... pero pas antes por Punta Arenas. Don Flix Brito le

    manda muchos saludos.-Mire. Se agradece. No quiere tomar algo? -Gracias. Una limo... -no alcanc a terminarla palabra porque el acompaante del Vasco grit hacia la cocina:-a Emilia! Un litro de chicha fortacha p nosotros y un vasito de la dulcecita pal

    paisanito!Los diminutivos tan usados en el sur de Chile sonaban verdaderamente diminutos en los

    labios de aquel hombre enorme.

    La mujer lleg con el pedido y tuve otra inolvidable primera vez en ese viaje. Prob elzumo dulcsimo de las manzanas fueguinas, frutos pequeos, de piel dura para proteger lablanca pulpa de los mordiscos crueles de los vientos polares. Manzanos plantados poremigrantes de quin sabe dnde, de frutos feos cn su coloracin caf desteido, pero desabor inigualable.

    -Salucita -dijo el acompaante levantando su vaso. Se llamaba don Pancho Armendia yera socio, compadre, segundo de a bordo, arponero y el mejor amigo del Vasco.

    Los hombres empezaron a dar cuenta de dos medias piernas de cordero, y me sentaincmodo con el vaso en la mano, bebiendo a sorbitos la chicha de manzanas.

    -As que me lo manda don Flix. Mire. y qu se le ofrece, paisanito?

    Esa era la pregunta. Desde antes de salir de Santiago tena preparado el discurso quepensaba soltarle al primer ballenero que encontrara, pero, sentado all, frente a los doshombres que coman en silencio, no encontraba las palabras.

    -Que me lleven con ustedes. Por un tiempo corto. Por un viaje nada ms.El Vasco y don Pancho se miraron."-Lo que hacemos no es juego, paisanito. Es trabajo duro. Y ms que duro a veces.-Lo s. Tengo experiencia en la mar. Bueno. No mucha.-Y cuntos aos tiene, si se puede saber?-Diecisis. Pero voy para los diecisiete.-Mire. Y no va a la escuela?

    -S. Estoy aqu aprovechando las vacaciones de verano.-Mire. Y de dnde tiene experiencia?-Navegu en el Estrella del Sur. Bueno. Hice el viaje como pinche de cocina entre

    Puerto Montt y Punta Arenas.-Mire. As que conoce al polaco.-Al capitn Brandovic? Creo que su apellido es yugoslavo.

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    -A todos los que se llaman terminados en "ki" o en "ich" les decimos polacos por ac -me inform don Pancho.

    La conversacin, si es que cabe darle tal nombre, sigui en un tono que me parecidesganado y sin futuro. Vea esfumarse mis ilusiones mientras los dos hombres coman ycada cierto tiempo formulaban una nueva pregunta. Empec a odiar los mire que don

    Antonio Garaicochea soltaba como una ineludible muletilla. En eso entr un grupo dehombres al local. Eran los mismos que viera antes entregados al calafate, y con sus vocesamistosas empezaron a disputarme la atencin del Vasco y de don Pancho.

    -Y qu sabe hacer, paisanito?Esa era otra doa pregunta. En realidad no saba hacer mucho.-S cocinar. Bueno. Un poco.-Mire. As que sabe cocinar.El Vasco no me crea, y yo rogaba que no me pidiera los detalles de la preparacin de

    algn plato. Don Pancho limpi el hueso de cordero con la punta del cuchillo y me hizo lapregunta salvadora, que sin embargo me cost responder.

    -Y por qu quiere embarcarse en un ballenero, paisanito?-Porque... porque... la verdad es que le una novela.Moby Dick. La conocen ustedes?-Yo no. Y se me ocurre que el Vasco tampoco. No somos muy ledos por ac. Y de

    qu trata esa novela?En Santiago, entre mis amigos, yo tena fama de ser un buen contador de pelculas.

    Eran las cinco de la tarde cuando empec a contar, tmidamente primero, la epopeya delcapitn Ahab. Los dos hombres me escuchaban en silencio, y no slo ellos; en las otrasmesas se interrumpieron las conversaciones y poco a poco los parroquianos se acercaron ala nuestra. Narraba y luchaba con mi memoria. No poda traicionarme. Los hombresentendieron que me concentraba en lo que les refera, y sin hacer ruido me renovaron varias

    veces el vaso de chicha de manzanas. Habl durante dos horas. Herman Melville habrperdonado si aquella versin de su novela tuvo algo de mi propia cosecha, pero al terminartodos los hombres mostraban semblantes pensativos, y luego de palmotearme los hombrosregresaron a sus mesas.

    -Moby Dick. Mire -suspir el Vasco. Pidieron la cuenta. Pagaron. Tuve la amargacerteza de que hasta all llegaba mi aventura.

    -Bueno. Vamos -dijo don Pancho.-Yo tambin? Me llevan?-Claro, paisanito. Hay que aprovechar la luz para revisar los aparejos. Zarpamos

    maana temprano.

    4

    ElEvangelista me pareci un barco pequeo y no entend cmo se las arreglaban parasubir las ballenas a bordo. En tanto el Vasco y don Pancho se preocupaban de los arpones,de aceitar el pivote del caoncito de proa, de comprobar la carga de papas, charqui,

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    combustible y sal, de revisar las poleas y cuerdas que sostenan dos botes por el lado deestribor y uno ms en la popa, aprovech para recorrer sus quince metros de esloraaprendiendo cun importante es el orden entre la gente de mar.

    Bajo cubierta se guardaban barriles y muchos implementos desconocidos para m. En laparte de proa haba cinco literas y un tubo para comunicarse con el castillo de mando.

    Aquella noche dorm en la cabaa que compartan el Vasco y don Pancho. Antes deirnos a la cama me explicaron que ellos vivan la mayor parte del ao en Porvenir, con susfamilias, y que la cabaa era el domicilio de puerto.

    -Don Pancho, cuntele al paisanito para dnde vamos.Don Pancho extendi una carta marina encima de la mesa y su dedo empez a navegar.-Aqu estamos ahora, en Puerto Nuevo, y zarparemos con rumbo oeste hasta alcanzar

    Paso Boquern. Por ah entraremos al Estrecho de Magallanes y navegaremos con la proaal sur hasta las cercanas de Cabo Froward. Hasta ese punto hay unas ciento treinta millastranquilas. Cuando avistemos Cabo Froward abandonaremos el estrecho que sigue endireccin oeste noroeste. Nosotros continuaremos con rumbo sur, y al llegar frente a las

    costas de las islas Dawson y Aracena tomaremos la boca norte del Canal Cockbum. Treintamillas ms al sur, frente a .la Pennsula de Rolando, haremos una curva de cuarenta millascon rumbo oeste noroeste para ganar la mar abierta frente a Isla Furia. Enseguida haremosotra curva rodeando Islas Camden con rumbo sureste hasta ganar Baha Stewart de cara aIslas Gilbert. Son otras treinta millas y segn la radio nos espera mar rizada. Veinte millasms al este empieza el Canal Ballenero. Ah, en la costa norte de Isla Londonderry tenemosla factora. Algunas millas ms al este se abre el Canal Beagle, y en Baha Cook nos estarnesperando las ballenas. Ahora descansemos, paisanito. Buenas noches.

    Zarpamos con las primeras luces del alba. La tripulacin delEvangelista la integraban,adems del Vasco y don Pancho, dos marinos chilotes de muy pocas palabras y un

    argentino que oficiaba de electricista y cocinero. El argentino se neg rotundamente aadmitirme entre sus peroles, lo que para m fue un alivio pues no quera pasar todo eltiempo bajo cubierta, pero al mismo tiempo me senta molesto de no tener nada que hacer.Por fortuna don Pancho me nombr radioescucha, y mi misin consista en permaneceren el castillo con la oreja pegada a la radio, atento a la informacin meteorolgica.

    Los dos chilotes eran bajitos pero de contexturas muy fuertes y, como me explicara elVasco, no haba mejores remeros en todos los mares antrticos.

    Navegamos segn lo describiera don Pancho. Al anochecer entramos al CanalCockburn a un cuarto de mquinas. El Vasco permaneci toda la noche al timn y slo lodej cuando al amanecer salimos a la mar abierta.

    Entonces tuve otra primera vez inolvidable. Frente a Islas Camden se nos acerc ungrupo de delfines dando saltos prodigiosos. Casi rozaban el barco, y los marinos chilotesrean como nios felices. El juego se prolong durante horas. Los delfines respondan a losgritos y silbidos con mayores saltos y escoltaron al Evangelista hasta la entrada de BahaStewart.

    Navegamos algunas horas por las quietas aguas del Canal Ballenero, y el Vasco orden,detener las mquinas frente a una de las ensenadas de Isla Londonderry. Los chilotes

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    echaron dos botes al agua, los cargaron con los barriles que antes viera bajo cubierta y seaprestaron a transportarlos hasta la construccin de madera que dominaba la ensenada. Erala factora, y se vea rodeada de figuras que a primera vista parecan troncos petrificados.

    El Vasco me invit a bajar a tierra, y descubr que aquellos troncos eran las osamentasde cientos de ballenas faenadas en la playa de piedras y conchuelas.

    -Le impresiona, paisanito? Seguro que esta parte no sale en las novelas. Este es eldestino final de las ballenas. Primero las arponeamos con el can para tenerlas seguras, lasterminamos de matar con los arpones de mano, y luego las traemos hasta la factora dondeentran en accin los cuchillos. Todo lo aprovechable se sala y va a los barriles. Lo dems esalimento para las gaviotas y los cormoranes. Quiere recorrer la isla? Hgalo, pero no vayamuy lejos. Un poco ms al sur encontrar colonias de focas y elefantes marinos.

    No tuve que caminar demasiado para llegar hasta los animales. Varios cientos de focas,elefantes marinos, pinginos y cormoranes ocupaban la fortaleza de rocas que bordeaba lamar. Apenas me olieron levantaron las cabezas, y los bigotes de las focas se agitaban talvez tratando de descifrar mis intenciones.

    Sent que me observaban atentamente con sus ojos pequeos y oscuros, pero enseguidadecidieron que era inofensivo y volvieron a su eterna actividad de vigas del horizonte.

    Pasada una hora dejamos la factora y el Evangelista puso proa al este, rumbo a laentrada del Canal Beagle. A estribor tenamos Isla O'Brian y a babor Londonderry. Hechaslas primeras dos millas, el paso se cerr como un embudo, y el Vasco maniobraba el timncon toques delicados estirando su estatura para no perder ni un milmetro de aquelhorizonte mezquino. Fue una navegacin tensa hasta que un suspiro de alivio escap de suslabios al divisar la costa de Isla Darwin. Cuatro horas tard el Evangelista en hacer sietemillas de pesadilla. Don Pancho torn el timn y puso proa al sur. Nos acercbamos aBaha Cook y a las ballenas.

    Don Pancho me explic que a escasas treinta millas ms al sur, frente a Islas Christmas,solan aparear ballenas bobas, pero que esas aguas eran peligrossimas por causa de lascorrientes y de los traicioneros bloques de hielo. Me cont de algunos barcos desdichadosque fueron atrapados por las corrientes y que agotaron el combustible tratando de salir deellas. Al final, quedaron a la deriva y fueron arrastrados hacia el sureste, hacia IslasHenderson y el Falso Cabo de Hornos donde terminaron destrozados por los arrecifes.

    -Y aunque estemos en verano, no se puede nadar en esas aguas. El cuerpo humano nosoporta cinco minutos sin sucumbir al choque por enfriamiento -termin don Pancho.

    Las aguas de Baha Cook se mostraban apacibles. Una tenue bruma se levantaba de la

    superficie y confunda los contornos de las islas. La embarcacin casi no se meca alavanzar, y a una orden del Vasco uno de los chilotes trep al mstil. A siete metros dealtura se at a l por la cintura y no pas demasiado tiempo hasta que escuchamos su aviso:

    -Soplando a estribor, a un cuarto de milla!Don Pancho corri hasta el caoncito de proa y meti el arpn por la boca. Enseguida

    cort las amarras que aseguraban el rollo de cuerda, una de cuyas puntas se anudaba a una

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    argolla del arpn y la otra a la base del can, y se plant con las piernas bien separadasesperando el momento de disparar.

    Me acerqu al Vasco que escudriaba la mar con movimientos felinos.-Ah est, paisanito! Es una caldern!Lo primero que vi fue la nube de agua pulverizada de su respiracin, y enseguida la

    monumental cola del animal zambullndose.-Don Pancho? La tiene entre ojos?Don Pancho levant una mano en seal de asentimiento. Pasaron unos minutos y la

    ballena emergi muy cerca de nosotros. Se dej ver entera. Meda sus buenos ocho metros,y al verla el Vasco peg un manotazo al timn.

    -Mala pata. Es una hembra. Y, encima, preada.En proa, don Pancho retiraba el detonador del can y luego de reasegurar el rollo de

    cuerda se nos uni en el castillo.Yo no entenda cmo pudieron ver el sexo del cetceo y que estaba preada.-Se ve en la forma de emerger: lenta y con el cuerpo casi horizontal al tocar la

    superficie -apunt el Vasco.-Yno se cazan las hembras?-No. Eso est prohibido. Nadie mata a la gallina de los huevos de oro -dijo don Pancho.Aquel da no vimos ms ballenas en Baha Cook.Al anochecer, el Evangelista ech anclas en un golfo de la Pennsula de Cloue, y el

    argentino as un cordero en la barbacoa instalada en popa. Los cormoranes y gaviotasacuatizaron junto al barco para recibir las sobras ms que generosas.

    Tampoco vimos ballenas en los siguientes tres das. El Vasco daba seas de mal humora la hora de medir el combustible, pero deba mantener siempre las mquinas en marcha. Alcuarto da uno de los chilotes anunci ballena desde el mstil.

    Esta vez el Vasco se cobr una presa; un cachalote.Don Pancho lo arpone y el animal se llev rpidamente los cien metros de cuerda. Al

    acabarse el rollo, la frenada del animal en fuga provoc un tirn que remeci el barco. Estose repiti varias veces. El cachalote se acercaba a la embarcacin para luego alejarse a granvelocidad. Tal vez ya haba sido arponeado otras veces y saba que de su rapidez dependala posibilidad de zafarse del arpn, pero el Vasco lo segua poniendo la nave a la mismavelocidad del animal, manteniendo una distancia regular entre el cazador y la presa,impidindole que tensara la cuerda que los una, hasta notar que sus maniobras evasivas setornaban ms y ms dbiles. Entonces, extenuado sali a la superficie y los chilotes echaronal agua uno de los botes. No me permitieron ir con ellos, pero asomado a la baranda pude

    ver la parte ms dura de la caza.Los chilotes tomaron los remos cortos pero de pala ancha, y el Vasco se amarr los

    tobillos a una argolla fija en la proa del bote. Los vi remar veloces hasta el animal. ElVasco de pie sosteniendo en sus manos el arpn de matar. Remaron hasta ponerse a uncostado del cachalote y entonces el Vasco hundi el arpn en su piel oscura.

    El cachalote empez a dar violentas sacudidas. Azotaba el agua con furiosos y planosgolpes de cola que de acertar hubieran destrozado el bote, mientras los chilotes

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    demostraban su habilidad de remeras esquivando los golpes pero sin alejarse, en tanto elVasco blanda un segundo arpn que no necesit usar. Ms tarde me dira que lo habaalcanzado justo en los pulmones.

    Con el cachalote atado al andamio, una plataforma desplegada a babor y paralela a lalnea de flotacin, emprendimos el regreso a la factora. Don Pancho coment que no le

    gustaban los ruidos de las mquinas y adems la previsin meteorolgica no era de las msoptimistas. Nuevamente hicimos la peligrosa travesa entre las islas O'Brian y Londonderry,y al atardecer anclamos frente a la factora.

    A la maana siguiente, dos botes remolcaron el animal hasta la playa, y ah los chiloteslo abrieron con cuchillos semejantes a bastones de jockey. La sangre ba las piedras yconchuelas formando oscuros ros que enrojecieron el agua. Los cinco hombres vestanatuendos de hule negro y estaban ensangrentados de pies a cabeza. Las gaviotas, loscormoranes y otras aves marinas sobrevolaban enloquecidas por el olor a sangre, y ms deuna pag la osada de acercarse demasiado recibiendo una cuchillada que la parti en dosen pleno vuelo.

    Fue una faena rpida. Una parte del cachalote termin salada y metida en los barriles,pero el grueso del animal qued tirado en la playa, con restos de carne adherida a loshuesos que muy pronto se uniran al panorama fantasmal de Isla Londonderry.

    Las mquinas delEvangelista estaban de verdad daadas. El viaje de regreso a PuertoNuevo nos llev tres das, y los hicimos en medio de un aguacero que no ces hasta queentramos a las aguas de Baha Intil.

    Qu haca? Me quedaba un tiempo ms con el Vasco y don Pancho?Fondeamos. Descargamos los barriles y algunos aparejos. Y luego de despedimos del

    argentino y de los chilotes nos fuimos a comer a la pensin Fueguina.Cordero asado y chicha de manzanas.

    -Mala suerte, paisanito -dijo el Vasco.-Un cachalote. Sacamos apenas para los gastos -se quej don Pancho.-Y usted, paisanito. Qu opina?-No s, don Antonio.-Mire. Le gust el viaje?-S. Me gust el viaje, el barco. Me gustan ustedes, los chilotes, el argentino. Me gusta

    la mar, pero creo que no ser ballenero. Disclpenme si los defraudo, pero sa es la verdad.-Mire. No es como en la novela?Quise agregar algo, mas el Vasco me tom de un brazo y me mir lleno de cario.-Sabe, paisanito, me alegra de que no le haya gustado la caza. Cada da hay menos

    ballenas. Tal vez seamos los ltimos balleneros de estas aguas, y est bien. Es hora dedejarlas en paz. Mi bisabuelo, mi abuelo, mi padre, todos fueron balleneros. Si yo tuvieraun hijo como usted, le aconsejara seguir otro rumbo.

    A la maana siguiente me acompaaron a la carretera y me subieron al camin de unconocido que viajaba a Porvenir.

    Los abrac con el cario desesperado de saber que tal vez nunca volvera a verlos.El mundo del fin del mundo.

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    Una mano suave me toca y descubro que todava estoy en Hamburgo; es una empleadade la aerolnea pidindome con toda amabilidad la tarjeta de embarque.

    Segunda Parte

    1

    La nica escala europea, Londres, dur cerca de tres cuartos de hora, y a continuacinel avin alcanz la altitud de crucero volando sobre el Atlntico. Eran las seis y treinta de lamaana del 20 de junio de 1988. El cielo se mostraba sin nubes, y aquel sol queseguiramos en su desplazamiento obligaba a bajar las persianas.

    Ya he sealado que este viaje fue anunciado muchas veces y siempre encontr motivosque lo postergaran. Y sin embargo en esos momentos me encontraba a bordo de unaaeronave que me llevaba a Chile, luego de una decisin que tom de manera bastante

    apresurada.Con las piernas estiradas y el asiento reclinado me dispuse a reconstruir los motivos que

    me hicieron decir s, voy, apenas cuatro das atrs.Todo haba empezado el 16 de junio, poco antes del medioda. Estaba con mis tres

    socios en el despacho, pero antes de seguir indicar quines son mis socios y qu es eldespacho.

    Ellos son: una holandesa y dos alemanes, periodistas por libre, como yo, que un d secansaron de escribir para la prensa seria, interesada en los temas que afectan al medioambiente solamente cuando stos adquieren visos de escndalo. En un encuentroafortunado nos conocimos, charlamos y descubrimos que compartamos el mismo

    cansancio y muchos pntos de vista en comn. De esa charla naci la idea de crear unaagencia de noticias alternativa, preocupada fundamentalmente por los problemas queaquejan al entorno ecolgico, y por responder a las mentiras que emplean las naciones ricaspara justificar el saqueo de los pases pobres. Saqueo no slo de materias primas, sino de sufuturo. Tal vez sea difcil entender esto ltimo, pero, veamos: cuando una nacin rica ins-tala un vertedero de desechos qumicos o nucleares en un pas pobre, est saqueando elfuturo de esa comunidad humana, pues, si los desechos son, como dicen, inofensivos,por qu no instalan los vertederos en sus propios territorios?

    El despacho es un cuarto de setenta metros cuadrados que alquilamos en lo que antaofue una fbrica de tornillos. All tenemos cuatro escritorios, un ordenador de segunda mano

    conectado a un banco de datos con informacin relacionada con el medio ambiente, y untelefax que nos conecta con otras agencias alternativas de Holanda, Espaa y Francia y convarias organizaciones ecologistas como Greenpeace, Comunidad o Robin Wood.

    El ordenador es a veces un quinto socio y lo apodamos Bromuro, en homenaje alinformante del detective Pepe Carvalho.

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    Aquella maana analizbamos informacin referente a un plan del Ministerio deIndustria britnico, destinado a justificar y proseguir con la quema de residuos txicosfrente al Golfo de Vizcaya.

    En eso el telefax empez a entregar un mensaje desde Chile, y se fue el inicio de miviaje.

    2

    Puerto Montt.Junio 15/1988. 17.45. Auxiliado por remolcadores de la Armada chilenaarrib a este puerto austral el barco factoraNishin Maru con bandera japonesa. El capitnToshiro Tanifuji report la prdida de dieciocho tripulantes en aguas magallnicas.

    Un nmero indeterminado de tripulantes heridos son atendidos en el hospital de la Ar-mada.

    Las autoridades chilenas han decretado censura informativa al respecto. Urgentecomunicar con organizaciones ecologistas.

    Fin.

    El mensaje lo firmaba Sarita Daz, una chica chilena que haba pasado por Hamburgo,haba sabido de nuestro trabajo y se haba ofrecido como corresponsal en la zona. y valgaindicar que es nuestra nica corresponsal en el mundo.

    Lo primero que hicimos fue entregarle al ordenador los nombres del barco y del capitn japons. Bromuro pestae su ojo de cclope y se disculp indicando que esasinformaciones le eran desconocidas.

    El siguiente paso consisti en conectar a Bromuro con el banco de datos de Greenpeace.A los pocos minutos nos lleg una respuesta misteriosa:

    Nishin Maru: ballenero factora construido en los astilleros de Bremen en 1974.Patente: Yokohama. Desplazamiento: 23.000 toneladas. Eslora: 86 metros. Manga: 28metros. Cubiertas: 4. Tripulacin: integrada por 117 personas entre oficiales, mdico,marinos, arponeros y personal de factora. Capitn: Toshiro T anifuji (se autodenomina "ElDepredador del Pacfico Sur"). Informacin de rumbo: segn datos de Greenpeace-Tokionavega desde comienzos de mayo en las cercanas de Islas Mauricio.

    Fin de la informacin.

    Bromuro tragaba y digera con rapidez los datos. Uno de nosotros coment algo acercade barcos fantasma, pero no pudo seguir pues lo interrumpi el telfono.

    Llamaba Arianne, la vocera de prensa de Greenpeace.-Hola. Acabo de llegar a la oficina y me he enterado de lo de Chile. Debemos hablar

    ahora mismo. Dios mo, creo que estamos frente a un asunto gordo, gordsimo. Vienes?La sede de Greenpeace no est lejos del despacho. Hay que caminar un par de cuadras

    bordeando la costanera del Elba y se llega. Arianne me recibi con un jarra de caf y hechaun atado de nervios.

    -Lo consigui, Dios mo. No s cmo, pero lo hizo. Es terrible, terrible.

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    -Calma, Arianne. Calma. Quin consigui qu? Y qu demonios es tan terrible?Podemos ir por partes?

    -Disculpa. Es que se trata de algo increble. Tratar de decrtelo con calma, paso a paso,como quien cuenta una pelcula. Primero te leer un informe que mantenemos en secretomientras planificamos acciones de denuncia. Escucha: Santiago, 2 de mayo de 1988. El

    gobierno chileno concedi una licencia anual para cazar cincuenta ballenas azules, confines cientficos. El favorecido por la licencia es mantenido en secreto por las autoridadeschilenas. Qu te parece?

    -Los japoneses, se vea venir, han colmado de regalos a los generales chilenos. Es obvioque esperaran una retribucin.

    -De acuerdo, prosigo: en cuanto supimos de la licencia para matar ballenas azules, queviola la moratoria mpuesta en 1986 por la Comisin Ballenera Internacional CBI,empezamos a procesar datos con miras a las acciones de denuncia. El permiso concedidopor los chilenos es todava desconocido en sus detalles; se ignora a quin se lo dieron ycundo entra en vigor. Mientras acopibamos toda la informacin posible recibimos una

    noticia que nos asegur tiempo. Te he preparado una carpeta con un informe del bilogomarino canadiense Farley Mowat, uno de los que ms saben de ballenas. En su informedice que en este tiempo es casi imposibl un desplazamiento de ballenas azules hacia elnoroeste del crculo polar antrtico. Las previsiones meteorolgicas auguran una tempranallegada del invierno en la Antrtida. A mitad de junio el mar de Weddel ser impenetrablehasta para los rompehielos, y slo un par de animales retrasados o enfermos se atreveran aavanzar hacia Islas Shetlands. Del informe de Mowat se desprende que hasta octubreprximo no habr ballenas azules en aguas jurisdiccionales chilenas. Saber esto nostranquiliz pues permite preparar mejor las acciones, pero, ahora viene el pero que me ponenerviosa, el 28 de mayo recin pasado recibimos una misteriosa llamada telefnica desde

    Chile. Un hombre que se expres en un ingls de marino, ya sabes de qu hablo, corto ypreciso, nos sorprendi diciendo que en el Golfo de Corcovado, ciento cincuenta millas alsur de Puerto Montt, estaba elNishin Maru con tripulacin completa. Tambin sabes que elNishin Maru es un viejo conocido nuestro...

    3

    Greenpeace y el Nishin Maru se conocieron en diciembre de 1987, y entre ellos no sedio precisamente una relacin de amor.

    Ese ao, los japoneses se valieron de curiosas ausencias a la hora de votar, en unpleno de la Comisin Ballenera Internacional CBI, y consiguieron de manera sorpresivauna autorizacin para matar en aguas antrticas trescientas ballenas enanas con finescientficos.

    La legislacin internacional autoriza matar slo dos ballenas de esta especie al ao, ycon fines probadamente cientficos. Pero desde la moratoria de 1986 ningn consorcio

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    ballenero ha podido demostrar el inters cientfico de la matanza, ni tampoco los resultadosque se esperan de ella.

    En cuanto obtuvieron la autorizacin fraudulenta, los tripulantes del Nishin Marupusieron proa hacia la Antrtica, y todo pareca indicar que nada ni nadie conseguiraimpedir el exterminio de animales en franco peligro de extincin.

    Para suerte de todos esto no era exacto, pues, apenas el capitn Toshiro Tanifuji dio laorden de levar anclas, las hormigas del movimiento ecologista comenzaron a movilizarse, yas, la maana del 21 de diciembre de 1987, cuatro veloces zdiacs que navegaban bajo labandera del Arco Iris bloquearon la salida del muelle Mitsubishi, en Yokohama, con unaballena inflable de tamao real.

    El capitn Tanifuji pens que le sera fcil arremeter contra el cetceo de hule yproseguir el rumbo, pero las zdiacs navegaban envolviendo el barco con sus rpidosmovimientos de avispas acuticas, impidindole las maniobras de desatraque y cualquierintento de desplazamiento, a no ser que el marino nipn se atreviera a pasar sobre lasembarcaciones.

    Se trataba de ganar tiempo. Las zdiacs mareaban al coloso nipn en Yokohama,mientras en las capitales europeas los activistas de Greenpeace lograban ser recibidos porlos gobernantes y obtenan la revisin del permiso concedido.

    La accin dur casi treinta horas. Las zdiacs se turnaban para repostar combustible ylos tripulantes beban grog a la rpida. A las tres de la tarde del 22 de diciembre se habaganado la batalla pacficamente: la Comisin Ballenera Internacional CBI anulaba elpermiso, y recomendaba a Japn respetar la moratoria de 1986.

    Un buen amigo neozelands, Bruce Adams, estuvo all, y me cont cmo, con lasmanos agarrotadas de fro, enfil la zdiac hasta la baranda de estribor del Nishin Maru ypidi hablar con el capitn.

    Toshiro T anifuji se asom.-Perdi la batalla, capitn. Queremos decirle que denunciaremos cualquier intento por

    zarpar hacia la Antrtica como una violacin de las leyes internacionales de proteccinmarina.

    Tanifuji respondi megfono en mano.-Han cometido un acto ilegal. Impedir una maniobra naval autorizada es casi un acto de

    piratera. He podido pasar por encima de vuestros botes. Era mi derecho. Esa bandera queenarbolan no los protege. El Arco Iris me gusta verlo en el cielo. Les advierto: la prximavez no tendr contemplaciones.

    -Confiamos en que no exista una prxima vez. Y, si la hay, all nos tendr de nuevo. La

    caza de ballenas es ilegal.-Pueden contar con que la habr. Har todo lo que est a mi alcance para demostrar que

    la caza de ballenas es posible y lcita. Ustedes y yo tenemos algo que nos une: somossoadores, y mi sueo es comenzar nuevamente con la caza comercial de ballenas a granescala.

    -Soamos diferente. Nuestro sueo es: mares abiertos en los que todas las especiespuedan vivir y multiplicarse en paz y armona con las necesidades humanas.

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    Tanifuji hizo una sea, y desde la cubierta del Nishin Maru cay una catarata de basurasobre la zdiac.

    S. Greenpeace y elNishin Maru eran viejos conocidos.

    4

    -... Y se nota que es un individuo enrgico -prosigui Arianne-. Cuando le dije quesegn nuestras informaciones el Nishin Maru se encontraba muy lejos de las costaschilenas, respondi que eso no era ms que una humareda para despistar. Por ltimo intenttranquilizarlo citndole el informe de Mowat, pero me interrumpi: Tambin conozco lasballenas. Tanifuji ni piensa en ballenas azules ni se dispone a zarpar rumbo al crculo polarantrtico. Anda tras ballenas piloto, caldern o como demonios las llamen en Europa,

    Arianne me entreg ms para Bromuro.BALLENA PILOTO, conocida tambin como caldern, schwarzwal, pothead,

    blackfish, chaudron. Mide entre cuatro y siete metros. Tiene dientes, de siete a doce paresen cada maxilar. Los machos son mayores que las hembras. Animales de cuerpo robusto, decabeza pequea y redondeada. El tiempo de gestacin dura entre quince y diecisis meses.Al nacer, las cras sobrepasan el metro y medio. Son amamantadas durante veinte meses. Sealimentan fundamentalmente de calamares. En aguas del Atlntico Norte estn al borde dela extincin como consecuencia de la caza indiscriminada que practican rusos, noruegos eislandeses. Entre 1975 y 1977 se observ un xodo de ejemplares hacia el hemisferio sur.Algunos cientos de ellas se refugian en aguas del Pacfico Sur, al norte del Estrecho deMagallanes. Son animales amistosos y confiados. Se ha detectado entre ellos un cdigo decomunicacin de ms de setenta seales. Los hbitos de sobrevivencia de los ejemplares

    emigrados han contagiado a los del sur, y as se observa que han abandonado el tradicionalhbitat del mar abierto para concentrarse en ensenadas, canales y entradas de fiordos. LaComisin Ballenera Internacional CBI prohbe terminantemente su caza, y ha declarado ala Globicephala melaena en abierto peligro de extincin.

    Arianne sirvi ms caf y continu:-Le pregunt si dispona de antecedentes para demostrar lo que aseguraba. Me

    respondi: Soy hombre de mar y huelo la podredumbre a muchas millas. Van a ayudarmeo no?. No supe qu decir. Apenas atin a pedirle que se mantuviera en comunicacin connosotros. Nos peda algo imposible. No estamos en condiciones de operar en esas regiones.

    Como bien sabes, nuestra flota es muy pequea.Arianne tena razn una vez ms.Por ese tiempo, la organizacin ecologista preparaba al Gondwana, un barco

    expedicionario que zarpara rumbo a la Antrtica para visitar las bases instaladas pordiferentes naciones en el continente blanco, y dialogar con sus integrantes acerca de lanecesidad de preservar la Antrtica como un gran parque natural de patrimonio universal, y

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    no hacer de ella el basurero nuclear o qumico que ya proponen algunas naciones saturadasde veneno. Pero el Gondwana no estara en condiciones de zarpar hasta fines de agosto.

    ElMoby Dicktambin se encontraba en reparaciones y, en cuanto abandonara el diqueseco de Bremen, pondra rumbo al Atlntico Norte para impedir la caza de ballenaspracticada por noruegos, suecos, daneses, islandeses, norteamericanos y rusos en

    embarcaciones camufladas bajo banderas de pases pobres para violar las leyesinternacionales con mayor impunidad.

    El Sirius navegaba por el Mediterrneo frenando los vertidos txicos en sus ms quecastigadas aguas, evitando que ese mar padre de todas las culturas termine convertido en lagran cloaca del planeta.

    El Greenpeace operaba frente a las costas atlnticas de Estados Unidos promoviendouna zona libre de armas y transportes nucleares, y el Beluga, el incansable enano fluvial,recorra las venas del viejo continente impidiendo nuevos vertidos qumicos en sus ros, endefinitiva, defendiendo la vida de los mares.

    S, era una flota pequea frente a la magnitud de la barbarie moderna. y adems faltaba

    un barco; el ms querido.Faltaba el viejoRainbow Warrior, la nave insignia de la flota delArco Iris.Quince minutos antes de la medianoche del 10 de julio de 1985, dos poderosas bombas

    colocadas en su casco por submarinistas del servicio secreto francs, le haban abiertomortales brechas de agua en el puerto de Auckland, en Nueva Zelanda. y las mismasbombas asesinaron al ecologista portugus Fernando Pereira, que se encontraba a bordo.

    El viejoRainhow Warriorlibr muchas batallas pacficas en aguas del sur, desnudandola irracionalidad de las pruebas nucleares francesas en el atoln de Muroroa, y sucumbivctima de un odioso acto terrorista aprobado por el gobierno galo.

    No hay nada ms hermoso que un velero surcando los mares en silencio, y en ese

    mismo silencio, en diciembre de 1985, amigos venidos de todo el mundo remolcaron aldormidoRainhow Warriorhasta la ensenada de Mataur, frente a las costas neozelandesas,y en una ceremonia maor lo dejaron viajar hasta las profundidades marinas, hasta la calaabismal y necesaria para que se uniera a la vida por la que luch.

    -Si no pueden ayudarme, entonces tendr que actuar solo Esas fueron sus palabrasfinales -concluy Arianne.

    -Una especie de vengador marino. Qu ms sabes de l?-Lo olvidaba. Se llama Jorge Nilssen y habl tambin de un barco, el Finisterre. Lo

    mencion ponindolo a nuestro servicio. Qu podemos hacer?-Esperar, Arianne. No se me ocurre otra cosa.

    -Algo me dice que todo esto es cierto. Dios mo, dieciocho tripulantes desaparecidos.Algo horrendo se esconde en esta historia.

    Arianne segua en lo cierto. Lo poco que sabamos apestaba, pero as ocurre siemprecon los hechos de inters.

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    5

    Dej la sede de Greenpeace inqueto por causas que no atinaba a explicarme y decidcaminar un poco por el puerto antes de regresar al despacho.

    Jorge Nilssen. Finisterre. Hermoso nombre para una embarcacin aventurera. Mis pies

    caminaban por Hamburgo, pero los pensamientos me llevaban hastas las fras aguasaustrales. Me vi en medio del oleaje embravecido, zarandeado por la mar en uno de sus dasde humor psimo, y en el horizonte, interrumpido por los lomos de las olas, vi a un hombrellamado Jorge Nilssen enfrentndose solo al enorme barco japons. Quise gritarle,advertirle que el barco lo arrollara, pero el hombre se dio la vuelta y me habl con laspalabras de Lautramont que siempre quise leer o poner en los labios de un corsario:

    Dime, pues, si t eres la morada del Prncipe de las Tinieblas. Dmelo, Ocano (a mslo, para que no se entristezcan quienes todava no han tenido ms que ilusiones), y si elsoplo de Satn crea las tempestades que alzan tus aguas saladas hasta las nubes, tienes quedecrmelo, porque me regocijara saber que el infierno est tan cerca del hombre.

    Regres al despacho, y luego de un breve intercambio de opiniones decidimos que elcaso lo dirigia yo.

    Estaba molesto de tener tan poca informacin, y el cable que recibimos a las ocho de latarde aument el malestar.

    Tokio. Junio 16, 1988. Barco factoraNishin Maru navega rumbo puerto de Tamataveen Madagascar. Informacin obtenida en la capitana de puerto de Yokohama.

    Greenpeace, Tokio. Fin.

    Condenado barco fantasma que poda estar en dos partes al mismo tiempo. Bromurotrag la informacin recin llegada, y luego puso el ojo en blanco, como diciendo: Y ququieres que haga con esto?

    A medianoche el caf empez a producirme asco y abr una ventana del despacho. Elaire estaba fresco y frente a m pasaban las sucias aguas del Elba. De pronto, al otro ladodel ro, en el dique de los chatarreros, se encendieron unos reflectores y un remolcador seacerc jalando un ruinoso navo que empezara de inmediato a ser desguazado. Tom losbinoculares y enfoqu el barco en su viaje final. En popa, todava poda leerse su nombre:Lzaro. Un poco ms abajo, unas letras escamoteadas por la corrosin indicaban el ltimopuerto-patria: Santos.

    Los barcos que navegan al desguace son siempre una visin dolorosa. Tienen algo deanimales gigantescos y heridos camino del cementerio. Todava pendan unas hilachas debandera brasilea en la popa delLzaro, y supuse que la historia de ese ruinoso navo erasimilar a muchas otras que escuchara en Hamburgo.

    Cuando los aos y la mar hacen de las naves pura escoria flotante, los afiladores losretiran de las lneas de navegacin y los venden generalmente a capitanes viejos que seniegan a vivir en tierra. Entonces dejan de ser el carguero tal, o el granelero tal, y se

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    transforman en tramp steamers, vagabundos de los puertos que navegan bajo las banderasms pobres, con tripulacin reducida, y consiguen contratos a bajo precio para llevar cargasin hacer preguntas respecto de su naturaleza, y sin importarles el destino.

    Sin dudas elLzaro era un tramp streamerque no resisti la ltima inspeccin tcnicaen Hamburgo, y no le permitieron remontar el Elba para ganar el Delta de Cuxhaven

    considerndolo un riesgo para la navegacin. El capitn debi de haberse visto enfrentadoal dilema de, o pagar los altos costos de una reparacin imposible, o mandarlo a desguace.

    El destino del Lzaro me sobresalt. Sent que una dbil lucecilla se encenda en mimollera y corr hasta la agenda de telfonos. Busqu el nmero de Charly Cuevas, unpuertorriqueo tambin desencantado de la prensa seria.

    -Charly? Disculpa que te llame a estas horas, pero tengo que hacerte una consulta.-Adelante. Recin comienzo a atender consultas.-Hace muy poco tiempo le un artculo tuyo sobre los chatarreros de Timar. Los

    buitres de Ocussi creo que se titula, y en l escribes sobre los desguazdores peor pagadosdel planeta. Tienes ms apuntes, datos, lo que sea?

    -Me alegra saber que tengo lectores fieles. Qu diablos quieres saber?-No lo s. Pero tengo un presentimiento que me quita el sueo.. Tienes por casualidad

    informacin sobre los barcos que han ido a desguace en los ltimos aos?-Una lista enorme. Dame el nombre y la bandera.-Nishin Maru, Japn.Charly me pidi paciencia. Lo sent tecleando en su ordenador y muy pronto estuvo de

    nuevo al telfono.-En efecto. Lo tengo. Nishin Maru, barco factora dedicado a la caza y procesamiento

    industrial de ballenas. Construido en Bremen en 1974. Patente de Yokohama. A estasalturas sus restos deben de ser cafeteras o tostadoras de pan porque 1o desguazaron en

    enero pasado.-Ests seguro?-En este mundo nadie puede estar seguro de nada. Los datos que poseo los rob de las

    oficinas de la compaa chatarrera Timor Metal Corporation. La cosa funciona as: lasnavieras dicen que tienen baeras que no pueden seguir flotando, piden turno en Ocussi,llevan el barco y los, cmo se llaman los habitantes de Timor?, timoratos? No importa.Ellos 1o despedazan en tiempo rcord y la naviera recibe un certificado de defuncin,adems del cincuenta por ciento del valor de los metales.

    -Espera un momento. Existe algn mecanismo para comprobar que un barcodesguazado es efectivamente el que navegaba bajo un nombre y bandera determinados?

    -Te has doctorado en ingenuidad, o qu? Si una naviera manda a Timor una baera yles dice que se trata del Titanic, recibir a cambio un documento que detalla cuntastoneladas de metal aprovechable haba en el Titanic. Es un pas tan pobre que ni siquierapuede darse el lujo de tener dudas.

    -Charly, esa Timor Metal, a quin pertenece?-Un momento. Djame ver. Aqu lo tengo. El accionista mayor es un consorcio japons

    dedicado a productos del mar.

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    Cmo apestaba todo aquello.Los japoneses haban descubierto un mtodo para cazar ballenas ilegalmente. Con roda

    seguridad el Nishin Maru navegaba rumbo a Madagascar, pero se era el Nishin Maru II.La otra nave, camuflada bajo el certificado de desguace entregado por las autoridades deTimor, poda navegar por los mares australes con la impunidad de un barco fantasma.

    Quise llamar de inmediato a Arianne, mas al parecer nos funcion la telepata porque eltelfono son en ese momento.

    -Qu bueno que ests ah todava. Acaba de llamar el vengador marino y lo har denuevo.Ven.

    6

    Arianne me recibi con una jarra de caf que retir discreta luego de verme la cara, y unmagnetfono.

    -Conect el telfono al aparato. As que puedes escuchar con fidelidad y sacar tuspropias conclusiones -dijo mientras abra una botella de agua mineral.

    Ech a correr la cinta, el dilogo estaba en ingls y, sin darme cuenta, por una porfiadamana del oficio, tom nota de la conversacin.

    Nilssen: Al? Greenpeace? Aqu habla Jorge Nilssen desde Chile.Arianne: Le escucho. Qu pas? Sabemos de dieciocho marinos desaparecidos.Nilssen: Veo que las noticias vuelan. Cmo lo supieron? Es igual. S. Desaparecieron

    dieciocho tripulantes y elNishin Maru estuvo a punto de zozobrar.Arianne: Es terrible. Como quiera que lo haya hecho, sepa que sos no son nuestros

    mtodos de accin. Condenamos toda forma de violencia. No piensa en las consecuencias

    que puede traernos si nos relacionan con lo ocurrido?Nilssen: Crame que soy el primero en lamentar la suerte de los tripulantes. Tambin

    soy hombre de mar, pero no pude hacer nada por impedirlo. Si hay un responsable de latragedia es el capitn Tanifuji. No se preocupe. Lo sucedido no se sabr nunca. Los japoneses taparn la boca de los sobrevivientes con algunos miles de dlares y, si depronto, en el futuro, alguno se decide a hablar de ello, lo tomarn por un demente.

    Arianne: Dgame, qu le pas alNishin Maru?Nilssen: No me creera. Tambin me tomara por un loco. Lo que ocurri slo puede

    verse, por poco tiempo, mientras duren los vestigios de la tragedia. No alcanzan laspalabras para contarlo. Venga usted o algunos de sus colegas. Con mucho gusto les

    mostrar mis mares.Arianne: Seor Nilssen, tenemos inters en saber 1o ocurrido. Tiene otra manera de

    comunicarse con nosotros? Prefiere hacerlo con un periodista de habla espaola que estal tanto de los hechos?

    Nilssen: No podr agregarle nada nuevo. Pero, est bien. Volver a llamar en tres horas.Hasta entonces.

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    Se termin la grabacin. La voz de Nilssen no permita definir su edad, pero tena untono tan seguro como apesadumbrado.

    -Qu te parece? -pregunt Arianne.-Quiero hablar con l. Confo en que llamar de nuevo.-No s qu pensar de todo esto. Segn la filial de Tokio, el Nishin Maru se acerca a

    Madagascar.-S. Pero no se trata de nuestro Nishin Maru. Le entregu toda mi informacin y

    llegamos a las mismas conclusiones.-De tal manera que botan un nuevo barco factora, lo bautizan con el mismo nombre del

    antiguo, anuncian y comprueban, documentos en mano, que ste ya no existe pues fuedesguazado en Timor, y los mecanismos de control ballenero creen que slo cuentan con unNishin Maru mientras el barco inexistente saquea los mares a su antojo. Cuntos sobornosdeben de pagar en los puertos donde atracan para no ser vistos ni registrados en los librosde capitana. Si logramos reunir pruebas, destaparemos el escndalo del siglo. Lstima queno tengamos ms que un testigo.

    -Dos, Arianne. Tenemos a dos testigos.-Nilssen no mencion a nadie.-Pero yo s: Sarita Daz, la corresponsal que nos envi el tlex. Ella vio alNishin Maru.

    7

    Es muy vago lo que recuerdo de Puerto Montt. Siempre fue el lugar donde bajaba deltren para empezar realmente los viajes al sur. Pero recuerdos fragmentarios me bastaronpara ver a Sarita caminando por el molo azotado por el oleaje y el viento. En mi profesin,

    uno desarrolla unas invisibles antenas de langosta. De pronto funcionaron y sent que Saritaestaba en peligro. Tom el telfono y marqu la larga serie de nmeros que me conect conChile.

    Mientras esperaba calcul la diferencia de horas. En Hamburgo eran casi las dos de lamadrugada del 17 dejunio. En Chile pronto seran las nueve de la noche del da anterior y,como en Puerto Montt la gente acostumbra a recogerse temprano, tal vez encontrara aSarita en su casa.

    Atendi una voz de mujer que inmediatamente fue reemplazada por otra de hombre.-Quin habla?-Soy un amigo de Sarita y hablo desde Alemania. Puedo hablar con ella?

    -Dejen en paz a mi hija! -contest el hombre y cort la comunicacin.Me qued con el telfono en la mano, pensando que los acontecimientos tomaban un

    cariz que cada vez me gustaba menos.Record a Sarita a su paso por Hamburgo.Entonces, me aceptan como corresponsal?No podemos pagarte. No por el momento.No importa. Lo nico que pido es que no me dejen sola en el fin del mundo...

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    Sarita estaba en dificultades. No poda precisar en cules, pero los que se atreven amover un barco cuya matrcula es un certificado de defuncin no se andan conmiramientos.

    Faltaba ms o menos una hora para la llamada de Nilssen. Llam a mis socios yquedamos en reunimos en el despacho a las cinco de la madrugada. El resto del tiempo lo

    ocup pensando en los japoneses.

    8

    Los japoneses. A veces es bien difcil no caer en el pozo de la intolerancia, y cuandoesto ocurre uno empieza a generalizar, a meter a todos los habitantes de un pas en unmismo saco.

    En Japn hay una fuerte presencia ecologista, y los amigos nipones realizan su trabajojugndose muchas veces la vida, porque los depredadores del mundo no son partidarios deldilogo ni de los razonamientos legales, y cuando los aceptan, es para utilizarlos como

    atenuantes en las demandas judiciales.Hay que sealar que no son solamente los depredadores japoneses los que practican el

    juego de la doble moral que caracteriza a un mundo regido por la tica del mercado. Japnes uno de los siete pases ms ricos del planeta y un interlocutor fundamental; a veces hastada la impresin de ser una nacin con patente de corso. Por ejemplo: todos los pases deEuropa, Estados Unidos, la Unin Sovitica y la mayora de los Estados africanos condenanla caza del elefante y reconocen el peligro de extincin en que se encuentran los gigantesgrises de Africa. Pero ningn pas condena a Japn, el gran incentivador de la caza y elmayor comprador de marfil del planeta. De ms est sealar que controla el mercado y quees el principal proveedor de marfil de Europa, Estados Unidos y la Unin Sovitica. Y

    para qu sirve el marfil? Toda su utilidad se limita a la fabricacin de unos pocos artculosde lujo; con toda seguridad podemos afirmar que el talento de una Paloma O'Shea o de unClaudio Arrau no se ver disminuido al sentarse frente a pianos cuyo teclado no sea demarfil, y continuarn con sus formidables interpretaciones de Mozart o Scarlatti sin quepara ello haya que exterminar animales de seis u ocho toneladas, de los cuales se obtienencuarenta miserables kilos de marfil.

    Pero el deterioro ecolgico, el asesinato diario del planeta, no se cie slo a lasmatanzas de ballenas o elefantes. Una visin irracional de la ciencia y el progreso seencarga de legitimar los crmenes, y pareciera ser que la nica herencia del gnero humanoes la locura. Volvamos a las ballenas. Con qu fin se las mata? Para saciar el tedio

    gastronmico de un puado de ricos horteras? La importancia de las ballenas en la industriacosmtica es asunto del pasado. Lo que se invierte en obtener un litro de grasa de ballena esla misma cantidad que, invertida en fomentar la produccin de grasa vegetal en un paspobre, obtendra veinte litros de aceite similar. Y pensar que todava hay voces de unpretendido modernismo que encuentran tribuna en los peridicos europeos para descalificarlas medidas de proteccin de la naturaleza tildndolas de ecolatras, e intentan elevar el

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    discurso del necio que quema su casa para calentarse a la categora de una nueva tica.Desprecio lo que ignoro es el lema de curiosos filsofos de la destruccin.

    9

    Jorge Ni1ssen fue puntual con su llamada.

    -No. No puedo decir1e por telfono lo que pas. Si de verdad tiene inters por conocerlos hechos, venga. Lo invito a navegar por mis mares. Mi barco, el Finisterre, est a sudisposicin.

    -Es un viaje demasiado largo. Usted se encuentra al otro lado del mundo. Dgame sunmero y lo llamo de vuelta. As no tendr que preocuparse por el valor de la llamada ypodremos hablar sin lmite de tiempo.

    -Le llamo desde una pequea central y es una suerte que podamos comunicamos. Si nome equivoco, usted es chileno.

    -S. Nac all.-No se preocupe. Pasan cosas peores en la vida. Viene o no?

    -Escuche, seor Ni1ssen. Le dar el nmero de una periodista en Puerto Montt...-Sara Daz?-La conoce?-No. Y me temo que debo ser yo quien le d una mala noticia. Por la maana supe del

    asalto a una periodista. Le echaron un auto encima cuando sala de un laboratoriofotogrfico. Le robaron algo. No s qu, pero supongo que debe de ser la misma nia que vianteayer por la noche haciendo fotos del Nishin Maru en el astillero de la Armada. Pobrenia. Est hospitalizada con fracturas mltiples. Viene?

    Sent que la olla se destapaba y el hedor lo inundaba todo sin detenerse en lasdistancias. Sarita pagaba el precio de informar y no podamos dejarla abandonada.

    -S. Parto en cuanto pueda. Cmo me pongo en contacto con usted?-Con calma. No se preocupe por la nia. Me encargar de llevarla a un lugar seguro. Le

    espero entre el 19 y el 23 de junio. Vuelva hasta Santiago, ah encontrar un billete a sunombre que lo llevar a Puerto Montt, luego vaya hasta Caleta San Rafael, frente a IslaCalbuco, y busque el P jaro loco, un lanchn canalero. Ah lo estar esperando.

    Lo dems ocurri rpido. Mis socios aprobaron de inmediato el viaje. Greenpeace seinteres oficialmente por investigar lo ocurrido, y al da siguiente estaba en posesin de unpasaje.

    En el aeropuerto, mi hijo mayor me encarg una caracola grande para escuchar tumar, y Arianne me entreg una insignia de la organizacin. Enseaba la cola de una

    ballena entrando al agua.-Bienvenido al Arco Iris y buena suerte.Una mano me sacude gentilmente por un hombro. Es la azafata y me pregunta si

    tambin deseo audfonos.-Audfonos?-Para la pelcula.-Qu pelcula? Disculpe, estoy medio dormido.

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    -Piratas, de Roman Polanski -me informa con la mejor de sus sonrisas.S. All voy. A tu encuentro, mundo del fin del mundo. Y no s lo que me espera.

    Tercera Parte

    1

    Al anochecer del martes 21 de junio un avin de la Lnea Area Nacional me dej enPuerto Montt. Llevaba en el cuerpo el cansancio de ms de treinta horas de vuelo.Hamburgo-Londres- Nueva York-Bogot-Quito-Lima-Santiago.

    Durante el vuelo pens largamente en ese viaje de regreso a Chile, que siempre habaaplazado, frenado por el temor de encontrar un pas que traicionara el que tena en lamemoria. El paisito... noble y bueno del primer amor, el territorio inolvidable de lainfancia.

    Soy uno de los tantos que conocieron la crcel y huyeron del horror para reunir fuerzas

    en la tierra de nadie del exilio, pero el mundo nos salud con la bofetada de una realidaddesconocida.

    La barbarie militar criolla no era diferente de otras barbaries uniformadas, y lentamentedescubrimos que nuestros pequeos sueos eran egostas. Nos habamos autoconvencido denuestra capacidad para derrotar a los enemigos de la justicia convocndolos a luchar en unterritorio que suponamos dominar, pero en el fondo, y por comodidad, dejbamos que elloscontinuaran fijando las reglas del juego.

    Al cabo de un largo, molesto y doloroso tiempo, el exilio, transformado en una especiede beca de estudios, nos permiti entender que la lucha contra los enemigos de lahumanidad se libra en todo el planeta, que no requiere ni hroes ni mesas, y que parte

    defendiendo el ms fundamental de los derechos: el Derecho a la Vida.Santiago de Chile. Era feliz en Hamburgo, pero siempre pensaba en el reencuentro con

    Santiago. Recordaba esa ciudad como a una novia, y tema encontrarla convertida en unaancianita senil, renegando del paso de los aos.

    No tuve tiempo para averiguar en qu estado se encontraba, pues el billete encargadopor Jorge Nilssen apenas me dej una pausa de media hora antes de continuar vuelo haciael sur. Tan slo divis su cordillera cansada, esos smbolos de invierno que canta SilvioRodrguez, y el velo de smog que la cubre como a una viuda.

    Llegu a Puerto Montt con el invierno. En cuanto baj del avin pude sentir el saludoglido del Pacifico. La temperatura se elevaba unos miserables grados sobre cero y la brisa

    morda la cara. Con el cuerpo amenazando con declararse totalmente convertido engelatina, y evitando la tentacin de acercarme a saber de Sarita, sub al taxi Land Rover queme llev a San Rafael.

    En la caleta recalaban unos doce lanchones, de tal manera que no necesit buscardemasiado para dar con el Pjaro loco. Un hombre fumaba en cubierta, al verme salt atierra y de inmediato supe que era Jorge Nilssen.

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    Una crecida cabellera canosa impeda calcular su edad, lo vi caminar los pocos metrosque nos separaban con ese andar de pelcano caracterstico de los marinos con muchasmillas a la espalda, navegantes que todava es posible ver en algunos puertos de Europa yque tripulan barcos de banderas pobres, Panam o Liberia. No bajan a menudo a tierra yparecen llevar en sus cuerpos el vaivn de los barcos. Quedan pocos ejemplares de esta

    novelesca marinera. Las tripulaciones actuales estn compuestas por oficiales expertos eninformtica y por marinos jvenes que no ven en la mar ms que una situacin transitoria.La paga no es de las mejores y la modernizacin de los puertos acab con la esperanza dever un poco de mundo. Los hombres han dado la espalda al embrujo de los ocanos.

    Al llegar frente a frente, se detuvo con las piernas abiertas y me alarg una mano.-Capitn Jorge Nilssen. Qu tal el viaje?-De eso podemos hablar luego. Qu sabe de Sarita?-Tranquilo. No fue tan grave como pens. Tiene una pierna y dos costillas rotas, pero se

    pondr bien. De momento se recupera en un lugar seguro. Sabe de su viaje y muy prontopodr verla, pero no de inmediato. Esperaremos a que se calmen un poco las aguas. Venga

    conmigo. Le he reservado un cuarto en una pensin de confianza.Caminamos en silencio. En medio de uno de esos silencios que son la mejor forma de

    comunicacinQu hacen dos perros al conocerse? No dicen una sola palabra, ni ladran, ni gimen.

    Simplemente se huelen el culo y al final deciden si confan o no en el otro. Eso hicimos, yal llegar a la pensin sabamos que la confianza tenda un puente entre nosotros.

    Estaba agotado, pero no quise perderme una cena con los mejores mariscos del mundo.La fresca chicha de manzanas y el vino pipeo, spero y rudo como esos parajes, lograronreconciliarme con mi cuerpo. Luego de cenar, el aroma de la lea ardiendo en lasalamandra invitaba a la conversacin.

    -Mucho tiempo por el mundo? -pregunt Nilssen.-Desde el 75. Debo decirle capitn? Le consulto porque as se present usted.-Es la fuerza de la costumbre. Los isleos me llaman capitn, crame que no me

    disgusta. Pero si me dijeran: Mi capitn, otro viento soplara. Puede llamarme comoguste.

    -Qu le pas alNishin lWaru?-Tenga paciencia. Lo sabr todo. Lo ver todo. Hay ciertas cosas que no pueden

    contarse. No basta el lenguaje para hablar de la mar.-Entonces dgame al menos quin es usted.-Un bastardo de la mar.

    -No me basta, capitn. Mi viaje es una prueba de absoluta confianza en usted, estoy ensus manos, y tanto a los de Greenpeace como a m nos gusta conocer a nuestrosinterlocutores.

    -Me pide algo bastante difcil. Soy un individuo de pocas palabras y jams he pensadoen cmo apretar mi biografa. No sabe que los viejos estamos llenos de olvidos?

    -Y yo estoy lleno de curiosidad, capitn. No he viajado veinte mil kilmetros para cenarcon un desconocido.

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    -Conforme. Ya que usted insiste. Le advierto que ser la primera vez que hable de mmismo. Acrquese ms al fuego. Tom alguna vez orujo del ms noble, del guarapn decurtidura? Lo fermentan con un pellejo de vaca en el barril. Voy a buscar un par de copas.

    2

    Su nombre original fue ]rg Nilssen. Tal como se llamaran su abuelo y su padre, unaventurero dans que en 1910 se aventur por las aguas magallnicas sin otra compaa queun gato y la esperanza de descubrir un paso de mar al noroeste de Isla Desolacin. Un pasoque permitiera salir al Pacfico abierto luego de cruzar el estrecho, y que evitara a losnavegantes la peligrosa travesa que conduce hasta Puerto Misericordia. El viejo Nilssen noencontr el ansiado paso, pero s muchos otros ms al norte enriqueciendo las cartas denavegacin australes. La mala fortuna del viejo Nilssen fue no pertenecer a ningunaArmada o cuerpo expedicionario acreditado, de tal manera que sus descubrimientossiempre le fueron escamoteados y su nombre no aparece relacionado con ninguno de ellos.

    El pago de Chile llaman los chilenos a esa forma de gratitud y reconocimiento. Peroel viejo Nilssen no slo encontr el anonimato, sino tambin el amor de una islea que fuesu compaera durante muchos breves veranos y largos inviernos patagnicos, hasta que elineludible abrazo de la muerte se llev a la mujer, y l ya no tuvo otra compaa que la delhijo nacido en la mar y acunado por el oleaje. Para prolongar una senda de navegacionesque haba empezado un siglo antes en las fras aguas de Kattegat, llam al cro Jrg, mas unburcrata chileno con problemas de diccin lo castellaniz en Jorge.

    -Y se preguntar por qu no menciono el nombre de mi madre. Muy sencillo: no tena.Mi madre era ona, una de las ltimas sobrevivientes de aquella raza de gigantes que, muchoantes de la llegada de Magallanes, cruzaron miles de veces el estrecho en embarcaciones

    construidas con pieles de lobo marino y velmenes de corteza vegetal. Mi padre la llam:Mujer, y yo no alcanc a darle otro nombre pues muri a los pocos meses de minacimiento, en 1920. El dur otros veinte aos y, fiel a la memoria de su compaera, nobusc a otra mujer ni abandon la navegacin por los canales.

    Lo poco que s de ella me lo refiri en las largas noches invemales, protegidos en losfiordos que se adentran en el continente. Mi madre tema desembarcar. En cuanto seacercaban a cualquier puerto o caleta se encerraba bajo la cubierta del cter a temblar ylloriquear como un animal herido. Y tena sus buenas razones para ello: era ona, y al igualque los yaganes, patagones y alacalufes, sufri la persecucin de los ganaderos ingleses,escoceses, rusos, alemanes y criollos que se asentaron en La Patagonia y en la Tierra del

    Fuego. Mi madre fue vctima y testigo de uno de los grandes genocidios de la historiamoderna. Hacendados que hoy son venerados como paladines del progreso en Santiago yBuenos Aires practicaron la caza del indio, pagando primero onzas de plata por cada par deorejas y luego por testculos, senos y finalmente por cada cabeza de yagn, ona, patagn oalacalufe que les llevaran a sus estancias.

    Curiosa raza la de los onas. Lo poco que se sabe de ellos es que hasta la llegada de loseuropeos vivan de la caza del guanaco y de la recoleccin de moluscos en las playas. Con

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    Por ese tiempo, le hablo de 1942, yo viva en una cabaa construida por mi padre y queto dava resiste los vientos de la costa noreste de Isla Serrano, separada de la Van der Meulepor la milla y media del Canal de Messier. No era un nufrago, pero estaba solo. Era elnico habitante de Isla Serrano, y no miento al decir que prefera hablar con los delfines ahacerlo con la vieja ona de enfrente. Por lo menos los delfines me respondan, en cambio la

    pobre abuela ahogaba sus palabras en un miedo ms denso que la niebla fueguina. Perocada vez que el tiempo lo permita cruzaba el canal en un pequeo bote a vela, panga yfoque nada ms, para verla y estar con ella.

    Un da no la encontr. Las cenizas de su fogata estaban todava livianas y en lasproximidades descubr huellas de loberos. Se haba marchado arrastrando sus aos y susmiedos. Supe que nunca ms la vera y que nada me ataba a esos rumbos.

    Muchos aos ms tarde me enter de su muerte y de que ella fue la ltima ona. El finde una raza de fugitivos por los mares ms hostiles del mundo. Recuerdo que le sobre sumuerte en un peridico de Punta Arenas. Unos expedicionarios franceses la encontraronnavegando a la deriva frente a Isla Desolacin, a la salida al Pacfico del Estrecho de

    Magallanes. Se le haban roto los remos de su pequea embarcacin, que milagrosamenteresista el oleaje sin volcarse. Los franceses la subieron a bordo de su barco, la examinaron,le calcularon unos noventa aos de edad y la declararon loca, pues al menor descuidointentaba saltar por la borda y subir de nuevo a su embarcacin. Para calmarla le inyectaronun sedante y se fue su fin. No estaba loca. Los dioses ona viven en la mar y ella los buschasta la llegada de los intrusos.

    En fin. Llegu a Punta Arenas y me hice a la mar como tripulante del Magallanes,luego pas al Tom, al San Esteban, barcos que cargaban maderos, carne y granos para laEuropa en guerra. Algunos aos ms tarde, en Santander, cambi el rumbo y me gustnavegar por el Caribe, hasta que me tent el Indico y el Pacfico Sur. Muroroa, Nueva

    Zelanda, Australia, Japn. Deambul de barco en barco hasta que en 1980 se me achic elhorizonte. Ninguna naviera, ni siquiera liberiana, quiso contratarme como tripulante. Tenasesenta aos. Un cuerpo demasiado escorado para la alta mar. Qu haca? Jams me sentchileno, pero los maores, otra raza de navegantes, dicen que todo animal marino regresa asu ensenada de origen. Es posible que as sea, porque antes de cumplir los sesenta aosempec a tener un sueo repetido: me vea navegando por los canales del sur del mundo, yfjese que no digo de Chile. Usted puede viajar al Beagle, y preguntarle a las focas,cormoranes y pinginos de las islas Picton, Lenox y Nueva, si se sienten chilenos oargentinos. La soberana es un pauelo inventado para que los milicos se sequen las babas.

    Entend que esos sueos eran una especie de llamada y volv. Con los ahorros de

    cuarenta aos a bordo depositados en un banco panameo tena para una vejez ms queaceptable en cualquier asilo de marinos, pero el sur tiraba de las cuerdas y volv.

    A fines de 1981, en Puerto Ibez encontr un cter de lneas antiguas, hecho para lanavegacin grande, y compr el Finisterre hasta con pen de a bordo. De veras. Ungigantn noble como el pan y sin otro hogar que el barco al que llaman Pedro Chico, paradiferenciarlo del padre, otro Pedro que sobrepasa los dos metros.

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    Con Pedro Chico me entend desde el primer momento, pusimos la nave a punto y noshicimos a la mar con rumbo sur.

    En Isla Serrano encontramos la cabaa casi tal como la dejara cuarenta aos atrs.Nadie habita la isla. El clima extremadamente hostil y riguroso espanta, y a veces piensoque lo ms cercano al momento de la creacin del mundo son esos miles de islas, islotes y

    peascos. Se me antoj el mejor lugar para recalar el tiempo que me queda. El puertopropio. Y as, con Pedro Chico navegamos aos enteros sin topamos con nadie, con la vidadeterminada por el humor sabio de la mar. Pero nada dura.

    Empezamos a notar que los delfines se ausentaban en pocas anormales. Luego lasballenas bobas dejaron de saltar frente a los acantilados de Isla Van der Meule. El Golfo dePenas, que cada primavera vio el apareamiento de las ballenas piloto, se mostraba quietocorno una olla muerta. El desastre ecolgico provocado por los japoneses y sus peones delrgimen militar chileno al norte del Reloncav no nos era ajeno. Sabamos que ladesforestacin masiva de las cordilleras costeas haba alejado tal vez para siempre elespectculo de los salmones remontando los ros para desovar. La tala del bosque nativo, de

    rboles tan antiguos como el hombre americano y de simples arbustos que an no dabansombra, hizo de aquellas regiones que siempre fueron verdes lamentables paisajes enproceso de desertizacin, y con la tala se exterminaron las miles de variedades de insectos yanimales menores que posibilitaban la vida de los ros, pero todo aquello lo imaginbamosdemasiado al norte, ms de mil millas nos separaban de aquella catstrofe. "Qu diablospasa en nuestra mar?", nos preguntbamos, y una maana de verano, en 1984, tuvimos larespuesta.

    Lo que vimos nos dej helados. Sabe qu es el Ca/euche? El barco fantasma. ElHolands Errante con otro nombre. Ni el mismo Ca/euche nos hubiera impresionado tantocomo lo que vimos frente al Golfo de Trinidad, al sur de Isla Mornington.

    Vimos un barco factora de ms de cien metros de eslora, varias cubiertas, detenido,pero con las mquinas a todo dar. Nos acercamos hasta reconocer la bandera japonesacolgando de popa.

    A un cuarto de milla recibimos un disparo de advertencia y la orden de alejamos. ytambin vimos lo que haca ese barco.

    Con una tubera de unos dos metros de dimetro succionaban la mar. Lo sacaban todoprovocando una corriente que sentimos bajo la quilla y, tras el paso de la succionadora, lamar qued convertida en un oscuro caldo de aguas muertas. Lo sacaban todo sin detenerse apensar en especies prohibidas o bajo proteccin. Con la respiracin casi paralizada dehorror vimos cmo varias cras de delfines eran succionadas y desaparecan.

    Y lo ms horrible de todo fue comprobar que por un desage asomado a popadevolvan al agua los restos no deseados de la carnicera.

    Trabajaban rpido. Esos barcos factora son una de las monstruosidades ms grandesinventadas por el hombre. No navegan tras los cardmenes. La pesca no es su oficio. Andantras grasa o aceite animal para la industria de los pases ricos, y para conseguir suspropsitos no vacilan en asesinar los ocanos.

  • 8/9/2019 Mundo Del Fin Del Mundo

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    Durante ese mismo ao, navegando por la mar abierta en las inmediaciones del FalsoCabo de Hornos, vimos otros barcos similares. Bajo banderas norteamericana, japonesa,rusa, espaola, y todos hacan exactamente lo mismo.

    Pasamos un mal invierno aquel ao. Me encontraba tan desolado como enfurecido, yllegu a pensar en cargar con explosivos e