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GRUPO KUNTUR Petroglifo de Toro Muerto, valle de Majes, Arequipa. (Tomado de Guffroy, 1999) 3 Tukuy Rikuq BOLETÍN INFORMATIVO Junio 2006 Año 3, Nº 3 Vista de los montículos de forma piramidal del Sector B de El Salitre, Mala, asignados al Periodo Intermedio Tardío. Foto Carlos Campos Napán. Octubre 2003.

Boletín tukuy rikuq nº 3

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Boletin publicado por Grupo Kuntur Editado por: Carlos Campos Jose Luis Fuentes Alfonso Ponciano

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Page 1: Boletín tukuy rikuq nº 3

G R U P O K U N T U R

Petroglifo de Toro Muerto, valle de Majes, Arequipa. (Tomado de Guffroy, 1999)

3

Tukuy Rikuq

B O L E T Í N I N F O R M A T I V O Junio 2006

Año 3, Nº 3

Vista de los montículos de forma piramidal del Sector B de El Salitre, Mala, asignados al Periodo Intermedio Tardío. Foto Carlos Campos Napán. Octubre 2003.

Page 2: Boletín tukuy rikuq nº 3

Contenido:

Carlos Campos Napán El Salitre: Un templo solar Inca en la esfera de influencia del santuario Ychsma-Pachacamac

3

José Luis Fuentes Sadowski

Huaca Concha: Historia de un arqueocidio

12

Alfonso Ponciano Gonzáles

Japaní 39

Artículos

Notas Katherine Zuzunaga Palacios

Restos arqueológicos en el sitio de La Venturosa, valle de Supe

50

Juan Pablo Barandiarán

El valle medio del río Chillón: ejemplo de una interacción cultural entre sierra y costa durante el Intermedio Tardío

52

Patricia Valderrama Un sitio Inca en Punta Centinela, Cerro Azul, Cañete

53

Alfonso Ponciano Gonzáles

Construyendo sobre el pasado: Sector 9

54

Contenido:

José Fuentes: Cerro de la Horca: el tan cotidiano problema del saqueo de los restos de nuestros antepasados. Alfonso Ponciano: Des...informando con San Marcos al día: El Estadio de San Marcos.

Carlos Campos: Algunas razones para investigar Arqueolo-gía en el Perú.

Nº1

Nº2

Contenido:

José Fuentes: Tan cerca y tan lejos a la vez: el Sector 11 del campus de la Universidad San Marcos. Alfonso Ponciano: Patrimonio arqueológico de Magdalena del Mar: la Huaca Huantille.

Carlos Campos: Las chacras hundidas de Chilca: un sistema agrícolas olvidado

Favio Ramírez: Hualcará: ¿Cultivo o patrimonio?

Diciembre 2004 Abril 2005

TUKUY RIKUQ

Boletín Informativo de aparición ocasional de

Arqueología

Año 3, Nº3

Junio 2006

GRUPO KUNTUR

Editores: Carlos Campos, Katty Zuzunaga, Juan

Pablo Barandiarán,

Alfonso Ponciano, Patricia

Valderrama, José Luis Fuentes.

Corrección y

diagramación:

José Luis Fuentes.

Pág.

Page 3: Boletín tukuy rikuq nº 3

GRUPO KUNTUR

Miembros:

-Carlos Enrique Campos Napán

-Katherine Lisseth Zuzunaga Palacios

-Juan Pablo Barandiarán Ferradas

-Alfonso Rogger Ponciano Gonzáles

-Patricia Lis Valderrama Vizcarra

-José Luis Fuentes Sadowski

Hecho el Depósito legal en la BN:

Nº 2004-8913

Cualquier correspondencia enviar a:

[email protected]

[email protected]

Editorial Aquí estamos, después de más de un año de espera el Grupo Kuntur vuelve a sacar a la luz un nuevo número del Boletín Tukuy Rikuq, mejorando cada vez más la edición de esta publicación, cuyos principales objetivos fueron y son: elevar el nivel científico en la arqueología y la defensa completamente comprometida de nuestro tan vejado patrimonio arqueológico.

Muchas cosas nos han ocurrido en estos catorce meses que han transcurrido desde que un puñado de egresados y estudiantes de San Marcos decidiéramos sacar a luz el número 2, lo más positivo es que el grupo ha crecido, y no sólo en número sino que ahora lo integran estudiantes de otra universidad que enseña esta tan sacrificada carrera como es la arqueología en el Perú: la Universidad Nacional Federico Villarreal, creemos firmemente que sólo uniendo nuestras fuerzas y capacidades podremos hacer que la arqueología salga adelante en el país, dejando de lado diferencias ideológicas, orígenes universitarios distintos, discrepancias académicas, etc.

Entre las cosas más saltantes que han ocurrido en nuestro entorno en lo que va este tiempo están nuevamente las agresiones que hace al complejo arqueológico Maran-ga la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, no comprendemos hasta ahora por-qué no existe por parte de las altas autoridades ningún compromiso o la mínima inten-ción de respetar lo poco que queda de este deformado y mutilado complejo arqueológi-co, capital de la cultura Lima (200-600 d.C.), desde mediados del 2005 una serie de ex-cavaciones en gran escala se han efectuado en varias partes del campus universitario sin una apropiada evaluación de éstos terrenos arqueológicos, que a pesar de las protestas estudiantiles han continuado sin ninguna vacilación, la nota sobre el Sector 9 aborda el tema, a la que estaría relacionada el artículo sobre el arqueocidio de Huaca Concha, uno de los atentados más tristemente célebre contra el patrimonio hecho en el país.

También queremos iniciar en el Tukuy Rikuq la publicación de una serie de artículos y continuar con las notas, con la intención que todos ellos sean pequeños apor-tes a la literatura científica de arqueología en el Perú, es así que añadiéndose a los ante-riormente mencionados están los artículos sobre El Salitre, un importante sitio tardío del valle bajo de Mala, y sobre Japaní, un gran asentamiento ubicado en las cabeceras del río Santa Eulalia en Huarochirí, y también las notas de los sitios de: La Venturosa, ubi-cado en el valle de Supe, de cuatro sitios ubicados en el cerro Macas, en el valle medio del Chillón, y de Cerro Azul, sitio en el valle de Cañete.

El Grupo Kuntur aparte de preparar al Tukuy Rikuq 3 ha realizado una serie de actividades a lo largo de este tiempo, como las conferencias realizadas en la UNMSM al final del 2005, creemos que últimamente ya no se realizan con frecuencia este tipo de charlas, no sólo en San Marcos sino en el medio académico arqueológico de Lima, cosa que creemos muy negativa puesto que una de las formas en que la arqueología crezca como ciencia es precisamente el debate y la discrepancia de ideas, y no el aceptar de plano prédicas o discursos acatados como verdades absolutas, creemos que la arqueolo-gía nunca crecerá como una verdadera disciplina científica mientras en el Perú se sigan aceptando los viejos discursos proselitistas, mientras los arqueólogos sigan teniendo prejuicios y desconfianzas por el hecho de discrepar en ideas, posiciones, ideología, etc., mientras se sigan formando bandos que polaricen a los arqueólogos que lo único que hacen con sus conflictos es hacer daño a la arqueología, y, sobre todo, mientras siga existiendo la intolerancia, el dogmatismo y el decir las verdades a medias, que es una “virtud” muy peruana, pero a la que hay que tener valor para superarla. Pero no tenemos ninguna duda de que el gran perdedor de todo esto mientras los arqueólogos se enfras-can en sus conflictos estériles es el inmenso, descuidado y completamente abandonado patrimonio arqueológico de la Nación, que tanto en el inmenso territorio nacional, los bienes inmuebles, como en los depósitos de los museos nacionales y privados, los bienes muebles, sufren la desidia, la indiferencia y el olvido que en las últimas décadas ha im-perado en nuestro medio, una realidad que depende de todos cambiarla.

Sin más preámbulos agradecemos a todos los que de alguna forma nos han apoyado en esta aventura y esperamos que este nuevo número signifique un verdadero crecimiento del Boletín, un saludo especial a todos los estudiantes que este inicio de año han ingresado a arqueología en las diferentes universidades del país y reiteramos nuestra invitación a todos aquellos arqueólogos o estudiantes que deseen publicar en las páginas de este modesto boletín, a todos ellos bienvenidos sean. Sólo esperamos que el devenir sea favorable a la arqueología peruana.

GRUPO KUNTUR

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Carlos Enrique Campos Napán

Introducción El presente artículo es el resultado de la investigación preliminar que hemos efectuado en el complejo arqueológico “El Salitre” en el valle de Mala, en la provincia de Cañete. Nuestra investigación se focaliza en el período conocido en la prehistoria andi-na como Horizonte Tardío (1430-1532). Buscamos contribuir al esclarecimiento de la política expansiva empleada por los Incas, en la Costa Central del Perú; caracterizar el tipo de relaciones que éstos establecieron con la etnia o grupo subyugado, así como definir las formas y elementos incas clásicos de la arqui-tectura Inca presente en uno de los asen-tamientos de la costa más sorprendentes como es El Salitre. Si bien este complejo arqueológico ha sido anteriormente investigado, creemos que no ha sido debidamente documenta-do; nuestro aporte espera ayudar a futu-ras investigaciones, además de rescatar-lo del abandono en que se encuentra por parte de las autoridades y de la destruc-ción paulatina que viene asolándolo día tras día.

Ubicación geográfica El complejo arqueológico “El Salitre” se localiza dentro de la faja costera del Perú, en la zona denominada costa central sur, en el departamento de Li-ma, provincia de Cañete, distrito de Mala, a escasos metros del balneario de “Las Totoritas”, a 86 km. al sur de la ciudad de Lima.

estatal (como por ejemplo, las de manufac-tura inca). A pesar de tener gran cantidad de recursos a la mano los pobladores del valle bajo debieron realizar transacciones de orden económico con los del valle medio en bus-ca de obtener otro tipo de producto y/o usufructo que les permita mayores benefi-cios para los suyos. Algunas citas hispanas El cronista Cieza de León (1947[1550]) es el primero en referirse al valle y al río de Mala en la primera parte de su Crónica del Perú, siendo Mala famosa por la ruptura de las relaciones entre Francisco Pizarro y Diego de Almagro y el inicio de las llama-das Guerras Civiles entre ambos persona-jes. Por su parte, Guaman Poma de Ayala (1956[1614]), en su crónica, nos presenta una relación de los tampus que funciona-ron durante el Tawantinsuyu, uno de estos tampus a la vera del Camino de los Llanos fue “el pueblo, tampu real de Mala”. Otro documento importante lo constituye la Ordenanza de Tambos de Vaca de Cas-tro (1908 [1543]) en el cual se menciona: “Y del dicho Tambo de Chilca se ha de ir al Tambo de Lamar en el cual han de ser-vir los indios del mismo tambo que son de Navarro…” (Vaca de Castro, 1908 [1543]). Este tambo de “Lamar” llamado así por Vaca de Castro ¿Correspondería al tambo del valle de Mala?. Asimismo, el cronista mestizo Garcilaso de la Vega nos habla de un señor llamado Chuquimancu que ejerció su dominio so-bre 4 valles: el de Runahuánac, el de Huar-cu, Mala y Chilca, antes de la llegada de los Incas a la costa sur central (Garcilaso de la Vega, 1991[1609]); debemos señalar que esta aseveración ha sido cuestionada y rechazada por numerosos investigadores (Rotsworowski, 1978-1980:155) así que nosotros no ahondaremos más en ello.

Investigaciones preliminares A fines del siglo XIX, el hacendado Euge-nio Larrabure y Unanue, refiriéndose a la arqueología de la provincia de Cañete, hace una pequeña descripción de los sitios arqueológicos más importantes, mencio-nando a la estructura de adobes encima del peñasco menos elevado del complejo El Salitre, denominándolo con el nombre de “fortaleza”, asimismo la señala como “...las ruinas más grandes e importantes de Mala, el cual sirvió de cuartel, palacio y templo”. (Larrabure y Unanue, 1935[1893]:248-249).

El Salitre: Un templo solar Inca en la esfera de influencia del santuario Ychsma-Pachacamac

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ARTICULOS

Entorno geográfico La cuenca hidrográfica del río Mala ubi-cada entre las provincias de Cañete, Yau-yos y Huarochirí del departamento de Lima cubre 2250 km2. de los cuales 1585 km2. corresponden a su cuenca húmeda. El valle es largo pero muy estrecho y algo encajonado. Como todo río típico de la costa peruana el caudal del río aumenta durante los meses de verano (Diciembre, Enero, Febrero y Marzo). El valle de Ma-la tiene una extensión total de 6680 Ha., siendo de 4340 Ha. el área agrícola neta, ésta diferencia se debe en parte a que el recurso superficial discurrente no abastece en su totalidad los requerimientos del valle, debiendo recurrirse en época de estiaje a la explotación del agua del sub-suelo (ONERN, 1976). Como es sabido los valles de la costa peruana presentan características disímiles a lo largo de su recorrido por ello se les divide general-mente en tres partes: valle bajo, valle me-dio y valle alto. El valle bajo de Mala se caracteriza por la presencia de humedales y lomas que corren paralelas al mar. En la actualidad corren dos canales, uno en cada margen, ignorándose cuando fueron edificados (Engel,1987). El entorno geográfico en el cual se desa-rrollaron las actividades de los pobladores prehispánicos del valle bajo de Mala estu-vo conformado por: el mar, el río cercano, las tierras de cultivo, las lagunas y las lomas circundantes. Los recursos natura-les y la ubicación geográfica fueron los atractivos necesarios para la instalación de estructuras arquitectónicas de orden

Fig. 1: Plano general del complejo arqueológico El Salitre. Escala : 1/3000.

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sido publicada. Asimismo en el VI Congreso Nacional de Estudiantes de Arqueología, el entonces estudiante Henry Tantalean presentó una ponencia referente a la configuración de las sociedades prehispánicas durante el Intermedio Tardío en la desembocadura del río Mala, en la cual describe a El Sali-tre como el sitio de Pan de Azúcar, divi-diéndolo en 4 sectores (Tantalean, 1996). Otra investigación bastante interesante la constituye la efectuada por Carmen Gabe (2000) en Cerro Salazar, sitio ubicado al sur de El Salitre (aprox. a 1 km.). La in-vestigación consistió en obtener la crono-logía del sitio, así como definir algunas características arquitectónicas mediante excavaciones arqueológicas, algo que no se había realizado en todo el valle y que se constituye en una buena fuente de información. Finalmente se nos informó que el Proyec-to Qhapaq Ñan llevó a cabo una serie de

sondeos para delimitar el área del com-plejo arqueológico (Juan Carlos Guerre-ro, comunicación personal 2003).

Problemática En la costa central del Perú la evidencia arqueológica nos ha permitido observar un fenómeno político y religioso sin igual, en la que es posible dilucidar el poder ejercido por los Incas, bastante lejos de su área nuclear a partir de la evi-dencia arqueológica. “La expansión del culto estatal y solar del Cuzco coincide con una nueva orde-nación del mundo andino, debido a que esta expansión “política” responde en realidad a una necesidad de elevar al rango de mundo ordenado todo lo que estaba fuera del Cuzco, centro del mundo y primera zona adecuada al nuevo orden. La religión era utilizada de ese modo por el estado incaico como una forma de aumentar y de estabilizar su poderío po-lítico” (Pease, 1967:132).

El Salitre también fue visitado por el Dr. Tello en sus exploraciones a la costa sur, asignando el cementerio de este sitio co-mo perteneciente a la cultura Wari, pero no da ninguna designación cultural a la estructura del promontorio rocoso (Tello, 1959:63). En 1969, Howard Goldfried presenta un trabajo preliminar de las investigaciones que efectuara en este complejo arqueoló-gico. Goldfried describe la arquitectura de El Salitre, dividiéndolo en los siguien-tes sectores: a) Pirámide A (situado enci-ma de una cima rocosa), b) Pirámide B y C, c) Pirámide D y d) Área cementerio- residencia Además realiza un análisis tipológico de la cerámica encontrada, comparándola con la de otros sitios cercanos, con lo cual concluye que: “el material del Sali-tre estaría entre el Ultimo Intermedio con una posibilidad de una extensión hacia la primera parte del Último Horizon-te” (Goldfried, 1969:174). El trabajo de Goldfried se constituye en el estudio mejor documentado de El Sali-tre, aunque debemos decir que es dema-siado preliminar, no se presenta un plano y/o foto alguna del asentamiento, ni de los objetos hallados por éste en el lugar. En el año de 1976, el arquitecto Carlos Williams junto a Manuel Merino realiza-ron un inventario y catastro de los sitios arqueológicos del valle de Mala, en el que es descrito El Salitre y sus compo-nentes arquitectónicos, entre los cuales destacan tres elementos principales a decir de los autores: un templo o platafor-ma inka, un cementerio del período Inter-medio Tardío y un centro ceremonial con pozo del período Formativo (Williams y Merino, 1976). Es gracias a este trabajo que el sitio entrará a formar parte de una serie de discusiones en torno al tema de los Templos en “U” de la Costa Central. Sin embargo esto último ha sido reinter-pretado (Tantalean, 1996). Por su parte Jhon Hyslop reconoce en El Salitre al Tambo de Mala, y habla de la edificación Inca en el macizo rocoso co-mo una construcción de gran elegancia por la presencia de “puertas” con doble jamba (Hyslop, 1990:265). El Dr. Elías Mujica y el arqueólogo Luis Lumbreras Flores en 1990 realizaron una investigación que comprendió un estudio de prospección y un programa de excava-ciones en la estructura que hemos deno-minado Sector A o Templo Inka. Des-afortunadamente el informe aún se en-cuentra inédito. (Lumbreras, comunica-ción personal 2003). Particularmente este hecho nos causó cierta consternación, puesto que una gran cantidad de informa-ción de El Salitre se ha perdido y no ha

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Fig. 2: Vista de norte a sur del templo Inca de El Salitre. Foto Carlos Campos. Octubre 2003.

Fig. 3: Detalle de la esquina NE del templo Inca de El Salitre. Foto Carlos Campos. Octubre 2003.

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investigadores, quienes sugieren que tam-bién se pudieron haber desarrollado acti-vidades concernientes a la administración local (Hyslop, 1992). Pretendemos señalar que la política estatal desarrollada por los Incas, en lo que con-cierne a El Salitre (edificio Inca y espa-cios arquitectónicos en función durante este período) se ve reflejada en estableci-mientos que tuvieron además de una fun-ción administrativa una función religiosa. El nuevo orden implantado por el estado cuzqueño condujo a la creación de edifi-cios en donde la religión jugó un rol de vital importancia. Es así como se observa a través de la evidencia material en este asentamiento una diferencia profunda entre la ocupación Inca y la ocupación anterior o de origen local (véase Cerro Bandurria (Noriega, 2000) y Cerro Azul (Marcus, 1987)) clarificándose en un nue-

vo orden y en un nuevo señor. Los edificios Inca responden a las necesida-des más frecuentes de la arquitectura: vivir, proteger, defender y también reservar un espacio sagrado a los dioses. En esencia, la hipótesis principal de esta investigación refiere a las estrategias de orden coercitivo realizadas por el estado imperial Inca en la zona del valle bajo de Mala, en ella se están edificando espacios religiosos que responden a la necesidad im-periosa de establecer un nuevo culto en las poblaciones anexadas, para de esta forma justificar su dominio y expresar su poder.

Descripción del complejo arqueológico El complejo arqueológico de “El Salitre” ocupa una explanada salitrosa rodeada por tres afloramientos de roca que son el límite de las estribaciones andinas que bajan del valle hacia el mar. El hermoso acantilado formado da vida a un asentamiento de en-sueño. Sus límites son: por el norte con la desembocadura del río Mala, por el sur con el balneario de “Las Totoritas” y por el este con el A. H. “El Salitre”. Los sectores que se han logrado identificar, de acuerdo a la lectura de las fotos aéreas de El Salitre de 1964 y 1971 proporcionadas por el Servicio Aerofotográfico Nacional del Perú (SAN) y a nuestra prospección son: (Fig. 1) 1) Sector A: O templo Inca (Williams y Me- rino, 1976) situado encima del afloramiento rocoso más sureño. Consta de tres estructu-ras o cuerpos arquitectónicos enteramente de adobe, de las tres estructuras la estructura central corresponde a una pequeña plaza cuadrangular. (Fig. 8) 2) Sector B: “Pirámides” (1B y 2B) cubier-tas por arena y tierra, y un “pozo ceremo-nial” (Goldfried, 1969), localizadas en una planicie artificial, al norte del Sector A. És-tas “pirámides” no son tales y más bien pa-recen ser montículos hechos a base de ado-bes y argamasa conformando plataformas superpuestas a modo piramidal, ambos mon-tículos se observan “intercomunicados”, además de presentar pequeñas plazas latera-les. Este sector fue considerado por Wi-lliams y Merino (1974) como perteneciente a la tradición de Templos en “U”, sin em-bargo la prospección efectuada por nosotros permitió desmentir tal aseveración, así como el corroborar el dato de Tantalean (1996) de que el famoso pozo ceremonial de Williams es un pozo de huaqueo. (Fig. 10) 3) Sector C: Cerro natural con estructuras de piedra canteada, estas estructuras se encuen-tran profusamente derruidas y/o enterradas imposibilitándose cualquier tipo de interpre-tación a nivel superficial, descansan inme-diatamente al este de la “Pirámide” 1B. 4) Sector D: La gran área cementerio-residencia llamada así por Goldfried (1969:

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Los edificios Inca de la costa peruana son instalaciones distantes uno de otro por aproximadamente entre uno y dos días (Guaman Poma, 1956) y guarda-ron una estrecha relación tanto econó-mica como política, por ser centros estratégicos de poder y control (centros de importancia notable para el Tawantinsuyu se observan en los asen-tamientos de Paramonga, Pachacámac y Chincha). A su vez el estado Inca debía contar con una red vial que le permitiese te-ner unido su vasto imperio, es así que hubieron centros administrativos inter-conectados por otros sitios de menor envergadura que se les ha llamado tampus, éstos desempeñaron una fun-ción de almacenamiento y hospedaje a la vera de los caminos, sin embargo este concepto ha sido ampliado por los

Fig. 4: Vista del frontis Oeste del cuerpo arquitectónico Este del Templo Inca, identificado por nosotros como un Ushnu, nótese la estructura par-cialmente cubierta. Foto Carlos Campos. Octubre 2003.

Fig. 5: Vista del frontis Este del cuerpo arquitectónico Oeste del Templo Inca, nótese los nichos trapezoidales parcialmente cubiertos y el acceso tipo burladero en el nicho Nº 2 (de izquierda a derecha). Foto Carlos Campos. Octubre 2003.

Año 3, Nº 3 Tukuy Rikuq

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167), que ocupa la porción central del complejo arqueológico, la ladera este del promontorio rocoso más norteño y que se extiende hasta la ladera inferior de la cima donde se ubica el templo Inka. Esta área se encuentra bastante afectada, en la actualidad se observan gran canti-dad de pozos de huaqueo, por otro lado es difícil de establecer sus características arquitectónicas puesto que se observa gran acumulación de piedras removidas fuera de sus contextos, apenas es posible observar algunos restos de tumbas y el material de éstas se halla profusamente desperdigado y en un lamentable estado de conservación. (Fig. 11) 5) Sector E: Planicie ubicada al este y noreste del Sector B, superficie bastante deteriorada, al parecer fue ocupada por la ex-Hacienda El Salitre durante los ini-cios de la época Republicana, además de observarse gran cantidad de desmonte y basura moderna. Descripción del Sector A o Templo Inca El Sector A, la más grande e impresio-nante construcción en El Salitre, se halla situada en la cima de un promontorio rocoso, en la cuesta del mismo. (Fig.2) La parte inferior de este promontorio en su lado norte está prácticamente cubierto por tumbas bastante disturbadas. No apa-rece ningún indicio de que se haya igua-lado artificialmente la superficie o que se haya movido de su lugar original alguna de las grandes rocas que afloran. Por el contrario, todo ha sido incorporado dentro de las distintas plataformas. La construcción está hecha de adobes rectangulares que descansan en una zona sobre una base de piedra natural y en otra sobre una base de piedras colocadas a manera de soporte de las estructuras a edificar. (Fig. 3) Los adobes fueron hechos a base de mol-des y miden en promedio: 45 x 24 x 14 cm., 48 x 25 x 18 cm. y 50 x 28 x 20 cm. Estos adobes se hallan unidos por una delgada capa de argamasa de barro entre uno y otro. Algunas secciones de este edificio todavía tienen algunos índices de una pintura amarillo-rojiza que estuvo sobre el enlucido de las paredes de ado-bes. Este sector consiste en una plataforma básica con tres cuerpos arquitectónicos, dos secundarios a los costados: uno al lado oeste y otro al lado este, constitu-yéndose la plaza al centro de los dos cuerpos arquitectónicos, configurándose en otra unidad arquitectónica. La plata-forma básica bastante similar a un rectán-gulo mide 75 m. de largo por 25 m. de ancho aproximadamente. (Fig. 6)

En el lado norte del Templo debió de en-contrarse la entrada y al parecer ésta fue bastante restringida. En los trabajos de prospección hemos podido observar algu-nas gradas de piedra, que conducirían a la plaza para luego a partir de está acceder a las otras unidades arquitectónicas. El lado sur, como también los lados este y oeste, tienen unas pendientes ligeras. Es de notar, sin embargo, que el lado norte ha sido fuer-temente dañado por la acción erosiva y también por la acción de los huaqueros. La plaza es un patio central hundido de forma más o menos rectangular de aproxi-madamente 21 m. de largo x 14.5 m. de ancho. El nivel de la plaza difiere del de las unidades o cuerpos arquitectónicos en un promedio de aprox. 2 metros creyéndose que fue algo mayor. La plaza está abierta por sus lados norte y sur. En los otros lados presenta nichos u hornacinas trapezoidales doble jamba de cuerpo entero (Kendall, 1976:46). El cuerpo arquitectónico del lado este con-siste en una sola terraza o plataforma y tiene 22 m. de largo. En la fachada que da hacia la plaza se pueden observar una es-calinata central de adobes con un acceso doble jamba, además de 5 nichos trapezoi-dales de doble jamba, dos hacia el costado

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derecho y tres hacia el costado izquier-do de la escalinata, asimismo da la im-presión que la escalinata tuvo también dos nichos trapezoidales doble jamba, a cada uno de sus lados, haciendo un total de 8 hornacinas trapezoidales doble jamba de cuerpo entero; subiendo la escalinata accedemos a una superficie de barro bastante compacta que parece haber sido colocada intencionalmente en un momento posterior al funciona-miento de este templo, como una gruesa capa arcillosa de barro para cubrir lo que allí existió alguna vez, en su lado sureste aún es posible observar un aflo-ramiento de roca muy próximo a un muro de adobes donde posiblemente funcionó una habitación o recinto. (Fig. 7) Aún cuando es incierto saber lo que ocurrió en esta parte del templo, la esca-linata y la evidencia de las hornacinas nos hace pensar que estaríamos frente a un USHNU. (Fig. 4) Ushnu es la denominación que se le da generalmente a una pequeña estructura tipo pirámide, de poca altura situada en el sitio central o lateral de la plaza prin-cipal de los asentamientos Inca. Se postula que ésta estructura cumplió

Fig. 6: Dibujo en planta del Sector A (Templo Inca) del complejo arqueoló-gico El Salitre. Escala 1/600. Dibujo Carlos Campos y Diego Milla.

Fig. 7: Reconstrucción hipotética del Ushnu de El Salitre. Dibujo: Campos y Alvino, 2003.

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diversas funciones entre las que pode-mos destacar: la de altar de sacrificios y de ofrendas de líquidos, asiento para el Inka y lugar para observar al Sol. (Hyslop, 1990 y Cárdenas, 2001) En la fachada oeste de la Plaza se obser-van 7 nichos trapezoidales alineados, en el segundo nicho trapezoidal (de S a N) se aprecia un acceso en forma de burla-dero con pequeños peldaños que condu-cen hacia una plataforma superior en la que se aprecia una serie de cuartos pe-queños bastante bien elaborados, al in-terior de uno de éstos cuartos se aprecia una roca que pudo haber tenido alguna función sagrada. Avanzando más al Oeste nos encontramos con un “pasadizo” de 3.5 m. de ancho, sin em-bargo este “pasadizo” tal parece ser que no lo fue, sino más bien que las paredes de ambos lados fueron derruidas; la continuación de la unidad arquitectónica oeste es pequeña, sólo tiene 9.5 m. de largo y 10 m. de ancho, esta pequeña parte presentaba al parecer otra pequeña serie de cuartos que están cubiertos por una gruesa capa de barro ya descrita anteriormente. (Fig.5) Podemos postular que esta unidad ar-quitectónica oeste fue el lugar de vi-vienda y/o dormitorio de las personas encargadas de velar por el cuidado del templo, así como el lugar donde posi-blemente descansaba el sacerdote Inca o Villac Umu.

Interpretación y aportes Los estudios efectuados en el complejo arqueológico “El Salitre”, en lo que respecta al Sector A, nos permiten evi-denciar un templo de pequeñas dimen-siones edificado por los incas, dedicado al culto del Sol, debemos enfatizar que su proximidad a uno de los centros cul-tistas de mayor veneración en el mundo andino, como lo es el Santuario de Pa-chacamac, lo hacen posible, además de tratarse de un lugar que gozó de presti-gio y respeto.

Evidencia arqueológica Decimos que estamos frente a un Tem-plo Incaico debido a la presencia de características y elementos clásicos de la arquitectura Inca, como son: a) El material constructivo predominante: el adobe de buena manufactura de grandes dimensiones (45 x 24 x 14 cm., 48 x 25 x 18 cm., 50 x 28 x 20 cm.), caracterís-tico de los sitios Inka de la Costa, b) Hornacinas trapezoidales de doble jam-ba de cuerpo entero (Kendall, 1976), enlucidas con una delgada capa de color amarillo, c) Accesos de doble jamba, observándose entradas restringidas, y d) Escalinatas de adobe de gran manufac-tura. Digno de destacar es el acceso tipo

burladero localizado en el flanco oeste de la plaza cuadrangular. Aún cuando es incierto saber los eventos que acontecieron en este templo, la escali-nata central de adobes en el flanco este de la plaza cuadrangular y la evidencia de las hornacinas trapezoidales nos hace suponer que estaríamos frente a un Ushnu. Siendo Ushnu la denominación que se le da gene-ralmente a una pequeña estructura tipo pi-rámide, de poca altura, situada en el centro o a un costado de la plaza principal de los asentamientos incas. La aseveración de que podríamos tener un Ushnu en este asentamiento se debe a su similitud formal (con grandes y notorias diferencias) con el Ushnu de Vilcashuamán (Gonzales Carré, Cosmópolis y Lévano, 1996). (Fig. 9) Por otro lado un importante asidero de nuestra hipótesis se configura en la evalua-ción a nivel superficial de algunos edificios Inca de la costa central peruana, (debemos señalar aquí que no estamos incluyendo al Santuario de Pachacamac en esta compara-ción por cuanto esto será abordado en un articulo posterior) que guardan una simili-tud formal y espacial con respecto al edifi-

cio Inca de El Salitre. Ellos se encuen-tran en los siguientes complejos arqueo-lógicos: Cerro Bandurria en la quebrada de Chilca (Linares, 1994; Noriega, 2000), Cerro Azul en el valle de Cañete (Marcus, Matos y Rotsworowski, 1985, Marcus, 1987) y Cerro La Horca en el valle de Fortaleza (Tabio, 1977). (Sabemos de la existencia de más sitios con estas características, sin embargo para nuestro estudio sólo nos interesa destacar los mencionados). Ello implica destacar algunas característi-cas compartidas como: 1) La ubicación próxima al mar de los edificios Inca, en-cima de un acantilado rocoso, 2) La aso-ciación de los edificios Inca a las aldeas o poblados de la etnia subyugada y a sus cementerios, 3) La cercanía a los centros de extracción y explotación de recursos naturales (mar, lomas, sal, etc.), 4) La orientación de los edificios Inka, siendo su eje más importante el Este–Oeste, diri-gido al mar, a la caída y a la puesta del Sol, 5) El material constructivo empleado característico de la arquitectura Inka de la costa: el adobe rectangular pintado de amarillo u ocre. (en algunos casos se ob-serva el sillar de piedra Inka como es el

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Fig. 8: Reconstrucción hipotética. Isometría del Sector A del complejo ar-queológico El Salitre. Dibujo de Campos y Alvino, 2003.

Fig. 9: Reconstrucción hipotética del Ushnu de Vilcashuamán. Según Gonzáles Carré, Cosmópolis y Levano, 1996.

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caso de Cerro Azul). Tal parece que lo enunciado por Menzel hace ya algunos años “que los Incas aprovecharon la centralización existente (…) construyendo sus centros adminis-trativos en los centros de autoridad nati-va”. (Menzel, 1959:140) se pudo haber dado tal como dice la autora en los asen-tamientos presentados en esta compara-ción. Por otro lado el material cerámico de superficie recolectado por nosotros es escaso por lo cual no es un indicador de importancia en nuestra investigación. Además como ya se señaló anteriormente este complejo ha sido excavado por lo que la ausencia de material cerámico, (sobre todo en el Sector A) es bastante notoria. Aquí es necesario recordar el trabajo de Bonavia (1959), donde descri-be y analiza la cerámica de Puerto Viejo

en Chilca (este sitio se encuentra a unos pocos kilómetros de El Salitre hacia el norte), cuya tipología a permitido acercar-nos a una primera aproximación de la cerámica de El Salitre, ésta cerámica es común encontrarla en los valles de Chilca, Mala y Omas. Por otro lado, si bien es cierto Carmen Gabe (2000) ha logrado establecer un cuadro cronológico para el valle bajo de Mala, gracias a sus excavaciones en Cerro Salazar, en su publicación no presenta fotos o dibujos del material que asigna para el Intermedio Tardío. Del material recolectado hemos podido observar en nuestra muestra tres de los 5 tipos de cerámica señalados por Goldfried (1969:171-173) para El Salitre: Cara go-llete de Mala, Blanca sobre negra de Ma-la y Negra Bruñida de Mala. (Fig. 12) Francisco Bazán hace algunos años atrás

propuso que: “la cerámica con decora-ción “marrón sobre crema” y los cánta-ro efigie de Chilca y Mala son variedades del estilo Ichsma y son una evidencia de la importancia e influencia de la ideolo-gía de Pachacámac en dichos valles”. (Bazán, 1990:171). Concordamos con este autor en esta hipó-tesis puesto que el material reportado en Puerto Viejo (Chilca) por Bonavia es bastante similar al del Salitre y la cerca-nía a Ychsma- Pachacamac lo hace más probable aún. Asimismo es bueno señalar una apreciación compartida por varios investigadores con respecto a la sociedad Ichsma, la evidencia material nos está señalando claramente que el territorio geográfico de este grupo étnico se exten-día por la costa sur central a una gran distancia y que posiblemente el famoso estilo Puerto Viejo es una muestra de ello, y no un estigma de orden social. Por consiguiente el estilo Puerto Viejo es parte del corpus cerámico Ichsma, y en ese sentido debemos comenzar a reeva-luar nuestra información referente a este estilo y a las sociedades que se desarro-llaron durante el Intermedio Tardío. Asimismo las excavaciones llevadas a cabo por Luisa Díaz en Armatambo (2002, 2004), estarían demostrando de forma certera que la cerámica Puerto Vie-jo está siendo catalogada como Ichsma Tardío y su uso coexistió por ende con la cerámica Inka (Luisa Díaz y Francisco Vallejo, 2002). (Fig. 13) Es así pues, que encontrar material cerá-mico del estilo Puerto Viejo en El Salitre se debe indudablemente a su contacto directo (ya sea político, económico o religioso) con el Santuario de Pachaca-mac antes de la llegada de los Incas y durante la ocupación de éstos.

Evidencia etnohistórica La Relación de Hernando de Santillán nos refiere a la conversación que sostu-vieron Tupac Inka Yupanqui y la guaca de Pachacamac: “...Díjole también la guaca (Pachacamac) que tenía 4 hijos, y que al uno le hiciese casa en el valle de Mala ques ocho leguas de Pachacama, y al otro en Chincha ques veinte y cinco, y al otro en Andahuaylas junto al Cusco, y que al otro cuarto hijo le quería dar al dicho Topa Inga para que le guardase y le diese respuesta de lo que le pregunta-se. Y así hizo las dichas ca-sas...” (Santillán, 1968 [1563]:392-393). De este fragmento se desprende que el Inka Tupac Inca Yupanqui fue quien construyó una gran edificación en Mala, en honor a uno de los hijos de Pachaca-mac, como sabemos Pachacamac es con-

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Fig. 10: Vista de los montículos de forma piramidal del Sector B de El Sali-tre asignados al Periodo Intermedio Tardío. Véase al fondo la silueta de la desembocadura del río Mala. Foto Carlos Campos. Octubre 2003.

Fig. 11: Vista del área central del Sector D, conocida como el área cemente-rio-residencia por Goldfried (1969). Foto Carlos Campos. Octubre 2003.

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siderado por los investigadores como un gran santuario que irradió su poder por todo los Andes aún antes de la llegada de los Incas a la Costa Central. Tantalean y Pinedo (2004:62) refieren que “…durante la época inca la materialización de estos hijos se produjo me-diante la construcción de edificios singulares (lugares de culto o "huacas") que reproducirían el culto de Pachacamac pero al cual inteligentemente solaparon el de su propio dios: el sol o Inti. Dichos edificios satélites seguían el patrón ar-quitectónico del Templo del Sol construido por los incas en Pachacamac: edificios con elementos arquitectónicos típicos inca, instalados en las cumbres de cerros que dominan la desembocadura de un río y el litoral circundante que incluye islas”. Asimismo Eeckhout (2004a:37), nos señala que: “….podemos preguntarnos si toda esta parentela mítica y los santuarios supuestamente relacionados no podrían simple-mente ser una fachada del expansionismo Inca”. En efecto nuestro problema radica en que no tenemos la cer-teza suficiente para probar estas afirmaciones, que bien pu-dieron ser manipuladas o distorsionadas por los Incas en la

búsqueda de una justificación a su expansión utilizando para ello a un dios antiguo y poderoso como Ychsma (llámese Pachaca-mac). Otro documento interesante lo constituye la Instrucción de Cristó-bal de Albornoz quien nos refiere lo siguiente: “Sulcauilca guaca prencipal de los indios lunaguanas de la parcialidad de Mala, era un cerro a la orilla del mar. Dezían ser hermano de la guaca Pachacamac”. (Albornoz, 1984 [1584]:214) Sulcauilca podría ser la actual edificación Inka encima del macizo rocoso conocido como “El Salitre” (ver Eeckhout, 2004a:37). Sulca es una palabra aymara que en castellano significa “menor” y Uilca también en aymara significa “jefe”. Traducido podría significar algo así co-mo: “jefe menor” o “guaca menor”. Al relacionar este posible significado etimológico con las dos referencias anteriormente señaladas podríamos concluir que la relación con Ychsma-Pachacamac es evidente, al ser El Salitre un centro de culto de-pendiente del poderoso santuario de la costa central del Perú. Así pues, podemos interpretar que este edificio que hemos deno-minado Sector “A” de El Salitre es de filiación netamente Inca y con una función propiamente religiosa (llámese templo), lo que parece sustentado por las hermosas hornacinas pintadas de doble jamba que debieron adornar el fastuoso templo Inca, la estructura arquitectónica identificada por nosotros como un Ushnu represen-ta el nexo simbólico del nuevo territorio con el Cuzco, además algunas otras características de orden espacial como su localiza-ción conllevan a la sacralidad del espacio arquitectónico y su aparición en los relatos míticos del mundo Inca; de otro lado, lo que parece algo difícil de sostener plenamente es que estamos frente a una guaca de larga data al ser relacionada directamente con Ychsma-Pachacamac, sin embargo no debemos desestimar su función sagrada aún después de la imposición del dios cristiano por parte de los españoles. El Salitre se constituye así en uno de los pocos ejemplos de arqui-tectura Inca en el acantilado costero, su aparición en el escenario territorial Inca representa la ostentación del poder político y reli-gioso del imperio y su configuración dentro de la política expan-siva de los Incas en la que el culto solar es el nuevo ordenador del mundo, en un territorio dominado por el otrora, todo poderoso dios de Ychsma-Pachacamac.

Agradecimientos Este artículo ha sido producto de mi interés por entender la pro-blemática Inka referente a los asentamientos costeros y sus rela-ciones, además de ser el inicio de una investigación de mayor envergadura. Deseo agradecer al Dr. Jorge E. Silva por sus conse-jos y apreciaciones durante el desarrollo de esta investigación, al Lic. Antonio Coello Rodríguez por la bibliografía proporcionada y sus comentarios. Asimismo deseo reiterar mi mas profundo agradecimiento a todos aquellos amigos universitarios quienes me ayudaron en el transcurso de esta investigación.

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Fig. 13: Material procedente de El Salitre. Según Bonavia (1959) correspondería a su tipo cara gollete reportado pa-ra Puerto Viejo, pero según las últimas investigaciones correspondería al Ychsma Tardío de Díaz y Vallejo (2002). Foto Carlos Campos. Octubre 2003.

Fig. 12: Material procedente de El Salitre. Fragmentos de bordes de ollas, de pasta marrón típicas de la costa central del periodo Horizonte Tardío. Foto Carlos Campos. Octubre 2003.

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Introducción En mayo del 2004, en la edición Nº 138 del boletín San Marcos al Día el ex-Rector de la UNMSM, el Dr. Ma-nuel Burga, publicó en una edición extraordinaria una extensa nota acerca del actual estadio de la universidad de San Marcos, enfatizando en el reciente retiro de los reflectores instalados en 1994 sobre los postes de iluminación; esta nota no hubiera tenido mucha de llamativa (o indignativa) para la comu-nidad arqueológica de San Marcos si es que en ella no se hubiera hecho mención de una forma, a opinión nues-tra, premeditadamente ambigua de la existencia o no de una construcción prehispánica, la Huaca Concha, en parte del actual sitio que ocupa este edificio de la universidad, construc-ción prehispánica que fue arrasada parcialmente de forma inmisericorde por el gobierno peruano en la década de los cuarenta y que fue nuevamente agredida a principios de los noventa esta vez no sólo por el gobierno sino también por la misma universidad San Marcos, siendo el párrafo que alude a esto el siguiente: “También suele afir-marse, a veces públicamente, que la

nota al respecto (Ponciano, 2004:3), no que-ríamos de todas maneras quedar en silencio ante semejante muestra de desidia con el patrimonio arqueológico de la Nación, este artículo más que una narración cronológica de las investigaciones y agresiones hechas a Huaca Concha o de una furibunda muestra de protesta ante el arqueocidio perpetrado en este importantísimo monumento del conjun-to Maranga pretende ser una clara y contun-dente demostración (sobre todo gráfica) de que sí existió (y sobre todo que aún queda parte de) una enorme pirámide Lima en par-te del lugar donde ahora se yergue el estadio de la universidad (para información del gran público y para hacer memoria en los estu-diantes y arqueólogos en general) acompa-ñada de una profunda reflexión acerca de porqué la mayoría de los peruanos, ayer tanto como hoy, muestran un profundo des-precio por los restos históricos de sus ante-pasados prehispánicos; y por último, es el intento de plantear soluciones a problemas que a éstas alturas se ven casi “insolucionables”, como perfectamente pue-de ser el caso de Huaca Concha. Antecedentes de estudio antes de su des-trucción Huaca Concha es un montículo arqueológi-co perteneciente al sitio o complejo de Ma-ranga, que incluye todas las estructuras o vestigios arqueológicos existentes en las áreas actuales del Parque de Las Leyendas, los campus de las universidades de San Marcos y la Católica más terrenos situados entre las áreas mencionadas que son actual-mente urbanizaciones, este complejo tiene una larga ocupación prehispánica desde el Intermedio Temprano (Cultura Lima ) hasta el Horizonte Tardío (Inca), un período de tiempo que va desde el 200 hasta 1532 d.C. aproximadamente. Desde los inicios de la arqueología en el Perú una serie de viajeros e investigadores repararon en la magnitud del complejo de Maranga y lo imponente de las estructuras que contenía, es por ello que las menciones e investigaciones hechas en Huaca Concha que van desde fines del siglo XIX hasta la década del cuarenta (fecha de su destrucción parcial) se incluyen dentro de unas más ge-nerales que incluyen casi siempre a todo el conjunto Maranga, de todas formas estos estudios son importantes debido a que fue-ron hechos antes que el monumento sea tre-mendamente afectado por la construcción del Estadio Nacional. Al parecer el primer investigador que hace mención del monumento (y que lo menciona como Huaca Concha) es el inglés Thomas J.

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universidad lo construyó sobre una huaca prehispánica, sin los necesarios estudios de suelos, ni consideración por nuestros monumentos arqueológicos. Otros – más imaginativos para explicar su desuso – afirman que no se utiliza porque el gra-mado es barrido por fuertes vientos, que las tribunas pueden hundirse, que Defen-sa Civil lo ha vetado o que los vecinos se oponen a su uso pleno. Muchos afirman, incluyendo autoridades, que tiene una capacidad para cien mil espectadores, que es el más grande del país y que la universidad construyó esta magnífica obra. Estas afirmaciones son pura fanta-sía.” (Burga, 2004:2) (El resaltado es nuestro); lamentablemente la nota publi-cada por el ex-Rector Estadio de San Marcos: Historia, misterio y realidad no sólo hace esta clase de mención sino que omite, de una forma totalmente inadecua-da e incoherente con el supuesto rigor histórico con que fue hecha la investiga-ción para la nota, la presencia del monu-mento prehispánico llamado Huaca Con-cha antes de la construcción del estadio en los cuarenta y su presente existencia deba-jo del actual estacionamiento del mismo. Aunque ya en el primer número de este boletín se publicó una breve pero enérgica

Huaca Concha: Historia de un arqueocidio

José Luis Fuentes Sadowski

Fig. 2: Vista de las huacas San Marcos (en primer plano) y Con-cha a la de-recha. Según Hutchinson (1873: 276) “View from East side of central huaca of Pando”

Fig. 1: Vista del pozo norte abierto para la construcción de los baños del estadio de San Marcos en Huaca Concha. Foto Lizardo Tavera. 1993.

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Hutchinson, quien en una serie de fechas no determinadas entre 1871 y 1872 hace una serie de visitas al complejo de Ma-ranga, denominado por él “ciudad de Huatica”(1), mencionando que se compo-ne de alrededor de 17 huacas o estructu-ras (Hutchinson, 1873:274), sobresalien-do dentro del grupo denominado por él “huacas de Pando” tres estructuras por su magnitud, la más septentrional la deno-mina Huaca Concha (haciendo mención que ya desde esa época tenía una cruz de madera), la siguiente hacia el sur y de mayor magnitud la denomina “montículo central del grupo” (la Huaca San Marcos) (Fig. 2), suponemos que la tercera es la Huaca Middendorf situada al sur de la anterior, de la cual no da mayores datos; como casi todos los investigadores que visitaron el complejo de Maranga centra su atención en la Huaca San Marcos, dan-do sólo algunos datos muy superficiales de la Huaca Concha (es curioso que men-cione que existía una muralla recorriendo toda la huaca de un lugar a otro (¿rodeándola?) separándola aparentemen-te de las otras dos grandes huacas, mura-lla a opinión de Hutchinson moderna), solo mencionando que alrededor de ella se ubicaban pequeñas granjas cultivadas y que a pesar de tener la mitad de la lon-gitud de Huaca San Marcos era tan alta como ésta (Hutchinson, 1873:280). Hut-chinson publica todos estos datos en el volumen I de un libro de dos volúmenes publicado en Londres en 1873 titulado

la primera “pirámide” de la que se com-pone la huaca, según Jijón y Caamaño (1949:148), es curioso el comentario de Middendorf (repetido por otros investiga-dores)(2) de que la Huaca Concha consis-tía sólo en una acumulación de tierra y piedras, por no distinguirse claramente en sus laderas rastros de los adobitos que conformaban la estructura de las dos an-teriores y por no presentar tampoco evi-dencias de construcciones en su cima, creemos que la apreciación de Midden-dorf es muy superficial, posiblemente en la fecha o fechas de sus visitas la huaca no exhibía ningún perfil en el cual distin-guir la arquitectura que la conformaba interiormente y seguramente no vio las estructuras de tapia situadas en la ladera occidental y en la superficie de la terraza o plataforma situada al suroeste de la huaca, tapias que conformaron una es-tructura de planta casi rectangular descri-ta por Jijón y Caamaño (1949:148). Es importante considerar que este estudioso alemán es el primero en realizar un plano

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Two years in Perú, with exploration of its antiquities. El siguiente investigador que hace men-ción de la Huaca Concha es Ernst W. Middendorf, éste viajero alemán dentro de las exploraciones que hace en el valle del Rímac en períodos de tiempo que van desde 1865 a 1871 y de 1876 hasta 1888 visita el complejo de Maranga denomi-nándolo “antigua ciudad de Huadca”, menciona que hacia el norte de esta ciu-dad se ubicaban una serie de montículos de apariencia natural pero que tras un breve examen ocular se vislumbraba su origen cultural sobre todo por “una base originariamente cuadrada e indicios de una antigua construcción en terrazas o escalonadas.”(Middendorf, 1973:61 [1894]), hace notar que del cúmulo de montículos destacaban tres por su magni-tud, de sur a norte y según la numeración dada por él son: la huaca 15 (denominada posteriormente Huaca Middendorf) repa-rando este mismo investigador que tiene

Fig. 3: Foto de Uhle de las huacas San Marcos (en primer plano) y Concha (al extremo derecho) (1910:Entre 362 y 363) “Panorama zweier großer Hua-cas bei Aramburú Tal von Lima”.

Fig: 4: Plano del Complejo Maranga de Ernst Midden-dorf (1973:57) [1894] (Tomo II) “Plano de Huadca”.

“una configuración en forma d e r iñ ó n ” ( M i d d e n d o r f , 1973:61 [1894]), seguía la hua-ca 16, que junto a las platafor-mas numeradas por él como 18 y 19 conformaban la Huaca San Marcos y, finalmente, menciona a la huaca 17, que era la Huaca Concha, la colina más septentrional de las tres, haciendo mención que “El pie de la colina se encuentra ro-deado por una gran terraza o plataforma, situada sobre la base del valle, más o menos a la misma altura que la terraza (18).”(Middendorf, 1973:63 [1894]) siendo esta plataforma

1. Al parecer Hutchinson denomina “Huatica” a la porción sur del complejo de Maranga, es decir, a la zona de construcciones de tapia tardías del comple-jo, y denomina “Huacas de Pando” a la porción norte, donde no sobresalían construcciones de tapia sino los montículos de adobitos Lima. 2. Jijón y Caamaño se queja de “absoluta esterili-dad” en sus excavaciones en la terraza G de Huaca Concha (1949:149), Kroeber menciona que encon-tró en la superficie pocos fragmentos de cerámica y adobitos, opinando que al parecer la mayor parte de la huaca estaba conformada por cantos rodados (1954:20), Villar Córdoba menciona que el montí-culo estaba “cubierto de una gruesa capa de cantos rodados” (1935:195), y Tello dice “A primera vista parece una enorme masa de tierra y guija-rros” (1999:84).

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del complejo de Maranga, y dentro de éste un dibujo en planta o croquis de la Huaca Concha (Fig. 4). Middendorf termina su mención de Huaca Concha diciendo que es más alta que la Huaca San Marcos por estar situada en un terreno del valle más elevado que la base de ésta, por último al referirse a la cronología de éstas construcciones in-tuye que son más antiguas que las de tapia situadas hacia el sur, dentro del mismo complejo de Maranga, Midden-dorf publica esto dentro de su obra Pe-rú. Beobachtungen und Studien ubre das Land und seine Bewohner, während eines 25 Jahrigen Aufenthalts publicado en Berlín en tres volúmenes, de 1893 a 1895, es en el segundo volu-men aparecido en 1894 donde se men-ciona al complejo de Maranga. Ésta obra fue reeditada por la UNMSM en 1973. El conjunto de huacas Lima de Maran-ga fueron exploradas a inicios del siglo XX por el iniciador de la arqueología científica en el Perú, Max Uhle, y aun-que sus exploraciones no fueron inten-sivas fueron bastante importantes como para asignar de forma acertada éstas construcciones a su cultura Proto-Lima, hoy cultura Lima. Creemos que Uhle tuvo oportunidad de visitar y explorar el complejo de Maranga debido a su cercanía a Lima desde su fecha de lle-gada a la capital (1896), y posterior inicio de sus excavaciones en Pachacá-mac, hasta el año de 1912, fecha de su salida del país y traslado a Santiago de Chile (un lapso de tiempo de 16 años), aunque gracias a unos artículos realiza-dos por Peter Masson y Gernot Krause titulado Max Uhle (1856-1944) Arch-äologie und Kulturgeschichte des An-denraums als Lebenswerk / Max Uhle (1856-1944) Arqueología e historia cultural del área andina como obra vitalicia y por Verena Liebscher titula-do Reisen und Werk Max Uhle von 1892-1911 / Viajes y obra de Max Uhle de 1892-1911 publicados en 1999 en el Tomo 56 de la serie Materialien zur Allgemeinen und Vergleichenden Arch-äologie que lleva como título Max Uhle (1856-1944) Plane archäologischer Stätten in Andengebiet / Max Uhle (1856-1944) Planos de sitios arqueoló-gicos en el área andina podemos calcu-lar las fechas en las cuales Uhle trabajó en Maranga y recopiló los datos acerca de las huacas San Marcos y Concha. Según Masson y Krause Uhle realizó exploraciones y excavaciones en los alrededores de Lima de diciembre de 1905 a marzo de 1906 (mencionando a la Huaca Aramburu (Huaca San Mar-cos)) (Masson y Krause, 1999:31). Liebscher hace mención de la biografía

cerca de Nievería, así como enormes montículos enteramente hechos de estos pequeños adobes en Miraflores (Huaca Juliana), tres en Aramburú y dos en Co-pacabana en el valle del Chillón.” (Uhle, 1998:246), éste investigador asigna los montículos de Maranga a Proto-Lima debido a la gran cantidad de fragmentería cerámica de ésta cultura hallados por él allí, no hay duda que al mencionar Uhle los tres montículos en Aramburu se refe-ría a las huacas Concha, San Marcos y Middendorf, excavando al parecer sólo la Huaca San Marcos (Uhle, 1910:362-365, 1998:246-249)(3), lo que vendría a ser

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hecha por Rowe, en la cual se dice que Uhle se encontró nuevamente en Lima con su mujer el 22 de noviembre de 1905, quedán-dose aquí hasta mayo de 1906, tiempo en el cual se dedicó a la investigación de las cul-turas de Lima, mencionando también el estudio de las huacas de Aramburú (Liebscher, 1999:55), en este lapso de tiem-po es que recogió los datos sobre las huacas Lima de Maranga que después utilizaría para diversas publicaciones, pero sobre todo para su ponencia al XVI Congreso Interna-cional de Americanistas realizado en Viena en 1908 publicada en las Actas de este con-greso en 1910 titulada Ueber die Frühkultu-ren in der Umgebung von Lima en la cual da a conocer al mundo científico a la cultura Lima. Dentro de los sitios que asigna a esta nueva cultura denominada por él Proto Li-ma está “un cementerio extenso de esta cultura en la parte alta del valle de Lima

Fig. 5: Plano de Uhle de las huacas San Marcos y Concha, hecho muy proba-blemente entre 1905 y 1906 (Wurster, 1999:179) “Huaca Aramburu bei Lima, Stadtteil Maranga”.

3. En comunicación personal con el arqueólogo Rafael Valdéz nos mencionó que al parecer Uhle sí intervino en Huaca Concha, estando estos datos inéditos en sus apuntes de campo conservados en su archivo en Berlín, si esto es verdad Uhle fue el primer investigador antes que Jijón y Caamaño en excavar el sitio.

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actualmente la plataforma 4 de dicha huaca, donde encontró grandes vasijas decoradas; es en este artículo de 1910 donde Uhle publica la primera fotografía de las huacas San Marcos y Concha (Fig. 3), tomada muy probablemente durante el lapso de tiempo mencionado anteriormente. Pero no sólo figura este dato cronológico de Uhle en ésta publicación alemana de 1999 sino también en la sección Planka-talog / Catálogo de planos realizado por Wolfgang Wurster y Heiko Prümers figura un plano inédito realizado por Uhle de las huacas San Marcos y Concha (Wurster, 1999:179, Fig.84), denomina-do por Uhle: “Plano general de Huacas del norte de Aramburú (entre Lima y Callao)” (Wurster, 1999:125), que lleva el código “Plan U31” (Wurster, 1999:198) conservándose en el Archivo Uhle del Instituto Ibero-Americano de Berlín, este plano probablemente fue realizado en el período de tiempo señala-do anteriormente y no sólo es el primer plano realizado de Huaca Concha sino es un documento gráfico de extraordinaria importancia, ya que transmite detalles que ninguno de los planos o croquis, anteriores y posteriores trasmitieron, es un legado invalorable de este arqueólogo alemán (Fig. 5). Entre los detalles más significativos que podemos destacar de este plano de Hua-ca Concha están: evidentemente la silue-ta de planta del borde inferior del talud

Caamaño en su plano de Huaca Concha, corroborando esta información (al me-nos son claras las terrazas A, G, H y J que son parte de la “primera pirámide” que conforma la base de la huaca, tam-bién la B que es parte de la “segunda pirámide”, la C que es parte de la “tercera pirámide” y la D, la terraza o plataforma más alta de la huaca que conforma la “cuarta pirámide”). Otros detalles importantes son: la presencia de una especie de corte o forado situado en la base de la esquina noroeste de la hua-ca, producido quizás por un corte de huaqueo o por explotación como cante-ra; la presencia en la terraza D de una estructura cuadrangular hacia su zona sur, que no es otra cosa que la base mo-derna de la cruz de madera que exhibía la cima de la huaca; y otro detalle muy importante es el graficamiento por Uhle de una serie de muros, que ahora sabe-mos fueron de tapia gracias a los datos de Villar Córdoba y Jijón y Caamaño, situados en la ladera o talud occidental de la huaca (formando al parecer dos líneas elípticas, probablemente concén-tricas) y en la superficie de una amplia terraza situada hacia el suroeste de la huaca, denominada por Jijón y Caama-ño terrazas “G” y “H”, donde se distin-gue claramente una estructura de planta casi rectangular, con una especie de estructura o ambiente interno en la es-quina noroeste, ésta estructura también fue identificada y graficada por éste

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Fig. 6: Vistas de Huaca Concha. A la izquierda: Foto de Kroeber (1954:21) “Pyramid 17 as seen from north end of pyramid 16” (Tomada probablemente en 1925). Al centro: Foto de Narváez y Tavera: Vista general de la Huaca Concha desde la Huaca San Marcos. Noviembre 1994. A la derecha: Foto de Fuentes: Vista de la Huaca Concha desde la plataforma 2 de Huaca San Marcos. Mayo 2005.

Fig. 7: Foto de Means de la zona norte del Complejo Ma-ranga. (Nótese Huaca Con-cha al fondo) (1931:519) “A view in the Rimac Valley showing the vast mound-like structures which abound there”.

oriental de la huaca no era totalmente para-lela a la del borde inferior del talud occiden-tal de la misma y a la de los taludes oriental y occidental de la huaca San Marcos, más bien la silueta que dibuja el borde inferior de éste talud es elíptica, definida en la zona sureste de la huaca por el borde norte de una plataforma (denominada por Jijón y Caama-ño “J”) que se proyecta hacia el sureste, y por el norte por el borde sur de un apéndice o prolongación de la plataforma “A” que se proyecta hacia el noreste, apéndice el cual también ilustra Jijón y Caamaño en su plano (Plano XXX, 1949), pero que Uhle grafica de una magnitud mayor; nosotros creemos que este detalle arquitectónico de Huaca Concha, la silueta de planta elíptica del bor-de inferior del talud este, es importantísimo debido a que muy probablemente fue una de las razones para proyectar apoyar y cons-truir aquí parte de la tribuna occidente del Estadio Nacional de la década del cuarenta, ya que la misma silueta de planta que adop-ta el talud oriental de la huaca se presta a ello (a esto tendríamos que añadir otro deta-lle más que mencionaremos más adelante), de todas formas creemos que el plano de Uhle es el único hasta la fecha que grafica de forma clara este detalle, ya que en los croquis y planos de Middendorf, Jijón y Caamaño y de otros figuran los bordes infe-rior y superior del talud oriental de Huaca Concha paralelos a los bordes del talud oc-cidental. Otro detalle significativo del plano de Uhle es que se pueden distinguir de ma-nera clara las terrazas propuestas por Jijón y

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arqueólogo ecuatoriano; un detalle más es que hacia el norte de ésta estructura casi rectangular y paralela al muro nor-te que la define está una línea punteada que va desde el borde superior del talud de la terraza H hasta el borde inferior del talud de la terraza C o “tercera pirá-mide” de Jijón y Caamaño, posible-mente sea los vestigios de otro muro de tapia, o de un muro de otro material constructivo; es importante mencionar que las estructuras de tapia situadas en el talud occidental de Huaca Concha y que parecían por su distribución con-formar dos hiladas de muros de conten-ción figuran débilmente perceptibles en la fotografía tomada por Kroeber de este monumento (Kroeber, 1954:21) (Fig. 6), también Villar Córdoba hace alusión de estos muros (inclusive de perpendiculares a éstos) en las laderas de Huaca Concha, motivo que tiene para denominarla “Fortaleza” (Villar Córdoba, 1935:195). Antes de mencio-nar a los siguientes investigadores tene-mos un dato publicado en el Boletín Chaski Nº35 (Centro de Estudiantes de Arqueología, UNMSM, Octubre 1993) que menciona que hacia 1910 la Huaca Concha fue afectada al emplearse como campo deportivo, probablemente en sus terrazas superiores (¿?) por ser la única fuente que menciona este dato lo consi-deramos con algunas reservas, pero de ser cierto es un irónico antecedente a lo que vendría después. El año de 1925 es importante dentro de las investigaciones realizadas en el complejo de Maranga (sobre todo en las pirámides Lima) ya que dos grandes investigadores hicieron los estudios más importantes y de mayor profundi-dad que se hallan hecho en estas hua-cas, fueron el ecuatoriano Jacinto Jijón y Caamaño y el estadounidense Alfred Kroeber, quienes simultáneamente ex-cavaron en las pirámides más grandes de éste complejo, publicando ambos varios años después sus trabajos, Jijón y Caamaño en 1949 y Kroeber en 1954.

superficie de cada una de ellas una serie de terrazas, así en la “primera pirámide” se ubicaban las terrazas A, G, H y K, A en la zona norte, G y H en una considerable proyección de ésta “pirámide” hacia el suroeste y K en la zona sur, casi imper-ceptible (4), en la “segunda pirámide” se ubicaban las terrazas B y E (5), en la “tercera” se ubicaba la C, y por último en la “cuarta” se ubicaba la terraza más alta de la pirámide: la terraza D (Jijón y Caa-maño, 1949:148), el plano que acompaña a su libro (Plano XXX) fue durante mucho tiempo el único de Huaca Concha, y hasta donde sabemos es el único que contempla una subdivisión de la pirámide en terrazas o plataformas. (Fig. 8) Jijón y Caamaño describe la estructura de planta casi rectangular de tapias situada en la terraza G, cuyas medidas anota en 59 m. de largo este-oeste y 29 m. de ancho norte-sur, en el plano (Plano XXX) no figura para ésta edificación un muro sur que cierre ésta estructura casi rectangular, haciéndola “abierta” hacia el sur, coinci-diendo en esto con el plano de Uhle; prac-

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Jacinto Jijón y Caamaño trabajó ese año en el conjunto Maranga, según sus propias palabras debido a que debió permanecer forzosamente unos meses en el Perú, los trabajos se iniciaron el 15 de Marzo y cul-minaron el 11 de Julio (Jijón y Caamaño, 1949:VI), período en el cual este arqueólo-go excavó en las tres huacas más grandes del complejo Lima: la Huaca San Marcos (denominada por él “Huaca I”), la Huaca Concha (la “Huaca II”) y la Huaca Midden-dorf ( “Huacas III y IV”), al parecer ha sido hasta el momento el investigador que ha realizado las excavaciones de mayor mag-nitud en éstas pirámides Lima y el que ha presentado el informe más completo y deta-llado de su intervención, el mismo que se llamó Maranga. Contribución al conoci-miento de los aborígenes del Valle del Rí-mac, Perú publicado en Quito en 1949. Todo parece indicar que Jijón y Caamaño ha sido el único investigador que ha exca-vado científicamente la Huaca Concha, lamentablemente su intervención allí fue bastante reducida, después de intervenir la Huaca San Marcos (Huaca I), decidió inter-venir Huaca Concha, describiéndola como un edificio de planta en forma de “T”, cu-yas medidas fueron: 284 m. de largo, 102 m. de ancho en su extremo norte, 181 m. de ancho en su extremo sur y 26 m. de alto sobre el piso del valle en su cima, compo-niéndose de la sucesión de cuatro “pirámides” una sobre otra, estando en la

Fig. 10: Foto del muro epimural situado al norte de Huaca Con-cha. Tomado de Tello (1999:84)

Fig. 8: Plano de Huaca Concha. Según Jijón y Caamaño. 1949.

Fig. 9: Foto de un muro epi-mural si-tuado al norte de Huaca Concha. Tomado de Tello (1999:84)

4. Por el plano de Huaca Concha que acompaña el libro de Jijón y Caamaño habría que incluir la terraza J en la primera pirámide, ubicada en un apéndice de la pirámide en su zona sureste. 5. Por el plano de Huaca Concha de éste investigador a la segunda pirámide habría que incluir la terraza F (y probablemente la I), situada en el talud o ladera sur , en un nivel más bajo que la terraza E y más alto que la K.

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tica por sus descripciones tres excava-ciones en las terrazas G, J e I del monu-mento, en la terraza G “Al pie de la tapia que cierra el espacio murado, por el setentrión, se hizo una zanja de prueba de mts. 8.40 de largo por tres de ancho” (Jijón y Caamaño, 1949:148-149) contemplando que el muro de tapia descansaba sobre un relleno de cantos rodados, además que encontró una serie de objetos y eviden-cias al parecer tardías por sus descrip-ciones, en la terraza J (donde al parecer excavó dos unidades) encontró en la más importante restos tardíos y lo que pareciera ser reutilizaciones de adobi-tos Lima para construcciones posterio-res, una de ellas con planta circular; finalmente en la terraza I excavó al parecer una sola unidad, donde encon-tró dos muros de adobitos haciendo una esquina (no es clara su filiación Lima o si es una reutilización tardía de los ado-bitos) y en las inmediaciones de éstos una serie de entierros de adultos y ni-ños, todos ellos tardíos; por las descrip-ciones que da las excavaciones de Jijón y Caamaño no fueron muy profundas, y por el comentario “En vista de la abso-luta esterilidad del yacimiento” refi-riéndose a la terraza G da a entender que no esperaba encontrar grandes

de sus excavaciones en Maranga, la me-jor fotografía que ha llegado hasta noso-tros de Huaca Concha, tomada de la cima norte de Huaca San Marcos, fotografía tomada lo más probablemente durante el período de los trabajos de Kroeber en el sitio y que es el documento visual más contundente que tenemos de la imponen-cia y existencia irrefutable de este monu-mento prehispánico, la mejor vista que tenemos de Huaca Concha 18 años antes de su destrucción (Fig. 6). Una vista más de la parte norte del complejo Maranga tenemos en la fotografía publicada por Means en 1931 en su obra Ancient Civili-zations of the America, foto tomada al parecer de la cumbre de Huaca Midden-dorf con vista al norte antes de que se construyera la Av. Progreso, pudiéndose notar al fondo Huaca Concha con su te-rraza J. (Fig. 7) Julio C. Tello, desde el inicio de sus in-vestigaciones sistemáticas en el Perú a su llegada de Europa en 1913 hasta la fecha de su fallecimiento en 1947, exploró in-tensamente el valle del Rímac, fruto de esos trabajos son las numerosas mencio-nes hechas a sitios del valle bajo del Rí-mac en los diversos libros y artículos publicados en revistas y periódicos por este autor, sumadas a las numerosas men-ciones y datos que hasta el momento per-manecen inéditos en su archivo conserva-do en la UNMSM, de todas formas es importante mencionar que en una de las últimas publicaciones de trabajos inéditos de Tello, publicada en 1999 por Ruth Shady y Pedro Novoa por cuenta del Mu-seo de Arqueología y Antropología de la UNMSM titulada Cuadernos de Investi-gación del Archivo Tello Nº1: Arqueolo-gía del valle de Lima se hace una serie de menciones de Huaca Concha, que incluye en la zona del valle del Rímac que él de-nomina como “Watika marka”, éstos tra-bajos y observaciones hechas por Tello debieron realizarse dentro del período de tiempo anteriormente mencionado pero con toda seguridad antes de 1942, fecha en que se inicia los trabajos de demoli-ción de la huaca(6). Tello menciona en el primer texto del capítulo denominado “Watika marka” titulado “Nomenclatura: (Texto mecano-grafiado. XV-P2-F1 [18])” que la Huaca Concha se incluye dentro del Grupo I de Watika marca, que denomina “Grupo o sección de los Templos” (lo que es la sección norte del complejo de Maranga, donde se encuentran la mayor cantidad de estructuras Lima), es interesante mencio-nar que Tello denomina a la Huaca Con-

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hallazgos en Huaca Concha, por ello con-centró sus excavaciones en Huaca San Mar-cos y Middendorf. Alfred Kroeber trabajó en Maranga dentro del período de tiempo que trabajó Jijón y Caamaño, del 21 de Marzo al 8 de Abril (Kroeber, 1954:13), a diferencia del investi-gador ecuatoriano excavó sólo en las Hua-cas San Marcos y Middendorf, no llegando a intervenir en Huaca Concha debido a que “sorprendentemente, su superficie muestra muy pocos tiestos de vasijas o de ladrillos de adobe. Parece consistir principalmente de guijarros (y casquijos del no muy distan-te lecho del Rímac), con alguna tapia (adobe enlodado); allí pareció mucho tra-bajo y poca promesa en excava-ción.” (Kroeber, 1954:20), comentario pare-cido realiza en la primera publicación en que menciona sus trabajos en Maranga, un artículo publicado en American Anthropolo-gist el año de 1926 titulado Culture stratifi-cations in Peru en el cual menciona que Huaca Concha vista superficialmente más parecía estar conformada por una acumula-ción de piedras sueltas (Kroeber, 1926:336), coincidiendo con otros investigadores en esta superficial apreciación, de todas formas Kroeber incluye en su libro Proto Lima. A middle period culture of Peru, publicado en 1954 y el cual es su más completo informe

Fig. 11: Plano del sector norte del Complejo Maranga, hecho por el Ing. La-barthe entre Julio y Agosto de 1941. Archivo del Ministerio de Transportes y Comunicaciones.

6. Una de las fotos publicadas en este Cuaderno de Investigación es de un camino epimural situado inmediatamente al norte de Huaca Concha, que lleva como fecha 1934 (Tello, 1999:84), es probable que sea una de las fechas en que Tello visitó Huaca Concha.

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cha “Templo de Yaro-Willka”, uno de los dio-ses más importantes de la zona andina del de-partamento de Lima, deidad que se relaciona con Pariacaca (Tello, 1999:45-49), también a las huacas San Marcos y Middendorf denomina r e s p e c t i v a m e n t e “Templos del Sol y de la Luna” (desconocemos los fundamentos que tuvo Tello para llamar así a estos tres montícu-los Lima), menciona también que “Hacia el lado oriental de los Templos hay una multi-tud de montículos artifi-ciales cubiertos con cantos rodados. Es posi-ble que esta sección corresponda al Munao o Necrópolis. Los templos se hallan rodeados por c a m i n o s m u r a -les” (Tello, 1999:81), éstos montículos son indudablemente la serie de montículos Lima que se ubicaban donde ac-tualmente está el cam-pus de la UNMSM y las urbanizaciones al sur de la avenida Venezuela, parte del complejo Lima que empezó a ser des-truido en la década de los cuarenta. A pesar de asignarle a Huaca Con-cha la función de tem-plo, en otro texto del capítulo dedicado a Wa-tika marka (Documento 3: La metrópoli de Hua-tica (Texto mecanogra-fiado. XV-P2-F1 [17])) le asigna la función de “Fortaleza”, mencionan-do que esta huaca “defiende” la ciudad de Huatica por el norte (Tello, 1999:83), más adelante realiza una des-cripción relativamente detallada del montículo (mencionándolo como “Waka de la Concha”), resaltando que “A pri-mera vista parece una enorme masa de tierra y guijarros; sin embargo, entre estos montones de tierra y guijarros se destacan, de trecho en trecho, las huellas mani-

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fiestas de su estructura artificial” y también que “En esta clase de edificios siempre existen en las partes más elevadas acumulaciones de piedras que tal vez pudieron servir para ser arrojadas como proyectiles por medio de las hondas”, entre los datos más interesantes están dos fotografías de una muralla epimural que corría de este a oeste al norte de Huaca Concha (Fig. 9 y 10) y que según Tello se conectaba por el oeste con la muralla que corría de norte a sur, delimitando al complejo Maranga por ese sector, las medidas que da de la muralla son 4 m. de acho y 3 m. de altura en la época en que fue-ron tomadas las fotografías (1934) (Tello, 1999:84). Pedro Villar Córdoba posiblemente sea el último investigador que visitó y publicó datos de Huaca Concha, antes que las obras de construcción del Estadio Nacional desfiguraran el monumento, sus visitas y exploraciones de este sitio debieron darse

antes de su demolición, en un período de tiempo que se iniciaría probablemente en la década del veinte. En su libro Las culturas prehispánicas del departamento de Lima publicado en 1935 hace la siguiente mención de Huaca Concha: “hacia el N.O. un montículo cubierto de una gruesa capa de cantos rodados que sirvió de fortificación a esta ciudadela sagrada de Ma-ranga. A esta agrupación arquitectónica, pode-mos pues, denominarla: “La Fortaleza”, por-que está rodeada de tres murallas de circunva-lación, consistentes en gruesos muros de adobón o “tapiales”, con mampostería de piedras, como las que aparecen en los muros de las casas-habitaciones de las poblaciones prehispánicas de este valle. Muros transversales formando cuarteles, unen estas murallas. Como en la for-taleza de “Ungará”, en el valle de Cañete, las

Fig. 12: Plano del sector norte del Complejo Maranga, hecho por el Ing. Romero durante 1943. Archivo del Ministerio de Transportes y Comunicaciones

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murallas tienen “pacas” o contrafuer-tes que impiden su derrumbe, a pesar de que en la base son más gruesas que en su borde superior. De estas murallas, permanecen en pié, solamente, dos mu-ros que están enfrentando al Mar y cua-tro murallas laterales que bajan por las faldas del montículo.”(Villar Córdoba, 1935:195). Ésta descripción es más que sugerente, su mayor importancia radica en la descripción que hace de las mura-llas de tapial y mampostería de piedra que rodeaban concéntricamente la cima, murallas que grafica Uhle en su plano y que se notan en la foto de Kroeber, es importante el detalle de los contrafuer-tes o muros de contención que tenían estas murallas y de los muros transver-sales que las unían, una interrogante de este comentario es ¿En qué lugar de la huaca se ubicaron las “cuatro murallas laterales que bajan por las faldas del montículo”? No figuran murallas o mu-ros con esta descripción en el plano de Uhle, y posiblemente Villar Córdoba haya descrito de una forma no tan preci-sa los muros que conforman el recinto casi rectangular de la terraza G. Datos adicionales da en un artículo titulado Las ruinas de Ascona y Maranga publi-cado en 1942, en el cual vuelve a men-cionar a Huaca Concha como una forta-leza que “se encuentra hacia el N.E.,frente al río Rímac” y que presenta “En sus plataformas interiores, grandes habitaciones”. Éste último dato parece que es una imprecisión de Villar Córdo-ba debido a que nadie más menciona esto, este artículo fue publicado en las Actas de la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Lima. Proceso de un arqueocidio e investi-gaciones realizadas a la par El Estado Peruano desde su nacimiento en 1821 incorporó dentro de su estructu-ra jurídica leyes que protegieran al in-menso patrimonio cultural de la época prehispánica, en una fecha tan temprana como el 2 de Abril de 1822 se dio el Decreto Supremo Nº 89, la primera ley cuya finalidad fuera proteger al patri-monio arqueológico peruano. A finales del gobierno de Leguía diose la Ley Nº 6634, el 13 de Junio de 1929, la ley más efectiva y enérgica que haya tenido el Perú en materia de protección del patrimonio arqueológico, ley que estuvo vigente durante la década del cuarenta, época en la que el mismo Es-tado Peruano inicia la destrucción siste-mática del monumento llamado Huaca Concha, indicando la citada ley en su Artículo 6to: “Prohíbese bajo la multa de diez a cien libras peruanas, aparte de la responsabilidad penal a que haya lugar, todo acto de exploración o exca-

Suprema Nº 604 aprobada el 14 de Julio de ese año, en la cual se autoriza “la ex-propiación forzosa de 614.500 m2. de terreno comprendidos entre la avenida del Progreso y de la República Argenti-na, de conformidad con los planos formu-lados por la Dirección de Fomento y Obras Públicas;” (1941:2) (7), expropia-ción que se hacía no sólo para construir el nuevo estadio y sus instalaciones anexas, si no también como dice la misma Reso-lución “avenidas y obras de acceso” que iban a significar una remoción de tierras de una gran magnitud en toda esta zona, la Resolución también menciona que la construcción del Estadio debía estar con-cluida para 1943, fecha para la cual el Perú había aceptado una serie de compro-misos internacionales (como se sabe ni siquiera se terminó de construir el Esta-dio para 1948) toda el área expropiada en ese año fueron los actuales terrenos de la Ciudad Universitaria de San Marcos, los terrenos de la Unidad Vecinal Nº 3 y te-rrenos adyacentes situados entre las ac-tuales avenidas Colonial y Argentina. Por lo visto esta Resolución Suprema fue la sentencia final para la Huaca Concha, firmada y ejecutada por el gobierno del Presidente Manuel Prado. En el archivo del Ministerio de Transpor-tes y Comunicaciones se conserva el ar-chivo del antiguo Ministerio de Fomento y Obras Públicas (la entidad gubernamen-tal que ejecutó las obras de construcción del Estadio durante los cuarenta), dentro de este archivo se conserva el Legajo de construcción del nuevo Estadio Nacional, que es quizá el conjunto de documentos más importante que existe para acercar-nos al proceso de destrucción que tuvo Huaca Concha en estos años, y es curioso que hasta el momento nadie haya repara-do en él. En este Legajo figura el plan original de construcción del Estadio, que planteaba construir el campo de juego inmediatamente al este de Huaca Concha, una zona denominada por los planos “La Depresión” y que se encontraba a un ni-vel menor que las otras áreas cultivadas, alrededor del campo de juego iban a construirse las tribunas que iban a tener dos grandes secciones: la inferior para 40,000 expectadores y la superior para los 60,000 restantes, planeándose cons-truir la primera sección de la tribuna occi-dente sobre el talud oeste de “La Depre-sión” y la segunda sección sobre parte del

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vación en los yacimientos arqueológicos, que no sea exprofesamente autorizada por el Gobierno” y en el Artículo 7mo: “El Gobierno, podrá conceder el permiso que soliciten las corporaciones científicas na-cionales, previo informe del Patronato Nacional de Arqueología, para emprender trabajos de exploración y excavación en dichos yacimientos y para extraer de ellos los objetos artísticos o históricos que con-tengan, siempre que la solicitud responda a propósitos serios de estudio y se destinen los ejemplares descubiertos al enriqueci-miento de los museos públicos” (Ávalos y Ravines, 1974: 401). Por lo trascrito se observa que fue el mismo gobierno quien contravino, algo muy frecuente en los casi últimos 200 años, sus propios reglamentos legales, y que la intervención de Huaca Concha para construir allí el Estadio Nacio-nal fue un hecho ilegal por donde se le mi-re. Pero este primer proceso de destrucción, que se inicia en 1942 y termina en 1948, es un poco complejo y vale la pena reparar en varias de las informaciones que tenemos, ya que fuera de la insania desplegada contra un monumento arqueológico hemos observado no sólo intentos por salvarlo, sino también datos adicionales que aportan conocimientos a la comprensión científica de este sitio. Una de las primeras menciones que tene-mos de la intención por parte del gobierno de construir un nuevo Estadio Nacional, suplantando al Estadio José Díaz donado por la Colonia Inglesa en 1921, es una nota anónima publicada en el diario Universal de Lima, de fecha 11 de Marzo de 1938, en el cual se menciona que el Presidente del Comité Nacional de Deportes, Eduardo Dibós, informó a éste Comité que días an-tes había tenido una reunión con el Presi-dente Oscar R. Benavides, quien le comu-nicó su intención de construir un nuevo estadio para Lima, lo curioso es que se le autorizaba a Dibós coordinar con el Minis-tro de Fomento “quien tenía los planos de la obra en cuestión, con el objeto de alige-rar los trabajos para ver si era posible que la gigantesca obra estuviera terminada para el Sudamericano de Fútbol que se realizará en diciembre.” (1938:11), como se sabe ni siquiera se comenzaron las obras para esa fecha, días después, el 22 de Mar-zo de ese año se promulga la Resolución Suprema Nº 86, en la cual se nombra una Comisión encargada de proponer la ubica-ción del nuevo Estadio Nacional, y que estudie los demás asuntos que interesen para la pronta ejecución de dicha obra, des-conocemos en que momento ésta Comisión propone construir el nuevo Estadio y sus instalaciones en la porción norte del com-plejo de Maranga, pero su propuesta se confirma el 16 de Julio de 1941, fecha en que se publica en El Peruano la Resolución

7. La avenida del Progreso se abrió en 1923 (Ravines, 1985:96) para unir Lima y el Callao, agilizando el tráfico que ya soportaba la avenida Colonial, al construirse se cortó en dos el centro urbano Lima de Maranga, pasando inmediatamente al sur de la Huaca San Marcos afectando su esquina sureste, destruyendo la plataforma 19 que se situaba en esa zona como un apéndice y afectando la esqui-na noroeste de la Huaca 20 de Middendorf, poste-riormente se llamó avenida Venezuela, nombre que ha continuado hasta nuestros días.

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talud este de Huaca Concha y sobre parte de su flanco norte también, y ade-más iban a construirse dos grandes ac-cesos simétricos, tanto al norte como al sur del estadio que iban a unirlo con las avenidas Colonial y Progreso (Venezuela) respectivamente. Éste pla-neamiento con algunas modificaciones fue el que se llevó a cabo, quedando inconcluso hacia 1948, fecha en que se paralizaron los trabajos, pero conclu-yéndose por la universidad San Marcos en 1951, fecha en que lo inauguró. Después de promulgarse y publicarse la Resolución Suprema Nº604 en la cual se expropiaban éstos terrenos (la mayo-ría zonas agrícolas de propiedad privada y montículos arqueológicos) para el Estado con la finalidad de construir el nuevo Estadio Nacional pasó un tiempo considerable en el cual se “arregló” el traspaso legal de estos terrenos al Esta-do, con la siguiente tasación de las tie-rras e indemnización del valor de los terrenos a los dueños, mientras tanto no empezaron las obras del nuevo estadio y por ende la demolición de Huaca Con-cha hasta mediados de 1942. El 21 de Julio de 1941, por la Resolución Minis-terial Nº 1137 se nombra al ingeniero José Alejandro Alvarado “Perito tasa-dor de los terrenos por expropiarse” siendo Alberto Jochamowitz el Director General de Fomento y Obras Públicas, entidad que dependía del Ministerio del mismo nombre. De todas maneras los dueños del fundo “Aramburu”, Juan Chichizola, su esposa, y los herederos de José Rocca Cúneo (entre ellos la Sra. Ebe Rocca de Essant) realizaron una tasación de sus tierras de forma inde-pendiente que enviaron al gobierno, esta tasación la realizó el Ingeniero agróno-mo Benjamín Quijandría y tiene como fecha de finalización el 29 de Agosto de 1941, esta tasación fue hecha en conjun-to con un plano de la zona, que realizó el Ingeniero Pedro Labarthe suponemos que antes de la fecha de término de la tasación, todo parece indicar que este plano fue el primero que se realizó de casi toda la porción norte del complejo Maranga (en donde actualmente está el campus de San Marcos), plano que no sólo grafica bien las diferentes parcelas de las que se componía el fundo, sino también siete huacas o montículos ar-queológicos que se ubicaban en esa zo-na, inmediatamente al norte de la aveni-da del Progreso, éstas siete huacas son: la Huaca Concha (denominada en el plano “Huaca de la Cruz”), la Huaca San Marcos (denominada “Huaca Gran-de de los Muertos”(8)), y cinco huacas más sin nombre, situadas inmediata-mente al este de éstas dos, que son las huacas que en el Informe de Idilio San-

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tillana hecho en 1988 se numeraron como 7, 8, 9, 10 y 11 (Silva, Paredes y Jaime, 1993:75), grafica también el trazo que tenían las diferentes acequias y una serie de murallones de tapia, algunos de ellos formando callejones, posiblemente prehis-pánicos, que ya fueron señalados por Nar-váez (2001:128-131). En suma este plano constituye un documento gráfico de primer orden para la comprensión e historia no sólo de la Huaca Concha sino de toda la porción norte del complejo Maranga. (Fig. 11) De la tasación hecha por el Ing. Qui-jandría podemos sacar también algunos datos interesantes puesto que hace una serie de descripciones de la sección del fundo Aramburu por expropiar, señala que el área total a expropiarse del fundo es 49 H. 9707 m2, siendo el área cultivada de 38 H. 0523 m2 y el área sin cultivar (lo que equivaldría decir el área ocupada por las siete huacas mencionadas) es de 11H.9184 m2 (9), menciona que la naturaleza de los terrenos es aluviónica, de sub-suelo filtran-te, en su mayoría arcillo-arenosos y en su minoría areno-arcillosos, junto a esto men-ciona haber observado en algunas porcio-nes pequeñas de terreno que se había alte-rado el suelo “por haber sacado material

de la superficie para construir las hua-cas”, nosotros suponemos que en esas porciones de terreno el nivel de la superfi-cie era más bajo que en las otras áreas, hace también una descripción de cada una de las parcelas o lotes de terreno, arrojan-do algunos datos interesantes: en la parce-la “Pampa de la Viña” menciona que el suelo es un poco inclinado, siendo ésta parcela la franja de terreno situada inme-diatamente al norte de Huaca Concha y de la Huaca 11 (Sector 11), indicando quizás que el terreno iba elevándose hacia el sur, igual superficie irregular mostraban las parcelas La Depresión (situada entre la Huaca Concha y la Huaca 11),San Juan (situada inmediatamente al este de la Hua-ca 11), Casa Chica (situada entre las Hua-cas 8, 9 y 10) y Pampa de Concha (situada

Fig. 13: Foto aérea de la zona norte del Complejo de Maranga. SAN (Servicio Aerofotográfico Nacional) 340-935. 12-2-1944.

8. Es la primera vez que escuchamos este nombre para la Huaca San Marcos. 9. Es necesario mencionar que en la Tasación hecha por Quijandría de las tierras del fundo Aramburu hace mención que las huacas estaban rodeadas por acequias que las delimitaban y que además estaban plantadas en una tercera parte de su área por viñas, para las más voluminosas quizás este dato no sea adecuado pero probablemente parte del área de las huacas la incluyó dentro del área cultivada.

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entre la Huaca Concha y la Huaca San Marcos), otro dato importante que da es que los suelos de casi todas las parcelas situadas entre las huacas (La Depresión, San Juan, Casa Chica y Pampa de Con-cha) son cascajosos, este dato junto con el anterior de presentar las superficies cierto grado de inclinación es posible-mente señal que el área de las huacas Lima originalmente fue mayor del exis-tente para la década de los cuarenta y que desde el siglo XVI fue poco a poco ga-nándose terreno para cultivos, también esta conformación de los suelos pudo significar la existencia de construcciones Lima enterradas entre las pirámides, lo que es bastante lógico considerando que se ha denominado a todas estas huacas “centro urbano Lima”, un dato sumamen-te curioso e importante que hemos dejado para comentarlo al final es la denomina-ción que tiene la parcela existente entre la Huaca Concha y la Huaca 11, “La Depre-sión”, zona en la que ya había reparado Alarcón al mencionar que el “Stadium” de la universidad San Marcos se había construido sobre una hondonada (Alarcón, 1971:38) y que también es mencionada en una nota anónima sobre el estadio publicada en 1985 en la Gaceta Sanmarquina en la cual se menciona que “Se sabía por esos años que en estos terrenos existían diversas “huacas” que rodeaban una hondonada favorable a la ejecución de un estadio.”, en la descrip-ción que hace de ésta zona el Ing. Quijan-dría menciona que el área es de “5 H. 5700 m2. Suelo inclinado, con tres pla-nos de livel (nivel), cascajoso, aparente para viña.” La mayor profundidad de esta parcela en relación con las demás sumado a su planta elíptica llama la aten-ción, y mucho más al estar situada entre dos construcciones arqueológicas ¿Acaso desde épocas prehispánicas el suelo tuvo esta profundidad natural o fue socavado premeditadamente? Si fue así ¿En qué época se cavó esta depresión? ¿Fue en la misma época de construcción y funciona-miento de los edificios aledaños, la Hua-ca Concha y la Huaca 11 y de todo el complejo Lima de Maranga? ¿Exhibía esta profundidad debido a que se le em-pleó como lugar para sacar la arcilla des-tinada a elaborar los adobitos?(10) Es curioso que el talud oriental elíptico de Huaca Concha junto con la terraza J de esta misma huaca parecieron formar la sección de un anillo que rodeaba esta depresión en el terreno, y este anillo fue completado en una pequeña sección por el este por el talud oeste de la Huaca 11, lo que refuerza la hipótesis del origen ó uso prehispánico de esta depresión y el hecho que estuviera asociada a las huacas Concha y 11, pero inmediatamente surge la pregunta ¿A qué función se destinó ésta depresión en la época Lima? Llama

constituyen un obstáculo en todo fun-do para la explotación agrícola; pero tratándose de que las huacas en refe-rencia se hallan ubicadas cerca de Lima, podría utilizarse como material de construcción cierta parte de las mis-mas, i en este sen tido estimo un valor de 1,000 soles oro por Ha.” (El subra-yado es nuestro). Ésta frase habla por sí sola, quizás sea uno de los testimonios más elocuentes del enorme desprecio que sentían algunos funcionarios del gobierno por los restos de nuestros ante-pasados. Posteriormente en un docu-mento fechado 4 de Noviembre de 1941 (Inf. Nº 479 Ref. Exp. Nº) mandado por Salvador Boza al Director Gral. de Fo-mento y Obras Públicas se hace men-ción de la tasación hecha por los dueños del fundo Aramburu, realizada por el Ing. Quijandría y modificado por Adán Mercado, al día siguiente la Resolución Suprema Nº 869 del 5 de Noviembre de 1941 resuelve aceptar la propuesta for-mulada por Juan Chichizola para la ad-judicación para el estadio de 499, 707 m2 en el fundo Aramburu, además de mencionar necesaria la expropiación de otra franja de terreno situado inmediata-mente al este del inicial. Otro documen-to de fecha 22 de Noviembre de ese año denominado “Of. 1042” enviado por Juan Magot y Miguel Dasso al Director Gral. de Fomento y Obras Públicas se hace mención que el Ministerio de Fo-mento planeaba ampliar la expropiación de terrenos, incluyendo el fundo “El Rosario” de 150,000 m2 situado inme-diatamente al oeste de la zona inicial-mente expropiada (terrenos al oeste de las huacas San Marcos y Concha y en donde actualmente está el Hospital Na-val), todo esto para la construcción de: un local para eventos de football y atle-tismo, un motovelódromo y una piscina reglamentaria de 50x18 m. (11). Final-mente el 30 de Diciembre de 1941, por Resolución Suprema Nº 947 se declara de utilidad pública la construcción del nuevo Estadio Nacional y también nue-vamente se menciona necesaria la ex-propiación de terrenos situados al este de los inicialmente expropiados. En un documento enviado al Ministro de Fomento por Leticia Rocca de Chi-chizola y Ebe Rocca de Essant (11/03/1942) se hace mención de la declaración hecha por las Resoluciones

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la atención también cuando el Ing. tasador dice tener esta parcela “tres planos de ni-vel” ¿A qué se refiere con eso? ¿Había en el talud descendente de la depresión tres niveles planos, como terrazas, andenerías o algo parecido? Finalmente queremos decir que ésta característica, sumada a la que el talud oriental de Huaca Concha fuera elípti-co, fue para nosotros la razón fundamental para que la Comisión del gobierno ratifica-da por la Resolución Suprema Nº 86 de 1938 designara esta zona como el lugar donde emplazar el nuevo Estadio Nacional, por su limitado, torpe e inescrupuloso crite-rio de aprovechar una conformación ya “natural” del terreno para acoplar allí la estructura moderna del Estadio, sin el más mínimo respeto por los restos arqueológi-cos de la zona y sin el más mínimo criterio de si las construcciones o montículos pre-hispánicos iban a ser un terreno adecuado para construir un Estadio para 100,000 per-sonas. Finalmente, como dato adicional, el valor que Quijandría señala para el “área no cultivada” (huacas) es de S/o.0.30 el metro cuadrado, lo que le dio un valor total a ésta área de S/.o.35.755.20. El valor total que da a los terrenos del fundo es S/o.277.170.66. Es interesante mencionar que durante el mes de agosto de 1941 los vigilantes del Patronato Nacional de Arqueología, Adán Cueto y F. Villafuerte, comunican que en las huacas “Aramburu” (San Marcos) y “De la Cruz” (Concha) y otras más fue sorprendido un señor llamado Zenobio Ve-lásquez, un ladrillero de la zona, en plena elaboración de adobes para confeccionar ladrillos, notificándosele que paralice esos trabajos (Chumpitaz, 1999:3), como se ve otro de los factores que fue afectando la integridad de estas huacas fue su utilización como cantera para la elaboración de adobes y ladrillos. Por Resolución Suprema Nº 739 del 27 de Septiembre de 1941 se menciona que se contrató del 15 de Agosto al 31 de Diciembre de ese año al Ing. Augusto Duf-faut para el estacado y nivelación de la construcción del nuevo Estadio (parece que desde este año empezaron los trabajos de campo por parte del Ministerio de Fomen-to, pero no implicaron todavía remoción de tierras). Posiblemente debido en respuesta a la tasación realizada por los propios dueños del fundo Aramburu, el 8 de Octubre de 1941, Adán Mercado, Ing. designado por la Dirección de Agricultura para el proceso de tasación y traspaso de los terrenos al Esta-do, manda un documento al Director de la Dirección de Agricultura y Ganadería tra-tando de refutar la tasación hecha por el Ing. Quijandría, mencionando al tocar la tasación del área no cultivada: “3º Los te-rrenos del área no cultivada que están constituidos por “huacas”, tienen una su-perficie, según el plano adjunto, de 11 Ha. 9,184 m2. Según mi concepto, las huacas

10. Según Alarcón (1971:70-71) la arcilla con la que se hicieron los adobitos de la Huaca San Marcos, y por ende, del resto de construcciones Lima no fueron extraídas de la zona, puesto que los suelos del área de Maranga tienen una confor-mación aluviónica de cantos rodados, etc., plan-teando que fueron traídos de la parte alta del valle. 11. En la nota anónima de Gaceta Sanmarquina (1985:15) se menciona que se planeó construir en la porción norte del complejo de Maranga la “Ciudad de los Deportes” (¡!).

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869 y 497 de expropiar nuevos terrenos situados al este del fundo Aramburu, en vista de ello el Ing. Quijandría realizó una nueva tasación de esos terrenos que concluyó el 7 de Marzo de 1942, esta franja de terreno se situaba inmediata-mente al este de los terrenos inicialmen-te expropiados e incluían un área de 23 Ha. 9137 m2, las parcelas incluidas en esta nueva expropiación fueron: Pando, Núñez, Huancayno, Pampas de la Viña, Capitana, Tras de la Casa, San Pedro, San Pablo, Carmen y Carnaval, los te-rrenos son descritos como muy buenos e ideales para plantaciones y no refiere la existencia de ningún vestigio arqueoló-gico. Finalmente por Resolución Supre-ma Nº 603 del 9 de Julio de 1942 se acepta la propuesta de las propietarias del fundo Aramburu para la nueva ex-propiación. Es importante mencionar que uno de los vigilantes del Patronato Nacional de Arqueología, Adán Cueto, informa hacia mediados de 1942 que en una visita a las huacas Aramburu y De la Cruz (Concha) pudo observar en esta última una serie de excavaciones y tra-bajos de remoción de tierras que forma-ban parte de las obras del nuevo Esta-dio, hacia el lado norte de la huaca ob-servó cinco excavaciones de regulares dimensiones, hacia el lado sur encontró a unos peones excavando un socavón a la mitad de la altura de la huaca (probablemente era el inicio de la cons-trucción de uno de la serie de túneles que iba a tener el estadio) siendo sus dimensiones cinco metros de largo por dos metros de ancho. Indicaba además que habían quedado expuestos adobitos Lima, cuyas medidas fueron 16x10x16 cm. y que además las excavaciones, que estaban al parecer por todo el rededor de la huaca, tenían por lo menos un mes de empezadas (Chumpitaz, 1999:3). Adán Cueto no pudo hacer nada para impedir el inicio de la sistemática des-trucción de Huaca Concha. Al parecer el inicio de los trabajos de remoción de tierras, demolición y desbaste de la Huaca Concha se inicio a mediados del año 1942, un año después de promulga-da la Resolución que expropiaba esos terrenos para el Estado. Así para Di-ciembre de ese año nuevamente Adán Cueto, en un comunicado al Secretario del Patronato Nacional de Arqueología, informa que al realizar una inspección a la Huaca Aramburu (San Marcos) fue obligado de una forma prepotente a reti-rarse de allí por los peones y el ingenie-ro encargados de las obras del nuevo estadio, los cuales se encontraban reali-zando excavaciones en la Huaca de la Cruz (Concha), por estar estrictamente prohibida la subida a éstas dos huacas,

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el informe menciona que a pesar que Cue-to advirtió al ingeniero estar atentando contra la Ley Nº 6634 éste comunicó que estando autorizado por el Ministerio de Fomento no tenía por qué acatar otra auto-ridad (Chumpitaz, 1999:3). Es así como se inició este arqueocidio. La Memoria de la Junta Departamental ProDesocupados de Lima 1942-1943-1944 publicada el año de 1946 informa sobre las labores que tuvo esta Junta de trabajadores en las labores de construcción del nuevo estadio (y por ende en la des-trucción de Huaca Concha), menciona que el 13 de Enero de 1943 por Resolución Suprema Nº 60 se encomendó a dicha Jun-ta la ejecución de los trabajos concernien-tes a movimiento de tierras y construcción de las estructuras de dicho estadio. Des-pués de formulado por la Junta el presu-puesto correspondiente éste fue aprobado por Resolución Ministerial Nº 527 del 28 de Abril del mismo año, en el cual se asig-naba S/.605.546.10 para estos trabajos. Suponemos que la Junta Departamental ProDesocupados se incorporó a los traba-jos de remoción de tierras para el estadio después de aprobado su presupuesto, en Abril o Mayo de ese año, pero por un do-cumento de esta Junta fechado el 21 de Noviembre de 1945 menciona que el 14 de Julio de 1943 se iniciaron los trabajos de explanación para el nuevo Estadio Nacio-nal. Posiblemente ésta sea la fecha en que la Junta Departamental ProDesocupados se incorporó a los trabajos de remoción de tierras para el estadio iniciados en 1942. Podemos decir que prácticamente las labo-res de demolición que afectaron a Huaca Concha fueron hechos por los trabajadores de esta Junta, que como dice su propio informe al final de éste “Hasta el 31 de diciembre de 1945 se ha llevado a cabo el 90% del movimiento de tierras”. El infor-me de la Junta incluye un plano del estadio tal como pensaba realizarse entonces: pue-de notarse la amplitud de la primera sec-ción de tribunas, el acceso que iba a tener por el sur con la avenida del Progreso (Venezuela) y su frontis principal que iba a ser hacia el oeste, donde se iba a cons-truir un gran acceso y “Hacia el O. de la mencionada huaca y delante de la plata-forma de entrada a los túneles de acceso a la galería de primera, estará situado el campo destinado al estacionamiento de vehículos” cosa que quedó inconclusa para 1948 en que finaliza esta primera etapa de construcción del estadio pero que es con-cluida en 1951 por la universidad San Marcos e intervenida nuevamente en la remodelación dada entre 1992 y 1995, en que termina de hacerse sobre las terrazas y plataformas sobrevivientes de Huaca Con-cha los estacionamientos. El informe tam-bién detalla un gran acceso con la avenida Colonial y la magnitud de la segunda sec-

ción de tribunas o tribuna alta, estructura de concreto armado que iba a tener una altura de 10.30 m. sobre el nivel del cam-po deportivo y que se asentaba sobre una gran plataforma (esta estructura nunca llegó a construirse, al parecer por riesgo de hundimiento). La sección que detalla los trabajos de remoción de tierras arroja una serie de datos acerca de cómo fueron demoliendo esta enorme construcción prehispánica: informa que el Ing. a cargo de la construcción era Helí Mantilla Ló-pez (posiblemente el Ing. que agredió al inspector Cueto a finales de 1942), que se realizó una excavación en la zona del te-rreno para el campo deportivo (la zona de “La Depresión”), que se fue progresiva-mente “desbastando” (demoliendo) la falda este de la Huaca Concha (y con el correr de los meses casi toda la huaca) con el objeto de transportar estos desmontes para conformar las bases de los taludes en los cuales se iban a asentar las tribunas, operación que se efectuó trasladando el desmonte producido “por un sistema com-binado de carretillas y líneas decauville(12) hasta la distancia de 500 metros co-mo máximo” y empleando camiones para el traslado a distancias mayores, que se estaban construyendo tres túneles de acce-so, dos para peatones y uno para vehículos (con las subsiguientes terribles repercusio-nes que tendrían para la integridad del monumento), y también informa que al terraplenar el campo deportivo se había depositado un relleno de 1.37 m. de altura allí. El informe concluye al mencionar una serie de trabajos de movimiento de tierras que hacia la fecha de su elaboración aún no se habían realizado, consistiendo en una serie de rellenos a zonas no especifi-cadas de la obra y una serie de cortes y eliminaciones de material de zonas tampo-co especificadas (posiblemente otros sec-tores aún no removidos de la huaca), es bastante ilustrativa la mención de “el cor-te y eliminación, en carros decauville y camiones, de 121,136.000 m3. para de-vastar la huaca de la Cruz, en su lado O., con el objeto de edificar al gran muro de sostenimiento;” al parecer estas labores de desbastar la falda oeste de la huaca llega-ron a hacerse de forma parcial, inclusive para la remodelación de los noventa. Lo más probable es que para mediados de 1943 la destrucción de Huaca Concha por la construcción del estadio había tomado magnitudes ya escandalosas, para el 6 de Agosto de ese año el Secretario del Patro-nato Nacional de Arqueología, Luis E. Valcárcel, envía una carta al Director Ge-neral de Fomento, Alberto Jochamowitz, preguntándole la confirmación de los tra-

12. “Líneas decauville”: por las referencias que tenemos esto era un sistema de transporte de tierra o desmonte por medio de unos pequeños vagones que se desplazaban por unos rieles.

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bajos en la Huaca de la Cruz informa-dos por el vigilante de las ruinas del valle de Lima y cuál era el plan oficial para realizarlos en ese sector “a fin de que se pueda tomar las medidas que procedan en interés de la arqueología, armonizándolo con el del Supremo Gobierno en cuanto fuere posible”. Francamente no tenemos palabras para comentar esta frase de Valcárcel, tan llena de sabiduría que suena tan real tanto en la década de los cuarenta como en la actualidad, en la cual los sitios arqueológicos del país son afectados por proyectos de liberación, la mayoría hechos de una forma premeditadamente nociva para la integridad de los sitios, en el cual priman los intereses de las empresas privadas y nacionales que los impulsan antes que la integridad y con-servación de los monumentos; la res-puesta a esta carta por parte de Alberto Jochamowitz (Of. Nº. 1296-C, del 11/08/1943) es tan frívola que eviden-cia el enorme desprecio que sentía este funcionario por los sitios arqueológi-cos: “En respuesta tengo el agrado de adjuntarle cuatro copias, de las Reso-luciones Supremas Números 604 de 14 de Julio de 1941, 947 de 30 de Diciem-bre del mismo año, 60 de 13 de Enero de 1943 y Resolución Ministerial Nº. 527 de 28 de Abril último, todas las cuales se refieren a los trabajos que se han iniciado en ese lugar.- Dios guar-de á Ud.”. En un documento denominado Nº 2245 (10/01/1944) se informa que la Junta Departamental de Lima ProDesocupa-dos se encontraba laborando en las obras del nuevo estadio, haciendo men-ción que necesitaba agua para los “rellenos” del estadio, quizás se refiera al desmonte de la huaca que acumula-ron para soportar las tribunas norte, sur y oriente. Esto de alguna forma se con-firma con el examen de las primeras fotos aéreas que el Servicio Aerofoto-gráfico Nacional toma en el valle bajo del Rímac, siendo actualmente docu-mentos invalorables para el estudio de los monumentos arqueológicos de ésta zona del país, ya que la progresiva ex-pansión urbana de Lima prácticamente destruyó la mayoría de sitios. El día 12 de Febrero de 1944 se sobrevuela la zona de Maranga y se toman las prime-ras fotos de la porción norte del com-plejo Lima, lo que se pudo observar fue lo siguiente: la Huaca Concha estaba en pleno proceso de destrucción por los sucesivos movimientos de tierras que se hacían para las obras del estadio, de todas formas buena parte de ella aun se conservaba y constituye el primer do-cumento fotográfico en planta de éste monumento, en la parte aún no afecta-

sión” vemos que toda la zona en donde se iba a situar la cancha de fútbol y la pista atlética presenta el mismo color y textura uniforme, lo que evidencia que posible-mente se había concluido con la excava-ción aquí y se había rellenado, homogeni-zando la superficie, adoptando todo este espacio una planta elíptica; rodeando esta elipse está lo que parece un cinturón que no es otra cosa que la preparación del talud para la primera sección de las tribu-nas, en el lado norte buena porción de la parcela Pampa de la Viña ha sido afecta-da por la remoción de tierra y hacia el lado este se observan dos intrusiones de la remoción en lo que quedaba de la zona agrícola de “La Depresión”, situados uno al norte y otro al sur, un hecho relaciona-do con el documento Nº2245 de la Junta ProDesocupados es que da la impresión que estuvieran trasladando material (proveniente de la huaca) y depositándolo en las zonas que iban a servir de soporte a las otras tres tribunas, verdaderamente otra torpeza facilista y muy riesgosa para la estabilidad de las tribunas norte, sur y oriente. Un interesante documento, denominado “Estadio Nacional Condiciones de ci-mentación de los tendidos y tribuna”, enviado por un tal Ricardo Valencia (posiblemente un Ing. involucrado en la

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da de Huaca Concha se distingue la suce-sión de terrazas o plataformas que Jijón y Caamaño había señalado, es clara la terraza D, la más extensa de todas y que fue la su-perficie más elevada de la huaca, hacia el norte son visibles las plataformas C, B y A (en parte) y hacia el sur la E (las terrazas F y K son más imperceptibles), también son notorias las terrazas situadas hacia el su-roeste, G y H, y de forma casi imperceptible las tapias que conformaban las murallas en la ladera y en el recinto casi rectangular en la terraza G, ya señaladas por Narváez (2001:130), es visible la terraza J, pero da la impresión que ya exhibía remociones en su superficie, y al parecer aún subsistía la te-rraza I, las concordancias de la foto aérea con el plano de Uhle son bastante precisas también. En lo que respecta al impacto de los trabajos puede notarse que hacia el lado norte se había hecho un profundo corte a la huaca, que prácticamente había desapareci-do la mitad este de la terraza A más su pro-longación hacia el este, este corte se prolon-gaba hacia el sur a lo largo de la parte baja de la falda este de la huaca hasta aprox. la terraza J (las laderas este de la terraza B y norte de la terraza J también se hallaban afectadas por el corte) pero no muestra evi-dencias de una gran profundidad y aún no se había iniciado el “desbastamiento” de la parte superior de la ladera este. En lo que fue la zona agrícola denominada “La Depre-

Fig. 14: Foto aérea de la zona norte del Complejo Maranga. SAN (Servicio Aerofotográfico Nacional) 3533-572. 1949.

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construcción de la obra) al Director Ge-neral de la Dirección General del Ramo y Obras Públicas, fechado 24 de Julio de 1944, aporta una serie de datos inte-resantes acerca de los problemas que iba teniendo la obra al construirse sobre parte de la Huaca Concha, menciona que las obras construidas por debajo de la cota 100.30 (suponemos el campo deportivo y estructuras anexas) tienen una buena cimentación, por asentarse sobre terreno arcilloso compacto mez-clado con guijarros, en cambio las es-tructuras construidas por encima de la cota 100.30 presentaban riesgos de asentamientos por temblores sobre todo, por estar construidas sobre arcilla casca-josa proveniente de “la excavación cen-tral” (si es que no se habían seguido algunos métodos de deposición); junto con esto menciona que las obras con-templaban la “posibilidad” de utilizar la Huaca Concha para extender la gradería y ubicar en su parte alta aplanada una serie de estructuras anexas del estadio (como un comedor, etc.). Es importante transcribir este párrafo del documento, ya que refiere al interior de la huaca: “Este cerro está formado por una acumulación de sepulturas in-dígenas antiguas, formadas aparente-mente por cercos de adobes alrededor de cada cámara mortuoria, la que ha sido rellenada con tierra, ya sea en el momento de la sepultura, o por asenta-mientos posteriores. La presencia de grandes lienzos de pared, en el interior de esta huaca, parece indicar que pe-riódicamente, se cercaban areas ya ocupadas, para dar mayor solidez al conjunto o posiblemente para marcar una etapa dinástica o cronológica. Sea cual fuera la forma en que se llevó a cabo la construcción de esta huaca, su constitución hace evidente que se trata de un terreno con fuerte propor-ción de vacios, con abundantes restos orgánicos susceptibles de desaparecer por putrefacción, dando lugar a mayo-res vacios. Es ademas posible que cier-tas zonas, al ser recortadas para perfi-lar tribunas, pierdan su equilibrio o queden en equilibrio inestable, por falta de horizontalidad de sus asientos. Es probable que un cerro constituido en esta forma, esté en constante proceso de asentamiento lento, acelerado a veces por los temblores; y este proceso ha de perdurar, hasta que estén colmados los vacios interiores” Ésta descripción de lo que iba desenterrándose en la huaca producto de las excavaciones, por más que lo haya hecho un ingeniero, aporta una serie de datos que merecen tomarse en cuenta: ¿A qué se refería con “cámaras mortuorias cercadas de ado-

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bes”? Lo más probable es que se haya re-ferido a entierros intrusivos tardíos hechos en la huaca, como los que encontró Jijón y Caamaño, es curiosa la analogía que puede hacerse con una frase de Tello también sobre esta huaca: “Como lo ha hecho no-tar Kroeber, el esqueleto que sirve de so-porte a la estructura de esta pirámide, ha sido formado por muros construidos con pequeños adobes semicúbicos, hechos a mano, que están dispuestos en modo tal que forman una especie de gigantesco panal, cuyas celdillas están rellenas con tierra, basura, y especialmente sobre la cúspide, con piedras rodadas de aquellas que existen en toda la formación del va-lle”.(Tello, 1999:84) Aunque la referencia de Tello es sobre la arquitectura Lima de la Huaca Concha, de todas maneras los “grandes lienzos de pared, en el interior de esta huaca” parecen ser diferentes eta-pas constructivas Lima de Huaca Concha, lamentablemente fue una valiosa informa-ción perdida para siempre. El documento indica además que la estabi-lidad de las tribunas no iba a tener muchos problemas, pero las estructuras rígidas de gran volumen (sobre todo la estructura que iba a soportar la segunda sección de tribu-nas), como pórticos, aleros, etc. iban a tener serios problemas, como fuertes raja-duras, debido al inestable terreno en el cual iban a ser construidas, es bastante ilustrativa su frase “Por estas razones, la huaca La Cruz, y sus similares, no se pres-tan para una cimentación ni de estructuras rígidas, ni de las que dán cargas concen-tradas”. Sabias palabras que fueron poste-riormente completamente desatendidas. El documento termina haciendo una serie de recomendaciones para evitar estos inmi-nentes problemas, entre ellos menciona que no debe de construirse sobre rellenos colocados sobre la huaca, ya que no se sabía como iban a comportarse, siendo más recomendable apoyar la construcción íntegramente dentro del volumen actual de la huaca, también menciona como debían perforarse los túneles o socavones a través de la misma estructura del montículo “siguiendo los métodos prescritos para terrenos deleznables (entibado al avance, revestimiento inmediato). Su ejecución aportará importantes datos sobre la cons-titución de la parte central de la huaca” Esta última frase es un poco sospechosa ¿Llevaba este proyecto de construcción, algunos ingenieros o éste personaje un registro de las evidencias prehispánicas que fueron apareciendo? ¿O a la par del proyecto de construcción se elaboró un proyecto de rescate por parte del Patronato Nacional de Arqueología, siendo una de las evidencias la carta enviada por Valcár-cel a mediados de 1943 al Director Gene-ral de Fomento y Obras Públicas? Eso francamente no lo sabemos, aunque es

poco probable que esto haya ocurrido ya que tendríamos más noticias de ello. Para terminar con este documento transcribire-mos la última recomendación que dice así: “Finalmente, cualquier estructura rígida que se quiera hacer encima de la huaca, deberá cimentarse atravesando todo el material artificial; se podrán hacer pozos, que bajen hasta el terreno natural, sin gran dificultad, para rellenarlos con con-creto pobre; la ubicación de estos pozos deberá hacerse en forma que no corres-pondan con los túneles. Cabe, sin embar-go, recordar que los asentamientos de la huaca dejarán en el aire a la estructura así cimentada, con un vacio debajo del piso; o si este está apoyado sobre la hua-ca se producirá un desquiciamiento entre piso, muros y techo. Tambien se marcarí-an desplazamientos entre el tendido y la estructura. En estas circunstancias, mas ventajoso sería hacer una estructura liviana, defor-mable, o demoler la huaca y hacer una estructura similar a la prevista para la segunda etapa del tendido de segunda.” Durante las refacciones ocurridas entre 1992 y 1995 se construyeron este tipo de estructuras (los baños del estadio) sobre el pie del antiguo talud este de la huaca, con-traviniendo este tipo de advertencias y dañando nuevamente, para variar, estruc-turas arqueológicas. En un documento de la Junta Departamen-tal de Lima ProDesocupados entregado el 21 de Noviembre de 1945 se hace men-ción que en una reunión efectuada con el Ministro de Fomento a inicios de ese año, en vista de la serie de dificultades que se había ido teniendo en la obra a causa de la estupidez de construir semejante construc-ción en una zona arqueológica, se autorizó al arquitecto de la obra, señor Cárdenas, modificar el proyecto original, modifica-ción que incluía como “el capítulo mas fuerte la eliminación total de la Huaca de la Cruz.”, es decir, aunque paradójica-mente suene difícil de creer a estas altu-ras, la demolición total de la huaca; casi al final del documento se indica “A la fecha se han ejecutado aproximadamente 280.000 metros cúbicos de corte en casca-jo y arcilla;” refiriéndose a las remocio-nes sucesivas de tierras hechas en Huaca Concha. Para el 20 de Marzo de 1946 el Ing. Topó-grafo encargado de las obras del estadio, A. T. Romero, mandó un documento de-nominado “Inf. Nº22” al Director General de la Dirección General del Ministerio, indicando que junto con el documento hace entrega de cuatro copias del Plano General Topográfico del área para el Nue-vo Estadio Nacional, elaborado por él durante 1943, este plano constituye cree-mos nosotros el documento gráfico más

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elaborado no sólo de Huaca Concha (es el único plano de ésta con curvas de nivel) sino también prácticamente de toda la porción norte del complejo Ma-ranga, la actual área del campus de la UNMSM. (Fig. 12) El 22 de Julio de ese año este mismo Ing. manda nueva-mente otro documento a éste funciona-rio (“Inf. Nº. 42”) en el cual menciona que hacia inicios de 1944 para construir un “muro de sostenimiento” se contem-pló el desbaste de la ladera oeste de la huaca y se calculó mover 100,948 m3 de tierra, hace nuevamente mención de su plano elaborado en 1943 (en el do-cumento menciona erróneamente 1942) puesto que considera su verificación como una de las formas de comprobar ese cálculo de tierra a ser movida (menciona también algunos detalles de cómo elaboró el plano, sin plancheta por ejemplo) Con respecto al movi-miento de tierras hasta esa fecha calcu-la que faltan remover 121,137 m3 (posiblemente todo este volumen de Huaca Concha), un tercio iba a ser transportado por líneas decauville (40,379 m3.2) y dos terceras partes en camiones (80,758 m3.4). Oficialmente la primera etapa del ar-queocidio hecho contra Huaca Concha se realizó entre 1942 y 1948, de 1942 hasta 1945 durante el gobierno de Ma-nuel Prado y de 1945 a 1948 durante el gobierno de José Luis Bustamante y Rivero, increíblemente (pero algo muy frecuente en el Perú) a pesar de que en un inicio se había pensado terminar la obra para 1943 esta ni siquiera estuvo concluida cuando cesaron los trabajos en 1948, cese debido al parecer, como señala el mismo Burga en su polémica nota (2004:2-3), por los problemas políticos que hubieron al término del gobierno de Bustamante y Rivero. Documentos gráficos de excepcional importancia son la segunda tanda de fotos aéreas tomadas por el SAN en la zona de Maranga, en Diciembre de 1949, por la foto expuesta (Fig. 14) podemos constatar lo siguiente: se su-pone que en el momento de tomarse la foto las obras del estadio estaban para-lizadas e inconclusas, como puede per-cibirse a grandes rasgos en la foto, el aspecto que ofrece Huaca Concha es desastroso, notamos que prácticamente fueron arrasadas por completo las terra-zas A, B, C, D, E e I, sobreviviendo sólo tres: las G, H y K (en la terraza G puede notarse que supervivía el muro oeste del recinto de tapias), quedando al parecer todavía rezagos de las F y J, todo el material de éstas terrazas: ado-bitos, rellenos, fardos, etc. fue esparci-do y regado como basamento de las tribunas oriente, norte y sur de este

estacionamiento del estadio; también se nota que la zona norte del talud oeste de Huaca Concha ha sido sepultado por desmonte, igual que la zona este del ta-lud sur de la huaca (¿con objeto quizá de disimular en adelante la condición ar-queológica del montículo?) dándole una silueta en planta que se ha conservado hasta la actualidad (ver foto aérea en Narváez 2001:130), en cuanto al estadio podemos notar que la zona del gramado de juego está nivelada, el relleno que forma el basamento de las tribunas tam-bién está terminado y vemos que rodean-do ésta zona como un cinturón está parte del desmonte proveniente de la huaca, aplanado, formando algo así como un

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fatídico estadio, tal como puede notarse en la foto, nótese que sobre la “primera pirámi-de” (que subsistía en su mayor parte aún) sólo quedaba un promontorio de tierra a la altura de donde estuvieron las terrazas C y D, promontorio sobre el que incluso pueden notarse los trazos que dejó la maquinaria al arrastrar y recoger material, el material que integró este promontorio pudo ser desmonte de la huaca totalmente descontextualizado como también parte del interior de la huaca que aún no había terminado de ser removido (guardando contextos cerrados en su interior) esta duda es importante debido a que este promontorio nunca llegó a ser removido y actualmente está totalmente recubierto por una capa asfáltica y de cemento del actual

Fig. 15: Plano del Complejo Maranga. Según Canziani (1987:10).

Fig. 16: Dibujo en tres dimensiones de Huaca Concha, mencionada errónea-mente como Huaca San Marcos. Según Agurto Calvo (1984:96).

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basamento de contención a las tribunas y a las estructuras anexas que iban a construirse allí, hacia el lado norte ve-mos una enorme zanja, donde al parecer iba a construirse un túnel, dos semejan-tes pueden notarse en la tribuna oriente, hacia el sur puede verse una enorme trocha que era el trazo de la vía de acce-so que iba a tener el estadio desde la avenida del Progreso (Venezuela), no-tándose que había dañado parte de la Huaca 8, algo importante es que la Hua-ca 11 aparece bastante deteriorada, pro-ducto quizás de que también se extrajo parte de ella para usarla como relleno para el estadio (ver también Silva, Pare-des y Jaime, 1993:77-78). Posteriormente el gobierno militar de Odría termina adjudicando los terrenos expropiados en 1941 a otras entidades en 1950 y hace entrega a San Marcos de 60 Ha., a cambio de los terrenos que tenía la universidad en Santa Beatriz para la construcción de la Ciudad Uni-versitaria (13), así oficialmente el 12 de Mayo de 1951, en el aniversario Nº 400 de la universidad, el Rector Pedro Du-lanto recibe el área de la nueva Ciudad Universitaria junto con las obras del estadio, que se convirtió desde entonces en el Estadio Universitario (Burga, 2004:3) Aunque Burga menciona que el estadio fue entregado a la universidad “aceleradamente concluido” en la nota anónima de Gaceta Sanmarquina se hace mención que la universidad San Marcos concluye el estadio (en la nota dice “fue construido”) entre los meses de marzo y octubre de 1951, durante el

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contundentemente la afirmación de Burga de que la universidad no intervino en la construcción de este estadio, pero es curio-so que San Marcos haya iniciado los traba-jos dos meses antes de la “entrega oficial” de los terrenos a la universidad e ignora-mos si en estos nuevos trabajos volvieron a dañarse estructuras arqueológicas de la ya deformada Huaca Concha. Pero una cosa innegable es que desde ese momento San Marcos se hizo responsable de lo que le ocurriese a las zonas arqueológicas in-cluidas en su nuevo campus: la Huaca San Marcos, lo que quedaba de Huaca Concha y los diversos montículos Lima situados al este de ellas, aunque hay que confesar que lamentablemente en estos últimos cincuen-ta y cinco años el trato que la universidad

Estadio Nacional y finalmente demoler el viejo estadio de 1921 y construir el mo-derno José Díaz que todos conocemos entre 1951 y 1952 para destinarlo como el Estadio Nacional definitivo? Nosotros guardamos algunas sospechas que men-cionaremos más adelante. El año de 1952 el Senado formó una Co-misión encargada de ver y buscar solucio-nes a diversos problemas involucrados con la defensa del patrimonio arqueológi-co, ésta tuvo como nombre “Comisión de investigación del estado de los monumen-tos arqueológicos” y estuvo integrada por 10 senadores, esta comisión visita la zona de Maranga el lunes 25 de agosto de 1952 y constata los diversos daños que venía recibiendo por entonces la Huaca San Marcos, como también otros montículos del complejo Maranga, al referirse a Hua-ca Concha mencionan que ésta ya no exis-te y que fue destruida en tiempos del go-bierno de Benavides para construir el Es-tadio de la Universidad (14). Es interesan-te su mención de altos muros arqueológi-cos en tierras de la hacienda Concha en las inmediaciones de la huaca del mismo nombre, muros que a la fecha habían ya

Fig. 17: Foto de uno de los pozos abiertos por la remo-delación del Estadio de San Marcos en Huaca Concha en Junio de 1993. “El Comercio” 9 de Junio de 1993.

Fig. 18: Foto de uno de los pozos abiertos por la remodelación del Estadio de San Marcos en Huaca Concha en Junio de 1993. “El Comercio” 2 de Septiembre de 1993.

rectorado de Pedro Du-lanto (1985:15), durante este período de tiempo se construyeron las obras que estuvieron hasta 1992 (se menciona que fue la obra que “inició la construcción de la Ciudad Universi-taria de San Marcos”) ejecutadas por una co-misión presidida por el Dr. Emilio Valverde y que integraba también el arquitecto Alfredo Dam-mert, obras que costaron a la universidad menos de 5 millones de soles y que fueron concluidas en siete meses, como se ve estos datos niegan

ha dado a sus zonas arqueo-lógicas ha dejado mucho que desear, a pesar de tener oficialmente desde 1946 una entidad académica en-cargada de formar arqueó-logos y que de alguna ma-nera le involucraba la pro-tección de los vestigios arqueológicos supervivien-tes dentro del campus. Aun-que el principal motivo para que este estadio construido a medias fuera entregado a la universidad fue el trasla-do de las instalaciones de ésta a la nueva zona ¿Hubieron otras razones para no destinarlo como

13. Según Narváez (1996) el cambio de ubicación de la Ciudad Universitaria de San Marcos se debió a que los terrenos de Santa Beatriz eran ambicionados por el gobierno de Odría (finalmente en ellos se construye el Hospital del Empleado y para variar en el terreno se destruyó otra huaca, la “Huaca de Santa Beatriz” (ver Tello, 1999:74-76)), y menciona tam-bién que la actual ubicación del más importante local de la universidad se debió a que ésta zona tenía menor área cultivada por presentar una serie de montículos arqueológicos (la ubicación en otra área de mayor cantidad de tierras agrícolas iba a signifi-car mayor gasto de indemnización por el Estado), en cambio en la nota anónima de Gaceta Sanmarquina se menciona que la universidad solicitó al Estado estos terrenos para construir la “Ciudad Universitaria de Lima” (1985:15).

14. En el informe del Senado se cometió un error, ya que la Huaca Concha fue demolida en su mayor parte durante los gobiernos de Manuel Prado y de José Luis Bustamante y Rivero.

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desaparecido. El informe de esta Co-misión fue publicado al año siguiente en un libro titulado Los Monumentos arqueológicos del Perú (Senado, 1953:55) El año de 1963 fue publicado el infor-me final de la Junta Deliberante Me-tropolitana de Monumentos Históricos Artísticos y lugares Arqueológicos de Lima que fue creada por el alcalde Héctor García Ribeyro en 1962 en preocupación por la rápida e inexora-ble destrucción del patrimonio, tanto arqueológico como histórico, a causa de la desordenada expansión de la ciudad de Lima, ésta comisión estuvo conformada por varios equipos técni-cos, entre ellos el encargado de ar-queología estuvo conformado por Duccio Bonavia, Félix Caycho y Ra-miro Matos, quienes en su voluminoso informe titulado Informe sobre los Monumentos Arqueológicos de Lima hacen un recuento de una serie de si-tios arqueológicos del valle bajo del Rímac, en lo que respecta al complejo Maranga es quizás el informe o catas-tro más completo y concienzudo, pues-to que numera y describe casi todas las estructuras arqueológicas de este com-plejo (sobre todo de la parte sur de éste), paradójicamente no existe una mención de la Huaca Concha en este informe y se confunde a la Huaca San Marcos con la Huaca Concha, al po-nérsele el nombre de esta última (Bonavia, Caycho y Matos, 1962-1963:71-74). Del año 1964 a 1969 se desarrolló un proyecto de investigación en la Huaca San Marcos, conducido sucesivamente por Rosa Fung, Hermilio Rosas y Luis G. Lumbreras, uno de los pocos infor-mes que dio como resultado este pro-yecto fue la tesis de Bachiller de Pedro Alarcón Tres fases técnico constructi-vas en la huaca “San Marcos” apro-bada en 1971 por la UNMSM, aunque la tesis trata exclusivamente de Huaca San Marcos hay una cita que vale la pena transcribir: “En el extremo Norte, a 100 metros de la “Huaca San Mar-cos”, se ha construido el actual Sta-dium de la Ciudad Universitaria, el que ha sido levantado sobre los es-combros de una antigua “Huaca”, al juzgar por los innumerables adobitos que yacen debajo de la costra de ce-mento armado, en una fotografía aé-rea de la zona tomada en 1938 y que obra en poder del museo de sitio, se puede observar que el Stadium se ha construido sobre una hondonada, cu-yos bordes laterales según afirman algunos informantes y evidencian al-gunos restos de adobes, ha estado rodeado de escalinatas, hechas del

nes de los sitios arqueológicos del valle bajo del Rímac y la ubicación de estos sitios en una serie de planos, al referirse a las huacas ubica-das en la sección norte del complejo de Maran-ga denomina “Aramburu A” a la Huaca Mid-dendorf y “Aramburu B” a la Huaca San Mar-cos, el problema es que menciona que ambas también fueron conocidas como Huaca Concha (¿?) no llegando a hacer ninguna mención de este monumento en la relación de sitios que hace, sólo en la primera parte del Apéndice que incluye al final de su informe denominado “Huacas demolidas del valle de Lima” mencio-na para el año de 1947 “Huaca del grupo Ma-ranga ubicada donde actualmente se levanta el Estadio de la Universidad Nacional de San Marcos, en la Avenida Venezuela.” (Ravines, 1985:96). El año de 1987 el arquitecto José Canziani pu-blica el artículo Análisis del Complejo urbano Maranga Chayavilca en la Gaceta Arqueológi-ca Andina en el cual realiza un análisis arqui-

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mismo material y bien podría haber sido un campo de juego o de reuniones ceremoniales colectivas de las gentes de “Maranga”” (Alarcón, 1971:38). Éste párrafo de la tesis de Alarcón es más que sugerente, al parecer durante todos esos años pudieron ser visibles adobitos Lima de los que estuvo com-puesta la huaca o quizás muros intactos (como los que descubrieron las excava-ciones clandestinas de 1993) inmedia-tamente debajo de la obra de los cin-cuenta, sobre la foto aérea de 1938 pensamos que posiblemente se refiera a la de 1944, pero queda la duda al res-pecto(15), llama la atención el hecho que Alarcón sea el primero en reparar sobre la “depresión” u hondonada si-tuada inmediatamente al este de Huaca Concha, y que haya escuchado y visto evidencias de “escaleras” bajando a este hipotético “campo de juego”, que-da la posibilidad que la “depresión” pueda haber sido un campo de activi-dades de los Lima, en cuyo caso el destino que le tocó seguir no pudo ser más irónico. Es importante mencionar que en la nota anónima de Gaceta San-marquina se menciona que a finales de 1970 se realizó un serio intento de re-modelar nuevamente el estadio, propi-ciado por el Ministro de Educación de entonces General Arrisueño, intento que se truncó por su renuncia (1985:15). El año de 1974 el arquitecto Carlos Milla Villena concluyó un catastro de sitios arqueológicos de la cuenca del Rímac (que incluía el valle alto y la cuenca del Santa Eulalia) denominado Inventario, Catastro y Delimitación del Patrimonio Arqueológico del Valle del Rímac y Santa Eulalia cuyo informe se conserva en el Instituto Nacional de Cultura, este inventario, que también exhibe el poético nombre de De Sina a Wallallo, se compone de una serie de fichas de cada sitio arqueológico, exis-te una ficha cuyo nombre del sitio es “Concha Hca.” pero se refiere a la Huaca San Marcos, Milla vuelve a cometer el error del Informe de la Junta Deliberante al confundir a la Huaca San Marcos con la Huaca Concha, prácticamente no existe una mención de éste sitio en este catastro (Milla, 1974:365). En 1984 otro arquitecto, Santiago Agurto Calvo en su obra Li-ma Prehispánica publica la primera y única reconstrucción en tercera dimen-sión de Huaca Concha (Agurto, 1984:96) (Fig. 16). Rogger Ravines publica el año de 1985 el Inventario de monumentos arqueoló-gicos del Perú. Lima metropolitana (primera aproximación) el cual incluye una serie de notas breves y descripcio-

Fig. 19: Plano del área occidental del Es-tadio de San Marcos, mostrando los restos supervivientes de Huaca Concha, hecho por el Ministerio de la Presidencia. Toma-do de Echevarría (1993:51)

15. Antes de las fotografías de los primeros vuelos del SAN (Servicio Aerofotográfico Nacional) de inicios de la década del cuarenta se tomaron otras fotos aéreas (sobre todo oblicuas) desde la década del veinte en el país, aunque son escasas (como las de la expedición Shippee-Johnson), de existir una foto aérea de la zona norte del complejo de Maranga de 1938 sería la primera antes de la de 1944 y contendría información de primera mano sobre la confor-mación del complejo Lima antes de las remociones de terrenos de 1942.

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tectónico, urbanístico y espacial sobre todo de la porción sur (tardía) del com-plejo Maranga, de todas formas al inicio dedica unas líneas al centro ceremonial Lima y hace mención de la Huaca Con-cha (denominándola “montículo (12)”) diciendo que se encontraba más al norte de la Huaca San Marcos y que fue des-truida casi íntegramente durante la dé-cada de los cuarenta por la construcción del estadio de la UNMSM en este lugar (Canziani, 1987:11) Éste autor incluye en su artículo un plano general de todo el complejo de Maranga, el más com-pleto que tengamos hasta la fecha de éste, distinguiéndose en el extremo nor-te la Huaca Concha, graficada también en otro plano más pequeño que sólo incluye las estructuras Lima del com-plejo (Canziani, 1987:10) (Fig. 15) El día 23 de Diciembre de 1985 empie-za la remoción de tierras para la cons-trucción del nuevo pabellón de la recién creada Facultad de Ciencias Sociales de la UNMSM en la Ciudad Universitaria, con esta remoción de tierras es que se redescubren una serie de estructuras arqueológicas que habían estado en el subsuelo, eran los restos del arrasado montículo denominado Huaca 11, el situado al este de Huaca Concha (Fuentes, 2005:2), debido a este descu-brimiento el arqueólogo Idilio Santilla-na realiza posteriormente una evalua-ción arqueológica de toda el área de la Ciudad Universitaria, ubicando median-te las primeras fotos aéreas tomadas en Febrero de 1944 todas las estructuras y montículos arqueológicos que existieron en el actual área del campus, Santillana menciona hasta donde sabemos 8 mon-tículos o estructuras arqueológicas (denominándolas desde el número 7 hasta el 14 (Silva, Paredes y Jaime, 1993:74-76)) asignando a la Huaca Concha la denominación “Huaca 12” (coincidiendo con Canziani), su informe denominado Evaluación Ar-queológica de la Ciudad Universitaria

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Lamentablemente y a pesar de todos nues-tros esfuerzos este informe de Santillana ha sido prácticamente inubicable. La segunda etapa del arqueocidio se dio entre los años 1992 y 1995, el estadio de la universidad, desatendido y en proceso de deterioro desde que fuera concluido por San Marcos en 1951, fue remodelado y culminado, terminando lo que se inicio durante el año de 1941, y para variar estos nuevos trabajos no consideraron ningún respeto para con los vestigios arqueológi-cos subsistentes de Huaca Concha, ni se preocuparon de pedir algún registro de rescate de las evidencias que fueron afec-tadas (el único registro que hasta donde sabemos hubo se dio únicamente por estu-diantes de arqueología de entonces y el arqueólogo Jorge Silva), lamentablemente el contexto en que se dio este nuevo aten-tado fue el gobierno corrupto y mafioso de Alberto Fujimori, quien impulsó estos trabajos y los llevó a cabo como de lugar, debido lo más probablemente a publicitar a su gobierno con una obra más de su Minis-terio de la Presidencia. A comienzos de 1992 el gobierno a través de éste ministerio firma un convenio con la UNMSM, con el Rector de entonces

del Rectorado de San Marcos; ésta copar-ticipación también es afirmada por Nar-váez (1996) y el lector verificará esto a medida que desarrollemos esta nueva eta-pa del arqueocidio. La nueva etapa de trabajos incluyó la construcción de baños, cafeterías, tribuna presidencial (¿?), vías de acceso, nueva iluminación, una gran playa de estacionamiento y un cerco peri-métrico, todas estas nuevas añadiduras, que concluyeron la obra iniciada en 1941, empezaron en 1992 y concluyeron a fina-les de 1995 cuando éste estadio fue inau-gurado por Alberto Fujimori (Narváez, 1996). Por los datos que disponemos las obras de remodelación empezaron al parecer inme-diatamente después de firmarse el conve-nio, cerrándose el área del estadio con un gran cerco (anteriormente el acceso al estadio era libre a cualquier hora para todo el estudiantado), posteriormente la Escue-la de Arqueología de la misma universi-dad (el director de entonces era Alberto Bueno) envió al Decano de la Facultad de Ciencias Sociales un oficio solicitando advierta al Rector y al Ing. responsable de las obras que tuvieran los cuidados res-pectivos cuando las obras de refacción tocaran las evidencias arqueológicas su-pervivientes de Huaca Concha, pero los hechos siguientes muestran que se ignoró en absoluto esta recomendación (Narváez, 1996). El día 8 de Junio de 1993 empezaron a excavarse dos grandes pozos o forados de 30x10 m. que alcanzaron una profundidad de 4 m. (Echevarría, 1995:38, 2004:47) (Ludeña, 1994: 19-20) uno situado más al norte colindante con el límite noroeste de la tribuna occidente y el segundo situado más al sur colindante con el límite suroes-te de ésta tribuna. (Fig. 19) Al parecer en este plano del Ministerio de la Presidencia la ubicación del pozo norte fue la definiti-va, pero el pozo sur está demasiado al norte de su posición final, que contrasta con la foto área tomada del estadio en

Fig. 20: Vista del pozo norte. Foto Lizardo Tavera. Junio 1993.

Fig. 21: Vista desde el sur del pozo norte. Foto Lizardo Tavera. Junio 1993.

fue entregado al INC y a las auto-ridades de la uni-versidad en 1988, recomendando a la Oficina de Pla-n i f i c a c i ó n y Construcción de la Universidad la coordinación con la Escuela de Ar-queología de toda obra o construc-ción en el interior d e l c a m p u s (Silva, Paredes y Jaime, 1993:74) (Narváez, 1996)

Wilson Reátegui, es decir, en esta segunda etapa del arqueocidio tanto el Estado perua-no como la UNMSM fueron responsables y co-partícipes de este atentado contra el patrimonio arqueoló-gico, desmintiendo la afirmación de Burga (2004:3) en la cual menciona que fue una intervención di-recta del Ministro de la Presidencia José Vara Ochoa, sin con-sulta ni participación

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1998 (Narváez, 2001:130)(16) en la que se observa la actual ubicación de los ya concluidos baños; debido a los grandes movimientos de tierra efectua-dos en Huaca Concha es engañosa la percepción de que éstos dos pozos fueron construidos sobre “la platafor-ma super ior de la p i rámi -de” (Echevarría, 1995:38, 2004:47) (Narváez, 1996) ó sobre la plataforma F de Jijón y Caamaño (Narváez 2001:130), ya que lo que queda de ésta o de la “segunda pirámide” se sitúa más al oeste de los pozos excavados en 1993, en la parte donde se levanta la segunda terraza del actual estaciona-miento. Un examen concienzudo y detallado de: las fotos aéreas tomadas en 1944, 1949 y 1998, los planos de Uhle de 1905-1906, del Ing. Labarthe de 1941, del Ing. Romero de 1943, de Jijón y Caamaño de 1949 y del Minis-terio de la Presidencia de 1993 de-muestran que en verdad éstos dos po-zos fueron excavados en lo que origi-nalmente fue el límite inferior de la ladera este de Huaca Concha, el pozo norte al parecer en la base de la terraza B de Jijón y Caamaño y el pozo sur en la base norte de la terraza J de éste autor (según la ubicación de los baños en la foto aérea de 1998). En ambos pozos o excavaciones hechas con re-troexcavadoras y bulldozers se encon-tró arquitectura del Intermedio Tem-prano (Lima) conformada por muros de adobitos, en el pozo norte muros y pisos enlucidos y pintados de amarillo conformando grandes recintos y ban-quetas de tapias (Narváez, 1996). Echevarría nos da una descripción más concienzuda de los hallazgos: “Puntualmente, el pozo norte presentó estructuras formadas por grandes bloques murarios de adobitos en ado-samientos consecutivos en su perfil este; muro rectilineal semidestruido que cruzaba de este a oeste con enlu-cido en su perfil sur; muro de adobón,

Archivo del Centro de Estudiantes de Ar-queología (CEAR) y en otras fuentes más. El Instituto Nacional de Cultura con Resolu-ción Directoral Nº 048-93-DGCPC (16/07/1993) multa con mil (1000) Unida-des Impositivas Tributarias (UIT) de manera solidaria a la UNMSM y a la Corporación de Ingeniería Civil que era la encargada de realizar los trabajos de remodelación del Estadio por “la ejecución de trabajos de remosión de tierras inconsultamente en el área intangible de la Huaca Concha”. Tam-bién Alberto Bueno Mendoza mandó docu-mentos, uno al Ingeniero Residente de las Obras Civiles en la UNMSM (19/07/1993) solicitándole la inmediata paralización de las obras en el lado oeste del Estadio y tam-bién un documento a los miembros de la Comisión Nacional de Arqueología (20/07/1993) para que ellos reubiquen las obras civiles hacia las áreas noreste y este del Estadio, para que no afecten la integri-dad del monumento. Lamentablemente la iniciativa que tomó el INC se vio rota cinco días después que orde-nó la multa para la Universidad y para la empresa constructora (¿destructora?), por Resolución Jefatural Nº 418 (21/07/1993) el INC firmaba un convenio con la UNMSM y la Corporación de Ingeniería Civil, con el cual la UNMSM se comprometía a la “puesta en valor de la Huaca denominada “Concha”(¿?), la delimitación de las áreas intangibles del Campus Universitario, el levantamiento de planos y memoria descrip-tiva del Complejo Arqueológico de Maran-ga para su inscripción en el Margesí de Bienes Nacionales y la elaboración de di-versos trabajos topográficos en el área de

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(1996) menciona que en el pozo sur se encontraron gruesos muros hechos con adobitos y fardos funerarios tardíos, mien-tras que Echevarría detalla: “El pozo sur (menos profundo) presentó la misma dis-posición muraria por estructuras en ado-samiento consecutivo en su perfil este (mitad norte), así como rellenos caóticos en sus perfiles oeste (mitad sur), norte y este (mitad sur) donde se encontraron los contextos funerarios intrusivos, sobre un piso de barro bien preparado encima de rellenos de grava internos. Ambos pozos fueron abiertos con espacio de entrada y salida para tractores y maquinaria pesa-da, lo que no permitió estudiar los perfi-les norte (pozo norte) y sur (pozo sur).” (1995:40) (Fig. 18, 22 y 23) Éstas acciones violaban las leyes vigentes como la Ley 24047 y el Título 8vo del Código Penal “Delitos contra el Patrimonio Cul-tural” pero tal como sucedió en la década del cuarenta el mismo gobierno, y esta vez también la universidad, violaron las leyes del propio Estado peruano. Inmediatamente se realizó la denuncia al INC y también a los medios de comunica-ción, el diario El Comercio publica los días 9 y 10 del mes de Junio notas acerca

Fig. 22: Vista del pozo sur. Foto Lizardo Tavera. Junio 1993.

Fig. 23: Vista del pozo sur. Foto Lizardo Tavera. Junio 1993.

16.Por la documentación en el archivo del CEAR sabe-mos que por la presión estudiantil lograron modificarse las obras en el sector occidental del estadio, pero no sabemos en que consistió esta modificación, en el caso que la ubicación de los dos pozos en el plano del Minis-terio de la Presidencia fuera la original significaría que la ubicación del pozo sur se modificó, abriéndose más al sur en la posición final que sale en la foto aérea de 1998 (Narváez, 2001:130). En este caso originalmente el pozo sur estuvo al inicio del talud que culminaba en la terraza D, un poco más al norte de la terraza I.

de éstos traba-jos (Fig. 17), dándose tam-bién reportajes en los canales de televisión 4, 9 y 13. Noso-tros hemos tratado de re-construir la secuencia de los hechos lo más fielmente posible basán-donos sobre todo en docu-mentos conser-vados en el

de 1,5 m de altura por 20 m de largo, aproximadamente, en el perfil oeste; relle-nos disturbados de cantos rodados y adobitos hacia todos sus contornos y perfi-les, piso cubierto de grava sobre el ado-bón. Todos los mate-riales en estado de derrumbe y deterioro no permitieron hacer más observacio-nes.” (Echevarría, 1995:40). (Fig. 1, 17, 20 y 21) Narváez

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Lima Metropolitana”, la firma de este convenio dejaba sin efecto la Resolu-ción Directoral Nº 048-93-DGCPC de fecha 16 de Julio de 1993 en que se multaba, tanto a San Marcos como a la Empresa Constructora, ésta Resolución Jefatural estuvo firmado por el mismo Pedro Gjurinovic Canevaro, Jefe del Instituto Nacional de Cultura, así pode-mos apreciar cómo después de cinco días de dada una sanción por parte de las autoridades de la cultura, éstas retro-ceden ante un “convenio” que como sabemos nunca llegó a cumplirse (17). Posteriormente por el Oficio Nº 021-93-SUB-D/MNAAHP (25/08/1993) que envía Pedro Pablo Alayza Tijero, Sub-Director del MNAAHP a la Corpora-ción de Ingeniería Civil se le solicita la inmediata paralización de las obras que venía ejecutando, ya que hasta la fecha no se había cumplido con el convenio suscrito entre el INC y la UNMSM y la Corporación de Ingeniería Civil. Tam-bién en el Informe Nº 056-93. INC/DI/JAHM que el arqueólogo José Hudt-walcker Morán envía a Juan Antonio Murro Mena, Director de Investigacio-nes sobre la destrucción de Huaca Con-cha (26/08/1993) informa que el día miércoles 25 estuvo en el campus de San Marcos y pudo constatar los daños realizados el día anterior, el daño con-sistió en la ampliación de aprox. 2 m. hacia el este de una trinchera iniciada en junio de ese año y que motivó la multa del INC, en el perfil de esa trinchera se observaban fardos funerarios intrusivos del Intermedio Tardío, muros de adobi-tos y pisos de ocupación del Intermedio Temprano, menciona además que con-versó con el arqueólogo Alberto Bueno, quien se comprometió a remitir un in-forme de lo acontecido el día 24; junto con Bueno, Hudtwalcker fue a conver-sar con Ivan Bartra (asistente de la su-pervisora de las obras “F y M Ingenie-

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que si bien el R.J. 418 habla de un Conve-nio entre el INC y la UNMSM para poder poner orden en lo referente a las zonas intangibles dentro del Campus Universita-rio y de la puesta en valor de la Huaca Concha en ningún momento habla de re-iniciar las obras en plena zona monumen-tal, finaliza el informe diciendo que la especialidad de Arqueología de la UNMSM desconoce el convenio (o mejor dicho el Proyecto de Convenio) entre el INC y dicha institución. Al parecer desde Junio de 1993 empezaron las labores de rescate por parte de los estu-diantes de arqueología de la UNMSM (Echevarría, 2004:47)(18), realizándose una intervención durante el mes de agosto por parte de los estudiantes de primer año (Echevarría, 1995:37, 2004:47), posterior a esta intervención se dieron al parecer una serie de intervenciones dirigidas por el Centro de Estudiantes de Arqueología (CEAR) que duraron al parecer hasta Sep-tiembre, la nueva Junta Directiva elegida en Agosto de ese año encabezada por Fer-nando Fujita realizó una serie de acciones destinadas a defender la integridad de

Concha titulada Sobre fútbol y huacas que evidencia sin ninguna duda el enorme desprecio que para el gobierno de enton-ces significaba el patrimonio arqueológi-co, sólo un párrafo de esa editorial puede dar muestra de ello: “¿Podemos enarbo-lar la tradición por el puro deseo de de-fenderla? Nadie pide invadir y destrozar las actuales zonas intangibles. En todo caso debemos buscar el equilibrio entre tradición y modernidad. Y con esta filoso-fía, a lo mejor hasta nuestro fútbol del futuro se anime a realizar memorables campañas futbolísticas, en uno de los más modernos estadios construidos sobre la tradición de una huaca” (¡!). Los estu-diantes conformaron una serie de comisio-nes relacionadas con la defensa de Huaca Concha: jurídica, de prensa y propaganda, de lucha y técnica (Chaski Nº35, Octubre 1993), el día 15 de Septiembre se hace llegar un documento a la Dirección de Escuela y al Comité Asesor en el cual la Junta Directiva del CEAR hizo notar su amplia preocupación por los problemas que pasaba el monumento de Huaca Con-cha, además que pedía un trabajo coordi-nado con la Dirección de Escuela sobre ese y otros asuntos, también el mismo 15 de Septiembre se realizó una paralización de las actividades académicas de todos los años en medida de protesta por la destruc-ción de ese sitio, también se realizaron pronunciamientos de varios años ó bases, como el 3er Año (Base 91), 4to Año (Base

Fig. 24: Excavación para el tendido eléctrico en Huaca Concha. Foto Joaquín Narváez. Noviembre 1994.

Fig. 25: Elaboración de columna de fierro y cemento en medio de muros Lima de adobitos. Foto Joaquín Narváez. Noviembre 1994.

ros”) quien mostró la Resolución Jefatural Nº 418 y un documento d e l a U N M S M mediante los cuales les indicaban a que reinicien los trabajos de construc-ción en di-cho sector de la huaca, Hudtwalcker m e n c i o n a

Huaca Concha. El diario El Comer-cio volvió a publi-car notas acerca de las obras del estadio los días 2 y 6 de Septiembre de ese año (junto a una enorme foto del pozo sur el día 2 (Fig. 18)), a su vez el diario El Peruano en su suplemento sema-nal Ozio del 10 de Septiembre publi-ca una denigrante editorial acerca del caso de Huaca

17. Añadiéndose a esta actitud cómplice tomada por el INC estuvo la destitución y cese del arqueólogo del INC que realizó la inspección y verificación de los daños hechos en Huaca Concha (Ludeña, 1994:26) aprovechando una evaluación del personal, en el cual se cesaron aquellos que no cumplieron con los requisitos establecidos, ignoramos qué arqueólo-go hizo éstas primeras inspecciones. 18. Echevarría (2004:45) menciona que hubo una serie de recuperaciones de materiales arqueológicos de Huaca Concha realizadas por estudiantes desde 1989 hasta 1994, ignoramos las circunstancias en que fueron recuperados antes y después del rescate de 1993.

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90) y 1er Año (Base 93), además se mandaron documentos al CEHIS, CES, CEAN y el CETS(19) para que se solida-ricen con la lucha de los estudiantes de arqueología, se quiso también implemen-tar un Proyecto de Rescate en coordina-ción con la E.A.P. de Arqueología, tam-bién se mandó el Oficio Nº 001-93-CEAR. CCss/UNMSM al Rector Wilson Reátegui (22/09/1993) en el que se le exigía, aparte de cumplir el convenio suscrito con el INC, iniciar la acción judicial correspondiente contra la empre-sa constructora Corporación de Ingenie-ría Civil por no acatar la orden de inme-diata paralización de las obras en el área intangible de Huaca Concha dada por el Oficio Nº 021-93-sub-D/MNAAHP emi-tido por el Instituto Nacional de Cultura, advirtiéndose que de no hacerlo y dada la gravedad del asunto el CEAR iniciará la acción judicial pertinente. En la asam-blea general del 22 de Septiembre de 1993 el CEAR decidió aprobar el docu-mento de Denuncia Penal contra la Em-presa Constructora Corporación de Inge-niería Civil, por el delito contra los bie-nes culturales en el caso del sitio arqueo-lógico denominado Huaca Concha, el 23 de Septiembre se le envía también un documento a Pedro Pablo Alayza Tijero, Sub-Director del MNAAHP en el que se le informa que a pesar del documento que él mando a la Empresa Constructora Corporación de Ingeniería Civil (Of. N º 0 2 4 - 9 3 - S U B - D / M N A A H P (25/08/1993)) indicándole la inmediata paralización de las obras ésta continúa con la destrucción del sitio, pidiendo al funcionario que tome las medidas perti-nentes del caso para impedir que se siga destruyendo Huaca Concha. Finalmente vuelven a enviarse documentos al Recto-rado, al Decanato, al Consejo de Facul-tad y al Comité Asesor de la E.A.P. de Arqueología sobre el mismo caso, el 28 de Septiembre de ese año el CEAR re-presentado en su Secretario General Fer-nando Fujita realiza la denuncia penal ante el Señor Fiscal de Turno de la Pro-

pudo modificarse las obras en el sector occidental de la huaca, por los trabajos de rescate que se hicieron el material ar-queológico recogido fue llevado al gabi-nete de la E.A.P. de Arqueología, donde hasta la fecha sigue allí, desde el 2002 hasta la actualidad un grupo de estudian-tes de arqueología realizan el inventario de los materiales almacenados en éste gabinete, inventariándose los materiales que se rescataron de esa destrucción, in-clusive se hizo una pequeña exposición con parte de los materiales recuperados y fotografías de los momentos más canden-tes de la destrucción de Huaca Concha, eso se realizó en el gabinete de la Escuela de Arqueología en diciembre del 2002. Gori Echevarría finalmente publicó un Inventario de parte de los objetos arqueo-lógicos recuperados en este rescate (Echevarría, 2004:43-55), específicamen-te de los materiales recuperados por los estudiantes de primer año en agosto de 1993. Las medidas tomadas por los estudiantes en defensa del sitio fueron las indicadas adelante, casi paralelamente la Escuela de Arqueología y la Facultad realizaron otras acciones, el Consejo de la Facultad de Ciencias Sociales el día 21 de Sep-tiembre de 1993 llegó a conformar una comisión a nivel de Consejo de Facultad para que se entreviste con el Rector y buscar una salida técnica al problema, la comisión estuvo conformada por los pro-fesores Alberto Bueno y Daniel Morales, y por los estudiantes César Astuhuamán y Joaquín Narváez , tras dos sesiones de trabajo se llegaron a los siguiente acuer-dos: se daría una solución final no sólo para la Huaca Concha sino para todos los demás sectores de la UNMSM, se confor-marían tres zonas intangibles: el Sector 11 (colindante con Sociales), el Sector 9 (colindante con Biología) y el área de las

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vincia de Lima, la denuncia tuvo como objetivo la paralización de las obras que venía ejecutando la Corporación de Inge-niería Civil para que el INC realice los estudios respectivos de acuerdo a Ley. Incluyendo a las labores de rescate efec-tuadas por los estudiantes de Junio a Sep-tiembre, consistentes en el registro de los perfiles y el recojo de material arqueológi-co de éstos y de los desmontes que tiraban las excavadoras, Narváez menciona que el docente Jorge Silva estuvo oficialmente encargado del rescate en Huaca Concha (Narváez, 1996), también Echevarría aña-de que varias de las notas y registros ela-borados por los estudiantes en el rescate fueron entregadas en 1993 a la arqueóloga Cecilia Jaime, en ese entonces encargada de la Ayudantía del curso Taller II (Excavación) (2004:48). Podemos decir a modo de conclusión final que la lucha en defensa de la integridad de Huaca Concha que se realizó entre los meses de junio a septiembre de 1993 ha sido una de las pocas oportunidades en que la mayor parte de los estudiantes de Ar-queología han aunado esfuerzos en pro de la defensa del patrimonio arqueológico, sin embargo podemos percibir que a pesar de la lucha y protesta constante del gremio estudiantil de arqueología los vemos solos

Fig. 26: Pozo abierto en Huaca Concha para el tendido eléctrico. Al fondo Huaca San Marcos. Foto Joa-quín Nar-váez. No-viembre 1994.

Fig. 27: Excavaciones para el tendido eléctrico en Huaca Concha. Foto Joaquín Narváez. Noviembre 1994.

frente a la desola-ción, no vemos ni en la Facultad, ni en la Universidad ni en el INC una actitud decidida a proteger la huaca, cosa que lamenta-blemente siempre se ha dado en nuestro país, sabe-mos que la denun-cia penal echa por el CEAR al final no llegó a proce-der pero debido a la lucha y presión de los estudiantes

19. Éstas siglas significan respectivamente: Centro de Estudiantes de Historia, Centro de Estudiantes de Sociología, Centro de Estudiantes de Antropología y Centro de Estudiantes de Trabajo Social.

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Huacas San Marcos y Concha juntas más la “Plaza Ceremonial”(entendemos que se refieren al área de la actual can-cha de fútbol que se sitúa a los pies del frontis de la Huaca San Marcos, el área que antiguamente se le denominaba “Pampa de Concha”), y que la conser-vación y estudio de las áreas designadas estaría a cargo de los talleres; sabemos que el 13 de Octubre se recibió un docu-mento de parte del Director del Colegio CEGECOOP “La Unión” en que se presentaba al Prof. Jorge Luis Contreras Velez, Profesor de Historia y responsa-ble del Taller de Video y Producción Audiovisual, que venía preparando un video sobre la Huaca Concha y la de-fensa del patrimonio arqueológico. También en un documento que el Ing. Aurelio Lavado, Jefe de la Oficina Ge-neral de Infraestructura Universitaria, manda al Decano de Ciencias Sociales Víctor Medina informa que ya no se van a seguir realizando excavaciones en la zona de circulación occidente del Esta-dio de la Universidad y que la construc-ción del cerco perimetral del Estadio se hará en un lugar alejado de la zona ar-queológica. Posteriormente la comisión elegida el 21 de Septiembre solicitó al Decano efectuar una nueva cita con el Rector, que se llevó a cabo el día 14 de Octubre de 1993, cita a la que asistieron todos los miembros de la Comisión, en la que se llegaron a los siguientes acuer-dos: la comisión contactaría con los responsables directos de las obras del Estadio, se contactaría con la Facultad de Geología para que apoye en los tra-bajos de delimitación física de los sitios arqueológicos, el Rector se comprome-tió a que una vez realizados éstos traba-jos solicitaría al INC declarar intangi-bles estos terrenos y finalmente la Es-cuela de Arqueología propondría un proyecto para la delimitación y conser-vación de los sitios arqueológicos del Proyecto Maranga, comprometiéndose el Rector a firmar tal Proyecto a cambio del retiro de la multa impuesta por el INC (Chaski Nº36, Octubre 1993). Como sabemos casi ninguno ó ninguno de los anteriores acuerdos llegó a cum-plirse, por Resolución Rectoral Nº114329 (09/11/1993) se resolvió nombrar a partir de la fecha una comi-sión presidida por el Decano Víctor Medina para que en coordinación con la E.A.P. de Arqueología formulen una propuesta para un convenio con el INC que de facilidades para los trabajos de recuperación del Estadio de San Mar-cos. En diciembre de ese año salió pu-blicado en la revista Alma Máter un artículo de Jorge Silva, Juan Paredes y Cecilia Jaime titulado El patrimonio arqueológico en el campus de la Uni-

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versidad Nacional Mayor de San Marcos en el cual hacen un recuento de los vesti-gios arqueológicos supervivientes dentro del campus, incluida Huaca Concha, algo muy importante de esta publicación es que menciona algunos datos del informe de Idilio Santillana de 1988, siendo actual-mente la única referencia que tenemos de ese perdido informe. La propuesta de con-venio entre el INC y la universidad recién es elevada el 27 de mayo de 1994 al Rec-torado, pero lamentablemente quedó archi-vada y nunca llegó a firmarse ese conve-nio. Después de esto las denuncias conti-nuaron por parte de miembros de la Escue-la de Arqueología, sin embargo el INC ya no hizo nada más al respecto, con la tercera etapa de remodelación se abrieron más fora-dos para la instalación de las torres de ilumi-nación, por algunas fotos puede distinguirse que tuvieron cierta magnitud y que afectaron nuevamente evidencias arqueológicas. (Fig. 24, 25, 26 y 27) En marzo de 1994 salió pu-blicado en la revista Arqueología Andina un artículo de Hugo Ludeña Restaure titulado Comentarios en torno a la destrucción de “Huaca Concha” y a la conservación del patrimonio cultural en el cual aparte de hacerse un recuento de los sucesos ocurridos en Huaca Concha en la segunda etapa del arqueocidio hace también una serie de re-flexiones acerca de lo acontecido. También durante este año se publicó un inventario de sitios arqueológicos e históricos realizado por la Universidad Nacional de Ingeniería de tres valles: Chillón, Rímac y Lurín, que se llamó Inventario del Patrimonio Monumen-tal Inmueble – Lima. Valles de Chillón, Rí-mac y Lurín, en el Tomo III de este inventa-rio correspondiente a la época prehispánica figura la Huaca Concha formando parte de un sitio arqueológico más grande denomina-do “San Marcos A”, el cual incluye todas las estructuras arqueológicas dentro del campus (a excepción de la Huaca San Marcos) más algunas construcciones situadas al sur de la avenida Venezuela, francamente no nos pa-rece acertado agrupar de esta manera a éstos montículos, ya que nos parece un agrupa-miento bastante arbitrario que además rompe la unidad de un solo sitio, que es el complejo Maranga, figurando así Huaca Concha en este inventario. Durante este año también se celebró el V Congreso Nacional de Estudian-tes de Arqueología “Luis A. Pardo” en la ciudad del Cuzco, organizado por la Univer-sidad Nacional San Antonio Abad, en este congreso el estudiante Gori Echevarría llevó una ponencia titulada El rescate arqueológi-co de la Huaca Concha publicada al año siguiente en las Actas de este congreso, y en El Comercio del 5 de agosto de ese año se publica una nota titulada Luz para estadio de San Marcos en la cual confirman la donación japonesa de los reflectores, mencionan que “fue superado el impase generado por el hallazgo de una huaca en los alrededo-res” (¡!) (20) y que el estadio podría entre-garse en concesión a alguna empresa. (Fig. 28)

El día 27 de diciembre de 1994 por Resolu-ción Rectoral Nº 5281-R-94 la universidad encarga a la Facultad de Sociales realizar y elevar un informe técnico acerca de los si-tios arqueológicos del campus, informe que extrañamente sería realizado por una comi-sión de arqueólogos ajenos a la plana docen-te de la Escuela de Arqueología, como bien dice Narváez (1996) con esta Resolución la Escuela quedó relegada del asunto de Huaca Concha, el informe jamás se realizó y sólo sirvió para por fin culminar este elefante blanco.

La segunda etapa de construcción del esta-dio y por ende la segunda etapa del arqueo-cidio culminó en Diciembre de 1995 cuando el presidente de entonces, Alberto Fujimori inaugura el estadio, un mes antes el Rector impuesto por la Comisión Reorganizadora que había intervenido la universidad de for-ma nefasta el 25 de Mayo de ese año, el tristemente célebre Manuel Paredes Manri-que declaró que el estadio estando ya próxi-mo a inaugurarse no tenía ningún problema con algún sitio arqueológico cercano, éste fue, oficialmente hasta ahora, el punto final de este arqueocidio, uno de los más grandes atentados hechos contra el patrimonio ar-queológico, no sólo en Lima sino en todo el país. (Fig. 29)

Al año siguiente, durante 1996, Joaquín Narváez publica en una revista virtual de Internet llamada Arqueología del Perú el artículo La Huaca Concha: antecedentes y proceso de destrucción el cual es uno de los más completos sobre el tema, en 1999 se publican: el artículo de Daniel Chumpi-taz La Huaca San Marcos y su destruc-ción en las décadas del 40 y 50 en el Bo-letín del Museo de Arqueología y Antro-pología de la UNMSM Año 2, Nº 7 (donde se dan algunos datos de la destrucción de Huaca Concha en la década de los cuaren-ta), el artículo de Cecilia Jaime Investiga-ciones en la Huaca de San Marcos en la revista Investigaciones Sociales Nº 3, el cual da indirectamente algunos datos de Huaca Concha, Ruth Shady y Pedro No-voa publican el primer número de los Cuadernos de Investigación del Archivo Tello el cual se titula Arqueología del valle de Lima, en el cual se dan algunos datos inéditos de Tello acerca de Huaca Concha y el Tomo 56 de Materialien zur Allgemeinen und Vergleichenden Archäo-logie cuyo título fue Max Uhle (1856-1944) Plane archäologischer Stätten in Andengebiet / Max Uhle (1856-1944) Pla-nos de sitios arqueológicos en el área andina en el cual figuran los planos de Huaca Concha y la Huaca San Marcos hechos por Uhle en 1905-06, siendo el editor de esta obra Wolfgang Wurster; el

20. Esta afirmación es una profunda muestra de ignorancia, la huaca que supuestamente fue “hallada” debajo del estadio estuvo mucho antes que se iniciara su construcción, siendo demolida en su mayor parte para servir de relleno a sus tribunas.

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año 2001 Joaquín Narváez publica en el Boletín del Museo de Arqueología y An-tropología de la UNMSM Año 4, Nº 5 el artículo Arqueología de la Ciudad Uni-versitaria de San Marcos: Información de las fotos aéreas dando algunos datos más de Huaca Concha y de sus alrededo-res, y en Diciembre del 2002 se realiza en el gabinete de la E.A.P. de Arqueolo-gía de la UNMSM la exposición Huaca Concha: diez años después... la cual exhibió parte del material recuperado en 1993 más algunos fotos. Finalmente en Mayo del 2004 Gori Echevarría publica el artículo Huaca Concha, un reporte y el catálogo inédito de 1993 en la Revista Investigaciones Nº 6 del CEAR-UNMSM el cual fuera de algunos datos publica el catálogo de los materiales recuperados en Huaca Concha en Agosto de ese fatídico año, en el Nº 138 del Boletín San Marcos al Día sale la polémica nota de Manuel Burga titula-da Estadio de San Marcos: Historia, misterio y realidad y en Diciembre de ese mismo año la nota de Alfonso Pon-ciano titulada Des...informando con San Marcos al día: El Estadio de San Mar-cos que salió publicada en el primer nú-mero del Tukuy Rikuq. En lo que respecta al estado actual de Huaca Concha prácticamente las instala-ciones del estadio han cubierto toda su área original, toda el área y volumen restante que no fue afectado por la cons-trucción de los cuarenta y cincuenta ha sido de forma íntegra aplanado para rea-lizar el estacionamiento del estadio, sien-do lo que aún supervive de la huaca par-te de la “primera pirámide” de Jijón y Caamaño, conservándose aún las terra-zas G, H y K de ésta construcción(21) y de la “segunda pirámide” la terraza F y posiblemente partes de la B y E, pero muy destruidas y removidas, habiéndose en los flancos sur y oeste de la “primera pirámide” sembrado plantas y flores, para disimular el hecho de ser una cons-trucción arqueológica, y además en parte

la obra tanto tiempo en los cuarenta), junto con la Huaca San Marcos fueron las huacas más grandes del complejo Maran-ga ¿A qué se debió su magnitud? ¿Desde que momento empieza a ser construida Huaca Concha? Eso por las pocas investi-gaciones realizadas allí no lo podemos saber, el complejo de Maranga por las investigaciones realizadas hasta la fecha tiene una ocupación desde los inicios del Intermedio Temprano, Ruth Shady en-cuentra una ocupación Formativa (1200-800 a.C.) en el área actualmente ocupada por Tottus (ex – Feria del Pacífico) dis-tante unos 200 m. al sur del complejo pero al parecer sólo estuvo focalizada allí (Shady, 1983:27-31)(23), la ocupación más antigua del complejo sería la primera etapa constructiva de la Pirámide III de Jijón y Caamaño (Huaca Middendorf) (Jijón y caamaño, 1949: 483) ocupación contemporánea con las fases 4 a 6 de la cultura Lima (350 a 500 d.C.) (Patterson, 1966:125), al parecer el complejo Maran-ga empezó a construirse desde ésa época, Playa Grande o Lima Medio, y probable-mente desde ese tiempo tuvo una condi-ción de centro ceremonial y centro urba-no ¿Todos los edificios que llegaron has-ta nosotros tuvieron esa inicial ocupa-ción? Probablemente no. Es posible, por la posición como están dispuestos los

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del talud o flanco oeste de esta misma zo-na se han colocado las letras “Abierta al futuro” ¿Qué visión se puede tener del futuro negando semejante verdad bajo los pies, la cual se ha profanado? (Fig. 30) Breve intento de interpretación de Hua-ca Concha Hasta ahora hemos querido dar un recuen-to detallado de uno de los más grandes arqueocidios hechos en el país, el de Hua-ca Concha; desde sus primeras menciones hasta los últimos comentarios, Huaca Con-cha fue mencionada en varias ocasiones por los arqueólogos, pero ¿Cuánto conoce-mos, gracias a esas menciones, acerca de la naturaleza de este sitio? ¿Qué fue Huaca Concha en la época de su mayor desarro-llo, en la época Lima? Francamente sabe-mos muy poco de este aspecto y lo peor es que no sólo dieron pocos datos los prime-ros y únicos arqueólogos que vieron con ojos científicos el sitio cuando aún subsis-tía en su mayor parte sino que casi toda la gente que lo menciona no esboza ni men-ciona alguna hipótesis o idea referida a qué pudo ser esta huaca, o que funciones tuvo, nosotros, con los pocos datos reuni-dos hasta la fecha, haremos el intento de aproximarnos a éste aspecto. Para empezar no podemos tratar al edificio de Huaca Concha como una unidad arqui-tectónica aislada en el valle bajo del Rí-mac, este edificio formó parte del comple-jo de Maranga, teniendo al parecer una ocupación importante en sus dos más rele-vantes períodos: el Intermedio Temprano (200 a.C. a 600 d.C.) con la cultura Lima y el Intermedio Tardío (1000 d.C. a 1476 d.C.) con la cultura Ichma o señorío de Maranga(22), Huaca Concha en todo el tiempo que fue ocupada tuvo una estrecha relación con las edificaciones que la rodea-ron. Una de las cosas que más llama la atención es el volumen que originalmente tuvo la huaca, y que fuera destruido en una buena parte sólo por una obra de la magnitud del estadio (es por ello, en parte, que demoró

Fig. 28: Dibujo de Huaca Concha desde Huaca San Marcos (22/10/94). Tomado de Echevarría (1995:50).

21. Hemos observado actualmente que posiblemen-te también se conserven vestigios de la terraza J, debajo de la entrada de acceso vehicular a la zona de estacionamiento desde la avenida Venezuela, pero bastante reducidos de su extensión original, llama la atención que inmediatamente al este de esta zona exista desperdigada una gran cantidad de adobitos sueltos.

22. No se descarta una ocupación durante el Hori-zonte Medio (600-1000 d.C.) y en épocas anteriores al Intermedio Temprano.

23. Algunos autores incluyen ésta zona como parte del complejo Maranga, y por ende, las evidencias Formativas excavadas por Pablo Carrera serían las más antiguas del complejo, pero creemos que la zona al sur de la avenida la Marina está fuera ya del área del complejo, una idea del área del complejo Maranga se tiene en el plano de Canziani (1987: 10) pero la verdad hasta ahora nadie ha precisado sus límites exactos.

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edificios Lima en el complejo de Ma-ranga y por la dirección de lo que pare-cen ser en varios los frontis principales, que el complejo haya crecido hacia el norte, y también hacia el este (hipótesis también compartida por Cecilia Jaime (1999:89) en la cual el crecimiento del centro urbano Lima se realizó hacia el este teniendo como límite oeste las grandes pirámides), es decir, probable-mente la primera huaca que empezó a construirse fue Huaca Middendorf (la III de Jijón y Caamaño)(24) teniendo los edificios contemporáneos a ésta hua-ca probablemente su misma orientación, posteriormente se construye adosada a ésta la continuación de esta huaca (ó Huaca IV de Jijón y Caamaño) que tuvo otra orientación, distinta de la anterior y que fue compartida por todas las otras huacas del complejo Lima (San Marcos, Concha, Potosí Alto, etc.) lo que nos hace inferir que al menos la ocupación más importante y significativa de éstas pirámides fue contemporánea o ligera-mente posterior a la construcción de la Huaca IV, la ocupación más temprana de Huaca San Marcos es Lima Medio al parecer (por el hallazgo en su flanco sur de una serie de ambientes construidos con adobitos cúbicos hechos a molde, muy similares a los que conforman el volumen de la Huaca III (Middendorf) y también por la aparición de una tapia en una trinchera excavada en el flanco oes-te, tapia a la cual se adosan o sobrepo-nen las construcciones de adobitos), por las investigaciones y excavaciones hechas hasta ahora en Huaca San Mar-cos creemos que éste edificio creció hacia el norte, Huaca Concha situada al norte de Huaca San Marcos ¿Fue cons-truida después de Huaca San Marcos? ¿Es acaso la huaca más tardía de las tres más grandes del complejo Lima de Ma-ranga?(25) Eso es algo relativo, puesto que podría presentar también una ocu-pación desde Lima Medio como las otras dos, aunque por las fotografías tomadas cuando se abrieron los dos pozos para los baños en 1993 (Fig. 20 y 22) puede distinguirse que los muros están hechos de adobitos similares en su forma a los de Huaca San Marcos, y no hechos en molde como los de la Huaca III (Middendorf) además de estar dis-puestos en forma de librero, técnica constructiva que según Alarcón estaría asociada a la ocupación Maranga de Huaca San Marcos (Alarcón, 1971), aunque la tapia que aparece en el pozo norte puede ser un indicador del período Lima Medio. Lo más probable es que la ocupación más importante de Huaca Concha y en la cual se dio la mayor parte del crecimiento de ésta construc-ción fue en la etapa Lima Tardío o Ma-

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ranga, por lo cual las cuatro etapas cons-tructivas de la huaca (o “pirámides”) fue-ran elaboradas durante éste período (lo cual significó una enorme inversión en trabajo por parte de una población que debió tener una organización bastante efectiva para ello), pero también no pode-mos descartar que haya existido una consi-derable ocupación de inicios del Horizonte Medio, como sí lo hubo en Huaca San Marcos (Narváez, 1999:8-9, 2000:8-15) (Shady, Narváez y López, 2000:2-23) con mucha mayor razón si fuese más tar-día que ésta última. Lamentablemente des-conocemos alguna estructura o ambiente Lima excavado y registrado en Huaca Concha, las únicas evidencias tangibles fueron las que salieron expuestas en la perforación de los pozos en 1993 y 1994, pero fueron demasiado limitadas y regis-tradas en unas condiciones que no permi-tieron mayor precisión, de todas formas creemos que cada una de las 11 terrazas registradas por Jijón y Caamaño corres-ponden a la época Lima (y algunas, quizás las más altas de la pirámide, al Horizonte Medio) correspondiendo a sucesivas remo-delaciones y añadiduras hechas a la huaca; en cuanto a la función que tuvo en el pe-ríodo Lima es mucho más difícil saberlo, nosotros suponemos que por su volumen tuvo una importancia semejante a la de Huaca San Marcos, pudiendo tener una función administrativa, palaciega o religio-sa. En lo que respecta a la ocupación de Huaca Concha del Intermedio Tardío co-rrespondería: los 11 entierros encontrados por Jijón y Caamaño en las plataformas J e I, como también los cinco entierros halla-dos en el pozo sur de 1993 y registrados por Echevarría (1994:43-47), fuera de esto para ésta época datarían las estructuras y muros de tapia que estuvieron en la super-ficie de la huaca: los muros que bordearon la ladera oeste (Villar Córdoba, 1935: 195) y los que formaron la estructura casi rec-tangular en la terraza G (Jijón y Caamaño, 1949: 148), la función de ésta estructura es difícil de dilucidar, en su esquina noroeste tuvo una pequeña estructura en su interior, visible en el plano de Uhle (Fig.) y que quizás estuvo junto al acceso (¿acceso indirecto?)(26), las murallas de tapial bor-deando la ladera oeste fueron parte de un sistema de amurallamiento de tres cercos que bordearon de forma concéntrica la huaca ¿Qué función pudieron tener? Algo que siempre llamó la atención fue la enor-me cantidad de cantos rodados existentes en la cima y laderas de la misma (Tello, 1999: 84), tanto que a algunos investiga-dores hizo pensar que la huaca más fue una acumulación de material natural que una construcción artificial (Middendorf, 1973: 63) (Kroeber, 1954:20) ¿Qué nos puede decir la presencia masiva de ésta clase de piedras en la pirámide? Sabemos

que desde el siglo XVI y posiblemente desde tiempos anteriores eran arrojadas y acumuladas en las huacas las piedras y desmonte producto de la limpieza de cha-cra efectuadas en los campos de cultivo aledaños ¿Es por eso que existió esa canti-dad de cantos rodados allí? ¿O fue porque fueron usados de proyectiles? No creemos descabellada la hipótesis de Villar Córdo-ba que la función de la huaca en algún momento haya sido de fortaleza o de pu-cara, en tiempos del Intermedio Tardío cuando la capital del señorío de Maranga estuvo en la parte sur del complejo, to-mando como indicadores de una función militar para tiempos tardíos de Huaca Concha el hecho de haberse construido tres murallas concéntricas de tapia, con muros de contención en sus bases y la enorme presencia de cantos rodados en la cima (pudiendo ser proyectiles como men-cionó Tello) pensamos que es viable la hipótesis de fortificación, pero la pregunta es ¿Por qué fortificaron los Maranga Hua-

24. De todas formas con las investigaciones realiza-das hasta la fecha eso es imposible de saber, llama la atención por el plano de Canziani (1987:10) que montículos arqueológicos situados al sur como Hua-ca Tres Palos (40), Huaca La Palma (48) y Huaca 47 guarden la misma orientación que las huacas Lima situadas al norte, no somos los primeros que mencio-nemos que posiblemente exista una ocupación Lima debajo de las huacas tardías situadas al sur (comprobada para el caso de Huaca Tres Palos) pero ignoramos a que período Lima se circunscribirán, si son más antiguas que las ubicadas al norte (siguiendo el razonamiento que el complejo creció de sur a norte) ó si son posteriores a Huaca III de la Huaca Middendorf (en este caso el complejo creció tanto hacia el norte como hacia el sur), como puede verse el complejo Maranga capital de los Lima tuvo un área enorme y una monumentalidad impresionan-te. 25. En el plano de Uhle publicado por Wurster (1999:179) se nota que el cuerpo central de Huaca San Marcos puede dividirse en dos grandes volúme-nes piramidales (detalle que en los últimos planos elaborados de la huaca pasa casi completamente desapercibido), el más largo de todos situado al sur en el cual están las plataformas 4 y 5 (y al cual se acoplan las plataformas o pirámides 18 y 19 de Mid-dendorf) y el situado al norte, de planta cuadrangular y sobre el cual están las plataformas 1, 2 y 3, es curioso que la planta de este segundo cuerpo pirami-dal no guarde la misma proyección en los taludes este y oeste, como si hubiera sido construido ligera-mente hacia el este, dando la impresión que es poste-rior al cuerpo piramidal sureño (a esto se añadiría el hallazgo de vestigios del Horizonte Medio en la plataforma 2), es importante que el talud oeste de Huaca Concha guarda la misma proyección al nores-te que el talud oeste del segundo cuerpo piramidal de Huaca San Marcos, y en parte también su talud este (sobre todo la zona norte), al parecer la mayor parte del volumen de Huaca Concha fue construido inme-diatamente después de construirse este segundo cuerpo piramidal en la Huaca San Marcos, siguiendo la misma proyección.

26. Otro indicador para la naturaleza tardía de esta construcción abierta hacia el sur es su similitud con estructuras de planta semejante presentes en la zona sur del complejo de Maranga, entre ellas la estructu-ra que tuvo frisos en bajo relieve cuya planta dibuja Middendorf (1973:60) pero con la diferencia que ésta estructura estuvo abierta hacia el norte, mientras que la de Huaca Concha estuvo abierta hacia el sur.

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ca Concha? ¿Tenían que defenderse de un enemigo proveniente del norte? ¿De los Colli? Rostworowski (1989:27) men-ciona que el cacique de Lima don Gon-zalo en una probanza realizada ante el licenciado Altamirano en 1555 dijo que anterior a la dominación Inca de la zona los Colli en un tiempo controlaron parte del valle del Rímac, posiblemente los diversos señoríos del valle hicieron pre-sión para liberarse del yugo, consiguién-dolo ¿Jugó Huaca Concha algún papel en esta guerra? ¿O se fortificó la cima como prevención después del conflicto?; otra historia de guerra tardía que puede relacionarse a esta posible fortificación es la guerra que los Chimú dirigieron contra los pueblos de la costa central, Calancha menciona una batalla librada entre los ejércitos Chimú y los de Lima, en la cual vencieron los Chimús al man-do de Querrutumi (Calancha, 1977:1262 [1638]) Rowe menciona que finalmente los ejércitos Chimús fueron vencidos después de tres victorias sucesivas de ellos por “el poder militar del gran valle de Lima, capital Maranga” (Rowe, 1970:335); la verdad posiblemente la ocupación tardía de Huaca Concha nun-ca haya estado relacionada con estos episodios bélicos y hay la posibilidad que no llegara a tener esa función, pero nos inclinamos a pensar que sí la tuvo. Otro aspecto del cual queremos llamar la atención es acerca de los ambientes o estructuras asociadas a Huaca Concha; rodeando la huaca en todos los flancos hubo una serie de evidencias que de al-guna forma estuvieron ligadas a ella y que pueden arrojar algunos datos de la función que tuvo en sus diversas épocas, hacia el norte lo resaltante es el muro de tapial que corría este-oeste y que no sólo es mencionado por Tello (1999:84), sino que figura en los planos efectuados al levantar el estadio (Fig.11 y 12), este muro (que al parecer fue epimural) fue definitivamente prehispánico y se unía en sus extremos con otros muros de tapia prehispánicos que corrían de norte a sur, por el material de construcción creemos que es del Intermedio Tardío y que estu-vo relacionado con los tapiales construi-dos sobre Huaca Concha; al parecer el muro más que una función defensiva (a pesar que Tello mencione la altura de 3 metros), tuvo una función de delimitar una zona (o cerrarla), de todas formas estuvo relacionado con la enorme red de muros de tapia que fueron construidos en los alrededores de toda la ciudad tardía de Maranga; hacia el oeste lo que nos llama la atención es que colindante con casi todo este lado de la huaca el relieve del terreno no fue del todo plano, exis-tiendo una ligera elevación del suelo, como si formara un montículo o terraza

qué construyeron Huaca Concha y la Huaca 11 rodeando ésta depresión? ¿Cavaron los Lima esta depresión para extraer material para las huacas del com-plejo? ¿O fue una depresión natural del terreno que hallaron los Lima cuando se asentaron aquí? Nosotros pensamos que ésta depresión o bien fue un lugar de acti-vidades públicas (como un anfiteatro) ó fue una laguna, un pozo de agua, artificial o natural de origen pero que fue acondi-cionado por los Lima integrándolo en el planeamiento urbano del complejo(28), ésta idea contradice la hipótesis de que haya existido una plaza entre Huaca Con-cha y Huaca 11 (Jaime, 1999:68)(29), nosotros nos inclinamos seriamente a que ésta depresión tuvo un posible origen y uso Lima. Es muy probable que en la época de ma-yor poder del centro urbano Lima de Ma-ranga, Huaca Concha haya tenido una

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casi imperceptible que tuvo al parecer al centro una pequeña hondonada que estuvo rodeada por el norte por dos pequeños montículos que tuvieron una planta en arco, esto puede notarse claramente en el plano topográfico del Ing. Romero de 1943 y en las fotos aéreas de 1944 y 1949, el montículo más alto fue colindante con la esquina noroeste de Huaca Concha y es distinguible en la fotografía de Kroeber (Fig. 6), Narváez menciona para éste am-biente la función de reservorio de agua delimitado por montones de tierra (2001:128)(27), es al parecer otro estanque prehispánico Lima asociado a Huaca Con-cha; delimitando esta zona del terreno por el sur estaba un muro de tapia, que Nar-váez menciona como epimural (2001:129), cortaba perpendicularmente dos murallas de orientación norte-sur situadas más al oeste y culminaba cerca de la esquina su-roeste de Huaca Concha, quizás este muro haya continuado hacia el este, puesto que figura en el plano del Ing. Labarthe de 1941 un muro de tapial que delimitaba la Huaca Concha por su flanco sur. Hacia el sur compartimos la idea que la explanada denominada “Pampa de Concha” que se-para Huaca Concha de Huaca San Marcos fue una plaza, Narváez da una prueba con-tundente cuando menciona que al efectuar-se excavaciones en 1994 para construir los cimientos del puente que comunica el esta-dio con la avenida Venezuela se encontra-ron “pisos de barro compac-to” (2001:130), ésta plaza Lima estuvo en parte limitada por el este por la terraza J de Huaca Concha. Es hacia el este que se presentaba uno de los ambientes o lugares asociados a Huaca Concha más interesan-tes y que es sin lugar a dudas “La Depre-sión” situada entre ésta huaca y la Huaca 11 (actual Sector 11) ¿Qué pudo ser esta depresión? Para empezar el hecho que el borde inferior de la ladera este de Huaca Concha, más su terraza J y el apéndice noreste de la terraza A “rodearan” por el oeste esta depresión es un indicador de la

Fig. 29: Dibujo alegórico sobre el arqueocidio en Huaca Concha. El Comercio 1993. Lima.

contemporanei-dad de la huaca (o de la última etapa constructi-va de ésta) con ésta zona, lo ava-la también el hecho de que por el este la Huaca 11 la delimite, lo que sería un res-paldo más al uso Lima de esta depresión en el terreno, pero ¿Qué función dieron los Lima a esta zona? ¿Por

27. Guardamos nuestras dudas de que si fue un estanque o no, también nos parece impropia la denominación de “montones de tierra” a los dos montículos bien definidos que rodearon y delimita-ron por el norte este ambiente.

28. Alberto Bueno (comunicación personal) nos mencionó que él observó en los años sesenta que en la depresión de terreno (usada también como cante-ra) situada al oeste de Huaca San Marcos podían distinguirse vestigios de capas de sedimento, lo que probaría que en algún momento eso llegó a ser una laguna (posiblemente tuvo como origen un puquio natural), ésta afirmación junto a la hipótesis de que entre Huaca Concha y Huaca 11 hubo una laguna avalaría el hecho que los Lima incluyeran dentro del planeamiento urbano de sus ciudades lagunas o espejos de agua (el estanque de agua junto a Huaca Tres Palos quizás tiene relación con las evidencias Lima situadas en su núcleo, junto a Mateo Salado hubo un estanque de agua, y Tello señala que deba-jo de uno de los montículos de Mateo Salado el núcleo es de adobitos Lima (Tello, 1999:101), para Catalina Huanca Ugarte Elespuru menciona distin-guir “informes hondonadas” rodeando a la pirámi-de mayor, las cuales cree fueron “grandes espejos de agua” (Ugarte, 1992:40).

29. De todas formas sigue siendo viable la hipótesis de plaza para la depresión situada entre la Huaca Concha y la Huaca 11, otro que respalda esta afir-mación es Alarcón (1971:38).

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importancia capital junto con Huaca San Marcos dentro del complejo, y que la hayan rodeado una serie de ambientes y estructuras que la integraron dentro de la ciudad, sólo podemos imaginar en la actualidad como debió verse Huaca Concha en la época de mayor esplendor de Maranga, imágenes que entran al campo de la especulación como científi-cos, pero que son permisibles para una mentalidad visionaria. Poniendo los pies en la tierra ¿Qué hacer a éstas alturas? En esta última parte del artículo quere-mos hacer brevemente algunos comen-tarios acerca del significado del arqueo-cidio de Huaca Concha y acerca de la actitud que debemos tomar ahora con respecto al sitio, mutilado, desfigurado y sepultado bajo estructuras modernas del actual progreso ¿Qué es lo que de-bemos hacer? ¿Se debe olvidar definiti-vamente a Huaca Concha como sitio arqueológico y debemos declarar toda el área del estadio como “zona liberada” ó “desafectada” de su valor cultural y científico como últimamente se están haciendo con infinidad de sitios? ¿Hay algo todavía por hacerse allí, científica-mente hablando? Pensamos que aunque todo parezca indicar lo contrario aún Huaca Concha, en el actual estado en que está, no ha perdido su significación científica, y aún quedan muchos datos que recogerse de este sitio arqueológi-co; a pesar de que oficialmente el sitio ha sido completamente destruido, que ya todo ha sido removido y que no que-dan más datos o vestigios por recogerse las imágenes que tomaron los estudian-tes de arqueología sanmarquinos el año de 1993 contradicen contundentemente esta afirmación, puede notarse la irres-

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ponsabilidad de los constructores de los años cuarenta y cincuenta que adosaron las construcciones modernas inmediatamente sobre las prehispánicas, irresponsabilidad repetida por los constructores de los años noventa, que volvieron a hacer lo mismo, sin asco, a pesar de la marejada de protes-tas. Definitivamente no es fácil encontrar la solución al severo problema que pasa Hua-ca Concha actualmente, para empezar, creemos que toda nueva obra de refacción y/o remodelación del actual estadio de la UNMSM debe estar supervisada por un arqueólogo dentro de un proyecto de eva-luación, y que de ser posible no vuelva a alterarse o construirse más edificaciones (sobre todo que involucre excavar fosas profundas para cimientos) en el área en que propiamente estuvo Huaca Concha, pero yendo más allá nosotros creemos que el caso de Huaca Concha es un caso espe-cial dentro de la arqueología peruana, caso especial pero al parecer compartido por una infinidad de sitios ahora sepultados por construcciones republicanas y colonia-les, aunque sea muy difícil o casi imposi-ble en el estado actual de la situación tratar de exponer nuevamente parte del sitio para considerar esa zona intangible creemos que la zona donde estuvo originalmente la huaca debe de tener un grado “especial” de intangibilidad, en la cual no sólo deben limitarse al máximo futuras intervenciones y que de haberlas deben estar supervisadas por un arqueólogo, sino que también pue-dan efectuarse nuevas investigaciones con la comprensión y apoyo de la UNMSM, claro está que esta ingenua propuesta ten-dría muchas trabas con la actual legisla-ción y que también implicaría mucha pa-ciencia, comprensión y cariño por la cultu-ra, cosas que parecen olvidar los peruanos en estos tiempos.

Acerca de la actitud del gobierno y de la sociedad en general nosotros pensamos ¿Qué rayos sucede en el Estado Peruano? ó ¿Que rayos sucede en la sociedad perua-na? Gobiernos “democráticos”, en parte oligárquicos y aristocráticos como lo eran sus presidentes, Manuel Prado Ugarteche y José Luis Bustamente y Rivero, recorda-dos en nuestros libros de historia por otros hechos pero en cuyos gobiernos se produ-jo, en contra de voces tan calificadas co-mo la de Luis E. Valcárcel, uno de los mayores arqueocidios de la historia de la arqueología peruana, posteriormente otro gobierno “democrático” pero que con el tiempo dejo ver su verdadero rostro de autoritarismo, corrupción y mafia, el de Alberto Fujimori, le dio el golpe final a Huaca Concha, esta vez a pesar de las protestas de los estudiantes de arqueología y de los profesores de San Marcos, y de las autoridades del Museo de Pueblo Libre y del INC, teniendo todavía el cinismo de publicar editoriales en periódicos oficiales del Estado diciendo: “a lo mejor hasta nuestro fútbol del futuro se anime a reali-zar memorables campañas futbolísticas, en uno de los más modernos estadios construidos sobre la tradición de una huaca” (¡!) ¿Qué podemos pensar de se-mejante muestra de desprecio ha nuestro patrimonio arqueológico? ¿Qué podemos pensar de semejante muestra de desprecio a las leyes que protegen éstos vestigios y que son parte de las leyes del país? Es por todo esto que en mayo del 2004 sentimos nuevamente tocada, y rasguñada, la herida de Huaca Concha, al publicarse por parte del ex-Rector de San Marcos una nota de esa naturaleza, nos sorprende también el hecho de que el joven historiador mencio-nado por el ex-Rector, Mario Meza, no haya reparado en los documentos expues-tos por nosotros y en las numerosas men-ciones de dificultades en la obra de cons-trucción del estadio en los cuarenta por el hecho de estar destrozando Huaca Con-cha, presentes en el Legajo de Construc-ción de este Nuevo Estadio Nacional con-servado en el Archivo del Ministerio de Transportes y Comunicaciones, legajo que éste joven investigador ha debido consul-tar con acuciosidad para su investigación, nosotros nos preguntamos ¿Significa esto falta de un verdadero nivel científico en Historia? ¿O es que significa una omisión deliberada de hechos que de alguna forma “mancharían” la hidalga historia del esta-dio de la UNMSM? ¿Qué significa real-mente esto? ¿Miedo a limitaciones para obras posteriores de remodelación? ¿Quitar de la memoria colectiva de la co-munidad sanmarquina la serie de atrope-llos y arqueocidios hechos en el área del campus contra los vestigios arqueológicos de los Lima (como lo que actualmente viene sucediendo en el Sector 9) para po-der realizar otros? ¿Ignorancia? ¿Desidia

Fig. 30: Vista actual del talud oeste de Huaca Concha ¿Qué clase de visión se puede tener al futuro si no se respeta, protege y conserva el legado de nuestros antepasados? Foto José Fuentes. Mayo 2005.

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y desprecio para con vestigios arqueoló-gicos e históricos? Creemos que no es pura fantasía, volviendo a las afirmacio-nes ambiguas del ex-Rector, que el esta-dio se construyó sobre una huaca prehis-pánica, que al construírselo no se realiza-ron estudios relativos al suelo y no se tuvo alguna clase de consideración por los monumentos arqueológicos (entiéndase alguna clase de rescate o liberación)(30), y que las tribunas pue-dan hundirse, debido a la naturaleza del terreno sobre la cual han sido construi-das, creemos que estas afirmaciones son una realidad, realidad que de alguna for-ma, gracias a complicados juegos de palabras, fue negada y ocultada por la propia ex máxima autoridad académica de una de las más prestigiosas universi-dades del país, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es algo realmente patético que desde su inauguración en 1951 el estadio nunca haya tenido la función a la que original-mente se pensó destinar, según la propia nota de Burga sólo se jugaron los parti-dos de fútbol profesional entre 1951-1952 en este estadio, mientras duraba la construcción del Estadio Nacional oficial en Santa Beatriz, posteriormente ¿Qué función llegó a tener este coloso? Por referencias llegadas hasta nosotros sabe-mos que hasta 1992 el estadio estuvo en un franco proceso de deterioro producto del desuso al que fue expuesto, desuso que puede ser explicado debido a que la construcción nunca fue lo suficientemen-te estable y segura, debido a construírse-la sobre zona arqueológica y sobre des-monte producto de la demolición de Huaca Concha, para servir como lo que se pensó originalmente: un estadio para 100,000 personas (debido a esto nunca llegó a ser el Estadio Nacional), el acce-so al estadio era libre a toda hora y de alguna forma se integró más a la vida cotidiana de los estudiantes, entre 1992 y 1995 se cerró por las obras de remodela-ción realizadas en él y desde 1995 hasta la actualidad (2006) permanece cerrado, como un mundo aparte del campus; se-gún Narváez (1996) desde su reinaugura-ción no ha habido ningún espectáculo deportivo debido a que las nuevas es-tructuras han empezado a tener proble-mas de estabilidad, esto es cierto en par-te, desde 1995 hasta el 2006 han habido muy pocos espectáculos deportivos en el estadio (pero sin llenarse en toda su ca-pacidad), la mayoría de usos que ha teni-do el estadio han sido reuniones de igle-sias evangélicas y otras actividades cul-turales (conciertos, etc.), que las nuevas estructuras hayan sufrido nuevos despla-zamientos eso es muy probable, debido a que mientras se construían las estructu-ras de los cuarenta se hizo más de una

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advertencia a la inestabilidad que podía tener este edificio, debido a la naturaleza del terreno donde se construyó; lo que preocupa actualmente es que, según la nota del ex-Rector, no se sabe si la admi-nistración del estadio seguiría por parte de la universidad ó caería en manos de un concesionario privado, en cuyo caso este nuevo responsable podría realizar nuevas obras en éste, sin contemplar algún cuida-do con nuevos vestigios que aparezcan de Huaca Concha (Burga, 2004:4). La verdad causa indignación el hecho de que el go-bierno de Fujimori haya gastado alrededor de 3 millones de dólares (Narváez 1996) (Burga, 2004:3) en esta obra, elefante blanco no usado en toda su capacidad, remodelado destruyendo vestigios y cuyo monto de inversión pudo ser destinado a otras necesidades de la UNMSM, tan vita-les, como son las académicas. Como dijo Hugo Ludeña (1994:24-25) es completamente contradictorio el discurso o ejemplo que reciben los estudiantes de arqueología de la UNMSM cuando escu-chan una cosa en sus aulas y en la realidad ven otra, amarga realidad que es ejecutada por el mismo centro de estudio que los forma como arqueólogos ¿Qué ejemplo puede ser éste? ¿Cómo puede interpretar la joven cabeza de un estudiante este doble discurso, esta doble moral? Podemos decir que esto nuevamente ha sido expuesto por la nota de San Marcos al Día, doble moral que no hace sino confundir más a los estu-diantes y hacerles sembrar dudas acerca del papel que como arqueólogos debemos tener en la defensa del patrimonio arqueo-lógico. Huaca Concha tal como dice Eche-varría (2004:45) es un hito en lo que res-pecta a la destrucción del patrimonio ar-queológico, su destrucción evidencia no sólo atropellos legales, grandes carencias éticas y malos manejos de los gobiernos que ejecutaron las obras sino una profunda brecha abierta en el alma de la colectivi-dad peruana, una colectividad que no valo-ra su pasado ni sus vestigios, que no ha construido totalmente su autoestima como nación, en pocas palabras, una colectivi-dad que aún no se ha encontrado a sí mis-ma y cuya identidad aún no ha cuajado para poder vislumbrar el camino correcto por el cual dirigir su destino.

“Nunca habéis hecho otra cosa que construir con intención de destruir”

Bob Dylan, Masters of war Agradecimientos: Quisiera agradecer la ayuda desinteresada de Lizardo Tavera, Joaquín Narváez, Rafael Valdéz y Alberto Bueno, y también la de Jimmy Morales y Elmo León, por las traducciones de inglés y de alemán , sin cuyos aportes no hubiera podido concluir este artículo.

30. Por nuestras pesquisas al parecer en los cuarenta no hubo ningún proyecto de rescate allí por las obras del estadio, en los noventa las únicas intervenciones de resca-te fueron las de los estudiantes y la de Silva, entendiéndo-se que las intervenciones de los estudiantes se incluyeron en la del docente, pero hasta donde sabemos fueron muy limitadas y realizadas dentro de las circunstancias de la remodelación del estadio.

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Introducción El presente trabajo surgió a partir de los estudios efectuados en la cabecera del río Santa Eulalia por diversos arqueólogos y etnohistoriadores (Milla, 1974; Bueno, 1992; Rostworowski 1978, 2002; entre otros), trabajo realizado con la finalidad de establecer el potencial arqueológico de la zona, para lo cual se seleccionó el sitio arqueológico de Japaní (Santiago de Ca-rampoma - Huarochirí) asentado estratégi-camente sobre la cima del cerro Machican-cha el cual ofrece una cuantiosa informa-ción sobre las actividades que se llevaron a cabo en este lugar, en diferentes épocas. A pesar de haberse realizado un estudio superficial del asentamiento se han identi-ficado elementos que han permitido ubicar al asentamiento dentro de los dos últimos períodos del Perú prehispánico, a través del registro de la arquitectura, realizando comparaciones con otros sitios del valle del Santa Eulalia. Sin duda, venideras labores de campo nos ayudarán a perfeccionar las observaciones redactadas y así, poder acercarnos mejor a la comprensión de la arqueología del Santa Eulalia.

Ubicación El sitio arqueológico de Japaní, Xapani o Aica Cancha(1) se encuentra ubicado políti-camente en el distrito de Santiago de Caram-poma(2) (3680 m s n m . ) , provincia de Huaro-chirí, departamento de Lima. (Fig. 1) El distrito en mención está conformado por dos comuni-dades: Santiago de Carampoma (dedicada a la actividad ganadera – comercial, con-tando con grandes extensiones de pas-to y cultivo) y San Juan de Mitmac (dedicada a la agricultura, porque carece de recursos suficientes para la produc-

para la crianza de ganado lanar y camé-lido, tiene muy buena irrigación debido a las constantes lluvias lo que permite que haya pasto durante todo el año, 2) zona media, dedicada al pastoreo de ganado y dividida por canchas donde hay cierta libertad, 3) zona baja, forma-da por cultivos y es comúnmente cono-cida por los carampominos como Japa-ní. Japaní es extenso y se encuentra dividido en seis prados que son cultivos anuales rotativos, éstos prados son: Sheque, Cuchucani, Shequillebanda, Corota y Pachacruna, Pariachaca y Punckuy y Puntic, “estos prados son grandes parcelaciones de tierra que se reparten anualmente entre los comune-ros y de acuerdo a la calidad y exten-sión del terreno...” (Dejo 1977:17-24).

Recursos naturales Geológicamente la zona de Carampoma se ubica en los Andes Centrales que cruzan al Perú de S.E. a N.E. Los estu-dios realizados en la parte central han probado que dichos Andes han sufrido levantamientos, que son responsables de la variada y compleja geología andi-na. La edad de las diferentes formacio-nes que afloran en la región correspon-de desde el Cretácico hasta el Cuaterna-rio. Presenta sedimentaciones calcáreas que asoman en la mayoría de las cum-bres ubicadas al N.E. de Carampoma y que constituyen una buena parte de la actual divisoria continental de la región; además posee sedimentaciones efusivas representadas por rocas de textura piro-fídica del tipo dacitas y andesitas que constituyen la formación más reciente de esta región y la más ampliamente distribuida en todo el distrito de Caram-poma. Petrográficamente, predominan las rocas volcánicas, pero de mayor importancia las ígneas, calcáreas, piza-rras y algunas sedimentarias. Estas formaciones han sido cortadas por intrusiones ígneas, desde simples diques hasta lacolitos y latolitos que han sido causantes de las deposiciones metalífe-ras, las que dieron origen a los yaci-

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de Carampoma. Geográficamente se encuentra ubicado a unos 3850 msnm. (Milla V., 1974:84), en la cima de un cerro divi-sorio (Cerro Pumash) de los ríos Milloc y Shunsha en la cuenca alta del río Santa Eu-lalia, precisamente en un área de estriba-ciones y contrafuertes andinos. (Fig. 2) Las coordenadas U.T.M. del sitio son 3412550 E y 871160 N, correspondien-do a la Carta Nacional 24K de Escala 1:100000 (I.G.N. 1973).

Descripción geográfica La zona en la cual se asienta el sitio de Japaní (región Suni) corresponde a un territorio que pertenece a la provincia de Huarochirí “...el cual es netamente andi-no, abrupto y quebrado, correspondiendo a la vertiente occidental de los Andes del centro. Este territorio presenta un pano-rama con numerosas lagunas existentes entre picachos afilados, pampas morréni-cas, hoyadas y pliegues rocosos, una pu-na silvestre así como bosques de queñoa-les...” (Bueno 1992:14). (Fig. 3) Particularmente la zona es atravesada por numerosos ríos, como Armas, Chacapal-ca, Sangrar, etc. Por otro lado, el río Ya-nacocha atraviesa la zona de cultivo de Japaní y se une con el río Milloc en el punto denominado Pariachaca, a este mis-mo río se le llama Armas. Los pastos na-turales constituyen importantes compo-nentes de los fundos de Japaní y Sangrar (el término “fundo” lo utilizan los comu-neros para designar grandes extensiones de terreno aunque no se encuentren cerca-dos). El fundo Japaní comprende zonas de acuerdo a las actividades de explota-ción de los pobladores, como: 1) zona alta, cercana a la cordillera y dispuesta

Japaní

Alfonso Ponciano Gonzáles

Fig. 1: Ubicación p o l í t i c a del distri-to de San-tiago de Carampo-ma.

ción gana-dera); ade-más su patrimonio c o m u n a l abarca un área de 42,445 .96 Ha, pertene-ciendo el sitio arqueo-lógico a la comunidad de Santiago

1.Nombre del territorio y del ayllu de Japaní, que así lo denominaron sus primeros ocupantes y pobladores, por haberlo encontrado "JAPA", es decir silvestre, rústico y realengo, según la tradición japaniana y carampomina (Vargas Ñ., Leopoldo, 1992:317). 2.“De "Qaram": piel y puma. Luego "Piel de Puma", tan usada antaño en la época de los incas, por los Huatuco o Layka que eran adivi-nadores... el nombre del pueblo proviene de una cumbre venerada por los del lugar, parecido al Pariachaca. Dicha cumbre nevada tendría la forma de una cabeza de puma a la cual llama-ban Qaram-Puma...” (Espinoza G., 1973:199).

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mientos mineros. La minería de Caram-poma se remonta a la época prehispánica, sabido esto por el significado de los nom-bres puestos por los Incas: "Collqui" sig-nifica plata (cerros que contienen minera-les de plata y que existen tanto en Huan-za como en Carampoma), la mina "Yayancuri", que quiere decir "el papa del oro", fue trabajada a cielo abierto y con el tiempo se rellenó dándole la apa-riencia de haber sido una acequia. Con la conquista española se siguieron trabajan-do las minas y se descubrieron otras nue-vas que se comprueban por las numero-sas minas y cateos que se trabajaron en la época de la colonia, y por las ruinas de las concentraciones de Alpamarca, Maca-chaca, Corihuanca y Sangrar. En la época republicana con menor intensidad se con-tinuaron los trabajos mineros, destacando las regiones cercanas a Casapalca, explo-tándose Caridad, Venturosa, Felicidad, Huanchuruna, Caprichosa, Poderosa, San Roque, Escaporate, La Heroica, Canteña, Vencedora del Roto, María Teresa y las minas de Antamontay en terrenos de La-raos. En las pendientes occidentales de los Andes la precipitación aumenta gradual-mente y la vegetación se va haciendo más abundante. Con la elevación sobre el nivel del mar, la temperatura decrece y el relieve se torna más quebrado. El distrito de Carampoma se extiende entre las altu-ras de 3300 a 4800 m.s.n.m., configuran-do una morfología empinada, angosta y profunda, con ocasionales faldas y ram-pas. La precipitación anual varía entre los 400 a 800 mm. al año, durante el período comprendido entre los meses de octubre a abril la temperatura anual media es de 14° a 16° C. Las heladas son comunes de Junio a Septiembre. (Fig. 4) Los suelos de las terrazas y de las áreas

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especies que poseen poder curativo, y por otro lado, son objeto del comercio en la ciudad capital. Hidrológicamente la zona de Carampoma está rodeada por innumerables lagunas, ríos, puquiales y acequias que son utiliza-das constantemente para el regadío de las tierras y a la vez aprovechadas para la ge-neración de energía eléctrica como es el caso de la laguna de Sheque y otras ubica-das en las partes altas represadas por el Proyecto Marcapomacocha. Las fuentes de agua constituyen uno de los soportes prin-cipales para la agricultura, el pastoreo y antiguamente cumplieron las mismas fun-ciones principalmente para el asentamiento de los pobladores de Japaní. Ante esto se han identificado con la carta nacional las siguientes fuentes de agua: laguna Yayan-cure (4750 m.s.n.m.), laguna de Milloc (4550 m.s.n.m.) y la laguna de Huachua (4700 m.s.n.m.), y también afloramientos de agua subterránea o puquiales en la falda media izquierda del cerro Machicancha (por debajo del sitio de Japaní). La grandes concentraciones de este recurso hidrológi-co han permitido el crecimiento de grandes extensiones de bosques de queñoales (Fig. 5) (el quinual o queñoal es un árbol andino ramoso y coposo, de 5 a 10 metros de altu-ra, de pequeñas hojas ovoideadas, verdi-negruzcas, de tallo ó tronco resistente cu-bierto de una corteza múltiple, que lo pro-tege del frío glacial. Científicamente el quinual pertenece a la variedad del árbol

altas donde el relieve es moderado son generalmente profundos, pardos y roji-zos, con poco desarrollo y bien drena-dos, excepto en áreas depresionadas. También tiene ciertas deficiencias en nitrógeno y fósforo, y ocasionalmente en potasio. Las tierras agrícolas no están cultivadas en toda su extensión debido a la precipitación relativamente baja y a largos períodos de sequía, por ende, es necesario el riego complementario. Los cultivos predominantes son: papa, maíz,

Andenes

JAPANI Quinuales

Fig. 2: Ubicación aerofotográfica (Fuente: S.A.N. 1956, 1:60000)

Fig. 3: Vistas satelitales del Cerro Machi-cancha y alre-dedores. Fuen-te: Google Earth.

cebada, alfalfa, oca, habas, trigo, etc. y en menor escala verduras y hortalizas. Por tener extensas tierras de pas-tos naturales, en los terrenos más planos, tiene gran éxi-to el pastoreo de ganado va-cuno. Se reco-lectan también shinquilguayta, sorao, yima-yima, muña, culen, matico, hierba buena, e u c a l i p t o s , alisos y pinos entre otras

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"Poylepsis albicana pilger") ubicados en la falda del cerro Ancuni y hasta la fecha son explotados de manera sostenible por la comunidad de Carampoma como com-bustible. De la misma manera bordeando la faldas de la quebrada Huingo y Ancuni se encuentra la acequia Wari, de la que los pobladores cuentan una leyenda refe-rida a la lucha de dos hermanos por la construcción de esta acequia ante una fuerte sequía en la zona. Esta variedad de recursos naturales se ubican dentro de los terrenos escarpados formados por los ríos Milloc y Shunsha, los cuales siguen en explotación hasta nuestros días.

Antecedentes Es de conocimiento que los estudios ar-queológicos en la sierra de Lima son es-casos, por lo que existe poca información para los diferentes períodos culturales. En realidad, la mayoría de los trabajos corresponden a descripciones de los asentamientos, su arquitectura, función, organización y cronología han sido infe-ridos básicamente en función de trabajos de prospección o reconocimiento. Sin embargo, el Dr. Villar Córdova (1935) realizó un primer intento de presentar un panorama general exhaustivo de la ocu-pación prehispánica del departamento de Lima (costa y sierra). Por otro lado la fuente etnohistórica nos ofrece un panorama de la organización de las sociedades tardías (Rostworowski 1978, Taylor 1999, Dillehay 1987) de la costa central, en el que nos presentan el carácter conflictivo de la época entre grupos serranos y costeños por el control de los territorios productivos, las relacio-nes comerciales, la ideología, entre otras apreciaciones. Sin embargo las socieda-des serranas (Canta y Yauyos) cuentan con pocos datos arqueológicos disponi-bles, pero con la ventaja obvia que la mayoría de asentamientos pertenecientes a estas sociedades se conservan casi in-tactos si los comparamos con los de los valles bajos. Recientemente se vienen realizando investigaciones con excava-ciones sistemáticas en las partes altas de Canta y Huarochirí para identificar cultu-ralmente a los grupos étnicos de estas regiones (ej. Carlos Farfán L. 2001 en Cantamarca). Particularmente sobre el sitio arqueológi-co de Japaní se ha escrito poco, Milla Villena (1974) es el primero en describir el asentamiento, refiriéndose a éste como un lugar perteneciente al Intermedio Tar-dío y sin mayores detalles describe la arquitectura como simple o rudimentaria, sin elementos aditivos: “...se ingresa a una plaza ceremonial que tiene cuatro ingresos de 40 cm. c/u con tres gradas. Más abajo hay otra plaza con dos entra-das y que en la parte más baja tiene una

desenvolviéndose en este periodo y luego vive bajo el domino del Tahuantinsuyo... existen plazas, un canal y bases de edifi-caciones de plantas rectilineal, denotan-tes de arquitectura Tawuantinsu-yo...” (1992:48-52). Leopoldo Núñez (1992) nos ofrece una revisión histórica y mítica del origen del pueblo de Carampoma, pero no realiza una descripción más profunda del sitio. Después, en 1997, Carlos Necochea pu-blica un artículo en el diario El Comer-cio, en donde examina el potencial ecotu-rístico de la zona así como menciona el estado de abandono del sitio y, con apoyo de Jonathan Palacios, propone a Japaní como el pueblo antiguo de Carampoma vinculado a los Yauyos.

Etnohistoria También hay que agregar que la fuente etnohistórica (como mencionamos líneas atrás) ha contribuido para un mayor en-tendimiento de las sociedades de la sierra de Lima. María Rostworowski (1977,

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promedio con excepción del palacio prin-cipal y que tiene dos pisos y una fachada hermosa...En la zona las construcciones más importantes tienen hasta cuatro me-tros de altura, pero llama la atención la ausencia de ventanas y vanos en gene-ral...”. Sin embargo lo más interesante que ofrece éste autor es un inventario del patrimonio arqueológico, es decir, una relación de sitios desde épocas tempranas. Peter Kaulicke (1978) en su artículo Re-flexiones de la Arqueología de la Sierra de Lima aborda el problema desde una perspectiva ecológica (cambios climáticos que originaron los diferentes cambios en los patrones de asentamientos de las po-blaciones del valle) y por las investigacio-nes realizadas. Menciona la subdivisión del espacio construido en dos mitades, no solo para Japaní, sino también para Kull-pi, Pullpulla, Marca, Lalacancha y San Juan de Iris, sitios asociados a grandes andenerías y a cerámica muy burda. Posteriormente, Alberto Bueno (1992),

Fig. 4: Vista del paisaje en las inmediaciones de Japaní. Foto Alfonso Ponciano. Mayo 2005.

plaza semicir-cular con una entrada y el piso empedra-do. De la plaza principal se llega a una especie de p l a t a f o r m a circular, como una torre re-vestida de pie-dra. En todas las ruinas las estructuras de habitaciones que al lado Oeste de la plaza son de un piso y dos metros de alto

Fig. 5: Sector de los queñoales ubicados en la parte alta del sitio. Foto Alfonso Ponciano. Mayo 2005.

menciona a Japaní como el sitio de las tres culturas, por encontrar (según el autor) evi-dencias de ocupaciones desde el H o r i z o n t e Medio hasta el Horizonte T a r d í o : “...Japaní es un asenta-miento que viene desde el Horizonte Medio, sigue

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1989, 2002), Waldermar Espinoza (1992, 1997) y Margarita Gentille (1976, 1977) son los que propo-nen a partir de visitas y crónicas como las de Dávi-la Briceño (1586) y Francisco de Ávila (1598) la existencia de las etnias Canta y Yauyos, asentadas en las cabeceras de los ríos que irrigan la actual capital. Según María Rostworowski los Yauyos ocuparon de forma violenta el valle alto de Santa Eulalia, siendo los Carampoma una de las etnias que se asentaron en este lugar (Japaní). Los Yauyos fueron un grupo que primero habitó tan solo las serranías del valle costeño de Cañete (el antiguo Huarco) y que se expandieron luego a lo largo de la cordillera marítima del actual depar-tamento de Lima, región accidentada y abrupta que domina la costa desde considerable altura. Fueron fieros y aguerridos y sostuvieron luchas constantes con todos sus vecinos. Al conquistar los Yauyos gran parte de la serranía de la costa central, se toparon en su marcha hacia el norte con los Canta que eran tan aguerridos como ellos y que los detuvieron en su avance a lo largo de la cordillera marítima. Entonces intentaron repe-tidas veces incursiones hacia la costa y llegaron hasta el territorio Colli. Los Colli fueron suficiente-mente fuertes como para rechazar el avance de los Yauyos. Los Chaclla (grupo Yauyo) extendieron sus domi-nios en la quebrada de Santa Eulalia donde eran dueños de toda la zona desde las alturas hasta Ma-

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gas y ayllus del sur y la segunda los del norte, como si dijéramos “provincia supe-rior y provincia inferior”. La etnia Yauyo, antes de la dominación Inca, se estableció en un territorio caracte-rizado por una orografía sumamente acci-dentada que abarcaba paisajes y climas desde las quebradas cálidas hasta los gla-ciares y lagunas de las cumbres. Más tarde durante la gran expansión incai-ca, se aliaron los Yauyos a los cusqueños “...esto les valió tierras fuera de su territo-rio” (D. Briceño, 1961:155). Los Yauyo fueron desde un primer momento adictos a los cusqueños, lo que además de los coca-les de Quivi les valió tener pastos en los Chocorbos y ser muy queridos del Inca como sus servidores. Históricamente los Incas llegaron a la re-gión central de los Andes aproximadamen-te entre 1460 y 1470, al mando operativo del hijo del Inca, el general Túpac Yupan-qui (Bueno, 1992:50). Cuando las tropas incaicas al mando del Inca Pachacútec Inca Yupanqui llegaron a las tierras de

Huarochirí, en el que residía el curaca mayor o principal o atuncuraca, cuyo linaje se transmitía de padres a herma-nos e hijos. El reino Yauyos estaba, pues, dividido en dos mitades o sayas: Anan y Lurin. La primera incluía las huaran-

Fig. 6: Croquis del Sector I de Japaní.

Fig. 7: Vista de la kallanka de Japaní (Sector III). Foto Alfonso Ponciano. Mayo 2005.

F i g . 8 : (Izquierda) Vista del gran espacio del Sector III. Fig. 9: (Derecha) Vista del acceso al Ushnu (Sector III). Fotos Alfonso Ponciano. Mayo 2005.

Huarochirí los jefes Yauyos con gran habi-lidad, en lugar de resistir, se unieron y más aún les sirvieron en las guerras de expan-sión (Dávila, 1965:155). Así fue como Marcahuisa, hijo de Pariacaca, ayudó al Inca a conquistar a las comunidades de los Amaya y los Jihuaya (Taylor, 1987:285). Las tierras dadas a los Yauyos, así como a

ma y Chichima, los actuales pueblos de Ricardo Palma y Santa Inés, respec-tivamente. Los Chaclla poseían el lugar llamado Chi-chima y unas tie-rras en Huampaní y los de Casta tenían tierras en Pariachi. Se trata de auténti-cos archipiélagos verticales y segura-mente existían mu-c h o s m á s ( R o s t w o r o w s k i 1997:75-82). Por otro lado, Dá-v i l a B r i c e ñ o

(1586), muestra el espacio geográfico de los Yauyos co-mo un área unificada, cuyo centro estaba en el pueblo de

N

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otros pueblos, tuvieron la finalidad de incrementar la producción, incrementan-do con ello el tributo en especies que se daba a los Incas, los que al final de cuen-tas no hacían otra cosa que reorganizar la posesión de las tierras, enviando miti-maes a zonas donde escaseaba la mano de obra. Este mecanismo era aceptado como conveniente por los señores de los pueblos sometidos, ya que ellos también se beneficiaban con una mayor producti-vidad, porque de esta manera se incre-mentaban sus rentas, como señores loca-les (Carcelén, Carlos, 1999:10). Como se habrá notado, los Incas respeta-ron y mantuvieron el nombre de Yauyos para continuar designando a dicha de-marcación etnopolítica de habla aymará. Y no solo eso, sino que enaltecieron su estatus. Realmente conservaron su anti-gua demarcación y, si bien reorganizán-dola, la convirtieron en un Hunu o dicho de otra manera en una “provincia” de 10000 mitayos o tributarios activos lo que anuncia que su población sobrepasa-ba los 110000 habitantes (Espinoza, Wal-demar, 1997:45). El Hunu de Yauyos quedo conformado,

continúa hasta nuestros días republica-nos.

Metodología empleada El planteamiento de la prospección(4) para las actividades de campo respondió a un diseño previo de laboratorio. Sobre la cartografía disponible a escala 1:100000 y 1:25000 se estableció un reconocimiento sistemático a través de la identificación de elementos geográfi-cos circundantes a la zona de estudio para facilitar la posición actual de los hallazgos. También se empleó la foto-grafía aérea y satelital, por la que gra-cias a su capacidad de abarcar una gran extensión de territorio se pudo estable-cer la distribución y delimitación del área de estudio. El método respondía a la necesidad de identificar los recursos y aquellos ele-mentos artificiales que permitieran esta-blecer relaciones funcionales con el sitio arqueológico. De este modo se realizó una prospección intensiva que busco cubrir totalmente el yacimiento. Asimismo, el estudio implicó la explo-ración sistemática de asentamientos arqueológicos ubicados en el valle con el fin de establecer correlaciones crono-lógicas y funcionales tomando como puntos centrales la descripción de ele-mentos arquitectónicos y cerámicos de superficie.

Sectorización La sectorización implica la identifica-ción de las zonas independientes de un yacimiento en que, por razones prácti-cas, se divide el trabajo. El sector es una entidad organizativa desde el momento

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espacio urbano “...Los españoles encontra-ron una provincia claramente poblada. El corregidor Dávila Briceño se refiere a 10000 tributarios (entre 18 y 80 años de edad) en ese momento.” (Gentille 1976: 2). Los españoles dividieron la provincia de los Yauyos en cinco repartimientos “...los doscientos poblados que dice D. Briceño haber encontrado fueron reducidos por él mismo a solo 39... los mismos conservan el nombre de los lugares en que se asentaron, precedidos del nombre del santo en cuya advocación se fundaron”. En 1586 llegó al ayllu de Japaní la orde-nanza del Virrey Toledo, disponiendo que el ayllu se traslade al lugar de Carampoma(3), junto a los ayllus de Huanza, Kullipata (Laraos), Huachupampa y Anchi (Iris). Después de Dávila Briceño la provincia de Yauyos fue dividida así: Anan Yauyos, a la cual pertenecieron los repartimientos de Mangos, Laraos y Atun Yauyos, los que se convirtieron en la provincia o Corregimien-to de Yauyos. Y la otra parte fue Lurin Yauyos, a la que pertenecieron Huarochirí, Mama y Chaclla, y que se convirtió en el corregimiento de Huarochirí. Ésta división duró todo el resto del dominio colonial y

Fig. 11 (Izquierda) y Fig. 12 (Derecha): Vistas del Sector I. Fotos Alfonso Ponciano. Mayo 2005.

Fig. 10: Unidad Arquitectónica del Sector I (Nótese la escalera intramuro). Foto Alfonso Ponciano. Mayo 2005.

3.“...A recibir y conocer la Doctrina Cristiana. Los de Japaní comenzaron su nueva colonia en la explanada de Kallampa, hoy Santiago de Caram-poma...” (Ludeña R., Julia, 1965:4) 4.La prospección de reconocimiento engloba una amplia variedad de técnicas: no solo la identifica-ción de yacimientos y el registro o recogida de material y minerales, sino también algunas veces el muestreo de los recursos naturales y minerales.

pues, tanto con Yau-yos como con Huaro-chirí, el primero de-nominado Ananyau-yos y el otro Lurin-yauyos, ámbito etno-político que persistió hasta la época de la invasión española (Espinoza, W. opcit: 46). Los pueblos actuales conservan aún carac-terísticas urbanas marcadamente espa-ñolas, tanto en el tipo de construcción como en la distribución del

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en que se relaciona únicamente con el desarrollo del trabajo y es independiente de la conformación del registro arqueoló-gico y la metodología con la que se traba-je. Por lo que la sectorización se realizó de acuerdo a la disposición de las estruc-turas en el terreno, lo que permitió una recuperación sistemática del material alfarero significativo tratando de no alte-rar el orden original de los bienes en su-perficie(5). Para un mejor registro se procedió a la codificación de cada sector identificado con números romanos si-guiendo una dirección norte-sur. Resultados de la metodología de cam-po La prospección realizada en los trabajos

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cular de dos niveles (el primer nivel es subterráneo) de aproximadamente un área de 12 x 07 metros. Se han contabilizado un total de 16 U.A. dentro de un área de 90 m (E) x 30 m (N). Poseen una disposi-ción rectilínea orientadas de acuerdo a la geografía del terreno (SE-NE) divididas en tres grupos separadas por amplios pa-sajes o calles rectangulares de 3 á 4 me-tros de ancho que permiten el acceso al interior de las U.A. que están conforma-das por agrupamientos internos de 2 ó 4 recintos con un patio central. No poseen columnas. La superficie de las colinas tuvo que ser aterrazada para la edifica-ción de las estructuras con el fin de dis-minuir el talud vertical del terreno, te-niendo que construir un muro de sosteni-miento o de contención para elevar el nivel de las U.A. El material constructivo es la piedra canteada y labrada asentada con mortero de barro. Las paredes no presentan enlucido y tienen acabados regulares que obedecen a la técnica de mampostería ordinaria. No hay eviden-cias de techos sin embargo es posible plantear la existencia de éstos, construi-dos con la técnica de la falsa bóveda co-mo ocurre en los otros dos sectores del asentamiento. Por otro lado el estado de conservación de este sector es malo debi-do al constante tránsito del ganado vacu-no por esta zona. (Fig. 10, 11, 12 y 16) Sector II (Fig. 13): La disposición halla-da de las unidades arquitectónicas de este sector es de carácter ordenada. Las for-mas son generalmente rectangulares y de hasta tres niveles, el acceso a los niveles superiores se realiza mediante piedras alargadas externas, colocadas en los mu-ros; también por escalinatas intramuros o desde el interior mismo de las U.A. Se han contabilizado un aproximado de 12 U.A. encontrándose la mayoría de estas concentradas de forma ordenada en la parte norte del sector y se disponen de acuerdo a la topografía del terreno. Las características técnicas son similares a las del Sector I sin embargo ocupan un área de 180 m. (E) x 100 m. (N) llamando especialmente la atención una U.A. ubi-cada en la parte más alta y que ocupa en un 40% el total del área del sector, la-mentablemente debido a la espesura de la vegetación circundante no puede apre-ciarse con detalle las características inter-nas de esta edificación que posee 2.5 m. de alto x 20 m. de ancho x 80 m. de largo aproximadamente. El estado de conserva-ción de este sector es similar al del men-cionado anteriormente por las causas señaladas. (Fig. 14 y 15)

hasta el puente Pariachaca donde se co-mienza el ascenso mediante caminos de trocha (señalizados por los pobladores) hasta el cerro Ayca Cancha. Es en este lugar y sobre la meseta de Pumash donde encontramos las edificaciones prehispáni-cas de Japaní. Las unidades arquitectónicas han sido construidas sobre dos colinas naturales (Ayca Cancha) y sobre una explanada ubicada al noroeste de las colinas ocupan-do un área de aproximadamente 400 m. x 150 m. entre las coordenadas UTM 8711550 – 8711700 / 341300 – 341775. Este último lugar es actualmente usado por los pobladores como una zona de tránsito para el pastoreo de ganado y para la recolección del queñoal o quinual, los

Fig. 13: Croquis del Sector II de Japaní.

de campo ejecutados durante los meses de enero a agosto del 2005 implicó el reco-nocimiento inicial de los recursos pertene-cientes a la actual comunidad de Santia-go de Carampoma que ya se señaló al inicio del texto y en segundo lugar los de la zona arqueológica. Reconocimiento del asentamiento Como se indicó ante-riormente el sitio ar-queológico de Japaní pertenece al distrito de Santiago de Ca-rampoma, desde el cual se realiza el in-greso siguiendo la carretera afirmada hasta el reservorio de Sheque (quebrada Macachaca). Desde este punto se inicia un recorrido de 4.2 Km

Fig. 14: Vista de una escalera intramuro. Sector II. Foto Alfonso Ponciano. Mayo 2005.

5.Este procedimiento permitirá obtener una muestra parcial, que sea lo suficientemente representativa para permitir hacer generalizaciones sobre el uni-verso total. 6.Unidades Arquitectónicas.

cuales se haya a 450 metros al norte de la meseta. Estas características geográ-ficas han permitido identifi-car de manera sistemática zonas independientes de tra-bajo, clasificándolas con números romanos siguiendo la orientación y disposición de los elementos naturales señalados anteriormente: Sector I (Fig. 6) : Esta área se ubica en la primera colina de Ayca Cancha y se caracte-riza por presentar U.A(6) de planta rectangular (en su mayoría) y de planta semicir-

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Sector III(7) (Fig. 18) : Esta área del sitio arqueológico se encuentra ubicada en la meseta baja del cerro Ancuni, y es la primera impresión que se observa al llegar al asentamiento. Ocupa un área aproximada de 200 m. x 150 m. y se han contabilizado un total de 39 U.A. que son de similar técnica y forma constructiva a las registradas en los anteriores sectores, sin embargo notamos una mejor organi-zación de las edificaciones, distribuidas en una parte alta y en otra baja. Esta se-paración de los espacios se encuentra marcada por un espacio abierto de 60 m. x 25 m. (aproximadamente) (Fig. 8) el cual muestra un acceso en la parte oeste, además de seis (06) escalinatas ubicadas en la pared norte pero llama la atención una escalinata debido a su particular construcción, de una altura de 2.5 m. x 6.3 m. de largo x 1.0 m. de ancho com-puesta de seis (06) escalones que condu-cen a una parte alta sin salida debido a que existe una pared recta sin escalinata en su lado este, aunque pudo ser también un acceso a otro espacio. Se aprecia tam-bién de esta escalinata su peculiar ubica-ción en la esquina noreste de este am-

pone de un patio en cuya parte norcentral se haya una escalinata de tres gradas que permite el acceso a la cima o tercer nivel de la estructura. La unidad arquitectónica 20 ubicada al este de la 19 se caracteriza por ser una estructura rectangular con pozo circular hundido en la esquina noroeste, debido a la espesura de la maleza que la rodea no se han obtenido buenas mediciones pero se obtuvieron resultados que permiten establecer correlaciones con las ubicadas en la parte inferior. (Fig. 9) Las unidades de la parte baja poseen las mismas características arquitectónicas exceptuando las 23, 24 y 25 que conver-gen en un patio cuadrangular (26). De éstas, la 25 posee una escalinata intramu-ro y la pared externa posee un total de siete (07) ventanas de forma trapezoidal. Estas escalinatas también las ubicamos en la unidades 18, 21 y 33. También se ha identificado una U.A. in-dependiente (37) compuesta por tres es-pacios internos vinculados a otro de as-pecto rectangular con esquinas curvas en cuya zona interior hay al parecer una entrada al interior del terreno, es decir, es posible la existencia de un espacio subte-rráneo por debajo de esta unidad. Los espacios subterráneos están presentes casi totalmente en los tres sectores del sitio arqueológico cuyos accesos se realizan desde el interior de las estructuras

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por estar enmarcadas por un muro de mas de tres (03) metros de altura que circunda las U.A. 1 al 15 ubicadas en la entrada del sitio, éstas se encuentran agrupadas indis-tintamente alrededor de tres patios o espa-cios abiertos y son de dos a tres niveles dependiendo del grado de conservación. En esta parte se han identificado una es-tructura (U.A. 7) que posee una doble escalinata intramuro sobre los vanos de ingreso y otra estructura (U.A.11) en la cual el acceso a los niveles superiores se realizaba mediante rocas alargadas y pla-nas colocadas en la pared externa de la unidad, similar a lo registrado en el sector II (U.A. 1). Al nordeste de estas unidades se registró una U.A. (19) compuesta de tres terrazas cuyo acceso a las partes superiores se realizaba mediante una escalinata de for-ma curva ubicada en la esquina suroeste, sin embargo las estructuras de la cima no son distinguibles por factores de conser-vación pero se puede determinar la exis-tencia de dos espacios rectangulares que comparten un patio externo, a compara-ción del segundo nivel que solo se com-

Fig. 15: Unidad Arquitectónica del Sector II. Foto Alfonso Ponciano. Mayo 2005.

biente. En la parte este se registró una estructura rectangular con banquetas interio-res y dos plataformas con escalinata central (U.A. 17) que no pre-senta alguna estructu-ra asociada o adosada, por lo que su cons-trucción responde únicamente al gran espacio que divide el asentamiento. (Fig. 7) Por otro lado, las uni-dades arquitectónicas ubicadas en la parte alta se caracterizan

Fig. 16: (Izquierda) Vista del Sector I. Fig. 17: (Derecha) Vista del Sector IV de Japaní. Fotos Alfonso Ponciano. Mayo 2005.

7.Este sector merece un agregado adicional referido a lo siguiente: en el año 2002 las autoridades muni-cipales efectuaron una limpieza de esta área modifi-cando el aspecto de algunas estructuras, si bien se cumplió el objetivo de retirar la maleza de la zona los pobladores expresaron su descontento protestan-do ante el palacio municipal. Pero llama la atención un hecho anecdótico narrado por la Sra. Aquilina Villarroel en que relata que después de efectuada la limpieza misteriosamente las lluvias cesaron lo que provocó un malestar en la comunidad solicitando luego que estos actos dejaran de continuar, pedido que se aceptó; a los pocos días las lluvias continua-ron durante el tiempo que duró el invierno.

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habiendo en algunos casos ductos ventila-dores que permiten el ingreso de luz y de oxígeno al interior de éstos espacios co-mo la registrada en la U.A. 6 y 25 del sector III, en los otros sectores casi no son visibles por la espesura de la maleza. Sector IV: De esta zona solo se han to-mado tomas fotográficas debido a su gran extensión, rodea toda la ladera baja y media del cerro Macachaca y Pumash. Esta zona se caracteriza por presentar única y exclusivamente andenería(8), que en la actualidad viene siendo usada por los pobladores de la comunidad de Santiago de Carampoma en especial la de la zona baja donde se da el cultivo de papa y oca. (Fig. 17) Reconocimiento de otros asentamientos Como señalamos al mencionar la meto-dología empleada se ejecutaron salidas sistemáticas a algunos sitios con el objeti-

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ocupa un área en forma de herradura sino más bien se encuentra dividido en dos sec-tores por una calle amplia de 38 m. de lar-go por 3.5 m. de ancho y posee un área central caracterizada por la presencia de una unidad arquitectónica rectangular con un patio cuadrangular que presenta en la superficie un total de cinco hoyos de 0.80 m. de diámetro, al parecer este autor no reparó en esta estructura y sería el sector más importante de este sitio arqueológico además de que presenta un crecimiento gradual hacia la parte noreste como diri-giéndose hacia la quebrada Uranmayoc, por otro lado las estructuras presentan por lo general dos niveles y el terreno tuvo que ser aterrazado para la edificación de las U.A. Si bien la técnica constructiva es si-milar a Japaní el planeamiento arquitectó-nico es muy diferente porque la construc-ción se adecua al relieve sobre el cual se ha asentado la población de Carcata. (Fig. 22) Pueblo Viejo de Bellavista: Se encuentra ubicado en la margen derecha del río Santa Eulalia a unos 1900 m.s.n.m. y pertenece al distrito de Chaclla (3224 L.O. / 86945 L.N.) “Se caracteriza por presentar una muralla que muestra dos entradas cicló-peas como remate de sendas calles am-plias. Posee unidades habitacionales muy separadas entre sí. Cerca al barranco las construcciones son muy densas y la mayor parte soterradas, al contrario de las pri-meras que están sobre la superficie. A la izquierda del conjunto hay un gran edificio que por estilo y la cerámica vidriada es colonial, aunque la factura de la piedra es indígena. Parece haber sido una iglesia y está formado por un gran recinto de 10 x 30 aproximadamente. A la derecha del comienzo de la quebrada Lúcumo hay re-cintos habitacionales que parecen haber estado en torno a una plaza circu-lar” (Milla 1974:699-700). La descripción del autor nos muestra a un pequeño asenta-miento de poca importancia para esta zona del valle del Santa Eulalia, en el cual se han identificado dos tipos de cantería, téc-nica y formas constructivas que correspon-den a los dos últimos períodos prehispáni-cos. Pero de acuerdo a las observaciones de Jonathan Palacios (1997) y Miguel Cor-nejo (2000) nos encontramos frente a un sitio estratégico e importante por las evi-dencias de elementos arquitectónicos Inca como son la kallanka y el Ushnu, además de la forma de la organización y disposi-ción de las unidades arquitectónicas en el terreno, que diferencian a estos dos perío-

Carlos Milla en 1974, tomando sus refe-rencias como puntos iniciales de trabajo y de esto se seleccionaron sitios que pudieran poseer alguna relación contem-poránea y cultural con el nuestro. De esta forma se registraron los siguientes sitios arqueológicos: Carcata: Se encuentra ubicado en la margen derecha del río Rímac en el dis-trito de San Mateo de Huanchor a unos 3600 m.s.n.m. (3599 L.O. / 86975 L.N.) “El asentamiento arqueológico ocupa un área en forma de herradura en la que la parte central está ocupada por las terrazas de cultivo muy amplias y dise-ñadas para riego pluvial; al lado dere-cho mirando hacia los cerros, se en-cuentran los cementerios que han sido ubicados bajo el abrigo de grandes ca-vernas o inmensas rocas y hacia la iz-quierda y en la parte alta del espolón

Fig. 18: Croquis del Sector III de Japaní.

vo de esta-blecer al-gún tipo de correlación con Japaní además de realizar un intento de compren-der las relaciones s o c i o -culturales durante los ú l t i m o s p e r í o d o s prehispáni-cos en el Santa Eu-lalia. Para esto se t r a b a j ó sobre la base de la p r o s p e c -ción reali-zada por

Fig. 19: Vista de la kallanka de Pueblo Viejo de Bellavista. Foto Alfonso Ponciano. Mayo 2005.

8.Terrazas escalonadas sobre las laderas de montaña, apoyadas sobre un muro de sostenimiento que puede ser de piedra o de tierra endurecida, donde la pen-diente de la superficie de cultivo ha sido nivelada adoptando la configuración de curvas de nivel. Los andenes cubren varios pisos altitudinales que inclu-yen diversas zonas ecológicas, de modo tal que per-miten mantener una diversidad de cultivos, tanto en el tiempo como en el espacio (Cotler, 1986:355).

que mira hacia la quebrada Uranmayoc, están las cons-trucciones del centro pobla-do de Rumar. Predominan los vanos trapezoidales y pequeños con puertas de 0.60 m. de ancho por 1.30 m. de alto. Las construccio-nes exteriores se mezclan sin orden aparente con so-terrados que podrían ser colcas” (Milla, 1974:332). De acuerdo a las apreciacio-nes de este autor, Carcata sería un sitio muy similar a Japaní sin embargo hemos observado que el sitio no

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dos. La muralla ciclópea que menciona el autor es un indicador de la imposición del Tahuantinsuyo, porque divide al asenta-miento en dos, pero a la vez edifican bajo esta nueva planimetría con el consecuente trazado de calles que poseen una orienta-ción este-oeste. Hacia la quebrada Lúcu-mo no encontramos recintos alrededor de un patio sino kullpis construidos al pie de grandes rocas, tal vez ésta era la zona de cementerio de los pobladores. (Fig. 19) Poronhuasi: Pertenece al distrito de Ca-llahuanca pero el acceso se realiza a tra-vés del anexo de Barba Blanca (central hidroeléctrica) bordeando la margen iz-quierda del Santa Eulalia. Se encuentra a unos 1900 m.s.n.m. (3224 L.O./ 86945 L.N.) “En la parte alta se ubican los an-denes y restos de habitaciones de piedra con pequeños patios. Hay una pequeña chulpa en el centro de uno de los terra-plenes. Esta limitado en la parte poste-rior por una gran muralla y al frente y a la derecha por el barranco y el río. Su planeamiento urbano es similar a Pueblo Viejo de Bellavista.” (Milla, 1974:697-698). Con respecto a este sitio arqueoló-gico una Bachiller de Arqueología realizó una investigación en este lugar conclu-yendo que se trataba de un cementerio y que la muralla sería de construcción re-ciente, sin embargo sus apreciaciones son erróneas al no realizar comparaciones con Bellavista y otros sitios cercanos a la zona. Digo esto porque coincido con las

la introducción de nuevas formas arqui-tectónicas rectilineales empleadas en el vano, pero se mantienen los elementos anteriores. También se observan unidades independientes complementadas en algu-nos casos con banquetas.

Comparando con los sitios prospectados en la zona baja del Santa Eulalia se apre-cian diferencias claras en las técnicas constructivas como por ejemplo la identi-ficación de dos (02) nuevos tipos de mampostería, siendo una ciclópea y la otra poligonal, esta última asociada a una arquitectura mejor elaborada con el con-siguiente mejor trabajo de la piedra don-de se emplean elementos rectilineales y trapezoidales. Esto se aprecia en los sitios de Pueblo Viejo de Bellavista, Poronhua-si y San José de Palle (Fig. 20). Pero se han podido establecer vinculaciones tem-porales sobre la base de estos elementos con Japaní que serán mencionados más adelante.

En la parte alta del valle se ha tomado en cuenta el sitio de Santa Maria de Marca-huasi (Fig. 23) donde se ha identificado un elemento constructivo muy similar al de Japaní, que es la escalera intramuro asociada a unidades arquitectónicas de planta rectangular con divisiones internas con patio, el cual ha sido reportado por Marcela Olivas en 1992; también este elemento ha sido identificado por Carlos Farfán en Arahuay (valle alto del Ara-huay). Lo común hasta el momento es

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apreciaciones de J. Palacios (1997), Milla (1974) y Bueno (1992) de que por las características de la arquitectura y la dis-posición de ésta en un terreno especial cercano a una quebrada correspondería a un sitio poblacional con ocupación desde el Intermedio Tardío, y acerca de la mura-lla cercana a un sector del sitio se observa una división del asentamiento debido a este elemento arquitectónico, pero por alteraciones modernas ocurridas en los últimos años la mayoría de las estructuras han desaparecido. (Fig. 21) Resultados del trabajo de gabinete Como planteamos en el inicio de la inves-tigación, se efectúo un análisis tipológico de las formas de las unidades arquitectó-nicas bajo la selección de un muestreo significativo, con el fin de establecer una cronología relativa tentativa sobre la base de la correlación con otros asentamientos. Tipo A: Se caracteriza por presentar uni-dades arquitectónicas de planta rectangu-lar de un promedio de 8 x 6 metros, pre-sentando dos a tres niveles. En algunos casos los vanos son rectangulares con dintel, además de presentar escalinatas intramuro en la cara externa. Además en los sectores II y III de Japaní se agrupan alrededor de un patio formando grandes kanchas. Por otro lado notamos en estos mismos sectores el cercado de las kanchas para diferenciar espacios. Tipo B: Hay una conservación de la téc-nica constructiva sin embargo se aprecia

Fig. 20: Vista de estructuras en San José de Palle. Foto Alfonso Ponciano. Mayo 2005.

F i g . 2 1 : ( I z q u i e r d a ) Vista de Po-ronhuasi. Fig. 22: (Derecha) Vista de una estructura en Carcata. Fotos Alfonso Pon-ciano. Mayo 2005.

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que este elemento nos permite también establecer lazos espacio-temporales.

Conclusiones El presente resumen sobre la arqueología de Japaní ha puesto en relieve un conjun-to de temas importantes: nosotros propo-nemos que el Tipo A de la arquitectura del sitio corresponde al Intermedio Tar-dío porque de acuerdo a las investigacio-nes realizadas en Santa Eulalia, y en otros valles aledaños, la arquitectura se com-plejiza hacia edificaciones de dos o tres pisos superpuestos, existiendo variedad y particularidades entre los asentamientos (Bueno 1992), por lo general las unidades arquitectónicas tienen el primer piso te-chado por lajas y el segundo estuvo te-chado probablemente con material livia-no. También lo común para el período es la construcción de escaleras intramuro, de acuerdo a Farfán (1995) “...estos edifi-cios están equiparados en su gran mayo-ría por cámaras angostas y pequeñas, con vanos rectangulares y a veces trape-zoidales que se estructuran en niveles de dos, tres y hasta cuatro pisos...” y de acuerdo a Marcela Olivas (1988), que identifica estos mismos elementos en Marcahuasi, corresponden a una tradición local del Intermedio Tardío. Según Mi-guel Cornejo (2000) los centros urbanos locales de este período no fueron centros planificados, que se organizaron alrede-dor de plazas y que contaron con algunos edificios de carácter público. Sin embar-go Japaní estaría demostrando todo lo contrario debido al ordenamiento que presentan las estructuras para éste perío-do, como se puede apreciar en todos los sectores. Otras evidencias relacionadas al Intermedio Tardío para la sierra de Lima son: Para la zona alta hay una tendencia a ocupar siempre los promontorios y cum-bres de los cerros cercanos a los recursos básicos, tales como el agua, pastos, tie-rras de cultivo, etc. Esta ubicación res-ponde a una clara posición estratégica y se encuentra sobre los 3500 m.s.n.m. co-mo Santa María de Marcahuasi y San

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(1977) describen detalladamente la arqui-tectura y su función, mencionando que el Cuzco fue el modelo a seguir para repetir los elementos funcionales, rituales y sim-bólicos del sistema de cosas, que se to-maron el significado y las funciones de las formas antes que las formas mismas y que la similitud se dio debido a la recu-rrencia de las mismas formas y sistemas constructivos. La función de las edifica-ciones es explicada por la similitud en la repetición de formas y su ubicación. Gas-parini y Margolies caracterizan y definen la función de las siguientes edificaciones estatales: kallanka, templo, ushnu y forta-leza (Astuhuamán 1998). De esta forma identificamos unidades arquitectónicas relacionadas a este perío-do ubicadas principalmente en el Sector III de Japaní, habiéndose detectado en los otros sectores solamente vanos de forma trapezoidal. Retomando lo mencionado, la unidad 17 ha sido identificada como una kallanka de 13 m. x 6 m. con un ac-ceso central en la pared norte de forma trapezoidal, es una estructura muy simi-lar, pero de menores dimensiones, a la de Pueblo Viejo de Bellavista, ubicada en la parte baja del valle, según Cornejo (2000) este edifico mide 26.5 m. x 6.4 m. Las kallankas son grandes construcciones de planta rectangular, de varias decenas de metros de largo, que presentan numerosas puertas en la fachada. Su función princi-pal parece haber sido de servir de aloja-miento temporal para albergar visitantes de paso. La unidad 19 la hemos definido como un Ushnu. (Fig. 9) Se trata de un Ushnu de tipo piramidal escalonado y truncado compuesto por tres plataformas con una escalera como acceso lateral en el lado norte. Se orienta en un eje Norte-Sur mi-rando hacia el cerro Ancuni por el norte. Cornejo (2000) identifica una estructura similar en Bellavista y la define como una estructura piramidal compuesta por tres plataformas y construido de piedras bien cortadas unidas con mortero de ba-rro, en este caso el Ushnu se orienta en un eje Este-Oeste hacia la cima del cerro Pichocoto. La función de los ushnus esta conceptualizada por ser plataformas cere-moniales y administrativas desde las cua-les los señores incas presidían los feste-jos. Los ushnus se reconocen por su for-ma arquitectónica única y por estar situa-dos en el centro de la plaza principal o a un costado de la misma. Pero en estos casos los reconocidos para el valle se ubican hacia el norte de las plazas. Las unidades 23, 24, 25 y 26 en conjunto conforman una kancha. Se tratan de uni-dades rectangulares angostas alrededor de un patio cuadrangular, siendo la unidad 25 una de las principales debido a la pre-sencia de hornacinas trapezoidales en la

a quebradas que permitieron el acceso al agua y a recursos del valle, así como tam-bién la ocupación de las laderas pero esto se presenta en pocos casos. Hay un manejo y uso del espacio estable-cido en los sistemas de aterrazamiento como solución a las fuertes pendientes para permitir la creación de espacios pla-nos con fines de vivienda y cultivo, en esto último son los andenes los que defi-nen este manejo y uso, ubicados ellos en toda la quebrada alta del Santa Eulalia, y en Japaní representados por el Sector IV, en el cual ocupan toda la ladera baja y media del cerro Machicancha. Notamos además que la orientación de los asentamientos por lo general es de NE – SW poseyendo formas rectilineales debi-do a la topografía del terreno. Esta orien-tación parece estar orientada a los cerros tutelares que pueden ser las pacarinas, como en Carampoma, donde Japaní se encuentra orientado al Cerro Ancuni don-de se encuentran la mina y la laguna de Yayancuri de la que se relata hasta la ac-tualidad historias referidas al origen del pueblo. Finalmente, Japaní durante este período fue un importante asentamiento con una clara posición estratégica para asegurarse el control de los recursos naturales apoya-do por la preparación de un sistema de terrazas adaptadas a la topografía del terreno. Esta posición estratégica respon-de a un aspecto religioso debido a la orientación del asentamiento y a los mitos que se relatan hasta la actualidad del cerro Ancuni. La siguiente propuesta es que el Tipo B corresponde al período Horizonte Tardío no sin antes tomar en cuenta las caracte-rísticas arquitectónicas de un asentamien-to de este período, como por ejemplo las formas estructurales, plantas, techos, pi-sos, vanos, ventanas de forma trapezoidal, hornacinas de forma trapezoidal, orna-mentaciones, detalles interiores y las ca-racterísticas de los materiales constructi-vos mencionados por Ann Kendall (1976). También Gasparini y Margolies

Fig. 23: Vista de Santa María de Marcahuasi en San Pedro de Casta. Foto Alfonso Ponciano. Mayo 2005.

Juan de Iris, ambos sitios simi-lares a Japaní. A diferencia de los del Chillón, los del Santa Eulalia no se encuentran amu-rallados (Farfán 1995:56). La ubicación en esta zona elevada implicó seguramente un enor-me despliegue de fuerza de trabajo para acceder a los re-cursos, lo particular de Japaní es que se encuentra cercano a las zonas de cultivo, incluso del agua, que está a unos 100 á 200 metros de distancia hacia abajo. Para la zona baja la tendencia es la ocupación de las mesetas aluviales cercanas a abismos y

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pared este, además de conservar elementos del período anterior como es la escalera intramuro. La kancha es de por sí una agrupación por oposición y simetría, que consta de tres o más edificios abiertos a un patio cuyas dimensiones son variables y no siempre son tan regulares y simétricas. Existen, sin duda, los elementos suficien-tes que permiten definir a la arquitectura mencionada como unidades formales del Tahuantinsuyo, esto puede respaldar la importancia de este asentamiento para el período ya que se estaría llevando un urba-nismo impuesto por el estado de turno para el control y redistribución de la amplia variedad de bienes producidos tanto natu-rales como culturales. Se afirma lo escrito porque en una investigación Waldemar Espinoza (1992:155) hace mención que las familias de Checa (Lurín) y de Chaclla fueron trasladadas a Carampoma (Japaní), estos mitmas fueron destinados a los traba-jos de explotación de las minas ubicadas en la zona para el estado controlados por el curaca local. De acuerdo a Alfredo Alta-mirano (1992) el mitmatismo o acción de colonizar, como sistema de control étnico, implicó un sojuzgamiento total y un apa-rente orden social que tuvo como objetivo la distribución étnica de los vencidos para su mejor control. Entonces estamos ante un grupo local leal al estado Inca que guar-dó relaciones directas con los ubicados en las partes bajas con el objetivo de redistri-buir la producción y controlar los nuevos territorios conquistados. Por tanto, en este período se están reali-zando remodelaciones e introduciendo nuevas formas arquitectónicas en especial en el Sector III de Japaní con fines admi-nistrativos impuestos por el estado del Tahuantinsuyo, aprovechando el potencial económico de la zona que ya era manejado eficientemente por la población local. Agradecimientos A mis padres, Roberto y Paula, que gracias a su trabajo y esfuerzo dentro de la humil-dad, sencillez y calidez de nuestra morada, me brindan su apoyo para seguir mi cami-no elegido.

Al Lic. Joaquín Narváez, al Lic. Jorge Champi, al Bach. Pedro Vargas, al Lic. José Chate, a la Dra. Isabel Flores, al Lic. Héctor Walde y al Dr. Hermilio Rosas, investigadores y personas que desde mis inicios como estudiante me brindaron su conocimiento y experiencia en el campo de la arqueología. Especialmente a la Lic. Lucénida Carrión, al Lic. Pedro Espinoza, al Dr. Ryozo Mat-sumoto, a la Dr. Reyko Yokohama, al Mag. Teruaki Yoshida y demás miembros del Proyecto Llanganuco, al Dr. Rafael Vega-Centeno, al Lic. Daniel Morales, al Mag. Alejandro Chu Barrera y a la Lic.

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Rosio Gonzales, que no solamente me brin-daron su conocimiento sino también la opor-tunidad de asumir retos y cargos de suma responsabilidad. A mis amigos y compañeros de aula, practi-cas y de debate, Carlos Campos, Mario Ra-mos, José Luis Fuentes, Igor Vela, Carmen Carranza, Alberto Tapia, Daniel Flores, Alan Ríos, Elvis Berrios, Ronald San Miguel, José Hermoso y aquellos estudiantes con los que alguna vez compartimos el badilejo en los Proyectos de Huaca San Marcos, Huaca Puc-llana, Parque de Las Leyendas, Llanganuco, Cerro Gallinazo y otros. A mis amigos Mauro Ordóñez, Diana Ale-man, Katherine Zuzunaga y Alvaro Cubas que de alguna manera me apoyaron en los trabajos de campo. Y, a mi amiga y compañera Joana Vivar Flores que desde un inicio me ha brindado su amistad, consejos y apoyo moral, en esta senda que ambos hemos elegido.

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Introducción El presente trabajo tiene la finalidad de dar a conocer el estado de conservación del sitio arqueológico de La Venturosa y su importancia dentro del valle de Supe conjuntamente con otros sitios aledaños al lugar. La Venturosa presen-ta pequeños recintos de cañas, restos de adobes y abundante material de superfi-cie producto del huaqueo constante. No existen trabajos arqueológicos sobre el sitio, a excepción de Williams y Me-rino que realizan el catastro del valle de Supe el año de 1979.

El valle de Supe El valle de Supe alberga, a lo largo de toda su longitud, gran potencial agrícola el cual ha sido fundamental para el de-sarrollo humano, esto se evidencia por la gran cantidad de restos arqueológicos que se encuentran en sus inmediaciones que datan desde tiempos precerámicos (Chupacigarro-Caral y otros sitios aun no estudiados) y por las ocupaciones actuales agrupadas en cooperativas o pueblos rurales. La mayoría de los estudios arqueológi-cos realizados en este valle se han cen-trado en ocupaciones correspondientes al período Horizonte Medio (Chimú Cápac-San Nicolás) y, más reciente-mente, al Precerámico (Caral); entre estos hay descripciones provenientes de prospecciones y reconocimientos de sitios (Williams y Merino, 1979; Kosok, 1965) y visitas a las antiguas haciendas (Middendorf, 1973 [1894]; Wiener, 1993 [1880]). También se han realizado investigaciones antiguas y nuevos traba-jos (Kroeber, 1923; Shady, 1997).

Acceso al sitio Para llegar al sitio de La Venturosa se toma la carretera Panamericana Norte y, antes de llegar al pueblo de Supe, en el Km. 176 de dicha carretera se toma el desvío hacia Caral (este desvío es una pista de tierra afirmada, antiguamente

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Merino, 1979). Lo cierto es que las construcciones de ado-be que se aprecian en las fotos del catastro ya no existen, lo más probable es que se hayan derrumbado por la erosión. Los ce-menterios que se señalan en el catastro con abundante cerámica fragmentada son un área completamente devastada por la ac-ción humana y también por factores natu-rales. El avance de las arenas por acción del viento cubren las estructuras de adobes que en visitas anteriores se encontraron (lamentablemente no fueron registradas). El sitio brinda un perfil algo complicado ya que para apreciarlo se tiene que bajar hasta el río (son aproximadamente 20 me-tros de altura desde el río hasta la cima) y el deslizamiento de las arenas interrumpe la visión, pero se aprecian fragmentos de cerámica pertenecientes a grandes vasijas (tinajas) y restos óseos. Se puede apreciar, hacia la parte media, restos de recintos de adobes y también recintos de cañas, al pa-recer se tratarían de lugares de entierros, por la gran cantidad de huesos en superfi-cie (visibles en la visita del 2004, actual-mente casi no se aprecian). Los adobes y cañas rotos en la superficie, la gran cantidad de fragmentería de cerá-mica, los restos botánicos y malacológicos, acompañados por la arena removida, indi-carían que el área es continuamente sa-queada. El día anterior a mi visita se había realizado un huaqueo, el material en super-ficie (como restos de caña, cerámica y otros) y la arena conservaba esa coloración especial de los objetos recién extraídos y que aún están húmedos. También poblado-res del vecino pueblo de Limán nos infor-maron que estas personas (los huaqueros, que eran 2 ó 3) festejaron en el lugar (el sitio de La Venturosa) debido a que, al parecer, habrían encontrado “buenas co-sas”. Tengo entendido que, antiguamente, los pobladores no saqueaban el sitio, sólo re-cogían las vasijas que el viento y el río revelaban, y las utilizaban para guardar granos, hacer chicha, o los tenían como adornos en sus casas. He visto en estas casas cántaros, cantimploras, platos con base anular y fragmentos escultóricos; un

NOTAS usada para transporte de carga de los agri-cultores y transporte particular) hasta lle-gar a la altura del cerro El Lagarto(1), al lado oeste del cerro El Taro, desde allí nos dirigimos hacia el sur por una vía alterna hasta llegar al río Supe, el cual cruzamos, para luego seguir la ruta del río hasta llegar a la parte donde el transporte pesado suele pasar que es la entrada mas conocida hacia La Venturosa y nos des-viamos hacia el oeste. Se puede observar desde lejos una torre de alta tensión en un arenal muy grande que hacia el sur pre-senta una ocupación moderna. Al sur-este, a lo lejos, se encuentra el cerro Tutumo. Hacia el oeste se extiende el arenal y tam-bién el área arqueológica profundamente alterada por el factor naturaleza y la ac-ción humana constante. (Fig. 1) La Venturosa El área visitada, la cual es centro de esta pequeña nota, es conocida como La Ven-turosa, la cual se encuentra en la margen izquierda del río Supe, casi al frente de Huaralica (margen derecha), en el valle bajo. El sitio está ubicado en un arenal casi al borde del río (zona de duna: Pampa Grande-parte baja, ONERN 1972) sólo separado en un tramo por follaje ribereño. Como puede esperarse, la naturaleza ha actuado en contra de este sitio, ya que la crecida del río en los meses de verano va “cavando” las bases del asentamiento, lo cual provoca deslizamientos de arena des-de la parte superior; de esta manera las construcciones y los restos que contienen caen al río quedando toda la evidencia expuesta o perdida en su gran mayoría. También a este derrumbe de las construc-ciones contribuyen las aves que hacen sus nidos en los adobes o en los espacios en-tre ellos. Otro factor destructivo es la ac-ción humana mediante los frecuentes hua-queos que destruyen el sitio. (Fig. 2) La suscrita ha recorrido el sitio en varias oportunidades y ha presenciado cómo a través del tiempo el sitio ha ido destru-yéndose por los factores ya mencionados. El último recorrido (Julio del 2005) se realizó utilizando una carta nacional y unos dibujos guías copiados del catastro

Restos arqueológicos en el sitio de La Venturosa, valle de Supe.

Katherine Zuzunaga Palacios

Fig. 1: Vista des-de el lado oeste del sitio, se ob-servan los restos en el arenal. Foto Katty Zuzunaga. Abril del 2005.

1.Llamado así por la forma que presenta el cerro, en la cima de este lugar también se encontraron unos fragmentos de cerámica pero en mal estado de con-servación.

del valle, los cuales describen áreas de cementerios y construcciones de adobe de gran ta-maño (Williams y

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diseño observado en estos ceramios es: un círculo del cual salen varios apéndi-ces triangulares en todo su contorno ex-terior, de color rojo oscuro y puntos blancos encima, sobre una superficie engobada color naranja (Fig. 3); este diseño ocupa gran parte del cuerpo (la vasija se trata de un cántaro globular, mide 24 cm. de alto, los 17cm. que co-rresponden al cuerpo están ocupados por el diseño descrito y además se presentan dos de estas figuras contraponiéndose, este diseño se asemeja a una estrella de mar). Este mismo tipo de diseño lo en-contré en el sitio pero con un punteado en relieve que limita este diseño en for-ma de estrella en la vasija, pero fue en fragmentos de cerámica. Este diseño en forma de estrella no lo he podido ubicar en los textos consultados, se trataría qui-zás de un diseño local. En el sitio también había fragmentos con diseño de gránulos o puntos en relieve, este diseño en relieve punteado, al pare-cer estampado, ha sido señalado en el libro de Kroeber como propio del perío-do Supe Medio (1925) para el sitio de San Nicolás; sin embargo, podría ser el tipo piel de ganso que correspondería al período Intermedio Tardío de influencia Chimú (aunque fueron pocos fragmen-tos). Este material de San Nicolás es analizado por Menzel (1968) quien lo clasifica dentro de su periodificación para el Horizonte Medio Época 2(2). Habría también fragmentos de cerámica perteneciente al Horizonte Medio e In-termedio Tardío, y lo que Williams men-ciona como cerámica local dentro de estas clasificaciones. Se puede decir que hubo una ocupación continua, ya que se observa por partes superposición de estructuras de cañas (¿o carrizo y totora?) y cerca, centímetros más abajo, hay restos de paredes de ado-bes de tamaño constante ( 42x18x13 cm.). Williams y Merino en el catastro del valle identifican 4 grupos de estructuras en el sitio. La que hemos mencionado posiblemente sea la correspondiente al sector “C”, el cual en el catastro está identificado como un edificio con muros de adobón que tiene además otros recin-tos y un patio en el cual hay áreas con restos de entierros e hileras de cañas paradas enterradas en el arenal. Por fuentes orales tengo entendido que en este sitio había paredes de adobes grandes y pequeños en el arenal, que con

(estratigrafía y cerámica, que dependen de estudios más detallados). Además mencionar que La Venturosa esta siendo continuamente huaqueado y erosionado por el río. La Venturosa es un sitio ar-queológicamente rico en información que espera ser estudiado antes de su de- saparición por factores naturales o por la acción humana.

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Las demás estructuras que se describen en el catastro no fueron observadas (sólo se recorrió parte del are-nal, no haciendo el recorrido mas hacia el sur por ser áreas de corralones y de vivien-da). La atención fue centrada en los restos de muros de adobe y caña que sólo son visi-bles escasamente en superficie pero que son más notorios en el barranco que colin-da con el río. Algunos de los pozos de hua-queo dejan al descubierto paredes de adobe y restos de caña rota en forma vertical, también dentro (y fuera de estos pozos de huaqueo) había gran cantidad de material como restos de guanábana (posiblemente quemados), pacae, vainas de frijol, tuzas de maíz y granos sueltos del mismo. También restos malacológicos como Concholepas concholepas, Choromitilus chorus y otros no identificados. Sumado a todo esto se encontró material cerámico fragmentado, como un vaso de pasta naranja de 14 cm. de alto aproximadamente, eran abundantes también los fragmentos de vasijas grandes (paredes gruesas, temperantes grandes, acabado tosco), restos de algodón marrón, trenzas de totora y especies de tejido en fibra vegetal; también se hallaron un huso y dos palillos con un hilo de color crema enrollado, uno de ellos recto y el otro do-blado formando una “V”,de este último salía el hilo y se enredaba con otro de color ocre; también se encontró una o dos piedras que parecían batanes y quizás también unas manos de batan. Esta nota sólo tiene como fin dar a conocer

2.Sin embargo, Villacorta menciona que el estudio de Menzel se limita a pocos fragmentos y los nue-vos estudios no confirmarían la contemporaneidad del sitio con este periodo. 3. Se requiere de instrumentos como un receptor de GPS para mayor precisión y concordancia con los datos del catastro.

Fig. 2: Vista de perfil del sitio desde el lado oeste. Foto Katty Zu-zunaga. Marzo del 2004.

Fig. 3: Vasija de La Ventu-rosa, en una colección par-ticular. Foto Katty Zuzuna-ga. 2004.

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que existen si-tios a lo largo del valle de Su-pe que pueden tener una larga continuidad cul-t u r a l

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Debido a una visita realizada por noso-tros a cuatro sitios del valle medio del río Chillón (Cerro Macas A, Cerro Ma-cas B, Guarabí y Macas B), todos ubica-dos en el cerro Macas el cual se encuen-tra en la margen derecha del Chillón, a la altura del Km. 22 de la carretera Li-ma -Canta, nos planteamos de que la Región Yunga (por lo menos para este valle) tuvo alguna posible función de carácter comercial y además, por esta misma razón, de que el valle medio ha podido recibir influencias culturales de la costa y de la sierra. Esto lo podemos inferir por una serie de características vistas en los sitios, en lo referido a lo primero vemos que la zona geográfica donde están ubicados los sitios es un lugar donde podían confluir las gentes provenientes tanto del valle bajo como del alto, además de ser una zona de paso obligatorio a toda la gente que se movi-lice tanto de la sierra a la costa como de la costa a la sierra. Mientras que para lo segundo la arquitectura muestra la in-fluencia proveniente de la costa , como el uso típico del tapial (Aguilar, 2002:35 y Villar Córdova ,1935:174-175) y de la sierra, como el uso de mampostería irregular a base de piedra canteada (Aguilar, 2002) y la presencia de chullpas de forma cuadrangular de una sola cámara (Villar Córdova 1935:106). Además según Aranguren (comunicación personal) se halló mate-rial textil proveniente de la sierra, y Silva (1996) menciona la presencia de material cerámico de estilo Chancay , ambas informaciones pueden corroborar la importancia de esta zona para la fun-ción antes mencionada. No hay que olvidar que estos sitios datan del perío-do Intermedio Tardío y que según María Rostworowski (1978) los sitios están asociados a etnias del valle del Chillón tales como los guaravíes, los huancayos y los missais. Arturo Ruiz Estrada (2005:101), en un artículo acerca del sitio cercano de Huanchipuquio, men-

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nas diferencias, como: la totalidad de los recintos presentan una planta rectangu-lar y sus dimensiones son mayores, en algunos casos presentan patios adyacen-tes a los recintos (posiblemente indican-do una mayor presencia demográfica en los recintos y mayores labores domesti-cas o de manufacturación de productos). Otro factor importante es su ubicación,

ciona que todo este conjunto de asentamien-tos estuvo bajo la tutela del cercano cura-cazgo costeño de Collique. Se pueden definir dos tipos de asentamien-tos: los que ocupan la cimas del mismo ce-rro (Cerro Macas A y Cerro Macas B) (Fig 1) y los que ocupan las faldas de éste (Guarabí y Macas B). Los del primer tipo podemos caracterizarlos como conformados por pequeños recintos rectangulares (2 m. de ancho y 4 m. de largo) y circulares (8 m.

El valle medio del río Chillón: ejemplo de una interacción cultural entre sierra y costa durante el Intermedio Tardío

Juan Pablo Barandiarán

Fig. 2: V i s t a general del sitio Guara-ví. Foto J. P. Baran-diarán. J u n i o de 2005.

Fig. 1: Vista de una de las es-tructuras del sitio de Cerro Macas B. Foto J. P. Barandia-rán. Junio de 2005.

de diámetro). Estos recintos se presentan conectados por una serie de vías de circula-ción que como en el caso de Cerro Macas A pueden presentar también pequeñas plazas en medio de estas vías de interconexión, posiblemente diferenciando algún tipo de función entre los grupos de recintos. La presencia de pequeños depósitos y de cáma-ras funerarias en algunos de los recintos podría hablarnos de un uso doméstico y funerario del espacio ocupado. En lo referido al segundo tipo de sitios po-demos notar también un tipo de planeamien-to aldeano, sin embargo vamos a notar algu-

pues tanto Guaraví como Macas B tienen una vista con dirección a distintos puntos del valle: Guaraví al ocupar la sección suroeste de la falda del mismo cerro nos permite ver el valle medio y sus campos de cultivo, además, al estar ubicado en esta misma falda puede presenciarse en dirección este-oeste el curso del valle. El caso de Macas B es semejante, desde este sitio únicamente puede dirigirse la mirada hacia el oeste. (Fig. 2) De esta descripción se puede plantear que: mientras Cerro Macas A y Cerro Macas B cumplieron una función resi-dencial, Guaraví y Macas B además de cumplir ésta función se encargaron del control de las personas que se moviliza-ron a través del valle medio tanto de la sierra a la costa como de la costa a la sierra, además de que ambos sitios tuvie-ron una mayor población. Si bien esta hipótesis ha sido deducida analizando los elementos antes mencio-nados, sería bueno realizar prospeccio-nes en otros valles de la costa peruana para comprobar esta función para la Re-gión Yunga. Mayor cantidad de trabajos podrían confirmar o descartar esta hipó-tesis que el autor de la nota expone.

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Historia de las menciones sobre el sitio

Para comenzar contamos con información acerca de Cerro Azul a partir de las cróni-cas del siglo XVI, como es el caso de Pe-dro Cieza de León, que menciona el gran poder que tuvieron los Incas en esta zona tomando control sobre los Huarco, cons-truyendo en el lugar un sistema de graderí-as que iban desde la orilla del mar hasta la cima del cerro, así como también otras construcciones para demostrar su poderío en esta zona (Cieza de León, 1973 [1550]).

Las primeras investigaciones arqueológi-cas del sitio fueron hechas por Kroeber en el año de 1925 donde encuentra bastante material arqueológico (óseo, cerámica, etc.), él identifica dos tipos de construccio-nes completamente diferentes en cuanto al estilo de construcción, éste fue un aporte para investigaciones futuras (Kroeber, 1937), posteriormente Bueno en el año de 1982 visita Punta Centinela y trabaja en esta zona, donde hace una descripción de los muros Inca de Punta Centinela y los denomina de estilo Inca Imperial debido a que las piedras encajan perfectamente una con otra y el acabado es completamente fino, cosa que se comprueba si lo compara-mos con otros muros de piedra de otras construcciones Inca de la época Imperial, donde se tenía este estilo de construcción (Cusco, Pachacamac, etc.) (Bueno, 1982).

Joyce Marcus, Ramiro Matos y María Rostworowski en el año de 1983 trabajan en esta zona, donde Marcus menciona el tipo de material que se usó para la cons-trucción de dichos muros de piedra Inca, pues según ésta investigadora se trata de toba volcánica (Marcus, Matos y Rostwo-rowski, 1983-1985). Finalmente Suárez en el año 2003 trabaja en Cerro Azul donde explica la estructura de los muros de piedra como de tipo arquitectónico ceremonial.

Para empezar esta nota…

La arqueología como ciencia social en el Perú cumple un rol muy importante en la tarea de la explicación del pasado del hom-bre y su significado dentro del proceso cultural andino, para lo cual cuenta con el complemento de otras ciencias, como es el caso de la geología. Por eso en esta oportu-nidad quiero poner en práctica éstas ideas, aprovechando el caso de Cerro Azul ubica-

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do a los 124 Km. de la Panamericana Sur, este sitio está compuesto por evidencias arquitectónicas de diferentes períodos arqueológicos, evidencias que se pueden observar hasta la actualidad, tanto del Intermedio Tardío como también del Horizonte Tardío, dentro de este conjunto de construcciones el tema que nos interesa tratar son las estructuras situadas en Punta Centinela, que está a 8 Km. al oeste de la Panamericana Sur, donde se encuentran los muros Inca que son el tema motivo de esta nota en esta oportunidad. (Fig. 1) Una clara evidencia de la filiación Inca de éstas construcciones es la piedra sillar de la cual están hechos algunos muros, pie-dras que son toba volcánica, hecho com-probado por nosotros al visitar el lugar con un Ing. Geólogo.

Observando la geografía del lugar, pudi-mos encontrar diferentes tipos de recursos

Un sitio Inca en Punta Centinela, Cerro Azul, Cañete.

Patricia Valderrama Vizcarra

este material (Fig. 2); pero la pregunta es el porqué de la utilización de material líti-co para los muros Inca, y mas aún el por-qué de la toba volcánica. (Fig. 3)

No quiero llegar a especulaciones, sólo quiero en esta oportunidad plantear las siguientes preguntas: ¿Qué cantera se utili-zó para proveer las piedras, material de construcción de éstos muros? ¿Por qué se utilizó material lítico en éstos muros Inca? ¿Es quizás por la ubicación donde se en-cuentran? ¿Qué caminos utilizaron para trasportar este material lítico desde la can-tera hasta el sitio?

Esta nota sólo es el principio de una inten-sa investigación que espero realizar en este sitio para que a futuro pueda responder éstas preguntas.

Fig. 1: Vista de un muro de piedra Inca en Cerro Azul. Foto Carlos Campos. 2005.

Fig. 2: Montículos del Intermedio Tardío. Foto Carlos Campos. 2005.

Fig. 3: Vista de una sección de un muro Inca. Foto Carlos Campos. 2005.

BIBLIOGRAFIA

BUENO, Alberto 1982 Cañete arqueológico: un futuro promisor. Espacio, Año 3, N° 12 pp. 64-69. Lima.

CIEZA DE LEON, Pedro

1973[1550] El Señorío de los Incas. Editorial Universo. Lima.

KROEBER , Alfred L

1937 Archaeological Explorations in Perú, Part IV: Cañete Valley. Field Museum of Natural History Anthropology Memoirs Vol. II, N° 4 pp. 220-273 . Chicago.

MARCUS ,Joyce , Ramiro MATOS y María ROSTWOROWSKI

1983-1985 Arquitectura Inca de Cerro Azul, valle de Cañete. Revista del Museo Nacional, Tomo XLVII pp. 125-138. Lima.

para el material de las construc-ciones que hay en este sitio, co-mo es el caso para los adobes, observando va-rias construccio-nes hechas de

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Desde hace unos meses nuestra univer-sidad viene afrontando una transforma-ción de sus ambientes lo que ha impli-cado la ampliación de algunas de sus facultades realizando para esto excava-ciones sistemáticas en la Ciudad Uni-versitaria. Al parecer estos trabajos

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huacas que rodeaban una hondonada favorable a la ejecución de un estadio.” Esto no hace más que demostrar los graves errores y desaciertos del gobierno central universitario en su afán de de- saparecer cualquier evidencia arqueológica del campus universitario. Sector 9

Pero para ubicarnos en el tema, el Sector Nº 09 se encuentra al sur de la Huaca Concha o del Estadio, dentro de la Ciudad Universitaria. Dicho sector se encuentra actualmente rodeado de cons-trucciones modernas: el comedor universitario, librerías y la Facultad de Ciencias Biológicas, asimismo podemos mencionar la presencia de una explanada que es usada como playa de esta-cionamiento y campo de fulbito. (Fig. 8) Como lo señala la investigación arqueológica este sector formaba parte de un montículo “...de planta rectangular de 120 m. de norte a sur y 80 m. de este a oeste...” (Silva, Jaime y Paredes 1993:76), quedando en la actualidad dentro de un área pequeña los cimientos de éste montículo que han sido cercados, habiéndose utilizado en años anteriores como un biohuerto por la Facultad de

central... para evitar más destruc-ciones” (Shady 1988:2). Sin embargo, nos damos cuenta que la autoridad central trata de desco-nocer (como lo ha venido haciendo) el pasado que yace bajo el concreto, sino recordemos el artículo nefasto

Construyendo sobre el pasado: Sector 9.

Alfonso Ponciano Gonzáles

Ciencias Biológicas. (Fig. 1) Culturalmente per-tenece al Complejo Maranga, del que pocas evi-dencias aún se conservan dentro de las instalacio-nes del Parque de Las Leyendas, la Pontificia Universidad Católica y la Ciudad Universitaria de San Marcos. Su descubrimiento se realizó en 1991 “...debido a la remoción de tierras y des-monte de los jardines situados entre ambos pabe-llones (Comedor Universitario y Biología) donde aparecieron restos de adobitos y cerámica pa-sando a formar parte del Taller de Arqueología II para iniciar labores de rescate en 1992...” (Op Cit:78). (Fig. 2)

Además el Lic. Idilio Santillana en su informe de 1988 sobre el estado de los monumentos ar-queológicos del campus señala la ubicación de las áreas arqueológicas que fueron afectadas por construcciones modernas recomendando la coor-

cuentan con la opinión favorable de los encargados de rea-lizar la supervisión de éstas labores, es decir, el de haber ejecutado un estudio o evaluación del terreno a intervenir, para descartar cualquier afectación a las evidencias arqueo-lógicas que reposan bajo la Ciudad Universitaria, pues la universidad cuenta desde “...1985 con un plano de ubica-ción de cada monumento, remitido a la administración

Fig. 2: Excavaciones en el Sector 9 durante la temporada 1994. Fig. 3: Trabajos de excavación en el

Sector 9. Foto Alfonso Ponciano. 2005.

Fig. 4: C o n s -trucciones jun-to al S e c t o r 9. Foto Alfonso Poncia-n o . 2005

publicado en el Nº 138 (2004) del boletín se-manal San Mar-cos Al día en que se trataba de desconocer la historia de la construcción del Estadio de San Marcos sobre la Huaca Concha, al parecer la autoridad sigue los pasos de sus antecesores co-mo lo demuestra una nota anóni-ma titulada El M o n u m e n t a l : Un Estadio con tradición publi-cada en la Gace-ta Sanmarquina Año I, Nº1, Cuarta Época de Diciembre de 1985 en los tiempos del rec-torado del Dr. Antonio Cornejo Polar, la cual señala: “Se sa-bía por esos años que en estos terrenos existían diversas

Fig. 1: Plano del Sector 09, elaborado por Gildemeister, Dueñas, Quispe y Sánchez probablemente en 1997.

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dinación con la Escuela de Arqueología para toda obra de infraestructura en el campus, acto que las autoridades de la Facultad de Biología y el Rectorado de-bieron realizar antes de causar los graves daños al patrimonio arqueológico y en especial al Sector 9. (Fig. 3,4 y 5)

Cabe señalar que las referencias mencio-nadas son algunas de las que hay en toda la bibliografía sobre el tema, disponible en cualquier biblioteca, inclusive de la misma universidad. Por otro lado, ante esta problemática la Escuela de Arqueo-logía debe plantear un programa de eva-luación arqueológica o de rescate en coordinación con los profesores y estu-diantes como el realizado en 1987 duran-te la construcción de la Facultad de Inge-niería de Minas como lo demuestra el Oficio Nº 44-EAPA-87 donde se adjunta

la actual Ley de Protección del Patrimonio Cultural de la Nación Nº 28296, la Ley 28721 modificada por la 28406 que decla-ra de interés nacional el inventario, catas-tro, investigación, conservación, protec-ción y difusión de los sitios y zonas ar-queológicas del país, que señala a las uni-versidades como cooperantes obligatorios en esta actividad; a la actual Constitución Política del Perú (Artº 21). Faltarían líneas para mencionar las normas violadas por la universidad por lo que este tipo de actos ilícitos deben ser sancionados por las au-toridades competentes y evitar en todo lo posible la destrucción del patrimonio usando como excusa el crecimiento de la infraestructura moderna de la universidad.

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(Fig. 6), las hechas frente a la Facultad de Geología (muy cerca a la Huaca San Mar-cos, en donde como parte del curso de Taller II, en 1987, se identificó un espacio publico prehispánico) y las realizadas adyacentes a los laboratorios de la Facul-tad de Ingeniería Electrónica (afectando a un camino epimural prehispánico registra-do por Ernst Middendorf a fines del siglo XIX). (Fig. 7)

Fig. 8: Plano con la ubicación de los sectores arqueológicos dentro de la Ciudad Universitaria (Tomado de Silva, Paredes y Jaime, 1993:73)

Fig. 5: Evidencias arqueológicas dañadas por la actual ampliación de la Facultad de Biología. Foto Alfonso Ponciano. 2005.

Fig. 6: Construcción en el Sector 8 entre la Facultad de Química y la de Ingeniería Metalúrgica. Foto Alfonso Ponciano. 2005.

Fig. 7: Obras cerca de camino epimural de la Facultad de Ingeniería Electrónica. Foto Alfonso Ponciano. 2005

T a m b i é n agrego que estas obras transgreden las normas establecidas por el Go-bierno Cen-tral como por ejemplo

mente se viene afectando al Sec-tor 9 sino también otras áreas cercanas a las zonas arqueológi-cas como las excavaciones entre las Facultades de Ingeniería Quí-mica y Metalúrgica (Sector 08)

el Proyec-to Huaca San Mar-cos y se p r o p o n e “...que se posponga el inicio de las o b r a s mientras no se de-termine la inexisten-cia de r e s t o s arqueoló-gicos.”. A d e m á s no sola-

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El Tukuy Rikuq seguirá atento, siempre vigilante del patrimonio, denunciando cualquier atentado contra éste.

¡ALTO A LA DESTRUCCIÓN DEL COMPLEJO MARANGA!

Excavación del pozo norte en la base noreste de Huaca Concha, como parte de los t r a b a j o s d e remodelación del Estadio de la U N M S M realizados entre 1992 y 1995. Foto Lizardo Tavera. 1993.

Irrupción de camiones en pleno Sector 11 del campus de la UNMSM debido a las obras de ampliación de la F a c u l t a d d e CC.SS. Foto Ronald San Miguel 2003.

Vista del Sector 9 y las obras de ampliación de la F a c u l t a d d e B i o l o g í a , colindantes con la zona protegida y realizadas en terreno que aún posee vestigios arqueológicos en el subsuelo. Foto Alfonso Ponciano 2005