Dossier Stalin. La polémica en la izquierda italiana

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  • 8/6/2019 Dossier Stalin. La polmica en la izquierda italiana

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    El Viejo Topo 280 / mayo 2011/ 47

    La publicacin en Italia del libro de Domenico

    Losurdo Stalin. Storia e critica di una leggenda

    nera publicado recientemente en El Viejo Topocon el ttulo Stalin. Historia y crtica de una leyen-

    da negra desencaden una larga y agria polmi-

    ca, y no slo en los medios intelectuales y perio-

    dsticos de la izquierda. Una polmica que se ini-

    ci con la publicacin en Liberazione, rgano ofi-

    cial de Rifondazione Comunista, de una resea

    del libro, resea que desat la airada protesta de

    un numeroso grupo de redactores del propio

    peridico. A partir de ah, se produjeron muchas

    intervenciones, a favor (con matices) y en contra

    (en general sin ellos) del texto de Losurdo.

    Aqu hemos reunido algunas de esas intervencio-nes; otras pueden encontrarse an en la red. El

    debate ha sido rico y vibrante, imposible recoger-

    lo con amplitud en las pginas de esta revista, por

    razones obvias de espacio.

    En cualquier caso, sean cules sean los a priori

    con que se aborde un asunto que se ha revelado

    espinoso, Stalin. Historia y crtica de una leyenda

    negra merece ser ledo y debatido tambin en

    Espaa.

    DOSSIER STALIN

    Stalin

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    Resea de Guido Liguori

    Liberazione10/04/2009

    La biografa del dictador entre opciones violentas y polticasrealistas

    Stalin, monstruo sanguinario o poltico realista obligado porla historia a opciones forzosas? En su ltimo libro (Stalin. His-toria y crtica de una leyenda negra, con un ensayo de LucianoCanfora, Carocci, 382 pp.) Domenico Losurdo opta por lasegunda respuesta. Es una tesis a contracorriente, y ya por esarazn, el libro merece ser ledo: al oponerse al sentido comnprevaleciente, pone a pensar, e induce a problematizar hipte-sis historiogrficas que ya se dan por aceptadas como ciertas.

    Cul es la idea fundamental de Losurdo? Las tesis interpre-tativas del fenmeno estaliniano que ms han influido

    Trotsky, Kruschov, Hannah Arendt han sido determinadaspor la lucha poltica interna del campo comunista o por laGuerra Fra. De aqu surge un retrato caricaturesco de Stalinque subvalora de manera radical el contexto concreto de susacciones. En este contexto el autor incluye no solo la largaduracinde la historia rusa (los conflictos medievales en elcampo, el odio por los judos, el bandidaje originado por lascarencias), no solo el estado de excepcinen el que se enmar-c la experiencia sovitica, sino tambin los lados dbiles de laideologa marxista, un universalismo incapaz de asumir y res-petar lo particular, las tendencias escatolgicas que queranabolir a paso acelerado propiedad privada, nacin, familia,etctera. El propio Gulag se expande con la colectivizacin for-zada de la agricultura. Cmo se explicara la revuelta crucialdel 28-29? Despus del tratado de Locarno, el acercamientoFrancia-Alemania, el golpe de Estado de Pilsudski en Polonia yla ruptura de las relaciones comerciales y diplomticas porparte del Reino Unido, los militares soviticos lanzaron la alar-ma: el peligro de guerra aumentaba, era necesario industriali-zar el campo y garantizar su fidelidad. Tras la noche de sanBartolom(Bujarin) contra los campesinos, Stalin tratara deregresar a la normalidad, tanto que en 1935 Trotsky lo acus deliberalismo y de abandono del sistema de consejos, de

    regreso a la democracia burguesa. En efecto, Stalin paralevantar la produccin se bate contra la nivelacin izquier-doide de los salarios, contra el igualitarismo, y propugna unanueva Constitucin que, como se sabe, despus qued en el

    papel. De hecho, nuevamente irrumpe el estado de emergen-cia y el terror: Losurdo que parte del examen de una literatu-ra internacional muy amplia y antiestalinista acredita elhecho de que la oposicin trotskista fuera un peligro real yaen la primera mitad de los aos 30. Incluso despus de la gue-rra, Stalin declara que la dictadura del proletariado no era lanica va hacia el socialismo, que no era obligatoria en los pa-ses del Este europeo. Pero ms tarde irrumpe la Guerra Fra, yla seguridad nacional de la URSS adquiere el predominio.

    Sin embargo, frente a la malaherencia del utopismomar-xista, Stalin aprende segn el autor la vacuidad de la esperamesinica de la desaparicin del Estado, de la nacin, de la reli-

    gin, del mercado, del dinero, y adems ha experimentado direc-

    tamente el efecto paralizador de una visin de lo universal, que

    tiende a tildar de contaminacin la atencin que se presta a las

    necesidades y a los intereses particulares de un Estado, de una

    nacin, de una familia, de un individuo determinado. Pero yesta es su limitacin, segn Losurdo la lucha contra la utopaabstractase detiene muchas veces a mitad de camino, para nometerse completamente en el corredor de algunos de los asun-tos fundamentales de la cultura marxista y comunista. En defi-nitiva, en las tres dcadas de estalinismo, los repetidos inten-tos hechos por Stalin de abandonar el estado de excepcinpara regresar a una relativa normalidad, seran frustrados, yasea por la situacin internacional, o por la utopa abstractapresente en el marxismo, alimentada por la oposicin interna.Con esta lectura esencial, Losurdo dedica muchas pginas ademoler la leyendakruschoviana vinculada a los xitos mili-tares del invasor nazi; a subrayar la atencin prestada porStalin a las distintas nacionalidades; a alabar el realismoestalinista frente a las tendencias de izquierda que queransuperar el Estado, la familia, el dinero. Losurdo reconoce y con-dena el giro brutal del sistema de campos de concentracinque existi en el 37. Pero subraya que en el Gulagsovitico nohaba voluntad homicida, y por tanto no se puede comparar

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    El comienzo1.

    La polmica en la izquierda italiana

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    con los campos nazis: cuando mueren a millares en el Gulag,durante la guerra, tambin mueren de hambre millares en elresto de la URSS.

    Es difcil seguir a Losurdo, con la necesaria competencia cr-tica, en todas las aristas de su discurso. Algunas de sus tesis (lacrtica al concepto de totalitarismo, el rechazo a considerarlas decisiones de la cspide sovitica como irracionales, la refe-rencia al contexto histrico) parecen convincentes. Lo que noconvence es un discurso demasiado propenso a ver siempre enla solucin adoptada la mejor de las soluciones posibles, y asubvalorar su desastroso efecto en la poltica de la hegemona(vase la ruptura de la alianza leninista obrero-campesina) y enla construccin misma de una idea expansiva de socialismo.Tomemos por ejemplo el Gulag: puede un Estado que se con-sidera socialista crear un sistema de campos de concentracintan vasto, en los cuales (si bien no siempre ni en todas partes)

    existan segn las palabras del propio Vichinski, citadas porLosurdo condiciones de vida que redujeron a los hombres abestias salvajes? No es ya este hecho una mancha indeleblepara un Estado que se considere socialista?

    No consuela saber que lo hizo peor para poner un ejemploel Reino Unido con los irlandeses o con los deportados a

    Australia: lo que esperamos de un sistema que hace de laexplotacin del hombre por el hombre su ley, no es justificablepara un Estado que surge para combatir tal explotacin y todolo que existe de bestial en la humanidad. Otra cosa: la situa-cin objetiva haba inducido a hacer ms rgida la organizacindel trabajo, a renunciar a un nuevo modo de entender las rela-

    ciones entre los sexos, a la superacin gradual de las fronterasnacionales. Pero llegados a este punto, no habra que pregun-tarse si vala la pena hacer una revolucin? Para qu sirvi?Creo conocer la respuesta de Losurdo: no obstante, el impulsode liberacin fue enorme, millones de personas se liberaron asdel Medioevo y del colonialismo en todo el mundo. Es cierto, yentonces, que viva la Revolucin rusa! Pero tambin parece

    justo concordar con lo que ha escrito Giuseppe Prestipino en elltimo nmero de Critica marxista (2009/1): siguiendo aLosurdo, llegamos a la conclusin de que en el siglo XX el socia-lismo era imposible.

    Queda por formular la pregunta de si las opciones escogidasen el curso del primer y fallido intento de construccin delsocialismo, al menos hayan construido las bases para reinten-tar el experimento en el nuevo siglo, o si son todava hoy unobstculo ms para los que quieran probar de nuevo. Desde

    este punto de vista, el historicismo justificativo de Losurdo in-cluso teniendo algunas razones subvalora la posibilidadmisma de una alternativa respecto al desarrollo histrico efec-tivo: un poltico realista tambin puede convertirse en unmonstruo sanguinario, de hecho asesinando as, igualmente, ala criatura que, con realismo, se propone proteger. Y si todavoluntad de cambiar tambin la calidad de la vida cotidiana,las relaciones entre los gneros y entre los seres humanos, las

    jerarquas y la alienacin dentro y fuera de la fbrica, es tildadade utopismo escatolgico y anarcoide no se hallarn fcil-mente las fuerzas, las voluntades, las subjetividades, para reto-mar el caminon

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    Respuesta a la resea de Guido Liguori.

    Liberazione11/04/2009

    Nos ha producido mucha amargura leer ayer, en las pginasde Liberazione, la resea de un libro que desde el ttulo definecomo leyenda negragran parte de la historiografa existentesobre la pgina histrica y poltica de Stalin. Resea quecomienza comentando el carcter a contracorriente, de opo-sicin al sentido comn, que lo convertira en un libro capazde poner a pensar. Resea que adems, cuando pasa a asu-mir formas crticascon respecto al texto tratado, lo hace enforma de dudasdel tono siguiente: Puede un Estado que seconsidera socialista crear un sistema de campos de concentra-

    cin tan vasto...?Como hablando de un problema cuantitati-

    vo, en vez de hablar del sistema.Frente a los millones de muertos que el sistema de los cam-

    pos estalinianos, la direccin estaliniana de la planificacinsocialistay la prctica estaliniana de las purgas homicidas desus propios cuadros revolucionarios han dejado tras de s en lamemoria colectiva del mundo entero y de la cultura de iz-quierda en particular, consideramos que aqu no hay nada queagregar: no hay interpretacin histrica que valga; intentosrevisionistas o negacionistas pequeos o grandes no pue-den tratar con consideracin a la figura de un dictador feroz ybrutal. O bien, habra que preguntarse: cundo apareceruna pgina entera de publicidad gratuita, bajo el aspecto deresea equilibrada, con textos de reinterpretacin, quizs,de las gestas de Ceaucescu o de Pol Pot?

    En suma, podemos serenamente dar por terminada la dis-cusin sobre estas tragedias, o debemos en realidad sufrir susrevisiones, por lo dems, apologticas? Si todava alguienconsidera esto el campode la izquierda, o de los comunis-tas, lo sentimos: no estamos de acuerdo. Estas historias terro-rficas, y quien se haya hecho intrprete y animador de ellas enel curso de la historia, no pueden pertenecer, ni siquiera enmodo crtico yrazonado, a ninguna hiptesis de liberacin.

    Y no solo eso: consideramos que publicar intervenciones que

    se centren en hiptesis de este tipo, explcitas o inconscientes

    sobre este y sobre otros temas, que valoren tesis negacionis-tas como parte del enfrentamiento de ideas (en realidad, laexistencia del negacionismo sobre el Holocausto no exime de

    juzgar el de los crmenes estalinianos; precisamente los deba-tes de Losurdo deberan sugerirlo...), representa un salto

    atrs. Especialmente para un peridico que haba tratadohasta ahora de abrir espacios y de liberar energas, prefiriendointerrogarse de continuo, en vez de buscar refugio en la eternaconfirmacin de una identidad interpelada por una historiahecha tambin como indica precisamente el caso de Stalinde monstruos y horroresn

    Firmantes:Checchino Antonini, Angela Azzaro, Anubi DAvossa Lussurgiu, Stefano

    Bocconetti, Guido Caldiron, Paolo Carotenuto, Simonetta Cossu, CarlaCotti, Sabrina Deligia, Laura Eduati, Roberto Farneti, Antonella Marrone,Martino Mazzonis, Andrea Milluzzi, Frida Nacinovich, Angela Nocioni,Paolo Persichetti, Paola Pittei, Sandro Podda, Stefania Podda.

    50 /El Viejo Topo 280 / mayo 2011

    El rechazo

    DOSSIER STALIN

    Se quiere rehabilitar a Stalin?No estamos de acuerdo

    2.

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    Guido Liguori,

    Liberazione12/04/2009

    Querido director: con verdadera sorpresa he ledo enLiberazionede ayer el documento de un grupo de redactoresque critica de manera spera mi resea de un libro de Do me-nico Losurdo sobre Stalin, publicada anteayer.

    De hecho, soy acusado de mostrar simpatas por el estali-nismo y de estar a favor de una presunta rehabilitacinsuya. Pienso que se trata del ensimo episodio de una histo-ria que no me pertenece, la de la guerra que tiene lugar den-tro de Rifondazione Comunista y ms en particular, en su dia-rio. Sin embargo, el evidente carcter instrumental del docu-mento ya hace inaceptable suscontenidos, que son en gran parteuna mera falsificacin de lo que heescrito. Incluso se llega a fingirque no se comprende el uso de lapregunta retrica en la lenguaitaliana!

    No solo todos mis escritos y mihistoria personal dan testimoniode lo absurdo de tal acusacin.Tampoco en el escrito en cuestinnada puede ser interpretado en tal

    sentido: en l como se debera ha-cer en toda resea primero heresumido el libro, he reconocido laseriedad de la investigacin (por-que a mi juicio es as: siquiera unode los firmantes lo habr ledo?), fi-nalmente, he criticado de maneraradical e inequvoca, su plantea-miento general.

    Entonces, qu debera haberhecho? Reunir una sarta de insul-tos y pronunciar una condena?

    Disclpenme, pero no es mi estilo,

    no soy y no quiero ser un estalinista del antiestalinismo. Soyun apasionado estudioso y como tal, contino leyendo,reflexionando, ofreciendo una contribucin en la medidade mis capacidades incluso sobre nuestra(de nosotros loscomunistas) historia ms controvertida. No me interesan las

    verdades de partido, proclamadas de una vez por todas, qui-

    zs en algn congreso. Prefiero la investigacin y las inter-pretaciones que ponen en duda certezas, y dan lugar a undebate libre. Slo a partir de ese enfrentamiento entre posi-ciones distintas, una comunidad cientfica o poltica puedeavanzar hacia una opinin compartida por la mayora. Teenvo a ti y a todos aquellos que estn empeados en la pro-mocin de Liberazione, un sincero deseo de que hagis unbuen trabajon

    El Viejo Topo 280 / mayo 2011/ 51

    DOSSIER STALIN

    Nunca he sido estalinista,ni unestalinistadel antiestalinismo

    La rplica3.

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    Dino Greco,

    director de Liberazione12/04/2009

    Un grupo de redactores de Liberazioneha sentido la nece-sidad de tomar papel y pluma para poner en discusin laresea de Guido Liguori (Vicepresidente de la InternationalGramsci Society y jefe de redaccin de Critica Marxista) sobreel libro de Domenico Losurdo, Stalin. Historia y crtica de unaleyenda negra, aparecida en Liberazione el viernes pasado.Evidentemente, las dianas de la carta son dos: el autor de laresea, acusado nada menos que de haberse hecho eco deuna revisin apologticade la figura de Stalin; y el directordel diario que, de manera irreflexiva, ha autorizado su publi-cacin.

    Responder, de manera breve, tanto a la cuestin esencial,relativa al contenido de la resea, como a las razones, deltodo consecuentes, que me han hecho considerar til propo-nerla a los lectores.

    La contextualizacin de un acontecimiento o, mejor, deuna larga cadena de acontecimientos, hecha con rigor filol-gico y a travs de un serio y profundo reconocimiento de lasfuentes, debera ser un imperativo categrico para cualquie-ra que desee de manera crtica y no ideolgica (o propagan-dista) razonar sobre el pasado y, en definitiva, sobre el pre-sente. Los peligros comienzan cuando la contextualizacin setransforma en un historicismo absoluto, en un fatal (y letal)

    justificacionismo, segn el cual, lo que ha sucedido, en lamanera en que ha sucedido, solo poda haberlo hecho as.Como si los seres humanos llevaran sobre sus espaldas laHistoria, la cual procedera por la misma va, segn una con-catenacin determinista de causas y efectos, por los cuales, sien lugar de Stalin hubiese estado alguna otra persona, esta nohabra podido hacer nada diferente, etctera.

    Tal modo de proceder genera una aparente cientificidad,que tiene el vicio de ser siempre deducida a posteriori, libe-rando de la responsabilidad a los autores, a los protagonistasde la historia humana.

    De este modo, toda valoracin de orden histrico, poltico

    y moral deviene imposible. Creo que nadie es tan tonto parapensar que los seres humanos se mueven, en cada poca ycondicin, con libertad absoluta. Cada uno obra en situa-cin,y en sus acciones, est codeterminado por una cantidad

    de factores. Codeterminado, pero no coartado. Siempre hayo casi siempre, sartrianamente, una posibilidad de elec-cin. Y es esa eleccin la que permite el juicio de valor.

    En realidad, resulta singular que quien como Losurdoexalta tambin el significado heurstico de la subjetividad, dela ruptura antideterminista, revolucionaria, de las condicio-nes histricamente dadas, caiga despus en el error de olvi-darse por completo de eso, cuando nos deja entender quemuy poco de los trgicos acontecimientos ocurridos en laRusia estaliniana hubiera podido tener un curso distinto,como ha sido probado, al contrario, por la dursima y san-grienta lucha interna, a travs de la cual se afirm la dictadu-

    ra. Y una contradiccin similar alimenta la sospecha de quea pesar de la gran abundancia de datos, circunstancias ydocumentos citados el trabajo de Losurdo es, fundamental-mente, un proyecto de tesis.

    Paradjicamente (pero tampoco demasiado), este deses-perado objetivismo termina por concordar con la posicinopuesta, pero simtrica, segn la cual el error es de quientiene la sartn por el mango: es decir, el huevo de la serpien-te se habra instalado slidamente en la idea comunista,desde su origen, desde su arquetipo terico, hasta llegar almarxismo, pasando despus a travs de todas las corrientesde las experiencias histricas, que en cada punto del globo,

    de oriente a occidente, de norte a sur, han tomado formadurante dcadas basndose en aquella inspiracin. En suma,el justificacionismo no hace ms que ofrecer coartadas atodas las retiradas (que nunca han favorecido proceso algu-no, en ningn campo) y a todos los procesos de liquidacinsumaria. Porque cuando te retiras, no comprendes. Y si nocomprendes, no te enfrentas de veras. Te contrapones. Contoda la ciega determinacin que se pone en el no reconocer,en el punto de vista del otro, la porcin de verdad que estepuede contener.

    Es el vicio de todos los fundamentalismos, de todos los sec-tarismos, del que se nutre quien cree custodiar en el cofre

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    DOSSIER STALIN

    El director interviene

    Resulta autoritaria la pretensin de que

    existen argumentos que deben ser vetados

    4.

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    propio, todo lo que hace falta saber. Atentos entonces al auto-ritarismo, a la planta que crece de manera exuberante, cuan-do se pretende que existen argumentos que hay que vetar,palabras que hay que inhibir, columnas de Hrcules que nohay que superar...

    En cuanto a la resea de Guido Liguori cuyo perfil culturales notoriamente ajeno a cualquier contaminacin o suges-tin estalinista me resulta del todo incomprensible cmopueda deducirse de su texto cualquier propensin negacio-nista. Da fe de ello el extracto de su comentario al libro deLosurdo, que publicamos nuevamente aqu. A los firmantes

    de la carta, por el contrario, que han querido ir tan lejos en sudiscurso de denuncia, quisiera recordarles que es difcil quese pueda y cito de su carta preguntarse continuamentey,al mismo tiempo, dar por terminada la discusin.

    Consciente o inconscientemente, me parece que hay unainclinacin por la segunda hiptesis. Sin embargo, en lacarta hay un punto verdaderamente insoportable, aunquerevelador. All donde se dice cundo aparecer una pginaentera de publicidad gratuita (...) de las gestas de Ceaucescu

    y de Pol Pot. Disclpenme: no estoy de acuerdo. No es acep-tablen

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    DOSSIER STALIN

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    Paola Pellegrini,responsable de cultura del PdCI. Rinascita

    Ha habido una poca en que estadistas como Churchill yDe Gasperi e intelectuales de primersimo nivel comoCroce, Arendt, Bobbio, Thomas Mann, Laski han visto conrespeto, simpata y hasta con admiracin a Stalin y al pasguiado por l. Pero, con el inicio de la Guerra Fra, y sobretodo con el Informe Kruschov, Stalin se vuelve un monstruo,comparable quizs solo a Hitler. Dara prueba de inexperien-cia quien quisiera localizar en este vuelco el momento de larevelacin definitiva de la identidad del lder sovitico, pa-sando por alto de manera superficial los conflictos y los inte-reses que estn en los orgenes del vuelco. El contraste radi-cal entre las distintas imgenes de Stalin, debera impulsar alhistoriador no ya a absolutizar una de ellas, sino a proble-matizarlas todas. Domenico Losurdo reabre la reflexinsobre la figura ms demonizada del movimiento obrero: elrevolucionario georgiano Iosif Vissarinovich Dzhugashvili.Lo hace analizando el siglo XX con una teora de la compara-cin sin limitaciones, contextualizando las acusaciones diri-gidas a Stalin y descomponindolas en un conjunto de con-ceptos para analizarlas de modo comparativo y relativizarlashistricamente. Es un libro importante, apasionante, capazde reabrir la discusin sobre Stalin y la URSS, en esta fasemarcada solo por el anticomunismo y por el revisionismo

    ms grosero sobre toda la historia europea de resistencia alnazifascismo.Es enorme la cantidad de referencias historiogrficas en las

    cuales el libro fundamenta algunas de sus tesis ms significa-tivas. Comenzando por la que revela cmo no hay movimien-to histrico que no pueda ser sometido a una incriminacinanloga (a la que es sometido el estalinismo). Losurdo anali-za la historia del liberalismo afirmando que ste tambin pue-de ser incriminado, si nos concentramos en la suerte deparadaa los pueblos coloniales. La misma argumentacin vale para lahistoria del Islam, que podra ser considerada solo como lahistoria de conquistas sangrientas y despiadadas. Y del mismo

    modo, las mismas argumentaciones podran valer para el cris-tianismo.

    Losurdo critica tal enfoque, que termina por mostrarnos uncuadro de la historia como una nica historia universal del

    crimen, y el pasado en cuanto tal, como afirmaba Gramsci,parecera una grotesca sucesin de monstruos. La paradojarecurrente de la historia y del debate poltico del propio movi-miento obrero y comunista, frente al hecho de que la historiainiciada en octubre de 1917 se reduzca a crimen o a locura cri-minal, ve a autores y personalidades empeados en defenderel honor del comunismo reaccionar alejndose de sus pgi-nas ms duras, catalogndolas como traicin o degeneracinde los ideales originales de la revolucin, o de las enseanzasde Lenin o de Marx. De este modo, la historia del movimien-to comunista en cuanto crimen, trazada de manera triunfantepor la ideologa dominante, tambin es confirmada por aque-

    llos que se quieren oponer a la ideologa dominante. Esteenfoque hace desaparecer la historia real, que es sustituidapor la historia de una infame y misteriosa degeneracin y dis-torsin de las doctrinas, a priori elevadas al mbito celestial dela pureza y de la santidad. En esencia, Losurdo sostiene quetal enfoque, por una parte, impide contextualizar los aconte-cimientos histricos; por la otra, que la categora de traicin,al contrario, obligara a indagar en serio el nexo entre teora ysu realizacin. El libro nos muestra de manera amplia que casitoda la historiografa actual refuta desdeosamente este enfo-que, por estar empeada en culpabilizar a la historia de la re-volucin a partir de sus presupuestos tericos. La teora nun-ca es inocente, pero si esto es vlido para Marx, debe valertambin para otros intelectuales de orientacin distinta yopuesta: Locke y John Stuart Mill deben ser considerados di-rectamente responsables de los delitos del occidente liberal(puesto que Locke, terico de la tolerancia, era un defensor dela esclavitud, y Mill teorizaba el despotismo de occidentesobre las razas menores de edad y el carcter beneficioso dela esclavitud impuesta a las tribus salvajes). Al igual que lateora, tampoco la utopa puede reivindicar inocencia algu-na: es una tesis, dice Losurdo, justamente defendida por losliberales, pero que no la aplican a ellos mismos, callando so-

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    DOSSIER STALIN

    Se ampla la polmica

    Poner nuevamente de discursin la categora

    de estalinismo

    5.

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    bre los costos humanos y sociales de la utopa del libre merca-do. Las ideas originales (espera mesinica de una sociedad

    sin Estado, sin fronteras nacionales, sin mercado y dinero)por otra parte, muy lejanas de aquellas practicadas realmen-te por Stalin! han desempeado un papel nefasto en la URSS,obstaculizando en varios momentos el paso a una condicinde normalidad, prolongando y agudizando el estado de excep-cin: aunque comprensible, en aquella trgica y heroica expe-riencia que fue la revolucin y la guerra civil el enfrentamien-to sobre las perspectivas y sobre las necesidades, en aquelloque Losurdo define como un ininterrumpido proceso deaprendizaje, los accesos de pureza ideolgica han podidoconducir al fanatismo. Los dos enfoques criticados por Lo-

    surdo (incriminacin y traicin) concentran la atencin en lanaturaleza criminal o traidora de determinadas individualida-

    des: de hecho, stas renuncian a comprender el desarrollohistrico real y la eficacia histrica de movimientos polticos yreligiosos que han ejercido una capacidad planetaria de atrac-cin, y cuya influencia se despliega en un arco de tiempo muylargo. Losurdo considera que este mtodo lleva a desviacio-nes, incluso cuando es aplicado a Hitler: resulta demasiadocmodo cargar las infamias del nazismo exclusivamente en sucuenta, eliminando el hecho de que tom del mundo preexis-tente a l y radicaliz dos elementos centrales de su ideo-loga: racismo, misin colonizadora de los blancos e interpre-tacin de la revolucin de octubre como amenaza para la civi-

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    DOSSIER STALIN

    Churchil, Rooselvelt y Stalin en la confeerencia de Yalta, 1945

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    lizacin. Esto se explica solo con el peso que hagiografa ydemonizacin continan ejerciendo en la interpretacin delsiglo XX y el culto negativo de los errores. Losurdo sostieneque slo desmontando las leyendas de la historiografa sepuede razonar sobre la historia, e incluso, atacar la historia delcapitalismo.

    En vida, Stalin fue objeto de admiracin por parte de nu-merosos y distintos ambientes culturales y polticos. La victo-ria de Stalingrado fue esperanza, y dio renovada fuerza a to -dos los combatientes contra el nazifascismo. Incluso Chur -chill, en el discurso pronunciado en Fulton, con el que abre la

    Guerra Fra, habl con gran respeto y admiracin por el vale-roso pueblo ruso y por mi compaero de los tiempos de gue-rra, el mariscal Stalin. De hecho, adems de la Guerra Fra,hay otro suceso histrico que imprimi un vuelco radical a lahistoria de la imagen de Stalin: el Informe Secreto de Krus-chov de 1956. Si bien por una parte Losurdo destruye las re -construcciones de los historiadores (los antisoviticos), ascomo las tesis de Trotsky o de Kruschov, por la otra examinalos aos de Stalin, insertndolos en el contexto de un pasperennemente presa de una condicin excepcional, cercado,aislado y amenazado desde dentro y desde fuera. Un estadoen conflicto permanente (la formacin de la URSS, la indus-

    trializacin, la colectivizacinforzada de la agricultura, la alfa-betizacin masiva, la creacin deun estado social de masas, loscontinuos intentos por quedarfuera de la guerra impuesta porHitler, la victoria sobre el nazismo

    y las infinitas luchas internas alpartido): la poltica de Stalin per-miti a la URSS derrotar a losenemigos internos y salvar la re-volucin, hizo posible el desarro-

    llo industrial y social, permitivencer al nazismo durante la Se-gunda Guerra Mundial y consoli-d un Estado que represent unpoderoso motor para todos losmovimientos anticoloniales.

    Por tanto, si se interpreta el es-talinismo como resultado no dela sed de poder de un individuo,ni de una ideologa, sino del esta-do de excepcin permanente quegolpea a Rusia, la contribucin

    ms grande del libro es precisa-mente la de poner en discusin de nuevo en cuanto conlle-va desviaciones, y debe colocarse en la esfera del mito lacategora misma de estalinismo.

    Pero quedara desilusionado quien espere encontrar allhechos trgicos negados: es un ensayo problemtico, quecompara situaciones, donde encontramos pginas esclarece-doras sobre los gulags, sobre los campos de concentracin ysobre los estragos causados por los apologistas del mercadolibre, pginas de historia olvidadas por los legisladores de lademocracia, como el exterminio de los comunistas en In-donesia con el golpe de Suharto, apoyado por los norteameri-

    canos; que destruye de una vez y por todas la ms infameacusacin dirigida a Stalin de ser como Hitler. Es tratada conamplitud la relacin de Stalin con el judasmo (refutando ensu origen la acusacin pstuma y evidentemente instrumen-tal en el clima de la Guerra Fra, de que Stalin fuera un antise-mita). Un libro que no solo y no tanto restituye el honor a Sta-lin, como que engancha en la historia grande y terrible del si-glo XX todas las pginas de la URSS, reabriendo as tambinla investigacin acerca de su legado universal, del que hanpartido todos los grandes movimientos de liberacin antico-lonial, de transformacin social y de emancipacin de lasmanos del capitalismon

    56 /El Viejo Topo 280 / mayo 2011

    DOSSIER STALIN

    Hubo un tiempo en el que Stalin goz de una aureola positiva en Occidente

  • 8/6/2019 Dossier Stalin. La polmica en la izquierda italiana

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    Andr Tosel

    Queridos amigos de Liberazione,Me permito enviarles esta carta, ya que me sent particular-

    mente impresionado por el debate que provoc el ltimo librode Domenico Losurdo, Stalin. Historia y crtica de una leyendanegra, con un ensayo de Luciano Canfora. He ledo con graninters la resea crtica de Guido Liguori y la carta con el ttuloSe quiere rehabilitar a Staalin? No estamos de acuerdo, firma-da por miembros del Comit de redaccin de Liberazione. Estetexto expresa no solo el rechazo tico y poltico al estalinismo,sino tambin una gran amargura, si no ya indignacin, por lainvestigacin de Losurdo. Brevemente: la historia de la leyendanegra, a la cual han dado lugar las vicisitudes de la poltica esta-

    liniana, es denunciada como una suer-te de revisionismo criptoestaliniano,dirigido a destruir la crtica liberal deltotalitarismo mediante una justifica-cin del realismo estaliniano, comouna apologa indirecta de la polticaestaliniana, presentada como la nicapoltica realista de su poca, superioren lucidez a la de las oposiciones inter-nas de los aos treinta. Esta empresasera no slo intil, dado el carcterobvio del argumento no habra nadaque agregar a las crticas existentes deKruschov, Arendt y muchos otros sinotambin errnea y negativa desde elpunto de vista poltico, dado que elesfuerzo de comprensin se consumi-ra en justificar lo injustificable, y cons-tituira un salto atrs, que impedira larecuperacin de una poltica de autn-tica liberacin.

    Llegados a este punto, quisiera presentar algunas conside-raciones para introducirlas en un debate crucial para las

    perspectivas de emancipacin.1. En ningn momento Losurdo niega la enorme

    carga de horror, implcita en los actos violentos de la poltica

    estaliniana. l trata de comprender lo que parece incompren-sible. Tiene el coraje intelectual y tico-poltico de enfrentar lacorriente liberal, devenida sentido comn, y devenida ade-ms, de manera acrtica, el presupuesto de una izquierdaincapaz de construir un juicio histrico autnomo, porquecontina siendo dominada por la imaginacin, segn la cualel arrepentimiento ocupa el lugar de la teora.

    2. Losurdo presenta los documentos y una biografatan amplia como variada, en la cual trabaja utilizando a los auto-res ideolgicamente ms alejados. Sera necesario por lo menospresentar una reconstruccin distinta, si se acepta la idea de queno todo ha sido dicho recurriendo a la categora de totalitarismo:

    en sta, Arendt ha procedido a una serie de variaciones, termi-nando incluso por evocar un neototalitarismo liberal, inscrito enla posible produccin de otra humanidad superflua.

    El Viejo Topo 280 / mayo 2011/ 57

    DOSSIER STALIN

    La carta rechazadapor Liberazione

    Estalinismo y utopa abstracta

    6.

    Kruschov y Stalin en 1936

  • 8/6/2019 Dossier Stalin. La polmica en la izquierda italiana

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    Por lo menos habra que poner en discusin las etapas de estahistoria: colectivizacin forzada del campo y ruptura de la dif-cil alianza con el mundo campesino; enorme peso de la guerrallevada a cabo por las grandes potencias capitalistas; radicaliza-cin extrema y por todas partes de la lucha de la oposicininterna.

    3. Si el estalinismo fracas y comprometi la idea desocialismo, o mejor, de comunismo, este fracaso se verific des-pus de 1945, sobre todo a causa de la incapacidad de una refor-ma democrtica del aparato del Estado y de las prcticas desecreto y coercin. Adems est el hecho de que la URSS fue unpunto de apoyo para las luchas anticoloniales del siglo XX; que

    supo, junto con Stalin, llevar a cabo una guerra victoriosa contrael nazismo, cuya victoria hubiera sido una catstrofe sin nom-bre; que por momentos y de manera fragmentaria, supo crearlos elementos de Estado social, de los que se beneficiaron lasmasas populares, y que fueron destruidos por el actual capitalis-mo ruso mafioso. Esto no justifica nada, pero as sucedieron lascosas. Losurdo tiene el derecho y el deber de confirmarlo, sinocultar el precio de la empresa y sin ignorar el fracaso final.

    Se trata de verdades desagradables para el seudosentido co -mn liberal, as como resultan verdades atroces para el sentidocomn socialista y comunista, las acciones violentas masivasque perpetuaron el estado de excepcin, ms all de cualquier

    medida. Sin embargo, Gramsci no nos ha invitado a mirar a lacara incluso a las verdades ms desagradables?

    4. El mtodo de Losurdo combina dos enfoques, cuyalegitimidad terica me parece probada. Por una parte, contex-tualiza permanentemente las opciones de poltica interna yexterna que se presentan en el curso de la historia. Por la otra,recurre de forma constante a un mtodo de comparacin entrelas prcticas de la URSS y las de las democracias occidentales,no ya para relativizar y minimizar la violencia estaliniana, sinopara comprenderla con relacin a lo que era la violencia enaquel determinado momento.

    De este modo, Losurdo se inscribe en lo mejor de la tradicin

    del realismo crtico italiano, que pasa a travs de Maquiavelo,Cuoco, Leopardi, Croce, Gramsci. l se distingue siempre conrespecto al realismo contrarrevolucionario de Mosc, RobertoMichels y Pareto.

    5. El verdadero problema crtico es saber si este mto-do es aplicado sin fallas. Al respecto, pienso que Losurdo tiendea torcer demasiado en el sentido opuesto el bastn de lacorriente liberal, devenida historia sagrada. l considera que, afin de cuentas, Stalin venci gracias a su realismo, que le permi-ti desarrollar un proceso de modernizacin, y enfrentar al ene-migo mortal que era el nazismo. Podramos preguntarnos si enel curso de la historia de aquel momento, del desarrollo histri-

    co, no eran posibles otras opciones en lo que se refiere a la co -lectivizacin del campo, el mantenimiento de las alianzas so -ciales, la represin contra los opositores, el culto al secreto, laobsesin por la traicin y la cultura de la sospecha, la negacinde toda democracia de masas. Una vez que la historia se desa -rroll, existe la tentacin de decir: a fin de cuentas, las cosas fue-ron as y no de otra manera, aplastando de este modo, sobre elresultado que se produjo, las posibilidades eliminadas. A mi en-tender, este es el verdadero debate. Losurdo no merece la acu -sacin de criptoestalinismo: su imponente investigacin mere-ce otra acogida por parte de aquellos que quieren conservar larazn. Guido Liguori da en el blanco cuando evoca un histori-

    cismo justificativo, que corre el riesgo de absolverlo todo ennombre del realismo del hecho consumado. Losurdo no lo jus-tifica todo, pero enuncia demasiado pronto el fin de lo posible.

    Aqu se queda demasiado hegeliano.6. De cualquier manera, este trabajo de reinterpreta-

    cin crtica de este pasado, resulta indispensable.Losurdo da una leccin negativa final de l, en lo que con-

    cierne a los puntos ms importantes de la historia marxista. Ensu modo astuto y brutal, el estalinismo tuvo en cuenta las rela-ciones de fuerza, aunque manteniendo la utopa de una extin-cin en curso del Estado, del derecho, de la religin, de la moralfamiliar, en el momento en que esas realidades se imponan

    bajo formas distintas. Remitindose a Gramsci, Losurdo criticacierto utopismo marxiano, compartido al mismo tiempo porRosa Luxemburg y por Karl Kautsky.

    Sin embargo, una cosa es la crtica de una utopa abstracta,negadora de las formas histricas generales, y otra es el sentidode una esperanza concreta, que emana de la inspiracin de lasmasas subalternas, y que est encaminada a la negacin deter-minada de formas histricas opresivas. Es esta la esperanza queha sofocado la dictadura estaliniana, a pesar de sus mritos y desu realismo convincente. De esta manera, ha sido acreditada latesis segn la cual la historia haba disuelto los vnculos y de-mostrado que era imposible cualquier emancipacin comunis-

    ta o socialista. Es esta esperanza la que renace dbilmente de lasluchas del presente. Y es a esa a la que debe servir la indispensa-ble crtica histrica sumamente desagradable, a cuya recons-truccin Domenico Losurdo contribuye de manera poderosa, asu modo y en los lmites que l no rechazar discutir.

    Queridos amigos, agradezco vuestra atencin. He queridoparticipar en un debate que es explosivo, sabiendo que el rgi-men del pensamiento no es el del motor de explosin. Esperono haber ofendido a nadie. Esa no era mi intencin.

    Con saludos fraternales,

    Andr Toseln

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    DOSSIER STALIN

  • 8/6/2019 Dossier Stalin. La polmica en la izquierda italiana

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    Publicada en otros diarios el 18/04/2009

    Un grupo de redactores de Liberazioneinserta un libro moen el ndice de los libros prohibidos, sin siquiera haberloledo! Sin aportar ninguna prueba, y solo sobre la base de unasuposicin propia (aventurada), Bonanni me acusa de haber

    justificado muchos aos atrs pero acaso no tiene un soni-do siniestro esta formulacin? la destruccin de los monas-terios tibetanos a manos de los Guardias Rojos. En realidad,como resulta de mis escritos, considero tal destruccin (en laque participaron tambin Guardias Rojos tibetanos) comouna de las pginas ms negras de la

    Revolucin Cultural, una pgina afortu-nadamente superada por la posteriorevolucin de China, que ha devuelto suantiguo esplendor a los monasteriosdevastados. Del ejemplo recordado porBonanni, he criticado ms bien la transfi-guracin del Tbet lamasta, de una socie-dad que condenaba a la enorme mayorade la poblacin a la esclavitud, a la servi-dumbre y a una muerte muy precoz: laedad media de los tibetanos es de treintaaos refiere Harrer, instructor y amigo

    del Dalai Lama. Embellecer esta sociedady callar sobre sus infamias: en este caso,quines son los negacionistas?

    Por su parte, Dino Greco y GuidoLiguori me reprochan un historicismo

    justificativo. Es una crtica obviamentelegtima, pero, acaso tiene fundamento?

    A propsito de Katyn, mi libro habla decrimen, y precisa que este crimen es injustificable. Solo seagrega que los Estados Unidos no pueden erigirse en maestrosde moralidad por el hecho de que, en el transcurso de la gue-rra de Corea, fueron responsables de un Katyn a escala ms

    amplia. Es lcito desenmascarar la hipocresa de los vencedo-res?

    Ms en general, tras haber subrayado la influencia del esta-do de excepcin en la tragedia de la Rusia sovitica, mi libroobserva que tambin es indudable el papel desempeado porla ideologa y por las capas intelectuales y polticas, expre-sadas por el bolchevismo. Solo que la ideologa que he toma-do como punto de referencia es la utopa abstracta, es decir,la espera mesinica de la desaparicin del Estado, de la reli-gin, de la nacin, del mercado, de la moneda (pensemos enla influencia funesta que ha tenido la pretensin de cancelartoda forma de mercado y de circulacin de la moneda en laCamboya de Pol Pot). Por su parte, Liguori defiende la utopa

    criticada por m en cuanto abstracta, y toma como referenciaotros blancos, pero no explica por qu mi enfoque crtico ten-dra que ser ms justificativo que el suyo.

    En realidad, se enarbola contra m una categora de la cual

    El Viejo Topo 280 / mayo 2011/ 59

    DOSSIER STALIN

    Rplica de Losurdo,rechazada por Liberazione

    Pero, al menos lo han ledo?

    7.

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    nunca se ha aclarado el sentido. Gramsci justifica el jacobi-nismo; en il manifestoy en Liberazionea menudo ha sido jus-tificada la Revolucin Cultural: dara prueba de dogmatismoquien, sin entrar en la esencia de los captulos de historia dis-

    cutidos segn las circunstancias, se atribuyera a s mismo elhistoricismo autntico, y a aquellos que no estn de acuerdocon l, el historicismo justificativo!

    Es cierto que mi libro rechaza la imagen de Stalin propagan-dizada en la actualidad por los grandes medios de informa-cin, pero a su vez esta imagen es bien distinta de la que emer-ge de las grandes obras de la cultura occidental. Para ponersolo un ejemplo, segn el gran historiador ingls A. Toynbee, loque hizo posible Stalingrado y la derrota infligida a la barbarienazista, fue el trayecto recorrido por la URSS de 1928 a 1941.

    Quedan inamovibles los angustiosos dilemas morales quecaracterizan las grandes crisis histricas. Pero estos no se

    plantean solo para la URSS de Stalin. Veamos de qu modo uneminente filsofo estadounidense, M. Walzer, justifica losbombardeos terroristas de los anglonorteamericanos en elcurso de la Segunda Guerra Mundial, aunque les reconoce sucarcter criminal: el peligro del triunfo del Tercer Reich deter-mina una emergencia suprema, un estado de necesidad; ybien, es necesario tomar en cuenta que la necesidad no cono-ce reglas. Es cierto que los bombardeos dirigidos a asesinar yaterrorizar a la poblacin civil del pas enemigo son un crimen

    y, no obstante: Me atrevo a decir que nuestra historia seraborrada y nuestro futuro comprometido, si no aceptara asu-mir el peso de la criminalidad aqu y ahora; los dirigentes de

    un pas pueden sacrificarse a s mismos con el fin de defen-der la ley moral, pero no pueden sacrificar a sus propios con-ciudadanos.

    Walzer es citado con aprobacin, y a menudo, entrevistado

    en il manifesto: por qu en su campaa contra el historicis-mo justificativo mis crticos no la emprenden, en primerlugar, contra el filsofo estadounidense?

    Como recuerda mi libro, en 1929 Goebbels identifica enTrotsky a aquel sobre cuya conciencia recae quizs el nme-ro ms alto de crmenes que jams haya pesado sobre unhombre; ms tarde, en la ideologa dominante Stalin se con-vierte en el monstruo gemelo de Hitler, mientras que hoyobtiene un gran xito el libro (de Chang y Halliday) que califi-ca a Mao Ts Tung como el ms grande criminal de todos lostiempos! Y basta con leer la prensa estadounidense para darsecuenta de que anlogas acusaciones se construyen con res-

    pecto a Tito, Ho Chi Minh, Castro, etctera.Para estar fuera del alcance de la acusacin de negacionis-mo, o bien de historicismo justificativo, deberemos apoyarestas valoraciones? Es enfrentando la incriminacin de lahistoria del movimiento comunista en su conjunto, pero desa-rrollando al mismo tiempo una reflexin autocrtica necesa-ria, a propsito tanto de la URSS como de China y de Indo-china, que he escrito Stalin, Historia y crtica de una leyendanegra n

    Este texto y todos los anteriores de este dossier han sidotraducidos del italiano por Marcia Gasca Hernndez

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    Stalin, Lenin y Trotsky

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    Jean-Jacques Marie

    Si creemos lo que afirman los scouts, para los valientes nadaes imposible. Domenico Losurdo desmiente esa divisa mascu-lina.

    l, sin duda, es valiente por tratar de rehabilitar a Stalin.Pero la vacuidad de semejante intento, cuya ambicin es cier-tamente desmesurada, salta enseguida a la vista.

    Vade retro, Kruschov!

    l ataca con dureza el informe presentado por Kruschovcontra determinados crmenes de Stalin durante la ltimasesin a puerta cerrada del XX Congre-

    so del PCUS en febrero de 1956. Y deentrada, deforma su alcance. De creerlo,ese informe sera una requisitoria quese propone liquidar a Stalin en todos susaspectos. Pero Kruschov afirma de en-trada:

    El objeto del presente informe no esuna valoracin exhaustiva de la vida y laactividad de Stalin. (...) Ahora nos en-contramos frente a una cuestin de in-mensa importancia para el Partido en elpresente y en el futuro (...) Se trata de

    cmo el culto a la persona de Stalin fuecreciendo gradualmente; ese culto queen determinado momento se convirtien la fuente de toda una serie de perver-siones unnimemente graves y serias delos principios del Partido, de la demo-cracia del Partido, de la legalidad revolu-cionaria (... ) Los mritos de Stalin sonbien conocidos a travs de un sinnme-ro de libros, folletos y estudios que seredactaron durante su vida. El papel de Stalin en la prepara-cin y ejecucin de la revolucin socialista, en la guerra civil,

    en la lucha por la construccin del socialismo en nuestro pas,es conocido universalmente. Nadie lo ignora. Y para quienes

    no lo hubiesen entendido, aade: El Partido tuvo que lucharcontra los trotskistas (), los derechistas, y los nacionalistasburgueses (). En todo esto Stalin desempe un papel posi-tivo.

    Kruschov, por tanto, no tiene nada que decir sobre los pro-cesos de Mosc, y Domenico Losurdo retoma de l numerososinventos que presenta como si fuesen verdades. Gracias,pues, a Stalin por liquidar a los oponentes de todo tipo! De he-cho, Kruschov aclara: Stalin siempre haba tomado en cuentala opinin de la colectividad antes del XVI Congreso, Stalinsigui considerando en cierto modo la opinin colectiva hasta

    el XVIII Congreso, celebrado en enero de 1934.Hasta entonces, Stalin fue, pues, un excelente dirigente

    El Viejo Topo 280 / mayo 2011/ 61

    DOSSIER STALIN

    Una crtica a la edicinfrancesa

    El socialismo del Gulag!

    8.

    El gulag en verano

  • 8/6/2019 Dossier Stalin. La polmica en la izquierda italiana

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    comunista. Stalin solo se volvi malo cuando comenz a eli-minar a sus propios seguidores a partir de 1934. Losurdo borraesa precisin para poner en el mismo plano a Kruschov y aTrotsky.

    Direccin colectiva contra el culto a la personalidad

    Yo digo Kruschov, pero Domenico Losurdo parece ignorar(o esconde) que Kruschov no es en realidad el autor de dichoinforme. Este fue redactado por Piotr Pospelov, basado en lostrabajos de una comisin del Presidium del Comit Centraldirigida por l. El mencionado Pospelov haba sido el princi-pal redactor de la biografa oficial de Stalin publicada inme-

    diatamente despus de la guerra y durante mucho tiempo fueredactor en jefe de Pravda. Por consiguiente, un buen y legti-mo estalinista. Kruschov se content con aadir al texto dePospelov algunas agudezas de su propia cosecha, como eldetalle (inventado y grotesco) segn el cual Stalin habra diri-gido las operaciones militares de la Segunda guerra mundialen un globo terrestre. Dos o tres bromas de la misma calaasolo modifican al margen la ndole y el alcance de un informeelaborado colectivamente por una comisin formada por par-tidarios de Stalin.

    A esos estalinistas slo les preocupa lo que se traduce en elreproche de culto a la personalidad dirigido a Stalin. Su sen-

    tido tan simple escapa por completo a pesar de la ayuda deHegel a Losurdo. Ello significa que el poder est ahora en lasmanos, no del Gua supremo y Padre de los pueblos, sino delComit Central, que Stalin solo haba convocado cuatro vecesdesde 1941 hasta su muerte en 1953. Fue eso lo que Kruschovhaba prometido al Comit Central durante su reunin de

    junio de 1953 para juzgar a Beria. Y es eso lo que los miembrosdel Comit Central reducidos al silencio durante los ltimostrece aos del dominio de Stalin quieren escuchar

    Ahora tendremos una direccin colectiva () Hay que con-vocar regularmente los plenos del Comit Central. El informeledo por Kruschov en nombre del Presidium del Comit

    Central es la expresin de ese deseo colectivo.

    La deportacin de los pueblos falta de sentido comn!

    Los argumentos de Losurdo se resumen en general en unesquema simple: todos los Estados, todos los gobiernoshacen lo mismo! Qu hay que reprocharle entonces a Stalin?En ese sentido, l cita el fragmento en que el informeKruschov denuncia las deportaciones de algunos pueblos en1943-44 : Ningn marxista-leninista ni ninguna persona consentido comn puede comprender cmo se puede responsa-bilizar, por actividades hostiles, a naciones enteras, incluyen-do a mujeres, nios y gente de edad, comunistas y komsomols

    [la juventud comunista] y cmo se puede deportar a tantagente y exponerla a la miseria y sufrimiento por actos hostilesde individuos o grupos de personas.

    Kruschov enumeraba solamente cinco pueblos deportadosdel total de doce que sufrieron esa suerte y que Losurdo queno le reprocha en absoluto esa opcin selectiva se cuidamucho de enumerar. Losurdo evoca en pocas palabras elhorror del castigo colectivo.

    Pero, hecha ya esa concesin humanitaria a una tragediaque vio perecer como promedio a la cuarta parte de los depor-tados sobre todo viejos y nios durante su interminabletraslado, aade cnicamente: Esta prctica caracteriza a la

    Segunda guerra de treinta aos [desde la Primera guerra mun-dial hasta los comienzos de la Segunda,JJ Marie], comenzan-do por la Rusia zarista que, aunque aliada del Occidente libe-ral, sufri durante el primer conflicto mundial una ola dedeportaciones de dimensiones desconocidas en Europa (enespecial de origen judo o germnico). A continuacin men-ciona la expulsin de los Hans del Tibet por el ultra-reaccio-nario Dalai Lama, que coquete un momento con los nazis;despus la reclusin en los campos de todos los ciudadanosnorteamericanos de origen japons por el presidente nortea-mericano demcrata Roosevelt en 1942. Y, de ese modo, nues-tro filsofo italiano concluye de modo dulce y tranquilo: si

    bien no estaba distribuida equitativamente, la falta de senti-do comn estaba bien difundida entre los lderes polticos delsiglo XX. Ya est, listo!

    As, en la patria triunfante del socialismo (porque paraLosurdo el socialismo floreci en la URSS), que llev a cabo launidad de los pueblos, es normal que se utilicen los mismosprocedimientos que emplean los jefes de los pases capitalis-tas, o un oscurantista feudal, o incluso el Zar Nicols II. Esteltimo, en 1915, en respuesta a la ofensiva alemana, de hechohizo desplazar hacia el Este a medio milln de judos, oficio-samente sospechosos de espionaje a favor de los alemanes.Pero la referencia justificativa es poco afortunada, pues por

    muy brbaro que haya sido ese traslado, provoc muchasmenos muertes que el de los coreanos soviticos en 1937 (enausencia de todo tipo de guerra) considerados colectivamen-te como espas potenciales a cargo de Japn y que habanhuido al terror que Japn desencadenaba en su pas; o el delos trtaros de Crimea, de los kalmuks, de los chechenos y delos inguches en 1944.

    Debemos aadir que la deportacin de esos dos ltimospueblos es una de las causas de la tragedia que vive esa regindesde hace cerca de veinte aos. El legado de Stalin an hacecorrer la sangre en nuestros das.

    Losurdo utiliza el mismo argumento cuando hace referen-

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    DOSSIER STALIN

  • 8/6/2019 Dossier Stalin. La polmica en la izquierda italiana

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    cia al Gulag haciendo desfilar todoslos horrores de los campos de con-centracin de los pases coloniales

    Un heredero de los procesos de

    Mosc

    Losurdo hace suyas las falsifica-ciones de los procesos de Mosc, pe-ro sin referirse directamente a estospor lo contaminada que est la fuen-te. De ese modo, afirma, por ejem-plo:

    En 1918 Lenin, acusado o sospe-choso de traicin, parece ser el obje-tivo de un proyecto, por muy vagoque fuese, de golpe de Estado consi-derado por Bujarin. Ese proyecto, fa-bricado por el procurador Vychinskidurante el tercer proceso de Moscen marzo de 1938, es presentado aquprimero como hipottico, antes deconvertirse en una certeza medianteun toque de varita mgica:

    Para hacer fracasar la paz de

    Brest-Litovsk, que l haba conside-rado como una capitulacin ante elimperialismo alemn y como unatraicin al internacionalismo prole-tario, Bujarin acaricia por un instan-te la idea de una especie de golpe deEstado, dirigido al menos durante untiempo a alejar del poder a aqul quehasta entonces haba sido el lderindiscutible de los bolcheviques.

    Pensando sin duda que una fbulavarias veces repetida alcanza por ello

    la condicin de verdad, l escribems adelante: Ya vimos a Bujarin enocasin del tratado de Brest-Litovsk acariciar por un instanteel proyecto de una especie de golpe de estado contra Lenin, aquien le reprocha el querer transformar el partido en un mon-tn de estircol. En realidad, lo nico que hemos visto detodo eso son las piruetas de Losurdo.

    Por qu Losurdo, que multiplica las referencias a cualquie-ra, incluida a Sir Montefiore, promovido del estatus de nove-lista al de historiador, o al novelista Feuchtwanger, a quienStalin hizo que llegara a exaltar el segundo proceso de Mosca cambio de la publicacin de sus obras en la URSS y el pago

    de jugosos honorarios, no hace referencia alguna a esa inven-cin de Vychinski? Es que la verdad es muy sencilla: durante eldiscurso de Lenin al Comit ejecutivo de los soviets el 23 defebrero de 1918 sobre el tratado de Brest-Litovsk, el Socialista-Revolucionario (S-R) de izquierda Kamkov cuyo partidoentonces estaba an en el gobierno se acerca a los comunis-tas de izquierda Piatakov y Bujarin, hostiles a la firma, y lespregunta sobre lo que ocurrir si ellos obtienen la mayora enel partido contra la paz de Brest-Litovsk. En su criterio, les dicel, en ese caso, Lenin se ir y ustedes y nosotros deberemos

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    DOSSIER STALIN

    El gulag en invierno

  • 8/6/2019 Dossier Stalin. La polmica en la izquierda italiana

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    crear un nuevo Consejo de los Comisarios del pueblo, quePiatakov podra presidir. Para ambos hombres, eso no es msque una broma. Varios das despus, el S-R de izquierda Pro-chian, sugiere a Radek que en lugar de escribir resolucionesinterminables, los comunistas de izquierda deberan arrestara Lenin durante 24 horas, declarar la guerra a los alemanes ydespus reelegir por unanimidad a Lenin como presidente delgobierno, porque dice l obligado a reaccionar ante la ofen-siva alemana, aunque insultndonos a nosotros y a ustedes,Lenin, no obstante, llevar a cabo una guerra defensiva mejorque cualquier otro. Prochian muere seis meses ms tarde.Radek repite entonces su frase a Lenin, que se echa a rer a car-

    cajadas.A comienzos de diciembre de 1923, en plena campaa de la

    Oposicin de Izquierda por la democratizacin del partido,Bujarin, en esos momentos aliado de Stalin contra ella, trans-forma esas ancdotas, para estigmatizarlas, en proposicionesserias que los comunistas de izquierda de la poca habrandiscutido, a pesar de la denegacin de todos los interesados.

    Por tanto, concluye l, la Oposicin le hace el juego a losenemigos del partido. Zinoviev se indigna: los comunistas deizquierda han ocultado entonces esas proposiciones innoblesal Comit Central, que solo las conoce seis aos ms tarde!Stalin va ms lejos: algunos opositores de 1923 eran ya, segn

    l, miembros potenciales del pretendido gobierno anti-leni-nista de 1918. Bujarin pagara con su vida ese trfico polticode la memoria. En el tercer proceso de Mosc, en marzo de1938, el procurador Vychinski, utilizando sus declaracionesdemaggicas de 1923, lo acusar de haber negociado con losS-R de izquierda el derrocamiento y el arresto de Lenin. Buja-rin ser condenado a muerte.

    Ignorantus, ignoranta , ignorantum

    Domenico Losurdo no conoce la historia sobre la cual esbo-za comentarios a veces ornamentados con referencias a Hegela ms no poder. En ese sentido, califica de dirigente menche-

    vique al jefe del gobierno provisional de 1917, AlexandreKerenski. Pero Kerenski, allegado a los socialistas-revolucio-narios, jams en su vida fue menchevique

    Refirindose al asesinato de Serge Krov el 1 de diciembrede 1934 en Leningrado, escribe Al inicio las encuestas de lasautoridades se centran en los Guardias blancos. Las autorida-des se han centrado en ellos de un modo extrao. Tras ocurrirel asesinato, Stalin ordena fusilar a un centenar de Guardiasblancos que ya se encontraban encarcelados y a quienesnadie interroga debido a que ellos no podan, desde su celda,organizar el ms mnimo atentado.

    Para confirmar la perfidia de Trotsky, l afirma ms ade-

    lante Lenin ve ya pesar sobre la Rusia sovitica un peligrobonapartista y expresa sus preocupaciones incluso con res-pecto a Trotsky. La falta de referencia tambin esconde aquun trucaje: en 1924, el ao de la muerte de Lenin, Gorki,entonces en Italia, publica Lenin y el campesino ruso dondesolo cita frases elogiosas de Lenin sobre Trotsky. Seis aosdespus, en la URSS, Gorki reedita su libro y le aade unafrase atribuida a Lenin que as regresa de ultratumba seisaos despus de su muerte para manifestar un temor muytardo sobre las imaginarias ambiciones bonapartistas deTrotsky. Y lo que es ms asombroso an, en diversas ocasio-nes alude a una supuesta conspiracin dirigida por Trotsky

    y confirma esa fbula retomada (sin decirlo) de los procesosde Mosc citando a Curzio Malaparte. Sin embargo, todoslos historiadores consideraron siempre a Malaparte solo co-mo una fuente literaria. Quin ira a citar Kaput en unaHistoria de la Segunda guerra mundial? Escritor de talento, lsolo consideraba a la historia como una servidora de la lite-ratura y fabulaba como el mejor.

    Ah, el buen Gulag!

    Debemos detenernos un momento en el demasiado fcildesmontaje de las fantasas de Losurdo.

    Pero no podramos pasar por alto sus divagaciones sobre el

    Gulag. En efecto, l subraya con toda razn que el Gulag esta-linista no es globalmente el campo de exterminio que fueronlos campos nazis destinados a los judos. Una vez dicho esto,no podemos leer sin sorprendernos la afirmacin de que a losintentos de aplicar en la totalidad del pas la democraciasovitica, el democratismo socialista e incluso un socialismosin la dictadura del proletariado [como si el proletariadooprimido ejerciera entonces la ms mnima dictadura!] co-rresponden los intentos de restablecer en el Gulag la legalidadsocialista o la legalidad revolucionaria. Finalmente, Losurdo,encontrando en el Gulag una preocupacin pedaggica, seextasa: el detenido en el Gulag es un camarada po tencial

    obligado a participar en condiciones particularmente durasen el esfuerzo productivo de todo el pas. Particularmenteduras, en efecto, pero la palabra camarada, incluso muy po-tencial, no tiene precio. Y Losurdo nos lo jura, hasta 1937 losguardias llamaban al prisionero camarada. Adems, la reclu-sin en el campo de concentracin no excluye la posibilidadde promocin social. Qu ascensor social ese socialismo delGulag!n

    Traduccin de Julia Calzadilla

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    Por Domenico Losurdo

    Nunca se podr apreciar suficientemente la sabidura de lamxima atribuida a Georges Clemenceau: la guerra es unacosa demasiado seria para confirsela a los generales! A pesarde su encendido chovinismo y anticomunismo, el primerministro francs conservaba una conciencia bien lcida sobreel hecho de que los especialistas (en este caso los especialistasde la guerra) a menudo son capaces de ver los rboles, pero noel bosque, se dejan vencer por los detalles, perdiendo de vistael todo; en este sentido, lo saben todo, menos lo esencial.Cuando se lee la diatriba que Jean Jacques Marie querra reser-

    var a mi libro sobre Stalin, se piensa de inmediato en la sen-tencia de Clemenceau. Segn parece, el autor es uno de losmximos expertos en trotskismologa, y se empea en de-mostrrnoslo en cualquier circunstancia.

    1. Stalin liquidado por el Informe secreto, el Informe secreto

    liquidado por los historiadores.

    De inmediato comienza a oponerse a mi afirmacin segnla cual Kruschov se propone liquidar a Stalin en cualquieraspecto. Sin embargo, es el gran intelectual trotskista IsaacDeutscher quien subraya que el Informe secreto describe aStalin como un enorme, oscuro, caprichoso y degenerado

    monstruo humano. Y, a pesar de eso, este retrato no resultalo suficientemente monstruoso a los ojos de Marie! Mi libroprosigue as: en el discurso de denuncia pronunciado porKruschov, al ser responsable de crmenes horrendos, era unindividuo despreciable, tanto desde el punto de vista moralcomo del intelectual. Adems de despiadado, el dictador eratambin risible. Baste pensar en un detalle en el que se detie-ne Kruschov: Hay que tener presente que Stalin preparabasus planes sobre un mapamundi. S, compaeros, l sealabala lnea del frente sobre el mapamundi. El cuadro de Stalintrazado aqu es claramente caricaturesco: cmo consigui laURSS vencer a Hitler, estando dirigida por un lder al mismo

    tiempo criminal e imbcil? Y cmo logr este lder, al mismotiempo criminal e imbcil, dirigir desde el mapamundi unabatalla pica como la de Stalingrado, desarrollada barrio porbarrio, calle por calle, piso por piso, puerta por puerta? Enlugar de responder a estas objeciones, Marie se preocupa pordemostrar que, en cuanto mximo experto en trotskismolo-ga, tambin conoce de memoria el Informe Kruschov, y sepone a citarlo largamente en aspectos que no tienen nada quever con el problema en discusin!

    Para demostrar que esta liquidacin total de Stalin (en el

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    Respuesta aJean-Jacques Marie

    El penamiento primitivo y Stalin

    como chivo expiatorio

    9.

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    plano intelectual, adems del moral) se desmorona ante lainvestigacin histrica, yo llamo la atencin sobre dos puntos:eminentes historiadores (ninguno de los cuales puede serconsiderado sospechoso de filoestalinista) hablan de Stalincomo de el ms grande lder militar del siglo XX. Y van ms

    all: le atribuyen un talento poltico excepcional y lo consi-deran un poltico enormemente dotado, que salva a lanacin rusa de ser diezmada y esclavizada destino que lehaba reservado el Tercer Reich gracias no solo a su astutaestrategia militar, sino tambin a los magistrales discursosde guerra, en ocasiones verdaderas bravuconeras, que enmomentos trgicos y decisivos logran estimular la resistencianacional. Y eso no es todo: historiadores fervientemente an-tiestalinistas reconocen la perspicacia con la que l trata lacuestin nacional en el escrito de 1913, y el efecto positivode su contribucin a la lingstica.

    En segundo lugar, llamo la atencin sobre el hecho de que

    ya en 1966 Deutscher expresaba fuertes dudas sobrela credibilidad del Informe secreto: No puedoaceptar sin reservas las llamadas revelaciones deKruschov, en particular su afirmacin de que, en laSegunda Guerra Mundial [y en la victoria sobre elTercer Reich] Stalin tuvo solo una parte prctica-mente insignificante. Hoy, a la luz del nuevo mate-rial disponible, no son pocos los estudiosos queacusan a Kruschov de haber recurrido a la mentira.

    Y por tanto, si Kruschov procede a la liquidacintotal de Stalin, la historiografa ms reciente liquidala credibilidad del llamado Informe secreto.

    De qu manera Marie responde a todo esto? Sin-tetiza no solo mi punto de vista, sino el de los au -tores citados por m (incluido el trotskista Deutscher)con la frmula: Vade retro Kruschov!. Es decir, elgran experto en trotskismologa cree exorcizar lasdificultades insuperables con las que se encuentrapronunciando dos palabras en latn (eclesistico)!

    Veamos un segundo ejemplo. Al principio delsegundo captulo (Los bolcheviques, del conflictoideolgico a la guerra civil) yo analizo el enfrenta-miento que tiene lugar en ocasin de la paz deBrest-Litovsk. Bujarin denuncia la degeneracin

    campesina de nuestro partido y del poder soviti-co; unos bolcheviques causan baja del partido;otros hasta declaran carente de valor el poder sovi-tico mismo. En lnea opuesta, Lenin expresa suindignacin por estas palabras extraas y mons-truosas. Ya en sus primeros meses de vida, la Rusiasovitica ve desarrollarse un conflicto ideolgico

    que resulta de extrema aspereza y est a punto de trans for-marse en guerra civil. Y con mucha ms facilidad se trans-formar en guerra civil observo en mi libro una vez que, conla muerte de Lenin, viene a faltar una autoridad indiscutible.

    Al contrario agrego segn un ilustre historiador burgus

    (Conquest) ya en aquella ocasin Bujarin acariciaba la idea deun golpe de Estado. Cmo responde Marie a todo esto? Denuevo exhibe toda su erudicin de gran y, quizs, mximo ex-perto en trotskismologa, pero no hace ningn esfuerzo porresponder a las preguntas que se imponen: si el enfrentamien-to mortal que ms tarde lacera el grupo dirigente bolcheviquees culpa solo de Stalin (el pensamiento primitivo no puedeprivarse del chivo expiatorio), cmo explicar el duro inter-cambio de acusaciones que ve a Lenin condenar por mons-truosas las frases pronunciadas por los fustigadores de ladegeneracin del partido comunista y del poder sovitico?Y cmo explicar el hecho de que Robert Conquest, quien ha

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    Maxim Gorky y Stalin en 1931

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    dedicado toda su existencia a demostrar la infamia de Stalin yde los procesos de Mosc, habla de un proyecto de golpe deEstado contra Lenin, cultivado o acariciado por Bujarin?

    No sabiendo qu responder, Marie me acusa de manipula-cin, e incluso escribe que, al referirme a la idea de golpe deEstado acariciada por Bujarin, solo me remito a m mismo. Notengo tiempo que perder con los insultos. Me remito a un his-toriador (Conquest) que no es inferior a Marie ni en erudicinni en fervor antiestalinista.

    2. De qu manera los trotskistas al estilo Marie insultan a

    Trotsky

    Con la muerte de Lenin y la consolidacin del poder deStalin, el conflicto ideolgico se convierte cada vez ms enuna guerra civil: la dialctica de Saturno, que de un modo uotro se manifiesta en todas las grandes revoluciones, desgra-ciadamente no perdona ni siquiera a los bolcheviques.Desarrollo esta tesis en la segunda parte del segundo captu-lo, citando una serie de personalidades bien distintas entreellas (que revelan la existencia de un aparato clandestino ymilitar puesto en pie por la oposicin) y citando sobre todo aTrotsky. S, es Trotsky en persona quien de-clara que la lucha contra la oligarqua buro-crtica estaliniana no admite solucin

    pacfica. Es l mismo quien proclama queel pas se dirige manifiestamente hacia unarevolucin, hacia una guerra civil y que, enel mbito de una guerra civil, el asesinato deciertos opresores ya no pertenece al terroris-mo individual, sino que es parte integrantede la lucha mortal entre los bloques opues-tos. Como puede verse, al menos en este ca-so, es el propio Trotsky quien pone en crisis lamitologa del chivo expiatorio.

    Puede comprenderse el embarazo muyparticular de Marie. Y entonces? Ya conoce-

    mos el alarde de erudicin como cortina dehumo. Vayamos a la esencia. Entre las nume-rosas y diversas personalidades citadas porm, Marie escoge dos: a una (Malaparte) laconsidera incompetente, a la otra (Feuchtwan-ger) la cataloga de agente sobornado al servi-cio del criminal e imbcil que est sentado enel Kremlin. Y as se hace el juego: la guerra ci -vil ha desaparecido y de nuevo el primitivismo del chivo ex-piatorio puede celebrar sus triunfos. Pero, negarse a tomar enconsideracin los argumentos adoptados por un gran intelec-tual como es Feuchtwanger, para catalogarlo de agente sobor-

    nado al servicio del enemigo: no es este el modo de procedergeneralmente considerado estalinista? Y sobre todo: qudebemos pensar del testimonio de Trotsky, que habla deguerra civil y de lucha mortal? No resulta una paradojaque el gran especialista y el sumo sacerdote de la trotskis-mologa constria al silencio a la divinidad venerada por l?S, pero no es la nica paradoja, y tampoco la ms estrepito-sa. Veamos: Trotsky no solo compara a Stalin con Nicols II,sino que va ms all: en el Kremlin est sentado un provoca-teur au servicede Hitler, o bien le majordomede Hitler. YTrotsky, que se vanagloriaba de tener muchos seguidores enla Unin Sovitica, y que, ms bien, segn Brou (bigrafo y

    hagigrafo de Trotsky) estaba decidido a infiltrar a sus fielesincluso dentro de la GPU, Trotsky no hara nada para derro-car el poder contrarrevolucionario del nuevo zar o del siervodel Tercer Reich? Marie termina por dibujar a Trotsky comoun simple parlanchn que se limita a fanfarronear en la taber-na, o bien como un revolucionario carente de coherencia yhasta pvido y vil. La paradoja ms estrepitosa es que yo, dehecho, estoy obligado a defender a Trotsky contra ciertos apo-logistas suyos!

    Digo ciertos apologistas suyos porque no todos son tanpoco entendidos como Marie. A propsito de la despiadadaguerra civil que se desarrolla entre los bolcheviques, mi libroobserva:

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    Stalin, con su hija Svetlana,1935

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    Estamos en presencia de una categora que constituye elhilo conductor de la investigacin de un historiador ruso (Ro-govin) de segura y declarada fe trotskista, autor de una obramonumental en varios volmenes, dedicada, precisamente ala reconstruccin detallada de esta guerra civil. En ella se ha-bla, a propsito de la Rusia sovitica, de guerra civil preventi-va desencadenada por Stalin contra aquellos que se or-ganizan para derrocarlo. Esta guerra civil se manifiesta inclu-so ms all de la URSS, y a ratos se desencadena en el mbitodel frente que combate contra Franco; y, de hecho, con refe-rencia a la Espaa de 1936-1939, se habla no de una, sino dedos guerras civiles. Con gran honestidad intelectual y valo-

    rando el nuevo y rico material documental disponible, graciasa la apertura de los archivos rusos, el autor aqu citado llega aesta conclusin: Los procesos de Mosc no fueron un crimeninmotivado y a sangre fra, sino la reaccin de Stalin en elcurso de una aguda lucha poltica.

    Polemizando con Alexandr Solzhenitsin, que describe a lasvctimas de las purgas como un conjunto de conejos, el his-toriador trotskista ruso comenta una octavilla que en los aos30 llamaba a expulsar del Kremlin al dictador fascista y a subanda. Despus comenta: Incluso desde el punto de vista dela legislacin rusa hoy en vigor, esta octavilla debe ser juzgadacomo un llamamiento al derrocamiento violento del poder

    (ms exactamente de la cpula dirigente). En conclusin, le- jos de ser expresin de un acceso de violencia irracional einsensato, el terror sanguinario desencadenado por Stalin esen realidad el nico modo en que l logra plegar la resistenciade las verdaderas fuerzas comunistas.

    As se expresa el historiador ruso. Pero Marie, con tal de norenunciar a su primitivismo y a la investigacin del chivo ex-piatorio (Stalin), sobre el cual hace converger todos los peca-dos del Terror y de la Unin Sovitica en su conjunto, prefiereseguir las huellas de Solzhenitsin y representar a Trotsky comoun conejo.

    3. Traicin o contradiccin objetiva? La leccin de HegelEn el mbito del cuadro que he trazado, quedan estableci-

    dos los mritos de Stalin: l comprendi una serie de puntosesenciales: la nueva fase histrica que se abra con la derrotade la revolucin en Occidente; el peligro de colonizacinesclavista que se cerna sobre la Rusia sovitica; la urgencia desuperar el atraso con respecto a Occidente; la necesidad deadquirir la ciencia y la tecnologa ms avanzadas, y la con-ciencia de que la lucha por tal adquisicin puede ser, en deter-minadas circunstancias, un aspecto esencial y hasta decisivode la lucha de clases; la necesidad de unir patriotismo e inter-nacionalismo, y comprender que una lucha victoriosa de re-

    sistencia y de liberacin nacional (como lo fue la Gran GuerraPatria) constituye, al mismo tiempo, un aporte fundamental ala causa internacionalista de la lucha contra el imperialismo yel capitalismo. Stalingrado estableci las premisas para la cri-sis del sistema colonial a escala planetaria. El mundo de hoyest caracterizado por las crecientes dificultades del propioneocolonialismo; por el avance de pases como China y laIndia, y ms en general, de las civilizaciones en su momentosubyugadas o destruidas por Occidente; por la crisis de la doc-trina Monroe y por el esfuerzo de algunos pases latinoameri-canos para vincular lucha contra el imperialismo y construc-cin de una sociedad poscapitalista. Entonces, este mundo no

    es imaginable sin Stalingrado.Y no obstante, una vez dicho esto, es posible comprender la

    tragedia de Trotsky. Despus de haber reconocido el granpapel desempeado por l en el curso de la Revolucin deOctubre, mi libro describe as el conflicto que se vino a deter-minar con la muerte de Lenin:

    De ser todava posible un poder carismtico, su realizacinms probable descansaba en la figura de Trotsky, genial orga-nizador del Ejrcito Rojo, brillante orador y escritor que pre-tenda encarnar las esperanzas de triunfo de la revolucinmundial, de la que haca descender la legitimidad de su aspi-racin a gobernar el partido y el Estado. Stalin era sin embar-

    go la encarnacin del poder legal-tradicional que con esfuer-zo intentaba afianzarse: al diferencia de Trotsky, llegado tardeal bolchevismo, Stalin representaba la continuidad histricadel partido protagonista de la revolucin y por tanto detentorde la nueva legalidad; por aadidura, afirmando la posibilidaddel socialismo tambin en un slo (gran) pas, Stalin daba unanueva dignidad e identidad a la nacin rusa, que superaba asla temible crisis de ideas adems de econmica sufrida trasla derrota y el caos de la primera guerra mundial, para encon-trar finalmente una continuidad histrica. Pero precisamentepor esto los adversarios proclamaban la traicin consuma-da, mientras que para Stalin y sus seguidores los traidores eran

    todos aquellos que con el riesgo que supona facilitar la inter-vencin de las potencias extranjeras, ponan en peligro enltima instancia la supervivencia de la nacin rusa, que era almismo tiempo la vanguardia de la causa revolucionaria. Elchoque entre Stalin y Trotsky es el conflicto no solamente en-tre dos programas polticos sino tambin entre dos principiosde legitimacin.

    Llegados a un cierto punto, frente a la novedad radical delmarco nacional e internacional, Trotsky se convence (injustifi-cadamente) de que en Mosc ha habido una contrarrevolu-cin y acta en consecuencia. En el cuadro trazado por Marie,por el contrario, Trotsky y sus seguidores, a pesar de que han

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    Veamos de qu manera reacciona Marx a esta manipulacinmaniquea. Cuando la burguesa de su poca tomando comopunto de partida el asesinato de los rehenes y el incendio pro-vocado por los Comuneros denuncia la Comuna de Parscomo sinnimo de barbarie infame, Marx responde que lasprcticas de la captura (y del eventual asesinato) de los rehe-nes y de la provocacin de incendios haban sido inventadaspor las clases dominantes y que, por tanto, en lo que respectaa los incendios, haba que distinguir entre vandalismo de unadefensa desesperada (el de los comuneros) y vandalismo deltriunfo.

    Marie me hace demasiado honor cuando polemiza sobre

    este punto conmigo: sera bueno que se enfadara directamen-te con Marx. O bien, podra enfadarse con Trotsky, que proce-de del mismo modo que se me reprocha: en el librito Su moral

    y la nuestra, Trotsky se remite al Marx ya citado por m y, pararefutar la acusacin segn la cual los bolcheviques y solo ellosse inspiran en el principio que reza el fin justifica los medios(violentos y brutales), cita como argumento a favor el com-portamiento no solo de la burguesa de los siglos XVIII y XIX,sino hasta... de Lutero, protagonista de la guerra de extermi-nio contra Mntzer y los campesinos.

    Pero Marie atrapado como est por el culto a la erudicinno reflexiona ni siquiera sobre los textos de sus autores predi-

    lectos. Y de hecho, se muestra irnico conmigo, dando a suintervencin el ttulo El socialismo del Gulag!. Naturalmen-te, con esa misma irona se podra hacer burla de la Rusiasovitica de Lenin (y de Trotsky): El socialismo (o la revolu-cin socialista) de la Cheka, o bien El socialismo (o la revo-lucin socialista) de la captura de rehenes (tngase presenteque, en su libro Su moral y la nuestra, Trotsky se ve obligado adefenderse incluso de la acusacin de haber recurrido a esaprctica). En realidad, con la irona de la que gusta Marie, sepuede liquidar cualquier revolucin. Entonces tenemos: LaComuna de los rehenes fusilados, La libertad y la igualdadde la guillotina, etctera, etctera. Por otra parte, no se trata

    de ejemplos imaginarios: as es como la tradicin de pensa-miento reaccionario ha liquidado la revolucin francesa (ysobre todo el jacobinismo), la Comuna de Pars, la revolucinrusa, etctera.

    Marx ha sintetizado la metodologa del materialismo hist-rico afirmando que los hombres hacen su historia por s mis-mos, pero no en circunstancias escogidas por ellos. En lugarde partir de estas lecciones para investigar los errores, los dile-mas morales, los crmenes de los protagonistas de toda grancrisis histrica, Marie formula esta simple alternativa: o losmovimientos revolucionarios son soberanamente superiores,

    y ms an, milagrosamente trascendentes respecto al mundo

    histrico y a las contradicciones y a los conflictos del mundohistrico, en cuyo mbito se desarrollan; o bien aquellosmovimientos revolucionarios son un fracaso completo y unengao total. Y as, la historia de las revoluciones en su con-

    junto se configura como la historia de un nico, ininterrumpi-do y miserable fracaso y engao. Y una vez ms, Marie se colo-ca en el cauce de la tradicin de pensamiento reaccionario.

    5. El socialismo como proceso de aprendizaje trabajoso e in-

    completo

    He dicho que la construccin del socialismo es un procesode aprendizaje trabajoso e incompleto. Pero justo por eso, hay

    que empearse en formular respuestas: el socialismo y elcomunismo implican la desaparicin total de la identidad yhasta de las lenguas nacionales, o bien tiene razn Castro,segn el cual los comunistas han cometido el error de subvalo-rar la influencia que contina ejerciendo la cuestin nacional,incluso despus de la revolucin antiimperialista y anticapita-lista? En la sociedad del futuro previsible ya no habr lugarpara ningn tipo de mercado y tampoco para el dinero, o biendebemos tener en cuenta la leccin de Gramsci, segn el cuales necesario tener presente el carcter determinado delmercado? Con relacin al comunismo, en unas ocasionesMarx habla de extincin del Estado; en otras, de extincin

    del Estado en el actual sentido poltico: son dos frmulas sen-siblemente distintas entre s; en cul de las dos nos podemosinspirar? Son estos problemas los que provocaron entre losbolcheviques, primero, un spero conflicto ideolgico y des-pus, la guerra civil; y hay que responder a estos problemas sise quiere dar credibilidad al proyecto revolucionario comunis-ta, para evitar las tragedias del pasado. Y es con ese espritu que

    yo he escrito antes Fuga de la historia? La revolucin rusa y larevolucin china hoy,y despus Stalin. Historia y crtica de unaleyenda negra. Sin enfrentar tales problemas no se podr nicomprender el pasado ni proyectar el futuro. Sin enfrentartales problemas, aprender de memoria hasta los detalles mni-

    mos de la biografa (o de la hagiografa) de este o aquel prota-gonista de octubre de 1917, servir solo para reconfirmar laprofundidad de la sentencia predilecta de Clemenceau: ascomo la guerra es una cosa demasiado seria para confirsela alos generales y a los especialistas de la guerra, del mismo modola historia de la tragedia misma de Trotsky (para no hablar dela historia grande y trgica del movimiento comunista en suconjunto) es una cosa demasiado seria para confirsela a losespecialistas y a los generales de la trotskismologa n

    Traduccin del italiano de Marcia Gasca Hernndez.

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