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Personería Jurídica IGJ nº 1071/06 Marcos Zar nº 454 Ushuaia Tierra del Fuego [email protected] “Las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur fueron, son y serán argentinas” Full Back Luego de la inesperada y feroz lucha en Fly Half, el comandante Argue retiró los pelotones 4 y 5, y el 29º Regimiento Comando dirigió el fuego de artillería hacia el cerro desde el Monte Kent, después de lo cual el área estaba flanqueada por la izquierda. Bajo el fuego pesado, los remanentes de los pelotones 4 y 5, bajo las órdenes el teniente Mark Cox avanzaron hacia el objetivo Full Back, sufriendo algunas bajas a manos del pelotón de Castañeda en su avance. Mientras estaba despejando la posición argentina, el soldado Gray fue herido por un disparo en la cabeza, pero se negó a ser evacuado hasta que el comandante Argue hubiera consolidado sus tropas adecuadamente en sus posiciones en Fly Half. El soldado Kevin Connery mató personalmente a tiros a tres soldados argentinos heridos en esta acción. Los soldados británicos no podían seguir avanzando sin sufrir pérdidas inaceptables, por lo que fueron retirados al extremo occidental del Monte Longdon, con las órdenes de que la Compañía A del mayor David Collett se moviera a través de la Compañía B y atacara, desde el oeste, el objetivo oriental de Full Back, una posición muy defendida, con fuego de cobertura otorgado por la compañía de apoyo.

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Marcos Zar nº 454 – Ushuaia – Tierra del Fuego

[email protected]

“Las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur fueron, son y serán argentinas”

Full Back

Luego de la inesperada y feroz lucha en Fly Half, el comandante Argue retiró los

pelotones 4 y 5, y el 29º Regimiento Comando dirigió el fuego de artillería hacia el

cerro desde el Monte Kent, después de lo cual el área estaba flanqueada por la

izquierda. Bajo el fuego pesado, los remanentes de los pelotones 4 y 5, bajo las

órdenes el teniente Mark Cox avanzaron hacia el objetivo Full Back, sufriendo

algunas bajas a manos del pelotón de Castañeda en su avance.

Mientras estaba despejando la posición argentina, el soldado Gray fue herido por un

disparo en la cabeza, pero se negó a ser evacuado hasta que el comandante Argue

hubiera consolidado sus tropas adecuadamente en sus posiciones en Fly Half. El

soldado Kevin Connery mató personalmente a tiros a tres soldados argentinos

heridos en esta acción. Los soldados británicos no podían seguir avanzando sin

sufrir pérdidas inaceptables, por lo que fueron retirados al extremo occidental del

Monte Longdon, con las órdenes de que la Compañía A del mayor David Collett se

moviera a través de la Compañía B y atacara, desde el oeste, el objetivo oriental de

Full Back, una posición muy defendida, con fuego de cobertura otorgado por la

compañía de apoyo.

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“Las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur fueron, son y serán argentinas”

Los subtenientes John Kearton y Ian Moore —un oficial australiano agregado al 3

Para— reunieron a sus pelotones, cerca de la cima occidental y les informaron cómo

tratar con el enemigo. Pronto se atacó la cima oriental de Longdon en otro amargo

combate cuerpo a cuerpo, despejando la posición de los defensores argentinos con

fusil, granada y bayoneta. Mientras que la Compañía A estaba eliminando las últimas

posiciones defensivas, el cabo McLaughlin

fue seriamente herido por una ronda de

cañón sin retroceso Czekalski disparado

por dos suboficiales —los cabos Julio

César Canteros y Jorge Norberto González

de la Sección de Exploración del

subteniente Francisco Ramón Galíndez

Matienzo— desde posiciones adelantados

en el punto fuerte Rough Diamond en

Wireless Ridge. El suboficial británico fue

muerto poco después por una bomba de

mortero disparado desde de la Compañía C

del RI 7 en Rought Diamond mientras

McLaughlin se dirigía hacia el puesto de socorro británico.

En algún momento del combate con los hombres de Castañeda, el avance británico

es nuevamente detenido por un largo rato y el mayor Collett pensó que los refuerzos

de la Compañía A podrían verse obligados a retirarse con la noche prácticamente

acabando. El teniente coronel Pike describió sus impresiones acerca de la

desesperada situación.

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“Las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur fueron, son y serán argentinas”

Los argentinos defendieron rigurosamente Full Back. El cabo Manuel Adan Medina del

pelotón de Castañeda se hizo cargo de un cañón antitanque y disparo contra la Compañía

de Apoyo británica en la cima occidental de Longdon, matando a tres paras, incluyendo el

para Peter Heddicker, quien recibió un impacto directo de la ronda antitanque, el cual hirió

a otros tres paras. El mayor Carrizo Salvadores solamente abandonó su puesto de comando

en Full Back cuando un misil Milan se estrelló contra unas rocas justo detrás de él. En el

puesto de comando argentino el mayor Collett encontró dos mil cigarrillos que reparte entre

los fumadores en su compañía.

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“Las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur fueron, son y serán argentinas”

Qué diferente era todo esto, mientras nos agachamos detrás de un enorme afloramiento de

granito en esa montaña. Junto a nosotros, en la tenue luz de la luna, hay una colección de

cadáveres argentinos; hay varios francotiradores que se mueven entre las rocas adelante,

causando problemas considerables [...] Peor que los francotiradores, una serie de

ametralladoras pesadas no serán silenciadas por nuestro poder de fuego superior, ni

ametralladoras, ni misiles MILAN, ni morteros, ni artillería. [...] Detrás de nosotros, una gran

explosión que creemos que al principio es un impacto de mortero de gran precisión es

identificado como un cañón sin retroceso de 105 mm que abre fuego contra el equipo MILAN

del cabo McCarthy con efecto mortífero cuando intentan establecer una mejor posición: tres

son muertos por un solo proyectil. Los intentos de superar estas fuertes posiciones

moviéndonos por las laderas del norte de la montaña no tienen éxito [...] Parece que nos

hemos quedado sin opciones. Es un momento negro en una noche larga y espantosa.

Hew Pike

Fin de la batalla

La batalla y el fuego inmediato que le siguió al amanecer, —proveniente de Wireless

Ridge y ordenado por el

capitán Daneri—, duró

doce horas y fue costosa

para los británicos. El

regimiento británico 3 de

paracaidistas (3 PARA)

tuvo diecisiete muertos

durante la batalla,

también fue muerto un

ingeniero real agregado

al 3 Para. Tres de los

paracaidistas muertos –los soldados rasos, Ian Scrivens, Jason Burt y Neil Grose–

solo tenían diecisiete años; el soldado Grose murió en batalla el día de su

cumpleaños.

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Un total de cuarenta paracaidistas británicos resultaron heridos durante la batalla.

Otros cuatro paracaidistas —inluyendo a Richard Absolon, un soldado

neozelandés—, agregado a la Compañía D) y un ingeniero real (REME) agregado

al 3 Para murieron y siete paracaidistas resultaron heridos en el bombardeo de dos

días que siguió y que fue dirigido por el Teniente de Navío Marcelo de Marco del

Batallón de Infantería de Marina Nº 5 en la montaña de Tumbledown y el capitán

Rodrigo Alejandro Soloaga del Escuadrón de Exploración de Caballería Blindado 10

"Coronel Isidoro Suárez" en el Valle Moody Brook. Un comando zapador de los

Marines Reales (Sargento Peter Thorpe) también fue herido en las laderas del Monte

Longdon en las horas diurnas del 12 de junio, cuando fue enviado para rescatar a

los miembros de una batería de artillería atrapada dentro de un vehículo Snowcat

en un campo minado cerca del Puente Murrell. En la noche del 13 al 14 de junio, 3

Para sufrió más bajas cuando fue objeto de fuertes bombardeos argentinos. Los

argentinos sufrieron 31 muertos, 120 heridos y 50 combatientes tomados

prisioneros. Entre los heridos sobrevivientes estaban inicialmente los soldados

conscriptos Ramón Quintana y Manuel Gramisci.

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“Las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur fueron, son y serán argentinas”

Unas pocas balas zumbaron en lo alto y se estrellaron contra las rocas. Un cabo gritó que

Tumbledown nos estaba disparando. Nos topamos con una brecha estrecha en el camino

[y] nos detuvimos bruscamente, ya que era un callejón sin salida. Cuatro o cinco cuerpos

yacían tendidos allí, juntos. Esta vez eran nuestros propios hombres: las camufladas batas

de PARA golpearon mis ojos de inmediato. CSM [Compañía-Sargento Mayor] Weeks estaba

sobre ellos como un tutor, gritándole a algunos de sus hombres que cubrieran el final del

camino y una pequeña cresta. El CSM y el Sargento P [Pettinger] intercambiaron palabras

rápidas. Yo no estaba escuchando; mi mente estaba totalmente ocupada mirando los riscos

en busca del enemigo. Me di la vuelta y miré a nuestros propios muchachos, muertos en el

suelo, segados cuando intentaban atravesar esta brecha. Sentí a la vez ira y tristeza. El

rostro del CSM mostró la tensión de haber visto a la mayoría de su compañía herida o

muerta a tiros. La pelea de esa noche estaba escrita en cada línea de su rostro.

Vincent Bramley

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Consecuencias

Cuando en 1993 se publicó el libro "Viaje al Infierno" del ex paracaidista británico

Vincent Bramley que denunció el fusilamiento de soldados argentinos en Monte

Longdon, el soldado Néstor Flores contó su historia. Relató que en aquella

madrugada en Monte Longdon, vio como los paracaidistas mataron a balazos a

Quintana y mataron con una bayoneta a Gramisci.

Gramisi había suplicado horas antes que no lo dejaran solo en la montaña, pero el

soldado conscripto Sergio Sánchez quien lo había encontrado en la oscuridad, no

pudo cumplir con su promesa de volver por el herido.

El cabo británico Vincent Bramley recuerda estar patrullando la mitad occidental del

Monte Longdon, cuando se confrontó con todo el horror del combate nocturno. El

suboficial del 3 PARA y empeñoso escritor tropezó con los cuerpos de cuatro o cinco

paracaidistas atrapados y muertos a manos del pelotón de Neirotti.

El cabo McLaughlin, —combatiente británico muerto por un proyectil de mortero

cuando caminaba hacia el puesto de socorro a causa de una herida anterior—, era

muy respetado por su pelotón. Según sugiere el escritor Jim Keys, no fue propuesto

para un reconocimiento post mortem debido a que al recuperar su cuerpo se

encontró una colección de orejas enemigas en una de sus bolsas de municiones. Si

bien la práctica de mutilación de cadáveres no fue investigada, en una publicada en

The Independent un excombatiente británico señaló que podría haber sucedido

luego de un enfrentamiento cuerpo a cuerpo.

Es la única manera de mantenerte cuerdo. Comenzás a actuar de manera inhumana, como

si estuvieras desconectado de tu manera de ser normal. Vi a algunos saqueando los

cadáveres o escarbando dentro de los búnkeres. Yo mismo lo hice. Es como si hubiese sido

lo más normal del mundo hurgarle los bolsillos a alguien y llevarte sus cartas.

Vincent Bramley. Regimiento de paracaidistas, Monte Longdon.

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La Proeza del Cabo Primero Roberto Basilio Baruzzo

El periodista VGM Nicolás Kasanzew nos envía una historia real, relacionada con un Suboficial del Ejército Argentino, que protagonizó heroicas acciones en combate en la Guerra de Malvinas.

Nos dice que de todos los suboficiales del Ejército que estuvieron en Malvinas, solo dos recibieron la máxima distinción a que puede aspirar un hombre de armas argentino: la Cruz al Heroico Valor en Combate. Una de ellas al Sargento Primero Mateo SBERT, muerto en el combate de Top Malo House.

El Jefe de su sección, el Capitán José Vercesi, se ha encargado de que la historia de Sbert se haya publicado en la revista “Soldados” y en general tuviera cierta divulgación. (Aunque, claro, muy por debajo de la que amerita a nivel nacional).

El destinatario de la otra sigue siendo un perfecto desconocido, incluso para muchos estudiosos del tema Malvinas.

Si uno quiere averiguar por qué le fue conferido tan alto galardón, hasta ahora, no se va a enterar ni buscándolo en Google.

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Se trata del entonces Cabo Primero Roberto Basilio Baruzzo, Regimiento 12 de Infantería de Mercedes.

¡Y vaya si su historia, de ribetes cinematográficos, vale la pena ser contada!

Nos manifiesta Kasanzew, que tuvo el honor de conocer a Baruzzo, oriundo del pueblo de Riachuelo, provincia de Corrientes, en el 2009, cuando el Centro de Ex-Combatientes de esa provincia lo invitó a dar allí una charla.

Descubrió a un hombre de rostro aniñado, sin ínfula alguna, de perfil muy bajo, puro y transparente hasta rayar en la ingenuidad.

Su unidad había sido ubicada primero en el monte Kent, para después ser enviada a Darwin, pero una sección compuesta mayormente de personal de cuadros, con

Baruzzo incluído, se quedó en la zona, al mando del Teniente Primero Gorriti.

En los días previos al ataque contra monte Longdon, los bombardeos ingleses sobre esa área se habían intensificado. El mismo Baruzzo fue herido en la mano por una esquirla.

En una de las noches, el cabo oyó gritos desgarradores, a pesar del cañoneo, salió de su pozo de zorro y encontró a un soldado con la pierna destrozada por el fuego naval enemigo.

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Sin titubear, dejó su fusil y cargó al herido hasta el puesto de enfermería, tratando de evitar que se desangrara. Lo peor aún estaba por venir.

Kasanzew, en la noche del 10 al 11 de junio, estuvo observando desde Puerto Argentino el espectáculo fantasmagórico que ofrecía la ofensiva británica.

En medio de un estruendo ensordecedor, los montes aledaños eran cruzados por una miríada de proyectiles trazantes e intermitentemente iluminados por bengalas.

Se le estremecía el alma de imaginar que allí, en esos momentos, estaban matando y muriendo muchos bravos soldados argentinos.

Allí, en medio del fragor, la sección de Baruzzo ya se había replegado hacia el monte Harriet, sobre el cual los ingleses estaban realizando una acción envolvente.

Varios grupos de soldados del Regimiento 12 y 4 quedaron aislados.

El Teniente Primero Jorge Echeverría, un oficial de inteligencia de esta última unidad, los agrupa y encabeza la resistencia; Baruzzo se suma a ellos y ve al oficial parapetado detrás de una roca, disparando su FAL.

Baruzzo despoja a uno de los caídos británicos de su visor nocturno. “Ahora la diferencia en recursos ya no será tan despareja”, piensa.

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Con el visor va ubicando las cabezas de los ingleses que asoman detrás de las rocas, y tanto Baruzzo como su jefe afinan la puntería.

Los soldados de "Su Majestad", por su parte, los rocían de plomo e insultos.

Las balas trazantes pegan a centímetros del cuerpo del oficial, hasta que finalmente este es herido en la pierna y cae en un claro, ya fuera de la protección de la roca.

Cuando Baruzzo se le quiere acercar, un inglés surge de la oscuridad y le tira al cabo.

Yerra el primer disparo, aunque la bala pega muy cerca, pero antes de que pueda efectuar el segundo, Echeverría, disparando desde el suelo, lo abate.

Otro inglés le tira a Echeverría, pero Baruzzo lo mata de un certero disparo.

Cerca de ellos, el Soldado Conscripto Gorosito pelea como un león. Los adversarios están a apenas siete u ocho metros uno del otro y sólo pueden verse las siluetas en los breves momentos en que alguna bengala ilumina la zona.

Echeverría está sangrando profusamente: tiene tres balazos en la pierna.

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El joven Cabo Primero -de apenas 22 años- con el cordón de la chaquetilla del oficial, le hace un torniquete en el muslo. La pierna de Echeverría parece teñida de negro y también luce negra la nieve a su alrededor.

El Teniente Primero dice empero, que no siente nada, solo frío; Baruzzo trata de moverlo.

Echeverría se levanta y empiezan a caminar por un desfiladero, mientras a su alrededor siguen impactando las trazantes.

De repente, detrás de un peñasco, entre la neblina y las bengalas, surge la silueta de un inglés, quien dispara, y le da de lleno a Echeverría; Baruzzo contesta el fuego y el atacante se desploma muerto.

Esta vez Echeverría había sido herido en el hombro y el brazo: una sola bala le causo dos orificios de entrada y dos de salida.

El Teniente Primero cae boca abajo y Baruzzo ve que le está brotando sangre por el cuello.

“Se me está desangrando!”, se desespera el cabo.

Aún hoy, el suboficial no puede hablar de su jefe sin emocionarse:

“El es uno de mis más grandes orgullos. Un hombre de un coraje impresionante. Allí, con cinco heridas de bala, estaba íntegro, tenía una tranquilidad increíble, una gran paz. Con total naturalidad, me ordenó que yo me retirara, que lo dejara morir allí, que salvara mi vida. Me eché a llorar. ¿Como iba a hacer eso? ¡Yo no soy de abandonar! ¡Y encima a este hombre, que era mi ejemplo de valentía!”

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Tenía conmigo intacta la petaquita de whisky que la superioridad nos había dado junto a un cigarrillo; es que yo no bebo ni fumo.

Y le di de tomar. "Eso si que está bueno", me comentó.

En cierto momento, no me hablaba más, había perdido el conocimiento. La forma en que sangraba, era una guarangada.

Lo cubrí, lo agarré de la chaquetilla y empecé a arrastrarlo.”

En esas circunstancias, súbitamente, Baruzzo se vio rodeado por una sección de Royal Marines del Batallón 42.

Sin amilanarse, desenvainó su cuchillo de combate, pero uno de los ingleses con el caño de su fusil le pegó un ligero golpe en la mano, como señalándole que ya todo había terminado.

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Baruzzo, cubierto de pies a cabeza con la sangre de Echeverría, dejó caer el arma y el mismo soldado enemigo lo abrazó con fuerza, fraternalmente. “Eran unos señores”, comenta el cabo.

Al amanecer, al ver que no tenía heridas graves, sus captores le ordenaron que, con otros argentinos, se dedicara a recoger heridos y muertos. “Yo personalmente junté 5 ó 6 cadáveres enemigos”, me cuenta Baruzzo. “¡Pero en Internet los ingleses dicen que en ese combate sólo tuvieron una baja!”

Echeverría fue aerotransportado en helicóptero por los británicos al buque hospital HMS “Uganda”; sobrevivió, recibió del Ejército Argentino la medalla al Valor en Combate y hoy vive con su mujer y dos hijas en Tucumán (la menor tenía dos añitos en 1982).

Baruzzo también tiene dos hijas, a las que bautizó Malvina Soledad y Mariana Noemí, y vive en su Corrientes natal.

En su pago chico ha tenido un par de halagos que merecía: hay una calle con su nombre y hasta le fue erigido un busto en vida pero, aun así, nadie repara en su existencia, ni conoce su proeza.

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Poco después de la guerra, el 15 de noviembre del 1982, Baruzzo recibió una carta del Teniente Primero, donde éste le agradece su “resolución generosa y desinteresada, su sentido del deber hasta el final, cuando otros pensaron en su seguridad personal.

Toda esa valentía de los “changos”, son suficiente motivo para encontrar a Dios y agradecerle esos últimos momentos. Pero, así él lo decidió, guardándome esta vida que Usted supo alentar con sus auxilios”.

El oficial le cuenta que lo ha propuesto para la máxima condecoración al valor y le manifiesta su “alegría de haber encontrado un joven suboficial que definió el carácter y el temple de aquellos que forman Nuestro Glorioso Ejercito, y de los cuales tanto necesitamos.”

Personalmente, Baruzzo volvió a encontrarse con Echeverría recién 24 años después de aquella terrible noche.

Ambos lloraron, el oficial le mostró sus heridas, dijo que el Cabo Primero había sido su ángel de la guardia, y le regaló una plaquetita, con la inscripción: “Estos últimos 24 años de mi vida testimonian tu valentía”.

También le contó que en el buque hospital los médicos británicos dejaron que le siguiera manando sangre un buen rato, para que así se

lavara el fósforo de las balas trazantes.

“You have very good soldiers” (“Usted tiene muy buenos soldados”), le espetaron los militares ingleses al ensangrentado Teniente Primero.

Dice Kasanzew, un reconocimiento que la sociedad argentina, en pleno, aún le debe a Echeverría, Baruzzo, a Gorosito, a Pinzos y a tantos otros callados y acallados Héroes de Malvinas.

El encuentro de Roberto Baruzzo y Jorge Echeverría

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Echeverría y Baruzzo. El reencuentro 24 años después.

El cabo Roberto Baruzzo en Malvinas, junto a sus compañeros cuando finalizó la guerra

y quedó prisionero de los ingleses en Fitz Roy

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La Guerra de Malvinas y los Cañones de La Calera

Fuente: Diario La Voz del Interior

"Esta es la historia del Grupo de Artillería Aerotransportado 4, una historia de

heroísmo, valor, sangre, sudor y lágrimas, pero sobre todo de amor por nuestra

tierra, por nuestra patria. Cada uno de los que integramos sus filas conocemos esta

historia y nos preparamos día y noche para cuando el clarín de la patria nos llame".

La frase es parte del crudo y emotivo relato que escribió el subteniente Juan Pablo

Pérez Arrieu, oficial del Grupo de Artillería Paracaidista 4, para recordar el 11 de

junio, día en el que tuvo lugar una de las batallas más duras de la Guerra de

Malvinas.

Aquel día, los soldados ingleses avanzaron sobre las fuerzas argentinas, que

estuvieron protegidos (hasta que pudieron) por cañones cordobeses.

Se trató del Grupo de Artillería Paracaidista 4, que partió desde el aeropuerto de

Pajas Blancas el 22 de abril de 1982 y participó en los combates que se desarrollaron

en la isla Soledad.

El recuerdo del Ejército (por el oficial Pérez Arrieu)

Corría el día 22 de abril de 1982, y las Fuerzas Armadas se encontraban realizando los

preparativos para un eventual enfrentamiento armado entre las fuerzas argentinas y las

británicas en aquellas gélidas islas del Atlántico sur, 20 días después de la Operación

Rosario.

A las 22.30, el jefe del entonces Grupo de Artillería Aerotransportado 4, teniente coronel

Carlos Alberto Quevedo, recibía la orden del inmediato traslado de la unidad hacia las Islas

Malvinas.

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Así comenzaron rápidamente los preparativos y el alistamiento. Luego de 24 frenéticas

horas, 22 oficiales, 65 suboficiales y 273 soldados partieron desde el aeropuerto Pajas

Blancas rumbo a Comodoro Rivadavia, para luego cruzar hacia las islas Malvinas.

Causa emoción el solo hecho de pensar qué pasó por la cabeza de esos 360 hombres

durante esas 24 horas. Muchos se despidieron de sus padres, esposas e hijos como

pudieron; otros, quizá, no tuvieron el tiempo ni los medios para hacerlo.

De todas formas, cada uno de ellos sabía que el destino los había puesto en un camino

lleno de desafíos, sacrificio y sobre todo incertidumbre. No todos regresarían.

17 obuses Oto Melara 105

milímetros acompañarían a

estos artilleros de La Calera a

las heladas latitudes del

Atlántico sur. La misión era

clara: repeler al enemigo con

el poder de sus cañones,

piezas de 1200 kilogramos

que efectuaban tiros a más de

10 kilómetros con una notable

precisión.

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“Las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur fueron, son y serán argentinas”

El día 28 de abril, la unidad se encontraba en el aeropuerto de Puerto Argentino, que recibió

a todas las tropas provenientes del continente, por lo cual estaba repleto de una gran

variedad de material bélico: camiones, cajones de munición, cañones, helicópteros y

cocinas de campaña.

Entre todo ello, se encontraban los artilleros del 4, quienes, por orden del jefe de Unidad,

tendieron sus carpas a un kilómetro y medio del aeropuerto.

Días más tarde, la pista de aterrizaje sería bombardeada por más de 21.000 libras de

bombas lanzadas por aviones Avro Vulcan de la Royal Air Force.

Pasada una semana, el Grupo de Artillería sería trasladado al este del arroyo Moody Brook,

que se encontraba a dos kilómetros de las primeras casas de los suburbios de Puerto

Argentino.

La vista panorámica desde las posiciones de artillería argentinas permitía divisar las

numerosas elevaciones que circundaban la capital malvinense.

Los montes Longdon, Dos Hermanas y Tumbledown eran los más próximos. Se iniciaba

entonces una larga espera por la llegada de las fuerzas terrestres británicas a las islas.

Durante esos 31 días, los soldados argentinos conocieron el verdadero rigor de las

condiciones climáticas; y conocieron el invierno malvinense, que distaba considerablemente

del cordobés.

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“Las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur fueron, son y serán argentinas”

Las temperaturas variaban entre los -5 y los 7 grados centígrados, los vientos rozaban los

50 kilómetros por hora y se encontraban en la temporada de más precipitaciones del año,

que usualmente caían en forma de nieve, mojando el equipo, los refugios y el frío acero de

las piezas de artillería.

El alba se producía a las nueve de la mañana y el sol se ponía a las cinco de la tarde.

No se divisaba a los 360 grados un solo árbol del cual obtener leña para calentarse ni

cocinar, por lo cual el único combustible era el propio suelo malvinense. La turba de las islas

es un tipo de suelo esponjoso y con gran capacidad de retención de agua. Una vez

desecada, era utilizada en las cocinas de campaña para producir el alimento para las tropas.

Dicho racionamiento se concentraba a las 15 para disminuir los desplazamientos nocturnos

y, sobre todo, para evitar luces que pudiesen ser detectadas por el enemigo.

El combate no se haría esperar. A partir de las dos y media

de la mañana del 27 de mayo, piezas del Grupo que habían

sido enviadas al Istmo de Darwin se emplearían en el

combate de Pradera del Ganso.

Efectuaron apoyo de fuego a los regimientos argentinos

que defendieron el aeródromo que funcionaba en ese lugar.

El combate duró más de 33 horas en las que el fuego de

artillería causó eficaces efectos sobre las tropas británicas.

Fue el 29 de mayo la finalización del combate más largo del

conflicto del Atlántico sur.

A pesar de esta primera derrota, la moral de los hombres que integraban la Unidad se

encontraba alta y continuamente preparaban sus posiciones para detener el avance

británico. Los soldados, aunque jóvenes y sin

experiencia, estaban bien instruidos y tenían plena

fe en que cumplirían la misión.

Sin dudas, el espíritu combativo estaba presente y

era acompañado de la buena camaradería que

caracteriza al soldado argentino.

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“Las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur fueron, son y serán argentinas”

Primera línea

Los días pasaron y finalmente la noche del 11 de junio las tropas enemigas se habían

acercado y ya se encontraban combatiendo contra la primera línea de defensas argentinas.

Fue en ese momento cuando las piezas de artillería abrieron fuego sobre la infantería

británica causando con su eficacia cuantiosas bajas.

Mediante sus piezas, los artilleros

del 4 aerotransportado cumplieron

misiones de fuego continuamente,

apoyando a las tropas argentinas

que ocupaban posiciones en los

montes que circundaban la capital.

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“Las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur fueron, son y serán argentinas”

En los últimos momentos del combate, las posiciones artilleras llegaron a efectuar tiro

directo sobre tropas enemigas que se aproximaban a escasos quinientos metros.

Un párrafo especial merece el recuerdo de nuestros 3 caídos en acción producto del fuego

enemigo: los soldados Jorge Romero, Eduardo Vallejo y Néstor Pizarro; los tres cordobeses.

Valientes soldados que dejaron su sangre derramada en la turba malvinense,

inmortalizándose y convirtiéndose en eternos centinelas de aquellas tierras argentinas,

esperando que algún día el Pabellón nacional vuelva a flamear en las Islas.

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El viaje de Juan Pablo II a la Argentina

El 11 de junio de 1982 y durante el conflicto de las Malvinas, el papa Juan Pablo II

visitaba la Argentina. Eran las 8.50 cuando aterrizó en el aeropuerto internacional de

Ezeiza el avión que lo conducía.

Se apresuraron a saludarlo una vez que las puertas del avión se abrieron el

arzobispo de Buenos Aires,

cardenal Juan Carlos Aramburu, y

el nuncio apostólico.

Luego de besar el suelo, fue

recibido por el presidente de facto

general Leopoldo Fortunato Galtieri

y por autoridades civiles y militares.

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Durante los 40 kilómetros de su viaje hacia la catedral de Buenos Aires por las

autopistas Ricchieri y 25 de Mayo, miles de personas, a pesar del frío invierno,

saludaron con entusiasmo al Santo Padre, que respondía visiblemente emocionado

a los saludos de la multitud.

En la catedral metropolitana lo esperaban sacerdotes, seminaristas, religiosos,

religiosas y miembros de movimientos eclesiales, junto con los obispos argentinos y

presidentes de las conferencias episcopales de Latinoamérica. Luego de orar ante

el Santísimo Sacramento, pronunció una alocución e impartió la bendición a los

presentes.

A su vez, en la Casa Rosada, fue recibido por el Presidente y tuvo un encuentro con

los miembros de la Junta Militar. Luego pasó a la capilla de la Casa de Gobierno

donde oró unos momentos. Antes de retirarse el Santo Padre se asomó al balcón

para saludar a la inmensa muchedumbre que colmaba la Plaza de Mayo. Poco

después de las 14 el Santo Padre inició su viaje a Luján.

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“Las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur fueron, son y serán argentinas”

En la Basílica Nacional, ante la imagen de la Patrona de la Argentina, oró por la paz,

luego le ofreció a la histórica imagen la “Rosa de Oro” que le había traído desde

Roma. Concelebró la Misa con los cardenales, obispos y sacerdotes presentes, ante

una multitud calculada en una cifra cercana a las 700.000 personas.

Testimonio gráfico de la visita del Papa al país durante el conflicto armado

El Papa pronunció una homilía en la que exhortó a imitar a Cristo, pidió por los

muertos en la guerra con Gran Bretaña y por la rápida terminación del conflicto. El

día siguiente, en la Curia Metropolitana tuvo un encuentro con los cardenales y

obispos argentinos, tras orar en la capilla de la Curia, les dirigió un mensaje a puertas

cerradas a los obispos.

Luego de saludar a la multitud desde los balcones de la Curia arzobispal se dirigió

en «papamóvil» hasta Palermo, donde junto al Monumento de los Españoles se

había levantado un gigantesco altar cubierto en el que se concelebró la Santa Misa

ante una inmensa multitud, en su mayoría jóvenes.

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“Las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur fueron, son y serán argentinas”

Juan Pablo II

Después de una conversación a solas con el Presidente Galtieri, de unos 20 minutos,

el Pontífice pronunció el discurso de despedida, el sábado 12 de junio, día de Corpus

Cristi:

“Queridos hermanos y hermanas, 1. Estoy a punto de concluir la visita a vuestro querido país,

que he emprendido en nombre de la paz en momentos dolorosos de vuestra historia.

Este viaje y el realizado antes a Gran Bretaña me han

permitido cumplir con mi deber de Pastor de la Iglesia

universal, y a la vez interpelar las conciencias para que,

en momentos de enfrentamientos bélicos, se restablezcan

en las dos partes en conflicto sentimientos de pacificación,

que van más allá del silencio de las armas. Pido a Dios

que se traduzca en realidad operante la profunda

convicción de que es necesario poner todos los medios

posibles para lograr una paz justa, honrosa y duradera.

En los contactos tenidos en estas ocasiones he podido

constatar que los dos pueblos, doloridos por los estragos

de la guerra y apenados sobre todo por la pérdida de

jóvenes vidas, que ponen lágrimas y luto en tantas

familias, ansían la paz y la piden con insistencia.

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“Las Islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur fueron, son y serán argentinas”

Quieran, por ello, los responsables de los dos países y de la comunidad internacional, que

también mira con fundada aprensión al momento presente de tensiones y luchas, devolver

por encima de todo a las familias de las dos naciones lo que ellas más anhelan: la vida y

serenidad de sus hijos o seres queridos, antes que nuevos sacrificios agraven los ya

provocados. No se dude en buscar soluciones, que salven la honorabilidad de ambas partes

y restablezcan la paz.

2. Os dejo como fruto de mi visita a la noble nación argentina el mensaje proclamado ante

vuestros Pastores, almas consagradas y ante todos vosotros. Sea la plegaria elevada a la

Madre de Luján y la fuerza del amor que brota de la Eucaristía, inspiración constante en los

senderos de fidelidad a Cristo que El os pide.

Por estas intenciones continuaré rogando con insistencia, unido a vosotros, para que cese

pronto la prueba actual.

3. A las supremas autoridades y a todos los argentinos, de quienes he recibido tantas

muestras de estima, deferencia y cordial cercanía durante mi visita, agradezco

profundamente todas las exquisitas atenciones recibidas, que hallan en mí sentimientos de

ininterrumpida benevolencia hacia los hijos de este amado pueblo.

Gracias por vuestro conmovedor entusiasmo que, a pesar del delicado momento que

atraviesa vuestra nación, me ha prestado esta acogida tan elocuente y calurosa.

Las cordiales y vistosas manifestaciones de afecto que he recibido al cruzar vuestras plazas,

avenidas – 9 de Julio, Rivadavia – sobre todo y ante todo vuestra presencia en los lugares

de oración ha dejado en mí una impresión que llevo muy marcada en mi alma. Vuestras

oraciones, aplausos, sonrisas, eran una constante imploración de paz, una continua prueba

de vuestro amor a la paz.

Seguid por ese camino al que os he exhortado sin cesar. En un cartel a lo largo de mi recorrido

he visto este escrito: “Queremos ser tu alegría”. Pues bien, queridos amigos: sed la alegría

de Cristo con vuestra fidelidad a la fe; sed la alegría de la Iglesia, sed la alegría de la juventud

del mundo, viviendo y proclamando sin cesar vuestra labor de paz. Sed la alegría del Papa,

que os quiere jóvenes auténticos destructores de odio y constructores de un mundo mejor.

Con un ¡hasta pronto!, me despido de todos, bendiciendo a cada argentino, sobre todo a los

enfermos y a los que sufren o lloran por las víctimas de la guerra.

Dios bendiga a Argentina, Dios bendiga a América Latina, Dios bendiga al mundo.

¡Hasta la vista!”