Download docx - Pero no digas nada

Transcript
Page 1: Pero no digas nada

Pero no digas nada…

Resulta realmente pestilente, por la historiada de detalles perifollos, de rollos y rollos, aquel zarajo de historietas que cuidadosamente entrelazadas no se tienen reservadas u ocultas: ‘…pero no digas nada’, te acabarán pidiendo. Se mantienen listas y preparadas para su cocción rápida mientras se buscan comensales a quienes les apetezca desenrollar el sarmiento. ¿Cuánto sabes tú de la trama, rufián o rufiana?, comiéndome yo también el pastel de la cábala: ‘…pues mira lo que dicen por ahí…’

El gusto que excita a quien lo origina. El atractivo que estimula a quien lo suscita. El antojo que florece a quien se inmiscuye en la noticia. Las primicias de los mentideros saltan como las chispas, puesto que inducen el roce entre dos materias hasta que brinca alguna que otra partícula luminosa o encendida, sobre todo de mugrienta carestía en términos de integridad u honestidad. Es la articulación de un primitivo y accesible periodismo oral que recaba, comparte y conserva chismorreos sin credibilidad. Por supuesto, remoto y distante de aquellos enclaves madrileños

que durante el siglo de oro servían para organizar coloquios, charlas y porfías: auténticos parlamentos para audiencias ensimismadas en aspirar a serlo. Su autenticidad o su falsedad no es el objeto de la conversación, ni en su razonamiento ni en su racionamiento: desproporciones a medida.

Hasta dónde pueda llegar tal ministerio, que sin ser testigos directos, se pierde el criterio para decidir si me lo creo o no. Advertido quedas que yo no digo ni lo uno ni lo otro; en realidad a mí me importa poco, menos que un colín. Aclarado por delante que son testimonios dejándose ver en aquellos espacios donde parece dar gusto ir a conversar, a rajar: ‘…pero no digas nada’, te acabarán pidiendo.

No es el sabio quien da consejos de forma espontánea, y si lo fuera por ello, será más bien porque se le requiere su manifestación, cuando se justifica acabar con tanto palabreo. Me imagino lo que podría transmitirme alguno de esos sabios mantenidos al margen de la cháchara y el cacareo. Haz caso omiso, o tus propios intestinos acabarán quedando como un zarajo artesano sin haberle podido dedicar el tiempo preciso a su cuidadoso lavado. Lo verás acompañado con un nivel de agrura inusual, como si hubiera estado acompañado de miles de rodajas de agria palabrería, estupendamente ácida.

Resulta realmente prodigioso, dedicarle tanto canto y tanto tiempo, hasta hacerlo cantilena, cuando toda la trova podría aclararse en tan solo unos instantes, o soplos directos entre tanto verso. Pregúntenme a mí si algo quieren saber, y si ese no es el fin, dejen de utilizar para ello el cafetín porque les importa un zarajo.

Les recomiendo, aunque soy consciente de que no implique sabiduría, váyanse a tomar por Madrid un café. Los alrededores del antiguo Convento de San Felipe el Real no sería un mal inicio, célebre por sus gradas o mentidero: “De donde salían las nuevas primero que los sucesos”.

Domingo, 22 de enero de 2017Félix Sánchez.

Un ciudadano más.