VV. AA. - Antología de la prosa rumana

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Antologa de la prosa rumanaSeleccin y traduccin de MIGUEL NGEL ASTURIAS

Prefacio......................................................................................................................................................................3 Titus Popovici La sed........................................................................................................................................................................9 George Clinescu Un desconocido.......................................................................................................................................................19 Valeriu Emil Galan Los Razeshi.............................................................................................................................................................31 Nicutza Tanase Un hombre bueno como el pan...............................................................................................................................44 Marn Preda Los Morometzi........................................................................................................................................................55 Camil Petrescu Las diagonales de un testamento.............................................................................................................................65 Suto Andras Demeter Stegaru hace don de su vida.....................................................................................................................79 Mihail Sadoveanu El vengador de los pobres.......................................................................................................................................89 Ion Agirbiceanu La Fefeleaga............................................................................................................................................................95 Dumitru Radu Popescu El espantapjaros...................................................................................................................................................100 Teodor Mazilu Barriada.................................................................................................................................................................113 Xaharia Stancu El tiempo de las lilas.............................................................................................................................................119 Eusebiu Camilar La sonrisa..............................................................................................................................................................126 Francis Munteanu Un pedazo de pan..................................................................................................................................................130 Fanus Neagu Ms all de las arenas............................................................................................................................................138 Ioan Lancranjan Los cordovanos.....................................................................................................................................................142 Aurel Mihale Una lgrima (Relato de un comandante de batalln)............................................................................................156 Nicolae Vetea Una alegra............................................................................................................................................................165 Pop Simeon Pasca, el boyardo...................................................................................................................................................172 Geo Bogza El fin de Iacob Onisia............................................................................................................................................184 Mihail Beniuc El tren blindado.....................................................................................................................................................196 Istvan Nagy Una victoria...........................................................................................................................................................209 Eugen Barbu La seorita Aurica.................................................................................................................................................217

PREFACIOLa prosa rumana tiene una slida tradicin, que se inicia con sus cuentistas. El primer prosista rumano fue Neculce, cronista moldavo del siglo XVIII. Neculce era un viejo boyardo que registr los acontecimientos histricos de su tiempo, narrndolos minuciosamente, pero tambin, participando en los sucesos que recoga, a veces, con suspiros y lgrimas derramadas a lo largo de su relato: "Oh, mi desgraciado pas! Oh, Moldavia, qu singulares amos has tenido, y qu triste suerte te ha deparado ese reparto!" El gusto de la narracin subjetiva, que obedece a un ceremonial determinado, y presupone un auditorio agrupado alrededor del "cuentista", inicia su relato con las formas tradicionales, se interrumpe de tanto en tanto, para retener la atencin de su pblico; es una frmula que se mantiene an en nuestros das. Y de estos cuentistas es Mihail Sadoveanu (1880-1961), a quien se debe el ms bello monumento de la prosa rumana del siglo XX. Su obra tan vasta es una cadena de relatos a cual ms seductores. El volumen titulado La Posada de Ancutza es un verdadero Decameron moldavo. Ms que el lugar en que se detenan o se reposaban los viajeros, La Posada de Ancutza es el smbolo de un alto! en el correr del tiempo. En aquel mundo en que los pobres eran tratados sin ninguna piedad y sometidos a los ms crueles castigos, las horas pasadas en la Posada de Ancutza deban llenar las almas de esa dulce melancola de los relatos que all se escuchaban. All reinaba una especie de exaltada alegra, a menudo interrumpida por un velo de tristeza. En la sucesin de esos relatos, placenteros o sombros, pintorescos o graves, Sadoveanu nos hace accesible ese fondo de poesa que es la expresin ms autntica del carcter nacional, alegra apacible enternecida por los recuerdos, pero ensombrecida por el dolor de un pueblo oprimido con todo el peso de lo que significaba esa opresin todava en los comienzos del siglo XX. Otra tradicin en estrecha relacin con el cuento escrito, era la del relato oral. La prosa rumana alcanza su punto ms culminante en la segunda mitad del siglo XIX, con Creanga y Caragiale. Uno y otro han sido los inimitables maestros de la trascripcin del hablar corriente. Los Momentos y Esbozos de Caragiale fueron fcilmente adaptables al teatro, mientras que los Recuerdos de Creanga son como un amplio monlogo, de invencin verbal inagotable, especie de fablar rabelesiano, que se nutre no slo en las fuentes clsicas, sino en la erudicin no menos rica del folklore. El relato, el cuento y el ensayo ocupan un lugar preponderante en la prosa rumana, mientras que la novela alcanzar su desarrollo mucho ms tarde, despus de la primera guerra mundial. Un notable conocedor del fenmeno literario rumano, el crtico Mihail Ralea, explicaba este proceso literario, por la ausencia de una preparacin folklrica y por una evolucin social que se haba detenido como consecuencia de las relaciones semifeudales que se mantuvieron hasta el siglo XX. Ralea dice que "la novela se desarrolla partiendo de la epoyeya y que Las Canciones de Gesta dan comienzo a la novela de caballera. La literatura rumana no conoce la epopeya, sino slo la balada, es decir, una poesa pica de menor envergadura, ms pobre en acontecimientos y personajes, y tambin menos complicada. Cuando la gran epopeya modernizada se transforma en novela, la balada y la poesa pica de menor dimensin se transforman en el cuento". Y Mihail Ralea hace notar tambin que mientras "la novela narra la vida y los estados anmicos de los individuos ms tpicos, las individualidades pblicas forman parte de la historia y la mitologa. Por lo mismo la novela no puede hacer su aparicin sino en una sociedad altamente diferenciada en la que cada hombre constituye, a su manera, una individualidad".

Cuando se dieron las condiciones sociales necesarias, el retardo se recuper rpidamente. En muy pocos aos la novelstica rumana ha recorrido todas las etapas de este gnero, y con tal rapidez que otro eminente crtico, G. Calinescu, se mostraba inquieto de su prematuro desarrollo. En efecto, antes de haber producido un nmero suficiente de obras de creacin, la prosa rumana se dejaba ya tentar por el anlisis. Antes de abarcar todos los niveles de la sociedad, se intelectualiza y se interesa ms en la vida psquica que en la vida social. Por eso Calinescu se preguntaba, en 1938, cmo era posible que los novelistas rumanos sin haber sido balzacianos, ni dostoievskianos, ni flaubertianos, haban pasado a ser proustianos? Tal vez era una excesiva severidad la de esta crtica, pero lo cierto es que en el momento en que la prosa rumana tiende a ampliar su registro, se hace visible en ella la perturbadora influencia de las corrientes modernistas. Pero el realismo continuar predominando. El realismo es tambin una tradicin en la prosa rumana. Es la fidelidad a la verdad de la vida, y es por esto el credo de los creadores modernos. Liviu Rebreanu (1885-1944), Csar Petrescu (1877-1955), Camil Petrescu (1882-1955), I. Teodoreanu (1896-1953), G. Calinescu (1900-1965), as como muchos otros escritores de talento anteriores a la guerra, tales como Bratescu-Voinesti (1868-1946), Jean Bart (18741933), Gala Galaction (1879-1961), I. Agirbiceanu (1882-1963) y G. Braescu (1871-1949) fueron todos realistas. Hasta el ms ardiente defensor de las tendencias literarias modernistas, Eugen Lovinescu, se inclin ante una tradicin tan viva y reconoci que el estudio del objeto y el subjetivismo llevado al exceso eran los principios ms opuestos a las tendencias naturales de la poesa pica. Es preciso agregar que bajo la accin de diversas corrientes, unas tradicionalistas y otras modernistas, la prosa rumana se agrupa en dos compartimientos distintos, el del mundo campesino y el del ambiente ciudadano. Una y otra logran dar una imagen de la realidad que la inspira, conservando los rasgos del medio respectivo. Bastar recordar cmo el proceso de diferenciacin social del campesinado no fue comprendido en todas sus implicaciones, y que stas escaparon, en parte, al mismo Rebreanu, que haba escrutado con mirada implacable todo el mundo de la aldea. En cambio el proletariado ocup un lugar muy secundario en la literatura consagrada a la ciudad, cuya tendencia ms evidente era la de disolver el universo del trabajador y del obrero en una realidad barroca y amorfa confinada siempre en los barrios perifricos. Los prejuicios tenaces de los medios llamados "cultos", que ignoraban la lucha por el pan cotidiano, slo conocan esos problemas de conciencia que inspiraba toda esa literatura de anlisis, cuya influencia fue sin duda negativa sobre la prosa rumana. De estas premisas, sumariamente expuestas, nacera esta "nueva novela", llamada a reflejar un mundo de profunda transformacin revolucionaria que da a da ira cambiando. La nueva literatura rumana se apoyaba en una experiencia seria pero incompleta. Por lo mismo, es importante destacar que no hubo una ruptura entre las diferentes generaciones de escritores y que, por el contrario, stas se completaron mutuamente. Esta antologa rene a algunos autores consagrados ya antes del 23 de agosto de 1944, como Mihail Sadoveanu, uno de los ms grandes prosistas rumanos, Camil Petrescu pionero de la novela moderna rumana, Ion Agirbiceanu, prosista fecundo y pintor eximio de la realidad rumana anterior a la primera guerra mundial y al perodo comprendido entre las dos grandes guerras. Tambin debemos citar a Istvan Nagy, el primer escritor rumano de lengua hngara que esboza en la literatura anterior a la guerra algunos aspectos de la vida del proletariado, cosa que pocos escritores han logrado hacer. Y, finalmente, entre aquellos

autores que realizaron una obra muy importante antes de la liberacin citaremos a G. Calinescu, a Zaharia Stancu, a Geo Bogza y a Eusebiu Camilar. En otro grupo, entre los ms jvenes, citaremos a Marin Preda, Eugen Barbu, Titus Popovici, Aurel Mihale, Francis Munteanu, V. Em. Galan y Suto Andras, quienes se han destacado despus de la Liberacin, pero que conocieron de cerca la realidad del antiguo rgimen en los aos que vieron la dominacin fascista y, ms tarde, su derrota. Finalmente, un grupo de escritores ms jvenes como D. R. Popescu, Fanus Neagu, Teodor Mazilu, Simion Pop, Niclae Velea, Ion Lancrajan, Nicuta Tanase y otros, para quienes la guerra es slo el recuerdo de una poca terrible y sombra hundida en la bruma, una etapa nefasta que devor su infancia. El testimonio de estos jvenes confiere, sin duda, una feliz diversidad a la prosa rumana. Una de las preocupaciones esenciales de esta literatura realista, que se apoya en una concepcin revolucionaria de la vida, es su preocupacin por "demistificar" radicalmente el mundo que los rodea, tratando de expresar verdicamente su realidad. Esa es la obra que emprendieron en primer trmino los escritores de la generacin anterior, quienes retomaron los temas que ya haban tratado en sus obras anteriores, pero abordndolos desde un ngulo ms comprensivo. Mihail Sadoveanu fue el primero en abrir ese camino y su obra posterior a la Liberacin es mucho ms que una sucesin de pginas admirables: es el complemento de esa gran epopeya que este poeta de los ciclos naturales ha dedicado a la vida del pueblo rumano, a travs de los siglos y al drama del alma campesina patriarcal; empeada en defender su integridad moral de la influencia nefasta de esa relacin social que slo fundaba su poder en la riqueza. As se inaugura en la prosa rumana ese dilogo dramtico de muchos escritores con su obra anterior. De Vlahutza a Camil Petrescu la prosa rumana conoci toda una literatura consagrada al intelectual incapaz de adaptarse al orden burgus, porque quera mantenerse fiel a su misin. Muchos escritores haban tratado estos temas como si el mal viniera slo de un lado. Consecuente con el espritu que anima toda su obra, "tanta lucidez y tanto drama", Camil Petrescu aclara estos problemas, mostrando con implacable realismo que el drama tena races ms profundas. El intelectual haba sido mutilado psquicamente. Bajo su miseria exterior, se complaca en esa expresin trgica, tanto como en su decadencia interior. Esos temas reaparecen en los escritores de la joven generacin. Eugen Barbu en su novela "El tanque de agua" y Titus Popovici en su novela "El extranjero", llevan ese dilema hasta la tensin trgica de la poca de la barbarie fascista y de la guerra, mientras que T. Mazilu en sus esbozos satricos denuncia las falsas sutilezas, el temor de parecer simple y la pretendida complejidad del alma, invocada como justificacin a todas las formas de cobarda moral y oponindolas a las normas de una tica socialista. La aldea ser otro de los temas en que esta nueva literatura atacar resueltamente los mitos consagrados. Y tambin all tendr que vencer los prejuicios profundamente enraizados. Ya la literatura realista y crtica de ese perodo que se extiende entre las dos guerras se haba empeado en destruir las imgenes idlicas con que una escuela tradicionalista adornaba la realidad de la vida rural, pero su accin haba quedado inconclusa. Cantor de la amargura que esconde la costra verde de una nuez, la de los pastos del Baragan y la que asoma a los ojos de esos esclavos de la tierra, Zaharia Stancu asumi esa dura tarea de revelacin en su novela "Los pies desnudos". Antes que l ningn prosista rumano haba hecho una pintura tan terrible de ese infierno rural visto desde adentro y de ese campesino de la planicie danubiana, vctima, en los comienzos de este siglo, de una explotacin tan feroz, destinado inexorablemente a una indescriptible miseria y a las ms increbles vejaciones. En ese universo que Stancu reconstruye con alucinante minuciosidad no hay lugar para las relaciones humanas idlicas: todo se mantiene bajo el signo implacable y

cruel de la penosa lucha por la existencia, y como en "Las lilas", episodio de su novela "Las races son amargas", volvemos a encontrar al personaje principal de "Los pies desnudos", cuya misma sensibilidad se acoraza en su rudeza. La vida cotidiana en la ciudad en las vsperas de la segunda guerra mundial est descrita con una veracidad implacable en la novela de Marin Preda "Los Morometes". La pintura del ambiente rural de Marin Preda termina por completo con esa imagen convencional que anteriormente daban las novelas. El prejuicio de la pretendida sequedad del alma campesina, recibe en esta novela su golpe de gracia. Esta obra es una sucesin de sondeos psicolgicos que nos revelan las complejas reacciones morales, y con absoluta objetividad, con un realismo duro e implacable, cae tambin la ilusoria independencia del pequeo propietario rural, y como hace el aprendizaje de esa dura experiencia vital cuando intenta defender sus bienes contra el mundo del dinero, con disimulo permanente y desdoblamiento moral. Este libro recuerda dos obras clebres, con temas similares: "Las vias de ira", de Steinbeck, y "El camino del tabaco", de Caldwell. Pero destruir los mitos que deformaban la imagen del mundo no es el nico objeto de la prosa rumana contempornea. Ella se empea tambin en descifrar la significacin que para cada individuo tienen los acontecimientos histricos que han transformado la vida social del pas. Lo que establece una relacin entre estas dos preocupaciones aparte de las perspectivas nuevas que ofrece la interpretacin materialista-dialctica de la historia es el inters por el combate que entablan los elementos ms avanzados de la sociedad, en la poca del terror fascista. Evidentemente es en el pasado literario donde deben buscarse los orgenes de la transformacin revolucionaria de las letras rumanas. Cul fue la semilla que pudo producir, en el orden humano, la cosecha de 1944? El tema de la lucha contra el fascismo, del movimiento subterrneo que logr organizar las mejores fuerzas del pueblo para llevarlo a la victoria, interes a los escritores rumanos como un aspecto particularmente revelador de las realidades contemporneas. La novela del poeta Beniuc "La desaparicin del hombre simple" es una de las obras consagradas a este tema, que se caracteriza por su autenticidad, por la atmsfera verdica de los grupos intelectuales que estaban en contacto con el movimiento revolucionario, el mundo de los hombres que se vieron obligados a caminar sobre el filo del cuchillo, segn la expresin del autor, y que debieron desdoblar su vivir cotidiano en pleno da con la lucha oculta contra la dictadura de Antonescu. El mismo tema ha sido abordado desde distinto ngulo por Istvan Nagy en sus cuentos cortos y por Eugen Barbu en su novela "La ruta del Norte". A estos temas se ligaba tambin el anlisis de las grandes transformaciones sociales de ese tiempo, anlisis que fue ahondado por la nueva literatura rumana. El testimonio ms autorizado lo ofrecen los escritores que vivieron ese proceso interior. As como Marin Preda analiza las reacciones del alma campesina, Eugen Barbu reconstruye la vida de los barrios obreros en sus relatos "El huevo del pato" y "La comida del domingo". Cuando el pueblo conquist el poder y cre los moldes de una vida nueva, una conducta bien diversa se impone a los hombres que accedern a una escala superior, porque sin ella no tendra objeto el esfuerzo consagrado a la edificacin de esa plyade de jvenes escritores. La mayora de ellos han trabajado en diversas redacciones de revistas, peridicos, etc., recorrido el pas, visitado las fbricas socialistas y las explotaciones agrcolas colectivas y del Estado. Muchos de ellos han trabajado en las grandes usinas de Salva-Viseru, de Bumbesti-Livezeni o de Bicaz. Conocen de cerca ese mundo de los edificadores del socialismo. La vida de los centros industriales recientemente construidos les es familiar, as como los de las aldeas recientemente colectivizadas. Muchos han salido de esos centros y de esas aldeas. Por lo tanto, lo que caracteriza a sus obras es que ellas arrancan de una realidad socialista, y es en relacin con esa realidad que ellos examinarn los problemas corrientes de la existencia. El

valor moral de las acciones humanas adquiere una excepcional importancia en escritores como D. R. Popescu, T. Mazilu, Fanus Neagu, N. Velea, Simion Pop y muchos otros. Existe una literatura de los grandes acontecimientos contemporneos, y su modelo en el gnero es la novela de Titus Popovici "La sed". Su tema principal son las grandes transformaciones sociales. El autor se propuso escribir el acto indito que la historia ha agregado al antiguo "drama de la tierra", la liquidacin del latifundio por una reforma agraria efectuada por la revolucin y la conquista del poder por las masas trabajadoras. Los relatos que contiene el volumen "Noches de fiebre", de Aurel Mihale, tratan los episodios de la lucha por la liberacin del territorio nacional y el aplastamiento definitivo de las tropas hitlerianas. En la reconstruccin de esos acontecimientos capitales, en la historia contempornea de Rumania han dado la medida de su talento, prosistas como Eusebiu Camilar ("La bruma"), Istvan Nagy ("Alta tensin"), V. E. Galn ("Baragan"), F. Munteanu ("La ciudad sobre el Mures" y "Las estatuas nunca ren"). Las novelas que se inspiran directamente en los acontecimientos contemporneos son novelas sobre la injusta guerra, la nacionalizacin, la constitucin de las primeras unidades agrcolas socialistas, la industrializacin, etctera. Otra serie de cuentos y relatos de los prosistas de la ms joven generacin escrutan la vida individual de aquellos que deben cumplir esas tareas y continuarlas, construyendo esa edificacin del mundo nuevo. Qu mecanismo interior regir su estructura? Son interrogantes a los que debe responder el escritor joven y sus obras no carecern de diversidad, la misma diversidad de los tipos humanos que quieren estudiar. Sobre un terreno en parte elaborado por Marin Preda, uno de los ms jvenes, N. Velea, se interesa en estudiar los caracteres reservados, que llevan en s todo el peso de un pasado de humillaciones. Sus personajes deben superar sus reticencias, sus angustias, su desconfianza, sus desfallecimientos y tratar de cicatrizar las profundas heridas morales, a veces incurables. T. Mazilu se siente atrado por el proceso de racionalizacin de la vida afectiva, por una comprensin inteligente de la necesidad que preside toda accin humana. Esa filosofa simple y humana revelar la falsedad de las pretendidas sutilezas psicolgicas, su artificial complejidad, de donde nace esa extraordinaria capacidad para denunciar la impostura moral. D. R. Popescu y Fanus Neagu, ms cercanos a Barbu, prefieren los caracteres voluntariosos e impulsivos, las individualidades ms originales y marcadas. Las manifestaciones de sus personajes nos revelan su actitud frente a la vida. Sucede frecuentemente que en ellos un estado anmico depende del ntimo contacto con la naturaleza, porque sus almas son instrumentos sensibles a las variaciones del paisaje cuya sola contemplacin engendra disposiciones morales determinadas, La prosa rumana actual se distingue por una notable variedad de estilos y tcnicas. Ya se trate de relatar un hecho, describir una situacin, analizar reacciones squicas o, simplemente, sugerirlas con una actitud o con un acto, desarrollando el hilo de la accin en cada caso, cada autor tendr su modo particular. El arte de la narracin, la frase que capta la atencin, la que arranca de la realidad inmediata para transportar al lector al mundo de la ficcin, ese arte tiene un cultor en Eusebiu Camilar, poseedor de una prosa cincelada que se explaya en amplios perodos siguiendo una eufona determinada. La tradicin sadoveanesca de la narracin encuentra sus continuadores en V. E. Galn y tambin en Ion Lancrajan. En cambio, en Zaharia Stancu la subjetividad es una de las caractersticas de su prosa, que se armoniza como un poema. La frase construida desaparece y la narracin se convierte en un monlogo apasionado, en el que el autor vive las escenas que evoca. Su lirismo es tan intenso y directo que con la simple repeticin de las palabras, cuando quiere subrayar una circunstancia particular, logra efectos sorprendentes. No menos original es la tcnica narrativa de Stancu, que se desarrolla sin plan preestablecido, espontnea, ligando episodios y

personajes a travs de los meandros caprichosos de su memoria, con inagotable poder creativo. Siguiendo este modelo, con la misma forma monologada estn construidos los relatos de Nicuta Tanase. Lrica es tambin la prosa de Geo Bogza, pero con una frmula distinta. Este escritor adopta una visin potica particular contemplando el mundo bajo una perspectiva poco comn, que podramos llamar geolgica. Lo que nos parece revestido de eternidad, el cuadro geogrfico con sus montaas, sus ros, sus llanuras, se convierte en Bogza en materia cambiante sujeta a transformaciones. Lo cotidiano adquiere dimensiones sensacionales. Geo Bogza describe una muchacha comiendo una manzana como podra describir un acontecimiento csmico. La electrificacin de una aldea simboliza para l la lucha del hombre contra las tinieblas ancestrales. Sus audaces hiprboles se despliegan en una retrica sabia, como en pliegues majestuosos. La frase, con su forma arquitectural, evoca todo un decorado de vastos espacios, explanadas, portales, escalinatas, en un estilo grave y solemne que recuerda a Lautramont. Camil Petrescu es un analista. Luch toda su vida contra los vanos ornamentos del estilo. Su prosa desdea todo lo que puede daar a la autenticidad, a la trascripcin directa y lapidaria. Tambin Marin Preda es analista, pero con los medios de una prosa objetiva. Su tcnica es la de la narracin libre y directa, con la que se empea en dar la visin subjetiva de un hecho, tal y como este hecho se refleja en la conciencia del personaje respectivo. Sus modelos son Dostoievsky y Faulkner. La frmula narrativa de este ltimo parece atraerlo, pero no por sus bruscos y frecuentes cambios de perspectiva. Marin Preda usa con mesura la tcnica faulkneriana, adaptndola de una manera muy original a sus propias preocupaciones. Esta misma va es la que sigue N. Velea. Eugen Barbu prefiere una prosa nerviosa, que registra los hechos como un montaje cinematogrfico. No desdea la atmsfera especfica, pero evidencia toda su poesa valindose del epteto y de un sentimiento vivo de los colores y de los perfumes. Tambin recurre Barbu al monlogo interior a la manera de Hemingway. La prosa de Fanus Neagu, ms cercana a la de Barbu, le da mayor importancia a la sensibilidad. Neagu se revela como un excelente pintor de ambientes. En una direccin paralela D. R. Popescu procede por recortes, como si reconstruyera un film de la vida interior, erigiendo ciertos elementos del relato al rango de smbolos, lo que confiere a su texto una nota potica muy original. F. Munteanu cultiva un gnero de narracin objetiva y relata con un tono fro y decepcionado los acontecimientos ms o menos atroces que le ha tocado vivir. La prosa de Titus Popovici proviene del arte vigoroso de Liviu Rebreanu, de su don de evocar el alma de las muchedumbres. Hacia el mismo gnero de reconstruccin objetiva y sobria, atento a todo movimiento, tiende tambin la prosa de Aurel Mihale. Pero son los textos reunidos en esta antologa los que revelarn mejor al lector las particularidades de cada escritor. O. S. CROHMALNICEANU

TITUS POPOVICI LA SEDToda esa tarde se pase de un lado a otro del patio sin encontrar reposo, y ya en la noche dijo de repente a Ana, su mujer: Qu diras si nos marchramos a Amrica? A dnde? grit Ana aterrada. Que Dios nos preserve, querido Mihai. Pero qu te est pasando? En Arad convers con algunas gentes que decan que pagan el viaje hasta all y que una vez en Amrica puede uno tener toda la tierra que quiera para trabajarla. Pero cmo dejar nuestra aldea? pregunt Ana, ponindose seria. Ir hasta el fin del mundo? Muchas gentes se han ido... Eso es cosa de ellos... Mihai no volvi a hablar de partir, pero cada vez pareca ms preocupado. Echaba cuentas: la mitad de lo que haban ganado durante el ao se lo llevaba el diablo, pues tena que pagar el carro que estrope, la multa por haberse puesto a pescar donde estaba prohibido y, adems, Miklos lo haba acusado de haber lesionado a un caballo a quien haba golpeado en una pierna con el mango de la horquilla porque era maoso. Por otra parte, Mihai se daba cuenta que las personas que antes lo estimaban ahora lo miraban de reojo, y en la taberna, cuando se sentaba en alguna de sus mesas, todos callaban y le daban a entender que molestaba. Lo despreciaban como a lo ms bajo del pueblo. En los primeros das del mes de mayo su mujer dio a luz un nio, al que bautizaron con el nombre de Todor. No haba nadie que pudiera cuidar del nio en la casa, as que la madre deba quedarse y ya no pudo ir al trabajo. No hallando qu hacer Mihai escribi a su hermano, que era comerciante en Hungra, pidindole que le enviara alguna ayuda, pues de otra suerte no le quedara ms camino que ahorcarse. Mihai esperaba que Iosif, su hermano, le diera prestado algn dinero con que comprar uno o dos arpantes de tierra. Meses despus recibi la respuesta. Su hermano le aconsejaba que vinieran a Tisa, donde l y su mujer podran entrar como sirvientes en el dominio del conde Bornemisza Aladar. Mihai y Ana leyeron tantas veces la carta, que casi la saban de memoria. Se les apretaba el corazn, pero no vean otra salida. Ana estaba nuevamente embarazada y Mihai quera esperar a que ella diera a luz, pero Ana se opona. No nos quedaremos ms aqu. Si se trata de que seamos sirvientes, es mejor serlo en tierra extraa. Por lo menos all nadie se burlar de nosotros. Ana vea claramente que Mihai estaba posedo por un terror mortal cuando ya deban tomar la decisin final. Trataba de alentarlo, lo que en verdad haca sabiendo cuan difcil era decirle: No vamos a quedar all para siempre, querido Mihai... regresaremos con mucho dinero... Hungra no es Amrica... Nuestros hijos tendrn una vida mejor y envejeceremos al lado de ellos. Escrbele a Iosif que iremos... Me escuchas? No aplaces ms la respuesta. Mihai la contemplaba asombrado. No la reconoca. Toda ella se haba como endurecido, sus ojos negros brillaban rara vez y slo cuando se encolerizaba. No pongas ms objeciones! Les vamos a demostrar de lo que somos capaces, qu diablos! Mihai no saba que unos das antes, al regresar del pozo, Ana haba encontrado a Miklos. Era todava muy altanero, aunque ya haba envejecido, se haba puesto calvo y los bigotes le

colgaban de las narices como lana sin cardas. Miklos se detuvo, puso los brazos en jarra y se ech a rer mostrando sus dientes carcomidos y manchados de tabaco. Hola, mujer! Ests flaca como una tabla y de nuevo encinta? Bien se ve que tu marido te monta seguido... Si no hubieras sido tan tonta hoy seras una dama... Ana le lanz insultos a l y a su madre y lo amenaz con quebrarle el cntaro en la cabeza. Gritas como un degollado, que Dios te castigue! Al llegar a su casa, despus de haber acostado a Todor, Ana tom un espejo y fue hasta la ventana para mirarse la cara, con la piel curtida por los vientos. Dos hondas y tempranas arrugas entre las cejas. Tuvo la impresin de que algo se acababa de quebrar en ella. En otro tiempo era una muchacha alegre y sin preocupaciones. Bailaba la ronda como si flotara y ahora, de repente, sin haber conocido alegra alguna, se vea arrugada, fea y vieja. En ese momento odi y blasfem contra Mihai, Todor y al que ahora senta de nuevo removerse en su vientre. Casi en seguida, asustada, Ana cay de rodillas y pidi a Dios que le perdonara sus blasfemias. Mihai se haba ido al bosque a robar lea y hasta verle regresar no tuvo sosiego. Seor, si lo llegan a sorprender! O peor, si el guardabosque lo fusila. Por eso, tan pronto como lo sinti llegar corri a encontrarlo como antao. Mihai vena tan cansado que apenas se sostena sobre sus piernas. No te agarraron? pregunt. Qu agarren a su madre! La lea la dej en casa de Bitusita, al final del pueblo. Maana en la noche ir a buscarla. No saba cmo agasajarlo, pero al fin, aunque sin ganas, cogi el mejor gallo, le retorci el pescuezo y le prepar una buena sopa. Luego fue hasta la taberna con tres huevos y regres con un paquete de tabaco y una botella de aguardiente comprada a crdito. Despus sentose al lado de Mihai para verlo comer. Tena tanta hambre que apenas hablaba. Ella pens: "Qu fuerte es, y sin embargo estamos a punto de morirnos de hambre!" Ella tosi y le dijo con tono de mando: Hombre, sintate y escribe a Iosif. Nos vamos... Bueno, bueno... refunfu l. Despus de tu parto... No te preocupes por m, ya te lo he dicho. Sabes, prefiero escribirle yo. Ana haba sido una buena alumna. Saba escribir, leer y cantar en la iglesia. Le gustaba a menudo sentarse frente a una hoja de papel, tallar una pluma de ganso y escribir su nombre de soltera: Ardeleanu Ana. Despus, su nombre de mujer casada: Mot- Ana. Algunas semanas ms tarde, cuando Ana estaba ya en su sptimo mes, recibieron la noticia de que Iosif les haba encontrado trabajo en los dominios del conde Bornemisza, en el distrito de Szolnok, cerca de Tisa. Al principio Mihai slo sera nombrado porquerizo, hasta que diera pruebas de qu capacidad tena. "El muy estimado conde es bueno como el pan escriba Iosif. Cuando quiere a una gente es muy bondadoso. Ustedes han tomado una buena decisin. Yo mismo regresar a la aldea dentro de uno o dos aos. Escrbanme cundo vienen, porque el mes prximo debo ir a Szolnok y volver a hablar de ustedes. Vuestro afectsimo hermano y cuado, Mot- Iosif." Comenzaron a vender lo poco que posean, pensando que Iosif, sin duda, los ayudara al principio. Mihai baj tablas del granero para construir dos grandes bales, donde guardaron todos sus trastos. Cada noche la casa se llenaba de vecinos que venan a despedirse y que se asombraban del valor que tena para abandonar la aldea y su miseria e irse a otra parte. Una noche, el mismo Miklos vino a verlos. Estaba un poco bebido y se emocionaba fcilmente. As que ustedes se van para Hungra?... Y bien, quin sabe... En cuanto a m, mis huesos se pudrirn en esta maldita aldea. Al darse cuenta de que Mihai lo miraba con malos ojos, se acerc vacilante y le dijo:

No te enojes, muchacho, qu diablos!... Lo que hubo pas... Que Dios castigue al que recuerda todava eso... Aqu te traigo algunas cosas. No puedes irte a Hungra casi desnudo como ests. Toma un traje mo que tal vez te quede estrecho, pero eso no importa... Lo que hace falta es que no vayas haraposo... Y arroj sobre la mesa un paquete de ropas envueltas en peridicos. Mihai vio rojo. Apret los puos, pero en ese mismo momento, cuando iba a mandarlo al diablo, Ana sonri, se inclin ante l todo lo que le permita su gran vientre y dijo: Le agradecemos, Sr. Miklos, le agradecemos mucho. No hay de qu suspir Miklos. Ya vern si la vida de los mayordomos que deben mandar a los sirvientes es fcil. Eso era lo que yo crea cuando vine aqu. Yo pensaba que iba a juntar dinero, iba a regresar a mi casa y a comprar tierras. Y levantando la mano, de la que penda su ltigo, exclam: Vean, esto es lo que me ha quedado!... Esto y el odio de los hombres... Un buen da me van a degollar. Ahora, buen viaje y que Dios los ayude. Al marcharse, Mihai se qued largo rato en medio de la habitacin con la cabeza inclinada. De pronto enrojeci y dirigindose hacia donde estaba Ana, sin pronunciar una sola palabra, le dio una bofetada. Ella se apoy contra el muro, observndolo con ojos asustados. Mihai la volvi a abofetear. Entonces ella se precipit sobre l y apoyando sus dos manos contra su pecho lo lanz lejos, con insospechada fuerza y violencia. No vuelvas a pretender levantar la mano contra m porque te abro la cabeza, me oyes? O es que te crees un seor? Algrate de que haya estado borracho y te haya trado un traje para que tengas con que vestirte. Mujer... Qu mujer! Y no me vuelvas a pegar, me oyes? Jams en la vida! Todor, despertado de su sueo, empez a chillar asustado. Cllate, porque descuelgo el ltigo del clavo y te cae a ti tambin!... Acustense y durmanse! Sin decir una sola palabra, Mihai se desliz bajo las sbanas. Ms tarde, cuando Ana vino a la cama, l le dijo, mirando las vigas del techo: No te enojes, mujer. Por qu? dijo ella asombrada y suspirando. Porque te pegu... Durmete, eso no importa. Se marcharon una semana despus, acompaados por toda la aldea, que los compadeca. Al pasar frente a la iglesia detuvieron la carreta, descendieron y se arrodillaron en el polvo del camino. Mihai no saba cmo deshacerse del nudo que le apretaba la garganta, y de reojo observaba a su mujer. Pero la cara de Ana era como de piedra, y sus labios secos murmuraron casi sin voz: Padre nuestro que ests en los cielos... Cuando la aldea qued lejos, Mihai ya no pudo dominarse. Salt de la carreta y haciendo seas a su cuado de continuar el camino se ech en la zanja a llorar. Un rato despus el chirriar de la carreta se dej de or. Entonces se levant y se puso a seguirla, arrastrando los pies. Tres aos despus haban olvidado la terrible pobreza del pasado. En el dominio, los intendentes, los guardianes y los porquerizos robaban cuanto podan. Slo los campesinos llevaban una vida muy dura, pero eso no le importaba a Ana. Lo que ella quera era juntar mucho dinero y regresar a su aldea a comprar tierras. Posean un gran bal de encino, al que le hicieron doble fondo. All guardaban los paquetes de billetes de banco y los rollos de luises

de oro, junto con una gran pistola, y encima los vestidos y toda clase de trastos. Por la noche, cuando Mihai regresaba de sus ocupaciones, se encerraban los dos en la habitacin del fondo y contaban su dinero... Eso vale nueve arpantes y medio de tierra de la mejor de Grinduri deca Ana, frunciendo el entrecejo. S Ana, s... Mihai estaba cada vez ms contento. Todo el mundo lo estimaba porque se portaba bien con las gentes. Se vesta correctamente: llevaba una chaqueta negra, un ancho cinturn de cuero con botones de plata, botas altas, flexibles, y la camisa blanca como la nieve. Pero ltigo no tena, ni quiso procurrselo. Cuando deba revisar el ganado peda el ltigo prestado a uno de sus subordinados. A menudo vena a su casa el contralor, un hombre gordo, redondo y sin barba, con unos pelos duros a guisa de bigote, igual que los de un gato, o de un pastor protestante. Una vez cada tres meses, Mihai iba al castillo a rendir cuentas. El capitn Bornemisza lo estimaba por su carcter obstinado y a menudo lo provocaba para ver cmo responda. ("Este hombre, querida, tiene una cierta elegancia, algo de distinguido deca a su hermana, una solterona que viva en el culto a un novio muerto haca quince aos a raz de la cada de un caballo durante las maniobras imperiales. Buena raza la de estos valaquos...") Por qu regresar a la aldea deca extraado el pastor protestante. Acaso no estn bien aqu? No tienen un buen empleo? Somos rumanos responda Mihai con altanera. Claro, ya lo sabemos. La sangre no se transforma en agua murmuraba el pastor, molesto. A veces, en las noches, Ana se rea de repente, no pudiendo hacerse a la idea de que ya no eran pobres. Y entonces deca a su marido: Ves t lo que hubiera sido si no nos venimos para ac? Hemos tenido mucha suerte con Iosif, responda Mihai, enojado por aquella alegra desvergonzada, que poda acarrearles mala suerte. Crees t que cualquiera hubiera podido llegar como nosotros? Su Alteza est endeudado hasta la coronilla con los comerciantes donde Iosif trabaja... Es por eso que nos ha aceptado para quedar bien con ellos. Eso crees t, respondi Ana fastidiada. Las gentes trabajadoras hacen fortuna en cualquier parte... Solo los ociosos perecen. Mihai refunfuaba y callaba. No le gustaba contrariarla, sabiendo que con Ana era la de nunca acabar. Ella haba cambiado tanto que a veces crea no reconocerla; a pesar de que no se le vea tan marchita, envejecida. Mihai, por el contrario, tena cada vez mejor aspecto, era fornido, alto con grandes ojos verdes, los bigotes recortados a la moda de la ciudad, con sus anchos hombros a la espalda recta como una tabla. Muchas veces, al verlo a caballo, la seorita Bornemisza pens, sin darse cuenta de que cometa un sacrilegio, que as exactamente montaba su novio Ghyczi Lehel, ese novio al que le estuvo destinada la muerte de un hroe. Y Ana, viendo como las mujeres, la esposa del pastor, la hija mayor del contralor, volvan los ojos cuando Mihai pasaba, no se preocupaba, sin embargo, en lo ms mnimo. En el bal se segua juntando dinero y cada da ms dinero. Un da dijo Ana: Mihai, creo que debemos depositar este dinero en el banco. Pregunta a alguien que sepa cual es un buen banco. A ella no le gustaba mucho que el dinero estuviera fuera de su casa y el carnet que recibieron de Allami Bank le pareca una cosa sin ningn valor, pero haba odo contar de tantos asesinatos y asaltos cometidos en las llanuras hngaras, que tuvo miedo de que fuera a caer en manos de algunos bandidos el producto de tantos aos de trabajo. Sus hijas haban crecido:

Anutza ya estaba en cuarto grado de primaria, Emilia en el primero y adems Ana tena quien le ayudara en los quehaceres de la casa. Dej el trabajo domstico a cargo de las muchachas y ella se puso a engordar gansos, pavos y cuatro vacas. Mandaba la leche a la ciudad juntamente con los productos del dominio. Ana vesta siempre trajes de telas muy resistentes para que no se desgarraran. Cada centavo era bien administrado y el nico lugar en que ellos "reinaban" era en la mesa. Coman bien, mucho y durante las comidas les estaba a los hijos prohibido pronunciar una sola palabra, cuando lo hacan los golpeaba con el envs de una cuchara en la boca. Ao tras ao decidan que la primavera prxima partiran hacia su aldea. Pero no se resolvan a abandonar esa buena vida, a pesar de que impacientemente esperaban llegar a ser dueos de sus tierras. Mihai dejaba a su mujer tomar la decisin, aunque de tiempo en tiempo se senta posedo por un deseo irresistible de regresar a su pueblo. Ana no protestaba cuando a veces regresaba totalmente ebrio, dispuesto a escandalizar. Entonces lo dejaba refunfuar cuanto quera, hasta que Mihai se iba a la orilla del Tisa, donde se sentaba sobre una piedra y viendo el curso tranquilo del agua, canturreaba entre lgrimas: Hoja verde del ciruelo me gustara partir, or mi caballo al trote, y el ruido de mi carreta... Regresaba y se quedaba dormido en el vestbulo o en el umbral y al da siguiente se despertaba con un terrible dolor de cabeza y malhumorado deca a Ana: Mujer, ya es tiempo de regresar a nuestra aldea! Al menos no querrs que nos entierren aqu... Los hijos crecan. Todor fue sorprendido por su madre en la caballeriza con una sirvienta, y le dio como correctivo una buena latigueada. Anutza, la mayor, era fea, taciturna y trabajadora, en cambio Emilia mostraba veleidades de seorita y golpeaba el suelo con el pie, sobre todo frente a Mihai su padre, que no saba como contentarla. Callate, Emilia, hija, que no te oiga tu madre... La semana prxima te traer de Pesta lo que quieras. No se dice Pesta, sino Budapest, le correga ella. No hay manera de que se refinen un poco. En 1912 Ana volvi a quedar encinta. Por primera vez se sinti madre de verdad. Mihai, avergonzado, pensaba que no era conveniente tener hijos a su edad y cuando el capitn Bornemisza lo felicit hubiera querido que la tierra se abriera y lo tragara. El nio que naci, rubio y con ojos azules fue bautizado con el nombre de Pavel, aunque Ana comenz a llamarlo en hngaro Palli. Los otros hijos como que dejaron de existir para ella y ya nada le importaba saber que Todor estaba ligado a alguna muchacha, y cuando iba a la ciudad compraba las ms bellas cosas para Palli y no senta ms alegra ni ms orgullo que cuando oa decir a la mujer del administrador: Es como hijo de un conde, que Dios se lo conserve. La guerra estall cuando Pavel cumpli dos aos. Al principio las gentes no se dieron cuenta de qu se trataba. Se oa decir que los servios, esos enfurecidos, haban matado a un hijo del emperador y su mujer. Las rdenes empezaron a llegar y las tropas en uniformes grises partan hacia el frente cantando: Ya pueden esperar, perros de Serbia la Hertzegovina no ser de ustedes...

Pero un ao ms tarde, raras eran las familias que no haban recibido un papel bordeado de negro con el emblema de la casa de Austria. Un da lleg la orden de que se tocaran las campanas de todas las iglesias para celebrar la gran victoria de la ocupacin de Belgrado por las tropas austracas y hngaras. Pero poco ms tarde se oy decir que los servios haban expulsado a los soldados del emperador y ahogado a stos en el Sara. Todor, que acababa de cumplir diez y ocho aos, fue llamado a las armas. Mihai lo llev con su carreta a la estacin y llor al separarse de l. Despus de hacer tres meses de instruccin militar en Cluj, Todor les escribi que partira para el frente. Ana prepar una canasta con alimentos y fue a verlo. Cluj era como un hormiguero de gentes de todas las edades, desde el muchachn barbilampio hasta el viejo achacoso, todos enfundados en uniformes grises y gastados. Con gran dificultad, Ana pudo comprar en la ciudad guantes y medias de lana para Todor, porque su regimiento parta hacia Rusia. Tuvo que quedarse seis das en Cluj, pero habl muy poco con su hijo. La angustiaba el temor que adivinaba en sus ojos: lo vea contener las lgrimas con dificultad y hacer esfuerzos para no abrazarse a su pecho, impotente. Y por eso mismo ella se vio obligada a hablarle siempre con tono severo. Cuando se dijeron adis, Todor le dijo sonriendo con amargura: Madre, usted s que hubiera podido ser un buen sargento... Cuando volvi a la casa todos los trabajos domsticos cayeron sobre sus hombros. Mihai estaba todo el tiempo ausente en sus trabajos. El capitn Bornemisza no march hacia el frente, porque sufra de reumatismo. Pero siempre vesta el uniforme militar, cea la espada y quiso introducir en el dominio una disciplina de cuartel. Una de las noches en que Mihai estuvo ausente, Ana oy en el patio extraos ruidos y el gruido de los cerdos. Las muchachas que se despertaron asustadas, la miraban con los ojos casi de fuera, y Emilia se puso a gritar: Son los gitanos que han llegado... nos van a matar! Cierra esa boca, le dijo Ana, y abriendo el bal en que guardaba el dinero, sac la pistola, visti un abrigo de su marido y sali de la casa: Quin va? grit ella enronqueciendo la voz, lo que no era del todo necesario, porque tena una voz hombruna. Sin esperar la respuesta, dispar. La pesada pistola no tembl en sus manos. Alguien lanz un grito agudo, prolongado. Quin anda all?..., y volvi a disparar. Se escuch el ruido de pasos y el chirriar de un carro. Ana se precipit a la habitacin de los porquerizos y los despert con insultos terribles. Durmiendo... ustedes durmiendo..., gotosos... y los ladrones entre los cerdos... Y qu cree usted, comadre Ana, que vamos a levantarnos para que nos maten por los cerdos del conde? Arriba, vayan a juntarlos, porque se han escapado.... Se haba convertido en una mujer autoritaria, sin nada dulce en su carcter. Cuando quera acariciar a Pavel lo haca a escondidas, como si temiera que al ser sorprendida as, le perdieran el respeto. A Pavel todo le estaba permitido, desde revolcarse en el barro con sus trajes nuevos de terciopelo, romper los vidrios, subirse a los rboles y pelearse con cualquiera, seguro que el que osara levantar la mano contra l lo pasara muy mal. El mismo da en que supieron que Rumania entraba a la guerra, recibieron un papel bordeado de luto. Todor haba desaparecido en un combate en Galicia. Mihai estall en sollozos, golpendose la cabeza contra la mesa. Tambin Ana llor y durante dos das no le dirigi la palabra a nadie. Un hombre de la aldea vecina que regres tres meses ms tarde, les cont como se haba librado la batalla. Los cosacos se precipitaron gritando, silbando, agitando sus espadas, blandiendo sus lanzas y barriendo todo a su paso, Todor Mot, que estaba tumbado boca abajo en la primera lnea, se levant con la cabeza desnuda, lanz su fusil y alz los brazos. Fue

todo lo que el vecino alcanz a ver, porque la avalancha de los caballos lo envolvi. Apenas sinti el aliento clido de un caballo levantndose sobre sus patas traseras, oy un silbido y en el mismo instante sinti un dolor inmenso, y su brazo que saltaba a lo lejos separado del codo. Segn l, Todor no haba sido muerto por los cosacos, era posible que estuviera prisionero. Despus vinieron momentos ms difciles. Todo el mundo estaba contra los rumanos, y hasta el capitn Bornemisza ya no trataba a Mihai con amistad, aunque lo necesitaba. Ese invierno Iosif vino a visitarlos. Haba envejecido y pareca un seor. Les dijo que saba de un hotel que se venda cerca de la estacin de Dobritzin. Sera un negocio excelente... la estacin est a dos pasos y los marchantes constituiran su clientela... Lo podramos comprar juntos, porque yo tambin he puesto de lado algn dinerito... Pero, cmo nos vamos a quedar entre los hngaros? exclam Mihai, colrico como nadie lo haba visto hasta entonces. Ya estoy harto! No lo ves? Mis hijos apenas saben el rumano! Ya estoy harto! Y se volvi hacia Ana con rabia. T no te sacias nunca, pensars comprar todo el pas rumano? En cuanto a m, ya he comido bastante el pan amargo del extranjero. La verdad es que no ha sido tan amargo!, exclam Iosif con indulgencia. O piensas que es mejor ser pobre en tu aldea? Ya lo creo. Lo mejor hubiera sido no haber venido nunca ac... Djalo en paz, Iosif, dijo Ana, mirndolo con desprecio. Son cosas que le dan cada tanto... no se da cuenta de lo que dice... Pretende que est harto de la buena vida... Quiere ir a emborracharse en la taberna de Lunca con todos esos ociosos! En cuanto a la compra, ya reflexionaremos... dejemos un poco a ver como van las cosas... Si alguien no lo compra antes que nosotros..., porque el negocio es muy bueno... No tenemos nada que reflexionar, dijo Mihai levantndose como si estuviera a punto de lanzarse contra ellos. Volveremos a nuestra casa a Lunca. Desde ese da ya no pens ms que en el regreso. El fin de la guerra se acercaba. Se supo que los alemanes haban pedido la paz a los franceses y a los ingleses. Fue entonces cuando estall la revolucin en Hungra... Mihai se fue a Szolnok para sacar su dinero del banco. La ciudad estaba casi desierta, los negocios saqueados, las calles sucias, las gentes haraposas y asustadas. Cuando vio el edificio del banco se le hel el corazn: estaba perforado de balas, con los vidrios rotos, con las maderas de las ventanas destrozadas. En lugar del gordo director, con su barba blanca y sedosa, Mihai encontr a un hombre flaco, tembloroso y aburrido, el cual, despus de mirar y considerar con desprecio la libreta, le dijo que en seguida le traera todo el dinero. Disclpenos, dijo Mihai inclinndose, nosotros no somos de aqu, tenemos que volver a nuestra tierra... Y qu... Que quisiera que usted me devolviera las piezas de oro que yo he depositado... El hombre del banco daba la impresin de que iba a estallar de tanto rer. De sus ojos descoloridos; corran lgrimas, golpebase las manos, y se inclinaba sobre el escritorio, como un gusano. Desde el tiempo de su Majestad Francisco Jos, no haba odo un chiste semejante... Oro?... Oro?... Le voy a dar, seor Mot, dos bolsas de billetes, con ellos podr encender su pipa hasta el da de su muerte, venga... Mihai lo sigui sin comprender nada. Recin cuando mir ante l un volcn de billetes de banco, de esos que no tenan ya ningn valor, se dio cuenta de lo que haba sucedido. Se lanz contra aquel hombrecito alegre que estaba frente a l, quiso estrangularlo, llor, estuvo a punto de arrodillarse. El otro se sinti apiadado:

Y bien, amigo, usted no lo saba? Las grandes familias histricas, seor Mot, no tienen ni un centavo. Las tradiciones hngaras se han desmoronado. La conversin... la conversin... Yo estaba en la Pusta, no poda saberlo, gimi Mihai... en la Pusta! Vino la guerra... despus la revolucin ... pero yo no poda saber lo que pasaba, seor... querido seor... Hace diecisiete aos trabajo, penando, he sido sirviente... Lo siento sinceramente, pero no puedo hacer nada... Se vio en la calle con los fajos de billetes de banco bajo el brazo. Eran centenares de millones, con los cuales apenas hubiera podido comprar una vaca flaca. Entr en una taberna, se puso a beber y a medida que su cabeza se envolva en neblinas, sinti una paz mortal que lo anestesiaba. No supo cmo regres a su casa. Un hombre de la aldea lo recogi en el mercado y lo ech en una carreta. Durante todo el camino Mihai estuvo acostado de espaldas, mirando el cielo azul de primavera. Cuando Ana lo vio se asust. Lo tom por los brazos y lo transport a la casa. Mihai se dej acostar en la cama y mucho ms tarde apenas balbuce: Tendremos que regresar a nuestra tierra como salimos. No tenemos ni un centavo... Cmo? rugi Ana, precipitndose sobre l, pero Mihai se haba dormido. Desde aquel da empezaron a esconderse el uno del otro. Cuando Mihai regresaba a almorzar, Ana estaba en el fondo del patio. Por la noche, aqul dorma en el granero. En la casa las muchachas caminaban sin hacer ruido, como si hubiera un muerto en la habitacin. Durante la noche, se acostaban juntas en la misma cama y juntas lloraban por sus sueos desmoronados. Ana les oy y tomando una escoba de tras la puerta, precipitse sobre ellas, y las golpe hasta que no pudo ms, en seguida se emborrach con aguardiente. El capitn Bornemisza, que constitua para ellos su ltima esperanza, regres de Budapest y, en lugar de recompensar en alguna forma lo que ellos haban hecho, salvarle la fortuna, llam a Mihai y le dijo que hiciera sus maletas y se marchara. l tambin estaba arruinado, pobre como un ratn de iglesia y pensaba vender su hacienda a un industrial, y esperar la resurreccin del Dios de los hngaros... Habras hecho mejor quedndote en tu aldea, Mot... All han hecho ya la reforma agraria. Ayer mismo convers en el caf Pretzlel con el conde Szecheny de Satu Mare... Lleg a Budapest con slo lo que tena puesto... Ustedes, los rumanos, han sido ms inteligentes, porque si no tambin los hubieran quemado... Imagnate ... En Budapest me han tomado como rehn, si no... Que Dios acabe con todos ustedes!, grit Mihai con una voz aguda casi infantil. Y corri a lo largo de la orilla del Tisa, buscando un lugar donde ahogarse. Mis hijos ya son grandes y podrn ganarse el pan, pens. Fue all que lo encontr Ana. Se sent a su lado con el mentn apoyado en las rodillas. Sin verle los ojos, hablaba como si se dirigiera al agua. Oye Mihai, lo que se perdi se perdi para siempre ... Tenemos tres vacas, seis cerdos bien gordos, muebles ... Venderemos todo eso y compraremos la tierra que podemos obtener... No te amargues ms... Todava, gracias a Dios, nos quedan fuerzas... En enero de 1920 regresaron a su aldea, a su antigua casa. Las muchachas lloraron cuando iban dejando tras de ellas el Tisa, de ondas menudas, la Pusta, la casa donde haban crecido, el patio desierto con su verja que brillaba en la luz cruda del sol fro, el castillo medio destruido por los obuses, de donde los sirvientes sacaban los muebles y las pertenencias del capitn Bornemisza. En Arad vendieron su ganado y los muebles innecesarios y as reunieron algn dinero. Mihai no demostraba ninguna alegra al regresar a su aldea y su corazn no se conmovi cuando mir la torre de la iglesia alzarse entre los viejos castaos. Pasaron en la carreta por el camino, seguidos por las miradas curiosas de los aldeanos, que ya no los reconocan, y se dirigieron hacia la orilla del Tisa. Cuando divisaron su antigua casa, abandonada, con sus

ventanas cubiertas de planchas de madera podrida, con el techo destruido por las lluvias, las nieves y los calores trridos, con los cercados en los que haban crecido hierbas altas, Emilia escondi su cara entre las manos y se ech a llorar a gritos. Ana le dio una sonora bofetada. No es una vergenza que yo y tu padre trabajemos como trabajamos para que t ests as llorando? Deja de llorar! Con el poco dinero que obtuvieron compraron un lote de cuatro arpantes de tierra a un gitano, Creitzar, que lo haba recibido por la antigua ley de reforma agraria, de antiguo dominio del archiduque.... El gitano haba regresado del frente del Piave, un poco trastornado, caminaba siempre dando rdenes y lanzando palabrotas en alemn. Mihai, aconsejado por Ana, se dirigi a las autoridades para que le dieran otros cuatro arpantes de tierra de la propiedad del conde, como indemnizacin por Todor, su hijo, que haba muerto en la guerra. Pero las tierras de ese dominio que no haban sido repartidas, unos cuatrocientos arpantes, haban sido adquiridos por el barn Romulus Popp de Zerind, para sustraerlos a la iglesia catlica, que quiso apropirselos. Con el dinero que les qued, Ana y Mihai repararon la casa. El carpintero de la aldea, que era un poco pariente de ellos, no les cobr mucho. Se sentan con todo un poco extranjeros en aquella aldea. Sus conocidos haban muerto desde haca tiempo. A Miklos lo sacaron un da de invierno, helado, del lecho del ro. Ana no se quejaba de nada. Pint la casa de azul, limpi el patio arrancando la maleza, ar la tierra en el huerto, sac las malas hierbas y plant legumbres, y hasta consigui tener algunas aves. Mihai, en cambio, se haba vuelto perezoso. No quera hacer nada y cuando emprenda algn trabajo pasaba en l horas enteras sin terminarlo. Tampoco quera salir a trabajar al campo, con el pretexto de que senta dolores en el corazn. A Dumitru, un hermano menor de Mihai, Ana hizo creer que no haban regresado de Hungra enteramente pobres, como decan en la aldea, pero que no podan vender los tesoros que de all haban trado, sacados de la casa del conde durante la revolucin. Dumitru era un buen hombre, que nunca haba tenido mucha suerte. Su mujer haba muerto tuberculosa, unos seis meses antes y le haba dejado un nio de dos aos, Mitru. Vivan en la misma callejuela que Ana, en una vieja y destartalada casucha, cerca del barrio de los gitanos. Ana le aconsej mudarse con ellos para que la criatura estuviera mejor cuidada. Pero todo eso esconda la intencin de que Dumitru la ayudara en los trabajos, porque Mihai segua sin querer ocuparse de nada. Languideca horas enteras sentado en un banco del jardn, debajo de un manzano, con una biblia en las manos, sin leerla, contemplando indolente el curso del ro, las nubes o la cresta azul verdosa del horizonte, y los ltimos rboles de aquel bosque secular de antao. As pasaba, sin darse cuenta del tiempo, hasta que algn dolor en el pecho le atravesaba como un pual y las lgrimas brotaban de sus ojos. Ana soport todo durante un tiempo, despus empez a hacerle reproches severos. Mihai la miraba con sus ojos verdes, ahora descoloridos, y le contestaba algn desvaro: No me perturbes... lloro con mi corazn a Todor, que ya no est entre vivos, sino junto al Seor... Asustada, Ana lo dejaba tranquilo. Fue una suerte para ella encontrar a Dumitru, que era un hombre bueno, que nunca protestaba por nada, aunque trabajaba de la maana a la noche gratuitamente, en espera de una recompensa. Ana tena tantos quebraderos de cabeza: Emilia segua estudiando en la Escuela Normal, y slo le faltaban tres aos para poder trabajar como maestra de escuela. Anutza se haba empleado en las oficinas del ferrocarril y esperaba poderse comprar con su salario lo necesario para su boda. Pavel estaba inscrito en el liceo comercial, en el primer curso. Emilia estudiaba bien y dos veces por mes le escriba, contndole de las alabanzas que hacan de ella los profesores, predicindole un bello porvenir. Pero a Pavel la escuela no le gustaba. Ana iba todos los meses a ver al director, que repeta siempre los mismos informes:

No es un muchacho tonto... Es ms bien inteligente... Pero no se lo que tiene... Toda la escuela junta no me da tanto trabajo como su hijo... Hblele usted, hgale ver cuntos sacrificios le cuesta hacer de l un hombre, tal vez a usted la escuche... Si no... yo no podr soportarlo en mi escuela. Ana callaba, apretaba los dientes y pensaba: "Dios te castigue a ti... lo que sucede es que no quieres que los muchachos pobres estudien en tu escuela..." Slo se senta feliz cuando Pavel volva a la casa para las vacaciones. Entonces no saba como agasajarlo, le haca todos los gustos y no lo sermoneaba ni siquiera cuando lo sorprenda fumando. "No vale la pena, pensaba, todos los hombres fuman". A veces recordaba tambin a Todor y pagaba unas misas al cura Pinteriu para que su hijo reposara en paz en aquellas lejanas tierras. Trataba de evocar su imagen, pero en sus ojos slo se dibujaba la figura de un nio pequeo, taciturno, callado, que no haba siquiera tomado gusto a la vida. Hubiera deseado saber que estaba por lo menos enterrado en el cementerio de la aldea donde reposaban sus familiares. Emilia estaba ya en el ltimo ao de la Escuela Normal, cuando durante las vacaciones de Pascua, Ana oy de pronto una noche los estertores de Mihai que se debata en el sueo. Se levant, recogiendo sus cabellos grises, tanteando en la oscuridad en busca de su pauelo. Ana..., gema Mihai .. no s lo que me pasa... Te torturas con tantos pensamientos..., murmur ella... Aprtalos. Ya ves... vamos viviendo nosotros tambin... Para qu..., murmur l. Un sudor fro lo cubri de pronto. Trat de incorporarse, sin conseguirlo. Ana, dijo avergonzado, quisiera ir al retrete... pero no puedo... Espera, dijo Ana y se visti rpidamente. Prendi la lmpara, con el cuidado de bajarle la mecha, para que Pavel y las muchachas que dorman en la otra habitacin, no se despertaran. Anutza tambin haba vuelto de vacaciones ese mismo da. Apyate en m... Eres fuerte como un hombre, Ana... Salieron fuera, vacilantes. Mihai mir en su rededor, despus hacia lo alto. En el cielo una luna redonda corra entre las nubes. Temblando dijo: Volvamos a la casa, entremos, tengo mucho fro... S, est un poco fresco... vamos... Quisiera fumar un cigarrillo... Ella se esforzaba por sostenerlo. Era pesado, como la arcilla. Lo acost sobre el lecho, luego le alcanz la caja de tabaco y el papel de cigarrillos. Los dedos de Mihai temblaban. No pudo armar el pitillo. Djame que yo te lo haga, dijo ella. Derramas el tabaco y es caro. Le alcanz el cigarrillo ya hecho, pero Mihai ya no responda. Respiraba penosamente. Trat de decir algo, articulando algunas palabras. Ana, para que demonios hemos penado... nosotros ... tanto... Se empa su mirada. Un como cartlago helado se extendi sobre su corazn y qued inmvil. Ana le cerr los ojos. Encendi un cirio, lo coloc entre sus dedos, que empezaban a enfriarse. Se calz las botas, corri a buscar a Dumitru y juntos, esa misma noche, lo lavaron, le cortaron la barba, le pusieron un traje nuevo, y encendieron dos grandes cirios adornados con cinta azul, que haban guardado desde el bautismo de Pavel. Cuando todo estuvo listo, pas a la pieza vecina y despert a sus hijas: Levntense, Ana y Emilia, su padre ha muerto...

GEORGE CLINESCU Un desconocidoQu sentimientos experimentaba el seor Nicu Electoru cuando, sentado en el cabriolet al lado del Profesor Adam Celareanu, haca chasquear el ltigo sobre el anca de dos caballos blancos tirando del coche que se deslizaba sobre la ruta, bajo una luna llena, enorme y roja, como un plato de cobre recin retirado de las brasas? El Profesor Adam Celareanu, al contrario de su compaero de ruta, pareca encantado con el espectculo de aquella noche de luna, que contemplaba ensimismado y que sin duda habra puesto en peligro el equilibrio del cabriolet, si fuera l el conductor. Aunque en gira electoral y apasionadamente preocupado por los problemas polticos, amaba la naturaleza y se emocionaba con lo bello y lo sublime. Su mmica expresaba todos los matices de esa admiracin. Su mirada se tornaba a veces hacia el seor Nicu Electoru, en la esperanza de encontrar una afinidad con sus sentimientos. Pero el seor Nicu era impasible, no manifestaba ni entusiasmo ni reserva, ni alegra, ni tristeza, slo la atencin reposada en las riendas que manejaba con una sonrisa corts. De pronto, mientras el Profesor se planteaba la cuestin de averiguar si en los valles lunares crecera alguna vegetacin, como los sicmoros, los pinos o los nenfares, un brusco salto lo sac de su asiento. Y por poco vuelca el coche. El conductor le hizo observar respetuosamente que la ruta era muy quebrada y Adam Celareanu tuvo que volver de sus sueos. Por qu ser tan malo el camino? Nicu Electoru describi unos crculos en el aire con su ltigo fustigando los caballos, y dijo simplemente: Los campesinos rehsan hacer el trabajo gratis. Cada uno se va por su lado, buscando trabajo remunerado. Celareanu record un discurso pronunciado por un jefe del Partido Liberal, cuando anduvo en gira de propaganda por las cabezas departamentales, en vspera de las elecciones de 1907. Aquel personaje, con gesto grandioso, pasando sus dedos entre sus cabellos aleonados, que dejaba crecer imitando a Barbu Delavrancea1 exclamaba: Nos ocuparemos, antes que nada, de las vas de comunicacin, factor esencial del desarrollo de la economa nacional y del bienestar del pueblo rumano. El petrleo y los cereales, esos dos importantes productos de Rumania, para ser transportados necesitan caminos, vas frreas, puertos. Atravesaremos la Rumania entera con rutas ms perdurables que la Va Apia. Los campesinos perdidos en el fondo inexplorado de las montaas, podrn venir a las ciudades para vender sus productos. Centenares de miles de brazos, hoy sin empleo, encontrarn trabajo, y as los campesinos, esa clase tan castigada, podrn ganar su existencia honestamente y reconstruir sus hogares. Despus de esa tirada inspirada, el orador bebi un trago en su gran vaso de agua, lanzando una mirada de satisfaccin al frente y a los costados, como si realmente se encontrara en el cruce de dos rutas monumentales, recientemente pavimentadas. Poco tiempo despus lleg un hombre de Estado, miembro del Partido Conservador, quien con la misma vehemencia que el primero, agitando sus bigotes, que segn la moda de aquellos tiempos le crecan como dos tirabuzones bajo la nariz, divulg cosas terribles. Desde lo alto de esta tribuna, yo le pregunto al seor Sturza qu han hecho los liberales para establecer una relacin estable entre los campesinos y las ciudades, entre Rumania y los1

Escritor clsico rumano, autor de cuentos y dramas.

mercados extranjeros, que adquieren nuestros productos, qu han hecho para utilizar la mano de obra de nuestro pas. Yo me permito plantear este interrogante... El orador call un instante, como si la respuesta pudiera caer del cielo, y como no llegara, continu: Los liberales hacen una pura demagogia, prometiendo montes y maravillas. Quieren hacernos pasar a nosotros, a la clase que protege las tradiciones y los tesoros de nuestra nacin, como causantes de los infortunios de los campesinos. Con su concepcin simplista, los campesinos vern caer del cielo el man celeste, el da en que las propiedades de los boyardos se les repartan. Personalmente acepto esta solucin, si el mismo Partido Liberal, en el seno del cual figuran tantos grandes terratenientes, cuyos nombres por discrecin no quiero divulgar, lo acepta. (Vivos aplausos. Se grita: Sturza, Bratiano!). En realidad, seores, debo decirles una verdad: no existe bastante tierra laborable para contentar a todo el mundo, por lo tanto, fatalmente, la prosperidad del pas debe estar en manos de una clase restringida e histrica, que posee los medios de realizar en forma moderna su explotacin. Decidme si un campesino puede permitirse comprar una segadora mecnica, una 'Victoria Drill'... Esta ltima frase produjo un efecto indescriptible en la sala llena de terratenientes y de fuertes granjeros... Ante ese argumento irresistible aplaudieron largamente con sus dedos regordetes, llenos de anillos de oro. A mi entender, continu el orador, retorciendo las puntas de sus bigotes, la solucin reside en el empleo de la mano de obra en las canteras de la construccin nacional. Necesitamos instalaciones portuarias, silos, puentes, vas frreas, rutas... Qu se ha hecho para todo esto y cmo se ha hecho?... Apenas conseguimos liberarnos de las concesiones extranjeras que gravaban ferrocarriles y pensamos en someter de nuevo nuestros recursos nacionales al capital extranjero... Adam Celareanu, que haba escuchado los discursos citados, admita las verdades expresadas por cada orador, consideradas parcialmente parecan indiscutibles, pero que senta viciadas por un sofisma esencial, que no alcanzaba a descifrar. Esos bellos discursos tenan slo un efecto de gran desfile, y terminaban siempre en el mismo restaurante con un banquete en que se serva champagne Pommery de Rheims, y para alentar la industria nacional, vino Rhein seco de Azuga. Se realizaban al mismo tiempo algunas demostraciones prcticas. Los liberales desparramaban canto rodado a lo largo del camino departamental y hacan pasar sobre l una aplanadora. En nombre del Partido Conservador, el ms grande propietario local, cuyo dominio cubra dos aldeas enteras, ofreca un espectculo a su costa, haciendo reparar la ruta comunal, con hombres que l pagaba y recubrindola a su vez de montculos de piedrn. Cuando las elecciones terminaban, las cosas quedaban as. Era una ruta electoral como sta la que hizo saltar de su asiento en el cabriolet al seor Nicu Electoru. Los dos viajeros atravesaron las aldeas de Mireasa, Gavana, Bivoli, Birca, anunciadas en voz baja por el seor Nicu, a la luz de ese crepsculo lunar, cruzando por entre cortinas de acacias. Las chozas miserables de las aldeas, apenas se destacaban sobre el fondo sombro de los campos. Contagiado por la melancola del ambiente, las meditaciones del Profesor Adam Celareanu se vieron bruscamente interrumpidas cuando, al asomar a la aldea casi invisible de Plosca, un clamor catico se elev como un concierto lgubre de ladridos de perros. Qu sucede?... pregunt Celareanu, en mi vida o ladrar tantos perros juntos... Y bien, explic simplemente el seor Nicu Electoru. Esta aldea fue incendiada y est hoy casi desierta. Sus habitantes fueron en gran parte fusilados, cuando la rebelin del ao pasado (1907), otros huyeron fuera por temor o por falta de tierra. Los perros que han quedado ac, allan a su gusto en los patios vacos y se alimentan a la buena de Dios. En la aldea de Ghebosi, un espectculo ferico lo sac de sus meditaciones. Bajo el claro de luna, en una vasta extensin del paisaje, a un lado y otro de la ruta, se formaban pantanos

en una ordenacin ingeniosa, que pareca creada por un arquitecto hidrulico. El Profesor, lleno de entusiasmo, pens en los ms clebres trabajos de ingeniera hidrulica. El gran pantano estaba formado por una infinidad de pequeos charcos circulares alrededor de los que crecan hierbas, que parecan juncos. Reflejada en esos innumerables lagos redondos, la luna se multiplicaba milagrosamente en decenas de planetas. De cerca y de lejos se oa el croar de las ranas, cuyos sonidos de flauta se mezclaban al canto de las cigarras, formando un delicioso concierto, muy del agrado de Adam Celareanu. Ignoraba que existieran estos parajes... un estanque... casi un parque... segn lo que veo... ser un dominio?... No, replic el seor Electoru, cuando la sublevacin del ao pasado, la resistencia fue aqu particularmente encarnizada, y la artillera, para destruir las chozas, labr tan profundamente la tierra con los obuses, que cav en ellas estos enormes huecos... ms tarde las lluvias los anegaron... Adam Celareanu tembl como si un hielo glacial lo hubiera alcanzado. Cuando pudo recuperar su equilibrio interior, se ech a reflexionar de esta manera: Gastamos una energa extraordinaria para destruir los monumentos y exterminar a los hombres, el arte del ingeniero se emplea para fabricar caones, logramos milagros de organizacin para alimentar ejrcitos de combate, y no podemos, sin embargo, pavimentar una ruta ni alimentar una poblacin apacible. En la estructura social debe existir un vicio que hay que descubrir y remediar. Al llegar a la aldea de Cruntzi, detuvieron al cabriolet frente a una taberna para dar un respiro a los caballos. A pesar de ser da de trabajo, un gran nmero de hombres, a los cuales era difcil calcularles la edad, dado que todos llevaban barbas hirsutas en sus caras extenuadas, y miradas apagadas, ocupaban las mesas, llenas de pequeas copas. Entre ellos se hallaba una mujer que tena en los brazos una criatura, a la que, para calmarla, le daba de tanto en tanto pequeos sorbos de tzuica. A la luz vacilante del fuego que arda frente a la puerta, el grupo pareca animado de una alegra extraa, vecina al sarcasmo. Adam Celareanu les dio las buenas noches y tom asiento cerca de ellos durante unos instantes. Cuando, con toda discrecin pregunt a la mujer si no crea que su hijito lloraba de hambre, un campesino le respondi en lugar de la madre: Con qu podr alimentarlo ella, mi buen seor? No tiene leche y por cierto que por aqu no hay ni buen pan, ni bizcochos. Aqu no hay ms que aguardiente. Adam Celareanu le sugiri que con el dinero que gastaban en alcohol podan comprar otro alimento ms apropiado. Adivinando su pensamiento, los campesinos se pusieron a informarle ms a fondo. Vea usted, seor, nosotros no tenemos un solo centavo en la bolsa. Bebemos tzuica porque nos la dan al crdito y la pagamos con nuestro trabajo, y de este modo engaamos el hambre. Segn estos hombres la taberna perteneca al seor del lugar que la alquilaba al cabaretero, quien a su vez pagaba el alquiler con el trabajo de esos clientes que tomaban aguardiente al crdito. Uno de ellos, el ms joven, plantndose su bonete sobre los ojos, se puso a recitar un estribillo que defina cual era la situacin alimenticia en aquella aldea de Cruntzi: Vamos bajo un cielo... a vender el carro y los bueyes sembremos en el bosque... uvas secas y repollos.

En ese momento, al claror de la luna avivado por el reflejo de las llamas, apareci una figura extravagante. Una vieja mujer que vesta una falda atada a la cintura con una tira de cuero y cuyos cabellos blancos, hirsutos y desatados, eran cortos para una mujer. Algo as como el rey Lear, la cual se puso a golpear el suelo con sus pies, ejecutando ella sola una sirba y profiriendo gritos agudos: Hi, hi, hi, hi, Hi, hi, hi, hi! Danzando con indecencia demonaca, aproximse al pozo, cuyo brocal de troncos era muy bajo, y cuyo balancn mantena suspendido sobre su cabeza, igual que una cuerda de horca, el gancho al final del cual estaba atado el balde. Escucha, grit un viejo... cuidado, no se vaya a caer de nuevo al pozo... Si cayera, observ la mujer que daba de beber tzuica a la criatura, tanto mejor para ella... Es una loca?, pregunt Celareanu. Tiene pelagra, seor, respondi su vecino de mesa. Adam Celareanu repas en la memoria otros puntos sobre los cuales haban insistido de manera idntica, en sus discursos electorales, el corifeo de la melena hirsuta y su adversario conservador, el hombre con los bigotes a lo Cyrano de Bergerac: La salud de la clase campesina es un problema que examinaremos con todo el cuidado que merece. La miseria fisiolgica de los aldeanos debe ser combatida con una alimentacin abundante y racional. Por medio de los bancos populares, levantaremos el nivel de vida de las aldeas, poniendo a disposicin de los campesinos los crditos que necesiten para cultivar sus tierras de modo ms cientfico y abundar as sus ingresos. No nos detendremos ante ningn sacrificio... etc Al llegar a Scoarta, los dos viajeros se vieron obligados a detenerse de nuevo, para apretar una de las ruedas del carruaje, que se haba aflojado. Mientras se haca el trabajo, Adam Celareanu penetr en aquella casa campesina a la que las paredes exteriores, blanqueadas con cal, le daban un aspecto cuidado. Al entrar, lo golpeo el insoportable olor que se senta en la habitacin, demasiado reducida para el nmero de personas que vivan en ella. No contena ms que una tabla ladera recubierta de manojos de juncos colocados a lo largo del muro de cada lado de la chimenea. Sobre el armazn de la cama estaba acostado un viejo y su mujer, un hijo y la nuera, otro hijo ms joven, la hijita de la joven pareja y un muchachito. Una lmpara de petrleo, colocada sobre una pequea mesa, alumbraba esta especie de asilo nocturno. Cuando Celareanu penetr en la habitacin, conducido por un hombre de cierta edad, otro de los hijos del viejo que dorma en el granero, el anciano y el hijo casado, se incorporaron al borde de la cama, posando en tierra sus pies desnudos, que con timidez encogan y extendan separando los dedos. Celareanu se sent sobre un banco. Fue entonces cuando escuch un dbil gemido y vio que el muchacho rodaba la cabeza de un lado y de otro, como afiebrado. Qu tiene el nio?, pregunt. Seor respondi la madre, junto a la cual estaba acostada la criatura, tiene fiebre, con temblores cuando llega la noche, y languidece as todo el da. Hace dos aos que est as. Se pone peor en otoo, en invierno parece mejorar un poco. No lo hizo ver por un mdico? No hay aqu un mdico comunal? S, hay uno, del lado de Moara-Saraca, dijo el padre del chico, interviniendo en la conversacin. Pero no pasa nunca por ac. No tendra mucho que ganar con gente tan pobre como nosotros. Antes de las elecciones lleg un seor, un diputado, que deca ser mdico.

Anduvo de casa en casa, cuando vio a nuestro chico nos dijo que tena la fiebre de los pantanos. Hasta nos dio unos pesos para comprar medicinas. La vieja intervino: Como poda ser fiebre de pantanos, si por aqu no hay pantanos. El padre del chico, con un poco ms de respeto por la ciencia, no le dio la razn a la vieja. No compramos los medicamentos. No tenamos el dinero necesario ni los medios para ir hasta la ciudad, Adems, el diputado nos dijo que los remedios no tendran ningn efecto, ningn resultado, si el chico no estaba bien alimentado. Nos aconsej a todos que comiramos carne y pan blanco... y al decir esto ri con amargura. La gente de por aqu slo comemos un hervido de maz, seor. Algunas veces maz cocido bajo la ceniza, otras, un poco de verdura, segn la estacin. En cuanto a la carne, no la hemos probado desde el da de nuestro casamiento. No s lo que puede tener, aadi la madre, completando la frase de su marido. Tiene siempre el vientre hinchado y algo que se le retuerce por dentro, como si tuviera serpientes en todo el cuerpecito. Dios quiera que no sea eso. Baja, pequeo, para que el seor te vea... la madre empujando la carpeta que le serva de frazada, baj de la cama y al hacerlo se vio que estaba encinta. Hizo descender al chico y con un movimiento brusco le arranc la camisa de tela gruesa, toda remendada y demasiado corta para l. Ante este espectculo, Adam Celareanu se sinti profundamente emocionado. El chico tena los brazos y las piernas descarnadas, flacas como palillos, el pecho revelaba de una manera brutal la caja torcica, unos grandes ojos negros que miraban espantados, los labios cenizos, slo su vientre era redondo e inflado como un odre. Deben darle quinina, les aconsej Adam Celareanu. Yo se la enviar de la ciudad. Ser usted tambin diputado?, pregunt la madre. Celareanu, intimidado por lo que pareca una irona hacia l, respondi evasivamente. No, es decir s, tal vez.. El viejo, que hasta entonces, como reflexionando, mova y apartaba los dedos de los pies, escupi en el suelo y expres su opinin: Para qu darle quinina, de qu le servira quinina... nosotros sabemos bien de donde viene su mal... hay otros remedios para eso... Cuntale al seor, como sucedi, le dijo la vieja como alentndolo... Bueno, sigui el viejo, le voy a contar... hay gentes muy malas en este mundo... Tenemos un vecino que junt unos pesos, haciendo acarreos, yendo de un lado a otro por el pas, aprendi a cocer ladrillos. Fabric un horno para cocer sus propios ladrillos y se puso a construir una casa de ladrillos como en la ciudad. Era su mujer quien lo instaba a hacerlo as... adujo la madre del nio. Ya lo creo, admiti el viejo. Usted sabe que las casas de ladrillo son malsanas. Las casas deben ser hechas con adobe, mezclando estircol de vaca con tierra, para dar calor. Los ladrillos son muy pesados para la tierra. Cuando el vecino estaba haciendo su casa, la mezcla no cuajaba y se desmoronaba. Y sabe lo que se le ocurri a ese mal hombre, conquistar a nuestro pequeo Tilica, y por un pedazo de pan lo haca quedarse frente al muro en pleno sol, hasta que consigui enmurar su sombra. Desde entonces nuestro muchachito va de mal en peor y se comprende, porque le ahog el alma. Ante esta obtusa y nefasta supersticin, Adam Celareanu crey intil replicar. Adems, en ese momento, Nicu Electoru le invitaba a subir al cabriolet. Celareanu record que los oradores, tanto conservadores como liberales, en vsperas de elecciones hacan cuestin de honor el prometer ms cultura para las aldeas, por medio de escuelas, de bibliotecas populares, de conferencias "para que el pueblo rumano, liberado del oscurantismo, pueda marchar por la vida luminosa de la civilizacin".

Es el momento de explicar como Adam Celareanu efectuaba aquel viaje en cabriolet al lado del seor Nicu Electoru. Despus de haber hecho estudios en el extranjero, Celareanu fue nombrado profesor de ciencias en un liceo de provincia. Su padre tambin haba sido profesor. Por lo tanto sin ningn lazo con la vida campesina. En cuanto a su nombre, Celareanu, provena de Celarean, por una modificacin que trataba de distinguirlo de los muchos miembros de su numerosa familia que habitaba la ciudad. Cuando se produjo la sublevacin de 1907, Celareanu tena casi cuarenta aos. Era un hombre honesto, soltero, que haba vivido siempre slo con sus libros, y el acontecimiento lo sorprendi. Habituado al mtodo exacto de las ciencias, hizo su propia encuesta sobre la situacin, sin dejarse influenciar por consideraciones ni opiniones interesadas. Sus conclusiones fueron aterradoras. Segn su juicio, all donde la inmensa mayora de la poblacin productiva viva en terrible miseria, sin ninguna posibilidad de hacerse escuchar, el pas iba a la catstrofe. No disponiendo de una suficiente documentacin poltica, lleg a dos conclusiones sacadas de la naturaleza misma de los hechos. Primero: que en lugar de apuntar caones sobre los campesinos, lo ms natural era dejarlos expresarse libremente y decidir de la organizacin de Estado, es decir darles el voto universal. Y en segundo lugar, el problema agrario. Cualquiera que fuera la solucin, la desigualdad de fortunas en favor de un puado de grandes terratenientes, le pareci muy precaria. Era preciso que la tierra perteneciera a los campesinos. En resumen, su programa mnimo era: otorgar a los campesinos el derecho de expresarse libremente y darles la propiedad de la tierra. Celareanu constat que otros intelectuales pensaban como l y afirm su fe en sus conclusiones. En una conferencia pblica, que se realiz en su ciudad natal, Celareanu tuvo un suceso inesperado. Se revel orador. Apartndose de la sentimentalidad elocuente de moda en la poca, habl basndose en datos precisos. Present una imagen perturbadora de la situacin. Le pidieron que repitiera su conferencia; cosa extraa, la sala estaba llena por terratenientes y granjeros. Siempre los mismos, que escuchaban, sin mucho entusiasmo, unos incrdulos y otros preocupados, pero que aplaudan todos con una sonrisa untuosa entre los labios, a fin de estar a diapasn con el resto de la sala. Celareanu public varios artculos en un diario democrtico independiente de la capital. No sin constatar, con cierta extraeza, que se supriman cuidadosamente en ellos, las alusiones a los hombres polticos ms hostiles a la idea de la reforma. Los jefes de las dos organizaciones polticas de su ciudad natal le hicieron algunas proposiciones. Indeciso, Celareanu parti para Bucarest y solicit audiencia a un personaje que pasaba por ser un lder socialista. Este socialista, cuyo valet usaba un chaleco gris rayado, posea una mansin en la calle Polona, que era una verdadera capilla, dado el nmero excesivo de iconos, de veladores y de incensarios colgados de los muros, encima de divanes cubiertos de tapices de karamanie y de Rumania. Un estetismo eclectivo y pesado caracterizaba el interior de la residencia de este demcrata. Cuando Celareanu pas al escritorio, se encontr en presencia de un hombre pequeo, delgaducho y rubio, con cabellos y barbas muy ondulados, en apariencia naturales, de tez delicada y mejillas rosadas. Vesta con rebuscamiento. Enarbolaba una enorme corbata de plastrn, pinchada con un alfiler que luca trbol de perlas, corbata que cubra todo el espacio que dejaba libre su chaleco. Las manos del demcrata eran pequeas y plidas, con largas uas, ligeramente amarillentas. Pareca este hombre una flor de invernadero cultivada a temperatura de calorfero. Fue sobre todo su manera de hablar, con la punta de los labios, arrastrando las erres, lo que ms desorient a Celareanu. Tena la impresin de que en una asamblea de masas, la voz de ese plido demcrata deba zumbar como el vuelo de una mosca. En realidad no encontr ningn nexo entre la clase trabajadora y este presunto socialista, a quien se imaginaba agonizando por una gota de grasa que un mecnico hubiera dejado caer por error

en su corbata. En verdad, el tal demcrata era un aristcrata decadente, propietario de un vasto dominio, que constitua la dote de su mujer. A pesar de su afectacin, este antiguo jefe del Partido Socialista, que se haba separado del partido y formaba grupo aparte, habl a Celareanu de una manera simple y afable. Dijo que por el momento la lucha por la causa del socialismo pareca imposible. En espera de una coyuntura favorable, los viejos partidos manejaban la situacin, y slo dentro de sus moldes un demcrata poda abrirse camino y hacerse escuchar. Si hubiera que elegir entre los dos partidos, estaba convencido que el programa del Partido Conservador, aun de aquel que haba surgido de la ruptura de Take Ionescu en 1907, no poda tener ninguna popularidad. En cuanto al Partido Liberal, cuyo jefe Sturza, enfermo y desacreditado, sera inevitablemente reemplazado, y se vera obligado por la fuerza de los acontecimientos a sostener nuevas ideas. Sincero o no, este partido poda ofrecer a un hombre con ideas avanzadas una plataforma provisoria. El ex socialista de barba rizada consider intil llamar la atencin al Profesor sobre los obstculos que la tirana del jefe del partido habra opuesto a toda veleidad de cisma. Celareanu tuvo la debilidad de dejarse convencer, y cuando un representante del Partido Liberal le propuso lanzar su candidatura en el tercer colegio electoral, en una eleccin parcial, para un acta de diputado, que haba quedado vacante por un deceso, en la eleccin que iba a realizarse en noviembre de 1908, Celareanu acept, creyendo que desde lo alto de la tribuna parlamentaria poda dirigirse al pas entero. As fue entregado en seguida a la vigilancia de Nicu Electoru. ste tuvo por misin de asegurar la popularidad del nuevo candidato, en el departamento en que se realizaran las elecciones, que no era el departamento natal de Celareanu, y deba poner, adems, a su disposicin todos los medios materiales que pudieran ser tiles para su campaa electoral. En lo que se refiere a Nicu Electoru, el estado civil de este personaje era de lo ms oscuro. Efectivamente se llamaba Nicu, nombre al que se agreg un otro, ignorado por sus conciudadanos, que lo llamaban Nicu Electoru, a causa de su funcin esencial, que era la de asegurar la eleccin de los candidatos de ambos partidos, liberales o conservadores, segn fuera el caso. Los diarios polticos lo nombraban humorsticamente: seor Maternicu, haciendo alusin a sus incontestables dones diplomticos. Su primera profesin parece haber sido de abogado, sin ttulo. Nadie lo oy nunca defender un pleito, aunque una numerosa clientela franqueaba el umbral de su casa. Probablemente, el seor Nicu era un hombre de muchas relaciones y gozaba de una autoridad excepcional, resolviendo todo proceso en forma directa, hablaba con los jueces y entregaba los asuntos por un porcentaje a abogados de menor importancia. Para dar una idea de la autoridad del seor Nicu bastar decir que un da el tren expreso lo esper una hora y media en la estacin, porque el Elector deba llevar importantes novedades a su jefe en Bucarest. Nicu poda entrar a todas partes y a cualquier hora, no slo en su distrito, sino en Bucarest, con los ministros y los jefes polticos de todos los partidos. El Primer Ministro, cuando l anunciaba su visita, no se permita hacer esperar a un personaje tan delicado. Y lo reciba sin ms tardanza. Pero Nicu Electoru no se envaneca por estas muestras de consideracin, se conservaba modesto, reservado, corts, y saludaba siempre con su eterno "Mis respetos", pronunciado sin servilismo. En Pociovalistea, Nicu Electoru, Adam Celareanu y el alcalde se dirigieron al centro de la ciudad, donde se encontraban las casas ms importantes. Una de stas daba directamente sobre la calle, y tena un cartel metlico en el que se poda leer "La Fraternidad - Banco popular". Frente a la escuela, una muchedumbre de campesinos, hombres y mujeres, casi todos de bastante edad y muy haraposos, se apretujaban gritando: Que nos dejen entrar, seor diputado! El alcalde grit de pronto con voz brutal y autoritaria:

Por qu se han juntado aqu tan temprano? No tienen nada que hacer? Vuelvan a sus ocupaciones... Un gendarme se lanz furioso contra la muchedumbre y empez a repartir golpes a un lado y otro, como si se tratara de una tropilla de bueyes. Las mujeres fueron las ms audaces. Vete al diablo, porquera, con qu derecho nos ests golpeando? Celareanu, que deseaba dirigir un discurso a los campesinos, qued muy sorprendido con la actitud del alcalde y le pidi una explicacin. Por qu no les permite entrar, seor alcalde? Yo he venido ac precisamente a hablar con ellos. El alcalde frunci las cejas y su boca tom su habitual gesto de desagrado, mientras que el seor Nicu Electoru, silencioso, se retorca