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39 www.utadeo.edu.co • Revista La Tadeo No. 67 - Primer Semestre 2002 • Bogotá, D.C. - Colombia Algunas notas relativas a la diversidad de la flora colombiana Estudio botánico por SANTIAGO DÍAZ PIEDRAHITA unque es imposible mencionar una cifra exacta, se calcula en 35.000 el número de especies de plantas que conforman la flora de Colombia; esa cifra es imposible de precisar por va- rios factores. Aparte de la dificultad al aplicar el concepto de especie, cabe citar la ausencia de una política oficial que de una parte favorezca la investi- gación, y de otra proteja el medio am- biente. Aunque el Estado no ha sido ajeno a tales problemas y a través de distintas entidades ha dado apoyo a la investigación, ésta no ha sido suficien- te y presenta un déficit que se refleja en el bajo número de monografías publicadas y en el lento avance del inventario taxonómico. El país estuvo poblado en el pasado por una in- mensa cubierta vegetal, muy variada en cuanto a com- posición y estructura; ésta capa vegetal presentaba un desarrollo máximo y llegó a cubrir la casi totalidad del territorio, tanto en las tierras bajas y cálidas del Pacífi- co, como en las llanuras de los valles interandinos, en la Orinoquia, en la Amazonia y en las faldas y cimas de las cordilleras. Por acción del hombre las áreas deforestadas han ido en aumento para convertirse en zonas de cultivo o en prados destinados a la ganade- ría; la deforestación avanza a un ritmo que supera las 200.000 hectáreas por año. Muchas áreas naturales, únicas en su género, han sido alteradas severamente por la ampliación de las fronteras agrícolas y por el incremento de los cultivos ilícitos. La destrucción de las formaciones vegetales siempre ha precedido al in- ventario de sus especies. En la actualidad el número de hectáreas convertidas en potreros se acerca a 30’000.000; hay cerca de 5’000.000 de hectáreas dedi- Begonia guaduensis. Lámina de la Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada.

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Algunas notasrelativas

a la diversidadde la flora colombiana

Estudio botánico

por SANTIAGO DÍAZ PIEDRAHITA

unque es imposible mencionar una

cifra exacta, se calcula en 35.000 el

número de especies de plantas que

conforman la flora de Colombia; esa

cifra es imposible de precisar por va-

rios factores. Aparte de la dificultad al

aplicar el concepto de especie, cabe

citar la ausencia de una política oficial

que de una parte favorezca la investi-

gación, y de otra proteja el medio am-

biente. Aunque el Estado no ha sido

ajeno a tales problemas y a través de

distintas entidades ha dado apoyo a la

investigación, ésta no ha sido suficien-

te y presenta un déficit que se refleja

en el bajo número de monografías publicadas y en el

lento avance del inventario taxonómico.

El país estuvo poblado en el pasado por una in-

mensa cubierta vegetal, muy variada en cuanto a com-

posición y estructura; ésta capa vegetal presentaba un

desarrollo máximo y llegó a cubrir la casi totalidad del

territorio, tanto en las tierras bajas y cálidas del Pacífi-

co, como en las llanuras de los valles interandinos, en

la Orinoquia, en la Amazonia y en las faldas y cimas

de las cordilleras. Por acción del hombre las áreas

deforestadas han ido en aumento para convertirse en

zonas de cultivo o en prados destinados a la ganade-

ría; la deforestación avanza a un ritmo que supera las

200.000 hectáreas por año. Muchas áreas naturales,

únicas en su género, han sido alteradas severamente

por la ampliación de las fronteras agrícolas y por el

incremento de los cultivos ilícitos. La destrucción de

las formaciones vegetales siempre ha precedido al in-

ventario de sus especies. En la actualidad el número

de hectáreas convertidas en potreros se acerca a

30’000.000; hay cerca de 5’000.000 de hectáreas dedi-

Begonia guaduensis.

Lámina de la

Expedición Botánica del

Nuevo Reino de Granada.

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cadas a diferentes cultivos y casi

7’000.000, por un manejo indebi-

do, han quedado reducidas a

rastrojos.

Nuestro país es uno de los

más ricos en cuanto a su diversi-

dad biológica, pero resulta uno

de los más pobres en relación

con el conocimiento de tales re-

cursos. No se trata de una afirma-

ción peyorativa ni mucho menos.

Sobran las circunstancias que hacen

difícil el estudio de la flora. Se trata de un

territorio enorme en extensión y diverso en

paisajes y regiones; muchas de esas regiones

presentan una topografía difícil de recorrer. La falta

de vías y las dificultades de acceso, así como la ausen-

cia de políticas estables y del necesario respaldo ofi-

cial para financiar las investigaciones, se reflejan en la

pobreza de los inventarios florísticos. A la carencia de

recursos y a la falta de estabilidad de los investigado-

res, que han sido las dificultades tradicionales, se su-

man en la actualidad los problemas de orden público

que impiden a los botánicos visitar muchas áreas. Aun-

que existe una tradición de casi tres siglos en el estu-

dio de la naturaleza, hay zonas que aún no han sido

visitadas por los naturalistas; de otra parte, las colec-

ciones científicas se han concentrado en la región

Andina. De las regiones del Pacífico y el Caribe se

tiene un conocimiento más que pobre, y la Amazonía

y la Orinoquía permanecen casi desconocidas.

Aunque existe en el país un buen número de

herbarios, no todos cuentan con una organización

apropiada y todos carecen de suficientes colecciones

de referencia. De otra parte, hacen falta especialistas

y muchas regiones no han sido exploradas desde el

punto de vista botánico. Preparar a un taxónomo toma

varios años y redactar una monografía dura otro tanto,

motivo por el cual seguimos en déficit en lo que a in-

ventario florístico se refiere; en contraste, destruir un

ecosistema toma meses o semanas y la mayoría de las

veces el daño ocasionado resulta irreversible. Por ello

jamás sabremos con exactitud cuántas especies llega-

ron a integrar la flora de Colombia.

El universo por estudiar es enorme. En un altísimo

porcentaje de nuestro territorio la vegetación natural

ha alcanzado la condición de clímax; esto significa que

ha logrado el máximo desarrollo biológico que se pue-

de alcanzar en forma espontánea, en un momento dado

y dentro de unas condiciones geográficas y climáticas

apropiadas. Por tal motivo en el país apenas se pre-

sentan ocho tipos de formaciones vegetales; algunas

de ellas, como el páramo o las selvas, alcanzaron en el

pasado una amplia distribución espacial. La mayoría

de las formaciones se distingue por su riqueza en es-

pecies, por la gran variedad de formas biológicas que

muestran y por la exuberancia de muchas de ellas. Ori-

ginalmente el país estaba cubierto en más de un 85%

por selvas y bosques y en cerca de un 15% por pára-

mos y sabanas; allí se albergan más de trescientas fa-

milias de plantas superiores, además de numerosas

familias de plantas inferiores. De tales familias, apenas

un reducido número ha sido objeto de monografías o

revisiones; el resto está por hacer.

Las plantas, como los demás seres vivos, provie-

nen de una larga cadena evolutiva y su presencia en

el planeta es el resultado de un proceso que ha toma-

do millones de años y que ha dependido de múltiples

factores, tanto de orden biológico como ambiental.

Dicho en otras palabras, la evolución de las especies

se genera en factores biológicos inherentes a la repro-

ducción sexual y en factores derivados del medio am-

biente. Esto implica que el potencial de diversidad bio-

lógica generado mediante la combinación indepen-

diente y aleatoria de los caracteres genéticos, resulta

atenuado por procesos de selección natural, genera-

dos en barreras que ayudan a fijar los cambios y las

mutaciones. Las nuevas especies se originan al que-

dar aisladas distintas poblaciones. Ese aislamiento,

producido por barreras geológicas, climáticas, geo-

gráficas o fisiológicas impide el intercambio genético

entre poblaciones similares; con el tiempo, una de es-

tas poblaciones, si persiste el aislamiento, podrá con-

vertirse en una especie diferente, afín a aquella que le

dio origen.

Como una consecuencia de la evolución, el aspec-

to de las selvas y de los bosques así como el de las

diferentes comunidades que los integran es muy parti-

Una flora rica, como la flora colombiana, exige trabajos de investigación

que se reflejen en catálogos florísticos adecuados. Un buen conocimiento de la flora

resulta básico para la planificación del desarrollo y para el debido aprovechamiento

y conservación de los recursos naturales.

Brachyotum strigosum.

Lámina de la

Expedición Botánica

del Nuevo Reino

de Granada.

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cular y guarda una relación directa con las condicio-

nes atmosféricas. La vegetación afecta al clima y el cli-

ma influye en la vegetación. Factores tales como la tem-

peratura, la radiación solar, la velocidad e intensidad

de los vientos y la humedad relativa se reflejan en la

estructura de las plantas, en el tamaño de sus hojas y

en la resistencia de las mismas, en tanto que la vegeta-

ción contribuye a dar sombra, mantener la humedad,

disminuir la intensidad de los vientos, atenuar el efec-

to mecánico de las lluvias y retener los suelos dándo-

les firmeza con las raíces; a la vez, la vegetación sirve

de soporte a una variada fauna que participa en los

ciclos de las especies y en las cadenas alimenticias.

Dado que la especie es la unidad inferior de la

clasificación, el inventario de la flora debe hacerse por

especies. Sin embargo, el concepto de especie no es

fácil de aplicar; lo que para un especialista puede ser

una buena especie, para otro puede ser una simple

variedad o puede corresponder a un sinónimo. La es-

pecie está integrada por individuos que forman po-

blaciones. Por ello, una especie puede definirse como

una población natural de individuos que comparten

una carga genética común y que potencialmente es-

tán en capacidad de cruzarse, de tal manera que los

genes de un progenitor pueden ser transmitidos a los

descendientes de otro de los miembros del grupo. La

especie así entendida es dinámica y variable, por lo

cual es difícil de delimitar. A pesar de ello, un especia-

lista, con base en la suma de sus caracteres, puede

distinguirla claramente. Mientras no estén definidas to-

das las especies que conforman la flo-

ra, labor casi imposible, no se podrá

citar una cifra exacta; por ello el in-

ventario siempre será aproximado. El

número de especies resultante sirve

como cifra de referencia y permite es-

tablecer políticas de conservación y

uso de la tierra. Una flora rica, como

la colombiana, exige trabajos de in-

vestigación que se reflejen en catálo-

gos florísticos adecuados. Un buen

conocimiento de la flora resulta bási-

co para la planificación del desarro-

llo y para el debido aprovechamien-

to y conservación de los recursos natu-

rales.

El conocimiento sobre la flora ameri-

cana fue exiguo durante la mayor parte

del período colonial. La Corona espa-

ñola, celosa de sus colonias de ultra-

mar y de los recursos que guardaban,

mantuvo políticas que impedían el in-

greso de exploradores y de expedi-

ciones a sus territorios. Por ello, el co-

nocimiento de la flora colombiana se

inició apenas en la primera mitad del

siglo XVIII, gracias a los viajes de algunos

religiosos sobre quienes no recaían sospe-

chas. Los primeros naturalistas de escuela en ha-

cer colecciones científicas en nuestro país fueron

Luis Feuillé (1660-1732), José de Jussieu (1704-79) y Ni-

colás José de Jacquin (1717-1817); el primero era un

monje francés de la Orden de los Mínimos que tocó

Cartagena y Santa Marta en 1704; el segundo hacía

parte de la expedición de Lacondamine, cuya meta

era medir el arco meridiano y definir la forma del pla-

neta. El tercero era un médico y naturalista austríaco

que visitó las costas del Caribe apenas iniciada la se-

gunda mitad del siglo XVIII y recolectó algunas plantas

en los alrededores de Cartagena. De los tres, quien

más aportó al conocimiento de la flora colombiana fue

Jacquin, autor del libro titulado Selectarum stirpuimamericanarum historia, obra aparecida en 1763 y en la

que figuran las descripciones de varias especies. Sin

embargo, su aporte fue mínimo;

por tal motivo cabe a Mutis el ho-

nor de ser el precursor de los es-

tudios de la naturaleza en nuestro

medio.

De hecho, el estudio sistemáti-

co de la flora nacional se inició con

la llegada del médico y naturalista

gaditano en 1760. Como es bien sa-

bido, Mutis vino a la Nueva Gra-

nada como médico del virrey Pe-

dro Messía de la Cerda y desde

su llegada a Cartagena, ante la

majestuosidad del paisaje tropical,

Aiphanes sp.

Lámina de la

Expedición Botánica

del Nuevo Reino

de Granada.

Entre los infinitos tesoros vegetales contenidos en estos bosques, que tanto admiraron y entretuvieron a nuestro botánico Céspe-des, se distinguen el acuápar y el manzanillo, árboles de traidora frondosidad, pues al que se ponga bajo su sombra le hinchanmonstruosamente todo el cuerpo; el albataque, muy eficaz para toda hinchazón; el bejuco de cruz, cuyas hojas machacadasrestañan la sangre de las heridas; y, finalmente, el arisá, hermoso árbol recto, cargado de manojos de flores encarnadas, y detanta virtud para contener la hemorragia por las narices que aplicado sobre la frente un pedazo de árbol despojado de la corteza,termina en el acto la salida de la sangre, por copiosa que fuere; precioso específico desconocido de la generalidad y perdidocon otros muchos no menos preciosos que permanecen intactos en aquellas selvas perfumadas y solitarias.

MANUEL ANCÍZAR, Peregrinación de Alpha.

Axinaea macrophylla.

Lámina de la

Expedición Botánica

del Nuevo Reino

de Granada.

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quiso promover una expedición, motivo por el cual

planteó a la Corona su realización; tal propuesta

no encontró eco. Años después reiteró sus de-

seos y fracasó nuevamente. No obstante, esa flo-

ra que admiraba le atraía fuertemente; por ello

sentía la necesidad de estudiarla y darla a

conocer al mundo. Por cuenta propia inició

la recolección de plantas, animales y obje-

tos curiosos de la naturaleza y dio co-

mienzo a sus estudios de historia natu-

ral, respaldado por una buena biblioteca

que se enriquecería con los años, hasta ser

objeto de admiración de quienes la conocieron.

En la Nueva Granada, Mutis carecía de pares

académicos y de corresponsales calificados con quie-

nes intercambiar opiniones; por ello los buscó en Eu-

ropa; con la ayuda de Juan Jacobo Gahn, quien se

desempañaba como cónsul de Suecia en su natal

Cádiz, Mutis hizo contacto con el máximo naturalista

de la época. Por tal vía llegaron a manos de Carlos

Linneo sus materiales. A Linneo le resultaba más que

útil esa corresponsalía; un personaje calificado cientí-

ficamente e influyente en un virreinato lejano, sin cos-

tos de ninguna naturaleza, le permitía el acceso a inte-

resantes materiales, que de otra manera jamás habrían

llegado a su poder. Al recibir los primeros materiales

no dudó en responder a Mutis, animándole a recolec-

tar más muestras y a enviarlas a Suecia; en compensa-

ción, su nombre sería mencionado en las obras cientí-

ficas del profesor de Upsala, quien se

comprometió además a enviarle sus

principales libros. Gracias a este

medio se dieron a conocer varias

especies colombianas.

En 1783, merced a la iniciati-

va de un hombre ilustrado, el ar-

zobispo y virrey Antonio Caballero

y Góngora, tomó cuerpo la expe-

dición tantas veces anhelada por

Mutis. Con el respaldo oficial se

iniciaba una interesante empresa

científica, que si bien no dio los fru-

tos que de ella se esperaban, sirvió para sentar

las bases de la investigación en nuestro medio y

para crear una tradición. La Expedición Botánica del

Nuevo Reino de Granada duró 33 años, pero el ritmo

de sus trabajos disminuyó notablemente a partir del 20

de julio de 1810, cuando primaron los intereses políti-

cos de sus miembros sobre su vocación científica. En

1816, todos los materiales acopiados a lo largo de seis

lustros fueron remitidos a España. Así terminó este pri-

mer esfuerzo por conocer la flora colombiana y realizar

su inventario.

Un hecho trascendental en el conocimiento de la

flora tropical y, en consecuencia, de la colombiana, se

dio con la visita de Humboldt y Bonpland. Entre 1800 y

1804 los dos naturalistas recorrieron la América tropi-

cal realizando colecciones botánicas y zoológicas y ha-

ciendo observaciones cuidadosas. Fruto de su viaje

fueron numerosas obras, entre las que debemos des-

tacar Plantes aequinoxiales (1809) y Nova genera etspecies plantarum (1818), esta última redactada por Karl

Segismund Kunth. En estos trabajos fueron descritos

abundantes géneros y especies tropicales, muchas de

ellas originarias de Colombia. Tales obras marcaron

un hito en el conocimiento de la flora tropical ameri-

cana y enriquecieron la botánica con un número ex-

traordinario de especies.

Una vez alcanzada la independencia política, el

deseo de recrear la Expedición Botánica se mantuvo

vivo; el general Francisco de Paula Santander quiso

reorganizarla a través de los gabinetes y del Museo de

Ciencias Naturales, los cuales contaban con el respal-

do de la Universidad y de la Academia Nacional. Para

reemplazar a los investigadores, muchos de ellos sa-

crificados en aras de la patria, contrató una misión de

científicos europeos conocida como Misión Zea. Los

resultados de esta empresa, integrada por Jean Baptiste

Boussingault, François Desiré Roulin, Jacques Bourdon

y Joustin Marie Goudot, no fueron los mejores, y sólo

hasta mediados del siglo XIX se dio reinicio al inventa-

rio de la flora, esta vez bajo los auspicios de la Comi-

sión Corográfica. Correspondió al médico y naturalis-

ta bogotano José Jerónimo Triana ser el responsable

de esta tarea, que concluyó satisfactoriamente. Triana

debió vencer numerosos obstáculos. Sus trabajos, al-

gunos publicados en colaboración con Jules Emile

Planchon, se publicaron en París y contribuyeron de-

La Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada duró 33 años,

pero el ritmo de sus trabajos disminuyó notablemente a partir del 20 de julio de 1810,

cuando primaron los intereses políticos de sus miembros sobre su vocación científica.

Fuirena umbellata.

Lámina de la

Expedición Botánica

del Nuevo Reino de

Granada.

Begonia fuchsioides.

Lámina de la

Expedición Botánica

del Nuevo Reino de

Granada.

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cisivamente a enriquecer el conocimiento de la flora;

a ellos hay que agregar las publicaciones realizadas

con base en el material recolectado para los herbarios

europeos por viajeros que recorrieron el país. Entre

tales viajeros cabe recordar a Hermann Karsten, Jean

Jules Linden, Isaac Holton, Julius von Warscewicz,

Nicolas Funck, Joseph Schlim, Carl Theodor Hartweg

y más recientemente Purdie, Kalbreyer, André,

Stuebel, Wallis, Lindig, Née y Friedrich Carl Lehmann.

A los atrás nombrados se unen en épocas recientes,

entre otros, Dryander, Rusby, Pennell, Killip, Schultes,

Barclay, Cuatrecasas, Cleef y Gentry, quienes reco-

rrieron el país haciendo abundantes colecciones que

reposan en distintos herbarios de Estados Unidos y

Europa y de cuyo estudio han resultado importantes

publicaciones.

A lo largo del siglo XIX y durante la primera mitad

del siglo XX unos cuantos colombianos cultivaron la

botánica, pero sus aportes no fueron decisivos para el

desarrollo del conocimiento. Cabe mencionar a Fran-

cisco Javier Matís, Juan María Céspedes, Ceferino Hur-

tado, Francisco Bayón Fernández, Santiago Cortés Sar-

miento, Carlos Cuervo Márquez, Andrés Posada

Arango, Joaquín Antonio Uribe y Emilio Robledo.

Aunque el número de publicaciones sobre la flora

colombiana iba en aumento, restaba mucho por hacer

y no se estaba creando una escuela propia. El país

carecía de herbarios y de botánicos y de los materia-

les recolectados por los extranjeros no quedaban du-

plicados en ninguna institución nacional. Se requería

crear un herbario nacional y darle estabilidad a la in-

vestigación formando botánicos sistemáticos y estudian-

do aquellas áreas de nuestra geografía que habían per-

manecido al margen de los recorridos de los botáni-

cos. Éstas fueron las metas que se fijó Enrique Pérez

Arbeláez al regresar al país luego de obtener su doc-

torado en ciencias. Pérez retomó los ideales de la ex-

pedición de Mutis y en 1929 creó el Herbario Nacional

Colombiano. Para darle el debido respaldo, en 1936

tocó las puertas de la recién reorganizada Universi-

dad Nacional y promovió la creación del Departamen-

to de Botánica, que luego se convertiría en Instituto

de Ciencias Naturales, entidad a la que le correspon-

dió ejercer el liderato en este campo. En este instituto

nacerían las revistas Caldasia y Mutisiay el Catálogo ilustrado de las plantasde Cundinamarca, publicaciones des-

tinadas a dar a conocer los resultados

de las investigaciones y las descripciones

de las nuevas especies que se fuesen en-

contrando. Esta circunstancia sirvió de es-

tímulo para que una primera generación de

botánicos se vinculara al herbario y empe-

zara a producir resultados tangibles.

En 1978 nació en el mismo instituto el pro-

grama Flora de Colombia, cuya serie de

monografías, iniciada en 1983, ya alcanza 22

volúmenes. A tales obras hay que agregar

unas cuantas monografías publicadas en

otras series bibliográficas, dentro y fuera del país.

Los botánicos vinculados al Herbario Nacional Colom-

biano, en el curso de 12 lustros, han jugado un papel

decisivo en el avance del conocimiento de la flora, pero

la magnitud de esa flora ha superado sus capacida-

des.

Gracias a la creación de la carrera de Ciencias

Naturales, se formaron nuevos botánicos y zoólogos a

quienes luego se unieron numerosos biólogos forma-

dos en la Universidad Nacional y en otras universida-

des como las del Valle y de Antioquia, donde se han

organizado centros de investigación y herbarios que

complementan la tarea de reali-

zar el inventario florístico de la na-

ción. En la actualidad existe una

red nacional de herbarios que

agrupa más de quince centros

de investigación, la mayoría de

ellos vinculados a universida-

des de todas las regiones; en ta-

les centros labora una amplia y

calificada comunidad botáni-

ca, que adelanta, a través de

sus miembros, investigaciones

en las distintas áreas del país.

En la riqueza y variedad de la

flora colombiana han influido diver-

sos factores tales como la ubicación

geográfica de su territorio en plena zona

Liparis elata.

Lámina de la

Expedición Botánica

del Nuevo Reino

de Granada.

Passiflora mixta.

Lámina de la

Expedición Botánica

del Nuevo Reino

de Granada.

Me quedé estupefacto cuando entré en nuestras casas de Adonis [invernaderos], repletas de plantas diversas que hechizaron a unnórdico que no podía imaginar a qué tierra extraña le habíais conducido. En la primera teníais las plantas del sur de Europa: la flora deEspaña, sur de Francia, Italia, Sicilia y las islas griegas. En la segunda, tesoros de Asia tales como clavos, mangestanes, poincianas,palmeras cocoteras… En la tercera, plantas de África, plantas con una estructura única y una naturaleza realmente monstruosa: escarchadasy áloes de muchas especies distintas, stapelias, euforbias, especies de crassula y protea… En la cuarta, nuestra querida América, toda laprogenie del Nuevo Mundo: innumerables cactos, orquídeas, pasionarias, magnolias y tuliperos; acacias, tamarindos, plantas de pi-mienta, crescentias… Entre éstas se tumultuaban primorosas hermannias, plataneros, proteas de plateadas hojas y valiosos canforeros.

CARL VON LINNÉ, Hortus Cliffortianus [El jardín de Clifford] (1738).

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tropical, el hecho de estar bañado por dos mares y

estar sometido a gran variedad de condiciones meteo-

rológicas, donde el clima se caracteriza no exactamen-

te por temperaturas máximas muy elevadas, sino por

una oscilación débil anual de las temperaturas máxi-

mas y mínimas, o sea por una relativa uniformidad tér-

mica durante todo el año, acompañada de una fuerte

oscilación diurna, rigurosamente periódica y regular.

La alternación de períodos glaciares con épocas de

calentamiento ha producido cambios en el nivel de

altitud de las formaciones vegetales. Es así como el

límite del bosque ha ascendido en las épocas de ca-

lentamiento, en tanto que durante los períodos fríos

ha descendido notablemente el páramo. En las zonas

bajas el clima siempre ha estado marcado por eleva-

das temperaturas y fuertes lluvias que contrastan con

el clima más benigno de las cordilleras; éstas atravie-

san el país de sur a norte mediante tres ramales que

emergieron en épocas geológicas diferentes y que no

sólo contribuyeron a aumentar la extensión del país,

merced a los plegamientos, sino que han generado

una casi infinita variedad de ambientes, al transformar-

se las planicies originales en un terreno corrugado y

montañoso.

En la vegetación de un lugar, además de los efec-

tos de la evolución genética se manifiestan los efectos

de cambios ambientales ocurridos en el pasado. Esos

cambios pueden ser tan remotos como las

transformaciones geológicas originadas

en la deriva o desplazamiento de los

continentes, o en los levantamientos de

las cordilleras y en su posterior ero-

sión, así como en variaciones

climáticas más recientes, genera-

das en los sucesivos aumentos de

calor y enfriamientos sufridos por el

planeta y en los regímenes de las co-

rrientes marinas, las lluvias y los vien-

tos. El grado de desarrollo evolutivo de

una comunidad vegetal se pone de ma-

nifiesto cuando aparece como domi-

nante una determinada forma de cre-

cimiento; en los páramos serán los

arbustos achaparrados y las formas

arrosetadas, en la selva lo serán los grandes árboles

apoyados en raíces tabloides, con su sotobosque abun-

dante en bejucos y hierbas gigantes.

El desarrollo de la vegetación también se pone de

presente por el grado de cubrimiento que alcanza la

forma dominante y por la organización de los distintos

estratos que la conforman. Las especies, de acuerdo

con sus necesidades y con las adaptaciones evolutivas

logradas en el curso de la historia, se van organizando

y ocupando su espacio vital tanto en forma vertical

como horizontal; tal organización les garantiza la su-

pervivencia. Se parte del hecho de que la vegetación

en cada medio se ha desarrollado durante siglos, per-

mitiendo la libre acción de los agentes naturales, has-

ta alcanzar un máximo de estabilidad, dado por la pro-

liferación de especies que en ella conviven. Esta con-

dición de clímax se logra al estabilizarse y equilibrar-

se factores tales como la ubicación geográfica, el sue-

lo, el macro y el microclima, el tipo de comunidades

vegetales y las especies que las conforman. No sobra

indicar que algunos de estos factores se hallan en per-

manente evolución e interaccionan mutuamente den-

tro de la comunidad.

La gran variedad de condiciones y factores que

hemos mencionado hacen que la flora colombiana sea

muy diversa y que el potencial de adaptación de varia-

ción exhibido por las especies sea muy elevado. Ade-

más, se presenta una notable plasticidad estructural y

un notable ajuste a las condiciones ecológicas. Como

ya se indicó, no se puede citar una cifra exacta de

especies, pero su número se calcula en cerca de 35.000.

Una o varias especies forman un género y los géneros

se agrupan en familias. La flora colombiana está domi-

nada por familias eminentemente tropicales entre las

que sobresalen las orquídeas, con más de 3.500 espe-

cies, y las compuestas, con una cifra cercana a 1.200;

estas grandes familias van seguidas por las rubiáceas,

con un número superior a 820, las melastomatáceas,

con cerca de 750, las piperáceas, con casi 550 espe-

cies y las bromeliáceas, con alrededor de 500. Existen

además algunos géneros con más de 200 especies,

como es el caso de Tillandsia, Psychotria y Miconia.

Muchas de las familias son difíciles de analizar por

factores tales como el gran número de especies que

La flora colombiana está dominada por familias eminentemente tropicales entre las

que sobresalen las orquídeas, con más de 3.500 especies, y las compuestas, con una cifra

cercana a 1.200; estas grandes familias van seguidas por las rubiáceas, con un número

superior a 820, las melastomatáceas, con cerca de 750, las piperáceas,

con casi 550 especies y las bromeliáceas, con alrededor de 500.

Masdevallia caudata.

Lámina de la

Expedición Botánica

del Nuevo Reino de

Granada.

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las integran y el enlace existente entre

los diversos grupos; en algunos casos

se trata de familias jóvenes desde el

punto de vista evolutivo y que exhiben

una plasticidad estructural y una nota-

ble capacidad de ajuste a las condicio-

nes del medio. Las faldas andinas ofre-

cen una gran variedad de condiciones

ecológicas, de nichos y de ambientes,

circunstancias que facilitan la aparición

de barreras naturales que impiden la

expansión de muchas especies; a la vez

presentan condiciones favorables para

la evolución de otras especies y para

su diversificación morfológica. Buena

parte de tales especies muestra una no-

table adaptabilidad estructural y una

gran capacidad de ajuste a las nuevas condiciones, lo

que da lugar a una verdadera gama de tipos biológi-

cos.

En el territorio continental encontramos regiones

con fisionomía tan diferente como la Sierra Nevada de

Santa Marta, las planicies del Caribe con su zona lito-

ral, la costa del Pacífico, las tres cordilleras, los valles

interandinos o las planicies de la Orinoquía y la

Amazonía. Desde el punto de vista biogeográfico, ha-

llamos ambientes muy diversos en los cuales podemos

distinguir las distintas formaciones vegetales. Las for-

maciones presentes en el territorio colombiano son la

selva tropical (baja, media y superior), el páramo, las

sabanas, los cardonales y demás formaciones

xerofíticas o subxerofíticas, los manglares y el natal,

las comunidades propias de las playas y los márgenes

de los ríos, las praderas y las formaciones acuáticas.

En los territorios insulares se repiten algunas de estas

formaciones, a las que hay que añadir la flora submari-

na, propia de las plataformas continentales, de los lito-

rales y de los arrecifes.

Dentro de la amplia gama de ecosistemas, la selva

andina resulta ser el ecosistema mejor conocido; le

siguen, en nivel de investigaciones realizadas, las sel-

vas húmedas, tanto del Pacífico como del Amazonas,

los páramos y los sistemas agrícolas. En nivel de cono-

cimiento y número de investigaciones realizadas, los

ecosistemas menos conocidos son los bos-

ques secos, las comunidades acuáticas,

los sistemas costeros como el manglar y

las comunidades marinas, así como las sa-

banas de la Orinoquía y las formaciones

xerofíticas y subxerofíticas de La Guajira

y de los valles interandinos.

Un rápido análisis de la bibliografía es-

pecializada pone de presente el grado de

conocimiento de la flora nacional. En la bo-

tánica, a diferencia de lo que ocurre en

otras ciencias, la bibliografía clásica sigue

siendo tan útil como los trabajos más re-

cientes, dado que permite fijar la validez

de los nombres utilizados y establecer los

sinónimos, de acuerdo con el principio de

prioridad. Por ello, las obras de Humboldt,

Bonpland y Kunth siguen siendo punto de referencia.

Los trabajos de Mutis, aunque de enorme valor históri-

co, no tuvieron incidencia en la botánica y la Flora de laReal Expedición Botánica del Nuevo Reino de Grana-da, obra cuya meta ha sido la de determinar las láminas

elaboradas por los colaboradores de Mutis, así como

redactar los textos que las complementan de acuerdo

con las normas actuales de la botánica, aunque útil, no

cubre sino una parte reducida de nuestra geografía, y

de ella se ha publicado apenas un 40%. Con excepción

de los trabajos de Triana y Planchon, las

floras redactadas por los botánicos co-

lombianos del siglo XIX y de la primera

mitad del siglo XX son de tipo general y

abarcan un número reducido de espe-

cies; tal es el caso de las floras re-

dactadas por Bayón, Cortés, Cuer-

vo Márquez y Hurtado. Otros traba-

jos importantes como los de Gabriel

Gutiérrez Villegas, Enrique Pérez

Arbeláez, Sigifredo Espinal, Enrique Acero,

Víctor Manuel Patiño, Raúl Echeverry,

Hernando García Barriga y Rafael Romero

Castañeda tuvieron un objetivo diferente al de

enfrentar el inventario de la flora.

Como aportes reales al conocimiento de

la flora colombiana, hay que mencionar los tra-

Attalea nucifera.

Lámina de la

Expedición Botánica

del Nuevo Reino

de Granada.

Bellucia axinanthera.

Lámina de la

Expedición Botánica

del Nuevo Reino

de Granada.

Un viajero debería ir recogiendo, describiendo y conservando semejantes producciones, para que depositadas en elgabinete y otros lugares públicos, las conocieran los sabios, excitaran su curiosidad y se hiciera de ellas útil aplica-ción en algún día para bien de los mortales. Es en vano persuadirse, señor, a que la quina, la cascarilla, que es otraplanta muy diversa, la cáscara del guamocó, el bejuquillo, la zarza, el guayacán, el bálsamo de Tolú, el de Zaragoza,el cativo de mangle, el de caraña, el bálsamo del Perú, los aceites de María y de palo, con otras muchas conocidas,sean lo único entre las medicinales que nos produce América. Aún falta muchísimo por conocer; y lo que más debeadmirar, falta mucho que saber para usar bien de lo conocido.

JOSÉ CELESTINO MUTIS, carta a Carlos III, rey de España (1763).

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bajos de José Cuatrecasas relativos a varios géneros y

familias de plantas, los de Germán Bula y Reinhard

Schnetter dedicados a las algas marinas, así como al-

gunas revisiones realizadas por diferentes autores y pu-

blicadas en revistas o series bibliográficas extranjeras.

El aporte más grande ha sido la publicación de la se-

rie Flora de Colombia, que hasta hoy ha dado a la luz

22 monografías. En las mismas se tratan 21 familias y

cerca de 60 géneros. A esta serie hay que agregar

varias monografías publicadas por otras entidades na-

cionales como la Academia Colombiana de Ciencias

Exactas, Físicas y Naturales, el Jardín Botánico de Bo-

gotá y por algunas entidades extranjeras como el Jar-

dín Botánico de Nueva York. Además, en la serie FloraNeotropical han aparecido numerosas revisiones, mu-

chas de las cuales abarcan las especies colombianas.

Un análisis de 30 monografías publicadas en los úl-

timos años pone al descubierto que dicho trabajo cu-

bre apenas un 8% de la flora y que de tales monogra-

fías, un 50% ha sido preparado por autores nacionales,

en tanto que el otro 50% corresponde a especialistas

extranjeros. Tomando como ejemplo las asteráceas, una

de las familias más prolíficas y complejas de la flora,

cuyas especies son frecuentes en todos los ambientes y

en todas las formaciones, desde los manglares y el lito-

ral hasta el nivel de los glaciares en las cumbres andinas,

podemos señalar algunos hechos que ilustran la situa-

ción. Se reconocen cerca de 1.170 especies pertene-

cientes a 204 géneros; tales especies están organizadas

en 13 ‘tribus’, de las cuales tan sólo tres cuentan con

revisiones recientes. Con posterioridad a su publicación

han sido descritos nuevos géneros. Tras la revi-

sión cuidadosa de seis géneros pertenecientes

a otras ‘tribus’, donde se han estudiado mate-

riales depositados en los principales herbarios

del mundo, han aparecido numerosas especies

y cada año se dan a conocer en prome-

dio 25 nuevas especies. Áreas aparente-

mente bien conocidas desde el punto

de vista botánico, como el antiguo cami-

no del Quindío, recorrido durante 200 años

por múltiples viajeros, siguen aportan-

do nuevas especies, y en grupos tan

estudiados como el de los frailejones

(géneros Espeletia y Espeletiopsis) o en los géneros

Baccharis, Diplostephium, Conyza y Pentacalia apare-

cen nuevas entidades. Estos hechos implican que la flo-

ra está mal conocida, que se requieren más especialis-

tas y que se necesitan nuevos estudios. Es imperioso

herborizar en áreas poco conocidas o inexploradas, de

las cuales no existen muestras en los herbarios. Ade-

más, es necesario adelantar la revisión cuidadosa de

los ejemplares depositados en los distintos herbarios.

Como conclusión, debemos señalar que el inven-

tario de la flora no ha concluido. Dadas la acelerada

destrucción de los recursos naturales y la lentitud con

que avanzan los estudios taxonómicos, se hace urgen-

te reforzar los distintos herbarios, incrementar las co-

lecciones, formar especialistas, darles estabilidad y

apoyar sus investigaciones. Sólo así podremos com-

pletar ese anhelo que en su momento animó a Mutis, a

Triana y a Pérez Arbeláez, y que bajo el liderazgo del

Instituto de Ciencias Naturales se mantiene vivo con la

publicación de la Flora de Colombia. Ojalá tal progra-

ma vuelva a contar con el apoyo decidido de la Uni-

versidad Nacional, de Colciencias, del Ministerio del

Medio Ambiente y de sus institutos, y de otros organis-

mos del orden oficial y privado, especialmente de las

universidades. La comunidad botánica de la Nación

requiere de este apoyo, así como de la colaboración

de los especialistas internacionales. Únicamente en

forma mancomunada se podrá lograr, dentro de un

plazo razonable, el objetivo de conocer cada vez me-

jor la rica flora colombiana.

SANTIAGO DÍAZ PIEDRAHITARealizó estudios de Ciencias Naturales

en la Universidad Nacional de Colombia.Actualmente es miembro de número

de la Academia Colombiana de Historia,la cual preside desde el año 2000,

y de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas,Físicas y Naturales, de cuya revista es director desde 1988.

Es, además, miembro correspondientede la Real Academia de Historia de España,

de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas yNaturales de España, del Instituto de Geografía e Historia

del Uruguay, de la Academia Dominicana de Historiay de la Academia Nacional de Historia del Ecuador.

En la botánica, a diferencia de lo que ocurre en otras ciencias,

la bibliografía clásica sigue siendo tan útil como los trabajos más recientes,

dado que permite fijar la validez de los nombres utilizados y establecer los sinónimos,

de acuerdo con el principio de prioridad.

Panicum cyanencens.

Lámina de la

Expedición Botánica

del Nuevo Reino de

Granada.