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Prólogo La lucha del movimiento marxista por establecer su influencia entre las masas de los trabajadores ha sido una constante en su historia. El marxismo considera a la clase obrera tal como es, sin dibujar ningún cuadro almibarado ni hacer ningún fetiche idealista. La clase obrera, por el papel que juega en el proceso productivo del capitalismo –al que aporta el factor decisivo, el factor de la fuerza de trabajo– es la clase social que dispone de la capacidad material para hacer posible el derrocamiento del propio sistema capitalista. Ninguna otra clase, ninguna casta puede paralizar la producción capitalista y atacar el corazón de la econo- mía de mercado como la clase trabajadora. De este papel se desprende la fuerza de los trabaja- dores y la amenaza potencial que representa para los dueños de los medios de producción y del poder políti- co en la sociedad del capital. Sin embargo, para que la clase obrera transforme esta fuerza potencial en real, necesita de la organiza- ción, que le proporciona cohesión política, una táctica y una estrategia. En este sentido, los trabajadores han elevado cons- tantemente su grado de organización. Primero, desde los sindicatos construidos sobre la lucha cotidiana por mejorar las condiciones salariales, reducir la jornada de trabajo, terminar con la peligrosidad laboral y el trabajo infantil. Fue lo que Marx llamó el primer paso en dotar a los trabajadores de conciencia para sí, asimilando su propia posición en el proceso social de producción. Sin embargo, la organización sindical, igual que la lucha en la fábrica, mostró pronto sus límites. La emancipación de los trabajadores no puede realizarse fábrica a fábrica, empresa a empresa. Es necesario que la clase obrera expropie no sólo económica y social- mente a la burguesía, también necesita hacerse con el poder político para organizar la sociedad sobre bases totalmente diferentes. En la lucha por el socialismo, la construcción del factor subjetivo –o lo que es lo mismo, un partido revolucionario de masas– constituye una tarea inaplaza- ble. Marx, Engels, Lenin y Trotsky comprendieron perfectamente esta cuestión: es necesario que exista previamente a la revolución, a las grandes convulsiones sociales inevitables en las crisis capitalistas, un partido que tenga fuertes raíces, influencia, autoridad y capaci- dad de movilización entre las masas obreras. Este partido no se puede improvisar, ni puede surgir espontáneamente durante los acontecimientos. Necesita construirse con anterioridad, forjando los cuadros marxistas que, aunque en minoría, puedan ganar a la mayoría trabajadora cuando las condiciones objetivas sean favorables. En este proceso el trabajo en los sindicatos obreros es decisivo para aumentar la influen- cia y el apoyo a las ideas del marxismo revolucionario. Trabajar, militar, construir los sindicatos es una obliga- ción para cualquier marxista. No obstante, igual que hace 70 años, el movimiento de los trabajadores tiene que soportar la bancarrota política de las direcciones reformistas de los sindicatos, con sus prácticas de pacto social, colaboración de clases y desmovilización. Como reacción a esta política, sectores de activistas abogan por la salida de los sindi- catos y la construcción de otros nuevos. Para el marxis- mo, este fenómeno, aunque comprensible, es un camino equivocado y falso que aísla a los mejores luchadores del conjunto del movimiento obrero. Lenin escribió ampliamente a este respecto, comba- tiendo las tendencias ultraizquierdistas que abundaban en las filas de los jóvenes partidos comunistas en los años 20 y que planteaban la salida de los sindicatos reformistas. En su obra La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo señala: «La lucha contra los jefes oportunistas y socialchovinistas la sostenemos para ganarnos a la clase obrera. Sería necio olvidar esta verdad elementalísima y más que evidente. Y tal es, precisamente, la necedad que cometen los comunistas alemanes ‘de izquierda’, los cuales deducen del carácter reaccionario y contrarrevolucionario de los cabecillas de los sindicatos la conclusión de que es preciso... ¡¡salir de los sindica- tos!! ¡¡Renunciar al trabajo en ellos!! ¡¡crear formas de organización nuevas, inventadas!! Una estupidez tan imperdonable, que equivale al mejor servicio que los comunistas pueden prestar a la burguesía». Trotsky, que sostenía el mismo punto de vista que Lenin, defendió siempre un trabajo paciente y sistemáti- co en el seno de los sindicatos, lo que no quería decir ocultar las ideas, rebajar el programa o conciliar con los que dentro del movimiento sindical actúan como muletas de la patronal y el gobierno. El presente libro de Trotsky incluye diferentes textos sobre los sindicatos, escritos en distintos momentos de su vida política. El contexto es diferente pero los análisis del autor siguen siendo plenamente actuales. Esperamos que sean de utilidad tanto para los activistas sindicales como para la nueva generación de jóvenes que despierta a la lucha política y sindical. Sobre los Sindicatos Sobre los Sindicatos Sobre los Sindicatos Sobre los Sindicatos Sobre los Sindicatos 1 León Trotsky

Sobre los Sindicatos León Trotsky - Carlos Petroni · sindicatos obreros es decisivo para aumentar la influen-cia y el apoyo a las ideas del marxismo revolucionario. Trabajar, militar,

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Page 1: Sobre los Sindicatos León Trotsky - Carlos Petroni · sindicatos obreros es decisivo para aumentar la influen-cia y el apoyo a las ideas del marxismo revolucionario. Trabajar, militar,

Prólogo

La lucha del movimiento marxista por establecer suinfluencia entre las masas de los trabajadores ha sidouna constante en su historia.

El marxismo considera a la clase obrera tal como es,sin dibujar ningún cuadro almibarado ni hacer ningúnfetiche idealista.

La clase obrera, por el papel que juega en el procesoproductivo del capitalismo –al que aporta el factordecisivo, el factor de la fuerza de trabajo– es la clasesocial que dispone de la capacidad material para hacerposible el derrocamiento del propio sistema capitalista.Ninguna otra clase, ninguna casta puede paralizar laproducción capitalista y atacar el corazón de la econo-mía de mercado como la clase trabajadora.

De este papel se desprende la fuerza de los trabaja-dores y la amenaza potencial que representa para losdueños de los medios de producción y del poder políti-co en la sociedad del capital.

Sin embargo, para que la clase obrera transformeesta fuerza potencial en real, necesita de la organiza-ción, que le proporciona cohesión política, una táctica yuna estrategia.

En este sentido, los trabajadores han elevado cons-tantemente su grado de organización. Primero, desdelos sindicatos construidos sobre la lucha cotidiana pormejorar las condiciones salariales, reducir la jornada detrabajo, terminar con la peligrosidad laboral y el trabajoinfantil. Fue lo que Marx llamó el primer paso en dotara los trabajadores de conciencia para sí, asimilando supropia posición en el proceso social de producción.

Sin embargo, la organización sindical, igual que lalucha en la fábrica, mostró pronto sus límites. Laemancipación de los trabajadores no puede realizarsefábrica a fábrica, empresa a empresa. Es necesario quela clase obrera expropie no sólo económica y social-mente a la burguesía, también necesita hacerse con elpoder político para organizar la sociedad sobre basestotalmente diferentes.

En la lucha por el socialismo, la construcción delfactor subjetivo –o lo que es lo mismo, un partidorevolucionario de masas– constituye una tarea inaplaza-ble. Marx, Engels, Lenin y Trotsky comprendieronperfectamente esta cuestión: es necesario que existapreviamente a la revolución, a las grandes convulsionessociales inevitables en las crisis capitalistas, un partidoque tenga fuertes raíces, influencia, autoridad y capaci-dad de movilización entre las masas obreras.

Este partido no se puede improvisar, ni puede surgir

espontáneamente durante los acontecimientos. Necesitaconstruirse con anterioridad, forjando los cuadrosmarxistas que, aunque en minoría, puedan ganar a lamayoría trabajadora cuando las condiciones objetivassean favorables. En este proceso el trabajo en lossindicatos obreros es decisivo para aumentar la influen-cia y el apoyo a las ideas del marxismo revolucionario.Trabajar, militar, construir los sindicatos es una obliga-ción para cualquier marxista.

No obstante, igual que hace 70 años, el movimientode los trabajadores tiene que soportar la bancarrotapolítica de las direcciones reformistas de los sindicatos,con sus prácticas de pacto social, colaboración de clasesy desmovilización. Como reacción a esta política,sectores de activistas abogan por la salida de los sindi-catos y la construcción de otros nuevos. Para el marxis-mo, este fenómeno, aunque comprensible, es un caminoequivocado y falso que aísla a los mejores luchadoresdel conjunto del movimiento obrero.

Lenin escribió ampliamente a este respecto, comba-tiendo las tendencias ultraizquierdistas que abundabanen las filas de los jóvenes partidos comunistas en losaños 20 y que planteaban la salida de los sindicatosreformistas. En su obra La enfermedad infantil del‘izquierdismo’ en el comunismo señala: «La luchacontra los jefes oportunistas y socialchovinistas lasostenemos para ganarnos a la clase obrera.

Sería necio olvidar esta verdad elementalísima y másque evidente. Y tal es, precisamente, la necedad quecometen los comunistas alemanes ‘de izquierda’, loscuales deducen del carácter reaccionario ycontrarrevolucionario de los cabecillas de los sindicatosla conclusión de que es preciso... ¡¡salir de los sindica-tos!! ¡¡Renunciar al trabajo en ellos!! ¡¡crear formas deorganización nuevas, inventadas!! Una estupidez tanimperdonable, que equivale al mejor servicio que loscomunistas pueden prestar a la burguesía».

Trotsky, que sostenía el mismo punto de vista queLenin, defendió siempre un trabajo paciente y sistemáti-co en el seno de los sindicatos, lo que no quería decirocultar las ideas, rebajar el programa o conciliar con losque dentro del movimiento sindical actúan comomuletas de la patronal y el gobierno.

El presente libro de Trotsky incluye diferentes textossobre los sindicatos, escritos en distintos momentos desu vida política. El contexto es diferente pero losanálisis del autor siguen siendo plenamente actuales.

Esperamos que sean de utilidad tanto para losactivistas sindicales como para la nueva generación dejóvenes que despierta a la lucha política y sindical.

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León Trotsky

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Una discusión necesaria connuestros camaradas sindicalistas23 de marzo de 1923

Este artículo fue escrito como respuesta al camaradaLouzon [1], inmediatamente después del Cuarto Con-greso Mundial de la Internacional Comunista [2] Peroen ese momento se prestaba más atención a la luchacontra la derecha socialista, contra la última tanda dedisidentes, Verfeuil, Frossard, etcétera [3]. En estalucha uníamos nuestros esfuerzos, y lo seguimoshaciendo, a los de los sindicalistas, y yo preferí pospo-ner la publicación de este artículo. Estamos firmementeconvencidos de que nos seguiremos entendiendoperfectamente con los sindicalistas revolucionarios. Laentrada de nuestro viejo amigo Monatte [4] al PartidoComunista para nosotros supuso una gran alegría. Larevolución necesita hombres como él. Pero sería unerror compensar un rapprochement con una confusiónde ideas. En el curso de los últimos meses el PartidoComunista Francés se ha depurado y consolidado; porlo tanto, podemos entrar ahora en una discusión tran-quila y fraternal con nuestros camaradas sindicalistas, acuyo lado tenemos muchas tareas que cumplir y muchasbatallas que ganar.

El camarada Louzon, en una serie de artículos yexplicaciones personales, expuso, respecto a la cuestiónfundamental de las relaciones entre el partido y lossindicatos, posiciones que difieren radicalmente de lasde la Internacional y del marxismo.

Los camaradas franceses, cuya opinión acostumbrorespetar, sienten una gran estima por el camaradaLouzon y a su devoción hacia el proletariado. Por esarazón, es más necesario aún corregir los errores quecometió en una cuestión tan importante.

El camarada Louzon defiende la independencia totale incondicional de los sindicatos. ¿Contra qué? Obvia-mente contra ciertos ataques. ¿De quiénes? Contra losataques atribuidos al partido. La independencia de lossindicatos, una necesidad indiscutible, para él adquiereun significado absoluto y casi místico. Y nuestro cama-rada apela, equivocadamente, a Marx.

Los sindicatos, dice Louzon, representan a «toda laclase obrera». El partido, en cambio, no es más que unpartido. Ni siquiera se los puede equiparar. «La claseobrera tiene su fin en sí misma». En cambio el partidosolamente puede servir a la clase obrera o subordinarsea ella. Así que el partido no puede «anexarse» a la claseobrera. El hecho de que hasta el último Congreso deMoscú la Internacional Comunista estuviera representa-da en la Internacional Sindical Roja [5], y viceversa,para Louzon, significaba la verdadera equiparación dela clase y el partido. Ahora, una vez eliminada estarepresentación, el partido reasume su rol de sirviente, yel camarada Louzon lo aprueba.

Para él, ésta también era la posición de Marx. El quelas internacionales política y sindical ya no esténrepresentadas una en la otra, para Louzon significa elrechazo a los errores de Lassalle (!) [6] y de los social-demócratas (!) y un retomo a los principios del marxis-mo.

Esta es la esencia de un artículo aparecido en VieOuvriére [7] del 7 al 15 de diciembre. Lo más llamativode este y otros artículos similares, es que el autor cierraobvia, consciente y decididamente los ojos ante lo queocurre realmente en Francia.

Se podría suponer que el artículo fue escrito en laestrella Sirio.

¿De qué otro modo se puede comprender la afirma-ción de que los sindicatos representan a «toda la claseobrera»? ¿de qué país está hablando? Si se refiere aFrancia, por lo que sabemos, allí los sindicatos noincluyen, desgraciadamente, ni a la mitad de la claseobrera. Las maniobras criminales de los sindicalistasreformistas, apoyados desde la izquierda por algunosanarquistas, han roto la organización sindical francesa.Ninguna de las confederaciones sindicales abarca másde 300.000 obreros. Ni por separado ni juntas, sepueden identificar con todo el proletariado francés, delcual solamente constituyen una modesta porción. Esmás, cada sindicato persigue una política distinta. Laconfederación sindical reformista [ConfédérationGénérale du Travail (CGT)] coopera con la burguesía;la Confederación General del Trabajo Unitaria[Confédération Générale du Travail Unitaire (CGTU)]es, por suerte, revolucionaria. Y en esta última organi-zación, Louzon no representa más que una tendencia.¿Qué quiere decir entonces cuando afirma que la claseobrera, a la que identifica obviamente con la organiza-ción sindical, tiene un fin en sí misma? ¿con ayuda dequién y cómo expresa la clase obrera francesa susreivindicaciones? ¿con la ayuda de la organización deJouhaux? [8] Por cierto que no. ¿Con la ayuda de laCGTU? La CGTU le ha prestado grandes servicios,pero desgraciadamente todavía no es toda la claseobrera. Finalmente, para no omitir nada, no hace muchola CGTU estaba dirigida por los anarco-sindicalistas del«Pacto» [9]. Actualmente sus dirigentes son sindicalis-tas comunistas. ¿En cuál de estos dos períodos laCGTU representó mejor los intereses de la clase obre-ra? ¿Quién puede juzgarlo? Si intentáramos contestaresa pregunta ahora, valiéndonos de la experienciainternacional de nuestro partido, cometeríamos, paraLouzon, un pecado mortal, porque estaríamos preten-diendo que el partido juzgue qué política es más benefi-ciosa para la clase obrera. Es decir, colocamos alpartido por encima de la clase obrera. Pero si quisiéra-mos dirigirnos a toda la clase obrera, desgraciadamentela encontraríamos dividida, impotente, muda.

Los distintos sectores de la clase, organizados endiferentes confederaciones, en diferentes grupos dentrodel mismo sindicato, nos darán respuestas diversas.Pero la abrumadora mayoría del proletariado, que siguefuera de ambas confederaciones, no nos dará actual-mente ninguna respuesta.

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No hay ningún país en que la organización sindicalabarque a toda la clase obrera, pero en algunos com-prende al menos un vasto sector. No es éste el caso deFrancia. Si, como plantea Louzon, el partido no debe«anexarse» la clase obrera (¿qué se supone que quieradecir realmente este término?), ¿por qué razón le otorgaentonces el camarada Louzon este derecho al sindicalis-mo? Podría contestarnos: «Nuestra organización sindi-cal es todavía muy débil.

Pero no tenemos dudas sobre su futuro y su victoriafinal». A eso le contestaríamos: «Es cierto, nosotrostambién compartimos esta convicción. Pero no tenemosdudas de que el partido ganará la confianza incondicio-nal de la gran mayoría de la clase trabajadora».

No se trata, para el partido ni para los sindicatos, de«anexarse» el proletariado (está muy mal de parte deLouzon el emplear la terminología que utilizan nuestrosopositores en su lucha contra la revolución), sino deganarse la confianza del proletariado. Y esto solamentepuede lograrse mediante tácticas correctas, probadaspor la experiencia. ¿Quiénes preparan consciente,cuidadosa y críticamente estas tácticas? ¿Quién se laspropone a la clase obrera? Seguramente no caen delcielo. Y el conjunto de la clase obrera, como «cosa ensí», tampoco nos enseña esas tácticas. Nos parece que elcamarada Louzon no ha pensado en esto.

«El proletariado tiene su fin en sí mismo». Si despo-jamos esta frase de sus arreos místicos, su significadoobvio es que las tareas históricas del proletariado estándeterminadas por su ubicación social como clase y porsu papel en la producción, en la sociedad y en el Esta-do. Esto está totalmente fuera de duda. Pero esta verdadno nos ayuda a resolver el problema que nos preocupa,es decir: ¿Cómo llegará el proletariado a la compren-sión subjetiva de la tarea histórica que le plantea susituación objetiva? Si el proletariado como clase fueracapaz de comprender inmediatamente su tarea históricano serían necesarios ni el partido ni los sindicatos.

La revolución habría nacido simultáneamente con elproletariado. Por el contrario, el proceso mediante elcual el proletariado comprende su misión histórica eslargo y penoso, y está plagado de contradiccionesinternas.

Solamente a través de prolongadas luchas, de duraspruebas, de muchas vacilaciones y de una ampliaexperiencia, los mejores elementos de la clase obrera dela vanguardia de las masas alcanzan esa comprensión.Esto se aplica tanto al partido como a los sindicatos.También los sindicatos comienzan como un pequeñogrupo de obreros activos y crecen gradualmente, amedida que su experiencia les permite ganar la confian-za de las masas Pero mientras las organizacionesrevolucionarias luchan para ganar influencia sobre laclase obrera, los ideólogos burgueses contraponen a «latotalidad de la clase obrera» no sólo con el partido de laclase obrera sino también con sus organizacionessindicales, a las que acusan de querer «anexársela». LeTemps [10] lo dice cuando hay una huelga. En otraspalabras, los ideólogos burgueses contraponen a la clase

obrera como objeto con la clase obrera como sujetoconsciente.

Porque es solamente a través de su minoría conconciencia de clase que la clase obrera se convierte enfactor histórico. Vemos entonces que las críticas plan-teadas por el camarada Louzon hacia las «pretensionesinjustificadas del partido» se pueden aplicar igualmentea las «pretensiones injustificadas» de los sindicatos.Sobre todo en Francia, ya que el sindicalismo francés –debemos repetirlo– ha sido y es, organizativa y teórica-mente, igual que un partido. Así fue que llegó, durantesu período clásico (1905-1907), a la teoría de la «mino-ría activa», y no a la del «proletariado colectivo». ¿Yqué es una minoría activa, ligada por la unidad de susideas, sino un partido? Por otra parte una organizaciónsindical masiva que no contuviera una minoría activacon conciencia de clase, ¿no sería una organización sinsentido y puramente formal? Que el sindicalismofrancés era un partido quedó totalmente confirmado conla ruptura que sufrió tan pronto aparecieron divergen-cias políticas en sus filas. Pero el partido del sindicalis-mo revolucionario siente la misma aversión que toda laclase obrera francesa por los obreros como tales. Por lotanto no asumió el nombre de partido y se mantieneincompleto en cuanto a organización. Es un partido queintentó diluir a sus miembros en la asociación sindical,o al menos cobijarse en los sindicatos.

Se explica entonces la subordinación real de lossindicatos a ciertas tendencias, fracciones y hastacamarillas. También se explica el «Pacto», caricaturamasónica de partido en el seno de la organizaciónsindical. Y viceversa: la Internacional Comunista hacombatido firmemente la división del movimientosindical francés, es decir su conversión en partidossindicalistas. La consideración principal del PartidoComunista ha sido la tarea histórica de la totalidad de laclase obrera, y la enorme importancia que como taltiene la organización sindical en la resolución de lastareas del proletariado.

En este aspecto ha defendido, desde el principio, enel espíritu del marxismo, la independencia real y vivade los sindicatos.

El sindicalismo revolucionario, que fue en muchosaspectos el precursor del comunismo actual en Francia,ha adoptado la teoría de la minoría activa, es decir delpartido, pero sin convertirse abiertamente en un partido.De esta forma ha impedido que los sindicatos se trans-formaran en una organización de la totalidad de la claseobrera (lo que no es posible en un sistema capitalista) oal menos de amplias masas.

Los comunistas no le temen a la palabra «partido»,porque su partido no tiene ni tendrá nada en común conlos otros partidos.

Su partido no es uno de los partidos políticos delsistema burgués, es la minoría activa y con concienciade clase del proletariado, su vanguardia revolucionaria.Por lo tanto los comunistas no tienen ninguna razón, niideológica ni organizativa, para esconderse tras lossindicatos. No los utilizan para maquinaciones de

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trastienda. No los rompen cuando están en minoría. Noperturban de ningún modo el desarrollo independientede los sindicatos y apoyan sus luchas con todas susfuerzas. Pero al mismo tiempo el Partido Comunista sereserva el derecho a expresar sus opiniones sobre todoslos problemas del movimiento obrero, incluso sobre lossindicales, de criticar las tácticas de los sindicatos y dehacerles propuestas concretas que aquellos, por suparte, son libres de aceptar o rechazar. El partido tratade ganar la confianza de la clase obrera y, sobre todo,del sector organizado en los sindicatos.

¿Qué significan las citas de Marx a las que hacereferencia el camarada Louzon? Es cierto que Marxescribió en 1868 que el partido obrero saldría de lossindicatos. Cuando escribía esto pensaba principalmen-te en Inglaterra, que era el único país capitalista desa-rrollado que ya tenía grandes organizaciones obreras.Desde entonces ha pasado medio siglo. La experienciahistórica confirmó las profecías de Marx en lo querespecta a Inglaterra. El Partido Laborista inglés seconstruyó realmente sobre la base de los sindicatos.¿Pero cree el camarada Louzon que al Partido Laboristainglés actual, con la dirección de Henderson y Clynes,se lo puede considerar auténticamente representativo delos intereses de la totalidad del proletariado? Decidida-mente, no. El Partido Laborista traiciona la causa delproletariado en Gran Bretaña, del mismo modo que lohace la burocracia sindical, si bien en Inglaterra lossindicatos están más cerca de representar al conjunto dela clase obrera que en cualquier otra parte. Por otrolado, no debemos tener ninguna duda de que nuestrainfluencia comunista crecerá en este Partido Laboristainglés surgido de los sindicatos, y que esto contribuirá aagudizar las luchas entre las masas y sus dirigentesdentro de los sindicatos, hasta que los burócratastraidores sean expulsados y el Partido Laborista trans-formado y regenerado totalmente. Y nosotros, como elcamarada Louzon, pertenecemos a una Internacional ala que se ha adherido el Partido Comunista inglés, y quecombate a la Segunda Internacional a la que apoya elPartido Laborista inglés, que tuvo su origen en lossindicatos.

En Rusia –y con relación a las leyes de desarrollocapitalista Rusia está en las antípodas de Gran Bretaña–el Partido Comunista, que originariamente fue elPartido Socialdemócrata, es anterior a los sindicatos ylos creó. Los sindicatos y el Estado obrero de Rusiaestán hoy en día totalmente bajo la influencia delPartido Comunista, que no tuvo de ningún modo suorigen en los sindicatos sino que por el contrario, loscreó y preparó. ¿Diría el camarada Louzon que laevolución de Rusia entra en contradicción con elmarxismo? ¿No es más sencillo decir, que el plantea-miento de Marx sobre el origen del partido en lossindicatos, se ha reafirmado por la experiencia enInglaterra, y que ni siquiera allí en un ciento por ciento,pero que Marx nunca tuvo la más mínima intención desentar una ley que él mismo llamara una vez,desdeñosamente, «suprahistórica»? Los demás países deEuropa incluida Francia, se encuentran, en este aspecto,

entre Rusia y Gran Bretaña. En algunos países lossindicatos son anteriores al partido, en otros se dio elcaso contrario. Pero en ningún caso, salvo en Inglaterray parcialmente en Bélgica, el partido del proletariadosurgió de los sindicatos. Pero, como de los sindicatos noha surgido ningún partido comunista orgánico, ¿debe-mos sacar la conclusión de que toda la InternacionalComunista ha tenido un nacimiento ilegítimo? Cuandolos sindicatos ingleses apoyaban alternativamente a losconservadores y a los liberales y en cierta medida eranun apéndice sindical de esos partidos, cuando la organi-zación política de los obreros alemanes no era más queel ala izquierda del partido democrático, cuando losseguidores de Lassalle y Eisenach [11] se peleabanentre sí; entonces Marx reclamaba la independencia delos sindicatos de todo partido. Esta fórmula estabadictada por el deseo de contraponer las organizacionesobreras a todos los partidos burgueses y de impedir quese ligaran demasiado estrechamente a las sectas socia-listas. Pero el camarada Louzon se olvida de que elmismo Marx fundó la Primera Internacional, cuyoobjetivo era guiar en todos los sentidos al movimientoobrero de todos los países y hacerlo fructífero. Fue enl864, y la Internacional creada por Marx era un partido.Marx no quiso esperar a que el partido internacional dela clase obrera se formara sólo y de cualquier forma y almargen de los sindicatos. Hizo todo lo que pudo, parafortalecer dentro de los sindicatos la influencia de lasideas del socialismo científico, las que aparecieron porvez primera en 1847 en el Manifiesto Comunista.Cuando Marx reclamaba la total independencia de lossindicatos de todos los partidos y sectas existentes, esdecir de todos los partidos y sectas burguesas ypequeñoburguesas, lo hacía con el objeto de facilitar alsocialismo científico su predominio en los sindicatos.Marx nunca consideró al partido del socialismo científi-co uno más de los tantos partidos políticos existentes(parlamentarios, democráticos, etcétera). Para Marx, laInternacional era la clase obrera consciente, representa-da en ese momento por una vanguardia aún muy peque-ña.

Si el camarada Louzon fuera consecuente con sumetafísica sindical y su interpretación de Marx, diría:«Renunciemos al Partido Comunista y esperemos a quese forme a partir de los sindicatos». En realidad la únicaposibilidad de que los actuales sindicatos francesesrecuperen su unidad y conquisten una influencia mayo-ritaria sobre las masas, reside en que sus mejoreselementos se organicen como vanguardia revolucionariaconsciente del proletariado, es decir en un PartidoComunista.

Marx no dio ninguna respuesta definitiva al proble-ma de las relaciones entre el partido y los sindicatos,tampoco podía hacerlo. Estas relaciones dependen decircunstancias que varían en cada caso. Si el partido yla confederación sindical tienen una representaciónmutua en sus Comités Centrales, o si forman comités deacción conjunta cuando es necesario, no tiene mayorimportancia. Pueden cambiar las formas organizativas,pero el papel fundamental del partido sigue constante.

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El Partido para merecer ese nombre, debe incluir a todala vanguardia de la clase obrera y usar su influenciaideológica para que puedan fructificar todas las mani-festaciones del movimiento obrero, especialmente elmovimiento sindical. Pero para que las organizacionessindicales merezcan ese nombre deben abarcar a unamasa creciente de obreros, y entre ellos a muchoselementos atrasados. Sólo cumplirán su misión si seguían conscientemente por principios firmementeestablecidos, y sólo la pueden cumplir si sus mejoreselementos se encuentran unidos en el partido de larevolución proletaria.

La reciente depuración del Partido ComunistaFrancés, que por un lado se libró de pequeños burgue-ses llorosos, héroes de salón, Hamlets políticos ytrepadores repugnantes, y por el otro produjo elrapprochement de los comunistas y los sindicalistasrevolucionarios, significa un gran avance para la crea-ción de relaciones adecuadas entre las organizacionessindicales y la organización política, lo que a su vez esun gran paso adelante hacia la revolución.

23 de marzo de 1923. [1] Louzon, Robert (1882). Sindicalista revolucio-

nario, por esa época miembro del Partido ComunistaFrancés. Él y Monatte siguieron luego el mismo cami-no, y terminaron en el grupo RevolutionProlétarienne. Trotsky había dejado temporalmente delado sus diferencias con Monatte y Louzon para con-centrar sus esfuerzos en la lucha contra Frossard. [2]Cuarto Congreso Mundial de la InternacionalComunista. Noviembre-diciembre de 1922. En estecongreso Trotsky informó sobre la crisis del partidofrancés. [3] Frossard, Louis Olivier (1889-1946).Centrista de izquierda. Secretario del Partido Comunis-ta Francés después de 1920, renunció en 1923 y volvióal Partido Socialista. Dejó el PS en 1935 para serministro de Trabajo. Fue ministro de los gobiernos delFrente Popular y del primero de Pétain. [4] Monatte,Pierre (1881-1960). Sindicalista revolucionario, fundóVie ouvrière en 1909. Uno de los primeros en oponersea la Primera Guerra Mundial. Se unió al Partido Comu-nista Francés en 1923, para dejarlo un año más tarde.Fundó Revolution prolétarienne en 1924 y laLiga Sindicalista en 1926. [5] Internacional SindicalRoja. También conocida como Profintern, sigla de susiniciales en ruso. Fue fundada en Moscú en 1921en oposición a la federación obrera internacionalreformista («amarilla») con sede central en Amsterdam. [6] Lassalle, Ferdinand (1825-1864). Socialista alemán.Organizó la Unión General de Obreros Alemanes en1863. Su fusión con los seguidores de Marx en Alema-nia condujo finalmente a la constitución del PartidoSocialdemócrata. [7] Vie ouvrière. Ver nota 4 [8]Jouhaux, León (1870-1954). Dirigente dela Confedération Générale du Travail (CGT) de la quefue secretario general desde 1921 hasta la SegundaGuerra Mundial. Sindicalista social-patriota durantela primera guerra. Se opuso a la Revolución Rusa. ParaTrotsky era la personificación del colaboracionismo declases. [9] El »Pacto». Firmado por dieciocho

anarquistas y semianarquistas en febrero de 1921, suexistencia se mantuvo en secreto. Impregnados delespíritu de francmasonería y del «sindicalismo puro»,sus firmantes intentaban copar el movimiento sindicalfrancés para oponerse a la influencia de los comunistas.Al descubrírselo un tiempo antes del congreso defundación (junio de 1922) de la Confederation Généraldu Travail Unitaire (CGTU) se armó gran revuelo. Elpacto no logró su objetivo, ya que la CGTU eligió unadirección comunista y comunista- sindicalista. [10]. LeTemps. Importante diario francés. Apareció entre laPrimera Guerra Mundial y la Segunda, como vocerosemioficial del gobierno. Muy corrupto. Fue cerradodespués de la Segunda Guerra por colaboración con losfascistas [11]. Eisenach. Wilhelm Liebknecht y AugustBebel, seguidores de Marx en Alemania, fundaron elPartido Obrero Socialdemócrata en 1869 en Eisenach,en oposición a la Unión General de ObrerosAlemanes, lasallista. Lasallistas y eisenacheanosunieron finalmente sus movimientos en 1875 en unaconvención celebrada en Gotha. Ver nota 6

¡Otra vez los prejuiciosanarcosindicalistas!

Moscú, 8 de mayo de 1923

El nuevo artículo del camarada Louzon [1] contienemás errores que los anteriores, si bien su línea principalde argumentación toma esta vez un giro totalmentedistinto.

En sus artículos anteriores partía de abstraccionesque suponían que los sindicatos representaban al«conjunto de la clase obrera». En mi respuesta planteéla siguiente duda: «¿Dónde escribe sus artículos elcamarada Louzon, en Francia o en Sirio?». En su últimoartículo abandonó el débil soporte de las leyes universa-les e intentó apoyarse en el terreno nacional del sindica-lismo francés. Dice que sí, que los sindicatos francesesno son realmente el conjunto de la clase trabajadorasino una minoría activa. O sea que el camarada Louzonreconoce que los sindicatos son una especie de partidorevolucionario. Pero este partido sindicalista se distin-gue por ser puramente proletario en su constitución.Esta es su gran ventaja sobre el Partido Comunista.Además tiene otras ventajas: el partido sindicalistarechaza categóricamente las instituciones estatalesburguesas, no «reconoce» a la democracia y por lo tantono toma parte en las luchas parlamentarias.

El camarada Louzon no se cansa de repetir que nosreferimos a las particularidades del desarrollo francés,únicamente. Habiendo comenzado con una ampliageneralización en la que había convertido a Marx en unsindicalista, ahora deja de lado a Inglaterra, Rusia yAlemania. No contesta a nuestra pregunta de por qué

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pertenece él a la Internacional Comunista, en compañíadel minúsculo Partido Comunista Inglés, y no a laSegunda Internacional, como los sindicatos ingleses yel Partido Laborista inglés que éstos apoyan. Louzoncomenzó por una ley «suprahistórica» para todos lospaíses y terminó reclamando una ley excepcional paraFrancia. Más todavía, su carácter excluye la posibilidadde una Internacional: ¿cómo pueden discutirse tácticascomunes si no hay premisas fundamentales comunes?Es muy difícil entender por qué el camarada pertenece ala Intersindical Comunista. No menos difícil es enten-der por qué pertenece al Partido Comunista Francés,habiendo otro que tiene todas sus ventajas y ninguna desus desventajas.

Ahora, si bien el camarada Louzon deja el planointernacional para internarse en el nacional, ignorasistemáticamente la cuestión «nacional» que se leplanteó en nuestro primer artículo: ¿Qué papel cumplióla CGT [2] durante la guerra? El de Jouhaux no fuemenos despreciable y traidor que el de Renaudel [3]. Laúnica diferencia consistió en el hecho de que el partidosocialpatriótico demostraba una cierta sistematizaciónen sus posiciones y en sus actos, mientras que lossindicalistas patriotas actuaban de una forma puramenteempírica y justificaban sus acciones con miserables yestúpidas improvisaciones. Podría decirse que, encuanto a tradición patriótica, el Partido Socialista,debido a su definición, superaba al semidefinido partidosindicalista. En el fondo, Renaudel y Jouhaux eran lomismo.

¿Y ahora qué pasa? ¿Desea Louzon la unión deambas confederaciones? Nosotros sí. La Internacionallo considera necesario. Ni siquiera nos alarmaríamos siesta unión le da a Jouhaux la mayoría. Claro que nodiríamos (como lo hace Louzon) que el sindicalismo es,aun encabezado por Jouhaux, Dumoulin, Merrheim ydemás [4], la forma más pura de organización proleta-ria, que abarca «al conjunto de la clase obrera», etcéte-ra, etcétera. Sería una tergiversación de los hechos.

Pero consideraríamos que la formación de organiza-ciones obreras más amplias, es decir la concentraciónde masas proletarias mayores, que conformen un campode batalla más vasto para la lucha por las tácticas eideas del comunismo, es un gran logro para la causa dela revolución. Lo primero que se necesita para esto esque las ideas y tácticas del comunismo no estén en elaire sino organizadas bajo la forma de un partido. Encuanto al camarada Louzon, no es consecuente hasta elfin con sus planteamientos, porque si no su conclusiónlógica debería ser la sustitución del partido por unaórgnnización sindical de la «minoría activa». El resulta-do inevitable de esto sería el reemplazo del partido ydel sindicato, ya que esos sindicatos que propone elcamarada Louzon son demasiado indefinidos comopartidos y demasiado pequeños para sindicatos.

Los argumentos del camarada Louzon respecto a quelos sindicatos no quieren mancharse con el contacto conlas organizaciones de la democracia burguesa le hacenun débil eco al anarquismo. Puede suponerse que lamayoría de los obreros organizados en la CGTU vota-

ran en las elecciones por el Partido Comunista (almenos esperamos que el camarada Louzon, comomiembro del Partido Comunista, los llame a hacerlo),mientras que la mayoría de los miembros de la confede-ración amarilla votarán por el partido de Blum,Renaudel [5]. El sindicato, como forma organizativa, nose adapta a la lucha parlamentaria, pero los obrerosorganizados en los sindicatos tendrán igualmente susdiputados. Es un simple caso de división del trabajodentro de una misma clase. ¿O acaso a los obrerosfranceses les es indiferente lo que pasa en el parlamen-to? Ellos no piensan así.

Los sindicatos han reaccionado muchas veces ante lalabor legislativa del parlamento, y lo seguirán haciendoen el futuro. Y si, al mismo tiempo, hay legisladorescomunistas en el parlamento, que trabajen hombro ahombro con los sindicatos revolucionarios contra losactos de violencia y los golpes de la «democracia»imperialista, es una ventaja y no una desventaja.

La «tradición» francesa dice que los diputados sontraidores. Pero el Partido Comunista Francés ha sidocreado para barrer con esa tradición. Si algún diputadose aparta de la línea clasista, será expulsado del partido.Nuestro partido francés ha aprendido a hacerlo y ladesconfianza es totalmente infundada.

Louzon se queja de que el partido tiene muchosintelectuales pequeñoburgueses. Es cierto. Pero elCuarto Congreso de la Internacional Comunista loreconoció y adoptó una resolución al respecto, que noha dejado de tener su efecto. Hay más por hacer paraconsolidar el carácter proletario del partido. Pero nolograremos este fin mediante la contradictoria metafísi-ca sindicalista del camarada Louzon, sino con untrabajo partidario sistemático en el terreno sindical y enlos aspectos de la lucha proletaria. Ya hay un númeroconsiderable de obreros en el Comité Central de nuestropartido francés. Esto se refleja en todo el partido. Lamisma tendencia se sigue, de acuerdo a las resolucionesdel Cuarto Congreso, en las elecciones parlamentarias ymunicipales. El partido ganará así la confianza delproletariado revolucionario. Esto significa que elpartido sufrirá cada vez menos la falta de proletariosactivos y competentes que ocupen los puestos revolu-cionarios más importantes y de mayor responsabilidad.Mucho me temo que las posiciones del camaradaLouzon ejerzan una influencia negativa sobre estaprofunda evolución progresiva de la vanguardia de laclase obrera francesa. Pero no dudo de que el comunis-mo superará este obstáculo, como todos los demás.

Moscú, 8 de mayo de 1923 [1] El nuevo articulo de Louzon. Ver International

Press Correspondence, 14 de junio de 1923. [2] CGT.Confedération Générale du Travail (ConfederaciónGeneral del Trabajo), la confederación sindical refor-mista dirigida por Jouhaux [3] Renaudel, Pierre (1871-1935). Mano derecha del dirigente socialista JeanJaures hasta 1914. Editor socialpatriotade L’Humanité durante la Primera Guerra Mundial.Luego dirigente del ala derecha del Partido Socialista.

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[4] Jouhaux,.. y demás. Para Jouhaux ver nota8. Dumoulin, Georges (1877-1963). Centrista durante laPrimera Guerra Mundial, se unió después a Jouhaux yal ala derecha. Tuvo varios cargos sindicales antes de laSegunda Guerra Mundial, cuando colaboró con elgobierno de Vichy. Merrheim, Alphonse (1871-1923).Partidario de Jouhaux en 1917, luchó contra los revolu-cionarios y permaneció en el ala derecha de la CGTluego de la división de 1921.

[5] El partido de Blum-Renaudel. El PartidoSocialista. León Blum (1872-1950) era editor delprincipal periódico socialista, Le Populaire. Después delas elecciones de 1936 fue primer ministro delprimer gobierno del Frente Popular. Para Renaudel vernota 3

Comunismo y sindicalismo14 de octubre de 1929

El problema de los sindicatos es uno de los másimportantes para el movimiento obrero y por lo tantotambién para la Oposición. Si ésta no tiene una posiciónclara acerca de los sindicatos no podrá ganar unainfluencia real sobre la clase obrera. Por eso quieroplantear aquí, para la discusión, algunas consideracio-nes sobre la cuestión sindical.

El Partido Comunista es la herramienta fundamentalpara la acción revolucionaria del proletariado, la organi-zación de combate de su vanguardia que debe erigirseen dirección de la clase obrera en todos los ámbitos desu lucha, sin excepción, y por lo tanto también en elcampo sindical.

Los que, en principio, contraponen autonomíasindical a dirección del Partido Comunista están contra-poniendo –quiéranlo o no– al sector proletario másatrasado con la vanguardia de la clase obrera, la luchapor las conquistas inmediatas con la lucha por la com-pleta liberación de los trabajadores, el reformismo conel comunismo, el oportunismo con el marxismo revolu-cionario.

3. El sindicalismo francés de preguerra, en la épocade su surgimiento y expansión, al luchar por su autono-mía sindical luchaba en realidad por su independenciadel gobierno burgués y sus partidos, entre ellos elsocialismo reformista -parlamentario. Esta fue unalucha contra el oportunismo librada de manera revolu-cionaria.

En este sentido, el sindicalismo revolucionario nohizo un fetiche de la autonomía de las organizacionesde masas. Por el contrario, comprendió y elogió el papeldirigente de la minoría revolucionaria en relación a las

organizaciones de masas, que reflejan a la clase obreracon todas sus contradicciones, su retraso y sus debilida-des.

La teoría de la minoría activa era esencialmente unateoría incompleta del partido proletario. En toda supráctica el sindicalismo revolucionario era un embriónde partido revolucionario, en oposición al oportunismo;es decir, era un notable precursor del comunismorevolucionario.

La debilidad del anarco-sindicalismo, aun en superíodo clásico, era la falta de una base teórica correctalo que resultaba en una comprensión errónea de lanaturaleza del Estado y de su papel en la lucha declases, así como en una concepción incompleta, no deltodo desarrollada y por lo tanto equivocada del papel dela minoría revolucionaria, es decir, del partido. De ahísus errores tácticos, como el fetichismo hacia la huelgageneral, el desconocimiento de la relación entre lainsurrección y la toma del poder, etcétera.

6. Después de la guerra, el sindicalismo francésencontró en el comunismo su refutación, y también sudesarrollo y su realización plena. Intentar revivir ahorael sindicalismo revolucionario sería tratar de hacerretroceder la historia.

Semejante intento sólo puede resultar reaccionariopara el movimiento obrero.

7. Los epígonos [1] del sindicalismo transforman (enlas palabras) la independencia de las organizacionessindicales de la burguesía y de los socialistasreformistas en independencia en general, en indepen-dencia absoluta de todos los partidos, incluyendo elcomunista.

Si en su momento de expansión el sindicalismo seconsideraba a sí mismo una vanguardia y luchaba por lahegemonía de la minoría de vanguardia sobre las masasatrasadas, los epígonos del sindicalismo luchan ahoracontra idénticas intenciones de la vanguardia comunis-ta, intentando, aunque sin éxito, basarse en el pocodesarrollo y en los prejuicios de los sectores másretrasados de la clase obrera.

La independencia de la influencia de la burguesíano puede ser un estado pasivo. Solamente se expresamediante actos políticos, o sea mediante la lucha contrala burguesía. Esta lucha debe inspirarse en un programaclaro, que requiere una organización y tácticas para suaplicación. La unión del programa, la organización y lastácticas forman el partido. En este sentido, la verdaderaindependencia del proletariado del gobierno burgués nopuede concretarse a menos que lleve a cabo su luchabajo la conducción de un partido revolucionario y no deun partido oportunista.

Los epígonos del sindicalismo querrían hacernoscreer que los sindicatos son suficientes por sí mismos.Esto teóricamente no quiere decir nada, pero en lapráctica significa la disolución de la vanguardia revolu-cionaria en la retaguardia de masas, o sea en los sindi-catos.

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Cuanto más amplias son las masas que aglutinan lossindicatos, éstos cumplen mejor su misión. Un partidoproletario, por el contrario, adquiere prestigio solamen-te si es ideológicamente homogéneo, y está ligado porla unidad de acción y de organización. Pretender quelos sindicatos son autosuficientes porque el proletariadoya ha alcanzado su «mayoría» de edad es sencillamenteadular al proletariado. Es decirle que es lo que no es nipodrá ser bajo el capitalismo, y mantener en el atraso yla ignorancia a enormes masas de obreros, permitiendosólo a la vanguardia la posibilidad de superar lasdificultades y llegar a una clara comprensión de lastareas del conjunto de su clase.

10. La autonomía real, práctica y no metafísica, de laorganización sindical, no se ve perturbada ni disminui-da en lo más mínimo por el intento del Partido Comu-nista por influir sobre ella. Todo militante del sindicatotiene derecho a votar como le parece y a elegir al que élconsidere mejor. Los comunistas, al igual que losdemás, gozan de este derecho.

Que los comunistas ganen la mayoría en los órganosdirectivos está totalmente de acuerdo con el principiode autonomía,

o sea de autoadministración, de los sindicatos. Porotra parte ningún estatuto sindical puede impedir oprohibir al partido que elija como militante de suComité Central al secretario de la Confederación delTrabajo, ya que aquí entramos enteramente en el domi-nio de la autonomía partidaria.

11. Por supuesto que los comunistas se someten enlos sindicatos, sin importar qué puesto ocupen, a ladisciplina partidaria. Esto no excluye sino que presupo-ne su sumisión a la disciplina sindical. En otras pala-bras: el partido no les impone ninguna línea de conduc-ta que contradiga la predisposición ni las opiniones dela mayoría de los militantes de los sindicatos. En casosenteramente excepcionales, cuando el partido consideraimposible el acatamiento por parte de sus militantes dealguna decisión reaccionaria del sindicato, señalaabiertamente a sus militantes las consecuencias que estoacarrea: separación de los cargos, expulsiones y demás.

En estas cuestiones, con fórmulas jurídicas (y laautonomía es una fórmula puramente jurídica) no se vaa ninguna parte.

Debe plantearse lo esencial del problema, y loesencial es la política sindical. A una política incorrectadebe oponerse una política correcta.

12. El carácter de la influencia del partido, susformas y sus métodos pueden diferir profundamente, deacuerdo a las condiciones generales de un país dado o asu nivel de desarrollo.

En los países capitalistas, donde el Partido Comunis-ta no tiene ningún medio de coerción, es obvio quesolamente pueden ejercer un liderazgo a través de loscomunistas que sean militantes o liberados de lossindicatos.

El número de comunistas que ocupan cargos de

dirección en los sindicatos sólo es un medio más paramedir la influencia del partido. El parámetro másimportante es el porcentaje de comunistas en relación altotal de sindicalizados. Pero el criterio principal es lainfluencia general del partido sobre la clase obrera, quese mide por la circulación de la prensa comunista, laconcurrencia a actos del partido, el número de votosobtenidos en las elecciones y, lo que es especialmenteimportante, el número de obreros y obreras que respon-den activamente a los llamamientos del partido a lalucha.

13. Claro está que la influencia general del PartidoComunista crecerá, incluso en los sindicatos, cuantomás revolucionaria sea la situación.

Estas condiciones permiten una apreciación delgrado y la forma de la verdadera autonomía, real y nometafísica, de los sindicatos. En tiempos de «paz»,cuando las formas más militantes de acción sindicalconsisten en huelgas económicas aisladas, el papeldirecto del partido en la acción sindical pasa a segundoplano. Por regla general, el partido no toma una deci-sión sobre cada huelga aislada. Ayuda al sindicato adecidir si es oportuna, a través de su informacióneconómica, política y sus consejos. Colabora en lahuelga mediante la agitación, etcétera. Pero en la huelgael primer lugar por supuesto corresponde al sindicato.

La situación cambia radicalmente cuando la movili-zación adquiere la forma de una huelga general oincluso en una lucha directa por el poder. En esascondiciones el papel de dirección del partido es directoe inmediato. Los sindicatos (naturalmente los que no sepasan al otro lado de la barricada) se convierten enaparatos organizativos del partido que aparece, antetoda la clase, como el líder de la revolución y asumetoda la responsabilidad. Entre la huelga económicaparcial y la insurrección revolucionaria, hay toda unagama de posibles relaciones entre el partido y lossindicatos, varios grados de influencia directa e inme-diata, etcétera.

Pero, cualesquiera que sean las condiciones, elpartido trata de ganar influencia y para ello cuenta conla autonomía de los sindicatos, que (sobra decirlo) noestán «sometidos» a él organizativamente.

14. Los hechos demuestran que no existen en ningu-na parte sindicatos políticamente «independientes».Nunca los hubo y la experiencia y la teoría nos dicenque nunca los habrá. En los Estados Unidos los aparatossindicales están directamente vinculados a la planamayor de la industria y a los partidos burgueses. EnInglaterra, antes apoyaban en general a los liberales,ahora forman la base material del Partido Laborista. EnAlemania, marchan bajo la bandera de la socialdemo-cracia. En la República Soviética su dirección corres-ponde a los bolchevique En Francia una de las organi-zaciones sindicales sigue a los socialistas y otra a loscomunistas. En Finlandia se dividieron recientemente,unos giraron hacia la socialdemocracia y otros hacia elcomunismo. Así ocurre en todas partes.

Los teóricos de la «independencia» del movimiento8

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sindical hasta ahora no se han molestado en preguntar-se: ¿por qué su reivindicación no se hace realidad enninguna parte sino que, por el contrario, la dependenciade los sindicatos respecto de un partido se hace sinexcepción cada vez más evidente en todas partes? Estoestá directamente vinculado con las características de laépoca imperialista, que deja al desnudo todas lasrelaciones de clase y que incluso dentro del proletariadoacentúa las contradicciones entre su aristocracia y lossectores más explotados.

15. La expresión más acabada de este sindicalismofuera de época es la llamada Liga Sindicalista (LigueSyndicaliste). Por sus características, aparece como unaorganización política que trata de subordinar el movi-miento sindical a su influencia.

Concretamente, recluta a sus militantes según elmétodo de los grupos políticos y no el de los sindicatos.Tiene una plataforma, ya que no un programa, y lodefiende en sus publicaciones.

Tiene su propia disciplina interna dentro del movi-miento sindical.

En los congresos de las Confederaciones sus partida-rios actúan como fracción política, lo mismo que loscomunistas. En pocas palabras: la tendencia de la LigaSindicalista se reduce a la lucha por liberar a ambasConfederaciones de la dirección de socialistas y comu-nistas y unirlas bajo la dirección del grupo de Monatte.

La Liga no actúa abiertamente en nombre del dere-cho de la minoría más avanzada a luchar para extendersu influencia sobre las masas retrasadas y de la necesi-dad de que esto ocurra. Se presenta bajo el disfraz de loque llama la «independencia» sindical. En este sentidose aproxima al Partido Socialista, que también ejerce suliderazgo ocultándose tras la frase «independencia delmovimiento sindical». En cambio el Partido Comunistadice abiertamente a la clase obrera: he aquí mi progra-ma, mis tácticas y mi política, y se lo propongo a lossindicatos.

El proletariado no debe creer nada a ciegas. Debejuzgar a cada partido y a cada organización por sutrabajo. Los obreros deben desconfiar doblemente delos aspirantes a dirigentes que actúan de incógnito,pretendiendo hacerles creer que no necesitan ningunadirección.

16. No se debe negar el derecho de un partidopolítico a luchar para ganar influencia en los sindicatos,pero hay que hacerse una pregunta: ¿En nombre de quéprograma y de qué táctica lucha esa organización? Eneste sentido la Liga Sindicalista no ofrece las garantíasnecesarias. Su programa es extremadamente amorfo, lomismo ocurre con sus tácticas.

En sus evaluaciones actúa por reacción ante loshechos.

Mientras acepta la revolución proletaria e incluso ladictadura del proletariado, ignora al partido y luchacontra la influencia comunista, sin la cual la revoluciónproletaria será siempre una frase vacía.

17. La ideología de la independencia sindical notiene nada en común con las ideas y sentimientos delproletariado como clase. Si el partido, mediante sudirección, es capaz de garantizar una política correcta,clara y firme en los sindicatos, a ningún obrero se leocurrirá rebelarse contra la dirección del partido. Loprueba la experiencia histórica de los bolcheviques.

Esto se aplica también a Francia, donde los comunis-tas obtuvieron 1.200.000 votos en las elecciones mien-tras que la Confédération Générale du Travail Unitaire(organización central de los sindicatos rojos) no reúnemás que la tercera

o la cuarta parte de esa cifra. Claro está que cuales-quiera que sean las condiciones la consigna abstracta deindependencia nunca surgirá de las masas. La burocra-cia sindical es otra cosa. No sólo tiene celos profesiona-les de la burocracia partidaria, sino que tiende aindependizarse también del control de la vanguardia delproletariado. La consigna de independencia es, por susmismas bases, una consigna burocrática y no de clase.

18. Bajo el fetiche de la «independencia» la LigaSindicalista convierte en fetiche también la unidadsindical No hace falta decir que mantener la unidad delas organizaciones sindicales tiene enormes ventajas,tanto desde el punto de vista de las tareas diarias delproletariado como desde el de la lucha del PartidoComunista por extender su influencia sobre las masas.Pero la realidad nos muestra que a partir de los prime-ros éxitos del ala revolucionaria en los sindicatos losoportunistas han tomado deliberadamente la senda de laruptura. Les son más queridas las relaciones pacíficascon la burguesía que la unidad del proletariado. Esta esla única conclusión que se puede extraer de la experien-cia de posguerra.

De todos modos, a los comunistas nos interesademostrarles a los obreros que la responsabilidad por laruptura de los sindicatos recae enteramente sobre lasocialdemocracia. Pero de esto no se desprende que lafórmula vacua de la unidad sea más importante paranosotros que las tareas revolucionarias de la claseobrera.

Han pasado ocho años de la ruptura sindical enFrancia.

Durante este tiempo ambas organizaciones se ligarondefinitivamente a partidos políticos mortalmentehostiles. En tales condiciones sería alimentar vanasesperanzas pretender unificar el movimiento sindicalmediante una simple llamada a la unidad. Declarar quesin la unificación previa de las dos organizaciones nosólo no es posible la revolución, sino tampoco una serialucha de clases, significa hacer depender el futuro de larevolución de la corrupta camarilla sindical de losreformistas.

En realidad el futuro de la revolución no depende dela fusión de los dos aparatos sindicales sino de launificación de la mayoría de la clase obrera alrededorde consignas y métodos de lucha revolucionarios.

Actualmente la unificación de la clase obrera sólo es9

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posible mediante la lucha contra los colaboracionistasde clase (coalicionistas), que se encuentran no sólo enlos partidos políticos sino también en los sindicatos.

20. El verdadero camino hacia la unidad revolucio-naria pasa por el desarrollo, perfeccionamiento, creci-miento y consolidación de la revolucionaria CGTU ypor el debilitamiento de la reformista CGT.

No se excluye, por el contrario es muy probable, queen el momento de la revolución el proletariado francésentre a la lucha con dos confederaciones: una quenuclee a las masas y otra a la aristocracia obrera y a laburocracia.

21. La nueva oposición sindical no quiere andar,obviamente, el camino del sindicalismo. Al mismotiempo rompe con el partido (no con determinadadirección sino con el partido en general).

Eso significa lisa y llanamente que se desarma a símisma y cae en las posiciones del gremialismo o delsindicalismo.

La oposición sindical tiene diferentes variantes.Pero se caracteriza por algunos rasgos comunes que nola acercan a la Oposición de Izquierda. Por el contrario,la alejan y la oponen a ella. No lucha contra los actosarbitrarios y los métodos incorrectos de la direccióncomunista sino contra la influencia comunista en laclase obrera. No lucha contra la caracterizaciónultraizquierdista de la situación y de su evolución sinoque actúa en realidad contra las perspectivas revolucio-narias en general.

La oposición sindical no lucha contra los métodoscaricaturescos del antimilitarismo sino que plantea unaorientación pacifista.

En otras palabras, la oposición sindical está evolu-cionando manifiestamente en un sentido reformista.

Es totalmente incorrecto afirmar que –contraria-mente a lo sucedido en Alemania, Checoslovaquia yotros países no se ha constituido en los últimos años enFrancia un ala derecha en el campo revolucionario. Loque pasa es que la Oposición de Derecha francesa,renegando de la política revolucionaria del comunismo,ha asumido, conforme a las tradiciones del movimientoobrero francés, un carácter sindicalista, ocultando deeste modo su fisonomía política. En el fondo la mayoríade la oposición sindical representa el ala derecha, lomismo que el grupo de Brandler [2] en Alemania, lossindicalistas checos que después de la ruptura adopta-ron una posición claramente reformista, etcétera.

24. Se podría objetar que todas las consideracionesprecedentes serían correctas únicamente con la condi-ción de que el Partido Comunista tuviera una políticacorrecta. Esta objeción es infundada. El problema de larelación entre el partido, que representa al proletariadocomo debería ser, y los sindicatos, que lo representantal cual es, es el más fundamental del marxismo revolu-cionario. Sería un verdadero suicidio desechar la únicarespuesta principista posible a esta cuestión solamenteporque el Partido Comunista, bajo influencias objetivas

y subjetivas de las que hemos hablado más de una vez,esté llevando a cabo una política incorrecta en lossindicatos, así como en otros campos. A una políticaincorrecta se le opone una política correcta. Con esteobjeto, la Oposición de Izquierda se ha constituido enfracción. Si se considera que todo el Partido ComunistaFrancés está en una situación irremediable o sin espe-ranzas de recuperarse –cosa que nosotros no creemos–debe oponérsele otro partido. Pero esto no cambia ni enun milímetro la cuestión de la relación entre el partido yla clase.

La Oposición de Izquierda opina que es imposibleinfluir en el movimiento sindical, ayudarlo a encontraruna orientación correcta, imbuirlo de consignas adecua-das más que a través del Partido Comunista (o por elmomento de una fracción) que es, además de sus otrosatributos, el principal laboratorio ideológico de la claseobrera.

Bien entendido, la tarea del Partido Comunista noconsiste solamente en ganar influencia en los sindicatostal como son, sino en ganar a través de los sindicatosinfluencia en la mayoría de la clase obrera. Esto esposible solamente si los métodos que emplea el partidoen los sindicatos corresponden a la naturaleza y a lastareas de éstos. La lucha del Partido Comunista porganar influencia en los sindicatos se pone a prueba en elhecho de que éstos prosperen o no, en si aumenta elnúmero de sus militantes, como también en sus relacio-nes con las masas. Si el partido paga su influencia enlos sindicatos al precio de limitar su alcance o defraccionarlos (convirtiéndolos en auxiliares del partidopara fines momentáneos o impidiéndoles convertirse enauténticas organizaciones de masas), las relacionesentre el partido y la clase andan mal. No es necesarioque tratemos aquí las causas de semejante situación. Lohemos hecho más de una vez y lo hacemos todos losdías. La inconstancia de la política comunista oficialrefleja su tendencia aventurera a convertirse en amos dela clase obrera en el menor tiempo posible, mediantemalabarismos, maquinaciones, una agitación superfi-cial, etcétera.

Sin embargo el modo de salir de esta situación no escontraponer los sindicatos al partido (o a la fracción)sino luchar implacablemente por cambiar toda lapolítica del partido, incluso la sindical.

La Oposición de Izquierda debe conectarindisolublemente los problemas del movimiento sindi-cal con los de la lucha política del proletariado. Debeofrecer un análisis concreto del nivel actual de desarro-llo del movimiento obrero francés. Debe hacer unaevaluación, tanto cuantitativa como cualitativa, delmovimiento huelguístico actual y de sus perspectivas enrelación a las perspectivas del desarrollo económicofrancés. De más está decir que está completamentedescartada la posibilidad de una estabilización y unapaz capitalista que duren décadas. Esto se debe a unacaracterización de nuestra época como revolucionaria.Surge de la necesidad de una preparación oportuna delproletariado de vanguardia ante los cambios abruptosque son no sólo probables sino inevitables. Cuanto más

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firme e implacable sea su acción contra lasfanfarronadas supuestamente revolucionarias de laburocracia centrista, contra la histeria política que notiene en cuenta las condiciones objetivas, que confundehoy con ayer o con mañana, más firme y decididamentedebe oponerse a la derecha que toma sus críticas y seoculta tras ellas para infiltrarse en el marxismo revolu-cionario.

¿Otra definición nueva de los límites? ¿Nuevaspolémicas? ¿Nuevas rupturas? Así se lamentarán lasalmas buenas pero cansadas que querrían transformar laOposición en un tranquilo retiro donde uno puedadescansar en paz de las grandes tareas, preservandointacto el nombre de «revolucionario de izquierda».¡No!, les decimos a estos espíritus cansados; no segui-mos el mismo rumbo. La verdad nunca ha sido la sumade pequeños errores. Una organización revolucionariano puede nunca componerse de pequeños gruposconservadores, que lo primero que buscan es diferen-ciarse unos de otros. Hay épocas en que la tendenciarevolucionaria se ve reducida a una pequeña minoríadentro del movimiento obrero. Pero lo que esas épocasexigen no es hacer arreglos entre pequeños grupos,tapándose mutuamente los pecados, sino por el contra-rio una lucha doblemente impecable por una perspecti-va correcta y una educación de los cuadros en el espíri-tu del auténtico marxismo. Solamente así es posible lavictoria.

En cuanto al autor de estas líneas, debe admitir quela idea que tenía sobre el grupo de Monatte cuando fuedeportado de la Unión Soviética resultó ser demasiadooptimista y por lo tanto falsa. Durante muchos años notuvo la oportunidad de seguir el accionar de este grupo.Juzgó por viejos recuerdos.

Las divergencias no sólo resultaron ser más profun-das sino también más agudas de lo que había supuesto.Los sucesos de los últimos tiempos han probado sinlugar a dudas que la Oposición comunista de Francia nopodrá avanzar sin una clara y precisa definición ideoló-gica de la línea del sindicalismo. Las tesis propuestasson un primer paso hacia esa definición, que es elpreludio de una lucha exitosa contra la charlataneríarevolucionaria y contra la esencia oportunista deCachin, Monmouseau y Cía. [3]

17. Epígonos. Discípulos que corrompen las ense-ñanzas de su maestro.

El grupo de Brandler. Seguidores de HeinrichBrandler, dirigente del Partido Comunista Alemánexpulsado en 1928--1929, cuando la Comintern em-prendió su zigzag ultraizquierdista. Los brandleristastenían lazos internacionales con el grupo americano deLovestone y otros antiguos colaboradores de Bujarin, osea con la Oposición de Derecha del movimientocomunista.

Cachin, Monmousseau y Cía. Marcel Cachin (1869-1958), ardiente social-patriota durante la PrimeraGuerra Mundial, se pasó al comunismo en 1920. Seconvirtió en un firme estalinista y se mantuvo comoeditor de L ‘Humanité hasta su muerte. Gaston

Monmousseau (1883-1960), antiguo sindicalista revolu-cionario, se convirtió en comunista y dirigente de laCGTU y en estalinista acérrimo.

Los errores de principio delsindicalismo

Constantinopla, octubre de 1929

Cuando llegué a Francia en octubre de 1914 encon-tré al movimiento socialista y sindical francés en unestado de profunda desmoralización chovinista. Bus-cando revolucionarios, linterna en mano, trabé conoci-miento con Monatte y Rosmer [1]. Ellos no habíansucumbido al chovinismo. Así comenzó nuestra amis-tad.

Monatte se consideraba un anarco-sindicalista, peroa pesar de eso se encontraba mucho más cercano a míque los guesdistas [2] franceses, que hacían un papelvergonzoso. Por esa época los Cachin se estaban fami-liarizando con las entradas de servicio de los ministe-rios de la Tercera República [3] y de las embajadasaliadas. En 1915 Monatte abandonó, dando un portazo,el comité central de la CGT. Su alejamiento de lacentral sindical significó esencialmente una división.Pero en ese momento Monatte creía –correctamente–que las tareas históricas fundamentales del proletariadoestaban por encima de la unidad con los chovinistas ycon los lacayos del imperialismo. En esto Monatte eraleal a las mejores tradiciones del sindicalismo revolu-cionario.

Monatte fue uno de los primeros amigos de laRevolución de Octubre. Es cierto que, a diferencia deRosmer, mantuvo reservas durante mucho tiempo. Estoestaba muy de acuerdo con las características deMonatte, de lo que me convencí luego, de mantenerseaparte, de esperar, de criticar. A veces esta actitud esabsolutamente inevitable. Pero como línea de conductabásica se convierte en una forma de sectarismo muyafín al proudhonismo [4], pero que no tiene nada encomún con el marxismo.

Cuando el Partido Socialista de Francia se convirtióen Partido Comunista, tuve la oportunidad de discutirfrecuentemente con Lenin la onerosa herencia quehabía recibido la Intemacional con líderes comoCachin, Frossard y otros héroes de la Liga por losDerechos del Hombre, de francmasones, parlamenta-rios, trepadores y charlatanes. Esta es una de esasconversaciones que, si no me equivoco, ya he publicadoen la prensa.

Sería bueno –me decía Lenin– alejar del partido atodos estos veletas y meter en él a los sindicalistasrevolucionarios, a los militantes obreros, a las personasrealmente devotas de la causa de la clase obrera. ¿Y

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Monatte? –Por supuesto que Monatte sería diez vecesmejor que Cachin y que los otros como él –le contesté–.Pero Monatte no sólo sigue rechazando el parlamenta-rismo sino que hasta hoy no ha alcanzado a comprenderla importancia del partido.

Lenin estaba asombrado: –¡Imposible! ¿No hallegado a comprender la importancia del partido des-pués de la Revolución de Octubre? Ese es un síntomaalarmante.

Mantenía una cierta correspondencia con Monatte,así que lo invité a venir a Moscú. Fiel a su temperamen-to prefirió en este caso mantenerse aparte y esperar.Además en el Partido Comunista no se encontrabacómodo. En eso tenía razón. Pero en vez de ayudar atransformarlo esperó. En el Cuarto Congreso logramosdar el primer paso hacia la limpieza del Partido Comu-nista de Francia de francmasones, pacifistas y trepado-res.

Monatte entró al partido. No hace falta señalar quepara nosotros esto no significaba que hubiera adoptadouna posición marxista.

El 23 de marzo de 1923 escribí en Pravda: «Laentrada de nuestro viejo amigo Monatte al PartidoComunista fue para nosotros una gran alegría. Larevolución necesita hombres como él. Pero sería unerror pagar un rapprochement con una confusión deideas». En este artículo criticaba el escolasticismo deLouzon sobre las relaciones entre la clase, los sindica-tos y el partido. En particular explicaba que el sindica-lismo de preguerra había sido un embrión del PartidoComunista, que ese embrión se había convertido en unniño y que si esa criatura sufría ahora de sarampión yde raquitismo era necesario curarla y nutrirla, pero quesería absurdo suponer que se lo podía hacer volver alútero materno. Podría decirse que los argumentos de miartículo de 1923, caricaturizados, son hasta el momentola principal herramienta contra Monatte en manos deMonmousseau y otros luchadores antitrotskistas.

Monatte se unió al partido. Pero apenas sí habíatenido tiempo de acostumbrarse a una morada másamplia que su tiendita de Quai de Jemmapes [5] cuandose le echó encima el coup d’etat en la Internacional:enfermó Lenin y comenzó la campaña contra el «trots-kismo» y la «bolchevización» zinovievista.

Monatte no pudo someterse a los trepadores que,apoyándose en la plana mayor de los epígonos deMoscú y disponiendo de recursos ilimitados, se acomo-daban utilizando la intriga y la calumnia. Fue expulsadodel partido. Este episodio, que por importante que seano es más que eso, un episodio, fue decisivo en eldesarrollo político de Monatte. Decidió que su cortaexperiencia en el partido había confirmado plenamentesus prejuicios anarco-sindicalistas contra el partido engeneral. Comenzó entonces a regresar insistentemente aposiciones ya abandonadas. Comenzó a buscar nueva-mente la Carta de Amiens [6]. Para esto tenía quevolver la vista al pasado. Las experiencias de la guerra,de la Revolución Rusa y del movimiento sindicalmundial se perdieron, dejando apenas una huella en él.

Otra vez Monatte se sentaba a esperar. ¿Qué? Un nuevoCongreso de Amiens. Desgraciadamente no pude seguirdurante los últimos años la evolución regresiva deMonatte: la Oposición Rusa vivía bloqueada.

De todos los tesoros de la teoría y la práctica de lalucha mundial del proletariado, Monatte no ha extraídomás de dos ideas: autonomía sindical y unidad sindical.Ha elevado estos dos principios puros por encima denuestra realidad pecadora.

Basó su periódico y su Liga Sindicalista en laautonomía sindical y en la unidad sindical. Pero éstasson ideas huecas, y se parecen al agujerito de un anillo.A Monatte no le interesa más que el agujero de laautonomía.

No menos vacío es el otro principio sagrado: unidad.En su nombre Monatte hasta se opuso a la ruptura delComité Angloruso [7], aun cuando el Consejo Generalde los sindicatos británicos había traicionado la huelgageneral. El hecho de que Stalin, Bujarin, Cachin,Monmousseau y otros apoyaron el bloque con losrompehuelgas hasta que éstos los dejaron de lado, noreduce para nada el error de Monatte. A mi llegada alextranjero intenté explicar a los lectores de RévolutionProlétarienne [8] el carácter criminal de este bloque,cuyas consecuencias todavía se hacen sentir en elmovimiento obrero. Monatte no quiso publicar miartículo. ¿Cómo podía ser de otra manera, si yo habíaatacado el sagrado principio de la unidad sindical, queresuelve todos los problemas y concilia todas lascontradicciones? Cuando los huelguistas encuentran asu paso un grupo de rompehuelgas los sacan del mediosin desperdiciar un solo golpe.

Si estos pertenecen al sindicato los expulsan inme-diatamente, sin preocuparse por el sagrado principio dela unidad sindical.

Monatte seguramente no objeta esto. Pero la cosa esdiferente si se trata de la burocracia sindical y suslíderes. El Consejo General no se compone de faméli-cos y retrasados rompehuelgas.

Son traidores bien nutridos y experimentados, queen determinado momento se ponen a la cabeza de lahuelga general para decapitarla lo más rápida y segura-mente posible. Actuaban mano a mano con el gobierno,los patrones y la iglesia. Parecería que los dirigentes delos sindicatos rusos, que formaban un bloque políticocon el Consejo General, deberían haber roto con élinmediata, abierta e implacablemente, a la vista de lasmasas que éste había decepcionado y traicionado. PeroMonatte se alza con fiereza: está prohibido perturbar launidad sindical.

Inesperadamente, olvida que él mismo alteró estaunidad en 1915 al abandonar el Consejo Generalchovinista de la Confédération Générale du Travail.

Hay que decirlo abiertamente: entre el Monatte de1915 y el de 1929 hay un abismo. A él le parece que semantiene fiel a sí mismo. Es cierto, hasta cierto punto.Monatte repite unas pocas viejas fórmulas, pero ignoratotalmente las experiencias de los últimos quince años,

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más ricas en enseñanzas que toda la historia precedentede la humanidad. En su intento de retornar a posicionesanteriores, no se da cuenta de que éstas desaparecieronhace tiempo. Se trate de lo que se trate, Monatte mirahacia atrás, se ve claramente en el problema del partidoy el Estado.

Hace algún tiempo me acusaba de subestimar los«peligros» del poder estatal (Révolution Prolétarienne,N0 79, 1º de mayo de 1929, pág. 2). Este reproche no esnuevo. Tiene su origen en la lucha de Bakunin contraMarx y revela una concepción falsa, contradictoria yesencialmente no-proletaria del Estado.

En todo el mundo, a excepción de un país, el poderestatal está en manos de la burguesía. En esto, y sólo enesto, reside para el proletariado el peligro del poderestatal. La tarea histórica del proletariado es arrancar demanos de la burguesía este poderosísimo instrumentode opresión. Los comunistas no negamos las dificulta-des y los peligros que implica la dictadura del proleta-riado. ¿Pero reduce esto la necesidad de tomar el poder?Si una fuerza irresistible arrastrara a todo el proletaria-do a la toma del poder, o si ya lo hubiera conquistado,se podría, hablando estrictamente, comprender tal ocual prevención de los sindicalistas. Como es sabido,Lenin alertó en su testamento [9] contra el abuso delpoder revolucionario. La Oposición ha llevado adelantela batalla contra las deformaciones de la dictadura delproletariado desde su formación, y sin necesidad depedirle nada prestado al arsenal del anarquismo.

En cambio, en los países burgueses la desgracia esque la abrumadora mayoría del proletariado no entiendecomo es debido los peligros del estado burgués. Por laforma en que encaran la cuestión, los sindicalistas,involuntariamente por supuesto, contribuyen a laconciliación pasiva de los obreros con el Estado capita-lista. Cuando los sindicalistas hacen sonar en los oídosde los obreros, oprimidos por el Estado burgués, susalertas sobre el peligro del Estado proletario cumplenun rol puramente reaccionario. Los burgueses se apre-surarán a repetir a los obreros: «No toquéis el Estadoporque es una trampa muy peligrosa para vosotros».Los comunistas les dirán: «Las dificultades y lospeligros con que se enfrenta el proletariado al díasiguiente de la toma del poder aprenderemos a superar-los sobre la base de la experiencia. Pero en el presentelos peligros más amenazantes residen en el hecho deque nuestro enemigo de clase tenga las riendas delpoder en sus manos y las maneje en contra nuestra».

En la sociedad contemporánea hay sólo dos clasescapaces de tener el poder en sus manos: la burguesía yel proletariado.

La pequeña burguesía perdió hace tiempo la posibili-dad económica de dirigir los destinos de la sociedadmoderna. A veces, en arranques de desesperación, selevanta a la conquista del poder, incluso armas enmano, como ha sucedido en Italia, Polonia y otrospaíses Pero las insurrecciones fascistas terminan sim-plemente en que el nuevo poder se convierte en elinstrumento del capital financiero de un modo aun más

brutal y descarado. Por eso los ideólogos más represen-tativos de la pequeña burguesía le temen al poder estatalcomo tal. Le temen cuando está en manos de la granburguesía porque ésta los asfixia y los arruina. Tambiénle temen cuando está en manos del proletariado porqueéste socava sus condiciones de vida habituales. Final-mente le temen cuando está en sus propias manosimpotentes porque inevitablemente pasará a las delcapital financiero o a las del proletariado. Losanarquistas no ven los problemas revolucionarios delpoder estatal, su rol histórico; sólo ven sus «peligros».Los anarquistas que se oponen a todo Estado son, por lotanto, los representantes más lógicos y por eso más sinesperanzas de la pequeña burguesía en su históricocallejón sin salida.

Sí, también el detentar el poder del Estado engendrapeligros en el régimen de dictadura del proletariado,pero la esencia de ese peligro reside en la posibilidad deque ese poder vuelva a manos de la burguesía. El riesgomás conocido y obvio es el burocratismo. ¿En quéconsiste? Si una burocracia obrera esclarecida pudierallevar la sociedad al socialismo, o sea a la liquidacióndel Estado, nos reconciliaríamos con semejante buro-cracia. Pero su carácter es el opuesto: al separarse delproletariado, al colocarse por encima de éste, la buro-cracia cae bajo la influencia de las clases pequeñoburguesas y puede así facilitar el retorno del poder amanos de la burguesía. En otras palabras: para losobreros los peligros del Estado bajo la dictadura delproletariado no son, si se los analiza a fondo, más queel peligro de la restauración del poder burgués.

No menos importante es el problema del origen deeste peligro burocrático. Sería totalmente erróneopensar, imaginar, que el burocratismo surge exclusiva-mente del hecho de que el proletariado conquiste elpoder. No es ése el caso. En los estados capitalistas seobservan las formas más monstruosas de burocratismoprecisamente en los sindicatos. Basta con ver lo quepasa en Norteamérica, Inglaterra y Alemania.Amsterdam es la más poderosa organización internacio-nal de la burocracia sindical. Gracias a ella se mantieneen pie toda la estructura del capitalismo, sobre todo enEuropa y especialmente en Inglaterra.

Si no fuera por la burocracia sindical, la policía, elejército, los lores, la monarquía, aparecerían ante losojos de las masas proletarias como lamentables yridículos juguetes. La burocracia sindical es la columnavertebral del imperialismo británico.

Gracias a esta burocracia existe la burguesía, no sóloen la metrópolis sino también en la India, en Egipto yen las demás colonias. Seríamos ciegos si les dijéramosa los obreros ingleses: «Guardaos de la conquista delpoder y recordad siempre que vuestros sindicatos son elantídoto contra los peligros del Estado». Un marxistales dirá: «La burocracia sindical es el principal instru-mento de la opresión del Estado burgués.

Hay que arrancar el poder de manos de la burguesía,por lo tanto su principal agente, la burocracia sindical,debe ser derrocado».

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Entre paréntesis, es justamente por esto que elbloque de Stalin con los rompehuelgas fue tan criminal.

En el ejemplo de Inglaterra se ve claramente loabsurdo de contraponer, como si implicaran principiosdiferentes, la organización sindical y la organizacióndel Estado. Allí más que en ninguna otra parte el Estadodescansa sobre las espaldas de la clase obrera, queconstituye una mayoría aplastante de la población delpaís. Hay un mecanismo por el cual la burocracia seapoya directamente en los obreros y el Estado lo haceindirectamente, por la intermediación de la burocraciasindical.

Hasta ahora no hemos mencionado al Partido Labo-rista, que en Inglaterra, el país clásico de los sindicatos,no es más que una trasposición política de la mismaburocracia sindical. Los mismos líderes conducen lossindicatos, traicionan la huelga general, llevan a cabo lacampaña electoral y luego se sientan en los ministerios.El Partido Laborista y los sindicatos no constituyen dosentes: son una mera división técnica del trabajo.

Juntos forman la principal base de sustentación de laburguesía inglesa, a la que no se puede derrocar si no sederroca primero a la burocracia laborista. Y esto no selogra contraponiendo los sindicatos como tales alEstado como tal, sino mediante la activa oposición delPartido Comunista a la burocracia laborista en todos loscampos de la vida social: en los sindicatos, en lashuelgas, en la campaña electoral, en el parlamento y enel poder.

La tarea principal de un verdadero partido delproletariado consiste en ponerse a la cabeza de lasmasas trabajadoras, organizadas o no en los sindicatos,para arrancar el poder de manos e la burguesía y darlesel golpe de gracia a los «peligros del estatismo»...

Constantinopla, octubre de 1929 [1] Rosmer, Alfred(1877-1964). Originalmente anarquista,luego socialista, militó en la agitación contra la PrimeraGuerra Mundial, colaborando en esto con Trotsky hastala expulsión de éste de Francia. Miembro fundador delPartido Comunista Francés, fue elegido alComité Ejecutivo de la Comintern. Expulsado delPartido Comunista en 1924 fue miembro del movimien-to trotskista desde sus comienzos hasta su renuncia en1930. Siguió siendo gran amigo personal de Trotsky yde Natalia Sedova (la viuda de Trotsky). [2]Guesdistas, Dentro del movimiento socialista, losseguidores de Jules Guesde (1845-1922), primer diri-gente marxista de Francia y rival de Jaurés en el partidounificado. Guesde se jactaba de su ortodoxia marxista,pero se convirtió en un socialpatriota durante laPrimera Guerra Mundial. [3] Tercera República. Elgobierno de Francia desde la caída del Segundo Imperio(1871) hasta la invasión nazi y la instauracióndel régimen de Vichy (1940). [4]Proudhonismo Escuela de pensamiento creada porPierre Joseph Proudhon (1809-1865), el famoso socia-lista utópico. Imaginaba una sociedad basada en el libreintercambio entre productores independientes y consi-deraba al Estado menos importante que los talleres que

él suponía lo reemplazarían. [5] Quai de Jemmapes.Sede de Vie ouvrière, primer periódico de Monatte. [6]Carta de Amiens. Adoptada bajo la influencia de lossindicalistas en el congreso de Amiens de la CGT(1906), exigía la total autonomía y absoluta indepen-dencia de los sindicatos de todo partido político. [7]Comité Anglo-Ruso. Formado en 1925 conrepresentación paritaria de las direcciones delas federaciones sindicales británica y rusa, Sirvió a losdirigentes sindicales británicos como caretade izquierda contra la crítica del Partido Comunistamientras liquidaban la huelga general británica de 1926.Cuando no pudieron sacarle más provecho, los dirigen-tes británicos abandonaron el comité. [8] Révolutionproletarienne, Periódico sindicalista fundadopor Monatte en 1924, después de haber dejado elPartido Comunista. [9] Testamento (de Lenin). Cartade Lenin del 25 de diciembre de 1922, con una posdatadel 4 de enero de 1923, proponiendo al Partido Comu-nista soviético que se removiera a Stalin del puesto deSecretario General. Su existencia fue negada durantemucho tiempo, pero Jruschev la reconoció oficialmentedurante el período de la desestalinización.

Monatte cruza el RubicónPrinkipo, 15 de diciembre de 1930

Monatte cruza el Rubicón. Monatte y sus amigos dela Liga Sindicalista habían publicado una declaración:«Por la reconstrucción de la unidad sindical». Firmadapor veintidós activistas de la CGT, la CGTU y desindicatos independientes, Georges Dumoulin [1]inclusive la declaración afirmaba: «Algunos activistassindicales [...] han acordado que, después de diez añosde lucha fratricida, era necesario poner fin a la divisiónde los sindicatos. Acordaron lanzar la idea de restaura-ción de la unidad sindical en una sola organizacióncentral, sobre la base de la Carta de Amiens. En suopinión esto sólo puede realizarse sobre la base de lalucha de clases y la independencia del movimientosindical, sin ninguna interferencia por parte de partidospolíticos, fracciones o sectas, como tampoco de ningúngobierno». (Révolution prolétarienne, nº 112, 5 dediciembre de 1930).

Ahora ya suena ridículo y fuera de lugar hablar deacción conjunta con la Liga Sindicalista o con el Comi-té por la Independencia del Sindicalismo. Monatte hacruzado el Rubicón. Se ha alineado con Dumoulincontra el comunismo, contra la Revolución de Octubre,contra la revolución proletaria en general. PorqueDumoulin pertenece al campo de los enemigos especial-mente peligrosos y desleales de la revolución proletaria.Lo ha demostrado en los hechos de la forma másrepugnante. Anduvo rondando largo tiempo el ala

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izquierda, solamente para unirse en el momento decisi-vo a Jouhaux, al más corrupto y servil agente delcapital. La tarea del revolucionario honesto consiste,sobre todo en Francia donde son tan frecuentes lastraiciones impunes, en recordar a los obreros las expe-riencias del pasado, en templar a los jóvenes en laintransigencia, en relatar incansablemente la historia dela traición de la Segunda Internacional y del sindicalis-mo francés, en desenmascarar el papel vergonzosodesempeñado no sólo por Jouhaux y Cía., sino sobretodo por los sindicalistas de «izquierda» comoMerrheim y Dumoulin. Quien no lleve a cabo esta tareaelemental hacia la nueva generación se priva parasiempre de la confianza de los revolucionarios. ¿Sepuede tener una pizca de estima por los desdentadosanarquistas franceses que levantan nuevamente como«antimilitarista» al viejo bufón de Sebastian Faure, quetraficaba con frases pacifistas en tiempos de paz paraluego arrojarse en brazos de Matvi [1] que es lo mismoque decir de la Bourse francesa [2], en cuanto empezóla guerra? Monatte ha cruzado el Rubicón. De aliadoincierto pasó primero a ser un adversario dudoso, paraconvertirse luego directamente en enemigo. Debemosdecírselo claramente a los obreros, sin escatimar esfuer-zos.

Para la gente común (y también para algunos bribo-nes que se hacen los tontos) nuestro juicio puedeaparecer «injusto».

¡Monatte se une a Dumoulin solamente para resta-blecer la unidad del movimiento «sindical»! ¡Sólo poreso! Ustedes saben que los sindicatos no son un partidoni una «secta». Deben abarcar a toda la clase obrera atodas sus tendencias. Por lo tanto se puede trabajar enel campo sindical junto a Dumoulin sin responsabilizar-se por eso de su pasado o de su futuro. Este tipo dereflexiones conforman una cadena de sofismas baratoscon la que les gusta jugar a los sindicalistas y socialis-tas franceses cuando tratan de tapar algún trabajitosucio.

Es obvio que si en Francia existieran sindicatosunificados, los revolucionarios no hubieran abandonadola organización por culpa de la presencia de traidores,conversos y agentes autorizados del imperialismo. Losrevolucionarios no hubieran tomado la iniciativa de laruptura. Pero al permanecer en esos sindicatos o alunirse a ellos hubieran dirigido sus esfuerzos a desen-mascarar a los traidores ante las masas, para desacredi-tarlos mediante la experiencia práctica de esas masas,para aislarlos, para liquidar la confianza de que gozan.Y finalmente, para ayudar a las masas a dejarlos delado. Esto es lo único que puede justificar el que losrevolucionarios participen en los sindicatos reformistas.

Pero Monatte no trabaja junto a Dumoulin dentro delos sindicatos, como muchas veces tuvieron que hacerlos bolcheviques con los mencheviques mientrassostenían una batalla sistemática contra ellos. Monattese ha unido a Dumoulin como aliado con una platafor-ma común, creando una fracción política, o una «secta»,para expresarlo en el lenguaje del sindicalismo francés,para emprender luego una cruzada política por la

conquista del movimiento sindical. No lucha contra lostraidores en el campo sindical, se ha asociado aDumoulin y lo cobija bajo sus alas, presentándose antelas masas como su tutor. Monatte dice a los obreros quese puede ir de la mano de Dumoulin contra los comu-nistas, contra la Internacional Sindical Roja, contra laRevolución de Octubre y por lo tanto contra la revolu-ción proletaria en general. Esta es la verdad desnuda dela que tenemos que hablar muy claramente a los obre-ros.

Cuando una vez definimos a Monatte como uncentrista que se inclina a la derecha, Chambelland [3]intentó transformar esta definición científica totalmentecorrecta en una broma de mal gusto e incluso de devol-vernos la designación de centristas, como si cabecearauna pelota. ¡Ojo que a veces la cabeza se resiente! Sí,Monatte era centrista. Y en su centrismo estaban conte-nidos todos los elementos de su manifiesto oportunismoactual.

A propósito de la ejecución de los revolucionariosindochinos en la primavera de este año [4], Monattedesarrolló, indirectamente, el siguiente plan de acción:«No entiendo por qué, en estas circunstancias, lospartidos y organizaciones que disponen de los mediosnecesarios no envían diputados y corresponsales ainvestigar sobre el terreno.

¿No podrían seleccionar una comisión investigadorade entre la docena de diputados comunistas y el cente-nar de diputados socialistas que se encargue de unacampaña capaz de hacer retroceder a los colonialistas yde salvar a los condenados?» (Révolution Prolétarienne,nº 104).

Con imperiosos reproches de monitor escolar,Monatte aconsejaba a comunistas y socialdemócratassobre la manera de luchar contra los «colonialistas».Para él socialpatriotas y comunistas eran, hace seismeses, miembros de un mismo bando que sólo necesita-ban seguir los consejos de Monatte para llevar a cabouna política correcta. Ni siquiera se planteaba la dudade cómo podrían luchar los socialpatriotas contra los«colonialistas» ¿Acaso pueden gobernarse las colonias,o sea naciones, tribus, razas, sin fusilar a los rebeldes, alos revolucionarios que tratan de liberarse del infameyugo colonial? Zyromski [5] y sus secuaces no seoponen a presentar cada vez que se les da la ocasión unproyecto de protesta de salón contra la «bestialidad»colonial. Pero esto no les impide pertenecer al partidosocial-colonialista que embarcó al proletariado francésen una línea chovinista durante la guerra, uno de cuyosfines era preservar y extender las colonias en provechode la burguesía francesa. Monatte se olvidó de esto.

Razonó como si después no hubiera habido grandeshechos revolucionarios en muchos países de Oriente yOccidente, como si las diferentes tendencias no sehubieran puesto a prueba en la acción y clarificado conla experiencia. Hace seis meses, Monatte quería empe-zar de nuevo. Y en este lapso, otra vez la historia lejugó una mala pasada. MacDonald [6], el correligiona-rio de los sindicalistas franceses, a quien Louzon dio

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recientemente algunos consejos incomparables, noenvió a la India comisiones investigadoras de liberaciónsino tropas armadas, y luchó a brazo partido con loshindúes más repulsivamente que lo que lo haría unCurzon [7] cualquiera. Y todos los canallas del sindica-lismo británico aprobaron su labor de carnicero. ¿Esesto casual? En vez de alejarse, bajo la influencia deesta nueva lección, de una «neutralidad» e «indepen-dencia» hipócritas, Monatte dio, por el contrario, otropaso más, y esta vez el decisivo, hacia los brazos de losMac Donald y los Thomases [8] franceses. No tenemosnada más que discutir con Monatte.

El bloque de los sindicalistas «independientes» conlos agentes declarados de la burguesía tiene una gransignificación sintomática. A los ojos de los filisteos,parece como si los representantes de cada bando hubie-ran dado un paso hacia el otro en nombre de la unidad,del cese de la lucha fratricida y de otras frases rosadas.No hay nada más desagradable, más falso, que estafraseología. En realidad el significado del bloque esmuy otro.

En los diversos círculos de la burocracia obrera ytambién, en parte, en los propios círculos obreros,Monatte representa a aquellos elementos que quisieronaproximarse a la revolución pero que perdieron susesperanzas en ella debido a la experiencia de los últi-mos diez o doce años. ¿No ven que evoluciona haciarumbos tan complicados y confusos que lleva a conflic-tos internos, a nuevas divisiones, y que cada pasoadelante implica medio paso atrás, y a veces unoentero? Los años de estabilización burguesa, de reflujode la marea revolucionaria, habían acumulado desáni-mo, fatiga y tendencias oportunistas en un sector de laclase obrera. Estos sentimientos maduraron reciénahora en el grupo de Monatte y lo llevaron a pasarsedefinitivamente de bando. Por el camino se encontrócon Louis Sellier [9], que tenía sus propias razones,cubiertas de honores municipales, para volverle laespalda a la revolución. Monatte y Sellier partieronjuntos. Y les salió al encuentro nada menos queDumoulin. O sea que cuando Monatte giró de izquierdaa derecha, Dumoulin juzgó oportuno hacerlo de derechaa izquierda ¿Cómo se explica esto? Es que Monatte,como empirista que es (y los centristas siempre sonempiristas, si no no serían centristas), reflejaba losefectos que le había causado el periodo de estabiliza-ción en un momento en que este periodo empezaba aconvertirse en otro, mucho menos tranquilo y muchomenos estable.

La crisis mundial ha tomado proporciones gigantes-cas y por el momento se sigue acentuando. Nadie puedepredecir dónde irá a parar ni qué consecuencias políti-cas traerá. La situación en Alemania está terriblementetensa. Las elecciones produjeron graves disturbios, nosólo en las relaciones internas sino también en lasinternacionales, mostrando nuevamente sobre qué clasede cimientos descansa el edificio de Versalles [10]. Lacrisis económica ha traspasado las fronteras de Francia,y ahora vemos allí, después de un largo interludio, loscomienzos de la desocupación. Durante los años de

relativa prosperidad, los obreros franceses sufrieron lapolítica de la burocracia de la Confederación. Durantelos años de crisis, puede ser que le recuerden sustraiciones y sus crímenes. Jouhaux no puede menos quesentirse incómodo. Necesita imprescindiblemente unala izquierda, tal vez más imprescindiblemente queBlum. ¿A qué propósito sirve Dumoulin? No debecreerse que todo está ordenado como las notas de unpiano y que fue preparado en una conversación. Nohace falta. Toda esta gente se conoce bien. Saben de loque son capaces y especialmente conocen los límites alos que cada cual puede llegar hacia la izquierda sinperjuicio para ellos o sus patrones. (El que la burocraciaconfederal mantenga una actitud crítica y expectantehacia Dumoulin, a veces incluso con un matiz dehostilidad, no invalida en lo más mínimo lo antedicho.Los reformistas deben tomar sus medidas de precaucióny mantener el ojo puesto sobre Dumoulin, no sea que sedeje llevar por los trabajos que le encomendaron y sepase de los límites previstos).

Dumoulin toma su lugar en la formación como alaizquierda de Jouhaux en el mismo momento en queMonatte, que ha ido virando constantemente hacia laderecha, decide cruzar el Rubicón. Dumoulin deberecuperar al menos un poco su reputación, con la ayudade Monatte y a sus expensas. Jouhaux no puede ponerobjeciones, cuando su propio Dumoulin hace compro-misos con Monatte. Así todo está en orden: Monatterompe con el campo de la izquierda en el precisomomento en que la burocracia confederal necesitacubrir su flanco izquierdo, que estaba desprotegido.

No entramos a analizar los virajes personales deMonatte, que fue en un tiempo nuestro amigo, y menostodavía de Dumoulin, a quien hace tiempo catalogamoscomo un enemigo irreconciliable.

Lo que nos interesa es la importancia sintomática deestos reagrupamientos personales, que reflejan procesosmucho más profundos en las propias masas obreras.

Es indudable que ahora se aproxima laradicalización que los alarmistas proclamaban hace dosaños. La crisis económica ha llegado a Francia, si biencon cierta demora. No es imposible que se desarrollemás suavemente que en Alemania. Solamente la expe-riencia lo dirá. Pero es indudable que el estado depasividad estable en que se mantuvo la clase obrerafrancesa en los años de la supuesta «radicalización»dejará paso en poco tiempo a una creciente actividad ya un espíritu de militancia. Los revolucionarios debenapuntar a ese nuevo periodo.

En los umbrales de un nuevo periodo, Monatte reúnea los que están cansados, desilusionados, exhaustos, ylos hace pasarse al bando de Johaux. ¡Peor paraMonatte y mejor para la revolución! El periodo quetenemos por delante no es de crecimiento de la falsaneutralidad de los sindicatos sino de reafirmación de lasposiciones comunistas en el movimiento obrero. LaOposición de Izquierda enfrenta grandes tareas. Si leesperan éxitos seguros, ¿qué debe hacer para lograrlos?Nada más que ser fiel a sí misma. Pero sobre esto

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hablaremos la próxima vez.Prinkipo, 15 de diciembre de 1930 [1] Ver Nota 4 en Otra vez los prejuicios anarco-

sindicalistas. [2] Sebastian Faure... Malvy. En enero de1915, Faure llamó a luchar contra la guerra, Pocodespués hizo un trato con el ministro del Interior,Malvy, renunciando a la agitación antibélica. [3] LaBourse francesa. La Bolsa, mercado de cambio devalores. [4] Chambelland, Maurice (1901-1966). En laredacción de Vie ouvrière, en 1922, en el PartidoComunista en 1923, miembro de la redacciónde L’Humanité. Renunció al periódico y al partido en1924. Miembro del grupo Revolution prolétarienne. Elayudante más cercano de Monatte. [5] Ejecución derevolucionarios indochinos. Luego de un motín enla guarnición de Yen Bal, en febrero de 1930, hubolevantamientos campesinos locales y más tarde huelgas,que culminaron en mayo en las ciudades más importan-tes, Las represalias del imperialismo francés fueronsalvajes, con miles de fusilados, decenas de miles dearrestados y miles de casas incendiadas. [6] Ziromski,Jean (1890- ). Dirigente del ala izquierda delPartido Socialista Francés en la década del 30. Durantela Segunda Guerra Mundial se unió al Partido Comunis-ta [7] MacDonald, James Ramsay (1866-1937). Socia-lista pacifista durante la Primera GuerraMundial. Primer Ministro de Gran Bretaña (1924), elprimero laborista. En 1931, durante su segundo períodocomo Primer Ministro, desertó de las filas laboristaspara formar un gabinete de «unidad nacional» con elPartido Conservador. [8] Curzon, George Nathaniel,Lord (1859-1925). Ministro de Relaciones Exterioresbritánico de 1919 a 1923. [9] Thomas, J. H. (1874-1949). Dirigente sindical británico. Secretario colonialdel gobierno del Partido Laborista de 1924. Juntocon MacDonald desertó del Partido Laborista en 1931,cuando se le volvió a dar la Secretaría Colonial. [10]Louís Sellier (1885- ). Secretario General delPartido Comunista Francés luego de la renuncia deFrossard en 1923. Dejó el partido en 1929 y fundó elPOP (Parti Ouvrier et Paysan - Partido Obrero y Cam-pesino). Los popistas eran los equivalentes franceses delos brandleristas de Alemania y de los lovestonistas deEstados Unidos. [11] Versalles. El Tratado de Versallesle fue impuesto a Alemania al finalizar la PrimeraGuerra Mundial por los aliadosimperialistas victoriosos.

Los errores de los sectores dederechas de la Liga Comunista

sobre la cuestión sindicalPrinkipo, 4 de enero de 1931

1. Si la estructura teórica de la economía política

marxista descansa enteramente sobre la concepción delvalor como trabajo materializado, la política revolucio-naria marxista descansa enteramente sobre la concep-ción del partido como vanguardia del proletariado.

Cualesquiera que sean los orígenes sociales y lascausas políticas de los errores y desviaciones oportunis-tas, siempre se reducen ideológicamente a una com-prensión errónea de lo que es el partido revolucionarioy de su relación con otras organizaciones proletarias ycon el conjunto de la clase.

La concepción del partido como vanguardia proleta-ria presupone su independencia total e incondicional detoda otra organización. Los diferentes acuerdos (blo-ques, coaliciones, compromisos) que se realicen conotras organizaciones, inevitables en el curso de la luchade clases, solamente son admisibles con la condición deque el partido se dirija siempre a la clase obrera, mar-che bajo su propia bandera, actúe solamente en nombrede él mismo y explique claramente a las masas los finesy los límites que tiene ese acuerdo determinado.

En el fondo de todas las oscilaciones y los erroresde la dirección de la Comintern se encuentra unacomprensión errónea de la naturaleza del partido y desus tareas. La teoría estalinista de un partido «de dosclases» contradice el abecé del marxismo.

El hecho de que la Internacional Comunista oficialhaya tolerado esta teoría durante varios años y quehasta ahora no la haya condenado con la necesariafirmeza es el signo más inconfundible de la falsedad desu doctrina oficial 4. El crimen fundamental de laburocracia centrista de la URSS es su posición falsarespecto al partido. La fracción estalinista pretendeincluir administrativamente en las filas del partido atoda la clase obrera. El partido deja de ser la vanguar-dia, o sea la selección voluntaria de los obreros másavanzados, más conscientes, más devotos y más activos.El partido se funde con la clase tal cual es y pierde supoder de resistencia ante los aparatos burocráticos. Porotra parte los brandleristas y demás parásitos de laburocracia centrista justifican el régimen partidarioestalinista mediante una referencia filistea a la «falta decultura» del proletariado ruso, identificando por lo tantopartido y clase, o sea liquidando al partido en teoría, delmismo modo que Stalin lo liquida en la práctica.

La base de la política desastrosa de la Comintern enChina fue renunciar a la independencia del partido. Encierto periodo eran inevitables los acuerdos prácticoscon el Kuomintang [1]. La entrada del Partido Comu-nista en el Kuomintang fue un error fatal. El desarrollode este error se transformó en uno de los mayorescrímenes de la historia. El Partido Comunista Chino secreó solamente para transferir su autoridad alKuomintang. De vanguardia del proletariado, se lotransformó en cola de la burguesía.

La desastrosa experiencia del Comité Anglo-Rusose debe enteramente a que se pisoteó la independenciadel Partido Comunista Británico. Para que los sindica-tos soviéticos pudieran mantener el bloque con losrompehuelgas del Consejo General (¡supuestamente por

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intereses de Estado de la URSS!), debía privárselo detoda independencia. Para lograrlo, se disolvió práctica-mente el partido en el llamado Movimiento de laMinoría, oposición de izquierda en el seno de lossindicatos.

7. Desgraciadamente la experiencia del ComitéAnglo-Ruso fue la que menos se entendió, incluso enlos grupos de la Oposición de Izquierda. Hasta paraalgunos de nuestras filas, la exigencia de una rupturacon los rompehuelgas parecía sectaria.

Especialmente en Monatte, fue en la cuestión delComité Anglo- Ruso donde más claramente se manifes-tó el pecado original que lo arrojó en brazos deDumoulin. Esto tiene una importancia enorme: si no secomprende claramente lo que pasó en Inglaterra en1925-1926, ni el comunismo de conjunto ni la Oposi-ción de Izquierda podrán abrirse paso hacia una pers-pectiva más amplia.

Stalin, Bujarin, Zinoviev (que en este asunto eransolidarios, al menos al principio) intentaron reemplazaral débil Partido Comunista británico por una «corrientemás amplia», que no estuviera encabezada por miem-bros del partido sino por «amigos», casi comunistas, entodo caso buenos compañeros y conocidos.

Por supuesto que los buenos compañeros, los «diri-gentes de peso», no querían someterse a la dirección deun Partido Comunista débil, pequeño. Estaban en todosu derecho. El partido no puede obligar a nadie aacatarlo. Los acuerdos entre los comunistas y los«izquierdistas» (Purcell, Hicks, Cook [2]) sobre la basede tareas parciales del movimiento sindical, eranbastante posibles, y en ciertos casos esenciales. Perocon una condición: que el Partido mantuviera su totalindependencia, incluso dentro de los sindicatos; actuaraen su propio nombre en las cuestiones de principio;criticara a sus aliados «izquierdistas» siempre que fueranecesario, y ganara, paso a paso, la confianza de lasmasas.

Pero este camino, que era el único posible, lesparecía muy largo e incierto a los burócratas de laInternacional Comunista.

Consideraban que por medio de su influencia perso-nal sobre Purcell, Hicks, Cook y demás (charlas detrastienda, correspondencia, banquetes, palmaditasamistosas, exhortaciones amables), podrían llevar a laoposición izquierdista («la corriente amplia») lenta eimperceptiblemente a la cama de la InternacionalComunista. Para garantizar el éxito con mayor seguri-dad no se debía fastidiar, exasperar o molestar a losqueridos amigos con chicanas, críticas inoportunas,intransigencias sectarias y demás.

Pero como una de las tareas del Partido Comunistaes precisamente la de alarmar y quitar el sueño a loscentristas y semicentristas, tenía que tomarse unamedida radical, subordinando el Partido Comunista alMovimiento de la Minoría.

En el campo sindical aparecían solamente los líderesde este movimiento. El Partido Comunista británicohabía dejado prácticamente de existir para las masas.

9. ¿Qué exigió la Oposición de Izquierda rusa alrespecto? En primer lugar que se restableciera la totalindependencia del Partido Comunista británico respectoa los sindicatos. Afirmamos que solamente mediante lainfluencia de las consignas independientes del partido yde su crítica abierta, el Movimiento de la Minoríapodría tomar forma, precisar mejor sus tareas, cambiarde dirección y fortificarse en los sindicatos, al mismotiempo que se consolidaba la posición del comunismo.

¿Qué contestaron Stalin, Bujarin, Losovski y Cía [3]a nuestras críticas? «Vosotros queréis llevar al PartidoComunista británico por la senda del sectarismo.Queréis empujar a Purcell, Hicks y Cook al campoenemigo. Queréis romper con el Movimiento de laMinoría».

¿Qué replicó la Oposición de Izquierda? «Si Purcelly Hicks rompen con nosotros, no porque exijamos quese transformen inmediatamente en comunistas (¡nadiepretende tal cosa! ) sino porque nosotros queremosseguir siendo comunistas, eso significa que Purcell yCía. no son amigos sino enemigos disfrazados.

Cuanto más rápido revelen su verdadera naturaleza,mejor para las masas. No queremos para nada rompercon el Movimiento de la Minoría. Al contrario, quere-mos prestarle la máxima atención. El más pequeño pasoadelante que se dé con las masas o con parte de lasmasas vale más que una docena de programas abstrac-tos de círculos de intelectuales, pero el prestarlesatención a las masas no tiene nada que ver con lacapitulación ante sus líderes o semilíderes temporales.Las masas necesitan una orientación y consignascorrectas. Esto excluye toda conciliación teórica y todaprotección a confusionistas que exploten el retraso delas masas».

¿Cuáles fueron los resultados del experimentobritánico de Stalin? El Movimiento de la Minoría, quereunía a casi un millón de obreros, parecía prometedor,pero llevaba en sí mismo el germen de su propia des-trucción. Las masas conocían como líderes del movi-miento solamente a Purcell, Hicks y Cook, a quienes,además, avalaba Moscú. Estos amigos «izquierdistas»traicionaron, a la primera prueba seria, al proletariado.Los obreros revolucionarios quedaron confundidos,sumidos en la apatía, y naturalmente extendieron sudesilusión al propio Partido Comunista, que no habíasido más que una pieza pasiva de todo ese mecanismode traición y perfidia. El Movimiento de la Minoríaquedó reducido a la nada, y el Partido Comunistaregresó a su existencia de secta deleznable. Así, graciasa una concepción radicalmente falsa del partido, elmayor movimiento del proletariado inglés, que habíallevado a la huelga general, no solo no conmovió alaparato de la burocracia reaccionaria sino que, por elcontrario, lo reforzó y comprometió por largo tiempo elfuturo del comunismo en Gran Bretaña.

Uno de los orígenes sicológicos del oportunismo es18

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una especie de impaciencia superficial, una falta deconfianza en el crecimiento gradual de la influencia delpartido, el deseo de ganar a las masas mediante manio-bras organizativas o mediante la diplomacia personal.De ahí surge la política de las combinaciones de tras-tienda, la política del silencio, del encubrimiento, de losrenuncios, del adaptarse a consignas ajenas, y finalmen-te el pasarse totalmente a las posiciones del oportunis-mo. La subordinación del Partido Comunista alKuomintang en China, la creación de partidos obreros ycampesinos en la India, la subordinación del partidobritánico al Movimiento de la Minoría, etcétera, sontodos fenómenos en que vemos la misma combinaciónburocrática de métodos que comienza con una impa-ciencia revolucionaria superficial y termina en unatraición oportunista [4].

Es precisamente por esto que en los últimos añosinsistimos constantemente en la enorme importanciaeducativa que tienen los ejemplos antes citados de laestrategia de la Comintern. Se los debería estudiar ycompararlos con cada nueva experiencia, no sólo paracondenar los errores y crímenes históricos cuando ya seconsumaron sino para aprender a detectar erroressimilares en una situación nueva desde el comienzo,mientras todavía es posible corregirlos.

12. Hay que decirlo claramente: los errores dealgunos oposicionistas franceses, miembros de la liga,en la cuestión sindical muestran signos alarmantes desemejanza con el lamentable experimento británico.Solamente que los errores franceses son de menorescala, y no se desarrollaron sobre la base de un movi-miento de masas. Eso permite que ciertos camaradas lospasen por alto o subestimen su importancia principista.Sin embargo, si la Liga deja que en el futuro su trabajosindical se lleve a cabo así, con los métodos formuladospor la mayoría de su antigua dirección, las ideas y lasbanderas de la Oposición de Izquierda quedarán com-prometidas en Francia por mucho tiempo.

Hubiera sido criminal cerrar los ojos ante esto. Nohabiendo tenido éxito en el intento de rectificar estoserrores en su etapa inicial por medio de advertencias yconsejos privados, sólo nos queda denunciar los erroresy a sus autores públicamente, para poder rectificar lapolítica por medio del esfuerzo colectivo.

En efecto, a partir de abril de 1930 la Liga abando-nó el trabajo independiente en los sindicatos en prove-cho de la Oposición Unitaria, que, a su vez, intentatener su propia plataforma, dirección y política. Dentrode estas limitaciones tenemos una notoria analogía conel experimento del Movimiento de la Minoría enInglaterra. Pero es importante destacar que hay ciertascaracterísticas de las condiciones francesas que hacen,ya desde un comienzo, más peligroso este experimento.En Inglaterra el Movimiento de la Minoría estaba deconjunto más a la izquierda que la dirección oficial delos sindicatos.

¿Puede decirse lo mismo de la Oposición Unitaria?No. En sus filas hay elementos que tienden obviamente

a la Oposición de Derecha, o sea al reformismo. Toda-vía no tenemos claro cuál es su peso relativo.

La fuerza principal de la Oposición Unitaria es laFederación Docente. En Francia los docentes jugaronsiempre un papel importante en el socialismo, en elsindicalismo y en el comunismo. Entre ellos encontrare-mos seguramente muchos amigos. Pero sin embargo nose trata de una federación obrera.

Debido a su composición social, la FederaciónDocente puede proveer muy buenos agitadores, perio-distas y revolucionarios en el plano individual, pero nopuede convertirse en la base de un movimiento sindical.Todos sus documentos revelan escasa claridad depensamiento político. El Congreso de Marsella de laFederación demostró que sus miembros oscilan en untriángulo entre la línea oficial, la Oposición de Izquier-da y la Oposición de Derecha. Le prestaríamos un flacoservicio a la Federación, y también al conjunto delmovimiento obrero, si ocultáramos sus errores, susvacilaciones, su falta de precisión. Desgraciadamenteésta era la política de la redacción de La Veríté [5] (unapolítica de silencio) hasta hace pocos días. Y no escasual.

Pero, ¿es que quieren romper la Oposición Unita-ria? El que plantee esta cuestión así está diciendo quelos comunistas como comunistas no pueden participardel trabajo de la Oposición Unitaria. Si éste fuera elcaso, significaría simplemente que se trata de unaorganización de enemigos encubiertos del comunismo.Por suerte no es así. La OU, de conjunto, no es nicomunista ni anticomunista, porque es heterogénea. Ennuestra actividad práctica debemos tener en cuenta estaheterogeneidad. Debemos prestarles la máxima aten-ción a los grupos que evolucionan hacia el marxismo.Pero con una condición: que cuando aparezcamos antelos obreros en los sindicatos actuemos en nombre de laLiga Comunista sin admitir ninguna censura de nuestrosactos que no sea la de la propia Liga (o la de todo elpartido cuando se restablezca la unidad de las filascomunistas).

15. En las filas de la Oposición Unitaria hay sinduda elementos que simpatizan con la Oposición deIzquierda sin ser miembros de la Liga: debe reunírselosbajo nuestras banderas.

Hay elementos indefinidos, que tratan con todas susfuerzas de permanecer así, transformando esto en una«plataforma». Con estos elementos podemos hacerarreglos tácticos sobre bases definidas, manteniendouna total libertad de crítica mutua También hay, induda-blemente, elementos ajenos, que se encuentran allíaccidentalmente o que entraron como agentes de reclu-tamiento del reformismo. Pueden usar nuestra falta declaridad para lograr la descomposición de la OU.Cuanto más rápido se los descubra y se los eliminemejor será para la causa.

¿Pero no estamos a favor de colaborar con todos losobreros en los sindicatos, sin tener en cuenta sus posi-ciones políticas y filosóficas? Claro que sí, pero la OUno es una organización sindical: es una fracción política

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que tiene por objeto trabajar sobre el movimientosindical. Dejemos para Monatte y sus amigos lospopistas el actuar disfrazados. Los revolucionariosactuamos abiertamente ante los obreros. En la OUpodemos trabajar solamente con los que marchan anuestro lado, en la misma dirección, aun cuando nosigan hasta el fin de la ruta.

17. Ciertos camaradas insisten sobre todo en que loscomunistas deben pelear por su influencia en lossindicatos con ideas y no por medios mecánicos. Gene-ralmente se convierte este planteamiento, que puedeparecer irrebatible, en un lugar común carente designificado. La burocracia centrista también declara confrecuencia, y con bastante sinceridad, que su tarea esinfluir con ideas y no ejercer una presión mecánica. Enun análisis de fondo, la cuestión se reduce a la orienta-ción política y económica, a las consignas y al progra-ma de acción. Si la orientación es correcta, si lasconsignas corresponden a las necesidades del momento,las masas de los sindicatos no se sienten «forzadas». En

cambio si la orientación es errónea, si se proclamauna política de ascenso revolucionario en un momentode reflujo político y viceversa, es inevitable que lasmasas lo tomen como una presión mecánica que se estáejerciendo sobre ellas. Por lo tanto la cuestión se reducea si las premisas teóricas de la Oposición de Izquierdason lo suficientemente serias y profundas, si sus cua-dros están preparados para evaluar correctamente lasituación y para plantear las consignas que correspon-den. Todo esto se debe comprobar en la práctica. Esinadmisible entonces que silenciemos o subestimemoslos pecados y errores de nuestros aliados temporales asícomo los nuestros.

Por increíble que parezca, ciertos aliados de la Ligaprotestan contra la intención de uno u otro de subordi-nar la OU a la Liga.

Se basan, sin darse cuenta, en el mismo argumentolamentable que usa Monatte contra todo el comunismo.

Significa en la práctica que algunos camaradas quetrabajan en los sindicatos quieren para sí mismos unatotal independencia de la Liga. Creen que mediante susmaniobras, sus consejos y su habilidad personal logra-rán resultados que no puede obtener la Liga mediantesu trabajo colectivo. Otros camaradas, que querríantener la misma independencia en la prensa, aplaudenestas tendencias. Se plantea entonces la siguiente duda:¿por qué entraron estos camaradas en la Liga si no letienen confianza? 19. ¿Cómo se plantean realmente lascosas respecto a la «subordinación» de la OposiciónUnitaria? La pregunta misma es falsa. Sólo sus propiosmiembros están subordinados a la Liga. Siendo que lamayoría de la Oposición Unitaria no está en la Liga, setrata de una cuestión de compromisos, de persuasión ode frente común, y no de subordinación por cierto.

En realidad los que se oponen a la supuesta subordi-nación de la Oposición Unitaria a la Liga están exigien-do en los hechos una subordinación de la Liga a la OU.Precisamente ésa es la situación hasta ahora. En sutrabajo sindical, o sea en el más importante, la Liga está

subordinada a la Oposición Unitaria, en provecho de lacual ha renunciado a toda independencia. Los marxistasno pueden ni deben tolerar una política semejante. Niun día más.

20. Algunos camaradas de la dirección, que hastaayer llevaron a cabo una política de capitulación,declaran hoy estar «totalmente de acuerdo» con lanecesidad de transformar la OU en un bloque. Enrealidad quieren limitarse a un cambio de nombre.Cuanto más rápido «acuerdan» con la crítica marxista,más se empeñan en realidad en una lucha por mantenertodo como estaba. Simplemente quieren utilizar lafraseología de la crítica marxista para disimular la viejapolítica. Estos métodos no son nuevos, pero la antigüe-dad no los hace más atractivos.

El veneno de la duplicidad y la falsedad corromperíapor largo tiempo, si no para siempre, a una organizaciónrevolucionaria si ésta se permitiera ocultar una políticaoportunista tras una máscara de fraseología revolucio-naria. Esperamos firmemente que la Liga no lo permita.

Prinkipo, 4 de enero de 1931 [1] Kuomintang. Partido nacionalista burgués

fundado por Sun Yat- sen, líder de la Primera Revolu-ción China (1911). En la Segunda Revolución China(1925-1927), la línea de Stalin obligó a loscomunistas chinos a disolver su partido para entrar alKuomintang, al que se admitió en la Comintern comopartido simpatizante en 1926. Después de haber usadoal Kuomintang para limitar y frenar la revolución,Chiang Kai-shek pudo, en marzo de 1927, lanzar una delas peores masacres de la historia moderna contra losobreros y campesinos comunistas y revolucionarios.

[2] Purcell, Hicks, Cook. Funcionarios sindicales de«izquierda» de Gran Bretaña. A. A. Purcell y GeorgeHicks estaban en el Consejo General del CongresoSindical. A. J. Cook era secretario de la federaciónminera.

[3] Stalin... y Cía. Nikolai Bujarin (1888-1938),dirigente bolchevique, encabezó a la Comintern de1926 a 1929, «confesó» en el tercer Juicio de Moscú yfue ejecutado en 1938. (Ver nota 18.) A. Losovskiencabezó la Internacional Sindical Roja..

[4] Los camaradas dirigentes de los EE.UU. nosinforman que en la Liga Americana algunos camaradas–seguramente sólo a titulo individual– están a favor delbloque con los lovestonistas (. Lovestonistas. Partida-rios de Jay Lovestone, dirigente del Partido Comunistade los Estados Unidos que llevó a cabo la expulsión delos trotskistas en 1928. Stalin lo depuso sumariamenteen 1929, como parte de la purga internacional de laOposición de Derecha encabezada por Bujarin. Loslovestonistas se mantuvieren comoorganización independiente hasta el estallido de laSegunda Guerra Mundial, cuando se desbandaron.Lovestone se convirtió en experto anticomunista dela burocracia sindical y en «eminencia gris» de lapolítica exterior ultraderechista del presidente de laAFL-CIO George Neany), en nombre del trabajo de

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masas. Es difícil imaginar un proyecto más ridículo,más inadecuado, más estéril que éste. ¿Conoce estagente por lo menos algo de la historia del PartidoBolchevique? ¿Han leído las obras de Lenin? ¿Conocenla correspondencia de Marx y Engels? Afortunadamen-te, la gran mayoría de la Liga Americana no tiene nadaen común con estas ideas (L.T.)

[5] La Verité. Periódico de la Liga Comunista, laorganización trotskista francesa.

La cuestión de la unidad sindical25 de marzo de 1931

La cuestión de las organizaciones obreras no tieneuna solución simple, adecuada para todas las formasorganizativas y para todas las situaciones.

Respecto al partido, la cuestión se resuelve máscategóricamente. Su independencia total es la condiciónelemental para la acción revolucionaria. Pero esteprincipio tampoco da de antemano una respuestaprefabricada para todos los casos: ¿Cuándo y bajo quécondiciones debe producirse una ruptura o, por elcontrario, una unificación con una corriente cercana?Estas cuestiones se resuelven en cada caso sobre la basede un análisis concreto de las tendencias y de lascondiciones políticas. El criterio principal por el queguiarse sigue siendo siempre la necesidad de que lavanguardia del proletariado organizado, el partido,preserve su total independencia y autonomía sobre labase de un claro programa de acción.

Pero precisamente esa solución del asunto en lo quehace al partido generalmente admite y, lo que es más,hace indispensable adoptar una actitud muy diferenterespecto al problema de la unidad de otras organizacio-nes de masas de la clase obrera: sindicatos, cooperati-vas, soviets.

Cada una de estas organizaciones tiene sus propiastareas y métodos de trabajo, que son independientesdentro de ciertos límites. Para el Partido Comunistatodas estas organizaciones son, sobre todo, un campopropicio para la educación revolucionaria de ampliossectores obreros y para el reclutamiento de los obrerosmás avanzados. Cuanto más amplias masas abarca unaorganización determinada, mayores son las posibilida-des que ofrece a la vanguardia revolucionaria.

Es por esto que, por regla general, no es el alacomunista sino la reformista la que toma la iniciativa dedividir las organizaciones de masas.

Basta con comparar la conducta de los bolcheviquesen 1917 con la de los sindicatos ingleses en los últimosaños. Los bolcheviques no sólo permanecieron en los

mismos sindicatos con los mencheviques, sino que enalgunos toleraron una dirección menchevique aundespués de la Revolución de Octubre, aunque losbolcheviques tenían una mayoría aplastante en lossoviets. En cambio los sindicatos británicos, por inicia-tiva de los laboristas, no sólo alejan a los comunistasdel Partido Laborista sino que también, cuando les esposible, de los sindicatos.

En Francia la división de los sindicatos también fuefruto de la iniciativa de los reformistas, y no es casualque la organización sindical revolucionaria, obligada aactuar en forma independiente, adoptara el nombre deunitaria.

¿Entonces exigimos que los comunistas abandonenahora las filas de la CGT? En absoluto. Al contrario,hay que fortalecer el ala revolucionaria dentro de laconfederación de Jouhaux (CGT).

Con esto demostramos que para nosotros la divisiónde la organización sindical no es en ningún caso unacuestión de principios. Todas las objecionesultraizquierdistas previas que se pueden formular contrala unidad sindical se aplican en primer lugar a la partici-pación de los comunistas en la CGT. Sin embargo, todorevolucionario que no haya perdido contacto con larealidad debe reconocer que la creación de fraccionescomunistas en los sindicatos reformistas es una tarea detremenda importancia. Una de las tareas de esas fraccio-nes debe ser la defensa de la CGTU ante los miembrosde los sindicatos reformistas. Esto no se puede lograrmás que mostrando que los comunistas no quieren quese dividan los sindicatos sino que, por el contrario,están dispuestos en todo momento a restablecer launidad sindical.

Si se creyera por un instante que el deber de contra-poner una política revolucionaria a la de los reformistasimpone a los comunistas la división de los sindicatos,no habría que limitarse solamente a Francia: se deberíaexigir que los comunistas rompieran, sin tener encuenta la relación de fuerzas, con los sindicatosreformistas y formaran sus propios sindicatos en Ale-mania, en Inglaterra, en los Estados Unidos, etcétera.En ciertos países los partidos comunistas han adoptadoconcretamente esta línea. Hay casos específicos en losque los reformistas no dejan realmente otra posibilidad.En otros los comunistas cometen evidentemente unerror al responder a las provocaciones de losreformistas. Pero hasta ahora nunca y en ningún ladolos comunistas provocaron una división por no admitirde antemano el trabajo junto a los reformistas en lasorganizaciones de las masas proletarias.

Sin detenernos en las cooperativas, experiencias queno agregan nada a lo antedicho, tomaremos comoejemplo a los soviets. Estos surgen en los momentosmás revolucionarios, cuando los problemas se planteancon la máxima agudeza.

¿Puede alguien imaginarse, siquiera por un momen-to, la creación de soviets comunistas como contrapesode los soviets socialdemócratas? Sería liquidar la ideamisma de soviets. A comienzos de 1917 los

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bolcheviques eran una minoría insignificante dentro delos soviets. Durante meses (y en una etapa en que losmeses valían por años, si no por décadas) toleraron unamayoría conciliacionista en los soviets, incluso cuandoya representaban una abrumadora mayoría en loscomités de fábrica. Finalmente, aun después de laconquista del poder, toleraron a los mencheviquesdentro de los soviets mientras éstos representaban a unsector de la clase obrera. En el momento en que losmencheviques se habían comprometido y aisladototalmente, transformándose en una camarilla, lossoviets los expulsaron.

En España la consigna de soviets puede estar prácti-camente a la orden del día en un futuro cercano. Lacreación misma de esos soviets (Juntas), suponiendoque haya una iniciativa enérgica y fuerte de los comu-nistas, no puede concebirse sino mediante un acuerdotécnico-organizativo con los sindicatos y con los socia-listas sobre el método y los intervalos para la elecciónde los representantes obreros. Plantear en esas condi-ciones que es inadmisible trabajar con los reformistasen las organizaciones de masas sería una de las formasmás desastrosas de sectarismo.

¿Cómo puede conciliarse entonces una actitud así denuestra parte hacia las organizaciones proletariasdirigidas por los reformistas con nuestra caracterizacióndel reformismo como ala izquierda de la burguesíaimperialista? Esta no es una contradicción formal sinodialéctica, o sea que surge de la propia dinámica de lalucha de clases. Una parte considerable de la claseobrera (en muchos países la mayoría) rechaza nuestracaracterización del reformismo. En otros ni siquiera seha planteado la cuestión. El problema consiste precisa-mente en llevar a las masas a conclusiones revoluciona-rias sobre la base de nuestras experiencias comunes conellas.

Decimos a los obreros no comunistas oanticomunistas: «Hoy todavía confiáis en los dirigentesreformistas a los que nosotros consideramos traidores.No podemos ni queremos imponeros nuestro punto devista por la fuerza. Queremos convenceros.

Intentemos entonces luchar juntos y examinemos losmétodos y los resultados de esas luchas». Esto quieredecir: total libertad para formar grupos dentro de lossindicatos unificados en que la disciplina sindical existepara todos.

No puede proponerse ninguna otra posición deprincipios.

* * * * * *Actualmente el Comité Ejecutivo de la Liga Comu-

nista (primera Oposición de Izquierda de Francia) estáponiendo correctamente en primer lugar la cuestión delfrente único. Es la única forma de impedir que losreformistas, y sobre todo sus agentes del ala izquierda,los monattistas, contrapongan la consigna formal deunidad a las tareas prácticas de la lucha de clases.Vassart [1], como contrapeso a la estéril línea oficial, haplanteado la idea de frente único con las organizaciones

sindicales locales. Es correcta la forma de plantear lacuestión, en el sentido de que en casos de huelgaslocales lo primero que hay que hacer es trabajar con lossindicatos locales y con las federaciones correspondien-tes. También es cierto que los estratos más bajos delaparato reformista son más sensibles a la presión de losobreros. Pero sería erróneo hacer cualquier tipo dediferencia de principios entre los acuerdos con losoportunistas locales y los que se puedan hacer con susjefes.

Depende de las condiciones que se den, de la fuerzade la presión que ejerzan las masas y del carácter de lastareas que están a la orden del día.

Queda claro que para luchar en cada caso específicono vamos a poner como condición indispensable yprevia el acuerdo con los reformistas, local o centraliza-do. No nos guiamos por los reformistas sino por lascircunstancias objetivas y por el estado de ánimo de lasmasas. Lo mismo se aplica al carácter de las reivindica-ciones que se plantean. Sería fatal comprometernos deantemano a aceptar el frente único con las condicionesde los reformistas, o sea sobre la base de reivindicacio-nes mínimas. Las masas obreras no saldrán a la luchapor reivindicaciones que les parezcan fantásticas. Pero,por otra parte, si se limitan de antemano las exigencias,los obreros pueden decirse: «No vale la pena».

La tarea no consiste en proponerles formalmentesiempre el frente único a los reformistas, sino enimponerles en cada caso las condiciones que correspon-dan lo mejor posible a la situación.

Esto requiere una estrategia activa y flexible. Entodo caso, no hay duda de que sólo precisamente de estemodo podrá la CGTU mitigar las consecuencias de ladivisión de las masas en dos organizaciones sindicales,hacer recaer la responsabilidad de la división sobrequienes corresponde y plantear sus posiciones de lucha.

La particularidad de la situación francesa reside enel hecho de que durante muchos años existieron doscentrales obreras separadas. Ante el reflujo del movi-miento en los últimos años, la gente se acostumbró a ladivisión. Muchas veces hasta quedó olvidada. Sinembargo puede preverse que la reanimación en las filasde la clase reactualizará inevitablemente la consigna deunidad de las organizaciones sindicales. Si se consideraque más del noventa por ciento del proletariado francésestá fuera de los sindicatos se hace evidente que alacentuarse la reanimación crecerá la presión de los noorganizados. La consigna de unidad no es más que unade las primeras consecuencias de esa presión. Si setiene una política correcta esta presión actuará en favordel Partido Comunista y de la CGTU.

Dado que una política activa de frente único es elmétodo de principio para el próximo período de laestrategia sindical de los comunistas franceses, sería unerror garrafal contraponerla a la de unidad de lasorganizaciones sindicales.

Es indudable que la unidad de la clase obrera sólopuede realizarse sobre bases revolucionarias. La políti-

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ca de frente único es uno de los medios para liberar alos obreros de la influencia reformista e incluso, enúltima instancia, de avanzar hacia la genuina unidad dela clase obrera. Debemos explicar constantemente estaverdad marxista a los obreros de vanguardia. Pero unaperspectiva histórica, por correcta que sea, no puedereemplazar la experiencia viva de las masas. El partidoes la vanguardia pero en su accionar, especialmente ensu accionar sindical, debe ser capaz de volcarse sobre laretaguardia.

Concretamente debe demostrarles a los obreros –una, dos, diez veces si es necesario– que está dispuestoen todo momento a ayudarlos a reconstruir la unidad delas organizaciones sindicales. Y en este aspecto somosfieles a los principios esenciales de la estrategia marxis-ta: la combinación de la lucha por reformas con la luchapor la revolución.

¿Cuál es ahora la actitud de las dos Confederacioneshacia la unidad? Al conjunto de los obreros puedeparecerles idéntica. En realidad el sector burocrático deambas organizaciones ha declarado que la unificaciónsólo puede concebirse «desde abajo» y sobre la base delos principios de cada una de ellas.

Amparándose en la consigna de unidad por abajo,que tomó prestada de la CGTU, la confederaciónreformista explota la poca memoria de la clase obrera yla ignorancia de la joven generación que no conoce elaccionar divisionista de Jouhaux, Dumoulin y Cia. Almismo tiempo los monattistas ayudan a Jouhaux alreemplazar la actividad combativa del movimientoobrero por la consigna aislada de unidad sindical. Comohonestos integrantes palaciegos, dirigen todos susesfuerzos contra la CGTU para sacarle el mayor núme-ro posible de sindicatos, nuclearlos a su alrededor yentrar entonces en negociaciones con los reformistas enpie de igualdad.

Por lo que puedo juzgar desde aquí, en base almaterial que tengo, Vassart se ha pronunciado en favorde que los propios comunistas planteen la consigna deun congreso unificador de ambas confederacionessindicales. Su propuesta fue rechazada categóricamente.En cuanto al autor, lo acusaron de pasarse a las posicio-nes de Monatte. No puedo pronunciarme sobre estadiscusión por falta de datos, pero considero que loscomunistas franceses no tienen ningún motivo paraabandonar la consigna de congreso de fusión. Todo locontrario.

Los monattistas dicen: «Ambos son rupturistas, acual peor.

Somos los únicos que estamos por la unidad. Obre-ros, seguidnos». Los reformistas replican: «Nosotrosestamos por la unidad por abajo». Es decir que «noso-tros» permitiremos a los obreros que vuelvan a entrar anuestra organización. ¿Qué debe decir a esto la Confe-deración revolucionaria? «No por nada nos llamamosConfederación unitaria. Estamos prontos a llevar a cabohoy mismo la unificación de las organizaciones sindica-les.

Pero para lograrlo los obreros no necesitan deintrigantes palaciegos que no tienen el respaldo deninguna organización sindical y que se alimentan dedivisiones como gusanos en una herida infectada.Proponemos que se prepare y se especifique el plazo derealización de un congreso de fusión sobre la base de lademocracia sindical».

Esta forma de plantear la cuestión les quitará inme-diatamente su base de sustentación a los monattistas,que son un grupo político totalmente estéril pero quepuede sembrar gran confusión en las filas del proletaria-do. ¿No nos costará muy cara esta liquidación del grupode los palaciegos? Podría objetarse que en caso de quelos reformistas aceptaran un congreso de unificación loscomunistas podrían quedar en minoría y la CGTUtendría que ceder paso a la CGT.

Semejante planteamiento sólo puede resultar convin-cente para un burócrata sindical de izquierda que luchapor su «independencia» perdiendo de vista las tareas ylas perspectivas del conjunto del movimiento obrero. Launidad de las dos organizaciones sindicales, aun cuandoel ala revolucionaria permaneciera en minoría por untiempo, pronto demostraría ser favorable al comunismo.La unificación de las confederaciones acarrearía ungran flujo de miembros nuevos. Con esto la influenciade la crisis se reflejaría más profunda y decisivamenteen los sindicatos. Aprovechando esta nueva oleada elala 62 izquierda podría comenzar una batalla decisivapara conquistar la confederación unitaria. Solamente lossectarios o los funcionarios pueden preferir una mayo-ría segura en una confederación sindical pequeña yaislada en vez de un trabajo de oposición en una organi-zación amplia y realmente masiva; nunca los revolucio-narios proletarios.

Para un marxista que piensa es bastante evidente queuna de las razones que contribuyeron a los monstruososerrores de la dirección de la CGTU provienen de lasituación planteada. Gente como Monmousseau,Semard y otros, sin preparación teórica ni experienciarevolucionaria, se autoproclamaron inmediatamente«dueños» de una organización independiente y tuvieronpor lo tanto la posibilidad de experimentar con ella bajolas órdenes de Losovski, Manuilski y Cía. [2] Esindudable que si los reformistas no hubieran provocadoen determinado momento la ruptura de la Confedera-ción, Monmousseau y Cía. habrían tenido que contarcon masas más amplias. Este solo hecho hubiera disci-plinado su aventurerismo burocrático. Por eso lasventajas de la unidad hubieran sido inmensamentemayores que las desventajas. Si el ala revolucionariapermaneciera uno o dos años en minoría dentro de unaconfederación unificada que reuniera cerca de unmillón de obreros, esos dos años serían indudablementemucho más fructíferos para la educación no sólo de lossindicalistas comunistas sino de todo el partido quecinco años de zigzags «independientes» en una CGTUcada vez más débil.

Son los reformistas y no nosotros los que puedentemer la unidad sindical. Si aceptan un congreso unifi-cado (no en las palabras sino en los hechos) estarán

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dadas las condiciones para sacar al movimiento sindicalfrancés de su callejón sin salida.

Precisamente por esto los reformistas no lo consenti-rán.

Las condiciones de la crisis están creando grandesdificultades a los reformistas, principalmente en elcampo sindical. Por eso les es tan imprescindiblecubrirse el flanco izquierdo, y los intrigantes palaciegosde la unidad se les ofrecen como escudo.

Ahora una de las tareas más importantes e indispen-sables es desenmascarar el trabajo divisionista de losreformistas y el parasitismo de los monattistas. Laconsigna de congreso de unificación contribuye enmucho a su solución. Cuando los monattistas hablan deunidad usan esta consigna contra los comunistas. Si lapropia CGTU propone una vía para la unidad, asestaráun golpe mortal a los monattistas y debilitará a losreformistas. ¿Está claro? Es cierto que sabemos deantemano que, debido a la resistencia de losreformistas, la consigna de unidad no deparará ahoralos resultados que se obtendrían en caso de una verda-dera unidad de las organización sindicales. Pero selogrará indudablemente un resultado más limitado,siempre que los comunistas sigan una política correcta.Las grandes masas obreras verán quién está realmentepor la unidad y quién está en contra, y se convenceránde que no son necesarios los servicios de los palaciegos.No hay duda de que los monattistas terminarán reduci-dos a la nada, la CGTU fortalecida y la CGT debilitaday más inestable.

Planteadas así las cosas, ¿no equivale esto a unamaniobra más que a lograr una unidad efectiva? Estaobjeción no nos asusta. Así es como los reformistascaracterizan especialmente nuestra política de frenteúnico: como ellos no quieren dar la batalla declaran quenuestro objetivo es hacer maniobras.

Hacer de antemano diferencias entre la política defrente único y la de fusión de las organizaciones sindi-cales sería totalmente erróneo. Mientras los comunistasmantengan la total independencia de su partido, de sufracción en los sindicatos, de toda su política, la fusiónde las confederaciones no es más que una forma de lapolítica de frente único. Una forma más amplia. Alrechazar nuestra propuesta, los reformistas la transfor-man en una «maniobra». Pero es una «maniobra»legítima e indispensable de nuestra parte: con manio-bras así se educa a las masas obreras.

* * * * * * El Comité Ejecutivo de la Liga Comunis-ta, repetimos, tiene toda la razón cuando repite insisten-temente que la unidad de acción no puede darse hastaque no se logre la unificación de las organizacionessindicales. Tal como se ha hecho hasta ahora, hay quedesarrollar esta idea, explicarla y aplicarla en la prácti-ca.

Pero esto no exime del deber de plantear con todaenergía, en el momento preciso, la cuestión de la fusiónde las confederaciones (o de las simples federaciones).

El problema consiste en saber si la dirección comu-

nista es capaz de efectuar ahora una maniobra tanenérgica. El futuro dirá. Pero si el Partido Comunista yla dirección de la CGTU se niegan hoy a seguir elconsejo de la Liga (que es lo más probable) muy bienpuede suceder que se vea obligado a seguirlo mañana.No es necesario agregar que no hacemos un fetiche dela unidad sindical. No posponemos nada que signifiquelucha para cuando se logre la unidad. Para nosotros noes una panacea sino una lección sobre cosas importan-tes y decisivas que debe enseñarse a los obreros que lahan olvidado o que no conocen el pasado.

Por supuesto, para participar en el congreso deunificación no plantearemos ninguna condición deprincipios.

Cuando los palaciegos de la unidad, a los que noavergüenza la fraseología barata, dicen que la confede-ración unificada debe basarse sobre el principio de lalucha de clases, etcétera, es que están haciendoacrobacias verbales en provecho de los oportunistas.Como si se les pudiera pedir seriamente a Jouhaux yCía. que emprendan, en nombre de la unidad con loscomunistas, el camino de la lucha de clases que estoscaballeros abandonaron deliberadamente en nombre dela unidad de la burguesía. Y estos mismos palaciegos,estos Monattes, Ziromskis y Dumoulins, ¿qué entiendenpor «lucha de clases»? No, nosotros estamos prontos aentrar en el terreno de la unidad sindical, pero no para«corregir» (con la ayuda de fórmulas de curanderos ) alos mercenarios del capital, sino para arrancar a losobreros de la influencia de sus traidores.

Las únicas condiciones que ponemos son simple-mente garantías organizativas de la democracia sindical,en primer lugar la libertad de crítica para la minoría,siempre con la condición de que se someta a la discipli-na sindical. No pedimos más, y por nuestra parte noprometemos nada más.

Supongamos que el partido Comunista, si bien noinmediatamente, sigue nuestro consejo. ¿Cómo actuaríasu Comité Central? En primer lugar debería prepararcuidadosamente el plan de la campaña dentro delpartido, para discutirlo en las fracciones sindicales enbase a las condiciones locales, de modo que la consignade unidad pueda lanzarse al mismo tiempo desde arribay desde abajo. Justo después de una cuidadosa prepara-ción y elaboración, y de haber eliminado todas lasdudas y malentendidos dentro de sus propias filas, ladirección de la CGTU debería dirigirse a la de laconfederación reformista con propuestas concretas:crear una comisión paritaria para la preparación, en unplazo por ejemplo de dos meses, del congreso deunificación sindical, al que todas las organizacionessindicales del país deben tener acceso.

Simultáneamente, las organizaciones locales de laCGTU se dirigen a las organizaciones locales de laCGT con la misma propuesta, formulada precisa yconcretamente.

El Partido Comunista debería realizar una granagitación en el país apoyando y explicando la iniciativade la CGTU. Por un cierto tiempo debe concentrarse la

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atención de amplios sectores obreros, principalmentelos de la CGT, en la sencilla idea de que los comunistasproponen lograr inmediatamente la unidad de lasorganizaciones sindicales. Cualquiera que sea la actitudde los reformistas, cualesquiera que sean las tretas a lasque recurran, los comunistas saldrán beneficiados deesta campaña, aun si en este primer intento sus propues-tas no llevan más que a una demostración de su actitud.

Durante este periodo, la lucha en nombre del frenteúnico no cesa ni un minuto. Los comunistas continúanatacando a los reformistas en las provincias y en lametrópolis, basándose en la creciente actividad de losobreros renovando sus ofertas de acciones combativassobre la base de la política de frente único, desenmasca-rando a los reformistas, fortaleciendo sus propias filas,etcétera. Y bien puede suceder que en seis meses, o enuno o dos años, los comunistas se vean obligados arepetir su propuesta de fusión de las confederacionessindicales, y a poner a los reformistas en una posiciónmás difícil que la primera vez.

La verdadera política bolchevique debe tener preci-samente este carácter de tomar la ofensiva y ser almismo tiempo flexible y firme. Es la única forma depreservar al movimiento del desgaste, de librarlo deformaciones parásitas y de acelerar la evolución de laclase obrera hacia la revolución.

La lección propuesta anteriormente no tiene sentidoni puede prosperar si la iniciativa no parte de la CGTUy del Partido Comunista. La tarea de la Liga no consistenaturalmente en lanzar independientemente la consignade congreso de unificación, enfrentándose tanto a laCGTU como a la CGT. La tarea de la Liga es empujaral Partido Comunista oficial y a la CGTU hacia unapolítica, estimularlas a llevar a cabo en el momentopropicio (y en el futuro habrá muchos) una ofensivapara la fusión de las organizaciones sindicales.

Para poder cumplir sus tareas hacia el partidoComunista, la Liga debe (y éste es su primer deber)alinear sus propias filas en el campo del movimientosindical. Es una tarea que no puede posponerse. Debeser cumplida y lo será.

25 de marzo de 1931. [1] Vasaart, Albert (1898-1958). Uno de los dirigen-

tes del Partido Comunista en los sindicatos rojos que,habiendo sido ardiente ultraizquierdista durante el«tercer período», impugnó la política del PC. En suspolémicas, los dirigentes del PC tachaban a veces lasposiciones de Vassart de «semitrotskistas». [2]Losovski, Manuilski y Cia. A. Losovski (ver nota notas5 en Comunismo y Sindicalismo y nota 1 en Los erroresde los sectores de derecha). Dimitri Manuilski (1883-1959) encabezó la Comintern de 1929 a 1934, o seadurante el «tercer período».

Los sindicatos en Gran Bretaña

(...) En Gran Bretaña, al igual que en la mayoría delos viejos países capitalistas, la cuestión sindical siguesiendo la más importante de la política proletaria. Loserrores de la Comintern en este terreno son innumera-bles. No es de extrañar: la incapacidad de un partidopara establecer relaciones correctas con la clase semanifiesta con máxima gravedad en el área del movi-miento sindical. Por esto creo necesario tratar estacuestión.

Los sindicatos se formaron en el período de surgi-miento y auge del capitalismo. Tenían por objetomejorar la situación material y cultural del proletariadoy la extensión de sus derechos políticos. Este trabajo,que en Inglaterra duró más de un siglo, dio a los sindi-catos una autoridad tremenda sobre los obreros. Ladecadencia del capitalismo británico, dentro del marcode la declinación del sistema capitalista mundial, minólas bases del trabajo reformista de los sindicatos. Elcapitalismo sólo se puede mantener rebajando el nivelde vida de la clase obrera. En estas condiciones lossindicatos pueden o bien transformarse en organizacio-nes revolucionarias o bien convertirse en auxiliares delcapital en la creciente explotación de los obreros.

La burocracia sindical, que resolvió satisfactoria-mente su propio problema social, tomó el segundocamino. Volcó toda la autoridad acumulada por lossindicatos en contra de la revolución socialista e inclusoen contra de cualquier intento de los obreros de resistirlos ataques del capital y de la reacción.

A partir de ese momento, la tarea más importante delpartido revolucionario pasó a ser la liberación de losobreros de la influencia reaccionaria de la burocraciasindical. La Comintern reveló una falta total de adecua-ción en este campo decisivo. En 1926-1927, especial-mente en el período de la huelga minera y de la HuelgaGeneral, o sea en el momento de los grandes crímenes ytraiciones del Consejo General de los sindicatos, laComintern adulaba servilmente a los cabecillas de losrompehuelgas, los encubría con su autoridad a los ojosde las masas y los ayudó a mantener su sitial. El Movi-miento de la Minoría sufrió así un golpe mortal. Laburocracia de la Comintern, asustada de su propia obra,se fue al otro extremo: al ultraizquierdismo. Los exce-sos fatales del «tercer período» [1] se debieron al deseode la pequeña minoría comunista de actuar como siestuviera respaldada por una mayoría. Aislándose cadavez más de la clase obrera, el Partido Comunista en-frentó a los sindicatos, que abarcaban millones deobreros, con sus propias organizaciones, muy respetuo-sas de la dirección de la Comintern pero abismalmenteseparadas de la clase obrera. A la burocracia sindical nose les podía hacer un favor mayor. Si hubiera estado ensu poder el otorgar la Orden de la Jarretera, ésta habríaadornado el pecho de todos los dirigentes de la

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Comintern y de la Profintern [2].Los sindicatos, como ya hemos dicho, cumplen

ahora un rol reaccionario y no progresivo. Pero sinembargo reúnen millones de obreros. No debemospensar que los obreros son ciegos y no ven el cambioproducido en el papel histórico de los sindicatos.

¿Pero qué se puede hacer? Ante los ojos del alaizquierdista de los obreros, la vía revolucionaria estáseriamente comprometida por los zigzags y aventurasdel comunismo oficial. Los obreros se dicen: los sindi-catos son malos, pero sin ellos estaríamos peor.

Es la sicología del que se encuentra en un callejónsin salida.

Mientras tanto, la burocracia sindical persigue conmás fuerza aún a los obreros revolucionarios, reempla-zando con el mayor descaro la democracia interna porla acción arbitraria de una camarilla, transformando alos sindicatos en una especie de campo de concentra-ción de los obreros durante la decadencia del capitalis-mo.

Frente a esta situación, surge inmediatamente unaidea: ¿No es posible superar a los sindicatos? ¿No esposible reemplazarlos por alguna organización nueva,incorrupta, algo así como sindicatos revolucionarios,comités por empresa

o soviets? El error fundamental de este tipo deintentos reside en que reducen a experimentosorganizativos el gran problema político de cómo liberara las masas de la influencia de la burocracia sindical.No basta con ofrecer a las masas otro lugar adondedirigirse. Hay que ir a buscarlas donde están y guiarlas.

Los izquierdistas impacientes dicen a veces que esabsolutamente imposible ganar los sindicatos porque laburocracia usa el régimen interno de las organizacionespara preservar sus propios intereses, recurriendo a lasmaquinaciones más burdas, a la represión, al juegosucio, al estilo de la oligarquía parlamentaria de la erade los «municipios podridos».

¿Entonces por qué gastar tiempo y energías? Esteargumento se reduce en realidad a lo siguiente: abando-nemos la lucha concreta por ganar a las masas, usandocomo pretexto el carácter corrupto de la burocraciasindical. Este argumento puede seguirse desarrollando:¿por qué no abandonar el trabajo revolucionario tam-bién, en vista de la represión y la provocación de laburocracia estatal? Aquí no hay diferencias de princi-pios, ya que la burocracia sindical se ha convertidodefinitivamente en parte del aparato político, económi-co y gubernamental del capitalismo.

Es absurdo pensar que sería posible trabajar contrala burocracia sindical con su propia ayuda, o siquieracon su consentimiento. Ya que se defiende mediantepersecuciones, violencias, expulsiones, recurriendofrecuentemente a la ayuda de las autoridades guberna-mentales, debemos aprender a trabajar discretamente enlos sindicatos, encontrando un lenguaje común con lasmasas pero sin descubrirnos prematuramente ante la

burocracia. Precisamente en la época actual, en que laburocracia reformista del proletariado se ha transforma-do en guardiana económica del capital, la acciónrevolucionaria en los sindicatos, realizada inteligente ysistemáticamente, puede llegar a resultados decisivos enun plazo relativamente corto.

Con esto no queremos decir que el partido revolu-cionario tenga alguna garantía de que ganará completa-mente a los sindicatos para la revolución socialista. Elproblema no es tan simple. El aparato sindical se haindependizado mucho de las masas. La burocracia escapaz de retener sus posiciones hasta mucho tiempodespués de que las masas se hayan volcado en sucontra. Pero es precisamente esa situación, en que lasmasas ya son hostiles a la burocracia pero ésta todavíaes capaz de tergiversar la opinión de la organización ysabotear nuevas elecciones, la más propicia para lacreación de comités de fábrica, consejos obreros y otrasorganizaciones para las necesidades inmediatas delmomento. Incluso en Rusia, donde los sindicatos notenían ni por asomo la poderosa tradición de los británi-cos, la Revolución de Octubre tuvo lugar cuando losmencheviques predominaban en la administración delos sindicatos. Aunque habían perdido a las masas, estasadministraciones aún podían sabotear las elecciones enlos aparatos, si bien ya eran incapaces de sabotear larevolución proletaria.

Es imprescindible preparar desde ya a los obrerosavanzados para que se hagan a la idea de crear comitésde fábrica y consejos obreros en el momento en que sedé un cambio brusco.

Pero sería totalmente erróneo «jugar» en la prácticacon la consigna de consejos fabriles, consolándose conesta «idea» por la falta de un verdadero trabajo y de unareal influencia en los sindicatos. Contraponer a lossindicatos existentes la idea abstracta de consejosobreros sería tirarse en contra no sólo a la burocraciasino también a las masas, privándose así de la posibili-dad de preparar el terreno para la creación de losconsejos obreros.

La Comintern ha ganado no poca experiencia en estocon la creación de sindicatos obedientes, comunistaspuros, enfrentó hostilmente a sus secciones con lasmasas obreras, condenándose a la impotencia total. Estaes una de las causas más importantes del colapso delPartido Comunista Alemán.

Claro que el Partido Comunista Británico, por lo quesé, se opone a la consigna de consejos obreros en lascondiciones actuales.

Superficialmente esto podría parecer una aprecia-ción realista de la situación.

En realidad lo que pasa es que rechaza una forma deaventurerismo político y adopta otra, más histérica. Lateoría del socialfascismo [3] y su práctica, y el rechazode la política de frente único crean obstáculos insupera-bles para el trabajo en los sindicatos, ya que éstos son,por naturaleza, un frente único de hecho de los partidosrevolucionarios con los reformistas y las masas sin

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partido. En tanto el Partido Comunista británico semostró incapaz, aún después de la tragedia alemana, deaprender nada y de rearmarse, una alianza con él puedellevar a la quiebra incluso al Partido Obrero Indepen-diente ahora que ha entrado en un período de aprendiza-je revolucionario.

No cabe duda de que los seudocomunistas mencio-narán el último congreso de los sindicatos, que declaróque no puede haber un frente único con los comunistascontra el fascismo.

Sería una locura aceptar esta muestra de sabiduríacomo veredicto final de la historia. Los burócratassindicales pueden permitirse estas fórmulas jactanciosassolamente porque no están amenazados inmediatamentepor el fascismo o por el comunismo. Cuando la espadadel fascismo se alce sobre las cabezas de los sindicatos,si media una política correcta del partido revoluciona-rio, las masas sindicales mostrarán una urgencia irresis-tible por aliarse con el ala revolucionaria, y arrastraráncon ellas en tal dirección incluso a parte del aparato. Sipor el contrario el comunismo se convirtiera en unafuerza decisiva, que amenazara al Consejo General conla pérdida de sus posiciones, honores y rentas, losseñores Citrine [4] y Cía. entrarían indudablemente enun bloque con Mosley [5] y Cía. contra los comunistas.Así fue como en agosto de 1917 los mencheviques y lossocial-revolucionarios rusos rechazaron junto con losbolcheviques al general Kornilov. Dos meses más tarde,en octubre, luchaban hombro a hombro con loskornilovianos contra los bolcheviques. Y en los prime-ros meses de 1917, cuando todavía eran fuertes, losreformistas se llenaban la boca, igual que Citrine y Cía.,con la imposibilidad de hacer alianza con una dictadura,fuera de derecha o de izquierda.

El partido obrero revolucionario debe estar sólida-mente unido por una clara comprensión de sus tareashistóricas. Esto presupone un programa con basescientíficas. Al mismo tiempo debe saber establecerrelaciones correctas con la clase. Esto presupone unapolítica de realismo revolucionario, libre tanto devaguedades oportunistas como de reservas sectarias.Teniendo en cuenta estos dos criterios íntimamenterelacionados, el Partido Obrero Independiente deberíarevisar su relación con la Comintern, al igual que conotras organizaciones y tendencias de la clase obrera. Enesto se juega sobre todo la suerte del propio PartidoObrero Independiente.

[1] «Tercer Período». Según el esquema estalinistade la historia, éste era el período final del capitalismo,de su inminente defunción y reemplazo por los soviets.Se caracterizó por la utilización de tácticasultraizquierdistas y aventuristas por parte de los comu-nistas. [2] Profintern. Ver nota 5 en Una discusiónnecesaria con nuestros camaradas sindicalistas. [3]Social-fascismo. Una de las invenciones más desastro-sas del «tercer período». Según el dictamen de Stalin,los socialistas y los fascistas no eran antagonistas sino«gemelos». Los comunistas de todo el mundo llamabana los partidos y sindicatos socialdemócratas«socialfascistas» y por consiguiente los consideraban

un peligro mayor que los verdaderos fascistas. Esto hizoimposible el frente único contra el nazismo y otrosmovimientos fascistas. [4] Citrine, Sir Walter (1887-1983). Secretario general del Congreso de Sindicatosbritánico (l926-1946). En 1935 se le dio el título de Sirpor sus servicios al capitalismo británico, y en 1946 selo hizo baronet. [5] Mosley, Sir OswaId (1896-1980).Cabeza de la Unión de Fascistas y Nacional Socialistasbritánicos.

Cartas sobre la situación sindicalholandesa

[...] b) Al Comité Central del PartidoObrero Socialista Revolucionario, Ámsterdam Sobre elproblema sindical tampoco puedo compartir la políticade nuestro partido hermano holandés. Los motivos loshe planteado a menudo por escrito y enespecial verbalmente. Se sigue llevando adelante lapolítica de la NAS [1] apoyándose en la ley de lainercia. No es que haya una motivación estratégica másprofunda. En Holanda, tal como sucede ahora enFrancia, la evolución tendrá que derivar hacia la sendarevolucionaria o hacia la senda fascista. En ninguno delos dos casos veo que haya lugar para la NAS. Cuandocomience en Holanda la gran oleada huelguística, loque debe darse por muy probable si no por seguro, lossindicatos reformistas crecerán a pasos agigantados,sumando a sus filas elementos nuevos, y en una etapaasí la NAS aparecerá ante las masas como una fracciónincomprensible. Por lo tanto serán sordas alas consignas correctas del POSR y de la dirección de laNAS. Pero si los miembros del POSR [2] y los mejoreselementos de la NAS estuvieran dentro de los sindicatosreformistas podrían convertirse, con el alza inminente,en el eje de cristalización del ala izquierda, y másadelante en la fuerza decisiva del movimiento sindical.Debe decirlo claramente: la agitación sistemática ycuidadosamente preparada dentro de lossindicatos reformistas me parece que es el únicomedio no sólo de preservar al POSR como partidogenuinamente independiente (ya que esto de por sí notiene ningún valor histórico) sino también de llevarlo ala victoria, o sea al poder.

Si consideramos una alternativa mucho menosprobable, es decir, que la evolución de Holanda, sinpasar por un alza revolucionaria, vaya directamente enel próximo período a la fase burocrático-militar y luegoa la fascista, llegamos igualmente a la misma conclu-sión: la política de mantener a la NAS se convertirá enun obstáculo para el partido. El primer ataque de lareacción ya se ha dirigido a la NAS y les costó la mitadde sus miembros. El segundo les costará la vida.Los excelentes obreros que ésta agrupa tendrán que

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enfilar hacia los sindicatos reformistas en forma disper-sa, cada uno de por sí, o permanecerán pasivos e indife-rentes. Los sindicatos no pueden llevar una existenciaclandestina como el partido. Pero este golpe perjudicaráterriblemente al partido, porque unpartido revolucionario ilegal debe tener una coberturalegal y semilegal de masas. Si el grueso de los miem-bros del POSR trabaja en los sindicatos reformistas,estas organizaciones de masas le sirven al partidosimultáneamente de escondite, de cobertura y de campode trabajo. Así se preserva la coherencia de losobreros de la NAS. Otros aspectos estarán condiciona-dos al curso de los acontecimientos y a la política delpartido.

* * *2 de diciembre de 1937 A Sneevliet [3]

[...] Finalmente debe entender que nadie en nuestromovimiento internacional se siente inclinado a seguirtolerando la situación anormal de que el partido holan-dés se cubra con la bandera de la Cuarta Internacionalmientras lleva adelante una política que está en flagran-te contradicción con todos nuestros principiosy decisiones.

La NAS se ha convertido definitivamente en unapiedra colgada del cuello del partido, y los arrastraráhasta el fondo. Un partido que no participe de lossindicatos reales no es un partido revolucionario. LaNAS existe sólo gracias a la tolerancia y al aportefinanciero del gobierno burgués. Este aporte financierodepende de vuestra actitud política. Esa es la verdaderarazón por la que el partido, a pesar denuestra insistencia, no ha elaborado una plataformapolítica. También es la razón por la que usted, comodiputado parlamentario, nunca tuvo una intervenciónrevolucionaria que pudiera servir como propaganda,tanto en Holanda como en el extranjero. Su actividadtiene un carácter diplomático y noverdaderamente revolucionario. Está atado de pies ymanos a la NAS. Y ésta no es un puente tendido hacialas masas sino una pared que lo separa de ellas. Cuandocriticamos las falsas políticas sindicales de otros paísesnos preguntan: «¿Y vuestra organizaciónholandesa?...» ¿Cree usted que una organización revolu-cionaria seria puede tolerar indefinidamente semejantesituación? Tenemos paciencia, pero no podemos sacrifi-car los intereses elementales de nuestro movimiento.

* * *21 de enero de 1938 Al secretariado Internacional

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[..1 Todo lo que el Secretariado Internacionalescribió sobre y contra Sneevliet era y sigue siendoabsolutamente correcto. Precisamente por eso Sneevlietnunca se animó a responder con argumentos políticos,utilizando en cambio, según es su costumbre, un len-guaje abusivo absolutamente intolerable y para nada

justificado. No se interesa en lo más mínimo porel marxismo, por la teoría, por una orientación general.Lo que le interesa es la NAS, una máquina burocráticabarata, un puesto parlamentario. La bandera de laCuarta Internacional la utiliza sobre todo para protegersu actuación oportunista en Holanda. Como la NASdepende totalmente del gobierno en lofinanciero, Sneevliet ha evitado tener una políticaprecisa, o sea una política marxista, para no provocar laira del gobierno contra la NAS. El POSR no es, ni hasido nunca, más que un apéndice político de la NAS,que carece de sentido propio y que en los últimos añosbajó de 25.000 miembros a 12.000 ymuy probablemente a muchos menos.

[1] NAS. Nationaal Arbeids Secretariaat (Organiza-ción Obrera Nacional), fundada en 1893, disuelta enjulio de 1940, al comenzar la ocupación nazi de Holan-da, no se reorganizó después de la Segunda GuerraMundial. Permaneció como una pequeña oposiciónrevolucionaria a la NVV, la gran organización sindicalcon dirección reformista. En la década de los 30 losmiembros de la NAS, muy militantes y con concienciade clase, eran principalmente portuarios y obreros de laconstrucción. Había tenido un gran sector de obrerosmunicipales de Amsterdam hasta 1934, en que elgobierno prohibió esos empleos a los sindicatos «ro-jos». Para entender el planteamiento de Trotsky, que seencuentra más adelante, de que «la NAS existe sólogracias a la tolerancia y al aporte financiero del gobier-no burgués» debe tenerse en cuenta que el fondode desempleo del gobierno holandés se distribuía porintermedio de las organizaciones sindicales, incluida laNAS.

[2] POSR. Revolutionair Socialistixche ArbeitersPartij (Partido Obrero Socialista Revolucionario).Sneevliet organizó el Partido Socialista Revolucionarioen 1927, después de alejarse del Partido Comunista.Este partido se unió al movimiento por unaCuarta Internacional en 1934 y al año siguiente sefusionó con otros elementos revolucionarios de Holan-da para formar el POSR. Debido a diferencias acerca dela política sindical y de la actitud hacia el POUMespañol, el POSR rompió con el movimiento trotskistainternacional y no participó del Congreso de Fundaciónde la Cuarta Internacional en 1938. En el POSR sedesarrollaron dos tendencias, que rompieron en 1942.Una, encabezada por Sneevliet, seguía la líneadel ultraizquierdismo tradicional holandés. Publicaba elperiódico Spartacus. La otra, el Comité de MarxistasRevolucionarios, evolucionó hacia las posiciones de laCuarta Internacional. Publicaba el periódico DeRode October. Ambos órganos se editaron clandestina-mente durante la ocupación nazi, y los dos gruposcooperaron en la lucha contra los fascistas alemanes ysus aliados locales. [3] Sneevliet, Henricus (1883-1942). Notable dirigente socialista revolucionario deHolanda y primer organizador de unmovimiento proletario marxista en Indonesia. Obrerotranviario y socialista de izquierda, fue electo presiden-te de la Unión de Obreros Ferroviarios y Tranviarios en

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1909. Renunció a su cargo y se fue a lasIndias Orientales Holandesas (Indonesia) en 1912,como consecuencia de una disputa que mantuvo con ladirección reformista de la NVV, la gran central obrera,acerca de su negativa a apoyar una huelga demarinos. En Indonesia llevó a cabo una brillante campa-ña de organización política y sindical, hasta que fuedeportado en 1917 por llamar a los indonesios a seguirel ejemplo de los bolcheviques de Rusia. De regreso aHolanda fue cofundador del PartidoComunista. Seguidamente la Internacional Comunistalo envió (con el nombre de Maring) a hacer un trabajorevolucionario en China, donde estableció contacto conSun Yat-sen. Al volver lo eligieron presidente de laNAS. En 1933 lo enviaron a prisión por sus actividadesde solidaridad con los amotinados de la Armada holan-desa. Al quedar en libertad fue votado (elegido) parael parlamento. Durante la ocupación nazi de Holanda,Sneevliet y siete camaradas fueron arrestados, juzgadosy fusilados en el campo de concentración de Amersfoot,el 13 de abril de 1942. En su último día, entre otrascosas afirmó: «Amigos, estamos orgullosos de ser losprimeros de los Países Bajos en ser condenados ante untribunal por la causa de la Internacional, y en morir porlo tanto por ella». Sneevliet se condujo con gran coraje.Pidió que él y sus camaradas pudieran enfrentar elpelotón de fusilamiento tomados de las manos. Les fuedenegado. Entonces pidió que no les vendaran los ojosy que, por ser el mayor y dirigente del grupo, él fuera elúltimo en ser fusilado. Esto se le concedió.

Los sindicatos en la era detransición

En la lucha por las reivindicaciones parciales ytransicionales, los obreros necesitan más que nuncaorganizaciones de masas, fundamentalmente sindicatos.El poderoso auge del sindicalismo en Francia y en losEstados Unidos es la mejor refutación de la prédica delos doctrinarios ultraizquierdistas que decían que lossindicatos estaban «permitidos».

Los bolcheviques leninistas están en primera fila entodo tipo de lucha, incluso cuando se refiere a los másmodestos intereses materiales o derechos democráticosde la clase obrera. Toman parte activamente en lossindicatos de masas con el objeto de fortalecerlos y deacrecentar su espíritu militante. Luchan implacablemen-te contra todo intento de someter los sindicatos alEstado burgués y de maniatar al proletariado con el«arbitraje obligatorio» y demás formas de intervenciónpolicial, no solo las fascistas sino tambiénlas »democráticas».

Solamente en base a este trabajo se puede lucharcon éxito en el seno de los sindicatos contra laburocracia reformista, incluida la estalinista. El intento

sectario de crear o mantener pequeños sindicatos«revolucionarios» como una segunda edición delpartido significa de hecho renunciar a la lucha por ladirección de la clase obrera. Hay que plantearse esteprincipio inamovible: el autoaislamiento capitulador delos sindicatos de masas, que equivale a una traición a larevolución, es incompatible con la pertenencia a laCuarta Internacional.

* * * Al mismo tiempo, la Cuarta Internacional repudia y

condena resueltamente todo fetichismo de los sindica-tos, propio de tradeunionistas y de sindicalistas.

a) Los sindicatos, por sus objetivos, su composicióny el carácter de su reclutamiento no tienen, ni puedentenerlo, un programa revolucionario acabado. Por lotanto no pueden sustituir al partido. La creación departidos revolucionarios nacionales, secciones de laCuarta Internacional, es el objetivo central de la épocade transición.

b) Los sindicatos, aun los más poderosos, no abarcanmás del veinte al veinticinco por ciento de la claseobrera, y esto con predominio de sus capas más califi-cadas y mejor pagadas. La mayoría más oprimida de laclase obrera no es arrastrada a la lucha episódicamente,en los periodos de auge excepcional del movimientoobrero. En esos momentos es necesariocrear organizaciones ad hoc, que abarquen toda la masaen lucha: los comités de huelga, los comités de fábrica yfinalmente los soviets.

c) En tanto que organizaciones de las capas superio-res del proletariado, los sindicatos, como lo atestiguatoda la experiencia histórica, incluso la aún fresca delas organizaciones anarco- sindicalistas de España,desarrollan poderosas tendencias a la conciliación conel régimen democrático burgués. En los períodosagudos de la lucha de clases, los aparatos dirigentesde los sindicatos se esfuerzan por convertirse en amosdel movimiento de masas para domesticarlo. Esto seproduce ya con ocasión de simples huelgas, sobre todoen las ocupaciones de fábrica, que sacuden los princi-pios de la propiedad burguesa. En tiempos de guerra ode revolución, cuando la situación de la burguesía sehace particularmente difícil, los dirigentes sindicales seconvierten generalmente en ministros burgueses.

Por lo tanto, las secciones de la Cuarta Internacionalno sólo deben esforzarse constantemente por renovar elaparato de los sindicatos proponiendo atrevida y resuel-tamente en los momentos críticos nuevos líderes dis-puestos a la lucha en lugar de los funcionarios rutinariosy trepadores. También deben crear, en todos los casos enque sea posible, organizaciones de combate autónomasque respondan mejor a los objetivos de la luchade masas contra la sociedad burguesa, no retrocediendo,si fuera necesario, ni ante una ruptura directa con elaparato conservador de los sindicatos. Si bien seríacriminal volverles la espalda a las organizaciones demasas para alimentar ficciones sectarias, no lo es menosel tolerar pasivamente la subordinación delmovimiento revolucionario de masas al control de

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camarillas burocráticas abiertamente reaccionarias oconservadoras («progresistas») enmascaradas. Lossindicatos no son un fin en sí mismos, son sólo medios aemplear en la marcha hacia la revolución proletaria. Loscomités de fábrica El movimiento obrero de una épocatransicional no tiene un carácter regular y parejo; esapasionado, explosivo. Las consignas, lo mismo que lasformas de organización, deben estar subordinadas a esecarácter del movimiento. Huyendo de la rutina como dela peste, la dirección debe ser sensible a las iniciativasde las masas. Las huelgas con ocupación de fábrica, unade las manifestaciones más recientes de esta iniciativa,rebasan los límites de los procedimientos capitalistas«normales». Independientemente de las reivindicacionesde los huelguistas, la ocupación temporal de las empre-sas asesta un duro golpe al fetiche de lapropiedad capitalista. Toda huelga con ocupaciónplantea prácticamente el problema de saber quién es eldueño de la fábrica: si el capitalista o los obreros. Si laocupación promueve esta cuestión episódicamente,el comité de fábrica da a la misma una expresiónorganizativa. Elegido por los obreros y empleados de laempresa, el comité de fábrica se convierte inmediata-mente en un contrapeso de las decisiones de laadministración. A la crítica reformista a los patrones delviejo estilo, a los »patrones por derecho divino» tipoFord, frente a los «buenos» explotadores «democráti-cos», nosotros oponemos la consigna de comités defábrica como eje de lucha contra unos y otros. Losburócratas de los sindicatos se opondrán, porregla general, a la creación de comités, del mismo modoque se oponen a todo paso audaz en el camino de lamovilización de las masas. Pero su oposición será tantomás fácil de quebrar cuanto mayor sea la extensión delmovimiento. Allí donde los obreros de la empresa estánya desde los períodos «tranquilos»totalmente comprendidos en los sindicatos, el comitécoincidirá formalmente con el órgano del sindicato, perorenovará su composición y ampliará sus funciones. Sinembargo la significación principal de los comités resideen que se transformen en estados mayores para lasgrandes capas obreras que, por lo general, elsindicato no es capaz de llevar a la acción. Y es precisa-mente de esas capas más explotadas de donde surgiránlos destacamentos más abnegados de la revolución. Apartir del momento de la aparición del comité de fábrica,se establece de hecho una dualidad de poder. Por suesencia ésta tiene algo de transicional porque encierra ensí misma dos regímenes irreconciliables: el del capitalis-mo y el proletario. La importancia principal de loscomités de fábrica consiste precisamente en abrir unperíodo prerrevolucionario ya que no directamenterevolucionario, entre el régimen burgués y el régimenproletario. Que la propaganda por los comités defábrica no es prematura ni artificial lo demuestranampliamente las oleadas de ocupaciones que se handesencadenado en algunos países. En un futuro próximoson inevitables nuevas oleadas como ésta. Es precisoiniciar a tiempo una campaña en pro de los comités defábrica para que los acontecimientos no nos tomendesprevenidos.

Entrevista con un organizador de laCIO

Entrevista con un organizador de la CIO [1] Enseptiembre de 1938 Trotsky recibió en su casa deMéjico la visita de un funcionario de la CIO de losEstados Unidos. Se tomó nota taquigráfica de la discu-sión. Precedida de una corta editorial firmada por«Cruz», un seudónimo de Trotsky, »la parte de ladiscusión que podía ser de interés general» apareció ennoviembre de 1938 en el Boletín de la Oposición enruso. En la transcripción no se usaron nombres.El funcionario sindical norteamericano seidentificaba simplemente como «A» y «un activistaextranjero de la Cuarta Internacional», en realidadTrotsky, como «B»). A: La política de nuestro sindicato tiene como objetivoimpedir el desempleo total. Logramos que el trabajo sereparta entre todos los miembros del sindicato sinreducción de la paga por hora.B: ¿Y qué porcentaje de sus salarios anterioresreciben ahora sus obreros? A: Alrededor del 40%. B: ¡Pero eso es monstruoso! ¿Han logrado una escalamóvil de horas de trabajo sin variación de la paga porhora? ¡Pero eso significa simplemente que el peso totaldel desempleo recae con toda su fuerza sobre losmismos obreros! Liberáis a los burgueses de la necesi-dad de gastar sus recursos en los desocupados haciendoque cada obrero sacrifique tres quintos de su salariototal. A: Hay algo de cierto en eso. ¿Pero qué se puedehacer? B: ¡No es que haya «algo de cierto», es totalmentecierto! El capitalismo norteamericano sufre un malcrónico incurable. ¿Puede acaso consolar a los obreroscon la esperanza de que la crisis actual tendrá uncarácter transitorio y que en un futuro cercano se abriráuna nueva era de prosperidad? A: Personalmente no me hago muchas ilusiones. Ennuestros círculos muchos comprendemos que el capita-lismo ha entrado en su época de declive. B: Pero entonces esto significa que mañana vuestrosobreros recibirán el treinta por ciento de sus salariosanteriores, luego el veinticinco y así sucesivamente.Puede que haya mejoras casuales, incluso es inevitable.Pero la curva general es descendente y de empobreci-miento. Marx y Engels ya lo previeron en El ManifiestoComunista ¿Cuál es el programa general de su sindicatoy de la CIO? A: Desgraciadamente usted no conoce la psicología delos obreros norteamericanos. No están acostumbrados a

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pensar en el futuro. Sólo les interesa una cosa, lo quepuede hacerse ahora, inmediatamente. Por supuesto queentre los dirigentes del movimiento sindical hay quienestienen claramente en cuenta los peligros que nos ame-nazan. Pero ellos no pueden cambiar de golpe la psico-logía de las masas. Se ven limitados por los hábitos, lastradiciones y los puntos de vista de losobreros norteamericanos. No se puede cambiar todo esoen un día. B: ¿Está seguro de que la historia les dará los añossuficientes como para prepararse? La crisis del capita-lismo norteamericano tiene ritmo y proporciones«norteamericanos». Un organismo vigoroso que no haconocido nunca la enfermedad comienza a deteriorarsemuy rápido en un momento determinado. La desintegra-ción del capitalismo significa, el mismo tiempo,una amenaza directa e inmediata a la democracia, sin laque los sindicatos no pueden existir. ¿O usted cree, porejemplo, que el mayor Hague [i] es un accidente? A: Oh, no, para nada. En el último tiempo tuvealgunas reuniones al respecto con funcionarios sindica-les. Mi opinión es que ya tenemos en cada Estado unaorganización reaccionaria pronta que, bajo una u otrabandera, puede convertirse en punto de apoyo delfascismo a escala nacional. No tenemos que esperarquince o veinte años. El fascismo puede cundirentre nosotros en tres o cuatro. B: ¿En ese caso cuál es...? A: ¿Nuestro programa? Entiendo su pregunta. Esuna situación difícil. Hay que dar pasos trascendentales.Pero no veo que existan las fuerzas necesarias o losdirigentes necesarios. B: ¿Esto significa una capitulación sin lucha? A: Es una situación difícil. Debo admitir que la mayoríade los activistas sindicales no ven o no quieren ver elpeligro. Nuestros sindicatos, como usted sabe, hantenido un crecimiento extraordinario en poco tiempo.Es natural en los jefes de la CIO tener una psicología deluna de miel. Tienden a considerar con ligereza lasdificultades. El gobierno los tiene calados eincluso juega con ellos. No tienen el entrenamiento deuna experiencia anterior. Es natural que estén un pocomareados. Este agradable vértigo no conduce al pensa-miento crítico. Están disfrutando el presente sin pensaren el mañana. B: ¡Bien planteado! En esto estoy totalmente de acuer-do con usted. Pero el éxito de la CIO es temporal. No esmás que un síntoma del hecho concreto de que la claseobrera de los Estados Unidos ha comenzado a movili-zarse, ha roto con su rutina, está a la caza de nuevasvías para escapar del abismo que la amenaza. Si vues-tros sindicatos no las encuentran se irán a pique. Hagueya es más fuerte que Lewis, porque Hague, a pesar delas limitaciones de su situación, sabe perfectamentelo que quiere, y Lewis no. La cosa puede terminar convuestros jefes recuperándose de su «agradable vérti-go»... en un campo de concentración.A: Desgraciadamente la historia pasada de los

Estados Unidos, con sus oportunidades ilimitadas, suindividualismo, no ha enseñando a nuestros obreros apensar socialmente. Basta con decir que a lo sumo un15% de los obreros sindicalizados vienen a las concen-traciones. Es como para pensarlo. B: ¿La razón del absentismo del 85% no será tal vezque los oradores no tienen nada que decirle a la base?A: ¡Ajá! En parte es cierto. La situación económica estal que nos vemos obligados a parar a los obreros, aponer un freno al movimiento, a retirarnos. Por supues-to que esto no os del agrado de los obreros. B: Aquí está la clave del asunto. Los culpables no sonlas bases sino la dirección. En el período clásico delcapitalismo, los sindicatos se encontraban también ensituaciones difíciles durante las crisis, y se veían obliga-dos a retirarse, perdían parte de sus miembros, gastabansus fondos de reserva. Pero al menos existía la seguri-dad de que la próxima recuperación permitiría resarcirlas pérdidas y tal vez superarlas. Hoy no existe la másmínima esperanza al respecto. Los sindicatosdecaerán paso a paso. Vuestra organización, la CIO,puede venirse abajo tan rápido como surgió. A: ¿Qué puede hacerse? B: Sobre todo hay que decirles a las masas cómo sonlas cosas. Es inadmisible que se juegue al escondite. Nodudo que usted conoce mejor que yo a los obrerosnorteamericanos. Sin embargo permítame decirle quelos está mirando con una óptica vieja Las masas soninmensamente mejores, más atrevidas y resueltas quesus dirigentes. La misma velocidad del crecimiento dela CIO demuestra que el obrero norteamericano hacambiado mucho con el impacto de los terribles pánicoseconómicos de la posguerra, especialmente los de laúltima década. Cuando se demostró un poco de iniciati-va al crear sindicatos más combativos, los obrerosrespondieron inmediatamente con unapoyo extraordinario, sin precedentes. No tienenderecho a quejarse de las masas. ¿Y las ocupaciones defábrica? No fueron los dirigentes los que las planifica-ron sino los mismos obreros. ¿No es un signo inequívo-co de que los obreros norteamericanos están preparadospara métodos de lucha más decisivos? El alcalde Haguees un producto directo de lasocupaciones. Desgraciadamente en las altas esferas delos sindicatos no hubo nadie que se animara a extraer dela agudización de la lucha social conclusiones tanosadas como las de la reacción capitalista. Esta es laclave de la situación. Los dirigentes del capital piensany actúan muchísimo más firme, coherente y atrevida-mente que los del proletariado, esos burócratas escépti-cos y rutinarios que están aplastando el ánimo de luchade las masas. Ese es el origen del peligro de una victo-ria del fascismo, incluso a corto plazo. Los obreros noconcurren a vuestras reuniones porquesienten instintivamente la insuficiencia, la vaciedad, lainconsistencia, la falsedad total de vuestro programa.Los dirigentes sindicales salen con perogrulladasmientras que todo obrero siente que la catástrofe seaproxima. Hay que encontrar el lenguaje

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que corresponde a las condiciones reales de la decaden-cia capitalista y no a las ilusiones burocráticas. A: Ya dije que no veo dirigentes. Hay grupos, sectas,pero no veo ninguno que pueda unir a las masas obre-ras, si bien estoy de acuerdo en que las masas estánprontas a la lucha. B: No es un problema de dirigentes sino de programa.Un programa correcto no solo estimula y consolida a lasmasas sino que también forma a las direcciones. A: ¿Cuál considera usted que es un programa correcto? B: Usted sabe que yo soy marxista, másexactamente bolchevique. Mi programa tiene un nom-bre muy corto y simple: revolución socialista. Pero nopretendo que los dirigentes del movimiento sindicaladopten inmediatamente, el programa de la CuartaInternacional. Lo que les pido es queextraigan conclusiones de su propio trabajo, de supropia situación. Que para ellos y para las masascontesten simplemente, estas dos preguntas: 1) ¿Cómosalvar a la CIO de la bancarrota y de la destrucción? 2)¿Cómo salvar a los Estados Unidos del fascismo? A: ¿Y usted qué haría en los Estados Unidos si fueraun organizador sindical? B: En primer lugar, los sindicatos debenplantear correctamente el problema del desempleo y lossalarios. La escala móvil de horas de trabajo, como laque tienen ustedes, es correcta.A: todos deben tener trabajo. Pero la escala móvilde horas de trabajo debe completarse con la escalamóvil de salarios. La clase obrera no puede permitir unareducción continua de su nivel de vida, porque esoequivaldría a la destrucción de la cultura humana. Hayque tomar como punto de partida los promedios de pagasemanal más altos del periodo previo a la crisis de1929. Las poderosas fuerzas productivas creadas por losobreros no han desaparecido ni han sido destruidas. Allíestán. Los que las controlan son los responsables deldesempleo. Los obreros saben y quieren trabajar.Debe dividirse el trabajo entre todos los obreros. Lapaga semanal de cada obrero no debe ser menor que elmáximo obtenido en el pasado. Esa es la exigencianatural, necesaria e impostergable para los sindicatos.Si no serían barridos como trastos viejos por el desarro-llo histórico. A: ¿Es factible ese programa? Implica la ruina segurade los capitalistas. El mismo podría apresurar el creci-miento del fascismo. B: Claro que este programa significa lucha y nopostración. Los sindicatos tienen dos posibilidades. Unaes maniobrar, retroceder, cerrar los ojos y capitularpoco a poco para que no se »enojen» los patrones o no«provocar» a la reacción. Ese fue el método con el quelos socialdemócratas y los dirigentes sindicales alema-nes y austríacos trataron de salvarse del fascismo. Ustedconoce el resultado: se cavaron su propia fosa. La otraes comprender el carácter inexorable de la actualcrisis social y encabezar la ofensiva de las masas.

A: Pero todavía no me ha contestado la pregunta sobreel fascismo, o sea el peligro inmediato que los sindica-tos hacen pender sobre sus propias cabezas al planteardemandas radicales. B: No lo olvidé ni por un instante. El peligro fascista yaestá planteado, aun sin que aparezcan las demandasradicales. Surge de la decadencia y desintegración delcapitalismo. Es cierto que la presión de un programasindical radicalizado puede fortalecerlo temporalmente.Hay que proponer la creación de organismos especialesde defensa desde ahora ¡No hay otro camino! Nose puede escapar al fascismo con la ayuda de leyesdemocráticas, resoluciones o proclamas, como no sepuede escapar a una brigada de caballería con la ayudade notas diplomáticas. Hay que enseñarles a los obrerosa defender, armas en mano, su vida y su futuro de losmatones y pistoleros del capital. El fascismo crece muyrápido en una atmósfera de impunidad. No cabe lamenor duda de que los héroes fascistas se retirarán conel rabo entre las patas cuando se den cuenta de que porcada una de sus brigadas los obreros están prontos alanzar dos, tres o cuatro de las suyas. La única forma desalvar las organizaciones obreras, e incluso de reduciral mínimo las pérdidas, es crear a tiempopoderosas organizaciones obreras de autodefensa. Estaes la principal responsabilidad de los sindicatos si noquieren perecer ignominiosamente. ¡La clase obreranecesita una milicia obrera! A: ¿Pero cuál es la perspectiva a largo plazo?¿Adónde llevarán a los sindicatos las últimas conse-cuencias de estos métodos de lucha? B: Evidentemente la escala móvil y la autodefensa noson suficientes. No son más que los primeros pasos,imprescindibles para salvar a los obreros de la muertepor inanición o a manos de los fascistas. Son medios dedefensa urgentes y necesarios. Pero no pueden por símismos resolver el problema. La tarea básica consisteen sentar las bases para un sistema económico mejor,para una utilización más justa, racional y decente delas fuerzas productivas en bien de todo el pueblo. Estono puede lograrse por los métodos comunes,«normales», rutinarios, de los sindicatos. Usted nopuede estar en contra de esto porque bajo las condicio-nes de la decadencia capitalista los sindicatos aisladosresultan incapaces hasta de detener el deterioro de lascondiciones de vida de los obreros. Senecesitan métodos más decisivos y profundos. Laburguesía, que tiene el control de los medios de produc-ción y el poder estatal, ha llevado la economía a unestado de confusión total y sin salida. Es necesariodeclarar incompetente a la burguesía y transferirla economía a manos nuevas y honestas, a manos de lospropios obreros. ¿Cómo hacerlo? El primer paso estáclaro: todos los sindicatos deberían unirse y formar supropio partido obrero. No el partido de Roosevelt o LaGuardia, no un partido «obrero» sólo de nombre, sinouna organización política de la clase obrera realmenteindependiente. Sólo un partido así es capaz dereunir tras de sí a los granjeros arruinados, a los peque-ños artesanos, a los tenderos. Pero para esto tendría que

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emprender una lucha implacable contra la banca, lostrusts, los monopolios y sus agentes políticos, lospartidos Republicano y Demócrata. La tarea del partidoobrero consistiría en tomar el poder en suspropias manos, todo el poder, y luego poner en orden laeconomía. Esto significa:A: organizar toda la economía nacional de acuerdo a unúnico plan racional, cuyo objetivo no sea el beneficiode un puñado de explotadores sino los intereses mate-riales y espirituales de una población de ciento treintamillones. A: Muchos de nuestros activistas comienzan a entenderque la evolución política apunta a un partido obrero.Pero la popularidad de Roosevelt es todavía muygrande. Si acepta ir como candidato a presidente portercera vez lo del partido obrero deberá posponerse porotros cuatro años. B: He aquí precisamente la tragedia de que losSeñores Dirigentes miren a los de arriba en vez de a losde abajo. La guerra inminente, la decadencia del capita-lismo norteamericano, el aumento del desempleo y lapobreza, todos estos procesos básicos que determinandirectamente el destino de docenas y cientos de millo-nes de personas no dependen de la candidatura o la«popularidad» de Roosevelt. Le puedo asegurar que esmás popular entre los funcionarios bien pagados de laCIO que entre los desocupados. Dicho sea de paso, lossindicatos son para los obreros y no para los funciona-rios. Si la idea de la CIO entusiasmó a millones deobreros durante un cierto periodo, la de un partidoobrero independiente, militante, que ponga fin ala anarquía económica, al desempleo y a la miseria, quesalve al pueblo y a su cultura, la idea de un partido asípuede entusiasmar a decenas de millones. Por supuestoque los agitadores del partido obrero deberían demos-trar inmediatamente a los obreros, con palabras y conhechos, que no son agentes electorales de Roosevelt, LaGuardia y Cía. sino auténticos luchadores porlos intereses de las masas explotadas. Cuando losoradores hablen el idioma de los dirigentes obreros y noel de los agentes de la Casa Blanca el 85% de losobreros vendrá a las reuniones, mientras que el 15% delos viejos conservadores, aristócratas obreros y trepado-res se apartará. Las masas son mejores, más audaces,más resueltas que los dirigentes. Las masasquieren luchar. Los que las frenan son sus dirigentesque se han retrasado. Disimulan su propia indecisión, supropio conservadurismo, sus propios prejuicios burgue-ses mediante alusiones al atraso de las masas. Este es elverdadero estado actual de las cosas. A: Bueno, hay mucho de cierto en lo que dijo. B: La próxima vez hablaremos de eso. [1] CIO: Congress of Industrial Organizations (Congre-so de Organizaciones Industriales). Central Obrera delos EEUU(N. del T) [2] Alcalde de la ciudad de Jersey que aplicocon éxito métodos puramente fascistas contra lasorganizaciones obreras. [L. T.]

Los sindicatos en la era de ladecadencia imperialista [1]

Agosto de 1940

Hay una característica común, en el desarrollo, opara ser más exactos en la degeneración, de las moder-nas organizaciones sindicales de todo el mundo; suacercamiento y su vinculación cada vez más estrechacon el poder estatal. Este proceso es igualmente carac-terístico de los sindicatos neutrales, socialdemócratas,comunistas y «anarquistas». Este solo hecho demuestraque la tendencia a «estrechar vínculos» no es propia detal o cual doctrina sino que proviene de condicionessociales comunes para todos los sindicatos.

El capitalismo monopolista no se basa en la compe-tencia y en la libre iniciativa privada sino en unadirección centralizada. Las camarillas capitalistas queencabezan los poderosos trusts, monopolios, bancas,etc. encaran la vida económica desde la misma perspec-tiva que lo hace el poder estatal, y a cada paso requieresu colaboración. A su vez los sindicatos de las ramasmás importantes de la industria se ven privados de laposibilidad de aprovechar la competencia entre lasdistintas empresas. Deben enfrentar un adversariocapitalista centralizado, íntimamente ligado al poderestatal. De ahí la necesidad que tienen los sindicatos -mientras se mantengan en una posición reformista, osea de adaptación a la propiedad privada- de adaptarseal estado capitalista y de luchar por su cooperación. Alos ojos de la burocracia sindical, la tarea principal es lade «liberar» al estado de sus ataduras capitalistas, dedebilitar su dependencia de los monopolios y volcarlosa su favor. Esta posición armoniza perfectamente con laposición social de la aristocracia y la burocracia obre-ras, que luchan por obtener unas migajas de lassuperganancias del imperialismo capitalista. Los buró-cratas hacen todo lo posible, en las palabras y en loshechos por demostrarle al estado «democrático» hastaque punto son indispensables y dignos de confianza entiempos de paz, y especialmente en tiempos de guerra.Al transformar los sindicatos en organismos del estadoel fascismo no inventó nada nuevo: simplemente llevóhasta sus últimas consecuencias las tendencias inheren-tes al imperialismo.

Los países coloniales y semicoloniales no están bajoel dominio de una capitalismo nativo sino del imperia-lismo extranjero. Pero este hecho fortalece, en vez dedebilitarla, la necesidad de lazos directos, diarios,prácticos entre los magnates del capitalismo y losgobiernos que, en esencia, dominan, los gobiernos delos países coloniales y semicoloniales. Como el capita-lismo imperialista crea en las colonias y semicoloniasun estrato de aristócratas y burócratas obreros, éstosnecesitan el apoyo de gobiernos coloniales ysemicoloniales, que jueguen el rol de protectores, de

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patrocinantes y a veces de árbitros. Esta es la basesocial más importante del carácter bonapartista ysemibonapartista de los gobiernos de las colonias y delos países atrasados en general. Esta es también la basede la dependencia de los sindicatos reformistas respectoal estado.

En México los sindicatos se han transformado porley en instituciones semiestatales, y asumieron, como eslógico, un carácter semitotalitario. Según los legislado-res, la estatización de los sindicatos se hizo en bien delos intereses de los obreros, para asegurarles ciertainfluencia en la vida económica y gubernamental. Peromientras el imperialismo extranjero domine el estadonacional y pueda, con la ayuda de fuerzas reaccionariasinternas, derrocar a la inestable democracia y reempla-zarla con una dictadura fascista desembozada, la legis-lación sindical puede convertirse fácilmente en unaherramienta de la dictadura imperialista.

A primera vista, podría deducirse de lo antedichoque los sindicatos dejan de serlo en la era imperialista.Casi no dan cabida a la democracia obrera que, en losbuenos tiempos, en que reinaba el libre comercio,constituía la esencia de la vida interna de las organiza-ciones obreras.

Al no existir la democracia obrera, no hay posibili-dad alguna de luchar libremente por influir sobre losmiembros del sindicato. Con esto desaparece, para losrevolucionarios, el campo principal de trabajo en lossindicatos. Sin embargo, esta posición sería falsa hastala médula. No podemos elegir a nuestro gusto y placerel campo de trabajo ni las condiciones en que desarro-llaremos nuestra actividad. Luchar por lograr ascen-diente sobre las masas obreras dentro de un estadototalitario o semitotalitario es infinitamente más difícilque en una democracia. Esto se aplica también a lossindicatos cuyo sino refleja el cambio producido en eldestino de los estados capitalistas. No podemos renun-ciar a la lucha por lograr influencia sobre los obrerosalemanes meramente porque el régimen totalitario haceallí muy difícil esta tarea. Del mismo modo no podemosrenunciar a la lucha dentro de las organizacionesobreras compulsivas creadas por el fascismo. Menosaún podemos renunciar al trabajo interno sistemáticodentro de los sindicatos de tipo totalitario osemitotalitario solamente porque dependan directa oindirectamente del estado corporativo o porque laburocracia no les dé a los revolucionarios la posibilidadde trabajar libremente en ellos. Hay que luchar bajotodas estas condiciones que creó la evolución anterior,en la que hay que incluir los errores de la clase obrera ylos crímenes de sus dirigentes. En los países fascistas ysemifascistas es imposible llevar a cabo un trabajorevolucionario que no sea clandestino, ilegal,conspirativo. En los sindicatos totalitarios osemitotalitarios es imposible o casi imposible llevar acabo un trabajo que no sea conspirativo. Tenemos queadaptarnos a las condiciones existentes en cada paísdado para movilizar a las masas no sólo contra laburguesía sino también contra el régimen totalitario delos propios sindicatos y contra los dirigentes que

sustentan ese régimen. La primera consigna de estalucha es: independencia total e incondicional de lossindicatos respecto del estado capitalista. Esto significaluchar por convertir los sindicatos en organismos de lasgrandes masas explotadas y no de la aristocracia obrera.

La segunda consigna es: democracia sindical. Estasegunda consigna se desprende directamente de laprimera y presupone para su realización la independen-cia total de los sindicatos del estado imperialista ocolonial.

En otras palabras, los sindicatos actualmente nopueden ser simplemente los órganos democráticos queeran en la época del capitalismo libre y ya no puedenser políticamente neutrales, o sea limitarse a servir a lasnecesidades cotidianas de la clase obrera. Ya no puedenser anarquistas, es decir que ya no pueden ignorar lainfluencia decisiva del estado en la vida del pueblo y delas clases. Ya no pueden ser reformistas, porque lascondiciones objetivas no dan cabida a ninguna reformaseria y duradera. Los sindicatos de nuestro tiempopueden servir como herramientas secundarias delcapitalismo imperialista para la subordinación yadoctrinamiento de los obreros y para frenar la revolu-ción, o bien convertirse, por el contrario, en las herra-mientas del movimiento revolucionario del proletaria-do.

La neutralidad de los sindicatos es total e irreversi-blemente cosa del pasado. Ha desaparecido junto con lalibre democracia burguesa.

De todo lo anterior se desprende claramente que, apesar de la degeneración progresiva de los sindicatos yde sus vínculos cada vez más estrechos con el Estadoimperialista, el trabajo en los sindicatos no ha perdidopara nada su importancia, sino que la mantiene y encierta medida hasta es aún más importante que nuncapara todo partido revolucionario. Se trata esencialmentede luchar para ganar influencia sobre la clase obrera.Toda organización, todo partido, toda fracción que sepermita tener una posición ultimatista respecto a lossindicatos, lo que implica volverle la espalda a la claseobrera sólo por no estar de acuerdo con su organizaciónestá destinada a perecer. Y hay que señalar que mereceperecer.

Como en los países atrasados el papel principal no lojuega el capitalismo nacional sino el extranjero, laburguesía nacional ocupa, en cuanto a su ubicaciónsocial, una posición muy inferior a la que correspondeel desarrollo de la industria. Como el capital extranjerono importa obreros sino proletariza a la poblaciónnativa, el proletariado nacional comienza muy rápida-mente a jugar el rol más importante en la vida nacional.Bajo tales condiciones, en la medida en que el gobiernonacional intenta ofrecer alguna resistencia al capitalextranjero, se ve obligado en mayor o menor grado aapoyarse en el proletariado. En cambio los gobiernos depaíses atrasados que consideran inevitable o másprovechoso marchar mano a mano con el capital extran-jero, destruyen las organizaciones obreras e implantanun régimen más o menos totalitario. De modo que la

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debilidad de la burguesía nacional, la ausencia de unatradición de gobierno comunal propio, la presión delcapitalismo extranjero y el crecimiento relativamenterápido del proletariado corta de raíz toda posibilidad deun régimen democrático estable. El gobierno de lospaíses atrasados, o sea coloniales o semicoloniales,asume en general un carácter bonapartista osemibonapartista. Difieren entre sí en que algunosintentan orientarse hacia la democracia, buscando elapoyo de obreros y campesinos, mientas que otrosimplantan una cerrada dictadura policíaco militar. Estodetermina también la suerte de los sindicatos: o estánbajo el patrocinio especial del estado o sujetos a unacruel persecución. Este tutelaje del estado está determi-nado por dos grandes tareas que éste debe encarar: enprimer lugar atraer a la clase obrera, para así ganar unpunto de apoyo para la resistencia a las pretensionesexcesivas por parte del imperialismo y al mismo tiempodisciplinar a los mismos obreros poniéndolos bajocontrol de una burocracia.

El capitalismo monopolista cada vez tiene menosinterés en transigir con la independencia de los sindica-tos. Exige que la burocracia reformista y la aristocraciaobrera, que picotean las migajas que caen de su mesa,se transformen en su policía política a los ojos de laclase obrera. Cuando no se puede lograr esto, se reem-plaza la burocracia por el fascismo. Dicho sea de paso,todos los esfuerzos que haga la aristocracia obrera alservicio del imperialismo no podrán salvarla, a la larga,de la destrucción.

La intensificación de las contradicciones de clasedentro de cada país, de los antagonismos entre un país yotro, producen una situación en que el capitalismoimperialista puede tolerar (claro que por cierto lapso)una burocracia reformista, siempre que ésta le sirvadirectamente como un pequeño pero activo accionistade sus empresas imperialistas, de sus planes y progra-mas, tanto dentro del país como en el plano mundial. Elsocial-reformismo debe convertirse ensocial-imperialismo para poder prolongar su existencia,pero para prolongarla y nada más. Ese camino no tiene,en general, una salida.

¿Significa esto que en la era del imperialismo laexistencia de sindicatos independientes es, en general,imposible? Sería básicamente erróneo plantear así estacuestión. Lo que es imposible es la existencia desindicatos reformistas independientes osemiindependientes. Es muy posible la existencia desindicatos revolucionarios que no sólo no sean agentesde la política imperialista sino que se planteen comotarea directamente el derrocamiento del capitalismodominante. En la era de la decadencia imperialista lossindicatos solamente pueden ser independientes en lamedida en que sean conscientes de ser en la práctica losorganismos de la revolución proletaria. En este sentido,en el programa de consignas de transición adoptado porel último congreso de la IV Internacional no es sólo unprograma para la actividad del partido sino que, enrasgos generales, es el programa para la actividad de lossindicatos.

El desarrollo de los países atrasados se caracterizapor su carácter combinado. En otras palabras: la últimapalabra en tecnología, economía y política imperialistasse combina en esos países con el primitivismo y elatraso tradicionales. El cumplimiento de esta ley puedeser observado en las esferas más diversas del desarrollode los países coloniales y semicoloniales, incluso en elmovimiento sindical. El capitalismo imperialista operaaquí de la manera más cínica y desnuda. Transporta aun terreno virgen los métodos más perfeccionados de sutiránica dominación.

En el último período se puede notar en el movimien-to sindical de todo el mundo un giro a la derecha y lasupresión de la democracia interna. En Inglaterra fueaplastado el Movimiento de la Minoría de los sindicatos(no sin ayuda de Moscú); los dirigentes sindicales sonhoy, especialmente en el terreno de la política exterior,fieles agentes del Partido Conservador. En Francia nohabía cabida para la existencia independiente de sindi-catos stalinistas. Se unieron a los llamados anarco-sindicalistas bajo la dirección de Jouhaux, y el resulta-do de esta unificación no fue un giro general a laizquierda, sino a la derecha. La dirección de la CGT esel agente más directo y abierto del capitalismo imperia-lista francés.

En los Estados Unidos el movimiento sindical hapasado en los últimos años por su período más borras-coso. El surgimiento del CIO (Congreso de Organiza-ciones Industriales) es una evidencia irrebatible de laexistencia de tendencias revolucionarias en las masasobreras. Sin embargo, es significativo y muy importantede señalar el hecho de que la nueva organizaciónsindical ¨izquierdista¨ ni bien se fundó, cayó en elférreo abrazo del estado imperialista. La lucha en lasaltas esferas entre la vieja y la nueva federación2 puedeen gran medida reducirse a la lucha por la simpatía y elapoyo de Roosevelt y su gabinete.

Si bien en un sentido diferente, no es menos gráficoel cuadro del desarrollo o degeneración del movimientosindical en España. En los sindicatos socialistas queda-ron todos los elementos que en alguna medida represen-taban dentro de la dirección la independencia delmovimiento sindical. En cuanto a los sindicatos anarco-sindicalistas, se transformaron en instrumentos de losrepublicanos burgueses. Sus dirigentes se convirtieronen ministros burgueses conservadores. El que estametamorfosis tuviera lugar en condiciones de guerracivil no atenúa su significación. La guerra no es másque una continuación de la política de todos los días.Acelera procesos, deja a la vista sus rasgos esenciales,destruye lo corrompido, lo falso, lo equívoco y deja aldesnudo lo esencial. El giro a la izquierda de los sindi-catos se debe a la agudización de las contradicciones declase e internacionales. Los dirigentes del movimientosindical sintieron o entendieron (o les hicieron enten-der) que no es el momento de jugar a la oposición. Todomovimiento de oposición dentro del movimientosindical, especialmente en las altas esferas, amenazacon provocar una movilización borrascosa de las masasy crearle dificultades al imperialismo nacional. De ahí

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el giro a la derecha y la supresión de la democraciaobrera en los sindicatos. El rasgo fundamental, elvuelco hacia un régimen totalitario, se da en el movi-miento obrero de todo el mundo.

También deberíamos tener en cuenta a Holanda,donde no sólo el movimiento reformista y sindical eranlos más seguros soportes del capitalismo imperialista,sino que también la llamada organización anarco-sindicalista estaba en realidad bajo el control delgobierno imperialista. El secretario de esta organiza-ción, Sneevliet, a pesar de su simpatía platónica por laCuarta Internacional, estaba muy preocupado comodiputado del parlamento holandés por que la cólera delgobierno no cayera sobre su organización sindical.

En los Estados Unidos el Departamento de Trabajo,con su burocracia izquierdista, tenían como tarea lasubordinación del movimiento sindical al estado demo-crático, y es preciso decir que hasta ahora la ha llevadoa cabo con bastante éxito.

La nacionalización de los ferrocarriles y de loscampos petrolíferos en México no tiene, por supuesto,nada que ver con el socialismo. Es una medida decapitalismo de estado en un país atrasado que busca deeste modo defenderse por un lado del imperialismoextranjero y por el otro de su propio proletariado. Laadministración de los ferrocarriles, campos petrolíferos,etcétera, por medio de organizaciones obreras no tienenada que ver con el control obrero de la industria,porque en última instancia la administración se hace porintermedio de la burocracia laboral, que es independien-te de los obreros pero depende totalmente del estadoburgués. Esta medida tiene, por parte de la clase domi-nante, el objetivo de disciplinar a la clase obrera,haciéndola trabajar más al servicio de los interesescomunes del Estado, que superficialmente parecencoincidir con los de la propia clase obrera. En realidadla tarea de la burguesía consiste en liquidar a los sindi-catos como organismos de la lucha de clases y sustituir-los por la burocracia como organismos de dominaciónde los obreros por el estado burgués. En tales condicio-nes la tarea de la vanguardia revolucionaria es empren-der la lucha por la total independencia de los sindicatosy por la creación de un verdadero control obrero sobrela actual burocracia sindical, a la que se entregó laadministración de los ferrocarriles, de las empresaspetroleras y demás.

Los sucesos de los últimos tiempos (antes de laguerra) han demostrado muy claramente que el anar-quismo, que en cuanto a teoría no es más que un libera-lismo llevado hasta sus últimas consecuencias, no era laen la práctica más que propaganda pacífica dentro de larepública democrática, cuya protección necesitaba. Sidejemos de lado los actos de terrorismo individual,etcétera, el anarquismo, como sistema de movilizaciónde masas y como política, no ofrece más que materialde propaganda bajo la pacífica protección de las leyes.En situaciones de crisis los anarquistas siempre hacenlo contrario de lo que predican en tiempos de paz. Estoya lo había señalado el propio Marx refiriéndose a laComuna de París. Y se repetía en mucho mayor escala

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en la experiencia de la Revolución Española.Los sindicatos democráticos, en el viejo sentido del

término -de cuerpos en los que luchaban en el seno dela misma organización de masas más o menos libremen-te diferentes tendencias- ya no pueden existir más. Delmismo modo que no se puede volver al estado democrá-tico-burgués, tampoco es posible volver a la viejademocracia obrera. El destino de una refleja el de laotra. En realidad, la independencia de clase de lossindicatos en cuanto a sus relaciones con el Estadoburgués solamente puede garantizarla, en las condicio-nes actuales, una dirección de la Cuarta Internacional.Naturalmente, esta dirección debe y puede ser racionaly asegurar a los sindicatos el máximo de democraciaconcebible bajo las condiciones concretas actuales.Pero sin la dirección política de la Cuarta Internacionalla independencia de los sindicatos es imposible.

1. Tomado de la versión publicada en Sobre lossindicatos, Ediciones Pluma, Bs. As., 1974, pág. 44. 2.La Vieja Federación y la Nueva: Se refiere a la viejaFederación Obrera Americana (AFL, AmericanFederation of Labor) y al recién fundado Congreso deOrganizaciones Industriales (CIO, Congress of Indus-trial Organizations).

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Prólogo

Una discusión necesaria con nuestros camaradas sindicalistas23 de marzo de 1923

¡Otra vez los prejuicios anarcosindicalistas!Moscú, 8 de mayo de 1923